La Intervención Norteamericana en Chile 1970

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La intervención norteamericana en Chile 1970 (primera parte) Estados Unidos y Chile. Los actores en el escenario El 4 de Septiembre de 1970, Salvador Allende resulta triunfador en las elecciones presidenciales en Chile, confirmando los temores de la administración Nixon generando un radical cambio de postura en las relaciones de Estados Unidos respecto de Chile. El escenario y las circunstancias relatadas a continuación determinaron el inicio de los acontecimientos que configuraron el fin del gobierno de la Unidad popular y un episodio singular en las relaciones comerciales y políticas entre ambos países. En el contexto de la a Guerra Fría en América Latina, el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética se libró en varios frentes. A partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y el fallido intento de invasión por parte de Estados Unidos sobre Cuba, la inclusión de la isla en la esfera de influencia soviética se produce un incremento de las organizaciones guerrilleras hasta finales de los 60’s con objetivos anticapitalistas, entendiendo por ello la independencia política frente a Estados Unidos. El entusiasmo por el ejemplo cubano había florecido en varios países incluyendo Chile, particularmente por la gran desigualdad económica que padecía una buena parte de la población latinoamericana. La promesa de libertad e igualdad revolucionaria y el anhelo de un mundo mejor, se mantuvo latente en el continente que abrigaba la esperanza de un cambio real en las políticas de sus países. Estados Unidos contraataca con la propuesta de la “Alianza para el Progreso”; iniciativa de la administración Kennedy que pretendía un esfuerzo serio de modernización de la

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Trabajo monográfico sobre la intervención de los estados unidos de norteamérica en Chile en la década de los 70.

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La intervención norteamericana en Chile 1970 (primera parte)

Estados Unidos y Chile. Los actores en el escenario

El 4 de Septiembre de 1970, Salvador Allende resulta triunfador en las elecciones presidenciales en Chile, confirmando los temores de la administración Nixon generando un radical cambio de postura en las relaciones de Estados Unidos respecto de Chile. El escenario y las circunstancias relatadas a continuación determinaron el inicio de los acontecimientos que configuraron el fin del gobierno de la Unidad popular y un episodio singular en las relaciones comerciales y políticas entre ambos países.

En el contexto de la a Guerra Fría en América Latina, el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética se libró en varios frentes. A partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y el fallido intento de invasión por parte de Estados Unidos sobre Cuba, la inclusión de la isla en la esfera de influencia soviética se produce un incremento de las organizaciones guerrilleras hasta finales de los 60’s con objetivos anticapitalistas, entendiendo por ello la independencia política frente a Estados Unidos.

El entusiasmo por el ejemplo cubano había florecido en varios países incluyendo Chile, particularmente por la gran desigualdad económica que padecía una buena parte de la población latinoamericana. La promesa de libertad e igualdad revolucionaria y el anhelo de un mundo mejor, se mantuvo latente en el continente que abrigaba la esperanza de un cambio real en las políticas de sus países.

Estados Unidos contraataca con la propuesta de la “Alianza para el Progreso”; iniciativa de la administración Kennedy que pretendía un esfuerzo serio de modernización de la infraestructura en los países de Latinoamérica y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.

Inversión que se traducía en una inyección de recursos del orden de los dos mil millones de dólares anuales por un plazo de diez años, asegurando un crecimiento per cápita de 2,5% anual.

La Alianza para el Progreso, se mostró exitosa en el comienzo, permitiendo proyectos como la Reforma Agraria, y significativos cambios en Educación y Vivienda. Sin embargo no logró un rápido desarrollo en el continente. El excesivo control de parte de Estados Unidos y ciertas condiciones comerciales de carácter expansionista de la industria exportadora estadounidense sobre el suelo latinoamericano le quitaron fuerza al proyecto. Tras el asesinato de JFK, la política exterior de Estados unidos volvió al carácter imperialista y los contactos habituales con sectores conservadores, así mismo como con las Fuerzas Armadas de cada país percibidas como un bastión anticomunista contra la perniciosa influencia revolucionaria impulsada por Castro y el Che Guevara.[1]

