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La Isla del Doctor Moreau Por H. G. Wells

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LaIsladelDoctorMoreau

Por

H.G.Wells

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Introducción

El1defebrerode1887,elLadyVainnaufragótrascolisionarconunpeciocuandonavegabaa1°delatitudsury107°delongitudoeste.

El5deenerode1888,esdecir,oncemesesycuatrodíasdespués,mitíoEdwardPrendick,uncaballeromuyreservadoquezarpódeCallaoabordodelLadyVainyquehabíasidodadopormuerto,fuerescatadoa5°3'delatitudsury101°de longitudoesteenunpequeñobotecuyonombreera ilegible,peroquealparecerpertenecióaladesaparecidagoletaIpecacuanha.Surelatofuetanextrañoquelotomaronporloco.

Posteriormente alegó que no recordaba nada de lo ocurrido desde elmomento en que abandonó el Lady Vain. Los psicólogos de la épocadiscutieronsucasocomomuestracuriosadelapérdidadememoriaresultantedeunsobreesfuerzofísicoomental.Elrelatoqueapareceacontinuaciónfuehallado entre sus papeles por el abajo firmante, su sobrino y heredero, sinningunanotaqueindicaraexpresamenteeldeseodesupublicación.

LaúnicaislaqueseconoceenlazonaenquemitíofuerescatadoeslaisladeNoble,unpequeño islotevolcánicocompletamentedeshabitado.En1891fuevisitadoporelScorpion.Ungrupodemarinerosbajóatierrasinencontrarel menor indicio de vida, a excepción de unas curiosas mariposas blancas,algunos conejos y cerdos y unas ratas bastante peculiares. Sin embargo, nocapturaronningúnejemplar,porloquenoesposibleconfirmarelrelatoensusaspectosmásesenciales.Unavezaclaradoesteextremo,nohaymalalgunoenhacerestacuriosahistoria,comosupongoeradeseodemitío.Hayalmenosalgo que dicemucho en su favor:mi tío perdió el conocimiento cuando sehallabaaproximadamentea5°delatitudsury105°delongitudesteyvolvióaaparecerenelmismolugardelocéanooncemesesdespués.Deunamaneraodeotra,tuvoquevivirduranteeseintervalodetiempo.Alparecer,unagoletallamadaIpecacuanha,almandodeuncapitánalcohólico,JohnDavies,zarpódeÁfricaen1887,conunpumayotrosanimalesabordo,fuevistaenvariospuertos del Pacífico sur y finalmente desapareció de estos mares (con unconsiderable cargamento de copra a bordo), tras partir de Banya hacia undestino desconocido, en diciembre de 1887, fecha que coincide plenamenteconlahistoriademitío.

CharlesEdwardPRENDICK

1.ElchinchorrodelLadyVain

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Noesmi intenciónañadirnadamása loyaescritosobre ladesaparicióndelLadyVain.Comotodoelmundosabe,lanavecolisionóconunpeciodiezdíasdespuésdeabandonarCallao.Elbotesalvavidas,consietetripulantes,fueencontrado ocho días más tarde por el cañonero Mirtle, y el relato de sustremendaspenuriassehahechotanfamosocomoelaúnmásterriblecasodelMedusa.Sinembargo,me tocaahoraañadira lahistoriadelLadyVainotraigualmenteterribleyaúnmásextraña.Hastaelmomentosehacreídoqueloscuatrohombresqueviajabanenelboteperecieron,peronoescierto.

Tengo lamejorde laspruebasparahacer esta afirmación:yoeraunodeesoshombres.

Enprimerlugar,deboexplicarquenuncahubocuatrohombresenelbote;éramostres.Constans,«aquienelcapitánviosaltaralalancha»(DailyNews,17demarzo,1887),afortunadamenteparanosotrosaunquedesgraciadamenteparaél,noconsiguióalcanzarnos.Descendíaentrelamarañadecabosbajolosestays del destrozado bauprés; una cuerda se le enredó en el tobillo en elmomentodesaltaryquedóporuninstantecolgandocabezaabajo;luegocayóychocócontraunmotónounpaloqueflotabaenelagua.Remamoshaciaél,peronovolvióasaliralasuperficie.

Digo que afortunadamente para nosotros no nos alcanzó y casi podríaañadir que afortunadamente también para él, pues no teníamosmás que unpequeñobarrildeaguayunascuantasgalletasempapadas,tanrepentinahabíasidolaalarmaytanpocopreparadoestabaelbuqueparacualquiercalamidad.Pensamosquelagentedelalanchairíamejorprovista(aunquealparecernoera así) e intentamos llamarlos. No debieron de oírnos, y al día siguiente,cuandodejódelloviznar,cosaquenoocurrióhastadespuésdelmediodía,yanovimosrastrodeellos.Nopodíamosponernosenpieparamiraranuestroalrededor, a causa del cabeceo del bote. Las olas eran enormes y teníamosgrandesdificultadesparatomarlasdeproa.LosotrosdoshombresquehabíanlogradoescaparconmigoeranuntalHelmar,pasajerocomoyo,yunmarinerocuyonombredesconozco,unhombrebajito,robustoytartamudo.

Navegamosaladeriva,muertosdehambrey,desdequeseacabóelagua,atormentados por una terrible sed, por espacio de ocho días y ocho noches.Transcurrido el segundo día, el mar fue apaciguándose lentamente hastaquedarcomounespejo.Ellectoresincapazdeimaginarcómofueronaquellosocho días. Por fortuna, nada hay en sumemoria que le permita imaginarlo.Pasado el primer día apenas hablamos entre nosotros; permanecíamosinmóvilesennuestrolugar,mirandoalhorizonte,uobservando,conojoscadavez más grandes y extraviados, cómo el desánimo y la debilidad seapoderaban de nuestros compañeros. El sol era implacable. El cuarto día seterminó el agua y empezamos a pensar cosas extrañas y a decirlas con la

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mirada,hastaqueelsextodía–creo–Helmarsedecidióaexpresardevivavozloquetodosteníamosenlacabeza.Recuerdonuestrasvoces,débilesyroncas:nos acercábamosmuchounos aotrosy ahorrábamospalabras.Yomeopusecontodasmisfuerzas;preferíabarrenarelboteyquepereciéramostodosentrelostiburonesquenosseguían,perocuandoHelmardijoquesiaceptábamossupropuestapodríamosbeber,elmarinerosepusodesuparte.

Peroyonoquiseecharloasuertesy,porlanoche,elmarineronoparabadehablar conHelmar en voz baja,mientras yo permanecía sentado en la proa,con mi navaja en la mano, aunque dudo de que hubiera tenido valor paraluchar.PorlamañanaaceptélapropuestadeHelmarylanzamosalairemediopeniqueparadecidirnuestrasuerte.

Letocóalmarinero,peroeraelmásfuertedelostresynoestabadispuestoaacatarlo,demodoqueseabalanzósobreHelmar.Lucharoncuerpoacuerpohastacasiponerseenpie.YomearrastréporelsuelodelboteeintentéayudaraHelmaragarrandoalmarineroporlapierna,peroconelbalanceodelbarcoel marinero tropezó y los dos cayeron por la borda. Se hundieron comopiedras.Recuerdoquemereíymepreguntéporquémereía.

Larisaseapoderódemísinquepudieraevitarlo.

Me tumbé sobre una de las bancadas durante no sé cuánto tiempo,pensandoenque,situvieravalor,beberíaaguadelmarhastaenloquecer,paramorirrápidamente.Ymientrasestabaallítumbadoavisté,contanpocointeréscomosi fuerauncuadro,unbarcoqueavanzabahaciamídesde la líneadelcielo. A buen seguro había estado divagando durante mucho tiempo, y sinembargorecuerdoclaramentetodoloquesucedió.Recuerdoquemicabezasebalanceaba con el mar, y que el horizonte, con el barco que lo surcaba,oscilabaarribayabajo.Perotambiénrecuerdoconidénticaclaridadquetuvela impresión de estarmuerto, y pensé en la ironía de que pormuy poco nohubiesenllegadoatiempodeencontrarmeconvida.

Duranteuntiempoquesemeantojóinterminable,permanecítumbadoconlacabezaapoyadaenlabancada,contemplandolagoletaquebailabasobrelasolas. Era una pequeña embarcación, con aparejos en proa y en popa, queaparecía y desaparecía entre las aguas. Se balanceaba en creciente compás,puesnavegabaamerceddelviento.Enningúnmomentosemeocurrióllamarsuatencióny,desdequevisucostadohastaquedespertéenuncamarote,norecuerdo nada con claridad. Conservo la vaga noción de ser izado hasta lapasarela,ydeungransemblantecubiertodepecasyenmarcadoporunamatadepelorojoquemeobservabadesdelabatayola.Tambiénmeparecióentreverunacaraoscurayunosojosextraordinariosmuycercadelamía,peropenséque se trataba de una pesadilla hasta que volví a encontrarla.Creo recordarquemehicierontragarciertomejunje.Yesoestodo.

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2.Elhombrequenoibaaningunaparte

El camarote en el que desperté era pequeño y bastante desaliñado. Unhombremásbienjovenyrubio,conerizadobigotedecolorpajizoyellabioinferior caído, estaba sentado junto a mí, sosteniéndome la muñeca. Nosmiramosporespaciodeunminutosindecirunapalabra.Teníaojosgrisesyacuosos,extrañamentedesprovistosdeexpresión.

Entoncesseoyóunruidoarriba,comosiarrastrasenunacamadehierro,yelgruñidofuriosoyapagadodeungrananimal.Enesemomentoelhombrehablódenuevo.

Repitiósupregunta:

–¿Cómoseencuentraahora?

Creo que dije encontrarme perfectamente. No conseguía recordar cómohabíallegadohastaallí.Debiódeinterpretarlapreguntaenmirostro,puesnopodíaarticularpalabra.

–Loencontramosenunbote;mediomuertodehambre.ElbotesellamabaLadyVainyhabíamanchasdesangreenlaborda.

Enesemomentovimimano,flacacomounabolsadepielsuciayllenadehuesos,yentoncesrecordétodoloocurridoenelbote.

–¡Tome un poco de esto! –dijo; yme dio una sustancia helada de colorcarmesí.

Sabíaasangreymedevolviólasfuerzas.

–Tienesuertedehabersido rescatadoporunbarcoconmédicoabordo–exclamóconciertodejececeante.

–¿Québarcoeséste?–preguntédespacio,lavozroncaluegodetanlargosilencio.

–Es un pequeñomercante que viene deArica yCallao.Nunca preguntécuál fue su puerto de origen. El país de los tontos, supongo. Yo vengo deArica.Elestúpidoaquienpertenece,quetambiénessucapitán,untalDavis,haperdidosucertificadooalgoporelestilo.Yasabecómoesesagente; lellamaIpecacuanhaaestecascarón:¡nombreendiabladodondeloshaya!Pero,cuandolamarestásinunagotadeviento,seportabien.

Sereanudaronlosruidosarriba:ungruñidoyunavozhumana.Luegoseoyóotravozquedesistíadiciendo:

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–¡Malditoidiota!

–Estaba medio muerto –continuó mi interlocutor–. Lo cierto es que lefaltaba muy poco. Pero le di un brebaje. ¿Siente los brazos doloridos?Inyecciones.Haestadoinconscientedurantecasitreintahoras.

Mequedépensativo.Entoncesmedistrajoelladridodeunosperros.

–¿Podríatomaralgosólido?–pregunté.

–Graciasamí–respondióél–.Elcorderoestácociendo.

–Sí–dijeconconvicción–.Nomevendríamalunpocodecordero.

–Pero –dijo con momentánea vacilación–, yo me muero por saber quéhacíaustedsoloenesebote.

Mepareciódetectarciertoreceloensusojos.

–¡Malditosaullidos!

Salió bruscamente del camarote, y lo oí discutir acaloradamente conalguien que respondía en una especie de jerga. Parecía que aquello iba aterminarenunapelea,perocreoquemisoídosseequivocabanenesto.Luegogritóalosperrosyregresóalcamarote.

–Bien–dijodesdeelpasillo–.Estabaempezandoacontarmealgo.

LedijequemellamabaEdwardPrendickyquehabíadecididodedicarmea las ciencias naturales para huir del aburrimiento de una holgadaindependencia.Aquelloparecióinteresarle.

–Yo también me he dedicado a las ciencias. Estudié biología en launiversidad:extraíaelovariodelalombrizylaráduladelaserpiente,ycosasasí.¡Diosmío!Haceyadiezaños.Perocontinúe,continúe.Háblemedelbote.

Semostraba abiertamente complacidopor la franquezademi relato, quetransmitíenfrasesconcisas,puesmesentíaterriblementedébil,ycuandohubeterminadoretomóeltemadelascienciasnaturalesysusestudiosdebiología.LuegoempezóapreguntarmeporTottenhamCourtRoadyGowerStreet.

–¿TodavíaexisteCaplatzi?¡Quémagníficoestablecimiento!

Habíasido,eraevidente,unestudiantedemedicinadelomásnormal,ynopudoevitarhablardeloscabarets.Mecontóalgunasanécdotas.

–¡Lodejétodohacediezaños!¡Quétiempostanalegres!–exclamó–.Perocometíunaenormetontería.Memarchéantesdecumplirlosveintiuno.Ahoratodoesdiferente...

Enfin,voyaverquéestáhaciendoelinútildelcocineroconsucordero.

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Losgruñidosdearribasereanudarontanderepenteycontalfuriaquemesobresaltaron.

–¿Quéeseso?–pregunté.Perolapuertayasehabíacerrado.

Regresóalcabodeunratoconelcorderoguisado,ysuapetitosoaromamehizoolvidardeinmediatolosrugidosdelafiera.

Trasundíaenelquenohiceotracosaquedormiryalimentarme,mesentícon fuerzaspara salirde la literae irhastaelportilloacontemplarelverdemarqueseesforzabaporseguirnuestroritmo.Meparecióquelagoletacorríamásqueelviento.

Montgomery,asísellamabaeljovenrubio,volvióaentrar,ylepedíalgode ropa. Me prestó algunas cosas suyas, pues las que yo llevaba, dijo, lashabíantiradoporlaborda.

Mequedabanbastantegrandes,pueséleraaltoydepiernaslargas.

Como por casualidad comentó que el capitán estaba más que medioborracho en su camarote. Mientras aceptaba las ropas empecé a hacerlealgunaspreguntassobreeldestinodelbarco.DijoquesedirigíaaHawai,peroqueantesteníanquedejarleentierraaél.

–¿Dónde?–pregunté.

–Enunaisla...Dondevivo.Queyosepa,notienenombre.

Me miró con el labio inferior caído, y de pronto pareció tandeliberadamente bobo que comprendí que intentaba eludir mis preguntas.Tuveladiscrecióndenohacerningunamás.

3.Unrostroextraño

Al salir del camarote encontramos en la toldilla a un hombre que nosimpedíaelpaso.

Estabadepieenlaescala,deespaldasanosotros,mirandoporencimadeloscuartelesde laescotilla.Viquese tratabadeunhombredeforme,bajito,ancho,torpeyencorvado,conelcuellopeludoylacabezahundidaentreloshombros.Llevabaropadesargaazulmarinoyteníaunaespesamatadeásperopelo negro. Los perros invisibles gruñeron ferozmente y él retrocedió alinstante, rozando la mano que yo había alargado para apartarlo de mí. Sevolvióconlarapidezdeunanimal.

Lasúbitavisióndeaquelrostronegromeimpresionóprofundamentedeun

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modoquenosabríadefinir.Eraunrostroextrañamentedeformado.Laparteinferior sobresalía y recordaba vagamente a un hocico, mientras la enormebocaentreabiertamostrabalosdientesmásgrandesquejamáshabíavistoenun ser humano. Tenía los ojos inyectados en sangre, sin apenas blancoalrededor de las pupilas avellanadas. Un curioso destello de excitación leiluminabaelrostro.

–¡Malditoseas!–exclamóMontgomery–.¿Porquédiablosnotequitasdeenmedio?

Elhombreseapartósindecirpalabra.

Continué subiendo por la escala de toldilla, mirándolo instintivamente.Montgomerysedetuvounmomentoalpiedelaescala.

–Sabesqueno tienesnadaquehacer aquí –dijopausadamente–.Tu sitioestáenproa.

Elhombreseacobardó.

–No...mequerránallí–dijomuydespacio,convozroncayextraña.

–¡Notequerrán!–exclamóMontgomeryentonoamenazador–.Peroyotedigoquevayas.

Estabaapuntodeañadiralgo,perodeprontomemiróymesiguióescalaarriba. Me había detenido a medio camino, observando todavía atónito lagrotesca fealdad de aquella criatura de rostro negro. Jamás había visto unacaratanrepulsivaypococomún,yalmismotiempo,valgalacontradicción,tuvelaimpresióndehabermetopadoyaconesosrasgosygestosquetantomeasombraban.Más tarde semeocurrióquequizá lohubiesevistocuandomesubieronabordo, sibien la ideaapenasatenuó la sospechadeunencuentroprevio. Pero la posibilidad de haber visto un rostro tan singular y haberolvidadoelmomentoprecisoeraalgoqueescapabaamiimaginación.

El movimiento que hizo Montgomery para seguirme me apartó de mispensamientosymevolvíparamiraramialrededor,hacia lacubiertacorridadelapequeñagoleta.Losruidosquehabíaoídocasimehabíanpreparadoparalo que entonces vi. A decir verdad, en la vida había visto una cubierta tansucia. Estaba alfombrada por peladuras de zanahoria y restos de verdura; lacantidaddemugreeraindescriptible.Atadosconcadenasalpalomayorhabíavarios perros de caza, de aspecto espeluznante, que al verme comenzaron asaltar y a ladrar, y junto al palo demesana se encontraba un enorme pumaencerrado en una jaula de hierro, tan pequeña que el animal apenas teníaespacioparadarselavuelta.Unpocomásallá,bajolabatayoladeestribor,viunasjaulasmuygrandesllenasdeconejosy,delantedeellas,unaespeciedecajón muy pequeño donde se apretujaba una llama solitaria. Los perros

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llevabanbozalesdecuero.Unmarinerodemacradoysilenciosoquemanejabaeltimóneraelúnicoserhumanoentodalacubierta.

Las sucias y parcheadas maricangallas se habían tensado antes de quecomenzara a soplar el viento, y arriba, en la arboladura, la pequeñaembarcación parecía llevar todas sus velas desplegadas. El cielo estabadespejadoyelsolsehallabaenlamitaddesudeclivehaciaponiente;largasolasquelabrisacoronabadeespumasedeslizabananuestroritmo.Pasamosjunto al timonel, nosdirigimos al coronamientodepopay contemplamos laespumaqueformabaelaguaylasburbujasquebailabanysedesvanecíanensuestela.Mevolvíparacomprobarlaesloradelbarco.

–¿Quéesesto,unacasadefierasflotante?–pregunté.

–Esoparece–respondióMontgomery.

–¿Por qué llevan esos animales? ¿Comomercancía, o curiosidad? ¿O esqueelcapitánpiensavenderlosenlosMaresdelSur?

–Esoparece,¿verdad?–repitióMontgomery,volviéndosedenuevohacialaestela.

De pronto oímos un grito y una sarta de blasfemias procedentes de latoldilla y vimos al hombre deforme de rostro negro trepar precipitadamenteporlaescala.Unhombredeabundantepelorojo,tocadoconunagorrablanca,lepisabalostalones.Alveralprimero,losperros,queyasehabíancansadodeladrarme,sepusieronmuynerviosos,yempezaronaaullaryatirardesuscadenas.Elnegrovacilóuninstante,momentoqueelpelirrojoaprovechóparaalcanzarloyasestarleunterriblepuñetazoentrelosomóplatos.

El pobre diablo cayó como un buey abatido, rodando sobre la suciedadentrelosenfurecidosperros.Tuvosuertedequellevaranbozales.Elpelirrojolanzóungritodejúbiloysebalanceócongraveriesgodecaerhaciaatrásporlaescaladetoldillaohaciaadelantesobresuvíctima.

Cuando apareció el segundo hombre, Montgomery reaccionóviolentamente:

–¡Apóyeseahí!–lereconvino.Dosmarinerosaparecieronenelcastillodeproa.

Aullandodeunmodoextraño,elnegrorodóbajolaspatasdelosperrossinquenadieintentaraayudarle.Lasbestiashicieroncuantopodíanporatacarlo,embistiéndolo con los hocicos. Sus ágiles cuerpos grises interpretaron unarápidadanzasobrelatorpefigurapostrada.Losmarineroslosanimabancomosi deun juego se tratase.Montgomeryprofirió una airada exclamacióny sealejóporlacubiertaagrandeszancadas.Yofuitrasél.

Un segundo después, el negro se incorporó y se alejó gateando, pero

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tropezó con los obenques demayor y fue a parar contra la batayola, dondequedójadeandoymirandoalosperrosporencimadelhombro.Elpelirrojorioconsatisfacción.

–¡Mire, capitán! –dijo Montgomery, agarrando al pelirrojo del brazo –.Estonopuedeser.

YoestabadepiedetrásdeMontgomery.Elcapitándiomediavueltay lomiróconsusapagadosysolemnesojosdeborracho.

–¿Quéesloquenopuedeser?–preguntó,yluegodemiraraMontgomeryentresueñosporespaciodeunminuto,añadió–:¡Malditosmatasanos!

Sacudió bruscamente los brazos para liberarse y, tras dos infructuososintentos,hundióenlosbolsilloslospuñoscubiertosdepecas.

–Ese hombre es un pasajero –dijoMontgomery–.Le aconsejo que no lepongalasmanosencima.

–¡Al diablo! –exclamó el capitán, volviéndose bruscamente ytambaleándose en dirección a la banda–. Éste es mi barco, y hago lo quequiero–dijo.

CreoqueMontgomerydeberíahaberlodejadoenpaz,habidacuentaqueestaba borracho. Pero se limitó a ponerse un poco más pálido y siguió alcapitánhastalabatayola.

–¡Escuche,capitán!Noconsentiréqueunodemishombresseamaltratado.Desdequesubióabordonohanhechomásqueagobiarlo–dijo.

Losvaporesetílicosdejaronalcapitánsinhabladuranteunminuto.

–¡Malditosmatasanos!–fuecuantoconsiderónecesarioañadir.

ComprendíqueMontgomeryteníauntemperamentolentoyobstinado,delos que se calientan día a día hasta ponerse al rojo vio y nunca llegan aenfriarse lo suficiente para perdonar, y comprendí también que la disputaveníadeantiguo.

–Estáborracho–dije,quizáentrometiéndome–;noservirádenada.

Montgomeryfruncióellabioinferiordeunmododesagradable.

–Siempreestáborracho.¿Creeustedqueesoledaderechoaatacarasuspasajeros?

–Mi barco –comenzó el capitán, señalando a las jaulas con manotemblorosa–eraunbarcolimpio.Ymireahora.

Desdeluego,eracualquiercosamenoslimpio.

–Ylatripulación–continuóelcapitán–limpiayrespetable.

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–Ustedaccedióallevarlosanimales.

–¡Ojalánuncahubieraconocidosuislainfernal!¿Paraquédiablosquiereanimalesenuna islacomoésa?Yeseamigosuyo...Suponiendoque seaunhombre.Esun lunático.¿Quése lehabíaperdidoen lapopa?¿Ocreeustedqueestemalditobarcoleperteneceporcompleto?

–Susmarinerosnohandejadodeacosaralpobrediablodesdequesubióabordo.

–Esoesexactamenteloquees:undiablo,undiablofeo.Mishombresnolosoportan.Yonolosoporto.Nadielosoporta.Nisiquierausted.

Montgomerysediolavuelta.

–Detodosmodos,dejeenpazaesehombre–dijo,conunmovimientodecabeza.

Peroelcapitánteníaganasdepeleay,alzandolavoz,añadió:

–Sivuelveaaparecerporaquí,loharépedazos.Seloadvierto.¿Quiénesustedparadecirmeloquehedehacer?Yalehedichoquesoyelcapitándeestebarco:capitánypropietario.Aquímandoyo.AcordéllevaraunhombreyasuayudantehastaAricayallevarloderegresoconalgunosanimales.Noallevaraundiablolocoyaunestúpidomatasanos,un...

El insulto que le espetó aMontgomery carece de importancia. Vi cómoesteúltimodabaunpasohaciaadelante.

–Estáborracho–dije.El capitánvolvió a insultarlo en términos aúnmásgroseros.

–¡Cállese!–dije,volviéndomehaciaélbruscamente,pues laexpresióndeMontgomerymeindicóqueelasuntoseponíapeligroso.Miintervenciónhizoqueelchaparróncayerasobremí.

Sin embargo, me complació poner fin a aquella discusión que estaba apunto de convertirse en pelea, aun a riesgo de granjearme la enemistad delcapitánborracho.Nocreohaberoídojamástalsartadegroseríasenbocadeun hombre, y eso que he frecuentado la amistad de personajes bastanteexcéntricos.Habíaentodoelloalgoquesemehacíaintolerable,aunquesoyhombredebuencarácter.Pero,adecirverdad,enelmomentodeordenaralcapitán que se callase, olvidé que no era más que un insignificante serhumano, privado de recursos y sin haber pagado por mi pasaje, un meroaccidenteamerceddelagenerosidad(oelinterésespeculativo)delbarco.Elcapitánmelorecordóenérgicamente.Noobstante,habíaevitadounapelea.

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4.Enlaregaladelagoleta

Aquellanoche,despuésdelapuestadelsol,divisamostierraylagoletasepusoalpairo.Montgomeryanuncióquehabíallegadoasudestino.Estábamosdemasiado lejosparaapreciarcualquierdetalle.Enesemomentomeparecióuna tenuemancha azul en el inciertogris azuladodelmar.Una columnadehumocasiverticalascendíaporelcielo.

Elcapitánnoestabaenlacubiertaenesemomento.Trasdescargarsuirasobremí,habíabajadotambaleándose,ycomprendíquesemarchabaadormiren el suelo de su camarote. El piloto asumió el mando. Era el hombredemacrado y taciturno que habíamos visto al timón. También él parecíaenojadoconMontgomery.Nonoshizoelmenorcaso.

Cenamosconélenmediodeunpesadosilencio, trasvarios infructuososintentos de conversación por mi parte. Me sorprendió que los hombressintierantanpocasimpatíapormicompañeroysusanimales.Montgomerysemostrabamuyreservadoalrespectodesusintencionesconaquellascriaturasyal respecto de su propio destino, y aunque una creciente curiosidad seapoderabademí,decidínopresionarlo.

Nos quedamos hablando en la toldilla hasta que el cielo se pobló deestrellas.Salvoalgúnruidoocasionalprocedentedelcastillodeproayalgúnmovimientodelosanimales,lanocheestabaencalma.Elpuma,aovilladoenun rincón de la jaula, nos miraba con ojos brillantes. Los perros parecíandormidos.Montgomerysacóunoscigarros.

MehablódeLondresconnostalgia,haciendotodotipodepreguntassobreloscambiosquehabíantenidolugarenlaciudad.Hablabacomoalguienquehubieseamadoesavidayhubiesesidobruscaeirrevocablementeapartadodeella. Yo le conté todo tipo de chismes sobre esto y aquello. No paraba depensar en lo extraño que era y, mientras hablaba, escudriñaba su pálidosemblante en la penumbra de la lantía de bitácora situada a mis espaldas.Luegomiréhaciaelmaroscuro,entrecuyassombrasseocultabasupequeñaisla.

Se me antojaba que aquel hombre había salido de la inmensidadúnicamente para salvarme la vida. Al día siguiente saltaría por la borda ydesapareceríademiexistencia.

Inclusoencircunstanciasordinariasmehabríadadoquépensar.Peromedesconcertaba que un hombre educado viviera en una isla desconocida yportara tan extraordinario equipaje.Me sorprendí repitiendo la pregunta delcapitán.¿Paraquéquerríaalosanimales?¿Porqué,además,habíafingidoqueno eran suyos cuando le hablé de ellos por vez primera?Y luego estaba su

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ayudante, ese ser tan raro que tanto me había impresionado. Todas estascircunstancias lo rodeaban de un halo de misterio. Se agolpaban en miimaginación,dificultándomeelhabla.

A eso demedianoche nuestra conversación sobre Londres languideció ypermanecimos el uno junto al otro acodados en la batayola, contemplandocomo en sueños el silenciosomar iluminado por las estrellas, sumidos cadauno en sus propios pensamientos. Era el ambiente propicio para elsentimentalismoydecidíexpresarlemigratitud.

–Simepermitequeselodiga–dijealcabodeunrato–,mehasalvadolavida.

–Casualidad–respondió–;puracasualidad.

–Prefierodarlasgraciasaquientengoamano.

–Nose lasdéanadie.Usted tenía lanecesidadyyoel conocimiento; lepuseuna inyeccióny loalimentécomoacualquierade losespecímenesquerecojo.Estabaaburridoyconganasdehaceralgo.Siesedíahubieraestadocansadoonomehubiera gustado su cara, bueno... quién sabedónde estaríaustedahora.

Estomedesanimóunpoco.

–Detodosmodos...–comencé.

–Puracasualidad.Yaselohedicho–interrumpió–,comotodoenestavida.Sólo los tontos no se dan cuenta. ¿Por qué estoy aquí en este momento,marginado de la civilización, en lugar de vivir como un hombre feliz ydisfrutando de todos los placeres de Londres? Sencillamente, porque haceonceañosperdílacabezadurantediezminutos,unanochedeniebla.

Sedetuvo.

–¿Sí?–pregunté.

–Esoestodo.

Nosquedamoscallados.Luego,élserio.

–Hayalgoenestaluzestrelladaquesueltalalengua.Soyunestúpidoy,sinembargo,poralgunarazónmegustaríadecirle...

–Digaloquediga,puedetenerlaseguridaddequenosaldrádemí...Siesaesoaloqueserefiere.

Estabaapuntodedeciralgocuandosacudiólacabezadubitativamente.

–Déjelo –dije–. Me da igual. A fin de cuentas es mejor que cada cualguarde su secreto.Aunqueyoestuviesea la alturade suconfianza, laúnica

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gananciaseráunpocodealivio.¿Yencasocontrario...?

Mascullóalgoconindecisión.Sentíqueseencontrabaendesventaja,quelo había sorprendido en un momento de indiscreción y, a decir verdad,tampoco me intrigaba saber qué había alejado de Londres a un jovenestudiantedemedicina.Podíaimaginarlo.

Me encogí de hombros y me alejé. Una silueta oscura y silenciosa seinclinaba sobre el coronamiento de popa, contemplando las estrellas. Era elextraño ayudante deMontgomery. Lanzó unamirada rápida por encima delhombroaladvertirmimovimientoyluegovolvióaobservarelcielo.

Tal vez pueda parecer insignificante, pero para mí fue como un golpeinesperado.Laluzmáscercanaanosotroseraelfaroldeltimón.Elrostrodelacriaturasurgióporuninstantedelapenumbradepopa,quedandoiluminadoporelfarol,yvienlosojosquememirabanunpálidobrilloverdoso.

Yonosabíaporaquelentoncesquealgunaspersonastienenenlosojosunresplandorrojizo.Enesemomentomepareciódecididamenteinhumano.Esasilueta negra de ojos incandescentes echó por tierra mis pensamientos ysentimientos adultos y, por un instante, los olvidados terrores de la infanciapoblaronnuevamentemimemoria.Lasensaciónsefuetalcomohabíavenido.Latoscaynegrasiluetadeunhombre,unasiluetasinparticularimportancia,seapoyabaenelcoronamientodepopa,recortadasobrelaluzdelasestrellas.YentoncesoíqueMontgomerymehablaba.

–Creoquevoyaentrar–medijo–;sileparecebien.

Lecontestéalgoincongruente.Bajamosymediolasbuenasnochesantelapuertademicamarote.

Esanochetuvesueñosbastantedesagradables.Lalunamenguantetardóensalir.Undébil rayode luzblancay fantasmagórica entraba enmi camarote,formandouna siniestra forma en el entarimado, junto ami litera.Luego losperrossedespertaronycomenzaronlosaullidosylosladridos,demodoque,entrepesadillaypesadilla,apenaspudedormirhastaelamanecer.

5.Elhombrequenoteníaadondeir

Por lamañana temprano, la segunda trasmi recuperación y creo que lacuarta desde que fui rescatado, desperté en una confusión de sueñostumultuosos –sueños de armas ymuchedumbres enfurecidas– y escuché unroncogriteríoencubierta.Mefrotélosojosyprestéatención,sinsaberporunmomento dónde me encontraba. A continuación se oyeron pisadas de pies

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descalzos,luegounruidodeobjetospesadosquecaían,unviolentochirridoyun chasquido de cadenas. Percibí el siseo del agua al virar súbitamente elbarco;unaespumosaoladecoloramarilloverdosorompiócontraelpequeñoojodebuey.Mevestírápidamenteysubíacubierta.

Alsubirporlaescalapudeverlaampliaespaldayelpelorojodelcapitánperfilándosecontraelcielorosado–estabasaliendoelsol–ylajauladelpumagirando sobre el eje de un aparejo de fuerza instalado en la botavara demesana.Elpobreanimalparecíamuyasustadoyseagazapabaenunrincóndelajaula.

