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La mente (4) LOS PROCESOS MENTALES [Autoría del texto principal: César Tejedor Campomanes, Introducción al pensamiento filosófico, SM, Madrid, 1996, pp. 49-52. Se han hecho pequeñas modificaciones ajenas al autor] 1) ¿Qué se entiende, en este contexto, por intencionalidad? ¿Cómo es definida actualmente? 2) ¿Qué se entiende, en este contexto, por conciencia? ¿Qué tipos de conciencia pueden distinguirse? 3) ¿Qué se entiende, en este contexto, por carácter representacional de los procesos mentales? 4) ¿Qué es un signo? Según Charles Sanders Peirce (pronunciado /ˈpɜrs/ purse en inglés), ¿qué clases de signos hay? 5) ¿Qué es el “mentalés”? ¿En qué sentido la hipótesis de la existencia del “mentalés” establece un paralelismo entre la mente y el ordenador? 6) ¿Qué diversos “formatos” pueden poseer las representaciones mentales? ¿Qué problemas puede ocasionar esto? 7) ¿Qué problemas puede plantear la subjetividad entendida como característica de los procesos mentales? 1

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La mente (4) LOS PROCESOS MENTALES

[Autoría del texto principal: César Tejedor Campomanes, Introducción al pensamiento filosófico , SM, Madrid, 1996, pp. 49-52. Se han hecho pequeñas modificaciones ajenas al autor]

1) ¿Qué se entiende, en este contexto, por intencionalidad? ¿Cómo es definida actualmente?

2) ¿Qué se entiende, en este contexto, por conciencia? ¿Qué tipos de conciencia pueden distinguirse?

3) ¿Qué se entiende, en este contexto, por carácter representacional de los procesos mentales?

4) ¿Qué es un signo? Según Charles Sanders Peirce (pronunciado /ˈpɜrs/ purse en inglés), ¿qué clases de signos hay?

5) ¿Qué es el “mentalés”? ¿En qué sentido la hipótesis de la existencia del “mentalés” establece un paralelismo entre la mente y el ordenador?

6) ¿Qué diversos “formatos” pueden poseer las representaciones mentales? ¿Qué problemas puede ocasionar esto?

7) ¿Qué problemas puede plantear la subjetividad entendida como característica de los procesos mentales?

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INTENCIONALIDAD

Se debe a Franz Brentano (1838-1917) la idea de que ésta es la primera y más

importante característica de los procesos mentales:

Franz Brentano, Psicología desde un punto de vista empírico , II, I, § 5 (extraído de César Tejedor Campomanes,

Introducción al pensamiento filosófico , SM, Madrid, 1996, p. 49). Versión del texto en PDF AQUÍ (p. 81)

La intencionalidad es, pues, la propiedad de los procesos mentales de hacer referencia a un

objeto, tener un objeto o contenido. Todo proceso mental es “sobre algo”. Si conozco, amo,

imagino…, necesariamente conozco, amo o imagino algo. Es absurdo, por ejemplo, decir:

“Estoy pensando en nada”, salvo que se entienda: “En nada importante, en nada que te pueda

interesar, etc.”.

Actualmente se suele definir la intencionalidad como una “actitud proposicional“ Es decir, el

objeto o contenido de la mente es una proposición , y la intencionalidad es una actitud (creo,

espero, deseo, etc.) ante ella.

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Por ejemplo: “Espero que p “, donde p es una proposición cualquiera como “Mañana lloverá” o

“Está en el armario”.

Esta concepción de intencionalidad expresa bastante claramente dos cosas:

1. Que es indiferente que el objeto de la intencionalidad, o actitud proposicional, sea

real o no (“Mañana lloverá” no es algo real), se frustre o no (podría no llover), sea

verdadero o falso (quizá no está en el armario).

2. Que ésta es una diferencia entre acontecimientos

mentales y físicos: carece de sentido preguntarse por la

“actitud” del fuego o de la lluvia. Y una diferencia entre

la mente y el ordenador: éste procesa proposiciones,

pero no tiene ninguna “actitud” ante ellas. Sería

sorprendente que un ordenador enviara mensajes como

“Eso no me lo creo” (y que realmente no se lo creyera).

