La pol.tica social en el marco de la Uni.n Europea - siis.net · nal -el Parlamento Europeo o...

36
LA POLITICA SOCIAL EN EL MARCO DE LA UNION EUROPEA Donostia-San Sebastián 1993

Transcript of La pol.tica social en el marco de la Uni.n Europea - siis.net · nal -el Parlamento Europeo o...

LA POLITICA SOCIAL EN EL MARCO DE LA UNION EUROPEA

Donostia-San Sebastián

1993

2

1ª PARTE: DE LA COMUNIDAD ECONOMICA EUROPEA A LA UNION

EUROPEA

Durante muchos años, y esto es válido en nuestro país pero también,

aunque en menor grado, en el resto de los países europeos, hemos oído hablar del

Mercado Común, de la Comunidad Económica Europea, del Mercado Único, de la

Unión Económica y de la Unión Política, sin conocer muy bien las diferencias

existentes entre unos términos y otros y, con frecuencia, sin comprender el alcance

de una Europa que, a ojos de la mayoría, seguía siendo una abstracción.

Últimamente, el protagonismo adquirido por Maastricht y por la futura

Unión Europea en los medios de comunicación aturde a unos ciudadanos europeos

que, sin saber por qué ni cómo, ven que el fantasma se va convirtiendo en una

realidad cercana y, sobre todo, temible, por aquello de que más vale lo malo

conocido que lo bueno por conocer. La solución está entonces, una vez más, en

explicar, en ofrecer a la gente elementos suficientes para juzgar y posicionarse,

procurando recurrir lo menos posible a complicadísimas teorías económicas cuya

comprensión no se encuentra siempre al alcance del ciudadano de a pie.

Y ésta es quizá una buena ocasión para empezar a informar de lo que

realmente es la Comunidad Europea, de las necesidades a las que responde y del

funcionamiento institucional que la sostiene.

3

Empecemos pues por el principio, recordando que fue el total desmorona-

miento de Europa y la necesidad de contar con una garantía de paz, lo que impulsó

la idea de un nuevo ordenamiento europeo en la parte occidental del continente,

idea que se materializó en 1951 con la constitución de la Comunidad Económica

del Carbón y del Acero, y en 1957 con la firma del Tratado de Roma, por el que se

creaban la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la

Energía Atómica (CEEA o EURATOM). El planteamiento era el siguiente: conse-

guir en una primera etapa una unificación económica -lo que implicaba crear un

Mercado Interior Único, y alcanzar posteriormente la Unión Económica y Moneta-

ria- y construir, sobre la sólida base de lo económico, una Unión Política.

Para llevarlo a la práctica, era necesario dotar a la Comunidad Económica

Europea de los instrumentos adecuados para la formulación y la aplicación de las

políticas comunitarias, en términos de organización y de atribución de competen-

cias, tras la renuncia por los Estados de una parte de su soberanía.

Los fundadores de la comunidad confiaban en que la creación de unas

instituciones a nivel comunitario podría constituir un factor decisivo en el proceso

de unificación, evitando así dejar únicamente en manos de los Estados la ejecución

de las funciones atribuidas a la Comunidad y el control del proceso de integración.

De acuerdo con este planteamiento, los Tratados instauraron un sistema institucio-

nal -el Parlamento Europeo o Asamblea, el Consejo, la Comisión, y el Tribunal de

Justicia- que permitía a la Comunidad adoptar actos jurídicos obligatorios para

todos los Estados Miembros.

El Parlamento, elegido desde 1978 por los ciudadanos de los Estados

Miembros por sufragio universal directo, sólo ejerce de forma embrionaria las

funciones que, por definición, le corresponderían a un Parlamento:

⋅ Por de pronto, no elige a ningún Gobierno, puesto que la CE carece de un

gobierno en el sentido tradicional del término.

4

⋅ Dispone de ciertos poderes de control sobre la Comisión -no sobre el Consejo-,

control que consiste básicamente en que, por un lado, ésta debe rendir cuentas

a la Asamblea mediante un informe anual y la defensa de sus posiciones en

sesiones plenarias públicas, y en que, por otro, el Parlamento puede destituir a

la Comisión de sus funciones mediante la aprobación de una moción de censu-

ra.

⋅ En el ámbito normativo, los poderes de la Asamblea también son limitados.

Sólo se le conceden auténticas facultades codecisorias en relación con la ad-

hesión de nuevos Estados y la asociación de terceros países. También goza de

cierta intervención en materia presupuestaria. En todo lo demás, ha interveni-

do tradicionalmente como órgano consultor, cuyo dictamen no es vinculante

para el Consejo. Con objeto de avanzar en el proceso de democratización del

aparato comunitario, se ha reforzado el papel de la Asamblea mediante la in-

troducción de un procedimiento de cooperación institucional que, en definitiva

y a grandes rasgos, consiste en exigir la unanimidad del Consejo para que el

mismo pueda apartarse de la opinión de la Asamblea.

El Consejo es el órgano legislativo superior de la Comunidad y el que

adopta las decisiones políticas más importantes, consiguiendo un compromiso

entre los intereses particulares de los Estados Miembros y los intereses de la

Comunidad. Está compuesto por los representantes de los Estados que, normal-

mente, aunque no necesariamente, son los ministros competentes en los temas

objeto de la reunión. Según los Tratados, las votaciones del Consejo se rigen por la

regla de la mayoría (simple o cualificada, según los casos), exigiéndose la unanimi-

dad únicamente en cuestiones de especial relevancia (por ejemplo, la seguridad

social de los trabajadores). En la práctica, sin embargo, la regla de la mayoría se vio

sustituida, desde 1966, por la de la unanimidad -lo que equivalía a otorgar a cada

estado un derecho de veto- y sólo volvió a instaurarse en 1986 con la aprobación

del Acta Única Europea, que acota el campo de los actos adoptables únicamente

por unanimidad.

5

El Consejo Europeo constituye una modalidad extraordinaria de Consejo.

Reúne cada 6 meses a los jefes de Estado o de Gobierno para tratar de asuntos de

especial trascendencia relacionados con la Comunidad o con su política exterior.

Desde su institucionalización ha dado las líneas directrices y el impulso político

necesario a las grandes cuestiones comunitarias.

De la Comisión se ha dicho que es el "motor de la política comunitaria, el

guardián de los Tratados, y la mejor representante de los intereses de la Comuni-

dad". Compuesta por 17 miembros1, nombrados de común acuerdo por los Estados

para un período de 4 años, a ella le corresponde el derecho de iniciativa y, por lo

tanto, ella es la competente para presentar al Consejo las propuestas oportunas de

reglamentación comunitaria. Le corresponde igualmente velar por la aplicación de

los Tratados y de los actos adoptados por las instituciones comunitarias, intervi-

niendo cuando observa un incumplimiento y recurriendo, si es necesario, al

Tribunal de Justicia, en defensa de los intereses comunitarios.

Bien es sabido que un ordenamiento sólo puede perdurar si sus normas y la

aplicación de las mismas se someten al control y a la vigilancia de un órgano

independiente. Pues bien, en el ámbito comunitario, ese papel corre a cargo del

Tribunal de Justicia. Compuesto por 13 jueces nombrados de común acuerdo por

los gobiernos de los Estados Miembros para un mandato de 6 años, su función

consiste en garantizar el respeto del derecho en la aplicación e interpretación de los

Tratados y de las disposiciones jurídicas emanadas del Consejo y de la Comisión.

El es el que conoce de los recursos planteados por la Comisión contra los Estados

Miembros por incumplimiento de los Tratados, de los recursos planteados por un

Estado contra otro, de los recursos de omisión contra el Consejo o la Comisión, de

los recursos por daños y perjuicios contra la Comunidad y, por fin, de las cuestio-

nes planteadas por los tribunales de los Estados Miembros sobre la interpretación

del derecho comunitario.

