la medicina colonial

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La Medicina Colonial En el siglo XVI, al arribar los españoles e iniciar la colonización de estas tierras, guiados por la codicia, imbuidos en el misticismo cristiano y provistos de mejor tecnología, nos trajeron la medicina española que no era otra que una atrasada medicina europea medieval. Esta realmente era una medicina galénica o hipocrática mejorada con algunas influencias árabes, era una medicina de examinar el pulso y la orina, de prescribir purgas y sangrías además de prescribir triaca. Por muy togados que hayan sido quienes practicaron esta medicina, ella no pudo ser mejor que las medicinas prehispánicas porque, ahora lo sabemos, ambas debieron ser poco efectivas en lo que se refiere a modificar sustancialmente la evolución o curso natural de las enfermedades. Reconocemos que la medicina aborigen y la hispana tuvieron un gran efecto placeo con sus prácticas y, quizás, la primera fue la mejor al disponer de una variada provisión de plantas medicinales Enfermedades traídas por migraciones: Desde la conquista de América por los europeos, la tierra recién descubierta se vio amenazada por la difusión de nuevas enfermedades epidémicas para estas zonas. Para comprender mejor esta realidad, veremos los puntos de vista de Bustíos y Salaverry, quienes en su texto Historia de la Salud en el Perú, señalan lo siguiente: “Las enfermedades epidémicas fueron una de las principales causas de la llamada “catástrofe demográfica del siglo XVI” de la poblaciones indígenas en América Latina. Más precisamente, cuando el aislamiento del Nuevo Mundo fue roto por la conquista, la América india también inició contacto con microorganismos patógenos del viejo mundo, que provocaron epidemias caracterizadas, durante el primer siglo colonial, por su rápida propagación y su alta letalidad.” Según lo afirmado, en la cita anterior, la despoblación indígena no sólo obedeció a la crisis política y social que trajo como consecuencia rebeliones y muerte, sino que debemos contemplar otros factores como la salubridad. A causa de esto se notó una reducción en el porcentaje de la población indígena, lo que amenazaba a los intereses de los españoles. Los nativos eran necesarios para los españoles, porque ayudaban en las labores domésticas y pagaban tributo.

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Historia de la medicina y medicina tradicional

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La Medicina Colonial

En el siglo XVI, al arribar los españoles e iniciar la colonización de estas tierras, guiados por la codicia, imbuidos en el misticismo cristiano y provistos de mejor tecnología, nos trajeron la medicina española que no era otra que una atrasada medicina europea medieval. Esta realmente era una medicina galénica  o hipocrática mejorada con algunas influencias árabes, era una medicina de examinar el pulso y la orina, de prescribir purgas y sangrías además de prescribir triaca. Por muy togados que hayan sido quienes practicaron esta medicina, ella no pudo ser mejor que las medicinas prehispánicas porque, ahora lo sabemos, ambas debieron ser poco efectivas en lo que se refiere a modificar sustancialmente la evolución o curso natural de las enfermedades. Reconocemos que la medicina aborigen y la hispana tuvieron un gran  efecto placeo con sus prácticas y, quizás, la primera fue la mejor al disponer de una variada provisión de  plantas medicinales

Enfermedades traídas por migraciones:

Desde la conquista de América por los europeos, la tierra recién descubierta se vio amenazada por la difusión de nuevas enfermedades epidémicas para estas zonas. Para comprender mejor esta realidad, veremos los puntos de vista de Bustíos y Salaverry, quienes en su texto Historia de la Salud en el Perú, señalan lo siguiente:

“Las enfermedades epidémicas fueron una de las principales causas de la llamada “catástrofe demográfica del siglo XVI” de la poblaciones indígenas en América Latina. Más precisamente, cuando el aislamiento del Nuevo Mundo fue roto por la conquista, la América india también inició contacto con microorganismos patógenos del viejo mundo, que provocaron epidemias caracterizadas, durante el primer siglo colonial, por su rápida propagación y su alta letalidad.”

Según lo afirmado, en la cita anterior, la despoblación indígena no sólo obedeció a la crisis política y social que trajo como consecuencia rebeliones y muerte, sino que debemos contemplar otros factores como la salubridad.

A causa de esto se notó una reducción en el porcentaje de la población indígena, lo que amenazaba a los intereses de los españoles. Los nativos eran necesarios para los españoles, porque ayudaban en las labores domésticas y pagaban tributo.

