La jerarquía de las verdades: clave del ecumenismo

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OSCAR CULLMANN LA "JERARQUÍA DE VERDADES", CLAVE DEL ECUMENISMO El V. II introdujo en su Decreto sobre ecumenismo la expresión jerarquía de verdades (UR, 11). Fue una iniciativa del Card. König, el cual, al presentar su propuesta al Concilio explicaba que "las verdades de la fe no se suman de modo cuantitativo, sino que existe un orden cualitativo entre ellas, según su relación con el centro o fundamento de la fe cristiana". Centro o fundamento que -como señalaron los relatores- es Jesucristo Cuando se pronunciaron estas palabras, el prestigioso teólogo evangélico Oscar Cullmann estaba presente en el aula conciliar en calidad de "observador". Su contribución a la causa ecuménica antes, en y después del Concilio ha sido de las más relevantes. No es, pues, extraño que, tras la clausura del Concilio, (8.12.1965), Pablo VI tuviese un gesto de especial aprecio hacia él cuando le invitó a comer el domingo siguiente junto con H. de Lubac y J. Gitton. En el artículo Cullmann, que reconoce la paternidad católica de la idea de la jerarquía de verdades", pone de relieve toda la potencialidad ecuménica que encierra. Ya en 1968 ST (n° 27, págs. ,205215) se hacía eco del tema publicando el interesante artículo de H. Mühlen. Einheit in der Vielfalt im Lichte der "Hierarchie der Wahrheiten", Glaube im Prozess, Christsein nach dem II. Vatikanum. Für Karl Rahner. E. Klinger - K. Wittstadt ed. (1984) 356-364 "Jerarquía de verdades" y pluralidad de carismas En el Decreto sobre el ecumenismo del Concilio V: II se reconoce públicamente la necesidad de una gradación entre las verdades de fe. Tanto. los católicos como los no- católicos han considerado ésta afirmación urna extraordinaria bendición, por su trascendencia ecuménica. Como afirmación conciliar, cobra importancia ante todo dentro del catolicismo. Primero, porque así todas las verdades apuntan a un único centro y se cierra el camino al sincretismo, peligro al que aluden a menudo los protestantes. Además, toda reforma que se realiza en, una confesión cristiana puede ser ructuosa para el diálogo ecuménico. Esto lo tuvo muy presente Juan XXIII precisamente como una consecuencia de la renovación católica propiciada por el V. II. Pero la explicitación de una gradación de verdades favorece al ecumenismo también directamente. Porque algunas discusiones sobre ciertas fórmulas de fe pierden acritud, al quedar éstas incluidas en la "jerarquía de verdades", aunque no ocupen ya el más alto rango. Además, porque la exigencia de unidad se satisface por el común reconocimiento de un vértice de importancia capital. Para ello es preciso, no sólo que la Iglesia católica reflexione sobre la "jerarquía de verdades" que ella proclama, sino que las otras Iglesias establezcan una jerarquización de verdades para sí mismas. Quisiera aplicar a las verdades reveladas la misma tesis que desarrollé en varios artículos sobre la variedad de los carismas: no uniformidad, sino unidad en la variedad. Supuesta la necesidad de que todos aceptemos el núcleo de la revelación, habrá que renunciar, de entrada, a la utopía de una sincronización de las distintas "jerarquías de

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    LA "JERARQUA DE VERDADES", CLAVE DEL ECUMENISMO

    El V. II introdujo en su Decreto sobre ecumenismo la expresin jerarqua de verdades (UR, 11). Fue una iniciativa del Card. Knig, el cual, al presentar su propuesta al Concilio explicaba que "las verdades de la fe no se suman de modo cuantitativo, sino que existe un orden cualitativo entre ellas, segn su relacin con el centro o fundamento de la fe cristiana". Centro o fundamento que -como sealaron los relatores- es Jesucristo Cuando se pronunciaron estas palabras, el prestigioso telogo evanglico Oscar Cullmann estaba presente en el aula conciliar en calidad de "observador". Su contribucin a la causa ecumnica antes, en y despus del Concilio ha sido de las ms relevantes. No es, pues, extrao que, tras la clausura del Concilio, (8.12.1965), Pablo VI tuviese un gesto de especial aprecio hacia l cuando le invit a comer el domingo siguiente junto con H. de Lubac y J. Gitton. En el artculo Cullmann, que reconoce la paternidad catlica de la idea de la jerarqua de verdades", pone de relieve toda la potencialidad ecumnica que encierra. Ya en 1968 ST (n 27, pgs. ,205215) se haca eco del tema publicando el interesante artculo de H. Mhlen.

