La policía no es una fábrica
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Director: Frédéric, Sabina
Ugolini Julien, Agustina
Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología
Cita sugerida Ugolini Julien, A. (2009) 'La policía no es una fábrica': Usos y representaciones del tiempo en la configuración del oficio policial [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.522/te.522.pdf
'La policía no es una fábrica': Usos y representaciones del tiempo en la configuración del oficio policial
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA
TRABAJO FINAL
“La policía no es una fábrica”. Usos y representaciones del tiempo
en la configuración del oficio policial.
Alumna: Agustina, UGOLINI JULIEN Legajo: 64619/5 Correo electrónico: [email protected]
Director: Dra. Sabina FRÉDÉRIC Fecha: abril de 2009
Resumen
Las referencias que hacen los policías de seguridad de la Provincia de Buenos
Aires, al tiempo y sus usos en relación con sus tareas laborales cotidianas, nos permiten
observar cómo se estructura la actividad policial. La disposición del tiempo comporta
tensiones que revelan las relaciones de poder que surcan este espacio social, la
imposición de jerarquías, y la articulación de recursos como mecanismo de negociación,
así como también las avenencias y la aceptación que legitima dicha comprensión del
tiempo. La temporalidad entonces, como dimensión estructurante del oficio policial,
aparece en múltiples alusiones: la administración del tiempo para el ocio y/o el
desarrollo de otros intereses y para el trabajo, las comparaciones con otros trabajos y sus
temporalidades, los vínculos con familiares y amigos, la valoración del mundo social
desde su noción de servicio, las expectativas hacia el futuro, entre otras.
En estas páginas describiremos prácticas cotidianas de la tarea policial, desde un
abordaje etnográfico sobre algunas de las múltiples dimensiones que surcan este campo,
evitando conceptualizarlo como un espacio culturalmente cerrado y homogéneo.
Asimismo, mediante este ejercicio descriptivo, intentamos exponer elementos para
abordar las singularidades y/o familiaridades del trabajo policial, en diálogo con otras
actividades laborales.
Términos Clave
policía – oficio – temporalidad - estructuración - etnografía
2
Indice
Agradecimientos ................................................................................................................4
Prólogo ...............................................................................................................................5
Introducción......................................................................................................................7
Definiendo las competencias policiales .........................................................................8
Por qué estudiar la policía y cómo lo haremos...............................................................10
Capítulo 1................................................................................................................................
1.1. Estado del Arte ............................................................................................................14
1.1.1. Breve recorrido histórico-conceptual de estudios sobre la policía ...................14
1.1.2. Anglosajones y franco-parlantes, la policía en miradas internacionales ..........19
1.2. Aproximaciones teórico – metodológicas ...................................................................22
1.2.1. El tiempo según los clásicos...............................................................................23
1.2.2. El eje temporal como dimensión estructurante ..................................................26
1.2.3. La temporalidad: su producción y reproducción social ....................................27
Capítulo 2...............................................................................................................................
La trama de lo legal y lo normal en el espacio policial ....................................................32
2.1. Las rutinas laborales, entre la ley y la práctica............................................................35
2.1.1. La problemática salarial y el régimen horario laboral .....................................35
2.1.2. La temporalidad del oficio policial y sus consecuencias ...................................46
2.2. Funciones formales básicas y el trabajo policial .........................................................50
Capítulo 3................................................................................................................................
La temporalidad en el oficio policial.....................................................................................
3.1. Estructuración de una experiencia de comprensión del tiempo ..................................59
3.1.1. La estructuración de la organización del tiempo...............................................60
3.1.2. El espacio social y el trabajo policial: la instauración del Otro y el Nosotros .62
3.1.2.1. La jornada laboral y los vínculos sociales y familiares ............................65
3.1.2.2. La estrecha relación con la marginalidad y el delito ................................66
3.1.2.3. Las prácticas pasadas como textos meta interpretativos ..........................69
3.2. La noción de servicio y la imposición de regímenes informales.................................73
3.2.1. El cuerpo ............................................................................................................74
3.2.2. Un oficio de tiempo completo enmarcado en la contingencia ...........................81
3.3. Interpretaciones sobre la temporalidad: ¿ser policía o trabajar del ello? ....................84
3.4. Tiempos tensionados ...................................................................................................92
3.4.1. Los límites y posibilidades en el uso del tiempo ................................................92
3.4.2. Fuerzas y luchas en la constitución del oficio policial ......................................94
3.4.3. Interacción y relaciones de poder ......................................................................97
Palabras Finales ...............................................................................................................106
Bibliografía ........................................................................................................................109
3
Agradezco y dedico lo bueno
que pueda haber en este trabajo,
a mi hermano, por sus pasiones y sus misterios,
y a Sabina, quien confió en mí más que yo misma.
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Prólogo
Cuando en diciembre de 2007, asumía el cargo de Ministro de Seguridad de la
Provincia de Buenos Aires, el Dr. Carlos Stornelli, se podía vislumbrar el derrumbe de
los endebles cimientos de algo nuevo que venía naciendo. En vano parecían haber sido
las reformas modernizantes sobre las que había avanzado la gestión ministerial anterior,
centradas en la modernización de la seguridad preventiva por medio de la
racionalización de la estructura de personal, el desarrollo de labores de inteligencia
criminal, la aplicación de nuevas modalidades de policía comunitaria, la
descentralización territorial, el énfasis en la formación superior y capacitación del
personal policial, y un avance hacia la conducción político – institucional de la Policía,
junto a un grupo de técnicos especialistas en la materia.
Sin embargo, un plan diseñado para el largo y mediano plazos, sucumbió ante la
nueva coyuntura política, y el flamante Ministro expresaba ante los medios de
comunicación que: “Hay que poner la policía en la calle, el control de la seguridad es
nuestra responsabilidad". El Dr. Stornelli entendía que debía recuperarse un poder
sobre la policía concentrado, verticalista, que separase la conducción política de la
fuerza, y que funcionara como un eventual chivo expiatorio. La policía debía ser la
encargada de conjurar y prevenir los delitos, bajo la reinstaurada figura del Jefe de
Policía. Junto a la variación de los vientos políticos llegaban nuevos aires a las políticas
públicas en materia de seguridad.
La gestión del Gobernador Daniel Scioli, reformularía las políticas públicas en la
materia, invocando la importancia de la capacitación de los efectivos, pero lanzando la
frase más resonante por aquellos tiempos: “La policía tendrá más poder de fuego”,
anunciaba Stornelli. Con esas palabras parecía llegar a su fin la tarea emprendida en
1998 y continuada en 2004 por la gestión del Dr. León Carlos Arslanián. Rodeado de
asesores que quieren “una policía para los policías”, las medidas no tardaron en
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sucederse: más chalecos antibalas, más armas, más patrulleros, más agentes egresados
luego de escasos meses de formación y con mecanismos de selección dudosos, que
serían la fuerza de choque en los lugares de mayor conflictividad social, entre otras.
La Policía de la Provincia de Buenos Aires cuenta con más de cincuenta mil
agentes, es la fuerza de seguridad más grande de la Argentina, con jurisdicción sobre el
territorio más complejo del país, en lo delictual, pero también en sus niveles de pobreza
y marginalidad social. En ese contexto, el plan del gobierno de Scioli para luchar contra
la inseguridad, consiste en darle más poder a la Policía.¿Qué sentido tiene entonces
preocuparnos sobre estos asuntos? ¿Cada experiencia reformadora será dinamitada por
las ambiciones de poder de su sucesora? ¿Los cambios podrán ser efectivos si son
realizados por autoridades políticas que temen crear las condiciones institucionales
necesarias para aplicarlos?
Antes bien que el desánimo, los fracasos por reformar y/o modernizar el sistema
policial bonaerense han reafirmado nuestras preguntas, y la convicción de que son
necesarios programas de acción firmemente respaldados por gestores consistentes con
dichos programas. Consultores, técnicos y asesores políticos han definido en las últimas
décadas el rumbo de los intentos “reformistas”, siguiendo los ritmos y demandas
políticos antes que las voces de los propios actores. Un estudio exhaustivo de la
cuestión se hace necesario para superar el fracaso reiterado de los programas de reforma
aplicados, y es en ese marco donde surgen las ideas que en este trabajo se expondrán.
He intentado abordar aquí estos problemas desde las representaciones de los
actores, los efectivos policiales, en lugar de ahondar en las reformas normativas,
estructurales u orgánico – funcionales –si bien hemos debido tenerlas en cuenta-, para
realizar un pequeño aporte hacia el conocimiento más acabado de este campo, que nos
permita diseñar mejores herramientas para su análisis y tratamiento. Este trabajo
presenta una descripción sucinta de dicho campo, a través de la presentación y el
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análisis de elementos que hemos podido relevar en el trabajo de campo realizado, y que
los invito a leer a continuación.
Introducción
En la actualidad, la policía se encuentra, en nuestro país y la región, en el eje de
una disputa sobre su rol en la lucha contra la criminalidad y la violencia, debate
mantenido tanto en el ámbito de la exégesis erudita como en el de la discusión de
técnicos, administradores y políticos. En este debate intervienen intereses vinculados a
relaciones de poder político y económico, y que se ponen en juego al momento de
interpretar la institución y sus hombres y mujeres. En esa línea, surgen estudios y
diagnósticos sobre lo que “debe ser” la policía y los policías, trabajos que denotan la
ausencia de observación y explicación de las prácticas concretas realizadas por los
sujetos.
En un escenario social crecientemente conflictivo, tanto la crisis del sistema
policial, fruto del abuso de poder, la aplicación de la violencia ilegal y los recurrentes
hechos de corrupción, así como el fracaso de diferentes intentos de modernizar las
estructuras policiales, fueron definidos por el condicionamiento de cierta “cultura
policial” diferenciada.. Por el contrario, entendemos que las variadas formas de abusos
de poder y el fracaso reformista, no tuvo que ver sólo con una resistencia corporativa,
sino con el aval de los propios poderes públicos de los hechos de corrupción, y con una
impericia política para un abordaje integral en materia de seguridad.
En ese sentido, con el objetivo final de avanzar hacia un mejor conocimiento de
este campo, nuestro trabajo indaga las representaciones sobre las que se configura el
oficio policial, refutando una interpretación esencialista de la institución policial y los
miembros que la componen, fundada en la idea de una cultura diferenciada y
homogénea. Por el contrario observamos las múltiples tensiones que atraviesan este
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campo, relevando una dimensión de dicho espacio, en las prácticas y discursos de los
individuos, el problema del uso del tiempo, como una de las dimensiones que
estructuran este oficio.
Definiendo las competencias policiales
La expansión del conflicto y el delito violento en las últimas décadas, estuvo
relacionada a un conjunto de condiciones estructurales que coadyuvaron a la situación
crítica de la seguridad pública en Argentina. En un escenario donde los desequilibrios
regionales se acentúan y todos somos un poco más pobres, la violencia se extendió y
complejizó, dejando al descubierto la desintegración social y cultural. Al mismo tiempo,
las instituciones gubernamentales se mostraron deficientes, con funcionarios corruptos,
entre ellos los de las agencias de seguridad y control social (policía, institutos de
menores, juzgados, cárceles, programas de libertad asistida, patronato de liberados, etc.)
Dichas condiciones estructurales, no pueden abordarse únicamente desde el
sistema institucional, ni especialmente desde la policía, por el contrario, un “sistema de
seguridad pública”, debe involucrar distintos niveles de gobierno político. En nuestro
país y la región, la institución policial es vista como la instancia de resolución de los
conflictos y problemáticas de seguridad, pero, la policía, como un elemento más del
sistema de seguridad pública, carece de una gravitación decisiva sobre los complejos
procesos sociales que conllevan dichos conflictos. Esas concepciones muestran la idea
de una única ‘seguridad’ amenazada, aquella vinculada al delito y en particular al delito
urbano, haciendo cargo de su conjuración entonces, únicamente al sistema penal
(policía y justicia), sin avanzar sobre la pérdida de otras seguridades (Daroqui, 2003)
En consecuencia, los efectos de las grandes transformaciones sociales, se
remediarían reformando y modernizando las instituciones de seguridad pública. Así, la
ausencia de una política democrática al respecto, abonó la emergencia de discursos del
tipo “populistas punitivos”, que promueven salidas fáciles a problemas complejos: el
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fortalecimiento y la expansión del sistema penal y el poder policial, el aumento de la
población encarcelada, la proliferación de movimientos de justicia ciudadana por mano
propia, que erosionan el estado de derecho, y provocan una mayor escalada de
violencia, entre otras1. El Estado y específicamente la institución policial son, para los
sectores dominantes y para la clase media militante de la seguridad (Daroqui, 2004), las
únicas instancias productoras de seguridad pública, y por tanto depositarias de reclamos
y demandas; mientras que, entre los sectores populares, víctimas de las intervenciones
represivas y conniventes con el delito de la policía, también existe la misma
desconfianza.
De esta suerte, se perfilan según Marcelo Saín (2008), dos interpretaciones
diferentes sobre las instituciones policiales y su competencia en la resolución de
conflictos: la policialista, y la crítica. La primera hace de la institución policial, sus
reformas, su modernización, etc., el puntal de las políticas de seguridad pública. Para
ello, la reforma conllevaría el aumento de prerrogativas, hacia la construcción de una
policía autoritaria, autónoma y con amplia discrecionalidad. Por otra parte, según la
posición crítica, la conflictividad delictiva tiene un origen complejo, vinculado al
empobrecimiento generalizado, la marginalidad y la desintegración social. Se sigue
entonces, que la policía no sería la única agencia estatal encargada de la prevención y
conjuración del delito. Ambos enfoques recortan niveles distintos de la problemática. El
enfoque policialista endurece policías y penas frente al aumento del delito, mientras que
la perspectiva crítica, vincula el delito y el aumento de la pobreza, y por lo tanto
criminaliza ésta última2.
1 Como ejemplo más reciente vemos el episodio en que el intendente del municipio de San Isidro dispuso la construcción de un muro de separación hacia el lindante partido de San Fernando, que justificó a partir de las demandas de seguridad de los vecinos del lugar. Este tipo de medidas no resuelven la segregación y marginación que sufre gran parte de la población, sino que reproduce la violencia social y otras formas de conflictividad, sin trabajar con una acción social clara, al tiempo que se implemente una política de seguridad proactiva. (Ver “Disputa por un muro entre San Isidro y San Fernando”, La Nación, 08/04/09. 2 Es el caso también de los discursos que colocan a las políticas sociales, por ejemplo las educativas, como resolución del problema del delito. Por el contrario, en la actualidad se ha demostrado que no existe una conexión que una en una relación causal la deserción escolar y el delito. Gabriel Kessler (2004),
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La problemática delictiva es determinada históricamente por múltiples factores
sociales, económicos, culturales e institucionales. Comprender ese estado de cosas,
requiere rastrear los procesos que llevaron a él, y entonces definir una idea más acabada
del nivel de gravitación sobre la resolución de los conflictos que la policía y sus
miembros puedan tener.
Por qué estudiar la policía y cómo lo haremos
Desde nuestra perspectiva, entendemos que es necesario contar con un
diagnóstico de las problemáticas situacionales del delito, así como del sistema
institucional de seguridad pública en cuanto a sus normas, organización, funcionamiento
y los actores y sus prácticas. En ese sentido este trabajo intenta aportar desde el
compromiso académico con la realidad social, herramientas para avanzar en la
apropiación política de estas problemáticas, indagando uno de los componentes del
sistema institucional de seguridad pública: el sistema policial. No obstante, en tanto
sostenemos que las estructuras no existen por fuera de la acción de los individuos, sino
que se encarnan en las prácticas de éstos, será la estructuración lo que estudiaremos,
como reproducción de prácticas, y que manifiesta el proceso dinámico por el cual las
estructuras existen (Giddens, 1987) Desde una perspectiva etnográfica, rastrearemos en
los modos de narrar y pensar, el tiempo, el espacio, el oficio, la vocación, entre otras
categorías, intentando reconstruir concepciones, imaginarios, prácticas y sus sentidos,
que operan como espacios sociales de representaciones compartidas, que a la vez que
constriñen, establecen posibilidades para la acción en el mundo.
Ahora bien, no procuramos confeccionar una colección de discursos aislados, en
tanto son las prácticas reproducidas aquello que funda nuestra reflexión. Ello no
implica desestimar la presencia de propiedades estructurales, pero sí de esencialismos,
sostiene que el fin de ciertas certezas que antes se tenían como verdades a la hora de pensar la realidad social y escolar, y que hoy la escolarización no garantiza el alejamiento del mundo del delito.
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separados de su condición de productos humanos. La institución policial suele
concebirse como una masa homogénea, una “esencia policial” unívoca, cuyos miembros
comparten una cultura objetiva. Tal caracterización, derivada de la idea de autonomía
política de la policía, la desdibuja en tanto institución social, creada y recreada en la
práctica de sus actores, incluso de modos no automáticos ni homogéneos.3
Decir lo anterior, no obstante, no aporta nada nuevo: la misma constitución de la
vida social es producción de sujetos activos. Por tanto, lo que aquí buscamos es revelar
esa reificación, para posibilitar la comprensión, por parte de los actores, de que las
estructuras son sus propios productos; y por ende es posible reivindicar su dirección
sobre ellas.
Proponer una investigación que pretenda conocer exhaustivamente los universos
culturales de los actores policiales sería demasiado pretencioso, sobre todo, por la
infinidad de prácticas que configuran su modo de ver, pensar y actuar en el mundo. En
ese sentido, al indagar la lógica que configura este oficio, a partir de algunas
experiencias particulares y conceptos, que dan cuenta de cómo los sujetos usan y
representan el tiempo, buscamos avanzar hacia la definición de la labor policial como
trabajo, oficio, métier, profesión, etc., observando si dicha comprensión del tiempo
conlleva o no la idea del policía como un trabajador. Dichos elementos dan cuenta del
modo en que los actores conciben, viven y llenan de contenido una situación, y se
estructuran como un conocimiento mutuo con el que entienden la realidad y el mundo,
que supone prácticas conservadas y transmitidas históricamente, que van configurando
modelos expresivos o prácticos, modelos para la acción. Acceder a las categorías de ese
conocimiento es el objetivo final al indagar la lógica del actor, para lo cual buscamos 3 Si bien sostenemos que no debe verse a la policía como una institución cerrada, con una cultura hermética, sino que es atravesada por múltiples tensiones, con ello no pretendemos eliminar la validez de consideraciones sobre la institución, sobre cuyo rol reconocemos la importancia explicativa. Decir que la policía implica una cultura homogénea no es igual que negar las heterogeneidades, pero sí resta espacio a oír todas las voces que se articulan en las interacciones sociales entre los individuos que conforman dichas instituciones.
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observar e interpretar, los particulares modos de dar sentido a cada hecho social, cada
discurso, cada práctica, para lograr un estatuto teórico explicativo de mayor alcance.
Este trabajo intenta aproximarse al campo de la antropología social y cultural en
tanto toma prestados sus perspectivas y métodos, y tiene como objeto de estudio, como
hemos dicho, la particular temporalidad que configura el oficio policial, la que
procuraremos relevar a partir de las prácticas y discursos cotidianos de los individuos
que forman parte de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, y que desempeñan
tareas en el área de Seguridad4. Nuestro intento de echar luz sobre lo temporal como eje
constitutivo, se fundamenta en trabajos clásicos de la sociología y la antropología
cultural, en donde las representaciones sobre el tiempo, el espacio, la religión, etc.,
operan como categorías estructurantes de las prácticas de los individuos, desde los
estudios de Émile Durkheim en Les Formes Élementaires de la Vie Réligieuse, a los
análisis de la tribu primitiva africana Nuer de Evans Pritchard, que citaremos más
adelante.
A continuación, presento un breve esquema sobre el desarrollo de este trabajo.
El capítulo 1, estrictamente teórico, se organiza en dos secciones. En la primera se
presenta una breve revisión sobre el estado de la cuestión, rastreando trabajos anteriores
sobre la institución policial y cómo ésta y los miembros que la componen, han sido
estudiados. En este pasaje reconoceremos aspectos centrales de la obra anglosajona,
pionera en la materia, remarcando el aspecto eminentemente funcional de la
caracterización que presenta sobre la policía. Luego, tomaremos posición junto a los
trabajos de origen francófono y su interpretación sociocultural de la policía. En la
4 Este trabajo se funda en entrevistas y observaciones realizadas en trabajo de campo en dependencias de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante el año 2008. Agradecemos la disposición con que los entrevistados nos recibieron y en virtud de preservar la identidad de todos ellos, sus nombres y dependencias en que cumplen funciones han sido modificados, conservando la jerarquía que ostenten.
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segunda sección se definirán: objeto de estudio, marco teórico, hipótesis y metodología,
con el objeto de sentar las bases para la construcción del argumento que guiará este
trabajo. En el capítulo 2, ordenado en dos secciones, describiré en primer lugar, el
marco normativo bajo el cual se encuentran comprendidos los efectivos policiales
estudiados, en lo vinculante al régimen horario laboral. A partir de la consideración de
dichas legislaciones formales, propongo un análisis sobre su relación con las normas
informales legitimadas en la práctica. En la segunda sección, se repara sobre los
aspectos que caracterizan la función que desempeñan los sujetos que hemos abordado
en nuestra investigación, con especial atención al tipo de tareas y su descripción como
situaciones de alto riesgo, el contexto laboral, las condiciones físicas y psíquicas en que
cumplen su labor, entre otros elementos. Por último, arribamos al capítulo 3, donde
analizamos los registros del trabajo de campo realizado. En la primera sección,
buscamos describir la temporalidad policial, y su producción y reproducción en las
prácticas de los actores, a partir de registros que buscamos reunir en una unidad
descriptivo – explicativa. Esa sistematización de lo empírico en conceptualizaciones
teóricas tendrá, en la siguiente sección, un segundo momento, donde se considerará los
espacios de negociación que se abren en el doble carácter de la estructura, y los recursos
de poder que allí se articulan.
Antes bien que indagar la sociogénesis de la institución policial, su estructura y
organización, aquí abordamos las implicancias socioculturales que atraviesan a los
actores de este campo y a sus prácticas específicas efectivas. En la lectura de estas
últimas pretendemos encontrar la vía para reconciliar a la persona y el ciudadano que
conviven en un mismo ser con el funcionario policial, ejercicio esencial para
reconocerse a sí mismos y con los demás, y para avanzar hacia el descubrimiento del
Otro como mi semejante, espíritu éste que guía el trabajo que desarrollamos a
continuación.
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Capítulo 1
1.1. Estado del Arte
El campo policial, como objeto de estudio, reconoce dos limitaciones. Por una parte
lo reciente de su desarrollo, y por otro lado, una supuesta reserva a ser estudiado desde
el exterior de la propia institución, encapsulamiento que reconoce variadas razones,
pero donde el autoritarismo y el secreto corporativista se blanden como factores
medulares, fundados en la idea de la existencia de una cultura institucional que
privilegia el silencio, la escatimación en proveer información, la prohibición a los
subordinados de hablar sobre la institución sin solicitar previamente autorización, entre
otros argumentos. Sin embargo, algunos autores, desde corrientes teóricas diversas,
avanzaron en el conocimiento de este objeto. Las primeras investigaciones, realizadas
en los países desarrollados, relevaron principios formales u organizativos, y ejercieron
una gran influencia sobre los desarrollos académicos latinoamericanos. Veamos en qué
dirección se producían aquellos estudios pioneros.
1.1.1. Breve recorrido histórico – conceptual de estudios sobre la policía.
La comprensión tradicional de este campo analítico, representada en el célebre
trabajo de Egon Bittner (1970), estuvo enmarcada por la definición de la policía por su
“autonomía”, a pesar de la interdependencia innegable, en su estructura así como en su
funcionamiento, con otros ámbitos de la sociedad.
Las primeras indagaciones desde las ciencias sociales sobre la institución policial
surgieron en EEUU y Gran Bretaña, hacia 1960. La “teoría del etiquetaje” de Howard
Becker, trajo consigo el viraje de las perspectivas sobre la desviación y el control social,
del enfoque desde el sujeto desviado, a los mecanismos sociopolíticos de definición de
la desviación, y las instituciones estatales que los reprodujeron. Entre dichas
instituciones se encontraba la policía, y así los primeros trabajos sociológicos sobre la
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policía, versaron sobre la discrecionalidad policial y la vulneración de derechos. El
enfoque anglosajón predominó durante mucho tiempo, con una mirada de la policía
como una unidad monolítica, cerrada y autónoma (Skolnick, 1965), (Skolnick/Fyfe,
1993)
El enfoque institucionalista se continuó desarrollando, por impulso de las agencias
estatales como la Law Enforcement Assistance Administration de EEUU, que, hacia
1970, indaga estructuras y funcionamiento, para diseñar e implementar políticas
públicas más eficientes. Esta preocupación anglosajona por una policía eficiente, derivó
en el desarrollo de estudios sobre su accountability desde estándares de compromiso
con la comunidad, y desde los años ’80 proliferaron nociones y experiencias de “policía
comunitaria”. Hacia la década del ’90, la globalización de la información y el
conocimiento también invadió este ámbito, y las experiencias locales o regionales de
policía comunitaria se exportaron a otros contextos socioculturales, que hicieron de
estas ideas cuestiones de management que abonaron el desarrollo de una industria del
análisis de la policía, donde consultorías y organizaciones no gubernamentales tuvieron
un rol estelar.
Los desarrollos teóricos sobre la cuestión, en América Latina, son escasos y
recientes. Desde los años ’90 surgieron estudios que reactualizan la primaria “sociología
de la policía” anglosajona, con el objeto de producir recomendaciones en el terreno del
“deber ser” policial, que deriven en la formulación de políticas públicas. Algunos de
esos trabajos se han referido al uso/abuso policial de la fuerza, el funcionamiento de los
mecanismos de control sobre la actividad policial, a experiencias de reforma de las
policías y de policía comunitaria, entre otras cuestiones.5
5 Al respecto véase (Waldmann, 2003) para el uso de la fuerza; (Binder/Martínez, 1998) sobre control de la actividad policial; (Dammert, 2002, 2005), (Bailey/Dammert, 2005), (Sozzo, 2000b) sobre policía comunitaria y reformas institucionales.
