La Pregunta Por La Nación en La Argentina Liberal (Francisco J Reyes)

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Papeles del Centro de Investigaciones 2014 55 LA PREGUNTA POR LA NACIÓN EN LA ARGENTINA LIBERAL: SALDÍAS, ENTRE LA HISTORIA Y LA POLÍTICA 1 1 Este artículo constituye una versión ampliada del trabajo presentado en 2012 en el seminario «Intelectuales y debate cívico en la Argentina del siglo XX», dictado por Carlos Altamirano en el marco del Doctorado en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario. ABSTRACT This paper aims to address one of the issues that began to acquire a growing centrality at the turn of the XIX to the XX century: the «question about the nation», through the inte- llectual work of a member of Argentine cultu- ral and political elites. From the analysis of a number of historical works of Adolfo Saldías and his interventions in the press and other articles —that acted as a complement of his interpretation of the nineteenth–century Argentina— we confront these arguments within a context of historical debates that, at the same time, acquired in occasions a po- litical connotation as they emphasized pole- mic topics. In this regard, we will take into ac- count the diagnosis made by Saldías, relating the state of the Argentinean Nation, intended as an organic and objective unit, with a natio- nality that was still under construction, and depended of a subjective contribution of di- fferent social and political actors of the end– of–century Argentina. PALABRAS CLAVE Adolfo Saldías ∙ Nación ∙ historia ∙ política ∙ Argentina liberal RESUMEN Este trabajo se propone abordar uno de los temas que comenzó a adquirir una creciente centralidad en el cambio del siglo XIX al XX: la «cuestión de la nación», a través de la pro- ducción intelectual de un miembro de las eli- tes culturales y políticas argentinas. A partir de un conjunto de textos históricos de Adolfo Saldías, así como de sus intervenciones en la prensa y revistas especializadas, las cua- les actuaban como complemento de su rela- to de la Argentina decimonónica, se cotejan los argumentos de las mismas al calor de de- bates históricos que, al mismo tiempo, adqui- rieron en ocasiones una connotación política en tanto ponían el foco en temas de carácter polémico. Al respecto, se tendrá en cuenta el diagnóstico elaborado por Saldías en rela- ción al estado de la Nación argentina, pensa- da como unidad objetiva y orgánica, y de una nacionalidad que consideraba aún en cons- trucción, dependiente de aportes necesaria- mente subjetivos de los distintos actores so- ciales y políticos de la Argentina finisecular KEY WORDS Adolfo Saldías ∙ Nation ∙ History ∙ politics ∙ liberal Argentine 3 Francisco J. Reyes

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Este trabajo se propone abordar, a partir de la obra intelectual de un miembro de las elites culturales y políticas argentinas, uno de los temas que comenzó a adquirir una creciente centralidad en el cambio del siglo XIX al XX: la “cuestión de la nación”. Considerando una serie de obras históricas de Adolfo Saldías, así como sus intervenciones en la prensa y revistas especializadas, las cuales actuaban como complemento de su relato de la Argentina decimonónica, se cotejarán los argumentos de las mismas al calor de debates históricos que, al mismo tiempo, adquirieron en ocasiones una connotación política en tanto ponían el foco en temas de carácter polémico. Al respecto, se tendrá en cuenta el diagnóstico elaborado por Saldías en relación al estado de la Nación argentina, pensada como unidad objetiva y orgánica, y de una nacionalidad que consideraba aún en construcción, dependiente de aportes necesariamente subjetivos de los distintos actores sociales y políticos de la Argentina finisecular.

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    LA PREGUNTA POR LA NACIN ENLA ARGENTINA LIBERAL: SALDAS, ENTRE LA HISTORIA Y LA POLTICA1

    1 Este artculo constituye una versin ampliada del trabajo presentado en 2012 en el seminario Intelectuales y debate cvico en la Argentina del siglo XX, dictado por Carlos Altamirano en el marco del Doctorado en Ciencia Poltica de la Universidad Nacional de Rosario.

    ABSTRACT

    This paper aims to address one of the issues

    that began to acquire a growing centrality

    at the turn of the XIX to the XX century: the

    question about the nation, through the inte-

    llectual work of a member of Argentine cultu-

    ral and political elites. From the analysis of a

    number of historical works of Adolfo Saldas

    and his interventions in the press and other

    articles that acted as a complement of

    his interpretation of the nineteenthcentury

    Argentina we confront these arguments

    within a context of historical debates that, at

    the same time, acquired in occasions a po-

    litical connotation as they emphasized pole-

    mic topics. In this regard, we will take into ac-

    count the diagnosis made by Saldas, relating

    the state of the Argentinean Nation, intended

    as an organic and objective unit, with a natio-

    nality that was still under construction, and

    depended of a subjective contribution of di-

    fferent social and political actors of the end

    ofcentury Argentina.

    PALABRAS CLAVE

    Adolfo Saldas Nacin historia

    poltica Argentina liberal

    RESUMEN

    Este trabajo se propone abordar uno de los

    temas que comenz a adquirir una creciente

    centralidad en el cambio del siglo XIX al XX:

