La morbimortalidad materno-infantil y su prevención

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Capítulo 1 La morbimortalidad materno-infantil y su prevención http://dx.doi.org/10.14349/9789585234420.1

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Capítulo 1La morbimortalidad materno-infantil y su prevención

http://dx.doi.org/10.14349/9789585234420.1

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Capítulo 1

La morbimortalidad materno-infantil y su prevención

n Diana E. Forero, Laura Torres y Laura Rodríguez Fundación Universitaria Konrad Lorenz

Introducción

Para iniciar el análisis de los comportamientos de prevención que podría adoptar el consumidor (usuario) de los servicios de salud, como mecanismos para evitar o disminuir los riesgos de enfermedad y muerte en el embarazo y la primera in-fancia, partiremos de la exposición general de los riesgos a los que está expuesto y de las acciones que se han recomendado para su prevención. Cabe anotar que la alta morbilidad y la mortalidad en el embarazo y en los primeros cinco años de vida, son dos fenómenos que aquejan a la mayoría de las poblaciones en países en vías de desarrollo. La importancia de estos problemas ha sido reconocida por las Naciones Unidas y por eso dentro de los objetivos para los primeros treinta años del siglo xxi, se han mantenido los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con los que se ha buscado comprometer a los gobiernos de todos los países participantes, a mantener tasas bajas en estas áreas de la salud.

Colombia no ha sido ajena a esta intención mundial de disminuir los riesgos de enfermedad y muerte en la gestación y los primeros cinco años de vida del infante; por esta razón, la morbimortalidad materno-infantil ha sido un tema ampliamente trabajado y discutido desde instancias como el Ministerio de Salud y Protección Social, la Corte Constitucional y las organizaciones multilaterales (Unicef, Unfpa, etc.). El país ha incluido dentro de sus planes de atención en salud, la prevención y vigilancia de la salud materno-infantil como parte de las acciones priorizadas para los próximos años en salud pública (MSPS, 2016). Sin embargo, el camino por recorrer es bastante largo, como lo evidencia la dificultad para cumplir el objetivo

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del milenio trazado para el país, debido a las cifras aún bastante altas de mortali-dad materno-infantil y, en segundo lugar, las dificultades para disminuir la preva-lencia de algunas enfermedades recurrentes en nuestra población que podrían ser prevenidas, como las infecciones respiratorias agudas. Los informes anuales del sistema de salud muestran que siguen necesitándose más esfuerzos para lograr que cambien las tendencias y esos esfuerzos no solo recaen en la atención de la enfermedad, sino también en la prevención.

Para abordar este tópico, en el capítulo se presenta inicialmente la información so-bre las características de la morbimortalidad materno-infantil en Colombia, algunas estadísticas, y a continuación, lo que encierran las acciones de prevención y su al-cance, y por último plantear una aproximación desde la psicología del consumidor.

La muerte fetal y en los primeros cinco años de vida del infante

La prevención de la mortalidad infantil puede dividirse en dos grupos: la que evita la muerte prenatal y la que previene la muerte en la primera infancia. Para ilustrar este fenómeno de mortalidad, las estadísticas de defunciones fetales y en menores de cin-co años nos permiten evidenciar varios aspectos de la problemática (véase tabla 1).

Tabla 1. Defunciones fetales y en menores de cinco años por área y sexo

Grupos de edadTotal

nacional

Cabecera municipal Centro poblado Rural disperso

Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres

Defunción fetal 46.129 4.856 3.205 36 33 87 63

Menor de 1 hora 128 79 46 0 0 3 0

De 1 a 23 horas 352 201 137 0 4 7 3

De 1 a 6 días 522 313 204 0 1 1 3

De 7 a 27 días 450 256 190 1 0 2 1

De 28 a 29 días 23 14 8 0 0 1 0

De 1 a 5 meses 592 297 264 8 4 8 11

De 6 a 11 meses 217 112 98 1 1 1 4

De 1 año 194 79 89 1 3 11 10

De 2 a 4 años 240 112 92 2 4 14 16

Total 48.847 6.319 4.333 49 50 135 111

Fuente: DANE (2016). Estadísticas vitales, proyección a 2015.

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Al observar las estadísticas se pueden obtener varias conclusiones: en primer lu-gar, de lo que no aparece en ellas: estas cifras se obtienen a partir de los certifi-cados de defunción; por esta razón, no reflejan adecuadamente la totalidad de la mortalidad, puesto que presentan un subregistro respecto al aborto, por lo que desconocemos la cifra real de mortalidad prenatal. Este desconocimiento puede afectar también las cifras de mortalidad materna, puesto que situaciones como abortos mal practicados podrían llevar a la muerte de la madre.

Otro aspecto que se destaca al observar las estadísticas, es que la muerte fetal predomina sobre la muerte de niños menores de cinco años. Por lo anterior, la prevención durante el período de gestación resulta crítico para la disminución de la problemática general de mortalidad infantil. Este resultado es bien conocido en países con niveles de desarrollo medio y bajo (Allanson & Pattinson, 2015), donde también se ha encontrado que el riesgo de mortalidad aumenta cuando el embara-zo ocurre en mujeres con edades superiores a los 35 años, en consumidoras de ta-baco durante el embarazo, en familias con difícil acceso a personal capacitado, en hogares con bajo nivel socioeconómico, analfabetismo, o en casos donde hay au-sencia de controles médicos, poco cuidado a las infecciones, entre otros (Demirci et al., 2015).

Las cifras también ponen en evidencia que los períodos más críticos para la mor-talidad infantil, después de la gestación, se encuentran en el primer mes de vida, y en él, en las primeras 24 horas. En los menores de cinco años, el 54% mueren en los primeros 30 días, siendo crucial las primeras 24 horas y la primera semana. Tanto la prevención como la atención en salud se hacen más críticas en el primer año de vida, respecto a los subsiguientes.

