La nostalgia de los muertos 4

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Capitulo 4

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“Sabías que no sabía cocinar y aun así te casaste conmigo, sabías que mi mamá era de un carácter

especial y estuviste ahí a mi lado, como no enamo-rarme de ti”

De repente estaba ahí, dispuesto a enfrentarme a un mar de esos malditos, ellos corrían hacia mí con sus fauces abiertas –babeando, escupiendo, gimiendo- dispuestos a probar mi carne; los pequeños infectados se en-cimaban unos sobre otros; ellos mismos entorpecían su camino con sus cuerpos, los infectados adultos se abrían paso con patadas a los pequeños cuerpos enfermos, todos ellos con hambre, mirándome fijamente al ver su ensangrentados ojos, apreté los dientes, mis manos sintieron el mango del hacha, estaba dispuesto a no caer ahí, no había llegado tan lejos como para caer ahora, pedí tantas veces tu bendición, miré a donde había escondido a Alicia, no iba a dejar que la lastimaran, no iba permitir que ellos se la llevaran.

-¡Vengan!- Grité casi con agonía.

Me alcanzaron, el primer golpe fue seco, el aire salió, sentí como mi cuer-po se estremecía de dolor mientras les contestaba con un fuerte empujón y el primer golpe de hacha hizo que pedazos de cráneo de infantes volaran de una forma grotesca, gloriosa. Yo solo gruñía y gritaba ellos no dejaban de venir, uno tras otro fueron perdiendo sus manos, sus cabezas, cuando sentían el hacha en su carne, solo gruñían y chillaban.

Era una puta guerra, yo resistiendo ellos con un ataque sanguinario, siguió la lucha y las primeras heridas se hicieron presentes ya que con la embes-tida de bestias, sentí los primeros mordiscos en mis piernas yo contestaba con hachazos juró que sentía como uno de ellos me arrancaba la piel de mi pantorrilla, pero por la adrenalina no sentía el dolor, recuerdo la mirada perdida de cada uno de los infectados.

La sangre parecía ser la serpentina en esta horrible masacre, y mucha de la que salía del cuerpo de los malditos al cortarlos, caía en mí cegándome por momentos, pero no iba a permitir que ninguno de esos monstruos nos devoraran, con un fuerte golpe, empuje a los infantes infectados dándome un respiro, pero noté que los infectados adultos, venían quitando los cuerpos de los pequeños.

Recibí al primero con una patada que lo hizo irse para atrás, lo que tam-bién afecto a algunos que venían detrás de él, pero después de componer la postura, volvieron a hacer otra carga, comencé a bajar la escalera poco

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a poco, quería quitarles terreno, realmente cuando me enfrento a estas mierdas, algo en mi hace que me sienta ansioso de sangre, quiero ver sus estómagos abiertos, ese morbo que sentía incluso cuando entraba a las practicas a la morgue, fui uno de los engañados por el profesor para que probara un cadáver, ante mi profesor y compañeros escupí, pero el extraño sabor se quedó en mi paladar y en mi mente por muchos años.

Seguí avanzando no podía evitar que la bestia que habitaba en mí se apo-derara de mi cuerpo, al fin y al cabo, esa cosa me había mantenido con vida durante todo este tiempo, seguí masacrando a los infectados con el hacha, no podía escuchar otra cosa que gemidos y gruñidos, estaba sonriendo, parecía que estaba ganando los hacía retroceder y a pesar de las heridas seguía avanzando; todo iba bien hasta que sentí un golpe seco en la cara, uno de los bastardos me había dado un golpe directo que me había roto la nariz y aturdido un poco, fue cuando aprovecharon y se dejaron venir en-cima de mí, me agarraron por el cuello, pero me defendía de una mordida en el cuello con mis manos libres, en la lucha había perdido el hacha, los bastardos seguían golpeándome, pensé que sería mi fin.

Pero de repente escuche el sonido de la tapa de la ventilación cayendo contra el suelo, Alicia había dejado su escondite y corría rápidamente a ayudarme, tomó el hacha y comenzó a combatir contra esos engendros, solo gritaba y lloraba, mientras les partía la cabeza a los infectados, pude deshacerme del que me sujetaba del cuello, y ayude a Alicia con mis puños a resistir el embate de los engendros, pero ellos no dejaban de venir, co-menzamos a retroceder de nuevo, subimos las escaleras matando a cada uno de esos bastardos.

