La mirada de Juan Ramón Etxebarria Borobia

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1 LA MIRADA DE JUAN RAMÓN ETXEBARRIA BOROBIA Mentxu Ramilo Araujo Me gustaría aprovechar mi ronda de publicación en Doce Miradas para visibilizar a una persona que lleva trabajando muchos años en Euskadi, América Latina y África tejiendo redes de solidaridad y espacios de encuentro entre gentes de distintas edades, procedencias y visiones de la realidad. Juan Ramón Etxebarria Borobia (JuanRa en adelante y para quienes le conocemos) es uno de los ocho hermanos de la familia Etxebarria&Borobia. Nació en Urbina (Álava) y creció “asilvestrado” y ágil gracias al contacto permanente con la naturaleza. Desde que le conozco me ha transmitido su gran pasión por las personas: escucharlas, interesarse por sus vidas, ayudar en la medida de lo posible, de manera proactiva, con discreción y atención personalizada. De profesión es cura. Pero es un cura rural poco habitual, porque habla de manera que se le entiende, desde el corazón y la experiencia cotidiana de vida. Habla y anima a la acción. Comparte lo que vive, en el entorno presencial y en las redes sociales. En sus homilías habla de Facebook como lugar donde compartir con 1400 amistades de todo el mundo (me creo que sean personas conocidas de verdad) imágenes, reflexiones, lecturas, vídeos, siempre con un toque de justicia social. También tiene un blog donde, comparte algunas de las muchísimas presentaciones de fotografías, pinturas y reflexiones que ha ido enviando por e-mail a lo largo de los últimos años. Es una persona que lidera desde el ejemplo y desde el cuidado y la atención. Sé que no le gusta demasiado que hablen de él. Pero no he dado más que unas pequeñas pinceladas, o puesto unas teselas del mosaico de su vida que, sin duda, completarían muchísimo mejor todas las personas que le quieren por ser una persona cercana y transformadora de mentes y corazones. Bueno, JuanRa, en esta presentación, seguro que me he dejado detalles importantes de tu vida. Así que, en primera persona, nos gustaría que nos hablaras un poco más de tu vida. Háblanos un poco de tus orígenes y de tu familia Soy de una familia muy normal y de un pueblito pequeño de Álava, Urbina. Una familia numerosa, ocho hermanos. Soy el mayor; tenía siete años y ya éramos seis hermanos. O sea, éramos muy seguidos. Además, todos chicos. Mis padres nos enseñaron, sobre todo, la unión de la familia, de los hermanos y, también, a hacer las labores de casa: cocinar, fregar, lavar, etc. Nuestra casa era la última del pueblo, ya en el monte. Vivíamos corriendo por el campo, subidos a los árboles, haciendo chabolas, etc. Ni necesitábamos salir de la casa y de la finca para los juegos; venían los chavales del pueblo y allá jugábamos todos. La naturaleza y la libertad eran nuestras mejores aliadas en los juegos.

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LA MIRADA DE JUAN RAMÓN ETXEBARRIA BOROBIA

Mentxu Ramilo Araujo

Me gustaría aprovechar mi ronda de publicación en Doce Miradas para visibilizar a una persona que lleva trabajando muchos años en Euskadi, América Latina y África tejiendo redes de solidaridad y espacios de encuentro entre gentes de distintas edades, procedencias y visiones de la realidad.

Juan Ramón Etxebarria Borobia (JuanRa en adelante y para quienes le conocemos) es uno de los ocho hermanos de la familia Etxebarria&Borobia. Nació en Urbina (Álava) y creció “asilvestrado” y ágil gracias al contacto permanente con la naturaleza.

Desde que le conozco me ha transmitido su gran pasión por las personas: escucharlas, interesarse por sus vidas, ayudar en la medida de lo posible, de manera proactiva, con discreción y atención personalizada.

De profesión es cura. Pero es un cura rural poco habitual, porque habla de manera que se le entiende, desde el corazón y la experiencia cotidiana de vida. Habla y anima a la acción. Comparte lo que vive, en el entorno presencial y en las redes sociales. En sus homilías habla de Facebook como lugar donde compartir con 1400 amistades de todo el mundo (me creo que sean personas conocidas de verdad) imágenes, reflexiones, lecturas, vídeos, siempre con un toque de justicia social. También tiene un blog donde, comparte algunas de las muchísimas presentaciones de fotografías, pinturas y reflexiones que ha ido enviando por e-mail a lo largo de los últimos años.

Es una persona que lidera desde el ejemplo y desde el cuidado y la atención. Sé que no le gusta demasiado que hablen de él. Pero no he dado más que unas pequeñas pinceladas, o puesto unas teselas del mosaico de su vida que, sin duda, completarían muchísimo mejor todas las personas que le quieren por ser una persona cercana y transformadora de mentes y corazones.

Bueno, JuanRa, en esta presentación, seguro que me he dejado detalles importantes de tu vida. Así que, en primera persona, nos gustaría que nos hablaras un poco más de tu vida.

Háblanos un poco de tus orígenes y de tu familia

Soy de una familia muy normal y de un pueblito pequeño de Álava, Urbina. Una familia numerosa, ocho hermanos. Soy el mayor; tenía siete años y ya éramos seis hermanos. O sea, éramos muy seguidos. Además, todos chicos. Mis padres nos enseñaron, sobre todo, la unión de la familia, de los hermanos y, también, a hacer las labores de casa: cocinar, fregar, lavar, etc.

Nuestra casa era la última del pueblo, ya en el monte. Vivíamos corriendo por el campo, subidos a los árboles, haciendo chabolas, etc. Ni necesitábamos salir de la casa y de la finca para los juegos; venían los chavales del pueblo y allá jugábamos todos. La naturaleza y la libertad eran nuestras mejores aliadas en los juegos.

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Nos tocó trabajar mucho. Teníamos gallinas, animales, granja. Lo hacíamos todo entre todos: ordeñar, limpiar las cuadras, descargar los camiones, llevar la leche, dar de comer a las gallinas, recoger los huevos, capar los cerdos, etc.

Y todo este trabajo lo hacíamos desde muy pequeñitos. Con siete u ocho años aprendíamos a ordeñar. Una vez, a un hermano de diez añitos le tocó descargar a él solito un camión de sacos de piensos compuestos. Y lo contábamos como una hazaña. Él se quedó pequeñito para siempre, pero para nosotros esa vida siempre ha sido un orgullo.

Aquí nací, junto a mis hermanos, lugar de muchas vivencias, juegos y aventuras

Mis padres y los dos hermanos

mayores; estoy en brazos de mi padre

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Hacíamos casi todos los trabajos como juego, haciendo competiciones. Por ejemplo, sacábamos la basura de la cuadra o de los gallineros en carretillas echando carreras. O cuando cuidábamos las vacas a la orilla de la vía y pasaba el tren Vasco-Navarro, que ya iba frenando para llegar a la estación, hacíamos teatro para los pasajeros, que nos miraban absortos por la ventanilla durante unos instantes.

Mis padres fueron, sin duda, partícipes de la infancia creativa y aventurera que vivimos entre los hermanos. Mi madre, en medio de aquella vida un poco agreste que llevábamos, aportó una exquisita sensibilidad. Ella, que tenía que trabajar tanto con ocho hijos, vivió una pasión total por la música clásica. Recuerdo que, siendo yo bastante pequeño, ella me trajo a Vitoria a los primeros conciertos y presentaciones de ballet. Su actitud ante todas las cosas siempre fue positiva y nunca le escuchamos hablar media palabra mal de nadie.

Mi padre, surgido de las profundidades de Gorbea, fue una persona muy sencilla, pero también alegre y juguetón, creo que herencia de su madre Cándida. Tuvo el arte de saber poner orden en aquella tropa de ocho chavales un poco bruticos y, al mismo tiempo, ser cómplice y alentarnos en nuestros juegos laborales, pues era el que hacía de juez y nos daba los premios en aquellas competencias de sacar la basura en carretillas o ver quién llenaba más rápido el balde leche ordeñando.

Somos ocho hermanos; aquí estamos siete, con mis padres

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Este afán juguetón de la infancia creo que se me ha quedado en mi ADN para siempre. Y en los momentos más sagrados y sublimes de la vida, se me ocurren cosas jocosas. Me encanta romper las solemnidades artificiales, incluidas las de la liturgia, pues creo que la vida ya es en sí misma grandiosa, sabiéndola vivir, sin necesidad de añadirle aditamentos. Serán reflejos de mi infancia.

