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La Nueva Ética Profesional Praxis y principios “ Yo tropiezo en lo posible, y no desisto de hacer el descubrimiento de lo que tiene dentro de la cáscara de lo imposible” C. Drummond. Beatriz Augusto De Paiva. Mione Apolinario Sales. El debate sobre la ética en el Servicio Social fue desencadenado por las entidades nacionales de la categoría a partir de 1991, culminando en 1993 con la aprobación del nuevo Código De Ética Profesional del Asistente Social. Se trataba de un esfuerzo colectivo que apuntaba a redimensionar el significado de los valores y compromisos, ético-profesionales, en la perspectiva de asegurarles un respaldo efectivo en la operacionalización cotidiana del código, en cuanto referencia e instrumento normativo para el ejercicio profesional, entre otros propósitos. En este artículo pretendemos, entonces, explicitar con más detalles los argumentos y la lógica que dirigirán la elaboración de ese documento, de forma de tornarlo no obstante más accesible al uso y a la reflexión de profesionales y estudiantes del área, aportando, tal vez, en el descubrimiento de sus fértiles posibilidades. Para dar una idea más precisa de la nueva ética profesional y de su significado, se hace necesario puntualizar algunos elementos teórico- prácticos que hacen a la trayectoria reciente del Servicio social y que expresan la articulación de la organización de la categoría y del debate de la formación profesional con la concepción ético- política del hacer profesional. El sentido de este texto es, así, revisar la praxis del asistente social, ahora iluminada por los principios éticos firmados colectivamente por el nuevo Código. 1

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La Nueva Ética Profesional

Praxis y principios“ Yo tropiezo en lo posible, y no desisto de hacer el descubrimiento de lo que tiene dentro de la cáscara de lo imposible” C. Drummond. Beatriz Augusto De Paiva.Mione Apolinario Sales.

El debate sobre la ética en el Servicio Social fue desencadenado por las entidades nacionales de la categoría a partir de 1991, culminando en 1993 con la aprobación del nuevo Código De Ética Profesional del Asistente Social.

Se trataba de un esfuerzo colectivo que apuntaba a redimensionar el significado de los valores y compromisos, ético-profesionales, en la perspectiva de asegurarles un respaldo efectivo en la operacionalización cotidiana del código, en cuanto referencia e instrumento normativo para el ejercicio profesional, entre otros propósitos. En este artículo pretendemos, entonces, explicitar con más detalles los argumentos y la lógica que dirigirán la elaboración de ese documento, de forma de tornarlo no obstante más accesible al uso y a la reflexión de profesionales y estudiantes del área, aportando, tal vez, en el descubrimiento de sus fértiles posibilidades. Para dar una idea más precisa de la nueva ética profesional y de su significado, se hace necesario puntualizar algunos elementos teórico- prácticos que hacen a la trayectoria reciente del Servicio social y que expresan la articulación de la organización de la categoría y del debate de la formación profesional con la concepción ético- política del hacer profesional. El sentido de este texto es, así, revisar la praxis del asistente social, ahora iluminada por los principios éticos firmados colectivamente por el nuevo Código.

Dentro de ese recorrido histórico, cabe destacar la contribución teórico-política y el giro práctico-profesional representado por la elaboración del Código de 1986, y, también, el porqué de la necesidad de su revisión, la cual da lugar al actual Código (1993).

Servicio Social y Ética: una construcción colectivaEl Código de 1986 representa un marco de la ruptura ética e ideopolítica del

Servicio Social con la perspectiva del neotomismo y también con el funcionalismo, influencias tradicionales del Servicio Social hasta entonces. Esto queda evidente cuando, de manera simple, ese código postula nuevos deberes para las asistentes sociales, tales como democratizar las informaciones e intentar alterar la correlación de fuerzas en el ámbito institucional.

Un elemento fundamental de la innovación emprendida por el Código de 1986 se refiere a la cuestión de la denuncia: cabía al asistente social denunciar las fallas de las instituciones y, también, las faltas éticas de otros profesionales, lo que no era enfatizado por los códigos anteriores. Existía esa posibilidad, aunque la formación teórico- práctico como la orientación ético profesional no suscitaban la crítica, ni reconocían las contradicciones. Los imperativos éticos y la postura profesional que les eran concernientes señalaban

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siempre la intención y el deber de "ajustar", igualmente entre los asistentes sociales predominaba la perspectiva de evitarse o de apaciguar las situaciones de conflicto.

Pero el Código de 1986 se mostró, en ciertos aspectos, insuficiente desde el punto de vista teórico y filosófico, y también presentó debilidades en cuanto a su operacionalización en el cotidiano profesional. Es importante, entonces, situar esos problemas para que se pueda evaluar el actual Código alcanzando y superando los límites que estaban presentes en el de 1986.

Una preocupación clave en ese último proceso de revisión, por su parte, era garantizar que el Código de Ética pudiese constituir un instrumento político y educativo, sin dejar de contemplar el aspecto normativo y punitivo. Dentro del raciocinio de la crítica al Código de 1986 se quería expresar y delimitar lo siguiente: aquel se proponía mucho más dar cuenta del aspecto político y educativo que de la dimensión normativa. En el Código de 1986, había pues, un privilegio de las instrucciones teórico-metodológicas acerca de cómo orientar la práctica profesional: se debería, por ejemplo, priorizar el trabajo con grupos, en equipos, de manera colectiva... Se tenía casi un instructivo acerca del cómo hacer, y no de lo que se debe o no debe hacer frente a los compromisos asumidos.

El Código necesita tematizar, en la realidad, el deber ser: cómo la práctica puede ser realizada de acuerdo con los principios éticos definidos por el proyecto político-profesional, debiendo rechazar lo que no es aceptable dentro del ejercicio del Servicio Social, o sea, lo que es prohibido y vedado hacer al Asistente Social. Tales parámetros no figuraban sin embargo lo suficientemente claros en el texto anterior, en términos de posibilidades de respuestas a situaciones y dilemas profesionales, demostrando más la presencia de un acento teórico-metodológico que de una configuración normativa.

Por otro lado, se trataba de un documento de antigua data. Este dato significa que, al despegar de cierta forma la atención de la totalidad de la práctica profesional en razón de aquel contexto de profundas esperanzas democráticas, ese Código acabó perdiendo en eficacia porque no consideró la singularidad de la intervención del Asistente Social. Éste va a presentar, entonces, una lectura marcadamente idealista y voluntarista en lo que respecta al potencial político de la profesión. Esto quiere decir que si fue una conquista descubrir y considerar la dimensión política de la práctica, por otro lado hubo un exceso de énfasis en el aspecto político y también de ideologización en el Código de Ética. Además el Código no puede gozar sólo de legitimidad. Era preciso tener eficacia y también legalidad para respaldar la conducta profesional que él mismo estaba sustentando.

Carlos Simoes, en su texto “El drama de lo cotidiano y la tela de la historia-derecho, moral y ética del trabajo” (1990), nos ayuda a comprender y a desmistificar el aspecto corporativo del Código de Ética y de la ética profesional, una vez que su reflexión nos posibilita vislumbrar la perspectiva del compromiso y también de la necesidad del control de la sociedad sobre las prácticas profesionales liberales. No es posible que ejerzamos nuestra práctica solamente a partir de una referencia endógena: “debo dar satisfacción al menos a mis colegas”. Contrariamente, es preciso imprimir sentido a la práctica profesional a partir de las demandas e intereses de los usuarios y de la sociedad civil como un todo. La práctica profesional con sus derechos y deberes, no es algo que se pueda instituir sólo con referencia en la propia categoría.

Así mismo considerando la autonomía del proceso de trabajo, característica de las profesiones liberales como el Servicio Social, es justamente esa peculiaridad que exige la codificación moral de su ejercicio, de manera de garantizar un control, por la sociedad de la calidad y honestidad de esas prácticas. Se impone entonces, la necesidad de constituir

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límites y parámetros, traducidos en normas uniformizadoras de las conductas profesionales, como contratendencia a la competitividad profesional instigada por el mercado capitalista. Según describe Simoes: “Tales categorías (liberales) tienden a actuar, a menudo, como competentes en el proceso de apropiación de la renta nacional. Esto exige la adopción del individualismo, en busca de prestigio, status profesional, aspiraciones personales de carrera, privatización de informaciones profesionales, métodos y técnicas (...). El medio de control del trabajo cotidiano de esos profesionales, en el estado de desarrollo de las fuerzas productivas actual, es la formalización de esos valores y juicios morales. Es un control social que reside en lo complejo de los motivos humanísticos, socialmente exigidos”.

