La literatura en la colonización

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DIARIO DE VIAJE DE CRISTOBAL COLÓN Cristóbal Colón redactó durante su primer viaje, el "Diario de Viaje" desde su salida de España, que está compendiada en la "Historia de las Indias" escrita por Fray Bartolomé de las Casas. Jueves, 11 de octubre [12.10.1492] Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: "Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con

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DIARIO DE VIAJE DE CRISTOBAL COLÓN

Cristóbal Colón redactó durante su primer viaje, el "Diario de Viaje" desde su salida de España, que está compendiada en la "Historia de las Indias" escrita por Fray Bartolomé de las Casas.

Jueves, 11 de octubre [12.10.1492]

Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: "Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando. Y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuenticillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaba y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Más me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vive más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vive de edad de más de 30 años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los

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cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que fallan. Y de ellos se pintan las caras, y de ellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos solo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro. Sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas que era aquello, y ellos me mostraron como allí venía gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mí partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta Isla." Todas son palabras del Almirante.

Carta de Colón, anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo

Señor, porque sé que habréis placer de la grande victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo esta, por la cual sabréis como en 33 días pasé a las Indias, con la armada que los Ilustrísimos Rey e Reina nuestros señores me dieron donde yo fallé muy muchas Islas pobladas con gente sin número, y de ellas todas he tomado posesión por sus altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho. A la primera que yo fallé puse nombre San Salvador, a conmemoración de su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los indios la llaman Guanahani. A la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción: a la tercera Fernandina: a la cuarta la Isabela: a la quinta la isla Juana, é así a cada una nombre nuevo.

[...]

Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta tierra era Isla: é así seguí la costa de ella al oriente ciento siete leguas fasta

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donde hacia fin; del cual cabo vi otra Isla al oriente distante de esta diez y ocho leguas, á la cual luego puse nombre la española: y fui allí: y seguí la parte del septentrión, así como de la Juana, al oriente ciento é ochenta y ocho grandes leguas, por línea recta, la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo: en ella hay muchos puertos en la costa de la mar sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y farto ríos y buenos y grandes que es maravilla: las tierras de ella son altas y en ella muy buenas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife, todas hermosísimas, de mil fechuras, y todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la foja, según lo pude comprender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Y de ellos estaban floridos, de ellos con fruto, y de ellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaritos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho maneras, que es admiración verlas, por la deformidad hermosa de ellas, mas así como los otros árboles y frutos é yerbas: en ella hay pinares á maravilla, é hay campiñas grandísimas, é hay miel, y de muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales é hay gente in estimable número.

La española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. [...]

En conclusión, a fablar de esto solamente que se ha fecho este viaje que fue así de corrida, que pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hubieren menester, con muy poquita ayuda que sus altezas me darán: ágora especería y algodón cuanto Sus Altezas mandaran cargar, y almástiga cuanto mandaran cargar; é de la cual fasta hoy no se ha fallado salvo en Grecia y en la isla de Xio, y el Señorío la vendo como quiere, y lignáloe cuanto mandaran cargar, y esclavos cuantos mandaran cargar, é serán de los idólatras; y creo haber fallado ruibarbo y canela, e otras mil cosas de sustancia fallaré, que habrán fallado la gente que allá dejo; [...]

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Cristóbal Colón se dirige a los Reyes de España

"Yo entré a vuestro servicio cuando tenía la edad de veintiocho años. Hoy no poseo un cabello que no esté blanco. Mi cuerpo está gastado. Yo he consumido todo lo que me quedaba después de haber vendido mis bienes. Se le arrebató todo a mi hermano, sin que se nos oyera e interrogara, con grande deshonor para mí. Hay que creer que todo esto no ha sido hecho por orden de Vuestras Altezas. Estoy abandonado. Hasta el presente yo he llorado sobre otros. Ahora... que el cielo tenga misericordia de mi y que la tierra llore sobre mis desgracias. Desde el punto de vista material, yo no poseo una moneda para dar a la ofrenda. Desde el punto de vista espiritual, he llegado a las Indias, aislado con mis meditaciones, enfermo, esperando la muerte de un día para el otro, rodeado de un millón de salvajes crueles que nos hacen la guerra, alejado de los Santos Sacramentos, de la Santa Iglesia que olvidará mi pobre alma, si ella abandona aquí mi pobre cuerpo. Quienes tengan sentido de la caridad, de la bondad y de la justicia, lloren por mí. Yo no emprendí este viaje y esta navegación para ganar honores ni riquezas. Hace mucho tiempo que la esperanza de tales ventajas ha muerto en mí. Yo no puedo mentir. Suplico humildemente a Vuestras Altezas, si le place a Dios sacarme de aquí, que me permitan ir a Jerusalén, como a otros lugares de peregrinación." Firmada en Jamaica el 7 de julio de 1503.