Hoy día la familia se ha multiplicado. Tenemos una casita en el campo y todos los domingos nos reunimos casi todos, muchos días pasamos de veinte. Este encuentro de los domingos es un momento muy propicio para la alegría, las bromas, los juegos y el trabajo colectivo. Todos mis sobrinos, y también mis cuñadas, han mamado este ambiente. Mis hermanos son buenos organizadores, se reparten las tareas, todos colaboramos en la cocina y en los trabajos. Es la única forma de que siga funcionando aquello que sembraron nuestros padres hace muchos años.

Con mi abuela Cándida, que

nos hacía las medias de lana

Esta infancia ha marcado mi vida. La mezcla de trabajos, de juegos, de libertad y fraternidad que he vivido en la niñez, seguro que ha condicionado mi vida para siempre. Hasta el día de hoy nos seguimos reuniendo los hermanos todas las semanas. Dicen que la vida consiste en poner en práctica dos o tres sueños, que se tuvieron en la infancia. Y estoy de acuerdo. Luego, la vida te va llevando por muchos caminos, pero son caminos que inicialmente los eliges tú. Y siento que todo lo que he vivido y recorrido por el ancho mundo no está en contradicción con los sueños que tuve en la niñez.

Todos los domingos nos

reunimos toda la familia en esta casa de

Nafarrate, que aquí

aparece en la primavera y en el otoño

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También hay que decir que no somos iguales y muchas veces hay diferencias y debates. Pero ahí quedan siempre, nunca llegan más allá.

Mi madre sigue valiente, con sus ochenta y ocho años. Sufre de las piernas, de la movilidad. Pero, por ese arrojo positivo que siempre ha tenido, se ha levantado de la silla de ruedas, en la que ha permanecido un año, y ha vuelto a caminar. Sigue siendo un referente para nosotros por su actitud y por su sensibilidad. Todos los hermanos, los ocho, cuidamos de ella.

¿Qué te animó a ser cura y a ser misionero?

Era bastante niño cuando tuve este deseo de ser cura. Lo entendía como una forma de servir, de ayudar a la gente. Valoraba la posibilidad de estar con la gente, con todos, de acompañarles. Tantas necesidades que tenemos todas las personas, problemas y carencias; al mismo tiempo, tantos momentos especiales en la vida de las familias, de los pueblos, de los pequeños pueblos como era el mío: momentos de encuentro y de hacer pueblo…, me parecía que ser curar era una buena oportunidad para acompañar y compartir todas esas experiencias.

Luego, también muy niño, tuve el deseo de ser misionero. Conocí a misioneros que transmitían sus vivencias y experiencias. Me atraía vivir todo esto que digo del acompañamiento a la gente, en los lugares más pobres del mundo.

La verdad, no me dice nada ese sacerdocio dedicado principalmente a lo litúrgico y a lo sacramental. Creo más en un sacerdocio social, creo en un compartir profundo de la vida, sin diferencias ni credos ni etiquetas. Y también creo en ese momento importante de reunirse la comunidad y celebrar las cosas que nacen y vienen de la vida. Tampoco creo en una solemnidad hecha de ritos y fórmulas repetidas, no me dice nada, me parece vacía. Creo que la vida misma, el encuentro de las personas, la celebración de las conquistas que hacemos juntos cada día, ya es litúrgica en sí. Y así hay que vivirlo y demostrarlo, pero sin muchas añadiduras que rompan la magia que tiene la vida misma. O descubres a Dios en esa convivencia y trajín de la vida cotidiana, muy apegado a la realidad, o no me interesa para nada ese Dios fuera de la vida normal.

Tampoco creo en un protagonismo especial del sacerdote. Creo en el protagonismo de la comunidad. Sería posible una comunidad sin sacerdote, que se reúne, que se organiza, que celebra la vida, la presencia de Jesús en su vida. El sacerdote es uno más; tiene su papel, como todos los tienen. Pero es uno más, junto a toda la comunidad, o si no, es un estorbo.

Creo que tú eres a quien más le gusta viajar en la familia. ¿Qué significa viajar para ti? ¿Qué lugares y personas recuerdas con especial cariño?

Cuando era joven no había tanta costumbre de viajar a lugares lejanos. Con veinte años sólo viajaba a los rincones escondidos de la geografía alavesa, siempre con chavales. Salidas, campamentos, aventuras, con un grupo de veinticuatro chavales muy activos del barrio de Zaramaga, en Vitoria. Lo pasábamos excelente, todos trabajábamos, cocinábamos, y todos éramos iguales, no había diferencias entre monitores y chavales. Corrimos aventuras

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increíbles, imborrables hasta hoy. Hoy nos hubieran denunciado por poner en riesgo la vida de aquellos críos y crías. Para mí fue una escuela de convivencia e igualdad muy profunda. Creo que así lo sentimos todos hasta hoy y dicen ellos que les marcó definitivamente, pues en situaciones de cerrada competencia que les toca vivir en la sociedad actual, no han podido renunciar a los valores profundos que descubrieron en aquella infancia y adolescencia de juegos, de aventuras, de trabajos, pero de profunda igualdad.

Con veintiséis años fui a Ecuador, donde permanecí treinta años. Allí, sobre todo, viajé al Ecuador profundo. Vivía y trabajaba en una extensa zona, sin comunicaciones. Recorría a pie todos los caminos, los senderos, subiendo cerros y llegando a las últimas casas. Me gustaba llegar a los lugares remotos, donde parecía que se terminaba el mundo, y descansar en una hamaca con una taza de café bien negro, conversando con la gente sencilla. Siempre he disfrutado escuchando a la gente humilde y sabía. Tuve la oportunidad de recorrer todo el Ecuador, todas las provincias. Siempre me ha apasionado conocer la cultura de cada lugar, descubrir sus raíces, ir al fondo de la vida de los pueblos. Las simplificaciones y los estereotipos no me dicen nada, me aburren soberanamente.

Después de treinta años de estancia en Ecuador, regresé de nuevo a mi tierra. Cuando volví, tuve la oportunidad de cumplir un viejo sueño de la infancia: conocer África. Siempre me atrajo este continente, desde los diez años. Quería

En una de las acampadas con el grupo de chavales de Zaramaga

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conocer África para descubrir mejor las raíces del ser humano, de la vida humana. Me interesaba acudir a las fuentes de donde surgen los valores más profundos en los que creo: la familia, la comunidad, el pueblo. Y me seducía muchísimo descubrir los colores, las formas, que en África me las imaginaba más puras y originales.

Al llegar a África, vi todo el horror y toda la violencia que es capaz de generar el ser humano. Vi campos de refugiados donde se hacinaban cientos de miles de refugiados, una pobreza extrema, desnutrición en los niños, una represión enorme. Y todo ello, porque en esa zona hay el maldito coltán, ese mineral de los móviles y de esos aparititos que tienen a medio mundo adormecido, mientras allá, aquellos países de Congo y de Rwanda se desangran, y las multinacionales se enriquecen y los gobiernos poderosos del mundo sostienen esta espiral porque les viene muy bien ser aliados de aquellos gobiernos represores y tener aquí a la gente absorta dándole a la maquinita sin tener conciencia de la sangre y la muerte que hay detrás.

Pero como he dicho antes, lo que me interesaba era conocer a la gente sencilla, a la gente pobre y buena que resiste con tremenda dignidad todas esas miserias. Me interesaba conocer a las familias, a los niños, a las mujeres. Me interesaba conocer a esas personas que están ahí, junto a los que más sufren, dando la vida, ayudando y sirviendo. Me interesaba conocerles, ver cómo viven, cómo sienten, cómo piensan. Porque creo que ahí está la raíz para enfrentar los males que les acechan. Y de verdad que pude conocer aquello que me interesaba y que me ha marcado para siempre. Tengo rostros de personas, imágenes, ojos brillantes, historias, vivencias, danzas, cantos, de África, guardados dentro de mí para siempre.

Esa imagen que se ha quedado grabado en mi retina, de la gente más pobre luchando por su vida con una hermosura profunda, ilumina mi visión de África.

Recuerdo uno de los campos de refugiados que visité en R. D. de Congo, que tenía como doscientas mil personas hacinadas. Después de ver las tiendas de campaña amontonadas, nos acogieron en una pequeña cabañita, donde estaríamos más de treinta personas apretadas y nos explicaron su vida, sus problemas y esperanzas, con tal dignidad, que desde entonces todo lo demás que hay en el mundo me parece relativo.

