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SUPLEMENTO ESPECIAL DE A 40 años del golpe de Estado Memorias del fuego PáginaI 12 De la Conadep al Día de la Memoria, los organismos de derechos humanos han intervenido en políticas vinculadas con las consecuencias del terrorismo de Estado. Pero también contribuyeron en áreas como la seguridad y los derechos sociales y la violencia institucional. La relación con los gobiernos. La influencia de los organismos de derechos humanos El legado VIERNES 18 DE MARZO DE 2016

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SUPLEMENTO ESPECIAL DE

A 40 años del golpe de Estado

Memorias del fuego

PáginaI12

De la Conadep al Día de la Memoria, los organismos de

derechos humanos han intervenido en políticas

vinculadas con las consecuencias del terrorismo de

Estado. Pero también contribuyeron en áreas como la

seguridad y los derechos sociales y la violencia

institucional. La relación con los gobiernos.

La influencia de los organismos de derechos humanos

El legado

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Memorias del fuegoII18-3-2016 /

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I1240 años del golpe III

Por Eduardo Jozami

Muchas veces se ha preguntado por qué la celebra-ción principal en relación con los derechos hu-manos se realiza en nuestro país el 24 de marzo.

Es curioso, porque esta no puede dejar de ser una fecha in-fausta: se recuerda un golpe que ensangrentó al país y lohizo más injusto. En realidad esta centralidad del 24 demarzo no tiene que ver con ninguna decisión guberna-mental, puesto que cuando se declaró ese día como feriadonacional, hacía muchos años que los centenares de milesde manifestantes que recorrían las calles cada 24 y las múl-tiples actividades que en todo el país se realizaban los díasanteriores, ya habían, de hecho, sancionado que ese debíaser considerado como el Día de la Memoria. Probable-mente, esto se explique porque la conmemoración convo-ca una adhesión muy amplia: la inmensa mayoría de losargentinos sigue condenando el golpe y la represión dicta-torial. Es cierto que la movilización del 24 se ve afectadapor desacuerdos que impiden acordar un documento úni-co, pero estas divisiones –menos relevantes en el nuevocontexto político– no impiden considerar las marchas co-mo un único reclamo por Memoria, Verdad y Justicia.

En la construcción de la fecha del 24 de marzo como lagran efemérides popular de la Argentina contemporánea,el movimiento de derechos humanos ha cumplido el rolfundamental. Aunque algunas organizaciones son ante-riores a 1976, como la Asamblea Permanente creada po-co antes del golpe, y la Liga Argentina por los Derechosdel Hombre, con varias décadas de existencia anterior,puede decirse que con sus características actuales el movi-miento de derechos humanos nace con la dictadura. Estodetermina dos de sus rasgos principales, la integraciónmayoritariamente femenina –aunque no faltaron los pa-dres de la plaza como el recientemente fallecido JulioMorresi– y la débil vinculación de los organismos de de-rechos humanos con los partidos políticos.

El gobierno de Raúl Alfonsín concitó expectativas,aunque desde un principio se plantearon diferencias enrelación con la constitución de la Conadep y el decretoque ordenaba tanto el procesamiento de los integrantesde las Juntas Militares como de los dirigentes de la gue-rrilla. Obviamente aquellas simpatías iniciales no resis-tieron el impacto producido por la sanción de las leyesde impunidad. Con el menemismo que inició su gestióncon los indultos, el movimiento de derechos humanossólo pudo pensarse como opositor. El Frepaso, la fuerzapolítica emergente en los 90, estableció relaciones es-trechas con el movimiento de derechos humanos, espe-cialmente en la ciudad de Buenos Aires en la acciónconjunta con los bloques legislativos. Naturalmente, laconstitución de la Alianza y el abandono por ésta detodo compromiso con una propuesta popular, debilita-ría notablemente esa relación.

En diciembre del 2001, el movimiento de derechos hu-manos no tenía relación importante con las principalesfuerzas políticas. Por ello, no sólo no fue alcanzado por lamasiva reacción expresada en el “que se vayan todos” si-no que el movimiento de derechos humanos aparecíaejerciendo cierto magisterio moral, un ejemplo de conse-cuencia y militancia abnegada por una causa, en un con-texto en el que los partidos mostraban su peor rostro: elde la componenda sin principios.

