LA PALMA ISLA MARINERA

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EL DÍA DIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA Empresa: «Herederos de Leoncio Rodríguez» Editor: JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ™^ Director: JOSÉ MANUEL DE PABLOS COELLO Dirección, Redacción, Relaciones Públicas, Administración, Talleres e impresión Avenida Buenos Aires, 71, Sania Cruz de Tenerife, Número 13.90?, Año XLIV Teléfonos: (922)21.10.00 (8 líneas) Apartado de Correos 97 Télex: 92,184. Diao-E, Depósito legal Tf 32-1958. Franqueo Concertado: 38 2. Delegación en el Puerto de la Cruz, Edificio Victoria Ventoso- C. 501, Polígono El Tejar. Teléfono: (922)38.03.25. Delega- ción en La Palma: Santa Cruz, Calle Real, 44-l°-7 a . Teléfono: (922)41.26.00. Redacción en Las Palmas: Paseo Tomás Mo rales, 3-4". P. 11, Edificio Cristal. Teléfono: (928)36 65 29 Télex: 95.456 Diao-E (Las Palmas) Servicios informativos: Efe, Colpisa, Fiel, Europa Press, Recopress, Mencheta, Seo (Servicio Empresarial de Noticias). AmeriCan arias Nuestras murgas y las uruguayas, primas hermanas G OMO lo prometido es deuda, noy seguimos con el tema de las murgas carnavaleras, cen- trando nuestro análisis en las innegables analogías que guardan con las agrupacio- nes uruguayas del mismo nombre. Porque en Monte- video, igual que en Tenerife, la influencia gaditana se puede documentar y palpar. Aquí, corno vimos en artícu- lo anterior, con los mucha- chos andaluces del buque «Laya» f que sirvieron de mo- delo a los obreros portuarios que luego formaron las murgas del «Flaco» y del «Chucho». En Uruguay, se- gún Bermejo (uno de los más antiguos directores de murgas), sería «La Gadita- na», integrada por andalu- ces, la primera agrupación de este tipo que hizo de mo- delo y fomentó la afición. Esto ocurría en Montevi- deo en 1909, según las cró- nicas. «La Gaditana» se pre- sentó ese año en el Teatro San Felipe, situado en la ca- lle Florida, entre San José y Soriano. Un año después, según manifiesta José Mi- nisteri (Pepino), hicieron su aparición las primeras mur- gas uruguayas, como «Don Bochinche y Cía», que salía del Barrio del Cardón (ojo al nombre), o «Los Patos Ca- breros», formada por gentes del barrio de la Aguada. Además del papel impor- tante que jugaron los mari- nos gaditanos, tanto en Ca- narias como en Uruguay, di- gamos que también las com- pañías de zarzuela contri- buyeron a propagar la moda de las murgas. Y no es ca- sual que compañías como las de los Vélaseos, la de Ju- lia Pons, la de Moncayo o Valentín González, actuaran por aquellos años, tanto en Tenerife como en Montevi- deo, con obras como «La Gran Vía», «Las Musas ladi- nas» o «El Pobre Balbuena», en las que aparecían con- juntos musicales de carác- ter cómico-satírico, muy en la línea de las murgas gadi- tanas. Ya hemos dicho que la murga nuestra se mueve en esa vía satírica y crítica de las chirigotas gaditanas, aunque en éstas no existe esa estructura o formación de banda, con sus filas de instrumentistas perfecta- mente alineadas, tras la ca- ja o redoblante, bombo y platillos, que encabezan las tres columnas. Exactamente iguales a las uruguayas, no sólo en cuanto a formación, número de componentes y esa estructura de remedo de banda municipal, sino tam- bién respecto de otras ca- racterísticas, como las que siguen: a) El nombre.- Tanto en Canarias como en Uruguay se eligen para las murgas nombres disparatados y sig- nificativos, como «Los Amantes al Engrudo», «Ado- quines Españoles», «Asaltan- tes con Patente», etc. b) Los integrantes.— Todos masculinos y en nú- mero superior a treinta. c) El disfraz.— Los mur- guistas salen siempre dis- frazados de acuerdo con el lema de su espectáculo o te- ma musical de presenta- ción. Se pintan la cara como los payasos o parodistas, con pinturas especiales que no queman. d) Las canciones.— Se uti- lizan melodías antiguas o de moda para cantar los textos críticos y humorísticos. El autor de la letra tiene que ser una persona «chispean- te». Junto a la murga va el vendedor de los versos (que trabaja a comisión o por- centaje). e) Los ensayos.— Se reali- zan en los salones de clubs sociales. El director de can- to los reúne en forma de se- micírculo o herradura, que- dando en un extremo la ba- tería, y en la otra los carte- les con las letras de los te- mas que se ensayan. f) Instrumentos.