Algunos indígenas ante esta situación pudieron resistir con el paso del tiempo, haciéndose más resistentes y a la vez los gérmenes se volvieron menos virulentos. Una de estas plagas fue la viruela, tan contagiosa que aparte de acabar con la población de las ciudades colindantes llegó hasta las colonias de República Dominicana y Argentina. En la ciudad del Cuzco, además de la viruela, el sarampión se presentó de manera mortal, ya que los que resistían a esta enfermedad les dejaba otra, que era la lepra, terminando por matarlos; todas estas y otras más, llegándose a estimar 17 enfermedades diferentes, se dieron durante el siglo XVI. Pasada la época colonial, los nativos siguieron amenazados por las mismas y nuevas epidemias que se propagaban, y es a inicios del siglo XVIII que llega al Perú la fiebre amarilla traída desde Brasil y por ser de parte selvática fue la fuente de mayor propagación en esa época; esta fiebre como ya mencionamos fue traída por los tripulantes que venían de Brasil, que al colonizar la selva peruana, produjo el contagio de aborígenes. Esta enfermedad era muy rara, así que encontrar una cura demoró buen tiempo, fue llamada también vómito negro.

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El mundo andino, exactamente el Alto Perú, fue alcanzado por estas numerosas epidemias, a la vez nacieron o aparecieron nuevos vectores como la pulga, mosquitos, ratas y otros. Los datos recogidos mostraban que la población padecía y sufría mortíferas fiebres. Una de ellas fue la llegada de la Malaria o Paludismo, tan aterradora fue su presencia que la gente de los pueblos se asentaban en las alturas de los andes, ya que no podían seguir en contacto con la costa y sobre todo con la selva.

La muy conocida lepra llegó al sur, proveniente de las personas que escapaban del centro y por más que la gente los rechazaba, está ya se propagaba muy rápido, los portadores de dicha enfermedad eran los negros esclavos provenientes de África, los cuales fueron aislados para así evitar su propagación a la comunidad.

Otra enfermedad que apareció de improviso en el Perú es la rabia humana, en 1803, más adelante en 1807 y 1808 regresó con mayor presencia en Lima, Arequipa e Ica, observándose en estas ciudades una mayor disminución poblacional.

Frente a esta y las demás enfermedades epidémicas las autoridades locales comenzaron a adoptar las medidas que ayudaron al tratamiento y no propagación, usando estas de manera inmediata, algunas fueron:

Ante la situación de la viruela en 1805, esta se pudo controlar gracias a la campaña de vacunación masiva, luego de un período de tiempo esta reapareció en 1818 pero de manera leve, la cual fue la última epidemia de viruela.

Con respecto a la malaria, los nativos se dieron cuenta de las virtudes de la Quina, estos pensaron que al atacar a una enfermedad cálida sería bueno contrarrestarla con una planta cálida y fue así como la Quina mejoró a gran parte de la población, este fue el motivo por lo cual hoy se encuentra graficada en el Escudo de la Nación.

Los Hospitales en la Colonia:

Fundada en 1535 y establecido el sistema de gobierno, se empezaron a instalar las diversas instituciones de la península. En lo que se refiere a la atención de salud, en 1538 se erigió el primer hospital para la atención de los españoles en la Rinconada de Santo domingo.

En general, la atención en los hospitales era para la gente pobre, abandonados, desprotegidos, incurables o desahuciados. Los españoles de buena posición económica solían ser tratados en sus domicilios, donde recibían atención médica y los servicios religiosos.

En Cusco se erigió el Hospital San Bartolomé, el primer Hospital militar, en 1548. También se establecieron el hospital de San Lázaro (1555), Hospital de Nuestra Señora de Remedios (1566), Hospital de Almudena o de San Andrés (1646) y el Hospital General de Indios o Naturales (1558). En Anta, Arica Arequipa (Hospital de San Juan de Dios, 1559), Cajamarca (1630), Chachapoyas, Huancavelica, (1609), Huaura (1674), Huaraz (1770), Moquegua (hospital San Juan de Dios, 1726), Piura (Hospital Santa Ana de Belén), Puno (Hospital San Juan de Dios, 1798), Trujillo, Saña y Sicuani. Hubo muchos otros establecimientos que no tuvieron el rango o denominación de hospital sino que eran considerados asilos, lazaretos o posadas, bajo la organización de los religiosos o de personas piadosas.