CONCIENCIA

La conciencia no es una “cosa” ni “un espacio” en la mente, es el conocimiento inmediato de los

propios procesos mentales . Es la con-ciencia, es decir, el “conocimiento del (o con)

conocimiento”. O también -aunque en principio no parece lo mismo- el darse cuenta de algo .

Supongamos que he invitado a alguien a comer a casa, y que su vaso está vacío. Pudieran

suceder entonces varias cosas:

1. Que yo esté mirando su vaso, pero no me dé cuenta de que está vacío: estoy

“mirando sin ver”; lo miro, pero no me doy cuenta. Y, claro, no digo nada (para

desesperación, quizá, del otro).

2. Que me dé cuenta y diga: “Tu vaso está vacío” (y el otro, quizá, suspira aliviado).

3. Que me dé cuenta y diga: “Perdona, veo que tu vaso está vacío”.

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Analicemos estas tres posibilidades. “Veo que tu vaso está vacío ” es una actitud proposicional

(Veo que p ). En el primer caso (1) no adopto esa actitud, ya que no soy consciente de lo que

pasa; en (2) tomo conciencia de p (“Tu vaso está vacío”); en (3) tomo, además, conciencia de mi

actitud ante p (“Veo que…”).

Quizá quede claro -con este ejemplo- que hay dos tipos de conciencia: la conciencia de un

objeto, o conciencia directa, y la conciencia de un proceso mental, o conciencia refleja. Con la

primera me doy cuenta de “que p ” (“Tu vaso está vacío”); con la segunda me doy cuenta de mi

actitud ante p (mi actitud de “ver” que p ).

Jaime Balmes, Filosofía fundamental , Imprenta de A. Brusi, Barcelona, 1846, Libro I, Capítulo XXIII, pp. 203-204

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Un problema: ¿puede darse sólo conciencia directa, sin que exista también conciencia refleja?

Quizá todo sea cuestión de énfasis y siempre se dan las dos clases de conciencia, pero

predominando una o la otra.

El “darse cuenta” (la conciencia) no es un proceso distinto de los demás procesos mentales y que

se sobreañada a ellos, sino una cualidad que los acompaña . Si no fuera así, probablemente se

entraría en “proceso al infinito”. Imagínese este diálogo absurdo: “Tu vaso está vacío”. “¿Cómo

lo sabes?”. “Porque me doy cuenta”. “¿Y cómo sabes que

te das cuenta?”. Si contesto: “Porque me doy cuenta de

que me doy cuenta”, entonces estoy perdido: me volverá

a preguntar indefinidamente lo mismo, y no tendré

escapatoria. Mi respuesta debería ser: “Simplemente, me

doy cuenta; sin más”. [Un consejo: En estos casos, lo mejor es evitar que el vaso del otro se

quede vacío].

CARÁCTER REPRESENTACIONAL

Se suele insistir en el carácter representacional de la mente: un

proceso mental es siempre un re-presentarse un objeto. El objeto

(por ejemplo, una noche lluviosa) no está presente en la mente en

sí mismo o “en persona” (en cuyo caso la mente se encontraría

bastante oscura y mojada), sino sólo representado.

Cuando alguien no puede acudir a un sitio, quizá envíe una representación; así se hace presente,

pero no en persona, sino por medio de otro. Tal sucede con la presencia (intencional) de los

objetos en la mente: son representaciones. El problema es: ¿qué clase de representaciones?

Hay que hacer aquí -no hay más remedio- algunas aclaraciones técnicas.

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Signo es todo aquello (sonido, gesto, imagen, cosa…) que al ser percibido remite a algo ausente

(a lo cual, por tanto, re-presenta).

Según Charles Sanders Peirce (pronunciado /ˈpɜrs/purse en inglés)

(1839-1914) -cuya concepción ha sido muy influyente- hay tres clases de

signos:

1. Índice: Todo signo que tiene alguna conexión física con el

objeto denotado (ej., huella del pie, fiebre).

2. Icono: Si hace referencia a un objeto por algún tipo de

semejanza; puede ser imagen, diagrama o metáfora.

3. Símbolo: Si la relación con el objeto está determinada únicamente por una

convención previa. Los signos lingüísticos y matemáticos son, así, símbolos. Y

también los ordenadores utilizan un sistema simbólico.

