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La noción de obstáculo epistemológico en Bachelard Delia Irusta, antropóloga que dictó clases en la FHCS-UNPSJB en las sedes de Trelew y Comodoro Rivadavia. Falleció prematuramente en http://teoriasocialcerp.blogspot.com/2010/04/obstaculo-epistemologico- bachelard.html "Cuando se aman las cualidades contradictorias se ama profundamente." Gaston Bachelard I. Introducción Los motivos para la elección del autor y el tema tienen que ver con un gusto y varias preocupaciones, todos de larga data. El gusto nos llevó al primero y las preocupaciones al segundo. El primer contacto -hace casi dos décadas- con las obras de Gaston Bachelard (1988) y de Georges Canguilhem (1971) despertó una especial atracción por ellas: su originalidad, su profundidad, su belleza. Y una clase de humanismo que permitía buscar fuera de las interpretaciones marxistas que por entonces nos encorsetaban, sin ser arrojado necesariamente a un subjetivismo tendencioso y acrítico. Se podía sortear racionalizaciones infructuosas y encontrar explicaciones satisfactorias a muchos interrogantes. La lectura de Lecourt (1974) nos llevó a pensar que esta afinidad con dos autores a su vez vinculados (Bachelard, Canguilhem y Foucault se sucedieron en la cátedra de Historia de las Ciencias de la Universidad de París) guardaba relación con el materialismo bachelardiano -entre otros rasgos de la posición por él inaugurada- que conectaba en nosotros (no osaría afirmar que en ellos) con el materialismo cultural propuesto por Marvin Harris en Antropología. La drástica crítica de Vadée (1977) contra el idealismo bachelardiano nos obligó al planteo contrario, y entonces, el poder llegar a esclarecer por lo menos algunos de los componentes bizarros de la ecléctica formación que sobrellevamos (Marvin Harris considera al eclecticismo el peor de los pecados epistemológicos) (Harris, 1985) pasó a ser también un motivo para este trabajo. La óptica de los críticos de Bachelard, esclarecedora, no nos ha impedido mantener aquel sentimiento de que Bachelard y Canguilhem tienen que ver con nuestro camino, o por lo menos con nuestra

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La noción de obstáculo epistemológico en BachelardDelia Irusta, antropóloga que dictó clases en la FHCS-UNPSJB en las sedes de Trelew y Comodoro Rivadavia. Falleció prematuramente en

http://teoriasocialcerp.blogspot.com/2010/04/obstaculo-epistemologico-bachelard.html

"Cuando se aman las cualidades contradictorias se ama profundamente."Gaston Bachelard

I. IntroducciónLos motivos para la elección del autor y el tema tienen que ver con un gusto y varias preocupaciones, todos de larga data. El gusto nos llevó al primero y las preocupaciones al segundo.El primer contacto -hace casi dos décadas- con las obras de Gaston Bachelard (1988) y de Georges Canguilhem (1971) despertó una especial atracción por ellas: su originalidad, su profundidad, su belleza. Y una clase de humanismo que permitía buscar fuera de las interpretaciones marxistas que por entonces nos encorsetaban, sin ser arrojado necesariamente a un subjetivismo tendencioso y acrítico. Se podía sortear racionalizaciones infructuosas y encontrar explicaciones satisfactorias a muchos interrogantes.La lectura de Lecourt (1974) nos llevó a pensar que esta afinidad con dos autores a su vez vinculados (Bachelard, Canguilhem y Foucault se sucedieron en la cátedra de Historia de las Ciencias de la Universidad de París) guardaba relación con el materialismo bachelardiano -entre otros rasgos de la posición por él inaugurada- que conectaba en nosotros (no osaría afirmar que en ellos) con el materialismo cultural propuesto por Marvin Harris en Antropología.La drástica crítica de Vadée (1977) contra el idealismo bachelardiano nos obligó al planteo contrario, y entonces, el poder llegar a esclarecer por lo menos algunos de los componentes bizarros de la ecléctica formación que sobrellevamos (Marvin Harris considera al eclecticismo el peor de los pecados epistemológicos) (Harris, 1985) pasó a ser también un motivo para este trabajo.La óptica de los críticos de Bachelard, esclarecedora, no nos ha impedido mantener aquel sentimiento de que Bachelard y Canguilhem tienen que ver con nuestro camino, o por lo menos con nuestra compañía, y desarrollos posteriores como el de Bourdieu (1986) son estimulantes en ese sentido, toda vez que la epistemología de las ciencias sociales no está suficientemente desarrollada en nuestro país.Los motivos para la elección del tema, por su parte, tienen que ver con los obstáculos frecuentes en la práctica de la docencia y de la investigación. Encuentro explicaciones para ellos en tres órdenes de factores:En primer lugar, nuestra formación universitaria de país dependiente: subordinada, atrasada, dogmática y enciclopédica, que en el caso particular de la Antropología -especialmente la social y cultural- ha debido forjarse trabajosamente

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fuera de la Universidad, sobre el patrimonio heredado del "alma profesoral". Por ejemplo, no hemos estudiado epistemología de las ciencias sociales, no fuimos formados en la investigación, y siempre abrevamos en fuentes por lo menos dos décadas atrasadas con relación a lo que se discute no ya en el primer mundo sino en nuestro propio continente. Solamente para el tema que nos ocupa, las discusiones de Lecourt y Vadée sobre Bachelard, la aplicación de sus tesis a la Sociología por Bourdieu, y los trabajos de Castells y de Ipola (1981) sobre metodología y epistemología de las ciencias sociales, son de fines de los '60 y comienzos de los '70. Si bien hemos remontado este pesado condicionamiento con la formación paralela, quedan resabios bajo la forma de lagunas e incongruencias, y se siente con pesar que se podría haber tenido una perspectiva mejor, en menos tiempo.En segundo lugar, las consecuencias de la historia reciente. No ya en lo ominoso visible y conocido, sino en lo que Kordon y Edelman (1986) investigaron como "efectos psicológicos de la represión política" y que en particular en lo que hace a la producción intelectual, han producido innumerables inhibiciones y deformaciones -entre otros efectos- en nuestro inconciente, que opera como colador fantasmagórico de lo que brota de él, de manera que cuando vemos los fragmentos dispersos de nuestro pensamiento hecho palabras, a menudo la sorpresa, el desagrado, la impotencia, el desconcierto, contribuyen a paralizarnos más.En tercer lugar, obviamente, las limitaciones personales; zona oscura y final que -como la verdad que canta el poeta "lo que no tiene es remedio"- aunque sí compensaciones a través de la producción colectiva.Las dificultades para la comprensión y producción de conocimientos que encontramos en lo personal, en los alumnos, y en otros profesionales, nos llevaron a la búsqueda de respuestas en la noción de obstáculo epistemológico, uno de los conceptos nucleares y trashumantes de la epistemología de Bachelard.Si bien los factores antes mencionados serían objeto de una sociología y aún una psicosociología del conocimiento, quisimos despejar los factores obstaculizadores específicamente epistemológicos, por lo menos a través de este autor, que los ha tratado de manera exhaustiva, poética y magistral. Digamos de paso, acerca de las críticas que muestran a Bachelard como renuente o distraído con respecto al contexto sociocultural, que los textos que hemos analizado nos hacen pensar que no se trata tanto de que estaba allí su ideología sino simplemente de que no estaba allí su centro de interés. El comentario sobre Buffon alude a condicionamientos ideológicos de clase; las condiciones básicas de la medición y sus instrumentos son referidas a las teorías de cada época; y el contexto sociocultural no deja de ser el telón de fondo del discurso, que asume papel protagónico en la influencia asignada a los educadores.Como suele ocurrir, buscando una cosa se encuentran en cambio muchas otras. La relectura de "La formación del espíritu científico" tantos años después, cuando las preguntas acuciantes se refieren a la epistemología de las ciencias sociales, nos remite a otros autores, lo cual excede los límites de este trabajo. Sin embargo, es

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ineludible y provechoso profundizar las fuentes, ya que Bachelard inaugura ciertamente una línea frondosa de pensamiento. Asimismo, el confrontar a Bachelard con sus críticos, y con las opciones teóricas asumidas, amplió el horizonte de comprensión acerca de la propia identidad intelectual, tanto personal como generacional. Todos han sido aportes al "contexto de descubrimiento".II. Caracterización general de la obra de Gastón BachelardLa obra de Bachelard logra cierta continuidad en las de Canguilhem y Foucault, y salta a una irradiación amplia -tanto en la Filosofía como en la Epistemología y en las Ciencias Sociales- a partir de Althusser. Este hecho que la mayoría de los comentaristas analiza y pondera -claramente Lecourt- para otros como Vadée, es motivo de crítica por su función ideológica de ocultamiento.Tanto Vadée como Lecourt han dedicado su interés a la obra en virtud de la trascendencia y vigencia de la misma en la producción filosófica y científica francesa, y en general en la epistemología y la ciencia social contemporáneas, a partir de la década del '70. Digamos de paso, que las fundamentaciones de Vadée sobre las contradicciones de Bachelard y sobre las del propio Lecourt, (sin pretensión de su parte de desmerecerlos) resultan más satisfactorias.La obra de Bachelard tiene en general las características de la producción intelectual francesa: racionalismo, erudición, amplitud y versatilidad estética. En particular: originalidad, profundidad, belleza, ironía sutil, actitud polémica, y -lo que todos los comentaristas señalan y algunos denominan- dualidad. Por sobre la amplia gama de disciplinas y temáticas que abarcó, hay dos grandes agrupamientos opuestos que desconciertan a la posteridad: su obra científica y su obra literaria, su epistemología y su poética. Para Vadée esta dualidad no es tal, pues encuentra por debajo de ella y de la variedad, la unidad de la concepción filosófica y metafísica de Bachelard.Al decir de este autor, la obra es polifónica y politemática. Reúne estrechamente por doquier las consideraciones científicas, filosóficas, psicológicas, culturales, éticas, etc. Está sistemáticamente pluralizada, voluntariamente diversificada, pero con gusto por lo concreto y con un acercamiento profundo y auténtico.Se caracteriza también por su no-positivismo y su antievolucionismo, lo cual resalta en "La formación ..." y resulta interesante en tal sentido tanto el que cite a Reichenbach, como el que no se centre en la crítica al positivismo sino en el desarrollo de una posición original y propia. Esta diferencia de actitud en comparación con los críticos marxistas, hace al atractivo de la obra de Bachelard.Llegamos aquí al punto de flexión en las opiniones: mientras Lecourt descubre el materialismo bachelardiano, Vadée impugna su idealismo, y también el carácter de revolucionaria que casi todos los comentaristas atribuyen a la epistemología de Bachelard.III. ¿Materialismo o idealismo? ¿Filosofía o epistemología?Lecourt nos presenta a un Bachelard filósofo autodidacta, que por serlo, reflexiona con toda libertad desde fuera de la filosofía y desde dentro de la práctica y la enseñanza de la historia de las ciencias. Desde el materialismo dialéctico, lo considera en polémica tanto con el racionalismo francés en su variante

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espiritualista, como con el positivismo, con pocos adeptos ya en épocas de Bachelard en la filosofía y la ciencia oficiales francesas.También desde el materialismo, Vadée afirma en su tesis principal que hay una filosofía de Bachelard que es esencialmente un nuevo idealismo, presentado con la forma y bajo la cobertura de una "epistemología" que piensa poder desarrollarse más allá de las oposiciones filosóficas tradicionales. Este idealismo filosófico se perfila o se oculta bajo los variados nombres de polifilosofismo, sobrerracionalismo, filosofía "de segunda posición", "racionalismo aplicado", "materialismo racional" o incluso, "idealismo discursivo". Pero ni aún su "filosofía del no", podría ser nunca ausencia de filosofía o no-filosofía.Si bien Bachelard -continúa- rompió efectivamente con el espiritualismo -la forma dominante del idealismo francés- de ninguna manera pudo exceder estos marcos. Sus posiciones y tesis sobre las ciencias, como por ejemplo su papel cultural progresista, su relación con la técnica y la socialización del trabajo científico, así como cuestiones centrales en "teoría " de la ciencia, como la interpretación indeterminista de los descubrimientos de la microfísica, ya eran corrientes y hasta dominantes, por lo que no es en absoluto un creador de las mismas. Simplemente las retoma y les da alcance filosófico y proyección ideológica, manteniendo la gran corriente de racionalista francesa.La imagen de un Bachelard no filósofo debe rechazarse -afirma-. Antes bien, nos encontramos ante un nuevo racionalismo, última variante del idealismo, a través de tesis que no tienen nada de nuevo y que estructuran no solamente su obra epistemológica, sino también la "filosófica", estética y de crítica literaria. Asimismo, Vadée muestra toda una metafísica bachelardiana, la cual -y en particular las tesis metafísicas sobre el tiempo- hacen a la unidad de toda la multifacética obra (Vadée, 1977). En este sentido, Vadée pone en evidencia con mucha claridad lo que para todos los comentaristas, incluido Lecourt, ha sido motivo de perplejidad y casi de misterio.Bachelard considera a las filosofías tradicionales -y por extensión a la producción filosófica en general- atrasadas con respecto a la producción científica. La concepción de Razón en estas filosofías es fijista, inmovilista, perezosa del pensamiento, y no tiene en cuenta el efecto de los conocimientos científicos sobre la estructura espiritual. Más aún, se convierte en obstáculos al conocimiento racional.Rechaza por tanto, la jurisdicción de la filosofía sobre las ciencias, hecho que para Lecourt significa indiscutiblemente que Bachelard cambia de campo filosófico, abandonando el terreno de las filosofías idealistas y las teorías del conocimiento que les son propias. En cambio para Vadée, si bien es el lugar justo de la crítica de Bachelard a los filósofos es también el lugar de su filosofía (y de su metafísica) que sí proviene de su posición epistemológica valorizadora de las ciencias y en especial de las teorías científicas contemporáneas, pero de ninguna manera de fuera de la filosofía.Para Lecourt el principio teórico preciso y profundo de la epistemología de Bachelard no procede entonces del campo filosófico sino de la concreta historia de

