La Metaotredad en Los Comentarios Reales

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Sobre los comentarios:La intencin que tuvo el Inca al preparar losComentarios reales(1609) -un proyecto que ya anunciaba desde 1586- fue seguramente muy distinta: quera escribir la historia del Incario hasta la llegada de los espaoles articulando en esa historia una reivindicacin del pasado de su pueblo, construida desde la idea neoplatnica de fusin con el pueblo conquistador. Y tena que hacerlo trabajando con recuerdos personales, algunos dolorosos, guardados largo tiempo en la memoria y complementados con gran acopio de fuentes escritas y orales sobre su tierra natal. Si ser mestizo de india y espaol significaba plantearse la cuestin de ser a la vez dos cosas opuestas y en conflicto e intentar resolver esa ambivalencia en una visin integradora y equilibrada, losComentarios realesson una buena puesta en prctica de ello. Quiz por eso el plan de la obra la conceba en dos partes: la primera, esosComentarios reales que tratan del origen de los Incas, reyes que fueron del Per, de su idolatra, leyes y gobierno, en paz y en guerra; de sus vidas y conquistas y de todo lo que fue aquel Imperio y su Repblica, antes que los espaoles pasaran a l, con que Garcilaso cumpla la obligacin que a la patria y a los parientes maternos se les deba; y la segunda parte, tituladaHistoria General del Per, en que hace larga relacin de las hazaas y valentas que los bravos y valerosos espaoles hizieron en ganar aquel riqussimo Imperio, con que assimismo he cumplido (aunque no por entero) con la obligacin paterna, que a mi padre y a sus ilustres y generosos compaeros devo, todo ello volcado en los moldes de un discurso que el propio Garcilaso calific como tragedia y que lo es no slo por la esencia trgica de la materia (en el repertorio de los posibles argumentos de las tragedias ya Aristteles prefiere el paso de la prosperidad a la adversidad; en este caso la destruccin del imperio incaico), sino tambin por la perspectiva que adopta el cronista y que consigue transmitir una vivencia trgica general que unifica y da sentido a los hechos narrados desde la primera parte, pues la desaparicin fsica y el consecuente destierro de su linaje significan para Garcilaso el final de una dinasta, de un imperio y de toda una civilizacin. Aunque la carga emocional que determina estructuras y perspectivas como sas permita afirmar que la obra inaugura el motivo del desgarramiento cultural que ha inquietado a tantos escritores hispanoamericanos desde entonces, el Inca escriba con nimo apacible y equilibrado, aunque reivindicativo y esperanzado en una restauracin de la verdad y la justicia, como si la herida hubiese cicatrizado ya, de donde se deriva otro rasgo caracterstico de esa escritura: el esfuerzo por someter al filtro de la reflexin serena -que reafirm y refin con sus lecturas de filsofos e historiadores clsicos y humanistas- las pasiones desatadas por el trauma de la conquista. Por otra parte, el ttulo mismo deComentarios realeses tambin revelador del cuidado y el rigor con que el Inca encaraba su tarea de historiador, porque si comentarios remite a una de las formas o subgneros de la historiografa que supone la glosa de una obra anterior con el propsito de rectificarla o ampliarla, tambin el adjetivo reales admite interpretaciones significativas: son comentarios reales en el sentido de verdaderos y por lo tanto fieles a los hechos de que se trata; y tambin son reales en el sentido de propios de larealeza incaica, de la que Garcilaso se presenta como heredero directo y como narrador privilegiado. En el famoso Proemio al lector el autor deja bien claros sus capacidades y sus propsitos: aunque no es el primer cronista que escribe sobre las cosas del Per, es el primero que intenta dar la relacin entera dellas, porque algunos las escribieron tan cortamente que las entendieron y dieron a entender mal. Con el nimo de corregir esos defectos, confusiones y falsedades, y forzado del amor natural a la patria, promete escribir clara y distintamente no slo sobre lo que en mis nieces o muchas veces a mi madre y a sus hermanos y tos y a otros sus mayores, sino adems sobre lo que l sabe mejor que otros, entre otras razones porque el quechua fue su lengua materna y puede sealar cundo los cronistas la interpretaron fuera de la propiedad della para esclarecer, corregir y restaurar lo que esos cronistas confundieron o dejaron sin decir.La idea clave parece la de ser (de nuevo) un intrprete, y serlo en varios niveles: lingstico, intelectual, cultural, espiritual e histrico, pues no cabe duda de que el Inca tuvo un conocimiento profundo y extenso del pasado incaico, segn el estado de la historiografa en su poca, y de que como historiador fue todo lo riguroso y metdico que poda ser -lea atentamente sus fuentes, las anotaba, las cotejaba con otras, las citaba continuamente (en especial laHistoria de los Incasdel jesuita Blas Valera, cuya aparicin en losComentarios realeses todo lo que queda de una obra perdida), solicitaba testimonios orales o escritos siempre que le era posible-, aunque finalmente volcaba todo eso en el caudal autobiogrfico de lo aprendido, guardado en el recuerdo y elaborado por la imaginacin de escritor, en un proceso que le permite dirigir sus enfoques tanto al dato y el detalle como a la visin de conjunto. l mismo dir que conservar algoen el coraznes frase de indios por deciren la memoria, tal vez para explicar esa seleccin emocional aunque no del todo inconsciente de lo recordable por la que, como se ha dicho, el Inca escribi como escribi Homero, desde donde nacen las mitologas y se asienta la historia de los hombres que llamamos Cultura. As, aunque no es exacto concluir que peca contra la verdad de los hechos para servir a su causa, s es cierto que a menudo los depura, idealiza o embellece evocndolos entre los vuelos poticos de una prosa afanada en ofrecer una imagen del Incario como el mejor estado de civilizacin imaginable para una cultura pagana, en coherencia con la visin histrica providencialista a la que es fiel su proyecto y probablemente como consecuencia de sus lecturas de interpretaciones utpicas sobre el proceso histrico, lo que supo conjugar armoniosamente con el riguroso esquema que la Historia (programtica, tica y ejemplar) tena en la cultura europea de su tiempo, con las rbitas y categoras de la filografa neoplatnica, y hasta con su propio proyecto de legitimacin personal. Porque el Inca se incorpora a s mismo en el cauce de la Historia y hace constantes acotaciones autobiogrficas que revelan los hondos motivos personales que subyacen a su empresa historiogrfica. Quiz por eso nos parece hoy un historiador ms cercano a nuestra sensibilidad que muchos de sus contemporneos, y ms atractivo tambin, por la calidad literaria de su prosa y por la relacin que evidencian sus pginas con ese motivo omnicultural y recurrente que pudiramos llamar la nostalgia de algo idealizado, perdido y recuperado por la imaginacin y la escritura.AquellaHistoria General del Pero segunda parte de losComentarios reales, con que Garcilaso concluye su recorrido por el Incario con la ejecucin pblica del ltimo inca, Tpac Amaru, aunque terminada hacia 1612, slo se publicara ya pstumamente en 1617: un ao antes, probablemente el 23 de abril, el autor haba muerto en Crdoba tras una larga enfermedad que dej inacabado su proyecto de volver a su sentido espiritual las polmicas (y prohibidas por la Inquisicin)Liiones de Job apropiadas a las pasiones de amor,de su antepasado Garci Snchez de Badajoz. Sobre su tumba, que quiso instalar en la Capilla de las nimas de la catedral cordobesa, fue inscrito el epitafio que l mismo redactara recordando una vez ms las mltiples dualidades con que el destino quiso adornarle y que quiz slo por la escritura consigui armonizar: El Inca Garcilaso de la Vega, varn insigne, digno de perpetua memoria, ilustre de sangre, perito en letras, valiente en armas, hijo de Garcilaso de la Vega de las casas ducales de Feria e Infantado, y de Isabel Palla, sobrina de Huayna Cpac, ltimo Emperador de Indias. Coment La Florida, tradujo a Len Hebreo y compuso los Comentarios Reales. Vivi en Crdoba con mucha religin, muri ejemplar; dot esta capilla, enterrse en ella; vincul sus bienes al sufragio de las nimas del Purgatorio.Remedios Mataix(Universidad de Alicante)

La Metaotredad enComentarios realesdel Inca Garcilaso de la VegaFrancisco Manzo-RobledoAssociate ProfessorDepartment of Foreign Languages and LiteraturesWashington State University

Uno de los primeros ejemplos de historiografa correctiva colonial se encuentra en la obraLa Florida(1605)1del Inca Garcilaso de la Vega (Garcilaso Inca de la Vega, nombre que escoge para sustituir al de nacimiento, Gmez Surez de Figueroa; Abril 12, 1539-1616.) En esta obra, Garcilaso manifiesta una representacin favorable de los indgenas (Margarita Zamora, 230.) Como se ha hecho notar ltimamente, la representacin del otro, ha acarreado complicaciones de diversa ndole, en conjunto con modos de interpretacin. En el caso de la colonia, habr que hacer notar que en representaciones del vencido, siempre est ah la sombra de la contraparte en las gestas de la conquista y la comparacin se efecta por contraste. Por otro lado, independientemente de la representacin que se haga del conquistador, es la realidad la que se encarga de recomponer esa representacin: el conquistador es el dominante, es el que tiene la autoridad y se impone hegemnicamente, no importa cul sea la imagen asignada, y menos cuando tal representacin proviene del subalterno como lo fue el mestizo en la poca colonial. En otras palabras el conquistador siempre tendr tras de s el respaldo de la victoria que lo coloca por lo alto del subyugado. De igual forma, la representacin del otro, por ms benigna que sea, finalmente quedar como un intento de reivindicacin tarda, despus del hecho, y an ms cuando la representacin est cargada de excusas hiperblicas.El problema de la representacin del sujeto colonial ha sido tratado con bastante profundidad por varios crticos. Iris M. Zavala, refirindose al tema nos dice:The problem of the representation of the colonial subject is directly linked to the distinction between the same and the other. As Andr Thevet, a royal cosmographer in France and popular story-teller in the sixteenth century wrote in his invented picturesque stories about North America: It is not possible for any man to see all things in his lifetime [...] but God has given us a way to be able to represent them. (325)Andr Thevet no fue el primero en reconocer el regalo divino para la representacin del indgena, en 1492, Cristbal Coln lo hizo en su diario de viajes, cuando aquellos se encontraban, acorde a lo que dice, frente a l: Ellos andaban todos desnudos como su madre los pari, y tambin las mujeres, aunque no vide ms de una farto moza . Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de ms de treinta aos: muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras(30)En el caso de Garcilaso, dice l, trajina con realidades; en su discurso trata primero de ganar autoridad para su autora por medio del respaldo de su herencia copartcipe de las dos elites hegemnicas, una antes de la conquista (la inca) y la otra posterior (la espaola); es innegable que en el intento, su discurso en ocasiones se vuelve ficcional y potico, y aunque no deforma por entero a sus representados, subsiste el resabio de irrealidad y sealamiento acomodaticio: EnLos Comentariosse describe una sociedad casi perfecta bajo el dominio de los Incas (Carlos Manuel Cox 37), amen de sus comparaciones directas e indirectas con el imperio romano (ver Sabine McCormack.): [...] de la ciudad del Cuzco, que fue otra Roma en aquel Imperio [...](I, 55)2. En el imperio Inca (Tahuantinsuyu) los lderes son benvolos con los conquistados, y stos, con gran agrado, aceptaban la ley de los Incas y su cumplimiento estricto, objetivo primordial en el imperio Inca para asegurar la estabilidad en sus dominios (Donald G Castanien, 104.) Es decir, todos los caminos conducen a Cuzco. Para su mejor posicionamiento, Garcilaso promueve la conjetura de que los Incas fueron los que activamente prepararon la hendidura en el imperio para facilitar, primero, la conquista espaola y luego la cristianizacin de las gentes bajo su control. Por lo escrito en losComentarios, Garcilaso no contempl una posibilidad de interpretacin a contracorriente, proporcionando detalles para la existencia de una traicin de parte de los Incas hacia sus propios coterrneos, posibilidad mucho ms clara en el imperio Azteca con los Tlaxcaltecas y otras tribus, el mismo Moctezuma y La Malinche (Doa Marina), que con diferentes conductas auxilian la labor par la conquista de final de Tenochtitln.Aunque en la temprana era colonial, el trmino castas se refera especficamente a gente de raza mixta, lo cual excluira a los espaoles, a otros europeos, negros e indios, en la realidad, el trmino era aplicable a cualquier grupo no espaol (Kenneth Mills, 360.) La situacin social en la colonia americana fue, durante muchos aos, manejada con un sistema de castas. El caso del Inca Garcilaso algo peculiar en el sentido de que goza de cierta laxitud por ser hijo de un acomodado espaol (Sebastin Gracilazo de la Vega y Vargas) y una heredera noble de los Incas (Chimpu Ocllo, princesa de la familia real, nieta de Huayna Capac, primo de ambos, Huascar y Atahualpa, pero por otro lado, una concubina.) No obstante, la circunstancia de Garcilaso queda definida de todas formas como uno del producto de la subyugacin, primero por la madre amancebada fuera de la proteccin del matrimonio como contrato social y religioso aceptado por la sociedad colonial, y luego por tener parte de los derrotados por la conquista. Garcilaso, era hijo natural (hija del pecado se dira de Sor Juana) dentro de la nomenclatura de la autoridad eclesistica. [Si ha este hecho le agregramos el problema de gnero (ser mujer), tendramos entonces el caso de la hermana de Garcilaso, Leonor de la Vega. Caso curioso, en el ltimo captulo del Libro Primero, Garcilaso comenta sobre cmo el linaje real poda perderse ms por la parte femenina, ya que [...] de la descendencia femenina no hacan caso los Incas, por no bajar su sangre real de la alteza que se tena [...] (I, 126)]La representacin, manejada desde una posicin de sumisin siempre ser problemtica, ya que sin ninguna equivocacin posible, el conquistado es el asunto de representacin, el Otro. EnLa Florida, Garcilaso propone una representacin de casi-iguales entre espaoles e indgenas (Zamora, 231.) El reto de Garcilaso a la historiografa tradicional contina enComentarios reales de los Incas(1609)3. Aqu, Garcilaso encara de manera alabeada, lo escrito por historiadores y comentaristas, a tal grado que los suyos son slocomentarios, una glosa a lo ya escrito, un gnero de por s, por debajo de las crnicas o documentos histricos de la poca. Dice Garcilaso, [...] forzado del amor natural de la patria, me ofrec al trabajo de escribir estosComentarios, donde clara y distintamente se vern las cosas que en aquella repblica haba antes de los espaoles[...]., y luego, hablando de los historiadores, escribe, [...] que mi intencin no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa y de intrprete [...] (I, Proemio 55), y entonces el autor encara un contexto mucho ms escabroso en el aspecto de la representacin: Con los propsitos mencionados, Garcilaso recurre al recuerdo (propios y por parte de sus parientes Incas), a la comunicacin verbal y a su conocimiento de la cultura Inca, reclamando una parte de su linaje (la Inca, ms que nada), para luego excluirse, en donde parece pertinente, albergndose en su estirpe espaola, creando un espacio de actuar fluctuante, a veces restringido, y en veces ms ampliado.EnComentariosel Inca Garcilaso de la Vega toma un papel multifactico pro-defensa tanto de la conquista, como de los conquistados, pero preponderantemente de los Incas. Es claro que justifica la conquista: The conquest of the Incas were justifiable because, as a result, the barbarians were separated from their unfortunate customs and were taught respectable ways. (Castanien 106). En sus comentarios, a los Incas corresponde la mayor defensa en su carcter de escogidos por el dios Sol, y aqu es notable su catalogacin aristocrtica. As, criticando a los historiadores, Garcilaso dice:Y esto es lo que los historiadores dicen, en confuso, que tal Inca hizo tal linaje y tal Inca otro linaje llamado tal, dando a entender que eran diferentes linajes, siendo todo uno, como lo dan a entender los indios[...] Tambin llamaron Inca, sin divisin alguna, a los varones de aquel linaje, que quiere decir de sangre real, y a las mujeres llamaron Palla que es mujer de la misma sangre real. (III, 39)Comentando sobre esto, Castanien, dice:When Garcilaso identifies himself as an Indian, which he does frequently, he really means Inca, a title that even in the most relaxed days of the empire was reserved for the nobility and for those the Incas wished particularly to honor. It was much later that all the Indians of the old empire were referred to indiscriminately as Incas. (Castanien, 107).Por otro lado en losComentarios Realesasoma una exclusin completa de la defensa de los no-Incas, los indgenas perifricos a la raza escogida, susceptible a ser educados y convertidos a la ideologa colonialista, primero por los Incas y posteriormente por los espaoles. Garcilaso ha recibido grandes crticas por no haber reconocido las bondades de las culturas nativas adems de la Inca, y por no admitir la influencia que pudieron tener en la cultura indgena del rea, ejerciendo en efecto una poltica de exclusin. Puede decirse que poco afect en l todas las trabas y vicisitudes que la conquista represent a las culturas existentes. En el transcurso de losComentarios, Garcilaso deja muy en claro que acepta y aprueba la conquista, sin importar la forma en que sta se llev a cabo, aunque s prefiere la conquista por persuasin (sobre todo cuando habla de los Incas) que por la fuerza. Sin embargo, para l la conquista parece ser una condicin necesaria para la realizacin de los designios del Dios judeo-cristiano, para lograr la conversin y el progreso en la fe de los conquistados.Segn Castanien (101), Garcilaso asume una actitud semejante a la que adoptaban los antiguos griegos con respecto a los otros. En el Libro Primero, captulo IX, Garcilaso, refirindose a la idolatra, propone necesario dividamos aquellos siglos en dos edades, la primera, antes de la conquista por los Incas y ms tarde, la situacin de cmo gobernaron aquellos Reyes (I, 84). De esta forma, Garcilaso propone una re-estructuracin del objeto por representar. En el Libro primero, a partir del captulo X se encuentran referencias desdeosas y hasta insultantes de los indgenas oriundos del lugar, antes y despus de la venida de los Incas. Por ejemplo, algunos vivan y viven hoy como bestias y peores, porque no lleg a ellos la doctrina y enseanza de los Reyes Incas (I, 87); otro, Conforme a la vileza y bajeza de sus dioses eran tambin la crueldad y barbariedad y los sacrificios de aquella antigua idolatra[...](I, 88); tambin, En la manera de sus habitaciones y pueblos tenan aquellos gentiles la misma barbaridad que en sus dioses y sacrificios [...]son irracionales y apenas tienen lengua para entenderse unos con otros dentro en su misma nacin, y as viven como animales de diferentes especies, sin juntarse ni comunicarse ni tratarse sino a solas (I, 90); en este captulo XII, continua la letana de eptetos y formas de vida propias para el que vive en las pocas de las cavernas. En la forma de vestir, aflora su sentido de recato algo artificial, escribiendo, suplicar a los odos honestos se cierren por no orme en esta parte y me castiguen con este disfavor [...] (I, 93).En el Libro Primero captulo XIV, Garcilaso lo reserva para tratar con los temas ms escabrosos de la historia de la humanidad: las relaciones sexuales, la manera de casarse y juntarse, la existencia de las mujeres disolutas, la preferencia por stas, consideradas activas y trabajadoras, y el desprecio de las honestas por considerarlas flojas hasta el punto que nadie las hubiera querido para la relacin sexual. No falta el comentario sobre el desfloramiento de las vrgenes en contra posicin al tratamiento que le da al tema de la unin de las mujeres en el imperio Inca y de las vrgenes Incas, tomando ms de la mitad del libro IV y llegando a comparar la casa de las vrgenes en el imperio Inca, con los conventos catlicos, y en otros aspectos con las casas de las vrgenes en el imperio romano. En todo esto, no escapa el posicionamiento de Garcilaso desde su perspectiva como miembro de una sociedad civilizada y el consiguiente discurso moralizador del que se ve superior a la cultura dominada.Por otro lado, en el mismo Libro Primero, a partir del captulo XV (El origen de los Incas Reyes del Per), Garcilaso entra en los comentarios sobre los Reyes Incas, con un sermn moralizante que propone la justificacin al nuevo cdigo de comportamiento impuesto a los conquistados, y escribe:Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permiti Dios Nuestro Seor que dellos mismos saliese un lucero del alba que en aquellas escurridsimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural y de la urbanidad y respetos que los hombres deban tenerse unos a otros, y que los descendientes de aqul, procediendo de bien en mejor cultivasen aquella fieras y las convirtiesen en hombres, hacindoles capaces de razn y de cualquiera buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos idlatras, los hallase no tan salvajes, sino ms dciles para recibir la santa fe catlica y la enseanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana [...]