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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA PLANTEL IZTAPALAPA LETRAS HISPÁNICAS ³LA LOCURA DE DON QUIJOTE´ PRESENTADA POR IVÁN GARCÍA GUZMÁN ASESORA: MARÍA JOSÉ RODILLA LEÓN LECTORA: ALMA MEJÍA GONZÁLEZ LECTORA: LAURA CÁZARES HERNÁNDEZ DICIEMBRE 2002

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANAPLANTEL IZTAPALAPALETRAS HISPÁNICAS

LA LOCURA DE DON QUIJOTE

PRESENTADA POR IVÁN GARCÍA GUZMÁN

ASESORA: MARÍA JOSÉ RODILLA LEÓN

LECTORA: ALMA MEJÍA GONZÁLEZ

LECTORA: LAURA CÁZARES HERNÁNDEZ

DICIEMBRE 2002

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LA LOCURA DE DON QUIJOTE

INTRODUCCIÓN. .. . . 3

1. FUENTES DE LA LOCURA LITERARIA . ..6

1.1. ELOGIO DE LA LOCURA . 7

1.1.1. EL TEMA DEL BUFÓN 10

1.1.2. CORDURA LOCURA EN ERASMO . 16

1.2. EXAMEN DE INGENIOS 27

2. TEMAS .37

2.1. ATAQUE A LA LITERATURA CABALLERESCA .. .38

2.2. FANTASÍA REALIDAD 55

2.3. DESDOBLAMIENTO DE DON QUIJOTE, EL DISFRAZ Y EL ENGAÑO .63

3. PERSONAJES.................................................................................................................69

3.1. DON QUIJOTE SANCHO .70

3.2. DON QUIJOTE FRENTE A LOS DEMÁS PERSONAJES ... . .78

3.3. LA CORDURA EN DON QUIJOTE ... .85

CONCLUSIÓN . ... .91

BIBLIOGRAFÍA .. .94

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INTRODUCCIÓN

Don Quijote es un ser sumamente complejo, y su locura es un tema recurrente en los

trabajos de los críticos cervantistas al momento de analizar una obra como lo es El

ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha;1 esta tesis no pretende expresar todo lo que

los demás han mencionado anteriormente, y es que en este trabajo me enfoco en la locura

de don Quijote a través de un análisis, primero de la influencia literaria absorbida por

Cervantes para la concepción de su personaje; también a través de una serie de temas que

servirán para desentrañar la mentalidad y las actitudes del hidalgo y el por qué de su locura;

por último, la actitud de los personajes que interactúan con don Quijote, sirviendo como

testigos y a la vez como críticos de su personalidad y de sus claras transformaciones de loco

a cuerdo y viceversa.

Iniciando el análisis, presento las que me parecen las dos mayores influencias de

Cervantes para la concepción de su personaje principal, como lo son el Elogio de la locura

de Erasmo de Rotterdam y el Examen de ingenios para las ciencias de Huarte de San Juan.

En la primera obra la influencia se enfoca en el aspecto temático, en el del discurso y en el

de los personajes, y particularmente en la estrecha relación existente entre don Quijote y el

personaje del Elogio, la Locura. En el caso de la obra de Huarte, la influencia se enfoca en

el tipo de fisiología que provoca la correcta utilización del ingenio , e incluso existe en el

Examen de ingenios una especie de relatos que sirven para ejemplificar ciertos tópicos que

toca Huarte, y que tienen cierto vínculo con la historia del hidalgo y particularmente con su

transformación de loco a cuerdo y las consecuencias para él y para los demás.

1 A partir de este momento utilizo la edición de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha I y II, 5ª ed.,Edición, introducción y notas de Luis Andrés Murillo, Castalia, Madrid, 1991. Sólo anotaré entre paréntesis:la parte, el capítulo y la página al final de cada cita.

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En el aspecto temático analizaré el ataque a la literatura caballeresca por parte de

Cervantes, que es el objetivo inicial por parte del autor a lograr con su obra, además de la

dualidad fantasía-realidad que acompaña la visión y la mentalidad del hidalgo, desde el

inicio de sus aventuras hasta el final de su vida; esta falsa percepción de la realidad creará

situaciones en donde el hidalgo se verá estafado por los demás, ya sea a base de historias

inventadas para conseguir algo de él, ya sea a través de los disfraces que servirán para

igualmente engañarlo, e incluso don Quijote se engañará a sí mismo al adoptar diversas

personalidades a imitación de los héroes de la literatura caballeresca y acorde con sus

características idealizadoras, provocando que por este tipo de actitudes sea tachado como

un loco.

Es importante analizar la correspondencia del hidalgo con los demás personajes. Un caso

aislado es la relación entre don Quijote y Sancho, que ayudará enormemente a este análisis

para mostrar de mejor manera la drástica transformación del hidalgo, y es que el escudero

se convierte en el personaje que más convive con él, lo acompaña en sus aventuras, observa

la realidad como es, mientras don Quijote la transforma en ficción, critica la idealización de

su entorno, etc., pero esta forma de actuar del escudero frente a su amo no será siempre la

misma, y en su momento se notará. Después de este análisis particular vendrá la relación de

don Quijote con los demás personajes que crucen por su camino, y es que cada uno es

provocado a actuar de diferente manera: algunos se burlan, otros sienten lástima, varios se

aprovechan de la locura del hidalgo para obtener algo, y otros más se contagian de alegría

al convivir con un ser único como lo es el loco de don Quijote. Por último, el análisis con

base en los momentos de cordura que aparecen en nuestro personaje cervantino, al inicio de

forma esporádica, pero conforme avanza la obra hasta llegar al final, lentamente el hidalgo

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se vuelve un personaje cuerdo, hasta el momento en que desaparece definitivamente don

Quijote para que aparezca en su lugar Alonso Quijano.

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1. FUENTES DE LA LOCURA LITERARIA EN DON QUIJOTE

Existen dos fuentes que son fundamentales para comprender mejor el carácter de una

obra como El Quijote y el proceso de locura en su personaje principal: don Quijote de la

Mancha. Una de ellas es el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, escrita en 1509; la

otra es Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte de San Juan, de 1575.

El erasmismo fue un fenómeno importante en España a partir del siglo XVI, e

indudablemente el pensamiento del humanista holandés se vio reflejado rápidamente en

Cervantes. Para Menéndez Pelayo, los escritores españoles de la época adoptaron en sus

obras una crítica de las costumbres de su tiempo, además de la sátira hacia los monjes y de

la vida religiosa, particularmente su santidad fingida, y se mostraban contra la superstición

encubierta bajo una apariencia piadosa (Citado por Vilanova, p. 8). Particularmente, el

Elogio de la locura es la mayor influencia para Cervantes en el momento de crear a su

personaje principal, no solamente por las características que menciona Menéndez Pelayo,

sino particularmente por la concepción del personaje de la Locura que aparece en la obra

de Erasmo y que sirve para caracterizar a don Quijote. La influencia de Erasmo que se

muestra en la obra de Cervantes es en cuanto a los personajes, en los temas, los discursos,

etc.

El Examen de ingenios del doctor Juan Huarte de San Juan fue publicado en 1575; su

influencia está más enfocada al aspecto fisio-psicológico de don Quijote, ya que

originalmente la obra de Huarte fue concebida con el propósito de mejorar la República

mediante la utilización racional del ingenio de los súbditos, y para lograrlo, Huarte muestra

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en su libro las características que cada persona debe tener para alcanzar este ingenio; un

ejemplo de su teoría es lo siguiente:

Porque considerando cuán corto y limitado es el ingenio del hombre para una cosa y no más,

tuve siempre entendido que ninguno podía saber dos artes con perfección sin que en la una

faltase. Y, porque no errase en elegir la que a su natural estaba mejor, había de haber diputados

en la república, hombres de gran prudencia y saber, que en la tierna edad descubriesen a cada

uno su ingenio, haciéndole estudiar por fuerza la ciencia que le convenía, y no dejarlo a su

elección. De lo cual resultaría en vuestros estados y señoríos haber los mayores artífices del

mundo y las obras de mayor perfección, no más de por juntar el arte con naturaleza. (Huarte,

pp. 150-151)

En el caso de Cervantes, el término ingenioso que aparece en el título completo de su

obra muestra una primera influencia, además es importante la relación de la definición que

Huarte de San Juan hace del término ingenioso con la fisonomía del hidalgo, e incluso

existen relatos dentro de la obra de Huarte que son retomados por Cervantes y que en su

momento se analizarán.

1.1. ELOGIO DE LA LOCURA

Un punto importante es conocer si realmente Cervantes tuvo oportunidad de leer el

Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, la versión en latín, en italiano o en castellano,

porque se nota una influencia en cuanto a su visión humanista, la religión, y la locura ideal

de don Quijote. Dámaso Alonso, uno de los mayores críticos de la obra cervantina, afirma

que Cervantes sí la llegó a leer (Bataillon, p. 348). Antonio Vilanova considera a Cervantes

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como un perfecto conocedor de la obra erasmista: Creo poder afirmar de manera precisa

que la verdadera inspiración del Quijote de Cervantes procede del Elogio de la locura, y

que la génesis de la novela cervantina adquiere su verdadera intención y sentido si se tiene

en cuenta que Cervantes se propuso desarrollar en forma novelesca la sátira erasmista en

elogio de la locura humana (Vilanova, p 19). En cambio, Marcel Bataillon prescinde del

Elogio de la locura como fuente del erasmismo español, ya que lo que que se pudiera llegar

a asimilar del erasmismo era de forma indirecta, a causa de las prohibiciones por parte de

la Inquisición, de los Índices de 1559 y 1583 (Bataillon, p. 348). Incluso llega a criticar a

Vilanova porque su tesis no está plenamente justificada, y la ha comprometido con un

argumento poco convincente (Bataillon, p. 343).

En el Elogio, la Locura aparece como el único personaje que, a través de su discurso y a

partir de su visión mordaz de lo que ocurre a su alrededor, critica a todos los estratos de la

sociedad de su tiempo, además de afirmar que todos tenemos una parte de locura, que es la

base de la felicidad. La obra presenta:

el mundo como un escenario de la locura universal, y la locura como un elemento

indispensable para hacer posible la vida humana, Erasmo proyecta toda la agudeza de su

ingenio mordaz y todo el veneno de su implacable ironía, contra la necedad [ ] Este amargo

retablo de la locura humana se nos presenta como una peroración de la propia Locura, que

entona un panegírico de sí misma ante el regocijado auditorio de la comedia humana [ ] la

locura encierra en sí todo cuanto es vitalidad y energía de la vida, pues el cuerdo, por

vergüenza o por miedo, no emprende nada en circunstancias en que los locos animosamente se

ponen a obrar [ ] Es por esto que la verdadera felicidad estriba en la locura, pues el loco vive

inmerso en el engaño y en la ficción, de donde procede su ventura (Vilanova, p. 17).

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En la cita anterior parece que el loco al que se refiere Erasmo puede ser el mismo don

Quijote sin ningún problema, por la forma que tiene este personaje de ver el mundo, e

incluso la misma obra puede ser vista también como retablo de la locura humana , porque

don Quijote no es el único loco en el mundo del Quijote, existen más, al igual que hay

infinidad de cuerdos. La característica del cuerdo o sabio , como lo llama Erasmo, es ser:

sordo a todos los sentimientos de la naturaleza; de un hombre sin pasión alguna, a quien ni el

amor ni la misericordia le hacen más mella que si fuese de pedernal o de roca de mármol [ ]

de un hombre que no convive con los amigos, porque no tiene ninguno; de un hombre, en fin,

que no repararía en mandar ahorcar a los mismos dioses, y que todo cuanto ve hacer a los demás

lo condena como extravagante, y se ríe de ello. Tal es el bicho raro que los estoicos consideran

como el prototipo del sabio (Erasmo, p. 73).

El sabio es quien nunca gozó de la vida, y poco le importa la muerte. Don Quijote, por

lo tanto, es un personaje alejado de tal sabiduría o de la cordura de los demás, es un

personaje más cercano a una dulce ilusión llena de deleites ; por eso es que al final, al

recuperar la cordura -o usando el término de Erasmo, la sabiduría- lo único que le queda a

Alonso Quijano es morir, porque la vida ya no le causa diversión, la idealización del

mundo, forjada en su mente a lo largo de la obra, va desapareciendo hasta llegar a su

muerte de manera cuerda. Don Quijote desaparece lentamente para que viva Alonso

Quijano, o en otras palabras, la locura termina siendo derrotada por la cordura en una pelea

por el cuerpo y la mente de Alonso Quijano, pero al renacer, éste no dura mucho tiempo,

finaliza la batalla principal con la muerte del hidalgo y con la cordura pagando un grave

precio.

Hay varios capítulos, o incluso temas en El Quijote, que parecen haber sido tomados de

la obra erasmista, por la forma en que la locura es vista. Uno de ellos es la clase de locura

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de nuestro personaje. En el Elogio de la locura, se presentan dos clases de locura: la que

emana de los infiernos en forma de guerra, parricidio, incesto, muertes, depravación, etc.; la

otra, que es característica en don Quijote: Manifiéstase por cierto alegre extravío de la

razón, que a un mismo tiempo libra al alma de angustiosos cuidados y la sumerge en un

mar de delicias (Erasmo, p. 95).

Don Quijote no es parte de la primera clase de locura, ya que no es un ser agresivo; los

ataques que comete hacia los demás no los realiza como actos de violencia injustificada,

sino como actos de justicia. Por ejemplo, los frailes vestidos de negro que aparecen en el

capítulo XVIII son para don Quijote encantadores y debemos tomarlos como tales; en su

locura, don Quijote es feliz porque puede cumplir su sueño de transformarse en un

caballero, al igual que los personajes que aparecen en las novelas que tanto lee; dentro de

su locura protege a los indefensos y ataca a los más poderosos: encantadores, gigantes, etc.

1. 1. 1. EL TEMA DEL BUFÓN

Un momento, en especial, resulta interesante en la obra cervantina para notar la

influencia ejercida por Erasmo: el que inicia a partir del capítulo XXX de la segunda parte,

cuando don Quijote conoce y convive con los duques; esta serie de capítulos abarca hasta el

LVII, que es el momento en que el hidalgo se despide de los duques; es muy importante

notar que en El Quijote, los nobles ya saben de la locura del hidalgo, porque leyeron la

primera parte de la Historia del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha (II, XXX,

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p. 270), por lo tanto aprovechan este conocimiento para poder burlarse frecuentemente del

hidalgo y también de su escudero. En la obra de Erasmo, la Locura menciona las

características de los reyes y príncipes, lo cual me remite claramente a los duques que

aparecen en la obra de Cervantes:

Figuraos ahora un hombre como lo son a veces los reyes: ignorantes de las leyes; enemigo, o

poco menos, del provecho del pueblo; preocupado solamente de su personal actividad [ ];

entregado a los placeres; que odie el saber, la libertad y la verdad; que piense en todo, menos

en la prosperidad de su Estado, y que no tiene más regla de conducta que sus liviandades y sus

conveniencias (Erasmo, p. 164).

Esta cita tiene mucha relación con la crítica de Sancho hacia los reyes cazadores, crítica

que inicia en el momento de discutir con los duques las razones por las que los

gobernadores se dedican a cazar, y que provoca el siguiente diálogo entre el duque y

Sancho:

-[ ] el ejercicio de la caza de monte es el más conveniente y necesario para los reyes y

príncipes que otro alguno. La caza es una imagen de la guerra: hay en ella estratagemas,

astucias, insidias para vencer a su salvo al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y

calores intolerables; menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas, agilítanse los

miembros del que la usa, y, en resolución, es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie

y con gusto de muchos [ ] Así que ¡oh Sancho!, mudad de opinión, y cuando seáis

gobernador, ocupaos en la caza y veréis cómo os vale un pan por ciento.

-Eso no respondió Sancho-: el buen gobernador, la pierna quebrada y en casa. ¡Bueno sería

que viniesen los negociantes a buscarle fatigados, y él estuviese en el monte holgándose! ¡Así

enhoramala andaría el gobierno! Mía fe, señor, la caza y los pasatiempos más han de ser para

los holgazanes que para los gobernadores. En lo que yo pienso entretenerme es en jugar al

triunfo envinado las pascuas, y a los bolos los domingos y fiestas; que esas cazas ni cazos no

dicen con mi condición, ni hacen con mi conciencia.

-Plega a Dios, Sancho, que así sea; porque del dicho al hecho hay gran trecho (II, XXXIV,

p.307).

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Sancho critica la holgazanería de los gobernadores, e implícitamente también a los mismos

duques, que se dedican más a su divertimento que al manejo de su Estado. Por lo que él,

cuando sea gobernador, le dará mayor importancia a la gente que gobierne que a los

placeres personales, e incluso el personaje sirve como ejemplo, ya que Sancho realmente se

dedica a destrabar los problemas que sus gobernados le plantean al momento de gobernar

su Ínsula , y que no le permiten dormir o comer, por lo que el mismo Cervantes critica la

forma de gobernar de los duques, y ejemplifica en Sancho la mejor forma de gobierno de

un Estado, es decir, preocupado de la felicidad de su gente; incluso obliga al escudero a ser

recordado por éstos, ya que en muy poco tiempo llegó a hacer mejoras en el pueblo. En

cambio los duques parecen ser más recordados por lo que han dejado de hacer hacia sus

ciudadanos.

Los duques en su participación dentro de la novela no muestran interés hacia su pueblo,

Sus acciones se enfocan más a divertirse con la llegada de don Quijote; esta forma de actuar

tiene relación con lo que ocurre en los banquetes que los reyes y príncipes organizan, y

cuyo principal divertimento es la presencia de un bufón para alegrar la comida:

Discutan otros si un banquete sin mujeres puede tener algún encanto; pero lo que puede

afirmarse, desde luego, es que ninguno será agradable sin la salsa de la Necedad, hasta tal

punto, que si en él no se encuentra por lo menos uno que con Necedad natural o simulada haga

reír a los demás, se pagará algún bufón o se invitará a algún ridículo parásito que a fuerza de

patochadas [ ] sepa ahuyentar de la fiesta el silencio y la tristeza (Erasmo, p. 43).

Es claro que con la llegada de don Quijote al castillo, o casa de placer de los duques, él

será quien haga reír a los que en el lugar se encuentran, y particularmente durante la cena

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que parece haber sido organizada especialmente para el escudero y el amo a su llegada al

castillo, pero una cosa es que ambos crean ser invitados especiales a la mesa del ducado, y

otra es que solamente sirvan de entretenimiento durante el banquete, a través de sus

diálogos que a más de uno lo llevan a la risa; entonces de invitados se convierten en

bufones. Este papel inicia por parte del hidalgo con la discusión que tiene con el clérigo del

duque a raíz de la primera parte que se escribió sobre las andanzas de don Quijote y

Sancho; el clérigo que ignora el engaño y la burla que los duques traman sobre los dos

invitados- no puede creer que el hidalgo no dude de la existencia de gigantes, de

malandrines, del encantamiento de la tal Dulcinea, o de las tonterías que aparecen en los

libros de caballerías. Don Quijote le responde, mostrando su postura sobre tales libros, por

lo que el clérigo - provocando la risa del duque-, después de una breve discusión con

Sancho, se enoja y se va, no sin antes decir lo siguiente:

-Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio vuestra excelencia como estos

pecadores. ¡Mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras!

Quédese vuestra excelencia con ellos; que en tanto que estuvieren en casa, me estaré yo en la

mía, y me escusaré de reprehender lo que no puedo remediar.

Y sin decir más ni comer más, se fue, sin que fuesen parte a detenerle los ruegos de los duques;

aunque el duque no lo dijo mucho, impedido de la risa que su impertinente cólera le había

causado (II, XXXII, p. 284).

En este pasaje se puede comparar al clérigo con un sabio según la definición de Erasmo,

ya que el duque prefiere más la compañía de quien lo haga reír, por eso no le importa que el

clérigo se retire enojado, y es que en el Elogio, la Locura comenta lo siguiente: ¿Y qué os

parece si os digo que los más grandes reyes gustan tanto de mis protegidos, que algunos no

pueden ni comer, ni pasear, ni pasar una hora entera sin sus bufones, y a menudo prefieren

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estos tontos a los austeros sabios, qué sólo por vanidad sustentan a veces en sus casas?

(Erasmo, p. 89). Incluso la comparación entre el clérigo y el prototipo de sabio que maneja

Erasmo es indiscutible al nombrar Cervantes las severas características del clérigo:

La duquesa y el duque salieron a la puerta de la sala a recebirle, y con ellos un grave

eclesiástico destos que gobiernan las casas de los príncipes; destos que, como no nacen

príncipes, no aciertan a enseñar cómo lo han de ser los que lo son; destos que quieren que la

grandeza de los grandes se mida con la estrechez de los ánimos; destos que, queriendo mostrar a

los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser miserables; destos tales, digo, que debía de

ser el grave religioso que con los duques salió a recebir a don Quijote (II, XXXI, p. 278).

