La novela exprés es un contemporáneo subgénero literario ... · La novela exprés es un...

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1 La novela exprés es un contemporáneo subgénero literario concebido con la finalidad de adaptarse a la fugaz época actual (siglo XXI), donde, gracias a los avances tecnológicos, el intercambio de información es tan rápido que el público, muchas veces, prefiere y busca contenido más conciso. En consecuencia, la novela exprés está conformada por una pequeña cantidad de narración, es decir, la historia se desarrolla con base en diálogos, y lo hace de una manera breve; pero conservando la esencia de la novela tradicional. En otras palabras, los acontecimientos se desenvuelven muy deprisa y no se colma al lector de descripciones o explicaciones, brindándole la libertad de imaginar los detalles de la historia a su gusto o simplemente no hacerlo. La primera novela exprés escrita comenzó a redactarse el 31 de diciembre del 2015, se terminó de escribir el 4 de diciembre del 2016, y fue publicada de manera digital el 20 de diciembre del mismo mes. El creador de este subgénero literario es el escritor mexicano Carlos de Hernáheson, quien franqueó el concepto con la novela “El diablo de Estocolmo”, una historia satírica de fantasía, ciencia ficción y filosofía; con tintes de novela picaresca, y didáctica.

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La novela exprés es un contemporáneo subgénero literario concebido con la finalidad

de adaptarse a la fugaz época actual (siglo XXI), donde, gracias a los avances

tecnológicos, el intercambio de información es tan rápido que el público, muchas

veces, prefiere y busca contenido más conciso. En consecuencia, la novela exprés está

conformada por una pequeña cantidad de narración, es decir, la historia se desarrolla

con base en diálogos, y lo hace de una manera breve; pero conservando la esencia de

la novela tradicional. En otras palabras, los acontecimientos se desenvuelven muy

deprisa y no se colma al lector de descripciones o explicaciones, brindándole la

libertad de imaginar los detalles de la historia a su gusto o simplemente no hacerlo.

La primera novela exprés escrita comenzó a redactarse el 31 de diciembre del 2015, se

terminó de escribir el 4 de diciembre del 2016, y fue publicada de manera digital el 20

de diciembre del mismo mes.

El creador de este subgénero literario es el escritor mexicano Carlos de Hernáheson,

quien franqueó el concepto con la novela “El diablo de Estocolmo”, una historia

satírica de fantasía, ciencia ficción y filosofía; con tintes de novela picaresca, y

didáctica.

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Dedicado a los que no tienen miedo...

o siguen adelante a pesar de tenerlo.

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CAPÍTULO 1

GÉNESIS

I

—B-buenas tardes, señor.

—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?

—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.

—¿Disculpa?

—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-sólo

deme lo que lleve en sus bolsillos —sollozó.

—¿Estás bien?

—Señor, por favor…

—Hijo, mírate, estás llorando. Tú no eres así, tú no quieres hacer esto.

¿Necesitas un poco de dinero?

—N-no, señor. Discúlpeme, en verdad no quiero hacer esto; p-pero necesito

comer y… pagar mis deudas.

—Todos necesitamos dinero, hijo; pero estas no son las formas de ganarlo.

—¡Señor! Dis… discúlpeme…, necesito que me dé su dinero ahora mismo.

—Está bien, sólo que… yo también tengo que comer y pagar deudas.

—Lo entiendo, señor. Y-yo… sé que todos tenemos necesidad; pero estoy

desesperado —masculló, con lágrimas en los labios—. Por favor, dese prisa, no

quiero lastimarlo.

—Bien…, si no hay otra opción…, ten, llévate esto, es todo lo que tengo en mi

cartera.

—G-gracias, señor, muchas gracias. S-si algún día… Algún día se lo devolveré,

lo juro. Gracias, gracias. Espero que la vida se lo multiplique, señor, muchas

gracias.

—Anda, vete de aquí antes de que alguien te vea.

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II

—¿Cómo te fue?

—Conseguí 3,112 y… ¿Qué mierda es esto?

—Parece una menta.

—Ah… Esto quédatelo tú.

—Tienes que enseñarme a hacerlo, viejo. Desde que te conocí, has asaltado más

de 31 veces y ni siquiera le hablan a la policía.

—Sólo llora, idiota. Puedes decir lo que sea que se te venga a la mente; pero

tiene que parecer que eres un buen tipo que ha tomado una mala decisión. Sé

educado, suelta unas cuantas lágrimas, da lástima y deja que el cerebro de tu

víctima haga el resto.

—¿Síndrome de Estocolmo, eh?

—¿Qué? ¡Carajo! ¿Yo qué sé? Ponle el nombre que quieras —Y se detuvo un

segundo a considerarlo—. Mmm… Sí, supongo que algo tiene que ver con eso.

Ahora deja de arruinar el momento con tus «palabritas» cultas, pretencioso de

mierda.

—¡Jaja! Eres un maldito, ¿lo sabías? Tienes un lugar reservado en el infierno,

justo a un lado del diablo.

—¿De qué hablas, estúpido? —rio—. Estás hablando con el diablo.

—¡Oye! ¡Eso es! ¡El diablo de Estocolmo! —exclamó sonriendo—. Suena bien,

¿no? Buenos y malos merecen un apodo, un alias, un seudónimo. Ese podría ser

el tuyo. ¿O quieres que se te conozca por tu nombre de pila?

—Vaya, hasta que tuviste una buena idea. Te estás ganando un lugar en el

infierno, justo a un lado de mí —bromeó… el diablo, el nuevo diablo, El diablo

de Estocolmo.

—Veo que te estás acostumbrando al concepto.

—Digamos que es de mi talla —se vanaglorió—. ¿Y qué seudónimo quieres

para ti?

—No lo había pensado antes; pero ya que insistes, podría ser algo como «El

grande», «El magnífico», «El indomable», «El…».

—¿Sueco? —atajó el diablo entre risas.

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—¿Qué? ¿Por qué «El sueco»? —preguntó consternado, con el amargo

presentimiento de que se quedaría con ese apodo aun cuando se negara

rotundamente.

—Tú escogiste el mío, lo justo es que yo escoja el tuyo.

—P-pero…

—Estocolmo, Suecia, ¿no? Eso significa que te llamaré «sueco».

—Por lo menos llámame con el gentilicio de Estocolmo, no de Suecia.

—¿Gentilicio? ¿Qué…, qué es eso? ¿Ya empezaste a usar tu palabrería rara?

—Sí, gentilicio. Un gentilicio es algo así como el apodo que llevan…

—Sí, sí, ya entendí, puedo intuir lo que significa. Termina de una vez.

—Bien, pues… «sueco» es el gentilicio de Suecia; «holmiense», el de

Estocolmo.

—¿Holmiense? ¿Holmiense? ¿En serio? ¿Estás sugiriendo que tu apodo sea

parecido a Holmes?

—Podría ser. Piénsalo bien.

—No te lo mereces.

—¿Qué tiene de malo que yo me…? «El diablo de Estocolmo y Holm, su

secuaz», ¿eh? ¿Eh?

—¡Jaja! ¿Ahora eres mi secuaz, intento de secretaria? —se mofó el diablo.

—Soy tu mano derecha, idiota. ¿Quién no necesita una mano derecha?

—Alguien que ya tiene una —repuso el diablo alzando su dedo corazón diestro.

—¡Bien! Entonces que sea «El sueco», imbécil —se resignó éste, indignado.

—Oye, tranquilo, sólo bromeaba, no soy tan malo como crees. Te quedarás con

«Holm». ¿Feliz? —le dijo, escondiendo su risa en el cuello de su abrigo blanco.

—¡¿En serio?!

—Sí, como sea, sólo no llores frente a mí.

—¡Genial! Ahora podríamos empezar a diseñar nuestro…

—No, no, no, no, no. Olvídalo, olvídate de esas cosas. Voy a salir un momento,

¿está bien? Necesito hacer unos trabajos.

—¿Se puede saber adónde vas?

—No.

—¿Y podrías hacerme el favor de pasar por una hamburguesa cuando vengas de

regreso?

—No.

—Vete al carajo.

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—No, y limpia tu porquería de mi piso antes de que vuelva…, Holm —le

ordenó mientras cerraba la puerta—. «Holm»... Qué estupidez. Suena como una

maldita arcada.

III

—Disculpe que la moleste, señorita, ¿me podría decir la hora, por favor?

—Sí…, claro —titubeó—. Son las 7:03 PM.

—Gracias, muy amable… Oscureció rápido hoy, ¿no?

—... S-sí.

—¡Uff! ¡Vaya, qué día! Cómo me gustaría una hamburguesa en este

momento… Un poco de carne me vendría bien para relajarme… ¿Le sucede

algo, señorita?

—No…, no, estoy bien.

—Oh, lo siento mucho, creo que la estoy incomodando… Tal vez debería

alejarme, ¿no lo cree?

—…

—Vamos, pequeña, no seas así. ¿Podrías regalarme unas cuantas palabras? Me

gustaría ver qué tanto puedes abrir la boca.

—¡Estúpido!

—¡Oye, no seas tan quisquillosa! Deberías de sentirte halagada, niña. No

siempre tendrás a alguien como yo interesándose en ti y en tus… delicadas…

piern…

—¡No me toques, imbécil!

—¡Ey, ey, ey! Si cooperas conmigo, no te sucederá nada malo, ¿entendido?

—N-no…, p-por… fvr… No m… tqs… N…, no…

—¡Cállate! Te voy a quitar la mano de la boca y vas a caminar frente a mí como

si se tratara de una bella y colorida caminata por el parque, ¿está bien? ¡¿ESTÁ

BIEN?!...

¡Perfecto! Me encantan las que ponen de su parte. ¡Muévete!

—P-por favor, no me hagas nada. T-te puedo dar mi bols…

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—¡Que te calles! —musitó con impaciencia, presionando el cañón de su pistola

en la cintura de la joven—. Sigue caminando… Así, exactamente así... Bien,

bien… Vamos, continúa… Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Me gusta cómo te

mueves, hermosa… Sólo falta un poco más, no te detengas… Aquí está bien…

Agáchate.

—N-no, n-no, por favor, por lo que más quieras.

—¡YA! ¡Deja de llorar! ¿Acaso no te enseñaron a apreciar una obra de arte

como esta? Difícilmente encontrarás algo tan grande en este mundo.

—¡Oye, tú, imbécil! Lo estás haciendo mal.

—¿Pero qué mierda…? ¿Este idiota viene contigo?

—No, no vengo con ella; pero lamento decirte que me la tendré que llevar.

—¡Jajaja! ¿Te la vas a llevar? Lo que te vas a llevar son mis balas en tu pecho,

estúpido… ¡¿Qué?! ¿C-cómo…?

—Eres un novato en esto, ¿verdad?

—¡No tienes ni idea de con quién estás hablando! Probablemente ya violé a tu

hermana y a tu madre al mismo tiempo, idiota.

—Te daré un consejo: si vas a llevar una pistola en el pantalón, procura tener

siempre cerca tu pantalón, imbécil. Es tan básico… Das lástima.

—E-está bien, está bien, tú ganas. Llévatela; pero no dispares, por favor.

—Mmm… No lo sé… Ya la tocaste y tus manos me dan asco, así que...

—P-pero… ¡No, no, tranquilo, baja el arma! No le he hecho nada, te lo juro.

Apenas iba a empezar.

—Mmm… Está bien, te dejaré ir.

—¡¿Qué?! —saltó la joven, incrédula.

—Sin embargo —continuó el diablo—, tendrás que darle a la señorita todo lo

que tengas de valor.

—Eres un maldito, hijo de per… ¡Está bien, está bien! Toma esto y… esto...; y

esto también. Es todo lo que llevo.

—Perfecto. Ya nos estamos entendiendo.

—¿Entonces me puedo ir?

—No.

—Pero tú dijiste…

—¡Que no! Cállate... Disculpe, señorita, ¿tendrá un bolígrafo en su bolso?

—S-sí, c-creo que sí. Aquí está.

—¡Rojo! Qué conveniente. Gracias... Ven para acá, pedazo de estiércol.

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—¿Q-qué vas a hacer con eso?

—Sólo pondré mi autógrafo en tu mano, tranquilízate.

—¿Y yo para qué quiero…? ¡AAAAAAH! ¡¡¿QUÉ HICISTEEE?!!

—Estoy marcando mi territorio, marica. Agradece que no soy un perro.

—¡¡¡MI MANO, ESTÚPIDO, MI MANOOO!!!

—No te molestes en devolverlo, te lo puedes quedar.

—¡¡ERES UN IMBÉCIL!!

—Ya, ya, cómo lloras. Vete de aquí antes de que te saque el bolígrafo con una

bala.

—¡Me las vas a pagar…, basura de… Estocolmo!

—¡Oh, sabes leer! ¡¡QUE DEJES DE LLORAR!! —le gritó el diablo con

impaciencia, disparando varias veces al suelo para hacerlo correr.

—¿Q-quién eres? Perdón, p-perdón, muchas gracias por ayudarme. ¿Eres algo

así como un suprahéroe? ¿Por qué ocultas tu rostro?

—Porque entonces sabría quién la rescató, señorita.

—Pues me encantaría saberlo.

—Lo único que debe de saber es que El diablo de Estocolmo estuvo aquí.

—¿El diablo de Estocolmo? Vaya, eso suena tan… intenso.

La joven, cautivada, se acercó lentamente y apoyó sus delicadas manos sobre el

pecho de su salvador. Un silencio después, le dio un beso en la mejilla, sobre la

máscara blanca inexpresiva.

—Quisiera conocerte más. ¿Dónde te puedo encontrar?

—En ningún sitio. Pero si se mete en problemas, tal vez aparezca.

—Tal vez lo haga.

—No se lo recomiendo. —Y se dieron un beso, mas la parte inferior de la

máscara esta vez no se entrometió.

—El diablo de Estocolmo —suspiró la joven mordiéndose el labio—. ¿Qué

significa?

—Significa… que me tendrá que dar todo lo que tenga —contestó el diablo…, y

eso fue lo que sucedió.

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IV

—Toma, aquí tienes tu pizza. De nada.

—¡Pero te pedí una hamburguesa! ¡Ya habíamos comido pizza!

—Pan, queso, carne, condimentos… Es lo mismo. Y si no la quieres, me la

comeré yo solo.

—Sé de otra cosa que te puedes comer tú solo.

—¿En serio…, «Holm»? Vuelves a decir una tontería como esa y te voy a

decapitar la de abajo.

—¿A mordidas?

—¡Te lo advertí, hijo de…!

—¡Oye, ya, ya! Sólo era una broma, no lo vuelvo a hacer. ¡Jaja! No se puede

jugar contigo.

—No.

—¿Y bien? ¿Saliste a conseguir más dinero?

—Alguien tiene que salir a conseguirlo, ¿no?

—No me mires así, yo estoy a cargo del cuartel y de las finanzas.

—¿Le llamas cuartel a esta caja putrefacta de zapatos? Tenemos que buscar otro

lugar.

—Entonces tendrás…, tendremos que conseguir un botín más grande. ¿Cuánto

juntaste esta vez?

—Mmm… No lo sé, no lo he contado. Toma, cuéntalo tú, «señor finanzas».

—¡Vaya! No sabía que tenías esos gustos tan…

—Cállate. Hay unos tampones dentro, por si los necesitas.

—¿Asaltaste a una pobre jovencita y te quedaste con su bolso? ¿Cuántos años

tenía?

—Yo qué sé. Probablemente unos 19 o algo así. No vi su identificación, sólo se

la entregué.

—¡Mira esto! ¡Jaja! Un trozo de hamburguesa. ¿Qué mujer guarda un trozo de

hamburguesa en su bolso?

—¿Qué tiene de malo guardar un poco de…? Un momento…

—¿Cómo era la chica, eh? ¿Era bonita, fea, alta, «XXL»? ¡Jaja! Tal vez acababa

de romper con su novio y se refugió en el brazo consolador de la comida rápida.

—El imbécil mencionó algo sobre una hamburguesa... ¡Eso es! Entonces él

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también la estaba siguiendo desde antes de llegar a la parada de autobuses.

¿Cómo no lo noté? ¡Mierda! Tal vez no era un principiante… Pero sí fue muy

descuidado, de eso no me cabe ni la menor duda. Además, él tampoco me vio en

el trayecto. Mmm…

—Tierra llamando a…

—Sí, era «XXL»; pero no ella, sino sus labios —atajó el diablo guiñándole un

ojo.

—¡¿La besaste?! ¡¿La asaltaste y luego la besaste?!

—No. Primero me besó, y luego le pedí sus cosas.

—¡Carajo! ¿Cómo sucedió todo? ¿Lloraste otra vez para hacerte la víctima

frente a tu víctima?

—Fue una situación diferente.

—Mmm… ¿No me lo piensas contar, verdad?

—No.

—No importa. La próxima vez iré contigo. Me vendría bien una investigación

de campo. Quién sabe, puede ser que me vuelva mejor que tú.

—Sigue soñando, tarado.

—¡Pff! ¡Por favor! ¿Qué tan difícil puede ser?

—No mucho; pero si te descuidas al momento de la acción, tal vez lo único que

consigas es el autógrafo del diablo… y una mano perforada.

—¡¿Le perforaste la mano a la chica?!

—¡No, tonto! No estás entendiendo. Yo… Olvídalo, no tengo que contártelo.

—Da igual. Mejor cambiemos de tema. ¿Has pensado en robar un banco? Eso

cambiaría nuestras vidas. Imagina poder vivir en una mansión llena de lujos,

comodidades...

—¿Y luego qué?

—¿Eh? ¿No es suficiente? B-bueno, podríamos comprar un avión, viajar por el

mundo, robar aquí y allá; y hacernos cada vez más ricos.

—En algún momento nos aburriremos. ¿De qué servirá todo eso? Nada de lo

que hagamos será suficiente en esta vida.

—¿Qué mierda estás diciendo? ¡Por un demonio! ¿Te vas a poner así de

dramático, viejo?

El diablo de Estocolmo no tenía más que decir, tan solo calló y tomó asiento en

su raído y polvoriento sillón. Luego de varios minutos de introspectivo silencio,

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le habló por fin a su colega.

—Está bien, te concederé un deseo —le dijo—; pero, a cambio, tendrás que

hacer algo por mí. Soy el diablo, ¿no? Esas son las reglas.

—Habla.

—Tú escogerás nuestro siguiente trabajo. Puedes o no participar en él, como

quieras; y será tan grande o pequeño como lo desees: asaltar a un anciano, a una

jovencita, robar un banco, secuestrar al presidente, lo que sea. Cuando lo

logremos, el botín será completamente tuyo…

—Qué interesante, suena bastante bien. Continúa, continúa.

—Sin embargo, ese será nuestro último atraco, nuestro último trabajo juntos.

Después de eso, no nos volveremos a ver y cada quien seguirá su propio camino.

¿Qué te parece?

Holm miró al diablo con atención. Posteriormente, bajó la mirada,

decepcionado.

—Esto ya no me está gustando. ¿Qué te sucede?

—¿Lo tomas o lo dejas? Responde.

—¿No es obvio? No lo aceptaré, nunca lo haría. ¿En verdad creíste que

preferiría unos cuantos millones en lugar de tu amistad?

—A eso me refiero. Lo material, al final del día, no es tan relevante.

—Mmm… Puede ser… Bien, es cierto. Odio admitirlo; pero tienes razón. No

sirve de nada poseerlo todo si no tengo a alguien como tú para compartirlo.

—¿Lo ves? Estás enamorado de mí, maldito homosexual.

—¿Qué…? ¡Eres un imbécil! —repuso Holm entre risas—. Pensé que estabas

siendo… Ya me estaba poniendo sentimental, pedazo de basura.

—Te lo dije: soy el diablo. No confíes mucho en mí, por tu seguridad te lo digo.

—Ya, ya, sabes mover bien los sentimientos, ya entendí, no presumas. Mejor

dime dónde aprendiste a hacerlo.

—¿A hacerlo? Lo hice por primera vez con una chica que… ¡Ah! ¿Te referías a

lo de los sentimientos?

—¡Jajaja! Muy gracioso, muy gracioso.

—Y después de un chiste tonto, pero en el lugar indicado, cambias totalmente

de tema y te ahorras la respuesta a la pregunta anterior —suspiró

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internamente—. ¿Por qué los humanos tienen que ser tan manipulables?

¿Entonces crees que sería buena idea robar un banco?

—¡Sí! ¡Jaja! ¡Claro!

V

—Esto está saliendo mal, Holm, muy mal.

—Apégate al plan y nos libraremos de esta, te lo prometo… ¡¡QUE ME DES

CADA MALDITO CENTAVO, ANIMAL!! ¡¿ACASO ESTÁS SORDO?! ¡TE

FALTAN ESOS BILLETES DE ALLÁ, NO TE HAGAS TONTO! ¿O me los

quieres esconder? ¿Eh, eh? ¿ME LOS QUIERES NEGAR A MÍ, AL GRAN

HOLM? ¡¿ESO QUIERES, IDIOTA?! ¡¡¿ESO QUIERES, EH?!!

—Oye, ya, tranquilízate. Recuerda que tienes que empatizar con la víctima para

que las cosas se den con naturalidad, sin traumas.

—Ese es tu estilo, viejo, no el mío. Déjame divertirme, ¿sí?… ¡¡TÚ!! ¡EL QUE

TIENE CARA DE MOSCA! ¡¡AGACHA LA MALDITA CABEZA SI NO

QUIERES MORIR AQUÍ MISMO, PERRA!!

—Holm, tenemos a la mitad de la policía afuera del banco. ¿Cómo demonios

ayudan tus gritos? Me estás irritando demasiado.

—Está bien, está bien, ya vámonos. ¡¿OYERON ESO, PERROS?! YA NOS

VAMOS; PERO NO NOS IREMOS SOLOS, ¿SABEN POR QUÉ? ¡PORQUE

NOS LLEVAREMOS SUS AHORROS, IMBÉCILES! ¡¡JAJAJA!!

—Estás a un grito de que te mate, Holm, ya cállate.

—No seas marica. Tenía casi dos semanas sin salir del cuartel. Necesitaba un

poco de interacción humana, ¿de acuerdo? Ve por la rehén y vámonos.

—¡Atención, atención, esto acaba aquí, queridos contribuyentes! ¡No hay nada

de qué preocuparse! ¡Podrán reunirse con sus familias este día! —exclamó el

diablo desde el centro del enorme banco.

—¡Diablo! Esa no, mejor que sea la rubia —lo interrumpió Holm cuando estaba

por tomar del brazo a una joven de cabello castaño.

—¿Alguna otra petición? ¿El helado lo quieres de chocolate, vainilla o…?

—Larguémonos de aquí de una vez.

—Por fin.

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—¡¡QUÍTENSE DEL CAMINO, BESTIAS!! ¡¿NO VEN QUE VAMOS

DIRECTO A LA GLORIA?!

—¡Policía Federal! ¡Bajen sus armas o procederemos a disparar!

—¡Asaltabancos locales! ¡Pueden meterse sus disparos por el recto! ¡Colocamos

explosivos en todo el lugar! ¡Los tres llevamos explosivos escondidos en la

ropa! ¡Si no quieren publicar una masacre en los diarios de mañana, tendrán que

darnos todo lo que pidamos!

—¡No negociamos con terroristas! ¡Suelten a la rehén ahora mismo!

—¿Terroristas? ¡¿Qué?!… Ahora sí la cagamos, diablo, nos están confundiendo.

¡Mierda! El primer mundo en verdad está jodido; se la vive con el trasero en la

mano. Uno ya no puede salir a robar un poco, porque lo tratan como a un

maldito terrorista demente... ¿Diablo? C-creo que es tu turno, n-no sé qué hacer,

lo siento —musitaba Holm, aterrado.

—¿Eso es todo? ¿Es lo único que puedes dar? ¿Primero quieres hacer todo tú, y

al final te echas para atrás? Mira y aprende, novato... ¡QUÉDENSE CON EL

DINERO, NO LO QUEREMOS! —Y arrojó la maleta hacia enfrente; pero

sujetó con más fuerza a la rehén.

—¡¿ESTÁS LOCO?! —gritó Holm, confundido, atónito, desconcertado.

—Te dije que no confiaras en mí —susurró el diablo, y le disparó a su adepto

justo entre los ojos—, y que estabas a un grito de que te matara. Que disfrutes

el botín…, Holm.

La policía se había petrificado, la incertidumbre había endurecido sus gatillos.

Nadie reaccionó, hasta que lo hizo el diablo: guardó su pistola, tomó a la rehén

por los hombros, la empujó impetuosamente provocando que cayera sobre la

maleta con dinero, y aprovechó el caos del momento para salir corriendo.

—¡¡DISPAREN, DISPAREN!! —gritó uno de los oficiales, demasiado tarde.

El enemigo corrió hasta perderse en una solitaria calle, se deshizo de su máscara

de ciervo, se despojó de los explosivos falsos, de su gabardina negra; arrojó todo

a un contenedor de basura, guardó sus guantes en el interior de sus zapatos, y

volvió a correr, esta vez hacia el último lugar donde lo buscaría la policía: el

banco.

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—¡Salgan todos! ¡Vamos, vamos, salgan! ¡Rápido!

—E-escuchamos disparos, oficial ¿qué sucedió?

—Salga, por favor. Tenemos que evacuar el lugar de inmediato.

—Muchas gracias, en verdad, muchas gracias. Son unos ángeles. Dios los

bendiga —le dijo aquel nervioso hombre con lágrimas de felicidad en los ojos.

Aquel hombre era el diablo… y también sabía rezar.

VI

—(…) Sí, puede ser que me haya sobrepasado un poco. Discúlpame por eso,

Holm, a veces me altero con facilidad, y tú no dejabas de gritar. Además, no me

agradaban tus métodos. Como sea, ya estás en un lugar mejor. Gracias por lo

de «El diablo de Estocolmo», conservaré el nombre... Nos vemos allá arriba. —

Terminó de leer lo que había escrito, asintió dos veces con la cabeza, impasible,

y arrojó el trozo de papel al suelo.

El diablo miró por última vez su departamento, se colocó una maleta en el

hombro, y le prendió fuego a todo.

VII

—Hola. ¿Me recuerdas?

—¡Oh, mierda…! ¡OH, MIERDA! ¡¿CÓMO SUPISTE…?!

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—Descuidas muchos detalles; pero tienes talento. Te pareces a mí cuando

empecé.

—¡No pedí tu opinión!

—Vine a instruirte. De nada.

—¡ESTÁS LOCO, HOMBRE! ¡ERES UN MALDITO ENFERMO!

¡LÁRGATE DE MI CASA AHORA MISMO O TE VOY A DEJAR COMO

UN PUTO COLADOR!

—La última persona que gritó frente a mí, ahora está muerta. No lo vuelvas a

hacer.

—…

—Tengo una duda: la otra noche, cuando quisiste violar a aquella joven, sabías

que ella había estado en una hamburguesería. ¿Por qué lo sabías?

—¿Q-qué?

—¿Por qué lo sabías?

—¡Ya pagué por eso! ¡Mira!

—Responde.

—¡Porque la estaba siguiendo desde antes, genio!

—Estás a una tontería de perder tu lengua... ¡Ya sé que la estabas siguiendo

desde antes! ¡¿Por qué lo hacías, maldita sea?!

—¡¿Qué quieres de mí?! ¡Déjame en paz, por favor! ¡Yo sólo quería un poco de

diversión! ¡No me mates, por favor, no lo hagas! —gimió.

—¡CONTESTA LA PUTA PREGUNTA, MIERDA!

—Y-yo s-sólo… Y-yo…

—¡¡DEJA DE TARTAMUDEAR, MARICA!!

—Y… Yo —gimoteó— estaba haciendo unas cosas cerca de la

hamburguesería… —El diablo levantó una ceja—. ¡Cosas personales!... E-

entonces escuché que una pareja de mocosos estaba teniendo una discusión muy

acalorada.

—Vaya… Holm tenía razón.

—Cuando dejé de… hacer lo mío… y me acerqué para ver qué sucedía, vi que

la chica le había dado un golpe en la ingle a quien supongo que era su novio… o

exnovio. Después noté que se alejó llorando y decidí seguirla para…, para…

—Ya sé para qué, imbécil, no necesitas decírmelo.

—¡No me mates, por favor!

—¿P-pero qué mierda…? ¡Que no vengo a matarte, estúpido! ¡Pero si sigues

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comportándote así, créeme que lo voy a hacer!

—E-está bien, está bien.

—Continúa. ¿Qué hiciste después?

—Yo… Vi que ella entró a comprar una hamburguesa y decidí esperarla afuera.

—Por eso no recordaba haberlo visto en alguna de las mesas... ¿Y qué hiciste

cuando salió del lugar? Habla.

—La n-noté muy deprimida y pensé que… ¿Podrías dejar de apuntarme a la

frente, por favor?

—No. Sigue hablando.

—Supuse que buscaría un autobús para regresar a casa o ir a otro lugar. No

levantaba la mirada, no hablaba con nadie, no utilizaba su celular, era lógico

pensar que quería aislarse.

—Pudo haber tomado un taxi. ¿Pensaste en eso?

—¡¿Por qué tantas preguntas?! ¡Me estás irritando! ¡Tú y tu ridícula máscara me

están irritando demasiado!

—Sigue-moviendo-tu-asqueroso-hocico —le ordenó el diablo, impaciente.

—¡Sí, sí, sí pensé en que podía tomar un taxi! Pero lo hubiera hecho desde que

salió de la hamburguesería y no lo hizo. Ella empezó a caminar, supuse lo del

autobús y decidí adelantarme a la parada más cercana para que no pareciera que

la estaba siguiendo.

—¡Ajá! Comienzas a agradarme, idiota. Resultaste ser más inteligente de lo

que pensé.

—El resto supongo que ya lo sabes.

—Sí.

—¿Tú también la estabas siguiendo?

—Eso no es de tu incumbencia.

—Es obvio que también la estabas siguiendo; pero… ¿por qué?

—Porque no me dejó disfrutar mi estúpida hamburguesa. Estaba en la mesa de

atrás, sollozando como un cachorro abandonado. Aquello me revolvió el

estómago, echó a perder mi momento de relajación y decidí que tenía que pagar

por eso.

—¡Jaja! Así que la pobre perra atrajo a dos «tipos malos» con su lloriqueo.

—¿Sabes? Me recuerdas a un amigo.

—¿Amigo? ¿Tienes amigos? ¿Tú?

—Tenía. Lo maté. Y si le vuelves a faltar el respeto a una dama frente a mí,

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terminarás como él.

—Está bien, está bien. ¿Ya me puedes dejar en paz? Tengo cosas que hacer.

—No. Dije que vine a instruirte y eso es lo que haré. Acostúmbrate a mi

presencia, no te librarás de mí tan fácilmente.

—¿Necesitaré un cuaderno y un bolígrafo, maestro?

—¿Dónde dejaste el que te regalé?

—¡Ah! Buena esa. Veo que piensas rápido.

—Tú y yo podríamos hacer un buen equipo.

—¿Yo las intento violar y tú las rescatas? —preguntó con sarcasmo.

—No, claro que… Oye, podría ser...

—¿De qué diablos hablas?

—Tu técnica… no es tan mala. Vi cómo abordaste a la chica. Primero la trataste

con educación, amabilidad, caballerosidad y esas cosas. Pero te desesperaste,

perdiste la de arriba, se te calentó la de abajo y empezaste a cometer errores.

—Entiendo…, «sensei»; ¿pero eso qué tiene que ver con lo anterior?

—Que sabes cómo iniciar el trabajo, sabes cómo bajar la defensa de tu víctima;

pero no sabes cómo dar el siguiente paso. Eres observador, calculador y

perspicaz. Esos son

algunos de los ingredientes más importantes… Si te ayudo a perfeccionar tu

técnica, podrás hacer lo que se te plazca. Y cuando aprendas a hacerlo,

podremos juntar nuestras habilidades para crear otro tipo de empatía con

nuestras presas. Imagina esto: tú te haces pasar por el malo, yo por el bueno, y

luego nos quedamos con el botín sin tener que preocuparnos por represalias.

—¿Me estás diciendo que actuemos para conseguir lo que queramos? ¿Quieres

que sea un maldito actor callejero? ¿Y luego qué? ¿Me tendré que subir a un

monociclo mientras hago malabares para que la gente me dé limosna? ¡Me estás

ofendiendo, estúpido!

—Tenemos métodos y gustos muy distintos, estoy consciente de eso; pero

piénsalo: ¿cuántas veces has ido a la cárcel por hacer lo que haces de la forma

en que lo haces?

—Dos veces.

—¿Sabes cuántas veces me ha perseguido la policía por asaltar a alguien?

—…

—Ninguna.

—Lo mío ni siquiera es asaltar. Prefiero robar tiendas y casas mientras todos

25

duermen. No me interesa tu oferta.

—¿Y qué te parecería poder acostarte con las mujeres que quieras sin necesidad

de obligarlas ni tener que huir de la policía?

—¡JA! Ahora me vas a decir que tu técnica me ayudará a violar desconocidas

que mágicamente no pedirán ayuda después de eso.

—Mejor aún: tal vez hasta te llamen para más.

—Creo que la palabra que buscas es «ligar», pedazo de imbécil.

—Mmm… Sí, algo así.

—¡Jajaja! Eres patético. ¿En serio crees que me voy a rebajar a eso? ¿Acaso

nunca has sentido esa adrenalina por estar haciendo lo incorrecto cuando

destrozas a una mujer por dentro? Y no me refiero necesariamente a lo físico.

El diablo guardó silencio, expectante—. Ya veo… Sí, eso es. Mírate, tienes buen

físico, tu voz es profunda, varonil; dices que sabes hablarles a las mujeres, y

probablemente bajo esa estúpida máscara blanca se esconde un rostro delicado,

de niña, de esos que les gustan a las que sí son niñas. Ya tienes el cabello, no me

extrañaría que también tuvieras el rostro. ¿Cómo se les dice? ¿Andrógino? En

fin… Tal vez nunca te haya hecho falta obligar a una chica; pero aunque

pudieras tener a quien sea con tu método, nada se comparará con esa…

húmeda…, adictiva…, prohibida…, excitante… sensación de culpa y regocijo

mientras deslizas tus manos sobre su cuerpo sin su consentimiento, mientras

frotas tus dedos en sus partes más sensibles y la obligas a tocar las tuyas; esa

sensación tan placentera de poder, de fuerza, de dominio, de unión, de saber que

el cuerpo de tu víctima lo está disfrutando, aunque su cerebro pretenda ordenarle

lo contrario. Nada se compara con esa posibilidad que te brinda el violar a una

mujer e intentar hacerlo tan bien que la hagas desear más —rio, orgulloso—.

¿Tú qué sabes sobre eso? Seguramente nunca has sentido cómo una vagina

mojada se contrae tan fuerte por el pánico que tu pene termina siendo

succionado una y otra vez.

El diablo lo miró, sonrió, cargó su pistola y le apuntó en la entrepierna.

—Dame una buena razón para no destrozarte el pene.

—¿Sabes? Ya no me interesa lo que hagas. Lo que quise hacer en esta vida, ya

lo hice.

—¿Vivir en una pocilga era parte del plan?

26

—Me importa muy poco dónde viva. ¿Qué más da el lugar, la ropa, el

transporte? Yo vine a esta vida a disfrutar de sus verdaderos placeres, a

satisfacer mis necesidades corporales, mentales.

—Vaya…, su ambición es diferente a la del resto. Holm quedaría como un

estúpido a su lado. Tal vez sea hora de cambiar un poco el orden de las

cartas… ¿Ah, sí? ¿Y qué me dices de la manipulación? Al parecer te gusta

forzarlo todo; pero… ¿y si pudieras hacer que las personas hicieran lo que

quisieras? No tendrías que esforzarte demasiado.

—¿Eh? ¿Manipulación? ¿La psicología inversa cuenta?

—…

—Acabo de manipularte, ¿no lo notaste?

—¡Jaja! Está bien, está bien, te has ganado otra oportunidad, mocoso.

—¿Quieres que intercambiemos los papeles? Ahora podría ser yo quien intente

enseñarte algunos trucos.

—Supusiste que no te mataría y te mostraste confiado, no es para tanto.

—Dime una cosa: ¿por qué te molesta que obligue a alguien a darme algo? Tú

eres el mismo tipo de escoria que yo. Independientemente del método, estamos

arrebatándole sus pertenencias a los demás.

—Sin embargo, yo juego con sus mentes para que ellos mismos sean los que

decidan dármelas, sin tanta presión, sin traumas, sin pánico. Después de eso,

nadie intenta aprehenderme, y lo único que pierde mi víctima son cosas

materiales.

—¿En verdad nunca te han denunciado con las autoridades?

—No.

—Es digno de admirarse, lo admito; pero ¿qué ganas con tanta amabilidad?

¿Cuál es la diversión?

—Verás, yo juego y me divierto con la mente de mis presas, tú juegas con tu

mente. Mi objetivo es provocar emociones, tu objetivo es provocarte emociones.

Esa es la diferencia.

—Ya, ya, soy un egoísta, lo sé, no necesitas insinuarlo.

—¿Te gustaría dejar de serlo?

—Mmm… No lo sé, hombre. Ciertamente, no me interesa demasiado; pero…

no sé…, tal vez me guste. Creo que no pierdo nada con intentarlo una vez.

—Una vez, exacto. Si no te agrada, nos olvidamos de todo esto y cada quien

seguirá su camino. ¿Trato hecho?

27

—… Trato hecho.

—Bien. ¿Con qué quieres empezar? ¿Un robo, un secuestro, un…?

—Una violación.

El diablo gruñó—. Esa será la prueba de fuego. Necesito ver cómo funciona tu

técnica en eso. Es lo que más me importa, chico. Yo no tengo la culpa de ser

adicto al cuerpo femenino. Culpa a la vida, no a mí.

—Está bien, será una violación. Te enseñaré cómo hacerlo de la manera

correcta, y que no te extrañe si terminas besándome los pies.

—Ya lo veremos, ya lo veremos… Por cierto, hablas demasiado; pero ni

siquiera sé tu nombre, y no te has quitado esa máscara. ¿Siempre la usas? Es un

poco incómodo hablarle a esa cara tan… inexpresiva.

—Mi nombre ya lo sabes, y no creo que quieras que te lo recuerde.

—Pero me refería a un nombre real, no a un apodo… ¿No? Bueno, como

quieras…,

«diablo». ¿Y qué me dices de la máscara?

—Verás mi rostro cuando te lo merezcas.

—No sé cómo te va con las demás personas; pero tu misterio no me impresiona.

—Ya lo noté. Digamos que tú eres un tanto diferente.

—«Único» es la palabra que buscas.

—Estaba pensando en «idiota»; pero gracias por la sugerencia.

—¡Jaja! No eres tan mal sujeto. Empiezas a caerme bien.

—Sólo no te enamores.

—¡Ey, ey, ey! Alto ahí. Yo no juego en ese equipo.

—¿Seguro? Dicen que los que buscan muchas mujeres son los que más dudan

de su sexualidad.

—E-eso no pasa conmigo, te lo aseguro.

—¡Jajaja! Sólo era una broma, no te lo tomes tan a pecho… ¿Y bien? ¿Tú sí me

dirás tu nombre?

—Claro. Me llamo Gabriel, Gabriel Rangel. Ese es mi nombre real. Yo no

necesito apodos, no tengo 7 años.

—Sí, sí, muy gracioso. Pero ya verás por qué me llaman El diablo de

Estocolmo.

28

VIII

—¿Ves esa de allá? Ella es la indicada.

—¿Cómo lo sabes? Puede ser que guarde una pistola en su ropa.

—Sé que es ella porque está sola; pero su postura es la de alguien que está

acompañada. Su mente busca compañía, y su subconsciente la hace sentir que la

tiene… Vaya, es hermosa.

—Bien, estás aprendiendo. ¿Recuerdas el método? Dímelo.

—Me acerco con timidez, le hablo con amabilidad y me hago la víctima

contándole un problema personal para que baje su defensa cuando note que

estoy vulnerable, lo cual la hará creer que no represento una amenaza. Luego, su

instinto maternal le exigirá que me ayude. Mientras lo hace, le pregunto sobre su

vida, toco el tema de las relaciones, inquiero sobre sus fracasos amorosos para

obligar a su cerebro a recordarle las heridas del corazón, y con eso provocaré

que se sienta como una tonta, una ingenua y una pobre víctima del amor.

Después le cuento sobre mis supuestos fracasos amorosos para que ahora sea

ella quien se sienta vulnerable pero comprendida. Posteriormente, y

aprovechando su guardia baja, la halago para hacerla sentir deseada. Luego llega

mi parte favorita: le insinúo una aventura, hago un sutil y supuestamente

accidental contacto físico para detonar inconscientemente su libido; y la incito

sexualmente para hacer algo que no se ha atrevido en sus antiguas relaciones.

Esto ocasionará que se cuestione sus pudores, sus decisiones, las que la han

llevado a fracasar en el amor. Y terminaremos haciéndolo dentro de aquel baño

público.

—Correcto. Ve por ella.

El diablo lo miraba todo desde el ventanal de la cafetería, a unos 50 metros de

distancia, escondiendo su cabeza en un sombrero negro, sus ojos tras unas gafas

de sol, su rostro en una bufanda blanca, y sus manos dentro de unos guantes de

cuero.

Sorbió un poco de café, inclinó la cabeza, dobló el periódico y vio de soslayo

cómo Gabriel tomaba asiento a un lado de la joven. Segundos después, una fría

sonrisa de cortesía dio por concluida aquella breve conversación a lo lejos. La

chica se levantó del escaño y se alejó sin más. Apenado, el diablo pagó la

29

cuenta, se dirigió a la salida y caminó hacia su nuevo colega.

Gabriel lo vio acercarse lentamente, así que se puso de pie y secó rápidamente el

vestigio de una fugitiva lágrima.

—No funcionó —le dijo.

—No te preocupes, las circunstancias a veces impiden que el método resulte

efectivo.

—No. No funcionó y eso es lo único que importa. ¿Sabes qué significa?

El diablo guardó silencio unos momentos.

—¿Se terminó? ¿Cada uno seguirá su camino?

—Sí. Yo iré tras esa perra y la obligaré a desearme, a disfrutar de mí; y tú te

quedarás aquí sin poder hacer nada al respecto.

—… Sabes que no te permitiré hacerlo.

—No pedí tu opinión —sentenció Gabriel, enfurecido. Así, sacó su pistola, le

apuntó al diablo en la cabeza y disparó tres veces.

El diablo de Estocolmo cayó de inmediato al suelo, con la cara de frente,

tiñendo su sombra de rojo.

30

CAPÍTULO 2

EL DIABLO Y LA MUERTE

—M-mald… ¡MALDITO! ¡MALDITO SEAS, ESTÚPIDO! —gritó el diablo

encolerizado, segundos más tarde, mientras se ponía de pie.

Su rostro había empalidecido, su abrigo blanco y bufanda estaban empapados de

sangre, su sangre. Pero las heridas de bala ya no estaban, ni una cicatriz ni un

rasguño ni una marca. Con los ojos hundidos, los párpados negros, la piel lívida,

las pupilas contraídas, y sus entrañas ardiendo, el diablo miró sus manos, se

detuvo a considerarlo; y luego de observar la consternada multitud que lo

rodeaba, soltó una carcajada—. Interesante —susurró.

En el suelo no había rastro de su cuerpo ni de su sangre; pero sí dejó un rastro

cuando desapareció frente a todos, un olor en particular: azufre.

IX

—Hola, Gabriel.

—¿Q-qué…? ¿Q-quién…, quién eres? Tu voz…

—Querías ver mi rostro, ¿no?

—N-no, n-no puede…

—Te advierto que cambié un poco, eh. Antes no era tan atractivo. Pero tengo

que agradecerte por haberme matado. Ahora puedo hacer varias «cosillas», nada

importante, claro; pero sí divertidas —recitó el diablo con teatral modestia.

—N-no, no p-puedes ser tú. ¡YO TE MATÉ! —gritó Gabriel, desesperado,

acorralado, y disparó consecutivamente.

31

—¿Terminaste? —le preguntó el diablo, mirando con aburrimiento sus atezadas

uñas.

—¿Q-qué quieres de mí? ¡¿Qué mierda quieres de mí, maldita sea?! ¡Me uniré a

ti! ¿Eso es lo que quieres? ¡Me uniré a ti! ¡No volveré a traicionarte, lo juro!

—¿Y yo para qué te necesito? ¿Qué me puedes dar tú que no tenga ya? ¡Ah! Ya

lo sé.

¡Devuélveme-mis-malditas-cosas!

—¡Toma, toma, son tuyas, todas tuyas! ¡N-no las quiero, quédatelas! ¿Qué más

quieres? ¿M-mi billetera? Toma, quédatela también.

—¡Oh, gracias, no era necesario! Qué amable eres, Gabriel. Ahora bésame los

pies.

