La Pepita de Sandia

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©1999, EDITORIAL DON BOSCO S.A. Avda. Libertador Bernardo O'Higgins 23 73 Santiago de Chile comercial? l, edebe.cl www.edebe.cl Inscripción: 107.245 I.S.B.N.: 956-18-0438-7 Edición: Francisco Díaz García Texto original: Verónica Quiñones Calderón Ilustraciones: Carlos Miranda Diseño v diagramación: Viviana González Agilitar Ni la totalidad, ni parte de este libro, incluidas las ilustraciones, pueden ser reproducidas por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica, medios informáticos u otros almacenamientos, sin permiso previo y por escrito del editor. Se terminó de imprimir esta TERCERA EDICIÓN en los talleres de Imprenta Maval Ltda. San José 5862, San Miguel, en agosto del 2005. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE ha pepita de sandía CUENTO INFANTIL Autora Verónica Quiñones

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  • 1999, E D I T O R I A L D O N B O S C O S .A. A v d a . Libertador Bernardo O ' H i g g i n s 23 73 Santiago de C h i l e comercial? l ,edebe.cl www.edebe.c l Inscripcin: 107.245 I .S .B.N. : 956-18-0438-7

    Edicin: Francisco Daz Garca Texto or ig ina l : Vernica Quiones Caldern Ilustraciones: Carlos Miranda Diseo v diagramacin: Viviana Gonzlez Agilitar

    N i la total idad, ni parte de este l ibro, inc luidas las ilustraciones, pueden ser reproducidas por ningn procedimiento electrnico o mecnico, inc luyendo fotocopias, grabacin magnetofnica, medios informticos u otros almacenamientos, sin permiso previo y por escrito del editor.

    Se termin de i m p r i m i r esta T E R C E R A EDICIN en los talleres de Imprenta M a v a l L t d a . San Jos 5862, San M i g u e l , en agosto del 2005.

    I M P R E S O E N C H I L E / P R I N T E D IN C H I L E

    ha pepita de sanda

    C U E N T O I N F A N T I L

    Autora Vernica Quiones

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    N el pueblito de Huelqun viva un campesino viejito. Su campo era m u y conocido por las grandes sandas que producan sus tierras, las cuales eran llevadas a distintos lugares para ser comercializadas por los vendedores.

    Te gusta comer sanda? Este fruto tan jugoso retiene entre sus paredes y su carne deliciosa, muchas pepitas.

    sta es la historia de una pepita de sanda.

  • U n da, u n grupo de sandas esperaban ser vendidas en el puesto de una feria. Cada vez que un comprador se acercaba, tomaba una -sanda entre sus manos y le daba palmaditas, para ver cul sonaba mejor y poder decidir qu sanda comprar.

    Las sandas estaban acostumbradas a este zangoloteo, al igual que sus pepas, pero exista una pepita rezongona que ya estaba aburrida de que la sacudieran tanto: cada vez que alguien palmoteaba a la sanda, la pequea pepita se despertaba. Esto la tena muy furiosa y por eso a veces exclamaba:

    No hallo la hora de salir de aqu!

    La pepita tambin protestaba cuando transportaban a la sanda al trmino de la jornada, cuando el gallo cantaba por la maana, y as, cada vez que algo interrumpa su sueo. Hasta que un da, por fin!, alguien se llev la sanda.

    A l llegar esa tarde a la casa de las personas que la haban comprado, haca mucho calor, por lo que el lamento de la pepita retumbaba en el interior de la sanda, que se haba calentado mucho.

    Oh, qu calor!, el jugo de esta sanda est a punto de hervir rezongaba.

    T sabes que no suceder as, pepita le decan sus amigas; ten paciencia.

  • En ese momento escucharon voces humanas. El hombre le pidi a su mujer que partiera la sanda y la pusiera en el refrigerador.

    Qu ser eso? se pregunt la pepita. U n inmenso cuchillo atraves la sanda y la

    pepita sinti que el filo de la hoja se deslizaba muy cerca de su pequeo cuerpo.

    Ay! exclam, aunque estoy lejos del centro de la sanda casi me toca; estuve a punto de que me cortaran, uf!

    Pronto, un intenso fro se apoder de ella, y le castaetearon los dientes.

    Squenme de aqu, me congelo! Cunto ms tendr que soportar este fro? Lo soportar m i paciencia?

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  • Alguien sac la sanda del refrigerador y la llev a la mesa. L a pepita ya no hizo tantos comentarios, estaba aprendiendo a escuchar ms.

    De pronto, la pepita fue arrancada bruscamente de la sanda, dndose un estrelln contra la cara de u n nio.