— Anti- guamente la murga utiliza- ba instrumentos de lata: ba- tería de cocina, asadera, pa- langanas, tapas de calderos para hacer los platillos, etc. Se usan de 24 a 25 instru- mentos «ridículos» de hoja- lata, los cuales llevan una hojilla de papel de fumar que da sonido al «instru- mento». Como ven hay muchas si- militudes entre un tipo y otro de murga. No olvide- mos que aún hoy, en Uru- guay, se llama canarios a los campesinos. También lo del barrio del Cardón pare- ce una buena pista. Elfldio Alonso CLÍNICA DENTAL Luis V. Pavillard Caries Médico Estomatólogo PERIODONCIA. Enfer- medades de las encías, Ex- Asistente a la UNIVERSI- DAD DE BERNA (SUIZA). Teobaldo Power, 12-2° C Tfno.: 244110 las (fHwttas del PÍA Igueste y el inglés N O es que yo sepa mucha filología, a pesar de que ha sido mi especialidad universitaria y a eüa he dedicado buena parte de mi labor de modesta profesora, pero sé la sufi cíente como para no ignorar lo difícil que resulta andar por sus ga- lerías, de no ser un buen cabuquero. Sabemos por el maestro Me~ néndez Pidal lo peliagudo que es andar los predios de la rama de la toponimia, la que, cuanto más luminosa y fácilmente atractiva parezca, más peligro tenemos en ella de equivocarnos. El fenóme- no de la semejanza semántica, o la ultracorrección popular juega malas pasadas ai investigador que no pise con pies de plomo. El escudo de España, como todos sabemos, lleva uno o dos leones y uno o dos castillos, co- mo emblemas de los antiguos reinos de León y de Castilla, tierra de castillos. Ahora bien, la ciudad de León no deriva su nombre de este animal, que en latín se dice leo y leonem en acusativo, caso del que se deri- van la mayoría de nuestras pa- labras de origen latino, sino de la legión romana que allí acam- pó: la legio séptima gemina y de legio, cuyo acusativo es legionem, ha salido, por evolu- ción, la voz León. Se trata de una ciudad y de un reino anti- guo que deriva su nombre de legión y no de león, animal, pe- ro eso se olvidó y hoy figura la arrogante fiera en el escudo de la ciudad y en el de España, en virtud de la hornonimia. Doy el ejemplo para advertir al pa- ciente lector (suponiendo que me siga y lea, que ya es opti- mismo), cuan engañoso puede ser el origen de una voz. Al indicar Don Arquímedes Jiménez del Castillo en su f por lo demás, excelente artículo La aventura del agua que Igueste debe de escribirse con H, bus- qué un trabajo aparecido en es- te diario el 17 de abril de 1983, página 6, que guardé porque me pareció haber leído una sor- prendente etimología del topó- nimo tinerfeño citado; ahora me lo encuentro firmado por el mismo señor Jiménez, al que no tengo el gusto de conocer, autor, también, según él afirma en otro artículo del 4 de no- viembre de 1981, de una nove- la titulada La Carnada, asimis- mo desconocida por mí y que procuraré buscar. El artículo referido al topóni- mo Igueste se titula: ¿Igueste, Highest o Highgate? Parece ser que el profesor de inglés del se- ñor Jiménez le aseguró que pa- ra él estaba clarísimo que la voz venia de la palabra inglesa high f que significa alto, con su aumentativo higher, más alto, o highest, el más alto (copio li- teralmente), lo que, por estar nuestros dos Iguestes, el de Candelaria y el de San Andrés, en altos lugares, convenía muy bien. Efectivamente, como es sa- bido, la lengua inglesa, a igual que el latín, admite comparati vos y superlativos orgánicos en los adjetivos, de modo que high, higher, highest, signifi can: alto, más alto, altísimo (o el más alto de todos), voces que, al pronunciarse en inglés, se desvían de la pronunciación de Igueste, por supuesto. Supone entonces el señor Ji- ménez, en virtud del aval de su profesor, que vendría un pastor de cabras inglés a cuidar de las cabras de los rebaños de los do- minicos de Candelaria, pues el valle iguestero fue donado por los Adelantados a los frailes pa- ra aprovechamiento de los mis- mos, así que el buen pastor di- ría a los frailecitos que los re- baños pastaban en «Highest of Candelaria» (omito lo de la po- sibilidad de que pudiera ser también en «Highgate of Cande- laria» que se refería a «La puer- ta alta de Candelaria, obvia- mente, al Llano de las Lagune- tas», etc., porque ya es dema- siado y quiero ser respetuosa con el articulista y su profesor). Me imagino que el pastor inglés sería hombre andariego y que los frailecitos