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En Argentina el desarrollo de estudios sobre estas problemáticas, es asimismo
inicial, y las líneas temáticas son afines a las planteadas en el conjunto de la región.
Hemos de señalar el importante camino trazado por el grupo de investigación bajo
coordinación de Sofía Tiscornia, en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y
en la Universidad de Buenos Aires6, así como señalar los posteriores aportes de dicho
Centro, a cargo de Gustavo Palmieri7, que abordan estas problemáticas desde la
perspectiva de la defensa de los derechos humanos. Asimismo, subrayamos otros
precedentes significativos como los trabajos de Enrique Font (1999) y Marcelo Saín
(1998), entre otros.
En la actualidad, frente al gran aumento de los niveles de inseguridad y delitos
violentos producidos en los últimos años, y a la profunda crisis y cuestionamiento social
que experimentan las instituciones estatales en general, y la policía y el sistema penal,
en particular, la problemática de la seguridad ha arraigado fuertemente en las demandas
de la sociedad, entre los medios de comunicación masiva, y de ello han comenzado a
hacer eco los ámbitos académicos. De esta suerte, diferentes autores han abordado el
tema, desde variados puntos de vista. Una compilación de artículos dirigida por Sofía
Tiscornia (2004), reúne trabajos que abordan distintas temáticas vinculadas a la
seguridad pública desde lo judicial: la aplicación en Argentina de modelos de policía
comunitaria, el abuso policial en el uso de la fuerza, las demandas de justicia de
familiares de las víctimas de dicho abuso, y las características estructurales de la
institución policial que favorecen un “círculo de impunidad policial”, proclive a estas
prácticas ilegales, y la violación de los derechos individuales elementales. En ese mismo
sentido, organismos de derechos humanos como el CELS, y la CORREPI, han indagado
en el funcionamiento policial y el uso de la fuerza pública.
6 (CELS/HRW, 1998), (Tiscornia/Oliveira, 1998), (Tiscornia/Sozzo y otros, 1999) 7 (CELS, 1998, 1999 2000, 2001, 2002)
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Existen también análisis históricos de las fuerzas públicas de seguridad. El trabajo
pionero ha sido el de Martin Edwin Andersen (2002) quien relaciona policía y política
argentinas, histórica y analíticamente, en una obra profusa de datos históricos concretos.
Así, el autor recorre los vínculos entre los vientos políticos y el accionar de las fuerzas
de seguridad, indagando sobre el vínculo policía – fuerzas armadas en las dictaduras
militares, y asimismo los intentos frustrados de reformas policiales en el retorno de la
democracia, que culminaron en la visualización de la connivencia de la institución
policial con el delito y la corrupción, en hechos delictivos de gran resonancia pública.
Esta línea de análisis que vincula políticas de Estado y policía es recogida por
Marcelo Fabián Saín (1998, 2002, 2008), quien describe el modelo tradicional de
seguridad en Argentina y su posterior debacle, analizando el desgobierno político de la
seguridad y la consiguiente autonomización de la policía, que se organizó sobre un
accionar abusivo y delictivo que signó al conjunto de la institución, pero que también
involucró la participación de la política en las redes de financiamiento paralelas que
tendió la institución policial.
De la misma manera, se ha ido configurando una gran producción bibliográfica, en
torno a los diseños e implementación de planes de reforma institucional hacia una
“policía comunitaria”. En ese sentido son fundantes los trabajos de Lucía Dammert
(2002, 2005), quien describe la preeminencia que adquirió en el contexto
latinoamericano, la participación comunitaria en las políticas públicas de reformas. En
el ámbito de la policía de la provincia de Santa Fe, Máximo Sozzo (2000, 2002, 2005)
aporta desarrollos sobre el uso de la violencia y el control de la actividad policial, así
como análisis sobre la reforma institucional, que en Argentina y la región, combinan
respuestas punitivas junto a medidas de prevención del crimen.
Estos estudios han retomado los caminos de trabajos realizados en países
desarrollados, caracterizándose por abordar la dimensión más formal u organizativa
para el análisis de estas problemáticas, mientras que un escaso número de abordajes
17
indagó cuestiones no formales. Entre éstos últimos encontramos el estudio sobre los
procesos de formación y la socialización de los aspirantes policiales, elaborado por
Mariana Sirimarco (2001), donde interpela el aprendizaje de la función policial desde la
idea del disciplinamiento de los cuerpos y la transmisión de una cultura policial, en el
espacio de las prácticas cotidianas de los actores. En el mismo sentido ubicamos el
análisis sobre la Policía Federal Argentina que realiza Mariana Galvani (2007),
entendiendo la construcción del sujeto policial como parte de un sistema que los
produce, un proceso histórico-social que los construye, y del cual intenta dar cuenta
conceptualizando lo policial como un campo con lógicas propias de conservación y
dinámica. Otro aporte muy interesante es la investigación desarrollada por Paul Hathazy
(2004), quien analiza los sentidos del sacrificio y la violencia entre los agentes de los
grupos antidisturbios de la Guardia de Infantería de cierta policía provincial argentina,
realizando dicho estudio a partir de información rastreada en los manuales de
instrucción, así como en las voces de los propios actores.
Como mencionamos al iniciar este capítulo, el reciente desarrollo en este campo
analítico, se ha afirmado sobre la idea de un objeto de estudio difícil y reticente al
análisis. No obstante, creemos que los modos en que se lo interpeló contribuyen a
perpetuar dicho encapsulamiento. Sostener que la policía se define por compartir, de
manera uniforme, una malla simbólica institucional, fundada en la confidencialidad y
reserva, conceptualizarla como una cultura institucional monolítica, una corporación
con códigos de familia policial, y por tanto rastrear estructuras y funcionamientos de las
instituciones policiales, plantea obstáculos prácticos a la realización de trabajos de
campo, y colma de escollos y tropiezos el camino hacia el reconocimiento de las
múltiples tracciones que presenta.
18
1.1.2. Anglosajones y francoparlantes, la policía en miradas internacionales.
En los estudios contemporáneos en nuestra región que citamos anteriormente,
donde se plantean enfoques de la policía como una unidad monolítica y autónoma, se
vislumbra la influencia de los trabajos del contexto anglosajón. Dicha recuperación
teórica se expresa fundamentalmente en la apropiación de las primeras definiciones de
la “Sociología de la policía”, en donde el elemento fundamental para caracterizar a la
policía moderna tenía que ver con la posibilidad que ésta ejerce legítimamente de la
amenaza o el uso efectivo de la fuerza pública, si la situación así lo requiere. Esta
definición surge de los trabajos de Egon Bittner (1970, 1990), en uno de los primeros
estudios sobre la estructura y funcionamiento de la institución policial, que estableció
una suerte de estándar de interpretación muy influyente para los estudios en la materia.
El ensayo de Egon Bittner de 1970 estableció un puntapié inicial tan importante
definiendo la policía por su función, que autores posteriores debieron necesariamente
posicionarse en relación a sus concepciones. La pretensión de Bittner radicaba en
superar los dos enfoques más comunes sobre este objeto de estudio: por un lado el
análisis desde la institución, que privilegia un segmento como si fuera el principal
constituyente; y por otro lado, el análisis de lo policial desde su funcionamiento,
diluyendo las diferencias institucionales, lo que elimina su historicidad y privilegia la
“esencia”. Bittner buscaba dar cuenta de la diversidad histórica y fenomenológica de las
policías, y de lo que ellas tienen en común, que son los recursos de que disponen.
La concisión con la que Bittner define el mandato policial a partir de la posibilidad
del recurso legítimo al uso de la fuerza, así como la insistencia con que lo afirmaba, le
valió críticas que lo calificaron como monista o minimalista (Manning, 1991)
Según Bittner la policía es “… un mecanismo de distribución de una fuerza
coercitiva no negociable, puesta al servicio de una comprensión intuitiva de las
19
exigencias de una situación”8(Bittner, 1991:233), es decir la distribución de una fuerza
justificada por las circunstancias en la sociedad. En esta misma definición radica la
mayor crítica planteada a Bittner: su pretensión de fundar una definición de la policía
sobre el uso de la fuerza física, cuando ésta es usada efectivamente en escasas
ocasiones.
En el contexto académico francoparlante se ha abierto, hacia fines de los años ’90,
un debate entre un grupo de autores y Jean-Paul Brodeur por otro lado, quien incluso ha
mantenido entrevistas con Egon Bittner, buscando rescatar nociones que quedaron
ocultas bajo su insistencia en definir la policía por su principal recurso. Según Brodeur
(2001), Bittner contesta las críticas arguyendo que el trabajo de la policía no consiste en
usar la fuerza, sino en moderarse en situaciones que pudiesen requerir su aplicación.
Asimismo, desarrolla la explicación acerca de las limitaciones para definir la policía por
“lo que hace”.
La diversidad de tareas que implica la labor policial torna difícil definirla por su
naturaleza, pero ello no implica que se deba renunciar a ello por completo. De esta
suerte, Bittner planteará, por encima de las actividades policiales concretas e
individuales, que lo que define a la policía es para lo que sólo ella está habilitada
institucionalmente. Así, según Brodeur, Bittner no realiza una investigación empírica
sobre la acción efectiva de los agentes policiales, sino una teoría sobre su habilitación
exclusiva para usar la fuerza. En efecto, como las tareas que realizan los policías son
variadas, no puede definirlos por aquello que hagan más frecuentemente, no puede
establecer la naturaleza del trabajo policial, y debe remitirse a definir la policía por su
medio, por la potencialidad legal del uso de la fuerza pública.
Extrapolar entonces, las construcciones típico – ideales que Bittner elabora hacia
intentos de analizar las actividades que viven los policías a diario, plantea ciertas 8 La traducción es nuestra.
20
dificultades. Un policía definido como un funcionario mediador de la justicia, o por la
legitimidad de su potencial uso de la fuerza, es empíricamente irreal, y por tanto
inaplicable al análisis de las prácticas efectivas y cotidianas. Ahora bien, la naturaleza
heterogénea de la actividad policial específica, nos impide formular teorías sobre sus
operaciones efectivas, pero también corremos el riesgo de, fundados en un enfoque
desde la multiplicidad y diversidad de situaciones, quedarnos en una mera colección de
observaciones empíricas que no logren integrar una explicación mayor.
El abordaje de una policía moderna, con una compleja división y especialización
del trabajo, encuentra, en la obra de Dominique Monjardet (1996), un hito fundamental
que pretendemos retomar. Este autor francés reinterpreta la institución policial y su
funcionamiento, en su libro Ce que fait la police. Sociologie de la force publique, donde
explora las tareas y prácticas policiales cotidianas, desde una perspectiva sociológica,
buscando poner en perspectiva los acontecimientos, dentro de un sistema de
comprensión más general.
Según Monjardet no es el hecho que detenten el monopolio del uso de la fuerza lo
que distingue el trabajo policial del, por ejemplo, industrial, sino que la diferencia radica
en la indeterminación del objeto sobre el que versa el trabajo policial. Las
representaciones y especialidades son múltiples, y por ello, el autor entiende que
debemos hablar de la “condición policial” o de los “métiers policiales”, ya que no
habría una unidad profesional, rompiendo por tanto con la idea de una cultura
profesional de los policías como un mundo moral homogéneo y cerrado.
En su análisis, el autor devela los vínculos entre los procesos sociales que
estructuran la singularidad del trabajo policial, y las representaciones y prácticas de los
actores, descubriendo que éstas no necesariamente surgen de características
estructurales o de funcionamiento de la organización policial, sino que son el resultado
lógico de elementos que caracterizan el trabajo policial, situaciones que a la vez que son
visibles, los policías las deniegan en su naturalización.
21
Siguiendo esta línea de interpretación, junto a la de otros análisis franceses
contemporáneos que exploran las múltiples dimensiones de la policía9, este trabajo es
un esfuerzo por construir herramientas que permitan a los actores políticos y sociales
reflexionar el problema de forma diferente, interpretando las interacciones
microsociales en sistemas más amplios. Por consiguiente, nuestro objetivo es observar,
en la temporalidad que configura el oficio policial, los procesos sociales por los que así
se estructura dicha actividad, y determinar en qué medida, la experiencia de
comprensión del tiempo contribuye o no en la definición de esta actividad como un
trabajo, un oficio, un métier, un servicio, etc.
1.2. Aproximaciones teórico – metodológicas.
Ahora bien, ¿por qué recortamos lo temporal como un elemento central en el
análisis del trabajo policial?
Las ideas vertidas en este trabajo se fundan en los discursos de los efectivos
policiales sobre sus prácticas laborales cotidianas, relevados a partir del trabajo de
campo etnográfico realizado en distintas dependencias de dos Departamentales del Área
de Seguridad de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en una Dirección de
Investigaciones y en Jefaturas Distritales, de jurisdicciones de localidades próximas al
Gran Buenos Aires.10
Durante el curso del año 2008, realicé trabajo de campo en distintas dependencias
policiales, en el marco del Proyecto de Investigación PICT-O: “Reforma y
Profesionalización Policial: un estudio de las prácticas cotidianas de los policías de la
9 Ver (Jobard, 1999) y (Berlière, 1996) 10 Las jurisdicciones donde se realizaron las entrevistas y observaciones y los nombres de dependencias y delegaciones no son enunciados en virtud de un principio de confidencialidad de los datos. Asimismo, los nombres de los informantes fueron modificados para mantener su identidad en el anonimato, términos que fueron convenidos con cada uno de los individuos entrevistados en las situaciones concretas de entrevista. Se han propuesto nombres ficticios para una mejor lectura del trabajo, conservándose la información sobre elementos como jerarquías, funciones y antigüedad. Agradecemos la disposición con que los entrevistados nos recibieron y en virtud de preservar la identidad de todos ellos, han sido modificados sus nombres y las dependencias en que cumplen funciones, conservando la jerarquía que ostenten.
22
Provincia de Buenos Aires”, radicado en la Universidad Nacional de Quilmes, dirigido
por el Dr. Marcelo F. Saín. El objetivo era relevar las referencias de los policías acerca
de su labor, intentando conocer la manera en que éstos la definen.
El trabajo de campo nos permitió ver cómo los policías referían recurrentemente la
noción de “tiempo”, para referirse a su actividad laboral, mostrándonos cómo la
configuración del oficio policial, parecía vincularse directamente con dicha
temporalidad. El tiempo laxo establecido para la jornada laboral, el que no disponen
para desarrollar sus vínculos e intereses personales, el tiempo manipulado desde la
imposición de jerarquías, y muchas otras formas en que éste es representado entre los
policías, que establecen límites y posibilidades en relación a su uso. Así, como clivaje
dominante, circulan en este espacio acuerdos tácitos respecto a ello, por los cuales los
actores dan sentido a lo que son y lo que hacen, donde podremos ver cómo la
estructuración de la actividad policial depende en parte, y también, de su temporalidad.
1.2.1. El tiempo según los clásicos.
La cuestión del análisis del tiempo ya ha sido abordada en la literatura académica
de la Sociología y la Antropología, mostrando cómo las categorías de tiempo y espacio,
entre otras representaciones, operan como estructurantes de la vida social. Desde
distintos enfoques, diversos autores buscaron comprender la acción o el orden social,
indagando las representaciones de los individuos sobre los usos y nociones de tiempo.
En primer lugar quisiéramos señalar el aporte desde la sociología clásica que
realizó Émile Durkheim en la tercera de sus grandes obras, Les Formes Élementaires de
la Vie Réligieuse. En este trabajo, donde estudia las religiones simples, a través de un
pueblo aborigen australiano, el autor busca establecer el nexo entre la acción y las
propiedades de las colectividades sociales. Así, las representaciones colectivas, como
por ejemplo la religión, están configuradas por las nociones de tiempo, espacio,
23
causalidad, etc., como forma simbólica de transfiguración de la sociedad, y tienen por
tanto una naturaleza esencialmente social. Al mismo tiempo, dichas representaciones
colectivas, establecen una distinción entre un conjunto de cosas, de creencias y ritos, y
su opuesto. Cuando lo que pertenece a ese conjunto mantiene entre sí relaciones de
coordinación y subordinación como para formar un sistema de cierta unidad, y que a su
vez no se corresponde con otro sistema, ese conjunto de creencias y ritos constituyen,
según Durkheim, una religión. La religión, como toda representación colectiva, supone
por lo tanto un conjunto organizado de creencias, y los ritos y las prácticas que derivan
lógicamente de ellas, los modos de ser y actuar a los cuales los individuos se sienten
obligados a ajustarse.
En este sentido, para Durkheim, las representaciones expresan lo que existe en la
realidad, y debemos revelar a qué naturaleza corresponden esas representaciones, así
como qué induce a los hombres a representársela de esa manera singular. Así, el autor
muestra el carácter artificial de estas representaciones, su carácter de producto social, a
pesar que las experiencias, repetidas diaria y constantemente, produzcan en los
individuos la convicción de que existe esa distinción: en este caso de los límites y
posibilidades en el uso del tiempo. Al mismo tiempo, esa sensación de los individuos de
una perpetua dependencia de ciertas reglas de conducta y pensamiento, es lo que
permite que se sigan reproduciendo. Según Durkheim las representaciones colectivas
viven únicamente gracias a las prácticas, los símbolos de las creencias y el modo de
renovarlas. Entonces decimos que la verdadera función de las representaciones
colectivas es hacernos actuar y ayudarnos a vivir, para lo cual deben tener una energía
superior a una simple necesidad metafísica o física, de modo de hacer sentir su
influencia. Pero la sociedad sólo puede intervenir en acto, es decir cuando los
individuos se reúnen y obran en común, y entonces operan sobre ellos reglas o normas
que rigen las voluntades individuales, estableciendo tipos de pensamiento o acción,
formas de pensar u obrar.
24
Respecto a la representación del tiempo, según Durkheim se establecen puntos de
referencia fijos y determinados cuyo origen es la vida social, y en relación con los
cuales todos los acontecimientos pueden situarse. Lo que expresa la categoría tiempo es
un tiempo común al grupo, un tiempo social, necesario para que sea posible el
entendimiento entre las distintas inteligencias, y por tanto la vida en común.
Así, se sigue que el tiempo, como categoría, es un objeto social, no sólo porque
procede de la sociedad, lo que lo hace inmutable y universal, sino también porque las
cosas que las categorías expresan son sociales: es el ritmo de la vida social lo que funda
la categoría tiempo. Ese ritmo de la vida cotidiana domina y engloba los ritmos
individuales de los que resulta, y el tiempo que refleja abarca y gobierna las duraciones
particulares. De esa manera, proporciona a los individuos, los marcos con que pueden
pensar racionalmente y actuar moralmente, surgidos de la propia realidad de la
colectividad.
En el ámbito académico de la antropología, citamos la obra de E. E. Evans
Pritchard (1977) acerca de los nuer, un pueblo nativo de Sudán, donde el autor da
cuenta de las características de su cultura y estructura social, analizando su medio
ambiente y los modos de subsistencia.
El autor distingue, al describir los conceptos de tiempo de los nuer, los que
representan sus relaciones con el ambiente: el tiempo ecológico, y los que representan
sus relaciones mutuas en la estructura social: el tiempo estructural, pero mostrando que
para ellos no existen unidades temporales exactas, sino formulaciones conceptuales de
cambios en las relaciones ecológicas y en las actividades sociales, el tiempo es una
relación entre actividades. Por ejemplo, cuando denominan con cierto concepto un
período de tiempo, no se refieren a una unidad puramente temporal, sino al conjunto de
actividades sociales de ese determinado momento, como el período de lluvias, el
momento del cultivo, etc. De esa manera, el calendario muestra la relación entre un
25
ciclo de actividades y un ciclo conceptual, que depende del primero porque de allí
proceden su significado y su función.
En ese sentido, según Evans-Pritchard, si se considera la forma en que un individuo
computa el paso del tiempo, tendremos una percepción subjetiva que carece de validez
colectiva. Por el contrario, sostiene que cualquier tiempo es estructural, ya que surge
como formulación conceptual de actividades coordinadas o cooperativas, un medio de
coordinar relaciones entre los grupos de personas y no los acontecimientos. Así es
posible percibir al tiempo como el reflejo de relaciones entre linajes, tradiciones, etc.,
que borra el vínculo de los acontecimientos concretos tomados como puntos de
referencia.
1.2.2. El eje temporal como dimensión estructurante
Siguiendo lo anterior, vemos que la categoría abstracta moderna de tiempo único,
cronológico, con que en Occidente medimos la realidad constituye una representación
colectiva. Junto al tiempo que solemos identificar como verdadero, existe una
multiplicidad de tiempos, ligados a la acción, los trabajos y la vida grupal: son tiempos
sociales. Así, a cada tipo de actividad, se ajustan temporalidades diferentes, según la
fuente que las genera y les confiere sus cualidades específicas, que determina las
representaciones del tiempo.
El tiempo, como producto social, es, además del contexto para la acción, un
principio de ésta, y de la constitución de la identidad de los sujetos. Lo que aquí
indagaremos será la dimensión temporal que configura al trabajo policial, y sus efectos
sobre el proceso de construcción identitaria. Es necesario aquí que establezcamos qué
entendemos por identidad, en tanto nos oponemos a que todo se explique a partir de ese
concepto. Entendemos aquí la posibilidad de hablar de identidad en tanto construcción a
partir de agrupamientos, realizados en base a la distinción por una particularidad, y no
por la existencia de una esencia o naturaleza policial homogénea. Lo que se establece no
26
es una esencia, sino una unidad explicativa mayor, que es construida y por ello, puede
bien ser otra.
Retomando la definición de Dubar (2002), observamos un proceso dinámico de
construcción / reconstrucción entre lo biográfico y lo relacional de cada individuo
(distinción únicamente analítica), consigo mismo y con los colectivos de que forma
parte. El tiempo, socialmente construido, se traduce en diferentes representaciones del
mismo, sus usos, expresiones y transformaciones, que son aprendidas por los sujetos, y
las cuales configuran distintivamente sus identidades.
En la construcción identitaria confluyen, según Dubar, tres temporalidades
diferentes: subjetiva, intersubjetiva e histórica. Es decir el tiempo vivido como duración,
el tiempo vinculado a las relaciones con otros, y el tiempo histórico objetivado, la
inscripción del individuo en duraciones más largas. Estos tiempos heterogéneos son
constituyentes a la acción y el discurso de los sujetos.
En nuestro abordaje del oficio policial, nos centramos en la dimensión de las
relaciones intersubjetivas, donde se observan múltiples temporalidades. La construcción
de las identidades en las sociedades modernas se relaciona con categorías varias, entre
ellas la profesional, en relación con la cual los sujetos se reconocen, haciendo así
relevante el análisis del tiempo del trabajo, sus ritmos y duraciones, por sobre otros
tiempos sociales. El tiempo asume entonces, una gran diversidad histórica de
comprensiones y usos, diversas temporalidades.
1.2.3. La temporalidad: su producción y reproducción social.
Siguiendo lo anterior, observamos entonces ciertos cuadros temporales que los
sujetos aprenden, y luego actualizan en sus prácticas, y que, aunque los individuos
puedan no ser capaces de hacer inteligible, su existencia se torna real en la propia
acción, y los instaura como recursos sustanciales (Haicault, 1989), para enlazar las
27
categorías analíticas Pasado – Presente – Futuro, instituyendo así experiencias de
comprensión del tiempo (Longo, 2005)11
Consideramos, siguiendo a Anthony Giddens (1987), que la temporalidad, en tanto
estructura, tiene una existencia virtual, que sólo deviene vívida en la acción de los
sujetos, quienes encuentran en ella el límite y la potencialidad de su obrar. Dicha
estructura es de carácter dual, es constituida por el obrar humano, y al mismo tiempo es
el medio mismo de esa constitución.
Ahora bien, explorar las variaciones de sentidos sobre las representaciones
compartidas del tiempo y sus usos, con las cuales los policías se entienden entre sí y al
mundo, no debe hundirnos en el relativismo. Para ello seguimos a Giddens (Ibíd.), quien
sostiene que las ciencias sociales retomaron tradiciones de la fenomenología existencial
y la filosofía de los juegos del lenguaje del segundo Wittgenstein, preocupadas por la
acción, el sentido y las convenciones sociales. La filosofía existencial, fue reinterpretada
por Alfred Schutz (1974) y Peter Winch (1972), quienes describen la conducta social
considerando las clasificaciones de los individuos al explicarla. Al respecto Giddens
arguye que, una “filosofía postwittgensteiniana de la acción”, remarca el carácter
múltiple del lenguaje y sus reglas, y cómo éste procede como medida de referencia por
el cual las prácticas sociales se describen. Sin embargo, ello concluye en un relativismo
que impide relacionar distintas formas de vida, y dar cuenta del cambio institucional en
el tiempo. Según el autor, muchos trabajos reinterpretan las formas de vida de
11 A modo de ejemplo vemos cómo, la ruptura entre lo civil y lo policial, que ocurre durante la formación policial, conlleva no sólo incorporarse en un nuevo sistema de relaciones, sino también la afiliación con los usos, sentidos y valores de un nuevo ordenamiento. Los cadetes absorben pautas específicas del oficio policial: prácticas, horarios, jergas, ritos, etc., que perfilan límites y posibilidades según cierta concepción del rol de policía. Las imágenes se encauzan hacia una nueva representación de lo cotidiano y la distribución del tiempo, con ritmos convenidos para el descanso, el estudio, los ejercicios físicos, etc. Para un estudio de la socialización de los aspirantes policiales, ver Sirimarco (2004). La autora analiza var ios aspectos de la formación profesional de los policías: el disciplinamiento de los cuerpos, la jerarquización, la tradición policial idealizada, y la construcción en la calle del ser policial. Asimismo indaga si en Argentina los aspectos culturales de la policía que pueden derivar en abusos funcionales, son más fuertes que en Europa.
