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    LA NARRATIVA REVOLUCIONARIA DEL CHAVISMO

    por Miguel ngel Martnez Meucci*y Rebeca Vaisberg de Lustgarten**

    I. Introduccin

    Cuando Hugo Chvez gan la presidencia de Venezuela en 1999 atravs de unas elecciones abiertas y competitivas, la palabra revolucin noformaba parte esencial de su discurso. En esa oportunidad, y por bastantetiempo, se le consider como un lder tpicamente populista, en tanto sudiscurso incorporaba los elementos ms tradicionales de la retrica populistalatinoamericana: la exaltacin del pueblo, la acusacin y denuncia de laslites, una gran dosis de nacionalismo y la promesa de hacer justicia. Pero

    pasaran pocos aos para que, luego de haberse aprobado una nueva Consti-tucin, el lder venezolano comenzara a usar de forma cada vez ms frecuenteel trmino revolucin, insistiendo en denominar a su movimiento poltico,as como al gobierno que encabezaba, como Revolucin Bolivariana. Quinceaos despus, y con Chvez ya fallecido, tal denominacin ha quedadooficializada, y es empleada con frecuencia para referirse no slo al gobierno yal proceso poltico que tienen lugar en la Venezuela de hoy, sino tambin alrgimen poltico que ambos han logrado constituir.

    Sin embargo, desde la academia no termina de haber un claro consensoacerca del carcter especficamente revolucionario de dicho movimiento. Al-gunos autores siguen empleando el trmino populismo como denominacinprincipal, mientras que muchos otros hacen nfasis en el carcter hbrido dedicho rgimen poltico (Corrales y Penfold 2012). En nuestra opinin, hay

    * Profesor Asociado y Coordinador de Postgrados en Ciencia Poltica de la UniversidadSimn Bolvar, Caracas, Venezuela. Doctor en Conflicto Poltico y Procesos de Pacifica-cin por la Universidad Complutense de Madrid. E-mail: [email protected].

    ** Magister en Ciencia Poltica por la Universidad Simn Bolvar, Caracas, Venezuela.Arquitecta, Universidad Central de Venezuela. E-mail: [email protected].

    POSTData19, N2, Octubre/2014-Marzo/2015,ISSN 1515-209X,(pgs. 463-506)

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    elementos importantes y suficientes para considerar que el proceso poltico ysocial que ha venido teniendo lugar en Venezuela durante los ltimos quinceaos ha sido efectivamente revolucionario. Con tal propsito, en el presente

    trabajo se realiza, por un lado, una breve sntesis de lo que, en trminos forma-les, y siguiendo a varios autores, puede entenderse por revolucin; por otro,nos concentramos en un aspecto especfico de las revoluciones, como lo es sunarrativa caracterstica, y en qu medida es posible identificar este tipo denarrativa en el discurso oficial de la Revolucin Bolivariana. En otras pala-bras, y a modo de hiptesis, si es posible afirmar que el gobierno de Chvez esms caractersticamente un proceso revolucionario que una dinmica populis-ta (lo cual no es mutuamente excluyente, pero entraa una diferencia que es

    preciso advertir, tal como se explicar ms adelante), entonces esa peculiaridadse ver reflejada en una serie de acciones polticas tpicas de una revolucin,siendo una de ellas (y esto es lo que nos interesa aqu) el despliegue de unretrica caracterstica, marcada por los rasgos que, con base en la teora de NoelParker (1999), adjudicamos a una narrativa revolucionaria.

    El estudio de tal narrativa revolucionaria tiene el propsito de inda-gar en la fuerte pero sutil relacin que existe entre, por un lado, la cultura ycreencias de una nacin, y por otro, el profundo significado social que un

    proceso revolucionario es capaz de desplegar. Segn Parker (1999), es laforma caracterstica a travs de la cual el mundo moderno comprehende elcambio histrico. En el caso que nos ocupa, se pretende identificar varios delos principales elementos discursivos/simblicos que pudieran constituir unanarrativa revolucionaria en el chavismo, a partir del trabajo previo de diversoscientficos sociales venezolanos y extranjeros, pero sobre todo de los hallazgosrealizados por los propios autores. Luego del anlisis cuantitativo/cualitativode una muestra representativa de discursos de Hugo Chvez, es posible con-

    cluir que, de hecho, existe una narrativa revolucionaria chavista (y no slouna de carcter populista), fuertemente orientada hacia la polarizacin socialde la poblacin venezolana, y profundamente marcada, si se quiere, porelementos premodernos.

    II. La revolucin: un concepto moderno

    El trmino revolucin es empleado en este ensayo desde una pers-pectiva que combina los aportes de la teora poltica y de la ciencia poltica.

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    Nos interesa, por un lado, entender los procesos y resultados polticos mscaractersticos de una revolucin, pero tambin comprender el sentido y elsignificado poltico y social de este tipo de procesos.

    El trmino griego stasis (stsij) es, posiblemente, la primera vozpor la cual el pensamiento poltico occidental hace algn tipo de referenciaa los acontecimientos polticos que luego sern conocidos como revolucio-nes. Sin embargo, el significado de la stasisdistaba bastante de lo que laModernidad poltica denominar revolucin. Cuando Aristteles habla ensu Polticade las stseis (stseij), se refiere a aquellas situaciones de ten-sin o lucha civil dentro de la polis por las cuales el pacfico discurrir de losasuntos ciudadanos se vea interrumpido por la confrontacin de fuerzas

    opuestas que se hacan difcilmente conciliables. Se trataba, por lo general,de perodos conflictivos que recurrentemente sobrevenan en el seno de lascomunidades polticas, de acontecimientos cuya probabilidad de ocurrenciaestaba siempre en relacin con la capacidad de los ciudadanos de conciliar ono sus intereses divergentes.

    Con la consolidacin del pensamiento poltico moderno, la voz latinarevolutio, originalmente empleada para describir el movimiento circular de loscuerpos celestes en torno a un eje imaginario, comenzar a ser aplicada tam-

    bin a los asuntos polticos. Pero este origen y sentido metafrico contribuir aimprimir tambin en la idea poltica de revolucin (as como a tantos otrasnociones de las ciencias sociales que se consolidaron a partir de conceptosprestados de las ciencias naturales) un cierto sentido de irresistibilidad, o laidea del carcter histricamente necesario de tales hechos polticos.

    De este modo, la filosofa moderna de la historia, con la consolidacinde las teoras de Hegel, Darwin y Marx, se alejar cada vez ms de los griegosclsicos, quienes comprendan los asuntos polticos como sucesin contin-

    gente (no necesaria) de acontecimientos debidos a las decisiones humanas.Igualmente, la nocin del papel jugado por la divinidad en el destino de losasuntos humanos sera reducida a su mnima expresin; la revolucin en susentido moderno dara pie a la concepcin de una relacin totalmentenovedosa entre el ser humano y el mundo, a la idea de un hombre prometeicocapaz de desentraar cientficamente los misterios de la naturaleza e inclusode domear la historia en la medida que la protagonizaba, una vez deduci-das sus leyes inmanentes.

    La idea de emancipacin, significado y objetivo necesario de la revo-lucin, introdujo un optimismo nunca antes conocido en la actitud existencial

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    que el ser humano mantena con respecto al mundo, un ideal que interactuabaconstantemente con (y que alimentaba en buena medida) la idea de la histo-ria como progreso. A partir de entonces, el futuro comenz a ser compren-

    dido como una promesa de bienestar, contribuyendo a potenciar todas lasactitudes proclives al cambio en general. Y a su vez, lo anterior conllev a lareinterpretacin del pasado, que progresivamente dejara de ser comprendi-do como modelo a seguir y pasara ms bien a ser considerado, a lo sumo,como fuente de inspiracin.

    As, la moderna idea de revolucin dio pie a una interpretacin teleolgicade la historia, profundamente polarizadora de la sociedad, que en no pocamedida contribuira, durante todo el siglo XX, al surgimiento de los movi-

    mientos y regmenes totalitarios. No extraa entonces que, despus deexperimentarse los horrores de la Segunda Guerra Mundial, emergieran ml-tiples visiones crticas con respecto a los excesos y errores que vena acarreandoesa visin de historia y de la poltica. La misma nocin de sujeto revoluciona-rio, tan manida en el marxismo-leninismo de la primera mitad del siglo XX,fue puesta en entredicho. Tal como ha sealado recientemente Juan CarlosMonedero (2008: s.p): La Declaracin Universal del Hombre y el Ciudada-no de 1948, como correlato de las victorias de la clase obrera organizada,

    dinamit la fuerza de ese sujeto revolucionario. Por su parte, Marcuse (1970)se planteaba el problema tico de la revolucin, argumentando que la violenciaque generalmente acompaa estos procesos slo puede ser considerada comolegtima si quienes propugnan la revolucin son capaces de demostrar, racio-nalmente, las ostensibles mejoras que su modelo poltico ser capaz deimplementar en la vida poltica y social, para avanzar as en la emancipacin delser humano y superar las falencias de los regmenes vigentes en la actualidad.

    En la medida en que se fueron constatando los absurdos y desmanes

    que acarreaban las visiones teleolgicas de la historia y de la lucha civil, se hizonecesario revisar el sentido del concepto de revolucin. Nos limitaremos aqu amencionar, esencialmente, el influyente trabajo de Hannah Arendt, OnRevolution(2004), donde la autora judeoalemana seala que el sentido derevolucin, una vez deslastrado de ensoaciones teleolgicas, no puede ser otroque el de la recuperacin de la libertad poltica, o bien el de la fundacin de unnuevo rgimen que siente las bases para ella (la constitutio libertatis). Dichainterpretacin, muy cuestionada en su momento, establecera sin embargo

    cierta vinculacin con hechos relevantes de su tiempo (la lucha por los dere-chos civiles y polticos de las minoras raciales en Estados Unidos, el rechazo a

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    la guerra de Vietnam, etc.) y servira de marco de comprensin para aconteci-mientos de gran trascendencia en las dcadas venideras, como la cada delmundo sovitico y el desarrollo de las llamadas revoluciones de colores.