Por lo anterior, la gestación y el primer año de vida son los que demandan más atención en los procesos de salud, si se pretende reducir la mortalidad infantil. Estos hallazgos no significan que se deba olvidar la primera infancia, más bien indican que para fines de prevención, los riesgos tienen diferentes características e incidencia en la salud: si se trata del riesgo de mortalidad, un mayor énfasis debe ponerse en las etapas de gestación y durante el primer año de vida; pero si se trata del desarrollo infantil, la prevención durante los primeros cinco años de vida es crítica, no tanto por los efectos en la mortalidad, sino por los impactos en morbi-lidad y en la evolución futura del individuo. En los primeros cinco años ocurren importantes procesos de desarrollo en el niño, donde se maduran las estructuras fisiológicas y psicológicas que le afectarán toda su vida, por lo que la prevención

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se dirige hacia el bienestar y desarrollo individual, lo que impacta luego a toda la sociedad. Como lo señalan Walker et al. (2007), los aspectos del desarrollo bioló-gico como la nutrición intrauterina, la nutrición en la infancia, las deficiencias de yodo, otros aspectos nutricionales en el embarazo y la infancia, así como la expo-sición a infecciones y a otras amenazas ambientales como el consumo de tabaco, junto con aspectos del desarrollo psicosocial como el desarrollo de la cognición, las funciones sensoriomotrices, el lenguaje y el desarrollo socioemocional, ocurridos en la primera infancia, son predictores de bajo desempeño escolar y de desajuste en etapas posteriores como la adolescencia; lo que a su vez va a incidir en las po-sibilidades que va a tener esa persona para desenvolverse y aportar socialmente en su etapa de adultez. Tanto desde el punto de vista del costo económico, como del costo social, es necesario considerar que la prevención en la primera infancia es necesaria, aun cuando no sea predominantemente para reducir la mortalidad.

Otro elemento que resalta en las estadísticas de mortalidad, es la proporción de muertes tanto prenatales como de la primera infancia que se concentran en las cabeceras municipales, debido principalmente a la concentración poblacional en esas zonas. Las grandes ciudades y las cabeceras municipales recogen la mayor parte de la población y allí se dan la mayor cantidad de muertes. Sin embargo, en menor cantidad, pero con un mayor peso frente al total poblacional, aparecen las zonas rurales dispersas, sitios en donde se concentra un segundo grupo de mayor mortalidad infantil. Estos datos reflejan tendencias geográficas y demográficas que afectan en el acceso a los servicios y en la forma como podrían enfocarse los pro-gramas de prevención.

El que la mortalidad tenga un componente relacionado con las concentraciones po-blacionales, también nos muestra otros dos ele-mentos a considerar en la prevención: primero, para prevenir es necesario considerar aspectos geográficos, y segundo, es necesario compren-der que los datos de incidencia y prevalencia de muertes son relevantes al establecer los progra-mas en cada población. Este resultado es impor-tante para la determinación de grupos objetivo de los programas, para el establecimiento de actividades y para la fijación de indicadores de efectividad.

Tanto desde el punto de vista del costo económico, como del costo social, es necesaria la prevención en la primera infancia, no solo para reducir la mortalidad sino para mejorar en las prácticas saludables y la reducción de la morbilidad.

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El aspecto geográfico nos indica que se requieren diagnósticos específicos asociados con los componentes geoespaciales al proponer los programas; es posible que con poblaciones dispersas geográficamente, los componentes requeridos de los progra-mas sean distintos a aquellos en poblaciones con mayor proximidad geográfica. Por ejemplo, es posible también que dos municipios muy lejanos, tengan necesidades de componentes de prevención similares. Considerando lo anterior, alternativas como la telesalud cobran importancia, porque son tecnologías que podemos adaptar a esas necesidades de los grupos objetivo de los programas, no solo las podemos per-sonalizar, sino que además podemos trabajar componentes completos de programas para personas en diversas ubicaciones y de manera estandarizada, lo que permite aumentar el impacto potencial de los programas.

Los datos de incidencia y prevalencia también son importantes para definir los ob-jetivos de programas en cada grupo objetivo; si se tiene certeza sobre las prevalen-cias, es posible mirar los impactos aún con diferencias en tamaños poblacionales, pudiendo establecer metas realistas pero comparables entre poblaciones y entre programas. Con la información de incidencia, es posible reconocer focos o nichos donde se da mayor vulnerabilidad. Este conjunto de medidas, que son propias de los epidemiólogos, al ser usadas dentro del planteamiento más administrativo y de gestión de programas, dan luces sobre impactos acumulados de las acciones de prevención y, usados de manera sistemática, pueden formar parte de los compo-nentes de evaluación de programas concretos en entidades que prestan servicios a poblaciones en riesgo. Aunque estas medidas tardan en variar a través del tiempo, permiten tener un criterio externo al propio programa que ayuda a establecer si lo hecho en el pasado, que tendemos a repetir con cada nueva contratación, está funcionando o no, y en qué grupos.

Un dato adicional para destacar: la proporción de muertes en niños es superior a la de las niñas en 29%, cuando son menores de cinco años. Esta tendencia se man-tiene en las últimas décadas, aunque la proporción de mortalidad infantil ha dis-minuido en ambos sexos en el país (Oestergaard et al., 2011). No es clara la razón para estas diferencias en mortalidad infantil por género, pueden existir múltiples razones para que se presente este fenómeno; por ejemplo, aspectos biológicos y de genética que favorecen a las niñas, o variables externas asociadas al contexto, como el nivel socioeconómico o la educación de las madres (Pongou, 2013). Esto último requiere más estudio, porque una de las posibles causas es la diferencia en los comportamientos de crianza de los niños frente a las niñas, es posible que puedan presentarse creencias sobre una mayor fortaleza de los niños o por creer que al ser hombres deben ser más fuertes, produciendo una menor atención a las quejas de dolor que ellos presentan, cuya consecuencia es la aparición de cuadros clínicos de mayor complejidad debidos a la atención menos oportuna. Otra posible

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explicación para este fenómeno, es que nacen más niños que niñas y eso da una tendencia estadística a tener un número mayor de casos de muertes en varones, aunque puede ser proporcional a la de las niñas, si se tiene en cuenta el número de nacimientos por sexo. Al no tener una explicación clara del fenómeno, lo que queda en evidencia es que el género con el que se nace corresponde a un riesgo al que debe prestarse atención.

La muerte fetal

Como se mencionó, la muerte fetal es un fenómeno de altas proporciones, aun sin considerar el subregistro. Las causas que producen muerte fetal son variadas, algunas de ellas se presentan en la tabla 2.

Tabla 2. Causas de muerte fetal

Causa de muerte fetal Bogotá Cundinamarca Colombia

Feto y recién nacido afectados por complicaciones obstétricas y traumatismo del nacimiento

7.911 2.405 37.155

Todas las demás afecciones originadas en el período perinatal

1.381 295 5.217

Feto y recién nacido afectados por ciertas afec-ciones maternas

230 74 1.245

Las demás malformaciones congénitas, defor-midades y anomalías congénitas

184 40 1.245

Trastornos respiratorios específicos del período perinatal

33 17 637

Retardo del crecimiento fetal, desnutrición fetal, gestación corta y bajo peso al nacer

35 18 436

Malformaciones congénitas del sistema circulatorio 17 2 81

Infecciones específicas del período perinatal 8 2 59

Trastornos hemorrágicos y hematológicos del feto y del recién nacido

1 1 36

Tumores: in situ, benignos y de comportamiento incierto o desconocido y los no especificados

1 0 12

Sífilis y otras enfermedades venéreas 0 0 6

Total 9.801 2.854 46.129

Fuente: DANE (2016). Estadísticas vitales, proyección a 2015.

