La pancita del gato

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1 La pancita del gato MARTA GIMÉNEZ PASTOR Serie para escuchar y para hablar

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cuento para chicos

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Lapancita

delgato

MARTA GIMÉNEZ PASTOR

Serie para escuchar y para hablar

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Lapancita

delgato

MARTA GIMÉNEZ PASTORIlustraciones de

KITTY LOREFICE DE PASSALIA

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Leopoldo es negro pero tiene la cola y las patitas blancas. También tiene los bigotes largos, la lengua rosadita y los ojos verdes. Y tiene además… una costura en la pancita, porque Leopoldo, ¡es el gato de trapo de Marcela!Marcela anda todo el día de aquí para allá con Leo-poldo a cuestas. Lo alza, lo estruja, la zamarrea, lo abraza, lo besa y lo hace dormir a su lado.Seguramente fue por eso… por tanto moverlo que un día, un hilo hizo ¡plic! y a Leopoldo se le abrió un agu-jero en la pancita.—¡Leopoldo! ¿Qué te pasó? —gritó Marcela a punto de dormirse—. Ahora vos también tenés un agujerito en la panza igual que yo… —y se levantaba el camisón para que el gatito lo viera—. ¡Uyyy…! Mirá, tenés la panza llena de algodón… —le decía mientras metía el dedo por el pedacito descosido y lo sacaba lleno de hilachas grises. ¿Sabés Leopoldo? Se me ocurre una cosa: ¡¿Dale que vos sos una alcancía?! —y sin esperar la aprobación del gatito buscó una moneda que tenía en el pantalón vaquero y la metió por el agujerito.Al día siguiente buscó las tres monedas que tenía en su carterita de jugar a las visitas y también las metió en la pancita de Leopoldo, y cuando las monedas se acabaron metió el lápiz de labios de mamá, los geme-

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los de papá, el dedal de la abuelita, un cigarrillo del abuelito, cuatro botones, algunos tornillos, tres boletos capicúa y un puñadito de tierra con piedritas que trajo de la plaza. ¿Piedritas? No… eran unas semillitas que andaban volando por ahí. Y ellas fueron las causantes de la sorpresa.Después de algunos días, mamá encontró a Leo-poldo sobre la alfombra y al levantarlo vio la pancita descosida.—¡Oh pobre! Tenés un agujerito… y la panza llena de cosas raras… ¡Qué Marcela ésta!Mamá sacudió a Leopoldo hasta que cayeron todas las cosas raras: Todas, menos las semillitas, que sin duda estaban muy cómodas y calentitas entre el algodón. Después volvió a cerrar el agujero con varias puntadas. Le miró las patitas y dijo:—Estas patitas están muy sucias, Leopoldo… Te voy a bañar —y lo bañó y lo colgó al sol para que se secara.Y así fue lo que pasó. Con tanto sol en la terraza y la tierrita que se había quedado adentro y los lindos días de septiembre que se asomaban en el cielo… las

-poldo le apareció una planta en la pancita!! La plantita se estiró… el hilo de la costura se volvió a cortar y el último día de septiembre, justo el último, a Leopoldo le

Cuando Marcela lo vio… abrió grandes los ojos…

arrugó la nariz y gritó mientras abrazaba al gatito:

en la pancita?

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Las horas

Las horas son traviesas como enanitos.siempre llenan mi almohadade bostecitos.

Y cuando el sol se asomapor la mañana,se me escapan saltandopor la ventana.

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El invierno

Señor invierno,nariz mojada:¿Qué lleva en esa bolsa tan arrugada?

larga y plateaday un espejo redondode agua escarchada.

Señor invierno,nariz helada:¡No pise mi veredarecién nevada!

Me pondré zapatillasbien abrigadaspara que no se manchecon mis pisadas.

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El cuento del “agua fría”

El topo Rufino, maestro de la escuela del bosque, se despertó sobresaltado con el ruido que llegaba desde la calle.—¡Pero niños! ¡Niños!... ¿Se puede saber qué desorden es éste? ¿Acaso ha sonado el timbre del recreo?—¡Pero señor!... ¿Cómo va a sonar el timbre del recreo si estamos en vacaciones?—¿Ah sí? —dijo el topo con cara de sorprendido—.Entonces más razón para que me dejaran dormir tran-quilo —y se volvió muy apurado a la cama.La murga volvió a cantar y hacer ¡tachín, chin, chin!