–¡Tiradlosporlaborda!–gritabaelcapitán–.¡Tiradlosporlaborda!Prontotendremosunbarcolimpio.

Me estaba cerrando el paso, por lo que me vi obligado a tocarle en elhombroparaaccederalacubierta.Sevolviósobresaltadoyretrocedióunpocoparamirarme.Nohacía faltaserunexpertoparacomprenderqueelhombretodavíaestababorracho.

–¡Hola!–dijoentonoestúpido.Luegoseleiluminaronlosojosyañadió:

–Vaya,sieselseñor...elseñor...

–Prendick–dijeyo.

–¡NadadePrendick!–espetó–.Cállese;éseessunombre.ElseñorCállese.

Erainútilcontestarle.Perolociertoesqueyonoesperabaelmovimientoque hizo a continuación. Extendió una mano hacia la pasarela, dondeMontgomery conversaba con un hombre de abundante pelo blanco, vestidoconunossuciospantalonesdefranelaazul,quealpareceracababadesubirabordo.

–Porahí,malditoseñorCállese.Porahí–rugióelcapitán.Montgomeryysuacompañantesevolvieronaloírlo.

–¿Quéquieredecir?–pregunté.

–Por ahí,maldito señorCállese.Eso es loquequierodecir.Fuerademibarco, señor Cállese. Estamos limpiando el barco. Estamos limpiando elmalditobarco.Yustedsemarcha.

Lomiré perplejo. Luego pensé que era exactamente lo que deseaba. Laperspectiva de hacer la travesía como único pasajero de aquel borrachopendencieronoeracomoparaalegrarse.MevolvíhaciaMontgomery.

–Aquí no puede quedarse –dijo secamente el acompañante deMontgomery.

–¡Quenopuedoquedarme!–exclaméhorrorizado.Teníalaexpresiónmás

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rotundaydecididaquehabíavistoenlavida.

–Mire–comencé,volviéndomehaciaelcapitán.

–¡Fuera!–dijo éste–.Estebarcono esparabestiasy caníbales; peorquebestias.

Ustedselargadeaquí,señorCállese.Sinopuedequedarseconellos,vayaaladeriva.

¡Como quiera, pero váyase! Con sus amigos. He terminado con estamalditaislaparasiempre.¡Yaestábien!

–¡PeroMontgomery!–supliqué.

Montgomery frunció el labio inferior y negó con la cabezamirando sinesperanzaalhombredelpelogris,comodiciendoquenopodíahacernadaporayudarme.

–Luegomeocuparédeusted–dijoelcapitán.

Entoncescomenzóuncuriosoaltercadoa tresbandas.Yosuplicabaa lostreshombresalternativamente;primeroalhombredelpelogrisparaquemedejase permanecer en la isla, y luego al capitán borracho para que mepermitieseseguirabordo.Inclusolesroguéalosmarineros.Montgomerynodijounapalabra;selimitóanegarconlacabeza.

–¡Ustedsemarcha!Yaselohedicho–insistíaelcapitán–.¡Aldiabloconlaley!

Aquímandoyo.

Deboconfesarque,finalmente,enmediodeunaenérgicaamenaza,semequebrólavoz.Presodeunhistéricoarrebatodeorgullo,memarchéapopayallímequedé,conlamiradaperdidaenelinfinito.

Mientrastanto,losmarinerosdesembarcabanlospaquetesylasjaulas.Unagranembarcacióncondosvelasaltercioaguardabaasotaventodelagoleta,yenellasecargabaelextrañosurtidodemercancías.Enesemomentonovilasmanosquerecogíanlospaquetes,pueselcascodelbarcoquedabaocultotraselcostadodelagoleta.

Ni Montgomery ni su acompañante me prestaron la menor atención,ocupadoscomoestabanenayudarydirigiraloscuatroocincomarinerosquedescargaban lasmercancías.Mesentíadesesperado.Enunpardeocasiones,mientrasesperabaquelascosasseresolviesenporsísolas,nopuderesistirlatentaciónde reírmedemi triste situación.Loquemásmemolestaba eranopoderdesayunar.Elhambreylafaltadeglóbulosrojoslequitanlaenterezaacualquiera.Eraconscientedequecarecíadefuerzatantoparaoponermealosdesignios del capitán como para imponerme sobre Montgomery y su

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compañero, demodo que opté por esperar pacientemente, mientras seguíantrasladando las pertenencias de Montgomery a la lancha como si yo noexistiera.

Concluidoeltrabajocomenzólapelea;mearrastraronhacialapasarelasinqueapenasofrecieraresistencia,sibienpudefijarmeenlosextrañosyoscurosrostrosdelosdoshombresqueestabanconMontgomeryenlalancha.Perolalancha estaba ya completamente cargada y se alejaba rápidamente. Divisédebajodemíunespaciodeaguaverdequeseensanchabacadavezmásytiréhaciaatráscontodasmisfuerzasparanocaerdecabeza.

Los hombres de la lancha lanzaban exclamaciones de burla, y oí queMontgomerylosinsultaba.Luego,elcapitán,elpilotoyunodelosmarinerosque loayudabanmeempujaronhaciapopa.Habían remolcadoelchinchorrodelLadyVain,queestabamediollenodeagua,sinremosniprovisiones.Meneguéasubirabordoymetumbéencubierta.Finalmente,mebajaronporunacuerda,puesnoteníanescaladepopa;luegocortaronlacuerdaymedejaronaladeriva.

Mealejabalentamentedelagoleta.Viconestuporquetodaslasmanosseocupaban del aparejo y, despacio pero con seguridad, la goleta viró en ladireccióndelviento,quehinchabayondeabalasvelas.Mequedémirandoelmaltrecho costado de la goleta, que se escoraba abruptamente hacia mí.Finalmentedesapareciódemicampovisual.

Nomevolvíparamirarla.Alprincipioapenasdabacréditoaloocurrido.Permanecí encogido en el suelo del chinchorro, atontado y con la miradaperdidaenelmartranquilocomounabalsadeaceite.Entoncescomprendíquevolvíaamipequeñoinfierno,estavezmedioempapado.Miréhaciaatrás,porlaborda,yvialejarsealagoletayalcapitánpelirrojoburlándosedemídesdeelcoronamientodepopa;luego,volviéndomehacialaisla,vilalancha,cadavezmáspequeña,acercándosealaplaya.

De pronto comprendí claramente la crueldad demi abandono.No habíamaneradellegaratierra,amenosquetuvieralasuertedeserarrastradoporlacorriente.Además,seguíaestandomuydébiltrasmiaventuraenelbote;teníaelestómagovacíoymesentíamareado,delocontrariohabríamostradomásvalor.Rompía llorarcomonolohacíadesdequeeraniño.Las lágrimasmeresbalabanpor lasmejillas.Enunarrebatodedesesperación,golpeécon lospuñoselaguaquehabíaenelsuelo,ylaemprendíapatadasconlasparedesdelbote.LeroguéaDiosenvozaltaquemedejaramorir.

6.Lossiniestroshombresdelbote

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Peroalverqueibacompletamentealaderiva,losdelaislaseapiadaronde mí. Me deslizaba lentamente hacia el este, acercándome a la isla endiagonal, y con alivio casi histérico vi que la lancha viraba y acudía enmiayuda.Ibamuycargaday,cuandoestuvomáscerca,distinguíalacompañantedeMontgomery,elhombredepeloblancoyanchasespaldas,sentadoentrelosperrosy lascajasen lasescotasdepopa.Memiraba fijamente sinhablarnimoverse.Eltullidodelacaranegrameobservabaconigualintensidaddesdelaproa,dondeseencontrabaelpuma.Habíaotrostreshombres,extrañosydeaspecto brutal, a quienes los perros gruñían ferozmente. Montgomery, quellevabael timón,acercóla lanchahastaelchinchorro,yagarróyasegurómiamarraalacañadeltimónpararemolcarme,puesnohabíaespacioabordo.

Para entonces ya había superado mi ataque de histeria y respondí a susaludomientras se acercaba valientemente.Le dije que el chinchorro estabacasi inundado y me pasó un cubo. Al tensarse la cuerda entre las dosembarcacionesdiunasacudidahaciaatrás.

Duranteunratoestuvemuyocupadoachicandoelagua.

Cuando hube terminado de sacar toda el agua –que habían cargadointencionadamenteenelchinchorro,pueséstesehallabaenperfectoestado–pudealfinmiraralagentedelalancha.

Elhombredelpeloblancoseguíaobservándomeconinsistencia,peroconuna expresión que ahora seme antoja de perplejidad.Cuandomimirada seencontró con la suya, bajó la vista, concentrándose en el perro que teníasentadosobrelasrodillas.Eraunhombremuyfornido,comoyahedicho,defrente estrecha y rasgos muy marcados; sus ojos mostraban esa extrañaflaccidez sobre los párpados que a veces sobreviene con los años, y lascomisurasdelosgruesoslabios,caídashaciaabajo,leconferíanunaexpresióndepugnazdeterminación.Sedirigió aMontgomery en tonodemasiadobajopara que pudiera oírlo. Desplacé la mirada hacia sus tres hombres. ¡Quéextrañatripulaciónformaban!Sólovisuscaras,perohabíaalgoenellas–nosupedecirqué–quemeprodujouncuriosoescalofrío.Losmiréfijamente,sinqueestaimpresiónmeabandonaraysinllegaraentenderquélaproducía.

En esemomentome parecieronmulatos, pero llevaban las piernas y losbrazos vendados hasta los dedos con una tela fina y sucia de color blanco.Nuncahabíavistohombrestancubiertos,ymujeressóloenOriente.Tambiénllevaban turbantes, bajo los cuales asomaban sus rostros menudos, con lamandíbula inferior prominente y los ojos brillantes. Tenían el pelo negro ylacio, casi como el de un caballo, y viéndolos sentados me pareció quesuperaban en estatura a cualquier raza de hombres conocida. Cualquiera deelloslesacabaunacabezaalhombredelpeloblanco,quemedíaporlomenos

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1,80metros.

Mástardedescubríqueningunoeramásaltoqueyo,peroteníanelcuerpoanormalmente largo y el muslo muy corto y curiosamente retorcido. Encualquier caso formaban una banda de asombrosa fealdad, y sobre suscabezas,bajo laveladeproa, asomabael rostronegrodelhombrealque lebrillabanlosojosenlaoscuridad.

Mientras los observaba, mi mirada se cruzó con la suya, y uno a unofueron apartando sus ojos de losmíos paramirarme de unmodo extraño yfurtivo.Penséquetalvezestuvieraincomodándolosycentrémiatenciónenlaislaalaquenosacercábamos.

Era llana y estaba densamente cubierta de vegetación, entre la queabundabaunaespeciedepalmeradesconocidaparamí.Desdealgúnlugardela isla,una finacolumnadevaporblancoascendía sesgadamenteporel airehasta una altura inmensa, deshilachándose luego como una pluma. Nosencontrábamos en una amplia bahía flanqueada en ambos extremos por unpequeño promontorio. La playa era de arena gris y ascendía abruptamenteformando una loma, que se alzaba unos 200metros sobre el nivel delmar,salpicadaaquíyalládeárbolesymaleza.Enmitaddelapendientehabíaunrecintodepiedracuadradoque,segúnsupedespués,estabahechoenpartedecoralyenpartedelavasolidificada.Dostechosdepajacubríanelrecinto.

Un hombre nos esperaba en la orilla. Cuando aún estábamos lejos, meparecióvislumbrarotrascriaturasdeaspectogrotescoqueseescondíanentrelos arbustos de la pendiente, pero al acercarnos no vi ni rastro de ellas. Elhombrequeaguardabaenlaorillaeradeestaturamediaycaranegroide.Teníala boca grande, sin apenas labios, los brazos extraordinariamente largos, lospiesdelgadosygrandesylasrodillashuesudas.

Estaba allí de pie, inclinado hacia adelante, sin quitarnos la vista deencima. Vestía igual que Montgomery y el hombre de pelo blanco, conpantalónychaquetadesargaazul.

Cuandonosacercamosunpocomás,empezóacorrerpor laplayadeunladoaotro,congrotescosaspavientos.AunaordendeMontgomery,loscuatrotripulantes de la lancha saltaron al agua con ademanes torpes y arriaron lasvelas.Montgomery nos condujo hasta una pequeña dársena excavada en laplaya. Entonces, el hombre que aguardaba en la orilla se nos acercóapresuradamente.Estadársena,comoyolallamo,noeraenrealidadmásqueunasimplezanjalosuficientementelargaenesafasedelamareaparacobijarlaembarcación.

Oí que la proa encallaba en la arena, alejé el chinchorro de la caña deltimónde la lanchaydesembarqué tras lanzar las amarras.Los treshombres

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vendados gatearon torpemente por la arena y procedieron de inmediato a ladescarga,ayudadosporelhombredelaplaya.Loquemásllamómiatenciónfueron sus extraños movimientos y balanceos de piernas; no es que fueranrígidas, pero estaban curiosamente torcidas, como dislocadas en lasarticulaciones. Los perros seguían gruñendo, y cuando el hombre del peloblanco desembarcó con ellos, tiraron de las cadenas intentando seguir a losotrostres.

Hablabanentresíentonogutural,yelqueesperabaenlaplayaempezóacharlar con ellos agitadamente en lo queme pareció una lengua extranjera,mientras echabamanoaunospaquetes apiladosen lapopa.Creíhaberoídoantesaquellavoz,aunquenosabíadónde.Elhombredelpeloblancoseguíadepieentreeltumultodelosseisperros,dandoórdenesavozencuello.Unavezdesmontadalacañadeltimón,Montgomerydesembarcóytodossepusieronadescargarelbarco.Yoestabademasiadodébilparaayudarlos,entreelayunoylaexposiciónalsolconlacabezadesprotegida.

Elhombredelpeloblancoparecióentoncesadvertirmipresenciaysemeacercó.

–Parece que aún no ha desayunado –dijo. Sus ojos pequeños y negrosbrillaron bajo unas cejas muy pobladas–. He de pedirle disculpas por ello.Ahoraqueesnuestrohuéspeddebemoshacerquesesientacómodo,aunqueyasabequenadielohainvitado.

Memiróintensamenteycontinuó:

–Montgomery dice que es usted un hombre instruido, señor Prendick, yquesabealgodeciencias.¿Puedopreguntarlequésignificaeso?

LeexpliquéquehabíapasadoalgunosañosenelRoyalCollegeofScience,yquehabíallevadoacabociertasinvestigacionesbiológicasbajoladireccióndeHuxley.Aloírlo,enarcóligeramentelascejas.

–Estocambiaunpocolascosas,señorPrendick–dijoconunpoquitomásde respeto–. Da la casualidad de que todos los que estamos aquí somosbiólogos. Esto es, en cierto modo, una estación biológica –dijo. Y posó sumirada sobre los hombres de blanco, muy ocupados en arrastrar al puma,instalado sobre unas ruedecillas, hacia el recinto de piedra–. Al menos,Montgomeryyyo–añadió.

Yactoseguidodijo:

–Nopuedodecirlecuándopodráirsedeaquí.Estamosmuylejosdetodo.Sólovemospasarunbarcocadadocemeses.

Medejóbruscamente,subióporlaloma,pasandopordelantedelgrupo,yentróenelrecinto.LosotrosdoshombresestabanconMontgomery,apilando

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un montón de paquetes pequeños en una carretilla. La llama seguía en lalancha, con las conejeras, y los perros aún estaban atados a la bancada.Cuandoterminarondeapilarlosbultos,lostreshombresagarraronlacarretillayempezaronaarrastrarlatoneladadepesodetrásdelpuma.Montgomerysealejódeellosy,volviendohaciamí,metendiólamano.

–Mealegro,por loquemetoca.Esecapitáneraunpobreburro.Deberíahaberlefacilitadolascosas–dijo.

–Havueltoasalvarme–respondí.

–Esodepende.Prontoveráqueestaislaesunlugarinfernal,seloaseguro.Yo de usted me andaría con cuidado. Él... –vaciló, y pareció cambiar deopinión sobre lo que estaba a punto de decir–. Écheme una mano con losconejos–dijo.

Sumododeprocederconlosconejosresultómuycurioso.Memetíenelaguaconélyleayudéatransportarunadelasconejerashastalaplaya.Actoseguidoabrió lapuerta e, inclinando la cajaporunode los extremos,vertiósobrelaarenasuvivientecontenido.

Losconejos,unosveinte, cayeronunosencimadeotros.Luegodiounaspalmadasytodossedispersaroncorriendoasaltitosporlaplaya.

–¡Crecedymultiplicaos,amigosmíos!–exclamóMontgomery–.Pobladlaisla.

Hastaahoraandábamosalgoescasosdecarne.

Mientras los veía alejarse, el hombre del pelo blanco regresó con unapetacadecoñacyunasgalletas.

–Untentempié,Prendick–dijoentonoalgomásamistosoqueantes.

Yonohiceningúncomentario.Melimitéadarbuenacuentadelasgalletasmientras el hombre del pelo blanco ayudaba aMontgomery a liberar a otraveintenadeconejos.

No obstante, tres conejeras grandes fueron llevadas hasta la casa con elpuma.Elcoñacniloprobé,puessiemprehesidoabstemio.

7.Lapuertacerrada

Tal vez el lector haya comprendido lo extraño que al principio era todoparamí;además,lasituacióneraelresultadodeaventurastaninesperadas,queyanoteníacriterioparajuzgarlaextravaganciadelascosas.Seguíalallama

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playaarribahastaqueMontgomerymealcanzóparadecirmequenoentraseenelrecintodepiedra.Advertíquelajauladelpumayelmontóndepaquetesseencontrabanalaentradadelrecinto.

Mevolvíycomprobéqueyahabíanterminadodedescargarlalancha,quereposabaahoravaradaenlaplaya,yqueelhombredelpeloblancocaminabahacianosotros.SedirigióaMontgomery.

–Ahoraempiezaelproblemaconeste invitado indeseado. ¿Quévamosahacerconél?

–Sabealgodeciencias–dijoMontgomery.

–Estoy impaciente por volver al trabajo con el nuevo material –dijo elhombredelpeloblanco,señalandoconlacabezahaciaelrecintodepiedra.Seleiluminaronlosojos.

–Nomecabeduda–dijoMontgomery,enuntonoqueeracualquiercosamenoscordial.

–Nopodemosmandarloallíniperderel tiempoenconstruirleunanuevachoza.Ytampocopodemosconfiarenélporelmomento.

–Estoyensusmanos–dijeyo,quenoteníalamenorideadeloquequeríadecircon«allí».

–Yo también he pensado en ello –respondió Montgomery–. Queda mihabitaciónconpuertaalexterior.

–¡Esoes!–seapresuróadecirelanciano,mirandoaMontgomery.

Ylostresnosdirigimoshaciaelrecintodepiedra.Luegocontinuó:

–Sientoser tanmisterioso,señorPrendick,perorecuerdequenadie lohainvitado.

Nuestro establecimiento encierra un par de secretos; en realidad es unaespeciede cámaradeBarbaAzul.Nada terrible paraunhombre en su sanojuicio.Peroaúnnosabemosquiénesusted.

–Decididamente, sería estúpido si me sintiera ofendido por sudesconfianza.

Esbozóunadébilsonrisa–eraunadeesaspersonastaciturnasquesonríencon las comisuras de los labios hacia abajo– e inclinó la cabeza enreconocimiento a mi habilidad. Habíamos pasado la entrada principal delrecinto: una pesada puerta de madera con marco de hierro, ante la cual seamontonabalacargadelbarco.Alllegaralaesquinanosencontramosconunapuertapequeñaenlaquenohabíareparadohastaentonces.Elhombredelpeloblancosacóunmanojode llavesdelbolsillodesumugrientachaquetaazul,

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abriólapuertayentró.Laexpresióndesusojosylascomplicadasmedidasdeseguridaddellugar,llamaronmiatención.

Loseguíhastaunapequeñahabitación,sencilla,aunqueconfortablementeamueblada,conunapuertainteriorligeramenteentornada,quedabaaunpatioempedrado.

Montgomery la cerró de inmediato. En el rincón más oscuro de lahabitación había una hamaca y una ventana pequeña y sin cristal, protegidaporunosbarrotesdehierro,quemirabahaciaelmar.

El hombre del pelo blancome explicó que aquella seríami habitación yquelapuerta interiorsecerraríadesdefuera,«paraevitaraccidentes»,segúndijo.Señalóunatumbonaquehabíajuntoalaventanayunmontóndelibrosviejos, principalmente obras de cirugía y ediciones de los clásicos latinos ygriegos–cuyalenguanopodíaleerconfacilidad–,apiladosenunaestanteríacercadelahamaca.Saliódelahabitaciónporlapuertaexterior,comoparanotenerqueabrirdenuevolaotra.

–Normalmentecomemosaquí–dijoMontgomery;yluego,comosidudara,saliódetrásdelotro.OíquelollamabaMoreau,yenaquelmomentonocaíenlacuenta.

Luego, mientras ojeaba los libros de la estantería, me vino a la mente:¿dóndehabíaoídoyoelnombredeMoreau?

Mesentéjuntoalaventana,saquélasgalletasquemequedabanylascomíconexcelenteapetito.

Porlaventanaviaunodelosnumerososhombresdeblancoquearrastrabaunacajaporlaplaya.Luegoelmarcodelaventanaloocultódemivista.Pocodespuésoíquealguienintroducíaunallaveenlacerraduraycerrabalapuerta.Alcabodeunrato,atravésdelapuertacerrada,oíalosperros,queyahabíanllegado de la playa. No ladraban, pero olfateaban y gruñían de un modoextraño.OísusrápidaspisadasylavozdeMontgomeryapaciguándolos.

Estabamuyimpresionadoporlamisteriosadiscrecióndelosdoshombrescon respecto al contenidode aquel lugarydurante algún tiemponoparédepensarenelloyenlofamiliarquemeresultabaelnombredeMoreau.Peroasíes la memoria humana, y en ese momento no fui capaz de relacionardebidamente aquel nombre famoso. Mis pensamientos pasaron a laindescriptible rarezadelhombredeformeyenvueltoconvendasblancasquenosesperabaenlaplaya.

Jamáshabíavisto semejantes andaresnimovimientos tan extraños comolosque él hacía al arrastrar la caja.Luego recordéqueningunode ellosmehabía dirigido la palabra, aunque a todos los había sorprendidomirándome

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furtivamente en algún momento. Me preguntaba qué idioma hablarían.Parecíanmuytaciturnos,yhablabanconvocesmisteriosas.¿Quélespasaba?EntoncesrecordélamiradadeltorpeayudantedeMontgomery.

Justocuandoestabapensandoenél,entróenlahabitación.Ibavestidodeblancoytraíaunabandejaconcaféyverdurahervida.Apenaspudeevitarunestremecimientodehorrorcuandoentró,inclinándoseamablemente,ydejólabandejasobrelamesa,delantedemí.

Me quedé paralizado de asombro. Bajo sus fibrosos mechones de pelovislumbré una oreja. La vi de pronto, muy cerca de mí. ¡Tenía las orejaspuntiagudasycubiertasdeunvellofinodecolormarrón!

–Sudesayuno,señor–dijo.

Lomiréfijamentesinintentarresponderle.Sevolvióysedirigióhacialapuertamirándomeporencimadelhombrodeunmodoextraño.

Lo seguí con la mirada y, entonces, por alguna función cerebralinconsciente, me vino a la cabeza una frase: «¿Los dolores de Moreau?»¿Cómo era? Mi memoria dio un salto de diez años. «¡Los horrores deMoreau!»La frasedivagóa suantojopormicabezaduranteunmomentoyluegolavienunrótulorojoimpresosobreunpequeñofolletoamarillo,cuyalectura producía escalofríos. Lo recordé todo perfectamente. El folletoolvidadovolvióamimemoriaconasombrosanitidez.Yonoeraentoncesmásque un chaval, yMoreau debía de tener, creo, unos cincuenta años; era uneminente cirujano, conocido en los círculos científicos por su extraordinariaimaginaciónysubrutalfranquezaeneldebate.

¿Sería elmismoMoreau?Había publicado ciertos descubrimientos de lomás sorprendentes sobre la transfusión de sangre, y se sabía además queestabarealizandounavaliosalabordeinvestigaciónsobretumoresmalignos.Pero su carrera se vio súbitamente interrumpida. Tuvo que abandonarInglaterra. Un periodista consiguió entrar en su laboratorio en calidad deayudante,conlaintencióndeliberadadehacerunreportajesensacionalistay,merced a un increíble accidente –si es que realmente fue un accidente–, sutruculento folleto alcanzó notoriedad. El mismo día de su publicación, unpobreperro,desolladoymutilado,escapódellaboratoriodeMoreau.

Ocurrió durante el verano, cuando escasean las noticias, y un destacadoeditor,primodelsupuestoayudantedelaboratorio,apelóalsentidocomúndelanación.Noeralaprimeravezqueelsentidocomúnseoponíaalosmétodosdeinvestigación.Eldoctorfueexpulsadodelpaíssincontemplaciones.Quizálo mereciera, pero sigo creyendo que el tibio apoyo de sus colegas, y elabandonodequefueobjetoporpartedelcuerpodeinvestigadorescientíficos,fue algo vergonzoso. Sin embargo, algunos de sus experimentos, según el

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relatodelperiodista,erandeunacrueldaddesmesurada.Talvezhabríapodidocalmaralaopiniónpúblicaabandonandosusinvestigaciones,peroalpareceroptóporestasúltimas,comohabríahecholamayoríadelaspersonasquehansucumbidoal irresistiblehechizode la investigación.Era soltero,por loquesólodebíapensarensuspropiosintereses...

Estaba convencido de que se trataba del mismo hombre. Todo así loindicaba.

Entonces caí en la cuentade cuál era el destinodel pumayde losotrosanimales,queparaentoncesyahabíansidoencerrados,juntoconelrestodelacarga,enelrecintosituadodetrásdelacasa.Unleveycuriosoolor,elhálitodealgofamiliar,unolorquehabíapermanecidohastaahoraenelfondodemiconciencia,ocupódeprontoelprimerplanodemispensamientos.Eraeloloraantisépticodelquirófano.Oíelrugidodelpumaalotroladodelapared,yunodelosperrosgimiócomosilogolpearan.

Sinembargo,yespecialmenteparaotrohombredeciencia,lavivisecciónnoera tanhorriblecomopara justificar tantosecreto.Yporunextrañosaltomental, las orejas puntiagudas y los ojos brillantes del ayudante deMontgomeryvolvieronamíconlamásabsolutanitidez.Clavélamiradaenelmarazul,quelarefrescantebrisacubríadeespuma,ydejéqueéstosyotrosextrañosrecuerdosdelosúltimosdíascorretearanpormimente.

¿Quésignificaríatodoaquello?Unrecintocerradoenunaislasolitaria;unvivisectordemalafamayesoshombrestullidosydeformes...

8.Losalaridosdelpuma

Aesodelauna,Montgomeryinterrumpióelmardeconfusiónysospechasenquemehabíansumidomispensamientos,seguidodesugrotescoayudante,quetraíaunabandejaconpan,algunashierbasyotroscomestibles,unapetacadewhisky,unajarradeagua,tresvasosytrescuchillos.Miréconreceloalaextraña criatura y la sorprendí observándome con sus enigmáticos ojos.Montgomerydijoquecomería conmigo,peroqueMoreauestabademasiadopreocupadoconciertotrabajoynopodíaacompañarnos.

–¡Moreau!–exclaméyo–.Conozcoesenombre.

–¿Cómodiablosvaaconocerlo?–respondió–.¡Quéestúpidohesido!Nodeberíahaberledichonada.Detodosmodos,esolepermitiráintuircuálessonnuestrosmisterios.

¿Whisky?

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–No,gracias.Soyabstemio.

–¡Ojaláyolofuera!Perodenadasirvecerrarlapuertacuandoelcaballoyahasidorobado.Fueestebrebaje infernal loquemetrajoaquí.Esoyunanochedeniebla.MeconsideréafortunadocuandoMoreaumeofreciósalirdeallí.Escurioso...

–Montgomery–dijebruscamentecuandolapuertadefuerasecerró–,¿porquéesehombretienelasorejaspuntiagudas?

–¡Malditasea!–exclamóconlabocallenadecomida.Luegomemiróunmomentoyrepitió–:¿Orejaspuntiagudas?

–Sí,terminanenpunta–insistílomástranquilamenteposible,conteniendoelaliento–,ycubiertasdevellooscuroenlosbordes.

Sesirviówhiskyyaguacongranparsimonia.

–Creía...queelpelolecubríalasorejas.

–Selasvicuandoseacercóparaservirmeelcafé.Ylebrillanlosojosenlaoscuridad.

Para entonces Montgomery ya se había repuesto de la sorpresa que mipreguntahabíacausadoenél.

–Siemprehepensado–dijo, acentuando ligeramente suceceo–quehabíaalgoraroensusorejas,ajuzgarporcómolasescondía...¿Cómoeran?

Suactitudmeinducíaapensarquesuignoranciaerafingida.Sinembargo,nopodíadecirlequeeraunmentiroso.

–Depunta;bastantepequeñasypeludas,claramentepeludas.Peronosonsólolasorejas.Esehombreesunodelosseresmásextrañosquehevistoenmivida.

Desdeelrecinto,anuestrasespaldas,llegóelbrutalalaridodedolordeunanimal. Su intensidad y su volumen apuntaban al puma. Observé queMontgomeryponíamalacara.

–¿Sí?–dijo.

–¿Dóndeencontróaesacriatura?

–En... San Francisco... Reconozco que es muy feo. Y medio bobo. Norecuerdodedóndevenía.Peromeheacostumbradoaél.Losdosnoshemosacostumbrado.¿Lesorprende?

–Esantinatural–respondí–.Hayalgoenél...Nopiensequesoyfantasioso,perocuandoseacercameproduceunasensacióndesagradable,unaespeciedetensiónmuscular.Tieneuntoque...diabólico.

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Montgomeryhabíadejadodecomermientrasyohablaba.

–¡Quéraro!Amínomeloparece.

Continuócomiendoyluegoañadió:

–No tenía la menor idea. La tripulación de la goleta debió de sentir lomismo...Eraevidentequetodosestabanencontradelpobrediablo...Yavioalcapitán.

El puma aulló de nuevo, esta vez con más dolor. Montgomery maldijoentredientes.

Yoestabacasidecididoa interrogarleacercade loshombresde laplaya.Luego,elpobreanimallanzóunaseriedealaridosbrevesypenetrantes.

–Esoshombresdelaplaya,¿aquérazapertenecen?

–Unos tipos excelentes, ¿verdad? –dijo con aire distraído, enarcando lascejascuandoelanimalvolvióaaullar.

No dije nada más. Volvió a oírse un grito peor que los anteriores.Montgomerymemirócon susapagadosojosgrisesy tomóunpocomásdewhisky.Intentaballevarlaconversaciónhaciaeltemadelalcohol,asegurandoquegraciasaesomehabíasalvadolavida.Parecíaansiosoporseñalarqueledebíalavida.Lerespondídistraídamente.

Elalmuerzohabíaconcluido.ElmonstruodeformedeorejaspuntiagudasdesaparecióyMontgomeryvolvióadejarmeasolasenlahabitación.

Enningúnmomentohabía logradoocultar la irritaciónque losgritosdelpumaleproducían.Hizouncomentariosobresufaltadesangrefríaydejóqueyolointerpretaraamimanera.

Paramílosgritoseranparticularmentemolestos,ysuintensidadaumentóa medida que avanzaba la tarde. Al principio me daban lástima, pero supersistenciaacabóporsacarmedequicio.ArrojélatraduccióndeHoracioquehabíaestadoleyendoyempecéaapretarlospuños,amordermeloslabiosyadarvueltasporlahabitación.

Inclusotuvequetaparmelosoídos.

Los aullidos me resultaban cada vez más conmovedores, hasta que seconvirtieron en tan exquisita expresión de sufrimiento que se me hizoinsoportable seguir encerrado en aquella habitación. Salí al exterior, alsoñolientocalordelatardequedeclinaba,paséjuntoalaentradaprincipal–otravezcerrada,segúnvi–ydoblélaesquinadelrecinto.

Losalaridossonabanconmásfuerzaenelexterior.Parecíacomositodoeldolordelmundosehubieraconcentradoenunasolavoz.Yaunasabiendasde

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que el dolor estaba en la habitación contigua, creo que habría podidosoportarlo–almenosesohepensadodesdeentonces–dehabersidoundolormudo. Pero cuando el sufrimiento halla una voz y nos pone los nervios depunta, lacompasiónllegaaserunamolestia.Aunquelucíaunsolradianteylosverdesabanicosdelosárbolessemecíanconlarelajantebrisadelmar,elmundoeraunaconfusiónde imprecisos fantasmas rojosynegros,hastaquequedéfueradelalcancedelosruidosdelacasa.

9.Lacasadelbosque

Mealejéagrandeszancadasentrelamalezaquecubríaelpromontoriopordetrás de la casa, crucé la sombra de un denso grupo de árboles de troncosrectos, hasta queme encontré al otro lado del promontorio y descendiendohaciaun riachueloque fluíapor un angostovalle.Medetuvey escuché.Ladistancia recorrida, o lamasa de vegetación, amortiguaban cualquier sonidoprocedentedelrecinto.Elaireestabaencalma.Deprontoseoyóuncrujido,yunconejopasócorriendopordelantedemí,colinaarriba.Nosabíaquéhacerymesentéalasombra.