—… S-sí, sí, como tú digas.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue con aquella chica? ¿Lograste jugar con ella?

—…

—Habla, no tengas miedo.

—… Y-yo… N-no, no la encontré.

—Mientes —sentenció el diablo, y jaló el gatillo al mismo tiempo que el último

aliento de Gabriel salía de su cuerpo—. Mmm… Lástima, pudiste haber sido un

buen aprendiz… Tal vez debería de conseguir un perrito. ¿O un gato? No, no,

los gatos son muy malos, no quiero competencia —bromeó en soliloquio.

—¿Q-qué sucedió?

—Bienvenido al infierno.

—P-pero es…

—Sí, es la Tierra.

—¿Estoy vivo? ¿Me mataste? ¿P-por qué…?

—No y sí. ¿Ves esto? Mi pistola ya no es una pistola ordinaria. Ahora mis balas

hacen

«magia». ¿Verdad que soy genial? Se me ocurrió todo de camino aquí, incluso

el diseño y estos grabados tan… intensos.

—¿D-de qué estás hablando? Mierda, estoy agotado. ¿Por qué estoy agotado?

—Mira abajo.

—… ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ ESTOY HACIENDO EN EL SUELO?! E-espera, ¿esto

es un

sueño? Tiene que ser un sueño, tiene que ser un sueño. Estoy soñando, lo sé,

estoy soñando.

32

—No, no lo es. Te maté hace unos segundos. Estás muerto, tu cuerpo se pudrirá

con el tiempo; pero… me quedé con tu alma.

—Me veo… vivo.

—Sin embargo, estás-muerto, idiota. No me hagas volver a repetirlo.

—N-no entiendo.

El diablo suspiró, impaciente.

—Pude haberte matado y enviarte a… como sea que le llames a allá arriba. No

obstante, aquello sería demasiado bueno para ti, sería como enviarte de

vacaciones, así que opté por dejarte atrapado aquí abajo. ¿Acaso conoces un

mejor infierno que la Tierra?

De pronto, los hombros de Gabriel comenzaron a saltar.

—¡JA-JA-JA-JA-JA! ¿Creíste que dejarme en la Tierra sería un castigo? ¿Estás

consciente de todo lo que podré hacer ahora que no puedo morir? ¡POBRE

ESTÚPIDO!

—Estando aquí, en tu estado, serás libre, podrás andar de aquí para allá sin

restricciones ni pasaportes; pero nadie podrá verte, nadie podrá escucharte,

nadie podrá sentirte. Nada de lo que hagas, digas o pienses afectará a los vivos.

¡Oye! ¡Tu risa! ¿Por qué desapareció?

—E-eres…, e-eres un… ¡HIJO DE PUTA! ¡ME LAS VAS A PAGAR!

Pero el puño de Gabriel jamás tocó a El diablo de Estocolmo, ni una ni dos

veces—. N-no, n-no lo creo. No p-puede ser cierto. Tiene…, t-tiene que haber

algo que pueda hacer.

—No.

—¡ERES UN MALDITO! ¡TE MALDIGO A TI Y A TU…!

—Oye, oye, ese es mi trabajo —atajó el diablo con tranquilidad—. Ahora vete a

vagar por ahí, animal. ¡Ah! Y ni intentes contactar a una vidente o esas cosas.

No funcionará, nada de eso funciona.

Gabriel sabía que no podía hacer nada contra el mismísimo diablo. Gruñendo, lo

rodeó y caminó hacia la calle sin detenerse. Los automóviles lo traspasaban, los

señalamientos no le impedían el paso, las personas no lo notaban, su vida se le

había escapado entre los dedos; pero, inesperadamente, un pensamiento llegó

33

hasta su abatido corazón y lo hizo levantar la mirada con una sonrisa de

esperanza—. ¡Tienes razón! Qué bueno que me lo recordaste. Por poco olvido

quitarte la vista, pervertido de mierda —le dijo el diablo, reprimiendo una

carcajada cuando apareció frente a él, al otro lado de la calle.

Desde ese momento, la existencia de Gabriel dejó de tener sentido alguno y,

resignado, decidió permanecer en ese último lugar que sus ojos lograron

presenciar. Y ahí estaba él, como una estatua, como un monumento: sin vida, sin

utilidad, sin movimiento. Mas para su mala suerte, a él ni siquiera podía verlo la

gente.

Victorioso, el diablo le dio unas palmaditas en la espalda y, sin esperárselo ni

desearlo, volvió a tomar su aspecto humano, el aspecto de aquel joven hombre

de 29 años.

—Vaya, esto se pone cada vez más interesante —pensó emocionado, y siguió su

camino.

X

—Oh, Japón, tierra de oportunidades, tecnología de punta y humanos

modificados genéticamente. Malditos ojos rasgados, son como máquinas. ¿Qué

mierda les dan de comer?... Bueno, como sea, ya estoy aquí, no puedo dar un

paso atrás, es hora de un nuevo comienzo. Mmm… ¿Por dónde empiezo?

Necesito un lugar dónde dormir, sí, eso es obvio; pero antes necesito conseguir

dinero… ¿Cómo serán los Toki… Tokianos, Tokienses, Tokieños? Mmm…

¿Cuál será el gentilicio?... Da igual… He escuchado que los asiáticos son muy

solidarios. ¿Serán igual de ingenuos que en occidente?¡Ah, aquí viene alguien!

Tendré que averiguarlo. Buenas tardes, amable nipona. Disculpe que la moleste,

¿dónde puedo encontrar un departamento?

—¿Uh?

—Un departamento. Migré a su hermoso país para comenzar una nueva vida.

Estoy en busca de un sitio donde pueda quedarme. Verá, soy sólo un joven

inversionista que desea crecer profesionalmente y encontrar su verdadero «yo».

34

Sé que en su bendita tierra son muy espirituales, eso me agrada. Yo no soy muy

espiritual… ni muy disciplinado. De hecho, ahora que lo pienso, soy muy

impaciente y ni siquiera me gusta el pescado, ¿qué carajos hago Japón?, por lo

que tal vez tenga problemas para adaptarme. Mmm… ¡Oh! Pero podría aprender

todo eso si es necesario para encajar aquí. Sería un honor poder conocer un poco

de su cultura y…

—私はあなたの言葉を理解していません。

—¡¿PERO QUÉ MIERDA…?! ¡¿Por qué no han creado un estúpido idioma

para todo el mundo, humanos inservibles?! A ver… Mmm… Póngame

atención, por favor. Yo-necesito-departamento. Lugar-vivir-yo. ¿No? ¿No me

entiende? —gruñó el diablo, desesperado—. Mmm… A ver, a ver… Picashu,

pocquemon, sushi, takataka, pocquedecs, uan-ponch-men, sensei, kung-fu,

dillimon, gocú, ¿no? ¿Tampoco?... ¡Carajo! Olvídelo, señorita. «Arigatō» —se

despidió, y apresuró el paso muy apenado—. Vaya, pensé que sería más fácil

establecerme en este lugar.

XI

—¿Lo ves? Mira bien. ¡Rigo, devuélvete al minuto 63, por favor!

—No veo nada, Des.

—¡Ahí, justo ahí! ¡Pausa la grabación, Rigo! ¡AJÁ! ¡¿Lo ves ahora?! ¡¿Lo ves?!

Mira con atención… cuadro… por… cuadro. ¿Notas el destello?

—Sí, sí noto el destello. Pero puede ser cualquier cosa. Estás viendo lo que

quieres ver, Des, y no tengo tiempo para eso.

—¡Por favor, Aaron! ¡Le disparan tres veces en la cabeza y se levanta un minuto

después como si nada hubiese pasado! No estamos tratando con cualquier cosa.

—¡Está bien! Sí, lo admito, es un punto a tomar en cuenta. Sin embargo,

piénsalo bien, hay miles de mocosos allá afuera haciendo tonterías en la calle

para grabarlas y subirlas a internet. ¿Cómo sabes que todo eso de la grabación

no fue actuado? ¿O ya olvidaste los 30 mil que me hiciste perder en esa estúpida

investigación de la muñeca que supuestamente lloraba sangre? ¡Tenemos que

darle a nuestro público material de calidad, no niñerías!

—No era necesario que me gritaras…

35

—E-estem… Creo que yo… iré a ver cómo está el clima allá afuera.

—¡Por dios, Desirée! ¡Tú…! Discúlpame; pero últimamente me has hecho

perder más de lo que he ganado. Siento que esto se ha vuelto un juego para ti,

unas vacaciones. Ya no veo a la mujer comprometida de hace 5 años.

—Pues ya no soy la misma de hace 5 años, y tú tampoco.

Aaron suspiró.

—Sólo… demuéstrame que valdrá la pena esta vez, ¿entendido? Confiaré en ti.

—¡¿En serio?!

—Sí, sí. Haz lo que tengas que hacer; pero hazlo rápido, me estoy quedando sin

fondos.

—¡Gracias, gracias! ¡Ven acá y dame un beso, cabeza de montaña!

—Está bien, ya, es suficiente —rio—. Empieza de una vez antes de que me

arrepienta de haberte traído a Canadá.

—¡RIGOOO! ¡YA PUEDES ENTRAR!

—¿Ya acabó el apocalipsis?

—Mejor aún: creo que acaba de comenzar.

XII

—¿Conseguiste la ubicación exacta?

—Al parecer, voló a Japón hace una semana. La última grabación que tengo de

él es un barrio de Tokio, cerca de un… ¿casino? ¿Crees que le gusten las

apuestas?

—Apostaría a que no.

—Mira, tienes razón. Salió de ese intento de casino tan solo 4 minutos después

de haber entrado. O tiene pésima suerte o…

—¿Tienes acceso a las cámaras de vigilancia del interior?

—¡Oye, me estás ofendiendo! Dame un segundo… ¡Oh, sí! Aquí tienes tus

grabaciones.

—Eres un genio. ¿Dónde aprendiste a hackear tan rápido?

—¿Dónde más? En internet.

36

—¡Mira! ¿Viste eso? Alguien le dio una envoltura.

—Parece un dulce. ¿Traficará droga?

—Mmm… No lo creo. Regresa de la muerte y comienza a vender narcóticos.

Ilógico, ¿no?

—Sí, sería muy tonto… Tal vez los consume.

—Eso suena mucho más tonto…; pero probable... ¿Hay algo más?

—No, es todo. El barrio en el que se esconde parece que se quedó en el siglo

pasado. ¿Notas la calidad de la imagen? Es como si grabaran todo con un

tenedor.

—¡Jaja! Entonces es hora de hacer las maletas…, corazón.

—¡Ey! —susurró muy nervioso, casi atragantándose con la saliva—. N-no me

digas así cerca de… —recorrió el interior del viejo hangar con la mirada—. El

jefe podría oírnos.

—¿En verdad crees que se enoje con nosotros cuando se entere de que me

comparte con su hijo?

—¡Des! —Rigo volteó nuevamente hacia todos lados, alarmado—. Deja de

recordármelo. Me da escalofríos pensar en eso.

—No te hagas el pudoroso conmigo. Además, ni siquiera es tu padre.

—Pero lo veo como a uno. No me agrada tener que hacerle una cosa como est…

—Sí, se ve que sufres mucho cuando me tocas —atajó Desirée, burlona y

sarcásticamente, mientras tomaba asiento sobre sus piernas para morderle el

labio inferior.

XIII

—Aquí tienes. Y no salgas de tu habitación mientras te metes esa porquería…,

maldito drogadicto.

—G-gra… gracias, muchas gracias. L-le debo una.

—Ya sabes cómo pagarme.

—No lo conozco, en-ent… entendido.

—Buen chico. Debo irme, ¿bien? Cerraré con llave. Si crees que necesitas más,

dejaré un poco en el suelo, del otro lado de la puerta... ¿Has practicado?

—S-sí, sí, sí, sí. Ya váyase, por favor.

37

—Bien, fingiré que te creo. ¡Ey! Pero te lo advierto: si haces una tontería, te voy

a arrancar las manos. ¡Ey, ey, aquí, te estoy hablando! ¡Oye, ponme atención!

—S-sí, sí. D-déjeme solo, por favor.

—¡Pff! Humanos. Llena a un humano de regalos y ganarás un esclavo. ¡Jaja!

Qué patético. Y pensar que su silencio me cuesta lo mismo que un refresco.

¡Hasta me salió más económico que un perro! ¡Y habla! ¡Jajaja! Pobre imbécil.

El muy estúp… Mmm… —bufó—. ¿Por qué estoy sintiendo lástima por él? Yo

no lo metí en eso. Ni siquiera lo obligo a consumir aquella mierda, sólo se la

doy. Es su decisión si la toma o la deja. Tenemos libre albedrío, ¿no? Que cada

quien se haga responsable de sus decisiones. ¡NO! No me vengas con eso

ahora. ¿Y qué si soy el que se la da? ¿Y qué si yo le pongo una pistola en la

frente y le ordeno que jale el gatillo? Por más que lo apremie, él tiene la última

palabra, es su decisión... Sí, sí, sería mi culpa si yo personalmente lo inyectara;

pero no lo hago, lo hace él. Mis manos están limpias. Ahora deja de

molestarme, imbécil... … … ¡¡AAH!! ¡ESTÚPIDO! ¡Está bien, lo liberaré, lo

sacaré de su prisión! ¡¿Feliz?!

XIV

—¡Bueeeenas nooooches, Guuuus! ¡Te tengo buenas nootiiiiciaaas! —recitaba

el diablo teatralmente, girando su escuadra maldita, de color blanco con bordes

grises, en el dedo índice una y otra vez—. Adivina, adivinador, ¿quién saldrá

hoy de su prisión?... … … ¿Gus?... ¿Gus? Qué raro, está abierto… ¡GUSANO!

¡¿Dónde te metiste?!

—Eh, eh, señor, por acá, por acá —susurró una sombra bajo el marco de la

ventana.

—¿Qué sucede aquí? ¡Oye! ¿Cómo mierda saliste de la habitación? ¿Y q-qué

carajos le pasó a la puerta? —inquirió el diablo muy desconcertado.

—Acérquese, acérquese, rápido. ¿Ve aquellos dos de allá?

—Mmm… ¿Los de la esquina? —le preguntó el diablo, sacando apenas la nariz

por la ventana.

—Sí, sí, ellos. Se acaban de ir. De milagro no lo vieron entrar.

—¿Ellos te sacaron? ¡¿Ellos violaron mi maldita puerta?! ¡Ahora mismo me la

38

van a pagar esos hijos de toda su…!

—¡No, no, no vaya!

—¿Por qué? Habla.

—Venían por usted.

—¡Ja! ¡Genial! Pues les facilitaré el trabajo. ¿Quiénes eran y qué querían de mí?

—E-eran…, eran… Y-yo… sé que lo recuerdo… La chica era… ¡Maldición! Sé

que lo tengo, d-deme un segundo, por favor, no se enoje… ¡Kimberly! ¡Sí, sí,

ese era su nombre! ¡Kimberly Esposito!

El diablo, muy abrumado, esperó—. E-el chico era… Empezaba con…, con…

Creo que empezaba con la misma letra.

—¿«Ka-boom»?

—¿Eh? ¿Qué quiere decir?

—Ka-boom —reiteró el diablo sin inmutarse. Un parpadeo después, el albo

proyectil de su pistola blanca atravesó el cráneo de Gus y le arrebató el alma;

pero ni el más mínimo ruido se escuchó afuera de esas cuatro paredes.

—Comienza a acostumbrarte y no te muevas de aquí. Vuelvo enseguida —le

ordenó El diablo de Estocolmo, y salió de su inmundo departamento para correr

hacia la calle.

—¿Qué…? ¿P-por qué…? ¿Qué es esto? Yo… P-pero…

XV

—¡Oigan, ustedes! ¿Me buscaban?

—Des…, es él.

—Cúbreme, yo hablaré.

—¡No, Desirée! Deja que yo… —musitaba Rigo; pero la repentina presencia del

diablo los interrumpió.

—¿Y bien? ¿Les puedo ayudar en algo? —les preguntó cortésmente al

abordarlos.

—Buenas noches, caballero. Disculpe que lo hayamos molestado en su morada.

Sólo

39

queríamos hablar con usted para conocernos un poco.

—¡Oh, claro, claro, con gusto! ¿Cuáles son sus nombres, perdón?

—Kimberly Esposito, mucho gusto —mintió Desirée, y extendió su mano al ver

que el diablo también lo había hecho.

—Mucho gusto…, Fernanda Desirée Bundy… Lindo nombre.

—¡OYE! ¡DÉJALA!

—¡No-te-muevas, imbécil! ¡¿Quieres que la mate?! ¡¿Eso quieres?!

—¡Ya, ya, está bien, tranquilízate! ¿Qué quieres que hagamos?

El diablo alzó un poco más la mano en el cuello de la fémina, mientras que con

la otra inspeccionaba el pasaporte de su prisionera.

—Así que son de Canadá, ¿eh? ¿Cómo está el clima por allá? ¿La nieve les dijo

que me buscaran?

—S-sm… Nostrs… Slo…

—¿Perdón? ¿Quería decir algo, «madame»?

—No venimos a hacerte daño. Sólo…, sólo queremos hacerte unas preguntas —

habló por fin, entre jadeos, luego de ser soltada y arrojada a los brazos de Rigo.

—¿Hacerme daño? —preguntó el diablo fingiendo sorpresa—. No saben con

quién están hablando. Ustedes no pueden hacerme daño, se los aseguro.

—Sabemos que no podemos matarte. O por lo menos eso especulamos —

declaró Rigo. Aquello causó verdadera sorpresa en su interlocutor.

—¡Ah! Interesante… Creo que me conocen bien. Una pregunta: ¿por qué me

conocen bien?

—Mi nombre es Rigoberto DeShields. Ella es…

—Ya sé su nombre, idiota. Continúa.

—Pertenecemos a una organización secreta, privada, autónoma e independiente

que se encarga de investigar fenómenos paranormales.

—¡Bien, bien, bien! Detente ahí, rarito. Dos preguntas: ¿Autónomo e

independiente no es exactamente lo mismo, estúpido? Y… ¿Fenómenos

paranormales?... Discúlpame, tal vez no estoy entendiendo. ¿Crees…? ¿Creen

que soy un fenómeno paranormal?

—Tenemos acceso a todas las videocámaras del mundo. Te vimos recibir tres

disparos en la cabeza y levantarte como si nada tan solo un minuto después de

haberte desangrado —atajó Desirée sin poder contener la emoción.

40

—Eso no es un fenómeno paranormal, es un fenómeno extraordinario. ¿Acaso

regresar de la muerte no es extraordinario? ¡Mírenme! ¡Me siento

extraordinario!

—¡Lo sé! ¿Verdad que es genial? —saltó la fémina, embelesada.

—Extraordinario y paranormal son técnicamente lo mismo, pedazo de… —

mascullaba Rigo. Pero, de pronto, sus murmullos fueron interrumpidos por un

sutil crujido. La escuadra blanca estaba sobre su frente, y el pulgar del diablo

había jalado el martillo.

—¿Alguna vez te han disparado un martes por la noche?

—N-no.

—¿Quieres saber qué se siente que te disparen un martes por la noche?

—N-no, lo siento.

—Agradece que estamos frente a una dama, imbécil.

—Puedes hacer lo que se te plazca frente a mí, corazón.

—¡¿Pero qué mierda, Des?!

—¡Ey! ¡No! Tú no. Tú no puedes hablar así frente a ella.

—P-pero…

—Lo acabo de decidir. ¿Quieres averiguar cómo hago que mi palabra se vuelva

un mandamiento?

—Me gusta tu cabello —le susurró Bundy al oído, acercándose por detrás para

pasar su mano por el abdomen del diablo.

—C-compórtese, por favor, señorita... M-mejor…, mejor vamos a mi

departamento, está haciendo mucho frío y no es seguro hablar en la calle tan

noche… Este barrio es muy peligroso.

—¿Es una broma, maldito fenómeno?

XVI

—Por aquí, por favor… ¡Oh, miren! La puerta está abierta. ¡Qué coincidencia!

—Lo sentimos mucho, cariño. Toma, esto es para que compres una nueva.

—Gracias, qué amable —repuso el diablo, irritado.

—¡MIERDA! ¡¿QUÉ LE SUCEDIÓ?! —gritó Rigo.

—Ah, sí, eso… Olvidé que estaba ahí…

41

—¡¿Lo mataste?! ¡¿Mataste al pobre chico?! ¡TÚ! ¡LO TENÍAS ENCERRADO

COMO A UN ANIMAL! ¡¿POR QUÉ LO MATASTE?!

—No estaba encerrado, estúpido. Estaba bajo un… estricto régimen de

abstinencia... o algo así. ¿Vieron la bolsa en el suelo? Era la verdadera droga y

se suponía que nunca la alcanzaría. La que le dejé dentro de la habitación estaba

adulterada para que surtiera el mínimo efecto.

—¿En serio hizo eso, señor?

—Te necesitaba alerta, Gus. No me servías drogado.

—¿Y por qué me mató?

—¿Sientes ganas de drogarte ahora que estás muerto?

—No…, siento que no lo necesito. De hecho, ya no siento muchas cosas.

—De nada.

—¡Oh, mierda! ¡¿C-con quién carajo estás hablando?!

—¡Rigo, cállate! Déjalo interactuar con… su realidad... Tal vez él pueda ver lo

que nosotros no.

—Señorita, por favor, no me mire así, me está incomodando.

—Continúa, cielo, continúa haciendo lo tuyo.

—E-estem… Bien… ¿Qué les parece si empiezan por contarme adónde quieren

llegar con todo esto? Ya me encontraron, ¿no? ¿Ahora qué?

—Bueno, cariño, seré sincera contigo: queríamos llevarte a Canadá para hacerte

algunas pruebas, aun cuando te rehusaras a ir… Ya sabes a qué me refiero... Sin

embargo, ahora que te conozco, me doy cuenta de que mi palabra es nada

comparada con la tuya, así que haz conmigo lo que quieras.

—…

—No puedo más con esta tontería. Me largo —suspiró Rigo, enojado.

—Siéntate, imbécil.

—¡No me interesa quién seas! ¡Me voy de aquí!

—¡Que te sientes, idiota! ¿Crees que es correcto dejar sola a una dama en un

lugar como este?

—¿En serio? ¡¿EN SERIO?! ¡ESTÁS LOCO! ¡¿QUÉ TIENES EN LA

CABEZA, MALDITO FENÓMENO?! ¡¿NO TE DAS CUENTA DE LO QUE

ERES?! ¡YA DEJA DE HACERTE EL EDUCADO CUANDO LE HABLAS A

ELLA!

—¿Sabes? No me gustan los gritos.

—E-es cierto. La última vez que le grité, perdí este dedo.

42

—No pueden oírte, Gus.

—Oh…, no lo sabía.

—¡ENFERMO! ¡EN-FER-MO! ¡ESTÁS ENFERMO!

—Disculpe, señorita Desirée, ¿necesita a este idiota para llevar a cabo su

trabajo?

—Sí, él es la cabeza del equipo. No lo mates, por favor, precioso.

—¿La cabeza del equipo? Oye, Rigoberto, ¿qué te parece si demuestras un poco

de tu inteligencia y te ahorras los gritos? Será mi última advertencia.

—Como quieran.

—Perfecto… Entonces… ¿Dicen que desean hacerme pruebas?

—Sería genial que nos permitieras examinarte… completo…, todo…,

completito.

—Temo que no accederé a eso.

—Podríamos llegar a un acuerdo —sugirió Desirée, mojándose los labios.

—… Eeeh… Creo que están perdiendo su tiempo. No hay nada qué probar en

mí. Yo nací humano, crecí como un humano, sigo siendo humano. Me da

hambre, sueño, ganas de ir al baño, me río, me enojo…

—¿En serio? No lo había notado —murmuró Rigo.

—¡ESTÁS A UNA PALABRA DE QUE TE REVIENTE LA PUTA CABEZA!

Perdón, señorita, me exalté. ¿En qué estaba? Ah, sí... La única diferencia es que

no puedo morir. Pero piénsenlo bien, ¿qué tiene de raro eso? Es obvio que no

moriré nunca, soy el diablo.

El silencio se apoderó repentinamente de la habitación. Ni siquiera el alma de

Gus sabía aquello.

—¿Lo dices en serio?

—¿El diablo? ¿Satanás? ¿Belcebú? ¿El maligno? ¿Mara? ¿Lucifer?

—No, «El diablo de Estocolmo».

—¿De Estocolmo? ¿Estocolmo, Suecia? ¿Eres de Suecia? —inquirió Desirée,

casi babeando.

—No. Soy de aquí, soy de allá; no soy de ningún lugar.

—... Qué intenso —suspiró.

—¡Pff! Qué patético. ¿Puedo decir algo? ¡A-algo rápido, algo rápido! ¡Por Dios!

—Contaré los segundos.

43

—Si dices ser «el diablo», ¿qué pasó con el otro diablo?

—¿Cuál otro? Nunca ha habido otro.

—El otro, el que se menciona en todas partes, la representación de lo prohibido,

la personificación del mal. Ese diablo.

—Nunca existió —repuso El diablo de Estocolmo con tranquilidad.

44

—¿Por qué estás tan seguro?

—¿Estaría yo aquí si existiera ese otro diablo que se menciona en todas las

historias de la historia de la humanidad? Créeme, si me enterara de que hay

alguien más intentando quedarse con mi título, me encargaría de él

inmediatamente.

—Mmm… Buen punto, lo admito.

—¿Y cómo puedes estar seguro de que tú eres… lo que dices ser?

—No puedo morir, puedo matar a alguien, puedo no matar a alguien, ¿qué otras

pruebas quieren?

—¿A qué te refieres con eso último?

—Verán, aquí, en este preciso instante, se encuentra con nosotros el alma que

estaba en ese costal inservible de huesos, carne y sangre.

—¿Como un fantasma?

—Los fantasmas no existen, imbécil. Es un alma, ya te lo dije.

—¡Es lo mismo! Como sea. ¿Qué pruebas tienes? No lo puedo ver, no lo puedo

escuchar, no lo puedo sentir.

—No, tú no podrás percibir nada de eso mientras estés vivo. Pero si lo deseas,

con mucho gusto podría arrancarte el alma para que le hagas compañía.

—…

—¿Podrías hacérmelo a mí? Sacarme… el alma… Toda.

—B-bueno, yo… p-preferiría no hacerlo, señorita. Lo siento.

—Mmm… Qué lástima. Entonces tendré que obligarte —suspiró Desirée

mientras desenfundaba su revólver.

El diablo no tuvo tiempo de reaccionar, y recibió un balazo en el pecho, justo en

el corazón. Una mirada de desconcierto después, cayó al suelo de rodillas.

—¿Qué… hizo?

—Veamos de qué eres capaz, amor —le dijo Bundy, sonriendo, cruzando las

piernas, apoyándose en el respaldo de la silla y esperando.

—Yo llevo la cuenta… 43…, 42…, 41…, 40…, 39…, 38…, 37…, 36…, 35…,

34…, 33… ¿Y si no se levanta?

—Entonces saldremos vivos de esta —contestó Desirée, expectante.

45

XVII

—¡NO-DEBIERON-HACERLO!

El diablo estaba furioso, la habitación se oscureció como sus ojos; y el ardor de

su interior casi podía notarse en su lívida piel, así como en los muebles que

empezaron a levitar junto con él.

—E-está bien, está bien, tigre, fue mi culpa. Yo disparé, ¿no? Haz lo que tengas

que hacer.

—¡T-TÚ! ¡TÚ…! —gruñó, y bajó la mirada al darse cuenta de que no podría

contra sí mismo—. No debió… hacerlo…, señorita.

Su aspecto volvió a la normalidad tan rápido como cambió hace unos

momentos, y ya no había marca que atestiguara una herida de bala.

—Mmm… Interesante… ¿Podrías dejarnos solos, Rigo?

—¿E-estás segura?

—Totalmente —contestó Desirée con una amplia sonrisa.

—Gus, acompáñalo —le ordenó el diablo, cabizbajo.

—Sí.

—¿U-un fantasma me está siguiendo?

—No seas marica, Rigo. Ya vete —lo reprendió Bundy.

—Bien, sé que ahora quiere averiguar por qué no le hice nada. No necesita

preguntármelo.

—Pues me has ahorrado la pregunta, amor.

—Sin embargo, no la pienso responder.

—¿Por qué?

—Porque es un motivo muy personal, totalmente privado.

Desirée asintió con la cabeza y volvió a dispararle, esta vez en la frente. El

diablo nuevamente cayó al suelo sin vida; pero regresó de la muerte un minuto

después. No obstante, su aspecto iracundo no duró ni tres segundos, y eso lo

sorprendió incluso a él.

46

—¿Ahora sí me lo dirás o quieres que siga probando tu paciencia?

—Si lo vuelve a hacer, aprovecharé mi poder para desaparecer de aquí, y no

volverá a verme jamás.

—Ya te encontré una vez, puedo encontrarte las veces que sean necesarias…,

Fernando Luciani.

El diablo tragó saliva, parpadeó, y luego suspiró para relajarse.

—Me tiene... Está bien, lo admito, me acorraló.

—¿En verdad eres capaz de soportar toda esa impotencia y furia sólo por no

lastimarme? Ni siquiera me conoces.

—Conteste una pregunta, por favor: ¿por qué tanto interés en mí?

—Porque no se ven cosas como estas todos los días. Y te lo dice alguien que

vive buscando sucesos que van más allá de lo cotidiano… Ahora te preguntaré

algo yo: ¿por qué no habría de interesarme el origen del diablo que pisa nuestra

tierra?

—Todos ustedes tienen un concepto idealizado del diablo.

—¿En serio? Continúa.

—Cualquiera puede decidir ser el diablo, incluso no eternamente. Puedes ser el

diablo un día, un minuto, un segundo o el tiempo que quieras. Esa es tu decisión,

tuya y de nadie más. Yo decidí ser el diablo de este mundo porque me di cuenta

de que no existía uno solo que valiera la pena. Todos buscan el poder, la fama,

la riqueza; pero esos son objetivos meramente superficiales. ¿Dónde está el

trasfondo? ¿Qué ganan con todo eso? Después de eso no hay nada. Diablos van,

diablos vienen, y ninguno es digno de ser el antagonista de la historia de la

humanidad.

—Pero tú puedes resucitar y ganar un poder inimaginable cada vez que lo haces.

Ningún otro humano lo ha conseguido.

—Porque ninguno se lo ha merecido.

—¿Y por qué tú sí?

—Porque no soy cualquier diablo, soy El diablo de Estocolmo.

—Dejemos a un lado lo teatral y vayamos directo a las explicaciones reales.

¿Qué te hizo inmortal? ¿Qué significa para ti ser El diablo de Estocolmo? ¿Qué

diferencia hay entre «El diablo de Estocolmo» y «El diablo de… cualquier otra

cosa»?

47

El diablo volvió a bajar la mirada; pero ahora para esconder su sonrisa—. ¿Dije

algo

graci…? —intentó preguntarle Desirée. No obstante, el rostro de su interlocutor

le cortó la respiración cuando apareció a centímetros del suyo. Bundy no sabía

cómo lo había logrado, y sus ojos no le permitieron ver qué pasaba de su cuello

para abajo; sin embargo, podía sentir que sus manos sostenían algo frío y duro

como el acero. El diablo le guiñó un ojo y se escuchó la detonación que lo sacó

de aquel departamento—. ¡Maldito! —gruñó Desirée con una expresión de

enojo, impotencia y admiración.

XVIII

—Gus, es hora de irnos.

—Escuché otro disparo. ¿Qué pasó con Des? —preguntó Rigo de inmediato,

algo asustado.

—Ella está arriba. Te está esperando.

—¿Esperándome? ¿Para qué?

—Para comenzar a buscarme de nuevo —rio el diablo.

Después de aquello, y sin darle oportunidad a Rigo de preguntar algo más, tomó

a Gus del hombro y desapareció junto con él, dejando como único rastro un olor

a azufre.

XIX

—¿Dónde estamos, señor?

—Seguimos en Tokio.

—¿En Tokio? ¿Entonces para qué…?

—Fue sólo una distracción. El departamento está justo enseguida. ¿Cuál crees

que será el último lugar donde buscarán? —repuso el diablo, conteniendo la risa

a duras penas. Su aspecto ya era el de siempre.

48

—¡Caray! ¿Cómo se le ocurren esas cosas?

—Yo no me meto porquerías al cuerpo, tal vez sea eso —contestó, ahora un

tanto más serio.

—Creo que no le he dado las gracias.

—Y tampoco necesitas dármelas, no seas tonto. Te maté, te robé el alma, ¿lo

olvidaste?

—Pero…, si lo piensa bien…, es como si siguiera vivo, y ahora mucho más vivo

que antes. ¡En mis 13 años nunca me había sentido tan vivo! Irónico, ¿no?

—Un poco. Sin embargo, todavía no me hagas un monumento. Robé tu alma

para poder usarte, no para dejarte en libertad.

—Bueno, de cualquier forma, también ahora soy más libre que antes. Gracias.

—Como quieras. Ahora cállate y escúchame: esperaremos aquí hasta que

aquellos dos se hayan ido. Cuando veamos que dan la vuelta en la esquina,

tendrás que seguirlos hasta que salgan de la ciudad. Después vuelve lo más

rápido que puedas y continuaremos con la parte 2 del plan.

—¿Se puede saber en qué consiste la segunda parte del plan?

—Ya lo verás, ya lo verás.

—Una pregunta, señor: ¿por qué no me había dicho que era el diablo?

—Porque no había sido necesario decírtelo.

—Y si es el diablo, ¿por qué no los mató para ahorrarse futuros problemas?

—No, ni lo pienses. A la chica no la tocaría ni en un millón de años. Al rarito

probablemente sí lo hubiera mandado al otro mundo; pero su muerte habría

destrozado a la chica, y eso sería lo mismo que lastimarla, cosa que no me

perdonaría.

—¿Por qué?

—Porque así lo decidí.

—Oh, es un secreto, ya entendí… Tengo otra pregunta.

—Siempre tienes preguntas, Gus.

—¿Por qué si puede aparecer en donde lo desee, no lo hace siempre?

—Porque no siempre puedo hacerlo. Mi poder como el diablo de este mundo

sólo aparece cuando me matan o me enfurezco.

—¿Y no sería mejor para usted estar siempre furioso… o muerto?

—… No, no es tan fácil como parece. Cuando me enfurezco y el poder surge de

mis entrañas, algo me quema por dentro, me duele… No es agradable tener que

soportarlo.

49

—Oh…, no tenía idea.

—Bueno, basta de preguntas. Baja de una vez y espera a que salgan. De seguro

están registrando mi departamento para encontrar información sobre mí.

—Sí —asintió Gus con determinación.

—Veamos qué tan bien puede servirme este niño.

XX

—Los seguí hasta el aeropuerto. Se fueron en un avión privado.

—Bien. ¿Escuchaste algo importante en sus conversaciones?

—… Eeeh… N-no pensé que usted…

—Olvídalo.

—Pero usted no me dijo que…

—¡Que lo olvides! Te falta iniciativa, niño.

—Perdón.

—Cállate. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que lo olvides?... Vamos, hay que

volver al departamento. Si esos dos son tan inteligentes como dicen ser,

seguramente dejaron micrófonos o cámaras por si regresamos.

XXI

—¡Ese estúpido! ¿Cómo habrá conseguido tanto poder? ¡Mierda! Lo que daría

por su inmortalidad.

—Ay, cielo, él no es como nosotros, no es un humano aunque lo niegue.

—¿Por qué estás tan segura? ¿Qué te dijo mientras estaban a solas?

—Te preocupa más eso, ¿verdad, amor?

—¿Qué cosa?

—Que haya estado sola con él durante tanto tiempo.

—¿Preocuparme? Si eres una santa. ¿Por qué habría de preocuparme? Jamás he

conocido tu lado libidinoso.

—No te pongas celoso, corazón, sólo estaba jugando con el diablo.

50

—¿Y qué le vamos a decir al jefe cuando lleguemos? A él no le interesarán

nuestros testimonios, él quiere evidencias irrefutables de las investigaciones

para poder venderlas.

—No te preocupes, lo grabé todo.

—¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Cómo?!

—Si te lo digo, sabrás mi secreto… Lo importante es que ahora no sólo tenemos

evidencia, sino evidencia en alta definición.

—¡Eres…! ¡Eres…! ¡Por eso te amo!

—Lo tuyo no es amor, cielo, es deseo; no los confundas… Pero, bueno, por otro

lado, no podemos hablarle a Aaron sobre la grabación, ¿entendido? No todavía.

—¿Por qué?

—Cuando lleguemos, quiero que rastrees de nueva cuenta al diablo. Tenemos

que hacerle saber que su secreto nos pertenece. Lo quiero en Canadá cuanto

antes. Y una vez que me diga lo que quiero, le daremos la información a tu

amado y respetado padre.

—¿Cómo sabes que sus poderes son un secreto?

—Si no lo fueran, ya tuviera al mundo entero a sus pies.

XXII

—No había nada en la entrada.

—¿Seguro?

—Sí, sí, estoy seguro.

—Está bien, confiaré en ti... Parece ser que no dejaron nada. De cualquier

forma, para no correr riesgos, nos mudaremos al otro departamento... ¿Quieres

que lleve algo de tus pertenencias?

—Sí, por favor. ¿Podría llevar mi jug…?

—Pues no lo haré, no las necesitas, ya estás muerto —atajó El diablo de

Estocolmo.

—Oh…, está bien. Como usted diga, señor.

—¡Jaja! Me cae bien este chico.

—Disculpe, señor, ¿y cómo supieron dónde estaba?

51

—Usan la tecnología a su favor, no es la gran cosa. A estas alturas de la vida,

sería una tontería que alguien con una computadora no supiera dónde estás

parado.

—¿Cree que se den cuenta de que jamás salió de Tokio?

—Sí. Pero probablemente tarden unos días en averiguarlo.

—¿Qué haremos mientras tanto?

—Por ahora, dormir. Estoy cansado, así que mañana continuaré con el plan. Si

quieres, puedes ir a vagar por ahí. No te sucederá nada malo, ya estás muerto.

—Me gustaría dormir un poco.

—Tampoco eso necesitas. No te dará hambre, sueño, ganas de ir al baño, no te

podrás lastimar, nadie te verá, nadie te escuchará. Eres libre, puedes hacer lo que

quieras. Pero te recomiendo que estés aquí cuando despierte… Mejor dicho, te

ordeno que estés en el departamento a las 5 en punto de la mañana. Si no me

despiertas a las 5 en punto de la mañana, preferirás haber muerto de verdad.

—Eee… Está bien, señor. Descanse.

—Este niño…

XXIII

—Señor, señor…, despierte. Ya son las 5 en punto de la mañana.

—Ya estaba despierto —mintió el diablo, bostezando.

—¿Qué hará?

—Es hora de desayunar un poco de plomo —repuso el diablo, todavía sin

deshacerse de la somnolencia, y se disparó en la boca con su escuadra blanca.

Sin embargo, las balas albas no lo afectaban como a los demás; y un minuto

después, revivió como siempre, junto con su poder infernal—. Así está mucho

mejor.

—Vaya… —suspiró Gus, emocionado—. ¿Puede hacer todo lo que quiera?

—Supongo —contestó antes de desaparecer—. Dejaré esto encendido para que

no te aburras. Si quieres cambiar de canal, te quedarás con las ganas —le dijo el

diablo cuando volvió a aparecer, con una televisión de última generación en las

manos y un costal lleno de ropa en la espalda—. Volveré en un par de días, ¿de

52

acuerdo? Tengo que crear algunas distracciones para que sea más difícil

encontrarme.

—Sí…, gracias, señor —le dijo el muchacho, sonriendo de oreja a oreja.

—¡Ah! Casi lo olvido: si esos dos vuelven, escucha todas sus conversaciones y

síguelos —le ordenó El diablo de Estocolmo mientras arrojaba algunas prendas

por aquí y por allá; y metía otras tantas en algunos cajones de los viejos muebles

de aquel departamento abandonado.

—Disculpe, señor, ¿podría cambiarle a un canal… diferente? Me aburren los

noticiarios.

—No, quiero que me veas en acción —contestó el diablo, se colocó su adusta

máscara blanca y desapareció.

53

CAPÍTULO 3

BIPOLAR

XXIV

—Oh, Nueva York, «el gran pecado», «la Gran Manzana». ¿Qué mierda haré

aquí si parece que ya todo está hecho? No me extrañaría ver a un tipo pegado

en una pared y vestido con ridículas mallas… Bueno, yo soy un tipo con una

máscara blanca, supongo que tengo gustos muy parecidos. En fin… ¿Por dónde

empiezo? Tal vez con una… pequeña… … … ¿Qué es eso? ¿Es un hombre o un

niño? ¡Oh, Dios mío! ¡Es un hombre, es un hombre! ¡Qué genial!

—¡Ey, enano, por allá no está el circo! —escuchó de pronto a un lado de él,

seguido de unas burlonas risas.

Aquello fue tan sorpresivo que el diablo tardó unos segundos en darse cuenta de

lo que estaba pasando. Y al percatarse de la situación, miró a un costado y notó

a un sujeto tomando fotografías con su celular.

—Muy gracioso, ¿no? —le preguntó El diablo de Estocolmo al hacerse visible.

—¡Carajo! ¿C-cómo…?

—Te hice una pregunta.

—Mierda, amigo, ¿de dónde saliste? Me diste un buen susto. ¿Por qué llevas esa

maldita máscara? ¿Eres un retrasado?

—Muy gracioso, ¿no?

—¡Jajaja! ¡Sin duda! Tú y aquel enano me acaban de hacer el puto día. Hace

unas cuadras vi a un tipo vestido de pollo para vender más en un restaurante;

pero ustedes lo superan por mucho —decía el sujeto al mismo tiempo que

fotografiaba la máscara del diablo a pocos centímetros de distancia.

El diablo rio junto con él; pero, al terminar de hacerlo, lo tomó del cabello, y le

54

estrelló el rostro en su rodilla, fracturándole la nariz al instante.

—Camina, idiota.

—¡Agh! ¡B-bi dariz!

—Cállate y camina… ¡Oye, tú! ¡El de la mochila! ¡Ey, voltea!

—¿Eh?

—¿Escuchaste lo que este imbécil te gritó hace unos momentos?

—E-eh… Sí.

—Creo que yo no lo escuché del todo. ¿Me podrías repetir lo que dijiste,

estúpido?

—D-do puedo resfpirar.

—¡Que lo repitas! —le ordenó el diablo, y lo golpeó en las corvas para que

cayera al suelo.

—Y-yo… do puedo…

—¡Repítelo!

—O-oye, edado, p-por allá do está el… —se disponía a decir aquel sujeto; pero

el diablo volvió a golpearle el rostro, ahora con la acera.

—Una vez más —le ordenó. Sin embargo, su víctima se limitó a llorar y a

ahogarse con su sangre, por lo que el diablo lo sujetó con más fuerza del cabello,

y de nuevo lo lanzó contra el suelo—. No te escucho.

—Oy-ye, eda... edad-do, p-por…

El diablo repitió el mismo escarmiento.

—¡Más claro!

—P-por allá d-do-do está e-el…

—¡Desde el principio, idiota!

—Oy… Oye…, ed-da… do…

—¡No te entiendo! ¡Repítelo!

—¡P-perdódabe! ¡P-perdón, perd-dón! ¡D-do lo volv-veré a hacer! ¡Lo juro!

—¿Perdón? A nadie les sirven unas disculpas. Mejor deja de ser un estúpido y

comienza a ser un hombre. ¿Entendido? —sentenció El diablo de Estocolmo y,

sin esperar una respuesta, lanzó el rostro de su víctima una vez más contra la

acera ensangrentada. Al terminar, tomó el celular del sujeto, borró las últimas

fotografías que había capturado y se lo dio al perplejo joven de la mochila—.

55

Felicidades, te ganaste un celular —le dijo antes de desaparecer.

XXV

—Buenas tardes, dulces ancianitos.

—E-eh, disculpe, joven, ¿cómo entró a nuestr…?

—La puerta estaba abierta, lo siento mucho.

—No es cierto, John, yo cerré la puerta, lo recuerdo.

—No-diga-mentiras, señora, eso-es-muy-malo. ¿Me-escucha?

—¡No estoy sorda, muchacho insolente!

—Como sea… Temo que tendré que pedirles que se vayan. Este es un

vecindario muy peligroso para ustedes.

—¿Quién te envió, niño? ¿Fueron esos del gobierno? ¡Esos malditos…!

—Oh, no, señor. Yo vengo de parte de… la… El «Fondo para Ancianos… en…

Peligro… de Extinción por… Mala Residencia». Sí, eso.

—Yo jamás escuché sobre ese programa.

—Qué pena. Tomen, son diez mil quinientos dólares. Vayan a comprar algo

para sus últimos días.