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Las principales causas de muerte fetal se relacionan con complicaciones obstétri-cas y traumatismo del nacimiento (80% en toda Colombia). Factores que pueden afectar para que se presenten estas complicaciones incluyen aspectos como la mala nutrición de la gestante, las edades extremas de la madre al quedar en embara-zo, o el nacimiento prematuro (Molina & Alfonso, 2010). La prevención radica en los cuidados que se tengan en la etapa de gestación. Algunas de las acciones de autocuidado se relacionan con evitar problemas que generan desprendimiento de la placenta; por ejemplo, teniendo precauciones con la alimentación, así como la asistencia a controles médicos, principalmente para prevenir la preeclampsia o la hipertensión en el embarazo. También están los cuidados frente a las infeccio-nes, que muchas veces no son percibidas por la madre y pueden causar compli-caciones graves. Finalmente, otras acciones de prevención se relacionan con la modificación de hábitos que aumentan el riesgo para el feto o generan nacimiento prematuro; por ejemplo, evitar consumir cigarrillo de forma activa o pasiva, no consumir alcohol o drogas ilícitas, o evitar tener una edad tardía para el primer embarazo, entre otras (Butler & Behrman, 2007).

Muchas de las causas de muerte fetal pueden prevenirse por medio de controles en la etapa de gestación; sin embargo, es necesario considerar que aspectos como los cambios de hábitos pueden requerir incentivos y controles que no solo depen-den de las gestantes; por ejemplo, efectos como los del tabaco o el alcohol pueden disminuirse con controles sociales y concientización social de la problemática por medio de acciones de promoción de salud y de programas de responsabilidad so-cial corporativa o de salud ocupacional.

En el caso de la responsabilidad social corporativa, puede basarse en programas de prevención o en acciones de responsabilidad frente a advertencias sanitarias o la aplicación de restricciones de expendio de sustancias que afectan la salud en mujeres en embarazo, especialmente si son menores de edad. En el caso de la sa-lud ocupacional, las acciones pueden dirigirse a la disminución de la exposición a posibles teratógenos a los que es expuesta la mujer en embarazo. Las acciones de la salud ocupacional inician con la disposición de la empresa a identificar los factores de riesgo y escuchar a la mujer trabajadora en gestación para poder esta-blecer acciones de protección adecuadas y convenidas entre las partes. Los riesgos varían según el sector y la actividad de trabajo que realice la mujer en estado de embarazo (Dunning et al., 2003).

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También pueden requerirse reforzar los conocimientos y la educación en las pa-rejas y familiares de las gestantes, particularmente si estas presentan incrementos del riesgo por ser mayores de 40 años o por ser gestantes adolescentes. Los roles de los padres de adolescentes en embarazo y de las parejas pueden ser impor-tantes a la hora de sostener comportamientos de prevención en estas gestantes, en particular si los riesgos conllevan cuidados especiales o necesidades de apoyo socioemocional que merecen guía y formación de quienes están alrededor de la adolescente; por ejemplo, en el caso de embarazos no deseados o de alto riesgo (Holub et al., 2007).

Mortalidad infantil en menores de cinco años

La muerte infantil no solo es la muerte fetal, como se mencionó, está también la que ocurre en la primera infancia. Las estadísticas de mortalidad en menores de cinco años ilustran otro aspecto central de la mortalidad materno-infantil, que es la importancia de los contextos del cuidado del niño. Algunas de las principales causas de muerte en la primera infancia se relacionan con enfermedades que pue-den prevenirse con cuidados adecuados, atención oportuna del sistema de salud y cuidados en el embarazo. Véanse las causas de muerte en la primera infancia en la tabla 3.

Las principales causas de muerte en los primeros años de vida se relacionan con las enfermedades congénitas que suman 31,8% de la mortalidad en esas eda-des. Las enfermedades congénitas en los niños pueden prevenirse con acciones en diferentes momentos, que van desde las preconcepcionales (antes del embarazo), prenatales (durante el embarazo), donde están involucrados los cuidados en la madre, y posnatales, cuando ya se presenta la enfermedad directamente en el niño (Nazer, 2004). Algunas acciones de prevención se dirigen a establecer factores de riesgo e influir en ellos; por ejemplo, para estas causas de mortalidad, la edad ma-terna avanzada, que las madres sean adolescentes, los embarazos no deseados, el deficiente control prenatal, la automedicación, el consumo de alcohol, de tabaco, la dieta deficiente, algunos factores ocupacionales, la contracción de enfermedades infecciosas y de enfermedades crónicas maternas, la automedicación usando medi-camentos teratogénicos y el consumo de cocaína u otras drogas, aumentan el ries-go para el feto, el recién nacido y, luego, para el infante. Atacar estos riesgos puede reducir la muerte de los niños debida al desarrollo de enfermedades en el sistema circulatorio, el corazón y lesiones cerebrales, entre otras (Nazer, 2004). Como se mencionó, los controles para evitar estos problemas requieren acciones sociales decididas de protección, además de los esfuerzos individuales de los hogares y de las gestantes de manera directa.

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Tabla 3. Causas de muerte en menores de cinco años

Causa de muerte en menores de cinco años Bogotá Cundinamarca Porcentaje

Malformaciones congénitas del sistema circulatorio 74 18 19,4

Trastornos respiratorios específicos del período perinatal

55 9 13,5

Otras malformaciones congénitas, deformida-des y anomalías congénitas

49 10 12,4

Signos, síntomas y afecciones mal definidas 24 9 7,0

Infecciones específicas del período perinatal 29 2 6,5

Todas las demás afecciones originadas en el pe-ríodo perinatal

22 4 5,5

Feto y recién nacido afectados por complicacio-nes obstétricas y traumatismo del nacimiento

20 2 4,6

Todas las demás enfermedades del sistema res-piratorio

16 0 3,4

Neumonía 13 1 3,0

Retardo del crecimiento fetal, desnutrición fetal, gestación corta y bajo peso al nacer

12 2 3,0

Enterocolitis necrotizante del feto y del recién nacido

12 2 3,0

Feto y recién nacido afectados por ciertas afec-ciones maternas

13 0 2,7

Tumores 14 1 3,2

Todas las demás enfermedades del sistema nervioso 3 2 1,1

Enfermedades infecciosas intestinales 4 0 0,8

Deficiencias nutricionales 2 2 0,8

Epilepsia y otros trastornos episódicos y pa-roxísticos

4 0 0,8

Trastornos hemorrágicos y hematológicos del feto y del recién nacido

3 1 0,8

Ciertas enfermedades inmunoprevenibles 3 0 0,6

Septicemia, excepto neonatal 3 0 0,6

(Continúa)