tenían extensos dominios, y que al ir al otro Igueste, algo lejano, diría que los rebaños pastaban en «Hig- hest of San Andrés» (o Saint Andrew). El señor Jiménez piensa que el pastor tenía que ser un in- glés, porque, conforme él escri- be: «.ningún castellano de aque- lla época, caballeros villanos investidos del privilegio de in- fanzonía, se aviniese a desem- peñar tan bajo oficio». Tengo la impresión de que el señor Jimé- nez cree que, a finales del XV, cuando se verificó la conquista, los castellanos a que él se refie- re vivían en villas, puesto que los llama villanos y que tenían el privilegio de infanzones. El infanzón era un hidalgo con se- ñorío limitado de tierras. A Ca- narias no vinieron muchos cas- tellanos y los infanzones se quedaron en la Edad Media. A las Islas llegaron modestos an daluces y portugueses que, con los indígenas, cavaron la tie- rra, comenzaron a plantar ca- ña de azúcar, que los primeros genoveses: Ponte, Riberoles y otros comerciantes navieros traficaban para la Península. Si el señor Jiménez leyera los li- bros de Repartimientos y Resi- dencia, publicados por el Insti- tuto de Estudios Canarios, ve- ría qué clase de gente vino a la conquista. En la América de habla castellana se tiene una idea semejante del conquista- dor que allí llegó, pero la creen- cia de que éste era un hidalgo con casco brillante y lustrosa espada hay que cambiarla por la figura de una gente llena de trabajos, sucia, mal vestida ca- si siempre, llena de piojos y de algunas cosas peores y aun así todavía se admira uno al ver cómo alzaron aquellas ciuda- des en los Andes, por ejemplo, en condiciones infrahumanas. En Tenerife los pastores eran los guanches, porque no todos se extinguieron, y algún andaluz o portugués pobre; los ingleses del XVI eran grandes piratas, como Francis Drake, el cual saqueaba barcos y puertos españoles, como el de Las Pal- mas en 1595, o mercaderes de azúcar, tipo Thomas Mchols. Más tarde llegaron un marino traficante, como George Glas, que vivió en el XVIII, y todos esos ingleses e irlandeses del Puerto de la Cruz, gente ilus- trada, alguna de ella, trafican- tes de nuestro antiguo malva- sía, que hispanizaron sus ape- llidos después. Un pastor de ca- bras inglés, mientras el señor Jiménez no lo halle documenta- do,, se nos atraganta diciendo a los pobres frailes, que no de- bían saber la lengua de Shakes- peare: «I am going to highest of Candelaria», un día, y otro: «to highest of San Andrés». Un topónimo para formarse requiere un proceso muy labo- rioso, mucho más que el de ese hipotético inglés que se inven- ta, con la natural buena fe de la criatura ajena a las endiabla- das cuestiones lingüísticas, el señor Jiménez. La toponimia es parte difícil de la lingüística y, por cierto, muy perdurable; es lo que suele pervivir de los pue- blos indígenas en el terreno de la lengua. Lo que a mí me maravilla de] señor Jiménez es que, aparte la hipótesis del inglés, escriba es- to: «En otro orden de ideas, soy capaz de afirmar que Higueste no es nombre guanche». ¡Pas- moso, señor Jiménez, pasmoso! ¿Cómo lo sabe? Respecto a la H, dice el señor Jiménez que con ella está escri- to el topónimo en el XIX. No lo dudo. La h se pone por ortogra- fía insegura desde el siglo XVI, en que no se ha fijado todavía. En las datas de Tenerife apare- cen palabras como orden, o el imperfecto era, con h y hoy mismo, en un importante dia- rio madrileño, he visto la pala bra ilación con h e incluso a us- ted mismo se le puede escapar un echo, del verbo echar, escri- to con h, por confusión con he- cho, del verbo hacer, así que ver escrito en el XIX Igueste con h carece de importancia. Sin h aparece en Viera y Clavi- jo. Lingüistas como Berthelot y Wblfel'lo escriben sin h. Entre las muchas cosas que ignoro están las lenguas semi- tas; no conozco, por supuesto, el berebere, de donde parece proceder la problemática len- gua guanche. La voz Igueste se parece a Tegueste, que sí es guanche, pero es que Igueste también debe de serlo: en el li- bro de los Orígenes de Nuestra Señora de Candelaria, del P. Espinosa, quien escribe entre 1585-90 (acaso antes), en la edición de la Imprenta Isleña, 1848, pág. 30, o en la más ase- quible de Goya Ediciones, 1952, pág. 61, se lee el nombre de Igueste; es decir, se cuenta previamente que la Virgen apa- reció en 1400 al pueblo guan- che del reino de Güímar, que