1 Alemania, España, Francia, Italia y el Reino Unido cuentan con dos miembros. Los restantes

estados cuentan con uno.

6

Finalmente, y para dar una visión completa de las instituciones comunita-

rias, es necesario aludir a tres de sus órganos auxiliares:

⋅ El Comité Económico y Social, órgano de consulta económica del Consejo y de

la Comisión, en el que están representados los diferentes sectores de la vida

económica y social: productores, agricultores, empresas de transporte, comer-

ciantes, trabajadores, artesanos y profesiones liberales.

⋅ El Banco Europeo de Inversiones, competente para la concesión de préstamos

y garantías con vistas al desarrollo de las regiones más pobres, a la moderniza-

ción o reconversión de empresas, a la creación de empleo, etc.

⋅ El Tribunal de Cuentas, competente para examinar los ingresos y los gastos de

la Comunidad y controlar la buena gestión del presupuesto.

¿Cómo actúan estas instituciones?

Los Tratados constitutivos no otorgan a la CE ni a sus instituciones ninguna

competencia general y uniforme para alcanzar los objetivos que le han sido

asignados. La CE se rige por el principio de atribución de competencias: tiene sólo

las que le han sido expresamente conferidas por los Tratados.

El Tratado de Roma preveía las siguientes competencias:

- Unión Aduanera, Política Comercial y libre circulación de mercancías.

- Libre circulación de trabajadores.

- Libre prestación de servicios.

- Derecho de establecimiento.

- Libre circulación de capitales.

- Transportes.

- Política agrícola común.

7

En la práctica, la Comunidad ha ido absorbiendo nuevas competencias

basándose por un lado en el famoso artículo 235, que permite a los órganos de la

Comunidad ejercer determinadas competencias que, sin estarle directamente

atribuidas, lo están implícitamente para alcanzar los objetivos que les han sido

asignados y, basándose, por otro lado, en la audaz jurisprudencia del Tribunal de

Justicia que ha ido interviniendo en materias que, originariamente, no habían sido

del ámbito competencial comunitario.

Esta ampliación de competencias se ha visto ratificada por los Estados

Miembros en el Acta Única Europea, que extiende la lista de ámbitos competencia-

les a la Cohesión Económica y Social (Fondos Estructurales), a la Investigación y al

Desarrollo Tecnológico, y al Medio Ambiente, y más recientemente en el Tratado

de Maastricht que ha introducido, como veremos más adelante, toda una serie de

nuevas políticas comunitarias (Política social, de la educación, de formación

profesional y de juventud; Cultura; Salud Pública; Protección de los Consumidores;

Redes Transeuropeas; Industria; Cooperación y Desarrollo).

En el ejercicio de estas competencias, las instituciones comunitarias pueden

actuar a diferentes niveles en los ordenamientos jurídicos nacionales:

1º) La reglamentación comunitaria puede sustituir a la nacional. Es el caso

de los reglamentos que constituyen los actos jurídicos más importantes de

la Comunidad. Crean un mismo derecho en todos los Estados Miembros

y pueden aplicarse directamente, sin necesidad de una previa transcrip-

ción al derecho nacional.

2º) Un segundo instrumento de aplicación obligatoria es la directiva que

puede dirigirse a todos o a un sólo Estado Miembro. Son obligatorias en

cuanto al resultado que debe conseguirse, dejando a los Estados destina-

tarios la elección de la forma y de los medios para su incorporación a la

legislación nacional.

8

3º) Las decisiones constituyen el acto jurídico mediante el cual las institucio-

nes comunitarias regulan con carácter obligatorio los casos particulares.

Mediante una decisión, las instituciones comunitarias pueden otorgar un

derecho o imponer una obligación a un Estado Miembro o a un ciuda-

dano.

4º) Finalmente, las instituciones comunitarias también pueden producir

actos jurídicos no obligatorios, las recomendaciones y los dictámenes, cuyo

significado es, sobre todo, de orden político y moral.

Habiendo esbozado brevemente la estructura de la Comunidad Europea y

el funcionamiento de sus instituciones, conviene preguntarse, en este contexto, cuál

es el significado y el alcance del Tratado de Maastricht.

En primer lugar, aclarar que Maastricht no es más que la lógica continua-

ción del proceso que se inició hace más de 40 años con los tratados de París y de

Roma, y que se relanzó en 1985 con la firma del Acta Única Europea. En segundo

lugar, y a pesar de la importancia que reviste en cuanto a los objetivos que estable-

ce, el nuevo Tratado no constituye más que una nueva etapa en el proceso de

unificación europea, y este carácter transitorio puede apreciarse en la indefinición

que todavía revisten determinadas políticas de nueva introducción en el ámbito

competencial comunitario.

Entonces, si Maastricht es ciertamente una etapa en un proceso que se ha

ido construyendo, y si se sabía que la evolución lógica de dicho proceso pasaba por

un Tratado de estas características, ¿por qué ha originado tantas polémicas? En

esencia, la respuesta es doble: por un lado, se teme que los objetivos de Unión

Económica y Monetaria marcados en el Tratado puedan llevar, en última instancia,

a la construcción de una Europa a dos velocidades, en la que los países más pobres

de la CE tendrían siempre un papel de segundo orden; por otro, habiéndose

conseguido los objetivos del mercado interior marcados por el Acta Única, el nuevo

9

Tratado introduce ya la fase final de unificación económica (la Unión Económica y

Monetaria), pero prevé igualmente cierta intervención comunitaria en una serie de

ámbitos que tradicionalmente han constituido el núcleo de la soberanía nacional, y

no debemos olvidar que, ya desde los primeros intentos de unificación, la sobera-

nía había sido el punto más sensible de la construcción comunitaria.

Pero ¿es acaso tan sencillo? Obviamente no. Recordemos que el Tratado de

Maastricht ha sido objeto de largas negociaciones entre los Estados miembros y no

cabe duda de que, durante las mismas, unos y otros representantes estatales han

planteado tanto los problemas económicos como los de soberanía nacional, y que

entre todos ellos han aportado a ambas cuestiones una solución que se refleja en el

Tratado pero que, con menos frecuencia, se comenta en la prensa y otros medios de

comunicación. Así que, antes de juzgar, veamos cuál es el contenido del Tratado.

El Tratado de Maastricht, texto reputadamente complejo en su estructura y

alcance, además de colmar en cierta medida el déficit democrático que siempre se

le ha reprochado a la Comunidad, modificando el equilibrio de poderes gracias a

una extensión de las competencias del Parlamento, fija para los integrantes de la

Comunidad Europea dos objetivos fundamentales –la Unión Política y la Unión

Económica y Monetaria– y establece los instrumentos que considera necesarios

para su consecución.

La Unión Política, ya lo hemos dicho, ha constituido desde los primeros

intentos de unificación europea, un objetivo fundamental, pero siempre tropezó

con el insoluble obstáculo de la soberanía nacional de los estados. El nuevo Tratado

no logra superarlo, desde luego, pero sí consigue atenuar las dificultades y allanar

el camino futuro. ¿Y cómo lo hace? Sencillamente establece dos categorías de

políticas muy diferenciadas.

