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Publicación mensual. Año 9, no. 8, noviembre de 2008 EL HUMANISTA Los imprescindibles: Segunda y última Los imprescindibles: Segunda y última Los imprescindibles: Segunda y última Los imprescindibles: Segunda y última partte de El motor de la historia es la partte de El motor de la historia es la partte de El motor de la historia es la partte de El motor de la historia es la frivolidad, Antaki frivolidad, Antaki frivolidad, Antaki frivolidad, Antaki ¿Es verdad que estás triste, México? ¿Es verdad que estás triste, México? ¿Es verdad que estás triste, México? ¿Es verdad que estás triste, México? Píldoras de artes: Bizcocho Píldoras de artes: Bizcocho Píldoras de artes: Bizcocho Píldoras de artes: Bizcocho De la lengua y otras maravillas: cemen- De la lengua y otras maravillas: cemen- De la lengua y otras maravillas: cemen- De la lengua y otras maravillas: cemen- terio terio terio terio In memoriam In memoriam In memoriam In memoriam, José Manuel , José Manuel , José Manuel , José Manuel Monterrubio Cubas Monterrubio Cubas Monterrubio Cubas Monterrubio Cubas ¿Por qué recordar a los ¿Por qué recordar a los ¿Por qué recordar a los ¿Por qué recordar a los muertos? muertos? muertos? muertos? La muerte y la magnolia La muerte y la magnolia La muerte y la magnolia La muerte y la magnolia, fe- , fe- , fe- , fe- nómenos extraños nómenos extraños nómenos extraños nómenos extraños Poesía y silencio de Sor Jua- Poesía y silencio de Sor Jua- Poesía y silencio de Sor Jua- Poesía y silencio de Sor Jua- na en día de Muertos na en día de Muertos na en día de Muertos na en día de Muertos A propósito de la muerte A propósito de la muerte A propósito de la muerte A propósito de la muerte Boletín Cultural e Informativo del Centro Universitario de Integración Humanística La muerte La muerte La muerte

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Publicación mensual. Año 9, no. 8, noviembre de 2008

EL HUMANISTA

• Los imprescindibles: Segunda y última Los imprescindibles: Segunda y última Los imprescindibles: Segunda y última Los imprescindibles: Segunda y última

partte de El motor de la historia es la partte de El motor de la historia es la partte de El motor de la historia es la partte de El motor de la historia es la frivolidad, Antakifrivolidad, Antakifrivolidad, Antakifrivolidad, Antaki

• ¿Es verdad que estás triste, México?¿Es verdad que estás triste, México?¿Es verdad que estás triste, México?¿Es verdad que estás triste, México?

• Píldoras de artes: BizcochoPíldoras de artes: BizcochoPíldoras de artes: BizcochoPíldoras de artes: Bizcocho

• De la lengua y otras maravillas: cemen-De la lengua y otras maravillas: cemen-De la lengua y otras maravillas: cemen-De la lengua y otras maravillas: cemen-

terioterioterioterio

• In memoriamIn memoriamIn memoriamIn memoriam, José Manuel , José Manuel , José Manuel , José Manuel

Monterrubio CubasMonterrubio CubasMonterrubio CubasMonterrubio Cubas

• ¿Por qué recordar a los ¿Por qué recordar a los ¿Por qué recordar a los ¿Por qué recordar a los

muertos?muertos?muertos?muertos?

• La muerte y la magnoliaLa muerte y la magnoliaLa muerte y la magnoliaLa muerte y la magnolia, fe-, fe-, fe-, fe-

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• Poesía y silencio de Sor Jua-Poesía y silencio de Sor Jua-Poesía y silencio de Sor Jua-Poesía y silencio de Sor Jua-

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• A propósito de la muerteA propósito de la muerteA propósito de la muerteA propósito de la muerte

Boletín Cultural e Informativo del Centro Universitario de Integración Humanística

La muerteLa muerteLa muerte

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Directorio El Humanista. Boletín cultural e informativo del Centro Universitario de Humanidades. Publicación mensual, año 9, no. 8, noviembre de 2008.

Rectora: Dra. Ma. del Pilar G. L. P. de Cordero; Coordinación: Lic. Carmen Leticia Gámez P.; Dirección y Diseño Editorial: Lic. Ana Lourdes Ross A. Colaboradora: Lic. Erika Téllez. Destacamos y agradecemos la participación desinteresada de los profesores María de Jesús Rentería y Tonatiuh Laguna, así como el apoyo de C. C. Tirado.

Editorial NoviembreEditorial NoviembreEditorial NoviembreEditorial Noviembre

El Centro Universitario de Integración Humanística, A. C.

Lamenta profundamente los hechos acaecidos el día 4 del mes en curso,

en los que perdiera la vida el

Mtro. José Miguel Monterrubio Cubas

Director de Comunicación Social de la

Secretaría de Gobernación,

y expresa sus más sentidas condolencias a la familia

Monterrubio Cubas

Descanse en paz Noviembre 2008

Uno de los misterios más grandes de la vida, es su final: la muerte. ¿Por qué algunas personas viven 90 y

hasta más años, arrastrando su vejez y enfermedades? ¿Y por qué a otras les basta vivir unos cuantos años e

irse en la flor de la edad? Imposible entenderlo, la religión suele querer dar contestaciones, pero ninguna

satisface; sin embargo, quienes no creen en el más allá y en Dios, deben sufrir mucho más, pues no encuen-

tran consuelo.

Estamos viviendo y compartiendo en el CUIH, la pena de Maru Monterrubio, la ida de su hijo mayor Mi-

guelito en forma trágica que deja en sus padres un hueco imposible de llenar. Tendrán que tratar de hacerlo

con recuerdos: su sonrisa, su voz, sus actos, su trabajo por México. En algún lugar leí: “ permanecerás en

mí misteriosamente presente”.

