La narrativa del conocimiento vol. ii no. 39

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La Narrativa del Conocimiento © Boletín de difusión del Pensamiento

Publicación virtual quincenal Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón

Nueva época - Vol. II No. 39 Septiembre de 2012

Las letras: un regalo de ida y vuelta

“Desde tierras distantes trajiste este cuaderno y desde tierras cercanas lo empiezo a llenar. Me gusta que las páginas vacías de este cuadernillo extranjero cobren vida con letras dirigidas e inspiradas por ti. Aunque aquí se desata una controversia: Un regalo es algo muy importante. Se regala algo con todo gusto y complacencia para que el beneficiario lo disfrute, lo use, lo incor-pore a su actuar y, así, le dé sentido al obsequio. Asimismo, el destinatario se compromete a valorar el regalo, cuidarlo y tenerlo presente, ya sea atesorándolo o usándolo hasta que el regalo cumpla su vida útil. Yo soy partidario de esta última opción. Pero, ¿se debe devolver un regalo o a su vez volverse a regalar permi-tiéndole circular en un torrente de afectos, el cual es el flujo que inspira y da vida a los regalos?.

Existen muchos puntos de vista al respecto, basados en aspec-tos morales, educativos y materiales. Pero es aquí donde, en nuestro caso, existe la singularidad: Tú me obsequiaste este ado-rable cuadernillo y desde que lo ví, lo sopesé entre mis manos, aprecié la textura de sus hojas con las yemas de mis dedos, y observé tu rostro generoso, lleno de afecto y pasión por contribuir con material de escritura para mis ideas; supe que no podía es-cribir aquí, cualquier cosa. Al paso de los días, al apreciar sus bordes, en sus páginas vacías se acumulaban ya los recuerdos y las resonancias de nuestras charlas; entendí que las letras desti-nadas a este cuadernillo debían tener un sentido; ese sentido tenías que ser tú.

Lo demás ha sido dictado por mi intuición. Nunca he escrito un diario y tampoco tuve la intención esta vez. El corazón me dictó traer el cuadernillo conmigo todo el tiempo y prolongar en él mi diálogo contigo. ¿Qué escribiría aquí?. Algo muy similar al diálo-go con mi conciencia y, tal vez, parecido a lo que plasmo en mi libreta de notas. Pero la libreta es como un careo conmigo mismo y el pensamiento en voz alta, mientras que en este cuaderno mis disertaciones estarán orientadas e inspiradas por ti.

Más allá de “las circunstancias mutuas, los caminos andados y el montón de historia que cada uno de nosotros lleva a sus espal-das”, que consignas en una de tus cartas, influyes y abarcas fi-bras vitales de mi persona, ocupas un lugar cercano regocijando a mi corazón y vibrando al unísono de mi mente; la encrucijada que nos mantiene unidos es especial y aún tiene mucho que dic-tar entre nosotros. No le temas, deja que el impulso te atrape y haz tu parte para enriquecer este puente, con los mismos ele-mentos que has puesto para que surja.

Así es que y espero que no te enfades conmigo te regalaré a mi vez este cuadernillo extranjero, pero lleno de mis ideas, visiones y diálogos que mantengo contigo desde donde me encuentro. Este diálogo contigo inicia la vida de estas páginas y me acompa-ña con toda la intensidad de la memoria de mis sentidos y de mi alma.”

Nota de Madrugada

He soñado largo rato bajo el claro de la luna que llena mi cuarto con sus pálidos rayos llenos de confuso misterio. El estado del alma en el que nos sume esta luz fantástica es, asimismo tan crepuscular, que el análi-sis balbucea y anda a tientas. Es un estado indefinible, inasible, algo semejante al ruido de las ondas formadas por mil sonidos mezclados y confundidos. Es el eco de todos los deseos insatisfechos del alma, de todas las penas sordas del corazón, unidos en una sonoridad vaga que se extingue en el vaporoso murmullo. Todas esas quejas imperceptibles, que no llegan a la conciencia, dan al adicionarse un resultado y traducen un sentimiento de vacío y de aspiración; suenan a melancolía. Estas vibraciones eólicas resuenan en la juventud como una esperanza; lo que prueba que las mil acciones indiscernibles componen perfectamente la nota fundamental de nuestro ser, y dan el timbre de nuestra situación de conjunto. Dime lo que experimentas en tu cuarto solitario, cuando tu lámpara se apaga y la luna te visita, y te diré tu edad y si eres dichoso.

Ese rayo lunar es como una sonda luminosa, lanzada en el pozo de nuestra vida interior, que nos deja ver sus ignoradas profundidades. Nos revela a nosotros mismos y nos hace sentir, no tanto nuestras deformi-dades, nuestros errores y faltas, como nuestras tristezas. Quizá, para nosotros, lo que entonces se revela es el estado de su conciencia. Eso depende sin duda de la conducta y de las circunstancias. El enamorado, el pensador, el ambicioso, el culpable o el enfermo no se ven afectados de igual manera. En cuanto a mí y actualmente, ¿qué me dice ese rayo nocturno?. Que no me encuentro de la norma y que gozo de verdadera paz; que mi alma es un abismo inquieto, a la vez tenebroso y devorador, y que me encuentro en regla con la vida y con la muerte.

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“Los hombres quieren ser el primer amor de una mujer; a las mujeres les gusta ser el último romance de un hombre.”

Oscar Wilde.

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Ven...

Crece esta noche conmigo y dame tu alma rosada, toma la mía perfumada

y corre conmigo en la bruma.

Y ata a mis manos tu cuerpo hasta romper el silencio,

y besa mi esencia en tu pecho hasta que el Sol amanezca.

Mira tu rostro en mis ojos, observa en ellos la vida

y haz redoblar las campanas de la más fresca mañana.

1989

Fragmentos de la Megacarta (escrita en algún capítulo del siglo pasado)

Old West Empty Town, California - 1996

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