28
Wittgenstein12, como universos de sentido autosuficientes, pecando de un relativismo
que no aprecia que los individuos cabalgan en su cotidianeidad, entre distintos órdenes
de lenguaje o formas de vida. Para Giddens por el contrario, la comprensión de lo que
hacemos sólo es posible si podemos describir lo que hacen otros, no por empatía, sino
que depende de las categorías comunicativas del lenguaje, que sirve como medio para
una actividad social práctica. Producir “sentido” en actos comunicativos, es entonces
una realización entendida de actores, que no obstante no pueden aprehender o describir
formalmente su propia producción.
De esta manera Giddens desarrolla su Teoría de la Estructuración, marcando sus
diferencias con el funcionalismo, el estructuralismo y el interaccionismo simbólico. Su
definición de estructura se distingue del funcionalismo norteamericano, donde ésta es
estrictamente descriptiva, así como del estructuralismo francés, que de manera
reduccionista, borra el sujeto activo. Por otra parte, el interaccionismo simbólico, no
logra desarrollar una idea de la actividad constituyente del yo, y con su interpretación de
la persona socialmente determinada se acerca teóricamente al funcionalismo, como
teorías de lo micro y macro social respectivamente. Esta relación entre lo micro y macro
no cuaja en el razonamiento de Giddens: los procesos macrosociales no se estructuran a
partir de aspectos microsociales de la vida cotidiana, antes bien la relación entre la
producción y reproducción de la sociedad anula esa partición.
A partir de la noción de estructuración se deja ver el proceso activo que administra
la continuidad y disolución de estructuras, indagando su producción y reproducción,
aspectos destacados por la filosofía de la acción, y el estructuralismo y funcionalismo,
respectivamente, e integrados por Giddens en su teoría.
12 Giddens (1987) enumera escuelas de filosofía o teoría social que, según él, se pretenden seguidoras de Wittgenstein, pero que, sostiene, sólo expresan nociones análogas a los “juegos de lenguaje”: James y Schutz, realidades alternativas; Castaneda, estructuras de lenguaje; Whorf, problemáticas; y Kuhn, paradigmas.
29
Esa producción de la sociedad es dable porque sus miembros son actores
entendidos, que se sirven de recursos, aun sin advertirlo, para viabilizar sus
interacciones. Para el caso del trabajo policial proponemos inquirir cuáles son esos
recursos que los actores ponen y disponen en el juego de sus interacciones. Los sujetos
aplican, en la interacción, esquemas interpretativos, recursos y reglas morales, que
median los procesos de reproducción social. Referirnos a ritmos de trabajo y descanso,
regímenes horarios, etc., como reglas o sistemas de recursos, en términos de Giddens,
implica la reproducción de elementos semejantes, que al mismo tiempo posibilitan todo
el repertorio de acción de los actores. Los medios aplicados pueden involucrar órdenes
de dominación y moralidad, que son asimismo reproducidos y/o reconstituidos en la
práctica.
Postulamos como hipótesis que las representaciones de los policías sobre el tiempo
y sus usos, su temporalidad, actúan en las situaciones concretas de interacción en que se
ven involucrados los policías con colegas, familiares, amigos, etc., como un sistema de
reglas y recursos, que los policías aprehenden/ incorporan y aplican para constituir
dichas interacciones, y que en esa aplicación, dichas representaciones funcionan como
modalidades de estructuración de la actividad policial. Sin embargo el hecho que los
individuos conozcan y pongan en acto una regla, no significa que puedan formularla en
abstracto, sino sólo saber aplicarla, y entonces creemos apropiado observar las prácticas
cotidianas, como quehaceres situados de los sujetos, donde operan acciones
comunicativas, relaciones morales y de poder, y a partir de allí buscar comprender la
lógica que cotidianamente configura el oficio policial.
Dicha reconstrucción se hará indagando la perspectiva de los actores, examinando
un conjunto de entrevistas y observaciones realizadas a miembros de la Policía de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Emprendemos una exploración etnográfica
para conocer, en la voz y las prácticas de los actores, cómo los policías se entienden a sí
30
mismos y a la realidad. En primer lugar nos propondremos reconocer el modo de
representar/se el tiempo, producido y reproducido en la acción entendida de los sujetos.
Posteriormente mostramos algunas situaciones en que se expresa la capacidad de los
actores de apropiarse y/o resignificar esa experiencia de comprensión del tiempo,
aplicando, en la interacción, sistemas de reglas y recursos.
Antes de ello proponemos recorrer la estructura legal que encuadra la labor de los
agentes policiales que hemos entrevistado, para luego ponerlo en diálogo con aquello
que los individuos hacen y dicen en sus prácticas cotidianas.
31
CAPÍTULO 2
La trama de lo legal y lo normal en el espacio policial.
La relación entre la ley y las normas consuetudinarias, morales, éticas,
religiosas, etc., que rigen de ordinario la vida de las personas, evidencia una clara
escisión, a la vez que una fuerte imbricación entre ellas. Esto no sucede únicamente
entre los policías, sino “también” entre ellos.
¿Qué reglamentaciones formales abonan los usos que hacen los policías del
tiempo? Entendemos que éstos últimos no se fundan sólo en los textos jurídicos y lo que
éstos disponen, sino más bien en la apropiación y resignificación que de ellos hacen los
individuos en la regularidad de sus prácticas, tanto de lo que la legislación dicta como lo
que deja sin enunciar. No obstante consideramos necesario avanzar en el conocimiento
de dichos textos para luego interrogar los discursos que de ellos emanan.
En la búsqueda del marco legal que establece el régimen horario que deben
cumplir los agentes policiales de Seguridad en la Policía de la PBA, consultamos a
nuestros entrevistados al respecto:
P: -“¿Cuántas horas componen una jornada laboral para Uds.? ¿Eso está reglamentado en
alguna ley?”-.
R: -“No es por jornada. Lo que tenemos los efectivos de Comando13, es una dedicación de
cuarenta y ocho horas semanales de servicio ordinario, eso está en la 13.20114, y después hay
reglamentos para CORES y POLAD”. (Oficial de Policía Paola R.)
13 El término comando hace referencia a lo que en la anterior legislación que los regía, el Decreto 9550/80, constituía uno de los agrupamientos del personal, a saber: comando, servicios y personal civil. El primero incluía las especialidades: a) Seguridad, b) Investigaciones, c) Inteligencia, d) Judicial, e) Comunicaciones, y f) Bomberos. Dicha denominación fue eliminada de la legislación a partir del reencasillamiento en un escalafón único, con la entrada en vigencia de la Ley 13201. 14 Ley del Personal de las Policías de la PBA, N ° 13.201.
32
Rastreando en fuentes normativas la reglamentación que estipula el horario de
trabajo de los efectivos policiales, observamos que, efectivamente, la Ley del Personal
de las Policías de la PBA, N ° 13.201, en el espíritu de la Ley N ° 11.544 sobre “jornada
legal de trabajo”, prevé la dedicación horaria semanal que debe cumplir el efectivo, de
cuarenta y ocho horas semanales para los agentes de comando, y de treinta horas
semanales para los de servicios, sin especificar modalidades en que debe hacerlo, ritmos
de descanso, etc.
Hemos recorrido distintas dependencias y sus archivos buscando resoluciones,
órdenes del día, alguna formalidad que estableciera la manera de organizar el servicio
en horas laboradas continuadas por horas de franco de servicio, pero nada apareció. En
la propia oficina de Asesoría Letrada del Ministerio de Seguridad nos informan que esos
sistemas se establecieron en forma discrecional, definiendo las diferentes jornadas
horarias según “las necesidades del servicio”: 24 x 48, 12 x 36, etc. En lo referente a las
legislaciones vinculadas al régimen horario laboral del Personal Policial de la PBA (Ley
N° 13201), no existe formulación alguna en dicha normativa central. No obstante
encontramos que en la normativa que se dictó para la formación de las Policías
Comunales de Seguridad de la PBA que son las que actúan en municipios provinciales
con menos de 70.000 habitantes y cuyos Intendentes deben elegir adherirse o no a este
sistema, avanzando en el proceso de descentralización policial iniciado con la sanción
de la Ley 12.155 de Organización de las Policías de la PBA, estipula regímenes
horarios, jornada laboral, es decir que ha implicado un primer avance normativo, pero
que sigue circunscripto al ámbito de Policías Comunales.
La existencia o no de disposiciones en esta materia parecen desconocerla los
efectivos, exceptuando las referidas a las compensaciones por la prestación de servicios
extraordinarios, lo que llamaríamos comúnmente “horas extras”, y cuya normativa
desarrollaremos más adelante. En dicho caso, el contenido de la legislación es difundido
33
entre los efectivos, así como las transformaciones que se han ido sucediendo15, que
rápidamente llegan a oídos de todos los individuos involucrados, ya que es a través de
estas compensaciones como los efectivos abultan los magros salarios que perciben. Al
mismo tiempo, es interesante subrayar el alto grado de desconocimiento del marco legal
para el cumplimiento del servicio ordinario, donde la norma informal parece ser el
criterio de decisión.
El funcionamiento acostumbrado dispone órdenes que han sido sancionadas de
hecho, y su legitimidad está dada por la tradición, transmitida de unos a otros efectivos.
Formalmente la jornada laboral contempla regímenes de prestación de servicio ordinario
durante doce o veinticuatro horas continuas, seguidas de treinta y seis o cuarenta y ocho
horas de franco de servicio, respectivamente. Como mencionamos anteriormente, se
producen resignificaciones, donde la distribución de las horas de trabajo no es sujeto de
la ley, sino objeto de una sanción informal, o mejor dicho, la tradición la homologa
repetidamente a partir de la omisión de la ley en este aspecto, y así la ley convive con
las decisiones arbitrarias de los superiores jerárquicos y las capacidades de negociación
que cada individuo logre articular.
- “…esto no es como en cualquier otro trabajo de funcionario público, acá si el jefe te cambia el
régimen, lo aceptás, si te mete CORES y vos ese día no podés quedarte, lo tenés que
aceptar.”(Oficial de Policía Ezequiel S.)
Por tanto, indagaremos, en primera instancia, los marcos legales - formales que
definen esta situación, para luego avanzar hacia su funcionamiento real. Ello nos guiará
en la identificación de los recursos de que los policías se sirven en las negociaciones
15 Mientras este trabajo está siendo elaborado, se produjo un cambio normativo respecto al sistema de compensación por recargo de servicio, fundado en la necesidad de contar con más efectivos en la vía pública para prevención del delito, por el cual se redistribuyen las horas CORES entre las dependencias policiales de distintas tareas, centrándolas en su mayoría en las de labor específicamente policial. (Resolución N ° 2624/08, Min. Seguridad PBA)
34
rutinarias entre ley y norma, y sus resultados que, en tanto derecho excepcional por
fuera de lo legal, adquiere “fuerza de ley”. Es necesario observar lo que la policía hace y
no sólo lo que debe ser y hacer, porque la ley establece frecuentemente divisorias
rígidas que impiden pensar acciones y formas que funcionan en la realidad, a pesar de
no ser alcanzadas por la ley. La ley determina lo prohibido, lo permitido, y lo
“informe”, lo residual que germina en los vacíos de reglamentación. En esos intersticios
entre lo estipulado y lo no reglado, los individuos se apropian y resignifican en sus
prácticas, lo que la ley indica.
Sin embargo, esos vacíos no son pueriles. Las ausencias legales expresan el
resultado de una lucha, la cristalización de una relación de poder en un momento dado.
Estructuras legales atravesadas por los recursos de poder que se articulan en las
prácticas cotidianas de los individuos, y es en ese terreno de articulación entre la ley y la
norma legítima de la práctica, donde se despliegan las rutinas laborales de los
individuos.
En resumen, la legislación provincial existente sobre el régimen horario que debe
cumplir el efectivo policial, dispone para la labor ordinaria (la que denominan
ampliamente el “servicio”), que el policía debe cumplir una carga horaria de cuarenta y
ocho horas semanales, sin especificar de qué manera éstas son organizadas. Por su parte,
los individuos manifiestan que dicha organización depende del destino y área en que se
desempeñen las funciones. Habitualmente, quienes realizan tareas administrativas
cumplen su servicio ordinario de lunes a sábados, en jornadas laborales de ocho horas
de duración, aunque ello tampoco está señalado formalmente.
2.1. Las rutinas laborales, entre la ley y la práctica.
2.1.1. La problemática salarial y el régimen horario laboral
35
En la cita con que se inicia este capítulo, la Oficial de Policía nos informaba
sobre la existencia de reglamentaciones referidas al cumplimiento de servicios
extraordinarios; al respecto otro entrevistado ampliaba:
-“La verdad es que yo me quedaría así como es hoy (se refiere a la modalidad de prestación de
servicio 12x36 y 24x48), porque de esa manera hago todo el servicio en un solo día, y me quedan
los otros dos para hacer plata extra que además viene sin descuentos.” (Oficial de Policía
Ezequiel S.)
Aquí aparece un elemento central en la vida cotidiana del agente policial: las
necesidades económicas que afectan asimismo al conjunto de la sociedad argentina,
constituyen una noción determinante en su relación con el tiempo dedicado al trabajo.
Los salarios básicos que perciben los policías de la PBA son muy bajos si los
comparamos con el salario mínimo que establece el Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social de la Nación, para diciembre de 2008, fijado en $1240. Según el
Decreto Provincial 1143/08, sobre la “Política salarial desde el día 1º de marzo de 2008
inclusive, para el Personal de las Policías de la PBA”, se determinaron los sueldos
básicos y bonificaciones remunerativas no bonificables según la siguiente organización:
Categoría Sueldo Básico (en $) Bonificación Remunerativa no
Bonificable. Personal con título
Bonificación Remunerativa no
Bonificable. Personal sin título
Superintendente 1197,48 13.957,09 --
Comisionado 1108,82 8797,67 --
Inspector 983,75 7231,74 --
Capitán 843,84 5205,82 --
Teniente Primero 695,68 2622,82 --
Teniente 654,56 2553,37 --
Subteniente 578,78 2364,63 2130,61
Sargento 405,22 2077,40 1921,86
Oficial de Policía 310,30 1928,07 1814,09
Fuente: Decreto 1143/08 PBA.
36
Conjuntamente, la legislación contempla la remuneración por servicios
extraordinarios para el personal policial. Desde 1987, se establece, por Decreto
provincial N° 1501, acordar el pago, junto a los haberes mensuales, de retribución por
horas extras trabajadas para el personal policial. Asimismo, desde 1965 se establecía, en
todo el territorio de la PBA, el servicio llamado Policía Adicional (PolAd)16 Se trataba
de “la función de seguridad que ejerza la Policía de la PBA, con carácter de prestación
de servicio especial convenido con Organismos Oficiales o Entidades Privadas”17. El
personal en “una adicional”18 sigue sujeto al régimen disciplinario policial, por lo
tanto, todo lo que suceda en ese período de tiempo, se considera como acto de servicio.
Los aranceles por los servicios de PolAd, varían según el tipo de servicio
prestado, a diferencia del servicio extraordinario que reconoce montos fijos. No
obstante, ambos sistemas no ordenan las remuneraciones según una escala de jerarquía
del efectivo, la diferencia se establece entre quiénes pueden acceder a cumplir esas
horas y quiénes no, lo que fue especificado más tardíamente en la reglamentación.
El sistema de Compensación por Recargo de Servicio (CORES) es el método por
el cual el Ministerio de Seguridad de la PBA explota al máximo los recursos humanos
de que dispone. La PolAd es un servicio al cual los individuos se inscriben
voluntariamente, a diferencia de la imposición del servicio extraordinario, y se percibe
un pago diario efectuado a la finalización de la jornada de labor. Las horas PolAd
aluden a servicios prestados a particulares que demandan cubrir un objetivo. Para el
pago de esas horas rige una tarifa horaria, CORES: $1419, y POLAD: $10,80. Las
16 En adelante “Policía Adicional”. 17 Art. 2°. Ley 7065/65 con modificatorias. 18 Voz nativa para referirse a este tipo de servicio. 19 Con fecha 26 de marzo de 2009 se aprobó el aumento del valor de las horas CORES. La medida, junto a la promesa de chalecos antibalas a cargo de cada uniformado, y la asignación de más motos y autos patrulleros, surgió como respuesta al reclamo de policías, penitenciarios y sus familiares, que manifestaron su malestar por las malas condiciones de trabajo, la baja remuneración y el escaso descanso de los agentes, luego del fallecimiento de efectivos policiales en actos de servicio. (Resol. 702/09, Min. de Seguridad PBA)
37
POLAD son saldadas en el momento al efectivo en la comisaría20, mientras que las
CORES se rinden mensualmente al Ministerio, y el dinero es depositado en la cuenta
sueldo del efectivo junto a su salario, no siendo éstas sujetas a descuentos ni aportes.
La ley originaria de “servicio extraordinario” de 1987, fue recién modificada en el
año 1998, por el entonces Ministro de Justicia y Seguridad Dr. León Carlos Arslanián.
En esa oportunidad, se amplió dicha precisión al genérico: “los servicios
extraordinarios son aquellos que deben cumplirse fuera del horario de labor
ordinaria”21. Así, la política de recursos humanos adoptada, paliaba la escasez de
personal, recargando los efectivos existentes, y con este tipo de retribuciones se
acallaban los reclamos por las bajas remuneraciones básicas. A partir de esta gestión
ministerial las horas de servicio extraordinario fueron denominadas horas CORES,
referidas a la Compensación por Recargo en el Servicio para el personal policial. Esta
inestable “compensación” forma parte de los cálculos económicos que los agentes hacen
mensualmente en sus casas, y constituyen, para un gran número de ellos, el grueso del
ingreso que perciben, al tiempo que suplen la escasez de recursos institucionales que
permitan cumplir un nivel razonable de operatividad.22
Adjuntamos aquí copias de tres recibos de sueldo, correspondientes a un Sargento
con 21 años de antigüedad, un Inspector con 26 años de antigüedad y un Oficial de
Policía con 4 años de antigüedad.
20 Art. 6° Ley 7065, modificada por ley 10990. 21 Resol. Ministerio de Seguridad de la PBA, con fecha 08 de Mayo de 1998. 22 Respecto a la escasez de recursos humanos, el Comisionado Juan Carlos Ghilino, ex Jefe de la Departamental La Plata, mencionaba en una entrevista periodística, en marzo de 2008, que el 20% de los policías de su región, tiene licencia por carpeta psiquiátrica o está asignado a "tareas no operativas". Tampoco puede hacer patrullaje el gran número de efectivos que cumple funciones en comisarías, o que está destinado a custodias personales o de puestos fijos, por lo tanto quedan sólo 200 efectivos por turnos para realizar prevención en la calle en las localidades de La Plata, Berisso y Ensenada. Según esas cifras hay un policía cada 3.950 habitantes y cada 5,9 kilómetros cuadrados. www.eldia.com.ar, 25/03/08 -“El 20% de los policías tiene carpeta médica”
38
En el caso del Sargento, percibe una suma de $447,01 en concepto de sueldo
básico, mientras que se le asignan $1921,86 en concepto de bonificación mensual
remunerativa no bonificable (Dto. 135 – Art. 227-3326), y $780,90 por el cumplimiento
de 114 horas CORES, es decir que casi el 86% del sueldo es de sumas en negro, además
de mostrarnos que el efectivo que debe cumplir mensualmente 192 hs. de servicio
ordinario, le agrega a su vez un 60% más de una de dedicación mensual, haciendo 114
hs. extras.
Para el Inspector y el Oficial de Policía también veremos la gran incidencia de las
cifras por bonificaciones remunerativas no bonificables.
39
Así, los efectivos parecen ser rehenes de este sistema, y trabajan la mayor
cantidad de horas posible, sin pensar en las consecuencias nocivas que tal
administración del tiempo conlleva en su salud, en sus relaciones sociales, etc. Un
horizonte más próspero a futuro, que legitimara este esfuerzo en el día de hoy, tampoco
es plausible, ya que los agentes no perciben suplementos ni asignaciones familiares por
dichas retribuciones especiales, y tampoco se le realizan aportes para su futuro
previsional, ni pueden oficiar como garantía para contratar préstamos de dinero,
locaciones de inmuebles, etc., porque constituyen un ingreso que es, por definición,
variable, aunque en la vida cotidiana del policía la necesidad de cumplir esas horas sea
una constante. Los agentes ingresan de esa manera en un sistema de especulación
irracional, buscando “plata fresca”, saldada rápidamente y sin descuentos,
comportamiento que va configurando una manera específica de administrar el tiempo.
Sin embargo, un elemento alarmante se vislumbra por detrás de ello: las autoridades
políticas validan este sistema como estrategia posible, siendo el propio Estado quien
abona el grueso de los haberes de sus empleados, en sumas liquidadas “en negro”.
Si bien existe escasa información formal acerca de esto que llamamos la política
de recursos humanos del gobierno de la PBA en relación al trabajo de los policías, y el
ordenamiento sugerido de los turnos que toma como base la realización de un servicio
40
ordinario seguido de otro extraordinario, hemos encontrado, en la Resolución que
aprueba las “Pautas Básicas de Actuación de la Policía Buenos Aires 2”, en el
considerando de “Que resulta oportuno y conveniente reglar el sistema de patrullaje, el
modo en que éste se lleva a cabo, la distribución horaria de los servicios y las
actuaciones prevencionales que esta policía efectúa”23; el siguiente “Sistema de
distribución de servicios y carga horaria”:
“Conformar el sistema de guardias dividido en tercios, siguiendo como guía orientativa el siguiente
Cuadro”:
Esquema Horario propuesto para Estaciones PBA2
Fuente: Resolución N° 668/06. Ministerio de Seguridad de la PBA (B.O. N° 47/06)
En este cuadro vemos cómo se organiza el sistema de guardias en grupos de
efectivos que trabajan durante ocho horas de servicio, seguidas de cinco horas CORES.
El efectivo se incorpora en una caza por conseguir la mayor cantidad de horas posible,
cuya asignación está a cargo del área de Administración de cada dependencia. Dicho
área debe fiscalizar la distribución, ejecución y control de las CORES, y liquidarlos
mensualmente a la Dirección General de Contabilidad y Presupuesto del Ministerio de
23 Resolución N° 668/06. Ministerio de Seguridad de la PBA
41
Seguridad de la PBA.24 Una cantidad mensual de horas CORES, determinada pero
variable, (valuada en $14/hs.), es asignada al titular de cada dependencia, de cuyo
reparto debe ser responsable. El criterio para la asignación de horas sigue un
ordenamiento por categoría de dependencia: Comisarías de tipo A, B y C, criterios
definidos por la extensión y población del territorio y la cantidad de personal de la
dependencia, luego siguen Subcomisarías, Comisarías de la mujer y la familia,
Estaciones de Patrulla Rural, Destacamentos, Puestos de Vigilancia25. La legislación
establece que la asignación de horas extras, para cada efectivo, no puede exceder la
cantidad de ciento veinte horas mensuales. (En este aspecto la Resolución N ° 2624/ 08
introdujo modificaciones por las cuales se reduce la asignación de horas CORES a un
máximo de sesenta horas por efectivo, en los ámbitos con tareas administrativas,
pudiendo el efectivo optar por cumplir las sesenta horas faltantes, pero necesariamente
en dependencias no abarcadas por la limitación referida)
Respecto a la asignación de horas, conversamos con un Oficial en una Jefatura Distrital:
“Sí, se debería poder hacer 120 hs. mensuales., igual tenés que tener mucha suerte para tener
tanto, o estar en una dependencia grossa. Acá llegan menos de eso, más o menos llegan como
para que cada uno haga 90 hs., y ahí hay que ver quién gana y quién pierde. A mí me gustaría
estar en otro lado, en alguna dependencia que reciba muchas horas, aunque trabaje mucho más
tiempo, acá estamos como relegados, nos discriminan como a otras dependencias chicas, y ni te
cuento cómo es en las del interior de la Provincia, ahí te das cuenta que lo usan para
recomponernos un poco el salario porque necesidades del servicio como para hacer recarga hay
en todos lados”. (Oficial de Policía Andrés A.)
De esta forma, la administración de las horas CORES, debe gestionarse de forma
que satisfaga la demanda de todos los efectivos interesados en realizarlas, atendiendo a
necesidades y conveniencia del servicio, y considerando que, si un mes se exceden de la 24 Resolución N ° 22/99. Ministerio de Justicia y Seguridad de la PBA. 25 Según Art. 21°, Cap. II de la Ley 13482.
42
cantidad determinada para la dependencia, al mes siguiente recibirán menor cantidad de
horas para cubrir el exceso previo, mostrando que no sólo depende de las condiciones
del servicio, sino también de la manera en que se gobierna este sistema.
