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Tesis doctoral La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera Presentada por María Briones González Directora Cristina Barreiro Gordillo 2017 UNIVERSIDAD CEU SAN PABLO Departamento de Humanidades Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación

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Tesis doctoral

La prensa madrileña ante el final de

la Dictadura de Primo de Rivera

Presentada por

María Briones González

Directora

Cristina Barreiro Gordillo

2017

UNIVERSIDAD CEU SAN PABLO

Departamento de Humanidades

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación

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A la memoria de mi abuelo,

fiel lector de periódicos,

que habría disfrutado

mucho leyendo esta Tesis.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

Quiero mostrar mi más sincero agradecimiento a cuantas personas me han

ayudado en este trabajo. En primer lugar, a Cristina Barreiro, mi directora, sin cuyo

estímulo y apoyo no hubiera podido llegar al final.

Al personal de la Biblioteca Nacional, donde tantas horas he pasado consultando

libros y periódicos; al de la Hemeroteca Municipal y al de la Biblioteca de Humanidades

de la Universidad CEU San Pablo, especialmente a Nieves por orientarme en la búsqueda

bibliográfica.

Por último, agradezco a mi familia su comprensión y aliento a lo largo de estos

años dedicados a la Tesis. En especial, a mi abuela por permitir que “ocupara” su casa y

a mis hermanas Marta y Blanca por su inestimable ayuda.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Índice

1 INTRODUCCIÓN 6

1.1 Justificación y relevancia 6

1.2 Objetivos e Hipótesis 9

1.3 Estado de la cuestión 12

1.4 Metodología y fuentes 22

1.5 Estructura de la investigación 26

2 CONTEXTO HISTÓRICO 29

2.1 La España de Alfonso XIII 29

2.2 La crisis de la Restauración 31

2.3 El republicanismo y el auge del movimiento obrero 33

2.4 Antecedentes del golpe de Estado 33

2.4.1 1905: ¡Cu-cut! 34

2.4.2 La Ley de Jurisdicciones de 1906 35

2.4.3 La Semana Trágica de Barcelona 36

2.4.4 La Triple Crisis de 1917 37

2.4.5 Discurso de Alfonso XIII en el Círculo de la Amistad 39

2.4.6 El Desastre de Annual 41

2.4.7 El Expediente Picasso 42

2.4.8 El problema del orden público 44

2.5 La Dictadura de Primo de Rivera 45

2.5.1 El general Primo de Rivera 45

2.5.2 La conspiración militar 48

2.5.3 Alfonso XIII ante el golpe de Estado 52

2.5.4 El Directorio militar (1923-1925) 58

2.5.4.1 Primeras medidas 58

2.5.4.2 La visita de los Reyes y Primo de Rivera a Italia 62

2.5.4.3 La relación entre Alfonso XIII y Primo de Rivera 64

2.5.4.4 La Unión Patriótica 65

2.5.4.5 El Desembarco de Alhucemas 66

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

2

2.5.5 El Directorio Civil (1925-1930) 67

2.5.5.1 La Asamblea Nacional 72

2.5.5.2 Los intelectuales y la Dictadura 74

3 LA PRENSA Y LA DICTADURA 81

3.1 La legislación de la prensa durante el primer tercio del siglo XX 81

3.2 La instauración de la censura previa 83

3.3 La reacción de la prensa ante el golpe de Estado 89

3.4 Los periódicos de empresa 95

3.5 Las notas oficiosas 98

3.6 Los avances periodísticos 99

3.7 La Nación 101

3.8 La Época 102

3.9 El Debate 103

3.10 ABC 104

3.11 El Sol 106

3.12 La Libertad 107

3.13 El Socialista 109

4 LA AGONÍA DE LA DICTADURA (1929-1930) 110

4.1 Los deseos de la prensa para 1929 111

4.2 La amenaza de huelga general en Barcelona 119

4.3 La sublevación de Ciudad Real 121

4.4 La detención de Sánchez Guerra 133

4.5 Adopción de medidas extraordinarias 135

4.6 El control sobre la prensa 139

4.7 La reorganización del Arma de Artillería 151

4.8 El miedo al socialismo en los medios conservadores 154

4.9 ABC y El Debate solicitan un estatuto de prensa 164

4.10 El conflicto universitario 169

4.10.1 Inicio del conflicto 170

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

3

4.10.2 El cierre de la Universidad Central 180

4.10.3 La campaña de la prensa extranjera 187

4.10.4 La carta de Menéndez Pidal 193

4.10.5 La prensa discute el conflicto estudiantil 198

4.10.6 El cierre se extiende por las universidades españolas 203

4.10.7 El restablecimiento de la vida universitaria 207

4.10.8 La Federación Profesional de Estudiantes 210

4.11 La Dictadura y el régimen de censura 212

4.12 Primo de Rivera anuncia que no se ve mucho tiempo más en el poder 215

4.13 La Unión Patriótica y el Somatén 216

4.14 La manifestación a favor del Gobierno 219

4.14.1 Quejas por el tratamiento de la prensa a la manifestación 231

4.15 Las Exposiciones de Sevilla y Barcelona 234

4.16 ABC pide una amnistía 242

4.17 La amplitud de la censura 243

4.18 El 1 de mayo en los periódicos 246

4.19 La Época, El Debate y ABC piden la creación de un partido conservador 247

4.20 El programa político de El Sol 259

4.21 Petición de nuevos partidos 270

4.22 El manifiesto de los jóvenes intelectuales 278

4.23 El anteproyecto de Constitución 282

4.23.1 El plebiscito 282

4.23.2 Futura constitución o reforma de la Constitución de 1876 285

4.23.3 Los diarios piden que cese la censura 289

4.23.4 La prensa discute el proyecto constitucional 291

4.23.5 Opiniones al proyecto constitucional 303

4.23.6 Los aspectos más polémicos de la reforma constitucional 312

4.23.7 La ampliación de la Asamblea 319

4.23.8 Rechazo unánime al anteproyecto 329

4.23.9 El Gobierno aplaza la reforma constitucional 334

4.24 La entrevista de Romanones con Primo de Rivera 336

4.25 La reorganización de la Academia de Jurisprudencia 338

4.26 Cambó presenta Las dictaduras 340

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

4

4.27 El libro de Villanueva: El momento constitucional 343

4.28 Las memorias de Romanones 344

4.29 El hecho y la idea de la Unión Patriótica 345

4.30 La conmemoración del 13 de septiembre 347

4.31 El Sol realiza una encuesta a los jóvenes 353

4.32 La organización de las fuerzas liberales 356

4.33 La movilización del republicanismo 358

4.33.1 El artículo de Marañón 363

4.34 Las confesiones de Primo de Rivera al director de La Nación 366

4.35 El estado de la opinión pública 368

4.36 El apoyo al Gobierno 370

4.37 El consejo de guerra a Sánchez Guerra 373

4.38 Rumores de crisis 375

4.39 Los periódicos debaten la salida de la Dictadura 377

4.40 Los artículos de Primo de Rivera en ABC y La Nación 384

4.41 La reorganización de la Unión Patriótica 393

4.42 El presidente ofrece una valoración del año 1929 396

4.43 Primo de Rivera expone su plan político al Rey 396

4.44 Los diarios comentan la vuelta a la normalidad 403

4.45 La depreciación de la peseta 409

4.46 La dimisión de Calvo Sotelo 415

4.47 Rumores de conspiraciones militares 417

4.48 Primo de Rivera niega la crisis 418

4.49 La consulta a los capitanes generales 420

4.50 La censura impide comentar la nota 426

4.51 La dimisión de Primo de Rivera vista por los diarios 428

4.52 La última nota oficiosa de Primo de Rivera 436

5 ANÁLISIS ESTADÍSTICO 440

6 CONCLUSIONES 448

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

5

7 FUENTES BIBLIOGRÁFICAS 462

7.1 Fuentes Hemerográficas 462

7.2 Bibliografía 463

ANEXOS 492

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

6

1 INTRODUCCIÓN

1.1 Justificación y relevancia

Durante el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX la prensa era para la mayoría

de personas su principal fuente de información. La radio estaba todavía implantándose en

España; de hecho, la primera emisión radiofónica no se produjo hasta finales de 1923. De

este modo, la influencia de la prensa era muy importante; pues no sólo reflejaba el estado

de la opinión pública, sino que contribuía a generar esa opinión y por eso ha sido llamada

el “cuarto poder”. Los datos, noticias y opiniones que recogen las páginas de los diarios

son historia viva del país en cuestión y nos sirven para conocer cuál era la opinión pública

en aquel momento. Asimismo, los relatos periodísticos, como fuente primaria y coetánea

que no ha sufrido transformaciones, nos ayudan a reconstruir sucesos del pasado.

Actualmente, la importancia de la prensa como fuente histórica resulta

incuestionable. No obstante, hay que tener en cuenta que los textos periodísticos

proporcionan una visión fragmentaria y muchas veces subjetiva o sesgada de la realidad,

por lo que ésta ha de ser contrastada con otras fuentes documentales. Igualmente hay que

tener presente que en un régimen de censura la libertad de expresión está limitada y los

periódicos se encuentran controlados por el Gobierno y, en algunos casos, se convierten

en un instrumento del propio Gobierno. Por lo tanto, para un uso adecuado de la prensa

como fuente histórica debemos someterla a una severa crítica y conocer, por tanto, a quién

pertenecen las cabeceras investigadas, su historia, la ideología que defienden, sus

directores, su tirada, su equipo redaccional o la tipología de sus lectores1.

1 Véase FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy: “La prensa, «material» de trabajo para el historiador”, en

Movimiento obrero, política y literatura en la España contemporánea, Cuadernos para el Diálogo, Madrid,

1974, pp. 211-221; SAIZ GARCÍA, María Dolores: “La prensa como fuente histórica”, Vol. 2 de Miguel

Artola Gallego (dir.): Enciclopedia de historia de España, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp.525-582;

DEL ARCO LÓPEZ, Valentín: “La prensa como fuente: «España con honra», un semanario contra la

dictadura de Primo de Rivera, Studia histórica. Historia Contemporánea, nº. 6-7, 1988-1989, pp. 113-142;

ALMUIÑA FERNÁNDEZ, Celso: “Prensa y opinión pública: la prensa como fuente histórica para el

estudio de la masonería”, Vol. 1 de José Antonio Ferrer Benimeli (coord.): Masonería, política y sociedad,

Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, Madrid, 1989, pp. 245-280; ARROYO

VÁZQUEZ, María Luz: “La prensa como fuente histórica: la percepción del modelo estadounidense”, Vol.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

7

María Dolores Saiz destaca que la valoración de los historiadores profesionales

en torno a la validez de las fuentes periodísticas ha oscilado desde el rechazo total a la

aceptación indiscriminada, pasando por una postura de equilibrio en la que se admite a la

prensa con carácter crítico, contrastándola con las fuentes históricas tradicionales2. Es a

partir de los años cincuenta cuando los investigadores históricos empiezan a tomar

conciencia de que la prensa es una fuente fundamental como testimonio escrito de gran

relevancia para las investigaciones sobre Historia contemporánea. Un artículo de 1957

del francés Jacques Kayser señalaba que:

“Para el establecimiento de la verdad histórica, cada periódico aporta su

propio material. Se trata de elementos fragmentarios, disociados,

necesariamente simplificados, raramente objetivos, de una realidad siempre

compleja. Aunque se puede cuestionar como fuente única, es una fuente

complementaria de primer orden. El material que contiene (información,

artículo, ilustración) tiene un valor en el marco en que esta documentación se

sitúa: su significado no es completo si no va acompañado por un análisis del

contexto en el que intervienen otros elementos, su origen, su situación, su

presentación, así como los objetivos políticos y económicos del periódico”3.

La prensa, pues, puede ser de gran ayuda como fuente para el estudio de un suceso

histórico concreto. En palabras del historiador Manuel Tuñón de Lara, “el periódico es

objeto (de la historia) y fuente a la vez”4. Por su parte, el periodista Ryszard Kapuscinski

afirmó que “todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar,

describir la historia en su desarrollo”5.

1 de Carlos Navajas Zubeldía (coord.): Actas del IV Simposio de Historia Actual: Logroño, 17-19 de

octubre de 2002, 2004, pp. 435-446. 2 SÁIZ GARCÍA, María Dolores: “Nuevas fuentes historiográficas”, Historia y Comunicación social, nº.

1, 1996, p. 131 3 KAYSER, J.: “L’historien et la presse”, Revue historique, nº. 218, 1957, pp. 284-309. 4 TUÑÓN DE LARA, Manuel: Metodología de la historia de la historia social de España, Siglo XXI,

Madrid, 1974, p. 174. 5 KAPUSCINSKI, Ryszard: Los cínicos no sirven para este oficio: sobre el buen periodismo, Anagrama,

Barcelona, 2002, p. 58.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

8

Esta investigación va a estudiar la prensa madrileña ante el final de la Dictadura

de Primo de Primo de Rivera. Se ha elegido este período porque la historiografía española

no ha dedicado la misma atención a la Dictadura primorriverista que a la caída de la

Monarquía, la proclamación de la Segunda República, la Guerra Civil o al franquismo.

Si bien en la última década han aparecido nuevas publicaciones y artículos centrados en

el régimen de Primo de Rivera. A la hora de abordar el estudio de la Dictadura ha habido

tradicionalmente dos interpretaciones. Una de ellas, sostiene que el régimen dictatorial

interrumpió el progreso democrático de España. La segunda, defiende que su llegada fue

inevitable por la descomposición del sistema de la Restauración. No obstante, en los

últimos años ha ganado peso la segunda tesis. A pesar de la aparición de estas obras,

escasean los estudios sobre la prensa durante la Dictadura primorriverista6. La

constatación de este hecho fue la razón que motivó esta Tesis Doctoral. Por ello, el

objetivo principal de la investigación es contribuir a completar este vacío existente en la

historia de la prensa española. Eloy Fernández Clemente, historiador y autor del artículo

dedicado a la Dictadura de Primo de Rivera y la Prensa ―en Metodología de la historia

6 Existen publicaciones sobre la prensa durante la Dictadura de Primo de Rivera, pero ninguna centrada

únicamente en la prensa madrileña. Véase FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy: “La dictadura de Primo de

Rivera y la prensa”, en BARRERE, Bernard y otros: Metodología de la historia de la prensa española,

Siglo XXI, Madrid, 1982, pp. 187-232; SAIZ GARCÍA, María Dolores: “Prensa comunista durante la

Dictadura de Primo de Rivera: el proyecto de unidad sindical en «La Antorcha»”, en GARITAONANDIA,

Carmelo y TUÑÓN DE LARA, Manuel (coord.): La prensa de los siglos XIX y XX metodología, ideología

e información. Aspectos económicos y tecnológicos, Universidad del País Vasco, Bilbao, 1986, pp. 245-

262; ~, “España bajo la dictadura, siete años sin ley (IX. 1930-III 1933): Balance de la censura de prensa

durante la Dictadura de Primo de Rivera en el Folletín de El Sol, Revista de Ciencias de la Información, nº.

6, 1989, pp. 281-300; ~, “La prensa durante la dictadura de Primo de Rivera. (Consolidación y desarrollo

de las revistas especializadas)”, Anuario del Departamento de Historia, nº. 2, 1990, pp. 327-342; ~, Prensa

socialista durante la dictadura de Primo de Rivera, en AUBERT, Paul y DESVOIS, Jean-Michel: Presse et

pouvoir en Espagne: 1868-1975, Maison des Pays Ibériques, Burdeos, 1996, pp. 139-150; SEOANE, María

Cruz: “El régimen de la censura bajo la Dictadura de Primo de Rivera: efectos secundarios, en

GARITAONANDIA, Carmelo y TUÑÓN DE LARA, Manuel (coord.): La prensa de los siglos XIX y XX

metodología, ideología e información. Aspectos económicos y tecnológicos, Universidad del País Vasco,

Bilbao, 1986, pp. 233-243; COSTA FERNÁNDEZ, Luis: “La dictadura de Primo de Rivera a Girona:

premsa i societat (1923-1930)”, Tesis Doctoral dirigida por Enric Ucelay, Universidad de Girona, Gerona,

1994; ~, “Comunicación y propaganda durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)”, Historia y

Comunicación Social, Vol. 18, nº. Extra 3, diciembre 2013, pp. 385-396; MORENO SÁEZ, F.: La prensa

en la ciudad de Alicante durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931), Instituto de Cultura Juan

Gil-Albert, Alicante, 1995; PONCE ALBERCA, Julio: “Dictadura y clandestinidad: Prensa y oposición

política en Andalucía durante el régimen de Primo de Rivera (1923-1930)”, en REIG, Ramón y RUIZ

ACOSTA, María José: Sevilla y su prensa: aproximación a la historia del periodismo andaluz, Universidad

de Sevilla, Sevilla, 1998, pp. 37-77; ROMERO DOMÍNGUEZ, Lorena R.: “La dictadura de Primo de

Rivera: entre el control y la censura (1924-1930)”, en LANGA-NUÑO, Concepción, ROMERO

DOMÍNGUEZ, Lorena R. y RUIZ ACOSTA, María José: Un siglo de información en Sevilla (prensa,

radio y televisión): 1909-2009, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2009, pp. 51-82.

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de la prensa española, de Bernard Barrere―, reconocía que su trabajo no pretendía pasar

de “una aproximación global al tema” y lo veía más propio de una Tesis Doctoral7.

El pronunciamiento de 1923 supuso el fin del sistema parlamentario de la

Restauración y el inicio de una dictadura militar con pretensiones regeneracionistas y

modernizadoras de las estructuras políticas, económicas y sociales de España. La

importancia de este período la ha reconocido el historiador Raymond Carr, quien afirmó

que el golpe de Primo de Rivera supuso “el momento crucial de la historia moderna de

España, la gran línea divisoria”8. De la misma opinión son Javier Tusell o José Luis

Gómez-Navarro, este último sostiene que sólo a través de una compresión profunda del

régimen primorriverista se puede entender lo ocurrido en nuestro país a partir de 1930-

19319. Durante el final del mandato de Primo de Rivera se produjo la reorganización del

republicanismo, mientras que el socialismo se vio beneficiado al ser el único partido vivo.

La campaña de la Dictadura contra los antiguos partidos dinásticos dejó al Rey sin

partidos monárquicos que le apoyasen, como se pudo ver en 1931. Asimismo, algunos

seguidores de Primo de Rivera y de la Unión Patriótica lo serían luego de Franco.

1.2 Objetivos e Hipótesis

El objetivo primordial de esta Tesis Doctoral es avanzar en la investigación de la

historia del periodismo español mediante el estudio de la prensa madrileña en la Dictadura

de Primo de Rivera. Para poder realizar un análisis más profundo se optó por acotar el

campo de investigación y, por lo tanto, este trabajo analizará el tratamiento informativo

de la prensa madrileña durante la crisis final de la Dictadura de Primo de Rivera, es decir,

desde enero de 1929 hasta enero de 1930. Se podría objetar que la investigación tendrá

un carácter sesgado al no introducir el enfoque de los periódicos de provincias. Sin

embargo, hemos decidido centrarnos en los periódicos madrileños por su carácter de

7 FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy: “La dictadura de Primo de Rivera y la prensa”, op. cit., p. 192. 8 CARR, Raymond: “Militares y política en la España Contemporánea”, Historia 16, nº. 2, 1976, pp. 39-

44. 9 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera, Cátedra, Madrid, 1991, p. 8.

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prensa nacional y porque en Madrid es donde estaba el Gobierno y fue el principal foco

de incidentes y de polémica durante 1929, con el conflicto estudiantil y con la

presentación del proyecto constitucional en la Asamblea Nacional. Por lo cual, este

estudio pretende abrir una línea de investigación en la prensa durante la Dictadura de

Primo de Rivera, que en el futuro podrá ser ampliada a los diarios de provincias.

Asimismo, se ha optado por analizar el último año de vida de la Dictadura porque en él,

el régimen dictatorial tuvo que hacer frente a una sucesión de conflictos que le

desgastaron profundamente: el intento de huelga obrera en Barcelona; la sublevación de

Ciudad Real y la detención de Sánchez Guerra; la disolución del Arma de Artillería; el

conflicto universitario y el cierre de las Universidades; las Exposiciones Internacionales;

la presentación del anteproyecto constitucional, que fue rechazado de forma unánime; y

la decidida abstención de los políticos de los antiguos partidos a colaborar con la

Asamblea. Todo esto ―unido al empeoramiento de la situación económica, con la

depreciación de la peseta, y los rumores de conspiraciones militares―, motivó la consulta

a los Capitanes Generales, que desembocó en la dimisión de Primo de Rivera en enero de

1930. Con razón afirmaría el hijo del general, José Antonio Primo de Rivera, que “1929

acabó convirtiéndose en el año de la agonía de la Dictadura”10. En este año todos los

diarios empiezan a denotar un hastío por la prolongación del régimen dictatorial y así lo

manifiestan, incluso sus mayores partidarios, como El Debate; con la única excepción de

La Nación, que, como es lógico, continúa apoyando al Gobierno; aunque se ve incapaz

de contener las críticas de los demás periódicos y acusa un nerviosismo ante el rumbo de

la situación política que no puede ocultar.

Por estas razones se ha optado por estudiar de forma exhaustiva el último año de

vida de la Dictadura para realizar un análisis lo más completo posible de la prensa

madrileña durante 1929 y comprobar si la censura permitió a los periódicos informar de

cuanto aconteció en estos meses o si por el contrario impidió la publicación de cualquier

información al respecto. El elevado número de cabeceras madrileñas existentes en 1929,

dieciséis, según Antonio Fernández García11, justificó la selección de siete de ellas en

10 CARR, Raymond: España 1808-1975, Ariel, Barcelona, 1970, p. 564. 11 FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio: La prensa madrileña ante el nacimiento de la Segunda República,

Artes Gráficas, Madrid, 1984, p.8.

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función de criterios editoriales. De este modo, la investigación estudiará los diarios La

Nación, La Época, El Debate, ABC, El Sol, La Libertad y El Socialista. Aunque hay

periódicos con mayor éxito y difusión que algunos de los seleccionados, en los criterios

de selección ha prevalecido el deseo de cubrir el espectro ideológico de dicha prensa; sin

prestar tanta atención al volumen de sus respectivas tiradas. A pesar de que Heraldo de

Madrid era uno de los diarios más importantes, ya existe una publicación sobre él de Gil

Toll titulada Heraldo de Madrid. Tinta catalana para la II República Española12; por lo

que se prefirió elegir otro periódico republicano como La Libertad, que mantuvo una

actitud de franca oposición ante la Dictadura y del que fue accionista Santiago Alba,

enemigo acérrimo de Miguel Primo de Rivera.

La investigación se ha abordado desde la siguiente hipótesis: los periódicos

madrileños, a pesar de la existencia de la censura previa, pudieron reflejar la crisis final

del régimen primorriverista y contribuyeron con su actitud a la caída de la Dictadura. La

hipótesis sigue una metodología deductiva y el presente trabajo intentará también dar

respuesta a cómo vivía la prensa de Madrid durante este período; cómo afectó la censura

a los diarios y cómo de estricta era; qué incidencia tenían las notas oficiosas en los

medios; cuál fue el tratamiento informativo en los últimos meses de vida de la Dictadura

y qué postura adoptó cada diario. Para conocer si la hipótesis se confirma o se refuta se

ha realizado un estudio pormenorizado de los siete periódicos elegidos en los últimos

trece meses de vida del régimen de Primo de Rivera. Igualmente se ha analizado la línea

ideológica de los diarios seleccionados y las diferencias en la forma de informar de cada

publicación.

Estos diarios conforman una muestra representativa del abanico ideológico que

había en 1929 en la prensa madrileña. ABC, La Época y El Debate eran conservadores

monárquicos, aunque con diferente matiz político. La Nación era el periódico oficial de

la Unión Patriótica (U.P.), mientras que El Sol y La Libertad apoyaban postulados

liberales. El Socialista era el órgano del Partido Socialista. La Nación, como diario

12 TOLL, Gil: Heraldo de Madrid: tinta catalana para la II República española, Renacimiento, Madrid,

2013. Toll realiza en esta obra un estudio monográfico sobre Heraldo de Madrid y ofrece un retrato

profundo y riguroso de la vida del periódico y de su etapa durante la Dictadura de Primo de Rivera.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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oficioso de la Dictadura, resulta una fuente indispensable, puesto que Primo de Rivera

publicaba en sus páginas numerosos artículos y notas oficiosas. La Época era el órgano

del partido conservador y, en el momento de la llegada de la Dictadura, apoyaba a su líder

José Sánchez Guerra, quien sería uno de los principales opositores al régimen dictatorial.

ABC era el diario monárquico más importante de este período y presumía de ser el más

leído de la prensa madrileña13. Por su parte, El Debate era el periódico de referencia de

los católicos y gozaba de gran popularidad. El Sol era el representante de la prensa liberal

e intelectual y, aunque inicialmente destacó por su apoyo al gobierno dictatorial, luego

evolucionaría hacia una marcada hostilidad. La Libertad ha sido seleccionado como

representante de la prensa republicana, pues, pese a que pertenecía a Santiago Alba,

político vinculado a la izquierda monárquica, desde 1928 el diario se declaraba

republicano. Por último, la importancia de El Socialista residía en la colaboración de los

socialistas con la Dictadura y en el hecho de que fueron las únicas fuerzas a las que se les

permitió seguir organizadas.

1.3 Estado de la cuestión

La historiografía ha realizado dos interpretaciones sobre el Régimen de Primo de

Rivera: por un lado, está el sector historiográfico que defiende que la Dictadura fue

inevitable y, por otro lado, los historiadores que creen que supuso un freno al avance

liberal en España.

Los primeros estudios sobre la Dictadura fueron realizados por autores próximos

al Régimen, como Enrique Díaz Retg, que en 1928 escribió España bajo el nuevo

régimen: cinco años de gobierno de Primo de Rivera, 1923 septiembre 1928. En él

justifica y glorifica el golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923 que configuró una

“España nueva”14. Díaz Retg enumera las resistencias y complots contra el régimen

13 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España (1900-1931), Siglo XXI, 1977, p. 62. Desvois afirma que,

según datos del propio periódico, ya en 1919 tenía una tirada media de 170.000 ejemplares diarios. 14 DÍAZ RETG, Enrique: España bajo el nuevo régimen: cinco años de gobierno de Primo de Rivera, 1923

Septiembre 1928, Madrid, Mercurio, 1930, p. 421.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

13

primorriverista. Julián Cortés-Cavanilllas presentó en 1929 La Dictadura y el Dictador,

donde ensalza la figura del general y su obra, que relaciona con “designios

providenciales” y defiende la actuación del Rey15. Cortés Cavanillas afirma que la

Dictadura supuso la “salvación” de España y ataca a los viejos políticos, a la vez que

defiende la existencia de la censura previa en la prensa16. Emilio Rodríguez Tarduchy

también glorifica a Primo de Rivera en Psicología del dictador y caracteres más salientes

morales, sociales y políticos de la dictadura española, obra que disecciona la

personalidad del general jerezano. Al igual que José María Pemán en El pensamiento de

Primo de Rivera. Por su parte, José Montagut en Los errores de la Dictadura y réplica al

libro de Cambó, sostiene que el golpe del 13 de septiembre cristalizó el deseo unánime

del pueblo español de una protesta violenta contra el “régimen podrido” de los partidos

turnistas17. Además, Montagut critica que la Dictadura no prohibiese los periódicos

enemigos y, sobre todo, no se preocupase por contar con una prensa “afecta”18.

José Pemartín escribió, con motivo del quinto aniversario del Régimen, una obra

apologística, Los valores históricos en la dictadura española, prologada por el propio

Miguel Primo de Rivera. Pemartín destaca que Monarquía dio legalidad “histórica” y

“jurídica” a la Dictadura y ensalza la enorme transformación que España experimentó en

este período: el restablecimiento del orden público y administrativo, el fin de la guerra de

Marruecos, el equilibrio presupuestario, las obras públicas, el impulso de la política

exterior española, la Asamblea Nacional, y le auguraba un futuro brillante19. Francisco

Cimadevilla continuó está línea laudatoria de las reformas emprendidas durante el

régimen primorriverista en El General Primo de Rivera.

15 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis de la Restauración, Ariel, Barcelona, 1969, p. 25.

Para Seco Serrano los intentos de Cavanillas por reivindicar la figura del monarca fueron contraproducentes

debido a su exaltación monárquica y a su apasionamiento. 16 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: La Dictadura y el dictador: rasgos históricos, políticos y psicológicos,

Madrid, Velasco, 1929, p.140. 17 MONTAGUT, José: Los errores de la Dictadura y réplica al libro de Cambó, Barcelona, 1930, p. 109. 18 Ibídem, p. 186. 19 PEMARTÍN, José: Los valores históricos de la Dictadura, Ed. Arte y Ciencia, Madrid, 1928.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

14

Las primeras críticas contra la Dictadura provinieron del círculo intelectual desde

el exilio. Vicente Blasco Ibáñez publicó un folleto titulado Alfonso XIII, desenmascarado.

Una nación amordazada. La dictadura militar de España, en el que lanza durísimas

acusaciones contra el Rey y contra Primo de Rivera. Y Eduardo Ortega y Gasset escribió

España encadenada. La verdad sobre la Dictadura y fundó la publicación clandestina

Hojas Libres, que arremetió desde París contra el Régimen y la U.P.20 Francisco Cambó

publicó en 1929 el libro Las dictaduras, en el que hace un repaso a las causas, ventajas y

problemas de las dictaduras y manifiesta que el régimen dictatorial español había

ofendido sus “sentimientos más arraigados y profundos”21. Cambó señala la situación que

se vivía en Barcelona como responsable de la instauración de la Dictadura.

Una vez caída la Dictadura aparecieron nuevos libros donde se juzga de forma

más crítica la labor de Primo de Rivera. Gabriel Maura, en Bosquejo histórico de la

Dictadura, declara que el régimen dictatorial supuso un fracaso político y económico y

ahonda en los sucesos de 1929 y en la caída del dictador. Por su parte, José Sánchez

Guerra tacha a la Dictadura de “cruel” en su libro Al servicio de España: un manifiesto y

un discurso. El antiguo jefe del partido conservador denuncia el acoso que tuvieron que

soportar los antiguos políticos y califica la convocatoria de la Asamblea nacional de “acto

ilegítimo y faccioso”22.

Durante la Segunda República se introdujo la interpretación de que la Dictadura

había supuesto un freno en el progreso liberal del país. En 1932 apareció El archivo del

dictador 1923-1930, libro que enumera todos los atropellos e ilegalidades que la

Dictadura cometió en estos seis años. Para Melchor Fernández Almagro la Dictadura fue

la consecuencia del agotamiento del sistema de la Restauración23. Juan Castrillo Santos,

20 Eduardo Ortega y Gasset fue hermano de José Ortega y Gasset y redactor de La Libertad. 21 CAMBÓ, Francisco: Las dictaduras, Espasa Calpe, Madrid, 1929, p. 44. 22 SÁNCHEZ GUERRA, José: Al servicio de España: un manifiesto y un discurso, Javier Morata, Madrid,

1930, p. 16. 23 FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: Historia del reinado de Alfonso XIII, Montaner y Simón, 1933.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

15

político republicano, hace un balance negativo de la Dictadura, aunque también vierte sus

críticas en el Gobierno de García Prieto por su pasividad ante el golpe de Estado24.

Existen numerosos testimonios de los políticos de la época que decidieron contar

su versión de los hechos, aunque se centraron más en la caída de la Monarquía que en el

final de la Dictadura. No obstante, merece la pena destacar algunos de ellos. El general

Dámaso Berenguer, el sucesor de Primo de Rivera, escribió en 1946 sus memorias. En

ellas señala que en otoño de 1929 la situación de desgaste del Gobierno era evidente, así

como el aislamiento en que se encontraba el Rey, cuya figura había quedado

irremediablemente unida a la de Primo de Rivera. En el Gobierno dictatorial había

discrepancias entre los ministros y la reserva de Alfonso XIII a aceptar el plan político

del dictador alarmó a éste último. La nota oficiosa que envió a los periódicos en la

madrugada del 26 de enero produjo una impresión “extraordinaria. A partir de ese

momento el Rey creía muy difícil que Primo de Rivera pudiera continuar en el poder, por

lo que encargó a Berenguer formar gobierno25.

El mismo año vieron la luz las memorias de Ángel Ossorio y Gallardo, uno de los

mayores opositores al régimen primorriverista, en ellas califica a la Dictadura como el

episodio más “lamentable” de la historia de España y acusa al Rey de arbitrar el golpe de

Estado26. Al año siguiente, el conde de Romanones publicó Notas de mi vida, donde

afirma que consideró un error la Dictadura y así se lo transmitió al Rey. Romanones

explica el final del régimen primorriverista por la disolución del Cuerpo de Artillería y la

cada vez más adversa opinión pública hacia el dictador. El duque de Maura y Melchor

Fernández Almagro escribieron en 1948 Por qué cayo Alfonso XIII, centrado

principalmente en la caída de la Monarquía, si bien refieren que a finales de 1929 Primo

de Rivera empezó a advertir cierta pérdida de confianza en los elementos que

tradicionalmente le habían apoyado. Eso explica, según ellos, el artículo que escribió el

general el 1 de enero de 1930 y la consulta que dirigió a los capitanes generales. Miguel

24 CASTRILLO SANTOS, Juan: ¿Se ha redimido España?: balance de la Dictadura. La senda del nuevo

régimen, s.n., Madrid, 1930. 25 BERENGUER, Dámaso: De la Dictadura a la República, Tebas, Madrid, 1946. 26 OSSORIO Y GALLARDO, Ángel: Mis memorias, Tebas, Madrid, 1975, p. 120 y p. 123.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

16

Maura esperó hasta 1962 para dar su opinión de la caída de la Monarquía en Así cayó

Alfonso XIII. Maura revela que se decidió a escribir el libro tras leer de forma casual la

colección completa del diario El Debate, desde sus comienzos hasta la Guerra Civil, y

recordar con “esa inmejorable fuente de información” todos los detalles. El político

republicano empieza su relato a finales de diciembre de 1929 cuando se daba por seguro

que la Dictadura iba a caer. Se muestra muy crítico con el régimen dictatorial y con el

comportamiento del Rey, Reproduce algunos párrafos de la nota de Primo de Rivera que

La Nación publicó el 31 de diciembre y refiere someramente la crisis final de la Dictadura.

Alejandro Lerroux cuenta en sus memorias, publicadas en 1963, que se “veía venir” el

golpe de Primo de Rivera y manifiesta que la Dictadura le escandalizó como “demócrata”,

pero que no le parecía mal como “gobernante ni como revolucionario que aspiraba a

gobernar”27.

Cortés Cavanillas, en Alfonso XIII. Vida, confesiones y muerte, justifica la llegada

de la Dictadura declarando que la situación era insostenible y que el Rey se limitó a seguir

los deseos del pueblo y por ello entregó el poder a Primo de Rivera. Cavanillas defiende

por encima de todo al Monarca. Y, aunque reconoce que la Dictadura no debió durar “más

que justamente lo necesario”, afirma que supuso “un salto extraordinario en el progreso

económico y material del pueblo español”28.

Durante la dictadura franquista se incidió más en resaltar los puntos en común

entre los dos regímenes dictatoriales. Julio López Iñíguez, autor del artículo Noventa años

de historiografía sobre la dictadura de Primo de Rivera: un estado de la cuestión, señala

que, a partir de finales de los años sesenta, la nueva historiografía es más crítica con el

régimen primorriverista29. Uno de sus primeros representantes es Manuel Tuñón de Lara,

que defiende que el sistema de la Restauración estaba “herido de muerte” y que la

Dictadura no modificó “sustancialmente la forma de entender el poder que tenía el

régimen restauracionista”. El artículo del Colectivo de Historia de 1978 señaló que “lo

27 LERROUX, Alejandro: Mis memorias, Afrodisio Aguado, Madrid, 1963, p. 285. 28 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: Alfonso XIII. Vida, confesiones y muerte, Prensa Española, Madrid,

1956, pp. 22-23. 29 LÓPEZ IÑÍGUEZ, Julio: Noventa años de historiografía sobre la dictadura de Primo de Rivera: un

estado de la cuestión, Revista de Historia y Teoría, nº. 10, 2015, p. 6.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

17

que en 1923 era aún balbuceante ensayo, se convirtió en 1939 en una solución que se

pretendía definitiva…”30.

Javier Tusell y Carlos Seco Serrano son los historiadores que han analizado de

forma más exhaustiva el reinado de Alfonso XIII. Los dos apoyan la teoría de que el

sistema de la Restauración estaba agotado, por lo que se entendió que una intervención

autoritaria era inevitable. Tusell entiende la implantación de la Dictadura por el deseo de

regeneracionismo que presidió toda la Monarquía de Alfonso XIII. Asimismo, en su obra

con Genoveva García Queipo de Llano sobre Alfonso XIII, manifiesta que el general al

final de su mandato daba muestras de agotamiento y de querer abandonar el poder. Eso

explicaría el comportamiento algo errático que tuvo en los últimos momentos como

presidente del Gobierno.

Carlos Seco Serrano, en Alfonso XIII, rechaza el argumento de que el golpe

impidió la transición de la oligarquía a la democracia y destaca que la inmensa mayoría

del país apoyó la implantación de la Dictadura. Sin embargo, critica que el régimen

destruyera el sistema de la Restauración y su incapacidad para forjar uno nuevo. Según

Seco Serrano, la crisis del régimen primorriverista fue consecuencia de tres frentes que

se le abrieron: el de los intelectuales, el del Ejército y el del mundo de las finanzas.

Aunque la sublevación de 1929 fracasó puso de manifiesto el rechazo manifiesto que

había hacia la Asamblea Consultiva.

Los años ochenta supusieron un avance en la investigación del tema y se supera

la interpretación del paréntesis primorriverista entre la Restauración y la Segunda

República. Los trabajos de María Teresa González Calbet (centrado en el Directorio

Militar) y José Luis Gómez-Navarro (enfocado en el Directorio Civil) destacan que, con

la instauración del régimen dictatorial en España, el país se sumó a la moda por las

dictaduras que existía en muchos países europeos. Gómez-Navarro opina que en 1923 ya

no era viable una democratización del sistema de la Restauración, por lo que el régimen

30 COLECTIVO DE HISTORIA: “La Dictadura de Primo de Rivera y el bloque de poder en España”,

Información Comercial Española, nº. 6, 1978, pp. 179-216.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

18

de Primo de Rivera vino a “rematar un cuerpo enfermo” y no a “estrangular a un recién

nacido”31.

Manuel Rubio Cabeza repasa los principales acontecimientos que tuvieron lugar

en estos seis años en Crónica de la Dictadura de Primo de Rivera. Mientras que Jordi

Casassas realiza una selección de textos sobre el régimen primorriverista en La Dictadura

de Primo de Rivera (1923-1930). Textos. Casassas sostiene que la llegada de Primo de

Rivera fue el resultado de un pacto de emergencia entre los distintos grupos del bloque

dominante32.

La historiografía extranjera también se ha sentido atraída por esta etapa histórica.

Evelyn Graham publicó en 1930 The life story of King Alfonso XIII, en él afirma que la

Dictadura fue la última carta que le quedaba al Rey, a quien ya en 1922 y 1923 varios

sectores de la sociedad le suplicaron que interviniera para salvar a España. Graham

considera que el monarca español, junto con el conflicto de Artillería, fueron los

responsables de la caída del régimen dictatorial. La hispanista Carolyn Boyd, en La

política pretoriana en el reinado de Alfonso XIII, explica la instauración de la Dictadura

por la preocupación por Marruecos y la cuestión de las responsabilidades. Para Boyd, en

los meses anteriores al golpe de Estado se estaba produciendo una evolución del Régimen

hacia una mayor democracia. Por su parte, el trabajo de Shlomo Ben-Ami es uno de los

más completos que existen sobre la Dictadura primorriverista. El profesor israelí sostiene

que el golpe de Estado de Primo de Rivera sorprendió al país en medio de “un proceso de

transición en el cual, una burguesía emergente y una clase obrera en radicalización,

desafiaban el viejo orden social y político”33. Raymond Carr atribuye en España: de la

Restauración a la democracia 1875-1980, al fracaso del sistema canovista como

justificación de la intervención del Ejército en la vida política española. Carr considera

que Primo de Rivera estranguló a un recién nacido al asestar “el golpe al sistema

parlamentario en el momento en que se operaba la transición de la oligarquía a la

31 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: op. cit., p. 490-491. 32 CASASSAS, Jordi: La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Textos, Anthropos, Barcelona, 1983,

p. 30. 33 BEN-AMI, Shlomo: El cirujano de hierro. La dictadura de Primo de Rivera. 1923-1930, RBA,

Barcelona, 2012, p. 17.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

19

democracia”. Asimismo, señala como causas de la salida de Primo de Rivera el múltiple

descontento existente y el empeoramiento de la situación económica.

Santos Juliá es de la misma opinión que Carr y considera que el golpe de 1923

interrumpió la evolución hacia un parlamentarismo democrático e impidió la posibilidad

de encontrar dentro de la Monarquía constitucional la solución al problema constituyente.

Mercedes Cabrera se expresa en la misma línea y considera el golpe de Primo de Rivera

como “uno de los momentos más catastróficos de nuestra historia contemporánea”34.

En los últimos años han aparecido nuevas publicaciones centradas en cuestiones

regionales o en una revisión de lo visto ahora. Eduardo González Calleja en La España

de Primo de Rivera. La modernización autoritaria 1923-1930 realiza una síntesis del

análisis político, social, cultural y económico que se ha realizado sobre período. En cuanto

a la censura de prensa, describe los temas vetados para los periódicos y el funcionamiento

de la oficina de Censura. Además, recoge el Real decreto de 3 de febrero de 1929, que

prohibió todo ataque a la gestión del Directorio e impuso la obligatoriedad de insertar sus

notas oficiosas en los periódicos. En el capítulo “Sociedad y cultura en la España de los

años veinte” dedica tres páginas a la prensa, fijándose sobre todo en el número de

cabeceras y en sus tiradas. Leandro Álvarez Rey hace una selección de los documentos

más importantes del régimen dictatorial, eligiendo varios del año 1929, en Bajo el fuero

militar, La Dictadura de Primo de Rivera en sus documentos.

Y, por último, Ramón Tamames incide en las reformas económicas, sociales y

políticas y en sus diferencias con el régimen fascista en Ni Mussolini ni Franco: la

Dictadura de Primo de Rivera en su tiempo. Tamames también escribió una biografía del

general junto con Xavier Casals: Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, que desvela

detalles íntimos y personales del marqués de Estella. Por su parte, Rocío Primo de Rivera,

bisnieta del dictador, ha investigado la vida de sus antepasados en Los Primo de Rivera:

historia de una familia.

34 CABRERA, Mercedes (dir.): Con luz y taquígrafos: el parlamento en la Restauración (1913-1923),

Taurus, Madrid, 1998, p. 18.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

20

En cuanto a los manuales generales de Historia del Periodismo, en general,

dedican pocas páginas a relatar la situación de la prensa durante la Dictadura de Primo de

Rivera. Sin embargo, María Cruz Seoane aborda el tema más profundamente en El

régimen de censura bajo la Dictadura de Primo de Rivera: efectos secundarios35.

El que fuera el jefe de la Oficina de Información y Censura, Celedonio de la

Iglesia, realiza una antología de las notas oficiosas más destacadas de la Dictadura en La

Dictadura a través de sus notas oficiosas36. En su libro cuenta cómo funcionaba el

régimen de censura, aunque se dedica más a justificar su papel de censor y a subrayar que

la censura no fue muy rígida. Por su parte, Dionisio Pérez recoge las notas oficiosas que

escribió Primo de Rivera en La Dictadura a través de sus notas oficiosas, obra en la que

ataca duramente a Primo de Rivera y le acusa de ser un periodista frustrado37.

Alejandro Pizarroso en Historia de la Prensa hace referencia a la postura de

oposición que sostuvo El Sol con la Dictadura tras su entusiasmo inicial. Destaca también

el establecimiento de la censura previa, aunque la Constitución siguió en vigor.

Asimismo, señala que, aunque al principio la mayoría de los diarios adoptó una actitud

expectante “sin enfrentarse a la nueva situación”38, pronto la prensa liberal se mostró

claramente hostil con la Dictadura como El Sol, La Voz, Heraldo de Madrid y La

Libertad, además de algunos periódicos de provincias. El general contaba, no obstante,

con el apoyo de los medios conservadores, como El Debate y ABC y La Nación e

Informaciones.

Juan Francisco Fuentes y Javier Fernández, en Historia del periodismo español,

destacan el ambiente lleno de contrastes y paradojas que se vivió en los años de Dictadura

y cómo ésta fue perdiendo sus apoyos naturales, como eran la Iglesia y la oligarquía,

35 SEOANE, María Cruz: “El régimen de la censura… op. cit., pp. 233-243. 36 Celedonio de la Iglesia era el pseudónimo del teniente coronel Eduardo Hernández Vidal. 37 PÉREZ, Dionisio: La Dictadura a través de sus notas oficiosas, Compañía Ibero-Americana de

Publicaciones, Madrid, 1930. 38 PIZARROSO, Alejandro: Historia de la Prensa, Centro de Estudios Ramón de Areces, Madrid, 1994, p.

294.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

21

mientras que la oposición de izquierdas intentaba esquivar la censura y cuando lo

conseguía, ponía de manifiesto “la ineficacia del aparato represivo del régimen y la

debilidad de la propia Dictadura”39. En cambio, cuando la censura actuaba, una parte de

la opinión publica respondía escandalizada, por lo que considera que la censura causó

“más perjuicios que beneficios al prestigio y fortaleza del régimen”. También señala el

giro hacia el periodismo de opinión que se produjo en estos años, “forzada por una

censura más atenta a las informaciones sobre la actualidad que a las discusiones de

carácter teórico, por más que éstas sirvieran a menudo de coartada para la formulación de

opiniones políticas contrarias al régimen”40. Durante este período los diarios realizaron

muchísimas encuestas, destacando la que hizo sobre el liberalismo el periódico El Liberal

entre 1927 y 1928 y la de El Sol sobre la juventud española en 1929.

María Arroyo en El artículo como arma política: La Prensa y el declive de la

Restauración (1905-1930). Comentarios de textos periodísticos ofrece “un estudio de la

Prensa como arma política durante el primer tercio del siglo XX a través de una selección

de artículos de opinión concatenados”41. En él realiza una somera descripción de lo que

supuso el golpe de Estado para la prensa y de la actitud de los diarios durante la Dictadura.

Se centra más en las publicaciones clandestinas como Hojas Libres. Al conflicto

universitario, que puso en jaque al Gobierno de Primo de Rivera, le dedica solamente tres

páginas y a la caída de la Dictadura tan sólo dos, sin poder profundizar apenas.

Manuel Fernández Aral en El control de la prensa en España presta más atención

a los aspectos políticos de la Dictadura que a las disposiciones que en materia de prensa

adoptó el régimen dictatorial. Fernández Aral afirma que Primo de Rivera no quiso

“cargar” con la responsabilidad de elaborar una ley de prensa, aunque reconoce que

existió un proyecto de Estatuto corporativista para los periódicos que nunca se realizó. El

autor también destaca el excesivo uso de las notas oficiosas que realizó Primo de Rivera

y la arbitrariedad de la censura.

39 FUENTES, Juan Francisco y FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier: Historia del periodismo español,

Síntesis, Madrid, 1998, p. 205. 40 Ibídem, p.206. 41 ARROYO, María: El artículo como arma política. La Prensa y el declive de la Restauración (1905-

1930). Comentarios de textos periodísticos. Port Royal, Granada, 2001, p. 9.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

22

Eloy Fernández Clemente, en el capítulo dedicado a la Dictadura de Primo de

Rivera y la prensa de Metodología de la historia de la prensa española, se centra más en

la reacción de ésta ante la llegada de la Dictadura y en la actitud de Ortega y Gasset ante

ella. Sobre el final del Régimen alude a su intención de redactar un estatuto de prensa y

cómo cambió la postura de El Sol a partir de 1927, haciéndose más evidente en los dos

últimos años, 1928 y 1929, en los que “son frecuentes los ataques a la Dictadura y la

reclamación de vuelta a la normalidad”. Además, destaca la serie que realizó el diario

liberal “Hacia el mañana. Necesidad de una organización liberal y democrática”, de 2 y

7 de junio de 192942.

Vicente Clavero, en su Tesis doctoral de 2014: La prensa madrileña ante la

proclamación de la Segunda República, realiza un breve recorrido por las relaciones de

los medios con la Dictadura de Primo de Rivera, centrándose únicamente en la recepción

que ofrecieron en septiembre de 1923 y la despedida que le dieron en enero de 1930.

1.4 Metodología y fuentes

La presente investigación ha requerido la aplicación de una metodología mixta,

en la que se ha combinado el método deductivo cuantitativo y el método inductivo

cualitativo para obtener un método crítico comparativo. Estos métodos no son

incompatibles, sino que son complementarios y consideramos que es la combinación más

acertada para dar respuesta a la hipótesis planteada al permitirnos realizar un análisis

profundo del tema de estudio. Jacques Kayser propone en su libro El diario francés un

esquema morfológico para el estudio y valoración de los periódicos, la llamada “fórmula

Kayser”43, que ha sido tenido en cuenta, aunque no ha sido aplicada en su totalidad. En

su lugar, se ha optado por realizar un análisis cuantitativo y cualitativo, siguiendo a

Norman K. Denzin y la “triangulación metodológica”, puesto que se trata de la

42 FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy: op. cit., p. 210. 43 KAYSER, J.: El diario francés, A.T.E, Barcelona, 1974.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

23

combinación de dos métodos de investigación44. Si bien en esta investigación los datos

cualitativos ―extraídos del estudio de las tablas― prevalecen sobre los cuantitativos,

que, aunque resultan importantes, sin el análisis cualitativo la investigación quedaría

incompleta.

El método cuantitativo ha permitido una sistematización y clasificación de los

artículos y editoriales. Aunque se conocen herramientas de recogidas de datos y análisis

estadístico como BMDP y SPSS ―softwares informáticos utilizados para las

investigaciones aplicadas a las Ciencias Sociales―, en esta Tesis Doctoral se ha optado

por una recogida de datos manual. Para ello, se han elaborado unas tablas, que figuran

como anexos ―basadas en el modelo de la profesora Pilar García Pinacho―, en las que

se anotó el título del periódico, la fecha, el número de página, el título del artículo, el

antetítulo, el subtítulo, la sección, un breve resumen, tipo de artículo y la firma. A partir

de los datos recogidos en dichas tablas se han realizado unos gráficos de porcentajes para

conocer cuáles son los temas con mayor y menor presencia en los periódicos. La

representación gráfica del conjunto de datos cuantificables de la investigación nos ha

ayudado a clarificar el universo de datos y ha sido un recurso fundamental a la hora de

extraer las conclusiones finales de la investigación. Por lo tanto, las tablas cuantitativas

y los gráficos de porcentajes han resultado una herramienta de gran utilidad para estudiar

los diarios. Si bien, como hemos dicho, el estudio de los periódicos está supeditado al

análisis cualitativo.

Por su parte, el método cualitativo ha permitido clasificar los artículos y

editoriales temáticamente y realizar un análisis comparativo del tratamiento informativo

de cada diario. Y se ha completado confrontando todo este material con las fuentes

bibliográficas y documentales. La primera parte de la investigación consistió en una

documentación histórica mediante la lectura de las memorias publicadas por los políticos

del antiguo régimen como el conde de Romanones, Dámaso Berenguer, Gabriel Maura,

Miguel Maura, Niceto Alcalá Zamora y Alejandro Lerroux, entre otros, así como las

44 DENZIN, Norman K: Sociological Methods: a Source Book, Chicago, Aldine Publishing Company,

1970.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

24

biografías de Miguel Primo de Rivera y la bibliografía específica sobre la Dictadura de

Primo de Rivera, terreno éste en que las obras de Shlomo Ben-Ami, José Luis Gómez-

Navarro, María Teresa González Calbet, Manuel Rubio Cabeza, Javier Tusell, Ramón

Tamames, Jacinto Capella, Manuel Tuñón de Lara, Jordi Casassas, Eduardo González

Calleja o Leandro Álvarez Rey resultaron imprescindibles. Las numerosas biografías

existentes sobre la figura de Alfonso XIII permitieron profundizar en este período

histórico, en especial las obras de Julián Cortés Cavanillas, Carlos Seco Serrano, Miguel

Pabón, Guillermo Cortázar, Melchor de Almagro o Genoveva García Queipo de Llano y

Javier Tusell.

Además, se ha consultado la bibliografía de historia del periodismo de María Cruz

Seoane y María Dolores Saiz; Jean-Michel Desvois, Carlos Barrera, Juan Francisco

Fuentes y Javier Fernández Sebastián, Antonio López de Zuazo, Marcelino Tobajas,

Pedro Gómez Aparicio, Pierre Albert, Antonio Espina, Bernard Barrere, Carmelo

Garitaonandia y Manuel Tuñón de Lara, María Arroyo y Manuel Fernández Aral,

convertidos en clásicos sobre la materia. También se han tomado como fuentes obras

más específicas de los diarios ABC45, El Debate46, El Sol47, El Socialista48, La Época49 y

la reciente Tesis de Carlos Gregorio Hernández sobre Manuel Delgado Barreto, quien fue

director de La Nación desde septiembre de 192550. La Libertad no tiene una obra de

45 Véase IGLESIAS, Francisco: Historia de una empresa periodística: Prensa Española: editora de “ABC”

y “Blanco y Negro”, Prensa Española, Madrid, 1980; PÉREZ MATEOS, Juan Antonio: “ABC”. Cien años

de “un vicio nacional”. Historia íntima del diario, Libro-Hobby-Club, Madrid, 2002; OLMOS, Víctor:

Historia del “ABC”, Plaza Janés, Barcelona, 2002. 46 Véase GARCÍA ESCUDERO, José María García Escudero: El pensamiento de “El Debate”, Biblioteca

de Autores Cristianos, Madrid, 1983; GUASCH BORRAT, Juan María: “El Debate” y la crisis de la

Restauración, Universidad de Navarra, Pamplona, 1986; y ORDOVÁS, José Manuel: Historia de la

Asociación Católica Nacional de Propagandistas. De la dictadura a la Segunda República (1923-1936),

Eunsa, Pamplona, 1993; CANTAVELLA, Juan y SERRANO, José Francisco (eds.): Ángel Herrera Oria

y el diario “El Debate”, EDIBESA, Madrid, 2006; LEGORBURU, José María y SERRANO, José

Francisco (coord.), Ángel Herrera Oria, periodista, CEU Ediciones, Madrid, 2009. 47 Véase REDONDO, Gonzalo: Las empresas políticas de José Ortega y Gasset: “El Sol”, “Crisol”, “Luz”

(1917-1934), Rialp, Madrid, 1970; ELORZA, Antonio: Urgoiti: Una utopía reformadora. “El Sol” (1917-

1931) y “Crisol” (1931), Ediciones APM, Madrid, 2012.

48 Véase COMUNIDAD DE MADRID: Prensa obrera en Madrid 1855-1936, Comunidad de Madrid,

Madrid, 1987; TUÑÓN DE LARA, Manuel: El movimiento obrero en la Historia de España, Taurus,

Madrid, 1972. 49 Véase ARAUJO COSTA, Luis: Biografía de “La Época”, Libros y Revistas, Madrid, 1946; ESCOBAR,

Alfredo: Setenta años de periodismo, Vol. I y II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1949. 50Véase HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Carlos Gregorio: Manuel Delgado Barreto (1878-1936), Tesis

Doctoral dirigida por Alfonso Bullón de Mendoza, Universidad CEU San Pablo, Madrid, 2016.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

25

referencia propiamente, pero existe una biografía del accionista del periódico, Santiago

Alba51. Al mismo tiempo, se han consultado otras investigaciones y artículos centrados

en el período histórico objeto de este estudio.

La segunda parte de la investigación consistió en un trabajo hemerográfico que

analizó el tratamiento informativo durante el último año de la Dictadura en La Nación,

La Época, El Debate, El Sol, La Libertad y El Socialista, desde el 1 de enero de 1929 al

31 de enero de 1930, siguiendo una metodología descriptiva basada en el análisis

hemerográfico. Dentro de los géneros periodísticos podemos distinguir entre información

(noticia, reportaje, crónica y entrevista) y opinión (editorial, crítica periodística, el

comentario o la columna)52. A la hora de analizar los periódicos seleccionados se ha

prestado, pues, especial atención a los editoriales, sueltos y artículos de opinión de los

columnistas y colaboradores más destacados de dichos diarios. Igualmente, se ha

realizado un estudio comparativo entre los siete medios para extraer las conclusiones de

cómo aborda cada diario el proceso final del régimen dictatorial y quién ofrece una

cobertura más amplia, teniendo en cuenta las limitaciones de la censura previa.

Para completar el estudio del régimen de censura de esta época ―uno de los

objetivos complementarios de esta Tesis― se ha tenido acceso al Archivo Histórico

Nacional de Madrid, al Archivo General de la Administración y al archivo de la

Asociación de la Prensa de Madrid (APM). El trabajo de archivo ha sido una tarea ardua,

debido a que la búsqueda de los documentos no es específica y, en ocasiones, éstos están

bastante deteriorados. Aun así, ha sido posible localizar algún documento de interés, que

mencionaremos más adelante.

Para la consulta de los periódicos se ha acudido a las fuentes originales. La

digitalización de la prensa histórica española, emprendida por la Biblioteca Nacional y la

51 Véase GARCÍA VENERO, Maximiano: Santiago Alba, Monárquico de razón, Aguilar, Madrid, 1963.

Santiago Alba era el mayor accionista de la sociedad editora de La Libertad, en la que también figuraban

Horacio Echevarrieta y Juan March, este último se hizo con el control financiero del diario en marzo de

1925. 52 MORÁN TORRES, Esteban: Géneros del periodismo de opinión: crítica, comentario, columna,

editorial, EUNSA, Pamplona, 1988, pp. 10-11.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

26

Hemeroteca Municipal en los últimos años, ha facilitado inmensamente la labor del

investigador. La Biblioteca Nacional cuenta en su Hemeroteca Digital

(http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm) con más de un millar de títulos digitalizados,

entre ellos, las colecciones de La Época, La Nación, El Sol y La Libertad, y permite la

descarga de los periódicos en archivos PDF. Por ello el estudio de estos diarios ha sido

muy cómodo y ágil. En el caso de El Debate ha sido necesario acudir a la Hemeroteca

Municipal de Madrid, que conserva el diario microfilmado53. La Fundación Pablo Iglesias

tiene una hemeroteca digital con todos los números de El Socialista

(http://archivo.fpabloiglesias.es/index.php?r=hemeroteca/ElSocialista). Mientras que

ABC cuenta, también, con su propia hemeroteca en la página web del diario

(http://hemeroteca.abc.es/).

Como bien señala Carlos Gregorio Hernández en su Tesis, el esfuerzo realizado

en la digitalización de la prensa histórica es encomiable, y los buscadores han allanado

las dificultades de acceso y búsqueda54. El buscador Pandora de la Biblioteca Nacional y

la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica ha permitido realizar consultas concretas. Sin

embargo, no todos los buscadores actuales son completamente precisos, como es el caso

de ABC, cuyo buscador en la página web del propio periódico no ofrece la precisión

deseada en las búsquedas.

1.5 Estructura de la investigación

El contenido de la Tesis se ha dispuesto en siete capítulos. En los tres primeros

capítulos hemos creído necesario realizar una aproximación contextual, histórica y

periodística de la Restauración y de la Dictadura de Primo de Rivera para conocer cuáles

eran los antecedentes al régimen primorriverista y que situación atravesaba España en el

53 El archivo de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas también conserva la colección de El

Debate (C/ Isaac Peral, 58, Madrid). 54 HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Carlos Gregorio: op. cit., p. 20.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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primer tercio del siglo XX. Por lo tanto, a partir del cuarto da comienzo el cuerpo central

de la investigación doctoral.

El primer capítulo está dedicado a la exposición de los planteamientos

fundamentales de la Tesis, estando éstos ordenados en cinco epígrafes, donde se introduce

y justifica el tema de la investigación, se plantean los objetivos de la misma y las hipótesis

y las cuestiones metodológicas, así como el procedimiento para la utilización de las

fuentes documentales y bibliográficas.

El segundo capítulo está dedicado al contexto histórico de la España de antes y

después de la Dictadura de Primo de Rivera. Se ordena en cinco epígrafes y en ellos se

expone la situación política, económica y social de la España de la Restauración, la crisis

del sistema canovista, el auge del republicanismo y el movimiento obrero, los

antecedentes que llevaron al golpe de Estado de 1923, así como una descripción sucinta

de la Dictadura hasta 1929. Centrándonos en este apartado en la figura del general, en

cómo se llevó a cabo la conspiración, el discutido papel de Alfonso XIII en el golpe de

Estado y las dos etapas del régimen primorriverista: el Directorio Militar y el Directorio

Civil. Para la redacción de este capítulo de contexto histórico se ha acudido a la

bibliografía histórica específica de la Restauración y de la Dictadura de Primo de Rivera.

El tercer capítulo está dedicado al marco teórico e histórico de la prensa, y se

subdivide en catorce epígrafes en los que se ahonda en cuál era la legislación en materia

de prensa antes de la llegada de Primo de Rivera, la instauración de la censura previa, la

reacción de los periódicos madrileños ante la Dictadura, los periódicos de empresa, la

importancia de las notas oficiosa, los avances periodísticos que se produjeron en esta

etapa, así como una breve descripción de La Nación, La Época, El Debate, ABC, El Sol,

La Libertad y El Socialista.

En el cuarto capítulo se inicia la investigación propia de la Tesis Doctoral,

centrado en el análisis de los siete diarios en el último año de la Dictadura. En total se han

analizado 1.924 piezas informativas. Estos trece meses se han subdividido temáticamente

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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en cincuenta y dos epígrafes, primando la unidad temática del análisis al orden

cronológico. Si bien los últimos epígrafes sí siguen un orden cronológico con los últimos

momentos de la Dictadura de Primo de Rivera. Cada epígrafe se inicia con una

introducción al contexto histórico del tema analizado y, asimismo, se cita la bibliografía

de referencia para la cuestión.

En el quinto capítulo se muestran los gráficos que ofrecen el porcentaje de los

datos registrados en las tablas de trabajo y con los que se ha realizado el análisis

cuantitativo del tratamiento informativo. De forma que el método cuantitativo y

cualitativo se complementan el uno al otro.

En el sexto capítulo se desarrollan las conclusiones, en las cuales se confirma

parcialmente la hipótesis de partida, junto a otras evidencias que a nuestro modo de ver

pueden contribuir al avance científico de la historia del periodismo español, abriendo

nuevas líneas de investigación para el futuro.

El séptimo capítulo expone la bibliografía consultada para realizar la investigación

y las fuentes hemerográficas y las fuentes documentales Y, por último, figuran los anexos,

una selección de los artículos más importantes, las fichas hemerográficas y las tablas de

trabajo que, debido a su extensión, se encuentran en otro volumen.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

29

2 CONTEXTO HISTÓRICO

Para entender la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera hay que estudiar

primero cuál era la situación económica, social y política de España en ese momento. El

sistema vigente era el de la Restauración, ideado por Cánovas en 1875, que, a pesar de

que devolvió la estabilidad al país, desde principios de siglo arrastraba una serie de crisis

políticas. La incapacidad del Régimen para incorporar a las nuevas fuerzas sociales a la

vida política del país provocó en gran medida el colapso del sistema de la Restauración.

Al mismo tiempo, el alejamiento de sectores que hasta entonces habían participado en el

mismo, caso de la burguesía catalana, motivó la ruptura de las masas con la política

española. Finalmente, los intentos frustrados de regeneración del país culminaron en el

golpe de Estado de 192355.

2.1 La España de Alfonso XIII

La población española experimentó un importante crecimiento en el primer tercio

del siglo XX, pasando de tener en 1887, 17.549.608 millones de habitantes a 23.563.867

en 193056. La tasa de mortalidad se redujo gracias a los avances económicos, sociales e

higiénico-sanitarios, especialmente contribuyeron el control de las enfermedades y la

mejoras en la alimentación. La mortalidad infantil también descendió de forma notable.

Como consecuencia de ello, se produjo un alargamiento de la esperanza de vida media,

que pasó de 34,8 años en 1900 a 50 en 193057.

A principios del siglo XX España era un país eminentemente rural. De los 7,4

millones de españoles activos, 5,2 se dedicaban a la agricultura y pesca, y sólo uno de

55 Véase SUÁREZ CORTINA, Manuel: La Restauración, entre el liberalismo y la democracia, Alianza

Editorial, Madrid, 1997; PORTERO RODRÍGUEZ, Florentino y TUSELL, Javier (edit.): Antonio Cánovas

y el sistema político de la Restauración, Biblioteca Nueva, Madrid, 1998; 56 INSTITUTO GEOGRÁFICO, CATASTRAL Y DE ESTADÍSTICA: Censo de la población de España

enl 31 de diciembre de 1930, Madrid, Instituto Geográfico, Catastral y de Estadística, 1932, vol. I, p. 21. 57 CARRERAS, Albert y TAFUNELL, Xavier: Estadísticas históricas de España: siglos XIX y XX,

Fundación BBVA, Madrid, 2005, pp. 70-71.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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cada tres trabajaba en industria o servicios58. No obstante, en las primeras décadas del

nuevo siglo se produce un proceso de urbanización, con lo que las principales ciudades

españolas crecieron de forma importante. En 1920 la población urbana suponía el 31%

de la población y la rural el 68%. Para 1930 la población urbana había ascendido al 35,3%

y la rural era el 64,7%59. El crecimiento de las ciudades en tan corto período de tiempo

transformó su fisionomía y su estructura social. Espontáneamente y de forma desordenada

aparecieron zonas periféricas ocupadas por la burguesía media de comerciantes,

industriales o empresarios. Y, en los arrabales y extrarradios de las ciudades, surgieron

barriadas obreras.

Por lo tanto, el grupo social predominante era el campesinado, aunque es cierto

que debido a las transformaciones económicas que estaba experimentando el país, iba

perdiendo peso60. Existía también una burguesía rural y otra financiera que, junto a la

aristocracia, gozaban de gran influencia social y política61. La clase media era

característica del mundo urbano, que poco a poco estaba industrializándose. Las

transformaciones económicas producidas a partir de 1914 permitieron la aparición de la

fuerza social más potente de la Restauración: los funcionarios y empresarios

industriales62. Controlaban todos los negocios importantes y el prototipo de hombre

industrial era Juan March, que se convirtió en el hombre más rico de España63.

El porcentaje de analfabetismo en 1900 era de 63,8% (55,8 varones, 71,5

mujeres); en 1910 de 59,4% (52,6 varones, 65,8 mujeres); en 1920 de 52,3% (46,4

varones, 57,8 mujeres); y en 1930 de 44,4% (38,7 varones, 52, 8 mujeres)64. Precisamente

el alto índice de analfabetismo fue uno de los frenos al desarrollo de la prensa española,

58 JULIÁ, Santos: La España del siglo XX, Marcial Pons, Madrid, 2003, p. 23. 59 Censo de la población de España al 31 de diciembre de 1930, Madrid, Instituto Geográfico, Catastral y

de Estadística, 1932, vol. I, p.34. 60 Véase, por ejemplo, GARCÍA DELGADO, José Luis y JIMÉNEZ, Juan Carlos: Un siglo de España: La

Economía, Marcial Pons, Madrid, pp. 279-338. Los autores analizan la situación económica de España

durante el reinado de Alfonso XIII. 61 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 413. 62 Ibídem, p. 415. 63 Véase GARRIGA, RAMÓN: Juan March y su tiempo, Planeta, Barcelona, 1976; DOMÍNGUEZ

BENAVIDES, Manuel: El último pirata del Mediterráneo, Roca, México, 1976. 64 GUZMÁN Y REINA, A.: Causas y remedios del analfabetismo en España, Madrid. 1995, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

31

sobre todo comparado con el resto de países europeos. Asimismo, los salarios de los

trabajadores no eran muy elevados y la mayoría no podía permitirse gastar unos céntimos

diariamente para comprar un periódico. En España el proletariado industrial se desarrolló

de forma tardía, si bien su crecimiento aumentó a partir de la Gran Guerra. Soportaban

condiciones de vida y de trabajo muy precarias, que influyeron en el aumento del

movimiento anarquista y sindical.

Entre los factores que podrían favorecer la lectura de los diarios estaba la

implantación del sufragio universal, que podía despertar la conciencia política de los

ciudadanos. Además, la emigración del campo a las ciudades provocaba que los obreros

entrasen en contacto con un ambiente nuevo donde las organizaciones obreras intentaban

influir en la masa trabajadora. Aun así, la población de las ciudades seguía siendo una

clara minoría y explica, en parte, por qué España no tenía el volumen de venta ni de

lectura de diarios que sus vecinos europeos.

En estos años se produjeron grandes transformaciones socioculturales en el país:

las mujeres comenzaron a ir a la Universidad, se multiplicaron las actividades y

espectáculos públicos, aumentó la venta de libros y periódicos y surgió una minoría

selecta y culta con nuevas ideas e inquietudes. Esta minoría ilustrada llenará los ateneos

y academias y desempeñará un papel muy relevante en la comunidad científica y cultural

internacional, así como en la vida política de España.

2.2 La crisis de la Restauración

En sus primeros veinte años de vida el sistema de la Restauración supo integrar

los intereses económicos y sociales del país y cerró una larga etapa marcada por guerras,

insurrecciones e inestabilidad gubernativa. Cuando un gobierno liberal o conservador

daba signos de agotamiento, la Corona encargaba formar gobierno al líder de la oposición.

Así funcionaba el turnismo que pactaron Cánovas y Sagasta. Sin embargo, el desastre

colonial de 1898 motivó un deseo de regeneración en los españoles que los primeros

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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gobiernos de Alfonso XIII intentaron llevar a cabo, sin grandes éxitos. “Puede decirse sin

temor la frase de que Alfonso XIII estrenó, al mismo tiempo, reinado y políticos”65. Los

dos intentos de regeneración que se intentaron desde el poder constituyeron un sonoro

fracaso. La “revolución desde arriba” que preconizaba Maura se vio interrumpida por la

Semana Trágica de Barcelona. Raymond Carr destaca que el fracaso de Maura tuvo como

consecuencia la destrucción de “la ficción de los partidos turnantes sin sustituirla por un

método de gobierno que se dirigiera sinceramente al cuerpo electoral”66. Por otro lado, la

ilusionante tarea regeneradora de Canalejas se vio truncada por su asesinato en 1912 a

manos de un anarquista.

La muerte de Canalejas desencadenó la crisis del bipartidismo y los vicios del país

continuaron: la corrupción, el caciquismo y las diferencias sociales, pero, sobre todo, se

produjo la desintegración de los partidos turnantes: conservador y liberal67. Al mismo

tiempo, a finales del siglo XIX y principios del XX, surgieron nuevos elementos sociales

(republicanos, obreros, regionalistas, etc.) que se encontraban fuera del sistema y que

cada vez tenían mayor pujanza. Estas nuevas fuerzas demandaban incorporarse al

régimen. Sin embargo, se toparon con el rechazo de los partidos turnistas y generaron

nuevos problemas y enfrentamientos de orden público, cuya resolución se encomendó al

Ejército. En estos años se produjo una sucesión de gobiernos de duración muy limitada

que no conseguía sacar adelante ningún proyecto: desde junio de 1917 hasta septiembre

de 1923, es decir, en seis años, hubo catorce crisis de gobierno. Los dirigentes de los

partidos conservador y liberal constantemente se dirigían al Rey para que éste les

encargase gobernar. De esta forma, Alfonso XIII abusó de su prerrogativa y se entrometía

en el funcionamiento de la vida política del país.

65 GARCÍA CANALES, Mariano: El problema constitucional en la Dictadura de Primo de Rivera, Centro

de Estudios Constitucionales, Madrid, 1980, p. 228. 66 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 459. 67 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 161. Seco Serrano opina que la crisis

del bipartidismo no se debió a la muerte de Canalejas, sino que fue coincidente, ya que Maura no estaba de

acuerdo con la apertura liberal de Canalejas y rechazó la posibilidad de que se restableciera el turnismo.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

33

2.3 El republicanismo y el auge del movimiento obrero

El republicanismo era la principal fuerza de oposición política y atrajo a

intelectuales como Pérez Galdós, Unamuno, Ortega y Gasset o Gregorio Marañón68.

Buscó alianzas con otras fuerzas constituyéndose Solidaridad Catalana, en 1906, y la

Conjunción Republicano-Socialista, en 1909. Sin embargo, disidencias internas

provocaron la división de los republicanos. Carr destaca que a lo largo de la historia el

republicanismo supuso una amenaza para la Monarquía, no por su fuerza como partido

organizado, ni porque supusiera una amenaza revolucionaria, sino por sus “constantes

acometidas cada vez que el régimen tenía un fracaso o sufría una derrota”69.

Por otro lado, el movimiento obrero español se dividió entre los que se afiliaron a

la organización anarquista de la C.N.T (Confederación Nacional del Trabajo) y los que

prefirieron unirse al partido socialista y a su sindicato U.G.T. (Unión General de

Trabajadores)70. En sus inicios el anarcosindicalismo era un movimiento minoritario,

mientras que el crecimiento de los socialistas fue muy lento. La fuerza socialista comenzó

a crecer a partir de la crisis de 1909 y de su alianza con los republicanos. La creciente

importancia de los sectores republicanos, obreros y anarcosindicalistas y su imposibilidad

de participar en la política española desencadenó un choque entre burguesía y

proletariado. Este enfrentamiento con los años se hizo más violento.

2.4 Antecedentes del golpe de Estado

El desastre de 1898 hizo necesario una reorganización de las Fuerzas Armadas,

ya que el número de oficiales se había disparado: “La necesidad de reorganizar el Ejército

se hizo particularmente aguda a raíz del Desastre de 1898. Existían entonces en España

68 Véase TOWNSON, Nigel: El republicanismo en España (1830-1977), Alianza Editorial, Madrid, 1994. 69 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 462. 70 Véase TIERNO GALVÁN, Enrique: España y el Socialismo, Tucar, Madrid, 1976; BUENACASA,

Manuel: El movimiento obrero español, 1886-1926, Ediciones Júcar, Madrid, 1977; ARAQUISTÁIN,

Luis: Marxismo y socialismo en España, Fontamara, Barcelona, 1980; JULIÁ, Santos: “El socialismo en

España”, Leviatán: Revista de hechos e ideas, nº. 27, 1987, pp. 123-127.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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499 generales, 578 coroneles y más de 23.000 oficiales para unas tropas que no excedían

de 80.000 hombres. Tenía nuestro Ejército, en aquella época, seis veces más oficiales que

el de Francia, que, sin embargo, contaba con 180.000 soldados”71. Éste quería redimirse

de sus defectos de estructura y de las injustas acusaciones por sus fallos en la guerra

colonial72. El Ejército culpaba a los políticos de la derrota en Cuba y Filipinas y se oponía

a cualquier intento de reforma militar. Al mismo tiempo, los movimientos nacionalistas

de catalanes y vascos alarmaban cada vez más a los militares. La intervención de las

Fuerzas armadas en los conflictos políticos provocó que se considerasen la única solución

a los problemas del país.

2.4.1 1905: ¡Cu-cut!

Las elecciones municipales de noviembre de 1905 dieron la victoria en Cataluña

a la Lliga Regionalista y, como consecuencia del ambiente triunfal que se respiraba, la

prensa catalanista emprendió una campaña contra el Ejército. Las publicaciones que más

ensalzaban el catalanismo eran la revista satírica ¡Cu-Cut! y La Veu de Catalunya, órgano

de la Lliga.

El 23 de noviembre ¡Cu-Cut! publicó una viñeta que representaba la puerta del

frontón Condal ―donde se celebró el llamado banquete de la victoria organizado por la

Lliga para conmemorar su triunfo en las elecciones― y a dos personas conversando, uno

de ellos vestido de militar, con el siguiente diálogo73:

― ¿Qué se celebra aquí, que hay tanta gente?

― El Banquete de la Victoria.

― ¿De la victoria?, Ah, vaya, serán paisanos.

71 BUSQUETS, Julio: El militar de carrera en España, Ariel, Barcelona, 1984, p. 25. 72 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII, Arlanza Ediciones, Madrid, 2001, p. 59. 73 ARROYO, María: op. cit: p. 20.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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El chiste encendió los ánimos de la guarnición barcelonesa, que decidió asaltar las

redacciones de ¡Cu-Cut! y La Veu de Catalunya el 25 de noviembre. El incidente

ocasionó disturbios en Barcelona y se trasladó a Madrid, donde hubo protestas callejeras

y se temió que los exaltados quisieran asaltar el Congreso para expulsar a los diputados

catalanes.

Este flagrante ataque contra la libertad de expresión desencadenó una crisis

ministerial. El presidente del Gabinete, Montero Ríos, decidió suspender las garantías

constitucionales de Barcelona y pidió a Alfonso XIII la destitución de los capitanes

generales de Madrid, Barcelona y Sevilla, pero el Monarca se negó. El suceso, por tanto,

se salvó sin sanciones para los militares culpables. Además, el Rey autorizó la publicación

de un suelto titulado: “Decisión regia”, en La Correspondencia Militar, en el que decía

que había esperado cuarenta y ocho horas “creyendo que el Gobierno y el Parlamento

defenderían la causa del Ejército y de la Patria”, y que en vista de que no lo habían hecho,

estaba decidido a obligarlo a hacer, en virtud de las atribuciones que le confería la

Constitución. Montero Ríos no toleró esta intromisión del Monarca y este ataque al poder

civil y presentó su dimisión, sucediéndole Moret. En este asunto Alfonso XIII defendió

que sólo intentó apaciguar la situación, pero lo cierto es que, como dice Seco Serrano,

abrió el camino para la reivindicación jurídica del estamento castrense74.

2.4.2 La Ley de Jurisdicciones de 1906

Como consecuencia del incidente de ¡Cu-Cut!, la prensa militar pidió al Gobierno

la elaboración de una ley que prohibiera las humillaciones a las Fuerzas Armadas por

parte de los diarios regionalistas. El Gobierno liberal de Moret accedió y, de esta forma,

el 20 de marzo de 1906 se aprobó una ley contra la libertad de prensa: la Ley de

Jurisdicciones, por la que los delitos ―también los delitos cometidos a través de la

periódicos―, contra el Ejército y contra la patria serían sometidos a tribunales militares.

Esta fecha, como afirma Fernández Almagro, “marcó inequívocamente el carácter

74 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII, op. cit., p. 61.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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militarista de la Monarquía y la impotencia absoluta de los liberales históricos”75. En

adelante, la intervención del Ejército en la vida política española sería una constante.

Los diputados republicanos, catalanistas y carlistas se retiraron del Parlamento en

señal de protesta. Blasco Ibáñez renunció a su acta y la prensa protestó de forma unánime.

Sin embargo, la ley siguió vigente y hubo que esperar hasta la II República para que se

derogase la ley76.

2.4.3 La Semana Trágica de Barcelona

Del 26 de julio al 2 de agosto de 1909 Barcelona protagonizó graves incidentes de

orden público, cuyo desencadenante fue la decisión del Gobierno de movilizar a los

reservistas para combatir en Marruecos. La guerra marroquí era muy impopular entre la

opinión pública y más aún desde que los ricos podían librarse de ir pagando una cuota. El

sindicato de Solidaridad Obrera convocó el 26 de julio una huelga general, que el

movimiento obrero preparaba para toda España en agosto, y se desató una ola de violencia

anticlerical conocida como la Semana Trágica de Barcelona77.

Una vez restablecido el orden en la ciudad condal, se procedió a juzgar a los

responsables de los sucesos según la Ley de Jurisdicciones. Se juzgó y condenó a muerte

al anarquista Ferrer Guardia como responsable ideológico de los sucesos. El fusilamiento

de Ferrer provocó una movilización ciudadana y una campaña por parte de la prensa

liberal y catalanista contra el Gobierno de Maura, que dividió a la sociedad española en

mauristas y antimauristas. Los diarios conservadores contestaron a los liberales con

“¡Maura, sí!”, pero el jefe conservador cayó dando paso al Gobierno de Moret78. La

75 FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: op. cit., p. 88. 76 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España (1900-1931), op. cit., p. 9. 77 Véase RODRÍGUEZ LÁZARO, Jesús: La Semana Trágica, Barcelona, Petronilo D.L., 1977;

COMELLAS, José Luis: Del 98 a la Semana Trágica 1898-1909. Crisis de conciencia y renovación política,

Biblioteca Nueva, Madrid, 2002; GARCÍA RODRÍGUEZ, José Carlos: ¿Arde Barcelona? La Semana

Trágica, la prensa y la caída de Maura, Akrón, León, 2010. 78 JULIÁ, Santos: La España del siglo XX, op. cit., p. 36. Santos Juliá también considera que con la caída

de Maura el turnismo se rompió.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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campaña contra el líder conservador traspasó las fronteras y convirtió a Maura en el

símbolo de la España negra e inquisitorial y perseguidor de la libertad de pensamiento y

del progreso científico que encarnaba Ferrer Finalmente, Maura se vio obligado a

presentar su dimisión al Rey y éste la aceptó, algo que disgustó enormemente a Maura y

dejó en él la semilla del rencor contra Alfonso XIII para siempre. Sin embargo, el Rey no

podía hacer oídos sordos al grito de “Maura no”, que no sólo era unánime en todo el país,

sino en toda Europa79. Para Ramón Tamames la mayor consecuencia política de la

Semana Trágica fue que dejó de funcionar el turno de partidos, instrumento clave de la

Restauración. La fuerza que la Lliga de Cataluña y el PSOE adquirieron en 1909 impidió

“la continuidad de la farsa del turno”80.

La Ley de Jurisdicciones animó la reacción a la Semana Trágica de Barcelona.

Unamuno ya había advertido de que el hecho de que los militares juzgasen los llamados

delitos contra el Ejército, los convertía en juez y parte. Además, destacó también la actitud

del Rey, que se mostró contrario a la campaña de la prensa extranjera y en unas

declaraciones a Le Journal se quejaba de la interpretación falsa que habían dado a los

sucesos de Barcelona. A Moret le irritó profundamente la entrevista que concedió el

Monarca, que, tanto en la crisis de 1905 como en la 1909, evidenció su apoyo e

identificación con las Fuerzas Armadas.

2.4.4 La Triple Crisis de 1917

La guerra de Melilla (1909-1910) provocó un conflicto por los rápidos ascensos

obtenidos por los militares africanistas, en detrimento de los oficiales peninsulares. En

1917 ese descontento se fraguó en la constitución de las Juntas militares de Defensa, un

movimiento casi sindical, que ocasionó una grave fractura en el Ejército entre junteros y

africanistas. Las juntas se convirtieron en un peligro para el poder civil hasta que Sánchez

Guerra las suprimió en 1922.

79 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis, op. cit., p. 131. 80 TAMAMES, Ramón: Ni Mussolini ni Franco: la Dictadura de Primo de Rivera y su tiempo, Planeta,

Madrid, 2008, p. 38

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

38

En Cataluña existía un ambiente de simpatía a las juntas que cristalizó en el otoño

de 1916 con la formación en Barcelona de una Junta de defensa del arma de Infantería.

El movimiento juntista se extendió rápidamente por toda España. Romanones intentó

disolverlas y al no lograrlo acabó dimitiendo. Su sucesor, García Prieto, tampoco pudo y

le sucedió entonces Eduardo Dato.

Por otro lado, en el verano de 1916 la U.G.T. amenazó con una huelga general

para pedir salarios más elevados, y en caso de no obtener respuesta, seguiría una huelga

revolucionaria. Los socialistas, entonces, acercaron posturas con los anarquistas y

también con los republicanos reformistas. Ante la amenaza revolucionaria, Dato cerró las

Cortes y suspendió las garantías constitucionales81. La actitud de Dato, unió a los

catalanes, a los obreros y a los radicales en un movimiento de protesta y la Lliga convocó

una Asamblea de Parlamentarios en julio de 1917 para exigir la reapertura de las Cortes.

Antonio Maura se negó a participar en ella y Dato optó por declararla sediciosa.

Asimismo, la huelga general fue un fracaso al ser reprimida por el Ejército en pocos días.

Tras la reunión de julio, la Asamblea había acordado reunirse en Madrid a finales

de octubre. Sin embargo, la Lliga, temerosa del movimiento social, aceptó apoyar al

Gobierno Nacional, presidido por el liberal García Prieto y con Cambó como ministro. El

programa de este gobierno consistía en convocar nuevas Cortes, cuyo resultado evidenció

la muerte del turnismo. El sistema de la Restauración había quedado seriamente dañado

por la crisis de 1917 y durante los siguientes años se recurrió de forma constante a los

gobiernos de concentración nacional que no tenían ninguna fuerza política. La rápida

sucesión de gobiernos impedía que fructificase ningún programa político ni ninguna

reforma.

Durante los dieciséis años de Regencia hubo once ministerios, mientras que en el

reinado de Alfonso XIII desde mayo de 1902 a septiembre de 1923 hubo treinta y tres

gobiernos. En los años anteriores a la Dictadura hubo doce gabinetes en menos de seis

años. El Rey intentaba manejar las crisis cambiando al Gobierno, expresión que se llamó

81 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 485.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

39

“borbonear”, pero la situación seguía siendo de descontrol político y social, a lo que había

que añadir la guerra de Marruecos.

2.4.5 Discurso de Alfonso XIII en el Círculo de la Amistad

Dos meses después del asesinato de Dato, el 23 de mayo de 1921, Alfonso XIII

pronunció un discurso en Córdoba, en el auditorio del Círculo de la Amistad, en el que se

mostró abiertamente contrario al sistema parlamentario por su incapacidad para resolver

los problemas existentes en el país:

“En este momento (mayo de 1921), mi gobierno tiene presentado al

Parlamento un proyecto de verdadera trascendencia… Ahora bien; el Rey no

es absoluto y no puede hacer otra cosa que autorizar con su firma que los

proyecto vayan al Parlamento, pero no puede hacer nada para que salgan de

allí aprobados. Yo estoy muy satisfecho de no contraer responsabilidades,

esas responsabilidades que pasaron de la Corona al Parlamento…pero es muy

duro que no pueda prosperar lo que interesa a todos, por pequeñeces de la

política.

Presenta un proyecto mi Gobierno: lo combaten y cae. Los ministros que

suceden a los caídos tampoco pueden adelantar, porque los anteriores se han

convertido en oposición y se vengan. ¡Cómo van a ayudar a quienes lo

mataron! Así las cosas, se convocan y disuelven parlamentos, sin que se logre

nada útil.

Algunos pensarán que al hablar así me estoy saliendo de mis deberes

constitucionales; pero ya digo que después de diecinueve años de Rey… no

se han de coger en una falta constitucional.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

40

Yo creo que las provincias deben comenzar un movimiento de apoyo a su Rey

y a los proyectos que sean beneficiosos y entonces el Parlamento se acordará

de que es mandatario del pueblo, porque eso significa el voto que dais en las

urnas. Entonces la firma del Rey será una garantía de que los proyectos

beneficiosos serán una realidad”82.

Juan de La Cierva, ministro de Fomento, estaba presente ese día en Córdoba y

ordenó que se prohibiera toda comunicación telegráfica y telefónica sobre el discurso del

Soberano. Después del banquete llamó a Luis Martínez de Galinsoga, redactor de ABC,

y le pidió que se comprometiera a no dar más versión por teléfono que la que él les

facilitase. La Cierva había escrito en el menú del banquete una transcripción del discurso

con modificaciones sustanciales. Se lo entregó al Rey y le preguntó si “lo había traducido

con exactitud”, Alfonso XIII le contestó sonriente: “sí hombre, sí; es eso.” Cuando

marcharon hacia Madrid el Rey le dio las gracias por “haberle sacado de un mal paso”, e

intentó justificarse: “Se me fue el corazón a los labios y no he hecho bien. Sin tu agilidad

y cuidado nos habrían dado serios disgustos”83, declaró el Monarca.

A pesar de los intentos de La Cierva porque el mensaje del discurso no se

difundiese, ya lo habían transcrito telegráficamente y llegó a Madrid. El ministro aseguró

en el Parlamento y en la prensa que la versión real era la que él había dado “con la

aprobación de su Majestad” 84. Desde entonces corrió el rumor de que se preparaba un

golpe de Estado y que el Rey lo apoyaría. De hecho, varios políticos de la época

aseguraron que el Monarca se planteó que la única solución posible era que él mismo

tomara el poder. Por su parte, Raymond Carr afirmó sobre el discurso de Alfonso XIII

que “en el fondo siempre anidó en él la idea de una dictadura real”. Gómez-Navarro

concede también gran importancia a las palabras del Rey, especialmente a las que llama

a una movilización popular en su apoyo85.

82 GUTIÉRREZ RAVÉ, J.: Habla el Rey, Madrid, 1955, pp. 205-206. 83 BORRÁS, Rafael: El rey perjuro. Don Alfonso XIII y la caída de la Monarquía, Ediciones B, Barcelona,

2007, p. 107. 84 Ibídem, p. 107. 85 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: op. cit., pp. 116-117. Para Gómez-Navarro el pensamiento del monarca

español sufrió una involución hacia posturas de signo parlamentario y afirma que puede observarse dicha

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

41

2.4.6 El Desastre de Annual

La Conferencia Internacional de Algeciras en 1906 estableció el protectorado

franco-español en Marruecos. A España le tocaron unos territorios sin gran riqueza

económica y habitado por una serie de tribus muy violentas a las que el Ejército español

intentaba someter sin conseguirlo. La política militar en la zona se caracterizó por su

indecisión, mientras que la guerra era muy impopular entre la población española, que no

entendía por qué se luchaba allí, y la prensa discutía acaloradamente lo que debía hacerse

en Marruecos. Así estaban las cosas cuando el general Silvestre intentó llegar hasta la

bahía de Alhucemas y se vio sorprendido por el ataque de Abd el-Krim. En el Desastre

de Annual, ocurrido el 22 de julio de 1921, murieron más de 10.000 hombres. Como

consecuencia, el Gobierno de Allendesalazar dimitió y le sucedió Maura, que formó un

Gobierno de concentración con la misión de abrir una comisión de investigación para

esclarecer los hechos86.

En septiembre, coincidiendo con el inicio de las investigaciones sobre el Desastre

de Annual, comenzó una campaña de prensa que exigía responsabilidades. Cuando el

debate llegó a las Cortes, los conservadores eran partidarios de buscar responsabilidades

militares, mientras que los liberales también pedían responsabilidades civiles y los

socialistas apuntaban directamente al Rey87. Se le acusaba de haber presionado a Silvestre

para que tomase la iniciativa y ofrecerle la victoria en el día de Santiago. Cierto es que,

entre los papeles del general Silvestre, se encontraron dos telegramas de Alfonso XIII. En

el primero decía: “Sobre el 15 espero buenas noticias”; y en el segundo: “¡Eh, vosotros

muchachos, que estoy esperando!”88. Por lo cual, se responsabilizó al Rey de haber

obligado a Silvestre a avanzar temerariamente.

evolución en su interpretación de la historia de España y del papel del Ejército en la misma y en su

concepción del papel que debía cumplir la Corona en el marco constitucional. 86 Véase EZA, Vizconde de: El desastre de Melilla, s.n., Madrid, 1923. 87 BURGOS Y MAZO, Manuel: La Dictadura y los constitucionalistas, Tomo III, Javier Morata Ed.,

Madrid, 1934, p. 35-36. Burgos y Mazo atribuye a Alfonso XIII gran culpa del Desastre de Annual y opina

que el Monarca ante el miedo a que se descubriera “su intervención ilegal y nefasta” buscó a un dictador

militar que impidiese la depuración de responsabilidades. 88 PETRIE, Charles: Alfonso XIII y su tiempo, Damia, Barcelona, p. 176.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

42

Los periódicos se dividieron entre los que apoyaban a Berenguer y los que le

atacaban. Entre los primeros estaban La Acción, Heraldo de Madrid y la mayoría de

diarios conservadores; entre los segundos, La Voz, El Sol, La Libertad o El Socialista,

casi todos los de izquierdas89. El socialista Luis Araquistáin escribió un artículo en El Sol

titulado “Exegesis. Un error de método”, que señalaba directamente la intervención del

Monarca en las decisiones de Silvestre y Berenguer y provocó una gran polémica

El 8 de marzo de 1922 José Sánchez Guerra formó Gobierno, el último de corte

conservador de la Restauración. Sánchez Guerra decidió disolver las Juntas de Defensa y

destituir a Martínez Unido como Gobernador civil de Barcelona, pero no pudo frenar la

guerra de Marruecos ni el caos social de Barcelona. Al mismo tiempo, una investigación

para depurar responsabilidades apuntaba directamente al Rey. La labor se encomendó al

general Picasso, quien elaboró un expediente que presentó el 18 de abril de 1922 ante el

Consejo Supremo de Guerra. Durante dos años buena parte de la política española giró

en torno al famoso expediente y a los presuntos responsables90

2.4.7 El Expediente Picasso

Para depurar las responsabilidades se formó una comisión parlamentaria,

compuesta por once conservadores y diez liberales, cuyo informe publicó la prensa el 18

de noviembre. La reacción de la opinión pública fue airada e Indalecio Prieto emitió un

voto particular al informe, en el que, hacía referencias a la responsabilidad del Monarca,

pidiendo que el Ejército separase a Berenguer y a otros jefes y oficiales.

Los enfrentamientos entre justicialistas e impunistas ante el Desastre de Anual se

agudizaron y el 5 de diciembre de 1922 los propios parlamentarios llegaron a las manos.

Ante eso, Sánchez Guerra presentó su dimisión. El Rey llamó entonces a Cambó, pero no

89 ARROYO, María: op.cit.: p.134. 90 BORRÁS, Rafael: op. cit., p. 109.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

43

pudo convencerle para que aceptara el puesto. De esta forma, el 7 de diciembre de 1922

se formó el último gobierno antes de la Dictadura encabezado por García Prieto. El nuevo

ministro de Estado era Santiago Alba, que como hemos visto era accionista de La

Libertad, diario que impulsó una campaña abandonista en Marruecos que contagió a otros

diarios. Según cuenta María Arroyo, el ambiente era tan “crispado” que, ya el 30 de

diciembre de 1922, Heraldo de Madrid hablaba de rumores de golpe de estado.

Por su parte, el director de La Acción, Manuel Delgado Barreto, inició una

campaña contra el Gobierno utilizando como pseudónimo “Duque de G.”, que afectó a la

credibilidad de los partidos. De hecho, María Arroyo sostiene que las campañas de prensa

con motivo del Desastre de Annual, además de sacudir las relaciones entre los partidos

conservador y liberal, “sembraron en la opinión pública la desconfianza y el rechazo de

los viejos partidos”91. Arroyo señala que los artículos de Delgado Barreto

“desprestigiaron a Santiago Alba en particular y a la clase política en general”92.

Santiago Alba se enfrentó al estamento y pagó una fuerte suma por los prisioneros.

La Libertad ensalzó el rescate de los prisioneros y La Acción respondió el 26 de febrero

de 1923 con el artículo: “La obra cobarde del profesionalismo político. En la mente del

Rey está fija la idea de la abdicación”. Este artículo se vio como una “provocación al

Ejército” 93, que no tardó en responder con el golpe militar. La repercusión del artículo

no se explica por su tirada, que era de 65.000 ejemplares en 1920, sino por los diarios

populares que lo reprodujeron, como El Liberal o El Sol.