    la cuestin de la nacin, a travs de la pro-

    duccin intelectual de un miembro de las eli-

    tes culturales y polticas argentinas. A partir

    de un conjunto de textos histricos de Adolfo

    Saldas, as como de sus intervenciones en

    la prensa y revistas especializadas, las cua-

    les actuaban como complemento de su rela-

    to de la Argentina decimonnica, se cotejan

    los argumentos de las mismas al calor de de-

    bates histricos que, al mismo tiempo, adqui-

    rieron en ocasiones una connotacin poltica

    en tanto ponan el foco en temas de carcter

    polmico. Al respecto, se tendr en cuenta

    el diagnstico elaborado por Saldas en rela-

    cin al estado de la Nacin argentina, pensa-

    da como unidad objetiva y orgnica, y de una

    nacionalidad que consideraba an en cons-

    truccin, dependiente de aportes necesaria-

    mente subjetivos de los distintos actores so-

    ciales y polticos de la Argentina finisecular

    KEY WORDS

    Adolfo Saldas Nation History

    politics liberal Argentine

    3Francisco J. Reyes

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    1. Introduccin

    Si el perodo precedente a los mltiples cambios operados en la dcada de 1880 en la Argentina estuvo dominado intelectualmente por figuras como Alberdi y Sarmiento, y ese mismo perodo se inici con un indito debate historiogrfico entre los llamados padres fundadores de la dis-ciplina, Mitre y Vicente F. Lpez, el paisaje que se advierte desde enton-ces en la Repblica de las letras nacionales adquirir ms bien un carc-ter coral2. Precisamente en ese marco Adolfo Saldas esgrimir sus armas tanto histricas como polticas. Figura no necesariamente protagnica en la historiografa, pero a partir de la cual se pueden advertir por ello mismo los matices en el debate de ideas de una poca signada por el surgimiento y la polmica en torno a una serie de cuestiones, pensadas como proble-mas a resolver por las elites.

    Una de las cuestiones que adquirir una centralidad cada vez ms pre-ponderante ser la pregunta por la Nacin y la nacionalidad argentinas, en el contexto de una de la ms fenomenales transformaciones societales producto de las modernizaciones operadas por el desarrollo capitalista. En una sociedad que se presentaba como radicalmente distinta en casi todos sus aspectos a la inmediatamente precedente, esa pregunta se tornaba tan acuciante como preocupante para los representantes de las elites polticas y culturales.

    Pero los diagnsticos elaborados, los posicionamientos ideolgicos y las soluciones propuestas, si bien coincidan en un tema que no era puesto en cuestin, tenan sus diferencias en cuanto a grados variables de opti-mismo y pesimismo, mayor o menor capacidad de inclusin del cuerpo nacional, propuestas ms o menos radicales para abordar el problema, y, finalmente, divergencias en torno a la reconstruccin de un pasado his-trico que pareca encerrar las claves que permitiran entender ese pre-sente y vislumbrar las respuestas al mismo3. En ese campo instal Saldas sus reflexiones histricas, las que se condensaron en una serie de inter-venciones que se ocuparon de elaborar un fresco de la primera mitad del siglo XIX, en tanto momento fundacional de lo que entenda era la Nacin argentina. Si bien el carcter polmico que adquirira la obra de Saldas estrib ms bien en los aspectos que l mismo juzg como positivos de la larga dictadura rosista, y en los cuales se ha centrado en general la histo-

    2 Halperin Donghi, 1996a.3 Tern, 2000; Bertoni, 2001; Devoto, 2002.

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    riografa4, aqu privilegiaremos el tema de la Nacin, el cual trascenda en sus intervenciones a la figura de Rosas.

    La Repblica federal Argentina, nunca ha sido grande relativamente, porque jams el pueblo que es la Nacin ha tomado la personera que le corresponde en esa cuestin de gobierno () El pueblo argentino es, en tal concepto, menor de edad () Cuando ese desenvolvimiento se opera en grande escala se levanta Cartago, esa ecuacin del mercantilismo, cuya incgnita era la nacionalidad que nunca se encontr () Los argentinos tenemos antepasados ilustres tambin que nos dieron, con la independen-cia y la libertad, un nombre entre las naciones civilizadas5. As expresaba nuestro autor los que seran los tpicos centrales de su intervencin histo-riogrfica, en el contexto de uno de esos microclimas que han signado los temas y problemas de las distintas generaciones intelectuales que se cons-tituyeron como tales al intervenir pblicamente en torno a ellos6.

    En efecto, Saldas afirmaba servir en esa Argentina finisecular, y a sus ojos sin aparente contradiccin, tanto a las causas de la libertad y la Rep-blica federal como a las de la Nacin y la verdad histrica, inscribindose en una singular combinacin en la estela de varias tradiciones que no era sencillo conciliar. De all tambin el fuerte tono argumentativo y polmico de sus libros y artculos en los cuales crea verse obligado a justificar una y otra vez sus opciones polticas, ideolgicas y de mtodo ante sus detrac-tores que, sin embargo, no dejaban de reconocerlo como un interlocutor.

    2. En el clima de la reaccin nacional

    Saldas naci en 1849 y obtuvo la formacin acadmica, frecuent espa-cios de sociabilidad y particip de las experiencias polticas de un tpico representante de las elites porteas. Egresado del Colegio Nacional, donde fue alumno del educador francs Amadeo Jacques, curs luego sus estu-dios en la Universidad de Buenos Aires, obteniendo su diploma de abo-gado en 1873. Por esos aos hara sus primeras armas en el Partido Auto-nomista de Buenos Aires, comenzando una larga carrera en la poltica criolla: defensor del gobierno nacional frente al levantamiento mitrista de

    4 QuattrocchiWoisson, 1995; Cattaruzza y Eujanian, 2010.5 Saldas, [1892a] 1945, I: 3 y 6, subrayado en el original. Ese gran destino no era otro que el

    construido por la perspectiva liberal en torno al rol que le estaba reservado a la Argentina y cuyo principal idelogo fue Mitre (Halperin Donghi, 2005).

    6 Sirinelli, 1986.

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    1874, sostenedor de la causa portea en 1880, incorporndose con la cri-sis de 1890 a la opositora Unin Cvica y participando de la llamada revo-lucin del Parque. Optando por la fraccin radical ante la divisin de aquella, pas a formar parte del crculo de Leandro Alem, lder de la Unin Cvica Radical (UCR), donde actu como miembro del Comit Nacional, presidente del club parroquial de San Nicols y director del peridico par-tidario El Argentino. A la muerte de aquel sigui al gobernador electo Ber-nardo de Irigoyen como ministro de Obras Pblicas de la provincia de Buenos Aires, incorporndose plenamente en el orden conservador como vicegobernador de Marcelino Ugarte, para terminar militando en el grupo sanezpeista que promovera la reforma poltica de 19127.