Una de las veces que fuimos a Rwanda, llegamos de noche. Al amanecer del día siguiente, vimos una multitud de mujeres con sus vestidos multicolores, sus parasoles protectores y sus niños y niñas a la espalda, que venían danzando. Venían a darnos la bienvenida. Eran las madres de los niños desnutridos, que nosotros habíamos apoyado desde Kuartango, las personas más pobres. Era un derroche de vida, de alegría y de amor.

Esta imagen de la acogida que nos

brindaron en Rwanda, ha quedado

profundamente grabada

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Otro de los sueños que he cumplido es llegar a donde viven los indígenas de la selva latinoamericana. En concreto, he viajado por el Amazonas y sus afluentes, he navegado durante días y días, en unos paisajes increíbles, donde termina el mundo occidental conocido y sólo hay agua, naturaleza y selva virgen. He entrado en las profundidades de la jungla de Brasil, de Bolivia y de Ecuador. Y, en medio de todo ello, he encontrado comunidades indígenas y he compartido con ellas. Muchas cosas son atractivas de la vida natural y comunitaria de los indígenas. Pero, ahora quiero resaltar, sobre todo, su gran capacidad de resistencia, de lucha y de organización. Es admirable, es un ejemplo.

Para mí, llegar a un pueblo indígena de la Amazonía, reunirme con la comunidad y escucharles sus historias, sus vivencias y, sobre todo, sus planes y proyectos de resistencia, me parece increíble. Recuerdo, como expresión de esta resistencia y, al mismo tiempo, belleza indígena, una vez en que, después de ocho días de navegación por diversos ríos de la selva boliviana, llegamos a una comunidad indígena remota, y unos jóvenes nos dieron un concierto de violín magistral, herencia que habían recibido hace tres siglos de los jesuitas y la han conservado con toda fidelidad, incluidos los cuadernos con las notas musicales y miles de estrofas escritas con letra de caligrafía. Los que creemos saber tantas cosas de luchas y resistencias, de tácticas y estrategias, no sabemos nada, cuando llegamos a conocer el mundo indígena latinoamericano.

Uno de los campos de refugiados que visitamos en R. D. de Congo

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Pero la vida, sin duda, tiene sorpresas. Yo creo que las decisiones y los caminos fundamentales los tomas tú, a partir de tus inquietudes, de tus centros de interés vitales, que se van manifestando desde tu niñez y juventud. Pero muchas veces, unos caminos te llevan a otros. En Brasil me encontré con lo que nunca me había imaginado. Unas amigas ecuatorianas me introdujeron en las favelas de Bello Horizonte, donde ellas trabajaban con una entrega total. Después de haber recorrido muchos lugares del planeta, donde yo creía que estaba el fin del mundo, en la favela tuve la sensación de haber llegado al infierno. Y así se lo dije a ellas. Pero más fuerte fue su reacción, cuando se rebelaron ante este comentario mío y me mostraron “la vida que hay en la favela”. La gente de la favela vive hacinada, rebuscando en los basurales. Las criaturas se arrastran por los pequeños callejones de menos de un metro de anchura por donde corren los desagües, con una putrefacción y una hediondez insoportable. Estas mujeres amigas les acompañan, les animan, les ayudan. Me contaban historias hermosísimas de mujeres que vivían sacando cosas de la basura, de un amor, de una fe y de una sensibilidad tan exquisitas, que uno no puede menos de sobrecogerse. Uno aprende a callar, a hacer silencio, para dejar de hacer análisis y comentarios fáciles y escuchar estas historias reales. Mis amigas ecuatorianas son valientes y comprometidas, viven denunciando esta realidad, peleando con las autoridades, para lograr cambiar estas injusticias y conseguir mejores condiciones de vida para los habitantes de la favela. Pero luego se abrazan de tal manera a aquellos niños y niñas y a aquellas personas de la favela, sin escrúpulos, que me ayudaron a entender

Estos indígenas nos sorprendieron tocando el violín en las profundidades de

la selva de Bolivia

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dónde está realmente en esta sociedad el compromiso revolucionario y la radicalidad.

De la favela de Belo Horizonte me traje una pequeña medallita, que me regaló mi amiga Tania, porque tenía historia. Tania visitaba todos los sábados y domingos la favela “Vila da luze”. Pero, una vez, decidió permanecer una semana entera viviendo allá. Le acogió una mujer muy pobre y sencilla, que vivía sola. Tania le propuso acompañarle en el trabajo. La mujer le contó que “reciclaba”, es decir, iba a los basureros a rebuscar en la basura. Así que Tania le acompañó todo el día. Dice que encontró unos tomates algo dañados, pero que aún se podían aprovechar. Después halló una bolsa de papel con restos de pollo. Al mediodía, aquella buena mujer le invitó a comer a Tania de lo que habían recogido. Tania, que es de una sensibilidad exquisita, por supuesto comió, venciendo el natural escrúpulo. Dice que era una mujer que siempre estaba alegre y contenta y que era muy religiosa. Al final del día, aquella mujer le regaló a Tania en agradecimiento una medallita de la Virgen, que le contó cómo la había encontrado en la basura, y que estaba ya un poco gastada.

De la favela de Belo Horizonte me traje una pequeña medallita, que me regaló mi amiga Tania, porque tenía historia. Tania visitaba todos los sábados y domingos la favela “Vila da luze”. Pero, una vez, decidió permanecer una semana entera viviendo allá. Le acogió una mujer muy pobre y sencilla, que vivía sola. Tania le propuso acompañarle en el trabajo. La mujer le contó que “reciclaba”, es decir, iba a los basureros a rebuscar en la basura. Así que Tania le acompañó todo el día. Dice que encontró unos tomates algo dañados, pero que aún se podían aprovechar.

En la favela “Vila da luze”, de Belo Horizonte, en Brasil

Pero, decía la mujer, que esa imagen le daba a ella fortaleza. Y en gratitud se la regaló a Tania. Tania me la dio como recuerdo de la favela. Y para mi simboliza la increíble capacidad de resistencia de los pobres y el amor inconmensurable de personas dispuestas a darlo todo por los más pobres.

Tania y Vitorinha. Tania me enseñó a descubrir la vida que en la favela

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¿Qué destacarías de tu etapa misionera en Latinoamérica?

Fueron treinta años en Ecuador que los viví intensamente. Seguramente hubo momentos bajos, malos, como en todas las cosas de la vida. Pero ahora mismo me parecen treinta años apasionantes, aprendiendo y disfrutando, luchando junto a los más pobres y compartiendo profundamente con el pueblo ecuatoriano.

Cuando llegué a Ecuador, nos decían los compañeros que ya llevaban años allá, que había que estar por lo menos un año en silencio, escuchando, aprendiendo, para no meter la pata y después poder ser eficaz en el trabajo. Recuerdo que me pasé más de dos años escuchando, hasta que me dijeron: “¡JuanRa, ya es hora de que empieces a hablar!” Bueno, es simplemente una anécdota. Con ello quiero decir que desde el principio me apasionó aquel estilo de vida y de trabajo, muy desde abajo, desde los más pobres; muy en coordinación y en equipo; escuchando mucho a la gente, muy ordenado y sistemático, donde tú no eras el experto, que tenía la última palabra, sino que participabas en un proyecto muy colectivo. Un proyecto muy utópico y, al mismo tiempo, muy real y de mucha entrega y de esa catarsis profunda que es estar en silencio, morderte la lengua y escuchar horas y horas a los más pobres y a los demás compañeros y compañeras del equipo. Una verdadera catarsis para los creídos europeos que creemos saberlo todo.

De todo aquello me han quedado cientos, miles de amigos y amigas. Ya sé que decir esto es un poco exagerado. Pero quiero indicar que no son las típicas amistades de cuadrilla, de grupo, sino relaciones labradas en una convivencia y en un trabajo muy profundo, en el que, de alguna manera -junto a otras muchas personas- logramos hacer un proyecto muy global y participativo y de todo el país, que ha servido para cambiar un poco el devenir del pueblo ecuatoriano.

En Ecuador me sentí dichoso

junto a la gente más pobre,

como aquí con Fito y Janeth, en su casa de Ambache, en 1977

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Grandes profetas y maestros orientaron este caminar nuestro, como el obispo de los indios Proaño, como el pedagogo brasileño Paulo Freire con su “Pedagogía del oprimido”. Otros, como Pedro Casaldáliga, Oscar Romero, Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino… Todos incidían en lo mismo: un proyecto de cambio profundo, de liberación. Al mismo tiempo, una metodología de mucha escucha, de caminar juntos, de participación de todos. Y una teología desarrollada desde abajo: la teología de la liberación. Con estos principios trabajamos haciendo comunidades y organizaciones. Se logró dar un cambio de la realidad, poco a poco. No se politizó el proceso tempranamente ni se buscó llegar aceleradamente al poder para cambiar las cosas. Pero los cambios que se están dando en Ecuador -y, también, en otros países de América Latina-, se deben, sin duda, a este trabajo largo, callado, muy de base, de las comunidades de base, de las organizaciones indígenas y de muchos grupos populares.

