La Plaga Humana. Una hipótesis - Alfonso Bilbao

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Por su propia naturaleza, como bien es sabido, todo lo relacionado con la población y particularmente con el concepto de súper población, casi siempre ha estado rodeado de polémicas y discusiones sin fin. Vemos como cada cierto tiempo, aunque por razones diversas, aparecen en los medios de comunicación artículos que traen a la actualidad el tema de la población humana. Un tema recurrente y controvertido que sin embargo rara vez ocupa las primeras planas.

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LA PLAGA HUMANA ¿UNA HIPÓTESIS?

MARZO 2011 (Por Alfonso Bilbao Liseca)

Por su propia naturaleza, como bien es sabido, todo lo relacionado con la población y particularmente con el concepto de súper población, casi siempre ha estado rodeado de polémicas y discusiones sin fin. Vemos como cada cierto tiempo, aunque por razones diversas, aparecen en los medios de comunicación artículos que traen a la actualidad el tema de la población humana. Un tema recurrente y controvertido que sin embargo rara vez ocupa las primeras planas.

Desde que el economista inglés Thomas Robert Malthus, a fines del siglo XVIII, publicara su “Ensayo sobre el principio de la población”2, la intermitente controversia sobre el equilibrio entre el crecimiento poblacional y los recursos no ha cesado. Si bien durante los dos pasados siglos la preocupación fundamental había sido el exceso de población (explosión demográfica), más recientemente esta inquietud parece haberse desplazado al peligro que representaría una disminución de la población, sobre todo de la población joven (Implosión demográfica). A día de hoy hay fuertes indicios para pensar que las amenazas que se ciernen sobre los países y continentes sobre el tema que nos ocupa parecen tener una característica más de tipo regional que global.

Malthus vaticinaba la paulatina pauperización de la gente por la creciente

escasez de recursos en relación al continuo incremento de la población, fundamentando su teoría sobre todo en la escasez de recursos alimentarios. Sus “propuestas” para una posible “solución” a esta situación fueron tan brutales (aumentar las guerras, disminuir los hospitales, etc.) que, incluso en una época, la suya, acostumbrada a este tipo de “planteamientos”; quedaron éticamente desacreditadas. Lo sorprendente es que, de alguna manera, aun hoy, los postulados de Malthus contaminan el debate y tienden a desacreditar casi cualquier discusión sobre el tema de la población. No obstante parece llegado el momento de retomar dicho debate mediante un enfoque más serio y sobre todo más ético.

El autor del presente artículo no es un experto sobre el tema ni tiene un nombre o una firma reconocible en el mundo de la ciencia o en el abstracto mundo de la filosofía, del pensamiento o de la reflexión; pero siente una auténtica preocupación por un tema, el de la población. Un asunto que a pesar de su extraordinaria importancia, tiende a soslayarse y sobre el que no existe en la actualidad un debate suficientemente amplio, serio y en profundidad. La intención del autor es plantear una reflexión, desde varios puntos de vista, sobre nosotros, los seres llamados humanos, y sobre nuestro presente y nuestro posible futuro y, a tiempo de alertar sobre la materia, cuestionarse si el imparable aumento de población al que la humanidad se enfrenta es o no el problema.

Partimos de un presupuesto que aunque teórico no es nada halagüeño: la especie humana, la especie animal a la que pertenecemos, puede, en un plazo relativamente breve, enfrentarse a la aciaga posibilidad de “morir de éxito”.

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Nuestra especie ha sido tan exitosa, desde la óptica de la evolución, tan

adaptable a las más diversas y variadas condiciones ambientales, climatológicas y geográficas que ningún obstáculo ha sido suficiente como para desanimar su continua expansión y su permanente vocación de enseñorear los más recónditos y apartados rincones de la tierra. Su éxito ha sido tal y su expansión tan imparable y a menudo tan insoportablemente abrumadora para el resto de las especies animales y muchas de las vegetales; que si pudiéramos verlo desde la óptica de cualquiera de las especies amenazadas, el balance sería aterrador. Paradójicamente nuestra especie hoy por hoy tiene la capacidad de poner en grave peligro la vida, incluida la suya propia, en el planeta tierra. Y al decir que tiene la capacidad de poner en peligro la vida en la tierra no me refiero a la ominosa capacidad de usar las armas de destrucción masiva que los humanos hemos sido capaces de desarrollar y construir. No, hablo en términos estrictamente socio biológicos. Para empezar, demográficos, pues es precisamente la demografía, o lo que, con más o menos acierto, ha venido en llamarse la “bomba demográfica”(*), lo que estaría a punto de estallarnos (como explosión o como implosión) sobre nuestras cabezas y de hacer inviable para siempre ese propósito benevolente, ese paradigma ético o ese principio humanista que anida en el corazón de toda mujer y de todo hombre de bien y que pueden traducirse simplemente como los anhelos que sentimos de procurar una existencia digna para todos los seres humanos. Pero ¿es la demografía lo único que pone en riesgo nuestra existencia?