Recordando ese contexto, en el que nada podía razo-nablemente esperarse de la política, es fácil explicar laconmoción que produjeron las iniciativas de NéstorKirchner, tanto en la anulación de las leyes de impuni-dad y la promoción de los juicios como en la creación delos Espacios de Memoria y, en general, en una notablepropuesta de expansión de derechos. La mayoría de losmilitantes por los derechos humanos reaccionamos conentusiasmo frente a esta convocatoria presidencial. Larelación fue celebrada por ambas partes. La mayoría delos organismos comprendió rápidamente las posibilidadesque ofrecía, para concretar las aspiraciones históricas, elapoyo de un gobierno dispuesto a concretar todos sus re-clamos. Néstor y Cristina entendieron, a su vez, que estavinculación no sólo prestigiaba al gobierno sino queapuntaba a una relegitimación más general de la vida po-lítica y las instituciones. El país decadente del “Que sevayan todos”, dejaba lugar a otro que tenía en la expan-sión de derechos y en las políticas de Memoria, Verdad yJusticia su sustento más preciado.

No todos lo entendieron. Un sector del movimiento dederechos humanos, fuertemente influenciado por quienesdesde la izquierda consideraban al proyecto kirchneristacomo una impostura y reclamaban una mayor radicalidadde las políticas, se alarmó ante lo que consideraba unaviolación de la autonomía de los movimientos sociales,un intento de cooptación de los organismos. Esta críticano tenía en cuenta el aspecto principal de la cuestión: lamayoría de los organismos adhería a una política que es-taba llevando a la práctica las demandas históricas delmovimiento de derechos humanos. Lo dicho no implicaafirmar que no puedan haberse cometido errores, aunquesiempre hubo en el movimiento de derechos humanosvoces que bregaron porque este apoyo a la política oficialno generara un contexto que excluyera a quienes se iden-tificaban con otros sectores políticos. En cualquier caso,hoy, en una etapa distinta, no hay razones que puedanimpedir una mayor unidad.

En el proceso que venimos reseñando, la militancia porlos derechos humanos enriqueció su mirada y el discursode los organismos incorporó nuevas temáticas. La frustra-ción de la política iniciada con el Juicio a las Juntas alen-tó la crítica de la concepción que la sustentaba, expresadaen el primer prólogo al informe de la Conadep. La elabo-ración en el 2006 por la Secretaría de Derechos Humanosde un nuevo prólogo que rechazaba la teoría de los dosdemonios y hacía una caracterización menos simplista delos objetivos de la dictadura, pudo apoyarse en la prolife-ración de trabajos de investigación de la historia reciente,de los testimonios de los militantes de los años 70 queayudaron a valorar las luchas populares que habían prece-dido a la dictadura y muchas valiosas obras literarias y ar-tísticas que aludían a ese momento histórico. Mi expe-riencia en el Centro Cultural Haroldo Conti me permitióvalorar especialmente esta contribución del teatro, el ci-ne, la literatura y las artes visuales que influenciaron am-pliamente a la militancia de derechos humanos y aporta-ron a crear un nuevo sentido común sobre la experienciade la dictadura en amplios sectores de la población. Parteimportante de esta nueva mirada, alentada por la expe-riencia del enfrentamiento con las corporaciones duranteel gobierno kirchnerista, es el reconocimiento del rol pro-tagónico de los grandes empresarios no sólo en la gesta-ción del golpe sino también en el gobierno de la dictadu-ra. En consecuencia, el reclamo de enjuiciamiento de es-tos partícipes civiles –que encuentra dificultades paraavanzar– se convirtió en parte muy importante de la pro-puesta actual de los organismos.