Por un lado, consolida y extiende las competencias estrictamente comunita-

rias vigentes hasta el momento, y establece toda una serie de nuevas políticas

comunitarias:

10

- Política social, de educación, de formación profesional y de juventud

- Cultura

- Salud Pública

- Protección de los consumidores

- Redes transeuropeas

- Industria

- Cooperación y Desarrollo

Por si fuera poco, Maastricht inaugura una ciudadanía de la Unión que

extiende a todo ciudadano los derechos que se vienen reconociendo a los trabaja-

dores, reconoce su derecho a ser elegido o elegible en las elecciones locales y en las

elecciones al Parlamento Europeo, reconoce su derecho a acogerse, en el territorio

de un tercer país en el que no esté representado el Estado miembro del que sea

nacional, a la protección de las autoridades diplomáticas y consulares de cualquier

Estado miembro, y finalmente reconoce su derecho de petición ante el Parlamento

Europeo y el Defensor del Pueblo (nueva figura ésta cuya designación corresponde

al Parlamento Europeo y cuya función consiste en conocer de las reclamaciones en

casos de mala administración en la actuación de las instituciones y órganos

comunitarios).

Todas estas áreas constituyen las llamadas "políticas comunes", aquellas

cuyas competencias corresponden a la Comunidad, quien las lleva a la práctica a

través de su sólida estructura institucional y de su ordenamiento jurídico por

encima de toda consideración de soberanía de los estados, gracias a la aplicación

del ya consagrado principio de la primacía del derecho comunitario sobre el

derecho nacional.

Pero el tratado de la Unión también abarca una segunda categoría de

políticas en las que, a pesar de existir una acción tendencialmente convergente de

los Estados, la lógica no es la comunitaria, sino la de una mera cooperación intergu-

bernamental: las decisiones se toman siempre por unanimidad y no por mayoría; no

11

se elaboran políticas comunes; no hay instituciones de integración, puesto que ni la

Comisión ni el Parlamento Europeo desempeñan papeles importantes; y sobre

todo, el resultado de esta cooperación no constituye un sistema jurídico que se

imponga al derecho interno. Desde el punto de vista formal, puede decirse que con

ello Maastricht no introduce ninguna novedad, puesto que la técnica de coopera-

ción intergubernamental ya se aplicaba con anterioridad, pero lo cierto es que

políticamente sí tiene un significado y sí supone un avance, puesto que es la

primera vez que tales ámbitos se integran en una Unión, lo que viene a expresar

cierto deseo de avanzar progresivamente hacia el proceso de unificación que se ha

dado en otras áreas.

La Unión Económica y Monetaria es la otra cara de la moneda. Constituye

la parte más completa del Tratado y un elemento central de la construcción

europea. En ella se establece la estructura, los objetivos y el calendario para lograr

un alto grado de convergencia económica entre los Estados Miembros y la creación

de una moneda común.

Hasta 1997, y si fuera necesario hasta 1999, los Estados más pobres deben

aproximar progresivamente sus resultados económicos a los de los Estados

Miembros con mejores resultados. Si para 1997 una mayoría de países (7) estuviera

preparada para enfrentarse a ella, podría darse inicio a la tercera fase en la que el

ECU se convertirá en moneda única, y en la que harán su aparición el Banco

Central Europeo (BCE) y el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC), encarga-

dos de la dirección de la política monetaria y de la supervisión de los sistemas

financieros nacionales. ¿Cómo se sabrá si una mayoría de países están preparados?

Si cumplen una serie de rigurosos indicadores de convergencia económica

establecidos en el Tratado: el déficit presupuestario no podrá sobrepasar el 3% del

PIB; la deuda pública contraída por el Estado no podrá sobrepasar el 60% del PIB;

la tasa media de inflación no podrá superar en más de un 1,5% a la media de los

tres países con mejores resultados; tampoco el tipo de interés podrá superar en más

de dos puntos al de los tres países con mejores resultados; durante los dos últimos

años, las monedas deberán haber participado del mecanismo del SME dentro de la

12

banda de fluctuación del 2,25%, manteniendo la estabilidad en el tipo de cambio.

Si la mayoría de los Doce no cumple las condiciones para entrar en la

tercera fase en 1997, su inicio se retrasará hasta el 1 de enero de 1999, fecha en la

que la etapa final dará comienzo automáticamente para aquellos países que

cumplan los criterios señalados, independientemente de que constituyan o no una

mayoría.

No cabe duda de que estos objetivos económicos plantean un grave

problema para los países más pobres de la Comunidad, entre ellos España, puesto

que por un lado necesitan mantener un crecimiento rápido que permita aumentar

la competitividad de cara al Mercado Único, y por otro necesitan someterse a una

disciplina económica de tipo restrictivo que le permita cumplir los requisitos

exigidos por el Tratado para pasar a la tercera fase.

Con objeto de hacer compatibles dos necesidades tan antagónicas, España y

el resto de los países pobres exigieron la creación de un Fondo de Cohesión de cara

a la financiación de proyectos en beneficio de los países más pobres, pero lo cierto

es que los países ricos, preocupados ya por el déficit que en su contra arroja el saldo

comunitario, limitaron el alcance de este último a inversiones en medio ambiente y

en infraestructuras para el transporte, y relegaron el resto de los planteamientos

relativos a la cohesión, a una mera declaración de solidaridad consignada en uno

de los protocolos.

13

2ª PARTE: POLITICA SOCIAL DE LA COMUNIDAD EUROPEA

Para todo el que, con mayor o menor empeño, se haya interesado a la

evolución de la construcción europea, el desfase existente entre lo económico y lo

social no constituye ningún misterio.

Hace 40 años, en los inicios del proceso de integración europea, los

fundadores de la Comunidad consideraron que, al igual que la Unión Política, la

Europa Social se iría creando como inevitable y automático resultado de la

progresiva unificación económica, así que, en un principio, no se atribuyó a la

Comunidad Europea ninguna competencia en el ámbito de la política social,

asumiendo que esta laguna se iría colmando gracias a sucesivas modificaciones de

los Tratados y gracias, sobre todo, a la progresiva aproximación de las legislacio-

nes. Cierto es que el Tratado de Roma de 1957, creador de la CE, reserva su título

III a la "Política Social", pero el contenido de su articulado enseguida revela los

límites en los que en este ámbito se mueve la Comunidad: por un lado los Estados

Miembros reconocen la necesidad de promover la mejora de las condiciones de

vida y de trabajo de los trabajadores -mejora que, como ya se ha dicho, derivará

inevitablemente del funcionamiento del mercado común- y, por otro, la Comisión

debe favorecer una estrecha colaboración entre los Estados en el ámbito de lo social

(empleo, condiciones de trabajo, formación profesional, seguridad social, protec-

ción social contra los accidentes y enfermedades laborales, higiene en el trabajo,

derechos sindicales y negociaciones colectivas). Se crea demás un Fondo Social

14

Europeo, que en la práctica no entró en funcionamiento hasta 1960, cuya misión es

la de promover en el seno de la Comunidad el empleo, la formación y readaptación

profesional y la movilidad geográfica y profesional de los trabajadores.

Y eso es todo. Competencias muy limitadas como es fácil apreciar, tanto en

cuanto a sus instrumentos de actuación, como al ámbito al que se refiere, puesto

que sólo afecta a los trabajadores. Y es que, en un principio, y aunque las miras

fueran ya entonces mucho más amplias, la Comunidad Europea -rebautizada así

por el reciente Tratado de Maastricht- era una comunidad exclusivamente econó-

mica en la que, obviamente, los objetivos de esta naturaleza (libre circulación de

mercancías, de trabajadores, de servicios y de capitales) primaban sobre cualquier

otro tipo de consideración. Así que se esperó con la inquebrantable convicción de

que, en efecto, la aproximación de las legislaciones nacionales derivaría inevitable-

mente de la progresiva unificación económica. Pero los años pasaron y el ámbito de

lo social seguía intacto: cada Estado Miembro se aferraba a su sistema de protec-

ción y de acción social, obstaculizando cualquier intento de integración. Lógica-

mente, a medida que pasaba el tiempo, el desfase o el desajuste entre lo económico

y lo social aumentaba. Se era consciente de que el crecimiento económico inherente

a la unificación originaba una serie de necesidades sociales que, al no existir

ninguna política social común, no eran ni conveniente ni equitativamente contra-

rrestadas. Se era consciente también de que cuanto más se tardara en aplicar una

política de estas características, más costosas iban a ser las soluciones sociales por

las que finalmente se apostara.