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Cartas de Américo Vespucio

Américo Vespucio tituló su carta de 1503, "El Nuevo Mundo".

"En aquellos países hemos encontrado tal multitud de gentes, que nadie podría enumerar, como se lee en el Apocalipsis. Todos de uno y otro sexo van desnudos, no se cubren ninguna parte del cuerpo y así como han salido del vientre de la madre, así hasta la muerte van. Tienen cuerpos grandes, bien plantados y proporcionados, tirando al rojo, lo cual pienso les acontece porque andando desnudos son teñidos por el sol. Tienen los cabellos abundantes y negros, son ágiles en el andar y en los juegos, de una franca y hermosa cara que ellos mismos destruyen. Pues se perforan las narices, los labios y las orejas. He visto muchos que tienen en la cara siete perforaciones, cada una de las cuales tenía el tamaño de una ciruela. Y cierran ellos estas perforaciones con piedras cerúleas, marmóreas y de alabastro. Otra costumbre hay entre ellos muy atroz y fuera de toda credulidad humana, pues siendo sus mujeres lujuriosas hacen hinchar los miembros de sus maridos de tal manera que parecen deformes y brutales. Y eso con un cierto artificio suyo y la mordedura de ciertos animales venenosos, y por causa de ellos muchos lo pierden y quedan eunucos. Aun estuve veintisiete días en una cierta ciudad donde vi en las casas la carne humana salada y colgada de las vigas, como entre nosotros se usa ensartar el tocino y la carne de cerdo. Digo mucho más, que ellos se maravillan porque nosotros no matamos a nuestros enemigos y no usamos su carne en las comidas, la cual dicen que es sabrosísima. Sus armas son el arco y la flecha. Cuando se enfrentan en batalla no se cubren ninguna parte del cuerpo, de modo que aun en esto son semejantes a las bestias."

Fragmento de "Lettera" de Américo Vespucio

"Y tanto navegamos por ese viento (sirocco) que nos encontrábamos tan altos que el polo del mediodía se elevaba fuera de nuestro horizonte 52° y no veíamos las estrellas de la Osa Menor ni de la Mayor, estando alejados del puerto de donde partimos unas 500 leguas por el sirocco (SE). Esto fue el día 3 de Abril (1502). Este día se levantó en el mar una tormenta tan recia que nos hizo amainar del todo nuestras velas y corrimos a palo seco, con mucho viento que era el Lebeche (del SW), con olas grandísimas y el aire tormentoso, y era tanta la tempestad que toda la flota estaba en gran temor. Las noches eran muy largas que tuvimos una la del 7 de Abril que fue de 15 horas, porque el sol se encontraba al final de Aries y en esta región era invierno como puede calcular V.M.”

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"En medio de esta tormenta avistamos el día 7 de Abril una nueva tierra de la cual recorrimos cerca de 20 leguas encontrando la costa brava, y no vimos en ella puerto alguno ni gente, creo porque era el frío tan intenso que ninguno de la flota se podía remediar ni soportarlo."

El Nuevo Mundo, Carta de Américo Vespucio a Lorenzo Pedro de Médicis.