    Por su parte, la ciencia poltica y social de la segunda mitad del sigloXX, de clara inspiracin weberiana, proseguira sus intentos de producir unconocimiento libre de valores (Wehrfreiheit). Hasta cuatro generaciones deestudios sobre la revolucin seran reconocidas por la ciencia poltica delsiglo XX, denominadas respectivamente por Jack A. Goldstone (2003) comola historia natural de las revoluciones, las teoras generales de la violenciapoltica, las teoras estructurales de la revolucin y, finalmente, las teorasque se vienen desarrollando en la actualidad sobre actores, ideologas y pro-

    cesos revolucionarios. Crane Brinton, Charles Tilly, Theda Skocpol y el pro-pio Jack Goldstone son autores emblemticos para cada una de esas cuatrogeneraciones.

    Por lo general, los estudios sobre la revolucin que han tenido lugaren la ciencia poltica han comprendido: 1) la necesidad de elaborar defini-ciones operacionales de las mismas; 2) el examen de los actores sociopolticosprincipales, sus intereses y capacidad de movilizacin de recursos; y 3) elseguimiento de variables estructurales altamente vinculadas con el estallido

    de crisis polticas que incorporan movilizaciones masivas y potenciales cam-bios de rgimen poltico. Ahora bien, especial atencin parece estarse brin-dando en los ltimos tiempos (etapa con frecuencia considerada comopostideolgica) a dos aspectos en particular: a) el peso especfico de las tec-nologas de comunicacin e informacin en las movilizaciones masivas, y b)los discursos y narrativas que parecen orientar y dar sentido a la accin colec-tiva potencialmente revolucionaria.

    III. La narrativa revolucionaria

    La combinacin de, por un lado, la tradicin terica del estudio de lasrevoluciones (brevemente enunciada en las pginas anteriores), y por otro,las teoras y mtodos provenientes del anlisis del discurso y los estudiosculturales, han propiciado el surgimiento de enfoques como el de Noel Parker(1999), quien acua el concepto de narrativas revolucionarias, en torno al

    cual se articula el presente ensayo. La propuesta terica de Parker se centra enla comprensin de las revoluciones como fenmenos histricos, tratando

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    de indagar no slo la manera en que las revoluciones han cambiado la histo-ria, sino tambin cmo las propias revoluciones son comprendidas (o termi-nan siendo comprendidas) por la historia, e incluso, cmo la construccin

    misma de la memoria histrica es, a su vez, moldeada por los procesos revo-lucionarios y sus discursos caractersticos. Se trata, como l mismo dice, deun enfoque que deliberadamente combina una aproximacin analtica/nomottica con otra de carcter interpretativo/hermenutico.

    Parker (1999: 4) toma como definicin amplia de revolucin la si-guiente: A sudden, profound, deliberately provoked crisis about legitimatepower over a society, tending to produce an upheaval and change in boththe political and the social spheres. Sin embargo, el autor deja claro que, en

    su opinin, tales elementos no son los que definen per se una revolucin; Itis their combination with a more or less successful attempt at a profoundstructural change which makes events into a revolution (Parker 1999: 4).Sera, pues, la bsqueda deliberada de un cambio radical, de grandes pro-porciones y que finalmente se hace ms o menos efectivo, lo que permitirahablar de una verdadera revolucin.

    Conviene recalcar que esta idea de revolucin a la cual hace referenciaParker es caracterstica de la Modernidad poltica; quedan por fuera las nocio-

    nes anteriores (como la stasis) porque lo que precisamente interesa a nuestroautor es el estudio de ese fenmeno, moderno por antonomasia, por el cual larevolucin y sus discursos constituyen el marco conceptual e ideolgico quepermite la bsqueda del cambio radical, as como una manera particular deentender y construir la historia. Nos dice Parker (1999: 6) que:

    Belief in irreversible change in the sociopolitical world is a specificfeature of the era of modern history () a central modern belief is

    that one-way change, apparently in some direction or other, is nor-mal, necessary or even good. This is a source of power, interest anddifficulty for us in the idea of revolution.

    Ahora bien, como es natural en todo hecho poltico y social, el fen-meno esencialmente moderno que es la revolucin (al menos cuando es en-tendida de esta manera) va irremisiblemente unido e imbricado en su dis-curso poltico, al punto de que su sentido y significado ms profundos no

    pueden ser aprehendidos sin la comprensin de las premisas y silogismosque componen dicho discurso.

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    De este modo, parece til recordar en primera instancia lo que FrancesD. de Erlich (2007) seala en torno al discurso argumentativo en general, ysobre el discurso poltico en particular. Puntualiza esta autora que, desde

    Aristteles, tradicionalmente se ha relacionado la argumentacin con el campode la dialctica, la lgica y la retrica (Erlich 2007: 229). En la argumenta-cin dialctica, dos interlocutores defienden su posicin sobre la base dereglas y premisas admitidas por ambos. Por su parte, la argumentacin lgi-ca se relaciona con razonamientos a nivel cognitivo acerca de conceptos yobjetos de la realidad; se preocupa por examinar cmo se derivan las conclu-siones de determinadas premisas y su objetivo es la demostracin de univer-sal aceptacin (Erlich 2007: 229). En cuanto a la argumentacin retrica,

    sta plantea el problema de los objetos, los hechos y las evidencias en elmarco de un conflicto y de una negociacin; se erige sobre ideas y creenciasaceptadas culturalmente, sobre las cuales construye los argumentos concre-tos en cada situacin (Erlich 2007: 229).

    Es importante recalcar que el discurso poltico suele distinguirse delas interacciones orales y escritas del habla cotidiana por su carcter fuerte-mente argumentativo, netamente orientado a la persuasin (Erlich 2007),pero que tambin se distancia igualmente del lenguaje formal de los cient-

    ficos y expertos. Tal como nos dice la autora,

    Los emisores de los textos producidos en la esfera poltica tienenen comn el propsito ulterior de imponer una determinada raciona-lidad. Por ello, ponen en prctica discursos argumentativos de tipopersuasivo, muy distintos de los discursos argumentativos de tipouniversal cuyo propsito es el de probar o mostrar la validez de unrazonamiento en trminos lgicos. El discurso argumentativo de tipo

    persuasivo se relaciona con normas o consensos o principios y valoresespecficos de una cultura. Se sita en relacin a otro discursoargumentativo, implcito o explcito, en torno a una cuestin particu-lar (Erlich 2007: 230).

    Cmo se vincula lo anterior con el fenmeno de la revolucin?Retomando a Parker (1999), vemos que su enfoque terico intenta la com-prensin de este problema mediante el estudio del discurso poltico caracte-

    rstico de la revolucin moderna, y ms especficamente, de su narrativa. Elconcepto de narrativa es, en efecto, crucial dentro de la propuesta terica que

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    este autor plantea para la comprensin de los fenmenos revolucionarios.Por considerarlo totalmente pertinente para el propsito de este ensayo, cita-mos in extenso la definicin que dicho autor nos ofrece al respecto, as como

    su resumen de la importancia que dicho concepto tiene para la comprensinde fenmenos polticos. Segn Parker (1999:113), la narrativa es:

    An ordered sequence of events and actions located in its own time-span. Narrative, that is to say, stretches events and actions out acrosstime, linking one state with other, later ones. A narrative possesses aninternal coherence which lends a certain kind of necessity to thesequence of states it organizes. The sequence is so embedded in time

    by the narrative that it seems the events and actions it embraces couldnot have happened otherwise. While a narrative may embrace causalrelations and regularities, by virtue of its nature as narrative it has twoassets in the interpretation of human experience which causality lacks.Because a narrative does not require that situations are repeated, itdoes not require evidence of causality, or the possibility of repetition,in order to lend coherence to events. Secondly, narrative readilyincludes human roles, hopes and experiences.

    Dicho en otras palabras, por un lado hay un tipo de discurso que seorienta en mayor o menor medida hacia la bsqueda de algn tipo de relacio-nes de causalidad, o que, como mnimo, se propone la enunciacin deformulaciones lgicas de alcance pretendidamente universal, capaces (por esamisma razn) de prescindir de una constante referencia a lo concreto y parti-cular. Por otro lado, hay un tipo de discurso distinto, orientado a la persuasinde grandes grupos (aunque concentrados en un mbito cultural especfico),

    discurso que no requiere probar relaciones de causalidad y que s atiende arealidades concretas, incluyendo los roles de los seres humanos, sus expectati-vas, esperanzas y experiencias. Si vinculamos lo anterior con las puntualizacionesde Erlich, veremos que la narrativa a la cual hace referencia Parker se correspon-de en buena medida con lo que tradicionalmente se ha denominado comoargumentacin retrica. Tal como seala la autora (Erlich 2007: 229):

    A diferencia de la argumentacin lgica, el objetivo de la argu-

    mentacin retrica es la persuasin de auditorios especficos, no uni-versales. Desde el punto de vista lingstico, las dos perspectivas pue-

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    den hacer uso de las mismas estrategias, pero una diferencia esencialest en que la argumentacin lgica se desarrolla sin tomar en cuentaal interlocutor mientras que ste es muy importante en la argumenta-

    cin retrica por el efecto que se trata de provocar en l.