. (I, 97)Garcilaso, con desenfado y sin inocencia, propone que los indgenas recibieron un tesoro mayor que el que obtuvieron los espaoles, y estos a su vez les deban a los Incas un gran favor por haber preparado el camino. La inclinacin de Garcilaso a tratar el tema de la cristianizacin como uno de los favores que los indgenas reciben, permite proponer la existencia de un paralelismo con otro existente en la Biblia entre Juan el Bautista (los Incas) con Cristo (los redentores espaoles): Aquel prepara el camino para que Jess venga a redimir con toda su gloria:Voz del que clama en el desierto:Preparad el camino del Seor,enderezad sus sendas. (Mateo II-3)[...] que por experiencia muy clara se ha notado, cunto ms prontos y giles estaban para recibir el Evangelio los indios que los Reyes Incas sujetaron, gobernaron y ensearon, que no las dems naciones comarcas, donde an no haba llegado la enseanza de los Incas [...] (I, 97)Como se puede observar, Garcilaso conforma su propia ordenacin del espacio de exclusin del otro. En el inicio de la conquista, este espacio es de simple arquitectura: Los espaoles y los otros. Avanzado el tiempo, Garcilaso, consiente de su posicin desventajosa, (por lo que representaba ser hijo natural) y con una gran conformidad con la labor de la conquista, propone una revaloracin unilateral: un reacomodo dentro del espacio correspondiente a la otredad. Garcilaso repite la operacin del colonizador, pero ahora ubicndose a s mismo fuera, y situando a los Incas tambin por fuera de la ltima subdivisin, dejando as a los dems indgenas en el espacio de una otredad interna, formalizada por los escritos deComentarios. El espacio que Garcilaso maneja puede imaginarse como el de crculos concntricos, en el ms externo quedan los espaoles, luego en los internos siguen los mestizos, en otro ms interno los Incas y finalmente los otros. As entonces, Garcilaso muestra con el reacomodo propuesto, y en virtud de sus labores reduccionistas, que estos otros quedan a merced del futuro incierto otorgado a ello por la corona Espaola, pero ms por parte de los colonizadores. En losComentarios RealesGarcilaso se torna en el sujeto ordenador para reconciliarse con los dos mundos a los que pertenece y es por medio de este ordenamiento virtual que se crea la meta-otredad, es decir la sucesiva marginalizacin del dominado, y Garcilaso lo confecciona a partir del discurso de las diferencias en el acto-espacio que los grupos que maneja presentan.Obras citadas:Anandn, Jos, ed.Garcilaso Inca de la Vega: An American Humanist.Notre Dame: University of Notre Dame, 1998.Biblia de Jerusaln. Jos Ramn Scheifler Amzaga, S.I., Censor Ecco. Madrid: Artes Grficas Grijelmo, S.A., 1975.Castanien, Donald G.El Inca Garcilaso de la Vega.New York: Twayne Publishers, Inc., 1969.Coln, Cristobal.Los cuatro viajes del Almirante y su testamento.Ignacio B. Anztegui. Ed. Mxico, D.F.: Espasa Calpe, 1992.Cox, Carlos Manuel.Utopa y realidad en el Inca Garcilaso. Lima: Universidad Nacional de SanMarcos, 1965.Foster, David W., and Daniel Altamiranda, eds.Writers of the Spanish Colonia PeriodNew York: Garland Publishing, Inc., 1997.De la Vega, Inca Garcilaso.Comentarios reales. Estudio Preliminar y Notas de Jos Durand, Tomos I, II y III. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1959.MacCormack, Sabine. The Incas and Rome. Anandn, Jos. 8-31.Mills, Kenneth, William B. Taylor and Sandra Lauderdale Graham, eds.Colonial Latin America: A Documentary History.Wilmington: SR Books, 2002.Zamora, Margarita. Language and Authority in theComentarios Reales. Foster and Altamiranda.170-183.Notas:[1] Su segundo libro publicado con el nombre de:La Florida del Inca. Historia del adelantado Hernando de Soto, gobernador y capitn general del reino de la Florida, y de otros heroicos caballeros espaoles e indios, escrita por el Inca Gracilazo de la Vega, capitn de Su Majestad, natural de la gran ciudad del Cozco, cabeza de los reinos y provincias del Per.[2] Todas las pginas deComentariosse refieren a la edicin de Jos Durand.[3] El ttulo explicativo es:Primera parte de los Comentarios Reales, que tratan del origen de los Yncas, reyes que fueron del Peru, de su idolatra, leyes, y govierno en paz y en guerra: de sus vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel imperio y su republica, antes que los espaoles passaran a el. Escrito por el Ynca Garcilaso de la Vega, natural del Cozco y capitn de su majestad.El ltimo trabajo de GarcilasoHistoria General del Per, o segunda parte de losComentarios..., apareci en 1617 un ao despus de su muerte.

Los Comentarios reales, historia personal del Inca Garcilaso, y las ideas del honor y la fama1Giuseppe Bellini

El inters de la crtica hacia la obra maestra del Inca Garcilaso ha ido aumentado en los ltimos aos2. El valor literario y de documento humano de losComentarios Realesjustifica este inters. Las pginas de este ensayo entienden poner de relieve, una vez ms, el valor de dicha obra y tambin destacar su importancia como documento de un drama ntimo que atorment durante toda su vida al Inca, origen de una particular concepcin tica del honor y la fama.La primera parte de losComentariosapareci, como sabemos, cuatro aos despus de publicadaLa Florida, en 16093. Aprendemos, sin embargo, en la dedicatoria de la traduccin de losDilogos de amoral rey Felipe II4, que ya desde aquel entonces Garcilaso pensaba, adems que enLa Florida5, en la historia de un mundo que le interesaba ms directamente, puesto que expresa la intencinde pasar adelante a tratar sumariamente de la conquista de mi Tierra, alargndome ms en las costumbres y ritos y ceremonias della, y en sus antiguallasque, como hijo de aquellas gentes, hubiera podidodecir mejor que otro que no lo sea6. Cuando la idea primitiva tom consistencia lo que hubiera debido ser prolongacin de la historia de la conquista fue el primer tomo de una obra ms extensa, que acab por incluir tambin laHistoria General del Per.Fue sobre todo la primera parte de losComentarios Realesque despert, en tiempos no muy lejanos, las ms speras polmicas. Manuel Gonzlez de la Rosa, en su animosidad hacia el Inca, lleg hasta negarle la paternidad de la obra7, fundando sus razones en el hecho de que haba utilizado ampliamente, en varios pasajes de su narracin, laHistoria del Perdel jesuita Blas Valera, historia indita, gran parte de la cual se haba perdido en 1596, cuando el saco de Cdiz de parte de los ingleses.Otra polmica particularmente spera se arm en torno a la historicidad de la obra. Se lleg a pensar que todo el libro fuera nicamente parto de la fantasa del Inca, y que se debiera al propsito de ste de ensalzarse a s mismo celebrando al pueblo del cual orgullosamente se proclamaba hijo. Les pareca extrao a muchos que existiese entre aquellos pueblos una civilizacin tan desarrollada cual la describa Garcilaso, exenta de barbarie, mientras los muchos cronistas de Indias haban descrito tantas, aunque todos estaban de acuerdo en la celebracin, reviviscencia de los mitos clsicos, de una remota edad de oro. Se censuraba, adems, a Garcilaso porque idealizaba demasiado dicha sociedad, negaba la existencia de sacrificios humanos, celebraba un imperio de bondad y sabidura que, segn deca, haba extendido sus dominios sobre tanta parte de Amrica no con la fuerza sino con la nica arma de la persuasin y el ejemplo. Ms tarde se le reproch el haber condenado de propsito al olvido las civilizaciones que precedieron la de los Incas, para poder celebrar mejor la extraordinaria grandeza de la civilizacin incsica.De todas estas polmicas poco o nada ha quedado ya, frente al juicio con que la crtica moderna juzga losComentarios Reales. Merece la pena recordar, sin embargo, que en una poca de tanto disfavor Jos de la Riva Agero fue el mayor defensor de Garcilaso y el ms documentado. Su imparcialidad crtica y la seriedad con que document sus juicios sirvieron a la total rehabilitacin de la figura del Inca, a quien no le restan valor las inevitables inexactitudes o las inclinaciones sentimentales que lo llevan a particulares enfoques en la historia de su pueblo.Jos de la Riva Agero destruy, de tal manera, en varios estudios8, punto por punto las argumentaciones de Gonzlez de la Rosa a propsito del Padre Valera, comprob, a travs del testimonio de varios autores contemporneos al Inca, la verdad de tantas interpretaciones de hechos, costumbres y cosas, y al mismo tiempo denunci en lo histrico el punto ms dbil de la obra de Garcilaso. An sin proclamarloun dechado de crtica histrica, ni como el ms reflexivo de los cronistas del Per9, sin negar su credulidad y parcialidad, de la Riva Agero defendi la amenidad y gracia con que el Inca lleg a superar las relaciones sobre los incas de los cronistas que lo haban precedido10, su sustancial veracidad fundada en la sinceridad con que admite y reconoce incertidumbres y dudas11. La lejana geogrfica desde la cual el Inca compona su obra fue sin duda parte determinante en la idealizacin del imperio incsico, que en sus pginas vemos surgir como una perfecta arquitectura de orden renacimental. La nostalgia del destierro le hace olvidar a menudo las sombras de un mundo hacia el cual iba su afecto, y en muchos pasajes la realidad se presenta idealizada. No sin razn Juan P. Echage ha visto en la obra de la vejez del Inca la marca viva de una nostalgia muy humana y explicable por los das de su juventud, la herencia deinstintos ancestrales que se sublevan contra su resignada mediocridad12.En este aspecto humano reside el mayor atractivo de losComentarios. La veracidad del Inca ha sido comprobada, pero ello interesa ms que nada al historiador; en el mbito literario es la creacin artstica en s que nos interesa, y a este propsito nunca se ha podido decir que losComentarios Realesdejaran de tener seguro valor. El mismo Menndez y Pelayo, quien rechaza sustancialmente la veracidad histrica de la obra de Garcilaso, comparndola con la novela utpica de Thomas More, con laCiudad del Solde Campanella y laOceanade Harrington, adverta la sugestin poderosa del libro y lo juzgabael sueo de un imperio patriarcal y regido con riendas de seda, de un siglo de oro gobernado por una especie de teocracia filosfica, aceptado con candor y contado con toda sinceridad. Frente al persistente inters que losComentariosejercan sobre sus lectores, el crtico vea la presencia de una fuerza imaginativamuy superior a la vulgar, que Garcilaso le pareca poseertan poderosa, como deficiente era su discernimiento crtico13.Es interesante, en cuanto se refiere a la estructuracin de la obra, leer lo que el mismo Inca escribe en el captulo XIX del primer libro, cuando trata de las fuentes a las que acudi para escribir losComentarios14. En gran parte se vali del recuerdo de lo que haba aprendido directamente, durante su primera edad, en forma de fbula, y de la larga noticia en torno a las leyes y gobierno de los incas que le dieron, cuando mozo, los representantes de la casta. En estas conversaciones ellos ibancotejando el nuevo gobierno de los espaoles con el de los Incas, dividiendo en particular los delitos y las penas, y el rigor dellas [...], como procedan sus reyes en paz y en guerra, de qu manera trataban sus vasallos, y como eran servidos dellos15. Como apropio hijocontaban al Incatoda su idolotra, sus ritos, ceremonias y sacrificios; sus fiestas principales y no principales, y como las celebraban; sus abusos y supersticiones, sus ageros malos y buenos, as los que miraban en sus sacrificios como fuera dellos16.Resulta lgico que el recuerdo favoreciera la infidelidad del cronista, la atenuacin de las sombras y el destacarse de notas luminosas. Pero, como lo haba hecho enLa Florida, Garcilaso no se contenta con su propia memoria, sino que quiere penetrar en profundidad y con certeza los misterios de los incas; por ello pide documentos a sus consanguneos, a los mximos representantes de la sociedad incsica que an residan en el Per,los cuales, sabiendo que un indio, hijo de su tierra, quera escribir los sucesos de ella, sacaron de sus archivos las relaciones que tenan de sus historias y me las enviaron; y as tuve noticia de los hechos y conquistas de cada Inca17.De qu archivos se tratara, cuando los incas no conocieron escritura? El pasaje citado documenta, sin embargo, el afn de documentacin del Inca. Con la documentacin reunida y el conocimiento de otros libros, adems de la correspondencia de los jesuitas, que se ocuparon del mismo asunto, Garcilaso escribe su historia, el libro que ser su obra maestra.El dominio con que el Inca maneja fuentes y la agilidad con que cita a manera de confirmacin, o