La importancia de la palabra escrita

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JOSÉ ANTONIO ARREZA LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA LA BREVA EDICIONES

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Texto sobre las hablas romances andalusíes y su importancia en la lengua española de las regiones del sur de España.

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JOSÉ ANTONIO ARREZA

LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA

La breva ediciones

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LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA

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La iMPorTancia de La PaLabra escriTa

josé antonio arreza pérez

La breva ediciones

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Este proyecto está editado, escrito, impreso y adaptado por José Antonio Arreza Pérez.

Se encuentra libre de derechos y puede compartirse libremente. Se agradece la copia y difusión de estos textos citando la fuente y sin fines comerciales.

Esta obra es gratuita pero hacerla ha costado esfuerzo y tiempo. Por ello, cualquier aportación será bien recibida.

La Breva Ediciones, 2015.

Málaga.

Título: La importancia de la palabra escrita 2015. Málaga.

Diseño de la obra y maquetación: José Antonio Arreza Pérez.

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Para Pedro, que siempre me apoya, y para los libros y bibliotecas, las mejores fuentes de

sabiduría,

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«[…] Y si fuimos revolucionarios, si lo pudimos ser, fue porque antes habíamos amado y absorbido incluso aquellos valores contra los que ahora íbamos a reaccionar. Nos apoyábamos fuertemente en ellos para poder así tomar impulso y lanzarnos hacia adelante en brinco temeroso al asalto de nuestro destino […].

Tradición y revolución. He ahí dos palabras idénticas».

vicente aleixandre, Discurso de recepción del Premio Nóbel, en 1997.

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índice

introducción

capítulo 1. Mozárabe, romandalusí o

andalusí. Un conglomerado lingüístico

de amplio espectro

capítulo 2. el andalusí como un

elemento influyente en las lenguas

romances ibéricas

ANEXO I: Alifato y correspondencias

fonéticas con el castellano

Bibliografía

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inTroducción

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inTroducción

causas de la diferenciación lingüística y social entre norte y sur de la Hispania pre-árabe.

A lo largo de los períodos conoci-dos como «anarquía» y «bajo imperio romano», se produce un alejamiento entre centro y periferia dentro del im-perio romano, lo que en Hispania con-duce a la migración ciudad-campo, la despoblación de las urbes y —como consecuencia— la aparición de diversos tipos de vasallaje y servidumbre1.

1 Los señores latifundistas, que acumulaban tierras por concedérsele éstas como pago a las deudas que el Estado contraía con ellos, pre-cisan de pronto de gran cantidad de trabaja-dores. Esto conduce a que dichas tierras sean trabajadas por los migrados de las ciudades en un régimen de vasallaje-servidumbre.

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Las zonas menos romanizadas (tanto por su inaccesibilidad y difícil comu-nicación, como por su historia y ca-rácter social que no entraremos a dis-cutir aquí) abrazan rápidamente sus antiguas costumbres o las de los nuevos pueblos germanos en auge en Europa. La baganda, las invasiones de tierras del valle del Ebro en el 409 por parte de vi-sigodos y el auge del priscilianismo2 en Galicia son pruebas de ello.

Desde el 411, salvo la Tarraconense, todas las provincias de Hispania caen en manos de los pueblos germanos: vánda-los, en la Baetica; alanos, en la Lusitania; y suevos en Galicia.

En la misma época, los visigodos firman con Roma un tratado en el que se acuerda la defensa de las regiones más romanizadas (Bética y Tarraconense) por parte de los visigodos frente al resto de pueblos bárbaros, a cambio del pago anual de grandes cantidades de trigo3.

2 Doctrina cristiana predicada por Prisciliano en el siglo iv condenada por herejía por su sincre-tismo religioso.

3 Tras penetrar en las Galias, los visigodos firman

Tras la expulsión de los vándalos, silingos y alanos a manos de los visigo-dos, el imperio confía —como aliados— la defensa de Hispania a los suevos, que rápidamente se hacen con Galicia.

Después de la sucesión de nuevos sa-queos vándalos, Roma recupera el do-minio de la mayor parte de la península salvo Galicia que permanece en manos de los suevos (rey Hermerico) y se niega a volver a manos romanas.

Pero Roma ya no es más que una en-telequia y la Hispania no sueva es rápi-damente reconquistada por los visigo-dos. Sin embargo, la lucha para ocupar la Hispania romana se topa con la resis-tencia de hispanorromanos que aguan-tan al sur de Sierra Morena hasta bien entrado el siglo v.

Los territorios ibéricos se encuentran así al terminar el siglo v con una alta he-terogeneidad entre los muy romaniza-dos (el sur y el levante, principalmente)

un tratado con Roma, donde se acuerda el pago anual al rey godo Valia de grandes cantidades de trigo a cambio de la defensa de los derechos de la población romana hispana.

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y los poco romanizados; con núcleos godos en el noreste4 y brotes de indige-nismo sobre todo en el norte (sappos, as-tures, vascones, cántabros…).

Es importante también destacar la entrada de gran cantidad de judíos en las zonas de la Bética y el Levante (las que poseían mayor actividad mercantil).

Tras el ascenso al trono en 573 de Leo-vigildo, se somete a las ciudades hispa-norromanas del sur. Toda Hispania (sal-vo una pequeña franja en el Cantábrico) queda así en manos de los visigodos.

Sin embargo, las ciudades han ido perdiendo importancia en los tres siglos anteriores debido a la alta conflictividad de las mismas —enfrentadas a continuas guerras y saqueos—, a la disminución del trabajo en ellas —la caída de Roma y las contínuas guerras, además de la presión comercial de Oriente Próximo y Persia condujeron a la caída del mer-cado hispano, lo que condujo a una dis-minución de la actividad fabril (principal

4 En las altas orillas del Ebro y el Tajo los godos concentraron su población para compensar su inferioridad numérica.

medio económico de las urbes romanas hispanas)— y a la mayor independen-cia con el poder que la vida en el campo ofrecía. Esto produce un cambio de mo-delo social desde el Estado central (ale-jado de la idea de Estado-Nación actual) hacia un modelo de vasallaje deslocali-zado y con multiplicidad de formas de sujeción territorial, la ausencia de una autoridad territorial exclusiva y la exis-tencia de diversas jurisdicciones super-puestas. Esto generaba un conglomera-do de obligaciones diversas —a menudo, contrapuestas— sobre determinados es-tratos y clases sociales.