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las ciencias, lo cual no implica una anti-filosofía, sino, en palabras de Bachelard, el proyecto de "constituir una filosofía adecuada a las ciencias contemporáneas" y de "dar a la ciencia la filosofía que se merece".Vadée va más allá todavía y considera a la epistemología bachelardiana como el centro de irradiación de toda su obra, extendida en direcciones y dominios sumamente variados e inesperados.La historia de las ciencias no es evolutiva ni acumulativa, procede por saltos, mutaciones, "rupturas" y contradice la Verdad de las filosofías cerradas que son siempre desmentidas por los avances científicos. Esto no lleva sin embargo a Bachelard a un relativismo de las verdades, sino que su visión del progreso científico enfatiza los momentos de errores, fracasos y dudas que caracteriza la concepción que él pretende abierta. Esta es su interpretación de las "revoluciones científicas", de las cuales la filosofía debería extraer "enseñanzas".Lo que Lecourt considera el "núcleo filosófico" -no explicitado pero inferible- de la epistemología de Bachelard, es un conjunto de tesis, la primera y más importante de las cuales es la de la objetividad, que constituye el presupuesto de sus análisis tanto en física como en química, asociada a la noción de "valor epistemológico". En virtud de ellas, la filosofía de la cultura científica debe aceptar la reorganización permanente del conocimiento que producen las verdades científicas, ya que éstas tienen garantía de racionalidad y objetividad en virtud de su propia y autónoma dinámica.Para Lecourt esta tesis es revolucionaria por cuanto "la objetividad de los conocimientos está pensada como la del fundamento de la verdad (definida como "acuerdo de la mente y de la cosa") del conocimiento" (Lecourt, 1974, pp. 60). El desarrollo sistemático de esta cuestión constituye el "contenido" de la "teoría del conocimiento" de Bachelard, en ruptura con la filosofías idealistas modernas: "Al apoyarse en la tendencia espontáneamente materialista de la filosofía de los científicos comprometidos en su práctica, se crea la obligación de construir su edificio epistemológico en otro campo de la filosofía: en el campo del materialismo." (Idem, pp. 61)Dos tesis relacionadas con la anterior se refieren a la cuestión de la Verdad: "La verdad científica es una verdad que tiene un futuro" y "Los acontecimientos de la ciencia se encadenan en una verdad que aumenta incesantemente" (Idem, pp. 62-63) con lo cual se afirma que las ciencias producen verdades, aceptables desde sus métodos de validación, que no pueden ser impugnadas por las filosofías idealistas con argumentos generales finalistas, y que la verdad científica puede ser considerada "absoluta" en el sentido no de un punto final sino siempre como producto de etapas en un proceso de creciente aproximación (aproximacionalismo probabilista de Bachelard según Ferrater Mora) (1982). La ciencia, a diferencia de la filosofía, se acrecienta incesantemente con nuevas verdades, en un proceso sin límites.En tal sentido, el concepto asociado de "frontera epistemológica "se refiere a las fronteras absolutas propuestas a la ciencia por la filosofía y que para Bachelard es indicio de un problema mal planteado y conduce a una detención momentánea del

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pensamiento.Vadée señala que la tesis del conocimiento científico como esencialmente aproximado fue la primera de Bachelard y que la categoría epistemológica de aproximación es central en su obra a lo largo de treinta años, si bien no era a ese momento una tesis nueva, y lo que hizo Bachelard fue retomarla. Aquí es donde Vadée señala que Bachelard no distingue entre los diferentes términos que son: teoría del conocimiento, epistemología y filosofía de las ciencias. A través de su análisis crítico señala que el énfasis está puesto en el método y no en lo real, la materia, y que esto marca la imposibilidad de Bachelard de superar su posición idealista.En cambio Lecourt, aceptando los rasgos de la filosofía kantiana presentes en Bachelard, señala que para superar los límites de la subjetividad del sujeto cognoscente y poder garantizar la objetividad del pensamiento científico, Bachelard recurre a un cuasi-sujeto que son las matemáticas, "sujeto del proceso de las ciencias físicas", a las que considera no un mero lenguaje sino un pensamiento; "un pensamiento seguro de su lenguaje" (Lecourt, 1974, pp. 89).Sin embargo, desconcierta a Lecourt que en esta caracterización tan claramente dialéctica y objetiva del proceso científico, dedique Bachelard tanta atención a la psicología del sujeto productor de conocimiento, tema privilegiado de "La formación ..." y recurrente en la obra. Se trataría de una contradicción y sobre todo de la manifestación de la "ilusión epistemológica de Bachelard" (Idem, pp. 81), la cual no sería interna a su epistemología sino externa, ubicada en el plano de lo trascendente, en la resistencia que las componentes idealistas que persisten en la filosofía de Bachelard oponen a sus tesis materialistas; el revestimiento del problema real: los valores ideológicos del sujeto productor de ciencia por una explicación desde otro lugar.Ningún desconcierto asalta en cambio a Vadée, para quien esta valoración del pensamiento matemático procede de la valoración previa de la inducción como expresión de la creatividad, por ende de la imaginación, propia del idealismo, que actúa como verdadero operador filosófico en el discurso bachelardiano, y por el cual logra invertir el orden de las causas y mantener la determinación de la realidad por la teoría, de lo físico por lo matemático, como el verdadero motor del conocimiento científico. La instancia de la realidad se convierte en subordinada. "La inducción, precisamente, es esta "potencia del espíritu" que anuncia entre líneas la de la imaginación, esta capacidad "inventiva" que para Bachelard es la marca del pensamiento humano en todos los dominios de la cultura y no solamente en el de la ciencia." (Vadée, 1977, pp. 49)"La clave de la filosofía de Bachelard está en una metafísica del tiempo sobre la que descansa el vasto desarrollo ulterior de una filosofía de la imaginación y del espíritu que domina todas las concepciones bachelardianas." (Idem, pp. 81)Cabe aclarar que Vadée -a diferencia de Lecourt- salta el obstáculo de la dualidad y analiza la totalidad de la obra, y por ende sus influencias recíprocas, lo que nos parece más correcto, pues no es lo mismo un pensador en sus contradicciones que un pensador escindido.

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Así, la insistencia de Bachelard en presentarse como racionalista, en "abrir" la razón y superarla, y su necesidad de enlazar ese racionalismo abierto con un cierto materialismo, es más exactamente un racionalismo aplicado, un materialismo técnico. Y sería claro el vínculo entre la interpretación indeterminista en epistemología (interpretación idealista) y la filosofía del tiempo discontinuo (metafísica). De donde las numerosas correspondencias entre todas sus obras muestran un centro activo de su pensamiento, desde el cual todo irradia y al cual todo converge, que es la meditación sobre el tiempo.Así, las famosas tesis epistemológicas sobre las rupturas en la historia del espíritu científico y de la cultura y las tesis sobre la historia recurrente están en relación directa con las de la naturaleza discontinua del tiempo, el instante "innovador" y el "tiempo vertical" opuesto al tiempo horizontal, que es el tiempo del espíritu.De este modo en Bachelard no hay distancia entre la posición antievolucionista en historia de las ciencias (tiempo puntiforme; causalidad psicológica universal, repetitiva); la posición antibergsoniana en ontología (según Ferrater Mora Bergson acepta la universalidad de la evolución de la vida y considera la conceptuación como falseamiento de la realidad) y la posición antimaterialista en teoría de la cultura (primacía del espíritu, de la conciencia, de los valores). Es pues en las concepciones sobre el tiempo donde hay que buscar la clave de una comprensión de esta idea de "ruptura" adelantada por Bachelard, por la que se le ha juzgado vinculado al materialismo dialéctico, al menos en epistemología. (Idem, pp. 104)Esto no queda solamente en la cuestión de la continuidad o discontinuidad del tiempo, sino que lleva a la de su objetividad, ya que la prueba de la discontinuidad residirá esencialmente en la subjetividad: el tiempo como manifestación de lo real está reducido al instante presente como único y absoluto por la "identidad total" entre el instante presente y lo real. El fin esencial de la tesis de la discontinuidad absoluta del tiempo es fundamentar la oposición entre el tiempo horizontal (el de la materia o de la vida) y el tiempo pensado (el del espíritu y del psiquismo). En relación con esto y con su compleja teorización de la causalidad eficiente y de la causalidad formal Bachelard obtiene argumentos para desarrollar una concepción de la actividad espiritual concebida: 1, efectuándose en un eje temporal vertical (teoría del instante absolutamente puntiforme); y 2, absolutamente liberada de toda condición material (histórica, social u otra). Su interés por las "causalidades espirituales" aclaran su esfuerzo por constituir una "psicología del espíritu científico". Aspira incluso a la vida espiritual como estética pura, libre de toda determinación por las cosas o incluso por los pensamientos.Sintetiza Vadée: "Sus dos discursos principales (epistemología y estética) son más que homólogos: desde el punto de vista filosófico sólo hay un discurso ... idealista. Es una verdadera filosofía del espíritu a la altura de su tiempo y de ahí se deducen todas las correspondencias que pueden encontrarse entre las diferentes partes de su obra. ... La dualidad de la obra o, más bien, su pluralidad, ... es la manifestación de la traducción en forma idealista, en tesis idealistas, de un contenido concreto materialista. La profesión de idealismo de Bachelard se repite por todas partes y todo su trabajo ha consistido en trasponer las nuevas enseñanzas materialistas,

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aportadas por el siglo XX en un cierto número de dominios, en un discurso idealista y una filosofía del espíritu" (Idem, pp. 108). Por eso Bachelard mantiene su concepción idealista del espíritu aunque lo haga en un contexto epistemológico renovado.La nueva metafísica y el nuevo idealismo bachelardianos, contienen asimismo, su propia filosofía de los valores. Dado que la razón y la imaginación poseen formas ordenadoras de la materia, a la cual trascienden, y que poseen un dinamismo autónomo "tonifican el psiquismo". Son entonces valores culturales el de la cultura científica y el de la cultura poética, en constante superación, y son estos valores culturales los que se han hecho pasar por valores epistemológicos o valores de conocimiento, pues Bachelard los opone permanentemente a los valores de convicción. Se superponen aquí su filosofía del espíritu y su moral científica. En este camino se aparta tanto de los racionalistas pues habla de una fenomenología del alma como de los espiritualistas por su insistencia en el racionalismo científico.

Esto se relaciona con la defensa del ideal racionalista clásico del conocimiento desinteresado, que es uno de los sentidos de su antirrealismo y antipositivismo, acusando a todos los positivismos, pragmatismos y materialismos de reducir la ciencia a restricciones prácticas o utilitarias. Pero ello es porque no hace ninguna distinción entre explicación materialista de las condiciones de existencia de la ciencia y el valor teórico y progresista del conocimiento objetivo. Piensa que realistas y materialistas reducen el segundo a las primeras y suprimen de este modo el valor cultural que representa de manera eminente el nuevo espíritu científico. Se presenta así -califica Vadée- en pleno siglo XX animado del ideal de los filósofos de las luces.Otro punto de discusión es el de la dialéctica bachelardiana, que Lecourt acepta como tal, pese a las numerosas y diversas definiciones que de ella ofreció el mismo Bachelard. Toma al pie de la letra su última tesis, que afirma que el proceso de producción de los conocimientos científicos, es dialéctico, (pues ellos se muestran "vivos", "francos", "discontinuos"; avanzando por "saltos", "fallas" o "rupturas") y hace de estas declaraciones una prueba del materialismo de Bachelard.Para Vadée el uso del concepto es salvaje (la traducción más correcta sería silvestre) y en el mejor de los casos polisémico. En todo caso y de acuerdo con Canguilhem "Lo que Bachelard llama dialéctica es el movimiento inductivo que reorganiza el saber ampliando sus bases, donde la negación de los conceptos y de los axiomas no es más que un aspecto de su generalización" (Idem, pp. 147). Se trata de dialécticas sobre el modelo de complementariedad, en el plano conceptual, pero no hay negación dialéctica en la realidad. Dialectizar quiere decir simplemente complejizar, pluralizar, desmaterializar. Pero no hay prioridad de la materia en el plano ontológico ni concepción de totalidad en el plano gnoseológico.