    Pero en paralelo y confluyendo con esa intensa actuacin poltica, Sal-das participara tambin de una serie de iniciativas que permiten dar cuenta de las modulaciones de su perfil ideolgico. Miembro del tradicio-nal Club del Progreso, periodista de la prensa facciosa portea y secreta-rio personal de Sarmiento, el joven abogado presidi en febrero de 1875 el mitin anticlerical que termin en la quema del Colegio del Salvador y fue miembro de la logia masnica Constancia (marco en el cual escribe La ley de las instituciones y un Proyecto de Constitucin masnica), hechos que actuaran como un elemento de matiz y parcial reprobacin en la posterior reivindicacin de su figura por parte de los principales representantes del revisionismo histrico argentino, corriente historiogrfica que en sucesi-vas generaciones desde la dcada de 1920 constituy a la historia liberal como el principal objetivo de sus embates polticoideolgicos8.

    Avanzada la dcada de 1880 y al mismo tiempo que se hacan evidentes en el pas los efectos de la inmigracin, Saldas abrevara en el incipiente y heterogneo movimiento nacionalista. Dicho fenmeno no es entendido aqu como una elaboracin terica e intelectual ms o menos sistemtica, sino como una proliferacin de iniciativas intelectuales, polticas y cultu-rales, provenientes tanto del Estado como de la sociedad civil, que apun-taban a exaltar un sentimiento patritico y que pona la cuestin de la

    7 Para sus datos biogrficos nos basamos fundamentalmente en Gorostiaga Saldas (1999), obra de carcter laudatorio. Su actuacin poltica puede reconstruirse a partir de sus artculos compilados en dos obras: Civilia (1888) y Pginas polticas (1912). Para su actuacin dentro de la UCR, resulta fundamental el seguimiento en la dcada de 1890 del citado rgano partidario El Argentino.

    8 Irazusta, 1968. Tanto es as que el mismo Julio Irazusta, quien consagrara a Saldas como el principal antecesor del revisionismo, se lamentara de los ditirambos con los cuales ste exal-tara, al mismo tiempo que a Rosas, a figuras representativas del panten liberal, como Rivada-via y Echeverra. Sobre las sucesivas generaciones del revisionismo histrico argentino, ver entre otros QuattrocchiWoisson, 1995; Halperin Donghi, 1996b; Cattaruzza, 2003.

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    Nacin en el centro de sus preocupaciones. El involucramiento de Saldas en ese amplio movimiento se evidenciar en su labor de escritor y publi-cista, as como en su participacin en, por ejemplo, el Comit Patritico para la naturalizacin de extranjeros (1887) junto a hombres como Sar-miento, Estanislao Zeballos y R. Senz Pea, o en la Comisin para la construccin de un Panten Nacional (1892)9. Empresas todas ellas en las cuales confluan distintas posiciones ideolgicas pero en las que los tpi-cos nacionales comenzaron a imponerse no solamente como un con-junto de ideas y creencias, sino como un proceso organizado por significa-dos y valores constituyentes y constituidos que, en la medida en que son experimentados como prcticas parecen confirmarse recprocamente, esto es, terminaron por ser hegemnicos10.

    En este clima de reaccin nacional Saldas respondera al senador italiano G. Boccardo que haba propuesto en un artculo de 1886 en el Giornale degli Economisti una accin ms directa de los italianos en sus colonias espontneas en territorio argentino publicando su Con-ditions des trangers rsidents (Paris, 1888) con argumentos a favor de una nacionalizacin compulsiva para evitar la creacin monstruosa de colonias dentro del Estado, como se llaman las varias agrupaciones de extranjeros, expresando la necesidad de reformar esa legislacin [san-cionada por la Constitucin], procediendo de manera que los extranjeros se confundan realmente con los ciudadanos, en vez de constituir reaccio-nes latentes contra el principio de la nacionalidad argentina que no est asegurado todava11. Aqu se hacen patentes los lmites que el cosmo-politismo poda alcanzar en las ideas y posicionamientos pblicos de un letrado que, pese a lo contundente de su afirmacin, argumentaba fundar su posicin en los principios liberales y humanitarios que imperaban en los Estados Unidos otro pas de inmigracin de masas y que apareca como una potencia en ascenso pero al mismo tiempo se presentaba pre-ocupado por la cuestin nacional y el status de la Argentina en el con-cierto de naciones civilizadas (vg., occidentales)12.

    9 Bertoni, 2001.10 En los trminos propuestos por Williams, 1977: 151.11 Saldas, [1892a] 1945, V: 9495.12 Son los Estados Unidos, los que cortando para siempre las teologas diplomticas que sus-

    citaban las viejas leyes de avecindados y domiciliados, han establecido y hecho triunfar sobre noventa millones de hombres el principio de que las disposiciones del derecho comn, del dere-cho civil y del derecho poltico, como de todos los deberes anexos, se extienden sin distincin a todos los que despus de un corto tiempo habitan el territorio de la gran Repblica, y a todos los que hacen su declaracin de ciudadanos inmediatamente de pisar ese suelo de libertad. Ninguna

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    Dichas cuestiones volvieron a plantearse en relacin a un tema tan sen-sible en esos aos como era el de los smbolos patrios. La posibilidad de que prosperara la propuesta del ministro del Interior de la Nacin para omitir algunas estrofas del himno nacional que podan resultar ofensi-vas para los residentes espaoles actu como disparador para que Saldas estableciera una triangulacin entre la idea de Argentina como un pas nuevo, la seguida de ella acerca de que la nacionalidad argentina an se encontraba en construccin y, finalmente, las prerrogativas que podan arrogarse los extranjeros residentes y lo que consideraba sus necesarios lmites. Ello se planteaba adems como un tipo de intervencin poltica en un clima de fuertes antagonismos facciosos y plena actividad revolucio-naria de la UCR a la cual perteneca Saldas, de forma que sus preocupa-ciones ideolgicas ms generales oficiaban tambin como argumentos a la hora de la ms coyuntural disputa polticopartidaria.