La guerra civil entre arrianistas y católicos a finales del siglo vi y las frá-giles monarquías posteriores al siglo vii debilitan aún más al poder visigodo hispano. Así, en el 711, se produce la entrada del Islam y los pueblos árabes por el sur de la península, quedando los habitantes latinos —cristianos de di-versas facciones (arrianistas y católicos principalmente), judíos latinos y otras minorías religiosas o gnósticas— bajo dominio del Califato. La antigua Bética

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y el Levante abrazaron la invasión ára-be como forma de escape al dominio godo, que imponía a las clases desfavo-recidas una alta presión fiscal y social. La entrada del pueblo árabe suponía además, una disminución de la presión religiosa oficial (al permitirse la libertad de culto de las «religiones del libro» sea cual fuera su tendencia).

Sin embargo, la mayor resistencia del norte (menos romanizado, más ger-mánico y con una menor distinción de clases sociales —en el que tienen que ver su carácter más tribal, la división de la tierra realizada tras la ocupación ala-na que provoca una menor dependen-cia de los bajos estratos y una menor presión económica, etcétera—, unido al poco atractivo que la climatología y las características agrícolas que ofrecen a los pueblos árabes, provoca la división de la península en dos sociedades muy diferenciadas: la sociedad medieval del noroeste —similar a la europea—, y la sociedad árabe de Al-Ándalus.

Los mozárabes y la diglosia en los siglos vii-ix

Durante el primer siglo de ocupación islámica, cerca del noventa por ciento de los habitantes de la zonas ocupadas eran mozárabes (del árabe, مستعرب). En su mayoría, estos «mozárabes» eran cristianos de diversas facciones que mantenían las costumbres latinas, ro-manas y visigóticas y, por tanto, su len-gua: el latín.

En la sociedad árabe, estos mozárabes poseían el estatus de «dimmíes», es de-cir, no eran creyentes en el Islam, pero pertenecían a alguna religión «del libro». Debían pagar impuestos especiales por su condición de no musulmanes y tenían res-tricciones como la de no poder construir nuevos templos.

Durante los tres primeros siglos de ocupación, muchos de los mozárabes se fueron arabizando bajo el influjo de un sistema de diglosia árabe-latín. Sin embargo, establecemos tres etapas de evolución poco diferenciadas pero que se inducen a partir de textos conservados.

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En un primer momento, entre los siglos viii y ix, predomina el latín como lengua vehicular y de uso ordinario en-tre los mozárabes establecidos dentro del territorio andalusí. Dicho latín, tras la caída de la Roma Occidental, la serie de invasiones bárbaras y la consecuen-te fragmentación del territorio, se había convertido en un dialecto romance ibé-rico. Este dialecto no se encontraba nor-mativizado, por lo que no poseía homo-geneidad (sucediéndose un alto grado de heterogeneidad tanto en las modifi-caciones estructurales, como fonéticas). Sobre este dialecto romance, existiría una presión lingüística fuerte del árabe en forma de diglosia (uso de dos lenguas por parte de una misma población don-de uno de los dos idiomas —árabe, en este caso— posee una situación de pres-tigio sobre el otro —el dialecto latino—, que es relegado al ámbito familiar o a situaciones socialmente inferiores de oralidad).

En una segunda etapa sucedida a lo largo del siglo ix, se introduce len-tamente el árabe dentro del propio

dialecto latino debido sobre todo a la inmersión de estos mozárabes en un sistema social y burocrático árabe, a la obligatoriedad de enseñar a leer y es-cribir árabe a todos los habitantes de Al-Ándalus y a la cotidianeidad del uso bilingüe. Es en esta etapa cuando se de-sarrollan los principales cambios dentro del lenguaje de los mozárabes que habi-tan Al-Ándalus, provocándose una dis-tinción lingüística entre los ciudadanos mozárabes y el resto de cristianos de la península (y el mundo latino). Las modi-ficaciones fonéticas del árabe provocan modificaciones sustanciales en la deri-vación de palabras latinas, muy diferen-ciadas de las modificaciones fonéticas que se suceden en el resto del mundo post-romano.

En la tercera etapa, que estudiare-mos detenidamente en este proyecto, el dialecto latino da paso a un sistema lingüístico diferenciado lo suficiente del latín como para poder ser entendi-do como una lengua independiente del mismo por parte de muchos autores (Fco. Javier Simonet, 1888, 1889; roger

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Wright, 1982, 1989; Sola-Solé, 1983, 1990; Federico corriente, 2000). A la vez, dicho sistema lingüístico estable-ce una rama diferenciada dentro de las lenguas derivadas del latín, con carac-terísticas propias, que influiría fuerte-mente en la formación y aparición de otros idiomas posteriores —o coetá-neos— como el catalán, el castellano, el gallego, el portugués y el valenciano.

el latín y el árabe. algunas características lingüísticas e históricas

el latín

El latín es una lengua itálica de la fami-lia lingüística del indoeuropeo, que sur-ge en la Antigua Roma. Aunque pueden establecerse diferentes períodos de desarrollo del latín, vamos a centrarnos en los dos períodos: el posclásico-tar-dío (siglos ii-vi) y medieval (siglos vi-xiii).