los pastores dan cuenta del he- cho a su rey y éste se reúne en el Tagoror con sus vasallos pa- ra tratar del acontecimiento, del que da cuenta a los reyes comarcanos; allí reside la Vir- gen, ofreciéndosele las más hermosas cabras de su rebaño y escribe Espinosa: «Y el rey le señaló término particular, que llaman Igueste, donde se apa- centase este ganado, con pena de muerte que ninguno llegase a él». El topónimo Igueste, existe, por tanto, en época guanche, antes de le conquisto de Tene- rife por Don Alonso de Lugo y antes de que llegara el posible inglés. Listos son los hijos de la rubia Albión, pero, aunque va a costar mucho echarlos de Gi- braltar, si es que lo dejan, no creo que ningún «mister» cabre- ro se adelantase «to highest of Candelaria» a la mismísima lle- gada de la milagrosa imagen, de la cual me ocuparé en otro momento, con toda circunspec- ción, por ser materia delicada. María Rosa Alonso Temas isleños La Palma, isla marinera L A isla de La Palma siem- pre ha tenido latir de velas marineras en sus aguas. En su costa, siempre la presencia grata de un aletear de foques y cangrejas —de sen- cillas velas latinas— como en recuerdo de aquellos berganti- nes, fragatas y bricbarcas, que en sus playas tomaron forma y nacieron a la mar ancha, alta y libre. Los pinos de La Palma se hi- cieron quillas audaces, cuader- nas firmes, soportes de altas pi- rámides de velas y, como ho- menaje a nombres sonoros y bien recordados —«La Fama», «La Verdad», «Bella Palmera», «Ninfa de los Mares», «Orota- va», etc.— hace unas semanas por Santa Cruz de La Palma el bricbarca «Sea Cloud», un her- moso y fino cuatro palos que, a la sombra del Risco de la Con- cepción —allí donde la Caldere- ta pone sus amplias resonan- cias marineras— lanzó al aire palos, masteleros y masteleri- llos, toda la jarcia velera tan honda y querida en aquella isla del buen y bien hacer maríne- lo. En la imagen, el «Sea Cloud» en aguas palmeras, en las mis- mas en que, con los nombres ci- tados, suenan y se recuerdan otros. Desde la «Pamir» —que siempre evocó con los recuer- dos que de ella tenía el buen don Guarino— a la «Calatea» es- pañola, al siempre nuevo «Juan Sebastián de Elcano», a la «Gorch Fock» alemana, a... ¿pa- ra qué seguir? La Palma, con verdadero sentir marinero, vi- vió la estadía del «Sea Cloud» y, desde luego, sintió hondo —muy hondo— aquel pasado que tanto significó para su de- sarrollo económico en todos los órdenes. Una vez más, velas blancas y estampas estilizadas en las aguas de la isla de la Caldera de Taburiente. Allí, con resonar de siglos y de soles volvía un pasado que, nunca olvidado, está en el evocar de todos los que, como buenos isleños/tie- nen y mantienen que la mar es siempre presente y que por ella —camino sin linderos— le ha lle- gado, llega y llegará, cuanto significa en el amplio concierto de todo el archipiélago. Con las velas desplegadas del «Sea Cloud», toda una bue- na tradición en aguas palme- ras. En ellas, una vez más, can- el viento de Canarias; en ellas, una vez más, el recuerdo de tiempos que fueron, de aquellos tiempos de los barcos que, blancos de velas abiertas, iban y venían por toda la mar de las Islas. Las voces ardientes del lito- ral de La Pahua saludaron al buen velero que, con palos de mucha guinda, puso su estam- pa gallarda y fina —estampa muy marinera- junto a las ga- viotas que, con vuelo de fle- chas, rayaban el cielo. El «Sea Cloud», que navegaba con faci- lidad y felicidad, era la evoca- ción, el recuerdo de los que, en los frescos rumores del día, na- cieron a la mar palmera- a la mar del mundo todo— para ha- El bricbarca «Sea Cloud», en aguas de Santa Cruz de La Palma cer la carrera de las Américas. En La Palma, isla que tiene música en los árboles y un aire lleno de sonrisas, la estampa del «Sea Cloud» llegó y zarpó rompiendo la mar —la siempre tierna corteza de la mar— bajo un cielo azul que, tierra aden- tro, daba a los campos su gra- cia alborazada de gloria. En la isla que siempre atesoró tesón, firmeza y voluntad, la fina es- tampa marinera de uno de los pocos veleros que, en aguas del mundo, hace llegar al alma de los buenos marinos todo un re- sonar de estrellas, todo un re- sonar de velas. Juan A. Padrón Albornoz DOCTOR MARTÍNEZ CALVO COMUNICA A SUS PACIENTES QUE SU CONSULTA A SIDO TRASLADADA A LA URBANIZACIÓN AGÜERE CALLE 15 TEÑOS. 258067 - 253432