    Podemos as establecer cierta relacin entre argumentacin retrica ynarrativa, por un lado, y entre argumentacin lgica y lo que pudiramosdenominar como discurso cientfico (desde una perspectiva amplia de loque hemos de entender por cienciaepisteme), por otro lado. La dife-rencia entre ambos modos discursivo/argumentativos es crucial para com-prender el enorme poder que subyace en el discurso poltico que se sustenta

    sobre una narrativa, y que primordialmente se comunica con el pblico atravs de ella.Podra objetarse a la afirmacin anterior sealando que todo discurso

    poltico es o se compone de una argumentacin retrica, y asegurando queningn discurso poltico se constituye sustancialmente como argumenta-cin lgica. Sin embargo, lo cierto es que entre los diversos discursos polti-cos existentes, por ms que todos ellos sean de carcter sustancialmente ret-rico, hay algunos que muestran una mayor inclinacin hacia el desarrollo de

    un carcter ms lgico/cientfico que otros. En cierto sentido, pudieraespecularse con la hiptesis de que, en la medida en que una sociedad seaculturalmente ms moderna, sus ciudadanos demandarn de su liderazgoun discurso de mayor consistencia lgica, menos afianzado en una narrativa;sin embargo, la realizacin de semejante afirmacin requerira evidencia quesobrepasa los lmites de este artculo.

    Para el caso concreto que nos compete, que es el del discurso de larevolucin moderna, Parker insiste en hacer particular nfasis en la pertinen-

    cia del estudio de su componente retrico/narrativo, precisamente porquealberga la intuicin de que es all (y no en el componente lgico de la argu-mentacin) en donde descansa su enorme poder de persuasin, capaz demovilizar a grandes colectivos hacia la accin colectiva radical e incluso vio-lenta, as como tambin de reinterpretar la historia en trminos globales.Parker (1999: 8) acua as el concepto de narrativa revolucionaria, enten-diendo por tal:

    The form within which the events and actions that constitute onerevolution or another are interpreted and acted upon. It consists of ideas

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    that determine and interpret any given revolution, and also its relationshipwith other historical events () the revolutionary narrative has a deep,phenomenological force for the modern perception of time and change.

    De acuerdo con el autor, la narrativa revolucionaria enmarca los ele-mentos que determinan la comprensin de un proceso revolucionario, in-cluyendo su relacin con otros eventos histricos. Tales elementos son:

    The potential for irreversible change in the direction of some end-state profoundly different from the given present; the possibility ofpower to initiate or control such change; the expectation that one or

    more agents exist with power and intentions as to the future; and anoverarching frame of historical time which provides both normativeand predictive indicators for the anticipated future (Parker 1999: 113)

    La revolucin moderna representa, al decir de Bobbio (1990), unforzamiento de la historia, la promesa de un futuro mejor a costa de gran-des luchas y sacrificios en el presente, as como una gran expectativa devictoria que compense los inmediatos riesgos de la violencia. Por ende, sien-

    do la revolucin tan riesgosa, requiere un soporte cognitivo y discursivo quele permita ser aceptada y emprendida por mucha gente. Sin ese nivel deconviccin, rayano en la fe, los costos inherentes a la revolucin difcilmentepueden ser asumidos de forma colectiva.

    Recordemos que la revolucin moderna ha sido, al mismo tiempo,causa y consecuencia de la progresiva prdida de la fe cristiana. Arendt (2004),siguiendo a Tocqueville (2004), explica cmo result casi imposible para loshombres de las revoluciones prescindir de un principio absoluto sin intentar

    sustituirlo con otro, mientras que tericos polticos como Voegelin (2006) yWalzer (2008) han tratado de encontrar el origen de la moderna polticaradical en sectas religiosas que fungieron como emprendedores polticos en-tre los siglos XV y XVII. Parker (1999: 115) se hace eco de todo lo anterior,y basndose en Dunn (1972), insiste en:

    This idea of revolution as the struggle of the virtuous in the face offorced change. For the power of the revolutionary narrative is, in my view,

    enhanced by its capacity to encompass the hope that change can bechanneled by the combined power of the virtuous or their equivalent

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    La narrativa revolucionaria parece facilitar as el desarrollo de ciertasactitudes sociales que permiten afrontar los traumas de los procesos de mo-dernizacin, proporcionando un sentido trascendente a perodos de tiempo

    marcados por profundos cambios y (aludiendo a esta necesidad moderna deresponder al declive de una fe antigua con otra de nuevo cuo) buscando darrespuesta a ese Modernityshorrorvacui del cual habla Zygmunt Bauman(citado por Parker 1999: 120). Segn Parker (1999: 114):

    Three major narrations appear together in this instance: thenineteenth-century national-republican one that invented Europeannation-statehood; the internationalist, nineteenth-century socialist

    riposte to that; and liberal modernizing twentieth-centuryrationalism, centred on the USA. Each exhibits the same revolutionarynarrative form the prospect or threat of irreversible change, thepower of certain agents to advance or prevent such change, and notionsof the irreversible end-state to which such change was directed.

    Es importante sealar que la nocin de ideologa, afn en cierto senti-do a la de narrativa, nace tambin como un fenmeno netamente moder-

    no, consecuencia comn de la prdida del absoluto en torno al cual seestructuraba el ancien rgime. Por lo tanto, conviene preguntarse: en qumedida la ideologa y la narrativa no son equivalentes? Acaso no cumplenambas con el mismo propsito? No estn orientadas hacia una funcinsimilar (la de convencer a grandes colectivos de la necesidad de ciertas pol-ticas)?

    Desde nuestro punto de vista, la estructura de la ideologa se aproxi-ma ms a un nivel de argumentacin lgica que la narrativa; suele nacer de

    un conjunto de ideas lgicas en torno a la poltica. Por su parte, la narrativaes menos impersonal, y como est ms ligada a una interpretacin de loshechos visibles que se suceden en el tiempo, mantiene un mayor nivel deconcrecin y empata con los potenciales destinatarios del discurso poltico.En cierto sentido, podra afirmarse que, al ordenar los hechos, generar espe-ranzas y asignar valores y roles a los distintos actores polticos y sociales, lanarrativa perfila el terreno temporal y emocional sin el cual la ideologa, msracional(ista), difcilmente tendra asidero.

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    IV. Narrativa revolucionaria y dinmica de la polarizacin

    Tal como se seal anteriormente, la narrativa en general, y la revolu-

    cionaria en particular, tiene el poder de asignar roles espirituales y funcio-nes histricas a los diversos protagonistas de la vida poltica, en un procesode interpretacin/construccin de la historia que (casi necesariamente, y so-bre todo cuando propende a una visin teleolgica) tiende a establecer, entrminos discursivos, un ellos y un nosotros, una divisin existencial queparece prolongar y legitimar, en el nuevo contexto cognitivo de la Moderni-dad, la idea ancestral de la eterna lucha del bien contra el mal.

    El hecho de alcanzar este objetivo mediante el uso de una argumenta-

    cin retrica (a diferencia de lo que pasa con la ideologa, que tiende a apoyarseun poco ms en la argumentacin lgica) puede convertir la construccinms o menos deliberada de narrativas en una herramienta particularmenteinsidiosa y eficaz en el intento de implantar una determinada visin de lapoltica. Por otro lado, si adems se da la circunstancia de que dicha visin

    justifica o propugna la necesidad de algn tipo de violencia, las narrativas seconvierten en un tema de particular inters para comprender cmo se desen-cadenan ciertas dinmicas de violencia poltica y social.

    Ejemplo concreto de lo anterior, para el caso especfico de la historiade Venezuela, lo proporciona ngel Bernardo Viso, quien se dedic a estu-diar el trauma fundacional que la guerra de independencia (particular-mente violenta en el caso venezolano) y la dramtica ruptura con el viejoorden espaol habran ocasionado en el proceso de construccin de la pro-blemtica identidad nacional venezolana. La enorme dificultad que enfren-taron los republicanos criollos para que el conflicto fuera comprendido porla sociedad venezolana de acuerdo con sus nuevos trminos y categoras in-

    clin a Bolvar a promulgar su famoso Decreto de Guerra a Muerte, por elcual dictaminaba la aniquilacin de todos los espaoles no alineados con lacausa independentista. El Decreto quedara impreso en la memoria colectivade los venezolanos, persistiendo en alimentar una visin de la historiarecurrentemente afectada por el maniquesmo, el culto a los hroes y la im-posibilidad de estar a la altura de un momento fundacional que se concibecomo particularmente pico y glorioso (ver tambin Carrera Damas 2003,2005; y Torres 2009)

    Viso hace as referencia a lo que Parker (1999) bien denominara comoel desarrollo de una narrativa revolucionaria, la cual no slo contribuy a

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    escalar de forma atroz los desmanes de la guerra, sino que incidi trgica-mente en la construccin de una identidad nacional traumada por la ruptu-ra total con un pasado al que, desde entonces, se desconoce, denigra y recha-

    za. Viso (2011: 121) insiste en:

    Comprender la importancia legitimante del lenguaje (y su vincu-lacin con el maniquesmo) desde el punto de vista revolucionario, yla menor importancia del mismo para quienes combaten las revolu-ciones, acaso por estar ms seguros interiormente de las tesis que de-fienden y menos necesitados de deformar la realidad, por lo que, a lalarga, estn en desventaja frente a los revolucionarios, al privarse as de

    la ms importante de las armas de guerra.

    Sobre las bases tericas asentadas por Arendt, Viso distingue entrerevoluciones moderadas y revoluciones terribles; mientras que a las pri-meras puede aplicarse (a condicin de pensar que libertad es una palabraunvoca), la afirmacin de Hanna [sic] Arendt de que significan el estableci-miento del espacio donde la libertad puede aparecer y constituir una visible,tangible realidad (Viso 2011: 6), a las revoluciones terribles se las distin-

    gue por un radicalismo esencial, por el planteamiento de una rupturaexistencial que se aleja de lo concreto para generar profundas rupturas en lamemoria y conciencia histricas de una nacin, todo ello en pos de unautopa. Especialmente a estas ltimas se aplica lo que Viso (2011: 119)adjudica al discurso revolucionario, el cual:

    En su sentido amplio, tiene por objeto personificar lo nefasto,como dice Franois Furet al referirse a la obra de Augustin Cochin, y

    en ese sentido tiene un carcter fundacional, en cuanto suscita unenemigo a quien sataniza, con la esperanza de cohesionar las fuerzasrevolucionarias.