Después de la cena, las doncellas idean una ceremonia donde limpian con jabón las

barbas de don Quijote, pero las burbujas no lo dejan ver y en ese momento inventan que se

les acabó el agua, por lo que dejan al hidalgo en la más extraña posición jamás vista en un

caballero andante, la cual provoca las risas de los presentes, incluyendo a los duques que

ignoraban el suceso:

Mirábanle todos los que presentes, que eran muchos, y como le veían con media vara de cuellos,

más que medianamente moreno, los ojos cerrados y las barbas llenas de jabón, fue gran

maravilla y mucha discreción poder disimular la risa; las doncellas de la burla tenían los ojos

bajos, sin osar mirar a sus señores; a ellos les retozaba la cólera y la risa en el cuerpo, y no

sabían a qué acudir: o a castigar el atrevimiento de las muchachas, o darles premio por el gusto

que recibían de ver a don Quijote de aquella suerte (II, XXXII, p. 287).

En los acontecimientos anteriores, ya no solamente los duques se burlan de don Quijote,

sino también sus empleados, con lo cual nuestro personaje cae en una gran inferioridad

respecto a los demás; ya no es sólo la diversión de los duques, sino también de la

servidumbre.

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Otro ejemplo de la burla que sufre don Quijote de parte de los demás está en el capítulo

XLV de la primera parte, y que sirve de introducción al tema del bufón que aparece

representado en la aventura con los duques arriba mencionada. Se trata del momento en que

aparece el dueño de la bacía -que resulta ser otro barbero- que para don Quijote era el

Yelmo de Mambrino; ambos discuten, hasta que toma la palabra el barbero vecino del

hidalgo-, quien, queriéndose reír de la locura y de los pensamientos de don Quijote y

además hacer que los demás se burlen también, le da la razón al hidalgo y comienza a

discutir con el verdadero dueño del yelmo : Señor barbero, o quien sois, sabed que yo

también soy de vuestro oficio, y tengo más ha de veinte años carta de examen, y conozco

muy bien de todos los instrumentos de la barbería [ ] digo [ ] que esta pieza que está

aquí adelante [ ] no sólo no es bacía de barbero, también digo que éste, aunque es yelmo,

no es yelmo entero (I, XLV, p. 540-541). A lo que responden afirmativamente los que

estaban presentes que las palabras de don Quijote y de su vecino el barbero eran ciertas, por

lo que el dueño de la bacía solo puede responder: ¡Válame Dios! [ ] ¿Qué es posible que

tanta gente honrada diga que ésta no es bacía, sino yelmo? Cosa parece ésta que puede

poner en admiración a toda una Universidad, por discreta que sea. Basta: si es que esta

bacía es yelmo, también debe de ser esta albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho

(I, XLV, p. 541). Es interesante mencionar que existen puntos en coincidencia entre este

episodio y el de la cena con los duques, ya que en ambos el que sirve como objeto de burla

es don Quijote. El barbero de este episodio ocuparía el mismo lugar que los duques del

segundo tomo, pues a través de don Quijote tratan de reírse un poco, mientras que el dueño

de la bacía ocuparía el mismo lugar que el clérigo de los duques. Ambos son los que

discuten con el hidalgo, y también los que no comprenden por qué los demás definden y

dan la razón a las visiones y locuras que don Quijote piensa y hace.

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1.1.2 CORDURA - LOCURA EN ERASMO

Un elemento importante en la obra de Cervantes es la fina línea que separa la cordura de

la locura del personaje principal. La cordura frente a la locura es un tema que plantea una

preocupación, no solamente en el caso de Cervantes, sino también en otros escritores del

Siglo de Oro español, que llegan a plasmar en sus obras dicha relación. Dos tradiciones,

con raíces clásicas y bíblicas, son influencia importante en las obras satíricas que trataban

la locura entre los siglos XVI y XVII: Según la primera, todo el mundo está loco, una idea

que siempre se resumía con el dicho bíblico: El número de los locos es infinito

(Eclesiastés, I: 15). La segunda es el concepto de loco cuerdo, el que parece ser loco, pero

se aprovecha de su inocencia aparente para ridiculizar a los que se creen cuerdos (Heiple,

p. 17). Ambas tradiciones tienen antecedentes en el pensamiento antiguo y llegaron a

sobrevivir, por influencia directa o por formar parte importante del pensamiento humano.

Por un lado, se encuentra la concepción de los estoicos de que los valores del mundo

forman parte de una locura, y por otro lado, la alabanza de la cordura del loco, la idea de

que la locura era un don de los dioses, resumida en la locura mística de los platónicos y

transformada más tarde en el loco santo (Heiple, p. 17). El Elogio de la locura es el

ejemplo perfecto de la obra donde convergen ambas tradiciones, y que a su vez es la mayor

influencia en obras posteriores que trataron este tema: Hay un catálogo de locos y una

alabanza del loco santo, y lo original, una apreciación de la necesidad de la locura en los

asuntos del mundo. El concepto del loco cuerdo era muy importante en el siglo XVI, sobre

todo con la difusión del pensamiento neoplatónico florentino (Heiple, p. 17).

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En el Elogio de la locura se menciona, por ejemplo: Acordaos sin embargo, al mismo

tiempo, de aquel proverbio griego que dice: Muchas veces el necio habla con cordura , a

menos que creáis que esto no reza con las mujeres (Erasmo, p. 214). En el caso de don

Quijote, es claro que aparecen lapsos de locura al escuchar sobre los libros caballerescos,

pero mientras no se les mencione, se comporta como un personaje totalmente cuerdo. La

que me parece la mayor influencia del Elogio de la locura sobre El Quijote es la utilización

de un loco como personaje principal, con el objeto de poder manifestar libremente

cualquier crítica. En la obra de Erasmo la misma Locura es la que critica a la sociedad de su

tiempo; la obra está estructurada de manera que no aparezca por ningún lado la opinión

personal de Erasmo, por el peligro que corría frente a la Inquisición, por lo tanto, lo único

que puede hacer es darle el derecho a la Locura para decir todo lo que piensa; rara vez

había hecho nadie uso de este sagrado derecho de los locos, del que Erasmo hace uso en

esta sátira, que al propio tiempo representa la obra primera y más osada de su generación, y

también la más artística (Sweig citado por Olmeda, p. 243).

El artificio de esta obra consiste en su general disfraz. Erasmo no habla por sí mismo

para decir todas las amargas verdades que dirige a los poderosos de la tierra, sino que en

lugar suyo hace que la Stultitiae, la Locura, suba a la cátedra para cantar sus propias

alabanzas:

Digan lo que quieran las gentes acerca de mí [ ], sola, yo soy, no obstante, la que tiene virtud

para distraer a los dioses y a los hombres. Si queréis una prueba de ello, fijaos en que apenas me

he presentado en medio de esta numerosa asamblea para dirigiros la palabra, en todos los rostros

ha brillado de repente una alegría nueva y extraordinaria[ ] Vosotros, pues, vais a oír también

un elogio; pero no va ser el de Hércules ni el de Solón, sino el mío propio, el de la Necedad [ ]

No vayáis a creer que con mis palabras me propongo lucir mi ingenio, como es costumbre de

casi todos los oradores de estos tiempos [ ] A mí siempre me ha causado gran placer decir de

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repente cuanto se me viniera a la boca, y, por tanto, nadie espere de mí que [ ] proceda por una

definición de mí misma [ ] Porque yo soy, como podéis ver, aquella dispensadora de bienes

llamada por los latinos Stultitiae, y por los griegos, Moria (Erasmo, pp. 3-10).

Una de las características de don Quijote es su locura, que consiste en la alucinación de

la fantasía y en el engaño a que le induce su ilusión caballeresca, y la ironía de Cervantes

no se basa en la ridiculización de su héroe, sino en la burla del engaño a que le lleva su

locura (Vilanova, p. 33). Pero para Erasmo, y particularmente para la Locura, no es más

mortificado ser engañado con la adulación, sino que es más deplorable el no engañarse: Se

equivocan quienes creen que la felicidad humana depende de las cosas en sí. Lo cierto es

que depende de la opinión que se tiene de ellas. Es tan grande la variedad y complejidad de

las cosas humanas que nadie las puede conocer claramente [ ] el espíritu humano está

formado de tal manera que le es más grata la ficción que la verdad (Erasmo, p. 116).

Es decir que para Erasmo la locura forma parte de un engaño a través de la mente, y

dicha ignorancia conlleva a la felicidad humana. Este engaño de los sentidos que basa la

felicidad en la opinión que nos formamos de ella y no en la realidad de las cosas, es el rasgo

más característico de don Quijote. Antonio Vilanova menciona:

Don Quijote se mueve perpetuamente en el mundo de la apariencia errónea: los molinos de

viento le parecen gigantes, los rebaños de ovejas le parecen ejércitos, una bacía de barbero se

convierte en el mismísimo yelmo de Mambrino. Casi todas las aventuras de la primera parte del

Quijote están basadas en este juego de la ilusión o de la apariencia errónea, provocada por un

engaño de los sentidos. Y no sólo esta idea del engaño a los ojos provocado por un error de la

mente es puramente erasmista, sino que Cervantes extrae del Elogio de la locura, la inspiración y

el ejemplo directo de las primeras aventuras de su héroe (Vilanova p. 38).

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En la obra de Erasmo, la locura está fuertemente relacionada con la edad de las personas.

Los niños, al igual que los jóvenes, son los que más disfrutan su edad, ya que son los que

menos se enojan, además de conmover al más fuerte, por su inocencia y ternura, su

felicidad forma parte de la locura que provoca su edad; ya al llegar a la madurez y a la

vejez, el ser humano empieza a perder

su hermosura, a languidecer su gallardía, a enfriarse su donaire y a disminuir su vigor. Cuanto

más se aparta de mí, menos va viviendo cada día, hasta que al fin, llega a la refunfuñadora

vejez, edad tan molesta, no sólo para los demás, sino también para sí mismo, que ningún mortal

podría soportarla si yo, compadecida nuevamente de sus trabajos, no le echase la mano

(Erasmo, p.28).

Dicha característica puede ser fácilmente atribuida a lo que le ocurre a don Alonso Quijano:

hombre de cincuenta años, soltero, sin hijos, dedicado a la caza, etc., en fin, a una vida

monótona, inclusive aburrida; la única afición se concentra en los libros de caballerías, tipo

de lectura que despierta su mente y lo lleva a imaginarse como parte importante de las

historias; su locura se manifiesta cuando se convierte en el protagonista de su realidad, no

sólo como lector, sino cabalgando y buscando él mismo sus aventuras, inventándolas

donde no existen. Esta transformación de su entorno es el motor de su vida, no desea

convertirse en un viejo como el que se describe en el Elogio de la locura, sino que desea

seguir siendo un niño, si no de cuerpo, al menos sí de mente, por eso se dedica a la

caballería andante, por la simple razón de sentirse y seguir vivo; la locura provoca su

felicidad, y para ser feliz en todos los aspectos busca el amor, un amor que en la vida real

no consigue, por eso es que se enamora de una mujer a la que apenas conoce y con la que

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nunca había llegado a entablar palabra alguna; dicen que enamorarse es de locos, y es lo

que le ocurre a don Quijote.

Otro tema común entre ambas obras es el relacionado con los discursos sobre la Edad de

Oro. En cuanto al Elogio, la Locura proclama las virtudes de esa época de la siguiente

manera: ¡Oh, qué sencillas eran aquellas gentes de la edad de oro, que desprovistas de toda

especie de ciencia, vivían sin más guía que las inspiraciones de la Naturaleza y la fuerza del

instinto!... ¿Para qué recurrir a la Jurisprudencia, si estaban apartados de las malas

costumbres, que han sido, sin duda alguna, el origen de las buenas leyes? (Erasmo, p.80).

En el capítulo XI del primer tomo del Quijote, y ya en su segunda salida, el hidalgo parece

continuar el discurso iniciado por la Locura sobre el tema de la edad dorada, recordando

aquellos siglos frente a varios cabreros que lo escuchan atentamente, sin llegarle a entender

las palabras que salían de su boca: Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los

antiguos pusieron nombre de dorados [ ] Todo era paz, todo amistad, todo concordia [ ]

La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces, no

había que juzgar, ni quien fuese juzgado (I, XI, pp. 155-157).

Dentro del capítulo sobre las clases de locura se menciona lo siguiente:

[ ] Con esto no quiero afirmar que sea lícito dar el nombre de locura a toda aberración de los

sentidos o del espíritu, ni que pueda, por ejemplo, considerarse como loco a aquel que, por

tener telarañas en los ojos, confunda un mulo con un pollino, o aquel otro que del mismo modo

admire como perfecta una poesía ramplona. Pero si al error de los sentidos se añade el de

juicio, entonces sí puede afirmarse que tal hombre no está lejos de la locura (Erasmo, p. 96).

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En este caso es claro ejemplificar a don Quijote, que varias veces dentro de sus aventuras

confunde gigantes con molinos o castillos con ventas, además de que el narrador muchas

veces le recuerda al lector que el personaje es hombre falto de juicio , o que por la

excesiva lectura de libros de caballerías vino a perder el juicio , por lo tanto don Quijote

es una persona que, a raíz de su locura, sufre de transformaciones de su realidad. La Locura

continúa: Sin embargo, cuando este género de locura es inclinado al deleite, como ocurre

con frecuencia, reporta no menos regocijo a los que la tienen que a los que la presencian

[ ] (Erasmo, p. 97). En la obra, muchos personajes que llegan a conocer a don Quijote

disfrutan burlándose del hidalgo para regocijo propio, como ocurre con los duques, el

ventero que hospeda a don Quijote en la primera salida, el bachiller Carrasco, etc., hecho

que en un capítulo aparte comentaré ampliamente.

La cueva de Montesinos, que aparece en la segunda parte del Quijote, tiene cierta

reminiscencia de la caverna que la Locura menciona en su discurso: ¿Acaso encontráis

alguna diferencia entre los que en la caverna de Platón se dejaban fascinar por las sombras

e imágenes de las cosas, sin desear nada y sin estar satisfechos de sí mismos, y aquel sabio,

que habiendo salido de la cueva ve las cosas en su verdadera realidad? (Erasmo, p. 118).

El episodio de la cueva de Montesinos en El Quijote es de suma importancia, porque en

el momento en que don Quijote entra a dicha cueva, éste sigue formando parte del mundo

idealizado que él mismo ha creado, pero la diferencia estriba en que, al aparecer

Montesinos en su historia, en don Quijote dicha idealización parece desaparecer. Al salir el

hidalgo de la cueva de Montesinos se produce una confusión en el personaje sobre si lo que

ocurrió en ese lugar fue realidad o sólo producto de su imaginación; es inevitable afirmar

que la cita anterior de Erasmo parece coincidir con esta aventura porque a su salida de la

cueva, don Quijote no será el mismo. El propio Cide Hamete Benengeli empieza a dudar de

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la locura de don Quijote al no dar crédito a la explicación del hidalgo, aunque la última

palabra la deja al lector, sobre si creerle o no a don Quijote lo acontecido en la cueva. Un

punto trascendente en este debate entre realidad o sueño del hidalgo en la cueva de

Montesinos, ocurre en un episodio posterior donde Sancho Panza y don Quijote

supuestamente viajan por los aires sobre el lomo del caballo Clavileño para rescatar a la

princesa Antonomasia del gigante Malambruno. Al terminar la representación ideada por

los duques -aunque para el hidalgo y su escudero es otra aventura-, Sancho describe su

experiencia sobre el caballo Clavileño, pero el mismo don Quijote, al escucharlo, lo único

que puede sentir es duda de las palabras de su escudero; no cree tal experiencia, y al final,

lo único que puede decir el hidalgo a Sancho es: Sancho, pues vos queréis que se os crea

lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de

Montesinos. Y no os digo más (II, XLII, p. 355). En las líneas anteriores el hidalgo

compara la experiencia de Sancho con la suya en la cueva de Montesinos, por lo tanto,

según dichas palabras, es inverosímil que ambos episodios hayan ocurrido en realidad, y es

factible que hayan sido, o imaginadas la aventura del hidalgo- o inventadas la historia de

Sancho-, por lo tanto, el hidalgo duda ya no sólo de la historia de Sancho, sino también

duda de su experiencia en la cueva, porque no está seguro si fue verdad o fantasía su plática

con Montesinos. Su aventura en la cueva es trascendente, ya que es el momento en que se

empieza a gestar la lenta y dolorosa transformación de don Quijote en Alonso Quijano, y

porque va a desencadenar los siguientes capítulos en los que hay que desencantar a

Dulcinea. Es importante mencionar que en el episodio de la cueva de Montesinos se le

puede llegar a tachar a don Quijote de mentiroso, al inventar su aventura dentro de la cueva,

estando plenamente consciente de este engaño, y no atribuírselo a los magos o

encantadores; de cierta forma le miente a los demás porque sabe que él mismo no está

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seguro de su historia, pero también es importante recalcar que se miente a sí mismo, ya que

trata de dar al evento una explicación que siga alimentando una idealización que se muestra

tambaleante; y al fin de cuentas no lo logra, el problema es que sigue actuando como si

hubiera logrado encontrar una explicación a sus dudas y es en este momento en el que la

realidad de las cosas se apodera de la mente del hidalgo. La misma Locura en su discurso

menciona lo siguiente:

Se me dirá que es más mortificante ser engañado con la adulación, mas yo replico que más

deplorable aún es el no engañarse. Se equivocan quienes creen que la felicidad humana

depende de las cosas en sí. Lo cierto es que depende de la opinión que se tiene de ellas [ ] En

la medida en que llegamos a saber algo, nuestra alegría de vivir se reduce, pues el espíritu

humano está formado de tal manera que le es más grata la ficción que la verdad (Erasmo, pp.

116-117).

Lo anterior le ocurre a don Quijote. Su felicidad personal ha dependido a lo largo de la obra

de la opinión que tiene de las cosas, y no de los objetos en sí. Siempre los demás personajes

tratan de convencer al hidalgo de que su visión de las cosas está completamente trastocada,

que no es verdadera, no es real, pero esta misma visión ha conseguido que don Quijote

emprenda aventuras en vez de quedarse en su casa dedicándose a la caza; ha conseguido

que por primera vez el personaje viva una vida plena al emprender viajes, conocer gente,

ayudar a los demás, en vez de encontrarse en su casa aislado, viviendo de manera monótona

y aburrida; el grave problema que se le plantea a don Quijote en el momento de salir de la

cueva de Montesinos es que su propia experiencia también le crea dudas, y varias veces a

partir de ese episodio se pregunta si lo que ocurrió dentro de la cueva fue real, o sólo fue

producto de su imaginación. Desde este momento aparece un conocimiento racional de su

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persona, deja a un lado su visión particular de las cosas, y cuanto mayor conocimiento real

tiene de su entorno, menor es su felicidad; su alegría de vivir se reduce, y como menciona

la Locura, para el espíritu humano es mayor la alegría que proporciona la ficción que la de

la verdad. A partir de ahora, don Quijote tiene un solo móvil: desencantar a Dulcinea; las

aventuras empiezan a quedarse en un segundo término, el grave problema para el hidalgo es

que nunca logra su cometido, sencillamente porque Dulcinea no existe. Al final, parece

haberse dado cuenta de esto, y lo único que puede hacer es rendirse ante ese intento, y al

mismo tiempo dejarse morir.

Recordando una cita anterior, es claro que don Quijote en la segunda parte se empieza a

alejar lentamente del modelo erasmista de la Locura: [ ] la locura encierra en sí todo

cuanto es vitalidad y energía de la vida, pues el cuerdo, por vergüenza o por miedo, no

emprende nada en circunstancias en que los locos animosamente se ponen a obrar

(Vilanova, p. 17). Hay que recordar que existen aventuras donde el hidalgo se muestra

cometiendo las mayores torpezas propias de un loco, como el episodio en que reta a un león

a atacarlo; pero en varios capítulos de la segunda parte don Quijote empieza a sentir

vergüenza y miedo; como ejemplo se encuentra el capítulo LXVIII de la segunda parte, en

el episodio en donde una manada de toros arrolla al hidalgo, éste se levanta y se aleja

avergonzado de los cuidadores de toros, sin despedirse siquiera. Es decir, así como

Cervantes caracteriza a don Quijote a semejanza de la Locura de Erasmo, lentamente el

personaje se aleja del modelo erasmista y se independiza, ya que el hidalgo empieza a

preocuparse por lo que piensen los demás de él.