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Temas isleños", 1984/01/29

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EL DÍADIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA

Empresa: «Herederos de Leoncio Rodríguez»

Editor: JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ™^

Director: JOSÉ MANUEL DE PABLOS COELLO

Dirección, Redacción, Relaciones Públicas,Administración, Talleres e impresión

Avenida Buenos Aires, 7 1 , Sania Cruz de Tenerife,

Número 13.90?, Año XLIV

Teléfonos: (922)21 .10 .00 (8 líneas) Apartado de Correos 97Télex: 92,184. Diao-E,Depósito legal Tf 32-1958. Franqueo Concertado: 38 2.

Delegación en el Puerto de la Cruz, Edificio Victoria Ventoso-C. 501, Polígono El Tejar. Teléfono: (922)38.03.25. Delega-ción en La Palma: Santa Cruz, Calle Real, 44- l° -7 a . Teléfono:(922)41 .26 .00 . Redacción en Las Palmas: Paseo Tomás Morales, 3-4". P. 11, Edificio Cristal. Teléfono: (928)36 65 29Télex: 95.456 Diao-E (Las Palmas)

Servicios informativos: Efe, Colpisa, Fiel, Europa Press, Recopress,Mencheta, Seo (Servicio Empresarial de Noticias).

AmeriCan arias

Nuestras murgas y lasuruguayas, primas

hermanas

G OMO lo prometido esdeuda, noy seguimoscon el tema de las

murgas carnavaleras, cen-trando nuestro análisis enlas innegables analogías queguardan con las agrupacio-nes uruguayas del mismonombre. Porque en Monte-video, igual que en Tenerife,la influencia gaditana sepuede documentar y palpar.Aquí, corno vimos en artícu-lo anterior, con los mucha-chos andaluces del buque«Laya»f que sirvieron de mo-delo a los obreros portuariosque luego formaron lasmurgas del «Flaco» y del«Chucho». En Uruguay, se-gún Bermejo (uno de losmás antiguos directores demurgas), sería «La Gadita-na», integrada por andalu-ces, la primera agrupaciónde este tipo que hizo de mo-delo y fomentó la afición.

Esto ocurría en Montevi-deo en 1909, según las cró-nicas. «La Gaditana» se pre-sentó ese año en el TeatroSan Felipe, situado en la ca-lle Florida, entre San José ySoriano. Un año después,según manifiesta José Mi-nisteri (Pepino), hicieron suaparición las primeras mur-gas uruguayas, como «DonBochinche y Cía», que salíadel Barrio del Cardón (ojo alnombre), o «Los Patos Ca-breros», formada por gentesdel barrio de la Aguada.

Además del papel impor-tante que jugaron los mari-nos gaditanos, tanto en Ca-narias como en Uruguay, di-gamos que también las com-pañías de zarzuela contri-buyeron a propagar la modade las murgas. Y no es ca-sual que compañías comolas de los Vélaseos, la de Ju-lia Pons, la de Moncayo oValentín González, actuaranpor aquellos años, tanto enTenerife como en Montevi-deo, con obras como «LaGran Vía», «Las Musas ladi-nas» o «El Pobre Balbuena»,en las que aparecían con-juntos musicales de carác-ter cómico-satírico, muy enla línea de las murgas gadi-tanas.

Ya hemos dicho que lamurga nuestra se mueve enesa vía satírica y crítica delas chirigotas gaditanas,aunque en éstas no existeesa estructura o formaciónde banda, con sus filas deinstrumentistas perfecta-mente alineadas, tras la ca-ja o redoblante, bombo yplatillos, que encabezan lastres columnas. Exactamenteiguales a las uruguayas, nosólo en cuanto a formación,

número de componentes yesa estructura de remedo debanda municipal, sino tam-bién respecto de otras ca-racterísticas, como las quesiguen:

a) El nombre.- Tanto enCanarias como en Uruguayse eligen para las murgasnombres disparatados y sig-nificativos, como «LosAmantes al Engrudo», «Ado-quines Españoles», «Asaltan-tes con Patente», etc.

b) Los integrantes.—Todos masculinos y en nú-mero superior a treinta.

c) El disfraz.— Los mur-guistas salen siempre dis-frazados de acuerdo con ellema de su espectáculo o te-ma musical de presenta-ción. Se pintan la cara comolos payasos o parodistas,con pinturas especiales queno queman.

d) Las canciones.— Se uti-lizan melodías antiguas o demoda para cantar los textoscríticos y humorísticos. Elautor de la letra tiene queser una persona «chispean-te». Junto a la murga va elvendedor de los versos (quetrabaja a comisión o por-centaje).

e) Los ensayos.— Se reali-zan en los salones de clubssociales. El director de can-to los reúne en forma de se-micírculo o herradura, que-dando en un extremo la ba-tería, y en la otra los carte-les con las letras de los te-mas que se ensayan.

f) Instrumentos.— Anti-guamente la murga utiliza-ba instrumentos de lata: ba-tería de cocina, asadera, pa-langanas, tapas de calderospara hacer los platillos, etc.Se usan de 24 a 25 instru-mentos «ridículos» de hoja-lata, los cuales llevan unahojilla de papel de fumarque da sonido al «instru-mento».