    Ya se mencion cmo la Segunda Guerra Mundial y la DeclaracinUniversal de los Derechos Humanos tendieron a ir sumiendo en un ciertodescrdito la idea de revolucin, la cual histricamente fue, despus de todo,

    justificacin de mltiples masacres y origen de diversos movimientos totali-

    tarios. El progresivo inters en el estudio y prevencin de dinmicas de vio-lencia poltica masiva se extendi a partir de entonces en los estudios socia-

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    les, desde la filosofa moral hasta la psicologa social, llegndose en muchasocasiones a la conclusin de que las construcciones discursivas (y entre ellas,las narrativas) ejercen un peso fundamental en el progresivo desarrollo de

    dinmicas sociopolticas violentas.Los diversos estudios del conflicto coinciden hoy a la hora de sealar

    la manera en que, ms all de las cosas concretas por las que se lucha (recur-sos, rentas, bienes, territorios, derechos, leyes, etc.), casi todos los grandesconflictos polticos, y especialmente los que generan violencia sobre ciertosgrupos humanos especficos, vienen precedidos de procesos psicosociales quepasan por la construccin de endogrupos y exogrupos, la identificacin grupal,la deshumanizacin del otro, la construccin de identidades contrapuestas,

    la racionalizacin, el desplazamiento, la proyeccin, la elaboracin de este-reotipos y la polarizacin (Mitchell 1989, Heidenrich 2001, Hamburg 2010).Todas estas dinmicas orientadas o proclives a la generacin de violen-

    cias colectivas estn necesariamente sustentadas y materializadas en actos delhabla, a travs de modalidades que, en conjunto, han llegado a ser reciente-mente conocidas o tipificadas bajo la denominacin de discurso de odio ydiscurso incitador a la violencia (Parekh 2006, Hirsch 2009, Samuli Peltonen2010). Jimnez Moliner (2005:129), por su parte, sostiene que el discurso

    incitador a la violencia:

    Designa una categora, un tipo particular de lenguaje, dirigido adegradar, intimidar o incitar a la violencia o cualquier clase de accinlesiva, contra un grupo de personas por razn de su raza, gnero,etnia, origen nacional, religin, etc. Adems de incitar a la violenciatnica, racial o religiosa, este tipo de discurso se dirige tambin adescalificar y denigrar los estndares internacionales de proteccin de

    los derechos humanos, justificando todo tipo de violaciones contra laslibertades fundamentales.

    Por su parte, Feierstein (2008) explica cmo estos procesos pasan poruna etapa de construccin de la otredad negativa, en la cual se rompe laconcepcin del otro universal y se acepta la existencia de un otro negati-vo: El poder retoma smbolos y caractersticas existentes en el imaginariocolectivo, construye nuevos smbolos y mitos, refuerza los prejuicios latentes

    a fin de construir un sujeto social como negativamente diferente (Feierstein2008:33). Las narrativas revolucionarias suelen incurrir en tales aspectos,

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    sealados por estas nuevas definiciones que surgen para prevenir violenciascolectivas.

    V. Populismo y narrativa revolucionaria: conceptos solapados

    Hasta aqu se ha descrito brevemente lo que significa la idea de revo-lucin para el mundo moderno, y cmo su puesta en escena ha venido amaterializarse de la mano de un discurso caracterstico que Noel Parker (1999)denomina narrativa revolucionaria, identificado aqu con el nivel de la ar-gumentacin retrica, antes que con el de la argumentacin lgica (a la cual

    se aproxima ms la nocin de ideologa). Asimismo, se ha hecho nfasis en elcarcter profundamente polarizador y potencialmente incitador a la violen-cia de dicha narrativa. Ahora bien, en qu medida se puede afirmar que estaretrica as como el proceso poltico que desencadena no es similar a ladel populismo? La pregunta es pertinente de cara al caso concreto que nosocupa (la Revolucin Bolivariana), ya que una distincin entre ambos fe-nmenos es crucial para argumentar porqu el proceso venezolano es mscaractersticamente revolucionario, y no solamente populista.

    Lo primero que cabe sealar al respecto es que existen mltiples simi-litudes entre ambos fenmenos, en tanto los dos se relacionan con el reque-rimiento surgido en la Modernidad poltica de movilizar polticamen-te a las grandes mayoras y de convertirlas en sujeto poltico primordial.

    Ambos operan sobre la base de la polarizacin, de la identificacin/construc-cin de un ellos y un nosotros, y no lo hacen desde la aceptacin de lasdiferencias y de la pluralidad intrnseca a toda sociedad, sino desde laprofundizacin de un antagonismo que interpreta al otro como obstculo

    para la emancipacin de la mayora. Ambos representan un momento dearticulacin poltica de grandes proporciones, capaz de introducir cambiosmuy radicales en el sistema poltico de turno. Sin embargo, a partir de ah,es factible identificar diferencias importantes.

    De acuerdo con Ludovico Incisa (1990), el discurso populista noplantea diferencias de clase, sino que tiene una cierta pretensinhomogeneizadora; la distincin retrica se hace entre el pueblo y el nopueblo, entre el pueblo virtuoso y unas lites pretendidamente corrompi-

    das y aptridas. Por lo general, el populismo es esencialmente particularistay nacionalista (nunca universalista o internacionalista), surge en momentos

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    de crisis aguda y de falta de representacin poltica, emplea una retricapatritica como recurso de movilizacin de masas, y suele ostentar el carcterde una cruzada moral. Por lo general, al populismo se lo identifica con una

    dinmica o momento esencialmente retrico que se materializa en las calles,y que por ende, como ha dicho Laclau (2005), se diferencia del momento dela institucionalizacin, de la consolidacin de un rgimen u orden estable.

    Asimismo, y de acuerdo con autores como Moscoso Perea (1990), elpropio Laclau (2005) y Delsol (2007), el populismo suele ser identificadocon un sentido o deseo original y genuino de renovacin de la poltica,mientras que el jefe populista, que constituye la teora viviente del movi-miento, slo estara en condiciones de lograr el xito cuando la impericia de

    las lites ya ha dividido efectivamente a la poblacin. La interpretacinfuncionalista y teleolgica del populismo, segn la cual ste se debe a con-tradicciones inherentes a los procesos de modernizacin, parece hoy en daclaramente superada, en tanto se evidencia que los momentos populistaspueden surgir all donde se produzca algn tipo de desconexin ydeslegitimacin progresiva de la relacin entre la clase dirigente y la mayorade la poblacin, y en la medida en que aceptemos que los procesos de mo-dernizacin no se producen sobre la base de un continuumpredeterminado.

    La revolucin, por su parte, ha tendido a interpretarse como conflictode clases y potencialmente predestinado a internacionalizarse en la medidaen que la ideologa marxista-leninista tendi a monopolizar el ideal revolu-cionario. Otras concepciones alternativas (Arendt 2004) entienden la revo-lucin como un fenmeno consustancial a la comunidad poltica como untodo, que no viene predeterminado por clases sociales ni por la situacinparticular de las personas con respecto al modo de produccin imperante.Segn la autora judeoalemana, la revolucin es, por antonomasia, una lucha

    por la (re)fundacin de un espacio de igualdad y libertad poltica (la constitutiolibertatis).En todo caso, lo caracterstico de la idea moderna de revolucin (y

    esto lo reconoce Arendt) ha sido su profunda consustanciacin con una con-cepcin lineal y teleolgica de la historia, en donde el ser humano est prcti-camente predestinado al progreso, la emancipacin y la felicidad. Es en estascircunstancias donde la idea de narrativa revolucionaria adquiere su plenosentido y su relevancia prctica, en tanto permite a las grandes mayoras

    concebir el proceso de cambios radicales que pregonan los revolucionarioscomo el advenimiento de una nueva era, de una fase histricamente necesa-

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    ria y, por lo tanto, predestinada a ocurrir y a establecer un nuevo orden,nuevas instituciones polticas que pueden cambiar el mundo.

    Por su parte, Ernesto Laclau (1978) permite comprender la potencial

    orientacin revolucionaria del populismo, pero tambin las bases para dis-tinguirlo de los fenmenos propiamente revolucionarios. De acuerdo con elfilsofo argentino, el populismo encarna ese momento en el que se hacefactible, para las clases dominadas, la generacin de un discurso capaz deintegrar (a travs del sujeto pueblo) las contradicciones que hasta entonceshaban sido interpretadas, asumidas y manejadas desde la ideologa de laclase dominante o bloque de poder, permitiendo as su ejercicio de ladominacin. El pueblo es entonces una figura necesaria y suficientemente

    ambigua como para a) dar continuidad a las tradiciones populares que ve-nan expresando su resistencia frente a la clase dominante y b) concitar laadhesin y movilizacin de los sectores mayoritarios de la poblacin. ParaLaclau, el populismo no es siempre revolucionario; la construccin retricadel pueblo puede servir tambin a propsitos de carcter conservador yrepresivo, orientados al mantenimiento del statu quo. El populismo ser re-volucionario, sobre todo, cuando se oriente al socialismo, ya que slo elsocialismo representa la posibilidad de pleno desarrollo y superacin de la

    contradiccin pueblo/bloque de poder (Laclau 1978:199).En funcin de todo lo anterior, se concluye que la retrica propia delmomento populista es un comn denominador a muchos procesos polti-cos de ruptura, antagonismo y cambio, pero que no todos ellos culminan enel desarrollo de fenmenos revolucionarios. Por lo tanto, caracterizar un de-terminado proceso poltico (o a su narrativa) de revolucionario no implicanegar su carcter original y esencialmente populista, sino ms bien precisarsu carcter especficamente revolucionario dentro las mltiples orientaciones

    que (desde las abiertamente revolucionarias hasta las ms reaccionarias) pue-den asumir las retricas y los momentos populistas. Ese carcter especficoviene dado por la presencia, en el nivel narrativo (y tal como indica Parker),de continuas alusiones al advenimiento de una nueva era, a la irrupcin deprocesos y fenmenos polticos (potencialmente violentos) que son descritoscomo histricamente necesarios, y la implantacin de un nuevo orden pol-tico, econmico y social. En el nivel de la poltica prctica, adems, el carc-ter revolucionario se verifica en la efectiva implantacin de ese nuevo orden,

    dentro y potencialmente fuera del pas. Todo ello estara presente en el casode la Revolucin Bolivariana, como veremos.