    Al respecto, una de sus intervenciones desde El Argentino afirmaba: Alegar que algn concepto de ese Himno lastima susceptibilidades de ciertos residentes en este pas, es llevar las susceptibilidades mucho ms all de lo que permiten las susceptibilidades de la nacin en que se reside, de forma que deban existir prioridades en relacin a la nacionalidad ya que ello afectaba consecuentemente extremando su argumento la misma soberana nacional, en vista de que si no la Repblica Argentina vendra a ser colocada en la categora de Egipto o de los pases recoloni-zables del Asia o del frica. La cuestin era presentada como una ame-naza porque de la integridad del himno, en tanto smbolo de toda nacin, dependan tanto la educacin patritica como el lugar del pas en el con-cierto mundial, debido a que las naciones civilizadas, por convenio tcito, se toleran recprocamente todos esos motivos () esas expresiones simbo-lizan glorias nacionales que deben perpetuarse13.

    Sin embargo, esta postura en torno a la cuestin de los inmigrantes y sus opciones polticoculturales, no llegara a extremarse hasta el punto de legitimar soluciones draconianas como las propuestas hacia el Cente-nario con la llamada ley de Defensa Social. Al solicitrsele en ese clima su opinin acerca del anarquismo, la respuesta de Saldas da cuenta de un

    nacin reclam jams con xito del gobierno de los Estados Unidos por la aplicacin de esos prin-cipios liberales y humanitarios. (Saldas, [1892a] 1945, IV: 75, subrayado en el original).

    13 Saldas [1893] 1912c: 4142. Acerca de la polmica en torno al proyecto de omisin de las estrofas del Himno, apoyado por asociaciones de la comunidad espaola, y la oposicin de dia-rios, intelectuales y asociaciones, en el contexto de una reconfiguracin de las relaciones his-panoargentinas a fines del siglo XIX, cfr. Bertoni, 2001: 179184.

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    nacionalismo no excluyente. Aunque entenda que el anarquismo como asociacin internacional, puede ser considerada para las sociedades ame-naza mayor, habra bastado que el pueblo, el pueblo argentino, entin-dase bien, exteriorice sus energas, en nombre de su innegable derecho a la vida, al bienestar, al progreso, para que la reaccin extranjera ceda, lo que sera ms humano que perseguir y aprisionar al que quin sabe por qu cmulo de circunstancias se coloca en estado de guerra sin cuartel con la sociedad en que vive14.

    3. Una Historia y su polmica

    La primera edicin en tres tomos de la gran obra histrica de Saldas vio la luz en Pars entre 1881 y 1887 bajo el nombre de Historia de Rozas y su poca15. Difundidos prontamente en Argentina, los tomos encendieron una polmica que hizo adquirir notoriedad a su autor al reeditarse en Bue-nos Aires en 1892. Pensada y entendida como obra intelectual erudita, la Historia de la Confederacin Argentina se inscriba dentro de los cnones de un campo cultural en plena gestacin, que comenzaba a adquirir reglas de circulacin y legitimacin, pero que an no gozaba de una autonoma relativa lo suficientemente diferenciada de otras fuentes de autoridad16.

    Para lo que aqu nos interesa, la problematizacin de la cuestin de la Nacin por parte de Saldas, es necesario entender el cuadro histrico

    14 Saldas, [1910] 1912c: 162163. En tanto liberal, Saldas consideraba que En este pas nuevo, lleno de vida, donde el trabajo llama, porque hay muchsimo que hacer, el anarquismo no tiene base seria. Segn esta concepcin, en un pas abierto al progreso y con posibilidades de ascenso social el conflicto era una anomala diferenciando una inmigracin buena y mayori-taria de otra mala y minoritaria no dejaba de plantear un diagnstico comprensivo de dicho cmulo de circunstancias y sustentaba una prospectiva esperanzada en vista de que no hay perversidad perdurable; de que las miserias, las injusticias, los dolores, engendran las ms de las veces la perversidad (Ibd.). Las reminiscencias alberdianas que destacaban las virtudes del trabajo inmigrante en la construccin de una nacin nueva han sido destacadas en relacin a su novela Bianchetto. La patria del trabajo (1896) (Devoto, 2002: 22).

    15 Como l mismo aclarara luego, la base documental compuesta de la correspondencia de Rosas que sustent su labor heurstica le fue facilitada en Europa como donacin por parte de la hija de ste (Saldas, [1904] 1948: 25).

    16 Altamirano y Sarlo, [1980] 1997; Myers, 2004. En relacin a las disputas polticoideolgicas, como afirman Cattaruzza y Eujanian, a fines del siglo XIX la investigacin acerca de los gobiernos de Rosas se cruzaba con la poltica actual, lo cual era advertido por varios de los intelectuales involucrados en la tarea. De todas maneras el examen del perodo rosista no pona en riesgo por entonces los acuerdos polticos de fondo que se haban tejido despus de Caseros. (2010: 562)

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    construido por l para la primera mitad del siglo XIX rioplatense. Por ello creemos pertinente abordar tambin una obra posterior de 1906, La evolu-cin republicana durante la Revolucin Argentina, ya que la misma ven-dra a completar el relato iniciado con la Historia, al ocuparse del perodo precedente de las dos primeras dcadas posteriores a 1810. Lo cierto es que la Historia tuvo su primer rplica en una carta de Mitre publicada en La Nacin, en donde quien Saldas llamaba su maestro en el mtier de his-toriador se encarg de separar este aspecto de su obra, al que elogia larga-mente (habla de la inmensa labor que encierra su libro), de su sentido poltico y moral. Mitre encontraba al mismo deplorable, entendiendo el envo del libro por su discpulo como un arma de adversario en el campo de la lucha pasada, y an presente, aunque lo reconoce como un pro-ducto de la inteligencia. La amonestacin del historiador de Belgrano y San Martn era contundente y con Rosas no poda haber matices:

    Se ha propuesto V. la rehabilitacin histrica, poltica y filosfica de una tirana y

    de un tirano () dndole una gran significacin nacional y orgnica () y esto, en

    presencia del siglo XIX en que el mundo est gobernado por la libertad, por las ins-

    tituciones, por la moral pblica.17

    Esta respuesta estaba a tono con la condena de lo que Saldas llamaba en su obra la escuela histrica autoritaria, que era a su entender que la representada por los vencedores de Caseros, en la cual ubicaba al propio Mitre y a Lpez. Como sostendra posteriormente en la polmica con otro historiador de Rosas, Jos M. Ramos Meja, su bsqueda era la de la ver-dad histrica. Ramos haba sido su compaero en el Colegio Nacional y lo sindicaba como miembro de nuestra generacin, incluyendo en la misma a quienes no haban estado involucrados en la lucha antirrosista, colectivo al que dedicara su Historia. De esa forma, intentaba demostrar una asepsia analtica que no era reflejaba por su obra18, al expresar que en

    17 Mitre, 1887, en: Saldas, [1892a] 1945, I: XVII.18 Saldas se posicionaba lejos de la pasin partidista y se remita al archivo donde se encuen-

    tran estos antecedentes (HCA, I: 84). Sobre el manual Historia Argentina de Lpez, que descalifi-caba su Historia de la Confederacin como panegrico de Rosas, la contraofensiva se planteaba en trminos generacionales: Por qu, pues, el doctor Lpez estara ms habilitado que yo para pronunciar la verdad histrica, an prescindiendo de la circunstancia de que ha sido parte en la contienda y por consiguiente no puede ser juez de ella? (Saldas, [1896] 1912a: 47). En cuanto al anlisis de Ramos, opinaba que Su libro en sus conclusiones y diagnstico, es el espejismo de la propaganda del pasado que l exhuma con perfiles cientficos, y nuevamente se defenda de las acusaciones: Ante todo, debo rectificar: yo no he escrito la historia de Rozas, sino de una

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    la sucesin de hechos descarnados que he apuntado () me he limitado a mencionarlos y a hilvanarlos, sin preocuparme de que pudieran halagar las pasiones de los que fueron unitarios o federales, las cuales no me lle-gan, porque en mi espritu se derrumban las tradiciones19. Lo que estaba en juego era el posicionamiento del historiador ante su objeto de anlisis, esto es, la pretensin de objetividad dentro de la disciplina, as como el influjo de sus valores polticoideolgicos en dicha tarea.

    Esta idea de sntesis y superacin histricopoltica constituye un dato clave de su obra. Saldas no crea necesario privilegiar los valores de la Nacin en detrimento de los de la Libertad, la Repblica o la verdad his-trica, porque entenda que la realizacin de una iba de la mano de las dems. De hecho, no deja de encontrar a la suma del poder pblico de Rosas como una monstruosidad aunque sustentada en el consenso de la sociedad de la poca, y tampoco pierde oportunidad de hacer profesin de fe liberal en todos los campos al afirmar que:

    No es ahora cuando voy a hacer mi profesin de fe sincera en materia de libertad

    y de gobierno. La he hecho en el terreno sereno de los principios; he luchado por la

    libertad en el campo de las revoluciones abatidas; he tenido el honor de sufrir por

    ella, y la sostengo con el anhelo con que se persigue una ilusin siempre nueva.20

    Otra fuente de legitimidad que no se priv Saldas de esgrimir en sus polmicas era el origen patricio de su ascendencia familiar (mi abuelo don Francisco Castellote, uno de los firmantes del acta del 25 de mayo de 1810)21, algo que comparta con sus interlocutores como Lpez y Ramos. Ello daba cuenta de los principios de autoridad de la palabra en un campo histrico an no consolidado en torno a criterios especficos dentro del mismo, en donde el origen social y la pertenencia a ciertos espacios de sociabilidad notabiliar jugaban un rol todava esencial.

    En este sentido, la respuesta negativa que Saldas diera al presidente de la Junta Directiva del recin creado Ateneo pensado con un sentido

    poca de mi pas () Tampoco he credo que deba buscar el caso patolgico como lo piensa el doctor Ramos Meja () He estudiado el medio, el cuerpo social y las evoluciones polticas que explican a Rozas (Saldas, [1907] 1912a: 178 y 180181).

    19 Saldas, [1898] 1912b: 109. Acerca de Saldas como parte de una nueva generacin polticointelectual la del Noventa y su reflexin acorde a una nueva agenda de temas y problemas diferente a la generacin postCaseros, cfr. Tern, 2000.

    20 Saldas, [1892a] 1945, IX: 181.21 Saldas, [1907] 1912a: 180.

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    nacional22, el cual lo invitaba a formar parte del mismo en 1892, otorga una doble pista. Por un lado, nuestro historiador era considerado por sus pares como un cabal representante de la Repblica de las letras, en tanto su actuacin se extenda desde la publicacin de libros histricos y litera-rios, hasta la de artculos periodsticos (en El Argentino, La Nacin, La Prensa, etc.) y revistas especializadas (La Biblioteca, la Revista de Dere-cho, Historia y Letras, etc.) en calidad de crtico legitimado por quienes se reconocan como colegas. Pero, por otro lado, l mismo consideraba que los objetivos de una produccin literaria y artstica de caracteres propia-mente argentinos eran an prematuros, al ser Argentina un pas nuevo y en plena evolucin pero con instituciones culturales incipientes que no haban llegado todava a cimentar progresos trascendentales por la obra de sus sabios () a contar en fin, como entidades en el concierto de las naciones civilizadas23. La idea del pas nuevo, que vemos reiterada en sus escritos, le haca ver en esas iniciativas el intento errneo de dar cuenta de las expresiones artsticas de una nacionalidad que no se encon-traba an consolidada, de forma que esas iniciativas deban antes contri-buir a ese proceso que a oficiar como su resultado natural24.