Era un lugar agradable. El arroyo quedaba oculto por la exuberantevegetacióndelasorillas,salvoenunpunto,dondevislumbréuntriángulodeagua brillante. A través de una neblina azul, en la otra orilla, divisé unamarañadeárbolesyenredaderas,ymásarribaelluminosoazuldelcielo.Aquíy allá una mancha blanca o carmesí revelaba la presencia de una epifitarastrera.Dejévagarlamiradasobrelaescenaduranteunratoyluegovolvíadar vueltas a las extrañas peculiaridades del ayudante deMontgomery. Perohacía demasiado calor para pensar y no tardé en sumirme de nuevo en unplacenteroestado,amediocaminoentreelsueñoylavigilia.

Despuésdenosécuántotiempomedespertóuncrujidodelamalezaenlaotraorilladelarroyo.Enunprimermomentosólovilaspuntasdeloshelechosydelascañasacunadasporelviento.Luego,derepente,algoaparecióenlaorilla.Al principio no pude distinguir lo que era. Inclinó la cabeza sobre elaguayempezóabeber.Vientoncesquesetratabadeunhombrequeandabaacuatropatas,¡comounanimal!

Iba vestido de azul; tenía la piel de color cobrizo y el pelo negro. Alparecer,unagrotescafealdaderalaprincipalcaracterísticadeloshabitantesdeaquellaisla.Hacíaruidoconloslabiosalbeber.

Me incliné hacia adelante para verlo mejor, y un trozo de lava sedesprendiójuntoamimanoycayórodandopendienteabajo.Elhombremiró

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haciaarribaconexpresiónculpableynuestrasmiradassecruzaron.Luegoseincorporóysequedóallí,pasándosetorpementelamanoporlaboca,sindejardemirarme.Suspiernasapenasmedíanlamitadqueelcuerpo.Permanecimosmirándonos desconcertados por espacio demás omenos unminuto.Luego,deteniéndoseparamiraratrásunaodosveces,seescabullóentrelasmatasquehabíaamiderecha,yelrumordelasfrondassefuedebilitandoenladistanciahastacesarporcompleto.Devezencuandomemirabafijamente.Mequedéallí sentado, mirando en la dirección de su retirada mucho después de quehubiesedesaparecido.Miperezosaserenidadsehabíaesfumado.

Mesobresaltóunruidoamisespaldasy,volviéndomebruscamente,vi lacolablancadeunconejoquecorríacuestaarriba.Mepuseenpiedeunsalto.

Laaparicióndeaquellacriaturagrotescaymedioanimalhabíapobladoderepente la calmade la tarde.Miré alrededor bastante nerviosoy lamenténollevarunarma.

Entonces caí en la cuenta de que el hombre al que acababa de ver ibavestidodeazul–noibadesnudocomounsalvaje–eintentéconvencermeamímismo de que seguramente sería un ser pacífico, aunque la ferocidad de surostronodejasetraslucirlo.

Noobstante,laapariciónmehabíatrastornado.Caminéhacialaizquierdaporlapendiente,volviendolacabezaaunoyotroladoyescrutandoentrelasramas de los árboles. ¿Por qué razón un hombre semovía a cuatro patas ybebíadirectamenteconlaboca?

Volvíaoírellamentodeunanimaly,suponiendoquesetratabadelpuma,di media vuelta y caminé en dirección diametralmente opuesta al lugar dedondeprocedíaelsonido.Estomecondujohastaelarroyo,locrucéycontinuéascendiendoentrelamaleza.

Me sobresaltó una gran mancha de color carmesí en el suelo y, alacercarme,descubríquesetratabadeuncuriosohongo,ramificadoyestriadocomo un liquen foliáceo, que al tocarlo se convertía en limo.Un pocomásallá,alasombradeunosexuberanteshelechos,meaguardabaundesagradablehallazgo:unconejomuertoyaúncaliente,conlacabezaarrancadaycubiertodemoscas.Medetuvehorrorizadoantelavisióndelasangrederramada.¡Almenosaquíyahabíanliquidadoaunodelosvisitantesdelaisla!

No presentaba otros signos de violencia. Parecía como si lo hubiesenatrapado y matado de repente. Observé el cuerpo pequeño y peludo,preguntándomecómolohabríanhecho.Elvagotemorquesehabíainstaladoenmimentedesdequevierael rostro inhumanodelhombreenelarroyosetornómásintenso.Empecéacomprenderloarriesgadodemiexpediciónentreaquellos seres desconocidos. Mi imaginación comenzaba a transformar la

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espesura a mi alrededor. Cada sombra se convertía en algo más que unasombra, en una emboscada y, cada rumor, en una amenaza. Sentí que unapresenciainvisiblemeacechaba.

Decidí regresar al recintode laplaya.Mevolví bruscamenteyme lancécon violencia, con desesperación incluso, entre los matorrales, deseoso deencontrarmedenuevoenunlugardespejado.

Me detuve justo a tiempo de evitar mi súbita aparición en el espacioabierto.Eraunaespeciedeclaroenlaselva,producidoporlacaídadeungranárbol; las plantas comenzabanya su luchaporpoblar el espaciovacíoy, unpocomásallá,ladensamarañaderamas,enredaderasserpenteantesygruposdehongosyfloresvolvíaacerrarse.Antemí,entrelosenmohecidosrestosdeunenormeárbolcaído,seocultabantresgrotescasfigurashumanasqueaúnnohabían advertidomi presencia.Una de ellas era evidentemente hembra.Losotrosdoseranhombres.Sólollevabanuntaparrabosrojoyteníanlapieldeuncolorrosadooscuro,distintaaladecualquiersalvajequehubieravistohastaentonces. Los rostros eran anchos, sin mentón, la frente hundida, y el peloescasoyerizado.Enmividahabíavistocriaturasdeaspectotanbestial.

Estabanhablando,oalmenosunodeloshombreshablabaalosotrosdos,y los tres prestaban gran atención a los crujidos que hacía al acercarme.Movían la cabeza y los hombros a uno y otro lado. Las palabras del quehablabamellegabangangosasydensas,yaunquelasoíaperfectamentenoeracapazdedistinguirloquedecía.Parecíarecitarenunacomplicadajerigonza.Luego,suvozsetornómásaguda,extendiólasmanosysepusoenpie.

Los otros comenzaron a parlotear al unísono, poniéndose igualmente enpie, extendiendo las manos y balanceándose al ritmo de su cántico. Fueentoncescuandovisuspiernas,anormalmentecortas,ylospiesdesgarbadosytorpes.Comenzaronagirarlentamente,levantandoalternativamentelospiesypateandoelsuelo,altiempoquegesticulabanconlosbrazos;algoparecidoaunamelodíafueadentrándoseenelritmodelarecitación,conunestribilloquedecíaalgoasícomo«Alula»o«Balula».Empezaronabrillarles losojosyailuminarsesushorriblesrostrosconunaexpresióndeextrañoplacer.Soltabansalivaporlasbocassinlabios.

De pronto, mientras observaba sus grotescos e indescriptibles gestos,comprendí por vez primera lo que me había ofendido, lo que me habíaproducidolacontradictoriaimpresióndeprofundaextrañezay,noobstante,derara familiaridad. Las tres criaturas que practicaban aquel misterioso ritualtenían forma humana, pero guardaban un extrañísimo parecido con algúnanimal.Peseasuformahumana,deltrozodetelaconquesecubríanydelatoscahumanidaddesucuerpo,cadaunadeaquellascriaturasllevabaimpresoensusmovimientos,en laexpresióndesus rostros,en todasupresencia,un

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parecidoirresistibleconuncerdo,unalgoporcino,lamarcainconfundibledelabestia.

Permanecí allí, abrumado por tan sorprendente descubrimiento,mientraslasmáshorriblespreguntasasaltabanmimente.Losmonstruosempezaronasaltarporlosaires,primerounoyluegoelotro,gritandoygruñendo.Unodeellosresbalóyquedóunmomentoacuatropatasantesdevolverdeinmediatoa su antigua posición. Pero ese destello transitorio de bestialidad había sidosuficiente.

Mevolvílomássigilosamentequepudey,paralizándomeporelmiedoaserdescubiertocadavezquecrujíaunaramaocrepitabaunahoja,meadentrédenuevoen laespesura.Pasómucho tiempohastaqueperdíelmiedoymeatrevíaavanzarconlibertad.

Sólo pensaba en alejarme de aquellos horribles seres, y casi no me dicuenta de queme encontraba en un sendero que discurría entre los árboles.Entonces, al cruzar un pequeño claro, descubrí con sobresalto dos torpespiernasentre los árboles,quecaminabancon sigilo aunos treintametrosdemí,enparalelo.Lacabezaylapartesuperiordelcuerpoquedabanocultastrasuna maraña de enredaderas. Me detuve bruscamente, confiando en que lacriatura no me viera. Los pies se detuvieron al mismo tiempo. Estaba tannerviosoquemecostódominarelimpulsodesalircorriendo.

Luego,escudriñandolamaleza,distinguílacabezayelcuerpodelabestiaquehabíavistobebiendoenelarroyo.Moviólacabeza.Habíaensusojosunresplandoresmeraldacuandomemiródesde lassombrasde losárboles,unaespeciedebrilloquesedesvanecióalgirarnuevamentelacabeza.Permanecióun momento inmóvil y luego, con paso silencioso, echó a correr por laespesura. En seguida desapareció entre unos arbustos. Ya no lo veía, perosentíaquesehabíadetenidoymeobservaba.

¿Quédiabloseraaquello:unanimalounhombre?¿Quéqueríademí?Yoiba desarmado; ni siquiera llevaba un palo.Huir habría sido una locura. Encualquiercaso,aquellaCosa,fueraloquefuese,notuvovalorparaatacarme.Caminéenlínearectahaciaélapretandolosdientesconfuerza.Hacíacuantopodíaporcontenerelmiedo,queparecíahelarmelaespalda.Meadentréporunauténticolaberintodearbustosaltosyfloresblancasyloviaunosveintemetros,mirándomepor encimadel hombroy sin sabermuybienquéhacer.Avancéunoodospasosmirándolefijamentealosojos.

–¿Quiéneres?–pregunté.

Intentóaguantarlamirada.

–¡No!–exclamódeprontoy,dandomediavuelta, sealejó saltandoentrelosmatorrales.Luegosevolvióymemiródenuevo.Lebrillabanlosojosbajo

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lapenumbradelosárboles.

Tenía el corazón en la boca, pero sentí que mi única oportunidad eramarcarmeunfarolycaminéhaciaélcondecisión.Perodiomediavueltayseperdióenelcrepúsculo.

Unavezmás,meparecióentreverelbrillodesusojos,yesofuetodo.

Porprimeravezcomprendíhastaquépuntopodíaafectarme loavanzadodeldía.Elsolacababadeponerse,yelbrevecrepúsculotropicalsedesvanecíaya al este del cielo, mientras la primera polilla revoloteaba en silencioalrededordemicabeza.Debíaapresurarmeavolveral recinto,amenosqueestuviese dispuesto a pasar la noche entre los desconocidos peligros de lamisteriosaselva.

La idea de regresar a ese refugio de dolor me resultaba enormementedesagradable,peropeoreralaideadesersorprendidoenmitaddelaselvaporlaoscuridadycuantoéstapudieseocultar.Dirigíunaúltimamiradahacialassombrasazulesquesehabíantragadoalaextrañacriatura,yvolvísobremispasospendienteabajoendirecciónalarroyo,pordondecreíahabervenido.

Caminaba con ansiedad, perplejo por lo sucedido, cuando llegué a unaplanicie que se extendía entre árboles dispersos. La incolora claridad quesucedealarreboldelocasose teñíadeoscuro.Elcieloazul se tornabacadavezmásprofundoy,unaauna,lasestrellashoradabanlatenueluz;loshuecosde los árbolesy lavegetación, vagamente azulesdurante el día, se tornabannegrosymisteriosos.

Seguíadelante.Elcolordesapareciódelmundo,lascopasdelosárbolesseperfilaban contra el luminoso azul del cielo, como dibujadas a tinta y, másabajo,susiluetasefundíaenunaoscuridadinforme.Losárbolesparecíanmásfinosylamalezamásabundante.

Poco después encontré un espacio desolado cubierto de arena blanca, ymásalláotraextensióndeenmarañadosarbustos.

Meatormentabaundébilcrujidoamiderecha.Alprincipiopenséqueerafrutodemiimaginación,puesencuantomedeteníatodoquedabaensilencio,salvo las copas de los árbolesmecidas por la brisa vespertina. Pero cuandoreanudabalamarchaoíaunecoamispisadas.

Mealejédelosmatorrales,procurandoavanzarporterrenomásabiertoyvolviéndomedeimprovisocadaciertotiempoparasorprenderaese«algo»(siesqueexistía),enelprecisoinstantedelanzarsesobremí.Noveíanaday,sinembargo,lasensacióndeunapresenciacercanaeracadavezmayor.Apretéelpaso y, al cabo de un rato, llegué a una pequeña loma, la crucé y girébruscamentesinapartarlamirada.Serecortabanegraynítidacontraelcielo

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oscurecido.

De pronto, un bulto informe se elevó por un instante en el horizonte ydesapareció.

Meconvencí entoncesdeque el enemigode cara rojizame acechabadenuevo.Yademáslleguéaotradesagradableconclusión:mehabíaperdido.

Desesperado y atónito, seguí adelante más deprisa, seguido por aquellafurtiva presencia. Fuera lo que fuese aquella Cosa, o no tenía valor paraatacarme o esperaba a sorprenderme en desventaja. Decidí continuar en elclaro. De vez en cuando me volvía para escuchar, hasta que llegué aconvencermedequemiperseguidorhabíaabandonadolacazaodequetodohabía sidopura invencióndemimente trastornada.Entoncesoí el ruidodelmar.Acelerélamarchahastacasiecharacorreryoíunruidoamisespaldas.

Me volví bruscamente y escruté entre los inciertos árboles. Una sombranegraparecíafundirseconotra.Escuché,conelcuerpoentensión,sinoírnadamás que el zumbido de la sangre enmis oídos. Pensé que tenía los nerviosdestrozadosyque la imaginaciónmeengañaba,ygirécondecisiónhaciaelsonidodelmar.

Al cabo de un minuto los árboles se dispersaron y me encontré en unpromontorio desprovisto de vegetación que se adentraba en las aguassombrías.Lanocheeraserenayclara,yelreflejodelacrecientemultituddeestrellas temblabaenel suavevaivéndelmar.Maradentro, el remolinoqueformabaelaguasobrelafranjadeunarrecifebrillabaconluzpálidaypropia.Diviséhaciaponientelaluzzodiacalquesefundíaconelresplandoramarillodelaestrellavespertina.Lacostaseperdíaenladistanciahacialevante,yseocultabaenponientetraslapuntadelcabo.RecordéentoncesquelaplayadeMoreauseencontrabaaloeste.

Una ramasequebróamisespaldasy luego seoyóuncrujido.Mevolvíhacia los árboles oscuros. No veía nada –o veía demasiado–. Cada formaoscura cobraba bajo aquella luz un aspecto siniestro, con su peculiarinsinuación de alerta. Me quedé inmóvil por espacio de un minuto y, actoseguido,sinapartarlavistadelosárboles,medirigíhaciaponienteparacruzarelpromontorio.Unadelassombrasalacecho,sedeslizótrasdemí.

El corazónme latía con fuerza. Divisé la amplia curva de una bahía aloesteymedetuvedenuevo.Lasombrasilenciosasedetuvoadocemetrosdemí.Unpequeñopuntoluminosobrillabaenelrecodomásalejadodelabahíay la curva gris de la playa se apreciaba débilmente bajo la tenue luz de lasestrellas.Elpuntoluminososehallabaaunostreskilómetros.Paraalcanzarlaplaya debía caminar entre los árboles, donde acechaban las misteriosassombras,yentrelosmatorrales.

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AhoraveíaalaCosaconmásclaridad.Noeraunanimal,puescaminabaerguido.

Abrílabocaconintencióndehablar,perounaflemameahogólavoz.Lointentédenuevoygrité:

–¿Quiénandaahí?

Nohuborespuesta.Avancéunpaso.LaCosanosemovió;simplementeseagazapó.

Tropecéconunapiedra.

Y esomedio una idea. Sin apartar los ojos de la formanegra que teníadelante, me agaché y cogí el trozo de roca. Pero, al moverme, la Cosa sevolvióbruscamente,comounperro,yseescabullóen laoscuridad.Recordéuntrucoinfantilcontralosperros:envolvílapiedraenmipañueloymeloatéa lamuñeca. Percibí unmovimiento entre las sombras, como si la Cosa sebatieraenretirada.Latensiónemocionalcedióderepente;unavezpuestoenfugamiadversarioyconunarmaenlamano,empecéasudaryatemblar.

Pasóalgúntiempohastaquemedecidíabajaralaplaya,entrelosárbolesy arbustos, por la ladera del promontorio. Finalmente eché a correr, y alemergerdelaespesura,oíquealguienmeperseguía.

Meentrótantomiedoqueperdílacabezayechéacorrerporlaarena.Oíaligeraspisadasquemeseguíanconsigilo.Lancéungritosalvajeyredobléelpaso.Variasformasnegras,tresocuatrovecesmásgrandesqueunconejo,seescabulleronentre losmatorrales,corriendoosaltando. Jamáspodréolvidar,mientras viva, el terror de esta persecución.Corría por la orilla delmar sindejar de oír el chapoteo de los pies que se acercaban cada vezmás. Lejos,desesperadamente lejos, brillaba la luz amarilla. La noche era oscura ytranquila. Los pies se acercaban cada vez más, chapoteando.Me faltaba elaliento,puesnoestabaenbuena forma, silbabaal soltarel airey sentíaunaprofundapunzadaenelcostado,comosimeclavasenuncuchillo.SupequelaCosamealcanzaríamuchoantesdellegaralrecintoy,jadeanteysollozando,dimediavuelta,esperéaqueseacercaraylagolpeécontodasmisfuerzas.Alhacerlo,lapiedrasaliódisparadadelahondadelpañuelo.

Aldarme lavuelta, laCosa,que ibacorriendoacuatropatas,sepusoenpie, y el proyectil le alcanzóde llenoen la sien izquierda.Seoyóun fuertechasquido craneal. El hombre–animal se me echó encima, me empujó conambasmanosysealejótambaleándosehastacaerdebrucesenelagua,dondequedótendido,sinmoverse.

Nomeatrevíaacercarmealbultonegro.Lodejéallí,enelagua,bajolasapaciblesestrellas,ydandounampliorodeoparanopasarjuntoaél,continué

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micaminohaciaelresplandoramarillodelacasa.Entonces,congranalivio,volvíaoírellastimosoquejidodelpuma,elsonidoquemehabíaimpulsadoaexplorar esa isla misteriosa. Aunque me sentía muy débil y terriblementecansado,reunítodasmisfuerzasyechéacorrerhacialaluz.Meparecióqueunavozmellamaba.

10.Lallamadadelhombre

Alacercarmealacasaviquelaluzquebrillabasalíaporlapuertaabiertade mi habitación; luego oí la voz de Montgomery que gritaba desde laoscuridadjuntoalafranjaanaranjada:

–¡Prendick!

Seguícorriendo.Al ratovolvíaoírlo.Repliquéundébil«¡hola!»ypocodespuéslleguéhastaél,tambaleándome.

–¿Dóndeestaba?–dijo,cogiéndomeporelbrazodetalmodoquelaluzdelahabitaciónmediodellenoenlacara–.Hemosestadotanocupadosquenosolvidamosdeustedhastahacecosademediahora.

Mehizoentrarenlahabitaciónymesentóenlamecedora.Estuveunratocegadoporlaluz.

–No se nos ocurrió que se iría a explorar la isla sin avisarnos –y actoseguidoañadió–:¡Estabaasustado!Pero...¿qué...?¡Hola!

Lapocafuerzaquemequedaba terminóporabandonarmey lacabezasemecayósobreelpecho.Creoqueexperimentóciertasatisfacciónaldarmeunpocodecoñac.

–¡PorelamordeDios,cierrelapuerta!–exclamé.

–Sehaencontradoconalgunasdenuestrascuriosidades,¿verdad?

Cerrólapuertayvolviójuntoamí.Nomehizopreguntas,peromesirviómás coñac y agua yme obligó a comer. Yo estaba totalmente derrumbado.Dijoalgocomoquehabíaolvidadoprevenirmeymepreguntóescuetamenteaqué hora había salido de la casa y qué había visto. Le respondí igual deescuetamente,confrasesentrecortadas.

–¡Dígamequésignificatodoesto!–dijeenunestadoquecasirayabaenlahisteria.

–Noestanterrible–respondió–.Perocreoqueyahatenidosuficienteporhoy.

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Enesemomento,elpumalanzóunfuertealaridodedolor,yMontgomerymascullóentredientes:

–¡Quemeahorquensi estonoespeorqueGowerStreet... con todos susgatos!

–Montgomery,¿quéeraloquemepersiguió?¿Unabestiaounhombre?

–Sinoduermeestanoche,mañanatendrálacabezafatal–respondió.

Mepusedepiefrenteaél.

–¿Quéeraesacosaquemehaestadosiguiendo?–pregunté.

Me miró fijamente y torció la boca. Sus ojos, que un momento antesparecíananimados,seapagarondepronto.

–Porloquecuenta–dijo–,creoqueeraunfantasma.

Sentíunaccesodecóleraquepasó tan rápidamente comovino.Medejécaerdenuevosobrelahamacaymeapretélafrenteconlasmanos.Elpumaempezódenuevo.

Montgomerysemeacercópordetrásymepusounamanoenelhombro.

–Mire,Prendick,yono tuveelmenor interés enqueustedvinieraa estaestúpida isla.Peronoes tanmalacomocree.Tiene losnerviosdestrozados.Permitaque ledéalgoque leharádormir.«Eso...»duraráhoras todavía.Loquetienequehacerahoraesdormir.

Yonorespondodenada.

Norepliqué.Meinclinéhaciaadelantecubriéndomelacaraconlasmanos.Al ratovolvióconunvasopequeño llenodeun líquidooscuro.Me lodioabeber.Lotomésinofrecerresistenciamientrasmeayudabaaacomodarmeenlahamaca.

Cuandodespertéyaestababienentradoeldía.Permanecíunratotumbado,mirandoaltecho.Observéquelasvigasestabanconstruidasconlascuadernasde un barco. Luego volví la cabeza y vi lamesa dispuesta paramí. Estabahambriento yme disponía a bajar de la hamaca cuando ésta, anticipándosecortésmente a mi intención, se dio la vuelta, depositándome en el suelo acuatropatas.

Mepuseenpieymesentéalamesa.Teníalacabezamuycargadaysólorecordaba vagamente lo ocurrido la noche anterior.La brisamatinal entrabagratamenteporlaventanasincristales, loqueunidoalacomidadespertóenmí una sensación de placer animal. Entonces la puerta que había a misespaldas –la que daba al patio interior– se abrió.Mevolví y vi el rostro deMontgomery.

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–¿Todobien?–preguntó–.Estoymuyocupado.

Y volvió a cerrar la puerta. Poco después descubrí que había olvidadocerrarlaconllave.

Rememoré la expresiónde su rostro la noche anterior, y esohizoque elrecuerdode todo lovividose reconstruyeraporsí solo.Cuandovolvíaaserpresa del temor, oí un grito procedente del interior. Pero esta vez no era elpuma.

Apartéelbocadoquemehabíallevadoaloslabiosyprestéatención.Salvoelrumordelabrisamatinal,todoerasilencio.Empecéacreerquemisoídosmehabíanengañado.

Al cabodeunbuen rato reanudémi comida,pero sindejarde aguzar eloído.

Entonces percibí algo distinto, un sonido bastante débil. Estaba sentado,como paralizado, y aunque el ruido era casi imperceptible, me conmoviómuchomásintensamentequecualquieradeloshorroresprocedentesdelotroladodelmuroquehastaelmomentohabíaoído.Estaveznocabíadudadeloquesignificabanaquellossonidossordosyentrecortados,nocabíadudadesuprocedencia;eraunquejido,interrumpidoporsollozosysuspirosdeangustia.Estaveznosetratabadeunanimal.¡Estabantorturandoaunserhumano!

Melevantéy,trascruzarlahabitacióndetreszancadas,agarréeltiradordelapuertainteriorylaabrí.

–¡Deténgase,Prendick!–gritóMontgomery.

Unaterrorizadogalgodecazagañíayseretorcíadedolor.Enelfregaderohabía sangre, sangre oscura, mezclada con sangre escarlata, y percibí elinconfundibleolordelácidofénico.Luego,atravésdeunapuertaabierta,bajola imprecisa claridadde la penumbra interior, vislumbré algodolorosamenteatado a una estructura, lleno de cicatrices, rojo y vendado. Y finalmente,borrandoestavisión,aparecióelrostrodeMoreau,pálidoyterrible.

En cuestión de segundos me agarró por el hombro con una manoensangrentada,mehizogirarsobremispiesy,levantándomecomosifueraunniño,mearrojódecabezaamihabitación.Caícuanlargoerasobreelsuelo,mientraslapuertasecerrabadegolpe,ocultandosurostroalterado.AlinstanteoíunallavequegirabaenlacerraduraylasprotestasdeMontgomery.

–¡Eltrabajodetodaunavida,arruinado!–dijoMoreau.

–Él no lo comprende –respondió Montgomery, y siguió diciendo algoinaudibleparamí.

–Ahoranotengotiempoqueperder–replicóMoreau.

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El resto no conseguí oírlo. Me levanté y me quedé allí, temblando,mientras losmás terriblespresentimientosenmimentebullían.¿Eraposiblehacerle la vivisección a un ser humano? Aquella pregunta brilló como unrelámpagoenmitaddelatormenta.Ydepronto,elvagohorrordemimentesecondensóenlanítidacomprensióndelpeligroenquemehallaba.

11.Lacazadelhombre

Conlairracionalesperanzadeescapar,mevinoalamemoriaelrecuerdode que la puerta exterior de la habitación todavía estaba abierta. Estabaconvencido, absolutamente seguro, de que Moreau estaba practicando lavivisecciónconunserhumano.Desdequeoísunombreporprimeravezhabíaintentado establecer alguna relación entre el grotesco animalismo de losisleñosylasaberracionesdeMoreau;ahoralocomprendíatodo.

Recordésusinvestigacionessobrelatransfusióndesangre.¡Lascriaturasquehabíavistoeranvíctimasdeunatrozexperimento!

Laintencióndeesosrepugnantescaballasnohabíasidootraqueretenermeydespistarmeconsusmuestrasdeconfianzaparaluegoobsequiarmeconundestino aún más terrible que la muerte, la tortura, y, tras la tortura la másterribledegradaciónque imaginarsepueda:abandonarmecomoaunabestia,comoaunalmaperdida, juntoal restode losSalvajes.Miréamialrededorbuscandounarma.Nada.Luego,enunarrebatodeinspiración,ledilavueltaalahamacaypartíelbrazodeunapatada.Quisoelazarqueunclavoquedaraenlapuntadelamadera,transformandoenpeligrosaarmaunobjetodeotromodoinofensivo.Oípasosy,sinpoderevitarlo,abrílapuerta.

Montgomeryseencontrabaamenosdeunmetroysedisponíaacerrarlapuertaconllave.

Alcélaestacaconelclavoenlapuntaylecortélacara,perodiounsaltoatrás.Trasun instantedevacilación,medi lavueltayhuia todavelocidad,doblandolaesquinadelacasa.

–¡Prendick!¡Noseaestúpido!–megritó,llenodeasombro.

Un minuto más, pensé, y estaría condenado como una cobaya.Montgomerydoblólaesquina,pueslooígritar:

–¡Prendick!

Luegoselanzóenmipersecución,sindejardegritarmientrascorría.

Esta vez corrí desaforadamente hacia el noroeste, en ángulo recto con

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respecto al camino que había tomado en mi anterior expedición. En unaocasión,mientrascorríaatodavelocidadplayaarriba,volvílacabezayviquesuayudante loacompañaba.Subí lacuestaa todaprisaymedesviéhaciaelesteporunvallerocosoflanqueadoaambosladosporlajungla.Recorrímásde un kilómetro sin parar, con una gran opresión en el pecho y el pulsolatiéndomeenlosoídos,hastaquedejédeoíraMontgomeryyasuayudante,y,albordedelagotamiento,volvísobremispasoshacia laplaya–almenos,esocreíentonces–ymetumbéalabrigodeunascañas.

Me quedé allí bastante tiempo, demasiado asustado para moverme,demasiado aterrorizado siquiera para trazar un plan de acción. El agrestepaisajequeme rodeabadormía silenciosamentebajoel solyno seoíanadasalvo el débil zumbido de unos diminutos mosquitos que me habíandescubierto. Poco después percibí un ruido sordo: el rumor del mar en laplaya.

Alcabodeaproximadamenteunahoraoí lavozdeMontgomeryquemellamabadesdemuylejos,endirecciónnorte.Esomehizopensarenmiplandeacción. Según deduje entonces, la isla sólo estaba habitada por los dosvivisectores y sus víctimas, algunas de las cuales podían sin duda serobligadas a atacarme, llegado el caso. Sabía que tanto Moreau comoMontgomery llevaban revólveres, mientras que yo, a excepción de unaendebleestacaconunclavoenlapunta,unaridículaparodiademaza,estabadesarmado.

Asípues,mequedédondeestabahastaqueempecéapensarencomidayagua.

Comprendíquemeencontrabaenunasituacióndesesperada.Nosabíaquéhacerparaencontraralgodecomer;desconocíaporcompleto labotánica, loque me impedía aprovechar cualquiera de las raíces o los frutos que allícrecían.Tampocoteníamediosparacazarlosescasosconejosquehabíaenlaisla.Cuantasmásvueltasledabaalasunto,másnegromeparecía.

Al fin, desesperado por mi situación, volví a pensar en los hombresanimalizadosconlosquemehabíaencontrado.Buscabaunaesperanzaenloquerecordabadeellos.Fuianalizandoatodos,unoporuno,esforzándomeporhallarenmimemoriacualquierindiciodeayuda.

Deprontooíelladridodeunsabuesoydescubríqueunnuevopeligromeacechaba.

Apenas me detuve a pensarlo –de lo contrario me habrían atrapado– y,aferrando al instante la estaca, salí precipitadamente de mi escondite endirecciónalsonidodelmar.

Recuerdo un matorral de plantas espinosas que se clavaban como

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cuchillos.Salídeallísangrandoyconlaropahechajirones,yaparecíjuntoaunriachueloquefluíahaciaelnorte.

Sindudarlounsegundo,memetídirectamenteenelagua,remontandolacorriente hundido hasta las rodillas. Luego salí con dificultad por la orillaoestey,conunviolentolatidoenlassienes,meescondíentreunoshelechosparaaguardareldesenlace.Oíaqueelperro–eraunosolo–seacercabay,alllegar a los espinos, se puso a ladrar. Después no oí nadamás y empecé apensarqueestabaasalvo.

Pasaronlosminutos;elsilencioseprolongó,yalfin,trasunahoraasalvo,comencéarecobrarelvalor.

Ya no me sentía aterrorizado ni desgraciado. Era como si hubiesetraspasadoellímitedelterroryladesesperación.Pensabaquemividaestabaprácticamente perdida, y eso me hacía capaz de cualquier cosa. En ciertomodo tenía ganas de encontrarme con Moreau cara a cara. Mientras ibavadeando el río pensé que si llegaba a sentirme realmente acorralado, mequedabaalmenosunavíaparaescapardeltormento:nopodríanevitarquemeahogase.Estuveapuntodehacerloenesemomento,peroelextrañodeseodever cómo terminaba la aventura, un incomprensible interés por mí mismocomoprotagonista,meloimpidió.Estirélaspiernas,entumecidasydoloridasporlosarañazosdelasplantas,yobservélosárbolesquemerodeaban;ydepronto,comosisaltasedelaverdemarañavegetal,misojosseposaronenunrostronegroquemeobservabaatentamente.

Era la simiesca criatura que aguardaba a la lancha en la playa. Estabasubidoal troncooblicuodeunapalmera.Empuñé la estacay lehice frente.Empezó a balbucear. «Tú, tú, tú...» fue lo único que logré entender en unprincipio. De pronto, saltó del árbol, apartó el follaje y me miró concuriosidad.

Aquella criatura no me produjo la misma repugnancia que los otrosSalvajes.

–Tú,enelbote–dijo.

Eraunhombre–almenos,tanhumanocomoelayudantedeMontgomery–,puestoquepodíahablar.

–Sí.Yovineenelbote.Desdeelbarco–respondí.

–¡Ah!–dijoél,yrecorrióconlamiradabrillanteeinquietamismanos,laestacaquellevaba,mispies,miropahechajironesyloscortesyarañazosqueme había hecho con los espinos. Parecía sorprendido por algo. Sus ojosvolvieron aposarse enmismanos.Entonces sacó lamanoy,muydespacio,contólosdedos:

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–Uno,dos,tres,cuatro,cinco,¿eh?