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    VI. El discurso poltico del chavismo:

    del populismo a la revolucin

    Nos interesa a continuacin mostrar cmo, de acuerdo con nuestrosestudios, en el discurso poltico del chavismo se ha ido consolidando la pre-sencia de 1) una narrativa propia, 2) la cual ostenta un carcter que no essolamente populista, sino tambin especficamente revolucionario, 3) connfasis particular en la generacin de una dinmica profundamentepolarizadora. Es muy importante sealar que (tal como se ha indicado entrabajos anteriores; ver Martnez Meucci 2012) la retrica del chavismo nose ha mantenido homognea en el tiempo, sino que ha atravesado por diver-

    sas fases, y que el carcter especficamente revolucionario de su narrativa escaracterstico de la tercera fase.

    La primera etapa revisti un carcter netamente militarista-naciona-lista, y comenz con la constitucin de la logia militar conspirativa que liderHugo Chvez. Dado que este perodo se desarroll en la clandestinidad, sudiscurso no se caracteriz por alocuciones pblicas, sino que qued plasma-do en documentos conspirativos de escasa difusin (ver Garrido 2002a,2002b). A la segunda etapa, que abarca el perodo comprendido entre losgolpes de Estado clsicos que la logia militar chavista protagoniz en 1992y el ms heterodoxo que en abril de 2002 se desarroll contra Chvez, se laconsidera aqu como tpicamente populista, en tanto incorpor todos loselementos discursivos que la literatura especializada suele adjudicar a la ret-rica populista (ver pginas anteriores). Durante dicha etapa, el proyectopoltico de Hugo Chvez pas de la clandestinidad a la vida pblica, y sus-tituy la conspiracin golpista por un movimiento poltico de amplia baseque acept las elecciones como va para acceder al Estado, lo cual logr en laselecciones de 1998. Con respecto a la tercera fase, que caracterizamos aqucomo propiamente revolucionaria, podra sostenerse que presenta evidenciasde surgimiento desde antes de abril de 2002, pues la radicalizacin deldiscurso polarizador del presidente Chvez (as como su profuso empleo deltrmino revolucin) comenz a ser muy evidente desde casi un ao antes,mientras el pas se deslizaba hacia una conflictividad poltica y social muyacusada. A principios de 2005, adems, comenzar a hablarse tambin desocialismo, configurndose desde entonces con gran claridad lo que aquconsideramos como una narrativa revolucionaria.

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    Con respecto a esta evolucin narrativa, Margarita Lpez Maya (cita-da en Carrillo 2010, s.p) sostiene que:

    La polarizacin poltica [en Venezuela] fue causada por una social,que se dio durante los aos de la crisis econmica, social y poltica, enlos aos 80. El hoy presidente Hugo Chvez entr en esa campaa[1998] con un discurso polarizado, dicotmico, muy caractersticodel populismo latinoamericano de las oligarquas contra el pueblo.

    Pero esa polarizacin de carcter populista se va a hacer mucho msprofunda con Chvez en el poder. De acuerdo con Lpez Maya (cit. en

    Carrillo 2010, s.p), se hace:

    Extrema, radical, utilizada en el discurso oficial que usa la polari-zacin social para excluir al otro. Es un discurso excluyente, intole-rante. El otro no es un adversario poltico sino un enemigo que hayque liquidar y aniquilar (...) Es un fenmeno nacional porque el prin-cipal protagonista de la polarizacin es el Presidente que mantieneeso en su estrategia poltica porque considera que le da sus dividendos

    (dem).

    Desde la perspectiva de Mara del Pilar Garca Guadilla (2003: 33),en Venezuela:

    a) Las diferencias de clase han tendido a transformarse en diferen-cias polticas haciendo que la demarcacin entre los actores sociales,econmicos y polticos sea cada vez ms tenue y que constantemente

    los diferentes actores traspasen sus lneas identitarias; b) los conflictosde carcter poltico se han impregnado con contenidos de clase deri-vando en conflictos sociopolticos que enfrentan a las clases sociales deforma polarizada lo que hace ms difcil su solucin dentro de uncontexto democrtico.

    Esta polarizacin creciente, alimentada e instigada desde el discursopoltico, va adquiriendo as el carcter de narrativa revolucionaria. Se consta-

    ta que el sujeto pueblo, presente en la retrica poltica del chavismo duran-te el perodo 1992-2002 (construccin habitual dentro del populismo),

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    comenz a ser discursivamente reinterpretado a partir de 2002 como sujetoo endogrupo revolucionario, mientras que las lites, representadas siemprecomo extranjerizantes, fueron construidas como no sujeto/exogrupo

    contrarevolucionario.De forma cada vez ms explcita, mientras que el pri-mero estara vinculado al proyecto chavista de un futuro promisorio, el se-gundo es discursivamente asociado al pasado, a una etapa decadente ycorrupta. El desarrollo de tal construccin discursiva, que tiende a dividir ala poblacin en dos grupos con identidades contrapuestas, ha sido identifi-cado por diversos investigadores. A modo de resumen, en el siguiente Cua-dro 1 podemos resumir las caracterizaciones elaboradas por varios de ellos.

    Las categoras semnticas utilizadas en el discurso de Hugo Chvez

    revelan numerosas descripciones autoidentitarias(Van Dijk, citado en Erlich2005b), las cuales comprenden la propia identidad, proveniencia, historia,virtudes y atributos del endogrupo. Segn Erlich (2005b: 9) tales descrip-ciones son estrategias de autodefinicin con respecto a los otros, muchasveces elaboradas con base en caractersticas personales como la raza, el grupotnico, los orgenes sociales y geogrficos, describen tambin aquellas nor-mas y valores que el emisor considera correctas o justas, siempre en oposicina todas las caractersticas negativas que se achacan a los adversarios. Los espe-

    cialistas consultados coinciden en presentar las palabras pueblo, Bolvar/bolivariano, socialismo y revolucin como los principales referentes deautorrepresentacin positiva del endogrupo que constituye el movimiento/gobierno, de acuerdo con el discurso poltico empleado por el chavismo (verCuadro 2).

    Maritza Montero (2005) seala que la retrica chavista presenta a laoposicin como un grupo homogneo y nico, cuando en realidad no lo es:Cuando se habla de la oposicin bajo tal denominacin se agrupa una plu-

    ralidad de organizaciones, grupos y movimientos entre los cuales algunostienen profundas diferencias. De la misma manera, Yolanda Salas (2004)indica que la oposicin, que es cada vez ms policlasista y de composicinsocial heterognea, es uniformemente considerada por el oficialismo comooligarqua. De este modo, las personas que adversan al gobierno revolucio-nario quedan esencialmente englobadas dentro de las categoras de oligar-qua nacional, representantes de la Cuarta Repblica, el capitalismomundial y los agentes del imperialismo norteamericano, constituyendo

    todos en general los contrarrevolucionarios o enemigos de la Revolucin(lvarez y Chumaceiro 2010). De acuerdo con Corts, Mndez y Matern

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    (2008), la oposicin y sus lderes son expuestos como los responsables de losproblemas sociales y econmicos del pas. Las imgenes negativas presenta-das sobre la oposicin permiten al presidente emerger como una figura

    salvadora que ha llegado, a travs del proceso revolucionario, a romper con lacontinuidad histrica de la nacin para implantar un nuevo proyecto (verCuadro 3).

    VII.La narrativa revolucionaria del chavismoy su carcter polarizador

    A partir de las referencias anteriores, y sobre la base de los resultadosofrecidos por un estudio inicial, orientado a la identificacin de elementosdiscursivos incitadores al odio y la violencia (Lustgarten 2013), los autoresdel presente artculo revisaron la presencia de elementos caractersticos deuna retrica y narrativa revolucionaria en el discurso del presidente HugoChvez, incorporando no slo los indicados por Parker (1999)1, sino tam-bin aquellos que apuntan directamente a la generacin o profundizacin deuna intensa polarizacin poltica y social, en el entendido de que las revolu-

    ciones suelen plantearse dicha divisin como evidente y necesaria para pro-ducir el cambio revolucionario.La revisin de textos producidos por Hugo Chvez durante el perodo

    2004-2010 (antes del mismo, sus referencias al carcter socialista de larevolucin bolivariana fueron prcticamente inexistentes) condujo a la re-copilacin de un universo muestral que, a la postre, ascendi a 371 piezasdiscursivas. Entre stas se encontraban los textos oficiales de los programastelevisivos de Al Presidente, alocuciones directas ante multitudes, piezas

    oratorias formales, mensajes a la Nacin, los artculos conocidos como L-neas de Chvez, diversas conversaciones y entrevistas. Es importante recal-car que, tal como se aprecia en el Cuadro 4, el grueso del texto qued con-

    1 Recordamos los elementos sealados por Parker como caractersticos de una narrativarevolucionaria: 1) el potencial para un cambio irreversible hacia un estado final profun-damente distinto al presente, 2) la posibilidad y el poder para iniciar o controlar seme-

    jante cambio, 2) la expectativa de que existen uno o ms actores con el poder y lasintenciones para ello, y 4) una estructura global de cambio histrico que provee

    indicadores normativos y predictivos para ese futuro anticipado (Parker 1999: 113;traduccin propia).