En lo que se refiere al Servicio Social, la incorporación objetiva de ese razonamiento se muestra hoy en el compromiso con los usuarios de las políticas y programas sociales, pero configurado ahora, de una forma amplia e imbrincada con la particularidad de los desafíos de la práctica profesional. De este modo, el Código actual mantiene los principios y valores que permiten la conexión orgánica de la profesión con los sectores mas progresistas de la sociedad; y también, la construcción de un proyecto profesional relacionado con las demandas inherentes a esa dirección social. Fueron, así, preservados los beneficios obtenidos con el Código de 1986, y sumados a una nueva comprensión de ese instrumento, como mecanismo de defensa de la calidad de los servicios prestados a la población, y como forma de legitimación social de la categoría profesional.

El Código de Ética de 1993, como lo fue también el de 1986, no se postula solamente como corporativo, pretende además asegurar vínculos con las prioridades de la sociedad. De esa manera, el actual Código se propone establecer nexos con esas prioridades, las cuales van a estar expresadas a través de principios y valores. La perspectiva es, entonces, buscar fortalecer una clara identidad profesional articulada con un proyecto de sociedad más justa y democrática.

En ese sentido, el nuevo Código realizó un esfuerzo con vistas a la traducción y materialización de diversas situaciones inherentes al proceso de trabajo del asistente social, en el intento de comprender los dilemas éticos. Hubo en este ámbito un especial empeño volcado a definir mejor y precisar la objetivación de los valores y principios éticos universales en el seno del cotidiano de la profesión.

Ese Código es instado, pues, a operacionalizar una mediación entre la dimensión de lo privado y la dimensión de lo público, en el plano de la profesión, considerando que ambas son esenciales. Esto equivale a prever derechos y deberes que se circunscriban al amplio abanico de necesidades y exigencias individuales frente a las demandas colectivas. Cabe, así, compatibilizar la instancia de los derechos individuales de protección del ejercicio profesional con los deberes suscitados en la relación con el usuario, institución, otros profesionales, etc., derechos y deberes, éstos, determinados también por la especificidad técnica y política del proceso de trabajo del Servicio Social. De esta forma se promueve el rescate del sentido auténtico de la ética, en su papel simultáneo de articulación y regulación de los componentes técnico y político del hacer profesional, donde se desencadenan diferentes contradicciones resultantes del conflicto entre lo individual y lo colectivo.

De acuerdo con esa acepción, la ética consigue señalar los horizontes mayores donde se inscriben las prácticas sociales - territorio de los grandes proyectos y fines éticos. Mas ella también indaga y sondea sobre las condiciones objetivas en el espacio de trabajo, que favorecen o limitan la concretización de los compromisos colectivos. En este momento,

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la ética interroga sobre los medios, y principalmente, contribuye para su mejor definición frente a los objetivos profesionales.

En el desarrollo de su práctica, los sujetos profesionales, son así movilizados y presionados éticamente, pues compete a ellos, y solamente a ellos, realizar elecciones dentro de las diferentes alternativas, apoyándose en lo que establece el Código de Ética, donde se coloca la tensión positiva, por crecimiento, entre la autonomía y el deber. Esta tensión remite a lo que yo, en cuanto asistente social, puedo y quiero hacer - también se refiere, a mi deseo y mi adhesión con los compromisos profesionales -, y por otro lado, a aquello que debo hacer como algo estipulado colectivamente por el proyecto ético-político de la categoría. De ese modo, cabe al asistente social conciliar su voluntad, iluminada por la ética profesional - como intencionalidad de asociación, de colectividad, de compromiso - con su saber teórico-práctico crítico y, también con las necesidades y posibilidades de las circunstancias, de lo que resultará el producto de su acción.

Conociendo mejor el Código de Ética de 1993Hechas esas consideraciones de naturaleza histórica y filosófica, cabe señalar el

conocimiento que presidió la elaboración del nuevo Código. En primer lugar, para calificarlo como referencia ético política, fue necesario delimitar con claridad los valores y compromisos éticos y profesionales. Al final de cuentas "sólo con valores nos tornamos capaces de prometer. De prometer y de cumplir.". De esta manera, el contenido de los principios indica un conjunto de valores fundamentales, los cuales sobrepasan, a su vez, en cuanto motivación y exigencia ético-política, todo el código.

En segundo lugar se procura, con el intento de perfeccionar y destacar en su dimensión normativa, establecer un elenco de reglas jurídico-legales. Asimismo, actitudes y posturas, concernientes a situaciones emblemáticas del proceso de trabajo del asistente social, fueron previstas y traducidas en la forma de artículos. Los artículos son, por lo tanto, dotados de capacidad, sea de orientar a las mejores escuelas, sea de detectar y combatir las infracciones a la ética profesional. A partir de ahí, tales infracciones se tornan pasibles de denuncias por cualquier persona que se sienta lesionada en sus derechos, recurrente de la actuación profesional del asistente social , y , por lo tanto, de ser blanco de la apreciación y acción de los órganos fiscalizadores de la categoría, los Consejos Regionales de Servicio Social-CRESS.

Dos preocupaciones orientaron un análisis y la producción del nuevo Código de Ética, a saber; Tornarlo un instrumento efectivo en el proceso de maduración política de la categoría

bien como un aliado en la movilización y calificación de los asistentes sociales frente a los enormes desafíos y demandas de la sociedad brasileña. Urge transformarlo en un mecanismo concreto de defensa de la calidad de los servicios profesionales que desempeñamos;

y, complementariamente, había que constituirlo como un mecanismo eficaz de defensa de nuestro ejercicio profesional, por medio de la garantía de la legalidad de sus preceptos, fortaleciendo el respaldo jurídico de la profesión.Esclarecidos estos propósitos, conviene también informar sobre la lógica de exposición

que direccionan la confección del Código. Después de la introducción que sintetiza los principales temas del documento-base de la revisión (publicado en este libro), se tiene la citación de los once principios fundamentales que limitaron el proyecto y los compromisos éticos-profesionales.

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Además de eso, su estructura está compuesta de cuatro artículos, siendo el tercero destinado a normatizar las diferentes relaciones que el profesional establece en el ejercicio del Servicio Social- con usuarios, instituciones ligadas, otros profesionales y entidades- bien como regular, por medio de capítulos específicos, el secreto profesional y la relación del asistente social con la Justicia.

Constan de los seis capítulos una serie de artículos, organizados a partir de la tríada: derechos, deberes, que a su vez, presentan como contrapunto sus prohibiciones. O sea, es vedado aquello que contraría el substrato de los derechos y deberes, en cuanto formalizaciones de imperativos éticos.

Servicio Social: práxis y principios:Cabe abordar rápidamente sobre la concepción que fundamenta los principios

éticos-profesionales del Servicio Social, a fin de reforzar lo en su entendimiento y apreciación. Debido a su formulación mas general , los principios merecen profundización en sus nexos teórico-prácticos , objeto de este texto . Destacamos que los once principios no pueden ser analizados y tratados aisladamente , porque fueron elaborados dentro de una lógica que los articula. En tanto, no procede seccionar los principios de la democracia y de la ciudadanía, y los de la libertad, del respeto a la diversidad , o del pluralismo, en fin, todos ellos. Esto porque los principios que componen el código de Ética de 1993 tiene coherencia y encadenamiento internos , complementándose entre sí , lo que acrecienta dialécticamente a cada uno nuevos sentidos y proposiciones .

Obedeciendo un orden de lo general a lo particular, el primer principio es el del reconocimiento de la libertad como valor ético central y de las demandas a ella inherentes: Autonomía, emancipación y plena expansión de los individuos sociales. Este principio solicita que se tenga la comprensión, en el ejercicio del Servicio Social, de que la necesidad de la libertad no puede suplantar el ideal de la igualdad : la igualdad requiere la libertad y viceversa. No se trata de una concepción de libertad como la presente en el liberalismo, que la percibe apenas como libre arbitrio o que coincide con el individualismo.

No es posible reducirla al estricto ámbito de las decisiones individuales, pues la experiencia de la libertad se constituye como una construcción colectiva. Mucho importa se diga también, como relación a esa concepción de la libertad vinculada al primer principio, el rescate de la dimensión del individuo, diferente al Código de 1986 que hacía mención apenas a la cuestión del colectivo en la esfera de lo público. Pg 182 a 184

El concepto de libertad a la que hace referencia el Código de Ética de los Asistente Sociales exige su propia redefinición, apuntando a una nueva dirección social, que tenga al individuo como fuente de valor pero dentro de la perspectiva de que la plena realización de la libertad de cada uno requiere la plena realización de todos. Por tanto, es preciso garantizar las demandas a las que ellas se vincula - autonomía, emancipación y plena expansión de los individuos sociales. Se sabe, con todo, que ese proyecto de realización de la libertad se enfrenta con la dinámica social capitalista, que en sí es limitadora de la libertad, la cual es siempre reducida a los términos formales y jurídicos.