Recapitulando, existen demasiadas semejanzas entre ambos autores como para pensar

que Cervantes no tuvo como influencia a la Locura de Erasmo para concebir a don Quijote:

por ejemplo, es clara la semejanza entre don Quijote y la Locura, y es que el hidalgo es un

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personaje que se divierte, y no solamente él, sino que divierte a los demás, tal como la

Locura proclama en su discurso: [ ] fijaos en que apenas me he presentado en medio de

esta numerosa asamblea para dirigiros la palabra, en todos los rostros ha brillado de repente

una alegría nueva y extraordinaria [ ] (Erasmo, p.3); el discurso de la edad de oro es el

mejor ejemplo para notar el estilo en común entre ambos personajes, aunque como ya se

dijo, este tipo de semejanza empieza a desvanecerse, ya que lentamente el personaje va

recobrando la cordura. Aquí se puede relacionar la cueva de Montesinos con la caverna de

Platón en donde, tanto el hidalgo como el que entra en la caverna empiezan a ver las cosas

como realmente son, e inician su transformación. La descripción de los reyes en el Elogio

de la locura está claramente relacionada con la de los duques del Quijote, al igual que el

sabio descrito en la obra de Erasmo tiene afinidad con varios personajes en la obra de

Cervantes, como lo es el clérigo de los duques, o el mismo Alonso Quijano, que de no ser

por don Quijote, sería un personaje aburrido, fácilmente olvidable, falto de importancia, y

de quien nadie hubiera escrito razón alguna. Y es que don Quijote no solamente es feliz,

sino que provoca que los demás sean igual que él, y hay que recordar las palabras que don

Antonio Moreno le dedica particularmente a Sansón Carrasco, e implícitamente a todos

aquellos que se atrevieron a querer cambiar a don Quijote, lo que al final lograron hacer,

provocando su muerte:

¡Oh señor , Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo en querer volver

cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No veis, señor, que no podrá llegar el provecho que

cause la cordura de don Quijote a lo que llega el gusto que da con sus desvaríos? Pero yo

imagino que toda la industria del señor bachiller no ha de ser parte para volver cuerdo a un

hombre tan rematadamente loco; y si no fuese contra caridad, diría que nunca sane don Quijote,

porque con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza su escudero,

que cualquiera dellas puede volver a alegrar a la misma melancolía (II, LXV, pp. 536-537).

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Estas líneas pueden ser fácilmente atribuidas: a Sancho, quien desea que a través de su

locura se aleje cualquier pizca de melancolía que acomete a su amo; a todos aquellos a

quien el hidalgo divirtió a lo largo de sus aventuras, incluso al mismo Cervantes, quien

parece negar el ser causante de la cordura del hidalgo, atribuyéndole la culpabilidad de tal

atropello a los familiares y amigos de Alonso Quijano, ya que en don Quijote la locura es

sinónimo de vida, y es que ¿quién era Alonso Quijano antes de transformarse en don

Quijote?: parece que nadie importante según el narrador, y por lo tanto no se interesa

demasiado en su pasado, ya que al inicio menciona algunos datos; a Alonso Quijano

solamente lo llegamos a conocer mejor hasta el final de la obra, aunque ya es demasiado

tarde porque se encuentra moribundo; es decir, que al autor no le interesa demasiado la

historia del señor Quijano, parece que le aburre, y por lo tanto prefiere enfocarse en alguien

que divierta: no sólo a él como escritor, sino a los personajes de su novela, y también a

quienes leemos su novela, por eso es que crea a don Quijote; como lectores nos hace

partícipes de su historia, reímos con las locuras de don Quijote, y en contraparte lloramos

con las tristezas de Alonso Quijano, y aún más con su muerte, al igual que sus familiares y

Sancho Panza. Cervantes prefiere más a don Quijote que a Alonso Quijano, porque aparece

más en la novela, porque divierte a los demás, o simplemente porque en el título de la obra

aparece su nombre, mientras que Alonso Quijano hace acto de presencia para entristecer a

quienes lo rodean y morir finalmente.

Así como el narrador deja la última palabra al lector para que decida si lo que le ocurrió

al hidalgo dentro de la cueva de Montesinos fue cierto o no, el narrador deja a este mismo

lector la decisión en cuanto al modelo que se amolde mejor al concepto de felicidad

humana, con base en la forma de vida de don Quijote o en la de Alonso Quijano.

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En el Elogio, la Locura señala las características de una persona loca y una cuerda o

sabia, para al final dejar la última opinión a los que escuchan su discurso sobre la forma en

que se debe de vivir la vida; lo mismo hace Cervantes, sólo que no llama loco o cuerdo a

su personaje, sino que les da nombre personal a cada uno de ellos: don Quijote-Alonso

Quijano, por lo que a lo largo de su gran discurso que forma toda la novela, parece dejarle

la última decisión al lector sobre su forma de vivir la vida al igual que lo hace Erasmo en su

obra; es decir, no solamente existe la relación anteriormente mencionada entre el personaje

de Erasmo y don Quijote, sino que el mismo Cervantes parece ocupar el lugar de la Locura

y tomar partido, y es claro que a quien prefiere es a don Quijote.

1.2. EXAMEN DE INGENIOS

La obra llamada Examen de ingenios para las ciencias, del doctor Juan Huarte de San

Juan, fue publicada en 1575 en Baeza, España. El objetivo general de la obra es la mejora

de la república mediante el ingenio; por lo tanto se caracterizan las condiciones fisiológicas

de los individuos.

Huarte de San Juan define ingenio como: engendrar dentro de sí una figura entera y

verdadera que represente al vivo la naturaleza del sujeto cuya es la ciencia que se aprende

(Huarte, pp. 193-194). Para Huarte, la palabra ingenio tiene raíces latinas (gigno, ingigno,

ingenero), la cual trata de que el hombre tiene dos potencias degenerativas: una común

con los brutos animales y plantas, y otra participante con las sustancias espirituales, Dios y

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los ángeles (Huarte, p. 187). Según la teoría aristotélica, existen tres clases de ingenio, que

son la memoria, la imaginativa y el entendimiento:

La memoria, para ser buena y firme [ ] pide humidad y que el celebro sea de gruesa sustancia;

por lo contrario, el entendimiento, que el celebro sea seco y compuesto de partes sutiles y muy

delicadas [ ] la memoria, forzosamente ha de bajar el entendimiento [ ] Lo mesmo pasa en la

imaginativa cuando sube de punto: que en las obras que son de su jurisdicción, engendra

conceptos espantosos, cuales fueron aquellos que admiraron a Platón, y cuando el hombre viene

a obrar con el entendimiento, lo pueden atar (Huarte, p. 207).

Mauro Olmeda afirma que Miguel de Cervantes nunca llegó a mencionar a Huarte de San

Juan ni a su obra como influencia de la suya, pero que conocía, y no de pasada ni tampoco

por incidencia, el Examen de ingenios, y que tal vez la hubiera escuchado o leído, aunque

fuera por la curiosidad o sólo por el interés de conocerla, y más por el título completo de la

obra de San Juan que es: Examen de ingenios para las Ciencias, donde se muestra la

diferencia de habilidades que hay en los hombres, y el género de las letras que a cada uno

corresponde en particular (Olmeda, p. 247). Rafael Salillas encuentra en la obra de Huarte

la fuente en cuanto al patrón psicológico de su creación imaginativa (Citado por Mauro

Olmeda, p. 246).

En el primer capítulo del Examen de ingenios existe un ejemplo que utiliza Huarte y que

parece posible haya servido de gran influencia a Cervantes en la creación del Quijote:

Y, así, Galeno tiene por hombres prudentísimos a los templados, porque sapiunt ad sobrietatem

[saben con moderación]. Demócrito Abderita fue uno de los mayores filósofos naturales y

morales que hubo en su tiempo, aunque Platón dice que supo más de lo natural que de lo divino;

el cual vino a tanta pujanza de entendimiento allá en la vejez, que se le perdió la imaginativa,

por la cual razón comenzó a hacer y decir dichos y sentencias tan fuera de términos, que toda la

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ciudad de Abderas le tuvo por loco. Para cuyo remedio despacharon apriesa un correo a la isla

de Coy, donde Hipócrates habitaba, pidiéndole con gran instancia, y ofreciéronle muchos dones,

viniese con gran brevedad a curar a Demócrito, que había perdido el juicio. Lo cual hizo

Hipócrates de muy buena gana, porque tenía deseo de ver y comunicar un hombre de cuya

sabiduría tantas grandezas se contaban. Y así, se partió luego; y llegando al lugar donde

habitaba, que era un yermo debajo de un plátano, comenzó a razonar con él. Y haciéndole las

preguntas que convenían para descubrir la falta que tenía en la parte racional, halló que era el

hombre más sabio que había en el mundo.

Y así, dijo a los que lo habían traído que ellos eran los locos y desatinados, pues a tal juicio

habían hecho de un hombre tan prudente. Y fue la ventura de Demócrito que todo cuanto razonó

con Hipócrates en aquel breve tiempo fueron discursos del entendimiento y no de la

imaginativa, donde tenía la lesión (Huarte, pp. 207-209).

Es interesante notar del relato anterior las similitudes que aparecen en El Quijote:

Demócrito y don Quijote son viejos, además ambos empezaron a decir y actuar tan

desvariadamente que todas las personas que los llegaron a conocer empezaron a tacharlos

de locos; pero al momento en que platicaban con ellos, aparecía en los locos su lado

racional, se encontraban con los hombres más cuerdos e ilustres que podía haber. Hay que

recordar un pasaje en El Quijote, que es el discurso de las armas y las letras hecho por el

hidalgo, el cual deja sorprendido a los que lo conocen, especialmente por las experiencias

adquiridas frente a su locura al momento de tocar temas de la caballería andante,

provocando sus desvaríos. Es importante mencionar que en este tipo de discursos o

instantes cuerdos se llega a dudar de la locura en el hidalgo. Para Mauro Olmeda, y

siguiendo la doctrina huartiana, el hidalgo es una figura de gran entendimiento, de gran

imaginación y con temperamento colérico:

[ ] pero si bien antes hemos afirmado que Cervantes nunca habló seriamente de la locura de su

héroe, y si adujimos como prueba significativa la mención de los títulos puestos por él a la

primera y a la segunda parte del Quijote, lo cierto es que, en todo caso, su referencia a la

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pérdida de juicio del hidalgo, que aparece junto a la mención de su sequedad cerebral,

consecuencia de sus lecturas continuadas, no admite otra interpretación literal que la de su

equivalencia a la locura de nuestro importante personaje; y puesto que de la locura de don

Quijote hablan casi todos los personajes que encuentra en su camino aventurero, nos

encontramos en todo caso, ante la imperiosa necesidad de resolver la contradicción que

Cervantes nos presenta en su obra, encarnada en un hombre de gran entendimiento que llegó a

perder el juicio a causa del exceso de las mismas lecturas que le secaron el cerebro, situación

ésta que en la doctrina de Huarte produce la destemplanza que da origen a un gran vigor

cerebral (Olmeda, p. 253).

En cuanto al adjetivo ingenioso del título completo del Quijote, Luis Andrés Murillo

menciona que en algunas narraciones cervantinas el adjetivo del título describe el rasgo

esencial del personaje, y el rasgo esencial de su verdad poética: Ingenioso describe la

índole de ánimo vivaz y ansioso del hidalgo que, inclinándose a singulares y sutiles

ocurrencias, había que provocar su transformación imaginativa. La locura de don Quijote,

como aberración psíquica, tiene su correspondencia en el temperamento y complexión

física del hidalgo (Murillo, en Cervantes, El Quijote, I, nota 1, p. 69).

Por lo tanto, y según lo anterior, hay que caracterizar a don Quijote física y

mentalmente, y eso ocurre en el primer capítulo de la novela: Frisaba la edad de nuestro

hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro

[ ] (I, I, p. 71). Las líneas anteriores tienen relación con otras posteriores que son las

siguientes: En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches

leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho

leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio (I, I, p. 73). Lo anterior

recuerda alguno de los conceptos huartianos, y particularmente lo que aparece en el

capítulo V, que puede ser la mayor influencia en El Quijote: Donde se prueba que de solas

tres calidades, calor, humidad y sequedad, salen todas las diferencias de ingenios que hay

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en el hombre (Huarte, p. 321). En cuanto a la sequedad del cerebro, en la obra huartiana

se menciona que: Finalmente, todos convienen en que la sequedad hace al hombre muy

sabio [ ] Y es cosa fácil de probar otra vez, porque si la tristeza y aflicción deseca y

consuma las carnes, por lo tanto, esta razón adquiere en el hombre el mayor

entendimiento[ ] (Huarte, pp. 332-333). En don Quijote se puede notar que: [ ] los

viejos tienen mucho entendimiento porque tienen mucha sequedad, y son faltos de memoria

porque tienen mucha humidad; por lo cual se endurece la sustancia del celebro y así no

puede recebir la comprensión de las figuras, como la cera dura admite con dificultad la

figura del sello y la blanda con facilidad (Huarte, p. 338). Un capítulo interesante en

El Quijote y que tiene relación con las teorías de Huarte es el episodio del requesón que

inicia en el capítulo XVII de la segunda parte. Sancho compra requesón a unos pastores, en

ese momento le llama don Quijote, pero por la prisa, el único lugar donde puede guardar el

requesón es en la celada de su amo; éste se la pide, y a la hora de ponérsela el requesón se

exprime en su cabeza, provocando el siguiente diálogo del hidalgo: ¿Qué será esto,

Sancho, que parece que se me ablandan los cascos, o se me derriten los sesos, o que sudo

de los pies a la cabeza? Y si es que sudo, en verdad que no es de miedo; sin duda creo que

es terrible la aventura que agora quiere sucederme. Dame, si tienes, con que me limpie; que

el copioso sudor me ciega los ojos (II, XVII, p.158). La relación queso-locura forma parte

de la tradición medieval, ya que al enajenado solía ponérsele un queso en la caperuza,

seguramente como medio de asegurar su subsistencia. El queso en el capillo y la porra

colgada del cuello, que se le entregaba para su defensa, venían a constituir así las insignias

de la especie de muerte civil que en aquellos siglos representaba la locura (Márquez, 1975,

p. 186). La imagen que muestra Cervantes es muy interesante, al presentar a don Quijote

con los sesos derretidos probablemente a causa de su locura. Incluso hay que recordar lo

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que menciona el caballero que acompaña a don Quijote y a Sancho en este episodio: Dado

ha señal de quién es nuestro caballero: los requesones sin duda, le han ablandado los cascos

y madurado los sesos (II, XVII, p. 160). El derretimiento y la subsiguiente falta de

sesos se puede deber al exceso de calor en el momento de su salida de la Mancha, y cuya

consecuencia es la característica imaginación del hidalgo, y es más fuerte si recordamos lo

que menciona el narrador en la primera parte de la obra: Con éstos iba ensartando otros

disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto

podía su lenguaje. Con esto, caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto

ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera (I, II, p. 81).

En cuanto al sueño, requerido por cada persona, Huarte comenta:

Estar la memoria más fácil a la mañana que a la tarde, no se puede negar; pero no acontece por

la razón que trae Aristóteles, sino que el sueño de la noche pasada ha humedecido y fortificado

el celebro y la vigilia de todo el día lo ha desecado y endurecido [ ] Porque el sueño

humedece las carnes y fortifica todas las facultades que gobiernan al hombre, y que haga este

efecto el sueño, el mesmo Aristóteles lo confiesa (Huarte, p. 339).

Pero el caso de don Quijote es diferente, porque él no duerme por pasarse las horas leyendo

novelas de caballería, por lo que, según la teoría de Huarte mencionada arriba, la falta de

sueño provoca que el cerebro no se encuentre humedecido y que llegue a secarse y

endurecerse al mismo tiempo, y de ahí el gran entendimiento y la falta de memoria de

nuestro personaje cervantino. Conforme avanza la novela, el hidalgo comienza a perder la

imaginativa y a mostrarse mucho más cuerdo, el ingenio comienza a desaparecer

lentamente mientras se acerca más a su muerte, empieza a dormir más y, por lo tanto,

desvaría menos: Rogó don Quijote que le dejasen solo, porque quería dormir un poco.

Hiciéronlo así, y durmió de un tirón, como dicen, más de seis horas; tanto que pensaron el

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ama y la sobrina que se había de quedar en el sueño (II, LXXIV, p. 586). Hay que recordar

que durante sus salidas, el hidalgo permanecía muy poco tiempo dormido, haciendo guardia

a quienes sí lo hacían, por lo que el momento anterior es uno de sus sueños más largos, y

particularmente es el último para don Quijote, ya que el que despierta a la mañana siguiente

es Alonso Quijano; este personaje ya no es el ingenioso hidalgo don Quijote de la

Mancha , es solamente un personaje común y corriente, sin ingenio ni imaginativa.

Además, y recordando la cita anterior, tiene mucho sentido el momento en que Huarte

exclama: Y es que si el hombre cae en alguna enfermedad por la cual el celebro de repente

muda su temperatura (como es la manía, melancolía y frenesía) en un momento acontece

perder, si es prudente, cuanto sabe, y dice mil disparates; y si es nescio, adquiere más

ingenio y habilidad que antes tenía (Huarte, pp. 304-305). Esta cita tiene mucha relación

con los capítulos finales del Quijote, donde éste se encuentra moribundo:

Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta

llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no

tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él

menos lo pensaba; porque, o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido, o ya por

la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura, que le tuvo seis días en

la cama [ ] (II, LXXIV, p.586).

La melancolía es la enfermedad que lo ataca y que acaba con el ingenio de don Quijote

primero y con Alonso Quijano después; es la que lo atrapa en el mundo real del que tantas

veces había escapado con ayuda de la idealización forjada en su mente. La melancolía o

depresión hace que la alegría que lo movía a través de todas sus aventuras se vea opacada

por la tristeza con la que el personaje terminará los pocos días que le quedan.

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Existen muchos ejemplos dentro del Examen de ingenios que parecen haber sido

tomados como modelo por Cervantes para la construcción de un personaje como don

Quijote; en uno de estos se cuenta la historia de un paje: el cual era tenido en sanidad por

mozo de poco ingenio; pero caído en la enfermedad, eran tantas las gracias que decía, los

apodos, las respuestas que daba a lo que le preguntaba [ ] (Huarte, p. 308). Este paje,

después de un tiempo es curado por un médico, pero en vez de escuchar palabras de

agradecimiento, sólo escucha enojos:

Yo os doy mi palabra, señor doctor, que de ningún mal suceso he recebido jamás tanta pena,

como de ver a este paje sano; porque tan avisada locura no era razón trocarla por un juicio tan

torpe como a éste le queda en sanidad. Paréceme que de cuerdo y avisado lo habéis tornado

necio, que es la mayor miseria que a un hombre puede acontecer (Huarte, p. 308).

El paje sólo puede decir:

Señor doctor, yo os beso las manos por tan gran merced, como me habéis hecho en haberme

vuelto mi juicio; pero yo os doy mi palabra, a fe de quien soy, que en alguna manera me pesa de

haber sanado, porque estando en mi locura vivía en las más altas consideraciones del mundo, y

me fingía tan gran señor que no había rey en la tierra que no fuese mi feudatario. Y que fuese

burla y mentira ¿qué importaba?, pues gustaba tanto de ello como si fuera verdad. ¡Harto peor

es ahora, que me hallo de veras que soy un pobre paje y que mañana tengo que comenzar a

servir a quien, estando en mi enfermedad, no le recibiera por mi lacayo! (Huarte, pp. 308-309).

En ambos, el paje y don Quijote, mientras se encontraban cuerdos, eran personas comunes

y corrientes, de poco ingenio; pero cuando se encontraban fuera de todo juicio eran felices

y divertían a los demás, eran ingeniosos ; el paje se llegó a sentir un gran señor, mientras

que don Quijote será recordado a través de la publicación de su primer libro; pero en ambos

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pesonajes la cordura es inducida hacia ellos por alguien más: un médico al paje, los

familiares y amigos a don Quijote quienes lo desean cuerdo. Por lo que al final, ninguno de

los dos termina siendo feliz, ya que el paje acaba como empezó, con su mismo puesto por

él aborrecido, mientras que en don Quijote el desenlace es aún peor, porque la melancolía

provoca su muerte.

Otra característica importante a la que ya había aludido antes es cuando Huarte

menciona que del calor nace la imaginativa:

Aliende [sic] que las ciencias que pertenecen a la imaginativa son las que dicen los delirantes en

la enfermedad, y no de las que pertenecen al entendimiento ni memoria; y siendo la frenesía,

manía y melancolía pasiones calientes del celebro, es grande argumento para probar que la

imaginativa consiste en calor [ ]Por la misma razón la buena imaginativa no se puede juntar con

mucha memoria, porque el calor excesivo resuelve la humidad del celebro y le deja duro y seco,

por donde no puede recebir fácilmente las figuras (Huarte, pp. 340-341).