Que Maru y su esposo Miguel, matrimonio siempre unido, amado y apoyado, encuentren pronto paz y con-

suelo.

Ma. del Pilar Galindo de Cordero.

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IN MEMORIAM

Decía León Tolstoy que el sentido de esta vida consiste en ayudar a establecer el Reino de Dios y se po-

dría añadir que también ayudar a establecer el reino del hombre, de la persona humana.

Dos personas que deciden unir y compartir su existencia, formar familia, tener hijos, pronuncian

un voto por la vida. Cada generación enfrenta sus propios retos; sin embargo, en cada pareja que aspira

a tener un hijo y convertirlo en un hombre de bien se constata el testimonio del profundo respeto por

la vida, que consiste en reconocer lo valioso que hay en ella a pesar de todos los obstáculos e infortu-

nios que la presencia del mal coloca ante nosotros.

Se cría un hijo, se le educa, y se le ve emprender camino sabiendo que más que riqueza se le

heredan ejemplo, virtudes, valores humanos que él habrá de saber utilizar como antorcha para iluminar

sus pasos hacia las metas por alcanzar.

Se contempla a ese hijo con orgullo, al ser testigos de sus logros y sus triunfos académicos, pro-

fesionales y personales. Un día, ese hijo también encuentra a la mujer ideal para recorrer el trayecto de

la existencia. Se convierte así en esposo, padre entregado y amoroso, se consagra a sí mismo como

hombre público, siguiendo la llamada de su patria, México, en una profesión al servicio de su comuni-

dad, para la que desea un presente pleno de justicia, de paz, de seguridad, de calidad de vida, donde ser

mexicano sea una garantía. Este hombre integra un equipo con otros que son así: mexicanos dispuestos

a convertir los sueños de todos en realidades a corto plazo.

Este ser humano, hijo, esposo, padre, amigo, colega, funcionario…. Nos es arrebatado.

Ante el pasmo de su desaparición comenzamos a comprender la clase de ciudadano que fue. Se

dice que un héroe es aquél dispuesto a sacrificar su vida por los demás y por sus más altos ideales. Es

verdad. No obstante, nosotros, al pensar en José Miguel Monterrubio Cubas, sabemos que se carac-

terizaba por otro tipo de valor muy especial: el de la lucha por sus ideales y la congruencia entre pensa-

miento y obra.

Su cumplimiento del deber no conoció los límites de la distancia, el esfuerzo ni el cansancio.

¡Había tanto por hacer, y ya se estaban cosechando los primeros triunfos!

Eso es lo que nunca olvidará cada mexicano consciente de la realidad actual. La vida de Migueli-

to había sido forjada con amor, fortaleza y valentía porque tuvo también la virtud de saber verse y reco-

nocerse en cada uno de nosotros, y porque decidió que valía la pena realizar aquella lucha para garanti-

zar a nuestro país una nueva oportunidad: cambiar su presente y construir su futuro.

Tal vez, el mínimo tributo que podemos ofrecer en su memoria, sea que nos hagamos también

capaces de reconocernos en sus acciones; que nos permitamos dejar salir aunque sea un poco de ese

héroe interior que habita en nuestros corazones. José Miguel nos ha dejado su ejemplo. ¿Qué haremos

con él? Ojala que la respuesta sea vivirlo.

Leticia Gámez Pérez

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UUUU na pregunta interesante: Porqué recordar a los

muertos y no porqué “celebrar” o “conmemorar” a

los muertos. La mía es una pregunta intencionada.

Hay una diferencia sutil entre “conmemorar”, unido al

término ”celebrar”, y “rememorar” que me gustaría abor-

dar aquí pues pareciera que nuestra fiesta de día de

muertos guarda más cercanía con esta última.

He de decir de inmediato que el término

“conmemoración” encierra en sí mismo el olvido. En el

diccionario de la Real Academia de la Lengua se dice

que conmemorar (lat. commemorare) es “hacer memo-

ria” y que celebrar (lat. celebrare) es “conmemorar”. El

acto de hacer memoria implica un movimiento por el

cual, el que hace memoria lo hace de una forma deter-

minada y en un lugar y tiempo determinados y en el

que, de lo que se hace memoria aparece petrificado en

un lugar y tiempo determinado también.

Generalmente, relacionamos con la memoria la

construcción de monumentos, lugares en los que se

hace presente la memoria de los ausentes, ya sean

héroes, intelectuales, personas comunes presas de una

catástrofe; pienso, por ejemplo, en el caso de los muros

del cementerio Père Lachaise de París, erigido a los

muertos de Auschwitz y del Mayo, ó, en la rotonda de

los hombre ilustres en el Panteón Civil de Dolores, hasta

llegar a casos como el del Museo Conmemorativo de la

Paz de Hiroshima y el Museo Judío en Berlín.

Erigir un monumento es petrificar la memoria.

Cuando conmemoramos un acontecimiento no lo actua-

lizamos sino que lo recordamos tal cual fue en el pasa-

do. Por ejemplo, pensemos en el caso del Holocausto

judío. Un muro y un museo funcionan como lugares para

hacer memoria de los hechos que ya pasaron, donde el

lugar y el tiempo del acontecimiento, es decir, el holo-

causto como instante, se encuentran petrificados, por un

lado, en el presente como monumento y, por otro, en el

pasado como hecho ya narrado. Lo que pasa aquí con

el que recuerda es que cuando quiere recordar, puede,

de manera voluntaria, visitar el museo o el muro o, en

todo caso acceder a la información que se tiene sobre él

(por cierto he de decir que esta es la función de la histo-

ria como narradora de hechos monumentales) y des-

pués, una vez abandonado el lugar, olvidarlo, pues el

instante hecho monumento está ahí para que sólo en el

presente de su percepción sea recordado. Así pues, la

petrificación del instante, en tanto acontecimiento, corre

el peligro del olvido en el sentido de que

siendo un hecho que ya pasó, en el acto de

memoria viene como repetición del hecho tal

cual fue; la petrificación implica no poder

modificarlo en absoluto y por eso verlo como

un hecho alejado que implica la imposibili-

dad de sentirnos aludidos por él. Algo que

ya pasó, es del pasado. Nuestro presente es

ajeno a todo lo que ya sucedió.