    4. El prisma de la historia: una nacin nueva y en plena evolucin

    El concepto de Nacin que Saldas desarrollar a lo largo de sus libros responda a lo que se conoce como concepcin gentica, heredera tanto del historicismo romntico como del organicismo de raz ms positivista. Ello implicaba que la Nacin era entendida como una entidad objetiva, un cuerpo vivo que nace conteniendo un conjunto de elementos y tiene una temporalidad que evoluciona hacia su plena consumacin, lo que le dara su especificidad histrica en relacin a las otras naciones, las cua-les habran discurrido por canales histricos tambin especficos, aun-que para el caso rioplatense la decisin de ciertos lderes polticos habra

    22 Sobre la creacin del Ateneo y los primeros intentos de dar cuenta de un arte nacional, por medio de un cruce que su impulsor Eduardo Schiaffino consideraba necesario entre autonoma del arte y cuestin nacional, ver Malosetti Costa, 1999.

    23 Saldas, 1892b: 44.24 Saldas emitira una opinin an ms contundente al resear el libro de Juan lvarez Orgenes

    de la msica argentina: No ha habido msica argentina; no hay msica argentina; como no ha habido ni hay pictrica argentina, ni escultura argentina (...) no se desenvuelve con perfiles pro-pios en poco ms de medio siglo de vida evolucionaria que acaba de transcurrir para el pas argentino. (Saldas, [1908] 1912b: 164).

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    tenido un papel clave como actores privilegiados del sentido de esa his-toria25. En esta senda Saldas propone una historia que es esencialmente narrativa, siguiendo el estilo de su maestro Mitre, lo que le permita argu-mentar al mismo tiempo que expona los hechos, refutando a quienes con-sideraba ciegos a causa de sus prejuicios ante el hecho de haber sido protagonizados aquellos por un tirano como Rosas26.

    Ese carcter objetivo se vera matizado en su anlisis por los conteni-dos subjetivos de la Nacionalidad, entendida como una identidad que deba alentarse y llenarse de contenido mediante el sentimiento patritico, esto es, un conjunto de valores considerados como deseables, los cuales en Sal-das remitan a los valores republicanos y liberales. En cuanto a ello, los ejemplos histricos propuestos por nuestro autor para contribuir a la cons-truccin de la Nacionalidad no dejaban de ser polmicos, haciendo patente una evidente connotacin facciosa: la revolucin del 8 de octubre de 1812 que dio por tierra con el Primer Triunvirato o la misma revolucin de julio de 1890, de la que el mismo Saldas haba sido partcipe27.

    Retornando a su planteo en torno a la idea de Nacin, la misma estaba permeada en su evolucin por una necesidad histrica, en tanto deban cumplirse una serie de etapas inevitables en un proceso pensado como regeneracin, en las cuales se desarrollaran progresivamente los ele-mentos que la distinguiran. Como expresaba en su primer libro, el Ensayo sobre la historia de la Constitucin argentina (1878), la revolucin de Mayo de 1810, junto a la norteamericana y la francesa, constituiran las nicas revoluciones orgnicas, esto es, Revoluciones llamadas a trans-formar completamente una o ms sociedades () como si hubiera una Pro-videncia misteriosa para los pueblos () La Revolucin de Mayo fue el nacimiento a la vida de un pueblo () fund una nueva Nacionalidad, y, al mismo tiempo, adelant un programa de organizacin poltica y social que nos ha permitido, despus de una serie de evoluciones perfectamente lgi-cas, ocupar un puesto entre los pueblos libres y civilizados28. Esta compa-racin con las grandes revoluciones polticas modernas no constituye un dato menor a la hora de ponderar esa concepcin que haca de la Argen-

    25 Palti, 2003.26 En esa narrativa encontraba Julio Irazusta uno de los aspectos ms sugestivos de la obra his-

    trica de Saldas: una narracin de extraordinario bro, que les dio ms valor del que hubiesen tenido aisladamente () el arte de la composicin, ms importante para la gran literatura que el don del estilo, Saldas lo tena en un grado extraordinario. (1968: 225).

    27 Saldas, [1893a] 1912b: 58.28 Saldas, 1878: 67.

  • 66

    tina un pas nuevo y portador de un gran destino dentro de las nacio-nes civilizadas29.

    En obras posteriores estos a priori conceptuales no seran puestos en cuestin, pero el foco estara posado en otros fenmenos: las provincias, el rgimen rosista y la soberana nacional (Historia de la Confederacin Argentina); la herencia poltica del perodo colonial, la lucha de tenden-cias republicanas y monrquicas durante la larga Revolucin Argentina y las conspiraciones extranjeras (La evolucin republicana durante la Revolucin argentina). Precisamente, esa idea de un proceso revoluciona-rio extendido en el tiempo y de lenta consolidacin le permita a nuestro autor plantear el carcter gentico, progresivo y en constante regene-racin que dara especificidad a la Nacin poltica argentina.

    Al entender que el pueblo argentino producto de la revolucin haba experimentado el inmovilismo colonial, el mismo era para Saldas entonces menor de edad, de all que sus aspiraciones y los tegumen-tos de la democracia embrionaria se expresaran en facciones, tenden-cias, caudillos y grandes hombres30 como Rosas31. ste, producto de la necesidad histrica, fue el genuino representante de una poca que no se haba sucedido todava y que deba marcarse32. Pero cules haban sido entonces para Saldas los aportes fundamentales del tirano a la causa de la nueva Nacin que sus adversarios se negaban a reconocer? Los mismos habran sido concretamente dos y por ello intentara cubririse del mote de panegirista de Rosas confirmando un liberalismo que en su exposicin,

    29 Dicha concepcin sera llevada a un nuevo nivel unos aos despus por Ricardo Rojas en Blasn de Plata, al afirmar que la Revolucin de Mayo habra constituido un hito histrico an mayor que la norteamericana y la francesa, al conjugar la libertad con la igualdad: su brusca ascensin a semejante cima no ha sido superada en la historia de las democracias. (Rojas, 1910: 128).