rechaza, con agudeza crtica convincente, las afirmaciones de Gomara, Acosta, Cieza de Len Agustn de Zrate y cuantos escritores de Indias ley, son la prueba ms evidente de la seriedad de intenciones del cronista y de la originalidad de su obra. Hay en Garcilaso una linearidad de conducta, una concepcin crtica que no le hubiera permitido saquear la obra del Padre Blas Valera hacindola pasar por suya. Y an ms: existe toda una lnea coherente de posiciones que armoniza en manera perfecta toda la produccin literaria del Inca. La de Garcilaso es la posicin del heredero de una gran civilizacin difunta, de la que se siente cada vez ms orgulloso, mano a mano que la soledad le rodea en su destierro espaol, frente a la indiferencia de un mundo que le obliga a volver al pasado.De la conciencia de la grandeza del mundo incsico procede en el Inca el celebrarlo constantemente en un nivel de igualdad, si no de superioridad, con el mundo espaol y cristiano. En este sentido Garcilaso recuerda a los espaoles que Dios les encomend una misin de gran responsabilidad, que no significa superioridad de raza. El mundo que el Inca presenta al Occidente alcanza tanta grandeza civil que en el significativoPrlogo a los indios, mestizos y criollos de los Reinos y Provincias del grande y riqusimo Imperio del Per, despus de declararse ostentosamentesu hermano, compatriota y paisano, puede proclamar con palabras an ms claras su orgullo de indio descendiente de emperadores, y ensalzar a suPatria, gente y nacin, no menos rica al presente con los tesoros de la Sabidura y Ciencias de Dios, de su Fe y Ley Evanglica que siempre, por las perlas y piedras preciosas de sus ros y mares, por sus montes de oro y plata, bienes muebles y races suyos, que tienen races sus riquezas18. Y de nuevo Garcilaso proclama la felicidad, para la raza incsica, de ser gobernada por espaoles, pero nicamente para poder afirmar mejor que ella no fue menos felizpor haber sido poseda y gobernada de sus antiguos prncipes los Incas peruanos, los cuales, si los Reyes Catlicos fueronmonarcas de los ms y mejor del orbe, fueronCsares en felicidad y fortaleza19.De la misma manera, celebradas las virtudes, las armas, letras y artes de los incas, lo dulce de su carcter, el valor de su nimo, la agilidad de su inteligencia, la voluntad, la piedad y, en ms de una ocasin, indirectamente, la religin, el Inca puede afirmar rotundamente que es ya oportunoque entienda el mundo viejo y poltico, que el nuevo(a su parecer brbaro)no lo es, ni ha sido sino por falta de cultura20. Es decir, brbaro en el sentido en que los romanos llamaban brbaras las dems naciones y la misma Espaa, que ahora Garcilaso ve elegida por Diospara alumbrar con lumbre de fe a las regiones que yacan en la sombra de la muerte, recordando claramente a los conquistadores que,aunque vienen a la via de su Iglesia a la hora undcima, tambin a los indiospor ventura les cabr jornal y paga igual a los queportarunt pondus diei, et aestus21.Con lenguaje tan claro Garcilaso quera llamar directamente cada uno a sus responsabilidades morales. Su defensa del mundo incsico revela una regin sentimental cada vez ms operante en el Inca. Sin rechazar a los espaoles y su conquista los llama al sentido misional, que l haba visto por todas partes olvidado.ElPrlogoa que hemos aludido es la lgica conclusin de losComentarios Realesy la introduccin meditada a las pginas siguientes de laHistoria General del Per, donde el autor cuenta la tragedia de toda una raza en su acto final, mientras va a comenzar la de los Conquistadores.En losComentariosreina una atmsfera mtica en la descripcin de un mundo feliz ya predestinado a la catstrofe, ese airede pastoral majestuosa [...] que acaba en el estallido de una desgarradora tragedia-segn escriba Jos de la Riva Agero-,ese velo de gracia ingenua tendido sobre el espanto de las catstrofes, lo dulce junto a lo terrible, la flor humilde junto al estruendoso precipicio, la sonrisa resignada y melanclica que se diluye en lgrimas22.Que la pasin por su tierra, dominante en Garcilaso, lo llevara a formas de parcialidad no nos sorprende. Por lo que de apasionado y entusiasta hay en sus pginas, si la historia pierde en veracidad gana el arte en ms amplio respiro. La emocin da vida a acciones, personajes, cosas mucho ms que una relacin desapasionada e imparcial. Por otra parte, es evidente que, como declara de la Riva Agero23, sin cierta parcialidad, manifiesta u oculta, conciente o inconciente, es imposible escribir la historia. Si a veces Garcilaso fue parcial podemos pensar que lo fue involuntariamente, llevado por la pasin ms noble, tanto le hablaba ntimamente la grandeza de su pas.El arte del Inca resplandece, en losComentarios Reales, en una prosa extraordinariamente limpia. La concepcin de la arquitectura de la obra es slo comparable a la de los grandes historiadores de la antigedad clsica. Pedro Henrquez Urea ha llamado a Garcilaso Herdoto de los Incas24, y Prescott afirma que entre la lectura de losComentariosy la de las dems relaciones de los escritores europeos existe la misma diferencia que entre una obra original y su desnuda traduccin25. Tambin a Herdoto lo compara Jos de la Riva Agero26, porque ambos supieron expresar ante la Europa de su respectivo tiempola deslumbrante y extica poesa de los grandes pases ignotos, de sus vagos y fabulosos anales y su opulenta barbarie; y compusieron obras narrativas de extrao encanto, de tono a la vez familiar y religioso, que sin perjuicio de la veracidad indudable, ostentan un alto y sosegado volar pico, y en que infinitas digresiones anecdticas se anudan y entretejen en derredor de la idea central, que es el choque de dos civilizaciones y dos continentes.Aurelio Mir Quesada y Sosa afirma que el ttulo de la obra,Comentarios, se lo debe Garcilaso a Julio Csar, del cual era admirador ferviente, y al mismo Julio Csar le debe la idea romana del imperio de los incas27, en el que el Cuzcofue otra Roma28. Lo cierto es que nadie como Garcilaso supo dar vida, con tanto refinamiento, al espritu de su civilizacin, levantando a los Incas un monumento que G. Lohmann Villena ha juzgadono indigno de su poderosa arquitectura29, en un libro que es unmaravilloso retablo plateresco, terso, todo mesura y contencin30, escrito en un castellano de extraordinaria pureza y armona.En losComentariosJuan P. Echage ha vistoun punzante drama interior31, el que realmente deba de atormentar al Inca, en vilo entre dos civilizaciones que en l se juntaban y combatan. Que a travs de esta dramtica situacin espiritual losComentarios Realeshayan cobrado vida singular es indudable. Lohmann Villena subraya, al contrario, una armoniosa confluencia de corrientes en el Inca, que en otros fueron antagnicas32. Es una interpretacin, sta, que podemos aceptar slo en cuanto al resultado literario, porque en lo que se refiere al sustrato anmico el dualismo es patente: Garcilaso no ha resuelto an, cuando escribe losComentarios, el hondo conflicto que se agita en l entre los mundos a que pertenece, y acaba por inclinarse preferentemente hacia el mundo materno. Ello nos explica el por qu losComentarios Realesllegaron a ser considerados peligrosos para la tranquilidad de las Indias durante el siglo XVIII, y la consecuente prohibicin de 1781, confirmada en 1782 y al ao siguiente. La apologa de la raza vencida y el imperio derrocado pareca incitar a nuevos levantamientos para la conquista de la libertad. Luis Valcrcel ha escrito que la obra del Inca lleg a ser la Biblia del patriotismo peruanoen la forma actual de sentir la patria33, y se inclina a interpretar en Garcilaso una secreta pasin autonomista34. Es una idea que se puede aceptar, considerando la defensa que el Inca hace de su mundo y su posicin independiente con respecto al juicio oficial acerca de numerosos hechos y personas, sobre todo en la segunda parte de losComentarios, laHistoria General del Per.Aunque terminada en 1612, laHistoriamencionada se publica en 1617, muerto ya Garcilaso35. Muchos de los juicios citados a propsito de losComentarios Realespropiamente dichos se aplican tambin a esta segunda parte de la obra del Inca. Pero si la primera parte no siempre tuvo en la apreciacin de la crtica perodos de igual fortuna, laHistoria General del Pertuvo peor suerte an. Su importancia como obra histrica fue negada ante todo por ser libro de recopilacin fragmentaria, y junto con el valor histrico se le neg tambin valor artstico. El mismo Menndez y Pelayo fue quien contribuy a autorizar esta opinin, afirmando quePara los sucesos del descubrimiento y conquista del Per, la autoridad del Inca es muy secundaria por lo tarda, y porque generalmente se reduce a transcribir o glosar las narraciones de autores ya impresos, como Lpez de Gomara, Agustn de Zrate y el Palentino, Diego Fernndez, aadiendo que, cuando el Inca abandona el testimonio de dichos autores es slopara extraviarse en compaa del jesuita Blas Valera36. El crtico afirmaba, adems, que en muchas cosas Garcilaso hablaba de memoria o findose en ancdotas soldadescas, y que no haba conocido la crnica de Cieza de Len. Sin embargo le reconoca Menndez Pelayo un mrito real al Inca, en la tratacin de las rebeliones de Gonzalo Pizarro y Francisco Hernndez Girn37.Jos de la Riva Agero, tan acertado siempre en la apreciacin del valor artstico de la obra del Inca, confirm en un primer tiempo, sustancialmente, la opinin del crtico espaol, afirmando que laHistoria General del Perno era libro esencial para la historia de la Conquista y las guerras civiles38. La razn era que, aun suprimiendo dicha obra no se verificaran lagunas en la historia, existiendo el testimonio de otras crnicas. Adems, el crtico le reprochaba a Garcilaso menor personalidad, encontrando que hablaba por cuenta propia mucho menos que en la primera parte de losComentarios Reales, y que se limitaba a comentar, abreviar o transcribir los relatos de los historiadores anteriores a l39.Es suficiente una simple lectura de laHistoriapara convencerse de como hasta el mayor defensor del Inca haya acabado por pagar tributo a la moda detractiva del tiempo. La rehabilitacin que de la Riva Agero emprende queda parcial y no es infrecuente que el crtico caiga en algunas contradicciones. Sin embargo, estamos con l cuando resta valor a los dos primeros captulos de laHistoria General del Per, donde se cuenta la conquista y el derrumbe del imperio incsico: es la parte menos interesante del libro. Pero en laHistoriahay una continuidad de intenciones que contribuye a dar armoniosa unidad a las dos partes de losComentarios Reales. La posicin de Garcilaso no cambia: queda el partidario de su raza materna, a la que ve sucumbir en el choque con la del padre.Escribe J. P. Echage40que el Inca se esfuerza por atenuar y justificar los excesos de los conquistadores, parientes suyos y verdugos de su pueblo al mismo tiempo. El juicio no nos parece exacto, en cuanto en las pginas del Inca la condena es siempre abierta. Si Garcilaso intenta atenuar o justificar la crueldad de los espaoles, lo hace porque no poda hacer de otra manera frente al pblico de sus lectores, espaoles por supuesto, y debido a su condicin personal en Espaa. A pesar de ello ms de una vez descubre la realidad de los hechos y expresa claramente su opinin. Por otra parte hablan por l las escenas que nos presenta, como la del ltimo acto de la tragedia incsica, cuando nos muestra a los espaoles lanzarse sobre los indgenas para despojarlos de sus joyas en ocasin