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Tabla 3. Causas de muerte en menores de cinco años (continuación)

Causa de muerte en menores de cinco años Bogotá Cundinamarca Porcentaje

Todas las demás enfermedades bacterianas 3 0 0,6

Todas las demás formas de enfermedad del corazón

3 0 0,6

Ahogamiento y sumersión accidentales, otros por obstrucción en la respiración

0 3 0,6

Todas las demás enfermedades infecciosas y parasitarias

1 1 0,4

Leucemia 2 0 0,4

Defectos de coagulación, púrpura y otras afeccio-nes hemorrágicas y de la sangre y los trastornos que afectan la inmunidad

1 1 0,4

Meningitis y otras enfermedades inflamatorias del sistema nervioso

2 0 0,4

Enfermedades cerebrovasculares 2 0 0,4

Enfermedades glomerulares y tubulointersticiales 2 0 0,4

Eventos de intención no determinada y secuelas 1 1 0,4

Ciertas enfermedades transmitidas por vectores y rabia

0 1 0,2

Diabetes mellitus 1 0 0,2

Todas las demás enfermedades endocrinas y nutricionales

0 1 0,2

Enfermedades cardiopulmonares, de vías respi-ratorias inferiores o debidas a agentes externos que afectan los pulmones

3 0 0,6

Enteritis, colitis no infecciosa y otras enfermeda-des de los intestinos

1 0 0,2

Enfermedades del peritoneo y demás del sistema digestivo

1 0 0,2

Todas las demás enfermedades del sistema urinario 1 0 0,2

Agresiones (homicidios) y secuelas 1 0 0,2

Contratiempos de la atención médico-quirúrgica y secuelas

1 0 0,2

Fuente: DANE, estadísticas vitales, 2015.

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Las enfermedades respiratorias también ocupan un lugar predominante como cau-sas de la muerte en infantes. Las infecciones respiratorias agudas (IRA) han recibi-do atención por los sistemas de salud, no solo por las tasas de mortalidad que se asocian a estas enfermedades, sino también por el nivel de consulta y hospitaliza-ción de casos. Particularmente, el fenómeno es preocupante en época de lluvias, con una sobreocupación del sistema de salud por esta causa, motivo por el cual existe una alarmante cifra de pacientes que terminan no siendo atendidos (MSPS, 2014a). La prevención en estos casos se centra en evitar las enfermedades a través de acciones como el lavado de manos, o evitar transmitir el virus a otra persona, por ejemplo usando tapabocas. También se proponen cuidados en casa, como visitas domiciliarias o seguimiento por medio de servicios a distancia, mediante telesalud, donde se reduzca el riesgo de contagio en salas de espera y fomentar sistemas de apoyo telefónico de telemedicina para atender de forma ambulatoria los casos que se presenten y que no requieran hospitalización (MSPS, 2014a).

Además de lo descrito, las IRA pueden aumentar de manera considerable los costos de los servicios de salud y los costos para los hogares si no son atendi-das oportunamente; cuando la acción de prevención o la atención inmediata en el hogar no se realiza, es posible llegar a cuadros clínicos más complejos que terminan aumentando la carga de casos en urgencias o que conllevan la hospitalización. En estos últimos casos, las acciones de prevención podrán requerir otras iniciativas de modo que los padres y cuidado-res sepan identificar síntomas de mayor riesgo y las alertas en salud, para acudir a los servicios de salud cuando sea necesario y que no ocurra una inasisten-cia evitable, cuando realmente hay un riesgo mayor que requiere la intervención del personal de salud.

Otras enfermedades pueden requerir control de hábitos en los niños; por ejemplo, en el caso de dia-betes, otras enfermedades pulmonares, enfermeda-des endocrinas o relacionadas con nutrición. Estas enfermedades no solo requieren detección temprana y atención del sistema de salud, sino también ac-ciones efectivas de control del riesgo y adherencia

Las acciones de prevención

podrán requerir otras

iniciativas de modo que los

padres y cuidadores sepan

identificar síntomas de

mayor riesgo y las alertas

en salud, para acudir a los

servicios de salud cuando

sea necesario y que no

ocurra una inasistencia

evitable, cuando realmente

hay un riesgo mayor que

requiere la intervención

del personal de salud.

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del tratamiento. Allí, parte de la prevención se encuentra en los mismos siste-mas de salud a través de una adecuada instrucción a los padres, cuidadores y los mismos niños, al seguimiento de los casos extramuros y mediante consul-ta externa, a una adecuada medicación y al manejo de pautas de cuidado. Re-ducir la muerte infantil puede requerir acciones efectivas en las personas más pobres, donde la información cumple un papel fundamental (Lawn, Cousens, Zupan & Lancet Neonatal Survival Steering Team, 2005).

Los esquemas de información y persuasión son necesarios para reducir la aversión al riesgo y el conflicto decisional en los padres y cuidadores, puesto que el pro-blema puede ser el miedo a asistir al servicio de salud, la falta de convicción para seguir el tratamiento o el conflicto que genera querer hacer lo mejor para el niño respecto a lo que se requiere como recomendación médica (Lawn, et al. 2005).

En general, como el período más crítico es el primer año de vida, y de él, las 24 pri-meras horas, una buena parte de las acciones de prevención recaen en el sistema de salud. Sin embargo, otras acciones de prevención corresponden a la atención interdisciplinar de las familias y, sobre todo, de las madres, para prevenir la muer-te de los niños. En muchos casos, enseñarle a las madres cuidados tan sencillos

como asegurar la respiración del niño al cubrirlo o dormirlo, empezar inmediatamente la lactan-cia materna exclusiva, mantener al niño caliente y limpiarse las manos antes de tocarlo, pueden salvar la vida a miles de recién nacidos (OMS, 2016). A su vez, en los niños menores de cinco años, acciones como la vacunación, una nutri-ción adecuada, la reducción de la contaminación del aire al interior de los hogares, la higiene, la lactancia materna, la limpieza o inocuidad de los alimentos y del agua y la lactancia materna, po-drían salvar la vida hasta el 45% de los niños (OMS, 2016).

Mortalidad materna

La muerte materna puede clasificarse en muerte materna o muerte materna tardía. La primera se refiere a la muerte durante el embarazo, parto o

Los esquemas de información y persuasión son necesarios para reducir la aversión al riesgo y el conflicto decisional en los padres y cuidadores, puesto que el problema puede ser el miedo a asistir al servicio de salud, la falta de convicción para seguir el tratamiento o el conflicto que genera querer hacer lo mejor para el niño respecto a lo que se requiere como recomendación médica (Lawn, et al. 2005).