Prácticamente nada o muy poco de lo que nuestros principales y actuales líderes políticos, religiosos o pensadores del más alto rango expresan entre sus preocupaciones principales, toca el meollo del problema que a todos nos atañe. Y pocos se plantean en serio y abordan con sabiduría la cuestión crucial de la crisis humanitaria inveterada y persistente por la que atraviesa la humanidad sin que, a día de hoy, exista ni la más remota de las posibilidades de resolverla. Por el contrario vemos cómo paulatinamente el problema se va agravando y cómo el futuro de centenares o miles de millones de seres humanos se va convirtiendo en poco más que una brutal quimera carente del más mínimo sentido.

Y no se trata de volver, mediante postulados neo maltusianos, a dar la lata con el problema de los alimentos. Nos hemos reído durante mucho tiempo de Malthus, sus fallidas predicciones y sus postulados, y aun podremos hacerlo a gusto durante un tiempo más. Sobre todo porque hoy, aunque desde luego no hayamos sido capaces, con los recursos actuales, de erradicar el hambre en el mundo; casi podríamos presumir que con el desarrollo de las nuevas tecnologías de producción de alimentos la tierra, posiblemente podría dar de comer, sin demasiado esfuerzo, a unos pocos miles de millones más de seres humanos. Pero evidentemente ese no es el problema, o al menos, sin intentar restarle la importancia que pudiera tener, no es todo el problema.

El vertiginoso desarrollo de la ciencia y de la técnica, sobre todo en el transcurso del último siglo y, últimamente, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y el fenómeno de la llamada globalización, han producido un curioso “efecto colateral”: lo que podríamos denominar la “globalización de los sueños”. Hoy

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todos los habitantes del planeta, por recóndito que sea el lugar donde habitan, de una u otra manera tienen acceso mediante la radio, la televisión o internet a los escaparates de las sociedades de consumo y pueden al menos atisbar el significado de lo que los privilegiados que en ella se acogen llaman “la sociedad del bienestar”. El resultado es que ya prácticamente nadie, allí donde se encuentre, se siente contento y satisfecho con lo que tiene sino que aspira, con todo el derecho del mundo, a la satisfacción de las nuevas necesidades, artificialmente creadas, y a su inclusión en ese deslumbrante universo del consumo que no solo produce felicidad sino que en apariencia da la posibilidad de acceder a esa mágica “sociedad del bienestar”. No importa que mis necesidades básicas sigan siendo la alimentación, el vestido o la vivienda. A partir de ahora nada ni nadie me podrá impedir soñar con tener, entre otras muchas cosas más: coche, nevera, lavarropas, aire acondicionado, ordenador, etc., etc. Claro, los sueños, sueños son. Pero en el hipotético caso de que pudieran hacerse realidad (véase China, Brasil o la India) y traducidos a incrementos proporcionales de consumo de todo tipo de recursos (recursos alimentarios; agua; recursos energéticos; minería y metalurgia; componentes electrónicos; plásticos, etc., etc.) a nivel, por Ej. del consumo de Estados Unidos, Japón o de la Unión Europea; significaría aumentar al menos ¡veinte veces dicho consumo! Parece pues razonable preguntarse ¿puede el mundo “aguantar”, incluso con la población actual, un nivel de consumo de tales proporciones? La respuesta, en principio, parece ser que no. Y por lo tanto casi podríamos afirmar que, al “problema” de la población se le añade el “problema” del consumo. Estamos pues ante un caso más grave: una bomba mixta entre la demografía y el consumo.

En una reciente disertación en la Universidad Internacional de Andalucía, en Huelva, decía Manfred Max-Neef, premio Nóbel alternativo de Economía, que “para creer en un crecimiento infinito en un mundo necesariamente finito, hay que estar loco o ser economista. E.F. Schumacher, en su increíblemente actual libro “Lo pequeño es hermoso”3 hace décadas advirtió lo mismo cuando decía: “…el crecimiento infinito del consumo material en un mundo finito es una imposibilidad”.