Ahora bien, con la “rememoración” (lat. re-

memorare) pasa algo diferente, pues aquí

recordar es despertar. Despertar en el senti-

do de “renovar o traer a la memoria algo ya

olvidado”. La rememoración no da lugar al

¿POR QUÉ RECORDAR A LOS MUERTOS? Por: Erika Téllez*

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monumento sino al calendario, y yo diría que en el caso

que nos compete aquí, a la ofrenda. El calendario fun-

ciona como un lugar en el que acontece la memoria. La

fecha del día festivo es el lugar en el que se recuerda

el acontecimiento que viene al presente, no tal como

fue sino como experiencia. El pasado viene una y otra

vez en la fecha de su rememoración, donde lo que se

recuerda se renueva en la experiencia presente que se

tiene de él; en este sentido, va en dirección opuesta a

la conmemoración en el monumento, pues en él, noso-

tros nos movemos hacia el acontecimiento y, al contra-

rio, la fecha de calendario viene a nosotros en el tiem-

po una y otra vez en el presente. Pensemos, por ejem-

plo, en la ofrenda que hacemos a los muertos. Ésta se

renueva cada fecha, no es como las anteriores y es la

misma. El acontecimiento, en este caso la vida de un

muerto, no está petrificado pues la ofrenda se abre una

y otra vez como lugar del acontecimiento. Cada ofren-

da es el lugar en el que, por un lado, se abre la oportu-

nidad del recuerdo de una vida o de todas al mismo

tiempo y, con ello, la oportunidad de sentirnos aludidos

por esas vidas y, por otro, se muestra ella misma como

el lugar de una tradición que nos recuerda hacia dónde

mirar y volvernos concientes de ella como un instante

abierto de nuestra historia: la ofrenda nos recuerda, y

aquí está lo importante de la rememoración, que nues-

tra actual celebración de muertos fue parte del mundo

mexica y que, sin embargo, no la conservamos tal cual

fue. Y ahí donde se ilumina una yuxtaposición entre el

mundo mexica y nosotros, la ofrenda nos da a pensar

en la fecha de su rememoración, en cuanto a la festivi-

dad se refiere, de manera crítica, cuestionando el por-

qué ese día y no otro, porqué hablar de “altar” y no sólo

de ofrenda, porqué poner cruces y rosarios en ella, por-

qué coincide con la celebración de todos los santos y

de los fieles difuntos de la fe católica, qué dio pie a un

cambio en el ritual, si ese cambio, en tanto imposición,

nos determina más allá de las festividades, en fin, nos

da a pensar en nuestro pasado histórico en su totali-

dad.

Rememorar, por tanto, da lugar a la memoria de

nuestra historia de una manera diferente. Volver la mira-

da al pasado a saltos, leyendo en nuestro día de muertos

y en particular en las ofrendas la yuxtaposición de las

culturas que nos componen, ilumina no sólo la festividad

como tal, sino las formas que dieron lugar a su forma-

ción: un choque de culturas y la imposición de una sobre

otra.

Bibliografía:

Benjamin, Walter (WB), Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Traducción de Bolivar Echeverría. Contra-historias. La otra mirada de Clío, México, 2005; 67 pp. Diccionario de la Real Academia de la Lengua, < http://www.rae.es/rae.html> (noviembre de 2008).

*Colaboradora de nuestra institución

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El misterio primero no es el de la muerte,

sino la actitud del hombre frente a ella.

Ikram Antaki

LLLL a vida del ser humano transcurre por naturaleza en un estado de dispersión, de degradación; una continua serie de

muertes nos rodea: una célula tiene que morir para dar nacimiento a otras dos (mientras leas este breve texto, en tu

cuerpo morirán aproximadamente 300 millones de células), todos los días mueren a diario seres humanos (en México

mueren 26 humanos por hora a causa de problemas relacionados con la obesidad), las teorías son refutadas y los siste-

mas sociales caen. A dicho estado de dispersión, le precede un estado de reorganización, de regeneración: creamos mil

millones de células cada hora, seres humanos nacen todos los días (10, 000 bebés nacen al año solamente en un hospital

de Monterrey), las sociedades se auto reproducen gracias a mecanismos de comunicación (tradición oral, creación artísti-

ca), etc.

El acostumbrado cine industrial (mal llamado comercial) hoy en día, sobra decir que está lleno de muestras exce-

sivas de muerte, acompañado de explosiones impactantes, mujeres esculturales, héroes con una neurona por cerebro,

carros último modelo… en fin, un cúmulo de elementos fascinantes que logran en el complaciente público espectador

una inconciencia sobre dicho fenómeno comúnmente sombrío, así como una incapacidad de sensibilidad ante la muerte

de los otros.

Ante esta degeneración de temas profundamente humanos (héroes, belleza femenina, antagonismo entre el bien

y el mal y ritos en torno a la muerte), encontramos afortunadamente una luz en medio del aterrador camino: se trata del

director Californiano Paul Thomas Anderson quien, en 1999 realiza su 3er largometraje que lleva el título de Magnolia,

filme que reúne a actores como Julianne Moore, Tom Cruise y John C. Reilly (por mencionar algunos).

P. T. Anderson toma el título de un libro escrito por Charles Fort “The Teleporting Animals and Magnolia” quien le

dedicaba su vida al estudio y recopilación de fenómenos extraños y coincidentes como la tele transportación y el polter-

geist entre otros sucesos paranormales.

Dichas coincidencias motivan a Anderson a estructurar un guión en el que la casualidad es la fuente de relación

de los personajes y sus respectivas acciones (al inicio del filme, presenta la historia de la muerte de un farmacéutico que

vivía en Greenberry Hill, Londres, quien fue asesinado por tres individuos que llevaban por nombre Joseph Green, Stanley

Berry, y Daniel Hill; Green, Berry, Hill, ¿tétrico no?) Pero Anderson no sólo se queda en la casualidad, a partir de las

coincidencias, retoma los problemas que afectan al ser humano de finales del S. XX e inicios del siglo XXI

(drogadicción, suicidio, soledad, parecer sobre el ser, enajenamiento, explotación de menores, arrepentimientos, proble-

mas de comunicación…) para relacionar 9 historias profundamente referidas a la extraña contradicción que encierran las

actitudes de los seres humanos frente a otros seres humanos así como ante la muerte, y la sublimación de los personajes

ante su propia situación (en su mayoría problemática). Toda esta complejidad de temas va acompañada de un atinado y

continuo movimiento de cámaras (propio del discurso de finales del siglo XX, inaugurado por Stanley Kubrick) que lo-

gran situarnos dentro del entramado de coincidencias sin perdernos entre la diversidad de personajes. Entre los movi-

mientos que predominan encontramos desplazamientos hacia adentro (dollie in), empleados en los momentos en que el per-

sonaje va a inaugurar su diálogo, así como para elevar la tensión de la situación y remarcar las palabras; desplazamientos

hacia la derecha o izquierda, que logran inmiscuirnos en la realidad y en el contexto de los personajes, acompañados ge-

neralmente por planos continuos en los que siguen al personaje a través de largos recorridos. Toda esta formalidad es una

manera interesante de representar las complicaciones de las relaciones humanas.

A partir del planteamiento de los personajes en el momento inicial del filme y su condición aparentemente esta-

ble, Anderson nos lleva repetidamente de momentos de intensa crisis a sutiles soplos de estabilidad, y es que la música es

siempre un factor relevante en el control psicológico del director en el perceptor (música que corrió a cargo de Aimae

LA MUERTE Y LA MAGNOLIA, FENÓMENOS EXTRAÑOS

CineCineCineCine Por: Tonatiuh Laguna Ramos*

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*Colaborador de nuestro boletín.

Man y John Brion), ya que las verdades cobran un peso superior al real por el sencillo uso de una nota grave. Magnolia

es un viaje entre la claridad y la oscuridad de la vida. Desde el inicio (un admirable trabajo audiovisual que presenta a todos

los personajes y la situación de cada uno visiblemente) la historia no se detiene, no se permiten las regresiones en el

tiempo (flashbacks), la historia al mismo tiempo que aparece, desaparece (como en la música), el pasado poco a poco se

va quedando atrás y aparece el diálogo: “acabamos con el pasado, pero él aún no ha acabado con nosotros”. Y es que

cada personaje tiene una historia, su pasado, y con el transcurrir del tiempo se hará sentir su presencia; “detrás del tiem-

po, tiempo viene” dice Saramago.

A través de esta dicotomía en los estados de crisis y equilibrio, del movimiento y la estaticidad, del sonido y del

silencio, de la luz a la oscuridad, del estado de disociación al estado de reorganización, P. T. Anderson llega a las entrañas

de lo inmensurable: la fragilidad del ser humano ante la verdad. A partir de la grave y perenne interacción de los persona-

jes con la muerte y la ausencia (porque muerte es ausencia de vida material y/o espiritual) tanto de sentimientos humanos

como de certezas, la verdad emerge en cada una de las historias por necesidad. Aquí la verdad no es producto de la casua-

lidad, ni un estado de contingencia, es un elemento que nace a través de la gran carga de conflictos que se acumulan en el

transcurso de la historia. Mediante un fenómeno meteorológico (retomado de los estudios de Charles Fort), una lluvia de

ranas (que simbolizan la resurrección en razón de su metamorfosis, así como también es una señal que marca el desper-

tar anual de la naturaleza y la llegada de la primavera, o sea, del amor) los personajes liberan el peso de la verdad encerra-

dos en un evento inverosímil. Cual plaga de Egipto (según el Antiguo Testamento y la Torá), aquí Dios inflingió a los

personajes un castigo para que dejaran partir los prejuicios, se libraran de los pecados cometidos y entraran así en verda-

dera comunión con su verdad y dejaran nacer el amor (no hay peor ciego que el que no quiere ver).

Después de la verdad conflictiva viene el perdón pero, ¿qué es

lo que se puede perdonar? Anderson pone al final de este imbrica-

do laberinto una solución a los problemas de finales del siglo

XX (y futuros del S. XXI), la respuesta que han venido prac-

ticando la filosofía y la poesía a lo largo de toda su historia: el

amor a la verdad y a lo bello (en la parte inicial del filme, el mo-

nólogo de uno de los personajes enuncia: “En esta vida y en

este mundo, quiero hacer el bien… si puedo al menos salvar

una vida, corregir un mal o poner en orden una situación,

entonces, soy un policía feliz”; y cierra al final de la historia

como si fuera un ciclo con: “…cuesta mucho hacer lo correc-

to”).

Tanto las verdades como la muerte originan diferentes reac-

ciones, depende qué verdad sea y quién se haya muerto, ya

que el misterio primero no es el de la verdad, sino la actitud del hombre

frente a ella. Magnolia es una oda a la verdad y a la muerte por-

que, la muerte, es la única verdad absoluta, y al ser nuestra

única certeza, se convierte en nuestra más preciada belleza y

que, solamente se puede conocer a través de un medio: la

vida. Dirección y guión: Paul Thomas Anderson. País: USA. Año: 1999. Duración: 188 min. Fotografía: Robert Elswiti. Montaje: Dylan Tichenor. Música: Jon Brion.

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Poesía y silencio de Sor Juana en Día de MuertosPoesía y silencio de Sor Juana en Día de MuertosPoesía y silencio de Sor Juana en Día de MuertosPoesía y silencio de Sor Juana en Día de Muertos Por Leticia Gámez Pérez

Carácter, sinceridad y unción

religiosa, hondo sentido humano

y elevada inspiración lírica fue-

ron las características esenciales

de la poetisa mexicana, la

“Décima Musa”.

J. Sapiña

No estás sola, Juana Inés: mira bien a tu alrededor. Como cada año, flores pintadas de amarillo y púrpura nos avisan que debemos iniciar los rituales para preparar la Ofrenda de Día de Muertos. La presides aquí, en el CUIH, que no es tu tumba sino tu casa, en compañía de tu corte-jo, maestras y maestros que tomaron el estandarte humanis-ta y con su quehacer cotidiano lo incrustaron en los muros y pisos de las aulas, hasta que tu legado se fundió con la piedra fundacional de esta casa de estudios. Frente a tu imagen, nuestras miradas recuperan la capacidad de asombro. Nos perteneces. Te reclamamos en cada etapa de tu vida: la niña que hacía trampa, no para no estudiar, sino para poder hacerlo a escondidas. La adoles-cente de catorce años que merced a su talento y su gracia ingresa a la corte de honor de la Virreina, marquesa de Mancera; te imagino como una Menina morena de modales impecables y sonrisa contenida, como las damas portugue-sas que Velázquez retrató acompañando a aquella infanta rubia. Apenas un año después, el 14 de agosto de 1667, te retiraste al convento carmelita de Santa Teresa la Antigua. Tenías quince años y con la sabiduría que ellos te daban decidiste tu camino sin punto de retorno: la clausura, la so-ledad, la obediencia. ¿A qué renunciaste? ¿Qué naves que-maste, Juana Inés, como hiciera el Conquistador? Las de tu juventud. Pero salvaste las velas como alas para volar, para pensar, para escribir. Hoy, en tu Ofrenda, con mi imagina-ción pegaré detrás de la tuya la imagen de la Juana niña y la de la Juana Menina de quince años que fuiste alguna vez. Sin embargo, apenas pasados tres meses y unos pocos días, la vida amenazaba con escapar de tu cuerpo, como si creyera que pertenecía al mundo exterior y no a la clausura. Ese impulso de vida que aspiraba a dominarte no contaba con la fuerza de voluntad de tu espíritu y tu inte-lecto. Tu decisión era irreversible, y elegiste como tu hogar definitivo el convento de la orden de las Jerónimas. Era el mes de febrero de 1669, tenías dieciocho años y el anhelo de conciliar tus dos vocaciones: el saber filosófico y literario

y el servicio a Dios y al prójimo. ¿Acaso no intuiste que no bastarían tus esfuerzos desmesurados para complacer todas las exigencias? ¿Qué te faltaba por hacer, si cumplías tus deberes como monja, com-ponías por encargos para las elites con el fin de generar ingresos, ayudabas con los menesteres con-tables y administrativos, las labores manuales, estu-diabas y escribías sobre filosofía, teología y literatu-ra? Tal vez no te diste cuenta de que provocarías envidia y encenderías la mezquindad de tantos otros menos talentosos que tú, cuyos nombres re-cordamos gracias a ti y tus respuestas finas e inge-niosas. ¿Alguien les rendirá tributo, como a ti, en una ofrenda?

Hoy se dice de ti que eres “la figura lírica más vigorosa e interesante de la América colonial”. Pero en tu época tus superiores pensaron que no debías leer, no debías pensar, no debías escribir. A ti, Juana, la pluma más brillante de tu tiempo, te ordenaron callar, no escribir. Desgarraron tu doble interioridad, sometieron a la monja, aniquilaron a la intelectual. Obedeciste: sacrificaste lo que poseías, tu biblioteca selecta; tus libros “profanos” se ven-dieron en beneficio de los pobres. ¿Quién nos compensará por los versos y la prosa que nunca escribiste, que no pronunciaste, que guardaste en tu memoria, obligada Musa del Silencio?

A los cuarenta y tres años de edad, moriste para el mundo y naciste para la historia de la cultura y la literatura virreinal mexicanas; asimismo, te rei-vindica la historia de género. Hoy ya no guardas silencio. Tus obras se traducen para que sean leídas e interpretadas por personas pensantes de otros países. Barroca y desgarrada, Juana Inés, te apren-demos de memoria, te recitamos, llenas nuestras manos bajo la forma de reediciones, tesis y ensayos que atesoramos. Más nuestra que nunca, deseamos que esta ofrenda te muestre y te grite cuánto nos duele tu silencio obligado, cuánto nos nutre tu me-moria encendida, tanto de ti que nos ha impregna-do la palabra y el silencio.

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A propósito de la muerteA propósito de la muerteA propósito de la muerteA propósito de la muerte Por Mari Piedras*

Los rituales de la muerte en México desde la época prehispánica, colonial y en la actualidad, han sido objeto de centenares de estudios, análisis y reflexiones sobre sus significados, festejos, creatividad, diversidad y riqueza de expresiones; lo que ha llevado a la UNESCO a declarar esas ceremonias como Patrimonio Cultural de la Humanidad. El sentido de la muerte en el mundo prehispánico, surgió de la observación de las leyes de la naturaleza, es decir que la vida es posible gracias a la muerte: un grano de maíz, frijol o cualquier otra semilla mueren al ser sembradas y posi-bilitan así el nacimiento de una nueva planta, convirtiéndose en alimento de vida. En el calendario sagrado mesoamericano hay una 'trecena' llamada tlaxochimaco ('ofrendar flores') o también micail-huitontli, que alude al lugar del reposo [no del eterno descanso]; estas fiestas se celebraban aproximadamente entre el 19 de agosto al 7 de septiembre: primero se ofrendaba a los muertos pequeños y después a los mayores. Los conquistadores, en tanto, impusieron las fechas del primero y segundo días de noviembre para que coincidieran con su tradición cristiana. Los festejos consistían en comidas, danzas y cantos. Las mujeres cocinaban tamales de ave [huexolotl o guajolote] para ofrendar, primero al sol que muere todos los días, después a los difuntos y finalmente se repartían los alimentos entre los asistentes a la ceremonia. Los días del mes civil eran veinte y uno de ellos, el sexto se llamaba 'miquiztli' o muerte, su significado; “en el cami-no espiral de la evolución se encuentran espacios que sirven de contrapeso, que son complementarias a la actividad y son dedicadas al reposo. Así, en el ciclo anual hay etapas de fertilidad y de cosecha así como épocas de reposo. El signo del día miquiztli más que a dolor y melancolía, se refiere a la revaloración de lo que significa la vida y la muerte y cómo pueden complementarse las cosas hechas y las que aun hay por hacer: cuando una persona ha cumplido en vida una ruta luminosa, a su muerte se festeja ese camino, mientras que si una persona no encontró la forma de servir a su pueblo, sus deudos llo-ran por no haber logrado aprovechar su vida” [apuntes del mtro. Arturo Meza Gutiérrez]. En la celebración por los muertos, se hacía la imagen de huitzilopochtli de amaranto y miel y se repartía entre la con-currencia, esto causó estupor a los conquistadores que acusaron a los indígenas de burlarse de la eucaristía y Cortés ordenó que no se sembrara más amaranto, si eran sorprendidos haciéndolo 'cortábanles las manos' y si lo comían, 'cortábanles la lengua'. Al unirse las dos tradiciones después de la conquista, se da un sincretismo único y a la vez diverso en cada región, hasta hoy podemos constatar en todas las áreas del arte que la muerte es un tema conocido y respetado por todos los mexi-canos; artistas consagrados como José Guadalupe Posada, Diego Rivera, Chucho Reyes, Juan Soriano y muchos de los jó-venes creadores, abordan desde su visión el tema de la muerte. En literatura, hay verdaderas obras maestras con el tema: Jaime Sabines, Octavio Paz, Rosario Castellanos y muchos más.

En el arte popular es donde encontramos las formas mas lúdicas sobre el tema, es donde se desborda el ingenio del pueblo, por ejemplo, sinónimos del verbo morir son: colgar los tenis, chupar faros, petatearse, estirar la pata, colgar el equi-

po, enfriarse. Por nombres de la muerte tenemos: Afanadora, Amada Inmóvil, Apestosa, Bienamada, Cala-ca, Calva, Catrina, Chicharrona, Chi-fosca, China Hilaria, Dama De La Guadaña, Costal De Huesos, Descar-nada, Fregada, Hedionda, Jijurria, Malquerida, Patas De Catre, Patas De Ixtle, Tilica, Tilinga, Tostada, Tiznada, etc. Otras actividades donde com-probamos la cualidad lúdica de nues-tros creadores son la gastronomía y la juguetería ,en fin jamás agotaríamos el tema, nos despedimos pidiendo que no muera la muerte juguetona y sa-brosa, ¡adelante con nuestras tradicio-nes!

*Catedrática de nuestra institución

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El motor de la El motor de la El motor de la El motor de la historia es la frivolidadhistoria es la frivolidadhistoria es la frivolidadhistoria es la frivolidad

Segunda y última parte de la entrevista de Luis Montes de Oca a Ikram Antaki*

- Manejas algunos términos como: frivolidad, fatalidad, realidad real, mito, divorcio, planos que nunca se encuentran y de repente hablas de mesura ¿cómo mesurar ante lo trágico, ante lo fatal, ante la realidad real?

- Toda la historia de los hombres ha sido de esto, una búsqueda de las medidas y los equili-brios, en el momento en que ceden ocurren grandes rupturas en la historia. No puedes negar la capa arcaica. Todos los pueblos tienen su capa arcaica, ni siquiera es deseable que se niegue. Los mitos cuando se niegan, vuelven a surgir con una fuerza insospechada. Todo lo que es arcaico en nosotros está aquí por debajo de nues-tra modernidad. En el mismo hombre que maneja una computadora, vive en Polanco, viaja dos veces al año; en este mismo hombre está la capa arcaica, no sólo entre el país del siglo XII y el del siglo XXI. En uno mismo caben los dos: el siglo XXI y el siglo XII. No es ni siquiera deseable, repito, que se resuelva esta paradoja... la mesura se establece fi-nalmente por la necesidad. Las épocas en las que se hace historia normal, es decir la secuencia diaria de la vida, son épocas de mesura. En el momento en que gana uno de los dos, sea la capa absolutamente arcaica, sea la capa de arriba, la que rechaza el arcaísmo, hay grandes rupturas de la historia. Ejemplo: 1935 Alemania, el pueblo más culto, el más científico, el más artista de Europa. Gana la capa arcaica (con pretensiones de modernidad). Resultado: el racismo triunfa; resultado: la segunda guerra mundial. Sí, estas son las grandes épocas de ruptura. Es decir, tragedias terribles. Algo de eso hay en el aire. La actitud ética de un hombre que ama a su país, es tratar de establecer la mesura. La gente ya lincha gente. Esas son rupturas que se generalizan, yo no sé quien las va a parar ¿Qué haces con eso? Cuando vuel-ves a lo más animal en nosotros, cuando la reacción es nada más de grandes iras. Aquí los medios juegan un papel muy grave. Ni siquiera los periódicos que tratan de jugar a ser radio y televisión. Los periódicos se parecen cada vez más a la televisión: colores, clips, cortito, sensacionalista. Mira, Reforma se parece cada vez más a una página de televisión. Pero su daño es menor porque poca gente lee. Pero los medios masivos, estoy pensando en la radio y la televisión. Tú no puedes poner a alguien a excitar a la gente durante cuatro horas en la mañana y luego pedir al pueblo que esté calmado ¿cómo va a estar calmado? Recuerda el linchamiento de Veracruz del año pasado o antepasado y recuerda las excitacio-nes que vemos en los medios. Un hombre político avezado puede hacer declaraciones muy calmadas y llamar a la cor-dura... ¿qué poder tiene frente a un locutor?... ¡ninguno, ninguno! Un hombre político avezado puede llamar a sus con-ciudadanos a estar calmados y sosegados y... todo.. Así el locutor los llama a excitarse, estarán excitados. El locutor pue-de llevar a una manifestación de dos millones a la calle, y que quemen carros y rompan vitrinas, y que linchen al pobre diablo que está ahí porque les cae mal, y que lo acusan de ser el que violó a la abuela. Puede ser él quien violó a la abue-la, pero puede ser que no, y la historia está llena de esos momentos. Hubo años en Europa, en que se sumaba la gente y linchaba y quemaba a miles, decenas de miles, por brujos.

