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La mirada teresiana de Enrique de Ossó. Lectura orante: “Quered, Señor mío, quered”

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La mirada teresiana

de Enrique de Ossó.

Lectura orante:

“Quered, Señor mío, quered”

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LA MIRADA TERESIANA DE E. DE OSSÓ. “Quered, Señor mío, quered”

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1. Entramos en clima orante. Invocación a Espíritu

2. Introducción al tema

1. Escuchamos nuestra experiencia

2. Escuchamos a Enrique y Teresa

a. Nos situamos en el texto y su contexto

b. Leemos el texto

c. Vemos el texto de cerca: qué dice

Si lo necesitamos, tras la lectura, comentamos dudas y

buscamos aclaraciones sobre el significado de algo que

no entendemos bien.

Releemos el texto personalmente. Compartimos las

preguntas.

d. Escuchamos el mensaje del texto: qué me dice

Dios/Enrique/Teresa a través del texto

Tiempo de oración personal (pautas opcionales y

material de apoyo)

Actualización del texto: qué me mueve a decirle a Dios

1.

1. Compartimos a qué nos hemos sentido invitadas en la oración

a través de EO.

2. Percibimos juntas a qué nos compromete.

3. Oración conclusiva, recogiendo consignas y actitudes

comentadas.

3. TIEMPO DE CAMINAR

2. TIEMPO DE ESCUCHA

1. TIEMPO DE ENCUENTRO

3. TIEMPO DE CAMINAR

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LA MIRADA TERESIANA DE E. DE OSSÓ. “Quered, Señor mío, quered”

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En el marco de la preparación del V Centenario del nacimiento de

Teresa de Jesús, nos acercamos a su experiencia a través de la

mirada de Enrique de Ossó. Y como él, somos invitadas a seguir

recreándola hoy desde otras claves interpretativas, pero desde un

mismo fuego de su Espíritu, bebiendo de la misma fuente de la que

lo hizo San E. de Ossó.

La propuesta metodológica de esta lectura orante nos invita a

“darnos tiempo” para escucharnos, para formular nuestra

experiencia, para desentrañar el texto juntas, para orar y compartir.

De hecho, esa misma dinámica de escucharnos unas a otras y darnos

palabra ya se realiza en clima orante.

Nos predisponemos así a acoger la Palabra de Dios a través de la

mediación de Enrique y Teresa. Y pedimos al Espíritu que nos ayude

a dejar obrar al Señor.

- Canto de ambientación –

La Revista Teresiana nace en 1972, fruto de la profunda experiencia

de Teresa en el desierto de Las Palmas, que marca desde entonces

“de otra manera”, con profunda fuerza, la espiritualidad y la

proyección apostólica de Enrique. Y con ella pretende acercar a

Teresa a toda la sociedad. Un plan para transformar el mundo.

El artículo que leeremos nos introduce en el tema de la fe y nos

pone en contacto con la EXPERIENCIA teresiano-ossoniana. Una

experiencia de Dios amalgamada en la realidad y en los procesos

cotidianos.

1. TIEMPO DE ENCUENTRO

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Enrique de Ossó vive con toda intensidad los problemas de la Iglesia

y de la sociedad española en el último tercio del siglo XIX. Y se

implica en esa transformación. Pero mientras otros

regeneracionistas contemporáneos veían en la política o en la

economía la solución a todos los problemas sociales, a Enrique le

preocupa directamente la persona. Se compromete para que

descubran su dignidad y vivan en plenitud su realidad de hijos y

hermanos.

El TIEMPO es una realidad creada. Es una realidad buena, hecha por

Dios para el hombre. Temporalidad es ir cambiando, afrontando la

muerte… sin poder aprisionar la vida, la realidad, las cosas y las

personas.

Tenemos la tentación de instalarnos en los tiempos: en la nostalgia o

en las heridas del pasado, o consumiéndonos en el presente o

perdiéndonos en el futuro. Pero en definitiva, no somos seres en el

tiempo, somos seres en Cristo.

El tiempo es un elemento que puede actuar en mi favor, pero soy yo

quien decide. No sólo somos receptores pasivos. En la vida se nos

plantean diferentes modos de responder ante diversas situaciones y

personas. Por eso hay que mirar conjuntamente deseo y voluntad. El

deseo hace avanzar. La voluntad tiene que ver con la decisión para

hacer algo y el ánimo para hacerlo. DESEO Y VOLUNTAD se pueden

cultivar. La identidad evangélica se forja. Elegir el tiempo de Dios, y

el querer de Dios, nos introduce en un presente, aquí y ahora,

agradecido, confiado y esperanzado en el Señor que hace maravillas.