En cuanto a lo anterior, una de las características importantes en El Quijote son las salidas

al campo de Montiel por parte de don Quijote, y que cada una de las tres se efectúa en

verano, cuando más calor hace en el año; en la primera se menciona lo siguiente: Y así,

sin dar parte alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que

era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas [ ] (I, II, p. 79). Es

decir, por el momento en el que ocurren las salidas, el calor provoca primero el

derretimiento de los sesos, y para notar lo anterior se encuentra la imagen del requesón que

es bastante clara; aunque también se menciona que los demás personajes achacan esta

sequedad a la lectura de libros caballerescos que provoca su locura; o si no, se puede

analizar acudiendo directamente a la teoría Huartiana sobre la sequedad del cerebro.

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En cuanto a la comparación entre la obra de Huarte de San Juan y la de Cervantes, es

claro observar que la relación se enfoca más en el aspecto fisiológico del hidalgo. Primero

por su complexión física, después por sus características mentales; aunque también son

importantes las condiciones climatológicas en las tres salidas del hidalgo, donde el gran

calor provoca su gran imaginativa, la cual es ejemplificada por las aventuras que suceden a

lo largo de su viaje; además se encuentran los ejemplos que menciona Huarte de San Juan y

que parece fueron copiados al pie de la letra por Cervantes como ayuda para la

construcción de su personaje principal; y por último, el llamar ingenioso a don Quijote de

la Mancha es el elemento final que sirve para que esta comparación sea confirmada. A

diferencia de lo que ocurría con el Elogio de la locura, la obra de Huarte de San Juan es la

que más influyó en la obra de Cervantes, sobre todo en los relatos de Huarte que tendrán su

copia fiel en el modelo creado por Cervantes llamado don Quijote; y aunque Cervantes en

su obra no mencione el modelo en que se basa para la creación del hidalgo, es demasiado

claro; además, los críticos que han tratado la influencia en El Quijote, tanto del Elogio de la

locura como del Examen de ingenios, no dudan tanto de la obra de Huarte como de la de

Erasmo.

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2. TEMAS

Existen tres temas que abordo en este trabajo y que sirven para mostrar mejor el carácter

del hidalgo, y el porqué es considerado como loco. El primer tema a tratar se llama el

ataque a la literatura caballeresca , en el que presento primero las etapas del género

caballeresco, para continuar con la manera en que Cervantes critica, a través de su obra,

este tipo de literatura y, para lograrlo, crea a un personaje llamado don Quijote, que por su

gusto a los libros caballerescos se vuelve loco, ya que trata de vivir en su realidad lo que

aparece en tales libros; y es claro que desde el prólogo Cervantes tiene claro el propósito de

su obra: Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad

de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva

contra los libros de caballerías [ ] (I, prólogo, p. 57). Otro tema importante es el llamado

Fantasía realidad , y es que desde el inicio de la obra se plantea esta dualidad en el

personaje y tiene que ver con las transformaciones que hace el hidalgo de su alrededor, ya

sean objetos, lugares o personas, El último tema se llama Desdoblamiento de don Quijote,

el disfraz y el engaño ; en este inciso se muestra a don Quijote imitando a varios

personajes que aparecen en los libros caballerescos y que cumplen con algunos requisitos

acordes con la personalidad del hidalgo; además, este personaje es manipulado gracias a la

falsa percepción que tiene de los objetos y de las personas que cruzan por su camino, por lo

tanto el uso del disfraz por parte de otros personajes sirve para que el hidalgo sea

fácilmente engañado y se pueda cumplir con algún objetivo, como atraerlo a su hogar o

simplemente burlarse de él.

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2.1. ATAQUE A LA LITERATURA CABALLERESCA

Un elemento importante para entender al personaje don Quijote de la Mancha es analizar

la literatura caballeresca como parte importante y motor de su locura, ya que rápidamente

en la imaginación de don Quijote cualquier persona o lugar que cruza por su camino, se ve

transformado acorde con lo que aparece en los libros de caballerías que atesora en su

biblioteca, lo que provoca el escrutinio por parte del cura y del barbero en el capítulo VI de

la primera parte. Pero el autor es el primero que nos advierte, a través del prólogo, del

peligro que ocasiona dicha lectura, por lo que su cometido a lo largo de la obra es derribar

la máquina mal fundada destos caballerescos libros (I, prólogo, p. 58).

Antes de iniciar particularmente con el ataque a la literatura de caballería que se hace en

El Quijote, me remonto al origen de este género en España y sus características más

importantes: Las novelas de caballerías proyectaban imágenes del héroe épico en el

caballero andante que salía en busca de aventuras para realizar hazañas y dedicárselas a su

amada. Brindaban espejismos de una vida heroica para un público burgués (González, J.

E., p. 24). La imaginación del hombre del Renacimiento estaba centrada en los combates

entre los guerreros de la Edad Media, particularmente las luchas entre caballeros, donde

afloraba lo maravilloso, entre otros eventos del agrado de sus lectores; todo esto lo alejaba

de la cotidianidad del mundo urbano en el que vivía, aunque al mismo tiempo servía para

rememorar épocas pasadas y hacer aflorar la nostalgia en los lectores. Las mujeres eran un

público importante para los escritores de las novelas caballerescas, además de las disputas

entre caballeros, o la presencia de lo maravilloso en este tipo de obras que deleitaban a los

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hombres, eran imprescindibles los momentos amorosos entre el caballero y su dama para el

gusto de las mujeres. De ahí que su lectura provocara gran beneplácito en quienes las leían,

particularmente por la gran variedad de temas, enfocados a todo tipo de gustos.

Una transformación en la mentalidad de los lectores ocurre a partir del Renacimiento, ya

que los sentimientos habían cambiado en comparación con lo que ocurre en la Edad Media,

en que el amor era una actividad al servicio de Dios, y al mismo tiempo se vinculaba con el

matrimonio, por lo que si el amor era consagrado a ambas reglas, se consideraba un pecado;

en cambio, a partir de los siglos XV y XVI, el amor idealizado de los siglos anteriores se

transforma en un sentimiento carnal, incluso en pinturas de Botticelli, Rafael o en

Castiglione se muestra el cuerpo femenino desnudo, como muestra del amor sensual

(Pipkin, pp. 62-64).

Para Francisco Curto Herrero, los libros de caballerías españoles en el siglo XVI se

pueden agrupar en tres etapas: la fundacional, la etapa constituyente y la fase de expansión

y evolución.

En la etapa fundacional se encuentra la primera obra de caballerías en la España del XVI,

el Amadís de Gaula, publicada en 1508. Este libro es el resultado del proceso sintetizador

del modelo narrativo del ciclo bretón, basado en una caballería mundana orientada a la

personal consecución de la fama, con la tradición caballeresca del ciclo troyano (Curto,

p. 286). Además [ ] adapta y nacionaliza la materia caballeresca, porque crea un

caballero símbolo del más noble ideal de enamorado y porque utiliza una estructura

narrativa desde la que puede explicarse la organización de materiales de un buen número de

libros de caballerías posteriores (Curto, p. 286). En El Quijote, el Amadís de Gaula es uno

de los libros que forman parte del escrutinio de la biblioteca de don Quijote, y de los pocos

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que se llegan a salvar por el gusto que tiene particularmente el barbero de su lectura, lo que

evita que el cura lo condene a la hoguera:

-Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de

caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen deste;

y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin escusa

alguna, condenar al fuego.

-No, señor dijo el barbero-; que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que

de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.

-Así es verdad dijo el cura-, y por esa razón se le otorga la vida por ahora [ ] (I, VI, pp. 110-

111)-

En la etapa constituyente, a partir de 1510 y 1512, aparecen obras tan variadas como

Las Sergas de Esplandián, hijo ilegítimo de Amadís de Gaula , según dice el barbero antes

de ser arrojada al fuego porque no le ha de valer al hijo la bondad del padre (I, VI, p.

112); también se encuentra el Florisando (1510), el Primaleón (1512) y el Palmerín de

Oliva (1511), del cual el licenciado menciona: Esa oliva se haga luego rajas y se queme,

que aun no queden della las cenizas [ ] (I, VI, p. 115). Con las obras anteriores, el género

caballeresco adquiere una fisonomía abierta y múltiple, ya que se desarrollan varias

tendencias y direcciones: la combinación del estilo artúrico y antiartúrico del género galés,

y una orientación específicamente peninsular, propia de nuestros libros de caballerías

(Curto, p. 288).

Los libros de caballerías en España evolucionan a partir de 1514:

Las nuevas obras que van apareciendo aceptan el material básico de la base fundacional y

constituyente, combinan las direcciones aparecidas, transforman temas y elementos

constructivos e incorporan materiales de otros géneros literarios, como el pastoril, al tiempo

que se desarrolla la crítica y la burla de la misma caballería que, poco a poco, encauza el

género hacia el desprestigio y la propia destrucción (Curto, p. 289).

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En la etapa de expansión y evolución del género aparecen las continuaciones de los

Amadises y Palmerines. Entre las obras caballerescas de esta etapa se encuentran: Crónica

de don Florisel de Niquea (1532-1535), Caballero del Febo (1555) y el Amadís de Grecia,

obra que el barbero presenta en El Quijote:

-Ese que viene [ ] es Amadís de Grecia; y aun todos los deste lado, a lo que creo, son del

mismo linaje de Amadís.

-Pues vayan todos al corral dijo el cura-; que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al

pastor Derinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemaré con

ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante (I, VI, p. 112).

Es importante conocer las razones que tiene Cervantes para desprestigiar el género de la

novela caballeresca. Francisco Ayala menciona que en el siglo XVII, al momento de

escribirse El Quijote, las novelas de caballerías que tuvieron gran auge el siglo anterior

habían decaído, y que Cervantes,

[ ] buen gustador él mismo de esa literatura que tantas huellas dejara en todas sus obras, y no

solo en el Quijote, reacciona hastiado, contra ellas, y coloca sí de lleno este libro en el plano de

la más densa actividad intelectual del momento, como pieza de combate en el campo de los

problemas estético-literarios debatidos entonces, y cuya discusión, reanudada de varias

maneras, será uno de los motivos que de modo permanente se reiteran a lo largo de la primera y

de la segunda parte (Ayala, p. 177).

Por lo que en su novela, y particularmente en el prólogo del Quijote, Cervantes se muestra

como una persona en contra de este tipo de literatura:

Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna

cosa de aquella que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de

caballerías [ ] En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada destos

caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si esto alcanzásedes,

no habríades alcanzado poco (I, Prólogo, pp. 57-58).

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Es claro que parte de su crítica está dada al momento en que escoge como personaje

principal a Alonso Quijano, tipo común y corriente, que a partir de la excesiva afición a

dicho tipo de lectura se vuelve loco, y ya convertido en don Quijote de la Mancha, empieza

a buscar aventuras a imitación de los caballeros que aparecen en las novelas.

La idea central en Miguel de Cervantes es su visión contra la lectura caballeresca. El

grave problema de don Quijote es que no sabe distinguir la realidad de la fantasía, todo lo

que lee en sus libros de caballerías piensa que es cierto, y el mundo idealizado que ha

llegado a leer lo quiere trasladar a su mundo, a la realidad: Su imitación de los héroes

caballerescos aspira a ser tan completa que se transforma en una tentativa de vivir la

literatura. No se siente impulsado por una vaga especie de emulación, ni su intención le

lleva sólo a remedar los hábitos, modales e indumentaria de los caballeros andantes (Riley,

p. 668). Lo que critica Cervantes sobre este tipo de literatura es que quien la consume

imagine un mundo idealizado olvidándose completamente del entorno que lo rodea, de su

realidad. Don Quijote se empeña en que nada menos que la totalidad de ese mundo

fabuloso, compuesto de caballeros, princesas, encantadores y todo lo demás, tenga que ser

parte de su experiencia. Tan pronto como cree que él es realmente un caballero andante, y

cree en su mundo de ficción, desciende desde la cumbre de la emulación idealista que los

héroes le inspiran hasta la locura (Riley, p. 668).

Para Edward Riley, la crítica que se hace de la literatura caballeresca se logra de dos

maneras:

Mediante juicios más o menos directos dentro de la ficción, y también mediante la ficción

misma. Estas críticas en forma de ficción son casi siempre parodias, y el Quijote es hasta cierto

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punto una parodia [ ] Las novelas de caballerías existen en el libro de la misma manera que

existen Rocinante o la bacía del barbero. Tan palpablemente se hallan presentes, que algunas de

ellas pueden ser quemadas. La originalidad de Cervantes no reside en ser él mismo quien las

parodie (ni en parodiarlas de manera incidental), sino en hacer que el hidalgo loco las parodie

involuntariamente en sus esfuerzos por darles vida, imitando sus hazañas (Riley, p. 667).

La visión que llega a tener don Quijote sobre el mundo idealizado que se mostraba en las

obras de caballería es demasiado fuerte como para poder sacársela de la cabeza tan

fácilmente: la demencia de don Quijote tiene su origen en dos claros errores: primero, una

creencia pasiva en la absoluta verdad histórica de los libros de caballerías, y, en segundo

lugar, como resultado de este primer ataque de locura, aparece un deseo activo de imitar el

ejemplo de sus héroes en el mundo real (Williamson, p. 137). Todo esto provoca la burla

de quienes lo conocen, porque los tiempos en los que la caballería reinaba ya no son

posibles, sólo se pueden recordar a través de los libros, por lo que la serie de imitaciones a

las que reiteradamente se somete don Quijote están históricamente descontextualizadas. A

lo largo de la obra, don Quijote trata de emular un tipo de caballería literariamente

idealizada: Pero el afán del hidalgo no aspira a restaurar la supremacía social de los

caballeros en la realidad, sino la manera de vivir y el comportamiento de los caballeros, su

ética, la imitación renovada de sus valores y virtudes, es decir, sus ideales, y ello

justamente tal como estaban representados en los libros (Endress, p. 16).

En el primer capítulo, después de la descripción física, le toca el turno a la mención de

los gustos del hidalgo, y el más importante es su afición por los libros de caballerías:

Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso que eran los más

del año- se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo

punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su

curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar

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libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos [ ] con

estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles

el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello

(I, I, pp. 71-72).

Un punto importante sobre las líneas anteriores es que no solamente afectaron los libros

de caballerías su cerebro, sino también económicamente, aunque para él no es tan

importante la cuestión monetaria porque el hidalgo no es un hombre pobre, parece que

antes de empezar su locura tenía una posición acomodada, incluso llega a heredar a su

sobrina; pero lo que también se tiene en mente al momento de criticar es que no todas las

personas que leen y se dejan llevar por su imaginación, como le ocurre a don Quijote, se

encuentran en la misma posición económica del hidalgo. El problema de este tipo de

literatura no es solamente el contenido, sino que el gusto hacia las obras caballerescas y sus

continuaciones obligaban a desembolsar dinero para comprarlas, y no todos los que

apreciaban este tipo de literatura eran personas acomodadas económicamente, como los

venteros, campesinos, etc. Sabemos que don Quijote tuvo que vender hanegas de tierra de

sembradura para poder comprarse sus libros.

Más adelante aparecen, además de las del inicio del capítulo, las líneas cervantinas más

conocidas, y particularmente para los analistas de la literatura caballeresca en el siglo XVI,

que son las siguientes: En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban

las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y

del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio (I, I, p. 73).

Aquí se aprecia que don Quijote pierde el juicio a causa del exceso de lectura de literatura

caballeresca, aunado a la falta de sueño que ya comenté, lo cual ocasiona su locura.

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La locura de don Quijote se pone de manifiesto sobre todo porque no se percata de lo

excesivo, absurdo y extravagante de los libros de caballerías y cree como un niño en la

autenticidad de los estereotipos y de las fantásticas aventuras de los caballeros en su trato con

gigantes, enanos, encantadores y hadas sobrenaturales. La intención de Cervantes de parodiar

los libros de caballerías tuvo aquí su primer arranque, antes de que poco a poco la obra fuera

creciendo hasta exceder con mucho este aspecto y la locura de don Quijote fuera cada vez

más sólo parcial (Endress, pp. 17-18).

Después de su primera salida, cuyo resultado es una paliza por parte de un mozo en el

capítulo IV de la primera parte, regresa el hidalgo golpeado a su hogar, aunque momentos

antes el ama de llaves, que sigue esperando el regreso de Alonso Quijano, profiere una gran

crítica hacia los libros mientras se dirige al cura:

-¿Qué le parece a vuestra merced [ ] de la desgracia de mi señor? Tres días ha que no parecen

él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mí!, que me doy a

entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías

que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle

oído decir muchas veces, hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante, e irse a

buscar las aventuras por esos mundos. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros,

que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha (I, V,

p. 107).

Por lo que la sobrina responde:

[ ] muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de

desventuras dos días con sus noches, a los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano

a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes [ ] Mas yo me tengo la culpa de todo, que

no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que remediaran antes de

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llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros, que tiene muchos,

que bien merecen ser abrasados, como si fuesen de herejes (I, V, pp. 107-108).

Después de ambos discursos aparece malherido don Quijote y el ama de llaves termina

contestando: ¡Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos libros de caballerías, que

tal han parado a vuestra merced! (I, V, p. 108). Después de estos acontecimientos se llega

al escrutinio de la biblioteca de don Quijote, cuya finalidad es deshacerse de los libros que

tanto daño han hecho al hidalgo.

En el capítulo VI, llamado Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero

hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo , la importancia estriba en que el cura y

Cervantes, a través de su pluma, critican uno por uno los libros que aparecen en la

biblioteca del hidalgo, que son los de mayor influencia y peso en este tipo de literatura, y

que sirven de base para sus continuaciones; algunos de estos libros son perdonados por el

cura y por el barbero, ya que forman parte de un tipo de literatura ideal del gusto de todo

lector, y cuya influencia no provoca peligro en quien lo leyere; además el mismo Cervantes

llega a criticar su propia obra, aunque al final, lógicamente, acaba perdonándola de ir a la

hoguera.

Edwin Williamson comenta sobre los primeros capítulos de la obra:

Los objetivos inmediatos de la parodia literaria de Cervantes se dejan claros en las primeras

páginas del libro: está atacando el estilo rimbombante de la prosa de escritores tales como

Feliciano de Silva, las improbabilidades del género caballeresco tipificadas en el exagerado

número de heridas recibidas por don Belanís de Grecia, y las desligadas narraciones

caballerescas que parecían invitar segundas partes y continuaciones. Pero, sobre todo, la locura

del caballero deja en ridículo los viejos subterfugios empleados por los escritores para justificar

sus torpes historias (Williamson, 137).

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Ya avanzada la historia, se conoce una de las mayores críticas hacia la novela

caballeresca, la cual es vertida por un canónigo a partir del capítulo XLVII, que trata sobre

el origen de la locura de don Quijote:

Verdaderamente señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos

que se llaman libros de caballerías; y aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el

principio de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del

principio al cabo, porque me parece que, cuál más, cuál menos, todos ellos son una mesma cosa,

y no tiene más éste que aquél, ni estroto que el otro [ ] Y puesto que el principal intento de

semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo puedan conseguirle, yendo llenos de tantos y

desaforados disparates [ ] (I, XLVII, p. 564).

Para Luis Andrés Murillo, la crítica que hace el canónigo sobre la literatura caballeresca se

puede explicar por razones históricas, ya que fueron los eclesiásticos los que con mayor

empeño censuraron este tipo de libros a través del siglo XVI (Murillo, en Cervantes, El

Quijote, I, nota 17, p. 564).

Lo interesante del tema sobre el género es que no todos los personajes condenan los

libros de caballerías, un ejemplo sería lo que menciona el ventero en el capítulo XXXII,

cuando el cura exclama que la locura de don Quijote es producida por ese tipo de lectura, a

lo que el primero responde:

-No sé yo cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en

el mundo, y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado

la vida, no sólo a mí, sino a otros muchos. Porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí,

las fiestas, muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos

libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto,

que nos quita mil canas [ ]

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-Así es verdad dijo Maritornes-; y a buena fue que yo también gusto mucho de oír aquellas

cosas, que son muy lindas [ ] (I, XXXII, p. 393).

En cuanto a la hija del ventero, ésta contesta sobre su afición a este tipo de libros: también

yo los escucho, y en verdad que aunque no los entiendo, que recibo gusto en oíllo; pero no

gusto de los golpes de que mi padre gusta, sino de las lamentaciones que los caballeros

hacen cuando están ausentes de sus señoras; que en verdad que algunas veces me hacen

llorar, de compasión que les tengo (I, XXXII, p. 394). Por este tipo de respuestas en

cuanto al gusto de la familia por los libros de caballerías, el cura trata de hacer otro

escrutinio a los libros que el ventero tiene, particularmente Don Cirongilio y Felixmarte,

argumentando que estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates y

devaneos (I, XXXII, p. 395). Es tanta la defensa que hace de sus libros el ventero, que

Dorotea le comenta a Cardenio que Poco le falta a nuestro huésped para hacer la segunda

parte de don Quijote (I, XXXII, p. 396). El ventero responde más adelante que no se le

puede comparar con don Quijote: no seré yo tan loco que me haga caballero andante; que

bien veo que ahora no se usa lo que usaba en aquel tiempo, cuando se dice que andaban por

el mundo estos famosos caballeros (I, XXXII, p. 398). Es claro que el ventero nunca hará

las mismas locuras que efectúa don Quijote a lo largo del libro, que causan la burla en unas

personas, y en otras, preocupaciones por lo que pueda hacer don Quijote o las golpizas que

le propinen por deshacer agravios .

