La Lengua Popular o El Cinismo de La Historia (1)
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La lengua popular o el cinismo de la historia:
“Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música
que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.
J.D.P. 12 de junio de 1974.
“…sólo eran falsas las circunstancias,
la hora y uno o dos nombres propios”.
J.L.B. “Emma Zunz”
La voz de una multitud puede clavar en el corazón de la historia una consigna
política que perdure más, incluso, que la vida de los fervorosos manifestantes. De
todas las que recuerdo, me interesa una de progenie peronista -si es que esta
palabra no está definitivamente estallada y vaciada como la “rosa” de Umberto
Eco-; confieso de antemano que la tomé de un libro.
Lo que nos ocupa no es un conflicto en la valoración ideológica de un enunciado
como la ya tradicional indignación expansiva ante el conocido “alpargatas sí, libros
no” sino una curiosidad de otra índole.
En alguno de los tomos de La voluntad, Caparrós y Anguita recogen el canto
“Perón, Evita, la Patria Socialista”; entiendo que es una consigna de amplia
difusión, no circunscrita a un acto puntual, y procedente de sectores
revolucionarios del aglutinante movimiento. La multitud condensa el deseo utópico
en el concepto de “Patria Socialista”, en “Evita”, en “Perón”. La consigna se
despliega como celebración o como reclamo. En presencia del líder, la aclamación
de su nombre lo ratifica con entusiasmo; en su ausencia, lo reclama -cuando la
hinchada de Boca arroja al mundo el grito “Riquelme, Riquelme”, si el Diez está
en la cancha, lo celebra, si no juega, pide por él-; los nombres propios, en esos
casos, son símbolos, operan como tales. Para el caso del signo “Perón”, el exilio y la
proscripción explicarían el reclamo, y “la vuelta”, la celebración. Para el nombre
de “Evita”, en cambio, el reclamo tiene valor de invocación, de la muerte sólo
regresan los mitos, proféticamente, a su vuelta se hospeda en la voz de sus
“millones” de seguidores. Decía, entonces, que el contenido de la consigna expresa
un deseo con carácter de utopía. El contraste con el devenir histórico nos pone en
la cara la dilución de ese “fundamento para la esperanza” que esas voces se
construían al precio de divorciarse de la realidad. Quizá sea cierto, también, que
aquello de “combatiendo al capital” admitía entretejer alguna vana ilusión.
Hasta ahora apenas si ha quedado esbozado el valor de la frase en su contexto
inmediato, resta ensayar otra aproximación. En un trabajo titulado “Retorno a un
suspenso”, Enrique Acuña cuenta que cuando en las jornadas de mayo de 1968, en
París, una mano anónima estampó el graffiti “Las estructuras no salen a la calle”
en alguna pared universitaria, Lacan expuso su interpretación de los hechos: “que
hay acontecimiento cuando los hechos sociales tocan la dimensión del acto analítico
que por definición se desconoce a si mismo, no es un eslabón mas de la historia –
cosificado por la cultura- sino que inventa algo inédito”. Sin ser un evento de la
misma naturaleza, algo de eso sobrevuela nuestra consigna, algo del orden del
lenguaje, algo, también, referente a la imposibilidad de reconocerse. Me pregunto
cuántas veces alguien se habrá referido (al menos en broma) a la ambigüedad de la
consigna “Perón, Evita, la Patria Socialista”. Lo cierto es que el divorcio entre la
consigna y la realidad dejaría de ser tal con sólo reconsiderar la transcripción de lo
escuchado; digamos, apenas con reconocer otra clase de palabra en uno de los
términos de la misma cadena significante, advertir un verbo en presente indicativo
donde el hábito nos inclina a escuchar un nombre propio, y borrar las comas. La
nueva transcripción implica notorios cambios gramaticales. La sucesión “Perón,
Evita, la Patria Socialista” entendida como una oración en la que el verbo (“son”)
estaría elidido y el sujeto tendría dos núcleos, sufriría un cambio sustancial dado
que el sujeto ahora pasaría a ser sólo “Perón” y “evita” el núcleo del predicado
verbal, la Patria Socialista, aquello que el sujeto “evita”, se tornaría objeto directo,
sobre él recae la acción. El cambio ortográfico-gramatical deja como saldo una
alteración sustancial en el significado, casi un sentido contrario1: Perón evita la
Patria Socialista. Como una fatalidad, como si el genio maligno que propuso
Descartes y el azar de los nombres se hubieran conjurado, al mismo tiempo que
proclamaba una utopía aquella multitud enunciaba la imposibilidad fundamental
de su realización a causa de su propio líder.
Admito que con el diario del lunes y sin una “estructura de sentimiento” que me
vincule a aquel proceso es más sencillo aventurarse en la lectura; no obstante, es
irrefutable que la propia lengua se extiende como una trampa que exige que
atendamos a sus maneras de arrinconarnos. El fenómeno descrito sigue ahí,
interpelándonos, mostrando ese algo de fascismo que Barthes le atribuye al
lenguaje. Con el tiempo, quizá, todo esto se explique como un mero juego de manos
del copista.
Por Martín I. Pérez Calarco
1 Si se interpretara la consigna como una mera enumeración de tres términos (cuyo significado podría ser
un reclamo), las alteraciones gramaticales serían aún más drásticas.