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1. ESCUCHAMOS NUESTRA EXPERIENCIA

1. ¿Qué cosas, situaciones, estrategias o personas te movilizan

por dentro y te ayudan a vivir? ¿Por qué?

2. Si haces una lista de deseos, ¿cuáles son los dos más

importantes para ti?

3. ¿Alguna vez has tenido una experiencia de dolor que te ha

llevado al deseo de superación? ¿Cuál?

4. ¿Recuerdas alguna experiencia “positiva” en tu vida que te ha

llevado al deseo de corresponder y agradecer?

5. ¿Qué notas que es lo que más te ha marcado o sostenido en

tu vida de fe cuando has atravesado dificultades?

6. ¿Con qué nombre te diriges tú a Dios? ¿Qué adjetivos

expresan mejor tu imagen de Él?

2. ESCUCHAMOS A ENRIQUE Y TERESA

1. Nos situamos en el texto:

Trazamos un puente entre Teresa y Enrique. Cada uno en su

contexto. Pero ambos “negociantes”, tratando de ganarse el favor

de Dios.

Nos encontramos con el segundo de los siete artículos dedicados a

“La fe en Santa Teresa” (RT nº 39, diciembre 1875). Subyace un

lenguaje decimonónico doctrinal en un contexto social y religioso de

prácticas piadosas y preocupación por la “salvación” (de las almas,

de España, del mundo,…), y una experiencia fundante: Jesús y

Teresa. Enrique relee la Exclamación IV de Teresa, que nos

2. TIEMPO DE ESCUCHA

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introduce en la frescura de ese salterio teresiano donde la Santa

conversa con el Dios cercano.

Detrás de esa espiritualidad de trueque y compra-venta de salvación

estalla la experiencia de la gracia que rompe los límites sociológicos,

teológicos, psicológicos de uno y otro. El trato con Dios se convierte

en diálogo de amistad entre el Dios hecho misericordia y la creatura

hecha deseo.

2. Leemos el texto

Aunque soy miserable, firmemente creo que podéis,

Señor, lo que queréis, y mientras mayores

maravillas oigo vuestras y considero que podéis

hacer más, más se fortalece mi fe. (Santa Teresa de

Jesús, Excl. 4)

Nadie puede vivir sin alguna manera de fe, que es creer

muchas cosas sin haberlas visto, ni sabido razón de ellas. Y es de

dos maneras: adquirida e infusa. La fe adquirida es la que el hombre

con actos repetidos alcanza (…) Mas fe infundida o sobrenatural es

la que el Espíritu Santo infunde en el entendimiento del cristiano, la

cual le inclina eficazmente a creer lo que la Iglesia le propone.

Es la fe una de las virtudes de que siente mayor necesidad

el hombre, pues, así como sin la fe sobrenatural es imposible

agradar a Dios y salvarse, así sin la fe natural es imposible agradar a

los hombres y vivir en sociedad. Es natural al entendimiento del

hombre el creer, como es natural a su corazón el amar. Creer es una

necesidad de nuestro entendimiento; amar lo es de nuestro corazón.

Conoce el entendimiento del hombre muchas verdades, y es capaz

de conocer un número mucho mayor; pero le es imposible verlo todo,

comprenderlo todo, y de ahí nace la precisión en que se ve de creer.

(…)Y finalmente, como exclama un sabio Doctor, “la fe es el

primer fundamento de la vida cristiana, y la raíz y principio de todas

las virtudes. La fe es el norte y la carta de marear, por la cual

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navegamos seguramente por el mar tempestuoso de este mundo.

(…) La fe nos declara perfectamente la hermosura de la virtud y la

fealdad del pecado, para que amemos lo uno y aborrezcamos lo

otro. Y por concluir muchas cosas en pocas palabras, la fe es

maestra de nuestra vida, principio de nuestra justificación,

fundamento de nuestras esperanza, sabiduría de los humildes,

filosofía de los ignorantes, esfuerzo de los flacos, consuelo de los

tristes, freno de los pecadores, acusadora de los malos, refugio de

los buenos, y tormento perpetuo de la mala conciencia. Y sobre todo

esto la fe, cuanto al conocimiento, levanta al hombre sobre la

naturaleza humana, y le pone en el orden de las cosas

sobrenaturales y divinas, por ser ella una lumbre sobrenatural que el

Espíritu Santo infunde en nuestras almas, la cual sin razones ni

argumentos humanos nos inclina a creer firmemente todo lo que

Dios nos tiene por medio de su Iglesia revelado. Y así con mucho

fundamento se puede llamar la fe sustento y mantenimiento del

justo”.

