La Muerte de Jesucristo en La Cruz

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Con el conocimiento de las prácticas de crucifixión y de algunos detalles anatómicos, se puede reconstruir algunos aspectos de la forma de ejecución por crucifixión.

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Análisis médico de la muerte de nuestro Señor Jesucristo Ministerio de Educación Cristiana

IGLESIA

CRISTIANA

MISIONERA

EL CAMINO

LA MUERTE DE JESUCRISTO EN LA CRUZ

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Ministerio de Educación Cristiana de la Iglesia Cristiana Misionera El Camino

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Iglesia Cristiana Misionera El Camino

Manuel Carvajal Jiménez

Pastor General

Apdo.: 330-10106

San José, Costa Rica

www.elcamino-cr.org

[email protected]

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Hace mucho tiempo llegó a mis manos este documento que hoy quiero compartir en internet,

lamentablemente en aquel momento no vi importante conservar la fuente y los créditos

correspondientes, lo único que tengo es que fue enviado por un amigo y que afirma que el

autor es un doctor llamado Dr. Ricardo Hidalgo.

Análisis médico de la muerte de Jesús en la cruz

Con mucho gusto me gustaría compartir con Usted el análisis médico de

la muerte de Jesús, realizado por el Dr. Ricardo Hidalgo, tal como apareció en una revista publicada por el diario Hoy de Quito, Ecuador.

Dice así este doctor: Con el conocimiento de las prácticas de crucifixión

y de algunos detalles anatómicos, se puede reconstruir algunos aspectos de

la forma de ejecución por crucifixión.

Cada herida aparentemente tenía la intención de producir una larga agonía y contribuir a la muerte de la víctima. Los azotes previos a la

crucifixión debilitaban al mártir y si la hemorragia era considerable, se

producía una hipotensión ortostática, o una pérdida de presión sanguínea y un shock hipovolémico. O el shock por la pérdida de volumen sanguíneo

producido por alguna hemorragia.

Cuando la víctima era lanzada hacia el piso sobre su espalda, en

preparación para una transfixión de sus manos, o la acción de herir pasando de parte a parte, sus heridas de flagelación probablemente volvían a abrirse

y se contaminaban en el suelo. Mas aún, en cada respiración, las heridas

dolorosas del flagelamiento eran raspadas con el madero áspero en el que colgaba.

Como resultado, la pérdida de sangre proveniente de la espalda

seguramente continuaría durante la crucifixión. Con los brazos estirados pero

no en forma tirante, las muñecas eran clavadas al patíbulo. Se ha demostrado que los ligamentos y los huesos de la muñeca pueden soportar el

peso del cuerpo suspendido.

En cuanto a los clavos de hierro, seguramente eran guiados entre el radio y los huesos del carpo, o entre las dos filas de huesos del carpo, ya sea

próximos o a través del flexor retináculum y los ligamentos intercarpianos.

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A pesar de que el clavo podía pasar entre los elementos óseos y no

producir ninguna fractura, posiblemente la herida perióstica era muy dolorosa, periostio es la membrana fibrosa adherida a los huesos, que sirve

para su nutrición y renovación.

Mas aún, el clavo podría cortar el nervio mediano, sensitivomotor, que

al ser estimulado produciría descargas de dolor en ambos brazos. A pesar de que la lesión del nervio mediano provocaría una parálisis de una porción de la

mano, las contracciones isquemáticas, por falta de circulación sanguínea

adecuada, y el daño de varios ligamentos podrían provocar un desgarro.

En cuanto a los pies, estos eran sujetados a través de unos clavos de

hierro colocados entre el primero y segundo espacio intermetatarsiano,

justamente cerca de la articulación tarsometatarsiana. Es lógico afirmar

entonces que el nervio peróneo y las ramas medias y laterales de los nervios plantares podrían lesionarse con los clavos.

A pesar que la flagelación pudo haber producido una considerable

pérdida de sangre, la crucifixión más bien era un proceso de pérdida de poca

sangre, ya que la mayoría de las arterias o el arco plantar profundo eran los lugares anatómicos favoritos de la transfixión, o el herir de un lado a otro con

algo punzante.

Hoy sabemos que el mayor efecto patofisiológico de la crucifixión es la interferencia con la respiración normal, particularmente con la exhalación. El

peso del cuerpo tirando hacia abajo con los brazos abiertos tiende a colocar

los músculos intercostales en un estado de inhalación y por ende obstaculiza una exhalación que es pasiva.

De acuerdo con esto, la exhalación era primordialmente diafragmática,

y la respiración se hacía muy superficial. Es habitual que esta forma de

respiración no supla las necesidades de oxígeno, y como resultado se produzca una hipercarbia o un aumento de la concentración de anhídrido

carbónico en la sangre.

La presencia de calambres musculares, debido a la fatiga y a la

hipercarbia, dificultaría la respiración aún más. Para una exhalación adecuada se precisa elevar el cuerpo utilizando como apoyo los pies, la flexión de los

codos y hacer movimientos de aducción de los hombros.