Siguiendo la línea de los personajes que tienen cierta afición por la lectura de la literatura

caballeresca, el mismo canónigo llega a mencionar que tiene gusto por este tipo de lectura,

pero alejándola de los modelos que prefiere don Quijote, por eso tiene mayor predilección

por personajes y eventos reales:

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Y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que

fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que

después de acabada, tal perfección y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se

pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya lo tengo dicho. Porque la

escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico,

cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimos y agradables ciencias de la

poesía y de la oratoria [ ] (I, XLVIII, p. 567).

Incluso es interesante notar que en el principio de la novela se menciona que el cura y el

barbero llegan a discutir con el hidalgo, pero no sobre la locura que acarrea la lectura de los

libros y que es un elemento que se repite a lo largo de todo El Quijote, sino sobre cuál es

mejor caballero de los que aparecían en la literatura caballeresca: [don Quijote] Tuvo

mucha competencia con el cura de su lugar [ ]: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de

Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al

Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de

Amadís de Gaula (I, I, p. 73). Lo importante es que ambos personajes son los que

capítulos después quemarán varios libros de don Quijote con el conocimiento de las

materias tratadas en estas obras, aunque las dos primeras -y que además forman parte de la

biblioteca-, se salvan de la hoguera.

El mismo don Quijote, como es lógico, se dedica a defender este tipo de lectura frente al

canónigo:

Paréceme [ ] que la plática de vuestra merced se ha encaminado a querer darme a entender que

no ha habido caballeros andantes en el mundo, y que todos los libros de caballerías son falsos,

mentirosos, dañadores e inútiles para la república, y que yo he hecho mal en leerlos, y peor en

creerlos, y más mal en imitarlos, habiéndome puesto a seguir la durísima profesión de la

caballería andante, que ellos enseñan, negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni

de Gaula ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas [ ]

Añadió también vuestra merced, diciendo que me habían hecho mucho daño tales libros, pues

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me habían vuelto el juicio y puéstome en una jaula, y que me sería mejor hacer la enmienda y

mudar de letura, leyendo otros más verdaderos y que mejor deleitan y enseñan (I, XLIX,

p. 579).

En este diálogo del hidalgo, se muestran las razones por las que el canónigo llega a

criticar esta literatura, y la importancia estriba en que están en boca de don Quijote, por lo

tanto, se llega a producir un auto-juicio sobre el daño que ocasiona su lectura; pero él

mismo responde al canónigo más adelante, haciendo la defensa del género:

Pues yo [ ] hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced, pues se ha

puesto a decir tantas blasfemias contra una cosa tan recebida en el mundo, y tenida por tan

verdadera, que el que la negase, como vuestra merced la niega, merecía la mesma pena que

vuestra merced dice que da a los libros cuando los lee y le enfadan. Porque querer dar a

entender a nadie que Amadís no fue en el mundo, ni todos los otros caballeros aventureros de

que están colmadas las historias, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el yelo enfría, ni

la tierra sustenta [ ] (I, XLIX, p. 579-580).

Lo importante del discurso anterior a cargo de don Quijote acerca de sus libros, es que llega

a defender la existencia de los personajes principales que aparecen en las obras, tanto

Amadís como Orlando; incluso nunca llega a dudar de la existencia real de personajes de la

literatura clásica, como lo son Héctor y Aquiles, o en personajes de leyenda como el Rey

Arturo, que aunque existió históricamente, según el hidalgo se encuentra convertido en

cuervo esperando regresar a su reino, es decir, cree inclusive en la metamorfosis que llega a

sufrir este Rey, y no duda de que algún día vuelva a regresar a la Monarquía de Gales; por

lo cual, sus argumentos carecen de autenticidad, desacredita mucho más la lectura que él

hace de los libros caballerescos, y por lo tanto los personajes que aparecen en El Quijote, y

que lo escuchan hablar, lo único que pueden pensar es que están tratando con un loco.

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Joseph Bickerman menciona que:

El caballero de la Mancha maneja muy bien las armas de la lógica y de sus pensamientos, no

tratándose de sus propias locuras; pero tan pronto como toca su tema favorito, fracasan lo

mismo su lógica que su fe viva. [ ] Don Quijote mismo se ideó su Dulcinea, como para

completar con toda perfección su estado y profesión de la alta y noble caballería. Ideándose un

dios se podría demostrar de la misma manera y por idéntico procedimiento su existencia y

perfección (Bickerman, p. 157).

El grave problema sugerido desde el principio de la obra es que, a través de la lectura de

los libros, don Quijote decide convertirse en caballero andante para aumentar su honra al

igual que los protagonistas de sus libros de caballerías, y por ende, todo lo que pensaba,

veía o imaginaba (I, II, p. 82) ocurría del mismo modo que aparecía en sus lecturas, por

eso es que confunde una venta con castillos o los molinos de viento con gigantes, por citar

sólo dos ejemplos. El punto criticable de este tipo de literatura es el poder que tiene en

algunas personas, como el caso de Alonso Quijano, que llegan a creer realmente todo lo

que en ella se dice, pensando además en los personajes como figuras históricamente reales,

y que por tal grandeza formaron parte de una obra cuyo fin era el recordar las

características y los hechos que los llevaron a convertirse en héroes, primero para su pueblo

y después para los que lleguen a conocer su vida y logros a través de los libros, por lo tanto,

quienes leen las obras tratan de emular las aventuras escritas para alcanzar tal grandeza. El

canónigo, quien alguna vez en su vida trató de escribir una obra de tal tipo, lo que aborrece

de éstas es lo maravilloso, que provoca el alejamiento del ideal caballeresco, por lo que él

desea un tipo de literatura con personajes reales además de virtuosos, y que es para él el

modelo de literatura caballeresca que debe de escribirse y leerse; ya que, si aparecen

elementos maravillosos en las obras, las personas pueden pensar que éstos pueden ser

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ciertos, como le ocurre al hidalgo con la existencia de gigantes o los encantamientos, y lo

peligroso es que el lector de los libros quiera vivir en un mundo ideal a semejanza del

espacio que aparece en los libros, y no en el mundo real en donde se encuentra instalado.

Como se ha podido notar, no sólo don Quijote es el único lector de novelas caballerescas

a lo largo de la obra; ya se ha visto que el cura, el barbero, el canónigo, algún ventero, los

duques, etc., también son lectores del género, y cada uno tiene predilección por su lectura,

ya sea por alguna historia que en tales libros aparezca, ya sea porque se identifican con

algún personaje o episodio favorito, ya sea porque pueden estar a la altura de don Quijote

en cuanto al conocimiento de temas que en ellos se tratan. En ese aspecto, parece que

Cervantes no tuvo ningún problema, porque utiliza como lectores a gente de todas clases,

desde la nobleza hasta personas que no saben leer y que conocen las historias porque las

escucharon a través de la lectura en voz alta de los que sí saben; ellos son conscientes y

diferencian la realidad de la fantasía sin ningún problema; saben que las aventuras escritas

no pueden ocurrir en el mundo real; el peligro que encierra esta lectura, y como ejemplo

está Alonso Quijano, es que provoca un distanciamiento entre el lector y el exterior; la idea

del hombre como ser racional desaparece, predomina el estatismo y esto es lo que ataca

Cervantes; si en vez de utilizar a la literatura caballeresca como causa de la locura de

Alonso Quijano, hubiera utilizado a la novela pastoril u otro género de novela, el ataque

sería el mismo, no tanto a un género en específico, sino a los lectores que enfocan su vida a

su lectura y se olvidan del exterior, de su familia, de comer, de dormir, etc., o por el solo

hecho de no diferenciar la ficción de la realidad.

En el caso particular del hidalgo, el golpe que puede sufrir al darse cuenta de que su

mundo idealizado desaparece y se transforma en un mundo real puede ser muy traumático,

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incluso eso ocurre, y la única consecuencia existente al descubrir la verdad es dejarse morir.

Como una visión general, Don Quijote [ ] viviendo en el mundo de la realidad, está

resuelto a vivir en el de los libros, va cayendo cada vez en simas más profundas y en más

lamentables errores y mentiras (Bickerman, p. 158); esta terquedad nace del temor que

siente don Quijote de verse desengañado: Y es que cerrar los ojos para no tener que ver

resulta más agradable y menos peligroso para vivir en el mundo ficticio y andante del

Caballero (Bickerman, p.159).

El momento significativo ocurre ya en el segundo tomo del Quijote, porque empieza

gradualmente a cambiar su forma de pensar sobre los libros, para terminar la historia y su

vida despotricando sobre ellos:

Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me

pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de caballerías. Ya conozco sus

disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no

me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma. [ ] Ya

soy enemigo del Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas

todas las historias profanas del andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que

me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las

abomino (II, LXXIV, p.587-588).

Incluso en su testamento, que aún le da tiempo de leer, se menciona que en caso de que su

sobrina se case, no deberá ser el marido aficionado a tal lectura, porque si no, ella perderá

su herencia:

[ ] es mi voluntad que si Antonia Quijana, mi sobrina, quisiere casarse, se case con un

hombre de quien primero se haya hecho información que no sabe qué cosas sean libros de

caballerías; y en caso que se averiguare que lo sabe, y, con todo eso, mi sobrina quisiere

casarse con él, y se casare, pierda todo lo que le he mandado, lo cual puedan mis albaceas

distribuir en obras pías, a su voluntad (II, LXXIV, p. 590).

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Es tanto el odio que tiene a este tipo de literatura que incluso puede dejar sin herencia a su

única familia, aunque parece más una forma de cuidarla de caer en manos de otro loco,

como él alguna vez lo fue.

Antonio Vilanova comenta que don Quijote siempre se está moviendo en un plano real,

pero por culpa de su locura empieza a soñar despierto, lo cual implica una aproximación

cada vez más rápida a su estrepitoso fracaso final. La locura de don Quijote consiste en la

alucinación de la fantasía y en el engaño a que le induce su ilusión caballeresca, y la ironía

de Cervantes no se basa en la ridiculización de su héroe, sino en la burla del engaño a que

le lleva su locura (Vilanova, p. 33).

Al final de la obra, el narrador y ciertamente la voz de Cervantes termina como

empezó diciendo: [ ] pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los

hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi

verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna. Vale

(II, LXXIV, p. 593). Al final de cuentas, la obra inicia con la crítica hacia la literatura

caballeresca y finaliza de la misma manera; el círculo que formó El Quijote se cierra diez

años después, aunque es interesante mencionar que la obra concebida primeramente como

rechazo a la literatura caballeresca, al final, por su importancia, se llega a convertir en la

máxima obra de dicho género.

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2.2. FANTASÍA - REALIDAD

Es muy común en El Quijote, que el hidalgo transforme no sólo a las personas, sino

también a los objetos, como por ejemplo las ventas en castillos o los molinos en gigantes,

como ocurre en la primera parte de la obra; lo importante es que a partir de la segunda

parte, en el momento de la transformación gradual que se ha gestado a lo largo de la obra

en cuanto a locura-cordura o fantasía-realidad, don Quijote ya no confunde los objetos o los

lugares, es decir, el mundo idealizado que llegó a imaginarse lentamente se esfuma de su

mente y vista y en su lugar reaparece el mundo real conocido por Alonso Quijano.

Diógenes Fajardo analiza esta dualidad importante en la obra de Cervantes, y menciona que

la estructura del Quijote se encuentra entre estos dos ejes:

El idealismo representado por don Quijote y el realismo representado por Sancho Panza. Este

neoplatonismo se manifiesta en el Quijote particularmente por medio del continuo contraste

entre apariencia y realidad [ ] Este problema de la realidad aparece reiteradamente en

Cervantes. Las cosas pueden ser percibidas por los sentidos del sujeto en forma muy diferente.

La variada percepción de las cosas depende del ángulo de visión que adopte el sujeto. Según

Cervantes, es falso creer que hay una sola posibilidad verdadera de percepción de las cosas pues

considera que hay tantas cuantas perspectivas diferentes puedan darse (Fajardo, p. 609-610).

Los títulos de algunos de los capítulos son muy importantes, porque muestran la

condición mental del hidalgo, ya que el título nos menciona alguna característica en

especial de los lugares donde la aventura iniciará, y el hidalgo, con hechos, transforma todo

acorde con su imaginación; por ejemplo, a lo largo de la obra, don Quijote empieza a

imaginar lugares, objetos o demonios, como lo son los castillos o gigantes, que en realidad

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son ventas, molinos de viento o cueros de vino; el título forma parte de la realidad literaria

y pone en evidencia las transformaciones que don Quijote hace de su entorno, y como

lectores ya estamos avisados, a través de tales títulos, de las mutaciones que el hidalgo hace

de los objetos que lo rodean.

La primera transformación que hace don Quijote ocurre en la primera salida del hidalgo a

partir del capítulo II, ya que al momento de llegar a la primera venta, la confunde con un

castillo, y a dos mujerzuelas que se encuentran afuera, con doncellas: [ ] y como a

nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al

modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con

sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava,

con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan (I, II. p. 82). En esta

primera salida, el hidalgo se encuentra solo, y ya en la segunda, que inicia a partir del

capítulo XV, se hace acompañar por Sancho; entonces el escudero defiende su idea de que

el lugar es venta, mientras don Quijote lo contradice: Sancho [ ] descubrió una venta

que, a pesar suyo y gusto de don Quijote había de ser castillo. Porfiaba Sancho que era

venta, y su amo que no, sino castillo (I, XV, p. 197). Lo interesante es que esto ocurre al

final del capítulo XVI, que tiene por título De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la

venta que él imaginaba ser castillo ; este título da la razón a Sancho, y configura al

escudero como el poseedor de la visión realista, y por lo tanto, don Quijote es quien está

imaginando un castillo. Es este el primer momento en que la mirada imaginativa de don

Quijote se enfrenta a la realidad vista por Sancho, dando pie a una lucha entre la visión

fantástica y la real, enfrentamiento que provoca lentamente un cambio en el hidalgo. En la

segunda parte viaja ya con dinero y provisiones, además de pagar en las ventas en las que

se hospeda, o ve las cosas como realmente son; es decir, deja de transformar las cosas que

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lo rodean, lo cual lo acerca paulatinamente a volver a ser Alonso Quijano el Bueno, y el

racional, mientras que Sancho se ve contagiado del quijotismo de su amo, y termina el

idealismo superando al raciocinio inicial del escudero.

[ ] las primeras aventuras que Cervantes recoge en su novela, las que constituyen la primera

salida del singular protagonista, claramente reflejan el paulatino proceso de intensificación

transformadora que sirve de verosímil puente entre las transformaciones iniciales, nominativas,

y el tipo de transformación, sobre el mundo físico y palpable, que vendrá a caracterizar la

peculiar locura de don Quijote. Ello consistirá, en la paulatina reducción cervantina de los

elementos mitigantes que empleará, como narrador, para fijar la aventura concreta. Es decir, en

la graduada reducción de aquellos elementos del mundo físico en vías de cambio quijotesco que

parecen secundar o apoyar la transformación misma (Rodríguez, 1990, p. 16).

Uno de los capítulos más conocidos del Quijote es el llamado Del buen suceso que el

valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginaria aventura de los molinos de

viento, con otros sucesos dignos de felice recordación . Es en este momento cuando el

hidalgo se imagina unos gigantes en vez molinos de vientos, y pasa de la simple palabrería

que acompañaba su visión, a la acción, a los hechos, a atacar a los que él se imagina son

gigantes; en tanto Sancho sólo ve unos molinos e incluso el narrador nos hace partícipes de

esta realidad al mencionar lo siguiente al iniciar el capítulo En esto, descubrieron treinta o

cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo [ ] ; Sancho quiere sacarlo de su

error pero don Quijote no hace caso: Bien parece respondió don Quijote- que no estás

cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y

ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla (I,

VIII, p. 129). Éste es el primer momento en que las palabras de don Quijote se convierten

en hechos, y si existía alguna duda en el lector en cuanto a la locura del hidalgo, estas

dudas desaparecen; a partir de estas primeras aventuras don Quijote se encontrará

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totalmente solo, debido a su visión particular de los objetos, personas, lugares, etc.;

mientras que en esta aventura, Sancho, el narrador y el mismo lector serán quienes se

opongan a esta visión del mundo que crea don Quijote; y así será hasta el final de la obra,

cuando el hidalgo recupere lenta y dolorosamente su cordura.

Hay otros momentos en que don Quijote imagina cosas que en realidad no son, como

ocurre en el capítulo XVIII en el que don Quijote confunde con ejércitos los rebaños de

ovejas, debido a la polvareda que éstas ocasionan en su paso por el campo; Sancho trata

de hacerlo entender que su mente lo engaña y que no existe lo que el hidalgo se imagina:

¡Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas

las que va a embestir! ¡Vuélvase desdichado del padre que me engendró! ¿Qué locura es

ésta? Mire que no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni

enteros, ni veros azules ni endiablados. ¿Qué es lo que hace? (I, XVIII, p. 223).

En el capítulo XX, amo y escudero se encuentran en el campo y lo que llegan a escuchar

en la oscuridad son los golpes de los batanes que golpean el agua; don Quijote quiere luchar

contra lo que hace ruido y que provoca el miedo en el escudero, Sancho lo convence de

quedarse hasta el amanecer, y al no lograr su cometido, amarra de las patas a Rocinante

provocando que el hidalgo piense que hay un encantamiento; al día siguiente van a revisar

lo que hacía ruido y se encuentran que solamente eran los batanes antes mencionados, al

saber la verdad, Sancho se burla de su amo por el engaño, a lo cual contesta don Quijote:

¿Pareceos a vos que, si como éstos fueron mazos de batán, fueran otra peligrosa aventura,

no había yo mostrado el ánimo que convenía para emprendella y acaballa? ¿Estoy yo

obligado, a dicha, siendo, como soy, caballero, a conocer y distinguir los sones, y saber

cuáles son de batán y cuáles no? (I, XX, p. 249). Aquí don Quijote se da cuenta del error

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que cometió al creer que los golpes provocados por los batanes eran otra cosa relacionada

con los libros de caballerías, pero lo que le molesta es la burla de su escudero, ya que lo

hacer quedar mal parado, primero como caballero andante y después como amo de Sancho,

además de que es una de las primeras equivocaciones que comete el hidalgo en la que se da

cuenta de su error.

Otra aventura es la del yelmo de Mambrino, en el capítulo XXI, donde el hidalgo en su

travesía se encuentra a un hombre que trae en su cabeza una cosa que relumbraba como si

fuera de oro , que para el hidalgo tenía la forma del yelmo de Mambrino, aunque en

realidad se trata simplemente de una bacía de barbero. Esto nos lo hace saber Sancho,

aunque para el hidalgo no hay tal bacía, ya que todas las cosas que veía con mucha

facilidad las acomodaba a sus desvariadas caballerías y malandantes pensamientos

(I, XXI, p. 253-254). Aquí el hidalgo sufre un claro error de percepción, influido solamente

por el relumbre de los rayos del sol sobre la bacía, que parece lo remiten a los objetos

preciosos que aparecen en los libros de caballerías.

En la aventura de los cueros de vino del capítulo XXXVI, en su alucinación, don Quijote

confunde dichos cueros con gigantes que quieren atacarlo, y el vino que cae al suelo lo

imagina como sangre de estos enemigos, por lo que provoca el enojo del ventero al notar

que sus cueros de vino fueron destruidos y el líquido regado por el suelo. En este episodio

la fantasía del hidalgo se alimenta de la historia anterior contada por la supuesta reina

Micomicona, por lo que este relato inventado por Dorotea se convierte en realidad para don

Quijote, aunque esta realidad siga siendo falsa.

Ya en la segunda parte, don Quijote lucha contra los títeres en una representación,

creyendo que son verdaderos moros atacando a los cristianos, pero lo importante es que al

final el hidalgo se da cuenta del grave error que ha cometido y termina pagando por los

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títeres arruinados. En este último incidente, don Quijote ha sufrido una transformación, ya

que puede razonar y al final medita el error que sufrió al confundir los muñecos con moros,

aunque sigue aduciendo que tales confusiones se deben a los encantadores y no a sus

errores de confusión realidad-fantasía.