Después de oír al Doctor de la gracia ponderar la necesidad

de la fe (…) creemos se complacerá el ánimo de nuestros lectores

saboreando un acto de fe magnífico de nuestra mística Doctora, la

cual, esclarecido su entendimiento y enardecido su corazón con la

lumbre vivísima y encendida de fe, exclama en un arranque de los

más subidos de su espíritu.

“¡Oh Señor! ¡confieso vuestro gran poder!”

“¿Por ventura, Señor, tienen término vuestras grandezas, o

vuestras magníficas obras? ¡Oh Dios mío, y misericordia mía! ¡Y

cómo las podéis mostrar ahora en vuestra sierva! Poderoso sois,

gran Dios: ahora se podrá entender si mi alma se entiende así,

mirando el tiempo que ha perdido, y como en un punto podéis Vos,

Señor, hacer que le torne a ganar. Paréceme que desatino, pues el

tiempo perdido suelen decir que no se puede tornar a cobrar.

Bendito sea mi Dios. ¡Oh Señor! Confieso vuestro gran poder, si sois

generoso, como lo sois. ¿Qué hay imposible al que todo lo puede?

Quered Vos, Señor mío, quered, que aunque soy miserable,

firmemente creo que podéis lo que queréis, y mientras mayores

maravillas oigo vuestras, y considero que podéis hacer más, más se

fortalece mi fe, y con mayor determinación creo que lo haréis Vos.

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¿Y que hay que maravillar de lo que hace el Todopoderoso? Bien

sabéis Vos, mi Dios, que entre todas mis miserias nunca dejé de

conocer vuestro gran poder y misericordia. Válame, Señor, esto en

que no os he ofendido”.

¿Podremos nosotros afirmar lo que nuestra Santa?

¿Alegaremos el mérito de nuestra fe para inclinar el ánimo de su

divina Majestad a misericordia, cuando tal vez, o sin tal vez, con

nuestras dudas o vacilaciones, o al menos con nuestra fe tibia, le

hemos provocado muchas veces su ira?

¡Oh gran Dios! si pudiésemos argüir al Señor todos los

amantes teresianos con la misma fe que nuestra santa Doctora! “¡Oh

Señor! Confieso vuestro gran poder. Quered Vos, Señor mío, quered

salvar el mundo, convertir los pecadores, libertar a Pío IX y dar paz

verdadera a vuestra España, que aunque miserable, firmemente

creo que podéis lo que queréis... ¿Qué hay imposible al que todo lo

puede?” ¿Cuántas maravillas obraría el Señor en nuestros días? Fe

viva, amados míos, que hace alcanzar las cosas grandiosas y

dificultosas de Dios.

E. DE O.

(Revista Teresiana, Núm. 39. Diciembre 1875)

3. Vemos el texto de cerca: qué dice

Si lo necesitamos, tras la lectura, comentamos dudas y buscamos

aclaraciones sobre el significado de algo que no entendemos

bien. Teniendo en cuenta que nuestra sensibilidad es distinta a la

del siglo XIX, ¿qué nos choca?

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Intentamos dividir el escrito en partes. ¿Cuál es el contenido

esencial que nos ofrecen?

Releemos el texto personalmente. Compartimos las siguientes

preguntas:

1. E. de Ossó nos introduce en la importancia y la necesidad

de la fe en la vida de la persona. ¿Qué diferentes maneras

de concebir la fe se desprenden en el texto? ¿Con cuál te

sientes más identificada?

2. Céntrate en los párrafos en que E. de Ossó nos acerca a

Teresa a través de la adaptación de la Exclamación IV:

o El punto de arranque para despertar en su momento

presente (“ahora”) te parece que es…

o Empatiza con la oración de Teresa. ¿Con qué

expresiones sintonizas más?

o ¿Qué lógica humana se le cambia a Teresa desde la

experiencia que tiene de Dios?

o ¿En qué se apoya Teresa para querer el deseo de Dios y

poder decirle al Señor: “Quered Señor mío, quered…”?

o ¿Te evoca esta experiencia narrada por Teresa algún

texto bíblico?

o ¿Relacionas esta Exclamación IV con otros textos de

Teresa?

3. ¿Qué diferencias notamos entre las preocupaciones

pastorales del momento de Enrique y las de nuestra Iglesia

hoy? ¿Qué aportación nos ofrece E. de Ossó?

4. Escuchamos el mensaje del texto: qué me dice Dios, Enrique,

Teresa a través del texto

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OPCIÓN A)

Retoma todo lo que hemos compartido desde nuestra

experiencia y releyendo el texto… y escúchalo en ti.