Fundamentado en esa fecunda noción de libertad, el código de 1993 opera el rescate de la dimensión del individuo como sujeto con derecho a la libertad. Cuando se opta por la caracterización de los individuos sociales estamos expresando una concepción mas amplia de individuo que se desea construir, con el cual estamos comprometidos -a cada uno según

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sus necesidades y de cada uno según sus posibilidades, conforme dice Marx. De ahí el claro posicionamiento en favor de la construcción de una nueva sociedad.

Siendo así, de qué manera la libertad emerge como un problema en el cotidiano del profesional? Ella puede, por ejemplo, colocarse como un pozo infranqueable entre el deseo nuestro de transformación y las condiciones objetivas que implican el quehacer profesional. Nos sentimos, entonces, frente a la ausencia de libertad atados o por la impotencia y por la resignación o por la visión fatalista y determinista de las circunstancias. Esa postura, fruto de la inercia conformada en el interior del sujeto - en el caso el asistente social- es calificado por Marilena Chamí como una situación en que frente a la adversidad, renunciamos a enfrentarla, nos hacemos cómplices de ella y eso es lo peor. Peor es la renuncia de la libertad (3)

Por tanto, al enfrentar el dilema de la libertad, se pueden configurar caminos mistificadores, sea el de la sumisión pasiva, de que nada podemos hacer, sea el d la actitud ilusoria de la libertad absoluta en que es posible hacer todo y en cualquier dirección.

El asistente social comprometido con la construcción y la difusión de la libertad no sucumbe, sin embargo, e este vano combate mas hace de la necesidad el campo d ella creación y de sueño de la libertad como realidad. Esto significa que el profesional apuesta y es capaz de emprender su acción como una unidad entre la autonomía y la dirección. (4) interpretada como el proyecto político-profesional. En fin:

La libertad es la capacidad para darnos un sentido nuevo a lo que parecía fatalidad, transformando la situación de hecho en una realidad nueva: creada por nuestra acción. Esta fuerza transformadora que torna real lo que era solamente imposible y que se hallaba apenas latente como posibilidad, es el que hace surgir (...) un movimiento anti racista, una lucha contra la discriminación sexual o de clase social, una resistencia a la tiranía y la victoria contra ella.(5)

Siendo así el ejercicio del Servicio Social sólo es comprendido en esa perspectiva de la reivindicación del cotidiano, de la iniciativa fruto de la crítica social y del dimensionamiento de las estrategias político profesionales, a exigir una delicada sintonía entre el saber técnico y la competencia política.

El segundo principio es el de la defensa intransigente de los derechos humanos y rehúsa del arbitrio y del autoritarismo. Ese principio, formulado en esos términos por primera vez en una en un Código de Ética de los Asistentes Sociales - alerta para el hecho de que los asistentes sociales sobre todo en la segunda mitad de los años 70 hasta hoy. Se vienen posicionando contra todo tipo de abuso de autoridad, torturas, violencia doméstica, grupos de exterminio, esto es, van demostrando históricamente su firme vinculación a la lucha en favor de los derechos humanos.

Tal formulación se establece pues, como una exigencia imprescindible para la consecución de nuestros valores éticos, una vez que su violación contraría los postulados básicos de la humanización y sociedad igualitaria. Estamos concientes que el Brasil, ya hace mucho tiempo, está siendo avasallado por prácticas de crueldad, típicos de un contexto de “barbarie civilizada”, cometidas por autoridades policiales (anteriormente militares, también), traficantes y hasta por la propia población, que, en desespero, van haciendo justicia con las propias manos, configurando situaciones bastantes adversas a la vigencia de los derechos humanos.Por mas que la indignación y la revolución forman parte de la experiencia ética, ellas no pueden ser ejercidas con ese nivel de arbitrio, o sea, la violencia como respuesta a la

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violencia. Se deja, con eso, de aliar la razón al humanismo, y lo que predomina, entonces, es el irracionalismo y el terror, lo que no tiene nada que ver con esa perspectiva.El desempleo, el hambre, la carencia de educación digna para todos, el descrédito y la morosidad de la Justicia, la impunidad generalizada, la falta de horizontes, etc; concurren para el embotamiento de las conciencias y el embrutecimiento de los individuos.Ante ese cuadro de crisis social y ética, donde sobresale la inmoralidad consentida e incentivada para algunos, se delinea el retrato mezquino de “una nación cuya elite deteriora y arrastra todo y todos para dilemas sórdidos”.: “ la bolsa o la vida”, o “sin bolsa nada de vida” así mismo según Jurandir Freire Costa2 quien puede presagiar ( en una realidad de estas o que se torna necesario para defender el valor de la vida?”No es como desvincular o profundizandización y de las desigualdades, más, la degradación de las condiciones de vida, de las múltiples expresiones que la violencia asume en nuestra sociedad, hoy bajo la dominio del neoliberalismo : hostilidades étnicas y regionales, particularismo y exacerbación del individualismo, entre otras tensiones y contradicciones objetivas e ínter subjetivas.El sentido común , informado por la ideología dominante cínicamente indiferente, hace vista gorda a las variadas y sutiles formas de violación de los derechos humaos. Desde ese caldo de cultura, propicio al arbitrio y al autoritarismo, es que se alimentan, por ejemplo, visiones del mundo como las que siguen: “ Para que aumentar el salario mínimo de un pueblo técnicamente descalificado, sin disciplina de trabajo, y que, también además, gasta todo el dinero que gana en bebida, fútbol, pilas de radio...Para que justicia si ellos utilizan las prerrogativas de los derechos humanos para asaltar nuestras casas, nuestros hijos, nuestros negocios y nuestros automóviles?. Para que educación si son burros y prejuiciosos por naturaleza? Para que vivienda si son incapaces de trabajar para mantener la casa limpia? (.....) Para que salud, en fin, si se reproducen a millares, obstruyendo nuestras calles de mendigos y niños abandonados? No, esa gente no es como nosotros, no ama como nosotros, no come como nosotros, no sufre como nosotros, no precisa vivir como vivimos?La posibilidad de romper con ese conservadorismo, justificador de desigualdades, seña para una permanente critica y autocrítica a los comportamientos y pensamientos reproductores del paradigma de la crueldad y de la deshumanización. Se trata de emprender una repulsa y un combate en los espacios institucionales y en las relaciones cotidianas, ante todas las situaciones que hieren la integridad de los individuos y que los someten al sufrimiento, al dolor físico y a la humillación. Como contrapunto a esta lógica de perversidad y de omisión, los asistentes sociales se deben imbuir, de lo que el código de ética señala, de un espíritu y de una postura basada en una cultura humanística y esencialmente democrática.Sin embargo, el territorio de la lucha en pro de los derechos humanos se muestra verdaderamente desafiador, y a veces, amenazador. En este sentido, no podemos subestimar el hecho de que el coraje aquí es una virtud y un aliado imprescindible, pues el conocimiento en si no es disipador de miedos, al contrario.Como afirma André Comte-Sponville,“ el coraje es nada más que la voluntad más determinada y, ante el peligro y el sufrimiento, más necesario (...) mas el coraje está en el deseo, no en la razón: en el esfuerzo, no en el dictamen.Se trata siempre de preservar en su ser, y todo el coraje y la fuerza de voluntad (....) un comienzo siempre recomendado, a pesar del cansancio, a pesar del miedo, y por eso

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siempre necesario y siempre difícil (....).Como toda virtud, el coraje solo existe en el presente, se trata de ser corajudo, no alcanza. no mañana o de aquí a poco tiempo no apto.

Ahora la “tendencia” de ese (obrar) hacer, osado y corajudo (valiente) no se configura en todas las situaciones aflictivas, tampoco todo el tiempo, es preciso que el A.S. esté atento y fuerte, sólido para enfrentarlas, dominarlas, y, quizás, superarlas, como “imaginamos”.

Con certeza el Código de Ética constituye en ese tipo de lucha, como un instrumento que ofrece respaldo a las decisiones y actitudes profesionales, limitándolas con criterios éticos, lo que ya es un paso importante.

El tercer principio es el de la ampliación y consolidación de la ciudadanía, considerada tarea primordial de toda la sociedad, con vistas a garantizar los derechos civiles, políticos y sociales de las clases trabajadoras.

Este es un principio de presencia vital en el proyecto ético-político del Servicio Social, en la medida en que tenemos la particularidad de actuar en el espacio de viabilización de derechos. Estamos al frente de políticas sociales, programas institucionales, beneficios y, también, realizando actividades que van desde el planeamiento (la planificación) hasta la atención individual. Desarrollamos, por lo tanto, toda una gama de acciones en torno de las políticas sociales y de los derechos sociales. Ese tipo de localización (lugar) institucional del A.S. propicia, así, una relación bastante peculiar como la cuestión de la ciudadanía, así como la de la equidad y de la justicia.