Asimismo, algunos servicios se destinan a la obtención de recursos para la
dependencia o delegación, que suele estar en déficit presupuestario. Esta situación nos
resultó muy interesante, dado que los actores mencionaban como algo natural, el hecho
de trabajar para proveer de recursos comunes a toda la dependencia, que no pueden
cubrirse por falta de presupuesto. Al respecto nos contaban:
-“hay que distribuir según lo que te pidan los vigis, pero todos quieren hacer, parece un
supermercado, dame una adicional de seis horas, sumame equis cantidad de CORES del otro día,
así te piden. Pero también reservo la liquidación de unas CORES que corresponden a un servicio
bastante tranqui, que lo hacemos un poquito entre todos y ya sabemos que esa plata no es para
nosotros, es para gastos de la comisaría, porque acá falta para combustible, para papel, para
pintura, todo está en rojo, nunca alcanza con el presupuesto que recibimos mensualmente. Por ahí
te parece loco porque en otros lados a veces ni comparten la yerba entre los empleados, pero para
nosotros es común que se trabaje para pagar el combustible que necesitamos sí o sí para hacer
las recorridas o para ir a hacer citaciones”. (Teniente Susana C., Encargada de Administración)
Las dependencias operacionales y administrativas de la Policía de la PBA
muestran a simple vista deficiencias infraestructurales, y carencias de medios y
recursos:
“… acá tenemos pendiente una obra de cableado interno de la comisaría que está parada hace
cinco años porque no alcanza la plata, todo es de cables de tela, instalaciones viejas, que no
resisten cuando enchufamos todos los caloventores juntos porque acá es imposible
calefaccionar, es una casa viejísima y mira los techos lo altos que son. Y después tenés lo de los
recursos de todos los días, yo me compro resmas de hoja A4, porque sólo tenemos las de tamaño
Oficio que nos dona una papelera, pero a mí la Distrital sólo me recibe informes si los mando en
43
A4, así que prefiero poner de mi bolsillo. Lo que no tenemos en recursos lo tenemos en voluntad
de salir adelante”. (Teniente Susana C., Encargada de Administración)
En el mismo sentido se expresa un Teniente 1° que se desempeña en una Jefatura
Distrital:
“… por suerte acá tenemos a López que es uno que hace TNO (tareas no operativas) y se dedica al
mantenimiento del Distrito, y se trae un tornillito un día, una pinza al otro, y así va arreglando lo
que se rompa. La otra vez le pintó la pieza a la hija en su casa y como le sobró un poquito de
pintura la trajo para acá, por eso la pared es color rosa. Lo demás lo ves en el playón de
estacionamiento, hay más móviles tirados que los que andan, porque los que compra Scioli los
deben destinar a custodia de funcionarios porque acá no llega ninguno, y cuando tenemos un
móvil que más o menos camina, se lo usa por ahí para trasladar detenidos, para hacer
reconocimiento médico, yo a veces pongo mi auto, otra no queda”. (Teniente 1°, Octavio B.)
Las quejas acerca del estado de la flota automotor de la policía aparecen
recurrentemente en las referencias de los agentes. Los nuevos vehículos entregados por
el Ministerio, se mezclan con los viejos automóviles Chevrolet Monza comprados en
1994, camionetas Chevrolet LUV, que registran muchos kilómetros implicando una
permanente erogación de repuestos, mantenimiento y mayor gasto de combustible. Al
mismo tiempo, como nos cuenta el Teniente 1° Octavio B. en el pasaje que citamos
arriba, la distribución de los nuevos vehículos entre las dependencias, no responde a
prioridades o planificaciones reconocidas, sino que parecieran otorgarse por pedidos
especiales o destinarlos a favores con el poder político, aunque en realidad la asignación
debe fundarse sobre la extensión del territorio, la población de la jurisdicción, entre
otros criterios.
Los entrevistados referían que los recursos que reciben las dependencias policiales
nunca son suficientes para cubrir los gastos. La encargada del Área de Administración
44
de la Comisaría céntrica de una localidad del conurbano bonaerense, Teniente Susana
C., nos cuenta que cada organismo del Ministerio de Seguridad cuenta con una caja
chica, pero,
“... en este año creo que acá llegamos a recibir cinco cajas, cuando tenemos que recibir una por
cada mes, así que mucho tenemos que comprarlo haciendo nota y expediente de pedido de
compra, pero en ese tema hay más atrasos que respuestas”.
Ello evidencia que no existe operatividad alguna entre los distintos niveles de
administración del Ministerio en lo que hace a las llamadas Órdenes de Provisión o
Suministro de Compra, que se inician para obtener la autorización y el financiamiento
para pagar repuestos, arreglos mecánicos o refacciones edilicias, entre otros conceptos.
Así la burocracia parece estar planificada para no dar respuesta, y los requerimientos
quizá ni siquiera llegan al Ministerio.
La misma situación de la no percepción de presupuesto en concepto de “caja
chica” sucede con otras bonificaciones, y al respecto la Teniente continúa
explicándonos:
“… en el salario nos tendrían que pagar una bonificación por <PRES>, por racionamiento.
Pero últimamente se paga sólo durante siete meses al año por ejemplo, y yo me pregunto adónde
va esa plata del resto de los meses. Acá ya no tenemos detenidos en calabozo, nada más que
demorados, pero antes pasaba lo mismo con el PRES para detenidos, o sea la alimentación para
los presos, que también venían siempre con atraso, y teníamos que recibir colaboraciones de
afuera. Recibimos una asignación para la reposición de uniforme por rotura o desgaste, pero la
mayoría de los vigis lo necesitan para vivir, así que no se compran ropa nueva. El tema de las
armas es otro problema porque nos mandan dos cargadores por año a cada uno, que serían
sesenta balas en total por año, cinco balas por mes nada más”.
45
Muchas de las dependencias se encuentran con altos niveles de deterioro
edilicio, escasez y desactualización de los recursos operacionales y logísticos, todo ello
sumado al escueto financiamiento para las retribuciones y la formación de recursos
humanos. De esta forma, frente a los magros recursos presupuestarios para afrontar
gastos corrientes de funcionamiento de las dependencias, así como los destinados al
mantenimiento de la infraestructura material, los efectivos afrontan dicha carencia
proveyéndose ellos mismos de aquello que necesiten para trabajar, o destinando
ingresos de algún servicio extraordinario a crear un “fondo común” para paliar gastos de
la dependencia.
2.1.2. La temporalidad del oficio policial y sus consecuencias
La reglamentación del sistema de CORES, establece que “las horas
extraordinarias retribuibles por CORES deberán realizarse fuera del horario habitual
de la prestación del servicio ordinario, ya sea inmediatamente antes, después o con un
intervalo con relación a dicho horario”26. Una vez más, los ritmos de trabajo, los
parámetros consensuados internacionalmente acerca de la noción del ritmo biológico
circadiano, que observa la necesidad de un equilibrio entre horas de sueño y vigilia, la
unidad familiar, la salud física y mental, la seguridad de terceros ante funcionarios
provistos de armas de fuego, etc., nada de ello parece sobrecoger a la política, por el
contrario, exigen de los efectivos policiales nobleza, honestidad y fuerza de voluntad,
como invocaba el ex Ministro Arslanián acerca de los cambios positivos en la policía
que pretendía estar fundando:
-“(…) la mala policía está cambiando. La opinión pública va a decir que esta vez obtienen
respuestas rápidas. Los policías no lloraron, no dijeron que no ganaban ni para el pan. Se
26 Resolución N ° 2858/00 referente al servicio de horas CORES.
46
mostraron sólidos, tranquilos, concretos. No dijeron que el chaleco no funcionaba, que la pistola
se trababa…”27
La reglamentación también dispone que todo el personal de los agrupamientos
Comando y Servicios (según el ordenamiento previo a la unificación escalafonaria
reciente), es comunicado de su destino, turno, horario y días semanales de labor, y de
las tareas que desarrollará. Sin embargo, ello muchas veces sucede sorpresivamente por
medio de una notificación al domicilio del agente, donde se le informan cambios
producidos, sin previo arreglo con el efectivo involucrado, y que suelen llegar como
castigos o recompensas según sea el caso, alterando de un momento a otro, ritmos y
organizaciones familiares, generando mudanzas, distanciamientos de los vínculos
sociales de los agentes, entre otras consecuencias.
Además de dicha imprevisibilidad en la organización de la rutina laboral para los
individuos, éstos viven, como ya dijimos, la necesidad de extender al máximo posible su
jornada laboral para acceder a compensaciones económicas, condicionando la eficiencia
de su desempeño en el servicio. Especialmente entre los policías de bajo rango
jerárquico, los individuos se ven obligados a mantener “dos trabajos”, es decir a
duplicar sus horas de servicio o a cumplir la mayor cantidad de servicios adicionales
que les sea posible obtener, para así alcanzar un piso salarial razonable, según vimos
anteriormente.
La regulación del régimen horario, es decir los métodos para registrar y fiscalizar
el sistema de compensaciones, así como la definición sobre qué efectivos pueden
cumplir ese tipo de servicios, han atravesado sucesivas reformas, incluyendo la
modificatoria que se hiciese necesaria a partir de la reciente unificación de los
27 Discurso Arslanián “Palabras del ex ministro de Seguridad en Acto de Cursos Especiales en el Centro de Altos Estudios Policiales”. CAEEP. (2007)
47
escalafones, tradicionalmente independientes, de Oficiales y Tropa. En la siguiente
innovación, de Diciembre de 2005,28 se establece que,
“si exigencias del servicio así lo ameritan, al término del cumplimiento del horario diario del
servicio, el personal policial de las Policías de la PBA y su Personal de Apoyo hasta grado de
Capitán, estará en condiciones de laborar bajo el Sistema de Compensación por Recargo de
Servicios (Horas CORES) de manera tal que no se sucedan superposiciones horarias.
Excepcionalmente y por razones fundadas de servicio, el sistema puede aplicarse en horario
anterior al servicio diario de labor u otras modalidades que estén asimismo justificadas”.
El corte marcado en el pasaje citado, a partir del grado de Capitán, como límite
para el acceso a dichas retribuciones, se basa en la noción que, la situación de los
efectivos en rangos superiores, al poseer responsabilidades funcionales propias de la
conducción, los coloca en un nivel administrativo, que no se acota al tiempo de
prestación de servicios, sino a los resultados propios de su gestión. En otros aspectos, el
principio que guía la legislación sobre estos temas, se mantiene invariable, a pesar de las
múltiples modificaciones vivenciadas. En efecto, en el momento en que estamos
elaborando este trabajo, el actual Ministro de Seguridad de la PBA, Dr. Carlos Ernesto
Stornelli, en virtud de la argüida necesidad de contar con mayor presencia policial en la
vía pública a modo de prevención del delito, impuesta por la situación de gran
inseguridad en el territorio provincial, dispuso una redistribución de horas CORES entre
las distintas dependencias policiales, con el objetivo de optimizar dicha presencia
policial. De esta manera, ante una serie reciente de hechos delictivos violentos que
adquirieron gran resonancia mediática, la política avanza con reformas dispersas, que
abordan un problema, pero provocan consecuencias por otro lado. Esta medida coloca
en la vía pública efectivos que fueron trasladados repentinamente a jurisdicciones
lejanas a su lugar de origen, oficiales de escasa antigüedad que carecen de experiencia y 28 Resolución N ° 1999/05. Ministerio de Seguridad de la PBA
48
son enviados a hacer prevención en patrulleros o a pie, redistribuyendo las horas
CORES de manera que muchos efectivos deberán descontar esta posibilidad de ingresos
extra para su familia, entre otras cuestiones.
Las reformas recientes aluden nuevamente al máximo establecido por la
Resolución N °1040/ 99, de ciento veinte horas CORES mensuales por efectivo policial,
pero priorizando su asignación en la labor policial29, fijando un límite menor para las
efectuadas en dependencias administrativas, y que serán eliminadas gradualmente en
ese tipo de destino, para ser sólo autorizadas en función operativa.30
Estas fluctuaciones son relevantes si tenemos en cuenta, como dijimos más arriba,
que gran cantidad de efectivos utilizan las horas CORES como medio para acrecentar
sus haberes mensuales, en virtud del bajo sueldo nominal básico que perciben. Al
mismo tiempo, se expresa una vez más la política de recursos humanos de la gestión del
gobierno en materia de seguridad que, ante la escasez de personal, en relación a las
políticas de necesidad de presencia policial masiva en la vía pública, recarga de servicio
al personal existente, al tiempo que en la reglamentación continúa habiendo un vacío
legal respecto a períodos de descanso entre servicios ordinario y extraordinario,
consideraciones de las demoras en los relevos de servicio, o retardos propios de los
procedimientos que retienen a los agentes en las dependencias, etc., que le aseguren el
estado óptimo de salud para desempeñar una tarea que se define “de riesgo”, con el fin
de conjurar eventuales reacciones violentas en que el efectivo pueda verse involucrado.
Las autoridades no desconocen estas condiciones laborales que mencionamos,
pero desatienden las consecuencias que puedan tener sobre los policías, sometidos a
largas jornadas de labor, en una tarea que puede implicar tanto el servicio a la
comunidad, la asistencia social, tramitaciones administrativo- judiciales, la prevención
29 La legislación modificatoria no específica a qué se hace referencia con la noción de labor policial, dejando entrever una distinción entre tareas de prevención en la vía pública, y en función operativa por un lado, y las de carácter administrativo por otra parte. 30 Resolución N ° 2624/ 08. Ministerio de Seguridad de la PBA.
49
del delito, así como inmediatamente pueden verse implicados en situaciones de riesgo
real, donde deben tomar resoluciones que deciden la vida o muerte de sí mismos, y/o de
terceros. Los policías son individuos provistos de armas que la ley les autoriza a utilizar
en determinadas circunstancias, y que son atravesados en su ámbito laboral y social, por
las mismas preocupaciones que conciernen a la sociedad toda.
No obstante todo lo dicho, entendemos que ello no debe inspirar una “lógica del
déficit”, según la cual la problemática se funda en los salarios magros, la escasez de
recursos materiales, edilicios, tecnologías complejas, armas, chalecos antibalas, etc. No
es sobre las condiciones laborales materiales únicamente donde debe hacerse hincapié
para la reforma, porque con mejores condiciones no nos aseguramos una policía
honesta, efectiva, eficiente y sobre todo, democrática. Sin embargo, queremos destacar
que dichas condiciones, similares o no a las que pueden caracterizar a otros ámbitos
laborales, tienen consecuencias sobre la persona del policía. Por ello, nuestra intención
será, luego de este recorrido normativo, abordar las temporalidades que comparten los
miembros de la Policía de la PBA, en tanto configuración de su cosmovisión, una
temporalidad particular naturalizada que, como clivaje dominante, los identifica entre sí,
y los distingue del afuera, con los “civiles”, como ellos mismos los diferencian. Dicha
naturalización vela la manera de producirse y reproducirse de la organización policial,
que requiere de decisiones tomadas por los políticos, y que estructuran las prácticas de
sus miembros, e impide asemejar el trabajo policial al de otros ámbitos, para hacer de
sus miembros, sujetos, tanto de derechos como de deberes ciudadanos, resituarlos en el
contexto social, dejando de lado justificaciones del tipo de “en cumplimiento del deber”,
para “humanizarlos”.
2.2. Funciones formales básicas y el trabajo policial
50
¿Cuáles son las funciones específicas que desarrollan los actores policiales de
quienes estamos hablando? ¿Qué deben hacer según la Ley? ¿Qué hacen efectivamente?
Los individuos sobre los que versa este trabajo se desempeñan como efectivos en
servicio activo en dependencias del Área de Seguridad de las Policías de la PBA, es
decir personal policial de los llamados “de la 13201”, y nos hemos enfocado en
aquellos agentes que desempeñan funciones en el interior de dependencias policiales
<tareas internas>, así como en la vía pública <tareas preventivas>, o en organismos o
instituciones privadas y que cumplen su servicio completo, es decir que no se
encuentran realizando <tareas no operativas (TNO)> o <tareas aliviadas (TA)>,
licencias que se otorgan por razones de enfermedad y que conllevan una reducción de la
jornada laboral a seis horas diarias, el retiro del arma, no portar el uniforme, la
imposibilidad de realizar horas extras, y estos efectivos se destinan a cumplir funciones
administrativas y/o mantenimiento en las dependencias; de la misma manera tampoco
trataremos aquí la situación del Personal de Apoyo a las Policías de la PBA, quienes
forman parte del agrupamiento administrativo y no poseen arma ni usan uniforme, pero
que también trabajan en las dependencias operativas.
Siguiendo el cuadro organizativo de las policías de la PBA, estos agentes forman
parte del Área de Policías de Seguridad, y dentro de ésta, de la división de Policía de
Distrito. Cada municipio de la PBA cuenta con una Policía de Seguridad que tiene,
según lo establece la Ley 13.482, las siguientes funciones esenciales:
- evitar la comisión de hechos delictivos o contravencionales
- conjurar los ya ejecutados o en ejecución
- recibir denuncias
- asistir inmediatamente a la víctima de un delito
- practicar las primeras actuaciones de investigación, según lo determina la ley
- desarrollar acciones de vigilancia y protección de personas, eventos y lugares públicos
- disuadir actitudes y hechos delictivos o vulneratorios de la seguridad pública
51
- guardar la seguridad de los bienes del Estado
- proteger a las personas y la propiedad, amenazadas de peligro inminente, en casos de
incendio, inundación, etc.
- recibir denuncias sobre violencia de género, y brindar protección y asesoramiento a las
víctimas
- conservar los rastros materiales y el escenario del delito, hasta la intervención del
ámbito judicial
- trabajar en forma conjunta con los Foros de Seguridad
- preservar el orden público en toda reunión o manifestación pública
- auxiliar a los habitantes de la Provincia en materia de defensa civil
Cada Comisaría está formada por dos áreas: de prevención, que incluye el
patrullaje y otras modalidades operativas, a la que se identifica con el nombre del
Municipio y el número correspondiente a la comisaría, y de investigaciones, que
comprenderá el Gabinete de Investigaciones identificado del mismo modo.
La patrulla realiza un recorrido continuo, con móviles policiales, que pueden estar
identificados o no, en las cuadrículas dispuestas de antemano, o según otro diagrama
que se defina como conveniente. También se implementan recorridos según otras
modalidades como el patrullaje de aproximación, a pie, o el patrullaje en motocicleta,
como así también, rondines, peine, entre otros. El personal de las patrullas actúa de
oficio o a requerimiento personal o radial, identificando a la persona que formula el
pedido. En ese marco tiene especial importancia el Sistema de atención de Emergencias
911, implementado desde el año 2005. Esta central de emergencias que funciona 24 hs.
al día, tiene asiento en la ciudad de La Plata, pero recibe llamadas telefónicas de toda la
provincia denunciando hechos de violencia o delitos. Asimismo, el motivo de la
creación de este sistema no fue únicamente canalizar las demandas de seguridad de la
población, sino que también se buscó optimizar el funcionamiento policial. En marzo de
52
2005, el secretario de Evaluación de Información para la Prevención del Delito decía
que "El eje central del proyecto es la respuesta ante las emergencias. Hemos logrado
que un patrullero o un policía vaya al lugar del incidente en menos de 3 minutos"31.
El sistema funciona por redireccionamiento de llamadas. Todas las
comunicaciones recibidas al 911, ingresan a la central. Un operador telefónico clasifica
la emergencia, filtra y/o descarta comunicaciones fallidas, y ubica la localidad o el
distrito en que dicha emergencia se produzca. Para ello, tiene en su poder un mapa y un
listado de las radioestaciones policiales. Las radios policiales deben ubicar el móvil que
cubra el radio cercano al episodio denunciado. Si los efectivos policiales intervienen
frente a un hecho delictivo, deben labrar el acta pertinente, y dar cuenta de inmediato al
Gabinete de Investigaciones y a la Dirección de Policía Científica, cuidando de
preservar las condiciones del escenario del hecho.
Todo acto formal de denuncia se realiza ante el Gabinete de Investigaciones, que
labra las actuaciones que sirven de base a la Instrucción Penal Preparatoria (I. P. P.)32,
realizando indagaciones preliminares y estableciendo hipótesis que se comunican al
Fiscal, quien encomendará diligencias que deben ser practicadas por esta Unidad.
Los policías entrevistados trabajan en Jefaturas de Distrito, Comisarías, y
Destacamentos, en delegaciones pertenecientes a dos Jefaturas Departamentales
urbanas, que se encuentran en localidades próximas a la ciudad de Buenos Aires.
Algunos efectivos desempeñan funciones en los Gabinetes de Investigación, otros en el 31 “El 911 comienza a atender las emergencias en todo el GBA”, Clarín.com, 30/03/2005. 32 Los funcionarios judiciales necesitan la función investigativa de la policía para desarrollar las primeras instrucciones de la investigación que luego tomará forma. Sin embargo ello no involucra únicamente a los Gabinetes de Investigación, o a las secciones más específicamente técnicas, periciales o científicas de la policía, sino que también participan en dichas instrucciones los efectivos policiales que intervienen en la conjuración de un hecho delictivo. Pese a la Reforma del Código Procesal Penal de la PBA del año 1998, donde se prevé la participación activa de la Unidad Fiscal en la Investigación Penal, con auxilio de la Policía Judicial, las comisarías continúan instruyendo sumarios, aunque ya no realizan declaraciones indagatorias. En ese sentido la IPP que elaboran los policías, funda el paso previo a la iniciación de la investigación judicial, y su función es corroborar la existencia de un hecho delictivo, establecer las circunstancias en que éste haya sido cometido, e identificar el/los autor/es. Así la sede policial es el lugar donde se realiza la denuncia, se investiga el hecho, se identifican las partes, y de surgir aprehensión de los autores, deben cumplimentar los requerimientos de allanamientos, etc. que establezcan los fiscales.
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Área de Administración, la Oficina de Personal, de Judiciales, otros hacen patrullaje a
pie, y algunos, los llamados tercios, cubren la zona con los móviles identificables, según
la cuadrícula asignada, y distribuidos en tercio, se cubren guardias durante las 24 horas,
en tres turnos de ocho horas de patrullaje cada uno.
En las dependencias los efectivos cumplen las órdenes de servicio impartidas por
las autoridades superiores competentes, mantienen los recursos materiales de logística,
llevan registros de ilícitos cometidos, individuos aprehendidos, custodia de detenidos
alojados en la dependencia, se realiza el patrullaje según la división del territorio de la
jurisdicción en cuadrículas, entre otras actividades específicas de la seguridad, que
difieren de por ejemplo, la policía de investigaciones.
La imagen más comúnmente difundida acerca de los efectivos policiales y sus
funciones es la de un policía – héroe, sin embargo, retomando a Bittner, los eventos con
enfrentamientos, abatidos, –y mucho corcho, pipa y quilombo– en palabras de los
propios efectivos, con lo que quieren decir enfrentamientos con disparos y
persecuciones, son las actividades menos frecuentes entre las funciones policiales. En
efecto, las interpretaciones de los medios masivos de comunicación, altamente
influyentes en nuestra sociedad de la información, muestran en filmes, programas
informativos, series documentales televisivas, etc., el aspecto violento y arriesgado de la
labor policial. Ninguna representación pareciera estar más alejada del trabajo efectivo
de la policía que la que esos comunicadores difunden. El servicio policial, entendido
como el conjunto de actividades que realizan los policías, comprende un núcleo variado
de tareas cuya naturaleza es cuasi contraria a la divulgada: prevención del delito y el
tránsito en la vía pública, la resolución de disputas entre vecinos y/o familiares, la
contención de víctimas de violencia familiar, la asistencia a personas insanas, la
atención a la comunidad proveyendo información general, entre muchas otras que los
vinculan a la sociedad desde cierto “asistencialismo social”. En ese mismo sentido,
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dentro de las seccionales policiales se cumple una diversidad de tareas que excede la
prevención y conjuración del delito, incluyendo actividades que se alejan del heroísmo
bélico y se acercan al “funcionario público”. Al respecto pudimos ver, en una de
nuestras visitas a una dependencia policial, el trajinar de los efectivos cargados con
grandes pilas de papeles que iban y venían, uniformados y portando su arma de un lado
a otro:
“En el hall de la comisaría había mucho movimiento, varios policías uniformados, y algunos
civiles. Me presenté en la guardia como lo usual, pero apareció el Teniente 1° Ricardo G. que me estaba
esperando. Me condujo a la oficina donde estaban tomando declaraciones. En realidad es una amplísima
habitación y allí desempeñan distintas funciones a la vez. Adentro ya estaban dos de los policías que me
saludaron en el hall, uno sentado frente a la PC escribiendo, y el otro parado a su lado dictándole algo.
Al fondo, otro policía estaba sentado frente a una persona, conversaban, el policía tipeaba en una
máquina de escribir bastante vieja. Un Oficial de Policía estaba inclinado sobre una pila de papeles, casi
ni saludó cuando yo entré. Les pregunté (a todos en general porque nadie me prestaba mucha atención),
si tenían mucho trabajo: “…tengo trabajo que encima no es mío, es que los animalitos (se refiere a otros
compañeros) escriben cualquier cosa, ahora tengo que refolear todo porque éste empezó a redactar siendo
las 22 hs. de un día, y puso esa fecha, pero en los hechos que cuenta se le hizo la madrugada y no me
cambia la fecha, y en el juzgado te miran todo, nos devuelven cosas todo el tiempo, y acá algunos a gatas
saben escribir…” (Se reía) Le pregunté si era muy engorroso el trámite: “te buscan cualquier cosita y uno
es el que queda pegado… por ejemplo, si hubo un accidente tenemos que hacer el croquis del lugar del
hecho, que a veces ni lo conozco, o las condiciones climáticas, el estado del conductor, si hay semáforos
en el lugar o no, y ni te cuento cuando tenemos que esperar para poner si hay o no heridos, porque lo
primero que se hace es llevar de urgencia al herido, y cuando te lo agarran en el hospital nos dejan
plantados y nos dicen que están en estado reservado, y te tardan, y el fiscal te está esperando, ¿nunca viste
al vigi atrás del médico en E-24?…” Según ellos la relación con los fiscales es difícil. Se manejan
telefónicamente, entonces, como el fiscal no va al lugar, no se imagina las condiciones de éste, y quizá
notifica a una persona en una esquina pero resulta que esa persona tiene ese domicilio, pero es porque
ahí comienza una villa, pero el individuo vive dentro del lote que hay ahí que es enorme, y está dividido
en pasillos, casillas, etc. El Teniente Ricardo G. agregó: “… acá no se sabe qué es peor, los que están en
la calle corren riesgo de muerte, pero adentro de la comisaría podés condenarte solito con lo que escribís
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en una instrucción. Tenemos que poner con lujo de detalles lo que pasó, porque se fijan que coincida
absolutamente todo, es realmente un trabajo para el cual hay que estar muy calificado, y por eso nos la
pasamos haciendo correcciones”. Como el ajetreo era intenso, me fui a conversar con el Ayudante de
Guardia. Mientas estábamos acodados en el mostrador de la guardia, llegó una señora, con la
respiración agitada, y se dirigió al Ayudante de Guardia Mauricio P., quería hacer la denuncia porque
había perdido los documentos del auto. Ella estaba nerviosa, pero Mauricio P. mantuvo en todo
momento la calma, y le explicó claramente que si habíasido un extravío, ese tipo de denuncias se hacen
en la Municipalidad, y tiene 72 hs. hábiles para efectuar la denuncia, pero que avise al seguro que perdió
los documentos. La señora insistía porque no sabía nada de ese cambio. Mauricio volvió a explicarle, y
la señora se fue con la nueva información que hace ya 2 años que en las comisarías no se realizan ese
tipo de denuncias”. (Registro de Campo)
Como vemos en el registro aquí expuesto, las tareas policiales cotidianas se
caracterizan por las funciones administrativas, y la atención a la comunidad, entre otras
actividades, quitándole peso a las tareas de prevención y conjuración del delito.