Enesemomentonoentendí loquequeríadecir.Mástardesupequegranparte de los Salvajes tenía lasmanosmalformadas, y a algunos les faltabanhasta tres dedos.No obstante, intuyendo que aquello era en ciertomodo unsaludo, hice lo mismo a modo de respuesta y él sonrió abiertamente coninmensa satisfacción. Luego, volvió a lanzar una inquietante mirada a sualrededor, efectuó un rápido movimiento y desapareció. Las frondas de loshelechos, que había mantenido apartadas durante su aparición, volvieron acerrarseconunrumordehojasfrescas.

Salícorriendotrasélymequedéatónitoalverlocolumpiarsealegrementeen una liana que colgaba de los árboles, sujetándose con un brazo delgado.Estabadeespaldasamí.

–¡Hola!–dije.

Descendiódeunsalto,girandoenelaire,ysequedódepiefrenteamí.

–¿Dóndepuedoencontrarcomida?–pregunté.

–¡Comida!–repitió–.Comidadehombre.–Ysusojosvolvieronalaliana–.Enlascabañas.

–Pero¿dóndeestánlascabañas?

–¡Ah!

–Soynuevoaquí,yasabes.

Entoncessediolavueltayempezóaandarapasoligero.Susmovimientoseranextrañamenterápidos.

–¡Ven!–dijo.

Lo seguí para ver cómo terminaba la aventura. Supuse que las cabañasserían una especie de tosco refugio donde viviría con algunos de losMonstruos.Puedequeinclusofueranpacíficos,yhubieseensusmentesalgúnresortequepudieraactivar.Aúnnosabíahastaquépuntohabíanolvidadolaherenciahumanaqueyolesatribuía.

–¿Cuántotiempollevaenestaisla?–pregunté.

–¿Cuántotiempo?–preguntó.

Y,trasrepetirlapregunta,memostrótresdedos.Elpobreerapocomenosqueidiota.

Intenté descifrar lo que había querido decir con eso, pero creo que loaburrí.Trasunpardepreguntasmás,seapartóbruscamentedemiladoydiounsaltoparacogerunfrutoquecolgabadeunárbol.Sehizoconunmanojo

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de vainas espinosas y comenzó a devorar su contenido. Lo observé consatisfacción.¡Almenoshabíaalgoconquealimentarse!

Seguí interrogándolo, pero sus respuestas eran casi siempre escuetas ynadateníanqueverconmispreguntas.Algunasteníansentido,otraseranlasrespuestasdeunloro.

Tan atento iba a todos estos detalles que apenasme fijé en qué caminoseguíamos.

Llegamosaunlugardondehabíaárbolescarbonizadosynegros,yluegoaun espacio desprovisto de vegetación y cubierto por una costra blancaamarillenta,sobrelacualcirculabaunahumaredaacrequeirritabalosojosylasfosasnasales.Anuestraderecha,porencimadeunpeñascodesnudo,diviséelmarazul.Elcaminodescendíabruscamente, serpenteandoporunangostobarrancoentredosintrincadasmasasdeescorianegruzca.

Nosadentramosporél.

Elpasajeresultabamuyoscuro,encontrasteconelresplandorcegadordelterrenosulfuroso.Lasparedesascendíanenvertical, acercándose launaa laotra.Manchasdecolorgranateyverdedesfilabanantemisojos.Miguía sedetuvodeimproviso:

–Micasa–dijo.

Y me encontré al borde de un abismo que al principio me parecióabsolutamenteoscuro.Oíruidosextrañosymefrotélosojosconlosnudillosdelamanoizquierda.

Entonces me llegó un olor desagradable, como el de la jaula de monosucia.Unpocomáslejos,larocavolvíaaabrirsesobreunapendientegradualde verdor iluminada por el sol, y a ambos lados la luz se filtraba por unaestrechaaberturahastalapenumbracentral.

12.LosRecitadoresdelaley

Algofríomerozó lamano.Mesobresaltéconviolenciay,muycercademí, vi una cosa de color rosado, lo más parecido a un niño desollado quequepaimaginar.Teníaexactamentelosrasgosdulces,aunquerepugnantes,delperezoso:lamismafrentehundidaylosmismosgestoslentos.Amedidaqueme fui acostumbrando al cambio de luz, pude distinguir más cosas a mialrededor. El perezoso me observaba atentamente y mi guía habíadesaparecido.

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El lugar era un estrecho pasillo entre altas paredes de lava, con unaaberturaensurugosacaída,y,aamboslados,montonesdepalletes,hojasdepalma en forma de abanico y cañas apoyadas contra la pared formaban unconjuntodeimpenetrables,toscasyoscurasmadrigueras.Eltortuososenderoque ascendía por el barranco apenas superaba los tres metros de ancho yestaba cubierto de fruta podrida y otros desperdicios, lo que explicaba eldesagradablehedordellugar.

La criatura rosada seguía observándome entre parpadeos cuando miHombreMonoreaparecióenlaaberturadelaguaridamáspróximaymehizoseñas invitándome a entrar. Entretanto un monstruo desgarbado salió condificultad de uno de los agujeros del extraño callejón y se quedó allí,mirándome,consusiluetainformeperfiladasobreelbrillodelfollaje.Yonosabíaquéhacer–teníaganasdelargarmepordondehabíavenido–,masluego,decididoaproseguirlaaventura,empuñélaestacaymedeslicéporelinteriordelpequeñoymalolientecobertizoenposdemiguía.

Llegamosaunespaciosemicircular,enformademediacolmena.Contralaparedrocosadelinteriorseapilabaunagranvariedaddefrutas,cocosyotrasespecies.

Rudimentariosrecipientesdemaderaylavarodabanporelsuelo,yunodeellos yacía sobre un tosco taburete. No había lumbre. Un bulto negro einforme, sentado en el rincón más oscuro de la cabaña, me recibió con ungruñidode«¡hola!»,mientrasmiHombreMonosedeteníaenlapenumbradelapuertaymetendíauncocopartidoporlamitad.

Meacerquéhastalaotraesquinaymepuseencuclillas.Aceptéelcocoycomencéamordisquearlointentandoparecersereno,pesealterrorquesentíaya la casi insoportable oscuridad del agujero. La criatura con aspecto deperezosoaparecióen laentradade lacabaña, seguidodeotracosade rostroinexpresivoyojosbrillantesquememirabadesoslayo.

–¡Eh!–dijoelmisteriosobultoquehabíaenfrente.

–¡Es un hombre, un hombre, un hombre, un hombre vivo, como yo! –farfullómiguía.

–¡Cállate!–gritó laotravozdesde laoscuridad, lanzandoungruñido.Yoseguí mordisqueando el coco en medio de un impresionante silencio. Meesforzabaporescrutarenlaoscuridad,peronolograbadistinguirnada.

–¡Esunhombre!–repitiólavoz–.¿Vieneavivirconnosotros?

Eraunavozgrave,perohabíaenellaalgopeculiar:unaespeciedesilbidoque llamó mi atención; sin embargo, su acento inglés era asombrosamentecorrecto.

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ElHombreMonomemiróconexpectación.Comprendíquesusilencioeraunainterrogación.

–Vieneavivirconvosotros–dije.

–Esunhombre.DebeaprenderlaLey.

Comencéadistinguirentoncesunanegruramásnegraenlaoscuridad: lasilueta borrosa de un cuerpo sentado. Luego advertí que otras dos cabezasoscurecíanlaaberturadelrecinto.Agarréconfuerzamiestaca.Elbultodelaoscuridaddijoenvozmásaltayconunaespeciedesonsonete:

–Repiteestaspalabras.Nocaminarásacuatropatas;ésaeslaLey.

Mequedéperplejo.

–Repite estas palabras –insistió el Hombre Mono, y las sombras de lapuertalasrepitieronentonoamenazador.Comprendíquedebíarepetiraquellaestúpidafórmula.Y

comenzóunaceremoniaabsolutamentedemencial.

Lavozquellegabadesdelaoscuridadempezóaentonar,fraseafrase,unaespeciede letaníaquelosdemásrepetíamosalpiede la letra.Alhacerlo,sebalanceabanhacia los lados,dándosecon lasmanosen las rodillas,ydecidíseguir su ejemplo. Podría haber creído que ya estaba muerto y en el otromundo: esa oscura guarida, esas sombras grotescas, vagamente iluminadasaquíy alláporundébildestellode luz,y todosbalanceándosealunísonoycantando:

–Nocaminarásacuatropatas;ésaeslaLey.¿AcasonosomosHombres?

–Nosorberáslabebida;ésaeslaLey.¿AcasonosomosHombres?

–Nocomeráscarnenipescado;ésaeslaLey.¿AcasonosomosHombres?

–NocazarásaotrosHombres;ésaeslaLey.¿AcasonosomosHombres?

Yasí,delaprohibicióndeestosactosdelocura,pasaronalaprohibiciónde lo que entonces me parecieron las cosas más demenciales, imposibles eindecentesquenadiepuedaimaginar.

Una especie de fervor rítmico se apoderó de todos nosotros; bailábamoscadavezmásdeprisa,repitiendolaasombrosaLey.Aparentemente,lasbestiasmehabíantransmitidosuentusiasmo,mientrasenmiinteriorlarisayelascolibrabansupropiabatalla.

Recitamosunalargalistadeprohibiciones,hastaqueelcantoadoptóunanuevafórmula:

–SuyaeslaCasadelDolor.

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–SuyaeslaManoquecrea.

–SuyaeslaManoquehiere.

–SuyaeslaManoquecura.

Y así, toda otra larga sarta de palabras –en sumayoría incomprensiblesparamí–sobreÉl,quienquieraquefuese.Podríahabersupuestoquesetratabadeunsueño,perojamáshabíaoídocantarensueños.

–Suyoeselrayocegador–continuamos–.Suyoelprofundomarsalado.

Semeocurrió entonces la terrible ideadequeMoreau, tras animalizar aaquellos hombres, había infectado sus cerebros enanos con una especie dedeificacióndesímismo.Sinembargo,laconcienciadelosdientesblancosylas poderosas garras que me rodeaban era demasiado intensa para dejar decantar.

–Suyassonlasestrellasdelcielo.

Porfinconcluyóelcanto.LacaradelHombreMonobrillabadesudory,ahora quemis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad, apreciémásclaramenteelbultodel rincón,dedondevenía lavoz.Eradel tamañodeunhombre, pero parecía cubierto de pelo gris, como un skye terrier. ¿Qué eraaquello? ¿Qué eran todos ellos? Imagínenme allí, rodeado por las criaturasmáshorribles,tullidasyfanáticasquequepaconcebir,ycomprenderáncómomesentíaentreaquellasgrotescascaricaturasdesereshumanos.

–¡Esunhombrede cincodedos, de cincodedos, de cincodedos... comoyo!–exclamóelHombreMono.

Extendílasmanos.Lacriaturagrisdelrincónseinclinóhaciaadelante.

–Nocaminarásacuatropatas;ésaeslaLey.¿AcasonosomosHombres?–dijo.

Y sacando una zarpa extrañamente deformada,me agarró los dedos.Eracomolapezuñadeunciervotransformadaengarra.Estuveapuntodegritardesorpresaydolor.

Acercólacabezaparaescrutarmelasuñas,bajola luzqueentrabapor laaberturadelaguarida.Entonces,conunescalofríodeasco,viquesucaranoseparecíaaladeunhombre,nialadeunabestia;noeramásqueunamasadepelogris,contresconfusasmarcasmásoscurasqueindicabanlaposicióndelabocaylosojos.

–Tieneuñaspequeñas–dijolaespantosacriatura–.Estábien.

Me soltó la mano y yo me aferré instintivamente a la estaca con másfuerza.

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–Comeraícesyhierbas.EsSuvoluntad–dijoelHombreMono.

–YosoyelRecitadordelaLey–replicólafiguragris–.AquívienentodoslosnuevosparaaprenderlaLey.MesientoenlaoscuridadyrecitolaLey.

–Asíes–añadióunadelasbestiasdesdelapuerta.

–TerribleeselcastigoparaquienesquebrantanlaLey.Nohayescapatoria.

–Nohayescapatoria–repitió lamultituddeSalvajes, lanzándosemiradasfurtivaslosunosalosotros.

–Nohayescapatoria–repitióelHombreMono–.Nolahay.¡Mira!Unavezhicealgomalo,algosin importancia.Dejédehablaryempecéachapurrear.Nadie me entendía. Y me quemaron, me marcaron la mano con un hierrocandente.¡Élesgrande;Élesbueno!

–Nohayescapatoria–proclamólacriaturadelrincón.

–Nohayescapatoria–repitieronlasbestias,mirándosedereojo.

–Porque todos deseamos el mal –continuó el recitador de la Ley–. Nosabemosloquetúdeseas.Perolosabremos.Algunosquierenperseguiralascosas que se mueven; acechar y atacar; matar y morder; morderprofundamente y succionar la sangre... Eso está mal. No cazarás a otrosHombres;ésaeslaLey.¿AcasonosomosHombres?

–Nohayescapatoria–respondióunabestiamoteadadesdelapuerta.

–Porque todos deseamos el mal –dijo el Recitador de la Ley–. Algunosarrancanlasraícesconmanosydientes,husmeanporelsuelo...Esoestámal.

–Nohayescapatoria–respondieronlosHombresdesdelapuerta.

–Algunosclavanlasgarrasenlosárboles;otrosescarbanenlastumbasdelosmuertos;algunospeleanconfrentesopiesocongarras;algunosmuerdendeprontosinquenadielesprovoque;algunosamanlasuciedad.

–Nohayescapatoria–dijoelHombreMono,rascándoselapantorrilla.

–Nohayescapatoria–repitióelPerezoso.

–Severo y cierto es el castigo; así pues, ¡aprende la Ley! Repite estaspalabras–y, sinpoderse contener iniciódenuevo la extraña letanía, y todoscomenzamosacantaryamovernosalcompás.Lacabezamedabavueltasacausadelparloteoyelhedordellugar,peroseguíadelante,conlaesperanzadeencontrarunaoportunidad.

–Nocaminarásacuatropatas.ÉsaeslaLey¿AcasonosomosHombres?

Hacíamos tanto ruido que no advertí la agitación del exterior hasta quealguien –según creí uno de los Hombres Cerdos a los que había visto

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anteriormente– asomó la cabeza por encima del Perezoso y gritó algo, congranagitación;algoquenologréentender.Todoslosqueseencontrabanalaentrada de la cabaña desaparecieron al instante. Mi Hombre Mono saliócorriendoprecipitadamente,seguidoporlacosaquehabíaestadosentadaenlaoscuridad –vi entonces que era grande y torpe y estaba cubierto de peloplateado–,ymedejaronsolo.

Antes de llegar a la salida oí el gañido de un sabueso. Al instante meencontré fuerade lacasucha,con laestacaen lamanoy temblandohasta laúltimafibrademicuerpo.

Tenía ante mí las torpes espaldas de casi una veintena de bestias, suscabezas deformes medio hundidas entre los omóplatos. Todos gesticulabancon visible agitación. Otros rostros semianimales salían de las cabañas conexpresión interrogante. Al mirar hacia donde ellos miraban divisé entre laneblina condensada bajo los árboles que se alzaban al final del pasadizo lafiguraoscurayelhorriblerostroblancodeMoreau.Llevabaconsigoaunodelossabuesos,einmediatamentedetrásveníaMontgomery,revólverenmano.

Quedéuninstanteparalizadoporelmiedo.

Dimediavueltayviqueotrabestiaenorme,decaragrisyojospequeñosybrillantes,avanzabahaciamí.Amiderecha,aunosdiezmetros,descubríunestrechoagujeroenlapareddelarocaporelquesefiltrabaunrayodeluz.

–¡Alto! –gritó Moreau mientras me acercaba hacia la grieta agrandeszancadas–.

¡Detenedlo!

Entonces, uno tras otro, todos los rostros se volvieron hacia mí. Porfortuna,susmentesanimaleseranmuylentas.

Arremetí con el hombro contra un torpe monstruo que se volvía paracomprenderaquésereferíaMoreauylolancédeunempujóncontraotrodesuscompañeros.Sentíqueintentabaatraparmeconlasmanos,sinconseguirlo.El Perezoso se abalanzó sobre mí, y le clavé la punta de la estaca en suhorrible cara. Al instante empecé a trepar por un empinado camino: unaespecie de chimenea inclinada que salía del barranco. Oí un aullido a misespaldasygritosde«¡Cogedlo!¡Detenedlo!».Elmonstruodepelogrissurgiódetrásdemí,luchandoporintroducirsuvoluminosocuerpoenlagrieta.

–¡Vamos,vamos!–gritaban.

Trepéporlaestrechahendiduradelarocayfuiadaralazonacubiertadeazufre,situadaaloestedelpobladodelasbestias.

Aquella brecha en la roca resultó de lo más oportuna, pues el angostopasadizoqueascendíaenpronunciadapendientedebiódeobstaculizarelpaso

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amisperseguidoresmáspróximos.Corríporelterrenoblancoydescendíporunapendiente, entre algunos árboles dispersos, hasta llegar a una explanadacubierta de altas cañas.Luego atravesé una zona demaleza oscura y densa,mullida bajo mis pies. Justo cuando me zambullía entre las cañas, misprimeros perseguidores salieron de la grieta. Me abrí camino entre lavegetación durante varios minutos. El aire no tardó en poblarse de gritosamenazadoresamialrededor.

Oí el barullo que hacíanmis perseguidores arriba, en la grieta; luego elcrujido de las cañas y después el chasquido ocasional de una rama alquebrarse.Algunasdeaquellascriaturasrugíancomoauténticosanimalesdepresa. Hacia la izquierda se oían los aullidos del sabueso. Los gritos deMoreauyMontgomeryprocedíandelamismadirección.Girébruscamenteala derecha.Entoncesme pareció oír la voz deMontgomery gritándome queescapara.

Latierralegamosacedíabajomispies,peroestabadesesperadoymemetíde lleno en ella, abriéndome paso con enorme dificultad, aunque avanzabaentrelasaltascañashundidohastalasrodillas.Elruidodemisperseguidoresse había desplazado hacia la izquierda. Tres extraños saltamontes de colorrosa,grandescomogatos,aparecieronderepenteantemí.Elsenderodiscurríacolinaarriba,porunnuevoespacioabiertocubiertoporunacostrablanca,yvolvíaaadentrarseenuncañaveral.

Másadelantecambiabadedirecciónydiscurríaenparaleloconelbordedeotra brecha de abruptas paredes, surgida de repente con inesperadabrusquedad,comoelfosodeunparqueinglés.Seguícorriendocontodasmisfuerzas y no vi el precipicio hasta que me encontré volando por los airescabezaabajo.

Aterricé de bruces entre unmontón de espinos yme incorporé con unaoreja desgarrada y la cara llena de sangre. Había caído en un escarpadobarranco –lleno de piedras y espinos y cubierto por una bruma que sedeslizabaamialrededorenfinasfranjas–porelqueserpenteabaunriachuelodesdecuyocentrosalía labruma.Mesorprendióquehubiesenieblaaplenosol,peronoteníatiempoparapensarennada.Torcíaladerecha,siguiendoelcursodelriachuelo,conlaesperanzadellegaralmarytenerlaposibilidaddeahogarme.Pocodespuésdescubríquehabíaperdidolaestacaenlacaída.

Elbarrancoseestrechabapormomentos,ysindarmecuentamemetíenelarroyo.

Tuve que salir de un salto porque el agua estaba casi hirviendo.Advertíentoncesqueunafinacapadeespumasulfurosafluíasobrelasuperficiedelacorriente.Casi inmediatamente, el barrancohacía un recodoque revelaba elconfusohorizonteazul.Elmar,ahoramáspróximo,reflejabalaluzdelsolen

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un sinfín de destellos. Tenía calor y estaba jadeando.Veía lamuerte cara acara.Lasangretibiameresbalabaporlacaraycorríaagradablementepormisvenas. Sentí algo más que un arrebato de júbilo ante la idea de haberdespistado a mis perseguidores. Ya no deseaba ahogarme. Miré hacia elcaminoporelquehabíallegadohastaallí.

Agucéeloído.Aexcepcióndellevezumbidodelosmosquitosyelcantode algunos insectos que saltaban entre los espinos, reinaba lamás absolutacalma. Luego oí a lo lejos el aullido de un perro, el murmullo de unaconversación,elchasquidodeunlátigoyvocesquesetornaronmásclarasysedebilitaronnuevamente.Elruidosealejócorrientearribaysedesvaneció.La caza había concluido por elmomento, pero ahora sabía hasta qué puntopodíacontarconlaayudadelosSalvajes.

13.Unaconversación

Giré de nuevo y continué hacia el mar. El arroyo termal se ensanchabahastaformarunarenalpocoprofundoycubiertodealgas,dondegrancantidaddecangrejosyotrosbichosde largoscuerposconmúltiplespatas saltabanamipaso.Caminéhasta la orilla delmar, y allíme sentí a salvo.Mevolví acontemplarlaverdeespesuraquehabíadejadoatrás,cortadacomoporuntajode humo. Pero, como digo, estaba demasiado agitado y también –algomuycierto que quizá quienes no conocen el peligro no entiendan– demasiadodesesperadoparamorir.

Pensé que aún me quedaba una oportunidad. Mientras Moreau,Montgomeryysumultituddebestiasmeperseguíanporlaisla,¿nopodíairporlacostahastaelrecinto,avanzarenparaleloaltiempoqueellosy,unavezallí,arrancarunapiedradelapared,descerrajarlapuertapequeñaybuscaruncuchilloounapistolaparahacerlesfrenteasuregreso?Encualquiercaso,eraunaoportunidaddeponerprecioamivida.

Asípues,regreséhaciaponiente,caminandoporlaorilladelmar.Elsol,yaen el ocaso,me lanzaba a los ojos sus rayos de calor cegador. La apaciblemareadelPacíficoentrabaconsuaveondulación.

Enaquellugar,lacostaseperdíaendirecciónsur,detalmodoqueelsolquedabaamiderecha.Depronto,alolejos,vifrenteamívariasfigurasquesalíandelosarbustos,unadetrásdeotra:Moreauconsusabuesogris,seguidoporMontgomeryyotrosdosmás.Medetuve.

Al verme, empezaron a gesticular y avanzaron hacia mí. Me quedéinmóvil,viendocómoseacercaban.LosdosSalvajescorríanencabezapara

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cerrarmeelpasodesde losmatorralesquehabía tierraadentro.Montgomerytambiéncorría,perodirectamentehaciamí.Moreauy losperros los seguíanmásdespacio.

Por fin reaccioné y, volviéndome hacia el mar, caminé en dirección alagua.Alprincipioapenascubría.Tuvequealejarmemásdeveintemetrosparaqueel aguame llegara a la cintura.Las criaturasmarinas se apartabanamipaso.

–¿Quéhace?–gritóMontgomery.

Conelaguaporlacinturamedilavueltaylosmiré.

Montgomery jadeaba en la orilla. Tenía el rostro congestionado por elesfuerzoyellargopelorubioalborotado.Ellabioinferiorcaídorevelabaunosdientesmuydesiguales.

DespuésllegóMoreau,conelrostroblancoeimpasibleyelperro–quenocesabadeladrarme–sujetoconunamano.Losdosllevabansendoslátigos.UnpocomáslejosestabanlosMonstruos.

–¿Quéhago?Voyaahogarme–respondí.

MontgomeryyMoreausemiraron.

–¿Porqué?–preguntóMoreau.

–Porqueesmejorquesertorturadoporustedes.

–Yaselodije–intervinoMontgomery,yMoreaucontestóalgoenvozbaja.

–¿Quélehacepensarquevoyatorturarlo?–continuóMoreau.

–Loquehevisto–respondí–.Yesosdeahí.

–¡Cállese!–dijoMoreau,levantandolamano.

–Nopiensocallarme.Anteseranhombres.¿Quésonahora?Almenosyonoserécomoellos–dije.

Miré a mis interlocutores. Un poco más allá se encontraba M'ling, elayudantedeMontgomery,conunodeloshombresqueibanenelbote.Ymásarriba,alasombradelosárboles,viamipequeñoHombreMonojuntoaotrasfigurasborrosas.

–¿Quiénessonesascriaturas?–dije,señalandohaciaellasyalzandocadavez más el tono de voz para que todos me oyeran–. Antes eran hombres,hombrescomonosotros;hombresenlosquehainstiladounasustanciabestial,hombres a los que ha esclavizado y convertido en monstruos y a los quetodavía teme. ¡Vosotrosquemeescucháis!–grité, señalandoaMoreau,paraquelosMonstruospudieranoírme–.¡Vosotrosquemeescucháis!¿Noveisque

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estoshombres todavíaos temen, sientenpavordevosotros? ¿Porqué tenéismiedodeellos?Vosotrossoismuchos.

–¡PorDios,Prendick,cállese!–exclamóMontgomery.

–¡Prendick!–gritóMoreau.

Se pusieron a gritar los dos al tiempo como si quisieran ahogarmi voz.Detrás de ellos, los sombríos rostros de losSalvajes nosmiraban fijamente,atónitos y maravillados, sus manos deformes colgando y los hombrosencorvados. Parecía –al menos eso pensé– que intentaban comprenderme,recordaralgodesupasadohumano.

Seguígritando.Apenasrecuerdoloquedecía.QuepodíanmataraMoreauy a Montgomery; que no debían temerlos. De estas y otras ideas, para miperdición, llené lacabezade lasbestias.Elhombredeojosverdesyvestidoconharapososcurosalquehabíaconocidolatardedemillegadasaliódeentrelosárboles,seguidodeotros,paraoírmemejor.

Porfinmedetuveparatomaraliento.

–Escúchemeunmomento–dijoMoreauconvozfirme–yluegodigatodoloquequiera.

–Deacuerdo–respondí.

–¡Latín, Prendick! ¡Mal latín! ¡Latín de colegial! Pero intentecomprenderlo. Hi non sunt homines, sunt animalia qui nos habemus...viviseccionado.Unprocesode transformaciónensereshumanos.Vengaa laorillayseloexplicaré.

–¡Bonita historia! –dije, riéndome–.Hablan, construyen casas y cocinan.Luegofueronhombres.Esprobablequemeacerquealaorilla.

–Unpocomás lejos de donde se encuentra ahora, el agua es profundayestállenadetiburones.

–Esoesloquequiero–respondí–.Algosúbitoyrápido.

–Espere unmomento –dijo. Se sacó un objeto brillante del bolsillo y lodejócaerasuspies–.Esunrevólvercargado.Montgomeryharálomismoconelsuyo.Ahorasubiremosporlaplayahastadondeusteddiga.Cuandoestemoslejos,vengayrecojalosrevólveres.

–¡Noloharé!Tieneotrorevólver.

–Quieroquereflexione,Prendick.Enprimerlugar,nuncaloinvitéaveniraestaisla.

En segundo lugar, de haber querido hacerle algo malo le habríamosdrogado,y en tercer lugar, ahoraqueyahapasadoelmomentodepánicoy

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puedepensarunpoco,dígame:

¿creesinceramentequeMontgomeryestanmalocomoustedimagina?Lohemosseguidoporsubien.Porquelaislaestállenade...fenómenoshostiles.¿Porquéíbamosadispararlesiustedmismosehaofrecidoaahogarse?

–¿Porquéenvió...asugenteapormícuandoestabaenlacabaña?

–Estábamos seguros de que lo alcanzaríamos y lo pondríamos a salvo.Luego,porsubienabandonamoslabúsqueda.

Meditéduranteunrato.Parecíaposible.Posteriormenterecordéalgo.

–Peroyovienelrecinto...

–Eraelpuma.

–Mire, Prendick –comenzó Montgomery–. Es usted un perfecto idiota.Salgadelagua,cojalosrevólveresyhable.Nopodríamoshacerlenadamásdeloqueleestamoshaciendoenestemomento.

Debo confesar que siempre desconfié de Moreau; le tenía miedo. Sinembargo,Montgomeryeraunhombrequemeinspirabaconfianza.

–Suban a la playa –dije, después de pensarlo un rato; y a continuaciónañadí–:Conlasmanosarriba.

–No podemos hacer eso –explicó Montgomery con un ilustrativomovimientodehombros–.Seríapocodigno.

–Entonces,súbansealosárboles,siloprefieren–respondí.

–¡Quéestúpidaceremonia!–continuóMontgomery.

Aldarselavueltaseencontraronconseisosietegrotescascriaturasque,apesar de estar allí, bajo el sol, proyectando sus sombras y moviéndose,resultabanincreíblementeirreales.Montgomerychasqueóellátigoanteellas,ycorrierona refugiarseentre losárboles.CuandoMontgomeryyMoreauseencontraban a una distancia que juzgué prudencial, salí del agua, cogí losrevólveresylosexaminé.Paraconvencermedequenosetratabadeuntruco,disparéauntrozodelavaredondoytuvelasatisfaccióndecontemplarcómolapiedrasepulverizabaylaplayasellenabadelascas.

Todavíavaciléuninstante.

–Asumiréelriesgo–dijealfin,yconunrevólverencadamanosubíporlaplayahaciaellos.

–Eso está mejor –dijo Moreau, con total sinceridad–. Su alteradaimaginaciónmehahechoperderlamejorpartedeldía.

Y con un aire de desprecio que me resultó humillante, Moreau y

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Montgomerysevolvieronyecharonaandardelantedemí.

Elgrupodebestiasqueaúnmerodeabaporallívolvióaesconderseentrelosárboles.

Paséjuntoaellosconlamayorserenidadposible.Unodeelloscomenzóaseguirme,peroretrocedióenseguidacuandoMontgomeryrestallóellátigo.Elresto permaneció en silencio, observándonos. Puede que antes fuesenanimales,perojamáshabíavistoaunanimalintentandopensar.

14.ElDoctorMoreauseexplica

–Yahora,Prendick,seloexplicarétodo–dijoeldoctorMoreauencuantohubimoscomidoybebido–.Deboconfesarqueesel invitadomásdictatorialdecuantoshetenido.Leadviertoqueésteeselúltimofavorquelehago.Lapróxima vez que amenace con suicidarse no haré nada por evitarlo, aunquesalgaperjudicado.

Sesentóenmihamacaconuncigarroamedioconsumirentreloshábilesyblancos dedos.La luz de la oscilante lámpara le caía de lleno sobre el peloblanco, mientras miraba las estrellas por la ventana.Me senté lo más lejosposible, con la mesa por medio y los revólveres a mano. Montgomery noestaba presente. No me apetecía estar con los dos en una habitación tanpequeña.

–¿Admitequeeseserhumanoviviseccionado,comoustedlollama,noesmás que el puma? –dijo Moreau. Me había llevado a visitar el horror delcuartointeriorparaquemeasegurasedequenoeraunserhumano.

–Es el puma –asentí–, que aún está vivo, pero tan lleno de cortes ymutiladocomoesperonovolveraver jamásaningúnservivo.Detodas lasvilezas...

–Esonotieneimportancia–meinterrumpióMoreau–.Ahórremealmenosesos terrores juveniles.Montgomeryera igual.Ustedadmitequese tratadelpuma.Ahora,guardesilenciomientraspronunciomileccióndefisiología.

Y entonces, enun tono soberanamente aburrido, quepoco a poco se fueanimando,comenzóaexplicarmesutrabajo.Fueclaroyconvincente.Devezen cuando ponía en su voz una nota sarcástica. Lo cierto es que sentívergüenzadenuestramutuasituación.

Lascriaturasquehabíavistonoeranhombres;nuncalohabíansido.Erananimales,animaleshumanizados,frutodelavivisección.

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–Ustedolvidaloqueunbuenvivisectorpuedehacerconlosseresvivos–dijoMoreau–.Pormiparte,noacabodeentenderporquénadiehaintentadoloqueyohehechoaquí.Claroquesehanhechoalgunosintentos:amputación,incisión de lengua, extirpaciones. Sin duda sabrá que el estrabismo puedemejorarocurarseconcirugía.

Tambiénsabráque,enelcasodelasextirpaciones,seproducentodaclasede cambios secundarios, alteraciones de las pasiones, alteraciones en lasecrecióndetejidoadiposo...

Seguroquehaoídohablardeestascosas.

–Claroquesí–dije–.Peroesashorriblescriaturassuyas...

–Cada cosa a su tiempo –interrumpió, haciendo un movimiento con lamano–.

Sóloestoyempezando.Loqueustedhavistosoncasosdealteraciónsinimportancia.Lacirugíaescapazdeobtenerresultadosmuchomejores.Puedecrear, además de destruir y transformar. Quizá haya oído hablar de unaintervención quirúrgica muy corriente a la que se recurre para reparar unanarizrota.Consisteencortar tejidodelafrente,añadirloa lanarizydejarlocicatrizarensunuevaposición.Escomounaespeciedeinjertodeunapartedelanimalenotra.Injertarmaterialreciénobtenidodeotroanimaltambiénesposible...Eselcasodelosdientes,porejemplo.Elinjertodepielyhuesoserealiza para facilitar la cicatrización. El cirujano coloca en el centro de laherida tiras de piel de otro animal, o fragmentos de hueso de una víctimareciénsacrificada.ElespolóndelgallodeHunter(puedequehayaoídohablardeello)esperfectoparaelcuellodeltoro.Ytambiénsondignasdemenciónlas ratas rinocerontes de los zuavos argelinos. Son monstruos creadosañadiéndole al hocico de una rata ordinaria un trozo de su propia cola ydejándolocicatrizarenesaposición.