Tras la caída del Bajo Imperio y con la disgregación del territorio debido,

sobre todo a las invasiones bárbaras, de las que ya hemos hablado, el la-tín deja de ser una lengua uni-da a un Estado centralizado, apa-r e c i e n d o u n a g r a n d i v e r s i d a d d e d i a l e c t o s y g e n e rá n d o s e l o que conocemos hoy en día como latín vulgar. Este latín está alejado de la lengua estándar (enseñada en las Escuelas romanas, y que se mantiene, sin embargo, gracias a los monasterios y órdenes cristianas que continúan con la enseñanza de la misma entre sus hermanos —lengua escolástica—)5. En Hispania, se produce un superestrato debido a la ocupación de los diferentes pueblos bárbaros, que aunque adop-tan el latín como lengua principal de comunicación introducen modificacio-nes como la pérdida de algunos casos latinos, y que introducen algunos voca-

5 Aunque podemos distinguir dos etapas de escritura del latín entre las órdenes cristianas: una primera, de menor calidad lingüística —latín curial—; y otra, segunda, donde la Iglesia se preocupa por recuperar un latín más puro y literario (período al que pertenecen Tertuliano, Jerónimo de Estridón o San Agustín).

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blos. Esto da lugar a la aparición de un dialecto romance (o varios) que se frag-menta en dos grandes grupos dialécti-cos: los dialectos romances del norte no árabe, y los dialectos mozárabes o andalusíes.

el árabe

El árabe al que hacemos referencia es el árabe clásico. Se trata de una lengua semítica introducida por los árabes y bereberes que ocuparon la península ibérica en el 711.

En el siglo viii se produce un proce-so de normalización y unificación del árabe coincidiendo con la época de ex-tensión de este pueblo en la península. Al aparecer un cuadro normativo se puede hablar de características fijas en la lengua, importantes para el presente proyecto. Por un lado, el uso del artículo «ال» (al) como determinante de los nombres (y de la idafa o supresión de dicho artículo en el caso de determinación de un sustantivo por parte de otro).

Por otro, las características fonéticas diferenciadas del árabe respecto del latín:

a. La existencia de únicamente tres vocales: /a/, /i/, /u/ (con dos variantes, corta o larga, cada una).

b. La inexistencia del sonido /b/ y de grafías para el mismo.

c. La existencia de sonidos no exis-tentes en latín: ج (yin; [ʤ] / [ʒ] / [ɡ]); ;(thal; [ð]) ذ ;(ja; [x]) خ ;(ha; [ħ]) ح…(ġain; [ɣ]) ,غ ;(hain; [ʕ]) ع

d. Consonantes enfáticas de sonido gutural: ق, kkaf; ض, ddad; ظ, ththa;…

También es necesario atender a la for-mación de plurales o duales normativi-zada (-ún, para el masculino; -aat, para el femenino; -ayn, para el dual).

A todas estas características se le unen algunas que se describirán cuan-do sea oportuno a lo largo de este proyecto.

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caPíTuLo 1. Mozárabe, roMandaLusí o andaLusí.

un congLoMerado LingüísTico de aMPLio

esPecTro

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un congLoMerado LingüísTico de aMPLio esPecTro

Qué es el romandalusí o mozárabe y por qué aparece

Como hemos comentado, a lo largo del siglo ix se produce una diferenciación del dialecto romance ibérico en dos grupos muy heterogéneos: los dialec-tos romances del norte y los del sur (co-nocidos también como romance anda-lusí).

La inmersión cultural de los mozá-rabes en el mundo árabe conlleva una aceptación de las características lin-güísticas y culturales de este grupo social. Así lo atestigua el hecho de que varios obispos y autoridades religiosas mozárabes comenzaran a usar el árabe

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como lengua escrita (por ejemplo, Juan el Hispalense conocido como en su ,(Saíd Almatrán) «سايد المطران»«Comentario católico a las Sagradas Escrituras»; o el obispo Rabí Ben Zaíd, que escribió diversas obras de astrono-mía y otras ciencias en árabe) o la noto-riedad de diversos mozárabes que cul-tivaron las lenguas latina y árabe para ejercer como traductores. Estas carac-terísticas lingüísticas propias del árabe comienzan a introducirse dentro del dialecto romance, que carece de norma y que, por tanto, se trata ya casi exclusi-vamente de un idioma oral.

El alto grado de alfabetización dentro de Al-Ándalus trae consigo un intere-sante matiz de modificación del len-guaje romance andalusí: los mozárabes comienzan a escribir sus textos latinos en grafía árabe. Aunque esta adapta-ción del lenguaje puede parecer natural (y así la toman, desde mi punto de vista, los propios mozárabes), ya que el ára-be es un idioma con correspondencia fonética entre lo escrito y lo hablado, la ausencia de algunos sonidos latinos

entre los grafemas arábigos, la existen-cia de variantes gráficas para un mismo fonema latino (mayor versatilidad fo-nética en palatales, alveolares y gutu-rales, junto a la existencia de enfáticas) y la inexistencia de dos de las vocales latinas, conllevan una importante modi-ficación entre el discurso y el texto.

Es importante destacar en este pun-to, la característica del idioma árabe de no escribir las vocales cortas ya que, aunque poseen grafía para las mismas, suele omitirse en la escritura de textos. Esto conlleva una dificultad para la lec-tura de las palabras si no se encuentran en un contexto textual.

Así, los textos latinos escritos en gra-fía árabe (aljamías) poseían una gran di-versidad de lecturas condicionadas por la diferenciación fonética y la mayor o menor cultura del romance que tuviera el lector.

Así se establecen de forma rápida modificaciones importantes en el ro-mance andalusí hablado, derivando hacia una fonética intermedia entre el árabe y el latín. Este contacto entre

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27Un conglomerado lingüístico de amplio espectro |

lenguas conduce, por tanto, a una gran variedad de dialectos romances y ára-bes (e intermedios a ambos) y la dis-persión y mezcla de los mismos, gene-rando un amplio espectro lingüístico que abarca desde el latín clásico al ára-be clásico (ambos usados de forma muy minoritaria) pasando por un amplio abanico dialectal, que hoy tendemos a llamar romandalusí.