Pese a su apoyo en la historia, y sus conceptos de ruptura, reconstrucción y revolución no hay causalidad fuera del atemporal inconsciente. Se entiende así el uso del psicoanálisis como herramienta conceptual para su epistemología, a través

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de la noción de obstáculo epistemológico.IV. Psicoanálisis del conocimiento objetivoSegún Lecourt, la de obstáculo epistemológico, es una "Noción construida para describir (...) los frenazos del proceso de producción de verdades", que ofrece una teoría "naturalista" de la ideología, pues los "falsos valores" obstaculizadores provienen del inconsciente (instintos), de allí que "...al tomar como naturaleza una ideología de la naturaleza, Bachelard naturaliza la ideología" (Lecourt, 1974, pp. 113) y la torna también ahistórica. En el famoso ejemplo de la escena del trueno del Werther de Goethe, lo que el propio Bachelard toma como "impulso de la naturaleza" no es otra cosa que la resonancia "afectiva" de una representación ideológicamente determinada de la naturaleza.En una bella imagen Bachelard describe una "filosofía diurna" de los científicos, que es la que guía sus trabajos de laboratorio, y una "filosofía nocturna" que es la que aparece bajo la forma de obstáculos, y que es la que toman prestada a, o la que se les infiltra subrepticiamente desde, la filosofía de los filósofos. Y ella no es autónoma, sino que obedece a intereses que le son externos. El advirtió claramente esta realidad de la práctica de la ciencia y buscó su explicación a través del psicoanálisis. Cabe señalar que Bachelard tomó al psicoanálisis de manera heteróclita, (ello es evidente en "La formación ...") a fin de esclarecer el tema de los obstáculos en su epistemología, y que a medida que avanzó en su "poética", con sus estudios sobre la imaginación literaria, fue distanciándose de las tesis psicoanalíticas hasta el punto de llegar a criticarlas abiertamente para adoptar la óptica fenomenológica.Además de ello, procedió a disociar la teoría analítica y la idea de terapéutica analítica, inaceptable en realidad en el psicoanálisis, pero que le sirvió para no quedarse meramente en el esclarecimiento de los obstáculos sino también proponer modos de superarlos.Se plantea así una intervención, una "terapéutica" filosófica. Aún cuando más adelante se aparta y rechaza las tesis, conserva esta idea de la necesidad de un "psicoanálisis del conocimiento objetivo". Y es justamente la idea de intervención terapéutica -de un lugar exterior, como el del médico-, reforzada por la idea de neutralidad del terapeuta, por lo que Bachelard incurre en la ficción de crearse un lugar exterior a su ámbito de intervención (la filosofía), negando de este modo el lugar real desde donde habla, ya que es en la filosofía donde él toma posición, y este lugar imaginario exterior le crea la ilusión de que no es parte implicada en la intervención.Esta cuestionable disociación, para Lecourt, pudo hacerla Bachelard pues cada parte desempeña una función distinta en su edificio epistemológico. La teoría fue siendo desplazada por el desarrollo de una metafísica de la imaginación a través de su poética, que le fue cuestionando al psicoanálisis su psicologismo y organicismo; su determinismo psíquico; su subjetivismo. Críticas respaldadas por una teoría decididamente no subjetiva, no psicológica, una teoría ontológica de la imaginación o, para emplear los términos de Bachelard, una Metafísica de la Imaginación

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En cambio, "El modelo de la cura analítica subsistirá porque le permite denegar el lugar real desde el que habla sin obligarle a restaurar el mecanismo de las teorías del conocimiento: al de la jurisdicción de la filosofía sobre las ciencias. Puede decirse que ahí está la piedra angular de la ilusión espistemológica. Asegura su coherencia en el punto de menor resistencia". (Idem, pp. 119)Es interesante seguir este desdoblamiento o paralelismo de los dos tipos de producción. En su poética sostiene que " la imaginación produce el pensamiento", es decir es productora del ser y del pensar, o sea primacía del pensamiento sobre el ser (idealismo). Pero en su epistemología la tesis de la objetividad afirma la primacía del ser sobre el pensamiento (materialismo). Son afirmaciones de una contradicción irreductible, pero simétricas e isomorfas. El punto de concordancia ha sido propuesto por Jean Hyppolite (citado por Lecourt): consistiría en "remachar" el sujeto absoluto que es la Imaginación sobre el "cuasi-sujeto" del proceso de conocimiento científico que son las matemáticas. Hyppolite propone explícitamente ver en "la imaginación matemática" el punto de acuerdo en que la unidad se realizaría en silencio, (o sea contra la opinión explícita de Bachelard)En síntesis, para Lecourt, desde su intención de una "teoría materialista del conocimiento", "la ilusión epistemológica" bachelardiana es el precio de su posición filosófica contradictoria: su dispositivo filosófico descubre un campo teórico inédito, negado-rechazado por toda la tradición filosófica idealista : el de la historia del proceso de la práctica científica, de sus formas y de sus condiciones. Pero este descubrimiento es inmediatamente recubierto en sus trabajos por la persistencia de una concepción especulativa de la filosofía. Ilusión que se cierra en el proyecto de "psicoanálisis del conocimiento objetivo". Ilusión específica de Bachelard que explica su situación excepcional en la tradición filosófica francesa y en la corriente de la epistemología internacional. A través de esta contradicción la obra de Bachelard hace aparecer en efecto el mecanismo interno que rige todo discurso epistemológico: el revestimiento por unas tesis filosóficas de los problemas científicos que plantea la historia del proceso de conocimiento.Para Vadée, por su parte, mostraría la crisis de la filosofía racionalista ante el progreso general de las ciencias y de la filosofía materialista, la imposibilidad de una historia real del conocimiento por parte del racionalismo francés. Las causas principales del error son inmanentes al "acto epistemológico" y por ello hay que buscarlas en el plano psicológico. Pese a que reniega del psicologismo y del subjetivismo, está muy lejos de una explicación naturalista o materialista y aún de una verdadera explicación psicoanalítica, de los fundadores o actual. Sus fuentes inconscientes, en el espíritu, están muy lejos del imaginario freudiano y del deseo.

V. Nuevo punto de partida (nuestro)La síntesis de Lecourt, en su estudio sobre Canguilhem (Lecourt, 1987), sitúa a Bachelard como el primero en reconocer que la historicidad es esencialmente pertinente al objeto de la "filosofía de las ciencias". Este objeto es el sistema articulado de las prácticas científicas, conjunto de relaciones históricamente determinadas de producción de conceptos.

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Su aporte revolucionario en filosofía y epistemología es la tesis de que toda ciencia produce, en cada momento de su historia, sus propias normas de verdad. Esta verdad de Bachelard puede enunciarse: a) la determinación esencial de toda filosofía, en cuanto implica como pieza clave una "teoría del conocimiento", es la relación específica que mantiene con las ciencias; b) esta relación específica aún cuando adopte formas diversas u opuestas (idealismo o empirismo), es siempre una relación de "desplazamiento", de "distancia" o de "secesión" de la filosofía de los filósofos con relación al trabajo efectivo de los científicos.La noción clave es la de "obstáculo epistemológico". La filosofía de los filósofos transcurre en lo imaginario, a diferencia de los científicos que operan con objetos reales. De allí la propuesta de realizar un psicoanálisis del conocimiento objetivo, para defenderse de los espejismos y descubrir la filosofía clara de su práctica real. Si bien no tuvo futuro esta metodología, obligó a la filosofía de las ciencias a un desplazamiento revolucionario hacia el lugar donde nunca habían estado , en el que se unen cada práctica científica y las ideologías que intervienen en ellas disfrazadas de filosofía. Proceso de lucha, que transcurre en una historia.La síntesis de Vadée, por su parte, es que la lectura (y la ponderación ) actual de Bachelard, especialmente por parte de los marxistas, es unilateral y se apoya en las posiciones generales de los nuevos idealismos epistemológicos. El precio es: 1, un rechazo de la gnoseología materialista del marxismo; 2, un ajuste recíproco del materialismo histórico y del racionalismo idealista de Bachelard. Lecourt sería un ejemplo cristalizado de esta posición, en un contexto en el que la filosofía marxista materialista encuentra nuevos adversarios en el propio terreno del racionalismo: estructuralismo, arqueologismo. 20 años atrás (de 1975) hubiera contribuido a criticar al idealismo espiritualista, pero revalorizar hoy a Bachelard no sólo no ayuda a la crítica del idealismo actual, sino que frena el desarrollo del materialismo dialéctico, pues más bien representa "al empiriocriticismo de nuestra tradición nacional".A esta altura, hemos aclarado algunas cuestiones y surgen en consecuencia nuevas preguntas. Resulta clara y coherente la argumentación de Vadée en su desmitificación de Bachelard, y en el señalamiento de las contradicciones de quienes -como Lecourt-lo acogen desde el marxismo como uno de los propios.La amplia fundamentación que desarrolla Vadée para impugnar a Bachelard, se origina en los efectos de su pensamiento y el de sus seguidores. Del mismo modo -obviamente sin una fundamentación semejante- nosotros hemos buscado prescindir de los desarrollos marxistas también a partir de sus efectos, a partir de las experiencias sociales y personales de las que hemos sido testigos y protagonistas en nuestro tiempo histórico. Esto no implica renegar de lo esencial de la revolución marxiana y de su rol fundador de la ciencia social, sino buscar teorías de alcance general más explicativas e igualmente consistentes.Nos preguntamos sin embargo, en qué punto estará hoy esta discusión de veinte años de antigüedad; por qué sociólogos renovadores como Bourdieu pudieron hospedar a Bachelard en la ciencia social sin sonrojarse; qué podemos tomar de Bachelard sin pecar de eclecticismo; y si esta opción nos lleva realmente a un

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mayor esclarecimiento teórico y metodológico o si debemos buscar por otro lado.Si bien estamos ya prevenidos contra la obsesión de la totalidad y sus efectos perniciosos, como el dogmatismo y el sectarismo, estamos convencidos de que no se puede pretender comprender la realidad -física o social- sin teorías filosóficas y científicas que den cuenta de la totalidad de lo existente. En tal sentido, no obstante la riqueza, la amplitud y la profundidad de la búsqueda de Bachelard, no nos basta su metafísica, y requerimos, seguramente desde nuestro racionalismo y materialismo (cualesquiera sea su forma y su mezcla), otro tipo de explicaciones.Sí en cambio nos explica más y mejor desde el campo de la antropología el materialismo cultural que propone Marvin Harris, concebido como estrategia de investigación "que combina el pragmatismo y empirismo anglo-americano con lo mejor del marxismo, a saber el estudio marxiano de las condiciones materiales como clave para la comprensión científica de la vida social humana (Harris, 1985). Su teoría general sobre las semejanzas y diferencias socioculturales y la evolución de las mismas se apoya en presupuestos teóricos y epistemológicos explícitos opuestos a los de Bachelard en tanto materialistas, dialécticos y evolucionistas, pero con puntos de contacto a través del reconocimiento de la necesidad de equilibrio entre racionalismo y empirismo, entre teoría y hecho, del respeto por las reglas generales del método científico y de la valoración de la ciencia como modo -si bien no único- destacado e irreemplazable de conocimiento de lo real.Sin embargo, y he aquí la duda central a esta altura, la totalidad en el nivel de las macroteorías nos deja incómodamente suspendidos sobre la realidad, como lo vivimos cotidianamente en la práctica de la docencia y de la investigación. Dicho de otro modo, el análisis de lo micro no puede hacerse sin dicho marco global, pero tampoco solamente con él.Es patente la dificultad para ampliar los marcos teóricos sin incurrir en gruesas contradicciones, y para encontrar caminos innovadores. La metodología, tal y como la hemos aprendido ha pasado a funcionar como recetario esquematizante, y lo que es peor, como super-yo castrador. Los materialismos no nos esclarecen lo que pasa "en las cabezas de las gentes" porque son insuficientes, y los idealismos menos aún, porque son excesivos, o excesivamente subjetivos y fantasiosos.En consecuencia: ¿Cómo timonear una espiral sin caerse de su extremo?Aceptada la caracterización crítica de Vadée, dejamos en los portales de la Filosofía y de la Epistemología la discusión en esos territorios, para analizar qué nos queda al cabo, del aporte de Bachelard y por qué. De esta peculiar obra que es "La formación del espíritu científico", tan concreta como estética, tan rigurosa como poética, "quintaesenciamos" un haz de minuciosas reflexiones metodológicas y apreciamos el efecto estimulante de su actitud intelectual, para la tarea científica.Con respecto al por qué, creemos que la síntesis de Harris ofrecida más arriba, muestra puntos de encuentro entre posturas tan opuestas como las de éste y Bachelard: el equilibrio entre empirismo y racionalismo, que en lenguaje musical podría denominarse "la razón bien temperada", y en términos familiares "la razón bien empleada"; la valorización positiva de la ciencia como bien cultural de la

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humanidad, que en ninguno de los dos aparece como soberbia ni descalificadora de otros modos de conocimiento, sino exigente para con los iniciados en éste. Exponentes destacados ambos del producto más valorizado de la cultura occidental, aparecen bastante menos etnocéntricos que muchos relativistas culturales.Veamos entonces las lecciones de Bachelard a través del análisis de "La formación del espíritu científico".VI. La experiencia científicaBachelard afirma que la experiencia científica es, ante todo, una experiencia que contradice a la experiencia común, la cual no está en verdad compuesta, sino, a lo sumo, hecha de observaciones yuxtapuestas, y por ello no puede ser efectivamente verificada. Permanece siendo un hecho; no puede darnos una ley.Le resulta realmente llamativo que la antigua epistemología haya establecido una vinculación continua entre la observación y la experimentación, cuando en realidad la experimentación debe apartarse de las condiciones ordinarias de la observación.

Le resulta realmente llamativo que la antigua epistemología haya establecido una vinculación continua entre la observación y la experimentación, cuando en realidad la experimentación debe apartarse de las condiciones ordinarias de la observación.