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Pero el interés económico en Chile de parte de Estados Unidos data desde 1904 cuando los primeros yacimientos cupríferos eran explotados por capitales norteamericanos constituyendo verdaderos enclaves en territorio chileno. Ese año se inicia la explotación del Mineral el Teniente por la Braden Copper Company y algunos años más tarde la Anaconda Copper Company, la inicia en Chuquicamata. La relación entre estas empresas y el Estado chileno, estuvo marcada desde la segunda mitad del siglo, por sucesivas controversias relacionadas con aumentos de impuestos, el precio del cobre y las inversiones.[2]

No obstante, la relación tributaria y comercial; la primera intervención política se produce después del terremoto de 1960 bajo la administración del presidente Eisenhower, que condiciona su ayuda para la reconstrucción si el Presidente Jorge Alessandri no acepta introducir una reforma agraria a lo que Alessandri se negaba y finalmente tuvo que aceptar. Después de la llegada del Clan Kennedy a la Casa Blanca, el impulso sobre la reforma agraria propiciada por el gobierno de Eduardo Frei Montalva, solo se aceleró. [3]

Las relaciones entre los gobiernos de Frei y Kennedy marcharon sobre ruedas, aun después de la muerte de JFK, las relaciones entre Estados Unidos y Chile se mantuvieron cordiales y de total colaboración y diálogo. La percepción de Chile para Estados Unidos era de seriedad y equilibrio Político. Equilibrio que se rompe cuando la ya conocida figura electoral de Salvador Allende se perfila como un posible ganador de las elecciones presidenciales de 1970.

El Chile de Allende, una nueva amenaza en el continente. La imagen de Chile para Estados Unidos

Salvador Allende Gossens obtiene la mayoría en la elección presidencial con 36,2% de los votos frente a los otros dos candidatos, Jorge Alessandri de la Derecha y Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana. El candidato de la Unidad Popular se presentaba por cuarta vez a la contienda electoral. Y esta vez había resultado ganador por mayoría simple. Pero el Congreso debía ratificarlo dado que la suma del voto opositor era de 62,7 % del universo electoral. Tradicionalmente el Congreso daba ganador a quien obtenía esta mayoría, por lo cual se esperaba el triunfo del candidato de la Unidad Popular.

Edward Korry, embajador estadounidense en Chile desde 1967 - 1971, nombrado originalmente por Kennedy informaba:

“Chile votó con calma para tener un estado marxista-leninista. La primera nación del mundo en hacer esta elección libremente y con conocimiento. Su margen es de solo 1%, pero es lo suficientemente amplio en el marco de la constitución chilena como para asegurar su triunfo como definitivo. No hay razón para creer que las Fuerzas armadas

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Chilenas desaten una guerra civil o para que algún otro milagro se interponga para anular la victoria…

…Tendrá un efecto muy profundo en América Latina y el resto del mundo; hemos sufrido una grave derrota, las consecuencias serán internas e internacionales; sus repercusiones tendrán efectos inmediatos en algunos lugares y más retardados en otros.”[1]

El tono pesimista del informe del embajador deja entrever lo que significaba el triunfo en las urnas de un caudillo marxista en América Latina, su inevitable alineamiento con Cuba y la Unión Soviética definía los pasos a seguir respecto de Chile. En esos días de Septiembre de 1970, el caso Chileno y particularmente la figura de Allende era revisada en un comité interdepartamental de la Casa Blanca que observaba el hecho en el contexto de la alianza de Moscú y el Cairo rechazando las protestas por el cese del fuego en el Medio Oriente y una fuerza naval soviética estaba en camino de Cuba hacia la base de submarinos nucleares. Allende representaba además una ruptura en la tradición democrática chilena y el tercio que lo dio ganador no era representativo de los abruptos cambios y la transformación irreversible de las instituciones políticas y económicas que él estaba decidido a efectuar.

Allende líder de una coalición política entre el partido Comunista y el Socialista, además de otros partidos menores, se había comprometido en su programa a destruir el sistema presente y producir cambios revolucionarios profundos. Denunciaba la explotación imperialista y los monopolios norteamericanos. Reclamaría la expropiación de la tierra, las industrias básicas, el sistema bancario y un sistema educacional radicalmente transformado, además de un plan nacional para promover la cultura popular. Condenaba la agresión norteamericana a Vietnam, declaraba la solidaridad con la Revolución cubana y la construcción del socialismo en América latina.