Es interesante, llegados a este pun-to, hacer referencia a la diferenciación que varios autores, contemporáneos a este conglomerado lingüístico,1 hacían de los dialectos de la lengua aljamía (la que hablaban los mozárabes, los bár-baros). Estos autores distinguían espe-cialmente cuatro variantes de la alja-mía: la aljamía de Aragón (مخمي رافون), la aljamía de Zaragoza (مخمية سرقسطة), la aljamía de Valencia ( بلنسية (مخمية y la aljamía de España oriental االندلس) -Como apuntan va .(مخمية شرق rios autores (Simonet, 1889; corrienteS, 1986), estas lenguas podrían haber

1 Hacemos referencia aquí a Ibn Alcházzar, Ibn Buclárix, Ibn Alawán e Ibn Albaithar.

conducido como lengua originaria al va-lenciano, al balear o incluso al dialecto andaluz. Este dialecto andaluz puede describirse de forma precisa antes de la existencia del castellano, como una confluencia del dialecto árabe domi-nante en la península en el siglo x y la aljamía de la España oriental.

El propio Simonet, en su obra, considera que lo hablado entre los mozárabes en el siglo xi ya no era latín, sino una lengua derivada del mismo, con características árabes y cambios en la lengua propios de su uso y desarrollo.

el mozárabe o romandalusí: la modificación del lenguaje por el contexto social y lingüístico

Simonet sostiene, además, que el mo-zárabe fue uno de los gérmenes a nivel fonético y semántico del castellano, el gallego, el portugués y el valenciano.

Esto vendría demostrado por parti-cularidades lingüísticas como la forma castellana de algunas voces mozárabes, inexistente en otros idiomas romances;

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la desaparición de los diptongos «ie» y «ue» por «i» o «u» en gran cantidad de palabras (que aparece reflejada en textos mozárabes, pero no así en textos contemporáneos del latín vulgar escri-to en el norte de la península), como chicuetha—cicuta, piniellox—pinillos, thomiello—tomillo; etcétera.

Igualmente, el catalán, el valenciano o el balear se verían influídos por el romandalusí, en mayor medida incluso. Sin embargo, estos idiomas sufrieron grandes deformaciones por contacto lingüístico con la Galia gótica (lo que produce una familiaridad vincular con el provenzal, el occitano y el lemosín).

Del mismo modo, Raimundo Martín, en su libro, el «Diccionario de voces hispano-latinas» engloba las mismas en cuatro grandes grupos: vocablos em-parentados con el catalán, valenciano, mallorquín o balear, occitano, provenzal y francés, poco o nada emparentados con el castellano; vocablos comunes al castellano y otras lenguas romances mencionadas anteriormente; vocablos similares al gallego y portugués pero

nada relacionados con el castellano y otras lenguas romances; y, por último, aunque muy importante, voces no em-parentadas con ningún idioma latino hispánico actual y bastante o muy ale-jadas de latín. Este último grupo abarca una gran cantidad de voces (algunas de las cuales se han mantenido a nivel oral en algunos grupos de población sobre todo en Murcia, Granada, Málaga, Almería y Alicante, que han permaneci-do aislados en mayor o menor medida .

Sin embargo, veremos más desarro-llado este postulado en el capítulo 3 del presente artículo. Es más importante en este punto entender cómo el cambio de cultura, de ámbito social y lingüístico producen una modificación sustancial del lenguaje de los mozárabes en los siglos ix y x.

La grafía árabe, su gramática y su vo-cabulario supusieron una importante-fuente de modificaciones sustanciales de la lengua romance, como las que des-cribimos a continuación:

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29Un conglomerado lingüístico de amplio espectro |

a. En primer lugar, la idafa se adiciona como prefijo en gran cantidad de vocablos: acitrón atún (thunnus) albérchigo alpérsicoque (que dará lugar al vocablo castellano «albaricoque») alcaparrosa (del latín cupri rosa) alcubilla (de cubilla) alpechín (voz heredada en los vocablos andaluces y murcianos, del latín fæcinus) aligustre (ligustrum) álamo (ulmus)

b. La limitación vocálica produce una confusión en textos (por la antes mencionada supresión de los signos gráficos vocálicos cortos): cuc u rb i ta c a r a b a sa c a l a b a za

c. La imela «إملة» (conversión fonética de la grafía árabe «ًا» (án) al final de palabra en una «e ocluída»/«i»/«au»). Se trata de una modificación foné-tica muy extendida en el dialecto árabe de Al-Ándalus y, sobre todo, en Granada2. Ejemplos: campania—campiña spartarium—espartel Hispali— ( إشنيلية —forma nominativa—)— Ixbilia, Sevilia o Sevilla

d. Conversión de «e» en «i»: Monaxtel—Monachil

e. Conversión de «e» en «ie» o «ye»: petra (بيطرة) — piedra castellum (قشتيل) — castillo fel (هيال) — hiel ferrum (فياّره) — hierro hedera (يدرة) — hiedra

2 Así lo atestigua Ibn Aljathib en «Historia de la dinastía nazarita».

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f. Conversión de la «o» latina en «u/ue»: bono (بونة) — bueno foco (فوقة) — fuego mola (مولة) — muela

g. Conversión de «p» latina en «b» o «v» (aunque puede darse sin influen-cia árabe y se dio de hecho en Italia y en el paso del griego antiguo al mo-derno, no se produce de forma tan profusa ni abundante): aprilis (ابريل) — abril caput (قابوث) — cabeza pastinaca (بيثناكة) — biznaga

h. Cambio de «v» y «b» (por no existir grafía específica para este sonido y asimilarse ambas al sonido «p»).

i. Desaparición del uso de consonantes líquidas iniciales (impropio del árabe): crusta — costra

praelatus — perlado primate — pirmáth / pirmathu

j. Cambios de -e, -i, -is, -ix finales latinos, por -a (tah marbutah, «ة»): Artigi — Écija gummi (قومة) — goma

k. Supresión de vocales iniciales cortas (no se escribían y por tanto, desaparecían facilmente de lo oral): abacus — banco aphoteca (هبوذكة) — bodega

l. Adición de la «i larga» árabe al final de las palabras (por la acción fre-cuente del dual o por la adecuación a la fonética árabe, agregando vocal tónica final): alhel-í carmes-í

m. Formación de plurales y duales ára-bes para palabras latinas (sólo han

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31Un conglomerado lingüístico de amplio espectro |

pervivido en voces geográficas y/o botánicas al extenderse en los siglos xi y xii el castellano y sus plurales): fonte — fontín (dos fuentes) petraria (pradera) — petrariat plano — palaín (dos planos) solana — solanit (estas voces aparecen, sobre todo, en nombres geográficos y repartimien-tos en Valencia, Alicante, Sevilla, Málaga y Granada; y en nombres de apeos del Reino de Granada. La mayoría no han perdurado hasta nuestros días).