Esta distancia la provee una crítica racional de la experiencia, que es solidaria con la organización teórica de la experiencia, afirmación de la que se desprende una recomendación metodológica: Un método tal de crítica exige una actitud expectante, casi tan prudente frente a lo conocido como a lo desconocido, siempre en guardia contra los conocimientos familiares, y sin mucho respeto por las verdades de escuela.la perspectiva de errores rectificados es la que caracteriza al pensamiento científico. Una hipótesis científica que no levanta ninguna contradicción no está lejos de ser una hipótesis inútil. Lo mismo , la experiencia que no rectifica ningún error, que es meramente verdadera, que no provoca debates, ¿a qué sirve? (B: 13)[*].En estos párrafos se sintetizan varios conceptos centrales en la concepción de Bachelard: el corte entre pensamiento científico y pensamiento común; el corte entre experiencia y conocimiento dentro de la propia ciencia a través de la teoría, y de la crítica como método; el avance científico ponderando el error y no la certeza; el papel de los conocimientos familiares, a veces cimentados desde la propia socialización de la ciencia, transformados en verdades escolares, dogmáticas.La interpretación racional es siempre la que ubica los hechos en su lugar exacto. Es sobre el eje experiencia-razón, y en el sentido de la racionalización, donde se encuentran al mismo tiempo el riesgo y el éxito. Sólo la razón dinamiza a la investigación pues sólo ella sugiere más allá de la experiencia común (inmediata y especiosa), la experiencia científica (indirecta y fecunda) (B: 19).Desde el punto de vista filosófico podríamos criticar el siempre como

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sobrevaloración de la razón y al mismo tiempo subvaloración de la ideología. Pero desde el punto de vista epistemológico podemos tomar el valor de enseñanza metodológica para una racionalidad bien empleada, a la que aspira siempre el conocimiento científico, y que le es característico por oposición a otros tipos de conocimiento.El conocimiento de lo real jamás es inmediato y pleno. El pensamiento empírico es claro, inmediato cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones (B: 15).En tal sentido, Bachelard traza un camino de la experiencia a la abstracción, cuyo primer paso es la geometrización, primera tarea en la que se funda el espíritu científico, a mitad de camino entre lo concreto y lo abstracto, en la cual el espíritu pretende conciliar las leyes con los hechos. Por ejemplo, poner en serie, ordenar, los acontecimientos decisivos de una experiencia.Esta tarea de geometrización termina siempre por revelarse insuficiente; esta primera representación, fundada en un realismo ingenuo revela los vínculos con las representaciones familiares, poniendo de manifiesto la necesidad de trabajar debajo, en el nivel de las relaciones esenciales que sostienen los fenómenos. El pensamiento científico es entonces arrastrado hacia "construcciones" más metafóricas que reales, hacia "espacios de configuración"Y entonces, puesto que lo concreto acepta ya la información geométrica, puesto que lo concreto es analizado correctamente por lo abstracto, la abstracción sería el derrotero normal y fecundo del espíritu científico. En la evolución del mismo se discierne un impulso que va de lo geométrico, más o menos visual, a la completa abstracción. La primera representación geométrica de los fenómenos significa esencialmente poner en orden, y esta primera ordenación nos abre las perspectivas de una abstracción alerta y conquistadora.La abstracción despeja al espíritu, lo aligera, lo dinamiza (es efectivamente para Bachelard un valor cultural).A su vez, el proceso de abstracción no es uniforme, no logra su objetivo de una sola vez, plantea dificultades. Estas dificultades u obstáculos epistemológicos pueden estudiarse no sólo en el desarrollo histórico del pensamiento científico sino también en la práctica de su enseñanza, habida cuenta de que "...los profesores reemplazan los descubrimientos por lecciones" (B: 291).VII. Alma y espírituEl subtítulo de "La formación del espíritu científico": "Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo" señala la finalidad de la obra, que es analizar -para superar- los obstáculos que las fuerzas psíquicas oponen al conocimiento científico.Bachelard las ejemplifica largamente y con gran erudición a lo largo de la secuencia histórica: estado precientífico (hasta el siglo XVIII), estado científico (hasta la Teoría de la Relatividad y otras revolucionarias de la Física), era del nuevo espíritu científico (desde entonces), a través de las cuales observa una evolución psicológica (B: 10) que ha permitido el avance de la ciencia superando estos obstáculos, los cuales sin embargo están siempre presentes, o mejor dicho acechando, pues hasta en el hombre nuevo quedan vestigios del hombre viejo y en

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nosotros el siglo XVIII continúa su vida sorda, como prueba -metaforiza- de la somnolencia del saber, de la avaricia del hombre culto rumiando sin cesar las mismas conquistas, y volviéndose como todo avaro, víctima del oro acariciado.La memoria intentando reemplazar al razonamiento, por lo que advierte: "La paciencia de la erudición nada tiene que ver con la paciencia científica" (B: 10)Aconseja entonces que se debe estar seguro en cada momento de la vida mental, de poder reconstruir el saber, y que sólo los ejes racionales permiten tal reconstrucción:todo saber científico ha de ser, en todo momento, reconstruido; ...en todas las cuestiones, para todos los fenómenos, es necesario pasar ante todo de la imagen a la forma geométrica y luego de la forma geométrica a la forma abstracta, y recorrer el camino psicológico normal del pensamiento científico;...partiendo de las imágenes, a veces muy pintorescas de la fenomenología básica, veremos cómo y con qué dificultades se sustituyen a esas imágenes las formas geométricas adecuadas. No es de asombrar que tal geometrización, tan difícil y lenta, se presente durante mucho tiempo como una conquista definitiva y que sea suficiente para constituir el sólido espíritu científico, tal como aparece en el siglo XIX. Se es muy apegado a lo que se ha conquistado penosamente. No obstante necesitaremos probar que esta geometrización es una etapa intermedia. (B: 11)Por fuera de toda correspondencia histórica -señala- hay una especie de ley de los tres estados para el espíritu científico, por los cuales pasaría necesariamente en su formación individual:1º El estado concreto, en el que el espíritu se recrea con las primeras imágenes del fenómeno y se apoya sobre una literatura filosófica que glorifica la Naturaleza, resaltando la unidad del mundo y la diversidad de las cosas.2º El estado concreto-abstracto, en el que el espíritu adjunta a la experiencia física esquemas geométricos y se poya sobre una filosofía de la simplicidad. El espíritu se mantiene todavía en una situación paradójica: está tanto más seguro de su abstracción cuanto más claramente eta abstracción está representada por una intuición sensible.3º El estado abstracto en el que el espíritu emprende informaciones voluntariamente sustraídas a la intuición, voluntariamente desligadas de la experiencia inmediata y hasta polemizando abiertamente con la realidad básica, siempre impura, siempre informe.Hasta aquí Bachelard nos habla de obstáculos al conocimiento objetivo, que son psicológicos, que pueden rastrearse en el proceso de construcción del conocimiento tanto histórico como individual, y que una manera de exorcizarlos es a través de la capacidad de reconstruirlos permanentemente por medio del raciocinio, a través de la imaginación creadora, no de la memoria dogmática.Este espíritu científico, contenido por un alma, evidencia al Bachelard espiritualista de sus críticos, y también su uso peculiar del psicoanálisis. Resulta no obstante -además de poético- claro, y permite la reflexión sobre tendencias comunes en el trabajo intelectual, que lo perjudican. Si bien hoy nos expresamos en otro lenguaje; si bien disponemos de conceptos psicológicos más precisos; si

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bien tratamos de respetar más su procedencia teórica de lo que él lo hizo; si bien ponderamos la presencia de la ideología, no deja de ser interesante y atractiva la reflexión sobre las actitudes que bajo la forma de "almas" nos presenta:A la ley de los tres estados del espíritu científico corresponde una especie de ley de los tres estados del alma, caracterizados por intereses que constituyen en cierto modo su base afectiva, y que precisamente un psicoanálisis de la cultura objetiva debe desplazar.El aspecto afectivo de la cultura intelectual es un elemento de solidez y de confianza. El interés vital por la investigación desinteresada (primer deber del educador) es la fuerza que permite sostener la paciencia científica, con el cual ella es vida espiritual y sin el cual ella es sufrimiento.Qué nos dice Bachelard en este párrafo? Que el espíritu científico puede (debe) alcanzar su racionalidad más pura -a través del método propuesto-, venciendo los obstáculos que le opone la afectividad. Aquélla que nos da confianza y seguridad porque es el apoyo de nuestros prejuicios, de nuestras opiniones, de los conocimientos que hemos logrado trabajosamente, de todo aquello que es doloroso modificar. Aquélla que es también el motor para conocer.Cómo se sobrelleva la ardua tarea que se ha elegido, especialmente en las frustraciones, fracasos, y otros episodios habituales?. No creemos que Bachelard haya sido ajeno a las múltiples fuentes de motivación de las gratificaciones y sinsabores del trabajo intelectual, pero en este punto le interesó destacar una muy importante: el interés vital por la investigación desinteresada, a la que considera además, el primer deber del educador.Parece hoy una ingenuidad obvia, hasta una intencionalidad encubridora, esto de la investigación desinteresada, y quizás también lo fuera en tiempos de Bachelard; pero creemos que a lo que aquí se apunta es a los sentimientos tan inconscientes como genuinos que impulsan el deseo de saber y a los valores que los acompañan. Por sobre el desempeño hay una ética, que es una restricción voluntariamente adoptada y frente a cuyas demandas siempre hay un momento de elección entre una acción espuria y una acción que debe ser "desinteresada", no por ideológicamente neutral sino por éticamente auténtica. Del mismo modo, en el ejercicio de la docencia, la acción desinteresada no estaría en tal ilusoria neutralidad, ni en un conocimiento vano, por el conocimiento mismo, pero sí en la fundamentación de las propias opciones y en la explicitación fundamentada de las opciones alternativas.Veamos ya cuáles son las almas que nos describe un tanto irónicamente Bachelard, y que encontramos a diario deambulando entre nuestros alumnos, en la opinión pública, y por supuesto, -es amargo reconocerlo- en nosotros mismos, quizás en nosotros en primer lugar.Alma pueril o mundana, animada por la curiosidad ingenua, llena de asombro ante el menor fenómeno instrumentado, entusiasta para coleccionar, presumiendo de seriedad, pasiva hasta en la dicha de pensar.Alma profesoral, orgullosa de su dogmatismo, fija en su primera abstracción, apoyada toda la vida en los éxitos escolares de su juventud, repitiendo cada año su

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saber, imponiendo sus demostraciones, entregada al interés deductivo, sostén tan cómodo de la autoridad.Finalmente, el alma en trance de abstraer y de quintaesenciar, conciencia científica dolorosa, librada a los intereses inductivos siempre imperfectos, jugando el peligroso juego del pensamiento sin soporte experimental estable; trastornada a cada instante por las objeciones de la razón, poniendo incesantemente en duda un derecho particular a la abstracción, pero cuán segura de que la abstracción es un deber, el deber científico, y la posesión finalmente depurada del pensamiento del mundo! (B: 12).Creemos que está tan magistralmente expresado que bien podría ser el texto de un cartelillo de cabecera o de escritorio. Sentimos la tentación de ejemplificar, con propios y ajenos, cada uno de estos tipos, pero quizás esté demás en este texto, y en todo caso es un párrafo para visitar periódicamente a "La formación ..."Continúa Bachelard señalando, en consecuencia, lo que debe ser la tarea de la filosofía de las ciencias, o quizás más específicamente de la epistemología:La tarea de la filosofía científica está bien delineada: psicoanalizar el interés, destruir todo utilitarismo por disfrazado que esté y por elevado que pretenda ser, dirigir el espíritu de lo real a lo artificial, de lo natural a lo humano, de la representación a la abstracción.El espíritu científico necesita (sobre todo en nuestra época) ser defendido; ser ilustrado [...] de una manera normativa y coherente. Debe tornar claramente conciente y activo el placer de la excitación espiritual en el descubrimiento de la verdad. El amor por la ciencia debe ser un dinamismo psíquico autógeno. En el estado de pureza logrado por un psicoanálisis del conocimiento objetivo, la ciencia es la estética de la inteligencia (B: 12).A riesgo de redundantes, diremos que esta crítica al utilitarismo, la compartimos, justamente en el momento actual.VIII. La noción de obstáculo epistemológicoPara investigar las condiciones psicológicas del progreso de la ciencia, "hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos de obstáculos", que no son obstáculos externos, pues "es en el acto mismo de conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones. ... causas de estancamiento y hasta de retroceso, causas de inercia que llamaremos obstáculos epistemológicos" (B: 15).se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza a la espiritualización. (B: 15)Vale la pena recordar que esto ya había sido dicho por el arquetipo del científico empírico decimonónico, padre nada menos que de la teoría de la evolución: "La observación debe hacerse en pro o en contra de algún punto de vista si ha de rendir algún servicio" (cit. por Harris, 1985, pp.27). Su convicción por parte de Bachelard, nos parece confirmar el carácter progresivo y acumulativo del conocimiento científico; el soporte de filiación empírica de su filosofía y su epistemología que permite conectarlo hasta con Harris; el acierto de Vadée cuando

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señala (más bien desmerece) que las tesis de Bachelard ya eran corrientes en su época; y el desprejuicio de Bachelard para buscar y tomar todo aquello que le permitiera avanzar.Volviendo al razonamiento de Bachelard, no se puede partir de cero para fundar o acrecentar conocimientos; frente a lo real, lo que cree saberse claramente ofusca lo que debiera saberse. "Cuando se presenta ante la cultura científica, el espíritu jamás es joven. Hasta es muy viejo pues tiene la edad de sus prejuicios." (B: 16)Tener acceso a la ciencia es rejuvenecer espiritualmente, es aceptar una mutación brusca que ha de contradecir a un pasado. "La ciencia, tanto en su principio como en su necesidad de coronamiento, se opone en absoluto a la opinión. Si en alguna cuestión particular debe legitimar la opinión, lo hace por razones distintas de las que fundamentan la opinión; de manera que la opinión, de derecho, jamás tiene razón. La opinión piensa mal; no piensa; traduce necesidades en conocimientos. Al designar a los objetos por su utilidad, ella se prohíbe el conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinión: ante todo es necesario destruirla. Ella es el primer obstáculo a superar.El espíritu científico nos impide tener opinión sobre cuestiones que no comprendemos, y que no sabemos formular claramente. Ante todo es necesario saber plantear los problemas en la vida científica los problemas no se plantean por sí mismos. Es precisamente este sentido del problema el propio del verdadero espíritu científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento científico. Nada es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye. (B: 16)Citando a Bergson (1934): "Nuestro espíritu tiene una tendencia irresistible a considerar más claras las ideas que le son útiles más frecuentemente." Las ideas conquistan así una claridad intrínseca abusiva, se valorizan indebidamente. A veces una idea dominante polariza al espíritu en su totalidad. Llega un momento en el cual el instinto formativo cede ante el instinto conservativo; el espíritu prefiere lo que confirma su saber a lo que lo contradice, prefiere las respuestas a las preguntas, y entonces el crecimiento espiritual se detiene.Por instinto entiende aquí Bachelard las resistencias hechas obstáculos epistemológicos, y referidas fundamentalmente al conocimiento empírico, que es del que se ocupa casi únicamente en esta obra.. De una manera muy visible, puede reconocerse que la idea científica demasiado familiar se carga con un concreto psicológico demasiado pesado, que ella amasa un número excesivo de analogías, imágenes, metáforas, y que poco a poco pierde su vector de abstracción, su afilada punta abstracta. En particular, es caer en un vano optimismo cuando se piensa que saber sirve automáticamente para saber, que la cultura se torna tanto más fácil cuanto está más extendida y que en fin, la inteligencia, sancionada por éxitos precoces o por simples concursos universitarios se capitaliza como una riqueza material. Aún admitiendo que una buena cabeza pueda escapar al narcisismo y a los juicios del gusto, "puede seguramente decirse que una buena cabeza es desgraciadamente una cabeza cerrada. Es un producto de escuela." (B: 18)..."las crisis del crecimiento del pensamiento implican una refundición total del