Ante semejante situación, la Comunidad Económica Europea decidió

intervenir. Fue introduciéndose poco a poco en el ámbito de lo social, amparándose

para ello en el ya famoso artículo 235, según el cual cuando una acción de la

Comunidad resulta necesaria para lograr uno de sus objetivos, sin que el Tratado

haya previsto los poderes de acción necesarios al respecto, el Consejo, por unani-

midad, a propuesta de la Comisión y previa consulta de la Asamblea, puede

adoptar las disposiciones pertinentes. El artículo 2º del Tratado de Roma que

atribuye a la Comisión la misión de promover, entre otras cosas, el nivel de vida de

15

los ciudadanos, también legitimó a la Comunidad en la toma de no pocas iniciati-

vas de marcado carácter social. En efecto, sobre esta base jurídica, y con objeto de

evitar un mayor desajuste entre lo económico y lo social, el Consejo adoptó: en 1974

un Programa de Acción Social, de carácter plurianual, destinado, básicamente, a

mejorar las condiciones de vida y de trabajo; en 1975 y 1984 los dos primeros

Programas Europeos de Lucha contra la Pobreza; y numerosas acciones tendentes a

favorecer la integración social, económica y, en su caso, laboral de determinadas

categorías de población especialmente vulnerables.

Será necesario esperar a la aprobación del Acta Única Europea en 1986 para

que, por fin, se atribuyan a la Comunidad Europea competencias concretas en

materia de política social. Limitadas desde luego, puesto que sólo hacen referencia

a la protección de la seguridad y de la salud de los trabajadores en el medio laboral,

pero no cabe duda de que constituyen un punto de partida real en la construcción

de una política social común.

En esta misma línea, 3 años más tarde, en 1989, se firma en Madrid la Carta

Fundamental de los Derechos Sociales, que constituye, a pesar de su no vincularie-

dad jurídica debida a la autoexclusión del Reino Unido, un paso fundamental en la

búsqueda de una doctrina social. Tanto es así que el reciente Tratado de Maastricht

prevé por fin, en su Protocolo 14 y en el Acuerdo que incorpora con efectos

jurídicos plenos, que la Unión pueda desarrollar "a once" -puesto que el Reino

Unido sigue optando por mantenerse apartado de este área- una política social

común de amplísimos horizontes, aunque se encuentre sometida a lo que se ha

dado en llamar el "principio de subsidiariedad", lo que viene a significar que en

este área la Comunidad a 11 simplemente "apoyará y complementará" la acción de

los Estados Miembros.

Los asuntos de política social en que el Consejo podrá decidir por mayoría son:

- Mejora del entorno de trabajo, y protección de la salud y de la seguridad de

los trabajadores

16

- Condiciones de trabajo

- Información y consulta a los trabajadores

- Igualdad de oportunidades en el mercado laboral, e igualdad de trato entre

hombres y mujeres

- Integración de las personas excluidas del mercado laboral.

Las materias que el Consejo deberá aprobar por unanimidad son:

- Seguridad social y protección social

- Protección de los trabajadores en caso de rescisión del mercado laboral

- Representación y defensa colectiva de los trabajadores y empresarios,

incluida la cogestión

- Condiciones de empleo de nacionales de terceros países residentes en la

Comunidad

- Fomento de empleo y creación de empleo.

Quedan excluidas de la política social común las siguientes áreas:

- Salarios

- Derecho de sindicación

- Derecho de huelga

- Cierre patronal.

Con esta innovación aportada por Maastricht, nace una política social

comunitaria un tanto sui-generis en cuanto que sólo participan en ella 11 de los 12

Estados Miembros de la Comunidad, pero también muy amplia, dada la diversi-

dad de las materias abarcables en su marco, y muy esperanzadora de cara a la

reducción del desfase entre lo económico y lo social.

Para alcanzar el equilibrio que se persigue, para que por fin la evolución

hacia la integración económica y social se lleve a cabo con cierta coordinación y

coherencia, la Política Social de la Unión va a tener que actuar en diversos frentes:

17

- La cohesión social consistente en reducir las diferencias sociales existentes

entre los distintos países de la Comunidad.

- La protección social

- La acción social en favor de determinadas categorías de población especial-

mente vulnerables

LA COHESION ECONOMICA Y SOCIAL: LOS FONDOS ESTRUCTURALES

La realidad económica y social de los distintos países de la Comunidad

Europea no es homogénea. Existen notables diferencias de desarrollo y bienestar

social entre ellos, de forma que difícilmente podría decirse que en la actualidad

exista una auténtica cohesión social a nivel comunitario. Conscientes de ello, los

Estados Miembros expresaron en el Preámbulo del Tratado de Roma, creador de la

Comunidad Económica Europea, su voluntad de reducir "las diferencias entre las

diversas regiones y el retraso de las menos favorecidas", deseo que vuelven a

repetir los firmantes del Acta Única Europea en 1986 al hacer constar "la cohesión

económica y social" como uno de los objetivos básicos de la Comunidad.

Ahora bien, ¿cuáles son los instrumentos de que dispone la Comunidad

para alcanzar tan deseada cohesión?

Por un lado, no cabe duda de que la política social constituye un factor

importantísimo en la consecución de estos objetivos, pero también sabemos que

hasta el Tratado de Maastricht en que por fin se abre la vía a una política social

común (aunque sea a once), las competencias de la Comunidad en materia de

política social eran extremadamente limitadas y sus intervenciones -excepto en lo

referente a mejora del medio laboral y a protección de la salud de los trabajadores-

bastante puntuales y, generalmente, no vinculantes, puesto que establecidas a nivel

de recomendación.

Un segundo factor que redunda en favor de la cohesión social es el "diálogo

18

entre las fuerzas sociales a escala europea", como bien indica el Acta Única. Desde

su fundación, existe en la Comunidad un diálogo social institucionalizado median-

te la participación de los interlocutores sociales en determinados organismos: en el

Comité Económico y Social, en el Comité Consultivo CECA, en el Consejo de

Administración del Fondo Social Europeo y de la Fundación Europea para la

Mejora de las Condiciones de vida y de Trabajo, y en otros Comités consultivos de

carácter paritario, tripartito o cuatripartito, dedicados a la formación profesional, a

la seguridad social de los trabajadores migrantes, a igualdad de oportunidades, etc.

Finalmente, un tercer elemento de cohesión, probablemente el que mayor

importancia ha revestido hasta la fecha, viene constituido por los llamados Fondos

Estructurales. Ya hemos aludido anteriormente al Fondo Social Europeo como

instrumento financiero de la Comunidad encargado de fomentar las oportunidades

de empleo y la movilidad geográfica y profesional de los trabajadores. Junto a él

existen otros instrumentos de finalidad estructural cuyas actuaciones, sin duda,

inciden igualmente en la consecución de un mayor grado de cohesión social. Nos

referimos aquí, porque todos son de cita obligatoria, al Fondo Europeo de Desarro-

llo Regional (FEDER), al Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria-

Orientación (FEOGA - Orientación) y, aunque su naturaleza sea distinta, al Banco

Europeo de Inversiones. Si bien desde su creación han tratado, con sus intervencio-

nes, de favorecer, reforzar y acelerar la cohesión interna de la Comunidad, su

misión se ha visto potenciada con la reforma de la que fueron objeto en 1988,

reforma que les asignó determinadas finalidades comunes:

- La concentración de sus actuaciones en torno a los siguientes objetivos:

⋅ Desarrollo de las regiones con atraso estructural.