o. La aparición de voces mixtas: gibral (monte) + faro — Gibralfaro jabal (monte)+ quinto — Jabalquinto archi + quess (قس) — Archiquez (del códice Canónico Escurialense) lac + tiin (تين) — Lajtín, Latiyyín, Laitiyín (voz usada aún hoy en día en Granada, Málaga y Almería para denotar el jugo blanquecino de higos

e higueras, proviene del latín lac —leche— y el árabe tiin —higo—.

p. Gran cantidad de cambios en la construcción y mecanismos de la frase latina dieron lugar a una construcción exclusiva para el mozárabe, pero éstos cayeron en desuso con el tiempo, al verse sustituidos por el castellano y sus usos. Tan sólo conservamos algunas frases hechas sólo coincidentes en castellano y árabe y no compartidas con otros idiomas latinos o ibéricos: «salió a su padre» — (حرج لولده) «viejo verde»

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lenguasoccitano-románicas

lenguasiberorromanas

Latín

gascón

valenciano /balear

aragonés

occitano

rosellonés

catalán

gallego

portugués

fala

gallego-portugués

asturleonés

castellano

español

asturiano

sefardí

leonés

mirandés

Latín tardío

mozárabe

Familias lingüísticas derivadas del latín. Muchos lingüistas afirman un origen del valenciano y el balear en el mozárabe o dialecto andalusí

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33Un conglomerado lingüístico de amplio espectro |

características lingüísticas del mozárabe

Aunque la inexistencia de textos largos escritos en mozárabe nos impide redactar una norma completa del fun-cionamiento de esta lengua, pueden describirse algunas características lin-güísticas del mozárabe. No obstante, podemos precisar que, aunque no se trataba de una lengua con una unidad lingüística y norma concreta, poseía características comunes en todo el territorio donde se dio: se escribía en caracteres árabes (grafía árabe). aunque aparece a veces en caracteres latinos; Sola-Solé realiza un análisis de voces mozárabes y de-termina una composición de un 40% de términos derivados del árabe-bere-ber (sobre todo predominan nombres y sustantivos) y un 60% de términos deri-vados de latín y el romance (donde pre-dominan los verbos, aunque también aparecen adjetivos y sustantivos); existía un autoreconocimiento de esta lengua, a la que los árabes llamaban

«aljamía» y los mozárabes llamaban «latino» o «ladino»3.

Puede afirmarse también la perte-nencia a un grupo lingüístico propio, derivado de la familia del latín tardío, aunque algunos autores precisan que fue fuente lingüística exclusiva o par-cial de varios idiomas romances (como el valenciano o el propio castellano). En cuanto a su fonología, puede afir-marse que es más arcaica que la de otras lenguas peninsulares, conservan-do los fonemas /kl/, /fl/, /pl/ (cl, fl, pl); produciéndose la ausensia de lenición (paso de consonantes fueres a débi-les); la conversión del par consonántico latino «ct» en el par fonético /ht/; la pre-servación del fonema /tʃ/ (también se da en el italiano. Es un hecho diferencial que permite separar el mozárabe del resto de lenguas iberorromances, en-cuadrándolo en una familia lingüística

3 Los términos «mozárabe» y «romandalusí» son términos exónimos y, por tanto, muy posteriores a la existencia de esta lengua, con lo que no puede precisarse que sea correcto su uso.

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diferente, ya que todos los idiomas ibe-rorromances modifican este fonema en /ts/ y es esta precisamente una caracte-rística diferencial).

Refiriéndonos a la escritura del mo-zárabe, se conservan pocos textos completos (principalmente diwanes o archivos, colecciones de poemas y las conocidas «jarchas». algunas notas mar-ginales en textos eclesiásticos (la Iglesia Primada de Toledo conserva más de dos mil de estas obras, y el Imperial Colegio de Cistercienses de San Clemente unas quinientas).

Es interesante atender a la clasifica-ción que Simonet realiza (y que otros estudiosos posteriores toman) de las fuentes en 4 grupos:

a. Fuentes latinas: Redactadas con grafía latina (en ellas no se redacta en mozárabe, sino en latín tardío, pero el origen mozárabe de sus autores nos deja voces, vocablos y expresiones de este idioma).

b. Fuentes arábigas: Al igual que en el caso de las latinas, sus autores introdu-cen vocablos o voces por permeabilidad

lingüística no premeditada.c. Fuentes hispano-arábigas: sobre

todo, vocabulistas y diccionarios, que permiten traducir vocablos mozárabes al árabe.

d. Fuentes mozárabes o aljamia-das: Destacan entre ellas el «Diwán» de Mohammad ben Abdelmèlic ibn Cuz-mán (Ibn Cuzmán) (No se conserva el original, pero existe una copia orien-tal del original: Manuscrito 296 del Museo Asiático de San Petersburgo); el Glosarium latino-arabicum (I, 94, Biblioteca de la Universidad de Lei-den (Holanda)); el Vocabulista ará-bigo-latino (s. xiii, Italia); el «Poema de Yuçuf»; el «Mancevo de Aréva-lo»; y, aunque de menor extensión o importancia: el «Beato de Tábara» (que contiene anotaciones al margen aljamiadas); el «Breviario sunní de Segovia»; o algunos escritos del botáni-co malagueño Ibn Albaithar (en el siglo xiii escribió una obra sobre los medica-mentos simples, donde usaba términos mozárabes y defendía la existencia de esta lengua).

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izquierda. Página del Códice Canónigo Arábigo- Escurialense, libro iv, título 4.En la parte inferior de la página podemos observar una nota tomada con caracteres arábigos.