Esa preocupación más amplia por las cuestiones eco-nómico sociales, que nunca estuvo ausente, se ha des-arrollado más en los últimos años y se advierte en las to-mas de posición frente al tema de la deuda argentinaque vuelve a discutirse en estos días. Si recordamos laparticipación destacada que algunos organismos de dere-chos humanos tuvieron en el debate social sobre la Leyde Medios de Comunicación Audiovisual y como apo-yaron todas las normas que fueron conformando una si-tuación global de notable expansión de derechos, se ad-vierte que el movimiento de derechos humanos ha am-pliado notablemente su perspectiva en estos años. Orga-nizaciones como el CELS o la Comisión por la Memoriade la Provincia de Buenos Aires hacen un seguimientopermanente de las violaciones a los “derechos del pre-sente”, como los denominan algunos que quieren con-traponerlos con la tarea histórica de los organismos. Sus

informes sobre los hechos de violencia institucional, lasituación en las cárceles o los cuestionamientos a las po-líticas en materia de seguridad, expresan una preocupa-ción que hoy es compartida por Madres, Familiares eHijos y todos los organismos. El acompañamiento activodel proceso kirchnerista reforzó esta mirada más global.Analizando las frustraciones de sus demandas antes del2003 y el modo como éstas avanzaron desde la asunciónde Néstor Kirchner, resulta claro para los defensores delos derechos humanos que los objetivos de Memoria,Verdad y Justicia sólo pueden lograrse en el marco deuna transformación de la sociedad argentina.

Esta última reflexión nos introduce en la actual coyun-tura. La fuerza política que lidera Mauricio Macri no tie-ne una historia de vinculación con el movimiento de De-rechos Humanos. Mantuvo siempre una calculada distan-cia que no le impidió diferenciarse de algunos reclamoscomo el relativo al enjuiciamiento de los partícipes civi-les. La entrevista concedida por el actual secretario deDerechos Humanos a uno de los grupos que niega el te-rrorismo de Estado y reclama la “memoria completa”constituyó una señal preocupante, como lo fue –aún enmayor medida, si cabe– la injuriosa declaración de DaríoLopérfido señalando que la cifra de 30000 desaparecidosfue inflada con el propósito de percibir mayores subsidios.Por otra parte, la idea de una reconciliación que facilite elolvido de los enfrentamientos de los años ‘70 aparecía enlos textos del actual secretario de Derechos Humanos y,aunque no se haya reiterado después del 10 de diciembre,parecen interpretar ese pensamiento quienes hoy consi-deran que “no deben ocuparse del pasado los Espacios deMemoria” (¿?).

Es cierto que el gobierno se ha comprometido a no de-tener los juicios por delitos de lesa humanidad, y esto de-be ser celebrado y será materia de un estricto seguimientode los organismos, pero no faltan razones para la inquie-tud respecto al futuro de las políticas de Memoria, Verdady Justicia. Más allá de la menor o mayor prudencia quemuestre el presidente para avanzar con sus políticas en es-ta área, lo más importante es que el gobierno sigue unaorientación incompatible con la vigencia de los derechoshumanos. La detención de Milagros Sala violando todoslos principios del debido proceso, el protocolo del Minis-terio de Seguridad que cercena el derecho a manifestar,los DNU que no pueden apoyarse en ninguna necesidadni urgencia para desconocer las facultades del parlamen-to, la grosera transferencia de ingresos contra los asalaria-

dos que supuso la devaluación, la ola de despidos quetambién afectó sectores importantes del área de derechoshumanos, el nuevo ciclo de endeudamiento que alegre-mente se anuncia, la integración del gobierno con predo-minio absoluto de ejecutivos de las grandes corporacio-nes, son datos que recuerdan demasiado los períodos enque fueron más castigados los ingresos de los sectores po-pulares y se retacearon sus derechos.