Al llegar al final de la escalera, volteamos para todos lados, para saber cuál sería nuestro siguiente movimiento, en mí desesperación sólo noté una serie de salones, pero no vi que tenían una puerta trasera:

-¡Alicia! ¡Vámonos de aquí! –Grité.

Ella afirmó con la cabeza y comenzamos a correr, entramos al salón y cerra-mos la puerta, sabíamos que eso no los iba a detener, seguimos avanzando en dirección a la puerta que significaba una ruta de escape, pero nos cerraron el paso un grupo de infectados que habían subido por las escaleras de emer-gencia, a verlos solo jale a Alicia hacia mí, tomé el hacha y comencé a matar a esos desgraciados, pero las heridas me comenzaban a debilitar bastante, la herida de mi brazo se había vuelto a abrir, y mi sangre los atraía con más fiereza. Pero pude resistir el combate, seguimos corriendo y bajamos por las escaleras de emergencia, sólo para llegar de nuevo al patio de la escuela, ahí pudimos ver un pequeño baño al que corrimos, pero un montón de niños in-fectados se interponían no tuve otra opción más que destazarlos con el hacha.

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Cuando por fin el último de los desgraciados cayó, me sentí aliviado, esos largos minutos habían terminado, pero el costo de la batalla había sido ele-vado, tenía la nariz rota, miles de rasguños e incontables golpes en el cuer-po, mis brazos y piernas sangraban, algunos de los infectados me habían mordido, tenía un ojo morado y me faltaba un premolar derecho, realmente me habían atacado sin piedad. Levanté mi mano derecha haciéndole una seña a mi compañera de que me encontraba bien, ella corrió hacia mí y me abrazo, solo hice un gesto, el cuerpo me dolía demasiado, nos dirigimos al baño, cerramos la puerta y nos sentamos por un momento.

Miré a Alicia, su cabello le estorbaba en su cara, sus ojos con intención de llorar, me hicieron pensar en los tuyos, realmente era una chica fuerte que había sobrevivido este infierno por amor, muy diferente a la culpa que siento y que me empuja a buscar a nuestras familias.

-No podemos perder mucho tiempo, Alicia, debemos de buscar a tus hermanos, y largarnos de aquí, la verdad es que me siento mal, tenemos que salir rápido.

-Está bien, pero esta vez iré yo sola, no puedo arriesgarte en tu condición, realmente te han molido a golpes, los traeré aquí- me dijo firme, pero amo-rosa- te dejo la mochila no podemos arriesgarnos a perderla.

Alicia se levantó al tiempo que tomaba el hacha, se acomodó el cabello, cerró los ojos y suspiro, pude notar que sus manos temblaban, y que la sangre había manchado su rostro y manos, realmente era una guerrera. Me levanté también, no podía permitir que fuera sola.

-Te diré algo, yo actuare como carnada para atraer a los que quedan, puesto que ya hemos matado bastantes, y no creo que esta maldita escuela, tenga muchos alumnos, así que espero que el edificio se quede vació y te dé tiempo de buscar a tus hermanos.

-Pero estas en pésimas condiciones, no podrás aguantar mucho si te llegaran a alcanzar, quédate con el hacha. –Me dijo preocupada.

-No, no me enfrentaré a ellos, mira, desde aquí puede verse- le decía mientras señalaba al lugar- un pequeño cuarto en donde puedo subirme, y al tirar la escalera esos bastardos tardaran un poco, en subir, te dará algo de tiempo.

Ella se me quedo viendo, pero sabía que no teníamos muchas opciones y que teníamos que actuar rápido, así que movió la cabeza y aceptó el plan, de verdad quería darle tiempo para que encontrara a sus hermanos, después de eso los llevaría a un lugar seguro y continuaría mi camino a tu casa, ya estaba muy cerca de La joya y podía seguir hasta el Estadio Azteca, pero lo primero era salir de aquí.