Como ven hay muchas si-militudes entre un tipo yotro de murga. No olvide-mos que aún hoy, en Uru-guay, se llama canarios alos campesinos. También lodel barrio del Cardón pare-ce una buena pista.

Elfldio Alonso

CLÍNICA

DENTALLuis V. Pavillard Caries

Médico EstomatólogoPERIODONCIA. Enfer-

medades de las encías, Ex-Asistente a la UNIVERSI-DAD DE BERNA (SUIZA).Teobaldo Power, 12-2° C

Tfno.: 244110

las (fHwttas del 7° PÍAIgueste y el inglés

N O es que yo sepa mucha filología, a pesar de que ha sido miespecialidad universitaria y a eüa he dedicado buenaparte de mi labor de modesta profesora, pero sé la sufi

cíente como para no ignorar lo difícil que resulta andar por sus ga-lerías, de no ser un buen cabuquero. Sabemos por el maestro Me~néndez Pidal lo peliagudo que es andar los predios de la rama dela toponimia, la que, cuanto más luminosa y fácilmente atractivaparezca, más peligro tenemos en ella de equivocarnos. El fenóme-no de la semejanza semántica, o la ultracorrección popular juegamalas pasadas ai investigador que no pise con pies de plomo.

El escudo de España, comotodos sabemos, lleva uno o dosleones y uno o dos castillos, co-mo emblemas de los antiguosreinos de León y de Castilla,tierra de castillos. Ahora bien,la ciudad de León no deriva sunombre de este animal, que enlatín se dice leo y leonem enacusativo, caso del que se deri-van la mayoría de nuestras pa-labras de origen latino, sino dela legión romana que allí acam-pó: la legio séptima gemina yde legio, cuyo acusativo eslegionem, ha salido, por evolu-ción, la voz León. Se trata deuna ciudad y de un reino anti-guo que deriva su nombre delegión y no de león, animal, pe-ro eso se olvidó y hoy figura laarrogante fiera en el escudo dela ciudad y en el de España, envirtud de la hornonimia. Doy elejemplo para advertir al pa-ciente lector (suponiendo queme siga y lea, que ya es opti-mismo), cuan engañoso puedeser el origen de una voz.

Al indicar Don ArquímedesJiménez del Castillo en suf porlo demás, excelente artículo Laaventura del agua que Iguestedebe de escribirse con H, bus-qué un trabajo aparecido en es-te diario el 17 de abril de 1983,página 6, que guardé porqueme pareció haber leído una sor-prendente etimología del topó-nimo tinerfeño citado; ahorame lo encuentro firmado por elmismo señor Jiménez, al queno tengo el gusto de conocer,autor, también, según él afirmaen otro artículo del 4 de no-viembre de 1981, de una nove-la titulada La Carnada, asimis-mo desconocida por mí y queprocuraré buscar.

El artículo referido al topóni-mo Igueste se titula: ¿Igueste,Highest o Highgate? Parece serque el profesor de inglés del se-ñor Jiménez le aseguró que pa-ra él estaba clarísimo que lavoz venia de la palabra inglesahighf que significa alto, con suaumentativo higher, más alto,o highest, el más alto (copio li-teralmente), lo que, por estarnuestros dos Iguestes, el deCandelaria y el de San Andrés,en altos lugares, convenía muybien.

Efectivamente, como es sa-bido, la lengua inglesa, a igualque el latín, admite comparativos y superlativos orgánicos enlos adjetivos, de modo quehigh, higher, highest, significan: alto, más alto, altísimo (oel más alto de todos), vocesque, al pronunciarse en inglés,se desvían de la pronunciaciónde Igueste, por supuesto.

Supone entonces el señor Ji-ménez, en virtud del aval de suprofesor, que vendría un pastorde cabras inglés a cuidar de lascabras de los rebaños de los do-minicos de Candelaria, pues elvalle iguestero fue donado porlos Adelantados a los frailes pa-ra aprovechamiento de los mis-mos, así que el buen pastor di-ría a los frailecitos que los re-baños pastaban en «Highest ofCandelaria» (omito lo de la po-sibilidad de que pudiera sertambién en «Highgate of Cande-laria» que se refería a «La puer-ta alta de Candelaria, obvia-mente, al Llano de las Lagune-tas», etc., porque ya es dema-siado y quiero ser respetuosacon el articulista y su profesor).Me imagino que el pastor ingléssería hombre andariego y quelos frailecitos tenían extensosdominios, y que al ir al otroIgueste, algo lejano, diría quelos rebaños pastaban en «Hig-hest of San Andrés» (o SaintAndrew).