—¡Pero niños! No les acabo de decir…—Pero es que hoy es domingo, señor topo…—Justamente por eso, porque es domingo, tengo ganas de dormir. ¿Entendido?—Pero es domingo de carnaval, señor…—¿Domingo de carnaval??? ¡¡¡Niños, a mí eso no me interesa!!! No me gusta el carnaval. Nuca me ha gustado, y menos ahora que tengo sueñooooo…—Lo que pasa es que nosotros queríamos avisarle que el corso…—¡Ah! ¿También eso? Pues, les aviso que se ten-

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drán que ir solos al corso porque lo que es yo…¡Me voy a dormir! —Y diciendo esto se dio media vuel-ta y ¡zas! se zambulló en su cama. Pero no había alcanzado a cerrar los ojos, cuando oyó que la murga terminaba la frase interrumpida diciendo:—… ¡Que, el corso pasa por esta calle, señor!Al oír esto, el señor topo se levantó de un salto y, dispuesto a impedirlo, comenzó a vestirse mientras decía: —¡No lo permitiré de ninguna manera! Llama-ré a los bomberos para que los mojen y les arruinen esos trajes mamarrachos que se han puesto!Todo esto lo decía mientras buscaba la ropa medio dormido. Y así medio dormido, fue como el señor Topo no advirtió que en lugar de su lindo pantalón negro se ponía el pantalón de su piyama verde con lunares colorados, y en lugar de su discreta camisa blanca se ponía un traje de baño a rayitas azules y

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amarillas, y en lugar de su sobrio saco sport…¡la salida de baño anaranjada! Cuando creyó que estaba listo abrió la puerta para salir, pero como se dio cuenta que le faltaba el sombrero, volvió y diciendo —¡Qué suerte…aquí está! —Se calzó hasta los bigotes la pantalla del velador.Una lluvia de aplausos y papel picado cayó sobre Don Topo, cuando éste apareció en la vereda y enseguida to-dos lo rodearon diciéndole ¡Muy bien!...!Muy bien!...!Viva Don Topo, la mejor mascarita del corso…!!Los chicos lo rodearon, lo alzaron en sillita de oro y le tiraron serpentinas de todos colores. Corriendo llegaron los señores del jurado y después de colgarle muchas medallas por todos lados lo proclamaron rey del corso. El premio fue una bolsa de frutas abrillantadas que a los topos les encanta.Y así terminó este cuento, en un día que llovía… y por eso le hemos puesto “El cuento del agua fría…”

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¿Será cierto?

¿Será cierto que en la lunafunciona una guardería, donde se esconden, de día,las estrellas?

¡Y será verdad que el sol,tiene una melena rubia.que se le destiñe toda,con la lluvia?

¿Y que la noche es un duendeque pasea por el cielocon fosforitos prendidos,en el pelo?

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La semana

Seis días de la semanase mueven como hamaquitaspero el domingo pareceuna enorme margarita.

Siete días se metieronadentro de una manzanay un gusano distraídose ha tragado la semana.

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El vendedor ambulante

y otras con agujeritos,como ojos de cerradurapara ver como se escapala infancia, cuando madura.

Para las señoras gordas,hay fantasía en frasquitosy bigotes de ilusión,

Soy vendedor ambulante,pregonero de la suerte…¡Yo le vendo un sueño azulpara cuando usted despierte!

En esta esquina, señores,voy a instalar mi negocio:soy vendedor ambulante¡Solito, sin ningún socio!

Para vender lo que vendono necesito ayudantesporque yo vendo ilusionescomo los juglares de antes.

Ilusiones de colores,blancas, celestes o rosaspara poner en la almohadade las nenitas mimosas.

Ilusiones enmarcadas,con su vidrio y su ganchito,para colgar en el almacomo si fueran cuadritos