    30 Saldas, 1906: 5 y 41.31 Para nuestro autor ste haba tenido en la historia un papel tan aborrecible como necesario, para

    lo cual citaba la autoridad en boga de Ernest Renan y su Histoire du Peuple dIsrael, el que expre-saba en una polmica en el seno de la Tercera Repblica Francesa que Esos ataques, esas dure-zas de Napolen que tanto chocan a Mr. Taine, eran una parte de su fuerza. Urbano, modesto como nosotros, no hubiese descollado. (Saldas, [1892a] 1945, IX: 178179).

    32 Saldas, [1892a] 1945, IX: 168, subrayado nuestro. Poco despus Ernesto Quesada, otro historia-dor de Rosas con quien Saldas polemizara, se hara eco de algunas de las principales ideas de ste al reivindicar las supuestas tendencias nacionales de su gobierno y el carcter de necesi-dad histrica del mismo: a pesar de no constituir un ideal del punto de vista de la libertad y del progreso, fue una consecuencia lgica del momento histrico en que le toc actuar, y pudo rea-lizar ms o menos conscientemente la difcil evolucin que conduce a un pueblo de la anar-qua al orden (Quesada, 1898: 304 y 306).

  • Papeles del Centro de Investigaciones 2014 67

    en ocasiones, era arriado en pos unos fines nacionales considerados como supremos a cualquier otro valor poltico.

    Por un lado Saldas entiende que el Pacto Federal de 1831 continuaba la evolucin orgnica de la revolucin al unir bajo el credo federal a las provincias rioplatenses que se haban disgregado: se vio por primera vez desde que Moreno y dems prceres de 1810 lanzaron la idea de un pue-blo argentino, de una Nacin argentina, el hecho consumado sobre bases orgnicas de una Confederacin Argentina de los pueblos desde el Plata hasta los Andes33. Resulta interesante en este punto que su reivindica-cin de los caudillos tuviera un lmite en determinadas conductas, funda-mentalmente las de los representantes de la Banda Oriental, justo cuando las exigencias de una situacin rodeada de peligros, que reclamaba ms que nunca la unificacin de la patria argentina con los pueblos que fun-daban en ella su ser poltico futuro. Y los hechos probaban que la Banda Oriental no entraba en ese programa:

    En pos de Artigas que, a fuer de abrigar ese mismo sentimiento, se hizo dos

    veces traidor de su patria, vino Lavalleja imbuido de ese mismo sentimiento

    () Pero uno y otro pertenecan a la escuela del aislamiento provincial, en la

    que se profesaba el odio a los porteos, que era como clasificaban a los argen-

    tinos, a todos los pueblos fieles de 1810, punto de arranque de su nacionali-

    dad () estuvieron de acuerdo en violentar una ley de la naturaleza y de la

    historia, separando su provincia de la nacin argentina.34

    El hecho de que la Confederacin se presentase bajo bases orgni-cas, respetando esa evolucin entendida como necesaria de acuerdo a su planteo teleolgico, le permite salvar las distancias ideolgicas con el autoritarismo rosista que lo posibilit al advertir que el mismo haba sido tan vergonzante como se quiera bajo la gida de un gobierno fuerte engendrado entre reacciones y represiones sangrientas, pero susceptible de asentarse (como se asent despus), sobre bases libres y amplias35.

    Y si el Pacto y la Confederacin se instituyen como las instancias nacionales en la organizacin poltica interna, la defensa de la sobera-na ante la agresin de las potencias extranjeras se erige en el otro gran aporte del gran hombre, en tanto intrprete de la poca que le toc vivir.

    33 Saldas, [1892a] 1945, IX: 170, subrayado en el original.34 Saldas, [1892a] 1945, I: 198199, subrayado en el original.35 Saldas, 1906: 346.

  • 68

    Pero la retrica historiogrfica de Saldas no deja de ser facciosa: los alia-dos de esas potencias que atentaban contra la integridad nacional no son otros que los unitarios, deslegitimados adems por haber continuado las tendencias centralistasmonrquicas del perodo colonial. En sus obras, esa verdadera conspiracin de enemigos internos y externos que fue la coalicin de Inglaterra, Francia, el partido unitario, Bolivia y Rivera desde Uruguay, haba perseverado en sus ensueos monrquicos an a costa de la desmembracin y retaceo de la Confederacin Argentina, librndose a las miras ambiciosas de las potencias europeas36. En tren de valoracio-nes, la reivindicacin en clave nacional del Restaurador en el tomo titu-lado Los aliados contra Rozas no tiene matices ideolgicos, ya que esta-ban en juego, a su entender, esos superiores fines nacionales:

    Rozas resisti a esas agresiones en nombre del derecho de la patria que por

    la fuerza de los hechos l lleg a personificar () Rozas era el ms fuerte

    ante la justicia que le discernieron las dems naciones, y el que desbarataba

    por la primera vez en el mundo los planes recolonizadores de las grandes

    potencias () Y ese gobernante interpret el sentimiento nacional.37

    Pero si los unitarios por sus errores y Rosas por ser un tirano pese a consolidar la Nacin eran ms o menos reprobables, encuentra Saldas algn ejemplo en la historia digno de ser imitado, representando a la vez las aspiraciones nacionales y las ideas ms progresistas? Ese ejemplo pol-tico e ideolgico sera el de la iniciativa orgnica de 1837 y fundamen-talmente el de Echeverra y su programa de la regeneracin de la patria, plantendose como una sntesis superadora, que gracias a la continuacin de su obra por Alberdi se habra plasmado en la Constitucin de 1853. Es todo un programa poltico, societal y civilizatorio el que ve encarnado en el Dogma Socialista, que fundi en el crisol de la virtud cvica las ideas que exaltaba el furor de los partidos () eco de las aspiraciones supremas de la patria, proclamando los principios orgnicos () que comprendieran en lo posible las aspiraciones coetneas y las vinculara a la tradicin pro-gresiva de la revolucin de 1810, por medio de un mecanismo institucional que as en lo poltico como en lo social y econmico, tenda al fin supremo de consolidar la nacionalidad y el gobierno libre38. A partir de all es que

    36 Ibd. 37 Saldas, [1892a] 1945, IV: 65, subrayado nuestro.38 Saldas, [1892a] 1945, IV: 2324.

  • Papeles del Centro de Investigaciones 2014 69

    se referira en varias de sus intervenciones a la idea del partido nuevo que llevara adelante esa sntesis.