—¡Cariño, son diez grandes!

—Yo…

—¡Diez grandes, señora! Este mugriento departamento vale mucho menos. Ya

váyase.

—E-está bien. ¡Diez grandes! ¡Sí!

—Sí, sí, dinero. ¡Wuju! Ahora retírense, por favor, necesito pasar el reporte a mi

jefe.

—Oye, ¿y nuestras cosas?

—¡Cómprense otras! ¡Adiós! —decretó el diablo apuntando hacia la puerta.

Los ancianos bajaron del edificio y tomaron el primer taxi que pasó por la

avenida de enseguida. Momentos más tarde, varios muebles, objetos y ropa de

todos colores salieron volando por la ventana y terminaron en la acera. La

cámara de vigilancia de la esquina lo captó todo; pero el diablo fingió que no lo

sabía.

56

XXVI

—Lo encontré, está en Nueva York.

—Bien —asintió Desirée con una ambiciosa mirada, y le dio un inesperado beso

a Rigo, quien, después de disfrutarlo, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y

se apartó de inmediato para inspeccionar que Aaron no estuviera cerca.

—¡Desi! —susurró trastornado—. ¿Iremos por él? —le preguntó un tanto

nervioso, luego de recibir una sonrisa y un guiño como única respuesta.

—No. Dije que lo haría venir a Canadá y eso es lo que haré.

Rigo bufó.

XXVII

Después de reorganizar su nuevo departamento provisional y de ahuyentar a sus

vecinos con una pequeña broma que consistía en hacer levitar todas sus

pertenencias, incluyendo aquellas que llevaban puestas, el diablo se acostó en el

suelo a pensar.

—Tengo hambre... Maldición, odio perder tiempo comiendo. Debería de darme

un balazo.

Pero se resistió y salió de su departamento con tranquilidad, consciente de que la

cámara de vigilancia seguía grabándolo.

Lo primero que hizo fue comprar una pizza, de esas que cuestan apenas unos

cuantos dólares, ya que odiaba esperar media hora para que le entregaran su

comida. Pero luego de acabar con ésta, buscó un lugar donde vendieran batidos

de chocolate, así que caminó unas cuantas manzanas para encontrarlo. Al llegar

al sitio, pidió el vaso más grande y se sentó a disfrutarlo en las pequeñas mesas

de la acera. No obstante, justo cuando estaba por dar el primer sorbo, advirtió

57

que, del otro lado de la calle, una mujer estaba amamantando en público a su

hijo recién nacido, situación que le revolvió el estómago—. Mierda, esto no es

bueno... Creo que el batido tendrá que esperar —suspiró agobiado, y cruzó la

avenida al mismo tiempo que escuchó las palabras detonantes.

Aquel lado de la calle se había quedado solo, parecía desierto. Únicamente se

hallaban en él la mujer, su hijo y un sujeto que iba pasando; pero que se detuvo

frente a ellos al verlos.

—Qué asco. No deberías hacer eso en público. Ve a hacerlo a un baño o a tu

casa, cerda —reprochó, moviendo su cabeza de un lado a otro.

La mujer, algo apenada, bajó la mirada para ignorarlo; el diablo, en cambio,

sonrió abiertamente, y se colocó su máscara blanca para esconder cómo sus ojos

se hundían y su piel palidecía.

Nadie lo vio cruzar la avenida, nadie lo vio llegar a la otra acera, nadie lo vio

tomar del cuello a aquel tipo; pero su presencia se hizo manifiesta cuando lo

arrodilló, le puso el vaso de batido en la cabeza y le metió su escuadra blanca en

la boca.

—Adivina, adivinador, ¿quién tiene más hambre? ¿El niño, tú o yo?

Aquel joven y la mujer estaban aterrorizados. El primero no podía moverse, y la

fémina no sabía si lo mejor era correr o pasar desapercibida—. Contesta.

—O-ojaol, n-no d-disaes —balbuceó el joven, llorando.

—Respuesta incorrecta —sentenció el diablo. No obstante, quitó el dedo del

gatillo cuando un penetrante y fétido olor llegó a su nariz—… ¿Te… cagaste?

¿Te cagaste, marica? ¡JAJAJA! ¡¿TE CAGASTE?!

—P-por favor, d-déjame ir. N-no he… hecho n-nada malo.

—Usar tu lengua para decir estupideces es algo muy malo, pequeño idiota. ¡Ah!

Y te acabas de hacer en los pantalones, eso es todavía peor. Y adivina qué más:

eso sí es asqueroso... ¿Cómo podemos solucionarlo? Mmm… ¿Qué me

sugieres?

—Y-yo…

—¡Regalándome todo lo que tengas! ¡Qué buena idea! —exclamó el diablo

antes de darle un sorbo a su bebida, la cual seguía en la cabeza del joven—.

Ponte de pie —le ordenó al tomar el vaso y guardar su pistola—. Dame tu

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laptop, tu celular y tu billetera.

—S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas.

—Ahora lárgate, cerdo asqueroso —le dijo al darle un fuerte empujón por la

espalda, dejando en ésta un letrero que decía: «¡Ayúdame! ¡La cagué!».

—Buenas tardes, señorita, y disculpe lo que acaba de ver. Tome, esto es para

usted —le dijo el diablo, inclinando su cabeza con las manos extendidas.

—E-eso es robado —contestó la mujer, asustada.

—Mmm… No, no es robado. Y cito: «S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas»

—se burló, remedando teatralmente al sujeto—. ¿Lo ve? El amable imbécil me

las regaló, y ahora yo se las regalo a usted. Si no quiere tomarlas, no hay

problema. Las dejaré aquí y desapareceré lentamente... Siga con lo suyo. Está

haciendo un gran trabajo —añadió, y así lo hizo, sonriendo; pero escondiendo la

sonrisa tras su máscara blanca.

XXVIII

—¡Vaya! ¡Qué día! —bostezó, frotándose el abdomen con una mano y

arrojando el vaso del batido de chocolate con la otra—. ¡Jojo! Espero que esos

cuatro lo hayan visto —se vanaglorió al conseguir que el vaso cayera en un

contenedor de basura, a unos metros de distancia.

—¡Oye, tú!

El diablo se detuvo y dio media vuelta girando sobre sus talones.

—¿Yo? —fingió despiste.

—¿Ves a alguien más en el callejón, imbécil?

—Sí, a ustedes cuatro. ¡BUM, idiota!

—¡Vas a pagar por lo que le hiciste a Rick, estúpido!

—¿Rick? ¿Así se llamaba el que apestaba a mierda o el que perdió la nariz?

59

—¿Eh?

—Olvídalo. Hagan lo que tengan que hacer —los retó, abriendo sus brazos.

XXIX

—¡Pff! El negro no resultó ser tan débil. Malditos negros, ¿por qué siempre

tienen que ser físicamente superiores a los demás? Y sus dientes son tan

perfectos... Maldita naturaleza, ¿por qué mierda no fui negro? ¡Espera!... … …

¿Qué pasaría si existiera un asiático negro o un negro asiático? ¡Mierda! Eso

sería como…, como la evolución del ser humano, el emperador perfecto para la

humanidad —se decía el diablo cuando acabó de arrojar al último sujeto al

contenedor de basura, donde antes echó el vaso de su batido de chocolate—. 50,

150, 182… Pensé que juntaría más. Estúpidos pandilleros pobres. Cuando

vuelva a ver a ese tal Rick, le voy a romper la nariz de nuevo... Bueno, ya creé

muchos distractores, es hora de regresar.

En eso, un teléfono público sonó al pasar junto a él. Suponiendo de qué se

trataba, el diablo siguió caminando. Más adelante, un segundo teléfono se hizo

escuchar; pero nuevamente el diablo lo ignoró. Sin embargo, después de evitar

el tercero, un sujeto de mal aspecto se acercó con miedo, volteando

nerviosamente a todos lados.

—E-es p-para ti. —Y corrió luego de arrojarle su celular al pecho.

—Pizzas Satanás, «el pecado en tu paladar». ¿Qué desea ordenar? —contestó

teatralmente.

—Hola, Fernando. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, gracias. ¿Y usted, estimada señorita Desirée?

—Mucho mejor ahora que te veo.

—¿Me ve? ¿Dónde está? Yo no la puedo ver.

—Estoy en Canadá.

—Oh, ya, ya —dijo el diablo al notar la cámara de vigilancia de la tienda que

tenía enseguida—. ¿Y cómo consiguió que aquel buen samaritano me entregara

60

voluntariamente su celular?

—Vendió medio kilo de cocaína hace unas horas. Le pedí que te entregara el

celular si no quería ir a aislamiento.

—Vaya… «Aislamiento»… He oído de él. Eso sí da miedo. ¿Ya lo están

implementando?

—Está en etapa de prueba.

—¿Le gustaría probarlo personalmente? Puedo utilizar este celular y esta

llamada para mandarlos a aislamiento. No creo que al gobierno estadounidense

le agrade que alguien, aparte de ellos, claro, tenga acceso a cámaras de

vigilancia y demás.

—Trabajamos para el gobierno, amor, para varios gobiernos, inclusive. O los

gobiernos trabajan para nosotros, como quieras tomarlo. Verás, nuestro trabajo

es investigar ciertas cosas que el gobierno no quiere que el mundo conozca; y

nos pagan muy bien por ocultarlas o distorsionar la verdad para distraer a las

personas.

—¡No lo puedo creer! ¿El gobierno hace eso? ¿Segura? ¿El gobierno ocultando

cosas? ¡Vaya! Nunca lo hubiera imaginado.

—Así es esto, cielo. Y te sugiero que accedas a venir si no quieres que las

personas equivocadas vayan por ti.

—Los esperaré con ansias.

—… … … Escúchame. Entiendo que no tengas miedo. Supongo que yo

tampoco lo tendría si fuera tú. Pero varios gobiernos ya saben de ti. Si no te han

buscado es porque no son tontos.

—O me tienen miedo, como quiera tomarlo.

—Como sea. El punto es que quieren detenerte para experimentar contigo y

manipularte. No te han capturado porque pedimos ser nosotros quienes te

examinen primero, quienes corran el riesgo.

—O porque no pueden hacerlo, como quiera tomarlo.

—… Tengo grabaciones tuyas y de tus habilidades. Son pocos videos, lo

admito; pero son los suficientes para hacer que el mundo entero te conozca... Si

no quieres perder tu anonimato, tendrás que venir a Canadá ahora mismo. Te

doy 2 horas para decidirlo. Si te niegas a venir, autorizaré que el gobierno

estadounidense comience a buscarte, y, consecutivamente, todos los gobiernos

lo harán. Te capturen o no, el planeta entero conocerá tu rostro, te odiará y te

temerá tanto que tendrás que matarnos o resignarte a una vida solitaria y

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aburrida.

—¿Eso es todo lo que tiene? ¿Cree que yo, siendo el ser más poderoso de esta

realidad, le temeré a la soledad y al aburrimiento? ¿Yo, siendo inmortal y

teniendo la capacidad de crear lo que se me plazca? ¿Yo, siendo el mismísimo

diablo?

—Sí.

—… … … Llego en 1 minuto.

XXX

—Nuestro millón de dólares llegará en cualquier momento. Quiero las cámaras

y los micrófonos funcionando a la perf… —se disponía a ordenar Desirée,

ansiosa; sin embargo, no pudo hacerlo.

—¿Cómo lo supo? —le preguntó el diablo apareciendo a su lado para luego

taparle la boca, desaparecer y aparecer nuevamente, sólo que ahora en la cima

de una montaña nevada, donde el frío era insoportable, casi tanto como el calor

abrasador de su mano.

—Te estudié, guapo —respondió Bundy, sonriente, muy sonriente.

El diablo la había soltado; no obstante, en el forcejeo, un delgado cable rojo se

asomó por su larga cabellera ondulada del mismo color. Advirtiendo lo que eso

significaba, el diablo dio un paso, se acercó a su prisionera y le destrozó la

camisa con una mano, dejando al descubierto un pequeño auricular detrás de la

oreja, un micrófono en la cerviz, una diminuta videocámara en el sostén, y un

rastreador en la cintura—. Ahora sabrán dónde estamos.

—Ya no —repuso el diablo, y todos los artefactos se calcinaron cuando posó los

dedos sobre el hombro de Bundy, lo cual también provocó que ambos

desaparecieran.

Esta vez, el par emergió en una montaña desértica. Allí, el diablo tomó asiento

en el suelo, se recargó en sus codos, y su aspecto volvió a la normalidad—. ¿Y

bien? ¿Qué desea a cambio de su silencio?

—Podrías matarme aquí mismo para ahorrarte las negociaciones.

—En ese caso, sus perros irían tras de mí. Y confío más en la prudencia del

62

dueño que en la de los perros. Aun así, dice que me ha estudiado. Si eso es

cierto, sabrá que no le haré daño.

—Sí, lo sé. Pasé toda la noche, y la mañana de hoy, viendo y analizando cada

video en el que apareces. Por lo que vi, las mujeres son tu debilidad, no sólo

físicamente. Sin embargo, ¿por qué lo son psicológicamente? En ningún video

pude encontrar la respuesta exacta a esa pregunta.

»Hace 6 años, de un día para otro, eliminaste a las mujeres de tu lista de

víctimas. Una tarde acosaste a una chica, la llevaste a su casa, las cámaras no

lograron captar lo que sucedió ahí dentro, nadie te vio salir; y al día siguiente, ya

ni siquiera te acercabas a las mujeres. Una semana después, lo hacías con miedo.

Luego, el miedo se convirtió en respeto; y ahora eres lo que eres. ¿Qué sucedió

en esa casa?

El diablo guardó silencio, cerró los ojos, bostezó, se rascó la cabeza y le dirigió

una inexpresiva mirada a su interlocutora.

—¿Para qué preguntármelo si ya conoce la respuesta?

—Sólo quiero corroborar lo que sé.

—Está bien —contestó El diablo de Estocolmo, aburrido—. Ella tenía como 20

años, yo tenía 23, la vi comprando ropa, la seguí hasta su casa, la violé, la maté,

fin. ¿Alguna otra duda?

—Ángela Bertoni, italiana, 19 años, 1.65 metros de altura, caucásica, cabello

largo teñido de azul. Sus padres la encontraron sin vida sobre la mesa del

comedor. Fue víctima de una violación y estrangulamiento. No se encontraron

huellas dactilares de otra persona, no se encontraron grabaciones de las cámaras

de vigilancia, no hay sospechosos —recitó Desirée como si leyera un escrito

mental—. El caso se cerró medio año después y jamás dieron contigo.

—No se encontraron grabaciones de las cámaras de vigilancia —iteró el diablo,

impasible—, porque me deshice de ellas. Y, sin embargo, usted vio una

grabación. Qué curioso, ¿no?

—Para mi buena suerte, alguien pasó hablando por teléfono celular enseguida de

esa casa, por lo que pude verte entrando a un lado de la chica, con el cañón de tu

pistola en su cadera. Sólo eso.

—Hagamos un trato: contestaré todas las preguntas que desee aquí y ahora; y

luego la llevaré a su casa. A cambio, me asegurará mi anonimato y se encargará,

63

mientras sus pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en pena,

de que ningún gobierno, grupo u organización me busque, atrape y/o delate ante

el mundo. ¿Qué le parece? —le preguntó El diablo de Estocolmo mientras su

aspecto cambiaba lentamente.

—Trato hecho —repuso Bundy de inmediato, emocionada. Pero cuando

extendió su mano para tomar la del diablo, éste interpuso una hoja blanca que

sacó de su manga, en la cual se quedó grabada la palma de la fémina, tal como si

la sangre del interior de sus dedos se hubiese impregnado en la hoja.

—Con eso bastará.

—...

—Puede empezar cuando guste.

—E-eh, sí… ¿Qué sucedió dentro de esa casa? ¿Por qué el asesinato de esa

joven te alejó de las mujeres?

—Mejor pasemos a otra pregun…

—¡Oye, no! Dijiste que responderías todo.

—Sí, y cumpliré mi palabra. Sólo quiero dejar esa para el final… Jamás dije en

qué orden lo haría.

—Hijo de… Mmm… Está bien —contestó Desirée un tanto recelosa—.

Cuéntame sobre tu infancia, tus orígenes.

—Eso no es una pregunta.

Bundy gruñó teatralmente.

—¿Cuáles son tus orígenes? ¿Cómo fue tu infancia?

El diablo suspiró.

—Nací en la República Italiana, en la localidad de Quart, en Valle de Aosta,

para ser más preciso. Vengo de una familia en verdad pequeña, sin tíos, sin

primos y sin abuelos, ya que estos últimos murieron antes de que yo naciera —

explicó—. Mis padres eran las personas más solidarias y benevolentes que ha

visto la Tierra. Eran muy religiosos, devotos. Siempre iban a la iglesia, siempre

le entregaban todo a ésta. Eran tan buenas personas que eso los volvió tontos,

muy tontos.

»Todos se aprovechaban de ellos. Si alguien los traicionaba, mis padres

64

nunca borraban su sonrisa del rostro; si alguien los asaltaba, rezaban por ese

asaltante. Vivíamos en la pobreza porque todo se lo daban a los más necesitados.

Eran tan estúpidamente buenos que me inculcaron una creencia: «Todos vamos

al Cielo cuando morimos». Les pregunté si incluso las personas malas iban al

Cielo, y ellos me contestaron que no existen malas personas, sino malas

decisiones. Por eso todos van al Cielo sin excepción.

»Yo era feliz creyendo eso, era igual de ingenuo que ellos. De hecho, en la

escuela, era tan buen estudiante que los más grandes se burlaban de mí y me

golpeaban, me hacían daño, se aprovechaban de mí; pero yo no hacía nada. Y

cuando se lo contaba a mis padres buscando refugio, buscando consuelo, se

limitaban a decir que los ignorara y que rezara por ellos. Al principio, resultó

para mí. Pero cuando llegué a la edad de 12 años, ya no era el mismo. Tanto

odio contenido me estaba carcomiendo las entrañas. Un día, cuando el bravucón

tiró mi vieja mochila (que tanto trabajo les costó a mis padres comprarme) al

contenedor de basura, me enojé a tal grado que terminé golpeándolo hasta que

escupió 3 dientes. Desde ese momento no volví a dejar que me hicieran daño. Y

cada vez que alguien se aprovechaba de mis padres, por la noche buscaba a esa

persona y la hacía pagar por lo que hizo. En una de mis escapadas, cuando tenía

13, mis padres me descubrieron y lloraron durante horas. Estaban muy tristes.

¡Ni siquiera se enojaron, maldita sea! —exclamó, agobiado—. Nunca me

regañaron, nunca levantaron la voz, nunca me castigaron. Tan solo lloraron, se

tomaron de las manos y rezaron por mí. Eso me desesperó tanto que tomé mi

mochila con algunas de mis cosas y escapé, decidido a nunca más tener que caer

por culpa de otros. Desde entonces me dediqué a robar, a destruir, a odiar. Jamás

regresé a casa… Bueno, tal vez algunas veces, hasta que mis padres murieron

por culpa de un estúpido alcohólico que ya está bajo tierra.

—Lino Luciani y Francesca Sansixto —recordó Bundy. El diablo asintió con la

cabeza, impávido.

—Maldito internet.

—Tengo curiosidad... ¿Te duele matar a alguien?

—Cuando mato a alguien es porque sé que su muerte no me dolerá.

—Mmm… Ya veo. En otras palabras, haces justicia por tu propia mano, ¿no es

así?

—Exactamente.

—¿Por qué?

65

—A temprana edad descubrí que la vida no se encarga de nadie, la vida

simplemente es, independientemente de lo que hagas o dejes de hacer. Las

circunstancias, casualidades y causalidades hacen que a los buenos les sucedan

cosas malas; y a los malos, cosas buenas. «El Creador» ni siquiera se molesta en

intervenir. Él es más como un espectador. Por eso decidí hacer mi voluntad.

—Sin embargo, no eres precisamente un «chico malo», lo he visto. Por ejemplo,

hace unos días, en México, asaltaste a un sujeto con un maletín: un hombre

mayor que se dirigía a su oficina… No, no, no hagas eso, no finjas que lo

olvidaste. Vi y escuché cómo te hiciste la víctima frente a él para despojarlo de

su dinero. Admite que lo recuerdas.

—¿Y eso no me convierte en un «chico malo»?

—Sí, pero no. Minutos antes, una cámara de vigilancia te grabó observando

cómo ese pobre, inocente y buen hombre —lo describió con sarcasmo— se pasó

una luz roja y bajó de su automóvil deportivo último modelo que estacionó en

un lugar reservado para discapacitados.

El diablo guardó silencio, esperando a que su interlocutora siguiera hablando o

preguntara algo—. Aquel hombre no era discapacitado, no físicamente, claro

está; pero sí moralmente. Después interviniste. Y luego de conseguir un botín de

más de 4 mil pesos, te dirigiste a un centro de rehabilitación, donde

anónimamente donaste una parte del dinero. ¿Por qué?

—Las verdaderas buenas acciones son las que se hacen en el anonimato, ¿no?

—No me refería a eso. ¿Por qué decidiste asaltar a un hombre que hizo algo

moralmente incorrecto, para luego ayudar a otros con lo que obtuviste en el

asalto?

—Ya lo dijo con anterioridad: hago justicia con mi propia mano.

—Sí, pero… ¿por qué siempre haces algo bueno después de algo malo? ¿Es tu

forma de redimirte? ¿Crees que con eso estás pagando por tus pecados, que estás

saldando tu deuda?

—Mmm… No lo había visto de ese modo; pero, ahora que lo pienso, no, no lo

hago con ese objetivo. Me importa una mierda si mis acciones me condenan o

me abren las puertas del paraíso.

—¿Y bien? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué haces cosas buenas?

—No lo sé —confesó el diablo, pensativo—. Tener demasiado me incomoda.

No necesito mucho, así que regalo lo que me sobra.

66

En eso, un breve silencio se fundió con el aire del desierto.

—¿De dónde salió «El diablo de Estocolmo»? El nombre.

—Tenía un amigo. Era un poco imprudente. Lo conocí cuando le robé, sin que

se diera cuenta, todo lo que llevaba. Él iba caminando hacia su casa, yo salí de

un callejón, tropezamos, le pedí la hora, le dije que esperaba a una persona; pero

que ya se había hecho tarde y que me había dejado plantado. Él se rio, me dijo

que seguramente se trataba de una chica, que así eran todas las mujeres, que

siempre se daban a desear. Entonces me invitó un trago para animarme. Yo no

bebo, no me gustan esas cosas, ya que prefiero estar siempre alerta y esas

mierdas te nublan la mente. Pero él bebía como si le pagaran por hacerlo. Se

llamaba Holm o, bueno, mejor dicho, ese era su apodo.

»Me cayó bien, era muy gracioso… Estando en el bar, al llegar la hora de

liquidar la cuenta, decidí confesarle que le había quitado la cartera cuando

tropezamos. Soy muy buen carterista. Algunos dicen que soy como un mago. En

fin... Se rio, me dijo que no era su cartera, que se la había robado a un hombre y

que prácticamente ese hombre había invitado las bebidas. Desde esa tarde nos

hicimos colegas. Yo le enseñé algunos trucos, y él accedió a ser mi secuaz.

Tiempo después, él fue quien me sugirió el nombre, pues pensaba que yo era

como el diablo: me encargo de seducir a mis víctimas para que hagan lo que

necesito que hagan, sin dañarlas, sólo atrayéndolas, usándolas. Luego, Holm

pasó a mejor vida. Pero eso ya es otra historia.

—Holm, ¿eh? ¿Es el que mataste frente a la policía, aquella vez en el banco?

—Tuve que hacerlo.

—Pero era como tu mano derecha, ¿no?

—Algo así. Sin embargo, noté una casi imperceptible debilidad en su interior.

Esa debilidad lo llevaría a traicionarme en un futuro, lo presentí, así que le di la

oportunidad de morir siendo todavía mi amigo. No sólo le debo mi apodo, sino

también palabras presuntuosas como «presuntuoso», «imperceptible», etc. Se

ganó una muerte digna, a mi lado, por detalles como esos.

—¿Nunca agrediste a alguien cuando lo asaltaste o…?

—Sí, cuando era más joven no tenía tanta paciencia ni era tan inteligente.

Muchos salieron heridos mientras aprendía a controlar mis impulsos.

—Te he visto trabajar solo la mayor parte de tu vida. Pero desde el incidente con

Ángela Bertoni, comenzaste a buscar secuaces, por así decirlo. ¿Por qué? Me

67

cuesta creer que los necesites.

—No los necesito, puedo hacer el trabajo yo solo; no obstante, prefiero siempre

tener a alguien que cuide mis cosas cuando no estoy, como un perro guardián,

pero que pueda hablar con él y ordenarle lo que por obvias razones no podría

confiarle a un perro.

—¿Ya podemos hablar de eso? De Ángela y…

—No, todavía no.

—¿Por qué? ¿Te afecta el recordarlo?... ¿Hay algún trauma?

—… … … Sí.

—Te aseguro que hablar de ello te…

—Hará sentir mejor, lo sé. Lo he escuchado muchas veces; pero no, no me hace

sentir mejor. Hablar de ello me enoja más. Los recuerdos sólo sirven para revivir

algo, y lo que sucedió ese día es algo que no quiero revivir.

—Enojo, ¿eh? Así que es eso.

El diablo bufó, ceñudo, evasivo—. ¿Enojo contigo…, con algo… o con alguien

más?

—Dije que no respondería aún.

—Está bien, está bien —se apresuró a decir Bundy—. Cuéntame algo:

específicamente hablando, ¿por qué no quieres que el mundo se entere de tu

eminente presencia y que conozca tu identidad?

—Porque, de enterarse, no conseguiré divertirme en mi anonimato. Gracias a

que nadie me conoce es que puedo seguir jugando con los humanos. El día que

la Tierra conozca mi rostro, que conozca lo que hago y que sepa que soy su

diablo, ese día los humanos sabrán que alguien los vigila, y entonces vivirán con

el miedo que les impedirá ser auténticos, genuinos, honestos. Vivirán actuando,

vivirán en un mundo mejor…, en un mundo más hipócrita de lo que ya es; pero,

aun así, mejor.

—No comprendo. ¿Eso no es bueno?

—No, claro que no. Es casi como quitarles el libre albedrío, como convertirlos

en títeres, como arrebatarles la vida misma. ¿Qué sentido hay en eso? Si quisiera

un grupo de títeres, me uniría al ejército. Fuimos creados con libre albedrío para

tener la libertad de equivocarnos. No puedes ir por la vida castigando a todos

por algo que está en su naturaleza, que implícitamente tienen permitido hacer.

Sería como reprimir la respiración sólo porque consume oxígeno que otros

pudieran respirar.

68

—¿Entonces lo haces por mera diversión? ¿Solamente por eso? ¿O cuál es el

verdadero objetivo?

—Te preguntaré algo: ¿por qué sigues aquí? ¿Por qué no te has suicidado si

sabes que nadie es indispensable, que nada de lo que hagas tendrá sentido en

esta vida, que todos moriremos independientemente de lo que seamos, y que

todos iremos al mismo lugar cuando muramos? ¿Cuál es tu objetivo? ¿Qué te

mantiene en el juego?

—… … … No lo sé… Supongo que… No sé… Obviando la búsqueda de la

felicidad, tal vez lo único que me mantiene viva es no darme cuenta de que lo

estoy… ¿Por qué sigo aquí?... Cuando lo piensas así, con tanta crudeza, te

percatas de la realidad. Pero… si no piensas en ello, tan solo sigues adelante.

—Bendita ignorancia, ¿no?

—… Sí…, supongo.

—Pues, contestando su pregunta anterior, hago lo que hago porque es la forma

en que me distraigo, dejo de pensar, me dejo llevar, me olvido de mi realidad.

Asimismo… Mmm… ¿Alguna vez ha visto la reacción de alguien cuando se le

escapa lo que tanto trabajo le costó conseguir? Eso lo obliga a salir de su prisión

mental, lo libera de la felicidad, le exige cuestionarse qué diablos pasa en la

vida.

—Oh… Ya veo. El objetivo es espabilarlos.

—Espabilarlos, despertarlos, sacarlos de su zona de confort, de la rutina, todo

eso. Si nada malo sucediera en la vida, no podrías estar seguro de que estás vivo,

pues la felicidad absoluta se reservó para la muerte. En cambio, la realidad que

nos atañe, nuestra realidad, es dual, está conformada por el bien y el mal. Sin

una de las dos partes, la realidad no existiría, ya que ambas son

interdependientes. Precisamos de la felicidad para disfrutar el camino; pero se

necesita del dolor para distinguir, valorar y anhelar la felicidad.

—Así que de eso se trata. Eres parte del equilibrio natural. Existes porque tienes

que existir, ¿no?

—Al parecer.

—Dices ser un humano ordinario; pero ¿cómo conseguiste tu poder, tu

inmortalidad?

—Todo surge desde adentro. Tienes que tener o completa paz o todo un caos en

tu interior. Tal como lo dije antes, la naturaleza es dual, bipolar, extremista,

radical, y su verdadero poder se encuentra en esos extremos: luz-oscuridad,

69

positivo-negativo, frío-calor. Sí, también existe lo neutral; pero eso es sólo un

capricho de la naturaleza misma, un capricho necesario para llenar un vacío, un

hueco… Verá, nadie se acuerda de una ola; sin embargo, jamás se olvida un

tsunami. Nadie les presta atención a las vibraciones de la tierra; no obstante,

todos recuerdan un terremoto. ¿Se da cuenta? Lo sumamente relevante son los

extremos, no lo que hay en el centro.

—¿Estás diciendo que cualquiera podría tener tu poder?

—Claro. Dudo que lo consigan; pero sí es posible.

—¿Y qué se necesita para conseguirlo? La última vez que nos vimos

mencionaste algo de merecerlo.

—Le confesaré algo: sé que estoy en uno de los límites, que en mi interior

bipolar existe lo necesario para obtener el poder que tengo. Sin embargo, cada

ser es diferente, único e irrepetible, por ende, tal vez muchos lleguen a sus

extremos, a su positivo o a su negativo; pero esos, sus límites, no sean lo

suficientemente radicales —caviló—. Todo es relativo. Lo que es para algunos,

no es para otros. Tal vez soy simplemente un capricho más de la naturaleza, el

capricho que tiene la posibilidad de conocer los extremos capaces de crear y

destruir dentro de esta realidad. Tal vez soy el resultado de incalculables

coincidencias. Tal vez, incluso, mi poder sea inferior en otras realidades o, en su

defecto, inmensamente más poderoso en algunas otras. Eso, lo admito, está fuera

de mi comprensión.

—¿Crees que existen otras «realidades»? ¿Algo así como otros universos?

—Sin duda. Sería muy tonto, egocéntrico y presuntuoso pensar que estamos

solos. La naturaleza es muy ambiciosa, no se conformaría, nunca, con unos

pocos millones de seres inteligentes.

—¿Qué me puedes decir de tu inmortalidad?

—Es parte de mi poder.

—¿Te agrada ser inmortal?

—¡Claro! Me permite no temerle a nada.

—¿Y… te da miedo morir?

El diablo borró su sonrisa al instante.

—No —contestó resueltamente, segundos después de una introspectiva pausa.

—¿Por qué?

70

—Porque tengo la certeza de que hay algo más allá de lo perceptible, algo que

se ocultó lo necesario para no conocerlo; pero se dejó lo suficientemente visible

para desearlo. Y llegar a conocer aquello es algo que en verdad me interesa.

—Pero si eres inmortal, ¿cómo…?

—Confío en que llegará el momento en el que mi presencia en esta vida ya no

sea necesaria, y entonces podré ascender como cualquier otro ser.

—Bien, dejémonos de rodeos. ¿Qué sucedió con Ángela? ¿Por qué cambiaste

después de matarla?

—¿Es la última pregunta?

—Sí.

El diablo asintió varias veces con la cabeza, irresoluto.

—Cuando vi a Ángela en aquel centro comercial, sentí un ardor inusual en mi

cuerpo. Verla fue como acercarme al fuego y desear la quemadura. Lo que

hice… A veces, tal vez cobardemente, justifico lo que hice pensando que no era

yo quien actuaba. Me gusta pensar eso, me libera de culpas.

»Algo en mi interior me dijo que la siguiera, que no la perdiera de vista. Y

estuve casi tres horas acosándola desde lejos. Cada minuto que pasaba, ese furor

crecía dentro de mí. La naturaleza me cegó.

—¿Estás culpando a la naturaleza por lo que hiciste?

—No. La naturaleza lo hizo, la naturaleza está en mí, yo soy la naturaleza…

Nunca lo había hecho, nunca tuve la necesidad de hacerlo. Las mujeres siempre

llegaban solas a mí; pero ella ni siquiera me miró, ella era diferente. En

ocasiones, pienso que existe alguien preelegido de alguna forma para interpretar

el papel de aquel que debe destrozarte la vida aun sin proponérselo.

»Lo que pasó esa vez fue totalmente mi culpa. Al estar en su casa, nuestros

cuerpos se unieron, ella me miraba con pánico y me aterré. De un segundo a otro

me desconocí, no sabía lo que estaba haciendo. La sujetaba del cuello, la forzaba

a permanecer acostada sobre la mesa y, de pronto, su vida se fue entre mis

dedos. No advertí lo que había pasado, tan solo sentí que ya no estaba conmigo,

que se había ido… Pude haberla ayudado; pero estaba asustado. Desaparecí.

Desirée bajó la mirada cuando notó una lágrima en la mejilla del diablo, y le

permitió unos segundos.

71

—Creo que ya es suficiente… Hemos acabado.

—… … … ¿Qué ganó con todo esto? ¿Para qué le sirvió escuchar mi historia?

No lo entiendo.

—Te seguiré estudiando. Posteriormente…, ya buscaré qué hacer con los

resultados. Por lo pronto, esto será todo.

—Está bien —asintió el diablo, acercándose.

—Una última pregunta: ¿qué me harás si no cumplo con mi parte del trato? —

inquirió

72

Bundy.

—No necesito hacer nada. Usted cumplirá con su parte, esté de acuerdo o no —

contestó El diablo de Estocolmo tranquila y confiadamente.

—¿Uh?

—El trato fue claro y conciso: «me asegurará mi anonimato y se encargará,

mientras sus pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en pena,

de que ningún gobierno, grupo u organización me busque, atrape y/o delate ante

el mundo». No hay opción, no hay escapatoria, firmó con sangre.

—Eso significa que…

—He ganado un secuaz.

—¿Entonces te protegeré contra mi voluntad?

—Al menos que me mate… Le recomiendo que, para la otra, sea más precavida

con lo que firma.

—Maldita víbora —pensó Bundy con una sonrisa de resignación—. Llévame a

mi oficina.

—No. El trato dice que la llevaré a su casa. ¿Está lista?

—… Vámonos de una vez —rio Desirée mientras sacaba su revólver para

dispararle en el pecho.

—¡Ey! Sólo estoy cumpliendo con mi palabra —se mofó el diablo, tomó a

Bundy del hombro y desapareció junto con ella.

XXXI

—¿Quieres quedarte un rato?

—Nada me obliga a hacerlo. Mi parte del trato ya quedó saldada.

Desirée lo miró fijamente, se quitó el sostén y lo dejó caer al suelo, enseguida

del sofá.

—Podría ayudarte a superar… lo de aquella vez. Ya pasaron muchos años.

—¿Sabe? Creo que me ayudó bastante hablar sobre eso. Adiós —repuso El

diablo de Estocolmo, y desapareció inmediatamente después de guiñarle un ojo.

73

XXXII

—¡Señor!

—Hola, Gus.

—¡Lo vi en televisión!

—¿En serio?

—¡Sí! «Enmascarado ataca dos veces el mismo día. Nueva York ve el

surgimiento de un nuevo justiciero».

—¿Eso dicen de mí? ¡Vaya! Esa hubiera sido una buena distracción; pero ya no

necesitaré ocultarme, nadie nos molestará.

—¿Mató a sus enemigos, señor?

—Mejor aún: los hice mis aliados.

—¿Cómo lo logró?

—Con mi hermosa sonrisa, supongo. ¿Estás listo para salir a divertirnos? Japón

nos espera.

—¡Genial!... Oh…, aguarde, acabo de recordar algo. ¿Usted tiene hijos?

—¿Hijos? Ni que estuviera loco. La vida puede llegar a ser muy cruel, no se la

deseo a nadie. ¿Por qué lo preguntas?

—En las noticias salió un reportaje sobre alguien en Sudamérica que dice ser el

hijo del diablo. Tienen todo un templo para venerarlo.

—¡¿Pero qué mierda…?! Yo no tengo ningún hijo y tampoco necesito que un

grupo de ociosos me veneren. ¿Dónde dices que están?

—Si mal no recuero, en Colombia.

—Ahora mismo van a saber esos vividores quién es el diablo —masculló éste,

enfurecido.

XXXIII

—Qué rápido volvió, señor. ¿Qué sucedió?

—Sólo jugué un poco. Estaban rezando no sé qué tontería cuando le prendí

74

fuego al idiota de traje que se hallaba frente a esos ignorantes feligreses.

Hubieras visto cómo salieron corriendo después de que la estatua con cuernos

¡empezó a hablar con mi voz! ¡Jajaja! ¡Sus expresiones casi me matan de la risa!

—¿Feligreses? ¿Así se les llama?

—Sí.

—¿Por qué? ¿Porque son felices viviendo como reses?

—Oye, no, no digas eso. Qué mal educado eres. Respeta las creencias de las

personas.

—P-pero usted acaba de…

—Cállate, no me grites.

—Pero ni siquiera levanté la voz.

—Pues sentí que me habías gritado.

—Oh, lo siento, tal vez no me di cuen…

—Acabo de descubrir algo. No hay cosa más tierna en este mundo que ver a un

hombre gordo tropezar y caer sin poder meter sus torpes y cortos bracitos.

—¿Eh?

—Que no me grites.

—P-pero si yo…

—¿No es curioso?

—… ¿Qué cosa, señor? —inquirió Gus ya muy desconcertado por lo extraña

que se había vuelto la conversación.

—Que siempre nos encontremos con personas que sospechosamente hablan

español. ¡Hasta yo! Y eso que soy italiano.

—… Oh…, tiene razón. No lo había pensado.

—¡Y tú eres chino!

—Soy japonés, señor.

—Eh, sí, eso… Qué sospechoso, ¿no?

—Un poco.

—Quizá nuestras vidas sólo sean parte de una historia escrita por alguien.

Piénsalo: tal vez somos unos simples personajes creados para entretener a

personas con problemas mentales.

—… … … Eso es escalofriante, señor.

—Tal vez… —susurró el diablo, y volteó de inmediato a la ventana—, sólo tal

vez, ese payaso tuerto que acaba de pasar volando con unos globos se le ocurrió

a un estúpido escritor para demostrar lo que estoy diciendo y poder llenar, con

75

fines simbólicos, de palabras vanas la última página de un capítulo explicativo

basado en filosofía barata, en lugar de colmarlo de disparos, muertes,

explosiones y chistes sarcásticos, como lo haría cualquier producción

estadounidense para recaudar dinero fácil... «La naturaleza es dual, bipolar,

extremista, radical, y su verdadero poder se encuentra en esos extremos». Ni

siquiera recuerdo de dónde mierda saqué eso. No tengo ni puta idea de qué

significa…; pero me funcionó.

—No estoy entendiendo.

—Olvídalo, no tiene sentido. ¿Cómo se te ocurren esas estupideces?

—Pero usted fue el que empezó a…

—Cállate, no me cuestiones.

—Lo siento, señor.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—De nada, gusano.

—Mi nombre es Gusakee, no gusano, señor.

—¿Puedes dejar de hablar, maldita sea? No logro concentrarme.

—Oh, lo siento, señor.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—¡Que ya te calles, Gus!

—Sí, lo siento, señor.

—¡Mierda! ¡¿Cuánto falta para que acabe esto?!

—¿Qué cosa, señor?

—¡Que te calles!

—Oh, es cierto. Lo siento.

—¡CARAJO, GUS!

—…

—…

—…

—Oye…, ¿qué mierda son esos puntos sobre tu cabeza?

—¿Qué punt…? Oh, perdón. Olvidé que…

—¡Ssh! Guarda silencio. ¿No te das cuenta de que algo interesante está por

suceder?

—¿D…?

76

—¡SSH! Ahí viene, ahí viene, puedo sentirlo.

—…

—…

—…

—¡ESTÚPIDOS PUNTOS!

77

CAPÍTULO 4

LA CONDENA DEL DIABLO

XXXIV

—Señor, ya pasó una hora y no se ha movido de su lugar. ¿Está seguro de que

sucederá algo?

—Tienes razón, es una tontería. Creo que estoy un poco cansado… o me estoy

volviendo loco. En fin... Iré por algo para la cena.

Pero justo cuando el diablo dio el primer paso, una cegadora luz entró por la

ventana e iluminó el pequeño y deplorable apartamento. Un segundo más tarde,

El diablo de Estocolmo había caído al suelo, inconsciente; no muerto, sólo

dormido.

—¡¡Señor, levántese!!

—¡Hola, hola! Qué gusto volver a verte…, cariño. Adivina qué descubrí: en

ningún momento del trato prohibiste que una sola persona te buscara. Vengo

sola, bajo mis propios intereses. Bueno, no del todo, lo admito, Rigo me ayudará

en esto; pero ningún gobierno, grupo u organización me ordenó venir. Sólo

somos 2, un grupo es a partir de 3.

—¡Señor, despierte! ¡Esa señora se lo quiere llevar! ¡Despierte, por favor!

Desirée le quitó el dardo del cuello y le dio un beso en la herida. Posteriormente,

alguien más salió del helicóptero y entró por la ventana rota del departamento.

—Ten cuidado, Rigo.

—Lo cuidaré como a mi propia vida —repuso éste, y la cabeza del diablo

terminó golpeando un florero vacío que cayó al suelo y se destrozó de

inmediato.

—¡Que tengas cuidado! Si se despierta antes de que lleguemos… No quiero ni

imaginar qué sería capaz de hacernos.

78

—Este somnífero fue diseñado para dormir a una ballena azul. No creo que…

¡Ups! Se me cayó —se burló Rigo al soltarlo deliberadamente y dejar que de

nuevo se golpeara la cabeza, esta vez en el suelo.

—¡DÉJENLO! ¡DÉJENLO EN PAZ…, idiotas! ¡IDIOTAS! —les gritaba Gus

infructuosamente.

—Deberías de estar agradecido con él. Si no fuera por su existencia, ahora

mismo estaríamos tras de videos de supuestos ovnis editados por niños de 12

años.

—Está bien, te daré la razón en eso. Pero admite que gracias a mí y mis

recursos, por no decir miles de dólares, podrás experimentar todo lo que quieras

con este fenómeno. ¿Quieres que te recuerde de quién es el helicóptero?

—Yo tuve que ponerle el rastreador sin que se diera cuenta. Gracias a mí, tienes

algo más interesante que hacer que jugar videojuegos y crear aplicaciones para

celulares. No te debo nada.

—¡Por favor! ¡Se escondía en el departamento de enseguida! Justo estaba por

buscarlo de nuevo en las cámaras de Tokio cuando regresaste al hangar.

—Mejor olvídalo y vámonos. Si sigo discutiendo con tu cabeza dura, voy a

envejecer más rápido.

—Como quieras.

—No se preocupe, señor, estaré con usted hasta que despierte. Ellos no podrán

verme ni oírme, lo sé.

—¿Uh…? ¿Qué me…?

—¡MIERDA!

—¡PONLE OTRA DOSIS, RÁPIDO!

—¡Agh!

—¡Carajo! Este imbécil por poco…

—¡Señor! ¡Vamos, despierte! ¡Ya casi lo logra!

—¡Encárgate de suministrarle más somnífero cada minuto! Hasta que lleguemos

al laboratorio estaremos a salvo. Recuerda que estamos tratando con el diablo,

tenemos que ser precavidos.

—¿Crees que lo olvidé?

79

XXXV

—Hola, cielo.

—¿D-dónde est…? ¡PUTA MADRE!

El diablo había cambiado. Su cuerpo ahora ardía por dentro.

—No te molestes en molestarte, cariño.

—¡¿DÓNDE ESTOY Y CÓMO ME TRAJERON AQUÍ?! ¡¡ESTÁS

ACABANDO CON MI PACIENCIA, MUJER!! —le gritó en la cara. Su mirada

era tan penetrante como una bala.

—¿En serio? —le preguntó Desirée burlonamente.

—¡N-NO PUEDO DESAPARECER! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO

DESAPARECER?!

¡¿QUÉ ME HICIERON, IMBÉCILES?! ¡¿QUÉ DIABLOS ME HICIERON?!