    Ay! gritaban las otras pepitas, estamos en medio de una guerra de pepas iniciada por estos nios.

    Algunas pepitas se divertan al ser lanzadas por el aire de un extremo de la mesa al otro. La pepita rezongona, en cambio, no lo soportaba y en vano haca esfuerzos para salirse del juego.

    Djennos en paz! gritaba. En un momento cay al suelo.

  • U n a nia que no participaba en la guerrilla la encontr tirada y, al verla un poco retorcida, brillante y gordita, la imagin como u n pequeo diamante y tuvo la ocurrencia de convertirla en una gargantilla.

    L a pepita suspir pensando que al fin tendra paz, pero u n fuerte dolor se apoder de su pecho, rpido como una flecha: la nia acababa de cruzarle una aguja con u n hilo resistente. Dichosa con su joya nueva, la chiquil la sali a jugar con sus amiguitos.

    Bastante agotada, la pepita se dej balancear al r itmo del peso de su cuerpo atravesado por aquel hilo. Tantos acontecimientos de su v ida eran increbles!

    5?

    "Si hubiese aprendido a esperar, al igual que las dems pepas, quiz habra tenido mejor suerte", pens.

    E l sueo empezaba a ganar a la pepita cuando sinti u n gran tirn, al tiempo que escuch una queja de la nia. Sin proponrselo, u n nio haba alzado bruscamente los brazos para tomar una pelota, cortando el hilo que prenda de su cuello.

    OhLexclam la pepita, aunque con menos enojo del que poda esperarse de ella, y cay sobre unos trozos de madera en u n lugar tranquilo y apacible.

    Repentinamente, un pjaro de plumaje jaspeado negro y blanco y con un moito rojo, se pos a su lado. L a pepita lo observ pensativa y . crey que era su fin: "El pjaro me comer!", grit.

  • Cuando volvi sus ojos hacia el pjaro, se dio cuenta de que ste la miraba como queriendo preguntarle algo.

    Bueno di jo la pepita, estoy lista para ser tu banquete... Me vas a comer, verdad?

    Pero el ave le contest: Qu dices? Yo no soy u n pjaro

    semillero, soy carpintero. A l escuchar esto, la pepita sonri con

    mucha alegra. N u n c a en m i v i d a haba estado tan

    tranquila esperando que me comieras, y ahora me siento tan al iviada.

    E l corazn de la pepita era otro.

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  • Puedo acompaarte un tiempo? pregunt la pepita al pjaro carpintero. :Claro!, pero tendrs que acompaarme a

    la parte ms alta del tronco de aquel rbol. S afirm la pepita, tengo u n lazo

    que atraviesa m i cuerpo y de l podrs colgarme en alguna rama.

    Y resistirs? dijo el carpintero. S! exclam ella, y record con agrado

    la breve temporada que haba v i v i d o mecindose en el cuello de la nia que la haba convertido en gargantilla.

    Qu paciencia tienes! exclam, admirado, su nuevo compaero.

    A la pepita se le ilumin el rostro mientras se dejaba llevar en el aire por su amigo.

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  • E n todo ese tiempo, la pepita convivi con los ruidos que el pjaro carpintero haca al picotear el rbol, pero ahora ya no se quejaba y el repiqueteo sobre el tronco sonaba en sus odos como gotas de agua cayendo en u n estanque, envolvindola en una nube de paz.

    U n da, el carpintero opin que ella no poda seguir en ese lugar para siempre, porque la pepita perteneca al m u n d o de all abajo; entonces, sta, que haba aprendido a escuchar y aceptar los consejos de los otros, estuvo gustosa de bajar de nuevo y le pidi a su amigo que la dejara en algn campo.

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    E l carpintero la tom con cario, liberndola del hi lo del que estaba amarrada, y con nostalgia busc u n lugar hermoso para ella: la deposit en el huerto lleno de flores de una casa m u y pobre donde dos niitos jugaban dentro de u n corral, intentando dar sus primeros pasos.

    Por primera vez la pepita mir con ternura a sus futuros dueos, pues presinti que la prxima oportunidad que los viera, los pequeos ya estaran caminando.

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  • Entonces, le pidi al carpintero que le diera unos picotazos suaves y la dejara enterrada, . cubierta por la tierra hmeda del lugar.

    E l carpintero, quien se haba encariado con su pequea amiga y haba conocido gran parte de su v i d a mientras permaneci en el rbol, saba que en la pepita haba despertado la v i r t u d de la paciencia, la suficiente como para crecer y madurar al r i tmo del resto de los frutos que se cultivan en el campo.

    Chao, pepita! le dijo despidindose con afecto, tu paciencia alcanzar para que algn da pueda verte convertida en una hermosa sanda.

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