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Abrí de nuevo la puerta, ella corrió en dirección de los salones de nuevo, yo comencé a gritar para llamar la atención, no tardaron en aparecer del pasillo por donde llegamos al segundo patio, los infectados de los cuales huimos, ellos no notaron que Alicia se estaba escabullendo por los salones de la ahora muerta escuela, yo corrí y me subí al pequeño cuarto tal como lo habíamos planeado, yo solo reía no podía creer que todo nos estuviera saliendo a la perfección, incluso encontré un tubo de acero con el cual podría defenderme ahora que ella se había llevado el hacha, todo sería cuestión de unos minutos, ella tiene el campo libre para investigar.

Pero pasaron varios minutos, comencé a preocuparme, no había noticias de ella, no había aparecido, muchas preguntas se comenzaron a formular en mi mente: ¿Le habrá pasado algo? ¿Encontró a sus hermanos y huyó? No ella no podría haber hecho eso, aunque la verdad no la conocía, la ha-bía recogido en la mañana en la tienda y eso era todo, la traje aquí por el acuerdo que habíamos hecho, pero no podía abandonar a alguien más, no me perdonaría cometer el mismo error, ¿verdad amor? Paso el tiempo, no podía quedarme ahí para siempre, debía de encontrarla.

Con el tubo en la mano y la mochila, di un gran salto, desde el techo de la pequeña habitación por sobre los infectados que estaban esperando probar mi sangre, al llegar al suelo absorbí el golpe de la caída con una rodada, me levanté lo más rápido que pude, para ver que esos bastardos ya venían hacia mí, sonreí de nuevo, entre en batalla, al ser un número de infectados moderado, los enfrente ya casi tomándole cierta ciencia al asunto, destro-zarles la cabeza con los puños y con el tubo, empujarlos, gritos y sangre, violencia y muerte, vida que se manifestaba a través de la ira.

Terminando con el último de los desgraciados, tenía la misión de ir en búsqueda de Alicia, entre de nuevo en el pasillo, donde encontré algunos infectados derrotados, sin duda por el hacha que llevaba Alicia, regresé a las escaleras, y al pequeño patio que hace poco estábamos defendiendo, no quise hacer ningún ruido, solo revisaba los pequeños salones, subí de nuevo las escaleras, al llegar al primer piso, pude escuchar un sollozo.

Me acerque al salón abrí la puerta con mucho cuidado, sabía que era Alicia, pero no sabía porque se encontraba llorando, trague un poco de sa-liva, antes de dar un paso dentro del cuarto, al entrar susurre el nombre de Alicia, revisé el salón y la encontré estaba en una esquina, hincada ante dos pequeños cuerpos destrozados, no se podrían distinguir sus rostros de las heridas que tenían, les faltaban miembros, ella lloraba amargamente.

-Lo siento, lo siento, lo siento, no pude salvarlos, a pesar de estar cerca de ustedes, no pude ayudarles, perdóneme- lloraba, mientras trataba de tocar los cuerpos con su mano izquierda.

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-Alicia –no sabía que decir, se me había hecho un nudo en la garganta.

No sé cuánto tiempo pasó, sólo sé que ella estuvo llorando, no se calmó, hasta que pudo encontrar un pequeño mantel que supuse era del escritorio de la profesora, y con este cubrió los cuerpos, las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos, los dos infantes no tenían señales de infección.

-Se escondieron en su cuarto donde guardaban sus materiales de arte- me dijo- mis niños, ya no podré verlos, -observando de nuevo los cuerpos- ¿Qué le voy a decir a mamá? Sabes, sólo me fui con mis amigas por idiota, me escape de la escuela, y se supone que vendría por ellos rápido porque estaban haciendo sus manualidades para el día del amor y la amistad, y se irían a un convivio, eran unos maldosos, pero los amaba con toda mi alma, recuerdo cuando nacieron, el momento exacto cuando mamá los trajo a casa, ya no podré jugar con ellos.

Me mantuve en silencio, todo ese tiempo, me acerque a Alicia, y coloque mi mano derecha sobre su hombro, ella se levantó y lloró de manera amarga en mi hombro, baje la mirada, observe alrededor, tijeras en el suelo, papeles de colores recortados en forma de corazón, que ahora estaban manchados en sangre, imagine lo que había pasado, me horrorizó pensar en la masacre que tuvieron que pasar estos niños -la abracé- ¿A dónde se estaba yendo el mundo? ¿Esto era el fin? ¿Qué pudimos haber hecho mal para que fuéramos testigos de toda esta porquería?