La visita de Obama agregó una complicación más eneste cuadro complejo. El anuncio de que el presidente deEstados Unidos visitaría la ESMA el mismo 24 de marzoy que Macri pretendía que lo acompañaran los organis-mos de derechos humanos, generó una fuerte reacciónnegativa de éstos que llevó a la cancelación de la pro-puesta. Ese día y en ese lugar, la presencia de Obama hu-biera sido vivida como una afrenta a la memoria de nues-tros compañeros y, también, como un acto hostil contralos organismos por parte del gobierno argentino. De todosmodos, el desistimiento de la ida a la ESMA, no hacesimpática la visita del presidente de los Estados Unidos.Es cierto que Obama no es Donald Trump y que algunasde sus políticas de reformas al interior de su país puedenser apoyadas, pero la política exterior estadounidense im-

pulsando una concertación mundial en la lucha contra elterrorismo interviene agresivamente en todo el mundo,desconociendo los derechos de los pueblos. También esverdad que el presidente Carter en 1977 intervino encontra de las peores atrocidades de la dictadura y que enesas gestiones dejó un recuerdo muy fuerte, la funcionariaPatricia Derian, pero Carter asumió cuando los autoresdel golpe llevaban ya 10 meses en el poder y mal puededecirse que los EE.UU. nada tuvieron que ver con la polí-tica represiva encabezada por Videla: Henry Kissinger di-jo a los funcionarios argentinos en 1976: “Si tienen algoque hacer háganlo rápido”, consejo destinado no a pararla represión sino a acelerarla, tal como entendieron susinterlocutores.

Más allá de esas discusiones, Obama viene hoy a apo-yar a Macri, convertido en portaestandarte de la ofensi-va contra los gobiernos populares del continente. Elpresidente que no descendió en Buenos Aires cuandoviajaba de Montevideo a Santiago de Chile, en tiempode Cristina, hoy llega para darle aire a la política queamenaza la Unasur y quiere reinstalar plenamente en laregión la hegemonía norteamericana. En relación conla visita del presidente de Estados Unidos, se manifesta-ron algunas diferencias entre los organismos, pero esmuy importante que haya habido acuerdo en las posi-ciones fundamentales. Esa unidad del movimiento dederechos humanos es una base en que nos apoyamospara sortear esta difícil coyuntura argentina, y para se-guir teniendo esperanza en un futuro más promisorio.Más allá de los dolores del presente, hay una historia delucha que apoya nuestra confianza.

La influencia del movimiento de derechos humanos en las políticas públicas

El largo aprendizajeCómo fue la relación delas agrupaciones devíctimas de la dictaduracon los diferentesgobiernosconstitucionales. Losdebates hacia adentro.Las demandas quetrascendieron los temasvinculados al terrorismode Estado. Los desafíosque plantea la actualgestión.

Con la Conadep, el gobiernode Raúl Alfonsín concitóexpectativas, que noresistieron la sanción de lasleyes de impunidad.

La mayoría de los organismoscomprendió rápidamente lasposibilidades que ofrecía, paraconcretar las aspiracioneshistóricas, el apoyo de un gobiernodispuesto a concretar todos susreclamos.

Resulta claro para los

defensores de los

derechos humanos

que los objetivos de

Memoria, Verdad y

Justicia sólo pueden

lograrse en el marco

de una

transformación de la

sociedad argentina.

Organizaciones como el

CELS o la Comisión por

la Memoria hacen un

seguimiento de las

violaciones a los

“derechos del

presente”, como los

denominan algunos que

quieren contraponerlos

con la tarea histórica.

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Memorias del fuego 40 años del golpeIV

Por Noé Jitrik

El reproche que uno puede hacerse, y con fundamen-to, es no prever lo que puede suceder cuando ciertascosas dejan de funcionar correctamente, cuando

comportamientos y compromisos que eran firmes se tornanerráticos e inseguros; así es cuando aparecen ciertos sínto-mas corporales, para señalar un fenómeno de orden gene-ral –le pasa a todo el mundo–, o cuando en la sociedad losdesarreglos y las anomalías superan en cantidad a una mar-cha considerada normal.

O uno no se da cuenta de en qué puede parar todo eso olo niega o está de acuerdo en lo que deparan las nubes quese tienden en el horizonte: una cosa es lo que podrían pre-ver –y en algunos casos esperar– los políticos, otra los co-merciantes e industriales, otra los especuladores, otra losobreros, otra los intelectuales, otra los pobres y los ricos.Para algunos, acostumbrados a que si algo va mal puede irpeor, esos desarreglos podrían augurar un porvenir omino-so, para otros los datos son favorables, es lo mejor que sepodría esperar: la división, que es evidentemente de claseses también de expectativas. Pero ninguno prevé del todo,pocos conocen el lugar donde se cocinan las decisiones ylas soluciones.