El señor Jiménez piensa queel pastor tenía que ser un in-glés, porque, conforme él escri-be: «.ningún castellano de aque-lla época, caballeros villanosinvestidos del privilegio de in-fanzonía, se aviniese a desem-peñar tan bajo oficio». Tengo laimpresión de que el señor Jimé-nez cree que, a finales del XV,cuando se verificó la conquista,los castellanos a que él se refie-re vivían en villas, puesto quelos llama villanos y que teníanel privilegio de infanzones. Elinfanzón era un hidalgo con se-ñorío limitado de tierras. A Ca-narias no vinieron muchos cas-tellanos y los infanzones sequedaron en la Edad Media. Alas Islas llegaron modestos andaluces y portugueses que, conlos indígenas, cavaron la tie-rra, comenzaron a plantar ca-

ña de azúcar, que los primerosgenoveses: Ponte, Riberoles yotros comerciantes navierostraficaban para la Península. Siel señor Jiménez leyera los li-bros de Repartimientos y Resi-dencia, publicados por el Insti-tuto de Estudios Canarios, ve-ría qué clase de gente vino a laconquista. En la América dehabla castellana se tiene unaidea semejante del conquista-dor que allí llegó, pero la creen-cia de que éste era un hidalgocon casco brillante y lustrosaespada hay que cambiarla porla figura de una gente llena detrabajos, sucia, mal vestida ca-si siempre, llena de piojos y dealgunas cosas peores y aun asítodavía se admira uno al vercómo alzaron aquellas ciuda-des en los Andes, por ejemplo,en condiciones infrahumanas.

En Tenerife los pastoreseran los guanches, porque notodos se extinguieron, y algúnandaluz o portugués pobre; losingleses del XVI eran grandespiratas, como Francis Drake, elcual saqueaba barcos y puertosespañoles, como el de Las Pal-mas en 1595, o mercaderes deazúcar, tipo Thomas Mchols.Más tarde llegaron un marinotraficante, como George Glas,que vivió en el XVIII, y todosesos ingleses e irlandeses delPuerto de la Cruz, gente ilus-trada, alguna de ella, trafican-tes de nuestro antiguo malva-sía, que hispanizaron sus ape-llidos después. Un pastor de ca-bras inglés, mientras el señorJiménez no lo halle documenta-do,, se nos atraganta diciendo alos pobres frailes, que no de-bían saber la lengua de Shakes-peare: «I am going to highest ofCandelaria», un día, y otro: «tohighest of San Andrés».

Un topónimo para formarserequiere un proceso muy labo-rioso, mucho más que el de esehipotético inglés que se inven-ta, con la natural buena fe de lacriatura ajena a las endiabla-das cuestiones lingüísticas, elseñor Jiménez. La toponimia esparte difícil de la lingüística y,por cierto, muy perdurable; eslo que suele pervivir de los pue-blos indígenas en el terreno dela lengua.

Lo que a mí me maravilla de]señor Jiménez es que, aparte lahipótesis del inglés, escriba es-to: «En otro orden de ideas, soycapaz de afirmar que Higuesteno es nombre guanche». ¡Pas-moso, señor Jiménez, pasmoso!¿Cómo lo sabe?

Respecto a la H, dice el señor

Jiménez que con ella está escri-to el topónimo en el XIX. No lodudo. La h se pone por ortogra-fía insegura desde el siglo XVI,en que no se ha fijado todavía.En las datas de Tenerife apare-cen palabras como orden, o elimperfecto era, con h y hoymismo, en un importante dia-rio madrileño, he visto la palabra ilación con h e incluso a us-ted mismo se le puede escaparun echo, del verbo echar, escri-to con h, por confusión con he-cho, del verbo hacer, así quever escrito en el XIX Iguestecon h carece de importancia.Sin h aparece en Viera y Clavi-jo. Lingüistas como Berthelot yWblfel'lo escriben sin h.

Entre las muchas cosas queignoro están las lenguas semi-tas; no conozco, por supuesto,el berebere, de donde pareceproceder la problemática len-gua guanche. La voz Igueste separece a Tegueste, que sí esguanche, pero es que Iguestetambién debe de serlo: en el li-bro de los Orígenes de NuestraSeñora de Candelaria, del P.Espinosa, quien escribe entre1585-90 (acaso antes), en laedición de la Imprenta Isleña,1848, pág. 30, o en la más ase-quible de Goya Ediciones,1952, pág. 61, se lee el nombrede Igueste; es decir, se cuentapreviamente que la Virgen apa-reció en 1400 al pueblo guan-che del reino de Güímar, quelos pastores dan cuenta del he-cho a su rey y éste se reúne enel Tagoror con sus vasallos pa-ra tratar del acontecimiento,del que da cuenta a los reyescomarcanos; allí reside la Vir-gen, ofreciéndosele las máshermosas cabras de su rebañoy escribe Espinosa: «Y el rey leseñaló término particular, quellaman Igueste, donde se apa-centase este ganado, con penade muerte que ninguno llegasea él».