—Estás dormido. Yo sólo soy una huésped en tu… Oh, veo que no se te

dificulta hacer con tus sueños lo que se te plazca... Vamos, Fernando, no seas

dramático. ¿Para qué cambiar mi hermoso laboratorio por…? ¿Qué clase de

fijación tienes con las montañas? ¿Adónde me trajiste? ¿Al Pico de Orizaba? —

le decía Bundy, mofándose a sus anchas.

—¡TÚ! ¡ESTÚPIDA…!

—¡Jojo! Oye, tranquilo, vaquero.

—PAGARÁS… POR TODAS… LAS…

—¡¿R-RIGO?! ¡S-sácame… d-de aquí!

—Nos vemos luego, rarito —se escuchó una voz proveniente de todos lados, la

voz de Rigoberto DeShields en la cabeza del diablo. Éste, atónito, soltó el cuello

de Bundy, y la fémina desapareció en un parpadeo.

XXXVI

—¡Mierda! Parece que ahora sí lo hicimos enojar.

—¿Estás bien?

80

—S-sí…, sí.

—¿Segu…?

—¡Mira! ¡Deprisa! ¡Incrementa la dosis y adminístrale el analgésico más fuerte

que encuentres!

—… ¡¿Y qué haremos cuando ya no lo necesitemos, cuando hayas terminado tu

experimento, eh?! En cuanto lo despertemos, nos matará a todos.

—Estoy pensando en varias alternativas; pero aún no sé cuál podría funcionar

sin comprometer nuestras vidas.

—Supongo que borrarle la memoria es una de esas opciones; mas sabes que no

es tan efectiva, y menos lo será con este idiota. ¿Cuál es la otra?

—Manipular sus recuerdos. Podemos hacerle creer que lo ayudamos de alguna

forma. Mmm… No sé, hacerle creer que el gobierno de Japón rompió el acuerdo

e intentó aprisionarlo para experimentar con él; pero nosotros intervenimos y lo

liberamos.

—Bien, suena convincente. Sin embargo, primero tenemos que estructurar a la

perfección esa mentira. Piensa bien la situación, detalladamente, y yo me

encargo de meterla en su cerebro.

—Espera.

—¿Qué sucede?

—¿Y si no funciona? Su cuerpo es diferente, resiste mucho más que cualquiera.

—Ya llegamos hasta aquí, no hay marcha atrás. Tenemos que intentar algo, lo

que sea, o confiar en que tu conejillo de Indias no explotará el mundo al

despertar.

Desirée suspiró. Se le veía excesivamente preocupada y no dejaba de masajearse

el cuello, pues aunque físicamente el diablo ni siquiera la tocó, el dolor que

sintió mientras estaba en el sueño de éste se había injertado como una pesadilla

que te atormenta incluso después de abrir los ojos.

—Nunca lo había visto tan furioso... Mis especulaciones se fueron al carajo…

No pensé que esto me haría cruzar la raya. ¡Mierda! ¡Lo arruiné, lo arruiné,

maldita sea!

—No se preocupe, señor, yo lo pondré al tanto de todo cuando despierte. Estos

tontos no se saldrán con la suya —le susurró Gus al oído.

El diablo de Estocolmo, por otro lado, gracias a los analgésicos, ahora se

81

encontraba flotando pacíficamente en un sosegado lago.

XXXVII

—¿Cómo van esos recuerdos?

—No me presiones, Des. Este animal se está resistiendo demasiado.

—¡Son códigos! ¡Son unos malditos códigos! ¿Cómo puede ser tan difícil?

¿Quieres que llame a alguien más competente?

—¿En serio, Bundy? ¿En serio me vas a fastidiar sólo porque tu amado no

reaccionó como pensaste? ¿Acaso tengo que pagar por tus malos cálculos,

doctora? —gruñó Rigo, arrojando la silla hacia atrás—. No eres nada sin mí.

—No me retes, Rigoberto.

—El estúpido cerebro de tu estúpido diablo está atacando la inserción… Mira,

para que me entiendas, tengo que hackear su hipotálamo si quiero que su

cerebro reconozca los impulsos nerviosos externos. ¿Sabes lo complejo que es

eso?

—No soy una tonta, niño. Sé lo que tienes que hacer, así que hazlo rápido. No

tenemos un cargamento de somnífero y analgésicos para mantenerlo dormido

toda la eternidad.

—Ya acabaste con la paciencia de él, y estás a poco de acabar con la mía. Te

sugiero que muestres más prudencia si no quieres terminar con la cabeza entre

las piernas un día de estos.

Desirée bufó indignada y le dio la espalda. Un segundo después, regresó la

mirada sobre su hombro, una mirada de arrebatamiento.

—Déjame sola.

—¿Qué?

—Sólo… dame 15 minutos. Tengo que intentar algo.

—Pero los falsos recuerdos no están listos.

—Eso puede esperar.

—¿No me piensas decir qué harás?

—¡Hazte a un lado, Rigoberto! ¡Por el amor de Dios, déjame intentarlo!

82

—¡Pff! Como quieras.

—Rigo…, confía en mí.

—Ese es el problema. Ya he confiado demasiado en ti. Ahora entiendo por qué

mi padre es tan receloso —le decía DeShields mientras caminaba hacia la salida

del oscuro laboratorio—. «Nunca confíes del todo en un poco de carne, hijo. La

carne se pudre con el tiempo y te hará daño si te la comes» —recordó en voz

alta.

XXXVIII

—Despierta, corazón, ya estás a salvo.

—… … … ¿Uh?... … … ¿Q-qué…?

—Dijiste que me encargara de que ningún gobierno, grupo u organización te

busque, atrape y/o delate ante el mundo. Eso hice, cariño.

—N-no recuerdo… nada.

—¡Señor, señor, no la escuche!

—¿Eh?

—¿Qué sucede? —le preguntó Bundy, desconcertada.

—¡Le está mintiendo, señor! ¡Ellos lo raptaron!

—¿Qué estás diciendo, Gus?

—¡Carajo! ¡El niño! ¡Me olvidé del fantasma! ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Eres

una tonta, Fernanda, eres una estúpida!

—¡Estábamos en el departamento de Tokio y ellos lo durmieron para traerlo

hasta aquí! —le decía Gus con desesperación.

El diablo dirigió una intranquila mirada al rostro palidecido de Bundy.

—Come esto, guapo. Es como una goma de mascar. Te hará sentir mejor —se

apresuró a intervenir Desirée, metiendo en la boca del diablo una pequeña

pelotita roja. Y unos movimientos de mandíbula después, el diablo habló.

—No es bueno decir mentiras, niño.

—¡Pero, señor, ellos...!

—Ahora lo recuerdo: cuando apareció el helicóptero del gobierno nipón, me

83

inyectaron un somnífero y… escuché muchas palabras asiáticas antes de

quedarme dormido. Luego…, luego desperté en una especie de contenedor lleno

de un líquido muy denso. ¡Me tenían intubado! Ya lo recuerdo. Pero no podía

moverme, sólo podía ver a muchos chinos caminando de aquí para allá con

libretas en las manos y observándome de vez en cuando.

—Y después me viste llegar, corazón. ¿Lo recuerdas?

—Claro... Cuando…, cuando la vi entrar por aquella puerta, sentí que todo

estaría bien.

—¡Nada de eso es cierto, señor! ¡Todos son falsos recuerdos… o algo así! ¡Ellos

los metieron en su cabeza con esa computadora! ¡Lo vi todo!

—Gus, estás a una mentira más de que te corte la lengua. Estoy hablando con la

señorita, no seas irrespetuoso.

—¡Carajo!

—¡Gusakee! ¡No digas groserías!

—No te preocupes por mí, cielo, no puedo escuchar lo que tu amigo dice.

—Es mejor así… Pero, bueno, muchas gracias por ayudarme. Me alegra saber

que cumple con su parte del trato.

—Y me encanta hacerlo.

—Una pregunta: ¿por qué el gobierno de Japón me atacó? ¿No se suponía que

habían llegado a un acuerdo con ustedes y los demás países?

—Eeeh…, cosas de políticos. Pero no te alarmes, cariño, ya lo arreglé todo.

Hice que el emperador firmara tu fuero permanente.

—¡¿En serio?!

—Por supuesto. Un trato es un trato. Además, permíteme explicarte algo: la

goma de mascar que te di contiene un químico que te permitirá alcanzar tu nivel

máximo de enojo sin perturbarte. Con esto podrás expulsar todo tu poder sin

necesidad de perder la paciencia o recibir un disparo. Sólo…, sólo no dejes de

masticarla.

—¡Vaya, muchas gracias!... ¡Y sabe a manzana!

—Exactamente. Parece, se siente y sabe como una goma de mascar sabor

manzana; pero al hacer contacto con tu saliva, te ayudará a ser lo que eres… No

me lo agradezcas, guapo. Ahora vete, ya eres libre.

—¡Perfecto! —exclamó muy sonriente—. Empieza a caerme bien, eh —le

susurró a Desirée, guiñándole un ojo—. ¿Nos vamos, Gus?

—¡NO! N-no puedo creerlo… ¡U-usted váyase! ¡No quiero saber nada de usted!

84

—Bien —asintió el diablo sin inmutarse.

—Hasta luego, cariño.

—Hasta… pronto, señorita —se despidió con una coqueta sonrisa, y desapareció

luego de masticar un par de veces más aquella aparente goma de mascar roja.

—Muy pronto, más de lo que te imaginas —se regocijó Bundy.

XXXIX

—Qué niño tan raro, ¿por qué no habrá querido venir? Bueno, da igual, ya se le

pasará —se decía El diablo de Estocolmo recostado en su cama—. Oh, un

momento. Los gobiernos saben dónde vivo. Este departamento ya no es seguro

para mí… Mmm… ¿Adónde iré ahora? ¿Tombuctú? ¿Moscú? ¿Dubái?

¿Bácum?... Qué difícil decisión… Tal vez será mejor que vaya a Bác…

—¡No! —lo interrumpió Gus, apareciendo de pronto, con el rostro tan rojo

como un tomate.

—¡Gusakee! ¿Cómo apareciste?

—N-no lo sé… Yo sólo… ¡Wuau! ¡P-puedo desaparecer y aparecer!

—¡Oye! Bien por ti. No sabía que las almas podían hacer eso; pero qué bueno

que lo lograste.

—¡Sí! ¡Es geni…! ¡No, espere, olvídelo! ¡Entre a mis pensamientos! ¡Rápido!

—¿De qué hablas?

—¡Tuve una idea! ¡Tiene que poder entrar a mis pensamientos! ¡Usted es el

diablo, tiene que poder hacerlo!

—N-nuca lo he intentado —admitió algo confundido, sin dejar de jugar en su

boca con la goma de mascar.

—¡Ya escupa esa porquería! Le mintieron, sólo es sedante comestible. Mejor

entre en mi mente. ¡Inténtelo! ¡Vamos!

—Bueno, ya que insistes… … … —Y después de aquello, el diablo ya no era el

mismo—. ¿Qué…? ¿Q-qué… significa…? ¡¡ESOS HIJOS DE PERRA!! ¡¡SE

ATREVIERON A METERSE EN MI CABEZA!! ¡AHORA MISMO ME…!

—¡Cómo lloras, marica!

—¿Eh? ¡¡AAAGH!!... … … ¿Quién mierda…?

85

Algo había sucedido en aquella vieja habitación, algo había aparecido en aquel

desolado departamento.

—¿No me recuerdas?

El diablo, desde el suelo, con la mandíbula casi dislocada, entornó los ojos y por

fin lo reconoció.

—¡Gabriel! —gruñó, observando con atención y un poco de desconcierto la

marca negra que aquel sujeto llevaba en su pecho descubierto: una cruz invertida

con una guadaña enroscada.

—El mismo; pero más vivo que nunca.

—¿P-pero c-cómo…?

—¿Qué? ¿Tienes miedo?

—Por favor, no me hagas reír —se burló el diablo, y escupió la goma de mascar

al suelo. Un parpadeo después, Gabriel recibió un derechazo y atravesó, sin

tocar, la pared del edificio—. ¡Gus, vete de aquí! ¡Este idiota…! ¡No sé lo que

pasó; pero sé que no es nada bue…! ¡AGH! ¡IMB-BÉCIL! ¡ESO SÍ ME

DOLIÓ, ESTÚPIDO! —le gritó el diablo al caer de espaldas, luego de recibir un

gancho en la barbilla.

—¡Ven por mí, perra! —bufó Gabriel, arrojando uno de sus dientes

ensangrentados al piso.

Gusakee era su rehén.

—¡NO! ¡DÉJALO! ¡ÉL NO TIENE NADA QUE VER EN ESTO!

—¡Ah! Así que «El idiota de Estocolmo» tiene un pequeño amiguito. ¿Quieres

que lo deje en paz? Entrégame tu alma.

—¿Mi alma? ¡JA! ¡Vete al diablo! —se mofó este mismo, y apareció frente a

Gabriel para tomarlo del cuello, alzándolo hasta el techo—. ¡Dime quién mierda

te dio ese poder! —le ordenó, estrangulándolo.

—¡Ja…, ja…, ja!

—¿Qué es tan gracioso, idiota?

—Q-que… ¡AGH! Que al p-parecer n-no te imaginas el p-problema en el que…,

86

en el que te metiste. ¡Desafiaste a la muerte y eso sólo se puede pagar de una

forma!

Gabriel se liberó propinándole una patada en el pecho. De pronto, una densa

oscuridad se apoderó del edificio entero. El diablo empezó a recorrer el lugar

con la mirada, alarmado.

—Gusakee, es hora de que te vayas —le susurró, evidentemente nervioso.

—Pero, señor…

—Vete. Yo me encargaré de esto.

—No lo dejaré solo, señ…

—¡Mierda, Gus! —gruñó el diablo entre dientes, exasperado. Y justo cuando

aquella intrigante oscuridad estaba por llegar a sus pies, El diablo de Estocolmo

y Gusakee desaparecieron.

XL

—¿Q-qué…?

—Cuando te quedes solo, quiero que comiences a caminar sin rumbo, sin pensar

hacia dónde, sólo camina. No sé cómo nos encontraron; pero no me extrañaría

que puedan leer nuestros pensamientos.

—¿Adónde irá?

—Iré a distraerlos y averiguar quién me está buscando. Ese imbécil no pudo

haber obtenido tanto poder solo. Alguien lo está…

—La muerte —musitó Gusakee, temeroso.

—Te buscaré cuando esto acabe.

—¡Señor…!

XLI

—¡Hola! Bienvenidos. Disculpen la interrupción. ¿Gustan una tacita de té?

87

—Llegas justo a tiempo para servirnos —se regocijó Gabriel, sentado

plácidamente sobre la vieja cama, con las piernas cruzadas. Detrás de él, la

oscuridad tomó forma.

—Es un gusto conocerte, Fernando… Qué curioso, debí de haberlo hecho hace

mucho

tiempo; pero, oh, sorpresa, jamás llegó el momento, por más herido que

estuviste… o por más muerto. ¿Cómo lo hiciste? —le preguntó un extraño ser,

casi inapreciable, casi indescriptible…: inefable.

Parecía ser sólo un largo y delgado bulto, como un velo negro, una estela de

humo, una densa oscuridad, un agujero bruno, un vacío en la nada o un espacio

lleno. Apenas se lograba distinguir dónde estaba su cabeza. Sus ojos eran

blancos como tenues luces a punto de extinguirse, como el último instante de

una luz consumiéndose a falta de energía, de vida.

—¿Tú también quieres una maldita entrevista?

Gabriel desapareció, iracundo—. Esta vez no me tocarás, idiota —gruñó El

diablo de Estocolmo, deteniendo el puño de su rival a centímetros de él.

—Entonces lo haré yo —susurró la muerte, y el diablo quedó inconsciente a la

distancia, sin ni siquiera haber sido tocado.

XLII

—Buenos días, dormilón —le habló Gabriel antes de golpearlo en el abdomen

con todas sus fuerzas.

El diablo se hallaba colgado de las manos en un árbol marchito. La noche estaba

sobre ellos, y la Luna llena sobre la noche.

—¿Q-qué…, qué quieren de mí? —les preguntó el diablo, jadeando. Ya su torso

desnudo se veía muy lastimado, como si lo hubiesen golpeado una y otra vez

mientras estaba desmayado.

88

—¿Yo? Yo sólo divertirme un poco. Mi señor, la muerte, creo que quiere algo

más — repuso Gabriel, y le golpeó las piernas con una rama vieja del suelo.

—¡AAGH!

—Detente unos momentos, Gabriel.

—Como usted diga, mi señor.

—Fernando, Fernando, Fernando... ¿De dónde saliste?

—De las piernas de mi madre, supongo —bromeó el diablo con una risa

entrecortada por la sangre en su boca.

—Muy gracioso, sí, muy gracioso —contestó la muerte, impasible por dentro y

por fuera—. Permíteme confesarte algo: ya intenté matarte; pero no pude.

El diablo rio; sin embargo, una piedra golpeándole la sien detuvo de inmediato

su burlona risa.

—Lo siento… Es broma, no lo siento —se mofó Gabriel, apoyado en otro

marchito árbol de aquel sombrío bosque.

—Por favor —habló la muerte, pidiéndole que se comportara—. Fernando, mi

conocimiento es más grande que aun el del ser más inteligente de esta realidad

insignificante; no obstante, ignoro por alguna razón tu verdadera procedencia,

incluyendo la de tus poderes… Como recompensa…, te concederé el honor de

unirte a mis filas para que realices mis quehaceres.

—¡¿QUÉ?! —saltó Gabriel, incrédulo.

—Sin embargo —continuó la muerte—, tendrás que pasar ciertas pruebas.

—No me interesa el trabajo, gracias —escupió el diablo junto con un poco de

sangre.

En eso, se escuchó un disparo que atravesó la frente de Gabriel. El diablo de

Estocolmo empezó a reír cuando notó que éste ni siquiera parpadeó—. ¿No eras

alérgico a mis balas?

—Ya no puedes acribillarme, imbécil —se jactó Gabriel mientras su rival volvía

a guardar la escuadra blanca tranquilamente, pues las sogas que antes sujetaban

sus muñecas, ahora se encontraban calcinadas.

—Oigan, ¿era necesario destrozarme la camisa? La acababa de comprar —bufó

teatralmente enojado, y apareció otra camisa idéntica con tan solo sacudir un

poco su lívida mano—. ¿Ya me puedo ir?

—No —repuso la muerte—. Veo potencial en ti. Te unirás a mí aunque no lo

89

quieras —sentenció. De pronto, la oscuridad que conformaba su cuerpo se

movió de tal manera que una delicada hebra negra tocó el pecho todavía

descubierto del diablo, y le tatuó la misma marca que portaba Gabriel.

—¿Entonces iba en serio?... ¡Maldición! ¿Por qué obligar a alguien a que haga

lo que quieres sólo porque crees que tiene potencial? ¡Qué molesto eres!

Gabriel soltó una risa a secas, volteando los ojos.

—Ahora que eres parte de mi ejército, tu primera encomienda será enviar a mi

inframundo a las almas que has dejado en la Tierra.

—¡No! ¡Dije que no haría lo que tú quieras! ¡Gusakee se queda conmigo, he

dicho!

—El niño me pertenece. No puedes ir en contra de la naturaleza. Naces, vives,

mueres. El niño ya murió, es hora de que esté con los demás muertos.

—¡No!

—Fernando...

—¡No! Gabriel también era un alma en pena gracias a mí, y, sin embargo, lo

dejaste quedarse.

—Decidí dejar a Gabriel aquí para que pudiera buscarte y vengar su

interrumpido descanso que por naturaleza se merecía y que tú le arrebataste.

—¡Eso no es justo! ¡Exijo justicia! ¡Quiero a mi mascota conmigo para siempre!

—El niño no es una mascota, Fernando.

—¡Sí lo es! ¡Me sigue a todos lados y me da la pata si se lo pido! ¡No juzgues a

mi mascota sólo por ser un humano, maldito racista de mierda!

—Eres… irritante —suspiró Gabriel, impaciente.

—Mmm… … … ¡Lo tengo! Déjame conservar a Gus y te daré otra alma a

cambio.

—No hay alma en este planeta que me importe más que otra. Todas me

importan lo mismo, Fernando.

—Te equivocas —El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—. Deseas mi

alma, lo veo en tus… Bueno, si tuvieras ojos, sé que podría ver en ellos tu

deseo.

—… … …Interesante…, interesante, muy interesante... ¿En verdad eres capaz

de entregarme tu alma sólo para preservar la del niño?

—Sin dudarlo… ¿Nos vamos ya? Quiero conocer el paraíso.

90

—Claro.

—¡¿Qué?! ¡¿Así de fácil?! —exclamó Gabriel, atónito, desconcertado—. ¿Tanto

alboroto para vencerte tan rápido? ¿En serio te entregarás para dejar que aquel

mocoso se quede en la Tierra, siendo que podría estar mucho mejor en el

paraíso?

—Sí —repuso el diablo de inmediato—. No obstante —se apresuró a decir

cuando la muerte extendió su brazo de oscuridad para tomar el suyo—, lo

haremos a mi modo, con un trato: te entregaré mi alma para que me lleves a

conocer por fin el paraíso a cambio de permitir que Gusakee Yomimoto sea un

alma libre por toda la eternidad y sólo pueda morir plenamente cuando yo lo

decida. ¿Trato hecho?

—¿Cambiar el alma del mismísimo diablo de la humanidad por la insignificante

alma de un tonto niño? ¡JA! ¡Trato hecho! —contestó resueltamente la muerte.

Un parpadeo más tarde, El diablo de Estocolmo apareció junto con su enorme

sonrisa en un lugar totalmente diferente al viejo y sombrío bosque en el que

antes se encontraban.

Enseguida de él se hallaba un perplejo Gabriel y una satisfecha muerte.

—¿Q-qué…, qué le p-pasó a mi marca? —inquirió Gabriel, aterrado.

El diablo bajó la mirada y notó que en su pecho tampoco estaba su tatuaje

nuevo.

—Gabriel, encontraste a Fernando y lograste tu venganza. Fernando, decidiste

morir a cambio de tu amigo…

—Mascota.

—Ninguno de los dos necesitará el poder que antes estuve dispuesto a darles.

Vayan, pues, a descansar por toda la eternidad. El paraíso les pertenece ahora.

—Gracias; pero mejor regresaré a la Tierra. Esto se ve muy aburrido… El

ambiente está demasiado muerto.

—No podrás hacerlo, me entregaste tu alma, Fernando. Por fin has muerto, le

perteneces al paraíso, a la muerte.

—No, amigo mío, no. El trato era: «Te entregaré mi alma para que me lleves a

conocer por fin el paraíso». Jamás dije que aceptaría morir ni quedarme

91

eternamente aquí. Claramente dije que me llevarías a conocer por fin el paraíso.

Pues ya me trajiste hasta acá, ya lo conocí, y ahora volveré a mi hermosa,

mundana e inmunda vida en la Tierra. Como podrás notarlo, fuiste un estúpido...

Gabriel, tú también. ¡Hasta nunca!

—¿Q-qué? ¿C-cómo…?

—¡MALDITO HIJO DE PERRA! —gritó el alma de Gabriel cuando el diablo

desapareció de aquel blanco, vacío e inefable lugar: el paraíso.

XLIII

—¡Jaja! Pobres ilusos. Nadie le gana al diablo…, nadie…, nunca…, nadie,

nunca, nadie, nunca, nadie, nunca… —canturreaba en sus pensamientos—.

Mmm…, ¿dónde estará ese tonto de Holm? —se preguntó después mientras

caminaba tranquilamente por la nada, intentando ver algo más que eso—.

¡HOOOOLM!

—¿Me llamaste?

—¡Oh, mierda! ¡Carajo, Holm, me asustaste!

—¡Jaja! ¡Diablo! ¡Qué gusto verte! ¿Qué haces aquí? ¿Moriste?

—¿En serio te da gusto verme? Eeeh, no, no morí. Es una larga historia.

—¡Claro que me da gusto verte! ¡Gracias a ti, ahora estoy aquí! Este lugar es

genial: lleno de abundancia, tranquilidad, felicidad. Aquí no necesito drogas,

alcohol, sexo, ¡nada! ¿No es grandioso? ¡Mira, mira! ¿Ves ese árbol de allá? ¡Da

chocolates!

—¿Cacao?

—¡No! ¡Da chocolates, chocolates de verdad! En ese árbol crecen chocolates de

leche, chocolates con nuez, chocolate amargo, chocolates con avellanas,

chocolate blanco,

92

chocolate con chocolate, etcétera. ¡¿Verdad que es genial?!

—¡Vaya, sí!... ¿Qué árbol? No veo ningún árbol.

—¿Cómo que no ves ninguno, diablo? ¡El árbol de allá!

—Mmm… No, no veo nada. Creo que te volviste loco. Aquí no hay

absolutamente nada.

—¡Pero si estamos en el paraíso! ¡Mira, allá está mi familia! ¡Hola, mamá,

papá! ¡Él es el amigo del que les hablé!

—Holm…, allá no hay nadie —susurró el diablo, desconcertado.

—Debes de estar bromeando, hermano —repuso Holm entre risas—. Siempre

fuiste muy gracioso. Pero, bueno, ya tengo que irme. Nos vemos luego, amigo.

¡Esperaré con ansias esa larga historia de cómo llegaste aquí! ¡Hasta pronto! —

se despidió eufórico, sacudiendo su mano en el aire.

El diablo, aterrado, vio cómo Holm se perdió a la distancia, en la nada, y decidió

que era hora de regresar a la Tierra.

—Este lugar es una locura —musitó conmocionado—. Un momento —pensó—.

¿Estará ella aquí?… … … N-no, no, mala idea. Mejor me voy.

XLIV

—¡Señor!

—¡Ey! ¡Hola, Gus!

—¿Dónde estuvo todo este tiempo?

—… Es una larga historia. ¿Quieres oírla? Bien, te la contaré: todo empezó hace

algunas semanas, cuando conocí a un tipo que quería violar a una… —Y se lo

contó.

—¡Vaya! ¿En verdad pudo engañar a la muerte? Oh, espere…, ¿soy su mascota?

—¡Y entonces me dijo que había un árbol de chocolate! Me hubiera encantado

verlo… Qué extraño, ¿no? ¿Por qué crees que no pude ver nada?

—Eeeh…, no lo sé. ¡Ah! Una vez leí en un libro que, y cito: «Los ojos de un

vivo jamás podrán ver lo que los ojos de un muerto ven».

—¿En serio? ¿Quién fue el imbécil que escribió eso? Bueno, como sea. ¿Sabes

93

qué haremos ahora que nos deshicimos de la muerte?

—¿Qué cosa, señor?

—¡Ir a matar a los que me secuestraron! Gus, toma tus cosas, nos mudaremos un

tiempo a Canadá.

—Pero ya no tengo nada.

—Perfecto. Así nos largaremos de aquí más rápido. ¿Estás listo?

—¡A la carga!

XLV

—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.

—¿Quién es? —preguntó Gus.

—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando, jalando

gatillos, quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y siniestra;

destrozando todo lo que veía a su paso.

La acribillación («Acción y efecto de acribillar» ¡Daah!... ¡¿Me estás leyendo,

RAE?! Incluye esa maldita palabra en tu diccionario. ¡Carajo!... … … Por favor,

¿sí?) duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el diablo notó que no había

nadie en aquel laboratorio.

—Qué extraño —susurró Gusakee.

—¡Gus! ¡Dijiste que recordabas dónde me habían tenido secuestrado!

—¡Sí, sí! ¡Mire, allí está la camilla! Pero… parece que se fueron.

—No hay absolutamente nada ni nadie, gusano.

—Tal vez imaginaron que se daría cuenta de todo y decidieron esconderse,

señor.

—Bien pensado —atajó el diablo chasqueando los dedos—. Mmm… ¿Dónde se

habrán metido? ¡Gus! Si tu fueras un idiota que secuestró al diablo y tienes

miedo de que éste te encuentre, ¿dónde te esconderías?

—Yo… Mmm… Tal vez… Mmm… Podría ser…; pero… ¡Lo tengo! ¡En

Tokio! ¡En el departamento del diablo!

94

—¿Qué? ¿Por qué harí…? ¡Ooooooh! Entiendo... ¡De vuelta a Tokio!

—¡A la cargaaaa!

XLVI

—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.

—¿Quién es? —preguntó Gus.

—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando, jalando

gatillos, quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y siniestra;

destrozando todo lo que veía a su paso.

La acribillación duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el diablo notó que

no había nadie en aquel departamento—. ¡Mierda, Gus!

—Pensé que usarían su idea.

—Una excelente idea, por cierto. Pero al parecer no son tan inteligentes como

yo… ¿Dónde estarán esos dos?

XLVII

—Te dije que no nos encontraría.

—Lo admito, sí, esta vez estuviste a un paso adelante del diablo, Rigo.

—Fue fácil. Tal vez pueda aparecer en cualquier lugar que pase por su cabeza;

pero jamás pensará que estamos en un laboratorio bajo el agua.

—Lo…, lo siento, Rigoberto. Fui una tonta, no debí tratarte así. Tú…

—Está bien, olvídalo —DeShields esbozó una indulgente sonrisa.

—¿Le contarás todo a Aaron?

—…

—Rigo, entiendo que…

—Apártate, por favor, Des. No hagas esto más difícil. Mi padre corre peligro en

Canadá, tengo que contarle todo y traerlo aquí.

—Rigo, sólo déjame…

—No…, Des…, no lo… hagas.

95

—Déjame hacerlo. Quiero… agradecerte… por todo.

Lo besó.

XLVIII

—¿Y qué haremos ahora, señor?

—Mmm… … … No lo sé... … … ¿Será que ellos…? ¿Tienes hambre?

—¡Sí…! Ah…, no, no tengo. Olvidé que…

—Ya te acostumbrarás. Vamos, acompáñame por una pizza.

—¿Adónde iremos?

—¿Adónde? ¡A Italia! ¿Adónde más?

—¡Genial!

XLIX

—Bienvenido a Nápoles.

—Nápoles…

—En Nápoles, Italia, nació oficialmente la pizza… ¡¿Quieres ir a la primera pizzería

del mundo?!

—¡Siiií!

—Pues no sé dónde está. Mejor vamos a otra. De cualquier forma, tú no conseguirás

probar la pizza.

—Oh…, está bien.

L

—¿Está rica la pizza, señor?

—¡Carajo! ¡Esta pizza está deliciosa!

—… Me alegro por usted, señor.

96

—¡¿Deliciosa?! ¡Quise decir exquisita! ¡Por un demonio, es perfecta! ¡Oh, qué

pizza tan sublime! ¡Este queso, esta salsa, esta masa! ¡La comería todo el dí…!

¡¿Qué…?!

¡Demonios! ¡¿Qué mierda es esto?! —gritó encolerizado. Después bajó la voz

para dirigirse sólo a Gusakee—. Mira y aprende… ¡¿Cómo es posible?! ¡Esto es

una burla! ¡Una estúpida burla! —Y al levantar la última rebanada de pizza que

quedaba, apareció una zarigüeya muerta en su plato—. ¡MESERO! ¡VEN ACÁ!

—¿Qué necesita, caballe…? ¡Oh, mierda! ¡¿Qué es eso?!

—¡Yo me pregunto exactamente lo mismo! ¡¿Por qué hay una zarigüeya en mi

comida?!

—Y-yo… N-no… N-no es p-po… P-pero…

—¡No pienso pagar ni un centavo por esta pizza! ¡Me largo de aquí! ¡Todo el

mundo se enterará de esto en redes sociales! ¡Son unos cerdos asquerosos!

—N-no se preocupe, s-señor. Le pido una d-disculpa por…

—¡Adiós! ¡Pizzería tercermundista!

LI

—¿Cómo lo hizo?

—Es un viejo truco. Primero les elevas el ego con halagos, y luego provocas que

se sientan apenados por algo que no cometieron, pero que creen que sí. Eso te

asegurará que no sospechen de un posible fraude de tu parte. Psicología básica

—se vanaglorió—. Lo admito, no siempre funciona; pero corrimos con suerte

hoy, Gus, no tengo nada en los bolsillos. Será mejor que haga algo al respecto,

no se puede ir por esta vida sin dinero en mano.

—¿Irá a conseguir más dinero, señor?

—Sí. Te enseñaré cómo asaltar sin sufrir represalias. Mira, ese sujeto de allá

será mi víctima.

—¿Cómo escoge a sus víctimas, señor?

—Intuición, a veces improvisación, no lo sé. Por ejemplo, ese de allá me lo dijo

su cara: pide a gritos que alguien lo estafe… o lo golpee. Sígueme y pon

atención.

—Sí.

97

—¡Oye, tú!

El joven, de aproximadamente 20 años, volteó sobre su hombro y se detuvo.

—¿Yo?

—Sí, tú. ¿Esto es tuyo? —le preguntó el diablo, mostrándole un billete de 500

euros que había aparecido en su mano un pestañeo antes de hablarle al

muchacho—. Creo que lo vi caer de tu pantalón mientras caminabas.

—E-eh, sí…, sí, muchas gracias.

—Oye…, espera un momento. ¿Me estás mintiendo?

—No, no, sí es mío.

—¿Por qué estás tan nervioso?

—S-sólo estoy feliz por haber recuperado mi dinero. G-gracias.

—No, mientes. Este billete no es tuyo, ¿verdad?

—¡Te lo juro, te lo juro, es mío! Lo acabo de retirar de un cajero automático.

—Mira, vamos a hacer algo: sigo sin creer que este billete sea tuyo. Quizá se le

cayó a otra persona, así que podría quedármelo para comprarme algo… Pero te

lo daré.

—¡¿En serio?! Q-quiero decir…, sí, sí, claro, me pertenece.

—No obstante…

—¿Qué?

—A cambio, me llevaría un mal sabor de boca por pensar en la posibilidad de

que me estés mintiendo y haber perdido 500 euros. Si me das algo de lo que

traigas en tus bolsillos, me iré más tranquilo y tú te llevarás este billete. Ya

quedará en tu conciencia si mentiste o dijiste la verdad.

—¡Oh, sí, sí! Tengo… Mmm… 32…, 47…, ¡66 euros! Toma, quédatelos.

—¿Sólo 66?... ¡Bah! Está bien. No pareces tan mal muchacho. Confiaré en que

tus padres te enseñaron a ser un hombre honesto.

—¡Claro! Gracias por devolverme mi billete. ¡Hasta luego!

Y aquel joven se alejó.

—Estúpido rarito. ¿Lo viste, Gus?

—Eso fue gracioso —le dijo el chico, reprimiendo una carcajada con las manos.

—¿Ves qué fácil es conseguir dinero? Aquel idiota obviamente prefería perder

98

unos cuantos euros que 500. Lo que nunca se imaginó el muy imbécil fue que

era un billete falso, así que no sólo quedó como un maldito embustero, sino que

sus mentiras le costaron 66 euros... Pan comido.

—Señor…, una pregunta: si puede aparecer lo que sea y apareció la zarigüeya y

ese billete falso en su mano, ¿por qué no creó algunos billetes reales para

ahorrarse problemas?

—Oye, no, eso está mal, es como lavado de dinero, como un delito. Deja de

pensar así, Gus.

—Lo siento, señor.

—Te perdono. Además, para aclarar, todavía no puedo aparecer lo que sea,

solamente cosas pequeñas. En fin… Vayamos por más diversión.

—¿Adónde iremos ahora?

—Necesito una computadora.

—¿Comprará una con el dinero que consiguió?

—No, obviamente no. ¿Alguna vez has visto una computadora de 66 euros? Por

favor, Gus, no digas tonterías. Con este dinero compraré un automóvil

deportivo.

—¡¿Un automóvil deportivo?!

—¡Jaja! ¡Qué ingenuo! Claro que no, sólo estoy bromeando.

—Oh…

—Pero lo que sí necesito conseguir, sea como sea, es un submarino.

—… … … ¿Esa es otra de sus bromas?

—No, en verdad necesito uno. Sospecho que Bundy y Rigo se esconden bajo el

mar.

Pero mientras El diablo de Estocolmo y su fiel mascota caminaban en busca de

una biblioteca, alguien se acercó a ellos. Era un hombre de corta edad, tenía el

semblante trastornado, la mirada trémula como sus manos, encorvaba la espalda

y llevaba un arma escondida en el pantalón.

—B-buenas tardes, señor.

—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?

—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.

—¿Disculpa?

—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-sólo

99

deme lo que lleve en sus bolsillos —sollozó.

—¿Estás… tonto? ¡Vete de aquí, idiota! —lo reprendió el diablo, despojándolo

de la pistola con un fugaz movimiento.

—L-lo siento, lo siento, no dispare, por favor.

—¡Largo! ¡Y busca un trabajo, maldito holgazán! —le gritó, arrojándole la

pistola (ya sin balas) en la cabeza.

—Ese sujeto se veía muy asustado, señor —opinó Gus cuando se quedaron

nuevamente solos y volvieron a lo suyo: caminar.

—Estos jóvenes de ahora sólo buscan el camino fácil. Qué vergüenza —pensó el

diablo en voz alta, exasperado—. Nunca seas como esos estúpidos, Gus.

—Ya no puedo serlo, señor, estoy muerto.

—Ah…, tienes razón. Sigue caminando.

LII

—¡Vaya! ¿Esto es una biblioteca?

—Así es. ¿Nunca habías entrado a una?

—No, nunca. ¡Qué bonita es!

—Pero no grit… Ah, olvídalo, nadie puede escucharte.

—¿Y cómo encontrará un submarino aquí, señor?

—Aquí no encontraré el submarino, encontraré la computadora que me

permitirá buscar el submarino.

—Oh, genial.

—¿Sabes usar una computadora?

—N-no…, nunca he usado una —confesó Gus, apenado.

—¿Te gustaría usar esa de…? Ah…, olvídalo, recordé que estás muerto.

—Esto de estar muerto comienza a ser un poco aburrido, señor.

—¿Sabes por qué piensas eso? Porque no le has sacado provecho a tu condición.

—¿Y qué podría hacer estando muerto? No puedo comer, no puedo dormir, no

puedo tocar nada. Esto apesta.

—Pero no puedes oler, Gus, estás muerto.

—¡En sentido figurado!

100

—¡No me grites, gusano!

—Oh, lo siento, señor, me exalté.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—De nada… Mira, tú puedes desaparecer y aparecer en cualquier lado, ¿no?

Eso no lo pueden hacer los vivos… También puedes atravesar cosas, volar, estar

en cualquier planeta…,

—¡¿Volar?!

—Obviamente, Gus. ¿Qué clase de muerto no puede volar?

—¡¿A cualquier planeta?!

—¡Pff! ¿Alguna vez he dicho mentiras?

101

CAPÍTULO 5

VIVA LA MUERTE

—¿Y p-puedo…, puedo ir a la Luna?

—Eeeeeeh… Claro. Te esperaré aquí.

—¡Genial! ¡Muchas gracias, señor!

—Sí, sí, sí. De nada. Adiós. ¡Uff! Por fin me deshice del niño.

Y en cuanto Gusakee desapareció, el diablo encendió la computadora, entró a

navegación privada y buscó aquello que todo hombre busca en internet cuando

está completamente solo… … …: «#VentaIlegaldeDinosaurios».

El diablo de Estocolmo se inclinó en la silla para esperar respuestas. Sólo

tardaron un par de segundos en llegar.

«¿En qué te podemos ayudar?», apareció en una ventana negra emergente.

«Necesito de LA Venta Ilegal de Dinosaurios. ¿Dónde puedo encontrarlos?»,

escribió el diablo. «Nosotros te encontraremos», le respondieron. Medio minuto

después, otro mensaje apareció en la pantalla: «Sal de la biblioteca, te estamos

esperando en el callejón de la avenida adyacente».

El diablo desconectó la computadora, se puso de pie y apresuró el paso hacia la

salida.

—¿Se va tan pronto, joven? —le preguntó la anciana encargada.

—Mi computadora tiene Un Virus Amiba. Me largo.

—Oh…, lo sentimos mucho —susurró la anciana, y colocó un pequeño costal

blanco sobre el escritorio.

El diablo lo tomó discretamente y se fue.

LIII

102

—Detente ahí, no te acerques demasiado. ¿Tienes la UVA?

—Aquí está.

—Bien… ¿Qué deseas?

—Encontrar a alguien.

—Di su nombre.

—Fernanda Desirée Bundy.

—Bien… Recibirás la información dentro de un máximo de 12 horas. «La VID

es vida. La VID está contigo. Pronto recibirás noticias de La VID». Adiós.

Luego de aquello, el encapuchado de negro arrojó algo al suelo, lo cual provocó

un cegador destello que no le permitió al diablo ver adónde se fue aquel par de

extraños sujetos.

—¡Jojo! Qué muchachos tan dramáticos… Me caen bien —rio, y dio media

vuelta para regresar caminando a la biblioteca; no obstante...

—¿Quiénes eran, señor?

—¡Ay, cabrón! No aparezcas así, Gusakee.

—Oh, lo siento, señor.

—Te perdono… Oye, ¿por qué no estás en la Luna?

—No pude llegar —repuso Gus frunciendo el ceño.

—¿No? ¿Por qué?

—Yo qué sé —bufó Gus, enojado.

—¡Ey! No me hables en ese tono.

—… Lo siento, señor —contestó Gus casi a regañadientes.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—De nada, Gus. Mierda, cada vez está más implacable... Creo que será mejor

que…

—¿Y con quiénes hablaba, señor?

—Con… unos viejos amigos… ¿Sabes? Tienes razón. Eso de estar muerto

apesta. Te regresaré a la vida.

—¡¿En serio?!

—¡NO! —se escuchó una aguardentosa voz, como un trueno. Una nubosidad

impenetrable se había apoderado del cielo. Las tinieblas habían caído desde las

nubes, y en medio segundo tocaron suelo—. Evades la muerte…, impides que

103

almas inocentes tengan su merecido descanso…, me engañas…, te burlas de mí

y… encima… pretendes revivir a alguien. ¡No! ¡No, no y no! ¡NO! ¡NUNCA

TE LO PERMITIRÉ! ¡Te condeno, Fernando Luciani Sansixto, a servirme

como nadie más me ha servido a lo largo de esta efímera eternidad! ¡AHORA

TÚ SERÁS LA MUERTE!

—Yo no quiero ser la muerte —respingó de inmediato el diablo, buscando el

origen de aquella voz entre los rayos del oscuro firmamento.

—Aunque no lo quieras, tomarás mi lugar hasta que perdone tu osadía vulgar.

—¡Pues no, no y no para ti también! ¡Estoy buscando a alguien! ¡No puedo

distraerme con otras cosas!

—Sé a quiénes buscas. Están escondidos en un laboratorio submarino en el

océano Pacífico.

—¡Sí! Lo sabía —se vanaglorió el diablo, agitando el puño.

—Pero no irás a ningún lado —lo detuvo la muerte, apareciendo frente a él,

cuando se disponía a desaparecer.

De pronto, la mirada del diablo cambió, sus pupilas se dilataron

desmesuradamente, su ropa se tiñó de tinieblas, su lívida piel se cubrió de

marcas negras, y en su pecho se dibujó el mismo símbolo de la cruz invertida

con la guadaña; sin embargo, en esta ocasión aquella marca se formó con la

sangre de su cuerpo.

—S-señor…, ¿se encuentra bien?

—¿Qué es… esto? —susurró El diablo de Estocolmo con una mirada

conturbada.

—Cada vez que alguien esté en peligro, sentirás unas incontrolables ganas de

estar cerca. Cada vez que alguien sea demasiado feliz, sentirás unas

incontrolables ganas de probar su fortaleza. Cada vez que alguien te quiera a su

lado, sentirás unas incontrolables ganas de abrazarlo —recitaba aquella silueta

negra: la muerte—. De ahora en adelante, sentirás lo que yo siento, harás lo que

yo hago, existirás como yo existo. —Y al término de esas palabras, las tinieblas

desaparecieron.

—Señor…, señor…, ¿me escucha?

—¡Ssh! Gus, calla. Los vas a asustar.

—¿De qué habla, señor?

104

—Allá, allá y allá también… ¡Mira! Allá, allá, allá y allá. ¿No lo ves? ¿No lo

ves? ¿En verdad no lo ves? Mira allá, esos dos. Ve al de allá y a ellos. ¿Los ves

a todos? Los de allá, allá, aquel y ellas. También allá y los de por allá. Y allá,

esos de allá también…

Los ojos del diablo se movían frenéticamente.

—Sólo veo personas caminando, señor.

—Todas ellas están a punto de morir.

—¡¿Todas?! ¿Cómo lo sabe, señor?

—N-no lo… sé… Yo sólo…

Y en eso…, una explosión.

En tan solo un parpadeo, decenas de personas terminaron calcinadas, edificios

enteros se convirtieron en nada, las avenidas pasaron de ser elegantes calzadas a

un descomunal cráter repleto de almas. En aquel sitio, a unos cuantos metros del

diablo y su fiel compañero, una bomba nuclear había sido detonada; pero

ninguno de los dos anteriores se vio afectado en lo más mínimo, pues ni el

diablo ni su pequeño amigo estaban, de ninguna forma, vivos.