Ecuador es el país de Latinoamérica que más ha reducido en estos últimos años los niveles de pobreza. Estoy convencido que todo este compromiso concientizador y organizativo durante muchos años es el que está generando un cambio político y la mejora de la situación general.

Con todo este trabajo se creó un modelo de Iglesia radicalmente distinto al que estamos acostumbrados. Una iglesia de los pobres, de comunidades, de seglares, que lee y reflexiona juntos la palabra de Dios y ésta le aboca a un compromiso transformador tanto personal como social y político. Al principio, hubo muchos conflictos con los que siempre habían estado acostumbrados a dominar la Iglesia.

En 1979 hicimos la “misión” en Rosa Blanca. Aquí estamos con Pascualita, y toda su familia, que nos acogió en su casa

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Como en todos los lugares y en todas las cosas, también en Ecuador, hay un sector de los políticos y un sector de la Iglesia, que se resisten a estos cambios profundos que vienen de abajo. Pero, esta experiencia a muchos nos ha marcado; sobre todo, ha marcado a mucha gente de Ecuador y ha creado un estilo de vida, que será siempre una referencia.

Esta cercanía a la gente y a sus raíces, me llevó a interesarme por la Cultura Montubia. El hombre y la mujer de la Costa ecuatoriana, que es mezcla de indio, negro y blanco, ha creado la cultura montubia. Una cultura, que tiene identidad propia, pero que, en general, ha sido desconocida y poco valorada. Hicimos con los compañeros de Manabí investigaciones sobre las manifestaciones de la cultura montubia. Cuando estuve en Baba (Los Ríos) realizamos con la gente un trabajo muy interesante, creamos un ballet de danza montubia, que aún pervive hasta hoy, compusimos canciones, etc. Fue todo un despertar montubio, que ha marcado un hito en Baba y en la provincia de Los Ríos.

¿Cómo resumir los treinta años que pasé en Ecuador en unas pocas líneas? Además, fueron años de vivencias intensísimas. En los lugares en los que viví y trabajé: Bahía de Caráquez, San Vicente, Jama, Pedernales, San Isidro, Baba, visitaba todas las comunidades, que en total pasan de varios cientos. Según el estilo de vida y de trabajo que llevábamos entonces, visitar la comunidad quiere decir llegar a todas las casas del recinto, que son alrededor de treinta familias en cada comunidad. Tanto en Manabí como en Los Ríos, las casas están muy alejadas unas de otras, lo que suponía transitar infinidad de

El Ballet Folclórico Danzas-Baba es la planta más hermosa que ha surgido en la sabana de la provincia de Los Ríos

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senderos, pasar riachuelos y esteros, atravesar cafetales, cacaotales y bosques cerrados o potreros inmensos sorteando las vacas. Y llegar a cada casa significaba pasar largos ratos con la familia, comer con ellos, compartir muchas tertulias, en muchas ocasiones sentados en el suelo; dormir en sus casas, en el suelo o en catres de caña. Son miles de familias que visitábamos y conocíamos.

Y luego venía la reunión en cada comunidad. Reuniones, que las hacíamos en todos los lugares posibles: en las casas, debajo de un árbol, sentados en unos troncos, en las escuelas, en las capillas. Eran infinidad de reuniones eternas, participando todos, aprendiendo a participar. Se valoraba la palabra de los más pobres, no había prisa. Esperábamos todo lo que hiciera falta para que alguien, que en su vida había abierto la boca en público, dijera una palabra; y la anotábamos como un verdadero triunfo de esta humilde organización de los pobres que estábamos iniciando. Lo anotábamos todo en cuadernos.

¿Cómo expresar en pocas palabras toda esta riqueza? Si en este momento tuviera que destacar un nombre de alguna persona, que resuma mis treinta años en Ecuador, me atrevo a nombrar a dos personas. Dos personas especiales. “Especiales” sí, en el sentido síquico, dos personas con síndrome de down, “El Toño” y “El Viejito”. Ambos fueron mis compañeros inseparables durante muchos años, mis amigos entrañables, que contribuyeron, sin duda, a hacerme la vida más feliz en Ecuador.

Toño Cagua era de Pedernales. “El Toño” era síndrome de down agudo y sordomudo, pertenecía a una familia muy pobre, sus hermanas eran lavanderas, que apenas podían atenderle. Toño era infaltable en nuestra casa, pasaba largos ratos, nos alegraba la vida, comía con nosotros. Era alegre, bromista, juguetón. Uno de los oficios que nos hacía era traernos la leche cada día. Iba con un cueceleches sin asas a casa de la señora Minta y, al regresar, traía los dedos metidos en la leche para sujetar el recipiente, dedos que siempre tenían una buena cantidad de mugre en las uñas. Iba ligero, a paso rápido, inclinado hacia adelante con el cueceleches al frente, e iba tan absorto que atravesaba por la mitad la cancha donde jugaban los jugadores de voleibol. Los jugadores paraban el juego, se reían y le aplaudían. Toño a lo suyo.

En San Isidro estaba “El Viejo” o “El Viejito”. Su nombre, Hólber Garibaldi Moncayo Mejía. También síndrome de down; era mudo, aunque sí oía. Asiduo en nuestra casa y mi compañero inseparable en tantos viajes y recorridos por los caminos de San Isidro. De un humor extraordinario, exquisito, era un gran artista y, sin duda, el mejor mímico que he conocido. No había reunión, encuentro, celebración, en que “El Viejito” no diera su sesión magistral de mímica. Por ejemplo, hacía como que iba a sacar una fotografía a todo el grupo y pasaba largo rato realizando todos los preparativos, ubicando a todos, señalando los gestos, las posiciones de cada uno. La gente le quería y le respetaba mucho. Y, además, era muy inteligente, sabía perfectamente cuándo era el momento de hacer sus payasadas y cuándo debía dejarlo discretamente. Con el micrófono daba conciertos, discursos, casi se nos olvidaba que era mudo de lo bien que lo hacía, pero él siempre alegrando la vida de la gente.

Ambos murieron tempranamente. “El Toño” murió de una forma trágica; alguien se lo llevó en un carro y desapareció. Me tocó dar muchas vueltas hasta que por lo menos supimos su destino final. “El Viejito” murió cuando se le fue

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acabando el humor y las ganas de vivir, que exactamente fue al día siguiente de morir la Mamá Zoila, que era su abuelita y la que lo cuidó con todo cariño hasta el final.

Si he querido resumir con estas dos personas mi larga estancia en Ecuador, no es simplemente por contar anécdotas entretenidas, sino porque éste fue realmente el sentido de nuestra vida y trabajo en Ecuador, no sólo mío sino de todos los compañeros y compañeras misioneros: la cercanía y la amistad profunda con las personas más pobres. Ésa fue nuestra vida allá, estar totalmente dedicados a la gente más humilde y sencilla, compartir con ella, convivir, acompañarles en toda su vida, en sus sufrimientos y tragedias, tan comunes en la vida del pobre, pero también en sus fiestas y alegrías, que sólo se conocen de verdad cuando se convive profundamente con ellos.

Sí, luego se hizo un profundo trabajo con las comunidades, con la organización de los pobres, con las bodegas, botiquines, trabajos comunitarios, cajas de ahorro, etc., pero todo partió de una convivencia intensa con la gente más pobre.

Toda esta experiencia ecuatoriana ha quedado grabada para siempre como lo mejor que he vivido. Sigo cultivando estas vivencias y valores. No es algo pasado.

Además de viajar, aprender y escuchar a las personas, otra de tus aficiones (de la cual podemos decir que eres un profesional) es la pintura. ¿Cómo comenzaste a pintar?

Todas estas vivencias que estoy contando de Ecuador fueron las que desataron en mí un deseo de dibujar y de pintar. Empecé con un lápiz y un rotulador de punta fina. Llegaba de las visitas del campo, de las reuniones, de las misiones, a casa, de noche, y a la luz de la vela, me ponía a dibujar. A expresar la realidad que veían mis ojos, el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación de los patrones y de los comerciantes. Pero, sobre todo, con los dibujos trataba de exponer los sueños y proyectos que mostraban los hombres y mujeres del campo en aquellas reuniones casi clandestinas.