Charles Sanders Peirce, La

ciencia de la semiótica ,

Ediciones Nueva Visión,

Buenos Aires, 1976, p. 30

(consultar texto completo

AQUÍ)

Por otro lado, en todo

signo hay que distinguir

el significante y el

significado, llamándose

la relación entre ambos

“significación“. Esto es

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de sobra conocido. La cuestión importante es la siguiente:

La consideración sintáctica de un lenguaje cualquiera (el lenguaje humano o el lenguaje

“máquina” de los ordenadores) sólo atiende a la combinación, según reglas, de los significantes

entre sí; nada importa el significado. Es el caso de los ordenadores: sólo son “máquinas

sintácticas” que relacionan símbolos.

En cambio, la mente humana tiene también un carácter semántico: no sólo combina

significantes, sino que también les reconoce un significado, y mediante él se refiere a los

objetos. La mente sabe lo que significa “lluvia” y con ese signo se refiere (en esto consiste la

intencionalidad) a un acontecimiento del mundo. [Leed ahora el texto que da comienzo a este

tema].

La cuestión es: ¿de qué clase son las representaciones mentales?

La tesis más simplificadora afirma que son exclusivamente simbólicas,

es decir, de tipo lingüísitico (cfr. supra la definición de símbolo).

Es famosa la teoría de Jerry Alan Fodor (nacido en 1935 en Nueva

York, Estados Unidos) según la cual habría un lenguaje del

pensamiento (The Language of Thought ) -llamado “mentalés“- dotado

de una sintaxis semejante a la de la lógica matemática (cálculo

proposicional) y basado en estructuras neurológicas.

Por supuesto, el mentalés -que también es semántico, es decir, de significados- es distinto del

lenguaje ordinario con el que nos comunicamos unos con otros.

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Pascual F. Martínez Freire, La Importancia del Conocimiento. Filosofía y Ciencias Cognitivas , Netbiblo, Oleiros

(La Coruña), 2007, p. 66

Esta tesis establece un claro paralelismo entre la mente y el ordenador. Este

último manipula símbolos, y utiliza lenguajes de varios niveles: el programador se

comunica con el ordenador mediante un lenguaje que éste puede interpretar

(lenguaje “de programación”), pero luego lo traduce al lenguaje que realmente

utiliza (el lenguaje “máquina”). Algo parecido sucedería con las mentes humanas:

pensamos conscientemente y nos comunicamos con los demás en lenguaje

ordinario , pero nada tendría de extraño que la mente manejara lenguajes simbólicos más

comprimidos (el mentalés ), que luego traduciría al lenguaje ordinario.

Muchos, sin embargo, no están de acuerdo con la tesis de Fodor: las representaciones mentales

no son exclusivamente simbólicas, sino que poseen, por decirlo de alguna manera, diversos

formatos.

Uno de los argumentos esgrimidos en favor de la nueva tesis es que ni los animales (con los que

nos encontramos en continuidad biológica) ni los niños muy pequeños piensan, evidentemente,

con representaciones lingüísticas (es decir, “frases”). Existen otras formas de representación que

son “icónicas” o “pictoriales” (como “pinturas”) y tienen carácter espacial: imágenes, esquemas,

prototipos, etc. Muchos de nuestros conceptos parecen estar

representados en la mente de este modo.

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De manera que lo más probable es que las representaciones mentales no sean todas de carácter

simbólico, y, seguramente las de los niños pequeños no lo son. Esto plantea bastantes problemas.

Por ejemplo, es posible que un concepto esté representado -o se intente representar- en un

formato poco adecuado. O puede ser que conocimientos sobre la misma cuestión estén

representados con formatos diversos y uno no sea capaz, por ello, de relacionarlos entre sí. Esto

quiere decir que es necesario poder hacer la traducción de un formato a otro .