Declaraba a la OEA, como un agente y una herramienta del Imperialismo norteamericano. Fue uno de los fundadores de la Organización de la Solidaridad Latinoamericana cuyas funciones básicas eran la coordinación y el sostén de las luchas de liberación en todo el continente. Declaró “Cuba en el Caribe y un Chile socialista en el cono sur harán la revolución en América Latina”[2]

Según Henry Kissinger, Secretario de Estado durante la administración Nixon, expresa en sus memorias:

“Lo que nos preocupaba acerca de Allende era su proclamada hostilidad hacia los Estados Unidos y su patente intención de crear Cuba en el continente. La nacionalización de las propiedades de los norteamericanos, no fue el problema. Nunca objetamos el principio de la ley internacional que permite las nacionalizaciones por razones de interés público. Nuestra preocupación por Allende estaba basada en la seguridad nacional y no en la economía. Dos anteriores administraciones norteamericanas habían declarado que un gobierno de Allende

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estaría en contra de los intereses norteamericanos. Nuestra conclusión en 1970 fue sustancialmente la misma.”[3].

Allende había sido declarado Persona non grata.

A pesar que Kissinger niega una intervención directa sobre los acontecimientos chilenos. El embajador Korry devela otras acciones (ver el punto 4.), distintas de la aparente marginalidad mantenida por Estados Unidos respecto del gobierno allendista desde el principio, es decir desde antes que Allende si quiera, ganara las elecciones de 1970.

En respuesta a cable enviado por el Departamento de Estado del 5 de agosto de 1970, el embajador Korry señala: Que Allende se mantendrá prudente en el frente interno, para manejarse dentro de un marco de constitucionalidad y legalidad. Sin embargo, respaldará políticas en que:

“el imperialismo norteamericano será tratado como enemigo público número uno en el hemisferio. Aparte de la nacionalización de las industrias estadounidenses, la eliminación de la influencia de Washington en el país, el reconocimiento de China, Corea del norte, Alemania oriental, Vietnam del norte y del Frente Nacional de liberación, etc., que de sí harían prácticamente imposible un modus vivendi para Estados Unidos.”[4]

Además previene a Washington de un clima de caos, si es que Allende era derrotado con secuestros a los ciudadanos norteamericanos funcionarios de la AID. Y agrega que da por sentado que Estados Unidos se enfrenta a una confrontación de facto en torno al tema del cobre y que el gobierno de la Unidad Popular podría llevar a cabo las primeras etapas de la revolución sin necesidad de apartarse de la legalidad o de la constitución.

Korry advierte que existen presunciones que el proceso del “férreo control marxista”[5] avanzará lo suficientemente rápido para excluir la necesidad de celebrar elecciones en 1976 y así eternizarse en el poder.

El énfasis del embajador Korry a través de todo su documento está puesto en los aspectos políticos, y del significado de Chile como un enclave marxista en el cono sur de América, pero también advierte en repetidas ocasiones que Allende cerrará las puertas a cualquier inversión de tipo comercial en Chile, tratando de alejar al pueblo chileno lo más posible de cualquier tipo de influencia foránea, alejando al comercio chileno de las inversiones privadas estadounidenses. Al mismo tiempo asegura que no existe peligro, ni amenaza desde el punto de vista militar para Estados Unidos, aunque debe considerarse la victoria de Allende como una derrota para Washington.

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La intervención norteamericana en Chile 1970 (segunda parte)

El imperialismo norteamericano. La imagen de Estados Unidos para Chile

La imagen del llamado imperialismo norteamericano es una imagen construida a partir de la guerra fría. La vigilancia de los territorios al sur de los Estados Unidos fue marcando el contexto de la política internacional de Washington respecto de América latina. La revolución cubana en 1959 puso una voz de alerta en el concierto mundial cuando Cuba se alineo ideológicamente con el comunismo soviético.

Desde ese minuto los países de Latinoamérica podían estar próximos a Estados Unidos o definitivamente en el bando contrario.

En Chile, las inversiones norteamericanas en el campo de la minería habían tenido varios ajustes tributarios, pero en términos generales las compañías norteamericanas operaban con absoluta facilidad dentro del territorio.

La oferta crediticia que habían aprovechado algunos gobiernos con Estados Unidos, hacían ver la imagen de Estados Unidos como un aliado.