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    centrado en los Al Presidente. A partir de ah, se determin la frecuenciade 157 palabras clave, seleccionadas a partir de las referencias y conclusionesde otros autores ya mencionados. Esencialmente se seleccionaron aquellas

    palabras con las cuales se construyen discursivamente las identidades delendogrupo revolucionario y del exogrupo contrarrevolucionario, as comotambin aquellas con las cuales se construye discursivamente una relacinhostil entre ambos. El agrupamiento de esa lista de palabras en estos tresejes ofrece el nmero total de frecuencias de todas las palabras registradas, talcomo aparece en el Cuadro 5.

    Lo primero que llama la atencin en estas cifras (con todas las defi-ciencias y sesgos que esta aproximacin pudiera acarrear) es la relacin de 4 a

    1 que, grosso modo, se evidencia entre las palabras que definen al endogrupocon respecto a las que definen al exogrupo, tal como puede apreciarse en lasFiguras 1 y 2. Se deduce as la enorme energa destinada a la construccindiscursiva del sujeto revolucionario, definido esencialmente por las pala-bras pueblo, revolucin, socialismo/social, Bolvar/bolivariano, pa-tria/patriotas y militares/soldados. Las referencias a Fidel Castro, Cuba,los indgenas, los pobres y diversos hroes de la independencia tambinabundan, aunque en menor medida. Por su parte, las referencias al exogrupo

    se caracterizan por los trminos capitalismo/capitalistas, Estados Unidos /norteamericanos / imperialismo, burguesa / oligarqua / ricos / latifundis-tas / oposicin, seguida de numerosos improperios y eptetos descalificativos.

    Y con respecto a las palabras que marcan la relacin entre endogrupo yexogrupo, se observa la notable presencia de trminos que aluden a unaconfrontacin blica (batalla/batalln aparece 4.931 veces; lucha, 3.535;estrategia, 2.042; guerra/guerrero, 3.046; ejrcito, 1.781; muerte,1.214; etc.).

    Este primer paso, por el cual se procedi a determinar la mayor fre-cuencia de aquellos vocablos que pudieran definirse como palabras claveen una muestra suficientemente extensa, facilit una posterior aproximacinde carcter cualitativo al discurso presidencial, permitiendo no slo com-prenderlo mejor en su naturaleza, sino tambin obtener una idea ms com-pleta de su impacto masivo. Como rasgo importante de la estructura generalde lo que consideramos como la narrativa revolucionaria del chavismo seaprecia lo siguiente: tanto en el endogrupo como el exogrupo estn asocia-

    dos a 1) un principio, orientacin o ideologa general (socialismo en elendogrupo vs. capitalismo en el exogrupo), 2) unos sujetos sociopolticos

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    trascendentales (pueblo vs. burguesa/imperio) y 3) unos personajesarquetpicos que fungen como representaciones del bien y del mal (hroesvs. villanos). As, la construccin discursiva inherente a esta narrativa nos

    presenta y encuadra la lucha poltica en Venezuela, no slo desde una con-cepcin tpicamente revolucionaria en su conjunto (de acuerdo con lo que alrespecto sostiene Parker y en el sentido de establecer con claridad un sujetorevolucionario que se opone a otro contrarrevolucionario), sino que inclu-so se llega a representar la relacin entre ambos grupos/sujetos como la de laeterna lucha del bien contra el mal, en un sentido de revancha y de victoriapica sobre los opresores. Se aprecia la presencia discursiva de conceptosmodernos, entremezclada con elementos y referencias culturales que indu-

    dablemente presentan un carcter ms bien local y, en ocasiones, de cortetradicional y premoderno. A continuacin, se ofrece una sntesis o caracteri-zacin de dicha narrativa revolucionaria.

    El endogrupo revolucionario

    Socialismo/social/humanismo: Chvez habla de socialismo con mu-

    cha frecuencia (10.634 veces), pero slo a partir de 2005. El trmino so-cial (7.206) es ms ambiguo; aparece como referencia a lo social, al gastosocial, etc. Para el mandatario venezolano, el socialismo es un proyecto hu-manista, cristiano, bolivariano, democrtico y republicano; representa la igual-dad, la justicia, la libertad y lo humano en procura de un hombre/mujernuevos, con valores ticos, polticos y econmicos que son verdaderamentepositivos y cristianos. Se habla de los socialistas como discpulos de Cristo, aquien se presenta como el primer y ms grande promotor del socialismo de

    la historia. El socialismo, al promover el valor del sacrificio por los ms dbi-les, sera el verdadero camino hacia Jess en la tierra.El arquetipo del socialismo tambin est encarnado en Bolvar. Vene-

    zuela est transitando del capitalismo hacia un nuevo tipo de socialismo, eldel siglo XXI, que es indito y autctono. Cuba ayuda en la tarea, pero elsocialismo venezolano tiene caractersticas propias y se basa en el pensamien-to socialista de Simn Bolvar, Simn Rodrguez y Ezequiel Zamora. Elsocialismo bolivariano ha llegado para romper la continuidad histrica de

    un supuesto fracaso que es responsabilidad de la oligarqua y el imperialis-mo. Chvez afirma que el revolucionario es el modelo de ser humano supe-

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    rior o ms evolucionado; pertenece al escaln ms alto de la especie huma-na (25 veces), frase adjudicada al Che Guevara. El revolucionario es comoCristo, como el Che, como Bolvar, como Jos Mart, una suerte de

    superhombres todos ellos. Si para el capitalista lo primordial es lo animal,para el socialista se trata del ser humano y los valores (2.929 veces), delverdadero humanismo o sentimiento humanista. El hombre y la mujer nue-vos que propugna el socialismo estn reconciliados con su verdadera esenciaprimigenia.

    Pueblo: es el sujeto revolucionario, arquetipo del patriotismo y lasvirtudes originarias. Cuando Chvez se refiere al pueblo, habla de sus segui-dores, y cuando habla de stos, se refiere al pueblo. Numerosas veces utiliza

    el pronombre personal nosotros, recurso que le permite identificarse con elendogrupo y representarlo (las consignas Chvez es el pueblo y todossomos Chvez, empleadas en 2012 perodo fuera de nuestro anlisis,sintetizan esta idea). Pueblo es la palabra clave que aparece con mayorfrecuencia en la muestra estudiada (15.096 veces), y engloba la clase obreray trabajadora, la clase media revolucionaria, la inmensa mayora de los jve-nes, la patria y los patriotas, los soldados revolucionarios, los pobres y losindgenas, as como tambin a los integrantes del Partido Socialista Unido de

    Venezuela (PSUV) y de las Fuerzas Armadas Bolivarianas (FAB), sin dejarpor fuera a los hroes e dolos de la revolucin en el pasado y en el presente.Los seguidores del presidente, convocados como compatriotas, com-

    paeros o hermanos, siempre presentados como vctimas del exogrupo enuna lucha histrica, estn colmados de valores y rasgos positivos. El puebloes un sujeto uniforme que personifica el amor, la paz, la alegra, la esperanza,la libertad, la justicia y la igualdad. Todos son patriotas, dignos, moralmenteslidos, desprendidos y sacrificados hasta la muerte por el prjimo, valien-

    tes, guerreros, soldados, hroes, libertadores, bolivarianos, zamoranos y mi-litares que histricamente han sido traicionados, exterminados y despoja-dos. La Revolucin Bolivariana ha permitido reivindicar la historia del pue-blo venezolano, falsificada durante siglos por las clases dominantes. Se esta-blecen referentes histricos que permiten la legitimacin y la cohesin grupalde sus partidarios, contexto en el que la identificacin con el ideario y elproyecto de Bolvar, y de su sucesor Chvez, ocupan un lugar fundamental.

    Al principio estuvieron los indgenas, ncleo originario del pueblo

    venezolano que protagoniz una gran resistencia. Despus llegaron los escla-vos negros, forzados a venir del frica, para completar el verdadero pueblo

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    campesinos, esclavos y pobres que luch junto a Bolvar, Sucre y Zamorapor ganar la libertad y la igualdad (se incluye a Cipriano Castro, famoso porsus consignas antiimperialistas). Finalmente ese pueblo, traicionado desde la

    independencia por la oligarqua y castigado por los sucesivos imperios, gra-cias a la Revolucin Bolivariana y al presidente-comandante al cual ha ratifi-cado en su funcin mediante luchas y procesos electorales, logra recuperar sudignidad, gobernar el pas y crear leyes que atiendan sus necesidades, salien-do as del estado de desmoralizacin y depresin en el que haba sido sumi-do por la oligarqua venezolana, desde siempre.

    Hroes: se plantea una continuidad histrica en las luchas de las figu-ras heroicas del pueblo, que incluyen a Guaicaipuro, Miranda, Bolvar, Sucre,

    Pez, Simn Rodrguez, y finalmente al propio Chvez; todos ellos lucharonpor satisfacer las necesidades y aspiraciones del pueblo, por su libertad eigualdad. Aunque no son venezolanos, el Che Guevara y Fidel Castro tam-bin son presentados como dolos contemporneos y ejemplos a seguir. Losms mencionados en la muestra estudiada son Cristo, Bolvar y Zamora.