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sistema del saber. Entonces la cabeza bien hecha debe ser rehecha. Cambia de especie. A través de las revoluciones espirituales que exige la invención científica, el hombre se convierte en una especie mutante que no sólo necesita mutar, sino que sufre si no cambia. La modificación psíquica que implica la comprensión de doctrinas como la Relatividad o la Mecánica ondulatoria, teniendo en cuenta la real solidez de la ciencia prerrelativista, es un buen ejemplo de ello.Se repite frecuentemente que la ciencia es ávida de unidad, que tiende a unificar fenómenos de aspecto distinto, que busca la sencillez o la economía en los principios y en los métodos. Esta unidad la encontraría muy pronto si pudiera complacerse con ello. Por el contrario, el progreso científico marca sus más puras etapas abandonando los factores filosóficos de unificación fácil, tales como la unidad de acción del Creador, la unidad del plan de la Naturaleza, la unidad lógica, factores que aún actuaban en la ciencia del siglo XVIII.(B: 18)Frente a una experiencia bien determinada, el espíritu científico jamás se siente impedido de variar las condiciones, de salir de la contemplación de lo mismo y buscar lo otro, de dialectizar la experiencia. Así es como la Química multiplica y completa sus series homólogas, hasta salir de la Naturaleza materializando cuerpos más o menos hipotéticos sugeridos por el pensamiento inventivo. En todas las ciencias rigurosas, un pensamiento ansioso desconfía de las identidades más o menos aparentes, para reclamar incesantemente mayor precisión, facto mayores ocasiones de distinguir, precisar, rectificar, diversificar, he ahí son tipos de pensamiento dinámico que alejan de la certidumbre y de la unidad. El hombre animado por el espíritu científico sin duda desea saber, pero es por lo pronto para interrogar mejor.(B: 19).Un obstáculo epistemológico es un contrapensamiento. El epistemólogo, dice Bachelard, (y todo el que intente comprender, decimos nosotros) debe esforzarse por captar los conceptos científicos en síntesis psicológicas progresivas, estableciendo respecto de cada noción una escala de conceptos, mostrando cómo uno produce otro, cómo se vinculan entre sí. Ello permite apreciar la eficacia epistemológica, el obstáculo superado.Es el esfuerzo de racionalidad y de construcción el que debe atraer su atención, insertando las ideas en sistemas de pensamiento, midiendo su eficacia -desde el punto de vista de la razón evolucionada- en la evolución de la ciencia. Esto es diferente de una historia como mero repertorio de hechos, que no repara en las variaciones psicológicas en la interpretación de un mismo texto, pues en una misma época, bajo una misma palabra, hay conceptos muy diferentes y la misma palabra designa y explica al mismo tiempo. La designación es la misma pero la explicación es diferente.Ponemos entre paréntesis las críticas que formularía Vadée a este enfoque psicológico que desconoce las condiciones sociales -materiales y simbólicas- de la produccción de conocimientos, para destacar el carácter construido de los mismos. En tanto creación de nuestra imaginación, los obstáculos para hacerlo, más allá de su origen, están siempre protagonizados por nosotros, que somos quienes tenemos que lidiar con ellos, de modo que son siempre, en algún sentido, psicológicos.

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En la educación -critica Bachelard- la noción de obstáculo pedagógico es igualmente desconocida. Frecuentemente, los profesores de ciencias, aún más que los otros, no comprenden que no se comprenda y son pocos los que han sondeado en la psicología del error, de la ignorancia, de la irreflexión. No se han dado cuenta de que el adolescente llega al curso de Física con conocimientos empíricos ya constituidos; no se trata pues de adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los obstáculos amontonados por la vida cotidiana. Por ejemplo, el equilibrio de los cuerpos flotantes es objeto de una intuición familiar que es una maraña de errores. Se atribuye claramente la actividad al cuerpo que flota, o mejor, al cuerpo que nada. Si se trata de hundir en el agua un trozo de madera, éste resiste. No se atribuye fácilmente esa resistencia al agua. Es entonces bastante difícil hacer comprender el principio de Arquímedes, en su asombrosa sencillez matemática, si de antemano no se ha criticado y desorganizado el conjunto impuro de las intuiciones básicas. En particular, sin este psicoanálisis de los errores iniciales, jamás se hará comprender que el cuerpo que emerge y el cuerpo totalmente sumergido obedecen a la misma ley. (B: 21)No hemos podido resistir la tentación de citar in extenso el conocido párrafo, pues es un ejemplo feliz, por lo claro y sintético, de nuestros conocimientos silvestres en materia de física, y que en el campo de lo social y cultural tiene infinitos parientes.

IX. Los obstáculosDebe ser aclarado que toda la obra que es tamos analizando está consagrada al conocimiento del mundo objetivo, pues el estudio crítico del pensamiento matemático la reservó Bachelard para otra, específica. Pensaba que el desarrollo del espíritu matemático era de índole totalmente diferente a este de la Física, y que la historia de las matemáticas es una maravilla de regularidad, que conoció pausas pero no errores. Ninguna tesis de "La formación ...", entonces, está referida al conocimiento matemático, sino que todas al conocimiento empírico, de allí su interés para las ciencias sociales, aún por sobre la diferencia ontológica de los campos.La experiencia básica, la observación básica, es siempre un primer obstáculo para la cultura científica. Se presenta con un derroche de imágenes: es pintoresca, concreta, natural, fácil. No hay más que describirla y maravillarse. Se cree entonces comprenderla, sin advertir que entre la observación y la experimentación no hay continuidad, sino ruptura. (B: 22)Luego de la seducción de la imagen sobrevienen las primeras generalizaciones; citando a d'Alembert: "se generalizan las primeras consideraciones, en cuanto no se tiene más nada que considerar".Vemos así el espíritu científico trabado desde su nacimiento por dos obstáculos, en cierto sentido opuestos:Como es necesario que abandone el empirismo inmediato, el pensamiento empírico adopta entonces un sistema. Pero el primer sistema es falso, aunque tiene por lo menos la utilidad de desprenderse de lo sensible; moviliza el pensamiento. Entonces el espíritu, constituido en sistema puede volver a la experiencia con

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pensamientos barrocos pero interrogantes, con una especie de ironía metafísica muy marcada en los experimentadores jóvenes, tan seguros de sí mismos, y dispuestos a observar lo real en función de sus propias teorías.De la observación al sistema, se va así de los ojos embobados a los ojos cerrados.(!!!) (B: 23)Es notable que, de una manera general, los obstáculos a la cultura científica se presentan siempre por pares, a tal punto que podría hablarse de una ley psicológica de la bipolaridad de los errores. En cuanto una dificultad se revela importante, puede uno asegurar que al tratar de eludirla, se tropezará con un obstáculo opuesto. Semejante regularidad en la dialéctica de los errores, naturalmente (sic) no puede provenir del mundo objetivo. A nuestro entender proviene de la actitud polémica del pensamiento científico frente al mundo de la ciencia. (B: 23)Nos parece que este párrafo ya es buen indicio para haberle evitado a Lecourt el hallazgo de un materialismo bachelardiano.También es interesante para nosotros la idea de bipolaridad por su recurrencia y trascendencia en Antropología, especialmente a partir de Lévi-Strauss. Según Ferrater Mora (1982) es una noción ontológica, que implica un sistema binario y que él ejemplifica en el campo de la lógica. Para Marvin Harris, la idea de Lévi-Strauss de que las estructuras universales inconscientes del pensamiento humano tienden a construir categorías lógicas basándose en contrastes binarios, proviene de dos vertientes, a saber: las oposiciones binarias sugeridas por los procesos dialécticos formulados por Hegel y recogidos por Marx, y la convergencia de la lingüística estructural de Trubetzkoy y el Círculo de Praga con la cibernética. (Harris, 1983, pp. 426-427)Hasta aquí los dos primeros obstáculos: el espíritu concreto y el espíritu sistemático. Los siguientes son obstáculos algo más particulares, entre los cuales no se puede establecer un orden o una jerarquía, pues se trata de desórdenes del pensamiento, y además está en la naturaleza del obstáculo epistemológico, el ser confuso y polimorfo:El peligro de la explicación por la unidad de la naturaleza; por la utilidad de los fenómenos naturales; el obstáculo verbal, vale decir la falsa explicación; que nos conduce bastante naturalmente al examen de uno de los obstáculos más difíciles de superar, porque está apoyado en una filosofía fácil: el sustancialismo, la monótona explicación de las propiedades por la sustancia. Tanto para el físico como para el filósofo, el realismo es una metáfora infecunda, puesto que detiene la investigación en lugar de provocarla.Un ejemplo claro y especial es el obstáculo animista en las ciencias físicas, que ha sido casi completamente superado por la física del siglo XIX, pero que se presenta en los siglos XVII y XVIII como un rasgo característico del espíritu precientífico. Con la idea de sustancia y con la idea de vida, concebidas ambas a la manera ingenua, se introducen en las ciencias físicas innumerables valorizaciones que contradicen a los verdaderos valores del pensamiento científico, debiendo procederse a psicoanálisis especiales para desembarazar al espíritu científico de

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esos falsos valores.También el falso rigor bloquea el pensamiento; un primer sistema matemático impide a veces la comprensión de un sistema nuevo.La cuidadosa tarea que lleva a cabo en "La formación ..." tiene por finalidad trabajar en favor de la moralización de la ciencia, "... pues estamos íntimamente convencidos de que el hombre que sigue las leyes del mundo obedece desde ya a un gran destino". (B: 26)X. Los obstáculos particulares y sus ejemplos1. La experiencia básicaDijimos que para Bachelard es el primer obstáculo en la formación del espíritu científico. La experiencia colocada por delante y por encima de la crítica, que esta sí es necesariamente un elemento integrante del mismo. Se opone decididamente a esa filosofía que califica de fácil, apoyada sobre un sensualismo más o menos franco, más o menos novelesco, y que pretende recibir directamente sus lecciones de un dato claro, limpio, seguro, constante, siempre ofreciéndose a un espíritu siempre abierto.Su tesis filosófica al respecto es que el espíritu científico debe formarse en contra de la Naturaleza, en contra del hecho coloreado y vario. El espíritu científico debe formarse reformándose. (B: 27)Su crítica a la enseñanza de las ciencias (1938) es de patética actualidad en nuestro medio, por lo menos para los niños y jóvenes. Entre la naturaleza y el observador se interponen textos pacientemente recopiados unos de los otros, por años, que ofrecen una ciencia inmovilizada, desligada de las observaciones básicas, que se hace pasar por natural; es una ciencia elaborada en un mal laboratorio aunque ostenta por lo menos, el feliz signo del laboratorio. Este libro es el que manda (sic). Y tenemos ahí ya el nacimiento de los primeros obstáculos, diríamos a riesgo de exagerar, la conformación de una matriz obstaculizadora.Según Bachelard no ocurría lo mismo durante el período precientífico en el siglo XVIII, en el cual el libro hablaba de la naturaleza, estaba enraizado en la vida cotidiana; autor y lector pensaban a la misma altura, y durante el cual los autores de segundo orden (exhaustivamente analizados) tenían, a diferencia de hoy, gran influencia.(B: 28)El carácter mundano de la ciencia del siglo XVIII, al satisfacer y multiplicar las ocasiones de la curiosidad, trababa a la cultura científica en lugar de favorecerla, reemplazando el conocimiento por la admiración, las ideas por las imágenes. Una era de facilidad que carecía casi por completo del sentido del problema y por tanto del nervio del progreso.(B: 34)El pensamiento precientífico no ahínca en el estudio de un fenómeno bien circunscrito. No busca la variación sino la variedad. Y éste es un rasgo particularmente característico; la investigación de la variedad arrastra al espíritu de un objeto a otro, sin método: el espíritu no apunta entonces sino a la extensión de los conceptos; la investigación de la variación se liga a un fenómeno particular, trata de objetivar todas las variables, de probar la sensibilidad de las variables. Esta investigación enriquece la comprensión del concepto y prepara la

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matematización de la experiencia; mas el espíritu precientífico va en demanda de la variedad como ejemplifica Bachelard con la multiplicidad de creencias y experimentos sobre la electricidad.Esta ciencia dispersa a través de toda una sociedad culta, no constituye verdaderamente un mundo del saber. En el instante mismo en que este público cree dedicarse a ocupaciones serias, permanece frívolo. Se lo mantiene interesado ilustrando el fenómeno, para lo cual, "Lejos de ir a lo esencial se aumenta lo pintoresco", se busca sistemáticamente el asombro, se acumulan contradicciones empíricas. (B: 41)Lo pintoresco de la imagen arrastra la adhesión a una hipótesis no verificada (B: 43). Por eso el espíritu científico debe incesantemente luchar en contra de las imágenes, en contra de las analogías, en contra de las metáforas, es su recomendación.También en la enseñanza lo pintoresco y las imágenes producen estragos. Las experiencias demasiado vivas, con exceso de imágenes, son centros de falso interés, claro indicio de la voluntad de poder reprimida, de las tendencias anárquicas y satánicas, de la necesidad de adueñarse de las cosas para oprimir a la gente. Más valdría una ignorancia completa que un conocimiento privado de su principio fundamental (B: 48).Sin la conformación racional de la experiencia que determina la posición de un problema, sin este acudir constante a una construcción racional bien explícita, se facilitará la constitución de una especie de inconsciente del espíritu científico, que luego exigirá un lento y penoso psicoanálisis para ser exorcizado. Citando a Edouard Le Roy (1899): "El conocimiento común es inconciencia de sí".Hay que examinar esas "racionalizaciones" prematuras que desempeñan en la formación del espíritu precientífico el papel desempeñado por las sublimaciones del (sic) libido en la formación artística. Ellas son el signo de una voluntad de tener razón por encima de toda prueba explícita, de rehuir la discusión.La observación básica no es más que una ocasión de investigación, y encontramos tanto en los científicos como en los soñadores los mismos procedimientos de demostración impura (B: 51).Estos conceptos precientíficos nucleados inconscientemente aparecen por ejemplo en la obra de Buffon, -quien justamente había advertido contra ellos- en sus jerarquías biológicas: el león es el rey de los animales, porque conviene a un partidario del orden que todos los seres, aún las bestias, tengan un rey; el caballo sigue siendo noble en su servidumbre, porque Buffon, en sus funciones sociales, quiere seguir siendo un gran señor (B: 54).Esto revela a Bachelard que lo que hay de más inmediato en la experiencia básica, es siempre nosotros mismos, nuestras sordas pasiones, nuestros inconscientes deseos (fantasías relativas a la materia, de bases afectivas y dinamismo totalmente subjetivo). Ejemplifica esto con el análisis del carácter psicológicamente concreto de la Alquimia, acerca de la cual aporta sugestivas interpretaciones a lo largo de todo el libro.Este extenso análisis que comienza con la polémica antiempirista y antipositivista y concluye con la crítica a la ciencia del siglo XVIII (pre-ciencia), con el énfasis en lo