Una decisión fue lo que separó a El diablo de Estocolmo de una insoportable

agonía aquella tarde. Jamás se imaginó que así sucedería, que la presencia de la

muerte sería su salvación.

—A-algo exp-plotó —titubeó Gusakee, aterrado.

—Necesito… estar cerca —siseó el diablo con la mirada fija en la nada.

—¡Señor, espere!

—Atrás. Déjame solo.

—P-pero, señor…

—Descansa ahora, pobre alma —susurró el diablo al acercarse a una de las

miles de personas—. Descansa ahora, pobre alma —iteró frente a otro muerto,

cerrando los ojos y alzando sus pálidos brazos a la altura de los hombros.

Posteriormente, las almas ascendían con rapidez al cielo, donde se perdían de

vista.

Gus retrocedió un poco. Ver aquella zona de desastre lo hizo perder la noción.

105

Sin embargo, cuando El diablo de Estocolmo se detuvo frente a otro grupo de

almas, el pequeño Yomimoto dio en ello.

—¡Señor, señor! ¡Alguien…! ¡Creo que alguien intenta matarlo! ¡Seguramente

esos dos tontos quieren deshacerse de usted!

—¿Qué?

—Piénselo: ¿por qué habría una explosión justo en el lugar donde se encuentra?

Esos dos lo secuestraron, experimentaron con usted y le hicieron creer cosas que

no eran ciertas. ¡Tienen miedo! ¡Esos imbéciles tienen miedo de que usted los

encuentre!

—No hay tiempo para eso. Tengo que seguir.

—¡Pero, señor…! ¡Por favor, hágame caso! ¡Carajo!

—¡Mierda! Ahora sé por qué tanto interés por no perder a ningún alma.

Dirigirlas se siente… bien, se siente… revitalizador... Pero… Gus tiene razón.

¡No! Tengo que seguir dirigiendo almas, no se van a dirigir solas. Necesito

hacerlo yo, necesito sentirlas…, necesito absorber su energía…, su extinta

vitalidad… ¡Gus tiene razón! ¡NO! ¡QUE TE CALLES! ¡Luego habrá tiempo

para venganzas! ¡Concéntra…! Será sólo… ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡YAAA!

Respira…, respira… Inhala…, exhala..., inhala…

LIV

—¡ERES UN ESTÚPIDO!

—¡CÁLLATE! ¡TENÍA QUE HACERLO!

—¡MATASTE A PERSONAS INOCENTES!

—¿Y QUÉ? ¡¿Y QUÉ, EH?! ¿ACASO NO ERES CAPAZ DE ARRIESGAR

UNAS

POCAS VIDAS PARA SALVAR A MILLONES?... ¡El imbécil de Aaron no

pudo controlar la situación! ¡No pudo controlar ni a sus propias perras, maldita

sea! ¡Todos le vieron la cara! ¡Tenían al diablo y lo dejaron escapar!

—…

—Ya quita esa expresión de estúpida rabieta. ¡Fue la mejor decisión que

pudimos tomar! ¡Admítelo!

106

—¿Pudimos tomar? ¡¿Pudimos tomar?! ¡NO! ¡TÚ TOMASTE ESA

DECISIÓN!

—¡Pues algún día me lo agradecerán! ¡Mira! ¡Tu diablo ya no existe!

¡Funcionó! Fin del problema.

—E-eh…, honorable señor p-primer min…

—¡YA! ¡¿Qué quieres?!

—¿N-no es e-ese el d-dia-b-b…?

Varias detonaciones se escucharon repentinamente en la sala, seguidas de

algunos gritos ahogados.

—Debí haberte matado hace mucho tiempo, escoria repugnante.

—¡¿Q-qué hiciste, Darcy?!

—¡El imbécil de John se suicidó después de ver lo que ocasionó su error!

¡¿Entendido?!... ¡SE-SUICIDIÓ! ¡USTEDES ESTÁN DE TESTIGOS!

Todos asintieron, unos nerviosos, otros temerosos, y unos pocos orgullosos—.

Llamen al presidente de Italia y díganle que lo esperaré en mi despacho.

¡Muévanse, inservibles!... ¡Y limpien este desastre!

LV

—Vamos, señor, tiene que detenerse. No puedo seguirlo por toda la eternidad.

—Haz lo que quieras, Gus. Yo… necesito… saciar mi ansiedad. Necesito…

guiarlos al Cielo.

—Pero tiene que haber una forma de liberarlo, señor. Piense.

—Apártate. No me dejas observar aquellas almas.

—Mmm… … … ¡Demonios! No se me ocurre nada —susurró el muchacho,

impaciente.

—¡Oiga! ¡Señor! ¡¿Me escucha?! ¡¿Se encuentra bien?! —gritó alguien a lo

lejos, incrédulo. Luego, ambulancias, helicópteros, aviones y demás comenzaron

a rodear el lugar.

—Señor, creo que las personas pueden verlo.

Y, entonces, el diablo desapareció para los ojos de los vivos, no para la mirada

107

de los

108

muertos.

LVI

Minutos antes:

—Perdimos la señal, jefe.

—Sigan el protocolo de emergencia.

—¿Qué salió mal?

—Interceptaron el llamado de «AnZ_049».

—Sabía que era mala idea permitirle seguir en la organización.

—Él no tiene la culpa, Akira. Los gobiernos de todo el mundo están buscándolo.

—¡Eso nos pone en peligro a nosotros!

—No si lo tenemos a él de nuestro lado… ¿A quién prefieres? ¿Al hombre o al

diablo?

LVII

—¡Señor! ¡Señor! ¡Vamos, voltee!

—Ahora no, Gus.

—… … … ¡Quiero morir! ¡Quiero conocer la muerte! ¡Diríjame al Cielo, por

favor!

—… … … ¿Eh?

—Usted es la muerte, su trabajo es llevarse a las almas de todos los muertos.

Lléveme a mí también, por favor.

—… P-pero…

—¡Haga su trabajo y mándeme al Cielo!

—… Es… cierto… Tienes razón.

El diablo se detuvo y dio media vuelta.

109

—¿Lo hará? ¿E-en verdad lo hará?

—Tengo que… ¿hacerlo? —musitó el diablo, desconcertado, confundido—. Es

mi deber.

Gusakee estaba aterrado; pero sostuvo su postura. Tenía un plan.

—¿Entonces aquí termina todo? ¿Esta será la última vez que lo veré?

—… Tú… tienes que… Yo… A menos que…

Un pestañeo después, la escuadra maldita cayó al suelo. El diablo se miraba las

manos con irresolución. Le había disparado al pequeño Yomimoto en el pecho.

Éste, luego de una profunda inhalación, levantó la mirada.

—Siento… hambre… … … ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! ¡Sí! ¡Genial! ¡Muchas

gracias, señor! ¡Muchas gracias! ¡Me revivió!

—Tengo que seguir dirigiendo almas —repuso el diablo, abstraído, y algo

distraído, en su propósito.

LVIII

—¡Primer ministro!, mire esto… No es posible, ese niño apareció de la nada...

¿E-está sonriendo?

—¿Pero en qué mierda nos hemos metido? ¡Este mundo… se está volviendo

loco!

—Y-yo m-mejor me largo.

—¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡No juegues con eso!

—¡No estoy jugando! ¡Estoy harto! ¡Lo siento! ¡Díganle a mi madre que me

perdone!

—¡No lo hagas, Frank!

Pero el soldado se disparó.

110

LIX

—Así que están escondidos en el océano Pacífico. ¡Los encontraré! —bisbiseó

Gus, decidido—. ¡Volveré pronto, señor! ¡Lo sacaré de esta! —le gritó al diablo

cuando ya se había alejado varios metros corriendo; sin embargo, éste ni

siquiera le prestó atención.

—¡Oye, niño, por acá! ¡¿Necesitas ayuda?! —exclamó un paramédico, más que

perplejo, al ver que un chico había salido vivo de la zona de impacto de una

bomba nuclear.

—¿Eh? No, no, estoy bien. Yo… acabo de llegar. ¡Esto es espantoso! —mintió

Gus, y siguió corriendo, evadiendo los brazos de militares. Pero sus forcejeos no

funcionaron por mucho tiempo…

—Gus se fue… No importa, tengo que seguir guiando a las almas —pensaba El

diablo de Estocolmo, ignorando asimismo a la multitud que empezaba a

rodearlo sin advertir su intangible presencia. De pronto, un llanto.

El diablo volteó hacia un lado y vio a una mujer de rodillas en el suelo; lloraba

desconsolada. No obstante, la ignoró y siguió enviando almas al Cielo. Después

de un rato, los sonidos aquí y allá; los llantos, clamores, sirenas, todo eso fue

demasiado. Intentó seguir haciendo su trabajo, no darle importancia a aquello;

pero la presencia de una pequeña familia de jóvenes integrantes fue la gota que

derramó el vaso.

El diablo de Estocolmo se acercó a ellos. Estaban los 3 sentados, tomados de las

manos con la cabeza agachada, esperando su momento. Era un padre, una madre

y su pequeña hija en brazos. Hace apenas unos instantes aquella tercia de

turistas disfrutaba del italiano paisaje; pero en su presente ya sólo había cabida

para otro viaje.

Fernando Luciani se inclinó detrás de la terna. Los miraba con interés.

Posteriormente, se arrodilló y los observó en silencio durante algunos segundos.

Hombre y mujer rezaban entre siseos. El padre, un joven de 2 décadas y media,

sintió una ajena presencia y alzó la mirada poco a poco.

—Llévanos, por favor —gimoteaba—. Llévanos ya.

El diablo escuchó a la perfección aquellos frágiles lamentos. Ese «llévanos» le

111

supo a un implorante «libéranos». Entendió, pues, que mientras un muerto sigue

pisando la Tierra, sigue sufriendo la pérdida, sigue soportando la pena. Sólo

hasta que llegan al Cielo se olvidan de la tristeza… De pronto, sintió que no

estaba solo. Allí se percató de que se encontraba en un cráter de varios

kilómetros diametrales. En el interior de éste se hallaban decenas de personas,

no sólo muertas esperando ser guiadas o liberadas, sino vivas, entre ellas,

militares, muchos militares.

Ya habían pasado casi veinte minutos desde que la bomba dio en el blanco. A la

zona de impacto arribaban convoyes armados hasta los dientes, y varias

camionetas negras blindadas hasta las llantas. Los militares tenían la bandera de

Italia en los hombros. Las camionetas negras portaban banderas no de un país,

sino de una organización desconocida. El diablo escuchó algunas órdenes.

Todas ellas hablaban de él; pero ninguna de las almas. De improviso, El diablo

de Estocolmo se manifestó ante la mirada de los vivos. Tenía los ojos hundidos,

los párpados negros, la piel lívida, las pupilas contraídas y sus entrañas

ardiendo.

—¡¿ME BUSCABAN…, ESTÚPIDOS?! —gruñó a los cuatro vientos, y la

tierra comenzó a temblar.

—¡Código Delta 6! ¡Código Delta 6! ¡Repito: Código Delta 6!

El diablo recibió varios disparos. Eran somníferos. Ninguno le hizo efecto, pues

ninguno logró perforarlo.

—¡¡MIREN… LO QUE HICIERON!!

—¡Pon las manos sobre la cabeza y arrodíllate! ¡Te tenemos rodeado!

El militar cayó inerte al suelo en tan solo un parpadeo. El caos se apoderó de la

situación, y un par de tanques dispararon. Otro pestañeo después, un total de

setenta y nueve cuerpos terminaron sin vida. Entonces, un hombre vestido con

un impecable traje blanco descendió de la camioneta más cercana.

—No hay necesidad de hacer esto, Sr. Luciani. Mi nombre es Tobías Martini.

Soy secretario de relaciones exteriores de la OPD, la Organización Plurinacional

de Defensa. Estamos aquí para forjar una relación amistosa y civilizada con

112

usted.

—Pues vaya forma de hacer amigos. ¡Detonaron una PUTA BOMBA

NUCLEAR!

—Le pedimos de la manera más atenta y respetuosa que no confunda las

intenciones y formas de actuar de las fuerzas armadas aquí prese…, antes

presentes. Nosotros, la OPD, venimos con otras intenciones. Verá, cuando…

—No me interesa escuchar sus intenciones, señor Tobías Coctel. Tengo un

asunto pendiente con alguien.

Y sin más, El diablo de Estocolmo desapareció junto con las almas de los que

murieron en la explosión, ignorando a las otras setenta y nueve.

—… ¿Te…, te dijo coctel?

—Cállate.

LX

—¡TÚ! ¡Infeliz hijo de…!

—¿Ahora qué quieres, Fernando?

—¡Tu trabajo es una...!

—Me provocaste y te lo ganaste. No necesito escuchar tus lloriqueos.

—¡Eres un desgraciado! ¡Estás maldito! ¡Eres un maldito desgraciado!

—¿Algo más? Me gustaría seguir viendo tranquilamente mis caricaturas.

Retírate.

—¡NO! ¡No sé cómo puedes estar tan tranquilo! ¡Eres la escoria de esta vida!

¡Tu presencia sólo acarrea miseria, agonía, desesperación! ¡Renuncio! ¡Y tú

también deberías de renunciar!

—¡JA! ¡Qué cosas dices! No tienes ni la más mínima idea de lo importante que

soy.

—¡Eres la mierda de la mierda! ¡Te llevas a nuestros hijos, te llevas a nuestros

padres, a nuestros amigos! ¡Tú eres el único que debería estar muerto! ¡Este

mundo sería mucho más feliz sin ti!

—¿Soy yo o… te lo estás tomando más personal de lo que es?

—¡Cállate! ¡Hoy acaba todo! ¡¡Me desharé de ti para siempre!!

113

—No sabes lo que dices. Ni aunque pudieras…

—Ahora soy la muerte, ¿no?... Y sigo siendo el diablo.

Sacó su escuadra blanca y disparó.

—… … … ¿Qué… hiciste?

—Dime…, ¿qué se siente estar vivo?

—¿Yo?... ¿Vivo?... ¿Estoy vi…? ¿C-cómo es posible?

—Para ser honesto, te veías mejor todo de negro. La piel… no te sienta tan bien.

—¿Soy… humano? ¡¿Soy un asqueroso humano?!

—Y estás vivo, no te olvides de eso.

—¿Cómo lo… lograste?

—… … Pensé que estarías más molesto.

—E-estoy algo… Sí, sí, estoy molesto; pero… es extraña esta esencia tan

inferior. ¿Cómo pueden soportarlo?

—No me lo preguntes a mí, yo soy el diablo, mi poder es mayor que la de un

humano ordinario, así que no puedo sentir lo mismo que ellos.

—¡Vaya…, qué vida! —suspiró la muerte, sonriendo—. ¿Y ahora qué piensas

hacer, idiota?

—Bueno, ahora que estás vivo, me dieron unas incontrolables ganas de…

matarte.

—¿Ma…?

—Sí, matarte.

—Todo esto me está confundiendo un poco.

—Eras la muerte, luego ya no. Después te di una vida, y ahora te la quitaré.

Supongo que te irás al Cielo como todas las demás almas humanas. ¿Alguna

otra duda?

—Sí… ¿Por qué soy un maldito cerdo? ¿Cuántos kilos peso? ¿200?

—Algo así… No sé, fue lo primero que se me vino a la mente cuando te di vida.

Pensé: «Si la muerte se representa con una calavera, seguramente en vida fue un

maldito obeso». Y ya, te hice así.

—Tienes una lógica realmente preocupante.

—… … ¿Algo más?

—¿E-esto es todo? ¿Entonces acabarás con mi existencia?

—Al parecer. Me caías bien; pero me estorbas.

114

—Pues haz lo que quieras, ya estoy cansado de tanto trabajar. Sólo te advierto

que te arrepenti…

—Ya cállate, cerda. —Y disparó, eliminando a la muerte y todo indicio de ella,

incluyendo el tatuaje de su pecho que antes lo condenaba a servirle.

LXI

—Oh, México, mi México, el pequeño gigante, el mandadero del más grande, el

saqueado por los siglos de los siglos. Amén... Extrañaba volver aquí, a mi

segundo hogar, casi el primero. No hay nada como tu olor a tacos, tu gente tan

amable y sonriente... ¡Genial! Ya viene el autobús. Qué transporte público tan

más eficiente… Y mira a ese chofer. Se ve tan amigable... Muy buenas tardes,

señor.

—…

—…

—…

—Buenas… tardes.

—…

—…

—Son 10 pesos.

—¡CARAJO! ¡DIJE «BUENAS TARDES», PERRA SARNOSA! —gritó el

diablo,

exasperado, y le apuntó entre los ojos con su escuadra maldita. Todos los

pasajeros se alarmaron.

—¡Dile «buenas tardes»! ¡Díselo, por el amor de Dios! —gritó una mujer al

fondo.

—¡Usted cállese, señora metiche! ¡Esto es entre el imbécil que va manejando y

yo! ¡TÚ! ¡Estúpido! ¡Respóndeme como la maldita gente civilizada, pedazo de

mierda!

—B-buen…, b-buenas t-t-t-tardes, señor.

—¡¡BUENAS TARDES PARA TI TAMBIÉN!! ¡Toma tus asquerosos 10 pesos,

idiota!… ¡Mierda! ¡¿Por qué no pueden responder a un maldito saludo de

cortesía?! ¡Estúpida gente indecente! ¡Me lleva la chingada!... … … ¡YA

115

AVANZA EL PUTO CAMIÓN! ¡¿QUÉ ESTÁS ESPERANDO?!

—S-sí, sí.

—¡Usted, señora, deje de mirarme así, es de mala educación!

—Lo…, lo siento, señor. No me mate, por favor.

—¡La perdono!

—G-gracias, gracias.

—¡De nada! ¡Ya cállese! ¡Me está irritando!… … … ¡¿POR QUÉ NO ESTÁ

ENCENDIDO EL AIRE ACONDICIONADO, CARAJO?! ¡ESTAMOS A 40

GRADOS! ¡ENCIENDE ESA MIERDA! —le gritó de nuevo al chofer.

—S-sí, sí, lo siento.

—¡Y maneja bien! ¡No traes vacas, imbécil!

—E-entiendo, entiendo.

—¡Rayos! Lo que tiene que hacer uno para ser tratado como ser humano.

LXII

—¿Qué hacemos con el niño?

—Apareció de la nada después de la explosión de una bomba nuclear. ¿Tú qué

crees? Duérmelo y enciérralo en algún lado. Luego le haremos estudios.

—¡¿Qué?! ¡No, no, por favor! Necesito ayudar a mi amigo, está en problemas.

—¿Qué amigo, niño?

—El diablo. Él es mi amigo, él me mató y me devolvió la vida. Por eso aparecí

de la nada. Necesito ayudarlo a encontrar a unos sujetos que lo secuestraron en

Japón.

—Sigue hablando.

—Vaya… Parece que tengo un plan... Les diré todo lo que quieran si me dejan

en libertad y me ayudan a encontrar a los que secuestraron a mi amigo.

Los dos militares intercambiaron miradas de complicidad.

—Está bien, te ayudaremos.

—¿De verdad? ¡Qué bien! Gracias, señores.

—¡Jaja! Pobre inocente.

116

—¿Y bien? Cuéntanos todo lo que sabes.

—Mi nombre es Gusakee Yomimoto. Tengo 13 años. Nací en Fukushima; pero

a los 12 hui a Tokio cuando mis padres murieron. Viví en la calle un tiempo,

hasta que conocí a un grupo de chicos iguales a mí. Ellos me enseñaron a…

sobrevivir por mi cuenta. Luego, cuando ya tenía 13, conocí al diablo. Fue hace

tan solo unas semanas. Al verme se sorprendió mucho y me dijo que me

necesitaba para un trabajo. Les dijo a los demás chicos que se fueran y no me

buscaran jamás. Uno de ellos, el líder, al que llamábamos simplemente «N»,

intentó apuñalar al diablo; pero él se defendió hábilmente y lo mató, provocando

que todos los demás huyeran.

—¿Por qué tú no huiste?

—No lo sé. Al ver al diablo me sentí más protegido que cuando estaba con los

demás chicos. A decir verdad, nunca me sentí bien con ellos. Siempre era yo el

que se metía en problemas por un poco de… No importa. Además, en ese

momento no sabía que se trataba del diablo. Sólo vi a un buen hombre

sacándome de las calles.

—¿Qué trabajo tenía para ti el diablo?

—Quería a alguien que cuidara sus cosas mientras él no estaba. Me prometió

alimentarme y protegerme. Asimismo, me ayudaba a conseguir… «eso» que

aprendí a desear por culpa de los estúpidos que me lo indujeron… Ese tonto N

se lo tenía bien merecido. Todo el tiempo nos amenazaba con su navaja. Me da

gusto que el diablo lo haya matado con la misma. Nunca me cayó bien.

—¿El diablo te conseguía la droga?

—Al principio pensé que sí. Después, hace unos días, antes de morir, me enteré

de que en realidad no me estaba drogando del todo, sino que me daba pequeñas

dosis para ayudarme a dejarla poco a poco. Dijo que me necesitaba alerta.

—¿Antes de morir? ¿Estuviste muerto?... Pégate un poco más al micrófono, por

favor.

—Sí. El diablo me mató para liberarme. Fue la misma noche que conocimos a

un tal Rigo y una tal Des. ¡Esos dos tontos lastimaron a mi amigo! ¡Lo

secuestraron, se metieron en su cerebro y ahora hasta lo intentaron matar con

una bomba! ¡Son unos malditos! ¡Por eso necesito salir de aquí y buscarlos para

que paguen por todo lo que hicieron!

—Tranquilízate, niño.

117

Uno de los militares se acercó al oído del otro.

—Piensa que los empleados de Aaron arrojaron la bomba.

Regresaron la mirada a Gus.

—Sí, tienes razón, esos malditos deben pagar por lo que hicieron. ¿Sabes dónde

están?

—La muerte nos dijo que estaban escondidos en un laboratorio submarino en el

océano Pacífico.

—¿La muer…? Eeeh… ¡Bien hecho, chico! No te preocupes por buscarlos,

nosotros nos encargaremos de ellos.

—¡Genial! ¡Muchas gracias, señores!

—Mira, niño, mientras mi compañero le avisa a nuestros superiores dónde se

esconden esos malnacidos de los que hablas, quiero que me cuentes más sobre la

muerte y cómo apareciste de la nada en la zona de impacto.

—Sí. Conocí a la muerte este día. Se presentó en nuestro departamento junto a

otro sujeto, un tal Gabriel. Él, Gabriel, y el diablo, mi amigo, se pelearon

durante varios minutos. Parecía que ya se conocían. Entonces todo el

departamento empezó a oscurecerse, el diablo me sacó de ahí y me llevó a una

selva o algo parecido. Una hora después apareció en la selva y me trajo a Italia

para comer pizza. Yo no… podía… comer pizza porque… Disculpe, tengo

mucha hambre. ¿Me podría… traer… pizza?

—Claro, niño, cuando termines.

—… Creo…, creo que no tengo fuerzas para seguir. Necesito comer… pizza…,

de preferencia.

—… Hijo de… Está bien, ya vuelvo.

—¡Espere! ¡Que sean dos pizzas grandes, por favor!... ¡Y un jugo!

—… ¿Algo… más…, niño?

—No, eso es… ¡Ah! Y un chocolate… ¡Gracias, señor!

LXIII

118

—¿Y bien?

—E-espere un… poco… ¡Oh, sí! Está deliciosa. Muchas gracias.

—Niño…

—Bien… —tragó y volvió a morder la rebanada—. Deshpuesh de omer pizza

fuibmos a una biblio…

—¡Niño! ¡Primero trágate eso y luego habla!

—Sí —engulló—, lo siento… Como le iba diciendo, después de la pizzería

fuimos a una biblioteca a usar una computadora. El diablo quería conseguir en

internet un submarino para buscar a esos dos tontos en el fondo del mar, ya que

sospechaba muy inteligentemente que ahí se escondían. Después, el diablo dijo

que me devolvería a la vida, y ahí fue cuando apareció de nuevo la muerte;

intercambió unas palabras con el diablo, le confirmó que el par de tontos se

escondían en el océano Pacífico, y luego lo condenó a ser la muerte.

—¿A qué te refieres?

—Le dijo que ahora él, el diablo, sería la muerte. A partir de ese momento, mi

amigo se comportó muy extraño, y después la bomba estalló. Como el diablo se

había convertido en la muerte, ahora no podía estar lejos de las almas. Dijo que

tenía que guiarlas al Cielo. Luego me devolvió a la vida, ustedes me encontraron

y aquí estoy.

—Así que estamos tratando con la muerte y el diablo, simultáneamente —

masculló el soldado—. ¿Sabes algo más sobre tu amigo o sobre la verdadera

muerte?

—No, nada. El diablo es muy reservado, y la antigua muerte desapareció

después de condenar a mi amigo. No sé dónde se encuentra ahora.

—¿Entonces es todo lo que sabes?

—Sí, es todo… ¡Lo juro, lo juro, no me dispare, por favor!

—No te preocupes, no te mataré. —Y disparó.

Gusakee Yomimoto recibió en el cuello un extraño y muy pequeño dardo que,

luego de una fugaz descarga eléctrica controlada, lo durmió instantáneamente—.

Vengan por el niño —le habló el soldado al micrófono.

LXIV

119

—Te tengo una buena y una mala noticia.

—¡Fernando! No pensé que tardarías tanto en llegar.

—Quise distraer un poco a quien sea que me está buscando.

—¿Adónde fuiste?

—Sólo me paseé un rato por México para que creyeran que había regresado a mi

antiguo hogar.

—Bien pensado.

—Lamento lo que sucedió en Italia. Sé que después de la explosión…

—No te preocupes. Son tiempos de guerra, perderemos a muchos, hagamos lo

que hagamos. Además, La VID siempre está en guerra y conoce los riesgos de

lo que hace. Cuando te contactamos, sabíamos en qué nos estábamos metiendo.

—¿Y bien? ¿Quién intentó matarme?

—Seguramente ya los conociste.

—… ¿Fueron… los de las camionetas negras?... ¿La OPD?... ¡Mintieron!

¡Dijeron que ellos no habían mandado la bomba!

—Así es, mintieron. El ejército italiano no tuvo nada que ver con el ataque.

Según nuestro informante, el primer ministro de Canadá perdió los estribos y

detonó la bomba que te seguía día y noche.

—Ese imbécil… Ahora mismo sabrá…

—No hace falta. Darcy lo mató.

—¿Cranston? ¿Darcy Cranston? ¿Qué hace ese kiwi iniciando una guerra contra

Canadá?

—Intentando detener una guerra contra ti, Fernando. Además, no se iniciará

ninguna otra guerra por eso. La OPD inventará algo para encubrir el asesinato

del primer ministro. No hay nada que un poco de pan y circo no pueda ocultar.

—¡Já! No son tontos… Está bien, los dejaré en paz por ahora. Tanta política y

diplomacia me aburre. Supongo que ya sabes qué sí me interesa.

—La venganza, lo sé. Pero antes de que te diga cómo llegar a ese laboratorio,

quisiera escuchar tus noticias.

—¡Ah, sí! Casi lo olvido. La buena noticia es que me deshice de la muerte. La

mala noticia es que, antes de deshacerme de él, me advirtió que me arrepentiría.

¿Por qué?

—… ¿Qué… acabas de hacer, Fernando?

—¿Lo arruiné?

—Y a lo grande.

120

—¡Carajo!

—¿Qué crees que harán las personas cuando se den cuenta de que no pueden

morir?

—… ¿Qué?

—Dejarán de tener miedo.

—¿Y… eso es malo?

—Piénsalo un poco. ¿Te da miedo algo?

—Mmm… Miedo, lo que se dice «miedo», literalmente miedo, no. Pero me

preocuparía el aburrimiento eterno.

—Y por eso cuidas tu identidad, lo sé. Sin embargo, mírate, tú no le temes a

nada y eso te permite hacerlo todo. Si todos fueran como tú, si nadie sintiera

miedo, las personas harían cualquier cosa a sus anchas, sin miramientos. La

muerte no es sólo un acontecimiento, un proceso, una etapa del ciclo o una

desgracia; la muerte es la causante del mayor de los miedos. Gracias a ese

miedo, el miedo a la muerte, el ser humano ha logrado encontrar su punto de

equilibrio entre el caos y la paz; entre el temor y la valentía. Se escuchará

extraño y un tanto paradójico; pero gracias al miedo a la muerte, el ser humano

sigue vivo. Por eso es import…

—¡Aburriiidoooooo!

—…

—Ya entendí, ya entendí. Tengo que regresarle su poder a la muerte antes de

que todos los estúpidos humanos se coman entre ellos... Maldita naturaleza…

¡Pero ni creas que me disculparé con ese idiota! El muy insolente se atrevió a

marcarme un feo tatuaje en mi hermoso torso.

—Ve de una vez antes de que pase más tiempo.

—Está bien… No sé cómo te soporto. Tú también eres un idiota, Názar, no lo

olvides.

LXV

—¡Gorditoooo! ¡Gooooorditooooo! ¡PINCHE PUERCO! ¡¿DÓNDE ESTÁS?!

—¿Me buscabas?

—¡Jojo! Sí que estás obeso.

121

—Antes de que me digas para qué has venido al Cielo, quisiera darte las gracias.

—… … … ¿Qué?

—Nunca me había sentido tan bien. Siempre vine a este lugar y jamás pude

disfrutarlo como ahora. Creo que la condición humana, su naturaleza efímera, es

la que me permite gozar de este paraíso.

—¿Y tú también ves árboles de chocolate?

—¿Qué? No. Yo sólo veo amor y felicidad. Mira, allá están unos niños jugando

con sus padres. ¿Ves aquella familia de más allá? Van a todos lados tomados de

las manos.

—¿Qué clase de lugar es este? —susurró el diablo, desconcertado.

—Desde que llegué, siento una paz abismal dentro de mí. Ya nada me preocupa,

nada me molesta, todo me hace feliz.

—Bien, bueno…, es hora de regresar a la realidad.

—¿De qué hablas, Fernando? Esta es la realidad. La vida en la Tierra es sólo el

camino para llegar a esta meta.

—Como sea, vámonos.

—No iré a ningún lado. Aquí puedo descansar. Quédate con mi antiguo poder,

ya no me interesa.

—Suficiente, tengo que sacarte de aquí. Este sitio te está haciendo daño.

—No lo…

LXVI

—Bienvenido a tu trabajo. Aquí está tu tonto poder y tu vestido de oscuridad.

No es necesario que me agradezcas por la pérdida inmediata de peso.

—¿Qué es… esto? ¿Qué… estoy sintiendo?

—Eeeh… ¿Te quedaron gases por la gordura?

—¡ME DEVOLVISTE MI PODER, IDIOTA! ¡¡TE DIJE QUE ME DEJARAS

EN EL CIELO!!

—No eras tú el de allá. Sólo eras una pobre alma obesa e hipnotizada por una

mentira. Te liberé de esa realidad alterna llena de ilusiones ópticas.

—¡Eres un imbécil! ¡No sabes lo que es estar ahí! ¡¡No sabes lo que dices!!

¡ESPERO QUE TE PUDRAS EN LA INMORTALIDAD Y NUNCA

122

LLEGUES A TOCAR EL PARAÍSO COMO CUALQUIER HUMANO!

—Yo espero lo mismo. Ahora ve a matar personas o algo. ¡Ah! Hay por ahí

unos ochenta soldados italianos esperándote. Y ni te molestes en intentar

hacerme tu títere de nuevo. Antes de regresarte el poder, me encargué de limitar

tu alcance a otros seres. Ahora no puedes tocarme.

—Eres…, eres…, eres un… ¡Bah! Ya no importa… En fin… Sabía que tarde o

temprano tendría que regresar a tomar la guadaña. Te lo advertí antes de irme:

soy indispensable.

—Sí, sí, el ciclo de la vida, bla, bla, bla, la cigüeña y la guadaña, bla, bla, bla, el

miedo, bla, bla, bla. Adiós. Tengo prisa.

LXVII

—¿Cómo te fue con la muerte?

—Todo ha vuelto a la normalidad. Ahora dime dónde encontrar a Bundy y

DeShields.

—El océano Pacífico es muy vasto, y mis ojos no pueden abarcarlo tan rápido.

Al principio pensé que encontraría su laboratorio en el centro del océano, en la

nada, y ahí fue donde enfoqué la búsqueda. Pero después de no hallar ningún

indicio en donde hubiese sido el mejor lugar para esconderse, intuí que tal vez

habíamos sobrevalorado la magnitud de su presupuesto, así que moví el rastreo a

los lugares más cercanos a tierra, lo cual, por obvias razones, es mucho más

barato.

—Estás a una palabra de dormirme.

—… Esconden su laboratorio en el fondo del estrecho de Magallanes,

específicamente en el segundo sector, el central.

—¡Ah, claro, el estrecho de Magallanes! ¿Cómo no se me ocurrió?... ¿Dónde

diablos queda eso?

—Al sur de Chile.

—Gracias. Ya vuelvo.

—Espera un segundo.

—¡¿Qué quieres, Názar?! ¿No ves que tengo prisa por matar a esos imbéciles?

—Es curioso que vuelvas a mencionar a la muerte. ¿Te das cuenta de que no

123

pudieras hacerles nada como venganza si la muerte no existiera?

—¿Ya terminaste el sermón?

—Y, curiosamente, es la muerte lo que me preocupa en este momento. Pero no

la muerte de esos dos, sino la de Gusakee.

—¡Gus! ¡Lo había olvidado! ¡Mierda! ¡¿Qué le sucedió?! ¡¿Sabes dónde está?!

¡Carajo! ¡Obviamente sabes dónde está! ¡Dímelo!

—Ese es el problema. Sé dónde está; pero no cómo llegar a él.

—¡Demonios, Názar! ¿Qué clase de hacker eres?

—No soy omnipresente, Fernando. Mis alcances tienen un límite. Sé que la

OPD lo aprisionó luego de que lo devolviste a la vida, y naturalmente lo tienen

en alguno de sus laboratorios más restringidos y secretos. No obstante,

desconozco dónde lo esconden.

—Fue mi culpa, maldita sea. Si no lo hubiera regresado a la vida, jamás lo

habrían visto.

—En un momento así intentaría animarte; pero tienes razón, fue tu culpa.

—¡NO! ¡Fue culpa de la estúpida muerte que me poseyó para que hiciera su

trabajo! ¡Si no hubiera sido por él, yo no habría sentido ganas de mandar a Gus

al Cielo, y tampoco hubiese tenido la idea de revivirlo para que se quedara en la

Tierra!

—¿Y bien? ¿Qué harás primero?

—Sabes muy bien que Gusakee es prioridad.

—¿Y cómo piensas encontrarlo?

—… … … Mmm… ¡La muerte!

—¿De nuevo?

—¡Sí! ¡Eso es! ¡La muerte debe saber dónde se encuentra cada alma! ¡Él me

dijo que Bundy se esconde en el océano Pacífico!

—¿Y crees que querrá ayudarte a encontrarlo?

—Tendrá que hacerlo, le guste o no.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque podrá ser la muerte; pero yo el diablo.

124

CAPÍTULO 6

66

LXVIII

—¡Muerte! ¡Gordito! ¡¿Dónde te escondes?! —gritó el diablo en medio de una

casi desolada calle—. Mmm… Creo que debe de estar trabajando. Tengo que

conseguir a alguien a punto de morir… ¡No! ¡Mejor aún! Mataré a alguien…

Oye, tú, ¿cuántos años tienes?

—¿Yo?

—Sí, tú, cara de idiota. ¿Cuántos años tienes?

—19…

—Bien, ya estás viejo. Llegó tu hora de morir.

—¿Mi hora de…? ¿P-por qué?

—Es por una buena causa. Cállate y no te muevas.

—¡N-no, por favor, señor! ¡No, no, no me haga nada, se lo suplico!

¡¡AUXILIOOOO!!

—¡Deja de moverte, estúpido! Necesito cortarte el cuello.

—… ¡Mierda! ¿Otra vez tú?

—Llegas justo a tiempo. Necesito tu ayuda… Niño, tuviste suerte. Ahora podrás

contarles a tus amiguitos que el diablo intentó matarte, y la muerte te salvó la

vida, literalmente… ¡Que te diviertas en el manicomio!… Lárgate.

—¡Ya déjame en paz, por el amor de Dios!

—Sólo vengo a preguntarte dónde está…

—¡Ya te dije que en el océano Pacífico!

—¡Déjame terminar, animal! Estoy buscando a Gusakee. Lo secuestraron esos

de la OPD. No sé si sepas quiénes son, y no me interesa saber si sabes; pero

quiero que me digas ¡dónde se encuentra Gusakee!

—¿Por qué tanto interés por ese mocoso? Consíguete otra mascota y ahórrate

125

problemas.

—… … … Si no me dices dónde está Gusakee, te atormentaré por el resto de la

eternidad, maldito pedazo de estiércol.

—Está bien, está bien… Dame un segundo… … … Mmm… Al parecer… está

en África…, en el Sahara…, en Níger.

—¿Nigeria?

—No. Dije Níger.

—… … ¿Algún otro dato? No tengo ni puta idea de dónde se encuentra ese

lugar.

—Es un país.

—Pues entonces sé más específico. No puedo perder tiempo buscando a

Gusakee en todo un país.

—Se encuentra en… Mmm… Parece ser un sitio al que llaman Área 32. Ésta se

halla escondida en el interior del desierto del Sahara, literalmente en el interior.

Es un cuartel-laboratorio subterráneo. Su entrada está cerca de la frontera con

Libia. Cuando veas una roca en forma de serpiente, ahí es.

—¡Bien! Gracias.

—Ya no me busques, por favor. Me vas a volver loco.

—Sí, como sea. Adiós.

—Hablo en serio.

LXIX

—¡Buenas tardes! ¡¡Bueeenaaas taaaaaaardeeeees!! ¡¡BUENAAAS

TARDEEEEEEEES!!

De pronto, explosiones—. Así que quieren jugar con eso, ¿eh?

El diablo destruyó las rocas de un puñetazo y comenzó a bajar unas sombrías

escaleras de metal.

—¡Alto! ¡No des un paso más!

—¡Ja! Por favor, no me hagas reír.

126

Las balas albas de su escuadra blanca salieron en todas direcciones. Minutos,

disparos y detonaciones más tarde, no quedaba nadie vivo, salvo El diablo de

Estocolmo—… Mmm… Qué extraño, no está por ninguna parte… ¿Me habrá

mentido ese estúpido?

En eso, los vestigios del Área 32 explotaron, dejando un enorme cráter en su

lugar—.

¿Qué… fue… eso?... … … Imbéciles. Seguramente guardaban información

clasificada... En fin.

LXX

—¡No, por favor! ¿Por qué te empeñas en molestarme? Ya te dije lo que

querías. ¡Lárgate!

—Deja de llorar, cerdo mentiroso.

—¡Oye, ya no estoy gordo!

—Pero sí eres un mentiroso. Gus no estaba en ese lugar…, y ahora tampoco ese

lugar está en ese lugar…; pero eso no importa. Lo importante es que me

mentiste y pagarás por eso.

—¡Espera! ¡Te dije la verdad! Su energía vital estaba localizada a… … ¡Oye,

tienes razón! Ya no puedo sentirlo en ese sitio… Qué extraño.

—No estés jugando conmigo.

—Calla… Estoy…, estoy sintiendo algo. Su energía se encuentra ahora en una

tal Área 47.

—… Por tu bien, espero que…

—Te lo juro. Se encuentra en el interior del Macizo Vinson, en la Antártida.

—Genial. Primero el lugar más caliente del planeta, y ahora el más frío. ¿Luego

qué? ¿El fondo del mar?

—Sé que ahora sí estará en esa Área. Si no está ahí, te prometo que te

acompañaré al siguiente lugar.

127

—Créeme, no tendrás opción.

—Lo sé —suspiró la muerte.

LXXI

—La montaña hizo ¡Ka-boom! y no encontré a Gusakee por ningún lado. ¡¿A

qué mierda estás jugando, estúpido?!

—N-no estoy jugando. Su energía vital desapareció justo momentos antes de

que regresaras.

—Esto no me está gustando.

—Ni a mí. Ahora su…

—¡Ya! ¡Estoy harto de esto! ¡Llévame adonde sea que esté, y cierra tu

asqueroso… lo que sea que uses para hablar!

LXXII

—Estamos en el Área 66. Este es el único lugar donde aún siento su energía;

pero mucho menos intensa que antes.

—Perfecto… Sí estaba bajo el agua… Cómo me gustaría matarlos a todos.

De pronto, una alarma.

—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA!

¡MANTÉNGASE DONDE ESTÁ Y ESPERE CONTACTO! ¡ENTIDAD NO

IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA!

—¡AARGH! ¡QUÉ ALARMA TAN MOLESTA!

—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD… NUO…

IDENTifuicaduaaaaa…!

—Eso le enseñara a esa estúpida computadora.

—Deja de pelear con los electrodomésticos de estos sujetos y mira, la puerta se

128

abrió.

—… … Un segundo… Yo conozco a ese idiota… ¡COCTEL! ¡Devuélveme al

niño ahora mismo!

—Sr. Luciani, nos da gusto volver a verlo.

—Cállate y dime dónde esconden a Gusakee si no quieres que tu tonto

laboratorio submarino acabe igual que los otros dos.

—No te preocupes. Este es el número 66. Tenemos varias decenas de ellos sólo

en este planeta. El hecho de que hayas llegado al 32 y al 47 fue solamente un

experimento. Sí, fuiste nuestro conejillo de Indias.

—Oh…, oh… Creo que no es buena idea insultar al diablo.

—¡HIJO DE PUTA! ¡¡TÚ SERÁS EL PRIMERO!!

—Y entonces el niño morirá.

—¿Morir? ¿Mo… rir? ¡JAJAJAJA! ¡Ni siquiera la muerte tiene permitido tocar

a Gusakee! No sabes en qué te estás metiendo, baboso.

—No hablo de una muerte natural. Sabemos que por alguna razón tienes el

poder de matar y revivir a quien se te plazca, así que vimos infructuoso

amenazarte con deshacernos físicamente de tu amigo. Decidimos que era mejor

idea aprisionarlo en vida, y no me refiero a meterlo en una celda, cosa que

podrías destruir sin problemas; me refiero a retener su conciencia en una

realidad a la que jamás tendrás acceso: la virtual.

—¿Q-qué estás diciendo, idiota?

—Mira quién ríe ahora… Te estudiamos…, te estudiamos tan bien que

conocemos tus límites. La materia y la energía tal vez no se te resistan; pero el

mundo artificial nos pertenece. Eres un ignorante, un imbécil que no sabe nada

de cifras, de datos, de ecuaciones ni informática. El futuro le pertenece a la

tecnología, a las computadoras, a la programación, a la realidad virtual. ¡¡El

futuro le pertenece a los programadores!! Bienvenido al nuevo mundo... Tarde o

temprano prescindiremos de ti y de cualquier otra ley de la naturaleza. Tu tonto

amiguito, Gusakee, ya forma parte de eso. Será nuestro viajero, nuestro ratón de

laboratorio.

—¿Qué… le hiciste?

—Ahora mismo está profundamente dormido en una Cápsula de Concentración

Cerebral por Anegamiento, la «3CA».

»Mientras su cuerpo permanece inmóvil y ajeno a nuestra realidad material,

su mente le pertenece a la realidad artificial, a la virtual. Probablemente se

129

encuentre yendo y viniendo por todo el universo que creamos. Y el truco no

acaba ahí. Quizá te jactes de ser el ente más fuerte que jamás ha existido; pero

no tienes ni conocimientos básicos de informática, y si desconectas al mocoso

sin antes haber finalizado correctamente la Transición, se perderá en algún

punto de la realidad virtual: su mente quedará en un trance eterno de

desorientación; y en nuestra realidad, se convertirá en un… costal inservible de

huesos, carne y sangre… En otras palabras, si quieres que el niño siga vivo,

tendrás que velar por la seguridad del Área 66 y todos los cerebros que hacen

posible su funcionamiento.

El diablo bufó.

—Hagamos un trato —masculló, segundos después.

—A eso iba. Gracias por recordármelo… Soltaremos a Gusakee a cambio de tu

cuerpo y mente. Si dejamos en libertad a tu amigo, te comprometerás a ser

examinado minuciosamente sin condiciones ni represalias de tu parte. Esto

incluye permitirnos experimentar con tu entidad.

—Me entregaré…; pero no te molestes en experimentar conmigo. Bundy y el

otro imbécil ya lo hicieron. Me secuestraron para hacerme no sé qué cosa.