¿A qué notas que te moviliza este encuentro vivido?

OPCIÓN B)

Escoge alguna de estas pautas que te pueden facilitar el espacio

de oración personal:

1. Acércate pausadamente a la Exclamación IV de Teresa, y/o

a la relectura que Enrique hace de ésta.

2. Mira tu vida con realismo. Recorre con Jesús y Teresa tus

tiempos. ¿Qué notas que ha cambiado en ti? Reconócelo.

3. ¿Qué te lleva a constatar el “tiempo perdido”, las

oportunidades malgastadas? Recupera el pasado para

mejorarlo y ofrecerlo. Ábrete a la aceptación serena,

esperanzada, agradecida…

4. Repite pausadamente expresiones de Teresa haciéndolas

tuyas…

Actualiza el texto: qué te mueve a decirle a Dios

5. Deja que la esperanza te ensanche el corazón. Desea. Pide.

Déjale hacer en ti, en los otros…

6. Puedes utilizar la expresión de Teresa, y de Enrique, para

pedirle al Señor que “quiera” aliviar una situación…

7. ¿A qué notas que te moviliza este encuentro vivido?

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1. Compartimos a qué nos hemos sentido invitadas en la

oración a través de EO.

2. Percibimos juntas a qué nos compromete.

3. Oración conclusiva, recogiendo consignas y actitudes

comentadas.

Canto: “Quered, Señor mío, quered” (CD Dichoso el corazón enamorado, Fabiola, stj. Nº 5)

¡Oh, Señor, confieso vuestro gran poder! Si sois grande, como sois,

podré. Qué haré para servirte hoy mucho mejor, pues tarde me

desperté a querer.

Tú Señor, sólo Tú puedes hacerlo, y recuperar el tiempo, ese tiempo

que perdí. (bis)

Quered, Señor mío, quered, ¿qué hay imposible para Ti? Yo creo que

podéis lo que queréis, yo creo que podéis lo que queréis. Qué haré

para servirte hoy mucho mejor, y amarte como Tú a mí.

Tú Señor, sólo Tú puedes amarme. Como no puedo imaginarme, ni

siquiera amarme yo. (bis)

Tú Señor, sólo Tú puedes hacerlo, y recuperar el tiempo, ese tiempo

que perdí. Tú Señor, sólo Tú puedes amarme. Como no puedo

imaginarme, ni siquiera amarme yo. (bis)

3. TIEMPO DE CAMINAR

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“Parece, Señor mío, que descansa mi alma considerando el gozo

que tendrá, si por vuestra misericordia le fuere concedido gozar de Vos; mas querría primero serviros, pues ha de gozar de lo que Vos sirviéndola a ella le ganasteis. ¿Qué haré, Señor mío?; ¿qué haré, mi Dios? ¡Oh, qué tarde se han encendido mis deseos y qué temprano andabais Vos, Señor, granjeando y llamando para que toda me emplease en Vos! ¿Por ventura, Señor, desamparasteis al miserable o apartasteis al pobre mendigo cuando se quiere llegar a Vos? ¿Por ventura, Señor, tienen término vuestras grandezas o vuestras magníficas obras? ¡Oh Dios mío y misericordia mía (Sal. 58, 18) y cómo las podréis mostrar ahora en vuestra sierva!; poderoso sois, gran Dios; ahora se podrá entender si mi alma se entiende a sí, mirando el tiempo que ha perdido y cómo en un punto podéis Vos, Señor, que le torne a ganar. Paréceme que desatino, pues el tiempo perdido, suelen decir, que no se puede tornar a cobrar. ¡Bendito sea mi Dios!

¡Oh Señor!, confieso vuestro gran poder; si sois poderoso, como lo sois, ¿qué hay imposible al que todo lo puede? Quered Vos, Señor mío, quered, que - aunque soy miserable - firmemente creo que podéis lo que queréis; y mientras mayores maravillas oigo vuestras y considero que podéis hacer más, más se fortalece mi fe y con mayor determinación creo que lo haréis Vos; y ¿qué hay que maravillar de lo que hace el Todopoderoso? Bien sabéis Vos, mi Dios, que entre todas mis miserias nunca dejé de conocer vuestro gran poder y misericordia; válgame, Señor, esto en que no os he ofendido. Recuperad, Dios mío, el tiempo perdido con darme gracia en el presente y porvenir, para que parezca delante de Vos con vestiduras de bodas, pues, si queréis, podéis (Mt. 22, 11)”. (Teresa de Jesús, Exclamación IV)