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El sombrerito colorado

Aquella mañana hacía frío y además corría un fuerte viento que hacía hamacar las ramas de los árboles. Titina, la ardilla, iba muy apurada camino a la escuela, cuando de pronto pasó una ráfaga de viento hacien-do ¡sszzzuuuummm…! Y le arrebató su sombrerito de lana colorada.—¡Eh…! ¡Mi sombrero! —gritó Titina, pero el viento no le hizo caso y se lo llevó muy lejos.La ardillita corrió detrás de él, pero cuando ya estaba por alcanzarlo, otra ráfaga hizo ¡shhhfff…! y el gorrito volvió a escaparse y fue a quedar enganchado en la rama de un almendro.—¡Por suerte es una rama baja! —pensó Titina y parándose en puntitas de pie, trató de alcanzarlo, pero no lo logró.—Seguramente dando un saltito lo alcanzaré –pensó la ardilla-, ¡A la una…a las dos… y a las…!¿Qué pasó? ¿A dónde se iba su sombrero volando como si tuviera alitas?... ¡Claro! ¿Saben lo que había pasado? Un gorrión se lo llevaba colgando en el pico hacia las ramas más altas.—¡Oiga, señor gorrión! ¡Ése es mi sombrerito! —gritó, pero como el gorrión no le contestara ni pi, Titina

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decidió treparse al almendro. Como las ardillas tienen mucha práctica en eso, rápidamente llegó a la parte más frondosa del árbol y allí… ¿saben con qué se encontró? ¡Con cuatro pichones bien acurrucaditos en su sombrero colorado, como si fuera un nido! Titina fue a protestar, pero mamá gorriona le pidió discul-pas, le dio toda clase de explicaciones y le regaló los cascarones de los huevitos recién abiertos para que jugara a la rayuela con sus compañeras de escuela.—¡Está bien! —dijo Titina—. Pero cuando llegue la pri-mavera y tus hijitos ya no pasen frío me lo devolvés —y muy contenta se bajó para seguir a la escuela.Al momento sintió frío en las orejas, pero como las ardillas siempre encuentran una solución para estas cosas, se sacó los escarpines peluditos que llevaba puestos y se calzó uno en cada oreja.—¡Ya están bien abrigadas! ¿Y en las patitas?...!Dos lindos zapatitos de cáscara de huevo! ¡Qué bien me quedan…! ¡Y todavía me sobran dos para jugar a la rayuela con las chicas, en el recreo!

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¿Qué buscará el vigilantecaminando en cuatro pataspor detrás de ese camión?

¿Se le habrá perdido un guanteo será que anda siguiendolas huellas de algún ladrón?

Él, que siempre está elegante…¡Miren cómo se ha embarradolas manos y el pantalón!

Estaba lo más campantey de repente se ha puestofurioso como un león…

Pero ignora el vigilanteque nunca podrá encontraral sinvergüenza ratón,

Que pasándole delantele ha gritado a toda voz¡Adiós, barriga picante…!

Vigilante barriga picante

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Anita en el circo

Anita era así de chiquita, es cierto, sin embargo ella quería a toda costa trabajar en un circo. Por eso un día se fue corriendo hasta la carpa que se había instalado cerca de su casa y habló con Don Joaquín, el empresario:—¿Puedo ser su ayudante? —le dijo.Don Joaquín la miró, se sonrió, y luego habló:—Los empresarios no necesitan ayudante, ¿sa-bés…? Pero, a lo mejor, podría ser que alguno de los artistas…Entonces Anita, my contenta, se acerco al domador y ya le iba a preguntar cuando de pronto el león hizo ¡Aaagrruuooo…!! Abriendo tan grande la boca que Anita cambió de idea y se acercó al equilibrista que en ese momento hacía saltos mortales en el trapecio. Desde abajo, Anita se dispuso a hablarle, pero ape-nas le gritó “!Eh, señor trapecista!”, el señor trapecista se distrajo y ¡pláfate!, se vino abajo y cayó hecho un ovillo sobre la red.Anita se dio cuenta de que no era el momento oportuno para ofrecer sus servicios y se alejó sin mirar hacia atrás. Ante el fracaso de su primera búsqueda, ya se volvía a su casa cuando oyó que alguien decía:

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—¡Ayuda! ¡Necesito ayuda…! ¡Alguien que me ayude…!—¡Esta es mi oportunidad! —dijo Anita, y de un salto estuvo junto a Pepino el payaso que estaba todo anu-dado por una maraña de pañuelos de colores.—¡Qué barbaridad! ¡Miren lo que me ha pasado…!—¿Cómo fue, Pepino?—Los pañuelos del mago Troc estaban colgados en la soga y yo, sin darme cuenta, pasé por abajo…Anita luchó un buen rato por desanudarlo, pero todo fue inútil porque los pañuelos eran mágicos.—No hay caso… Esta noche no podré actuar…—¿Cómo? ¿Dónde se ha visto un circo sin payaso?¡Yo te voy a reemplazar! —Y sin esperar más se metió dentro de un traje todo remendado que encontró enci-ma de una silla y se calzó unos enormes zapatones.