- En un momento en que los mitos se caen, donde la realidad supera a los mitos ¿no hay de repente unas ganas de creer en lo que sea?

- No es eso lo que está pasando. Yo escuché también decir eso. Yo no estoy segura que los mitos se caen. Jamás he visto una época en que se defendió a los mitos como esta. Yo no creo que se estén cayendo. El mundo los está negan-do, el pueblo no los está rechazando. Al contrario. Dije, cuando se niegan los mitos suben a la superficie con fuerza insospechada. Es esto lo que estamos viviendo, la fuerza insospechada de los mitos, que es contraria a la mesura. Mira, se le ha pedido demasiado a este animal de pequeños grupos, de pequeñas hordas que es Sapiens Sapiens... este cuento de la globalidad, que no es ningún cuento, fue demasiado agresivo para la gente. Mira, la única relación natural que tienen los humanos es la horda. Es decir, Tú, tu familia ampliada, la aldea, donde todos son más o menos parientes. Esto es lo natural. A partir del momento en que rompes con la estructura de la aldea, todo se vuelve absolutamente artificial. El Estado es una estructura artificial, pone a vivir juntos a gente que no tiene nada que ver juntos. La ciudad es una estructura absolutamente artificial, vive ahí gente que no tiene ninguna relación de parentesco, de religión; viven al rededor de algo que se llama el contrato social. Estas son estructuras artificiales, porque la única natural es la horda. De la ciudad pasamos al Estado, el Estado como lo conocemos en la modernidad. El conjunto de Estados fue el impe-rio. No fue lo peor que hemos inventado, puso juntos a pueblos que ni hablan la misma lengua, ni tienen la misma creencia, alrededor de un acuerdo mínimo que es la fidelidad al imperio.

LOS IMPRESCINDIBLES Teléfonos: 5343-24-96 5343-25-98 5343-25-32

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Naucalpan, Edo. de México

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*Vía Internet: http://veneno.com/1998/v-13/mont-13.html

El imperio era lo suficientemente inteligente como para no pedirles con el centro, les pidió únicamente un poco de fideli-dad, no importaba su identidad, podían ser armenios, árabes, turcos... lo que sea. Lo principal era que no se levantaran en su contra. Fidelidad no identidad. Por eso el imperio pudo durar tanto tiempo. El Bizantino duró mil años, porque no vio-laba a los pueblos. Cayeron los imperios, esa fue la tragedia, pero el imperio fue la estructura máxima que pudieron aguan-tar esos animales de estructuras pequeñas que son Sapiens. Los sacaste de lo natural que era la horda, los llevaste al impe-rio, aguantaron mucho en el camino, pero no más. Cae el imperio, pero no es para volver a la horda: es para ir a la globali-dad sobredimensionada. Cayó el imperio y nos fuimos hacia la demencia. Eso ya no lo aguantó Sapiens Sapiens. Entonces sí, la salida del imperio fue para ir hacia la locura. El pueblo trata de volver a la horda. ¿No es acaso lo que está pasando en todas partes? Donde la horda es religiosa, vuelve a la religión; donde la horda es étnica, vuelve a la etnia. ¿No es acaso lo que está sucediendo?

- ¿Eso explica todos los separatismos que hay en Europa?

- Exactamente, en Europa, en México, lo que nos está pasando ahora. Mira incluso el nivel de nuestros hijos... en pequeños grupos, están todo el tiempo juntos. Me dirás: es una época en que se quiere estar juntos. Recordamos nuestra juventud y sí nos gustaba estar juntos, pero no todo el tiempo; había una mesura entre el tiempo de cerrazón y el tiempo de apertura, juntábamos las dos. Esta es la primera generación que no sólo no está ningún momento sola, sino que no puede estar sin ruido, es decir, es una generación que niega el silencio. El silencio es fundador en el ser humano. Ellos no tienen soledad, no tienen silencio ¿A qué se parece la horda? Es un universo sonoro. La horda se reúne alrededor del hogar, del fuego, tamborilea y canta y aplaude. El universo de la horda es sonoro. Nuestros hijos reconstruyen sin darse cuenta este univer-so. Observa el mundo como está. Es la vuelta de la horda bajo formas diversas.

- ¿En la globalidad no cupo la mesura?

- Por supuesto que no y esa es la razón de la desmesura de otros. Lo que teníamos en medio no era tan malo.

- ¿El imperio?

- No era tan malo, los dejaban hacer lo que querían con un mínimo de limitaciones.