Uno de mis primeros dibujos, a rotulador, que

recoge modelos de casas manabitas, con sus familias

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Además, esta gente sencilla, muchas veces analfabeta, expresaba sus ideales con mucho gracejo y con una alegría contagiosa, que yo trataba de revelar en aquellos dibujos rudimentarios, pero que luego los exponíamos en las mismas reuniones y despertaban muchas reflexiones y comentarios sabrosos. Me tocó colaborar en cantidad de folletos y publicaciones populares, donde el dibujo era un arma pedagógica de mucha fuerza. Hice varias colecciones de postales con pinturas naifs muy simples y mensajes utópicos, que expresaban muy bien el contenido de nuestros trabajos y vivencias con la gente.

Recuerdo el primer encargo que me hicieron los compañeros del grupo. Hacer los dibujos para un libro de alfabetización, basado en la pedagogía de Paulo Freire, que se basaba en palabras generadoras y arrancaba cada tema con un dibujo de la realidad, que se analizaba entre todas las personas alfabetizandas. Recuerdo los primeros dibujos: la casa, el machete, el agua, el trabajo, etc. Y otro encargo que me hicieron, las ilustraciones para un libro de oraciones populares. Con el tema del nacimiento de un niño, me imaginé la fuerza de la vida, de la sexualidad, de la pareja, en aquel entorno profundamente vitalista y tropical. Me pareció que la pintura era algo mágico. Esa fuerza suya para expresar la realidad con sus sueños y utopías y desatar procesos organizativos, me subyugaba.

Alguien podrá pensar que estoy hablando de una pintura profesional. Nada de nada, era la cosa más simple del mundo. Dibujos infantiles, ingenuos, para mostrar la vida de la gente: el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación del comercio, los macheteros, la familia, la vida de la comunidad, las casitas de caña sobre postes de madera, los burritos, los chanchitos, etc. El mérito que tenían no era la perfección de los trazos, sino que quizás eran los únicos

Una de mis pinturas naif, que recoge el país utópico, las regiones de Ecuador,

las distintas razas y culturas, formando una comunidad

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dibujos que mostraban la realidad de la Costa ecuatoriana, que estábamos profundamente empeñados en transformar.

La primera experiencia de la magia del dibujo y de la pintura, la tuve al día siguiente de llegar a Ecuador. Llegué un 19 de abril de 1977 a Guayaquil. Vinieron los compañeros a recibirme y viajamos más de diez horas para llegar a Bahía de Caráquez, en la provincia de Manabí. En Bahía, me recibió Peli Romarategui, al que ya había conocido en Vitoria. A la mañana siguiente me invitó a su taller. Era un local inmenso, con miles de tarros llenos de pequeñas teselas de mosaico y de vidrios de colores. Y en el centro del taller, unas grandes mesas donde Peli hacía mosaicos y vitrales. Esa posibilidad de grabar la vida de la gente, sus luchas y esperanzas, en un mural, me pareció algo mágico.

Siempre me iba al taller a verle a Peli hacer sus obras de arte y a ayudarle. El trabajo de los misioneros creando comunidades y proyectos de liberación con

El mosaico de Peli en Pedernales, un derroche de vida y de color, pone

imagen a los sueños de liberación que tuvimos con los pobres de Ecuador

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las personas más pobres y Peli plasmando estos sueños utópicos en sus murales, me parecía una síntesis muy sugestiva. Peli y el embrujo de sus murales influyeron fuertemente en mi decisión de dedicarme a la pintura.

La vida y el trabajo de Peli siempre me han parecido apasionantes: su vida en el taller, cómo te explicaba lo que hacía y su habilidad con los materiales, pero también sus ideas y su testimonio de vida. Era de una laboriosidad y una fidelidad total, aunque también tenía su humor socarrón. Llenó Ecuador de obras de arte, tenía predilección por dejar su arte en los lugares más pobres. Los compañeros del grupo me encargaron recoger su vida y sus obras en un libro, que se tituló: “Ecuador, la cara oculta de la belleza. Vida y obra artística del misionero vasco Peli Romarategui”.

En un momento decidí permanecer tres años en Vitoria, para estudiar pintura. Hice la carrera de ilustración y tuve la oportunidad de poder estudiar: dibujo, pintura, diseño por ordenador, fotografía, historia del arte. Lo que buscaba, sencillamente, era tener herramientas para expresar más profundamente la esencia de la vida. Desde entonces he seguido aprendiendo con distintos pintores.

En estos momentos eres el cura del valle de Kuartango. ¿Qué actividades realizas en el valle?

Como uno se puede imaginar, dar el salto desde Ecuador, con todas estas experiencias que he contado de treinta años, a Kuartango, un pequeño valle rural alavés, es un salto en el vacío demasiado grande. Me quedé sin palabra, literalmente. Pero volví a apoyarme en las pocas cosas sustanciales en las que siempre he creído. Me dije, bueno, no tengo grandes objetivos para mi nueva experiencia en Kuartango. Si logro, al final, hacer algunos amigos y amigas, me doy por satisfecho. Por otro lado, pensé, lo que siempre funciona es convivir con la gente, estar cerca de la gente, de la vida del pueblo, y si algo tiene que surgir y nacer, nacerá de ahí. Y, además, una experiencia infalible para mí es confiar en la gente sencilla. Confiando en la gente sencilla, siempre se acierta.

Peli, en la hamaca, me

muestra alguno de los

bocetos de sus murales

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En el valle de Kuartango he podido percibir una relación muy especial entre las personas mayores ¿Qué ha sucedido en los últimos años para dar protagonismo a las personas mayores del valle?

Blog: Personas mayores de Kuartango

Ya había una práctica interesante en Kuartango, que yo no hice más que continuar. La gente vive en núcleos rurales muy pequeños y mantenemos encuentros habituales dinamizados por Cáritas.

El paradisíaco y escondido valle alavés de Kuartango

Las reuniones con las personas mayores son un espacio muy sencillo de compartir, de intercambiar. Se recogen experiencias, historias. Se habla un poco de todo.

Los mayores de Kuartango participan activamente en la vida social del valle

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La gente se ha ido soltando y cogiendo confianza. Terminó resultándome muy interesante, un verdadero libro de historia y de aprendizaje de la vida de Kuartango. Era ir conociendo todo, la vida de los pueblos, de las familias. Fui componiendo para mí el tupido árbol genealógico de Kuartango y rellenándolo de anécdotas.

Además, tenemos un pequeño equipo de personas voluntarias que nos reunimos y acompañamos a los grupos de mayores. Hablamos mucho entre nosotros. Hemos ido logrando una gran sintonía. Creemos profundamente en el potencial y en la capacidad de las personas mayores de Kuartango.

Yo siento que todo lo que ha venido después, ha ido surgiendo de estos infinitos diálogos, tanto con la gente mayor como con los voluntarios. De las reuniones eternas, pero al mismo tiempo rigurosamente planificadas y evaluadas, de las sobremesas interminables con un café delante, han ido naciendo los proyectos que hoy día llevamos. Creo que ninguna de las iniciativas que han surgido en Kuartango tiene un autor reconocido. Cuando se confía en la gente, cada cual tiende a poner lo mejor de sí al servicio de la comunidad y se desatan ideas y energías más fuertes que muchos proyectos hechos en un despacho.

Comenzamos casi como un juego recogiendo miles de fotografías antiguas, pero este sencillo juego ha generado todo un proceso que aún continúa y no sabemos hasta dónde llegará. Cada foto antigua la escaneábamos y la proyectábamos con un cañón sobre la pantalla. El objetivo era documentar la imagen hasta el último detalle. Pero aquello no tenía fin. Podíamos tirarnos horas con una foto. Salían historias, anécdotas y personajes detrás de cada foto. Parecía que aquel trozo de papel en blanco y negro empezaba a coger movimiento y era como una película.

Nos pareció que todo este bagaje no podía quedar oculto. Así que comenzamos a pensar cómo difundirlo. Planificamos una exposición. Hicimos un vídeo. Lo grabamos todo en un DVD. Siempre, lo teníamos claro, las personas mayores de Kuartango eran las autoras intelectuales de todo este trabajo. Enlace del vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=cPfQSODnQFQ

Dándole muchas vueltas a todo ello, descubrimos que no nos interesa una historia que se queda en el pasado. Y estamos tratando de mostrar cómo los valores y características fundamentales de Kuartango han evolucionado a los largo del tiempo y cómo se siguen mostrando hoy. Y estos descubrimientos lo vamos a plasmar en un libro fotográfico y literario: el ayer y el hoy de Kuartango. Un libro realizado por más de treinta autores, es decir todas las personas mayores de Kuartango con las que nos reunimos y que escriben el libro con la pluma del corazón.