Quedó tan graciosa que los chicos y los grandes la recibieron con carcajadas y aplausos. Ella saludaba y se paseaba por la pista como si siempre hubiera trabajado de payaso, y todo parecía que iba a andar muy bien hasta que, de pronto, el león que estaba es-perando que llegara su número, aburrido en su jaula bostezó: ¡Aaaahhhgggrrrruuuoooo!

Al oírlo, Anita, dejó de sonreír, se puso pálida y con una tremenda cara de susto salió disparando de la carpa.—¡El león, el león…! ¡Me come el león! —gritaba mien-tras el público la aplaudía creyendo que eso era parte de su actuación. Por suerte, afuera la esperaba Papá, que había venido en su busca. Papá que le dijo “!upa!” y la llevó de nuevo a casa.

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Margarita que crecescerca del río,¡déjame que te curede tu resfrío!

Con un te quiero muchopoquito y nadavoy a darte un remediocomo no hay muchos:

“Una aspirina azultamaño cieloy un helado de solen cucurucho”.

Margarita del campo

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Una vez leí un libroque decía, que por el cielo, el sol,viaja en tranvía.

¡Y qué suerte que tiene...!¡Qué maravilla...!

Siempre puede sentarsejunto a la ventanilla.

El sol

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Vengan a vercómo se trabajaen el andamioque sube y baja.

Vengan y oigana Don Serrucho:cuando lo hamacorezonga mucho.

Vengan y veana Don Martilloque zapateasobre un tornillo

La casa

y a Doña Brocha

pinta que pintasobre un ladrillo.

Vengan, les muestromi casa nueva,ya no me importaque afuera llueva.

pues tengo techo,puerta y balcóny un timbre locoque hace ¡Ron…roooon!

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Un trencito por el cielo

De pronto el trencito hizo chuf…chuf… chuffff… se salió de la caja y se puso a dar vueltas por toda la casa.Después dijo piii…, echó humo y se fue, chaca, chaca, chaca... hasta el patio.Cruzó el jardín en dirección a la calle y cuando Blan-quita y Miguel salieron corriendo a la vereda para sujetarlo, no pudieron, porque el trencito empezó a levantar vuelo como si fuera un gorrión y subió… su-bió hasta el cielo y desapareció en los túneles de las nubes.

—¡Pero señor… usted nos ha vendido un tren in-servible…!—Imposible. Toda mi mercadería es de muy buena calidad.—Sin embargo, funciona mal…—¿Qué le pasa?—Le pasa que en vez de volar… ¡vuela!—¿Vuela? ¡No puede ser…! ¡No puede ser…!Ustedes deben estar soñando… ¿O les habré ven-dido un avión?

Los chicos se quedaron largo rato mirando el cielo.

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De pronto pasó una bandada de golondrinas. Iban una detrás de otra…—¡Señor, señor…! Mire, allí va…—¿Allí va, quién?—El tren… por el cielo. ¿Vio que era cierto?—¿El tren?... ¡Ah!... cierto, tienen razón…¡Allí va!—¿Y los ángeles, señor?—¿Qué pasa con los ángeles?—Se habrán pegado un susto tremendo, ¿no?—No… los ángeles nunca se asustan.—Ah, porque tienen alas… ¿no es cierto, señor?—¡Seguro! Las alas quitan el miedo.Esa noche, por la ventana abierta del dormitorio, en-tró el trencito. Sobre los árboles paseaba una luna grande y los chicos dormían.La maquinita dijo piii… De su chimenea salió un hilo de humo plateado y …chac… chaca… chaca, se fue a me-ter nuevamente a la caja.

Anita y Miguel se levantaron despacito a juntar las es-trellas que se habían desparramado por todas partes.Después se volvieron a la cama.

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Para ser astronautano necesitasmás que un trozo de alambrey unas alitas.

Con el alambre haremosuna escalerapara ver si la lunaes verdadera.

Sabremos si es de vidrio,o de maderao si sólo es la tapade un tetera.

Cruzaremos tus vallesluna lunitacabalgando caballosde calesita

porque en el cielohay parques de diversionespara los astronautasde vacaciones.

Canción del astronauta

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¿Por qué será que mi sombrano se mueve de mi lado?¿Tendrá miedo que otro chicose la lleve, equivocado?