Otro momento en que don Quijote sufre un engaño en los sentidos a partir de su afición

a los libros de caballerías, y por su gusto de imitar lo que ahí acontece, es cuando los

duques lo engañan y lo hacen subir a un caballo de madera llamado Clavileño el Alígero,

para que pueda llegar al reino de Candaya y así logre desencantar a la princesa

Antonomasia de manos del gigante Malambruno. Para eso debe de vendarse los ojos,

porque la alteza y sublimidad del camino no les cause váguidos, se han de cubrir los ojos

hasta que el caballo relinche, que será señal de haber dado fin a su viaje (II, XXVIII,

p. 345). Esto hacen el hidalgo y su escudero para risa de los duques y de los demás

espectadores, ya que los criados son los que mueven el caballo, utilizan cohetes y lanzan

ráfagas de viento a ambos locos. El uso de los caballos voladores es muy común en la

literatura caballeresca, como ejemplo se encuentra el caballo Hipogrifo, que aparece en el

Orlando Furioso y que es cabalgado por Astolfo, cuya misión es recobrar la cordura de

Orlando. Astolfo utiliza al caballo alado para llegar a la Luna, donde se encuentra la

cordura de todos los habitantes de la tierra. En esta aventura don Quijote ya no tiene que

transformar su entorno conforme a su idealización, simplemente porque no está viendo lo

que ocurre, sólo se deja llevar conforme a lo que su imaginación le dicta y, sobre todo,

según como él mismo se imaginaba este tipo de historias dentro de los libros caballerescos;

además intervienen factores externos, ya que los duques utilizan recursos para crear aire y

con la ayuda de cohetes, lograr una mejor representación, por lo tanto, el hidalgo piensa

que está volando por los aires.

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En este tipo de metamorfosis que ocurren en su mente, don Quijote revela una completa

ignorancia de la condición objetiva de la realidad actual; esta realidad es transformada por

la del ensueño, la de los caballeros andantes: La verdadera realidad con la que se topa sólo

ha adquirido en su opinión una calidad moral ostensiblemente inferior que mediante su

arrojado esfuerzo habrá de ser eliminada (Endress, p. 19). En el caso de no poder

conseguirlo, la culpa ya no cae en él, sino en el encantamiento de la realidad: El tema del

encantamiento, que en los libros de caballerías forma realmente parte del contenido, ejerce

aquí, pues, la función de causa aclaratoria subjetiva. (Endress, p. 19).

Una característica esencial en la segunda parte de la novela es que don Quijote ve la

realidad como es, pero son los demás quienes tratan de engañarlo con ficciones. Esta

realidad creada por don Quijote ya no es solamente una transformación de los sentidos,

sino que los demás participan para engañarlo; él ya no se engaña solo, ahora son los demás

quienes lo estafan. Por ejemplo, en el capítulo X de la segunda parte, cuando el hidalgo

quiere ver a Dulcinea, Sancho lo engaña y le dice que su amada ha sido encantada, y más

adelante aparecen tres labradoras subidas en sus burros, Sancho y don Quijote ven lo

mismo, pero el escudero las transforma en doncellas menesterosas y convence al hidalgo

de que una de ellas es Dulcinea del Toboso, aunque no de muy buen rostro , porque según

Sancho, esto se debe al encantamiento que sufre:

[ ] salieron de la selva y descubrieron cerca a las tres aldeanas. Tendió don Quijote los ojos

por todo el camino del Toboso, y como no vio sino a las tres labradoras, turbóse todo, y

preguntó Sancho si las había dejado fuera de la ciudad.

-¿Cómo fuera de la ciudad? respondió- ¿Por ventura tiene vuesa merced los ojos en el

colodrillo, que no vee que son éstas, las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a

mediodía?

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-Yo no veo, Sancho dijo don Quijote-, sino a tres labradoras sobre tres borricos[ ] que es tan

verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a lo menos, a

mí tales me parecen (II, X, pp. 108-109).

Serafín González piensa que para poder llegar a entender el porqué ambos mundos,

como lo son la ficción y la realidad, confunden sus límites, hay que recordar que don

Quijote no es un vulgar loco lleno de vanas pretensiones, de ilusiones y ambiciones

frívolas, sino que don Quijote es un loco cuerdo, un loco lleno de momentos lúcidos, un

loco poseedor de un verdadero ideal de vida y de una gran cultura , por lo tanto, su locura

está presentada con un carácter especial, en virtud de que hunde sus raíces en toda una

serie de formas congruentes de ver la vida, y no en el capricho arrebatado . Por lo cual, la

locura del hidalgo nos presenta una profunda aunque anacrónica- visión de la vida y del

mundo que lo rodea (González, S., p. 283).

En los primeros capítulos de la obra, don Quijote se dedica a fantasear transformando

lugares, objetos o personas, y para lograr esto se ayuda del conocimiento que ha absorbido

en torno a algo que disfruta mucho y, por lo tanto, siente el deseo de imitar la literatura

caballeresca; pero su nivel de fantasía no es el mismo a lo largo del Quijote, ya que

principalmente en la primera parte él es el único dueño de sus actos y no necesita que nadie

lo engañe para poder fantasear; el grave problema para él y para su locura consiste en que,

en la segunda parte, es mucho más frecuente que los demás personajes sean quienes desean

obligarlo a seguir idealizando su entorno, para divertirse con él o para engañarlo con objeto

de regresarlo a casa, pero don Quijote ya no necesita que lo hagan porque él se ha dado

cuenta de la verdad, y esto ocurre simplemente porque empieza a observar las cosas como

son en realidad. El hidalgo regresa a su hogar, golpeado, humillado, derrotado; lo peor es

que él mismo se da cuenta de esto, y para lograrlo forzosamente necesita estar cuerdo y

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consciente de la realidad. Éstas son las graves consecuencias de vivir en un mundo real y

no en uno de fantasía, en donde los golpes recibidos eran fácilmente achacados a los

encantadores y no a errores propios cometidos por el hidalgo.

2. 3. DESDOBLAMIENTO DE DON QUIJOTE, EL DISFRAZ Y EL ENGAÑO

Es importante mencionar que a lo largo de la obra y dentro de su locura, don Quijote se

desdobla en varios personajes que aparecen en los libros de caballerías; además, en su

proceso de locura confunde a sus vecinos con personajes de los libros, o si no, es fácilmente

engañado por los demás, a través de disfraces.

Después de la aventura de don Quijote con los mercaderes toledanos, cuyo premio es

una golpiza a manos de un mozo, el capítulo V inicia con las siguientes palabras: Viendo,

pues, que, en efeto, no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio, que era

pensar en algún paso de sus libros, y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y

del marqués de Mantua, cuando Carlota le dejó herido en la montiña [ ] Ésta, pues, le

pareció a él que le venía de molde para el paso en que se hallaba[ ] (I, V, pp. 102-103).

Por lo tanto, al estar golpeado, se imagina siendo Valdovinos herido, y es ayudado por un

labrador que resulta ser vecino suyo, pero el hidalgo lo confunde con el marqués de

Mantua, tío de Valdovinos. Más adelante se transforma en el moro Abindarráez, personaje

que aparece en El Abencerraje, y a su vecino quien se da cuenta de la locura del hidalgo-

lo confunde con don Rodrigo de Narváez. Ya para el capítulo VII se desdobla como otro

personaje: Mas no me llamaría yo Reinaldos de Montalbán si, en levantándome deste

lecho, no me lo pagare, a pesar de todos sus encantamientos (I, VII, p. 123).

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En la aventura de Sierra Morena, el objetivo es imitar a algún personaje caballeresco que

cumpliera penitencia para demostrarle su amor a la mujer deseada, y para eso toma de

modelo sentimental al Amadís de Gaula, alejándose completamente del modelo de la locura

de Orlando. Según René Girard: Don Quijote no está loco simplemente por querer imitar a

Amadís, sino porque la fascinación que éste ejerce sobre él es tal que le arrebata por

completo la libertad de juicio en todo lo que aun remotamente pueda sugerir la presencia

del héroe (Citado por Bandera, p. 74). Don Quijote sabe que el Amadís es un modelo

perfecto para su imitación, y no sólo le fascina a él, sino que Los cuatro libros de Amadís

de Gaula es el primer libro que el cura salva de la hoguera por ser el mejor del género,

opinión que el hidalgo comparte también con Sancho:

[ ] quiero [ ] Sancho, que sepas que el famoso Amadís de Gaula fue uno de los más

perfectos caballeros andantes. No he dicho bien fue uno: fue el solo, el primero, el único, el

señor de todos cuantos hubo en su tiempo en el mundo [ ] Amadís fue el norte, el lucero, el

sol de los valientes y enamorados caballeros, a quien debemos de imitar todos aquellos que

debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos [ ] quiero imitar a Amadís,

haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso [ ] Y puesto que yo no pienso imitar

a Roldán, o Orlando o Rotulando [ ] parte por parte en todas las locuras que hizo, dijo y

pensó, haré el bosquejo, como mejor pudiere, en las que me pareciere ser más esenciales. Y

podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de Amadís, que sin hacer locuras de

daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más (I, XXV, p. 305).

En cuanto al modelo de Orlando: La locura de Orlando es, al mismo tiempo, algo muy

distinto. Lo que en su origen eran elementos de orden ornamental, como la enemiga de los

villanos o el abandono de las armas y el vestido, son proyectados por Ariosto a un nivel de

la mayor altura épica, donde adquieren validez per se, con independencia de toda

consideración de oportunidad, verosimilitud o validez psicológica . (Márquez, 1995, p. 47)

Es imposible para don Quijote tomar de modelo a Orlando porque en su locura, este

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personaje: [ ] arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores,

destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil

insolencias. (I, XXV, p. 305); por lo que físicamente no pueden darse estas

demostraciones de locura por desamor, aunque al final la verdadera influencia del modelo

de Orlando furioso se produce en el otro loco que aparece en el capítulo de Sierra Morena,

que es Cardenio. El natural imaginativo y la fantasía calenturienta del buen hidalgo

manchego, no le llevó a un furioso extravío de la razón, como en el caso de Orlando, sino

que degenera en una locura maníaca obsesiva ocasionada por la necia credulidad que otorga

a los libros de caballerías (Vilanova, p. 47). Don Quijote está plenamente consciente de

que él no puede hacer lo mismo que Orlando, a lo único que puede llegar en su locura es

a ponerse boca abajo y dar dos pataletas al aire, por lo que prefiere la imitación de Amadís,

penitencia que se encuentra más cercana a sus posibilidades. El caballero enloquecido por

desdenes de amor que se retira a la soledad de los bosques y yermos es el tópico frecuente

en los relatos de las leyendas artúricas, y manifiesta cierta semejanza con situaciones

narradas de santos y anacoretas de la temprana Edad Media (Murillo, en Cervantes, El

Quijote, I, nota 21, p. 304). En cuanto a este desdoblamiento de don Quijote hacia otras

locuras literarias, Alfred Rodríguez explica lo siguiente: Es posible ver la implementación

de una locura dentro de otra como uno más de los muchos instrumentos estéticos

empleados por el novelista para crear esa ambigüedad que es aspecto nuclear de la realidad

literaria que elabora (Rodríguez, 1995, p. 208). Por lo tanto, en don Quijote este

desdoblamiento de personalidad frente a ciertos modelos a imitar debe reunir algunas

características afines a su modo de ser y de vivir sus aventuras, por lo que lo llevan a actuar

como los personajes lo hacían en los libros provocando la imitación por parte del hidalgo,

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no sólo en la cuestión de las aventuras, sino también en lo que se refiere al carácter de los

personajes caballerescos y al momento en que se encuentre el hidalgo.

En cuanto a los demás personajes, éstos aprovechan la locura de don Quijote para

engañarlo a través de disfraces e interpretando algún personaje, ya sea para divertirse a sus

expensas o simplemente para hacerlo regresar a su casa. Como ejemplos se encuentran la

transformación del cura y del barbero para tratar de convencer a don Quijote de dar por

finalizada su penitencia en Sierra Morena: [ ] y fue que dijo al barbero que lo que había

pensado era que él procurase ponerse lo mejor que pudiese como escudero, y que así irían

adonde don Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y menesterosa, y le

pediría un don, el cual él no podría dejársele de otorgar, como valeroso caballero andante

(I, XXVI, p. 326). Aunque al final estos personajes no participan en el engaño porque

aparece Dorotea, cuya actuación de la princesa Micomicona será mejor interpretada porque

no necesita disfraz, ya que don Quijote no la conoce, y por lo tanto, el engaño logrará llegar

a buen fin, como ocurre tiempo después. En la segunda parte son más los engaños visuales

que sufre don Quijote, un ejemplo lo tenemos cuando se encuentra con una compañía

teatral en el capítulo X; el problema es que los actores están disfrazados, como la muerte,

el ángel, un caballero y un emperador, hecho que provoca el engaño visual, pero se le

convence de que son actores y don Quijote acepta la explicación: Por la fe de caballero

andante [ ], que así como vi este carro imaginé que alguna grande aventura se me ofrecía;

y ahora digo que es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño.

Andad con Dios, buena gente, y haced vuestra fiesta, y mirad si mandáis algo en que pueda

seros de provecho [ ] (II, XI, p. 117). Esta aventura es muy importante para ejemplificar

los momentos en que la locura parece decaer y el personaje se muestra más próximo a la

cordura; aunque en un primer momento llega a confundir a los actores con personajes de su

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imaginación, escucha con atención las razones de los actores y al final se da cuenta de su

error; don Quijote empieza entonces a transformarse lentamente en Alonso Quijano.

Otro personaje importante, que además usa disfraz para no ser descubierto por don

Quijote y por quienes quieren detenerlo por sus problemas con la ley, es Ginés de

Pasamontes, quien se hace pasar por un titiritero después de la aventura de los galeotes,

cuando Ginés se escapa y decide dedicarse a dicha profesión. Un personaje que cobra gran

importancia en esta segunda parte es el bachiller Sansón Carrasco, pues a base de disfraces

reta a don Quijote a luchar, apostándole al hidalgo que, si llega a perder, se debe regresar a

su pueblo y dejar por un periodo de tiempo la caballería andante. La primera confrontación

ocurre en el capítulo XIV, donde Sansón se transforma en el Caballero de los Espejos; en el

capítulo LXIV, transformado en el Caballero de la Blanca Luna, derrota a don Quijote y

conforme al acuerdo, el hidalgo debe regresar a casa por un espacio de un año. Lo

importante es que Sansón Carrasco, después de la primera disputa en la que sale perdiendo,

no sólo tiene como único objetivo hacer que el hidalgo vuelva a su hogar, sino que está

buscando venganza; se transforma en un loco vengativo porque no puede aceptar el haber

perdido la primera vez con un hidalgo loco y viejo, cuando su juventud y fuerzas deberían

ser el arma letal contra éste, pero ya que lo derrota, el orgullo aflora en él y regresa a su

cordura inicial, que sólo se vio opacada por su deseo de revancha.

Para quienes tienen como propósito engañar a don Quijote, la empresa se muestra

verdaderamente fácil, ya que como consecuencia de la locura, el hidalgo puede transformar

no solamente los objetos sino también a las personas, y si éstas utilizan algún disfraz, la

manipulación de la visión del hidalgo se vuelve cada vez menos problemática. El grave

problema para el hidalgo es cuando Sansón Carrasco le confiesa la verdad y, por lo tanto,

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sabe que ha sido engañado a los largo de sus aventuras con el propósito de hacerlo regresar

a su hogar.

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3.- PERSONAJES

La relación de don Quijote con otros personajes es importante, porque se muestra la

forma en que los demás interactúan con el hidalgo, y su forma de tratar a este loco. Estos

personajes deambulan en toda la obra y van desde los venteros, las prostitutas, los duques,

los clérigos, hasta el cura, el barbero, Sancho Panza e incluso el mismo Alonso Quijano;

éstos son algunos personajes que de alguna manera se enfrentan a don Quijote y le

muestran sus errores por vivir su vida como un loco, pero se crea la duda ya que es difícil

saber si el hidalgo es un ser falto de juicio o son los demás los verdaderamente locos.

Al principio se encuentra la relación Don Quijote Sancho , pues el escudero es el

mejor testigo para notar claramente los cambios de personalidad y las transformaciones de

su amo. Ésta no es relación sencilla, porque ambos personajes no terminan siendo los

mismos. En Don Quijote frente a los demás personajes , se muestra cómo los personajes

que conviven con el hidalgo también tienen su propia visión de los cambios que sufre don

Quijote, pues no todos lo tratan de igual manera, hay quienes se burlan de él, quienes le

tienen lástima y otros que tratan de cambiar su mentalidad y obligarlo a regresar a su

cordura inicial. El último tema de este capítulo es el llamado La cordura de don Quijote ,

donde se muestran los momentos en que la locura del hidalgo desaparece para que aparezca

Alonso Quijano y su cordura. Al inicio de la novela estos momentos cuerdos se

muestran pocas veces, pero conforme avanza la obra y llega a su fin, quien parece

desaparecer es don Quijote dejando en su lugar a Alonso Quijano, pero esto tiene graves

consecuencias para ambos.

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3.1. DON QUIJOTE SANCHO

La relación entre Sancho y el hidalgo es crucial para conocer los cambios

trascendentales que sufre don Quijote, ya que el escudero es el crítico más importante, el

personaje que conoce mejor a su amo y quien más convive con él. Sus transformaciones

provocan en el escudero distintas reacciones, desde admiración, risa, cariño, lástima, hasta

dolor por el lento proceso que culmina en la muerte, primero de don Quijote y después de

Alonso Quijano.

Sancho Panza aparece por primera vez en la novela a partir del capítulo VII; en cuanto a

su persona se menciona que es labrador, [ ] hombre de bien, [ ] pero de muy poca sal

en la mollera . (I, VII, p. 125). Esta falta de mollera o de inteligencia es el elemento

principal para que Sancho Panza sea más ingenuo e ignorante en cuanto a las locuras y

transformaciones que se gestan en la mente del hidalgo, las que llevan al escudero a

seguirlo en su travesía en busca de aventuras, aunque también tiene mucho que ver el

cariño y la lealtad que siente por su amo; pero a raíz de la convivencia, el escudero llega a

conocerlo mejor, y a partir de la segunda parte, Sancho se vuelve menos crédulo de las

locuras de don Quijote, situación que lo lleva algunas veces a burlarse o incluso a engañarlo

para salvar el pellejo.

En la aventura de los molinos de viento, Sancho está seguro de que dichos molinos no

son gigantes como su amo declara, y así se lo hace saber cuando el hidalgo acaba en el

suelo luego de haber atacado a uno de ellos: ¡Válame Dios! dijo Sancho-. ¿No le dije ya a

vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo

podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? (I, VIII, p. 130).

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En la siguiente aventura, cuando se encuentran con unos frailes que para don Quijote son

encantadores que secuestraron a alguna princesa, Sancho le advierte a su amo: Peor será

esto que los molinos de viento Mire señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el

coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no

sea el diablo que le engañe (I, VIII, p. 133).

En estas dos primeras aventuras, Sancho Panza no ve lo mismo que el hidalgo, los

engaños visuales que sufre su amo no son compartidos por él, quien sólo se interesa por el

pago de sus servicios con la ínsula. La característica de Sancho a lo largo de toda la obra es

que su credulidad no reside en lo que ve, sino en lo que no puede ver, por ejemplo, en el

momento en que su amo saca el bálsamo de Fierabás, que supuestamente cura cualquier

herida, por más grave que ésta sea, el escudero renuncia al único interés que tiene y que lo

ha movido a seguir a su amo, la ínsula, a cambio de la receta de dicho bálsamo. La

ingenuidad de Sancho lo lleva a aceptar, en estos primeros momentos, que las virtudes

curativas del bálsamo sean ciertas, pero no acepta que los molinos sean gigantes, o los

frailes sean encantadores, sencillamente porque su mente no traiciona lo que sus ojos ven.

Incluso cuando llegan por primera vez a la venta, mientras don Quijote piensa que es un

castillo, Sancho está seguro de que es venta, incluso se alegra en la segunda parte de la obra

de que su amo ya no cometa este error de apreciación: Y en esto, llegaron a la venta, a

tiempo que anochecía, y no sin gusto de Sancho, por ver que su señor la juzgó por

verdadera venta, y no por castillo, como solía (II, XXIV, p. 229).

En el capítulo XIII, Sancho y don Quijote se encuentran con algunos pastores; después

de presentarse y de convivir, el hidalgo inicia una conversación sobre su condición de

caballero andante y su relación con Dulcinea, palabras que provocan a quienes lo escuchan

que lo tachen de loco; y en el caso de Sancho, él duda de la existencia de Dulcinea del

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Toboso porque no la conoce y nunca la ha visto, pero no duda de don Quijote en cuanto a

su persona, pues al hidalgo sí lo conoce, ya que son vecinos:

Con gran atención iban escuchando todos los demás la plática de los dos, y aun hasta los

mesmos cabreros y pastores conocieron la demasiada falta de juicio de nuestro don Quijote.