Me parece muy interesante el Encuentro Intergeneracional del que nos hablas. ¿Podrías explicarnos su origen y qué pretende?

Uno de los grandes hallazgos que hemos tenido en Kuartango, y que también ha nacido de una idea primigenia muy simple, son los encuentros intergeneracionales. Comenzó de una manera tan sencilla. Un día nos

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reunimos los mayores y los niños. Los niños y adolescentes, después de un año de ensayos, nos mostraron los bailes que estaban aprendiendo. Y las personas mayores echaron a volar sus recuerdos y rescataron historias, cuentos, canciones y juegos de su infancia.

Fue un intercambio entrañable y simpático. Al año siguiente, otros grupos y generaciones del Valle, sintieron envidia sana y quisieron participar. Y desde entonces no ha dejado de crecer la participación. Este encuentro tiene magia, todo el mundo pone lo mejor de sí mismo. Es muy simpático ver a los niños observar las actuaciones de los mayores y a éstos reírse con ganas viendo actuar a sus hijos, nietos y biznietos y, al final, integrarse todos en un baile colectivo. Ver a Juliana, con sus noventa años sobre el escenario, contando cuentos de su infancia, y a Urtzi, con seis años, observándola atento, y después fundirse ambos en la recreación de un juego infantil, no tiene precio.

También en Kuartango tenéis en marcha el proyecto “Kuartango Solidario”. Háblanos un poco de él.

En nuestro Valle se está logrando la implicación de mucha gente alrededor de un sentimiento: “Kuartango Solidario”. Es un espíritu que mucha gente lleva dentro y que le hace sacar a flote valores cargados de moral y ética. Estamos en un contexto social, que a veces a uno le invita a desconfiar, a ver como peligro y amenaza al otro, al que viene de fuera. Pero estoy convencido que los sentimientos profundos de mucha gente son sentimientos solidarios.

Recuerdo que una vez, después de visitar Rwanda y haber visto una realidad trágica de niños y niñas desnutridos y huérfanos, etc., me escribieron una carta desde allá, que me tocó el corazón. No pude menos de sacar ciento cincuenta copias y repartirlas a la gente de Kuartango. Así fue naciendo nuestra colaboración y nuestro hermanamiento con Kayenzi, en Rwanda.

Celebrando el 5º Encuentro Intergeneracional de Kuartango

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Este movimiento de “Kuartango Solidario” va mucho más allá de la ayuda económica. Hemos podido adentrarnos en la realidad de otros pueblos, de otras culturas. Nos está ayudando a superar el miedo a lo distinto. Hoy, todos los que participamos en este proyecto somos interiormente más ricos. Nos ayuda a no tragarnos “las historias oficiales”. Conocemos mejor la historia que hay detrás del “coltán” y de los minerales de los móviles, la implicación de nuestros países poderosos en las injusticias que allá se viven.

Para los kuartangeses el hermanamiento con Rwanda está creando vínculos afectivos y espirituales con personas que viven a miles de kilómetros y nos está dando objetivos morales conjuntos.

Varios vecinos de Kuartango han tenido la oportunidad de visitar Rwanda, de ver la realidad de hambre, las enfermedades, la pobreza. Pero, sobre todo, han visto a la gente, a los niños, sus miradas limpias, sus ganas de vivir, de sonreír, de bailar. Y también de compartir, lo poco que tienen lo comparten. Kuartango cada vez está más metida en la realidad africana. Ahora ve más de cerca el horror de las guerras, de la esclavitud y verifica con sus propios ojos el robo por parte del capital de las grandes riquezas que atesora África y acaban en las manos de los de siempre.

Los hijos e hijas de las personas de Kuartango y otros niños y niñas de la ikastola se están interesando por la realidad de nuestros hermanos africanos. También los jóvenes del Instituto se han acercado hasta Kuartango Solidario para conocer esta realidad. Y estos chicos y chicas han interiorizado, mucho mejor que nosotros los adultos, cuál es el espíritu de considerarte unido a gentes tan lejanas.

Esta relación con el pueblo ruandés nos está cambiando y podemos decir que nos ha dado más de lo que hemos dado.

La Cena Solidaria, un momento importante en nuestro Hermanamiento con

Kayenzi (Rwanda)

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Se trata de lograr un cambio profundo, no superficial. Se trata de aumentar nuestra capacidad de acogida al otro, al distinto, de cambiar las relaciones entre nosotros mismos.

Todo este proceso va abriendo horizontes en Kuartango. Hemos organizado lo que llamamos “Noviembre: mes solidario en Kuartango”. Noviembre de 2013 lo dedicamos a conocer y profundizar en el continente africano: charlas sobre África, talleres lúdicos, con toda la gente y, también, con los niños de la Ikastola y con los grupos de mayores, terminando con la cena solidaria. Y noviembre de 2014 lo hemos destinado a conocer y comprometernos con el Comercio Justo. El cambio que queremos conseguir comienza por nosotros mismos: cambiar los hábitos de consumo, conseguir unas relaciones comerciales más justas y equitativas.

Cada año también acogemos a “las Voces del Sur”, nos han visitado personas inmigrantes, personas de Ecuador, de Perú, de Angola, de Rwanda y compartimos con ellos sus experiencias profundas de vida y de trabajo y nuestras inquietudes y deseos de superarnos.

Creo que un verdadero trabajo popular debe evitar protagonismos e ideologías sectarias. Nosotros llevamos todas estas actividades coordinadamente con todas las instituciones que componen el Valle de Kuartango. Nos reunimos permanentemente representantes del Ayuntamiento, la trabajadora social, la animadora sociocultural, la Iglesia, Cáritas, la asociación sociocultural, para ponernos de acuerdo y coordinar todos los proyectos, evitando personalismos y parcelas independientes.

Varios vecinos de Kuartango han tenido oportunidad de visitar Rwanda,

como Ascen, que lo ha hecho en dos ocasiones

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¿Cuéntanos con más detalle qué son las “Acuarelas Solidarias”? ¿Cómo surgió esta idea? ¿Qué pretendes con estas acuarelas?

Aquel sueño, que venía desde la infancia, de conocer África, que cumplí hace cinco años, no pude menos de plasmarlo con la pintura. Quizás en estos trazos se expresa algo de aquel niño que soñaba con África: la aventura, el misterio, lo lejano. África era lo que había imaginado y muchísimo más, era un mundo nuevo, distinto de Latinoamérica, los colores, la luz, los olores. El alma de sus gentes. Sus valores, también.

Tuve la gran oportunidad de presentar las pinturas africanas dentro de todo un proyecto solidario. La primera exposición de las pinturas fue en Donosti al celebrar el décimo aniversario de la muerte del misionero vasco Isidro Uzkudun, que pagó con su vida la entrega al pueblo ruandés en junio de 2000.

Con estas acuarelas

trato de mostrar a las

mujeres africanas, que

las veo

hermosas, orgullosas,

serenas

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De ahí vinieron diversas exposiciones en los tres territorios de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba. Y todas ellas dentro de proyectos o campañas solidarias.

Soy una enamorada de tus acuarelas solidarias. Casi siempre representan a mujeres africanas haciendo múltiples actividades (conversando, bailando, trabajando, recogiendo agua, cocinando). ¿Por qué pintas generalmente figuras femeninas?

Es lo que hay: ellas son el motor de la vida cotidiana en los poblados. Cuando haces algo para mejorar la vida de la gente, una reunión sobre la escuela, la organización de la comunidad, la atención a los niños desnutridos o discapacitados o una fiesta para celebrar los avances de la comunidad, el noventa por ciento de quienes participan son mujeres.

Trato de mostrar a estas mujeres, que yo las veo hermosas, orgullosas, serenas. Por eso, las muestro caminando, llevando un niño a la espalda, transportando una carga en la cabeza. El movimiento, la danza, el color, ese halo de luz que ellas arrastran, quiere indicar la marcha del continente africano hacia la libertad.

Ése es mi desafío: mostrar la esperanza que hay en África. O dicho de otra manera, reflejar a las personas que, frente a las tragedias que viven, ofrecen dignidad y resistencia. Esa África es real, existe. Yo la he visto, la veo. Esa África es posible. Y lo será más claramente si lográsemos una justa distribución de la riqueza.

Presento a las mujeres africanas llevando un niño a la espalda, transportando una carga, como una forma de mostrar la esperanza que hay

en África

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Con estas pinturas deseo que afloren las sensaciones vitales y solidarias que nos aporta del continente africano. Esperanza sí, pero con justicia.