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puerperio, hasta 42 días después de terminado el evento clínico que normalmente es el nacimiento del bebé. La segunda, que corresponde a la muerte materna tar-día, se considera pasados estos 42 días del evento clínico, hasta un año después, pero con causa asociada al evento del embarazo, el parto o el puerperio (OMS, 2012). Las causas de muerte, según la OMS (2012), se han agrupado así:

1. Embarazos que terminan en aborto: comprende la pérdida del embarazo, el embarazo ectópico y otras afecciones que llevan a la muerte materna y a un embarazo que termina en aborto.

2. Trastornos hipertensivos en el embarazo, parto o puerperio: como edemas, proteinuria y trastornos hipertensivos en el embarazo, parto o puerperio.

3. Hemorragia obstétrica: se refiere a enfermedades obstétricas o afecciones directamente asociadas con hemorragia.

4. Infección relacionada con el embarazo: comprende enfermedades o afeccio-nes inducidas por infecciones, vinculadas al embarazo.

5. Otras complicaciones obstétricas: que son todas las demás afecciones obsté-tricas directas no incluidas en los grupos anteriores.

6. Complicaciones imprevistas en el manejo: como los efectos adversos severos y otras complicaciones no previstas de los cuidados médicos y quirúrgicos brindados durante el embarazo, parto o puerperio.

7. Complicaciones no obstétricas: se refiere a afecciones no obstétricas, cardio-patías (incluyendo hipertensión preexistente), afecciones endócrinas, afec-ciones gastrointestinales, afecciones del sistema nervioso central, afecciones respiratorias, afecciones genitourinarias, trastornos autoinmunes, afección esquelética, trastornos psiquiátricos, neoplasias e infecciones que no deri-van directamente del embarazo.

8. Muerte materna no especificada o desconocida: corresponde a la muerte in-determinada, que ocurre durante el embarazo, parto o puerperio, en la que no se conoce o no se ha determinado la causa básica.

9. Muerte durante el embarazo, parto o puerperio con causas coincidentes: es la muerte durante el embarazo, parto o puerperio debida a causas externas.

La muerte materna está altamente relacionada con la morbilidad materna; es decir, con las enfermedades que se presentan durante el embarazo o el puerperio. Tanto es así que las acciones de prevención podrían dirigirse a tres momentos: el primero es la prevención primaria que consistiría en evitar el embarazo. Esto es importan-te cuando el embarazo puede presentarse en edades extremas; por ejemplo, en

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personas muy jóvenes, que es el caso del embarazo en adolescentes o en personas mayores, que tienen un alto riesgo de muerte. También es el caso de los embarazos cuando ha habido muchos embarazos previos, lo que aumenta exponencialmente los riesgos de muerte. El segundo tipo de prevención se relaciona con evitar que ocurran complicaciones cuando ya se tiene un embarazo. En ese caso, evitar pro-blemas como la anemia, el consumo de drogas psicoactivas, alcohol, café en abun-dancia, entre otros, y realizar los controles adecuados, puede ayudar a disminuir los riesgos de complicaciones. El tercer momento de prevención es cuando ya está diagnosticada una complicación; en ese caso, dependiendo de la complicación, aspectos como la dieta, la quietud, el consumo de los medicamentos que puedan administrarse o la asistencia a controles y la atención temprana a síntomas podrían evitar que los riesgos se conviertan en una muerte materna (Black et al., 2016). Cabe anotar que la depresión posparto y la anemia posteriores al parto también son riesgos que pueden llevar a la muerte materna.

En la morbimortalidad materna, los países de ingresos medios y bajos, como los latinoamericanos, tienen mayor riesgo de morbilidad y mortalidad materna. En algunos casos, debido a la concentración poblacional se presentan en algunas ciu-dades mayor frecuencia de muertes; por ejemplo, en Bogotá, cuya razón era de 47,4 por cada 1.000 nacidos vivos en el 2001, mientras en Cundinamarca era de 46,07 para ese año, muy por encima del promedio mundial (MSPS, 2014b). Aunque se ha avanzado en la disminución de este fenómeno en las ciudades, aún se encuen-tra que, considerando el total poblacional, hay poblaciones más vulnerables que otras; por ejemplo, las madres más pobres mueren más que aquellas que tienen mayor riqueza, de la misma forma que las que se encuentran en zonas rurales y las de etnias como los Rom o gitanos (MSPS, 2014b). Los principales determinantes en el país parecen ser la etnicidad, la ruralidad y la pobreza, aunque no hay que descuidar aspectos demográficos como la edad, ya que dentro del grupo de mayor vulnerabilidad también se encuentran las madres con embarazo en la adolescencia y las de mayor edad. Por esta identificación de vulnerabilidades, las acciones de prevención a través de los protocolos de salud se han dirigido principalmente hacia la prevención del aborto inseguro, la prevención del embarazo adolescente y el cui-dado durante el embarazo (OMS, 2015). Cabe anotar, que la falta de apoyo familiar o de amigos, además de vivir en zonas lejanas o de difícil acceso a los servicios de salud, son determinantes que aumentan el riesgo de muerte materna (Filippi, Chou, Ronsmans, Graham & Say, 2016). Estos determinantes no solo son indicado-res de desigualdad, sino también de aspectos de autocuidado, normas culturales y problemas de acceso a los servicios.

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Política de prevención de la morbimortalidad materno-infantil

Considerando la mortalidad de madres y niños, la prevención se relaciona con evitar la aparición de enfermedades o de condiciones de riesgo que pueden afectar desde el embarazo o antes de él y después al niño en su primera infancia. En tal sentido, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, junto con el Ministerio de Salud, recomiendan trabajar en la prevención de diferentes enfermedades asocia-das a tres grupos poblacionales: las madres en riesgo, las regulares y los menores de cinco años. Las enfermedades sobre las que se requieren acciones de preven-ción en cada grupo se pueden observar en la tabla 4.

Tabla 4. Morbilidad en madres y niños de 0 a 5 años

Grupo o población Morbilidad

Madres en riesgo

Trastornos hipertensivos

Complicaciones hemorrágicas

Complicaciones de aborto

Sepsis de origen obstétrico

Sepsis de origen no obstétrico

Sepsis de origen pulmonar

Enfermedad preexistente que se complica

Madres regulares

Otros trastornos maternos relacionados principalmente con el embarazo

Embarazo terminado en aborto

Complicaciones de trabajo de parto y el parto

Complicaciones principalmente relacionadas con el puerperio

Niños de 0 a 5 años

Condiciones transmisibles y nutricionales

Condiciones materno perinatales

Enfermedades no transmisibles

Lesiones

Fuente: adaptada de Protocolo de Atención Preconcepcional (MSPS & Unfpa, 2014).