-Lo mejor de todo es que no se convirtieron en una de esas cosas, realmente me apena pensar en todos aquellos que se infectaron con lo que sea a lo que nos estemos enfrentando- le dije suavemente mientras la alejaba un poco de mí.

-Sí, es lo que agradezco, ¿Crees que pueda llevármelos de aquí? Me gustaría que los enterraran.

-Podemos apurarnos a encontrar algún punto de auxilio y después regre-sar por sus restos, si existen más de esos bastardos no creo que podamos movernos rápido con los cuerpos –le contesté.

Ella comprendió que era lo que teníamos que hacer, persigno los cuerpos de sus hermanos, de su cuello quito una pequeña cadena de oro, y se las colocó en la manta, se limpió las lágrimas, y se levantó, tomando el hacha, con voz firme se dirigió a mí:

-Debemos de continuar, no podemos perder tiempo.

La miré fijamente, asentí con la cabeza y tome el tubo que había dejado en el suelo, salimos de forma rápida de la escuela puesto que ya no había ningún infectado en ese edificio, la muerte y el silencio reinaban ahora en un

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lugar que no hace muchas horas albergaba risas. Al salir, revisamos que no hubiera ningún infectado, comenzamos a caminar.

-Y ahora ¿hacia dónde vamos? –Me preguntó.

-Creo que la opción es buscar un centro de rescate, que te saque de aquí, yo tengo que ir con dirección al caminero y de ahí a Tlalpan, la verdad es que necesito ir a ver si algunos de mis familiares siguen con vida.

-No creas que irás solo, te acompañare me queda de camino a mi casa, para ir a buscar a mis padres, además si somos dos no tendríamos tantos problemas si nos encontramos con esos bastardos.

Sonreí, seguimos nuestro camino, llegamos a un pequeño restaurante, al verlo recordé que no habíamos probado bocado desde la mañana, así que busque un pequeño lugar para detenernos a comer, nos metimos en uno de los muchos carros abandonados de la avenida.

-Bueno señorita debemos de comer algo antes de que perdamos fuer-zas- le dije mientras abría la mochila y de ella sacaba dos latas de atún y una botella de agua.

-Muero de hambre, ah que bien las latas tienen abre fácil, ¿tendremos que comer atún con las manos? ¿No te da asquito?

-Lo siento pero se nos olvidó tomar galletas.

Ella solo me miró pero entendió que no contábamos con mucho después de que perdimos la mayoría de las cosas al escapar de la tienda, abrí la lata de atún pero al momento de abrirla la carne que era rosa tomo de manera súbita un color café extraño, al momento que despedía un terrible olor a estiércol, casi vomito la tire por la ventana.

-¿Qué te pasa? También tiras la comida que no te gusta, eres como mis hermanos, que tiran lo que mi mamá les pone de lunch para la escuela – me dijo divertida.

-Abre la lata, -le dije, aun con asco.

Ella abrió la lata y paso lo mismo que había pasado con el contenido de la lata que yo había abierto, ella si tuvo un ataque de asco, y escupió varias veces, tiro la lata por la ventana, al tiempo que le daba un trago a la botella de agua. Nos miramos incrédulos, ¿acaso era la comida? lo que provocó todo esto.

-¿Qué carajo está pasando? –Me dijo Alicia.

-No lo sé, en verdad no lo sé, mucho de lo que pasó no sigue las reglas de la ciencia, si fue la comida, no sigue las reglas de una infección común, por lo general provoca vómito y fiebre, pero no volverte un enfermo come carne.

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-Si es la comida, ¿Cuánto tiempo podremos soportar estar sin comer? –me preguntó.

-El cuerpo puede resistir hasta una semana sin comer nada, pero ya te-niendo serias complicaciones en el sistema digestivo, sin alimento, poco a poco tus órganos se irían lastimando, Alicia no tenemos mucho tiempo, por lo que sabemos el agua está bien le hemos dado tragos a la botella y no nos hemos vuelto infectados.