"Allí conocimos que aquella tierra no era isla sino continente, porque se extiende en larguísimas playas que la circundan y de infinitos habitantes estaba repleta. Y descubrimos en aquella mucha gente y pueblos y toda generación de animales silvestres, los cuales no se encuentran en nuestros países, y muchos otros nunca vistos por nosotros y a los cuales sería largo referirse uno a uno. ... La tierra de aquellos países es muy fértil y amena y con muchas colinas, montes e infinitos valles y abundante de grandísimos ríos y de salutíferas fuentes ricas en aguas y dilatadísimas selvas densas e impenetrables y copiosamente llenas de toda generación de fieras. Árboles grandes arraigan allí sin cultivador, de los cuales, muchos frutos son deleitables al gusto y útiles a los humanos cuerpos, otros verdaderamente al contrario: y ningún fruto es allí semejante a los nuestros. Se producen allí innumerables especies de yerbas y raíces, de las cuales hacen pan y óptimas viandas. Y tienen muchas simientes absolutamente distintas a las nuestras. Ninguna especie de metal allí se encuentra, excepto oro, el cual en aquellos países abunda, aunque nada de ellos hemos traído nosotros en esta nuestra primera navegación. Y de esto nos dieron noticia los habitantes, los cuales nos afirmaban que allá tierra adentro había grandísima abundancia de oro, no siendo entre ellos estimado en nada ni tenido en aprecio. Abundan las perlas, como otras veces te he escrito".

Las cartas de Américo Vespucio - generalmente dirigidas a Lorenzo de Médicis- fueron la principal fuente de información sobre el descubrimiento.

El rey Fernando nombró a Vespucio piloto mayor, otorgándole la nacionalidad española, según lo afirma Roberto Levillier.

Mundus Novus y la Lettera se difundieron en ediciones latinas, españolas, alemanas.

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Hernán cortés

Hernán Cortés fue un militar español con protagonismo en la Conquista de América.

Nació en 1485 en Medellín, España.

Realizó estudios en la Universidad de Salamanca.

Su espíritu aventurero hizo que se embarcara hacia las tierras del Nuevo Mundo. Estuvo con Diego Velázquez en Santo Domingo y en Cuba.

Después partió hacia México al mando de unos 600 hombres.

Iba ayudado por una joven de sangre indígena, Mariana, a quien apodaban la Malinche.

Cortés tomó la ciudad de Tenochtitlán, México actual, y capturó al emperador Moctezuma.

Realizó varias expediciones por América Central.

Hizo viajes a España, y falleció allí en 1547.

En su estada en México, hacía despachos de Cartas de Relación al Rey Carlos V, entre 1519 y 1526.

Estas Cartas fueron cinco, se publicaron mucho tiempo después, y son un documento de la época.

Las Cartas se guardan en un Códice en la Biblioteca Imperial de Viena. La edición completa de las cinco cartas es de 1868. La primera de las cartas no ha sido encontrada, pero se la reemplazó por un envío al Emperador, de la Justicia y Regimiento de la Villa Rica de Veracruz, de 1519.

La más interesante de las Cartas de Relación, es la segunda, donde se relata el desembarco en tierras mexicanas y las luchas por la toma de Tenochtitlán.

BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. EN DEFENSA DE LOS INDIOS

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Muy poderosos y soberanos señores:

El obispo que fue de Chiapas besa a V. A las manos y suplica tengan por bien oír lo que dijere, etc. AV. A. ya consta, y a toda España y por todas las Indias es notorio, como los muchos años que ando en esta (real corte) y ante este Real Consejo de las Indias, negociando y procurando remedio de las gentes y naturales de las que llamamos Indias y que cesen los estragos y matanzas que en 'ellas se hacen contra toda razón y justicia. Y puesto que la voluntad de los Reyes que en estos tiempos han reinado y sus consejos ha sido proveerlos de justicia y conservarlos en ella, y no consentir que les fuesen hechos daños y agravios, y así lo han mostrado por sus muchas leyes y provisiones, pero llegadas allá no se han cumplido por la grande y desmedida codicia y ambición de los que allá han pasado, mayormente de los que a aquella gente han ido a gobernar, porque los unos y los otros siempre han engañado a los reyes con muchas y diversas falsedades, y no avisando de cómo aquellas gentes padecían, por los insultos que en ellas se hacían y el mal gobierno que desde el principio se les había puesto, pretendiendo sus propios intereses solos, y otros por la misma causa con rebeliones, alborotos y desobediencias que han cometido contra la fidelidad que debían a su rey natural. Y así, de días en días, y de años en años, se han ido entablando y arraigando y olvidando las dos especies de tiranía con que hacemos asolado aquellas tan innumerables repúblicas: lo uno en nuestra primera entrada que llamaron conquista, en aquellos reinos, no nuestros sino ajenos, de los reyes y señores naturales en cuya pacífica posesión los hallamos. La otra fue y es la tiránica gobernación. . . y porque los reyes son obligados en cuanto en sí fuere a quitar los impedimentos temporales que estorban la salvación de sus súbditos (. . .). . . convenía se vean y examinen las conclusiones que yo tengo aparejadas para ello. . .

