La música caraqueña se elaboró en... LOS MABILES DE EL SILENCIO

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MÚSICA LA MÚSICA CARAQUEÑA SE ELABORÓ EN LOS “MABILES” DE EL SILENCIO UNA MODALIDAD DEL MERENGUE CARAQUEÑO, O MÚSICA CAÑONERA, DENOMINADA “RUCANEO”, SERVÍA DE FONDO PARA SATISFACER LAS APETENCIAS MUSICALES DE LAS PROSTITUTAS DEL BARRIO Edición Número Treinta y nueve. Año 01. ÉPALE CCS 07 Caracas, 21 de julio de 2013. POR ÁNGEL MÉNDEZ EL SILENCIO, 1940. FOTO ARCHIVO CARACAS EN RETROSPECTIVA

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Tres páginas que narran la historia de la música caraqueña, su origen en los lupanares de lo que hoy es la Urbanización EL SILENCIO y que antes fue un antro de hampones y prostitutas

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MÚSICA

LA MÚSICA CARAQUEÑA SE ELABORÓ EN LOS “MABILES” DE EL SILENCIOUNA MODALIDAD DEL MERENGUE CARAQUEÑO, O MÚSICA CAÑONERA, DENOMINADA “RUCANEO”, SERVÍA DE FONDOPARA SATISFACER LAS APETENCIAS MUSICALES DE LASPROSTITUTAS DEL BARRIO

Edición Número Treinta y nueve. Año 01. ÉPALE CCS

07

Caracas, 21 de julio de 2013.

POR ÁNGEL MÉNDEZ

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Edición Número Treinta y nueve. Año 01. ÉPALE CCS Caracas, 21 de julio de 2013.

¡Matilde! ¡Quítate de la ventana! ¡Recuerda que El Silencio está muy cerca!... No se an-daban por las ramas las doñitas de la época con los pimpollos en � or. Asegura en uno de sus libros costumbristas el periodista Os-car Yanes que las damas decentes ni siquiera miraban hacia esa barriada de mala muerte, antro de perdición, llamado El Silencio.

Allí las prostitutas de todas las nacionali-dades (francesas, portuguesas, argentinas y criollas) salían a la calle con una mano en la cintura y, en la otra, una botella de cerve-za para partírsela en la cabeza al cliente que osara “tirarles un carro”. Toda la urbaniza-ción era el Pigalle caraqueño y ellas tomaban las calles de El Silencio como centro de tra-bajo. “Los ladrones y asesinos más buscados se ocultaban en El Silencio”, asevera Yanes, pero también allí, en esos tugurios de mala muerte denominados “mabiles”, las putas, con sus labios de carmín, olorosas a pachulí, pulían la hebilla al compás de un merengue libidinoso llamado “rucaneao”, que nada te-nía que ver con su homónimo dominicano.

LA MÚSICA CAÑONERAHubo dos tendencias musicales en la ca-pital. La primera de ellas era la “serenata”, donde los cantantes desarrollaban la pasión acompañados por instrumentos de sonido suave, acordes al estilo: el cuatro, la guita-rra, la mandolina, el violín, la charrasca de cobre, el tambor e, incluso, el arpa.

La segunda corriente, la que se desarrolló en los “mabiles” (centros de tolerancia donde se podía bailar), se le llamó “rucaneao”: un merengue interpretado por músicos que uti-lizaban instrumentos mucho más estridentes

como el violín, la trompeta, el saxo alto, el trombón, las maracas y el redoblante. En es-tos casos el repertorio solía ser instrumental, alternando la melodía con improvisaciones.

La mayoría de los músicos que interpretaban este género eran músicos sin escuela, por lo cual casi siempre lo hacían por propinas. Y fue a ellos, los que conformaban las orquestas “vente tú”, a quienes se les puso el remoquete de “cañoneros” en alusión a un pequeño ca-ñón de bambú que usaban para anunciarse cuando llegaban a tocar a las casas.

Este merengue caraqueño estaba adobado con letras de corte picaresco, costumbrista, bastante subidas de tono que re� ejaban el lugar donde cohabitaba. El merengue ruca-neao era la variable impúdica del merengue venezolano —que más tarde se vestirá de etiqueta— y sus canciones en el barrio El Silencio eran otra cosa. Bastaba un grupo de cuatro o cinco músicos y un buen im-provisador para que las féminas pudiesen alebrestar al cliente de turno. Asegura el musicólogo Rafael Salazar que era —y es— uno de los géneros menos conocidos, in-cluso por los mismos venezolanos, a pesar de ser el sonido de la Caracas de ayer.