Las funciones formales básicas definen policías cuyo trabajo está signado por
tareas de índole judicial como describimos acerca de las instrucciones penales
preparatorias, tareas administrativas, como el registro de las instrucciones, realizar
citaciones y notificaciones a imputados, recibir las denuncias y declaraciones. La policía
recibe ordenamientos de la justicia ordinaria, pero también de la justicia federal, de
faltas, juzgados civiles, de otros municipios, de la AFIP, Banco de la PBA, estudios de
abogados, etc., así como cualquier organismo que necesite localizar a alguien o efectuar
una constatación, recurrirá a la Policía, y ésta también deberá escoltar a oficiales de
justicia, asistentes sociales del poder judicial, etc., a cumplir su tarea en tanto lo
requieran. Por todo ello, la tarea administrativa es una parte central del trabajo policial
dentro de las dependencias.
Junto a las acciones reconocidas formalmente que pueden clasificarse como
prevención del delito y mantenimiento del orden público, se agregan otras que
responden a demandas sociales, que complejizan el alcance de las responsabilidades
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policiales, que excede la aplicación de la ley, y muchas veces instaura a la policía como
proveedora de servicios para la comunidad, en ese sentido es que decimos que realiza lo
que podríamos denominar “asistencia social”, interviniendo en disputas familiares o
entre vecinos, ayudando a personas perdidas, a ebrios, a mujeres parturientas, entre otras
situaciones, constituyéndose éstas también en funciones básicas del oficio policial.
De lo anterior se sigue que las tareas que deben afrontar los policías, recorren un
amplio rango que va de situaciones de enfrentamiento violento con peligro real, que son
relativamente infrecuentes, a problemas en la vía pública, resistencia a la autoridad,
intervenciones en disputas interpersonales, recepción de denuncias, etc., que constituyen
el común de la vida laboral cotidiana de los policías. Tanto su cotidianeidad, alejada de
la literatura de ladrones y policías, como las situaciones de riesgo vividas
esporádicamente, ambas tareas definen por igual la tradición de la función general del
servicio policial. Por un lado, el riesgo de vida que implica su labor es argumento para
el alto estándar de compromiso que los policías dicen que exige este oficio, que también
requiere esfuerzo físico, moderación en las pasiones y tolerancia, y por tanto, para ellos,
el servicio implica una tarea sacrificada, por el riesgo de muerte así como por las
condiciones laborales.
Pero los policías también sostienen que su sacrificio33 personal se manifiesta en el
régimen horario extenuante que cumplen, y las condiciones laborales en que lo hacen.
Sin embargo, aceptan esas condiciones como naturales, motivados por la vocación de
servicio policial por sobre sus intereses personales. La invasión sobre los tiempos
privados, y la peculiar regulación horaria de las tareas, se legitiman sobre el 33 La cuestión del sacrificio y la heroicidad entre las fuerzas de seguridad plantea una interesante línea de análisis para entender cómo las instituciones construye sus propios sujetos. Esas ideas se difunden entre los efectivos y también es dirigida desde las estructuras con ascensos post mortem, recuerdo a los caídos en cumplimiento del deber, etc. Asimismo estas ideas operan en el distanciamiento que se produce miembros de las fuerzas de seguridad y la sociedad a la cual defienden de manera servicial, y que muchas veces no reconoce su entrega y sacrificio. Entendemos que estas relaciones exceden los límites de este trabajo y sugerimos para la revisión de estos temas los trabajos de Paul Hathazy (2004) y de Mariana Galvani /Karina Mouzo (2008)
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compromiso y entrega a su función, y construyen representaciones particulares sobre el
tiempo y el espacio, y una manera específica de entender el mundo, que exalta el
sacrificio y la renuncia como valores morales apreciables. Veamos a continuación, en
las voces y prácticas policiales, cuáles son esos esquemas interpretativos.
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CAPÍTULO 3
La temporalidad en el oficio policial
3.1. Estructuración de una experiencia de comprensión del tiempo
Al recorrer múltiples espacios y momentos con los actores involucrados en este
estudio, en nuestro objetivo de conocer cómo se configura este oficio, se fueron
sucediendo diversas referencias al tiempo y sus usos. En ese sentido, los policías nos
mostraron sus formas de administrar el tiempo, del trabajo, del ocio, sus perspectivas
para el futuro, su experiencia del presente, entre otras referencias, que queremos revelar,
en tanto estructuran los modos de actuar y pensar de estos sujetos.
“… la policía no es una fábrica, si tenés la guardia llena de gente te quedás,
acá no suena una campana y te podés ir porque terminó tu turno”. El Teniente Primero
Octavio B., resume en esta sintética frase las representaciones que tienen los policías
sobre el tiempo y sus usos, y a partir de las cuales actúan sobre el mundo. Esos
esquemas interpretativos funcionan como estructuras de significados, y se incorporan y
configuran la vida cotidiana del trabajo policial, extendiendo su influencia sobre los
espacios sociales en que participa el individuo policía.
Circunscriptos por laxos límites legales, como hemos visto, la informalidad
preside la definición del régimen horario y las condiciones laborales del trabajo policial,
adquiriendo fuerza de ley un nuevo orden legal que los individuos aprehenden como
redes de significados. Octavio B. en sus palabras, refiere conocer que la realidad en una
fábrica es distinta a la de su trabajo, reconociendo la particularidad de su situación, y
legitimando la incertidumbre que le provoca el régimen horario laboral que cumple, por
las necesidades del servicio, por ejemplo, que se produzca un hecho que requiera su
intervención poco tiempo antes del fin de su jornada, debiendo permanecer allí hasta
resolverlo. El individuo policía, racionaliza esa lógica y las formas de ver el mundo
59
propias de su oficio, concepciones que guían sus acciones y son parte constitutiva de la
vida cotidiana del policía, y que al aprenderlas puede definir lo esperable y posible en
cierto contexto de interacción, aprende cómo ser con (Giddens, 1995), lo que le permite
situarse y moverse en un campo, sabiendo cómo pueden llegar a desarrollarse las
conductas.
3.1.1. La estructuración de la organización del tiempo
Como dijimos anteriormente, formulaciones teóricas clásicas de la sociología y
antropología han abordado la categoría gnoseológica de tiempo y su rol como
estructurante de la vida social.
En este sentido retomamos el argumento de Durkheim (1912), para quien las
categorías del entendimiento, entre ellas la de tiempo, son representaciones colectivas
que expresan realidades colectivas, el ritmo de la actividad colectiva, la forma en que
ésta se organiza, se constituye. Dichas representaciones proveen, según Durkheim, de
modos de hacer y pensar en tanto la conscience collective, las representaciones
colectivas, son más que una traducción ideal de las formas materiales de la sociedad.
Por el contrario, se produce en ellas una síntesis que adquiere leyes propias que pueden
exceder el estado de cosas de la realidad en que se funda, mostrándose externa a los
individuos, y dando así la fuerza de imposición necesaria de las categorías. Según
Durkheim, la categoría de tiempo regula y organiza la acción y el pensamiento,
englobando los ritmos de vida particulares, en una organización del tiempo que, aunque
aparezca como objetiva, es esencialmente social.
Asimismo, este tiempo social además de proveer los marcos que nos permiten
situar todos los acontecimientos posibles, y por tanto organizar la vida social, también
tiene como función asegurar la regularidad del ritmo de la actividad colectiva. Cuando
los individuos interactúan, articulan estas representaciones, creándolas y recreándolas.
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En el mismo sentido, recuperamos el vínculo que establece Evans-Pritchard
(1977) entre el tiempo como formulación conceptual y las actividades humanas. El
autor sostiene que podemos coordinar los acontecimientos por los momentos de
actividad, y no por puntos concretos de un tiempo ecológico. De esa forma, son las
propias actividades las que proporcionan las unidades y notaciones a un sistema social.
En efecto, el cómputo temporal diario de la misma cantidad de tiempo
ecológico, puede ser diferente de un momento a otro, porque el paso del tiempo varía en
función de las actividades, la delimitación del tiempo de trabajo, y las relaciones
estructurales. Así, para el Teniente Octavio B., “acá no sabés cuándo salís, pero sí
cuándo entrás”. El tiempo es el de la actividad que esté realizando, “si tengo gente
esperando en la guardia, me tengo que quedar, esto no es una fábrica”.
Esa forma de conceptualizar el tiempo configura el oficio policial en tanto posee
un significado compartido por los miembros de este campo. Así, una primera
característica de esa forma policial de comprensión del tiempo, es su organización: la
asignación de períodos para el descanso, el entretenimiento, los vínculos familiares y
sociales, el desarrollo de intereses personales, y por otro lado, para el trabajo, división
que será aprendida como un orden dado, naturalizado. Pero esa estructuración del
tiempo policial está asociada a la incertidumbre, como podemos leer en el argumento
que sigue:
“Acá si estás es porque te gusta, porque no es como cualquier trabajo normal, no podés
programar ir a un bautismo, al casamiento de un hermano, nada, no sos dueño de tu vida, sabés
a qué hora entrás pero no sabés cuándo salís”. (Teniente María G.)
Así, al actualizar esas prácticas, éstas proveen el marco de sentido para la propia
acción, maneras de ser y actuar, al tiempo que también se naturalizan ciertas formas de
conducta. El policía ve disiparse su vida cotidiana en los límites imprecisos de su
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horario de trabajo, se ve extrañado de su propia forma de entender el tiempo, mientras
que un tiempo monótono se le cuela y domina la representación del tiempo que
configura el oficio policial, que sólo comparten y entienden los miembros del grupo.
Estas pautas aprendidas, no muestran sólo qué constituye esta profesión desde lo
formal-organizativo (aunque también lo haga), sino que los efectivos interpretan su
oficio, a través de la renuncia a intereses personales, el sacrificio, el respeto a las
órdenes de la superioridad, entre otras ideas, que al mismo tiempo generan, dentro de
una institución altamente heterogénea en su composición, la dilución de
fragmentaciones internas en el reconocimiento del compañero que vive las mismas
condiciones de trabajo.
“No es que el policía no quiera vincularse con otra gente, sino que estar metido acá ocupa tu
vida, y sentís que sólo te entiende quien comparte tu situación” (…) “…todo te va llevando a
que tu vida gire alrededor de esto, por el horario o las cosas que vivís acá, te cambia la manera
de ver lo que te rodea”. (Oficial de Policía Guadalupe P.)
3.1.2. El espacio social y el trabajo policial: la instauración del Otro y el Nosotros
Esta particular organización del tiempo, así como el tipo de funciones que
desempeñan, conlleva muchas veces a una especie de “nucleamiento” entre los propios
policías, que a su vez legitima la imagen socialmente instalada que escinde policía y
sociedad. Lo anterior adquiere presencia en el reconocimiento entre pares y su
distinción con los “civiles”. La distinción entre el “vigi” y el “civil” ordena el mundo de
sus representaciones sobre la vocación de servicio. En virtud de esa idealización, los
actores se identifican a sí mismos y definen al Otro, al “civil”, término que por
negación, los emparenta con los rasgos del esfuerzo físico, el sacrificio y la obligación
de defender a la patria, del terreno militar. No obstante, como hemos mencionado
anteriormente, la idea de sacrificio del personal policial, según sus ocupaciones
62
cotidianas, se relaciona más corrientemente con la entrega de su disponibilidad horaria,
su salud a largo plazo, sus vínculos familiares y sociales, e incluso su propia vida, con el
objeto final de velar por la seguridad de los ciudadanos.
La vida en la comisaría u otras dependencias pone en contacto directo y durante
largos períodos de tiempo a individuos entre quienes se traban estrechas relaciones,
basadas en la convivencia durante muchas horas al día, compartiendo las bondades y
miserias de su oficio. Al mismo tiempo se distancian de una sociedad que, según su
juicio, los discrimina sin conocer su realidad cotidiana, basándose en preconceptos
cercanos o lejanos, algunos casi históricos, que estigmatizan esta profesión y a sus
agentes.
“La policía te cambia la vida, yo ya no salgo con mis amigos porque me la paso trabajando, y
acá se vive al revés de todos, cuando ellos pueden reunirse, yo estoy de guardia. Por ejemplo,
ahora entré el viernes de 20 hs. a las 8 hs. del sábado, para volver ese mismo día a las 22 hs.
que me tocaba la guardia de 24 hs., hasta el domingo a las 22 hs., pero el sábado me
recargaron34 hasta las 16 hs. porque había cancha35. Así que volví un rato a casa, a Hudson
que me tuve que mudar para estar más cerca, dormí cuatro horas y volví a la comisaría a las 22
hs. Con ese régimen no tenés ganas de nada”. (Oficial de Policía Pedro J.)
La organización de su tiempo según períodos laborales entrecortados y mudables
de un momento a otro, y cuya extensión se torna imprecisa, es puntualizado por los
efectivos como obstáculo para el normal desenvolvimiento de su vida cotidiana, y/o
como justificación del desarrollo de conductas reprochables en sus vínculos familiares y
sociales. Las relaciones de pareja se resienten, los encuentros con amigos se vuelven
ocasionales, y el escaso tiempo libre es asignado al descanso. 34 El entrevistado hace referencia mediante el término recargado a las horas de recarga de servicios ordinarios de la dependencia que le son asignados a los efectivos, son las llamadas horas CORES (Sistema de Compensación de Recarga en el Servicio). 35 La frase había cancha alude a que la recarga de servicios ese día iba a tener como objetivo cubrir el servicio de seguridad en un evento deportivo en una cancha de futbol, para lo cual se requiere generalmente gran cantidad de efectivos.
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P.: “¿Cómo es la relación con sus hijos cuando están en sus casas?”.
R1: “Mirá, yo a mi hijo casi no lo veo, le dejo dinero y el número de teléfono de alguna pizzería
porque me la paso más en la comisaría que en mi casa”. (Subteniente Juan Carlos R.)
R2. “Sí, yo cuando tengo un rato libre lo único que quiero en mi casa es tranquilidad, pero ahí
vienen los reclamos, mi mujer se queja y mis hijos lloran porque quieren mi atención, así que a
veces prefiero quedarme trabajando para evitar eso, y además me entra un poquito más de plata
a fin de mes”. (Oficial de Policía Pedro J.)
La condición de tener “que estar disponible las 24 horas para la comisaría,
porque más allá de que sacaran el estado policial36 acá es así, hacés tantas horas que
casi llegamos a las 24…(Se ríe)” (Subteniente Ramón Z.), encuentra siempre expresado
la angustia que los policías sufren por todo aquello que se ven impedidos de hacer
debido al horario que cumplen en sus trabajos. Sus relaciones familiares sufren un gran
deterioro, porque el policía sólo se encuentra en su casa algunas horas al día, y
probablemente ello ocurra en horarios en que su familia descansa o realiza otras
actividades. En sus relatos refieren que “se renuncia a muchas cosas”, lo que muestra al
mismo tiempo su resignación, y lo ilustran diciendo que se pierden ver crecer a sus
hijos, tomarse vacaciones porque, aunque tengan licencia en el servicio ordinario,
prefieren al menos hacer horas extras, y así sus vínculos sociales se van restringiendo a
sus compañeros de trabajo y a la familia, que incluso también es puesta en riesgo, lo que
se manifiesta reiteradamente en los siguientes términos:
“…si sacás de la policía a todos los que están separados o formaron varias familias, te quedás
con dos o tres, muchos tienen problemas familiares, sobre todo los que trabajan en la
36 El “estado policial” es la situación jurídica del personal policial. El personal en actividad tiene todos los derechos y todos los deberes del llamado estado policial con plenitud. El personal retirado tiene un estado policial relativo, reconociéndosele todos los derechos del estado policial, salvo aquellos incompatibles con su situación de retiro, pero se le reconocen plenamente los remunerativos y los derivados del honor, del decoro y del grado policial. Para el personal dado de baja, se pierde el estado policial, ya que la relación jurídica se extingue, sea en forma voluntaria, o en forma obligatoria.
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<trinchera>, la comisaría, por la gran cantidad de tiempo que este trabajo nos insume, que
hace que el <vigi> nunca esté en su casa, sacaron el estado policial, pero la disponibilidad
nuestra para el trabajo es casi total.” (Capitán Mario C.)
3.1.2.1. La jornada laboral y los vínculos sociales y familiares
Este particular uso y organización del tiempo marcado por la incertidumbre, y
que requiere la disponibilidad casi total de sus miembros para permitir el cumplimiento
de las necesidades del servicio, plantea inconvenientes en el terreno de los vínculos
sociales y familiares de sus miembros.
Haciendo referencia a las modificaciones impuestas en lo formal – legal,
respecto a la eliminación de la reglamentación que establecía que el policía estaba de
servicio todos los días del año, las veinticuatro horas del día37, sostienen:
“… eso de que no somos más policías las 24 horas no es así. Primero porque acá te llaman a
cualquier hora y tenés que presentarte a notificarte de algo o a resolver algo que pasó en tu
servicio, acá hay que hacerse responsable por cada gancho que ponés. Y segundo porque como
hacemos turnos de 24 horas y después en el franco seguimos trabajando, eso se considera acto
de servicio, así que seguimos de servicio”. (Teniente Susana A.)
El horario de trabajo extendido e impreciso, se instituye como “lo normal”. Los
individuos advierten las consecuencias dañinas que ello provoca, para sí mismos, su
familia y su futuro, que se expresa en su propia concepción del ciclo vital que manejan:
“salimos de acá jóvenes, pero no servimos más, estamos hechos bolsa, y quizá hasta
perdiste tu familia” (Capitán Mario C.) Las consecuencias sobre los vínculos familiares
son remarcadas en sus discursos, ya que, según sostienen la rutina laboral los distancia
37 En su lugar, la ley 13210, reza que no tienen obligación de intervenir fuera del horario de servicio, lo que podría dejar tiempo al efectivo para el descanso y actividades de su vida privada. Sin embargo, esta solución formal no ha arreglado la situación de efectivos que trabajan una excesiva cantidad de horas, ya que por causas económicas aludidas, los policías necesitan realizar horas CORES y POLAD, que extienden su tiempo real en servicio.
65
de sus familias y en efecto es conocido el alto índice de divorcios entre el personal
policial. Mario C. nos amplía su comentario sobre esta cuestión:
“… empezás peleándote con tu mujer porque te reclama que no estás nunca en tu casa, así que
tratás de quedarte más en la comisaría para ni verla, y seguís así hasta que te encontró un
mensajito de texto de una compañera, porque hay mucho puterío en policía, por lo mismo por
todo lo que compartimos, y ahí te separás de tu mujer”.
La convivencia con otros policías y el alejamiento forzado de familiares y
amigos genera el nucleamiento entre compañeros, que puede implicar relaciones de
amistad como hostilidad, pero que reafirma que cada policía encuentra en sus pares un
semejante, y desde allí se distingue del Otro, del mundo “civil”, donde parece incluir a
sus vínculos sociales, y/o a su familia en algunos casos, que se sienten desconocidos por
sus propios hijos:
“mis hijos tienen su ritmo de vida, y cuando llego no pretendo que lo cambien porque estoy
muerto como para dedicarme a ellos” (Subteniente Juan Carlos R.)
“cuando mis amigos salen a bailar yo estoy de guardia, y también está mi mujer que me exige,
así que ahora le digo que me quedo en lo de mi vieja y salgo con mis amigos” (Oficial de Policía
Pedro J.)
3.1.2.2. La estrecha relación con la marginalidad y el delito
Por otra parte, vivir en la comisaría, los pone en contacto con lo que ellos
definen como “… lo peor de la sociedad, nosotros sacamos la basura…” (Inspector
Adrián R.) Si bien sostienen que la relación próxima a los delincuentes les templa el
carácter, también sostienen que los hace menos tolerantes de vicios y caprichos. Aquí
indagamos su relación con el mundo de los delincuentes y las actitudes que la
convivencia continuada en esa proximidad puede desarrollar entre los policías.
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“tenés que aprender a tratar al chorro. Tenemos que entenderlos… y de tanto estar con ellos,
llevarlos a fiscalía, llevarlos en el móvil si los encontraste por ahí vagabundeando… todo eso te
convierte. Nosotros usamos términos de ellos, si te los digo te reís, por eso después se ve en
Crónica TV que el vigi se hace el serio cuando le ponen un micrófono, si le pidieran que hable
<normal> te mete el dialecto de los cacos, <no seas gato, andate a la gatera>, <cabeza de
tortuga> como le dicen los villeros a Infantería”. (Teniente Primero Octavio B.)
En la representación policial, estar en la calle a diario, los pone en contacto
continuo con la marginalidad social, y ello les da un conocimiento particular para lidiar
y manejar todo tipo de situaciones. “Tenés que ser más piola, sobre todo los que
tenemos este tipo de destino”, es decir que las funciones que desempeñan los policías de
seguridad, a diferencia de otros oficios pero también de los policías de cartón, como
denominan a quienes tienen destinos administrativos, exigen ostentar cualidades
específicas, para enfrentar desafíos y exigencias mayores y diferentes que el resto de la
sociedad, lo que para ellos los distingue, en especial, de la sociedad civil.
“Al policía se le exige más que a otros empleados públicos. Nosotros tenemos que ser honestos,
y dar cuenta de nuestra vida privada, y encima vivimos más cerca de los chorros que la gente
común. Pero es así, cuando entrás a policía sabés que todos le dan duro a la policía… Por eso
nosotros decimos que esto te tiene que gustar, por ahí terminás teniendo que auxiliar a un pibito
que cada vez que pasamos con el móvil se nos hace el piola”. (Teniente María G.)
Así los policías, arguyendo responder ante valores morales superiores, justifican
su sacrificio por su espíritu de servicio, construyendo una identidad más próxima a la
heroicidad que a comprenderse a sí mismos como miembros de la vida social y política,
como ciudadanos con deberes y derechos. En ese sentido, fundados en la abnegación y
la entrega total a su función, también legitiman y preservan esta particular forma de
67
entender el trabajo, con ritmos extenuantes de labor y condiciones materiales
lamentables. Dicho conformismo y adaptación no surgen de la fuerza de legislaciones
impuestas, sino del conocimiento mutuo compartido por los efectivos policiales en
donde se inscribe la idea del sacrificio, del heroísmo, y por el cual ese orden se
reproduce como principios de clasificación incorporados, que naturalizan la
temporalidad que los vuelve héroes y configura el oficio policial, justificando
arbitrariedades bajo las necesidades de servicio.
A partir de sus rutinas y funciones, los policías van elaborando una concepción
de la sociedad civil, en la cual no logran integrarse, favoreciendo el estrechamiento del
encapsulamiento en el cual ellos conviven, desde el cual juzgan y evalúan a quienes
están “por fuera”. Sin embargo, dicha reunión en torno a marcos de sentido
compartidos, no surge mecánicamente de una “esencia policial”. Por el contrario, si bien
esos prejuicios son expresados por los actores como si fueran definiciones naturales,
han surgido de las propias condiciones y rutinas del trabajo policial, que se actualizan al
interior de los sujetos y en sus acciones, orientando las conductas de los agentes
entendidos, los policías. Los amigos y familiares “no entienden” de qué se trata esto,
“tenés que tener un policía cercano a vos para entendernos”, y por ello muchos se
sienten comprendidos únicamente por sus compañeros que viven experiencias
semejantes. De esa manera, los policías se identifican por aquello que los iguala con sus
colegas, a la vez que los distancia del resto de la sociedad, remarca “el policía” que hay
dentro de la persona, al policía antes que al ciudadano.
Mientras asocian el sacrificio con el trabajo a tiempo completo y con altos
niveles de responsabilidad social, para los miembros de la fuerza, la sociedad civil es
caracterizada por la falta de valores moralmente deseables. De esa manera, su persona
se funde, se fusiona en el ser policial, y como la imagen socialmente instalada del
policía es condenatoria, los efectivos se ocultan en “la institución” y se definen por su
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lugar en ese conjunto, proveyéndolos de un sustento más fuerte, que aunque los cosifica,
les permite responder la estigmatización social.
Según la cosmovisión policial, la relación entre la sociedad y la policía se funda
en un prejuicio social que los relega y margina, culpando de esta manera a la sociedad
del deterioro de esa relación, y eliminando la posibilidad de una autocrítica que indague
en los elementos reales sobre los que se construyó históricamente, lo que ellos
consideran un “prejuicio” social estigmatizante. Por lo tanto, y con el objetivo que
hemos planteado en este trabajo, observamos las representaciones de los hombres y
mujeres que forman parte de la institución y su accionar, para poder reconciliarlos con
sus otros roles sociales, de padres, amigos y ciudadanos.