    El ejemplo echeverriano de la Joven Generacin Argentina sera invo-cado por el historiador de la Confederacin de forma que el rescate de una tradicin nacional que empalmaba con la tradicin progresiva de Mayo no poda ser sino una operacin poltica basada en una tradicin selectiva, en tanto se privilegiaban ciertos ejemplos del pasado por sobre otros, cargndolos de valores que se consideraban como superiores a otros disponibles y que, por ello mismo, parecan ser los ms legtimos a la hora de una ms abarcativa identificacin cultural y poltica39. En el caso de Sal-das es la figura del intelectual/polemista la que le otorga singularidad a sus opiniones y la que matiza los planteos predominantes de la poca, y no su pertenencia primero a la UCR y luego a la dirigencia del orden con-servador.

    5. Consideraciones finales

    Llegado este punto, nos encontramos en condiciones de avanzar cier-tas conclusiones. Si un dato apareca entonces como evidente en sus diag-nsticos era que, tanto para el momento en que publicara su Historia y luego su Evolucin republicana, entenda Saldas que el pas atravesaba una crisis moral que era al mismo tiempo una crisis nacional, y sus refe-rencias al presente de su escritura son explcitas. En tren de historizar y contextualizar polticamente cada una de esas intervenciones, si en la pri-mera la amenaza era la Cartago del mercantilismo producto de los malos gobiernos del PAN, en los cuales se privilegi segn su perspectiva la repblica del inters por sobre la repblica de la virtud, en la segunda el diagnstico del presente no era muy distinto, y si bien los argentinos haban realizado grandes progresos materiales porque el progreso es inherente al desenvolvimiento vegetativo de todos los pases en va de formacin han descendido en lo moral y lo poltico. Como expresaba en carta al poeta telurista francs Frdric Mistral a propsito del envo que ste le hiciera de su libro Mirelle lo que daba cuenta de su trama de relaciones intelectuales, tejidas muchas de ellas a partir de sus viajes a Europa, un Saldas ya integrado en la elite poltica conservadora escri-ba: No desconozco el valor de las cosas del cuerpo de la Nacin, sola-

    39 El concepto de tradicin selectiva pertenece a Williams, [1977] 2009: 159.

  • 70

    mente deseo que ellas no nos lleven a olvidar que al lado de su cuerpo hay tambin su alma40.

    De esta forma, las preocupaciones que Saldas presentaba en torno a la cuestin de la Nacin en el cambio de siglo empalmaban con las de la mayor parte de las elites polticas y culturales en el auge de la Argentina liberal, todas las cuales terminaran por instalar a esa como la cuestin hegemnica hacia el momento del Centenario. Pero ya hemos visto que esos temores de una Nacin amenazada por la modernizacin y sus con-secuencias sociales y polticas no alcanzaron en nuestro autor, en la radi-calidad de sus soluciones, a los expuestos por un Miguel Can con la lla-mada Ley de Residencia o las leyes represivas de 1910. Si bien hacia la dcada de 1890 el historiador de Rosas pareci encontrar en la UCR una fuerza poltica que condensara esas preocupaciones en torno a la regene-racin de la patria, ello no obst para que luego se integrara ms cabal-mente en el seno de la elite dirigente conservadora. Sin embargo, hemos visto que sus inquietudes polticoculturales ms generales trascendieron su pertenencia a determinada constelacin poltica en particular, al reite-rar y refinar una serie de planteos y argumentos, algunos de los cuales ya haban sido formulados incluso a fines de la dcada de 1870, aunque su exposicin ms sistemtica data del contexto de profundas transforma-ciones sociales, polticas y culturales que comenzaron a cristalizar como cuestiones problemticas en las dos dcadas posteriores. En estos mati-ces a la hora de efectuar una valoracin de la historia nacional, as como en el devenir de su participacin en la poltica facciosa del orden conserva-dor, parecen radicar, en nuestra opinin, la importancia de los cruces de su biografa poltica con su biografa intelectual y la tensionada relacin de ellas con los campos de intervencin ms generales en los que actu Saldas, en el contexto particular de la Argentina findesiglo.

    Coherente con su concepcin progresiva y teleolgica del devenir hist-rico de la Nacin argentina, la prospectiva que intua Saldas para el futuro no era, no obstante, sombra, sino ms bien esperanzada: un continuado clima de oportunidades y una eficiente pedagoga patritica contribui-ran a la consolidacin futura de los valores que conformaran la naciona-lidad41. Tal como respondiera en 1909 ante el requerimiento de un repre-

    40 Saldas, 1906: 360361, subrayado nuestro.41 Diagnstico y solucin no muy distintos a los que planteara su antagonista Ramos Meja en Las

    Multitudes argentinas (1899), ya que si bien su reaccin era ms bien de animadversin hacia el aluvin zoolgico de la masa inmigratoria, confiaba tambin en su argentinizacin, y l mismo sera una figura central como cabeza del Consejo Nacional de Educacin en la instauracin de una

  • Papeles del Centro de Investigaciones 2014 71

    sentante del Consejo Nacional de Educacin, para contribuir a fijar el carcter nacional del pueblo argentino no habra ms que promover en las escuelas del Estado las frmulas morales presentes en libros como el Dogma socialista de Echeverra y sus principios patriticos, humanita-rios y civilizatorios42. Era la respuesta de un hombre que pretenda ser-vir, al mismo tiempo, a las causas de la Libertad, la Nacin, la Repblica y la verdad histrica, con todos los matices y contradicciones que ello podra acarrear para un miembro pleno de las elites que encontraba en Rosas una significacin nacional pero sin llegar a poner en cuestin, al sostener esa combinacin, los fundamentos bsicos de la Argentina liberal.

    verdadera liturgia patritica escolar (Tern, 2000; Devoto, 2002). 42 Saldas, [1909] 1912c: 147148].

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