Si alguna vez, en la plazayo de mi sombra me olvido,le tengo dicho a una gorriónque me la guarde en su nido;

no vaya a ser que la noche,con tanta luna y rocío,le humedezca el corazóny se me pesque un resfrío.

A veces yo me pregunto:¿De que está hecha mi sombra?¿Será tejida al crochet,o bordada en punto sombra?

¿Será amasada con nubeo modelada con cielo?¿O será un retrato míocon baño de caramelo?

Mi sombra es un papelitode celofán, recortado,con la forma de mi almasiempre en silencio a mi lado.

Mi sombra

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Un concierto a Groenlandiase fur a dar una calandria,

pero ¡pobre! le fue malporque al teatro sólo fuea escucharla un esquimal.

Los pingüinos se opusierony los osos…!No quisieron!

Y una foca que la oyódesde el fondo del salón¡A carcajadas se rió!

Doña Calandria, enojaday hasta el pico sonrojada,

preparó sus maletinesy se volvió hacia sus pagosde trigales y jazmines.

El concierto de la calandria

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Cada vez que Palmira, mi gallina,se pone a discutir con si vecina,arma ¡tal alboroto!que en seguida apareceun vigilante en motoy con mucha razón…¡La pone en penitencia en un rincón!

Palmira la gallina

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Campanita del bosque

Todas las noches, antes de acostarse, Campanita se sacaba su nombre y lo colgaba en la ramita de un árbol para que su tintineo no lo molestara mien-tras dormía. A la mañana siguiente, bien temprani-to, pasaba el viento, movía las hojas y un ¡tilín tilín! salía volando por el aire. Entonces el duende se despertaba, sacaba un brazo por la ventana y des-colgaba su nombre para ponérselo nuevamente antes de salir de su casa. Pero aquel día ocurrió algo raro: eran las diez de la mañana y Campanita no se había despertado todavía, y si no hubiera sido porque el lechero golpeó la puerta y Perlita, la gata, dijo ¡Miau!, seguramente hubiera seguido durmiendo, porque esa mañana… ¡no había sonado el tilín despertador! ¡Qué raro! ¿No habrá pasado el viento? –pensó el duende y en seguida abrió la ventana—, pero por más que tanteó la rama, sacudió el árbol y se puso los anteo-jos para revisar el pasto no encontró su nombre por ninguna parte. ¿Dónde se habrá metido? ¡Esto es te-rrible!... A nadie le gusta que se le escape su nombre y mucho menos a un duende…¿Estará escondido por los alrededores?!Saldré a buscarlo! Y se fue por este caminito y dobló por el otro y después volvió por el de

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más allá y cuando ya cerca del mediodía se disponía a renunciar a la búsqueda un ¡tilín tilín! bien clarito llegó desde el tronco del pino grande, donde funcio-naba la escuela de Donto Topo Maestro.—¿Y eso? ¡Me pareció oír mi nombre! –pensó, y salió corriendo en dirección al pino. Junto al árbol estaban to-dos los alumnos, escarabajos, ranitas, conejos, grillos y

hizo sonar nuevamente la campanita. ¡Tilín tilín!—¡Pero Don Topo! ¿Se puede saber qué es esto?—¡Una escuela, niñito! – le contestó el topo que como era un poco corto de vista no había recono-cido al duende.

—¡Ah! Es la campana de mi escuela. Tuve una gran suerte al encontrármela! Ahora mis alumnos no llegarán tarde a clase… ¡Tilín tiín! volvió a decir la campanita y los alumnos entraron.El duende se dio cuenta que hubiera sido terrible para Don Topo Maestro pedirle que le devolviera su nombre y entonces trató de encontrar una solución.—¡Ya está! ¡Ya la tengo! –dijo y salió corriendo hasta la casa de Toño, el guardabosque. Allí conversó con la señora Enredadera de Cerco e inmediatamente volvió a alejarse a los brincos con una campanilla celeste pren-dida en el sombrerito.—¡Después de todo –se consoló— es muy lindo llamarse Duende Campanilla!

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Pobrecita la Luna

Me da lástima la luna…¡Siempre solita en el cielo!Sin jugar con mariposas, ni pajaritos, ni nada; sin tener una mamá, sentada junto a su cuna,ni una mano de papá acariciándole el pelo,ni una abuela que le cuente: Había una vez un hada…

Y por eso le pido, astronauta, este favor:

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Mi vecino es un chicotan aplicadoque siempre saca diezen el dictado.