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caPíTuLo 2. eL andaLusí coMo un eLeMenTo

infLuyenTe en Las Lenguas roMances ibéricas

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eL andaLusí coMo un eLeMenTo infLuyenTe en Las Lenguas roMances ibéricas

Como se ha comentado en el capítulo anterior, es interesante resaltar la posi-bilidad de que gran parte de las lenguas latinas habladas en la península ibérica se vieran influenciadas (en mayor o me-nor medida) por el andalusí.

Desde un punto de vista lingüístico y partiendo de las clasificaciones más modernas que se realizan de los idio-mas y las lenguas ibéricas, podemos di-vidir estas en tres grupos (ver imagen en capítulo anterior):

a. Lenguas iberorromanas: inclui-rían tres familias —gallego-portuguesa, castellana y asturleonesa—. Incluirían

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40 |LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA

así al gallego, la fala, el portugués y el extinguido judeoportugués, la familia gallego-portuguesa; el castellano o es-pañol, y el sefardí, la familia castellana; y el asturianu (bable), leonés y mirandés, la familia astur-leonesa.

b. Lenguas occitano-románicas: Incluye al catalán, el aragonés y el rosellonés (ibéricas o pirenaicas); el occitano y el gas-cón (francesas); y el balear (baleares).

c. el mozárabe formaría una rama diferenciada, tanto por sus caracterís-ticas lingüísticas como por su evolución fonética. Algunos autores enmarcan al valenciano como un idioma heredero del mozárabe y, por tanto, emparenta-do lingüísticamente con el mismo. Otros autores declinan este vínculo y lo rela-cionan directamente con el grupo de las lenguas occitano-románicas de carácter balear.

Puede afirmarse también que los dialectos murciano y andaluz (en sus múltiples variables fonéticas) estaban más emparentados con el habla anda-lusí o mozárabe que con el castellano. Sin embargo, la presión ejercida por la

lengua escrita, la normalización y nor-mativización a la que las diferentes hablas españolas se han visto sujetas y la extensión de la norma lingüística castellana en la educación (unido todo ello a la desaparición de la escritura árabe y de su fonética) han modificado estos contextos lingüísticos, haciendo desaparecer las características anda-lusíes, desplazándose las mismas por la norma castellana. Ocurre así también —y está bien documentado— que la presión lingüística castellana modificó profundamente al valenciano (llamado lemonsín o romanç en en siglo xv), es-pecialmente, entre los siglos xvi y xix, cuando el idioma castellano se impone y se produce la llamada «decadència». Este período histórico coincide con la eliminación de las cortes valencianas y catalanas y la centralización de España, tras la unión de las coronas y reinos bajo un único poder central.

El auge de la enseñanza pública durante el primer tercio del siglo xx y la llegada del franquismo supusieron la eliminación y pérdida de parte de

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41el andalusí como elemento influyente en las leng…

las características lingüísticas de este grupo (al igual que ocurriría con las ca-racterísticas fonéticas y lingüísticas del llamado valenciano murciano, del andaluz, del albaceteño, el mallorquín o el aragonés (todos ellos muy influen-ciados por el mozárabe). Con el detri-mento de estas lenguas, se produce un auge en la alfabetización y la influencia del castellano. Sucede así también con lenguas poco —o nada— influídas por el andalusí, como el bable o asturianu, el leonés, la fala, el gallego o el euskera.

La influencia del andalusí en el castellano

Simonet habla en su libro, «Glosario de voces ibéricas y latinas usadas entre los mozárabes precedido de un estudio sobre el dialecto hispano-mozárabe» de las razones que le inducen a afirmar que el castellano se vio ampliamente influído por el andalusí1. Deja entre-

1 Aunque se han revisado estas influencias por autores posteriores, las modificaciones a la exposición de las mismas ha sido muy poca, por

verse en el propio capítulo en que se expone, la idea de que es el andalusí el germen del castellano y no el latín vul-gar o las lenguas galaicoportuguesas y asturianas, como muchos lingüistas contemporáneos y posteriores a Simo-net. Sin embargo, la falta de fuentes vá-lidas escritas del mozárabe impiden re-lacionar de forma más exacta y precisa las dos lenguas.

Se van a exponer aquí dichas razones de forma concisa:

a. La forma castellana de voces mozá-rabes expuestas en el capítulo 1 de este trabajo dan idea de la formación de es-tas voces a partir de los vocablos anda-lusíes, y no a partir de las voces del latín vulgar. Aunque es discutible esta atribu-ción pues las palabras referenciadas del total de las palabras castellanas es muy baja (despreciable incluso, por muchos autores), puede argüirse que un gran vo-lumen de las derivaciones castellanas a partir del latín no se habría producido de no incluirse las derivaciones mozárabes

lo que se toman las mismas para el presente capítulo.

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42 |LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA

(pues estas no habían tenido lugar en los siglos anteriores a las grandes migracio-nes de los mozárabes desde el territorio árabe a los territorios del norte ocupa-dos por los reinos cristianos.

Dan fe de estos cambios algunas obras, de los siglos xiii y xiv, como son el «Voca-bulista arábigo-latino y latino-arábigo» de Fray Raimundo Martin2; el «glosario latino-arábigo» de Leiden; las «escritu-ras arábigo-mozárabes» de Toledo —que incluyen una gran cantidad de palabras más emparentadas con el castellano actual que las mismas obtenidas de textos redactados en el norte de España en la misma época que los anteriores (es importante entender que estos textos son escritos entre los siglos x y xi, coinci-diendo con la creación del Reino de Cas-tilla y la época de las primeras incursio-nes cristianas en territorio andalusí)—.

b. La segunda razón sería la época de aparición documentada que se tiene de ambos idiomas.