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Para el primer grupo, las madres en riesgo con morbilidad materna extrema (MME), se reportaron 157 casos en el 2013, este tipo de morbilidad se refiere a un evento caracterizado por una complicación grave que pone en riesgo la vida de la mujer durante el embarazo, parto o puerperio, y es por esto por lo que requiere de una atención inmediata (MSPS & Unfpa, 2014). Dentro de las problemáticas específicas para estas madres se encuentran los trastornos hipertensivos en 58,4%, las compli-caciones hemorrágicas en 20,4%, y en porcentajes menores se presentan la sepsis de origen obstétrico (4,8%), la sepsis de origen no obstétrico (3,9%), la enferme-dad preexistente que se complica (2,6%), las complicaciones de aborto (2,4%) y la sepsis de origen pulmonar (0,8%).

En el segundo grupo se encuentran las madres regulares, que se caracterizan por presentar una situación de salud normal, pero que en cierto momento del emba-razo asisten a los servicios médicos por alguna complicación. En este grupo, las atenciones más frecuentes son las relacionadas con:

1. Otros trastornos maternos relacionados principalmente con el embarazo: en esta categoría se incluyen las amenazas de aborto y las infecciones en las vías urinarias durante el embarazo.

2. Embarazo terminado en aborto: en este grupo se encuentran el aborto espontáneo incompleto sin complicación, el aborto retenido, el aborto espontáneo completo sin complicación, el embarazo abdominal y el embarazo ectópico.

3. Atenciones relacionadas con el parto: allí se incluyen la atención al parto, las complicaciones del trabajo de parto y del parto, como el parto prematuro, el trabajo de parto precipitado, el trabajo de parto prolongado, las contracciones primarias inadecuadas y las contracciones uterinas hipertónicas, no coordinadas y prolongadas.

4. Complicaciones del puerperio: aquí se incluyen la mastitis no purulenta asociada con el parto, la sepsis puerperal, la infección de herida quirúrgica obstétrica y el absceso de la mama asociado con el parto.

En conjunto, la mayoría de estos problemas son prevenibles, como muchas de las que se presentan en niños menores de cinco años, aspecto que se expuso anterior-mente. Muchas de las formas de prevención están asociadas a distintos momentos antes, durante el embarazo y a lo largo de la crianza del niño.

Como se puede observar, tanto la morbilidad como la mortalidad materna o de la gestante y la del recién nacido, así como de los niños menores de cinco años, han

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recibido atención del sistema de salud; sin embargo, a pesar de los esfuerzos, las tasas de muerte siguen siendo elevadas respecto a los países desarrollados y frente a los objetivos que se trazaron los países por medio de las Naciones Unidas. Así, parece ser necesaria no solo la intervención desde el sistema de atención en salud, sino que también se hace apremiante sumar fuerzas desde diferentes comunida-des profesionales para reducir esta problemática. La psicología, al igual que otras ciencias sociales y las ciencias de la salud, pueden proponer nuevos caminos que ayuden al país a reducir este fenómeno. Las bondades de la intervención de varias disciplinas es que permite al servicio de salud, realizar acciones de prevención más eficaces y modificar modos de actuar en la población que se convierten en formas de derrumbar barreras para la acogida de los programas de prevención.

Atención primaria en salud

La atención primaria en salud aborda aspectos como la prevención, la promoción de la salud y el control del riesgo. Es un campo que se relaciona con todas las profesiones ligadas a la salud, dentro de las cuales se encuentra la psicología. El término ‘atención’ tiene su origen en el latín attentio que significa “acción de aten-der”. Por su parte, el término ‘prevención’ tiene su origen en el latín preventio que quiere decir “acción y efecto de prevenir”, es decir, preparar, aparejar y disponer con anticipación lo necesario para un fin (Real Academia Española, 2001).

En el contexto de la salud, una primera definición de la “atención primaria”, es aquel campo de trabajo que se interesa por la asistencia médica inicial que recibe un paciente (Real Academia Española, 2001); esta es una definición que plantea una postura asistencial. Ahora, la OMS (1978) define la “atención primaria en salud” como la asistencia sanitaria esencial que forma parte del sistema nacional de sa-lud. Es el primer medio de contacto de las personas, la familia y la comunidad con el sistema de salud, por lo que también es definida como un medio práctico para acceder a la atención en salud, indispensable para toda población, familia o comunidad.

En esta segunda perspectiva, la atención primaria no es exclusiva de los médicos. Tradicionalmente, las definiciones asistenciales parecían responsabilizar al médico de todas las incidencias en salud, haciéndolo en cierta medida responsable de los resultados de todo el conjunto de servicios de prevención. Sin embargo, esta nueva definición clarifica que la atención primaria en salud se acoge a un enfoque sisté-mico en el que se tiene la participación intersectorial de profesionales de distintas

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áreas, con el objetivo de proteger, mejorar y mantener la salud en la población, ade-más de prevenir la enfermedad, cuidar y rehabilitar a los enfermos (Echeverry, 2011).

En Colombia, el Ministerio de Salud y Protección Social (2012) realizó un informe con un equipo de antropólogos y representantes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Colombia, para analizar cómo el sistema de salud del país ha ido trabajando en la atención primaria. En este informe, los funcionarios cons-truían sus propias definiciones basadas en su experiencia desde los años ochenta y las necesidades locales encontradas, y llegaron a conclusiones en las que con-sideran que la atención primaria en salud es una estrategia que permite que los servicios de salud lleguen a toda la población; es decir, a personas que viven en las zonas rurales y urbanas, de todos los estratos socioeconómicos y edades, pero especialmente a las personas vulnerables, en términos económicos y sociales. Ade-más, ellos consideraban que la atención primaria no solo se centra en la salud, sino también en mejorar las condiciones de vida. Este último aspecto, solo se logra si se incorpora la participación social, por lo que se deja entrever que la atención primaria no solo es responsabilidad del sistema de salud visto desde la oferta, sino también de la inclusión de las comunidades en el cometido de salud, lo que representa la inclusión de los consumidores y su entorno social como parte de los actores claves para estos programas.

Una concepción de atención primaria centrada en el bienestar del individuo, sus familias y comunidades, deja en entredicho una serie de aspectos importantes; por ejemplo, la necesidad de no centrarse únicamente en la enfermedad, haciéndose necesario abordar el bienestar y la calidad de vida como parte de los cometidos de los servicios en salud y, en particular, de los programas de atención prima-ria. También resalta la importancia de la inclusión, porque abarca a la población general, con especial énfasis en aquellas que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad; y, finalmente, muestra la necesidad del trabajo interdisciplinario, porque generar condiciones de bienestar más allá de la atención de la enfermedad implica la organización de servicios y el apoyo de varias disciplinas. Al considerar la atención primaria para el problema de la morbimortalidad materno-infantil, las poblaciones de gestantes, recién nacidos y niños menores de cinco años, cumplen con las características señaladas, puesto que requieren el apoyo conjunto de todo el sistema y comunidades que puedan propiciar bienestar; y, además, estas pobla-ciones merecen una atención específica porque se consideran poblaciones vulne-rables, dadas sus condiciones de riesgo y dependencia hacia los servicios de salud.