–Monstruoscreados–repetíyo–.Entoncesquieredecirque...

–Sí. Las criaturas que usted ha visto son animales viviseccionados yvueltos a esculpir para darles nuevas formas. A ello, al estudio de laplasticidad de las formas vivas, he dedicadomi vida. He estudiado duranteaños ymis conocimientos han aumentado poco a poco. Veo que está ustedhorrorizadoy,sinembargo,noleestoydiciendonadanuevo.Todoestabayaenlaanatomíaprácticahaceyaaños,peronadieseatrevióaintentarlo.Noessólolaformaexteriordeunanimalloquepuedotransformar.Lafisiología,losprocesos químicos de la criatura, también pueden ser susceptibles de unatransformaciónduradera,muestradelocualsonlasvacunasyotrosmétodosdeinoculaciónconmateriavivaomuertaquesindudaleseránfamiliares.

»Otra operación similar es la transfusión de sangre, asunto con el que

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iniciémisinvestigaciones.Éstossontodosloscasosconocidos.Otrosnotanconocidos,yquizámuchomásabundantes,fueronlasoperacionesdeaquellosmédicosmedievalesquefabricabanenanos,mendigostullidosymonstruosdecirco,decuya técnicaaún seconservanciertosvestigiosen lamanipulaciónpreliminardeljovensaltimbanquiocontorsionista.VictorHugohabladeelloenElhombrequeríe...Peroquizámipropósitoesahoramáscompleto.¿Sevadandocuentadequeesposibletrasplantareltejidodeunapartedelanimalaotra,odeunanimalaotro,alterarsusreaccionesquímicasysucrecimiento,modificar las articulaciones de sus extremidades e incluso transformar suestructuramásíntima?

»Y sin embargo, esta extraordinaria rama del conocimiento nunca habíasido tratada como un fin ni de manera sistemática por los investigadoresmodernos, hasta que yo me dediqué a ello. La cirugía ha llegado a cosasparecidas en última instancia; la mayoría de los hechos similares, que yorecuerde, han sido demostrados, digamos, por accidente; por tiranos,criminales,criadoresdecaballosydeperrosytodaclasedehombrestorpeseincompetentes que trabajaban para sus propios fines inmediatos. Yo fui elprimerhombrequeabordó lacuestiónutilizando lacirugíaantisépticayconunconocimientorealmentecientíficodelasleyesdelcrecimiento.

»No obstante, cabe imaginar que este tipo de cirugía se haya practicadoantes clandestinamente. Criaturas como los hermanos siameses... Y en lascriptasdelaInquisición.Nocabedudadequesuobjetivonoerasinoelartedelatortura,peroalmenosalgunosdelosinquisidoresdebierondetenerunmínimodecuriosidadcientífica.

–Peroestascosas–dijeyo–,estosanimaleshablan.

Él dijo que así era y procedió a señalar que las posibilidades de lavivisección no terminan en la simplemetamorfosis física. A un cerdo se lepuedeeducar.Laestructuramentalesaúnmenosdeterminadaquelacorporal.La ciencia del hipnotismo, cada vez más cultivada, parece apuntar a laposibilidaddesustituirviejosinstintosinherentesporsensacionesnuevas.Dehecho,granpartedeloquellamamoseducaciónmoralesunatransformaciónartificialyunaperversióndelinstintosemejantealasobtenidasbajohipnosis;la belicosidad sedomesticay se convierte envaleroso instintode sacrificio,mientrasquelasexualidadreprimidasetransformaenemociónreligiosa.Ylagrandiferenciaentreelhombreyelmonoresideenlalaringe,segúndijo,enlaincapacidadparapronunciarcondelicadezadiferentessímbolossonorosqueactúan como soporte del pensamiento.En estono estuvede acuerdo con él,pero,nosinciertadescortesía,hizocasoomisodemiobjeción.Insistióenqueeraasíycontinuóconelrelatodesustrabajos.

Lepreguntéporquéhabíatomadocomomodeloalserhumano.Entonces

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mepareció,yaúnhoysiguepareciéndomelo,queaquellaelecciónencerrabaunaextrañaperversidad.

Confesóquetodohabíasidofrutodelacasualidad.

–Tambiénhabríapodidodedicarmeaconvertirovejasen llamasy llamasenovejas.

Supongoquelafigurahumanatienealgoqueatraealespírituartísticomásque cualquier otra forma animal. Pero no me he limitado a la creaciónhumana.Enunpardeocasiones...–sequedócallado,casiduranteunminuto–.¡Estosaños! ¡Cómohanpasado!Hoyheperdido todoundíaparasalvarleausted la vida, y ahora estoy perdiendo una hora explicándole mi punto devista.

–Pero–dijeyo–sigosincomprender.¿Cómopuedejustificareldolorquecausa?

Lo único que a mi entender podría excusar la vivisección sería algunaaplicación...

–Precisamente –interrumpió–. Pero yo soy diferente. Partimos de basesdiferentes.

Ustedesmaterialista.

–Yonosoymaterialista–comencéadeciracaloradamente.

–Para mí, sí. Porque es precisamente la cuestión del dolor lo que nosdivide.Desde elmomento en que la visión o la audición del dolor le poneenfermo, desde el momento en que su propio dolor le arrastra, desde elmomento en que el dolor es la razón fundamental de sus premisas sobre elpecado,desdeesemomento,esustedunanimal;unanimalquepiensa,conunpocomásdeclaridad,loqueunanimalsimplementesiente.Esedolor....

Anteaquelsofisma,meencogídehombrosconimpaciencia.

–¡Peroesoesunanadería!Unamenterealmenteabiertaa lasenseñanzasdelacienciadebecomprenderquees insignificante.Puedeserque,salvoeneste pequeño planeta, en esta partícula de polvo cósmico que desaparecerámuchoantesquepudiéramosalcanzarlaestrellamáspróxima,puedeser,digo,queenningúnotrolugarexistaesoquellamamosdolor.Perolasleyeshacialasquecaminamosatientas...¿Porquéexisteeldolor,enestatierra,entrelosseresvivos?

Mientras hablaba, se sacó del bolsillo una pequeña navaja, la abrió ymovió la sillaparamostrarmeelmuslo.Luego, escogiendodeliberadamenteunlugaradecuado,hundiólahojaenlapiernaylasacóinmediatamente.

–Sin duda, ya habrá visto esto antes. Duele menos que un pinchazo de

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alfiler.¿Peroquédemuestra?Lacapacidaddesentirdolornoleesnecesariaalmúsculo,yporlotantonoexiste;sólosenecesitahastaciertopuntoenlapiel,ysólodeterminadaszonasdelmuslosoncapacesdepercibireldolor.Eldolornoesmásqueunconsejeromédicoquenos informayestimula.No toda lamateria viva es capaz de sentir dolor, ni todo nervio, ni siquiera todos losnerviossensoriales.Nohayelmenoratisbodedolor,deauténticodolor,enlassensacionesdelnervioóptico.Cuandoelnervioópticoesherido,loúnicoqueve son destellos de luz, del mismo modo que una enfermedad del nervioauditivonoproducemásqueunligerozumbidoenlosoídos.Lasplantasnosientendolor; los animales inferiores, animales como la estrellademaro elcangrejo de río, es posible que no sientan dolor. Sin embargo, los hombres,cuantomásinteligentesson,másvelanporsupropiobienestarytantomenosnecesitaneseestímuloque lospreservadelpeligro. Jamásheoídohablardealgo inútil que, antes o después, la evolución no haya desterrado de laexistencia.¿Yusted?Yeldolornoesnecesario.

»Además, soy un hombremuy religioso, Prendick, como ha de ser todohombre en su sano juicio. Puede que yo crea haber visto más caminos delHacedorqueusted,porqueheseguidoSusleyes,a"mimanera",durantetodami vida, mientras que usted, según tengo entendido, se ha dedicado acoleccionarmariposas.Y le aseguroque el placer y el dolor no tienennadaque ver con el cielo o el infierno. ¡Placer y dolor! ¿Qué son sus éxtasisteológicossino lashuríesdeMahoma,peroen laoscuridad?Esta reservadehombres y mujeres agredidos por el dolor y el placer, Prendick, llevan lamarcadelabestia,lamarcadelabestiadelacualproceden.¡Dolor!Eldoloryel placer serán para nosotros una característica sólomientras nosmovamosentreelpolvo...

»Ya ve, Prendick, que he llevado a cabo esta investigación siguiendo elcursonatural de las cosas.Es el únicomodo, queyo sepa, enque sepuederealizarunainvestigacióncientífica.Hiceunapregunta,ideéunprocedimientopara obtener una respuesta, y el resultado fue una nueva pregunta. ¿Seráposibleestooseráposibleaquello?Nose imaginaloqueestosignificaparauninvestigador,lapasiónintelectualquecreceenél.

Nose imaginaelextrañodeleitequeestosdeseos intelectualesproducen.Loqueunotieneantesídejadeserunanimal,unsemejante,paraconvertirseenunproblema.¡Dolorsimpático!Todocuantosédeéllorecuerdocomoalgoqueyomismosufríahaceaños.

Yo deseaba, entonces no deseaba nada más, descubrir el límite de laplasticidaddeunaformaviviente.

–Pero–dijeyo–esoesunaaberración.

–Hasta ahora nunca me habían preocupado los aspectos éticos de la

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cuestión. El estudio de la Naturaleza vuelve al hombre tan cruel como lapropiaNaturaleza.Yoheseguidoadelantesintenerencuentanadamásquelacuestiónqueperseguía,yelmaterialhaido...acumulándoseenelinteriordeesascabañas...Hacecasionceañosquellegamosaquí,Montgomery,yoyseiscanacas.Recuerdocomosifueraayerlaverdequietuddelaislayelocéanovacíoanuestroalrededor.Parecíaqueellugarmeestabaesperando.

»Desembarcamos las provisiones y construimos la casa. Los canacasedificaronunaschozascercadelbarranco.Yoempecéa trabajaraquícon loquehabía traído.Al principiomeocurrieronunpar de cosas desagradables.Comencé con una oveja y la maté al cabo de un día por un desliz delescalpelo;cogíotraovejayladejéatadahastaquecicatrizó.Enelmomentodeterminareltrabajomeparecióbastantehumana,perocuandovolvíaverlamesentídecepcionado;semeparecíamuchoyestabaaterrorizada,yesoquesólo tenía la inteligencia de unaoveja.Cuantomás lamirabamás torpemeparecía, hasta que al final decidí liberar al monstruo de su dolor. Estosanimalessinvalor,estosbichosobsesionadosporelmiedoymovidosporeldolor, sin siquiera una chispa de espíritu de lucha para hacer frente altormento,nosirvenparacrearunserhumano.

»Luego lo intenté con un gorila y, trabajando con infinito cuidado yvenciendo dificultad tras dificultad, obtuve mi primer hombre. Lo modelédurantetodaunasemana,trabajandodíaynoche.Ensucaso,loprincipalerael cerebro: había mucho que añadir, mucho que cambiar. Una vez lo hubeterminadoylovitendidoantemí,vendadoeinmóvil,meparecióunejemplarcorriente del negroide corriente. Cuando tuve la completa seguridad de queviviría,lodejésolo,yalvolveralahabitaciónencontréaMontgomeryenunestado parecido al suyo. Había oído algunos gritos de esos que tanto lemolestaronausted.Alprincipionoconfiabaenélplenamente.

»Los canacas también sedieron cuentadeque algo raro estabapasando.Mi presencia les producía pánico. Conseguí vencer la resistencia deMontgomery,perolomásdifícilparaambosfuelograrqueloscanacasnonosabandonaran.Finalmentelohicieron,yporesoperdimoselyate.Pasémuchosdíaseducandoalabestia(yahacíatresocuatromesesquelatenía).Leenseñélos rudimentos de la lengua inglesa, ciertas nociones de cálculo e inclusoconseguíqueleyeseelalfabeto.Perosuaprendizajefuemuylento,aunquemehabíatopadoconidiotasaúnmayores.Enunprincipiosumenteeracomounahoja en blanco; no recordaba lo que había sido en el pasado. Cuando se lecuraron lascicatrices sólo lequedóalgodedoloryciertoenvaramiento;eracapazdeconversarunpoco,ylollevéaconoceraloscanacas.

»Al principio le tenían un miedo espantoso, y eso me ofendía bastante,porqueyomesentíaorgullosodeél,peroparecíatanmansoyeratanhumildeque acabaron aceptándolo y ocupándose de su educación.Aprendía deprisa;

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eramiméticoyadaptable,yseconstruyóunchamizoamijuiciomejorquelosdemásdelpoblado.Habíaentreaquellosmuchachosunaespeciedemisioneroque le enseñó a leer, o almenos a deletrear, y le inculcó ciertos conceptosmoralesbásicos.Pero,alparecer, lascostumbresde labestiadejabanmuchoquedesear.

»Me tomé unos días de descanso y, aprovechando un estado de ánimofavorable,medispuseaescribiruninformesobreelasuntoparadespertaralafisiologíainglesa.Luegomeencontréalacriaturaagazapadaenloaltodeunárbol y parloteando con dos canacas que habían estado molestándolo. Loamenacé,ledijequesuprocedererainhumano,despertéenélunsentimientode vergüenza y volví aquí dispuesto amejorar los resultados demi trabajoantesdepresentarlosenInglaterra.Yloshemejorado,pero,enciertosentido,seestáproduciendounretroceso:lasmanifestacionesderebeldíacrecendíaadía...Quierohacercosasmejores.Quieroconseguirlo.Elpuma...

»Enfin,éstaeslahistoria.Todosloscanacashanmuerto.Unocayóporlabordade la lanchayotromurióalpisarunaplantavenenosaconunaheridaqueteníaeneltalón.

Treshuyeronenelyatey,supongoyasíloespero,seahogaron.Alotro...lomataron.

Pero los he sustituido. Al principio, Montgomery no estaba dispuesto ahacernada...

–¿Quéfuedelúltimo?–preguntébruscamente–.¿Cómomurió?

–Lociertoesque,trashacervariascriaturashumanas,creéalgo...

–¿Sí?–dije.

–Lomataron.

–Nocomprendo–dije–;quieredecirque...

–Lomató, sí.Ymató tambiénaotrascriaturasqueconsiguióatrapar.Loperseguimos durante dos días. Se nos escapó por accidente. Yo no tenía lamenorintencióndedejarloenlibertad.Noestabaterminado.Noeramásqueunexperimento.

Eraunacosasinbrazosnipiernas,derostrohorrible,quesearrastrabaporelsuelocomounaserpiente.Teníamuchísimafuerzayestabaenfurecidoporel dolor. Se desplazaba girando sobre sí mismo, como una marsopa.Permanecióvariosdíasescondidoenlaselva,haciendodañoatodoelquesecruzabaensucamino,hastaqueloencontramos.

Entonces se dirigió hacia el norte de la isla y el grupo se dividió paracercarlo.

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Montgomery insistió en venir conmigo.Montgomery llevaba un rifle y,cuando lo encontramos, disparó contra él ...Después de aquellome ceñí alidealhumano,salvoenasuntosdepocamonta.

Sequedóensilencio.Yolomirabasindecirnada.–Desdehaceyaveinteaños(contandolosnuevequepaséenInglaterra)heseguidoadelanteconmitrabajo,ytodavíahayalgoentodoloquehagoquemedecepciona,algoquemedejainsatisfecho,quemedesafíaaseguirintentándolo.Avecesmesupero,otrasnoloconsigo,perosiempremequedomuylejosdealcanzarmisueño.Laformahumanaqueahoraobtengoconrelativafacilidadeságilygraciosa,ocorpulentayfuerte,perosuelotenerproblemasconlasmanosyconlasgarras,partesmuydolorosasquenomeatrevoamodelarconlibertad.

Sinembargo, es la sutil tareade reorganizacióndel cerebrodonde residemipreocupaciónprincipal.Lainteligenciademiscriaturasesincreíblementeescasa, presenta innumerables fallos y lagunas inesperadas. Pero lo másinsatisfactorio de todo es algo que no logro descubrir, algo que reside en elcontrol de las emociones, pero que no sé exactamente dónde se encuentra.Anhelos,instintos,deseosdehacerdañoalahumanidad,unaextrañareservaocultaqueestalladeprontoyllenaalacriaturadeira,deodioodetemor.

»Miscriaturasleparecieronausted,desdeelprimermomento,extrañasymisteriosas.Sin embargo, amí, justodespuésdehacerlas,meparecen seresindiscutiblemente humanos. Luego, cuando los observo, esa convicción sedesvanece.Primerounrasgoanimal, luegootro,aflorana lasuperficieymeobservan atentamente... Pero lo conseguiré. Cada vez que sumerjo a un servivoenlasardientesaguasdeldolormedigo:

"Estavezacabaréporcompletoconelanimal,estavezharéunacriaturaracional demi propia invención". Al fin y al cabo, ¿qué son diez años? Elhombrellevacienmilenlacreación.

Sequedópensativo.

–Peromeestoyacercando.Mipuma...

Ytrasunsilencioañadió:

–Vuelven a sus orígenes. En cuanto aparto mi mano de ellos, la bestiacomienzaadeslizarsesigilosamente,aafirmarsedenuevo...

Hubootrolargosilencio.

–Entonces,¿losencierraenesasguaridas?–pregunté.

–Sonellosquienessemarchan.Losechocuandoempiezoadescubrirenellosalanimal,ylociertoesquesevanallí.Temenestacasaymetemenamí.Loquehayallíesunaespeciedeparodiadelahumanidad.Montgomeryestáalcorrientedetodoloqueocurre.Haeducadoaunpardeellasparaquenos

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sirvan.Seavergüenzadeello,perocreoquehallegadoatomarciertocariñoaalgunas de estas bestias. Es asunto suyo. A mí me producen una terriblesensación de fracaso. No me intereso por ellas. Supongo que siguen lasdirectricesdelmisionerocanacayllevanunremedodevidaracional,¡pobresbestias! Hay algo a lo que llaman la Ley. Cantan himnos, construyen suspropiasguaridas, recogen frutade los árbolesy arrancanhierbas; incluso secasan.Peroyoveomásalládetodoesto,veoelinteriordesusalmasysóloencuentroelalmade lasbestias,bestiasperecederas,sucólerayeldeseodevivir y satisfacerse a sí mismas... Y sin embargo, son extrañas, complejas,como todo ser vivo. Hay una especie de creciente rivalidad en ellas, partevanidad,parte instintosexual inútil,partecuriosidadinútil.Elresultadoparamíesvanaburla.Tengoesperanzasenesepuma;hetrabajadointensamenteensucabezayensucerebro...

»Y ahora –dijo, poniéndose en pie tras un largo silencio durante el cualcada uno se sumió en sus propios pensamientos–, ¿cuál es su opinión?¿Todavíametienemiedo?

Lomiréysóloviaunhombredepeloblanco,derostropálidoydemiradatranquila.

Sinofueraporsuserenidad,poresetoquecasidebellezaqueemanabadesucalma,yporsumajestuosafigura,podríahaberpasadoinadvertidoentreuncentenardedecentesyancianoscaballeros.Entoncesmeestremecí.Aguisaderespuestaasusegundapreguntaletendíunrevólverconcadamano.

–Quédeselos –dijo con un bostezo. Se levantó, me miró un instante ysonrió–.Ha tenidousteddosdíasmuyagitados.Leaconsejoqueduermaunpoco.Mealegrodehaberaclaradolascosas.Buenasnoches.

Me examinó un momento reflexivamente y se marchó por la puertainterior.Cerréconllavedeinmediatolapuertadefuera.

Volvíasentarmeyestuveunratocomoparalizado,tanagotadoemocional,físicaymentalmente,quenopodíapensarsalvoenloquehabíamoshablado.La ventana negra me miraba fijamente como un ojo. Por fin, haciendo unesfuerzo,apaguélalámparaymetumbéenlahamaca.Enseguidamequedédormido.

15.Losmonstruos

Me desperté temprano. Lo primero que me vino a la mente fueron lasexplicaciones deMoreau, claras y precisas.Me levanté de la hamaca ymeacerqué a la puerta para asegurarme de que la llave estaba echada. Luego

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comprobéelbarrotedelaventanayviqueestabaperfectamenteasegurado.Elhecho de que aquellas criaturas no fueran en realidad más que monstruossalvajes, simples parodias grotescas de la especie humana,meproducía unavagainquietudconrespectoaloqueseríancapacesdehacer,muchopeorquecualquierterrordefinido.Alguienllamóalapuerta,yoíelempalagosoacentodeM'ling.Memetíenelbolsillounodelosrevólveresy,sinquitarlamanodeél,abrílapuerta.

–Buenosdías,señor–dijo.Ademásdelacostumbradodesayunoabasedeverduras,estaveztraíaunconejomalguisado.Montgomeryapareciótrasél.Captódeinmediatoconsumiradalaposicióndemibrazoyesbozóunadébilsonrisa.

Elpumadescansabaaqueldía,enesperadequecicatrizasensusheridas,peroMoreau, de costumbres singularmente solitarias, no se unió a nosotros.HabléconMontgomeryparaaclararmis ideassobreelmododevidade losSalvajes.Ante todo,me interesaba saber cómo impedían que losmonstruosinhumanosatacasenaMoreauyaMontgomery,osedestrozaranlosunosalosotros.

Me explicó que su relativa seguridad residía en la limitada capacidadintelectual de los Monstruos. A pesar de su relativa inteligencia y de latendenciadesusinstintosanimalesareaparecer,Moreauhabíaimplantadoensusmentesciertasideasfijasquelimitabanporcompletosuimaginación.Enrealidad, estaban hipnotizados, les habían inculcado que ciertas cosas sonimposibles y otras están prohibidas, y estas prohibiciones se hallabanimplícitasensusmentes,anulandotodointentodedesobedienciaolitigio.

Perolasituaciónnoeratanestableenlorelativoaciertosaspectosenlosque el antiguo instinto amenazaba los intereses de Moreau. Una serie denormasalasquellamabanlaLey(yqueyoleshabíaoídorecitar)luchabaensusmentescontraelanhelo,siemprerebeldeyprofundamentearraigado,desunaturaleza animal. Tanto Montgomery como Moreau mostraban especialinterés en impedirles que conocieran el sabor de la sangre. Temían lasinevitablesconsecuenciasqueestesaborpodíaprovocar.

Montgomeryme explicó que laLey, especialmente entre losSalvajes deorigenfelino,sedebilitabacuriosamentealanocheceryque,enesemomento,elanimalcobrabamayorfuerza.Elcrepúsculodespertabaenelloselespíritudeaventurayseatrevíanentoncesahacercosasqueduranteeldíanisiquierahabríansoñado.EsoexplicabaporquéelHombreLeopardomehabíaestadoacechando la noche de mi llegada. Pero durante los primeros días de miestanciaenlaislasólohabíanquebrantadolaLeyaescondidasydespuésdelanochecer; durante el día, el ambiente general era de obediencia a susmúltiplesprohibiciones.

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Yéste esquizáelmomentode relatar algunoshechosgenerales sobre laislay losMonstruos.La isla,decontorno irregular, seelevabaapocaalturasobre el ancho y vasto mar, y abarcaba una superficie total de unos veintekilómetros cuadrados. Era de origen volcánico y estaba bordeada en tres desus lados por arrecifes de coral. Algunas fumarolas hacia el norte y unmanantialdeaguacalienteeranlosúnicosvestigiosdelasfuerzasquetiempoatrás la habían originado. De cuando en cuando se dejaba sentir un ligerotemblordetierray,aveces,lalíneaascendentedelaespiraldehumoseveíaacrecentadaporbocanadasdevapor.Peroesoeratodo.Lapoblacióndelaisla,segúnme informóMontgomery,ascendíaapocomásdesesentadeaquellasextrañas creaciones deMoreau, sin contar con lasmonstruosidadesmenoresquevivíanentrelamalezaycarecíandeformahumana.

En total había creado casi ciento veinteMonstruos, peromuchos habíanmuerto,yotros,comoaquellacosaretorcidaysinpiernasdelaquemehabíahablado,habíanencontradounamuerteviolenta.Enrespuestaamipregunta,Montgomery dijo que efectivamente tenían descendencia, pero que, por logeneral, los hijos morían. No había ninguna prueba de que heredasen lascaracterísticas humanas adquiridas por sus progenitores. Cuando vivían,Moreau se los llevabapara imprimir enellos la formahumana.Losmachoseran más numerosos que las hembras y éstas se hallaban expuestas a unacontinuapersecuciónfurtiva,apesardequelaLeyordenabalamonogamia.

Me resulta imposible describir a los Salvajes con detalle –no estoyacostumbradoafijarmeenlosdetalles–ypordesgracianosédibujar.Quizáloquemásmellamabalaatenciónenelloseraladesproporciónentrelaspiernasy la longitud de sus troncos, y aun así –tan relativa es nuestra idea de laelegancia– acabé acostumbrándome a sus formas, e incluso llegué a pensarquemislargosmusloserandesgarbados.Otracaracterísticaeralaposicióndelacabeza,echadahaciaadelante,ylatorpeeinhumanacurvaturadesuespinadorsal.NisiquieraelHombreMonoteníaesehundimientoenlaparteinferiorde la espalda que tanta gracia confiere a la figura humana. Casi todos eranmuycargadosdehombrosyloscortosantebrazoslescolgabanlánguidamenteaambosladosdelcuerpo.

Algunos eranmuy peludos, almenos hasta el final demi estancia en laisla.

Otro rasgo evidente de su deformidad se encontraba en las caras,mayoritariamenteprognatas,conmalformacionesenlasorejas,lanarizgrandeyprominente,elpelomuyabundanteoerizadoylosojosdeuncolorextrañoodesplazados.Ningunode ellospodía reír, aunque elHombreMonoemitíaunaespeciedechillido,comounarisaahogada.

Aparte de estas características generales, sus cabezas poco tenían en

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común; cada cual conservaba las cualidades propias de su especie: el sellohumano deformaba al leopardo, el buey, el cerdo o cualquier otro animalempleadoparamodelaralacriatura,peronolograbadisimularlo.Tambiénsusvoceseranextremadamentevariadas.Todosteníanlasmanosmalformadas,yaunquealgunasmesorprendieronporsuinesperadaaparienciahumana,acasitodas les faltaba algún dedo, eran imperfectas en las uñas y carecían decualquiersensibilidadtáctil.

Las más formidables de estas criaturas eran el Hombre Leopardo y unmonstruohíbridodehienaycerdo.Demayortamañoeranlostrestorosquearrastraronelbotehastalaplaya.LesseguíaelHombredePeloPlateado,queera además el Recitador de la Ley, M'ling, y un cruce de mono y cabra,semejante a un sátiro. Había tres Hombres Cerdo y unaMujer Cerdo, unaYegua–Rinoceronte y otras hembras cuyos orígenes no lograba descifrar.Había tambiénalgunosLobos,unOso–ToroyunHombreSanBernardo.Yahe descrito al Hombre Mono. Y había además una vieja particularmenteodiosa(ymaloliente),mezcladezorroyosa,quemerepugnódesdeelprimermomento.

Al parecer, era muy devota de la Ley. Había otras criaturas de menortamaño: algunos cachorrosmoteados ymi pequeño Perezoso. ¡Pero ya estábien!

Al principio, las bestias me horrorizaban, su animalidad me resultabademasiado intensa, pero inconscientemente me fui acostumbrando a supresencia.Además, la actituddeMontgomery también influyóenmí.Habíapasadotanto tiempoconellosquehabía llegadoaconsiderarloscasicomoaseres humanos normales. Sus días deLondres se le antojaban ya un pasadoimposible y glorioso.Sólounavez al año iba aÁfrica para negociar con elagentedeMoreau,tratantedeanimales.Apenasserelacionabaconlagenteenaquelpueblecitomarinerodemulatosespañoles.Segúnmedijo,loshombresdel barco le resultaron en un primer momento tan extraños como a mí losMonstruos –de piernas anormalmente largas, de rostros chatos y frentes enexceso prominentes–, además de recelosos, peligrosos y de malossentimientos.Dehecho, loshombresno legustaban.Amímehabía tomadosimpatía,pensaba,porquemehabíasalvadolavida.

LleguéapensarqueMontgomerysentíaunsecretoafectoporalgunasdeaquellasbestias,ciertadepravadaatracciónporalgunasdesuscostumbres,queinicialmenteintentódisimularantemí.

M'ling, el ayudante de Montgomery, el primero de los Salvajes al quehabía conocido, no vivía con los demás al otro lado de la isla, sino en unapequeña perrera detrás del recinto. No era tan inteligente como el HombreMono, pero símuchomás dócil, y era, de todas las bestias, la que tenía un

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aspectomás humano; además,Montgomery le había enseñado a preparar lacomidayarealizarlastareasdomésticashabituales.ErauncomplejotrofeodelaterriblemaestríadeMoreau–unosomezcladoconperroybuey–yunadesus más logradas creaciones. M'ling profesaba una ternura y una devociónextrañas haciaMontgomery, quien a veces reparaba en él, lo acariciaba, lollamabamedioenbroma,yél seponíaadarbrincos, llenodealegría;otrasveces,encambio,lomaltrataba–sobretodocuandohabíabebidowhisky–,ledabapatadasyletirabapiedrasotizonesencendidos.Pero,yalotratarabienomal,nohabíaparaélnadacomoestarcercadesuamo.

YahedichoquelleguéaacostumbrarmealosSalvajes,ymilcosasqueenun principio me parecieron antinaturales y repulsivas pronto me resultaronnaturalesyordinarias.Supongoquetodoenestavidacobraelmatizdelcolorpredominante en su entorno: Montgomery y Moreau eran individuosdemasiado peculiares para que yo pudieramantenermis creencias generalessobreelgénerohumano.Cuandoveíaaunadelastorpescriaturasbovinasquearrastrabanlalanchapisoteandolamaleza,mepreguntaba,haciendograndesesfuerzos por recordar, en qué diferían de un patán cualquiera que volvía acasatrassujornadadetrabajo;ocuandomeencontrabaconlaOsa–Zorra,derostro astuto e ingenio curiosamente humano, tenía la sensación de haberlavistoantesenalgúncallejóndelaciudad.

No obstante, la bestia semanifestaba de cuando en cuando con toda sucrudeza.Unhombremuyfeo,unjorobadoatodaslucessalvaje,agazapadoenlaaberturadeunadelasguaridas,estirabalosbrazosaltiempoquebostezaba,revelandounosincisivosafiladoscomotijerasyunoscaninosbrillantescomoespadasyaceradoscomopuñales.Aveces,cuandoenunestrechosenderomecruzaba con una figura femenina vestida de blanco y un súbito arranque devalormepermitíamirarlaa losojos,descubría,con tremenda repulsión,quesuspupilaseranachinadasy,albajarlamirada,apreciabalauñaenformadegarraconquesujetabasuinformeenvoltura.Hayalgomuycurioso,porcierto,que no soy capaz de explicar, y es que durante los primeros días de miestancia, estas extrañas criaturas –me refiero a las hembras– parecíaninstintivamente conscientes de su repulsiva fealdad, y mostraban enconsecuenciaunapreocupaciónmásquehumanaporeldecoroenelvestir.

16.DecómolosSalvajesprobaronlasangre

Peromiinexperienciacomoescritormedelata,yestoyperdiendoelhilodelanarración.Despuésdedesayunar conMontgomery, lo acompañéadarunpaseopor la islaparaver la fumarolay las fuentes termales,encuyasaguas

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hirvienteshabíacaídoporsorpresaeldíaanterior.Losdosllevábamoslátigosyrevólverescargados.Alcruzarunafrondosajunglacaminodelafumarola,oímos el gritodeun conejo.Nosdetuvimos a escuchar, sinoír nadamás, yproseguimos la marcha. Montgomery llamó mi atención sobre ciertosanimalillosrosadosdelargaspatastraserasquebrincabanentrelamaleza.

Me explicó que habían sido creados a partir de la descendencia de losMonstruosdeMoreau,conlaintencióndequesirvierandealimento,peroelhábito conejil de devorar a sus crías desbarató los planes del doctor.Yo yahabíatropezadoconalgunos:unavezcuandohuíadelHombreLeopardo,alaluz de la luna, y otra vez el día anterior, mientras Moreau me perseguía.Casualmente,unodeellos,altratardeevitarnos,cayóporazarenunagujerodeunárbolarrancadoporelviento.Logramosatraparloantesdequepudierasalirdeallí.Escarbabacomoungato,arañandoypataleandofuriosamenteconlaspatastraseras,yhastaintentómordernos,peronoteníalosdientesfuertesysu mordisco no dolía más que un simple pellizco. Me pareció un preciosoanimalillo,ycomoMontgomerymeexplicóquenuncadestrozabaelcéspedexcavando y era de costumbres muy limpias, pensé que podría resultar unbuensustitutodelconejocomúnparalosparquesyjardinesparticulares.

Duranteelcaminovimoseltroncodeunárbol,completamenteastilladoycortadoentiraslargas.Montgomeryllamómiatenciónalrespecto.