El caos social de Cataluña provocó la clausura de las cortes el 24 de julio y el

aplazamiento del debate de la comisión de responsabilidades hasta el mes de octubre,

pero el golpe de Primo de Rivera impidió que el debate se llevara a cabo. La prensa no

permaneció al margen, sino que los diarios conservadores veían en el pronunciamiento

una salida al caos del país, y los periódicos civiles eran partidarios de apelar a un civil

con una dictadura templada. Unos ponían sus esperanzas en recuperar el orden perdido y

91 ARROYO, María: op. cit.: p. 143. 92 Ibídem, p. 144. 93 Ibídem, p.146.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

44

frenar la investigación de responsabilidades. Mientras que, para otros, suponía poner fin

a un sistema agotado y la esperanza en renovación de la política española con la

incorporación de las fuerzas que permanecían al margen. “Por tanto, para todos la

Dictadura era una solución”94.

2.4.8 El problema del orden público

La industrialización que experimentó Barcelona a principios de siglo aumentó el

número de proletariado residente en la ciudad condal. Los obreros tenían una mayor

concienciación social y la lucha por sus derechos y por la mejora de las condiciones

labores provocó que se movilizasen y que el número de huelgas se multiplicase,

impulsadas en su mayoría por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). La respuesta

de la patronal fue violenta y los pistoleros de los “Sindicatos Libres”, relacionados con

los patronos, y los del terrorismo anarcosindicalista, vinculados a la CNT convirtieron las

calles de Barcelona en un auténtico campo de batalla95. Entre 1917 y 1923 se calcula que

fueron asesinados doscientos sindicalistas, unos cien obreros y un número indeterminado

de patronos y policías. El Gobierno de Dato nombró al general Martínez Anido

gobernador civil de Barcelona en su intento por frenar la conflictividad social. Martínez

Anido dirigió una durísima represión contra las organizaciones obreras, utilizando para

ello al Somatén y la Ley de Fugas. En octubre de 1922 cesó como gobernador civil, al ser

destituido por Sánchez Guerra, opuesto a sus métodos, sin que la situación en la capital

catalana se hubiera solucionado. El ambiente era tan dramático que a partir de anochecido

se recomendaba no salir a la calle. Por esta razón, la alta burguesía catalana apoyó

enérgicamente a Primo de Rivera en su sublevación.

94 ARROYO, María: op. cit., p. 145. 95 Para un estudio de la situación en Cataluña en los años 20 véase AMADOR, A: El terror blanco en

Barcelona, Tall. Graf. Gutember, Tarragona, s.a. (1920); BARATECH ALFARO, F.: Los sindicatos libres

de España, su origen, su actuación, su ideario, Tall. Graf. Cortel, Barcelona, 1927; BALCELLS, Albert:

El sindicalisme a Barcelona (1916-1923), Ed. Nova Terra, Barcelona, 1965; BRADEMAS, J.:

Anarcosindicalismo y revolución en España, Ariel, Barcelona, 1974; LEÓN-IGNACIO, Jacinto: Los años

del pistolerismo: ensayo para una guerra civil, Planeta, Barcelona, 2001; DE RIQUER, Borja: Escolta,

Espanya: la cuestión catalana en la época liberal, Marcial Pons, Madrid, 2001.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

45

2.5 La Dictadura de Primo de Rivera

La llegada de la Dictadura de Primo de Rivera en 1923 coincidió con la

implantación de otros regímenes autoritarios en el período de entreguerras en diversos

países europeos96. Hungría estableció en 1920 una dictadura como reacción a la

revolución bolchevique; en Polonia, el mariscal Pilsudski puso fin a la república polaca

en 1926; en Yugoslavia, el rey Alejandro I proclamó la dictadura en 1928; en Italia,

Benito Mussolini dio un golpe de Estado en 1922 en el que contó con el apoyo del rey

Víctor Manuel III, del ejército italiano y de la burguesía italiana; en Alemania, Adolf

Hitler subió al poder en 1933 y se proclamó dictador en 1934; en Bulgaria, primero hubo

un golpe militar en 1934 y luego la dictadura del rey Boris en 1935; en Grecia, el general

Metaxas con el apoyo del rey implantó una dictadura en 1936; en Rumanía, el rey Carol

con el Ejército estableció la dictadura en 1938.

La intervención de los militares en la política se explica por la debilidad de las

instituciones políticas en la sociedad. En el caso español, como hemos visto, el sistema

de la Restauración arrastraba una profunda crisis desde 1917 y la descomposición de los

partidos dinásticos era un hecho.

2.5.1 El general Primo de Rivera

Miguel Primo de Rivera nació en Jerez de la Frontera en 187097. Siguiendo la

tradición familiar, en 1884, a la edad de quince años, ingresó en la Academia General de

96 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: op. cit., pp. 124-148. Gómez-Navarro sugiere como características

comunes entre estos regímenes dictatoriales que eran países eminentemente agrarios, de industrialización

tardía, con problemas nacionales, con una gran división social y falta de integración en el sistema político

de los nuevos sectores sociales. La creciente debilidad política de estos países aumentó el poder de la

burocracia civil y del Ejército, quienes, junto a la Monarquía, serán las principales protagonistas de la

implantación de estos regímenes en la Europa de entreguerras. 97 Para un estudio de la figura de Miguel Primo de Rivera véase, por ejemplo, CORTÉS CAVANILLAS,

Julián: La Dictadura y el dictador: rasgos históricos, políticos y psicológicos, Madrid, Velasco, 1929;

RODRÍGUEZ TARDUCHY, Emilio: Psicología del Dictador y caracteres más salientes, morales, sociales

y políticos de la Dictadura española, Imprenta Artística Sáez Hermanos, Madrid, 1929; AZUMILLAGA

YARZA DE SAGRERA, Ana de: Miguel Primo de Rivera. El hombre, el soldado y el político,

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Toledo. Estuvo destinado en Puerto Rico, Melilla, Cuba o Filipinas y consiguió ascender

rápidamente en el Ejército. El 25 de noviembre de 1921 pronunció un discurso en el

Senado, cámara a la que accedió tras heredar el título nobiliario de su tío Fernando, en el

que dijo que: “Yo estimo, desde un punto de vista estratégico que un soldado más allá del

Estrecho es perjudicial para España”98. En marzo de 1922 fue nombrado capitán general

de Cataluña.

No fue un dictador al uso. De su carácter peculiar y castizo dan cuenta quienes le

trataron. Shlomo Ben-Ami le describe como “nada respetuoso, indisciplinado,

populachero, audaz e incapaz de dominar sus pasiones”99. Rodríguez Tarduchy alude a

su simpatía innata que le hacía ser querido por amigos o enemigos100. La Cierva hace

referencia a la impetuosidad de su carácter que le llevó a cometer algunos errores y que

era incompatible con la flexibilidad que ha de tener un gobernante101. Ramón Tamames,

por su parte, subraya las palabras que pronunció Salvador de Madariaga sobre el lado más

negativo de la personalidad de Primo de Rivera: “sus violentos arrebatos, casi siempre

pasajeros, y normalmente motivados por un exceso de confianza en sí mismo”102. José

María Jover afirmó que carecía de “un sistema bien trabado de ideas que compone una

filosofía política y del cual se hace depender la acción en cada momento103. Jacinto

Capella le describe como un hombre sencillo, creyente y amigo de sus amigos, aunque

admite que no tenía una gran cultura104.

Po otro lado, Gómez-Navarro resalta la similitud de caracteres que existía entre el

Rey y Primo de Rivera:

Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, 1973; CASASSAS, Jordi: La Dictadura de

Primo de Rivera (1923-1930). Textos, Anthropos, Barcelona, 1983; DÍAZ BARRADO, Mario Pedro:

Palabra de dictador: General Primo de Rivera: análisis de discursos (1923-1930), Universidad de

Extremadura, 1985; PRIMO DE RIVERA Y ORIOL, Rocío: Los Primo de Rivera: historia de una familia,

La Esfera de los Libros, Madrid, 2003; CASALS, Xavier y TAMAMES, Ramón: Miguel Primo de Rivera

y Orbaneja, Ediciones B, Barcelona, 2004. 98 TAMAMES, Ramón: Ni Mussolini ni Franco: La Dictadura de…, op. cit., p. 30. 99 BEN-AMI, Shlomo: El cirujano de hierro…, op. cit., p. 57. 100 RODRÍGUEZ TARDUCHY, Emilio: op. cit., p. 38. 101 LA CIERVA, Juan: Notas de mi vida, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1955, p. 305. 102 TAMAMES, R.: Ni Mussolini ni Franco: La Dictadura de…, op. cit. p. 35. 103 JOVER, José María: Introducción a la Historia de España, Barcelona, 1969, p. 828. 104 CAPELLA, Jacinto: La verdad de Primo de Rivera. Intimidades y anécdotas del dictador, Imp. Hijos

de Tomás Minuesa, Madrid,1933, p. 67 y p. 150.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“Los dos poseían una inteligencia ágil y brillante, pero superficial y ligera.

Tendían a formarse opiniones apresuradas y a tomar decisiones poco

estudiada y de consecuencias no previstas. Se inclinaban a hacer

manifestaciones espontáneas e improvisadas. Ambos tenían un fondo

ideológico autoritario y estaban, por distintas razones, acostumbrados a

mandar y a imponer su voluntad, aunque eran de trato campechano y abierto.

Los dos creían dominar los problemas militares y pensaban que contaban con

el apoyo del Ejército. Eran intuitivos y pensaban que cada problema, en

política como en todo, tenía una solución y la cuestión se reducía a encontrarla

y ejecutarla”105.

Romanones declaró sobre él que había conocido “pocos hombres más

representativos de las virtudes y defectos del pueblo español que don Miguel Primo de

Rivera, y pocos que, como él, reunieran un mayor caudal de simpatías, tantas, que

desarmaba hasta sus más enconados adversarios”106. Miguel Maura, a pesar de que fue

opositor a la Dictadura, opinaba sobre él que “de todos los dictadores que ha habido es

sin dudas el más simpático, llevadero, indefenso, pintoresco y mejor intencionado”107.

Sentía un gran amor por España y gobernó de forma paternalista; se veía a sí

mismo como el cirujano de hierro que demandaba Costa. Sin embargo, su único programa

político consistía en hacer una limpieza profunda de la casta política, acabar con la guerra

de Marruecos y devolver la normalidad al país. Dejando a un lado sus aciertos y errores,

nadie puede discutir la dedicación de Miguel Primo de Rivera a su labor como dictador.

Se quedaba hasta altas horas de la madrugada trabajando o redactando alguna de sus

notas, y se jactaba de que tan sólo necesitaba dormir tres o cuatro horas. De hecho, vivía

en el Palacio de Buenavista, sede del ministerio del Ejército. Pero esta dedicación absoluta

105 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., pp. 139-140 106 ROMANONES, Conde de: Notas de una vida (1912-1931), Espasa Calpe, Madrid, 1947, p. 215. 107 MAURA, Miguel: Así cayó Alfonso XIII, Ariel, Barcelona, 1966, p. 34.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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le acabó pasando factura y a finales de 1929 el general se encontraba físicamente y

psicológicamente exhausto108.

2.5.2 La conspiración militar

El Expediente Picasso generó un malestar profundo en el seno del Ejército y

provocó que se iniciaran dos movimientos militares para evitar que se debatiera en el

Parlamento las responsabilidades por el Desastre de Annual109. María González Calbet

afirma que la primera iniciativa provenía de un resurgimiento de las juntas militares, al

frente del cual estaba el general Nouvillas. La segunda iniciativa correspondía al grupo

de generales de Madrid conocidos como el cuadrilátero110, que abogaban por solucionar

de una vez por todas el problema de Marruecos y por no exigir responsabilidades por el

Desastre de Annual.

Con ocasión de la huelga de transportes de Barcelona, el general Primo de Rivera

fue requerido en Madrid para informar sobre ella. Ahí fue cuando Primo de Rivera

estableció los primeros contactos con los integrantes del cuadrilátero y aceptó dirigir la

operación militar111. El 19 de junio Primo de Rivera estuvo en Madrid y en ese viaje se

entrevistó con el Rey, aunque no se sabe de qué hablaron. En la capital comenzó, según

reconocería después, “a conspirar a la luz del día y con poca reserva”112. En uno de los

108 BURGOS Y MAZO, Manuel: op. cit., p. 46. Burgos y Mazo reconoce que “de los generales de los que

el Rey hubiera podido disponer para su empresa, ninguno tan apto ni de tantas condiciones como Primo de

Rivera”. 109 Véase LEGUENICHE, Manuel: Annual 1921: el desastre de España en el Rif, Alfaguara, Madrid, 1996;

FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, Ricardo y MARCH, Susana: El desastre de Annual, Planeta, Barcelona,

1999; y FRANCISCO, Luis Miguel: Annual, 1921. Crónica de un desastre, AF Editores, Valladolid, 2005. 110 Integraban el “cuadrilátero” los generales Cavalcanti, Federico Berenguer, Saro y Dabán. Javier Tusell

también añade el nombre del duque de Tetuán, gobernador militar de Madrid. 111 TUSELL, Javier: Radiografía de un golpe de Estado. El ascenso al poder del general Primo de Rivera,

Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 73. Tusell relata de forma fidedigna y precisa cómo se articuló la

conspiración golpista. 112 BEN-AMI, Shlomo: El cirujano de hierro… op.cit, p. 61; LERROX, Alejandro: Mis memorias, op. cit.,

p. 169. Lerroux manifiesta que el golpe se veía venir. En Barcelona fueron sondeados varios políticos y en

Madrid, en los medios políticos, “lo anunciaba en voz alta todo el mundo”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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frecuentes viajes de Primo a Madrid charló con el conde de Romanones, al que no ocultó

sus propósitos, pero le habló de llevarlos a cabo en “fecha lejana”113.

En las sesiones del Senado del 28 de junio y 3 y 5 de julio se discutió la posibilidad

de procesar al general Berenguer. En el encendido debate Sánchez Toca intervino para

afirmar sobre el problema de las responsabilidades militares, que primero había que fijar

quiénes eran los culpables y después averiguar las causas del desastre. “Que la conciencia

colectiva del país, justamente indignada, exigía el castigo de todos los supuestos culpables

y de todos los Gobiernos que habían ocupado el Poder en los últimos años, porque

ninguno estaba libre de culpa”. El general Aguilera decidió, entonces, escribir una carta

en términos muy ofensivos a Sánchez Toca que, al ser leída por éste en el Senado, provocó

la indignación de todos los senadores. Aguilera no se negó a pedir perdón a Sánchez Toca,

sino que le incitó a batirse en un duelo. Cosa que el veterano político rechazó. Romanones

señala que, tras este episodio, el Generalato y la guarnición de Madrid hicieron causa

común con Aguilera y el Gobierno era consciente de que se ultimaba un movimiento

sedicioso para proclamar dictador a Aguilera114.

Sin embargo, no fue Aguilera sino Primo de Rivera el encargado de encabezar el

movimiento. Y ello porque, según cuenta Romanones en sus memorias, tras la carta del

general Aguilera a Sánchez Toca, Sánchez Guerra fue a ver al conde a su despacho para

leerle unas palabras amenazantes que Aguilera había pronunciado delante de unos

amigos. En ese instante entró Aguilera y entabló una acalorada discusión con Sánchez

Guerra que se saldó con un bofetón del político conservador al militar, que éste también

devolvió. Se enzarzaron en una pelea, aunque finalmente Romanones consiguió templar

los ánimos y hasta que se diesen la mano. El escándalo enseguida fue conocido por todo

el Senado y en la sesión en la que se leyó la carta de Aguilera, la imagen de éste quedó

maltrecha115.

113 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 209. 114 Ibídem, p. 210. 115 BURGOS Y MAZO, Manuel: op. cit., p. 57; ROMANONES, Conde de: op. cit., pp. 211-212. Burgos y

Mazo relata que días después el Rey se encontró a Sánchez Guerra, le abrazó y le dijo: “Acabas de prestarme

el mayor servicio de tu vida”, porque, aunque Alfonso XIII era partidario de una intervención militar en el

país, no quería confiarle el gobierno a Aguilera.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

50

Suspendidas las sesiones por las vacaciones veraniegas, el Gobierno se confió y

no hizo caso de las “noticias alarmantes” que circulaban, ya que “la conspiración, con

todos sus detalles, la conocía todo el mundo. Todo el mundo menos el Gobierno”116. Lo

cierto es que en los meses de julio y agosto los planes del golpe se ralentizaron por el

procesamiento de Cavalcanti por el Consejo Supremo de Justicia Militar y por el

nombramiento como gobernador civil en Barcelona de Manuel Portela Valladares, quien

a mediados de julio logró normalizar la situación en la ciudad catalana, de forma que el

golpe no era tan apremiante como cuando Primo de Rivera estuvo en Madrid. Sin

embargo, el 23 de agosto, se produjo un conato de rebelión en un contingente militar al

negarse a embarcar para África. El cabecilla del movimiento el cabo José Sánchez

Barroso, fue condenado a muerte, aunque luego se le conmutó la pena. El capitán general

de Barcelona envió un telegrama protestando porque Sánchez Barroso no hubiera sido

fusilado. Santiago Alba, ministro del Estado, quiso destituir entonces a Primo de Rivera,

aunque el Rey se negó. Sugiere Tamames que a raíz de ese incidente proviene la

enemistad entre estos dos hombres117. Andrés Révész reveló en su libro Frente al dictador

que Primo de Rivera reconoció que se decidió a encabezar un movimiento militar después

del incidente de Málaga.

A principios de septiembre hubo una crisis ministerial por desacuerdos a la hora

de la política militar que había de seguirse en Marruecos, que ocasionó la salida de tres

ministros y que el Rey ratificara nuevamente su confianza en García Prieto. Al parecer,

unos diez días antes del golpe, Alfonso XIII recibió la visita de dos generales que le

comunicaron que tal estado de cosas no podía continuar así y que tenían previsto efectuar

un pronunciamiento militar118. A los dos días el Monarca avisó a García Prieto y le dijo

que hablara con los generales119. Acto seguido, se trasladó a San Sebastián. Entonces,

116 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 213. 117 TAMAMES, R.: Ni Mussolini ni Franco: La Dictadura de…, op. cit., p. 88. 118 PETRIE, Charles: op. cit., p. 186. El Rey entonces les contestó: “Para ustedes es muy fácil hablar así.

Ustedes producen el desorden y luego soy yo quien tiene que sufrir las consecuencias”. 119 ONMONT, M.: El archivo del dictador 1923-1930, s.n., Madrid, 1932, p. 19. Cita el 10 de septiembre

de 1923 como día en el que el Gobierno de Alhucemas tiene “noticias ciertas de que la conjura está en

marcha”. El golpe de Estado es inminente y la debilidad gubernamental lo dejó incrementar.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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aprovechando la ausencia del Rey en la capital, Cavalcanti convocó a Primo de Rivera en

Madrid para ultimar los preparativos del golpe. El 11 de septiembre de 1923, día de la

Diada en Cataluña, una manifestación nacionalista acabó con enfrentamientos e, incluso,

con tiros. Ese mismo día el capitán general de Barcelona telegrafió a Cavalcanti para

acelerar sus planes. Al día siguiente llegaron noticias de que habían decidido detener a

los cuatro generales del cuadrilátero. No obstante, esta medida no se llevó a cabo porque

el ministro de Guerra, general Aizpuru, y el capitán general de la Primera región, general

Muñoz Cobo, no se movieron “en absoluto”120.

Eso provocó que se adelantase el golpe un día, y en la madrugada del 13 de

septiembre el general Primo de Rivera envió su famoso manifiesto121. Los sublevados

contaban con el apoyo de la guarnición de Zaragoza122, pero el resto del Ejército estaba

expectante a la espera de recibir órdenes del Rey. La noticia del golpe sorprendió a

Alfonso XIII en San Sebastián en compañía de Santiago Alba, que le presentó su dimisión

y marchó a Francia esa misma noche. En la madrugada del día 14, García Prieto telefoneó

al Rey para recibir instrucciones y le instó a volver inmediatamente a la capital. Esa

misma noche, Primo de Rivera comunicó al Monarca que ponía a su disposición las

tropas, pero que el Consejo de Ministros debía “ser arrojado por la ventana”123. El

Gobierno también decidió aguardar a la llegada del Rey, que llegó a Madrid la mañana

del día 14, vestido de capitán general124. En la estación le esperaba el gabinete en pleno,

120 TAMAMES, R.: Ni Mussolini ni Franco: La Dictadura de…, op. cit., p. 91. 121 En él hacía una crítica despiadada a los políticos que habían gobernado España en los últimos años. 122 ESTEBAN-INFANTES, Emilio: General Sanjurjo (Un laureado en el penal del Dueso), Editorial AHR,

Barcelona, 1958, p. 68. Cuando Primo de Rivera le contó a Sanjurjo que pensaba encabezar un

pronunciamiento éste le dio su apoyo: “Para trabajar por el bien de España cuenta conmigo. Ponme un

telegrama cifrado cuando llegue el momento; si a la media hora no oyes decir que me han tirado por un

balcón, cuenta también con la guarnición de Zaragoza. Pero tenemos que ser buenos y justos”. 123 PETRIE, Charles: op. cit., p. 187-188. García Prieto llamó al Rey la mañana del día 13 para comunicarle

que la guarnición de Barcelona se había levantado. Alfonso XIII le respondió que ya le había avisado hace

diez días y preguntó al presidente que qué había hecho desde entonces. García Prieto pidió al Rey que

cesase a los militares involucrados, pero el Monarca rechazó esta medida por considerar que ya era

demasiado tarde. En la madrugada del día 14 García Prieto preguntó al Rey que cuándo pensaba volver y

éste le respondió bruscamente: “No lo sé” y colgó el teléfono. Al rato, habló con Primo de Rivera que puso

las tropas a disposición del Rey siempre y cuando apoyara la sublevación. 124 ROMANONES, Conde: op. cit., p. 214. Romanones relata en sus memorias que él se encontraba en el

balneario de Royat cuando conoció la noticia del golpe militar. Inmediatamente marchó a Hendaya, donde

le dijeron que el Rey, el día 12, había preguntado dónde estaba el conde, pues deseaba hablar con él. Nunca

supo para qué le buscaba.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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con García Prieto al frente, excepto Alba. García Prieto pidió nuevamente a Alfonso XIII

que destituyera a los capitanes generales de Barcelona y Zaragoza, y éste le preguntó si

podía garantizar que restablecería el orden y protegería a la Corona y al Gobierno. La

respuesta del marqués de Alhucemas fue negativa y en el transcurso de esa conversación

conocieron que la guarnición de Madrid apoyaba el levantamiento. Al mismo tiempo,

Primo de Rivera envió un telegrama a Alfonso XIII garantizándole “el mantenimiento del

orden público, la lealtad de los sublevados a la Corona y el restablecimiento de todas las

libertades constitucionales tan pronto como fuese reprimida la anarquía”. Terminaba el

telegrama con “¡Viva el Rey! ¡Viva España! ¡Viva el Ejército!”. El Rey entonces no dudó

y telegrafió al general andaluz pidiéndole que se trasladara a Madrid. Nada más pisar la

capital fue directo al Palacio Real, donde el Rey le encargó formar gobierno. Años más

tarde el propio Monarca recordaría este momento: “Los Ministros dijeron que yo violaba

mi juramento a la Constitución, pero el mundo exterior acogió el triunfo del General

Primo de Rivera cotizando en alza la peseta y todos los valores bursátiles españoles”125.

2.5.3 Alfonso XIII ante el golpe de Estado

La casi totalidad de los historiadores destaca como rasgos definitorios de la

personalidad de Alfonso XIII su deseo de jugar un papel activo en el desarrollo de la vida

política nacional y su exacerbado militarismo. El peso político de las Fuerzas Armadas

fue aumentando en los años finales de la Restauración debido a los problemas de orden

público y el auge de los nacionalismos, así como el deseo de los oficiales de una mayor

autonomía en la gestión de los asuntos militares y el recrudecimiento de la guerra

marroquí. El Ejército percibió al Rey como su representante natural y canalizador de sus

intereses ante los gobiernos y el Monarca optó siempre por apoyarle cuando hubo

enfrentamientos entre el poder civil y militar. Para Seco Serrano el Rey intentaba evitar

la división del Ejército, mientras que según Cortés Cavanillas, Alfonso XIII siempre

125 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 228.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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sintió escepticismo por las ideas liberales y confiaba más en el Ejército que en la

Constitución, lo cual provocó el odio de la izquierda126.

La evolución del pensamiento de Alfonso XIII en los años 20 puede verse en el

discurso de Córdoba de 1921 y en otro que ofreció a los oficiales de la guarnición de

Barcelona en Las Planas el 7 de junio de 1922, en el que el Rey abordó el problema de

cuál debía ser “la orientación del Ejército español, cuál la adhesión de este Ejército a su

Rey y cuál la actuación de todos nosotros”127. Paulatinamente fue perdiendo su confianza

en la clase política y en su capacidad de regenerar al país. El conde de Romanones

percibió este cambio del Monarca y así lo recogió en sus memorias:

“El Rey se hallaba en un planto muy distinto de aquel en que acogió al austero

diputado republicano. Ya para él habían pasado muy a segundo término las

lecciones que recibió de su profesor de Derecho Político, Santa María de

Paredes, al explicarle toda la virtualidad que encierra el régimen

constitucional y parlamentario. En su espíritu… se agitaban otros

pensamientos, y añoraba más a los grandes Reyes de la Casa de Austria que

a aquellos, como su madre, fidelísimos practicantes de la Constitución”128.

Asimismo, el temor a la amenaza soviética influyó también en Alfonso XIII129. La

Cierva cuenta en sus memorias que en 1918 el Rey ya estaba convencido de que una

revolución como la de Rusia era posible en España130. Este miedo a la amenaza

revolucionaria se unía a su percepción de que los partidos políticos estaban fragmentados

y debilitados y le hizo ver “con mayor desaliento el horizonte político normal”131. Razón

126 SECO SERRANO, J.: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 56. CORTÉS CAVANILLAS, Julián:

Alfonso XIII. Vida, confesiones…, op. cit., p. 190. 127 El discurso de Alfonso XIII en Las Planas lo recoge CARDONA, Gabriel: El poder militar en la España

contemporánea hasta la Guerra Civil, Siglo XXI, Madrid, 1983, pp. 40-42. 128 ROMANONES, Conde de: op. cit., pp. 195-196. 129 Véase GASSET, Rafael: La humanidad insumisa: la revolución rusa; el problema social en España,

s.n., Madrid, 1920. Gasset realiza una comparativa entre las semejanzas de la España de principios de siglo

y la Rusia prerrevolucionaria. 130 DE LA CIERVA, Juan: Notas de mi vida, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1955, p. 195. La Cierva

declara que “el Rey se convenció de que, inducidos y manejados los soldados y clases por socialistas y

revolucionarios, los vientos de Rusia podrían tener una catástrofe nacional”. 131 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 172.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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por la cual, el soberano español llegó a plantearse varias veces abdicar o “producir

abiertamente una situación e gobernante, excepcional y transitoria, que superase la

crisis”132. En estos años Alfonso XIII empezó a concebir una Monarquía con tintes

absolutistas en el que él y el Ejército debían ser los intérpretes de la voluntad popular133.

El deseo del Monarca era que los españoles aparcaran sus diferencias y trabajasen todos

unidos en pos de la paz y el progreso del país.

La posible implicación del Rey en el golpe del 13 de septiembre ha suscitado

fuerte polémicas entre la historiografía española. Por un lado, está el sector que defiende

que el Monarca estaba al tanto de la conspiración, y por otro, los que le exoneran, pues

alegan que se limitó a sancionar el pronunciamiento y a cumplir la voluntad del país134.

Seco Serrano, Javier Tusell y Miguel Pabón rechazan que Alfonso XIII participara en el

complot y consideran que el Rey no tuvo otra postura que aceptar el golpe. Fernández

Almagro no cree tampoco que estuviera al tanto. Mientras que Tamames, Tuñón de Lara

y Shlomo Ben-Ami sostienen que el Rey conocía perfectamente los planes de Primo de

Rivera. De la misma opinión es Gómez-Navarro, que afirma que el Monarca deseaba un

golpe militar desde, por lo menos, junio de 1923 y conocía, con total seguridad, los

preparativos del levantamiento desde principios de septiembre, y, probablemente, desde

junio135. Sí parece que el soberano se llegó a plantear encabezar él mismo un golpe de

estado. Villares y Moreno Luzón afirman que: “Jugó con la idea de atender a la mayoría

de edad del príncipe de Asturias, en mayo de 1923, para abdicar en caso de que le saliera

mal. En junio habló de una dictadura transitoria”136.

132 PABÓN, Miguel: Cambó, 1876-1918, Alpha, Barcelona, 1999. p. 402. 133 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., pp. 121-122. Gómez-

Navarro afirma que el pensamiento autoritario de Alfonso XIII se configuró en torno al interés nacional y

a su idea de la Patria. La idea de la Patria conllevaba una serie de valores inmutables como los de Orden,

Paz, Progreso y Religión. Estos valores los sentía el Rey cuestionados ante la amenaza soviética y

anarquista. 134 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 230. Seco Serrano manifiesta que el

Rey puso sobre aviso a García Prieto de que se ultimaba un golpe de Estado, pero ni lo estimuló ni lo

preparó. Como prueba señala que los militares se habrían llevado por delante a Alfonso XIII si éste se

hubiese negado, o que de ser él el instigador habría elegido a otro general para encabezar el golpe, puesto

que Primo de Rivera y Alfonso XIII tenían opiniones diametralmente opuestas sobre la política a seguir en

Marruecos. 135 GÓMEZ-NAVARRO: op. cit., pp. 128-129 y 491-492. 136 FONTANA, Josep y VILLARES, Ramón (dir.): Historia de España, Crítica-Marcial Pons, Madrid,

2007, p. 500.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Seco Serrano también alude a esta posibilidad y cuenta que Gabriel Maura escribió

a su padre una carta diciéndole que Alfonso XIII “no estaba dispuesto a ceder al gobierno

y que se proponía valerse de la Junta de Defensa del reino”137. Días después, en agosto

de 1923, el Rey y Antonio Maura mantuvieron una reunión en el Palacio de la Magdalena,

en la que Maura desaconsejó al Monarca que asumiera personalmente el poder. Por su

parte, Carr señala que Alfonso XIII se planteó recuperar las prorrogativas otorgadas a la

Corona por la Constitución y que habían sido dejadas en manos de los políticos durante

la regencia de la Reina María Cristina138.

Romanones confesó en Notas de una vida que no pudo averiguar hasta qué punto

el Rey estaba al tanto del movimiento. No creía que los militares implicados estuvieran

en contacto con él, pero sospechaba que Alfonso XIII no ignoraba lo que pretendían

hacer139. El conde recoge también el rumor que circuló esos días en los periódicos sobre

una posible abdicación del Rey, pero tampoco sabe si era cierto o no. Para Miguel Maura

está muy claro que el Rey fue partícipe porque, aparte de que su padre ya se lo advirtió,

cuando Berenguer explica en sus memorias que decidió aceptar formar gobierno porque

“veía solo al Rey y agotada la situación en la que puso su confianza aceptó”. Otra prueba

para Maura fue el hecho de que cuando Romanones tuvo que defender a Alfonso XIII en

la sesión de las Cortes Constituyentes, en ningún momento habló de la “irresponsabilidad

del Rey”140. La respuesta del conde fue que todo el mundo acogió el golpe con entusiasmo

y Alcalá Zamora le replicó que el golpe de Estado se preparaba desde hacía meses y que

únicamente se aplazó su ejecución para esperar al 11 de mayo de 1923, fecha en que el

príncipe de Asturias cumpliría dieciséis años, y “a partir de tal día la Corona no necesitaba

ya los partidos, de los que podría prescindir; que gobernaría él sólo con sus métodos y su

criterio: si ello le salía bien seguiría delante y si se frustraba tenía la solución de abdicar,

ya sin la complicación de la regencia”. Cuando se enteró Alcalá de que los militares

preparaban un pronunciamiento se quedó atónito al descubrir que contaban con el apoyo

137 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 225. 138 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 454. 139 ROMANONES, Conde de: op. cit., pp. 208-209. 140 MAURA, Miguel: op. cit., pp. 40-41.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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y la incitación del Rey. Al hablar Alcalá Zamora con él, éste le intentó convencer de que

sería algo beneficioso para los dos, pero entonces el político le respondió que “jamás iría

yo a un golpe de Estado que destruyera la constitución y su normalidad”141. Lo cierto es

que muchos de los antiguos políticos acusaron a Alfonso XIII de ser responsable o

cómplice de la Dictadura y motivó su deserción del bando monárquico al republicano142

En opinión de Seco Serrano el Rey agotó todas las posibilidades para evitar el

golpe de Estado. Gómez-Navarro, en cambio, le acusa de ser el responsable de la

Dictadura, “tanto desde una perspectiva política general, como, sobre todo, en virtud de

la Constitución de 1876”, ya que pudo repudiar el golpe y, no sólo no lo hizo, sino que lo

sancionó y legalizó, convirtiéndose en el responsable jurídico y político del régimen

dictatorial. En una entrevista al periódico inglés Daily Mail, el Rey manifestó que apoyó

a Primo de Rivera porque vio a la nación “unánime de desearlo y en sostenerlo de todo

corazón”. El propio Alfonso XIII reconocería en ella que la acción era anticonstitucional

y que él era el único que tenía poder de regularizarla si la juzgaba conforme a los intereses

del país143. Como bien señala Leandro Álvarez Rey, Alfonso XIII incurrió en varias

contradicciones cuando hablaba del golpe de Estado. A los pocos días del levantamiento

aseguró al embajador británico que no sabía nada, y, sin embargo, a Chamberlain en 1924

le dijo que conoció a principios de septiembre dos generales le habían informado de sus

intenciones, versión que no coincide con la que Cavanillas expuso en 1933, pero sí con

la que escribió Petrie en 1936144.

Primo de Rivera prestó juramento ante Alfonso XIII y éste le entregó el poder por

medio de un Real Decreto que le nombraba “Presidente del Directorio Militar… con las

141 ALCALÁ ZAMORA, Niceto: Memorias, Planeta, Barcelona, 1977, pp. 109-110. 142 SÁNCHEZ GUERRA, José: op. cit., p. 75. Sánchez Guerra acusó al Rey de ser responsable de la

Dictadura en el famoso discurso que pronunció en el teatro de la Zarzuela el 27 de febrero de 1930. Terminó

haciendo una referencia a la famosa décima del conde de Villamediana: “La verdad del caso ha sido, que

el dictador fue bellido y el impulso soberano”. Sus palabras fueron muy aplaudidas y a partir de ese

momento hubo una importante deserción de políticos monárquicos al bando republicano. 143 CORTÉS CAVANILLAS: La dictadura y el dictador… op. cit., p. 79. Alfonso XIII negó al Daily Mail

(20 de enero de 1924) que estuviera al corriente de los preparativos. “Cuando me enteré de lo que acababa

de hacer el general Primo de Rivera estaba yo en San Sebastián. Pasé toda la noche en el teléfono, recibiendo

noticias de todas partes de España”. 144 ÁLVAREZ REY, Leandro: Bajo el fuero militar. La Dictadura de Primo de Rivera en sus documentos

(1923-1930), Universidad de Sevilla, Sevilla, 2006, p. 27.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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facultades de Ministro único… con poderes para proponerme cuantos Decretos

convengan a la salud pública”145. Para realizar este acto era necesario la presencia del

último ministro de Gracia y Justicia, López Muñoz, que pidió permiso a Romanones para

participar en él y éste se lo concedió después de que el Rey se lo pidiera.

En opinión de Gómez-Navarro la llegada de la Dictadura supuso para el Monarca

la posibilidad de concretar sus deseos y su pensamiento. El Rey y el régimen dictatorial

coincidían en la necesidad de que hubiera un gobierno fuerte que acabase con la amenaza

revolucionaria y sacase al país del estancamiento político en el que se hallaba y resolviese

los graves problemas que asolaban al país146. Igualmente, algunos historiadores, como

Carr, Santos Juliá o García Vénero, sostienen que la Dictadura interrumpió la evolución

que el Gobierno de García Prieto había iniciado hacia una España liberal y democrática.

Pero lo justo es señalar que la gran mayoría de políticos de aquella época coinciden en

que la situación en 1923 era “insostenible” y que el sistema de la Restauración estaba

agotado. Así lo afirman hasta quienes se opusieron a la Dictadura147. La reacción de los

viejos políticos osciló entre la sorpresa y resignación y los que se opusieron desde el

primero momento al régimen dictatorial148.

El Rey mostró su apoyo al Gobierno de Primo de Rivera de forma repetida y se

congratulaba de haber recogido la voluntad nacional al entregar el poder al general

andaluz. Cortés Cavanillas declaró: “Nunca Don Alfonso XIII, como en aquellos días, se

sintió más contento ni más esperanzado”149. En 1933 Alfonso XIII se expresaba de la

siguiente manera:

145GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…., op. cit., p. 129. 146 Ibídem, p. 127. Gómez-Navarro recoge declaraciones de los embajadores británico y francés en las que

expresan el decidido apoyo del Rey al Gobierno primorriverista y la percepción del Monarca del que el

golpe era inevitable. 147 MAURA, Gabriel: op. cit., p. 27; LERROUX, Alejandro: op. cit., p. 169. Gabriel Maura considera que

la situación insostenible de la política española no tenía otro desenlace lógico sino la Dictadura, era creencia

generalizada que hasta había llegado a hacerse público. Por su parte, Lerroux manifestó en sus memorias:

“El país estaba harto de lo que había y la raza, milagrera por temperamento y por tradición, esperaba y

deseaba el milagro, cualquiera que fuese”. 148 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 174 y 232. Romanones escribió en el

Diario Universal: “No se debe estropear la labor de los que vienen con un programa de renovación”.

Sánchez Guerra también afirmó que el sistema estaba en crisis y de la misma opinión era Alejandro Lerroux.

Ossorio y Gallardo también admitió que el pueblo apoyaba a Primo de Rivera. 149 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: Alfonso XIII. Vida, confesiones…, op. cit., p. 211.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“Yo acepté la Dictadura militar porque España y el Ejército la quisieron para

acabar con la anarquía, con el desenfreno parlamentario y la debilidad

claudicante de los hombres políticos. La acepté como Italia tuvo que acogerse

al fascismo porque el comunismo era su inmediata amenaza, y porque había

que emplear una terapéutica enérgica sobre los tumores malignos que

padecíamos en la Península y África”150.

2.5.4 El Directorio militar (1923-1925)

2.5.4.1 Primeras medidas

La Dictadura de Primo de Rivera estableció un régimen militar de gobierno directo

en que el tanto el gobierno como los principales cargos políticos provinciales estaban en

manos de militares151. De esta forma, el Directorio militar decretó el estado de guerra,

suspendió las garantías constitucionales y decretó el cese de los gobernadores civiles. Un

decreto del 30 de septiembre suspendió todos los ayuntamientos, sustituyéndolos por

juntas municipales. Se encarcelaron a algunos alcaldes y secretarios, y varios de ellos

acabarían suicidándose. Asimismo, se reorganizaron las diputaciones provinciales y los

juzgados municipales. El 20 de octubre se crearon los delegados gubernativos. El

Gobierno militar también asumió las funciones legislativas, que debían contar con la

firma del Rey. En cada partido judicial se instaló un delegado gubernativo, jefe o un

oficial del Ejército.

Inicialmente la Dictadura no tenía intención de alargarse en el tiempo, sino que

Primo de Rivera se dio noventa días para solucionar los problemas señalados en su

manifiesto. Pero pasó ese plazo y el régimen dictatorial continuaba sin que nadie

protestase por esta situación. Lo cierto es que el levantamiento fue apoyado por la gran

150 Ibídem, p. 69. 151 Véase GONZÁLEZ CALBET, María Teresa: La Dictadura de Primo de Rivera: el Directorio Militar,

Ed. El Arquero, Madrid, 1987, pp. 117-121 y 126-128.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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mayoría de la población, por el Rey y hasta por la Iglesia, que envió un documento

dirigido en nombre de todos los obispos mostrando su adhesión al nuevo régimen. Tan

sólo algunos diputados y senadores pidieron a Melquiades Álvarez y Romanones,

presidentes del Congreso y del Senado respectivamente, que acudieran a hablar con el

Monarca para hacerle ver la infracción cometida152. Sin embargo, los presidentes de las

Cámaras no consiguieron que los principales jefes políticos les acompañasen en su visita

a Alfonso XIII. De esta forma, el 12 de noviembre de 1923, Melquiades Álvarez y el

conde de Romanones, se dirigieron a Palacio para recordar al Monarca su obligación de

convocar y reunir las Cortes antes de tres meses de haber sido disueltas; tal y como

establecía el artículo 32 de la Constitución de 1876. Asimismo, le entregaron una carta

que por su interés reproducimos:

“Señor: Las Cortes fueron disueltas el 17 de septiembre próximo pasado. La

Constitución de la Monarquía española dice: “Las Cortes se reúnen todos los

años. Corresponde al Rey convocarlas, suspender, cerrar sus sesiones y

suspender simultánea o separadamente la parte electiva del Senado y el

Congreso de los Diputados, con la obligación en este caso de convocar y

reunir el Cuerpo o Cuerpos disueltos dentro de los tres meses.

Para cumplir la obligación que en el citado artículo impone, las Cortes habrán

de estar no sólo convocadas, sino reunidas antes del día 17 de diciembre

próximo.

Cada uno de los artículos que integra la Constitución tiene, desde el punto de

vista legal, idéntica importancia, pero nadie podrá desconocer que

sustancialmente, por lo que significa y representa, el artículo 32 sobrepuja,

desde luego, en trascendencia a todos los demás. Es el arma misma de la

Constitución de la Monarquía española, la garantía única de la vigencia y

152 ROMANONES, Conde de: op. cit., pp. 216-217; SAINZ Rodríguez, Pedro: Testimono y recuerdos,

Planeta, Barcelona, 1978, p. 90. Véase también El Sol 14/11/1923: “Dos fantasmas en el Palacio”. Sainz

Rodríguez advierte que todos los periódicos se burlaron de la visita de Romanones y Melquiades, que fue

vista como una iniciativa inútil de “dos fantasmas” representativos de un mundo muerto.

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continuidad del régimen allí establecido. Acatado con escrupulosidad tan

precepto, la Constitución subsiste en su esencia, cualesquiera que hayan sido

las resoluciones y olvidados de que fuera víctima. Incumplido, en cambio, la

Constitución desaparece, aunque todas sus demás disposiciones sean

obedecidas en apariencia, porque con el artículo 32 se asegura eficazmente la

alianza entre las Cortes y el Rey, de que habla el artículo 18, y al juntar

entonces las prerrogativas históricas de la Monarquía con la soberanía

inmanente de la nación, se armonizan sus respectivos intereses y funciones y

se hace efectiva la cosoberanía de la Corona y la representación del país.

Por todo ello, este artículo es el único existente en la Ley fundamental de la

Monarquía, que, refiriéndose al Rey, emplea la palabra “obligación”. Y esa

obligación, base y fundamento del pacto constitucional, fue aceptada por Su

Majestad al jurar ante las Cortes sobre los Evangelios.

Lleva cuarenta y siete años rigiendo la Constitución. Discútase si otros

artículos de ella han sido menoscabados; el artículo 32 no fue infringido

jamás. Es natural que así sucediera, ya que su infracción haría desaparecer,

siquiera momentáneamente, con soluciones de continuidad inevitables y

peligrosas, la vida del régimen constitucional en España. Ante dicho artículo

siempre se tuvo presente que no en vano se llama a sí propia la Constitución

“Ley fundamental de la Monarquía”.

Los plazos que la Ley y la realidad misma imponen para las diversas

operaciones electorales que han de preceder a la reunión de las Cortes,

obligan a convocarlas con alguna anterioridad al término del plazo señalado

en el artículo 32. Normalmente, ese Decreto de convocatoria debiera haberse

publicado antes del día 8 del corriente mes de noviembre. Quizá reduciendo

los plazos electorales al mínimum, podrán dilatarse algunos días más; pasados

muy pocos, el artículo 32 de la Constitución de la Monarquía será

inevitablemente vulnerado, y si las Cortes se hallan en funciones en plazo

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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breve, se infringirá también fatalmente otro principio constitucional que basta

enunciarlo para encarecer su importancia: el que se refiere a lo que prescribe

el título XI relativo a las contribuciones y gastos públicos.

Señor: Los que suscriben, amantes del régimen constitucional por estimarlo

el mejor, tanto para la vida de la Libertad y del Estado como para la paz de

España y de la Monarquía, tienen el deber, acrecentado hoy ante las

circunstancias actuales por haber ostentado en las últimas disueltas Cortes la

más alta representación parlamentaria, de elevar a V. M. su voz y expresarle

respetuosamente su sincero sentir de que el bien público notoriamente

demanda el cumplimiento fiel del artículo 32 de la Constitución, con la

ferviente esperanza de que este sentir coincidirá con el de V. M.

Y puesto que ése es su deber, y en el que se atiende tan sólo a los intereses

fundamentales de la Patria y de las instituciones, obedecen a los dictados de

su conciencia al cumplirlos con este documento.

Madrid, 12 de noviembre de 1923.

Señor: A. L. R. P. de V. M., Conde de Romanones, Melquiades Álvarez.”153.

“La entrevista fue breve, tan breve como poco cordial”, recordaría años más tarde

Romanones. El Rey les recibió de pie y no les dio ninguna explicación. Melquiades

Álvarez y el conde de Romanones salieron muy contrariados de Palacio, especialmente

Romanones como monárquico que era y por genuino afecto que sentía por el Rey. Esa

misma noche le llegó una carta de Alfonso XIII reprochándole que hubiera firmado un

documento en el que se ponía en duda el cumplimiento de sus deberes. Romanones le

respondió que precisamente por sus ideales monárquicos y por el afecto que sentía hacia

él había cumplido con su deber154. El Soberano envió la carta a Primo de Rivera y éste

153 ROMANONES, Conde de: op. cit., pp. 217-219. 154 Ibídem, p. 219 y p. 220. Romanones cuenta que guardó cuidadosamente estas dos cartas hasta que se las

quitaron durante la Guerra Civil.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

62

contestó con una nota oficiosa en la que atacaba duramente a los antiguos políticos y

presentó al Rey un Real Decreto cesando en sus funciones a los presidentes del Congreso

y del Senado y disolviendo la Comisiones de Gobierno interior de ambas Cámaras. El

Rey lo firmó e infringió formalmente la Constitución de 1876155.

A partir de ese momento, la Constitución quedó virtualmente suspendida y todo

ciudadano podía ser detenido y encarcelado sin formación de causa. “Las detenciones

gubernativas eran con fecha indefinida. El domicilio podía ser allanado en cualquier hora

y por cualquier persona. Todo ciudadano podía ser compelido a cambiar de domicilio. Se

prohibía la emisión d ideas y opiniones, ya de palabra, ya por escrito. Prohibición de

reunirse y asociarse”156.

2.5.4.2 La visita de los Reyes y Primo de Rivera a Italia

El viaje oficial que los Reyes de España realizaron a Italia entre el 19 y 28 de

noviembre de 1923, acompañados de Primo de Rivera, tuvo una gran relevancia. Se

encontraron con Víctor Manuel III y con su esposa Elena de Montenegro, así como con

Benito Mussolini, que llevaba poco más de un año como presidente del gobierno italiano.

Tanto Alfonso XIII como Primo de Rivera sintieron una cierta fascinación por el régimen

fascista italiano157. La prensa cubrió profusamente el viaje de los Soberanos mandando

varios periodistas y fotógrafos como enviados especiales. Los periódicos destacaron el

caluroso recibimiento brindado a los Reyes y a Primo de Rivera en Spezia. El monarca

español llevaba el uniforme de almirante de diario, mientras que el general andaluz iba

vestido con el uniforme de diario. Nada más desembarcar, Alfonso XIII y Victoria

155 Ésta será la principal acusación que se formulará contra el Rey en las Cortes Constituyentes de la

Segunda República el 14 de julio de 1931. 156 ONMONT, M.: op. cit., p. 29. EL 17 de noviembre apareció en la Gaceta el Real Decreto disolviendo

las Cámaras: “A propuesta del presidente se declara disuelto el Congreso de los Diputados y la parte electiva

del Senado”.

157 La evolución del pensamiento de Primo de Rivera se puede ver en GÓMEZ-NAVARRO, José Luis:

“La aproximación ítalo-española en el período de la Dictadura de Primo de Rivera”, en Actas del Congreso

sobre la intervención italiana en la guerra civil española, Roma, 1981; Ramón Tamames analiza las

semejanzas entre los dos regímenes en TAMAMES, R.: Ni Mussolini Ni Franco: la Dictadura de Primo

de Rivera y su tiempo, op. cit; y Pastor realizó un ensayo sobre el fascismo español en PASTOR, M: Los

orígenes del fascismo español, Ediciones Túcar, Madrid, 1975.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

63

Eugenia pasaron revista a las tropas. Acto seguido se dirigieron al tren real que les debía

trasladar desde Spezia hasta Roma. Aquí pronunció Alfonso XIII sus famosas palabras

refiriéndose a Primo de Rivera como “mi Mussolini”158:

“Don Alfonso, asomado a la ventanilla, llamó al general Italo Balbo, a quien

dijo que veía pocos fascistas y deseaba ver más. El general le prometió una

gran revista de estas fuerzas en Nápoles. Don Alfonso añadió:

“Admiro el fascismo. Felices vosotros que termináis vuestra obra. Nosotros

empezamos ahora”.

Llamó al general Primo de Rivera y, presentándolo al general Balbo, agregó:

“¡Este es mi Mussolini!”. Después felicitó al general por el triunfo conseguido

por los fascistas.

La conversación, oída completamente por mí, duró seis minutos”159.

El Sol y El Socialista publicaron estas palabras en sus números del día 20. La

Época publicó la anécdota al día siguiente, haciéndose eco de la información publicada

por La Voz160. ABC y La Libertad, por su parte, pasaron por alto esta escena. El Sol, y

especialmente, La Época y ABC, dedicaron mucho más espacio al viaje de los Reyes a

Italia que el diario socialista, que únicamente informó en una columna, o La Libertad,

que remitía a su página dos.

Los reyes de Italia recibieron a sus homólogos españoles en la estación de Roma,

donde se saludaron de forma afectuosa. Los monarcas españoles visitaron la embajada

158 Tradicionalmente se ha dicho que la frase de “Este es mi Mussolini” la dijo el monarca español al rey

de Italia. Muchos libros así lo recogen. Sin embargo, tras la lectura de los diarios analizados durante el 20

y 21 de noviembre de 1923, hemos comprobado que estas palabras no fueron dirigidas a Víctor Manuel III,

sino al general italiano Italo Balbo. Es imposible que estas palabras se las dijera al monarca italiano, puesto

que fueron pronunciadas en Spezia y no fue hasta llegar a Roma, cuando los dos soberanos se encontraron. 159 El Sol, 20/11/1923, p. 1; El Socialista, 20/11/1923, p. 1; La Época, 21/11/1923, p. 2. 160 La Época, 21/11/1923, p. 2.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

64

española y a Pío XI en el Vaticano, donde Alfonso XIII leyó un discurso en el que

prometió que España sería “defensor indefectible de la Iglesia Católica” y recordó la

consagración que hizo de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles161. Pero,

sin duda, lo que más llamó la atención fue el ofrecimiento que hizo al Santo Padre de que

España participase en una cruzada contra los enemigos de la religión católica162. La

Libertad aprovechó para publicar un artículo de opinión de Luis de Zulueta quejándose

de la falta de libertad religiosa en España163.

Benito Mussolini aprovechó para visitar a Alfonso XIII en el Palacio del Quirinal,

y también se entrevistó con Primo de Rivera, con quien charló durante media hora. La

Libertad publicó unas declaraciones de Primo de Rivera en las que señaló que el motivo

del viaje era de carácter económico y aseguró que no se preveía revisar el Concordato.

Antes ―aseguró― debía poner “en orden al país. Mussolini, a quien yo admiro, indicó

el camino a seguir”164. Santos Juliá sostiene que este viaje a Italia sirvió para iluminar a

Primo de Rivera sobre la necesidad de tener una fuerza política para la gestión de la

administración pública165.

2.5.4.3 La relación entre Alfonso XIII y Primo de Rivera

La voluntad del Rey de implicarse en el gobierno de la nación chocó enseguida

con las intenciones de Primo de Rivera. Alfonso XIII explicó al embajador francés, el 13

de octubre de 1923, que esperaba convocar una Asamblea Constituyente que aprobase su

comportamiento166. Sin embargo, pronto vio el Rey que esto no sería posible por la

oposición del general andaluz y de ahora en adelante hubo de someterse a Primo de

161 La Época, 20/11/1923, p. 2. 162 ALCALÁ ZAMORA, Niceto: Memorias, op. cit., p.99. Alcalá Zamora tachó el discurso de “vacío” y

anacrónico”. 163 La Libertad, 21/11/1923, p. 1 164 La Libertad, 22/11/1923, p. 2. 165 JULIÁ, Santos: La España del siglo XX, op. cit., p. 63. 166 PETRIE, Charles: op. cit., p. 200. El embajador español en Londres, Merry del Val, confirma en una

carta la intención de Alfonso XIII de convocar una Asamblea que ratificase la Dictadura, así como la

negativa de Primo de Rivera a ello.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Rivera167. Gómez-Navarro señala que durante 1924 y 1925, el apoyo del Monarca al

régimen primorriverista fue claro. Alfonso XIII consideraba que la Dictadura mantenía el

orden y la paz social y estaba resolviendo eficazmente los problemas de España. Este

apoyo del Rey lo admitió Primo de Rivera cuando reconoció no haber “recibido de S.M.

más que estímulo en mi trabajo, pero nunca se ha interferido lo más mínimo en el

mismo”168. Únicamente disentían de la estrategia a seguir en Marruecos. Para Miguel

Maura, el Rey vivió feliz y tranquilo durante los años de Dictadura: “No sólo feliz, sino

exuberante en sus demostraciones públicas de identificación con el régimen y demostró

afecto y hasta admiración hacia el dictador”169

No obstante, a partir de diciembre de 1925 se aprecia un cambio en la postura de

Alfonso XIII, que siguió apoyando al Régimen, pero de una forma más distante, y empezó

a presionar para que se restableciera la normalidad constitucional. El Monarca valoraba

positivamente la obra de la Dictadura y consideraba que el Directorio Civil sería un

gobierno de transición para preparar la salida de la Dictadura.

2.5.4.4 La Unión Patriótica

A partir de 1924, se empezó a organizar una estructura administrativa y política más

consistentes, una vez que se vio que la Dictadura iba a alargarse. Descuajado el

caciquismo, Primo de Rivera esperaba que surgieran de forma espontánea ciudadanos

honestos dispuestos a colaborar con el nuevo régimen. Sin embargo, nunca surgió ese

movimiento ciudadano y el general tuvo que fabricar la Unión Patriótica en la primavera

de 1924170. La U.P. osciló entre ser un movimiento de masas sin significación política y

un partido único. El marqués de Estella rechazó reiteradamente que tuviera carácter

167 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., p. 128; MAURA, Miguel:

op. cit., p. 37. 168 El discurso de Primo de Rivera en Cádiz el 20 de enero de 1925 lo recoge GÓMEZ-NAVARRO, José

Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., pp. 131-132. 169 MAURA, Miguel: op. cit., p. 37. 170 Véase MARTÍNEZ SEGARRA, Rosa: “La Unión Patriótica”, Cuadernos constitucionales de la Cátedra

Fradrique Furiol Ceriol, nº. 1, 1992, pp. 67-76; CUENCA TORIBIO, José Manuel: “La Unión Patriótica”,

Aportes: Revista de historia contemporánea, nº. 33, 1997, pp. 112-131; GÓMEZ-NAVARRO, José Luis:

op. cit., pp. 207-260.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

66

apolítico y en una ocasión llego a definirla como “un partido político, pero apolítico, que

ejerce una acción político- administrativa”171. Para Onmont estaba compuesta por

hombres cuya única intención era “medrar”172. El programa de la Unión Patriótica se

resumía en: Nación, Iglesia y Rey.

La Unión Patriótica nació en Valladolid, donde el Círculo Católico Agrario de

Valladolid lanzó el 13 de noviembre de 1923 un manifiesto fundacional de la Unión

Patriótica Castellana para apoyar al nuevo régimen. La nueva fuerza política estaba

auspiciada por Ángel Herrera Oria, director de El Debate, y la Asociación Católica

Nacional de Propagandistas y rápidamente surgieron nuevas secciones por toda Castilla

y más adelante por el resto de España. En abril de 1924 una carta circular enviada por

Primo de Rivera a los delegados gubernativos incitándoles a unirse y a organizarse fue el

primer paso para la institucionalización de la U.P. A finales de mes el general jerezano

expresó sus deseos de que se constituyera un gran partido con el nombre de la Unión

Patriótica. Así pues, la Unión Patriótica Castellana cambió su nombre por el de Unión

Patriótica en la Asamblea celebrada el 14 de mayo. Durante el verano de 1924 el Régimen

realizó una campaña de propaganda llamando a la población a afiliarse a la U.P. La nueva

organización, por lo tanto, fue creada desde el poder para ser el partido del poder y su

ideología estará determinada en todo momento por Primo de Rivera.

2.5.4.5 El Desembarco de Alhucemas

Inicialmente Primo de Rivera fue defensor de la tesis abandonista en Marruecos.

Sin embargo, un viaje al Protectorado le hizo cambiar de opinión y, finalmente, el

mariscal Petain y Primo de Rivera acordaron la actuación conjunta franco-española que

se iniciaría en septiembre de 1925 con el desembarco en Alhucemas173. El presidente

decidió dirigir él mismo el desembarco y contó con Sanjurjo como lugarteniente. La

pacificación de Marruecos constituyó un gran éxito para la Dictadura. En vez de

171 TUSELL, Javier: Historia de España, Taurus, Madrid, 1998, p. 14. 172 ONMONT, M.: op. cit., p. 67. 173 Véase MESA GUTIÉRREZ, José Luis: “El desembarco de Alhucemas”, Desperta Ferro:

Contemporánea, nº. 11, 2015, pp. 16-23; VELASCO DE CASTRO, Rocío: “El desembarco de Alhucemas

en la prensa”, Desperta Ferro: Contemporánea, nº. 11, 2015, pp. 50-53.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

67

abandonar el poder en su momento de mayor gloria, Primo de Rivera apostó por prolongar

el régimen dictatorial cambiando el Directorio Militar por uno Civil.

En el Directorio Militar el Régimen solucionó los graves problemas que tenía el

país. Consiguió restablecer el orden público y acabar con las huelgas, con la ayuda del

estado de guerra, la suspensión de la inviolabilidad de domicilio y libertad de reunión y

asociación y la atribución a juzgados militares de delitos comunes y políticos. Para

desactivar los nacionalismos, prohibió ostentar banderas no nacionales, utilizar en actos

oficiales lenguas que no fueran la castellana y disolvió, en 1925, la Mancomunidad

catalana. Con el caciquismo terminó al cesar a todos los antiguos políticos de la

Restauración, y el Estatuto Municipal de 1924, de Calvo Sotelo, aspiraba a dar una

estructura permanente de gobierno. Además, dejó en el olvido el tema de las

responsabilidades por el Desastre de Annual, como pedían las Fuerzas Armadas. Pero,

por encima de todo, puso fin a la guerra de Marruecos.

2.5.5 El Directorio Civil (1925-1930)

El 2 de diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil sustituyendo a algunos

militares por elementos civiles174. Con este gobierno se restableció el Consejo de

Ministros, presidido por Primo de Rivera, y se eliminaron las subsecretarías de los

Ministerios. El poder ejecutivo se concentraba así en los ministros, cuyo primer gabinete

fue el siguiente: Vicepresidencia y Gobernación, Severiano Martínez Anido; Estado, José

Yanguas Messía; Fomento, Rafael Benjumea y Burín, conde de Guadalhorce; Hacienda,

José Calvo Sotelo; Trabajo, Eduardo Aunós, Gracia y Justicia, Galo Ponte; Instrucción,

Eduardo Callejo de la Cuesta; Guerra, Juan O’Donnell y Vargas, duque de Tetuán;

Marina, Honorio Cornejo y Carvajal.

174 Para el estudio de la etapa del Directorio Civil véase GÓMEZ-NAVARRO, J.L.: El régimen de Primo

de Rivera…, op. cit., capítulo IV.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

68

Con el tiempo el gabinete sufrió ligeras modificaciones. El 20 de febrero de 1927

dimitió Yanguas Messía175 como ministro de Estado y su puesto fue asumido por Primo

de Rivera hasta el final de la Dictadura. La muerte del duque de Tetuán provocó su

sustitución por Julio Ardanaz y Crespo el 3 de noviembre de 1928 y el ministerio de

Marina fue ocupado por Mateo García de los Reyes. Asimismo, se creó un nuevo

ministerio, el de Economía Nacional, ocupando la cartera Francisco Moreno Zuleta,

conde de los Andes. Finalmente, el 21 de enero de 1930, Calvo Sotelo presentó su

dimisión, siendo sustituido por Sebastián Castedo y Palero. Si bien fue únicamente

ministro nueve días176.

En esta etapa se llevó a cabo la reforma financiera de España ideada por Calvo

Sotelo, el programa político-social de Eduardo Aunós, se creó la red de monopolios

estatales y un ingente plan de obras públicas, proyectado por Guadalhorce, para construir

embalses y carreteras y modernizas a España177. Para hacer frente a estas inversiones la

Dictadura optó por emitir deuda pública y decretar un presupuesto extraordinario que

sufragase estos gastos. Además, en estos años se aprobaron una serie de Reales Decretos

por los cuales la Justicia quedó totalmente sometida al poder ejecutivo178. Asimismo,

continuaron disueltos el Congreso y el Senado, así como suspendidas las garantías

constitucionales. En agosto de 1927 terminó definitivamente la guerra de Marruecos. Para

entonces el Régimen intentó institucionalizarse y decidió crear la Asamblea Nacional

Consultiva, cuyo objetivo era preparar escalonadamente una salida de la Dictadura en un

plazo de tres años179. Esta Asamblea debía redactar un proyecto de constitución, pues se

175 José Yanguas Messía contaba con la absoluta confianza de Primo de Rivera y abandonó su puesto como

ministro de Estado para presidir la recién creada Asamblea Nacional. 176 Véase GÓMEZ-NAVARRO, José Luis.: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., pp. 159-171. 177 GARCÍA DELGADO, José Luis y JIMÉNEZ, Juan Carlos: op. cit., p. 320. García Delgado y Jiménez

señalan que el balance de la política económica de la Dictadura puede calificarse de fracaso. 178 Para conocer profundamente la labor judicial de la Dictadura véase GONZÁLEZ CALBET, María

Teresa: op. cit. pp. 228-237. 179 MAURA, Gabriel: Al Servicio de la Historia: Bosquejo Histórico de la Dictadura, Morata, Madrid,

1930, pp. 96-97. Gabriel Maura revela que su padre Antonio Maura dio a Primo de Rivera la idea de

convocar una Asamblea para volver a la normalidad jurídica.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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culpaba al código de 1876 de ser responsable de los males y vicios del país. La idea de

convocar una Asamblea no era nueva, sino que venía de lejos180.

Sin embargo, en esta etapa la Dictadura cometió dos grandes errores que a la

postre serían fatales: suspender la Mancomunidad catalana y las reformas en el estamento

militar, que generaron división en el seno del Ejército. De esta forma, el Gobierno empezó

a tener en su contra a los viejos políticos, a los intelectuales, a los regionalistas y a los

militares desencantados con sus medidas. El primer conato de rebelión contra el Régimen

tuvo lugar en 1926, la llamada Sanjuanada, en la que participaron los generales Aguilera

y Weyler y el coronel Segundo García, y en la que también estaban implicados Marañón

y Romanones, que fueron multados. El golpe fue eliminado sin complicaciones181.

En 1926 también tuvo lugar el conflicto artillero tras la aprobación de dos Reales

Decretos en junio y julio que abolían la escala cerrada y establecían un nuevo sistema de

ascensos por elección. Los artilleros, entonces, se dirigieron al Rey para que interviniera

a su favor aboliendo el decreto de junio y cesando a Primo de Rivera. El Monarca se negó

a ambas peticiones. Primo de Rivera, enterado de este hecho, puso su cargo a disposición

de Alfonso XIII, pero éste le ratificó su confianza. El 4 de septiembre de 1926 varios

cadetes y oficiales de artillería provocaron diversos incidentes en Segovia. Ocasión que

aprovechó el general para disolver el Cuerpo de Artillería el día 5 de ese mes. El Rey se

encontraba en ese momento en San Sebastián y se puso en marcha la misma noche del 4

para prestar su apoyo al Gobierno182. A pesar de apoyar al Ejecutivo, era deseo de Alfonso

XIII llegar a un acto de conciliación con el Cuerpo de Artillería. Pero Primo de Rivera se

negó en redondo a aceptar un acuerdo. En opinión de Gabriel Maura, los acontecimientos

180 Gaceta de Madrid, 14/09/1927. En el preámbulo al Real Decreto que crea la Asamblea Nacional Primo

de Rivera reconoce que a los pocos meses de crear el Directorio ya sopesaban la idea de convocar una

Asamblea. 181 ONMONT, M.: op. cit., p. 69 ; SÁNCHEZ GUERRA, José: op. cit., pp. 14-16. Weyler fue absuelto y

Aguilera resultó condenado a seis meses y un día de prisión que cumplió en un castillo de Cádiz. Para

Sánchez Guerra el movimiento tuvo mayor importancia del que Primo de Rivera quiso reconocer y

demostró que el Ejército no estaba tan unido a la Dictadura “como a toda hora jactanciosamente se

pregonaba”. 182 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., p. 136. Gómez-Navarro

destaca cuán diferente fue la actitud de Alfonso XIII con el Gobierno de García Prieto comparado con la

premura que tuvo en esta ocasión para volver a Madrid

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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de 1926 debieron haber instado al general andaluz a volver inmediatamente a la

normalidad, pero no fue así183.

Sánchez Guerra escribió al Rey en septiembre de 1926 y le ofreció la posibilidad

de salir de la Dictadura. En la nota le decía que estaba en contra de la división del Ejército

y por eso no había querido colaborar ni simpatizar con ningún intento de movimiento.

Señalaba que dentro del cuerpo había “quejas amargas” por la conducta del Rey. Estaba

en contra de que se convocase la Asamblea Nacional y advertía a Alfonso XIII que de

llegar a convocarse la asamblea “traería consigo la ruptura definitiva y el apartamiento

inmediato del monarca, cuando no de la Monarquía, de todos los hombres monárquicos

constitucionales de España”. Por ello, instaba al Rey a que se negase a firmar la

convocatoria de la Asamblea. Proponía un gobierno presidido por un general prestigioso

y proponía a Berenguer para volver a la normalidad184.

En 1927 se ultimaba otra sublevación dirigida por Maciá y organizada desde

Francia, que fue interrumpida y los implicados encarcelados. A finales de ese año se

descubrió un complot en el que participaban más de doscientas personas. En diciembre

de 1928 se atajó otro movimiento fraguado por los cadetes de la Academia de Segovia

connivencia con jefes y oficiales de Segovia, Valladolid, Vitoria, Logroño y Carabanchel.

Los planes de Primo de Rivera chocaban con una creciente oposición que se hizo más

intensa durante el último año de la Dictadura.

En esta etapa se produjo un distanciamiento entre el Monarca y Primo de Rivera

que, en parte, se explica por la influencia de su entorno. La Reina María Cristina siempre

se mostró crítica con el régimen primorriverista y aconsejaba a su hijo alejarse de él.

Algunos exministros, como La Cierva, también le apremiaban a marcar distancias.

Mientras que a la aristocracia palatina nunca le gustó Primo y menos tras la aprobación

de los Decretos de Hacienda de enero de 1926 y del conflicto artillero de 1926.

183 DE LA CIERVA, Juan: op. cit., pp. 298-299. La Cierva habló con Primo de Rivera en 1926 y le dijo

que no se encontraba bien de salud y creía que había llegado la hora de retirarse tras la conquista de

Alhucemas y la pacificación de Marruecos. Pensaba aconsejar al Rey que le encargara formar gobierno,

pero La Cierva no supo nunca por qué decidió seguir hasta 1930. 184 SÁNCHEZ GUERRA, José: op. cit., pp. 18-25.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Indudablemente el conflicto artillero pesó enormemente en este distanciamiento entre

Alfonso XIII y el general jerezano. El Monarca siempre se identificó con los intereses

militares y le desagradó sobremanera cómo se solucionó el problema. Asimismo, desde

finales de 1925, el Rey empezó a mostrar su desprecio por la Unión Patriótica185. Si bien,

lo que más influyó en este alejamiento, fue la indecisión de Primo de Rivera a fijar una

fecha concreta para dar por terminada la Dictadura. En el documento en el que el Monarca

autorizó al dictador a formar el Directorio Civil ya le conminaba a que “en plazo

conveniente, que desea sea breve, pueda el país contar con leyes que constituyan y

fundamenten la normalidad y pueda vivir atento a ellas en un régimen que haga

innecesarios los períodos de excepción”186.

Gómez-Navarro sugiere que ese deseo del Monarca por volver a la “normalidad”,

no significaba la vuelta a la Constitución de 1876, sino la búsqueda de “modalidades para

restablecer [los principios constitucionales y parlamentario] purgados de errores y

defectos que una larga y amarga experiencia puso de relieve entre nosotros” o “una salida

airosa a una nueva legalidad con las mayores garantías posibles para España y la

Corona”187.

Otro desacuerdo entre Primo de Rivera y el Rey tuvo lugar por la convocatoria de

la Asamblea Nacional en 1927188. El Monarca era muy reacio a que se convocara la

Asamblea con estas características, pues temía que supondría una ruptura definitiva con

los antiguos políticos, como le había advertido Sánchez Guerra. Primo de Rivera presionó

a Alfonso XIII afirmando públicamente que el Rey firmaría el Decreto de convocatoria

en cuanto llegara a San Sebastián y más tarde, el 5 de septiembre de 1927, dio por hecha

la firma del Monarca. Finalmente, el general se salió con la suya y el Rey firmó el Real

185 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., p. 133. El Rey se lo contó

al encargado de negocios británico el 6 de diciembre de 1925. 186Ibídem, p. 134. 187 Ibídem, p. 135. 188 Ibídem, pp. 266-267. En el Congreso de la Unión Patriótica celebrado en julio de 1926 ya se aludía a la

creación de la Asamblea, y en el manifiesto que Primo de Rivera publicó al cumplirse los tres primeros

años de Dictadura ya anuncia el Gobierno su propósito de convocar la Asamblea. Sin embargo, ésta se

retrasó por el conflicto artillero y por las críticas que su anuncio desató y de las que formaba parte el propio

Alfonso XIII.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

72

Decreto189. Sánchez Guerra afirmó que la convocatoria de la Asamblea era un acto

“ilegitimo y faccioso”190.

2.5.5.1 La Asamblea Nacional

El Real Decreto de convocatoria definía las funciones de la Asamblea191:

No ha de ser el Parlamento, no legislará, no compartirá soberanías; pero por

encargo del gobierno y aun por iniciativas propias, colaborará en su obra con

carácter e independencia…, y, mientras interviene en la actualidad, preparará

amplia labor que someter en su día a la aprobación del órgano que la suceda,

que por fuera ha de tener carácter legislativo: la primera función vivid y

palpitante; la segunda, académica y sosegada. Además, por delegación

gubernativa, inspeccionará actuaciones, servicios y funciones con elevada

autoridad y carácter efectivo y enjuiciará gestiones y, con prudente restricción

podrá recabar del gobierno el conocimiento de sus propósitos, actos y

orientaciones192.

Su principal misión era la de “preparar y presentar escalonadamente al Gobierno,

en un plazo de tres años, y con carácter de anteproyecto, una legislación general y

completa, que a su hora ha de someterse a un sincero contraste de opinión pública, y en

la parte que proceda a la real sanción”193. La Asamblea solía trabajar en secciones y sólo

podía tener un máximo de cuatros sesiones plenarias al mes. Inicialmente se dividía en

dieciocho secciones, compuesta cada una de ellas por once asambleístas, que eran

asignados por el presidente. El Gobierno tenía un control férreo sobre la Asamblea y no

le dejaba ningún margen de maniobra. El total de miembros debía estar entre trescientos

189 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 241-242. Sánchez Guerra advirtió al

Rey de que como la Asamblea se llevase a cabo sin atenerse a la constitución, consideraría que la Monarquía

había roto con aquella y se apartaría de la Monarquía y del país. Y efectivamente cumplió su palabra y se

exilió. 190 SÁNCHEZ GUERRA, José: op. cit., p. 32. 191 Véase GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: op. cit.,pp. 261-304. 192 Gaceta de Madrid, 14/09/1927. 193 Primer artículo del Real Decreto de convocatoria de la Asamblea Nacional Consultiva.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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veinticinco y trescientos setenta y cinco, si bien posteriormente se amplió la cifra hasta

cuatrocientos miembros194. Todos los miembros eran designados por el Gobierno por

Real Orden y éstos eran representantes de los municipios y de las Diputaciones

provinciales de las provincias españolas, representantes de las organizaciones

provinciales de las Uniones Patrióticas, representantes del Estado, representantes por

derecho propio y representantes de actividades de la vida nacional. A pesar de las críticas

que despertó la convocatoria de la Asamblea, Gómez-Navarro señala que sólo

renunciaron diez de los cuatrocientos asambleístas que el Gobierno nombró en octubre

de 1927, la mayoría de los que renunciaron pertenecían al PSOE o a la UGT195. Entre los

representantes por actividades había académicos y científicos de carácter apolítico, como

Blas Cabrera; intelectuales derechistas como Ramiro de Maeztu o Eduardo Palacio

Valdés, o economistas de tendencia conservadora como Flores de Lemus, Luis Olariaga

o Vicente Gay196.

Cuando se creó la Asamblea Consultiva estaba muy extendida en la sociedad

española la idea de que no era posible ni deseable una vuelta a la Constitución de 1876.

No sólo opinaban así sectores de la izquierda socialista, sino que en el círculo monárquico

y conservador se creía que hacía falta una nueva constitución, puesto que la de 1876 era

responsable del caciquismo y si se volvía a ella podría achacarse al Monarca que la había

violado e, incluso, acusarle de perjurio. Desde el Gobierno también se creía que la antigua

constitución había sido la responsable del caciquismo y dela crisis de la Restauración y

defendían la implantación de un nuevo código más autoritario. Por su parte, los elementos

liberales y socialistas consideraban que la Constitución de 1876 era muy conservadora y

esperaban que la nueva Ley fundamental contemplase las nuevas realidades existentes y

tuviera rasgos más liberales. Por último, había otro sector, de ideas monárquicas, que

defendía la vuelta a la Constitución de 1876, pues temía las consecuencias que podía

haber al iniciarse un período constituyente en el país.

194 Véase Biografías y retratos de los Asambleístas, Madrid, 1929; Gómez-Navarro: El régimen de Primo

de Rivera…, op. cit., pp. 272-283. 195 Renunciaron a ser miembros de la Asamblea: Dolores Cebrián (esposa de Julián Besteiro), Fernando de

los Ríos, Agustín Luque, José Francos Rodríguez, Manuel Llaneza, Francisco Largo Caballero, Lucio

Martínez Gil, Santiago Pérez Infante, José Castillejo Duarte y Esperanza García de la Torre Luca de Tena. 196 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., p. 277.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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La Sección Primera de la Asamblea fue la encargada de redactar el anteproyecto

constitucional. La composición de la Sección era la siguiente: José Yanguas Messía

(presidente); José María Pemán (secretario); Mariano Baselga, Juan de la Cierva, Carlos

María Cortezo, Diego Crehuet del Amo, Laureano Díez Canseco, Carlos García Oviedo,

Antonio Goicoechea, Ramiro de Maeztu, Gabriel Maura, Víctor Pradera, Mariano

Puyuelo, Alfonso Sala y César Silió. Más tarde se unieron el marqués de Santa Cruz y

José Illana. Entre los asambleístas de esta Sección había colaboradores directos de la

Dictadura y miembros de la U.P. como Yanguas o Pemán, antiguos políticos como

Goicoechea, Silió, Gabriel Maura, Víctor Pradera o La Cierva197. A pesar de que el

Régimen intentaba hacer creer que la composición de la Sección era muy heterogénea, lo

cierto es que sus miembros pertenecían a la U.P. o eran afines a la Dictadura, aunque no

colaborasen directamente. Si bien hay que reconocer que todos sus componentes

reconocieron que trabajaron con una gran libertad y que Primo de Rivera apenas dio

algunas directrices. Los trabajos de la Sección se desarrollaron en dos etapas: desde la

creación de la Asamblea hasta el verano de 1928 se elaboró el anteproyecto

constitucional, y desde el verano de 1928 hasta julio de 1929 se redactaron las leyes

complementarias.

2.5.5.2 Los intelectuales y la Dictadura

La Dictadura de Primo de Rivera coincidió con un momento de eclosión cultural

en España en el que convivieron los hombres del 98, los del 14 y empezó a asomar la

futura generación del 27. Por eso ha sido llamada la edad de plata de nuestra cultura. En

general, se puede decir que los intelectuales acogieron el nuevo régimen con cautela,

aunque algunos, como José Ortega y Gasset, lo hicieron con verdadero entusiasmo198. La

197 LA CIERVA, Juan: op. cit, p. 301. La Cierva propuso en la Comisión que se respetara la Constitución

de 1876, pero la mayoría se opuso, y Primo de Rivera también. Era partidario del sistema bicameral,

mientras que Gabriel Maura, uno de sus principales redactores, defendía la Cámara única y un Consejo del

Reino con grandes facultades. 198 Para estudiar la relación de Primo de Rivera con los intelectuales véase DEL ARCO, Valentín:

“Unamuno frente a Primo de Rivera. De Salamanca al exilio, 1923-1924”, Studia Histórica, vol. IV, n.°4,

Salamanca 1986, pp. 129-179; y, especialmente, GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva: Los

intelectuales y la Dictadura de Primo de Rivera, Alianza, Madrid, 1988.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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razón de esta benevolencia generalizada estribaba en su rechazo a la clase dirigente, que

les unía a los sublevados, y en la esperanza en que fuera un gobierno de carácter temporal.

Sin embargo, hubo un sector que se opuso de forma rotunda a la Dictadura. Lo encabezaba

Miguel de Unamuno, enemigo declarado de la Monarquía199, y ahora también del régimen

primorriverista. Tan sólo unos días después del golpe escribía unas líneas en contra del

pronunciamiento dictatorial y, a pesar de sus críticas al caciquismo, se negó a unirse a la

campaña de derribo a los antiguos políticos. No fue el único, a finales de diciembre de

1923, Gregorio Marañón declaró que prefería ser designado como hombre del antiguo

régimen que “como perteneciente a la falange de los nuevos”200.

Unamuno continuó escribiendo artículos contra de la Dictadura y condenó la

creación de la Unión Patriótica201. Colaboró con la revista España, que dirigía Manuel

Azaña, otro decidido opositor a Primo de Rivera202. Antonio Machado también lo fue,

pero de forma más pasiva que activa y sus ideas políticas las reservó para la intimidad.

Quien sí que se manifestó públicamente fue Ramón Pérez de Ayala, quien rechazaba

radicalmente la intervención del Ejército en la vida política. El Ateneo de Madrid se sumó

a la oposición con conferencias muy críticas, especialmente una de Rodrigo Soriano sobre

las responsabilidades, y el Directorio Militar decidió clausurar la institución en febrero

de 1924. Unamuno continuó con sus ataques a la Dictadura, sobre todo en conferencias,

y el Gobierno decidió destituirle de su cátedra, desterrándole a Fuerteventura203.

La destitución de Unamuno se explicó porque no era tolerable soportar las

críticas que vertía contra el poder. El decreto que ordenaba el apartamiento de Unamuno

199 Unamuno publicó numerosos artículos en contra de la Monarquía, razón por la cual fue condenado a 16

años de prisión y al pago de una multa, aunque la sentencia no llegó a ejecutarse. En la primavera de 1922

se entrevistó con Alfonso XIII y su visita fue muy criticada. Él se defendió asegurando que había a exponer

al Rey su visión de la situación política y porque creía que era posible una evolución liberal de la vida

política española. Sin embargo, a partir de que quedase claro que no recuperaría su Rectorado en la

Universidad de Salamanca su tono crítico contra el Rey se acentuó. 200 GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva: Los intelectuales y…, op. cit., p. 27. 201 Unamuno publicaba sus artículos en El Liberal de Madrid, El Liberal de Bilbao, en la revista España,

El Mercantil Valenciano que la censura mutilaba o prohibía. 202 La revista España fue muy crítica con la Dictadura y por eso sufrió duramente la censura, que decretó

su cierre en mayo de 1924. 203 ONMONT, M.: op. cit., p. 63. Al respecto Primo de Rivera declaró: “Para mí, Unamuno ni es sabio ni

anda que se le parezca. Un poco de cultura helénica yo creo que no da derecho a meterse con todo lo humano

y divino”. El Gobierno le desterró a Fuerteventura junto a Rodrigo Soriano.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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fue recibido con grandes críticas por el mundo intelectual, entre ellos De los Ríos, Pérez

de Ayala o Jiménez de Asúa204, que organizaron una protesta colectiva. “Azorín”, a pesar

de que apoyaba al nuevo régimen, también se mostró entristecido por la noticia.

Únicamente Ramiro de Maeztu pareció entender la medida. Unamuno presentó un recurso

ante el Supremo, defendido por Ángel Ossorio y Gallardo, para recurrir su destierro, pero

fue desestimado y optó por huir a París, donde se convertiría en el emblema de la

resistencia antidictatorial.

La capital parisina se convirtió en la cuna de los expatriados españoles y allí

coincidieron Santiago Alba, Unamuno, Blasco Ibáñez, Eduardo Ortega y Gasset o

Rodrigo Soriano. Blasco Ibáñez emprendió una campaña antimonárquica, más que

antidictatorial, y atacó al Rey calificándole de “fantoche cruel y falso”. En Francia publicó

sus famosos folletos Alfonso XIII desenmascarado y Lo que será la República española

(al país y al Ejército), en los arremetía de forma personal contra Alfonso XIII y le acusaba

de haberse lucrado de forma ilícita en múltiples negocios205. Unamuno colaboró con Le

Quotidien y otros diarios, y Carlos Esplá se unió al grupo y se encargó de coordinarles.

Eduardo Ortega y Gasset escribirá España encadenada. La verdad sobre la Dictadura206.

La necesidad de organizarse y unir esfuerzos, motivó la fundación del semanario España

con honra, cuyo primer número salió el 20 de diciembre de 1924. El semanario se

204 PÉREZ MATEOS, Juan Antonio: op. cit., p. 138. Por su parte, Jiménez de Asúa fue desterrado a las

islas Chafarinas por su implicación en unos disturbios estudiantiles en la Universidad de Madrid. En estas

islas también fue enviado Francisco de Cossío, director de El Norte de Valladolid por publicar en el diario

bonaerense La Razón un artículo favorable a Santiago Alba y el abogado Casanueva, por haber enviado un

telegrama a José Sánchez Guerra felicitándole por la actitud de protesta del político conservador ante la

suspensión del periódico La Época. 205 ROMANONES, Conde de: op. cit., pp. 226-227; SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…,

op. cit., p. 41; Los negocios de Alfonso XIII, p. 174. Romanones asegura en sus memorias que el Rey

participó efectivamente con su capital en algunas empresas, pero que siempre lo hizo cuando se le requirió

en nombre de un interés nacional y que la mayor parte de sus aventuras empresariales fracasaron

estrepitosamente, perdiendo el Rey muchos millones. Por su parte, Seco Serrano declara que en la

República se creó la “Comisión Dictaminadora del Caudal Privado de Alfonso XIII” para dilucidar si el

Rey se había enriquecido ilegítimamente y no encontraron nada. Sobre este tema véase CORTÁZAR,

Guillermo: Los negocios de Alfonso XIII. Cortázar pide que no se niegue la intervención del Monarca en

actividades empresariales, como hacen los historiadores filomonárquicos, ni se le acuse de enriquecerse

desproporcionadamente e ilegítimamente, como hacen los filorrepublicanos. Recuerda que los republicanos

tuvieron acceso de 1931 a 1936 a los papeles privados de Alfonso XIII y no encontraron nada escandaloso.

El folleto de Blasco Ibáñez, Alfonso XIII, desenmascarado. El terror militarista en España, fue el

responsable de propagar la versión del enriquecimiento ilegal del Rey. 206 Estaba dedicado a los estudiantes y atacaba durísimamente a la Dictadura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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convirtió en el órgano de propaganda de los republicanos españoles y tenía una tirada de

5.000 ejemplares207. La acción de los exiliados españoles enfadó y preocupó tanto al

Gobierno, que acusó al grupo de París de estar detrás de los sucesos de Vera de Bidasoa

en 1924. El Gobierno de Primo de Rivera inició un proceso contra Blasco, Unamuno y

Ortega por un delito de “lesa majestad contra la forma de gobierno e inducción a la

rebeldía”208. Los acusados no se presentaron y el proceso continuó abierto hasta que en

agosto de 1930 se decretó el auto de sobreseimiento.

Sin duda, un momento clave para la intelectualidad española fue el discurso que

Pedro Sainz Rodríguez pronunció en la apertura de curso 19124-1925 en la Universidad

Central en el que afirmó que las dictaduras no podían ser un sistema de gobierno

permanente y aprovechó para criticar de forma sutil al Directorio Militar. En ese momento

habían pasado ya los tres meses anunciados por Primo de Rivera y la gente empezaba a

pensar que la Dictadura continuaría de forma indefinida, por eso este discurso tuvo tanto

éxito y trascendencia. A continuación del acto de inauguración, se celebró un banquete

que contó con la asistencia de los antiguos políticos y algunos militares, entre ellos, el

general Berenguer, así como la plana mayor de los intelectuales españoles. Asimismo,

mandaron por carta su adhesión Blasco Ibáñez, Unamuno, Sánchez Albornoz, De los Rós,

Santiago Alba, Romanones, Bagaría. Durante la cena hubo críticas en contra de la

Dictadura y gritos a favor de la República y de Blasco Ibáñez, por lo que la policía entró

y echó a los asistentes. La enorme repercusión que tuvo el acto se explica porque la

censura permitió que la prensa publicara extractos del discurso de Sainz Rodríguez209.

Berenguer fue detenido cuatro meses y enviado a Guadalupe.

En 1926 los conflictos con los intelectuales se acumularon y empezaron con la

decisión del Gobierno de publicar un nuevo periódico los lunes que, además tuviera

207 DEL ARCO, Vicente: op. cit., p.122. Para Arco la disidencia era mayor de lo pensado por la filtración

de “pequeños secretos de Estado”. 208 Ibídem, p. 124. 209GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva: Los intelectuales y…, op. cit., p. 165; SAINZ

RODRÍGUEZ, Pedro: op. cit., pp. 88-89. Sainz Rodríguez confiesa que había entregado previamente el

discurso al general Valle Espinsa, encargado de presidir el acto, y éste no puso ninguna objeción al escrito.

Este acto fue “la comidilla nacional del momento”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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carácter empresarial e incluyera publicidad. Esta decisión encontró el rechazo de la

prensa, en especial de El Sol. Por otro lado, la conmemoración del aniversario de la

primera república reunió a “catedráticos, intelectuales y artistas y médicos” y evidenció

que Primo de Rivera contaba con la oposición de la mayoría de los intelectuales. En este

año también se produjo la detención de Marañón, acusándole de ser partícipe de la

Sanjuanada.

Al año siguiente, Eduardo Ortega y Gasset financió y fundó Hojas Libres,

publicación editada en Francia, en la que Unamuno fue colaborador habitual. El libelo

llegó a España de forma clandestina e indignó a Primo de Rivera. Las autoridades

españolas presionaron a las francesas para que prohibiesen su publicación y, pese al

retraso en tomar acciones, en el verano de 1928 Eduardo Ortega y Gasset fue obligado a

residir más allá del Loira210. Desde esa fecha, sólo se publicaron dos números más y su

último número, el diecinueve, vio la luz en enero de 1929.

Como hemos dicho, Ortega y Gasset no ocultó su alegría por el golpe de Estado

y desde las páginas de El Sol mostró su adhesión. Pero ello no significó que el diario

liberal no tuviera colaboradores o redactores disidentes. Por ejemplo, el caricaturista

Vagaría utilizó las viñetas para evidenciar su oposición al Régimen. Volviendo a Ortega,

el filósofo sentía la necesidad de adoctrinar y aconsejar a la Dictadura211, pero a partir de

1926 y 1927 comenzó a alejarse también del régimen primorriverista. En noviembre de

1927 Ortega inició una serie de artículos publicados en El Sol bajo el título “Ideas

políticas”. Su artículo de noviembre fue censurado y, tras reanudar la publicación de la

serie un mes después, el artículo del 24 de febrero, que abordaba la cuestión regional, fue

también censurado. Primo de Rivera consideraba que simpatizaba con los sentimientos

regionalistas y por eso prohibió su publicación. Como consecuencia, Ortega y Gasset no

volverá a escribir un artículo político en El Sol hasta octubre de 1929.

210 GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva: Los intelectuales y…, op. cit., p. 323. 211 Ibídem, p. 254-255.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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A partir de 1928 hay un giro definitivo del mundo intelectual en contra de la

Dictadura. Los decretos anticatalanistas, la imposición de la censura de prensa, que obligó

a ciertos intelectuales a publicar fuera los artículos que no se les permitía en España, y la

decepción al ver que el Régimen no era lo que prometió ser, motivó el alejamiento de

intelectuales que en un principio lo apoyaron212. La protesta de los intelectuales alcanzó

su momento cumbre en 1929, cuando se produjeron las manifestaciones estudiantiles a

causa del artículo 53 de la reforma universitaria.

La actitud de Primo de Rivera con los intelectuales se puede resumir en que

nunca los comprendió ni les interesaban los problemas intelectuales ni las personas del

mundo de la cultura213. Aunque hay que señalar que no todos los intelectuales le

rechazaron, también existió un grupo que se mostró próximos al general y, entre ellos,

destacaron “Azorín”, D’Ors, Jacinto Benavente, Wenceslao Fernández Flórez ―aunque

acabaría decepcionado con el nuevo régimen― o Ramiro de Maeztu, quien se convirtió

en el intelectual más entusiasta con la Dictadura.

La importancia del papel de los intelectuales la reconoció el propio hijo del

general. José Antonio Primo de Rivera aseguró no entender el rechazo de los intelectuales

a la figura de su padre, puesto que venían reclamando desde hace tiempo la limpieza de

la vieja clase política y cuando al fin se produjo el golpe, no parecieron alegrarse.

Achacaba esta animadversión a la repulsa existente entre las filas intelectuales hacia los

militares. El hijo del dictador se quejaba de que la mayoría de intelectuales dejó solo a su

padre y no supieron entenderle, sino que le vieron como el enemigo y se dedicaron a

“esparcir ironías por los casinos y editar “Murciélagos””214.

Si el trato de Primo de Riveras con los intelectuales no era bueno, el de Alfonso

XIII tampoco era mucho mejor. Con Unamuno, por ejemplo, mantuvo siempre una difícil

relación, motivada sobre todo por el cese de éste como rector en la Universidad de

212 DEL ARCO, Valentín: op. cit., p. 116. 213 GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva: Los intelectuales y…, op. cit., p. 549. 214 PRIMO DE RIVERA, José Antonio: La dictadura de Primo de Rivera juzgada en el extranjero,

Imprenta Sáez Hermanos, Madrid, 1931, pp. 6-10.

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Salamanca. Al final el enfrentamiento de la Dictadura con la intelectualidad española

terminó por pasar factura a la Monarquía. Para 1930 la élite intelectual había roto con la

Corona al vincular a Alfonso XIII con el régimen dictatorial215.

215 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 38.

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3 LA PRENSA Y LA DICTADURA

3.1 La legislación de la Prensa durante el primer tercio del siglo XX

El marco legal por el que se regía la prensa a principios del siglo XX era la

Constitución de 1876 y la Ley de Imprenta de 1883. La Constitución de 1876 establecía

en su artículo 13 que “todo español tiene derecho de emitir libremente las ideas y

opiniones, ya de palabra, ya por escrito valiéndose de la imprenta o de otro procedimiento

semejante sin sujeción a la previa censura”. El artículo 17 contemplaba las condiciones

en que podrían suspenderse las garantías constitucionales:

“…no podrán suspenderse en toda la Monarquía, ni en parte de ella, sino

temporalmente y por medio de una Ley cuando así lo exija la seguridad del

Estado, en circunstancias extraordinarias.

Sólo no estando reunidas las Cortes y siendo el caso grave y de notoria

urgencia podrá el Gobierno, bajo su responsabilidad, acordar la suspensión

de garantías a que se refiere el párrafo anterior, sometiendo su acuerdo a la

aprobación de aquellas lo más posible”216.

En los primeros años del siglo XX se aprobaron leyes o circulares para regular a

la prensa y a la imprenta. La Ley de Jurisdicciones, aprobada en 1906, sometía a

jurisdicción militar los delitos cometidos contra la patria y el Ejército. A través de esta

ley y con los sucesivos estados de excepción ―en 1898 por la guerra de Cuba, en 1909

por la guerra de Marruecos, en 1916 por la huelga de los ferroviarios, en 1917 por la

Triple Huelga, en 1921 por el Desastre de Annual y en 1923 por la Dictadura de Primo

de Rivera―, los militares se hicieron con el control de los medios217.

216 GÓMEZ APARICIO, Pedro Gómez: De la Revolución de Septiembre al desastre colonial, Tomo III de

Historia del Periodismo español, Editorial Nacional, Madrid, 1971, p. 274. 217 ARROYO, María: op. cit., p. 11.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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En esta etapa se aprobaron diversas medidas restrictivas. El 5 de mayo de 1908

una circular de la Fiscalía del Tribunal Supremo estableció los criterios a los que debía

ajustarse el Ministerio Fiscal para denunciar los delitos y faltas contra la moral, las buenas

costumbres o la decencia pública, cometidos a través de los medios impresos. Y el 20 de

septiembre de 1912, una Real Orden Circular prohibió la circulación de publicaciones

obscenas218. El 5 de diciembre de 1914, una disposición, con rango de Ley, concedió una

amplia amnistía a todas las personas, sancionadas, procesadas o sujetas a

responsabilidades por delitos de imprenta, salvo las que lo estuvieran por delitos de injuria

y calumnias contra los particulares.

Con motivo de la Primera Guerra Mundial se promulgó el 8 de julio de 1918 la

llamada “Ley de represión del espionaje”, para garantizar la neutralidad española, que

concedía al Consejo de Ministros la facultad de establecer la censura previa de impresos

e imágenes que incluyeran noticias u opiniones relacionadas con la guerra. Y una Real

Orden de junio de 1919 suprimió la censura previa para los discursos parlamentarios y

los resúmenes de los mismos destinados a la prensa. El aumento del precio del papel

durante la contienda bélica motivó la aprobación de la Ley del 29 de julio de 1918, por la

que se concedían anticipos reintegrables para que los periódicos siguieran comprando el

papel al precio de 1914. En realidad, se trataba de una subvención encubierta a la prensa

diaria y a las revistas. La Real Orden del 26 de julio de 1920 reguló el precio y el tamaño

de los periódicos para atajar la crisis papelera. Un año después, el Real Decreto de 26 de

marzo de 1921 otorgaba a la prensa ciertos beneficios arancelarios para la importación

del papel219.

El Código Penal de 1870 tipificaba los delitos que podían ser cometidos por medio

de la imprenta y estuvo vigente hasta 1928, cuando fue sustituido por uno nuevo que

endurecía las penas e incluía preceptos antes insertos en la Ley de Imprenta de 1883220.