Sólo Sancho Panza pensaba que cuanto su amo decía era verdad, sabiendo él quién era y

habiéndole conocido desde su nacimiento; y en lo que dudaba algo era en creer aquello de la

linda Dulcinea del Toboso, porque tal nombre ni tal princesa había llegado jamás a su noticia,

aunque vivía tan cerca del Toboso (I, XIII, p. 177).

En el capítulo XVIII, la desesperación es mayor en Sancho al confundir su amo a unos

carneros con ejércitos, provocando que los dueños de los animales apedreen al hidalgo:

Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cuesta, mirando las locuras que su amo hacía, y

arrancábase las barbas, maldiciendo la hora y el punto en que la fortuna se le había dado a

conocer. (I, XVIII, p. 224). Ya en el suelo don Quijote, Sancho llega junto a él, le

recrimina al hidalgo y no le llama amo o vuestra merced , sino solamente señor don

Quijote , tal vez por sus locuras le pierde un poco el respeto al hidalgo: ¿No le decía,

señor don Quijote, que se volviese, que los que iba a acometer no eran ejércitos, sino

manadas de carneros? (I, XVIII, p. 224).

En la segunda parte del Quijote, Sancho es mucho más crítico en cuanto a su amo, e

incluso se burla y se aprovecha de su locura. Lo que resume perfectamente la relación

existente entre Sancho y don Quijote es el soliloquio que el primero hace:

Este mi amo, por mil señales, he visto que es un loco de atar. Y aun también yo no le quedo en

zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y sirvo, si es verdadero el refrán que dice:

Dime con quién andas, decirte he quién eres , y el otro de No con quien naces, sino con quien

paces . Siendo, pues, loco, como lo es, y de locura que las más veces toma unas cosas por otras,

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y juzga lo blanco por lo negro y lo negro por blanco, como se pareció cuando dijo que los

molinos de viento eran gigantes, y las mulas de los religiosos dromedarios, y las manadas de

carneros ejércitos de enemigos, y otras muchas cosas a este tono, no será muy difícil hacerle

creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la señora Dulcinea; y cuando él

no lo crea juraré yo; y si él jurare, tornaré yo a jurar; y si porfiare, porfiaré yo más, y de manera

que tengo de tener la mía siempre sobre el hito, venga lo que viniere. Quizá con esta porfía

acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías, viendo cuan mal recado le

traigo dellas, o quizá pensará, como yo imagino, que algún mal encantador de estos que él dice

que le quieren mal la habrá mudado la figura por hacerle mal y daño (II, X, p. 106-107).

En las líneas anteriores se nota a un Sancho diferente, conocedor y aprovechado de la

locura de su amo, ingenioso a la hora de pensar la forma de engañarlo al hacerle creer que

Dulcinea está encantada y no decirle que él nunca la ha visto, ni siquiera en aquella ocasión

en que supuestamente le entregó la carta que el hidalgo le escribió mientras cumplía su

penitencia. Por esto es que en el momento de aparecer las tres labradoras, es fácil para

Sancho hacerle creer a su amo que una de ellas es Dulcinea, pero se encuentra encantada,

ya que la elegida está fea y huele mal; por lo tanto grita lo siguiente:

¡Oh canalla ! ¡Oh encantadores aciagos y mal intencionados, y quién os viera a todos

ensartados por las agallas, como sardinas en lercha! Mucho sabéis, mucho podéis y mucho más

hacéis. Bastaros debiera, bellacos, haber mudado las perlas de los ojos de mi señora en agallas

alcornoqueñas, y sus cabellos de oro purísimo en cerdas de cola de buey bermejo y, finalmente

todas sus facciones de buenas en malas, sin que le tocárades en el olor; que por él siquiera

sacáramos lo que estaba encubierto debajo de aquella fea corteza; aunque, para decir verdad,

nunca yo vi su fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de punto y quilates un lunar que tenía

sobre el lado derecho, a manera de bigote, con siete u ocho cabellos rubios como hebras de oro

y largos de más de un palmo (II, XI, p. 112).

Sancho le pierde el respeto a su amo y se atreve a engañarlo y, además, a burlarse de él:

Harto tenía que hacer el socarrón de Sancho en disimular la risa, oyendo las sandeces de

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su amo, tan delicadamente engañado (II, XI, p.113). En este punto, la diferencia entre

Sancho y otros personajes, particularmente Sansón Carrasco y los duques, es que Sansón

engaña y se burla del hidalgo para hacerlo regresar a su casa, los duques para divertirse con

él, y el escudero para salvarse de una buena tunda por parte de su amo.

En el capítulo XI, frente al escudero del Caballero del Bosque, Sancho describe a su

amo: [ ] y el rato que en esto pienso se me hacen fáciles y llevaderos cuantos trabajos

padezco con este mentecato de mi amo, de quien sé que tiene más de loco que de caballero

(II, XIII, p. 130); pero aunque sigue pensando esto, no lo abandona.

En el capítulo XVII, donde se trata el episodio de los requesones, Sancho le hace creer a

su amo que los encantadores son los responsables de haberlos colocado dentro de la celada:

Pero cómalos el diablo, que debió de ser el que ahí los puso. ¿Yo había de tener atrevimiento de

ensuciar el yelmo de vuesa merced? ¡Hallado le habéis el atrevido! A la, señor, a lo que Dios me

da a entender también debo yo de tener encantadores que me persiguen como a hechura y

miembro de vuesa merced, y habrán puesto ahí esa inmundicia para mover a cólera su paciencia

y hacer que me muela, como suele, las costillas (II, XVII, p. 159).

Ya en el capítulo XXIII, después de la aventura en la cueva de Montesinos, don Quijote

relata la plática que tuvo con Montesinos y menciona que dentro de la cueva aparecieron

las tres labradoras que anteriormente habían visto, por lo que le pregunta a Montesinos si

las conocía, éste responde que no, pero que lo más seguro es que se encuentren encantadas,

y por esto han llegado a dicho lugar. La reacción del escudero no se hace esperar: Cuando

Sancho Panza oyó decir esto a su amo, pensó perder el juicio, o morirse de risa; que como

él sabía la verdad del fingido encanto de Dulcinea, de quien él había sido el encantador y el

levantador de tal testimonio, acabó de conocer indubitadamente que su señor estaba fuera

de juicio y loco de todo punto [ ] (II, XXIII, p. 220); el escudero termina diciendo lo

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siguiente: ¡Oh santo Dios!... ¿Es posible que tal hay en el mundo, y que tengan en él tanta

fuerza los encantadores y encantamientos, que hayan trocado el buen juicio de mi señor en

una tan disparatada locura? (II, XXIV, p. 222-223).

Cabe destacar que Sancho es también uno de los personajes que se dan cuenta de la

dualidad cordura-locura en la personalidad de don Quijote. El hidalgo, en el capítulo XXIV,

se encuentra a un joven paje que desea ser soldado, por lo que pronuncia un discurso sobre

las virtudes del ejercicio de las armas; Sancho, al escucharlo, se asombra de la forma de

hablar de su amo: ¡Válate Dios por señor! Y ¿es posible que hombre que sabe decir tales,

tantas y tan buenas cosas como aquí ha dicho, diga que ha visto los disparates imposibles

que cuenta de la cueva de Montesinos? (II, XXIV, p. 229). En este punto a Sancho lo

asalta la duda, el mismo sentimiento que sufren todos quienes llegan a escuchar algunos de

los discursos pronunciados por don Quijote, como el de la edad de oro o el de las armas y

las letras, porque no pueden creer que una persona pronuncie tales discursos y sufra de

locura al mismo tiempo.

El escudero y su amo se encuentran con los duques a partir del capítulo XXX, y en el

XXXIII Sancho disipa ciertas dudas que éstos tienen sobre las aventuras que el escudero y

su amo anteriormente enfrentaron, y que aparecen impresas en la primera parte que ambos

duques leyeron:

[ ] Y lo primero que digo es que yo tengo a mi señor don Quijote por loco rematado, puesto

que algunas veces dice cosas que, a mi parecer, y aun de todos aquellos que le escuchan, son tan

discretas y por tan buen carril encaminadas, que el mesmo Satanás no las podría decir mejores;

pero, con todo esto, verdaderamente y sin escrúpulo, a mí se me ha asentado que es un

mentecato. Pues como yo tengo esto en el magín, me atrevo a hacerle creer lo que no lleva pies

ni cabeza, como fue aquello de la respuesta de la carta, y lo de habrá seis o ocho días, que aún

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no está en historia, conviene a saber: lo del encanto de mi señora doña Dulcinea, que le he dado

a entender que está encantada, no siendo más verdad que por los cerros de Úbeda (II, XXXIII,

p. 297-298).

En las palabras anteriores, así como a lo largo de toda la obra y particularmente en la

segunda parte, se repite en la mente de Sancho la idea de cordura-locura de don Quijote, y

como menciona, son varias las personas que piensan igual que él. El problema estriba en

que las personas que consideran a don Quijote como loco, piensan que su escudero es

demasiado ingenuo, e incluso mentecato, como el mismo Sancho caracteriza a su amo, por

lo que el escudero no puede estar al mismo nivel que los demás críticos de don Quijote,

porque éstos son cuerdos frente al loco de don Quijote, mientras que Sancho es el loco

criticando a otro loco, como le ocurrió a su amo frente a Cardenio.

En el capítulo LIX acontece un episodio trascendental para amo y criado, porque inicia

la transformación final en el hidalgo. En este capítulo un tropel de toros embiste a don

Quijote dejándolo en el suelo, no sólo física, sino también moralmente. Ya en este

momento don Quijote no es el mismo de la primera parte, se encuentra desilusionado

porque el mundo idealizado que creó por tanto tiempo en su mente se está esfumando

lentamente, y por lo tanto, se está dejando morir: Come, Sancho amigo sustenta la vida,

que más que a mí te importa, y déjame morir a mí a manos de mis pensamientos y a fuerzas

de mis desgracias. Yo, Sancho, nací para vivir muriendo, y tú para morir comiendo [ ]

(II, LIX, p. 482); Sancho trata de darle ánimos a su amo: [ ] y sepa, señor, que no hay

mayor locura que la que toca en querer desesperarse como vuestra merced, y créame, y

después de comido, échese a dormir un poco sobre los colchones verdes destas yerbas, y

verá como cuando despierte se halla algo más aliviado (II, LIX, p. 483). Sancho ya no lo

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considera loco por los desvaríos cometidos a través de sus viajes, sino por dejarse morir. En

Sancho ya no existe la burla hacia su amo, el escudero sabe que ya no es el mismo y le

demuestra cariño, ternura y, a la vez, preocupación por el abandono que el hidalgo ha

cometido sobre su persona, dejándose lentamente morir. Sabe que la locura ha mantenido

vivo tanto tiempo a don Quijote y le ha dado fuerza para continuar con sus aventuras, pero

dicha falta de juicio se está acabando y en su lugar se encuentra otro tipo de locura: la

melancolía.

Después de su derrota frente al Caballero de la Blanca Luna, don Quijote y Sancho

regresan a su tierra, y ya recobrada su cordura, Alonso Quijano se deja morir, cosa que a

Sancho no le gusta, por eso en su último diálogo con su amo ruega:

-¡Ay! respondió Sancho llorando-. No se muera vuestra merced señor mío, sino tome mi

consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida

es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la

melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de

pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea

desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a

mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más que

vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos

caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana (II, LXXIV, p. 589-590).

Don Quijote y la locura desaparecen para dejarle el lugar a Alonso Quijano y su cordura,

mientras Sancho Panza trata de convencerlo de no dejarse morir, aunque ya es demasiado

tarde para ambos. Es notorio que al igual que don Quijote, Sancho sufre grandes cambios a

lo largo de la obra por influencia de su amo, pero por el acercamiento y la relación que

mantuvo con don Quijote, el escudero se vuelve el mejor testigo de las transformaciones

del hidalgo.

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3.2. DON QUIJOTE FRENTE A LOS DEMÁS PERSONAJES

En todas las aventuras que emprenden don Quijote y Sancho, hay personajes a su

alrededor que rápidamente se dan cuenta de su locura. Los primeros, por vivir en el mismo

hogar, son el ama de llaves y la sobrina, que le echan la culpa a los libros de caballerías por

provocar la locura de Alonso Quijano y transformarlo en un tal don Quijote:

[...] muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de

desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y

ponía mano a la espada Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes

de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y

quemaran todos estos descomulgados libros, que tiene muchos, que merecen ser abrasados,

como si fuesen de herejes (I, V, p. 107-108).

Otros grandes críticos de la personalidad de don Quijote son el cura y el barbero, quienes,

por la forma de actuar y hablar, notan que algo muy extraño le ocurre al hidalgo, pero su

única conclusión es que se ha vuelto loco. En sus tres salidas, don Quijote se encuentra con

otros personajes que rápidamente se dan cuenta de lo que le ocurre y se lo cuentan a los

demás para que estén advertidos de sus locuras. Por ejemplo, el ventero de la primera venta

a la que asiste don Quijote para velar sus armas, nota la locura de éste: El ventero, que,

como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de

su huésped [ ] (I, III, p. 88); y más adelante continúa la narración:

Contó el ventero a todos cuanto estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas

y la armazón de caballería que esperaba. Admirándose de tan estraño género de locura y

fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba;

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otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas.

(I, III, p. 90).

Otro ventero que aparece en la segunda parte piensa lo mismo: El ventero, que no conocía

a don Quijote, tan admirado le tenían sus locuras como su liberalidad (II, XXVII, p. 249).

Un ejemplo más ocurre en el capítulo XIII, cuando los cabreros escuchan discurrir sobre

la profesión de la caballería a don Quijote: Apenas le oyeron esto, cuando todos le

tuvieron por loco [ ] Por estas razones que dijo acabaron de enterarse los caminantes que

era don Quijote falto de juicio, y del género de locura que lo señoreaba, de lo cual

recibieron la mesma admiración que recibían todos aquellos que de nuevo venían en

conocimiento della (I, XIII, pp. 169,173). En el capítulo XVII el cuadrillero de la venta,

después de la golpiza dada a Sancho y a don Quijote, y al escuchar a este último pedirle

cosas para preparar su famoso brebaje que cura todas las heridas, lo único que pudo pensar

es que se trataba de un hombre falto de seso (I, XVII, p. 209).

Incluso las burlas contra el hidalgo a raíz de su locura no se encuentran exentas de sufrir

por parte de éste alguna afrenta, como ocurre en el capítulo LII: En estas razones, cayeron

todos los que las oyeron que don Quijote debía de ser algún hombre loco, y tomárosle a reír

muy de gana; cuya risa fue poner pólvora a la cólera de don Quijote, porque sin decir más

palabra, sacando la espada, arremetió a las andas (I, LII, p. 600). Hay que recordar

además, los golpes que le propina a Sancho después de la aventura de los batanes, al saber

qué era lo que hacía ruido, y que provoca la risa del escudero.

Un momento importante en la obra El Quijote es cuando el hidalgo se encuentra a otro

hombre en su penitencia en Sierra Morena, con un personaje poco común y corriente, ya

que se trata nada menos que de Cardenio, el otro loco que aparece en la historia, y cuyo

enfrentamiento con el hidalgo resulta interesante. Ambos personajes tienen sus momentos

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de cordura y de locura: hay que recordar cuando el hidalgo y Sancho se lo encuentran por

primera vez y éste les cuenta la historia de su vida y aclara la forma en que se vuelve loco,

pero al ser interrumpido por el hidalgo, renace su locura, los golpea y se esconde en el

bosque. Como ya he comentado, en el caso del hidalgo, su locura aparece al mencionar

algún tema de la caballería andante, mientras que sus momentos cuerdos ocurren al

discurrir sobre los discursos acerca de las armas y las letras, o de la Edad de Oro, por citar

dos ejemplos. Ambos personajes tienen en común que enloquecen por amor; en el caso de

Cardenio, por el casamiento de su amada Luscinda; en don Quijote, la penitencia en Sierra

Morena es por los desamores de su amada Dulcinea del Toboso ; aunque es importante

recordar que mientras la locura de Cardenio es real, en el hidalgo y particularmente en su

penitencia- es ficticia, ya que Dulcinea del Toboso no ha desairado a don Quijote porque

obviamente ella no existe, e incluso en su locura, el hidalgo nunca menciona ese desamor

por parte de ella, por lo que, además de haber creado a su amada, inventa que ella no lo

ama. En esta aventura se puede mencionar que en don Quijote se muestra el caso de un loco

que pretende volverse loco, a imitación de las penitencias que aparecen en los libros

caballerescos, como le ocurre a Amadís o a Orlando. El modelo a imitar en don Quijote es

el Amadís de Gaula; mientras que a través de sus reacciones y comportamiento, Orlando

parece ser el que más se apega a las características de la locura en Cardenio: El ritual que

propone don Quijote es un simulacro que diluye la tragedia y permite una mirada trágica a

los males y desventuras de este mundo. Por ello, Don Quijote renuncia a copiar todas las

furiosas hazañas de Orlando (Bartra, p. 185). Incluso el mismo hidalgo enjuicia a Cardenio

por su locura, ya que al momento de oír en boca de un cabrero una parte de la historia de

Cardenio, lo único que quería era conocer al desdichado loco, y propuso en sí lo mesmo

que ya tenía pensado: de buscalle por toda la montaña, sin dejar rastro ni cueva en ella que

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no mirase, hasta hallarle (I, XXIII, p. 289). Esto ya es un aspecto importante porque

aparece un loco juzgando a otro loco. La locura en la materia de Bretaña es un tema

frecuente, de acuerdo con el carácter de una literatura dominada por el vuelo de la

imaginación hasta un grado enfermizo. Los héroes de este tipo de literatura enloquecen

debido a falta de alimentación, maleficios, muertes de amigos y, sobre todo, por desgracias

de amor y devastadoras crisis de celos, como le ocurre al hidalgo en Sierra Morena.

(Márquez, 1995, p. 46).

En la segunda parte del Quijote es inevitable que más gente conozca a don Quijote por

la simple razón de la publicación de su primera parte, por lo tanto, la mayoría de los

lectores-personajes de dicho libro están prevenidos de la falta de juicio del hidalgo, razón

que propicia en algunos el divertimento al conocer los puntos débiles de don Quijote para

poder burlarse sobremanera a sus expensas. También hay personajes que por primera vez

conviven con don Quijote y no tienen como antecedente la lectura del primer tomo por lo

que su actitud los sorprende al no saber si se encuentran con una persona normal o con un

loco. Esto le ocurre a don Diego Miranda, conocido como el Caballero del Verde Gabán, al

escucharlo: Admirado quedó el del verde gabán del razonamiento de don Quijote, y tanto,

que fue perdiendo de la opinión que con él tenía, de ser mentecato (II, XVI, p. 157). Al

igual le ocurre en el episodio de los requesones:

En todo este tiempo no había hablado palabra don Diego de Miranda, todo atento a mirar y a

notar los hechos y palabras de don Quijote, pareciéndole que era un cuerdo loco y un loco que

tiraba a cuerdo. No había aún llegado a su noticia la primera parte de su historia; que si la

hubiera leído, cesara la admiración en que lo ponían sus hechos y sus palabras, pues ya supiera

el género de su locura; pero como no la sabía, ya le tenía, ya le tenía por cuerdo y ya por loco,

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porque lo que hablaba era concertado, elegante y bien dicho, y lo que hacía, disparatado,

temerario y tonto (II, XVII, p. 166).

Mientras que el hijo de don Diego, Lorenzo, lo analiza mejor al sostener con él una plática,

información que comparte con su padre: No le sacará del borrador de su locura cuantos

médicos y buenos escribanos tiene en el mundo: él es un entreverado loco, lleno de lúcidos

intervalos (II, XVIII, p. 172-173). Por lo tanto, con el poco trato que tienen ambos

personajes, ya conocen la doble personalidad del hidalgo: De nuevo se admiraron padre e

hijo de las entremetidas razones de don Quijote, ya discretas y ya disparatadas, y del tema y

tesón que llevaba de acudir de todo en todo a la búsqueda de sus desventuradas aventuras,

que las tenía por fin y blanco con sus deseos (II, XIX, p. 177).