–Noarañaráslacortezadelosárboles;ésaeslaLey–dijo–.Mirecómolarespetanalgunos.

CreoquepocodespuésnosencontramosconelSátiroyelHombreMono.ElSátiroeraunalardedeclasicismoporpartedeMoreau.Teníalaexpresióndeunaoveja,lavozcomounbalidoroncoylasextremidadesinferiorescasisatánicas.Pasójuntoanosotrosmordisqueandounacáscaradefruta.LosdossaludaronaMontgomery.

–¡HolaalOtroHombredellátigo!–dijeron.

–Ahora somos tres con látigo, de modo que andaos con cuidado –respondióMontgomery.

–¿Élnoesfabricado?–preguntóelHombreMono–.Éldijoquelohabíanfabricado.

ElSátiromemiróconcuriosidad.

–El Tercero con látigo, el que semete llorando en elmar, tiene la carapálidaydelgada.

–Tambiéntieneunlátigolargoydelgado–dijoMontgomery.

–Ayerllorabaysangraba–insistióelSátiro.

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–Túnuncasangrasnilloras.ElMaestronosangranillora.

–¡Maldito pordiosero! –exclamó Montgomery–. Tú también sangrarás yllorarássinotienescuidado.

–Tiene cinco dedos; es un hombre de cinco dedos, como yo –dijo elHombreMono.

–Vamos,Prendick–dijoMontgomery,cogiéndomedelbrazo.

El Sátiro y el Hombre Mono se quedaron observándonos y haciendocomentariosenvozbaja.

–Nodicenada–dijoelSátiro–.Loshombrestienenvoz.

–Ayermepreguntódóndehabíacomida–respondióelHombreMono–.Nolosabía.

LuegocontinuaronhablandoenvozmuybajayoíqueelSátirosereía.Deregreso encontramos un conejo muerto. El cuerpo ensangrentado del pobreanimalestabahechopedazosynohabíadudadequealguienlehabíaroídoelespinazo.Montgomerysedetuvo.

–¡Diosmío!–exclamó,recogiendoalgunasdelastrituradasvértebrasparaexaminarlasmásdecerca–.¡Diosmío!¿Quésignificaesto?

–Quealgunosdesuscarnívoroshaestadorecordandoviejascostumbres–dije,trasunapausa–.Hanroídoelespinazodecaboarabo.

Lomiróconelrostroblancocomoelpapelytorcióelgesto.

–¡Estonomegusta!–dijodespacio.

–Yoyavialgoparecidoeldíademillegada–dije.

–¿Quédemoniosera?

–Unconejoconlacabezaarrancadadecuajo.

–¿Eldíadesullegada?

–El día de mi llegada. Entre los matorrales que hay detrás del recinto.Cuandovinehastaaquíalatardecer.Lehabíanarrancadolacabeza.

Montgomerylanzóunsilbidolargoydébil.

–Yesmás,creoqueséquiénlohizo.Essólounasospecha,peroantesdeencontraralconejoviaunodelosMonstruosbebiendoenelarroyo.

–¿Sorbiendoelaguaconlaboca?

–Sí.

–Nosorberáselagua;ésaeslaLey.YaseveelrespetoquelosMonstruos

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muestranporlaLeycuandoMoreaunoandaporahí,¿eh?

–Fueelquemesiguió.

–Por supuesto –asintió Montgomery–; eso es justo lo que hacen loscarnívoros.

Despuésdematar, beben.Espor el saborde la sangre.Pero ¿cómoera?¿Podríareconocerlo?

Echó un vistazo a nuestro alrededor, a horcajadas sobre los sangrientosdespojos del conejo, recorriendo con lamirada las sombras del follaje y losesconditesdelaselvaquenosrodeaba.

–Elsabordelasangre–repitió.

Sacóelrevólver,examinóloscartuchosylocargó.Luegoempezóatirarsedellabioinferior.

–Creoquepodría reconocerlo.Lodejé sin sentido.Seguroque tieneunabuenaheridaenlafrente.

–Pero tenemos que demostrar que fue él quien mató al conejo –dijoMontgomery–

–.¡Ojalánoloshubieratraídonunca!

Yo habría continuado mi camino, pero Montgomery se quedó allí,rompiéndoselacabezaconaquelasuntodelconejomutilado.Mealejéparanoverlosrestosdelconejo.

–¡Vamos!–dije.

Entoncesparecióreaccionaryvinohaciamí.

–¿Sabe?Todos ellos parecen tener una especie de fijación y se niegan acomernadaquecorreteeporlatierra.

Sialgunadeesasbestiashallegadoaccidentalmenteaprobarlasangre...–dijo,casienunsusurro.

Seguimoscaminandoensilencio.

–Mepreguntoquépuedehaberpasado–murmuróparasí.

Yluego,trasunapausa,añadió:

–Elotrodíacometíuna tontería.Leenseñéamicriadoadespellejaryaguisar un conejo. Es extraño... lo vi chupándose los dedos... En ningúnmomentosemeocurrióque...Debemosponerfinaesto.TengoquedecírseloaMoreau.

Durante el camino de vuelta no pensó en otra cosa.Moreau se tomó el

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asuntoaúnmásenserioqueMontgomery,yhuelgadecirquemecontagiaronsupreocupación.

–Tenemosquedarlesuncastigoejemplar–dijoMoreau–.Estoysegurodeque el culpable es el Hombre Leopardo. Pero ¿cómo podríamos probarlo?Ojaláhubiesesabidocontrolarsuaficiónporlacarne,Montgomery;deserasínotendríamosestasalarmantesnoticias.Nospodemosmeterenunbuenlío.

–He sido un estúpido –admitió Montgomery–. Pero ya está hecho. Yrecuerdequeustedmelopermitió.

–Hay que actuar de inmediato –dijo Moreau–. Supongo que, si algoocurriera,M'lingsabrácuidardesímismo.

–NoestoytansegurodeM'ling–dijoMontgomery–,aunquesupongoquedeberíaconocerlo.

Por la tarde,Moreau,Montgomery,M'lingyyofuimoshasta lascabañasdel barranco. Los tres hombres íbamos armados.M'ling llevaba la pequeñahacha con que cortaba la leña y unos rollos de alambre.Moreau cargaba alhombrounaenormeastadetoro.

–Ahora verá usted una reunión de Monstruos –dijo Montgomery–. Esmaravilloso.

Moreau no pronunció una sola palabra durante todo el camino, pero surostro,demarcadasfacciones,denotabaunaprofundapreocupación.

Cruzamos el barranco por el que humeaba el arroyo de agua caliente yseguimos el tortuoso sendero que discurría entre las cañas hasta un clarocubiertodeunpolvoamarilloqueamímeparecióazufre.Porencimadeunalomapobladademalezaasomabalarelucientesuperficiedelmar.Llegamosauna especie de anfiteatro natural de poca hondura y allí nos detuvimos.Moreau sopló con el cuerno, quebrando la soporífera quietud de la tardetropical.Debíadetenerbuenospulmones,porqueelsonidodelcuernocrecióy creció, ampliado por sus ecos, hasta alcanzar una intensidad casiinsoportable.

–¡Ah!–dijoMoreau,dejandocaerelcurvadoinstrumento.

Alinstanteseoyóuncrujidoprocedentedelascañasamarillentasyruidodevocesenlatupidajunglaquemarcabaellímitedelpantanoporelqueyohabía corrido el día anterior. Luego, en tres o cuatro puntos de la zonasulfurosa, aparecieron las grotescas siluetas de los Monstruos que corríanhacianosotros.Nopudeevitarunestremecimientoalverlossalirdeentrelosárboles o las cañas, uno detrás de otro, y caminar sobre el polvo calientearrastrandolospies.PeroMoreauyMontgomeryparecíantranquilosynotuvemás remedioquequedarmeconellos.Elprimeroen llegar fueelSátiro.Su

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aspectoeratotalmenteirreal,apesardelasombraqueproyectabaydelpolvoquelevantabaconlaspezuñas;trasélsaliódelascañasunabestiamonstruosa,mezcla de caballo y rinoceronte, mordisqueando una paja; acto seguidoapareciólaMujerCerdoydosMujeresLobo;luegolaOsa–Zorra,conlosojosenrojecidosyelrostroafiladoyrojizo,ydespuéstodoslosdemás,corriendoapresuradamente. Según llegaban, se inclinaban ante Moreau y cantabanfragmentosdelasegundamitaddelaLey,sinprestarselamenoratenciónlosunosalosotros.

–Suya es la mano que hiere; Suya es la mano que sana –y asísucesivamente.

Se detuvieron a unos veinticinco metros y, postrados sobre rodillas ycodos,comenzaronaesparcirelpolvoblancosobresuscabezas.Imaginenlaescena. Tres hombres vestidos de azul –con un criado deforme de rostronegro–,depieenmitaddeunapolvorientaexplanadailuminadaporelsolbajoelardientecieloazul,rodeadosporuntropeldeMonstruosacuclilladosquenoparabande gesticular.Algunos eran casi humanos, salvopor su expresiónysus gestos; otros parecían tullidos y los había terriblemente deformes, sólocomparablesalospersonajesdenuestrosmásabsurdossueños.Ymásallá,lasfinas líneas del cañizal a un lado, una densa maraña de palmeras que nosseparabadelbarrancoylascabañasalotro,yelconfusohorizontedelPacíficoalnorte.

–Sesentaydos,sesentaytres–contóMoreau.

–Haycuatromás.

–NoveoalHombreLeopardo–dije.

Moreauvolvióasoplarelcuernoy,aloírlo,losSalvajesseretorcieronyserevolcaron por el polvo. El Hombre Leopardo salió del cañizal, casiarrastrándoseporel suelo, e intentó sumarseal círculodeMonstruosque serevolcabanenelpolvoaespaldasdeMoreau,yenesemomentoviqueteníaunaheridaenlafrente.ElúltimoenllegarfueelpequeñoHombreMono.Losprimeros,acaloradosycansadosderevolcarse,lomiraronconrecelo.

–¡Basta! –dijo Moreau con voz potente y firme, y los Monstruos sesentaronsobresustraseros,poniendofinalritual.

–¿DóndeestáelRecitadordelaLey?–preguntóMoreau,yelmonstruodepelogrisseinclinóhastatocarelsueloconlacabeza.

–Pronuncia la Ley –ordenó Moreau, y, al instante, toda la asamblea deMonstruos arrodillados, balanceándose a uno y otro lado y esparciendo elazufre a puñados (unmontón con lamanoderechayotro con la izquierda),comenzóaentonarsuextrañaletanía.

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Cuandollegaronalafrase:«Nocomeráscarnenipescado;ésaeslaLey»,Moreaulevantóunamanoblancaydelgada.

–¡Alto!–gritó,ytodosquedaronenabsolutosilencio.

Creo que todos sabían y temían lo que iba a ocurrir. Contemplé losextrañossemblantesquemerodeabany,aladvertirsusmuecasdedoloryeltemorensusojosbrillantes,mepreguntécómohabíapodido llegarapensarquefuesenHombres.

–HabéisquebrantadolaLey–sentencióMoreau.

–Nohayescapatoria–respondióelhombrepeludoysinrostro.

–Nohayescapatoria–repitióelcírculodeMonstruos.–¿Quiénhasido?–gritóMoreau,mirándolosalacarayhaciendorestallarellátigo.

MeparecióqueelCerdoHienaestabaasustado,y lomismoleocurríaalHombreLeopardo.Moreausedetuvofrenteaél,yelMonstruosepostróantesucreador,movidoporelrecuerdoyeltemordeltormentoinfinito.

–¿Quiénhasido?–repitióMoreauconvozatronadora.–MalignoesquieninfringelaLey–cantóelRecitador.

MoreaumiróalosojosalHombreLeopardocomosiquisieraarrancarleelalma.

–Quien infringe la Ley... –empezó Moreau, apartando los ojos de suvíctima y volviéndose hacia nosotros.Me pareció advertir en su voz ciertoregocijo.

–...Vuelve a laCasa delDolor –aclamaron todos–, ¡vuelve a laCasa delDolor,ohMaestro!

–Vuelve a la Casa del Dolor, vuelve a la Casa del Dolor –murmuró elHombreMono,comosilaidealeresultaseagradable.

–¿Oyes?–exclamóMoreau,volviéndosehaciaelcriminal.

ElHombreLeopardo,liberadodelamiradadeMoreau,seincorporóy,conlosojos inflamadosy losenormescolmillos felinosbrillandobajo los labiosfruncidos,selanzósobresutorturador.Estoyconvencidodequesólolalocuraproducida por un terror insoportable pudo haber propiciado este ataque. Elcírculo de sesenta Monstruos pareció alzarse a nuestro alrededor. Saqué elrevólver.Lasdosfiguraschocaron.Moreauretrocedió, tambaleándosepor laembestidadelHombreLeopardo.Ungriteríodefuriaestallóportodaspartes.Todo elmundo corría de un lado para otro. Por unmomento pensé que setratabadeunarevueltageneral.

El rostro enfurecido del Hombre Leopardo pasó un instante a mi lado,

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mirándome con ira; tras él aparecióM'ling.Vi los ojos amarillos delCerdoHienabrillandodeemoción.

Parecía casi a punto de atacarme. También el Sátiro me observaba porencimade los encorvadoshombrosdelCerdoHiena.Oí ladetonaciónde lapistoladeMoreauyvielfogonazorosadeldisparoenmediodeltumulto.Lamultitudparecióinclinarseenladireccióndeldestellodelfuego,ytambiényoquedé atrapado por elmagnetismo delmovimiento. Un segundomás tarde,corríaentrelamasavociferante,enposdelhuidizoHombreLeopardo.

Estoestodoloquepuedodecirconprecisión.ViqueelHombreLeopardogolpeabaaMoreau;luegotodoempezóadarvueltasamialrededoryechéacorrersinsabercómo.

M'lingibaencabeza,muycercadelfugitivo.Trasél,conlalenguafuera,corríalaMujerLoboagrandeszancadas,seguidadeungrupodeCerdos,quechillabancongranalboroto,ylosdosHombresToroconsusvendajesblancos.A continuación veníaMoreau, revólver enmano y con el lacio pelo blancoondeando al viento, rodeado por un grupo de Monstruos. El Cerdo Hienacorríaamilado,almismoritmo,ymelanzabamiradasfurtivasconsusojosfelinos.Losdemásnosseguían,corriendoygritando.

ElHombre Leopardo se abría camino por entre las largas cañas, que secerrabanasupaso,golpeandoaM'lingenlacara.Unavezenelcañaveral,losde retaguardia nos encontramos con una senda hollada. La persecucióndiscurrió a través de las cañas por espacio de casi trescientos metros ycontinuó por un espeso bosquecillo que dificultaba enormemente nuestrosmovimientos. Lo atravesamos juntos, arrollándolo todo; las frondas nosgolpeabanenlacara,lasenredaderasnosenganchabanporelcuellooporlostobillos y las plantas llenas de espinas se nos clavaban en el cuerpo y nosrasgabanlaropa.

–Poraquíhapasadoacuatropatas–jadeóMoreau,adelantándomejustoeneseinstante.

–No hay escapatoria –dijo el Lobo Oso, riéndose en mi propia cara yexaltadoporlacacería.

Continuamoscorriendo,ahoraentrelasrocas,ydivisamosanuestrapresaqueavanzabaacuatropatas, lanzandogruñidosporencimadelhombro.LosLobos lanzaban aullidos de entusiasmo. La criatura aún iba vestida y, en ladistancia,surostroseguíapareciendohumano,aunquesusmovimientoseranfelinos y el encorvamiento de sus hombros era claramente el de un animalacechado. Saltó sobre unos matorrales espinosos de flores amarillas y loperdimosdevista.M'lingseencontrabayaamitaddecaminodeaquelpunto.

La mayoría habíamos perdido para entonces el ímpetu inicial y

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avanzábamosaunritmomássosegado.Alcruzarunclaroviquelacolumnade perseguidores se había convertido en una hilera. El Cerdo Hiena seguíacorriendomuycercademí,sindejardeobservarmeyfrunciendodetantoentantoelhocicoconrisagruñona.

Alllegarallímitedelasrocasydarsecuentadequeibadirectamentehaciaelpromontorioporelquemehabíaacechadodurantelanochedemillegada,el Hombre Leopardo dio media vuelta y se perdió entre la maleza. PeroMontgomeryhabíavistolamaniobrayselanzóenlamismadirección.

Así, tropezando con las rocas, pinchándome con las zarzas, sorteandomatorralesycañas,fuecomoayudéenlapersecucióndelHombreLeopardo,mientraselCerdoHienareíaami ladocomounsalvaje.Avanzabahaciendoeses,lacabezamedabavueltasyelcorazónmelatíaatodavelocidad.Estabacompletamente agotado y, sin embargo, no me atrevía a perder de vista algrupo por temor a quedarme a solas con tan horrible compañero. Y seguíadelante,apesardelbochornode la tarde tropicalydel tremendocansancioquemeinvadía.

Finalmente,el furorde lacazadecreció.Habíamosacorraladoa labestiaenunrincóndelaisla.Moreau,látigoenmano,noshizoformarenfila.Estavezavanzamosdespacio,intercambiandogritosycerrandoelcírculoentornoanuestravíctima.ElHombreLeopardonosacechaba, silenciosoe invisible,entre losmismosmatorrales por los que yo había huido durante la anteriorpersecuciónnocturna.

–¡Tranquilos! ¡Tranquilos! –gritaba Moreau, mientras los últimos de lahilerarodeabanlosarbustos,cercandodefinitivamentealabestia.

–¡Cuidado!–llególavozdeMontgomerydesdedetrásdeunsoto.

Yo estaba en la pendiente, por encima de los arbustos. Montgomery yMoreaubatían laplaya.Nosadentramosmuydespacioen la redde ramasyhojas.Nuestrapresanohacíaelmenorruido.

–¡VolverásalaCasadelDolor,laCasadelDolor,laCasadelDolor!–gritóelHombreMonoaunosveintemetrosamiderecha.

Aloírlo,perdonéalpobremiserableelmiedoquemehabíainspirado.

Amiderecha,juntoalasenormeshuellasdelosCaballosRinocerontes,oíuncrujirderamasyelsilbidodelashojasalserapartadas.Luego,atravésdeun polígono verde, en la penumbra de la exuberante vegetación, divisé a lacriaturaqueestábamosacechando.Medetuve.Labestiaestabaagazapadaenunespaciomínimoymemiródereojoconsusbrillantesojosverdes.

Puedeparecercontradictorio–dehecho,nosoycapazdeexplicarlo–,peroal verlo en esa actitud absolutamente animal, con esebrillo en los ojos y el

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imperfectorostrohumanodeformadoporelterror,volvíaconsiderarlocomoaun igual.Un instante después, alguno de sus perseguidores lo descubriría ycapturaría para ser de nuevo sometido a las terribles torturas del recinto.Bruscamente,saquéelrevólver,apuntéentresusojosaterrorizadosydisparé.

Al mismo tiempo, el Cerdo Hiena se abalanzó sobre él lanzando untremendo alarido y, con gran avidez, le hincó los dientes en el cuello. LamalezasilbabaycrujíaamialrededoralpasoprecipitadodelosMonstruos.

–¡Nolomate,Prendick!–gritóMoreau–.¡Nolomate!

Vi su silueta encorvada abriéndose paso entre las frondas de los grandeshelechos.

GolpeóalCerdoHienaconlaempuñaduradellátigomientras,conayudadeMontgomery,luchabapormanteneralamultituddeexaltadoscarnívoros,ya M'ling en particular, lejos del cuerpo aún tembloroso de la bestia. ElMonstruodePeloGrisseacercóparaolfatearelcadáver.Ensuardoranimal,lasdemáscriaturasseagolpabanparaverelespectáculomásdecerca.

–¡Malditosea,Prendick!–exclamóMoreau–.Loqueríavivo.

–Lo siento –dije, aunque no lo sentía en absoluto–. Fue un impulsomomentáneo.

Mesentíaagotadoporelesfuerzoylaemoción.Dimediavueltaymeabrícamino entre la multitud de Salvajes pendiente arriba, hacia la parte máselevada del promontorio.Oí queMoreau ordenaba a los tresHombresToroquearrastrasenalavíctimahastaelmar.

Al finpodíaquedarmea solas.LosMonstruosmostrabanunacuriosidadcompletamente humana por el cadáver y lo seguían en tropel, husmeando ygruñendo, mientras los Hombres Toro lo arrastraban hacia la playa. Lleguéhasta el promontorio y desde allí observé las siluetas de losHombresToro,queseperfilabanoscurascontraelcielodelatardecer,transportandoelpesadocuerpohastaelmar,yentonces,comosiunrelámpagocruzaramimente,semeocurriópensarenlaabsolutainutilidaddetodoloquesucedíaenaquellaisla.

Enlaplaya,entrelasrocasquehabíaamilado,elHombreMono,elCerdoHiena y algunos otros Salvajes formaban un círculo en torno aMoreau y aMontgomery. Seguían estando muy nerviosos y manifestando a voces sulealtadalaLey.

Yo tenía lacertezadequeelCerdoHienaestaba implicadoen lamuertedelconejo,ylleguéalextrañoconvencimientodeque,almargendesutorpeactitudylogrotescodesusformas,teníaantemí,enaquelprecisoinstante,elperfectoequilibriodelavidahumanaenminiatura,laperfectainteracciónde

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instinto,razónydestinoensumássimpleexpresión.AlHombreLeopardolehabíatocadoperder.Ésaeralaúnicadiferencia.

¡Pobresbestias!EmpezabaacomprenderelaspectomásvildelacrueldaddeMoreau.Hastaentoncesnohabíapensadoeneldoloryenlaspenalidadesque aguardaban a estas pobres víctimas luego de pasar por las manos deMoreau.Meestremecíadesólopensarenlosdíasdetormentoenelrecinto.Y,sinembargo,esomeparecióentonceslomenosimportante.

Anteriormente, aquellosMonstruos habían sido bestias, con sus instintosperfectamente adaptados al entorno, y eran felices como cualquier ser vivo.Ahorahabíantopadoconlosgrilletesdelahumanidadyvivíanenconstantetemor,atormentadosporunaLeyquenoacertabanacomprender.SuremedodeexistenciahumanacomenzabaconunaterribleagoníaycontinuabaconunalargaluchainterioryelpermanentemiedoaMoreau.Ytodo¿paraqué?Eralacrueldaddelconjuntoloquemesublevaba.

DehabertenidoMoreauunfincomprensible,talvezhubierasimpatizadoconél,cuandomenosunpoco.Nosoytanescrupulosoconrespectoaldolor.Inclusopodríahaberloperdonado.PeroMoreauparecíatanirresponsable,tanprofundamente irreflexivo... Su curiosidad, sus insensatas e inútilesinvestigacionesloempujabanacontinuarniélmismosabíaadónde,aarrojarala vida a esas pobres criaturas, por espacio de uno o dos años para luchar,equivocarse,sufriry,enúltimainstancia,morircondolor.

Aquellas criaturas eran intrínsecamente perversas; su odio animal losincitabaaincordiarsemutuamente,altiempoquelaLeylosrefrenabadelibrarunaencarnizadabatallaydelfindefinitivodesuanimosidadnatural.

En aquellos días, mi miedo a los Monstruos se transformó en miedo aMoreau.Caíenunestadomórbido,intensoyduradero,distintodeltemor,quehadejadoenmimenteunahuellaindeleble.Deboconfesarqueeldoloryelcaosdelaislamehicieronperderlafeenlacorduradelmundo.

Un destino ciego, un mecanismo inmenso y despiadado, parecíanconfigurarlaestructuradelaexistencia.Yyomismo,Moreau(porsupasióncientífica), Montgomery (por su pasión etílica) y los Monstruos, con susinstintos y sus limitaciones mentales, nos sentíamos abrumados yatormentados, implacablemente, inexorablemente envueltos en la infinitacomplejidad de sus incesantes ruedas. Sin embargo, esta situación nosobrevinoderepente...Dehecho,creoquemeanticipounpocoalhablardeestoahora.

17.Unacatástrofe

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Apenas habían pasado seis semanas, y había perdido todo sentimientosalvo el de aversión y odio hacia los infames experimentos deMoreau.Nopensabamásqueenalejarmedeaquellashorriblescaricaturasdelaimagendemi Hacedor y en regresar al sano y agradable trato con los hombres. Missemejantes, de los queme encontraba apartado, comenzaron a cobrar enmirecuerdo una virtud y una belleza idílicas. Mi conato de amistad conMontgomery no prosperó. Su prolongado aislamiento, su alcoholismo y laevidentesimpatíaquesentíaporlosSalvajesloecharontodoaperder.

Envariasocasionesdejéquefuerasoloconellos.Hacíatodoloposibleporevitarelcontactoconlasbestias.

Pasaba cada vez más tiempo en la playa, en espera de algún navíolibertador que nunca aparecía, hasta que un día cayó sobre nosotros unaterribledesgracia,quemodificaríaporcompletomiextrañoentorno.

Habían transcurrido siete u ocho semanas desdemi llegada –quizámás,pues no me había molestado en llevar la cuenta– cuando sobrevino lacatástrofe.Ocurrióunamañana,muytemprano,creoquealrededordelasseis.Mehabíalevantadoyhabíadesayunadopronto,despertadoporelruidodetresMonstruosquetransportabanmaderahastaelrecinto.

Despuésdeldesayunomeacerquéhastalaentradadelrecinto,queestabaabierta, y me detuve a fumar un cigarrillo y a disfrutar del frescor de lamañana.AlpocoaparecióMoreau,porunaesquina,ymesaludó.

Pasó a mi lado y le oí abrir la puerta a mis espaldas y entrar en sulaboratorio. Tan acostumbrado estaba para entonces a los horrores del lugarque,sinelmenoratisbodeemoción,escuchécómoelpumainiciabaunnuevodíadetortura.Lavíctimarecibióasuverdugoconunfuriosoaullido.

Entoncessucedióalgoinesperado.Todavíanosémuybienquéfue.Oíungritoamisespaldas,underrumbamientoy,alvolverme,viunrostroespantosoqueseabalanzabasobremí:noerahumanonianimal,sinodiabólicoyoscuro,surcado de cicatrices rojas, con los ojos desprovistos de párpados einflamados. Levanté un brazo para detener el golpe, que me hizo caer decabeza y romperme el brazo, mientras el Monstruo, cubierto con vendasensangrentadas,saltabaporencimademíydesaparecía.

Rodéy rodépor laplaya, intenté incorporarmeycaí sobreelbrazo roto.Entonces apareció Moreau, con su enorme cara blanca aún más terrible acausadelasangrequebrotabadesufrente.Llevabaunrevólverenlamano.Apenasmemiró,ysaliócorriendoprecipitadamentetraselpuma.

Meapoyésobreelotrobrazoymeincorporé.Lafiguravendadacorríaagrandessaltosporlaplaya,seguidaporMoreau.

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Elpumavolviólacabezay,alveraMoreau,giróbruscamenteysedirigióhacialosmatorrales.Leganabaterrenoacadapaso.SeadentróenlamalezamientrasMoreau,quecorríaendiagonalparainterceptarlo,disparabayerrabaeltiro.Labestiadesapareció.

Luego,tambiénMoreauseperdióentreelconfusoverdor.

Empezóadolermeelbrazoy,lanzandoungemido,logréponermeenpie.Enesemomento,Montgomerysalióporlapuerta,vestidoyrevólverenmano.

–¡Diosmío,Prendick!–dijo,sinadvertirqueyoestabaherido–.¡Esabestiasehaescapado!Haarrancadolosgrilletesdelapared.¿Lohavisto?–Yluego,alverquemeagarrabaeldoloridobrazo,preguntóbruscamente–:¿Quépasa?

–Estabaenlapuerta–respondí.

Seacercóymecogióelbrazo.

–Tienesangreenlamanga–dijo,subiendolafranela.Seguardóelarmaenelbolsillo,mepalpóelbrazoparacerciorarsede lospuntosdolorososymellevóalacasa–

–.Tieneelbrazoroto.Dígamequéocurrióexactamente.

Con frases entrecortadas y jadeos de dolor, le conté lo que había visto,mientrascongranhabilidadyrapidez,élmevendabaelbrazo.Melopusoencabestrillo,selevantóymemiró.

–Sepondrábien–dijo–.¿Yahoraqué?

Sequedópensativo.Luegosalióycerrólaspuertasdelrecinto.Estuvounratoausente.

Amímepreocupabasobretodomibrazo.Elotroincidentemeparecíaunadetantascosasterribles.Mesentéenlahamacay,hedeadmitirlo,maldijelaislacontodasmisfuerzas.

CuandoMontgomery regresó, la levesensacióndedolorquealprincipioteníaenelbrazosehizoinsoportable.

Montgomery estaba pálido y mostraba el labio inferior más caído quenunca.

–Nohevistonioídorastrodeél–dijo–.Puedequenecesiteayuda.

Memiróconsusinexpresivosojosyactoseguidoañadió:

–Eraunanimalbastantefuerte.Arrancólosgrilletesdelapared.

Sedirigióhacialaventana,luegohacialapuerta,yporfinsevolvióhaciamí.

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–Volveré a buscarlo –dijo–. Puedo dejarle otro revólver.A decir verdad,estoypreocupado.

Fue a por el arma y la dejó sobre la mesa. Se marchó, dejando en elambiente una contagiosa sensación de inquietud. Cuando hubo salido melevanté,cogíelrevólveryabandonélacasa.

Reinabaunacalmasepulcral.Nocorríanigotadeaire.Elmarestabacomounespejo,elcielocompletamentedespejadoylaplayadesierta.Eneseestadosemiagitadoyfebrilenquemehallaba,tantacalmameresultabaopresiva.

Intenté silbar, pero la melodía se desvaneció en mis labios. Volví amaldecir, por segunda vez en esamañana.Después fui hasta la esquina delrecinto y miré tierra adentro, hacia los matorrales que se habían tragado aMoreauyaMontgomery.¿Cuándovolverían?¿Ycómo?

Enesemomento,muylejos,alotroextremodelaplayasurgióunpequeñoSalvaje gris que corrió hasta la orilla y empezó a chapotear en el agua. Fuihasta la puerta, luego hasta la esquina, y así comencé a ir y venir comouncentineladeguardia.Enunaocasiónmedetuvo lavozdeMontgomery,quegritabaenladistancia:

–¡Moreau!

Elbrazomedolíamenos,peromeardía.Teníafiebreysed.Misombrasehacía cada vez más pequeña. Observé aquella figura distante hasta quedesapareciódemivista.

¿RegresaríanMoreauyMontgomery?

Tresavesmarinassedisputabanunapresaencontradaenlaplaya.

Deprontooíundisparomuylejano,pordetrásdelrecinto.Luego,unlargosilencioydespuésotrodisparo.Acontinuaciónseoyóunaespeciedeaullidomás cercano y otro lúgubre silencio. Mi pobre imaginación comenzó afuncionarfebrilmenteparaatormentarme.Sonóotrodisparomuycercano.

Sobresaltado, fui hasta la esquina y vi a Montgomery con el rostrocongestionado, el pelo alborotado y el pantalón desgarrado a la altura de larodilla. Su rostro denotaba una profunda consternación. Tras él venía suayudante,M'ling,conunasinquietantesmanchasoscurasalrededordelaboca.

–¿Havuelto?–preguntóMontgomery.–¿Moreau?–dijeyo–.No.

–¡Diosmío!–estabajadeando,casisollozabaporlafaltadealiento–.Entreen la casa.Sehanvuelto locos.Andan todos corriendopor ahí como locos.¿Quéhabrápasado?Nolosé.Se lodirécuandorecupereelaliento.¿Dóndehayunpocodecoñac?

Entróenlahabitacióncojeandoysesentóenlahamaca.M'lingsetiróal

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suelo en el umbral de la puerta y empezó a jadear comounperro.Traje unpoco de coñac con agua para Montgomery. Estaba sentado, con la miradaperdida en el infinito, intentando recobrar el aliento.Al cabode un ratomecontóloquehabíaocurrido.

Leshabíaseguidoelrastroduranteunrato.Alprincipioerabastanteclaro,porque la maleza estaba pisoteada y había jirones de las vendas del pumaenganchadas en las ramas e inclusomanchas de sangre en las hojas de losmatorrales.Peroperdióelrastroenelpedregal,másalládelarroyodondeyohabíavistoalMonstruobebiendo,ycontinuóhaciaeloeste,llamandoagritosaMoreau.

Luego se había encontrado conM'ling, que llevaba un hacha.M'ling nohabía visto nada. Estaba cortando leña cuando oyó aMontgomery llamar aMoreau.Sepusieronagritaralunísono.DosSalvajesseacercaronagazapadosylosobservarondesdelamaleza,gesticulandoyandandodeunmodoqueaMontgomeryleresultóalarmante.

Montgomerylosllamó,yhuyeroncomoquienhacometidounafechoría.Entoncesdejódegritary,trascaminarduranteunratosinrumbofijo,decidiófinalmentevisitarlascabañas.

El barranco estaba desierto. Cada vez más alarmado, volvió sobre suspasos.FueentoncescuandoseencontróconlosdosHombresCerdoalosqueyo había visto bailar la noche de mi llegada; tenían la boca manchada desangre y parecían excitadísimos. Venían pisoteando los helechos y, al ver aMontgomery,sedetuvieronconfieraexpresión.