Me gustaría que hicieras un ejercicio de mirar a mujeres del mundo que conozcas y que, en un párrafo, las describieras cómo las percibes tú desde tu experiencia de vida. Y si es posible cómo percibes su pasado, presente, futuro

SILVINA CAGUA

Silvina Cagua, la conocí en Pedernales (Ecuador) en el año 1980. Una mujer muy pobre, vivía en la loma de Chiquimble. Me admiraba su fortaleza, hacía carbón y caminaba horas para sacarlo a vender y atender a sus cinco hijos. Tenía unas piernas recias de caminar. Su marido, Eugenio, la mayor parte del tiempo la pasaba borracho.

El movimiento, la

danza, el color, ese halo de luz

que ellas arrastran, quiere

indicar la marcha

del continente

africano hacia la

libertad

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Silvina formó el primer grupo con el que comenzamos las comunidades y la organización de los pobres. Eran sólo cuatro personas, tres varones y ella. No faltaba nunca a las reuniones. Casi no hablaba, pero era muy firme en el trabajo. Era la primera en aquel trabajo comunitario de una cuadra de maíz, que hicieron para formar la primera bodega comunitaria. Fue el arranque de todo un proceso de liberación de los más pobres de Pedernales.

La última vez que la vi estaba a punto de dar a luz a su sexto hijo. Estaba en su casa con dolores, pero tenía dificultades. Llegó Eugenio, borracho como siempre. Y Silvina le pidió que fuera a buscar una partera. Eugenio le dijo: “Anda, no me jodas, siempre has parido sola, y ahora me vienes con parteras”. Y tirada en el suelo como estaba, el marido la pateó, hasta que acabó desangrándose. Su niña quedó viva y fue atendida por las vecinas.

A Silvina siempre la seguimos recordando en todos los encuentros y reuniones. Ella fue nuestra primera mártir de aquella tierna organización que estaba comenzando.

LUCHA LEONES

Lucía Leones, “Lucha”, era la esposa de Chabelo Bermúdez e hija de Santos Leones y vivía en el recinto Tachina, de Pedernales, cerca del cerro Patapájaro. Era una época llena de entusiasmo en los inicios de nuestra organización. Treinta familias formaban la comunidad de Tachina. Las reuniones de la comunidad en la casa de Chabelo eran una fiesta, no tenían fin. Todos sentados en el suelo en la sala central, transcurría la reunión entre momentos de seriedad alternados con bromas y comentarios sabrosos.

Ellos se sentían felices, pues aquella experiencia les estaba liberando de muchas dificultades que vivían: deudas, angustias, etc. Al inicio ninguno sabía leer ni escribir y nadie podía leer la palabra de Dios en la reunión, pero con los cursos de alfabetización aprendieron muchos.

Si quiero traer aquí a Lucha no es porque tuviera un protagonismo especial. Era una más de aquel maravilloso grupo de mujeres de Tachina, Mediano y Chiquimble. Mujeres muy pobres, de gran energía, cariñosas. Tanto Lucha como su marido Chavelo eran personas muy tiernas, acogedoras y entrañables.

Pero la recuerdo ahora porque la muerte temprana de Lucha me marcó para siempre. Lucha estaba embarazada y se puso enferma. Cada día estaba peor. Su familia no quería llevarla al hospital. Yo me ofrecí a hacerlo, pero ellos se resistían pues temían que si Lucha moría, se quedara por allá lejos, ya que el hospital estaba a cinco horas de distancia en un todo terreno y ya empezaba el invierno.

Lucha se fue agravando en el hospital y su situación se hizo irreversible. Murió al lado de su esposo Chabelo y de algunas enfermeras. No pude evitar las lágrimas, pensando en sus seis hijos pequeños y en el panorama familiar que dejaba. Chabelo cerró con sus dedos los ojos de Lucha. A mí me entregaron el feto, que había nacido muerto y yo me comprometía a entregárselo a la familia, porque para ellos eso tenía mucha importancia y querían enterrarlo junto a la mamá.

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Y nos fuimos para Pedernales, cinco horas majando lodo en el todoterreno por los caminos enfangados. Atravesamos la bahía en una canoa. Era ya el comienzo del invierno, nos envolvía la bruma y una lenta llovizna. Todos en silencio. Ante el cadáver de Lucha me hice la promesa de no abandonar a los pobres nunca en la vida en cualquier lugar que me encontrara.

Fue duro llegar a Pedernales y participar en el velorio de Lucha. Sus hermanas, sus hijos, iban llegando de la montaña de Tachina. El encuentro con Lucha muerta era desgarrador.

Aquella gente, que yo quería tanto -aunque ahora nuestros caminos se han alejado- seguirán siendo mis compañeros y compañeras del alma hasta el final de mi vida en mi visión profunda de la sociedad en la que creo.

VILMA VÉLIZ

Estoy convencido que con un grupito de mujeres como Vilma Véliz se puede cambiar el mundo. Estoy seguro que con Vilma, que en este momento es la presidenta de la UOCASI (Unión de Organizaciones Campesinas de San Isidro, Ecuador), está garantizada la pervivencia de las comunidades de San Isidro. Aquel trabajo apasionante que llevamos todos los misioneros durante más de treinta años de creación de comunidades eclesiales de base, a pesar de la involución de la Iglesia y de la nueva racha de sacerdotes espiritualistas, sacramentalistas y alejados de la realidad, continúa adelante gracias a Vilma y a buen grupo de personas muy valiosas y muy convencidas.

Vilma Véliz, con un nieto en brazos, y sus dos hijas, Yéssica y Pilar

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Vilma pertenece a un gran clan familiar, todos ellos muy comprometidos en la creación del nuevo Ecuador. Tanto su esposo Gualberto, como sus cuatro hijos Héctor, Gualbi, Pilar y Yéssica, y ahora sus yernos, nueras, nietos, además de sus hermanos y hermanos y todos los sobrinos y sobrinas, comenzando por sus padres Félix y Zeneida que aún viven, forman parte de la comunidad de Piquigua. Ellos viven veinticuatro horas al día de dedicación plena a la causa de la liberación de los más pobres.

Llevan infinidad de acciones y compromisos: trabajos comunitarios, caja de ahorros, huertos orgánicos, misiones, catequesis, reuniones de la comunidad, etc., con una constancia y fidelidad grandes. Todos han terminado estudiando en horas nocturnas y capacitándose para servir mejor a su pueblo y ahora, también, muchos de ellos son profesores y profesoras en diversas instituciones educativas.

Todo ello lo hacen muy en comunidad, sin renunciar en ningún instante a sus raíces y a su identidad montubia. Las reuniones de su comunidad son una gozada. Todos acomodados en la gran sala, sentados por los suelos, comienzan siempre leyendo y reflexionando la palabra de Dios. Participan, hacen comentarios profundos y todo se va desgranando con sosiego y tranquilidad y aderezado con muchos toques de humor, de esos grandes bromistas, como son Gualberto Pinargote, Ramón Véliz, Manuel Rosales, y a cuya escuela de la chispa y el ingenio se van uniendo las nuevas generaciones.

La comunidad de Piquigua reunida

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A Vilma la conocí cuando era muy joven, con veinte y pocos años y los cuatro hijos tiernitos. En todo encuentro, en toda reunión, yo esperaba las palabras de Vilma, porque siempre eran como una luz radiante para alumbrar los acontecimientos de la vida. Sentía que en ella se unía la clarividencia, el coraje y la ternura.

Para mí fueron treinta años apasionantes buscando caminos en la organización de los pobres. Haber conocido y compartido con personas como Vilma es un regalo, cuya herencia te queda para siempre. Vilma, la verdad, era única, especial. Pero parecidas a Vilma hubo muchas, cada una con sus dotes de coraje, de entrega, de compromiso, tanto mujeres como hombres. Su organización y su comunidad continúan firmes

Podía seguir nombrando otras mujeres, de cada una de los cuales podría relatar una larga y apasionante historia, como Enriqueta Salvatierra, Elena Bravo, Estrella Marcillo, Vicenta Vélez. Y también hombres, como Milagro Zambrano, Guido Moreira, Santos Leones. Pero he querido solamente nombrar a Vilma Véliz, pues ella representa muy bien a todo un grupo de personas, en las que creímos profundamente y con quienes hicimos juntos un camino de liberación muy importante.