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Sin embargo, esta maniobra coloca todo el peso del cuerpo sobre los

huesos del tarso y producirían un dolor severo. Más aún, la flexión del codo causa la rotación de las muñecas alrededor de los clavos de hierro,

provocando un dolor pronunciado a lo largo del nervio mediano.

Levantar el cuerpo también sería una acción muy lacerante, ya que

apoyaría la espalda sangrante en el poste de madera. Los dolores musculares y una parestesia, o sensación de adormecimiento u hormigueo, de los brazos

se añadirían a la posición incómoda.

Como resultado, cada esfuerzo para respirar sería más agobiante y

llevaría a la asfixia.

Como vemos, la causa de la muerte por crucifixión es entonces multifactorial, pero lo más importante quizá sea el shock hipovolémico, por la

súbita pérdida del volumen sanguíneo, y la asfixia.

Otros factores contribuyentes podrían ser la deshidratación, arritmias

cardíacas producidas por el estrés y un fallo congestivo del corazón, con una acumulación rápida de líquido en la pleura y pericardio.

La crucifractura, es decir la ruptura de las piernas por debajo de las

rodillas podía acelerar la muerte por asfixia. Ya que los israelitas no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz después del ocaso, al empezar el

Shabat, pidieron a Poncio Pilato que ordene su crucifractura para apresurar la

muerte.

Los soldados rompieron las piernas de los dos ladrones, pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, traspasaron su costado con

una lanza de infantería y de la herida salió un fluido de sangre y agua.

En relación con la muerte de Jesús, dos aspectos han sido la fuente de

gran controversia, a saber: la naturaleza de las heridas en su costado y su

muerte después de pocas horas en la cruz.

El evangelio de Juan describe el repentino flujo de sangre y agua a

través de la cortadura. Algunos autores han interpretado que el flujo de agua

que salía de su costado, podía ser orina debido a una perforación en la línea media abdominal que logró traspasar la vejiga.

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Sin embargo, la palabra griega utilizada por Juan claramente denota la

lateralidad e implica la ubicación en las costillas. Es por eso que, probablemente, la herida fue torácica, muy lejos del abdomen. A pesar de

que el sitio de la herida no está señalado por Juan, tradicionalmente ha sido

presentado en el costado derecho.

Apoyando esta tradición también se ha postulado que probablemente se provocó la perforación de la pared de la aurícula derecha, o del ventrículo del

mismo lado. Es por eso, que el agua posiblemente fue el líquido pleural o

pericárdico, y pudo haber precedido a un sangrado profuso proveniente del ventrículo.

La muerte de Jesús después de seis horas en la cruz sorprendió aun a

Poncio Pilato. El hecho de que Jesús gritara en voz alta y luego dejara caer su

cabeza y muriera, sugiere la posibilidad de una muerte súbita por rotura cardíaca o arritmia letal.

En el momento de la crucifixión y de la flagelación, con una

hipovolemia, o falta de volumen sanguíneo e hipoxemia, o falta de oxígeno

en la sangre, concomitantes, y quizá con un estado de coagulación alterado, pudo provocarse un estado de hipercuagulabilidad con formación de trombos

que embolizaron la circulación coronaria y produjeron un infarto agudo de miocardio transmural.

Las vegetaciones valvulares trombóticas pueden desarrollarse bajo

condiciones traumáticas agudas, y hoy sabemos que la rotura de la pared del

ventrículo izquierdo también puede ocurrir en las primeras horas que siguen a un infarto masivo.

En otro orden de cosas, también es probable que se produjera una

arritmia cardíaca fatal. Entonces, permanece la incertidumbre de si la muerte

de Jesús fue debido a una rotura cardíaca o a un fallo cardiorrespiratorio. Claramente se ve que el peso de la evidencia histórica y médica indica que

Jesús murió antes de que le perforasen su costado, apoyando la visión

tradicional de que lanza penetró entre sus costillas y atravesó probablemente no solo el pulmón derecho, sino también el pericardio y el corazón. Hasta

aquí el escalofriante recuento de lo que pudo haber pasado con Jesús en la

cruz, desde el punto de vista médico.

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La pregunta obligada es ¿Por qué? La respuesta aparece en la Biblia.

Considere lo que dice Romanos 5:8 "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros"

Allí lo tiene Jesucristo pasó por todo esto, que ha sido analizado desde

el punto de vista médico, para que Usted y yo seamos librados del castigo

por nuestro pecado.

Cristo murió en lugar del pecador para que el pecador pueda ser perdonado. Todo fue por el amor que Dios tiene al pecador. Por amor, Jesús

fue abandonado de su Padre para que su Padre pueda ampararnos a

nosotros. Por amor, Jesús se hizo pecado para que nosotros podamos estar

libres del pecado. Por amor, Jesús probó la muerte para que nosotros

podamos tener vida. Qué grandioso es nuestro Dios y nuestro Salvador, el

Señor Jesucristo.