- ¿Entonces, el imperio puede ser el punto de mesura?

- Podría ser. Yo prefiero, como punto de mesura, no defender al imperio. Prefiero defender el Estado Nación. Me parece más humano, a medio camino entre lo que pretendemos que es la sobremodernidad, la ultramodernidad y el arcaísmo, hay un contrato social, hay una forma de administrar a los hombres y, finalmente, los sacamos de su pequeño mundillo domés-tico, los llevamos a una unión que permite una cierta libertad alrededor de unas leyes que son las reglas del Estado. Por eso la defensa del Estado Nación se vuelve algo absolutamente necesario. Parece un combate de retaguardia, pero es verdade-ramente revolucionario, en un momento en que se está desmoronando el Estado Nación.

- ¿En el caso México, tenemos muchos Méxicos?

- Por supuesto. Pero yo no quiero rendirme ante esta realidad parcial, lo que nos une es mucho más que lo que nos divide. Yo prefiero la mesura del Estado Nación. Hay muchos tiempos en México, y muchas lenguas y muchos grupos. Pero se creó algo que se llama mexicanidad. A tal punto que la gente estaba dispuesta a morir por ella. El Ejército es prueba de ello. La gente se fue a la muerte bajo una bandera y un sentimiento nacional. Pregúntales ¿Qué es? Y no lo saben. Pero, de que existe, existe, y lo quieren mucho, y cantan, y se ponen la mano sobre el corazón y, cuando se iza la bandera, todos se pa-ran. Funciona, a nivel afectivo, funciona. Incluso funciona mejor que los Dioses. Al mismo nivel que la Virgen de Guadalu-pe. No está mal, hay que defender eso. Entre la locura de los que no tienen más tierra que el piso del avión donde viajan sin parar, y aquellos que quieren volver a la aldea, yo prefiero esta relación.

Bizcocho: Bizcocho: Bizcocho: Bizcocho: Este término se aplica a la porcelana o

loza para referir su estado inmediatamente después

de su primera cocción, y antes de recibir alguna o

algunas manos de barniz o esmalte; es el típico tono

rojizo que adquiere el barro cocido en México.

PÍLDORAS DE ARTES

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¿Es verdad que estás triste, México?¿Es verdad que estás triste, México?¿Es verdad que estás triste, México?¿Es verdad que estás triste, México?

Por C. C. Tirado*

DE LA LENGUA Y OTRAS MARAVILLAS

CEMENTERIO El vocablo corriente en la lengua latina para designar el lugar destinado a enterrar los cuerpos de

los difuntos fue siempre necrópolis, la ciudad de los muertos, heredera de fuentes griegas. Pronto, cuando el número de cris-

tianos creció hasta formar un auténtico grupo entre

sus conciudadanos, inventaron los primeros una

nueva palabra para diferenciar las necrópolis paganas

de las solamente cristianas, seguramente después del

año 150. El neologismo procede de un término tam-

bién griego, como el anterior: koimáo, que significa

dormir. De ahí obtuvieron la palabra koimeterium, o

Koimeterion, o sea dormitorio, de donde procede

«cementerio». Según diversas fuentes, con la espe-

ranza cristiana en la resurrección se le cambió el

nombre por "dormitorio", de ahí que los cristianos

decimos que los muertos están "descansando en

paz" a la espera de la resurrección. Epitafio de Atimeto en las catacumbas de San Sebastián en la

vía Apia, Roma

Sé que estás dolido porque tu cumpleaños fue día de luto para

los morelienses, hecho que nos hizo y te hizo reflexionar sobre

el tipo de país que ahora eres y en el que nosotros, tus habitan-

tes, te hemos convertido. Y desde entonces, las heridas se han

presentando como el pan de cada día. Todo te han movido: el

petróleo, la economía, tus niños, tus tradiciones.

Como leo la tristeza en cara de mi madre, hoy, tú me

estás demostrando tu sentir en tus cielos y tus hijos. Los cielos

que me han visto nacer, ahora son oscuros y el Sol que daba

vida a los ingredientes del mole, ahora no calienta. Últimamente,

noto que tus hijos corren y se preocupan cada vez más. Están

nerviosos, no saben cuánto bajará la seguridad, ni cuanto subirá

la verdura esta semana. No sonríen en la calle, ni se escucha mú-

sica a lo lejos. Ruido y basura es lo que han percibido nuestros

sentidos.

Yo te digo con todo mi corazón: Olvídate del miedo, mi

México lindo y querido. Nuestro México lindo y querido, que se

acerca día de muertos. Recuerda que por sólo esta fiesta, tus

hombres y mujeres vestirán sus casas de papel picado y junto

con los que ya se fueron, te volveremos a festejar.

Aunque no hay días en que lo olvides, realmente tienes un sol-

dado en cada hijo. Y los has armado de tradiciones y

sabiduría, que son las armas más importantes, y harán

mejor el bien que una pistola.

Cada mexicano, injertado en caballero jaguar,

sale cada día a luchar sólo por ti. Y como lo hacen

hoy, lo hicieron ayer. No te olvides de tus hijos que

murieron de pie, tus jóvenes del 68, tus mujeres de

Juárez, tus mártires y santos, tus maestros y todo

aquel que se levanta con la camiseta bien puesta.

Si de algo estoy segura es de que todos los

que somos, los que han sido y los que vendrán –los

mexicanos del mañana– encontraremos una manera

para mantenerte y mejorarte. Estamos juntos en esto,

México. Es como pasar debajo de un puente muy

oscuro. Pero, cada vez que nos adentremos en los

ojos de otro hermano, otro hijo de Tenochtitlán y

España, nos daremos cuenta que no estamos solos en

esto.

En ese momento, empezaremos a ver tu luz.

*Alumna del tercer semestre de la

Licenciatura en Ciencias Humanas