3.1.2.3. Las prácticas pasadas como textos meta interpretativos
Los esquemas interpretativos median las prácticas cotidianas y los discursos, que
así constantemente reactualizan a la vez que modelan, el orden de cosas. Pero esos
esquemas, esa temporalidad, requieren ser aprehendidos. Los compañeros con más años
de antigüedad como policías se posicionan en la defensa de esta organización del
tiempo, porque entienden la actividad policial como un servicio, y en la convivencia en
las dependencias, procederán como transmisores hacia los más jóvenes, del
conocimiento necesario para desenvolverse en el espacio policial. La convivencia con
esos sujetos y el desempeño efectivo de la función, permiten tomar parte,
progresivamente, de las rutinas concretas del trabajo policial Aprehender esa
temporalidad implica integrarse en el proceso de recreación continua de las prácticas, y
frente al cual los actores se posicionan de formas diferentes, según su antigüedad en la
fuerza o su jerarquía:
“… yo cuando entré lo primero que hice fue salir a hacer prevención en la calle, son horas y
horas parada frente a un comercio, como una estaca. Así que el primer día me acompañó una
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sargento que nos había recibido bárbaro a los nuevitos, y me presentó a alguna gente y ahí yo
empecé a hacer relaciones con los de los comercios, los del banco, y así conseguís que te dejen
pasar al baño o te den un vaso de agua. Con el tiempo vos conocés a la gente, pero gracias a
ella esa vez fue más rápido.” (Oficial de Policía Guadalupe P.)
Para Guadalupe P., conocer y seguir esas normas fue elemental, le proveyó las
primeras nociones de lo que luego ella aprehendería y aplicaría. Esas reglas son los
marcos de sentido que intervienen en la producción de la vida social por los actores
policiales, las “reglas de juego” que codifican sus acciones y relaciones. Esa producción
o constitución de la sociedad por sus miembros, no señala una intención o comprensión
enteramente conscientes, y la explicación del orden social no se reduce a la
interiorización de valores, sino que debemos observar complejas relaciones, que
comporta, en cada acto, tanto el cambio como la contribución a la reproducción del
orden, pero este proceso de transmisión por las prácticas y experiencias de las “maneras
de hacer” es un elemento muy relevante.
“si sos nuevito no sabés cómo funciona, venís con aires de Técnico en Seguridad y te hacés el
vivo. Algunos quieren hacer la suya y entonces venimos nosotros los que ya tenemos esto hecho
carne, y le decimos que no se hagan los pillos porque si no viene el taquero38 y los sanciona, y
como ahora no tenemos más calabozo ni arresto, lo más probable es que lo traslade”.
(Subteniente Ramón Z.)
De esa forma, los policías más antiguos que sienten hechas carne las
peculiaridades de su oficio, serán los encargados de transmitirle a los recién ingresados
esta forma social de representar y usar el tiempo, incluso a aquellos que sin sentir una
fuerte vocación al ingresar, luego irán viendo absorbidos los ritmos de su tiempo
38 El término taquero es utilizado muy frecuentemente en las dependencias. Cuando consulté acerca de su significado me dijeron “viene de antes, cuando las comisarías tenían un palo, un taco, afuera para dejar los caballos atados, entonces el taquero vendría a ser el dueño de ese taco, el comisario”. (Teniente 1° Marcelo T.)
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subjetivo, por ese tiempo social. Asimismo, remarcan la diferencia con los más jóvenes,
que finalmente aprehenderán esta lógica, pero que llegaron buscando un ingreso seguro,
que bien podría haber sido el de otro empleo cualquiera.
Es así que en los diálogos con los oficiales más jóvenes, éstos enfatizan el
respeto que sienten por antiguos compañeros ya retirados, o por miembros de la
dependencia con muchos años de antigüedad en la fuerza, por haberles enseñado la tarea
policial, y por la relación que con ellos puedan haber entablado:
“yo aprendí todo con un vigi que salíamos en el móvil, desde el primer día me guiaba y me iba
mostrando dónde había lío, qué mirar y qué no, todo, cómo pararte para que no te queden las
patas tan hinchadas, y son los vigis los que más se dedican a los nuevos, no los oficiales. Me
dolió muchísimo cuando se retiró, y ahora yo trato de hacer lo mismo con mis subalternos, de
pasarles lo que sepa”. (Teniente 1° Fernando S., 10 años de antigüedad)
En tal sentido, los más experimentados, por medio de su actualización en las
prácticas y verbalmente, transmiten a los recién llegados los principios de su quehacer
policial. Los individuos aprenden las maneras de ser y hacer como modos de acción
válidos, gracias a las “lecciones” que reciban de sus compañeros en la rutina cotidiana.
Esas interacciones forjan redes de sociabilidad caracterizadas por el compañerismo y el
reconocerse en el otro, y ayudan a identificar al grupo en torno a patrones informales de
acción compartidos, que posibilitan, a la vez que restringen, la praxis de los sujetos.
De esa suerte, el trabajo policial comprende un conjunto de principios y formas
de actuar, por el cual los sujetos se reconocen y entienden el mundo, y es el contenido
de ese conjunto lo que se transmite intergeneracionalmente en la práctica. Dentro de ello
situamos, la noción de autodominio: “acá tenés que saber que no podés panicar39, no
39 El término panicar hace referencia a la idea de caer bajo estado de pánico, por tanto no panicar es aquí contenerse, no reaccionar violentamente.
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arrancás de fierro ante un insulto”, Teniente 1° Eduardo G.; la resistencia del cuerpo:
“cuando salí de la Vuce pensé que nunca más iba a estar parada al sol ocho horas
seguidas, y mirame ahora haciendo Polad”, Oficial de Policía Guadalupe P.; ciertos
principios éticos: “yo había entrado en comisarías pero del otro lado, y ahora quiero
ayudar, servir a la gente y a la institución”, Inspector Adrián R.; la identificación y
nucleamiento con sus compañeros: “pasamos tanto tiempo juntas que nos apoyamos en
todo, hoy la cubro a ella, mañana ella a mí, también nos apoyamos para controlar las
reacciones, y si tuviéramos un enfrentamiento siempre está tu compañero primero”,
Oficial de Policía Daniela M.; entre otros elementos.
Ciertamente hemos encontrado, en nuestro trabajo de campo, algunos efectivos
con más años de antigüedad, que transmiten a los recién ingresados, sus experiencias
personales que involucran desde la falta de intereses personales por fuera de la policía,
el distanciamiento con amigos y familia, y la incomprensión cabal sobre el orden de lo
real que termina alterando su percepción sobre las prioridades en la vida. Como nos
cuenta un Inspector que tiene militancia en organismos no gubernamentales, vinculados
a la Iglesia Católica:
“Yo a mis subalternos les repito que cuando salen del trabajo, no hagan adicionales o CORES,
y al otro día de vuelta a la policía. Quiero que hagan otras cosas, que vayan al gimnasio, que se
despejen, que lean un libro, que usen internet, que jueguen al fútbol, que salgan con la novia o
disfruten su familia. Si lo único es la policía, cuando te jubilás, no tenés nada. Los que hoy se
retiran, están vacíos, vivieron para la policía y están separados o no ven a sus hijos. Eso hay
que frenarlo, porque el policía es una parte más de la sociedad, tiene que hacer algo que lo
haga sentirse incluido” (Inspector Diego F.)
Pero las palabras del Inspector expresan un deseo que no se concreta
frecuentemente en el escenario policial. La preeminencia de la noción de servicio sobre
la de trabajo policial comporta la aceptación de sus condiciones -del riesgo y el régimen
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horario laboral que cumplen-, como naturales. Se trata de una temporalidad naturalizada
por razones del servicio, porque la policía no es una fábrica, lo que parecería justificar
cualquier abuso o ilegitimidad en este ambiente particular que constituye el espacio
policial, diferenciado del resto de la sociedad.
“acá no podés irte en medio de un operativo porque se terminó tu servicio, ni negarte a hacer
las CORES que te puso tu jefe. Tampoco, como vigi, podés negarte a participar en las truchadas
que haya porque o te sancionan que encima implica un descuento, o te mandan a trabajar a un
destacamento en la villa, esas cosas no pasan por ejemplo en el Ministerio de Salud, ahí no se
puede mover a un empleado de acá para allá.” (Subteniente Ramón Z.)
El sujeto policial entonces se perfila por encima de las individualidades,
interpelando características subjetivas particulares, desde nuevas formas de hablar, de
ver el mundo, y de representarse y usar el tiempo, permaneciendo parado durante largos
períodos de tiempo, de reconocer los peligros, de estar alerta, escuchar y obedecer
normas y reglamentaciones, etc., bajo los tiempos propios de este orden social policial
compartido y transmitido. El individuo es reglado a los tiempos del orden establecido,
mediante las pausas, la disciplina, la obediencia a las normas, y él mismo reproducirá
ese orden.
3.2. La noción de servicio y la imposición de regímenes informales
En la vida cotidiana de las dependencias policiales, en sus costumbres y las
relaciones interpersonales que allí se entablan, se expresan las representaciones del
tiempo que entre ellos circulan. Un tiempo impuesto aunque negociado reiteradamente,
que marca antes bien continuidades que rupturas en el trabajo, que absorbe a los sujetos
y a sus otros tiempos sociales, el del descanso y el ocio entre otros, que cercena las
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voliciones personales, y que trastoca sueños, los que se oponen a la vigilia, y los del
horizonte futuro.
Como argüimos anteriormente, los policías fundamentan su entrega al servicio
policial sobre la idea de sacrificio y el riesgo de vida, lo que conlleva a la naturalización
del régimen horario que cumplen y las condiciones en que trabajan. Si bien hablar de
vocación profesional en su sentido de determinación cuasi religiosa, es algo
controvertido en la actualidad, los policías entienden que, al elegir este oficio, asumen
un compromiso activo con el servicio, y también la renuncia consciente a muchas
posibilidades, y lo explican sobre la noción de lo hacemos por el servicio, una suerte de
lógica religiosa por la cual se aceptan las condiciones de lo real, a cambio de un ideal de
heroicidad. Sin embargo, estos valores fuertemente arraigados, se ven interpelados
constantemente en sus rutinas laborales, al demandarles disponibilidad total como
trabajo de tiempo completo, y al organizarse de forma insensata los horarios, guardias,
francos, servicios ordinarios y extraordinarios, etc.
3.2.1. El cuerpo
En relación a la delimitación y organización de los tiempos del trabajo policial y
sus consecuencias sobre la salud física y psíquica de los individuos, hemos querido
conocer la opinión de los actores en relación al agotamiento físico e intelectual,
considerando la especificidad de sus funciones, y las destrezas que éstas exigen, donde
el ritmo impuesto y las condiciones laborales atentan contra la eficacia y efectividad de
la acción policial.
En el nivel formal, el trabajo se organiza en los sistemas referidos más arriba, de
trueque de “24 por 48”, y “12 por 36”, (horas de servicio por horas de franco,
respectivamente) No obstante, allí no finaliza la jornada laboral del efectivo. La
generalidad de ellos opta por cumplir servicios de Policía Adicional, también realizar
CORES, o verse obligados a realizarlas, es decir quedar recargados, lo que puede
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deberse a un castigo, o a una efectiva necesidad del servicio. Este modo de administrar
los horarios en la labor policial se legitima sobre la noción de vocación de servicio,
apelando a argumentos tan artificiales como “siempre fue así”, “no nos queda otra
porque no hay gente”, entre otros. Pero además, se funda sobre la posibilidad de los
agentes de progresar económicamente que instala el propio Estado, y a partir de la cual
los policías buscan realizar la mayor cantidad posible de horas extras.
En ese mismo sentido, los criterios usados para la administración del tiempo no
contemplan el desgaste o cansancio físico de los efectivos, ni respeta el ciclo biológico
de horas/hombre de trabajo (vigilia) y horas de sueño, de esparcimiento, etc. No nos
referimos aquí al desempeño de tareas en horario nocturno o durante fines de semana,
circunstancias alcanzadas por el común de las legislaciones laborales, ya que en la
policía las diferencias entre días hábiles/ no hábiles pareciera no existir. Como los
propios policías dicen “la seguridad se debe cubrir a toda hora, la comisaría es la boca
de expendio del Estado, y es el único lugar que tiene las puertas abiertas un sábado a
la noche para contener los problemas” (Inspector Adrián R.)
Los entrevistados manifestaron sufrir un gran desgaste físico vinculado al
régimen horario que desarrollan, sin hacer referencia, por el contrario, a algún tipo de
agotamiento intelectual, que aquel pudiera ocasionarles.
Interpelado acerca de los efectos que ello conlleva, el Teniente 1° Eduardo G.,
sostiene:
“El cuerpo pide un descanso. Nunca dejaría la profesión, pero últimamente pienso más en mi
hijo, y quiero estar en un lugar más tranquilo, como Investigaciones por ejemplo, porque la
tarea de seguridad es muy estresante40. El cuerpo se desgasta, mezclás horarios de tu vida
40 Según la Ley de Unificación de las Normas de Organización de las Policías de la Provincia de Buenos Aires, (Ley N°13482), la anterior y unificada Policía Bonaerense, intervenida y disuelta en 1998, sufrió una reestructuración cuyos ejes principales fueron: la descentralización en jefaturas departamentales de Seguridad, la diferenciación entre la Policía de Seguridad y la de Investigaciones, y el impulso a la
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privada con los del trabajo, y también nos afectan las mismas cosas que a cualquier persona,
problemas económicos y hasta la propia inseguridad, porque por ser policías no estamos
exentos de eso. Esta función requiere que estés físicamente apto, y bien de la cabeza. Pero
tenemos la mitad del personal con carpetas médicas41, porque no somos Robocop, nos
estresamos, nos enfermamos, y también está el que no se pide carpeta porque necesita hacer
horas extras porque con el sueldo no llega a fin de mes, así que la mayoría del personal no está
en óptimas condiciones de salud. Tenemos una fuerza diezmada, y ese bache en vez de cubrirlo
mejorando las condiciones materiales de trabajo de los que ya están adentro, lo hacen sacando
pibes nuevos a la calle en nueve meses. Acá lo que hay que incrementar es la calidad no la
cantidad”.42
Lo que nos cuenta Eduardo G. coincide con aquello que mencionamos
anteriormente, respecto a las políticas de recursos humanos de esta cartera ministerial.
De manera continuada, en distintas gestiones, han sido enfocadas al aprovechamiento
del personal existente, mediante el sistema de recarga de servicios, o también en la
incorporación masiva de efectivos escasamente calificados, y seleccionados de forma
poco exhaustiva. Todo ello se hizo en desmedro de decisiones que comportasen una
mejor utilización y redistribución de los recursos con que se cuenta, y capacitación
continua de los agentes.
De la misma manera, la imprevisibilidad con que los efectivos suelen ver
modificados sus horarios y/o destinos, implicando a menudo variaciones repentinas y
participación comunitaria (Ley 12154). Sobre la base del principio de especialización, esta Ley organiza la Policía en las siguientes áreas: Policía de Seguridad, Policía de Investigaciones, Policía de Información, Policía de Comunicaciones y Emergencias y Formación y Capacitación Policial. La diferencia entre las funciones que desarrollan Seguridad e Investigaciones es grande, y la actividad de esta última área es más tranquila si se compara con los ritmos de actividad propios de la comisaría, si bien requiere conocimientos judiciales, capacitación para la investigación, etc.
41 Las carpetas médicas se denomina a las licencias extraordinarias por enfermedad de corta y larga duración que están contempladas en la Ley 13201 del Personal Policial. 42 La propia normativa reconoce la tarea de los efectivos policiales como una actividad que puede implicar riesgos a la salud mental, tanto de los agentes como de su grupo familiar, contemplando la asistencia psicológica permanente y gratuita para el policía y su grupo familiar, si se requiere. (Ley 13201).
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radicales en su horario y lugar de trabajo habituales, desarticula las referencias
temporales que organizan su vida, y altera tanto el orden en la vida familiar, como la
salud de los efectivos. El relato del Teniente Gonzalo L. de la travesía que realizaba
para llegar a la dependencia en que desempeñaba sus funciones, afirma lo sugerido:
“yo soy de Lisandro Olmos, y cuando egresé pensé que me iba a tocar como destino La Plata,
pero me tocó la DDI de San Isidro, así que para presentarme me estudié la guía porque no sabía
ni dónde quedaba. (…) Trabajé allá de lunes a sábados durante seis meses, pero salía a las 4:00
de mi casa para entrar a las 8:30, y dejaba San Isidro a las 22:00 para llegar a Olmos a la una
y pico de la madrugada. (…) … allá tenía casi una habitación armada (…) Muchos francos en
vez de venir a mi casa me quedaba a dormir allá, porque a esa hora ya no había transporte, y si
hacía CORES, en un rato tenía que volver a entrar, así que era imposible volverme a casa, pero
descansaba mal, no tenía dónde bañarme y estaba de mal humor”.
Los criterios que guían este tipo de cambios suelen basarse en la
discrecionalidad de los jefes, y debido a la gran rotación de éstos entre dependencias,
cada superior que arriba a un nuevo lugar busca instalar sus propios criterios de trabajo,
sus relaciones, e incluso gente de su confianza que lo sigue desde su anterior destino,
sucediéndose así cambios repentinos de un momento a otro. Las voces repiten el hecho
que, así como hoy Gonzalo L. trabaja a partir de las ocho de la mañana en San Isidro, al
día siguiente, al llegar al lugar de trabajo, “te encontrás con la dependencia patas para
arriba porque hubo algún cambio, y vos teniendo que ir a trabajar a la otra punta, y
teniéndote que presentar ¡ese mismo día!”, (Teniente 1° Fernando S.), generando
delicados deterioros en la salud de los individuos.
Siguiendo el relato del Teniente Gonzalo L., la gran cantidad de tiempo que le
llevaba llegar a su trabajo, así como las noches desvelado que debía pasar en la
dependencia sin poder volver a su hogar, podríamos sugerir que, en ciertas
circunstancias, podrían provocar una extenuación física que debilite las capacidades
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intelectuales y emocionales del individuo, y por consiguiente pueda ocasionar graves
consecuencias de salud. Al mismo tiempo podría conllevar somnolencias que pueden
sobrevenir, principalmente en la función policial, en siniestros con peligrosas
implicancias para el efectivo y para terceros.
La labor policial, especialmente la desempeñada en la vía pública, suele
caracterizarse por la exposición a temperaturas extremas (calor/frío), la posición
incómoda del cuerpo (gran cantidad de horas parados o sentados en los patrulleros), la
mala alimentación, etc. Condiciones laborales como las descriptas producen, según los
actores, variados problemas de salud y cansancio físico que repercuten en su estado
psíquico. Efectivamente la propia reglamentación exige que las personas que realizan
patrullaje a pie no permanezcan realizando dicha tarea por un período muy prolongado,
lo que según las palabras de los actores no se cumple.43
En consecuencia, efectivos en estado subóptimo física o emocionalmente, corren
el riesgo de no responder de forma competente frente a una situación crítica. Las
circunstancias que confrontan a diario, tanto en las dependencias como en la vía pública
o áreas privadas, si bien hemos dicho que no siempre conllevan situaciones de riesgo,
requieren que estén descansados. La comisaría funciona siempre a contra reloj, y a
menudo “te estás yendo y te cae algo que te retiene toda la noche, y te tenés que quedar
porque uno es responsable de lo que pase en su servicio, no te podés mandar a mudar
porque la policía no es una fábrica” (Capitán Mario C.). Asimismo, en el caso de
enfrentar situaciones violentas, deben conservar el temple de su carácter, ya que “no se
trata de desenfundar al primer enojo”, lo que incluso puede derivar en una condena
penal. Por tanto deben someter impulsos y emociones, y racionalizar la situación con la 43 Según Resolución ministerial N° 668/06, donde se establecen las Pautas Básicas de Actuación, el patrullaje a pie debe cumplir las siguientes ordenaciones: - Disponerse la programación de servicios de patrulla de aproximación a pie, centrando su actuación en zonas comerciales, bancarias o escolares y en todo otro lugar donde el congestionamiento de personas y vehículos así lo aconseje. - Estructurar diagramas de patrullaje de aproximación a pie, que en ningún caso superen las cuatro horas continuas por servicio, teniendo en cuenta el debido balance entre cantidad de funcionarios empleados y calidad de la misión.
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mayor rapidez posible, con un cuerpo y un cerebro fatigados. En la racionalización de la
situación deben estar lo suficientemente lúcidos como para, en escasos segundos,
moderar su temperamento entre la coerción y el autodominio. Mario nos muestra que
los policías saben que otro tipo de actividades comportan organizaciones de la jornada
laboral, de los ritmos de actividad, distintos a los que se articulan en su espacio. Sin
embargo, legitiman la temporalidad que los caracteriza, como un signo objetivo, como
un tiempo común a todos los policías, y por ello les aparece como absoluto y externo,
como esenciales del oficio policial.
Al respecto, jefes y subalternos convienen por ejemplo, en que un policía debe
encontrarse en óptimas condiciones de salud para cumplir sus funciones, y,
positivamente, el régimen que los ordena, la Ley del Personal Policial Nº 13201,
acuerda licencias por enfermedad. No obstante, en la práctica cotidiana intervienen
lógicas distintas, observemos lo dicho en las palabras de Guadalupe P., una Oficial de
Policía con menos de un año de antigüedad:
“Yo tengo problemas en los riñones, se me deposita calcio. El médico me dijo que tome mucho
líquido, pero como estoy doce horas parada custodiando un objetivo fijo44, trato de no tomar
nada para no tener que ir al baño cada cinco minutos. Claro que por eso me tuve que pedir una
carpeta, pero a mi jefe le molestó y dijo que las mujeres no servimos para policías porque somos
débiles”.45
Lo anterior no plantea un escenario muy divergente al de otros funcionarios
públicos: jefes malhumorados porque sus empleados utilizan las licencias, y
44 La Oficial de Policía desempeña tareas como Policía Adicional custodiando un comercio en una zona céntrica. Dicho comercio sería definido como un objetivo fijo. Éstos pagan a la comisaría la tarifa horaria por el personal que requieren. 45 Respecto a la idea de lo femenino en el espacio policial existe un trabajo francés muy interesante, Geneviève Pruvost (2007). La autora analiza el acceso reciente de las mujeres a los plenos poderes de policía. Tradicionalmente, las mujeres policía en Francia recibían distinta formación, armamento y habilitaciones judiciales que sus compañeros masculinos. Se pregunta si hubo realmente un cambio y cómo logran integrarse a la virilidad que caracteriza este ámbito, mostrando las limitaciones que sufren las mujeres en esta profesión, en momentos en que los efectivos femeninos crecen en número.
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discriminación del género femenino. Ahora bien, Guadalupe P. transitó varios meses
adaptándose a esta situación, tratando de evitar beber líquido, que le había sido
recomendado por su médico, y justamente, al tiempo de entrevistarla, volví para
dialogar con ella nuevamente, y entonces sí, se encontraba usufructuando una licencia
médica porque había tenido que ser intervenida de urgencia por aquella afección.
Como revela esta descripción, en la decisión que Guadalupe P. hacía, se
imponían sanciones informales por encima de la ley que ampara a un efectivo enfermo a
faltar al servicio. Forma parte del conocimiento mutuo del oficio policial que, usar los
derechos de licencia por enfermedad, justificaciones de inasistencia o franquicias, a
pesar de estar contemplado en la ley, tiene un correlato diferente en el nivel informal,
que los expone a la posibilidad de ser sancionados. De ese modo los agentes prefieren
no usar los permisos, suponiendo que les serán denegados, temiendo ser recargados o
suspendidos a modo de castigo, lo que conlleva una sanción económica del descuento
de una jornada laboral, en la que tampoco pueden realizar horas extras.
Ese régimen informal de sanciones y recompensas, se aplica diferencialmente
según capacidades de influencia: los oficiales y ex suboficiales46 con varios años de
46 La antigua división de los grados en dos escalafones: Oficiales y Suboficiales, fue unificada a partir de la vigencia de la Ley 13201 y su Decreto reglamentario N°3326, que deroga el Decreto 9550/80. En la actualidad los grados del escalafón único se ordenan por su orden jerárquico, de la siguiente manera: - Superintendente - Comisionado - Inspector - Capitán - Teniente 1° - Teniente - Subteniente - Sargento - Oficial de Policía Cabe aclarar que este ordenamiento se encuentra vigente en diciembre de 2008, y se está hablando de posibilidades de nuevo reencasillamiento debido a las numerosas quejas que generó esta nueva estructura. Al respecto, el gobernador de la PBA Daniel Scioli, anunció, el 15/12/08, en el acto central por el Día de la Policía de la PBA, en el Instituto de Formación Policial “Juan Vucetich”, el envío a la Legislatura provincial de un proyecto de ley para el retorno al viejo escalafón de la policía bonaerense. La antigua jerarquía -que fuera eliminada por el ex ministro de Seguridad de la PBA Dr. León C. Arslanián- incluye cargos como el de comisario, cabo, sargento y oficial (actualmente existe un sólo escalafón, que comienza con el rango de oficial y termina con el de capitán), con lo que a partir de este anuncio se agregaría un nuevo escalafón y el retorno a los viejos cargos. El gobernador anunció el envío a la Legislatura provincial de un proyecto de ley con un nuevo estatuto policial y el retorno de la vieja nomenclatura jerárquica que incluía la figura del comisario.El nuevo estatuto contempla dos escalafones: el Comando, que incluye a ex oficiales y egresados de la Escuela Vucetich y cuyo cargo máximo es el de Comisario
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antigüedad, gozan de una mayor flexibilidad en sus horarios y permisos, y también
obtienen la benevolencia de los encargados de la administración de las horas extras,
logrando que les asignen los mejores objetivos, los más tranquilos, e incluso que les
liquiden horas que no han sido efectivamente trabajadas. Al mismo tiempo, y
paradójicamente, se marca la distinción respecto a los más nuevos, “los policías de
Arslanián”, que son quienes solicitan los permisos más asiduamente, especialmente los
permisos por razones de estudio.