218 CENDÁN PAZOS, Fernando: Historia del Derecho Español de Prensa e Imprenta (1502-1966), Editora

Nacional, Madrid, 1974, p. 154. 219 Ibídem, pp. 54-55. 220 DEL VALLE, José Antonio: “La censura gubernativa en España (1914-1931)”, Revista de Estudios

Políticos (Nueva Época), n.º 21, mayo-junio de 1981, pp. 75-76.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

83

La Ley de Orden Público de 1870 establecía que, cuando no estuvieran vigentes las

garantías constitucionales, las autoridades civiles podrían decretar la suspensión de una

publicación sin acudir a los tribunales.

La libertad de imprenta se vio suspendida también durante el turbulento año de

1917. El Gobierno de Romanones estableció la censura previa a causa de la amenaza de

huelga general en marzo de 1917. Aunque los directores de los periódicos solicitaron la

libertad de prensa, Romanones desoyó sus reclamaciones y ésta no sería restablecida hasta

que el presidente liberal presentó su dimisión, siendo sustituido por García Prieto. No

obstante, el régimen de libertad no habría de durar mucho, puesto que en junio de ese año

el nuevo gabinete cayó y le sucedió Dato, que volvió a la suspensión de garantías ante el

clima revuelto que se vivía en el país221. Los años siguientes conocerían nuevas

suspensiones; especialmente grave fue la que se vivió a raíz de la llamada huelga de “La

Canadiense”, decretando el Gobierno la suspensión de las garantías constitucionales en

todo el territorio nacional, situación que se prolongaría hasta marzo de 1922, siendo la de

mayor duración de los gobiernos constitucionales de Alfonso XIII222. A pesar de que la

libertad de expresión se restableció en julio de 1919, en Barcelona no se recobraría hasta

un año más tarde. Desde finales de marzo de 1922 hasta septiembre de 1923 ya no hubo

más censura previa en la prensa.

Durante la Dictadura se intentó sacar adelante un Estatuto de prensa que nunca

llegó a aprobarse. Una Real Orden del 9 de septiembre de 1924 dictaba instrucciones para

la expedición de un carnet de identidad a los periodistas. Y el 4 de febrero de 1929 la

Gaceta publicó un Real Decreto por el cual se obligaba a la prensa a reservar un espacio

de sus páginas para la publicación de las notas oficiales enviadas por el Gobierno.

3.2 La instauración de la censura previa

221 Ibídem., p. 82. 222 Ibídem, p. 88.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

84

A pesar de las restricciones señaladas, la prensa disfrutó de bastante libertad hasta

la llegada de la Dictadura. Tras el golpe de Estado, un Real Decreto del 15 de septiembre

de 1923 suspendió las garantías constitucionales y quedó establecida inmediatamente la

censura previa223. Afectaba a todos los periódicos, revistas y folletos, excluyendo libros

e impresos de más de 200 páginas, por eso en estos años proliferaron libros que mostraban

su oposición a la Dictadura. El 18 de septiembre otro Real Decreto estableció que los

delitos contra la seguridad y unidad de la Patria serían juzgados por Tribunales

militares224 e impedía la propaganda y las posturas separatistas. Desde el 16 de septiembre

aparece en todos los periódicos, y en lugar destacado, la siguiente frase: “Este número ha

sido revisado por la censura militar”. Una parte de la prensa protestó por su

establecimiento, mientras que otros periódicos, como El Debate225, alabaron su

imposición como medida temporal en pos del bien del país. Al principio los periódicos

dejaban espacios en blanco o puntos suspensivos en las partes que habían sido censurados,

pero a partir de mayo de 1927 la Dictadura lo prohibió al considerar que era un

recordatorio público de que la libertad estaba restringida226.

Seoane y Saiz afirman que la censura actuó con arbitrariedad y autorizaba a un

periódico lo que había prohibido a otro. Fuentes sostiene que esta arbitrariedad hizo que

perdiera su capacidad intimidatoria. En general, se caracterizó por ser relativamente

benévola y permitía que se cuestionase su propia existencia, como hicieron

reiteradamente todos los periódicos, excepto La Nación y el católico El Debate, lo que le

valió el calificativo de La Libertad de “más papista que el Papa”227. Por su parte, Sánchez

Baranda y Carlos Barrera manifiestan que la censura fue “irregular” e “incoherente”.

Mientras que Antonio Espina en El cuarto poder señala:

223 ONMONT, M.: op. cit., pp. 11 y 26. Onmont acusa a la Dictadura de amordazar a la opinión con la

Gaceta. Desde la implantación de la censura: “impera el silencio; todo se dice en voz baja; sólo se escucha

la voz de los que velan por voluntad propia, impuestos por su fuerza”. 224 TOBAJAS, Marcelino: El periodismo español: notas para su historia, Forja, Madrid, 1984, p. 588. 225 Ibidem, p. 593. 226 FUENTES, J. F. y FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J.: op. cit., p. 203. 227 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: El siglo XX: 1898-1936. Volumen 3 de Historia del periodismo en

España, Alianza, Madrid, 1996, p. 325.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

85

“La historia de la dictadura de Primo de Rivera, turbulenta bajo las

apariencias de una tranquilidad presidida, en lo que respecta a la Prensa, por

la previa censura ―”la señá Anastasia”, como se la designa en el argot

periodístico― no produce, en realidad, ataques abiertos y directos contra el

régimen, porque no era posible; pero sí hostilidad constante y, mediante

ingeniosos recursos, una campaña sostenida por toda la Prensa liberal. A la

cabeza de este movimiento iban El Sol, La Voz, La Libertad y El

Socialista”228.

Fuentes opina que la política informativa de Primo de Rivera “estuvo regida por

el mismo intervencionismo estatal que el resto de su actuación, y, como ésta, se mostró

llena de ambigüedades y contradicciones”229. Por su parte, Pierre Albert reconoce que, a

pesar de instaurar la censura previa, tampoco se produjeron “grandes cambios” y no hubo

persecución de periódicos, sólo los anarquistas fueron cerrados. Asimismo, señala que la

censura provocó un desarrollo de otras secciones “menos conflictivas”, como las

dedicadas a la mujer, a los toros o a los deportes230.

Para regular las informaciones publicadas se creó una Oficina de Información y

Censura, dirigida inicialmente por Pedro Rico. Cuando éste abandonó el cargo en 1925

para dirigir La Nación, le sustituyó Celedonio de la Iglesia231. De la Iglesia confiesa que

su tarea era “penosa” y que nunca le causó placer, sino que le producía una “gran

humillación”, lo que le hizo autorizar artículos que sorprendieron a “amigos y

adversarios”232. Con el establecimiento de la censura previa el régimen pretendía atajar:

“...las pequeñas insidias, rumores falsos, difamaciones, todas esas armas

cobardes y ocultas tan corrientes en cierta prensa política; a esto no lo llamo

228 ESPINA, Antonio: El cuarto poder. Cien años de periodismo español, Libertarias, Madrid, 1993, p.

254. 229 FUENTES, J. F. y FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J.: op. cit., p. 203. 230 ALBERT, Pierre: op. cit., p. 207. 231 Como hemos visto, Celedonio de la Iglesia escribiría luego un libro rememorando su labor como censor

durante los años de Dictadura. 232 DE LA IGLESIA, Celedonio: op.cit., p. 40 y p. 44.

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yo política, sino chismorreo. La censura ha intervenido, a veces con mucha

razón, para evitar esta clase de politiquilla, poco interesante por su materia y

por los medios mezquinos que pone en uso”233.

Al principio la censura se ejerció sin dificultad, gracias a las severas instrucciones

ordenadas a los periódicos. No obstante, la aparición de La Nación y el paso del Directorio

militar al Directorio civil dificultaron la labor de la censura, pues se aumentó el número

de fiscales y el periódico oficioso no atendía al principio las instrucciones de los censores.

La Nación tenía la costumbre de mandar las galeradas a última hora de la tarde con

noticias que habían sido tachadas en los demás periódicos, y sin tiempo para que

rectificasen, obligaba entonces a los censores a autorizarlas para mantener la igualdad en

los diarios, sin embargo, ya no daba tiempo a que los demás pudieran publicarlas.

No se formó un cuerpo especial de censores, sino que se recurrió a los funcionarios

de los Gobiernos civiles, por lo que hubo una mezcla de censores civiles y militares.

Sánchez Aranda y Carlos Barrera relacionan la arbitrariedad de la censura con este hecho,

ya que no habían sido entrenados ni habían recibido consignas claras para ejercer su tarea.

Un enfrentamiento entre la Oficina de Censura y Primo de Rivera motivó que en abril de

1926 la censura se trasladase al Gobierno Civil de Madrid, como funcionaba en

provincias. En septiembre de ese año, Martínez Anido comunicó a los gobernadores

civiles que para abordar cualquier asunto relacionado con la censura debían ponerse en

contacto con el Gobierno Civil de Madrid234.

Pasado el tiempo, Primo de Rivera reprochó a De la Iglesia su “excesiva bondad”

y suavidad en la censura y encargó al político Manuel Semprún que la vigilase. El censor

se tomó esta medida como una humillación y a punto estuvo de presentar su dimisión.

Semprún se ganó la enemistad de la prensa y cuando se fue a la alcaldía de Madrid, le

sustituyó Martín Álvarez, devolviendo a la Oficina de Censura la tranquilidad, pues se

limitaba a delegar en De la Iglesia y a realizar algunas recomendaciones: “el régimen de

233 PEMARTÍN, José: op. cit., p. 85. 234 A.H.N., serie A de Gobernación, leg. 14, exp. num. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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censura se vio libre de una ominosa tutela y pudo continuar hasta el fin sujeto sólo a la

libérrima dirección variable intervención del presidente”235.

Todos los periódicos debían enviar cinco ejemplares a la Oficina de Censura,

aunque en realidad sólo eran necesarios tres: uno, “para devolver sellado al periódico”;

otro, para constancia y comprobación en la oficina, y otro, para conocimiento y

fiscalización del presidente de todo lo que se tachaba”236. Los otros dos ejemplares eran

uno de repuesta para el presidente y otro para el gobernador. Este excesivo número de

ejemplares “duplicaba” el trabajo de los censores, pues debían tachar todo lo censurado

en los cinco números del diario. En casos así recibían ayuda de los oficiales de telégrafos.

Seoane revela que los diarios intentaron esquivar la censura por “elevación” o por

“abajo”, utilizando “recursos de la picaresca periodística”: “la anfibología, el acróstico,

el cuentecillo de doble sentido, la ironía, la reticencia, y todos los modos de decir oblicuo,

del guiño al lector…”237. Algunos periódicos intentaron forzar los límites de la censura,

ya que no estaban claros. Apunta que una actitud muy común en los periódicos que

querían protestar por la censura fue la de “guardar silencio ante los acontecimientos o los

temas sobre los que el Gobierno tenía interés en que se hablase”238.

Había un índice de materias no publicables, los que eran considerados peligrosos

porque afectaban a la unidad de la patria, al orden público o cuestionaban su política

internacional. Pero la extensión de la Dictadura provocó que la censura hinchase los temas

censurados; lo cual, según Celedonio de la Iglesia, fue algo que no habían planeado ni el

Gobierno ni Primo de Rivera239. Los temas que no interesaban a la Dictadura no podían

ser mencionados en la prensa, de este modo, la censura impidió “la más leve alusión en

la prensa española” de la noticia del auto de libre sobreseimiento de la causa contra

Santiago Alba240.

235 DE LA IGLESIA, Celedonio: op. cit., p. 58. 236 Ibídem, p. 91. 237 SEOANE, M. C.: El régimen de censura bajo la Dictadura…, op. cit. p. 233. 238 DE LA IGLESIA, Celedonio: op. cit., p.234. 239 Ibídem, p. 82. 240 GARCÍA VENERO, Maximiano: op. cit., p. 236.

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De la Iglesia repasa en su obra la actitud que mantuvieron los diarios madrileños

con la censura: La Libertad y El Liberal fueron los que más se enfrentaron con la

Dictadura. Heraldo de Madrid hizo uso de la ironía y de la crítica mordaz. El Debate y

ABC no se opusieron al régimen, como sí hicieron El Sol y La Voz. De El Socialista sólo

preocupaban las informaciones de sus corresponsales241.

En cuanto al trato con Primo de Rivera, Celedonio De la Iglesia cuenta que

únicamente despachaba con él por asuntos urgentes. Sus relaciones con el jefe del

Gobierno “no eran cordiales ni intimas”, ni cree que lo fueran con los demás

colaboradores, pues el general andaluz siempre tenía presente “su superioridad y su

mesianismo”242. Afirma que despachar con él era “dificilísimo” y veía más fácil abordar

asuntos por escrito que en persona. En alguno de estos encuentros estaba delante Delgado

Barreto, del que dice que:

“Jamás se pronunció ni insinuó en contra de ningún escritor, ni aconsejó la

más mínima tacha, inclinándose siempre por la publicación de todo y

ayudándome, en ocasiones de éxito, a disipar el mal efecto de un artículo o

noticia, para evitar sanciones que él lamentaba siempre como periodista

enamorado de su oficio y de su libertad”243.

La descripción que ofrece el censor de Primo de Rivera es la de un ser impulsivo

que hasta que no se le pasaba su enfado no atendía a razones. Si bien, afirma que rara vez

suprimía o mutilaba un artículo, sino que prefería autorizarlo y contestarlo. De la Iglesia

cree que al principio el general quería usar el lápiz rojo para evitar las protestas de los

viejos políticos, pero que “la facilidad de movimiento” que la censura provocaba hizo que

continuase. El presidente solía quedarse hasta tarde trabajando o redactando alguna nota

oficiosa244.

241 DE LA IGLESIA, Celedonio: op. cit., p. 198. 242 Ibídem, pp. 66-67. 243 Ibídem, p. 70. 244 Ibídem: p. 76.

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A pesar de la censura los periódicos pudieron realizar encuestas acerca de cuándo

y cómo debía ponerse fin a la Dictadura o publicar artículos defendiendo el sufragio y el

Parlamento. Si bien la restricción de la libertad de expresión favoreció en estos años el

desarrollo de secciones poco comprometidas para los periódicos: deportes, toros, sección

sobre temas de la mujer, la medicina, literatura, o la infancia, etc.245.

En el Archivo General de la Administración existe un fondo de prensa con los

documentos relacionados con la censura. Sin embargo, tras la consulta de los mismos, no

hemos encontrado nada relacionado con los periódicos seleccionados, a pesar de que La

Época fue suspendida en este período. Ello puede explicarse a la falta de organización de

los archivos consultados, donde es fácil que una carpeta o documento se traspapele en

otra. Si bien, nos ha quedado patente que en los primeros años el número de multas a

causa de la censura era más elevado. Suponemos que por la falta de costumbre de las

publicaciones. Y también ha quedado en evidencia que la Dictadura impedía cualquier

artículo injurioso hacia el Régimen de Primo de Rivera.

3.3 La reacción de la prensa ante el golpe de Estado

En un principio la mayoría de la prensa, al igual que gran parte de los españoles,

aceptó bien el golpe militar. La sociedad española estaba extremadamente cansada de la

vieja clase política y llevaba tiempo reclamando un cambio. La mayoría de los diarios

conservadores mostraron su satisfacción por el levantamiento e, incluso, El Sol puso sus

esperanzas en el movimiento militar al que veía como regenerador de la política española,

y aplaudió que se pusiera fin a la vieja política246.

El Socialista publicó el mismo día de la sublevación un editorial titulado

“¡Serenidad, trabajadores!”, en el que, si bien admitía que el descontento ciudadano no

245 SÁNCHEZ ARANDA, J J. y BARRERA DEL BARRIO, Carlos: Historia del periodismo español desde

sus orígenes hasta 1975, Eunsa. Pamplona, 1992, p. 178. 246 ONMONT, M.: op. cit., p. 25. Onmont manifiesta que la prensa acogió la noticia del golpe alborozada.

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podía soportar más la situación que se estaba viviendo por la guerra de Marruecos,

mostraba su rechazo al golpe. Se preguntaba si este movimiento respondería a un intento

de tapar responsabilidades, y denunciaba el “matiz encendidamente reaccionario” de la

conspiración que iba en contra de “los anhelos de la mayoría consciente del pueblo

español”. Pedía serenidad y reflexión a los trabajadores, pues ya se encargarían las

comisiones Ejecutivas de PSOE y UGT de anunciar su postura respecto al golpe.

La nota de las comisiones ejecutivas de PSOE y UGT estaba firmada por

Francisco Núñez, Pablo Iglesias, Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro e iba

dirigida a sus afilados y a la opinión general para explicar su actitud de repulsa al

movimiento. En la nota acusaban abiertamente al Gobierno y, sobre todo, al Rey, de estar

al tanto de la conspiración:

“La actitud de la masa trabajadora, a quien, con preferencia y por nuestra

representación nos dirigimos, debe consistir, no en agrandar, sino por el

contrario aislar esa sedición que, capitaneada por generales palatinos habrá

podido sorprender de un modo muy relativo en la esfera del Gobierno, pero

no habrá causado extrañeza en el Palacio de Miramar”247.

El periódico socialista cuestionaba la autoridad de los soldados sublevados para

llevar a cabo un proyecto regenerador, y reprochaba también al Monarca su lentitud para

volver a Madrid. Terminaba haciendo un llamamiento al pueblo para que no apoyasen

esta sublevación248. Había un debate en los socialistas sobre si debían seguir o no en los

cargos representativos que ostentaban (diputados en Cortes, provinciales, alcaldes,

concejales o miembros de otras corporaciones oficiales). El 22 de septiembre El Socialista

comunicó que la Comisión Ejecutiva del Partido había decidido recomendar que

continuaran en sus cargos249.

247 El Socialista, 13/09/1923, p. 1. 248 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 213. Romanones señala en sus memorias que el golpe inicialmente

fue bien acogido “hasta por los socialistas”. 249 El Socialista, 22/09/1923, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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La Libertad, órgano de Santiago Alba, que tuvo que irse al destierro nada más

ejecutarse el golpe militar, también mostró su oposición a la Dictadura y atribuyó el

movimiento de Primo de Rivera al impunismo. En su número del día 13, cuando los

rumores de la sublevación no estaban del todo confirmados, declaraba:

“En el momento de escribir estas líneas, y pese a los sucesos que están

registrándose, no creemos que se pueda avanzar en terreno tan comprometido,

que había de ser de fatales consecuencias para quienes se aventurasen en una

empresa frente a la que habría de alzarse toda la opinión”250.

El diario albista preveía que, al golpe de Estado, le sucedería una huelga general

en toda España:

“Lo de menos en estos momentos sería la formulación de un Gobierno militar, por

lo que en sí supone y representa. Lo grave sería las consecuencias, las “insuperables

dificultades” que los gobernantes hallarían en su actuación. Porque a la constitución de

ese Gabinete respondería automáticamente la huelga general en toda España, el

levantamiento de la población en masa, el caos…”251

La Libertad consideraba que el indulto al cabo Sánchez Barroso, la renuncia a la

operación de Alhucemas y los incidentes separatistas vividos en Barcelona tan solo eran

pretextos para ocultar la verdadera razón del levantamiento: evitar la depuración de

responsabilidades por el desastre de Annual. En su editorial del día 14 calificaba al

movimiento de “impunista” y aprovechaba para reiterar su defensa en los ideales de

“libertad y democracia” que siempre habían proclamado252. Sobre las promesas vertidas

en el manifiesto, La Libertad mostraba su desconfianza en que pudieran cumplirse:

“Hay en ese documento promesas, muchas promesas, que en otras

circunstancias serían nuncio de venturas nacionales, o por lo menos,

250 La Libertad, 13/09/1923, p. 1 251 La Libertad, 13/09/1923, p.1. 252 La Libertad, 14/09/1923, p.1.

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halagüeñas esperanzas de un próspero porvenir. Como españoles, patriotas

ante todo y, sobre todo, celebraríamos que estos buenos propósitos

consignados en el manifiesto se cumplieran, convirtiéndose en fructíferas

realidades. Pero desconfiamos. Aun suponiendo que los que ya hablan como

gobernantes lo llegaran a ser de hecho, sospechamos que habrían de ser tantos

y tan graves los conflictos que surgirían ante la nueva situación, que el

programa expuesto al país no podría desarrollarse”253.

Al día siguiente, 15 de septiembre, lamentaban la parsimonia del Gobierno

saliente, que puso en bandeja la entrega del poder a los militares y manifestaban que

seguirían defendiendo sus ideales:

“¡Ahora más liberales que nunca, más constitucionales, más demócratas, más

espiritualmente unidos al Pueblo, más entusiastas que lo fuimos jamás de la

soberanía del Poder civil.

¡Are mes que mai! ¡Más, mucho más muchísimo más que nunca!”254

La Época, por su parte, expresó su preocupación por lo ocurrido y advertía que

“una nueva desdicha ha caído sobre nuestra España” y a la vez criticaba la actitud del

Gobierno, que anunciaba que iba a oponer resistencia, pero no explicaba qué medidas

pensaba adoptar. El diario conservador expresaba su dolor por lo que estaba sucediendo,

calificaba al movimiento de “funesto descarrilamiento”255 y temía que lo ocurrido fuese

fatal para el futuro de España:

“Hay que pedir a Dios, poniendo cada uno de su parte cuanto pueda, que no

sea lo ocurrido, además de profundamente doloroso, de siniestra

trascendencia en la vida de España”256.

253 La Libertad, 14/09/1923, p. 1. 254 La Libertad, 15/09/1923, p. 1. 255 La Época, 13/09/1923, p. 1. 256 La Época, 13/09/1923, p. 1.

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El día 15, establecida la censura previa, La Época ya se quejaba de la arbitrariedad

de la censura al constatar que informaciones que habían aparecido en la prensa del día

anterior y de la mañana, habían sido tachadas en sus páginas. Además, expresaba su

confianza y sus deseos en que el régimen dictatorial fuera “transitorio y muy breve”257.

El Debate acogió la noticia con alegría y pedía que el Gobierno, no sólo

mantuviera el orden público, sino que debía ser inflexible en la aplicación de la ley y la

rapidez en los procedimientos258. El 16 de septiembre dedicó su editorial a “La previa

censura”, en el que defendía la medida del Gobierno y atacaba a sus colegas de la prensa.

En cuanto a ABC, publicó un editorial expectante el 14 de septiembre, en el que

no mostraba pesar por el fin del sistema de la Restauración:

“El país ha recibido los acontecimientosde la última jornada con tranquila

expectación. El sentido popular, casi siempre certero, expresa su opinión y su

voto en esta actitud. Quiere decir que no le contraría ni le entusiasma lo

sucedido. Lo que ha caído por ahora ―que no es el Gobierno solo, ni mejor

ni peor que los anteriores, sino el sistema de que formaba parte―, bien caído

está, y no habrá sufrido mucho en la caída, porque iba a rastras y cayéndose

a pedazos. No hay quien lo llore, ni la clientela que procurara filtrarse en la

nueva situación. Pero tampoco hay quien se prometa grandes cosas del

cambio de postura”259

Si bien al día siguiente aceptó ya el golpe de Estado, que veía como lógico dada

la situación que vivía el país y esperaba que los implicados en el levantamiento tuvieran

éxito en su misión:

“Reconoce el sentido popular que es una situación muy propia de la dictadura

la que desde ha mucho han creado los desastres políticos. Pero no ve las

257 La Época, 15/09/1923, p. 1. 258 El Debate, 14/09/1923, p. 1 259 ABC/14/09/1923, p. 15.

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manos diestras para la dictadura. Cuando las encuentren los generales, que en

esto confiesan su perplejidad y su desorientación, todavía faltará el mejor

apoyo de los dictadores, la reacción social que desgraciadamente no se ha

producido.

El nuevo régimen tendrá que vivir de la benevolencia expectante de la Nación

y del prestigio que le den sus aciertos, y aun así debe contar con que muy

pronto le ponga el cerco la vieja política, servida por multitud de intereses

bastardos y ágiles, y muy ducha en provocar y aprovechar las veleidades de

la opinión pública.

Y si el ensayo fracasa ―lo que deploraríamos, porque con él fracasaría una

vez más el país―, la nueva situación se caerá sola, sin que nadie la derribe,

como se caían periódicamente al soplo de una leve adversidad los castillos de

cartón que levantaba la política.

Estamos ante un episodio que ni siquiera es nuevo; una de tantas frágiles

promesas que alguna vez entretienen el tedio nacional.

No es una revolución, como hiperbólicamente se dice por ahí, ni por la forma,

ni por el contenido; casi no es un hecho de fuerza. Fuerza, ¿sobre qué y sobre

quiénes? ¿Con qué lucha? ¿Contra qué obstáculos y resistencias? Un episodio

más, al que abre un pequeño crédito la paciencia del país”260.

El Sol, como hemos dicho, aplaudió la llegada de la Dictadura y lamentaba que el

golpe no hubiera ocurrido antes e incluso llegó a decir que venía a cumplir su programa:

“Apoyamos leal y resueltamente esta situación: primero, porque era la única

posible, y segundo, porque empieza a cumplir nuestro programa… No

260 ABC, 15/09/1923, p. 15.

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encontramos lícito que se le apremie con plazos perentorios, porque su misión

no es tan breve ni tan fácil”261.

El propio Ortega y Gasset, que luego sería uno de los mayores opositores al

Régimen y a la Monarquía ―recordemos su famoso artículo “El error Berenguer”―

escribía el 27 de noviembre de 1923:

“Si el movimiento militar ha querido identificarse con la opinión pública y

ser plenamente popular, justo es decir que lo ha conseguido por entero…

Calcúlese la gratitud que la gran masa nacional sentiría hacia esos

magnánimos generales que generosamente, desinteresadamente, han

realizado la aspiración semisecular de veinte millones de españoles, sin que a

éstos les cueste esfuerzo alguno…”262.

En definitiva, se puede decir que la reacción de la prensa osciló entre una gran

aceptación y expectación. Esperaban que Primo de Rivera cumpliera el plazo señalado

para solucionar los problemas del país. Sin embargo, los diarios liberales, en cuanto

percibieron las intenciones del régimen por institucionalizarse, empezaron a manifestar

su oposición, a pesar de la existencia de la censura previa.

3.4 Los periódicos de empresa

Durante el primer tercio del siglo XX aparecieron un gran número de

publicaciones, aunque muchas de ellas tuvieron una vida corta263. Hasta 1920 la cifra no

dejó de aumentar (2.289 periódicos), pero en 1927 descendió a 2.210 diarios264. Pizarro

y Desvois achacan este descenso a la Dictadura, aunque reconocen que también influyó

la concentración de empresas periodísticas. Lo cierto es que el porcentaje de periódicos

261 El Sol, 27/09/1923, p. 1. Las cursivas son nuestras. 262 El Sol, 27/11/1923, p. 1. 263 PIZARROSO, A.: op. cit., p. 288. 264 DESVOIS, Jean- Michel: La prensa en España…,op. cit., p. 43.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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declaradamente políticos bajó del 29,4 por 100 en 1913 al 14,81 por 100 en 1920 y al 9,9

por 100 en 1927265. Asimismo, las provincias con mayor densidad de periódicos por

habitantes eran las de Madrid y Barcelona266.

Durante la Primera Guerra Mundial los periódicos se dividieron en aliadófilos y

germanófilos y vieron como sus tiradas aumentaban267. Si bien los beneficios que trajo el

aumento de las tiradas debido al conflicto bélico no compensó la carestía del precio del

papel. El mercado estaba dominado por La Papelera Española, empresa creada en 1901

en Bilbao y dirigida por su fundador Nicolás María de Urgoiti. Para paliar la situación, se

creó el “anticipo reintegrable”, que consistía en que los periódicos seguirían comprando

el papel al precio de 1914 y hasta que no volviera a bajar, el Estado pagaría la diferencia

a los papeleros, que por su parte cobrarían un impuesto de 5 céntimos por kilo durante el

tiempo que fuera necesario para reembolsar al Estado. En realidad, este anticipo fue una

subvención indirecta a la prensa y a los papeleros. Algunos diarios no aceptaron este

sistema, como El Socialista o El Sol, que temían perder su independencia.

Sin embargo, no pudo evitarse el aumento del precio de los diarios, que pasó en

1920 a 10 céntimos, para los que no rebasan una superficie de 13.000 cm²; 15 cts. para

los que publicaran entre 13.000 y 25.000 cm²; 20 cts. para los que tuvieran entre 25.000

y 37.000, y 25 cts. más allá de esta superficie. El objeto de esta medida era oponerse a los

progresos de la prensa controlada por La Papelera, especialmente El Sol, que a pesar de

su abundante número de páginas se vendía al mismo precio que los demás periódicos268.

Esta medida fu suprimida en 1922.

265 Ibídem, p. 44. 266 Ibídem, pp. 43-44. Desvois señala que hay tres estadísticas oficiales sobre la prensa realizadas en 1913,

1920 y 1927. No obstante, los datos de las mismas no son del todo fiables, aunque sirven para dar una idea

de la situación de los periódicos españoles en el primer tercio del siglo XX 267 Para este tema véase BARREIRO, Cristina: “España y la Gran Guerra a través de la prensa”, Aportes:

Revista de historia contemporánea, nº. 84, 2014, pp. 161-182; ~, “Los diarios gallegos ante el estallido de

la Primera Guerra Mundial (1914)”, Aportes: Revista de historia contemporánea, nº. 88, 2015, pp. 29-54. 268 DESVOIS, Jean Michel: La prensa en España…, op. cit., pp. 47-48.

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En 1927 los diarios representaban un 12,67% del total de las publicaciones269, sin

embargo, no hay datos de tiradas globales, por lo que desconocemos la verdadera

influencia de los periódicos. En cualquier caso, si el siglo XIX se caracterizó por el

predominio de la prensa de partidos, el siglo XX va a ser el de los periódicos de empresa,

cuyo objetivo principal era ser rentables. Estaban sostenidos por la publicidad y las ventas

de ejemplares. Para ello era fundamental atraer al mayor número de lectores posibles.

Tarea nada fácil, dado el gran número de publicaciones que existían. No obstante, sólo

unas cuantas cabeceras se repartían la gran mayoría de los lectores270.

En 1906 se creó la Sociedad Editorial de España de la unión de El Liberal y El

Imparcial. La sociedad, que fue conocida como “el trust de los periódicos”, se completó

con la compra de Heraldo de Madrid. A pesar de asociarse, cada periódico mantuvo su

personalidad271. El objetivo de este consorcio era conseguir papel y maquinaria en

mejores condiciones que haciéndolo individualmente, unificar tarifas y atraer más

publicidad, abaratar costes al compartirlos y hacer frente a cualquier competencia272.

Adquirieron otros diarios de provincias y fueron acusados por sus colegas de haber creado

un monopolio periodístico de forma encubierta. En 1916 se disolvió la sociedad tras haber

perdido varios de los diarios, El Imparcial abandonó el “trust” para recobrar su

independencia y la sociedad se reconvirtió en Sociedad Editorial Universal.

La Dictadura de Primo de Rivera favoreció la evolución de la prensa al precipitar

la caída de los viejos periódicos del siglo XIX y al perseguir a la prensa anarquista y a la

¡comunista273. En estos años el proceso de modernización y desarrolló de los diarios

continuó y se impusieron los periódicos de empresa, que se autodenominaban

independientes, aunque eso no significaba que no apoyasen opciones políticas. Los

grandes diarios tenían su perfil ideológico e incluso, en algunos casos, partidista o

personalista274. Por ello, los políticos destacados trataban de conseguir el apoyo de alguno

269 Ibídem, p. 44. 270 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: op. cit., p.23. 271 PIZARROSO, A.: op. cit., p. 291. 272 ALBERT, Pierre: op. cit. p. 202. 273 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: op. cit., 27. 274 Ibídem, p. 25.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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de éstos periódicos. Un ejemplo de esto fue Santiago Alba, ministro numerosas veces y

jefe de la izquierda monárquica, además de propietario de El Norte de Castilla, accionista

de El Liberal y luego de la Sociedad Editorial de España, antes de hacerse en 1920

accionista mayoritario de La Libertad. Sin embargo, en estos años una identificación

demasiado evidente de los periódicos perjudicaba sus intereses, cuyo éxito radicaba en

atraer a “un público amplio y relativamente heterogéneo” Madrid y Barcelona eran las

ciudades donde más prensa se vendía. La mayor parte de los periódicos editados en

Madrid tenían carácter de prensa nacional, y se distribuían por todo el territorio nacional

pese a la dificultad de transportarlos275. Algunos de los diarios editados en Madrid se

centraban en temas nacionales, como ABC, El Sol o El Debate. Mientras que La Libertad

era un diario fundamentalmente madrileño. En estos años de Dictadura desapareció una

cabecera histórica como La Correspondencia de España y en cambio aparecieron nuevas

publicaciones como Informaciones y La Nación, como órgano de la Unión Patriótica.

3.5 Las notas oficiosas

Primo de Rivera entendía que la prensa debía estar constantemente vigilada y

controlada por el Gobierno276. Para ello se valió de la censura y de sus notas oficiosas, en

las que no existía una pauta clara sobre si era o no obligatoria su inserción277. Hasta 1929

los periódicos únicamente debían publicar las notas oficiales que tuvieran interés público.

Sin embargo, a partir de febrero de 1929, un decreto ley obligó a los diarios a poner a

disposición del Gobierno un espacio máximo de una dieciseisava parte de sus páginas.

El general consideraba primordial establecer un contacto directo con el pueblo, para

evitar que le ocurriera como a los viejos políticos, que no conocían la realidad que vivían

los ciudadanos del país. Primo de Rivera tenía una gran afición por la escritura y se valió

275 Ibídem, p. 34. 276 PRIMO DE RIVERA, Miguel: El pensamiento de Primo de Rivera. Sus notas, artículos y discursos,

Imprenta Artística Sáez Hermanos, Madrid, 1929, p. 170. 277 SEOANE, M.C. y SAIZ, M.D.: op. cit., p. 326.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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de estas notas para dirigirse directamente a la población española278. El uso de estas notas

fue excesivo y Pizarroso asegura que no tenía “el menor sentido del ridículo”279. Por su

parte, Celedonio de la Iglesia sostiene que el marqués de Estella intentaba sustituir la

censura con las notas y las apostillas y por eso, instaba el presidente al censor a usar

apostillas. El estilo de esas notas era directo y coloquial, sin cuidar excesivamente el

lenguaje. Fernández Clemente lo describe como “épico, grandilocuente a veces y

chabacano otras, descuidado en muchas ocasiones, demasiado coloquial, farragoso…”280.

Dionisio Pérez señala que dedicaba largas horas a escribir las notas oficiosas y en ellas

daba rienda suelta al “morbo periodístico, utilizando el poder de la Dictadura para la

coacción de imponer a todos los periódicos de España la publicación de sus desmadejadas

letras” 281.

3.6 Los avances periodísticos

Aunque la Dictadura no fue en general un período favorable para la prensa, tuvo

para la condición de los periodistas algunas consecuencias positivas282, como la creación

de los Comités Paritarios de prensa, cuya actuación promovió la obligatoriedad del

contrato para los componentes de las plantillas y los colaboradores habituales de los

periódicos, o el cumplimiento de las normas de trabajo283. Desvois afirma que los Comités

278 CAPELLA, Jacinto: op. cit., p. 121. Capella afirma que de no haber sido militar, se habría dedicado al

periodismo. 279 PIZARROSO, A: op. cit., p. 294. 280 FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy: op. cit., p. 217. 281 PÉREZ, Dionisio: op. cit., p. 16. 282 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España…, op.cit., p. 48. 283 Ibídem, pp. 48-50. Desvois describe una situación de la vida laboral de los trabajadores de la prensa

nada halagüeña. Por lo general no podían vivir de su trabajo, por lo que debían tener un empleo adicional.

Además, los contratos de trabajo eran poco frecuentes y los periodistas no tenían ninguna seguridad de

empleo. Tampoco el horario era fijo, pues variaban las horas de presencia obligatoria en la redacción entre

dos y ocho al día. Todos los periodistas recibían el mismo salario, trabajasen de día o de noche. Únicamente

los tipógrafos cobraban más por la noche. Aunque el descanso dominical se había aprobado en 1920, estaba

constantemente amenazado por las presiones de las empresas. Los periodistas contaban con quince días de

vacaciones al año, y en caso de enfermedades se les solía indemnizar, pero al no haber ninguna

reglamentación al respecto podían ser víctimas de lo arbitrario. En cuanto a los salarios, éstos solían ser

muy bajos: un redactor jefe podía ganar en 1928, entre 500 y 750 ptas. mensuales, y un simple redactor

entre 200 y 300. No obstante, en algunos grandes diarios madrileños había sueldos de 1.000 a 1.250 ptas.

para un redactor jefe, y de 400 a 500 a un redactor. Sin embargo, estos eran casos aislados. Un reportero

podía cobrar unas 175 ptas., pero muchos periodistas no llegaban a 150. Los colaboradores ganaban entre

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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no se mostraron eficaces para aumentar los salarios, que continuaron siendo bajos. Otra

contribución de la Dictadura fue la Real Orden de 24 de marzo de 1924, que establecía el

descanso dominical para la prensa284. Esta medida motivó la aparición de la Hoja Oficial

del Lunes, ofrecida a la Asociación de la Prensa, y que al rechazarla ésta la publicó la

Diputación Provincial de Madrid con el nombre de El Noticiero del Lunes285.

A pesar de estas mejoras la situación de los periodistas continuó siendo bastante

complicada y por lo general tenían muchas dificultades para vivir de su profesión y

disfrutar de una situación holgada en su jubilación286. En España no existía pactos ni leyes

especiales que concedieran derecho a la jubilación a sus periodistas. Durante la Dictadura

se presentó a la Asamblea Nacional un proyecto de Estatuto de prensa que se discutió en

una de las sesiones, sin que se llegase a aprobar definitivamente, por haberse disuelto la

Asamblea tras la caída de Primo de Rivera.

Durante estos años comenzó a funcionar la Escuela de periodismo de El Debate.

Herrera Oria mandó a Manuel Graña y a Francisco de Luis Díaz a un viaje por Estados

Unidos para que se fijaran en los métodos de enseñanza de aquel país, a su vuelta a España

se fundó la Escuela en 1925 y empezó con los cursos al año siguiente en 1926. Fueron

profesores, entre otros, Vicente Gallego, Manuel Graña, José Larraz o Francisco de Luis.

Por esta escuela pasaron multitud de periodistas y se formaron varios directores de

periódicos y periodistas reconocidos como Pedro Gómez Aparicio, director de la Agencia

EFE y autor del libro Historia del periodismo español; Aquilino Morcillo, director de Ya;

10 y 75 ptas. por artículos. Y para encontrar trabajo, el principal recurso seguía siendo una buena

recomendación. 284 CENDÁN PAZOS, Fernando: op. cit., p. 156. 285 El Noticiero del Lunes estuvo dirigido por Jacinto Capella, escritor y periodista afecto a la Dictadura.

Capella realizó numerosas entrevistas a Primo de Rivera en estos años y a su muerte escribió una nota

necrológica titulada “Un asesinato”, en la que denunciaba que muchos monárquicos y militares eran

responsables del fallecimiento del marqués de Estella. La censura censuró el título y algunos párrafos de su

escrito. 286 GONZÁLEZ ROTHVOSS, Mariano: Hacia el retiro obligatorio de los periodistas, s.n., Madrid, 1930,

p. 18. González Rothvoss declara que muy pocas empresas se preocupaban por asegurar la jubilación de

sus periodistas o una indemnización por invalidez, en Madrid únicamente Prensa Española indemnizaba a

sus redactores en caso de enfermedad, fallecimiento, agobio económico o invalidez y contaba con un

sistema de jubilaciones que establecía la edad de jubilación de su plantilla en setenta años y la pensión a

recibir.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Antonio Sánchez Gómez, fundador y propietario de la revista ¡Hola!; o Julián Cortés

Cavanillas, corresponsal y redactor del diario ABC.

3.7 La Nación

Primo de Rivera quiso fundar un periódico para que actuara como portavoz de la

Dictadura287 y por eso se decidió fundar La Nación. El 16 de octubre de 1925 se

constituyó La Editorial La Nación, S.A., en cuyo consejo de administración figuraban

destacados miembros de la oligarquía: Carlos González Rothvoss, Fernando Suárez de

Tangil, José María Yanguas Messía ―presidente de la Asamblea Nacional―, conde del

Cedillo, el conde de Güell, José María Milà y Camps, el conde de Casa Montalvo,

Eduardo Sotes y Ortiz, el marqués de Sotelo, el conde de Campos Rey, Eduardo Callejo

de la Cuesta, Miguel Díaz G. Canseco, el conde de Guadalhorce, el conde de las Infantas

y Antonio Tomás Hernández288.

El primer director fue Azorín, quien abandonó el puesto para ser sustituido por un

militar, el director de la oficina de censura, Pedro Rico. El primer número salió el 19 de

octubre y, a los pocos meses, Manuel Delgado Barrero se convirtió en el director del

diario. Su extrema identificación con la Unión Patriótica y con la Dictadura, granjeó a

Delgado Barreto la animadversión de una parte de sus colegas que incluso intentaron

expulsarle de la Asociación de la Prensa de Madrid289. La tirada del periódico no superó

la de los grandes diarios, pero alcanzó los 55.000 ejemplares290. Contaba con grandes

287 HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Carlos Gregorio: op. cit., p. 531. Según Carlos Gregorio Hernández, el

resto de la prensa no acogió bien la creación de un periódico afín al régimen y no dejó de señalar que era

una situación contra natura para los medios de comunicación, cuyo objetivo debía ser fiscalizar al Estado. 288 DESVOIS, Jean-Michel: op. cit., p. 63. 289 Archivo de la Asociación de la Prensa de Madrid (A.P.M.): Carpeta de Manuel Delgado Barreto,

expediente nº 832. El 13 de octubre de 1928 varios periodistas pertenecientes a El Sol, El Liberal, La

Libertad, Heraldo de Madrid y La Voz dirigieron una carta a la A.P.M. solicitando la expulsión de Delgado

Barreto por el editorial publicado en La Nación el 4 de octubre de 1928, en el que atacaba a la clase

periodística. Finalmente, la Asociacion desestimó la petición y Delgado Barreto continuó como miembro

de la A.P.M. 290 Pizarroso, A.: op. cit., p. 294.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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colaboradores como Ramiro de Maeztu, José María Pemán, César González Ruano o José

Calvo Sotelo.

3.8 La Época

La Época era un diario vespertino fundado por Diego Coello y Quesada el uno de

abril de 1849. Era el prototipo del diario conservador y aristocrático y decano de la prensa

madrileña, publicándose hasta el 11 de julio de 1936. Nació para defender las ideas

moderadas frente al ministerio de Juan Bravo Murillo. Fue el órgano de la Unión Liberal

y posteriormente del Partido Conservador, apoyando sucesivamente a Cánovas, Maura,

Dato y Sánchez Guerra. Se caracterizaba por ser defensor de la Monarquía, de la

Constitución de 1876 y por ser un diario católico que seguía la doctrina de la Iglesia.

Durante la Dictadura defendió siempre que tuvo ocasión la Constitución de

1876291. El 16 de abril de 1926 fue multado con veinticinco mil pesetas y suspendido

indefinidamente por publicar un artículo en el que se minimizaba la intervención de Primo

de Rivera en la pacificación de Marruecos. Tras la presión de los directores de los diarios

más importantes, la multa fue reducida a la mitad, y el 29 de abril se levantó la suspensión.

En 1929 su director era Alfredo Escobar Ramírez292, quien permanecería en el puesto

hasta 1933, y su redactor jefe era Mariano Marfil293. El diario constaba de cuatro o seis

páginas de gran formato a cinco columnas y apenas insertaba fotografías o publicidad,

siendo su aspecto realmente austero294. Además de por sus editoriales y artículos de fondo,

destacaba por sus ecos de sociedad295 en los que informaba de las fiestas, nacimientos,

291 ARAUJO COSTA, Luis: Biografía de La Época, Libros y Revistas, Madrid, 1946, p. 86. Esta defensa

de la Constitución de 1876 hará que Araujo Costa critique la postura que el periódico mantuvo en los años

del régimen primorriverista: “Fue un error de La Época no seguir la inspiración del Monarca, no acatar al

general Primo de Rivera y no dar por liquidada la Unión Liberal de O’Donell”. 292 Ibídem, pp. 193-214. El segundo marqués de Valdeiglesias fue un estupendo cronista de sociedad y

también escribió numerosas reseñas de viajes. A lo largo de su carrera como periodista utilizó dos

pseudónimos: “Almaviva” y “Mascarilla”. 293 Ibídem, p. 225. De él cuenta Araujo Costa que “personificó a La Época desde 1918 hasta 1933”.

Oficialmente era el redactor jefe, pero en la práctica era “el director y el amo”. Destacaba por ser “sutil en

el ingenio y a veces mal intencionado”, por lo que Primo de Rivera le acusó de “perversa maestría”. 294 DESVOIS, Jean Michel: La prensa en España…, op. cit., p. 26. 295 SEOANE, M. C y SAIZ, M. D..: op. cit., p. 89.

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defunciones y compromisos matrimoniales, así como de los viajes de la aristocracia o de

la familia real. La sección teatral tenía una gran importancia, ocupando sus críticas

teatrales la primera página del periódico. Aunque fue unos de los diarios más destacados

durante la Restauración, su importancia en 1929 ya era bastante exigua. Fue el periódico

de la oligarquía y la aristocracia, y precisamente por su tono “aristocratizante” nunca fue

un periódico de grandes tiradas y se vendía sólo por suscripción296.

3.9 El Debate

El diario católico apareció el 1 de octubre de 1910 “al amparo de tres grandes

amores: Religión, Patria y Libertad”, según declaraba en su primer número297. Hasta

entonces los diarios católicos tenían poca o nula influencia. Su fundador y primer director

fue Guillermo de Rivas298. A los ocho meses de su fundación pasó a pertenecer a Santiago

Mataix y más adelante a Ángel Herrera Oria. Para acometer esta compra, Herrera Oria

constituyó una sociedad con sus amigos José María Urquijo y Domingo Espaza, cuyo

capital era aportado a medias por la Editorial Vizcaína ―editora de La Gaceta del

Norte― y la Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas299. De esta forma,

el 1 de noviembre de 1911 salió a la calle el primer número de El Debate bajo la dirección

de Herrera Oria300, en el que anunciaba su empeño en “defender los derechos de la Iglesia

y los intereses de la Patria”. Sin embargo, persistían las dificultades económicas y en

octubre de 1912 la Editorial Vizcaína cedió su participación a la Asociación Católica

Nacional de Jóvenes Propagandistas. Ésta buscó nuevos socios y los encontró en los

banqueros Fernando Bauer y Vicente Llaguno. Así, en 1913 nació La Editorial Católica,

296 Ibídem: p. 293. 297 TOBAJAS, M.: op. cit., p. 574 298 GÓMEZ APARICIO, Pedro: Historia del periodismo español. De las guerras coloniales a la Dictadura,

Tomo III, Editora Nacional, 1974, p. 340. 299 Véase GUTIÉRREZ GARCÍA, José Luis: Historia de la Asociación Católica de Propagandistas: I.

Ángel Herrera Oria. Primer Período (1908-1923) y tomo II. Ángel Herrera Oria. Segundo Período (1923-

1935). 300 CANTAVELLA, Juan y SERRANO, José Francisco (eds.): op. cit., p. 244.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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con un capital de 150.000 pesetas301. En 1926 se creó la Escuela de Periodismo de El

Debate auspiciada por el director del periódico católico302.

Para 1929 su director seguía siendo Ángel Herrera Oria, presidente de la

Asociación Nacional de Propagandista, y El Debate se había convertido en uno de los

grandes diarios de Madrid303. Sus páginas tenían formato sábana dividido en siete

columnas. Era un periódico bien hecho y bien escrito, que destacó por sus innovaciones

técnicas y por sus campañas contra el laicismo y a favor de la libertad de enseñanza304.

Checa Godoy señala que su tirada estaba entre 50.000 y 100.000 ejemplares y no se

adscribió nunca a ningún partido305.

3.10 ABC

El nacimiento de ABC supuso una verdadera revolución en la prensa española. Su

fundador fue Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio, nacido en el seno de una rica

familia de industriales sevillanos306. Tras estudiar leyes y viajar por Europa, siguió el

modelo de la revista ilustrada alemana Flagender Blatter (La hoja volante) para crear

Blanco y Negro en 1891. Este semanario destacó rápidamente por la calidad de sus

redactores y colaboradores, pero sobre todo por el espacio que dedicaba a las fotografías.

El éxito de Blanco y Negro motivó la creación del periódico ABC, que comenzó

editándose como semanario el 1 de enero de 1903. A partir del 1 de junio de 1903 y hasta

marzo de 1904 ABC salía dos veces por semana. De marzo a diciembre de 1904 volvió a

ser semanario y, finalmente, se interrumpió su publicación hasta el 1 de junio de 1905,

cuando ya puso salir definitivamente como diario307308.

301 DESVOIS, Jean Michel: La prensa en España…, op. cit., p.24. 302 LEGORBURU, José María y SERRANO, José Francisco (coord.): op. cit., p. 20. 303 ALBERT, Pierre: op. cit., p. 204. 304 LEGORBURU, J. M. y SERRANO, J. F.: op. cit., p. 25. 305 ESPINA, Antonio: op. cit., p. 240. 306 DESVOIS, Jean Michel: La prensa en España…, op. cit., p. 17 307 Ibídem, p. 18. 308 LÓPEZ DE ZUAZO, A: Catálogo de periódicos diarios españoles del siglo XX, Facultad de Ciencias

de la Información de la Universidad Complutense, Madrid, 2008, p. 7.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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En su editorial del 1 de enero de 1903 ya anunciaba lo que pretendía ser:

“Pretende ABC ser, no un periódico más, sino un periódico nuevo por su

forma, por su precio, por los procedimientos mecánicos que empleará y por

la índole de sus trabajos.

No ambiciona la gloria que en su día pueda corresponder a ésta innovación.

Aspira modestamente a que la opinión le preste su concurso y a ser el abecé

de lo que considera que, mejorado, ampliado y perfeccionado por otros, puede

constituir la prensa diaria del porvenir”309..

ABC revolucionó el panorama periodístico con su pequeño formato (23,5 x 32

cm), su mayor número de páginas, que determinó una reducción en el tamaño de los textos

de los demás diarios, y por su uso abundante de material gráfico. Si bien era independiente

de cualquier partido político, ABC tenía una ideología bien definida como defensor de los

conservadores y de la Monarquía310. Empezó con pérdidas, pero rápidamente se rehízo y

superó a El Imparcial, que era el diario matutino más leído311. Checa Godoy señala que

ABC era probablemente el diario de mayor difusión de España, superando los cien mil

ejemplares312. Su público era el de la oligarquía: la aristocracia, la alta y pequeña

burguesía, la Iglesia y parte del Ejército.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera mantuvo una actitud de aceptación y

respeto con el Régimen. Aunque Torcuato Luca de Tena mostró sus reservas con el golpe

cuando se entrevistó en septiembre de 1923 en Alhama de Aragón con el general Sanjurjo,

gobernador militar de Zaragoza. Éste confesó al director de ABC que ultimaban los

preparativos de un levantamiento al frente del cual estaría el general Primo de Rivera y

309 ABC, 01/01/1903. 310 Desvois, Jean-Michel: op. cit., p. 19 311 ESPINA, Antonio: op. cit., p. 235. 312 CHECA GODOY, Antonio: Prensa y partidos políticos durante la II República, Universidad de

Salamanca, Salamanca, 1989, p. 28

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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le preguntó su opinión. Luca de Tena le contestó que le parecía mal y peligroso313. En

1929 su director era Torcuato Luca de Tena, que falleció el 15 de abril, siendo sustituido

por su hijo Juan Ignacio. Su editorialista era José Cuartero, quien causó gran molestia a

la Dictadura con sus editoriales como reconoció el propio Celedonio de la Iglesia314.

3.11 El Sol

El 16 de noviembre nació la sociedad El Sol, con un capital nominal de 1.000.000

de pesetas315. A Nicolás de Urgoiti, director de La Papelera Española, se le debe la

fundación de El Sol el 1 de diciembre de 1917. En ese momento el país atravesaba una

gravísima crisis y tenía anhelos renovadores que El Sol recogió y plasmó en su programa

regenerador. En su editorial de presentación, el 1 de diciembre de 1917, El Sol se

declaraba heredero del “periodo iniciado en la historia de España al comenzar el verano

de 1917” y acuñaba el término de “Renovación” como lema del periódico.

Ideológicamente no quería apoyar a ningún partido, aunque dejaba claro que: “Las

instituciones fundamentales tienen todo nuestro apoyo, si bien ha de advertirse que no

tenemos vocación de guardias de Corps”.

Se presentó ante la opinión pública como un diario de gran altura, bien escrito y

con una calidad de papel superior al normal316. Al principio contaba con doce páginas de

gran formato y destacaba por la claridad de su tipografía y el orden que reinaba en el

reparto de sus secciones317. El Sol se convierte en uno de los mejores periódicos de

Europa, “cuya calidad iba a estar por encima de todo lo hecho en España318. Predominaba

la información y los artículos de opinión, y no publicaba noticias taurinas. Urgoiti contará

con la colaboración de grandes firmas como José Ortega y Gasset319.

313 PÉREZ, Juan Antonio: op. cit., p. 137. 314 DE LA IGLESIA, Celedonio: op. cit., p. 200-201. 315 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España…, op. cit., p. 55. 316 SÁNCHEZ ARANDA, J.J. y BARRERA, Carlos: op.cit., p. 242. 317 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España…, op. cit., p. 56 318 PIZARROSO, Alejandro: op. cit., p. 89. 319 Véase BLANCO, Ignacio: “El aristócrata en la plazuela Cuarta parte:1923-1930”, en Revista de Estudios

Orteguianos, nº 21, 2010, pp. 59-116.

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El Sol estaba dirigido al público intelectual y a los políticos y burgueses liberales.

Su precio era de 10 céntimos, el doble que los demás periódicos. Económicamente nunca

funcionó y su tirada no pasó de unos 80.000 ejemplares320. Para equilibrar su presupuesto

se decidió lanzar un diario vespertino, La Voz, con un carácter más popular. Así, los dos

diarios compartían rotativas y gastos e, incluso, algunos redactores. El Sol ejercía una

fuerte influencia en la opinión pública y todos los historiadores coinciden en señalar la

alta calidad del diario.

Su director desde 1922 era Félix Lorenzo, “Heliófilo”, autor de las “Charlas al

Sol”, hasta 1931321. Inicialmente mostró pleno apoyo a Primo de Rivera porque pensaba

que el programa regenerador del dictador coincidía con el suyo. Sin embargo, después de

los primeros desencuentros entre éste y los intelectuales, el apoyo de El Sol empezó a

enfriarse y al final de la Dictadura su postura era de marcada oposición a Primo de Rivera

e, incluso, a la Monarquía. El diario liberal acabó contribuyendo al advenimiento de la

Segunda República, especialmente con el famoso artículo escrito por Ortega y Gasset,

publicado el 30 de noviembre de 1930 y titulado “El error Berenguer”, que finalizaba con

“Delenda est Monarchia”, que podría traducirse por “Hay que acabar con la Monarquía”.

3.12 La Libertad

El 13 de diciembre de 1919 apareció en Madrid La Libertad, a raíz de la escisión

de algunos redactores de El Liberal, como consecuencia de la huelga de periodistas que

hubo en esas fechas. La nueva sociedad estaba constituida por Eduardo Ortega y Gasset,

Luis de Oteyza, Antonio de Lezama, Luis Zulueta y Antonio Zozaya, a los que se unieron

al año siguiente Santiago Alba, Horacio Echevarrieta y Juan March. Cuatro días después

de su aparición, El Liberal denunció las grandes similitudes que el nuevo diario guardaba

320 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España …, op. cit., p. 57. 321 Félix Lorenzo escribió el 28 de septiembre de 1928 al presidente de la A.P.M., Francos Rodríguez, para

intervenir por Miguel Esparza, director de El pensamiento de Navarra, quien le pidió ayuda porque había

sido detenido “como tantos otros, sin razón verdaderamente justificada”. Lo hemos consultado en el

Archivo de la Asociación de la Prensa de Madrid, Carpeta de Félix Lorenzo Díez, expediente 223.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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con el suyo, no sólo en el título sino también en el formato, tipografía, titulares o en las

secciones. Tras la demanda interpuesta por El Liberal, el nuevo periódico se vio obligado

a cambiar su nombre por El Popular hasta que a principios de 1920 pudo recuperar su

título original322.

La Libertad tardó muy poco en ganarle la batalla por Madrid a El Liberal. En las

estadísticas de 1927 figura con 120.000 ejemplares de tirada. Los datos más fiables son

del archivo de Urgoiti323 referidos a 1926, que le atribuyen tan sólo 45.000, de los que se

distribuían en Madrid el 66%, 20.000 por suscripción y 11.000 de venta callejera. Con

esas cifras era, como decía el informe, “el periódico que ocupa el primer puesto de

circulación en Madrid entre los rotativos de la mañana”.

La Libertad fue desde sus inicios el órgano oficioso de Alba324 y representaba la

postura más radical dentro del liberalismo democrático, abierto a las izquierdas, incluso

a las extremas, pero sobre todo al socialismo, como demostró el amplio espacio que le

dedicó en sus páginas y el contar como colaborador con Pablo Iglesias325. La línea

izquierdista de este diario, sostenida por varios redactores que dejaron El Liberal,

contrasta con la personalidad de sus principales propietarios: el dirigente de la Izquierda

Monárquica Santiago Alba, varias veces ministro hasta 1923; su amigo el empresario

vasco Horacio Echevarrieta, propietario de El Liberal bilbaíno; y el pragmático Juan

March, dueño a la vez del diario Informaciones de tendencia conservadora, lo que

322 DESVOIS, Jean-Michel: La prensa en España…, op. cit., p 59 323 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: op. cit., p. 348. 324 Santiago Alba fue un abogado, periodista y político español. En sus inicios periodísticos colaboró con

La Lealtad y La Opinión y en 1893 adquirió El Norte de Castilla, junto con César Silió, al que impregnó

de su liberalismo. En política, consiguió acta de diputado en las elecciones de 1901 como candidato de la

Unión Nacional. En 1906 se convirtió en el líder del partido liberal en Valladolid y fue ministro de Marina

en el Gobierno de Moret con sólo treinta y tres años (del 30 de noviembre al 4 de diciembre de 1906). Más

adelante ocupó la cartera de Instrucción pública en los gabinetes de Canalejas (del 12 de marzo al 31 de

diciembre de 1912) y Maura (entre el 22 de marzo y el 10 de octubre de 1918), y la de Gobernación en dos

gobiernos presididos por Romanones. Bajo los gabinetes del conde de Romanones y de García Prieto fue

ministro de Hacienda entre abril de 1916 y junio de 1917. Repetiría en esa cartera entre el 9 de noviembre

y el 5 de diciembre de 1918. Formó parte del último gobierno antes de la Dictadura presidido por García

Prieto al frente del Ministerio del Estado entre diciembre de 1922 y septiembre de 1923. Como ministro de

Estado negoció el pago del rescate de los militares españoles presos por Abd-el-Krim, que generó un gran

descontento en el seno del Ejército. 325 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: op. cit., p. 263.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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equivalía, como se dijo entonces, a ponerle “una vela a Dios y otra al diablo. La Libertad

fue uno de los diarios que acogió más negativamente a la Dictadura e impuso un silencio

informativo para combatir la censura. Desde 1925 Juan March se hizo con todas las

acciones del periódico y sustituyó al director Luis de Oteyza por Joaquín Aznar.

3.13 El Socialista

Empezó publicándose como seminario en 1886, como portavoz de la organización

madrileña, pero en 1890 se convirtió en el órgano del Partido Socialista Obrero Español.

Sus fundadores fueron Pablo Iglesias, Antonio García Quejido y Abascal y Gómez

Latorre. Más tarde, García Quejido y Abascal fueron sustituidos por Juan José Morato,

Antonio Atienza y Francisco Diego326. En sus inicios estuvo dirigido por Pablo Iglesias,

quien consideraba imprescindible que los socialistas contasen con un periódico para

difundir sus ideas y facilitar la organización de sus agrupaciones.

En 1913 se convirtió en diario. El Socialista se dedicaba a difundir la doctrina del

partido obrero, Gómez Aparicio afirma que desde sus comienzos se caracterizó por “su

acometividad, su propensión demagógica y su estilo directo y nada culto, pero eficaz para

el público al que se dirigía” La vida del órgano socialista fue siempre precaria, su tirada

no solía superar los 10.000 ejemplares, y constantemente solicitaba donaciones para

contribuir a los gastos de su publicación327. Apelaba en sus páginas a los obreros a que

comprasen y leyesen prensa obrera. Se opuso a la llegada de la Dictadura y, aunque el

Partido Socialista colaboró con el régimen dictatorial, realizó una crítica doctrinal contra

el Gobierno primorriverista, especialmente en su etapa final, cuando se negó a colaborar

con la Asamblea Nacional. En 1929 su director era Andrés Saborit, secretario-tesorero

del PSOE y vicepresidente de la UGT, y en sus páginas escribían Julián Besteiro,

Francisco Núñez o Fabra Rivas. Informaba especialmente sobre las actividades del

partido y de las asociaciones obreras.

326 DESVOIS, Jean Michel: La prensa en España…, op. cit., p. 34. 327 GÓMEZ APARICIO, A.: De la Revolución de Septiembre al desastre colonial, op. cit., p. 464.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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4 LA AGONÍA DE LA DICTADURA (1929-1930)

En 1929 al Régimen le esperaba un año crucial para su futuro. En julio estaba

previsto que viese por fin la luz el proyecto constitucional que la Sección Primera de la

Asamblea Nacional estaba redactando. Este año comenzó con una nueva depreciación de

la peseta y con una mayor oposición al régimen primorriverista, con el conato de huelga

en Barcelona y el levantamiento en Ciudad Real y Valencia. El Ejército, que hasta

entonces había sido su principal soporte, no ocultaba su creciente malestar hacia al

Gobierno. El Rey también se fue distanciando cada vez más de Primo de Rivera, que

comenzó a sentirse solo y aislado. La situación de desgaste de la Dictadura era un hecho

inocultable y la sucesión de conflictos que tuvo que afrontar a lo largo de 1929 marcaría

su devenir328.

Fue un año jalonado de sucesos importantes e interesantes y muchos de ellos han

podido quedar a la sombra de la sublevación de Ciudad Real y Valencia y la crisis final

de la Dictadura. En este recorrido de los últimos treces meses del mandato de Primo de

Rivera asistimos a la petición de los diarios, tanto liberales como conservadores, de

organización de nuevos partidos políticos, al conflicto universitario que tantos

quebraderos de cabeza dio al general jerezano. Por otro lado, el miedo al socialismo

impulsó a la prensa conservadora a solicitar formar un partido monárquico y de orden.

Mientras que la prensa de izquierdas empezó a preparar la reorganización del

republicanismo. El apoyo al Gobierno, a pesar de intentar demostrar que seguía intacto,

comenzó a flojear y la crisis fue irremediable329.

328 DE LA CIERVA, Ricardo: Historia básica de la España actual (1800-1975), Planeta, Madrid, 1981, p.

245; JULIÁ, Santos: La España del siglo XX, op. cit., p. 64; GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: op. cit, p.

517. De la Cierva asegura que la Dictadura vivió un período agónico a partir de 1929 apoyada aún en

considerables adhesiones populares, pero en medio de la hostilidad de los políticos. Por su parte, Juliá

afirma que en ese año creció el descontento en muy diversos sectores sociales. Por último, Gómez-Navarro

califica a este período de “descomposición y crisis” por la sucesión de conflictos a los que tuvo que hacer

frente desde comienzos de 1929, cuando ya no contaba con la confianza del Rey y del Ejército y buena

parte de los gobernados habían dejado de reconocerle su derecho a gobernar. Su grado de legitimidad había

descendido sustancialmente como lo demostraba la brusca disminución de afiliados de la U.P 329 CAPELLA, Jacinto: op. cit., pp. 154-155. Capella afirma que en el último año de Gobierno Primo de

Rivera “se descompuso con frecuencia, se había vuelto irascible, él, que siempre fue afable con todo el

mundo; y es que las contrariedades, de los que preparaban en la sombra su caída, le acechaban”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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4.1 Los deseos de la prensa para 1929

Al comenzar 1929 los diarios expresaron sus deseos para el nuevo año y en su

mayoría opinaban que el Gobierno debía darle salida a la Dictadura de forma urgente330.

Las críticas al Régimen cada vez eran más frecuentes, para lamentación de Primo de

Rivera, que se quejará del tono “injusto” de la prensa. La Época expuso en su editorial

del 1 de enero los principales problemas a los que se enfrentaba el país: el problema

jurídico, social, económico y financiero331. Este año la Asamblea debía presentar su

proyecto constitucional con el que dar una salida legal a la Dictadura. Asimismo, una nota

oficial anunció que el presupuesto nacional había experimentado un superávit de 183

millones de pesetas en el ejercicio de 1928.

El Debate, aunque era un diario afín a la Dictadura, aconsejó a La Nación la

conveniencia de “moderar” el elogio al Gobierno:

“Repare en la eficacia nula o contraproducente de la misma alabanza

proclamada todos los días sin posibilidad de que aparezcan contradictores,

sea porque en unos casos no los haya ―tal estimamos nosotros el de las

partidas mencionadas anteriormente―, sea porque en otros, aunque los

hubiera, no podrían expresar con claridad la discrepancia”332.

Para el periódico católico el asunto más importante era la sucesión del Gobierno,

que no veía nada fácil y mostraba su preocupación por el escaso interés que los

ciudadanos sentían por la política. Culpaba a Primo de Rivera de este hecho y pedía a La

Nación que tomase nota:

330 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 224. Romanones sostiene que del mismo modo que la opinión

estuvo del lado de Primo de Rivera en los primeros años de Gobierno, “comenzó a cansarse de la Dictadura

y de poder personal, y los primeros que mostraron su disconformidad fueron aquellos que le habían ayudado

a elevarse sobre los demás: los elementos militares”. 331 La Época, 01/01/1929, p. 1. 332 El Debate, 05/01/1929, p. 1

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“El triunfo de la Dictadura es un enunciado que no necesita demostración. El

problema es el de la forma legal de salir de ella y el de la formación de un

verdadero espíritu ciudadano. Nunca hemos observado a la gente más

distraída de la política. El nivel de la ciudadanía desciende por meses, y

cuando llegue el momento de liquidar las partidas desfavorables, habrá que

apuntarle al presidente del Consejo la de no haber sentido con fuerza bastante

la preocupación de formar un espíritu ciudadano nacional. Primo de Rivera

debe percibirlo, no hay enemigo del Gobierno; pero es que domina en el

cuerpo de la nación la indiferencia por los negocios públicos. A veces lo ha

advertido el propio marqués de Estella; muchas notas del Gobierno, muchos

discursos resuenan como en una sala vacía. Está ausente el elemento

principal, el público, al cual es forzoso interesar en la obra si se quiere que

ésta tenga eficacia alguna.

La gravedad de este hecho no puede escaparse a nadie. Y de cara a este

problema veríamos con gusto a La NACIÓN”333.

El Sol respondió a El Debate recordándole que sus deseos para 1929 eran los

mismos que los de 1928, por lo que se mostraba muy escéptico en que fueran a cumplirse:

“El Debate pide tres cosas: elecciones municipales, ley de Prensa y proyecto

de nueva Constitución. Tres cosas que ya había pedido para 1928, que este

año le ha negado y que ―probablemente― le negará también el año 1929”334.

La Nación llevaba en su primera plana unas declaraciones de Primo de Rivera

explicando en trece preceptos cómo debía gobernarse España. El país debía ser gobernado

“por un Gobierno dictatorial, mientras el pueblo lo estime capaz, laborioso, enérgico y

honrado”335. En este Gobierno ―era la segunda afirmación del presidente― deben

corresponder al jefe las mayores facultades y atribuciones, según ocurrió en todas las

333 El Debate, 05/01/1929, p. 1 334 El Sol, 03/01/1929, p. 1. 335 La Nación, 01/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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dictaduras. Y en su precepto número siete volvía a reafirmar la necesidad de la censura

que consideraba una facultad “imprescindible”. Por último, Primo de Rivera anunciaba

que necesitaría otros cinco años para completar su labor336:

“Considero que el tiempo mínimo que precisa la Dictadura, si ha de cumplir

su doble misión de sanear la política, la justicia, la administración y, en fin,

toda la sociedad, y preparar sólidamente el advenimiento de un régimen

estable, sujeto a leyes no acondicionadas a las circunstancias transitorias y

excepcionales de una dictadura, es diez años.

Más de la mitad del camino esta andado. De esperar es que la otra mitad se

recorra con la misma facilidad y ventura, y que los que tienen fe en la obra

aporten toda su colaboración desinteresada y mantengan firme su esperanza

en que han de conocer una España limpia y moral, culta, trabajadora, cordial

y respetada”337.

Pero la opinión pública no estaba dispuesta a soportar este cambio de fechas ni

mucho menos otros cinco años de Dictadura. El aumento del plazo encendió a muchos

periódicos, que no veían justificada esta medida. El Sol fue el que más se quejó por esta

nueva prórroga:

“El plazo primero fue de tres meses, que se fue prorrogando por trimestres,

después las prórrogas fueron de año en año, y ahora, a medida que el tiempo

pasa y la Dictadura debiera estar más cercana al cumplimiento de su labor,

las prórrogas se hacen por quinquenios. Tememos mucho las entrevistas de

nuestros compañeros de la Prensa con el presidente, entre otras razones,

porque éste añade siempre cinco años sobre la fecha en que se interroga”338.

336 A lo largo de 1929 Primo de Rivera ofrecerá diferentes fechas para dar por terminada la Dictadura. Una

prueba de la incertidumbre y desorganización en que vivió el Gobierno durante este año. 337 La Nación, 01/01/1929, p. 1. 338 El Sol, 03/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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En el mismo editorial, El Sol recordaba que había “una especia de promesa formal

de que para el año 1930 estaría aprobada la Constitución y funcionando un Parlamento”

y señalaba que nada había ocurrido que pudiera justificar “nueva y larga prórroga”.

Asimismo, les sorprendió el anuncio del presidente de llevar a cabo una “intensificación

de los procedimientos dictatoriales en ciertos aspectos de la vida nacional”339:

“Pensábamos que conforme la dictadura fuera acercándose a su fin, iría

suprimiendo frenos y riendas. El jefe del Gobierno se propone hacer todo lo

contrario: ‘acentuar’ la Dictadura”340.

La Nación justificó las declaraciones de Primo de Rivera y aseguró que no habían

sido “rectamente interpretadas ni debidamente estimadas por los periódicos” y censuró la

actitud de los medios:

“La sistemática actitud oposicionista carece de fundamentos reales y se nutre

tanto de prejuicios apasionados como del supuesto lamentable de que las

hostilidades contra un Gobierno acrecientan la popularidad de quien las

mantiene”341.

El órgano oficial destacaba la “benevolencia” del Régimen al permitir a los

periódicos mostrar sus discrepancias y les reprochaba que sólo destacasen los errores sin

darle importancia a los éxitos de la Dictadura. Desdeñaba a los que reclamaban un

régimen de libertad y se preguntaba:

“¿Qué añoran los que dicen que no pueden vivir dentro de este Régimen?

¿Libertades? ¿Procedimientos democráticos? ¿Dónde están los que puedan

compararse a los seguidos hoy para lograr una vida pacífica y armónica entre

339 Este aumento de la represión se llevó a cabo en febrero de 1929 después de la sublevación de Ciudad

Real, cuando la Dictadura aprobó unas medidas dictatoriales para garantizar el control del país. Medidas

que no evitaron el conflicto universitario ni la organización de nuevos complots para derrocar al Gobierno.

El Régimen, viendo peligrar su futuro, optó por morir matando. 340 El Sol, 03/01/1929, p. 1 341 La Nación, 03/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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el capital y el trabajo, entre todos los elementos sociales? Si lo que echan de

menos es la libertad para el politiqueo, difícilmente podrán encontrarla en el

futuro”342.

El periódico de Delgado Barreto no consideraba necesario recuperar las libertades

perdidas y en su lugar hablaba de una “libertad positiva”, que sería “acondicionada”. El

día 5 de enero La Nación volvía nuevamente a la carga:

“Dicen los colegas que no se puede hablar… sin perjuicio de hacerlo

seguidamente con la mayor soltura. Pero regatean aplausos, escatiman

comentarios, disminuyen acontecimientos trascendentes y se enfadan mucho

por nuestras apreciaciones de estos días”343.

Sobre la moderación de los elogios que les pedía El Debate, La Nación respondía

que “no son elogios, sino exposición de hechos”. Y declaraba que el problema de la

sucesión, había sido “planteado y estudiado”344.

A lo largo de 1929 Primo de Rivera se quejará frecuentemente de la actitud de la

prensa, en especial de la madrileña. El Régimen notaba que cada vez contaba con menos

periódicos adeptos, pues hasta los que les eran afines empezaban a solicitar el final de la

Dictadura. Primo se defendía esgrimiendo que trataba por igual a todos los periódicos y

afirmaba que estaba “convencido de la necesidad y de la importancia, de los periódicos,

pero también de la conveniencia en encauzar y garantizar su desarrollo y actuación”345.

El general temía el poder de los medios y por ello quería ejercer un estricto control sobre

ellos. Ante esta situación, La Nación defendía la labor del Gobierno y atacaba el

comportamiento de sus colegas, ya que no entendía que no lo apoyasen.

342 La Nación, 04/01/1929, p. 1. 343 La Nación, 05/01/1929, p. 1. 344 La Nación, 05/01/1929, p. 1. 345 La Nación, 08/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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El Debate fue el único diario que se desmarcó y respondió a La Nación elogiando

la figura del marqués de Estella:

“No quisiéramos nosotros que con nuestro silencio pareciese que no

suscribimos las palabras del colega en lo que se refiere a las condiciones

personales del dictador y a su conducta con la Prensa. Lo hemos dicho

siempre que ha sido oportuno, y hoy que se nos presenta nueva coyuntura no

dejaremos de decirlo. Reconocemos gustosos que Primo de Rivera tiene

siempre el deseo de causar las menos molestias posibles, de atender todo

ruego o toda solicitud que llega hasta él, que muchas veces desciende con

gran benevolencia a ponerse al nivel de cualquier ciudadano. Estas cualidades

suyas, que son, en fin de cuentas, cualidades de la raza ―ya se ha dicho, y

con justicia, que Primo de Rivera es una personificación del tipo español en

sus virtudes y en sus defectos― rodean al dictador de una atmósfera

inevitable de simpatía. Los corresponsales extranjeros que se le han acercado

no han dejado de advertirlo. Recuérdese la excelente impresión que causó este

dictador sencillo y cordial en los asistentes al Congreso de Prensa Latina”346.

Reconocía El Debate la preocupación que Primo de Rivera había mostrado por la

prensa y el hecho de que durante la Dictadura los periódicos hubieran obtenido varias

ventajas. El diario católico no pedía la supresión de la censura, sino que se reglamentase

por medio de un estatuto que “delimite bien las responsabilidades”347. En el mismo

editorial del día 10 de enero, El Debate afirmaba que periódicos de provincias y de

Madrid guardaban “más que una actitud respetuosa, una actitud benévola para la

Dictadura”.

La lectura de los diarios consultados nos permite comprobar cómo la mayoría de

ellos seguían quejándose del retraso en la vuelta a la normalidad y echaban en falta un

plan de futuro con fechas concretas. El Sol era el diario más combativo, mientras que La

346 El Debate, 10/01/1929, p. 1. 347 El Debate, 10/01/1929, p. 1

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Nación justificaba constantemente la labor de la Dictadura y su prolongación en el

tiempo; si bien afirmaba que después del 13 de septiembre España había vivido tres etapas

históricas: “abolición del antiguo régimen”, “régimen provisional”, y “nuevo régimen”.

Y reconocía que estaban en la segunda etapa, pero ―añadía― “probablemente más cerca

de la tercera etapa que de la primera”. El periódico oficioso se jactaba de que la Dictadura

mantenía la Constitución “en su mayor parte”, de que la Asamblea era muy parecida a un

parlamento y de que ningún diario había sido prohibido:

“¿Cómo se ha comprendido así, por desacertada que haya sido la expresión

de nuestro pensamiento, si somos intérpretes en la Prensa de un Régimen que,

a título dictatorial, pudo suspender toda la Constitución y la mantiene en vigor

en su mayor parte; y pudo vivir sin Parlamento, y ha creado un organismo que

a él se parece en mucho, y en lo que de él difiere lo aventaja; y pudo perseguir

a la Prensa directa o indirectamente, y no ha puesto una sola dificultad a la

existencia de ningún periódico, ni de los marcadamente desafectos?”348.

El 16 de enero La Nación acusó a la prensa de ser “insolvente y prácticamente

irresponsable, alentadora de pasiones y quebrantadora de prestigios”349. Por su parte,

Torcuato Luca de Tena, director de ABC, manifestó que el presidente del Consejo podría

haber adoptado medidas mucho más duras con la prensa y no lo había hecho, por lo que

pedía un trato más clemente al resto de diarios. La Nación alabó su postura y destacó el

hecho de que “no haya desaparecido en España un solo diario de los que combaten al

Régimen y se declaran sin rodeos enemigos de él y están inspirados y redactados por

personas de las que positivamente se sabe que si pudieran lo derrocarían”350. El periódico

de la Unión Patriótica pensaba que esto era suficiente para que la prensa “guardara al

general Primo de Rivera, a sus colaboradores y a su obra la máxima consideración”351.

348 La Nación, 15/01/1929, p. 1. 349 La Nación, 15/01/1929, p. 1. 350 La Nación, 16/01/1929, p. 1. 351 La Nación, 16/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

118

Según se acercaba la fecha en que debía presentarse el anteproyecto constitucional

se iba avivando el debate sobre la vigencia o no de la Constitución de 1876. La Nación

advertía que no había servido para reprimir los desmanes que pusieron en peligro la vida

nacional y afirmaba que no deseaban un parlamento “como el que existía, nido de intrigas

políticas, escuela de desenfadaos, rémora de toda iniciativa feliz”352. El Debate se mostró

de acuerdo con los comentarios del órgano upetitsta sobre la antigua constitución y sobre

la prensa, aunque discrepaba de los procedimientos para realizar la reforma

constitucional, afirmando que eran “lentísimos”. Cuando antes pedían los periódicos que

abordase el tema, El Debate defendía al Gobierno, pues entendía que había otros

problemas más apremiantes, pero ahora ya no había asuntos más urgentes y apremiaba al

Gobierno a instaurar un nuevo parlamento.

El diario oficioso no entendía las críticas de la prensa, y mucho menos el silencio

de los diarios ante los éxitos del Gobierno. En su editorial del día 17 afirmaba que no

podían callar “ante la injusticia que representa la actitud de la mayor parte de los

periódicos frente a una obra de gobierno que España entera reconoce buena, porque la ha

salvado del deshonor y de la ruina” y acusaba a los diarios de “falta de patriotismo o de

incomprensión”. La Nación denunciaba que la conducta de la prensa era

“sistemáticamente hostil y malévolamente tendenciosa”, lo cual calificaba como “una

reprobable ingratitud” y declaraba:

“No negamos el derecho a que, ideológicamente y doctrinalmente, se discrepe

de la Dictadura, a que se examinen sus actos ―si ella lo consiente, como ha

venido consintiéndolo en España―, y se los discuta, y se les pongan reparos,

y se formulen observaciones, sobre todo con propósitos de mejor y

perfeccionamiento, y hasta con el más lógico de contribuir a una pronta

implantación de la realidad”353.

352 La Nación, 15/01/1929, p. 1. 353 La Nación, 17/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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El periódico de Delgado Barreto veía “inaceptable” que la Dictadura hubiera

resuelto los graves problemas que aniquilaban a España y, no obstante, se negase o, lo

que era peor, se silenciase deliberadamente esa realidad y se procurase “rodear de

ambiente hostil y desconfiado a los hombres y las instituciones” que realizaban la obra

del Régimen, “no vislumbrada ni soñada siquiera por los mismos que ahora se las dan de

indiferentes al verla realizada”354.

Como se ve, La Nación estaba a la defensiva y denotaba un gran nerviosismo ante

una prensa que Primo de Rivera ya no puede controlar. Al no poder realizar ataques

frontales al Régimen a causa de la censura, los diarios optarán por silenciar los éxitos o

actividades que el Gobierno estaba interesado en difundir. Esta postura se mantendrá a lo

largo del año y crispará los nervios del Gobierno y de La Nación.

El día 29 de enero, el articulista de La Época, Benito M. Andrade, criticaba la

solución a la sucesión de la Dictadura por ser demasiado larga y de dudoso éxito, porque

“faltan todavía dos años para la promulgación de la nueva Constitución”. Auguraba que

este nuevo código no tendría éxito, porque, aunque “media España” estaba de acuerdo

con esa ruta y aceptara “ser gobernada por instituciones creadas ―por lo menos en su

origen― por Real Decreto, la otra media piensa que no hay salida posible de la Dictadura

sin una derivación hacia las Cortes elegidas por sufragio universal”355.

4.2 La amenaza de huelga general en Barcelona

La llegada de la Dictadura acabó con las huelgas y con la conflictividad social.

No obstante, a partir de 1927 el número de conflictos y de huelgas se incrementó. En

agosto de 1928 los trabajadores de las obras de la Exposición Iberoamericana de Sevilla

se declararon en huelga y lo mismo ocurrió el 19 de enero de 1929 con los obreros que

trabajaban en las obras de la Exposición de Barcelona. Al día siguiente, Primo de Rivera

anunció su determinación a cortar de raíz el conflicto. Como primera medida, el general

354 La Nación, 17/01/1929, p. 1. 355 La Época, 29/01/1929, p. 1.

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declaró que a los trabajadores que faltasen el lunes se les daría de baja definitivamente,

transportándolos en trenes especiales a distintas provincias, porque Barcelona no podía

albergar a “vagos ni perturbadores”356. Primo de Rivera estaba decidido a mostrarse

inflexible con los huelguistas, ya que no quería que nada estropease el trabajo de las obras

de la Exposición y sólo atendería las quejas de los obreros que trabajasen357. El marqués

de Estella justificó su actitud en una nota oficiosa:

“Bien conocida y comprobada es la atención que el Gobierno presta a los

problemas sociales y a que los obreros españoles no carezcan de trabajo; ello

mismo le da mayor autoridad para evitar huelgas y plantes injustificados y

cuando sólo en Barcelona se reparten diez o doce millones de pesetas

semanales en jornales”358.

El Debate apoyó las medidas del Gobierno, pues valoraba el mantener “a toda

costa la paz y el orden en el mundo del trabajo”. El diario católico esperaba que las

huelgas pasasen a la historia como medio de resolver los conflictos sociales359. Por su

parte, La Época resaltaba que Primo de Rivera había vuelto encantado de su viaje a

Cataluña: “El espíritu público en provincias, especialmente en Barcelona, donde es más

digno de registrar, es formidable. Hay una exaltación, un patriotismo, y una ciudadanía

encantadores”360 y consideraba que “en cinco años España es otra”. El Socialista informó

de que el ministro de la Gobernación había hablado con el Gobernador de Barcelona,

quien le contó que “había quedado resuelta en todos sus extremos la huelga de los obreros

de la Exposición”361.

356 El Socialista, 20/01/1929, p. 3. 357 Véase TUÑÓN DE LARA, Manuel: El movimiento obrero en la Historia de España, Taurus, Madrid,

1972; y MORAL SANDOVAL, Enrique: “El socialismo y la Dictadura de Primo de Rivera”, en JULIÁ,

Santos (coord.): El socialismo en España: desde la fundación del PSOE hasta 1975, Ed. Pablo Iglesias,

Madrid, 1986, pp. 191-211. 358El Socialista, 20/01/1929, p. 3. 359 El Debate, 22/01/1929, p. 1. 360 La Época, 22/01/1929, p. 4. 361 El Socialista, 22/01/1929, p. 3.

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El conato de huelga quedó zanjado y el presidente de los Comités Paritarios de las

Artes Gráficas de Madrid declaró al ministro de Trabajo que los obreros de los talleres de

la Casa Sucesores de Rivadeneyra S.A. se habían reincorporado a su trabajo362. Los

diarios únicamente pudieron publicar sobre este asunto las notas oficiosas que el

Gobierno les envió, así como condenar públicamente el conflicto obrero, como hizo El

Debate. Aunque este conflicto quedó sofocado rápidamente, uno nuevo iba a iniciarse

con consecuencias imprevisibles para el régimen de Primo de Rivera.

4.3 La sublevación de Ciudad Real

A pesar de que el Gobierno negara cualquier rumor de crisis o desavenencia, la

noche del 28 al 29 de enero el Primer Regimiento de Artillería Ligera de Ciudad Real se

sublevó contra la Dictadura de Primo de Rivera. El Arma de Artillería estaba

desencantada y descontenta con el general por su decisión de establecer el sistema de

escala abierta en el régimen de ascensos363. Por ello, ultimaron un movimiento que debía

estallar simultáneamente en diversas ciudades españolas y al que debía seguir una huelga

general364.

El principal promotor de este levantamiento fue el exjefe del partido conservador,

José Sánchez Guerra, que se había convertido en uno de los más acérrimos opositores a

la Dictadura365. Desde el principio Sánchez Guerra condenó públicamente el golpe de

Estado y mostró su tristeza por el futuro de España. Inicialmente optó por apartarse de la

política y no estorbar para que no se le pudiera acusar de falta de patriotismo. Sin

embargo, el hecho de que el Régimen se extendiera en el tiempo y que se convocase en

362 El Socialista, 22/01/1929, p. 3. 363 El Arma de Artillería defendía que los ascensos debían ser por antigüedad y no por méritos, como

proponía Primo de Rivera, que debido a la oposición a su sistema estableció que los ascensos serían tanto

por méritos como por antigüedad. Una decisión que no contentó al Cuerpo de Artillería. 364 Véase ALÍA MIRANDA, Francisco: “La sublevación artillera de Ciudad Real y su repercusión en la

caída de la dictadura de Primo de Rivera”, en I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Vol. 9, 1988

pp. 461-464; OÑA FERNÁNDEZ, Juan José: Ciudad Real y su regimiento: La rebelión artillera de 1929

contra Primo de Rivera, Diputación Provincial de Ciudad Real, Ciudad Real, 2005. 365 Véase SÁNCHEZ GUERRA, José: Al servicio de España, op. cit.; y MARTORELL LINARES, Miguel

Ángel: José Sánchez Guerra. Un hombre de honor (1859-1935), Ed. Marcial Pons, Barcelona, 2011.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

122

1927 la Asamblea Nacional le llevó a exiliarse de España. Desde el exilio decidió

entregarse a los movimientos conspiratorios para derrocar a la Dictadura. Intentó captar

a Santiago Alba para sus planes y le ofreció la vicepresidencia del Gobierno, pero éste

rehusó366. Sánchez Guerra estableció entonces contacto con Alejandro Lerroux, y

acordaron dar un golpe de Estado y convocar Cortes Constituyentes367. La conspiración

contaba con la colaboración de gentes muy variopintas: republicanos de diversas ramas,

monárquicos, nacionalistas catalanes, militares, anarquistas… Y no era fácil organizar un

complot desde el extranjero, para evitar ser descubiertos los conspiradores utilizaron

nombres en clave en su correspondencia368. A pesar de las cautelas, el Régimen

sospechaba que se tramaba algo en su contra. Lerroux, finalmente, no dirigió la

conspiración desde Barcelona y, de hecho, se enteró por Alba un día antes de que tuviera

lugar369. La sublevación debía empezar en Valencia en la madrugada del 29 de enero,

donde Sánchez Guerra desembarcaría para ponerse al frente del movimiento. El político

conservador viajó desde París hasta Marsella, el 25 de enero, y desde Marsella hasta Port-

Vendrés, donde tomó un barco que le llevaría a Valencia. Sánchez Guerra tenía dudas del

éxito de la conspiración por la falta de organización y cohesión entre los participantes.

Sin embargo, decidió seguir adelante con el movimiento. Para cuando desembarcó en

Valencia las fuerzas de Artillería ya se habían rendido370.

366 GARCÍA VÉNERO, Maximiano: op. cit., p. 201-202. Santiago Alba declaró a Sánchez Guerra que tan

sólo colaboraría en la conspiración si ésta contaba con el apoyo del Rey, porque de lo contrario el golpe

fracasaría. 367GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: La España de Primo de Rivera: La modernización autoritaria 1923-

1930, Alianza, Madrid, 2005, p. 371. En un principio, la intención de Sánchez Guerra era la de restaurar la

Constitución de 1876 y formar un nuevo gobierno presidido por el general Berenguer. Sin embargo, cambió

de opinión y decidió dar un golpe para convocar Cortes Constituyentes y celebrar entonces un referéndum

para decidir la forma de gobierno. 368 MARTORELL LINARES, Miguel Ángel: op. cit., p. 395. Formaban parte de la conspiración Miguel

Villanueva, Alcalá Zamora, Luis de Armiñán, Joaquín Chapaprieta, Vicente Piniés, Francisco Bergamín,

Burgos, general López Ochoa. 369 LERROUX, Alejandro: op. cit., p. 538 ̧ MARTORELL LINARES, Miguel Ángel: op. cit., p. 398;

Martorell afirma que Lerroux creía que su falta de información e implicación se debía a la desconfianza

que Sánchez Guerra sentía hacia él, pero luego se dio cuenta de que el culpable era Carlos Esplá, que no le

miraba con “simpatía y confianza” y “pudo contagiar a Sánchez Guerra de sus recelos para conmigo”. Por

su parte, Lerroux en sus memorias que se reunió con Sánchez Guerra y con Santiago Alba en el Claridge

Hotel, pero no llegaron a ningún acuerdo y no se enteró del día que tendría lugar el pronunciamiento. 370 ESTEBAN-INFANTES, Emilio: op. cit., p. 110. Aunque el regimiento de Artillería en Ciudad Real se

sublevó, los demás conspiradores no quisieron participar. Los artilleros de Valencia exigían que empezaran

los obreros y los obreros se negaban si no estaban los cañones fuera de los cuarteles.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

123

El mismo día 29 de enero el presidente del Consejo compareció en la Asamblea

para leer varias notas oficiosas sobre el intento de levantamiento en Ciudad Real y para

tranquilizar a la opinión pública:

“El Gobierno cree cumplir un deber de lealtad con la Asamblea y el país

informándoles de que entre los constantes intentos de dificultar su gestión y

promover desórdenes, que viene frustrando merced al celo de las autoridades,

vigilancia de la policía, sólida disciplina y exaltado patriotismo de las

instituciones militares, ha habido uno, fijado en toda España para la pasada

noche, que ha fracasado en todas partes, menos en la capital de Ciudad Real,

donde el regimiento de Artillería Primero Ligero, que la guarnece, esta

madrugada se ha declarado en rebeldía, sacando a la calle sus piezas,

ocupando el pequeño cuartel de la Guardia Civil, situando cañones en las

avenidas y caminos y deteniendo los trenes ascendentes y descendentes.

Carece el Gobierno de más noticias de Ciudad Real y las tiene de completa

tranquilidad de toda España”371.

Resulta sorprendente que el Régimen admitiera públicamente que había

“constantes intentos” por promover “desórdenes”, aunque afirmase que hasta ahora todos

los había frustrado. La política de transparencia respecto al golpe de los artilleros era sólo

un espejismo. El Gobierno prohibió que los medios informasen libremente de lo

acontecido en Ciudad Real y únicamente permitió condenar el movimiento sedicioso. En

el descanso de la sesión de la Asamblea, el presidente del Consejo entregó otra nota a los

periodistas:

“El Gobierno ha comunicado a la Asamblea y a través de la Prensa, para el

conocimiento del país, cuanto cree prudente y discreto decir respecto al

importante suceso de que he dado cuenta, y del que seguirá teniendo

informada a la opinión; pero se ve en el caso de prohibir otras versiones ni

comentarios que no sean la condenación de los hechos, pues cree que ése será

371 El Socialista, 30/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

124

el mejor modo de resolverlo con la mayor rapidez y el menor daño al país,

que es lo que más interesa en este y en todos los casos”372.

Como podemos observar, Primo de Rivera identificaba nuevamente a la prensa

como un enemigo al que debía controlar y silenciar. Al finalizar la sesión de la Asamblea,

el jefe del Gobierno comunicó a los periodistas que la situación estaba totalmente

controlada y que el orden se había restablecido. La reacción de la prensa estuvo limitada,

como hemos dicho, a notas oficiosas o a comentarios reprobatorios, como el que hizo La

Época, en su editorial del día 30 de enero, en el que declaraba que juzgaban “lamentables

los sucesos de Ciudad Real” y expresaban su pesar por el daño que podían causar a la

imagen de España ahora que se acercaban las Exposiciones:

“España no está sola en el mundo, y espectáculos de esta índole no nos

favorecen. El daño del crédito, el quebranto de nuestros exponentes, es

innegable. Y si siempre eso sería altamente doloroso, lo ha de ser más ahora

cuando Sevilla y Barcelona se disponen a abrir sus puertas al turismo

internacional.

Hacemos votos porque la actualidad no nos obligue a repetir este comentario

y porque el Gobierno siga dando muestras de serenidad sancionando los

hechos con la máxima benevolencia que requieren los estados pasajeros de

ofuscación, sobre todo cuando son producidos entre quienes visten un

uniforme que dio días de honra y gloria a la patria”373.

Del mismo parecer era El Debate, que definió el movimiento como “un caso de

ofuscación colectiva”. Ofuscación que deseaban que fuera “pasajera.” El periódico de

Ángel Herrera Oria alababa la fortaleza del Gobierno y aseguraba que le sobraba “fuerza

material para reprimir cualquier conato de rebeldía”. Además, esgrimía que el régimen

dictatorial tenía la “fuerza moral” y podía contar con “la simpatía de las naciones

civilizadas”. Terminaba el editorial condenando sin paliativos el intento de sublevación:

372 El Sol, 30/01/1929, p. 1. 373 La Época, 30/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

125

“Los artilleros deben comprender que por el camino iniciado han de atraer

sobre sí la execración de todos los españoles”374.

Asimismo, El Debate felicitaba a Primo de Rivera por no haber dado al incidente

más importancia de la que realmente tenía y por su anuncio de que no extremaría las

medidas de rigor, ya que no era necesario, pues simplemente debían reprimir “la locura

de unos hombres, perturbados pasajeramente”. Mostraba también su “adhesión

inquebrantable” a la Dictadura en estos momentos:

“Nadie que no sea un insensato puede desear un cambio radical, violento, en

la política; mucho menos aun un cambio explosivo, cruento tal vez. No

necesita, pues, el general que le manifestemos desde aquí nuestra adhesión

inquebrantable en estos momentos. Sabe el marqués de Estella que cuenta

para este caso con lo que pueda representar EL DEBATE. Pero no es preciso.

El asunto se puede dar por liquidado. Han bastado para ello breves horas. No

está demás, sin embargo, que afirmemos con esta ocasión lo mucho que

importa a España mantener por encima de todo las autoridades constituidas y

el orden social. Cualquier otro procedimiento de reforma política es propio

tan solo de pueblos bárbaros”375.

El movimiento fue, en efecto, sofocado sin esfuerzo. Los sublevados en Ciudad

Real se habían hecho con el control de la ciudad, paralizaron el servicio de trenes, las

comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas y esperaban las noticias del éxito del

movimiento en el resto de España, hasta que, a las cinco de la tarde, cuatro aviones

lanzaron unas octavillas para comunicar a los artilleros que sólo ellos se habían sublevado

y que el resto de España estaba tranquila. Así se acabó con la rebelión376. El Gobierno

continuó enviando a los medios notas oficiosas para transmitir a la población que el orden

374 El Debate, 30/01/1929, p. 1. 375 El Debate, 30/01/1929, p. 1 376 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 241. Este golpe frustrado tuvo especial

importancia porque puso de relieve la imposibilidad del Régimen para dar una salida constitucional a la

Dictadura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

126

y la normalidad en Ciudad Real habían sido restablecidos. Asimismo, anunció la adopción

de medidas represivas, aunque sólo las “indispensables”, y prometió no proceder

colectivamente contra el Cuerpo de Artillería, sino que únicamente castigaría a los

culpables.