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pintoresco, y la ilusión de la capacidad explicativa del dato por sí solo, encuentra ejemplos claros en la historia de la Antropología y más particularmente en la Etnografía. Contiene asimismo interesantes aportes metodológicos: la falta de sentido del problema, la variedad por sobre la variación, los concretos psicológicos que nos llevan a hipótesis erradas, además de mostrar la voluntad de tener razón, como bien señala, son obstáculos al avance del conocimiento, a la posibilidad de comprender lo real, que acechan permanentemente al investigador y al docente, y que se observan en el trabajo propio y de otros.Asimismo, si bien Bachelard adjudica la curiosidad frívola a la mentalidad precientífica del siglo XVII, también hoy están extendidas tales preocupaciones, reforzadas por la divulgación interesada, por el libro cristalizado. Digamos de paso que el propio Bachelard en el mismo capítulo reconoce que "los intereses pueriles son de todas las épocas". El papel que desempeñan no es solamente el de obstaculizar el proceso del conocimiento, que ciertamente lo hacen, sino el de cimentar prejuicios y ofrecer resistencia a los argumentos críticos de los mismos. Entre los innumerables ejemplos de esta actitud, tenemos presente en este momento las fundamentaciones biologicistas de la cultura, que habiendo sido enterradas por la propia Antropología contemporánea, resurgen hoy en el tratamiento del prejuicio, del racismo, de la agresividad, desde el campo de las ciencias naturales, con su poderoso efecto de demostración, extendiéndose a las ciencias sociales y a la opinión pública.2. El conocimiento general"Nada ha retardado más el progreso del conocimiento científico que la falsa doctrina de lo general que ha reinado desde Aristóteles hasta Bacon inclusive, y que aún permanece para tantos espíritus, como una doctrina fundamental del saber" -se lamenta Bachelard-. Esta ciencia de lo general es siempre una detención de la experiencia, un fracaso del empirismo inventivo". La búsqueda prematura de lo general conduce, la mayoría de las veces a generalidades inadecuadas.Las generalidades más grandes como fundamento de las disciplinas (todos los cuerpos caen; todos los seres vivos son mortales) aparecen en el umbral de cada ciencia como grandes verdades primarias que iluminan a toda una doctrina, tanto en la física del siglo XVI como en la sociología del siglo XX. Pero estas grandes leyes no constituyen pensamientos verdaderamente científicos, pensamientos que sugieran otros pensamientos. Su valor epistemológico sin duda es grande comparándolas con los conocimientos erróneos que reemplazaron. Fueron eficaces pero ya no lo son, y actualmente estas leyes bloquean el pensamiento, contestan en bloc, contestan sin que se las interrogue. Basta con pensar en el concepto de cultura para encontrar el ejemplo claro, tanto en sus usos sociales como específicamente científicos; ha devenido en una capa plastificada que dificulta la indagación."En el entorno de un conocimiento demasiado general, la zona de lo desconocido no se concreta en problemas precisos" (B: 69). Aún siguiendo un ciclo de ideas exactas, la generalidad inmoviliza al pensamiento, y las variables que describen el aspecto general dejan en la sombra las variables (matemáticas) esenciales.

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Otro caso de generalidades inadecuadas es el de las generalidades de primera intención, por ejemplo las de las tablas de la observación natural, construidas mediante una especie de registro automático que se apoya sobre los datos de los sentidos. La idea de tabla, que parece ser una de las ideas constitutivas del empirismo clásico, funda un conocimiento completamente estático que tarde o temprano traba la investigación.La verdadera actitud del pensamiento científico moderno en la formación de conceptos, debe superar la polarización entre las tendencias de un conocimiento en comprensión y de un conocimiento en extensión. Habría -propone- que crear una nueva palabra, entre comprensión y extensión, para designar la actividad del pensamiento empírico inventivo: "...la riqueza de un concepto científico se mide por su poder de deformación." (B: 73) asimismo estudiar las condiciones de aplicación de esos conceptos y sobre todo incorporar las condiciones de aplicación de un concepto en el sentido mismo del concepto. En esta última necesidad reside el carácter dominante del nuevo racionalismo que corresponde a una sólida unión entre la experiencia y la razón. La división clásica que separaba la teoría de sus aplicaciones ignoraba esta necesidad de incorporar las condiciones de aplicación en la esencia misma de la teoría."Como la aplicación está sometida a aproximaciones sucesivas, puede decirse que el concepto científico que corresponde a un fenómeno particular es el agrupamiento de las aproximaciones sucesivas bien ordenadas. La conceptualización científica necesita una serie de conceptos en vías de perfeccionamiento para recibir el dinamismo que tenemos en vista, para formar un eje de pensamientos inventivos.Esta conceptualizacion totaliza y actualiza la historia del concepto. En la experiencia busca las ocasiones para complicar el concepto, para aplicarlo a pesar de la resistencia del mismo, para realizar las condiciones de aplicación que la realidad no reúne."Es entonces cuando se advierte que la ciencia realiza sus objetos, sin encontrarlos jamás ya hechos" (B: 74)Ejemplifica con las concepciones precientíficas acerca de la coagulación y la fermentación, y sus extensiones a la digestión, señalando la "detestable solidaridad de la erudición con la ciencia, de la opinión con la experiencia."(B: 75). Los ejemplos, a los que dedica varias páginas, muestran claramente la valoración, propia del espíritu precientífico, y del conocimiento vulgar, mal signo para un conocimiento que tiende a la objetividad y que muestra una preferencia inconsciente.Un científico moderno tiende más bien a limitar su dominio experimental que a multiplicar los ejemplos. En posesión de un fenómeno bien definido trata de determinar sus variaciones. Intentará completar el fenómeno, realizar ciertas posibilidades fundado en una comprensión matemática del concepto fenoménico, esforzándose en igualar la razón y la experiencia (B: 78-79)Conceptos correctos y útiles pueden constituir un obstáculo al ofrecer al pensamiento una forma general prematura, apoyado sobre intuiciones muy vagas, muy generales. Entonces, una serie de observaciones exactas y preciosas llevan a

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conclusiones falsas, algo predominante en la intuición ingenua y en la explicación precientífica.El pensamiento científico moderno es verdaderamente un umbral de la cultura. El se encarniza en precisar, limitar: busca el fermento específico, no la fermentación universal.Lo que caracteriza al pensamiento científico moderno es la objetividad, no el universalismo: el pensamiento debe ser objetivo, y será universal en la medida en que la realidad lo autorice. La objetividad se determina en la precisión y en la coherencia de los atributos, y no en la colección de objetos más o menos análogos. Es más importante para el progreso del pensamiento aquello que limita un conocimiento que aquello que lo amplía vagamente."Siempre, a todo concepto científico debe asociarse su anticoncepto. Si todo fermenta, la fermentación dista poco de ser un fenómeno sin interés. Es entonces conveniente definir lo que no fermenta, lo que puede detener la fermentación. Un conocimiento que carezca de precisión, que no estén dadas sus condiciones de determinación precisa, no es un conocimiento científico.Un ejemplo claro de exceso clasificatorio y extrema generalización, a la vez valorizado, es el concepto de Raza en Antropología, desde el siglo XIX hasta la segunda posguerra del presente. Concepto extendido hacia el derecho, la criminología, la medicina, etc. y hoy exhumado, en forma cooperativa -como lo fue históricamente- por las ciencias sociales y la biología."Un conocimiento general es casi fatalmente un conocimiento vago" (B: 86), sintetiza Bachelard. A lo cual agregamos que para las ciencias sociales, o quizás más bien para sus usos sociales, es además frecuentemente peligroso.3. El obstáculo verbal, extensión abusiva de las imágenes familiares.En este capítulo, ejemplifica Bachelard en su atractivo estilo, los casos en que una sola imagen, hasta una sola palabra, constituye toda la explicación; obstáculo consistente en hábitos puramente verbales. Por ejemplo, -dice- la pobre palabra esponja permite expresar los fenómenos más variados.Estos fenómenos se expresan: se cree entonces explicarlos. Se les reconoce: se cree entonces conocerlos.Sin embargo en los fenómenos designados por la palabra esponja, el espíritu no es la víctima de una potencia sustancial. La función de la esponja es de una evidencia tan clara y distinta que ni se siente la necesidad de explicarla; de su descripción se pasa a la esponjosidad. Y he aquí la prueba de un movimiento pura y simplemente lingüístico que, al asociar a una palabra concreta una palabra abstracta, cree haber hecho avanzar al pensamiento. Una doctrina coherente de la abstracción necesita un desprendimiento mucho mayor de las imágenes primitivas.La duda general es mas fácil que la duda particular.El peligro de las metáforas inmediatas en la formación del espíritu científico es que ellas no son nunca imágenes pasajeras; ellas se dirigen a un pensamiento autónomo; tienden a completarse, a terminar en el reino de la imagen (B: 97).4. El conocimiento unitario y pragmáticoA través de experiencias e intuiciones bien determinadas como la coagulación, la

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fermentación, la función meramente mecánica de la esponja se advierten los peligros de la función generalizante. Pero puede captarse la seducción de generalidades aún más vastas, ya no del pensamiento empírico sino verdaderamente del pensamiento filosófico. Un dulce letargo inmoviliza entonces a la experiencia; todas las cuestiones se sosiegan en una vasta Weltanschauung; todas las dificultades se resuelven ante una visión general del mundo, mediante una simple referencia a un principio general de la Naturaleza.Es así como en el siglo XVIII la idea de una Naturaleza homogénea, armónica, tutelar, anula todas las singularidades, todas las contradicciones, todas las hostilidades a la experiencia. Una generalidad semejante -y generalidades conexas- son de hecho obstáculos para el conocimiento. A ello se agrega el aspecto literario: una grandilocuencia, una valorización abusiva en todas las descripciones (B: 100); esa necesidad de elevar a los temas está en relación con un ideal de perfección asignado a los fenómenos. Las distintas actividades naturales se convierten así en manifestaciones variadas de una única y misma Naturaleza. No se puede concebir que la experiencia contradiga y tampoco que se separe en compartimientos. Lo que es verdad para lo grande debe ser verdadero para lo pequeño, e inversamente.

La necesidad de generalizar hasta el extremo, a veces mediante un solo concepto, arrastra a ciertas ideas sintéticas que están lejos de perder su poder de seducción. Se ofrecen un montón de hechos mal ligados y por tanto mal vistos. Por ejemplo, las vastas analogías entre los astros y los metales, entre los metales y las partes del cuerpo; esa especie de triángulo universal -Cielo-Tierra-Hombre, sobre el cual juegan "correspondencias" tan convincentes que se llega hasta a confiar en ellas para el tratamiento de las enfermedades.Estas analogías no favorecen ninguna investigación; al contrario, conducen a fugas del pensamiento; en todo momento las pruebas están transpuestas. La creencia en esta unidad armónica del mundo conduce a plantear una supradeterminación muy característica de la mentalidad precientífica. La astrología es un caso especial de esta supradeterminación. Y no se trata de signos como se cree con frecuencia, sino de acción real, acción material . Se yuxtaponen las propiedades más heteróclitas, una determinando a la otra. Entonces todo es causa de todo; la supradeterminación enmascara la determinación; lo vago se impone a lo preciso. (B: 107)Una experiencia frecuente, y que forma parte de nuestra motivación personal para este trabajo, es la ejemplificación de lo que se acaba de decir en el discurso oral o escrito de los exámenes de alumnos universitarios. Entre las variables del caso, obviamente hemos puesto en cuestión nuestro propio discurso como docentes.Un de los obstáculo epistemológico relacionado con la unidad y poder de la naturaleza es el coeficiente de realidad que el espíritu precientífico atribuye a todo lo que es natural. Hay en esto una valorización indiscutida, invocada sin cesar en la vida diaria y que en definitiva es una causa de confusión para la experiencia y el pensamiento científico.Valen aquí nuevamente las explicaciones biologicistas de la cultura (agresividad