La plena realización de la ciudadanía se identifica, pues, con el proyecto societario con el cual estamos comprometidos. De ahí porqué no podemos “restringirnos” a referenciar de la ciudadanía ........ por los parámetros de la orden civil y política liberal, que es aquella que se contenta con un límite mínimo (precarísimo) para la satisfacción de las necesidades básicas de los individuos, principalmente que no incluya a los trabajadores. Los A.S. no tienen que orientarse por ese límite, y sin, luchar para que el nivel de posibilidades de atención de las necesidades de los trabajadores y de los usuarios de l Servicio Social sea amplio, ambicionando la contemplación integral de los derechos sociales, y no aquella ciudadanía que se “restringe” (agota) en las canastas básicas, en la entrega de leche, o simplemente en un vale. Nunca/ No que esos beneficios no sean considerados importantes. Tenemos, inclusive, como categoría social protagonizando toda una lucha y defensa de la asistencia social como política pública, por ello no litigamos descontextualizado de las demás políticas sociales.

Comprometernos con la ciudadanía implica aprehenderla en su real significación, lo que seguramente exige la ..................... de la orientación civil y política impuesta por el pensamiento liberal, y, como tal, la superación de los límites engendrados por la reproducción de las relaciones sociales en el capitalismo. La ciudadanía, de acuerdo con la nueva acepción ético-política propuesta, consiste en la universalización de los derechos sociales, políticos y civiles, es pre-requisito fundamental para su realización.

Son muchos los impases y las dificultades que suceden en el día a día de la práctica profesional: precariedad de recursos, degradación (humillación) de las condiciones de trabajo, rebajas saláriales, trabas institucionales, proyectos y programas intermitentes y a merced de la política gubernamental. Como esto, somos convocados constantemente a reafirmar y consolidar los objetivos del Servicio Social, en la certeza de que a consecuencia de los compromisos y derechos son “tomados” por la historia (siempre dialéctica) de la lucha y conquistas de los trabajadores.

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Entonces, cuál es la contribución que se espera de los A.S.? El terreno donde se inscribe la lucha por la ampliación y defensa de los derechos de ciudadanía es “cubierto” “llenado” de conflictos y estos se presentan como materia misma de nuestra intervención. La mediación ejercida por el profesional, en la tensión entre la universalización de los derechos y los límites económicos decretados por la lógica de la lucratividad (especulación lucrativa), exige un trabajo políticamente “entrelazado” en la potencialización de las reivindicaciones e intereses presentes en los conflictos, de forma de establecerlos como derechos. Asimismo, lo cotidiano institucional –viabilización del acceso a beneficios, “trastornos”, plantones etc – marcado por presiones de esa naturaleza, solicita al (requiere del) profesional, con frecuencia, la producción de estrategias teórico – metodológicas y políticas que no deben “distanciarse” de los fines y principios éticos. Las respuestas “serán construidas” en medio de la inmediatez de esas demandas, imprescindibles e impostergables, no pueden, sin embargo, “resumirse” al enfrentamiento de los hechos solitarios, estancados y obstaculizados. Esto quiere decir que, la conciencia de la importancia de la intervención en los problemas engendrados en este dinamismo no debe seguir la subestimación y/o negociación de los proyectos colectivos de medio o largo plazo, a ejemplo de lo que indican los principios del Código.

Otro principio que precisa ser mejor explicado en los términos en que es propuesto por el Código es la defensa de la profundización de la democracia, en cuanto a la socialización de la participación política y de la riqueza socialmente producida. Íntimamente ligada a la defensa de la ciudadanía, la concepción de democracia ponderada por la categoría apunta a la necesidad de socialización de la riqueza y distribución de la renta. Además de la democracia política, asentida y tolerada por el orden liberal burgués, la democracia que queremos reclama igualdad de acceso y oportunidades para que todos los individuos tengan derecho a un trabajo y vida digna, y condiciones de vivienda, salud, educación, placer y cultura. Ese tipo de democracia todavía, no cabe dentro de los objetivos y de los límites de la sociedad burguesa, porque tal contenido social contradice el núcleo de relaciones fundantes de la acumulación capitalista, la cual se estructura a partir de la explotación de una clase sobre la otra.

Al nosotros posicionarnos en relación a una concepción más abarcativa de ciudadanía y de democracia, las cuales requieren la socialización de la participación política y de la riqueza socialmente producida, estamos cuestionando la lógica del capitalismo. Eso no quiere decir que estamos subdimensionando o negando la importancia de la democracia política. Por el contrario, entendemos que la democracia constituye el único sistema de organización política capaz de favorecer la expresión de la libertad, de la equidad y de la justicia.

La caracterización de que el capitalismo no suena ni rima con democracia social manifiesta su total pertinencia en este fin de siglo; en un contexto hegemonizado por cambios profundos en el modo de producción capitalista. El actual temario político sigue alineado a los dictámenes del neoliberalismo; así mismo cuando las principales medidas económicas se revelan estériles y perversas, castigando a la mayoría de la población con el aumento del desempleo, cortes en los gastos sociales, desregulación de los derechos sociales y laborales, mayor concentración de la renta, etc. Es que tal cuadro anuncia los desafíos societarios que se aumentan de cara al enraizamiento de un modelo que exacerba las contradicciones entre la ética y la economía.

En ese escenario el Código de Ética Profesional de los Asistentes Sociales de 1993 es contundente en su repudio al barbarismo de la vida social encerrada por el

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neoliberalismo y semejantes que ponen en marcha un recetario de ampliación de la exclusión. La sociedad inaugurada por el neoliberalismo tienta a mistificar e ignorar, sobre los neones de la globalización y del desarrollo tecnológico, sus propias consecuencias.

Se ve, entonces, como es oportuna y fecunda la discusión de la democracia en medio de este proceso económico que sabemos que es tan desfavorable al patrimonio ético y libertario de las conquistas sociales y políticas de las clases trabajadoras obtenidas en más de un siglo de lucha y organización. Chauí llama la atención para un aspecto bastante relevante en el choque estratégico de superación de los límites encima evidenciados:

“Los obstáculos a la democracia no inviabilizan la sociedad democrática. Por el contrario. Solamente en ella somos capaces de percibir tales obstáculos y luchar contra ellos”.

Tal como los demás principios, la reivindicación de la democracia se sitúa también como parámetro de las relaciones interprofesionales. Está relativamente subordinada, por tanto, a la intencionalidad y al compromiso de los agentes singulares. En el ámbito de la relación que se establece entre el asistente social y el usuario, ser democrático significa romper con las prácticas tradicionales de control, tutela y subalternización. Y, pues, contribuir para el aumento de los canales de participación de los usuarios en las decisiones institucionales, entre otras cosas por medio de la amplia socialización de informaciones sobre los derechos sociales y servicios. Con el apoyo de recursos críticos y creativos, el Servicio Social puede invertir en una tendencia de autodesarrollo de los individuos sociales, capaz de conferir nueva dirección social a sus actividades –de planeamiento, formulación e implementación de las políticas sociales- incluyendo aquellas compartidas con otros actores.El quinto principio expresa “el posicionamiento en favor de la equidad y justicia social, de modo de asegurar la universalidad de acceso a los bienes y servicios relativos a los programas y políticas sociales, así como su gestión democrática”.La justicia social habla de la necesidad imperiosa de que se atribuya a cada uno lo que es suyo, en el sentido del respeto a la igualdad de derechos y a los individuos. Ella tiende a corregir las insuficiencias y problemas resultantes del modo en que el hombre se organiza y produce su propia vida. Luego, en una sociedad como la capitalista, la justicia figura siempre como un ideal a ser perseguido, cuya objetividad se asienta, de un lado sobre la legalidad, con todo su signo polémico; y del otro, sobre la igualdad.La justicia, tal como la democracia y la libertad, presupone la dignidad de cada uno y los derechos del otro; solicita por consiguiente, la reciprocidad y la equivalencia; a partir del reconocimiento de la igualdad de los hombre entre sí. Como dice Comte-Sponville, “la justicia es la igualdad, más la igualdad de los derechos”; no obstante todas las tensiones y contradicciones, y todavía el requisito del empeño de la voluntad que su prevalencia mínima requiere.No se trata, por lo tanto, de derechos naturalmente adquiridos, sino de los frutos de la maduración de una conciencia colectiva y de intensa movilización política en pos de la equidad, a pesar de las diferencias y desigualdades de hecho.Aunque marcados por un contenido fuertemente utópico, esos principios constituyen valores esenciales en nuestro compromiso ético, relacionado con la realización de la democracia y de la libertad. La defensa de la equidad y la justicia social funciona, como