Montgomery hizo restallar su látigo y, al instante, las bestias seabalanzaronsobreél.

Jamássehabíanatrevidoahacernada igual.Auno lepegóun tiroen lacabeza, mientras M'ling se lanzaba sobre el otro y los dos rodaban por elsuelo.

M'lingquedóatrapadodebajodelabestia,queestabaapuntodehincarlelos dientes en el cuello, cuando Montgomery le pegó un tiro. Le costóconvencerasuayudanteparaquecontinuaseconél.

Luegoregresaronrápidamentealrecinto,dondeyolosaguardaba.Duranteelcamino,M'lingsehabíalanzadoprecipitadamentesobreunmatorralyhabíasacadoaunHombreOcelotemuypequeño,quetambiénsangrabaacausadeunaheridaqueteníaeneltalónyquelehacíacojear.Labestiaintentócorrerysedirigióviolentamentehacialabahía.

Entonces,Montgomery–creoqueconciertacrueldad–lomató.

–¿Quésignifica todoesto?–pregunté.Él sacudió lacabezayvolvióa su

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coñac.

18.LabúsquedadeMoreau

CuandoviqueMontgomery tomabaun tercer tragodecoñac,se loquitéparaevitarqueseemborrachara.Yaestabamásquemedioebrio.LedijequealgogravedebíadehaberlesucedidoaMoreau,puesdelocontrarioyahabríaregresado, y que era responsabilidad nuestra averiguarlo. Montgomery seopuso débilmente, pero terminó por aceptar. Comimos un poco y luegopartimoslostres.

Tal vez fuera la tensión del momento, pero lo cierto es que aquellaincursiónenlatórridacalmadelatardetropicalhadejadoenmíunavivísimaimpresión.M'lingabríalamarcha,moviendoinquietamentesuextrañacabezanegraaunoyotroladodelcamino.

Ibadesarmado.Habíaperdidoelhachaenelencuentrocon losHombresCerdo. Llegado el momento de luchar, los dientes serían sus armas.Montgomery lo seguía dando traspiés, con las manos en los bolsillos yexpresión abatida; estaba enfadado conmigo por el asunto del coñac. Yollevabaelbrazoizquierdoencabestrillo–afortunadamenteeraelizquierdo–yempuñabaelrevólverconlamanoderecha.

Nos adentramos por un frondoso sendero que discurría hacia el noroesteentrelaexuberantevegetacióndelaisla.M'lingsedetuvodeprontoysepusorígido, en posición de alerta.Montgomery casi tropezó con él y también sedetuvo.Entonces, aguzando el oído, nos llegó entre los árboles un ruido devocesydepasosqueseacercaban.

–Estámuerto–dijounavozprofundayvibrante.

–Noestámuerto,noestámuerto–farfullóotra.

–Lohemosvisto,lohemosvisto–insistieronvariasvoces.

–¡Eh!–gritóbruscamenteMontgomery–.¡Losdeahí!

–¡Malditossean!–dijeyo,empuñandolapistola.

Hubo un silencio, luego un crujido aquí, otro allá, y seis rostros, seisextrañosrostros,iluminadosporunaluzextraña,hicieronsuaparición.M'lingemitióunprofundogruñido.

Reconocí alHombreMono–dehechoyahabía identificado suvoz–y adosdelascriaturasdetezmorenaycubiertasdevendasalasquehabíavistoen el bote de Montgomery. Con ellos iban las dos bestias moteadas y la

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horribleyencorvadacriaturaquerecitabalaLey,conlasmejillascubiertasdepelo gris, enormes cejas grises y grandesmechones de pelo colgando de lafrente. Era una cosa enorme y sin rostro, de siniestros ojos rojos que nosmirabandesdelamalezallenosdecuriosidad.

Al principio nadie habló. Al cabo de un rato, Montgomery dijo, entrehipidos:

–¿Quién...hadichoqueestabamuerto?

ElHombreMonomiróalMonstruodepelogrisconojosdelatadores.

–Estámuerto–afirmóelMonstruo–.Elloslovieron.Nohabíanirastrodeamenaza en su voz. Todos parecían profundamente sorprendidos yatemorizados.

–¿Dóndeestá?–preguntóMontgomery.

–Allí–señalólacriaturagris.

–¿HayalgunaLeyahora?–preguntóelHombre

Mono–.¿Estámuertodeverdad?

–¿HayunaLey?–repitióelhombredeblanco.

–¿HayunaLey,tú,HombredelLátigo?Élestámuerto

–dijoelMonstruodepelogris.

Nosmirabanfijamente.

–Prendick–dijoMontgomery,volviendohaciamísus inexpresivosojos–.Estámuerto.Esevidente.

Yohabíapermanecidodetrásdeéldurantetodalaconversación.Empezabaacomprenderloqueocurría.Entonces,diunpasoalfrentey,alzandolavoz,exclamé:

–¡HijosdelaLey!¡Él«no»hamuerto!

M'Iingvolvióhaciamísuintensamirada.

–Ha cambiado de forma. Ha cambiado de cuerpo –continué–. Durantealgúntiemponoloveréis.Está...allí–yseñaléhacialoalto–,ydesdeallíosvigila.Vosotrosnoloveis,peroÉlsíosveavosotros.¡RespetadlaLey!

Losmiréfijamenteyretrocedieron.

–Élesgrande.Élesbueno–dijoelHombreMono,mirandoatentamentehaciaelcieloentrelosdensosárboles.

–¿Ylaotracosa?–pregunté.

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–Lacosaquesangrabaycorríaaullandoysollozandotambiénestámuerta–dijoelMonstruoGris,sindejardemirarme.

–Esoestábien–mascullóMontgomery.

–ElHombredelLátigo...–comenzóelMonstruoGris.

–¿Ybien?–dijeyo.

–...dijoqueestabamuerto.

PeroMontgomery aún estaba lo suficientemente sobrio para comprenderporquéyonegabalamuertedeMoreau.

–No está muerto –dijo, muy despacio–. No está muerto. Está tan vivocomoyo.

–Algunos han quebrantado la Ley –dije–. Ésos morirán. Otros ya hanmuerto.

Enseñadnos ahora dónde yace su cuerpo. El cuerpo que ha abandonadoporqueyanolonecesita.

–Esporaquí,Hombrequecaminaporelmar–dijoelMonstruoGris.

Y con aquellas seis criaturas por guías, nos adentramos en lamaraña dehelechos, enredaderas y ramas en dirección noroeste. Entonces vimos a unpequeñohomúnculorosadoquecorríahacianosotrosdandogritosyhuyendodeunmonstruoferozysalpicadodesangrequenotardóenalcanzarnos.

ElMonstruoGrisseapartódeunsalto.M'lingcorrióhaciaéllanzandoungruñido,pero fuederribadodeungolpe.Montgomerydisparóyerróel tiro.Luego inclinó la cabeza, levantó el arma y salió corriendo. Entonces yodisparé,perolafierasiguióavanzandocomositalcosa.Volvíadispararyestavezhiceblancoensuhorriblecara.

Susrasgosseborraronenunsantiamén.Sinembargo,pasóami lado,seagarró aMontgomery y, colgado de él, cayó de bruces, arrastrándolo en sucaída.

Me encontré solo conM'ling, un animal muerto y un hombre postrado.Montgomery se incorporó despacio y, aturdido, contempló a la bestiadestrozadaqueyacíaasulado.

Elsusto lehabíaquitado laborrachera.Sepusoenpiedeunsalto.VialMonstruoGrisqueseacercabasigilosamenteentrelosárboles

–Mira–dije,señalandoalabestiamuerta–.¿NoestávivalaLey?EstolehapasadoporquebrantarlaLey.

Observó atentamente el cadáver y luego, con voz profunda y repitiendo

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partedelritual,dijo:

–Élenvíaelfuegoquemata.

Losdemástambiénseacercaronamirar.

Porfinnosdirigimoshaciaelextremooestedelaisla.Allíencontramoselcuerporoídoymutiladodelpumaconelomóplatodestrozadoporunabalay,a unos veinte metros de distancia, hallamos por fin lo que buscábamos.Moreauyacíabocaabajoenuncañaveralpisoteado.

Tenía una de las manos prácticamente colgando y el pelo plateadoempapadoensangre.Sinduda,elpumalehabíagolpeadoenlacabezaconlosgrilletes, y todas las cañas a su alrededor estaban salpicadas de sangre. Noencontramossurevólver.

Montgomerylediolavuelta.

Descansando de vez en cuando y ayudados por los siete Salvajes –puespesababastante–lo llevamoshastaelrecinto.Empezabaaoscurecer.Endosocasiones oímos a nuestro paso los aullidos de las criaturas invisibles de laselva.El Perezoso apareció unmomento, nosmiró y desapareció de nuevo.Pero no volvimos a ser atacados. A las puertas del recinto, la comitiva deMonstruosnos abandonó.M'ling también se fue con ellos.Nos encerramos,sacamosalpatiointeriorelcuerpomutiladodeMoreauylodepositamossobreunmontóndeleña.

Luegoentramosenellaboratorioyacabamoscontodobichoviviente.

19.LasvacacionesdeMontgomery

Una vez terminamos la tarea, nos lavamos y comimos. Entramos enmicuartitoy,porprimeravez,analizamosseriamentenuestrasituación.Eracasimedianoche. Montgomery estaba prácticamente sobrio, pero muy alterado.Moreau siempre había ejercido sobre él una extraña influencia. Creo quejamásselehabíapasadoporlacabezaqueMoreaupudieramorir.Eldesastrehabíadestruidoenunmomentoloshábitosquedurantelosdiezomáslargosañosdeestanciaenlaislahabíanllegadoaformarpartedesucarácter.

Hablaba siempre en términosmuyvagos, respondía amis preguntas conevasivasyllevabalaconversaciónhaciatemasgenerales.

–¡Este estúpidomundo! –dijo–. ¡Qué complicado es todo!No he vividohasta ahora. Me pregunto cuándo empezaré. Dieciséis años tiranizado porniñeras ymaestros de escuela, sometido a su santa voluntad; cinco años en

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Londres estudiando medicina con ahínco: mala comida, alojamientosmiserables, ropas raídas, vicios lamentables. Jamáshe conocidonadamejor.Luego, empujado a esta isla infernal... ¡Diez años aquí! ¿Y todo para qué,Prendick?¿Somoscomolaspompasdejabónquesoplanlosniños?

Resultabadifícilcomprendersusdesvaríos.

–Loquedebemoshacerahoraesencontrarelmododesalirdeestaisla–dije.

–¿Yquétieneesodebueno?Soyunproscrito.¿Adóndevoyair?Ustedlovetodomuybien,Prendick.¡PobreMoreau!Nopodemosdejarloenestaislaparaqueprofanensushuesos.Además,¿quévaaserdelosSalvajesbuenos?

–Está bien.Mañananosocuparemosde ello.Hepensadoquepodríamoshacer una pira e incinerar su cuerpo. Y respecto a esas otras cosas... ¿QuépasaráconlosSalvajes?

–Nolosé.Supongoquelosquedesciendendeanimalesdepresaacabaráncomo fieras tarde o temprano. Pero no podemos matarlos a todos. ¿No?Imaginoqueesesoloque«sus»sentimientoshumanitarioslesugieren...Perocambiarán.Estoyseguro.

Continuóasí,sindecirnadaenclaro,hastaqueperdílapaciencia.

–¡Maldición! –exclamó malhumorado–. ¿No se da cuenta de que misituación esmuchomásdifícil? –Se levantóy fue a buscar el coñac.Luegovolvióydijo–:¡Beba!

¡Especiedesantoateo,destructordelalógica!¡Beba!

–Noquiero–respondí.Ycontinuésentadoconsolemnidad,observandosurostro bajo el fulgor amarillento de la parafina, mientras la embriaguez losumía en un estadode locuaz tristeza.Lo recuerdo como algo infinitamenteaburrido.LuegopasóahacerunasensibleraapologíadeM'lingylosSalvajes.

DijoqueM'lingeraelúnicoserquesehabíapreocupadoporél.Entoncesseleocurrióunaidealuminosa.

–¡Seréestúpido!–dijo,poniéndoseenpieyagarrandolabotelladecoñac.Unasúbitaintuiciónmehizoadivinarcuálerasupropósito.

–¡No se le ocurra dar alcohol a esa bestia! –exclamé, levantándome yhaciéndolefrente.

–¿Bestia? –dijo–. Usted es la bestia. Él bebe como todo hijo de vecino.¡Quítesedeenmedio,Prendick!–¡PorelamordeDios!–exclamé.

–¡Quítese...deenmedio!–rugió,sacandoelrevólverderepente.

–Muy bien –dije, yme aparté con la intención de lanzarme sobre él en

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cuantopusiera lamanoenelpicaporte.Pero renunciéa ello al recordarqueteníaunbrazoroto–.SehaconvertidoenunSalvaje.¡Váyaseconlasbestias!

Abriólapuertadeparenparysedetuvoenelumbral,mirándomecasidefrente,bajoelresplandoramarillodelalámparaylapálidaluzdelaluna;susojoserandosmanchasnegrasbajosuspobladascejas.

–¡Esustedunperfecto idiota,Prendick!Siempreasustadoy fantaseando.Hemos llegado al límite. Es muy posible que mañaname corte el gaznate.Peroestanochevoyapermitirmeunabuenafiesta.

Sediolavueltaysalióalexterior.

–¡M'ling!¡M'ling,queridoamigo!–gritó.

Tresfigurasborrosasseacercabanporlaorilladelapálidaplaya,bajolaplateadaluzdelaluna;unadeellasibacubiertadevendasblancas,lasotraslaseguíancomodosmanchasnegras.

Sedetuvieronaobservaralgo.Enesemomento,M'lingdoblólaesquinadelacasa.

–¡Bebed! –gritóMontgomery–. ¡Bebed, bestias! ¡Bebed como hombres!¡Vaya, soyelmás listo! ¡Moreau seolvidódeesto!Éste es el retoque final.¡Bebed,osdigo!

Ycon labotellaen lamano, saliócorriendoendirecciónoeste,mientrasM'lingsecolocabaentreélylastresborrosasfigurasqueloseguían.

Fui hasta la puerta. Hasta que Montgomery se detuvo casi no pudedistinguirlosalaluzdelaluna.VicómoleofrecíacoñacaM'lingyquesusfigurassefundieronenunaformaconfusa.

–¡Cantad! –oí gritar a Montgomery–. ¡Cantad todos! ¡Maldito seaPrendick!...

¡Prendick!

El oscuro grupo se desmembró en cinco figuras que poco a poco sealejaron de mí por la franja de la playa iluminada. Gritaban todos a plenopulmón,insultándomeodandoriendasueltaaesanuevainspiraciónmotivadaporelcoñac.

DespuésoílavozdeMontgomeryalolejosquegritaba:

–¡Aladerecha!

Yelgruposeperdióconsusaullidosenlanegruradelosárboles.Pocoapoco,muypocoapoco,seretiraronensilencio.

La noche recobró su apacible esplendor. La luna, que para entonces ya

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había alcanzado el cenit, cabalgaba por el desierto cielo azul, llena yresplandeciente.

Lasombradelapared,negracomolatinta,seextendíaamispiessobreunespaciodeunmetrodeanchura.Haciaeleste,elmarteníaunmisteriosotonooscuro, y entre el mar y la sombra, las arenas grises, de obsidiana,resplandecíancomounaplayadediamantes.

Lalámparadeparafinaardíaamisespaldasconrojizaycálidallama.

Cerré la puerta, eché la llave y entré en el recinto donde el cadáver deMoreau yacía junto a sus últimas víctimas (los podencos, la llama y otrasinfortunadas bestias) con expresión apacible, pese a su terriblemuerte. Susojos abiertos contemplaban lablancaquietudde la luna en lo altodel cielo.Me senté en el borde del sumidero y, con la mirada fija en aquel hazfantasmagóricodeluzplateadaysombrasinquietantes,medispuseaplanearloqueibaahacer.

Porlamañanameteríaalgunasprovisionesenelbotey,trasprenderfuegoalapiraqueteníaantemí,meadentraríadenuevoenladesolacióndelmar.Comprendía que no había manera de ayudar a Montgomery, pues era casicomounSalvaje,incapazderelacionarseconlaspersonas.

No sé cuánto tiempo estuve allí sentado, haciendo planes. Debió de seraproximadamenteunahora.Luego,miscavilacionessevieron interrumpidasporelregresodeMontgomery.Oíunaullidoprocedentedemuchasgargantas–una confusión de gritos de júbilo, jadeos y alaridos que descendía hasta laplaya–yqueparecíallegardesdealgúnpuntocercanoalaorilla.Elalborotocrecióydespuésseextinguió.Mástardeoíunosgolpesfuertesyelcrujirdelamaderaalpartirse,peroentoncesnomepreocupólomásmínimo.

Luegocomenzóuncantodisonante.

Mispensamientosvolvieronacentrarseenelmododeescapar.Melevanté,tomé la lámpara y entré en un cobertizo para coger unos barriles que habíavisto.

Encontréunaslatasdegalletasy,decididoa investigarsucontenido,abríunadeellas.

Creí ver algo por el rabillo del ojo –una figura roja– y me volvíbruscamente.

Amisespaldasseextendíaelpatio,deunblancoynegrointensobajo laluzdelaluna,dondesealzabaelmontóndemaderayloshacesdeleñasobrelos que yacían Moreau y sus mutiladas víctimas, unos encima de otros.Parecíanagarrarsemutuamenteenunaespeciedecuerpoacuerpofinal.Susheridas eran negras como la noche, y la sangre que de ellas había brotado

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formaba manchas negras sobre la arena. Entonces, sin comprender todavíabien,descubrílacausademisobresalto:eraunresplandorrojizoquebailabaen lapareddeenfrente.Nosupe interpretarloy,pensandoquese tratabadelreflejodemipropialámpara,volvíalcobertizo.

Seguí revolviendo con la torpeza de un manco todo cuanto allí había,escogiendoloquemeparecíaútilyseparándoloparacargarloenlalanchaaldíasiguiente.Mismovimientoseranlentosyeltiempopasódeprisa.Cuandoquisedarmecuentayaeradedía.

Elcantosefueapagandoparadarpasoaunclamor,luegosereanudóy,derepente,setransformóentumulto.Oíagritosde«¡más,más!»,unruidocomodeluchayunsúbitoalarido.Elcambiodesonidoseratanevidentequellamómiatención.Salíalpatioyescuché.Luego,comouncuchilloquerasgaselaconfusión,seoyóeldisparodeunrevólver.

Crucé precipitadamente la habitación hacia la puerta. Algunos baúlesresbalaronysedesplomaronenelsuelodelcobertizoconestrépitodecristalesrotos.Peronolesprestéatención,sinoqueabrílapuertadeparenparymiréalexterior.

En la cabaña de la playa, cerca de la costa de las lanchas, ardía unahoguera cuyas chispas se desdibujaban en la imprecisión del amanecer. Entornoa ella forcejeabaunamasade figurasnegras.OíqueMontgomerymellamaba y eché a correr hacia la hoguera, revólver en mano. Vi la rosadalengua de fuego del revólver deMontgomery lamer el suelo y luego caer atierra.Gritécontodasmisfuerzasydisparéalaire.

Oíquealguiengritaba:«¡ElMaestro!».Laenmarañadaluchasedispersóennúcleos aisladosy el fuegoascendió engran llamaradaydisminuyócasihastaapagarse.Presadeunrepentinopánico, lamultituddeMonstruospasócorriendoantemíplayaarriba.Enmiestadodeagitación,disparécontraellosmientrasdesaparecíanentrelamaleza.Entoncesmevolvíhacialosmontonesnegrosquehabíaenelsuelo.

Montgomeryyacíabocaarribaconlabestiadepelogrisencimadeél.ElMonstruohabíamuerto,peroseguíaaferradoalcuellodeMontgomeryconsusgarrasencurva.

JuntoaellosseencontrabaM'ling, tumbadobocaabajoycompletamenteinmóvil,degolladoyconel cuellodeunabotelladecoñac rotaen lamano.Otrosdoscuerposyacíanjuntoalfuego.Unodeellosestabainmóvil;elotrose quejaba de vez en cuando, levantando lentamente la cabeza y dejándolacaerdenuevo.

AgarréalMonstruoGrisyloapartédelcuerpodeMontgomery;lasgarrasledestrozaronlaropamientrasyoloarrastraba,comosinoquisierasepararse

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deél.

Montgomeryteníaelrostroamoratadoyrespirabacondificultad.Learrojéaguadelmaralacaraypusemiabrigoenelsueloaguisadealmohadaparaque apoyara la cabeza. M'ling había muerto. La criatura herida que estabajuntoalfuego–unHombreLobodebarbagris–yacíaconlapartesuperiordelcuerposobrelasbrasasaúnardientes.Tanlastimosoeraelestadodelapobrebestiaque,porcompasión, lesalté la tapadelossesos.ElotromonstruoeraunodelosHombresTorocubiertosdevendasblancas.Tambiénestabamuerto.

Losdemáshabíandesaparecidodelaplaya.RegreséjuntoaMontgomeryymearrodilléasulado,maldiciendomiignoranciaenmedicina.

El fuego se había extinguido y sólo quedaban ascuas en medio de lascenizas.MepreguntédóndepodíahaberencontradoMontgomerytodaaquellamadera.Estabaamaneciendoyelcieloseaclarabaamedidaquelaluna,cercayadesuocaso,setornabamáspálidayopacaenelluminosoazuldelnuevodía.Hacialevante,elcieloseteñíaderojo.

Entonces oí un ruido sordo y un silbido igualmente apagado a misespaldas, y,mirando alrededor,me puse en pie de un salto con un grito dehorror.Grandesmasasdehumonegroascendíancontraelamanecerardienteprocedentesdelrecinto,yentresuturbulentanegruraparpadeabanlasllamasrojascomolasangre.Eltechodepajaseincendió;lasllamasascendíanporlapendienteyunalenguadefuegosalíaporlaventanademihabitación.

De repente comprendí lo ocurrido.Recordé el ruido que oí al caerse lascajas. Cuando corrí en ayuda de Montgomery había volcado la lámpara,derramandoellíquidosobrelosbaúles.

Al instante supe que era imposible salvar nada de lo que había en elrecinto.Mimentevolvióacentrarseenelplandehuidayvolvírápidamentelamiradabuscandolosdosbotesvaradosenlaplaya.¡Yanoestaban!Habíadoshachasenlaarenajuntoamí;elsueloestabacubiertodeastillas,ylasnegrascenizas de la hoguera llenaban de humo el amanecer. Montgomery habíaquemadolosbotesparavengarsedemíeimpedirmiregresoalacivilización.

Un súbito ataque de ira se apoderó demí.Estuve a punto de patearle lacabezamientras yacía indefenso amis pies. Entoncesmovió unamano tandébilylastimosamentequemirabiaseesfumó.Lanzóungemidoyabriólosojosuninstante.

Mearrodilléasu ladoy leayudéa levantar lacabeza.Volvióaabrir losojos,mirandoensilencioelamanecer,ysumiradasecruzócon lamía.Suspárpadoscayeron.

–Losiento–dijocongranesfuerzo.Parecíaqueintentabapensar–.Eselfin

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–murmuró–,elfindeesteestúpidomundo.¡Quédesastre!

Yo escuchaba.Su cabeza cayóhacia un lado.Pensé que un trago podríareanimarlo, pero no tenía a mi alcance bebida alguna ni recipiente en quetraerla.Deprontosucuerpomepareciómáspesado.Semehelóelcorazón.

Meinclinésobresurostroymetílamanoporlacamisadesgarrada.Estabamuertoy,mientrasmoría,unalíneaalrojovivo,ellimbodelsol,ascendióporlevante más allá de la bahía, esparciendo sus rayos por el cielo ytransformandoeloscuromarenuntorbellinodeluzcegadoraqueglorificabasurostrocontraídoporlamuerte.

Le apoyé suavemente la cabeza sobre la tosca almohada que habíaimprovisado,ymepuseenpie.Antemíseextendíalaradiantedesolacióndelmar,lahorriblesoledadquetantomehabíahechosufrir;yamisespaldas,laisla en calma bajo la aurora, con susMonstruos silenciosos e invisibles. Elrecinto, con todas las provisiones y la munición, ardía con gran estrépito,súbitasbocanadasdefuego,violentascrepitacionesyalgúnqueotroestallido.La densa humareda ascendía por la playa alejándose de mí y rozando laslejanascopasdelosárbolesendirecciónalascabañasdelbarranco.Amiladodescansabanlosrestoscarbonizadosdelosbotesyaquelloscincocadáveres.

Entonces, de entre la maleza surgieron tres Monstruos de hombrosencorvados, cabezas salientes, manos deformes, torpes ademanes y miradainquisitivayhostil;avanzaronhaciamícongestosvacilantes.

20.Asolasconlosmonstruos

Leshicefrente,puesenellosestabamidestino.Estabasolo,teníaunbrazorotoy,enelbolsillo,unrevólveralquelefaltabandosbalas.Entrelasastillasesparcidasporlaplayaencontrélasdoshachasconlasquehabíandesguazadolosbotes.Lamareasubíaamisespaldas.

Nomequedabamásremedioqueecharlevalor.Miréfijamentelosrostrosde losMonstruosqueseacercaban.Ellos rehuyeronmimiradayhusmearoncon los hocicos temblorosos los cadáveres que yacían en la playa a misespaldas. Avancé unos pasos, recogí el látigo ensangrentado que reposabajuntoalcadáverdelHombreLoboylohicerestallar.

Sedetuvieronymemiraronconextrañeza.

–¡Saludad!–dije–.¡Inclinaosantemí!

Vacilaronuninstante.Unodeellosdoblólasrodillas.Repetílaorden,conelcorazónenunpuño,yavancéhaciaellos.Primerosearrodillóuno, luego

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losotrosdos.

Medilavueltaycaminéhacialoscadáveres,sinapartarlavistadelostresMonstruosarrodillados,comounactorquehacemutisporelforosinquitarlavistadelpúblico.

–Quebrantaron la Ley –dije, al tiempo que apoyaba un pie sobre elRecitador–.

Por eso han muerto. Incluso el Recitador de la Ley. Y el Hombre delLátigo.¡GrandeeslaLey!Venidaver.

–Nohayescapatoria–dijounodeellos,mientrasseacercabaamirar.

–Nohayescapatoria–dijeyo–.Por lo tanto, escuchadyhaced loqueosordeno.

Sepusieronenpie,interrogándoseconlamirada.–Quedaosahí–dije.

Recogílasdoshachasylascolguédelbrazoencabestrillo;luego,ledilavueltaaMontgomery,cogísurevólver,viendoqueaúnlequedabandosbalas,yhurgandoensubolsilloencontréseiscartuchosmás.

–Lleváoslo–dije,poniéndomeotravezenpieyseñalandoconellátigoelcadáverdeMontgomery–.Lleváoslodeaquíyarrojadloalmar.

Seacercaron,temerosostodavíadeMontgomery,peromástemerososaúndelchasquidodellátigoensangrentadoy,luegodealgunostitubeos,restallidosdelátigoyamenazas,lolevantaronconprecaución,lobajaronhastalaplayayseadentraronchapoteandoenlasrelucientesolas.

–¡Venga!–dije–.¡Adelante!¡Lleváoslolejos!Avanzaronhastaqueelagualesllegóaloshombros,sedetuvieronymemiraron.

–Soltadlo–dije.

El cuerpo deMontgomery se hundió bruscamente en medio de un granchapoteo,yyosentíquesemeencogíaelcorazón.

–¡Bien!–dijeconunnudoenlagarganta.

Corrieronasustadoshacialaorilla,dejandolargasestelasnegrasenelaguaplateada.

Alllegaralaarenasedetuvieronyvolvieronlacabezahaciaelmar,comositemiesenqueMontgomerypudieseresurgirexigiendovenganza.

–Yahoraéstos–dije,señalandoalosotroscadáveres.

Se cuidaron mucho de no acercarse al lugar donde habían arrojado aMontgomeryyarrastraron loscadáveresunoscienmetrospor laplayaantesdevadearparaecharlosalagua.

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MientrasobservabacómosedeshacíandelosrestosmutiladosdeM'ling,oíunligeroruidodepasosamisespaldas,y,volviéndomebruscamente,vialenormeCerdoHienaaunosdiezmetrosdemí.Teníalacabezagacha,losojosbrillantesclavadosenmíylasgruesasmanosdeformespegadasalcuerpo.Alvolvermecambiólaposturadeacechoydesvióligeramentelamirada.

Nosmiramosfijamentea losojosunmomento.Soltéel látigoysaquélapistoladelbolsillo.Estabadispuestoamataraaquellabestia,lamástemidadecuantasquedabanenlaisla,almenorpretexto.Podráparecerunavileza,peroésaeramiintención.LeteníamuchomásmiedoaélqueacualesquieraotrosdosMonstruosjuntos.Susupervivencia,nomecabíaduda,eraunaamenazaparalamía.

Hiceacopiodevalordurantevariossegundos.Luegogrité:

–¡Saluda!¡Arrodíllate!

Ungruñidodejóentreversuscolmillos.

–¿Quiénerestúparadecirme...?

Quizáunpocoprecipitadamente,saquéelrevólver,apuntéydisparé.Leoígritar, vi que corría y torcía en diagonal; supe que había fallado, y tiré delpercutor con el pulgar dispuesto a disparar de nuevo. Pero huía a todavelocidad,saltandodeunladoaotro,ynomeatrevíaerrardenuevoeltiro.De vez en cuando volvía la cabeza para mirarme por encima del hombro.Corrióporlapendientedelaplayaydesaparecióentreladensamasadehumoqueaúnsalíadel recintoen llamas.Mequedéun ratomirándolo.Luegomevolví hacia mis tres obedientes Monstruos y les hice una seña para quesoltasenelcadáverquetransportaban.Regreséjuntoalfuego,allugardondehabían caído los cuerpos, y removí la arena con el pie hasta quedesaparecierontodaslasmanchasdesangre.

Despedíamistresesbirrosconunmovimientodelamanoycaminéplayaarriba hasta adentrarme en la espesura. Llevaba la pistola en la mano y ellátigo y las hachas colgadas del cabestrillo. Deseaba estar a solas parareflexionarsobrelasituaciónenlaquemeencontraba.

Algoterrible,deloqueapenasempezabaadarmecuenta,eraquenohabíaun solo lugar seguro en toda la isla donde descansar y dormir. Habíarecuperado las fuerzas asombrosamente desdemi llegada a la isla, pero aúneraproclivealnerviosismoymeveníaabajoantelaadversidad.Penséquelomejor sería cruzar de nuevo la isla e instalarme entre los Monstruos,confiándolesmipropiaseguridadpersonal.Peromefaltóelánimo.Regreséalaplaya,y,girandohaciaelestepordelantedel recintoen llamas,medirigíhacia un banco de arena y coral que avanzaba hasta el arrecife.Allí podríasentarme a reflexionar, de espaldas al mar y haciendo frente a cualquier

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posiblesorpresa.Yallíestuvesentadounbuenrato,lacaraentrelasrodillasyelsolabrasándomelacabeza.Uncrecientetemorseapoderabademí,pesealocualplaneéelmododesobrevivirhastalahorademirescate,siesqueesahorallegaba.Intentéanalizarlasituaciónconlamayorecuanimidad,peronolograbadesprendermedemissentimientos.

Mepuseadarlevueltasen lacabezaa ladesesperacióndeMontgomery.«Cambiarán–dijo–. Seguro que cambiarán.» Y Moreau, ¿qué había dichoMoreau?«Subestialidadescadadíamayor...»Luegovolví aacordarmedelCerdo Hiena. Estaba seguro de que, si nomataba a aquella bestia, ella memataríaamí...ElRecitadordelaLeyhabíamuerto.

¡Quédesgracia!...AhorasabíanquelosHombresdelLátigopodíanmoririgualqueellos...

¿Meestaríanespiandodesdelasmasasverdesdehelechosypalmeras,alaesperadetenermeasualcance?¿Quéestaríantramandocontramí?¿Quélesestaría diciendo el Cerdo Hiena? Mi imaginación me sumía en un mar detemoresinfundados.

Mis pensamientos quedaron interrumpidos por los gritos de unas avesmarinas que se precipitaban hacia un objeto negro que las olas habíandepositado en la arena, cerca del recinto.Sabíamuybiende qué se trataba,peromefaltóvalorparairaahuyentarlas.

Comencéacaminarporlaplayaendireccióncontraria,conlaintencióndebordear el extremo oriental de la isla y acercarme así al barranco de lascabañas,sinexponermealasposiblesemboscadasdelaselva.

Después de recorrer aproximadamente un kilómetro, advertí la presenciadeunodemistresMonstruos,quesalíadelosmatorralesendirecciónamí.Las fantasías de mi imaginación me habían puesto tan nervioso queinmediatamente saqué el revólver. Ni siquiera sus gestos suplicantesconsiguierondesarmarme.

Semeacercóconvacilación.

–¡Márchate!–legrité.

La actitud asustadiza y servil de aquella criatura era propia de un perro.Retrocedióunpoco,comounperroahuyentado,ysedetuvo,mirándomeconojossuplicantes.

–¡Márchate!–repetí–.Noteacerques.