⋅ Desarrollo de zonas afectadas por procesos de reconversión o de declive

industrial.

⋅ Lucha contra el paro de larga duración.

⋅ Promoción de la inserción social de los jóvenes.

⋅ Adaptación de las estructuras agrarias y desarrollo estructural.

- Mayor colaboración entre los Estados Miembros y la Comisión.

19

- Plurianualidad de las acciones en el marco de los planes que se elaboran

para la consecución de cada objetivo.

- Duplicación de los recursos en términos reales entre 1987 y 1993 y concen-

tración de los mismos en las regiones mencionadas en el objetivo nº 1.

La cohesión social y económica tiene, por lo tanto, mucho que ver con lo

que se ha dado en llamar la Política Regional de la Comunidad, principalmente

dirigida a mejorar la situación de las zonas más pobres de la Comunidad (el Sur de

Italia, el Norte de Irlanda, Grecia, Portugal y determinadas regiones de España) a

fin de que las mismas poco a poco puedan alcanzar el nivel de los Estados Miem-

bros más ricos. Pero semejante proceso de cohesión, ya en mente de los fundadores

de la CEE allá por 1957, es muy largo, muy lento y muy dificultoso, sobre todo en

el contexto actual en que los nuevos objetivos de la Comunidad son la Unión

Económica y Monetaria, y en que la nueva amenaza es la Europa a dos velocida-

des, la de los más ricos y la de los más pobres. Conscientes de la realidad del

peligro, España y el resto de los países más pobres de la Comunidad exigieron, ya

lo hemos visto, en el curso de las negociaciones del Tratado de Maastricht, el

compromiso de determinadas garantías de solidaridad que hicieran posible para

ellos el cumplimiento de los estrictos criterios de convergencia económica, social y

fiscal, que condicionan su entrada en la tercera fase de la Unión Económica y

Monetaria. Estas garantías vienen dadas por el apoyo financiero que se obtendrá

esencialmente de los fondos regional, social y agrario de la Comunidad, pero

también de los créditos de un Fondo de Cohesión creado expresamente con este

propósito en Maastricht para entrar en funcionamiento a finales de 1993.

Pero esta solución, alcanzada tras arduas negociaciones en Maastricht, no

colma las exigencias planteadas por los países más pobres de la Comunidad.

Inicialmente, la propuesta española sobre cohesión planteaba las siguientes

premisas:

a) La constitución de un Fondo de Convergencia Interestatal dedicado a

mitigar los desequilibrios económicos dentro de la Comunidad y destinado

20

no a las regiones, sino a los países, y mediante el cual se duplicase la dota-

ción de los actuales fondos estructurales.

b) La inclusión, en la recaudación para el presupuesto comunitario, de un

tributo basado en la renta per cápita de cada estado a fin de disminuir, de-

ntro del sistema de financiación actual de la Comunidad, la tasa procedente

del IVA, puesto que esta fórmula no tiene en cuenta la riqueza relativa de

los países.

c) El establecimiento de un ratio de cofinanciación variable según la riqueza

de cada estado, de manera que la aportación comunitaria puede sobrepasar

el 50% para el caso de aquellos que no puedan afrontar el otro porcentaje

del gasto.

Estas propuestas no han sido aceptadas porque los países ricos de la

Comunidad están ya muy preocupados por el déficit que, en su contra, arroja el

saldo comunitario y consideran que deben empezar a limitar, teniendo en cuenta la

coyuntura económica actual, sus acciones de solidaridad, solidaridad que, por otro

lado, no es tal, puesto que ellos van a ser los más beneficiados en el marco de la

unión económica y monetaria. De modo que, en las negociaciones de Maastricht

únicamente aceptaron la creación del llamado Fondo de Cohesión, limitando su

contenido a inversiones en medio ambiente y en infraestructuras para el transporte.

El resto de los planteamientos sobre cohesión se incorporaron simplemente a una

Declaración de Solidaridad consignada en el Tratado en forma de Protocolo,

reflejando así sus intenciones, pero no sus obligaciones.

PROTECCION SOCIAL

La protección social, por constituir uno de los bastiones de la soberanía

nacional, y por ser a la vez un elemento clave en la construcción de cualquier

sistema que se autoproclame integrador, ha estado en el centro de la polémica que,

a nivel comunitario, ha existido durante años en torno a la política social. Por un

21

lado, los partidarios de un enfoque descentralizador opinaban que cada uno de los

Estados Miembros debía, por sí mismo, buscar y aplicar las medidas y los ajustes

que estimara oportunos con vistas a la consecución de un doble objetivo: un

elevado nivel de empleo y de protección social.

La tendencia contraria mantenía que política social y política económica son

indisociables en la medida en que los modelos de producción integran simultánea-

mente un conjunto de reglas de funcionamiento institucional, cultural y social cuya

coherencia interna garantiza en gran parte su eficacia y su capacidad de adaptación

a las agresiones procedentes del exterior. Según esta doctrina, lo social constituye

un elemento fundamental de lo económico y, de hecho, las políticas sociales se

enfrentan cada vez más a problemas de esta naturaleza: la lucha contra el paro de

los jóvenes o contra el desempleo de larga duración, las medidas complementarias

para las situaciones de reconversión o de introducción de nuevas tecnologías en la

empresa, la remodelación de los sistemas de trabajo a tiempo parcial, etc.

Cabían, por lo tanto, dos soluciones. La primera establecer un sistema de

reconocimiento mutuo de las legislaciones y reglamentaciones nacionales en

materia de protección social, condicionando dicho reconocimiento al respeto de

una serie de requisitos mínimos. La segunda, alcanzar progresivamente la aproxi-

mación de los ordenamientos jurídicos nacionales, a partir de una base mínima

común, lo que poco a poco llevaría hacia la construcción de una política común.

Finalmente esta es la vía que ha imperado. Es cierto que, hasta la fecha, los

Estados Miembros han conservado su propia normativa en esta materia, pero

también es verdad que, por un lado, de acuerdo con el mandato del Tratado de

Roma, han mantenido entre ellos una estrecha colaboración, que se ha traducido

por una mayor homogeneidad en los objetivos perseguidos y que, por otro, la

Comunidad, en base a las competencias que le conceden los Tratados en materia de

Seguridad Social y de mejora del medio laboral y de protección de la seguridad y

de la salud de los trabajadores, ha intervenido activamente en este ámbito. A través

del Fondo Social Europeo, la Comunidad también ha contribuido activamente,

22

orientando, coordinando y financiando la acción de los Estados, a la elaboración de

múltiples programas de formación, de creación de empleo y de lucha contra el paro

de los jóvenes y contra el paro de larga duración. Fiel reflejo de esta tendencia, dos

recientes Recomendaciones del Consejo, fechadas en Agosto de 1992, establecen las

directrices comunitarias relativas a la convergencia de los objetivos y de las

políticas de protección social, y a los criterios comunes en materia de recursos y

prestaciones suficientes en los sistemas de protección social.