    Einheit in der Vielfalt im Lichte der "Hierarchie der Wahrheiten", Glaube im Prozess, Christsein nach dem II. Vatikanum. Fr Karl Rahner. E. Klinger - K. Wittstadt ed. (1984) 356-364

    "Jerarqua de verdades" y pluralidad de carismas

    En el Decreto sobre el ecumenismo del Concilio V: II se reconoce pblicamente la necesidad de una gradacin entre las verdades de fe. Tanto. los catlicos como los no-catlicos han considerado sta afirmacin urna extraordinaria bendicin, por su trascendencia ecumnica. Como afirmacin conciliar, cobra importancia ante todo dentro del catolicismo. Primero, porque as todas las verdades apuntan a un nico centro y se cierra el camino al sincretismo, peligro al que aluden a menudo los protestantes. Adems, toda reforma que se realiza en, una confesin cristiana puede ser ructuosa para el dilogo ecumnico. Esto lo tuvo muy presente Juan XXIII precisamente como una consecuencia de la renovacin catlica propiciada por el V. II.

    Pero la explicitacin de una gradacin de verdades favorece al ecumenismo tambin directamente. Porque algunas discusiones sobre ciertas frmulas de fe pierden acritud, al quedar stas incluidas en la "jerarqua de verdades", aunque no ocupen ya el ms alto rango. Adems, porque la exigencia de unidad se satisface por el comn reconocimiento de un vrtice de importancia capital.

    Para ello es preciso, no slo que la Iglesia catlica reflexione sobre la "jerarqua de verdades" que ella proclama, sino que las otras Iglesias establezcan una jerarquizacin de verdades para s mismas.

    Quisiera aplicar a las verdades reveladas la misma tesis que desarroll en varios artculos sobre la variedad de los carismas: no uniformidad, sino unidad en la variedad. Supuesta la necesidad de que todos aceptemos el ncleo de la revelacin, habr que renunciar, de entrada, a la utopa de una sincronizacin de las distintas "jerarquas de

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    verdades". Esto, adems de ser una utopa, contradira la ms ntima naturaleza de las verdades de fe, que estn en ntima conexin con el Espritu Santo, creador constante de unidad en la diversidad, y con. el carisma otorgado a cada Iglesia: A dones del Espritu peculiares corresponde una profundizacin tambin peculiar de las verdades de fe.

    Por tanto, con los cambios correspondientes, vale aqu lo mismo que para los carismas: as como "hay diversidad de carismas, pero un mismo Espritu" (1 Co 12,4), tambin hay diversidad en la jerarquizacin de las verdades reveladas, pero. una misma fuente de Revelacin.

    La uniformidad es pecado contra el Espritu. El mayor fracaso de la cristiandad consisti en que, de la riqueza de la pluralidad, que precisamente tena que fundamentar la unidad; tom ocasin para la lucha y la divisin. Querer hoy combatir esta divisin con la uniformidad, es decir, con un ecumenismo de fusin, en que cada Iglesia perdiera su ms preciado don -el carisma- sera querer echar el diablo por arte de Belceb.*

    Planteamos las siguientes cuestiones: 1. En una federacin ecumnica de distintas Iglesias cmo se, llega a una reconocimiento comn de un ncleo fundamental de verdad, reducido a unas pocas proposiciones? 2. Las discrepancias confesionales en la jerarquizacin de las verdades subordinadas cmo pueden conducir -a una mutua complementacin y no a una disgregacin? 3. Las contradicciones insuperables no imposibilitarn una unidad en la pluralidad?

    El ncleo fundamental que todas las Iglesias deben aceptar

    La pluralidad de verdades deja de ser riqueza tan pronto como falla su referencia al vrtice de la "jerarqua". Para el catolicismo resulta especialmente importante fijar una gradacin de verdades, porque para l la Tradicin incluye un mayor nmero de verdades vinculantes y, consiguientemente, el peligro de sincretismo es mayor. As se explica que el concepto de jerarqua de verdades haya surgido precisamente en el catolicismo.

    Tambin el protestantismo ha de plantearse esta cuestin. Porque la misma Biblia -centro de la fe protestante-contiene una multiplicidad de verdades. De ah que se nos presente el problema del canon en el canon. La historia demuestra que, entre las doctrinas reveladas, ahora sobresale una, despus otra, que se sita en el centro, del que reciben luz todas las dems proposiciones. Para Erasmo el centro es el sermn del monte; para los reformadores, la doctrina paulina de la justificacin y para la ortodoxia, la teologa joanea.

    Hay un criterio objetivo que nos permita precisar ms este centro? Escrib [1943] mi estudio sobre las frmulas de fe ms primitivas del N.T. principalmente con la intencin de determinar qu es lo que los autores del N.T. consideraban esencial en sus propios escritos (sin que ello supusiera descuidar las dems verdades bblicas).

    Karl Rahner propuso como condicin esencial la aceptacin, por parte de todos, de los llamados Credo apostlico y Credo Niceno-constantinopolitano. Esta razonable condicin ya se ha cumplido ampliamente. A lo ms, podra uno preguntarse si entre las verdades proclamadas en estos credos, que a su vez presentan una multiplicidad, unas

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    son ms centrales que otras, sin que por ello su obligatoriedad quede en entredicho. No podra tambin establecerse una gradacin entre las verdades contenidas en las frmulas de fe neotestamentarias? No tienen un peso mayor las referentes a la muerte y resurreccin de Jesucristo?