El Gobierno mandó a Ciudad Real al general Orgaz para que se hiciera cargo de

la situación y reconoció en una nota oficiosa que “venía conociendo la preparación de

este complot y comprobando el sucesivo fracaso de su intento ante la disciplina,

patriotismo y buen espíritu de las fuerzas militares”377. Aprovechó también para criticar

la actitud de los que se habían dedicado a propalar noticias alarmantes, aunque se

congratulaba de que esos eran minoría:

“Contra esa chusma es consolador contrastar la serena indignación de los

verdaderos patriotas, de la sana opinión pública, que ha puesto en su ademán

y en sus palabras unánime y severa condenación contra los que para nada

tienen en cuenta el bien ni el prestigio nacional”378.

Al Rey le pilló la sublevación en Sevilla, donde se había desplazado para conocer

el estado de las obras de la Exposición y tardó varios días en volver a Madrid. En una

nota oficial del día 30 de enero el Gobierno protestaba por el eco que habían tenido los

sucesos en el extranjero, que había provocado “verdadera inquietud”, y también se

quejaba de que los valores y la moneda nacional habían bajado, aunque habían intentado

contener esa bajada. Terminaba la nota lamentándose de que justo cuando España iba a

acaparar la atención mundial con las Exposiciones de Sevilla y Barcelona, hubiera

españoles que comprometieran al país, ofreciendo una imagen de “pueblo incorregible

que ni ante el florecimiento y prosperidad de su vida, ni ante la gloriosa paz obtenida en

Marruecos, ni ante el arreglo de su Hacienda y el orden y seguridad de sus campos y

ciudades, saben acatar a sus Gobiernos y deponer pasiones ruines…”379. Al Régimen le

preocupaba sobremanera que esta rebelión pudiera enturbiar la imagen de España en el

377 La Nación, 30/01/1929, p. 1. 378 La Nación, 30/01/1929, p. 1. 379 La Nación, 30/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

127

año en que esperaba recibir el aplauso unánime de la comunidad internacional por la labor

de la Dictadura.

Así lo reflejaba La Nación, que el 30 de enero reprochaba a los artilleros que

habían inferido a España “el grave daño de que en el Extranjero se la crea propicia a

inquietudes y revueltas, y ello en vísperas de acontecimientos tan trascendentales como

los de las Exposiciones de Sevilla y Barcelona”380. Por su parte, El Debate reflexionaba

sobre las consecuencias que habría tenido el triunfo de los conspiradores y se alegraba de

que no hubiera ocurrido:

“Asusta pensar lo que sería de España a estas horas si las aspiraciones de los

revoltosos hubiesen triunfado. Sobre los problemas ya planteados y aun sin

resolver se hubiesen creado repentinamente otros. Herida la tranquilidad

pública, habría sobrevenido una situación caótica con la consecuencia de un

grave retroceso en la marcha ascensional de la nación”381.

La Libertad no realizó ningún comentario condenando la sublevación, tan sólo se

limitó a publicar las notas oficiosas y a informar de manera aséptica. Dio cuenta del apoyo

que la Asamblea anunció al Gobierno mostrando sus deseos porque continuara la paz en

España. En su discurso del 30 de enero en la Asamblea, Primo de Rivera reconoció estar

“emocionado por la proposición”382. La Nación realizó, en su editorial del 31 de enero,

una alabanza desmesurada al jefe del Gobierno por el “vibrante” discurso que dio en la

Asamblea:

“La actitud de un hombre genial, al que sin hipérbole cabe aplicarle el

calificativo, después de la obra insospechada, como de milagro, que

representa transformar rápidamente un pueblo moribundo en nación pujante,

pletórica de bienestar y espíritu ciudadano”.

380 La Nación, 30/01/1929, p. 1. 381 El Debate, 31/01/1929, p. 1. 382 El Debate, 31/01/1929, p. 1.

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128

Y terminaba el editorial mandando un mensaje de tranquilidad a la población:

“Sin duda, no cabe mayor ni más grato plebiscito mundial y nacional respecto

a la confianza que el Gobierno inspira, que la inalterable calma publica y aun

la escasa impresionabilidad de las Bolsas extranjeras, que solo el primer día

afectaron al cambio de la peseta, sostenido por abundantes disponibilidades

de Gobierno, que luego no ha sido necesario movilizar. En cuanto a las Bolsas

nacionales, su actitud no ha podido ser más patriótica y expresiva”383.

En su crónica sobre la sesión de la Asamblea, La Nación relataba que las

ovaciones fueron “estruendosas”, tanto cuando se leyó la moción de apoyo a la Dictadura,

como en los discursos del presidente de la Asamblea y del marqués de Estella. “En los

pasillos ―contaba― se repitieron los aplausos y los vivas a España, al Rey y al general

Primo de Rivera”384. Aplausos que, según afirmaba, no cesaron hasta que el jefe del

Gobierno se metió en el coche para dirigirse a su domicilio.

El día 31 de enero La Nación declaraba que no iban a enjuiciar lo ocurrido en

España: “Para nosotros hay una imitación, que no radica en la censura, sino en la piedad”.

Prefería quedarse con que la sublevación se sofocó en unas horas y la respuesta de la

opinión pública al intento de sublevación: “esa repulsa vigorosa, sincera, llena de

ardimiento, pletórica de fe en los destinos nacionales, constituye categórico exponente de

la opinión de nuestro pueblo”385.

Por su parte, El Sol decidió mandar a un enviado especial a Ciudad Real para

cubrir los sucesos y así relataba lo que encontró al llegar a la localidad sublevada:

“La tranquilidad en la población era completa, y la ciudad presentaba un

animado aspecto, esperando la llegada de las fuerzas de Infantería, cuya salida

383 La Nación, 31/01/1929, p. 1. 384 La Nación, 31/01/1929, p. 1 385 La Nación, 31/01/1929., p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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de Madrid había sido anunciada oficialmente. Los aviones hacían su último

vuelo sobre la población, y lanzaban las ultimas proclamas”386.

El gobernador civil recibió al redactor de El Sol y le comunicó que la situación

estaba controlada:

“Como habrán ustedes podido observar, la tranquilidad en la ciudad es

absoluta. En la provincia ocurre lo mismo. Dentro de mi jurisdicción he

hablado con los alcaldes de la provincia, y confirmado, a la par que el

restablecimiento absoluto de todas las comunicaciones, que la tranquilidad es

completa. En el mismo sentido me han informado los delegados gubernativos,

que he mandado venir”387.

El cronista de El Sol describió en su relato cómo las fuerzas de Infantería se

hicieron con el control de la ciudad ante la nula resistencia del Arma de Artillería:

“Poco después de las doce empezaron a llegar a Ciudad Real las primeras

fuerzas de Infantería salidas de Madrid, y al frente de ellas el coronel del

regimiento de Wad-Ras, Sr. Liniers. Las tropas pasaron directamente al

cuartel, donde se estableció la camaradería con los soldados de Artillería. Los

infantes participaron del rancho dispuesto para los artilleros”388.

Una nota oficiosa del 1 de febrero informaba de que en el ministerio de

Gobernación se habían recibido numerosos telegramas de adhesión al Gobierno,

remitidos desde las diversas regiones de España389. Además, por medio de una Real Orden

circular, publicada en el Diario Oficial, el Gobierno aseguraba que el movimiento había

sido preparado por personas residentes en el Extranjero. La Real Orden descalificaba

duramente a los instigadores del movimiento a lo que tildaba de “escorias” y advertía que

386 El Sol, 31/01/1929, p. 1. 387 El Sol, 31/01/1929, p. 1 388 El Sol, 31/01/1929, p. 1. 389 La nota informaba de que habían llegado 4.500 telegramas de particulares y de extranjeros y colonias

americanas, 1.000. Para el Gobierno esto constituyó una “verdadera manifestación nacional”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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la Dictadura contaba con el apoyo del pueblo y del Rey390. En la Real Orden se animaba

a los militares a que denunciasen a sus respectivos jefes “todas las tentativas de sedición”

por escrito u otros medios. A los que alegaban que el origen del Gobierno fue una rebelión

militar, respondía que la situación actual y la de 1923 eran bien distintas391:

“Nuestra rebelión, surgida ante un estado de ruina, descomposición y

ludibrio, fue aclamada por el pueblo y sancionada por el Rey, atendiendo

dictados de su patriotismo y sabiduría”392.

El Debate coincidía con el Gobierno con que no se podía comparar el golpe de

Primo de Rivera con los intentos posteriores, puesto que el movimiento de 1923 fue

“unánime de la nación, que no podía arrastrar por más tiempo la vida de desorden y

descomposición en que todo se sumía”. Y añadía que “no podemos ver por ninguna parte

circunstancias que justifiquen un golpe de Estado análogo al del 13 de septiembre”393.

Para el periódico clerical los problemas de ahora de España de ninguna manera

justificarían un levantamiento.

La Nación estaba de acuerdo con El Debate en esta apreciación y relataba la

situación que había en España antes de la Dictadura:

“Circunstancias especiales determinaron que se precipitara el 13 de

septiembre de 1923 un movimiento que debía estallar una fecha después. La

nota que entregó a la Prensa el Gobierno de coalición liberal aludía

exclusivamente al capitán general de Cataluña. Claro está que el entonces

390 El Régimen atribuyó reiteradamente los disturbios ocurridos en España durante 1929 a elementos

extranjeros, como haría luego en el conflicto estudiantil. Le interesaba relacionar todos los desórdenes con

fuerzas extranjeras, que buscaban enturbiar la imagen de España ante su exitosa marcha. Era preferible

decir que la amenaza a la Dictadura venía de fuera, a admitir que los movimientos conspiratorios procedían

de dentro del país. Pues ello significaría reconocer que el Gobierno había perdido apoyos, algo a lo que se

negaban a declarar. 391 JULIÁ, Santos: La España del siglo XX, op. cit., p. 68-69. Como señala Juliá, la propia Dictadura

legitimó el golpe de Estado como forma de recurrir a las armas para hacerse con el poder: “La Dictadura

fue como un retorno a la política del siglo XIX”. 392 La Época, 02/02/1929, p. 1 393 El Debate, 02/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

131

capitán general de Cataluña contaba con el apoyo resuelto de todo el Ejército.

Pero, además, con el aplauso, que fue bien notorio, de toda la opinión. De tal

manera, que no se discutía ni se titubeaba. El deseo de la masa pública, sin

excepciones, radicaba en que la revolución triunfase. Y, naturalmente,

triunfó. Pero triunfó porque Primo de Rivera fue el instrumento de un anhelo

nacional.

La diferencia fundamental entre el levantamiento glorioso de 13 de

septiembre y otros intentos lamentables estriba en los orígenes y en los

propósitos. Aquello surgió de un malestar común, del asesinato en las calles,

de la indisciplina en los talleres, de las torpezas en África, de la inmoralidad

en las costumbres y el desbarajuste en la Administración. El designio no fue

acaparar el poder, sino salvar el país. Para ello puso la revolución triunfante

inmediato remedio a esos males. ¿Qué males, como no sean imaginados, irían

a remediarse ahora, cuando avanza la nación por sendas amplias y llanas?”394.

Si bien es cierto que la situación de caos social y de agotamiento del sistema que

existía en septiembre de 1923 no era comparable con la España de 1929, se equivocaba

el Régimen al no reconocer que la oposición a la Dictadura era cada vez mayor, y, que,

pese a que la opinión pública estaba adormecida, cada vez había más sectores

descontentos con el Gobierno395. El Rey sí que se daba cuenta de que el apoyo a Primo

de Rivera se iba minando y comenzó a sopesar un futuro sin él396. Alfonso XIII volvió a

Madrid en tren a las nueve de la mañana del día 31 de enero, y en la misma estación le

esperaba el general Primo de Rivera. Juntos se dirigieron a Palacio, donde el presidente

del Gobierno le informó de los últimos acontecimientos.

394 La Nación, 02/02/1929, p. 1. 395 Primo de Rivera admitirá en una nota difundida a finales de diciembre de 1929 que había perdido el

apoyo de la mayor parte de la sociedad. La contradicción entre los intentos por difundir el fervoroso apoyo

hacia el Gobierno y la sucesión de conflictos será una constante a lo largo del año. 396 Alfonso XIII comenzó a distanciarse de Primo de Rivera a partir de 1926 y apremiaba al general por

volver a la normalidad constitucional. En la etapa final del Régimen las diferencias de opinión eran

palpables y el Rey intentó desligarse de la Dictadura, pero su imagen había quedado unida a ella.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

132

A pesar de que el intento de sublevación parecía controlado, los diarios publicaron

el día 4 de febrero una nota oficial que notificaba que durante el día anterior se habían

recibido noticias confusas y graves de Valencia. Por ello, el Gobierno decidió intervenir

y conferir al director general de la Guardia Civil, el general Sanjurjo, la investigación. El

Rey firmó el decreto que otorgaba a Sanjurjo el cargo de inspector de la tercera región

militar (Valencia), con “facultades para deponer autoridades, nombrar sustitutos y tomar

cuantas medidas puedan conducir al afianzamiento del orden público”397.

En su nota, el Gobierno advertía que el estado de disciplina de la guarnición de

Valencia era excelente y que los rebeldes habían sido reducidos. Asimismo, anunció que

“la opinión pública seguirá siendo informada al día, por entender que ello contribuirá a

su sosiego”398. La política informativa de la Dictadura se basaba en un control férreo de

las informaciones que consideraba que podían dañar su imagen o contribuir al desorden

en el país. Por eso, siguió sin permitir ningún comentario que se alejase de la versión

oficial que el Régimen quería transmitir. No obstante, pese a esa imagen de tranquilidad

y optimismo que se empañaba en difundir, el Gobierno no podía ocultar los efectos que

ya estaban causando los sucesos de Ciudad Real: la moneda española sufrió una

depreciación, que La Nación esperaba que fuera momentánea. La Dictadura también

temía que estos sucesos afectasen a la “avalancha de turistas que se proponían acudir a

España con motivo de las Exposiciones”399.

En medio de este clima, Primo de Rivera concedió una entrevista a El Noticiero

del Lunes. Cuestionado sobre si estos sucesos le habían amargado, éste contestó:

“Amargado, no: pero sí indignado. Para lo primero era preciso haber

apreciado en la opinión desapego o animosidad hacia nuestra obra, y no lo ha

habido; por el contrario, se ha recrudecido la adhesión para ella. Lo segundo

lo justifica haber podido comprobar en esta ocasión que un hombre ofuscado

por la soberbia, apoyado en una mínima parte de descontentos, puede

397 La Época, 04/02/1929, p. 1. 398 El Socialista, 03/02/1929, p. 4. 399 La Nación, 04/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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mantener la alarma del país unos días y dañar enormemente su crédito y su

prestigio ante el mundo”400.

A pesar de los esfuerzos por restar importancia a los sucesos de Ciudad Real y de

resaltar el apoyo con el que sentía contando la Dictadura, la sublevación fue el primer

brote de rebelión que vivió el país en 1929, pero no sería el último. El fallido

pronunciamiento denotaba la falta de unión en el Ejército y Sánchez Guerra representaba

el descontento que la mayoría de los antiguos políticos sentía hacia Primo de Rivera. De

hecho, su conspiración no era la única que se preparaba, como veremos más adelante.

4.4 La detención de Sánchez Guerra

El día 31 de enero los diarios publicaron la noticia de que José Sánchez Guerra,

que, como hemos visto, había viajado hasta Valencia para unirse al pronunciamiento,

había sido detenido. Sánchez Guerra, al saber fracasado el movimiento, se presentó

voluntariamente ante el general Castro Girona401, quien relató a los periodistas cómo se

efectuó la detención:

“Pueden ustedes decir que a mediodía se ha presentado a mí don José Sánchez

Guerra, manifestándome que, en vista de que había fracasado el movimiento

contra el Gobierno, hacia su presentación para responder de la culpabilidad

que le pudiera alcanzar”402.

400 El Sol, 05/02/1929, p. 1. 401Alberto Castro Girona. Militar español. Castro Girona logró su ascenso a general por su actuación en la

guerra del Rif. En 1929 era capitán general de Valencia, región que contaba con una gran masa de

republicanos y con dos destacados regimientos de Artillería. Sánchez Guerra le eligió para encabezar la

sedición. MARTORELL LINARES, Miguel: op. cit., pp. 400-401. Había disparidad de opiniones sobre su

idoneidad. El general Aguilera nunca creyó que se animase a dirigir el movimiento, mientras que Alcalá

Zamora pensaba que era una buena elección. Había tenido enfrentamientos con las autoridades civiles de

la Dictadura y con la Unión Patriótica. 402 La Época, 01/02/1929, p. 1.

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El Socialista comunicaba que el general Martínez Anido confirmó que habían

detenido en Valencia a Sánchez Guerra y a su hijo, “quedando ambos a disposición del

capitán general”403. La nota oficiosa facilitada por el Gobierno informaba de que se había

detenido a Sánchez Guerra “al intentar que algunos elementos de la guarnición

secundaran el movimiento abortado en Ciudad Real” y que “los detenidos han sido

conducidos a las prisiones militares de aquella ciudad”404.

En su editorial del 31 de enero La Nación comentaba que les había causado

“asombro” la actitud de Sánchez Guerra, pues esperaban de un hombre de su talla y

experiencia “más serenidad y cautela que la que demostró, presentándose a intentar un

alzamiento militar allí donde no podía haber ambiente más que para rechazarlo”. No sabía

el periódico oficioso qué le afligía más, “si el acto del día en sí mismo o considerar que

quien lo ha realizado ha sido jefe de Gobierno, y a él, por tanto, han estado encomendados

los cuidados nacionales”405.

Sánchez Guerra quedó detenido en el buque-prisión Canalejas, en Valencia. Su

detención suponía un grave problema para el Gobierno. Si le castigaban con dureza, la

imagen de la Dictadura se dañaría, pues castigar a un anciano de setenta años ofrecería

una imagen de extrema crueldad. Pero absolverle daría muestras de debilidad, y dejarle

detenido podría provocar que se le convirtiera en un símbolo de la abolición de las

libertades públicas y de resistencia frente a la Dictadura406. Mientras decidía qué hacer

con Sánchez Guerra, Primo de Rivera ordenó investigar y averiguar quién estaba detrás

de la conspiración. Descubrió que el número de guarniciones involucradas era mayor del

que creía y que Castro Girona formaba parte de la conjura. Por lo cual, la Gaceta notificó

el 10 de febrero el cese del teniente general Castro Girona en su cargo de capitán general

de la Tercera región.

403 El Socialista, 31/01/1929, p. 1. 404 ABC, 31/01/1929, p. 15. 405 La Nación, 31/01/1929, p. 1. 406 MARTORELL LINARES, Miguel Ángel: op. cit., p. 417.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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En mayo quedó en libertad Rafael Sánchez Guerra, hijo del político conservador.

En junio La Nación se hizo eco de una carta, fechada a bordo del Canalejas, el 22 de

febrero, suscrita por Sánchez Guerra y dirigida a Indalecio Prieto, en la que apuntaba a

un pacto ofrecido por Primo de Rivera al expresidente del partido conservador:

“Y hasta tal punto es exacto lo que le digo, que el sublevado del 13 de

septiembre ha tenido la osadía de enviarme al general Sanjurjo para

proponerme un acuerdo que yo rechacé de plano. Permítame, amigo Prieto,

que silencie por ahora los extremos de la propuesta, que algún día conocerá

España entera”407.

El diario upetista tachó al documento de “apócrifo”, pues creían conocer bastante

bien a Sánchez Guerra para “creerle incapaz de faltar a la verdad tan abiertamente”.

Aseguraban que el único contacto entre Sánchez Guerra y Primo de Rivera fue cuando el

primero propuso al general celebrar una conferencia telegráfica, a lo que el general se

negó categóricamente y le dijo que lo que quisiera se lo diera por escrito. La Nación

afirmaba que “la copia literal” de la carta estaba guardada en la secretaría del presidente

del Consejo.

4.5 Adopción de medidas extraordinarias

Tras quedar sofocado el intento de golpe de Estado, el Consejo de ministros

decidió extremar su actuación y pidió al Rey la concesión de medidas extraordinarias, de

carácter temporal, “aunque de duración ilimitada, para evitar la reproducción de la

rebelión. Uno de los decretos firmados otorgaba al Gobierno más control sobre la prensa

al obligarles a reservar diariamente un espacio en sus páginas para difundir las notas e

informaciones del Ejecutivo408.

407 La Nación, 01/06/1929, p. 8. 408 Ante el creciente acoso al Gobierno, la Dictadura reaccionó intensificando las medidas represivas, que

no contuvieron las amenazas al Régimen.

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Otra de las medidas preveía “la remoción y sustitución del personal en todos los

Centros oficiales o que funcionen con autorización oficial”. Asimismo, se creaba un

juzgado especial, “con jurisdicción en todo el territorio nacional” y “desempeñado por

personal especialmente apto y afecto directamente y por delegación de esta presidencia

al ministerio de la Gobernación” para que sirviera de “órgano de relación eficaz y

adecuada, con un carácter técnico y jurídico, a los aludidos servicios de investigación”409.

Entre los decretos firmados, uno de ellos establecía “la adopción de ciertas

medidas dictatoriales, utilizándose para ello las Uniones Patrióticas y los Somatenes,

como medios informativos y de vigilancia”410. Como es evidente, La Nación aprobaba la

labor encargada a las Uniones Patrióticas para evitar que se formasen “atmósferas

irrespirables” y afirmaba: “No es una obra policíaca, sino un deber de ciudadanía”411. La

obligación de la Unión Patriótica era, por tanto, la de “apoyar” y “sostener” el régimen

que había salvado a España.

El Noticiero del Lunes publico una entrevista a Primo de Rivera, en la que

justificó la adopción de las medidas extraordinarias en pro de la tranquilidad del país y de

la obra de la Dictadura, que auguraba acabaría en el año 1931:

“Esto permitirá que el país, que en su gran mayoría así lo desea, viva libre de

sobresaltos e inquietudes, y también que podamos progresar, sin otras

preocupaciones en la labor de gobernar y administrar y en la preparación del

futuro asentamiento político de España, que confío será obra que, por su

originalidad, espíritu moderno y afortunada técnica, atraerá la atención del

mundo. Ella ha de estar inspirada en realidades y características de nuestro

pueblo. ¡Ojalá pudiera estar terminada para cuando la Asamblea Nacional

cumpla su vida, dentro de diez y seis meses, y en el año 31 funcionaría en

España el Nuevo Régimen, pues el actual, ya lo hemos dicho muchas veces,

409 El Socialista, 05/02/1929, p. 4. MAURA, Gabriel: op. cit., p. 236. Las dos únicas personas desterradas

fueron dos funcionarios del Ministerio de Instrucción Pública a quienes se les ceso y desterró fuera de

Madrid: Enrique de Mesa y Ceferino Palencia 410 La Época, 05/02/1929, p. 6. 411 La Nación, 05/02/1929, p. 1.

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es de transición entre un pasado vitando ―que hemos de procurar muera para

siempre―, y un futuro que, asentado sobre una sólida preparación de la

ciudadanía, esperamos ha de alumbrar para la Patria días de esplendor”412.

El día 10 de febrero la Gaceta publicó una Real Orden extremando las medidas

represivas:

“Se detendrá a toda persona que en lugar público augure males al país o

censure a los ministros. Se clausurarán los círculos sociales en los que

contraviniendo la cláusula reglamentaria (abstenerse de discusiones políticas)

auguren males al país o critiquen a los ministros.

Se realizará un registro de funcionarios (capacidad, laboriosidad, aptitud

física y discreción política, aquí interesa conocer únicamente si son enemigos

del Régimen y procuren su desprestigio y quebranto. En los centros regidos

por juntas administrativas o de gobierno, en los que se realice labor hostil y

difamatoria serán destituidas dichas juntas y en caso de reincidencia disueltos.

En todas las oficinas del Somatén y Uniones Patrióticas se llevará un registro

de ‘personas propicias a la difamación y al alboroto’”413.

Todos los diarios consultados guardaron silencio a la hora de aplaudir estas

medidas, excepto La Nación, que, el 11 de febrero, justificaba las disposiciones aprobadas

por el Gobierno y decía que “el clamor general demandaba de la Dictadura medidas en

defensa contra sus enemigos”:

“Hará bien la Dictadura en corresponder al clamor general, cortando

habilidades ruines, maniobras encubiertas, actitudes audaces y aspiraciones

412 El Sol, 05/02/1929, p. 8. 413 El Socialista, 10/02/1929, p. 3.

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ridículas, que todavía tienen sus escondrijos y madrigueras en parte del campo

donde seis años ha existía el coto político.”414.

El día 12 de febrero Primo de Rivera se veía en la necesidad de justificar las

medidas que había aprobado en una entrevista en El Noticiero del Lunes:

“Usted comprenderá que, ante una atmósfera densa de calumnias y un

ambiente de alarma, el poder público no podía permanecer indiferente y

omitir ser conductor de la ciudadanía, mucho más cuando a su preparación y

ejercicio quiere confiar, no solamente el presente, sino el porvenir de España.

Las molestias que un sistema preventivo pueda acarrear, incluso a algún buen

ciudadano, no pueden compararse con los males que se deducirían de no

preservar a la sociedad de las inquietudes que producen los perturbadores”415.

El presidente quería evitar a toda costa cualquier disturbio que pudiera estropear

la organización de las Exposiciones Internacionales. Por eso encargó estas labores de

vigilancia y delación a la Unión Patriótica y al Somatén. Primo de Rivera defendía que la

U.P. no era un partido político, sino “una falange apolítica, organizada para la defensa

social”, y justificaba su misión416:

“Lo que se encomienda a ella y a los Somatenes es observar y clasificar las

conductas públicas o ciudadanas, no las privadas, y aportar a su tiempo los

informes necesarios a las autoridades competentes. ¿De cuánto acá es

denigrante el prestar auxilio a la autoridad?”417.

414 La Nación, 11/02/1929, p. 1. 415 El Sol, 12/02/1929, p. 4. 416 Véase MARTÍNEZ SEGARRA, Rosa: “La Unión Patriótica”, en Javier Tusell (coord.): Las derechas

en la España contemporánea, 1997, pp. 167-176; GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: “La Unión Patriótica:

análisis de un partido del poder”, Estudios de historia social, nº 32-33, 1985, pp. 93-161. 417 El Sol, 12/02/1929, p. 4.

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La Nación, el 12 de febrero, afirmaba que las disposiciones del Gobierno eran

incuestionables, aunque en algunos sectores sociales se realizasen “interpretaciones

caprichosas y absurdas” y aseguraba que “sólo la malicia puede darles alcance distinto

del que tienen. Sólo por malicia cabe hablar de una cosa represiva o de un estímulo

delator. Tales disposiciones no constituyen el plácet de la delación. Ni entronizan la

eficacia de la violencia y del castigo como sistema de gobierno”. Aseveraba que el

Gobierno simplemente se había limitado a “llevar a la ley lo que estaba en la conciencia”.

El periódico de la U.P. rechazaba cualquier sugerencia de que las medidas fueran

dictatoriales: “Claro está que la legislación de un país puede ser una legislación tiránica

si suprime todo derecho y anula toda idea de libertad. Eso ni ha ocurrido ni ocurre en

España”. Y defendía las disposiciones con los siguientes argumentos: “En primer lugar,

esas disposiciones son defensivas; en segundo lugar, un periodo de dictadura quiere decir

lapso de temporal y enérgico cauterio. La Dictadura ha sido blanda, comprensiva,

excesivamente tolerante”. Y afirmaba que estas medidas no eran “tiránicas ni crueles”,

sino que “las exigía el porvenir de España”418.

Como puede verse, la Dictadura sentía la necesidad de justificar la adopción de

estas medidas represivas y así lo hacía por medio de La Nación, único periódico de los

estudiados que apoyó la aprobación de estos decretos. El Régimen se sentía atacado y

herido y su única reacción era extremar sus medios represores. Y, aunque podía

permitírselos como gobierno dictatorial, iban en contra del ambiente que se respiraba en

el país, en el que los cantos de libertad cada vez sonaban con mayor fuerza.

4.6 El control sobre la prensa

La Dictadura decidió, pues, extremar la vigilancia sobre la información publicada

en los diarios y por ello prohibió realizar comentarios a las primeras notas oficiales

publicadas sobre los sucesos de Ciudad Real. Pero esta ausencia de juicios y críticas no

justificaba para el Gobierno el silencio informativo ante el “enorme” apoyo que la opinión

418 La Nación, 12/02/1929, p. 1.

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pública había dado al Gobierno en estos momentos419. Aunque esta actitud de la prensa

no sorprendía a Primo de Rivera, que, según declaraba, ya desde pocos meses después

del golpe de 1923, contaba con “la hostilidad del 90 por 100 de los periódicos”420:

“El Gobierno no tiene que violentar la investigación ni que extremar el rigor

para sentirse seguro, pues le basta para ello la bien clara y manifiesta

asistencia de opinión pública, que, aunque no la ha recogido la Prensa tan

vigorosa como realmente ha sido y es, salvo honrosas y agradecidas

excepciones, se ha plasmado en millares de telegramas individuales y

colectivos, expresión del general y verdadero sentir de España.

Esto es suficiente para su satisfacción y para su fuerza, pues con la hostilidad

del 90 por 100 de los periódicos privados por el régimen de actuaciones y

libertad de movimientos que ellos juzgan consustanciales, ya viene contando

desde pocos meses después de su advenimiento”421.

En su editorial del 31 de enero, La Nación condenaba la actitud de la prensa, que

calificaba de “deplorable” y afirmaba: “No ha tenido para el movimiento, aunque a ello

fue invitada, palabras de condenación que estaban en todos los labios”. A pesar de esto,

se congratulaba de que la opinión nacional y extranjera habían estado suficientemente

informadas con las notas y explicaciones del Gobierno. Sin embargo, ese mismo día La

Nación publicaba un comentario sobre el comportamiento de los periódicos madrileños

ante los sucesos de Ciudad Real:

“Por mucho que se examinaran y discutieran no sería posible llegar a otra

conclusión que la de condenarlos, por el daño que infieren a España, sin

419 MONTAGUT, José: op. cit., p. 189. Montagut resumía así la actitud de los medios españoles: “La prensa,

no sólo no ha sido deferente, cariñosa, acogedora de la obra del general, sino que o la ha silenciado

hostilmente, o la flageló con rudeza, vaciando el contenido de su bondad intrínseca, para herirle y ultrajarla

en sus aspectos discutibles y residenciables”. 420El Sol, 01/02/1929, p. 1. El Gobierno se quejará constantemente de la actitud de los periódicos durante

1929. La Nación se sumó a estas críticas y como hemos visto, no entendía el comportamiento de sus colegas. 421 El Sol, 01/02/1929, p. 1. La cursiva es nuestra.

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ningún fin visible, ni siquiera de probable triunfo de ideales por los que se

tenga simpatía”.

Para el rotativo de Delgado Barrero el silencio de la prensa ni siquiera se podía

explicar por la existencia de la censura previa:

“En algunas ocasiones se ha dicho: ‘No hacemos comentarios porque no

tenemos libertad para emitir nuestro juicio en pro o en contra’. En este caso

resultaría ilógico el argumento, porque aun suponiendo las máximas

libertades, ¿sería alguien capaz de justificar los sucesos o de ensalzarlos,

careciendo, como carecen de fundamento, de oportunidad y de finalidad que

no sea tan negativa como la de producir estragos a la nación?”.

Afortunadamente para la Dictadura no toda la prensa se comportaba igual. La de

provincias coincidía con la mayoría de la extranjera en su tono de reproche. Pero eso no

era óbice para que La Nación lamentase de que en Madrid sólo habían exteriorizado los

mismos sentimientos “El Debate, La Época y La Correspondencia Militar”422. El Debate

dio la razón al Gobierno en su protesta sobre la conducta de la prensa con los sucesos de

Ciudad Real, y criticaba a ésta por no haber estado a “la altura de su deber”, al mismo

tiempo que recordaba cuál era éste:

“No podemos menos de lamentarnos con el Gobierno de la conducta de

algunos colegas. Defensores nosotros de los prestigios de la Prensa diaria de

gran circulación, de la cual hemos dicho y repetimos que es una institución

de Derecho público; una rueda que consideramos esencial en cualquier

mecanismo político moderno, vemos con pena que en instantes de peligro

para el orden y para el régimen constituido en un país, la Prensa, que debiera

ocupar en este caso el primer lugar inmediatamente después del Gobierno, no

haya sabido estar a la altura de su deber.

422 La Nación, 31/01/1929, p. 2.

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No hay una ―ya se entiende― cuestión política, si no es de alta política; es

decir, de política nacional. No se trata de apoyar a éste u otro personaje, sino

de defender un orden material, que es condición de vida para la patria. Y si

una parte de los ciudadanos, por pasión, y otra mayor, por ignorancia y por

desconocer los bienes que trae consigo la paz, hubiera podido ofuscarse en

estos momentos el deber de la Prensa es llamarlos al buen sentido y advertirles

que una cosa son las discrepancias con un Gobierno y aun los deseos de un

cambio político por procedimientos pacíficos y razonables, y otra cosa muy

distinta el triunfo de un movimiento que traería, con el desprestigio nacional

ante el mundo entero, la perturbación de la vida individual, familiar y

profesional de la mayoría de los españoles”423

Para La Nación la actitud de los diarios era inaudita e injustificable y, por ejemplo,

el 2 de febrero, reprochó al Heraldo de Madrid que no hubiera tenido “una sola palabra

de condenación”. Esta condena era aplicable a otros diarios como El Sol, La Libertad o

El Socialista, que se limitaron a informar por medio de las notas sin lamentar la

sublevación. El periódico de la U.P. comparaba el comportamiento de la prensa nacional

con la extranjera:

“El público, todo el público, ha hecho comparaciones entre la actitud de la

Prensa extranjera, que espontánea y diligentemente ha interpretado el sentir

del pueblo español, y aquella parte de Prensa de Madrid que no ha cumplido

esos elementales deberes”.

Y lanzaba un aviso a los periódicos:

“El país, que acogió con unánime repulsa los injustificados e inoportunos

hechos, tiene que preguntarse por fuerza qué opinión representarán esos

silenciosos órganos”424.

423 El Debate, 01/02/1929, p. 1. 424 La Nación 02/02/1929, p. 1.

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Para combatir este silencio informativo, la Dictadura anunció el 4 de febrero un

decreto por el cual se ordenaba a todos los periódicos a reservar “la décima sexta parte de

las planas de los mismos para que en ellas pueda el Gobierno publicar las notas oficiosas

y dirigirse a la opinión con sus comunicados”425.

Al día siguiente, El Debate afirmaba que la decisión del Gobierno era

“perfectamente lógica”:

“Es indudable que el Gobierno necesita comunicarse con la opinión, y lo es

también que nadie mejor que la Prensa puede prestarle ese servicio.

Razonable es, por lo tanto, que el Gobierno se valga del medio idóneo para

realizar la comunicación que necesita”426.

Lo único que no creían necesario era en dar carácter obligatorio a una nota, eso

debía limitarse solamente a las notas redactadas por Primo de Rivera.

El 9 de febrero el Régimen aclaró en una nota oficiosa que los diarios podían

realizar comentarios a las notas e informaciones obligatorias que debían publicar. Sin

embargo, aunque intentaba controlar la prensa española, no podía hacer lo mismo con la

extranjera y algunos diarios extranjeros publicaron que había habido combates entre

tropas. Repetidamente el Gobierno se lamentó de las informaciones publicadas por los

corresponsales extranjeros e incluso llegó a enviar un telegrama destinado a “atajar la

fantasía de corresponsales y cronistas que han propalado por el extranjero noticias

truculentas respecto a los sucesos de España”427. Mucha prensa extranjera atribuía los

sucesos al malestar de la opinión pública, el Gobierno lo negaba y aseguraba que no había

sido más que “una fracasada vulgar conspiración política estilo español mediados del

siglo XIX, tramada por un travieso y soberbio político del viejo régimen, apoyándose en

425 La Época, 04/02/1929; MONTAGUT, José: op. cit., p. 189. Montagut asegura que esta medida no surtió

los efectos esperados. 426 El Debate, 05/02/1929, p. 1. 427 La Época, 05/02/1929, p. 6.

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el antipatriótico disgusto aun latente en parte de oficialidad Arma de Artillería desde que

se unificó su legislación de ascensos con las otras del Ejército”428.

El Debate informó el día 10 de febrero de que tenía constancia de que algunos

periódicos extranjeros modificaban el texto de los telegramas enviados desde Madrid para

dar a las noticias “un acentuado matiz desfavorable para España”429. Tras ello veía

motivos sensacionalistas o querer dañar a la Bolsa española.

La Época se hizo eco, el 11 de febrero, de unas manifestaciones de Primo de

Rivera hechas al diario francés Le Temps en las que se quejaba de las informaciones

publicadas sobre lo ocurrido en España: “El número de arrestos llevados a cabo, no solo

de personas que hayan de juzgar los Tribunales, sino de personas sospechosas no alcanza

a 50, y el rumor de supuestas divergencias entre el Rey y el Gobierno es absolutamente

falso”430.

El 12 de febrero La Nación protestaba una vez más por el abusivo silencio que la

prensa española y, en especial la madrileña, mantenía desde hace unos meses, al que hacía

responsable de los “males” que sufría ahora el país:

“A la labor de los Gobiernos contribuye la Prensa. Sobre todo, a una labor de

divulgación y de aleccionamiento. Durante los últimos sucesos, que la

opinión publica rechazó de forma ostensible, una parte de la Prensa se

consideró en el caso de omitir su juicio. Y advertimos entonces que nos

parecía incuestionable la obligación de protestar. El intento perturbador trajo

consigo la inquietud de unos días, el quebranto de nuestra divisa monetaria;

el posible, aunque transitorio, retraimiento del turismo; males, en suma, para

el país… Y esos males, provocados de manera vesánica, fueron subrayados

428 El Sol, 09/02/1929, p. 6. 429 El Debate, 10/02/1929, p. 1. 430 La Época, 11/02/1929, p. 2.

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por el silencio de una parte de la Prensa. Esa Prensa no tiene derecho a decir

que vive sin libertad ni que impera un régimen de Dictadura inflexible”431.

Denunciaban que no bastaba con que los periódicos insertasen las notas oficiosas

que la ley imponía, sino que debían decir la verdad de la situación, “sin que ello suponga

abjurar de sus ideas”432, y señalaban que esos “silencios”, “reservas” y “continuos

regateos” estaban “extraviando y envenenando el espíritu público en un momento

decisivo para España y para su provenir”433, pues les preocupaba los efectos que podían

producir en el extranjero:

“Y esos silencios intencionados, esos regateos a pretexto de falta de libertad,

son un obstáculo, porque la opinión se desorienta, sobre todo la opinión

extranjera”434.

Al día siguiente, 13 de febrero, La Nación se quejaba de que los periódicos de

izquierda se empeñaban en decir lo contrario: “La coincidencia, hasta en las cuestiones

que no admiten diferenciaciones, les parece humillante”. Y esgrimía que la prensa debía

estar agradecida al régimen dictatorial por no haber prohibido ningún periódico:

“A la Dictadura no le hubiera costado gran esfuerzo poner fin a esas

corruptelas y desviaciones, como lo puso al parlamentarismo y al partidismo.

Una plumada, y se acabaron los equilibrios, las reservas, los rodeos

maliciosos, las asechanzas de tres al cuarto y los intentos de hombrearse con

el Poder público, como se acabaron en Italia, con Prensa más fuerte, en cuanto

Mussolini dijo que allí no había más camino que servir fervorosamente las

nuevas concepciones del Estado”435.

Y volvía a lamentar el silencio de los medios ante los sucesos de Ciudad Real:

431 La Nación, 12/02/1929, p. 2. 432 La Nación, 12/02/1929, p. 2. 433 La Nación, 12/02/1929, p. 2. 434 La Nación, 12/02/1929, p. 2. 435 La Nación, 13/02/1929, p. 1.

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“Mientras todos los ciudadanos, sin distinción de clases ni matices, aun los

más hostiles a la Dictadura, abominaban de un insensato intento de

perturbación, sin plan ni finalidades visibles, como no fuera el molestarnos a

todos y perjudicar los intereses del país, los periódicos de referencia callaban,

como dando a entender que la cosa no les parecía tan reprobable o que no les

era posible exteriorizar su juicio matizándolo, ni más ni menos que si una

estupidez tan burda admitiera examen y distingos ni mereciera otra

calificación que la dada unánimemente por el pueblo con expresiva

propiedad”436.

El periódico upetista comentaba días después, el 20 de febrero, los rumores

alarmistas que la prensa española y extranjera habían difundido y lamentaba el daño que

había causado al crédito: “Para esta conducta de regateo no se puede encontrar disculpa

en diferencias ideológicas ni en discrepancias de procedimientos políticos”. La Nación

advertía a los medios extranjeros que rechazaran la idea de que fuera a ocurrir en España

“una catástrofe social con repercusiones en el terreno económico”437.

Primo de Rivera mantuvo un encuentro con los periodistas el 21 de febrero en el

que alabó la censura previa, ya que sin ella no habría sido posible controlar la situación:

“La que hubieran ustedes armado en otra época, al encontrarse con sucesos como los

actuales. Hubiera sido imposible resolverlos”. El presidente del Consejo se reafirmó en

el control sobre la prensa, que veía indispensable para la buena marcha del país. De hecho,

consideraba que el problema de Marruecos se habría resuelto mucho antes sin la

intervención perjudicial de los periódicos:

“Es preciso que la Prensa se convenza de que su verdadera misión es la que

realiza ahora, de difusión de cultura y de orientación, y no de azuzamiento de

pasiones que incendian los ánimos e impiden solucionar los conflictos.

436 La Nación, 13/02/1929, p. 1. 437 La Nación, 20/02/1929, p. 1.

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Creo ―siguió diciendo el jefe del Gobierno― que ahora es cuando cumple

con su deber, y no sólo por imperativo mandato del Régimen, sino también

porque ella pone también de su parte lo que le dictan sus propios sentimientos.

Creo también que muchos problemas hubieran podido resolverse antes si la

Prensa se hubiera percatado a tiempo de su misión.

Estoy convencido de que el problema de Marruecos hubiera así quedado

resuelto en 1911, o a lo más en 1913. Pero los comentarios de la Prensa

divorciaron al país del problema de nuestra acción en Marruecos, comentando

perjudicialmente los males allí acaecidos, tales como los sucesos del

Barranco, de Sidi Musa y de Laucien”438.

El presidente se despidió de los periodistas declarando que estaba “muy satisfecho

del régimen y actuación de los periódicos”, y aunque suponía que en algunas redacciones

algo “se murmura”, no le daba mayor importancia439. La realidad era que la prensa se

oponía firmemente a la restricción de la censura y a la adopción de medidas

extraordinarias. Confiaban en caminar hacia una mayor libertad y a la vuelta a la

normalidad, por eso no entendían el aumento de las disposiciones restrictivas. Aunque

Primo de Rivera podía controlar los medios españoles gracias a la censura, no pudo evitar

que en la prensa extranjera se desatase una campaña en contra de lo ocurrido en España.

Por este motivo, el 25 de febrero, el marqués de Estella solicitó en La Nación el apoyo de

los medios nacionales ante una campaña que preveía que repercutiría en algún

Parlamento440. Primo de Rivera temía la reacción de la prensa extranjera y por ello

aseguraba que prefería “despreciar” a algunos conspiradores a detenerlos por el escándalo

que ello pudiera desatar. No quería que se repitiera el caso Ferrer, que sacudió a la prensa

extranjera durante la Semana Trágica de Barcelona.

438 La Época, 21/02/1929, p. 4. 439 La Época, 21/02/1929, p. 4. 440 La Nación, 25/02/1929, p. 1.

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El Sol respondió a las palabras del general el día 26 de febrero, defendiendo la

postura de la prensa española y aprovechando para atacar al estatuto de prensa que

ultimaba la Asamblea441:

“La apelación no necesita hacérsenos. Ni a nosotros ni a ningún periódico

español. Aunque se quiera presentar a la Prensa como necesitada de un

Estatuto que empieza por investigar el capital empleado y acaba por intervenir

toda su actividad, los periódicos españoles siempre responderán a esta clase

de llamamientos, porque no están ligados a intereses que se insinúan bajo el

disfraz de ideas políticas. EL SOL siempre ocupará el primer lugar en la

primera fila en defensa del buen nombre nacional y del Gobierno que sea

digno representante de España. Todo disentimiento secundario se

desvanecería en semejante ocasión para acudir a la tarea principal de un

periódico, autorizado y escuchado dentro y fuera del país”.

El Sol pensaba que podría resultar sospechosa su cambio de postura: “¿Tendría

eficacia plena esta defensa? ¿No sería considerada simplemente como un cambio tan

radical de nuestra actitud que, por eso mismo, resultaría sospechoso?”442. El diario de

Urgoiti auguraba que en el extranjero se diría que la prensa española estaba “sometida al

poder, regida, intervenida, escrita por él”:

“Nuestra defensa aparecería como un acto ministerial sobre todo si no se nos

permitía más que la defensa, si antes no se nos había permitido tratar

libremente las cuestiones que hubiesen sido el motivo del ataque”.

La Nación alabó la decisión de El Sol y confiaba en que los demás diarios

siguieran su ejemplo:

441 La Dictadura intentó aprobar un estatuto de prensa que, entre otras medidas, obligaba a que el dueño de

los periódicos fuera español y establecía un control férreo sobre los diarios. Todos los diarios liberales y de

izquierdas se mostraron en contra de él, y, en cambio, ABC y El Debate solicitaron su aprobación. 442 El Sol, 26/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“Esa es la conducta en toda ocasión, y no la que la mayoría de los periódicos

han seguido últimamente, no condenando los intentos perturbadores, que

tanto daño han hecho a España, no saliendo al paso de las ruines patrañas que

se han hecho circular por el Extranjero”443.

El periódico oficioso rechazó que los repentinos halagos de El Sol pudieran

resultar sospechosos y le recordó que previamente apoyó a la Dictadura:

“El Sol ha sido amigo y defensor apasionado de la Dictadura a tal punto, que

nosotros no podríamos superarle y de pronto dejó de serlo, para mostrársele

hostil. ¿Pensó entonces el colega en que a su conducta pudiera atribuírsele

algún móvil sospechoso? Pues lo mismo ahora”444.

No creía que se pudiera sospechar de que la nueva actitud de El Sol fuera impuesta

por el Gobierno, porque cuando ordenaba la inserción de notas ya se cuidaban los

periódicos “hostiles” de consignar al pie de la advertencia: “De inserción obligatoria con

arreglo al decreto de 3 del actual”445. La réplica del diario liberal llegó al día siguiente:

“será inútil que el órgano de la U.P. nos quiera enseñar cuál es el deber de los periódicos”.

El periódico de Urgoiti se reafirmaba en que su apoyo al Gobierno sin que hubiera libertad

de prensa no resultaría convincente:

“Hemos dicho que, si nosotros saliéramos a la defensa del Gobierno sin haber

podido medir y explicar antes con toda libertad la necesidad, oportunidad y

justicia de esa defensa, haríamos un trabajo ineficaz para el Gobierno y para

los intereses que se dice amenazados y dañino para nuestra seriedad y nuestro

prestigio”446.

443 La Nación, 26/02/1929, p. 1. 444 La Nación, 26/02/1929, p. 1. 445 La Nación, 26/02/1929, p. 1. 446 El Sol, 27/02/1929, p. 1

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Arremetía también con el rechazo de La Nación a cualquier sugerencia de levantar

la censura: “Y en cuanto al tono de agria negativa permanente con que le órgano de la

U.P. contesta a toda tímida petición de libertad de escribir, va dejando de

impresionarnos”447.

El Gobierno defendió su facultad para utilizar una parte de los periódicos para

publicar sus notas oficiosas, asegurando que lo hacía para responder a las informaciones

aparecidas en la prensa extranjera. La Dictadura quiso replicar un artículo de La Action

Française, que publicó la frase pronunciada por Primo de Rivera de que el noventa por

ciento de los periódicos le era hostil. El Gobierno respondió en una nota oficial diciendo

se referían sólo a la prensa madrileña, porque en provincias la proporción era distinta. Y

aseguraba que no habían intentado “emplear ninguno de los resortes que en su mano tiene

para cambiar la orientación de los periódicos”448. Terminaba la nota afirmando que si no

contasen con la “enorme fuerza de opinión difusa que lo asiste, ya habría caído ante la

obstinada campaña de ataques fuera y de inhibiciones y silencios dentro”449.

En definitiva, si bien es cierto que algunos medios extranjeros exageraron la

situación que se vivía en España, lo que no soportaba Primo de Rivera era no tener control

sobre la prensa de fuera. Por eso, intentó contrarrestar las críticas vertidas en los

periódicos extranjeros, sin mucho éxito. La campaña contra España cesó cuando los

diarios foráneos se cansaron, no por la intervención de la Dictadura450.

447 El Sol, 27/02/1929, p. 1 448 Aunque es cierto que la Dictadura pudo prohibir los periódicos que le eran críticos y no lo hizo, sólo

persiguió y suspendió a las publicaciones anarquistas, sí que controló lo que la prensa publicaba con la

censura y multó a varios de ellos. El régimen de censura sí que permitía la crítica doctrinal, lo cual es hasta

un punto sorprendente, tratándose de un gobierno dictatorial. De hecho, la Dictadura de Primo de Rivera

fue mucho más condescendiente con la prensa que la italiana, como afirmó el propio Primo de Rivera. 449 El Socialista, 05/03/1929, p. 4. 450 PÉREZ, Dionisio: op. cit., p. 16. Al parecer Primo de Rivera fue un periodista frustrado. Pérez señala

que intentó participar en varios diarios madrileños, pero fracasó y en este fracaso hay que buscar “el origen

del encono, de la dureza, de la pertinacia” con que se trató a los periódicos durante la Dictadura.

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4.7 La reorganización del Arma de Artillería

El 20 de febrero la Gaceta publicó un Real Decreto sobre el propósito del

Gobierno de llevar a cabo la depuración del personal de jefes y oficiales de Artillería,

eliminando de ella de forma definitiva a los que habían participado de forma significativa

en la conspiración451. Los periódicos se limitaron a difundir las notas oficiales que la

Oficina de Información les enviaba sin realizar ningún comentario ni juicio a la actuación

del Régimen. El Gobierno envió una extensa nota en la que aseguraba que no había

perdido por completo su fe en los oficiales de artillería y que muchos se habían acercado

a protestar por el comportamiento de unos pocos compañeros que les habían coaccionado,

y que esperaba que solicitasen el reingreso en Artillería, ya que ahora eran baja de forma

provisional. La Dictadura no se lamentaba de haber unificado el sistema de ascensos, pues

era partidaria de una legislación igual para todos y consideraba que el conflicto de

Artillería se remontaba a cincuenta años atrás y era necesario que se abordase:

“Se pugna sólo por el mantenimiento de un inadmisible régimen de

privilegios que hizo siempre de esta colectividad un poder autónomo enfrente

de los Gobiernos, de los mismos ministros de la Guerra, que, débiles, la

consideraron como coto cerrado a sus intervenciones”452.

Prometía más mano dura y una “depuración minuciosa, dejando fuera y

apartándolos del contacto con ella a todos los que tanto han prostituido lo que era galardón

y esencia de su espíritu y virtudes”453. La medida decretaba que todos los jefes y oficiales

de Artillería se considerarían provisionalmente paisanos “sin derecho a haber activo ni

pasivo alguno, al uso de uniforme ni carnet militar”, mientras no fueran reintegrados de

nuevo al Ejército. En la Academia de Artillería se suspendieron las clases y se licenciaron

451 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: op. cit., pp. 137-138. Alfonso XIII era partidario de medidas menos

drásticas y se opuso. Sin embargo, después de una larga discusión aceptó la propuesta y firmó el Decreto.

A partir de este momento el Rey comenzó a pensar que Primo de Rivera no contaba con el apoyo del

Ejército ni con el de la opinión popular. 452 ABC, 21/02/1929, p. 15. 453 La Nación, 20/02/1929, p. 8.

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los alumnos. Con estas medidas, el régimen dictatorial esperaba fortalecerse. La nota

también recordaba cuál era su misión:

“Despejar el horizonte de los nubarrones que lo oscurecían, y cree haber

logrado mantener limpia y clara la atmosfera durante cinco años, y se propone

volverlo a lograr con la mayor rapidez y energía. Sólo al finar en la misión

que se ha impuesto de instaurar un régimen constitucional de tipo propio,

avalado por un sincero plebiscito y dentro de un ambiente de activo, pero

pacífico y ordenado ejercicio de la ciudadanía, declinará ante el país y el rey

los poderes que de ambos tiene recibidos y que considera ratificados con la

mayor precisión en estos días difíciles y someterá el examen completo de su

gestión al juicio del primer Parlamento constitucional que funcione”454.

El Gobierno esperaba tener ultimado la reorganización de Artillería antes del 1 de

junio y sus mandos y plantillas deberían jurar fidelidad absoluta al Rey, la patria y al

Gobierno. Todos los que quisieran el reingreso deberían solicitarlo por escrito. El decreto

no admitía recurso alguno salvo el de súplica al Consejo de Ministros.

La Nación publicó una nota en la que la Dictadura se mostraba feliz por la

resolución del conflicto, pues consideraba que “este motín habría derribado a cualquier

otro Gobierno, volviendo a la vía de intrigas y claudicaciones que a tanto desprestigio y

desconcierto llevó al país”455. El 21 de enero otra nota anunció que la solución al

problema de Artillería era completamente satisfactoria hasta el momento. A pesar de esta

aparente tranquilidad, el Régimen endureció nuevamente la censura:

“El Gobierno se ve obligado a restringir las informaciones y comentarios de

Prensa sobre este asunto”, porque no puede admitir que se barajen nombres

ni se comenten actitudes o sanciones”456.

454 El Socialista, 20/02/1929, p. 1. 455 La Nación, 20/02/1929, p. 8. 456El Socialista, 21/02/1929, p. 3.

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Posteriormente, un decreto del 19 de febrero anunció que el plazo para la reforma

del Arma de Artillería se extendería hasta el 1 de junio. El 27 de febrero otra nota oficiosa

anunció la pérdida definitiva de condición militar de los alumnos de la Academia de

Artillería. Al día siguiente, La Nación comentó que esta medida habría traído a la

población un “sentimiento de tranquilidad”457 al saber que el Gobierno tenía una “actitud

vigilante para impedir que en ningún caso se repitiera. La Nación defendía que el “interés

nacional” de la disposición y afirmaba que la “benevolencia característica de la

Dictadura” cesaba cuando su mantenimiento podía suponer un riesgo para el bienestar

nacional. En marzo fue detenido el general Castro Girona por su implicación en la

sublevación de Ciudad Real y por medio de una Real Orden se anunció que debía fijar su

residencia en Madrid “en concepto de disponible”458.

Sin embargo, aunque la Dictadura intentaba mostrarse optimista con la resolución

del conflicto, y aunque éste venía de años atrás, esta decisión rompió la unión del Ejército.

La disolución del Cuerpo marcó un antes y un después en la relación de Primo de Rivera

con las Fuerzas Armadas. A partir de este momento ya no contará con el apoyo que hasta

entonces le había prestado el Ejército. Y esta medida no sólo afectó al presidente del

Gobierno, sino que el propio Alfonso XIII se verá involucrado. Los artilleros no

perdonaron en 1926 que el Rey no mediara en su disputa con el marqués de Estella y

ahora tampoco entenderán que permita la disolución del Arma. En verdad, el Monarca

intentó evitarlo, pero el jefe del Gobierno no le escuchó. Primo de Rivera estaba decidido

a acabar con un privilegio que consideraba injusto e intolerable. A raíz de la disolución

del Arma de Artillería Alfonso XIII empezará a percibir de forma clara que el general no

cuenta ya con el mismo apoyo e intentará desmarcarse de él. Este desencuentro traspasó

las fronteras y el periódico francés Le Matin459 publicó una información negando que

existiera ningún desacuerdo entre el Rey y el jefe del Gobierno por las sanciones al

Cuerpo de Artillería y que no se descartaba que en el futuro el Monarca pudiera intervenir

para conseguir una amnistía en favor de los condenados.

457 La Nación, 27/02/1929, p. 1. 458 La Época, 02/03/1929, p. 1. 459 Le Matin fue un diario afecto a la Dictadura y solía publicar informaciones favorables. Aunque en el

conflicto universitario variará su postura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Las peticiones de los jefes y oficiales del Arma de Artillería solicitando su

reingreso comenzaron enseguida, el Gobierno estudió cada caso de forma personal y

autorizó pasado un tiempo el reingreso de aquellos que no habían estado implicados en

los sucesos de Ciudad Real. El 2 de junio una nota oficial anunció que el plazo para

organizar la Artillería se ampliaba por la necesidad de investigar y depurar más los hechos

que motivaron la publicación del decreto del 19 de febrero. Una Real Orden del 4 de junio

concedía el reingreso a determinados alumnos alférez y decretaba que el 10 de junio se

reanudarían las clases, quedando disuelta la Comisaría regia de la Academia de Artillería.

En julio una comisión de asambleístas visitó al general Primo de Rivera para

solicitar la benevolencia del Gobierno con los alumnos de Artillería que no habían

reingresado en la Academia. Y en diciembre comenzó la causa contra los artilleros del

Primero Ligero en el Palacio de Justicia460. Sobre la disolución y reorganización del Arma

de Artillería la prensa no pudo publicar libremente ni realizar la más mínima crítica a la

medida. Como hemos visto, la Dictadura ordenó endurecer la censura para evitar

cualquier ataque y sólo La Nación apoyó públicamente la resolución.

4.8 El miedo al socialismo en los medios conservadores

El socialismo mantuvo a sus representantes en los cargos oficiales durante los años

de régimen dictatorial. Romanones y muchos antiguos políticos denunciaron el trato

preferente que el Régimen dispensó a los socialistas, respetando su sede en Madrid, todas

las Casas del Pueblo en España y las representaciones que tenían en los organismos

oficiales461. La colaboración de los socialistas con la Dictadura generó fuertes suspicacias

entre el sector conservador que no veían con buenos ojos que la Unión General de

Trabajadores estuviera representada en el Consejo Interventor de Cuentas del Estado

460 La Época, 11/12/1929. 461 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 216.

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(Carrillo, Cordero y Núñez Tomás), Comisión Interina de Corporaciones (Saborit, Largo

Caballero, Cordero y Trifón Gómez), Consejo del Trabajo y Consejo de Estado (Largo

Caballero)462.

Primo de Rivera confiaba en que los socialistas evolucionaran hasta posiciones

parecidas al laborismo inglés. El código del trabajo corporativo de Aunós (1926)

formalizó la relación del Régimen con los sindicatos463. Sin embargo, los sindicatos

católicos veían una injusticia el monopolio de los socialistas en los comités mixtos y

abogaban por una representación proporcional. Esta buena relación entre los socialistas y

la Dictadura empezó a torcerse a partir de 1927, coincidiendo con el intento de

institucionalización del Régimen. A pesar de esto, el partido socialista constituía la única

fuerza organizada con la que contaba el país y sufrirá las críticas de los diarios de derechas

que veían muy injusta esta situación y pedían, por tanto, que se les permitiera organizar

un partido de corte conservador y monárquico. Por este motivo, y por otras diferencias

ideológicas, los periódicos de derechas y El Socialista se enzarzarán varias veces a lo

largo de 1929.

El año comenzó con un editorial de El Socialista haciendo referencia a El Debate,

que en su último número del año 1928 había señalado que: “El Socialismo es el único

enemigo de cuidado; es a quien hay que temer. Es necesario que se le combata con

energía.” Y el órgano socialista contestaba de esta manera:

“¿No prueba esto que somos la preocupación más viva de El Debate?

462 CASASSAS, Jordi: op. cit., p. 255-256; BURGOS Y MAZO, Manuel: op. cit., p. 104-106. Largo

Caballero fue nombrado vocal del Consejo de Estado en 1924. Burgos y Mazo se quejó de que “a los

hombres pertenecientes a otros partidos políticos les negaba el agua y el fuego y hasta no les dejaba respirar,

para con los socialistas guardaba toda su benevolencia y les consideraba, les mimaba y con espléndida

larguea les confería misiones bien retribuidas en el extranjero y les otorgaba subvenciones, mercedes y

puestos, desde el del Consejero de Estado hasta el de humilde aposetador”. Intentaron contar con la

colaboración de los socialistas en varias conspiraciones contra Primo de Rivera, pero su respuesta siempre

era: “A nosotros nos va bien con la Dictadura. ¿Para qué vamos a combatirla? ¿Para que gobierne otra vez

Romanones? Eso nunca”. 463 En estos comités había la misma representación de patronos y obreros y se les asignó la solución de las

disputas salariales.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Nosotros no llegamos a tanto en relación con la importancia política del

órgano de los jesuitas y de sus huestes. Sabemos que es nuestro enemigo, que

es enemigo de los trabajadores, que cuantas protestas de amor cristiano hacia

la causa de los oprimidos hace son insinceras; pero no le consideramos un

peligro grave para el progreso del Socialismo”464.

El día 3 de enero El Socialista dedicaba su editorial a la campaña que, según él,

los diarios de extrema derecha de provincias y de Madrid ―desde ABC a El Siglo

Futuro― habían emprendido pidiendo modificaciones al decreto-ley de creación de los

Comités Paritarios y denunciaba su ataque contra “la institución y funcionamiento de los

Comités paritarios”465.

La Época respondió a El Socialista el día 12 de enero, afirmando que habían

intentado guardar silencio sobre los Comités Paritarios, pero que se veían obligados a dar

una respuesta. El diario conservador esgrimía que ya habían expuesto muchas veces su

opinión sobre los comités, éstos debían ser “órganos de arbitraje y conciliación”. Algo

que no se habían inventado ellos, como decía El Socialista, sino que “está recogido en el

reglamento de los comités y en otras fuentes legales”. La Época declaraba que era

partidario de “una buena armonía entre el capital y el trabajo”, y que debían tratar

justamente al obrero, como prueba, exponía que en sus talleres se pagaba más que en El

Socialista. Por ese motivo, habían reclamado muchas veces “un ritmo más lento en la

organización corporativa”, para crear la “ciudadanía paritaria”, y que los comités no se

formasen de oficio, sino que naciesen de la voluntad de los elementos productores. El

periódico conservador denunciaba que El Socialista consideraba a los comités un

“instrumento de poder y dominación”.

Muchos diarios denunciaron los supuestos privilegios de la Dictadura hacia el

socialismo y ello motivó una respuesta de El Socialista negando ese trato de favor y

preguntando: “¿Qué culpa tenemos nosotros de que esté en el Poder el señor Primo de

464 El Socialista, 01/01/1929, p. 1. 465 El Socialista, 03/01/1929, p. 1.

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Rivera?”466. La Nación interpretó esta frase como un elogio, pero el órgano socialista

aclaró que simplemente querían decir que ellos no habían intervenido para que gobernase

Primo de Rivera: “Los elogios al Gobierno son obligados en La Nación. Pero no nos

complique a nosotros en su política, tan diferente a la nuestra…”467.

A finales de marzo hubo una discusión en la Asamblea entre el presidente del

Gobierno y el asambleísta Medina de Togores sobre las diferencias entre la Unión

Patriótica y el PSOE. Primo de Rivera afirmó que “la Unión Patriótica es de tal amplitud,

que ella es en sí misma núcleo y límite; es, en suma, aglutinante de todas las fuerzas

políticas, de todas las fuerzas ciudadanas”, y que en materia social tenían muchas

coincidencias con los socialistas. Asimismo, puso en duda que el PSOE fuera un partido

político:

“Yo no creo que el Partido Socialista sea un partido político; él mismo no se

ha definido todavía en España como partido político con aspiraciones para

gobernar”468.

La respuesta de El Socialista fue inmediata y defendió que el Partido Socialista

era republicano y, por tanto, contrario a cualquier otra forma de gobierno. Afirmaban

también que eran el partido político de la clase trabajadora organizadora, que aspiraba a

“la más pura democracia” y negaban que hubiera coincidencia alguna con “aquellas

fuerzas políticas que defienden las instituciones monárquicas y el sistema económico

capitalista”, los cuales aspiraban a verlos sustituidos por un sistema de propiedad

colectiva que instalaría la democracia socialista, donde “todos los hombres serían una

sola clase de trabajadores sin ser sometidos a la explotación de su trabajo por cuenta

ajena”469.

466 El Socialista, 08/03/1929, p. 1. 467 El Socialista, 10/03/1929, p. 1. 468 El Socialista, 24/03/1929, p. 1. 469 El Socialista, 24/03/1921, p. 1.

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La Nación reprodujo el 11 de abril una entrevista de Fernando de los Ríos con La

Voz en la que declaró que “el partido socialista tiene ahora como especial misión la de

ayudar eficazmente a la implantación de un régimen que ofrezca garantías de libertad y

de justicia dentro de la estructura del Estado”. Además, aseguraba que los socialistas

debían “constituir la guarda social del régimen que nazca para que sea fuerte y no

sucumba por sorpresa”. El periódico de Delgado Barreto veía lógico que los socialistas

contribuyeran a perfeccionar el nuevo régimen.

Como decimos, la colaboración socialista con la Dictadura fue un tema candente

en estos años. La Nación aseveró el 26 de abril que los socialistas habían pensado más en

“el triunfo de su programa social que en la forma de gobierno dentro de la cual pudieran

realizarlo”. ABC mostró más de una vez sus temores por el avance del socialismo y

motivó la respuesta de El Socialista, que les acusó de estar en una posición

“ultraconservadora, a la derecha de La Época”470. Los medios conservadores estaban

preocupados porque se fuera a constituir un nuevo régimen y la única fuerza organizada

fuera el Partido Socialista. El Socialista reconocía, el 21 de julio, esta posición de

privilegio y presumía de que en estos seis años de Dictadura el Partido Socialista era “el

único organismo que dentro de ella se ha mantenido incólume”. Se quejaba de que “esta

posición de entereza” se había visto con “extrañeza” y les había valido “censuras”:

“atribuyéndosenos concomitancias con el régimen que estamos muy lejos de tener”.

Justificaban su actitud con que tenían intereses muy importantes que defender, los cuales

no podían abandonar, aunque las circunstancias fueran adversas. El diario socialista

defendía su “táctica perseverante”, que les había abierto camino entre la opinión

democrática del país y por eso cada vez más intelectuales se unían a ellos471:

“La única voz seria que se ha dejado oír en este período ha sido la de los

portavoces de los trabajadores, dentro, como es consiguiente, de la forzada

limitación que se les impone. Debido a eso, mientras las viejas agrupaciones

470 El Socialista, 16/05/1929, p. 1. 471 BEN-AMI, Shlomo: La Dictadura de Primo de Rivera 1923-1930, Planeta, Barcelona, 1983, p. 242. En

1929 los “niños mimados” de Primo de Rivera lo abandonaron también. La razón no fue económica, puesto

que el paro todavía no era elevado, sino política.

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políticas se han deshecho y sus componentes no dan señales de vida o están

agazapados aguardando la nueva aurora, la organización proletaria, la que

comprende el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores, no sólo

han conservado sus fuerzas, sino que las han aumentado”472.

En medio de este rechazo de los medios conservadores al socialismo, surgían

voces desde el mundo intelectual reclamando mayor protagonismo de las fuerzas

socialistas. En agosto la revista socialista Trabajo publicó una carta de Gregorio Marañón

en la que decía: “Cada vez estoy más convencido de que las izquierdas españolas,

cualquiera que sea su ideología, no tienen más camino que acercarse al socialismo. Lo

contrario es cerrar torpemente los oídos a la voz de la Historia”. Marañón preveía que

llegaba la hora de que los socialistas tuvieran que gobernar.

Por su parte, ABC seguía arremetiendo contra los socialistas en cuanto tenía

ocasión y el 27 de agosto publicó un artículo sobre los fracasos del socialismo, que

provocó, tres días más tarde, la respuesta de La Nación para defender que la Dictadura

mantenía “un concepto apolítico”, y que veía compatible el socialismo con la monarquía.

Reconocía que el Régimen alentaba un “socialismo especial” que no buscaba “apoyos ni

reciprocidades”. Y sobre la aprobación de muchas leyes sociales, el periódico oficial

sostenía que no había sido por “claudicación”, sino por “justicia”. Lanzaba un mensaje

de tranquilidad a los diarios conservadores, pues en la obra social de la Dictadura no había

el “más mínimo motivo de alarma”, sino que se limitaba a los Comités paritarios. El diario

monárquico contestó a La Nación al día siguiente y afirmó que les había tranquilizado

saber que sólo se trataba de la reforma social, a la cual “nadie se opone”473. Aunque

mostraba su preocupación por el movimiento que “algunos grupos del izquierdismo

español” estaban iniciando para utilizar el socialismo para “fines circunstanciales”.

La alarma de ABC originó que El Socialista lanzara un dardo al periódico

conservador:

472 El Socialista 21/07/1929, p. 1. 473 ABC, 31/08/1929, p. 15.

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“De todos modos, no queremos dejar de decir que nos parece La Nación más

liberal que el ABC. ¡Es el colmo! Pero ya está dicho”474.

El hecho de que el socialismo fuera el único partido organizado preocupaba, como

decimos, hondamente a la prensa de derechas y por eso pidieron al Gobierno que les

permitiera fundar un partido conservador monárquico. Pero éste hizo oídos sordos. Ante

esta situación los medios conservadores lanzaron ataques al socialismo por su

colaboración con la Dictadura. Por ejemplo, La Época, el 24 de octubre, declaró que

esperaba que las extremas izquierdas se mostrasen “enardecidas y encrespadas ante la

persistencia de la Dictadura en la gobernación del país. Pero no sólo no aspiran

(aspiración que desde luego sería estéril) a derribar violentamente el Régimen, sino que

se conforman muy complacidas con organizarse dentro ‘del Derecho’”475. Como prueba,

aseguraba que los socialistas se limitaban a pedir “la reunión de Cortes elegidas por

sufragio universal”, mientras que los republicanos radicales-socialistas tenían sus anhelos

en “Republica y Parlamento”. El decano de la prensa se congratulaba de que las fuerzas

de izquierdas no se entendiesen, sino que marchasen “discordes y cada una por su

camino”. En cambio, las derechas contaban con la U.P., y con “las derechas extremas e

inconstitucionales”:

“Las derechas constitucionales (liberales-conservadores) que, aunque

seguramente no cuentan con 4.000 Comités, son más numerosas que las

fuerzas liberales monárquicas, anhelan vivamente el término del régimen

dictatorial, pero con anhelos moderados y jurídicos (conservador y

revolucionario son términos antitéticos) sin sobresaltos ni estridencias”476.

Pero, aunque La Época presumiese de poderío conservador, sabía que sin una

organización éste quedaría en nada. Por ese motivo apremiaba al jefe del Gobierno a

concluir su tarea, porque advertía que, aunque a la masa neutra “le es lo mismo la

474 El Socialista, 13/09/1929, p. 1. 475 La Época, 24/10/1929, p. 1. 476 La Época, 24/10/1929, p. 1

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dictadura que la libertad; la Academia Consultiva, que el Parlamento soberano”, el

general Primo de Rivera no debía olvidar que “todo acaba en este mundo, hasta las

dictaduras. El general, que, aunque con muchos adictos, tiene enfrente una importante

masa de opinión que no aspira a rebelarse, sino a vivir en “el Derecho”, debe complacerla

cuanto antes, procurando con fe la reintegración de España a ese “Derecho””.477

Gregorio Marañón publicó en agosto un artículo en la revista Atlántico en el que

decía que ya no bastaba con ser republicano. Había que ser algo más. El ilustre médico

consideraba que el único camino era el socialismo. Como era de esperar, la publicación

de este artículo generó una gran controversia. A las derechas les sorprendió que alguien

tan prestigioso como Marañón proclamase que las ideas socialistas eran las únicas

posibles. El Socialista aplaudió fervorosamente el artículo del doctor y a principios de

noviembre se felicitaba porque cada vez más intelectuales tomaban la decisión de apoyar

al socialismo, aunque lamentaba que todavía muchos de ellos no se pasaban por “falta de

sensibilidad” y por “inercia”.

“Auras de rejuvenecimiento que parecen circular actualmente con alguna

intensidad por entre las filas intelectuales van limpiando poco a poco su

ideario de antiguos miasmas. Y, uno tras otro, vemos casi todos los días a

hombres de ciencia, a sabios, a artistas, abandonar su anterior posición

política ―arcaica y desprestigiada― para acudir, plenos de entusiasmo y de

abnegación al campo del Socialismo militante”478.

No obstante, El Socialista reclamaba que más intelectuales se atrevieran a dar el

paso. El Imparcial publicó un artículo del doctor Álvarez Sierra en el que felicitaba a

Marañón por su actitud y pedía un cambio en la actitud de los intelectuales. El Socialista

respondió haciendo un llamamiento a los intelectuales para unirse a las filas socialistas:

477 La Época, 24/10/1929, p. 1. 478 El Socialista, 07/11/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

162

“Nosotros llamamos a los intelectuales a nuestro campo; los llamamos con

verdadero cariño. Si no vienen, no será nuestra culpa. Y lo sentiremos por

ellos, por España y por el Socialismo”479.

Lo cierto es que el socialismo estaba en auge y, además del apoyo de destacados

intelectuales, las Agrupaciones y Juventudes socialistas eran cada vez más numerosas en

todas las regiones de España y El Socialista se felicitaba por este éxito y pedía llegar a

las seis páginas del diario. Este resurgimiento del socialismo alarmaba a los periódicos

conservadores y cualquier excusa valía para atacar el ideario socialista. El Debate, por

ejemplo, comentaba el 28 de diciembre que las crisis ministeriales de Alemania e

Inglaterra estaban causadas por el socialismo, que había provocado falta de autoridad del

Gobierno y les acusaba de ser débiles.

En su editorial haciendo balance de 1929, El Socialista subrayó que durante ese

año la tirada del periódico no había cesado de subir y que los números extraordinarios

habían sido acogidos con “verdadero éxito”. Además, destacaba los actos que se

organizaron para conmemorar el Primero de Mayo o el quincuagésimo aniversario de la

Agrupación Socialista Madrileña. Y se felicitaba por la repercusión que tuvieron los

artículos de Araquistáin “¿Qué hacen los socialistas?”, y el de Marañón: “El único

camino”. Asimismo, resaltaba que en estos seis años habían celebrado millares de

conferencias, aunque lamentaba que otras tantas no se habían efectuado por “prohibición

expresa de las autoridades”. Y se congratulaba de que el número de afiliados al Partido

Socialista se había incrementado en “cerca de 6.000 afiliados más”, y que entre ellos

hubiera “catedráticos, abogados, médicos, escritores, profesores”480.

El diario socialista exponía que en seis años había quien no había sabido

organizarse para sustituir la Dictadura. Ellos no aspiraban a eso: “No somos candidatos

al Gobierno. Nos bastará con fortalecer nuestro Partido y nuestras organizaciones, para

479 El Socialista, 22/11/1929, p. 1. 480 El Socialista, 31/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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evitar que se pueda ir contra la clase obrera española, en la cual habrá de apoyarse la

democracia del porvenir481”.

El Debate arremetía el día 2 de enero de 1930 contra la cifra de afiliados

socialistas, 12.757 según había declarado El Socialista, calificándola de “raquítica” y

señalaban que esos datos corroboraban “la afirmación de que el socialismo como partido

es una fuerza muy débil”. Aunque la UGT contaba con más afiliados, también eran “muy

poco para un partido político”. Y, por otra parte, afirmaba que en el sindicato obrero no

todos eran socialistas, sino que muchos hombres se habían unido para “obtener beneficios

de orden económico”. El periódico de Herrera Oria intentaba contrarrestar el ambiente

creado en torno del socialismo, que, en su opinión, adjudicaba a éste “fuerzas

notoriamente exageradas”. No querían decir que fueran “despreciables”, pero sí que no

se podía hablar de ellos, “no ya como base de un Gobierno, sino de una seria oposición

gubernamental”. Auguraban que, en el caso de que España celebrase elecciones, los

socialistas no alcanzarían el triunfo más que en “una o dos” circunscripciones.

El diario católico no soportaba la corriente de opinión favorable que la prensa

liberal difundía ni tampoco las noticias que llegaban de partidos socialistas fuertes en el

extranjero. Pero, lo que más les enfurecía era el trato que las altas esferas daban a los

socialistas y les acusaba de dar mucho más de lo que merecía “por su importancia en la

realidad del país”482. El Socialista se defendió replicando que el diario de Herrera Oria

procuraba su “desprestigio” porque les temía. Calificaba de “vileza” afirmar que saldrían

“robustecidos políticamente después de la etapa dictatorial”483.

En definitiva, el miedo al socialismo por parte de los medios conservadores estaba

justificado. La Unión Patriótica jamás fue tenida en cuenta y por eso la prensa de derechas

solicitó reiteradamente la organización de las fuerzas monárquicas conservadoras. El

Partido Socialista aprovechó la etapa de la Dictadura para conservar sus estructuras

intactas e incluso fortalecerse. A medida que se hizo evidente que el Régimen estaba

481 El Socialista, 31/12/1929, p. 1. 482 El Debate, 02/01/1930, p. 1. 483 El Socialista, 04/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

164

viviendo su fase final, los socialistas fueron alejándose del Gobierno, para sorpresa de

Primo de Rivera, que confiaba en contar con su apoyo tras los privilegios concedidos en

estos años.

4.9 ABC y El Debate solicitan un estatuto de prensa

Muchos diarios, como ABC o El Debate, pedían un estatuto de prensa, mientras

que El Socialista o El Sol estaban en contra, pues temían que sirviera para “extremar la

severidad sin la debida compensación”484. ABC defendía su petición asegurando que la

base de la reforma había de ser “el respeto a lo esencial y vital del periodismo, la libertad

de crítica y de información, ajustadas a una disciplina tan severa y a un método de

represión tan eficaz como pidan los más exigentes”485. El Debate solicitaba el estatuto

porque creía necesario conocer el origen del capital de los periódicos y las clases de

intereses extranjeros o particulares del interior. ABC iba más allá y reclamaba que para

fundar periódicos la ley impusiera “requisitos de solvencia económica o de fianza moral

que acrediten su verdadera misión, aseguren su responsabilidad y eviten la intrusión de

mixtificadores y maleantes en la Prensa”486 La Nación respondió a El Debate y a ABC

asegurando que todo lo que pedían estaba especificado y completamente previsto en el

proyecto de Estatuto de prensa487.

El día 16 de febrero ABC se reafirmaba en su petición de una ley de prensa:

“Nosotros hemos dicho repetidamente ―y en ocasiones muy anteriores al

régimen actual― que era justo y necesario dar en la ley garantía directa contra

la difamación, contra el sistema de la injuria, y que esa garantía demandaba

procedimiento breve y expedito, responsabilidad efectiva e incluso Tribunal

especial”.

484 El Sol, 15/01/1929, p. 1. 485 ABC, 14/02/1929, p. 15. 486 ABC, 14/02/1929, p. 15. 487 La Nación, 14/02/1929.

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165

En cambio, El Sol no era partidario de debatir el estatuto, y ABC lo consideraba

absurdo, pues si el Gobierno estaba decidido a hacer una ley de prensa era mejor que

conociera las opiniones del periodismo, y “cómo periódicos de gran autoridad y difusión

mantienen resueltamente la defensa de la libertad responsable de la Prensa frente a los

enemigos de la libertad de la Prensa”488. El 15 de febrero, El Sol denunciaba sobre el

estatuto:

“No se desperdicia ocasión de reclamarlo, presentando siempre a la Prensa

como un arma tan peligrosa contra el Estado, la patria, la sociedad, etc., etc.,

que debe ser regulada por leyes muy especiales y muy rigurosas”489.

El diario de Félix Lorenzo estaba totalmente en contra de este estatuto, que veía

como un atentado a la libertad de crítica e información y destacaba el peligro que suponía

que “periódicos de gran autoridad y difusión participen en tales campañas, aunque sea

para sostener una opinión intermedia”, porque de sus palabras podría advertirse la

necesidad de promulgar una ley de prensa. La Nación señalaba que El Sol se equivocaba

porque no veían necesario usar ningún pretexto. Asimismo, negaba tajantemente que se

quisiera dar a los medios beneficios a cambio de “sumisiones o de aceptación de

restricciones” y afirmaba que eso era “ofensivo para todos”. Aconsejaba al periódico

liberal que no se preocupara por las limitaciones y sanciones, puesto que “precisamente

lo que se estudia es un medio previsor que las disminuya, aunque el ideal sería que

resultasen innecesarias”490.

El temor de los diarios progresistas y liberales a que la discusión del asunto

despertase el deseo de redactar una ley de prensa les llevó a realizar una campaña en

contra. Lo cual asombró a La Nación, que el 16 de febrero afirmó que “ni remotamente

se ha desistido de hacerla, con campaña o sin campaña”. Advertía a sus opositores que el

proyecto estaba casi terminado y que Primo de Rivera ya había dicho que “se discutirá,

488 ABC, 16/02/1929, p. 15. 489 El Sol, 15/02/1929, p. 1. 490 La Nación, 15/03/1929, p. 1.

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se perfeccionará, aprobará y promulgará en momento oportuno”. La Nación aclaraba que

las campañas no podían influir en que la ley se hiciera o no, ni en que se retrasase o se

adelantase su promulgación. Y advertía que las leyes se hacían cuando el Gobierno,

estimaba que debían ser “elaboradas y aplicadas”, no cuando los que van a ser sometidos

a ellas las pedían491.

El 17 de febrero El Sol volvía a la carga y declaraba que el régimen de prensa no

podía modificarse sin libertad de expresión. Y afirmaba: “Si no admitimos leyes de

excepción a favor, tampoco las toleramos en contra”. El periódico de Urgoiti no entendía

las prisas que había para aprobar una ley de prensa en un régimen “no tan sólo pasajero,

sino que, por su esencia misma, no puede admitir la libertad de expresión”492. La Nación

recordó a El Sol que le quedaría más remedio que “aceptar y cumplir la ley”493, le gustase

o no. Y señaló que se estaba preparando la transformación radical del país, por lo que

tendría “gracia” que se cambiase todo, “menos cosa tan esencial como el funcionamiento

de los órganos de publicidad, en un país donde la Prensa, si ha hecho grandes bienes, ha

producido también hondos estragos”494. Y descartaba rotundamente que no hubiera

suficiente libertad de expresión:

“Comprenda El Sol que esos sería absurdo, y no insista en el argumento en

que falta la libertad de expresión, porque si para algo ha habido liberalidad,

hasta con exceso, es para que todos los periódicos digan lo que quieran decir

acerca de lo que, a juicio de cada uno, debe ser la ley de Prensa”495.

En mayo, el tratamiento informativo a un crimen ocurrido en Barcelona, motivó

que El Debate volviera a defender la necesidad de una ley de prensa, consideraba que se

habían traspasado los límites éticos para informar del desgraciado suceso y sostenía que

era fundamental conocer a quién pertenecían los medios: “No es posible que la opinión

pública y el Gobierno ignoren a quién pertenecen los periódicos”. El diario de Herrera

491 La Nación, 15/03/1929, p. 1. 492 El Sol, 17/03/1929, p. 1. 493 La Nación, 18/03/1929, p. 1. 494 La Nación, 18/03/1929, p. 1. 495 La Nación, 18/03/1929, p. 1.

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167

Oria opinaba que con un texto jurídico la prensa sabría a qué atenerse: “una ley igual para

todos y unos Tribunales con garantías de seriedad, competencia e independencia, que

juzgué a los vulneradores de lo preceptuado”496:

La respuesta de La Nación llegaba ese mismo día declarando que los juicios del

editorial de El Debate eran “acertadísimos”. Sin embargo, sentía que para los liberales

ese proyecto de ley suponía “una represión o una tiranía” y argumentaba que no sería así,

sino que sería “una garantía para el Estado, para la nación y, sobre todo, para el prestigio

y para la independencia de la Prensa misma.”497. El diario upetista esgrimía que el

momento actual, con las Exposiciones, no era el más adecuado para “las polémicas

periodísticas”, sino que había temas “preferentes”, pero aprovechaba para argumentar

cómo debía ser ese estatuto:

“La ley de Prensa debe ser, ante todo, preventiva. Y cuando el daño se

ocasiones, a pesar de la ley, que exista en ella castigo adecuado a la magnitud

del perjuicio que se infiera.”

ABC también intervenía en el asunto y terciaba que ellos seguían pidiendo lo

mismo que siempre:

“Máxima libertad y máxima y efectiva responsabilidad; procedimiento rápido

y penalidad subsidiaria (aparte las reclamaciones de índole civil) para que no

pueda valer el recurso impune de los testaferros”498.

El periódico monárquico se mostraba en contra de la previa censura, “de cualquier

forma y de cualquier grado”, y defendía la “libertad para la Prensa con la mayor severidad

de Código y excepcional presteza de tramite; pero siempre dentro de la vía judicial, no de

la gubernativa”. El Socialista se unió al debate y argumentó que, aunque el diario jesuita

496 El Debate, 10/05/1929, p. 1. 497 La Nación, 11/05/1929, p. 1. 498 ABC, 11/05/1929, op. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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era partidario de poner la ideología en la cabecera de los periódicos no lo hacían ni

tampoco declaraban de dónde había salido su capital:

“Nuestro periódico vive del proletariado para defender las ideas socialistas,

¿De quién vive El Debate? ¿Para defender qué ideales?499”.

El órgano socialista consideraba que para discutir una ley de prensa era necesario

que hubiera un Parlamento, ya que, si no, no habría garantías de que la ley fuese justa.

El tema del estatuto de prensa volvió a estar de actualidad en agosto, a raíz de una

entrevista concedida por Primo de Rivera a ABC, en la que se refirió al asunto y manifestó

que el estatuto no contemplaba la censura previa. El diario monárquico alabó las

intenciones del general, aunque a la vez mostraba sus temores ante el futuro proyecto de

ley:

“Una ley del siglo XX no puede suprimir la libertad de opinión y de crítica.

No hubiera prevalecido la regresión, pero hay que congratularse de que el

presidente del Consejo, con claro juicio del asunto, haya desahuciado la

tendencia y evitado un intento lamentable perturbador e insostenible.

Aún descartado el mayor peligro, que es la censura, el Estatuto puede venir

en daño de la prensa si no salva cuidadosamente todos los derechos de esta

institución esencial en la vida moderna500”.

La Nación rebatió a ABC y aseguró que el proyecto se había estudiado

minuciosamente y que “no puede ir contra la Prensa, sino todo lo contrario, que redundará

en prestigio y progreso de esta institución de Derecho público501”.

499 El Socialista, 14/05/1929, p. 1. 500 ABC, 11/08/1929, p. 23. 501 La Nación, 12/08/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

169

Primo de Rivera desveló sus intenciones sobre la ley de prensa. En su opinión la

prensa tenía algo de servicio público y el Estado debía reservarse una intervención en su

funcionamiento. Planeaba hacer algo parecido a lo que se aprobó en febrero, es decir, el

Gobierno se reservaría el derecho a disponer de una parte del periódico para comunicar

con el país o para contestar, cuando lo estimase oportuno, a las campañas que en el mismo

periódico o en otro se hagan. Con esto el jefe del Gobierno no creía perjudicar la libertad

de prensa. Esta era la forma peculiar que tenía Primo de Rivera de entender el

funcionamiento de la prensa. Ésta había de ser un instrumento al servicio del Gobierno y

estar perfectamente controlada por él.

El Sol propuso en octubre que la reglamentación de la prensa no se consignase en

un estatuto, sino que se transfiriese a la Federación Internacional de Periodistas, integrada

por las Asociaciones Nacionales de Periodistas. Esta propuesta no satisfizo a La Nación,

que argumentaba que todos los países que estaban en la Federación Internacional tenían

una ley que los regulaba. Para el periódico de Delgado Barreto, nadie podría atribuir a

estas alturas un propósito perjudicial o tiránico a la intención de redactar un estatuto de

prensa. Confiaba en que gracias a él mejoraría la vida de la prensa en todos sus aspectos

y pedía que se esperase a conocer la ley para opinar. Sin embargo, el estatuto nunca vio

la luz porque cuando se retomó a su redacción, en enero de 1930, Primo de Rivera dimitió.

4.10 El conflicto universitario

Cuando el Gobierno ultimaba la preparación de las dos grandes Exposiciones que

debía acoger España en 1929 ―primero en Sevilla y luego en Barcelona―, prendió a

principios de marzo la mecha de la insurrección en el mundo universitario Para Ricardo

de la Cierva en cierto sentido la protesta era injusta, puesto que la Dictadura creó 5.000

escuelas y 25 institutos de enseñanza media y apoyó la iniciativa del Rey de crear la

Ciudad Universitaria502. Pero las relaciones con el mundo académico nunca fueron

502 DE LA CIERVA, Ricardo: op. cit., p. 248.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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buenas. En verdad podría decirse que el desprecio era mutuo503. Sin embargo, este

conflicto estudiantil venía de lejos, remontándose las primeras protestas estudiantiles

contra la Dictadura a la primavera de 1925. Al año siguiente, en 1926, se fundó la F.U.E.

(Federación Universitaria Escolar), una organización estudiantil de izquierdas que surgía

para hacer frente a la Asociación de Estudiantes Católicos (A.E.C.)504.

La F.U.E. inició un movimiento de protesta contra la ley Callejo del Estatuto

Universitario aprobado en 1928, cuyo artículo 53 permitía que los centros universitarios

no oficiales con más de veinte años de existencia pudieran realizar exámenes oficiales

mediante tribunales compuestos por dos profesores del centro privado y uno de la

Universidad pública505. Esta disposición afectaba a los agustinos de El Escorial y a los

jesuitas de Deusto.

4.10.1 Inicio del conflicto

La F.U.E. organizó una protesta estudiantil para el 7 de marzo, festividad de Santo

Tomás de Aquino, patrón de los estudiantes, ante la negativa del Régimen a retirar el

artículo 53. También influyó la decisión de permitir que los antiguos alumnos de la

Academia de Artillería pudieran incorporarse a los estudios civiles. Los estudiantes

estaban realmente enfurecidos con esta medida. El Gobierno intentó tranquilizarles

asegurando que no serían un número excesivo y que, al diversificarse los alumnos de

Artillería entre varias carreras, disminuiría el número de ingenieros industriales, título

que habrían obtenido de continuar sus estudios.

503 PETRIE, Charles: op. cit., p. 221. Prueba del desprecio que el mundo estudiantil sentía hacia el dictador

tuvo lugar cuando Primo de Rivera insistió para que le concedieran el grado de doctor Honoris causa por

la Universidad de Salamanca. Entonces, dos jóvenes estudiantes alquilaron un burro y le colgaron del cuello

un cártel que ponía: “honoris causa”, paseándolo por todo Madrid. Cuando fueron detenidos por la policía

dijeron que se trataba de un anuncio. 504 Antonio Sbert, Antolín Alonso Casares y E. González López crearon la Federación Universitaria Escolar

(F.U.E.). 505 TUSELL, Javier: Manual de Historia de España. 6. Siglo XX, Historia 16, Madrid, 1990, p.276.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

171

En cuanto la Dictadura advirtió síntomas de agitación escolar se dedicó a enviar

multitud de notas oficiales a los periódicos para intentar frenar este ambiente de rebeldía.

La mayoría de los diarios se limitaron a informar a través de las notas del Gobierno, sin

realizar comentarios o juicios hasta más adelante cuando la censura lo permitió. Si bien,

La Nación y ABC condenaron desde el primer momento los incidentes, mientras que otros

diarios como La Libertad o El Socialista prefirieron guardar silencio para no criticar la

actitud de los estudiantes. De esta forma, el Gobierno envió el día 5 de marzo una nota

oficial en la que informaba por primera vez que había advertido “síntomas de alguna

agitación escolar” que, en su opinión, carecía de “verdadero fundamento”, pero advertía

que en caso contrario el Gobierno estaría dispuesto a “aplicar con toda severidad las

sanciones reglamentarias”.

El día 7 de marzo los estudiantes se negaron a entrar en clase y surgieron los

primeros disturbios callejeros. Ese mismo día, La Nación cedió su espacio de la “Nota

del día” a una nota oficial que señalaba que persistía la “infundada” y “artificial” agitación

escolar. El Gobierno temía que los estudiantes se declarasen en huelga y provocasen

alborotos. Por ello, anunció que adoptaría medidas de orden público y que los estudiantes

que se negasen a entrar en clase perderían la matrícula. La nota informaba también de la

detención de un “cabecilla” y “agitador” llamado Antonio María Sbert, alumno de la

Escuela de Ingenieros Industriales, que había sido sancionado con la prohibición de

“figurar en ningún centro docente del Estado y de adquirir título ni empleo oficial de

ninguna clase”506.

La nota del Gobierno del 8 de marzo, publicada por todos los medios, aseguraba

que “preveía” que se produjeran estos sucesos, que consideraba de carácter “político”, y

aseguraba contar con una “masa de opinión enorme”:

“La información gubernativa acusa que, detenidos momentáneamente

algunos jóvenes alborotadores, e interrogados sobre las causas de su actitud,

contestaron a que obedecía a que les habían dicho que ‘así caería el

506 La Nación, 07/03/1929, p. 1; MAURA, Gabriel: op. cit., p. 242. La sanción a Sbert consiguió el efecto

contrario al deseado pues hizo que estudiantes y catedráticos se solidarizasen con él por su injusta sanción.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Gobierno’. Esto demuestra el carácter político de estos sucesos, y el engaño

con que abusan de la credibilidad juvenil al pretender hacerles creer que en la

vida del Gobierno pueden influir para nada hechos de esta naturaleza.

Los enemigos del Régimen no han dejado registro por tocar: enconar en el

Ejército sentimientos corporativos lastimados, ofensiva contra la moneda y

valores de la nación, conspiración política, propaganda entre los obreros,

campaña de difamación y alarma y, por último, alborotos estudiantiles”507.

Como el propio Gobierno reconocía, se le acumulaban los frentes abiertos: en el

Ejército, la depreciación de la moneda, el intento de huelga obrera, las campañas de la

prensa extranjera y ahora el pleito estudiantil. La Nación acusó a los estudiantes de ser el

“nuevo campo de experimentación de los despreciables perturbadores, empeñados en

producir cada día una dificultad”508. El diario de la Unión Patriótica pensaba que sólo

deseaban perjudicar a España, pero estaba seguro de que no lo conseguirían.

Los desórdenes continuaron el 9 de marzo y el Consejo de Ministros anunció que

tenía preparadas unas sanciones para los responsables de desatar la agitación escolar. Una

nota oficial informó de que en los centros universitarios de España había reinado la

normalidad, únicamente en Madrid había habido desórdenes, por ello esperaban que los

madrileños reflexionasen.

La Nación tenía “la seguridad de que “circunscritos los hechos a Madrid, se

impondría sin esfuerzos “la sensatez del escolar”. Y alababa a los intelectuales que

apoyaban al Gobierno, a la vez que reconocía que “otros” estaban en contra del

Régimen509:

507 La Época, 08/03/1929, p. 1. 508 La Nación, 08/03/1929, p. 1. 509 La mayoría de los intelectuales se oponían a la Dictadura de Primo de Rivera, como hemos visto en el

epígrafe dedicado a ellos.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

173

“El Gobierno puede vanagloriarse de que tiene a su lado, y en fervorosa

asistencia, un plantel de hombre ilustres, de sólida valía en el orden

intelectual. Queremos conceder, sin embargo, que otros, de valía también, no

están con el Régimen”510.