Maastricht es un paso más hacia la consecución de objetivos comunes en el

ámbito que nos ocupa. Desde luego, este nuevo Tratado no introduce un Derecho

Laboral uniformemente aplicable a todos los Estados Miembros, ni instaura una

política de empleo común, pero sí abre la puerta a la integración. Una integración

que no será total, puesto que el Reino Unido se ha apartado de esta vía y la Política

Social se hará en el futuro a 11, y puesto que en el ámbito de lo social se aplica el ya

mencionado principio de subsidiariedad que limita el papel de la Comunidad al de

"apoyar y complementar" la acción de los Estados Miembros. Se enfrentará desde

luego a obstáculos contra los que la Comunidad lleva años lidiando: por un lado, a

los Estados que se encuentran comprometidos a escala nacional en una política de

liberalización y de privatización y, por otro, a las organizaciones empresariales,

temerosas de la introducción de nuevas obligaciones sociales que, de un modo u

otro, se traducen por un incremento de las cargas sociales. Pero posiblemente,

gracias a la vía abierta en Maastricht se evolucionará poco a poco, quizás con la

misma lentitud y laboriosidad con que se va logrando la integración económica,

hacia la integración social de los países de la Comunidad.

ACCION SOCIAL EN FAVOR DE DETERMINADAS CATEGORIAS DE

POBLACION

Muy pronto, la Comunidad Económica Europea, amparando su competen-

cia unas veces en la base jurídica del famoso artículo 235 que, como decimos, le

permite actuar, aun sin contar con una atribución específica de competencias,

23

siempre que su intervención persiga uno de los objetivos fijados en los Tratados,

otras veces en la misión de "elevación acelerada del nivel de vida" que le atribuye el

artículo 2º, y otras, por fin, en las atribuciones confiadas al Fondo Social Europeo,

empezó a intervenir en la defensa, la protección y la promoción de los derechos de

determinadas categorías de población consideradas especialmente vulnerables: nos

referimos aquí fundamentalmente a sus intervenciones en el ámbito de las

minusvalías, de la pobreza, y de la vejez.

Acciones comunitarias en favor de las personas con minusvalía

Aunque con anterioridad la Comunidad ya había adoptado medidas con

vistas a la readaptación profesional de las personas con minusvalías a través del

Fondo Social Europeo, en 1981, proclamado por la ONU "Año Internacional de las

Personas con Minusvalías", se lanzó un programa destinado a favorecer la integra-

ción social de estas personas. Su finalidad consistía en ejercer cierta influencia sobre

las normativas nacionales y en promover una serie de mejoras de carácter técnico,

valiéndose para ello de un amplio conjunto de proyectos de desarrollo, de coopera-

ción y de intercambio en los que se requería la participación de las administracio-

nes locales, de las empresas y de los profesionales, y obviamente, de las asociacio-

nes de personas con minusvalías. A tales efectos, el programa se estructuró a tres

niveles interdependientes:

⋅ A nivel político, se trataba de preparar las orientaciones comunitarias en

torno a los aspectos claves de la integración.

⋅ A nivel de cooperación técnica, el objetivo consistía en lanzar un

conjunto coherente de acciones destinadas a promover y a favorecer la

buena práctica y el intercambio de experiencias innovadoras.

⋅ A nivel informativo, se trataba de instaurar a nivel comunitario un

sistema de recogida y de difusión de la información sobre los diversos

aspectos relacionados con las minusvalías.

24

¿Cuáles fueron los logros? A nivel político, el Consejo adoptó en 1986 una reco-

mendación relativa al empleo de las personas con minusvalías, insistiendo en el

derecho a la igualdad de oportunidades. Por lo demás la Comisión presentó una

serie de orientaciones destinadas a lograr un entorno favorable que, en la medida

de lo posible, garantizara a estas personas su autonomía.

Desde el punto de vista de la cooperación técnica, y gracias a la interven-

ción del Fondo Social Europeo, se puso en marcha una red de proyectos piloto de

readaptación profesional destinada a implantar un modelo de coordinación de las

acciones de iniciativa local, favoreciendo el establecimiento de estrechas relaciones

de colaboración entre los servicios de la administración, las asociaciones volunta-

rias, y las fuerzas sociales. Paralelamente, se puso en funcionamiento una red de

intercambio entre los centros de readaptación profesional de la Comunidad. A

pesar de lo limitado de los medios disponibles, la Comunidad consiguió además

participar en la financiación de 147 viviendas piloto para personas con minusvalías

con objeto, una vez más, de favorecer al máximo su autonomía. De los resultados

recogidos en el marco de estas experiencias se sirvió la Comisión en la elaboración

de las recomendaciones a las que hemos aludido anteriormente.

Finalmente, en el ámbito de la información, la Comisión desarrolló el

proyecto "Handynet" que, a largo plazo, pretende establecer un sistema informati-

zado y multilingüe de recogida y difusión de la información y de la documentación

disponible en torno a los diversos aspectos relacionados con las minusvalías.

Destinado a unos 30 millones de personas que viven en la Comunidad Europea y

padecen discapacidades, así como a sus familiares y a los técnicos en la materia, el

sistema tiene una estructura modular que se irá implementando progresivamente.

Los módulos previstos son los relativos a Ayudas Técnicas, Empleo, Rehabilitación,

Prevención, Educación y Vida Autónoma.

El éxito de este primer programa ha llevado a la Comisión a lanzar un

"Segundo programa de Acción de la Comunidad en favor de los Minusválidos

25

(HELIOS)" (1988-1992), destinado igualmente a favorecer su integración social y

económica y su máxima autonomía. Constituye la continuación natural de su

predecesor.

Acción comunitaria en el ámbito de la lucha contra la pobreza

En un principio, la acción de la Comunidad en este ámbito se orientó

básicamente hacia los problemas planteados por la pobreza "tradicional", centrán-

dose así en grupos marginales cuyas situaciones no quedaban amparadas por unos

sistemas de protección social de vocación teóricamente universalista. Estas

situaciones, tristemente caracterizadas por un cúmulo de factores negativos (bajo

nivel de ingresos, paro, analfabetismo, malas condiciones de vivienda, problemas

de salud), constituyen una bolsa de pobreza que ha llevado a las instituciones

comunitarias a plantearse la necesidad de lanzar ya en 1975 el primer Plan de

Lucha contra la Pobreza. De modestas ambiciones, el programa tuvo una duración

de 4 años y consistió básicamente en financiar algunos proyectos a nivel local y

algunas investigaciones nacionales y transnacionales destinadas principalmente a

adquirir un mayor y mejor conocimiento del fenómeno.

Basándose en las conclusiones que pudieron sacarse de la aplicación de este

primer plan, el Consejo consideró la necesidad de lanzar una acción más específica

a nivel comunitario, y adoptó en 1984 un segundo programa centrado esta vez en

categorías específicas de población: los parados de larga duración, los jóvenes

parados, los ancianos, las familias monoparentales, los inmigrantes de la 2ª

generación, los refugiados, y en general, los grupos más marginados. Por medio

del mismo, se abre a la Comisión la posibilidad de promover o de financiar

diversos tipos de iniciativas: proyectos de investigación que pretenden introducir

nuevos métodos de lucha contra la pobreza, proyectos en los que se otorga el

protagonismo a la participación de los propios interesados, y proyectos, por fin,

que respondan simultáneamente a las necesidades de varios estados miembros.

Si bien este Segundo Programa de Lucha contra la Pobreza marca ya una

26

nueva orientación de la acción comunitaria, apartándose en cierta medida de la

pobreza tradicional para interesarse por formas más nuevas del fenómeno, lo cierto

es que ya desde 1987 la Comunidad empezó a reflexionar y a enfocar sus interven-

ciones sobre situaciones de marginación todavía más amplias de las abarcadas en

los programas iniciales, sobre situaciones que afectan a sectores de la población

hasta ahora nunca envueltos en el fenómeno. Se trata de lo que se ha dado en

llamar la "nueva pobreza". No cabe duda ya de que se está produciendo, de que las

clases medias caen progresivamente y se integran en el ciclo de la pobreza y de la

exclusión social, a causa de un brusco cambio en sus condiciones de vida como

consecuencia de la pérdida de un puesto de trabajo, de la imposibilidad de

encontrar un empleo, de la insuficiencia de los mecanismos de protección social

resultante de las restricciones presupuestarias, o de una cada vez más frecuente

inestabilidad familiar.