La política exterior chilena se dedica cada vez más a conseguir ayuda externa, en la forma sobre todo de préstamos de agencias internacionales. A eso se abocan no sólo los gobiernos radicales sino, después, los de Alessandri y de Frei Montalva.

Éstos al pedir ayuda se nutren justamente de la Guerra Fría, postulando a Chile como un país ejemplar, pero vulnerable, un país que merece ser ayudado y al que a los donantes les conviene ayudar, para que no vaya a caer en manos de los comunistas.

La ayuda económica que realiza Estados Unidos para el triunfo de Eduardo Frei en 1964, fue crucial para el triunfo de un candidato que asegurara una democracia protegida del yugo marxista.

Según señala el embajador norteamericano Edward Korry en entrevista en el Centro de Estudios públicos en 1996, serían aproximadamente 20 millones de dólares los que había recibido la Democracia Cristiana para las elecciones presidenciales desde distintas fuentes estadounidenses, pero particularmente la AID (Agency for International Development).[1]

La presencia norteamericana en Chile, era significativa. Funcionarios de gobierno, científicos de la Nasa, inversionistas y agentes encubiertos en las distintas agencias y organizaciones mantenían un paternalismo político respecto del gobierno chileno de la época. Estados Unidos era percibido como un país fiador con el cual era importante mantener relaciones amigables a cambio de desarrollo.

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Incluso el manejo político y económico de lo que en el gobierno de Frei se llamó la “Chilenización del cobre” se llevó a cabo dentro de absoluta normalidad.

“Ellas mismas llegaron a la conclusión de que debían negociar. Era una medicina amarga. Sacrificar ganancias extraordinarias que se debían a la guerra de Vietnam, pero era aceptable. Estaban satisfechas con el acuerdo de 1969”[2]

No obstante esta “amigable” percepción no la tenían los partidarios de la Unidad Popular que miraban en la Cubra de Castro y del Che Guevara un ejemplo a seguir, ya sea a través de la lucha armada o bien de manera democrática; una revolución con sabor a empanadas y vino tinto como se jactaba Salvador Allende cuando obtuvo su triunfo en las urnas en 1970.

La respuesta un pueblo soberano, y democrático en las urnas frente al imperialismo norteamericano.

Para este tercio de chilenos, la imagen norteamericana estaba potenciada por el rol invasor de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, el bloqueo económico a Cuba y las operaciones de la CIA en distintos países donde se percibiera alguna simpatía con Moscú. La postura ideológica alimentada por la verborrea revolucionaria propia del discurso político cimentó las bases de un clima hostil de parte de ambos bandos. Clima que se reflejó en la prensa de fines de los 60’s previos a la elección presidencial.

El texto citado a continuación corresponde a un fragmento publicado en la revista Causa M.L. en Septiembre de 1968 sobre la penetración norteamericana en Chile:

“La penetración norteamericana en Chile no se ajusta solamente al control de la economía nacional para remesar sus utilidades a la metrópoli, capitalizar las industrias en Estados Unidos, y seguir dando oxígeno-dólar al despreciable monstruo imperialista.

De acuerdo a un informe de la CORFO cinco son las instituciones más importantes que se relacionan con el comercio exterior chileno: Fondo Monetario Internacional FMI.

Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento BIRF. Corporación Financiera Internacional CFI. Banco Interamericano de Desarrollo BID. Asociación Internacional de Fomento AIF. El primero de ellos, el FMI, se autodefine como un organismo destinado a "promover la cooperación monetaria internacional y la expansión del comercio mundial". En su estructura, cada país tiene derecho a voto en concordancia con el capital que ha puesto en él. Estados Unidos controla el 31% de los votos, seguido por el 27 por ciento de Inglaterra. En suma, el FMI hace lo que Estados Unidos desea, porque del lado que se incline genera un acuerdo.

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El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento BIRF está mucho más atado que el FMI a la maquinaria estatal norteamericana, ya que, para obtener recursos crediticios, debe obtener consignaciones de presupuesto del Congreso yanqui, y además, tiene la obligación de colocar capital privado en el mercado norteamericano. Esto implica que los préstamos del BIRF, generalmente, son atados con la condición de gastarlos totalmente en el mercado norteamericano para la compra de los componentes importados de los proyectos nacionales. Está claro que el BIRF es, entonces, una agencia yanqui para estimular el mercado de productos yanquis.