ABC condenó también los disturbios universitarios y ofreció su apoyo al

Gobierno. El diario monárquico confiaba en que los estudiantes recapacitasen para que la

cosa no fuera a peor. La única explicación que veía a la actitud de los alumnos era que les

hubieran hecho creer que así derribarían al Gobierno y aconsejaba a los escolares que

meditasen:

“Suponiendo que aún es tiempo de rectificar un equivocado camino, se

permite ABC, que no puede ser sospechoso a la clase escolar a la que ha

defendido en mil ocasiones graves y difíciles ―recuérdese nuestras recientes

campañas contra ciertos exámenes y otras reformas de la enseñanza―, que

piensen en España y en sus padres”511.

El 10 de marzo la Dictadura envió vigilancia a las universidades, un retén del

Cuerpo de Seguridad para proteger al profesorado y personal universitario y a los

estudiantes que quisieran entrar en clase. Querían evitar casos como los registrados el día

anterior. El Gobierno confiaba en que el profesorado diera ejemplo y exhortase a los

estudiantes a no continuar con las perturbaciones que creía “preparadas por elementos

extraños y con oro extranjero”. Esperaban que bastase con reprimir con energía “la menor

iniciación sediciosa”. La Dictadura creía que los incidentes habían sido causados por

agentes extranjeros y masónicos para dañar la imagen del país y aseguraba que cuando

todo hubiese finalizado hablaría claro al país sobre quien había intentado enturbiar la

marcha de las Exposiciones512.

510 La Nación, 09/03/1929, p. 1 511 ABC, 09/03/1929, p. 15. 512 El empeño del Gobierno por relacionar cualquier conflicto que ocurría en el país con elementos

extranjeros será una constante en 1929.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

174

“Cuando este asunto se liquide, de esperar es que pronto y sin más estragos,

el Gobierno hablará claro al país sobre la organización extranjera, de carácter

masónico, por una parte, y de otra, mercantil, que en estos días dedica sus

preferencias a España, con el intento de turbar la marcha de las Exposiciones

y otros de provecho más inmediato”.

El Rey firmó una Real Orden para dar de baja a Antonio María Sbert, al que

tacharon de ser el “promotor de agitaciones escolares y reiteradamente irrespetuoso con

la más alta representación del poder ejecutivo”513. Alfonso XIII autorizó que fuese dado

de baja en la Escuela donde cursaba sus estudios, sin que pudiera ser admitido en ningún

otro “establecimiento oficial de enseñanza ni ocupar cargo público de ninguna clase”514.

A pesar de las medidas adoptadas por la Dictadura, el conflicto se trasladó de las aulas a

la calle, donde en los días siguientes se produjeron altercados en las calles Barquillo y

Los Madrazo, por estar en ellas los domicilios oficial y particular del jefe del Gobierno515.

La Gaceta publicó el día 12 una Real Orden sobre el informe de los decanos de

las facultades de la Universidad Central en el que decía que la mayoría de sus alumnos

no fueron a clase los días 8, 9 y 12 de marzo y que estaban estudiando retirarles la

matrícula, que podrían renovar si pagaban los derechos. Ese día el Gobierno por fin

reconoció que las algaradas estudiantiles habían dejado de tener tal carácter para

convertirse en “verdaderas y desmandadas manifestaciones políticas, en las que el

desacato y las agresiones a los agentes de la autoridad han menudeado”, éstos, se habían

visto obligados a hacer uso de las armas, lo que originó, según el Gobierno, “algún herido,

varios confusos y dado lugar a numerosa detenciones”516.

El periódico de Delgado Barreto temía la reacción de la prensa extranjera a los

desórdenes y aseguraba que confiaba en que no fuesen interpretados como indicios de

513 El Sol, 10/03/1929, p. 1. 514 La Libertad, 10/03/1929, p. 2. 515 El Gobierno envió una nota oficiosa en la que afirmaba que veía normal que se manifestasen en la

primera calle porque era la residencia oficial, pero no en la otra porque Primo de Rivera vivía en el

Ministerio del Ejército y allí sólo vivían algunos de sus familiares. Por lo que esperaba que no se repitiera. 516 La Nación, 12/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“intranquilidad pública”, ya que se reducían sólo a Madrid. En su editorial del 12 de

marzo atacó duramente a los estudiantes que sin “ningún pretexto” habían contribuido a

la mala imagen del país y obligado a intervenir a la fuerza pública517.

Como veía el Gobierno que el conflicto se les iba de las manos, insistió en adoptar

medidas de seguridad que se mostraron totalmente ineficaces, entre ellas dejar en

suspenso, por razones de orden público, todas las atribuciones de los centros y autoridades

universitarios. Querían restablecer con la menor violencia posible la normalidad de la

vida universitaria. La Nación reconocía que desde 1926 no había sufrido el país un

período con la “agitación” que se venía viviendo desde el 29 de enero de 1929 y sostenía

que detrás de todo esto estaban “elementos ocultos”, que desearían poder “presentarlos a

la vista del país”, pero no lo hacían por instrucciones de la policía. Rechazaba que la

revuelta estudiantil estuviera motivada por los supuestos privilegios a los alumnos de

Artillería518.

Primo de Rivera ordenó el 11 de marzo que las Fuerzas Armadas entrasen en las

facultades, pero los altercados continuaron, aunque, según una nota del Gobierno, con

menos intensidad que en los días anteriores. En varias facultades de la Universidad

Central todos los alumnos perdieron las matrículas por no acudir a clase. Asimismo, las

clases en la Escuela de Ingenieros Industriales se suspendieron, en vista de que los

alumnos seguían sin asistir.

El día 13 de marzo la huelga se extendió a provincias, y en Valladolid y Valencia

hubo graves incidentes519. Sin embargo, la nota oficial del Gobierno anunció que la

agitación escolar iba disminuyendo, “registrándose excepcionalmente en algunas

Universidades de provincias faltas de asistencia a clases que en Madrid también se

producen, pero acentuándose en todas partes la nota de serenidad y buen juicio, y con

tendencia a la normalidad”520.

517 La Nación, 12/03/1929, p. 1. 518 La Nación, 12/03/1929, p. 1 519 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: op. cit., p. 92. 520 La Época, 13/03/1929, p. 4.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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El Debate criticó duramente la actitud de los estudiantes y de los catedráticos en

su editorial del día 13 de marzo, y tachó a los agitadores de ser políticos de “izquierdas”.

Además, aseguró que no podía tolerarse por más tiempo “el agitador que se parapeta en

la inmunidad de la cátedra para hacer daño a la patria”. La Nación elogió el editorial de

El Debate y le definió como “periódico afecto” e “incondicional” del Gobierno. El diario

oficial aplaudió también la actitud del profesorado, aunque sabía que muchos de ellos

estaban en contra de la Dictadura. La Nación aseguraba que complacería al Gobierno

contar con la comprensión de toda la intelectualidad española, pero por el momento le

bastaba con que en estos sucesos la actitud de los catedráticos hubiera sido en todas partes

digna del “mayor elogio”521.

El Socialista replicó a El Debate que lo que le molestaba no era que los

catedráticos sustentasen opiniones políticas, sino que no predominase en la Universidad

el criterio “extremadamente reaccionario” del citado periódico clerical. Por eso, afirmaba,

sus censuras a los catedráticos se inspiraban en la “turbia pasión, bien lejana, por cierto,

de todo sentido de justicia”522.

Como los alumnos de la Escuela de Ingenieros Industriales seguían sin ir a clase,

una Real Orden del 14 de marzo declaró que todos ellos perdían su matrícula. Por ello, se

suspendieron las clases hasta nueva orden. En una nota del 14 de marzo el Gobierno

acusaba a los instigadores de la revuelta de intentar conseguir la colaboración de la Unión

General de Trabajadores para perjudicar los intereses españoles. Asimismo, volvía a

sugerir que detrás de los desórdenes estaban elementos extranjeros. Otra nota del mismo

día afirmaba que la sinceridad con la que estaba informando la Dictadura había causado

“actitudes y propósitos perturbadores, que era fácil malograr con sólo silenciarlos”.

Confiaban en que prevaleciera la verdad y por ello, el Gobierno había recabado “un

espacio en los periódicos” para así “conocer la realidad de la situación”. La nota exponía

que los españoles podrían quejarse porque la Dictadura prometió acabar con estos

521 En el conflicto estudiantil gran parte de los catedráticos estaba de lado de los escolares y meses después

varios catedráticos significativos presentarían su dimisión por su oposición a la Dictadura. 522 El Socialista, 13/03/1929, p. 4.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

177

problemas y todavía quedaba gran parte por hacer. Admitía que el pueblo español tenía

derecho a mostrar a veces “cierta desilusión”, y reconocía que el entusiasmo de los

ciudadanos parecía “circunstancialmente atenuado”523.

La Nación volvió a aludir el 14 de marzo en el carácter extranjero de las revueltas,

cuyo objetivo era “hacer fracasar las Exposiciones”, provocar “ilícitas especulaciones

monetarias” y llamaba nuevamente a la reflexión a los estudiantes.

En la noche del 14 al 15 de marzo se reprodujeron en el centro de Madrid los

disturbios entre los estudiantes y la Policía524. El Gobierno anunció que el Consejo

tomaría medidas para mantener el orden en toda España. De esta forma, el 15 de marzo

informó del castigo a un somatenista que, desde el balcón de su casa protestó de la

actuación de la fuerza pública y alentó a los estudiantes en sus manifestaciones contra

ABC. La sanción consistía en una multa de 5.000 pesetas y darle de baja en el Somatén525.

El Debate defendía la actuación del Régimen y declaraba que la opinión, en

general, se había dado cuenta de que “el Gobierno y la vida nacional a él ligada no podían

ser juguete de los estudiantes”. Sospechaba que entre los estudiantes se habían infiltrado

“elementos perturbadores” y veía normal que la fuerza pública hubiese entrado en la

Universidad para imponer el orden, puesto que los catedráticos se habían mostrado

incapaces de garantizarlo. Además, lanzó un augurio que pronto se cumplió: “el Gobierno

podría llegar incluso a cerrar la Universidad Central y todas las del Reino, si fuera

menester, sin que pasase nada”. El periódico de Herrera Oria no consideraba peligroso la

interrupción de la vida universitaria, sino que sostenía que “España puede pasar un año,

dos años, sin producir abogados ni médicos”. Lo más importante era preservar el orden,

y si la Universidad entorpecía la vida nacional, entonces vaticinaba que ella sería

“arrollada”, porque la vida tenía que seguir adelante. Y exponía como argumento:

523 La Época, 14/03/1929, p. 4. 524 GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva: “La rebelión de los estudiantes y la movilización intelectual

contra la Dictadura (1929)”, Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CLXXXIV, cuaderno II,

mayo-agosto, 1987, p. 323. La prensa argentina publicó que en las protestas callejeras de Madrid se habían

congregado 4.000 personas, de las que 400 fueron detenidas. 525 El Sol, 15/03/1929, p. 1.

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“¿No era tan importante como la Universidad, el Parlamento y la Prensa, y la

Constitución de Estado? Y cuando fueron visibles estorbos para el

desenvolvimiento de la nación, el Gobierno abolió, suspendió o condicionó,

y no pasó nada. Algo va a pasar irremediablemente a causa de esos

lamentables sucesos, y es la consolidación del Gobierno y la prórroga de la

Dictadura”526.

Para el periódico de Herrera Oria lo importante era que el Gobierno mantuviera el

orden y su autoridad, y no había prisa por dar por finalizado el régimen dictatorial, y

desde luego estos alborotos estudiantiles no conseguirían derribarlo: “no ha de venir de

la calle ni de los escándalos callejeros el término de la Dictadura. Desengáñense los que

tengan interés en volver a un régimen normal. La normalidad, para hacerla efectiva, es

necesario ensayarla antes durante varios años527”.

La Nación, en su editorial del 15 de marzo, restaba importancia a los episodios

estudiantiles de estos días y afirmaba que ya tenían bastante con la campaña en contra de

España que se hacía en el extranjero como para “pedir y para desear que no se secunden

en la propia casa propósitos que son anárquicos y criminales”. El diario oficial de la Unión

Patriótica volvía a criticar a los diarios extranjeros por publicar fotografías amañadas y

dar “titulares a toda página en periódicos que no tienen tal costumbre, relatos de cruentas

luchas, estadísticas de muertos y heridos, etc.”528

Los disturbios estudiantiles ya tenían consecuencias negativas, a pesar del

llamamiento a la tranquilidad del Gobierno: el valor de la peseta empezó a descender y la

Bolsa española también sufrió pérdidas reseñables. El propio presidente del Gobierno

reconoció que había notado “un pequeño enfriamiento en la opinión pública”. Sin

embargo, no era lo mismo que percibía en su contacto en la calle con la gente, donde

seguía recibiendo ovaciones allá donde fuera. Achacaba este enfriamiento a que el

526 El Debate, 15/03/1929, p. 1. 527 El Debate, 15/03/1929, p. 1. 528 La Nación, 15/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

179

Gobierno había aflojado “en el rigor que debiera haber mantenido” y esperaba cumplir

ahora con lo que el pueblo demandaba.

El Consejo de ministros del día 15 de marzo anunció que se impondrían sanciones

a los centros universitarios y de enseñanza especial que lo mereciesen. También se

sancionarían a las Escuelas especiales de Ingenieros Industriales, de Minas y Caminos.

Las sanciones no serían solo para los alumnos, sino también para los profesores y decanos

que no habían sabido “mantener la disciplina en los claustros universitarios, aparte de que

la Universidad tardará bastante tiempo en funcionar”. Además, en Madrid únicamente

permanecerían aquellos alumnos que tuvieran su residencia fija y permanente en Madrid,

o los que por cursar estudios especiales estuvieran preparándose para convocatorias y

oposiciones y demás estudios libres. A todos los demás se les invitaba a marcharse a sus

pueblos. Se destacaba la buena actitud de las Universidades de Valencia, Zaragoza y

Barcelona. A estos centros no sólo no se les sancionaría, sino que recibirían una

distinción. También la Escuela Industrial de Bilbao había tenido un buen

comportamiento.

La Dirección de Seguridad publicó una nota anunciando que a los estudiantes y

demás personas que alterasen el orden se les arrestaría de “15 a 30 días” si su intervención

había sido activa o habían participado “en la inducción a las algaradas”. Los que fueran

menores, se les arrestaría y, además, sus padres o tutores tendrían que pagar una multa A

pesar de la dureza de las medidas anunciadas, para La Nación demostraban una vez más

que el Gobierno “tiene y practica la virtud de la ponderación”. Se congratulaba porque el

carácter de las sanciones era “limitado” y se reducían a “extirpar sin saña el dañoso

movimiento”. Y confiaba con que con estos acuerdos “lo que se llamó ‘conflicto

estudiantil’ desapareciera de “manera automática” 529.

Entre las muestras de desafecto al Gobierno por parte del mundo universitario,

hubo algunas excepciones. En Valencia unos estudiantes, al grito de “¡Viva España!” y

“¡Viva el Rey!”, se enfrentaron a algunos compañeros alborotadores, logrando el normal

529 La Nación, 16/03/1929, p. 1.

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funcionamiento de la Universidad. Primo de Rivera envió un telegrama al gobernador de

Valencia felicitando a los estudiantes, a los que prometió una distinción colectiva que

“perpetúe el mérito de civilidad, comprensión y patriotismo de su Claustro y alumnos”530.

4.10.2 El cierre de la Universidad Central

El 16 de marzo el Gobierno comunicó las rigurosas sanciones aprobadas contra los

centros universitarios como medida para frenar el conflicto universitario. Al día siguiente

todos los diarios llevaron en su portada la noticia que conmocionó al mundo universitario:

el cierre de la Universidad Central, que “quedaba suspendida en sus funciones hasta el

mes de octubre de 1930”531. Asimismo, el rector, decanos, secretarios y administradores

fueron destituidos. Los alumnos, tanto oficiales como libres, perdían sus matrículas y

podrían hacerlas valederas en otras Universidades. Además, se nombraría una Comisaría

regia para depurar responsabilidades de alumnos y profesores. Quedaban exentos de

responsabilidad los profesores y alumnos que, una vez depuradas las responsabilidades,

no encontrasen en ellos motivo de sanción. Los alumnos que no resultasen castigados

podrían matricularse en otras universidades de provincias.

En provincias también se clausuraron los centros de Murcia, Oviedo, Salamanca,

Sevilla, Santiago y Valladolid. Aunque había algunas universidades de provincias que

quedaban exentas de castigo: Zaragoza, Valencia, Barcelona, Granada y La Laguna. En

las demás, todos los alumnos perderían la matrícula y se reanudaría el curso en un mes,

el 5 de abril. Además, a los alumnos de la Escuela de Caminos y Minas se les aumentaba

un año en su carrera y se les quitaba otra para los efectos de años de servicio. Igualmente,

se les quitaba su autonomía a la Escuela de Caminos y a la de Arquitectura, que pasaban

a regirse por una Comisaría regia.

530 La Libertad, 16/03/1929, p. 5. 531 El Sol, 17/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

181

Las sanciones a las universidades y, en especial la clausura de la Central, motivó

que La Libertad abandonase su mutismo habitual para publicar un editorial titulado

“Lágrimas embusteras”, criticando la actitud de la prensa conservadora, que ahora

lamentaba el cierre de la universidad cuando siempre la habían despreciado:

“Porque para ellos no puede ni debe haber otra Universidad en España.

Porque para ellos no puede ni debe haber otra Universidad que la que sea

católica; y si contraría sus concepciones o creencias dogmáticas el tipo del

centro docente, estiman preferible que no exista”.

Acusaba a la llamada “buena Prensa” de arremeter contra la universidad, por ser

“liberal, arreligiosa y no confesional”, y aseguraba:

“Los grandes caimanes que ahora lloran lágrimas de falsa pena porque “no

hay Universidad” podrán convencer a otros con su llanto: a nosotros, no.

Sabemos muy bien que son dolores fingidos; que ellos no han querido, no

quieren ni querrán jamás que en España pueda vivir con independencia,

eficacia y decoro la Universidad”532.

Ese mismo día, el general ofreció unas declaraciones a El Noticiero del Lunes en

las que admitía que Martínez Anido y él se habían ganado “enemistades” por el rigor de

las medidas. No obstante, afirmaba no temer que estos episodios le restasen “afectos

populares”; por el contrario, confiaba en que los obtendría “más firmes y conscientes”.

En esta entrevista también criticó a las mujeres estudiantes porque no solamente no habían

servido, en general, para “calmar los ánimos”, sino que, en ocasiones, los habían exaltado,

“abusando de su débil condición para extremar sus insultos a los agentes de la autoridad”.

Ante eso avisaba que “habré de pensar maduramente si conviene restringir la entrada del

sexo femenino en la Administración pública y en las carreras del Estado”.

532 La Libertad, 17/03/1929, p. 1.

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182

Sobre el daño infringido al país, vaticinaba que se computaría “en cientos de

millones perdidos para el país” y en haber puesto en entre dicho “el prestigio esplendoroso

de que gozaba hasta hace tres meses”. Por eso declaraba que:

“A nadie extrañará que, para cortar estos daños y evitar que se reproduzcan,

el Gobierno tome medidas que nunca serán todo lo severas que requiere la

gravedad del caso, España ha estado por unas semanas sobrecogida por la

acción virulenta y antipatriótica de un millar de personas, ciegas y sordas a

toda consideración de interés nacional, y esto es preciso impedir que pueda

reproducirse”533.

Confiaba Primo de Rivera en que cuanto todo se esclareciese, la opinión extranjera

reaccionaría y durante las Exposiciones recibirían el número de turistas esperado, quienes

podrían comprobar, “ante una España pacífica, acogedora y progresiva, el engaño de que

han venido siendo víctimas por parte de inventores y propagadores de noticias, a quien

no vaciló en calificar de verdaderos falsarios”.

A pesar de estas medidas restrictivas, El Debate proseguía mostrando su apoyo al

Gobierno y acusaba a la propia Universidad de ser responsable de la actitud de los

escolares:

“Algunos estudiantes, esto es cierto, se han prestado a una maniobra política,

cuyo fin era derribar al Gobierno, en beneficio de intereses nebulosos, que los

mismos escolares no son capaces de concretar. Y cuando hechos como éste

pueden pasar en el medio universitario, es porque allí está visiblemente

enrarecido el sentido de ciudadanía”534.

Sobre las censuras recibidas por haber pedido la clausura de la Universidad,

negaba el órgano católico haber dicho que España no necesitaba nada de la Universidad,

533 La Época, 18703/1929, p. 1. 534 El Debate, 17/03/1929, p. 1.

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183

sino que defendían que el cierre del centro “a nadie perjudicaría más que a la Universidad

misma”535.

El 18 de marzo Primo de Rivera dio por concluido el conflicto universitario y se

felicitó por la resolución del mismo:

“Creo que la cuestión de los estudiantes se ha resuelto con suavidad en la

forma y energía en el fondo, evitando utilizar a la Guardia Civil, que es

instituto que hay que reservar para circunstancias más graves, ya que no se le

pueden dar órdenes de conciliación, sino la que se atenga al fiel cumplimiento

de sus reglamentos”536.

El marqués de Estella consideraba que los incidentes escolares no habrían tenido

“la violencia, tenacidad y duración que mostraron, de no haber sido instigados y

sostenidos por elementos extraños, según se vio desde el primer momento y ha podido

comprobarse después”. El presidente del Gobierno justificaba “un largo reposo en la vida

universitaria de Madrid” para evitar “que se siga actuando sobre la clase escolar como

instrumento de revuelta”. Acusaba a profesores y catedráticos de ser “simpatizantes o

alentadores de la huelga” y anunciaba que se depuraría la situación de cada uno:

“Seguramente ha de contribuir poderosamente a apaciguar los ánimos el

apartar temporalmente de sus cargos a cuantos venían rigiendo la Universidad

Central y encomendar su dirección y Gobierno a una Comisaría regia, que en

mejores condiciones de imparcialidad e independencia pueda desempeñar

tales funciones”537.

Esgrimía que los que se quejaban de que no se había respetado el llamado “Fuero

universitario”, no tenían razón, “pues, caso de existir, nunca impidió que se acudiera a la

autoridad civil para restablecer el orden en los Centros docentes” cuando las autoridades

535 El Debate, 17/03/1929, p. 1. 536 La Libertad, 19/03/1929, p. 3. 537 La Libertad, 19/03/1929, p. 3.

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académicas habían fracasado. Asimismo, se felicitaba de que las universidades de

provincias hubieran evitado el contagio de Madrid, tan sólo en unas pocas se había

impedido entrar en algunas clases. Y destacaba especialmente a las universidades de

Zaragoza, Barcelona, Valencia Granada y La Laguna, donde no se vio interrumpida la

normalidad.

La Nación mostró su alegría porque el conflicto estudiantil estuviera resuelto y

subrayaba la “ponderación” de los decretos aprobados. No le daba importancia al cierre

de la Universidad Central, puesto que las de provincias seguían funcionando:

“Continúan abiertas las Universidades de provincias, más que suficientes para

los que experimentan verdaderos afanes de estudio”538.

Una nota oficial del 19 de marzo anunció nuevas medidas restrictivas para las

Escuelas de Arquitectura, Caminos y Minas, que pasaban a funcionar bajo una Comisaría

regia y quedaban anuladas las matrículas, excepto en Caminos, donde continuarían el

curso con normalidad, pero los alumnos tendrían que presentar un trabajo extraordinario

de verano para ser aprobados. El 20 de marzo se publicó una Real Orden complementaria

sobre las sanciones. A la Escuela de Caminos se le suprimía el privilegio de realizar el

servicio militar en el momento más oportuno de la carrera. El Gobierno quería actuar con

dureza para dar ejemplo y que no volvieran a repetirse los disturbios.

En su editorial del 21 de marzo La Nación admitía la posibilidad de que había sido

un error “facilitar la colación de grados a los alumnos procedentes de colegios

particulares”, pero eso de ninguna manera justificaba la violencia de los estudiantes.

Consideraba que la protesta estaba relacionada con el hecho de que los dos centros fueran

religiosos.

El 22 de marzo se anunció que las vacaciones de Semana Santa de la Universidad

de Barcelona se adelantaban por un doble motivo: “que lleguen antes los escolares de

538 La Nación, 18/03/1929, p. 1.

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fuera de Barcelona, llevando a sus familias la plena tranquilidad, y el de gozar asueto en

estos días los estudiantes de Barcelona, que ante un momento de turbulencia supieron

enaltecer a la Universidad”539.

A pesar de los incidentes universitarios, una nota oficial del 22 de marzo resaltó

la labor cultural de la Dictadura: “Jamás en España se manifestó tal renacimiento cultural.

En la constitución del propio Ministerio entraron dos ilustres profesores de facultades

universitarias, de los cuales, uno preside hoy la Asamblea Nacional”540. Asimismo, la

nota negaba favorecer a los centros religiosos. Por otro lado, un grupo de catedráticos

asambleístas quisieron leer un escrito, antes de que empezase la sesión de la Asamblea

del día 22 de marzo, para condenar los sucesos universitarios, pero, sobre todo, para

exculpar el comportamiento del profesorado antes los ataques que habían recibido541. El

doctor Simoneta fue el encargado de leer el documento, que es el siguiente:

“Varios de los catedráticos universitarios que forman parte de esta Asamblea

entienden un deber inexcusable para con su Universidad y para con la cultura

patria expresar sinceramente sus sentimientos en este momento de grave crisis

para la enseñanza superior que les está encomendada. No ignoran que esta

Asamblea no es un Parlamento en que pudieran exponer y defender, sin

reserva alguna, sus puntos de vista individuales, y que, forzosamente, han de

verse obligados a limitar su pensamiento dentro de las más estrechas lindes

ideológicas; pero prefieren aprovechar esta coyuntura para hacerse oír ante la

opinión y ante el Gobierno, a mantenerse en un silencio sobre el cual les

pediría hoy cuenta su conciencia, y mañana, tal vez, la juventud que ha de

pasar por las aulas y a la que han de enseñarle a amar con todo fervor a la

Universidad.

539 La Época, 22/03/1929, p. 2. 540 El Sol, 22/03/1929, p. 8. 541 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: op. cit., p. 92. En la moción dirigida al Gobierno denunciaban lo

insostenible de la situación y advertían de las consecuencias que tendría para el Régimen, pero sin atreverse

a criticar las medidas adoptadas por la Dictadura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Estos catedráticos lamentan profundamente los sucesos acaecidos, y a los

cuales creen es ajena la Universidad, aunque en ellos haya tomado parte un

sector de la masa estudiantil; y los interpretan como otros hechos que

frecuentemente se producen en los centros donde se acumulan grandes masas

de jóvenes y que a veces toman después desarrollos que no responden a los

propósitos iniciales. A la vez declaran, honrada y lealmente, que no pueden

sospechar que, en una función, para todos los catedráticos sagrada, como es

la docente, haya podido incubarse, ni alentarse, ni cobijarse, ninguna clase de

rebeldías o de pasiones políticas, que, por otra parte, tampoco han advertido

en la clase escolar”542.

Los catedráticos también solicitaron que se levantara la sanción a la Universidad

Central, pues temían que su clausura por tanto tiempo daría una imagen al mundo de que

era un “foco de pasiones y rebeldía”, y pedían que se restableciera el normal

funcionamiento de la Universidad:

“Los catedráticos que se dirigen a esta Asamblea suponen que nadie que

conozca la Universidad de Madrid puede abrigar recelos sobre este particular;

pero temen que su clausura por un período dilatado se preste al equívoco y

quede presentada ante el mundo entero la Universidad como un foco de

pasiones y rebeldías. No es de extrañar, por tanto, que el cariño hacia la

venerada institución les arranque un hondo y noble pesar y lo manifiesten así

al Gobierno. Saben que éste, más que nadie interesado en conservar los

prestigios del primer órgano de la criatura nacional, no toleraría semejante

interpretación, y por eso esperan que la labor de investigar y depurar

presuntas responsabilidades, que el Gobierno ha entendido procedente, sea

urgente y rápida y vuelva a funcionar normalmente cuanto antes la

Universidad”543.

542 La Libertad, 23/03/1929, p. 4. 543 El Sol, 24//03/1929, p. 8.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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El 23 de marzo, más de 120 catedráticos ―entre ellos, Américo Castro, Sánchez

Albornoz, Besteiro, Negrín, Posada y Sainz Rodríguez― criticaron públicamente las

medidas restrictivas del Gobierno en respuesta al escrito de los profesores universitarios

en la Asamblea Nacional544. El Gobierno no parecía entender la gravedad que suponía

tener la Universidad clausurada. No sólo por la imagen que de daba de España al exterior,

sino porque desde ese momento la relación de los estudiantes e intelectuales con la

Dictadura será irreconciliable. Primo de Rivera subestimó el poder que tenían los

escolares e intentó inicialmente hacer pasar el conflicto por unas pequeñas “algaradas”.

Posteriormente se contradeciría al reconocer que los incidentes estudiantiles habían

dañado gravemente al Régimen. En cuanto a la actitud de la prensa, podemos distinguir

dos opiniones claras: por un lado, El Debate y La Nación, que apoyaban todas las medidas

gubernamentales y menosprecian el cierre de la Universidad Central; y, por otro lado, los

demás diarios, incluido ABC, que eran conscientes del grave daño infringido al país

teniendo la Universidad cerrada.

4.10.3 La campaña de la prensa extranjera

Días después de desatarse el conflicto estudiantil, la prensa extranjera comenzó a

informar de los alborotos e incidentes en la universidad española. El Gobierno denunció

una campaña de los periódicos extranjeros para desprestigiar la imagen de España e

impedir el éxito de las Exposiciones Internacionales que el país iba a albergar.

El diario La Nación fue el primero en exponer sus quejas, el 18 de marzo, porque

los sucesos escolares para denunciar “una campaña alarmista” en la que se presentaba a

España como “un pueblo de lucha, donde no hay garantías de seguridad”. Y precisamente

lo hacían cuando el país se preparaba para recibir a cientos de miles de personas de todo

el mundo, por ello veían un interés oculto en dañar el prestigio del país. El periódico

oficial instaba a los periodistas españoles a divulgar que la situación en España era de

544 GONZÁLEZ Calleja, Eduardo: op. cit., p. 92.

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188

tranquilidad absoluta, ya que era el tributo que les correspondía aportar a la obra común

de la Dictadura:

“Proclamando la verdad espontáneamente, por propio impulso, para

contrarrestar las infames maniobras con que se procura anular el esfuerzo

colectivo, la Prensa no hace otra cosa que cumplir un deber sacratísimo, que

no es eludible para nadie que se precie de interpretar el sentir de la

opinión”545.

Ese día Primo de Rivera alzó la voz en El Noticiero del Lunes para quejarse de las

informaciones aparecidas en la prensa extranjera, como L’Independence, que hablaba de

que los altercados habían causado diez muertos, y de los periódicos ingleses, que

afirmaron que se habían declarado republicanos regimientos de la Guardia Real. El

general lamentaba que como resultado de esto había aumentado el número de turistas que

habían cancelado su viaje a España y anunciaba la adopción de nuevas medidas:

“He iniciado el sistema de ejercer la acción civil, y demanda de

indemnizaciones ante los Tribunales de países donde estas falsedades se

propalan, y manifestado a nuestros representantes que, en España, ni pasa

nada anormal, ni pasará, porque la opinión pública, en su noventa y nueve por

ciento, nos acompaña calurosamente como quedará demostrado cuando

apartemos de ella el millar de agitadores y embusteros que están

suplantándola ante el mundo”546.

Afortunadamente para la Dictadura, no toda la prensa extranjera ofrecía noticias

alarmantes de España. El periódico de Delgado Barreto destacaba, el 19 de marzo, que

L’Etoile Belge, diario belga, afirmaba no entender por qué se publicaban esos rumores y

sugería que podía ser porque las compañías extranjeras ya no controlaban el petróleo

545 La Nación, 18/03/1929, p. 1. 546 La Época, 18/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

189

español. Y recalcaba que la mayoría de la población española estaba agradecida al

presidente del Consejo.

El Sol se hacía eco también de la información que publicaba la prensa extranjera

sobre las noticias de España. El diario Le Neptunes de Amberes notificó que el Gobierno

español obligó a los diarios nacionales a insertar sus notas oficiosas. Medida que desde

fuera se veía con “respeto” y aseguraba que nada justificaba la agitación escolar.

En cuanto a El Debate, el 20 de marzo, denunciaba la actitud de los periódicos de

fuera, “tradicionalmente enemigos de España”, y citaba a El Jornal des Débats, que había

llegado a pedir, con la firma de su director, la dimisión del Gobierno español. Sin

embargo, no era el único diario al que censuraba:

“L’Indépendant, Le Popilaire, L’Era Nouvelle… amontonan contra nosotros

calumnias y falsedades. Diarios como Le Temps, benévolos generalmente al

enjuiciar sobre los hechos políticos de España, dan luz a sus violentos

artículos. En la Prensa inglesa, The Economist publica un editorial

destemplado, ejemplo de la intromisión en la política interna de otro país. The

Daily Telegraph, The Morning Post y otros informan tendenciosamente sobre

nuestras cosas”547.

Sobre las razones que motivaban la campaña, El Debate estaba seguro de que no

era por “causas políticas”, puesto que no se habían producido “hechos que pudieran dar

origen a esa actitud”. Tampoco creía que fuese una campaña de los Gobiernos, porque el

régimen español mantenía muy buenas relaciones con sus homólogos extranjeros.

Asimismo, descartaba que fueran “causas doctrinales”, prefería señalar al petróleo y al

interés de las compañías extranjeras como causa probable, así como “el deseo que pueda

sentirse fuera, de menguar el éxito de las Exposiciones de Barcelona y Sevilla” para

“desviar en provecho propio una corriente de riqueza destinada a desembocar en nuestro

país”. Reconocía que no tenía ninguna prueba para sostener estas afirmaciones, pero

547 El Debate, 20/03/1929, p. 1.

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afirmaba que “hay un cúmulo de indicios que son prueba moral suficiente para basar una

opinión muy probable de que intereses económicos y financieros heridos están

maniobrando para perturbar la vida nacional, para hacer presión sobre nuestro Gobierno,

acaso con la esperanza de que estos hombres concediesen más favor a sus pretensiones

que todos sabemos tienen formuladas”548.

La Nación reprodujo las críticas que el periódico inglés The Tablett hizo a Daily

Mail, por afirmar que había “disputas entre el rey y el primer ministro”549 y que el

presidente iba a dimitir. Asimismo, negó que la intranquilidad y el descontento reinasen

en España. The Tablett pedía disculpas a los lectores españoles por esto.

El Régimen difundió una nota sobre un artículo publicado en el periódico inglés

The Fortnightly Review: “La dictadura y la prensa española”, que decía que “las falsas

noticias propaladas por la prensa extranjera han hecho desconfiar al público inglés de

todo lo que se refiere a sucesos de España”. Citaba como ejemplo la intentona

revolucionaria ocurrida, que fue obra del descontento de unos pocos, lo que no impidió a

Le Journal des Débats de calificarlo como “fin de la dictadura”550. La nota destacaba que

había causado muy buen efecto el premio que había ofrecido Primo de Rivera de 1.000

libras a quien pudiera presentar un caso de derramamiento de sangre. La Dictadura

calificaba de “minoría” a la gente que se interesaba por los ideales políticos en España.

Otro periódico, Stamboul, de Constantinopla, dijo sobre la intentona golpista que

no había que darle la gravedad que se le había dado en la prensa extranjera, porque detrás

de ella estaban los deseos agresivos de la política parlamentaria y estaban en contra de

que Primo de Rivera hubiera establecido un régimen de autoridad para restablecer el

orden. El diario tuco afirmaba que el movimiento de los artilleros había sido “un mal

entendido amor a sus prejuicios de Cuerpo” y que “el extraordinario trabajo” que había

hecho el presidente no podía ser retrasado” ni por cuestiones de Cuerpo ni por rivalidades

políticas o personales”.

548 El Debate, 20/03/1929, p. 1. 549 La Nación, 21/03/1929, p. 12. 550 El Socialista, 24/03/1929, p. 3.

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191

La Época reprodujo una entrevista que Primo de Rivera concedió a Il Corriere

della Sera, en la que declaró que “los tumultos estudiantiles están completamente

terminados y que han quedado siempre en la superficie, sin que ningún peligro serio haya

amenazado al país”. El general reconocía que estos incidentes habían provocado la

oscilación de la moneda y la disminución momentánea del turismo, pero mandaba un

mensaje de optimismo a los españoles:

“Los enemigos de la Dictadura esperan que esta obra se derrumbe pronto,

pero se engañan, pues el país es favorable a aquella, y estaba, además, harto

del viejo sistema, aparte de que el renacimiento de la nación es perfectamente

comprobable bajo este régimen a ojos cerrados”551.

El Régimen siguió contrarrestando las informaciones negativas que difundía la

prensa extranjera, publicando aquellas que destacaban la figura de Primo de Rivera y su

labor como jefe de Gobierno. Una nota oficial divulgo un artículo del diario irlandés The

Tuam Herald, que criticó que los cambios políticos recientes de España habían sido

desfigurados por la prensa europea, y en especial por la británica. El periódico irlandés

esgrimía que no se podía conocer la realidad de la situación, y por eso se había valido de

la revista inglesa semanal The Sunday Referee y de informaciones directas, de lo que

deducía que “el general Primo de Rivera es el gran hombre del día en España que

providencialmente vino a salvar a su país, como Mussolini a Italia”. Calificaba al

presidente del Gobierno como uno de los tres grandes hombres de Europa y esperaba que

las últimas declaraciones del general ―en las que había afirmado querer implantar un

régimen normal en España― circulasen por toda Irlanda y, por último, despedía el

artículo diciendo: “Si el general Primo de Rivera consigue disolver por completo los

elementos políticos, llegará a asegurar el futuro de su país, al cual tan noblemente se ha

dedicado”.

551 La Época, 26/03/1929, p. 2.

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La nota oficial contestó al artículo que hería “la modestia del general Primo de

Rivera recabar la difusión de conceptos tan elogiosos como los transcritos, evidentemente

exagerados, pues es el primero en reconocer que ni su persona ni su obra han alcanzado

el relieve que el periódico irlandés les discierne”552.

La Nación manifestaba el 4 de abril que los comentarios acerca de la campaña de

la prensa extranjera contra España empezaban a delatar la situación. Ponía el ejemplo de

la portuguesa, que había denunciado la situación de acoso de los diarios extranjeros y

afirmaba: “Obsérvese como la Prensa independiente reconoce y proclama no sólo los

méritos por el general Primo de Rivera, contraídos, sino al mismo tiempo la falacia de

ciertas campañas, suscitadas por elementos que quisieran someter el mundo al imperio de

la finanza anónima”553.

El Gobierno volvió a quejarse de la actitud de los diarios extranjeros el 13 de abril,

a raíz de dos incidentes: uno el ocurrido en el Palacio de la Música, en que una docena de

estudiantes provocan alarma, que los agentes de seguridad reprimeron inmediátamente y

enérgicamente. Y el otro, la dimisión del jefe superior de Policía, que, según una nota

oficial, se debió a motivos de salud, y negaba que se tratase del director general de

Seguridad, como algunos periódicos de fuera habían publicado, ni que fuese por tráfico

de estupefacientes. El Régimen cargaba, por ello, nuevamente contra la prensa extranjera:

“El chismorreo en asuntos que no pueden ofrecer interés mundial, a que tanta

afición vienen demostrando algunas agencias, corresponsales y periódicos,

demuestra el bajo nivel a que ha llegado una parte de la Prensa influyendo en

el achabacanamiento y corrupción del gusto y rebajando el valor moral de las

sociedades”554.

Finalmente, una nota oficial del 17 de abril anunciaba que, afortunadamente, la

crisis de opinión en el extranjero había pasado: “los periódicos importantes mundiales

552 La Época, 03/04/1929, p. 4. 553 La Nación, 04/04/1929, p. 8. 554 El Sol, 13/04/1929, p. 1.

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han comprobado con sus enviados especiales ‘la situación real de España, su estado de

progreso y de opinión’ y lo han difundido, no como los periódicos españoles”555. Como

vemos, nuevamente la Dictadura arremetía contra la actitud de la prensa española. Ni las

estrictas medidas adoptadas, ni la obligación de reservar un determinado espacio en los

periódicos, conseguía que los diarios colaborasen en difundir una imagen tranquila y

optimista de España.

4.10.4 La carta de Menéndez Pidal

Después de la intervención de los catedráticos asambleístas en la Asamblea, la

clase intelectual no podía permanecer callada por más tiempo. El primero en romper ese

silencio fue Menéndez Pidal, quien el 27 de marzo dirigió una carta a Primo de Rivera

que apareció en la prensa el 2 de abril, junto con la respuesta del presidente del Gobierno

a Menéndez Pidal. En su carta, Menéndez Pidal protestaba por el cierre de la Universidad

Central y justificaba el rechazo de estudiantes y profesorado a la disposición del

Gobierno556:

“Pasada la primera sorpresa producida por los sucesos, aparecidas ya las

esperadas declaraciones de los catedráticos asambleístas, insuficientes, como

era de suponer, nos hallamos que está nombrada la Comisión regia con objeto,

según leo en la Prensa, de depurar si entre los profesores hay elementos que

simpatizan con la actitud de los estudiantes. Ahora bien; somos varios los

profesores que debemos declarar la existencia de esa simpatía.

Simpatizábamos con esa actitud en cuanto los estudiantes reclamaban contra

una disposición a la que todos los Claustros universitarios se habían

manifestado adversos; simpatizamos con la actitud de aquellos estudiantes

que, firmemente y sin desorden, expresaron su parecer”557.

555 La Nación, 17/04/1929, p. 8. 556 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: op. cit., p. 92. Señala González Calleja que el Gobierno no se atrevió

a censurar la carta de Menéndez Pidal, aunque sí que retrasó unos días su publicación. 557 El Socialista, 02/04/1929, p. 1.

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Menéndez Pidal aseguraba que su patriotismo le llevaba a manifestar su opinión

en contra de las disposiciones del Gobierno y tildaba de “irreparable” el daño infligido a

la Universidad:

“Se han impuesto con motivo de estos sucesos sanciones del más extraño y

excepcional rigor, sin enjuiciamiento previo; penas tan graves como la

inhabilitación perpetua de un alumno y la clausura de la Universidad de

Madrid. Los alumnos de ésta pierden dos cursos de ella, con permiso de irse

a otra Universidad, como si las Universidades fuesen oficinas sin

individualidad y de indiferente sustitución, y no centros de vida secular, que,

por la asidua consagración de sus profesores, ostentan cada uno su espíritu y

valor propios. Es, pues, irreparable el daño inferido a esta Universidad…”.

Este daño no sólo había sido causado al mundo universitario, sino a “toda la

intelectualidad española, a ese noble grupo de científicos y literatos, gracias a cuyos

esfuerzos España empieza a ser conocida y respetada en el mundo, y en cuya formación

la Universidad de Madrid ha tenido siempre tan preminente parte”.

El catedrático afirmaba que se atrevía a dirigirse a Primo de Rivera porque toda

su vida la había consagrado a enseñar en esa Universidad y por ello se sentía autorizado.

Rogaba al presidente “una pacificación”, ya que con la dura represión lo único que

conseguiría sería alejar a los intelectuales:

“No es de extrañar que ante la acción enérgica de ahora se aleje la

intelectualidad que, por la cima del instante, cultiva los principios absolutos

de la ciencia y ahonda en los conceptos del derecho y en la tradición

nacional”.

Asimismo, exhortaba al presidente a que rectificase:

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“Que se enjuicie a estudiantes y profesores según las leyes preexistentes; que

se derogue la disposición causadora del conflicto; que se devuelva a la

Universidad su libre personalidad, la totalidad de su acción, y ella por sí sola,

con sus autoridades elegidas por ella misma, representantes de su espíritu y

de su tradición, regidas por leyes protectoras, logrará en el acto restablecer,

no sólo su funcionamiento aparente, sino su verdadera actividad, con

estímulos de vida de cooperación y de iniciativa, que sólo pueden surgir con

la paz y satisfacción cordial”558.

Menéndez Pidal veía peligrar el resurgimiento de la vida intelectual española que

se venía produciendo desde hace unos lustros. Por ello, elevaba su ruego para que no

perdurase “el castigo que padece toda la colectividad universitaria”. Lo hacía como voz

autorizada que era y convencido de que una “delicada rectificación” no suponía

“menoscabo de autoridad”. Terminaba su carta diciendo que era el único modo que tenía

para intervenir en el asunto, al estar suspendidos los derechos de reunión y representación

colectiva.

Primo de Rivera respondió a Menéndez Pidal justificando las medidas adoptadas

y afirmando que tenían autoridad e intervenir para evitar la reproducción de tan graves

incidentes. Estaba convencido de que el cierre de la Central no perjudicaría al logro

científico, sino que lo impulsaría cuando las universidades se dedicasen sólo a “la difusión

de la ciencia pura y al análisis abstracto de sus principios y deducciones” y siendo

neutrales con el Gobierno. El marqués de Estella consideraba que se necesitaban

“organizaciones disciplinadas, serenidad, reflexión y estar subordinadas a la acción

directiva que de los Gobiernos emane”. Por otros caminos, aseguraba, se iría la

“anarquía”559.

La Comisaría regia de la Escuela de Ingenieros Industriales también contestó a

Menéndez Pidal, porque éste había pedido que se enjuiciara a los profesores y estudiantes

558 El Socialista, 02/04/1929, p. 1. 559 El Socialista, 02/04/1929, p. 1.

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según las leyes prexistentes. La Comisaría consideraba que este comentario daba a

entender que hacía falta un recordatorio para que así fuera, cuando ya se conocían esas

leyes antes de la publicación de la carta y recordaba que no se había omitido “garantía

procesal ninguna sobre la información abierta, deslindando cuidadosamente las leyes

preceptivas o permisivas imperativas”, y se había facilitado “la más amplia audiencia a

profesores, alumnos y empleados, como todos ellos pueden atestiguar”560.

El Debate censuró duramente a Menéndez Pidal por la publicación de su carta, y

afirmó que, si se hubiera limitado a pedir “clemencia”, lo hubieran entendido. Sin

embargo, le criticaban la “simpatía” que demostraba hacia los sucesos escolares. El diario

católico reprochaba al catedrático que no condenase enérgicamente los desórdenes

universitarios, puesto que eran el “origen del conflicto y de las medidas de rigor”.

Defendía que el cierre de la Universidad no se había producido por protestar “firmemente

y sin desorden”, sino para “castigar a revoltosos callejeros que no guardaban orden ni

firmeza”. Tampoco gustó al periódico de Herrera Oria la alusión del catedrático a las

tradiciones universitarias:

“Lo hemos dicho cien veces y ésta es la ciento una: ha muerto la tradición

universitaria, porque la Universidad española desde hace más de un siglo no

cumple con sus fines propios, que son principalmente los de la investigación

científica y la formación ciudadana”561.

Asimismo, el periódico católico rechazaba la afirmación de Menéndez Pidal de

que “gracias a la intelectualidad española” España empieza a volver a ser “conocida y

respetada en el mundo”, porque este resurgimiento era “obra de todos”. A El Debate le

molestaba que se dijera que un grupo de intelectuales estaba levantando a España, ya que,

en su opinión, el país carecía “de una verdadera minoría selecta”562.

560 La Época, 03/04/1929, p. 2. 561 El Debate, 03/04/1929, p. 1. 562 El Debate, 03/04/1929, p. 1.

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El Socialista, a su vez, criticó que el periódico católico aprovechase la carta de

Menéndez Pidal para “censurar, una vez más, a la Universidad, su verdadero enemigo”563.

Y sobre el hecho de que El Debate aludiese a la Junta de Ampliación de Estudios, aseguró

que era “otra de las obsesiones de los clericales”. Tampoco estaba de acuerdo con las

críticas del diario de Herrera Oria a la afirmación de que España empezaba a ser conocida

y respetada en el mundo gracias a la intelectualidad española.

ABC también replicó a El Debate el 6 de abril. El diario monárquico protestaba

porque parecía que reprochase al catedrático “su simpatía por la clase estudiantil”564 y

aseveraba que, si Menéndez Pidal no condenaba los desmanes, tampoco había en su carta,

“directa ni indirectamente, concepto alguno aprobatorio”. El periódico de Luca de Tena

se reafirmaba en que cualquier tipo de violencia les parecía “reprobable”. Por eso

apoyaban al Gobierno y esperaban que “todos los periódicos y todos los hombres de

orden” hicieran lo mismo. Una vez que la tranquilidad estaba asegurada, y que parecía

que el Gobierno permitía opinar, ABC decidió exponer su juicio respecto al fondo de la

cuestión. Veía “lícito” el motivo de la protesta, puesto que el artículo 53 no figuraba en

el proyecto primitivo:

“Nos referimos al Real decreto de 19 de mayo último, punto de partida de la

protesta, desvirtuada o enturbiada, pero cuyo origen en las aulas y en los

Claustros era lícito y respetable. La disposición de ese decreto relativa a los

exámenes no figuraba en el primitivo proyecto del Gobierno; fue incorporada

a virtud de una enmienda presentada en la Asamblea Nacional, y vale recordar

también que no fue aprobada ni discutida siquiera por el Pleno, y había sido

rechazada por la sección correspondiente”565.

El periódico de Luca de Tena era partidario de que existieran “Centros Libres”,

pero no estaba de acuerdo con que la intervención del profesorado oficial en los

563 El Socialista, 05/04/1929, p. 1. 564 ABC, 06/04/1929, p. 15. 565 ABC, 06/04/1929, 15.

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Tribunales fuese minoritaria, ya que “no da a las calificaciones el valor moral, el de la

autoridad academia representada, que los mismos Centros libres deben apetecer”566.

En cuanto a El Sol, calificó la opinión de Menéndez Pidal de “comedida, cortés,

razonada, ejemplar”. Y criticaba que se le quisiera desprestigiar: “Sigan ellos tratando de

derribar prestigios, por esos procedimientos; enseñando a perderles el resto”567.

Como se ve, la ampliación de la censura trajo consigo fuertes críticas de los

periódicos al Gobierno por la reforma universitaria y por el incidente con Menéndez

Pidal. Por eso, una nota oficial del 13 de abril anunció que, aun reconociendo el “mérito”

de Menéndez Pidal, y lamentando que no hubiese mostrado la misma preocupación por

la Universidad Central, se daban órdenes a la Oficina de Información y Cesura de que

restringiera su tolerancia respecto a la “amplia” discusión del artículo 53 de la reforma

universitaria. La justificación de la Dictadura para adoptar esta medida era que ya había

periódicos que, “a favor de una excesiva tolerancia, pretender tocar a rebato y justificar

con este motivo, y hasta si se le dejara promover y alentar una lucha religiosa, que supone

existe en potencial en el seno de la sociedad española”568.

El Gobierno quiso defenderse de los ataques del mundo intelectual con una nota

oficial en la que exponía su labor en la educación española: de 1913 a 1923 se abrieron

en España “380 escuelas”, y “en los cinco transcurridos desde el 23 a la fecha, 1.900”. Al

final de la nota, mandaba un mensaje de advertencia a los intelectuales: “Esto no debían

olvidarlos los hombres que se creen representante de la cultura”569.

4.10.5 La prensa discute el conflicto estudiantil

566 ABC, 06/04/1929, p. 1. 567 El Sol, 11/04/1929, p. 1. 568 La Nación, 13/04/1929, p. 1. 569 El Sol, 17/04/1929, p. 1.

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Después de las vacaciones de Semana Santa y de las sanciones aprobadas por el

Gobierno, el mundo universitario intentaba recobrar su normal funcionamiento. El 5 de

abril se reanudaron las clases con “total normalidad”, según la nota oficiosa, en

Salamanca, Valladolid, Santiago, Oviedo, Sevilla y Murcia. El Gobierno, ante la

tranquilidad reinante, permitió que los diarios expusieran sus opiniones acerca del artículo

53 y de los desórdenes universitarios.

ABC expuso su postura el día 6 de abril, porque veía que el Gobierno autorizaba

“la posibilidad de opinar sobre el punto de doctrina”. En el editorial de ese día el diario

monárquico rechazaba el uso de cualquier tipo de violencia y apoyaba al Gobierno, a la

vez que se solidarizaba con Menéndez Pidal y mostraba su rechazo al artículo 53, la causa,

que, en su opinión, originó la rebelión escolar. Al día siguiente, el periódico de Luca de

Tena declaró que se oponían a que los profesores oficiales fueran minoría en los

Tribunales de las pruebas de los centros libres de enseñanza superior: “tan sólo con la

garantía de que prevalezcan las calificaciones de sus catedráticos, puede el Estado

convalidar estudios y conceder el título oficial”. Eso no significaba que estuvieran en

contra de la existencia de estos centros, sino que se declaraban partidarios de que “la

enseñanza libre, debe ser protegida y velada por el Poder público”570.

Por su parte, El Debate, analizó, el 7 de abril, el fondo de la cuestión escolar: los

artículos 53, 54 y 55 del Real Decreto de reorganización universitaria. Y respondió a

ABC, que había afirmado que lo que disponía este decreto no figuraba en el proyecto

primitivo del Gobiern, sino que fue incorporado en virtud de una enmienda a la Asamblea.

El periódico católico defendía que la sección correspondiente recibió dos enmiendas, de

Jordana de Ozas y del conde de los Andes, y que cuando se leyó la del conde de los Andes,

“nadie la impugnó”571.

El Debate no veía ningún problema en estos artículos, ni creía que el Gobierno

tuviera que rectificar nada: “Lo que procede es permitir a los colegios libres que, en

570 ABC, 07/04/1929, p. 23. 571 El Debate, 07/04/1929, p. 1.

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honrada competencia con las instituciones oficiales, preparen a sus alumnos según

métodos propios. Todo lo más, un examen final de reválida ante una Universidad del

Estado”. Terminaba lanzando una advertencia: “Quien pretenda hacer de la enseñanza un

monopolio, abogará por el mas odioso de todos los monopolios imaginables”572.

El 9 de abril El Sol expresó su opinión, una vez que comprobó que se permitía a

otros periódicos opinar. Se reafirmaban en los comentarios que habían hecho hace casi

un año sobre el decreto-ley de reforma universitaria y declaraban que el artículo 53

“estaba destinado a ser derogado cualquier día”, porque implicaba “un privilegio a favor

de ciertas instituciones que nada tienen de universitarias”573. Aunque el centro de El

Escorial había renunciado a beneficiarse del polémico artículo, quedaba todavía la

universidad de Deusto.

Acerca de la discusión que la prensa mantenía sobre la cuestión de fondo de la

enseñanza, La Nación juzgaba injustificable la actitud rebelde de los estudiantes y de los

intelectuales. Tampoco compartía la petición de benevolencia con los sucesos

estudiantiles de algunos diarios. Afirmaba que la benevolencia: “no puede ser

claudicación de la autoridad ni salvoconducto para la rebeldía y la agitación”574.

ABC y El Debate se enzarzaron en una discusión cuando el órgano clerical afirmó

que se alegraba de que hubieran dejado a ABC exponer su opinión sobre el fondo de la

cuestión escolar: “Una legitima libertad de escribir contribuye a poner en claro las

cuestiones”575. Pero, a continuación, afirmaba que nunca debió permitirse la publicación

de la carta de Menéndez Pidal. A lo que el diario monárquico contestó: “¿En qué

quedamos?”576. Este desencuentro dio pie a un duro editorial de ABC contra la actitud del

periódico de Herrera Oria:

572 El Debate, 07/04/1929, p. 1. 573 El Sol, 09/04/1929, p. 1. 574 La Nación, 09/04/1929, p. 1. 575 El Debate, 07/04/1929. 576 ABC, 10/04/1929, p. 15.

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“Cree El Debate que el artículo 53 del decreto de reorganización universitaria

ha sido el pretexto de una campaña política. Ni el colega ni nosotros tenemos

elementos de juicio para asegurar una cosa y otra, nos parece que, en último

término, sería excesivo suponer que todo haya sido pretexto y política en las

reclamaciones contra el decreto”577.

ABC rechazaba el artículo 53578 porque consideraba que sólo el Estado podía dar

validez a los estudios necesarios para obtener un título oficial. El diario de Luca de Tena

era partidario de que el Estado descentralizase la enseñanza, pero “siempre sometido, en

las pruebas y validez de estudios en la colación de grados y en la obtención de títulos, a

la exclusiva intervención del Estado y de sus órganos docentes” Y aunque consideraba

que ningún Gobierno debía ceder a la “coacción” y a la “violencia”, sí esperaba una

“rectificación” de la Dictadura579.

La respuesta de El Debate llegó al día siguiente para señalar que entre los dos

diarios había “puntos fundamentales de coincidencia”, como “la descentralización de la

enseñanza, fomentando la libre y descargándola de trámites oficiales y suprimiendo

exámenes”. Estas tres ideas, aseguraba, estaban reflejadas en su artículo de hace unos

días. Asimismo, quería aclarar que, cuando dijeron que la carta de Menéndez Pidal nunca

debió publicarse, no se referían a que “echásemos de menos el lápiz rojo”, sino que nunca

debió escribirla: “nos dolía ver firma de tal prestigio al pie de un documento que por

fuerza había de ser juzgado con severidad580”.

El pleito escolar resucitó el debate sobre la enseñanza española. El Sol manifestó

el 11 de abril que algunos decían que la solución era muy sencilla, pero él temía “las

577 ABC, 10/04/1929, p. 15. 578 El artículo 53 de la reforma universitaria establecía que los alumnos que hubiesen cursado sus estudios

en centros de estudios superiores, que por más de veinte años de existencia hubieran acreditado su capacidad

científica y pedagógica, realizarán sus exámenes de fin de curso igual que los que hubiesen seguido sus

cursos normales en las universidades públicas. Serían examinados en ella por dos profesores de centros

públicos y presididos por un catedrático de la Facultad en que estuviesen matriculados. 579 ABC, 10/04/1929, p. 15. 580 El Debate, 11/04/1929, p. 1.

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soluciones sencillas”. Reclamaba “una educación de mayor calidad y esfuerzo

intelectual”581.

El ministro de Instrucción pública afirmó el 11 de abril que “la normalidad en

todas las Universidades de España es completa”582. Sin embargo, este ambiente de

relativa calma se vio interrumpido cuando tres estudiantes intentaron provocar un

alboroto en Madrid y resultaron detenidos. La nota oficial destacaba la actitud del público

de “franca protesta”. También se detuvo en esos días a Valle Inclán, y el Gobierno

justificaba la detención, porque, “al negarse a satisfacer la multa de doscientas cincuenta

pesetas que le había sido impuesta por infracciones gubernativas, con el ánimo de evitarle

privaciones de libertad, ha proferido contra la autoridad tales insultos, y contra todo el

orden social establecido ataques tan demoledores, que se ha hecho imposible eximirle de

sanción, como era el propósito”583.

El Socialista destacaba el 12 de abril que el tema del día era el conflicto

universitario, del que era solamente “causa ocasional” la actitud de los estudiantes. Su

origen había de buscarse en “el irreprimible deseo de nuestras derechas de dominar la

enseñanza oficial, singularmente la superior”. Advertían de que, en realidad, lo que

querían era destruir la Universidad y favorecer a la Junta para la Ampliación de Estudios:

“Y es que, en el fondo, late en el espíritu de nuestras clases más reaccionarias un profundo

odio a la cultura superior, de cuya protección nunca se preocuparon”. El órgano socialista

arremetía contra la libertad de enseñanza, porque estaban en contra de que el Estado

cediera “la formación de núcleos de superior cultura a empresas particulares sin sacrificar

uno de sus derechos ni dejar de cumplir uno de sus más sagrados deberes”. Y se

preguntaba: “¿Qué títulos acreditados por su historia pueden ostentar esas órdenes

religiosas para querer alzarse con la dirección de la enseñanza superior?”. El Socialista

veían en esto un mero interés mercantil. Sostenía que en América abundaban

581 El Sol, 11/04/1929, p. 1. 582 El Socialista, 12/04/1929, p. 1. 583 La Época, 11 /04/1929, p. 4.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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universidades libres en las que se enseñaba al gusto del que pagaba, y declaraba que

universidades de este tipo no convenían ni “al carácter ni a la tradición de Europa”584.

El Debate insistía en defender la libertad de enseñanza para que los centros

privados universitarios pudieran enseñar según sus métodos y programas. A lo que El

Socialista replicó nuevamente recordándoles que la enseñanza pública era “una función

del Estado” y, por tanto, no debía ser “materia de especulación”585.

4.10.6 El cierre se extiende por las universidades españolas

Una nota del 12 de abril exponía que, la Real Orden del 26 de marzo, dispuso que

el ministerio de Instrucción pública procediese a los nombramientos necesarios para

investigar y esclarecer “en cada distrito universitario” los pasados disturbios estudiantiles,

ya que, denunciaba que, en las universidades de provincia, hubo “conatos esporádicos”,

que achacaba a casos de “inducción sobre la masa escolar con el fin de agitarla y llevarla

a la indisciplina”. Para la Dictadura la clase escolar no había sido más que un medio del

que se habían servido “espíritus rebeldes extraños a ella”, y, por tanto, las sanciones

impuestas a los estudiantes no eran para castigar a los “agentes inductores” de estos

sucesos, sino a los “instrumentos de que se sirvieron, de voluntad más movediza e

intenciones menos malsanas” El Régimen quería distinguir entre los casos de disciplina

estudiantil y los de “aguda indisciplina”, para no mezclar “buenos y malos”. Por ello,

pedía a los rectores de las universidades de provincia que redactasen un amplio informe

sobre los implicados586..

Sin embargo, lejos de aplacarse el conflicto estudiantil, éste adquirió mayor

fuerza. El 17 de abril el Gobierno comunicó que había sido preciso suspender las

funciones de la Universidad de Oviedo desde el 15 de abril hasta el 1 de octubre de 1930,

porque los estudiantes se habían convertido en “club rebelde”, y daban “mal ejemplo”.

584 El Socialista, 12/04/1929, p. 1. 585 El Socialista, 12/04/1929, p. 1. 586 El Socialista, 12/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

204

Las medidas adoptadas incluían el nombramiento de una Comisaría regia y el cese del

rector. En Barcelona también estaban ocurriendo sucesos similares y la nota decía que no

se descartaba que hubiera que aplicar lo mismo.

A la Dictadura le preocupaba la imagen que la prensa extranjera podía dar de la

cuestión estudiantil y la inquietud que creaba en el país, pero al mismo tiempo aseguraba

no tener miedo de “ir suspendiendo, una a una, el funcionamiento de las Universidades”,

puesto que: “es sabido que sobran muchos abogados y médico”, y criticaba duramente a

la universidad, a la que consideraba:

“Un régimen de clases numerosas y breves, con frecuentes faltas de

puntualidad y asistencia de los catedráticos o delegación de sus funciones,

charlas pintorescas e incoherentes, largas vacaciones, escarceos políticos y

otras muchas amenidades de nuestra tradicional idiosincrasia universitaria, no

es como para que el país se ponga de luto por la suspensión, en vía de

regeneración, de esta actividad nacional, en la que, como en tantas otras, se

han venido imponiendo las minorías revoltosas, que por lo visto no pueden

aguantar más de un quinquenio el régimen de trabajo y orden impuesto por la

Dictadura, que ante tal actitud, venga de donde viniere, no tendrá otro camino

que prolongarse y fortalecerse, si ha de seguir sirviendo al país que la apoya

y la aclama con más entusiasmo que el primer día, por mucho que esto lo

quisieran disimular y ocultar sus adversarios”587.

El enfrentamiento con los universitarios era manifiesto, así como el desprecio que

el Gobierno mostraba hacia la clase escolar. Ante los recientes incidentes, la Dictadura

quería saber si contaba con el apoyo del pueblo y, por ese motivo, convocaron la

manifestación del 14 de abril de 1929. Frente al apoyo demostrado en ella, lamentaban

que persistiese la actitud rebelde de “un buen número de estudiantes universitarios”. Por

587 El Socialista, 17/04/1929, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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eso el Gobierno anunciaba que estaba pensando pedirles que “se definan y clasifiquen,

sin que ello sea un tanteo de sufragio sino un preliminar de organización”588.

Ante la noticia del cierre de nuevas universidades, El Debate vaticinaba que la

Dictadura tendría que prolongarse, porque si, eso ocurría en la Universidad en un régimen

dictatorial, se preguntaba qué harían “aquellos bandos de pistoleros y anarquistas el día

que falte un Gobierno fuerte que los tenga contenidos”589.

El Régimen veía que era incapaz de detener la extensión del pleito estudiantil por

toda España. El 19 de abril se difundió la noticia de que la Facultad de Medicina de

Salamanca había sido clausurada hasta el 1 de octubre de 1930. Y el 20 de abril los diarios

publicaron una Real Orden suspendiendo las funciones de la Universidad de Barcelona

hasta octubre de 1930 “por haberse cometido en ellas desórdenes y no acudir a clase los

alumnos”. El Gobierno publicó una nota oficial que resumía su pensamiento frente a los

incidentes que se estaban desarrollando:

“La frecuencia de incidentes, que, a modo de chispazos, se van produciendo

en distintas Universidades demuestra una vez más el carácter de los sucesos

en que elementos revolucionarios han inducido a tomar parte a un buen

número de estudiantes, sobre los que tampoco todos los catedráticos vienen

actuando como aconseja la prudencia y el cumplimiento del deber”590.

Ante esta situación, Ortega y Gasset abandonó su cátedra, Sainz Rodríguez la

Asamblea y “Azorín” criticó por primera vez a la Dictadura591. Ésta presumía de contar

con el apoyo de los padres de los alumnos y en la Universidad de Salamanca se constituyó

una entidad encaminada al restablecimiento de la normalidad escolar. El Debate pensaba

que esta asociación podía suponer “un rumbo nuevo” al problema universitario y

declaraba que el Gobierno debía mirar “con todo respeto este movimiento”. Igualmente,

588 La Nación, 17/04/1929, p. 1. 589 El Debate, 18/04/1929, p. 1. 590 La Época, 20/04/1929, p. 4. 591 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: op. cit., p. 93

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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se alegraba de que “cada día son más los que sienten la necesidad de mostrarse ciudadanos

y patriotas en estas circunstancias, ayudando a despejar la atmósfera de pesimismos

infundados”592.

ABC abordó nuevamente la cuestión escolar en su editorial del 23 de abril.

Lamentaban que, cuando creían que el problema escolar estaba resuelto, veían que los

“los incidentes lamentables” continuaban y se reproducían “con mayor premeditación y

perjuicio”. Por ello, los condenaban ahora con “mayor energía”:

“Todo Gobierno responsable del orden nacional -sea el que sea,

constitucional o de dictadura- tiene el derecho y el deber de defenderse para

salvar la tranquilidad de los ciudadanos y mantener la disciplina, sobre todo

cuando individuos procedentes en su mayoría de sectores interesados en la

causa del orden, como en este caso los estudiantes, desvirtúan peligrosamente

la razón que pudieran tener ante el Poder público y se producen para

solucionar un pleito de clase, limitado y particular, con hipérboles

revolucionarias y genéricas, donde se desfigura y se malogra toda posibilidad

de solución”593.

El 24 de abril se comunicó el cierre de la Facultad de Medicina de la Universidad

de Valladolid, también por “desórdenes de los alumnos”, quienes perdían su matrícula. Y

el 25 de abril se aprobaron tres Reales Órdenes para suavizar las sanciones al mundo

universitario. Una de ellas establecía que las alumnas pudieran examinarse en junio o en

septiembre, y otra, que los estudiantes de doctorado podían continuar con sus estudios.

ABC aplaudió la actitud conciliadora del Gobierno y pedía “prudencia” y

“serenidad” ante la cuestión universitaria, que estaba en “un punto crítico”:

592 El Debate, 23/04/1929, p. 1. 593 ABC, 23/04/1929, p. 21.

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“Sinceramente creemos que catedráticos y escolares perjudicarán mucho su

causa con actos o manifestaciones que la desvíen hacia la violencia o la

intransigencia. Pero nuestra exhortación se dirige también, ya lo hemos dicho,

a cuantos de algún modo tienen que intervenir en esta cuestión”594.

En la misma fecha, La Nación se mostraba optimista respecto al desarrollo del

conflicto estudiantil: “Lo que parecía pugna inadmisible entre el Poder público y quienes

tienen que acatarlo en todo instante, quedará reducido a unas diferencias de apreciación

sobre materias pedagógicas, que siempre habrá tiempo de examinar serenamente”595.

Si bien el Gobierno afirmó que no le importaba que descendiera el número de

universidades en España, ABC no opinaba lo mismo y contaba que en diferentes

poblaciones se estaban creando ligas o asociaciones para impedir el cierre de las

universidades:

“Todos, pues, se dan cuenta de que no es indiferente a un país tener o no tener

Universidades ni que estén abiertas o cerradas. La repercusión de los

fenómenos sociales, la compleja fecundidad de ese principio que los juristas

y sociólogos modernos consideran como base de todo el derecho público: la

solidaridad social, nos demuestra que el pleito universitario interesa a todos,

y no solo a los catedráticos, a los alumnos y a los padres de familia”596.

4.10.7 El restablecimiento de la vida universitaria

Muchos diarios, especialmente ABC, pidieron al Gobierno clemencia con el

conflicto universitario. Al Rey tampoco le agradaba nada la suspensión de las

universidades españolas y así se lo comunicó a Primo de Rivera. El general atendió al

ruego del Monarca y una nota oficial, publicada el 20 de mayo, coincidiendo con la

594 ABC, 27/04/1929, p. 15. 595 La Nación, 27/04/1929, p. 1. 596 ABC, 28/04/1929, p. 23.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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inauguración de la Exposición de Barcelona, anunció el restablecimiento de la normalidad

de la vida universitaria:

“Señor: Los momentos de emoción y grandeza que está viviendo el país, la

absoluta tranquilidad y perfecto orden con que se han realizado las

inauguraciones de los grandes certámenes internacionales de Sevilla y

Barcelona y la serena labor de información y dictámenes realizadas por las

Comisarías regias, inducen a creer que ha llegado el día, por V.M., tan

deseado, de normalizar la vida universitaria y de Escuelas especiales allí

donde las circunstancias aconsejaron interrumpirla”597.

El Régimen sostenía que la adopción de esta medida sólo había sido posible

después del orden exhibido en Sevilla y Barcelona, pues antes hubiese parecido una

“claudicación”. De esta forma, el Rey firmó un decreto normalizando la vida

universitaria, por el que se autorizaba a los distintos ministerios a “dictar disposiciones

en tal sentido” y se disponía el cese de las Comisarías regias. Podrían matricularse los

alumnos que no hubieran participado en los desórdenes, pero el Gobierno se reservaba la

facultad de aplicar “sanciones disciplinarias individuales a profesores o alumnos que

notoria y repetidamente se hubiesen significado como elementos perturbadores del orden

o hubieran hecho, a pretexto universitario, política de descrédito y quebranto para las

instituciones o el Gobierno”598.

Días después la Gaceta publicó una Real Orden que contenía reglas para la

solución de la cuestión universitaria y anunciaba que el plazo de reintegración de los

estudiantes a sus respectivas facultades sería del 24 de mayo hasta el 15 de junio.

Asimismo, las Comisarías regias tendrían facultades para exceptuar de esta normalidad a

alumnos y profesores.

597 El Sol, 22/05/1929, p. 1. 598 La Nación, 21/05/1929, p. 8.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

209

El día 23 de mayo otra nota informó de que el rector de la Universidad Central,

los decanos de las distintas facultades y el secretario general de la Universidad se habían

reincorporado a sus puestos. Dos días después, numerosos estudiantes acudieron a

formalizar su matrícula en la Universidad Central. El rector declaró que “cuando quede

restablecida la normalidad, la Junta de Gobierno de la Universidad, con él al frente,

acudirá a los Poderes públicos, para recabar concedan la máxima benevolencia a los

estudiantes encartados en los últimos sucesos”599.

Las medidas de normalización siguieron sucediéndose y el 31 de mayo la Gaceta

publicó una Real Orden restableciendo el funcionamiento normal de la Escuela Central

de Ingenieros para el 1 de junio. Pero el conflicto había provocado heridas muy profundas

y el mundo de los intelectuales cerró filas contra el Régimen. En los siguientes días y

semanas José Ortega y Gasset, catedrático numerario de la Facultad de Filosofía y Letras

de la Universidad Central; Fernando de los Ríos, catedrático de derecho de la Universidad

de Granada; Luis Jiménez de Asúa, catedrático de Derecho de la Universidad Central;

Felipe Sánchez Román, catedrático de Derecho de la Universidad Central y Alfonso

García Valdecasas, catedrático de Derecho de la Universidad de Salamanca anunciaron

su renuncia a sus cátedras en señal de protesta contra el presidente del Gobierno. La

Gaceta comunicó la noticia el 1 de agosto de 1929600.

Finalmente, el 21 de septiembre el Gobierno decidió derogar el polémico artículo

53. Como tantas veces, Primo de Rivera había incurrido en una contradicción y confesó

a los periodistas que “bastó un conflicto estudiantil para derogar el artículo 53 de la

reforma universitaria, tan tercamente defendido por el ministro de Instrucción,

virtualmente dimitido”601.

Meses después de la reanudación de la vida universitaria, el Rey visitó la

Universidad Central y el marqués de Estella comentó a los periodistas que el Monarca

599 La Época, 25/05/1929, p.1. 600 DÍAZ-PLAJA, Fernando: El siglo XX Dictadura… República 1923-1936, vol. IV de La historia de

España en sus documentos, Nueva serie, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964, p. 7. Díaz-Plaja

sostiene que el “golpe mortal” a la Dictadura se lo dieron los intelectuales. 601 La Época, 07/11/1929.

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estaba “especialmente satisfecho de su visita a la Universidad. Tal es allí el orden, la

disciplina, el espíritu, que Su Majestad quiere que el ministro de Instrucción Pública dicte

una Real Orden de elogio en la que se recoja aquellas impresiones”602.

4.10.8 La Federación Profesional de Estudiantes

En enero de 1930 se reavivó la agitación estudiantil. La Federación Escolar

Universitaria envió una petición al Gobierno exigiéndola la vuelta de los catedráticos

ausentes en la Central y el perdón para el estudiante Antonio María Sbert. En este

ambiente de crispación creciente, a finales de mes corrió el rumor de que la Dictadura

había disuelto la Federación Profesional de Estudiantes. El Gobierno se vio obligado a

emitir una nota oficiosa para desmentirlo, en la que decía que “ni se ha hecho ni se ha

pensado en ello”, ni podría hacerse porque “no está constituida legalmente”. La nota

aseguraba que la Dirección General de Seguridad tenía instrucciones de aprobar los

reglamentos de las asociaciones de estudiantes. El Régimen acusaba ya la crisis final de

la Dictadura y señalaba que estas informaciones tenían “el propósito de producir

perturbaciones, que el Gobierno se vería en el doloroso caso de reprimir con la mayor

energía”. El 22 de enero estalló una huelga general universitaria a escala nacional y con

un neto carácter republicano603.

La Nación fue el único diario que reaccionó a la nota del Gobierno para subrayar

“la razón” que asistía al poder público. Estaba en contra de que se levantase la sanción a

Sbert y de que la Dictadura decidiera sobre los catedráticos que “voluntariamente”

renunciaron a sus cátedras. El periódico upetista intentaba lanzar un mensaje de

tranquilidad: “No hay, pues, motivo de inquietud”. Confiaba en que “el espíritu culto y

patriótico de la masa escolar universitaria” para que no se reprodujeran alborotos604.

602 La Época, 04/11/1929, p. 4. 603 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: op. cit., p. 93. Primo disolvió la F.U.E. a principios de 1930 como

medida de castigo por la agitación escolar. La nota de los estudiantes del 24 de enero se encuentra en RAH,

Archivo Romanones, leg. 2. Nº 44. 604 La Nación, 23/01/1930, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

211

En este punto, la Junta de Gobierno de la Federación Universitaria Escolar de

Madrid dirigió un escrito al rector de la Central exponiendo su colaboración para el

mantenimiento de la normalidad académica. Para ello consideraban imprescindible “el

levantamiento de las sanciones arbitrarias”, que pesaban sobre Antonio María Sbert, así

como, “la reintegración a sus cátedras de los cinco profesores que por su fina sensibilidad

universitaria hubieron de abandonarla al ver denostada de modo oficial su función”. La

Federación Universitaria Escolar se quejaba de que continuamente se obstaculizaba “la

constitución y el funcionamiento de nuestras entidades aconfesionales, llegándose en

algunos casos por los que se hallan investidos de autoridad a extremos de manifiesta

coacción”. En cambio, acusaban al Régimen de favorecer a los estudiantes que se

agrupaban en asociaciones católicas.

El rector les contentó diciendo que el Gobierno no tenía ninguna intención de

levantar las sanciones a Sbert, al que acusaba de que lo único que le había preocupado

era “ganar predicamento de carácter más político que escolar sobre el ánimo de sus mucho

más jóvenes camaradas”. Tampoco contemplaba la Dictadura la reintegración a sus

cátedras de los profesores que las abandonaron voluntariamente porque, aseguraban, lo

hicieron “sin presión gubernamental”. De hecho, esgrimían que para cualquier Gobierno

la actitud de los profesores era sancionable, y más aún para una “dictadura” y rechazaban

cualquier “claudicación de autoridad”. El rector de la Central se despedía recordando “el

daño que produjeron los pasados alborotos estudiantiles, inducidos por elementos

extraños o por los propios, sordos al interés nacional, retrayendo a los extranjeros en la

visita a las grandes Exposiciones y dando lugar a una campaña mundial de alarmas e

inquietudes, de cuyas consecuencias no se ha librado el país aún”605.

La Confederación de Estudiantes Católicos dirigió una nota a Primo de Rivera

para desmentir las acusaciones formuladas contra ellos y para proclamar que siempre

habían defendido la libertad de asociación y la representación de los estudiantes. Como

prueba, alegaban que en VIII Asamblea General, celebrada en diciembre en Barcelona,

se solicitó que “no se pusieran trabas a la constitución legal de Asociaciones de

605 La Libertad, 23/01/1929, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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estudiantes ni a su reconocimiento oficial por las Universidades”. “Somos fuertes para

vivir en régimen de libertad ―afirmaban en la nota―. No somos ni minoría ni protegidos.

Por el contrario, es bien manifiesto que sólo al amparo de algunas autoridades académicas

han podido vivir un grupo de estudiantes que no se ha caracterizado precisamente por su

espíritu de disciplina ni por su amor a la Universidad, a la cual ha tratado de mezclar en

varias ocasiones en campañas de evidente tendencia política, perjudiciales a su paz y a su

prestigio de centro de cultura. Pruébalo el que dichas Asociaciones disfrutan de locales

dentro del recinto universitario, que a nosotros se nos han negado sistemáticamente”606.

La respuesta del presidente consistió en lamentar las divisiones entre los

estudiantes y en desear que pronto se recuperase la normalidad. La mente de Primo de

Rivera estaba más preocupada en otros asuntos que en el pleito universitario, como bien

se comprobaría días después cuando realizó la consulta a los Capitanes Generales.

En definitiva, la oposición de los estudiantes fue constante a lo largo de 1929 y se

fundió con la de los intelectuales607. Pese a que el Régimen quiso restar importancia al

conflicto universitario, fue un quebradero de cabeza y contribuyó a minar la imagen de la

Dictadura en el exterior. También fue un motivo de desacuerdo con el Rey, ya que, en

medio de sus esfuerzos por construir la Ciudad Universitaria, no veía con buenos ojos el

cierre de las Universidades y presionó a Primo de Rivera para que levantase la sanción.

4.11 La Dictadura y el régimen de censura

Aunque la Dictadura mantenía el régimen de censura, no podía evitar la

circulación de folletos y diarios clandestinos. El Gobierno, o más bien Primo de Rivera,

no se resistía a responder a estas publicaciones, consiguiendo el efecto contrario al

deseado: darles una difusión y relevancia, que, en su condición de material prohibido, no

606 La Época, 27/01/1930, p. 6. 607 JATO MIRANDA, David: La rebelión de los estudiantes (Apuntes para una historia del alegre SEU),

Madrid, CIES, 1953, p. 31. Jato Miranda señala que “los estudiantes se convirtieron en el brazo activo e

incansable del descontento de los intelectuales”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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habrían alcanzado de otra manera. De las más dañinas eran El Murciélago608 y Hojas

Libres, esta última revista la editaba en Hendaya Eduardo Ortega y Gasset, y a ella le

dedicó el 10 de marzo una nota oficial que decía:

“Las Hojas Libres, o el periódico difamador que se edita en el mediodía de

Francia, ha logrado hacer circular por la Península Ibérica unos miles de

ejemplares, no obstante, lo cual sigue quejándose de la persecución

inquisitorial que en España se ejerce sobre la circulación de la

correspondencia.

Hace tiempo que el Gobierno dejó de dar importancia a este libelo; pero en el

último número comprende un cambio en el que se hace preciso atajarlo, pues

lo dedica a sembrar el descontento y la desunión entre distintas armas y clases

del Ejército y a tratar de poner a éste y a la marina enfrente del Gobierno”609.

A pesar de que el Régimen no atribuía credibilidad a esta publicación, consideraba

que “sería imprudente dejar sin adecuada advertencia esta falaz actuación, hermana de las

que están produciendo baja en nuestra moneda, alborotos estudiantiles, retraimiento de

turistas y otros estrago, a todos los cuales hará frente el Gobierno con serenidad y energía,

porque, más que triste, sería bochornoso entregar país tan noble y bueno como el nuestro

al hampa aliada en todos sus matices, que desencadenaría sobre él todas las calamidades

de la anarquía y las pasiones, destruyendo su prestigio y su prosperidad”610.

Una nota oficial, publicada el 24 de marzo, justificaba el establecimiento de la

censura, que no había sido una “invención” de la Dictadura, sino que recordaba que las

garantías constitucionales fueron suspendidas arbitrariamente muchas veces en el antiguo

régimen, lo mismo por gobiernos conservadores que liberales. En opinión del Régimen,

608 ALCALÁ ZAMORA, Niceto: op. cit., p. 148. Alcalá afirma que el periódico más crítico en el extranjero

fue Hojas Libres; pero “el más leído, con mucha diferencia, era El Murciélago, compuesto, aunque pocas

veces apareciera impreso, en Madrid mismo y nada lejos de las dependencias oficiales, con frecuencia

escrito en ellas”. 609 El Socialista, 10/03/1929, p. 3. 610 El Socialista, 10/03/1929, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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la censura era bastante limitada, puesto que estaban permitidos los artículos doctrinales y

las críticas sobre cuestiones financieras, parlamentarias, políticas e incluso religiosas. El

Gobierno esgrimía que la censura sólo intervenía cuando creía que algún artículo podía

alterar el orden público o causar daño a la política internacional de España. Se jactaba de

que la censura española era mucho más suave que la italiana; lo cual era cierto. Y en

cuanto a los delitos que contemplaba el nuevo código penal respecto a la prensa, que

suscitó fuertes críticas en El Sol, no veía en ellos nada fuera de lo normal.

El 13 de abril otra nota oficial anunciaba nuevas medidas restrictivas respecto a la

prensa porque no le había gustado nada la discusión que ésta mantuvo en torno a la

reforma universitaria y el pleito universitario.

A mediados de mayo el presidente de la Academia de Jurisprudencia, Ángel

Ossorio y Gallardo, pronunció un discurso que tuvo mucho eco y con ocasión de esto, el

órgano del PSOE señaló que “no hablan los que no quieren, aunque todos lo hagamos con

limitaciones”. El diario socialista argumentaba que Ossorio y Gallardo no había dejado

de impartir conferencias a pesar de las restricciones de la Dictadura y decía: “Casi todos

los que no hablan es porque no saben qué decir o porque no tiene que decir nada

interesante que decir o por cuquería611”.

La Nación les dio la razón:

“Aunque pocas veces coincidimos ideológicamente con El Socialista, en esta

ocasión estamos de perfecto acuerdo. Cierto que un régimen de excepción

transitoria necesita en muchas ocasiones poner cortapisas a propagandas de

carácter político, pero también lo es que los que han querido exteriorizar sus

ideas en un terreno doctrinal, defenderlas y buscar adeptos, no han encontrado

nunca obstáculos si no han intentado utilizar ese derecho para maniobras de

perturbaciones estériles y para habilidades de antiguo politiqueo612”.

611 El Socialista, 16/05/1929, p. 1. 612 La Nación, 16/05/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

215

El diario oficioso sostenía que los socialistas, entre ellos Saborit o Largo

Caballero, habían continuado dirigiéndose a las masas obreras y también habían podido

celebrar asambleas y mítines, “no porque se les haya dado trato de favor, sino porque han

sabido hacerse cargo de la situación y producirse dentro de los términos que una dictadura

puede consentir, sin que sus restricciones impliquen atentados a la libertad de

pensamiento”. Que no había trato de favor lo demostraba que Ossorio y Gallardo pudiera

hablar “y otros muchos oradores de ideologías bien contrarias, sin que se les moleste lo

más mínimo”613. Miguel Maura también cuenta que durante los años de Dictadura pudo

pronunciar conferencias y tan sólo en una ocasión Primo de Rivera la llamó la atención614.

El 4 de junio el Régimen difundió una nota para aclarar “las campañas

clandestinas de difamación que con marcada preferencia se encaminaban a producir

impresión en los elementos militares”. Por eso afirmaba que gran parte de las hojas

subversivas que llegaban “a manos de las autoridades procedían de los cuarteles”. La

nota también hacía referencia a lo publicado por Hojas Libres en un número

extraordinario dedicado completamente al repaso de la obra económica de la Dictadura,

que calificaba de “calamitosa”615. El Gobierno consiguió que el su homólogo francés

persiguiera a la publicación clandestina y finalmente se dejó de publicar a finales de

1929616.

4.12 Primo de Rivera anuncia que no se ve mucho tiempo más en el poder

Los rumores sobre el próximo fin de la Dictadura estuvieron presentes a lo largo de

1929. En enero Primo de Rivera anunció una prórroga de cinco años, posteriormente, en

febrero dijo que acabaría en 1931 y el 25 de marzo afirmó que no se veía mucho más

tiempo en el poder:

613 La Nación, 16/05/1929, p. 1. 614 MAURA, Miguel: op. cit., p. 19. 615 El Socialista, 05/06/1929, p. 3. 616 MAURA, Gabriel: op. cit., p. 277.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

216

“Si yo creyera posible que mi naturaleza física resistiera cinco años más la

ruda y desgastadora labor a que la vengo sometiendo durante los cinco años

últimos, no vacilaría ni un momento en recabar del pueblo y del Rey la

ratificación de la confianza plena por ese plazo. Pero no me siento bastante

joven y fuerte como para eso, y he de abreviar los trámites preparatorios de

mi cese en el Gobierno, porque lo peor para el país sería una sucesión

abintestada, imprevista, no por falta de hombres capaces de continuar la

magnífica obra dictatorial, sino porque la sorpresa del suceso desorientaría a

la masa ciudadana, cuya homogeneidad y cohesión es hoy nuestra mayor

fuerza, reconocida aun por los adversarios, que siempre que consideran las

posibilidades de una convocatoria electoral, a la que muchas veces nos

incitan, aun realizada con los únicos medios legales hoy vigentes, descuentan

que el Régimen obtendría una aplastante mayoría”617.

Sin embargo, a principios de abril, a la salida de un Consejo de Ministros, el

marqués de Estella comunicó a los periodistas que, por lo menos, continuaría otros tres

años gobernando. Posteriormente, en el otoño de 1929 ofrecería nuevas fechas y anunció

que continuaría hasta que la Asamblea concluyese su labor. Aunque a partir de diciembre

ya insinuó que pensaba abandonar el poder antes de finalizar la Dictadura.

4.13 La Unión Patriótica y el Somatén

Una vez estabilizado el país tras poner fin a la guerra de Marruecos y, ya que los

tradicionales partidos estaban desmantelados, Primo de Rivera decidió crear en abril de

1924 una fuerza política que llenase el vacío político existente618. Aunque tenía tintes de

partido único, no puede considerarse como tal, porque el propio Régimen rechazaba el

término de partido y prefería el de organización ciudadana. José María Pemán, autor de

El hecho y la idea de la Unión Patriótica, manifestaba: “La Unión Patriótica era una

617 El Socialista, 26/03/1929. 618 MARTÍNEZ SEGARRA, Rosa: El Somatén Nacional en la dictadura del general Primo de Rivera,

Universidad Complutense, Madrid, 1984, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

217

necesidad “democrática” para la Dictadura contribuía a darle el aura popular que

necesitaba para no convertirse en despotismo”. Este hecho fue criticado por los diarios

conservadores, que no sentían que la ideología de la U.P. pudiera dar cabida a la de los

conservadores dinásticos, a pesar de que desde el Gobierno se declaraba que estaba

abierta a todos los españoles619.

La Nación publicaba en sus páginas todos los actos relacionados con las Uniones

Patrióticas y destacaba siempre su fuerza y pujanza, aunque no fuera cierto, pues el

número de afiliados era muy poco significativo. Lo cual motivará las quejas del Régimen,

que no entendía por qué los españoles no se unían a esta organización ciudadana. Desde

el periódico de Delgado Barreto se animaba a afiliarse a ella siempre que tenían ocasión.

Entre sus filas había muchos excarlistas y exmauristas, pese a que contaba con la

oposición de Maura. El deseo de Primo de Rivera de que surgiera una nueva clase política

nunca se cumplió y la realidad fue que el único grupo de hombres que podía participar en

política eran los antiguos políticos.

Después del intento de sublevación en Ciudad Real, el Gobierno decidió utilizar

a las Uniones Patrióticas y los Somatenes como “medios informativos y de vigilancia”.

Anunció la medida por medio de un Real Decreto, que justificaba “la adopción de ciertas

medidas dictatoriales”. Para Primo de Rivera a nadie podía extrañar que se encomendase

esta misión a los Somatenes y las Uniones Patrióticas, organizaciones apolíticas. Insistía

en que la U.P. no era un partido político, sino una “falange apolítica organizada para la

defensa social” y, por tanto, le competía una actuación muy distinta de la que

correspondía a un partido normal.

El diario oficioso aseguró que las organizaciones de la U.P. y el Somatén más

importantes estaban en Aragón y en Cataluña. Asimismo, subrayaba que sus idearios eran

muy similares: “Paz, Justicia, Orden”. Mientras la Unión Patriótica actuaba como “órgano

de propaganda y predicación”; el Somatén Nacional lo hacía como “instrumento de

619 SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis…, op. cit., p. 238. Seco Serrano califica a la U.P. de

“conglomerado de sectores ultraderechistas y de restos caciquiles”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

218

acción”. La Nación animaba a unirse a ellas, puesto que lo más lógico es que “el que

quiera culminar sus deberes ciudadanos pertenezca a las dos organizaciones” y destacaba

que el objetivo de la U.P. era “formar un enorme núcleo ciudadano apolítico”, así como

que en ella cabían “todos los idearios positivos y fecundos y todas las actividades”620.

Cuando la prensa de derechas pidió al Gobierno que autorizase la formación de

un partido conservador monárquico, éste respondió que ya existía la Unión Patriótica. La

Nación, por su parte, mostró su perplejidad porque aseguraba que éste órgano ya estaba

formado y tenía probada “su eficacia”. Por eso no veían el motivo para formar otro,

especialmente en esos momentos en los que se trataba de implantar las bases del nuevo

Régimen, y se requería “unidad del pensamiento y acción de todas las clases requeridas

en el manifiesto”621.

El 24 de abril Primo de Rivera hizo un llamamiento a que “los grandes núcleos

sociales”, que habían acudido a la manifestación a favor del Gobierno, se organizasen. La

mayoría de la prensa reaccionó de forma indignada porque llevaban tiempo pidiendo la

formación de nuevos partidos y no se les permitía. Días después el jefe del Consejo se vio

obligado a declarar que, de ninguna manera, se abría un período de “privilegiada actividad

política en favor de sectores afines o simpatizantes con la Unión Patriótica”. Asimismo,

afirmaba que nunca fue su deseo que la U.P. fuera un partido político: “la Dictadura ha

considerado esencial para la curación del país que tiene a su cargo la dieta política

mientras ella actúe, y por ello ni ha creado partido, sino que ha requerido y organizado

aportaciones ciudadanas, ni autoriza la actuación de otros, ni de sus propagandas

perturbadoras”622.

A principios de octubre la Unión Patriótica organizó un mitin en Barcelona en el

que Primo de Rivera se felicitó por los cerca de 200.000 afiliados que había en la capital

catalana y achacaba el éxito de la U.P. a la mala política anterior. El 13 de enero de 1930

La Nación se congratulaba de los “miles y miles de centenares” afiliados al Somatén”.

620 La Nación, 01/04/1929, p. 1. 621 La Nación, 06/04/1929, p. 1 622 La Nación, 29/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

219

Asimismo, destacaba su carácter apolítico y su contribución a la “paz” y el “orden”. El

periódico de Delgado Barreto lo definía como “escuela de ciudadanía” y subrayaba que

los somatenistas no abusaban de “la privilegiada situación” que la ley les concedía623.

En definitiva, el Gobierno y La Nación incurrían en una gran contradicción al

defender a la U.P., porque si ésta estaba abierta a todos los españoles y tenía un carácter

apolítico, no podía entonces actuar como organización conservadora. El temor de los

medios de derechas era que finalizara la Dictadura y tan sólo se contase con la Unión

Patriótica como partido conservador. La U.P., como hemos dicho, nunca tuvo una gran

fuerza y no fue tomada nunca en serio por los diarios de derechas, que preveían que

cuando faltase el dictador ésta desapareciese. Al mismo tiempo, al presidente le parecía

incomprensible que la Unión Patriótica no contase con más afiliados.

4.14 La manifestación a favor del Gobierno

La Unión Patriótica convocó para el 14 de abril una manifestación “espontánea”

a favor del Gobierno en respuesta a los ataques que la Dictadura llevaba sufriendo desde

comienzos de 1929. Al Régimen le interesaba publicitar el homenaje y trasmitir una

imagen de fuerza y unión, especialmente tras los incidentes de los últimos meses: la

intentona golpista, la huelga estudiantil ―que afectó a la economía― y los ataques de la

prensa extranjera. Por ello, el presidente de la Comisión organizadora, José Juan Dómine,

mantuvo un encuentro con los periodistas, a quienes entregó un documento que, el día 14

de abril, recibiría el presidente del Consejo “de las fuerzas vivas de España adheridas a la

manifestación”624:

“A pocos parecerá preciso, después de tantas pruebas de confianza como

viene recibiendo el general Primo de Rivera, presidente del Consejo de

ministros, en su continuo contacto con la opinión pública en general, pero,

623 La Nación, 13/01/1930, p. 1. 624 La Época, 26/03/1929, p. 2.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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muy en particular, con las clases industriales, bancarias, agrícolas,

mercantiles, culturales y obreras, que se requiera a una nueva demostración

de franca gratitud nacional hacia el ilustre gobernante, que tanto viene

contribuyendo con su actuación al máximo engrandecimiento de la Patria.

Sin embargo, los acontecimientos de estos días y la falsa interpretación que

se les ha querido dar, propalando en todas direcciones las más absurdas

patrañas, en descrédito de la verdad y en desprestigio de los más altos interés

morales y materiales de la nación, nos obligan a protestar, a hacer partícipe a

la opinión pública, de nuestro favorable criterio a manifestarse una vez más,

ante propios y extraños, de cuál es el verdadero sentir nacional en el momento

actual de España, y cuán viva y categórica es su protesta contra el

falseamiento tendencioso del estado real de la conciencia nacional”625.

El manifiesto invitaba a todos los ciudadanos a participar en el homenaje y

enumeraba los aciertos de la Dictadura: la pacificación de Marruecos, el restablecimiento

de la paz social, el saneamiento de la Hacienda… Resaltaba, además, que la manifestación

sería una demostración de confianza para la labor a la que se enfrentaba el Régimen hasta

el restablecimiento de la normalidad constitucional. El documento iba avalado por 1.600

firmas de bancos, sociedades entidades mercantiles y comerciales y agrícolas, que

representaban “un total de 60.000 millones de pesetas”626.