2 Esta obra, escrita en el siglo xiii muestra un gran número de voces mozárabes emparentadas con el castellano.

Los primeros documentos redac-tados que se conservan en castellano proceden de finales del siglo xi o prin-cipios del siglo xii (Martínez Marina no sitúa antes del 1140 el origen del castellano escrito; P. Sarmiento, no lo hace antes del 1150). Aureliano Fernández Guerra, historiador, arqueó-logo, epigrafista y filólogo del siglo xix, tras estudiar todos los documentos de la Real Academia de la Historia no halló ningún texto que contuviera ni siquiera vulgar romance y que pertene-ciera al siglo xi, ni —incluso— a los dos primeros tercios del siglo xii.3 Nótese también que otros textos destacados por lingüistas como primeros textos escritos en castellano (hablamos aquí de las Glosas Emilianenses, las Glosas Silenses o la Nodicia de Kesos; los dos primeros del siglo xi, el segundo de fi-nales del siglo x) no pueden llamarse realmente castellano, sino que se em-parentarían más bien con un latín vulgar —José Morala, catedrático de

3 Da por apócrifo el «Fuero de Aviles» (datado en 1085).

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43el andalusí como elemento influyente en las leng…

Filología Hispánica en León vincula la Nodicia de Kesos con el latín vulgar—.

Podemos destacar así, como hitos más antiguos del castellano/romance los textos «Los tres Reis d’Orient», «El misterio de los Reyes Magos» (ambos, de la segunda mitad del siglo xi), y «La vida de Santa María Egipciana» y el «Poema del Mío Cid» (posteriores a la segunda mitad del siglo xii).

No ocurre así con todos los textos (breves, pero completos) que se conservan del mozárabe, datados todos ellos como escritos en los siglos viii a xii. Tienen especial interés, por su extensión las jarchas y los diwanes escritos entre los siglos ix y xi.

c. El castellano es un idioma más culto y parecido al latín que las otras lenguas latinas hispanas. Esto nos conduce a pensar que debió formarse en territorio más romanizado y donde la cultu-ra latina fue mejor acogida (Castilla, Andalucía y Levante, como hemos descrito en la introducción, se acoge a esta descripción mejor que los terre-nos del norte —León, Galicia, Asturias

y el Cantábrico—, más influídos por las culturas tribales y germánicas estable-cidas en estos territorios). Dos excep-ciones a la extensión del castellano que deben aclararse son las de la existencia del portugués y el valenciano en dos de las zonas descritas como «muy romani-zadas» en la introducción. Por un lado, el portugués está emparentado con las lenguas gallega y fala, por lo que pode-mos atrevernos a entender el portugués como el idioma evolucionado a partir de la unión de superestratos lingüísticos del mozárabe, el latín vulgar y el gallego. El valenciano, sería influenciado por el catalán y el aragonés de los conquista-dores, pero mantendría a lo largo de los siglos un importante estrato mozárabe.

d. Simonet afirma que los mozárabes de Toledo (reconocidos con puestos elevados y reconocimiento social dentro de los territorios recién conquistados por Castilla) estaban muy formados en cultura latina y arábiga, religiosa y profana y fueron los principales impulsores de la lengua castellana tras la conquista de Al-Ándalus. Para Simonet,

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44 |LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA

el hecho de que estos mozárabes siguieran redactando en árabe sus instrumentos públicos (hasta bastante tiempo después de la toma de Granada) y el uso continuo y frecuente del texto aljamiado es una importante prueba del peso que las hablas andalusíes tuvieron en el castellano y su formación y evolución lingüística.

e. La huída de mozárabes perse-guidos durante los siglos x a xiv como consecuencia de las guerras entre ca-tólicos y musulmanes a las tierras del norte de la península condujo a la in-troducción de vocablos, voces y ten-dencias lingüísticas mozárabes en los territorios del norte. Estas tenden-cias y vocablos no aparecían en textos anteriores al siglo xii en territorios cristianos, mientras que sí lo hacían en textos aljamiados y latinos de los mozárabes de Al-Ándalus. La poste-rior imposición del uso del castellano en el Reino de Castilla y la disminu-ción de la población mozárabe dentro del total de la población en la penín-sula acortaría el uso y extensión de las

hablas andalusíes, conduciendo a la desaparición de las mismas.

f. La muestra del gran número de vo-ces árabes, bereberes y judías existen-tes en el castellano no se explican úni-camente por el contacto comercial o social. Sería necesaria la introducción de gran cantidad de los mismos a través del habla de los mozárabes.

Amador de los Ríos defiende este punto como principal muestra del origen del castellano y otras lenguas ibéricas romances en el mozárabe.

independencia del andalusí respecto del castellano

Muchos lingüistas mantienen una posición de rechazo hacia el mozárabe. Algunos niegan su existencia; otros, mantienen que este no fue más que un latín vulgar.

La existencia de características lin-güísticas y fonéticas para diferenciarlo del latín vulgar, la existencia de tex-tos escritos y tradición oral transcrita (es el caso de las jarchas), además de

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45el andalusí como elemento influyente en las leng…

la diferenciación de estas hablas por parte tanto de los propios mozárabes como de lingüistas árabes cotemporá-neos a las mismas, tiran por los suelos la afirmación de que el latín vulgar y las hablas andalusíes eran lo mismo.

En el caso de la negación de la inde-pendencia del mozárabe respecto del castellano o de su origen anterior al mismo, cabe destacar —además de las modificaciones lingüísticas debidas al árabe, imposibles en otro contexto—, dos razones:

a. Por un lado, el número de voces arábigas usadas y conocidas en Castilla es muy inferior a las usadas y conocidas en Andalucía o Levante bien entrados los siglos xv y xvi (como se puede dedu-cir de la lectura y observación de textos de estas épocas (Simonet, 1889)).

b. Por otro, en los castellanoparlan-tes de estas áreas se mantienen voces árabes o arabizadas, mozarabismos y voces andalusíes, muy diferenciadas entre sí geográfica y lingüísticamente, y muy alejadas, al mismo tiempo, del cas-tellano y sus formas. Muchas de estas

voces se mantienen incluso en nuestros días (Simonet, 1889; roger Wright, 1982; JeSúS huerta, 2012).

Podemos así concluir que durante la ocupación árabe de la península se produjo la aparición a partir del latín vulgar arcaico y las lenguas árabes y bereberes un complejo grupo de hablas de origen mixto, con amplios estra-tos lingüísticos derivados de todos los idiomas mencionados y con estratos menos amplios del hebreo y las lenguas germánicas. Este entramado de hablas puede entenderse como una lengua propia, en muchos casos denominada «mozárabe», pero que carecía de un cuerpo normativo unificado. La apari-ción de esta lengua en un contexto de diglosia y de «digrafía»4 conduce a una escritura aljamiada y con ella, a mo-dificaciones fonéticas y lingüísticas.