La Corporación Financiera Internacional CFI es un engendro del BIRF, ya que depende totalmente de él, y su objetivo es "la promoción del desarrollo económico mediante estímulo a la empresa privada". Entre los beneficiados en Chile con los préstamos de la CFI están la Empresa Minera Mantos Blancos, Empresa Molinos y Fideos Carozzi, Cemento Bío-Bío y Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones. Para nadie es un misterio que este tipo de "grandes de la empresa privada" son los únicos nacionales que tienen buenas relaciones con los imperialistas y les sirven de cómplices para dominar el país que colonizan. El Banco Interamericano de Desarrollo BID tiene por objeto principal ayudar financieramente a los países del continente americano. Esta ayuda tiene las mismas características que la del resto de los organismos financieros que prestan dinero a las colonias latinoamericanas para poder explotarlas mejor. Controlado totalmente por los Estados Unidos es, desde 1961, administrador del Fondo Fiduciario de Progreso Social, organización del gobierno norteamericano. La Asociación Internacional de Fomento AIF es afiliada al BIRF, y eso ya es suficiente para entender a quién ayuda realmente.”[3]

Para Allende y la Unidad Popular esa intervención norteamericana debía terminar, particularmente cuando era Estados Unidos el que influenciaba organizaciones internacionales como la OEA o los bancos internacionales que luego de la toma del mando le negaran los créditos a Chile como lo denuncia el mismo Presidente Allende en la ONU el 4 de diciembre de 1972.

Los intereses y las acciones de Estados Unidos

El primer objetivo del gobierno norteamericano era evitar que Allende ganara las elecciones. Las acciones que se siguieron no dieron los frutos esperados. El financiamiento de una campaña del terror, como se ha conocido con posterioridad no causó el efecto esperado.

“El departamento de Estado no quería intervenir porque no le tenía simpatía a Alessandri. Por otra parte, según el informe de la Comisión Church la CIA, por decisión del Comité 40, al que pertenecía Kissinger decidió mandar fondos a Chile por 425 mil dólares destinados a efectuar una campaña antimarxista, y no a favor de Alessandri.”[4]

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Cuando el triunfo de Allende fue inminente, la preocupación del Departamento de Estado norteamericano queda demostrada en los reiterados cables que el Embajador Korry recibe y contesta a través de diversos informes.

Mensaje enviado por conductos no oficiales por el subsecretario adjunto Crimmins a solicitud de la oficina de Kissinger del 5 de agosto de 1970:

“Mientras usted analice las 3 opciones respecto de las elecciones de septiembre, desearíamos que también tuviera en cuenta una cuarta que estamos estudiando por separado con una divulgación muy restringida. Esta opción sería la del derrocamiento o impedir que tome posesión del mando. Quisiéramos conocer su opinión sobre:

A) La posibilidad de que los militares y fuerzas policiales de Chile adopten medidas por su cuenta para deponer a Allende, y la probabilidad de que los militares sean alentados a asumir el poder por elementos tales como (nombre de un alto dirigente democratacristiano que mantenía una relación particularmente estrecha con Frei y que para Moyers no resulta fundamental).

B) Qué elementos de la policía militar podrían intentar deponer al gobierno.

C) Perspectivas de éxito si los militares y las fuerzas policiales procuraran derribar a Allende o impedir que asuma el mando.

D) Importancia de la actitud de los Estados Unidos para el inicio o el éxito de tal operación.

E) De acuerdo con los contactos que mantiene con representantes argentinos en Santiago, ¿cómo evalúa usted los deseos e intenciones de Argentina respecto de medidas contrarias al régimen de Allende?”[5]

Edward Korry comentó que años más tarde que este cable había sido instigado en la Casa Blanca mediante la habitual vía de comunicación no escrita entre Kissinger y el Subsecretario Johnson, de conversación directa citando las palabras empleadas por el Departamento de Estado en abril de ese año— los planes del Consejo de las Américas tendientes a realizar una operación financiera conjunta entre Estados Unidos e importantes empresas para elegir a Alessandri, tal como en 1963.

Las respuestas de Korry tienden a la cautela y recomendaba a Estados Unidos no caer en la tentación de formular propuestas vociferantes, ni desesperarse. Así como no retirar funcionarios norteamericanos ni reacciones extremas de ese tipo.