Desconozco las conclusiones a las que llegaron; pero si quieres resultados,

búscalos en su laboratorio submarino en el océano Pacífico. Y cuando tengas lo

que quieres, hazme un favor y mata a esos idiotas.

—Veo que no estás al tanto.

—…

—Desirée y Rigoberto abandonaron el laboratorio antes de que pudiéramos

encontrarlos. Cuando llegamos, no quedaba rastro de ellos, sólo máquinas

destruidas. Borraron toda evidencia. Incluso… ¡Jaja! Descubrimos que

asesinaron a Aaron antes de desaparecer.

—No sé quién demonios es o era Aaron y no me interesa. ¡¿Dónde se esconden

ahora esos dos?!

—Nuestros satélites lograron captar un campo gravitatorio no identificado justo

en la exosfera…, y luego nada. Según nuestras hipótesis, salieron de la galaxia

en menos de un parpadeo.

—… … Gordito, debes de saber dónde se encuentran.

—¿«Gordito»? ¿Con quién hablas?

130

—No…, no lo sé… Mi poder se limita a este planeta, pues esta tierra fue

asignada a los humanos… Sólo…, sólo sabré dónde están cuando mueran.

Entonces mi instinto me dirá adónde tengo que ir para liberar sus almas y

enviarlas al Cielo.

—Mmm…

—¿Se siente bien…, Sr. Luciani? —se burló Martini.

—¡Cállate! No estoy hablando contigo, estúpido coctel rancio.

—Lo siento, diablo, en verdad no te puedo ayudar en esto… N-no me lastimes,

por favor.

—…

—… … … ¿Y bien? ¿Ya tomaste una decisión?

En eso, aquel domo subacuático empezó a sacudirse violentamente.

—No es que esté de parte de ellos, diablo; pero ya te advirtieron que no debes

de…

—¡GGH! Está bien. Hagamos el trato —gruñó el diablo. La cúpula se detuvo.

—Es una decisión muy inteligente de su parte, Sr. Luciani.

—Trae a Gusakee para saber que está bien. Cuando lo vea, haremos el

intercambio.

—¡Ja-ja! Nos subestimas, idiota. No confiamos en ti. Te conocemos tan bien

como para saber que en cuanto despertemos al niño, destruirás todo.

Tobías sacó su celular, se aceró tranquilamente al diablo y extendió su mano

para mostrarle la imagen de Gusakee dentro de la 3CA—. Es una transmisión en

vivo; y… si presiono este botón…, podrás ver cómo ahogo a tu amiguito... Es el

riesgo de sumergirte en una de esas cápsulas. Si algo falla, te mueres.

—Detente. Dije que acepto el trato. ¿Qué tengo que hacer?

—Entrarás conmigo al laboratorio y te meteremos en otra 3CA. Cuando estés

dormido, soltaremos al niño.

—No sólo lo liberarán, lo dejarán donde yo les diga. Quiero que lo saquen de

aquí y lo lleven a Japón. El trato será el siguiente: me comprometeré a ser

examinado minuciosamente sin condiciones ni represalias de mi parte. Esto

incluye permitir que se experimente conmigo. A cambio, ustedes regresarán la

mente de Gusakee a su lugar, lo liberarán y lo llevarán hasta Nagasaki,

específicamente a las puertas de la catedral de Urakami. Una vez allí, ustedes se

131

alejarán y jamás volverán a tener contacto con Gusakee Yomimoto. ¿Trato

hecho?

Tobías esbozó una sonrisa e intercambió un apretón de manos con el diablo.

Cuando Martini alejó la suya, se percató de que el diablo sostenía una hoja

blanca que posteriormente incineró sin decir ni una palabra.

—Eeh… Por aquí, por favor —dijo Tobías algo desconcertado.

—Un segundo. —El diablo dio media vuelta y se dirigió a la muerte— No

confío en estos sujetos. Busca a un tipo llamado Názar y cuéntale todo lo que

está sucediendo. Llévalo hasta Gusakee para que le explique lo que pasó

conmigo y que le diga al niño que me espere y haga todo lo que Názar le ordene.

¡Ah! Y dile a este último que no intente hackear la OPD, yo me encargaré de

ellos. Cuando cumplas con mi mandato, puedes seguir haciendo tu trabajo como

la muerte —le susurró.

—No sé en qué momento me convertí en tu paloma mensajera; pero está bien, lo

haré. De cualquier forma, supongo que no tengo escapatoria.

132

—¡Ve y lleva mi palabra hasta su destino, oh, gran amiga muerte aquí presente!

—exclamó el diablo con teatrales ademanes.

—No soy mujer —masculló la muerte, agobiado, y desapareció.

—¿En verdad estabas hablando con la muerte? —le preguntó Martini al diablo,

nervioso.

—Sí, es una vieja amiga. Ya sabes, son cosas que sólo alguien como yo puede

hacer.

—B-bueno… Como sea. Sígueme.

LXXIII

—Ya está lista la segunda 3CA, Sr. Secretario.

—Gracias. Retírate, por favor.

—¡Gus!

—No haga nada estúpido, Sr. Luciani.

—¡Cállate! Sólo quiero corroborar que no tenga ningún rasguño… Te voy a

sacar de aquí, amigo. Resiste.

—Ya lo viste, ahora ven aquí… Desnúdate.

—… … … ¿Qué?

—No puedes sumergirte en la 3CA con ropa.

—… … … Est…, está bien… Hazte a un lado, no quiero picarte un ojo.

—… Idiota.

—Listo. ¿Ahora qué? ¿Quieres que te baile?

—Sólo métete en la cápsula y guarda silencio.

Varios cables, tubos y conductos terminaron en todo su cuerpo. Tan solo

segundos después de haberse cerrado la cápsula y haber sido anegado, el diablo

comenzó a ser vencido por la somnolencia. Del otro lado del cristal ya sólo

podía ver la silueta de Martini—. Dentro de poco conocerás el futuro de la

humanidad —le dijo.

El diablo de Estocolmo frunció el ceño, hizo algunas señas para recordarle a

Tobías que debía liberar a Gusakee, y sus ojos por fin se cerraron.

133

LXXIV

—¿D-dónde estoy? —musitó el diablo, intranquilo.

Se hallaba en la mitad de una amplia calle. Edificios colosales lo rodeaban. No

había absolutamente nadie.

—Bienvenido al UniAversus —se escuchó una voz en el cielo. El diablo volteó

hacia todos lados—. No se asuste, Sr. Luciani. Ya sabe quién soy.

—Ah, eres tú —suspiró el diablo, abrumado—. ¿Ya liberaste a Gusakee?

—Descuida. En este momento está saliendo del domo. Llegará a Japón en un

abrir y cerrar de ojos.

—¿Y bien? ¿Para qué me necesitas aquí?

—Primero que nada, para quitarte de nuestro camino en la Tierra. Segundo, para

que nos ayudes con algunos… pequeños problemas de código. Verás, puedes

pensar en el UniAversus como nuestra maqueta de Realidad Virtual Incrustada o

«RVI». Ya está casi lista; pero sigue siendo tan solo una maqueta, y, como tal,

aún tiene algunos errores. Hemos perdido más de 3 mentes en el trayecto.

Usamos a Gusakee como la mente número 5 para la etapa de prueba. En él no

encontramos ningún problema: su mente ingresó y salió de la RVI sin

inconvenientes. No obstante, hay algo que no logramos hacer con el niño, y es

ahí donde entras tú.

—Te escucho.

—Cuando diseñamos el UniAversus, nos esmeramos en crearlo lo más fiel

posible a la realidad material, así que reprodujimos en programación las leyes

que rigen nuestro universo. Esto nos llevó a crear algo implícitamente: la nada.

—A-a ver, a ver, pequeño imbécil. ¿Me estás diciendo que crearon una realidad

virtual igual a la que pertenecemos?

—Así es.

—¿Y no era mejor, simplemente, no hacerlo y levantar sus traseros de las sillas

para jugar con lo que ya fue creado?

—Me sorprende su falta de visión, Sr. Luciani… A oídos profanos, nuestra

creación puede sonar absurda e innecesaria. Pero para oídos más perspicaces, la

134

creación de la RVI emite el sonido del siguiente escalón evolutivo de la raza

humana… Te lo explicaré de este modo…, pequeño imbécil: a simple vista, no

hay diferencia alguna entre la realidad material a la que pertenecemos y la RVI,

ya que ese era el plan. ¡Compruébalo tú mismo! Observa y siente tu alrededor…

No obstante, la gran disimilitud entre ambas realidades es que la primera es

inmanipulable. La segunda, en cambio, está completamente en nuestras manos.

Piénsalo un segundo: actualmente, si queremos explorar el espacio, tenemos que

invertir millones en infraestructura, y pasarían años antes de que logremos

nuestro objetivo, no sin correr una gran cantidad de riesgos. Pero si lo

hiciéramos a través de un simulador virtual, el riesgo sería nulo y sólo se

necesitaría una única inversión: la construcción del simulador, pues una vez

creado éste, se podría hacer lo que sea sin comprometer nada real, ni vidas ni

dinero ni materia prima.

—Ya veo —musitó el diablo, realmente cautivado por la idea.

—Bastaría con escribir unos cuantos comandos para enviar a un ser humano a la

galaxia vecina, incluso sin necesidad de una nave que lo traslade ni de un traje

que lo proteja, pues con la misma programación se pueden cambiar ciertas…

limitantes que nos impone la naturaleza… En palabras más simples, la RVI es

como un videojuego. De hecho, ¡jaja!, así le vendimos la idea a los gobiernos

para que cayeran en nuestra red. Permíteme confesarte que ellos también son

unos ignorantes. Se sienten plenos al invertir en tecnología; pero ni siquiera la

entienden. Sólo buscan el aplauso del público que opaque el ruido de las

monedas que se roban. Por eso fue fácil convencer a todos y cada uno de los

países de que invirtieran en la RVI.

—¡¿A todos?! ¿En qué demonios les beneficia esto a los gobiernos?

—Todo empezó, nosotros, inclusive, luego de «La Depresión del 21» y «La

Guerra del 22». La OPD se formó posterior a esos sucesos.

—Estúpidos adolescentes y su música rara.

—Pero gracias a ello, la mente de las personas se abrió a tal grado que nos

permitió surgir como organización. Los gobiernos se percataron del poder de la

tecnología aunada con la mente humana. «¿Qué sucederá después?», se

preguntaron muchos a causa de La Guerra del 22. El miedo, la incertidumbre,

hizo presa fácil a los gobiernos. Unos invirtieron en armamento, otros en

seguridad, otros más en mejorar la calidad de vida de sus pueblos para evitar una

segunda Depresión. Pero todos estuvieron de acuerdo en unir sus recursos para

135

crear una organización que…

—Me estás aburriendo.

—…, que garantizara —atajó Martini— la seguridad mundial con vigilancia las

24 horas, tanto en el mundo real como en internet. Así nació la OPD. Pero al

principio éramos un simple cuerpo policiaco más.

»Tiempo después, a uno de nuestros programadores más sobresalientes se le

ocurrió crear un videojuego gratuito que acaparara la atención de todos los

humanos, sobre todo niños y jóvenes, donde pudieran hacer cualquier cosa que

en la Tierra no podrían…: sin leyes, sin impedimentos, y con código abierto...

Esto para ayudarnos a rastrear comportamientos violentos de una forma más

rápida… Durante media década atrapamos pedófilos, violadores, asesinos, etc.

¿Te suena el «Vida Alterna Virtual»?

—… Oh, ya, ya, lo recuerdo.

—El «VAV» fue la mejor idea que pudo haber tenido la OPD. Todos los

gobiernos estaban fascinados con el proyecto, pues el videojuego les permitía

conocer y predecir las acciones de los jugadores, por ende, de las personas en la

vida real. De esta manera no sólo ganábamos tiempo al encauzar nuestra

vigilancia en individuos específicos con altos índices de proclividad criminal,

sino que también atraíamos, con el código abierto, a los mejores programadores

autóctonos del internet.

»El tiempo pasó y el VAV siguió cosechando frutos... ¿Puedes creerlo?

Algunos grupos criminales utilizaban el juego para planificar sus atracos. Qué

estúpidos. En fin... En una de las reuniones con los cargos mayores de todas las

naciones: presidentes, reyes, ministros, etc., el presidente de la República

Democrática del Congo, Fulbert Zambaia, pidió que se le facilitara

infraestructura para implementar el VAV en todas sus universidades, pues

deseaba introducir un plan de estudios alterno-virtual que le permitiera

incursionar en ciertas ingenierías y ciencias. Los demás gobiernos aplaudieron la

idea, y muchos hasta la adoptaron. Como verás, ¡jaja!, es cierto aquello de que

la escasez agudiza el ingenio. Pero yo, en cambio, mucho más visionario que esa

caterva de políticos, descubrí el verdadero potencial de aquella, aparentemente,

cándida concepción. Si se podía utilizar el VAV como simulador para casi

cualquier tarea humana, ¿por qué no habría de poderse utilizar como una

alternativa de vida?

—¡Vaya! Sí que fumas de la buena —susurró el diablo, impresionado, mientras

136

recorría cautelosamente las impecables calles desiertas de aquella metrópolis

virtual.

—Pero no soy tonto, no expuse mi idea de inmediato. Me reuní, primero, con

mis programadores más destacados y confiables para proponer la nueva etapa

del VAV. Algunos creyeron que sería una tarea imposible de terminar; pero, al

final del día, todos estuvimos de acuerdo en que debíamos de intentarlo aunque

nos costara años, mentes y millones. Sobre eso último se encargó el mundo

entero. En otra reunión de la OPD le presentamos la idea a los gobiernos. Esta

vez lo hicimos no como un videojuego, sino como un salvavidas de la raza

humana. Tan solo les recordamos lo que sucedió en el 2022 y les dijimos que

teníamos la solución a todos nuestros inminentes problemas: en caso de otra

guerra mundial o catástrofe natural, se podría dormir a la raza humana en

cápsulas de

137

anegación, enviar éstas a un lugar seguro y llevar a cabo la Transición de sus

mentes a la realidad virtual, donde empezarían de nuevo; pero no desde cero.

—¿Dónde he visto eso? ¿Dónde? ¿En qué película? —preguntó el diablo. Ahora

recorría el interior de una habitación... Todo era tan real.

—Se le llama ciencia, y antes era ficción; pero hoy en día es una realidad.

—Como sea… ¿Qué sucedió después, abuelito? Continúa con tu historia, por

favor —se burló desde la cama, arropándose con las cobijas virtuales.

—Imbécil… Otro de los atractivos de esta idea era que mientras la anegación de

la humanidad no fuese necesaria, se podía utilizar la RVI para experimentar en

ella antes que en la vida real: pruebas nucleares, teorías científicas, viajes

intergalácticos, etc., lo cual les ahorraría muchas cosas a los gobiernos. Eso y

más sin comprometer la realidad. Como era de esperarse, todos alzaron la mano,

maravillados. No obstante, sabían que la inversión necesaria era tan grande que

los países no lograrían juntar lo necesario, por lo que la RVI se le presentó a los

empresarios más poderosos. Éstos, mucho más ambiciosos y avispados, de

inmediato aseguraron sus bienes en la nueva realidad, es decir, decretaron en el

contrato que se les daría el doble de propiedades que la atesorada en vida.

Posteriormente, los gobernantes pidieron lo mismo, y nosotros aceptamos sin

titubear, pues lograr aquello era tan fácil como escribir un par de códigos. Y

teniendo listas las firmas y la inversión, nuestro equipo creció. Llegaron físicos,

químicos, biólogos, filósofos, psicólogos, etc. Los mejores de todo el mundo.

Trabajamos día y noche sin descanso. En tan solo 2 años terminamos la RVI…,

y henos aquí.

El diablo de Estocolmo se incorporó, bajó de un salto de la cama y aplaudió

entusiastamente al aire.

—¡Se acabó! ¡Se acabó! ¡Gracias al Cielo!... Hablas demasiado. Ya me estaba

quedando dormido.

—Sí, sí, muy gracioso. Pero ¿sabes? Al parecer, cuando hiciste el trato conmigo,

olvidaste lo mismo que olvidaron los inversionistas que hicieron posible la RVI:

quien majea el código se convierte en dios. No importa lo mucho que le

hayamos prometido a los gobiernos o a los magnates. En cuanto la RVI salga a

la luz pública y todos deseen ser parte de ella, porque lo harán, lo desearán como

nada en el mundo, de eso nos encargaremos la OPD, así tengamos que regalar

138

mansiones virtuales, el mundo entero será dormido; y sólo aquel que quede

despierto para escribir el código, será el amo de todo. Como dicen en mi pueblo:

«El que reparte se lleva la mejor parte»… Permítame mostrarle un poco de mi

poder, Sr. Luciani.

De pronto, silencio. El diablo volteó hacia todos lados sin moverse. En aquella

habitación no había nada fuera de lo normal. Por lo menos él no advertía ningún

cambio—. Los detalles, Fernando, no olvides los detalles.

El diablo entonces se percató de que uno de los floreros había cambiado de

color. Luego cambiaron sus flores.

—¿Qué más tienes? —lo retó el diablo, aparentemente impasible; pero

internamente alerta.

—¡Señor! Está aquí.

El diablo miró de inmediato sobre su hombro.

—¡¿Gus?! P-pero se suponía que te…

—¡Señor!

—¿Qué?

—¡Señor! ¡Por acá!

—¡Señor! ¡No, por acá!

—¡Señor!

—¡Señor!

—¡¡YA!! —gritó el diablo, encolerizado.

—No soy Gus, sólo soy un par de códigos —dijo el niño; sin embargo, su voz

era la de Tobías Martini.

—Ya entendí. Deja de hacerlo.

—Como podrás verlo, el mundo me pertenece…

—Este mundo, querrás decir.

—Y este se convertirá en el nuevo y único mundo, tenlo por seguro. Sin

embargo, aparecer niños no es la gran cosa. Todavía hay más por admirar.

En eso, el suelo de aquella habitación se empezó a convertir en lava. El diablo

retrocedió hasta quedar atrapado con la espalda en la pared.

139

—No clamaré —gruñó.

El piso volvió a la normalidad, y el diablo aprovechó aquello para salir deprisa

del edificio.

—¿Adónde va, Sr. Luciani?

Repentinamente, estando en la solitaria calle, el diablo se doblegó y cayó de

rodillas.

—¡AGH!

—Sólo es un cáncer de páncreas. ¿No eras tú el diablo? Desaparécelo.

—¡¡AAAGH!!

—¿No puedes? Bien. Dejemos el cáncer a un lado.

El diablo se puso de pie sin el más mínimo dolor. Lo desconcertó—. ¿Alguna

vez has estado en un terremoto de 9 grados en la escala de Richter? —le

preguntó Martini.

El diablo esperó, expectante. Inmediatamente, todo comenzó a sacudirse de

forma violenta. En cuestión de un parpadeo, los edificios cayeron uno a uno. El

diablo tuvo que correr para esquivar los escombros. Pero luego de unos

segundos, aquella ciudad pasó a ser un verde campo—. Bonito, ¿no?... ¿Qué te

parecería si le agregamos una manada de leones hambrientos?

Los leones aparecieron, rodeándolo.

—No me gustan los gatos. Prefiero los perros —bromeó el diablo, atento a los

movimientos de los félidos que lo acechaban.

Martini soltó una risa a secas. Aquellos leones triplicaron su tamaño, se

volvieron bípedos y sus rasgos se mezclaron con los de lobos. La noche cayó

con tan solo escribir unos comandos más.

—Vamos, Sr. Luciani. Tenía entendido que guardaba ciertos poderes bajo la

manga. ¿Por qué no aparece su pistolita blanca o cambia su aspecto para ganar

140

más fuerza?... ¿O necesita estar entre los colmillos de mis híbridos para sacar

ese poder oculto?

Dos de los leones se abalanzaron sobre el diablo. Éste intentó protegerse,

intentó, incluso, hacer lo que Tobías sugirió; pero no lo consiguió, y una de las

bestias le prensó un brazo entre sus fauces. La otra le arrancó parte del hombro.

—¡¡¡AAAAGGGH!!!

—Decepcionante…, muy decepcionante.

Todo aquello se esfumó. Ahora el diablo se encontraba, ileso, en el escaño de un

concurrido parque. Sostenía un helado de fresa en una mano; y en la otra, un par

de globos con helio—. ¿Te gusta el de fresa o prefieres de chocolate?

El diablo dejó caer su helado y soltó los globos; se recargó en sus rodillas para

contemplar a las personas. Había niños jugando por doquier… Todo era tan real.

—¿Terminaste? —bufó.

—No, viene la mejor parte —se regocijó Martini—. Verá, Sr. Luciani, como

recordará, al principio de nuestra hermosa aventura virtual mencioné que al

momento de crear el UniAversus nos esmeramos en conseguir que fuera fiel a la

realidad material. Por esa razón tuvimos que programar las mismas leyes que

rigen a ésta. Y como la piedra angular de nuestra realidad natal es la dualidad, al

instante en que creamos la materia virtual, implícitamente recreamos otra

particularidad de la naturaleza: la antimateria.

»El UniAversus estaba formado, desde su concepción, por materia (virtual,

obviamente); pero en algún lado tenía que existir la antimateria que recreamos.

Posteriormente, nos percatamos de que esa antimateria se hallaba depositada en,

técnicamente, todos los tipos de enigmáticos agujeros espaciales: negros,

blancos, de gusano, etc. Quisimos, pues, explorarlos. Para no correr riesgos,

enviamos códigos, es decir, personas virtuales como las que estás viendo en este

momento. No son mentes reales, así que no había peligro alguno. Sin embargo,

al introducir a una de estas personas en los agujeros, sus presencias desaparecían

de nuestras bases de datos y no se volvía saber de ellos, por ende, no obteníamos

retroalimentación. Tuvimos que experimentar con mentes reales. Así fue como

perdimos a la número 2 de nuestras mentes. La primera fue con un error muy

141

tonto: un código mal escrito intercambió un automóvil por la cabeza de nuestro

programador, y su mente se fue al demonio. Incineramos su cuerpo real hace un

año. Pero, bueno, continúo: a aquella segunda mente la introdujimos en un

agujero negro, esperando que saliera de un agujero blanco; no obstante, jamás lo

consiguió. Su última señal de vida fue un «Us» como despedida. El mensaje

apareció por sí solo en nuestro código. Supusimos que quiso escribirnos «Luz»,

pues probablemente quería ver algo en el interior del agujero negro; pero no lo

consiguió, aunque nunca supimos realmente qué significaba. Podían ser muchas

cosas… También incineramos su cuerpo real luego de semanas de nula

respuesta. En fin… Para no aburrirte con las demás historias, te diré que nunca

obtuvimos un resultado favorecedor en la investigación. Uno de nuestros

programadores pensó en Gusakee para seguir con los experimentos; pero se me

ocurrió que nos serviría más como carnada. Él te trajo aquí.

—No, yo vine solo. Él no tiene nada que ver en esto.

—... ¿Por… qué?... ¿Por qué tanto interés en ese niño?

—Ni te imaginas lo que acabas de dejar ir.

El diablo sonrió de oreja a oreja. Martini, desde su silla, frunció el ceño.

—Como sea. Llegó la hora de continuar con la última prueba… En nuestra

realidad natal nadie ha podido llegar a un agujero negro y nadie sabe con certeza

qué hay en su interior o qué sucede del otro lado. Gracias a la RVI, esto está por

cambiar… o no.

»Sr. Luciani, está a un paso de probar si es merecedor del título que se

adjudica. De lo contrario, su mente se perderá en la nada.

De pronto, el parque empezó a girar y a oscurecerse. El diablo apareció en el

espacio, a la deriva, flotando. A kilómetros de distancia, un vórtice—. No tengo

muchas expectativas en ti. Verás, mientras estuvimos conversando

tranquilamente, tu cuerpo fue examinado con minuciosidad por los mejores

científicos del mundo. Adivina qué descubrieron… Nada… Hasta el momento,

no han encontrado nada anormal. Simplemente no posees ninguna anomalía que

te permita hacer lo que haces: desaparecer, aparecer, sanar, cambiar tu aspecto,

etc. Me informan que todo lo que puedes hacer, al parecer, lo haces sólo porque

sí, como por arte de magia. Eso quiere decir algo muy importante: definitiva e

indudablemente, eres el diablo de la Tierra…; pero no del UniAversus. Hasta

142

nunca…, Sr. Luciani.

El diablo de Estocolmo fue arrastrado sobre todo el espacio por una fuerza

invisible que lo lanzó hacia el agujero negro, el cual lo abdujo en un parpadeo y

lo hizo desaparecer para siempre.

LXXV

Minutos antes:

—Adiós, niño.

—E-eh, n-no me dejen aquí, por favor, no conozco este lugar.

—Son órdenes del diablo.

—¿Eh?

—¡Gus! ¡Gus! Acá. Voltea.

—¡Tú! ¡Tú eres la muerte!

—Sí. El diablo me envió.

—¿Dónde está? ¿Qué sucedió con él?

—¿Ves esos hombres de allá? Los que te dejaron aquí. Trabajan para la

organización que te secuestró. El diablo se entregó para que te dejaran en

libertad, y ordenó que te trajeran a este lugar.

—¿Por qué?

—Porque tenemos que hablar, Gusakee.

El niño giró de inmediato sobre sus talones. Detrás de él se hallaba otra persona.

Era un joven de 16 años, de cabello largo y con anteojos rectangulares.

—¡N!... P-pero…, pero si tú… Yo vi cómo te… mataron.

—Todo fue parte de una farsa.

—Es cierto. Este chico nunca murió. Te lo dice la muerte… Pero vaya que has

estado más cerca de la muerte que muchos adolescentes de tu edad. ¿Quién

demonios eres, muchacho?

—Gus, señora muerte, mi nombre...

—No soy mujer.

143

—…, mi nombre real es Názar Reilly, líder y fundador de La VID, la

agrupación de hackers más grande del mundo, la cual puede ufanarse de haber

acabado con La Guerra del 22... Exhibimos lo oculto, y ocultamos lo que la

humanidad no está preparada para ver. Esa es, a grandes rasgos, La VID, mi

pequeña gran creación. Pero no estoy aquí para entregarles mi «currículum

vitae», sino para ponerlos al tanto de algo de mayor importancia que acontece en

nuestros días.

—¿Por qué este lugar? Las iglesias me ponen nervioso —opinó la muerte.

—Porque esta catedral es mucho más segura que, incluso, la guarida de La VID.

¿A qué se debe esto? A la radiación que aún emanan estas tierras gracias a la

bomba nuclear arrojada el 9 de agosto de 1945. Lo más curioso de este suceso es

que Nagasaki no era el blanco principal, sino la ciudad de Niigata; pero una

oportuna lluvia impidió que ésta fuese el objetivo, así que se optó por Kokura;

no obstante, esa mañana el cielo nublado impidió la visualización del blanco. Y

como el bombardero se estaba quedando sin combustible, Nagasaki terminó

siendo la ciudad elegida, la víctima de las circunstancias. Y así ha sido siempre

la vida…

»A tan solo 500 metros de esta catedral cayó la llamada «Fat Man». Pues la

radiación provocada por ese hombre gordo estadounidense impide que ciertos

artefactos funcionen a la perfección, artefactos como localizadores, micrófonos,

radiotransmisores, etc... Incluso el internet es pésimo en este sitio… Síganme.

Los llevaré a mi despacho.

—¡No! ¡Tenemos que ayudar al diablo! Él me rescató de ese laboratorio y yo

lo...

—El diablo pidió que no interfiriéramos, Gus —le dijo la muerte.

LXXVI

—Tomen asiento, por favor…, sobre todo tú, Gusakee.

El niño tragó saliva. Názar sólo tenía 16 años; pero transmitía la madurez de un

hombre de 30—. Primero que nada, quisiera disculparme contigo por lo que te

hice pasar en Tokio. Drogarte fue necesario para que no hicieras nada malo.

144

—¡Pero yo nunca quise hacer nada malo!

—Lo sé…; pero está en tu naturaleza hacerlo.

—…

—Es momento de que lo sepas… … … Eres uno de los extremos de nuestra

realidad…, eres… la encarnación del mal, Gusakee.

—¿La encarnación del…? ¿Eh?

—¿No tenía ese papel Fernando Luciani, el diablo? —inquirió la muerte.

—No, no lo tiene y nunca lo ha tenido. Fernando es una particularidad de la

naturaleza. Él es la encarnación de la neutralidad, es lo necesario para equilibrar

las fuerzas opuestas e interdependientes de la realidad. Pero él, a diferencia de

Gusakee y yo, no precisa que uno de nosotros exista. Nosotros, en cambio,

requerimos del otro para seguir con vida.

—Tú… ¿Tú eres…?

—Soy tu contraparte, Gusakee. Por eso… —sonrió— nunca he logrado que nos

llevemos bien.

—¿Tú eres la encarnación del bien, niño?

—Así es.

—¿Por qué nadie me cuenta nada sobre esto? ¡Soy la muerte! Tengo que saberlo

todo.

—Tu trabajo es otro, es independiente al nuestro.

—E-eh… Era una pregunta retórica; p-pero…, bueno, gracias por aclararlo.

—¿Y qué se supone que haga en el mundo? ¿Destruir todo? —preguntó

Gusakee con la voz entrecortada. Una lágrima cayó a su mejilla.

—… No hoy, quizá no mañana; pero en algún momento tendrás que hacerlo.

—¿P-por qué? Me gusta vivir aquí. No quiero… ser el malo.

—Decidirlo no te corresponde. Sería como si el fuego se negara a quemar.

—¡Yo no quiero ser la encarnación del mal o lo que sea que tú digas! ¡No te

creo nada! ¡Eres un mentiroso!

—¡Gusakee! ¡Ven aquí!

—¡NO! ¡Quiero estar con el diablo! ¡Él sí es mi amigo!

—¡Él te necesita, Gusakee!

—… ¿Qué?... ¿El diablo me…?

—Siéntate, por favor, te lo voy a explicar... ¿Quieres un poco de agua?

—N-no... B-bueno, sí.

—… … … Toma, bebe despacio.

145

—… Gra…, gracias.

—Verás, Gusakee, todos, hasta la muerte aquí presente, fuimos creados con

libre albedrío; sin embargo, hay cosas que se salen de nuestras manos, que no

podemos manipular, ya que nuestra condición nos lo impide. Tal vez seamos las

encarnaciones de las fuerzas que equilibran la realidad en la que existimos; no

obstante, seguimos siendo humanos y, como tales, tenemos limitaciones.

Fernando es como es porque su condición, su propia naturaleza, su esencia, lo

obliga a ser de esa manera: ignorante, imprudente, explosivo, bipolar…, eterno.

El diablo jamás dejará de existir porque es quien se encarga de darnos vida a ti y

a mí. Si tú mueres, yo muero; si yo muero, tú mueres; pero si uno de los dos

muere, el diablo nos resucitará, y es quien se ha encargado de unirnos desde que

se concibió la eternidad, siempre que el universo lo necesita, siempre con otros

cuerpos y otros rostros; pero siempre nosotros… ¿Sabes por qué yo estaba en

Tokio y pude conocerte?

—N-no.

—Soy australiano e ininterrumpidamente viví en mi ciudad natal, en Adelaida.

Pero un día, el diablo llegó buscando algo que hacer. No tenía adónde ir ni un

objetivo en los pensamientos, sólo se estaba dejando guiar, inconscientemente,

por su instinto. Él pensó que llegó a Australia para meterse en algunos

problemas, ganar un poco de dinero, conocer nuevas tierras, etc. No obstante, la

realidad es que llegó a mi ciudad para ayudarme a arribar a Tokio. Él no lo sabe,

actualmente no lo sabe; pero en una de sus imprudencias, mató a un sujeto que

se dirigía a su hogar para reunirse con su familia. Aquel sujeto era mi padre,

quien nunca llegó a casa. Y, a causa de su muerte, mi madre murió a los pocos

días por depresión... Gusakee, una pregunta: ¿tienes hermanos, padres, tíos o

algún familiar?

—N-no.

—Exacto. Eres hijo único, tus padres eran hijos únicos, tus abuelos lo eran, tus

bisabuelos también, y así sucesivamente; y todos están muertos… Mi historia es

la misma: soy hijo único de hijos únicos. ¿Sabes por qué?

—… No.

—Porque así debe ser… Cuando mis padres murieron, fui enviado a un

orfanato. Pero hui a las calles. Al morir tus padres, huiste a las calles; y cuando

estabas por ser recluido a un orfanato, te encontré y escapamos.

»Llegué a Tokio un año después de la muerte de mis padres. Si el diablo no

146

los hubiera matado, a uno con una bala, y al otro con el sentimiento, la historia

hubiese sido muy diferente. Y escogí Tokio porque te estaba buscando y quería

protegerte. Cuando te encontré, de inmediato supe que sería imposible convivir

contigo, así que empecé a drogarte. Eso mantenía dormida tu naturaleza

negativa, pues, repito, aunque seas la encarnación del mal, primero eres

humano; y si tu humanidad te hace susceptible de ser manipulado, no podrás

hacer nada al respecto... Las drogas fueron el ancla que me permitió mantenerte

cerca sin correr riesgos. Y una vez teniéndote cerca, sabía que era cuestión de

tiempo para que el diablo nos encontrara. Semanas después, lo hizo… Él nunca

me había visto ni sabía quién era aunque yo ya lo había contactado hace años a

través de La VID… Pero esa es otra historia… Cuando nos topamos de frente, vi

en su mirada que ni siquiera recordaba a mi padre. Pero también sus ojos me

dijeron que había encontrado lo que tanto había buscado: su verdadera misión en

esta vida.

»Esa tarde tú no estabas conmigo. Te había enviado por más droga. Yo

caminaba por una calle que sabía que debía transitar sin detenerme a

reconsiderarlo. Entonces lo vi llegar a la esquina, seguí caminando y me vio. Se

detuvo de inmediato y se asustó. «¿Quién diablos eres?», me preguntó. Le

respondí que yo era su respuesta, y lo entendió.

»Procedí a explicarle quién era yo, quién eras tú y quién era él. Lo puse al

tanto, también, de lo que había acontecido todos esos años y cómo, sin desearlo,

la vida nos había unido a los tres. Le aclaré que él siempre había existido; pero

que hasta hace unas décadas su esencia se encarnó, puesto que un gran cambio

en el universo acontecería. Por eso tuvimos que nacer tú y yo; primero yo, y

luego tú, por una diferencia de tan solo 3 años… Me preguntó cuál sería

específicamente ese gran cambio, y le dije la verdad: «No lo sé, sólo sé que

sucederá en poco tiempo». Me preguntó entonces qué debía de hacer él para

contribuir, y le confesé que no había nada en especial que debiera hacer, sólo ser

él y hacer lo que se le placiera, pues su instinto, su inconsciente, lo llevaría a

hacer lo que la naturaleza necesita que se haga para que nosotros…, tú y yo…

…, nos enfrentemos una vez más a muerte.

—… … … ¿Q-qué..?

—Así es. No sé cuándo, dónde, por qué ni cómo; pero ocurrirá dentro de poco.

—¿Tendremos que morir?

—Todos morimos, sólo lo haremos más rápido que otros humanos. Sí, nos

147

enfrentaremos tarde o temprano porque así debe ser.

»Aquella tarde, Fernando insistió en conocerte. Quería verte y convivir

contigo. Me dijo que deseaba pasar los últimos días de paz enseguida de la

encarnación del mal. Acepté sin objetar, pues no era el diablo quien hablaba,

sino su instinto… Sugirió que fingiéramos un enfrentamiento para que tú

pensaras que el diablo te había librado de esa vida de perdición, y también

accedí a hacerlo, porque así debía ser.

»Esa misma tarde, tú conociste al diablo, y él te alejó de mí. Esa misma

tarde yo tuve otra revelación. Esa misma tarde supe que el diablo dejaría este

mundo antes que nosotros; pero la revelación nunca especificó cómo lo haría.

Pues esta tarde, cuando la muerte llegó a la guarida de La VID para darme un

mensaje del diablo, lo supe… El diablo acaba de dejar este mundo. Mientras

hablamos, se me reveló que Fernando Luciani Sansixto, el diablo, El diablo de

Estocolmo, se ha ido.

148

CAPÍTULO 7

UNUSTELÉCTUM

—¿Q-q…, qué? ¿S-se fue?

Su voz se quebró. Gusakee no lo podía creer.

—¿Es en serio? —dudó la muerte.

—Sí. El diablo ya no se encuentra en nuestra realidad.

—¡¿Dónde está ahora?! —preguntó el niño, consternado.

—Un momento… —intervino la muerte—. No…, no siento nada… El diablo

no… No puedo sentir que haya muerto.

—Jamás dije que Fernando murió, sólo que se había ido, pues su mente ya no

está en este mundo, ya no está entre nosotros.

—¡¿Volverá?! ¡¿Volverá?! ¡¿Cuándo?! ¡Tenemos que ayudarlo a que regrese!

—No lo sé, no sé cuándo ni cómo; pero si Fernando dijo que no interfiriéramos,

y que él iba a solucionar todo, es porque así lo dijo su instinto, es porque así

debe ser y no queda más que guardar la calma y seguir con nuestras vidas hasta

que el diablo regrese; y el caos profetizado, por fin comience.

—¿Cómo sabes todo eso, N?

—La clarividencia es uno de los dones que se me otorgaron por ser la

encarnación del bien. Uno de tus dones, Gusakee, por ser la encarnación del

mal, es el «Omniexitio», cualidad de «Omniexitente», es decir, tienes el poder

de destruir y destruirlo absolutamente todo con sólo desearlo. Por eso es

imprescindible evitar que te enojes.

—¿Por qué yo tengo que tener un poder tan malo?

—La destrucción no es mala, Gusakee, la destrucción forma parte de la vida.

Inclusive, el universo, esta realidad, la vida, todo lo existente actualmente, se

creó gracias a una explosión. En otras palabras, un poco de esto y de aquello

tuvo que destruirse para crear una reacción en cadena que creó vida.

Gusakee se sorprendió—. Por otro lado, volviendo a lo de los poderes, los

149

poderes característicos de Fernando, la encarnación de la neutralidad, son la

indiferencia, la independencia, la inmortalidad, y un poder de creación y

destrucción; pero este último no tan grande como el tuyo.

—Vaya —suspiró el niño.

—Bueno, jovencitos, me dio gusto enterarme de todo esto; pero no me gustó

enterarme hasta ahora, así que, si me disculpan, iré a buscar a El Creador. Tengo

que hablar seriamente con él. Hasta luego…, encarnaciones del bien y el mal.

La muerte desapareció sin más. Názar y Gusakee se vieron las caras en silencio

durante unos segundos.

—¿Entonces a esperar? —preguntó el último.

—A esperar.

LXXVII

Todo era blanco en aquel lugar; pero no un blanco sólido, sino como un destello

perpetuo y ubicuo. Nada se veía, nada se escuchaba, nada se olía, se sentía ni se

cataba. Al parecer, ninguno de los sentidos funcionaba.

—¿Estoy en el… Cielo? ¿Morí? ¿En verdad morí?

—Hola, humano.

—¡AY, CABRÓN! ¿Q-quién…? ¿Qué eres tú? ¡Oh, mierda! ¡Hay otro! ¿Q-qué

son ustedes?

Entre aquel eterno destello, el diablo logró distinguir dos siluetas. Ambas

aparentaban ser tan blancas como el entorno; pero, en realidad, eran

transparentes. El único rasgo de otro color que tenían eran sus ojos: negros

como el espacio.

—Al inicio de los tiempos nos bautizaron como «Unusteléctum»; pero puedes

decirnos simplemente «Unus». Bienvenido a nuestro dominio, el

«Unuscéntrum».

150

—¿Y qué es aquí? Se parece mucho al Cielo.

—No, para nada, esto no se parece ni en lo más mínimo al Cielo. Es evidente

que no has estado ahí.

—Créeme, cosa con ojos negros, sí he estado ahí y se parece mucho a esto.

—Mmm… Hay algo distinto en ti. No eres un humano ordinario. Tus

pensamientos no se encuentran libres en el Unuscéntrum.

—¿A qué te refieres, cosa?

—Pon atención y lo verás.

Aquellos seres figuraron girarse hacia un lado. El diablo, irresoluto, miró hacia

el inexistente horizonte.

—No veo nada.

—Exacto. No se trata de ver.

—¿Y de qué… mierda se trata entonces?

—Percibe.

—… ¿Y… eso qué significa? —El diablo entornó los ojos, agobiado—.

¡Esperen! ¡Lo ve…, lo percibo!

Cerró por completo los párpados. Aquel entorno cambió para él: lo blanco se

volvió negro, lo negro se volvió blanco; y lo transparente, se volvió luz, luz

celeste, destellos eléctricos. De eso estaban formados aquellos Unusteléctum.

—Ahora lo percibes.

—¡¿Qué es?!

—Son los pensamientos de todos los seres vivos.

El diablo miró a su alrededor. Estaba ceñido por hebras infinitas de luces

conectadas entre sí por finas ramificaciones.

—Creo…, creo que he visto esto en otro lugar.

—Las conexiones neuronales en algunos seres vivos fueron inspiradas en el

Unuscéntrum.

—Oooh, ya veo, qué impresionante… ¿Y cómo salgo de aquí?

—No pareces realmente sorprendido.

151

—Tengo cosas más importantes que hacer, no puedo quedarme a ver lucecitas.

¿Dónde está la salida?

—Eso depende de ti.

El diablo gruñó.

—No me gustan los acertijos. Habla claro, maldita luciérnaga.

—Para salir de aquí, primero tienes que saber cómo entraste, ¿no?

—… … … Buen punto. Continúa.

—¿Cómo entraste?

—¿Eh?

—Es una pregunta.

—¡Ya sé que es una pregunta! ¿Por qué me lo preguntas a mí? Tú vives aquí,

dime por qué o cómo es que estoy en este lugar.

—No lo sé. Nadie aquí sabe por qué llegaste al Unuscéntrum. Como te lo

dijimos antes, eres un ser humano inusual, tus pensamientos no se encuentran

libres... Hace unos momentos, llegó un niño con una mente parecida a la tuya...;

pero se fue de inmediato. Ni siquiera logró quedarse lo suficiente para

pronunciar la primera letra de «Hola».

—… ¿Un niño?... ¿Gusakee? ¿Názar?

—No lo sabemos. Como te lo dijimos antes, su mente era muy similar a la tuya,

pues sus pensamientos no estaban libres en el Unuscéntrum, no formaban parte

de él.

—No estoy entendiendo. ¿Por qué llega alguien aquí?

—Verás, humano inusual, el Unuscéntrum se encuentra en el centro de «El

TODO». El TODO es la realidad que engloba todas las demás realidades

existentes e inexistentes. Éste, El TODO, se divide en 3 realidades más

pequeñas: la inferior es la «Realidad material»; la central, donde nos

encontramos, es la «Realidad mental»; la superior, donde se encuentra El

Creador y el Cielo, es la «Realidad espiritual».

—Pues en realidad no deseaba saberlo; pero, bueno...

—Los seres vivos, al igual que El TODO, se dividen en 3 condiciones o

esencias: la inferior es la materia, la central es el alma, y la superior es el

espíritu. El cuerpo, la condición inferior, la materia, está diseñada para ser

autosuficiente, es decir, funcionar por sí sola, mediante el instinto, sin la ayuda

152

de las demás condiciones. Sin embargo, El Creador diseñó una mente para cada

ser, una mente que permite controlar a la esencia inferior, a la máquina, al

cuerpo. Y para lograr eso, a cada mente la creó con libre albedrío; y al momento

de dotar a los seres vivos de libre albedrío, implícitamente los dotó de

receptividad, que les ayuda a percibir, evaluar e interactuar con su entorno en la

medida de sus posibilidades, en la medida que su individualidad se los permita.

A esa segunda esencia, a esa mente, a ese libre albedrío y receptividad se le

llamó alma. Por último, pero principalmente, está el espíritu, la condición

superior que conforma a los seres vivos. El espíritu es el don que da vida, es el

equivalente a la sangre que ocupa el cuerpo, es lo que une a cada creación con

El Creador. El espíritu es la herencia que le dejó el padre al hijo.

—Estás a una palabra de matarme de aburrimiento.

—Esas tres esencias, en orden descendente, es decir, de superior a inferior, son

las que El Creador utiliza para crear a un ser vivo. Y cuando éste muere, cuando

la vida del ser vivo se acaba, desaparece en orden ascendente, es decir, de

inferior a superior. Primero desaparecerá el cuerpo, la materia, y liberará al alma

y al espíritu. Cuando el cuerpo muere, inmediatamente el espíritu regresa al

Cielo a fundirse con el espíritu de El Creador, a fundirse con El Creador mismo.

Paralelamente, el alma, la mente, la segunda condición, asciende al

Unuscéntrum para fundirse con los pensamientos de todos los demás seres

vivos. Una vez absorbida toda la información, el alma inmediatamente se eleva

al Cielo para disfrutar del descanso eterno.