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signo de lucha por el efectivo proceso de democratización del acceso y usufructo de los servicios sociales.Es necesario insistir en la cuestión de la universalidad porque los asistentes sociales precisan fortalecer cada vez más, junto a los usuarios, al entendimiento de que ellos tienen derecho al franco tránsito y alcance en términos de los programas y de las políticas en cuanto primera forma de viabilizar la distribución de riquezas producidas en el seno de la sociedad capitalista. Es bien cierto que, históricamente, el asistente social fue, muchas veces contratado para emprender la rígida selección de quién es más necesitado: los carentes dentro de los más carentes. Entreteje siempre una elección, con la construcción de criterios, bordeando el artificialismo, de mensurabilidad de los niveles de pobreza y exclusión.Estamos en la mediación de las políticas sociales, por lo tanto no es nuestro papel difundir ese tipo de concepción restrictiva ni acatar esa lógica que preside la distribución de los beneficios y de los programas..Nosotros, asistentes sociales, tenemos siempre que apoyar la sociedad civil en su lucha en pos de la universalidad del acceso a la atención y la cobertura social en la áreas de salud, previsión, asistencia, educación, vivienda, y trabajo.De modo distinto de lo que tradicionalmente se espera y de lo que se solicita al Servicio Social, nos cabe, en el proceso de implementación de los programas y políticas sociales, contribuir para la radical democratización de los criterios de elegibilidad como estrategia de inclusión de un número siempre creciente de ciudadanos en esas fracciones de patrimonio económico - social, colectivamente eregido.En este contexto, el asistente social, en cuanto uno de los agentes impulsores de cambios en el plano de las relaciones sociales y de poder en la esfera institucional, debe movilizar su potencia ético – política y profesional en la dirección de la justicia y de la equidad, con todo sin falsas ilusiones o amargos escepticismos. De acuerdo con Comte-Sponville:“ No son los justos que prevalecen, son los más fuertes siempre. Más eso, que prohíbe soñar, no prohíbe combatir. Por la Justicia? Por qué no, si nosotros la amamos?La impotencia es fatal: la tolerancia es odiosa. Por lo tanto es necesario [ por la justicia y la fuerza juntas], es para eso que la política sirve y es eso lo que la torna necesaria (...) Lo que es un justo? Es alguien que pone su fuerza al servicio del derecho y de los derechos”.

El sexto principio se refiere al empeño en la eliminación de todas las formas de preconcepto, el respeto a la diversidad, a la participación de grupos socialmente discriminados y a la discusión de las diferencias.

Ese principio es muy intrigante y totalmente nuevo en relación a los códigos precedentes. Primero, porque va a rescatar la dimensión privada e individual de la experiencia ética, ya comentada acerca del principio de la libertad, reconociendo y valorizando los derechos y frecuencia individuales de los asistentes sociales y usuarios. Después, porque queda muy claro que el asistente trabaja en una esfera donde la confrontación de valores culturales y sociales esta muy presente: en la relación del usuario con el asistente social, del asistente social con otros profesionales y entre los propios sociales.

Esa temática es central en la discusión de la ética, poniendo ahí un lugar especial, sea por la intensidad de las polémicas que despierta, sea por la delicadeza que reclama para el fiel tratamiento valorativo.

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Debemos, entonces indagar, como podemos oponernos éticamente al problema del preconcepto y a la discriminación? El esqueleto filosófico y político detallados en los argumentos anteriores, concernientes a los principios, concerniente a los principios de la libertad, igualdad democracia, justicia, ciudadanía, conforma el caldo de la cultura esencial a la batalla ideológica llevada al frente por las clases trabajadoras como parte del secular esfuerzo civilizatorio de humanización.

Dentro de eso cabe explicar, una vez más, que la ética es engendrada históricamente y determinada por la cultura, siendo aquel su conjunto de valores producto de la lucha por la afirmación de la condición humana. La realización gradual y contínua de la humanidad se expresa bajo el signo de la generosidad (materializada en exigencias sociales, ideas instituciones, etc .que fueron construidas colectivamente y que también fueron capaces de atravesar diferentes épocas y sociedades, manteniéndose viva y válida a su capacidad valorativa y emancipadora para lo individuos. Pero en el tiempo presente en que se hace la historia, en el cotidiano de una comunidad concreta como en el caso de la sociedad capitalista, es preciso distinguir, dentro de los varios proyectos societarios, aquel que realiza más y mejores valores. En el transcurso del proceso histórico del último siglo, las clases trabajadoras, por intermedio de sus movimientos y de una militancia consciente, se vienen empeñando en el sentido de democratizar el producto social y de instituir la ética, de hecho como una praxis. Como dice Agnes Heller, la ética " no puede existir sin una realización práctica, sin realizarse en la práctica de algún modo."

Los individuos frente a eso, como integrante de los grupos y clases sociales, al mismo tiempo, en que son sus productores, se apropiaran de los contenidos éticos, culturales, traducidos en normas, reglas, conceptos, preconceptos, etc, resignificándose continuamente, con lo que se establece una interacción dialéctica entre individuo y sociedad. Así mismo como dice Chaui, el campo ético remite inexorablemente al:"... universo cultural, histórico-cultural, que pone los criterios de valoración de las situaciones, de las acciones realizadas y que pone para nosotros el modo de relación como el otro. La ética, por lo tanto, no se realiza en la solidaridad de algunos sujetos, sino en la intersubjetividad social, en el mundo cultural e histórico."

Para el bien y para el mal, como se ve, "la cultura es la morada de la ética". Conviene, entonces, tener en mente que los individuos se mueven a partir tanto de la moral constituida a priori, como, repasada por las traducciones y costumbres, como la construcción de nuevos valores del posicionamiento crítico y de la intervención conciente del individuo en la realidad. De las "certezas" adquiridas inicialmente, el individuo puede ser llevado a reproducir, de manera crítica, nociones y convicciones por toda la vida, o puede ser comprendido y despertado" por el plano trágico de la duda y de la responsabilidad" Un momento impar de la subjetivación ética. Sabemos que el preconcepto es una de las expresiones del pensamiento cotidianos, marcado por repeticiones , rutinas y por la rigidez del modo de vida. Es , en este caso , un pensamiento fijado en la experiencia , empírico y ultrageneralizador , que se manifiesta en la forma de estereotipos , analogías y simplificaciones , o sea , son juicios provisorios . En la aceptación de Agnes Heller , “juicios provisorios, refutados por la Ciencia y por una experiencia cuidadosamente analizada , mas que se conservan inacabados contra todos los argumentos de la Razón , son preconceptos”. Esta autora llama la atención aún para un aspecto emblemático de ese fenómeno sea , un episodio de los individuos posean una “fijación afectiva en el preconcepto”, así como una especie de fe . Por lo tanto, señaliza para la desinformación , ignorancia e irracionalismo presentes en el comportamiento

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prejuicioso , las cuales contribuyen para tener la autonomía del individuo, por estrechar en sus posibilidades y alternativas reales de escuela.No ceder a los argumentos falseados y preconcebidos es una de las primeras actitudes del sujeto conciente en el embate contra los preconceptos . Otro barrera en esa lucha es una construcción de una confianza en ideales y convicciones que traspasen a nuestra particularidad individual y , conscientemente , nuestros intereses egoístas. Es preciso aún asi que se acredite en la capacidad del conocimiento es de la experiencia en refutar ideas que anteriormente adelantamos .Solo podremos liberarnos de los preconceptos si asumimos corajudamente el contínuo proceso de desalienación, el que equivale , en la formulación de Gramsci a la superación del sentido común: inicialmente como buen sentido y, por fin , como praxis libertaria. Asimismo, el contrapunto al el preconcepto se da por medio del rescate de la ética en la perspectiva de la afirmación de los individuos sociales , como sujeto libres, críticos y creativos , porque :”son un ideal que cauciona una vida social, el hombre se torna un ente que viaja en la oscuridad”La noción del derecho , en ese conflictivo campo de las diferencias, precisa ser lucidamente revalorizada como ideal ético , pues son innumerables las tentativas de escindir al hombre en su porción de naturaleza y cultura , en el intento de justificar la jerarquización de los individuos y una sus desigualdades- con base en trazados en características biológicas y sociales. Parte de las conductas movidas por la discriminación y por el preconcepto pretende , pues , fundamentar su razón de ser , y de exceder , alegando ese tipo de justificativa naturalizadora.Tales tentativas se proponen , en otras palabras , de absolutizar los determinismos y particularismos – étnicos, religiosos , sexuales, económicos , etc- en detrimento de una ética definida colectivamente y que objetiva asentar la convivencia humana sobre el respeto , de la dignidad y de la libertad.