del encuentro de Atahualpa con Pizarro. Contrasta con la conducta de los espaoles la calma del Inca, el cualviendo lo que pasaba, mand a los suyos que no hiriesen, ni ofendiesen a los espaoles, aunque prendiesen o matasen al mismo Rey41.Resulta evidente que para el historiador se trata del choque de dos mundos moralmente diferentes. El Inca, que en los captulos anteriores haba seguido con la apologa de los incas y el Per, y haba sealado la dificultad para los indgenas de entender la oracin de fray Vicente de Valverde a Atahualpa, debido a la poca habilidad del intrprete, pone ahora los espaoles frente a sus responsabilidades, rechaza las falsas versiones en torno al origen del estrago, difundidas arteramente por conquistadores y cronistas parciales.A travs de las pginas de Garcilaso, Atahualpa y su gente aparecen vctimas de una nmesis tremenda, contra la cual no quisieron reaccionar, dejndose matar y destruir por la bestialidad de los invasores. Francisco Pizarro, lanzndose sobre Atahualpa, asume en las pginas del Inca el aspecto bestial de un asesino. En los indios que caen inermes la tragedia incsica adquiere la fuerza de una fatalidad inevitable. A este punto la realidad histrica no nos interesa ya mucho; lo que nos interesa es la eficacia con que el escritor nos introduce en un momento que debi de ser seguramente dramtico y su reaccin espiritual. En este mismo orden sentimental hay que considerar el entusiasmo con que celebra las inmensas riquezas del pas, el botn increble que hicieron los espaoles42, la insistencia con que el Inca pone de relieve la superioridad intelectual de la raza incsica sobre la europea que la haba sometido, cuando escribe:La habilidad y agudo ingenio de los del Per excede a muchas naciones del orbe43. Entre estas naciones, no cabe duda, Garcilaso pona, en primer lugar, a Espaa.Casi todos los crticos, Menndez y Pelayo44y Jos de la Riva Agero45entre ellos, estn de acuerdo en afirmar el valor de laHistoria Generalpor lo que se refiere a las guerras civiles que funestaron el Per, especialmente las encabezadas por Gonzalo Pizarro y Francisco Hernndez Girn. Mas toda laHistoriaque el Inca escribe es interesante desde el punto de vista artstico y abunda en combates, guerras, rebeliones y empresas que conservan palpitante an hoy el sentido dramtico del momento y el encanto de la aventura. Su padre que va a la conquista de la Buenaventura, Gonzalo Pizarro que se dirige al descubrimiento del pas de la Canela, Orellana que desciende por vez primera el Amazonas, son slo algunos de los muchos episodios de valenta que Garcilaso describe con transparente entusiasmo, y sin embargo en prosa sencilla, despertando en torno a esos hombres atrevidos una intensa atmsfera de poesa.En esta segunda parte de losComentarios Realesla naturaleza americana encuentra en el Inca su mejor intrprete, se mueve nueva y esplndida, vivificada por el contraste con una presencia, la de los espaoles, que se revela ajena en todo a ese mundo, en los trajes, las armaduras, las costumbres, la mentalidad, expresin de un mundo que parece no encontrar arraigo posible en Amrica. En las descripciones de la naturaleza el cronista alcanza una nota de honda poesa, mientras grandeza pica adquiere la descripcin de los sucesos en que se debati el mundo peruano al tiempo de las guerras civiles. El choque de las pasiones va subrayado por el ruido de las armaduras; los soberbios caballos, terror y asombro de los indios, llevan en su mpetu la violencia de brbaros corazones, brbaros sobre todo en la guerra, pero fciles tambin al gesto generoso.En todas las pginas de laHistoria General del Perreina la atmsfera de tragedia que acompaa los grandes dramas de la historia: los delitos, las traiciones, la sangre derramada, colores sombros y llamaradas funestas, todo da a la empresa de la conquista un significado simblico que va ms all de los hechos materiales. Los indios, antes actores de su historia, se vuelven ahora espectadores, en un mundo de violencia en el que Garcilaso, contrariamente a lo que algunos han dicho, no entiende mnimamente justificar a su raza paterna, sino poner de manifiesto una dramtica injusticia.En la presentacin de la atmsfera en que se desarrollan los acontecimientos aludidos, Garcilaso parece preocuparse exclusivamente de reconstruir una historia que ya entiende como historia nacional. El contraste entre el Inca y los dems historiadores de la Conquista aparece claro si observamos su posicin frente a los que vienen de fuera. Quien llega de Espaa tiene casi siempre mansiones ingratas, y el escritor no le resparmia su duro juicio. Si busca justificaciones Garcilaso lo hace slo para las figuras que significan una posicin concreta de rebelda hacia lo que representa el poder espaol; es el caso especialmente de Gonzalo Pizarro, en el que seguramente el Inca vio la realizacin posible de un reino hispanoperuano independiente. Y en esto est en lo justo Luis Valcrcel cuando habla de una tendencia autonomista del Inca46; losComentarios Realesofrecen ms de una prueba.En laHistoria General del PerGarcilaso expresa siempre simpata hacia Gonzalo Pizarro. De acuerdo con un sentido desengaado del mundo que va acentundose en l, el mismo que le haba movido a dedicar su libro, no ya a los poderosos de la tierra, sino a la Virgen Mara, el Inca ve en la sucesin de los acontecimientos la intervencin de la mano divina. La muerte de Francisco Pizarro, asesinado por los partidarios de Almagro el Joven, su total desamparo en la ltima hora, le arrancan a Garcilaso tristes consideraciones en torno al destino de hombre tan poderoso, que son consideraciones ms amplias en torno al destino inevitable de los invasores. La muerte del marqus, en efecto, es una leccin tremenda, para el Inca, del poder de la Fortuna, que con respecto a Francisco Pizarroen menos de una hora igual su disfavor y miseria al favor y prosperidad que en el transcurso de toda la vida le haba dado47. El descendiente del imperio derribado vea seguramente en estos acontecimientos violentos, ms all de todo motivo retrico, la intervencin de la justicia divina contra los responsables de la destruccin de su mundo materno.En este sentido laHistoria General del Peres una sucesin de ejemplos aterradores: las mximas figuras de la conquista, Francisco Pizarro, los Almagro, los Girn, tantas figuras de hombres aparentemente poderosos, acaban de muerte violenta. En la suerte del mismo Gonzalo Pizarro se manifiesta, para el Inca, una honda leccin sobre la vanidad de la vida48. Pero Garcilaso en este protagonista ve ms bien al gigante cado; su simpata va hacia Gonzalo y se hace patente en numerosos pasajes del libro en los que expresa abiertamente -y con notable atrevimiento si pensamos en la situacin de Pizarro condenado como rebelde a la Corona-, su admiracin y su entusiasmo, defendiendo su accin, insistiendo sobre su lealtad y honradez49. Sabemos que el Inca conoci a Gonzalo Pizarro cuando nio, que estuvo en su propia mesa y pudo admirar, como lo escribe,el trato de su persona en casa y fuera de ella50. Por ello protesta duramente contra los historiadores, afirmando quedebieron de tener relatores apasionados de odio y rencor, para informarles lo que escribieron51. Hay un momento en laHistoriaen que, despus de haber defendido la lealtad de Gonzalo Pizarro hacia el rey, Garcilaso parece expresar abiertamente su amargura por el hecho de que no sigui el consejo de su maestre de campo Francisco de Carvajal, y de otros muchos, y no se proclam rey del Per, cosa quetan bien le estaba, segn sus amigos decan52. No son slo los amigos, es el Inca que habla aqu.El momento cumbre de la tragedia pizarrista que Garcilaso describe, no hace ms que engrandecer a la figura de Gonzalo; cuando abandonado de todos, hasta de los hombres a quienes ms haba beneficiado, como pone de relieve el escritor, se entrega a La Gasca, el Inca destaca en el coloquio entre los dos hombres la grandeza del vencido frente a la estatura demasiado humana del vencedor53. Pizarro se rindepor parecerle menos afrentoso que el huir54. Ante las sinceras expresiones de lstima del capitn Diego Centeno, Pizarro muestra su estatura moral:se sonri tanto cuanto y dijo: No hay que hablar en eso, Seor Capitn Diego Centeno. Yo he acabado hoy, maana me llorarn Vuesas Mercedes55. Y frente a La Gasca, quien le reprocha duramente y sin sensibilidad alguna su ingratitud hacia las mercedes que el rey les haba hecho a l y a sus hermanos,levantndolos del polvo de la tierra, la respuesta que Garcilaso atribuye a Gonzalo es dura, concientemente orgullosa:Para descubrir la tierra bast mi hermano solo, mas para ganarla como la ganamos a nuestra costa y riesgo, fuimos menester todos los cuatro hermanos y los dems nuestros parientes y amigos. La merced que Su Majestad hizo a mi hermano fue solamente el ttulo y nombre de Marqus, sin darle estado alguno, sino dgame cul es. Y no nos levant del polvo de la tierra; porque desde que los Godos entraron en Espaa somos caballeros hijosdalgo, de solar conocido. A los que no son podr Su Majestad con cargos y oficios levantar del polvo en que estn: y si ramos pobres, por eso salimos por el mundo y ganamos este Imperio, y se lo dimos a Su Majestad pudindonos quedar con l, como lo han hecho otros muchos que han ganado nuevas tierras56.La figura de Gonzalo Pizarro se ennoblece an ms en las pginas de laHistoria, cuando el Inca nos lo presenta en las horas que preceden su muerte. Son pocas palabras, pero que graban hondamente en la sensibilidad del lector su figura, a travs de esepasearse a solas muy imaginativo, y largo confesar de sus pecados57. La seriedad con que el hombre se acerca a la muerte construye su grandeza; y llegado al tablado su virilidad se impone a todos los presentes. Garcilaso se detiene de propsito en este ltimo acto de la tragedia pizarrista para ensalzar la valenta de Gonzalo, refiere las palabras con que a beneficiados y no les pide misas para su alma, pone de relieve losgrandes gemidos y sollozos y muchas lgrimas58de los presentes, condena transparentemente a los que le haban negado, la ingratitud de los que haban sido favorecidos por l. El comentario final pone an ms de relieve la injusticia de la muerte de estebuen caballero59. Hay que fijarse en los adjetivos empleados por Garcilaso, para individuar su estado de nimo y su anticonformismo. La muerte de Gonzalo Pizarro lleva nuevamente al Inca a hablar de la Fortuna, pero ahora sentimos la presencia de algo ms ntimo y doliente, que surge del fracaso de mal escondidas esperanzas, a las que indudablemente la accin de Pizarro haba dado consistencia.La eficacia inmediata de la prosa de Garcilaso se impone en estas escenas. Sin dejarse llevar por intenciones apologticas, l logra crear en torno a las figuras que ms lo han impresionado una atmsfera de sencillez pica difcilmente alcanzada por otros historiadores de la conquista.En un nivel inferior, como convena a su papel en la historia del pas, tambin Carvajal, el Demonio de los Andes, adquiere proporciones picas. La simpata del cronista se dirige hacia l porque en este hombre ve al fiel compaero de Gonzalo Pizarro. De la Riva Agero ha notado ya que Garcilaso nos presenta al terrible hombre sin las exageraciones polmicas de otros cronistas, como una criatura cruel pero no malvada, en la que cabe tambin generosidad y nobleza60. Su grandeza de soldado toma relieve en las pginas del Inca, cuando se enfrenta con la muerte. A Pedro Lpez de Cazalla, secretario