De forma paralela, Dómine hizo saber que, junto con este manifiesto, se lanzarían

otros dos, uno elaborado por intelectuales y el otro, por las mujeres españolas. En su

reunión rogó a la prensa que asistiese a la manifestación y emitiera un juicio sobre ella.

La Nación se unió desde el primer momento al homenaje al Gobierno y dio cuenta de

todo lo relativo a la manifestación. De esta forma, el 3 de abril, informaba de que todos

los días le llegaban “infinidad” de cartas sobre el acto del día 14. Aunque afirmaba que,

por su “indudable apego al Gobierno”, no estaban interviniendo en la organización,

625 La Época, 26/03/1929, p. 2. 626 La Época, 26/03/1929, p. 2.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

221

invitaba a todo el país a proclamar “su confianza y su fe en la obra y en los propósitos del

nuevo Régimen”. Días después, el diario de Delgado Barreto incidía en esta idea al

proclamar “la necesidad y la conveniencia de destacar ante el mundo la verdadera opinión

española” después de los ataques de los medios extranjeros:

“Las manifestaciones de Zaragoza y Barcelona; la más reciente aún de

Toledo, con motivo de los últimos viajes del general Primo de Rivera, y las

que, de una manera espontánea vienen celebrándose en muchos pueblos de

España, constituyen una vigorosa afirmación de confianza en el Régimen, y

una protesta viva, encendida y sincera, contra los intentos perturbadores y

campañas difamatorias.

Esos múltiples actos, tan expresivos, lo mismo que la reacción que ya se

observa en gran parte de la Prensa extranjera, comprueban el artificio y la

falacia de los que, en vísperas de las grandes Exposiciones, pretendieron

inferir al interés de España un daño que, afortunadamente, pudo impedirse sin

violencias”627.

Como decimos, La Nación aplaudía la decisión de celebrar la manifestación para

demostrar la gratitud que todos los españoles sentían hacia el Régimen y el jefe del

Gobierno, y aclaraba que los actos no tendrían “matiz político alguno”. Ellos no

intervendrían en su organización y exhortaba a participar en ella, ya que significaría

“presentar a España vertebrada y trabajada, como está ahora, en ruta hacia gloriosos

destinos628”.

Pero La Nación no fue el único periódico en adherirse al homenaje al Gobierno.

ABC, en su editorial del 12 de abril, explicaba su apoyo:

627 La Nación, 08/04/1929, p. 1. 628 La Nación, 08/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

222

“Desde el día 13 de septiembre de 1923 hemos venido dando toda nuestra

ciudadana adhesión a cuanto patrióticamente podíamos hallar bien logrado

por la Dictadura del marqués de Estella, sin dejar de manifestar por otra parte

―y en cuanto nos era permitido―aquel disentimiento y aquella crítica serena

de lo que nos resultaba menos conforme con la teoría y la práctica del buen

gobierno”.

A pesar de ello, el diario monárquico expresaba sus críticas al pleito estudiantil o

a la situación económica, y pedía el restablecimiento de la normalidad constitucional:

“No podríamos sumarnos del mismo modo contemplando aquellos problemas

que en Instrucción pública o en Hacienda han estado lejos de satisfacer

nuestras esperanzas y también recordando aquellas promesas que en distintos

órdenes de la vida nacional vemos lejos de su realización. Ni podríamos

tampoco dejar de pedir en esta hora la constitución de un sistema orgánico de

normalidad política, creado y promulgado bajo las garantías que son

condición inherente de su fuerza nacional e imperiosa, así como demandamos

también aquellas condiciones de vida civil y de polémica civil sin las cuales

será imposible la creación de fuerzas nuevas y descubiertas al servicio de la

Monarquía. Al adherirnos con las patentes y bien taxativas salvedades al

homenaje, debemos reconocer que los aciertos señalados, más que de un

régimen lo son de las capacidades políticas y de la virtud autoritaria de un

hombre, mientras muchos de los desaciertos se hubiesen evitado, creemos,

con la estabilidad de un orden jurídico definido que fijase ante la nación las

responsabilidades de gobierno”629.

El Debate también mostró su adhesión a los actos del día 14 en su editorial del 13

de abril:

629 ABC, 12/04/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

223

“Nos adherimos al homenaje que se celebra hoy en honor de Primo de Rivera.

Bastaría que fuese el representante de Gobierno español atacado en una

campaña injusta y violenta, a la cual se han mezclado elementos extraños,

víctima de insidias y calumnias, para que nos sumáramos al acto como

protesta. Pero no nos mueven solamente razones circunstanciales. Primo de

Rivera se merece el homenaje por su obra total”.

Si bien agradecía al general que hubiera devuelto la paz y el prestigio al país y,

consideraba que no era el momento de nombrar los “reparos”, urgía a éste a preparar su

sucesión. A El Debate le preocupaba especialmente que la transición política hacia el

nuevo régimen fuera pacífica, así como que España contase con un partido que continuase

la labor de la Dictadura, pues no confiaba en la U.P.:

“Cuando se aproxime el momento del cambio de Gobierno, muchas

personas, contando entre ellas bastantes enemigos de la Dictadura, pensarán

con temor en la sucesión, si no queda tras de Primo de Rivera una fuerza

política que en los puntos fundamentales continúe su obra. Cierto que ha

progresado mucho en España el espíritu público y que empieza a formarse

una conciencia nacional, y buena prueba de ello es la energía con que el país

reacciona contra las campañas anti patrióticas”630.

El mismo día de la manifestación, el Gobierno alertó de que le habían llegado

noticias acerca de unos jóvenes que querían sabotear el acto. Pese a ello, la manifestación

se celebró el domingo 14 de abril sin que la prensa publicase ningún incidente importante.

Las puertas del Ministerio del Ejército estuvieron abiertas desde las ocho de la mañana

para recibir a la multitud que, desde bien temprano, abarrotaba las inmediaciones del

edificio. Alrededor de las diez empezaron a llegar los manifestantes y a esa hora Primo

de Rivera se asomó al balcón central del Ministerio para saludar. Una hora después, el

presidente pronunció un discurso, en el que afirmó que, “los millares de firmas allí

630 El Debate, 14/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

224

depositadas representaban la seguridad de que el Gobierno había de mantener siempre el

prestigio de la nación”631.

La manifestación duró varias horas y por ella desfilaron funcionarios, ciudadanos

anónimos, representantes de organizaciones, de entidades bancarias, de la Unión

Patriótica, etc. El presidente del Gobierno salió a saludar varias veces, expresando su

gratitud y alabando la “calidad y el carácter” de los manifestantes. En su discurso final

Primo de Rivera se dirigió a la Unión Patriótica, última en desfilar, para evitar que se

interpretara el homenaje como un acto organizado con fines partidistas. El general reiteró

que la U.P. no era un partido, sino “una nobilísima asociación ciudadana”. También se

refirió al Rey en sus palabras de despedida, quien había preguntado en Palacio por el

transcurso de la manifestación, “congratulándose del resultado de la misma”. El marqués

de Estella se despidió de la multitud, muy satisfecho, de la siguiente manera: “Tenéis un

derecho legítimo, tenéis una razón perfectamente legal para exigir que os gobierne quien

sepa defender y enaltecer a España, a la Monarquía y a la Religión”632.

El Gobierno envió una nota oficiosa sobre la manifestación, felicitándose por el

resultado obtenido: “100.000 ciudadanos y más de tres millones representados por sus

firmas”. Se alegraba de que se hubiera celebrado, ya que era preciso “deshacer la inocua

campaña emprendida contra España por reyes del petróleo y otras finanzas, que creyeron,

en su soberbia, que podían obtener de un Gobierno digno, por medio de amenazas, la

derogación de leyes meditadas y convenientes dictadas por él y promulgadas por el Rey,

arrollando, así aliados con especuladores nacionales ofuscados y profesionales de la

algarabía, la voluntad de un gran pueblo”633.

El número de participantes no está claro. Llegaron muchas gentes de provincias

para mostrar su apoyo, pero unas fotografías de Mundo Gráfico en su número del 17 de

abril de 1929 revelan que se exageraron sus dimensiones634. En cambio, la nota oficial

631 El Socialista, 16/04/1929, p. 3. 632 La Época, 15/04/1929, p. 4. 633 La Nación, 15/04/1929, p. 1. 634 MAURA, Gabriel: op. cit., p. 262.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

225

señaló que el número de opositores era una “notoria minoría” y que, si persistían en su

actitud de perjudicar al país, no quedarían impunes. Asimismo, realizó un profundo

repaso al apoyo de los distintos sectores sociales a la Dictadura635:

“El clero es afecto en su enorme mayoría porque se siente dignificado en su

elevada misión y atendido, aunque aun insuficientemente, en sus más

apremiantes necesidades.

El Ejército y la marina han visto elevado su concepto con los gloriosos

triunfos de Marruecos y mantenida su disciplina, esencia de su vivir en todas

las ocasiones.

Las clases culturales, salvo el infundado agravio que alega una minoría

universitaria, han recibido del poder público toda clase de atenciones y

ayudas.

Las patronales ven en el proceder del Gobierno la garantía de seguridad,

respeto y rendimiento por parte de los obreros, y éstos, tratados con justicia y

consideración por todos, van obteniendo mejoras justificadas, que como no

las deben a coacciones ni violencias, con las que el Gobierno no transigiría ni

por un minuto, las agradecen más, pues saben que no emanan del miedo, sino

de la razón.

La agricultura sabe que es el preferido objeto de la preocupación del

Gobierno. La industria, comercio y Banca tienen campo creciente, fecundo y

prudentemente amparado para sus importantes actuaciones.

635 Esta nota contrasta con la que Primo de Rivera enviará el 31 de diciembre de 1929, donde mencionará

a todos los elementos sociales que ya no apoyan a la Dictadura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

226

La aristocracia de estirpe rancia o de merecido galardón reciente, sin disfrutar

privilegios irritantes, es considerada, cada día más, por el Gobierno, como

una importante fuerza social.

Los viejos políticos, divididos en tres sectores, disfrutan en dos de ellos, en el

de dignísima y eficaz colaboración, sin rendimientos incondicionales y en el

de prudente y discretamente abstenido, todas las consideraciones del régimen,

que en nada ha molestado a quien no le ha molestado a él injustificadamente.

El tercer sector, en indudable minoría, es de más arraigo en los

procedimientos viejos, y por ello, acaso los ya valetudinarios, sólo a

vigilancia están sometidos para no desconocer las maniobras en que, sin duda,

porque les dan ilusión de rejuvenecimiento, no cesan y que no se puede

considerar como peligrosos mientras vivan aislados de toda opinión sana y

solvente.

Los funcionarios han comprendido pronto que el régimen no les ha exigido

más que el cumplimiento de sus deberes, a los que se vienen ateniendo,

ganando confianza y prestigio y libres de la competencia irritante y

desmoralizadora de los ‘figurados’, que solo tenían efectividad en el cobro de

las nóminas.

Los contribuyentes no han sufrido recargos, gozan de más garantías y

facilidades y, sin duda, comprueban que el tributo, sin privilegio alguno, pesa

por igual sobre todos, lo que constituye el principal secreto de la enorme alza

de la recaudación, el consiguiente equilibrio económico por el que tantos años

se ha suspirado.

Las clases pasivas han mejorado todas de condición.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

227

Los ciudadanos sin clasificación disfrutan del orden público, de la

higienización y embellecimiento de las ciudades, de las magníficas carreteras,

de la más pronta justicia y de muchos otros dones.

Los menesterosos encuentran amparo y acogimiento en hospitales,

dispensarios, asilos, sanatorios y organizaciones de caridad, y constante

reparto de socorros, tales como el famoso desempeño de prendas y los

donativos a la vejez”636.

La Época ofreció el 15 de abril una crónica detallada de la manifestación. En ella

destacaba que la razón del homenaje a Primo de Rivera fue protestar por la campaña en

contra de España emprendida por una parte de la prensa extranjera:

“En los mismos periódicos en que nos hallábamos acostumbrados a leer

juicios favorables a la Dictadura, empezamos a encontrar otros, no sólo

contrarios a ella, sino con el aderezo de falsedades perjudiciales al buen

nombre de España. Tenemos, pues, derecho a pensar que no es la idealidad

política lo que ha movido las plumas que así cambiaron, y eso hace que se

proteste instintivamente contra quienes quieren dirigirnos a su antojo más alá

de las fronteras”637.

El diario conservador aseguró que, si el acto hubiese quedadorestringido a la

protesta contra la campaña extranjera, el número de manifestantes y adheridos hubiera

sido mucho mayor. Sin embargo, la manifestación tuvo a la vez otro significado: “la

adhesión a la obra realizada por el general Primo de Rivera y la de confianza para que la

prosiga”. Por lo que muchos se quedaron en sus casas al no estar de acuerdo. La Época

subrayaba que la Dictadura había traído cosas buenas como la pacificación de Marruecos

y el restablecimiento y consolidación del orden público, y otras, en cambio, habían

provocado fuertes críticas, como, por ejemplo, la política de la enseñanza secundaria.

636 La Época, 15/04/1929, p. 4. 637 La Época, 15/04/1929, p. 4.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

228

Declaraba que entre los que se abstuvieron de participar, habrá “quienes propugnen

íntimamente un deseo de normalidad conquistado a cualquier precio. Pero hay legión de

quienes no quieren eso. Son muchos los que desean una normalidad constitucional, una

vida jurídica restablecida, pero dándose cuenta de que hay que llegar a ella con métodos

evolutivos en ambiente de cordialidad, porque sólo con la paz de los espíritus puede

lograrse que sea duradera la de los cuerpos”. El órgano conservador exhortaba al

Gobierno a borrar “cuanto antes los efectos de los sucesos de los últimos meses sin dejar

huellas de rencores”638.

Como es natural, La Nación realizó la cobertura más extensa y pormenorizada de

la manifestación del domingo, que calificó de “acontecimiento histórico”. Para que no se

le escapara ningún detalle, publicó numerosas notas, además de una larguísima crónica

del homenaje:

“El acto de ayer fue tan grande, tan extraordinario, tan pródigo en matices,

que nuestros reporteros, ni aun realizando el máximo esfuerzo y unificando

las distintas notas e impresiones personales, pueden confeccionar una reseña

acabada, íntegra y minuciosa”639.

Entre tanta información elogiosa para el presidente, a La Nación le colaron un

soneto escrito supuestamente por una muchacha halagando a Primo de Rivera, que en

realidad era un acróstico injurioso contra él firmado por José Antonio Balbontín, bajo el

pseudónimo de “María Luz de Valdecilla”. El acróstico rezaba “Primo es un borracho”640:

638 La Época, 15/04/1929, p. 4. 639 La Nación, 15/04/1929, pp. 1-2. 640 José Antonio Balbontín fue un abogado, político y escritor de ideología comunista.

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"Paladín de la patria redimida,

Recio soldado que pelea y canta,

Ira de Dios que cuando azota es santa,

Místico rayo que al matar es vida.

Otra es España, a tu virtud rendida;

Ella es feliz bajo tu noble planta.

Sólo el hampón, que en odio se amamanta,

Blasfema ante tu frente esclarecida.

Otro es el mundo ante la España nueva;

Rencores viejos de la Edad medieva

Rompió tu lanza, que a los viles trunca.

Ahora está en paz tu grey bajo el amado

Chorro de luz de tu inmortal cayado.

¡Oh, pastor santo! ¡No nos dejes nunca!"641

El diario de Delgado Barreto se felicitaba porque España hubiese vuelto a

demostrar su confianza en el Gobierno, si bien reconocía que había personas, pocas, que

querían crear inquietud. El hecho de que hubiera “voces discrepantes” dentro de una

dictadura, haría que la gente pensase: “¡Qué cosas ocurrirán allí, que el Poder excepcional

no logra cohibir la protesta!”. Sin embargo, rechazaba que la situación fuera preocupante

y reclamaba que se pusiera fin al “equívoco”. La Nación culpaba a la prensa de dar alas

a esta situación y por ello pedía: “nada de insinuaciones y regateos periodísticos que

mantengan en continuo interrogante malévolo o receloso a las gentes”642. También

641 La Nación, 15/04/1929, p. 3; CAPELLA, Jacinto: op. cit., p. 78 y p. 102. Capella niega que fuera

borracho y señala que el único vicio que tenía era el juego. 642 La Nación, 15/04/1929, p. 3.

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lanzaba un mensaje a la prensa extranjera, de la que se esperaba que se hiciera eco del

gran éxito de la manifestación.

El mismo día de la manifestación se celebraron varios actos de homenaje a la

figura del presidente del Consejo. Uno de ellos tuvo lugar en el teatro Apolo, organizado

por las señoras de la Comisión femenina del homenaje. Por la noche en el teatro de la

Princesa se celebró una función organizada por la Agrupación Española de Bellas Artes.

El Debate informó del homenaje en su número del 16 de abril con un editorial

ensalzando las dimensiones de acto, que, sin duda, había superado al del 13 de septiembre

de 1928:

“Ayer asistimos a una extraordinaria manifestación ciudadana tan importante

por su densidad y entusiasmo, que no dudamos en afirmar excedió a la del 13

de septiembre.”

Destacaba que los manifestantes desfilaron “en pro del principio de autoridad, de

la causa del orden y de la paz pública, personificada actualmente en el Gobierno del señor

marqués de Estella”, y para mostrarle la gratitud que “todo español”, sentía por salvar a

España de “la descomponían social y de la sangría de Marruecos”. Los últimos sucesos

contra el Régimen sólo habían conseguido fortalecerlo y, afirmaba, que, la manifestación

había sido una “inyección tonificante” para la Dictadura. El diario católico admitía que

entre la multitud hubo unos cuantos, a los que tachó de “cuatro diabluras”, que profirieron

gritos contra el Gobierno, y se quejaba de que en Toulouse fueran retransmitidos como

“alteraciones de orden público en Madrid”643.

ABC llevó en su portada del día 16 la noticia, destacando el éxito cosechado. En

sus páginas interiores dedicó dos páginas enteras a relatar el acto de homenaje, sin realizar

ningún juicio al respecto.

643 La Nación, 15/04/1929, p. 12.

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Respecto a El Sol, destacó que el acto político estuvo organizado “principalmente”

por la Unión Patriótica, en honor del presidente del Consejo. La crónica del periódico de

Urgoiti relataba de forma mucho más breve que ABC o La Nación el homenaje del

domingo. Por su parte, La Libertad y El Socialista se limitaron a publicar las notas

oficiosas enviadas por el Gobierno, añadiendo al final de ellas: “de inserción obligatoria”.

4.14.1 Quejas por el tratamiento de la prensa a la manifestación

En la nota del Gobierno sobre la manifestación, al final hacía una referencia a la

prensa quejándose de la cobertura que habían dado al homenaje a la Dictadura,

concretamente los diarios madrileños, que merece la pena destacar:

“Cuenta el Gobierno en Madrid con un solo diario incondicional: La Nación,

en cuyo favor no ha hecho ni gestión recomendatoria de publicidad, ni menos

puesto a su disposición ni un solo céntimo de fondo alguno que no sea la

aportación de sus fundadores, y en provincias, con un centenar de modestos

periódicos, que desarrollan labor meritísima, sin ayuda oficial ninguna.

A más de esto, sin adscribirse al régimen, pero enjuiciando su obra con

serenidad y espíritu de justicia, existen en España hasta unos treinta

periódicos, entre ellos, algunos de Madrid y Barcelona de los de mayor relieve

y prestigio en la prensa nacional, que merecen mencionarse como

importantísima fuerza colaboradora por la misma objetividad y altura de sus

campañas. Y después de esto, la mayor parte de los periódicos de Madrid y

no pocos de provincias son hostiles a la situación, más que por lo que

escriben, restringido por una minuciosa, paciente y acertada labor de censura

oficial, por lo que traslucen, por el espíritu que los anima, por los focos de

rebelión que anidan en casi todas sus Redacciones”644.

644 La Nación, 15/04/1929, p. 12. Las cursivas son nuestras.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

232

El repaso que hizo Primo de Rivera de la prensa española dibujaba un panorama

desolador para la Dictadura: tan sólo contaba con un periódico incondicional ―La

Nación― y tenía en contra a la mayoría de los diarios de Madrid, a cuyas redacciones

llamaba “focos de rebelión”. Y eso que la censura no dejaba publicar más que las criticas

doctrinales, pero aun así los periodistas se las arreglaban para insinuar esa oposición, o,

también cuando se suavizaba la censura, las críticas florecían. Lo más llamativo y curioso

de la nota que dirigió el general jerezano fue la pregunta que hizo preguntándose si

cuantos leían estos periódicos eran “hostiles al régimen”. Primo de Rivera creía que no,

que tan sólo constituían “una modesta minoría”645.

Parece lógico que Primo de Rivera se preguntase si casi todos los periódicos de

Madrid le eran desfavorables, ¿sus lectores también estarán contra él? En el caso de los

periódicos analizados, La Época era firme defensora de la Constitución de 1876 y estaba

deseando que la Dictadura terminase. En cuanto a ABC, siempre se mostró respetuoso

con el Gobierno, pero apremiaba a Primo de Rivera a dar por finalizado su mandato. El

Debate es el único diario de los estudiados que podría considerarse afín al Gobierno. En

reiteradas ocasiones le mostró su apoyo y se mostraba en contra de una salida precipitada.

Sin embargo, El Sol, La Libertad y El Socialista se oponían de forma manifiesta a la

Dictadura, todo lo que la censura les permitía646.

Al día siguiente, 16 de abril, otra nota oficiosa expresaba la indignación que había

causado en muchas personas el tratamiento que se había dado a la manifestación

“privando así a sus lectores de elementos exactos de juicio y desorientando el de la parte

de mundo que en ellos busque fuentes de información”. El Gobierno había recibido

peticiones de que tomara medidas para remediar “esta actitud de mansa rebeldía”. No

obstante, el Régimen consideraba que tenía suficientes medios con la censura y la

645 PÉREZ, Dionisio: op. cit., p. 17. Primo de Rivera creyó que gracias a la censura iba a atraerse toda la

opinión publica en España y no fue así. Utilizaba las notas para transmitir sus opiniones al pueblo y muchas

de ellas le pusieron en evidencia y se ganó los comentarios burlescos de la gente. En opinión de Pérez las

notas oficiosas revelaron “la inanidad mental, la carencia y solidez de ideas, la falta de una fe política, de

un criterio orientador, de una doctrina y un propósito”. 646 MONTAGUT, José: op. cit., p. 189. Montagut califica de “error” que la Dictadura no prohibiese la

prensa enemiga ni se preocupase por contar con una prensa que le fuera fiel. Atacó también duramente la

actitud de los periódicos españoles con el Régimen.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

233

aplicación del artículo 2º del Real Decreto de 3 de febrero de 1929 para evitar “los falsos

estados de opinión” que pudieran crearse. Por ello, había decidido usar más

“frecuentemente e intensamente” el precepto citado, organizando una sección especial de

prensa encargada de dar a diario “la versión oficial de los acontecimientos” destacados,

para que fuera publicada obligatoriamente en aquellos periódicos que los omitiesen o los

narrasen de un modo “incompleto o marcadamente tendencioso”, dentro siempre del

límite de espacio establecido.

El Gobierno se quejaba de que algunos periódicos, como El Socialista, sólo habían

publicado la nota oficial sobre la manifestación y, otros, sólo “una somera descripción”.

La Nación, el 16 de abril, daba la razón al Régimen y criticaba a la mayoría de sus colegas:

“Aparte algunos periódicos ―y entre ellos, como es lógico ABC― que han

dado de los actos del domingo la debida reseña, lo cierto es que en los demás

ha bastado media columna de prosa fría para aludir, mejor que para describir,

la magnificencia espléndida de un verdadero acontecimiento ciudadano, que

revistió proporciones nunca igualadas y menos superadas. Porque allí vibró

en espíritu toda España. Es decir, toda la España del trabajo, de la riqueza, de

la cultura, cuanto en un país constituye dinamismo y fuerza”647.

El periódico oficioso agradecía la “extraordinaria” nota que publicó el Gobierno,

y defendía el decreto que autorizó a la Dictadura a disponer de los periódicos un espacio

diario para sus notas oficiales: “Gracias a aquella medida, de orientación plausible, en

este caso, la verdad sin mixtificaciones de ninguna clase, se ha llevado a las columnas de

la Prensa, y ha tenido, pese a los recalcitrantes, la divulgación que merece”648.

Tres días después de la manifestación, La Nación quiso realizar un análisis en frío,

aunque seguía utilizando adjetivos superlativos para describir el ambiente que se vivió el

domingo:

647 La Nación, 16/04/1929, p. 1. 648 La Nación, 16/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

234

“Fue única, insuperable, la sensación de unanimidad, de optimismo, de vigor,

de dinámica fuerza espiritual compacta. Y un hecho así, tan sugeridor, tan

espontáneo, de tan alta trascendencia, supone mucho en todas las

circunstancias históricas; pero más en las actuales, porque se produce a los

seis años de gobierno y en vísperas precisamente de las grandes Exposiciones

de Sevilla y Barcelona, magníficos ejemplos de trabajo y de vitalidad que va

a ofrecer nuestro país a la atención y al juicio de los extranjeros”649.

Arremetía contra el tratamiento de una parte de la prensa, que “con notorio

menoscabo de obligaciones profesionales, ha dado lugar a la expresa condenación del

público, que se ha dado cuenta y que tiene derecho a informaciones completas y veraces.

El cuchicheo, pues; el enredo, la diatriba en corros y tertulias, el sistema de silencios

pueriles y de reservas cautelosas, continúa”650.

4.15 Las Exposiciones de Sevilla y Barcelona

La Dictadura se preparaba en 1929 para organizar dos grandes exposiciones

internacionales: la Exposición Iberoamericana de Sevilla y la Exposición Internacional

de Barcelona. Después del intento de levantamiento en Ciudad Real y de las huelgas

estudiantiles, el Gobierno temía que este ambiente de intranquilidad pudiera afectar a la

afluencia del público extranjero. Por ello, adoptó varias medidas represivas, con las que

esperaba mantener la calma. La muerte de la Reina María Cristina obligó a retrasar la

Exposición de Sevilla para que la Familia Real no acudiera a la inauguración de luto651.

Algunos diarios, como La Nación, instaban en sus editoriales a dar ejemplo ante

la próxima gran afluencia de turistas que recibiría España: “¿No merece la pena posponer

649 La Nación, 17/04/1929, p. 1. 650 La Nación, 17/04/1929, p. 1 651 PETRIE, Charles: op. cit., p. 224. La muerte de la Reina María Cristina afectó profundamente al Rey,

que desde entonces sufrió una grave depresión y parecía que había perdido la seguridad en sí mismo.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

235

pasiones, ahogar rencores y ofrecer ante el mundo una sensación de concordia, de

vitalidad que afirme los prestigios de nuestro país?”652.

Por su parte, La Época, el día 11 de marzo, mostraba su alegría porque Madrid

acogiera la 55ª sesión de la Sociedad de Naciones. Opinaba que esa reunión, junto a las

Exposiciones de Sevilla y Barcelona, serían “un exponente de riqueza y progreso”. Al

diario conservador le satisfacía inmensamente que se celebrasen en Españas congresos

internacionales de tal magnitud, como los de las Asociaciones de la Sociedad de

Naciones, el Consejo de la Sociedad de Naciones, el de la International Law y el de

Ciencias Administrativas. Le preocupaba las consecuencias que los sucesos estudiantiles

ocurridos en los pasados días pudieran tener. Y por este motivo, realizaba un llamamiento

a mantener la paz en el país:

“Es interés de todos que vuelva la normalidad y la paz a los espíritus para que

España tenga el puesto que le corresponde. Cualquier otro camino, sería

funesto, y en él se hallaría la condenación sincera y enérgica de todos los

hombres de orden”653.

Primo de Rivera realizó a principios de mayo un viaje a Andalucía. Primero estuvo

en Sevilla, donde le nombraron alcalde honorario y donde comprobó cómo marchaban

los preparativos para la Exposición. En la capital hispalense mantuvo una charla con los

periodistas que le preguntaron si creía posible que el certamen fracasase, y éste contestó

airadamente:

“De ninguna manera. El éxito del certamen está asegurado. No hay todavía

mucha concurrencia; pero ésta será efectiva cuando se desvanezcan las

tendenciosas campañas, que el Gobierno está dispuesto a hacer desaparecer,

sentando la mano a quienes se hagan merecedores del castigo”654.

652 La Nación, 22/04/1929, p. 1. 653 La Época, 11/03/1929, p. 1. 654 El Sol, 05/05/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

236

También le cuestionaron acerca de sus intenciones de dejar el Gobierno en marzo

de 1931 y esto fue lo que respondió: “Ahora, lo primero que hay que hacer es sacar

adelante a España. Cuando yo considere necesario un cambio de Gobierno, porque así me

lo dicte mi conciencia, se lo diré al país y al Rey. Por ahora, estoy dispuesto a realizar

cuanto haga falta para cumplir con mi deber. Lo dicho, señores: a gobernar el país y

dejarse de politiquerías y partidismos que son la decadencia de los pueblos”655.

Tras visitar Sevilla, Primo de Rivera marchó a Córdoba, allí afirmó que estaba

dispuesto a cortar “de raíz” las perturbaciones que había habido en España y, por eso,

anunció que a su vuelta a Madrid sometería a la firma del Rey un importante decreto con

sanciones gravísimas, incluyendo la pérdida de la ciudadanía:

“El momento que va a comenzar a vivir España a partir del 9 de este mes es

de la mayor solemnidad. Tras esa fecha, en que se inaugurará la Exposición

Hispanoamericana de Sevilla, vendrá la del 19, en que corresponderá la

Internacional de Barcelona, de igual acto. Luego, en junio, la reunión del

Consejo de la Sociedad de Naciones en Madrid atraerá a la corte de España

personalidades del más alto relieve político mundial, como las grandes

Exposiciones habrán convocado alrededor de ellas al gran mundo de la

industria y el comercio y a todos los amantes del arte y la belleza.

No tengo que decir a la inmensa mayoría de los españoles, amantes de la

patria y comprensivos, cuál es la actitud que les corresponde en estos

momentos; pero sí he de advertir a aquellos pocos en quienes el concepto del

deber ciudadano y patriótico ha degenerado tan lamentablemente que, los

conduce a desear y provocar dificultades nacionales, y a los extranjeros que

viven acogidos a nuestra hidalga hospitalidad o a ella se acoja estos días,

atraídos por el esplendor e importancia de los acontecimientos mencionados,

que el Gobierno, consciente de su alto deber, ha de velar por la tranquilidad

655 El Sol, 05/05/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

237

de todos y por el prestigio de España, y será celoso en las medidas de

previsión e inexorable en las de represión, para evitar que nadie la perturbe ni

la comprometa. De los nuestros es de esperar que sepan dar tregua a sus

pasiones, por legítimas y fundadas que las juzguen; de los extraños, que

ninguna intromisión en la política y problemas internos del país les haga

perder los derechos de extranjería, que España quiere extremar con la mejor

acogida y más delicadas atenciones.

Para los que, de una u otra condición, desgraciadamente olvidaran estos

deberes, el Gobierno tiene dispuesta la pérdida de ciudadanía con todas sus

consecuencias jurídicas y económicas, para los primeros; la expulsión

inmediata para los segundos”656.

El jefe del Gobierno prefería afrontar las críticas de los “los pocos que pudieran

encontrar injustificadas estas medidas”, que caer en “la abyección de transigir con los

enemigos de la paz y del concepto de la nación”657.

La Dictadura también se quejó de que algunas agencias de viajes difundieron la

noticia de que el país no estaba preparado para acoger las Exposiciones y exponían dudas

del viaje a España. Por otro lado, la nota oficial arremetía con buena parte de la prensa

nacional que informaba lo mínimo sobre las Exposiciones, “acaso por considerarse

agraviada con el ejercicio de la censura” o por otras “características políticas

consustanciales con el régimen”. Reprochaba también que los medios no proclamasen “a

voz en grito, neta, espontáneamente y claramente, como sería su deber, la verdad absoluta

de que en España hay orden y paz completos, seguridad personal, excelentes servicios de

policía, magníficos caminos, hermosos hoteles y mucho que admirar”. Además, enviaba

una advertencia del presidente a la prensa:

656 El Sol, 07/05/1929, p. 12. 657 El Sol, 07/05/1929, 12.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

238

“El jefe del Gobierno espera que, a partir de ahora, y aparte de todo aspecto

de publicidad ritual, los periódicos españoles digan de España y de las

Exposiciones la verdad sin ambigüedades, y, además, cumplan con el deber

de fustigar, de execrar a los insensatos que andan por ahí creando un falso

ambiente de inquietudes y a los tímidos que se dejan impresionar con ello”658.

Esta medida fue fuertemente criticada en los medios, pero al Gobierno le

obsesionaba dar una imagen de tranquilidad y de orden en el extranjero, sobre todo

después de la campaña de la prensa extranjera. La Nación, en cambio, apoyó la decisión,

porque malo era que los extranjeros arremetiesen contra España, pero la Dictadura no

podía permitir que los españoles se sumasen a “tan infames maniobras” y contribuyesen

al “fomento del alarmismo y a la perturbación del orden”659. La Época comentó que no

creía que el llamamiento fuera desatendido por nadie y enumeró las razones por las que

deseaba que las Exposiciones fueran un éxito: “El turismo, la moneda, la satisfacción de

que se nos conozca mejor en el mundo, la posición de España en el extranjero, el

patrimonio cultural hispano-americano”. Aunque consideraban que las sanciones

extremas anunciadas serían “innecesarias”, opinaban que, en cambio, “una amnistía de

amplitud produciría un grande y beneficioso efecto”660.

Finalmente, llegó el día de la inauguración de la Exposición de Sevilla y,

afortunadamente para la Dictadura, se desarrolló con total normalidad. Acudió la Familia

Real y el Gobierno en pleno a la inauguración. El Régimen anunció que “las noticias de

Sevilla eran todas muy satisfactorias, y que reinaba la tranquilidad absoluta en España”661.

La Nación, ABC, La Época y El Debate dieron cuenta del éxito de la Exposición de forma

detallada, pero otros diarios, como El Sol, La Libertad y El Socialista, fueron muchos

más parcos en sus informaciones, limitándose a publicar una fría crónica o, simplemente,

las notas oficiosas. El diario de la Unión Patriótica reprochó este regateo informativo:

658 El Sol, 07/05/1929, p. 12. 659 La Nación, 07/05/1929, p. 1. 660 La Época, 07/05/1929, p. 1. 661 La Época, 10/05/1929, p. 4.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“Con motivo precisamente de las Exposiciones, nosotros reconocemos y

proclamamos que una parte de la Prensa ha cumplido, enalteciéndose con

ello, su deber. Y con la misma sinceridad agregamos que, otros periódicos

han regateado informaciones y comentarios, y en algún caso, el silencio o el

desdén han llegado a herir el sentimiento público”.

La hostilidad de La Libertad, El Sol y El Socialista hacia la Dictadura era evidente,

y, ya que no podían criticar abiertamente al Régimen, se contentaban con guardar un

silencio informativo en las actividades y noticias que el Gobierno quería destacar. La

Nación les reprochó que no podían pedir libertad si no eran ante todo un “buen español”:

“Las libertades no se conquistan citando frases retóricas y textos antiguos.

Las libertades se merecen. Y para merecerlas en España, lo primero es ser

buen español. Cuando no se demuestra serlo, no hay que hablar de libertades,

sino de la expresa renuncia a la ciudadanía662”.

ABC, a pesar de que deseaba que las Exposiciones fueran un gran éxito, no veía

ningún motivo que justificase la decisión de desposeer de la ciudadanía a los que

incurriesen en determinados delitos:

“Sería peligroso que los Gobiernos ―transitorios por naturaleza―

descendieran a combatir esta confusión con otra confusión, al pretender

identificarse de manera absoluta con los destinos de la Patria, cuyos intereses

son permanentes. La calidad de ciudadano es inherente a los fines constantes

nacionales, que sería peligroso confundir con vicisitudes de Gobierno o de

partido”663.

662 La Nación, 11/05/1929. 663 ABC, 15/05/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

240

El Gobierno permitió que el diario monárquico expusiera sus críticas con la

condición de que, a continuación, insertase una nota de la Oficina de Información y

Censura defendiendo la postura del Régimen:

“Muy sutiles de argumentación los anteriores párrafos, pero inútiles para

salvaguardar a los buenos, que tienen en su conducta la mejor defensa, y si

no tendrán el Gobierno, en nada debilitan el propósito de éste de atacar en su

raíz y ejemplarmente el grave mal que viene conteniendo y aliviando. El

supremo recurso dictado de pérdida de ciudadanía no tendría jamás empleo,

sino contra quien, clara y conscientemente, olvide las obligaciones de ella

derivadas, dañando el interés general, o cometa la felonía de acudir al

extranjero en solicitud de intervenciones en nuestra vida soberana. Mucho

daño moral y material sufrirá, sin duda, la persona a quien tal sanción se

aplique, pero en la sociedad el individuo es poco, y ella es todo. La sociedad

entrega al Estado, regentado por un Gobierno, su vida colectiva pública, y

éste, cuando es dictatorial, procede al margen de la ley, y con arreglo a las

circunstancias, sin más jueces que el pueblo, el Rey y su conciencia”664.

Al Gobierno le preocupaba que algún alboroto pudiera estropear la inauguración

de la Exposición de Barcelona. Sin embargo, finalmente, se inauguró el 20 de mayo de

1929, sin que se produjera ningún incidente, y con la asistencia de la Familia Real y del

Gobierno en pleno. La Dictadura se felicitaba del éxito de las dos exposiciones y de la

imagen de tranquilidad que se había ofrecido al exterior. La aparente calma que se vivió

en el país durante las Exposiciones, hizo creer a Primo de Rivera que había recuperado la

confianza del pueblo. Utilizó estos dos actos, y las proezas aeronáuticas, para distraer a

la opinión pública y evitar que se comentasen los sucesos políticos.

La Nación siguió con su actitud de apoyo al Gobierno y aplaudió el

comportamiento de Barcelona en la Exposición, así como el caluroso recibimiento que

664 ABC, 15/05/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

241

había dado a los Reyes, con “vivas a Cataluña y a España” y, también durante la procesión

del Corpus, presidida por el Rey y por el Gobierno. Por ello se preguntaba:

“¿Dónde están las incompatibilidades, las actitudes hostiles, el veneno

separatista, la irreligiosidad, el antimonarquismo, los rencores de clase, las

enconadas e irreductibles intransigencias?”665.

Para el periódico de Delgado Barreto, Cataluña había demostrado que, “sólo

necesitaba que se les gobernase con rectitud, autoridad y justicia”. Gracias a la autoridad

de Martínez Anido, la región había recuperado su paz social al “saberse gobernada”.

Frente al buen comportamiento de Cataluña, denunciaba la cobardía de unos cuantos que

en Madrid quieren sembrar “un estado de hostilidad y de inquietud que ninguna persona

decente y juiciosa comparte”666.

El conde de Romanones visitó la Exposición de Barcelona a principios de

noviembre, y, en declaraciones a ABC, manifestó que había quedado impresionado con

el “orden” reinante en la ciudad condal. Calificó el viaje de “grandes enseñanzas”, al

poder ver otros ambientes al de Madrid. Además, declaró que aconsejaría a todos sus

amigos que visitasen la Exposición.667. La Nación aplaudió la actitud de Romanones, que

tildó de “muy patriótica” y coincidió en que el ambiente de Barcelona era totalmente

normal:

“Muchas veces hemos dicho que, si los hombres públicos de otros tiempos

abandonaran el ambiente de ciertos círculos de Madrid y recorrieran España,

formarían verdadero concepto de la transformación radical que el país ha

experimentado bajo el nuevo régimen”668.

665 La Nación, 01/06/1929, p. 1. 666 La Nación, 01/06/1929, p. 1. 667 ABC, 12/11/1929, p. 20. 668 La Nación, 12/11/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

242

4.16 ABC pide una amnistía

A principios de mayo ABC publicó que diariamente estaban recibiendo

centenares de cartas, en las que le pedían que intercediera para la concesión de “una

amplia amnistía”669. El diario monárquico recogió esa súplica y añadía unas palabras de

adhesión, seguros de que la censura no las interceptaría, pues apelaban a “la gracia de la

Corona y, por lo tanto, a la propuesta de su Gobierno”. Consideraban que la inauguración

de los certámenes de Sevilla y de Barcelona eran “una etapa felizmente memorable y

fausta”, que se vería coronada con “la magnanimidad que disipara zozobras y uniese a

todos en el olvido generoso”670.

La Época secundó esta petición y afirmó que creían que una amnistía sería muy

conveniente:

“No hemos sido defensores en épocas normales de indultos y amnistías,

porque hemos creído que al prodigarse se relajaba el principio de autoridad;

pero esto mismo nos la proporciona mayor para decir que en las

circunstancias presentes una amnistía de amplitud produciría un grande y

beneficioso efecto”671.

El Socialista se hizo eco de la campaña de la prensa de derechas en pro de una

amnistía reparadora y se congratulaba de que no solo fueran los periódicos de izquierda

los que pidiesen indultos y amnistía: “A la petición reiteradísima de ABC se ha sumado

anoche La Época”. Y celebraban que La Época fuese “hoy partidaria de lo que combatía

en 1917”672. Sobre ABC, lamentaban que la petición de amnistía se circunscribiese

únicamente para los escolares detenidos.

669 ABC, 03/05/1929, p. 15. 670 ABC, 16/05/1929, p. 15. 671 La Época, 07/05/1929, p. 1. 672 El Socialista, 08/05/1929, p. 4.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

243

4.17 La amplitud de la censura

Desde que se suspendieron las garantías constitucionales en septiembre de 1923

quedó establecida la censura previa673. Como hemos señalado, se distinguió por actuar

con mucha arbitrariedad y fue suavizándose con el paso del tiempo. Se permitía la crítica

doctrinal a la Dictadura, pero no los ataques frontales. El Gobierno no prohibió los diarios

que le eran hostiles, únicamente persiguió a la prensa anarquista y comunista. Se preocupó

por contar con un periódico afecto y por esa razón se creó La Nación. No obstante, no

consiguió tener una prensa afecta y fiel.

El 13 de abril de 1929 el Gobierno informó de que había dado órdenes a la Oficina

de Información y Censura para que restringiera su tolerancia respecto a discusión en torno

al artículo 53 de la reforma de la enseñanza superior. Tomaba esta medida porque algunos

periódicos se aprovechaban de la “excesiva tolerancia” para “pretender tocar a rebato y

justificar con este motivo, y hasta si se le dejara promover y alentar una lucha religiosa,

que supone existe en potencial en el seno de la sociedad española”674.

Los diarios pedían reiteradamente el levantamiento de la censura y, a finales de

noviembre, Primo de Rivera habló del tema y aclaró que mientras siguiese la Dictadura,

el régimen de censura continuaría. El Debate escribió un editorial de respuesta,

cuestionando la efectividad y conveniencia de la censura:

“La censura, de un modo general y continuo, no puede ejercerse con equidad

y con unidad de criterio. Es falta independiente de la buena voluntad de los

censores. En el orden práctico coloca a la Redacción en el trance de escribir

pensando, no sólo en lo que quiere decirse, sino en lo que será permitido decir.

Es verdaderamente difícil manejar la pluma bajo la amenaza del lápiz del

censor. Y, por último, esta consideración de mucha importancia: el Gobierno

673 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: op. cit., p. 326. Primo de Rivera impuso la censura para evitar que se

publicasen noticias inexactas y cualquier rumor peligroso, en cambio mediante las notas oficiosas facilitaba

la información que creía que el país debía conocer. 674 La Nación, 13/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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adquiere ante el extranjero una parte de responsabilidad en lo que publica la

Prensa censurada. Esto pone grandes obstáculos a política exterior”675.

Aunque para El Debate no era admisible la censura como régimen normal, sí que

estaban a favor de usarla cuando fuera necesario: “La censura es un instrumento que debe

tener el Gobierno a mano en beneficio de la comunidad para emplearlo transitoriamente

y sobre un punto muy concreto”. Se mostraba partidario de que las futuras leyes

constitucionales lo incluyeran:

“Rechazamos la censura permanente y general. La creemos útil para ser

ejercida en un momento dado y sobre puntos señalados muy concretamente.

Y para esos momentos pedimos que el Gobierno tenga una cierta libertad con

todas las garantías, en vez de las trabas constitucionales que se le oponen en

la Constitución vigente”676.

Al día siguiente ABC suscribió la postura de El Debate y aseguró que los medios

debían aprovechar todas las ocasiones disponibles para criticar y recordar el régimen de

censura en que se hallaban:

“Bien justificado está que los periódicos aprovechen todas las ocasiones de

insistir en el tema y de recordar al público la situación en que se hallan, la

forzada deficiencia con que han de cumplir su cometido en las circunstancias

actuales”677.

El diario monárquico opinaba que el Gobierno se había visto privado “de

concursos útiles y patrióticos en la prensa, de manifestaciones necesarias de la opinión

española, que en régimen de libertad hubieran sido eficaces para el interés nacional

defendido por el Gobierno”. Otro mal de la censura era que al estar la crítica “debilitada”

o “desaparecida”, al Poder le faltaban “orientaciones provechosas en los asuntos

675 El Debate, 19/11/1929, p. 1. 676 El Debate, 19/11/1929, p. 1. 677 ABC, 20/11/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

245

nacionales y los mejores elementos para su tarea fiscalizadora”. Pero, sin duda, el mayor

inconveniente era “el estado de incertidumbre y de duda en que mantiene al público”. Al

contrario que El Debate, no estaban a favor de que el estatuto de prensa incluyera la

censura:

“Hemos dicho muchas veces ―y en esto coincidimos también con El

Debate― que un sistema de lenidad en la Prensa perjudica al prestigio,

a la eficacia y a los derechos de la institución, y que, sin un régimen de

responsabilidad adecuada, nunca será firme y respetable la libertad que

la Prensa necesita. Responsabilidad, solvencia económica y moral,

procedimiento rápido y severidad en las sanciones, prendas para el buen

empleo de la libertad; cuanto se quiera de todo esto; y con reiteración

ha formulado ABC sus conclusiones acerca del futuro régimen de la

Prensa. Pero no podemos estar conformes con El Debate en la

excepción que pide contra los periódicos. No es más peligrosa ni

merece peor trato que las demás garantías constitucionales la que a

nosotros nos afecta. Lo que el colega propone ―que la ley autorice al

Gobierno para suspender la libertad de imprenta y declarar en estado de

excepción a los periódicos exclusivamente― sería perpetuar la censura

previa”678.

Las afirmaciones de El Debate, de que la censura en algunos casos era necesaria,

provocaron una polémica entre los medios. A la respuesta de ABC, se sumaron las de El

Socialista y El Liberal. El diario de Ángel Herrera se defendió de los ataques asegurando

que al considerar la censura necesaria pensaban en la autoridad, pero también en los

periódicos, “en asegurarles una libertad efectiva, fundada sólidamente y bien delimitada

por la ley”679. El Debate creía que podía haber conflicto entre el Poder público y esa

libertad. Y por ello, “si no existe en la ley un recurso que permita resolverlo, salvando los

678 ABC, 20/11/1929, p. 15. 679 El Debate, 22/11/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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derechos de la autoridad y de los periódicos, no es difícil prever el resultado: al Gobierno

le costará muy poco reducir a la Prensa”.

El Socialista respondió el día 23 de noviembre: “Sigue preocupándole a El Debate

el problema de la libertad de prensa. Pero, desgraciadamente, esta preocupación tiende a

perjudicar al periodismo”. El periódico socialista daba la razón al diario de Herrera Oria

en algunas cosas y afirmaba que, era “verdaderamente difícil manejar la pluma bajo la

amenaza del censor”. Aunque no estaban de acuerdo con que la nueva legislación

recogiera disposiciones muy restrictivas. Pensaban, como ABC, que no había razón para

crear para la prensa un régimen de excepción. Se lamentaban de que la prensa nunca fue

lo suficientemente libre en el país: “Cuando la ley no le impedía hablar con independencia

y libertad, la arbitrariedad de los gobernantes no la dejaba vivir” 680.

La verdad es que, a pesar de las peticiones de los periódicos, el Régimen no se

planteó en ningún momento suspender la censura previa, pues Primo de Rivera temía el

poder que la prensa podía tener si no se la vigilaba681.

4.18 El 1 de mayo en los periódicos

El Gobierno decidió prohibir la manifestación callejera del Primero de Mayo,

según dijo, para no interrumpir la vida de la ciudad. ABC publicó que “desde el año 1923,

el Directorio, primero, y el actual Gobierno después, han venido suspendiendo la

manifestación obrera y limitando cada vez más el paro del 1º de mayo, sin necesidad de

realizar esfuerzo alguno”682. El Socialista respondió a ABC diciendo que su comentario

era propio de la Oficina de Censura, o de La Nación, pero no de “un periódico

constitucionalista”. Y aseguraba que si pudiera ABC suspendería “la fiesta, el paro, la ley

680 El Socialista, 23/11/1929, p. 4. 681 MONTAGUT, José: op. cit., pp. 170-171. Montagut juzga la censura indispensable por las excepcionales

circunstancias en que advino el Régimen, y considera que en general fue discreta y tolerante. Si bien no

entendía que existiera en asuntos locales. 682 ABC, 06/04/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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de asociaciones y el derecho de reunión y de huelga, los comités paritarios y el retiro

obrero y el código del trabajo”683.

El Gobierno envió una nota oficial con motivo del 1 de mayo, en la que afirmaba

que debían reconocer y autorizar la fiesta, pero a la vez debía estar atento para que

“elementos vandálicos” no perturbasen el orden. Esa era su excusa para no permitir las

manifestaciones públicas. La Libertad y, especialmente, El Socialista informaron

detenidamente de todos los actos del Primero de Mayo. El diario socialista publicó un

número especial con más páginas, destacando que en toda España hubo actividades

conmemorativas sin que hubiese ocurrido ningún incidente684. El Socialista se quejó, el

9 de mayo, de que la “prensa reaccionaria ha celebrado como victoria propia la supresión,

también este año, de la manifestación del Primero de Mayo”.

4.19 La Época, El Debate y ABC piden la creación de un partido conservador

Los diarios conservadores comenzaron, a finales de febrero, a debatir sobre la

necesidad de crear un partido conservador “monárquico, constitucional y parlamentario”.

La Época fue quien abrió el tema de la discusión, con su editorial del 18 de febrero,

titulado: “Líneas fundamentales de un partido conservador”. Sostenía que había de ser

monárquico, puesto que “el monarquismo es un postulado indeclinable del partido

conservador. Así lo sentimos y así lo hemos proclamado siempre”. Y, aunque reconocía

que había países republicanos prósperos, “la realidad en España es que la tradición

monárquica se halla tan incorporada a alma nacional, tan identificada con ella, que fuera

de la Monarquía sólo vemos el abismo”. Sobre que fuera constitucional afirmaba: “si la

tradición de España es monárquica, lo es también constitucional”. Terminaba diciendo:

“Pero no bastara al futuro partido conservador ser monárquico y ser constitucional.

Tendrá que ser parlamentarista”685.

683 El Socialista, 07/04/1929, p. 1. 684 El Socialista, 01/05/1929, p. 1. 685 La Época, 18/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

248

El Debate, en su editorial del 20 de febrero, compartía la preocupación de La

Época por la necesidad de que se crease un partido de “orden” y se mostraba de acuerdo

con casi todo lo dicho por el órgano conservador en sus últimos editoriales políticos.

Además, con ocasión de la reciente muerte de la Reina María Cristina, se había

demostrado que España era católica y monárquica. En lo único que diferían era en la

conveniencia de plantear ahora la cuestión de si la monarquía había de ser parlamentaria,

pues los ánimos en ese punto estaban muy divididos. Por último, declaraba que: “Lo que

España necesita es que se organicen los elementos civiles para ofrecer un instrumento a

la Monarquía”686.

ABC aseguró que ellos venían defendiendo lo mismo que ahora exponían La

Época y El Debate, y decidían sumarse a la demanda de organización de los elementos

civiles. El diario monárquico señalaba los principios que la mayoría de la opinión

española apoyaba: “Arraigo histórico y tradición poderosa de la Monarquía,

consubstancialidad de la Monarquía y de la nación; régimen constitucional”687.

Por su parte, El Debate, el 22 de febrero, destacaba ―sobre la coincidencia

mostrada por ABC, La Época y ellos mismos―, que “el sector de opinión donde esos

puntos son aceptados es enorme”.

La Libertad se hizo eco de la petición que la prensa de derechas había hecho para

la formación de organizaciones conservadoras y señalaba:

“Para estos colegas, “toda la opinión española sostiene y afirma los principios

de la Monarquía constitucional”688.

El periódico de Joaquín Aznar opinaba que “España necesita, en efecto, que se

organicen los elementos civiles para contar con un instrumento eficaz de gobierno. […]

686 El Debate, 20/02/1929., p. 1. 687 ABC, 21/02/1929, p. 15. 688 La Libertad, 22/02/1929, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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disentimos de quienes juzgan indispensable ese instrumento de gobierno para ofrecérselo

a la Monarquía”. El diario liberal afirmaba sus principios republicanos:

“Si hubiera de prevalecer la particular opinión nuestra, diríamos que, como

demócratas, como liberales, como radicales, sólo creemos en la eficacia y en

la perfección de la República”.

Finalizaba el editorial mostrando su sorpresa porque ni La Época, ni El Debate,

ni el ABC reconocieran que era imposible volver a la situación anterior a la Dictadura:

“El 13 de septiembre de 1923 se derrumbó un régimen, cuya resurrección nos

parece imposible, cuya existencia no tiene ya razón de ser. ¿Cómo, entonces,

se puede hablar de volver a la normalidad civil, como si nada hubiese ocurrido

en cinco años y medio de dictadura?”689.

El Sol también comento la petición lanzada por los diarios conservadores y ponía

en duda que se pudieran organizar para crear un partido monárquico y conservador:

“Tres colegas ―La Época, El Debate y ABC― están de acuerdo en la

necesidad de que exista un partido de orden, monárquico, constitucional,

parlamentario, si bien en este último punto surge la discrepancia sobre cuál

ha de ser el futuro sistema parlamentario.

Lo que España necesita ―dicen los tres colegas a la vez― es que se

organicen los elementos civiles para ofrecer un instrumento a la

Monarquía”690.

El periódico de Urgoiti tachaba de “infantil” la forma de constituir un partido así,

simplemente por la voluntad de unos cuantos de reunirse, acordar un programa “muy

689 La Libertad, 22/02/1929, p. 3. 690 El Sol, 22/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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vago” y salir a reclutar “gente a la calle”. Esgrimía que en la situación actual no era

posible la formación de nuevas fuerzas: “Para que pueda nacer un partido de fuerte

vitalidad, no existe la primera e imprescindible condición: vida pública”.

A El Sol le parecía absurdo empezar este debate, cuando estaba claro que la

Dictadura no permitiría la organización de nuevos partidos, teniendo a la Unión Patriótica

como partido único, y lanzaba un duro ataque a la Asamblea Nacional:

“La plaza está ya tomada, con los mismos adjetivos de partido civil,

monárquico, constitucional y hasta parlamentario, siempre que se entienda

por Parlamento una cosa que no es Parlamento. Si los colegas repasan las

notas oficiosas encontrarán patente la voluntad firme de que no existan

partidos políticos, de que únicamente exista uno, nacional, que es el

instrumento ya ofrecido a la Monarquía”691.

La Nación intervino en la discusión aduciendo que no iban a insistir en la pregunta

de si se permite a los periódicos hablar de lo que “están hablando todos ampliamente y

abogar por lo que cada uno aboga, según su criterio”. Y se preguntaba: “¿Qué más quieren

discutir?”. El periódico de la U.P. descartaba que fuera necesario la creación de nuevas

organizaciones: “No habrá partidos políticos, ni falta que hacen”692.

El Sol, el día 23 de febrero, recogió la respuesta de La Nación, y declaró que había

confirmado sus augurios. El órgano liberal esperaba que, después de “esta rotunda

replica”, los diarios dejarían de “teorizar sobre el partido de “orden”693. ABC respondía

reconocía que “no hay facilidades para la actividad política; pero estamos en un periodo

constituyente, y no debemos ni debe nadie llegar en el silencio y en la inacción más allá

de lo que nos imponen las normas de la Dictadura”. El diario monárquico no se explicaba

la actitud de El Sol y hacía un llamamiento a la movilización de los ciudadanos694.

691 El Sol, 22/02/1929, p. 1. 692 La Nación, 22/02/1929, p. 1. 693 El Sol, 23/02/1929, p. 1. 694 ABC, 23/02/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

251

La Época mostró su deseo de que al salir de la Dictadura existiera “organizado un

partido político que, de un lado afirme el orden público y social con la misma eficacia

que la propia Dictadura, y de otro, establezca un estado jurídico para la vida ciudadana

en el que puedan contrastando ideas buscando la resultante media nacional”695. Sobre la

conveniencia de que la monarquía fuese parlamentaria, El Debate y ABC albergaban

dudas, pero La Época no le daba importancia a ese desencuentro.

El 24 de febrero El Sol contestó a ABC: “Coincidimos con todos los colegas en

que es necesario que España organice su vida civil”, pero no veía posible que los

ciudadanos se organicen porque para ello “es necesario, indispensable, un período de

propaganda, y la propaganda política no se puede hacer sin la libertad de expresión”. Por

ello proponía que la prensa pidiera unánimemente que se concediera “la libertad de

expresión para la propaganda de los ideales de cada uno, aunque fuera limitándola a lo

doctrinal”. Y terminaba diciendo: “Si se nos concediera esto, vería ABC cómo no

seríamos abstencionistas”696.

ABC argumentó la necesidad de que los ciudadanos se organizasen:

“Que actúen y se organicen con la mayor diligencia los elementos civiles, que

coadyuve lealmente a la preparación de una normalidad constitucional y al

restablecimiento de las libertades de la gran mayoría del país adicta a esos

principios ¿es o no interés de las izquierdas? La ventaja que buscamos en una

legalidad amplia es para todos, para la causa que mejor estime cada uno.

Quisiéramos saber concretamente qué perderían en lo que proponemos y qué

ganan estorbándolo o absteniéndose. Quisiéramos saber concretamente qué

perderían en lo que proponemos y qué ganan estorbándolo o

absteniéndose”697.

695 La Época, 23/02/1929, p. 1. 696 El Sol, 24/02/1929, p. 1. 697 ABC, 24/02/1929, p. 23.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

252

Sobre la afirmación de El Sol de que, para formar un partido constitucional y

parlamentario lo primero que hacía falta era que hubiera constitución y parlamento, ABC

declaraba: “Nosotros creíamos que cuando no hay parlamento ni constitución es cuando

más tienen que hacer los parlamentarios y los constitucionales”698.

Aunque el Gobierno se empeñaba en afirmar que no había política en el país, ni

interés ciudadano en ella, la discusión acerca de la formación de nuevos partidos políticos

demostró lo contrario. De hecho, El Debate destacó que casi toda la prensa de Madrid se

había ocupado de la posible constitución del llamado partido de orden, y aseguraba que

no les extrañaba:

“La idea de que hace falta una organización política está en la mente de todos

y cuando públicamente se apunta se encuentra eco porque son muchos los

lectores que estaban esperando que se dijera. Existe, pues, un ambiente

favorabilísimo al proyecto que propugnamos.

Pero, importa advertir, que no se trata de un pensamiento cuya realización ha

de ser inmediata, ni se intenta tampoco reproducir nada de lo que el 13 de

septiembre del 23 pasó definitivamente a la historia. Que nosotros

agradeceríamos al general Primo de Rivera una mayor libertad en la

exposición del sentir político y aún en la propaganda, no hay por qué repetirlo,

porque lo hemos dicho muchas veces. Aunque es de justicia reconocer que la

Censura en este punto no es tan severa que no permita, dentro de ciertos

límites, exponer soluciones políticas. Buena prueba de ello es esta misma

discusión que en torno al partido de orden se ha levantado ahora en la

Prensa”699.

Pese a que el interés de la prensa por la constitución de nuevos partidos era bien

patente. La Nación afirmó que “no es lo eficaz ni lo útil que existan partidos”. Lo cual

698 ABC, 24/02/1929, p. 23. 699 El Debate, 24/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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sorprendió mucho a La Época, que, el 25 de febrero, contestó que no había ningún país

en el que “el pueblo intervenga en la gobernación por medio distinto al de los partidos”700.

El periódico upetista preveía la repercusión que tendrían sus artículos y mostraba su

sorpresa ante el reclamo de El Sol de mayor libertad de expresión para la propaganda

“porque ―decía― hace veinte días que todos los periódicos, e incluso El Sol, vienen

comentando el futuro político de España, y hablando sin restricciones del Régimen, del

Parlamento, de la Monarquía, de todo… A pesar de eso, que es público, se invoca ‘la

libertad de propaganda’. La postura es muy cómoda para justificar un oposicionismo

silencioso, pero nada más”701.

El Gobierno defendía que la U.P. era una organización apolítica y no veía

necesario la formación de nuvas fuerzas. Sin embargo, todos los periódicos, tanto de

derechas como de izquierdas, se unieron en esta petición y rechazaban la posibilidad de

que no hubiera partidos. El Debate declaró que “siempre habrá partidos, de una u otra

forma”702. Por lo que La Nación se reafirmó en su oposición a la creación de nuevos

partidos:

“No. Si el contenido de las organizaciones ciudadanas no es, y no podrá serlo,

un contenido meramente político, no hay por qué pensar en partidos políticos

ni en la necesidad de partidos políticos. Organizaciones, sí; pero

organizaciones de robusto patriotismo, atentas a los problemas vivos, que son

los sociales, los económicos, y los que llenaron esa época de la Restauración

que el colega recuerda”703.

El órgano oficioso insistía en que no era necesario que existieran partidos políticos

organizados porque, “el bien que ello pudiera significar sería mínimo comparado con el

daño que habría de derivarse de la inmediata reaparición del caciquismo, casi inevitable

700 La Época, 25/02/1929, p. 1. 701 La Nación, 25/02/1929, p. 1. 702El Debate, 24/02/1929, p. 1. 703 La Nación, 25/02/1929, p. 1.

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254

secuela del partidismo, mucho más en los pueblos”. Tan inevitable sería el resurgimiento

del caciquismo, que reconocía que, hasta en la misma U.P., “se han presentado brotes”704.

La Nación no entendía la necesidad de crear una fuerza conservadora, ya que

consideraba que para eso estaba la Unión Patriótica. Asimismo, el diario oficioso se

quejaba de que muchos de los que combatían ahora la Dictadura la acogieron de forma

entusiasta y no entendía las protestas por su duración. Esperaba llegar a los siete años de

régimen dictatorial y no le parecía que fuera mucho sacrificio esperar dos años más.

Recordaba que Costa juzgaba preciso diez años de dictadura “en días que la situación de

España no era tan grave como en 1923, y aplaudían a rabiar todos los intelectuales de

entonces”. Para el periódico de Delgado Barreto los términos que estaban barajando los

diarios: “partido conservador”, “partido liberal-conservador, etc.” eran nombres que

sonaban a “renacimiento de la política vieja”. Lo cual querían evitar a toda costa705.

Como decimos, el resto de diarios no estaban conforme con la decisión de La

Nación. Especialmente los periódicos de derechas, como La Época, que creía

indispensable contar al finalizar la Dictadura con un partido conservador que defendiera

a España, el orden y la monarquía. Sobre todo, cuando había “un partido socialista

organizado, cada vez con más adeptos y con táctica más depurada”. Por lo que

preguntaba: “¿no tenemos el deber de preocuparnos todos los hombres de sentido social

conservador en organizar una fuerza que se oponga a esa del socialismo?”706.

El Debate, por su parte, coincidía con periódico oficioso en que los antiguos

partidos habían pasado a la historia, pero a la vez incidía en la necesidad de que existieran

partidos. La misión que tenían ahora, por tanto, era doble: “intensificar toda la propaganda

social, la organización profesional y procurar el perfeccionamiento del sistema paritario”

y también organizar a la opinión pública y sobre ésta apreciaban que tenía una gran apatía,

lo cual contrastaba “con la actividad del socialismo”707.

704 La Nación, 26/02/1929, p. 1. 705 La Nación, 26/02/1929, p. 1. 706 La Época, 27/02/1929, p. 4. 707 El Debate, 24/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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La Época y El Debate coincidían en la necesidad de que los hombres

conservadores se organizasen para combatir al partido socialista. El diario católico

señalaba que ese pensamiento era cada día el de “mayor número de españoles” y confiaba

en que pronto cristalizase en la política. Por su parte, ABC señalaba que, cuando se

hablaba sobre la conveniencia de crear un partido de ideas conservadoras, se alegaba que

la Unión Patriótica era “suficiente”. Afirmación que el diario monárquico no compartía y

declaraba que no había duda de que la U.P. era un partido y lo que ellos demandaban es

que hubiera muchas organizaciones que pudieran aspirar a ser “instrumento

gubernamental de la Monarquía”708

La Nación rechazó la aseveración del diario monárquico de que la U.P. tenía

características de partido único: “La Unión Patriótica no es un partido, ni tiende a serlo,

ni actúa como tal”709. Para el diario upetista era simplemente “la ciudadanía organizada”.

La Época criticó a La Nación por pensar que pudieran sustituirse los partidos políticos

por ligas, corporaciones, etc. Además del partido socialista y de los que se declaraban

republicanos, insistía en la necesidad de que hubiera “un partido conservador,

monárquico, constitucional y parlamentario”. Esperaba que cuando se restableciera la

libertad de propaganda nadie podría impedir la formación de nuevos partidos.

Por su parte, El Socialista vaticinaba que el nuevo partido de orden sería “aún más

reaccionario que la U.P.”710. La Nación negaba que la U.P. fuera reaccionaria y afirmaba:

“La organización ciudadana de Unión Patriótica vive lejos de ‘reaccionarismos’ y de

‘liberalismos’ y ha defendido y defiende la autoridad de un Gobierno y la permanencia

de un Régimen, que podrá o no aplaudir, pero que, por propia y generosa iniciativa, ha

establecido en España diversos y utilísimos seguros sociales, y el funcionamiento,

conciliador y practico, de los Comités Paritarios”711.

708 ABC, 27/02/1929, p. 15. 709 La Nación, 27/02/1929, p. 1. 710 El Socialista, 27/02/1929, p. 1. 711 La Nación, 28/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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En su editorial del 1 de marzo La Nación argumentaba las razones que le llevaban

a rechazar la formación de nuevos partidos:

“Los partidos en España hicieron una farsa tragicómica de la elevada función

parlamentaria; fomentaron un caciquismo procaz e insolente; prostituyeron,

en pucherazos escandalosos y sobornos descarados, el mismo sufragio, que

juzgaban, no obstante, concreción de la democracia; esquilmaron el Tesoro

público, que no sabían conservar y menos acrecentar, acentuando en

sucesivas equivocaciones los peligros de un déficit, que la Dictadura ha

suprimido; condujeron al país a la vergüenza de catástrofes dolorosas en tierra

marroquí; debilitaron la fe en todo procedimiento ciudadano, porque estaba

la autoridad maniatada por las influencias y las amenazas… esa es la

historia”712.

La réplica de El Socialista a La Nación llegó el 2 de marzo, y recordaba que el

lema de la U.P. era “Dios, Patria y Rey”, lo cual no podía ser “más que reaccionario”.

También veía “reaccionarismo” en pretender la exclusiva intervención en el futuro de la

vida pública española, y “en solicitar que se considere a la U.P. el único ‘instrumento’

que haya de usar en el porvenir la monarquía; en pedir previa censura ‘permanente’ para

la prensa; en defender una Constitución que someta el poder legislativo al ejecutivo; en

negar la libertad de pensamiento; en posponer ‘la libertad’ a la ‘autoridad’, etc., etc.”713

También comentaba el periódico socialista que a La Nación le había molestado el mote

de partido a la U.P. y les daba la razón en que no era un partido, “pues los partidos se

forman desde abajo y no ‘desde arriba’, y en medio de una libertad absoluta de

propaganda”714.

A El Sol esta discusión sobre el partido de “orden” le parecía “inútil” porque “la

voluntad de que no existan partidos es bien manifiesta”715. Y destacaba una cita de La

712 La Nación, 1/03/1929, p. 1. 713 El Socialista, 02/03/1929, p. 1. 714 El Socialista 02/02/1929, p. 1. 715 El Sol, 02/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Nación: “Por eso las gentes no prestan atención a los tiquismiquis en que andan enredados

los periódicos… Se cansan inútilmente los que, aprovechando benevolencias de la

Dictadura, sin las cuales no tendrían voz ni voto en esta Asamblea, propugnan soluciones

opuestas a las que el Régimen ha concebido”716.

En cuanto a La Época, no le gustaba la generalización que La Nación hacía sobre

los partidos, en su opinión, siempre que hablaba de ellos se refería a “los malos

partidos”717. El periódico del Régimen les pedía, entonces, que indicasen cuáles “fueron

los buenos”718 y auguraba que si volvieran a existir incidirán en los mismos errores y

vicios. El Socialista respondió a La Época, que había solicitado el “mismo margen para

las derechas constitucionales y parlamentarias” con que contaba el Partido Socialista. El

órgano socialista se defendió asegurando que a ellos la Dictadura les pilló con siete

diputados y con “una masa social organizada, que no huyó, porque nada tenía que temer”,

mientras que los liberales y conservadores “les cogió con 350 diputados. Pero detrás de

ellos no había nada. Y se quedaron al perder la Gaceta, sin fuerza y sin partidos”719.

El Gobierno desoyó la petición de la prensa, aunque los diarios no cesaron en

solicitar la organización de nuevas fuerzas y siguieron discutiendo. En estos meses

comenzaron a movilizarse tanto los republicanos, como los socialistas. Los medios

conservadores también deseaban cristalizar sus apoyos en un nuevo partido. La Época

afirmó, a principios de octubre, que creían que España era “conservadora”, “monárquica”,

“católica”, y que por eso no temían al sufragio, sino que, al contrario, lo deseaban para

convencer a “los enemigos de la religión, de la monarquía, del orden y de la propiedad”,

de que eran “una minoría que alborota y chilla, pero incapaz de pesar en la conciencia

nacional ni de ser elementos directivos de ella720”. El Socialista contestó que ellos creían

“todo lo contrario” a La Época:

716 La Nación, 01/03/1929, p. 1. 717 La Época, 06/03/1929, p. 1. 718 La Nación, 07/03/1929, p. 1. 719 El Socialista, 09/03/1929, p. 1. 720 La Época, 07/10/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

258

“Es más, estamos seguros de que el órgano conservador sabe que no tiene

razón en lo que dice. Deseando estamos poder probárselo”721.

A finales de octubre El Debate pidió otra vez la formación de una “fuerza

conservadora o de orden”. Y el órgano socialista volvió a salir al paso para asegurar que

lo que le preocupaba al diario católico ver cómo pasa el tiempo y no se avanza porque

“El Debate no está de acuerdo por completo con la dictadura… por parecerle demasiado

liberal”722.

La Época insistía en pedir la organización de las fuerzas conservadoras en su

editorial del 1 de noviembre, sólo veían necesario “un estado jurídico rectamente

concebido”, sin tener que reformar la Constitución, y pedían libertad de expresión:

“Creemos que hay en España base sobrada para la organización de un gran

partido democrático conservador. Buena prueba de ello es que personalidades

relevantes que parecen de procedencia heterogénea al hablar o escribir ahora

presentan tales coincidencias que no sería difícil fundirlas al calor de unos

cuantos principios fundamentales. Bastaría una pequeña libertad de expresión

del pensamiento para que se pudiese constituir esa gran fuerza de reserva

conservadora, que tan útil puede ser a España y sus instituciones”723.

Los meses pasaban y la preocupación en los medios conservadores aumentaba,

puesto que el futuro de la Dictadura cada vez era más incierto y, por ejemplo, El Debate

temía que “los enemigos del orden”, aunque eran minoría, estaban más próximos a

organizarse que los elementos conservadores. Le inquietaba hondamente la situación que

podría surgir una vez que Primo de Rivera no estuviera en el poder. Por eso pedía otra

vez la organización “de una fuerza derechista de sentido tradicional cristiano”724. Pero la

Dictadura se mantuvo en sus trece y no permitió la constitución de nuevos partidos.

721 El Socialista, 08/10/1929, p. 1. 722 El Socialista, 26/10/1929, p. 1. 723 La Época, 01/11/1929, p. 1. 724 El Debate, 08/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

259

4.20 El programa político de El Sol

En un ambiente de discusión política, con la petición lanzada por varios diarios

conservadores de que la Dictadura permitiera la organización de un partido monárquico,

constitucional y parlamentario, La Nación publicó el 20 de marzo que: “Por consunción

termina la polémica, periódicamente reproducida, sobre la formación de partidos, de los

que España no quiere oír ni el nombre”. El Sol respondió dos días después que nada más

lejos de la realidad y expresaban su deseo de hablar “claro y extenso”:

“Está en un lamentable error La Nación si cree sinceramente que puede haber

concluido por consunción una disputa de interés tan alto. Por nuestra parte, al

menos, no tendríamos el menor inconveniente en hablar claro y extenso, a ver

si nos entendemos”.

Si bien no veían “factible” la posibilidad de hacerlo. Por ello solicitaban tribuna

libre para exponer su ideario:

“Garantícesenos que EL SOL podrá exponer, sin veladuras ni mutilaciones,

cuanto piensa y opina en materia política, que no tardaremos en satisfacer la

curiosidad de quienes quieran atendernos. Y conste que no hemos de utilizar

nuestro tiempo en discurrir sobre politiquilla de partidos, que no nos interesa,

sino, simplemente, en exponer en amplios rasgos los ideales fundamentales

que son, a nuestro entender, base y sustento de la amplia opinión de izquierdas

con que cuenta nuestra España, como preciosa reserva para un porvenir tal

vez no muy lejano.

Nada habría de importarnos, repetimos, descender a las menudas diferencias

de partidos en que cristalizarían en su día los diversos matices de las

izquierdas españolas, correspondientes en cierto modo a los sectores en que

se dividen las derechas más o menos gratas a la U.P. y su órgano. Pero sí

deseamos contar, antes de entrar en materia, con la seguridad de que se nos

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

260

dejará exponer libremente nuestras opiniones, independientemente de que el

Gobierno tolere o no después la propaganda de éstas u otras similares.

Consiga esa garantía La Nación, y verá cómo el tema no ha podido agotarse

por consunción y cómo será bien fácil entendernos por lo claro y categórico

de nuestras afirmaciones”725.

La Oficina de Censura envió una nota en la que permitía que El Sol expusiera su

programa, siempre que se mantuviera en el terreno doctrinal:

“Antes que La Nación, a la que no puede apelarse para estas autorizaciones,

pueda pedir la garantía que EL SOL requiere para seguir una polémica que en

su aspecto doctrinal o especulativo no ha tenido limitación alguna de la

Censura, se apresura esta Oficina a reiterar una vez más y no precisamente

para conocimiento de ese periódico que, como todos los demás, sabe

perfectamente a qué atenerse en ese asunto, sino para el de la pública opinión,

que a la crítica mesurada y a la exposición de criterios, en tanto se desarrollan

en el terreno doctrinal, no pone restricciones la Censura, que se reserva,

siempre, no obstante, la intervención derivada del criterio que sustenta o de

las instrucciones que recibe de la Superioridad”726.

El Sol agradeció la nota y aseguró que en el próximo número publicarían su

ideario. De esta forma, el 23 de marzo, el diario expuso su programa político, del que

esperaba que satisfaría seguramente “a todo espíritu liberal y, por tanto, al centro de la

sociedad española”. El diario comenzó anunciando su postura respecto a la forma de

gobierno: se remitían a lo que decían en su programa del 1 de diciembre de 1917, en el

que señalaban que “Las instituciones fundamentales tienen todo nuestro acatamiento, si

bien debe advertir que no tenemos vocación de guardias de Corps”. A eso añadían ahora

que: “no consideramos consustanciales a la Monarquía y España, ni damos, por

725 El Sol, 22/03/1929, p. 1. 726 El Sol, 22/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

261

consiguiente, importancia básica a la forma de gobierno. El país otorgó su aprobación a

la forma monárquica, y él la ratificará o rectificará cuando lo crea oportuno. En todo caso,

debe existir un Poder moderador; pero somos adversarios de toda potestad irresponsable,

llámese Rey o Presidente”. Por lo tanto, se declaraban posibilistas.

En cuanto al poder ejecutivo eran partidarios de asegurar en lo posible “la

estabilidad del poder ejecutivo”. El jefe de Estado “formará un Gobierno de significación

política coincidente con la mayoría elegida por el país tan pronto como haya sido elegida

la Cámara de Diputados. Pero como puede haber en el país personalidades de un gran

prestigio difuso o de méritos unánimemente reconocidos, que por cualquier circunstancia

no hayan obtenido representación en Cortes, la elección del jefe de Estado no habrá de

limitarse forzosamente a los representantes elegidos, ni los ministros así nombrados

necesitarán ser revalidados con una representación parlamentaria”. En caso de que el

Congreso manifestase su desaprobación a un ministro o al Gobierno entero, el ministro o

Gobierno debería ser sustituido por el Poder moderador. “Éste tendrá el derecho de

disolver el Congreso y convocar automáticamente a nuevas elecciones, si por tres veces

consecutivas en un cierto lapso de tiempo los representantes del país elegidos por sufragio

directo, rechazan a los del Poder ejecutivo”.

El Sol abogaba por la existencia de dos cámaras: “la Cámara o Congreso de

Diputados y la Corporativa o de Corporaciones”. La primera sería elegida por “sufragio

universal directo y secreto, por grandes circunscripciones”, y la segunda, “representación

de ciertas clases sociales (Iglesia, Magistratura, Ejército…), en número muy restringido,

y en su mayoría la formarán los elegidos por Asociaciones comerciales, industriales,

obreras; Sindicatos, corporaciones gremiales, Cooperativas, etc. Etc.”

El poder judicial debía ser “independiente en absoluto del poder ejecutivo y

parlamentario y por encima de ellos”. Asimismo, propugnaban “la desaparición del

ministerio de Justicia y la sumisión única de todos los Poderes judiciales al presidente del

Tribunal Supremo”. Y creían necesario la institución del Jurado.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

262

Apoyaban la reducción de “las plantillas del generalato y de jefes y oficiales y

restringir el ingreso de alumnos en las Academias”. En lo que respecta a política exterior,

aceptaban a la Sociedad de Naciones, la Oficina Internacional del Trabajo y el Tribunal

Internacional de La Haya. Reivindicaban para España Tánger y verían bien la liberación

de Gibraltar. Además, defendían “una política de expansión en el orden cultural con todos

los pueblos hispánicos, incluyendo las Filipinas y Puerto Rico, y, naturalmente, Portugal”.

En la enseñanza, defendían que correspondía “exclusivamente” al Estado y él solo

debía encargarse de la expedición de títulos y la dirección e inspección de la enseñanza.

Pedían aumentar el presupuesto de Instrucción pública hasta “concederle una cuarta parte

del presupuesto general del Estado”.

En la cuestión religiosa, proclamaban el “respeto a las creencias de cada español,

garantizando su libertad espiritual y el ejercicio de todos los cultos”. Aunque reconocían

que la católica era la mayoritaria del pueblo español, “ese respeto es la más sólida base

para que sus creencias puedan expandirse sin intervención alguna del Estado y sin temor

a provocar sectarismos engendradores de violencias”.

Declaraban que la unidad de la patria era “intangible”; pero reconocían “su

variedad temperamental y el arraigo sentimental del regionalismo, y entendemos que en

la más amplia autonomía regional está la base más firme del propio robustecimiento de

la unidad del Estado”. También admitían la enseñanza de las lenguas regionales.

Pedían, además, “la desaparición de los latifundios y distribuir las tierras entre los

jornaleros o sindicatos agrarios, indemnizando a los propietarios”. Y no eran partidarios

de que el Estado interviniese en “la esfera de los intereses privados”. Apoyaban la

solución de los problemas obreros y la legislación social que se había llevado a cabo en

los países democráticos, pero no aceptaban “el comunismo ni sus propagandas tácticas”.

Si bien, reconocían el derecho a la huelga, y se podría declarar ilegal una huelga que no

cumpliera los requisitos necesarios.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Igualmente, defendían que debía existir “la más absoluta libertad de Prensa,

exceptuándose las apelaciones al desorden y a la violencia, el escarnio de las creencias

religiosas, sin perjuicio de que cada uno propague y defienda lo que crea mejores, y la

propaganda de la pornografía”. Los delitos de prensa serían juzgados como los demás. Si

hubiera que castigar a algún diario por “informaciones tendenciosas o falsas” que

pudieran perturbar las relaciones exteriores o producir alarmas en el país, serían sometidas

“al fallo de la Federación de Asociaciones de Periodistas”, que adoptaría “medidas de

sanción moral equivalente en lo posible al daño que han podido ocasionar”.

Sostenían que “todo español puede exponer sus opiniones por escrito, en la prensa

o en asociaciones, sin practicar la violencia o excitar a ella”. Por lo tanto, propugnaban el

fortalecimiento “de todas las atribuciones coercitivas de que dispone un Estado moderno

para oponerse a cuanto signifique alteración de orden público, proceda de donde

procediere la excitación. Pero bien entendido que en todo momento el ciudadano, aunque

fuera culpable, ha de sentirse amparado por el respeto a los derechos individuales que

reconoce la Constitución”727.

El programa de El Sol tuvo una gran repercusión en la prensa española. En los

días sucesivos los diarios fueron publicando sus comentarios al ideario político del

periódico de Urgoiti, mostrando sus coincidencias y sus reparos. Ésta fue una de las pocas

veces en que La Libertad rompió su silencio en cuestiones políticas. De este modo, acusó

a los autores de pecar de “difusos” y de no haber querido “alarmar a la opinión”. En su

opinión, parecía que hubieran tenido como inspiradores a “D. Melquiades Álvarez, a D.

José Ortega y Gasset, a D. Ángel Ossorio y a D. Francisco Cambó, porque opiniones,

doctrinas y prédicas de estas personalidades se leen, ensambladas con la natural e

investigable incoherencia que tiene que existir entre las ideas de estos hombres a través

de lo que piensa y defiende El Sol”. Sabían que no eran los autores directos, “pero los

conceptos y las frases, hasta por su expresión y su forma, traen a nuestra memoria los

citados personajes políticos”. Destacaba por encima de todo que el diario se declarase

727 El Sol, 23/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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profundamente convencido de “la accidentalidad de las formas de Gobierno”, ya que,

“nosotros disentimos en absoluto de la opinión de El Sol”728.

El Socialista, por su parte, aplaudió la decisión de El Sol de definirse

políticamente, aunque también criticaba que eludiera “definirse ante problemas básicos,

de cuya resolución depende todo el curso que haya de seguir la vida política de nuestra

nación”. Creía el órgano socialista que al decir que no admitía “ninguna potestad

irresponsable” quería significar sus convencimientos republicanos, pero no se atrevían

por el acatamiento a las instituciones fundamentales que hizo en 1917729.

ABC sostenía que el programa de El Sol coincidía en gran parte con “el sentir de

sectores de la derecha y de la extrema izquierda; y es justo que conste así para que nadie

lo clasifique por un solo color”. Señalaban las coincidencias que tenían con ellos como

en materia económica, en el orden político, el régimen de prensa y en el derecho de

asociaciones y particulares al ejercicio de la enseñanza. Sin embargo, mostraban su

desacuerdo y lo tachaban de programa “izquierdista” en lo relativo a “la libertad de cultos,

la expropiación indemnizada y distribución de latifundios entre jornaleros y Sindicatos

rurales, y la accidentalidad de las formas de Gobierno, con un detalle novísimo sin

precedentes en ninguna Constitución: la responsabilidad del jefe del Estado, Rey o

presidente”. Aprovechaba entonces el diario conservador para exponer su ideario:

“Consideramos a la Monarquía forma esencial, insustituible, consubstancial

con la nación, por exigencia imperativa de la Historia, por su arraigo secular.

La República, sin espíritu republicano en el país, sin ambiente y sin

militantes, reproduciría el desorden anárquico e su funesto ensayo en 1873.

Defendemos, como síntesis de la opinión predominante en España, el régimen

constitucional y parlamentario, con la separación de Poderes, la garantía de

los derechos individuales y la libertad de opinión, para evitar y, en su caso,

728 La Libertad, 24/03/1929, p. 3. 729 El Socialista, 24/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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reprimir con justicia las apelaciones a la violencia y a sedición la protección

del culto católico y la perpetua concordia del Estado y la Iglesia730”.

La Época también participó en la discusión, aunque creían como El Debate que

sería más útil que se conociera ya el proyecto constitucional elaborado por la Asamblea.

Pero, a falta de él, aseguró que “los periódicos cumplimos con nuestro deber exponiendo

idearios que llevan tras de sí la conformidad expresa o tácita de una masa de lectores”.

Suponían que El Sol había querido lanzar un programa que sirviera de “aglutinante a las

fuerzas liberales”. Sin embargo, lo primero que cuestionaba el decano de la prensa era su

liberalismo, porque si le quitaban la accidentalidad de las formas de gobierno y lo relativo

a la religión, “apenas si había capítulo de ese programa que no podamos suscribirlo los

hombres conservadores”. Y afirmaban que en algunas materias “iríamos más lejos que El

Sol”. Para La Época las fuerzas se reducían ahora a “socialistas y conservadores” y el de

El Sol era “un programa conservador con gotas republicano-anticlericales”. Criticaba la

actitud posibilista del diario liberal y se preguntaba si es que de vez en cuando se

celebrarían Cortes Constituyentes para decidir si España seguía siendo monárquica.

Rechazaban esa postura indecisa y afirmaba que había que declararse o “monárquico” o

“republicano”. Ellos se declaraban monárquicos, porque eso significaba “orden” y “paz”

y no veía posible que España se convirtiera en una república:

“¡Pobres ilusos los que creen que puede forjarse una república conservadora!

La República empezaría siendo el socialismo; después, el comunismo;

enseguida, el caos… Por eso la Monarquía es consubstancial con España”731.

El Sol manifestó, el 26 de marzo, que su ideario había atraído la atención de la

prensa madrileña, e, incluso, algunos lo habían reproducido íntegramente. Desde entonces

habían recibido “cartas de adhesión”, la mayoría “incondicionales”, y otras debatiendo

aspectos del programa. El periódico liberal afirmaba que con su manifiesto deseaban fijar

su “actitud” y “despertar un sereno movimiento de la conciencia política del país”. Y

730 ABC, 24/03/1929. 731 La Época, 25/03/1929, p. 1.

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creían haberlo logrado “plenamente”. Y en respuesta a El Socialista aseguraban no haber

eludido “ningún problema básico”, pero no estaban de acuerdo con que se impusiera la

forma de gobierno, sino que España era “quien debe hacerlo cuando le llegue la ocasión

de manifestarse con toda libertad”732.

El Socialista coincidía en que la publicación del programa político de El Sol había

removido “un poco el ambiente periodístico”. Pero no creía que el diario liberal pudiera

estar muy satisfecho, pues, el hecho de que “la prensa reaccionaria” aceptase la mayor

parte del programa demostraba que no respondía a “los anhelos del liberalismo moderno”.

El órgano socialista veía como “un desacierto” que El Sol se declarase “accidentalista”,

porque estaban en contra de las “ambigüedades políticas”, ya que pensaban que las

posiciones políticas debían estar “claras”. Les parecía que un periódico liberal tenía “el

deber de ser más explícito. Las ambigüedades serán hábiles, pero en política no son

admisibles”733.

La Libertad también destacó la trascendencia que estaba consiguiendo el

programa del rotativo liberal: “Cuantos diarios de alguna importancia se editan en España

han recogido las declaraciones de El Sol, y son muchos los que, además de reproducirlas,

les dedican amplio espacio para comentarlas”. Asimismo, alabó el hecho de que el

programa “en tiempos no muy lejanos habría parecido extremadamente radical y habría

encontrado la hostilidad implacable de las clases conservadoras”, sin embargo, hoy

parecía “aceptable a la gran masa del país y descontenta a muchos por su excesiva

moderación”. Lo cual, para ellos, no dejaba de ser una señal de que “España, aun sometida

a una intensísima e incesante propaganda reaccionaria, ha avanzado sensiblemente en el

camino de progreso civil”734.

El periódico de Santiago Alba pedía a El Sol que reflexionase por qué ABC y El

Debaten aceptaban su programa, excepto lo relativo a la libertad de cultos, siendo

732 El Sol, 26/03/1929, p. 1. 733 El Socialista, 26/03/1929, p. 1. 734 La Libertad, 27/03/1929, p. 3.

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“órganos de derechas”. La Libertad se declaraba republicana, como ya habían

proclamado en su editorial del 22 de febrero.

En cuanto a La Nación, intentó menospreciar la importancia del ideario publicado

por El Sol y afirmó que el programa “por su vaguedad” no podía servir a “las derechas,

ni a las izquierdas ni al centro” y subrayó que la mayoría de la prensa lo consideraban una

“divagación sin importancia”. Sobre todo, comparado con el programa “definido,

concreto, categórico, de Unión Patriótica, y se comprenderá por qué seguimos afirmando

que ésta, con las organizaciones obreras, es lo único existente”. Para el diario upetista no

existía el ambiente propicio para la formación de nuevos partidos ni pensaba que el

programa de El Sol hubiera tenido una buena acogida:

“Para lo demás no ha aparecido todavía la base ni el aglutinante, y la opinión

se va dando cuenta de que todo eso de que no se permite la exteriorización

del pensamiento para que se formen nuevas organizaciones es pura broma.

Lo que ocurre es que no hay nada que decir y que no existe pensamiento que

sirva de eje a ninguna contraposición seria.

¿Harán falta pruebas más contundentes?

Nos parece que no; el programa que iba a unir a todos los liberales no ha

tenido favorable acogida.

Queda reducido a un programa de El Sol.

Y no creemos que EL SOL sea una fuerza dirigente735”.

El 27 de marzo El Socialista comentó otra vez las opiniones de El Sol y afirmó

que cuanto más las leía le suscitaban “juicios hartos más pesimistas”:

“Mientras El Sol no aclare más los conceptos con expresiones inequívocas,

los primeros párrafos de sus declaraciones le alejan ya irremediablemente de

735 La Nación, 26/03/1929, p. 1.

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nosotros y nos autorizan para catalogarle en el número de los órganos

monárquicos de opinión”736.

A pesar de estas críticas, El Sol estaba orgulloso de que su programa preparase “el

terreno a la discusión pública” y respondía a las apostillas de La Libertad, que había

señalado para avergonzarles la coincidencia de su programa con los criterios de ABC y El

Debate:

“Sin duda La Libertad ha leído apresuradamente los comentarios de los dos

periódicos citado. La coincidencia se reduce ―podemos decir, en síntesis―

a aquellas ideas políticas que pertenecen al acervo común, a las normas que

son la base indiscutible de toda vida política, como es, por ejemplo, la

educación y cortesía, norma imprescindible de la convivencia social”737.

Y se justificaba diciendo que, aunque coincidían en la necesidad de reformar la

constitución, la ley electoral, etc., en otros puntos, dichos periódicos habían manifestado

su disconformidad más absoluta: “ni nuestras ideas sobre la forma del régimen, ni sobre

la enseñanza, ni sobre la responsabilidad del Ejecutivo, ni sobre la libertad de cultos, para

no citar más, les han agradado”738. La Libertad negó que hubiera dicho que el programa

de El Sol coincidía con los criterios de ABC y El Debate para avergonzarles, sino que se

trataba de “registrar un hecho, de subrayar una realidad, que El Sol no puede negar, ni

niega, ya que, en definitiva, él mismo, como no podía menos de ocurrir, confiesa que

existen esas coincidencias”739.

La repercusión de la publicación del ideario de El Sol traspasó las fronteras y The

Times le dedicó un artículo destacando el hecho de que la censura hubiera permitido al

órgano liberal publicar “un verdadero manifiesto a la nación y un resumen doctrinal”.

Resaltaba que la Dictadura había permitido al diario de Félix Lorenzo expresar opiniones

736 El Socialista, 27/03/1929, p. 1. 737 El Sol, 27/03/1929, p. 1. 738 El Sol, 28/03/1929, p. 1. 739 La Libertad, 29/03/1929, p. 3.

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“radicalmente diferentes” a las defendidas por ella, y que el diario pidiera “la libertad de

Prensa, libertad de cultos y una reducción del actual proteccionismo aduanero, y

manifiesta sin embozo su creencia de que semejante programa responde actualmente a

los deseos de la gran masa de españoles”. Ciertamente el Régimen permitió una discusión

bastante amplia del ideario de El Sol y puso de manifiesto dos cosas: primero, que la

censura continuaba siendo arbitraria, y segundo, que en España existía un fuerte interés

por la política y las organizaciones políticas, por mucho que el Gobierno y La Nación

intentasen demostrar lo contrario.

El Socialista siguió criticando “el lastre conservador del programa político

expuesto por El Sol”, veía en él “proyectos reaccionarios”, que, de llevarse a cabo,

significarían “un retroceso al absolutismo, y de aceptarse en sus líneas generales darían a

España “una organización política monstruosa, absolutista o dictatorial, pero nunca

verdaderamente liberal, democrática y parlamentaria”. Los socialistas creían que El Sol

mostraba mucha más confianza en “las iniciativas conservadoras”, mientras que con las

de la izquierda mostraba “mucha cautela”. Si bien reconocía que El Sol veía “con buenos

ojos” la expansión del Partido Socialista, el diario respondía con sorna que era de

agradecer que “no haya negado su existencia o la fuerza de nuestras organizaciones

obreras”. Opinaban que al proclamar el diario liberal su simpatía al socialismo lo hacían

para “diferenciarse de las demás turbas enemigas”740.

El periódico de Urgoiti agradeció el 3 de abril que la censura les hubiera permitido

exponer su actitud y que hubiera consentido “su reproducción y los comentarios en la

Prensa”. Por ello aprovechaban para hacer una aclaración y una conclusión. La aclaración

era sobre la responsabilidad del jefe del Estado, que reconocían “se aviene mal con la idea

monárquica tradicional”, y admitían también “la enorme dificultad, rayana en

imposibilidad, de que el desarrollo de nuestro pensamiento pueda articularse y tener lugar

aquí, dentro del régimen monárquico”741. Empezaba a vislumbrarse que la evolución

740 El Socialista, 31/03/1929, p. 1. 741 El Sol, 03/04/1929, p. 1.

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ideológica de El Sol estaba cada vez más cerca de las posiciones que Ortega y Gasset

defendería en su celebre artículo “El error Berenguer”.

Para el periódico de Urgoiti la repercusión que había tenido la exposición de su

ideario en la prensa nacional y las “importantes y numerosas adhesiones recibidas”,

habían demostrado que, “aparte de los incondicionales de la U.P., y de sus simpatizantes

de la derecha, existe una gran opinión que, sin pertenecer a la Unión General de

Trabajadores, ni al partido socialista, piensa y siente de modo diferente que ambos

extremos de la opinión pública española”742. Aprovechaba para subrayarlo ahora que se

iba a discutir una nueva constitución. El Socialista se sintió aludido y respondió

inquiriéndoles que: “¿por qué no se organizan? ¿Por qué no condicionan su actividad

política alrededor de ideales y programas? ¿No son suficientes seis años de dictadura?”743.

El diario socialista declaraba que ellos se alegrarían de que la burguesía monárquica o

republicana se organizase.