Entonces . el asistente social es un profesional privilegiado , en esa encrucijada , por cuenta de la naturaleza sociopolítica de su acción e, sobretodo, por el caudal de conocimientos reunidos en el proceso de formación. Es en el cotidiano profesional es , por un lado , entrecortado por una serie de dilemas y angustias , por otro es pasible de ser iluminado por la reflexión y reinvención integrantes del debate de la ética en la profesión.El hecho de encontrarnos con la efectivización de una práctica social se torna presente en nuestro deber ser de ejercitar y suscitar la tolerancia y el delante del otro y de las diferencias , requisitos fundamentales para el maduramiento de la democracia y de la libertad.Imputamos , asimismo, un alto valor ético a esa postura profesional , mismo sabedores de que infelizmente , el preconcepto es imposible de ser barrido en su totalidad . Esto significa que no se debe , por lo tanto no hacer profesional, actuar con parámetros y criterios meramente personales, muchas veces limitados por valores religiosos , morales y prenociones conflictuantes como un universo ético-profesional.Todavía no se trata , de manera alguna , de invocar una neutralidad, mas , si , de preconizar el respeto a la diferencia del otro, lo que es completamente distinto . Habrá que resaltar , en este caso , la importancia de la inserción , como atributo técnico-profesional necesario es concordante con nuestra actividad , una vez que contribuye para la mediación y la regulación de circunstancias y acontecimientos marcados por conflictos y tensiones de esa naturaleza , en el contexto del proceso de trabajo del asistente social.

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De acuerdo con el principio en foco, nos cabe , en cuanto profesional infundidos de razón, asentada en conocimientos teórico- prácticos y compromisos éticos, formular, estrategias de acción poniendo el acento en contribuir para la desalineación de los diferentes actores con los cuales actuamos en el espacio institucional.

Diferenciar la obligación del asistente social ,incentivar y respetar las diversidades, la participación de los grupos discriminados y la explicitación y el debate de las diferencias. Esta es una de los mas importantes fragmentos ( o dimensiones) que nos compete como profesionales y ciudadanos en la construcción de una cultura humanista, democrática y plural.

El principio siguiente habla de la garantía del pluralismo por medio del respeto a la corrientes profesionales democráticas existentes y sus expresiones teóricas, y del compromiso con el constante perfeccionamiento intelectual. Este principio viene a coronar un profundo debate que fue gestado y acumulado, en los años 80, en el ámbito del servicio Social, del cual participaban diferentes líneas de pensamiento que estaban en disputa por la hegemonías en relación a la orientación y dirección social del proyecto político-profesional del asistente social.

Esa discusión es rica y ciertamente desborda la esfera de la profesión.En adelante por ejemplo, la cuestión del pluralismo también está presente en el

debate de los movimientos sociales y de la política.En lo que respecta a la polémica interna del Servicio Social, es preciso dejar en

claro que pluralismo no significa que todas las posiciones teóricas y político- profesionales sean equivalentes. Todas tienen derecho a una expresión teórica y política donde se les debe garantizar el máximo de condiciones de libertad, de crítica y de discusión, en el tiempo esas condiciones tendrán repercusiones e influencias diferenciadas en la propia categoría. Esta va a optar y se va a posicionar por aquella que, a su vez, mejor explica y enfrenta los dilemas de la práctica profesional y que consigue descifrar mas ampliamente esa realidad y sus desafíos.

La superación del mito de la neutralidad trae su bajo la desmistificación de la homogeneidad y de la armonía en el terreno del debate de ideas.La constatación inequívoca de la legitimidad de la disputa que ahora defendemos se contrapone a la actitud vacilante y fugitiva de los que no trabajan bien la divergencia y que, en otros tiempos se escudaban atrás de aquel mito. Es evidente que la confrontación de opiniones, la explicitación de los argumentos y la convivencia con las concepciones ajenos no se confunden con agresividades, perdidas, educación e intolerancia.

Las ideas de las posiciones políticas que deben ser combativas y no las personas. También apenas de personas que divergen y no de enemigos. Una comprensión distorsionada de ese proceso solo lleva a la cristalización de posturas inmovilizadoras, bloqueando el flujo de ideas y el intercambio de experiencias. La perpetuación de ese juego ciego, movido mas por las pasiones y los preconceptos de los que por la razón, es incompatible con las ideas de libertad, democracia, igualdad, en fin, con los principios del código de ética del asistente social.

Defendemos, pues, una concepción del pluralismo, con hegemonía, el que es diferente de supremacía, cuando la predominancia de determinada posición teórica- práctica , no admite controversias ni tampoco el flujo de la polémica, en fin no admite el debate.

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Aún así con relación al pluralismo, resaltándose que este supone una convivencia respetuosa y productiva entre todas las corrientes que circulan en el servicio social. Pero no se puede anhelar, so pena de frustración, que esa convivencia se inserta de tensiones y conflictos, esto es vano o van a continuar a existir polémicas y momentos de hacinamiento, entre tanto no se puede perder de vista, dentro de esa actitud plural, el respeto a varias orientaciones democráticas.

El octavo principio dice: opción por un proyecto profesional vinculado al proceso de construcción de una orden societaria, sin dominación, exploración ( o especulación) de clase, etnia y género. Este principio amplia la visión sociopolítica y ontológica sobre el ser social que comparece en el código de 1986, procurando en este tiempo, entender la mirada del profesional para otras determinaciones, como las de género y de etnia, trabajando consigo, al mismo tiempo, la concepción de clase.

La categoría de los asistentes sociales selló su compromiso ético político, referenciándose en los ideales igualitarios y libertarios pertenecientes al horizonte de las luchas sociales de los trabajadores. El sueño de la democracia a ser consolidado sobre todo por el enfrenamiento real de la desigualdad, se mantiene atento a la agenda de proposiciones que los movimientos sociales vienen construyendo.

Dentro de esto, el eje del proyecto político profesional ha sido la defensa de las políticas publicas y de la calidad de los servicio prestados a la población, en la perspectiva de la garantía de la efectivización de los derechos sociales, donde sobresale nuestra militancia política junto a varias entidades y actores de la sociedad civil. Esto revela el fortalecimiento del compromiso de la categoría de asistentes sociales para con las necesidades y prioridades sociales, enmarcada por la lucha de los segmentos populares en el Brasil.

Las transformaciones por las cuales viene pasando la profesión se desarrollan pues en sintonía con el movimiento de las fuerzas políticas socialistas y democráticas, protagonistas de la lucha por la construcción de un nuevo proyecto societario. Emir Sader consigue en este bello pasaje, captar el sentido histórico del proyecto ético político dentro del cual nos insertamos colectivamente.

“Ser de izquierda en el mundo de hoy significa participar de la reivindicación concreta de una nueva sociedad basada en la justicia social y en la solidaridad y en la realización práctica de los derechos de ciudadanía sin cualquier tipo de exclusión.

Significa luchar y concretizar un mundo de educación, de cultura, de autonomía individual y realización social. Significa realizar el sueño de esos “ángeles torcidos” que alientan los deseos de felicidad perseguidos por los hombres y mujeres a lo largo de la historia.”

La década del 90 se tornó en palco, escenario del enfrentamiento, resistencia e indignación frente a la profundización de las tendencias de barbarie inscriptas en el orden capitalista.

En esa coyuntura, estamos siendo desafiados, entonces a reexaminar y perfeccionar nuestra contribución política profesional frente a los innumerables cambios económicos e ideológicos impuestos por el nuevo reordenamiento del capitalismo en escala mundial. Nos cabe así, indagar sobre las alternativas y caminos fecundos de organización y actuación para los asistentes sociales en su cotidiano profesional delante de los procesos sociales que están en curso. De este modo el lugar y el papel del servicio social como compañeros en esa lucha depende de nuestra capacidad de contribuir para la contraofensiva al neoliberalismo.

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En tanto categoría politizada, asumimos el posicionamiento crítico frente a ese paradigma económico social privatizante y perverso que busca dar una sobrevida al capitalismo después de la crisis de la década del 70 y a la necesidad de comprensión del significado de los grandes cambios en el mundo del trabajo, asi es como definimos el apoyo a las luchas colectivas generales de los trabajadores como una de nuestras prioridades. El desdoblamiento de esa articulación prevista en el código de ética se expresa hoy en la intensificación de la participación en los foros de discusión, formulación y control social de las políticas publicas.

Este es un ejemplo de inversión y refuerzo en los espacios propositivos y reivindicatorios delineados en la pauta de defensa de la ciudadanía, en medio de la lucha democrática del país.

Una de las principales innovaciones, aún así en la formulación ética enunciada por el código de 1923 es la atención dedicada a las distintas determinaciones del ser social – etnia y género- con uno de los recortes explicativos y configuradores de la identidad y particularidad de los individuos sociales. Esa nueva inflexión sociopolítica y antropofilósofica señalada por el código amplia el campo de preocupaciones y proposiciones interventivas para el servicio social, haciendo oportuno la contemplación de la perspectiva de la totalidad. El reconocimiento de la amalgama de contradicciones que singularizan el sujeto en la praxis societaria complejiza y hace oportuno el mejor análisis de la realidad, permitiendo que se capten las distintas formas de conflicto, demandas, intereses, entre otros, que integran el esfuerzo y la manifestación de sociabilidad de los individuos.

Ese giro ético cultural propicia al asistente social- en la relación directa con los usuarios y grupos, en el trabajo con comunidades, en la formulación de programas y políticas sociales- valiosos elementos y subsidios que reafirman su calificación y contribución como profesional legitimado para el trabajo y lucha en el campo de la defensa y ampliación de los derechos de ciudadanía.