A pesar de ello Nixon esperaba que el embajador norteamericano hablara con Frei y este a su vez con los militares chilenos para evitar que Allende llegara al poder.

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Frei habló con el secretario de estado adjunto, Richardson convenciéndole que la posibilidad que Chile se convirtiera en otra Cuba era total y absolutamente probable buscando de alguna manera que Estados Unidos interviniera directamente. Esta situación fue descrita y explicada por Korry en un cable dirigido a Nixon y a Kissinger, quienes decidieron usar a la CIA y continuar con la intriga.[6]

Frente a los intereses económicos había que esperar. Allende como lo había prometido en su plan de gobierno nacionalizaría el cobre, lo que era de prever, ya que en 1969, el mismo Frei había realizado una nacionalización pactada. Sin embargo altos ejecutivos de empresas como la Pepsi Cola, Chase Manhattan Bank y la ITT se reunían en Washington con el director de la CIA, Richard Helms y el propio Nixon a once días del triunfo de Allende en las urnas. Ante las ilustres visitas, Nixon expresa su deseo o su sentencia: - Allende no asumirá la presidencia. Hay 10 millones de dólares o más, trabajo a tiempo completo y cuarenta y ocho horas para un plan de acción.

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La intervención norteamericana en Chile 1970 (tercera parte)

Los intereses y las acciones de Chile

“Somos y seremos respetuosos de la autodeterminación y de la no intervención. Ello no significará acallar nuestra adhesión solidaria con los pueblos que luchan por su independencia económica y por dignificar la vida del hombre en los distintos continentes.”[1]

Esta cita corresponde al discurso de Salvador Allende pronunciado el 5 de noviembre de 1970 y revela los principios y propósitos de su política exterior.

Las acciones de Chile se encuentran en el plano político, expresadas en el programa de gobierno de Salvador Allende y su postura frente al mundo. No obstante frente al hecho puntual que aquí se analiza no hay acciones directas, solo las ejercidas con posterioridad a la toma del mando.

Hay que recordar que la postura norteamericana de anticipación al eventual triunfo en las urnas de Allende es la que desencadena el conflicto previendo la transformación de Chile en una base para el comunismo en el Cono sur.

En este sentido no podemos hablar de acciones del gobierno popular que fueran las ya descritas en primer punto del análisis.

La última acción de Estados Unidos

El asesinato de Schneider y el principio del fin de Allende

Once días después de las elecciones presidenciales en Chile, el 15 de septiembre de 1970, Nixon citó en su despacho a su asesor en seguridad nacional, Kissinger, el director de la CIA, Richard Helms, y al Procurador General John Mitchell. En esa reunión, Nixon ordenó a la CIA a utilizar todos los medios posibles para impedir un gobierno de Allende, sin informar a los Departamentos de Estado y Defensa, ni al Embajador de EE.UU. en Chile, el Demócrata Edward Korry.

Dos días después, Kissinger creó para Chile Task Force (grupo de trabajo) bajo su dirección que tomara decisiones, emitiera instrucciones, coordinara actividades y planificara la implementación de acciones. Este grupo fue supervisado por el subdirector de operaciones encubiertas de la CIA, Thomas Karamessines, y el Jefe de la División del Hemisferio Occidental de la agencia, William Broe.

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Las vías para lograrlo eran dos -Track I y Track II-, aunque ambas, tenían el mismo objetivo; la necesidad de provocar un golpe militar en Chile antes de que Allende asumiera.

El Track I; La supuesta vía política-constitucional, resolvió que no resultaría intentar sobornar a parlamentarios para que votaran por Jorge Alessandri en la sesión de ratificación del presidente electo que se llevaría a cabo en el Congreso el 24 de octubre, y que era imposible lograr los votos para Alessandri para que éste luego dimitiera, y diera paso a una nueva elección sin su participación, en las que se presentaría y ganaría el Presidente saliente Eduardo Frei.

Track II, trabajaría con grupos de oficiales golpistas en servicio activo y en retiro para provocar un golpe militar, con o sin Frei. Pero para que los militares chilenos se movieran, se requería en primer lugar, sacar del camino al general René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, quien postulaba el respeto irrestricto a la Constitución y la voluntad popular.