Si uno no entiende una explicación en formato simbólico (lingüístico), es posible que pida “un

ejemplo” visual (y muchos libros están llenos de ellos). Pero si uno se queda en el ejemplo, y no

es capaz luego de generalizarlo y pasarlo a formato lingüístico, no será capaz de explicar nada

más tarde. Sólo será capaz de repetir el ejemplo. Ello explica muy bien cómo es posible que se

diga a veces: “Lo sé, pero no puedo explicarlo”. Lo que está diciendo es: “¡No puedo pasarlo

(traducirlo) al formato lingüístico!” [Tal vez, entonces, no haya que aprender sólo esquemas

visuales. Habrá que ser capaz de explicarlos también “con palabras”].

CONCLUSIONES

Así, pues, los procesos mentales parecen ser:

1. Procesos de re-presentación de carácter no sólo simbólico (lingüístico), sino

también imaginativo, etc.

2. Mediante estas representaciones se hace referencia a objetos, existentes en el

mundo o no (intencionalidad ).

3. Estos procesos no son siempre conscientes .

Las tres características están, pues, íntimamente relacionadas.

Por supuesto, se podrían citar algunas características más. Por

ejemplo, la subjetividad. Quiere decirse que los procesos mentales

no son “públicos”, son sólo para mí . Tú y yo podemos tener ante la

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vista la misma escena (por ejemplo, imágenes de violencia en televisión); la escena es pública,

pero mi modo de verla, mi indignación, etc., son sólo míos, pertenecen a mi vida “privada”.

Se ve inmediatamente los problemas que esto plantea: ¿Cómo puedo comunicar mi vida interior,

si es sólo mía? ¿Cómo puedo comprender la tuya? ¿Cómo sé, incluso, que la tienes?

Pero existen muchos otros problemas relacionados con la vida mental. Algunos de ellos se

citarán aquí, y otros al final de este tema.

1. ¿Todos los procesos mentales son representacionales (es decir, procesos por los

que nos representamos algo)? No. Pero los que no los son -por ejemplo, los

sentimientos- se basan en representaciones: “Nada puede ser juzgado, ni deseado,

ni esperado o temido si no ha sido previamente representado”, escribe Brentano.

Franz Brentano, Psicología desde un punto de vista empírico , II, I, § 3 (“Los fenómenos psíquicos son

representaciones o tienen representaciones por base”). Versión del texto en PDF AQUÍ (p. 65)

2. ¿Todos los procesos mentales son intencionales? Se ha defendido que ciertos estados

afectivos no lo son: puedo estar triste sin más, sin objeto, sin contenido, sin saber por qué.

Brentano respondió a esta objeción afirmando que los sentimientos responden siempre a una

representación intencional (habría que añadir: la cual puede ser inconsciente). Por eso, aunque

estoy triste sin saber por qué, pienso que “será por algo” e intento encontrarlo.

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3. ¿Todos los procesos mentales son conscientes? Ya se ha sugerido más

arriba que no. Fue René Descartes (1596-1650) quien identificó alma,

pensamiento y conciencia.

Todo pensamiento -afirmó- es consciente; y si no lo es, no es un pensamiento,

no es nada.

Descartes, Conversación con Burman , traducción y notas de Ernesto López y Mercedes Graña, en Biblioteca de

Grandes Pensadores, estudio introductorio de Cirilo Flórez Miguel, editorial Gredos, Madrid, 2011, p. 422 (leer más

AQUÍ)

Esta doctrina bloqueó durante siglos las sospecha de que pudieran existir procesos mentales

inconscientes, y condujo a que la psicología fuera definida como “ciencia de la conciencia”.

Sin embargo, un cartesiano del siglo XVII sugirió lo contrario: Gottfried

Wilhelm Leibniz (1646-1716) distinguió entre “percepciones” y

“apercepciones“, afirmando que las primeras eran inconscientes, de tal

modo que es posible “percibir sin apercibirse”.

Afirmó también que en todas las cosas ocurrían percepciones, y que -en

definitiva- la conciencia no era algo de “todo o nada”, sino que existían

grados de conciencia .

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Manuel García Morente, Lecciones preliminares de filosofía , en Obras completas II (1937-1942), Volumen I,

Edición de Juan Miguel Palacios y Rogelio Rovira, Editorial Anthropos, Madrid, 1996, p. 174

Sin embargo, hasta Sigmund Freud (1856-1939), a principios del siglo XX, no

se impone como una evidencia la existencia del inconsciente.

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