Creo, espero, que ese breve prólogo indica, borrosamen-te, lo que recorría el ánimo argentino desde un poco antesdel comienzo del tercer gobierno de Perón y mucho máscuando, a su muerte, asume su hierática y vacía consorte yel sucinto Rasputín que la sostiene toma rápidas iniciati-vas. La presencia, y la acción, de la “Triple A” podía hacerpensar que otras cosas se gestaban en la sombra pero que lajusticia subsistía, las instituciones nos protegían y ciertas fi-guras políticas serían el freno a una criminalización cre-ciente que algunos encontraban local, por decir así, o seacontra personajes notorios en las lides de la izquierda engeneral, y a otros, por eso mismo, les otorgaban tranquili-dad, lo que para unos era una sombra fascista, para otros un“por fin” alguien viene a poner orden en “este desquicio”.Pero prever que eso era un comienzo de algo peor no creoque nadie lo hiciera, y a eso voy. Claro que la irrupción enla universidad decía otra cosa así como que muchos amigosya no estaban y ni hablar de la economía, con el memora-ble “rodrigazo” y la parálisis sindical, poca gente tenía unaidea de cómo evolucionaría lo que podemos llamar “la si-tuación”. Menos lo que pasaba en los cuarteles.

En ese tema se puede conjeturar acerca de lo que pasaba:¿se discutiría?, ¿se tendría unidad de pensamiento y de ac-ción?, ¿se respondería a los programas represivos de la ban-

da lastireana?, ¿se trataría de olvidar los escarceos procam-poristas de algunos militares previos a la llegada de Perón?,¿cómo se estaría evaluando el evidente desorden que con-movía día a día a la sociedad argentina?, ¿de qué manera elmundo armado estaría viendo la manera de exterminar,palabra empleada en ese momento, a los movimientos,también ellos, armados, que creían que estaban a punto delograr el poder aunque el numen e inspirador, el mismísi-mo Perón, en un acceso de realismo, concepto que nuncahabía abandonado, había dejado en banda a uno de losgrupos activos, los Montoneros y, de paso, a los otros gru-pos, que nunca habían tenido su respaldo, el ERP y segura-mente otros? ¿Y los grupos de poder económico, tan preo-cupados y con tantas esperanzas puestas en los cuartelespara neutralizar las amenazas que implicaba, casi nada másque eso, la disconformidad popular, que evaluaban como“prerrevolucionaria”, que afectaban, inclusive, ¡Dios mío!,a sectores de la Iglesia?.

El golpe militar nos sorprendió en México. Al menos,no todos lo hicieron, algunos pensamos que no sólo erauna continuidad con lo que venía sucediendo sino queconstituía un perfeccionamiento, ese “por fin”, que el lo-pezrreguismo había iniciado, con ciertos éxitos, había quereconocerlo –varios asesinatos, alguna bomba domiciliaria,

la emigración de unos cuantos intelectuales y políticos,una vertiginosa devaluación–.

Y, a continuación, establecida esa filiación, comenzabaun arduo proceso de examen a varias puntas: el exilio porempezar, la adaptación a las nuevas condiciones, la cone-xión con la Argentina, el “saber” acerca de lo que sin de-mora la dictadura comenzó a ejecutar, lo que a partir de1983 se empezó a conocer en detalle y acerca de lo cual yano se podía fingir que ése era uno de los tantos golpes mili-tares que, extrañamente, afligían a un país que a muchosles gusta decir que es el más europeo de América Latina:pronto concluimos que éste tenía otro carácter y otro al-cance, no pretendía ordenar, como los anteriores, sino ar-mar un nuevo país en el cual no hubiera manifestacionesde ningún tipo, las callejeras por supuesto que no, perotambién las simbólicas, querían un país de “Dios, Patria,Hogar”, con sostén neoliberal, con afecto a bancos e im-portadores pero no a jóvenes ni a escritores ni a empresa-rios nacionales ni a sindicalistas con ideas en la cabeza, nia parientes de contestatarios, ni, en general, al pensamien-to, la cultura y concomitantes, ni, es obvio, al pobrerío queentenebrece el espectáculo de las ciudades que en algúnmomento estarán “buenas”.