4.21 Petición de nuevos partidos

En medio de la discusión de la prensa sobre la creación de un partido monárquico

y de orden, Primo de Rivera escribió a principios de marzo una serie de tres artículos para

la United Press en los que analizó el panorama político de España y que tuvieron mucho

eco en los medios españoles. En el primer artículo, el general afirmó que en España no

había política “desde que desaparecieron los partidos políticos”. Y, según él, el país

contaba con dos grandes núcleos organizados, uno la Unión Patriótica; otro, la Unión

General de Trabajadores o Partido Socialista. Si bien, ni uno ni otro eran políticos, sino

organizaciones de “acción ciudadana”, el primero, y de “acción social” el segundo,

aunque, reconocía que, si tuviera que darles una orientación política, el primero se

colocaría “a la derecha” y el segundo, “a la izquierda”. Fuera de estas dos grandes masas,

reconocía que “palpitan más que viven y actúan restos a extinguir de los viejos partidos,

742 El Sol, 03/04/1929, p. 1. 743 El Socialista, 05/03/1929, p. 1.

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ya hoy reducidos a núcleos de amigos de los que fueron sus jefes o jefes de los grupitos

que los constituían”. También existían, “faltos de organización y fuerza, algunos

republicanos, que actúan en la Prensa y en los mítines, y otro buen número que, amando

este ideario, lo han abandonado por desilusión en la conducta de los jefes y porque

comprenden que en el momento actual España no puede ir por ese camino. Sin embargo,

no es para [nada] despreciada la opinión republicana en mi país”744.

A El Debate no le gustó la afirmación de Primo de Rivera de que sólo había dos

fuerzas organizadas y, especialmente, que una de ellas fueran los socialistas. Reconocían

que el Partido Socialista había “ganado en robustez durante los cinco años de Dictadura”.

No obstante, no creían que fueran a encaminar sus pasos a “otros fines” que no fueran

políticos, puesto que, en sus asambleas y discursos, no dejaban de “exteriorizar sus

pretensiones políticas al par que sus aspiraciones sociales”745.

El Socialista respondió a Primo de Rivera que “en el Partido Socialista no ha

habido ni habrá jefes ni grupitos, ni mucho menos ‘restos a extinguir de los viejos

partidos’. Nuestro Partido es el órgano político de clase que los obreros españoles tienen

desde que el Socialismo se organizó internacionalmente, y la Unión General de

Trabajadores, creada y dirigida por los hombres del Partido Socialista, con estatutos y

vida propia, es el instrumento sindical, económico, social de la clase obrera española,

agrupada ‘sin distinción de ideas, nacionalidad ni razas’, para defender la legislación

social y todos los aspectos de la resistencia contra el capitalismo, como hacen en el mundo

todas las Centrales sindicales de la Internacional de Ámsterdam746”.

Asimismo, replicó duramente a El Debate:

“El Partido Socialista habría ganado y progresado infinitamente más con

libertad, con Parlamento abierto, con tribuna libre, con su órgano en la Prensa

sin censura previa. Eso sí que sería decir la verdad. Y agregar que, a pesar de

744 El Socialista, 15/03/1929, p. 1. 745 El Debate, 13/03/1929, p. 1. 746 El Socialista, 15/03/1929, p. 1.

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no existir nada de eso, el Partido Socialista había progresado. Si hubiese dicho

o querido decir eso, habría sido leal, aunque siguiera siendo adversario.

Nosotros lo somos de todos los políticos burgueses, sin que por ello los

cofundamos a todos en el mismo anatema, ni a conciencia seamos capaces de

injusticias. Cuanto más enemigos, más leales. “El Debate no llegará nunca a

comprender ni a sentir ciertas cosas”747.

Primo de Rivera declaró que el Parlamento no debía tener carácter político, y

anunció que ese era su criterio y el de la Unión Patriótica, y así figuraría en las leyes que

se estaban preparando. Para La Época esto ponía de manifiesto, una vez más, la

“identificación absoluta con el Gobierno” que tenía la U.P., que se demostraba en “sus

propagandas, su revista, el ser uno mismo el jefe del Gobierno y el de la Unión Patriótica,

y uno también su órgano en la Prensa”. Y dado que la Unión Patriótica era “la

prolongación del Gobierno actual”, y frente a ella sólo existía el Partido Socialista,

lanzaba la siguiente pregunta:

“¿No sería conveniente que se formasen agrupaciones intermedias? Hay,

según se dice por el jefe del Gobierno, restos de antiguos partidos, entre los

cuales habrá algún elemento útil; hay católicos, y no se negará que son

neutrales. ¿Qué inconveniente puede haber en que constituyan una fuerza de

reserva gubernamental, constitucional y monárquica?”748.

El diario conservador defendía que en España había “una zona de opinión, que

pudiéramos llamar templada, constitucional, centrista, socialmente conservadora, como

se quiera decir, que no pertenece a la Unión Patriótica, que desea se llegue a la normalidad

constitucional, y que serviría en ella gustosamente a la Monarquía”749.

El Sol también comentó el hecho de que en España tan sólo existían dos núcleos

organizados y preguntó al presidente si era tan “halagüeña esta situación”:

747 El Socialista, 14/03/1929, p. 1. 748 La Época, 11/03/1929, p. 1. 749 La Época, 11/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

273

“Parece que, en efecto, el presidente se ufana de ella y presenta al extranjero,

en sus artículos, como un buen resultado de su obra, un campo donde sólo

apunta una organización circunstancial ―que, según dice El Debate, se

debilitará en cuanto le falte el aliento del poder― y donde se extiende

―robustecido, también en opinión de El Debate― un partido socialista”750.

El Debate afirmó que si eso fuera verdad vería con mucha alarma la situación de

España y declaraba: “No es así, por fortuna. Y no desconfiamos de que España pueda

tocar algún día los beneficios de contar con algo más que con miembros de la U.P. y

consecuentes socialistas”751. Pero El Sol le advertía de que, en los cambios de Gobierno

repentinos, solía hacerse con el poder el único partido organizado:

“Pero El Debate sabe muy bien que en las sustituciones ―sobre todo cuando

son sobresaltadas y anormales― casi siempre se hace con el Poder el partido

que subsiste organizado. Muchas veces, la única razón de que un partido

tome, en casos tales, el Poder ―y hay ejemplos muy recientes― es que, en

aquella sazón, era el único organizado. Y aun siendo minoría, la organización

le daba la fuerza que no tenía la mayoría desorganizada. La esperanza de ese

“algo más” puede realizarse por azar y casualidad, no por previsión y

proyecto. Cuando se trata del porvenir más vale confiar en esto que en

aquello”752.

La discusión entre El Debate y El Sol continuó. El órgano católico afirmó que no

querían “cambios bruscos en la política” ni “sustituciones sobresaltadas. Por eso habían

pedido urgentemente “las leyes que regulen la normalidad nueva y encaucen las

necesarias actividades políticas: ley de Prensa, Orden público, de Asociación, de

Reunión”753.

750 El Sol, 13/03/1929, p. 1. 751 El Debate, 12/03/1929, p. 1. 752 El Sol, 13/04/1929, p. 1. 753 El Debate, 14/03/1929, p. 1.

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274

El periódico de Herrera Oria no creía que nadie pudiera pensar que el socialismo

fuera una fuerza organizada para gobernar:

“Aparte de La Nación, que presiento, en una política incomprensible, lo

estima capacitado “para más altos fines”, todo el mundo sabe que los

socialistas no tienen ni programa, ni hombres de gobierno, ni masas

suficientes para ganar unas elecciones754”.

En cambio, en el lado de las derechas sí que había una gran fuerza: “Es una fuerza

conservadora, de orden, de base muy amplia, conforme en puntos esenciales, en

verdaderos principios; con un contenido ideológico social, inspirado en las normas de la

sociología cristiana”. Aunque admitía que, aparte de la fuerza conservadora, de la U.P. y

del socialismo, había “algo”, puesto que:

“El Sol circula y tiene lectores y otros periódicos que no son El Sol también

lo tienen. ¡Pero cómo está ese algo! Disperso, atomizado y en desacuerdo

perfectísimo. Nada menos concreto que lo que suele llamarse opinión liberal”.

Hoy día se engloba en ella republicanos y monárquicos, hombres de tipo

burgués nada amigos de peligrosos avances en el campo social y verdaderos

comunistas teóricos”.

Reconocían que verían “con gusto” que, aparte de la agrupación que propugnaban

ellos, “se pudiese formar algo en ese mundo caótico monárquico-republicano-liberal-

socialista-comunista”. Pero eran de la opinión de que eso necesitaba “mucho tiempo”.

Por lo que era “del lado derecho únicamente de donde cabe esperar la solución”755. El Sol

replicó que El Debate no decía eso de buena fe y que:

754 El Debate, 14/03/1929, p. 1. 755 El Debate, 14/03/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

275

“Nosotros reconocemos que en España hay una potente fuerza de derechas

―sobre todo en estos últimos años―. Pero él no ignora que es mucho más

fuerte y amplio el espíritu liberal. Lo que hay es que el espíritu liberal

―aparte de que constitucionalmente no es propicio a las agrupaciones

rígidas― no ha tenido desde hace tiempo, ocasión para organizarse”756.

El periódico de Félix Lorenzo abogaba por que la opinión liberal despertáse y

exponía que El Debate se equivocaba al pensar que esa insuficiencia de partidos quedaría

compensada con la organización de las derechas. Si hasta ahora la opinión liberal no

estaba organizada era únicamaente porque no se lo habían permitido. Advertía al

periódico católico que un día vería como “no tiene nada de caos. Cómo sabe dónde está

y adónde llega”757.

La Nación, entonces, preguntó a El Sol:

“¿Quién no se lo ha permitido? La Dictadura no será, porque desde hace

cincuenta años (tal vez un poco más) se habla de lo mismo. Con textos de

periódicos se puede probar. Si existe esa opinión y no pudo organizarse en el

espacio de medio siglo de archiliberalísimos procedimientos, no es lógico

apuntar que ahora no la dejan”758.

Para el periódico de Delgado Barretola Dictadura no era responsable de la falta de

organización del liberalismo y ponía como ejemplo el caso del partido socialista:

“Ahí tiene El Sol el caso de las fuerzas proletarias. Estaban organizadas, y

nadie les ha impedido que mantengan su organización. Si lo hubiera estado la

opinión liberal con fuerza verdad, prevalecería también. Lo que ocurre es que,

756 El Sol, 15/03/1929, p. 1. 757 El Sol, 15/03/1929, p. 1. 758 La Nación, 15/03/1929, p. 1.

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276

como todo aquello de los liberales y los conservadores era una ficción, se

desmoronó, y ahora no se organiza por los mismos motivos”759.

La Nación no negaba que existiese una opinión liberal e incluso afirmaba que

muchos de los elementos que apoyaban al gobierno era liberales. Llegó al extremo de

decir que también lo era el propio Gobierno “en cuanto a amplitud de espíritu, a

mantenimiento de la Justicia, a garantías del orden y del legítimo derecho, que es en lo

que consiste la verdadera libertad”760.

El Debate insistía en que no había duda de que las derechas se organizarían “con

facilidad y rapidez”, ni de que fuesen “una solución a salida de la Dictadura”. Sin

embargo, no veían la misma organización y concreción entre los liberales, porque ahí hay

“republicanos y monárquicos, burgueses liberales en el sentido económico y verdaderos

socialistas y comunistas”. No veían, por tanto, un punto de unión. El periódico católico

exponía que a todos convenía una “izquierda organizada y definida”, antes que una

“izquierda perturbadora y disolvente”. Pero pensaban que eso tardaría mucho en ocurrir

y que, entretanto, no había más solución que “las fuerzas de orden, conservadoras,

tradicionalistas, que ya están definidas y cada día más unidas de hecho, y les falta sólo

organizarse para actuar políticamente”761.

El Liberal puso en entre dicho la creación de un partido conservador en España,

porque con los que había pensaba que era suficiente. ABC respondió que se necesitaba un

partido conservador que defendiera a la monarquía. La Época se mostró de acuerdo con

ABC: “Tenemos fe en nuestro criterio, y creemos que en España los conservadores somos

los más. No nos asusta el régimen de opinión”762.

La Nación criticó a los medios que afirmaban que España necesitaba un partido

conservador y otro liberal. El diario de la Unión Patriótica temía que eso significara volver

759 La Nación, 15/03/1929, p. 1. 760 La Nación, 15/03/1929, p. 1. 761 El Debate, 17/03/1929, p. 1. 762 La Época, 18/03/1929, p. 1.

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277

al antiguo régimen. Pero los conservadores insistían en la organización de sus fuerzas

para que pudieran suceder a la Dictadura. Para El Socialista eso significaría “que a la

dictadura actual suceda otra que sea garantía de los privilegios de que gozan las clases

conservadoras”. Por lo que pedían “o dictadura o democracia; lo que sea, pero con

claridad”763.

La Libertad subrayaba la coincidencia de representantes del Gobierno y de la

opinión popular en la necesidad de un programa político. Si bien estaba en contra de las

limitaciones a la prensa que pedían algunos diarios como El Debate: “estas excepciones

suponen una censura previa, incompatible con las teorías democráticas”764.

Una nota oficial publicada a finales de abril reconoció que la inmensa mayoría de

fuerzas que apoyan al general no estaban afiliadas a la U.P. Por ello, El Debate pedía a

Primo de Rivera que reflexionase sobre su postura de no permitir que se organizasen los

grupos políticos, porque el Gobierno era el primer perjudicado:

“No es justa, ni sabia política mantener inactivas, desorganizadas, ineficaces

amplias fuerzas de orden que constantemente podrían auxiliar una buena obra

de Gobierno y que ahora permanecen replegadas, sin salir a la calle más que

en alguna ocasión excepcional, por un imperativo patriótico o ciudadano.”765.

No entendían que sólo se autorizase la organización de fuerzas afines a la U.P.

Mientras toda España esperaba la sucesión, veía inútil hablar de eso si no se preparaban

“los futuros instrumentos de gobierno”. La Época, también incidió en que el porvenir

político era “la preocupación de todos, la obsesión de muchos”. Y ante el anuncio de que

se realizaría una reforma constitucional, cuestionaba la conveniencia de que sólo existiese

como organización política la Unión Patriótica:

763 El Socialista, 22/03/1929, p. 1. 764 La Libertad, 31/03/1929, p. 1. 765 El Debate, 26/04/1929, p. 1.

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“Creemos que sería un inconsciente quien al cabo de seis años de dictadura

implantase de repente aquellos sistemas. No pedimos, pues, un régimen

normal ahora, pero sí que se empiece a caminar por él, a darle vida, a fortificar

un estado jurídico, y para todo esto es imprescindible que la organización

política no se limite766”.

El Sol comentó a principios de junio que echaba de menos una organización

española liberal y democrática, y reconocía que “en España ni existe ni ha existido partido

liberal alguno”. En su opinión, aunque el socialismo estaba organizado, no estaban

interesados en gobernar. El Debate les reprochaba que estaban en el sexto año de

Dictadura “sin que los liberales hayan hecho otra cosa que murmurar en las sombras, ora

contra el gobernante, ora contra otros sectores de la izquierda”767. Como hemos

comprobado, la organización de nuevos partidos fue un tema candente en 1929. Los

periódicos eran conscientes de que la Dictadura se agotaba y reclamaban su derecho a

agrupar sus fuerzas.

4.22 El manifiesto de los jóvenes intelectuales

A pesar de que la Dictadura declaraba que en España ya no había política y que

las dos únicas fuerzas organizadas eran de carácter “apolítico”, el interés por el futuro

político del país iba en aumento. Aunque una parte importante de la opinión pública

manifestaba un “marasmo político”, lo cierto es que la petición de los diarios de que se

permitieran la formación de nuevos partidos y la publicación del programa político de El

Sol, habían logrado despertar la conciencia política del país. Así las cosas, a principios de

mayo un grupo de jóvenes literatos publicaron un manifiesto pidiendo a la juventud

intelectual que definieran sus actividades políticas y que salieran de ese apoliticismo que

les mantenía apartados de los problemas de la vida española. En el manifiesto se

declaraban partidarios de “la más amplia ideología dentro del horizonte de la libertad”. Y

766 La Época, 30/04/1929, p. 1. 767 El Debate, 04/06/1929, p. 1.

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señalaban como referente a José Ortega y Gasset768, y a él se dirigieron para consultarle

su opinión, quien aplaudió su decisión de manifestarse:

“Amigos míos: Recibo con sumo placer la noticia de que se resuelven ustedes

a movilizar una parte de su energía hacia la política”.

Según Ortega había épocas en las que no era necesario que los hombres se

ocupasen de política o no era posible. Pero también había otras épocas en las que se

advertía “el deber para todo participante en una sociedad soberana de intervenir

enérgicamente en la vida pública”. Y afirmaba que: “No hay duda de que España ha

entrado de lleno en una de estas ocasiones, y por eso me regocija verles a ustedes prontos

a tomar sobre sí la misión que la fecha impone”. Consideraba que la nación había llegado

a un momento donde iba a ser posible “un ensayo en grande de reorganización nacional”.

Los jóvenes le pedían dirección, apoyo y consejo. Ortega y Gasset les contestó que podía

darles las dos últimas cosas, pero no su dirección porque opinaba que era necesario sabia

nueva:

“La situación presente de la vida española exige que un grupo de hombres

nuevos seccione radicalmente toda comunicación y continuidad con el pasado

de la política nacional, en todas sus formas y modo”769.

El Socialista se hizo eco de esta petición y les parecía muy bien porque opinaba

que ya era hora de que la juventud intelectual se definiera políticamente. Sobre los

comentarios de Ortega y Gasset comentaron:

“El programa del señor Ortega y Gasset nos parece excelente. Sólo

lamentamos que aplace sine die la invención de lo que dice, evadiendo la

demanda concreta de los jóvenes. porque con declarar que es ‘ineludible que

los nuevos políticos se decidan a pensar en grande’, suponemos que los

768 Véase BARREIRO GORDILLO, Cristina: “La recepción de pensamiento de Ortega en la Prensa

española”, en Revista Internacional de Historia de la Comunicación, nº. 5, 2015, pp. 146-166. 769 El Sol, 02/05/1929, p. 1.

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280

jóvenes quedarán tan desorientados como antes. Lo único claro es que hay

que ‘gobernar alegremente’”770.

El periódico socialista sostenía que lo más grave era que presumiesen de que ese

programa “etéreo” sintetizara de “perfecta manera” el criterio de los jóvenes intelectuales.

Lamentaba ese programa indefinido, sobre todo porque entre los firmantes había “cuatro

o cinco por lo menos que saben perfectamente lo que debe ser la política en España”.

Tenían entendido que uno escribió república laica y se preguntaba que quién la habría

borrado: “Asustan las palabras, no por viejas, sino por claras”. Los socialistas esperaban

que intelectuales jóvenes se convencieran de que su misión política era “ir codo con codo

con la clase obrera”.

La Nación se mostró satisfecha con las palabras del filósofo acerca del “feliz

desarrollo interno de España” y la posibilidad que existía por primera vez en “centurias”

de acometer una reorganización nacional:

“Esta es la situación que ha creado la Dictadura. Poco a poco lo van

reconociendo hasta los que, ideológicamente, son más contrarios a ella771”.

Antonio Espina, uno de los firmantes del manifiesto, respondió a El Socialista en

las páginas de El Sol, agradeciendo el espíritu de simpatía con el que órgano socialista

había acogido la convocatoria a la intelectualidad española y se mostraba de acuerdo con

los jóvenes intelectuales debían ir “codo con codo con la clase obrera”. Sin embargo,

denunciaba que sus quejas eran “injustas”, “despistadas”, y “prematuras”, así como que

fuese un programa “indefinido”, ya que todavía no pretendía ser “tal programa”. No era

otra cosa que “una convocatoria o llamamiento”:

“Por lo pronto, lo esencial es reunirnos todos los obreros del intelecto que

estamos conformes en defender la causa básica y anterior a todas las demás,

770 El Socialista, 03/05/1929, p. 1. 771 La Nación, 09/05/1929, p. 1.

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del “pensar libre y moderno, dentro de la soberanía fundamental del

Derecho”.

Negaba que ninguno de los firmantes se asustase con las palabras republicanismo,

socialismo, democracia y laicismo. Y la prueba era que casi todos ellos habían defendido

y proclamado en la prensa y en libros “esas normas políticas”. También rechazaba que

existiese disparidad entre su criterio político y el de Ortega y Gasset. De hecho, los

consejos del filósofo eran la “guía y fondo doctrinal del grupo”. No había, pues, ninguna

contradicción entre las palabras de Ortega. Aunque reconocía que podrían haber lanzado

un extenso programa, lo primero era “movilizar a la intelectualidad liberal española y

sacarla de su inacción y su marasmo. Por último, volvía a insistir en que las palabras de

Ortega y Gasset sintetizaban “perfectamente” su pensamiento:

“No hay oscuridad en ellas. Ortega traza en el manifiesto, a grandes rasgos,

como conviene a la índole y finalidad del documento, el panorama de lo que

debe ser la nueva política española. Los grandes rasgos que traza no

impedirán detallar los episodios del panorama ―lo pragmático― cuando,

quizá muy pronto, sea oportuno”772.

El diario socialista correspondió a El Sol afirmando que “toda juventud

renovadora merece nuestras cordiales simpatías”. Y aseguraba que, contra lo que algunos

creían, “la clase obrera no sólo no tiene prevención contra los obreros intelectuales

procedentes de la pequeña burguesía”, sino que lamentaba que fuesen tan pocos.

Especialmente coincidían con lo dicho por Antonio Espina sobre que la misión de los

jóvenes intelectuales era “ir codo con codo con la clase obrera”. Además, les gustaba que

se hablase “con claridad”; eso es lo que pedían. Aunque mostraban sus dudas por las

normas que establecían “una línea divisoria entre derechas e izquierdas”. Lo más

importante era la “actitud ante las realidades políticas y sociales del complejo

nacional”773.

772 El Sol, 08/05/1929, p. 1. 773 El Socialista, 09/05/1929, p. 1.

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El Socialista también destacó que La Nación hubiese reproducido el manifiesto y

la respuesta de Ortega y Gasset y preguntaba: “¿Qué dirán ahora los que nos reprochan

nuestro ministerialismo porque a veces La Nación pretende coincidir con nosotros, sin

conseguirlo la mayoría de las veces?”774.

4.23 El anteproyecto de Constitución

El Gobierno creó en 1927 la Asamblea Nacional y le encargó la misión de redactar

un proyecto de Constitución y leyes complementarias para dotar al régimen de una

estructura jurídica775. Como hemos visto, en la comisión encargada de redactar el

proyecto se encontraban miembros directos del Régimen y próximos a él. A lo largo de

1929 los diarios discutieron los detalles del anteproyecto, así como el sistema por el que

sería aprobado: el plebiscito776.

4.23.1 El plebiscito

La Dictadura anunció que la nueva constitución sería aprobada por medio de un

plebiscito, pues entendía que no existía forma “más democrática” para conocer la

voluntad del pueblo. La mayor parte de la prensa rechazó de forma tajante este sistema,

774 El Socialista, 09/05/1929, p. 1. 775 Véase Mariano García Canales: El problema constitucional en la Dictadura de Primo de Rivera, Centro

de Estudios Constitucionales, Madrid, 1980. 776 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., p. 264. La discusión en la

prensa sobre el proyecto constitucional se retrotrae hasta el año 1925, cuando los periódicos empezaron a

mostrar sus posiciones: los que defendían la vigencia de la Constitución de 1876 admitiendo que pudiera

reformarse, y los que abogaban por redactar un nuevo Código. Entre los primeros estaban sectores del

partido liberales, el ala más liberal del partido conservador, representado por Sánchez Guerra y La Época.

Los partidarios de una nueva Constitución se encontraban divididos en dos grupos. Por un lado, los

socialistas, y sectores liberales como El Sol, que afirmaban la imposibilidad de volver a la normalidad bajo

la Constitución de 1876 y, por otro, un sector derechista formado por mauristas, El Debate y el sector más

extremista del partido conservador, que defendía la necesidad de una nueva Constitución que introdujese

el sufragio censitario de nuevo cuño, incorporase el voto corporativo y estableciese un régimen

presidencialista en el que los gobiernos no dependiesen del voto de las Cortes.

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283

alegando que una constitución no podía aceptarse con un sí o un no777. El Sol afirmaba

que el plebiscito no era aplicable a “asuntos en los que quepa a la vez la discrepancia y la

coincidencia”, es decir, en aquellos “con los que en parte puedan estar conformes los

ciudadanos y en parte no”.

De la misma opinión era ABC y calificó de “impropio” el plebiscito para aprobar

las leyes constitucionales. El periódico de Luca de Tena sostenía que las leyes debían de

ser discutidas y votadas “punto por punto, cuestión por cuestión”, mientras que el voto

plebiscitario se emitía sobre el conjunto de la ley. Por esta razón, el diario monárquico

abogaba por la convocatoria de unas cortes y que fueran ellas quienes aprobasen o

desaprobasen el proyecto constitucional. La Nación replicó que para que esas Cortes

representasen la voluntad del pueblo, habría que cambiar “radicalmente” el Régimen,

cosa que sólo se podría hacer sobre la base de una nueva Constitución y de unas leyes

complementarias. El diario de la Unión Patriótica defendía que el voto que directamente

íacada ciudadano era más “puro” que el voto indirecto; y, argumentaba que, aunque en el

plebiscito sólo se podía decir sí o no, el asunto sería objeto de un amplio debate “en los

periódicos, en las entidades que se dedican a esa clase de estudios y, sobre todo, en la

Asamblea”. Según La Nación, sería mucho más fácil convocar unas cortes, en las que el

Gobierno tendría mayoría y ganaría la votación, pero temía que eso significase tener una

constitución y parlamento “con arreglo a las antiguas practicas; pero insincero”.

La Nación arremetía duramente contra los opositores al sistema plebiscitario:

“Y es que los impugnadores del plebiscito olvidan que antes de él se abre

discusión, en la que los ciudadanos pueden señalar puntos de discrepancia y

de coincidencia. Ni más ni menos que en los otros sistemas de votación”778.

777 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El régimen de Primo de Rivera…, op. cit., p. 519. Primo de Rivera era

el único que defendía la fórmula del plebiscito, mientras que el resto del Gobierno y el Rey se negaban a

ello. 778 La Nación, 01/04/1929, p. 1.

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En opinión del periódico oficioso este rechazo se debía al deseo de “un poquito

de movimiento electoral, que anime los ya casi extinguidos corros; un poco de virulencia

en los debates; algo de politiqueo”. Y defendía de forma insistente que los ciudadanos

asistirían a la discusión y podrían intervenir en ella si querían, y después votarían

directamente. Por lo que era “la fórmula más pura y limpia”. Argumentaba diciendo que

el plebiscito era “la medida política más apropiada para encauzar la legalidad después de

las revoluciones, de los golpes de Estado, de los actos de fuerza” 779..

Muchos medios se oponían al pleiscito. El Socialista declaraba que en Suiza “no

se concebiría una votación así, sin un previo acuerdo de las Cámaras”. Consideraba que

el plebiscito era un procedimiento democrático muy útil en algunos casos y en otros no.

Y en el caso de dar al país una constitución era uno de éstos. Por lo cual, el órgano

socialista proponía ir primero a “Cortes constituyentes, elegidas por sufragio universal”

y después ya podría aprobarse por medio de un plebiscito780.

A pesar de la oposición mostrada por la prensa, Primo de Rivera era un ardiente

defensor del sistema plebiscitario y en septiembre aseguró que era el "sistema más eficaz,

efectivo y democrático para consultar la opinión pública”. Esta declaración motivó el

rechazo otra vez de los periódicos, que argumentaban que no se podía responder con un

“sí” o un “no” a cuestión tan compleja. El Sol era, sin duda, uno de los más críticos con

este sistema de votación y dedicó su editorial del 19 de septiembre a rebatir los

argumentos en defensa del plebiscito. La Nación, por su parte, sostenía que en una

votación parlamentaria sólo se podía decir “si o no, o abstenerse. Nada más”. Y se

adelantaba a los que esgrimirían que esa votación era discutida, respondiendo que el

proyecto también iba a ser discutido en la Asamblea. Destacaba su carácter “democrático”

y aseguraba: “Está demostrado que los argumentos contra el plebiscito son pocos y no se

renuevan781”.

779 La Nación, 02/04/1929, p. 1. 780 El Socialista, 11/04/1929, p. 1. 781 La Nación, 19/02/1929, p. 1.

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El Sol insistía en que una constitución de 104 artículos no podía aprobarse con un

sí o un no. Consideraba que, en la forma en que estaba proyectado el plebiscito, “no abre

camino a la expresión de todas las opiniones sobre la reforma constitucional. Únicamente

tendrán en él expresión plena y auténtica la conformidad o la disconformidad total”782.

4.23.2 Futura constitución o reforma de la Constitución de 1876

Al plantearse la cuestión constitucional algunos diarios se mostraron contrarios a

que se elaborara un nuevo código y en su lugar abogaban por recuperar la Constitución

de 1876783. La Época defendía esta postura y criticaba la actitud de elementos derechistas

españoles como, por ejemplo, ABC y El Debate, quienes coincidían con las izquierdas en

“suponer rota y derogada la ley básica del 76”. La Nación, como es lógico, estaba a favor

del proyecto constitucional. Mientras que las izquierdas discutían sobre cómo sería esa

futura constitución.

El columnista de La Época, Benito M. Andrade, expuso sus quejas, el 11 de

febrero, porque, según él, se estaban quedando en minoría los monárquicos

constitucionales que pensaban que la defensa de las “esencias derechistas” no puede

tomarse desde otro punto de vista que desde el de “la afirmación rotunda y categórica en

que el Código del 76 no está aniquilado y derogado, sino simplemente suspendido en

parte, en su vigencia784”. Aunque admitía que El Debate y ABC discrepaban de las

izquierdas en la elección del camino a seguir para lograr una normalidad: Las izquierdas

propugnaban Cortes Constituyentes, mientras que ABC y El Debate creían en la eficacia

del real decreto. El dilema, pues, estaba en elegir “o Real Decreto o Cortes

constituyentes”. Sin embargo, no podría aprobarse por real decreto, porque era

“jurídicamente ilícita”.

782 El Sol, 02/10/1929, p. 1. 783 LA CIERVA, Juan: op. cit., p. 302. La Cierva manifiesta que en su puesto en la Asamblea combatió

casi todos los proyectos presentados por el Gobierno. Después de redactar el nuevo código, el Rey le

confesó a La Cierva que coincidía con él en que no debía reformarse ni sustituirse la Constitución de 1876,

y le preguntó si creía posible designar un gobierno socialista con la nueva constitución. 784 La Época, 11/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

286

El Socialista recogió el 2 de abril el discurso que el presidente de la Academia de

Jurisprudencia, Ángel Ossorio y Gallardo, pronunció en una conferencia sobre “Lo que

debe ser la futura Constitución”. Ossorio y Gallardo afirmó que los temas constitucionales

preocupaban mucho en el país y que, ante el anuncio de la promulgación de la

constitución, “es deber de todos los ciudadanos que tienen algo que decir manifestarlo”.

Defendió que todas las constituciones vigentes de los países civilizados habían sido

redactadas por Cortes convocadas al efecto como “constituyentes”, y que no conocía

ningún país que lo hubiera encomendado a “una especie de sanedrín de selectos”,

sometiéndola después a una aprobación plebiscitaria. Y consideraba “equivocado” el

proyecto de constitución que estaba a punto de terminar la Comisión de leyes

constituyentes de la Asamblea, “a juzgar por los adelantos”.

Primo de Rivera anunció a principios de abril los trámites para la elaboración,

discusión y promulgación de la ley constitucional. Esperaba que en seis meses se

publicara la totalidad del proyecto y el país pudiera conocerlo y discutirlo, desde el punto

de vista doctrinal, antes de que se requiriera su opinión por medio de plebiscito. A El

Debate este tiempo no les parecía mucho y lo único que pedían al jefe del Gobierno era

que extremara “los procedimientos conciliadores, el sentimiento de equidad y la

clemencia”785.

Benito M. Andrade defendía que Primo de Rivera sentía “fervores paladinamente

confesados por la soberanía nacional”. Pero aseguraba que se podía dar el caso de que “el

pueblo quiera al general como dictador, pero no como legislador786”. Por ello pedía que

se consultase al pueblo y llevase su proyecto de constitución a unas cortes elegidas por

sufragio universal.

El presidente de la Asamblea, José de Yanguas Messía, anunció que, una vez que

el proyecto de constitución fuera leído en sesión plenaria de la Asamblea y quedase sobre

785 El Debate, 10/03/1929, p. 1. 786 La Época, 06/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

287

la mesa, entonces “los vocales, sin excepción, recorrerán las provincias y explicaran, bien

en conferencias o en otros actos públicos, el alcance, la orientación y los detalles de la

proyectada ley fundamental del reino”787.

Los diarios entraron en el mes de junio discutiendo la conveniencia de realizar una

nueva constitución o si sería mejor volver a la de 1876. ABC realizó el 14 de junio una

defensa de la Constitución de 1876 y pedía a sus detractores que señalasen “los principios

y preceptos de ella que sobren o dañen”. No entendía por qué La Nación achacaba sobre

el antiguo código “la culpa de la crisis política de España”: “En todo lo que se considera

necesario, esencial y fundamental para la reorganización política de España, no hay nada

que tropiece en la Constitución del 76, nada que haga borrar una letra de su contenido”.

Más que la discusión del proyecto, lo realmente importante era el procedimiento:

“Régimen que no dimane de la soberanía nacional representada, reforma otorgada o

impuesta ―aseguraba― no logrará los asentimientos necesarios, carecerá de base788”.

La Nación criticó que el debate periodístico acerca de la futura Constitución se

hubiera “generalizado”, cuando todavía no se conocía el proyecto constitucional, e

instaba a que esperasen a leer el texto para formular sus juicios789. Pero los diarios no

querían esperar y seguían publicando editoriales, sueltos y artículos sobre el futuro

político de España. Por ejemplo, El Socialista, declaró, en su editorial del 23 de junio,

que siempre habían sido “partidarios de la reforma de la Constitución. Lo fuimos y lo

seguimos siendo”. Y tachaba a la Constitución del 76 de ser “conservadora y

reaccionaria”, ya que “garantiza con exceso los privilegios de las clases conservadoras y

deja abandonado, sin defensa de ninguna especie, el trabajo”790.

A los que sostenían que “fueron los hombres, no la Constitución, quienes nos

condujeron a la peligrosa situación predictatorial”, El Socialista respondía que fueron:

“Los hombres y la misma Constitución. No olvidemos, al hablar de la Constitución del

787 La Época, 01/05/1929, p. 1. 788 ABC, 14/06/1929, p. 15. 789 La Nación, 20/06/1929, p. 1. 790 El Socialista, 23/06/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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76, que fue producto de un golpe de Estado y que fue otorgada para, so pretexto de

establecer un régimen de democracia, disimular un régimen de dictadura permanente”791.

El periódico socialista incidía en la necesidad de que se convocasen Cortes

Constituyentes para que “la conciencia nacional” se reflejara por medio de “sufragio

universal y en un ambiente de amplia libertad para la exposición de las diferentes

opiniones que deben reflejarse en el Código fundamental de la Constitución del Estado”.

Afirmaba que cualquiera se tuviera por demócrata se inclinaría a aceptar el procedimiento

que defendían para discutir la Constitución. Si en el viejo régimen hubo desorden fue por

la arbitrariedad política: “Suponer que democracia y libertad significan desorden,

arbitrariedad, es un error. No hay nada que asegure el orden como el régimen

democrático”792.

Primo de Rivera informó a un enviado especial del diario Excelsior que la

Asamblea Nacional se reuniría a principios de julio para tratar las cuestiones agrarias. Y

se anunció que la futura constitución comprendería “el restablecimiento del sufragio

universal para todos los ciudadanos, incluso las mujeres. Una tercera parte de los

miembros de la nueva Asamblea será nombrada por el Gobierno y los dos tercios restantes

por sufragio universal: uno por el pueblo y otro por las organizaciones económicas, ésta

Asamblea tendrá poderes legislativos, pero no ejecutivos”793.

La Nación alabó el anuncio del Gobierno de que habría “amplio” margen de

discusión y consideraba que las restricciones anunciadas no eran limitaciones

propiamente dichas. Porque no se ponían “trabas a la serena exposición del juicio elevado,

no se acota, en ningún sentido, el campo de las iniciativas…”. Afirmaba que únicamente

se vedaba “la senda de los oposicionismo sistemáticos, que solo obedecen a las pasiones

desatadas, poco propicias siempre a la estructuración de una obra seria y trascendente”794.

791 El Socialista, 23/06/1929, p. 1. 792 El Socialista, 23/06/1929, p. 1. 793 La Época, 24/06/1929, p. 1. 794 La Nación, 24/06/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

289

Finalmente, el 1 de julio se inauguraron los plenos de la Asamblea y Primo de

Rivera pronunció un discurso glosando los hechos de mayor trascendencia política

ocurridos en el país desde el otro período a éste. El jefe del Gobierno reconoció que al

terminar las últimas sesiones el orden público se hallaba “profundamente alterado”, pero

pudo ser dominado por la “noble actitud” del ministro de Instrucción Pública, que había

atendido las demandas que respetuosamente elevaron los estudiantes, dando así ejemplo

de “condescendencia”. Otro suceso importante fue la inauguración de las Exposiciones

de Sevilla y Barcelona que habían llevado “al mayor enaltecimiento el nombre de

España”. Al final de su alocución dijo que se daría por las Comisiones respectivas cuenta

de las bases de la nueva Constitución y de la ley electoral para que fuera discutida

ampliamente por el país en un ambiente de libertad. Y luego sería sometida a“un

plebiscito para que el país tuviera de nuevo una normalidad política y jurídica.

4.23.3 Los diarios piden que cese la censura

La mayoría de medios juzgaban excesiva la preocupación de Primo de Rivera por

los constantes ataques que le dirigían las publicaciones extranjeras; es decir, fuera del

alcance de la acción de la censura. Creían que el mantenimiento indefinido de la censura

era el responsable de la proliferación de las campañas subrepticias y, por ello, solicitaban

que acabase el régimen de censura. El 7 de junio la Dictadura publicó una nota oficial

aclarando que la censura no existía en la correspondencia postal, telegráfica y telefónica,

solamente se ejercía y, “de forma muy atenuada y excepcional” en la prensa española, sin

pretender “fiscalización ni imponer restricción de ninguna clase a cuanto pueda

transmitirse al Extranjero”795.

El diario ABC afirmó que “con Prensa libre no pueden hacerse las campañas

impunes de las hojas clandestinas”. La Libertad, por su parte, declaró: “Mil veces hemos

dicho que nosotros, ni aún en momentos de suma gravedad, encontramos justificada la

censura”. El diario de Santiago Alba no albergaba esperanzas en modificar el criterio del

795 La Libertad, 07/06/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Gobierno sobre la libertad de prensa, pero aseguraban que cumplían con su deber de

“repetir una vez más nuestro particular punto de vista”796.

Según iba acercándose la fecha prevista para la discusión del proyecto

constitucional los medios enfatizaron su petición de “amplitud y libertad sin trabas”. El

Sol fue uno de los más implicados en el cese de la censura y, en su editorial del 20 de

junio, titulado, “La Constitución y la discusión libre”, reiteraban que no era posible

discutir una constitución sin libertad de prensa:

“Hasta el último ciudadano debe tener conocimiento de la cuestión, oír el pro

y el contra, meditar por su cuenta, decidirse libremente. ¿Basta la Prensa para

esta difusión e ilustración de los ciudadanos? La Prensa no llega a todos lados;

a pesar de su aumento constante, las tiradas de los periódicos españoles son

aún bajas como se comprueba comparándolas con las de los extranjeros797”.

De esta forma, el Gobierno anunció en una nota oficial del 5 de julio que concedía

mayor amplitud en el régimen de censura para discutir el proyecto constitucional798.

Únicamente señalaban dos limitaciones: “que el comentario se mantenga en el elevado

tono doctrinal y severo que la trascendencia nacional del asunto requiere” y “que se

concrete a los anteproyectos de índole sustantiva que ahora van a ser leídos, esto es, a los

de la Constitución y leyes orgánicas de las Cortes, del Consejo del reino, de los Poderes

ejecutivo y judicial y de Orden público” 799.

El Sol acusó al Gobierno de presentar el anteproyecto “en los sopores del verano”

y de elaborarlo en “el mayor secreto”. El diario liberal afirmaba que en la opinión

española no había gran curiosidad por conocer la nueva constitución política, y temían

esa indiferencia continuase después de su publicación y durante su discusión en la prensa

796 La Libertad, 07/06/1929, p. 1. 797 El Sol, 20/06/1929, p. 1. 798 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 563. Carr asegura que esta decisión fue una muestra

de la ingenuidad de Primo de Rivera, porque, en cuanto se levantó la censura, hubo “una explosión de

críticas a la dictadura”. 799 La Época, 05/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

291

y en la Asamblea: “El tema constitucional no existe sin vida política intensa, porque se

refiere a los problemas más abstractos y formales de la política”. Lamentaba que la nota

oficial sólo se refiriese a la prensa, y conjeturaba que, tal vez se concediera permiso para

pronunciar alguna conferencia en ateneos o academias, sin embargo, consideraba que el

público asistente a esos sitios era el que menos necesitaba explicaciones. Era

indispensable que la “propaganda” o “impugnación” de la constitución no se limitase a la

prensa porque:

“Basta hallar la proporción entre los habitantes y la tirada de los periódicos

para darse cuenta de que si este es el único medio de publicidad más de la

mitad de los españoles van a quedarse sin conocer la Constitución y las

opiniones en lucha800”.

El Socialista también juzgaba fundamental la tribuna libre para debatir la reforma

constitucional: “¿Cómo se va a ir a una votación, nada menos que para decidir acerca de

la Constitución española, sin una previa campaña de opinión, libre, sin limitaciones ni

cortapisas?”801.

Finalmente, el Gobierno permitió una discusión con “gran amplitud”, aunque El

Socialista siguió pidiendo libertad de prensa, pues, juzgaba que no había ningún peligro

para no concederla. Pero Primo de Rivera aseguró que mientras hubiese dictadura

continuaría la censura.

4.23.4 La prensa discute el proyecto constitucional

El anteproyecto de constitución y leyes complementarias se hizo público el 5 de

julio, y al día siguiente se dio lectura del mismo en la Asamblea802. El nuevo código

800 El Sol, 06/07/1929. 801 El Socialista, 19/07/1929. 802 El anteproyecto constitucional puede verse en el Diario de las Sesiones de la Asamblea Nacional

Consultiva, nº. 48, Apéndice 1º.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

292

constaba de 104 artículos divididos en diez títulos y contemplaba un nuevo régimen de

corte corporativo, intervencionista y conservador. Muchos periódicos reprodujeron los

artículos fundamentales en sus páginas y todos se prestaron a comentarlo y debatirlo,

quedando pronto en evidencia que la unanimidad de la prensa rechazaba la nueva

constitución; unos por considerarla “absolutista” y otros porque no la veían necesaria y

preferían recuperar la suspendida de 1876.

El Socialista comentó el mismo día de su lectura que “los restos de la política vieja

que hay en la Asamblea Nacional han empeorado grandemente las bases del proyecto del

Gobierno de la dictadura. Una vez más el Gobierno —con ser, para nosotros, tan de

derecha, tan antidemocrático— aparece a la izquierda de muchos viejos políticos

conservadores y liberales”803.

La Nación publicó el 6 de julio un catálogo de normas ciudadanas a seguir para

debatir el proyecto. Según el diario upetista no era el momento de hacer “política de

encrucijada y de habilidades” y animaba a estudiar “serenamente” el proyecto para

mejorarlo en los tres meses que tenían hasta su aprobación. A los que se quejaban de que

la libertad estaba limitada respondía:

“No está coartada la libertad del que quiera, en términos correctos, señalar

deficiencias. Se contiene la libertad, sin embargo, para destruir sin

fundamento y negar sin razón. El derecho a la improcedencia, el derecho al

absurdo pudo existir en un ambiente anárquico; pero no se ha sancionado en

la ley ni puede perpetuarse en las costumbres de ningún país civilizado”804.

El Sol rechazó desde el principio el nuevo código porque creían que el fundamento

de todas las leyes era que la soberanía residiese en la nación. Por eso afirmaban que el

proyecto de Constitución estaba muy lejos de ser un acierto. Creían imprescindible que

fuera elaborado y discutido por unas Cortes “libérrimamente elegidas”.

803 El Socialista, 06/07/1929, p. 1. 804 La Nación, 06/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

293

El Debate elogiaba, en su editorial del 7 de julio, el “trabajo intenso, concienzudo,

verdaderamente técnico” que habían hecho sus autores. Y, aunque reconocían que, en el

orden teórico, “pocos reparos” podían hacer, en el orden práctico sus observaciones eran

“más graves”. Como aspectos positivos valoraban que se hubiera mantenido íntegramente

el artículo 11 de la Constitución del 76, y que se reprodujera el artículo 2, sobre la armonía

entre “la enseñanza privada, la oficial y los derechos supremos del Poder público”.

También destacaba la separación de poderes, la Cámara única y, sobre el Consejo del

Reino, declaraba: “Nosotros no dudamos en afirmar que, en teoría, el Consejo es

invención felicísima”.

Sin embargo, no todo era positivo y sus objeciones eran las siguientes:

“Es demasiado largo el texto; se incurre, a veces, en el casuismo peligroso en

toda ley, peligrosísimo en la ley fundamental; se incluyen principios o

declaraciones teóricas, impropias de una Constitución; no brilla en todo el

articulado la condición sentenciosa, verdaderamente lapidaria, del título

primero; hay artículos excesivamente largos, hay párrafos ampulosos

redundantes. Todos, como se ve, defectos secundarios y perfectamente

subsanables” 805.

A El Debate le alarmaba “su misma perfección teórica”, porque creían que, “no

suelen ser las más eficaces en su aplicación las leyes doctrinalmente más perfectas”. Y

alertaba de lo peor que podía pasar:

“Lo peor que pueda ocurrir es que el pueblo reciba con indiferencia la nueva

ley fundamental. Y España, a nuestro juicio, está hoy lejos de pensar en

hondas reformas políticas. Rogaríamos a Primo de Rivera que meditara, si

acaso él, restringiendo la libertad de propaganda y de discusión, ha podido

805 El Debate, 07/07/1929, p. 1.

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contribuir a aumentar la indiferencia por los negocios comunes, que es una de

las tristes características de nuestra raza”806.

La Libertad accedió a participar en la discusión y declaró que estaba de acuerdo

en la necesidad de modificar la Constitución de 1876, pero únicamente para hacerlo en

un sentido liberal. Sin embargo, declaraba que el proyecto de constitución había nacido

con “caracteres de Carta otorgada y que no se vincula en un pacto entre el pueblo y la

Corona”. Aunque el Gobierno había anunciado cierta amplitud para debatir el proyecto,

La Libertad anunciaba que sus opiniones se limitarían a una “afirmación sintética”. Hasta

ahora, en ocasión de otros debates polémicos, el diario liberal se abstuvo de participar

porque “prefería callar a tartamudear”. Pero ahora afirmaban que para exponer su doctrina

y sus críticas “una absoluta libertad de movimiento”:

“Para nosotros se hace precisa la reforma constitucional con los progresos del

Derecho público y el ejercicio de libertades verdaderamente democráticas.

Pero rechazándose el sistema de Cartas otorgadas más o menos disfrazadas,

y no podemos admitir como origen del Código fundamental una Asamblea

Consultiva, que nació de real orden, sino unas Cortes Constituyentes, hijas

directas del sufragio universal. La Constitución, pacto del pueblo y el jefe del

Estado, deberá proyectarse, discutirse y votarse, para que goce de verdadera

legitimidad, en unas Cortes de delegados del pueblo, a los que éste otorgará

su plena soberanía, a fin de que el régimen constitucional sea una verdad”807.

ABC realizó una serie de artículos para comentar el proyecto. Empezó con su

editorial del día 7, en el que instaba a aprovechar la lección de estos años: “impedir el

retorno de la política derrocada en 1923, no reincidir en las corruptelas que hundieron el

régimen constitucional”, así como, “sanear el Parlamento y mejorar los métodos

electorales para hacer más auténtico, más activo y más eficiente el sufragio de la nación”.

806 El Debate, 07/07/1929, p. 1. 807 La Libertad, 07/07/1929, p. 3.

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295

Para el diario monárquico la Constitución del 76 no tenía nada que ver con los males que

sufrió el país, pero, dicho esto, se prestaba a opinar sobre el anteproyecto:

“La Constitución proyectada reproduce al pie de la letra los preceptos del 76

y así responde cumplidamente al espíritu y al voto del país, contra los cuales

no hubiera prevalecido”808.

Comparaba el nuevo código con el suspendido y declaraba que los artículos sobre

la forma de Gobierno y sobre la cuestión religiosa habían sido reproducidos literalmente

en el nuevo proyecto. Mientras que la Constitución del 76 tenía 84 artículos breves, la

nueva, constaba de 104, “con muchos apartados y minuciosas derivaciones”. Por lo que

concluía que les parecía “más útil y lógica la estructura de la Constitución antigua”.

La Época también se prestó a debatir el proyecto, aunque insistía en que no era el

camino que ellos hubieran elegido porque les parecía peligroso abrir un período

constituyente:

“Amantes de una normalidad constitucional, de un estado de derecho que

determine la órbita de acción de cada ciudadano, nosotros reconocemos que

es plausible el que una Dictadura piense en ponerse término y volver a dicha

normalidad jurídica; defensores de la soberanía nacional, a nosotros nos

parece estimable todo lo que conduzca a proporcionar medios de que sea

efectiva; pero, dicho esto, no nos parece acertado el camino elegido por el

Gobierno para llegar a esa finalidad”809.

Para La Época ninguno de los errores y vicios de la política anterior a 1923 estaban

relacionados con la Constitución de 1876 y, por eso, proponían volver a ella:

808ABC, 07/07/1929, p. 47. 809 La Época, 07/07/1929, p. 1.

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“La Constitución de 1876 no ha estorbado nada ni se ha opuesto a nada.

Nosotros creemos que si el general Primo de Rivera, orientado hacia una

normalidad constitucional, se desposee de prejuicios, comprenderá que,

bastaría para llegar a ese fin, dictar unas cuantas leyes complementarias sin

necesidad de entrar en un período constituyente. Una ley electoral, una ley de

Orden público, una ley de asociaciones y reuniones y una ley de prensa que

estableciesen, clara y concretamente, los deberes de los ciudadanos frente al

Poder y los del Poder para con los ciudadanos; una reforma en la ley electoral

del Senado, unos Reglamento de régimen interior de las Cámaras que cortasen

los abusos del verbalismo y las injerencias injustificadas del Poder legislativo

en el Ejecutivo; he ahí todos los ingredientes necesarios para eso que hoy se

llama la estructuración nueva del Estado”810.

La Nación declaraba el día 8 que ya había advertido que iba a haber más medios

“contradictores” que “coadyuvantes”. Por su parte, afirmaban que en líneas generales

coincidían con el proyecto, aunque estaban más interesados en responder a posibles

críticas que en mostrar sus opiniones. Urgía a los diarios a analizar los artículos y “decir

con sinceridad lo que se piense y cómo se le perfeccionaría. Eso es, a nuestro juicio, lo

más esencial”. A pesar de las críticas vertidas por los diarios, había “realidades” que no

se podían negar:

“Primero, que los anteproyectos tienden a una transformación radicalísima de

la vida de España. Segundo, que están articulados de forma impecable,

siguiendo un proceso lógico de absoluta claridad. Tercero, que no se calcan

en modelos conocidos. Destacan transformaciones hondas e invenciones

felices. Precisamente el hecho de que no se parezcan a nada anterior ni a nada

existente en otras partes, prueba el anhelo de algo propio. Por eso mismo,

sería también perder el tiempo entretenerse en buscar a los anteproyectos

precedentes o analogías. Tenemos la impresión, que confirmaremos en

810 La Época, 07/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

297

trabajos sucesivos, de que se ha querido y se ha logrado elaborar una obra

sujeta a las peculiaridades nacionales, sin otras sugestiones”811.

El diario de Delgado Barreto sostenía que existía la “libertad necesaria” para

discutir los anteproyectos fundamentales, y pedía a la prensa que se centrase en opinar

sobre los “textos concretos”:

“No es momento éste propicio para el discurso vago, para la frase estéril.

Nosotros esperamos que, dándose cuenta todos del interés de estos instantes

y de la importancia de las cuestiones sometidas al país, se olviden pequeñeces,

se excluyan pasiones, y se estudie, se trabaje, en aras de un ideal patriótico.

Lo indispensable es acertar y recoger los matices más acentuados de la

opinión española”812.

En su segundo artículo de la serie iniciada, ABC esgrimía que la Constitución del

76 no había fracasado por “sus principios fundamentales”, puesto que la nueva

constitución los revalidaba. Y afirmaba: “El régimen liberal, tan denigrado en los últimos

tiempos, resulta inculpable en la crisis de autoridad que nos ha traído seis años de

Dictadura”813. El diario monárquico criticaba que ahora, para suspender las garantías

constitucionales, bastaría con un informe del Consejo del Reino, por lo que opinaban que

sería más fácil que en la constitución suspendida.

Sobre el Parlamento unicameral, dudaban de la funcionalidad de esta cámara única

y no se explicaban la desaparición del Senado: “No es en la historia de esta Cámara donde

encuentra sus motivos de crítica del régimen parlamentario español”. En cuanto al

Consejo del Reino no tenían nada claro su funcionamiento:

“Reúne porciones de todos los Poderes ―moderador, ejecutivo, legislativo y

judicial― cuando se trata de diferencias y despejar la acción de cada uno, y

811 La Nación, 08/07/1929, p. 1. 812 La Nación, 08/07/1929, p 1. 813ABC, 09/07/1929, p. 19.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

298

que tiene, además, el aspecto de una Cámara secreta, esencialmente política,

que discute y vota sin publicidad sobre los más graves asuntos políticos,

cuando, por otra parte, se intenta desmedidamente separar la política del

Parlamento, más representativo del país o de menos dudosa representación

popular”814.

El Debate era de los pocos periódicos que apoyaban el proyecto, si bien, no en su

totalidad, y criticó duramente la actitud de alguna parte de la prensa de no querer exponer

su actitud:

“Es un deber de los periódicos el hablar con conocimiento de causa y sin

pasión. Es deplorable ―y casi más que deplorable ridículo― el comentario

de algunos colegas, que, al parecer no conocen la Constitución más que de

referencias. Y de malas referencias”815.

No creía el diario católico que la constitución fuese de izquierdas o de derechas, ni

conservadora ni democrática. Afirmaba que no variaba de forma sustancial con respecto

a la antigua, aunque reconocía que tenía algunas notas conservadoras que en la del 76 no

había. Pero también advertía en ella avances democráticos, como en la composición de la

Cámara.

La Nación se quejó de que hasta ahora se estaba discutiendo de todo “menos los

proyectos”: “hasta ahora no hemos encontrado ningún argumento sustancial ni

sustancioso en contra. Negaciones escuetas, habilidades inhibitorias, bonitos tópicos,

subterfugios dialécticos para aparentar que no se puede decir lo que se quiere”. El diario

del Régimen estaba decepcionado porque los diarios no abordasen el tema del proyecto,

y, aunque ya esperaban esta respuesta, confiaban en que hicieran un examen:

814 ABC, 09/07/1929, p. 19. 815 El Debate, 07/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

299

“Temíamos una empeñada discusión que nos esclavizara durante el estío.

Recobramos la esperanza de un verano plácido. Si todo lo que resta por decir

es a tenor de lo dicho hasta el momento presente, poco trabajo van a requerir

las contestaciones”816

Los medios comentaban que el pueblo había recibido la reforma con

“indiferencia”, y La Nación replicaba:

“¿En qué se ha demostrado? ¿En qué no hay manifestaciones públicas? ¿En

que la gente no da gritos de entusiasmo ni de protesta por las calles? No. En

que determinados periódicos afirman que ellos han comprobado esa

indiferencia. ‘No hay más que leernos a nosotros ―escriben― para saber

cómo piensa el país’ ¡Ah, vamos! ¿Ustedes le representan? Pues casi no hace

falta entonces pensar en Constitución ni en leyes orgánicas. Que digan esos

periódicos cómo quieren que se estructure la futura vida pública, y problema

resuelto.

¿No es divertido?817”

Algunos periódicos, como El Socialista, El Sol o La Libertad, también aseguraban

que esta constitución no era admisible, porque no representaba un pacto entre el Rey y el

pueblo. Lo que llevaba al diario oficioso a preguntar:

“¿En qué formación de leyes constitucionales ha tenido positiva

representación el pueblo? Porque si vamos a seguir sosteniendo ficciones,

bien está. Unos cuantos señores arreglaban unas Cortes a su gusto;

seguidamente decían con el mismo desenfado; que ellos eran los

representantes del pueblo; redactaban unas leyes a su capricho, matizadas de

todos los exotismos imaginables; las sometían a la sanción del Poder

moderador, y ¡ya estaba hecho el pacto entre el Rey y el pueblo!”818.

816 La Nación, 09/07/1929, p. 1. 817 La Nación, 09/07/1929, p. 1. 818 La Nación, 09/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

300

Defendía que la Dictadura había preferido que “unos hombres capacitados

redacten el anteproyecto; que todos los ciudadanos lo discutan, pongan sus reparos, hagan

sus observaciones; que después los examine en público debate una Asamblea; que luego

los repase, confronte y perfeccione el Poder ejecutivo; que los apruebe el pueblo, pero no

por supuestas representaciones, producto de amaños y falsedades, sino el pueblo en masa,

ciudadano por ciudadano, mediante un plebiscito, y que los sancione el Rey. A eso sí

podría llamársele pacto entre el Rey y el pueblo. Lo otro es una engañifa, que no se debe

recordar sin rubor”. La Nación denunciaba que muchos diarios, como La Libertad,

alegaban que el procedimiento para elaborar la nueva constitución no era legítimo y por

eso se negaban a examinar el proyecto”. El periódico de la U.P. no salía de su asombro

y proclamaba: “Cuando el país haya aprobado esa ley tendrá tal fuerza y valor, que negar

la legitimidad de su origen constituirá un grave delito y una ofensa al pueblo. Ahora, lo

menos que parece es un subterfugio para ahorrarse el trabajo de discurrir”. Rechazaba la

“inhibición” de algunos medios y esperaba que se uniesen a la discusión, como ABC o El

Sol hacían:

“Es lástima que una parte de la Prensa se conduzca así, perdiendo el tiempo

en fuegos de artificio, porque la obra amplia que se presenta a la

consideración del país es susceptible de modificación y de mejora.

Nadie, ni sus autores, creen que sea perfecta. Por eso se somete a contraste y

se admite colaboración”819.

La Época analizó, en su editorial del 10 de julio, los motivos que produjeron el

golpe de Estado y que pasados seis años se intentaba volver a la normalidad constitucional

y a unas leyes políticas que garantizasen los derechos individuales que ahora estaban en

suspenso. Lo cual demostraba que “la Dictadura entiende que aquellas circunstancias

pasaron, que el ambiente se ha purificado, que las costumbres son muy distintas, la

ciudadanía se ha hecho otra; en una palabra, que puede cerrarse el paréntesis abierto en

819 La Nación, 09/07/1929, p. 1.

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1923, devolviendo sus fueros a la soberanía nacional española”. Y esgrimí que sí, ya

existía una ciudadanía consciente y se habían corregido los vicios que hicieron necesaria

la dictadura, “¿para qué idear otro Código fundamental nuevo?”. El diario conservador

era partidario de simplemente realizar una reforma de leyes complementarias a la

Constitución de 1876.

El Sol, en su editorial del 10 de julio, censuró varios aspectos que no le gustaban

de la nueva constitución como, por ejemplo, la facilidad del Gobierno para suspender los

derechos constitucionales y declarar el estado de excepción: “el Gobierno puede pasar sin

la menor dificultad a un régimen de dictadura ilimitada”. Tampoco estaba de acuerdo con

la “inversión” de los términos sobre la iniciativa de las leyes, que ahora correspondían

exclusivamente al rey, con su gobierno responsable, y a las Cortes. Hablaba luego de las

atribuciones exclusivas del rey y de que todas las leyes podían ser rechazadas por el

Consejo del reino. Tampoco los ministros deberían dimitir si les hacían una moción de

censura. El periódico de Urgoiti declaraba que habían querido hacer un Gobierno estable,

pero se había hecho un Gobierno “irresponsable políticamente, indiscutible”. Su veredicto

era el siguiente:

“No hay tal soberanía nacional. No hay más que poder real. Así lo demuestra

también con toda claridad el hecho de que toda reforma constitucional es de

la exclusiva iniciativa del Rey con su Gobierno responsable820”.

Varios diarios calificaron a la constitución de “Carta Otorgada”. En cambio, El

Debate rechazó tal calificación, porque, ya fuera aprobada por plebiscito o por unas

Cortes, era evidente que “la fuerza legal, nace del asentimiento de la nación, sancionado

por el Rey”. Por lo cual no sería una carta otorgada, sino una constitución pactada, igual

que “las Constituciones del siglo pasado”821.

820 El Sol, 10/07/1929, p. 1. 821 El Debate, 10/07/1929, p. 1.

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El Socialista se preguntó que quiénes estaban detrás de la reforma constitucional

y el presidente de la Asamblea, Yanguas Messía, les aclaró quién se había encargado de

cada parte del proyecto:

“De los títulos de ‘Cortes del reino’ y ‘Consejo del reino’, los señores La

Cierva, Crehuet, Diez Canseco, Goicoechea y Maura; del tema ‘Monarquía.

Regencia’, los señores García Oviedo, Goicoechea y Pemán; de ‘Poder

ejecutivo’, ‘División administrativa’ y ‘Régimen local’, los señores

Goicoechea y García Oviedo; de ‘Deberes y derechos de los españoles’, los

señores Maura, Goicoechea y Puyuelo; de ‘Poder judicial’, los señores La

Cierva y Crehuet, de ‘Garantías jurisdiccionales y reforma de la

Constitución’, el señor Goicoechea y de ‘Nación y Estado. Nacionalidad y

ciudadanía’, Yanguas.

De las leyes complementarias se han encargado Cierva, Silió, Diez Canseco,

Illana, Goicoechea y Yanguas”822.

Después de conocer los hombres que habían elaborado el proyecto, El Socialista

afirmó: “Basta con retener los nombres de las personas que han intervenido en todo ello

y conocer su significación política, para deducir cuál será la tendencia y orientación de la

obra”. Aunque La Libertad había dicho que preferían “callar a tartamudear”, el periódico

socialista no estaba de acuerdo y aprovechaban para reafirmarse en su “fe socialista y en

España, por socialista, doblemente republicana. Cortes Constituyentes sí, pero Cortes

republicanas”823.

La Libertad explicó 12 de julio por qué guardaban silencio:

“Rechazando el proyecto de Constitución que hoy tanto se discute;

rechazándolo sin discusión, en bloque, por reaccionario, por retrógrado, por

822 El Socialista, 10/07/1929, p. 1. 823 El Socialista, 10/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

303

constituir un retroceso en vez de un avance, un agravio a los sentimientos

liberales y al espíritu de la época en que ha sido redactado, y porque, además,

en estas circunstancias no puede ser un pacto entre el pueblo y el jefe del

Estado. LA LIBERTAD estima que cumple plenamente su deber. Y eso ya lo

ha hecho. Pero no tiene por qué reiterarlo cuantas veces sea preciso”824.

La Nación del 13 de julio afirmaba que venían “recogiendo opiniones adversas y

favorables al proyecto”. Y criticaba a algunos periódicos por escamotear y no informar

verídicamente.

“De todos modos, la polémica se va encauzando la mayoría de los diarios,

unos en pro y otros en contra, formulando observaciones, poniendo reparos y

hasta impugnando duramente (con dureza que acredita un amplísimo margen

de libertad) las ponencias que servirán de base al nuevo Código fundamental,

cumplen un deber no aviniéndose a guardar silencio, como algunos

insinuaban”825.

Sin embargo, El Debate expresó sus dudas de que la reforma llegará a hacerse,

mientras que El Socialista estaba seguro de que “la reforma naufragará, aun siendo, a

juicio nuestro, un engendro monstruoso, por la oposición de los políticos

tradicionales”826.

4.23.5 Opiniones al proyecto constitucional

Abierto el debate sobre la reforma constitucional, los diarios se lanzaron a pedir

su opinión al respecto a los viejos políticos. Lo cual demostró que, pese a los intentos de

Primo de Rivera por acabar con la “vieja política”, los políticos del antiguo régimen

seguían siendo un referente para la opinión pública. De hecho, alguno de ellos, como Juan

824 La Libertad, 12/07/1929, p. 3. 825 La Nación, 13/07/1929, p. 1. 826 El Socialista, 13/07/1929, p. 1.

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304

de La Cierva o Goicoechea, habían participado en la redacción del proyecto y expusieron

su postura a ABC827. Juan de La Cierva declaró que había expresado su opinión de que

debía respetarse la Constitución de 1876; pero no fue aceptada su propuesta:

“Habría yo preferido que la Dictadura resignara sus poderes ante el

Parlamento; pero consideré que no debía negarme a trabajar con mis

compañeros, convencido de que servía a mi Patria y a la Monarquía.

La obra común lleva el sello de la transacción y del sacrificio de las propias

ideas para lograr fórmula que pueda ser aceptada por la generalidad. El molde

no es para mí lo esencial. Pío más en la rectitud y buena voluntad de los que

lo utilicen. Quiera Dios que se agrupen los necesarios para asegurar la paz y

el progreso de nuestra Patria”828.

Antonio Goicoechea se mostraba satisfecho de haber contribuido a la redacción

del proyecto y confesaba que para ello habían tenido que sacrificar sus “ideas personales”,

en momentos determinados, y destacaba que habían tenido presente que una constitución

se hacía para “el país entero y no para los que la forjan, ni para el círculo necesariamente

estrecho y reducido de los que comulgan en sus ideas”. Por ello, habían tenido en cuenta

la opinión de elementos “ausentes de la Sección y aún de la Asamblea”. Sobre el texto

constitucional afirmó:

“Me atreveré sólo a decir que, con la proclamación del Poder judicial y con

la pródiga multiplicidad de recursos que se ponen a disposición del ciudadano

para garantirle contra posibles abusos del Poder, se da un paso de gigante y

cien veces más eficaz que pomposos e hipócritas acatamientos a la Soberanía

popular, en el camino del verdadero constitucionalismo; en el de la sumisión

completa del Estado a un régimen jurídico”829.

827 BEN AMI, Shlomo: La dictadura de Primo de Rivera… op. cit., p. 238. Primo de Rivera se jactó que

“las voces de los viejos políticos, ‘apagadas para siempre’, no se escucharían nunca en la Asamblea”. Sin

embargo, ahora acudía a ellos desesperadamente. 828 ABC, 07/07/1929, p. 49. 829 ABC, 07/07/1929, p. 50.

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305

Primo de Rivera declaró a La Nación que, como prometió, había entregado al país

una ley constitucional y cinco leyes complementarias:

“Nos ha llevado la idea de hacer todos los esfuerzos necesarios para que este

proyecto de Constitución sea el gran banderín, el pabellón alrededor del cual

los ojos ansiosos se eleven viendo en él el emblema de nuestras ilusiones y

de nuestras esperanzas. Y como así lo hemos querido lo traemos formalmente,

y decimos a la Nación por esta representación bien genuina, que aunque le

hayan faltado aquellos requisitos que ciertos hombres y ciertas doctrinas

exigen como precisos para que los hombres representen a los pueblos

mediante cubileteos electorales y maniobras políticas, a esta representación,

indiscutiblemente encarnadora de la vida del país, queremos pedirla,

encomendándola que, a su vez lo demande de todos, que pongan la mayor

atención, el mayor cuidado, la mayor serenidad en la discusión y estudio de

este proyecto y de los proyectos complementarios que hoy se dan al país por

conducto de la Asamblea, abriendo una vez más las puertas de esta

Corporación al contacto y al juicio de la opinión pública”830.

Por su parte, el presidente de la Asamblea, Yanguas Messía, manifestó su

admiración por los miembros de la Sección primera, que habían procurado que las normas

constitucionales tuvieran un “acentuado carácter nacional”, para que todos los sectores

de la sociedad española pudieran aceptarlas. Aunque sabía que la obra no era “perfecta”,

tenía la conciencia tranquila de “haber puesto la mayor voluntad en el desempeño de la

labor”. Consignaba que el Gobierno no había intervenido para nada en su redacción. Y

sostenía que en ella figuraban asambleístas “muy alejados de la situación actual”, y habían

podido formular sus juicios e incorporarlos a los proyectos con “plena y absoluta

independencia”831.

830 La Nación, 07/07/1929, p. 1. 831 La Nación, 07/07/1929, p. 1.

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306

El conde de Romanones manifestó que el proyecto era “bueno en una parte,

regular en otra y francamente malo en lo demás” y preguntaba:

“¿Cómo voy a desconocer que el propósito de reintegrar a la Justicia en una

plena, absoluta y casi salvaje independencia, es aspiración de todos los

ciudadanos españoles? Como un todo orgánico, ese proyecto ―hablo desde

el punto de vista doctrinal― no es admisible. Lo sería únicamente si fuera el

resultado de una discusión razonada y amplia, en plenas Cortes

Constituyentes. Ese es el origen único de un texto constitucional”832.

Para Romanones el proyecto era muy farragoso y no creía que nadie pudiera

juzgarlo, ni siquiera él, que llevaba años en política, se veía capaz y se preguntaba qué

podría decir de él un “labriego”, “obrero” o “portero”.

El presidente de la Sala del Tribunal Supremo, Diego María Crehuet, que también

participó en la redacción del proyecto, manifestó que el nuevo código reflejaba “la buena

fe” y el “sincero deseo” de cuantos lo suscribieron. Aseguró que habían intentado alejarse

de la Constitución del 76 y de las legislaciones extranjeras. Uno de los antiguos ministros,

Niceto Alcalá Zamora, expuso en el diario El Liberal que “la materia vedada a la

discusión, o sea el órgano y el procedimiento, para la reforma constitucional, determinan

la legitimidad y aún la existencia de una verdadera Constitución, es inútil decir que puede

discutirse cuando se excluye de la crítica la fundamental entraña del problema”. La

Nación replicó que lo que quería discutir no era la obra de la Dictadura, sino “la Dictadura

misma”. Y criticó que “un hombre de su significación jurídica busque tan fácil puerta de

escape para no someter su opinión al juicio público es lamentable”833.

El 10 de julio Alcalá Zamora se explayó en sus críticas al nuevo código, del que

ni siquiera reconocía que fuera una constitución, porque no había sido elaborado por unas

Cortes Constituyentes. También censuraba la garantía de los derechos, que, según decía,

832 La Nación, 09/07/1929, p. 1. 833 La Nación, 09/07/1929, p. 1.

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307

por la “grave regresión” que suponía el artículo 31 del proyecto, podrían suspenderse

todos. Asimismo, denunciaba que “la voluntad de la nación jamás podrá abrirse camino

legal, ahogada, primero, en colegios extensos o únicos; después, por los diputados

vitalicios y profesionales, y luego, por el triple veto del Consejo del Reino y de la

Corona”834.

Alejandro Lerroux, aunque admitía que el origen único de una constitución estaba

en la soberanía nacional, se atrevía a opinar sobre el proyecto, del que decía lo siguiente:

“Una lectura me ha bastado para convencerme de que su tono general es

reaccionario y con tendencia al absolutismo. Prescindir del sufragio universal

y único es una torpeza, pero es más torpe todavía mixtificar el 50 por 100 de

los corporativos y de nombramiento Real. ¿Cómo pueden conciliarse cosas

tan antagónicas? ¿Qué armonía podrá surgir nunca entre representantes

políticos y aquellos otros de profesiones e intereses?

La sustitución del Senado por el Consejo de Reino, ¿qué significa? El Consejo

del Reino sustituyó a las tradicionales Cortes castellanas, en tiempos del

absolutismo. ¿Para qué se le resucita? ¿Qué se quiere decir con esto?”835

El conde de la Mortera se negó hablar porque permanecía “alejado de las

actividades políticas”.

Antonio Royo Villanova dirigió una carta a El Liberal para expresar su

descontento con el anteproyecto. Aseguraba que no tenía nada que ver con las

constituciones promulgadas después de la guerra en Europa. Criticaba que “no es

democrático reducir a la mitad del Parlamento la representación del sufragio universal,

que ni se atreve el proyecto a ser fascista del todo ni renuncia a dar un papel predominante

a la representación corporativa, que tiene en nuestro país antecedentes de ficción y de

834 ABC, 10/07/1929, p. 15. 835 El Sol, 10/07/1929, p. 1.

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farsa…836”. Mantenía la esperanza de que la Asamblea introdujese en el proyecto

bastantes modificaciones para hacerlo viable.

Por su parte, La Nación publicó el juicio de otros políticos más favorables a la

reforma, como el exministro Roig y Bergadá, quien apoyó el proyecto, aunque con

algunos reparos; o el presidente de la Diputación de Madrid, Felipe Salcedo Bermejillo,

que calificó la ponencia de “casi perfecta”. El diario de la Unión Patriótica celebró la

decisión de Alcalá Zamora de unirse a la discusión del proyecto, cuando dijo que no lo

haría. Y animaba a examinar y discutir “con todo el margen de amplia libertad que el

Gobierno ha concedido y que, bien se refleja, en algunos de los comentarios hostiles”.

Eso era, pues, lo que debían hacer todos:

“Vengan, pues, opiniones, citicas sensatas, reparos, observaciones,

enmiendas y hasta contraproyectos. Los publicados no son intangibles; se

pueden mejorar, perfeccionar, retocar en una colaboración inteligente,

correcta y patriótica. Lo que no se puede hacer es jugar con ellos al football

político, porque eso no lo consiente el país, que no está indiferente como

algunos han dicho. Lo que está es confiado, sin hondas preocupaciones ante

la reforma, porque sabe que los hombres que gobiernan proceden con

exquisito tacto y le darán a España lo que más le convenga”837.

La Nación seguía publicando opiniones positivas a la reforma, como la del

presidente de la U.P. de Madrid, José Gabilán, quien manifestó que había que estudiar el

proyecto y no opinar. Una obra “de tanta magnitud” no era “posible ―ni aún por las

personas más preparadas― juzgarla a través de lecturas ligeras y superficiales”. Se

felicitaba porque se hubiera cumplido el programa trazado por Primo de Rivera, “contra

lo que algunos creían o hacían creer”838.

836 ABC, 10/07/1929, p. 15. 837 La Nación, 10/07/1929, p. 1. 838 La Nación, 11/07/1929, p. 1.

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El periodista de El Sol, Luis Zulueta, expuso su opinión, calificando el

anteproyecto de “brote tardío del maurismo”, porque los hombres “más significados” de

ese partido, Gabriel Maura, La Cierva, Goicoechea, habían colaborado en la redacción

del texto de la nueva Constitución. Aseguraba que era una constitución menos liberal que

la de 1876:

“Los derechos cívicos están menos defendidos y asegurados. La facultad de

suspender las garantías queda esencialmente en manos del Gobierno. Falta la

libertad de cultos, que, si ya en el año 1876 era un principio general de

Derecho Público, el año 1929 es una exigencia de la civilización. Leyes que

voten las Cortes podrán, de hecho, ser anuladas por el llamado Consejo del

reino. Con la nueva Constitución cae el caso de que el Gobierno, que ni

directa ni indirectamente es elegido por el país, se mantenga legalmente en el

Poder contra la voluntad de la mayoría del Parlamento y contra la voluntad

de la mayoría de los españoles”839.

Acusaba al proyecto de recoger ideas propias de la “extrema derecha” y vaticinaba

que, si llegaba a promulgarse, “entonces todas las izquierdas españolas coincidirían en

una aspiración primordial: otra nueva Constitución, una Constitución democrática. No se

habría, por tanto, cerrado el período de las discusiones constituyentes, sino que se habría

abierto. El país se dividiría de nuevo ante un problema previo, uno de esos problemas

previos que durante tanto tiempo han impedido el desarrollo normal de la política

española”840.

Marcelino Domingo declaró a El Liberal que el proyecto no era una constitución,

porque no había sido redactado por los representantes legítimos de la nación y para serlo,

“se requería que la nación, por representantes legítimos elegidos por sufragio universal,

la hubieran redactado y discutido públicamente”841.

839 El Sol, 12/07/1929, p. 8. 840 El Sol, 12/07/1929, p. 8. 841 La Época, 12/07/1929, p. 2.

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Ante este aluvión de comentarios negativos, el periódico La Nación continuaba

recogiendo opiniones de políticos y personalidades afectos al Régimen, únicos defensores

del anteproyecto. De este modo, el presidente del Consejo de Estado, Carlos María

Cortezo destacó la “excesiva cordialidad” que hubo entre todos los miembros de la

Sección para redactar el nuevo código. Por su parte, el director de Enseñanza Superior,

Miguel Allúe Salvador, afirmó que: “Es una Constitución de tipo moderno, atenta a la

realidad nacional de nuestros días”.

Indalecio Prieto redactó unas cuartillas para El Imparcial en las que contó que al

terminar de leer el anteproyecto tuvo que estar un rato “frotándose los ojos”, porque no

podía creer la fecha de su redacción, 17 de mayo de 1929: “Se trataba, sin duda, de un

documento de hace tres siglos842”. Afirmó que el proyecto como “obra absolutista, es, en

el fondo, impecable”. Pero lo peor era la creación del Consejo del reino, por el cual, se

atribuían a la Corona funciones que antes correspondían al Parlamento. Además,

denunciaba que otra tendencia absolutista era que ninguna votación de las Cortes, por

adversa que fuese, implicaría la sustitución de los ministros. Se quejaba también de que

las libertades individuales habían mermado, y de que el Rey podía, con el Consejo del

reino, suspender “todos los derechos de ciudadanía”. Prieto declaró que “ni Carlos II

aceptaría esta constitución por reaccionaria”.

Otro político cuestionado por ABC fue el marqués de Alhucemas, quien a pesar

de que prefería mantenerse callado, como había hecho hasta entonces, no quería que se

malinterpretara su silencio con cobardía, porque lo que terminó diciendo que la

constitución no podía ser sometida a plebiscito y que “la médula del proyecto elaborado

consiste en la omnipotencia de la Corona y en la anulación del Parlamento como órgano

de cosoberanía”, por lo que consideraba la reforma “inadmisible para los hombres de

ideas liberales que quieran guardar fidelidad a sus juramentos y lealtad a sus opiniones

de toda la vida”843.

842 El Socialista, 14/07/1929, p. 1. 843 ABC, 14/07/1929, p. 23.

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Royo Villanova criticó los artículos referidos a la enseñanza y pidió al Gobierno

que los eliminase. Aprovecha para lanzar un dardo al Gobierno: “reconozco que esas

nuevas declaraciones constitucionales habrán tenido un éxito en Deusto y en El

Escorial”844.

Como la casi totalidad de las manifestaciones sobre el proyecto eran sumamente

negativas, La Nación pidió a los medios que publicasen opiniones “en pro y en contra de

la nueva Constitución”, pero El Socialista no estaba de acuerdo porque eran “adversarios

de esa reforma”845.

Julián Besteirodio una ponencia sobre la reforma constitucional, en la que expresó

sus deseos para la futura constitución. Estaba a favor de la supresión del Senado, en la

forma que estaba establecido en la Constitución actual y su sustitución por una Asamblea

corporativa elegida por sufragio universal. Asimismo, también quería una Cámara de

representantes elegida por sufragio universal. El jefe del Estado debía ser alguien que

hubiera merecido la confianza de los españoles “expresada por una elección que puede

ser directa, por sufragio universal, o puede confiarse a los representantes de ambas

Cámaras legislativas”. La nueva constitución debía reconocer libremente el derecho de

asociación y que las asociaciones obreras estuvieran representadas por personas

libremente elegidas. Además, abogaba por reformar la Administración pública846.

El diario El Sol habló con el presidente de la Academia de Jurisprudencia, Ángel

Ossorio y Gallardo, quien declaró que “ninguna de las reformas políticas que necesita

España requiere un cambio de Constitución. La Constitución no ha sido rémora para nada,

sin que quepa decir que a su amparo surgieron en España malos usos políticos, porque de

igual manera cuajaron los buenos”. Se mostraba contrario al plebiscito y consideraba que

la Dictadura no podía redactar una constitución por ser “dos conceptos antagónicos”: “La

Constitución es lo más permanente en la vida político legal de un país, y la dictadura, un

simple remedio transitorio”. Sobre la ampliación de la Asamblea, opinó: “La actitud del

844 El Sol, 14/07/1929, p. 12. 845 El Socialista, 16/07/1929, p. 4. 846 El Socialista, 25/07/1929, p. 1.

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Gobierno merece elogios. Yo admito que el llamamiento a los políticos esta hecho de

buena fe y lo aplaudo. Lo cual, claro está, no tiene nada que ver con la respuesta que

deban dar esos políticos. Ossorio y Gallardo sólo admitiría una constitución promulgada

por Cortes Constituyentes, dejándolas actuar “libérrimamente”: “Cuanto no sea esto,

“será sencillamente una Carta otorgada”847.

En definitiva, la opinión mayoritaria sobre el proyecto era de rotundo rechazo. La

prensa, tanto de derechas como de izquierdas la rechazaba. Únicamente la defendía La

Nación, y en parte, El Debate. El Gobierno no esperaba esta respuesta tan negativa y

esgrimía que en la Asamblea se podría discutir y modificar aquello con lo que no se

estuviera de acuerdo. Por ello, anunció su intención de invitar a los viejos políticos y a

los representantes de las principales instituciones y organismos para debatir el proyecto.

4.23.6 Los aspectos más polémicos de la reforma constitucional

Entre los 104 artículos del proyecto de constitución, los que más polémica

suscitaron fueron los referidos a la unidad del país, la subsistencia de la Monarquía

constitucional hereditaria como forma de gobierno, la proclamación de la religión católica

como la oficial de España, el establecimiento de una Cámara única y los relacionados con

el aumento del poder del Rey en la nueva constitución848.

El artículo 1 definía a España como “una nación constituida en Estado

políticamente unitario”. El Socialista, aunque reconocía que defendían la unidad

nacional, criticó este artículo porque consideraban que era una declaración “innecesaria

y contraproducente,” y que podría perturbar “hondamente la política nacional849”. Los

demás periódicos no mostraron reparos respecto a este artículo, bien porque estaban de

acuerdo, o bien porque se negaron a comentarlo como La Libertad.

847 El Sol, 07/08/1929, p. 8. 848 Un minucioso análisis de la reforma constitucional puede verse en el libro de Mariano García Canales:

El problema constitucional en la Dictadura de Primo de Rivera. 849 El Socialista, 10/07/1929, p. 1.

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Otro artículo que causó mucha controversia fue el artículo 11. Era la reproducción

exacta del artículo 11 de la Constitución de 1876, que declaraba que: “La religión católica,

apostólica, romana, es la del Estado. La nación se obliga a mantener el culto y sus

ministros. Nadie será molestado en el territorio español por sus opiniones religiosas ni

por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana”. El

Socialista se opuso decididamente a este artículo, pues decía que ya había sido discutido

en la vieja Constitución, especialmente por el Partido Reformista. El órgano socialista

defendía la aconfesionalidad del Estado y que la religión era “un sentimiento individual,

que pertenece al fuero interno y sagrado de la conciencia de cada uno, que todos debemos

respetar y que a nadie debe ser impuesto”. Asimismo, veía que el artículo era

contradictorio, puesto que primero defendía la religión católica, luego que nadie sería

molestado por sus opiniones religiosas y que “no se permitirán otras ceremonias ni

manifestaciones públicas que la de la religión del Estado”. Los socialistas lamentaban que

este problema estuviera superado ya en “los grandes pueblos de Europa y de América”,

mientras que en España no. Consideraban que el artículo debía desaparecer o ser

reformado para que proclamase la libertad de culto850.

Un columnista de La Libertad, Adolfo Araujo, afirmó que el artículo 11 no fue

perfecto ni cuando se redactó en el código de 1876. Entonces ya lo consideraron como

una regresión, por lo que ahora no podían aceptarlo851.

La Época comentaba que había pesado, en el “ánimo” de los ponentes y redactores

del proyecto, la “gran responsabilidad” que suponía deshacerse de la Constitución de

1876. Como prueba destacaba que “no sólo la redacción del artículo ha permanecido

inalterable, sino que se le ha conservado, contra todas las reglas de la lógica, el mismo

sitio. Que el artículo 11 siga siendo artículo 11; es decir, que en materia tan grave como

ésta no se altere una coma”852.

850 El Socialista, 10/07/1929, p. 1. 851 La Libertad, 10/07/1929, p. 3. 852 La Época, 15/07/1929, p. 1.

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Por otro lado, la casi totalidad de los periódicos se manifestaron en contra del

artículo 66, que establecía el mecanismo para que las Cortes aprobasen o rechazasen los

proyectos de ley, y que no implicaría necesariamente la sustitución de los ministros. ABC

opinaba que se intentaba suprimir la responsabilidad política: “¡Gran hallazgo el famoso

artículo! Intenta candorosamente suprimir la responsabilidad política, harto frecuente, y

por eso la más importante”853. El Socialista creía que el artículo se debía a las críticas

injustas contra el Parlamento como institución: “Todos los males que padece España le

han sido atribuidos al Parlamento”854. Aunque se seguía diciendo que el Parlamento no

dejaba gobernar, ellos no opinaban así y pensaban que el Parlamento desde la

Restauración, y sobre todo desde la muerte de Alfonso XII con el pacto de El Pardo, “no

tuvo personalidad propia en la política nacional; no fue más que lo que querían los

gobernantes”. Por ello, no creían que el Parlamento causó el mal que sufría España, sino

sus gobernantes, y a eso es a lo que tendía el artículo 66855.

Igualmente, El Socialista afirmó que uno de los temas más graves del proyecto

era la responsabilidad ministerial y que si se aprobaba, “sería un grave peligro para

España”856.

El Sol clamó contra la composición de las Cortes y expuso que el Parlamento había

sido desposeído de muchas iniciativas esenciales y, en especial, de su función

fiscalizadora. Se mostraba contrario al sistema unicameral, y aseguraba que habían

junado dos cámaras en “una sola, híbrida, heterogénea”. Por eso vaticinaba que, como la

composición de la Cámara era tan diferente, estaría siempre en “lucha perpetua”857.

853 ABC, 09/07/1929, p. 19. 854 El Socialista, 10/07/1929, p. 1. 855 BEN-AMI, Shlomo: La dictadura de Primo de Rivera… op. cit., p. 237. Ben-Ami defiende que el

proyecto fue rechazado por “la vasta mayoría de la opinión publica” y fue criticado tanto por los

conservadores como por los liberales por del desprecio al parlamentarismo. 856 El Socialista, 07/08/1929, p. 1. 857 El Sol, 11/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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ABC denunció que otra mutilación del Parlamento era el artículo 67, que le

prohibía fiscalizar a la Administración pública: “El Parlamento, limitado a un papel

puramente legislativo ―si no se lo estorban, en primer lugar, las reservas que el

anteproyecto establece para iniciativa de las leyes, y en segundo, el control del Consejo

del Reino―, será poco más que una Academia, la Comisión de Códigos, en grande y con

dietas. A la soberanía nacional ―prescindiendo ahora del modo de convocarla y del

sufragio con que se pueda pronunciar― se le concede representación; ¿para qué? Las

Cortes, ¿para qué? ¿Por qué se sigue llamando Poder al Parlamento?”858. La Época no

entendía las ventajas que podría conseguir el país con el sistema unicameral: “Se suprime

un Senado para crear dos”. Echaba de menos un “preámbulo de razones y motivos

inspiradores de sus preceptos”859.

En cuanto al poder ejecutivo, lo ejercería el Rey con la asistencia de los ministros

y las competencias del monarca eran muy amplias. La Época se preguntaba quién

nombraría ahora a los ministros, porque en el proyecto no constaba como facultad del rey

la de “nombrar y separar libremente los ministros860”, cuando ahondaba en sus funciones

más que la del 76. El Debate comparaba el papel del Rey en la nueva constitución con la

del 76 y opinaban que “debilita el influjo de la Corona en el sistema político español”. En

el orden legislativo “se concede al Rey menos intervención en la composición de las

Cámaras de la que le otorgaba la Constitución del 76”. En la nueva, habría 30 diputados

de nombramiento real, “número inferior al de senadores nombrados por la corona en el

últimos Senado que fue de 125”. La corona contaba entonces con la cámara alta “con

elementos afines de sentido conservador y tradicional, como eran los grandes de España,

y, en cierto modo, también la Iglesia”, y ahora ambas representaciones habían sido “casi

barridas de las nuevas Cortes, y el rey queda en ellas a merced de los legisladores nacidos

del sufragio”861.

858 ABC, 11/07/1929, p. 15. 859 La Época, 11/07/1929, p. 1. 860 La Época, 24/07/1929, p. 1. 861El Debate, 26/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

316

El artículo 59 establecía que las Cortes debían estar reunidas todos los años “por

lo menos cuatro meses”, por lo que para El Debate la facultad del Rey de convocar o

disolver las Cortes estaba “limitada”. Y afirmaban: “Advertimos solamente que eso es un

coto puesto a una de las facultades más características de la Corona: la de convocar y

suspender las sesiones de Cortes”862. El diario católico se quejaba abiertamente de que

las facultades del Monarca habían disminuido ostensiblemente.

Por otro lado, los medios criticaron abiertamente el establecimiento del Consejo

del Reino. El Socialista se quejó, entre otras cosas, porque “jamás podrá la clase obrera

tener un solo puesto en el Consejo”. Además, estaba en contra de los poderes que tenía:

“Se ha concedido a la corona un poder que excede del moderador y que más

tiene de absoluto que de constitucional, y consecuencia lógica de ello ha sido

otorgar al Consejo del Reino poderes que le hacen ser, más que el consejero

del Poder moderador, el árbitro de la política863”.

El Sol denunció que el Consejo del Reino estaría compuesto por los hijos del rey

y por los hijos del heredero: “los cuales se verán, por tanto, obligados a intervenir

directamente en la gobernación del país, a estudiar y votar cuestiones que abarcan desde

la declaración de una guerra, pasando por todos los proyectos acordados en Cortes, hasta

la validez de un acta de diputado”. Por ello creían que, aunque el rey no interviniera, se

podría pensar que lo hacía a través de sus hijos. Y tampoco estaba de acuerdo con las

funciones de este Consejo del Reino864.

El Debate reconocía que el Consejo del Reino nacía con la intención de resolver

algunos problemas constitucionales que había habido en la Constitución del 76. Sin

embargo, no veía claro las funciones del Consejo del Reino y expresaba sus dudas al

respecto, algunas de ellas muy graves:

862 El Debate, 26/07/1929, p. 1. 863 El Socialista, 07/08/1929, p. 1. 864 El Sol, 12/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

317

“Es una incógnita para todos lo que el Consejo del Reino será en la práctica.

Puede ser el árbitro de la política; puede ser un elemento puramente

decorativo; puede ser el instrumento de la voluntad real; puede ser un

organismo que debilite y suplante la voluntad del Soberano; puede ser un

juguete del Gobierno; puede ser la más temible de las camarillas de oposición.

Todo depende de los individuos que formen el Consejo del Reino; del que lo

presida, de la persona que se siente en el trono, y de la que ejerza el cargo de

presidente del Consejo de ministros”865.

El Sol se quejó de las facultades del poder ejecutivo para suspender las garantías

constitucionales en la ley de Orden público. La Nación contestó que “no puede suponerse

que una ley fundamental, si pone en manos del Poder ejecutivo las garantías ciudadanas

y en circunstancias excepcionales, autoriza de hecho el paso de la legalidad a la

dictadura”. Y estaba de acuerdo en que el Gobierno tuviera la facultad de suspenderlas

cuando fuese necesario:

“Y las medidas de excepción son, con toda su apariencia antiliberal, garantías

de la existencia común. En una palabra: cuando el peligro es notorio y grave,

los derechos individuales se subordinan a un más amplio derecho social866”.

ABC aseguró que las garantías individuales de la Constitución de 1876 pasaban

sin variación a la nueva. Pero El Sol contestó que no era así, que había una que había sido

“alterada, por no decir suprimida867”. Hacía referencia a la inviolabilidad de la

correspondencia. Tampoco tenían claro cuáles eran los límites de las garantías, por lo que

declaraban que, “en el estado de prevención y alarma o estado de guerra, la autoridad

gubernativa no tiene ningún límite constitucional, y pasa de hecho a la dictadura”.

El Socialista también arremetió contra el proyecto por declarar que se podía violar

el secreto de la correspondencia. Asimismo, afirmaban que la inviolabilidad del

865 El Debate, 16/07/1929, p. 1. 866 La Nación, 10/07/1929, p. 1. 867 El Sol, 09/07/1929, p. 1.

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domicilio, cuando entrara en vigor la Ley del Orden público, no existiría. Además, con

esta constitución las garantías se suspendían y sólo se contaría con el Consejo del Reino

y a las Cortes no les quedaría la posibilidad de denunciar o censurar esto. Por ello se

preguntaba si esto era lícito y en qué país constitucional sucedía esto”868.

La Nación rechazaba que el anteproyecto otorgase al poder ejecutivo

“permanentes facultades dictatoriales”. Lo que sí defendían es que la nueva constitución

definía mejor las atribuciones del poder ejecutivo, y se le independizaba, en cierto modo,

de las Cortes, pero sin declarar, “la irresponsabilidad de los ministros ni suprimir tampoco

el derecho de fiscalización”869. El periódico upetista no esperaba que los diarios

discutieran la separación de poderes, que ellos defendían, augurando: “Por esa senda se

camina”. Sin embargo, los demás medios no lo veían claro y, por ejemplo, El Debate,

aseguraba que el Rey estaría “incomunicado” del poder judicial870.

El Socialista y El Sol denunciaron que la constitución tenía un carácter

“absolutista”. No obstante, El Debate no estaba de acuerdo: “Decir que los vocales de la

sección primera han querido hacer un Constitución absolutista o cesarista, como se ha

escrito por ahí en letras de molde, es no sólo cometer una injusticia manifiesta con los

autores del proyecto, sino faltar descaradamente a la verdad objetiva de lo que expresa el

texto constitucional”871.

Otra de las quejas frecuentes era relativa a la soberanía nacional y el sufragio

universal. El Socialista temía que, como fuera arrebatada la soberanía nacional, habrían

de luchar otra vez por ella. Tampoco entendía la intención de disminuir el sufragio

universal. Para el órgano socialista el problema de España no era la política, sino los

políticos que había tenido. Por ello defendía el sufragio universal y, para evitar que los

hombres hicieran mal uso del sufragio, proponía “combatir la ignorancia con la

868 El Socialista, 18/07/1929, p. 1. 869 La Nación, 11/07/1929, p. 1. 870 El Debate, 26/07/1929, p.1. 871 El Debate, 26/07/1929, p. 1.

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educación”. De esta forma, se acabaría con la indiferencia de los españoles con los temas

políticos del país872.

El proyecto, como hemos visto, no satisfizo a nadie. Las objeciones de los

periódicos eran muy numerosas y muy diversas. Los diarios denunciaban que el

Parlamento era una ficción, que la soberanía nacional había desaparecido y que no había

separación de poderes. También estaban en contra del Consejo del Reino, del sistema

unicameral, del papel de las Cortes y del Reyo de la inviolabilidad parlamentaria. Unos

la tachaban de constitución “absolutista”, otros afirmaban que no era una constitución,

sino una carta otorgada y otros diarios abogaban por recuperar la Constitución de 1876.