Sabe escribir conejo,vaca y ratónsin dejar en la hojaningún manchón.

Sabe hacer cuentas largasy otras cortitasborrándoles los cerosde la colita.

Pero hoy, la señorita,le dio un debery mi pobre vecino…¡No lo supo hacer!

¡Qué raro es que un chicotan estudioso…no sepa con qué letrasse escribe “oso”!

Mi vecino

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Un domingo de yapa

Ese día el viento se levantó con muchas ganas de jugar; por eso, después de golpear las puertas, abrir las ventanas y desarmar el diario, entró en el es-critorio y ¡fzzz…! de un soplido desparramó todos los papeles y, entre ellos, un montón de hojitas del almanaque:—¡Uy! ¡Qué lío! —dijo, haciéndose el asustado—.. ¡Todos los días por el suelo! Será mejor que me vaya a la plaza a empujar barquitos. Y ¡fffzzz…! Salió zum-bando por la ventana. Pero no lo hizo solo, porque detrás de él se fue volando un domingo.Y volando volando cruzó la plaza, dobló la esquina y llegó a la escuela de la señorita Pomidora. Volando volando jugó con los chicos y volando volando se metió en la dirección por la ventana abierta.—¡Ahhh… Ohh… Uhhh…! ¿Cómo ha entrado una paloma en la dirección sin pedir permiso? —dijo alarmada la directora Pomidora.—No era una paloma, señorita Pomidora. ¡Era un simple papel blanco con letras coloradas! —dijo algo ofendida Eleuteria, la secretaria.—¿Un papel? Pero niños ¡niiiñoooos!! ¡Cuántas ve-ces les he dicho que tiren los papeles en el canasto?

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Miren, miren esto… —Pero cuando quiso buscar la hojita del almanaque para mostrarla a los niños no la pudo encontrar ni por aquí ni por allá ni por ningún lado, porque el sinvergüenza domingo se había es-condido. ¿Dónde? Allí nomás, en el almanaque de la pared, detrás de un día cualquiera. Ahora que yo les cuento esto, se explicarán por qué aquel miércoles por la tarde, cuando la señorita Pomidora se paró bien derechita al lado de la bandera para despedir a los alumnos formados en el patio dijo: “Hasta pasa-do mañana niños”. Los chicos, seguros de que el día siguiente era jueves le contestaron:—¡Hasta mañana, señorita directooora!—No no… He dicho “hasta pasado mañana”, porque mañana es domingo.—¿Cóoomo? —preguntó sorprendida la señorita de San Nicolás, maestra de cuarto.—Así como lo oyen. Mañana es domingo… así que se van a pasear y vuelven pasado mañana. ¡Que se diviertan, niños!—Pero… —alcanzó a protestar la señorita Farolera, maestra de primero.—¡Nada de peros, señoritas porfiadas! Mi almanaque dice que mañana es domingo y yo no acostumbro a contradecir a los almanaques.Entonces los chicos saltaron, las maestras bailaron, el portero aplaudió, y todos muy contentos se pu-sieron de acuerdo para irse de picnic al día siguiente, aprovechando ese domingo de yapa que les regala-ba la semana.

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Cuando miro mi espejopor la mañanaveo una nenacomiendo una manzana.

Y si vuelvo a mirarlode tardecita,veo una nenapeinando su trencita.

Si de noche lo guardoen un bolsillono veo mi nariz

Si lo pongo en el patiode mi escuela,podré ver muchas nenasjugando a la rayuela

Lo dejaré en el campopancita abajo…¡Tal vez quiera mirarse algún escarabajo!

El espejo

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El cartero Lisandro

Yo soy Lisandro, el cartero,un servidor paseandero.Caminando, caminando,las cartas voy entregando.

Con mi cartera de cuerosoy el mejor mensajero,llevo abrazos en inglés,español, ruso y francés.

Si usted quiere, señorita,yo le llevo su cartitadesde el fondo del buzónhasta el medio del Japón.

¿Le conté que su vecina,mando una carta a la Chinay viajando en palanquínyo, se la di a un mandarín?

Traigo noticias señora,de su comadre Teodoray una pesada encomiendapara el dueño de la tienda.

También traigo un sobre blancopara el gerente del bancoy una carta color rosaque envía una mariposa,

un rayo de sol dobladodentro de un papel lacradoy la Cruz del Sur, pintadasobre una postal plateada.