3.2.2. Un oficio de tiempo completo enmarcado en la contingencia
En este punto, nos preguntamos qué hace que los policías, aun conscientes del
desgaste físico y el deterioro de sus vínculos sociales y familiares, producidos por el uso
del tiempo que manifiestan, se conduzcan de esa manera. ¿Se trata sólo de la dinámica
dentro de una estructura piramidal de autoridad, o bien del imaginario que construyen
de sí mismos, que los distancia de “lo civil”, anulando su posibilidad de vida político-
social y el ejercicio pleno de sus derechos?
La idea de un oficio de dedicación de tiempo completo sigue vigente entre los
policías, aun cuando éstos manifiestan cierto grado de conciencia sobre que “si no lo
frenás, esto te come la vida”. El interrogante que planteamos nos remite a observar las
condiciones materiales de este trabajo, que anteriormente hemos descripto: estructura
salarial, sueldos, y el pago por servicios de recarga y de policía adicional. Ante los
magros salarios de los efectivos, y las dificultades que atraviesa el conjunto de la
sociedad argentina, los efectivos buscan realizar la mayor cantidad de horas extras
posibles, sin importar en las condiciones que las realicen y el tiempo de su vida privada
que ello les demande.
General, y el escalafón general, que agrupa a ex suboficiales y tropa, y tiene como cargo superior el rango de Mayor.
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”La realidad, en todos los trabajos, es que los sueldos son muy bajos, y nosotros estamos muy
mal pagos para el riesgo de vida que implica esta profesión. Pero como tenemos la posibilidad
de hacer diferencia de plata trabajando más horas, uno se engancha con eso y trata de
incrementar cada vez más. Es más plata, pero también menos tiempo con tu familia. Si yo no
hago 120 horas CORES y dos adicionales, una de ocho horas y otra de seis horas, no cobro
nada, o sea que en dos días hago mis dos servicios más catorce horas extras. Soy consciente que
es mucho tiempo, pero sin eso no puedo vivir, porque el básico es bajísimo, cobramos más en
negro que en blanco, queremos que los aumentos sean en el salario, porque eso sirve para el
futuro, además la gente que por alguna razón no puede hacer más horas, se muere de hambre. Y
con ese básico te rechazan los préstamos, y así, un policía trabajando todo el día ni siquiera
puede sacar un préstamo para tener su casa. Eso la gente no lo sabe, ven al vecino policía que
se compra un auto, pero acá quien quiere progresar tiene que estar todo el día trabajando, y
tenés que tener la suerte de que te asignen las horas. Todas esas cosas condicionan el trabajo
nuestro, porque estamos todo el día acá para tener más sueldo, pero termina siendo
contraproducente porque después estamos cansados, y la gente nos ve y dice que los policías
son unos vagos, que no tienen ganas de trabajar, etc., cosa que es verdad en algunos casos, pero
¿quién quiere trabajar en estas condiciones?” (Teniente María G.)
Los problemas económicos los angustian y abruman, como miembros de la
sociedad argentina en crisis, y de esta manera, a pesar de reconocer las desventajas,
deben adaptarse a vivir en la contingencia que la incertidumbre de este oficio impone.
De ello se sigue que sus expectativas futuras se vean hipotecadas en múltiples adelantos
y préstamos que luego no podrán saldar y verán embargados sus ingresos. Al respecto,
un Sargento expone: “préstamos hay a montones, porque el vigi está tan desesperado
por la plata rápida que se mete en planes que te dan $500 y te sacan $1500, pero como
exigen sólo documento y recibo de sueldo, el vigi hoy paga, sin pensar en mañana”.
Así, los policías proveen de sentido a su subjetividad y al mundo a partir de este
ordenamiento, de esta experiencia del tiempo. Según Haicault (1989), los tiempos son
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experiencias aprendidas por los sujetos, y operan como recursos sustanciales para
definir y articular la identidad, y darle sentido y coherencia a la propia subjetividad,
según la manera en que se articulen las categorías temporales.
Avanzando en el análisis sobre la temporalidad del campo policial, observamos
que en sus ritmos, duraciones, su administración, etc., en sus tensiones y
contradicciones, se va configurando cierto marco histórico-temporal. Respecto a ello, el
Oficial de Policía de sólo un año de antigüedad, Ezequiel S. declara:
“no casualmente la sociedad nos margina, es consecuencia del pasado, que lamentablemente
padecemos nosotros. Hubo casos de gatillo fácil, abusos del poder funcional, impunidad,
sumados a la participación de algunos policías a la par que los militares en la época de la
dictadura. Pero ahora se fue al otro extremo, estamos de manos atadas por los errores que
cometieron otros en el pasado, y la sociedad nos ve mal por todo, si un policía chocó en la ruta,
en la tele dice <policía herido en choque>, pero no dice la profesión si es un plomero, un
albañil o un abogado, estamos constantemente observados”.
En el mismo sentido, el Teniente 1° Eduardo G. destaca la escisión entre los
policías del ayer y los que están hoy en la fuerza: “no niego que haya habido cosas mal
hechas, pero tampoco está bien la acusación generalizante que se hace a <la Policía>
cuando <no somos todos iguales>, eso es injusto con quienes hoy queremos trabajar,
es hacernos pagar hoy los juicios sobre los de antes”.
Frente a la crítica aguda a la institución policial, el argumento defensivo <no
somos todos iguales> emerge recurrentemente, introduciendo una distinción
individualizante. Pero esa identificación de los hechos delictivos de la Fuerza, como
acciones de miembros individuales, anula la interpretación del Pasado como memoria
histórica, y lo sustituye por una historia de los acontecimientos sin sujetos,
coadyuvando a que el individuo naufrague en un presente autorreferente, y al mismo
83
tiempo, sin horizonte. Los policías refieren que viven sin posibilidades de proyección
hacia el futuro, lugar desde el cual se les hace muy difícil fundar algún tipo de certezas.
“… acá tenés que aprovechar el hoy y ahora, mañana no sabés que pasa, no podés planificar tu
futuro. Por suerte tenemos lo de las horas de servicio extraordinario, pero no sabemos si
mañana cambia la política y nos lo sacan. Pero por otro lado eso hace que no puedas hacer
cosas por fuera de la policía, porque no te da el tiempo, y si bien nos retiramos jóvenes del
servicio, con la vida que se lleva en esta profesión, salimos hechos bolsa”. (Teniente 1°
Fernando S.)
La retórica del momento y la contingencia crecen junto a la naturalización de un
futuro inmodificable (Lechner, 2002) y una particular concepción del ciclo vital. Su
percepción sobre posibles consecuencias futuras, no logra romper con el hecho
preestablecido de la falta de alternativas: según sostienen, necesariamente deben
trabajar gran cantidad de horas diarias en el presente, para acceder a un sueldo
razonable, pero alcanzar el mismo, les impide vivir una “vida razonable”.
3.3. Interpretaciones sobre la temporalidad: ¿ser policía o trabajar de ello?
Una vida enmarcada por la contingencia, con un futuro impreciso y, la
naturalizada inmutabilidad de su situación, inflige una fisura entre los proyectos
personales y su realización: el policía puede querer pasar más tiempo con su familia, o
dedicarse a otra actividad, pero no logra realizar esas ambiciones, y poco a poco
pareciera que lo que comienza siendo un trabajo, se va convirtiendo en su propio ser:
- “La policía no puede ser todo en tu vida, hay que pensar en uno, en su familia y en su futuro,
pero no todos los policías pueden decidir eso, depende de las necesidades económicas que
tengan, del destino donde estén, de los jefes, etc., y también depende de la escuela que tuviste,
84
los nuevitos toman esto como puente hacia otra cosa, o para pagarse los estudios, aunque
finalmente esto los termina absorbiendo.” (Teniente Gonzalo L.)
De este modo, Gonzalo L., quien tiene 31 años de edad y por tanto se ubica en el
medio entre los recién ingresados y los de mucha antigüedad, señala cómo el
compromiso y la dedicación de tiempo completo a su tarea, la postergación de intereses
personales, familia, amigos, estudio, etc., siguen un ordenamiento generacional:
efectivos de distintas edades y jerarquías se posicionan diferencialmente frente a la
forma de interpretar el tiempo.
Como más arriba hemos dicho, “los policías de Arslanián”, los de menos años de
antigüedad, hacen uso, con mayor frecuencia, de permisos, tanto por razones
particulares, como también por razones de estudio, porque muchos siguen carreras
universitarias paralelamente a trabajar de policía. En este sentido podríamos conjeturar
que entre estos efectivos sí existe aun un horizonte de realización de sus intereses, un
horizonte mejor, y por lo tanto vivirían su paso por la policía, como transitorio.
- “… mi proyecto de estudiar Contaduría tiene que ver con mi futuro, pero es más un deseo,
porque los tiempos no te lo permiten, y por más que quieras salir de esto, se te hace difícil, para
mí esto es un trabajo, podría haber hecho otra cosa, yo no soy de los que dicen que nacieron
para ser policías” (Oficial de Policía Paola R.)
Paola refiere entonces que, en su caso el trabajo en la policía es una alternativa
más, y en caso de resultarle posible, según la disponibilidad horaria, emprenderá sus
estudios universitarios. Según ella misma nos contó, estaba buscando un empleo cuando
decidió meterse a policía, incluso unos meses atrás había tenido varias entrevistas
laborales, siendo una de ellas para hacer atención al público en un banco, pero como
quería seguir estudiando, los horarios que debería cumplir no le resultaron convenientes,
y así decidió inscribirse como aspirante a policía.
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Estas cuestiones plantean un distanciamiento entre los jóvenes policías que no se
comprometen con un trabajo que ven como una inversión transitoria, y el personal con
más antigüedad, que vive esta tarea desde las nociones de sacrificio y servicio policial,
por encima de la realización de los intereses personales.
En este punto hemos recogido un interesante registro en una observación
realizada en un acto de conmemoración del Día de la Policía de la PBA, en el Instituto
de Formación Policial “Juan Vucetich”, el pasado diciembre de 2008:
“Llegamos con el Capitán Daniel V. bastante temprano, el acto está anunciado para las 9:30. El
lugar que asignaron para dejar los vehículos es un caos, está lleno de gente, parece que hubo muchos
invitados, y de los otros, los que vinimos porque se dijo que Scioli iba a anunciar el proyecto de ley que
recupera las jerarquías históricas, volviendo a separar en dos escalafones. Lo que me interesa ver es la
gente que está esperando que comience el acto. Cuando nos acercamos a la zona del palco, el Capitán se
encuentra con un grupo de Oficiales de Policía, algunos habían sido alumnos suyos en un curso de
reentrenamiento, nos presentamos e inmediatamente salió el tema: -“hay mucha gente, ¿será por el
anuncio?”, pregunté. “Yo vine recargado… pero igual todos están hablando de eso, viste los problemas
que generó la unificación”, respondió firmemente uno de ellos. Y allí comenzó el intercambio de ideas
que reconstruí horas después:
-”No sé qué va a pasar con los que somos Oficiales de Policia egresados con la 13201, porque a
nosotros no nos reencasillaron, cumplimos con todo y podríamos llegar a jefes. Tenemos secundario, no
nos pueden igualar a los vigis viejos, y que nos atropellen así sería como para hacer una demanda.”
(Ofic. De Policía 1)
-“No digamos eso porque lo ves en la comisaría, el cadete de la Rosendo lo lleva en la sangre” (Ofic. de
Policía 2)
-“Tampoco nos pongamos a defenderlos tanto, si son los primeros que no nos quieren porque somos jefes
de ellos. Hay mucho viejo suboficial resentido porque ahora salimos los nuevos oficiales, que estamos
mejor preparados que ellos, y va a seguir así porque no van a estudiar para ascender, fijate lo que pasó
con los títulos secundarios truchos”. (Oficial de Policía 3)
-“Mejor ni hablen Uds. que son quienes salieron ganando, junto a algún que otro vigi. Los Oficiales
estamos perdiendo plata, yo ahora soy Teniente 1° y tendría que estar en Subcomisario, en Capitán. Yo
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lo que escuché es que van a poner un curso nivelatorio para los polis de Arslanián, que quieran ser
Oficiales Sub o Ayudantes, y si no quedan como agentes”. (Teniente 1° 1)
-“Ah buenísimo, seguro que el curso es una pavada como el de reentrenamiento, y si joden mucho me
pido la baja, de hecho si no era un curso de seis meses para entrar me buscaba otra cosa”. (Ofic. de
Policía 3) (Registro de campo)
Como podemos observar en el diálogo que mantienen estos policías, las
tensiones se han intensificado a partir de las reformas más recientes aplicadas en la
institución policial, donde la capacitación continua del personal, así como la
meritocracia como criterio para el otorgamiento de ascensos, han sido dos ejes de
importante innovación, sobre el supuesto que una apertura hacia universidades y centros
de formación externos a la fuerza, “favorece la integración entre la comunidad y su
policía”. Así, el marco normativo funda un discurso de promoción e incentivo a la
capacitación del personal, como medio de mejorar el vínculo con la sociedad, así como
forma de desarrollarse en la carrera en la institución, y por tanto los aspirantes tienen las
expectativa de un futuro por fuera de la policía, es decir de trabajar de policía, y no de
ser policía. En efecto, la propia reglamentación contempla la “legitimidad de las
aspiraciones de capacitación del personal policial”, y asegura la concesión de los
permisos:
“ARTÍCULO 1°.- Disponer que los titulares de dependencia deberán programar las actividades
de su jurisdicción de forma tal de garantizar el regular cumplimiento del servicio, para que en
igualdad de oportunidades el personal a su cargo concurra a las distintas ofertas de
capacitación y formación que propicia la Subsecretaría de Formación y Capacitación, de
acuerdo a la carrera y especialidad policial en que se desempeña.
ARTÍCULO 2°.- Determinar que, (…), se deberá dar prioridad a la Terminalidad de Estudios
Secundarios y la complementariedad de la Tecnicatura Superior en Seguridad Pública.”
(Resolución N° 2608/06, Ministerio de Seguridad de la PBA)
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La expectativa de los jóvenes efectivos sobre la posibilidad de acceder en un
futuro a un trabajo alternativo, parecería ir de la mano con el discurso de los jefes
superiores. Al entrevistar a estos últimos, sostienen que alientan a los más jóvenes a
capacitarse, para que diversifiquen sus actividades de modo que su vida no sea sólo
estar en policía. Sin embargo, al avanzar en sus declaraciones, las contradicciones no
tardan en aparecer, y pocos de ellos parecen estar convencidos de su propio discurso.
Por un lado los jefes saben que no pueden negarse a la obligación formal de conceder
permisos de estudio, y entonces enarbolan los valores de la democratización, la
profesionalización y la igualdad de carrera; pero por otra parte, en las prácticas, la
organización del trabajo y las representaciones transmitidas, se condensan los elementos
tradicionales que siguen perdurando, aunque se resignifiquen y en lugar de castigarlos
con un día de arresto, se traslade al efectivo a una dependencia remota o conflictiva.
En relación a esta problemática escuchamos distintas voces con sus opiniones
respectivas. Una Oficial de Policía, con menos de un año de antigüedad sostiene:
“me parece bárbaro que los ascensos requieran la capacitación y que se hayan unificado los
dos escalafones, porque ahora sí hay igualdad, todos podemos ser jefes si nos esforzamos, ahora
depende de uno mismo” (Oficial de Policía Paola R.)
En sentido opuesto un Subteniente con 23 años de antigüedad, nos cuenta que
son muy pocos los efectivos de mayor edad que vayan a emprender estudios a partir de
estas reformas:
“a los viejos no nos sirve esto, nadie va a ir a estudiar ahora, y también sabemos que aunque
estudies los ascensos seguirán siendo discrecionales. Además el trabajo policial no requiere que
seas abogado o contador, el que estudia eso es porque se quiere ir, no quiere ser un policía, se
quiere ir y tener otro trabajo, o quiere escalar dentro de la fuerza y alejarse del verdadero
policía, y acá lo que necesitamos es gente en la calle” (Subteniente Ramón Z.)
88
Con una opinión coincidente otro ex-suboficial afirma:
“los pibes de Arslanián se creen que esto es un pasatiempo para hacer plata mientras estudian,
pero los termina absorbiendo la cantidad de tiempo que están acá, cuando elegís la policía lo
hacés para los próximos treinta años de tu vida, es como cuando vos elegiste ir a la
Universidad, esto puede comenzar como un trabajo más, pero después se hace parte tuya, sos
policía no trabajás de esto” (Teniente 1° Eduardo G.)
Los efectivos más antiguos entienden que por cuestiones del servicio, la forma
válida de organizar el tiempo en el oficio policial es la tradicional, y sostienen que los
jóvenes policías no sienten real compromiso con la tarea. Como dice Eduardo G., lo ven
como un pasatiempo, como un trabajo similar a otro cualquiera, por el que pueden
establecer un puente hacia la satisfacción de sus intereses personales. Al mismo tiempo,
en las palabras de Ramón Z. vemos lo que él entiende como una negación de la
necesidad de contar con capacitación superior, para desempeñar las funciones que,
según él, comprende el trabajo policial: las tareas de prevención y conjuración del delito
en la vía pública.
Asimismo, estos agentes que han dedicado gran parte de su vida a la policía, y
no han concebido alternativas por fuera de ella, nos revelan la fuerza que ejerce sobre
los individuos esta temporalidad específica. Según Eduardo G., las expectativas futuras
de los jóvenes terminarán siendo absorbidas por no tener tiempo para dedicarse a otra
cosa, debido a la gran cantidad de horas que exige el servicio policial. Ello se establece
como un clivaje dominante en el grupo, que opera en todas sus relaciones sociales, y
que se origina en el conflicto fundamental de la apropiación y utilización del tiempo. A
partir de ese clivaje, un proceso de cambio o tensión tiende a desarrollarse a lo largo de
ese conjunto de representaciones e ideas, reforzando o reviviendo viejas tradiciones.
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De esta suerte, la experiencia de comprensión del tiempo es transmitida por los
más antiguos a los “nuevos Oficiales de Policía”, y son los vigis viejos quienes guiarán a
los recién egresados en la temporalidad naturalizada de esta actividad, porque, como
dice el Subteniente Ramón Z., “la escuela te podrá dar lo teórico, pero sólo el tiempo y
el contacto con la calle te hacen un policía”. Finalmente, los recién ingresados deberán
aprenderla, compartirla y saberla manejar y negociar. Entendemos que en esa relación
opera una aparente “perversión”, una tensión entre un modelo moderno de policía que
los jefes intermedios defienden, y la tradición que se sigue reproduciendo fuertemente
en ellos mismos y hacia los nuevos integrantes de la fuerza, lo que dejan entrever en
frases como la siguiente: “como jefe te jode que estudien porque los perdés para la
calle, y sabés que si se reciben se te van, no de policía porque casi ninguno se va, pero
sí los perdés para la calle” (Capitán Mario C.). Dicha tensión se despliega de manera
representativa en lo referente a los permisos de estudio, y a la noción de la necesidad de
tener experiencia para comprender la tarea, para “ser policía”.
Dentro de la denominada mentalidad del vigi viejo, según los actores, el
desarrollo de actividades por fuera de la policía es caracterizado moralmente de forma
negativa, y su influencia se hace sentir a los ingresantes. “Cuando yo ingresé, el
comisario me tenía bronca porque yo era discjockey y tenía mis cositas por afuera”,
nos relata el Inspector Diego F. La escala de prioridades del vigi viejo, se expresa
cuando los jefes se molestan ante el uso de permisos por exámenes, porque pierden
efectivos en servicio, pero además, porque sostienen que la policía no necesita tener
capacitación universitaria, debe ser eficiente en lo operativo, lo que, a su entender, se
logra dedicándose a tiempo completo a esta actividad. De esa manera, las sanciones y
castigos informales para los oficiales estudiosos son frecuentes.
“Hay jefes que, si saben que rinde alguien, lo recargan a propósito. Trabajar en policía y
estudiar es difícil porque a veces podés cursar, pero otras no te deja el jefe, y en la comisaría no
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podés estudiar porque enseguida dicen que querés superar a tus compañeros más antiguos que
no tienen estudios. No lo hacen por maldad, sino porque tienen concepciones viejas, están
acostumbrados a vivir <para> la policía, y aunque no queramos casi todos terminamos así,
incluso los jóvenes que hoy lo ven sólo como un trabajo” (Inspector Diego F., 38 años de edad y
12 años de servicio)
Los agentes que desean obtener permisos o beneficios horarios para estudiar y/o
desempeñarse por fuera de la policía en otras tareas, deben contar con la autorización de
sus jefes superiores, quienes se han formado y han conocido este oficio a partir de esa
vieja mentalidad, dejando irrealizados sus propios intereses personales. Allí se funda
una relación de tensión, donde sobre un régimen normativo se impone un conjunto de
estrategias arbitrarias, discrecionales, que también intervienen en el funcionamiento
normal del sistema, y que operan fuertemente en la constitución de la identidad de los
sujetos.
“... yo no sé por qué pasa esto, quizá es porque los viejos no estamos abiertos a modernizarnos y
vernos como un trabajo más similar a otros, pero la realidad es que si entraste para trabajar de
policía y tener un sueldo fijo y obra social, después le tomás el gustito, se te hace carne esto de
<ser policía>”. (Inspector Diego F.)
Como dice Diego F., las expectativas de los ingresantes, que creen avaladas por
la existencia de permisos legales, se ven truncadas, por relaciones de tensión que se dan
en la práctica. Sin embargo, los marcos legales no se aplican, en la práctica, de manera
homogénea a todos los miembros, pero del mismo modo, los individuos no transitan el
espacio social pasivamente, sino que todos los actores son “agentes entendidos” y
teóricos sociales, con una actitud reflexiva sobre sus prácticas y el por qué de sus
conductas, aun si no son capaces de explicitar el sentido de las mismas. No obstante no
hay un sentido único e inalterable de las prácticas. Los esquemas compartidos que los
91
policías invocan en sus interacciones no son rutinas cerradas sino circunstanciales, y
virtualmente modificables, ya que en la misma praxis social existe una continua
teorización, aunque el arraigo de ciertas prácticas sea necesario para la organización de
la vida social.
Avancemos entonces hacia la consideración de los espacios de negociación que
se abren en el doble carácter de la estructura –constrictiva/ habilitante-, y los recursos de
poder que allí se articulan, en tanto también las tensiones y contradicciones sobre el
tiempo y sus usos, configuran el oficio policial.
3.4. Tiempos Tensionados
Según Evans-Pritchard (1977), cualquier tiempo es estructural, y por tanto, como
formulación conceptual, se realiza en función de las actividades y las relaciones
estructurales. De esta manera, la categoría tiempo no es lógicamente anterior a la
experiencia, sino que depende de factores histórica y socialmente determinados, pero no
como construcciones individuales, sino como representaciones colectivas. Estas
representaciones se instauran como externas a los individuos, a quienes proporcionan un
sistema de ideas y prácticas por el que piensan y actúan. Ese sistema expresa la forma
en que la sociedad en su conjunto, o el grupo, se representa la realidad. Lo dicho nos
muestra que el análisis de los discursos y las prácticas, permite observar las relaciones
que se dan entre los actores al definir la apropiación y resignificación de las estructuras,
en un espacio de negociación en que los individuos activan sus relaciones de influencia.
3.4.1. Los límites y posibilidades en el uso del tiempo
Como hemos dicho, según Giddens (1987), la vida social es producida por los
actores en la constitución y reconstitución de marcos de sentido, por medio de los cuales
organizan sus experiencias de vida. La reproducción de la sociedad conlleva su proceso
de producción: al mismo tiempo que el orden se reproduce, está siendo reconstituido.
92
En las prácticas, los agentes interpretan y reinterpretan los marcos de sentido, retoman
las reglas y recursos en cada acción reflexiva como medio de reproducción de la
sociedad, pero en la recursividad de sus prácticas, los reconstituyen. La estructura, el
modo de comprensión del tiempo en nuestro caso, se constituye en y por la acción de
los sujetos.
En las prácticas policiales encontramos espacios de negociación en donde los
actores se sitúan diferencialmente según las relaciones de poder. De este modo, la
producción y reproducción de la estructura temporal, supone un espacio de lucha, donde
se ponen en juego las capacidades de influencia para dominar el recurso temporal. El
uso del poder en una interacción supone aplicar medios que puedan causar efectos en la
conducta del otro, recursos que se ordenan en un sistema, y que en el momento en que
se aplican, lo reproducen.
Según jerarquías, destinos y vínculos con la superioridad, entre otros recursos de
poder, algunos efectivos policiales logran asir la temporalidad mejor que otros. De esa
manera, según el poder de negociación y la capacidad de disponer del tiempo propio y
del de otros según las jerarquías, se configura una distinción entre dominantes y
dominados. Así se expresa una relación marcada por premios y castigos informales, que
no son desarrollados por todos los agentes por igual: quienes logran movilizar mejor los
recursos, desarrollan alternativas a un trabajo que definen como absorbente y agotador,
usando como medio el intercambio de favores y la confianza, para conseguir beneficios
otorgados discrecionalmente por medio de por ejemplo, el régimen de horas extras.
Entre los que llamamos “dominados” opera el automatismo de esta particular
representación del tiempo por su dificultad para negociar su propio tiempo, y por tanto
se naturaliza ese orden. Frente a una realidad leída como inmutable, la agencia
individual se ve limitada.