MUKAMANA GAUDENCE

Mi visión de las mujeres africanas está mejor expresada en mis pinturas que en cualquier relato que pueda escribir. Pero ahora quiero mostrar con pocas palabras a nuestra mejor amiga en África, Mukamana Gaudence. El primer impacto de la profundidad de su vida lo recibes desde que la miras por primera vez. Su piel es de un negro absoluto y sobre su negrura destacan unos ojos brillantes y vivos y una dentadura totalmente blanca, de la que enseguida brota una carcajada.

La palabra gaudence significa alegría y Mukamana Gaudence es la alegría encarnada.

Luego, te cuenta su vida y te quedas sobrecogido. Vivió la guerra del 94 en Rwanda. Mataron a varios familiares suyos. Huyó del país con sus padres y otros hermanos, vagando durante semanas por las montañas y cargando lo imprescindible sobre la cabeza. En el campo de refugiados de R. D. de Congo vivió dos años y cuando se acabaron los campos y la mayoría de refugiados regresaron a Rwanda, sus padres seguían amenazados y comenzaron a huir como fieras acorraladas a lo largo del Congo. En ese momento, Gaudence decidió dedicar su vida a los más pobres de su país. Se hizo religiosa, se capacitó durante cuatro años y estudió enfermería.

Con Gaudence Mukamana

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Ahí fue que nosotros la conocimos y nos contagió su pasión por ayudar a la gente más pobre. Y nos la contagió, casi sin palabras, con su alegría vital. Nos dijo: “Mi alegría nace de la misión que estoy realizando, porque es engendrar la vida. Lo veo en tantos niños malnutridos que se curaron y hoy son felices, en tantos niños discapacitados: que no andaban y hoy andan, tenían epilepsia y hoy ya las crisis están controladas, los ciegos escondidos en sus casas hoy día van a la escuela, sordomudos que hoy estudian, etc. Verlos contentos, me llena el corazón. Soy feliz y la gente que sirvo son felices, a pesar de otros problemas que tengan”.

Pero la anchura de la sonrisa de Gaudence, tenía una espina clavada dentro. Sus padres, muy mayores, llevaban ya catorce años rodando por Congo, huyendo de todo. Gaudence, venciendo ese punto profundo de repugnancia hacia la persona que amenazaba a sus padres, logró hablar con él y que desistiera de su amenaza. Se fue a Congo a buscarlos. Después de un mes recorriendo el país en camionetas, los encontró. Y regresaron a Rwanda.

Cuando nosotros desde Kuartango compartimos un poco con Gaudence, para que pueda ayudar a los niños desnutridos y discapacitados, comprar animales para las familias y ayudar a los niños huérfanos o sordomudos, no estamos haciendo más que ser un poco más conscientes de las situaciones terribles de este mundo y embebernos un poco más del coraje de las mujeres ruandesas.

Gaudence lleva el centro de niños desnutridos y discapacitados, que apoyamos desde Kuartango

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También quisiera que me dieras tu opinión sobre el papel que está jugando y podría jugar la Iglesia Católica para:

defender los derechos de las mujeres del mundo

acabar con las desigualdades cada vez mayores entre las personas

Me encantan los gestos, actitudes y comentarios del Papa Francisco. Hay una anécdota que se me quedó grabada. Lo contaba su sobrina, en una entrevista desde Argentina. Antes de salir para el cónclave Jorge Mario Bergoglio, su sobrina le preguntó: “Tío, si sales elegido Papa, ¿te comprarás zapatos nuevos, porque los tienes ya viejitos?”. Su tío le dijo que no, que aún podían aguantar. Cuando se dio la noticia de que había salido elegido Papa e iba a aparecer ante el mundo, su sobrina sólo miraba a sus pies con expectativa, pensando que era difícil que cumpliera su promesa. Cuando lo vio con sus zapatos de siempre, respiró tranquila. Pensó que su tío era capaz de cumplir sus proyectos de cambiar la Iglesia.

A algunos les puede parecer una tontería, un simple gesto simpático. Para mí, Francisco, con su sencillez y austeridad, consecuente con su proyecto de reforma de fondo, está marcando un liderazgo mundial, ante una forma de entender el poder y la autoridad, tanto dentro de la Iglesia como en la política en general, con tanta prepotencia y arrogancia, incluso ante una sociedad tan consumista, que cambia de zapatos y de vestido sólo por moda.

Es increíble que dentro de la Iglesia haya gente que todavía está discutiendo si la mujer puede acceder o no al sacerdocio y a los cargos de responsabilidad. Es tan absurdo, tan fuera de la historia. Estos sectores de Iglesia del poder, del control, de la condena, aún tienen mucha fuerza. Ya quieren cargarse la Iglesia de Francisco.

Yo creo que es más importante en la Iglesia una mayor sensibilidad hacia las personas, en especial hacia los que sufren, que la defensa de la institución. Le gradezco a Francisco, y ojalá se sigan dando pasos, su afán por defender a las víctimas de los abusos sexuales y erradicar la lacra de los curas pederastas.

Yo, personalmente, creo en esta fuerza movilizadora del evangelio, que a Francisco le empuja a hacer una Iglesia de los pobres y para los pobres y a mucha gente le lleva hasta los lugares más escondidos del mundo para servir a los que más sufren. En los últimos rincones del mundo, donde se decide la vida y la muerte de mucha gente, siempre he encontrado a personas colaborando desde su motivación cristiana.

En los campos de refugiados de Congo, en los orfanatos de Rwanda, en los centros de niños desnutridos, en las favelas de Brasil, en las comunidades indígenas de la selva amazónica, en las minas bolivianas, he encontrado personas luchando, desde su compromiso cristiano, por los derechos de los últimos, defendiendo su vida, enfrentándose a las injusticias. También, sin duda, en lugares de nuestra propia geografía.

En este mundo creo y en estos valores. Y creo en esta Iglesia, cercana a los que sufren, que lucha por los derechos de las mujeres, que se enfrenta a las desigualdades. Y la única Iglesia, que puede tener credibilidad como tal, es la

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que defiende también los derechos dentro de la misma Iglesia, la igualdad de todos, la igualdad de la mujer y una verdadera democracia y participación.

No creo en otra cosa, ni dentro ni fuera de la Iglesia. Me identifico con una ideología socialista, de izquierda, revolucionaria. Pero esta ideología me parece interesante en la medida que es capaz de estar cerca de los que más sufren, transformando la realidad desde abajo.

En este campo, en el campo de la defensa de la vida, de los derechos de las personas más pobres, de la igualdad de las mujeres, no concibo protagonismos especiales. Ni de la Iglesia ni de fuera de la Iglesia. Cada vez más, en nuestra sociedad moderna, tenemos que saber trabajar en común por la causa de los más pobres y por la defensa de los derechos de las personas y de la igualdad.

Eres una persona muy inquieta y activa con muchos proyectos en marcha y en mente. Me gustaría que, para terminar, nos hablaras de algunas de esas ideas que circulan por tu mente para los próximos meses y años.

En Kuartango tenemos varios proyectos entre manos y nos faltan horas para poder llevarlos a cabo. Alguien pudiera pensar que en un reducido valle rural, de pocos cientos de personas, no hubiera tantas cosas que hacer. Pero si pones ilusión en las cosas y crees en lo que haces, la gente se va implicando. Ahora mismo estamos metidos en el proyecto de fotos de Kuartango, el ayer y el hoy de Kuartango. Seguimos con el plan de Kuartango Solidario, con un montón de actividades de Comercio Justo, para niños, adultos y mayores, y la campaña solidaria para Rwanda.

He preparado un par de libros digitales, que me gustará publicarlos, si se pudiera. Uno se titula “Imágenes para la utopía desde Ecuador” y el otro “El corazón de África. Acuarelas solidarias”. Como ya lo dicen los títulos, ambos recogen algunas de mis pinturas, a las que he puesto comentarios y explicaciones, mostrando cómo veo la realidad de estos países desde una visión utópica, artística y solidaria. Me gustaría editarlos en papel, como una forma de compartir con mucha gente, que yo sé que piensa y siente igual Vamos a ver si se puede.

Portada del libro sobre África Portada del libro sobre Ecuador

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Siempre me ha interesado el tema de la cultura de cada pueblo. En Ecuador, me he acercado, en los diversos lugares que estado, al tema de la Cultura Montubia. Ahora quiero hacer algunos estudios en Antropología, para tener mejores herramientas a la hora investigar y profundizar en las raíces culturales.

Sigo bastante dedicado a la pintura. Es una forma de expresar valores y sentimientos, en los que creo profundamente. Me han hecho propuestas de exposiciones y proyectos solidarios. Y siento que aún me falta mucho por hacer.

Muchas gracias, JuanRa, por compartir en este blog tu mirada.