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innata, por ejemplo), y con qué énfasis los alumnos adultos las defienden, y con cuánta dificultad pueden pensar desde las teorías que las refutan.También la utilidad ofrece una especie de inducción muy particular que podría llamarse inducción utilitaria, que conduce a generalizaciones exageradas. Todo pragmatismo, por el mero hecho de ser un pensamiento mutilado, lleva fatalmente a la exageración.En todos los fenómenos se busca la utilidad humana no solo por la ventaja positiva que puede procurar, sino como principio de explicación. "Encontrar una utilidad es encontrar una razón" (B: 110). Para el racionalismo pragmático una nota sin utilidad es un irracional; la justificación más natural es la justificación mediante lo útil. Si bien se está refiriendo a la mentalidad precientífica del siglo XVIII, creemos que el concepto tiene plena vigencia en la producción inconfundiblemente científica del presente.5. El obstáculo sustancialistaEs, como todos los obstáculos epistemológicos, polimorfo. Centra sobre un objeto todos los conocimientos en los que ese objeto desempeñe un papel, sin preocuparse por las jerarquías de los papeles empíricos. Une directamente a la sustancia las distintas cualidades, ya sea una profunda como una superficial, ya sea una manifiesta como una oculta; tiene un carácter vago e infinitamente tolerante.En los ejemplos, tomados de la física y la química, "La idea sustancialista es ilustrada frecuentemente mediante una simple presentación. Es necesario que algo encierre, que la cualidad profunda sea encerrada; "...la sustancia tiene un interior, o mejor aún, la sustancia es un interior" (B: 117) (el calor, la frialdad, la electricidad, etc.)El pensamiento precientífico está fuertemente vinculado con el pensamiento simbólico. Para él el símbolo es una síntesis activa del pensamiento y de la experiencia.(B: 119)El mito de lo interior es uno de los mas difíciles de exorcizar. Pertenece al reino del ensueño, donde el espíritu se permite los mayores excesos con la geometría y lo grande entra en lo pequeño: cuentos fabulosos, juegos de niños, alquimistas, que van al centro de las cosas y toman posesión de ellas. Del mismo modo el realista acumula en la sustancia, como un hombre previsor en su granero, los poderes, las virtudes, las fuerzas, sin advertir que toda fuerza es una relación. "Al poblar de esa manera a la sustancia, entra el también en el palacio de las hadas." (B: 121)Uno de los síntomas más claros de la seducción sustancialista es la acumulación de adjetivos para un mismo sustantivo: las cualidades se ligan a la sustancia tan directamente que pueden yuxtaponerse sin mayor preocupación por sus relaciones mutuas. Hay en esto un tranquilo empirismo muy lejos de suscitar experiencias. Es una tendencia general, de la cual se encuentran rastros en sectores no muy alejados del pensamiento científico como la psicología y la literatura: cuanto menos precisa es una idea tanto más se encuentran palabras para expresarla.En definitiva, el progreso del pensamiento consiste en disminuir el número de

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adjetivos que convienen a un sustantivo y no en aumentarlo. Se piensa científicamente en los atributos jerarquizándolos, mas no yuxtaponiéndolos (B: 133).Un concepto interesante, por provenir de las ciencias físico-naturales, y de un racionalista empírico como Bachelard, es su afirmación antipositivista sobre que el producto científico es un momento particular bien definido de una técnica objetiva. ... la sustancia no es sino la concretización de ideas teóricas abstractas. Al establecer de manera permanente una propiedad en un estado bien definido, tales ideas teóricas verdaderamente crean a la sustancia. (B: 136). Los instrumentos de análisis y de medición, crean el objeto de estudio tanto como el marco conceptual, haya o no coherencia entre teoría y método.El espíritu no científico es claro que nunca se coloca, como debe hacerse, en el punto de vista de la naturaleza ficticia. Desde el punto de vista de la Química ficticia -Química científica-, habría que decir que la menta huele a mentol, y no a la inversa, que el mentol huele a menta. (B: 137)Como síntesis que enfatiza la creatividad y la imaginación necesarias para el avance del conocimiento, advierte contra la tarea mecánica y rutinaria que mantiene al investigador sujeto a la sustancia: "Todo trabajo paciente y rítmico que exige una larga serie de operaciones monótonas, arrastra al homo faber al ensueño (v.g. la mística de la molienda en los alquimistas).El complejo del provecho pequeño y su psicoanálisisSus pacientes investigaciones en textos y en la práctica docente, y el uso sui generis del psicoanálisis, lo llevan a la conclusión de que el realismo es un instinto, y que "puede ser considerado la única filosofía innata" (B: 154).Se propone hacer entonces un "psicoanálisis del realista", a quien compara con el avaro; su certeza de poseer la riqueza de lo real, procede de ese placer, que denomina "complejo de Harpagon". Ese complejo del provecho pequeño que atrae la atención sobre las pequeñas cosas que no han de perderse, pues de perderse ya no se vuelven a hallar. De ahí que no perder nada es ante todo una prescripción normativa, que de inmediato torna una descripción de normativa en positiva. El axioma fundamental del realismo no probado: "nada se pierde, nada se crea", es un dicho de avaro.Hemos experimentado la inquietud por este obstáculo justamente en la confección del presente trabajo, sin alcanzar la certeza de haberlo "exorcizado" a través de las podas y correcciones de las sucesivas relecturas.Es interesante la relación que establece entre el interés indiscriminado de las descripciones exhaustivas y la normatividad en que devienen estas prácticas, así como su retorno en círculo vicioso a prueba positiva. Esta es una de las características del Modelo Antropológico Clásico (M.A.C.) formulado por Eduardo Menéndez (cit. en Lischetti, 1991).El complejo del provecho pequeño constituye un obstáculo a la cultura científica, en la medida en que sobrestima un tipo particular de conocimiento, valorizador de materias y cualidades; valorizaciones en apariencia objetivas, como el ejemplo de las piedras preciosas, pero que se deslizan a dominios ajenos (en este caso la

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medicina y la farmacopea), poniendo de manifiesto el carácter afectivo de esta valorización secundaria, amalgamando la idea de la salud como bien con la riqueza material . (B: 155)En estas opiniones -afirma- se asiste a la reunión de una experiencia psicológica y de una leyenda médica, es decir la fusión de una pasión verdadera con una idea falsa. Y es entonces cuando la pasión verdadera se convierte en un obstáculo para la rectificación de la idea falsa" (B: 165)Pero, los pensamientos y las pasiones no actuarían tanto tiempo, si no hubiera pasiones y espíritus que necesitan ser seducidos por ellos. Estas dos tesis responden a la cabal dinámica del pensamiento, a su discordia esencial: "... la dialéctica del amor por la realidad y del conocimiento de la realidad, que son casi contrarios, oscila sin cesar."(B: 171)El raciocinio por participación proviene igualmente de un psicoanálisis del sentimiento del poseer, ya que permite acumular sobre un objeto particular los poderes más variados. Esta exageración de la potencia sustancial es casi irreductible mediante la experiencia: "Un espíritu que supervaloriza el conocimiento directo de la influencia de una cualidad encuentra siempre en los matices de la cualidad la manera de librarse de la verificación." Y esta carga de subjetividad del realista, es la más difícil de dispersar.Esta sobrecarga referida a la materia, y de causalidad psicológica, para el objeto de estudio de las ciencias sociales proviene fundamentalmente de la ideología, resultando igualmente perjudicial, en tanto acumulación de datos en desmedro de la creación, pues "...la mezcla de pensamiento erudito y pensamiento experimental es uno de los mayores obstáculos para el espíritu científico" (B: 157), y transformándose además en verdaderas creencias que operan como si fueran cosas.6. El obstáculo animistaRefiriéndose a la física y la química precientíficas, describe la influencia -que llega a constituirse en verdadero fetiche-, del concepto de vida tomado de la biología, intuición enceguecedora que toma a la vida como un dato claro y general. El concepto biológico mal ubicado se apoya en la tripartición de los "reinos" de la Naturaleza y su jerarquización, arbitraria, basada en intuiciones valorizantes. No se trata simplemente de un pensamiento analógico, sino de una necesidad real de pensar de acuerdo al plan que se imagina como plan natural" ... y es tal la necesidad de unidad, que se plantean, entre los tres reinos, analogías, enlaces, y se establece una escala de perfección, que no demoran en provocar las peores confusiones. Así Bordeu (1768), que había llegado a encontrar en el cuerpo humano los tres reinos de la naturaleza, atribuía al reino vegetal "las uñas, los cabellos y los pelos" (B: 179)"Parece que la vegetación sea un objeto venerado por el inconsciente. Ella alude al tema de un devenir tranquilo y fatal. Si se estudiara sistemáticamente esta imagen privilegiada del devenir, se apreciaría mejor la perspectiva exacta de una filosofía completamente animista, completamente vegetal, como se nos ocurre ser la filosofía de Schopenhauer" (B:181) (filósofo que establece una división jerárquica

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de la naturaleza)La naturaleza, en todos sus fenómenos, está implicada en una teoría general del crecimiento y de la vida" que se apoya en una intuición de la vida que es de carácter afectivo (B: 180).El concepto de enfermedad, considerada como una entidad clara y absoluta, se aplica a los objetos del mundo material (la herrumbre como enfermedad de los metales). La idea de producción y de fecundidad son dominantes (por ejemplo, las minas se reproducen y lo hacen por la acción del aire). La aproximación que permite la difusión del microscopio, al mostrar partículas en movimiento y partículas inertes lleva a inferir que "la materia está dotada esencialmente de dos potencias, una activa y la otra resistente, y que pueden considerarse como dos de los principales agentes de la naturaleza. Se plantea así una equivalencia gratuita entre la actividad y la vida; un movimiento vivo es signo de vivacidad, por tanto de vida" (B: 190) La intuición del querer-vivir, el deseo inconsciente, está en la base de la intuición animista, y prosiguen las fantasías ancestrales pese a las nuevas imágenes que proporciona el microscopio.Para el espíritu precientífico la imagen animista es en definitiva mas natural, por ende más convincente. Se deposita una confianza excesiva en la extrema regularidad de las leyes vitales. No se dirige hacia el aspecto de la sana abstracción, sino que busca lo concreto, la experiencia fuertemente individualizada.Como se ve claramente en el mito de la digestión, en las experiencias de Galvani, en las experiencias médicas del propio Humboldt, es un conocimiento objetivo de pretensiones científicas, pero obstaculizado por las valorizaciones.La imagen animista no es difícil de hallar en la personificación de conceptos corrientes en las ciencias sociales como el de inconsciente o el de ethos, por citar sólo dos, y especialmente entre los que recién se inician: leemos en un examen parcial que "la Antropología ha evolucionado favorablemente" y que ella "cree en el etnocentrismo" (sic).Un caso particular y significativo de sustancialismo y animismo, muy bien desarrollado y ejemplificado por Bachelard a través de los autores del siglo XVIII, con relación a las ciencias físico-naturales y a la medicina, es el del mito de la digestión. Se ve claramente el papel de las creencias folklóricas respecto de las propiedades de los elementos, pero también, en la medida en que es un conocimiento que se pretende culto y científico, se advierte una concepción filosófica que lo sustenta. Si bien ya no integran la ciencia contemporánea, la filosofía en que se apoyan sí está presente, y también en las ciencias sociales podemos encontrar ejemplos de esta especie de sensualismo, cosismo, del efecto de demostración que tiene lo concreto y de su búsqueda por el científico y por el público pragmáticos. "El realista es un digeridor" (B: 199) Se explica tanto el peso de lo obvio socialmente por el saber de la vida cotidiana, como la facilidad de importación desde los ámbitos fuertemente "reales" de las ciencias físico-naturales."Uno de los mitos más persistentes que puede seguirse a través de los períodos

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científicos, acomodado a la ciencia de la época, es la asimilación de lo semejante mediante la digestión."(B: 201) "Aún cuando una experiencia sea real, se piensa sobre ella en un plano filosófico falso. Se quiere siempre que lo semejante atraiga a lo semejante, que para acrecentar lo semejante se necesite de lo semejante. las analogías se llevan hasta los límites. En estas descripciones y explicaciones se vinculan imágenes muy precisas con las más opacas inspiraciones animistas.(B: 209)Como para el espíritu científico la digestión es difícil de explicar, constituye "prueba cierta de la majestad de la Naturaleza" y solo se explica en el reino de los valores. Una explicación semejante ya no puede ser afectada por la contradicción. "Cuando se aman las cualidades contradictorias se ama profundamente."(B: 214)Libido y conocimiento objetivo"El mito de la digestión se torna descolorido cuando se le compara con el mito de la generación: el poseer y el ser nada son frente al devenir. Los espíritus enérgicos quieren poseer para devenir. De ahí que con razón el Psicoanálisis clásico ha fijado la supremacía del líbido (sic) sobre el apetito. El líbido, apenas aplacado, renace, encarna la duración. Exige la Duración. Todo lo que en nosotros, directa o indirectamente permanece, se vincula al líbido. Este es el principio mismo de la valorización del tiempo. (B: 215)Luego de reprochar al psicoanálisis de su tiempo que ha descuidado el problema del conocimiento para centrarse en la interpsicología, anuncia que en esta psicología de un inconsciente científico que se propone, procederá de lo vago a lo preciso.En efecto, en el reino del líbido, lo mas vago es lo mas poderoso, y toda intelectualización aun cuando lleve consigo la innegable señal de la afectividad, es ya una descarga de afectividad. (B: 216)(analiza la sexualidad vaga en la Alquimia, la sexualidad enorme en la generación telúrica. La sexualidad precisa en la Farmacopea del siglo XVII y en las investigaciones eléctricas. Ello a partir de la idea de germen y de simiente. "Veremos entonces que es un devenir privilegiado, un devenir sustantificado." (B: 217 a 247).Estas ideas confirman a Bachelard que una filosofía animista es más fácilmente admisible en su inspiración general que en sus pruebas particulares, más en sus visiones de conjunto que en sus visiones precisas, más en su vértice que en su base, lo cual quiere decir que la razón del éxito de una filosofía semejante no está dada por la coherencia de su objeto sino por la comunidad de los valores afectivos del autor y del lector" (B: 239). Las valorizaciones no ofrecen pruebas, son netamente a priori.Un Psicoanálisis completo del inconsciente científico debería emprender un estudio de los sentimientos inspirados por el líbido, en particular la voluntad de poder, sobre las cosas, que en toda su plenitud es una voluntad de dominar a los hombres.Incide también la acción inhibidora de los educadores, quienes desde el comienzo no guían a sus alumnos hacia el conocimiento del objeto. Juzgan mas que