4 Se hace uso aquí del término «digrafía» por paralelismo con diglosia para referirse a la coexistencia de dos formas lingüísticas escritas con diferentes formas y normas gráficas, donde una prevalecía sobre la otra (las grafías árabes prevalecían en la vida diaria sobre las-grafías latinas).

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46 |LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA

El desarrollo de esta lengua fue ante-rior al del castellano y, probablemente, influyó tanto en el desarrollo y apari-ción de esta lengua como en el de otras lenguas peninsulares.

Por último, sería interesante tratar en este capítulo lo inoportuno de llamar «mozárabe» a este conjunto de hablas, en lugar de «andalusí», «romandalusí» o «romance andalusí».

Como destaca Francisco A. Marcos en su artículo «Romance andalusí y mozárabe: dos términos no sinónimos», el término andalusí para referirnos a las hablas andalusíes en sentido amplio, con todas las variaciones que ello im-plica, es más correcto que el término mozárabe (más ligado al origen racial y religioso de una parte de la población andalusí). Aunque el mismo autor des-taca que en sentido estricto, debería reservarse el adjetivo «andalusí» para referirse a los dialectos del árabe y el ro-mance hablados en la península durante el período de dominación islámica.

Es también interesante la observa-ción del contínuo lingüístico que va

desde el romance andalusí hasta el ára-be clásico como bloque lingüístico com-partido durante varios siglos por los habitantes de Al-Ándalus. Puede aseve-rarse así, que se encontraban hablantes tanto cristianos como musulmanes (in-cluso judíos) de todas las variedades lin-güísticas que el bloque descrito incluye.

Así, este autor cuestiona la existen-cia de un «romance andalusí puro», re-marcando la inexistencia de una unidad lingüística en torno a las hablas sobre las que este trabajo versa. Este autor muestra incluso una postura distan-ciada de la de Simonet, afirmando que la existencia de términos y vocablos latinos o de jarchas no debe hacernos pensar que existiera todo un conjunto lingüístico de normas, fonética y termi-nología propios de una lengua y que no podemos aclararlo pues no disponemos de la suficiente información sobre las hablas románicas que se utilizaron en el territorio peninsular bajo poder árabe.

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aneXo i: aLifaTo y corresPondencias fonéTicas con eL casTeLLano

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Unicode General

Formas contextuales

Nombre Transcripción Valor fonético

(IPA) Aislada Final Media Inicial

0627

اFE8D

ااFE8E

,ʾalif ʾ / ā varios - اincluyendo [aː]

0628

ب

FE8F

ببب

FE90

ببب

FE92

بب

FE91

ببbāʾ b [b]

062A

ت

FE95

تتت

FE96

تتت

FE98

ت

FE97

تtāʾ t [t]

062B

ث

FE99

ثثث

FE9A

ثثث

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ث

FE9B

ثṯāʾ ṯ [θ]

062C

ج

FE9D

جج

FE9E

ج

FEA0

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FE9F

ججǧīm ǧ (también j, g) [ʤ] / [ʒ] / [ɡ]

062D

ح

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FEA4

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FEA3

ححḥāʾ ḥ [ħ]

062E

خ

FEA5

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خخḫāʾ ḫ (también ẖ, j) [x]

062F

د

FEA9

ددد

FEAA

ددد- dāl d [d]

0630 FEAB FEAC - ḏāl ḏ (también dh, ð) [ð]

51

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ذذذ ذذذ ذ

0631

ر

FEAD

رر

FEAE

ر- rāʾ r [r]

0632

ز

FEAF

زز

FEB0

ز- zāī z [z]

0633

س

FEB1

سسس

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سسس

FEB4

سس

FEB3

سسsīn s [s]

0634

ش

FEB5

ششش

FEB6

ششش

FEB8

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FEB7

ششšīn š (también sh) [ʃ]

0635

ص

FEB9

صصص

FEBA

صصص

FEBC

صص

FEBB

صصṣād ṣ [sˁ]

0636

ض

FEBD

ضضض

FEBE

ضضض

FEC0

ضض

FEBF

ضضḍād ḍ [dˁ]

0637

ط

FEC1

B

FEC2

B

FEC4

B

FEC3

B ṭāʾ ṭ [tˁ]

0638

ظ

FEC5

C

FEC6

C

FEC8

C

FEC7

C ẓāʾ ẓ [ðˁ] / [zˁ]

0639

ع

FEC9

عع

FECA

ع

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ع

FECB

عʿayn ʿ [ʕ]

52

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063A

غ

FECD

غغ

FECE

غ

FED0

غ

FECF

غġayn ġ (también gh) [ɣ]

0641

ف

FED1

ففف

FED2

ففف

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FED3

فfāʾ f [f]

0642

ق

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ق

FED7

قqāf q [q]

0643

ك

FED9

ككك

FEDA

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FEDB

كkāf k [k]

0644

ل

FEDD

لل

FEDE

ل

FEE0

لFEDF

lām l ل[l], ([lˁ] sólo

en Allah)

0645

م

FEE1

ممم

FEE2

ممم

FEE4

مم

FEE3

ممmīm m [m]

0646

ن

FEE5

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FEE8

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FEE7

ننnūn n [n]

0647

ه

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هه

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هھھ

FEEB

هھھھhāʾ h [h]

0648

و

FEED

ووو

FEEE

ووو- wāw w / ū [w] / [uː]

064A

ي

FEF1

يي

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ي

FEF4

ي

FEF3

يyāʾ y / ī [j] / [iː]

53

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bibLiografía

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Se han consultado también diversas entradas de la enciclopedia digital en castellano (y proyecto wiki) wikipedia, entre ellas: «latín», «mozárabes», «jarchas», «idioma mozárabe», «Simonet», «glosas emilianenses», «árabe», «valenciano», «catalán», «lingüística», etcétera.

Se ha recurrido, además, a varios números de la revista «Aljamía» de la Universidad de Oviedo (2007).