Éticamente el Servicio Social emprendió un salto muy grande en relación a su pasado, cuando en los años 80, introdujo el saber práctico-crítico como contenido de la formación y ejercicio profesional difundiendo una visión del individuo y de la sociedad afirmado en fundamentos actuales. El sujeto político por excelencia, presentado entonces como el principal protagonista del proyecto de transformación social, era la clase trabajadora. Constituyéndose de esta manera, en una referencia política muy importante para la profesión, la cual repercutió innovadoramente en el conjunto de la conducta de los asistentes sociales, por la vía del compromiso ético, no obstante las discusiones teóricas- metodológicas suscitadas por esa opción. Sin embargo, la forma dicotomizada y abstracta como ese posicionamiento fue interceptado, acabó por reducir la comprensión de los procesos sociales a la oposición burguesía/ proletariado, esperando la influencia del estructuralismo en el Servicio Social. Se dejaba entonces escapar la percepción de que la contradicción interna a la sociedad burguesa es marcada también por conflictos entre grupos y atravesadas por determinaciones como las de género, etnia y otras.

Mas tarde la vivencia y la evaluación del Código de 1986 llegó a la conclusión de la necesidad de asegurar el compromiso con la clase trabajadora, más traducido de una manera amplia y articulada con la particularidad de los desafíos de la práctica profesional. De este modo el código actual resguarda los principios que permitieron la vinculación explicita de la profesión con los usuarios de los servicios sociales y con la construcción de un nuevo proyecto societario, ahora perfeccionado con las múltiples demandas inherentes a

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esa orientación social, por lo tanto respaldado, por una concepción de sociedad que preconiza el fin de la dominación o especulación de clase, etnia y género.

Otro principio es el de la articulación con los movimientos sociales de otras categorías profesionales que parten de los principios de ese código y con la lucha general de los trabajadores.

Como afirmamos, los asistentes sociales en su agenda de lucha, tiene asegurado la centralidad del papel de la ética en el proceso de enlace de las diferentes dimensiones que permean nuestro proyecto político profesional.

Pero mas allá de la referencia normativa, el código de ética de los Asistentes Sociales, se reveló como una fértil condensación de los compromisos históricos sobre los cuales levantamos los principios fundamentales que substancian la profesión, a saber, la libertad y la justicia social, articulada a partir de la exigencia democrática, esta comprendida en su definición mas amplia, en cuanto socialización de la política y riqueza socialmente producida. En esta dirección tales valores, que hoy dan contenido a la ética profesional de los Asistentes Sociales, están efectivamente conectados a las demandas colocadas en le día a día institucional y las prioridades ético-políticas de la sociedad brasilera en general. Son necesidades profesionales que dicen respecto al acceso a condiciones de trabajo adecuadas, en el ámbito de lucha por la universalización de las políticas sociales.. Hoy se constata con facilidad que la discusión de la ética en el Servicio Social, extrapoló el territorio delimitado por el código de ética. La concientización y la movilización de los profesionales acerca de la relevancia de nuestra presencia actuante, en la lucha de los trabajadores y la potencialización de la dimensión política de la práctica profesional, constituyen el saldo de una época - los años 80.

A lo largo de ese proceso, fue siendo gestada una cultura profesional insubmiso ( no encontré traducción) que, plasmada en todos esos sujetos y acciones colectivas, constituyó la esencia del compromiso ético- profesional del Asistentes Social con la lucha general de los trabajadores. En sintonía con las discusiones y deliberaciones realizadas por los mas de 3400 Asistentes Sociales participantes de 8º CBAS ( Salvador, Julio de 1995) nos propusimos como meta, para el ejercicio profesional cotidiano, la traducción sobre el prisma de la ética de nuestro posicionamiento crítico acerca de la deshumanización, especulación y degradamiento de la vida, impuestas a la mayoría de la población brasilera. Necesitamos por lo tanto, remover el viejo obstáculo de la desesperanza y de la apatía. Y si, bajo esos inquietantes tiempos neoliberales, los valores de la justicia, ciudadanía e igualdad, se degradan en su real significado, la ética en si, no pierde su poder. Nos cabe concretar en hechos, actitudes, proyectos y utopías, conforme a su esencia original: luego como una construcción de una socialidad sin dominación – especulación de clase, etnia y género, que asegure autonomía, emancipación y plena expansión a los individuos sociales.

El décimo principio por su vez, establece el compromiso con la calidad de los servicios prestados a la población y con el perfeccionamiento intelectual en la perspectiva de la competencia profesional.

En principio, corresponde desmitificar cierto discurso, aún vivo en el Servicio Social, sobre la competencia originaria de la racionalidad tecnocrática formal burguesa y amplificada en la dictadura militar. La competencia sobre ese enfoque, se presenta en cuanto técnica desarrollada con eficacia por un sujeto que se somete acríticamente a un corolario de exigencias burocrático – administrativas y , también, a las reglas y a la disciplina de la organización. En esa óptica, no sólo la práctica profesional debe encajar en instituciones estructuradas según la lógica de la autoridad y de la jerarquía, como el

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cientificismo y la neutralidad constituyen parámetros idealizados en cuanto al perfeccionamiento profesional.

Marilda Iamamoto sintetiza bien la realidad de esa dinámica institucional, encendida en el imaginario y en la práctica de los defensores de ese tipo de eficiencia técnica:

“El resultado es claro: se legitima, así, la subordinación del profesional, del usuario, de los sujetos sociopolíticos, en nombre de la competencia ocasionada por los cargos de la jerarquía institucional ritualista y hueca en su contenido…”

Felizmente, la categoría, en los últimos veinte años, consiguió investir en la reflexión y la producción de un saber y de una práctica críticos, sintonizandose con la historia de luchas y con las prioridades sociales de la población brasilera, lo que impide, hoy, cualquier demostración de alienación en términos de actitudes profesionales.

Esto significa que se viene efectivizando una apuesta cada vez mayor en la relación entre técnica, política y ética, como condición misma de la competencia, en el caso, de una profesión como la del servicio social, la cual está inserta en el meollo de los conflictos de las esferas de la producción y reproducción. Si, en los años 80, una de las principales conquistas fue el descubrimiento y el énfasis en la cuestión política de la práctica profesional, crece ahora la visualización del papel de mediación y articulación desempeñado por la ética entre el saber y la práxis política. Tal mediación se ejerce por las siguientes vías:

- como interiorización de los valores y principio ético profesionales, generadoras de nuevas posturas y proyectos de intervención poniéndose los contenidos teóricos recibidos en movimiento o suscitando la conciencia de las necesidades de una nueva arremetida en la capacitación profesional; en fin, como enriquecimiento de las necesidades individuales y profesionales, en cuanto a una opción por lo difícil, como signo del crecimiento y no por el conformismo y acomodamientos fáciles;

- o, aún, como construcción personal y profesional, más completa, que requiere participación activa, sea en los foros de la categoría, sea en los espacios colectivos de discusión y formulación de políticas públicas, y también junto a los movimientos sociales y demás organismos democráticos de actuación política.

Pensar políticamente, como forma de contribuir para la propulsión de transformaciones, se configura hoy, para los asistentes sociales como un requisito simultáneamente ético y técnico. Las nociones de responsabilidad, disciplina y deber se hacen presentes como puntal del hacer profesional, siendo que ahora ....la referencia de la libertad y del compromiso. Esto porque tal referencia es fomentadora de una convicción y de un empeño concreto en la realización de una acción.

La motivación y movilización de los profesionales, provocadas por esta tríada – ética, técnica y política- favorece, así, no sólo una relectura del poder institucional, más un rompimiento con la apatía, resignación, tedio, y frustración, asociados a la falta de alternativas de intervención, típica de la inercia del “insulto a los males” del cotidiano.

Además de eso, la competencia no es algo ligero y acabado, ni se adquiere de manera mágica e instantánea. Tampoco es producto del espontaneísmo de modelos fijos y

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predefinidos ni del emprendimiento solitario de los individuos. Se trata, sí, de una experiencia gradual y compartida, fragmentada por las circunstancias y condiciones de trabajo, en cuanto componentes limitantes o favorecedores del competente desempeño profesional.

Teresinha Rios caracteriza, como un miscelánea de brillo y simplicidad, lo que viene a ser competencia:

“...Ella es construida y se propone como un ideal a ser alcanzado. Se puede constatar esto cuando tratamos, en cualquier espacio de acción profesional, hacer el conjunto de características definitorias de la competencia, una especie de concretización del “saber hacer bien” para cada categoría profesionales. Descubrimos que se trata de un conjunto de requisitos que no hacen parte, en su totalidad, del desempeño de los individuos. Entretanto, verificamos que pueden hacer – y su posibilidad es verificada en la propia realidad. Si existen en lo real como posibilidad, pueden volver a tornarse en el futuro, en la práctica concreta de los profesionales. Así, vamos tornándonos competentes, realizando el ideal que atiende las exigencias -históricas siempre- del contexto en que actuamos.