ORIGEN DEL RUCANEAOA pesar de la demolición de El Silencio y su cambio de uso por obra y gracia del presi-dente Isaías Medina Angarita, el merengue caraqueño se mantuvo hasta mediados de 1950, porque muchos lugares destinados al baile y a la bebida siguieron existiendo. Comparando el rucaneao con algún baile de nuestros tiempos, uno se atrevería a decir que el citado género era como la “lambada”,

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Bailando rucaneao en un mabil Levantamiento Sanitario de El Silencio (1940). Nótese la cantidad de prostíbulos

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donde el restriegue y el quiebre de cintura se hace obligatorio.

Quienes se han dado a la tarea de investi-gar nuestras costumbres, aseguran que la palabra “rucaneao” viene de una golosina gelatinosa, amelcochada, llamada “rúcano”, popular en algunas regiones del país como Guárico y Aragua, donde también le han llamado “templón”. Otros aseveran —de manera equivocada— que el rucaneo igual-mente se le llamaba “en un ladrillito”, por el poco desplazamiento que sugiería y realiza-ba la pareja. La verdad es que esta modali-dad tiene más que ver con el bolero que con el merengue rucaneao que, por las razones que fuere, se prohibió tocarlo, bailarlo o cantarlo en las casas de familia y salones de baile de aquella gente respetable, que acla-mó al general Medina Angarita cuando este ordenó e inició la reurbanización de El Si-lencio, el 25 de julio de 1942. Extraemos un fragmento del texto escrito por Yanes:

“—Por � n vamos a terminar con este foco de pecado —dijo monseñor Pellín en voz alta, para que lo escuchara el propio Gene-ral Medina y cuando el Presidente se quedó viendo con sonrisa de satisfacción al cura-periodista, monseñor agregó: —Presidente Medina, la familia caraqueña no tendrá con qué pagarle lo que usted está haciendo hoy —y lo abrazó...”

Fue el � n del barrio. Los mabiles pasaron a la clandestinidad. El merengue rucaneao, como el tango en su momento, ya era visto como música marginal. Alejandro Calza-dilla, en su libro La salsa en Venezuela, al tocar el tema del merengue caraqueño se pregunta: “¿Qué nos quedó del merengue caraqueño? Ese rucaneao, ese que se des-apareció junto con los mabiles y que llama-ban música de arrabal. Ese que sonaba en los traspatios cubiertos con chapas de zinc corrugado, bailado sobre pisos de cemento, en un localcito con una barra y unas me-sas que servía de taguara por los lados de El Silencio, cuna del merengue caraqueño que también se esfumó”.

Y EL MERENGUE USÓ FRACLa Caracas posterior a Medina Angarita era otra cosa. Comenzaba a construirse la rancia sociedad. El vals colidía con el po-pulacho; el merengue persistía, pero ha-bía necesidad de elevarlo. Al maestro Luis Alfonso Larrain se le ocurrió vestirlo de frac, para que pudiera entrar en los elegan-tes salones burgueses en los que bailaba la nueva sociedad caraqueña. Larrain de-butaba, a � nales del año 1939, en el Hotel Majestic para deleite de unos y sorpresa de otros, como señala Calzadilla: “De los ma-biles nada quedó y de la música ‘musicada’ por cinco, o seis, o siete músicos al fondo de un mabil, solo el recuerdo de algunos

pocos caraqueños”. Algunos de esos músi-cos se exhibían como reliquia. La música cañonera pasó la expresión de una Caracas en desuso. “El merengue de Luis Alfonso Larrain no tenía el mismo sonido del ma-bil: lo rudo, lo cáustico, lo arrabalero quedó blanqueado. Ya no se le escuchan las entra-ñas a El Silencio de Caracas; el sucio quedó reducido a pulcro, musicado de modo im-pecable para ser aceptado en los hoteles y dancings del momento”.

LOS PIONEROSLa primera agrupación en grabar este tipo de música fue Los Criollos. Entre los títulos que aún escuchamos están “Carmen la que con-taba dieciséis años”, de Balbino García; el merengue “Chupa tu mamey”, de Ernesto Magliano; el pasodoble “El Romantón” de Francisco Muro y “La pelota de carey” del maestro Lorenzo Herrera. Todos los do-mingos la agrupación se presentaba en la retreta de la Plaza Bolívar, para deleite de los parroquianos.

Desaparecida esta agrupación, en 1946, lle-garon Los Antaños del Stadium, quienes se iban al viejo estadio de San Agustín a aupar a los equipos y, entre entrada y entrada, to-caban para los fanáticos. Fue fundada por Jacobo Espinoza, su primer director. Han grabado 27 albúmes, entre discos de vinilo y discos compactos.