Alicia me miró con determinación, salimos del auto, era imposible e inútil llevarnos algún vehículo toda la avenida estaba llena de autos abandonados, así que seguimos a pie, pasamos algunas calles sin mayor contratiempo, buscando alguna tienda en donde podríamos tomar provisiones, para el camino y también revisando que existiera algún indicio de ayuda. Nada, las calles estaban vacías, no encontramos nada, las tiendas las habían saquea-do, y no había señales de vida, comenzó a soplar un aire frío con aroma a muerto, la verdad todo se había ido al carajo.

Al acercarnos a Ciudad Universitaria, pudimos notar que se hacía tarde, ya habíamos caminado un largo trecho, decidimos buscar un refugio en donde podríamos pasar la noche, pero no queríamos arriesgarnos a una pelea en campo abierto contra los infectados, seguimos caminando, cuando notamos que el ruido de música y de televisores, que nos había acompañado durante todo el trayecto, se había detenido.

-Creo que cortaron la energía eléctrica- le dije a Alicia.

-Sí, yo también lo pensé, espero que quede alguien vivo para reparar lo que sea que haya fallado, seriamos presas fáciles para esas cosas sin luz y en la noche.

Cuánta razón tenía, ahora, era urgente que encontráramos un refugio si es que queríamos seguir con vida, creo que Alicia también lo pensó, por-que lo siguiente que supe fue que íbamos corriendo por la avenida, cuando por fin a lo lejos pudimos ver una iglesia, los dos nos alegramos, pero nos duró poco puesto que algunos infectados al vernos corriendo comenzaron a perseguirnos, correr no había sido muy inteligente.

-¡Tenemos que llegar Alicia! –le grité.

Los bastardos no nos dieron alcancé, llegamos a las puertas de la iglesia y nos metimos en ella cerrando las puertas de madera, volteé para ver si había alguien, sólo cadáveres de infectados, alguien combatió con ellos, compro-bé las puertas, estaban cerradas con cadenas por fuera, habían dejado este espacio libre, pero ¿Quién lo había hecho? No le di importancia, al sentirme seguro por un momento me senté en la banca y comencé a revisar mis heri-das, Alicia ya caminaba hacia mí, al llegar a donde estaba me observó y dijo:

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-¿En verdad eres un enfermero? , Creí que eso era sólo para mujeres.

-Sí, soy enfermero –le dije divertido- Entre a esa carrera porque mi padre no tenía mucho dinero para pagarme una carrera, y tenía una amiga en el hospital general, así que me inscribió ahí.

-Vaya, por cierto no me has dicho tu nombre, llevamos todo el día corriendo y no sé cómo llamarte.

-Me llamo Dante, mucho gusto Alicia, debemos agradecer que encontra-mos esta pequeña iglesia, sin ningún infectado.

Ella sonrió.

Esa noche fue bastante oscura, ahora que la ciudad se había quedado sin energía eléctrica. Alicia y yo nos sentamos cercanos al altar. El ver las imágenes religiosas, me hizo pensar en qué estaría pensando y haciendo si todo esto no hubiera pasado, estaría llorándote, recibiendo argumentos recriminatorios, tal vez ya estaría en el viaje de regreso a Guadalajara, todos estos pensamientos me hicieron sentir muy inseguro, demasiado, comencé a dudar de si podría encontrar a nuestras familias, ¿cómo verlos a la cara después de todo lo que paso?, ¿Mi madre sentiría vergüenza al verme?

Alicia se había acomodado a mi lado, y poco a poco se dejaba vencer por el sueño, esto no ha sido fácil para nadie, el verla como la vi, por lo que les había pasado a sus pequeños hermanos me hizo darme cuenta qué tan rápido el amor puede volverse amargura, pero entendí por qué reaccionaba de esa manera, somos humanos, aún somos humanos y podemos permitirnos sentir nostalgia, sentir miedo, realmente debemos temer cuando no sintamos absolutamente nada, viejos maestros dicen que eso es la muerte en sí.

Miré a Alicia, y recordé nuestra conversación, ahora que habíamos per-dido las provisiones, y con las sospechas que lo que inició todo esto, fue el alimento, ¿Qué comeríamos? ¿Quién mató a estos infectados? ¿Habrá alguien vivo allá afuera todavía que resista? Esa noche dormimos con un hambre terrible y con el dolor de la soledad.

Continuará…

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