—Entonces supongo que si estoy aquí es porque morí y vengo a absorber todo el

conocimiento. Sin embargo, eso no es posible, ya que…

—El Unuscéntrum aloja las mentes de todos los seres vivos: humanos, animales,

plantas, piedras, etc. Todos los pensamientos salen y entran de aquí; se

encuentran transitando libremente por el Unuscéntrum, por lo que todas las

mentes de los seres vivos están conectadas a través de este gran transmisor, lo

cual permite que una especie reconozca y comprenda a otra; y que la acepte

como a su semejante.

»El viaje que realiza un alma por el Unuscéntrum cuando el cuerpo muere es

para que se purgue de los pensamientos negativos ganados por el cuerpo, por

ejemplo, los prejuicios, y pueda ascender al Cielo con el conocimiento real y

absoluto de El TODO. Ahora bien, la muerte no es la única puerta para entrar al

Unuscéntrum. En ocasiones, la primera esencia, la materia, sufre algún daño y la

153

mente no puede habitar de forma correcta ese cuerpo. En esos casos, la mente

regresa al Unuscéntrum y permanece aquí hasta que el cuerpo se arregle, lo cual

la haría regresar a la Realidad material o, por el contrario, hasta que el cuerpo

muera definitivamente, lo cual la liberaría y la regresaría a la Realidad

espiritual. Un caso muy usual es lo que ustedes llaman muerte cerebral. En esta

situación, el cuerpo, específicamente el cerebro, el receptor material de lo

transmitido por el Unuscéntrum, sufre un daño que lo deja paralizado, pero aún

con vida. Esto provoca que la persona no muera ni viva. Su alma, su mente, su

libre albedrío, su receptividad, no puede permanecer dentro de su cuerpo; pero

tampoco puede deshacerse de él. Por eso el alma no logra quedarse en la Tierra

ni ir al Cielo, así que se queda un tiempo en el Unuscéntrum. Mientras una de

las dos posibilidades sucede, las almas aprovechan para explorar los

pensamientos de todos los seres vivos.

Lamentablemente, es tanta información la que acumulan, y tan pequeña la

condición corpórea, que cuando el cerebro vuelve a funcionar y el alma regresa

al cuerpo, olvidan todo lo que absorbieron aquí. A veces, mentes excepcionales

conservan un poco de lo que vieron; pero olvidan el 99.9%. Lo normal es que

algunos recuerden una luz blanca y es todo.

—C-creo que ya lo entendí. Si es imposible que haya muerto y que esté aquí

sólo para absorber la información del Unuscéntrum y posteriormente ascender al

Cielo, entonces tal vez mi cuerpo sufrió una muerte cerebral. Pero…

—¿Por qué es imposible que mueras, humano inusual?

—¡Cállate! No me dejas concentrar… Pero, si sufrí una muerte cerebral, mi

magnífico cuerpo se hubiera regenerado de inmediato… Entonces… no sufrí

ningún daño físico…, sino mental… Mental… ¡Eso es! ¡Martini tiene la culpa!

Si transfirió mi mente a su tonto proyecto RVI, quiere decir que vació mi

cerebro. Éste no murió, sólo está vacío. Pero como seguía conectado a la RVI,

mi cuerpo nunca percibió que mi mente se había ido. Sin embargo…, cuando

entré al agujero negro… ¡mi cerebro se vacío! ¡Mi cerebro ya no sintió a la

mente en su lugar! ¡Exacto! ¡Ahora tiene sentido! Estar dentro de la RVI era

como engañar a mi cerebro; pero cuando caí al agujero negro, debí de haber

salido de la RVI, por lo tanto, ¡salí por completo de mi cerebro!

—Lo que dices se escucha como una muerte cerebral artificial. Sí, eres un

humano inusual.

—Mi cerebro está vacío, mi alma no puede habitarlo, y por eso ascendí a este

154

lugar. ¡Soy un genio! Sólo necesito…

—¿Qué eres, humano inusual?

—Soy el diablo, ya cállate.

—Oh… Así que era eso…

—Si quiero regresar a mi cuerpo, tendré que… regresar por donde vine…

¿Cómo podré regresar a ese agujero negro?... ¡Oye, tú, cosa!, ¿cómo puedo

llegar a un agujero negro?

—Los agujeros negros no existen en la Realidad mental. Tendrías que salir del

Unuscéntrum y buscar uno en la Realidad material.

—¡Carajo! ¿Y cómo mierda salgo de esta mentada Realidad mental?

—Eso depende de ti.

—… … … ¡Mierda! ¡Explícate, cosa! ¡Tengo prisa!

—Tu cuerpo es el que debe funcionar correctamente para que tu alma regrese

instantáneamente. Depende de tu cuerpo en la Realidad material.

—¡Pero ya sabemos que mi cuerpo está fuera de servicio temporalmente!

¡¿Cómo regreso sin un cuerpo?!

—Algunos humanos, cuando llegan al Unuscéntrum, aprovechan su estadía para

explorar…

—¡Eso ya lo mencionaste!

—Cuando exploran, algunos corren con suerte y encuentran rápidamente los

pensamientos de sus seres queridos. Entonces se comunican con ellos por medio

de la mente.

—Por medio de la… ¡Gracias, cosa rara! ¿Dónde están los pensamientos de los

humanos?

—Están por todos lados. Como te lo dijimos antes, los pensamientos van y

vienen por todo el Unuscéntrum. Por ejemplo, cuando alguien en la Tierra tiene

una idea es porque su mente logró capturar ese pensamiento mientras viajaba de

aquí para allá en busca de una mente que la tomara. Si la persona en la Tierra

rechaza la idea, el pensamiento regresa al Unuscéntrum para seguir viajando de

un lado a otro en espera de otra mente, y la primera mente olvida esa idea. Pero

a veces las mentes se retractan y buscan las ideas que rechazaron. A veces sólo

encuentran parte de ellas. A veces no las encuentran. Otras veces, si tienen

suerte y nadie más las han capturado, pueden recapturarlas íntegras, tal como la

primera vez que las capturaron. En ocasiones, dos o más personas tienen la

misma idea; pero en realidad no son la misma, sino sólo muy parecidas. Ningún

155

pensamiento es perfectamente igual a otro.

—… ¿Y toda esa cháchara qué tiene que ver conmigo?

—Los pensamientos viajan por todos lados más rápido que la luz, y a veces

hasta se fragmentan o se mezclan cuando chocan con otros. Tendrías que poner

a prueba tu suerte e intentar capturar el pensamiento de uno de tus seres

queridos de entre todos los existentes.

—¿Y… cuántos pensamientos hay en total?

—Mmm… Contando pensamientos espontáneos, recuerdos, ideas, fragmentos

de pensamientos, sueños, deseos, «déjà vu», entre otros, son… varios trillones.

—¡¿QUÉ? ¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR, COSA DE MIERDA?!

—Varios trillones.

—¡¡TE ESCUCHÉ LA PRIMERA VEZ!!... ¡No puedo quedarme a buscar entre

tantos pensamientos!… Tiene que haber otra forma, tiene que haber otra…

—Eres el diablo, ¿no? La encarnación de la neutralidad.

—Sí. ¿Y qué?

—Cuando El Creador le dio vida a «Las Tres Eminencias», a la encarnación del

bien, a la encarnación del mal y a la encarnación de la neutralidad, los dotó de

espíritu, es decir, vida; y alma, es decir, libre albedrío y receptividad. Pero no les

dio un cuerpo que los limitara, y tampoco metió los pensamientos de sus almas

en el Unuscéntrum.

—¿Siempre le dan tantas vueltas a lo que dicen?

—Sin embargo, les obsequió una conexión especial e íntima para que pudieran

encontrarse cuando que se alejaran, una conexión fuera del Unuscéntrum. No

obstante, hace unos años humanos, cuando El Creador decidió darles un cuerpo

a Las Tres Eminencias para que resolvieran un conflicto en el que se metería la

raza humana, creó una sección temporal y privada en el Unuscéntrum con el fin

de que los pensamientos de Las Tres Eminencias viajaran de un lado a otro sin

mezclarse con los de los demás seres vivos.

—¡Genial! ¡¿Por qué no lo dijeron antes?!

—Pero esa sección la creó tan distante de la otra que ni siquiera los

Unusteléctum pueden llegar a ella. Sólo las almas de Las Tres Eminencias saben

encontrarla y visitarla incluso sin haber muerto. Si quieres comunicarte con

algún humano ordinario, estás en el lugar correcto; pero tendrás que intentar

hallar sus pensamientos e interferirlos. Si quieres llegar a la sección temporal de

Las Tres Eminencias, no podemos ayudarte.

156

—¡Pff!… Genial… Volvemos al mismo problema… ¿Por qué tienen que hacer

todo tan complicado?

—Eres una de Las Tres Eminencias, está en ti ese conocimiento. Busca dentro

de ti.

—Sí, sí, la respuesta está en mi corazón, bla, bla, bla… … … ¡Carajo! Deberían

de darte un instructivo cada vez que te dan un cuerpo. Tal vez no lo leería; pero

me gustaría tener la posibilidad de hacerlo cuando lo necesite…

El diablo de Estocolmo volteó hacia todos lados. No reconoció nada—. ¡Es

imposible!

¡Sólo hay luces y más luces! ¿Dónde está el letrero de «Sección VIP de

pensamientos»?

—Intenta hacer algo diferente.

—¿Qué quieres decir?

—Deja de pensar y mueve la boca.

—… No comprendo.

—Deja de pensar.

—¡¿Qué mierda significa eso?!

—Estás pensando. Deja de hacerlo. No nos necesitas, deja de pensar.

—¡¡QUE NO ENTIENDO!! ¡¡ME ESTÁN ESTRESANDO!!

—Tal vez eso funcione. Grita; pero hazlo con la boca.

—… ¿Qué?... ¿Cómo que…? ¿Entonces no estoy…?

—En el Unuscéntrum nos comunicamos sin boca, es decir, telepáticamente, y

vemos con los ojos cerrados. Quizá encuentres la sección de Las Tres

Eminencias si abres los ojos, despegas los labios y haces algo que no se haga

aquí.

—¡Carajo! ¡Es cierto! ¡Había olvidado que tenía los ojos cerrados!

El diablo los abrió. Aquella constelación de pensamientos desapareció. Todo

volvió a ser blanco. Después posó los dedos sobre su boca—. Vaya… Entonces

no estaba hablando… … … ¡¿Hola?! ¡¡OH, MIERDA!! ¡Mi voz! ¡Mi voz!

¡Hace eco!... ¡HOOLAAA! —Y recibió otro «¡HOOLAAA!» como respuesta—

. ¿Por qué esta sensación? Es como si fuese la primera vez que utilizo mis

sentidos.

—En el Unuscéntrum no existen los sentidos corporales, sólo los pensamientos.

Pero tú eres una de Las Tres Eminencias, eres parte de la excepción… Intenta

usar el poder que se te confirió… Ordena.

157

—Ordenar… … … ¿Ordenar?... … … ¡MUÉSTRAME LAS TRES

EMINENCIAS! —gritó.

De pronto, el diablo sintió que su alma fue atraída violentamente hacia enfrente,

dejando atrás los ojos negros de los Unusteléctum. Cuando su entidad se detuvo,

estaba completamente solo, en la nada; pero frente a él se manifestó una red de

pensamientos similar a la que había visto antes. Sin embargo, esta era tan

pequeña como la palma de su mano; y en lugar de luces y destellos celestes, los

pensamientos y sus conexiones eran negros cual tinieblas—. Así que esta es

nuestra conexión mental… … Bien… … … ¿Y ahora cómo entro ahí?... … …

¡Cosas! ¡Cosas raras de ojos negros! ¡Ey! ¡Necesito ayuda! ¡Olvidé preguntar

cómo entro a los pensamientos!... … … —No obtuvo respuesta alguna—.

¡Diablos!... … Mmm… Tal vez… funcione igual… … ¡QUIERO HABLAR

CON NÁZAR!

El diablo desapareció y fue enérgicamente abducido por aquella constelación

negra.

LXXVIII

—¡¡OMAIGÁ’!! ¡¡Estoy en el cerebro de Názar!! ¡¡No puedo creerlo!!... ¡Ey!

¡Názar!

¡Oye! ¡Pst! ¡Pst! ¡¿Me escuchas?! ¡Názar! ¡¿Me escuchaaaaaas?!

—… … … ¿Eh?... ¿Qué…?

—¡Soy yo! ¡El diablo! ¿Sí me escuchas? ¡Estoy en tu mente! Por cierto, en

verdad eres muy aburrido… … … ¿Me escuchas? ¿Hay buena señal?

—¿El…? ¡Fernando! Fernando, ¿en verdad eres tú?

—¡Claro! Me encuentro en un sitio muy raro; pero estoy bien. ¿Cómo están

ustedes? ¿Y Gus? ¿Está contigo? Oye…, un segundo, no sabía que te salía

barba tan rápido.

—B-bien, bien, estamos bien… Te estábamos esperando... E-eh… Gusakee no

está aquí. Se encuentra… con la muerte. Le ha estado ayudando a guiar almas.

—¿En serio?

—S-sí, ya sabes, estar cerca de mí no era de su agrado, así que se ofreció a

158

ayudar a la muerte mientras tú regresabas.

—¡Vaya! Pobre Gusakee, encuentra un trabajo y tiene que dejarlo el mismo

día.

—… ¿De qué hablas?

—Bueno, ya regresé. Es hora de poner manos a la obra, ¿no?… Como sabrás,

tuve que entregarme a la OPD para que liberaran a Gusakee. Un tal Martini me

metió en una especie de videojuego llamado RVI. Significa Realidad Virtual no

sé qué cosa.

—Realidad Virtual Incrustada, sí.

—Oh, ¿ya sabías sobre él?

—… Hace un par de años salió a la luz.

—… … … ¿Hace un par de…? Pero si Martini dijo…

—Fernando…

—¿Sí?

—Creo… que no te has dado cuenta…

—… ¿Eh? ¿De qué?

—Han…, han pasado 4 años desde que desapareciste.

—… … …

—…

—¿4…?... ¿4… años?... ¿4 años?… E-estás bromeando, ¿verdad?

—No, Fernando.

—P-pero…

—Hace cuatro años, cuando la muerte apareció para darme tu mensaje y

reunirme con Gusakee, se me reveló que tu mente había desaparecido por

completo. Tus órdenes fueron claras: no debíamos interferir entre tú y la OPD.

No lo hicimos. Sólo esperamos, y esperamos durante 4 años tu regreso... Han

pasado muchas cosas desde que te fuiste.

—… ¿C-cuáles?

—La OPD creó un chivo expiatorio para sacar a la luz todo lo que les convenía:

fundaron una organización fantasma de hackers. Digo «fantasma» porque eran

ellos mismos, la OPD; pero le hicieron creer al mundo que se trataba de un

grupo caritativo de hackers anónimos provenientes de las calles. Se ganaron la

aceptación de las masas publicando esporádicamente toda la información sobre

la RVI, el UniAversus y… sobre El diablo de Estocolmo.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué dijeron de mí?! ¡¿Qué se atrevieron a decir esos idiotas

159

sobre mí?!

Názar suspiró, cansado.

—«Los Iluminados», como se hicieron llamar un grupo de ineptos

programadores de la OPD, publicaron en internet los documentos que admitían

internacionalmente tu presencia; videos y grabaciones que evidenciaban tus

poderes; información sobre la «Dead devil» (la bomba nuclear que se detonó en

Italia), las grabaciones de tu arribo al Área 32, 47 y 66; y otros tantos videos y

fotografías sobre ti siendo encamado, intubado, conectado y supuestamente

asesinado dentro de esta última Área… Ese mismo día, Tobías Martini declaró

que lo revelado por el grupo de hackers Los Iluminados era totalmente cierto, y

le pidió una disculpa al mundo entero por guardar esa información,

argumentando que lo hicieron en favor del orden público, y que irían tras Los

Iluminados por atentar contra la paz internacional.

»Al día siguiente fue cuando Los Iluminados, como supuesta réplica,

subieron a internet la evidencia de la RVI y el UniAversus, junto con una

presunta lista de ventajas que el programa traería a la humanidad, además de un

mensaje para la OPD: «Queremos la RVI en todos los hogares del mundo». Esa

tarde, la OPD hizo pública su respuesta: «La RVI sigue siendo un prototipo y

aún no se conoce a ciencia cierta los riesgos que podría ocasionar en la

sociedad». Con la atención del mundo entero en la disputa, Los Iluminados de

inmediato respondieron: «No pueden negarnos lo que se construyó con los

recursos del pueblo. La RVI nos pertenece». Y eso provocó que las redes

sociales explotaran a favor de Los Iluminados. Todos exigían probar la RVI…

La OPD y aquellos que auspiciaron el proyecto habían logrado su objetivo.

—Hicieron de la RVI algo prohibido…, algo deseable… ¡Es psicología inversa

para principiantes!

—Así es.

—¡Malditos humanos estúpidos!... … ¿Ya… todo el mundo está dentro?

—No, aún no. Gracias a la intervención de algunos grupos de activistas,

incluyendo a La VID, sólo pocos humanos han probado la RVI. Tenemos suerte

de que tu regreso no haya demorado tanto.

—¡FUERON 4 MALDITOS AÑOS!

—Pero llegas con unas semanas de anticipación.

160

—¿Por…, por qué lo dices?

—Luego del buen movimiento de la OPD, el mundo cayó en un estado de

permanente incertidumbre, e incluso segregación. El caos se desató en gran

medida y hubo enfrentamientos en diversos sectores a causa de las opiniones

divididas. Muchos comenzaron a especular que se repetiría algo similar a La

Depresión del 21. Ese temor inestabilizó a las masas, las volvió presa fácil de

propuestas prematuras. La OPD aprovechó la situación para sacar el as que

escondía bajo la manga. Le propuso al mundo hacer algo que jamás se había

hecho antes en la Tierra: unir a las naciones.

—…

—Tobías fue la cara del «Proyecto PangeAZ». Esa fue otra de sus estrategias:

promocionar su imagen como la mejor opción de salvación. Y les vendió la idea

a las personas mezclando demagogia, filosofía y miedo.

—P-pero… Ahora que lo pienso… ¿Unir a las naciones es mala idea?

—No, no me malinterpretes. Aunar todas las naciones es el primer paso para

empezar a reconocer a la raza humana como una sola; pero es una teoría difícil

de llevar a la práctica. La única forma de que unir a los pueblos resulte

favorecedor para la humanidad es teniendo a un verdadero líder que guíe, no a

falsos profetas que arreen… Y, lamentablemente, Tobías va arriba en las

encuestas.

—¿Contra quién?

—… Contra nadie... Sólo él se ha postulado.

161

CAPÍTULO 8

Venganza con «V» de Realidad Virtual

Incrustada… O “Apocalipsis con «V» de

Virtual” (porque la “V” es como una “A”

volteada)… O simplemente “Apocalipsis”.

Escojan el título que quieran.

—¡¿QUÉ?!

—Al parecer, tiene a todos en los bolsillos. Por un lado, ningún civil quiere

tremenda responsabilidad con tan pocos beneficios. La propuesta de la unión de

naciones y un solo líder incluía que éste no gozaría de ningún tipo de lujos. Un

movimiento muy astuto de su parte, pues de esa forma se aseguró una carrera sin

competencia por parte de la clase obrera. Por otro lado, los empresarios,

gobernantes y políticos no quieren saber nada de «El nuevo viejo mundo», como

burlonamente le están llamando ahora a nuestra realidad material... Todos ellos

sólo buscan asegurarse una copiosa realidad alterna en la RVI, así que competir

contra quien estará a la cabeza de ésta es una idea muy tonta… Saben que si

Tobías se convierte en el nuevo «Líder Mundial», hará que todo el mundo entre

al UniAversus, y entonces lo virtual se convertirá en realidad.

—¡Mierda! ¡¿Cuándo se llevarán a cabo las elecciones?!

—El próximo viernes 31 de diciembre será la votación mundial a través de una

plataforma en internet, y se dará el resultado en punto de las 12 de la noche del

día primero para que en pleno año nuevo las naciones pasen a ser una sola, se

llame «PangeAZ», Tobías sea el primer Líder Mundial, y la RVI se lance

oficialmente al público, por lo que, deduzco, esa tal PangeAZ quedará desierta

en un parpadeo y será el fin de nuestra era… Se tenía pensado que el inicio de

esto fuese hasta mediados del año que viene; pero las personas exigieron

adelantar las votaciones para poder ingresar al UniAversus cuanto antes y que

162

coincida con el año nuevo terrenal.

»Afuera es una bomba de tiempo. Lo único que mantuvo a la sociedad

cuerda fue la amenaza de la OPD: «Se les dará en el UniAversus aquello que

poseían legalmente en la Tierra». Tuvieron que lanzar esa advertencia porque

muchos entusiastas abandonaron sus trabajos, descuidaron sus vidas y hasta

cometieron crímenes con el pretexto de que tendrían la posibilidad de iniciar

desde cero en la RVI.

—Espera. ¿Qué día es hoy?

—30 de noviembre.

—¡¿30 de nov…?! ¡Carajo! ¡Sólo tengo un mes para deshacerme de Martini! Y

si regreso para buscar sus pensamientos… ¡voy a volver cuando todo esto se

haya ido a la mierda!

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Lo único que supimos, por medio de

Tobías, así que ya te imaginarás la veracidad de esto, fue que lograron matarte a

través de la RVI para liberar al mundo de la amenaza que representabas. Eso,

por cierto, le sumó simpatizantes a la OPD y sus… métodos: espionaje, tortura,

pruebas nucleares, creación, posesión y venta de armas de la misma índole;

manipulación genética, etc… Pero, obviamente, no te mataron, no pueden

hacerlo… ¿Dónde estuviste todo este tiempo?

—En un lugar muy, muy extraño. Unos seres me dijeron que me encontraba… o

me encuentro, no lo sé, en el centro de El TODO. Se llama algo de Un…,

Uncentro…, Unoscentros.

—Unuscéntrum.

—Ah, sí… ¿Ya lo conocías?

—Hace algunos años tuve un sueño muy… peculiar. Me hallaba en el interior de

un cerebro, entre sus conexiones neuronales. Después aparecieron unos seres

que me explicaron que no era un cerebro, sino «el cerebro», y que se llamaba

Unuscéntrum. Desperté de inmediato sin poder saber nada más al respecto.

Investigué por todos los medios y no encontré nada que hablara sobre ese tal

Unuscéntrum. Meses después tuve otra revelación onírica: estaba meditando

sobre un volcán. De pronto, el volcán me tragó y me expulsó de nuevo en el

Unuscéntrum. Desperté repentinamente. Supuse entonces que debía recurrir a la

meditación para intentar saber algo más sobre ese lugar. Luego de mucha

meditación, logré separar mi mente de mi cuerpo y ascendí hasta el verdadero

Unuscéntrum. Sin embargo, en cuanto lo hice, a mi mente llegó el conocimiento

163

de que un minuto en ese lugar equivalía a varios meses en la Tierra, así que

decidí regresar, pues dejar mi cuerpo en trance, solo, sin protección, durante

meses, era muy peligroso. Jamás volví a intentar ascender; no obstante, logré

conservar una ínfima parte del conocimiento que ahí transitaba. Sé qué es el

Unuscéntrum y qué son los Unusteléctum. El tiempo de ellos es diferente. De

hecho, el tiempo es relativo en todos lados. Por eso unos minutos de ellos

equivalen a meses enteros de nosotros.

—Créeme…, ya lo noté… Pero creo que sé cómo salir de aquí…

—Tu instinto está hablando. Prosigue.

—La OPD no puede matarme, así que sólo devolviendo mi mente a mi cuerpo

conseguiré descender a la Tierra. Este es el plan: levantas tu trasero de esa

silla, vas por mi cuerpo, juegas un poco con tus códigos mágicos de

programación y enciendes de nuevo mi cerebro para que pueda regresar mi

alma a él.

—Pero hay un problema. Tal vez no lo sepas aún: como la OPD no pudo

destruir tu cuerpo, lo guardó en un ataúd de alta seguridad en una cámara

resguardada las 24 horas en uno de sus laboratorios subterráneos. Estaban

seguros de que nunca regresarías; pero tomaron sus precauciones. Incluso,

cambian el ataúd de laboratorio cada cierto tiempo. Tengo semanas que no logro

descifrar dónde lo tienen actualmente… No diré que intenté sacarte alguna vez;

pero reconozco que en una tarde de aburrimiento descubrí que la entrada a los

laboratorios, donde normalmente te esconden, son simplemente imposibles de

pasar sin autorización.

—¡Ja! Eso crees tú, pequeño ingenuo. Sólo necesitamos un arma para entrar

allí, darles un pequeño sustito de muerte a los que intenten impedírnoslo y sacar

mi hermoso cuerpo.

—Fernando, creo que olvidas que sólo soy un hacker y tengo a unos cuantos de

ellos a mi disposición, no a un grupo terrorista. Sabes muy bien que no me

gustan las armas.

—Sí, sí, eres un maldito pacifista aburrido de mierda, lo sé. Pero recuerda que

tenemos un arma infalible de nuestro lado.

—…

—Oh, sí… Lo sabes…, lo sabes muy bien.

—Gusakee.

—Él mismo… Un poco de esto, un poco de aquello, y Gusakee nos dará lo que

164

queremos. ¿Qué clase de apocalipsis sería sin la encarnación del mal presente?

—P-pero… Hace años que no lo veo. No he sabido nada de él desde que se fue

con la

muerte… … … ¿Tú puedes…? ¡Claro! Tú puedes comunicarte con él desde

donde estás, ¿no es así?

—Y sin pagar ni un centavo por larga distancia.

—¡Perfecto!

—Sigue con lo tuyo, y yo me encargo de traer al niño. Vuelvo enseguida.

—¡Oye! Recuerda que el tiempo es relativo. No tenemos otros 4 años.

—Lo sé. También de eso me encargo yo. Adiós.

—Que así sea.

LXXIX

—… Gusano…, gusano… ¿Me escuchas?

—¿Eh?

—¡Buuu! Soy tu… consciencia…

—¿Mi qué…?

—Nah, es broma.

—¿Eh?

—¡Soy el diablo! ¿No me reconoces?

—¿Señor?

—Has crecido mucho, Gus. Oye, ¿cómo demonios ganaste esos bíceps? Pásame

la receta, niño.

A diferencia de Názar, quien conservó sus 170 centímetros de altura y a quien el

tiempo sólo le obsequió unas cuantas arrugas y barba, el pequeño Yomimoto,

ahora con 17 años, medía 1.90 m. y pesaba el doble que antes.

—¡Señor! ¡¿Dónde está?!

—Estoy en tu cabeza y, por lo que veo, encontraste algo que hacer estos últimos

4 años.

—E-estuve supliendo a la muerte.

165

—Sí, lo sé. Por cierto, te queda el tatuaje. A mí nunca me sentó.

—G-gracias, señor... ¡Pero ya regresó! Le diré a la muerte que dejaré la

guadaña.

—No, consérvala, no molestes a esa gorda asquerosa todavía. Vamos a ocupar

del poder que te dio.

—¡¿Por fin atacaremos?!

—Así es. Es tiempo de venganza.

—¡Genial! ¿Qué haremos primero?

—Tengo un trabajo… muy explosivo para ti.

—Eeh… Pero, señor, si quiere que conserve mi guadaña, no podré hacer mucho.

Ya controlo mi ansiedad por guiar almas; pero tengo que seguir liberando.

—Lo sé, lo sé. Hablaría con la muerte para que te dé un descanso; pero el

tiempo pasa volando aquí donde estoy, y no…

—¿Dónde está, señor? ¿Por qué no lo veo?

—Es una larga historia. Názar te la contará después. Vamos, desaparece y ve a

su oficina en Nagasaki.

—Como usted ordene, señor.

—Buen chico.

LXXX

—¡Gusakee! ¡Cómo has crecido!

—E-eh… ¡Jeje! Sí, sí, un poco.

—Bueno, basta de reencuentros amorosos. Tenemos que ponernos a trabajar.

—¿Tú también lo estás escuchando, N?

—Sí. Fernando se encuentra en el Unuscéntrum, el centro de El TODO. Desde

allí puede comunicarse con cualquier ser vivo.

—¡Vaya! ¿Cómo llegó hasta allí, señor? ¿Consiguió salir de la máquina de la

OPD?

—Algo así. Názar, explícale todo cuando me vaya. Por ahora…

—¡¿Se volverá a ir, señor?!

—Sólo un instante. Primero tengo que dejarles mis órdenes para que recuperen

mi cuerpo. Después, mientras ustedes están ocupados rescatándome, iré tras ese

166

estúpido de Martini para retorcerlo hasta que agonice y me implore la muerte.

—¡NO! Tobías se ha ganado a prácticamente todo el mundo. Matarlo sólo lo

convertiría en un mártir y no se lo merece… Fernando, si lo matas…

—Mmm… ¡Carajo! Tienes razón. Es mejor que el mundo no sepa que he

regresado.

—¿Por qué? Si la humanidad se entera de que regresó, sabrán que es imposible

deshacerse del diablo, y se postrarán ante usted. PangeAZ será suya. ¡Usted es el

líder que necesita el mundo!

—Oh, calla, me estoy sonrojando.

—Siento decirlo; pero Fernando no es…

—¡Tú qué sabes! Sólo eres un cuatrojos.

—Niños, no se peleen, concéntrense… Como ya quedó descartado el

sanguinario y jugoso asesinato de Martini, tendré que idear algo más para

vengarme por haberme arrojado a ese estúpido hoyo negro virtual.

—¿Con quién hablan ustedes dos?

—H-hola, Shinigami, lamento no haber avisado que iba a dejar de guiar almas;

pero el diablo regresó. ¡¿No es grandioso?!

—¿El diablo? ¿Por fin regresó? ¿Dónde está?

—Pensé que tardaría menos en llegar este cerdito —se mofó el diablo.

—El diablo dice «hola» —mintió Gusakee.

—¿Está aquí? No puedo verlo.

—Se encuentra en el Unuscéntrum —intervino Názar—. Se está comunicando

con notros por telepatía; pero está en una sección donde sólo puede hablarnos a

nosotros dos.

—¿Unuscéntrum? Ah, sí, ya, lo recordé.

—En cuanto termine el trabajo del diablo, regresaré a…

—Déjalo, déjalo, Gusakee. Sé cómo trabaja este sujeto. Ni siquiera yo pude

contradecirlo. Tómate tu tiempo… Diablo…, idiota…, ¿me escuchas? Yo no te

escucho; pero sé que debes de poder escucharme a través de lo que están

escuchando estos chicos. En fin… Ahora que sé dónde está mi adepto, sólo me

queda aprovechar el transmisor para decirte, y me ofusca un poco decirlo, he de

admitirlo, que me alegra saber que has vuelto. Las cosas se han puesto muy

raras con los humanos. Si esa tal RVI se apodera de todas las mentes, nadie

morirá materialmente. ¿Sabes dónde me deja eso a mí? ¡En la calle! ¡Sin

trabajo! Haz algo rápido. Ya descansaste demasiado.

167

—¡No estuve des…! ¡Bah! Este imbécil no me escucha.

—El diablo dice que hará todo lo posible… y que también le da gusto saber de ti

—mintió de nueva cuenta Gusakee, sonriente.

—Bien. Sé que el diablo nunca diría eso; pero estoy seguro de que sí hará hasta

lo imposible por solucionar esto… Bueno, Gusakee, ya no necesitarás…

—¡NO! ¡Dile que no!

—¡No, espera! El diablo quiere que conserve este poder.

—Oh, ya veo. ¿Tienen planeado algo grande?

—Creo —dijo Gus.

—Eeh… ¿Estoy… interrumpiendo…?

—¡Sí! ¡Dile que sí!

—No, no, está bien, puedes quedarte.

—¡Mierda, Gus!

—P-perdón… Pensé que tal vez la muerte podría ayudarnos.

—¡Agh! Está bien… … … Pero no se lo preguntaré. Le ordeno que nos ayude.

—El diablo quiere que nos ayudes, Shinigami.

—Mmm… ¿Ser parte de esto e interrumpir mis más que merecidas

vacaciones?... No lo sé, no…

—¡Carajo! ¡Que no era opción!... Dile…, dile que haremos explotar muchos

lugares.

¡Tendrá almas por doquier!

—El diablo dice que mataremos a muchas personas, que…

—¡Acepto!

—Bien. Ahora dile que busque en todas las propiedades de la OPD dónde

esconden mi cuerpo.

—El diablo dice que busques en todas las propiedades de la OPD dónde

esconden su cuerpo actualmente.

—Será pan comido. Vuelvo en unos minutos.

—La muerte dice que será pan…

—¡Oh, oh, oh! ¡Dile que espere, dile que espere!

—¡Espera!

—¿Qué sucede?

—Pregúntale si ya sabe algo de Bundy y DeShields.

—El diablo quiere saber si ya sabes algo de Bundy y DeShields.

—Mmm… No, aún no. No han muerto.

168

—La muerte dice que…

—¡Ya lo sé, Gus! ¡Lo estoy escuchando!... ¡Mierda! Esos dos imbéciles… … …

¡Pero tengo el Unuscéntrum!... No… Eso me llevaría años… Tendrá que ser

después de que acabe todo esto… Como sea… Dile a ese idiota que ya se vaya y

que no se tarde demasiado.

LXXXI

—Tengo noticias.

—¡TARDASTE DE MÁS…! ¡Dile que tardó demasiado!

—Eeh… El diablo quiere saber las noticias.

—No sólo hay un cuerpo.

—¡¿QUÉ?!

—¡¿QUÉ?!

—¡¿QUÉ CARAJOS…?!

—Creo que la OPD no subestimó al diablo… Vi 49 diferentes diablos en 49

diferentes laboratorios… Créanme, a simple vista no se puede saber cuál es el

real.

—P-pero…

—Son… señuelos —caviló Názar.

—¡¿Y los 49 tienen vida?!

—El diablo quiere saber si tenían vida.

—No entiendo de máquinas humanas. Sólo vi lucecitas y números; sin embargo,

los cuerpos parecían estar dormidos. Respiraban; pero sólo eso.

—Puede ser cualquier cosa. Lo más probable es que estén hechos de silicona por

fuera, y algunos motores por dentro… Si la OPD pensó en todo, supuso que en

algún momento alguien más buscaría el cuerpo inerte de Fernando, incluso él

mismo. No necesitaban darles vida, solamente hacer creer que físicamente la

tenían.

—¿Y cómo saber cuál es el real?

—Fácil. El que esté más custodiado.

—Ahora que lo dices —intervino la muerte—, me pareció que algunos estaban

sospechosamente desprotegidos.

169

—¡Déjense de sospechas y suposiciones, y vamos de una vez por todas a

recuperar esos 49 cuerpos, así tengamos que explotar todos los laboratorios!

—Recuerda que tenemos que ser discretos, Fernando.

—¡Ya lo sé! ¡Cállate, no me lo recuerdes!... Sólo quería desahogarme.

—¿Entonces cuál es el plan? —preguntó Gus.

—Mmm… Mmm… … Mmm… … … Mmmmmmmmm… Pues ya qué. Tendremos

que robar… pacíficamente… los 49.

—La idea es obvia y casi imprescindible; pero para nuestra situación no est…

El diablo suspiró.

—Ser tan negativo no te llevará a ningún lado, N.

—Estoy siendo realista, Gusakee.

—Pues realmente me está irritando mi posición —gruñó el diablo—. Si tan solo

estuviera en la Tierra.

—Si estuvieras en la Tierra, no tendríamos que ir por tus clones.

—Oh, es cierto. Bueno, el punto es que me bastaría con aparecer y desaparecer

a mi parecer. Nadie podría detenerme. Pero ustedes… Mírense. Son el peor

equipo: la muerte no puede hacerle nada a un vivo, sólo nos sirve para observar

aquí y allá. Názar es pésimo con su cuerpo. Si la muerte lo llevase a uno de esos

laboratorios, lo acribillarían de inmediato. El único que podría ayudarnos en

esta situación es el mastodonte que está entre ustedes. Pero si dentro de uno de

esos 49 laboratorios alguien lo hace enojar…, el plan se va a la mierda junto

con la Tierra… Bueno, lo siento por la Tierra. Gus, tendrás que ser tú quien

vaya por esos cuerpos.

—¿Y-yo solo?

—Sí. No necesitas a la muerte para aparecer y desaparecer. Por eso pedí que

conservaras el poder. Además, físicamente eres el más apto. Názar no podría

cargar ni el cuerpo de un niño. Názar, demonios, la adolescencia no te ayudó en

nada. Mira a Gus.

—Mi fortaleza está en el interior —opinó Názar escuetamente.

—¿Puede acompañarme la muerte?

—Como quieras.

—¿Y ella qué hará?

—Mmm… No sé, dile que te cante, te tome una foto o algo así.

170

—La muerte podría ayudarlo a vigilar mientras él saca los cuerpos de las

Cápsula de Concentración Cerebral por Anegamiento... Tenemos que ser lo más

discretos posible para no alertar a los demás laboratorios. Nuestra ventaja es que

no hay cámaras de vigilancia en esas habitaciones, ya que la OPD quiso evitar a

toda costa que alguien como yo los vigile con sus propias cámaras.

—¿Y qué hago si me descubren de otra forma? Probablemente haya personas

dentro, alrededor de los cuerpos.

—Yo me encargaré de que nadie te vea. Acabo de tener una idea —intervino la

muerte con determinación.

—Bien. Entonces el equipo panteón irá por los clones. Názar estará aquí

esperándolos. Si uno de esos clones es mi cuerpo, le introducirá códigos

mágicos de computación a diestra y siniestra para reanimarlo. Cuando lo

consiga, podré volver a la Tierra. ¡Muévanse!

LXXXII

—¿Por qué aparecimos aquí, Shinigami?

—Porque necesito traer a alguien antes de ir a la primera Área. Vuelvo

enseguida, no te vayas.

—E-es…, está bien.

—Listo.

—¡Wuau! Eso fue rápido… ¿Q-quién es él?

—Se llama Gabriel, es…

—¡OYE! ¡ÉL ES QUIEN…!

—¡Espera, Gusakee, no le hagas nada!

—¿D-dónde…, dónde estoy?

—Tengo un trabajo para ti, Gabriel.

—¿T-tú eres…? ¡¡¿QUÉ MIERDA HICISTE, IDIOTA?!!

—Te devolví a la vida. Pero ahora formas parte de mi ejército…, de nuevo.

—¡¡YO NO PEDÍ UN TRABAJO!! ¡¡INTERRUMPISTE MI SEXAGÉSIMA

171

HAMBURGUESA!!

—Pero fue por una buena razón. Ayudarás a tu amigo el diablo.

—¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ DIJISTE?! ¡ESE IDIOTA NO ES MI AMIGO!

¡NO PIENSO AYUDAR A ESE…! Un momento… … … ¡Ja, ja, ja! Cometiste

un gran error al darme nuevamente este poder. Ahora iré tras ese estúpido para

vengarme por lo que me hizo.

—¡¡Ni te atrevas!!

La muerte detuvo a Gusakee.

—No podrás encontrarlo. El diablo ya no está en esta realidad. Se encuentra en

un lugar llamado Unuscéntrum.

—¿Unusqué?

—Larga historia. Luego te la contaré… o no. Por ahora, lo mejor será que me

acompañes si no quieres que te deje como un alma en pena aquí en la Tierra.

¿Recuerdas cómo te encontré aquella vez que el diablo te mató?

Gabriel bufó.

—… ¿Y qué carajos tengo que hacer para que me regreses al paraíso y pueda

seguir tragando hamburguesas como si no hubiese mañana?

—Qué bueno que lo preguntas.

En eso, la vestimenta de Gabriel cambió en un parpadeo. Ahora llevaba una bata

blanca y anteojos.

—¿Y esto es obligatorio?

—Sí. Agradece que esconden el cuerpo del diablo en un laboratorio y no en un

prostíbulo… ¡Jojo! ¿Entendieron?

—Tu sentido del humor está muerto —suspiró Gabriel, agobiado—. ¡JA! Está-

muerto.

¡Jajaja! ¡Ese sí es un chiste!

—No me dio risa —opinó Gusakee adustamente.

—¿Y él quién es?

—¿Recuerdas al niño que el diablo protegía?

172

—¡CARAJO! ¡¿EN ESO SE CONVIRTIÓ?!... Los esteroides no son buenos,

chico.

—¡No me inyecté ester…!

—Bueno, ya, tranquilícense. El diablo nos espera.

—Un momento. ¿Fue mi imaginación o dijiste que el cuerpo del diablo se

encontraba en un laboratorio?

—Sí; pero eso es parte de la larga historia que luego te contaré… o no.

—Eeeeh… Está bien… ¿Y qué haremos?

—Apareceremos en el interior de un laboratorio.

—¿Laboratorio de quién?

—Los detalles son parte de la larga historia. No me interrumpas.

—…

—Apareceremos en el interior de un laboratorio. En él se encuentra el cuerpo

del diablo, específicamente dentro de un ataúd o algo parecido. Tú caminarás

tranquila y confiadamente hasta la puerta de la habitación donde lo esconden;

tocarás la puerta, y le pedirás a las personas que están ahí dentro que desalojen

la habitación, que son órdenes de Tobías Martini.

—¿Tobías Martini? ¿Quién…?

—Tobías Martini. Es lo único que tienes que decir. Cuando todos estén afuera,

Gusakee, aquí presente, y yo apareceremos enseguida del ataúd. Gusakee lo

abrirá, sacará el cuerpo del diablo y desapareceremos de inmediato. Volveremos

a este bosque con el cuerpo.

—¿Por qué no vamos a la oficina de N?

—Tal vez no te has dado cuenta; pero, al parecer, el diablo no está en tu cabeza.

Por eso no ha dicho nada sobre que Gabriel nos ayude. Imagino que su mente

está ahora con ese otro chico. Si llevamos a Gabriel a esa oficina, el diablo se

enfurecerá.

—¿Y por qué no trajiste a otro que nos ayudara?

—Porque ya he trabajado antes con Gabriel y vale más diablo por viejo que

viejo por diablo…, o algo así dicen los humanos. El caso es que Gabriel es la

mejor opción que tenemos en nuestra posición.

—… … Mmm… Está bien.

173

LXXXIII

—Ejem… Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar

la habitación de inmediato.

—¿Y tu identificación?

—… ¡Mier…!

—Dile que sí la tienes. Apareceré una en tu bolsillo —le dijo la muerte, quien

no podía ser visto ni escuchado por los demás.

—Mier… Mi e… Mi identificación está aquí.

Aquel guardia la observó unos segundos, y luego asintió.

—Un momento, por favor… … … Salgan todos de aquí. Son órdenes del

Secretario Martini… … … Adelante, Sr. Gadiel.

—¿Gadi…? Gracias. Ahora váyase usted también y dígale a todos que no entren

hasta que yo salga.

—Entendido.

—… ¡Oye! ¡Escribiste mal mi nombre!

—Disculpa. Lo que pasa es que…, normalmente…, la muerte…, no escribe

nombres, sólo mata seres vivos.

—Ya, ya, como sea.

—Gusakee, ¿cómo vas con…?

—El ataúd está sellado. Mira, parece que se necesita un código… No entiendo

nada de esto, soy pésimo para las computadoras.

—Mmm… Tenemos que hacer algo rápido.

—¡Ya sé! Regresaré con N y le preguntaré qué hacer. Vuelvo en un parpadeo.

174

LXXXIV

—¡N! ¡Veo el cuerpo del diablo; pero no puedo abrir la caja! Necesito una

contraseña o… algo así… ¡¿Qué hago?!

—Tranquilo, Gusakee… Dame un segundo… … … Mira, usa esto.

—¿Qué es?

—Es un obstructor de energía. Adhiérelo a la cubierta del ataúd y presiona este

botón de aquí. Si la pantalla se pone azul, quiere decir que la obstrucción se

llevó a cabo con éxito. Si cambia a rojo…, salgan de ahí de inmediato.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Porque, habitualmente, cuando se instalan controles de acceso con cerraduras

de esa naturaleza y se detecta una anomalía eléctrica en el circuito, se envía un

mensaje de alerta que activa alarmas externas incluso a kilómetros de distancia,

lo cual, de suceder, evidenciaría que estamos intentando violar los mecanismos

de seguridad.

—… … Eeeh… Bien… Azul: bueno. Rojo: corre… … Entendido.

—No te preocupes. Este obstructor de energía lo construí con sumo cuidado, no

les fallará.

—… … Eeeh… Bueno.

—No confías en mis capacidades, ¿verdad?

—… … Adiós.

LXXXV

—¿Por qué tardaste tanto, muchacho?

—Cállate.

—Gusakee, ¿qué es eso que llevas en las manos?

—Me lo dio N. Sirve para abrir esta cosa… Esperemos.