El advenimiento de un Martínez de Hoz, la entrega-re-

galo luego de un despojo de película, con asesinato y todo,de Papel Prensa, el populismo barato del Mundial, la trans-ferencia de la deuda privada a la pública, los lugares de de-tención, verdaderos campos de concentración, los cadáve-res arrojados al mar, dejaban pocas, ninguna duda, acercadel alcance de la empresa que los visionarios uniformadossostenían con empeño y convicción, como si todos hubie-ran sido discípulos de Goebbels o de los franceses de Arge-lia, verdaderos maestros en cuanto a control social y méto-dos “antisubversivos”.

Poco a poco llegaban parientes, amigos y conocidos queno sólo narraban cómo habían sido “visitados” por los quedespués se supo que eran llamados “grupos de tareas” sino,sobre todo, cómo la vida toda había cambiado brutalmen-te: una cacería se había instalado, cualquier podía caer ypadecer toda clase de infamias por la licencia para matarque la dictadura había sancionado. No era fácil imaginarlo,la gente escribía poco pero sin duda además del clima deun terror que se prolongó varios años seguramente el len-guaje fue cruelmente alterado y la moral sufrió una heridaque, me temo, todavía no está cerrada puesto que, cada díaera más evidente, el golpe no fue sólo militar sino cívico-militar, expresión que dice mucho acerca de las dificulta-des de abrirle camino a la justicia.

No es fácil ir atrás y comprender claramente, con unmínimo de racionalidad, lo que se desencadenó en la Ar-gentina desde una perspectiva de la simple vida de unasociedad, pero sí que hubo quienes se beneficiaron así co-mo muchos otros se dejaron penetrar por una especie deconcepción, algo que podemos llamar difusa y feroz ideo-logía, que creían que garantizaban una existencia y queperdura en los votos que expiden cuando hay que optar,cuando hubo que optar una vez que la dictadura no diomás y se retiró de la escena con silenciosa vergüenza, de-rrotada pero firmemente convencida de que su criminalempresa, finalmente destartalada, había salvado a la pa-tria. ¿De qué? ¿De quién? Todavía nos lo podemos pre-guntar pero no tenemos dónde hacerlo: necesitaríamosun vasto tribunal en el que todas las responsabilidades,que son históricas, puedan concurrir y desprenderse desus falaces vestiduras.

Pero a nosotros, lejos, como quien mira desde una ori-lla un infinito mar, nos fue deparado contemplar y apre-ciar lo que la dictadura nos dejó; no fue poco y fue positi-vo: nos dejó que nos uniéramos pese a todas nuestras his-torias y diferencias para enfrentarla, en nuestras concien-cias, en nuestra resistencia, en nuestro imaginario, ennuestro deseo de no ser arrastrados a la muerte que de di-verso modo nos preparaban; nos dejó que muchos quedescreían de la democracia se despojaron de esa fútil cre-encia y admitieron que podía y debía ser el único caminopara que el país, que parecía perdido, pudiera ser recupe-rado y vivir; nos hizo reconsiderar nuestros modos depensamiento y de vida y aun, para los que sólo tenemoslas palabras para existir, nuevas posibilidades de manejar-nos en ese comercio, cambios de fondo, crítica más com-pleta, relaciones más profundas.

No es para agradecer pero sí para comprender, así seaprovisoriamente, cómo, en uno y otro sentido, lo que ladictadura intentó subsiste. Lo verificamos en estos días. Elnegocio con los buitres es una flagrante manifestación deesa subsistencia: la dictadura lo intentó, sus herederos es-tán a punto de lograrlo.

Desde el balcón:cuatro décadas