¿Qué hacer? ¿Cómo revertir esa imparable tendencia de la humanidad a incrementar sin límites el consumo? ¿Cómo luchar con eficacia contra el fenómeno del cambio climático; la desertización; la contaminación de ríos, lagos y mares; el agotamiento de los recursos de todo orden y un sinfín de problemas más? Hay varias formas de encarar la actual megacrisis que vive la humanidad. Una es centrarse en los aspectos importantes pero parciales: es decir, pensar en el problema económico, en el cambio climático, en las migraciones, etc. Pero, si no se encara el problema demográfico, es decir el problema del incremento continuo de la población mundial, conjunta e inseparablemente con el problema del excesivo consumo, que parece ser el verdadero y principal problema de la humanidad; todas las que se postulen como posibles alternativas de solución podrían quedar necesariamente abocadas al fracaso. No nos confundamos de enemigo, el problema en sí no es la población sino el consumo ligado a la población.

Una dificultad adicional que se nos plantea es que los actuales instrumentos que tenemos para analizar una situación tan compleja no son del todo eficaces y adecuados.

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La ciencia y el método científico pueden ser de gran ayuda pero; además de que nos enfrentamos a una situación completamente inédita en la historia de la humanidad, ¿cómo aplicamos el método científico para demostrar que la superpoblación, aunada al hiperconsumo nos llevarán irremediablemente a la catástrofe? ¿Cómo podemos demostrarlo anticipadamente? En este caso la ciencia como instrumento se encuentra en una encrucijada. Sin embargo, no debemos olvidar que la ciencia también opera por hipótesis y eso es lo que creo que debería intentarse: establecer una hipótesis de trabajo basada en los principios que orientan el método científico y desarrollar una teoría sobre la población o la súper población y los niveles de consumo, que nos permita hacer un pronóstico de la situación a la que se va a enfrentar la humanidad en el futuro.

El título del presente artículo ciertamente y dados los antecedentes de las propuestas maltusianas, puede concitar alguna preocupación en un cierto número de lectores. Pero la intención ante todo es darle aplicación a un concepto recogido en cualquier diccionario o enciclopedia al uso: “Aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales o vegetales”, como dice, por Ej. el Diccionario de la lengua española; O “a destructively numerous influx” (“una afluencia destructiva numerosa”) como dice el diccionario en inglés Merriam Webster5. La Gran Enciclopedia Universal Espasa6 recoge las siguientes acepciones: “Planta o animal que se multiplica más allá del control natural”, “Planta o animal que daña o destruye algo de valor para el hombre”. Y la mayor enciclopedia actual, Wikipedia7, dice que: “el concepto de plaga ha evolucionado con el tiempo desde el significado tradicional donde se consideraba plaga a cualquier animal que producía daños, típicamente a los cultivos. Actualmente debe situarse al mismo nivel que el concepto de enfermedad de forma que debe entenderse como plaga a una situación en la cual un animal produce daños económicos, normalmente físicos, a intereses de las personas (salud, plantas cultivadas, animales domésticos, materiales o medios naturales…Este nuevo concepto permite separar la idea de plaga de la especie animal que la produce.

Los humanos, cuando hablamos de la naturaleza, tenemos la propensión a colocarnos al margen. Pareciera que no somos parte de esa naturaleza, que más bien somos una especie de epifenómeno que se encuentra más allá o más acá de la naturaleza pero que no hace parte de ella. No es así. No podemos vencer a la naturaleza sin vencernos a nosotros mismos. No podemos esquilmar hasta agotar los recursos de la naturaleza sin pagar un gravoso tributo por ello. Es preciso comprender de una vez por todas de que somos y seremos parte de la naturaleza hasta el fin de los tiempos. Nuestra ilimitada multiplicación y el daño y destrucción que causamos al medio ambiente hacen que nuestro comportamiento actual como especie, por extraño que parezca, pueda calificarse como el de una plaga: la plaga humana.

(*) El año 2009, en Cataluña, se entregó el premio Ramón Margalef de ecología, a Paul Ehrlich. Autor del libro “The population bomb”1 (“La bomba demográfica”) y uno de los biólogos más polémicos desde hace algunas décadas. Erlich acuñó le expresión “bomba demográfica” y es considerado un neomaltusiano, quizás más por sus vaticinios fallidos que por sus propuestas para “desactivar” esa supuesta “bomba demográfica”.Bibliografía

1.- Ehrlich, Paul R.: “The population bomb”. Buccaneer Books (December 1995).

2.- Malthus, Thomas R.: “Ensayo sobre el principio de la población”. Fondo de

Cultura Económica (1998)

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3.- Schumacher, E.F.: ”Lo pequeño es hermoso”. H. Blume Ediciones (1978)

4.- Diccionario de la lengua española. Ed. ESPASA (2001)

5.- Merriam-Webster's Dictionary and Thesaurus. Merriam-Webster ( 2007)

6.- Gran Enciclopedia Universal. ESPASA (2004

7.- Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada