La Poesia Social-revolucionaria en America Latina-Roque y Cardenal

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Ole Østergaard La poesía social-revolucionaria en el Salvador y Nicaragua : Roque Dalton, Ernesto Cardenal In: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n°42, 1984. Littérature et Société en Amérique latine. pp. 41-59. Citer ce document / Cite this document : Østergaard Ole. La poesía social-revolucionaria en el Salvador y Nicaragua : Roque Dalton, Ernesto Cardenal. In: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n°42, 1984. Littérature et Société en Amérique latine. pp. 41-59. doi : 10.3406/carav.1984.1667 http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/carav_0008-0152_1984_num_42_1_1667

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La poesía social-revolucionaria de Centroamérica, Roque Dalton, Otto Rene Castillo, Ernesto Cardenal

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  • Ole stergaard

    La poesa social-revolucionaria en el Salvador y Nicaragua :Roque Dalton, Ernesto CardenalIn: Cahiers du monde hispanique et luso-brsilien, n42, 1984. Littrature et Socit en Amrique latine. pp. 41-59.

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    stergaard Ole. La poesa social-revolucionaria en el Salvador y Nicaragua : Roque Dalton, Ernesto Cardenal. In: Cahiers dumonde hispanique et luso-brsilien, n42, 1984. Littrature et Socit en Amrique latine. pp. 41-59.

    doi : 10.3406/carav.1984.1667

    http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/carav_0008-0152_1984_num_42_1_1667

  • La poesa social-revolucionaria

    en el Salvador y Nicaragua :

    Roque Dalton, Ernesto Cardenal

    PAR

    Ole 0STERGAARD

    Odense Universitet.

    En estas pginas tratar de esbozar, someramente, algunas lneas generales en el desarrollo de la poesa comprometida en dos espacios sociales de Centroamrica donde la liquidacin de la herencia feudalcolonial y la crisis de un capitalismo oligrquico y dependiente se hicieron (y se hacen) sentir ms violentamente y donde, por supuesto, est ms adelantada una respuesta revolucionaria. Esto nos permitir, espero, ver aquella produccin y algunos de sus logros ms destacados, como paradigmticos para toda la regin, e incluso discutir sus posibles implicaciones a un nivel global.

    Empleo el concepto de sistema literario social-revolucionario tal como lo ha elaborado A. Losada, entre otros : Aislamos tres elementos... en donde se configura tanto el nuevo paradigma esttico como la nueva forma de relacin social que pretenden institucionalizar : su socializacin, vinculndola a lo popular; su politizacin, refirindola a las contradicciones sociales de una totalidad y tomando partido por los oprimidos; y su historizacin, proyectndola a una

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    perspectiva utpica de superar el actual orden dominante capitalista y de fundar un sistema alternativo socialista. (A. Losada 1983, p. 305). La nueva forma de relacin social result ser la ms fcil de comprobar, por lo menos en sus aspectos inmediatos : los textos examinados aqu ya se instalaron en una amplia contextura de renovacin social, figurando citados con gran frecuencia en materiales de conscientizacin poltica de tipo vario : antologas, ensayos y artculos que abordan la problemtica histrica actual, libros de debate, canciones de protesta, etc.

    Mayor dificultad implica el concepto de creacin de un nuevo paradigma esttico, y no pretendo solucionarla aqu; supongo (junto con Carlos Rincn, 1978) que reside en cierta capacidad del sujeto productor para analizar las relaciones entre la realidad sociohistrica y los discursos sociales y culturales vigentes, y construir a base del anlisis, con los procedimientos literarios pertinentes, las respuestas precisas a una situacin histrica de crisis, creando as, ms que nada, puesto que de poesa aqu tratamos, nuevas estructuras de sentimiento aptas para liberar, en los sujetos receptores, los deseos de una vida mejor, que aquella situacin haba dejado reprimidos, alienados, o flotantes.

    Para llevar a cabo una investigacin que tome en cuenta estos postulados hara falta elaborar tericamente ciertos elementos comunes y complementarios de la investigacin literaria sociohistrica, la semiologa literaria, y una psicologa social dialctica, las dos ltimas sobre todo en relacin con la recepcin. Mientras no se haga, lo dejo como hiptesis de trabajo.

    Los escassimos investigadores que se ocupan de la poesa social-revolucionaria de El Salvador (p.e. H. Castellanos Mora 1980) estn de acuerdo en sealar a Oswaldo Escobar Velado (1919-1961) como el padre de esa poesa, que se quiere colaboradora de los intentos de cambiar una sociedad cruelmente injusta. Si los aos inmediatos a las masacres de 1932 y la subida al poder del gral. Martnez (Martnez-Kampf como lo llamara ms tarde R. Dalton) signific (con la excepcin de P. Geoffry Rivas) el acallamiento de las voces crticas, es con el advenimiento de los gobiernos democrticos, de tendencia progresista, en Guatemala (1944-54) cuando vemos surgir, en el exilio, una poesa salvadorea renovadora y revolucionaria. E. Velado produce textos sumamente desiguales, a veces meramente patticos y declamatorios (como seala con razn J.R. Cea en la introduccin a su antologa, 1971), pero entre los cuales se cuentan tambin algunas de las diatribas antioligrquicas todava ms eficaces de las letras salvadoreas. Como dice de l Manlio Argueta : Sus poemas se leen en los refugios subterrneos/ con luz de astillas de pino, /.../ Todos

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    te recordamos .../... como la picazn/ de los insectos o tos estertores de la vida. // (M.A. 1982, p. 94-95).

    Patria exacta (Cea 1971, p. 257-60) es el ttulo polmico de su poema ms conocido, donde desde el ttulo se enfrenta con la realidad para muchos nada exacta de su pas, y sus ambivalencias sociales, que consisten precisamente en ocultar con falsos optimismos la explotacin. Hay una verdad reprimida, amarga para el agitador : el pueblo no est unido (en aquel entonces), no protesta con los puos en alto, sino que vive sumido en la miseria y en una ignorancia casi animal : ...un panal de hombres/ que no saben siquiera/ de donde viene el semen/ de sus vidas/ inmensamente amargas/ . Y emplea toda su retrica para hacer que este sujeto ignorante encuentre de propia mano las verdades manipuladas desde el poder; le corta a ste su discurso demaggico en trozos para abrir brechas de duda, brechas para lo callado : Ayei o decir a uno de los tcnicos/ en propaganda, quiz ? expertos en cuestiones/ econmicas, que todo/ va a la mierda ? marcha bien; que las divisas/ sirven para el desarrollo social ? en oro de la patria/ iluminan las noches/ de los salvadoreos ? de Washington./ (Las preguntas, obviamente, son mas.) Y contina : /... que el precio/ del caf se mantendr/ como un guila ascendiendo/ y que somos/ un pueblo feliz que vive y canta. / El vuelo de guila de las cotizaciones en la bolsa de Washington desmiente con sus garras aquella felicidad postulada. A este pasaje contrapone la descripcin de los barrios pobres, donde el trmino de la lnea deja un elemento cotidiano banal y familiar a la espera de su predicado, que luego sigue con todo su peso de frustracin, en vez del valor de intimidad esperanzadora que pudo haber tenido : /la orilla de un marco de retrato/ apolillado, ...la cmoda/ donde se guardan las boletas/ de empeo... el escaso pan junto a los lunes/ hurfanos de horizontes,.../ Si al comienzo del poema nos haba mostrado la inconciencia, amenazada, del pueblo como un ro de dolor que va en camisa/ (= el pueblo todava slo par

    cialmente, metonmicamente humano) y un puo de ladrones/ asaltando/ en pleno da/ la sangre de los pobres/ , al final ya es capaz de precisar las fatales e inevitables (si nadie reacciona) consecuencias de la explotacin vampiresca : Esta es mi Patria : 14 explotadores/ y millones que mueren sin sangre en las entraas, ff De la gnesis catica, inconsciente, surge as la imagen de una sociedad ms netamente distribuida en papeles sociales con los cuales pueden identificarse los sujetos lectores. Tienen la alternativa de ponerse al lado de .Jo que somos : / un pueblo doloroso,/ un pueblo analfabeto,/ o pueden juntarse con los irresponsables que no hacen sino disfrutar de La noche iluminada para besar en Cadillac/ a una muchacha

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    rubia/ , definindose este grupo entonces genricamente, sin artculo ni determinacin humana, como lo que no somos. El poeta, a su lado, se escinde en el agitador omnisciente, cuya actitud define y demuestra : Esta es la realidad, a esto se le llama Patria, yo grito, afirmo y aseguro, y en el testigo de su sociedad : Ayer o decir... , adems de participar en el sujeto colectivo de los explotados : Los que nada tenemos como no sea un grito. Esta escisin casi esquizofrnica del yo potico surge como la nica solucin para el dilema de tener que identificarse (creando as varios grados de identificacin) al mismo tiempo con el explotado ms o menos ignorante, con el observador que ya tiene sus dudas, y con el luchador plenamente consciente. Y el poeta tampoco se excluye hipcritamente, en actitud de vanguardia infalible, de las ambivalencias sealadas, sino que confiesa participar en el difcil proceso de redefinicin de la Patria, donde la insistencia en una patria utpica puede siempre recaer en un escapismo idilizante : Y a esto amigo se le llama Patria/ y se le canta un himno/ y hablamos de ella como cosa suave./ Este deslizamiento de persona a persona, de lo impersonal a lo personal, es la suave persuasin del que quiere tejer la unidad.

    Dialcticamente retoma ese problema en Contra Canto a Sonso- nate (Cea 1971 p. 255-56) una de las localidades seriamente afectada por las masacres de 1932 : Cmo proceder, para no dejar en manos de los patrioteros ( poetas del alpiste ) toda la belleza y encanto de la Patria ? E. Velado emplea la negacin en su funcin freudiana : No hablar de Juaya ni de su alta cintura etc., para permitir el escape de los deseos de felicidad y nostalgia, en un marco nacional ms justo, junto con la consideracin de tu dura geografa asesinada .

    Sus acusaciones bien estructuradas, a fin de cuentas optimistas, evitan que la realidad se le aparezca totalmente negra y pesadillesca, tal como es el caso de los poetas sarcsticos que publican en los aos sesenta, como p.e. M. Argueta (1935) que en su Post Card (Cea 1971, p. 359) nos advierte contra las delicias naturales del territorio nacional : Pero no vengas a l, si quieres conservar la vida , y cuyos Cazadores de mariposas (Cea, p. 355) se revelan como nios sucios y pobres, para los que la urea mariposa es un mero sustituto del hambre si se vende.

    Un poco anterior a E. Velado, y quiz por esto ms marcado por el aplastamiento total de toda forma de resistencia popular, en 1932, P. Geoffry Rivas (1908) llev ms lejos los intentos de indagar en la propia complicidad con las estructuras clasistas de su pas. En su Vida, Pasin y Muerte del Anti-Hombre (Cea p. 189-194), escrito en 1933, se autocrtica, para no decir que se autoflagela, en los

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    siguientes trminos : Pobrecito poeta que era yo, burgus y bueno./ Espermatozoide de abogado con clientela,/ Oruga de terrateniente con grandes cafetales y millares de esclavos./ Embrin de gran seor, violador de mengalas y de morenas siervos campesinas. Ah, separndose de su base social y sus formas larvarias de vida, se atreve a iniciar la bsqueda de la solucin del problema ms grave que arrastraban (i.e. los escritores centroamericanos de origen burgus que escriben para un ambiente todava analfabeto) desde su origen : su no-identidad con su propio pueblo, por pertenecer al sector dominante que lo rechazaba. (A. Losada 1982, p. 80).

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    A pesar de que sus posturas originales de rebelda anarquizante le llevaran ms tarde a un conformismo lamentable, este mea culpa irrevocable le servir a su vez como punto de partida para su propio examen de conciencia al que, de acuerdo con todos los investigadores, podemos considerar como el mximo exponente de la poesa social- revolucionaria en El Salvador, Roque Dalton (1935-75). Bien que quedara trunca su obra, debido a su temprana y trgica muerte, es demasiado vasta y heterognea para abarcar en un esbozo como ste (y estoy actualmente llevando a cabo un extenso estudio sobre l); aqu sealar brevemente algunos de sus aportes ms decisivos a la temtica escogida.

    Primero, de un modo general, incorpora, ms consecuentemente que sus contemporneos, los logros de las vanguardias europeas y latinoamericanas, no para crearse un mundo subjetivo y hermtico, sino instalndose en una autntica confluencia de vanguardismo poli- tico y literario (precisamente lo que para C. Rincn (1978) caracteriza lo mejor de la poesa latinoamericana del siglo XX.) Esta continua atencin a los experimentos y rupturas a nivel continental e internacional le permite a R. Dalton renovar el panorama de la poesa social- revolucionaria, principalmente en tres puntos : a) Favorece la introduccin en lo poltico de elementos relegados al nivel subconsciente : los temores y angustias, las impotencias, los deseos imposibles con sus fantasmas, etc., elementos que demasiado a menudo son considerados no tener un lugar en el discurso tradicionalmente racional, cientfico y consciente que se emplea para hablar de las cosas serias, b) Practica la crtica despiadada o suave, segn el caso, de la retrica al uso para cantar el pueblo, denigrar las injusticias, atacar la oligarqua y el imperialismo, etc. : Al igual que un gran nmero de poetas latinoamericanos de mi edad, part del mundo nerudiano, o sea de un tipo de poesia que se dedicaba a cantar, a hacer la loa, a construir el himno, con respeto a las cosas, el hombre, las socieda-

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    des... Si en alguna medida logr salvarme de esta actitud, -fue debido a la insistencia en lo nacional. (Benedetti 1972, p. 19). c) Por fin R.D., tanto en su poesa como en su vida poltica trat siempre de poner al da sus ideas acerca de la revolucin y las vas que conduciran al cambio social anhelado, contraponindose a cualquier forma de dogmatismo que impidiera un acercamiento eficaz y comunicable a la realidad compleja de su pas y de su continente.

    Los tres puntos destacados (para simplificar) a veces redundan en lo mismo, puesto que R.D. parece haber entendido antes que otros muchos, que lo que poda osificar el discurso potico de intenciones social-revolucionaras, era precisamente la negativa de aceptar lo problemtico, lo an-no-resuelto, los temores, dudas, taras, y deseos reprimidos, tanto en el sujeto que se quera revolucionario como en aquellos a quienes se quera conscientizar.

    El amalgama que empleadlas ms de las veces, para superar este escollo, es el tratamiento humorstico o irnico de los temas sagrados, lo que no excluye en l la nota sarcstica o francamente trgica. Adems observamos, en general, un progresivo endurecimiento en el tono de sus escritos que corre paralelo con su acercamiento gradual a posturas guevaristas, lo que finalmente le impulsa (en 1970) a ingresar en la guerrilla. Esto hay que verlo en relacin con la capacidad del rgimen para tragarse y digerir a sus jvenes rebeldes, que parece haber sido considerable, en los aos sesenta por lo menos, a juzgar por la novela de R.D. Pobrecito poeta que era yo (Ed. 1976; escrita en los sesenta). En ella, esos jvenes bienintencionados tienen p.e. que escuchar incrdulos cmo un coronel borracho se entusiasma sentimentalmente con la Patria exacta , sin por eso abandonar sus convicciones autoritarias, lo que comentan as : Por baboso se va a hacer cargo, si en dos aos de Subse se ha hecho millonario. Y adems ya le agarr la sentimental. En un rato ms nos va a querer besar y ensalivar a todos. (p. 221). Debido a esa actitud que sabe neutralizarlo todo paternalmente, discuten si conviene o no seguir escribiendo dentro del aparato del poder, corriendo as el riesgo de convertirse en rehenes del sistema.

    Pero veamos de cerca algunos ejemplos de los puntos arriba mencionados.

    a) La manifestacin de elementos reprimidos. En Asesinado en la calle (R.D. Poesa 1980, p. 67) el poeta-testigo

    sigue preguntndose, como en un estado de choque, por lo que no quiere creer ni aceptar : Desde tu corazn allanado por el plomo/ no me dars la mano ? /.../ Desde tu derrumbada piel/ no me dars la mano 7/ Desde tus venas asombradas por desembocar en el aire/ no me dars la mano ? Pero si en el mundo real se reconoce

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    la dolorosa imposibilidad de contacto con el muerto, y con la incomprensible crueldad de su muerte, la misma negacin repetida revela, a nivel de la ficcin y de los sentimientos, que no se interrumpen, una contraimagen simblica, las manos efectivamente estrechadas, y se realiza la transformacin del sentimiento de horror, del reconocimiento de la prdida irremediable, en deseos violentos de superar ese estado de cosas : En la horrsona calle amotinada/ tu inmvil muerte es la estatua de nuestra furia.

    De igual manera, en Preparar la prxima hora (R.D. Poesa, p. 154) el encarcelado, despus de pasar por una serie de estados negativos, de privacin (sentimientos de humillacin y absurdo, de terror, de falta de cualquier forma de cario) siente de pronto cmo todo lo que le fue negado se junta y se sintetiza en un estado de nimo agresivo y liberador : ...qu bella viene de pronto la clera : /.../...clera, clera, oh madre preciosa, justa raz de sed,/ has llegado. Por fin, uniendo deseo y agresin, puede preparar la prxima hora, la preparada ya por Che Guevara y los otros que le antecedieron.

    Podemos rastrear, en textos como estos, los fundamentos para una antropologa liberadora, una nueva educacin sentimental, en la cual la toma de conciencia colectiva acerca de la supresin de necesidades y deseos produce instancias agresivas, con la funcin revolucionaria de querer eliminar todo lo que les impida volver a sus races no- agresivas : Oh mi pas sus ojos descarriados/... Menudo esfuerzo hice para tener fe tan soto en el deseo/ y en el amor de quienes no olvidaron/ el amor y la risa. ( La Verdadera Crcel , R.D. Poesa p. 162).

    b) Renuevo del discurso potico social-revolucionario mediante el humor, el desenfado, la paradoja, etc., a menudo como el resultado inevitable de la inmensa distancia experimentada entre lo que se quiere y lo que se puede, entre discursos ms o menos triunfalistas y la dura realidad del oprimido que lo tiene que mirar todo desde el subdesarrollo.

    Los ejemplos en esa rama abundan en R.D.; cuando p.e. evoca la figura de Karl Marx ( Karl Marx , R.D. Poesa, p. 68) termina as su loa : t oh gran culpable de la esperanza/ oh responsable entre los responsables/ de la felicidad que sigue caminando. Empleando el oh romntico, y la reiteracin de los exorcismos y de las letanas, R.D. nos aligera el peso del ensalzamiento, advirtindonos al mismo tiempo contra lo que puede haber de ritual y alienador en el culto a la personalidad. Del mismo modo, en su Para un poema en el centenario de Lenin (R.D. 1970), despus de tomarse el pelo a s mismo, recordando una poesa suya muy juvenil : Para los asesinos

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    de mi Patria /.../ quiero l odio de Lenin,/ quiero el puo de LeninJ quiero la plvora de Lenin , etc., y despus de pasarnos por un estrafalario concurso en el tercer mundo , con definiciones variopintas de Lenin, al uso de cada quien, llega a recordar cmo, en 1957, no so lo siguiente : Hay que dinamitar l mausoleo, para que Lenin salga de entre las gruesas paredes de mrmol... Por fin, todo su libro Las Historias prohibidas del Pulgarcito (1974) se puede considerar como un intento de hacer historia patria, sin caer en lo demasiado obvio o trillado, y guardando el respeto por la santa malicia popular (Poema a Lenin), que a veces se expresa como si fuera slo por joder , cuando en realidad se trata del escape irrespetuoso necesario para aguantar condiciones de vida agobiantes. R. Daz Borbn (1979-80) nos describe as este potpourri increble y lcido : Miscelnea de mil cosas y de mil formas, la historia prohibida, es decir, la verdadera historia, aquella que durante siglos ha fluido tormentosa, subterrnea por las venas de El Salvador, se adentra en un territorio desigual, suma de complejidades que por cotidianas no son ms fcilmente identificables y aprehensibles, una materia de por s rebasante de los linderos de la inteligencia comn como aquellas manifestaciones invisibles, semiocultas, disfrazadas, de la orga del poder econmico y poltico ejercido desde el Estado por una clase, en detrimento del desenvolvimiento de la clase pade- cedora. Es esa misma malicia que alienta su ataque contra la Oh/ ligarqua (p. 197), o cuando R.D. nos hace un carioso reportaje sobre los paisanos que andan dispersos por el mundo : Guanacos, hijos de puta,/ Eternos indocumentados,/ Los hace-lo-todo, los vende-lo-todo,/ los come-lo-todo/ Los tristes ms tristes del mundo/ Mis compatriotas, mis hermanos.// ( Poemas de amor , p. 211). En Todos (p. 128-29) se enfrenta con el recuerdo de la desastrosa rebelin de 1932 y las consiguientes masacres, cuyas consecuencias ms nefastas parecen haber sido el desnimo general que caus entre las fuerzas progresistas del pas; RD. aborda el triste tema sin rodeos ideolgicos, tratando de sacar fuerzas de flaqueza, para evitar cualquier triunfalismo irreal o cualquier falso optimismo : Todos nacimos medio muertos en 1932 /.../ Unmonos medio muertos que somos la patria... y apelando por fin, humorsticamente, a La todopoderosa unin de nuestras medias vidas .

    c) R.D. como crtico de posturas marxistas y revolucionarias dogmticas, hipcritas o inhumanas. A pesar de haber practicado l mismo (en El intelectual y la Sociedad , 1969) el culto incondicional a los lderes y al Partido, con P mayscula, tambin (en Revolucin en la Revolucin ? , 1970) ha llevado a cabo un anlisis preciso y bien documentado, del reformismo de los partidos comunistas

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    latinoamericanos, y su retrica, que les ha impedido entender sin prejuicios la composicin real de la poblacin latinoamericana, y la necesidad de la lucha armada. (El P.C.S., en efecto, reconoci este ltimo error en 1980).

    En su poesa R.D. critica, tal como ha subrayado I. Lpez Valleci- llos (1976), directa e indirectamente una serie de lacras en la izquierda de su tiempo : ataca sin ambages las herencias del estalinismo : El movimiento comunista internacional ha venido sopesando/ la gran mierda de Stalin. ( Taberna , R.D. 1980, p. 218); hace mofa de las tendencias burocrticas : Ah oficinas de la Revolucin ( Por las dudas , de Taberna, R.D. 1980, p. 194); alude a la justicia sumaria y personal de ciertos grupos de la extrema izquierda : El bello nio/ recin expulsado de nuestras filas, pero/ an bello/ recibe un tiro en el ojo/ y todos los buitres del mundo/ piden permiso para entrar en la ciudad. / (ibid.); tampoco se perdona a s mismo, cuando p.e. dirige sus pullas contra el elitismo y el herosmo fcil y falso : /Pohesa/.../ querida qu haramos sin ti/ los cultos,/ los duros,/ los responsables,/ los preocupados/.../ los Hombres Nuevos de segunda1 mano/ los monolticos/ los firmes/ los la-Guardia-muere- pero-no-se-rinde/ , etc., ( Tampoco as , de Un Libro levemente odioso , R.D. 1980, p. 268). Por eso me parece errneo, y descorazo- nador, el intento de E. Lpez Morales (1982) de fabricarnos un R.D. estalinista, enemigo de la primavera de Praga : Sin duda, sus esperanzas son golpeadas por una realidad caracterizada por un cinismo existencial revelador de un proceso ideolgico, social, econmico, cultural, poltico que involuciona y donde las fuerzas revisionistas y oportunistas, de hecho, catalizan y preconizan un retorno al capitalismo. Ese cinismo aparece, indudablemente, en Taberna, pero ms bien como un sntoma, entre otros sntomas de signo distinto, de acuerdo con el punto de vista escogido por Dalton para la construccin del poema, que es una visin complementaria, de verdades que se contradicen en su asincronismo, visin a la vez crtica (por contrastes) y plurifocal, problematizadora y humorstica. S. Yur- kievich (1978 p. 141-43) apoya, casi excesivamente, esta lectura de Taberna, cuando declara : Dalton se rebela contra la censura poltica que denigra todo tratamiento artstico de la palabra, todo manipuleo que no corresponda al valor de uso. Brega por un realismo que reconozca la realidad verbal, por un materialismo que aprecie la materialidad de la lengua. ... Aunque vectorial, su historicismo no tolera ni lo lineal ni lo mondico, ni dogma, ni fijeza. Se trata de contraposicin dialctica, de relatividad comunicante entre lo personal y lo social en busca de la concertacin ms rica, en busca de un comn denominador ms justo pero no reductivo.

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    Si bien, a veces, en sus escritos ideolgicos forzosamente ms unilineares R.D. se acerca a formulaciones maniqueas como dentro de la revolucin, todo, y fuera, nada , podemos concluir que, en cuanto a su poesa, es el suyo un signo eminentemente crtico, nunca utpico, siempre atento a una realidad concretamente compleja, y que por eso mismo puede asegurarnos que cunto ms nos acercamos a un comunismo verdadero, mayores y ms humanamente importantes sern los problemas. (Leer Sobre dolores de cabeza , Taberna, R.D. 1980, p. 183).

    Para que el. dictariado de la proletadura (R.D. 1976, p. 216) resulte en un estado de cosas donde todos tengan, en principio, igual"

    acceso a la formacin del pas, R.D. entendi que, ms que nada, era necesario saber acortar las distancias entre los varios sujetos sociales oprimidos. R.D. ha hecho una gran labor (en Revolucin en la Revolucin ? ) para revalorizar p.e. el papel del intelectual revolucionario de procedencia (pequeo)-burguesa, y del campesinado pobre, y se ha penetrado con los sentimientos de abandono, invalidez, y comprensin parcial de su realidad del ser alienado bajo el capitalismo (ver p.e. El Humillado R.D. 1980, p. 93, o La segura mano de Dios , ibid. p. 125, que ahora existe en versin teatral). Ha tratado de elaborar una visin sintetizadora para el sujeto revolucionario de hoy, p.e. en los varios poemas de la crcel, donde el preso poltico tiene ocasin de comprender que todos los presos estn ah como el resultado de las injusticias sociales, y que (en Huelo mal , R.D. 1980, p. 158) si su propio mal olor le recuerda su pequea catstrofe personal, tambin forma parte del ms extenso /c/olor de luto , el hedor de la muerte, y el olor a sudor del hierro de los paisanos fuera de la crcel, que viven y trabajan en condiciones carcelarias.

    Dirige su lenguage crtico contra la colonizacin en todas sus formas, contra la sdica opresin de la oligarqua, contra un tipo de marxismo que no quiere ponerse al da con respecto a la realidad latinoamericana, y contra un liberalismo burgus de fachada, democrtico , p.e. en sus Poemas Clandestinos , donde constata que hay libertad, y libertad de expresin, segn los centavos de que se dispone ( Estadsticas sobre la libertad , R.D. 1980, p. 310).

    Lamento no poder comentar en estas breves pginas la importante obra potica de muchos contemporneos de R.D., como Claribel Alegra, Roberto Armijo, Ricardo Bogrand, etc., de poetas ms jvenes, y de los que, sin que se conozcan todava bien en otros pases sus obras, escriben y luchan en la guerrilla.

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    Al contrario de lo que era el caso para El Salvador, que contaba ya poetas socialrevolucionarios, en el sentido pleno de la palabra, en

    los aos cuarenta, pero donde los intentos de renovar el lenguaje con los aportes de las varias vanguardias eran tardas (R. Dalton, en los aos sesenta), en Nicaragua ya se instala una vanguardia literaria en los aos treinta, liderada por P.A. Cuadra, Coronel Urtecho, y J. Pasos. Polticamente, este movimiento era antes que nada antiimperialista, y por lo dems bastante reaccionario. (Ver J.E. Arellano 1977). Como comenta agriamente el Comandante Wheelock (citado aqu de un interesante artculo de J. Valle-Castillo (1980), que matiza bien esta problemtica) : escriban... en nombre de una pretensiosa renovacin que se inspiraba en lo poltico nada menos que en el fascismo y el nazismo, mientras que en lo literario se limitaba a fabricar pastiches de los movimientos culturales decadentistas de Europa y los Estados Unidos de los aos veinte.

    Sin embargo, la renovacin de los lenguajes poticos socialrevolucionarios se debe, sin duda, en no poca medida a los aportes de Coronel Urtecho y J. Pasos. Veamos una cita, de corte dadasta, de este ltimo : Se venden soldaditos de plomo vestidos de gala/ Se venden soldaditos de chocolate vestidos de gola,/ se venden soldaditos de azcur vestidos de gula./ Los aviones/ estado-unidensesf salen a repartir bombones/ a los inditos nicaragenses. {Poesa Revolucionaria Nic. 1962, p. 23). El empleo de un lenguaje presuntamente infantil no tiene aqu nada de decadente sino que connota la inmadura irresponsabilidad de los paisanos que se dejan enrolar como meros juguetes, o carne de can, para un gobierno-ttere que colabora con los EEUU en el intento de aniquilar la resistencia sandinista. Por eso puede decir con razn de l E. Cardenal : Recordadle/ cuando tengis puentes de concreto,/ grandes turbinas, plateados graneros/ buenos gobiernos./ Porque l purific en sus poemas el lenguaje de su pueblo,/ en & que un da se escribirn los tratados de comercio,/ la Constitucin, las cartas de amor, y los decretos. (Ibid., p. 55).

    Ese lenguaje de su pueblo , y al servicio de sus intereses, es lo que, una generacin ms tarde, vemos desembocar en el llamado exteriorismo, (ver p.e. A. Veirav 1975), paradojalmente inspirado de un lado en la tradicin antiimperialista sandinista, y del otro en los experimentos de un Ezra Pound, que nos ha enseado que en la poesa puede decirse todo, meter ancdotas, documentos oficiales, citas, trozos de cartas y telegramas, chistes, ideas econmicas y sociales, anuncios comerciales. (E. Cardenal, en Presente, sin fecha).

    A mi modo de ver, la genialidad del llamado exteriorismo de Cardenal consiste sobre todo en haber sabido tomar las armas del inmenso

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    y sofisticado aparato de propaganda del capitalismo y del imperialismo, para volverlas contra ellos.

    As, cuando Cardenal, reiteradamente, nos advierte (p.e. en Los Salmos) contra los slogans : Hasta cundo dejaris de hablar con slogans/ y de decir pura propaganda ? / (Salmo 4, E.C. 1978), en realidad l se muestra igualmente ducho en acuar un mensaje (de signo opuesto, sin duda), para que se pegue al odo y penetre las defensas del lector : Acaso el derecho de ustedes no es c/asista ?/ el civil para proteger la propiedad privada/ l Penal para aplicarlo a las ciases dominadas. / (Salmo 57, E.C. 1978). La poesa de Cardenal es una poesa que destaca por sus efectos jakobsonianos .

    A W.B. Berg (1982) le debemos un hermoso anlisis de cmo funcionan, a nivel de sentido, estos paradigmas, de sonidos y simetras sintcticas, coocurrencias, etc. Lo especial, en Cardenal, es que nos presenta textos aparentemente simples, a menudo de gran vuelo pico, con un contenido histrico o actual y cotidiano, y que llevan esos efectos dentro , casi escondidos, para que no se reciban como poesa en el sentido tradicional, del mismo modo como procede la propaganda comercial cuando nos lanza anuncios con paralelismos, juegos de palabras y chistes, que a veces slo obran a nivel inconsciente. Esos aspectos de la poesa de Cardenal ya comienzan a recibir la atencin debida, y aqu me limitar a dar unos pocos ejemplos, para poder discutir algunos puntos-clave de su potica.

    Al final de Hora O (1960; C. Antologa 1978) Cardenal enumera tres de los mrtires de la rebelin antisomocista de 1954, en que l mismo tom parte : Adolfo Bez Bone; Pablo Leal sin lengua;/ Luis Gabuardi mi compaero de clase al que quemaron vivo. Uno al que, por leal le cortan la Zengua, otro, quemado; y el primero ? Pues su nombre lo indica; es ahora bone, o hueso muerto, como un chiste en realidad nada divertido, un contrachiste. Al comienzo de Hora O Cardenal introduce as a Sandino : Haba un nicaragense en el extranjero,/ un nica de Niquinohomo ; las tres repeticiones de /nik/, y el anagrama no-homo, como no-hombre equivalente a un hombre cualquiera, revela que, bajo la mencin del nombre propio y nico se alude a algo genrico, una posibilidad ms general para cada uno de practicar el cambio social que le toc a Sandino iniciar.

    Este empleo masivo de los nombres propios est en consonancia con la potica expresa de Cardenal : Creo que es posible encontrar en mi poesa algunas frmulas o reglas. Una de ellas, por ejemplo, es lo concreto en contraposicin a lo abstracto. La filosofa es por esencia abstracta y la poesa, concreta. Un texto potico es ms potico en la medida que es ms concreto. Un ejemplo : la palabra mujer es abstracta mientras el nombre de una muchacha Car-

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    men es concreto. ( Charlando con C. 1977, p. 17). Para una mirada superficial poda verse en esta actitud los atisbos de un fun- damentalismo potico, reido con la dialctica, que rene lo concreto con lo abstracto, un empirismo desprovisto de perspectiva, ( los hechos son los hechos ), como en el materialismo economicista, el empirismo yankee y aquel de los varios populismos. Sin embargo, como los ejemplos citados demuestran, no creo que hay que tomarle a Cardenal demasiado al pie de la letra. Movido por un legtimo afn de introducir a mayor escala hechos concretos de la vida social, expresados con giros de aceptacin popular, en un gnero tradicionalmente ms ocupado en cazar esencias poticas para una lite, Cardenal nos presenta el nombre propio como archi-presencia de lo concreto. Pero si no fuera por las connotaciones del arreglo potico (de lo musical, a nivel de slaba, de lo sintctico, etc.), tales nombres seran difciles de comunicar al interlocutor, puesto que la escritura no es una pelcula, sino un artefacto verbal, interpuesto entre nosotros y el mundo , y que requiere ser interpretado. Los nombres propios, las citas, los telegramas, etc., apuntan, en su heterogeneidad, a un mayor nmero de discursos sociales y, como material lingstico, se prestan mejor que un lenguaje potico depurado, debido a sus mltiples interrelaciones potenciales, para crear ese efecto de interpretacin total de la sociedad a que visa Cardenal. Por eso, tambin es cierto que la mera enumeracin de nombres y fenmenos (como p.e. la interminable lista de nombres de pjaros al comienzo de su Canto nacional ) puede resultar contraproducente para el lector y hacer pensar en un voto de pobreza que se equivoc de lugar.

    Encontramos (ver Charlando con Cardenal p. 21) una discusin parecida alrededor de la utilizacin o no de la metfora : Y para qu metforas si la esclavitud no es metfora/ ni es metfora la muerte en el Ro das Mortes/ ni lo es el Escuadrn de la Muerte ? ( Epstola a Mons. Casaldliga , final, C. Ant. p. 266). Cardenal yuxtapone la esclavitud con la no-metfora mediante la predicacin, diciendo aparentemente slo que la esclavitud, y la muerte, en Latinoamrica es real, que no se debe tomar en sentido figurado, ni servir como metfora potica vaca y fuera de lugar. Establece as una relacin de contigedad, una metonimia (ver R. Jacobson 1956) entre los dos conceptos. Pero como metonimia encierra tambin una invitacin al lector para seguir indagando en otras posibles relaciones, complementarias, p.e. una de causa a efecto : la esclavitud como base material para la existencia de una cultura alienadora, etc. Lo mismo con la muerte y el Ro das Mortes. Parece existir una relacin lgica entre el nombre geogrfico y las fatales consecuencias de la actividad del Escuadrn de la Muerte. Pero el lector recuerda quiz

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    otros muchos nombres geogrficos que ms bien se contradicen (Plazas de la Libertad, la Repblica de El Salvador, etc.), y que los cuerpos de seguridad a menudo no son tales.

    Estos dos ejemplos (que representan un gran nmero de ejemplos) pueden ayudarnos para entender mejor qu se ha querido decir cuando en general se caracteriza a la poesa de Cardenal como pica, de tendencia realista (precisamente las dos formas de escritura que el texto de Jakobson ve como esencialmente metonmicas). El mismo Cardenal explica as su procedimiento favorito : ...la poesa se escribe, sobre todo, con imgenes... En cine, p.e. se muestra la imagen de un libro y sobrepuesta a ella, la imagen de una bota militar. Estas dos imgenes juntas crean una tercera. ( Charlando... 1977, p. 22). Lo que Cardenal llama tercera imagen es la semiosis producida por el lector a base de lo insinuado por la metonimia. El resultado puede ser una imagen, relaciones lgicas, connotaciones, etc.

    Lo curioso es que Cardenal no rehuye de ningn modo de la metfora, pero la emplea con parsimonia, y generalmente con fines sinte- tizadores, como conclusin de un texto. Asi las ltimas lneas de Hora O :

    Pero el hroe nace cuando muere/ y la hierba verde renace de los carbones nos presenta una variante de la metfora bblica si el grano no muere : los campos se queman en abril para que renazca la hierba, y del mismo modo se renueva un crculo vital cuando los hroes dan su vida en la revolucin, para que renazca una patria libre. Tambin el Orculo sobre Managua (C. Ant. 1978) es toda una metfora, en que la cada, causada por el terremoto de 1972, de los monumentos del capitalismo y de la tirana es tomada como profeca de los cambios que va a llevar consigo la Revolucin.

    El Orculo sobre Managua es el mejor ejemplo de cmo Cardenal, mediante un discurso totalizador, estableciendo la contigedad de fragmentos de una realidad no-continua, y utilizando todos los elementos posibles de codificacin, logra crear su superreportaje de una sociedad donde el terror, la destruccin, lo catastrfico, el escndalo, la miseria y el herosmo con su tensin dramtica le son quitados al monstruo de los mass-media para servir a fines liberadores. El lector que le sigue en su gigantesco proyecto (en realidad no suyo sino colectivo) de unir un cristianismo primitivo con un marxismo humanizado, rescatando en el camino valores precapitalistas indgenas, comprender que el Dios de sus Salmos, aquel cuya respuesta se busca con ansiosa insistencia, con el pedido de contesta t al telfono (final de Oracin por Marilyn Monroe ) no es otro sino l mismo, el lector, somos nosotros, si entendemos para quin tocan esas campanas.

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    Un revolucionario es un soador, es un amante, es un poeta, porque no se puede ser revolucionario sin lgrimas en los ojos, sin ternura en las manos... Estas son palabras del comandante Toms Borge, buen poeta l tambin. (De Cardenal : Tocar el Cielo 1981, p. 11). Sealan uno de los hechos sorprendentes de la revolucin nicaragense, la tradicin generalizada de expresar poticamente los sentimientos ligados a la labor revolucionaria. Por eso, al lado de la importancia decisiva de la publicacin de Hora O (1960) se podra mencionar a tantos otros poetas.

    Edwin Castro, muerto en la crcel en 1960, expresa bien, en Maana hijo mo, todo ser distinto , la existencia de una tradicin ininterrumpida, a la vez potica y revolucionaria : No encerrar la crcel tus aos juveniles/ como encierran los mos;/ ni morirs en el exilio,/ temblorosos los ojos,/ anhelando el paisaje de la patria,/ como muri mi padre./ Maana, hijo mo, todo ser distinto. ( Poesa Revolucionaria Nic. 1962, p. 18).

    Leonel Rugama, (1950-70) poeta-guerrillero convertido en smbolo por la resistencia heroica que le cost la vida (su gesta est descrita ya en numerosos poemas), nos describe otra tradicin ininterrumpida, la del subdesarrollo y el desnivel entre centros hegemnicos y periferias que ir de mal en peor si nadie rompe, violentamente, el cerco de los monopolios del saber y del poder, la justamente llamada espiral de la pobreza : La Tierra es un satlite de la Luna : El apoto 2 cost ms que el apolo 1/ el apoto 1 cost bastante /.../ Los abuelos murieron de hambre. /.../ Los padres se murieron de hambre./ La gente de acahualinca (barrio pobre de Managua) tiene menos hambre que los hijos/ de la gente de all./ Los hijos de la gente de acahualinca no nacen por hambre,/ y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre./ Bienaventurados los pobres porque de ellos ser la luna. (E. Cardenal : Poesa Nueva de Nic. 1974).

    M. Cajina Vega (n. 1929) nos muestra otra cara de la revolucin, no la menos importante, si reflexionamos sobre sus posibilidades de formar un da un bloque histrico en Latinoamrica, y es su generosidad, su afn humanstico, utpico en el buen sentido, por unir los ideales de justicia con un pluralismo y una participacin popular verdaderos, con respeto por las idiosincrasias existentes. Dice en su Cartel : LA REVOLUCIN es el hombre/ es el amigo que no piensa lo mismo/ y vota en contra y sigue siendo el mismo amigo./ LA REVOLUCIN es el indio./ LA REVOLUCIN es un libro y un hombre libre. // (E.C. P. Nueva de Nic. 1974, p. 215).

    Otro hecho que destaca, es la presencia masiva de la mujer en la revolucin, y en su cultura. Michle Najlis, Gioconda Belli, Rosario Murillo, Vidaluz Meneses, y otras, han hecho contribuciones esencia-

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    les a la poesa socialrevolucionaria, antes y despus del triunfo. En todas es notable la lucha por quebrar viejas estructuras sentimentales que impiden la participacin de la mujer en una vida nueva y socialmente ms abierta.

    Gioconda Belli (en La madre , G. Belli 1978, p. 34) mantiene toda la tensin y la desgarradura de la guerrillera suspendida entre las exigencias de su propia vida sentimental, y las de su pueblo, sin ocultar el dolor de ese doble trabajo : No quiere ya slo a sus hijos,/ ni se da slo a. sus hijos./ Lleva prendidos en los pechos/ miles de bocas hambrientas./ .../ pero siempre pensando en l grito solo de su carne/ que es un grito ms en ese gritero de pueblo que la llama/ y le arranca hasta sus propios hijos/ de los brazos. El amor que siente por su hombre, tambin la desborda y se ensancha hacia los dems, invirtindose as la vieja relacin metafrica entre guerras y amores, entre lo social y lo privado : Mi amor es como un ro caudaloso : chorrendose en el cuerpo de mi hombre./.../ dispara con ametralladora/ su descarga de besos./ Es un amor para cantar victoria,/ para llorar heridas y aprender de derrotas. (G. Belli 1978, p. 57).

    Pero todas parecen tambin conscientes de que ese ensanchamiento de sus vidas es una obra suya de todos los das, que tiene sus costos y puede perderse, y que por eso hay que vigilarlo constantemente : Odio las concesiones/ rompera mis huesos contra cualquier indicio/ de nueva complicidad / (Rosario Murillo : Un deber de cantar 1981, p. 33).

    En cuanto a los talleres de poesa, son importantes ya porque prueban la existencia de una poesa escrita por todos , como lo quera Lautramont. Son muchos los gremios, sitios de trabajo, instituciones y localidades que tienen ya su taller. Lo que all se escribe (de lo que conozco) tiene algunos denominadores comunes que permiten evaluar su funcin social. Hay mucha poesa amorosa, a menudo contando peripecias y trances amorosos relacionados con los revuelcos de la revolucin, que cambi seguramente en muchos aspectos los usos y costumbres amorosas. Su frecuencia da constancia de su origen popular, y muy a menudo la temtica de estas poesas enlaza con los grupos siguientes. Hay muchas (i ojal no hubiera tantas !) evocaciones de los que tuvieron que morir para que otros vieran la patria liberada. En un pas pequeo, tan seriamente afectado y traumatizado por sus prdidas, la elaboracin a nivel colectivo del dolor que persiste representa un gran esfuerzo teraputico y de justificacin, cuyo valor difcilmente puede ser exagerado. Hay numerosos testimonios precisos y vivos de cmo la gente experimenta el cambio, los nuevos horizontes, las mejoras y las nuevas responsabilidades : No

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    descanses : El socialismo/ me parece como un sueo./ El cambio es lento/ sudor tras sudor/ desvelo tras desvelo. /.../ la paz ganada con la muerte,/ jvenes riendo en las vas asfaltadas,] l lago limpio,/ Ninfa Farach cantando otra poesa. (A. Solrzano, Nicaruac nm. 5, p. 171). A veces, entre los testimonios breves casi haiku en su observacin concentrada de los detalles significativos de una nueva existencia, surgen largos y apasionantes reportajes que permiten entender mejor una realidad problemtica en sus detalles ms mnimos, como el del doctor J. Herrera Salazar (Nicaruac nm. 6, p. 87-97) que nos cuenta las luchas cotidianas contra las moscas, las carencias, la ignorancia, los colegas reaccionarios, los engaos de los trusts de medicina, etc. : Seguir escribiendo sobre la guerra declarada/ a las diarreas ; y termina as su poema : Poesa, amor y Revolucin son la misma cosa.

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