del Presidente La Gasca, realizadas en lo posible sus restituciones, Carvajal le dice:Seor, yo no levant esta guerra, ni fui causa de ella; antes por no hallarme en ella (que estaba de camino para irme a Espaa) hui muchas leguas, no pude escaparme, segu la parte que me cupo como lo pudiera hacer cualquier buen soldado, y como lo hice en servicio del Emperador cuando fui Sargento Mayor del Licenciado Vaca de Castro, Gobernador que fue de Su Majestad en este Imperio. Si ha habido robos de una parte a otra, forzoso es haberlos en las guerras. Yo no rob a nadie, tomaba lo que me daban de su voluntad; y al cabo de la jornada tambin me quitaron a m eso y estotro, quiero decir lo que me dieron, y lo que antes de la guerra yo tena. Todo lo cual remito a la infinita misericordia de Dios Nuestro Seor, a quien suplico por quien es perdone mis pecados, y a vuesa merced, guarde y prospere, y le pague la limosna que me haca, que yo estimo la voluntad en todo lo que tal obra se debe estimar61.El tono de las palabras de Carvajal da la medida del personaje, aun dentro de su indudable dignidad. Vase, adems, como siempre Garcilaso pone de relieve la participacin humana de los soldados, aliados contra la crueldad de una justicia que no discuten mnimamente, en cuanto expresin de la legalidad. No olvidemos la condicin de Garcilaso antes de ser sacerdote. El soldado asoma siempre en l y esto explica su defensa de la honradez de los hombres de armas. Cuando Carvajal, metido en una petaca y cosido en ella, sin que le quede fuera ms que la cabeza, a los primeros pasos de las acmilas da con el rostro en el suelo, es suficiente que apele a la humanidad de los soldados para que todos acudan a levantarle y sostenerle:A dos o tres pasos-escribe el Inca-,los primeros que las acmilas dieron, dio Carvajal con el rostro en el suelo; y alzando la cabeza como pudo dijo a los que estaban en derredor: Seores, miren vuesas mercedes que soy cristiano. Aun no lo haba acabado de decir cuando lo tenan en brazos levantado del suelo ms de treinta soldados principales de los de Diego Centeno. A uno de ellos en particular le o decir en este paso que cuando acometi a tomar el sern pensaba que era de los primeros y que cuando lleg a meter el brazo debajo de l, lo hall todo ocupado y asi de uno de los brazos que haban llegado antes; y que as lo llevaron en peso hasta el pie de la horca que le tenan hecha62.Sabemos que Carvajal era considerado por los lealistas de lo ms ruin del bando rebelde pizarrista; y a pesar de ello Garcilaso lo presenta respetado y hasta humanamente socorrido por los soldados, que son, hay que notarlo, soldados principales. No basta: a continuacin refiere el Inca las palabras de Francisco Lpez de Gomara acerca de la muerte del Maestre de Campo, donde dice queera el ms famoso guerrero de cuantos espaoles han a India pasado, aunque no muy valiente ni diestro63, y no obstante el juicio sea en su primera parte positivo, el Inca no deja de oponerse decididamente a las ltimas afirmaciones, comentando:No s qu ms destreza ni valenta ha de tener un Maese de Campo por saber vencer batallas y alcanzar victorias de sus enemigos64.La intencin de Garcilaso de defender a Carvajal es clara. Se trataba de un soldado y de un ntimo de Gonzalo Pizarro, lo cual significaba mucho para el Inca. Por este mismo motivo l pone de relieve sus proezas pasadas y su entereza, sealando que particip en la batalla de Pava y en la prisin del rey de Francia, que tom parte en el saco de Roma,donde por haber peleado como buen soldado no hubo nada del saco, porque es ordinario que mientras pelean los buenos soldados, saquean y gozan de la presa los no tales65. Tambin defiende Garcilaso la nobleza de la esposa del Maestre y, a pesar de lo que dicen los dems autores, especialmente Agustn de Zarate, a quien cita concluyendo el captulo, presenta un cuadro halageo del hombre terrible:En el discurso de su vida tuvo su milicia por dolo, que adoraba en ella, precindose ms de soldado que de cristiano; y as todos los tres autores lo condenan, pero no fue tan malo como ellos dicen, porque como buen soldado presuma de hombre de su palabra y era muy agradecido de cualquiera beneficio, ddiva o regalo que le hiciesen por pequeo que fuese66.Como se ve en el pasaje citado, Garcilaso muestra una vez ms su independencia de juicio, declarando superiores las virtudes humanas a la piedad comnmente entendida. La honradez del hombre se afirma en las cualidades del soldado, en nada inferiores a las del cristiano.La muerte de Carvajal y de Gonzalo Pizarro representa el final de una aventura en la que Garcilaso vea concluirse el ciclo de la justicia divina sobre los destructores del imperio incsico, sintiendo profundamente, a pesar de ello, el fracaso de tantos hombres valerosos, para los cuales hubiera deseado probablemente otra suerte.Jos de la Riva Agero ha notado67que el Inca tratando de Gonzalo Pizarro habla sintindose l mismo representante de los Encomenderos. Es posible; pero la posicin de los Encomenderos acab por ser realmente independentista. De muy diferente manera Garcilaso juzg la rebelin de Francisco Hernndez Girn, porque en su levantamiento vea nicamente la presencia de ambiciones personales, sed de dominio, delitos de los cuales nunca Gonzalo Pizarro se haba manchado. En Hernndez Girn el Inca vea al hombre que quera encaminar a fines mezquinos el curso de los acontecimientos, mientras en Gonzalo Pizarro haba individuado a una de esas criaturas fusticas que los hechos llevaban a tan extraordinaria altura, para mejor precipitar en la ruina. Adems, Gonzalo tena sus derechos legtimos, era uno de los que haban ganado la tierra y defenda los intereses de otros como l contra las supercheras de los representantes regios.Se explica, pues, el ardor con que Garcilaso se lanza contra la parcialidad de los cronistas de Indias, defendiendo el lealismo de los vecinos del Per, como se puede constatar en el captulo primero del libro sptimo68. La diversidad con que Garcilaso juzgaba los acontecimientos se manifiesta en la distinta manera de presentar al rebelde derrotado. Gonzalo Pizarro se haba rendido por parecerle menos afrentoso que huir69, Hernndez Girn no. Dominado por la confusin y el miedo, su propsito, cuando se ve abandonado de los suyos, y especialmente cuando Toms Vzquez lo deja, es la fuga. Garcilaso presentando al hombre en este trance lo destruye:Francisco Hernndez qued tan perdido y desamparado con la huida de Toms Vzquez que determin huirse de los suyos aquella misma noche, porque la sospecha se le entr en el corazn y en las entraas y se le apoder de tal manera que caus en l los efectos que el divino Ariosto pinta de ella en el segundo de los cinco cantos aadidos, pues le hizo temer y creer que los ms suyos le queran matar para librarse con su muerte de la pena que todos ellos merecan por haber seguido y servido contra la majestad real70. Gonzalo Pizarro haba quedado solo porque los suyos se haban huido; Hernndez Girn huye l mismo, abandonando a sus soldados. La fuga es la mayor afrenta que un soldado puede hacer a su honor. La nfima naturaleza del rebelde se ve precisamente en esto, y al final en la decisin desesperada de lanzarse entre los enemigos para quele matasen o hiciesen de l lo que quisiesen71, con el resultado de una rendicin vergonzosa a Gmez Arias, uno de los treshombres nobles72que le haban salido al encuentro.A travs de estas figuras y los episodios a que nos hemos referido se manifiesta la posicin afectiva de Garcilaso y el concepto que l tena del honor y la fama. La fortuna puede destruir a los hombres y a sus empresas, como les pas a los Pizarro y al mismo Almagro, pero nada puede contra la fama alcanzada a travs de grandes hazaas, en las que luce la honradez de los protagonistas. En opinin de Garcilaso el honor lo defiende y lo ensalza el buen soldado no tanto combatiendo por el rey, cuanto en justas empresas, que superen los mezquinos intereses personales. Francisco Hernndez Girn, movido de codicia, es en todas sus acciones un rebelde y un bandido; Gonzalo Pizarro, al contrario, es un hombre entero, un hroe desdichado.En cuanto al lealismo hacia el rey, se advierte inmediatamente que cuando Garcilaso habla de rebelin con referencia a Hernndez Girn se siente ciudadano espaol y est plenamente convencido de la culpabilidad de las acciones del protagonista. Cuando, al contrario, en el caso de Gonzalo Pizarro, se refiere al rey y a sus representantes legales el que habla es ms bien el peruano que suea con la autonoma, y si hace profesin de lealismo es slo por necesidad, sin convencimiento. Los mismos soldados del ejrcito lealista y sus capitanes parecen continuamente atrados por la grandeza de sus adversarios. Entre las figuras de mayor relieve del ejrcito de La Gasca descuella el capitn Diego Centeno, fiel al rey, pero extraordinariamente respetuoso de los adversarios vencidos, hasta el punto de hacer dudar al lector de su lealismo. La posicin de los vencidos del Per confirma la diversidad con que Garcilaso juzgaba las cosas: empresas honrosas son las que realizan los pizarristas, empresas infamantes son las de los rebeldes de Hernndez Girn.Esta visin bipolar de los hechos tiene, como es natural, su origen en la disposicin ntima del Inca, en el hondo conflicto, nunca definitivamente resuelto en l entre el mundo indgena y el mundo hispnico, a pesar de que a propsito de Gonzalo Pizarro parezca encontrar una posible solucin en el sueo de un imperio hispanoindgena. La nota ms aguda de este conflicto se encuentra precisamente en laHistoria General del Per, en cuyo final nuevamente el elemento indgena vuelve a apoderarse del cronista, en un clima de particular angustia. En efecto el ltimo cuadro de laHistoria,porque todo sea tragedia73, nos presenta la condena del Inca Tupuc Amar de parte del Virrey don Francisco de Toledo y la violenta dispersin de los ltimos descendientes de los Incas. Era una medida poltica, y en ello tena su justificacin; pero Garcilaso no poda menos, y por evidentes razones, de manifestrsele contrario. Aparece lgico, pues, que sobre Tupuc Amar se proyecte, en las pginas del Inca, la misma luz que ilumin las grandes figuras de la historia incsica, debido a toda una serie de razones sentimentales, y porque con l desapareca el ltimo representante legtimo de la raza imperial. La grandeza de esta tragedia se impone en el improviso silencio que sucede a lasgrandes voces y alaridos, a lasmuchas lgrimasde las mujeres, alruido, grita y vocerade la muchedumbre presente al suplicio74. El Inca Tupuc Amar, mandando, desde lo alto del cadalso, con gesto solemne, callar a sus gentes, muestra una vez ms a los espaoles su poder inmenso, del que no quiere servirse para ahorrar vctimas:Notaron con espanto la obediencia que los indios tenan a sus prncipes, que aun en aquel paso la mostraron como todos lo vieron75. En esta breve nota est toda la reprobacin de Garcilaso por esta muerte. La tragedia se concluye en pocas, pero eficaces palabras:Luego cortaron la cabeza al Inca. Sigue inmediato el comentario, cuya fuerza reside en lo ceido de las palabras con que el cronista nos presenta al condenado completamente dueo de s:el cual recibi aquella pena y tormento con el valor y grandeza de nimo que los Incas y todos los indios nobles suelen recibir cualquiera inhumanidad y crueldad que les hagan76. Era una manera de aludir tambin a sus personales desventuras.LosComentarios Reales, en sus dos partes, son la elega ms sentida que el Inca Garcilaso escribe sobre su tierra y su condicin desamparada en Espaa. No se trata, sin embargo, de un canto de muerte, sino de vida, puesto que todo est proyectado hacia un futuro en el que el Inca parece creer, a pesar de todo. En sus pginas podemos encontrar, con el documento de una gran pasin americana, eseregard tenace tourn vers l'avenir, de que habla Jos Durand77. Hay que subrayar el significado que hombres y hechos adquieren en este sentido, sobre todo en la segunda parte de losComentarios. No se trata slo del documento de un conflicto espiritual, sino de una tica que en las pginas del Inca asume relieve extraordinario, precisamente en la concepcin del honor y la fama, bajo el sino de la Fortuna.No cabe duda de que laHistoria General del Peres, en este sentido, una historia personal, dominada por la amargura, la nostalgia, las ilusiones y especialmente las desilusiones del Inca. De esta posicin ntima procede el relieve que asumen en el libro hechos y personajes, lejos de la aridez de la crnica, en un mundo vivo que mucho tiene de novela. Miguel ngel Asturias en una ocasin declar78que el comienzo de la novela hispanoamericana hay que buscarlo en losComentariosdel Inca. Los personajes que aparecen en las pginas de esta obra, y especialmente en el clima violento de laHistoria General del Per, son seres vivos en toda su dimensin humana, con todos sus defectos y virtudes, dominados exclusivamente por un sino cruel. Trtase de hroes y anti-hroes, estudiados atentamente en su sicologa, presentados con intenso dramatismo, como en una gran novela de fondo histrico, en la que realidad y ficcin se funden ntimamente.Ariosto pudo ser un inspirador del Inca, pero ms que todo lo inspir la nostalgia de un mundo que, por una o por otra razn, ya no volvera a ver. Por este motivo en las pginas de losComentarios Realespalpita el drama del mestizo exilado -se quiera o no se quiera admitirlo, porque siempre la lejana es un exilio-, de un mestizo que vive, en posicin pobre u holgada -segn se entienda eso de la holgura y la pobreza-, el drama de su mundo, al cual aporta su concepcin tica y su sentido desengaado de la vida, desde una lejana que acenta las luces y esfuma las sombras, o en muchas ocasiones las acenta tambin, como en laHistoria General del Per, que en la narracin de las guerras civiles es la parte ms viva de todos losComentariosy cuenta entre los poemas picos de Amrica. Una pica con una nota original de protesta -por ms que se profese respeto formal a Su Majestad y a los espaoles-, que es hoy uno de sus mayores atractivos.Hace aos Luis Alberto Snchez afirmaba79que la pica verdadera de Amrica no nace con la poesa de la conquista, sino con la novela del siglo XX. El crtico se refera a Ercilla, pero ya en losComentarios Reales, y precisamente en su segunda parte, coexisten pica y novela, en una creacin artstica que conserva intactos, a travs del tiempo, su frescura y su inters, rescatndola totalmente del olvido.

Significados, acepciones y variaciones: usos contradictorios del concepto de tragedia en los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega1Carmela Zanelli Velsquez

El presente trabajo forma parte de un proyecto de mayor envergadura, donde busco indagar sobre la dimensin trgica de la propia historia en laHistoria general del Per(1617), la obra pstuma y segunda parte de losComentarios realesdel Inca Garcilaso de la Vega2. Ahora bien, lo interesante es que coexisten dos acepciones del concepto detragediaen la obra peruana del cronista mestizo. La primera acepcin usada corresponde a un uso neo-aristotlico, afn a la recuperacin renacentista de laPotica, hecha por los comentaristas europeos y aparece en la primera parte de losComentarios(1609). La segunda aparicin, en los captulos finales de la segunda parte pstuma, resulta ms problemtica y tambin ms interesante y es el resultado del uso corriente del trmino, tras su largo y accidentado recorrido por la cultura europea medieval. Es esta discrepancia la que pienso discutir en este trabajo.LaHistoria general, como ya se dijo, fue concebida por su autor como la segunda parte de losComentarios reales de los incasy es donde concluye el recorrido genealgico del Incario, iniciado en la primera parte3. Este hilo conductor explicara la necesidad del cronista de terminar su obra con la ejecucin pblica del ltimo inca Tupac Amaru, ocurrida en 1572. Garcilaso pone prcticamente punto final a su crnica con este episodio, es decir, impone un final que parece responder a un plan predeterminado y que no coincide ni con su partida del Per, ocurrida en 1560, ni incluye lo ocurrido despus de la muerte del Tupac Amaru hasta los aos cuando se encuentra escribiendo el texto, primero en Montilla y luego en su refugio cordobs, entre 1604 y 1616 (1994: 299 yss.)4. Es precisamente en el momento cuando se relatael trmino y fin de la sucesin de los Reyes Incasque el cronista utiliza el trminotragedia. En efecto, en el decimonoveno y antepenltimo captulo del ltimo libro del texto, el narrador decide relatar la ejecucin pblica de Tpac Amaru, el ltimo inca rebelde de Vilcabamba y terminar con este luctuoso episodio su mayor legado, losComentarios.Luego cortaron la cabeza al Inca, el cual recibi aquella pena y tormento con el valor y grandeza de nimo que los Incas y todos los indios nobles suelen recebir cualquier inhumanidad y crueldad que les hagan [...]Dems del buen nimo con que recibi la muerte aquel pobre prncipe (antes rico y dichoso, pues muri cristiano), dex lastimados los religiosos que le ayudaron a llevar su tormento [...] los cuales todos, de lstima de tal muerte en un prncipe tal y tan grande, lloraron tiernamente, y dixeron muchas missas por su nima, y se consolaron con la magnanimidad que en aquel passo mostr, [...] Ass acab este Inca, legtimo heredero de aquel Imperio por lnea recta de varn, dende el primer Inca Manco Cpac hasta l, que, como lo dice el Padre Blas Valera, fueron ms de quinientos aos y cerca de seiscientos. [...] Executada la sentencia en el buen Prncipe, executaron el destierro de sus hijos y parientes a la Ciudad de los Reyes, y el de los mestizos a diversas partes del Nuevo Mundo y Viejo,como atrs se dijo, que lo antepusimos de su lugar, por contar a lo ltimo de nuestra obra y trabajo lo ms lastimero de todo lo que en nuestra tierra ha pasado y hemos escrito, porque en todo sea tragedia, como lo muestran los finales de los Libros desta segunda parte de nuestros Comentarios. Sea Dios loado por todo.

(VII, XIX, 250; subrayado mo)5

Del fragmento se puede destacar el retrato ejemplar del Inca Tpac Amaru, la referencia a Blas Valera sobre la legitimidad de la dinasta incaica y, sin duda, la caracterizacin no solo del episodio luctuoso sino de la obra completa comotragedia. Un elemento sobre el que es indispensable reflexionar es que pareciera que Garcilaso pone punto final a toda la obra con este captulo, sobre todo si se considera el patetismo y dolor que se desprende de la escena descrita, y la magnanimidad y elocuente autoridad del Inca, a punto de ser sacrificado. No obstante, no es as; a pesar del cargado dramatismo del momento, Garcilaso no concluye aqu losComentarios reales, faltan todava dos captulos ms. El captulo inmediatamente siguiente parece ser una suerte de ajuste de cuentas con la historia -realizado por Garcilaso- con los responsables de la captura y muerte de Tupac Amaru, me refiero a Martn Garca de Loyola y el Virrey Francisco de Toledo. En efecto el ttulo del captulo siguiente va como sigue:La venida de Don Francisco de Toledo a Espaa. La reprehensin que la Majestad Catlica le di, y su fin y muerte; y la del governador Martn Garca Loyola(VIII, XX: 251). Es una suerte dejusticia poticapero que resulta siendo, a mi parecer, anticlimtica al desenlace trgico antes presentado. No obstante, para Riva-Agero, es la conjugacin de todos estos elementos lo que convierte a laHistoria general del Peren una clsica tragedia:La escena del suplicio de Tpac Amaru, el disfavor y la muerte deD.Fco.De Toledo y el asesinadoD.Martn Garca de Loyola, sus verdugos, son el artstico y providencial desenlace de laclsica tragediaque ha venido escribiendo en los dos tomos de susComentarios(XXXIX; subrayado mo).Volviendo al pasaje donde aparece el trminotragedia, destaca, por cierto, el carcter metatextual del fragmento que ilumina la filiacin del texto con un tipo discursivo, definido comotragedia. Al realizar a continuacin un anlisis ms detallado del pasaje se desprenden al menos cinco consideraciones importantes que iluminan el concepto detragediamanejado por Garcilaso y que me permitir definir qu requisitos o restricciones esta nocin impone al proceso de composicin del texto.1. Los eventos en s mismos son lastimeros o trgicos, al margen de su representacin textual. Se trata, en este caso, de hechos histricos.2. El texto -de carcter histrico y narrativo-, que relata dichos eventos histricos, es una tragedia.3. El relato de dicho evento sirve como punto final del texto analizado. En el fragmento es explcita la intencin del cronista de ubicar el relato de dicho evento en esa posicin; reconoce adems que ha antepuesto en el relato, episodios acaecidos despus cronolgicamente hablando, para terminar con la ejecucin pblica de Tpac Amaru6.4. Finalmente el evento en cuestin corresponde a la muerte de un rey. Su desaparicin fsica y el consecuente destierro de su linaje significan para Garcilaso el fin de una dinasta, de un imperio y de toda una civilizacin, como veremos ms adelante.5. Si bien la muerte de Tpac Amaru es, para Garcilaso, lo ms lastimero de su historia; la caracterizacin detragediase hace extensiva a los finales de todos los libros de esta segunda parte, sobretodo, si se piensa -como seala Mir Quesada- en el final aciago de cada uno de los protagonistas de la historia (cf.supra)7.La interrogante que ahora surge es cmo es posible que el recuento en prosa y de carcter narrativo de eventos histricos sumamente recientes con respecto al momento de escritura pueda ser calificado comotragedia. Sin todava aventurar una respuesta satisfactoria y menos an definitiva, es necesario complicar un poco ms la discusin, sobre todo, tomando en cuenta que Garcilaso utiliza y define la palabratragediaen otro momento, en un contexto muy diferente y en un sentido bastante distinto, siempre dentro de losComentarios reales.La primera aparicin de la palabra ocurre en la primera parte de losComentarios, en el captulo XXVII del segundo libro. El captulo se ocupa, tal y como lo seala el ttulo, deLa poesa de los Incas amautas, que son filsofos, y harauicus, que son poetas. Parece desprenderse del ttulo una cierta oposicin entre la labor filosfica de losamautasy la poesa de losharauicus, no obstante, queda claro que ambos grupos son incas y que ambos componen poesa.No les falt habilidad a los amautas, que eran los filsofos, para componer comedias ytragedias, que en das y fiestas solennes representavan delante de sus Reyes y de los seores que assistan en la corte. Los representantes no eran viles, sino Incas y gente noble, hijos de curacas y los mismos curacas y capitanes, hasta maeses de campo, porque los autos de las tragedias se representassen al proprio,cuyos argumentos siempre eran de hechos militares, de triunfos y victorias, de las hazaas y grandezas de los Reyes passados y de otros heroicos varones. Los argumentos de las comedias eran de agricultura, de hazienda, de cosas caseras y familiares.

(Garcilaso 1943: II, XXVII: 121; subrayados mos)8

En este contexto, Garcilaso define claramente latragediacomo una composicin artstica de naturaleza teatral y potica pero sostiene tambin que los argumentos de lastragediasrecogen hechos histricos de carcter ejemplar. En el captulo XXVII que voy analizando, prosigue Garcilaso de la siguiente manera:Tambincomponan en verso las hazaas de sus Reyes y de otros famosos Incas y curacas principales, y los enseaban a sus descendientes por tradicin, para que se acordassen de los buenos hechos de sus pasados y los imitassen(1943: II, XXVII: 121; subrayados mos). El adverbiotambinparece indicar que Garcilaso se refiere a otra forma literaria, diferente de latragedia, que tambin se ocupa de hechos histricos dignos de ser recordados y enseados. Pareciera que se tratara de formas picas, aunque aclara, a continuacin, que lejos de ser composiciones largas como podra esperarse de las epopeyas,los versos eran pocos, por que la memoria los guardasse, empero muy compendiosos, como cifras(1943: II, XXVII: 121). En suma, ofrezco a modo de puntualizaciones, todava tentativas, las siguientes consideraciones en el intento por delimitar el o los conceptos detragediapresentes en las dos partes de losComentarios reales.1. La aparicin de la palabratragediaen el captulo XXVII del libro II de la primera parte propone una definicin que se ajusta mejor a las tesis sostenidas por los tericos y comentaristas de laPoticade Aristteles ya en pleno siglo XVI, como se ver ms adelante, en la medida que reafirma (o ms bien recupera) el carcter teatral de latragedia.2. Resulta claro, asimismo, que las tragedias de los amautas son textos poticos, es decir, compuestos en verso. En este punto, conviene recordar las opiniones que el propio Garcilaso tiene sobreLa Araucanade Alonso de Ercilla, es decir, sobre la impropiedad de utilizar versos para relatar hechos histricos. En el captulo XIII del libro octavo de laHistoria general del Per, Garcilaso dice lo siguiente sobre los indios Araucos, que estaban my sobervios y altivos con las victorias que de los espaoles havan ganado, la primera de Pedro de Valdivia y otras que huvieron despus,segn las escriven en verso los poetas de aquellos tiempos, que fuera mejor escrevirlas en prosa, porque fuera historia y no poesa, y se les diera ms crdito (1944: VIII, XIII: 234; subrayado mo). Por lo tanto, Garcilaso, a diferencia de los amautas, deba componer su historia de los incas en prosa para obtener el debido crdito.3. La otra aparicin del trminotragedia, cuando se describe la ejecucin de Tpac Amaru (el captulo XIX del Libro VIII de laHistoria general) es, sin duda, ms problemtica, pero tambin ms rica porque, al caracterizar un texto histrico, narrativo y en prosa como unatragedia, rene en un slo texto elementos del quehacer historiogrfico y potico.4. Por ltimo, es importante destacar, que a partir del anlisis del fragmento del captulo XXVII, queda claro que los incas amautas, es decir los filsofos, guardan en versos (poesa) la fama de los hechos pasados por los incas (historia). Es decir, que se ajustan a la figura del historiador-poeta, figura tpica de la historiografa renacentista.La necesidad de ofrecer un recorrido diacrnico del concepto de tragedia nace de la necesidad de conciliar las dos nociones -aparentemente contradictorias- detragediapresentes en losComentariosde Garcilaso. Como se ver a continuacin, parto de una definicin aristotlica detragedia, sin embargo, es necesario aclarar que laPotica, desconocida durante la antigedad latina, fue bastante incomprendida y distorsionada cuando reaparece en Occidente durante el siglo XIII. LaPoticase convirti en fuente de consulta obligada durante el renacimiento y en frrea preceptiva a partir de entonces. Sin embargo, esto no impidi que durante los siglos XVI y XVII una definicin detragedia, inspirada en laPotica, coexistiera con un concepto que arrastraba consigo toda suerte de distorsiones y variados matices gracias a su largo y accidentado periplo por la cultura europea medieval. La hiptesis que pretendo sustentar plantea que la definicin propuesta por Garcilaso en el captulo XXVII de la primera parte resulta ms afn a la recuperacin (y, hasta cierto punto, simplificacin) de laPoticade Aristteles, hecha por los comentaristas renacentistas -principalmente Pinciano y Cascales- mientras que la segunda aparicin del trmino, aqulla que describe la pblica ejecucin de Tpac Amaru en el Cuzco, responde ms bien al concepto corriente (incluso hoy) detragediay que es resultado de las sucesivas capas de significado que el trmino ha sufrido y que sern iluminadas gracias al siguiente recorrido del trmino a travs de la cultura occidental9.En laPotica, Aristteles define a la poesa trgica y la poesa pica como textos poticos de regular extensin que representan acciones humanas completas de tono grave y elevado. La diferencia fundamental entre ambas formas literarias se reduce a que la primera es actuada mientras que la segunda es bsicamente narrada. En el repertorio de los posibles argumentos de las tragedias, Aristteles prefiere el paso de la prosperidad a la adversidad, siendo el mejor argumento, aquel donde el hroe trgico es personaje digno de cierta admiracin pero marcado por un defecto ohamartiaque precipita su cada. Estos argumentos proceden de las tradiciones de unas cuantas familias; se trata de personajes como Edipo o Tiestes, que sufren situaciones extremas o cometen terribles crmenes. El final infeliz es un requisito para lograr la mejor tragedia pero no es un elemento indispensable; de hecho, muchas tragedias clsicas, que Aristteles, sin duda, conoci, presentan un final favorable para sus protagonistas. Baste recordar el final de laOrestadade Esquilo. Pero, durante el periplo latino del concepto, se va acentuando el nfasis dado por Aristteles al final desgraciado de las tragedias, excluyendo cualquier otro tipo de desenlace en el argumento de las mismas. Hay, no obstante, una lnea definitoria en el derrotero del concepto y esta la encarna el influyente texto de laConsolacin de la Filosofade Boecio, texto latino escrito en el siglo VI y perteneciente al antiguo gnero de laconsolatio. En l, se exponen dos aspectos de la historia, como Providencia y como fortuna. La primera es el plan simple y sin cambios de la mente divina, mientras que la Fortuna es la siempre cambiante distribucin de los eventos que Dios ha planeado en su simplicidad (Watts 1969: 24). Boecio celebra el gobierno divino del universo pero se pregunta por qu se ha aislado los asuntos humanos de dicho gobierno y porqu los hombres estn sujetos a los caprichos de fortuna. En el captulo II del libro II de laConsolacin, Filosofa adopta la voz de Fortuna y tras explicar el cambio de suerte de importantes reyes de la antigedad pregunta:No es esto lo que latragediaconmemora con sus lgrimas y tumulto -El destronamiento de felices reinos gracias a los inesperados golpes de Fortuna?(Libro II, Captulo II, 58; traduccin y subrayados mos). Claramente, el personaje de Fortuna seala que latragediase ocupa de eventos histricos y no imaginarios, del destronamiento de reyes y del fin de los imperios, en suma, del cambio inesperado de Fortuna en la vida de los hombres. Es esta la definicin detragediaque me interesa retomar y donde estn contenidos los principales elementos procedentes de laConsolacin de la filosofa, que reaparecern en la obra de Giovanni Boccaccio10, Geoffroy Chaucer, Juan de Mena, y segn intento demostrar, en laHistoria generaldel Inca Garcilaso.Durante buena parte de la temprana Edad Media, se perdi de vista el carcter dramtico de la forma literaria conocida como tragedia. Para San Isidoro de Sevilla, quien es uno de los ltimos en haber tenido una experiencia directa de los anfiteatros, la tragedia era un poema realista que trata de penosos asuntos de reyes y naciones (cit.en Kelly 1993: 49). Luego, el nfasis se volc en el contenido y no en las peculiaridades del modo dramtico. La tragedia clsica, segn muchos pensadores medievales, es un texto escrito que versa sobre la adversidad de la fortuna para con los hombres. Como se ha visto antes, el repertorio de personajes se ampla para incluir a lderes y reyes adems de los hroes consagrados por la tradicin clsica. La tradicin iniciada por Boecio permite que hechos histricos se conviertan en materia trgica. El final desgraciado e infeliz se va convirtiendo en rasgo exclusivo y excluyente de las distintas definiciones de tragedia mientras que el paso de la prosperidad a la adversidad se propone como el argumento obligado y nico de toda tragedia.En suma, ha llegado a nuestros das una definicin de tragedia que permite calificar, incluso hoy, tanto un evento como la textualizacin del mismo como algo trgico. En segundo lugar, laHistoria general del Peres un texto narrativo de carcter histrico, concebido por su autor como unatragedia. Esta idea de tragedia se apoya en Boecio y tambin en San Isidoro de Sevilla, quien en el libro 8 de susEtimologasseala que la tragedia esun poema realista que trata de cosas penosas concernientes a una repblica o a la historia de un rey(cit.en Nelly 1993: 49). El Inca sostiene junto como muchos pensadores medievales que el final adverso es condicin indispensable en la construccin de una tragedia y coincide con el personaje de Fortuna de laConsolacin de la filosofade Boecio, que la materia trgica consiste en el destronamiento inesperado de reyes y prncipes. Por todas estas razones, sostengo que laHistoria general del Peres muestra singular de una tragedia cuya materia es americana.Para concluir, se lee en elTesorode Covarrubias, en la definicin decomedia, que latragediase ocupa delas costumbres y manera de vivir de