La primera, que todas las guerras que llamaron conquistas fueron y son injustísimas y de propios tiranas.

La segunda, que todos los reinos y señoríos de Indias tenemos usurpados.

La tercera, que las encomiendas o repartimientos de indios son iniquísimos y de per se malos, y así tiránicos y tal gobernación tiránica.

La cuarta, que todos los que las dan pecan mortalmente, y los que las tienen están siempre en pecado mortal, y si no los dejan no se podrán salvar.

La quinta, que el rey nuestro señor, que Dios prospere y guarde, con todo cuanto poder Dios le dio, no puede justificar las guerras y robos hechos a estas gentes ni

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los dichos repartimientos ni encomiendas, más que justificar las guerras y los robos que hacen los turcos al pueblo cristiano.

La sexta, que todo cuanto oro y plata, perlas y otras riquezas que han venido a España, y en las Indias se trata entre nuestros españoles, muy poquito sacado, es todo robado. Digo poquito sacado, por lo que sea quizá de las islas y partes que ya habremos despoblado.

La séptima, que si no lo restituyen lo que han robado y hoy roban, por conquistas y por repartimientos o encomiendas y los que de ello participan no podrán salvarse.

La octava, que las gentes, naturales de todas las partes y cualquiera de ellas donde habremos entrado en las Indias tienen derecho adquirido de hacernos guerra justísima y raernos de la haz de la tierra, y este derecho les durará hasta el día del juicio.

Estas conclusiones prueba el autor larguísimamente en el libro que dio a Su Majestad.

El mestizaje

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Con la llegada de los españoles a América empezó un proceso cuyas consecuencias aún están presentes en nuestra sociedad. El mestizaje fue el resultado de la mezcla entre el español y dos grupos distintos a él: los amerindios (o indígenas americanos) y los africanos (traídos como esclavos de África).

En un inicio, el mestizaje empezó entre españoles e indígenas, luego, con la llegada de los esclavos, con quienes se pretendió sustituir la mano de obra indígena, las mezclas se acrecentaron pues se mezclaron españoles con negros, indígenas con negros, y todos los mestizos resultantes, a su vez, se mezclaron entre sí.

Paradójicamente, las investigaciones (histórico-genealógicas y genéticas) están comprobando que la mayoría de los centroamericanos (latinoamericanos) somos descendientes tanto de encomenderos como de indios; de amos como de esclavos; de "conquistadores" como de "conquistados".

El sistema colonial generó relaciones complejas entre conquistadores, indios y esclavos, quienes mantenían nexos ambiguos porque unos y otros, frecuentemente, estuvieron ligados por lazos de sangre: padres dueños de sus esclavos o encomenderos que tenían hijos con las indias de su encomienda, encomenderos amantes de sus indias, dueños amantes de sus esclavas, mujeres dueñas de la amante de su marido y de los hijos naturales de este, abuelos dueños de sus nietos, hermanos amos de sus hermanos...

CLASIFICACIÓN COLONIAL

Españoles: Peninsulares o criollos, los primeros eran los procedentes de España, y los segundos, los hijos de españoles o sus descendientes que habían nacido en América.

Indios: Los aborígenes americanos, llamados indios o naturales.

Negros: Los individuos africanos traídos en calidad de esclavos. Algunos eran liberados posteriormente.