Entre el 5 y 20 de octubre, según el Informe Hinchey, la CIA se realizaron numerosos contactos con oficiales chilenos claves en las Fuerzas Armadas y Carabineros para convencerlos de llevar a cabo un golpe. La CIA envió a cuatro experimentados agentes encubiertos con pasaportes de países latinoamericanos para vincularse de manera compartimentada con los oficiales chilenos. El agregado militar en Santiago, y a su vez, oficial de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), coronel Paul Wimert, fue instruido a trabajar junto con la CIA y comenzó a responder ante la Casa Blanca, saltándose a la DIA y al propio Embajador Korry.

El jefe de la CIA en Santiago, Henry Hecksher, los cuatro agentes encubiertos, y Wimert se contactaron con militares de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros: el general del ejército Camilo Valenzuela, el almirante Hugo Tirado Barros, el general de la Fuerza Aérea, Joaquín García, el Director General de Carabineros, Vicente Huerta, y el Director de la Academia de Guerra del Ejército, general Alfredo Canales. Igualmente, los agentes de la CIA mantuvieron un fluido contacto con oficiales en retiro, liderados por Roberto Viaux y Arturo Marshall; este último apresado poco antes del ataque a Schneider.

Viaux, dirigía un grupo de estudiantes universitarios y nacionalistas, a quienes se les encargó preparar el clima para un eventual golpe a través de una serie de atentados terroristas. Muchos de esos jóvenes participarían después en la operación de secuestro al general Schneider.

A principios de octubre, cuando el embajador comenzó a sospechar de lo que sucedía debajo de sus narices, se contactó con Washington, advirtiendo que intervenir en Chile para provocar un golpe militar sería un "fracaso igual al de Bahía de Cochinos. Korry incluso dio órdenes terminantes a Hecksher y Wimert de que no continuaran los contactos con los

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golpistas chilenos. Sin embargo, según uno de los documentos desclasificados, Kissinger pidió que las instrucciones del embajador fueran ignoradas.

En un cable enviado a la CIA en Santiago el día siguiente, 16 de octubre, se expone lo acordado con Kissinger el día anterior; se instruye a los agentes de la CIA a transmitir un mensaje a Viaux:

"Hemos revisado sus planes y llegamos a la conclusión de que dar un golpe en estos momentos no tendría éxito. Nos mantendremos en contacto. El momento llegará en que usted y sus amigos puedan hacer algo. Continuará teniendo nuestro apoyo.

Pero a la vez, el mismo cable establece:

Es política firme y permanente que Allende sea derrocado a través de un golpe. Sería preferible que esto sucediera antes del 24 de octubre, pero los esfuerzos al respecto continuarán vigorosamente después de esa fecha. Debemos generar la máxima presión posible para este fin, utilizando todos los recursos adecuados. Es imperativo que estas acciones sean implementadas de manera clandestina y segura para que la mano del gobierno de Estados Unidos se mantenga oculta.

El cable señala que ese día se enviarían seis máscaras anti-gas a Santiago vía un courier especial".

El primer intento fracasado de secuestro, el 19 de octubre de 1970, fue propuesto, e informando a la CIA, por el propio Valenzuela, quien se auto-asignó la misión de retener a los invitados a una comida de honor que se le brindaba a Schneider en la casa de los Comandantes en Jefe esa noche, mientras el grupo operativo compuesto por los universitarios vinculados a Viaux, lo secuestraba.

Valenzuela había pedido dinero, armas y municiones a Wimert para llevar a cabo el secuestro de Schneider, originalmente planificado para esa noche, 19 de octubre. La CIA entregó 8 a 10 granadas de gas lacrimógeno y cincuenta mil dólares a Valenzuela y Tirado. En la madrugada del 22 de octubre, seis horas antes del ataque a Schneider, la CIA entregó a Valenzuela seis subametralladoras y municiones, que habían llegado por valija diplomática. Después del asesinato de Schneider, estas armas y dinero fueron devueltos sin haber sido utilizados -un hecho que Kissinger utiliza como escudo ante cualquier posible acusación.

El segundo intento de secuestro se realizó a las 08:00 de la mañana del 22 de octubre de 1970, cuando el automóvil oficial de Schneider fue emboscado en la esquina de la avenida Américo Vespucio con Martín de Zamora por cuatro vehículos y un grupo de jóvenes rodeó el automóvil del General, destrozando con martillos los cristales traseros y la puerta lateral trasera. Los secuestradores, al percatarse de que Schneider tomaba su arma para repeler la acción, dispararon sobre él impactándolo con tres balas, y luego huyeron. Tres días más

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tarde sufre un paro cardíaco debido su gravísimo estado, falleciendo en el Hospital Militar de Santiago.

El 26 de octubre de 1970, el Presidente Eduardo Frei Montalva nombró al General Carlos Prats como Comandante en Jefe del Ejército.

Los golpistas chilenos intentaron crear un clima propicio para un golpe, originalmente a través de una secuencia de atentados terroristas, pero, al no provocar el caos deseado, acordaron, tal como también lo decidía la CIA, que la opción más factible sería secuestrar a Schneider. Al sacarlo del teatro de operaciones, se anularía el principal obstáculo para que el Ejército se decidiera a dar un golpe, al tiempo dañando la imagen de Allende y la Unidad Popular, ya que el secuestro sería atribuido a grupos de izquierda- y abriendo el pretexto ideal para que Carabineros realizaría allanamientos masivos en las poblaciones en busca de supuestas armas.

Los golpistas esperaban que se produjera un estado de conmoción nacional y violentos enfrentamientos entre izquierdistas y policías, lo cual justificaría la entrada de los militares al gobierno.

Con esta temeraria acción se da inicio a lo que sería un permanente hostigamiento al gobierno de Salvador Allende que terminará con el Golpe de Estado de Septiembre de 1973.

Conclusiones sobre la crisis

Las acciones de intervención de Estados Unidos sobre Chile en 1970 no desencadenaron un conflicto bélico entre ambos países, sino más bien un conflicto político. Ni siquiera un conflicto diplomático ya que las relaciones nunca cezaron.

La actitud del gobierno de Nixon, Kissinger la CIA y sobrepasaron los límites de la acción diplomática y no respondieron a las sugerencias del embajador norteamericano en Santiago cuando aconsejaba no tomar acciones más allá del plano político y mantener relaciones en el tono que el mismo Chile impusiera.

El asesinato de Schneider puede haber sido considerado en su momento una acción inútil, pero tuvo un efecto retardado en la realidad nacional creando un clima hostil y poco auspicioso para el gobierno popular.

El gobierno de Nixon, la CIA y las maniobras de Kissinger estuvieron presentes en muchos países marcando un estilo en la conducción de las acciones frente a su contraparte, la Unión Soviética.

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Estas intervenciones se harían evidentes en el bloqueo financiero que acusaba el gobierno popular y en acciones de fuerza como el prolongado parao de los transportistas que hizo colapsar la economía chilena.

Si bien este conflicto se enmarca en las acciones de la guerra fría entre dos bloques políticos, también puede ser visto como la acción de unos pocos hombres que en ambos países que tomaron el destino de muchos en sus manos. Las acciones no tuvieron implicancia directa sobre el pueblo estadounidense, no así sobre el pueblo chileno dado que desde 1970, y podríamos decir con precisión desde la muerte del general Schneider, los chilenos de uno y otro sector fueron afectados directa o indirectamente por espacio de veinte años.

Es difícil responder si el manejo de la crisis que desencadenaron las presiones de estados unidos pudo tener otro camino. El paulatino retiro de las empresas norteamericanas no era el camino que iba tomar Allende en su programa de gobierno. Ese hecho ocurrido en plena guerra de Vietnam cuando las utilidades del cobre eran favorables en el mercado mundial generó al menos, escozor en la economía norteamericana. El cambio de color político con que Chile se vestía ante el concierto mundial se había teñido de rojo. Las acciones de Nixon nunca se caracterizaron por la prudencia y el discurso ideológico del tercio que respaldaba al mandatario electo tampoco estaban en el tenor e la prudencia y el dialogo generando un clima adverso y de polarización extrema al interior del país.

Tal vez la circunstancia pivote en todo este episodio y que pudo haber cambiado el curso de los acontecimientos fue haber seguido las indicaciones del embajador Edward Korry de mantenerse prudentes frente al desarrollo del gobierno de Allende. Pero eso es ficción y el derrotero que tomó la historia de Chile ya la conocemos.

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Bibliografía

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