Gusakee adhirió el obstructor a la cubierta del ataúd metálico, presionó el botón

que le indicó Názar y esperó.

—… … … ¿Y bien?

175

No sucedía nada.

—Listo.

La pantalla se iluminó de azul, la cubierta metálica profirió un chasquido, y el

extraño líquido que contenía el ataúd descendió por unos conductos hasta que el

cuerpo del diablo terminó sin una gota.

—¡Genial! ¿Crees que este sea el verdadero?

Gusakee posó su mano sobre la frente del diablo.

—N-no…, no lo sé... Está muy helado; pero se siente como piel... Mejor

salgamos de aquí. Ustedes regresen al bosque, y yo le llevaré el cuerpo a N. Los

veo en un minuto… ¡Ah! Oye, tonto, despega ese aparato y llévatelo. Nos

servirá para los otros ataúdes en caso de que este no sea el diablo.

Gabriel bufó.

—… … … No porque parezcas actor porno vas a venir a darme órdenes, niño.

—Pero yo sí. Haz lo que Gusakee te dijo.

—… … Idiotas.

LXXXVI

—N, aquí está el cuerpo.

—Bien.

Názar lo tocó.

—¿Es el…?

—… … No. Es silicona, indudablemente, aunque debo de admitir que se siente

176

muy real.

—… Oh… … ¿Y qué hacemos con él? ¿Lo regreso al laboratorio?

—Mmm… No, déjalo aquí. Quiero hacerle una autopsia.

—… Qué lástima. Esperaba que sí fuese… Oye, ¿y el diablo? ¿Dónde está? No

lo escucho en mi cabeza.

—Salió de mi mente segundos después de que se fueran. Tiene otras cosas en

que pensar. Volverá cuando hayamos encontrado su cuerpo.

—Oh… Entonces regresaré de inmediato. Nos vemos.

LXXXVII

—Y que ni se te ocurra desapa… ¡Ah, Gus! ¡Volviste! Bien… Vamos al

siguiente laboratorio.

—Sí. En marcha.

LXXXVIII

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la

habitación de inmediato.

—¿Y el memorándum?

—¿Eh?

—El memorándum con la orden.

—Ah… Claro… Lo tengo… Aquí…, en mi bolsillo derecho… Justo aquí.

Gabriel, nervioso, metió la mano y sintió con alivio una hoja de papel.

—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje la habitación de inmediato.

Atentamente, Tobías Martini» —leyó el guardia. La hoja estaba sellada por la

insignia de la OPD, la cual podía verse en todas las paredes de los

laboratorios—. Mmm… Está bien… —asintió algo receloso—. Un segundo…

… … … ¡Salgan todos! Son órdenes directas del Secretario —les gritó a los

177

investigadores del interior—. Listo.

—Gracias. Puede irse.

—… … … Sí.

—Lo hiciste bien, Gabriel.

—¡¿No le viste la cara?! ¡Probablemente ya nos delató! De seguro así ni son los

memorándums. ¡Eres un idiota!

—¿Tú sabes cómo son?

—… N-no…

—Entonces cierra la boca... Iré a vigilar. Gusakee, haz lo tuyo mientras vuelvo.

—Sí.

LXXXIX

—N, aquí está el otro cuerpo. Creo que este tampoco es el verdadero.

—Déjame observarlo un segu… No, no es. No importa, déjalo aquí.

—Sí.

—¿Cómo les está yendo con la vigilancia en los laboratorios?

—Creo que estamos bien por ahora.

—Perfecto. Sigan así.

—¿Qué encontraste en el primer cuerpo?

—Nada interesante. Como lo sospeché, sólo era un muñeco de silicona con

algunos mecanismos básicos en el interior para hacer creer que respiraba.

—Bueno, iré por el tercero… Espero que, como dicen, la tercera sea la vencida.

XC

—Traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la habitación

de inmediato.

—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje…». … … Entendido. Espere

aquí.

—Gracias... … … Ahora retírese usted también.

178

—Gus, muévete.

—Sí.

—Oye, huesuda, ¿crees que este…?

—¡Maldición! Este también parece ser de silicona… ¿Cuántos más tendremos

que llevar? ¡Carajo!

XCI

—También es falso… No te preocupes, Gusakee. Cada vez estamos más cerca.

El chico gruñó, agobiado.

XCII

—(…) Tienen que desalojar la habitación de inmediato.

XCIII

—… … Tampoco es.

—¡MIERDA!

—Paciencia, paciencia.

XCIV

—Gracias. Retírese usted también.

179

—¡TAMPOCO ES ESTE!

—¡Gusakee, no grites!

XCV

—Lo siento, Gus. No es…

XCVI

—(…) Tobías Martini.

—Un momento.

XCVII

—No, tampoco.

XCVIII

—Mmm… No, no es.

180

XCIX

—Este tampoco.

C

—(…) desalojar la habitación de inmediato.

CI

Názar movió su cabeza de un lado a otro.

CII

—(…) habitación de inmediato.

CIII

—Ya casi, Gus, te lo prometo.

CIV

181

—(…) de inmediato.

CV

—Falta muy poco. Paciencia.

CVI

Luego de más de 20 cuerpos, el muchacho ya estaba a una provocación de

perder los estribos.

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la

habitación de inmediato.

—A ver ese memorándum.

—Tome.

—Mmm… Está bien… … …

—¡Gus! Ten cuidado con la máquina. No debemos causar destrozos.

—Cállate.

CVII

Názar suspiró.

—Este tampoco es.

—¡YA! ¡ESTOY HARTO!

—Te entiendo, Gusakee. Sólo te pido un poco más de paciencia. Estamos a

menos de la mitad.

—Tú y tu paciencia… ¡Mira tu maldita oficina! ¡Parece una fosa común!

182

—No importa.

—¡Claro que importa! ¡Tal vez ese idiota de Tobías nos tendió una trampa! ¡Tal

vez ni siquiera está el cuerpo del diablo en este planeta!

—… … … Lo sé; pero primero tenemos que descartar…

—¡Descartar nada! ¡Voy a ir al siguiente laboratorio y mataré a todos!

—¡NO! ¡APÉGATE AL PLAN!

—… … … No… te atrevas… a gritarme… de nue-vo.

—¡Gu…! Gusakee, Fernando está de acuerdo en que tenemos que actuar con

prudencia.

—¡¿Y dónde está él?! ¿Eh? ¡¿EH?!

—Te he estado observando todo este tiempo, gusano.

—¡S-señ…!… No sabía que… … … ¿Por qué nunca lo dijo? ¿Tú sabías sobre

esto, N?

—No.

—No quise interferir, Gus... Y mira que deseé hacerlo cuando vi que viste que

la muerte había traído al idiota de Gabriel… Pero Názar tiene razón, tenemos

que ser pacientes e inteligentes en nuestros movimientos.

—Pues ya me harté de eso. Hemos recorrido más de la mitad de los laboratorios

y aún no damos con su cuerpo.

—Pero lo harán, tarde o temprano. La meta siempre estará ahí. Lo único

susceptible de cambio es el trayecto.

—Empieza a sonar como N. Y yo no soy como ustedes dos.

—¡Gusano! ¡No alimentes tu enojo! ¡Ni el mío! Te necesitamos tranquilo allá

afuera.

¿Harás lo que te pedimos?

—… … …

—¡Vamos! Sé un hombre y aprende a tomar una decisión. O estás con nosotros

o en nuestra contra. Decídete ahora mismo. ¿Estás con nosotros? ¿Sí o no?

—… … … Yo…, yo… … ¡No! ¡Decido que no! ¡Decido hacer las cosas a mi

modo! ¡El siguiente laboratorio sabrá quién es Gusakee Yomimoto!

—¡Cualquiera puede romper cosas! ¡Romper cosas es de niñitos! No tienes

opción, tu respuesta será un «sí». ¡Ahora ve a la siguiente Área y haz el trabajo

como se debe! ¡Es una orden!

—… … … E-está… bien —masculló el muchacho, y desapareció en un abrir y

cerrar de ojos.

183

—Pensé que lo perderíamos.

—No, no te preocupes. Gracias a este sitio donde estoy, descubrí que Gusakee

no expulsará su poder con un enojo mundano.

—¿Eso fuiste a hacer?

—Sí, eso…, entre otras cosas... Quería ver si esta rara sección del raro

Unuscéntrum sabía cómo provocar a La Tercera Eminencia. Ahora sé qué

hacer y qué no... Gusakee necesita mano dura.

CVIII

Las Áreas pasaron, los muñecos de silicona siguieron apareciendo; pero

Gusakee guardó la calma.

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la

habitación de inmediato.

—¿Y el memorándum?

—Aquí está.

—… Bien. Vuelvo enseguida.

—Gracias.

—Listo. Pueden pasar.

—… … … ¿Notaron algo extraño en ese guardia?

—¿A qué te refieres?

—No lo sé… Fue como si…

—Eeeh… Oigan…, ¿es normal que…?

—¿Qué?

—Oh…, oh…

—¿E-es…, e-es… el diablo?

—S-señor…, ¿es usted?

—¡Ja, ja, ja! No, no soy el diablo, muchacho.

—¿E-eh?

—¿Creyeron que no nos daríamos cuenta?... 43 cuerpos extraviados, un estúpido

con una identificación falsa y un papel barato con un sello inexistente. ¿Creen

que la OPD nació ayer?

184

Aquel cuerpo que salía del ataúd, sin que Gusakee lo hubiese abierto, era

idéntico a Fernando Luciani Sansixto. La única diferencia física eran sus ojos.

Sus ojos también eran fieles copias; pero sin vida. Y su voz, su voz era

diferente.

—¿Eres…?

—Soy la OPD…, soy Tobías Martini.

—¿Y qué harás ahora? ¿Eh? ¿Atacarnos? Tal vez no lo sepas; pero la muerte

está de nuestro lado.

—¿Atacar? No sé quiénes sean; pero no valen la pena. Sólo necesito salir a las

calles con este cuerpo para que el mundo entero pida a gritos los servicios de la

OPD... La Realidad Virtual Incrustada está a punto de ser la nueva realidad.

—¡Ja! No irás a ningún lado. Podrás parecerte al diablo; pero te aseguro que no

tienes ni el mínimo de su poder.

De pronto, Gusakee atacó. Con un solo derechazo a la mandíbula arrojó aquel

cuerpo al suelo.

—¡Mierda! ¡Pensé que sería un robot o algo parecido! ¡Esta cosa es real!

—Mira quién ríe ahora, niño.

—¡Cállate! Te recomiendo que te quedes en el suelo si no quieres que te

arranque los ojos.

—No te atreverías.

—¿Quieres verlo?

—Me da igual. Este cuerpo es sólo uno de 6 clones perfectos. Los otros 43 eran

simples señuelos de silicona para distraer a los curiosos. Si le haces algo a este

clon, tengo otros 5 para habitar… Hubiéramos creado 49 clones perfectos; pero

salía demasiado caro.

—¿Por qué… lo hiciste?

—Utilizo la imagen del diablo a mi favor… Tengo al planeta entero en la palma

de mi mano; pero en caso de que surja un contratiempo que aleje a las personas

de mí, puedo presionarlas psicológicamente para que corran buscando refugio en

mis brazos. ¿Cómo crees que se sentirían si vieran que el diablo, el que

supuestamente fue derrotado por la organización internacional más poderosa,

185

resurge de la nada para cobrar venganza? La gente suplicaría de rodillas que la

OPD salga al rescate, ya sea que invierta más dinero en armamento o que metan

a todos al UniAversus. Luego, si la situación lo amerita, puedo matar a uno de

estos clones para ganar más confianza. Y si de nuevo la determinación del

mundo fluctúa, tengo más clones a mi disposición.

—Bien. Veamos si es cierto —gruñó Gusakee, y con tan solo una patada

destrozó la cabeza de aquel diablo. Los sesos quedaron esparcidos por todos

lados.

—¡Oh, carajo! ¡Eso… fue…! —exclamó Gabriel con inquietantes náuseas.

—No. Podrá parecer un humano; pero no lo es.

—¿Y qué haremos ahora? —inquirió la muerte.

—Darnos prisa. Tenemos que matar los otros 5 clones antes de que salgan a la

luz.

—… ¿Eso… quiere decir que ningún cuerpo que vi en los 49 laboratorios es el

verdadero? ¿Sólo son réplicas?

—Averigüémoslo.

CIX

—Vaya, tardaron más de lo que pensé.

—¡¿Qué?!

—¿Por qué te sorprendes, chico? ¿Creíste que controlaba esos clones por medio

de hilos y tenía que viajar hasta la otra Área para tomar los del nuevo clon?

Estamos en el futuro, muchacho, ni siquiera necesito estar en la Tierra para

controlarlos.

—Felicidades.

Y Gusakee saltó sobre el clon para romperle el cuello.

—Realmente me estás asustando, niño —opinó Gabriel, conturbado.

—Vámonos —atajó Gusakee.

186

CX

—Oye, eres un maleducado. No me has dejado terminar de explicarles mi plan.

—No queremos escucharte.

—Ese es el punto. Con el clon anterior estaba por decirles que no sólo no

necesito estar presente, sino que tampoco necesito ser yo quien lo manipule.

—¿A qué te refieres?

—Ya destruiste 2 de mis 6 clones. No dejaré que destruyas el tercero.

—¿Y qué harás al respecto, eh?

—Dejar que el diablo haga su trabajo.

—… Explícate.

—Ah, ahora sí quieres explicaciones.

—… Te lo ganaste.

Y en menos de lo que cae un rayo, Gusakee había partido por la mitad al clon.

—¡Jojo! Sí que perdiste la paciencia, Gus.

—Sigamos… Sólo faltan 3.

CXI

—¡NO ME GUSTA QUE ME INTERRUMPAN!

—¿Sigues siendo tú? ¿No habías dicho que…?

—¡Mocoso insolente! ¡Ahora verás lo que…!

Pero Gusakee le aplastó la cabeza con ambos puños antes de que Tobías pudiera

terminar su amenaza.

—Lento.

CXII

187

—¡¡ME LAS PAGARÁS!!

—¿En serio? Sólo te quedan 2.

En eso, justo cuando Gusakee dio un paso, aquel clon empezó a levitar. Los tres

partidarios del verdadero diablo se detuvieron.

—¿Ahora sí me dejarás…?

—No.

Gusakee apareció bajo los pies del clon, lo tomó del tobillo, lo arrojó con todas

sus fuerzas al suelo, y aquel diablo terminó como un charco de sangre y

órganos.

—¡Deprisa! Sólo le queda el último. Tenemos que evitar que salga a las calles.

CXIII

Los tres aparecieron en el laboratorio definitivo; pero el ataúd de metal no sólo

estaba abierto, estaba destruido.

—C-creo que… se fue.

—No, la verdad es que no —se escuchó una voz detrás de la terna.

Gusakee recibió un fuerte golpe en la sien que lo lanzó hasta la pared, la cual

atravesó.

—N-no… debiste…

—Quería desquitarme antes de salir. Nos vemos luego —se despidió el clon, y

destruyó el techo del laboratorio con su cabeza cuando levitó a gran velocidad.

Gusakee estaba furioso. Se puso de pie luego de agitar la cabeza, y se dispuso a

seguir al diablo; no obstante, Gabriel se adelantó.

188

—¡Déjamelo a mí!... Hace mucho que quiero golpear a ese animal… aunque sea

un clon —se carcajeó el esclavo de la muerte, y ascendió por el enorme agujero

que estaba creando cual máquina perforadora la réplica parlante.

Gabriel alcanzó a su enemigo justo al llegar a la intemperie. Aquel laboratorio

subterráneo se encontraba sorpresivamente bajo un estadio de béisbol.

—Hola, extraño.

—¡Vaya! Qué forma de esconder un laboratorio…

—Agradece que esta noche no hay juego. ¿Te lo imaginas? Más de 15 mil

personas atentos al terreno; cientos de teléfonos celulares al acecho, el suelo

abriéndose bajo la segunda base, y…, de pronto…, aparece el diablo, quien

supuestamente había sido vencido por la OPD. ¿Qué crees que sucedería

después?

—Ahora que lo pienso…, no me interesa...

189

CAPÍTULO 9

D. D. D. (D3)

—¿Eh?

—Yo ya estaba muerto. Disfrutaba del paraíso tranquilamente; pero la muerte

apareció y me obligó a venir… Lo que le suceda al mundo, al Cielo no le afecta,

así que me importa un carajo lo que hagas con tus juguetitos tecnológicos. Pero

he de admitir que me ofrecí a seguirte no para detenerte, sino porque tengo una

deuda pendiente con el diablo y… me encantaría… tener la oportunidad de

volver a partirle el hocico.

—¿Me estás amenazando? ¿Te atreves a amenazarme?

—No…, una amenaza es la que puede o no cumplirse.

Gabriel desapareció frente a los lívidos ojos del clon y reapareció con su rodilla

bajo éstos.

—¿Sabes qué es lo mejor de manipular un cuerpo que no es tuyo?

—Déjame adivinar: no sientes dolor.

—Exacto —se regocijó Tobías, retrocediendo unos metros todavía en el aire.

Sus labios sangraban copiosamente; pero su expresión era de total satisfacción.

—Qué lástima… El dolor se siente tan bien.

El clon del diablo entornó los ojos al ver que Gabriel había materializado una

navaja en su mano derecha para después abrirse, con un fino corte, la piel que

revestía sus nudillos izquierdos. Tobías estaba por abrir la boca cuando su

enemigo desapareció una vez más y se manifestó a centímetros de él para

propinarle un gancho siniestro que lo arrojó hasta el graderío. Gusakee apareció

en el preciso lugar donde quedó el cuerpo desfigurado.

—¿Te diviertes en ese cuerpo, Tobías?

—Mucho —profirió.

—Pues será la última vez que lo hagas.

190

Gusakee lo tomó del cabello y lo alzó unos metros.

—Te equivocas. —El clon de El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—

Dije la verdad cuando mencioné que sólo teníamos 6 réplicas perfectas. Sin

embargo, aún escondemos el verdadero cuerpo del diablo.

—Y lo encontraremos.

—No, amigo, no… Él los encontrará primero.

—…

—Ahora mismo estoy conectado a una de nuestras creaciones tecnológicas más

prometedoras, la cual me permitía controlar a los 6 clones. Pero en el instante en

que te decidas a exterminar esta última réplica de tu amiguito, mi grupo de

científicos llevará a cabo la implantación de mi mente en el cerebro vacío del

diablo. Sí, puedes destrozar estos clones y decirle a la muerte que reviva a

escoria como ustedes una y otra vez; pero el cuerpo de Fernando es un arma y

una armadura infalible. Cuando me encuentre en su cabeza y mi mente tome el

control de sus manos, no habrá bala que me dañe ni materia que se me resista.

—… … …

—Bendita sea la tecnología, que nos deja sin palabras, ¿no lo crees?

—Te encontraré —masculló Gusakee, furioso.

El diablo sonrió burlonamente, y el muchacho lo dejó caer a las gradas para

clavarle los dedos en sus cuencas y arrancarle los ojos. En ese instante, Tobías

ya no tenía dominio sobre el último clon. A lo lejos, en el campo, la muerte

apareció enseguida de Gabriel.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó.

—N sabrá qué hacer. Yo iré a su oficina, ustedes busquen a Tobías y

deténganlo; pero no lo maten… De eso me encargaré yo —respondió Gusakee

al materializarse junto a ellos, con una gélida seriedad.

CXIV

191

—¿Qué sucedió?

—Tobías tiene control sobre el verdadero cuerpo del diablo.

—¡¿QUÉ?!

—Nos deshicimos de todos los clones; pero antes de matar al último, ese idiota

me confesó que una de sus máquinas trasferirá su mente al cerebro del diablo.

—N-no tenía idea de… q-que eso fuese posible.

—¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR?!

—¡Señor!

—¡¿Eso es posible?!

—A-al parecer.

—¡Názar! ¿Qué sabes sobre eso?

Názar agitó lúgubremente su cabeza.

—¿Por lo menos sabes dónde se esconde el verdadero cuerpo del diablo?

—La VID no me ha informado nada. Tengo a un equipo de cien personas

revisando las cámaras de vigilancia a las que tenemos acceso; pero tampoco

logramos ver cada rincón de la Tierra.

—Fantástico. Qué tipo tan eficaz —gruñó Gusakee.

—¡Oye! ¡Deja a Názar en paz y no estés «sarcasmando»!

—¿Eh?

—Sarcasmando: gerundio del verbo «sarcasmar». Sarcasmar: hablar

sarcásticamente. Su participio es «sarcasmado». Su conjugación es: yo

sarcasmo, tú sarcasmas, usted sarcasma, él sarcasma, nosotros sarcasmamos,

ustedes y ellos sarcasman... ¿No fuiste a la escuela? ¡Todo mundo lo sabe!

¿Verdad, Názar?

—¿E-eh? No…, n-no lo sabía.

—¡Sarcasmar! ¿No? ¿No conocían el verbo?... … ¡Vaya! Entonces lo saqué de

un pensamiento proveniente de una Tierra alterna… ¿Eso quiere decir que estar

en el Unuscéntrum me está volviendo más inteligente que Názar?

—¿Estuviste… en el Unuscéntrum? Es decir, ¿en la otra sección? ¿Fuera de…?

—Oh, sí. Salí un instante de nuestra sección VIP para experimentar un poco.

—¡¿QUÉ?! ¡¿Te das cuenta del riesgo que eso implica?

—No me grites, Názar.

—¡¡Pudiste haber regresado meses después!!

192

—Pero no lo hice. Comienzo a dominar esto de cazar pensamientos en el

Unuscéntrum. Sólo tienes que ser certero.

—¡Demonios, Fernando!

—¡Názar! Tú nunca maldices…

—No fue una maldición.

—Sí lo fue.

—No, no lo fue.

—Sí, definitivamente lo fue. ¿Verdad, Gus…? ¿Gusakee? ¡¿Dónde está ese

gusano?!

—¿Eh? ¡Fernando, ve a buscarlo de inmediato! ¡No permitas que arruine el

plan!

—Dame medio segundo.

CXV

—¿Encontraron algo?

—No…, nada.

—¿Y si dejamos a un lado las batas de laboratorio y las identificaciones falsas, y

empezamos a abrir puertas a patadas?

—… ¡Rayos! Me encantaría; pero… N y el diablo tienen razón. Si provocamos

a Tobías, podría hacer algo que comprometa la imagen del diablo.

—¡Lo tengo! Vayamos a una ciudad grande y veamos los televisores. Si ese tal

Tobías decide aparecer con el cuerpo del diablo, seguramente le avisará a todos

los medios de comunicación para que transmitan la noticia en vivo a nivel

mundial —opinó Gabriel.

—¡Bien pensado! ¡Dile a ese imbécil que digo que «bien pensado», y que me

las pagará por golpear a un clon mío!

—¡Eh! Está aquí.

—Sí. Quería asegurarme de que no harías nada estúpido.

—No, no lo haré…, no se preocupe —respondió Gusakee, cabizbajo—. Siento

ser tan explosivo a veces.

—Descuida… Créeme que si supieras lo que sé sobre ti gracias al

Unuscéntrum, sabrías que no has sido nada explosivo a comparación de lo que

193

podrías ser.

—¿Tan… poderoso soy?

—Eres casi como un «Big Bang», muchacho.

—Wuau… Nunca lo hubiese imaginado.

—Pero ya llegará el momento de verlo. Por ahora, será mejor que hagamos lo

que dijo el baboso de Gabriel. Estaré contigo. Necesito ver lo que ven tus ojos.

—Bien.

—Oye, chico, ¿te sucede algo?

—Seguramente está hablando telepáticamente con el diablo. Cállate.

—No, está bien, ya terminé… Vayamos a… … Mmm…

—¡Moscú! ¡Que sea Moscú! Nunca tuve tiempo de ir.

—Moscú, sí, vamos al centro de Moscú… El diablo nos acompañará. Verá y

oirá a través de mí.

—¿A través de ti? ¿Cómo…?

—Es parte de la larga historia que luego te contaré… o no —atajó la muerte.

—Como quieran.

—Ah, por cierto…, el diablo dice que tuviste una buena idea y que... … le da

gusto saber que estás ayudando.

—Oh… ¿En serio?... B-bueno —titubeó Gabriel con un gesto de sorpresa y

desconcierto.

—¡NO ES CIERTO, GUSANO! ¡DEJA DE HACER ESO!

Gusakee sonrió y desapareció.

CXVI

La nieve cubría soberbiamente a la noche en aquella gran ciudad. El frío

abrasador corrompía los huesos; pero gracias a ciertos sucesos, Gusakee,

Gabriel, la muerte y el diablo no tenían que pasar por eso.

—Miren allá. Es una tienda de electrodomésticos.

Los cuatro entraron a ese sitio sin ser vistos. Estaba cerrado, así que ningún ojo

194

humano los percibió; pero tampoco ojos artificiales. Ahí pasaron toda la noche,

observando diferentes televisores. El diablo en ocasiones regresaba con Názar

para preguntarle si La VID había visto algo; no obstante, la respuesta era

siempre desalentadora.

—Tal vez ni siquiera piensa salir todavía… Quizá tiene otro plan, quizá utilizará

el cuerpo del diablo para algo más —dijo Gusakee al amanecer.

—¡Oh! También podría estar ganando tiempo para que se acerquen las

elecciones — exclamó la muerte.

—Tienes razón… Incluso pudo habernos mentido. ¿Y si no tiene esa máquina

para meter su mente en el cerebro del diablo? Señor, ¿ha sentido algo en estas

últimas horas?

—Sí. Aburrimiento.

—No eso. Me refiero a algo que le haya indicado que su cuerpo fue reanimado;

pero que su alma no pudo regresar. ¿Sintió algo así?

El diablo negó con la cabeza. Después recordó que nadie lo podía ver por estar

en el Unuscéntrum.

—¡Ah! No, nada.

—Eso debe de ser una señal. Tobías es un mentiroso. Estoy cien por ciento

seguro de que no tiene control sobre su verdadero cuerpo.

—No lo dudo. Soy demasiado genial como para que un humano cualquiera me

controle.

—Muchacho, me incomoda que te quedes viendo a la nada de esa forma.

—Estoy hablando con el diablo. Al parecer, no ha sentido nada que le indique

que Tobías revivió su cuerpo.

—Bien. Entonces es todo. Vámonos de aquí —suspiró Gabriel, estirándose

incómodamente por estar varias horas sentado observando los televisores.

—Mmm… … No. Quédense.

—¿Eh? P-pero… Esperen. El diablo quiere que nos quedemos.

—¿Por qué? No tiene caso. Esto es estresante.

—Iré a hablar con Názar. Tengo un plan. Ustedes sigan observando. No se

muevan de aquí hasta que regrese. No tardaré.

—E-es… está bien. El diablo dice que regresará en unos instantes. Esperaremos.

195

Gabriel bufó y volvió a tomar asiento. La muerte ni siquiera les prestó atención.

Llevaba media hora viendo una comedia mexicana.

—¡Jaja! Esos aztecas y sus tacos.

CXVII

—¡Názar!, tengo un plan.

—¿No han visto nada en las noticias de Rusia?

—Ya olvidémonos de eso. Probablemente Martini nos mintió y sólo está

ganando tiempo para el día de las elecciones.

—… … … No lo había pensado. Tienes razón.

—… … Sí…, tengo razón... A mí se me ocurrió… … Bueno, da igual, tengo un

plan. Saldré de nuestra sección VIP para buscar el pensamiento de Martini que

me indique dónde esconde exactamente mi cuerpo.

—¡NO! ¡NO! ¡Sólo tenemos un mes!

—Názar…

—¡Es…, es muy arriesgado!

—Mi instinto, Názar, mi instinto… ¿Acaso olvidas que si mi instinto me dice

que te golpee, tengo que hacerlo?

—… … … Está… bien… Te escucho.

—Buen chico... … … Ahora dame la pata.

—Fernando…

—Mejor te ordeno que no me des la pata… Bien hecho. Así me gusta. Buen

chico.

—¡Fernando! ¡El tiempo!

—Como te iba diciendo, tengo un plan. Mi instinto ha hablado y dice que debo

ir a ese ordinario Unuscéntrum lleno de pensamientos comunes y corrientes…

¡Brr! Qué asco… En fin. Tengo que salvar al mundo. De nada.

»Una vez allí, no perderé tiempo buscando los pensamientos de Martini que

me indiquen dónde se encuentra él o qué planea. No, eso no, no nos sirve de

nada. Me dedicaré a buscar el pensamiento sobre dónde escondió mi cuerpo.

196

En cuanto tenga la localización, regresaré, te la daré, la buscarás en tu mapa

mágico de internet, mandaré a la perra de la muerte por mi cuerpo, te lo traerá

y te encargarás de reanimarlo para que yo pueda regresar. ¿Qué te parece?

Názar suspiró.

—Que así sea…, que así sea.

—Pero eso no es todo. Mientras yo me encargo de eso, tú postúlate para Líder

Mundial. Es una orden.

—¡¿QUÉ?!

—Tú sabes quién eres. El mundo estará mejor en tus manos que en cualquier

otras. Tienes que darte a conocer, decirles a todos lo que has hecho estos

últimos años, informarles sobre los riesgos naturales de la RVI y, bueno,

abrirles los ojos a los humanos. Tú mejor que nadie sabe cómo hacerlo. ¡Tienes

algo enorme a tu favor! Si no hubiera sido por lo que hiciste en La Depresión

del 21, ni siquiera estaríamos vivos… Y no te preocupes por el imbécil de

Martini. Cuando el mundo te conozca, nadie votará por él. Confío en la

inteligencia y comprensión de las personas; y en la democracia aún existente…

Sé que entenderán tus acciones e ideales, y te elegirán… Eres la encarnación

del bien, Názar, La Segunda Eminencia… Y, no lo sé, tal vez, si cuando regrese

ya eres el primer Líder Mundial, no tengan que enfrentarse a muerte La

Eminencia del bien y la del mal… Nada está escrito, ¿no?

—F-Fernando…, no…, no sabía que tú… confiabas de esa forma en mí.

—Sí, pero no intentes besarme… Mejor me voy antes de que te pongas más

sentimental.

—Oh, espera… ¿Cuánto tiempo pasaste en el Unuscéntrum antes de lograr

comunicarte conmigo? Quizá pueda calcular cuántos minutos terrestres

equivalen a un minuto en el Unuscéntrum, y así sabríamos...

—Oye, no lo sé. No acostumbro llevar un cronómetro a todos lados.

—Mmm… Está bien… Entonces no pod…

—Pero conté 230 líneas en 6 páginas, en la primera edición de la historia.

—¿Eh?

—Eso quiere decir que aproximadamente 4 líneas equivalen a 1 mes terrestre.

—¿C-cómo…?

—Sólo tengo que tardar menos de 5 líneas para llegar antes de las votaciones.

197

Pan comido. ¡Ah! Y cuando ganes, por lo que más quieras, no le pongas

PangeAZ al mundo. Nos vemos.

—¡No! ¡Espera!

CXVIII

—Hola, Unus. ¿Cómo están? ¿Bien? Qué bueno. Me da igual. Como sea. No

estoy aquí por ustedes. Hasta luego.

—¿Podemos ayudarte en alg…?

—No. Terminé. Hablan mucho. Vine rápido. Ya conseguí lo que quería. Adiós.

—Sabemos dónde está el pensamiento que nos pediste la vez pasad…

—¡¿En serio?!...

CXIX

—Listo. Ya sé dónde esconden mi cuerpo. Te sorprendería saber que en este

momento se encuentra flotando a la deriva en el interior de Júpiter. La OPD fue

muy astuta, tengo que admitirlo. Un mes terrestre después de mi llegada al

Unuscéntrum, le dijeron al mundo que enviarían una sonda a ese planeta para

explorar su atmósfera. Pero después de lanzarla, montaron una escena a

computadora donde se observaban las supuestas últimas imágenes que captó

antes de ser destruida por un supuesto asteroide. Buena farsa. En realidad,

habían enviado mi cuerpo en un contenedor que se desintegró de inmediato,

dejando mi hermosa figura solita en aquella bola de gases.

—… Fernando… —musitó Názar, cabizbajo.

—… … ¿Sí?

—Feliz año nuevo y… bienvenido a PangeAZ… … … Ayer, Tobías fue elegido

como el primer Líder Mundial.

—¡¿QUÉ?! ¡¡ESTÚPIDOS HUMANOS!! ¡¡NO SABEN LO QUE ES MEJOR

PARA ELLOS!! ¡¡DEMONIOS!!

—Hice lo que pude, lo siento. Lo dije todo y… no gané.

198

—… … … Espera… … … ¿Gusakee y los demás siguen en la tienda de

electrodomésticos?

—¿Eh?

—… N-no, nada… Ahora vuelvo.

CXX

—… No pensé que sucedería…

—¡Miren aquí!

En una de las pantallas, un noticiero transmitía imágenes aéreas en vivo de

cientos de personas formando una brutal fila afuera de un inmenso

establecimiento con la insignia de la OPD en el techo.

—¡Vaya! Sí que tenían prisa por probar ese estúpido simulador virtual.

—¡Señor! ¡¿Por qué tardó tanto?! Tobías ya gan…

—¡¿Por qué no se fueron de este lugar?! Son unos idiotas.

—Usted nos dijo que…

—¡Ya, ya! Eso no les quita lo idiotas… En fin... Tardé más de lo esperado; pero

ahora sé dónde está mi cuerpo. Es hora de arreglar este desastre… Dile a la

muerte que se dirija a Júpiter y traiga mi perfecta entidad. No sé la ubicación

exacta; pero no creo que sea difícil encontrar un cuerpo en ese planeta.

—¡Genial! ¡Shinigami! ¡El diablo regresó!

—Ya era hora.

—¡Quiere que vayas a Júpiter! ¡Allá está su cuerpo! ¡Lo encontramos! ¡¡Lo

encontramos!!

—… … Gus…, yo no…

—Oh, por Dios… ¡Dile que no se atreva a decir que no puede ir a Júpiter!

—Fui asignado a la Tierra, no a…

—¡BASTA! ¡¡Que se calle!! ¡Ya escuché suficiente! ¡Dile que es un inservible!

—El diablo dice que…

—¿Sabes qué? Ya estoy harto de esto, ya perdimos mucho tiempo… Gusakee, es

hora de explotar.

199

—… ¿Q-qué?

—Llegó la hora, muchacho.

—… ¿Y-ya? P-pero… No estoy listo… N-no pensé que este día tendría que… d-

desaparecer… para siempre… Si tan solo me hubiera dicho días antes…

—Necesito que comas más pollo.

—¿Para qué?

—¡Para ver si así te salen huevos!

—…

—¡Vámonos! Tenemos que ver a Názar para el gran final… Dile a la muerte y

a ese tonto de Gabriel que… …, que hicieron un buen trabajo; pero que ya no

los necesitaremos.

CXXI

—¿Llegó la hora? ¿Ya? ¿Esto…, esto será todo para nosotros? —suspiró el

joven Názar.

—… S-señor…, no estamos listos.

—No necesitamos estar listos, sólo estar presentes. El instinto hará el resto…

No hay nada que temer, hermanos… Confíen en mí…, confíen en el diablo.

—P-pero…

—¡AGH! ¡Ya cállense! ¡Haremos esto juntos y desapareceremos juntos!

¿Entendido?

—S-sí —asintieron las dos Eminencias al unísono, temerosos.

—… No se preocupen, muchachos… Cuando vuelvan a necesitarnos…,

regresaremos.

—… Una pregunta… Al morir, ¿la muerte nos guiará al Cielo?

—Ustedes dos irán al Cielo, sí; pero yo no. Mi espíritu se fundirá con El TODO

para seguir equilibrando las fuerzas que lo dominan, y mi alma se quedará en

nuestra sección del Unuscéntrum en espera de que mi reencarnación sea

necesaria para reencarnarlos a ustedes… Pero basta de plática. Názar, mata a

Gusakee.

—… ¿E-eh?... P-pensé que sería algo más de… meditación… o algo parecido.

200

—¿Qué? ¡No! Eso es para gente trastornada. En nuestra sección del

Unuscéntrum descubrí que para que La Eminencia del mal expulse todo su

poder, La Eminencia del bien tiene que matarla.

—… O-oh… … E-está bien, N…, hazlo —le dijo Gusakee un tanto nervioso;

pero decidido, y le ofreció un «kunai» que guardaba en su pantalón.

—No… Yo n-nunca he matado a nadie… L-lo siento, no puedo hacerl…

—Bueno…, tú me obligaste.

—¿Qué? ¿Q-qué harás?

—Hasta luego, Názar… Muchas gracias por todo.

De pronto, en tan solo un parpadeo, los ojos de Názar cambiaron. Ahora eran

negros en su totalidad.

—¿N? ¿Estás...?

—Me dio gusto conocerte, gusano. Gracias por ser siempre tan fiel…, amigo…

Nos vemos luego.

Aquel era Názar Reilly; pero su voz era la del diablo. Y fue éste, en el cuerpo

del muchacho, quien levantó su mano derecha cual hoja de espada y la dirigió

hacia el pecho de Gusakee, justo en el corazón, atravesándolo de inmediato,

pulcramente, como un rayo de luz perforando una nube.

Los ojos de Gusakee también cambiaron. Se habían vuelto, en su totalidad,

blancos. Y, en eso, su cuerpo, asimismo, mutó… En tan solo un par de

segundos, la figura del joven medía ahora 3 metros de altura, pesaba media

tonelada de puro músculo, y un halo rojo lo abrazaba—. Vamos, muchacho,

daremos un paseo antes del descanso —se dijo. Su voz era la del diablo.

Gusakee desapareció de aquella iglesia dejando un mar de fuego en su lugar, y

reapareció levitando, sin dificultades, en el espacio… Miró de un lado a otro…

A lo lejos lo vio. Era el cuerpo del diablo.

El enorme muchacho se deslizó sobre la atmósfera del planeta a gran velocidad

sin ser afectado por absolutamente nada. Kilómetros después logró tomar con

suma delicadeza el inerte ser. Estaba íntegro, a pesar de las circunstancias…

Desaparecieron.

El joven Gusakee apareció esta vez frente a una inmensa estrella de fuego

201

blanco y levitó hasta su interior. Allí dejó el cuerpo del diablo, el cual fue

envuelto por las llamas; sin embargo, no le hicieron daño, sólo lo acobijaron…

Desapareció.

Gusakee reapareció en la Tierra. Se hallaba afuera de una oficina muy elegante,

cuya ubicación era las entrañas de un sofisticado laboratorio subterráneo. Entró

sin tocar la puerta. No cupo en la pared. Alguien dentro de la habitación le

disparó consecutivamente.

—¡NECESITO REFUERZOS! ¡DEPRISA!

—Disculpa, no sabía que se caería. Bueno, tal vez sí; pero qué importa, ¿no? En

el UniAversus podrás tirar y levantar paredes a diestra y siniestra.

—T-tu voz… Tú… P-pero… ¿Y ese cuerpo?

—Es de un viejo amigo. Pero explotará en unos minutos, no te preocupes. Sólo

vine a despedirme y a agradecerte.

—… ¿Uh?

—Sí. Quiero darte las gracias por enviarme a este lugar donde me encuentro

actualmente. Desde aquí tengo acceso a todas las mentes de todos los seres

vivos… Por cierto, cuando te haga renunciar, confesarás algunas verdades, y…

otras las inventaré por pleno gusto, así que tal vez, cuando llegues al

Unuscéntrum, te enteres de que el mundo ahora aborrece tu nombre y tus

creaciones; y bautizó a la nueva era en mi honor —sentenció con tranquilidad.

Era el cuerpo de Gusakee Yomimoto, La Tercera Eminencia; pero la voz le

pertenecía a La Primera, al diablo, a «El diablo de Estocolmo».

202

EPÍLOGO

Luego de haber usado el cuerpo de Gusakee para su último cometido, EL

DIABLO DE ESTOCOLMO envió al muchacho hacia el interior de la

singularidad espacial más cercana, donde su cuerpo se comprimió hasta

reventar, ocasionando que la explosión creada por La Tercera Eminencia fuese

absorbida por la naturaleza del vórtice negro. Y, desde ese momento, Fernando

Luciani se apoderó de la entidad de su enemigo: Tobías Martini.

Lo primero que hizo fue revelar en un comunicado las consecuencias negativas

de la Transición al UniAversus. Posteriormente, prohibió y condenó el uso de la

Realidad Virtual Incrustada. Asimismo, reconoció la valiosa e impresionante

labor humanitaria de Názar Reilly a lo largo de sus cortos 20 años. En

consecuencia, cambió el nombre de PangeAZ por «Názion». Esto a través del

mismo comunicado que se difundió simultáneamente en todos los medios,

comunicado que aprovechó para explicar detalladamente cómo EL DIABLO DE

ESTOCOLMO, en su infinita sabiduría y atractivo sin igual, le había abierto los

ojos, mostrándole lo equivocado que estuvo todo ese tiempo con respecto a sus

ideales. Al final, como último mandato que decretaría siendo Líder Mundial,

Tobías Martini legisló que jamás habría otro Líder Mundial y que el planeta se

regiría a sí mismo mediante una democracia sin intermediarios, siendo el

internet la única vía para sugerir cambios y votar por ellos. En su despedida,

Tobías Martini le pidió al mundo que venerara el recuerdo de los héroes que

lucharon en todo momento contra aquella tentación tecnológica llamada

UniAversus, y exhortó al planeta a que no se olvidara de sus orígenes y no

volviera a intentar ir en contra de la naturaleza.

La Tierra escuchó, consternada, aquellas palabras. Había sentimientos

encontrados; pero todos ellos se unieron al oír la despedida terminal de Martini,

cuyas palabras incluía la confesión de sus verdaderas intenciones con el

UniAversus y todas las mentiras que la OPD, junto con los gobiernos, le

hicieron creer al mundo.

La Názion permaneció fría. No había alma que no estuviese atento a aquella

transmisión. Y aunque la rabia se hizo presente en cuanto el primer y último

Líder Mundial confesó sus crímenes, la consternación tomó el papel protagónico

al ver cómo sacó una escuadra blanca de su ropa y posó el cañón de la pistola en

203

su sien.

«No fui un buen hombre en esta vida. Espero encontrar el perdón en la otra.

Pero aun si no lo encuentro, seré feliz si consigo que el diablo se apiade de mi

alma», fueron sus últimas palabras, que pronunció con lágrimas en los ojos y

una mirada de súplica… La transmisión se detuvo antes de que jalara el

gatillo… El mundo jamás volvió a saber de Tobías Martini.

204

EPÍLOGO del EPÍLOGO

(¿DUPÍLOGO?)

La Názion reconoció la vida de EL DIABLO DE ESTOCOLMO y la de todos

los involucrados en la reinserción de la humanidad. Ese mismo día, el mundo

votó para que se dejara atrás lo acontecido en años pasados, por lo que a partir

de ese 1 de enero del 2033 inició una nueva era para la humanidad y se escogió

«D3» como nombre.

Así, desde el primer día del primer mes del primer año de la era «Después Del

Diablo», los países y demás territorios fueron rebautizados. Ninguno conservó

su nombre anterior, ni siquiera los océanos; y fue precisamente en uno de éstos

donde, unos años después, por la noche, la sexta noche del sexto mes del sexto

año de la era D3, una nave espacial arribó con severas averías. Sin embargo, no

lo hizo en la superficie. El vehículo estaba tan deteriorado que no respondió

debidamente y se materializó dentro del agua. Para buena suerte de su único

tripulante, sólo fueron unos metros de diferencia y logró salir con vida, así que

nadó hasta la costa más cercana. Cuando llegó a tierra firme, se sacudió la arena

del traje y caminó exhausto hasta un sombrío sendero. En el lugar se estacionó

con urgencia un automóvil blindado. Del automóvil salió un hombre. El hombre

le apuntó con una extraña arma al piloto de la nave, y le pidió que se

identificara. El piloto se despojó de su traje y se exprimió el agua de su oscuro

cabello. Aquel piloto era mujer. Su nombre: Leonor Luciani Bundy.

205

ADVERTENCIA:

Esta es sólo una novela (exprés) de fantasía, léase como tal.

Carlos de Hernáheson

206

ÍNDICE

Capítulo 1. Génesis.

Capítulo 2. El diablo y la muerte.

Capítulo 3. Bipolar.

Capítulo 4. La condena del diablo.

Capítulo 5. Viva la muerte.

Capítulo 6. 66.

Capítulo 7. Unusteléctum.

Capítulo 8. Venganza con «V» de Realidad Virtual Incrustada… O

“Apocalipsis con «V» de Virtual” (porque la “V” es como una “A” volteada)…

O simplemente “Apocalipsis”. Escojan el título que quieran.

Capítulo 9. D. D. D. (D3).

Epílogo.

Epílogo del Epílogo (¿Dupílogo?).

Advertencia.