Los duques que aparecen a partir del capítulo XXX de la segunda parte ya han leído la

primera parte de la historia del hidalgo, y por lo tanto saben que al tocar temas de

caballerías el hidalgo pierde la cabeza y la cordura con ella, por lo tanto su estancia en el

castillo sirve para la diversión de los duques, particularmente la creación de la aventura con

el caballo Clavileño, ideada por lo duques para burlarse del hidalgo y, de paso, también de

su escudero: En resolución, éste fue el fin de la aventura de la dueña Dolorida, que dio que

reír a los duques, no sólo aquel tiempo, sino el de toda su vida [ ] (II, XLII, p. 354). En

el capítulo LIX se encuentran a dos caballeros llamados don Juan y don Jerónimo que

escuchan al hidalgo: Sumo fue el contento que los dos caballeros recibieron de oír contar a

don Quijote los estraños sucesos de su historia, y así quedaron admirados de sus disparates

como del elegante modo con que los contaba. Aquí le tenían por discreto, y allí se les

deslizaba por mentecato, sin saber determinarse qué grado le darían entre la discreción y la

locura (II, LIX, p. 488). Ambos también conocen la primera parte de la historia del

hidalgo, por lo que saben de los lapsos de cordura-locura que transforman a Alonso

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Quijano en don Quijote, lo cual provoca que ambos caballeros estén adveridos de sus

transformaciones: [ ] se despidieron, y don Quijote y Sancho se retiraron a su aposento,

dejando a don Juan y a don Jerónimo admirados de ver la mezcla que había hecho de su

discreción y de su locura, y verdaderamente creyeron que éstos eran los verdaderos don

Quijote y Sancho, y no los que describía su autor aragonés (II, LIX, p. 490). Más adelante

se encuentran a Roque Guinart, una especie de Robin Hood español quien no ha leído la

primera parte, pero ha llegado a escuchar sobre don Quijote y sus aventuras:

Luego Roque Ginart conoció que la enfermedad de don Quijote tocaba más en locura que en

valentía y aunque algunas veces le había oído nombrar, nunca tuvo por verdad sus hechos, ni se

pudo persuadir a que semejante humor reinase en corazón de hombre; y holgóse en extremo de

haberle encontrado, para tocar de cerca lo que de lejos dél había oído [ ] (II, LX, pp. 495-

496).

Aunque al principio Roque duda sobre las historias que se cuentan en torno al hidalgo, a

partir de la convivencia se llega a dar cuenta que lo que se ha escrito sobre don Quijote es

verdad y por lo tanto piensa que es un loco con momentos cuerdos.

La llegada de don Quijote y Sancho a Barcelona y sus aventuras dentro de la ciudad son

los episodios en los que el hidalgo sufre las mayores burlas y es cruelmente degradado,

como caballero y también como persona al ser derrotado por el Caballero de la Blanca

Luna. Su anfitrión, llamado don Antonio, ya conoce las características del hidalgo, y al

igual que ocurre con los duques, las aprovecha para divertirse a expensas del hidalgo. Éste

desfila por el pueblo con un letrero donde aparece su nombre, por lo que los ciudadanos lo

repiten, haciendo sentir al hidalgo que es conocido por todos los que ahí moran. También es

engañado con la cabeza encantada, de la que presume don Antonio responde a todas las

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preguntas que se le lleguen a plantear. Un punto importante es que no solamente don

Quijote es engañado con este falso busto encantado, sino que a otros personajes les ocurre

igual, ya que don Antonio no le revela su estafa a todos, sino sólo a algunos cuantos; por lo

tanto, resultan burlados, y si don Quijote se muestra loco al creer tal engaño, los demás

pecan de ignorantes y se ponen al mismo nivel de Sancho como aparecía particularmente en

la primera parte, pues su ignorancia provocaba que creyera en las palabras del hidalgo.

Avanzada la historia en Barcelona, el Caballero de la Blanca Luna o Sansón Carrasco le

comenta lo siguiente a don Antonio: Soy del mesmo lugar de don Quijote de la Mancha,

cuya locura y sandez mueve a que le tengamos lástima todos cuantos le conocemos [ ]

(II, LXV, p. 536).

Al final de tantas aventuras, el hidalgo regresa a su casa esperando volverse pastor, pero

mientras más se acerca a su muerte, reaparece Alonso Quijano, quien enfáticamente declara

aborrecer la literatura caballeresca, provocando que el barbero, el bachiller Carrasco y el

cura no den crédito a sus palabras: cuando esto le oyeron decir los tres, creyeron, sin duda,

que alguna nueva locura le había tomado (II, LXXIV, p. 588). Pero cuando realmente

estos personajes creen en las palabras del ahora Alonso Quijano el Bueno es demasiado

tarde, porque poco tiempo después muere.

Como se puede notar, existen tres tipos de personas que se cruzan con don Quijote en las

dos partes de la obra, los primeros son los que conocen al cuerdo Alonso Quijano y

posteriormente al loco de don Quijote, y desean que, a base de engaños, el hidalgo regrese a

su casa, como el cura, el barbero, Sansón Carrasco, el ama de llaves y la sobrina, entre

otros; los segundos son los que no lo habían conocido anteriormente, pero por sus actitudes

dudan de su cordura, como el Caballero del Verde Gabán, los dueños de las ventas en las

que se hospeda el hidalgo, etc.; este tipo de personajes son los que más deambulan en

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El Quijote, porque la mayoría de ellos aparece en la primera parte y todavía no está

impresa la novela, porque son analfabetos, o simplemente no han leído o no ha llegado a

sus oídos la historia de don Quijote; el tercer tipo de personas son los que nunca habían

estado frente al hidalgo pero conocían su locura a través de la primera parte de su historia,

por lo que tienen un antecedente de su personalidad, conocimiento que les sirve en la

mayoría de los casos para burlarse y divertirse con don Quijote, como ocurre con los

duques y, en general, con la gente culta y letrada.

La primera característica que los personajes que conocen a don Quijote toman en cuenta

para caracterizarlo como loco o diferente a ellos es, primero, la vestimenta, ya que en ese

momento era obsoleto ver a alguien vestido como él. La segunda y mayor causa para dudar

de su cordura son sus palabras, pues cuando se tocan temas de caballerías el hidalgo pierde

la poca cordura que pueda existir en su persona y se vuelve loco. Por lo tanto, don Quijote

es un personaje que difícilmente puede pasar desapercibido, por sus palabras o por sus

acciones, y es esto lo que lo diferencia del resto de los personajes, provocando que sea

burlado, engañado e incluso golpeado por la sola condición de ser único y diferente a los

demás.

3.3. LA CORDURA EN DON QUIJOTE

Varios personajes en El Quijote piensan que el hidalgo es un loco con intervalos lúcidos

o un cuerdo con momentos de locura, particularmente cuando se habla en su presencia

sobre temas caballerescos, como lo resumen perfectamente el cura y Cardenio en Sierra

Morena:

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-[ ] Pero ¿no es cosa estraña ver con cuánta facilidad cree este desventurado hidalgo todas

estas invenciones y mentiras, sólo porque llevan el estilo y modo de las necedades de sus

libros?

-Sí es dijo Cardenio-, y tan rara y nunca vista, que yo no sé si queriendo inventarla y fabricarla

mentirosamente, hubiera tan agudo ingenio que pudiera dar con ella.

-Pues otra cosa hay en ello dijo el cura-: que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo

dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones y muestra

tener un entendimiento claro y apacible en todo; de manera que, como no le toquen en sus

caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento (I, XXX, pp.

380-381).

La verdad es que don Quijote siempre ha estado loco, piensa, habla y actúa como tal; los

momentos cuerdos no son de él, sino de Alonso Quijano, quien parece esconderse dentro de

la mente del personaje para salir en momentos específicos dentro de sus aventuras, y lo

mismo pasa con Alonso Quijano que después vuelve a dormir y ocupa su lugar don Quijote

para seguir con sus acciones y su palabrería que provoca en los demás la crítica.

Al iniciar la novela, aparece un personaje que domina la escena y del que sólo sabemos

que es un hidalgo, el mismo narrador duda de su apellido: Quijada o Quesada ; tiempo

después el personaje inventa un nombre y se hace llamar don Quijote, nombre que lo

acompañará hasta el final de sus días, momento en que por su propia voz conocemos el

verdadero nombre del hidalgo: Alonso Quijano. Aunque el hidalgo siempre se hace llamar

don Quijote y los demás hacen lo mismo, hay ciertos rasgos que sirven para comprobar la

presencia de Alonso Quijano en las andanzas del personaje, aunque nunca se le llegue a

nombrar, porque como anteriormente se había mencionado, el personaje es un loco-cuerdo,

rasgo distintivo de don Quijote-Alonso Quijano, respectivamente, por lo que ambas

personalidades pelean por ocupar un lugar en la mente, las palabras y las acciones del

personaje, creando con esto confusión en las personas que cruzan por su camino, aun entre

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su misma familia y amigos, e incluso confusión para él mismo, quien en algún momento de

la historia ya no sabe cómo actuar frente a situaciones que anteriormente eran fáciles de

resolver según la personalidad que ocupara su mente.

Los momentos en que los demás personajes dudan de la locura del hidalgo son varios,

por ejemplo: a partir del capítulo XXXVII de la primera parte, y particularmente en el

capítulo siguiente Que trata del discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras ,

es cuando verdaderamente se duda de la locura del hidalgo, o si no, se refuerza la teoría del

cura, expuesta anteriormente. Después de encontrarse a la mora Zoraida, don Quijote inicia

un discurso general sobre el guerrero y el letrado; al final de este primer discurso los demás

quedan asombrados de sus palabras: De tal manera y por tan buenos términos iba

prosiguiendo en su plática don Quijote, que obligó a que, por entonces, ninguno de los que

escuchándole estaban le tuviese por loco; antes, como todos los más caballeros, a quien son

ajenas las armas, le escuchaban de buena gana (I, XXXVII, p. 466). En el capítulo

siguiente, don Quijote habla de las características del soldado, mientras los demás lo

escuchan atentamente:

Todo este largo preámbulo dijo don Quijote en tanto que los demás cenaban, olvidándose de

llevar bocado a la boca, puesto que algunas veces le había dicho Sancho Panza que cenase; que

después habría lugar para decir todo lo que quisiese. En los que escuchado le habían

sobrevenido nueva lástima de ver que hombre que, al parecer, tenía buen entendimiento y buen

discurso en todas las cosas que trataba, le hubiese perdido tan rematadamente en tratándole de

su negra y pizmienta caballería. El cura le dijo que tenía mucha razón en todo cuanto había

dicho a favor de las armas, y que él, aunque letrado y graduado, estaba de su mesmo parecer

(I, XXXVIII, p.471).

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El mismo canónigo que empieza a criticar a los libros de caballerías en el capítulo

XLVIII, llega a escuchar atentamente a don Quijote en sus momentos de cordura:

Mirábalo el canónigo, y admirábase de ver la estrañeza de su grande locura, y de que en

cuanto hablaba y respondía mostraba tener bonísimo entendimiento; solamente venía a

perder los estribos, como otras veces se ha dicho, en tratándole de caballería (I, XLIX,

p.577).

Ya en la continuación de 1615 ocurre una transformación gradual en el hidalgo, hasta

llegar a la cordura total; don Quijote en algún momento del relato parece haber perdido el

lugar preponderante en la mente del personaje, lugar que ocupó en la primera parte, para

darle espacio a Alonso Quijano, quien no lo soltará y logrará al final morir cuerdo.

En el capítulo XVI, después de encontrarse al Caballero del Verde Gabán y conocer el

gusto del hijo de éste por las letras, don Quijote hace otro discurso defendiendo los placeres

que causa la poesía, y particularmente los poetas clásicos, lo que deja asombrado a su

oidor: Admirado quedó el del verde gabán del razonamiento de don Quijote, y tanto, que

fue perdiendo de la opinión que con él tenía, de ser mentecato (II, XVII, p. 157).

Don Quijote, en el capítulo XXIV, discute sobre la virtud que da el oficio, las armas y el

servicio de los buenos soldados; después de su discurso, el mismo Sancho queda

asombrado de las palabras de su amo. En sus discursos, la personalidad del loco don

Quijote es nulificada, y en cambio se muestra Alonso Quijano como hombre culto,

conocedor y con las palabras perfectas para el momento adecuado. Incluso Cervantes debe

ser tomado en cuenta como parte de la personalidad de Alonso Quijano, ya que a través de

este personaje vierte su opinión sobre varios oficios, especialmente aquellos con los que

tuvo relación en su vida personal, como por ejemplo las letras, con el que más

satisfacciones obtuvo y que le sirve para escribir esta obra, y también el de las armas, con

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las que tuvo relación en su juventud y le dejaron una huella imborrable, no sólo

mentalmente, sino también físicamente, como lo fue la pérdida de su brazo.

En la segunda parte existen episodios en que don Quijote o Alonso Quijano- ve las

cosas como realmente son, ya no existen transformaciones en su mente, pero los demás lo

inducen a creerlas; en este momento es cuando el personaje se encuentra totalmente

desubicado entre lo que ve y lo que los demás le quieren hacer ver, don Quijote está

ubicado en un punto medio entre su locura inicial y la cordura con la que finalizará su vida,

ya que claramente puede observar la realidad de las cosas pero fácilmente es convencido de

lo contrario, por lo que sigue con sus transformaciones, aunque no por mucho tiempo, pues

los encantamientos ya no son creados por él mismo, sino por los demás.

Durante mucho tiempo las personas que conocieron al hidalgo estuvieron en contra de

su visión idealizadora, del hecho de imaginar cosas que no existían en la realidad, pero

cuando ocurría esto, el propio hidalgo era el primero en defender su visión y sus ideales, y

muchas veces con éxito, como le ocurrió en su discusión con el clérigo del duque; pero

llega un momento en su larga andadura en que los demás empiezan a estar de acuerdo con

él, y para don Quijote esto ya no es lo normal, parece serle extraña esta posición de las

personas que tanto lo cuestionaron y que ahora comparten su visión. Parece que después de

su última derrota realizada por el Caballero de la Blanca Luna, empieza a mostrarse

consciente de las burlas, los engaños y las humillaciones sufridas, por lo que al final don

Quijote muere para que viva Alonso Quijano, provocando que éste sea igual que las demás

personas. No lo dejaron que fuera diferente, único, y lo obligaron a cambiar, pero por

desgracia el personaje se enferma y muere; loco hubiera durado más tiempo por el simple

hecho de crear un ideal y de tratar de cumplirlo, mientras que estando cuerdo, las cosas que

lo entretenían, como la lectura de sus libros de caballerías, sus aventuras para deshacer

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agravios, ayudar a menesterosos o simplemente conseguir el amor de Dulcinea del Toboso,

dejan de ser sus móviles para vivir y sobreviene su depresión. La locura, que provocaba su

felicidad y sus ganas de vivir, desaparece.

Al final, parece que Cervantes desea dar a entender al lector que don Quijote no es un

personaje que está equivocado en cuanto a su idealización, y por lo tanto su locura no es

perjudicial, sino todo lo contrario, es benéfica, ya que a sus cincuenta años el hidalgo

comenzó a vivir por primera vez en su vida de manera plena, con metas, ideales, sin

importarle lo que llegaran a pensar de él. Los demás son los que estuvieron mal desde el

principio, son los verdaderos locos, al querer cambiar a una persona totalmente sana y feliz;

los culpables son que lo desearon cuerdo y que después de mucho batallar consiguieron su

cometido; mientras que Sancho, al principio quiere mostrarle el error en que se encuentra,

pero al final lo único que desea es que su amo siga loco para que permanezca vivo, pero no

lo logra.

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CONCLUSIÓN

Es claro notar que en el personaje principal de la obra de Cervantes fluyen dos

personalidades diferentes: una es la de don Quijote junto a su característica locura; la otra

es la de Alonso Quijano y su cordura. Cervantes se muestra influido notablemente por dos

obras: el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam y el Examen de ingenios de Huarte

de San Juan para crear las características físicas y mentales de su personaje principal. De la

obra de Erasmo, extrae el concepto central de su tesis: que la locura es la causante de la

felicidad humana, por eso se basa Cervantes en el personaje erasmiano, llamado la Locura,

para la creación del carácter del hidalgo, por lo tanto, don Quijote es planteado como un

personaje feliz al imaginarse un mundo idealizado a través de la invención de aventuras y

de modelos a seguir, que provocan en él las ganas de vivir, las cuales se van perdiendo

conforme dicha idealización desaparece, hasta llegar al momento de su muerte, en donde no

quedan rastros de locura, solamente aparece en el hidalgo la cordura o, como lo llama

Erasmo en su obra, la sabiduría. En el caso de la influencia del Examen de ingenios,

Cervantes plasma en don Quijote la fisonomía propia de un ser ingenioso , de su

temperamento y complexión física, su falta de juicio, etc.; pero también la de un ser

melancólico que, sin su ingenio característico y único, deja de ser especial y se vuelve

igual a los demás.

En cuanto a la literatura caballeresca, desde el prólogo de la primera parte hasta la

muerte de Alonso Quijano en la segunda, Cervantes desacredita este tipo de género, pero lo

interesante es que este objetivo, sostenido en toda la obra, parece haber cambiado conforme

avanzaba la misma, pues el hidalgo no es el único lector de este género, sino que existen

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varios más aficionados a éste, como el cura, el barbero, los duques, algunos venteros, etc., y

ellos no sufren los mismos desvaríos que don Quijote; lo importante es que la muerte del

hidalgo ya no es solamente debido a su gusto por el género caballeresco y a su imitación en

la vida real, sino a las personas que tratan de cambiarlo, como ya se ha notado a lo largo de

este trabajo. Tal vez Cervantes simplemente trató de mostrarnos en su obra que el camino

para llegar a la felicidad humana no radica en la literatura de ficción, sino que existen otros

modos para alcanzar tal fin.

A partir de la segunda parte de la obra, el hidalgo sufre un cambio drástico, ya que

empieza a dudar de la idealización que ha creado de su entorno, e incluso su mente deja de

transformar situaciones que anteriormente hubieran engañado fácilmente la percepción que

tenía sobre los objetos y las personas. En la continuación de 1615, la fantasía que nublaba

su mente de pronto empieza a esfumarse con lentitud, y él se convierte con más frecuencia

en un ser racional; los disfraces que utilizan las personas que protagonizan una obra teatral

en el capítulo XI, como el del diablo, el del ángel, etc., dejan de tener otro sentido fuera del

real. A partir del episodio en la cueva de Montesinos, no sólo Cide Hamete Benengeli ya no

cree en la veracidad de esta aventura y del relato del hidalgo, sino también como lectores,

nosotros dudamos de esto, e incluso no sabemos a ciencia cierta si realmente el hidalgo está

loco o se hace el loco. Lo importante en este caso es que el propio don Quijote se encuentra

en el mismo dilema, por lo que resulta claro que este personaje de pronto se encuentra

confundido y ya no sabe en qué creer.

La participación de los personajes que acompañan a don Quijote a lo largo de sus

aventuras es muy importante, pues el hidalgo cada vez menos se deja engañar por sus

juicios y ahora son los demás quienes lo tratan de estafar, con varios propósitos: divertirse,

burlarse o simplemente hacerlo regresar a casa. A partir de estos engaños y de las

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consecuencias sufridas, el hidalgo empieza a volverse cuerdo, a raíz de las burlas y golpes.

Sancho es el mejor ejemplo para medir el estado de ánimo del hidalgo, incluso el mismo

escudero quiso transformarlo pero se dio cuenta del grave error que cometería y lo dejó en

paz, pero no contaba con los demás personajes, especialmente sus amigos y su familia,

como el cura, el barbero, el bachiller, el ama de llaves y la sobrina, que en vez de hacerle

un favor al sacarlo de su locura, lo perjudicaron. Sancho es el único personaje que parece

conocer las consecuencias de tal cambio, por eso le pide que no se deje morir, que esa sería

la mayor locura que pudiera cometer, pero al final no logra convencerlo y don Quijote se

deja vencer.

Don Quijote, antes de desaparecer definitivamente, fue un ser feliz, a semejanza de la

Locura en la obra de Erasmo; en cambio las veces que conocimos a Alonso Quijano lo

notamos enfermo y definitivamente infeliz; don Quijote tenía ideales, Alonso no los tuvo;

mientras don Quijote tenía ganas de vivir, Alonso Quijano se aburría en la ociosidad de la

vida de un hidalgo. Ambos personajes mueren, es decir, tienen el mismo fin, pero incluso

en ese momento no puede haber punto de comparación, porque mientras a don Quijote lo

hacen desaparecer los demás, Alonso Quijano simplemente se deja morir, mientras los

demás desean que viva. Don Quijote ya no es el mismo personaje que apareció en la

primera parte de la obra; en la segunda parte sufre grandes cambios, al igual que el mismo

Cervantes que esperó diez años para publicar la continuación del Quijote. La locura de su

personaje no era en su detrimento, es más, era beneficiosa; los demás son los verdaderos

locos al quererlo cambiar, y lo peor es que al final lo logran sin haberse dado cuenta del

error que cometieron, porque no solamente se deshicieron de don Quijote y su locura, sino

también del mismo Alonso Quijano.

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