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Además de estas particularidades de la atención primaria en salud, no se puede desconocer que la enfermedad y su prevención son esenciales para el sistema de salud. En tal sentido, las acciones de atención en salud están diseñadas para identificar y eliminar problemas indeseables que pueden ocurrir en el futuro, por medio de acciones preventivas que se adoptan para evitar la aparición de un pro-blema o trastorno antes que ocurra y minimizar los efectos negativos que se desa-rrollan con cualquier enfermedad (Ollendick & Schroeder, 2003). En este contexto, la prevención puede entenderse como un conjunto de acciones encaminadas a la erradicación, minimización o eliminación del impacto de la enfermedad y la dis-capacidad (Last, 1989).

Las acciones preventivas se caracterizan por el diseño de intervenciones que evi-ten la aparición de enfermedades puntuales y reduzcan su incidencia (Czeresnia, 1999). También, la prevención se refiere a las medidas destinadas a prevenir la aparición de la enfermedad, detener su avance y atenuar sus consecuencias o efectos, una vez está instaurada (Organización Mundial de la Salud, 1998), a lo que se le ha denominado prevención de la enfermedad (por su nombre en inglés, disease prevention). Este conjunto amplio de acciones relacionadas con la atención primaria en salud y el concepto de prevención, podrían incluir programas de inter-vención en psicología, acciones a través de las TIC, promoción de salud en medios masivos, educación personalizada y en la comunidad, entre otras.

La prevención puede ser vista como un proceso activo en el cual se implementan iniciativas dirigidas a modificar y mejorar la calidad de vida de las personas y su formación integral. De esta forma, las acciones de prevención no solo anticipan enfermedades, sino que también son procesos activos, permanentes, que incluyen la educación y la calidad de vida como parte de sus derroteros. Así, las acciones de prevención y el alcance de estas permiten separar tres tipos de atenciones: las de prevención primaria, secundaria y ter-ciaria (Consuegra, 2010). En la prevención primaria se pretende evitar que los problemas se presenten dentro de la población general y para hacerlo, se dirige a las causas que me-dian las enfermedades, lo que permite evitar su aparición. Por su parte, la prevención se-cundaria implica la detección e intervención de una enfermedad temprana antes que apa-rezca o se desarrolle por completo; comprende

La prevención puede entenderse

como un conjunto de acciones

encaminadas a la erradicación,

minimización o eliminación del

impacto de la enfermedad y la

discapacidad (Last, 1989).

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programas enfocados en poblaciones en las que ya se ha identificado un proble-ma o su desarrollo potencial, y tiene como objetivo prevenir que las dificultades progresen. Finalmente, la prevención terciaria tiene como objetivo prevenir la pro-gresión de una enfermedad que ya existe, contempla estrategias encaminadas a reducir la intensidad o la gravedad de estos problemas (Boyer & Paharia, 2008; Ollendick & Schroeder, 2003). Cabe aclarar que aún persiste la crítica de si es po-sible diferenciar la prevención terciaria del tratamiento tradicional. Es decir, debe evaluarse si existe la prevención terciaria o si, por el contrario, formaría parte de los programas de intervención y no de prevención de la salud (Ollendick & Schroeder, 2003).

Considerando las anteriores clarificaciones del concepto, la atención primaria in-cluiría varias actividades de prevención de diferente nivel. En cada nivel de aten-ción preventiva pueden existir diferentes factores de riesgo, algunos genéticos y otros de contexto, algunos modificables y otros no; por lo cual, para poder hacer prevención es necesario identificar factores de riesgo y diseñar las intervencio-nes en aquellos aspectos que sean modificables, puesto que, como lo argumentan Boyer y Paharia (2008), los factores ambientales modificables, son aún más im-portantes cuando los factores de riesgo genéticos ya están presentes. Dentro de los modificables, desde una perspectiva psicológica, no solo se encuentran elemen-tos del ambiente externos al individuo, sino también procesos como el de toma de decisiones de los consumidores, cambios de actitudes, aspectos motivacionales, etc., que se convierten en facilitadores o en barreras, y que pueden ayudar a pre-venir la aparición de enfermedades, a mitigar riesgos o a facilitar el afrontamiento que el individuo hace de esos riesgos para evitar que se complejicen y terminen en el desarrollo de enfermedades o incluso en la muerte.

Problemáticas para abordar desde la prevención en salud

Como se mencionó, la prevención primaria en salud es el conjunto de actividades que tienen al menos los siguientes objetivos:

1. Disminuir los riesgos que conllevan la aparición de problemas de salud (Ardila, 2000).

2. Generar y mantener factores protectores que permitan la detección temprana de dificultades o de problemas (Ardila, 2000).

3. Facilitar y promover el acceso a los servicios que estén disponibles (Ardila, 2000).

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4. Evitar la aparición inicial de una enfermedad o dolencia (Organización Mundial de la Salud, 1998).

Dentro de las características de la prevención primaria, se resalta que permite el decremento en la proporción de casos nuevos de una problemática o trastorno, puesto que disminuyen los factores problemáticos o potencialmente dañinos antes que ocasionen la enfermedad (Consuegra, 2010).

Los objetivos anteriores resaltan no solo la importancia de la meta de disminuir el riesgo de aparición de la problemática, sino también la importancia misma de la identificación de riesgos y factores protectores en la condición de salud específica, además de la importancia de los programas que facilitan que las personas identi-fiquen tales riesgos y realicen medidas de protección, ya sea porque ellos mismos pueden proporcionarlas o porque las suministra el sistema de salud. Estos objeti-vos permiten entrever que es necesario entender las enfermedades y las causas de muerte, sus desarrollos, lo que las favorece y evita, pero también comprender la forma como procesan y resuelven las personas las situaciones que implican riesgos para su salud.

Por lo anterior, las acciones de prevención abarcan elementos de promoción y de prevención propiamente dichos, como se muestra en la tabla 5, aunque la promo-ción de la salud es un campo más amplio.

Tabla 5. Áreas de intervención para la prevención de la morbimortalidad

materno-infantil

Área Temática

Promoción de salud

Educación

Intervención en actitudes y creencias frente a la salud

Conocimientos de cuidados personales en situación de embarazo

Prevención

Estilos de vida

Prácticas saludables

Cuidados frente a posibles enfermedades y riesgos

Fuente: elaboración propia.