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enseñan!. Nada hacen para curar la ansiedad que capta a todo el espíritu ante la necesidad de corregir su propio pensamiento y de trascender de sí mismo para encontrar la verdad objetiva. (B: 247)7. Los obstáculos del conocimiento cuantitativo.Un conocimiento objetivo inmediato, por el hecho mismo de ser cualitativo, es necesariamente falaz. Aporta un error que ha de rectificarse pues carga fatalmente al objeto con impresiones subjetivas; Apropiándose de la realidad como de un bien, proporciona certidumbres prematuras que traban, mas que ayudan, al conocimiento objetivo. Tal la conclusión filosófica que se deduce de los capítulos precedentes (B: 248).Pero nos engañaríamos si pensáramos que un conocimiento cuantitativo escapa en principio al peligro del conocimiento cualitativo.La magnitud no es objetiva automáticamente y es suficiente apartarse de los objetos usuales para dar cabida a las determinaciones geometrías mas bizarras, a las determinaciones cuantitativas mas fantasiosas. Como en ciertos aspectos el objeto científico es siempre un objeto nuevo, se comprende de inmediato que las primeras determinaciones sean casi fatalmente inadecuadas. Son necesarios largos estudios para que un fenómeno nuevo haga aparecer la variable conveniente (B: 248)Esta afirmación puede suscribirla un investigador de cualquier disciplina, sobre la base de su propia experiencia.Con respecto a las ciencias físico-naturales, aclara:Las rupturas de escalas que aparejaron inicialmente el microscopio y el telescopio, y que cada vez se acentúan mas, conducen a plantearse el problema filosófico que obliga al hombre a prescindir de sus propias y comunes magnitudes y la relatividad de sus métodos de medida; es decir, tornar claramente discursivo aquello que se ofrece en la intuición más inmediata (B: 249)Pero como los obstáculos epistemológicos van por parejas, en el reino mismo de la cantidad veremos oponerse a la atracción de un matematismo demasiado vago, la atracción de un matematismo demasiado preciso (B: 249).El exceso de precisión en el reino de la cantidad, corresponde muy exactamente al exceso de lo pintoresco en el reino de la cualidad. La precisión numérica es frecuentemente un "motín de cifras", como lo pintoresco es, para hablar como Baudelaire, "un motín de detalles". Puede verse en ella uno de los signos mas claros de un espíritu no científico en el instante mismo en que ese espíritu pretende la objetividad científica (B: 250)Medir exactamente un objeto fugaz o indeterminado, medir exactamente un objeto fijo y bien determinado con un instrumento grosero, he ahí dos tipos de ocupación vana que la disciplina científica rechaza de inmediato (B: 250)En este problema de la medida, aparentemente tan pobre, puede captarse también el divorcio entre el pensamiento del realista y el pensamiento del científico: más que al objeto de su medida, el científico describe el método de medida. El científico cree más en el realismo de la medida que en la realidad del objeto. El objeto puede entonces variar de naturaleza cuando cambia el grado de aproximación. Pretender

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agotar de golpe la determinación cuantitativa, es dejar escapar las relaciones del objeto. "Hay que reflexionar para medir y no medir para reflexionar" (B: 251). El exceso completamente gratuito de la precisión es la regla en el espíritu precientífico, ejemplificado por las predicciones ultraprecisas de Buffon sobre el momento del fin de la vida en la Tierra, tanto mas chocantes cuanto las leyes físicas que le sirven de base son mas vagas y particulares."La búsqueda de una falsa precisión va del brazo con la búsqueda de una falsa sensibilidad."... se observa con que ligereza el espíritu precientífico asocia ideas generales con hechos particulares insignificantes" (B: 253).Esta deformación no se encuentra sólo en los escritores del siglo XVIII. Los libros de texto antes mencionados, sobrecargados de datos y cifras irrelevantes, son el ejemplo de una pedagogía detestable que desafía al sentido común, pero que se desarrolla sin encontrar la menor crítica por parte de disciplinas que se pretenden científicas (B: 254).No obstante reconoce que existe dificultad en la determinación de las condiciones básicas de la medida (B: 255), que cambian con la ciencia de la época. Cada siglo transcurrido tiene su particular escala de precisión, su número de decimales exactos, y sus instrumentos específicos. "De una manera más clara y casi material podrían determinarse las edades diferentes de una ciencia mediante la técnica de sus instrumentos de medida.El espíritu precientífico también abusa de las determinaciones reciprocas. Todas las variables características del fenómeno están en interacción y con el mismo valor. Hay un supradeterminismo, que en cambio en la ciencia moderna, hace de cada investigación un caso especial. Esta creencia ingenua en una correlación universal, es uno de los temas favoritos del realismo ingenuo, y puede llegar a agrupar los hechos más heterogéneos.Estas ideas de interacción sin límite, de interacción que franquea los inmensos espacios y reúne las propiedades mas heteróclitas, se arrastran desde hace siglos en los espíritus precientíficos. Desempeñan en ellos el papel de ideas profundas y filosóficas y son el pretexto para todas las falsas ciencias. Es por ejemplo, la idea fundamental de la astrología.Debe aceptarse una reducción en el alcance del determinismo si se quiere pasar del espíritu filosófico al espíritu científico. Hay que afirmar que no todo es posible en la cultura científica, y que solo ha de retenerse como posible en ella aquello cuya posibilidad se ha demostrado. "Quizá reside aquí uno de los signos distintivos del espíritu científico y del espíritu filosófico: nos referimos al derecho a despreciar. El espíritu científico explicita clara y distintamente este derecho a despreciar lo despreciable, derecho que incansablemente el espíritu filosófico le rehúsa. El espíritu filosófico acusa entonces al espíritu científico de círculo vicioso, al reargüir que aquello que se considera despreciable es precisamente lo que se desprecia. Mas podemos probar el carácter positivo y activo del principio de despreciabilidad" (B: 261). "Cualquiera sea el fenómeno considerado, hay siempre un numero extremadamente grande de circunstancias que no tienen influencia medible sobre el" (Ostwald) El color de un proyectil no modifica sus propiedades

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balísticas. Aunque la reducción a las cualidades esenciales no es fácil.El pensamiento científico contemporáneo , si no en sus creadores, por lo menos en la tarea docente, es trabado por su ligadura a las intuiciones usuales, por la experiencia común tomada dentro de nuestro orden de magnitud, y es imprescindible romper con este hábito. El espíritu científico debe unir la flexibilidad con el rigor.La matematización de la experiencia es trabada y no ayudada por las imágenes familiares, vagas y groseras. A veces ellas conforman al espíritu precientífico en tal medida, que cabe preguntarse si no habría que hablar de una verdadera necesidad de vaguedad que torne flou hasta el conocimiento de la cantidad, que deviene en la esencia misma de la explicación.El abandono de una información matemática discursiva, que obligaría a eslabonar distintas aproximaciones, se hace en beneficio de una forma de conjunto de una ley expresada en una matemática vaga que satisface la débil necesidad de rigor de los espíritus sin claridad. (B: 267)El simple tema de la facilidad o de la dificultad de los estudios es mucho más importante de lo que se cree. En especial no se trata de un carácter secundario. Al contrario, desde el punto de vista psicológico, que es en el cual nos colocamos en este libro, la dificultad de un pensamiento es un carácter primordial. Es esta dificultad la que se traduce en verdaderas opresiones fisiológicas y carga de afectividad a la cultura científica. Y que por una ambivalencia característica atrae a las mentes vigorosas. Este tema de la facilidad relativa, pone de manifiesto que el conocimiento objetivo ha sufrido una inversión al pasar de la era precientífica a la era científica, pues durante la primera, la Física era considerada más fácil que la Geometría, a raíz de que operaba con fenómenos que todo el mundo podía experimentar. Bachelard ofrece también deliciosos ejemplos de la enseñanza de la física a sus jóvenes alumnos, como ejemplo de la supervivencia de la mentalidad precientífica en los conceptos familiares. Critica de paso la deformación que lleva a los docentes a "no enseñar sino el resultado", pues la enseñanza de los resultados de la ciencia nunca es una enseñanza científica. Si no se hace explícita la línea de producción espiritual que ha conducido al resultado, se puede estar seguro de que el alumno combinará el resultado con las imágenes familiares. Solo se puede retener comprendiendo. El alumno comprende a su manera. Puesto que no se le han dado razones, agrega al resultado razones personales. El espíritu quiere ligar todos sus conocimientos a la imagen central y básica. Es necesario que todos los fenómenos sean explicados por el conocimiento supervalorizado. Tal es la ley del mínimo esfuerzo" (B: 278)Si el profesor de Física multiplicara las encuestas psicológicas, se asombraría de la variedad de "racionalizaciones" individuales correspondientes al mismo conocimiento objetivo. Basta dejar pasar algunas semanas después de la lección para comprobar esta individualización de la cultura objetiva.Es necesario desarrollar el habito del pensamiento discursivo, no de la intuición; del análisis y síntesis recíprocos; de las inversiones del orden constructivo; esforzarse en señalar el gusto por las abstracciones.

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En una palabra, me parece que el primer principio de la educación científica es, en el reino intelectual, aquel ascetismo que constituye el pensamiento abstracto. Solo éste puede conducirnos a dominar al conocimiento experimental. Por eso no titubeo en presentar al rigor como un Psicoanálisis de la intuición, y al pensamiento algebraico como un Psicoanálisis del pensamiento geométrico.La intuición jamás ha de ser un dato. Siempre ha de ser una ilustración (B: 280)XI. Objetividad científica y psicoanálisisUna psicología de la actitud objetiva es una historia de nuestros errores personales", sintetiza Bachelard (B: 281) y reflexiona quien recorre la obra.Porque el científico (y también nosotros) no busca las síntesis generales ni las verdades absolutas del filósofo. No puede aceptar como objetivo un pensamiento que no ha sido personalmente objetivado, y por ello convendrá en que no hay verdad sin un error rectificado.A modo de conclusión, dirá que los elementos generales de una doctrina del conocimiento del objeto, deberá admitir que éste no puede designarse de inmediato como "objetivo"; y que existe una verdadera ruptura entre el conocimiento sensible y el conocimiento científico.Las tendencias normales del conocimiento sensible, totalmente animadas como están de pragmatismo y de realismo inmediatos, no determinan sino un falso punto de partida, y una falsa dirección. En particular, la adhesión inmediata a un objeto concreto, captado como un bien, utilizado como un valor, ata demasiado fuertemente al ser sensible; es la satisfacción intima; no es la evidencia racional.Ese apetito de los objetos, esa curiosidad indeterminada, no provienen de un genuino interés científico sino de una resistencia, que puede ser regulada por medio del control objetivo que es el recurrir al control social; al ojo ajeno, que resulta confiable a partir de que ciencia moderna trabaja con materiales experimentales y con cuadros lógicos socializados desde larga data y por tanto ya controlados (B: 283).Ejemplifica con el hecho de que el orden de precisión creciente es un orden de instrumentalización creciente y por ende de socialización creciente, de modo que la precisión discursiva y social hace estallar las insuficiencia intuitivas y personales. El proceso de rectificación discursiva es el proceso fundamental del conocimiento objetivo (B: 285)."Reducir el error a una distracción de la mente fatigada, no es sino considerar el caso del tenedor de libros que alinea cifras. Cuando se trata de un verdadero trabajo intelectual el campo a explorar es mucho mas vasto" (cit. por Bachelard). A lo largo de una línea de objetividad, hay que disponer la serie de errores comunes y normales, a los que hay que diferenciar por supuesto de lo que no son errores sino afirmaciones gratuitas hechas sin esfuerzo alguno del pensamiento.La socialización de la ciencia (se refiere a la Química) vía la enseñanza forma parte de la conquista de sus bases objetivas, pero no hay que exagerar el valor de los esfuerzos específicamente escolares, ya que los maestros imparten conocimientos efímeros y desordenados, marcados con el signo nefasto de la autoridad, que no acompaña la dualidad psicológica de las actitudes racionalista y empírica, su

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necesidad psicológica. Y es por eso que toda filosofía que bloquea la cultura en el Realismo o en el Nominalismo constituye uno de los obstáculos más tremendos para la evolución del pensamiento científico" (B: 290). Los profesores reemplazan los descubrimientos por lecciones, y desarrollan por ende la psicología del sentimiento de tener razón.En cambio propone lo contrario: inquietar la razón y desarreglar los hábitos del conocimiento objetivo, en la enseñanza, y también en su práctica científica. La actitud del científico debe ser la de renunciar a su propia intelectualidad. Sin esta renuncia explícita, sin este abandono de las imágenes favoritas, la búsqueda objetiva no tarda en perder no sólo su fecundidad, sino el vector mismo del descubrimiento. Un descubrimiento objetivo es inmediatamente una rectificación subjetiva. Del objeto reclamo, como principal provecho, una modificación espiritual. Quiero saber para poder saber, no para utilizar (B: 293).XII. ConclusionesEl presente trabajo nos ha permitido conocer y profundizar aspectos importantes de la epistemología, imprescindibles para seguir conociendo y mejor interrogar:1. Esclarecer la filiación filosófica y epistemológica de Gaston Bachelard, que permite no sólo contextualizar sino relativizar sus tesis.2. Clarificar los planos filosófico y epistemológico y las inversiones o yuxtaposiciones en que incurre, distorsión no exclusiva sino también común a otros autores.3. Explicitar sus diferencias y puntos de contacto con otras corrientes, en particular con las propias opciones.4. Reflexionar exhaustivamente sobre los obstáculos en la práctica de la ciencia, tanto los que pone de manifiesto la óptica psicológica bachelardiana, como -por oposición- los que reconocen otra causalidad.5. Reafirmar nuestra valorización de su actitud intelectual, que continúa pareciéndonos ejemplar pese a las intransigentes críticas, por su amplitud, profundidad y autenticidad. Su uso heteróclito de todo tipo de conocimiento es activo y creativo no ecléctico ni diletante. Habida cuenta de sus propias recomendaciones en el Prólogo a la Filosofía del No (Bachelard, 1984, pp. 7) nos parece un enorme esfuerzo de búsqueda de claridad y coherencia.La realización del presente trabajo ha enfrentado en dura lucha y durante todo el tiempo al obstáculo de los horarios de procurarse el sustento. Por ello hemos debido psicoanalizarlo y someterlo a la crítica ideológico-política, ya que nada sería más grato que la dedicación a la actividad del pensamiento, libre de condicionamientos, obligaciones y tensiones.Pese a ello, no podía resultar sino placentero, ya que -como bien ha señalado Bachelard- la ciencia es la estética de la inteligencia.

Bibliografía

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