Los modos en que los actores utilizan los sistemas de reglas y recursos para la
interacción, pueden entenderse siguiendo a Wittgenstein (1988) y su análisis de la
93
sujeción a la regla, en tanto, conocer una regla, implica saber aplicarla en los contextos
apropiados, y no necesariamente formularla. No obstante no se trata de reglas cerradas
de un juego, sino que por el contrario, están sujetas a interpretaciones y luchas por su
apropiación, y de ese modo, se encuentran en transformación constante. Aquí radica
nuestro interés por el modo de organizar esos recursos de poder, que los actores utilizan
como sanciones informales, y que configuran un aspecto de la propia actividad policial,
que depende en parte de lo que los individuos ven como posible e imposible respecto al
uso del tiempo.
3.4.2. Fuerzas y luchas en la constitución del oficio policial
Hemos argumentado que el espacio policial implica relaciones, por tanto no se
trata de un emplazamiento fijo, sino que su producción es siempre una realización
entendida de sus miembros. Pero en la interacción entre individuos no siempre
predomina la adecuación, sino que también emergen resistencias. La reflexividad sobre
los marcos de sentido supone los diferenciales de poder que los actores aporten en
relación con la posesión de ese poder, que representa la capacidad del agente de
movilizar recursos para constituir “medios”, con el objeto de obtener resultados
buscados.
En este sentido, el poder se entiende como la posibilidad del actor de intervenir
el curso de una situación, y como tal surca toda interacción social. La policía,
internamente heterogénea, es también un potencial espacio de lucha que cobra realidad
en las prácticas de sus miembros. En las interacciones sociales que allí tienen lugar, se
movilizan recursos para obtener resultados deseados, facultades que pueden ser las
características individuales, la imposición de la autoridad, el uso de la fuerza, etc.
La distribución de los recursos de poder en el espacio social responde a la
posición de cada actor en el campo. Seguimos aquí las nociones de espacio social y
campo de Pierre Bourdieu (1980), su enfoque relacional del mundo social, y su análisis
94
dinámico de la conservación y transformación de la estructura. El autor entiende que
todas las sociedades se presentan como espacios sociales, estructuras de diferencias. El
espacio social global es entendido como la articulación entre múltiples campos, los que
define como un espacio social estructurado de posiciones e interacciones objetivas –
porque son independientes de las características propias de los actores-, concentrados en
la producción, distribución y apropiación de un capital. Se trata de espacios
estructurados porque tienen reglas comunes a los agentes que ocupan posiciones en
ellos, y son quienes entran en interacción.
La estructura del espacio social que implica la forma en que se distribuyen los
capitales no es, según Bourdieu, inmutable. Existe una dinámica de conservación y
transformación de dicha estructura, por ello Bourdieu describe el espacio social a la vez
como campo de fuerzas, en tanto se impone a los agentes, y de luchas, dentro del cual
los agentes se enfrentan con medios y fines diferentes según su posición en la
estructura, contribuyendo de ese modo a conservar o transformar la estructura, según los
recursos de poder de que dispongan. Al aportarlos en la interacción, los actores los
aplican como medios con que se apropian diferencialmente de las temporalidades, y a la
vez que lo hacen, reproducen el orden de dominación del cual los obtienen y lo
resignifican, un orden que tiene que ver con una constante pugna por disponer de
prerrogativas que le den mayor acceso a beneficios, que los sitúen como dominantes.
El espacio policial como un campo bourdiano, se constituye como un espacio de
fuerzas al tiempo que de luchas. Esas disputas pueden observarse en la existencia de un
régimen normativo sobrepasado por un conjunto de ilegalidades, de lógicas
situacionales, con que se organiza y rige el trabajo policial. Precisamente ciertas
ilegalidades se van configurando en un “sentido común” que rige las interacciones
sociales, y aparece naturalizado. Así, para transitar el campo policial deben aprenderse,
además de las normas legales y el desempeño operativo de las funciones, las pericias,
95
infracciones, símbolos, etc., que son compartidos y aprendidos en las experiencias de la
rutina cotidiana.
Es decir que deben aprender los esquemas, reglas y recursos característicos de
este espacio en que buscan posicionarse y moverse. Respecto a ello, Bourdieu (1980)
plantea la idea de habitus, el elemento mediador entre la posición del actor en un campo
y sus tomas de posición, sus prácticas. El habitus es un sistema de disposiciones
adquiridas por un aprendizaje explícito o implícito, que funciona como un principio
generador de categorías de clasificación, valoración y percepción del mundo social y
principios o categorías de acción.
Con ello, Bourdieu busca mediar entre los extremos objetivista y subjetivista de
la acción, que no está completamente determinada por reglas generales de valores,
creencias, etc., ni orientada por una libertad indefinida del sujeto. Si bien Bourdieu
entiende que entre la posición, la disposición y la toma de posición de un actor no existe
una linealidad determinista, el autor sostiene que conocer la posición del actor en un
campo, y sus disposiciones, nos permite, con cierta probabilidad, predecir su toma de
posición.
En pos de remarcar la idea de la producción y reproducción social en las
prácticas de los actores, retomamos la teoría de la estructuración de Anthony Giddens,
que anteriormente comentáramos. El autor busca sintetizar las versiones más
objetivistas y las más subjetivistas de la sociología clásica y contemporánea, es decir las
corrientes que enfatizan por un lado el constreñimiento de las estructuras que moldean
las acciones de los sujetos, y por otro lado, las corrientes interpretativas o
hermenéuticas. De esa manera, Giddens forma parte junto a Jürgen Habermas y Pierre
Bourdieu entre otros, de una generación de autores que buscan trazar puentes entre esas
miradas extremas.
96
Hemos retomado especialmente a Giddens por su elaboración de lo que él
denomina la estratificación del actor, la distinción analítica de éste entre la conciencia
reflexiva, la conciencia práctica y lo que es inconsciente. En el plano de lo inconsciente
situamos las pulsiones básicas que empujan al actor a satisfacer sus intereses personales;
la conciencia práctica se vincula al sentido práctico bourdiano aprendido por los sujetos,
como reglas para desempeñarse en la vida colectiva, pero la distinción que nos resulta
más interesante es la de la conciencia reflexiva, la explicación de las razones por las
cuales el sujeto actúa de determinada forma.
Los sujetos, sobre la base de adquirir el conocimiento de reglas para moverse en
el espacio social, fundan nociones sobre cómo ser con, es decir que establecen un
repertorio de lo posible dentro del cual desarrollan sus conductas, y por el cual también
las explicarán. Según Giddens (1987), son las prácticas pasadas las que estructuran y
dan sentido a la conducta, y establecen maneras de hacer válidas, entre las cuales
también hay resistencias a la organización institucionalizada del tiempo, según las
posibilidades de los individuos de negociar y articular recursos de poder.
El mismo espacio social policial, entendido como campo de luchas, comporta la
articulación por los actores, de dicho conocimiento mutuo y sus recursos de poder, con
el objetivo de obtener privilegios y recompensas, y para verlo intentaremos conocer
cómo se distribuyen los recursos de poder, y cómo median entre interacción y
estructuras, en el proceso de reproducción de la temporalidad que configura este oficio.
3.4.3. Interacción y relaciones de poder
Nos proponemos en este apartado, rastrear los recursos de poder que los agentes
logran usar como estrategias, según su posición y la situación dada, para apropiarse y
reinterpretar los marcos temporales de este oficio. Existen maneras regulares y
aceptadas de lograr objetivos propuestos, es decir que esas estrategias de negociación no
son infinitas, sino que existe un repertorio de lo posible, que los actores deben conocer
97
para moverse adecuadamente en el espacio social, logrando anticipar las consecuencias
de sus actos, y elegir el curso de acción a seguir.
“... cada uno sabe cómo manejarse. Los oficiales tenemos un lugar más acomodado, podés
hablar con los jefes, mientras que el personal de tropa no lo hace tan fácilmente, y en general
por ello solemos tener más privilegios también” (Teniente María G.)
Un primer recurso de poder se observa en la anterior afirmación: la jerarquía
ordena las relaciones entre los efectivos policiales, y establece entre ellos relaciones de
superioridad y dependencia, de mando y obediencia. La organización jerárquica de la
fuerza impone una primera diferenciación en la capacidad de articular recursos de
poder, entre ex Oficiales y Suboficiales47, que obtienen distintas prerrogativas sobre los
permisos, licencias y retribuciones económicas.
Las informalidades y la utilización del sistema de CORES como medio de
imposición jerárquica ejemplifican lo dicho, y lo vemos en este pasaje:
“algunos jefes les dan ochenta horas a efectivos a cambio de que le den el valor de 40 horas en
efectivo para ellos, y eso va a ser peor el día que aumenten el valor de las horas porque los jefes
van a querer hacer plata. Además si no te prestás a arreglar te asignan nada más que veinte horas
y te mandan de parada a los peores lugares, además de tenerte controlado por sus pollos en la
calle” (Oficial de Policía Paola R.)
Como nos cuenta Paola R., la discrecionalidad, las cadenas de favores, el
amiguismo, etc., operan como criterio de asignación de las horas, a la vez que se
utilizan como sanciones informales basadas en la necesidad económica de los efectivos.
Asimismo, más allá de la distinción que plantea la estructura verticalista, se tejen
redes personales entre los policías, que no tienen que ver con las jerarquías, sino con
47 Ver nota al pie N° 46
98
aficiones personales, vínculos generacionales, entre otros criterios, que operan también
ordenando este espacio. Dentro de esa organización informal se aplican sanciones
imprecisas que resignifican el régimen normativo según las posiciones de poder. Un
ejemplo de ello se expresa en la supervivencia de elementos tradicionales junto al
discurso democratizante sobre la eliminación de los arrestos como sanciones. Frente a
esa nueva disposición legal, los superiores imponen la fuerza de la tradición, aplicando
traslados (cambiando de destino al efectivo) de un momento a otro, o utilizando el
recargo de servicios en lugar de los arrestos, para sancionar al efectivo.
“nosotros tenemos que aceptar lo que venga, que te recarguen el día que cumple 15 años tu hija
como me pasó a mí, que te trasladen, y si no sos de <los muchachos del jefe> no chillés porque
terminás trasladado a cualquier lado”. (Subteniente Miguel C.)
En consecuencia, frente a la imposibilidad de aplicar arrestos, es el régimen de
horas extras y de traslados lo que opera como sanciones, estableciendo una
diferenciación según la capacidad de disponer del tiempo que cada uno posea.
Precisamente, lo dicho no opera para todos por igual, sino que ello depende de la
posición de cada efectivo, que puede ser dominante por institucionalización (por
jerarquía), o puede ser sólo porque tenga mejor información, más vínculos personales
con los superiores, atributos individuales, etc. Ciertos individuos cuentan con recursos
que pueden usar para quebrar el equilibrio en la obtención de premios y recompensas.
Decimos con esto que, junto a las reglas normativas existe una lógica de
negociación que establece sanciones y recompensas, y que suele seguir criterios de
devoluciones de favores, afectos y traiciones. En ese sentido, un efectivo puede
99
conseguir que su jefe “cajonee”48 sumarios, faltas, sanciones, etc. y que evite que éstos
lleguen a ser asentados en los legajos del agente involucrado.
“… yo trabajaba acá cuando dejaron a todos en disponibilidad preventiva, y tenía un sumario
con sentencia de la Auditoría, pero el Comisario que estaba en ese entonces me apreciaba como
a una hija, entonces no dejó que siguiera su curso, frenó el sumario, y mirás mi legajo ahora y
está limpito”. (Teniente María G.)
Este sistema informal también manifiesta altos niveles de compañerismo entre
los agentes, quienes cubren sus guardias mutuamente, el cumplimiento de las CORES,
etc. Un Teniente nos hablaba de lo conveniente que les resultaba con un compañero
Oficial de Policía, tener cruzados los horarios de los servicios:
“Nosotros nos cubrimos. Yo le digo que se vaya temprano y después firma, total… yo me tengo
que quedar porque estoy de servicio, y él pobre viene si dormir de hacer CORES, que vaya
nomás, nos toca un día a cada uno, y lo hacemos cuando ya sabemos que el jefe no va a venir”.
(Teniente 1° Octavio B.)
Como se expresa en el testimonio anterior, muchos de esos acuerdos se realizan
por fuera del conocimiento de los jefes, sobre la base de códigos compartidos, que gran
parte de los superiores conocen, ya que han empleado las mismas estrategias:
“Mirá, mientras a mí me cumplan y no me dejen nada descubierto, yo los dejo que se organicen
ellos, porque el horario que se hace es inhumano. Si me pongo a exigirles que cumplan todas las
horas los tendré acá, pero como zombies, y eso tampoco me sirve, o están pero pensando en sus
problemas familiares y me terminan pidiendo permisos todo el tiempo que no puedo darles,
porque me empiezan a pedir todos y me quedo sin gente. Yo me manejo así, porque conozco
48 En términos coloquiales nos referimos a cuando se deja en suspenso algún tipo de recurso administrativo.
100
quién me responde, quién cumple y quién no, pero hay otros jefes que son durísimos y se pasan
recargándolos como forma de castigo”. (Capitán Mario C.)
En este pasaje de la entrevista a un responsable de dependencia, leemos la
discrecionalidad con que las sanciones y recompensas son aplicadas. Elementos como la
tolerancia y la comprensión se conjugan con lealtades y amiguismos: quienes responden
al jefe y son reconocidos por éste como sujetos de su confianza, gozarán de una mayor
flexibilidad en sus horarios, en el otorgamiento de permisos, etc., al tiempo que la
posibilidad de utilizar el recargo de servicio como un castigo, siempre está presente.
R: “Los traslados y los recargos se usan como forma de castigarte, o si no te sacan las horas,
porque ahora que aumenta el valor de las CORES nos van a sacar el cupo para cada uno”.
P: ¿y por qué motivos suelen dejarlos recargados?
R: “Es el fusible, o sea por cualquier cosa. Porque llegaste tarde, porque te pescaron que no
estabas en el lugar de trabajo y te cubría un compañero, y también porque te oponés a alguna
truchada que haya, o sea si no querés prenderte en algo, eso pasa mucho cuando no entrás en el
negocio de las CORES”.
P: ¿Y es igual para todos? ¿Si cualquiera llega tarde lo castigan?
R: “No, es por portación de apellido… (se ríe). Depende de quién seas te van a recargar o
negarte permisos. En general depende de si sos pollo de algún superior, pero también te niegan
si sos de los nuevos que como no quieren laburar se meten en cuanto curso haya, o si estudian
en la Universidad, y al jefe eso le da bronca. ¡Ah! También están <las chicas del jefe>, o sea
algunas mujeres que acceden a pedidos y después se cobran ese favor”. (Teniente 1° Eduardo
G.)
Según lo explicado por el Teniente Eduardo G., las complicidades relacionadas
con lealtades, afectos, y cadenas de favores, rigen los mecanismos de otorgamiento de
permisos, imponiéndose a las lógicas formales. De esta suerte, la apropiación de la
temporalidad que configura este oficio implica tener en cuenta los ejercicios de
101
manipulación que ponen en juego los jefes, así como las estrategias de poder que
articulan los efectivos.
“… los jefes se manejan como les parezca. Por ejemplo algunos saben que mañana rinde
examen un chico que está estudiando, entonces, si le tienen bronca, lo recargan a propósito, y si
tenés suerte y te dan un horario flexible para que estudies, te hacen cumplir todas las horas que
te faltan en un bache que tengas, por ahí pasándote tres días enteros en la comisaría”.
(Inspector Diego F.)
En la negociación, los efectivos van tejiendo redes personales, ordenadas por
mensajes que muestran quiénes dominan los recursos, y establecen el equilibrio entre
fuerzas relativas, y del cual muchas veces los actores no pueden dar cuenta, aunque en
la práctica logren aplicarlo correctamente. Un recurso que los actores mencionan con
frecuencia es el empleo que algunas mujeres realizan de su condición de género,
vinculándose afectiva o sexualmente con los superiores, y estableciendo así conexiones
que luego utilizan al momento de negociar algún tipo de franquicia o permiso.
“Todos saben quiénes son las chicas del jefe, y esas no se tocan. Algunas se prestan de una y
acceden a lo que les pidan, otras tienen más prejuicios pero ponen en la balanza todo lo que les
convendría, y por ahí también aceptan relacionarse con algún superior. La verdad es que te da
bronca, pero bueno, si pueden lo van a hacer, las Comisarías son un despelote (se ríe)…”.
(Teniente 1º Marcelo T.)
Las diferentes voces que hemos escuchado dan cuenta de la naturalización
operada sobre estas prácticas, que si bien se consideran injustas, por fuerza de su
“normalidad” se vuelven legítimas. Este tipo de núcleos culturales se sedimentan en la
vida cotidiana del trabajo policial, delimitando un rango de posibilidades, un repertorio,
102
que aunque se muestre como una estructura, ha sido creado en y por la práctica de los
individuos. De esa manera los policías sostienen que
“… te tenés que adaptar a la vida del policía, hay que aguantar las exigencias de este trabajo, y
muchas veces tener que pagar el derecho de piso, sobre todo si sos un subalterno, y si no te lo
vas a bancar, pedís la baja y te dedicás a otra cosa” (Oficial de Policía Pedro J.)
Dentro de esa pretendida necesidad de adaptarse se encuentra la aceptación de la
violación de los derechos del agente policial: la obligación, aplicada a ciertos
individuos, de cumplir con las horas de servicio extraordinario, “… a los nuevos nos
obligan a cumplir las CORES, no podemos elegir, pero muchos superiores pasan las
horas al administrador y no las trabajan” (Oficial de Policía Guadalupe P.); el
“cajoneo” de faltas y sanciones, “si sos amigo de tu jefe te da los permisos y no te los
hace asentar en el legajo, ni eso ni las sanciones” (Teniente María G.); el acoso sobre
el género femenino referido anteriormente, así como la imposición del poder jerárquico
de los superiores, manifestada en distintos aspectos, entre ellos la negación de permisos
de estudio, el recargo de servicio como método de castigo, etc.
En el mismo sentido, las propias estrategias de lucha y negociación conforman
un sistema de acuerdos, un orden relativo sobre cómo disputar beneficios y poner en
acto el poder con que se cuente. Al tiempo que los policías aceptan la imposición de los
mecanismos informales de distribución de premios y castigos, también resisten ese
orden, utilizando ciertas “estrategias de lucha”:
“acá cada cual hace lo que puede, hace la suya, manda el <manéjese>. Podés seguir el buen
camino o el otro, cada cual busca pasarla lo mejor posible, pero si querés hacer las cosas por
las buenas, te tenés que matar trabajando. Después, como todo se ve, te enterás lo que hacen los
103
demás y lo más común es que te termines vengando de alguna manera, te pegás el faltazo…”
(Subteniente Ramón Z.)
El Subteniente hace referencia a la venganza en términos del uso que hacen los
efectivos de su derecho a no presentarse al servicio, siendo frecuente que un efectivo
castigado, al día siguiente solicite carpeta médica o no concurra al servicio como forma
de duplicar la fuerza de la disputa. Suele suceder cuando un efectivo queda recargado
por la ausencia de su relevo, y en ese caso al día siguiente es factible que el efectivo
recargado falte a su propio servicio. Lo mismo ocurre para los permisos de examen, o
cuando un efectivo, que no es de la confianza del jefe, cumple años o debe concurrir a
un evento de índole privado, y solicita algún permiso. El agente, habituado a la
denegación de la autorización suele faltar sin avisar, o acordar con algún compañero
para que cubra su guardia, sin el visto del jefe. Así, los conflictos o tensiones se
expresan en términos socialmente reconocidos por el grupo, y las costumbres arraigadas
tienden a persistir.
Insertarse en la fuerza constrictiva de esa temporalidad particular es parte
constitutiva del “ser policía”, pero ello también conlleva dominar “estrategias
alternativas”, y esos elementos que marchan por fuera y paralelos a la ley, constituyen
también esa temporalidad. Donde no existe la reglamentación, los individuos acuerdan
según el funcionamiento normal de las interacciones que tiene lugar en la práctica
cotidiana, lo que implica la necesidad de compartir cierto conocimiento mutuo sobre lo
posible. Criterios y formas de disponer y usar el tiempo, límites y posibilidades sobre su
apropiación y manipulación, estructuran la actividad policial, y van configurando un
orden que los individuos entienden, aunque no logren expresar conscientemente. De la
misma manera que la fuerza de dicha temporalidad se impone, las maniobras o
estrategias que los individuos, según su posición en el juego, logran articular como
104
capacidades diferenciadas de apropiación y reinterpretación del marco temporal,
también constituyen la dimensión temporal de este oficio.
Hemos presentado hasta aquí, una descripción de esta experiencia de
comprensión del tiempo que circula entre los efectivos policiales, y que nos estaría
revelando más que una operación interpretativa, los procesos de construcción de
estructuración de esta actividad.
105
Palabras Finales
En este trabajo hemos querido dar cuenta de la representación de los policías de
la PBA, sobre el tiempo y sus usos, como dimensión estructurante de su actividad
laboral. El objetivo ha sido entender a esta institución y sus miembros, desde las
complejas relaciones que se establecen entre las estructuras institucionales y
organizacionales, los procesos de su producción y reproducción, y la estructuración de
las prácticas. La idea que guió este estudio se funda en la no reproducción de
estereotipos sobre esta institución y sus miembros, antes bien atravesada por múltiples
tensiones que atada a una única lógica institucional homogénea.
La investigación empírica nos permitió advertir diversas manifestaciones de
dicha temporalidad y cómo se introduce en la actividad policial y la constituye como tal:
la tensión entre los tiempos dedicados al trabajo y a la recreación, el deterioro físico y
psíquico causado por el extendido régimen horario laboral que cumplen, el daño en los
vínculos familiares y sociales, la dedicación a tiempo completo, entre otras. Asimismo,
hemos visto operar, de manera conjunta, reglamentaciones formales y mecanismos
informales que organizan el tiempo, justifican la subordinación a las jerarquías, y la
aceptación de sanciones informales, las que, al mismo tiempo, estructuran las prácticas
cotidianas.
En la recreación continua de sus prácticas y discursos se producen y reproducen
la identificación con sus pares y la construcción de una otredad. Percibir esa otredad les
permite observar lo propio, lo que es familiar, ponderarlo e identificarse entre sí. Allí, la
temporalidad se introduce y constituye las representaciones de los policías sobre su
actividad, concebida por su proximidad al heroísmo y al servicio a la comunidad, antes
bien que como un trabajo.
106
Por otra parte, su experiencia de comprensión del tiempo los distingue de “lo
civil”, en una sociedad que desconoce el sacrificio del servicio policial, según ellos
manifiestan. Al reconocer la existencia de esa escisión, están negándose en su pleno
ejercicio de la ciudadanía, arrogándose una esencia u ontología policial, que no es más
que una estructura que emana de la praxis de los sujetos, de las luchas, negociaciones y
avenencias dentro de ese espacio social.
Entendemos que todo ello contribuye a explicar esta identificación del individuo
policía construida también, a partir de sus evaluaciones y representaciones del tiempo y
sus usos, y evidencia el por qué los individuos, justifiquen esta forma de usar y
representarse el tiempo por necesidades del servicio policial. La identificación del
individuo como policía se construye también, a partir de sus evaluaciones y
representaciones del tiempo y sus usos.
Responder al interrogante de este trabajo, significó no sólo acceder a las
representaciones de los actores sobre nociones como el trabajo, el ciclo vital, la
sociedad civil, o el tiempo, sino también abrirnos a nuevas preguntas.
La descripción que hemos realizado sobre las condiciones del ambiente de
trabajo del policía, su régimen horario laboral, el reclutamiento de sus miembros, los
problemas salariales y de equipamiento, o sus prerrogativas legales, no significa que la
problemática de la seguridad pública se reduzca a un problema de déficit. Por el
contrario, entendemos que, resolviendo esas carencias, no se aseguraría contar con una
policía eficiente. Antes bien, una futura política democrática de seguridad requiere la
definición de las competencias reales de la policía en la resolución de los conflictos, que
no la instaure como la única depositaria de las demandas de seguridad. En ese sentido
hemos querido hacer un aporte, describiendo las tensiones que se reflejan al interior del
espacio policial, las mismas contradicciones que surcan al conjunto de la sociedad:
107
problemas salariales, penosas condiciones materiales, flexibilización y precarización del
trabajo, problemáticas de género, etc.
Así es que hemos intentado mostrar la institución policial en tanto creada y
recreada en la práctica de sus actores, de forma no homogénea ni automática. En ese
camino hemos visto espacios de avenencias pero también de resistencia, y hemos
intentado echar luz hacia la reivindicación de la dirección de las estructuras por parte de
los actores.
Se siguen, a nuestro entender, dos tópicos interesantes para ser indagados: en
primer lugar, el análisis de las ciencias sociales permitirá a los individuos, avanzar hacia
una comprensión racional de sí mismos, a reconocer que las condiciones causales que
aparecen como objetivas, puedan ser reconocidas por ellos y que las incorporen a su
acción de modo tal de transformarla, como en el caso de la escasa participación de los
actores involucrados en la definición de medidas de reforma implementadas.
De allí se sigue un segundo problema: la necesidad de aplicar reformas que
enmarquen a la policía en un sistema integral de seguridad pública que aborde el
contexto social y sus múltiples actores y tensiones. Frente a la proliferación de discursos
de mano dura, mayor poder policial, pena de muerte, etc., aquí bregamos por una noción
de seguridad pública que exceda el problema del delito y contemple la protección y el
resguardo de los derechos, sin tampoco caer en el progresismo y sus discursos que han
demostrado perecer en la inacción. La policía no tendría entonces un rol mesiánico,
sería una entre muchas agencias estatales encargadas de abordar las múltiples facetas
del problema de la inseguridad. El desafío se encuentra entonces más allá del análisis de
las estructuras institucionales, debiéndose ahondar en las acciones, representaciones y
discursos de los sujetos protagonistas y la lógica que rige en esos espacios, y es aquí
donde hemos pretendido realizar nuestro pequeño aporte.
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