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Hospital de San Andrés:

El Hospital Real de San Andrés tiene sus inicios en 1552 cuando Francisco de Molina atendía en su casa en el Callejón de Santo Domingo a enfermos que carecían de recursos. El número de pacientes fue aumentando progresivamente y hubo que recurrir a la caridad pública y luego a la ayuda del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Márquez de Cañete, quien le escogió un arrabal, le asignó algunas rentas comenzando la construcción por la edificación de las enfermerías. Agradecido Francisco de Molina, puso como nombre al naciente Hospital el nombre de su benefactor "Andrés".

Recordemos que en esas épocas la atención de los enfermos era un acto de caridad cristiana. La salud era un don divino y la enfermedad una prueba de fe. El médico se formaba más como académico que como práctico y socialmente era mejor considerado en cuanto podía comentar adecuadamente los clásicos hipocráticos y galénicos. El principal objetivo al fundar un Hospital era brindar un ambiente para el buen morir. Los que padecían una enfermedad ligera o curable eran atendidos en sus domicilios.

Las visitas de los médicos en los hospitales, a diferencia de la actualidad no eran muy frecuentes, pues en general la administración y el cuidado diario estaban a cargo de una orden religiosa o de mayordomos que dependían de ella o de un patronazgo real. La mayor parte del día los enfermos eran atendidos por los botiqueros y mozos del hospital y tal vez, una vez a la semana, tenían la visita de un médico titular que daba las indicaciones para su tratamiento. Estas medidas incluian medicamentos del arsenal galénico, dietas y ocasionalmente sangrías o flebotomías. Los medicamentos eran preparados por un boticario que disponía de los preparados minerales y en el caso de ser vegetales los obtenía de la huerta de plantas medicinales que rodeaba el hospital. La dieta, que solía calificarse con términos de fuerte o ligera era abundantes en sopas o infusiones ligeras las que eran preparadas por los familiares o allegados de los enfermos.

El Hospital de San Andrés desde sus inicios fue un hospital real, es decir que se encontraba bajo el patronazgo de la corona quien apoyaba su mantenimiento con un aporte anual.

Valdizán hace notar que antes de 1560 ya se menciona en las crónicas la existencia del hospital de San Andrés pues se dice que en 1556 fueron enterradas las momias de algunos emperadores Incas. Córdova y Urrutia señala este acontecimiento en 1556. A la muerte de Francisco de Molina en 1600, el Padre Juan Sebastián se interesa por el Hospital y solicita la protección del Marques de Salinas,

Al hablar del Hospital de San Andrés no podemos olvidar su relación con la Cirugía y la anatomía. La enseñanza de la medicina que se inicia en la Universidad de San Marcos con las cátedras de Prima y de Vísperas era hasta entonces el producto de una educación escolástica en la que el catedrático leía los textos de Aristóteles, Hipócrates, Galeno y Avicena en una educación eminentemente teórica. Recién en 1711 se crea la cátedra de anatomía. El primer catedrático fue el Dr. José de Fuentidueñas quien realmente no ejerce el cargo porque ingresa a la vida religiosa, pero sin embargo se establece la relación entre la cátedra de anatomía y el Hospital de San Andrés, pues el catedrático debia:"ir una vez cada semana del año al Hospital de San Andrés y con la asistencia de los cirujanos y cursantes a hacer la anatomía en una de los cuerpos que en el

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muriese". La cátedra contaba con una renta de 412 pesos la cual era insuficiente y con un monto inferior a la que tenían las cátedras de Prima, Víspera y método. El siguiente catedrático, fue don Pedro López Godos quien tenía la misma obligación pero que dicto un curso teórico.

La reglamentación en los primeros anfiteatros europeos requería que al practicar la disección el catedrático debía mostrar cada parte "(donde la trata Galeno y Vesalio y los demás que quisiera declarando lo más llegado a razón)" y disponía así mismo que "lo que fuere leyendo en su “lection y cathedra” lo vaya mostrando en las estampas y figuras de Vesalio para que se entienda lo que va leyendo".

Recordemos que en los comienzos del siglo XVIII el estado de la medicina en el Perú era deplorable. La enseñanza médica era fundamentalmente teórica y a los catedráticos de las asignaturas de método y anatomía creada en 1691 y 1771 se les designaba con el nombre de catedrático "in partibus" o de anillo porque no ejercía el cargo. Había muy pocos médicos y campeaba la charlatanería y la ignorancia. Las labores del protomedicato se reducían a conferir uno que otro Título de Médico, los hospitales distaban mucho de ser escuelas de aprendizaje pues tenían escasos recursos para atender a los enfermos y adicionalmente la falta de una rápida comunicación con el viejo mundo impedía a los profesionales peruanos conocer en detalle el movimiento científico que se efectuaban en los grandes centros médicos europeos.