    Con esto no debe renunciarse a la exigencia de Karl Rahner. En todo caso, hoy es posible un acuerdo obre un ncleo fundamental. Pero hay que evitar un error peligroso: la subordinacin al ncleo fundamental, en ningn caso, debe sacrificarse a la unidad Eso lo ha hecho a veces un ecumenismo superficial, como si lo principal fuera la unidad "a cualquier precio".

    El orden de las verdades

    Mientras en el ncleo fundamental hay que procurar un consenso, una equiparacin de las distintas clasificaciones de los dems artculos de fe, no slo es imposible, sino que ni se ha intentado. Claro que las distintas confesiones han de aprender unas de otras hasta qu punto esta o aquella verdad pertenece o no al depsito de la fe y qu rango tiene. Incluso deben estar prontas para una cierta adaptacin. Pero, en general, vale aqu lo mismo que para los carismas: deben complementarse en su diversidad.

    Naturalmente la lista de la Iglesia catlica, que incluye la Tradicin, ser ms larga que la de los protestantes, que se reduce a la Biblia. El problema del "demasiado" de ua parte y "demasiado poco" de la otra, es obvio. Puede ser misin del protestantismo poner en guardia al catolicismo del "demasiado" y del catolicismo hacer lo propio con un excesivo reduccionismo de los protestantes. El punto de referencia . ha de ser el ncleo fundamental.

    Los protestantes, que proclaman el principio de la suficiencia de la Biblia, debern indagar si determinadas doctrinas, que no le son directamente atribuibles, estn, a pesar de todo, en consonancia con ella. Entonces podran, tal vez, llegar a la conclusin de que las afirmaciones del ministerio petrino de unidad podran implicar tambin un magisterio, aun dejando entre parntesis el dogma catlico de la infalibilidad.

    Siempre ser imprescindible la trabazn de las verdades: de cada una con el ncleo fundamental aceptado por todos y de las verdades subordinadas entre s.

    La primera es especialmente necesaria cuando las verdades subordinadas amenazan con llevarnos a discrepancias. En Ga 2,6ss vemos cmo el llamado Concilio de los Apstoles, de dos doctrinas aparentemente :opuestas hace una sntesis, al confrontarlas con la verdad superior. La divisin se evit recurriendo a la fe comn: se reconoci que tambin a Pablo le haba concedido una gracia aquel que haba hecho partcipe de la gracia a Pedro. La gracia afectaba no slo a sus respectivas misiones, sino tambin a la revelacin que las fundamentaba.

    Todo aislamiento de una verdad de fe, por importante que sea, lleva consigo una perturbacin de la armona y un exclusivismo sectario. Hay muchos ejemplos de esto en la historia de la Iglesia. Puede suceder que la verdad que se ha aislado desplace la verdad superior a la que debera subordinarse. As, por ej., la libertad proclamada por:

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    los protestantes degenera en desorden que echa a perder la unidad. Y, al contrario, la organizacin catlica, aunque fundada en Dios, amenaza con derivar en totalitarismo.

    Las fronteras del reconocimiento mutuo del orden propio de cada Iglesia

    En estos casos, la amenaza contra la unidad hay que conjurarla restableciendo la armona entre las verdades. Pero es inevitable que uno exija categricamente la inclusin de determinadas afirmaciones, que otro, por principio, rechaza como error y que esto avive la discusin. De la poca apostlica podemos aducir las distintas posturas sobre lo "puro" y lo "impuro" y de poca ms reciente, con mucho mayor alcance teolgico, los dogmas. marianos: Cuando la discusin llega a afectar el ncleo fundamental aceptable por todos, el empeo ecumnico peligra. Pero, por lo general, con el recurso a la "jerarqua de verdades" se garantiza la distancia entre los puntos controvertidos y el ncleo.

    Existen fronteras infranqueables que impidan el ecumenismo, aun en la forma de unidad en la pluralidad? Slo los integristas, tanto catlicos :como protestantes, responden afirmativamente. A Pablo el problema de las prescripciones sobre los alimentos "puros" e "impuros", planteado por un grupo de la comunidad, le brind la ocasin para abordar nuestro asunto. Al fin y al cabo se trataba de una cierta gradacin de verdades: Pablo ve la solucin de la discrepancia entre las prescripciones y la libertad cristiana en la subordinacin al principio superior del respeto a los "dbiles en la fe". La libertad, legtima para l, no debe ocupar el primer puesto. Hay que anteponerle la verdad revelada del amor de Cristo. Al in necessariis unitas (unidad en lo necesario) hay que aadir el in omnibus caritas (caridad en todo).

    De todos modos, es imprescindible aqu una limitacin. El respeto a la "debilidad en la fe" est siempre sujeto a la aceptacin del ncleo fundamental de la verdad cristiana. No podemos echar al olvido el principio fundamental del ecumenismo: unir el amor con la verdad (Ef 4,15).

    Tradujo y condens: PEDRO SUER