La amplitud del problema es tal que afecta radicalmente al tipo de políticas

que deban aplicarse en el ámbito del empleo y de la protección social.

27

3ª PARTE: ACCIONES COMUNITARIAS EN FAVOR DE LOS ANCIANOS

La Comunidad Europea tardó bastante tiempo en implicarse en acciones

específicamente dirigidas a los ancianos y, de hecho, no surge ninguna acción

comunitaria destinada a mejorar la situación de las personas de edad avanzada

hasta 1986, fecha en que el Parlamento Europeo adopta una Resolución en este

sentido.

Desde luego, con anterioridad se habían podido observar ciertos intentos

de abordar las cuestiones referentes a esta categoría de población: el Parlamento

había adoptado en 1982 una Resolución sobre la situación y los problemas de las

Personas de Edad Avanzada en la Comunidad Europea, el Consejo había adoptado

ese mismo año una Recomendación relativa a los principios de una política

comunitaria sobre la edad de jubilación, y se habían emprendido acciones en favor

de las personas con minusvalías y programas de lucha contra la pobreza que, sin ir

específicamente dirigidas a los ancianos, afectaban, sin duda, a una importante

proporción de esta categoría de población.

Así que cuando en 1986 se empezó a hablar de acciones específicas en favor

de los ancianos, la Comunidad se adentraba en un terreno que, al fin y al cabo, no

le era del todo desconocido. En este primer informe, la Comisión y el Parlamento

centraron su atención y su preocupación en cuatro temas:

28

- Inevitablemente, era necesario enfrentarse al envejecimiento de la población

y a sus repercusiones económicas y sociales, centrando la atención en dos

aspectos esenciales del problema: el mercado de trabajo y el gasto público

social.

- Obviamente, el siguiente paso sólo podía consistir en estudiar los proble-

mas planteados en el marco de la seguridad social (prestaciones sanitarias y

asistenciales) y de los sistemas de jubilación.

- Se estudiaba a continuación el papel desempeñado por las personas de

edad avanzada en los Estados Miembros, insistiendo en su participación

social como consumidores, pero también con frecuencia como actores, que

desempeñan funciones de cuidadores en el contexto familiar o vecinal, o

como participantes en la vida cultural de la comunidad.

- Finalmente, centra la atención en los problemas a los que se enfrentan los

ancianos en cuestiones de pre-jubilación, de vivienda, de salud, de preca-

riedad económica, de servicios sociales a domicilio, etc., concluyendo con la

necesidad de aprobar una Carta Europea de las Personas de Edad Avanza-

da, en la que se reconozcan plenamente sus derechos y se establezcan los

mecanismos de protección jurídica necesarios para que los mismos gocen

de la defensa adecuada.

Consciente de la importancia de estas cuestiones, la Comisión elaboró un

conjunto de estudios de investigación relativos a los efectos del envejecimiento

sobre la evolución de la protección social, la contribución de las personas de edad

avanzada a la vida económica y social, las condiciones de vida de los ancianos,

teniendo en cuenta el impacto de las nuevas tecnologías, las repercusiones socio-

económicas del turismo de larga duración, la salud de las personas de edad

avanzada.

29

Finalmente, tras todos estos preliminares, elabora en 1990 una Propuesta de

Decisión para el Consejo, relativa a las acciones comunitarias en favor de esta

categoría de población, recomendando al ejecutivo la puesta en marcha entre 1991

y 1993 de un conjunto de acciones articuladas en torno a tres ejes principales:

1. La elaboración de estudios y la transferencia de conocimientos especialmente

sobre los siguientes temas:

a. los efectos de la consecución del mercado interior sobre las personas de

edad avanzada, en particular con relación a la prestación de servicios socia-

les y médicos, la vivienda y las condiciones de vida;

b. los efectos combinados del envejecimiento demográfico y las políticas

comunitarias de desarrollo regional, turismo y consumo;

c. los ingresos de las personas de edad avanzada, en especial de las mujeres y

los emigrantes;

d. la evaluación y la prevención de las causas más frecuentes de las minusva-

lías en la vejez y la identificación de las tecnologías médicas o paramédicas

que favorecen la autonomía (en estrecha relación con el programa HELIOS

y la red HANDYNET);

e. la contribución de las personas de edad avanzada al medio económico y

social, en especial en los ámbitos de la educación, de la formación y del de-

sarrollo de prestaciones y de servicios sociales y culturales.

A fin de fomentar la transferencia de los conocimientos, la Comisión creará

una base de datos centralizadora de la información y de la documentación sobre

todos los aspectos relativos a la situación de la población de edad avanzada. Esta

base de datos incluirá en particular información sobre las medidas tomadas por y

30

en los Estados Miembros en favor de las personas de edad avanzada, información

estadística, un inventario de las investigaciones y de los estudios, así como

información relativa a las reuniones y a los actos relacionados con las personas de

edad avanzada. Este banco de datos deberá, con el tiempo, ser accesible no

solamente a las autoridades públicas en los distintos niveles, sino también a los

organismos que trabajan para las personas de edad avanzada o que las represen-

tan, y a los centros de investigación. La Comisión estudiará la manera de crear y de

explotar este banco de datos en cooperación con la Fundación Europea para la

Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo.

2. Las acciones de animación y los intercambios de información

La Comisión prestará su apoyo a una serie de reuniones, conferencias y

seminarios organizados a nivel europeo en los distintos Estados Miembros sobre

temas de interés común. En estas actividades participarán las diversas instancias de

las administraciones de los Estados, así como las organizaciones al servicio de las

personas de edad avanzada, los trabajadores sociales y los interlocutores sociales.

Los temas de estos actos se referirán tanto a la contribución potencialmente

positiva de las personas de edad avanzada a la vida económica, social y cultural (en

especial desde el punto de vista del trabajo social y voluntario) como a la incidencia

del envejecimiento de la población activa sobre el mercado de trabajo, la importan-

cia de las personas de edad avanzada en el presupuesto de la seguridad social

(seguro de pensiones y de enfermedad), la prevención de accidentes y la autono-

mía física de las personas.

Por otra parte, la Comisión apoyará el lanzamiento de una campaña de

información centrada en las necesidades dietéticas y de nutrición específicas de las

personas de edad avanzada.

31

3. La preparación de la creación de una red de experiencias innovadoras

Sobre la base de una evaluación preliminar de las experiencias en curso en

los Estados Miembros destinadas a reforzar la integración socioeconómica de las

personas de edad avanzada en su entorno, y tras examinar los logros de los

estudios e intercambios de información anteriormente mencionados, la Comisión

estudiará el interés y la viabilidad de la creación de una red europea de experien-

cias innovadoras sobre temas como la contribución de las personas de edad

avanzada y la utilización de sus conocimientos y su experiencia por los jóvenes, el

desarrollo de nuevos servicios para las personas de edad avanzada (servicios

domésticos de comidas, de limpieza y de compras, servicios de compañía, etc.) y la

comprensión de las necesidades específicas de las personas de edad avanzada en el

medio rural.

Las acciones propuestas por la Comisión se llevarán a la práctica con la

ayuda de un Comité consultivo compuesto por dos representantes de cada Estado

Miembro. Además, la Comisión fomentará un gran debate a nivel europeo con las

organizaciones representativas de las personas de edad avanzada. A fin de reforzar

el diálogo con estas últimas, la Comisión creará y presidirá un grupo de enlace,

compuesto por representantes de las organizaciones de vocación europea que

trabajen con y para las personas de edad avanzada.