Señor, si algún telegrama,lo hace saltar de la cama,no se asuste sin razón…¡puede ser un alegrón!

Porque, Lisandro el cartero,su servidor paseandero,sabe esconder maravillasen sobres con estampillas.

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Era una linda mañana de sol. Mamá Coneja despertó a su hijita diciéndole:—¡Arriba, Conejita, arriba, que tu abuelita está en-ferma y tienes que ir a visitarla y llevarle esta cesta con sabrosos bizcochos de repollo!—¡Zas…! Como la del cuento —pensó Conejita mien-tras se bajaba de la cama, y haciendo voz de Caperu-cita, se despidió de la mamá Coneja—: ¡Sí, mamá…! Hasta luego mamá.—¡Hasta luego, hijita!Y Conejita salió a los brincos rumbo a la casa de la abuela, que también, como la otra abuelita, vivía del otro lado del bosque. Corriendo detrás de la maripo-sa, llegó hasta el pino grande. Junto al tronco, crecían algunas margaritas y allí se escondió la mariposa. Conejita se metió entre las flores. Sólo le quedaban afuera las orejas.—¡Snif…snif…! —olfateó, y cuando se dio cuenta de que la mariposa salía volando por el otro lado, ella asomó la cabeza… ¡con una margarita pegada en el hocico!—¡ Pchist…pchist…pchist…! Estornudó tres veces y se pasó la pata por la nariz para sacársela, pero como

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no pudo se conformó: —¡Bah, me la dejo…! Después de todo es lindo tener una margarita en el hocico.De pronto, en un claro del bosque, observó un ex-traño objeto que ella no conocía…—¡Oia! ¿A que es el lobo?Pero no. No era el lobo, sino un camión de exteriores del Canal 987021 de Villa Nudito. Conejita se acercó, y en un descuido del director se puso frente a la cá-mara haciendo toda clase de morisquetas.—¿Qué es eso? ¡Una conejita con nariz de flor!! ¡Qué maravilla! ¡Qué extraordinario! ¡Esto es fantástico! —dijo el dueño del canal.Y así fue como enseguida empezaron a llegar hasta la casa de doña Coneja largas filas de directores, productores y fotógrafos. Conejita no entendía nada y los recibía a todos muy contenta, siempre con la flor en el hocico, mientras ella la rodeaban ofreciéndole los contratos. Por fin su amigo zorro, que entendía mucho de estas cosas, le dijo:—Conejita, ¡yo seré tu representante! Filmarás una gran película y seremos famosos. ¿Cuando empeza-mos?—¡El 21! —dijo el productor.

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—El 21 —aceptó el zorro.Y esa mañana del 21 de marzo, llegaron todos, la saludaron y la felicitaron. Y ya estaban por comenzar las tomas cuando uno de los pétalos de la marga-rita hizo ¡plín! Y cayó al suelo…, luego otro y el otro también hasta que la margarita se terminó y apareció nuevamente el hociquito rosado de Conejita.—¿Qué pasó? —gritó el director desesperado.—¿Con qué? —pregunto Conejita.—Con la flor que se cayó…—agregó el pobre.—¿Con la flor? ¡Ah… se secó señor director! ¿No ve que hoy empezó el otoño y todas las flores se secan en otoño?Y se fue muy contenta con su hociquito rosado a correr otra mariposa que pasaba.

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Cuando de viaje me voya la brújula pregunto:¿A dónde estoy?

Ella contesta: En Japón,piloteando una burbujade jabón.

Si paso por Chivilcoycambiaré mi sombrerode cow-boy,

Me pondré un chambergo griscon ribetes de sedacolor perdiz.

Cuando de paseo estoy,a mi vereda le digo¡Adiós… me voy!

Te dejo mi corazóncolgado en una plantitade mi balcón.

Adiós, me voy

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Índice

La pancita del gatoLas horasEl inviernoEl cuento del “agua fría”¿Será cierto?La semanaEl vendedor ambulanteEl sombrerito coloradoVigilante barriga picanteAnita en el circoMargarita del campoEl solLa casaUn trencito por el cieloCanción del astronautaMi sombraEl concierto de la calandriaPalmira la gallinaCampanita del bosquePobrecita la lunaMi vecinoUn domingo de yapaEl espejoEl cartero Lisandro

Adiós, me voy.

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