    Cristo (3.212 veces) es un verdadero revolucionario socialista, en tan-to representa el paradigma del sacrificio por los ms dbiles, de la lucha porla igualdad, la libertad y la paz; fue un ser ntegro y digno, rebelde,

    antiimperialista y liberador. Se le presenta como el ms grande revoluciona-rio y pensador socialista de la historia, como inspiracin del presidente, delpueblo y de la patria, y como ejemplo a seguir por haber entregado bienes yambiciones personales por su causa (esencia de una economa socialistaigualitaria). Cristo y Dios protegen al presidente y al pueblo en contradel diablo. Chvez declara que el verdadero Jess es el de los pobres, no el dela oligarqua ni la jerarqua eclesistica. Cristo enfrent a las lites religiosas yeconmicas de su tiempo y al imperialismo romano, y stos lo asesinaron

    por ser un revolucionario que promova las ideas de igualdad y justicia. Sehace mucho nfasis en precisar que la mayor traicin fue recibida de Judas(106 veces). De acuerdo con Chvez, Cristo fue un superhombre que alcan-z el escaln ms alto de la especie humana, anunciando la necesidad decrear hombres y mujeres nuevos.

    Por su parte, Simn Bolvar (8.045 veces) es el gran superhombre,venezolano y revolucionario, un socialista de talla universal que encabezuna lucha a muerte, junto al pueblo, por la libertad y la igualdad de Hispa-

    noamrica; se le considera como uno de los primeros y ms grandes pensa-dores y actores antiimperialistas, previendo el peligro que representaran los

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    estadounidenses. Bolvar naci oligarca y rico, aunque ms negro que blan-co segn Chvez (Al Presidente, 25/9/2005), pero muri pobre. Su luchacomienza al mando de un ejrcito de oligarcas cobardes que despus reem-

    plaz con esclavos proporcionados por su hermana Mara Antonia. Comba-ti junto al pueblo, los campesinos y los esclavos. Bolvar, desprendido comoCristo hasta el mximo sacrificio, entreg sus bienes a la causa libertadora, ycomo l, muri pobre y traicionado. La alianza entre Francisco de PaulaSantander (primer presidente de la actual Colombia), Jos Antonio Pez y elgobierno de Washington, oligrquica e imperialista, logr liquidar poltica-mente a Bolvar (quien siempre estuvo rodeado de enemigos que intentaroneliminarlo fsicamente) y desvirtuar su legado durante siglos.

    No obstante, el legado de Bolvar sera finalmente recuperado porChvez y las logias militares conspirativas del Ejrcito Bolivariano Revolu-cionario (EBR) y Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200).Chvez se habra erigido as como el mayor y ms fiel seguidor y heredero deBolvar, en el continuador de sus ideas y luchas revolucionarias y socialistas.Tanto el EBR(6.289 veces) como el MBR-200 se fundan ideolgicamenteen el llamado rbol de las tres races, la conjuncin del pensamiento deSimn Rodrguez, Simn Bolvar y Ezequiel Zamora. Mediante esta figura

    retrica, el bolivarianismo queda transmutado y vinculado indisolublementecon el socialismo, conectando as la principal referencia icnica de las fuerzasarmadas venezolanas con el proyecto socialista de inspiracin castrista. Porextensin, a los planes e intentos habidos para liberar los pueblos de la AmricaLatina se les denomina proyectos bolivarianos y esencialmente socialistas.

    La tercera figura ms mentada es Ezequiel Zamora (1280 veces), lderde la Guerra Federal (1859-1863) y supuesto revolucionario socialista.Zamora representa las aspiraciones del pueblo y los campesinos, y se recuer-

    da que todos unidos lucharon en contra de la oligarqua criolla y los terrate-nientes de su poca. La gran victoria de Zamora contra las fuerzas conserva-doras en la batalla de Santa Ins es resaltada como ejemplo de valenta,astucia y tctica militar. Al igual que Cristo, Bolvar y Antonio Jos de Sucre(mariscal fiel a Bolvar), Zamora muri traicionado, habiendo sacrificadotodo por el pueblo. Zamora representa la lucha contra la propiedad y ellatifundio, por la reparticin justa de las tierras; al igual que la figura legen-daria de Florentino (ver ms adelante) y el propio Chvez, era un llanero

    espontneo y noble que provena de la Venezuela profunda y del pueblollano.

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    El exogrupo contrarrevolucionario

    Capitalismo: el trmino capitalismo o capitalista (4.346 veces) era

    empleado por Chvez para hacer referencia a todos los actores polticos, so-ciales y econmicos que se le oponan. Est asociado a personas ricas y pode-rosas: los poderosos son capitalistas y los capitalistas son poderosos. Repre-senta un poder histricamente encarnado y controlado por la oligarqua/burguesa, habiendo una relacin de cuasisinonimia entre estos trminos.El modelo capitalista slo ambiciona y busca la ganancia econmica; fueinyectado en el pas desde Europa en el siglo XIX, y a pesar de los esfuerzosy luchas de Bolvar y Zamora, finalmente termin imponindose en el pas.

    El capitalismo y el libre mercado conducen a la guerra interna y a la muertede los pueblos latinoamericanos, ya que genera explotacin, pobreza, des-igualdad e inestabilidad. Es imperioso luchar contra el capitalismo, y estarea de la revolucin transformar o erradicar la ideologa y las costumbresdel capitalismo.

    Imperialismo: Estados Unidos es el arquetipo principal del imperialis-mo (1.300 veces), sistema que nos domina e impone su modelo de vidaextranjerizante a travs del capitalismo. El imperio representa explotacin,

    corrupcin e inmoralidad. Sus socios internos son traidores; constantementedefienden y pactan con los que se oponen al proyecto patriota. Desde siem-pre, el imperio de turno ha perseguido a los revolucionarios humanistas; yaen poca de los romanos se persigui a un verdadero humanista y socialistacomo Cristo. En Latinoamrica (Patria Grande o Nuestramrica), desdela llegada del imperio espaol, se han acumulado 500 aos de lucha y resis-tencia ante el imperialismo. El imperio yanqui es responsable de queLatinoamrica en general, y Venezuela en particular, no hayan logrado concre-

    tar su proyecto bolivariano, autctono y revolucionario; en su lugar favoreci lahegemona una lite oligarca e imperialista, en perjuicio de la libertad e igual-dad de los pueblos y del desarrollo de su propia cultura e identidad.

    Oligarqua/Burguesa: es la anttesis del pueblo, de los pobres, delverdadero cristianismo y de la Revolucin Bolivariana socialista. Se utilizanindistintamente las palabras oligarqua (1.203 veces) y burguesa (1340)para referirse a la lite hegemnica, criolla, que en teora mantuvo el poderen el pas durante siglos, estableciendo relaciones de inters con los intereses

    mezquinos del capitalismo transnacional. Est integrada por los ricos yricachones, capitalistas, imperialistas, las grandes empresas y empresa-

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    rios, latifundistas y los llamados esculidos (partidarios de la oposicinpoltica). A menudo se utiliza el pronombre personal ellos para designar atodos los opositores en conjunto.

    A la oligarqua se le acusa de haber traicionado y asesinado a persona-jes clave de la historia patria, como Bolvar, Sucre, Zamora y DelgadoChalbaud, y de haber depuesto a Cipriano Castro. Se adue del pas, rele-vando a la corona espaola y usurpando los derechos del pueblo, los campe-sinos y los esclavos defendidos por Bolvar. Ya en el siglo XX, oper comoagente de una nueva explotacin colonial extranjera, fundada en el petrleo,implantando ideas culturales, polticas y econmicas exgenas, provenientesde Estados Unidos. Est subordinada al imperio estadounidense y conforma

    una quinta columna que, junto a los yanquis y el colombiano lvaro Uribe,constituye una constante amenaza para el pas. Los oligarcas venezolanosseran culpables de la gran depresin que sufriera el pueblo venezolano en losaos 70, 80 y comienzos de los 90 (creciente crisis econmica), de la grandesmoralizacin del venezolano. Acapararon todas las riquezas de la nacin,que deben ser entregadas nuevamente al pueblo. Obstaculizan la paz, elamor, la alegra, y la esperanza del pueblo. No volvern a gobernar el pas; silo hicieran, derogaran las leyes de la revolucin. Sus jvenes (presentados

    como una minora que se apropi de las universidades existentes) son in-conscientes, manipulados por el capitalismo.Villanos: hay una serie de personajes, a los que se les adjudica una

    connotacin negativa, con los que frecuentemente se equipara a los miem-bros del exogrupo contrarrevolucionario. Los principales son Judas, Jos

    Antonio Pez y George Bush. A Judas (anttesis de Cristo) el hecho de habervendido a su maestro por 40 monedas le convierte en el eterno arquetipo delcapitalismo y la traicin. Por su parte, Jos Antonio Pez (anttesis de Bol-

    var), personaje importante en la guerra y postguerra de Independencia enVenezuela, es el arquetipo del guerrero, latifundista y traidor a Bolvar, a lapatria y al pueblo. Se le menciona (1.065 veces) entre las grandes figurasguerreras de la historia venezolana, pero se le rechaza como poltico, por serun supuesto traidor insaciable de riquezas; no merece ser considerado comouno de los hroes fundacionales. Al contrario de Bolvar, naci pobre y muririco, siendo as el arquetipo del revolucionario que traiciona a la revolucin.

    George Bush (507 veces) es, a su vez, el arquetipo de la actual maldad

    imperial. Anttesis de Chvez, el presidente estadounidense personifica elneoliberalismo, el capitalismo y el imperialismo. No hay posible dilogo

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    con Bush, y toda referencia sobre l se realiza siempre en un lenguaje belige-rante. El imperialismo impulsado por Bush (a quien se califica de asesino,genocida, burro y loco) agrede y viola la legalidad internacional para satisfa-

    cer grandes intereses capitalistas. Su propuesta de libre mercado (ALCA)conducira a la guerra interna y sometimiento de los pueblos latinoamerica-nos. Constituye una amenaza para el mundo y para su propio pueblo. Bushes calificado como Mister Danger, personaje de la novela Doa Brbaradel escritor venezolano Rmulo Gallegos.