La Comisión propuso igualmente que el año 1993 fuera proclamado "Año

Europeo de las personas de edad avanzada y de la solidaridad entre las generacio-

nes" en respuesta a la solicitud del Parlamento Europeo.

El 26 de noviembre de 1990 el Consejo por fin aprueba una decisión sobre la

base de la propuesta que pocos meses antes le había formulado la Comisión,

recogiendo todos los extremos contemplados por aquélla y determinando que los

créditos anuales necesarios se autorizarán en el marco del procedimiento presu-

puestario anual. De acuerdo con el mandato del Consejo y con su propia propues-

ta, la Comisión crea por decisión de 17 de octubre de 1991 el grupo de enlace de las

32

personas de edad avanzada, con carácter consultivo. Compuesto, como se ha dicho,

por representantes de las organizaciones establecidas en los Estados miembros que

tengan una orientación europea y que trabajen con las personas de edad avanzada

y en favor de las mismas, sus 20 miembros son nombrados por la Comisión de

entre los 40 candidatos propuestos por las propias organizaciones, atribuyéndose

los puestos de la forma siguiente:

- Cinco puestos al Comité de coordinación de los trabajadores jubilados de la

Confederación Europea de Sindicatos

- Cinco puestos al EURAG - Federación Europea para las personas de edad

avanzada

- Cinco puestos a Eurolink Age

- Cinco puestos a la FIAPA - Federación Internacional de Asociaciones de las

Personas de Edad Avanzada.

A pesar de su carácter meramente consultivo, no cabe duda de que la

existencia de este grupo de enlace se convierte en un mecanismo de participación

de los propios interesados en la toma de las decisiones comunitarias que les

afecten. Su opinión y sus dictámenes sirven de base a las decisiones y propuestas

de la Comisión en todos los problemas relativos a la protección de los intereses de

esta categoría de población.

Finalmente, y también en acuerdo con la decisión aprobada por el Consejo

con relación a las acciones comunitarias en favor de las personas de edad avanza-

da, la Comisión elaboró una Propuesta de Decisión relativa a la organización en

1993 del Año Europeo de las Personas de Edad Avanzada y de la Solidaridad con

las Generaciones, propuesta que el Consejo ha aprobado, en fechas muy recientes,

concretamente el 24 de junio de 1992.

Los objetivos que se persiguen con esta iniciativa son:

a) poner de manifiesto la dimensión social de la Comunidad;

33

b) sensibilizar a la sociedad respecto de la situación de las personas de

edad avanzada, con las exigencias que plantea la evolución demográfica

actual y futura y con las consecuencias del envejecimiento de la pobla-

ción para el conjunto de las políticas comunitarias;

c) fomentar la reflexión y el debate sobre los cambios que serán necesarios

para hacer frente a esta situación como consecuencia de dicha evolución;

d) promover el principio de la solidaridad entre las generaciones;

e) asociar mejor a las personas de edad avanzada con el proceso de

integración comunitaria.

Para alcanzar estos objetivos se prevén tres tipos de acciones:

a) Acciones sin repercusiones financieras para el presupuesto comunitario

Se trata de acciones de carácter voluntario que llevarán a cabo operado-

res públicos y privados:

- utilización del logotipo común y del lema del Año europeo en las

campañas de sensibilización y en los actos públicos;

- difusión de información sobre el Año europeo a través de los

medios de comunicación.

b) Acciones cofinanciadas por el presupuesto comunitario

- Conferencias conjuntas con los Estados Miembros orientadas a la

realización de los objetivos del Año europeo (podrá concederse una

ayuda financiera que podrá ascender hasta el 30% del coste de di-

chas operaciones).

34

- Acciones de información y de intercambio entre organismos de

diferentes Estados Miembros que puedan fomentar la capacidad de

las personas de edad avanzada para llevar una vida autónoma, dar

una solución más adecuada a los problemas de salud de las perso-

nas de edad avanzada, valorar la contribución positiva de las per-

sonas de edad avanzada y de la solidaridad entre las generaciones,

fomentar la participación activa de las personas de edad avanzada

en la sociedad, desarrollar el diálogo y la comprensión mutua en la

Comunidad para hacer frente más adecuadamente a los problemas

de la vejez.

Para todas estas acciones, podrá concederse una ayuda financiera

que podrá ascender hasta el 60% del coste de dichas operaciones.

- Acciones de sensibilización e información a escala nacional,

enmarcadas en los objetivos del Año europeo acerca de temas que

deberán determinar el Estado miembro de que se trate y la Comi-

sión, y consistentes en:

⋅ premios y concursos

⋅ campañas de información y de publicidad

⋅ publicación de información

⋅ organización de manifestaciones

Podrá concederse una ayuda financiera, que podrá ascender hasta el

30% del coste de dichas operaciones.

- Organización, a escala comunitaria, de la conferencia de apertura y

de la conferencia de clausura del Año europeo.

- Organización de otras manifestaciones de nivel comunitario,

incluidas las que aborden el tema del tránsito progresivo de la vida

activa a la jubilación.

35

c) Acciones que serán totalmente financiadas con cargo al presupuesto comunita-

rio

- Premios y concursos a escala comunitaria sobre temas que determi-

nará la Comisión.

- Campañas de información y de publicidad a escala comunitaria en

los medios de comunicación de todos los Estados Miembros.

- Publicación y divulgación de información a escala comunitaria,

incluidos los siguientes informes:

⋅ las políticas económicas y sociales y las personas de edad

avanzada

⋅ la integración social de las personas de edad avanzada en

Europa

⋅ la encuesta "Eurobarómetro" relativa a las personas de edad

avanzada

⋅ un perfil social de los europeos de edad avanzada

⋅ una edición especial de "Europa social" dedicada a las personas

de edad avanzada

- Lanzamiento de una red de proyectos piloto de organismos

públicos y/o privados capaces de estimular nuevos planteamientos,

tanto para el aprovechamiento del potencial de las personas de

edad avanzada como para el fomento del cuidado de las personas

de edad avanzada dependientes.

Para que estas acciones alcancen su máxima eficacia, la Comunidad ha

previsto que cada Estado miembro cree un Comité Nacional de Coordinación para

la organización de la participación de dicho Estado en el Año europeo. El Comité

procurará contar con la representación de los intereses de las personas de edad

36

avanzada, en particular de los interlocutores sociales y de las principales organiza-

ciones no gubernamentales que representan a las personas de edad avanzada o se

ocupan de las mismas.

No pretendemos convencer a nadie de que las acciones que está llevando a

cabo la Comunidad en este ámbito van a solucionar todos los problemas con que

los ancianos se enfrentan en la vida cotidiana y esto sería además imposible si

tenemos en cuenta lo limitadas que han sido hasta el presente las competencias de

la Comunidad en esta materia. Pero lo cierto es que cada vez son más numerosas

sus intervenciones.

Es posible, y deseable, que a partir del Tratado de Maastricht en que, como

decimos, se abre la vía a una política social comunitaria a 11, se alcancen otros

logros a nivel europeo, puesto que la Comunidad actuará como apoyo y comple-

mento de la acción de los Estados miembros. Estos, y las administraciones locales

seguirán siendo prioritariamente competentes a la hora de legislar lo social, puesto

que se parte del principio de que este tipo de políticas deben elaborarse lo más

cerca posible de los ciudadanos, pero cederán su lugar a la Comunidad en todo

aquello en que la acción comunitaria pudiera resultar más eficaz y beneficiosa para

los interesados que la estatal.