–¿Nopuedoacercarmeati?–preguntó.

–¡No!Márchate –insistí, haciendo sonar el látigo. Luego, sosteniendo ellátigoconlosdientes,meagachéparacogerunapiedray,amenazándolocon

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ella,logréquesealejase.

Así,asolas,lleguéhastaelbarrancodelosMonstruosy,escondidoentrelashierbasy los juncosque lo separabandelmar, losobservéamedidaqueibanapareciendo,intentandojuzgarporsuactitudysusgestosenquémedidaleshabíaafectadolamuertedeMoreauydeMontgomeryyladestruccióndelaCasadelDolor.Entoncescomprendíeldesatinodemicobardía.Sihubieratenidoelmismovalorquealamanecer,sinohubierapermitidoquesedisiparaen reflexiones solitarias, podría haberme adueñado del cetro vacante deMoreauydominaralosMonstruos.Perohabíaperdidolaoportunidad,yhabíadescendidoalrangodesimplelíderdemisiguales.

Haciaelmediodía,algunossetumbaronalsolsobrelaarenacaliente.Laimperiosavozdelhambreydelasedprevalecíasobremistemores.Salídemiescondite entre los matorrales y, revólver en mano, descendí hacia dondeestabansentadasaquellascriaturas.

Unadeellas,unaMujerLobo,volvió lacabezaymemiróconasombro;losdemás la imitaron.Ningunohizoademánde levantarseo saludar.Estabademasiadodébilycansadoparaenfrentarmeatantos,ydejépasarlaocasión.

–Quierocomer–dije,casidisculpándome,mientrasmeacercabaaellos.

–Haycomidaenlascabañas–dijounOsojabalímediodormido,volviendolacabezahaciaotrolado.

Pasé por delante de ellos y me adentré en la sombra y los hedores delbarranco casi desierto. En una cabaña vacíame di un festín de fruta y, trastaparlapuertaconunasramasmediopodridas,mecoloquéfrenteaellaconlamano sobre el revólver. La fatiga de las últimas treinta horas empezaba adejarse sentir, y caí en un ligero sopor, con la esperanza de que mi frágilbarricada hiciera el ruido suficiente para evitarme cualquier sorpresadesagradablesialguienladerribaba.

21.Laregresióndelosmonstruos

Y fue así comome convertí en unomásde losMonstruos de la isla deldoctorMoreau.Cuandodespertéhabíaanochecido.Medolíaelbrazo,bajoelvendaje.Me incorporé, preguntándome al principio dónde estaba. Oí vocesroncas que hablaban en el exterior. Entonces vi que la barricada habíadesaparecidoyquelaentradadelacabañaestabaabierta.Seguíateniendoelrevólverenlamano.

Oí una respiración y vi un bulto agazapado a mi lado. Contuve la

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respiración, intentando averiguar de qué se trataba. «Aquello» comenzó amoverselentaeinterminablemente.Entoncessentíquealgocálido,húmedoyblandomerozabalamano.

Se me tensaron todos los músculos del cuerpo. Aparté bruscamente lamanoyestuveapuntodegritar.Peromedicuentadeloquehabíapasadoymisdedossiguieronacariciandoelrevólver.

–¿Quiénestáahí?–susurré,apuntandoconelrevólver.–Soyyo,Maestro.

–Y¿quiénerestú?

–DicenqueyanohayMaestro.Peroyolosé.Yollevéloscuerposalmar,¡ohtúquecaminassobrelasaguas!,loscuerposdelosquetúmataste.Soytuesclavo,Maestro.

–¿Ereselquemeencontréenlaplaya?–pregunté.

–Elmismo,Maestro.

Lacriaturaparecíade fiar,de locontrariosehabríaabalanzadosobremímientrasdormía.

–Está bien –dije, extendiendo lamano para queme la lamiera otra vez.Empecéadarmecuentadeloquesupresenciasignificabaparamí,ymivalorcreciócomolaespuma–.¿Dóndeestánlosdemás?–pregunté.

–Sehanvueltolocos,estánchiflados–dijoelHombrePerro–.Andantodoshablando al mismo tiempo por ahí. Dicen: «El Maestro ha muerto; el delLátigohamuerto.Elquecaminasobrelasaguases...comonosotros.YanohayMaestro, ni Látigos, niCasa delDolor. Se acabó.Amamos laLey y larespetaremos,peroyanohabrámásdolor,niMaestro,niLátigo».Esoes loquedicen.Peroyosélaverdad,Maestro,yolasé.

TanteéenlaoscuridadyacariciélacabezadelHombrePerro.

–Estábien–volvíadecir.

–Yahoralosmatarásatodos–dijoelHombrePerro.

–Sí –contesté–, los mataré a todos; en cuanto pasen unos días y seproduzcanciertoshechos.Todos,menoslosquetúperdones,morirán.

–CuandoelMaestroquierematar,mata–dijoelHombrePerroconciertasatisfacción.

–Yparaquesuspecadospuedanmultiplicarse–añadí–,dejemosquevivansu locura hasta que les llegue la hora. Que no sepan aún que yo soy elMaestro.

–LavoluntaddelMaestroesbuena–dijoelHombrePerroconel instinto

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desusangrecanina.

–Pero hay uno que ha pecado –dije yo–. A ése lo mataré en cuanto loencuentre.

Cuando te diga «éste es», abalánzate sobre él. Y ahora iré junto a loshombresymujeresqueestánreunidos.

Al marcharse el Hombre Perro, la entrada de la cabaña quedómomentáneamenteoscurecida.Enseguidamepuseenpie,casienelmismositiodondeestabacuandooíaMoreauyasusabuesopersiguiéndome.Peroestavezeradenoche,elmiasmáticobarrancoquemerodeabaestabaenvueltoenlanegruray,másallá,enlugardeunaverdeladerailuminadaporelsol,vila luz roja de una hoguera ante la que se movían unas figuras grotescas yencorvadas.Alolejossealzabanlosdensosárboles,unamasanegrabordeadaen su parte superior por el negro manto de las ramas más altas. La lunaasomaba en ese instante por el borde del barranco, atravesada por lasperpetuas columnas de vapor que brotaban sin cesar de las fumarolas de laisla.

–Ven conmigo–le dije, para darme ánimos, y juntos descendimospor elestrechocamino,sinprestarlamenoratenciónalasimprecisasformasquenosespiabandesdelascabañas.

Ningunodelosqueestabanjuntoalahoguerahizoamagodesaludarme.Casi todos fingieron con desdén no advertir mi presencia. Busqué con lamiradaalCerdoHiena,peronoestabaallí.HabíaentotalunosveinteSalvajesacuclilladosmirandoalfuegoocharlandoentresí.

–Estámuerto,estámuerto,elMaestroestámuerto–dijolavozdelHombreMono,amiderecha–.YanohayCasadelDolor.

–Noestámuerto–dijeyoenvozalta–.Ahoramismonosestáobservando.

Mispalabraslossobresaltaron.Veinteparesdeojossefijaronenmí.

–LaCasadelDolorhadesaparecido–dije–,perosólomomentáneamente.AunquenopodáisveralMaestro,élosescuchadesdeallíarriba.

–¡Escierto,escierto!–dijoelHombrePerro.

Mi seguridad les hizo titubear. Los animales pueden ser muy astutos yferoces,perosólounhombreescapazdementir.

–ElHombredelBrazoVendadodicecosasextrañas–observóunode losSalvajes.

–Teaseguroqueescierto–dije–.ElMaestroylaCasadelDolorvolveránotravez.¡AydeaquelquequebrantelaLey!

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Se miraron con extrañeza. Fingiendo indiferencia, comencé a escarbardespreocupadamenteelsueloconelhacha.Viqueobservabanlosprofundoscortesquehacíaenlahierba.

Entonces el Sátiro planteó una duda, y yo le respondí. Una de aquellascosasmoteadaspusootraobjeción,yunaanimadadiscusiónsurgióentornoalfuego. A cada momento me sentía más seguro de mí mismo. Ya no mequedabasinrespiraciónalhablar,comomesucedieraalprincipio,acausadelaexcitación.AlcabodemediahorahabíaconvencidoavariosMonstruosdelaveracidaddemisafirmacionesyhabíasembradoladudaenlosdemás.

Estuvependienteen todomomentodemienemigo,elCerdoHiena,peronoapareció.

De vez en cuandome sobresaltaba unmovimiento sospechoso, peromiconfianzarenacíarápidamente.Luego,amedidaquelalunadescendíadesdeelcenit,losqueescuchabancomenzaronabostezar,mostrandolosdientesalaluz de las brasas y, uno a uno, se retiraron a las guaridas del barranco.Temeroso del silencio y de la oscuridad, me fui tras ellos, pues sabía queestabamásseguroconvariosqueconunosolo.

Así empezó el período más largo de mi estancia en la isla del doctorMoreau.Perodesdeesanocheyhastaelfinalsóloocurrióunincidentedignode mención, amén de una interminable serie de pequeños detallesdesagradablesydeundesasosiegoconstante.Demodoqueprefieronohacerunacrónicadeeselapsodetiempoyceñirmeaunacontecimientocrucialenlos diezmeses que pasé en compañía de aquellas bestias semihumanas.Medejaría cortar lamano derecha para olvidarmuchas cosas que han quedadograbadas en mi memoria y que podría referir. Pero no añaden nada a lahistoria.

Alvolverlavistaatrás,mesorprendoalrecordarloprontoquemeadaptéalascostumbresdelosMonstruosymeganésuconfianza.Tuvealgunaspeleas,decuyasmordedurasaúnconservolascicatrices,peronotardaronenmostrarunsanorespetopormihabilidadcomolanzadordepiedrasyporelfilodemihacha. La ayuda del Hombre Perro –leal como un San Bernardo– fueinestimableparamí.Descubríquesusencillaescaladevaloressebasabaantetodoenlacapacidadparaproducirheridassangrantes.

Dehecho,puedoafirmar–esperoquesinvanidad–quelleguéaocuparunaposición preeminente entre ellos. Más de uno al que había malherido enalguna peleame guardaba rencor, pero generalmente se limitaba a hacermemuecas,casisiempreamisespaldasyaprudencialdistanciademismisiles.

ElCerdoHienameevitaba,yyomemanteníaalertaasupresenciaentodomomento.

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Mi inseparable Hombre Perro lo odiaba y lo temía intensamente. Estoyseguro de que ésa era la razón de su apego amí. Pronto comprendí que elCerdo Hiena había probado la sangre y seguía el mismo camino que elHombre Leopardo. Construyó una guarida en algún lugar del bosque y sevolviósolitario.Enunaocasión intentéconvencera losSalvajesparaque lediesencaza,peromefaltóautoridadparaqueactuarantodosauna.

Unayotravezintentéacercarmeasuguaridaysorprenderlodesprevenido,perosiempreeramásrápidoqueyoy,alvermeosentirmiolorenelviento,teníatiempodeescapar.

Con sus emboscadas repentinas, también él hacía que los senderos delbosque resultasen peligrosos para mí y para mis aliados. El Hombre Perroapenasseatrevíaaalejarsedemilado.

Al cabo de un mes, y en comparación con su situación anterior, losMonstruoseranpasablementehumanos,yconalgunodeellos–apartedemicompañero canino– llegué a portarme de manera tolerante y amistosa. ElPerezosomemostrabaunraroafectoymeseguíaatodaspartes.ElHombreMono,sinembargo,mefastidiabasobremanera.Dabaporhecho,fundándoseensuscincodedos,queeramiigual,ysepasabaeldíacotorreandoydiciendolasmayorestonterías.Sólohabíaunacosaenélquemehacíagracia:teníaunafantásticahabilidadparainventarpalabrasnuevas.Alparecerpensabaqueelusocorrectodellenguajeconsistíaenfarfullarpalabrassinsentido.Llamabaaesto«grandesideas»,paradistinguirlodelas«pequeñasideas»,esdecir,delosdetallesdelavidacotidiana.Cuandohacíauncomentarioqueélnoentendía,siempre lo alababa mucho y me pedía que lo repitiese para aprenderlo dememoria; luego iba repitiéndolopor todaspartespara impresionara losmásingenuos.Nodecíanadaque fuese sencilloycomprensible. Inventéalgunas«grandes ideas» para su uso particular.Ahorame parece que era la criaturamás tonta que he conocido jamás: a la característica necedad del hombresumabaprodigiosamentelaestupideznaturaldelmono.

Esto, como digo, sucedió en las primeras semanas de soledad entre lasbestias.

DuranteaqueltiemporespetaronlascostumbresestablecidasporlaLeyysecomportaronconmoderación.Volvíaencontrarotroconejodescuartizado–porelCerdoHiena,contodaprobabilidad–,peroesofuetodo.Fuehaciamayocuando empecé a detectar cambios evidentes en su forma de hablar y demoverse,unamayordificultaddearticulación,uncrecientedesinterésporellenguaje. El parloteo del Hombre Mono era más intenso que nunca, peroresultabacadavezmásincomprensible,mássimiesco.

Algunos parecían estar perdiendo la facultad del habla, aunquecomprendían lo que les decía. ¿Puede alguien imaginarla pérdida y el

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embotamientodellenguajeclaroyconciso,sucrecienteausenciadeformaysignificado,sutransformaciónenmerosonidovacío?

Además, empezaban a tener serias dificultades para caminar erguidos.Aunque era evidente que les producía mucha vergüenza, de vez en cuandosorprendíaaalgunocorriendoacuatropatas, incapazderecobrarlaposiciónvertical. Sujetaban las cosas conmayor torpeza, bebían directamente con laboca,roíanlacomidaysemostrabancadadíamászafios.EntendímejorquenuncaloqueMoreaumehabíadichosobrela«obstinadacarnedelasbestias».Estabanregresandorápidamenteasuestadoprimitivo.

Algunos –primero las hembras, según observé con cierta sorpresa–comenzaron a hacer caso omiso de las normas del decoro, casi siempredeliberadamente.Otrosinclusoserebelaronenpúblicocontralainstitucióndelamonogamia.Eraevidenteque laLeysedebilitabaaojosvista.Nopuedoseguir con este desagradable asunto. Mi Hombre Perro se transformabalentamenteenperroasecas;pocoapocosefuevolviendomásestúpido,máscuadrúpedo ymás peludo.Apenas advertí la transición de compañero fiel aperro furtivo. Amedida que crecían la negligencia y la desorganización, elcaminodelascabañas,yadeporsídesagradable,semehizotanrepugnanteque tuve que abandonarlo y, atravesando otra vez la isla, me construí uncobertizoderamasentrelasnegrasruinasdelrecintodeMoreau.Elrecuerdodel dolor que allí habían padecido hacía de aquél un lugar seguro paraescondersedelosMonstruos.

Sería imposible detallar paso a paso la degeneración de los Monstruos:contarcómoperdíandíaadíalosrasgoshumanos,cómosedeshacíandesustraposysusvendashastaprescindirporcompletodelaropa,cómoempezabaa extenderse el pelo por sus extremidades desnudas, cómo se les hundía lafrenteyselesalargabalacara.Elsolorecuerdodelaintimidadcasihumanaquehabíatenidoconalgunodeellosduranteelprimermesdemisoledadmeespantaba.

La transformación se produjo de manera lenta e imparable. No fue unaconmoción ni para ellos ni paramí.Aún podía sentirme seguro entre ellos,porque su regresión aún no había liberado la explosiva carga de animalidadqueapagabapormomentossuscaracterísticashumanas.Peroempecéatemerque laconmociónseprodujeseencualquiermomento.MiSanBernardomesiguióhastaelrecinto,ysuvigilanciaavecesmepermitíadormircasienpaz.ElPerezosorosadosevolvióasustadizoyregresóasumedionaturalentrelasramas de los árboles.Nuestro estado de equilibrio era elmismo que el quequedaría en una de esas jaulas llenas de animales diversos que exhiben losdomadores,sieldomadorlasabandonaraparasiempre.

Peroestascriaturasnodegeneraronenbestiascomolasqueellectorhabrá

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vistoenloszoológicos,esdecir,envulgaresosos,lobos,tigres,bueyes,cerdosomonos.Seguíahabiendoalgoextrañoensunaturaleza;encadaunodeellosMoreauhabíamezcladounanimalconotro:unoteníarasgosprincipalmenteosunos, otros felinos, el de más allá bovinos, pero cada cual estabacontaminado por otras criaturas, y una especie de animalismo generalizadosurgía bajo sus caracteres específicos. Todavía me sorprendían de vez encuando ciertos rasgos humanos, como la recuperación momentánea dellenguaje hablado, la inesperada habilidad de las patas delanteras o algúnpenosointentodecaminarerguidos.

También yo debí de experimentar extraños cambios. Mi ropa era unpuñado de andrajos amarillentos, a través de los cuales se veía la pielbronceada.Tenía el pelo larguísimoy enmarañado.Dicenque incluso ahoramisojosconservanunbrilloyunavivezainusuales.

Al principio pasaba el día en la playameridional, oteando el horizonte,esperando el paso de un barco y rogando por su aparición. Confiaba en elregresoanualdelIpecacuanha,peronuncallegaba.Encincoocasionesdivisévelas, y vi tres columnas de humo, pero nadie se detuvo en la isla. Teníasiempre una hoguera encendida, pero sin duda se atribuía el humo a lanaturalezavolcánicadelaisla.

Era ya septiembre u octubre cuando empecé a pensar seriamente enconstruir una balsa. Por aquel entonces el brazo ya estaba curado y podíaservirme de las dos manos. Al principio me sentí impotente. Jamás habíahecho un trabajo de carpintería ni cosa parecida, y me pasaba el día en elbosque,cortandotroncoseintentandoensamblarlos.

No tenía cuerdas ni encontraba con qué fabricarlas; las lianas eranmuyabundantes, pero ninguna parecía suficientemente flexible y resistente almismo tiempo y, con todami carga de educación científica, era incapaz deconferirles la flexibilidady resistencia necesarias.Pasémásdedos semanasrebuscandoentrelasruinasdelrecintoyenellugardelaplayadondehabíanquemadolosbotes,enbuscadeclavosyotraspiezasdemetaldesperdigadasquepudieransermedeutilidad.DevezencuandoseacercabaamiraralgúnMonstruo,perosealejabadandosaltosencuantolegritaba.Luegosobrevinouna temporada de tormentas y lluvias torrenciales que retrasaronconsiderablementemitrabajo,peroalfinlabalsaquedóterminada.

Estaba orgulloso de ella. Pero, con esa falta de sentido práctico quesiemprehasidomiperdición,habíaconstruidolabalsaamásdeunkilómetrodelmar,yantesdepoderarrastrarlahastalaorillasehabíahechopedazos.Talvezfueraunasuerteparamínopoderbotarlaentonces,peroenesemomento,ladesesperaciónporel fracasofue tangrandequedurantevariosdíasnofuicapazdehacernadamásquevagarporlaplaya,contemplarelmarypensaren

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lamuerte.

Peronoteníalamenorintencióndemorir,yocurrióunincidentequemehizo ver con claridad la insensatez de dejar pasar así los días, pues losMonstruos eran cada vez más peligrosos. Estaba tumbado a la sombra delmurodel recinto,mirandoalmar, cuandome sobresaltó el contactode algofríoeneltalóny,volviéndomebruscamente,vialPerezosoquememirabaconasombro. Hacía tiempo que había perdido el habla y la capacidad dedesplazarse con facilidad; el pelo lacio se había vuelto más espeso y susgruesasgarrasmásganchudas.Alverquehabíallamadomiatención,lanzóundébilgemido,regresóhacialamalezaysevolvióparamirarme.

Alprincipionoloentendí,peroluegosemeocurrióquequizáqueríaquelosiguiera;entoncesfuitrasél,muydespacio,porquehacíamuchocalor.Alllegar a los árboles comenzó a trepar por uno de ellos, pues se desplazabamejoratravésdelaslianasqueentierrafirme.

Derepente,enunclarodelbosque,meencontréconunaescenaespantosa:miSanBernardoyacíamuertoenelsuelo,yjuntoaél,agazapado,estabaelCerdo Hiena, desgarrando la carne palpitante con sus deformes garras;mordisqueándola y gruñendo con delectación. Al acercarme, el Monstruolevantó hacia mí unos ojos amenazadores, echó hacia atrás los labios,mostrando los dientes ensangrentados, y rugió con aire desafiante.No teníamiedonisentíavergüenza;habíaperdidoelúltimovestigiodesuprocedenciahumana.Avancé un paso,medetuve y saqué el revólver. Por fin estábamosfrenteafrente.

El animal no hizo amago de retroceder, sino que echó hacia atrás lasorejas,seleerizóelpeloyencogióelcuerpo,dispuestoasaltar.Leapuntéalentrecejo y disparé. En esemomento, la bestia se abalanzó sobremí de unsalto y me derribó como si fuera un bolo. Intentó agarrarme con la manoherida y me golpeó en la cara. Quedé atrapado bajo su cuerpo, mas, porfortuna,eldisparohabíasidocerteroylabestiamurióenelmomentodesaltar.Me lo quité de encima y me puse en pie, temblando, mirando asustado sucuerpo convulso.Por finhabíapasado el peligro.Pero sabíaque esono erasinoelcomienzodeunalargaseriedeincidentes.

Quemé los dos cadáveres en una pira hecha con ramas. Ahora veía conclaridad que, si no abandonaba la isla, mi muerte sería sólo cuestión detiempo. Por aquel entonces los Monstruos, con alguna que otra excepción,habíanabandonadoelbarrancoyhabíanconstruidoguaridas, cadacual a sumanera, entre la maleza. Casi todos pasaban el día durmiendo, y la isla lehabría parecido desierta a cualquier recién llegado; pero de noche el aire sepoblabadegritosy aullidos.Semepasópor la cabeza la ideadehacerunamasacre, tendiendo trampasoatacándolosconuncuchillo.Sihubiera tenido

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cartuchossuficientes,nohabríavaciladoencomenzarlamatanza.Nodebíandequedarmásdeveintecarnívoros,ylosmásferocesyahabíanmuerto.Traslamuertedelpobreperro,miúltimoamigo,tambiényoadoptélacostumbrededormitarduranteeldíaparapermaneceralertaporlanoche.Reconstruímiguaridaentrelasruinasdelrecinto,dejandounaentradamuyestrecha,detalmodo que quien intentase traspasarla tuviera que hacer mucho ruido. LosMonstruos habían olvidado el arte del fuegoy sentían hacia él un renovadotemor.Me puse de nuevo, casi frenéticamente, a ensamblar ramas y estacasparaconstruirunabalsaenlaquepoderhuir.

Topéconmildificultades.Soyunhombremuytorpe–cuandoterminémisestudiosaúnnosehabíaadoptadoelmétodoSlöjd–,perodeunauotraforma,ynosincomplicaciones,logrésatisfacerlasexigenciasdemiobra,yestavezmepreocupéantetododesusolidez.Elúnicoobstáculoinsalvableeraquenoteníaningún recipientedonde almacenar el agua, tannecesariaparanavegarporaquellosmarespocofrecuentados.

Habría intentadohacer uno de cerámica, pero en la isla no había arcilla.Medediquéa rastrear el terreno,poniendo todomiempeñoen resolver estaúltimadificultad.Avecessufríaviolentosataquesdeiray,enesosmomentosde intolerable agitación, derribaba a hachazos el tronco de un desdichadoárbol,sinporellohallarunasolución.

Entonces llegóundía,unmaravillosodía,quepaséencompletoéxtasis.Hacia el sudestediviséunavela, unavelaminúscula como ladeunagoletapequeña,yalmomentoencendíunagranhogueraderamas,ymequedéjuntoa ella, vigilando, pese al calor del fuego y al calor del sol de mediodía.Observéaquellaveladuranteeldíaentero,sincomernibebernada,hastaelpunto de que la cabeza empezó a darme vueltas; los Monstruos se meacercaban,memirabanconasombroysemarchaban.Elbarcoaúnestabalejoscuando desapareció en la oscuridad de la noche; trabajé con ahínco durantetoda lanocheparamantenervivo el fuego, y sus llamas se elevabanaltasyresplandecientesmientraslosmaravilladosojosdelosMonstruosbrillabanenlastinieblas.Alalba,elbarcoestabamáscerca,ypudedistinguirlavelasuciadeunapequeña embarcación.Tenía la vista cansada tras las largas horas deobservación y, aunqueme esforzaba por ver con claridad, no podía creer loque estaba viendo.Había dos hombres a bordo, uno en la proa y el otro altimón.Peroelbarconavegabadeunmodoextraño.Laproanosemanteníaalviento,sinoqueavanzabadandoguiñadas.

Cuandoclareóeldía,mepuseahacerlesseñasagitandoelúltimojiróndemi chaqueta; pero nome vieron y siguieron sentados uno frente a otro. Fuihastalapuntadelpromontorio,gesticulandoygritandosinobtenerrespuesta,mientras el barco continuaba sin rumbo fijo, acercándose lenta, muylentamente,alabahía.Derepente,sinqueningunodelosdoshombreshiciera

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el menor movimiento, un enorme pájaro blanco alzó el vuelo desde laembarcación, describió un círculo y pasó volando por encima demi cabezaconsuspoderosasalasextendidas.

Entoncesdejédegritar,mesentéenelpromontorioy,apoyandolabarbillaentre las manos, continué mirando la extraña embarcación. Despacio, muydespacio, el barco derivaba hacia el oeste. Podría haber nadado hastaalcanzarlo, pero una especie de temor imprecisome retuvo. Por la tarde, lacorrienteloarrastróhastalaarena,aunoscienmetrosaloestedelrecintoenruinas.

Los hombres que la ocupaban estaban muertos, llevaban muertos tantotiempoquesecayeronapedazoscuandointentédesembarcarlos.UnodeellosteníaunamelenarojacomoladelcapitándelIpecacuanha,yenelfondodelbarcohabíaunagorrablanca,muysucia.Mientrasestabajuntoalbote,tresdelos Monstruos salieron sigilosamente de la maleza y se me acercaronolfateando.Al verlos sentí un arrebato de asco.Empujé la embarcación contodas mis fuerzas para reflotarla y subí a bordo. Dos Hombres Lobo seacercaban con hocicos temblorosos y ojos relucientes; el tercero era eseindescriptiblehorror,mezcladetoroyoso.

Cuandoviqueseacercabanaesosrestosmiserables,lanzándosegruñidosamenazadoresymostrandolosblancoscolmillos,unespantosohorrorsucedióa mi repulsión. Les di la espalda, recogí la vela y me hice a la mar sinatrevermeamiraratrás.

Aquella noche me mantuve entre los arrecifes y la isla, y a la mañanasiguientevolvíalarroyoparallenardeaguaelbarrilquehabíaencontradoenlabarca.Luego,contodalapacienciadequefuicapaz,recogíalgunasfrutasycacé dos conejos con mis tres últimos cartuchos. Había dejado el boteamarradoaunsalientedelarrecifeportemoralosMonstruos.

22.Elhombresolo

Zarpé al llegar la tarde, empujado lenta y constantemente por una suavebrisadelsudoeste.Laislasehacíacadavezmáspequeña,yladelgadaespiraldehumoseveíayacomounafinarayasobrelacálidapuestadesol.Elocéanosealzabaamialrededor,borrandodemivistaaquellamanchaoscura.Laluz,fugitiva gloria del sol, comenzó a desaparecer del cielo como una cortinaluminosa,yal finpudemirar el inmensoabismoazulqueel solocultaba,yobservar las flotantes huestes de estrellas. El mar estaba en calma, el cieloestabaencalma;yoestabaasolasconlanoche.

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Naveguéaladerivadurantetresdías,sinapenascomernibeber,pensandoentodoloquemehabíasucedido,ysindemasiadosdeseosdevolveraveranadie.Llevabapuestosunosharaposymipeloeraunamarañasucia.Sinduda,mis rescatadores me tomaron por loco. Es extraño, pero no sentía ningúndeseoderegresaralacivilización.Mealegrabaúnicamentedevermelibredela vileza de los Monstruos salvajes. Al tercer día fui rescatado por unbergantín que cubría la ruta entreAsia y San Francisco.Ni el capitán ni elpilotodieroncréditoamirelato,puespensaronquelasoledadyelpeligromehabíantrastornado.Anteeltemordequesuopiniónpudiesecontagiaraotros,meabstuvedeproseguirelrelatodemiaventura,yfingínorecordarnadadeloocurridodesdeelnaufragiodelLadyVainhastaelmomentodemirescate,esdecir,duranteunaño.

Tuvequeactuarconlamayorprudenciaparaalejardemílasospechadelalocura.

MeatormentabanlosrecuerdosdelaLey,delosdosmarinosmuertos,delasemboscadasenlaoscuridad,deaquelcuerpoenelcañaveral...Porextrañoque parezca, mi regreso a la civilización, en lugar de proporcionarme laconfianza y la tranquilidad que yo esperaba, acrecentó la inseguridad y eltemorquehabíaexperimentadodurantemiestanciaenlaisla.ResultabacasitaninsólitoparaloshombrescomolohabíasidoparalosMonstruos.Talvezsemehabíapegadoalgodelaferocidaddemiscompañeros.

Dicenque el terror es una enfermedad; sea como fuere, puedodar fe deque, desde hace ya varios años, se ha apoderado de mí el desasosiego; undesasosiego comparable al de un cachorro de león a medio domesticar.Mitrastornoadquirióunaformamuyextraña.Nolograbaquitarmedelacabezalaidea de que los hombres y mujeres que conocía eran otros monstruospasablemente humanos, animales con forma de persona, y que en cualquiermomentopodíancomenzaratransformarse,amostraresteoaquelsíntomadesu naturaleza bestial. Pero he confiado mi caso a un hombreextraordinariamentecapaz,unhombrequehabíaconocidoaMoreauyparecíadarciertocréditoamihistoria,unpsiquiatraquemehaayudadomucho.

Aunquesupongoqueelterrordelaislanomeabandonaránunca,avecesseocultaenlomásrecónditodemimente:unanubelejana,unrecuerdo,unaleve desconfianza; pero hay momentos en que la nubecilla se extiende yoscureceel cielopor completo.Entoncesmiroa lagentequeme rodeay elmiedoseapoderademí.Veounosrostrosresplandecientesyanimados,otrossombríos o peligrosos, otros inseguros, insinceros; ninguno que tenga lareposada autoridad de un alma sensata. Siento que el animal se estáapoderandodeellos,queencualquiermomentoladegradacióndelosisleñosvaareproducirseagranescala.Séquetodoesunailusión,queesoshombresymujeressonseresperfectamentenormales,llenosdesentimientoshumanos

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y de ternura, libres del instinto, en lugar de esclavos de una fantásticaLey:seres diametralmente opuestos a losMonstruos. Sin embargo,me asusta supresencia,susmiradascuriosas,suspreguntasysuinsistencia,yansíoestarasolas,lejosdeellos.

Porestarazónvivocercadelcampo,ypuedorefugiarmeenélcuandoesasombra se cierne sobre mi alma. Qué agradable resulta entonces el camposolitario, bajo las nubes llevadaspor el viento.Cuandovivía enLondres, elterror era casi insoportable. No podía olvidarme de la gente: sus vocesentrabanporlasventanas,laspuertaseranunaendebleprotección.Caminabapor las calles para combatir mi alucinación: mujeres entrometidas meacosabanconsusgritos,hombresfurtivosyvoracesmemirabanconenvidia,obrerospálidosyagotados–losojoscansadosyelpasoansiosocomociervosheridos– pasaban tosiendo a mi lado, ancianos encorvados y taciturnosmurmuraban para sus adentros, y un tropel de niños se burlabadescaradamentedemí.Entoncesmerefugiabaenunacapilla,einclusoallí–tal era mi desasosiego– me parecía que el cura farfullaba las mismasincongruencias que el Hombre Mono; o en una biblioteca, donde aquellosrostros concentrados en los libros parecían fieras al acecho. Particularmentenauseabundoseranlosrostrosvacíoseinexpresivosdelagentequeviajabaenlos trenes y en el ómnibus;me recordaban tanto a losmuertos que sólomeatrevíaaviajar cuandoestaba segurode ser elúnicopasajero.Niyomismoparecía un ser normal, sino un animal atormentado que quisiera vagar paracalmaralgúntrastornodelcerebro,comounaovejaenferma.

Pero, gracias aDios, este estadode ánimoes cadavezmenos frecuente.Mehealejadodelcaosdelasciudadesydelasmultitudes,ymepasoeldíarodeadodelibrosdoctos,deventanasllenasdeluzenestavidailuminadaporlasresplandecientesalmasdeloshombres.Veoapocosextraños,ymiserviciodomésticoesmuyreducido.Dedicolosdíasalalecturayalosexperimentosdequímica,ypasomuchasnochesclarasenel laboratoriodeastronomía.Elbrillo de las estrellas me produce, aunque no sepa cómo ni por qué, unasensacióndepazyseguridadinfinitas.Creoqueesallí,enlasvastasyeternasleyes de la materia, y no en las preocupaciones, en los pecados y en losproblemascotidianosde loshombres,donde loqueennosotrospuedahaberdesuperioralanimaldebebuscarelsosiegoylaesperanza.Sinesailusiónnopodríavivir.Yasí,enlaesperanzaylasoledad,concluyemihistoria.

EdwardPRENDICK

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