    Revolucin Bolivariana e historia como

    victoria/revancha del bien sobre el mal

    La batalla entre el bien y el mal: Chvez emplea la leyenda popularvenezolana y llanera de Florentino y el Diablo, arquetipo de la lucha entreel bien y el mal, como sinnimo de la lucha entre el pueblo patriota y laoligarqua proimperial. Florentino (329 veces) es el modelo del bien y perso-nifica a un romntico e inocente llanero, que viene a ser retado por el Diablo(623) en un contrapunteo de coplas muy tpico en el interior de Venezuela.

    Finalmente Florentino (similar a Zamora y Chvez) gana el duelo, gracias asu mayor bondad e ingenio. Los partidarios de Chvez son Florentinos yFlorentinas, y se les convoca a la batalla (cada uno de los procesos electorales)como si fueran soldados de Zamora, victoriosos hroes de la gran batalla deSanta Ins y predestinados a la victoria.

    Se afirma que el proyecto Revolucionario Socialista Bolivariano, pro-tegido por Dios y Cristo, puede salvaguardar al endogrupo de los ataquesdel capitalismo, de la oligarqua, del imperialismo y del diablo. La oligar-

    qua, los ricos, la burguesa venezolana y sus leyes, el capitalismo y sus prc-ticas econmicas, su inmoralidad y su corrupcin, son todos un veneno(234 veces) y estn envenenados (258), son unos parsitos que han logra-do enquistarse en la Repblica, de la misma manera en que lo hace un veneno,un cncer o un tumor, inoculando sus perniciosos valores e ideologa.

    Revolucin y representacin de la historia: es clara la presencia de undiscurso pico que resalta la doble condicin de vctimas y hroes de lospersonajes histricos identificados con la revolucin o proceso revolucio-

    nario (13.177 veces) actual, y de los revolucionarios en general. Segn estediscurso, el germen originario y patriota del pueblo venezolano ha intentado

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    varias veces construir un proyecto autnomo e independiente, enfrentandosiempre la oposicin de los imperios y sus lacayos internos. La tentativaoriginaria de la Guerra de Independencia fue una revolucin que se frustr

    con la muerte (asesinato, segn Chvez) de Bolvar, y que se vio nuevamentetruncada con la traicin (en la que habra participado el imperio estadouni-dense) a la Revolucin Restauradora de Cipriano Castro (iniciada en 1899).De ah que Chvez mencionase recurrentemente la frase de Pablo Nerudasegn la cual Bolvar despierta cada cien aos cuando despiertan los pue-blos (Chvez, citado por Chumaceiro 2003: 37).

    As, la Revolucin Bolivariana surge con el despuntar del siglo XXIcomo gran revancha, definitivamente victoriosa e irreversible, en el marco de

    esa lucha histrica y trascendental. La revolucin comandada por el coman-dante-presidente Chvez es una continuacin de todas las batallas libradaspor los pueblos en las revoluciones de la historia, y es la reedicin del sueo deBolvar para Nuestramrica. Slo la revolucin aspira a que todo el pueblotenga salud, educacin, felicidad y viviendas dignas; slo la revolucin vela porlos pobres, los dignifica y les da preferencia. Los oligarcas aptridas no volve-rn jams a controlar esta tierra, ya que la Revolucin Bolivariana se ha conver-tido en la garanta de progreso para el pueblo y en la consolidacin de la patria

    (tambin a partir de 2012 la frase pero tenemos patria es empleada parasellar cualquier objecin a los problemas de la gestin de gobierno). Existe laimperiosa necesidad de consolidar en la sociedad las virtudes y nuevas costum-bres genuinamente revolucionarias, as como de generar al hombre/mujernuevos; de lo contrario, si las ideas y costumbres del capitalismo neoliberal noson erradicadas, persistir el peligro de degeneracin o muerte de la patria.

    VIII. Conclusiones

    El anlisis cuantitativo y cualitativo realizado con el propsito de com-prender la retrica poltica del chavismo, con particular nfasis en el perodo2004-2010, permite identificar rasgos que presentan un claro paralelismocon lo que Parker (1999) ha denominado narrativa revolucionaria. Dichanarrativa (que incorpora pero tambin excede ampliamente el alcance de laclsica retrica populista) se evidencia en rasgos tales como la clara distincin

    que se pretende establecer entre un pasado de oprobio y un presente/futurode dignidad, as como en la ntida voluntad de construir discursivamente un

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    sujeto o endogrupo revolucionario y un no sujeto o exogrupocontrarrevolucionario. Mientras que el primero est claramente conforma-do por el pueblo (virtuoso, originario, autctono, sufrido y maltratado), el

    segundo se encarna en la oligarqua/burguesa (egosta, codiciosa, aptrida,traidora, extranjerizante), aliada a su vez con el imperio y los EstadosUnidos. El endogrupo slo puede trascender en la medida en que encarneel socialismo; el exogrupo existe en el capitalismo.

    Figuras tales como Cristo, Bolvar y Zamora, adems de Fidel y elChe (y, a da de hoy, el propio Chvez), son los hroes del endogrupo, queno es slo venezolano, sino tambin nuestroamericano, mientras que elexogrupo es extranjerizante y sigue el ejemplo de personajes construidos

    como villanos: Judas, Jos Antonio Pez y George Bush. La descripcin delexogrupo va acompaada de una notable cantidad de eptetos de connota-cin negativa (fascistas: 207 veces, esculidos: 381, asesinos: 328, trai-dores: 272, golpistas: 341, lacayos: 141, pitiyanquis: 126, aptridas:98, etc.). La fbula popular venezolana de Florentino y el Diablo resumetoda esto en una construccin discursiva que plantea la poltica y la historiacomo eterna confrontacin del bien contra el mal, nocin que a su vez sesustenta en la reinterpretacin de la historia de Venezuela como la de sucesi-

    vas revoluciones truncadas (luchas populares que se ven frustradas por lasarremetidas de la oligarqua) y que alude a una nueva etapa de la historia,que se ve finalmente sellada con la victoria (an en proceso) de la RevolucinBolivariana. La frase de Neruda, Bolvar resucita cada cien aos, cuandodespiertan los pueblos, es empleada como una profeca que convierte a Chvezen una suerte de Bolvar resucitado.

    As pues, se considera que la tpica narrativa revolucionaria (modernaen tanto incorpora las nociones de emancipacin, progreso, tcnica y cierta

    teleologa de la historia) se combina en el caso del chavismo con referenciasde carcter local y premoderno, o con lo que Laclau denominara tradicio-nes populares (Cristo, Judas, Florentino y el Diablo, etc.). Se trata de unsincretismo que ya ha sido apuntado por Forrest Colburn en el estudio deotros casos2y al cual, probablemente, es posible adjudicar buena parte del

    2 Segn John Foran (1997: 207), Forrest Colburn has argued that socialism (or, moreprecisely, marxism-leninism) has served as a blueprint for the cultural construction ofpostrevolutionary regimes in such seemingly diverse settings as Cuba, Angola, Ethiopia,

    China and Afghanistan; in a sense, one international political culture overriding theeffect of another, local, one.

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    notable impacto y arraigo que esta narrativa ha tenido en el sociedad venezo-lana, con todas las consecuencias del caso. La revolucin de Chvez es asrepresentada no slo como una promesa de progreso, sino que tambin, al

    decirse bolivariana, pretende reivindicar la dignidad del pueblo, de la pa-tria y de un supuesto mejor pasado, un origen mtico, glorioso y heroico queen Venezuela siempre es asociado a la figura de Bolvar. No se trata de unproyecto exclusivamente venezolano, sino nuestroamericano en general, ypor ende, con pretensiones de extenderse por toda la regin. Lo moderno ylo premoderno se combinan as para configurar una narrativa con un poten-cial tremendamente polarizador, que a da de hoy se perpeta y acenta conla identificacin del propio Hugo Chvez como figura central e cono

    fundacional de la revolucin, verdadero ttem en torno al cual sigue girandoel movimiento poltico que an lleva su nombre.Por ltimo, cabe sealar que los aspectos aqu reseados, relativos al

    plano del discurso, han encontrado posteriormente su correlato y confirma-cin en la prctica poltica. La praxis del chavismo ha, como dira Laclau(Muoz 2009), superado el momento populista para dar paso al momen-to institucionalizador, plasmado en mltiples disposiciones legales y degobierno que reflejan la voluntad de instaurar un nuevo orden,

    pretendidamente socialista, en buena medida antiliberal y a todas luces cen-tralizador de la economa. Tales disposiciones son a veces tan extremas queentran en conflicto con la Constitucin que el mismo chavismo impuls en1999, llegando al punto de encarnar la aspiracin (ms tpicamente revolu-cionaria, y poco populista) de ser exportadas a toda la regin.

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    CUADRO 1Elaboracin del Endogrupo y del Exogrupo en la Retrica del Chavismo

    Fuente: Elaboracin propia.

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    CUADRO 2Palabras, frases o sintagmas usados por Hugo Chvez para categorizar endogrupo

    Fuente: Elaboracin propia.

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    CUADRO 3Palabras, frases o sintagmas usados por Hugo Chvez para categorizar exogrupo

    Fuente: Elaboracin propia.

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    CUADRO 4Primer universo muestral

    Fuente: Elaboracin propia.

    CUADRO 5Lxico

    Fuente: Elaboracin propia.

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    El primer Al Presidente incluido data del primero de agosto, ltimo antes delReferndum Revocatorio Presidencial llevado a cabo el 15 de agosto de 2004.

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    FIGURA 1Frecuencia de las palabras clave que caracterizan al endogrupo

    Fuente: Elaboracin propia.

    FIGURA 2

    Frecuencia de las palabras claves que caracterizan al exogrupo

    Fuente: Elaboracin propia.

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