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Muchas de estas acciones pueden requerir el conocimiento de la forma como el usuario o consumidor interactúa con el sistema de salud, con la información dis-ponible, con las barreras de acceso presentes, entre otros aspectos. Allí, la psico-logía del consumidor puede apoyar el desarrollo de la atención primaria en salud mediante el entendimiento de los procesos y comportamientos de los usuarios que forman parte actualmente o podrían formar parte en un futuro, de los grupos ob-jetivo para estos programas.

La psicología del consumidor y la prevención en salud

La psicología del consumidor estudia los comportamientos del consumidor que pueden observarse en forma de acciones o hábitos de compra y consumo, y los procesos psicológicos y psicosociales subyacentes a la compra, el consumo y la evaluación poscompra de los bienes, servicios o ideas a los que se encuentra ex-puesto en un mercado o una situación económica dada. La forma como el consu-midor interactúa con los diferentes elementos del mercado, así como las reacciones que tiene cuando está en una etapa específica del acceso o el uso de los servicios, y los procesos que ocurren durante esas interacciones, son de particular interés para la psicología del consumidor; pues corresponden a situaciones de consumo en las que podemos aprender de los factores que le afectan y de lo que le facilita su interacción con las ofertas disponibles en el mercado, por ejemplo, los diferentes programas de salud, los servicios paliativos y preventivos.

Es de especial interés en el contexto de la prevención, desde la aproximación de la psicología del consumidor, comprender mejor los procesos de decisión y lo que ocurre en términos de percepciones, memoria, actitudes o comportamientos so-ciales, así como la forma en que esos mismos procesos son influenciados por elementos externos: como las características de la oferta de los servicios de salud por las entidades prestadoras, el trato del personal de salud, u otros aspectos como los esfuerzos realizados por el consumidor y que pueden llevarlo a no usar los servicios de salud; por ejemplo, el tener que realizar pagos del propio bolsillo por los medicamentos o los diagnósticos, o tener que esperar más de un mes por una cita para mejorar un estado de salud actual que se percibe como negativo. Estos y muchos otros tópicos son el tipo de temas para profundizar en estudios del consu-midor de servicios de salud.

De particular importancia en el ámbito de la prevención, se encuentra la necesidad de comprender mejor las decisiones de prevenir o no hacerlo, las de adherirse a

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un programa preventivo, las de recomendar o hacer que uno mismo o una tercera persona evite un riesgo que es latente o que está presente en una situación dada. El estudio de estas decisiones y los factores que las afectan, puede formar parte de un proceso de cambio sobre la forma como se enfocan los programas de preven-ción, para lograr una mayor aceptación y para conseguir las buscadas acciones de prevención en cada uno de nosotros, como individuos. En el caso de la morbimor-talidad materno-infantil ocurre la misma situación; al comprender mejor lo que ocurre en el proceso de decisión, los factores que inciden para que se decida no actuar o aplazar la adopción de las recomendaciones de tales programas, forman parte del aporte que puede realizar la psicología del consumidor al mejoramiento de las condiciones de bienestar de los hogares.

Todas estas decisiones forman parte de aquello que estudia la psicología del con-sumidor, dado que este tipo de decisiones son económicas, son acciones de con-sumo y pueden ser abordadas desde una perspectiva científica un poco más allá del enfoque clínico y de la relación terapéutica o del enfoque de derechos propio de la acción pública. Las decisiones sobre el es-tado deseado de la salud personal, la prevención, la adherencia a los tratamientos, entre otras, co-rresponden a comportamientos económicos que tienen impacto en los costos y características de los servicios de salud, así como en los beneficios sobre los que se organiza la oferta de servicios de salud y sobre los que se ejercen acciones gu-bernamentales para la protección del ciudadano.

Estas decisiones de los consumidores afectan también en la asignación de recursos persona-les en los planos individual o familiar y en lo colectivo, como sociedad. Los costos sociales e individuales en salud son importantes inversio-nes que se realizan a lo largo de la vida, y asu-mir acciones de prevención o no asumirlas afec-ta directamente en esos costos, así como en el bienestar general del individuo, convirtiéndose en un comportamiento económico con inciden-cia social.

Las decisiones sobre el estado deseado de la salud personal, la prevención, la adherencia a los tratamientos, entre otras, corresponden a comportamientos económicos que tienen impacto en los costos y características de los servicios de salud, así como en los beneficios sobre los que se organiza la oferta de servicios de salud y sobre los que se ejercen acciones gubernamentales para la protección del ciudadano.

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La psicología del consumidor, especialmente aquella que sigue la corriente trans-formativa (Mick, 2006), se enfoca en el bienestar del consumidor como fin último, siendo un punto de coincidencia con lo que buscan los servicios de salud y los programas de prevención, en particular. Por tal motivo, la detección de factores de riesgo, la atenuación de riesgos, la identificación y puesta en marcha de factores protectores, la identificación de falencias de información, el diseño de formas de comunicación, educación y persuasión más efectivas para la toma de decisiones informadas, el cambio de actitudes y de comportamientos, el diseño de propuestas y modelos de servicios que afecten en mejor medida cambios de hábitos deseables y de acciones para la disminución de costos personales, sociales o de los servicios mismos, forman parte de la agenda investigativa de la psicología del consumidor alrededor de las problemáticas de prevención.

El tipo de explicaciones que se brindan no se centran en los procesos psicológicos, sino que son más dirigidas a los procesos de gestión de las entidades públicas o privadas, al consumidor individual o a las empresas interesadas en dirigir sus ser-vicios de prevención hacia estas problemáticas en grupos objetivo de interés.

Algunas aplicaciones de los resultados de estudios del consumidor se centran, por ejemplo, en los mecanismos de influencia en la toma de decisiones, o en la forma como se pueden desarrollar contenidos, en las características de la información con fines persuasivos, en la generación de acciones desde la gestión de los ser-vicios o en las consideraciones que se pueden tener desde las políticas públicas para ayudar al consumidor a tomar otras decisiones más favorables para su propia salud, que a la vez le generen bienestar personal y conlleven bienestar social. Las explicaciones que produce la psicología del consumidor son primordialmente de carácter aplicado y para fortalecer acciones dirigidas a grupos específicos, en for-ma de servicios o ideas.

Considerando estos aspectos, la psicología del consumidor puede aportar al cono-cimiento sobre la forma como comprendemos y hacemos uso de las recomendacio-nes y programas de prevención; también puede diseñar y probar estrategias para modificar actitudes, conocimientos, acciones de autocuidado o de protección en la comunidad, usando las herramientas disponibles del marketing, la psicología y la política pública.

En los capítulos siguientes abordaremos estos aspectos a partir de los resultados de los estudios realizados sobre el uso de los servicios de salud, percepciones de riesgo y tecnologías aplicables para el acceso a los programas de prevención.

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