Mestizos: Aquellos individuos de padre español y madre indígena (o viceversa, aunque estos casos eran menos frecuentes, y en Costa Rica no están documentados). Posteriormente fue empleado para clasificar a todas aquellas personas que tenían algún antepasado indígena, no necesariamente alguno de sus progenitores; incluso se llegó a utilizar para personas que tuvieran algún

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antepasado africano remoto (por ejemplo, a fines del siglo XVIII, podía ser mestizo quien tuviera una tatarabuela africana y 15 españoles).

Mulatos: Aquellas personas de padre español y madre negra (o viceversa, aunque estos casos no eran tan frecuentes y no están documentados para Costa Rica). Posteriormente fue empleado para clasificar a todas aquellas personas que tenían algún antepasado africano no muy remoto, no necesariamente alguno de sus progenitores.

Pardos: Originalmente hacía referencia a un color particular; luego, se empleó prácticamente como sinónimo de mulato. Siempre implicaba presencia de sangre africana y podía incluir a quienes tenían algo de sangre indígena. También se usó para designar a los vecinos de la Puebla de los Pardos (en Cartago, principalmente).

Zambos: Aquellos individuos de padre negro y madre india (o viceversa). Posteriormente se clasificó así a aquellas personas que tenían antepasados indígenas y africanos, no necesariamente sus padres.

Tercerón: Individuo hijo de español y una mulata o viceversa.

Cuarterón: Individuo hijo de español y una tercerona o viceversa.

Quinterón: Individuo hijo de español y una cuarterona o viceversa.

Sexterón: Individuo hijo de español y una cuarterona o viceversa. Las personas de esta "clase" eran clasificadas como mestizas a fines del siglo XVIII, en Costa Rica.

La esclavitud

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Asimismo, aunque la esclavitud en Centroamérica no tuvo la intensidad que se dio en las grandes plantaciones caribeñas o norteamericanas, sí representó el sistema por medio del cual la elite obtuvo parte de los excedentes monetarios que le sirvieron para salir adelante durante el período.

Casi siempre, el comercio esclavista en Centroamérica ha sido minimizado, por eso su desarrollo e impacto en la economía colonial esperan ser desentrañados.

Uno de los mitos más consolidados de la historiografía tradicional y de la mentalidad popular en los países centroamericanos se refiere a la ausencia de negros en nuestros países, salvo en las zonas costeras caribeñas.

Aunque el número de negros durante el periodo colonial fue proporcionalmente menor que en otras regiones, su presencia y la huella que dejaron en nuestros pueblos son indiscutibles.

Por ejemplo, de todos los países centroamericanos, Costa Rica ha sido en el que más se ha reflejado el enorme complejo latinoamericano de bastardía del que habla Leopoldo Zea. "Conflicto del hombre que lleva en su sangre y cultura al dominador y al bastardo. Bastardía que le viene al americano, no solo por la sangre, sino también por la cultura, o simplemente por haber nacido en América y no en Europa. (...) Complejo de bastardía expreso en el afán inútil por ser distinto de lo que es; por ser otro, renunciando a lo que es por sí mismo. Viendo lo propio como inferior a aquello que le es extraño y del que solo se considera eco y sombra."

Y es que se ha rechazado el mestizaje porque -como asegura Zea- se considera que este no es más que la combinación de lo superior con lo inferior y por esto mismo, inferior. Cuando finalmente se acepta la existencia de la mezcla no se hace asuntivamente, sino como un elemento curioso, casi "folclórico".

Debido al racismo contra los negros, resultado de la experiencia esclavista colonial y fomentada en otros periodos posteriores, uno de los aspectos menos estudiados de la esclavitud en Centroamérica ha sido el proceso de mestizaje y la integración de los negros traídos durante la Colonia con el resto de la población.

En la mayoría de las ciudades del istmo, los descendientes libres de africanos y los llamados mestizos bajos fueron segregados -oficialmente- del resto de la

Población. Hubo barrios de pardos en Cartago, León y Granada, entre otras ciudades.

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Asimismo, la población esclava durante la Colonia fue predominantemente mulata. Salvo algunos periodos de auge en el contrabando esclavista ilegal, la mayoría de las personas esclavizadas era el resultado de las relaciones interraciales entre negros, españoles e indios.