La imagen porno como droga

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Curso teórico-clínico del TyA: Nuevas Adicciones. Cuerpos errantes, fijeza adictiva. La pornografía es una noción inabarcable. Tiene larga existencia. Actualmente, el tema se ha convertido en objeto de investigación de distintos campos disciplinares. Se podría decir que la pornografía implica la sexualidad ligada a los medios de reproducción de la imagen. Por ello con la fotografía, luego con el cine y video y ahora con internet, su circulación ha tomado escala planetaria (Miller, 2014), esto es: global, 24 hs, inmediato, con una oferta de variación casi infinita y sin costo adicional. No está más circunscripta al underground, como lo escribe Jorge Castillo en el argumento del grupo de investigación que realizamos en el TyA. Esta omnipresencia de la pornografía, Miller la plantea como “síntoma del imperio de la técnica”, agregando algo fuerte para investigación, que “es algo nuevo en la sexualidad, en su régimen social, en sus modos de aprendizaje, en las nuevas generaciones” (Miller, 2014). Si bien Miller acerca una orientación para no extraviarse, señala que solo la menciona pero “exige del psicoanálisis interpretación” (Miller, 2014). La proliferación actual de la pornografía ¿se enmarca en un empuje de las imágenes en general a la obscenidad? Aunque lo obsceno es otro concepto muy complejo, de una manera simplificada, ¿se podría pensar como un atentando contra lo imposible? Es decir, como el intento de exhibición de lo imposible de representar o figurar, ¿la sexualidad? ¿la muerte? ¿el objeto a? De esta forma quizás podríamos entender las campañas de promoción de la salud a través de cuerpos mutilados y enfermos o el pasaje del cine de terror de Hitchcock al cine gore o en la multiplicidad de videos

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La imagen porno como droga

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Curso teórico-clínico del TyA: Nuevas Adicciones. Cuerpos errantes, fijeza adictiva.

La pornografía es una noción inabarcable. Tiene larga existencia. Actualmente, el tema se

ha convertido en objeto de investigación de distintos campos disciplinares. Se podría decir que la

pornografía implica la sexualidad ligada a los medios de reproducción de la imagen. Por ello con la

fotografía, luego con el cine y video y ahora con internet, su circulación ha tomado escala

planetaria (Miller, 2014), esto es: global, 24 hs, inmediato, con una oferta de variación casi infinita

y sin costo adicional. No está más circunscripta al underground, como lo escribe Jorge Castillo en el

argumento del grupo de investigación que realizamos en el TyA. Esta omnipresencia de la

pornografía, Miller la plantea como “síntoma del imperio de la técnica”, agregando algo fuerte

para investigación, que “es algo nuevo en la sexualidad, en su régimen social, en sus modos de

aprendizaje, en las nuevas generaciones” (Miller, 2014). Si bien Miller acerca una orientación para

no extraviarse, señala que solo la menciona pero “exige del psicoanálisis interpretación” (Miller,

2014).

La proliferación actual de la pornografía ¿se enmarca en un empuje de las imágenes en

general a la obscenidad? Aunque lo obsceno es otro concepto muy complejo, de una manera

simplificada, ¿se podría pensar como un atentando contra lo imposible? Es decir, como el intento

de exhibición de lo imposible de representar o figurar, ¿la sexualidad? ¿la muerte? ¿el objeto a?

De esta forma quizás podríamos entender las campañas de promoción de la salud a través de

cuerpos mutilados y enfermos o el pasaje del cine de terror de Hitchcock al cine gore o en la

multiplicidad de videos sobre degollamientos y suicidios, por mencionar algunos. Es interesante

preguntarse si esos fenómenos pueden ser entendidos como parte del empuje general de lo que

un autor reciente del campo de la filosofía Byung-Chul Han nombra como “la sociedad de la

transparencia” o “la sociedad de la evidencia”, volver todo evidente, capturable por la visión.

Siendo la evidencia una noción científica y jurídica que podríamos plantear que consagra al ojo

como un lugar de verdad.

Ahora bien, ¿puede una imagen ser equivalente, en términos de función, a una droga?

Una hipótesis es que una de las condiciones que lo haría posible en cuanto a la imagen

pornográfica es su vacuidad semántica, es decir el “cero de sentido” (Miller, 2014) que comporta,

no 3, 2 ni 1, cero de sentido concentrado en una imagen sexual que produce un efecto directo y

real en el cuerpo, sin mediación. Esta condición facilitaría su consumo en un continuo, que no

termina de inscribirse en lo simbólico, lo que posibilitaría esa profusión ad infinitum que solo

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muestra la imposibilidad de inscribir lo real de la relación sexual, como precisa Miller dando una

orientación del psicoanálisis. ¿Esta condición hace que siempre pueda producirse y consumirse

más (con un pequeño ropaje diferente) ya que nunca queda todo dicho? Sobre eso, Preciado dice

que así como el tráfico de drogas ilegales sería la verdad de la farmacología, la pornografía sería la

verdad de la industria de entretenimiento contemporánea, ya que se consagran a excitar al

consumidor, pero por medio de un rodeo o un tratamiento que evita la abyección de la

pornografía (Preciado, 2008).

A partir de la tesis fundamental de Lacan sobre la droga, ¿el consumo de imágenes

pornográficas puede funcionar para producir una ruptura, al menos un cortocircuito, con el falo?

El consumo con los ojos, el goce autoerótico concentrado en ese nivel, ¿es privilegiado para

sostener la ilusión de que la satisfacción no encuentra límite o corte? No solo porque prescinde del

cuerpo de otro, ahorrando la cesión de goce que eso conlleva, sino porque a su vez parecería ser

un buen recurso para franquear la distancia con el propio cuerpo, con el desajuste que implica que

al cuerpo no se lo sea sino que se lo tenga. Es decir, esto favorecería un uso desligado del goce

sexual como goce de Otro cuerpo sexuado. Pero, además, esta utilización de la imagen para

franquear la castración ¿puede implicar un uso desligado o en cortocircuito con el goce fálico, el

goce ejemplar? Cuando se trata de un uso de la imagen masturbatorio autoerótico que no se

inscribe necesariamente en la curva flaccidez-tumescencia-excitación-climax-detusmescencia-

flaccidez en la que se juega el –phi, interviniendo la pérdida o la falta, sino como un recurso para

pasar por encima de ella, ¿podría considerarse un uso de la imagen como acoplamiento para

eludir la falla de lo imaginario? Estos interrogantes me permitieron redimensionar esa afirmación

de Lacan respecto de la pulsión escópica: “En efecto, es la que elude de manera más completa el

término de la castración” (Lacan, 1964, p.85). Mientras que los objetos oral y anal están

atravesados por la dialéctica de la demanda y el deseo en relación al Otro del significante, también

por la prohibición. La mirada, y la voz, estarían más alejadas de la castración.

Los diferentes usos de la pornografía actualmente se prestan a investigación, si es que es

algo nuevo en la sexualidad, en su régimen social, cuando el Nombre del Padre y el símbolo fálico

no gobiernan sino que se presentan como un conector posible en la articulación del goce y el Otro,

apareciendo invenciones y otras modalidades.