El topónimo Igueste, existe,por tanto, en época guanche,antes de le conquisto de Tene-rife por Don Alonso de Lugo yantes de que llegara el posibleinglés. Listos son los hijos de larubia Albión, pero, aunque va acostar mucho echarlos de Gi-braltar, si es que lo dejan, nocreo que ningún «mister» cabre-ro se adelantase «to highest ofCandelaria» a la mismísima lle-gada de la milagrosa imagen,de la cual me ocuparé en otromomento, con toda circunspec-ción, por ser materia delicada.

María Rosa Alonso

Temas isleños

La Palma, isla marineraLA isla de La Palma siem-

pre ha tenido latir develas marineras en sus

aguas. En su costa, siempre lapresencia grata de un aletearde foques y cangrejas —de sen-cillas velas latinas— como enrecuerdo de aquellos berganti-nes, fragatas y bricbarcas, queen sus playas tomaron forma ynacieron a la mar ancha, alta ylibre.

Los pinos de La Palma se hi-cieron quillas audaces, cuader-nas firmes, soportes de altas pi-rámides de velas y, como ho-menaje a nombres sonoros ybien recordados —«La Fama»,«La Verdad», «Bella Palmera»,«Ninfa de los Mares», «Orota-va», etc.— hace unas semanaspor Santa Cruz de La Palma elbricbarca «Sea Cloud», un her-moso y fino cuatro palos que, ala sombra del Risco de la Con-cepción —allí donde la Caldere-ta pone sus amplias resonan-cias marineras— lanzó al airepalos, masteleros y masteleri-llos, toda la jarcia velera tanhonda y querida en aquella isladel buen y bien hacer maríne-lo.

En la imagen, el «Sea Cloud»en aguas palmeras, en las mis-mas en que, con los nombres ci-tados, suenan y se recuerdanotros. Desde la «Pamir» —quesiempre evocó con los recuer-dos que de ella tenía el buendon Guarino— a la «Calatea» es-pañola, al siempre nuevo «JuanSebastián de Elcano», a la«Gorch Fock» alemana, a... ¿pa-ra qué seguir? La Palma, converdadero sentir marinero, vi-

vió la estadía del «Sea Cloud» y,desde luego, sintió hondo—muy hondo— aquel pasadoque tanto significó para su de-sarrollo económico en todos losórdenes.

Una vez más, velas blancas yestampas estilizadas en lasaguas de la isla de la Calderade Taburiente. Allí, con resonarde siglos y de soles volvía unpasado que, nunca olvidado,está en el evocar de todos losque, como buenos isleños/tie-nen y mantienen que la mar essiempre presente y que por ella—camino sin linderos— le ha lle-gado, llega y llegará, cuantosignifica en el amplio conciertode todo el archipiélago.

Con las velas desplegadasdel «Sea Cloud», toda una bue-na tradición en aguas palme-ras. En ellas, una vez más, can-tó el viento de Canarias; enellas, una vez más, el recuerdode tiempos que fueron, deaquellos tiempos de los barcosque, blancos de velas abiertas,iban y venían por toda la marde las Islas.

Las voces ardientes del lito-ral de La Pahua saludaron albuen velero que, con palos demucha guinda, puso su estam-pa gallarda y fina —estampamuy marinera- junto a las ga-viotas que, con vuelo de fle-chas, rayaban el cielo. El «SeaCloud», que navegaba con faci-lidad y felicidad, era la evoca-ción, el recuerdo de los que, enlos frescos rumores del día, na-cieron a la mar palmera- a lamar del mundo todo— para ha-

El bricbarca «Sea Cloud», en aguas de Santa Cruz de La Palma

cer la carrera de las Américas.En La Palma, isla que tiene

música en los árboles y un airelleno de sonrisas, la estampadel «Sea Cloud» llegó y zarpórompiendo la mar —la siempretierna corteza de la mar— bajoun cielo azul que, tierra aden-tro, daba a los campos su gra-cia alborazada de gloria. En la

isla que siempre atesoró tesón,firmeza y voluntad, la fina es-tampa marinera de uno de lospocos veleros que, en aguas delmundo, hace llegar al alma delos buenos marinos todo un re-sonar de estrellas, todo un re-sonar de velas.Juan A. Padrón Albornoz

DOCTOR MARTÍNEZ CALVOCOMUNICA A SUS PACIENTES QUE SUCONSULTA A SIDO TRASLADADA A LAURBANIZACIÓN AGÜERE CALLE N° 15

TEÑOS. 258067 - 253432