En cuanto al entendimiento presente en el Código de ética acerca de la necesidad de profundización de la defensa de la calidad de los servicios prestados a la población, es urgente asegurar a los usuarios y a las instituciones, lo que compete a la profesión en el ofrecimiento de los programas del propio servicio social. Dentro de eso cabe señalizar, una vez más, que este es un esfuerzo colectivo a ser tomado por el conjunto de la categoría. Un esfuerzo que comprende la calificación de los objetivos a ser alcanzado en el que dice respeto a la concepción de competencia deseada para nuestra profesión, a saber: capacidad de crítica teórica, consistencia histórica más financiamiento político, habilidades para proyecciones estratégicas en el desempeño de actividades técnicas y políticas, y la superación de perspectivas reducionistas y unilaterales como practicismo, teoricismo, eclecticismo y voluntarismo. Estas últimas constituyen marcas tanto de un pasado profesional distante, como recientes que se hicieran en medio de las tentativas (o turbias, o vacías, o incluso aquellas lúcidas) de afirmación y consolidación de la excelencia en lo que se refiere a la profesionalidad del servicio social y, por consiguiente, de obtención de legitimidad frente a la sociedad brasilera.

El signo ético social de las conquistas profesionales, en el contexto de los años 90, parece atestiguar el éxito de una nueva concepción de competencia, cuya frecuencia primordial Iamamoto caracteriza como "reconciliación de la profesión con la realidad".

Finalmente el último principio: Ejercicio del servicio social, sin ser discriminado, ni discriminar por cuestiones de inserción de clase social, género, etnia, religión, nacionalidad, opción sexual, edad y condición física.Ese principio asegura derechos para los asistentes sociales y, también exige el derecho con las diferencias de los usuarios y otros profesiones. Mucho mas que una bella afirmacion de compromiso, se destaca en el conjunto de las propuestas éticas del Servicio Social, por el csensible involucramiento de importantes ideas y supuestos valorativos que lo componen. O sea, contempla las preocupaciones anteriores en el que dice respeto a la experiencia particular y subjetiva de la libertad, tanto pertinente a grupos y actores sociales como aliadas a las diversas inflecciones y explicitaciones de las singularidades que determinan los individuos, cultural y socialmente.Al operar mediaciones entre las diferentes esferas de la sociabilidad capitalista y los contrapuntos delineados en el ámbito de la relaciones interpersonales, los valores y principios éticos permiten la configuración de parámetros y criterios a partir de los cuales

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los individuos adoptan sus conductas, aún alienada e intuitivamente. Asumimos nuestra identidad, desde la humanidad, por la manera propia, particularizada, como trabajamos, vivimos, amamos, opinamos, deseamos, odiamos, actuamos, sentimos placer y dolor, nos posicionamos delante de las cosas y de los otros , decidimos, nos sentimos felices o infelices." En la diferencia está la matriz de la identidad". Saber trabajarla éticamente constituye la fertilidad y la potencialidad de nuestros conocimientos y acciones.Con esto no estamos proponiendo el retorno a una tendencia privatista y/o individualista de la experiencia y formulación ética. Al contrario, significa proclamar que lo dilemas éticos-políticos de lo cotidiano no pueden ser generalizados en su forma, bajo pena de simplificaciones y abstracciones ya rechazadas por las demandas e intereses profesionales. Es preciso, entonces, estar conscientes y críticos para el engañoso estorbo de las verdades absolutas y de las evaluaciones dicotomizadas- maniqueístas de verdadero y falso, bien o mal, como contraposición necesaria al combate a la discriminación.El recuperación de la crítica al preconcepto debe garantizar, por la sustantivaciòn de la dimensión del derecho, el ejercicio del Servicio Social y la relación con los que integran la vida profesional cotidiana a partir de que son; esto es familias de estancieros o campesinos, hombre o mujer negro, indio o blanco, brasilero o extranjero, homosexual o heterosexual, joven o viejo, en fin un individuo como otro cualquiera con manías, atributos, características que lo particularizan exclusivamente, pero que en nada justifica cualquier tipo de exclusión o privilegios, que este por fuera del ámbito estricto de la competencia profesional.Detrás de la aceptación plena del "derecho a su identidad" se encuentra la " identidad de derecho" como todos aquellos que participan de esa sociabilidad. El presupuesto pera el acogimiento y respeto a las diferencia y el destierro a la discriminación encuentra un camino en el ejercicio de la tolerancia, tal como ilustra Comte-Sponville:"tolerar es aceptar que podría ser condenado ( por el preconcepto), es dejar hacer lo que se podría impedir o combate. Por lo tanto, es renuciar a una parte de su poder, de su fuerza de su cólera..."Pero, puede haber otra fase de la tolerancia - la omosión o la conplicidad. Como todo valor, su adopción acrítica u casuistica puede incurrir en violación o en un error mayor, por lo tanto , siguiendo ese raciocinio, no hay tolerancia absoluta, su infinitud paradojicamente construye el propio fìn de la tolerancia. Aún cita a Comte-Sponville: " Tolerar es responsabilizar: la tolerancia que responsabiliza el otro ya no es tolerancia. Tolerar el sufrimiento de los otros, tolerar la injusticia de que no somos vìctimas, tolerar el horror que no nos toca es tolerancia: es egoismo, es indiferencia, o peor. Ante el odios, ante la furia, ante la violencia, de la pasibidad delante del horror, de esa acción vergonzosa de lo peor! Una tolerancia universal sería tolerancia de lo atrós: atrós tolerancia ......"Además hay una tercera faz de ese prisma y que parece alimentar otras distorsiones como a al perpetuación de preconceptos y a la defensa de privilegios particularistas y egoístas. Pues entonces fruto de las verdades absolutas, mezcla de fanatismo y desconocimiento el dogmatismo.(sustrato de la intolerancia) que encuadra, clasifica, aprueba y reprueba a priori su placer:" el dogmatismo practico, que piensa el valor como una verdad, conduce así mismo a la consciencia tranquila, a la auto-suficiencia, al rechazo, o el desprecio del otro, a la intolerancia.Por eso si abricamos del saludable don de la duda estaremos enredándonos en las telas del conformismo, de la sumisión de la reproducción de desigualdad, en fin en el continuismo

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de aquello que repudiamos. La capitulación u omisión frente a todo lo que ahí esta nos lleva a la perpetuación de las viejas practicas discriminatorias e intolerantes, que con toda convicción estamos preparados para combatir: el individualismo exacerbado el machismo el racismo, el servilismo, homofobia el comportamiento autoritario, la persecución, aún disimulada, a los que difieren, y recompensan fortuita a los que concuerdan con nosotros..Como ultima consideración, es oportuno reivindicar, una vez mas y como siempre, la imperiosa actuación consiente y, claro, libertaria, democrática e igualitaria del profesional de Servicio Social, en el sentido unívoco de construcción e incorporación de esas nuevas posturas y virtudes plenamente humanística e inconformista. Tal propuesta de conducta ética y de convicción política pasa ( en el diseño de esos nuevos principios) pasa a contribuir para que el Servicio Social venga a firmar como categoría legitima y admirada socialmente.Concluyendo, cabe registrar que el código de ética, por mejor elaborado que sea en sus mas diversos aspectos, y por más proyección que se haga en términos de realizaciones de valores e intenciones, no puede ser garantizado solo a partir del mismo. Para que el se realice absolutamente en todo lo que prescribe y apunta en cuanto proyecto político y ético-profesional, depende de otros factores tales como: la calidad de la formación profesional, el nivel de conciencia política y de organización de la categoría, el compromiso de los profesionales en cuanto ciudadanos, y también las condiciones objetivas que inciden sobre el desempeño profesional.Si fuéramos perseverantes y curiosos lo bastante para poder descifrar " lo que tiene dentro de la corteza de lo imposible", sabremos que lo posible( la construcción cotidiana del proyecto ético -político profesional) no es la pura contingencia o acaso. Lo necesario no es fatalidad bruta lo posible es lo que se encuentra abierto en el corazón de lo necesario y es que nuestra libertad toma para hacerse en libertad”.El actual Código de ética pretende así construir una nueva motivación para los sujetos profesionales, además de subsitarles nuevas exigencias, sintonizados con el espíritu desafiador y de lucha de la categoría y de la sociedad brasilera, en pos de prácticas sociales emancipadadoras, libres e igualitarias en este final de siglo.

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(3)CHAUI, M. Convite a la Filosofía. San Pablo 1994 p.357(4) RIOS, Terezinha. Etica y competencia. 3 Edic. San Pablo, Cortéz Edit. 1995. Cap. 62(5) CHAUI, M. Op. Cit. p. 359

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