4.23.7 La ampliación de la Asamblea

Después de que la prensa discutiera el proyecto, el Gobierno anunció su intención

de ampliar a unos cuarenta puestos la Asamblea para que el debate fuera de la mayor

amplitud posible. De esta forma, se invitaba a la Academia de Jurisprudencia; a la

Academia de Ciencias Morales y Políticas, y demás academias; a la Universidad; a los

Colegios oficiales; a la U.G.T873.; y a los expresidentes de Gobierno y de las Cámaras y

a los expresidentes del Consejo de Estado. Es decir, la Dictadura solicitaba la opinión y

asistencia de los viejos políticos a los que tanto había perseguido y vilipendiado, como el

conde de Romanones874, el marqués de Alhucemas, Joaquín Sánchez de Toca, el conde

de Bugallal, Melquiades Álvarez, Miguel Villanueva, el marqués de Figueroa, Joaquín

Ruiz Jiménez y el procesado y detenido José Sánchez Guerra875. Las corporaciones,

872 El Socialista, 08/08/1929, p. 1. 873 La U.G.T. tenía la facultad de elegir libremente a cinco representantes. 874 ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 220 y 223. En diciembre de 1923 Romanones afirmó en la

Sociedad El Sitio de Bilbao que no podía aceptar resignadamente la Dictadura. En sus memorias el conde

manifestó que no le inquietaban “los continuos y cada vez más enconados ataques que el Dictador dirigía

a los hombres del antiguo régimen”. 875 SÁNCHEZ GUERRA, José: op. cit., pp.66 y 69-70; BURGOS Y MAZO, Manuel: op. cit., pp. 47-48.

En el discurso que Sánchez Guerra pronunció en el teatro de la Zarzuela el 27 de febrero de 1930, denunció

que la Dictadura sin ser sanguinaria fue “cruel”, porque no mató, pero condenó a muchos hombres a vivir

sin honor. Sánchez Guerra criticó que a los hombres públicos “se les injuriase todos, todos los días y se

tratara de humillarlos y escarnecerlos”. Burgos y Mazo afirmó que los ataques a los viejos políticos “no

tuvieron ni el limite de la justicia ni el de la medida”. Asimismo, juzga como uno de los mayores errores

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entidades y fuerzas sociales invitadas tendrían absoluta libertad para designar a las

personas que las habrían de representar en la Asamblea.

La Nación aplaudió la decisión y afirmó que el Régimen iba “escalando la

evolución hacia la nueva normalidad legal” y que el camino seguido no podría ser “más

democrático”. Asimismo, veía interesante que acudieran a la Asamblea los hombres que

habían demostrado “una mayor hostilidad a la Dictadura” 876.

El presidente del Consejo concedió una entrevista al periódico oficioso y aseguró

que, con la ampliación de la Asamblea, no habría dudas respecto al “propósito sincero de

darle a España unas leyes fundamentales que reflejen la opinión y las aspiraciones del

país”. Esperaba que los antiguos políticos aceptasen su invitación que había sido realizada

de “buena fe” y se congratulaba por la “imparcialidad” del Ejecutivo:

“El Gobierno no ha podido demostrar mayor imparcialidad. Ha tomado en

consideración los proyectos de la Sección Primera de la Asamblea ―y lo

mismo hará con los complementarios de la Sexta― como ponencias muy

dignas de consideración; pero sin pronunciarse respecto a su contenido,

porque eso lo hará cuando esté en sazón el debate”877.

ABC se preguntaba que qué ocurriría si la reforma, “sin defensores hasta hoy”,

quedaba repudiada en las discusiones de la prensa y de la Asamblea, porque veía

imposible que el Gobierno la llevara a cabo878. La Nación replicó que “de ninguna

manera” se volvería a la Constitución de 1876, que consideraba “absolutamente ineficaz

para servir de base a la estructuración de la España del día”879.

de Primo de Rivera la delación que practicó contra los viejos políticos, porque “infirió heridas profundas a

hombres que conservaban todavía en la opinión mucha fuerza y porque con el evidente fracaso de todas

esas repugnantes medidas probatorias, dio a conocer su apasionamiento y su injusticia”. 876 La Nación, 19/07/1929, p. 8. 877 La Nación, 19/07/1929, p. 8. 878 ABC, 20/07/1929, p. 15. 879 La Nación, 20/07/1929, p. 1.

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El periódico de la U.P. sostenía que la idea de la ampliación de la Asamblea había

sido de Yanguas Messía, y que fue bien acogida por Primo de Rivera y aceptada por todo

el Gobierno.

El Debate aplaudió la medida de ampliar la Asamblea, aunque le parecía muy

poco “treinta o cuarenta puestos”880. Reconocía que algunos de los designados no irían,

si bien el Gobierno no debía preocuparse. Destacaba que todos los diarios alababan la

decisión del Gobierno y calificaba como honrado el llamamiento que se hacía a los

antiguos políticos, “con el sincero deseo de oír a todos y de contrastar todas las opiniones,

convencido de que no se puede promulgar una Constitución si ésta no se acepta

voluntariamente por la inmensa mayoría de los españoles”. El diario católico juzgaba que

los políticos tenían una “responsabilidad inexcusable” y que “sólo la torpe obcecación”

haría que no acudieran a la Asamblea881.

El Socialista aclaraba que eran los periódicos de derechas, y también alguno

liberal, quienes habían acogido muy bien el propósito del Gobierno de modificar la

Asamblea. Ellos no se mostraban entusiasmados con la medida, que veían “tardía” y sólo

aprobarían una Asamblea elegida libremente y no por una real orden882.

Sin embargo, la respuesta de los políticos a la invitación fue cuanto menos “tibia”,

y aseguraron que necesitaban conocer los términos de la disposición para hacer público

su criterio, y después reunirse para determinar cada cual su actitud antes de declararla

oficialmente. A La Nación no le sentó nada bien este retraimiento y lamentaba que,

aunque algunos políticos habían aceptado la invitación del Gobierno, otros se dedicaban

a organizar “un complot revolucionario” contra la Asamblea Nacional. Criticaba también

que, en vez de proponer otras ideas, se aferrasen al mantenimiento de la Constitución de

1876, “como si bajo su vigencia España no hubiera sufrido los mayores quebrantos y

vergüenzas”883

880 El Debate, 20/07/1929, p. 1. 881 El Debate, 21/07/1929, p. 1. 882 El Socialista, 24/07/1929, p. 1. 883 La Nación, 24/07/1929, p. 1.

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322

El periódico oficioso rememoró también que, cuando en junio de 1928, el jefe del

Gobierno creyó que debía “dar un paso más hacia el restablecimiento de la normalidad”

para instaurar un régimen de libertad. Si bien, cuando dio a conocer su propósito, se

produjo “un agrio recrudecimiento de ofensiva política e hizo que Primo de Rivera

desistiera de sus planes y anunció que permanecería en el puesto hasta que “la vieja

política fuera más comprensiva de la realidad y de su propia situación”884.

La Época no entendía para qué quería la Dictadura que acudiesen los hombres

que habían gobernado con la Constitución de 1876 y quienes no habían ocultado su

predilección por ella: “¿Para qué se les quiere oír si existe el propósito preconcebido de

echarla por la borda?”885.

El Socialista estaba de acuerdo y defendía que, si el Gobierno llamaba a los viejos

políticos, deberá “aceptar las consecuencias de esa decisión”, porque no encontraría

normal llamarlos y luego no hacerles caso. El diario socialista reiteraba su deseo de que

fueran unas “Cortes Constituyentes, elegidas libremente, sin coacciones, sin chanchullos,

sin ‘pucherazos’, por representación proporcional y sufragio universal. Cortes

constituyentes sin intervención del Gobierno”886.

Finalmente, el 29 de julio se publicó el Decreto-ley ampliando la Asamblea

Nacional con cuarenta y nueve nuevos miembros, ocho para asambleístas por derecho

propio y cuarenta y uno de libre elección por las entidades invitadas. Las elecciones se

harían con arreglo a los preceptos estatuarios de cada corporación y el resultado se

comunicaría a la Asamblea antes del 15 de septiembre.

La Nación resaltaba que eran asambleístas por derecho propio: los expresidentes

del Consejo: Sánchez Toca, el marqués de Alhucemas, Sánchez Guerra, el conde de

884 La Nación, 24/07/1929, p. 1. 885 La Época, 27/07/1929, p. 1. 886 El Socialista, 28/07/1929, p. 4.

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Romanones, y los expresidentes de las Cámaras: Miguel Villanueva, el conde de Bugallal,

el marqués de Figueroa y Melquiades Álvarez887.

Aunque los expresidentes del Consejo y de las Cámaras habían acordado reunirse

primero antes de tomar una decisión, Melquiades Álvarez afirmó a la prensa que no había

ninguna razón para modificar su actitud y mantenía, por tanto, su resolución de no aceptar

el puesto que la Asamblea le ofrecía. Por su parte, Romanones no quería hablar hasta

después de la reunión. Lo único que declaró fue que encontraba el momento actual “pleno

de interés”888.

La prensa empezó a insinuar que los políticos podrían abstenerse y La Nación

calificó a esa posibilidad de “táctica de vieja política, que ha perdido toda su eficacia”.

Aunque lamentaba la ausencia de Melquiades Álvarez, no creía que fuera a determinar

que España se quedase sin constitución889. El Socialista criticó a Cambó por mostrarse

partidario de que las oposiciones fueran a la Asamblea, sin embargo, él no iba para “poder

así censurar a los que van y a los que no van”890. El conde de Romanones afirmó que la

reunión de los expresidentes debería producirse, siempre y cuando, acudieran todos a ella.

Asimismo, desmintió que hubiera escrito alguna carta alguna a los expresidentes891.

Primo de Rivera rechazó que fuera a haber cambios en la Asamblea si asistían los

expresidentes: “el régimen de censura continuará inalterable dentro y fuera de la

Asamblea, los presuntos significados asambleístas estarán, como todos los demás,

sometidos a la censura en cuanto a la publicación de sus manifestaciones, si bien la

censura ―que durará mientras dure el régimen dictatorial― continuar― ejerciéndose

con gran amplitud respecto a cuanto sea exposición doctrinaria”892.

887 La Nación, 30/07/1929, p. 1. 888 La Nación, 31/07/1929, p. 1. 889 La Nación, 31/07/1929, p. 1. 890 El Socialista, 08/08/1929, p. 1. 891 La Libertad, 07/08/1929, p. 3. 892 La Nación, 07/08/1929, p. 1.

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ABC publicó el 8 de agosto un editorial titulado: “El llamamiento a los políticos”,

en el que defendía que los políticos debían aceptar el ofrecimiento de la Asamblea y

exponer sus doctrinas sobre la reforma constitucional. Sin embargo, eran ellos quienes

debían decidir qué actitud adoptarían. La Nación se mostró de acuerdo con ABC y aseguró

que no podía pensarse en que la Asamblea fuera a degenerar en “un Parlamento al estilo

de antes, en espectáculo que divierta al público y haga ineficaz el generoso intento de

darle a España nuevas normas jurídicas”893.

La Libertad publicó el 11 de agosto el manifiesto de la CNT sobre el proyecto

constitucional en el que mostraba sus discrepancias y rechazaba la reforma.

En agosto el presidente del Gobierno se encontraba en Mondariz y declaró al

periódico de la U.P. que los expresidentes no responderían a la invitación hasta que no se

hubieran reunido para tomar acuerdos con “espíritu de clase”894. La Nación denunció que

se sentían transportados “a la época del politiqueo intrigante” y que su posible abstención

demostraba que esos hombres no se habían “enmendado” y que equivocaban “el sentido

y alcance del requerimiento”. Lamentaba que después de estar seis años quejándose por

no poder hablar, ahora que podían, se mostraban “desorientados y temerosos”895.

La Unión General de Trabajadores anunció el 13 de agosto su decisión de no

acudir a la Asamblea. El Comité Nacional de la UGT decidió por unanimidad no designar

ningún representante para la Asamblea. Si bien votaron en contra Besteiro y Enrique

Santiago896. En la reunión, Largo Caballero defendió que la UGT no podía aceptar la

893 La Nación, 08/08/1929, p. 1. 894 La Nación, 12/08/1929, p. 1. 895 La Nación, 13/08/1929, p. 1. 896 SAINZ RODRÍGUEZ, Pedro: op. cit., p. 92. El Rey llamó a los socialistas para intentar convencerles

de que acudieran a la Asamblea. Esa llamada provocó una división interna entre los partidarios de colaborar,

como Besteiro, y los que se negaban como Indalecio Prieto. Sainz Rodríguez habló con Besteiro cuando la

Asamblea fue convocada y le preguntó qué le parecía si acudía. Besteiro le dijo “no solo me parecería bien;

me parece que usted tiene la obligación de aceptar. ¿Por qué no ha de ir usted? Más difícil es el caso nuestro.

Yo estoy dando la batalla para que la representación obrera acuda, pero la dificultad estriba en Prieto. Prieto

es el que está agitando de una manera terrible el sector republicano del Partido diciendo que eso nos haría

perder la opinión; en fin, una postura demagógica que yo creo infecunda y peligrosa para el futuro. Voy a

hacer cuanto esté en mi mano para que los socialistas vayamos a la Asamblea. Con esto queda respondida

la consulta que acaba usted de hacerme”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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invitación, aunque fuera sólo para discutir el anteproyecto, porque “la constitución de la

Asamblea significaba el propósito de legitimar y de prolongar indefinidamente el régimen

de excepción inaugurado con el golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923”. Besteiro,

por su parte, era contrario al criterio abstencionista porque “la inacción, y, en cierto modo,

la indiferencia y la impotencia ante un problema vita para el país y vitalísimo para la clase

trabajadora”897.

Primo de Rivera lamentó la decisión, aunque aseguró que la Dictadura no perdía

“la serenidad” y estaba segura de contar con la mayor y mejor parte de la opinión pública”,

y mantenía su propósito de “no abandonar el Poder mientras no haya proporcionado al

país una amplia y sólida base jurídica en que apoyar el nuevo Régimen898.

El Gobierno anunció que no pondría trabas para que el manifiesto de la UGT fuera

telegrafiado al extranjero, pero no permitiría su publicidad en la prensa nacional, pues

ello establecería “un privilegio en favor del socialismo”, que no había consentido a los

demás partidos. Aunque permitían que la UGT comunicara con ejemplares impresos a

sus organizaciones secundarias el acuerdo y sus razones,” a cuya circulación no se pondrá

dificultad ninguna”899.

La Nación se mostraba muy crítico con la abstención y sentía que “al honrado y

leal requerimiento del Gobierno a personalidades adversarias” para que acudieran a la

Asamblea, los expresidente habían respondido “en tono despectivo y tramando una

conjura coactiva para evitar que ni uno solo entre ellos, por si se sintiera inclinado a

acudir, pueda hacerlo sin ser tachado de malo y desleal compañero; porque ahora resulta

que los exonerados por el país el año 23 de la actuación gubernamental por ineptos se

sienten unidos por fuertes lazos de compañerismo. ¡Es natural!”900.

897 El Socialista, 01/09/1929, p. 1. 898 La Nación, 13/08/1929, p. 1. 899La Libertad, 14/08/1929, p. 3. 900 La Nación, 14/08/1929, p. 1.

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El Socialista se congratuló de que, a pesar de que en la votación de la U.G.T. había

votado en contra del líder del Partido Socialista, Julián Besteiro, no hubiera pasado

nada901. Y se pregunta qué pasaría en cualquier partido español, “si la persona de más

relieve intelectual y de más prestigio se hubiese declarado en favor de un criterio, frente

al de la mayoría de sus propios correligionarios”. Ese partido estaría “herido de muerte”,

mientras que el PSOE seguía “tan unido”902.

El 25 de septiembre la Academia de Jurisprudencia, presidida por Ángel Ossorio

y Gallardo, se reunió para discutir si aceptaban la invitación para acudir a la Asamblea y

anunciaron que “la votación fue contraria a la aceptación”903. A La Nación le enfureció

mucho este rechazo y lo calificó de “ineficaz, inoportuno y poco en armonía con el

significado, misión y tradiciones de la Academia”. Cuestionaba el derecho a someter a

votación “en una entidad de ese carácter si se acepta o no el requerimiento, porque parecía

natural en juristas una muestra de respeto al Poder constituido por voluntad y asistencia

del pueblo, al menos en correspondencia a las consideraciones que aquél, aun tachado de

despótico, ha tenido para una Corporación que pudo modificar o disolver, habida cuenta

de la actitud de muchos de sus miembros y de la improcedencia de algunos actos que

todos conocemos”904.

El diario de Delgado Barreto aseguraba que lo lógico era acudir y ya en la

Asamblea podría prevalecer el criterio de la abstención. Sin embargo, a pesar de la

ausencia de la Academia de Jurisprudencia, sostenía que la constitución no se quedaría

sin “contenido jurídico”, porque en la Asamblea había “hombres eminentes, de la más

901 ANDRÉS GALLEGO, José: El socialismo durante la dictadura, Ediciones Giner, Madrid, 1977, p. 171;

BEN-AMI, Shlomo: La dictadura de Primo de Rivera… op. cit., p. 242. Gallego sostiene que a partir de

este momento la U.G.T. abandonó la limitación de su actividad al mero sindicalismo para posicionarse en

contra de la Dictadura. Por su parte, Ben-Ami afirma que la razón del rechazo a asistir a la Asamblea fue

su creciente conciencia de que la Dictadura era una fórmula agotada, por lo que lo mejor era separarse de

Primo de Rivera. 902 El Socialista, 05/09/1929, p. 1. 903 OSSORIO Y GALLARDO, Ángel: op. cit., p. 136. Ossorio y Gallardo afirma que la Asamblea estaba

formada por “lacayos” de Primo de Rivera, mientras que la mayoría de miembros de la Academia de

Jurisprudencia eran “gente joven y animosa”. La Dictadura encomendó la defensa de sus derechos en la

votación al presidente de una de las Salas del Tribunal Supremo, lo cual, en palabras de Ossorio y Gallardo,

dio a la polémica “una apariencia oficinesca enteramente repulsiva para los académicos jóvenes”. 904 La Nación, 26/09/1929, p. 1.

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alta reputación”. Y se mostraban confiados en que el juicio público sobre esta abstención

sería “más severo que el formulado en estas líneas”905.

Por su parte, el presidente afirmó que era “una infracción palmaria del reglamento

de ellos, puesto que está instituido que faciliten al Gobierno informes, textos y personas,

y están en la obligación de hacerlo”. Esgrimía que él había ido a la Academia siempre

que le habían invitado, “aun no ignorando que es un centro de rebeldía en potencia”906.

El Debate declaró que les sorprendía la negativa de la Academia y que no estaba

justificada la medida, “y mucho menos cuando la abstención toca a puntos o materias

relacionados por su naturaleza con las actividades fundamentales de una institución”907.

El Sol comunicó el 27 de septiembre que se preveían sanciones a la Academia de

Jurisprudencia por no querer colaborar con la Asamblea.

El Socialista informaba el 28 de septiembre que los catedráticos de la Central

habían recibido una citación para reunirse en claustro y votar el representante de la

Asamblea. Un grupo de profesores sin firma había propuesto a Besteiro, a lo que éste

había respondido que “en ningún caso aceptará esa representación de la Universidad” por

acatar la disciplina del PSOE”908.

El Debate notificó que Sánchez Toca no se negaba a ir a la Asamblea, aunque

abogaba por continuar con la Constitución de 1876, realizando algunas reformas. El

periódico católico coincidía con este criterio y decía que también era “aceptado por

muchos ciudadanos, y entre ello, por no pocos amigos del Gobierno”. Asimismo,

denunciaba que había “entidades y personas respetables” que se habían colocado “en

franca rebeldía”:

905 La Nación, 26/09/1929, p. 1. 906 La Nación, 27/09/1929, p. 1. 907 El Debate, 27/09/1929, p. 1. 908 El Socialista, 28/09/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“Por ahí sí que no se va a ninguna parte. Con tan equivocada táctica,

puramente negativa y anarquizante, no se logrará más que prolongar

indefinidamente la Dictadura, a parte, naturalmente del quebranto como

fuerzas políticas, para ahora y para más adelante, de los elementos

rebeldes”909.

La Nación se felicitaba el 4 de octubre porque, dejando parte la abstención de la

UGT y la renuncia de la Academia de Jurisprudencia, las demás corporaciones y

organismos invitados iban eligiendo libremente sus representantes, incluso, en algunos

casos irían personas “manifiestamente hostiles al Régimen”. Sin embargo, el Colegio de

Abogados eligió por una gran mayoría a José Sánchez Guerra, a Santiago Alba y a José

Ortega y Gasset. Una actitud muy provocadora, al designar como representantes a los más

enconados enemigos de la Dictadura. Primo de Rivera no se mostró sorprendido por el

resultado de la votación, aunque sí contrariado:

“La composición de la candidatura triunfante revela por sí misma el

propósito de sus patrocinadores: votar tres nombres de políticos que viven en

rebeldía y que se sabe no han de acudir a la Asamblea, es sencillamente la

manifestación palmaria de que los sectores de cultura literaria del país siguen

padeciendo el grave envenenamiento político que amenazaba de muerte a

España hace seis años y, además, denota el divorcio completo entre ellos y la

opinión pública, que juzga de modo bien distinto nuestra labor”910.

Y opinaba el jefe del Gobierno que la elección de Ortega y Gasset se podría

interpretar “como una conformidad con la campaña injuriosa que desde el Extranjero

realiza en colaboración con el Sr. Unamuno”911.

Por su parte, La Nación manifestó que esta elección era una demostración de

“cubileteos y maniobras que evocan las faenas electorales de otros tiempos” y prefería

909 El Debate, 04/10/1929, p. 1. 910 El Sol, 05/10/1929, p. 8. 911 El Sol, 05/10/1929, p. 8.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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quedarse con el “ambiente de independencia y libertad” en el que se habían desarrollado

las demás votaciones912.

El boicot a Asamblea iba en aumento y la Universidad de Valladolid designó a

Miguel Unamuno como su representante913. Una Real Orden declaró nula la elección

porque no había pertenecido nunca a la Universidad de Valladolid por lo que “tal elección

ha de estimarse nula sin que proceda repetirla, porque el proceder de dicha Universidad,

sea por error o por malicia, merece se le prive de presentación en la Asamblea

Nacional”914. En la mayoría de entidades que podían elegir a sus directivas triunfaba la

candidatura opuesta al Gobierno.

4.23.8 Rechazo unánime al anteproyecto

La prensa manifestó desde el principio sus críticas a la reforma, con la única

salvedad de La Nación. Una vez que las entidades y organismos comunicaron su negativa

a acudir a la Asamblea, los periódicos dieron por abocado al fracaso el proyecto

constitucional915. El Socialista afirmaba el 14 de julio que la opinión de la prensa, en

general, era contraria al proyecto del Gobierno. Mientras que ABC sostenía que el

objetivo de la reforma era ir contra la clase política y por ello habían eliminado al

Parlamento. El diario monárquico no consideraba a la Dictadura capacitada para afrontar

la reforma constitucional916. Si bien ABC valoraba el hecho de que se hubiera permitido

912 La Nación, 05/10/1929, p. 1. 913 BERENGUER, Dámaso: op. cit., p. 17. Berenguer afirma en sus memorias que a principios de otoño la

impresión de desgaste del Gobierno era mayoritaria entre los españoles. La hostilidad hacia el Régimen era

cada vez más mayor y legitimaba a los que se negaban a colaborar con la Dictadura. Aunque la oposición

al Gobierno era más evidente en las clases medias y burguesas, en los funcionarios y los magistrados,

también empezaba a notarse entre las clases obreras, tras el apaciguamiento de los primeros años por su

colaboración con los socialistas. 914 El Sol, 09/10/1929, p. 8. 915 SAINZ RODRÍGUEZ, Pedro: op. cit., p.91. Sainz Rodríguez advirtió a Alfonso XIII de que, si la

Asamblea contaba con la colaboración de los socialistas y supusiera una reforma de la anterior, el Rey se

salvaría; pero si la Asamblea fracasaba y había que volver a lo anterior, a la constitución derogada, sería

muy difícil que esa crisis no arrastrase a la Monarquía. 916 ABC, 14/07/1929, p. 23; BEN-AMI, Shlomo: La dictadura de Primo de Rivera… op. cit., p. 238. Ben-

Ami declara que el Régimen de Primo de Rivera entró en un círculo vicioso: “quería institucionalizar una

legitimidad creada por él mismo, pero se le negaba el derecho a hacerlo porque su gobierno no era

‘legitimo’”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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a la prensa una discusión “amplísima” y que el Gobierno no hubiera opinado ni querido

influir en la opinión, vaticinaba el fracaso del proyecto porque no tenía defensores. Por

ello pedía el “restablecimiento de la Constitución del 76 y la convocatoria de Cortes”917.

La Época se manifestaba en la misma línea e insistía en la conveniencia de que la

Constitución de 1876 siguiera en vigor, en vez de realizar una nueva. Como ventaja

exponía que la antigua ley era “un pacto de Corona y pueblo, y toda reforma que no se

haga en Cortes Constituyentes supone dar carácter de unilateralidad al nuevo texto

constitucional, por lo que habría de ser ‘teóricamente’ mucho mejor, y ‘prácticamente’

seria mucho peor”918.

En cuanto a La Libertad defendió su postura de no participar en el debate, y

censuraba a quienes le criticaban por guardar silencio. No creía posible reformar algunos

artículos: “Será, pues, necesario admitirla o rechazarla substancialmente en bloque. De lo

que quedase en pie irradiaría la tendencia reaccionaria originaria”919. La Nación también

prefería “intervenir lo menos posible en la discusión periodística acerca de los

anteproyectos constitucionales. Nos parece, por ahora, más adecuado leer y recoger las

distintas opiniones, sin plantear incidentes o controversias, que pudieran, aun sin

quererlo, acusar pasiones ofuscadoras”920. Sin embargo, dos días después protestó por la

actitud de la prensa. El diario de Delgado Barreto sostenía que la opinión no se formaba

con “hostilidades herméticas y apasionadas”. Y pensaba que los que combatían el

proyecto, si realmente querían orientar “honradamente” al país, deberían “excluir de sus

censuras lo que estiman aceptable, porque suponemos que no todo les parecerá malo”.

Admitía que la constitución no era perfecta, y, por lo tanto, era susceptible de mejora,

pero no entendía las críticas tan acérrimas921.

Como observamos, ninguno de los periódicos, salvo La Nación, confiaba en la

reforma constitucional. El Sol sostenía que una dictadura no podía elaborar una

constitución porque “al engendrarla, forzosamente, habría de transmitirle su espíritu, el

917 ABC, 20/07/1929, p. 15. 918 La Época, 17/07/1929, p. 1. 919 La Libertad, 16/07/1929, p. 3. 920 La Nación, 17/07/1929, p. 1. 921 La Nación, 19/07/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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espíritu dictatorial es la antítesis del espíritu constitucional”. Y manifestaba que la

opinión publica había recibido el anteproyecto “con desagrado o con indiferencia”, ya

que no era una verdadera constitución922. El Debate reconocía que el Gobierno llevaba

“acertadamente” la reforma, al presentar al país “una obra seria y concienzuda”, y al dejar

“amplitud” a la discusión. Sin embargo, no confiaba en que el proyecto que se había

presentado fuera un día la Constitución española923 . El Socialista afirmaba que, debido

a que el proyecto de la Asamblea había sido rechazado unánimemente, los partidarios del

viejo régimen ponían sus esperanzas en que al fin se restableciera la Constitución de 1876,

y así se volvería a la normalidad constitucional, como si no hubiese pasado nada. Sin

embargo, órgano socialista rechazaba tajantemente tal opción:

“¿Y cómo se explicaría al país todo lo sucedido? ¿Quién aceptaría el

Gobierno? ¿Cómo se creería que estaba en vigor una Constitución violada

durante seis años?”924.

El Debate abogaba por alejarse de “actitudes radicales” y esperar a ver qué

opinaban la Comisión que la elaboró y qué pensaba el Gobierno, el Rey, la Iglesia y el

Ejército. No obstante, no se atrevía a decir qué pasaría con el proyecto, si se aprobaría o

si se volvería a la Constitución de 76. Si bien, consideraría una gran injusticia

aprovecharse del poder coactivo del Estado para “imponer contra su voluntad a la mayoría

de los españoles” una constitución que ellos no quieran925. Sin embargo, para El Socialista

la antigua constitución no emanaba de la voluntad nacional, por lo que tenía “el mismo

origen impuro” que el proyecto de la Asamblea. Defendía que esa constitución “no ha

servido a España, ni le sirve ni servirá” y denunciaba que en “las clases privilegiadas

existe un gran temor a que en España se desarrolle la democracia y a que el Socialismo

intervenga en la vida pública en la proporción que le corresponde”926.

922 El Sol, 20/07/1929, p. 1. 923 El Debate, 20/07/1929, p. 1. 924 El Socialista, 24/07/1929, p. 1. 925 El Debate, 25/07/1929, p. 1. 926 El Socialista, 26/07/1929, p. 1.

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La Nación, aunque con distintos puntos de vista, también rechazaba volver a la

Constitución del 76: “Todo, menos volver al pasado”927. Y estaban seguros de que habría

nueva constitución, aunque no podían decir que fuera la del anteproyecto928. A La Época

le parecía “perfectamente lógico” que los socialistas estuvieran en contra del anteproyecto

de la Asamblea y de la antigua constitución, porque ellos propugnaban una reforma

constitucional, “en atención principalmente a la forma de gobierno y al ejercicio del culto

religioso”. Por eso habían temido que se abriera un período constituyente. Preferían

quedarse con que había muchos más “elementos de orden simpatizantes con la

Constitución de 1876 que con el anteproyecto ahora elaborado”929.

La Libertad volvía a defender, en su editorial del 27 de julio, su postura de guardar

silencio: “Nuestra actitud, como nuestra conducta, en todo caso, pero muy singularmente

a partir del día 13 de septiembre de 1923, son diáfanas y rotundas. No hablar a medias ni

callar en parte”930.

El Gobierno había anunciado su intención de poner término a la Dictadura en 1930

y esperaban hacerlo con una nueva constitución. ABC señalaba que eso no iba a ser fácil

porque no la aceptaba nadie, la rechazaban en bloque casi toda la crítica. Por eso

aconsejaba convocar Cortes, devolviendo al país “la legalidad suspendida” y que fuera el

pueblo el que decidiera hacer otra constitución o reformar la antigua. Sin embargo, el

Gobierno se negaba a esta última opción, por lo que el diario monárquico se preguntaba

si pensaba prorrogar la Dictadura para “esperar otra ponencia”931.

Un reportero de ABC habló a principios de agosto con Primo de Rivera en

Mondariz y éste afirmó que estaba tomando nota de todo lo publicado por la prensa.

Arremetió contra los que rechazaban en bloque los anteproyectos y juzgaban ya destruida

y enterrada “una labor compleja y meditada, de dos años”. Instaba a esperar a la discusión

927 La Nación, 26/07/1929, p. 1. 928 La Nación, 31/07/1929, p. 1. 929 La Época, 27/07/1929, p. 1. 930 La Libertad, 27/07/1929, p. 3. 931 ABC, 31/07/1929, p. 15.

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plenaria en la Asamblea, que serviría para “ilustrar” al Gobierno a acordar el proyecto

definitivo. En cuanto a la Constitución de 1876, la calificaba de “inservible”932.

En agosto La Nación ya empezaba a admitir la posibilidad de que la Dictadura

terminase sin elaborar una nueva constitución. Aunque consideraba que “encomendar la

modificación a unas Cortes Constituyentes, nacidas de la actual Constitución y elegidas

por los procedimientos en boga hasta el año 23, sería estúpido”933. El Socialista resaltó el

25 de agosto el hecho de que se hubiera escrito mucho sobre la reforma, “pero no se ha

escrito absolutamente nada que pueda considerarse como una seria defensa de dicho

proyecto”.

A principios de septiembre Primo de Rivera anunció a El Debate que la Asamblea

se reuniría a finales de octubre o principios de noviembre. Y comunicó que la censura

continuaría934. La prensa siguió debatiendo el anteproyecto, o, mejor dicho,

combatiéndolo. Para lograr más apoyos a la reforma, el Gobierno anunció que la Unión

Patriótica realizaría actos divulgadores sobre ella. Ante este hecho, varios grupos, “de

diverso matiz político”, se quejaron porque no podían combatirla con iguales

procedimientos. La Nación aseguró que la queja era “infundada”, porque los periódicos

habían podido criticar doctrinalmente cuanto habían querido y que la única que no se

había manifestado era la U.P. El periódico oficioso veía lógico que la Unión Patriótica

fuera la primera en manifestarse desde la tribuna política, ya que era la única fuerza

organizada del Régimen935.

El Socialista justificó en su editorial del 21 de septiembre por qué habían

combatido el proyecto de constitución. Creían que suponía “un retroceso en nuestra

evolución política”. Se mostraban a favor de una reforma constitucional porque creían

que la de 1876 estaba “caducada”, pero el proyecto les parecía que estaba situado “en el

siglo XVIII, en el periodo preconstitucionalista”936.

932 ABC, 06/08/1929, p. 21. 933 La Nación, 14/08/1929, p. 1. 934 El Debate, 04/09/1929, p. 1. 935 La Nación, 10/09/1929, p. 8. 936 El Socialista, 21/09/1929, p. 1.

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En octubre La Época señaló la evidencia de que el proyecto no había despertado

ningún entusiasmo ni tenía defensores en la prensa. Por eso, apoyaban volver a la

Constitución de 1876 y realizar una reforma de leyes complementarias. A finales de mes,

Royo Villanova pronunció una conferencia en el Círculo de Mercantil de Zaragoza sobre

el proyecto constitucional. Se mostró contrario a él porque lo veía “contradictorio” y

juzgaba que adolecía de un “exceso de doctrinarismo” 937. En definitiva, el proyecto

constitucional no tenía encaje alguno en la realidad española ni era aceptado por la

opinión pública.

4.23.9 El Gobierno aplaza la reforma constitucional

En el mes de diciembre el presidente todavía no había anunciado que renunciase

a realizar una constitución nueva938. Sin embargo, la mayoría de los periódicos daba por

sentado que ésta no se llevaría a cabo. Solamente La Nación pensaba que podría

realizarse. Hasta El Debate había reconocido que sería “improcedente” la reunión de la

Asamblea para discutir el proyecto:

“Pero nos damos hoy cuenta muy clara ―y nos parece ser ésta la opinión

general― de que las cosas han variado bastante en los dos últimos meses, a

nuestro juicio, el camino que debe seguirse es diferente del que se había

anunciado. Sería improcedente ―lo decimos con toda sinceridad-―la

reunión de la Asamblea para discutir la Constitución.

Ni el país, ni los políticos, ni acaso la sección primera, están preparados para

discutir el proyecto que se anunció en el mes de julio. No hacemos más que

señalar un hecho indudable, sin que pretendamos culpar al Gobierno de que

se haya producido”939.

937 La Época, 31/10/1929, p. 1. 938 BERENGUER, Dámaso: op. cit., p. 19. Hasta en el propio Gobierno había discrepancias acerca del

proyecto constitucional. Primo de Rivera defendía el régimen unicameral que no aceptaban algunos de sus

ministros. 939 El Debate, 06/12/1929, p. 1.

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El periódico católico prefería ahora convocar “unas elecciones municipales

siquiera para la renovación de la mitad o aún de la tercera parte de los Ayuntamientos”.

Para que así la opinión pública fuera organizándose para el futuro. Por ello, solicitaban

una mayor libertad de propaganda. No pedían libertad plena porque juzgaban

“imprudente la transición brusca de las restricciones imperantes a la libertad total”940.

ABC rechazaba reformar la Constitución si no se hacía por medio de Cortes

convocadas por sufragio universal. Asimismo, apoyarían la convocatoria de elecciones si

éstas se realizasen con “libertad de propaganda en la Prensa y en la tribuna”. Únicamente

de ese modo podría volverse “a la normalidad con garantía para la Monarquía y el orden,

y sentimos el deber de contribuir a ello”941.

El Debate insistía el 8 de diciembre en que la discusión pública del anteproyecto

constitucional había demostrado a todos que no era prudente intentar implantarlo y, por

lo tanto, la única solución, aunque no les gustase, era volver a la Constitución de 1876:

“La realidad de hoy es distinta y el camino que pretendía seguir el Gobierno

se ha cerrado. Hay que seguir otro. Y señalarlo corresponde al general Primo

de Rivera… ese otro camino no puede ser hoy más que el de poner

francamente rumbo a la restauración de las libertades políticas y anunciar la

convocatoria de unas elecciones municipales. Pero sin apresuramientos en la

marcha. Porque se puede comprometer el éxito de la vuelta a la normalidad

por ir demasiado deprisa hacia ella. Ni las elecciones municipales ni las

provinciales pueden marcar la orientación de la nueva política. La situación

que suceda a la Dictadura saldrá de los comicios en que elijan los diputados

a Cortes”942.

940 El Debate, 06/12/1929, p. 1. 941 ABC, 07/12/1929, p. 15. 942 El Debate, 08/12/1929, p. 1.

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El diario católico pedía que para las elecciones generales la censura tendría que

haber desaparecido como “régimen permanente”. Sin embargo, defendían que para las

elecciones municipales bastaría con “una limitación y reglamentación de la censura”943.

ABC coincidía con El Debate, menos en lo de “sin apresuramientos en la marcha”:

“¿Le parece a El Debate mucho apresuramiento seis años? ¿Teme que por ir

“demasiado deprisa” hacia la normalidad se comprometa su éxito? A nosotros

por patriotismo, nos dolería grandemente”944.

El periódico de Luca de Tena era partidario de ir primero a las elecciones

municipales, luego provinciales y luego generales. Y para evitar el caciquismo proponía

que las elecciones se efectuasen por “grandes circunscripciones, en lugar de hacerlo por

distritos unipersonales”945.

Finalmente, a mediados de diciembre el general Primo de Rivera comunicó que

renunciaba a realizar la reforma constitucional. Los periódicos acogieron la noticia con

satisfacción, pues era evidente que el proyecto no podía llevarse a cabo. Quedó

demostrado que cuando hubo mayor libertad de prensa para criticar, los diarios

aprovecharon para expresar sus quejas por el retraso en la vuelta a la normalidad jurídica,

así como para condenar sin paliativos el anteproyecto de Constitución presentado por el

Gobierno. Éste se vio obligado a cambiar su rumbo y, aunque en un principio atacó la

Constitución de 1876, era la única posibilidad que tenía para realizar la salida de la

Dictadura.

4.24 La entrevista de Romanones con Primo de Rivera

A finales de septiembre el general Primo de Rivera y el conde de Romanones

coincidieron en una boda en San Sebastián. La prensa esperaba el encuentro con mucha

943 El Debate, 08/12/1929, p. 1 944 ABC, 10/12/1929, p. 17. 945 ABC, 10/12/1929, p. 17.

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expectación y Romanones intentó conseguir una rectificación de Primo de Rivera sobre

Santiago Alba946. El 26 de septiembre el conde informó por carta a Alba del resultado de

la conversación:

“Hablamos mucho del pasado, poco del presente y nada del porvenir. Tuve

ocasión de referirme a usted y al S. Guerra, los dos casos típicos de

apasionamiento político. Me dijo que respecto a usted ya había manifestado

a personas de la familia de usted que no había inconveniente alguno de que

regrese a España, donde no sería molestado en absoluto. Le expliqué que no

se trataba de eso, sino de lo otro. He sacado la impresión de que si algún

periódico…publicase o se refiriese a la sentencia del Supremo, la censura lo

dejaría pasar, pero… nada más”947.

La reunión con Romanones motivó una nota del general en La Nación para dar a

conocer a la opinión pública su versión del encuentro mantenido con el político liberal.

Primo de Rivera declaró que simplemente habían estado hablado sobre el golpe de Estado

y quiso aclarar “la versión errónea de que el golpe de Estado del 13 de septiembre fuera

convenido, siquiera conocido del Rey, quien, en cuanto al modo impreciso en que pudo

presumirlo, lo desautorizó siempre en sus conversaciones con los que habían de ser los

principales ejecutores de él. Se alegará que luego lo consagró, y yo pregunto: ¿A qué

esperaban los que ejercían el Poder, y ni previnieron ni reprimieron el alzamiento? ¿A

que el Rey lo arreglara todo? Además, bien se vio, y bien se ha visto después aún más

claro, el carácter nacional, unánime, de la revolución del 23, a la que por parte del rey no

correspondía oponer una resistencia personal”948. Sobre Santiago Alba se limitó a decir

que no tenía prohibida su entrada en España, sin embargo, silenció la parte en la que

Romanones le preguntó por qué impidió la publicación de la sentencia del Supremo sobre

la causa de Alba949.

946 Romanones acordó con Santiago Alba intentar conseguir una rectificación de Primo de Rivera respecto

a Alba y por ello aprovechó la boda celebrada en San Sebastián a la que estaban invitados los dos. 947 GARCÍA VENERO, Maximiano: op. cit., p. 267. 948 La Nación, 25/09/1929, p. 1. 949 GARCÍA VENERO, Maximiano: op. cit., p. 268. García Venero reproduce una carta que Romanones

envió a Santiago Alba en la que le cuenta su estupefacción por la nota enviada por Primo de Rivera a los

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Los periódicos publicaron que el conde preguntó al marqués de Estella si Alba

“era libre de entrar en España y si su suerte, de no haberse ido al extranjero, hubiera sido

trágica el año 23”. Primo de Rivera respondió que “contra nadie hubo el propósito de

proceder con violencia, y menos sangrientamente; y que, respecto a su vuelta a España,

es cosa de decidir por él mismo, pues le ampara un sobreseimiento en la única causa que,

creo que se le ha seguido, y el Gobierno procedería consecuentemente a este estado legal

de su situación”950. Sin embargo, además de afirmar de forma intencionada el “creo que

se le ha seguido”, la censura continuó sin autorizar la publicación del auto del Tribunal

Supremo951.

4.25 La reorganización de la Academia de Jurisprudencia

Después de que la Academia de Jurisprudencia votó en contra de aceptar la

invitación para asistir a la Asamblea, el Gobierno anunció que no entendía el rechazo

porque su misión consistía en asesorar al ejecutivo y para una ocasión que tenía se negaba.

En vista de lo cual, la Dictadura decidió actuar y el 13 de noviembre los periódicos

publicaron una nota oficial informando de que se habían aprobado las bases de un decreto

de reorganización del organismo952. La Nación aplaudió de forma entusiástica la decisión

del Consejo de ministros de reorganizar la Academia de Jurisprudencia y confiaba en que

el país también estuviera de acuerdo:

medios. Romanones afirma que el general jerezano negó que hubiera ordenado a la censura impedir la

publicación de la sentencia y que únicamente no había podido “rectificar el concepto que tenía del Gobierno

anterior al 13 de septiembre, pues este había sido la causa originaria del golpe de Estado del 13 de

septiembre”. 950 El Socialista, 26/09/1929, p. 1. 951 GARCÍA VENERO, Maximiano: op. cit., p. 236. 952 OSSORIO Y GALLARDO, Ángel: op. cit., p. 136. Ossorio y Gallardo declara que la reacción de Primo

de Rivera ante la negativa de la Academia de Jurisprudencia a acudir a la Asamblea “llegó al paroxismo”

y “en lugar de aceptar el suceso como un contratiempo soportable, lo tomó por la tremenda y cerró la

Academia expulsándonos de nuestros cargos y encargando la administración de la casa a una Junta postiza

de la que nadie hizo caso”. La Academia siguió cerrada hasta que Berenguer la reabrió.

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“Allí donde se advierta un defecto de contextura, una desviación del

organismo, una anormalidad de funciones, un vicio de procedimientos, se ha

de acudir sin vacilaciones a subsanarlos y enmendarlos, porque

adelantaríamos poco con que se corrigieran los males de la Administración y

se desarraigaran las malas costumbres políticas, si en parte de las personas

naturales o jurídicas que han de proseguir esa obra quedaran vivos los

gérmenes de la enfermedad que tan graves daños produjo a España.

Los organismos más necesitados de serenidad, de ecuanimidad, de

imparcialidad, son aquellos a los que la Dictadura no ha puesto trabas para

que discutan y critiquen lo que no se ha consentido que sea abordado en la

plaza pública, en evitación de falaces y perniciosas interpretaciones. Y si se

advierte que esas Corporaciones, por las circunstancias que fuesen, no

corresponden en todo momento a la alta misión que se han asignado y se les

ha consentido, es natural que se ara el buen cauce por el que en lo futuro deba

discurrir su vida en provecho de la Patria.

El país ha venido acogiendo con aplauso las medidas de este género, y es de

esperar que asía coja la que en breve será promulgada953”.

El Real Decreto establecía que se crearían cien asociados, designados la mitad por

elección y la otra mitad por nombramiento. La Junta la presidiría un académico de

número, y el resto de los que hubieran de integrarla se elevaría a propuesta, y una vez

aprobada, se constituiría la Junta directiva. La nueva directiva elevaría al Gobierno un

escrito sobre la constitución de la nueva Academia, conservando del actual reglamento

“lo que considere conveniente”954.

953 La Nación, 13/11/1929, p. 1. 954 El Socialista, 15/11/1929, p. 4.

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4.26 Cambó presenta Las dictaduras

En el otoño de 1929 aparecieron varios libros que abordaban diversos asuntos

políticos y se aprovechaban de que la censura en los libros era más suave. Sin duda, el

que más repercusión causó fue el publicado por Francesc Cambó: Las dictaduras955. En

él declaró que la Dictadura había “ofendido” sus sentimientos “más arraigados y más

íntimos” y la tachó de “sindicato de egoísmos”956. Todos los periódicos publicaron una

reseña sobre el libro, mostrándose a favor de lo escrito por el político catalán o

condenando su actitud957.

El Debate escribió, el 9 de octubre, que estaban de acuerdo con muchas

afirmaciones de Cambó: “Es un libro de actualidad, que contribuirá a elevar las

discusiones políticas a un plano superior al elegido por algunos hombres que han ocupado

cargos públicos, no inferiores a los desempeñados por Cambó”. Sin embargo, había otros

aspectos menos positivos como “esa vergonzante apelación a la república…esa tímida

insinuación de las ventajas del federalismo958”. La Época, por su parte, realizó una reseña

del libro alabándolo y diciendo que era “más objetivo”959 que las memorias de

Romanones. El Socialista se hizo eco de las declaraciones de Primo de Rivera sobre el

libro de Cambó, en el que decía que las dictaduras nacían en pueblos atrasados. El

dictador creía que “los pueblos han pedido la dictadura para salir de su atraso”960. La

Libertad criticó que ahora estaba muy en boga decir que “el parlamentarismo está en

crisis porque fue causa directa y casi única de los grandes males del Estado moderno”.

Aunque podía entender que lo dijera gente ignorante, no se explicaba que hombres cultos,

como Cambó, sostuviesen tal afirmación. Si bien viniendo de Cambó no les sorprendía

tanto:

955 DE LA CIERVA, Ricardo: op. cit., p. 249. De la Cierva coincide en que el libro que más impacto tuvo

en todo el año 1929 fue el de Cambó. 956 CAMBÓ, Francisco: op. cit., p. 44. 957 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 564. A Carr le sorprende mucho que la Dictadura

permitiera la publicación de libros críticos contra ella. 958 El Debate, 09/10/1929, p. 1. 959 La Época, 11/10/1929, p. 1. 960 El Socialista, 12/10/1929, p. 3.

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“No nos produce sorpresa la actitud del ex “leader” del ex partido

regionalista, uno de nuestros más insensibles hombres políticos, indiferente

siempre a todo lo que signifique doctrina, principio, idealidad. Él era, es y

será siempre un oportunista, un realista, un “eficaz”961.

El diario albista aseguraba que no se podía decir que el fracaso del

parlamentarismo preparó el régimen de la dictadura, eso sería incurrir en un “enorme

delito de falsedad histórica”. Afirmaba que en España “ni hubo nunca régimen

democrático, ni el Parlamento pasó de ser una grotesca y burda caricatura de un verdadero

Parlamento”962.

La reseña de El Socialista llegaría el 25 de octubre. Acusaban a Cambó de ser “de

la cuerda de Ossorio” y desconfiaban en que estos dos hombres fueran “enemigos de la

Dictadura”. Ponía como ejemplo que en el libro Cambó decía de las dictaduras que eran

un hecho “repetido, duradero y respetado por los dirigentes de las grandes democracias

europeas y por los hombres eminentes de los pueblos en régimen de libertad, y mirado

con simpatía por grandes masas en Francia y Bélgica, rodeado, en fin, de un ambiente de

prestigio”. A estas palabras contestaba el periódico socialista diciendo: “Cambó va a lo

suyo, y no da nunca un paso que no le sirva políticamente para algo”963.

El periodista de ABC, José Cuartero, analizaba el éxito y la resonancia que estaban

cosechando los libros políticos y lanzaba un dardo contra el libro de José María Pemán

sobre la Unión Patriótica, del que decía que era un libro “regalado”:

“Grandes éxitos de difusión y resonancia tienen ahora los libros políticos.

Todos, no; los que remedian en parte la privación de la crítica periodística.

Otros libros políticos andan por ahí regalados, y no hay quien los lea. En las

circunstancias actuales, los estados de opinión se forman y se muestran muy

961 La Libertad, 15/10/1929, p. 3. 962 La Libertad, 15/10/1929, p. 3. 963 El Socialista, 25/10/1929, p. 1.

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difícilmente, pero son de mayor efecto y se registran con más curiosidad que

nunca. Los éxitos de la crítica relativamente exenta ―tolerada a condición

implícita―, las ediciones que se agotan rápidamente son un dato más de la

opinión que viene mostrándose por todos los resquicios que encuentra”964

Uno de esos libros que había logrado “difusión” y “resonancia” era el de Las

dictaduras de Cambó. Recogía la frase del político catalán de que la dictadura se presenta

siempre como “un mal confesado”, “un mal menor en el supuesto más favorable. Sobre

el capítulo dedicado a la dictadura española, comentaba Cuartero lo siguiente:

“La documentación es bastante para el objeto, lo cumple lo suficientemente;

pero conste que no es completa, le faltan decretos, Reales órdenes y notas,

que dan los matices más distintivos del régimen español”965.

Para Cambó la dictadura era el resultado de un desorden gravísimo, de una crisis

insuperable para las normas de la ley. Pero Cuartero aseguraba que la situación de España

en 1874 era mucho peor que la de 1923 y “Cánovas no tuvo que ser dictador”. Tampoco

estaba de acuerdo con la teoría geográfica, que explica que cada pueblo tiene lo que se

merece. Cambó sostenía que la dictadura nació en Barcelona porque “la demagogia

sindicalista tenía una intensidad y una cronicidad intolerables”. Y Cuartero respondía que:

“el desorden que había de cortar el golpe de Estado era más hondo y extenso. Tuvo su

expresión en el famoso manifiesto de 1º de junio de 1917”966.

La Nación se dio por aludida por la frase de José Cuartero en ABC de que nadie

lee “unos libros políticos que andan por ahí regalados”. Si bien reconocía que muchos de

los que edita la Unión Patriótica para difundir su ideario se regalaban, replicaba que “más

aún se adquieren por su precio en América y España, y que sus ediciones son por decenas

de millares”. El diario upetista admitía que no les sorprendía el éxito de libros que

revelaban episodios que “la prudencia gubernamental impidió que se divulgasen en la

964 ABC, 25/10/1929, p. 15. 965 ABC, 25/10/1929, p. 15. 966 ABC, 25/10/1929, p. 15.

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Prensa”. Explicaba la enorme difusión de estas publicaciones por la “curiosidad” que

creaban. Y terminaba afirmando que el número de enemigos de la Dictadura “se ha de

ver cada día aumentado por los que no puedan realizar sus propósitos mientras ella

gobierne”967.

4.27 El libro de Villanueva: El momento constitucional

Otro de los libros que más eco tuvo en este período fue el publicado por el director

de El Liberal, Francisco Villanueva, titulado El momento constitucional. En él hacía un

repaso a las constituciones recientes y terminaba comentando la actual reforma

constitucional a la que criticaba duramente. Primo de Rivera habló sobre el libro de

Villanueva con los periodistas y reconoció que publicaba cosas que fueron censuradas en

prensa y lo justificaba de la siguiente manera:

“El Gobierno mantiene su conocido criterio de permitir en el libro lo que

prohíbe en el periódico, cuando no hay exceso, y no lo hay en este caso, en

que el autor, con dominio de si ismo y singular talento, enjuicia desde su

punto de vista la situación política que, naturalmente, no es de su gusto”968.

El presidente declaró que Villanueva era “un enamorado del sistema

parlamentario y del sufragio universal”. En cambio, él sostenía que “todo lo que no sea

un Parlamento integral de clases, que comparta la soberanía con la Corona, sin excluir de

él un sector de elección directa, es entregar la vida nacional a la política de corrupción e

intrigas, que tanto daño ha hecho en nuestra casa y sigue haciendo en la ajena”969.

La Nación se hizo eco de un suelto de El Liberal que atribuía el éxito de venta a

la suposición de que, “en España continúa siendo ‘la política’ un valor, una emoción y

una categoría social.” El diario oficioso contestaba que el libro de Villanueva “no ha

967 La Nación, 29/11/1929, p. 1. 968 La Época, 07/11/1929, p. 2. 969 La Época, 07/11/1929, p. 2.

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interesado a nadie por su valioso contenido político sino por su sabor episódico o

folletinesco, salvando siempre, claro está, el mérito de la obra, oportunamente elogiada,

y en justicia, por el Jefe del Gobierno, que contribuyó de manera extraordinaria al éxito

que se registra”970.

4.28 Las memorias de Romanones

Las memorias del conde de Romanones, Notas de una vida, tuvieron mucha

resonancia en el país. El político liberal exponía sus recuerdos y vivencias como uno de

los líderes más destacados de la política española. El Socialista criticó duramente el libro

porque Romanones era uno de los representantes de la vieja política que los socialistas

querían enterrar de forma definitiva y no le parecía que pudiera decir nada relevante o

interesante971.

El Debate afirmó que ofrecía “un fácil triunfo a los enemigos del antiguo

régimen”. Destacaba la descripción que hacía de los partidos liberales después de la

muerte de Sagasta: un grupo de hombres “sin jefe, sin programa, sin disciplina”; “sin

positivo arraigo en las masas”; “tiranizados” frecuentemente por una prensa que se

llamaba liberal y democrática; que se disputaban ―muchas veces por procedimientos

irregulares y desleales― el gobierno de España”. Aunque reconocía el órgano de Herrera

Oria que no todos los liberales fueron así.

Al leer el libro concluían que la mayor responsabilidad de la situación del país

antes del golpe de Estado fue de “los hombres civiles” que constituyeron los partidos

turnistas. El Ejército se limitó a prestar “un excelente servicio a España”. Y que a la

Monarquía “no le cabe responsabilidad alguna del golpe de Estado”, sino que fue “un

acto de prudencia que honrará ante la Historia al Rey el haber aceptado los hechos

consumados de septiembre del 23 y el haber entregado el Poder a la única institución

970 La Nación, 19/11/1929, p. 1. 971 El Socialista, 30/10/1929, p. 1.

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nacional capaz entonces de recogerlo”. Terminaban preguntándose si los seis años de

Dictadura “han servido de escarmiento a los antiguos o han formado hombres nuevos en

España” 972.

4.29 El hecho y la idea de la Unión Patriótica

El escritor y periodista José María Pemán publicó un libro titulado El hecho y la

idea de la Unión Patriótica, destinado a la defensa y difusión del ideario de la U.P. La

Nación, como es lógico, realizó únicamente comentarios elogiosos sobre él y señaló que

era “modelo de buena literatura y de sana doctrina”.

Por su parte, El Debate, destacaba que ellos habían aconsejado al Gobierno que

desechase la idea de hacer una constitución nueva y recuperase la de 1876, sin embargo,

Pemán defendía el proyecto, pues había participado en su redacción. Coincidían con el

escritor en la parte en que hacía referencia al programa de la U.P. y en la definición de

los conceptos nación y patria, así como en la condenación del nacionalismo y estatismo.

El diario consideraba que el libro contribuía a “precisar y definir en el orden político los

principios y los ideales que laten en la conciencia de la gran fuerza conservadora

española”. Por eso aplaudían su publicación y afirmaban “que es una aportación valiosa

a esa que podemos llamar definición del pensamiento patrio tradicional973”.

La Nación celebró la coincidencia con El Debate sobre el mérito de la obra.

Aunque no entendían los reparos que el diario católico realizaba sobre la U.P., de la que

decía “precisa buscar fórmulas de armonía por la coincidencia de todos los grupos en un

terreno objetivo”. Si bien afirmaban que “urge estimular la coincidencia de los hombres

que defienden principios fundamentales idénticos”974.

972 El Debate, 26/09/1929, p. 1. 973 El Debate, 30/10/1929, p. 1. 974 La Nación, 30/10/1929, p. 1.

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La Unión Patriótica organizó un homenaje el 4 de noviembre al poeta José María

Pemán, por haber “condensado con acierto insuperable la esencia de un Régimen” y por

haber plasmado en “definiciones certeras la orientación que un caudillo de nombre

inmortal, el Marqués de Estella, supo imprimir a las fuerzas sociales encargadas de

establecer el necesario y recio enlace entre el presente y futuro”. Se esperaba que el acto

tuviera gran relevancia tanto por las personalidades que acudirían como por su

significación política.

El diario oficioso esperaba que sirviera para reafirmar la existencia de “una

organización potente, desprovista del carácter de grupo doctrinario, limpia de ambiciones

personales, sin exclusivismos partidistas, con tal amplitud de ideario que permite el

acercamiento y fusión de todas las clases sociales y con tan puro y claro proceder que no

admite aspiraciones nebulosas ni presta calor a propósitos caciquiles”975. El acto en honor

a Pemán fue todo un éxito y La Nación afirmó que hombres del Régimen como él

merecían los homenajes que “se les vienen tributando”. Primo de Rivera participó en el

homenaje y la crónica del periódico upetista escribió que estuvo “acometedor, sincero,

rudo” y que fue “inexorable para los que, con su actuación soberbia y ofuscada, mantienen

la intranquilidad ciudadana y quebrantan nuestro prestigio en el Extranjero. Y más aún,

para la parte de la prensa que, más con el silencio tendencioso, que con lo que dicen, pues

en esto existen limitaciones infranqueables, retrasan o entorpecen la confianza del país en

sí mismo”.

El general censuró a los políticos del viejo régimen y también atacó a los

periódicos, a los que echó en cara el retraso en la vuelta a la normalidad constitucional:

“Si la Prensa hubiera hecho una discreta, hábil y cordial campaña de

preparación ciudadana para la implantación de un régimen normal,

seguramente viviríamos ya en él. Pero como sólo insidias, desenes

injustificados y orgullosos, y amenazas de abolición total han salido de los

inadaptados, más aún en Clubs y redacciones que en discursos periódicos, la

975 La Nación, 04/11/1929, p. 1.

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Dictadura no puede considerar su enorme obra realizada, ni la que con la

colaboración de sus adversarios preparaba para caracterizarla de cordial y

transigente, como a punto de pensar en cambios de rumbo en plazo breve. Tal

retraso es posible que beneficie al país, porque permitirá que la Unión

Patriótica, completando y perfeccionando su labor de organización y

propaganda, alcance la máxima fuerza y confianza, superiores a las muy

elevadas con que ya hoy cuenta, que no dejen dudar a nadie sobre la

indispensabilidad de que ella y sólo ella puede ser la perseguidora y

consolidadora, en régimen normal, de la obra de la Dictadura, que el país se

angustia ante la idea de que pueda ser destruida”976.

La Nación aseguraba que contra toda lógica no eran elementos nuevos los que

combatían al Régimen o pedían sustituirlo, sino los viejos, “aquellos hombres en que el

menor pecado era la ligereza atropelladora, origen de diarios conflictos, que no hace aún

una decena de años tenían a España sin orden, sin autoridad, sin prestigio, sin recursos

sin seguridad personal, sin caminos por que transitar, sin escuelas ni maestros, en

inacabable y desalentadora guerra; pero con Parlamento y Jurado, verdad que uno y otro

corrompido hasta la pestilencia”977.

4.30 La conmemoración del 13 de septiembre

La celebración del 13 de septiembre en 1929 tenía como interés principal

comprobar el apoyo que la Dictadura seguía teniendo después de un año repleto de

conflictos en el Ejército, en el mundo universitario y después de la publicación del

proyecto constitucional que tan malas críticas estaba recibiendo978. Además, el Gobierno

976 La Nación, 05/11/1929, p. 1. 977 La Nación, 05/11/1929, p. 1. 978 GÓMEZ-NAVARRO, José Luis: El Régimen de Franco…, op. cit., p. 149. Gómez-Navarro defiende

que en el otoño de 1929 el Régimen había demostrado su incapacidad para cumplir con las dos condiciones

por las que el Rey le apoyaba. En primer lugar, había dejado de ser un gobierno fuerte y los problemas de

orden público se le sucedían y, en segundo lugar, el Gobierno se mostraba incapaz de ponerse de acuerdo

en el proyecto de una nueva Constitución y en los métodos para aprobarla.

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había anunciado que ese día emprendería una campaña por las capitales de provincia y

partidos judiciales para divulgar de las bases de la futura Constitución.

La Nación fue preparando el ambiente y animando a participar desde finales de

agosto. El diario upetista destacaba que en años anteriores esta fecha había dado lugar a

manifestaciones que ponían de relieve la actitud del país: “multitudes fervorosas,

entusiasta”. Este año el Gobierno tenía intención de empezar a divulgar el proyecto

constitucional y el periódico oficioso lo veía lógico porque hasta ahora habían hablado

casi exclusivamente “los adversarios de la reforma, aunque la mayoría sin entrar en el

fondo de ella979”. Ahora había llegado el momento en que a la Unión Patriótica le

correspondía hacer llegar a todos los españoles el proyecto.

A El Socialista no le parecía mal la campaña de propaganda que iba a desarrollar

el Gobierno, dejando aparte la elección de la fecha, pero aseguraba que la tarea quedaría

incompleta si sólo hablaban los representantes de la Unión Patriótica. El periódico

socialista demandaba igualdad de condiciones y poder comunicar sus ideas en plazas

públicas: “la obra sería incompleta si no se autoriza a los elementos todos del país que

deseen informar a la opinión sobre el mismo asunto a que lo hagan en un ambiente de

amplia libertad980”.

El periódico oficioso informó de los actos de la U.P. para dar a conocer el proyecto

de constitución los días 13 y 15 de septiembre y declaró que: “los periódicos de todas las

significaciones han dicho cuanto doctrinalmente han querido decir en contra del propósito

y hasta de la legitimidad de su origen”. El Socialista le respondió: “Esto dice La Nación;

pero nosotros no estamos conformes. Y no decimos por qué, porque demasiado lo sabe

ya el órgano de la Unión Patriótica”. El órgano socialista insistía en que no querían

privilegios: “libertad para todos. Este es nuestro lema” 981.

979 La Nación, 27/08/1929, p 1. 980 El Socialista, 10/09/1929, p. 1. 981 El Socialista, 11/09/1929, p. 1.

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Por otro lado, El Debate encaraba de forma optimista el séptimo año de Dictadura.

Destacaban que ya se conocía el proyecto constitucional, aunque no hacían referencia a

las críticas cosechadas, y que la Asamblea había quedado abierta a los antiguos políticos.

Preferían quedarse con que la Dictadura había recobrado el carácter de movimiento

nacional y recordaban la misión que ésta tenía:

“La Dictadura, anhelada por la inmensa mayoría de los españoles, vino a

restaurar el principio de autoridad y el orden social, y a suspender un sistema

de Gobierno que nos había puesto al límite de la anarquía. De los males

pasados todos éramos culpables, desde el presidente del Consejo, a quien

sorprendió el golpe de Estado, hasta el mismo general que tan

afortunadamente supo darlo.

EL DEBATE protestó reiteradamente contra la creencia de que en septiembre

de 1923 había salido a la luz “una nueva casta de españoles, libre de los vicios,

errores y responsabilidades que con fruición morbosa se atribuían a los

antiguos gobernantes”982.

En opinión de El Debate los hombres del régimen no eran, en conjunto,

“intelectual o moralmente, superiores a los políticos de la etapa constitucional”. Por ello,

veía como “un acto de justicia”, el llamamiento a los exministros para colaborar con la

obra de Gobierno. Creía que éstos acudirían, pero si no fuera así, ellos serían “los

perjudicados” porque se exponían a quedar “definitivamente al margen de la vida

política”. En su opinión, toda posible ofensa inferida a ellos como políticos, quedaba

lavada por “el hecho mismo de la invitación que se les hace”. Recomendaba al Gobierno

actuar con “prudencia” y “calma”, y pedía la suspensión del régimen de censura983.

Este año el Gobierno anunció que no habría manifestaciones de adhesión al

Régimen ni alardes de “unión y fuerza”, ya que éstas eran bien patentes como demostraba

982 El Debate, 13/09/1929, p. 1. 983 El Debate, 13/09/1929, p. 1.

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el pueblo en cada viaje que realizaba el general. Miguel Primo de Rivera se encontraba

en Ibiza en la fecha del aniversario y mandó una nota oficial anunciando que se

preparaban a aprobar la Ley fundamental. Ante las quejas cosechadas por el proyecto se

defendió asegurando que “tal amplia concepción de derechos impone restricciones para

casos especiales”. El argumento de Primo de Rivera era que si en un país de veinte

millones de habitantes, diecinueve millones y medios estaban bien amparados en el

ejercicio de sus derechos, no tenía gran importancia que “el medio millón restante los

apetezca más amplios”. Y negaba que en el proyecto el poder real tuviera mayor poder,

como los diarios liberales denunciaban y se declaraba firme defensor de la Cámara única,

En su nota, el marqués de Estella hizo referencia al final de la Dictadura, ya que

ésta no podía ser eterna “y menos aún el dictador” y anunciaba que España “pronto entrará

con paso firme por un camino normal”. Para ello se había preocupado en preparar desde

hace años la organización de fuerzas ciudadanas y creía haberlo logrado con la Unión

Patriótica y con los somatenes. Estos debían ser garantías del orden en el país984.

Los diarios aprovecharon esta fecha para hacer un repaso a la obra de la Dictadura.

La Nación recordaba cómo estaba el país antes del golpe de Estado y cómo muchos de

esos males desaparecieron “de la noche a la mañana” por la restauración de la

autoridad985. El Socialista aprovechó para mostrarse en contra del Gobierno, afirmando

que la fecha del 13 de septiembre de 1923 quedaba ya muy “distante”, al igual que el

manifiesto dirigido al país en que se decía que “aquello era una letra a noventa días vista”.

Aunque la Dictadura estuviera satisfecha con su obra, al igual que las derechas que la

apoyaban, ellos se declaraban “enemigos sistemáticos de toda dictadura” y recordaban

que “desde el advenimiento de la dictadura al Poder, el Partido Socialista y la Unión

General de Trabajadores han señalado su criterio opuesto a la política dictatorial”986. Por

eso pedían “libertad” y “democracia”, a la vez que criticaban severamente a El Debate

984 La Nación, 13/09/1929, p. 1 985 La Nación, 13/09/1929, p. 1. 986 El Socialista, 14/09/1929, p. 1. Los socialistas intentaron distanciarse del Gobierno en 1929 y rechazaban

las acusaciones que las derechas les hacían por ser colaboracionistas con la Dictadura.

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por la defensa que había hecho de los viejos políticos, cuando ellos habían conducido a

España al “borde del abismo”:

“No se puede hacer una defensa más exaltada de los viejos políticos. Los

pobrecitos han sido unos ángeles toda su vida. Si España caminó

vertiginosamente hacia su ruina bajo su mando no fue por culpa de ellos, sino

a pesar de ellos. ¿Qué hubo caciquismo, inmoralidad, corrupción? Sí, pero

ellos no tuvieron la culpa, y si la tuvieron, ya están arrepentidos, y es justo

reintegrarlos a los puestos que han dejado, obligados por fuerza, en 1923”987.

El Rey envió un telegrama a Primo de Rivera mandándole sus “sinceras

felicitaciones” y la expresión de sus “votos fervientes” para que pudiera continuar su

“fecunda labor988”. El presidente le contesto agradeciéndole su gesto y prometiendo

contar con los servicios del Gobierno y de la U.P. Aunque la Dictadura afirmó que no

organizarían manifestaciones, en toda España se celebraron actos conmemorativos. El de

Madrid, celebrado en la plaza de Antón Martín, fue, evidentemente, el más importante y

a él acudió Primo de Rivera que pronunció un discurso en el que afirmó: “No hemos

pensado jamás en esclavizar al pueblo bajo ningún Poder que no emane de su propia

soberanía”989.

El marqués de Estella recordó que con el mitin de Madrid se inauguraba “el ciclo

analítico del anteproyecto de Constitución presentado a la Asamblea por la Sección

primera”. Primo de Rivera destacó el apoyo que siempre recibía en sus viajes por España

y alabó la confianza que el pueblo español tenía depositada en el Régimen y en su

capacidad para hacer un buen proyecto constitucional, para lo cual habían abierto la

discusión, “dentro de límites prudenciales”. Hizo también referencia a la campaña de la

prensa extranjera atribuyéndola a la oposición al régimen de monopolios petrolíferos y

por eso el Gobierno tuvo que actuar y tomar medidas. Sobre la implantación del código

fundamental y el plebiscito aseguró que no había sistema “más efectivo ni de más arraigo

987 El Socialista, 14/09/1929, p. 1. 988 La Nación, 14/09/1929, p. 1. 989 La Nación, 16/09/1929, p. 1.

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y abolengo” y calificó al sistema bicameral de “ficción externa”; por ello, el sistema

unicameral era “más democrático”.

El presidente también hizo referencia a la prensa y comparó el apoyo que recibió

en 1923 con la situación actual:

“Aquella opinión difusa nos acompañó, y también la Prensa en aquella

ocasión más espontánea e ingenua, y más expresiva de sentimiento español

tal vez que ahora, no viendo claramente que esta organización en un régimen

dictatorial siempre le habrían de venir restricciones y cortapisas, aclamó a la

Dictadura y pidió que se derrocaran muchas cosas que la serenidad del

Directorio contuvo. Entre otras cosas, me acuerdo de que muchos periódicos,

que ahora ahogan por el sistema bicameral, como si en ello estuviera la

salvación de España, nos preguntaban con apremios de momento que qué

hacíamos con los senadores que no los habíamos cortado la cabeza. El

Directorio se mantuvo ecuánime y sereno”990.

Primo de Rivera aprovechaba siempre que tenía ocasión para criticar a los

periódicos y recordar que aplaudieron su llegada, aunque ahora ese apoyo quedaba muy

lejano. El presidente confiaba todavía en que las personas y entidades invitadas a formar

parte de la Asamblea Nacional aceptasen la invitación. Aunque todo apuntaba a que los

hombres de la vieja política no acudirían, por lo que dijo: “ellos sabrán por qué lo hacen”.

Si no iban sólo lo sentiría por restaba “alguna aportación interesante a la discusión”991.

Los medios informaron sobre los actos celebrados en toda España y La Nación no

se ahorró adjetivos en su crónica y los calificó de “vigorosa manifestación de ciudadanía”.

El diario de la Unión Patriótica afirmó que les faltaba “espacio” para reseñar todos los

que había habido” y que Primo de Rivera fue recibido “en pie por el enorme gentío que

ovacionó largamente al ilustre caudillo, oyéndose vivas estentóreos y entusiásticos”992.

990 La Nación, 16/09/1929, p. 1. 991 La Nación, 16/09/1929, p. 1. 992 La Nación, 16/09/1929, p. 1.

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El Debate destacó la “serenidad” de Primo de Rivera en su discurso y que al hablar de la

vieja política trató a los políticos con “una corrección que es anticipo de la que tendrá en

la Asamblea993”. Por su parte, El Socialista recalcó la defensa que hizo el general del

proyecto constitucional y del plebiscito como medio para sancionarlo y el hecho de que

aún confiaba en que las corporaciones enviasen representantes a la Asamblea994. ABC

también destacó su insistencia en querer aprobar el anteproyecto por medio del plebiscito.

Y se preguntaba si era posible abolir la Constitución de 1876 “sin la consulta y sin el voto

del país”. El diario monárquico temía la situación en que quedaría España si se rechazaba

el proyecto constitucional y si la Constitución de 1876 estaba abolida. En su opinión, el

nuevo código debía contar con el mayor número de apoyos, porque de lo contrario no se

lograría la tan ansiada normalidad. A pesar de sus temores el diario de Luca de Tena

alababa los aciertos de la labor de Primo de Rivera y esperaban poder alabarle, “los

mismos aciertos en la empresa de normalizar la política y el Estado” 995. La Nación replicó

a ABC que la Constitución del 76 no fue abolida, sino “suspendida”996.

Por otro lado, El Sol creyó ver una alusión a su diario en el discurso pronunciado

por Primo de Rivera:” Me acuerdo de que muchos periódicos que ahora abogan por el

sistema bicameral, como si en ello estuviera la salvación de España, nos preguntaban con

apremios de momento que qué hacíamos con los senadores que no se les habíamos

cortado la cabeza”. Y el periódico de Urgoiti respondió al jefe del Gobierno negando ser

defensores del sistema unicameral: “al mismo tiempo que pedíamos el cese de los

senadores permanentes, expresábamos nuestro deseo de que en la nueva Constitución se

reformase el Senado, pero no la supresión”997.

4.31 El Sol realiza una encuesta a los jóvenes

993 El Debate, 17/09/1929, p. 1. 994 El Socialista, 17/09/1929, p. 1. 995 ABC, 17/09/1929, p. 21. 996 La Nación, 17/09/1929, p. 1. 997 El Sol, 17/09/1929, p. 8.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

354

Ante las insinuaciones de que la juventud española no se interesaba por la vida

política El Sol decidió a finales de octubre realizar una encuesta a los jóvenes sobre

diferentes aspectos, y entre ellos deseaba averiguar su opinión sobre la política. Para ello

les preguntaba si es cierto que no les interesaba la política, si estaban favor de la libertad

y la democracia o no. El resto de periódicos debatió acerca de la conveniencia de la

encuesta y si interesaba conocer la opinión de los jóvenes. Por ejemplo, La Libertad

comentó que no creía que la coyuntura fuera la más favorable998. Aunque días después su

columnista Benlliure escribió que siempre era interesante conocer lo que piensa la

juventud.

Las opiniones recogidas por El Sol reflejaban a una juventud comprometida y

preocupada por la situación de España y que lamentaba no poder organizarse en partidos

políticos. Mostraban un rechazo por la vieja política, pero también por el régimen actual

y anhelaban recuperar la normalidad constitucional. Calificaban de “verdadero disparate”

decir que la política no interesaba a los jóvenes, como había hecho algún diario999. Lo

más interesante de la encuesta de El Sol fue la respuesta que originó en La Nación, que

permaneció callada hasta que no pudo más y se quejó de que al leer las opiniones

aparecidas en el periódico liberal parecía que toda la juventud pensase igual, y eso no era

sí, sino que tan sólo era lo que pensaba la juventud de El Sol:

“Por fortuna, no es así. En el lado opuesto hay cientos de miles de jóvenes

que opinan de muy distinta manera. ¿Por qué no exteriorizan esa opinión, para

contrarrestar la del matiz opuesto, en las mismas columnas del periódico que

recoge los extremismos izquierdistas?””1000.

El Sol calificó de “maliciosa” la nota de La Nación y el diario de la U.P. le replicó:

“¿Malicioso porque señalaba la casualidad de que todos los jóvenes opinantes

aparecieran como de un mismo matiz, coincidente en absoluto con el de

998 La Libertad, 31/10/1929, p. 3. 999 El Sol, 22/12/1929, p. 1. 1000 La Nación, 25/12/1929, p. 8.

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periódico que les interroga? ¿Malicioso porque afirmaba que existen cientos

de miles de jóvenes de ideas contrarias a las de El Sol? ¿Malicioso por

preguntar si se publicarían las contestaciones en pugna con tales ideas?

¿Malicioso por invitar a la juventud de ideas monárquicas y católicas a enviar

a sus opiniones?”1001.

La Nación acusaba al diario liberal de publicar sólo “respuestas revolucionarias”

y que la encuesta les producía indiferencia, “siempre que no se afirme que su resultado

es el reflejo de lo que piensa la juventud española”1002. El periódico oficioso siguió con

su campaña contra El Sol y publicó el 10 de enero las declaraciones de un estudiante que

decía que hasta que La Nación no publicó los comentarios sobre la encuesta no se había

enterado de la realización de la misma porque sus diarios eran ABC y El Debate por la

mañana y La Nación e Informaciones por la noche. El joven afirmaba que muchos que

pensaban como él habían enviado sus opiniones, a pesar de que hasta ahora “sólo habían

aparecido las de carácter radical, mejor pudiera decir bolchevistas, y tanto, que creo un

grave mal, gravísimo, que no se salga prontamente al paso de las tendencias que en esa

información se van exponiendo con la mayor crudeza. Los jóvenes que pensamos de otra

manera somos los llamad os a contrarrestarlas”1003.

En respuesta a esta encuesta que juzgaba muy parcial, el periódico de Delgado

Barreto invitó a los jóvenes a que expusieran “libremente su criterio sobre los problemas

que hoy se discuten” y recibieron muchas protestas contra “las desatentadas teorías

demagógicas que algunos vienen exponiendo desde las columnas de otro diario”. La

Nación afirman no querer insistir a diario en la protesta porque eso significaría darle

mucha importancia a “ese sarampión bolchevista”. Prefería que la juventud se expresara

de forma serena y por ello seguirían publicando todas las opiniones que recibiesen1004.

1001 La Nación, 26/12/1929, p. 1. 1002 La Nación, 26/12/1929, p. 1. 1003 La Nación, 10/01/1930, p. 1. 1004 La Nación, 16/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

356

4.32 La organización de las fuerzas liberales

Después de la petición lanzada por los medios conservadores para que el Gobierno

permitiera la creación de un partido de orden y monárquico, llegó el turno de los liberales,

que no iban a ser menos y también solicitaron la agrupación de las fuerzas liberales. La

Libertad fue el primer diario en intervenir en este asunto y declaró que la vuelta a la

normalidad no debía consistir “en restaurar la Constitución de 1876” y en hacer como si

no hubiera pasado nada. Confiaba en que el futuro de España estaría en manos del

liberalismo y por ello hacía un llamamiento a la unión de los liberales1005.

Marcelino Domingo expresaba su preocupación por que llegada la hora decisiva

los liberales no estuvieran organizados. No veía mal que hubiera un liberalismo más

radical siempre que encontrasen un punto en común para organizarse. Terminaba

diciendo:

“¿Quiénes pueden ser requeridos como liberales en España? Todos aquellos

que sean cuales fueren, más radical o más conservadora su posición sobre las

obras de gobierno, acepten sobre la estructura del Gobierno esta única forma:

la República parlamentaria”1006.

El político Álvaro Albornoz declaró que el mundo caminaba hacia el liberalismo,

excepto España que ofrecía “una evolución regresiva”. Y conminaba a la creación de

partidos nuevos de todas las significaciones políticas:

“Hacen falta partidos nuevos, con nuevos idearios y un empuje fresco y

juvenil de nueva vida. Hacen falta nuevos conservadores, comprensivos y

tolerantes, y nuevos liberales, audaces y entusiasta. Y un republicanismo que,

1005 La Libertad, 03/05/1929, p. 3. 1006 La Libertad, 12/05/1929, p. 1.

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357

salvando un abismo histórico, sea en lo político el puente entre la sociedad de

ayer y la sociedad de mañana”1007.

El Sol esperaba que su programa pudiera servir de “común denominador a las

fuerzas liberales y democráticas españolas”. Sin embargo, no admitirían nunca

“constituirse en órgano de un determinado partido”. Simplemente ayudarían a la

organización de las fuerzas “liberales y democráticas del país”. Declaraba que “en España

ni existe ni ha existido partido liberal alguno”. Sólo así se explicaba porque iban por el

sexto año de Dictadura “sin que los liberales hayan hecho otra cosa que murmurar en las

sombras, ora contra el gobernante, ora contra otros sectores de la izquierda, obligados, a

su juicio, a servirles en trastrocamiento del régimen que les entregue el Gobierno, acaso

para que vuelva a resultar en sus manos un instrumento de impotencia y de reacción,

como con frecuencia resultara antes de 1923”.

Lo que criticaba el diario liberal es que no hubieran aprovechado la ausencia de

poder para organizar seriamente sus fuerzas y “depurar métodos e ideas”. Por eso hacía

un llamamiento a la organización de las fuerzas liberales y reconocía que los socialistas

eran “una de las dos o tres fuerzas organizadas con quienes, por existir, es preciso contar

en España”. No obstante, El Sol no creía que los socialistas aspirasen a gobernar ya, sino

que confiaban en que se conformarían con que “un liberalismo serio y organizado

realizase lealmente un programa no más avanzado, pero tampoco menos, que el de las

grandes organizaciones liberales y democráticas europeas”1008.

En opinión de El Sol la “gran farsa política” que había sido la Restauración fue la

responsable de que la verdadera opinión liberal española no hubiera desarrollado una

ciudadanía activa y militante. Sólo así explicaba que hubieran podido resignarse tan

“naturalmente” a desaparecer del escenario político del país, y que cuando se los excitaba

a organizarse preguntaran: “¿Y cómo?”. Aunque anhelaba la pronta organización de las

fuerzas liberales en España no daría órdenes ni reglas porque, como había dicho, no quería

1007 La Libertad, 15/05/1929, p. 1. 1008 El Sol, 02/06/1929, p. 1.

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ser órgano de ningún partido. Se remitían al programa político que habían difundido y

solamente aclaraban que no deseaban la resurrección de los viejos partidos liberales de

antes de la Dictadura, sino que tenía que ser algo completamente “nuevo”1009.

Todos los diarios liberales participaron en el debate. La Libertad advirtió que en

estos momentos había que tener cuidado con “los falsos liberales de antes y después de

1923”. El periódico de Santiago Alba opinaba que el golpe de Estado de 1923

incapacitaba a los antiguos liberales para dirigir la futura política una vez finalizada la

Dictadura:

“El 13 de septiembre existía en España, como existe hoy, enorme opinión

liberal, y hubo de permanecer inactiva, antes y después del golpe de Estado,

porque esos grupos estaban y están constituidos en forma inadecuada para

conducir la masa a la acción1010”.

Por ello hacía un llamamiento a la organización de los liberales. Y aprovechaba

para criticar la Alianza Republicana, porque era imposible la unión de los republicanos

en un solo partido, aunque no por ello estaban a favor de que se disolviera la Alianza, de

hecho, creía que debía reorganizarse y se declaraban republicanos.

En conclusión, La Libertad se implicó mucho en recabar la unión de los liberales

y llegó a declarar que el lema del frente liberal debía ser: “uno para todos, todos para

uno”. Era la única forma de reconquistar todo lo que “por negligencia contumaz, por

desidiosa protervia, hemos ido perdiendo en medio siglo de cobardía civiles”1011.

4.33 La movilización del republicanismo

1009 El Sol, 07/06/1929, p. 1. 1010 La Libertad, 17/08/1929, p. 1. 1011 La Libertad, 12/11/1929, p. 1.

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359

La Alianza Republicana había sido fundada el 11 de febrero de 1926, en el

aniversario de la Primera República, y agrupaba a Acción Republicana, partido de Manuel

Azaña; el Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux; el Partido Republicano

Catalán, de Marcelino Domingo. A lo largo de 1929 las fuerzas republicanas comenzaron

su reorganización y disolvieron la Alianza Republicana1012. El 14 de julio Félix Gordón

Ordás fundó el Partido Republicano-Radical-Socialista1013.

El Socialista declaraba en marzo que “en España, el 95 por 100 de las gentes han

sido republicanas, pero sin que ello significara nada ni comprometiera a nada”. Y animaba

a las fuerzas republicanas y liberales a que se organizasen porque “en España hay una

fuerte opinión republicana”. Ellos siempre lo habían sido, sin embargo, los partidos

republicanos estaban divididos por “vanidades y ambiciones personales

lamentabilísimas” y se preguntaba si “¿No han bastado los años de oposición para

depurarse?”1014.

A pesar de sus anhelos porque España fuera una república, El Socialista reconocía

que en esos momentos si se implantara duraría “dos días”. Criticaba a los partidos

republicanos porque no dejaban de ser partidos burgueses y que “solamente el Partido

Socialista Obrero Español puede llevar a cabo la tarea de hacer de España un país

libre”1015.

Marcelino Domingo se preguntó cuál sería el número de las fuerzas republicanas

en España. El Socialista había afirmado que las agrupaciones y afiliados al socialismo en

mayo de 1929: 237 agrupaciones y 11.070 afiliados; y Domingo señalaba que “el

republicanismo se eleva, en agrupaciones y afiliados, a un número infinitamente mayor.”

Pero a pesar de esas cifras no lograba imponerse, porque el republicanismo carecía de

1012 LERROUX, Alejandro: op. cit., p. 170. Según Lerroux, la Alianza Republicana no funcionó por

divisiones internas y porque algunos dirigentes o miembros la traicionaron “y empezaron a conspirar por

su cuenta en todas las direcciones”. 1013 FONTANA, Josep y VILLARES, Ramón: op. cit., p. 542: Los enfrentamientos de la Dictadura con los

intelectuales ayudaron al resurgir del republicanismo, que en 1923 estaba casi muerto, y ahora lo integraban

quienes identificaban democracia con república. 1014 El Socialista, 19/03/1929, p. 1. 1015 El Socialista 25/03/1929, p. 1.

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coordinación y orientaciones nacionales. El republicanismo lo constituían “núcleos

dispersos, desintegrados unos de otros, sin armonía ni disciplina comunes”. Domingo no

abogaba por la formación de un partido republicado único, sino que habían de existir, por

lo menos, “dos grandes partidos republicanos: uno, que represente la derecha; otro, que

sea la izquierda” 1016.

El Socialista respondió a Domingo que no era verdad que las fuerzas republicanas

superasen a las socialistas y tildó a los casinos republicanos de “espacios de recreos”.

Asimismo, preguntaba que qué diario importante republicano había en Madrid. Coincidía

con Domingo en que había “una enorme masa simpatizante» con el republicanismo, pero

también lo había con el socialismo y se quejaba de los intentos republicanos por

menospreciarlos, cuando en 1923 la candidatura republicana en Madrid no llegó a 9.000

y, en cambio, la media de votación socialista fue de 20.0001017.

El Sol destacó el 9 de junio unas declaraciones del político Francisco Bergamín,

en las que reconocía que el mejor régimen político sería “una República conservadora”.

Viniendo de uno de los representantes de la vieja política era cuanto menos sorprendente.

La Libertad informó el 23 de julio de que el Partido Republicano Radical Socialista

celebraría en octubre un Congreso nacional para constituirse oficialmente. Las fuerzas

republicanas proseguían con su reorganización y con la captación de nuevos

simpatizantes a su causa. Este nuevo partido hizo mucho daño a Alianza Republicana,

que se vio obligada a enviar una nota a los periódicos para informar de que después de la

separación de Marcelino Domingo, Jiménez de Asúa, Alomar y Albornoz habían

acordado “mantener la Alianza con los distintos partidos que en ella figuran”. El

Socialista preguntaba que qué quiénes se habían reunido y qué partidos seguían formando

parte1018.

Lerroux reconoció en el diario barcelonés Las Noticias que los disientes se habían

ido por estar en contra de él por el artículo que escribió: “Revolución o colaboración”.

1016 La Libertad, 23/05/1929, p. 1. 1017 El Socialista, 25/03/1929, p. 1. 1018 El Socialista, 31/07/1929, p. 3.

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Por su parte, El Socialista destacaba el hecho de que se hubieran reunido republicanos de

40 provincias sin que la policía les molestase1019. Marcelino Domingo aclaró que la

separación de la Alianza republicana y el nacimiento del Partido Republicano Radical

Socialista se debía a que después de tres años la Alianza ésta no había respondido a los

fines que la motivaron. Se había convertido en un partido más y no creía posible que

continuase existiendo. El Partido Federal envió una carta a la Alianza Republicana

comunicándoles que abandonaban la Alianza porque habían olvidado sus compromisos

federalistas1020.

Álvaro de Albornoz afirmó en un banquete celebrado en su honor que no

pertenecía a la Alianza Republicana pero que “estaba disuelta virtualmente desde hace

mucho tiempo. Su actuación carecía de toda eficacia. Marañón, Asúa y Pérez de Ayala,

que firmaron el manifiesto de constitución de aquella a ruegos reiteradísimos de sus

componentes, no estuvieron nada identificados con su espíritu. No asistían a sus reuniones

ni intervenían en su dirección. El objetivo de la Alianza: unir a los republicanos, fue un

fracaso. Sobre el nuevo partido radical socialista declaró que es “la estructuración de una

fuerza nueva que afronte valerosamente los problemas españoles con el sentido radical

que demandan los tiempos de ahora”1021.

La Nación se hizo eco de los rumores que apuntaban a que se estaba preparando

un nuevo partido republicano formado por Marañón, Domingo, Alomar, Albornoz, Pérez

de Ayala, Jiménez de Asúa, Artigas, Galarza, Sánchez Román, etc. Prepararían una

reunión y un nuevo diario llamado La República1022.

El Socialista afirmó que no sentían recelos “ante la organización de los partidos

republicanos de la burguesía avanzada”, sino que lo deseaban y estimulaban. Pensaban

que podían colaborar con las fuerzas liberales y republicanas para la consecución de sus

1019 El Socialista, 31/07/1929, p. 3. 1020 El Socialista, 13/08/1929, p. 3. 1021 La Libertad, 13/08/1929, p. 8. 1022 La Nación, 20/08/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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objetivos y contener a las fuerzas reaccionarias. No temía al Partido Republicano Radical

Socialista porque confiaba en la masa obrera1023.

Marcelino Domingo declaró que el nuevo partido político expresaba su ideología

en su denominación:

“Se llama, primero, republicano. Quiere afirmar con ello que la forma de

gobierno no es considerada accidental, sino como esencial. Se llama, después,

radical que es lo contrario de moderado o conservador: radical, en nosotros,

no es un rótulo, sino una clara visión de la realidad y el propósito de no

detenerse en las ramas de los problemas nacionales, sino de llegar a sus raíces

más hondas y vitales. Se llama, por fin, socialista. Socialismo en nosotros, no

es únicamente obrerismo y atención a las pequeñas necesidades del

proletariado. Es esto; pero es tanto como esto, un elevado sentido y una debida

graduación de los valores de la economía, tanto nacional como

internacional”1024.

Domingo manifestó que en ese partido no habría ningún “caudillo”, sino “un

programa, y todos seremos intérpretes servidores de él”. También confirmó el propósito

de fundar un periódico llamado La República, que sería un semanario1025.

De esta forma, el 19 de septiembre se constituyó el Partido Republicano Radical

Socialista con la asistencia de Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, José Salmerón,

Javier Bueno, Juan Botella Asensi, Ángel Galarza, Benito Artigas Arpón y Joaquín

Arderins. Se reunieron en el despacho de Nicolás Salmerón en Madrid y leyeron un

manifiesto para darse a conocer y se aprobó el reglamento del nuevo partido. En el

manifiesto se enunciaban “las soluciones radicales que el nuevo partido propugna para

1023 El Socialista, 21/08/1929, p. 1. 1024 La Libertad, 15/09/1929, p. 7. 1025 La Libertad, 15/09/1929, p. 7.

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los problemas que España tiene plateados en los momentos actuales”1026. Los firmantes

declaraban que la única solución para España estaba en el republicanismo.

Por su parte, El Socialista declaró que estaban convencidos de que “la República

no la traerán Lerroux, Domingo y compañía. Al contrario, son ellos el principal

obstáculo”1027. En noviembre Álvaro Albornoz afirmó en Alcoy que el partido

republicano radical-socialista sería combatido por Lerroux y por los socialistas1028.

4.33.1 El artículo de Marañón

En esta atmósfera de debate político en el mundo periodístico, Gregorio Marañón

contribuyó a avivar la controversia con la publicación de un artículo en la revista Atlántico

sobre el futuro del país. En él afirmó que “la causa del derrumbamiento de la política

española fue la ausencia de partidos de izquierda”. Y aunque hubo esperanzas en el

partido republicano, “acabó por incorporarse a la inercia del liberalismo”. Declaraba que

“la única agrupación verdaderamente progresiva en el orden político de nuestro país era

el Socialismo, al que, dígase lo que se quiera, debe el proletariado español casi todas las

ventajas de que hoy disfruta con relación al proletariado de hace cincuenta años, y que

ideológicamente, con todos los defectos locales que quieran ponérsele, ha sido el único

partido de izquierda español dotado de un sentido universal”1029.

Sobre las derechas creía que la fuerza política derechista subsistía, y pronosticaba

que sin esfuerzo tendría “una nueva organización adecuada al momento”. También

persistía el Partido Socialista. Ésas eran las dos únicas fuerzas gubernamentales con que

se podría contar una vez finalizada la Dictadura. Y, aunque creía que la mayoría de los

españoles eran liberales, sostenía que “ya no se puede ser liberal sólo” y, “casi puede

decirse lo mismo de ser republicano”, sólo quedaba “el socialismo”: ése era “el camino

1026 La Libertad, 19/09/1929, p. 3. 1027 El Socialista, 21/09/1929, p. 1. 1028 El Socialista, 07/11/1929, p. 1. 1029 El Socialista, 06/08/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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adonde tendrán siempre que ir a parar los españoles de espíritu progresivo que no quieran

cruzarse de brazos ante el porvenir de su patria1030”.

La publicación de este artículo causó verdadera estupefacción en los periódicos,

porque no esperaban que una personalidad del prestigio de Marañón abrazase el

socialismo. La Época entendía el revuelo, pero manifestaba que ellos se encontraban “en

el polo opuesto” del pensamiento de Marañón, al que tachaban de ser “un socialista

militante o un socialista simpatizante”1031. Criticaba que vinculase “el espíritu progresivo

al socialismo”. En cambio, coincidía en que había dos grandes fuerzas: conservadores y

socialistas. Las declaraciones del ilustre médico crearon gran alarma en el bando

conservador y monárquico, como reconoció La Época:

“Cuando se ve cómo personas del prestigio del doctor Marañón ―que somos

los primeros en reconocer, porque la justicia no estorba a la discrepancia―

derivan hacia el campo anticonservador, se siente más el estímulo de dar estos

toques de alerta para que el ejemplo no tenga imitadores y la intelectualidad

española se incruste en las filas conservadoras con los entusiasmos y la

conciencia de quien sabe que así sirve a los intereses permanentes de su Patria

y de la civilización”1032.

La Nación se hizo eco del revuelo que había causado el artículo de Marañón entre

“los izquierdistas”. Y señalaban que “el doctor Marañón no ha hecho otra cosa que repetir

el concepto expresado por el general Primo de Rivera en reiteradas declaraciones. Sólo

que el Jefe del Gobierno lo ha dicho más gráficamente a declarar, recogiendo realidades

notorias, que en estos momentos no existen más que dos fuerzas organizadas: la Unión

Patriótica y el socialismo”1033.

1030 El Socialista, 06/08/1929, p. 1. 1031 La Época, 08/08/1929, p. 1. 1032 La Época, 06/08/1929, p. 1. 1033 La Nación, 07/08/1929, p. 1.

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Ni El Sol ni La Libertad estaban de acuerdo con las declaraciones de Marañón y

se sentían agraviado por sus desprecios a las fuerzas liberales y republicanas. Por ello,

diversas figuras políticas salieron a defender los postulados de la izquierda liberal y a

proclamar la importancia de su masa social. Álvaro Albornoz confesó a El Sol que le

parecía que Marañón era injusto con los republicanos, que “carecen de la debida

organización; pero que tienen elementos para constituir una gran fuerza1034”. Por su parte,

Marcelino Domingo afirmó que creía que el número de republicanos era superior al de

socialistas1035.

El Socialista veía normal la atención que suscitó el artículo de Marañón, por ser

una de las figuras más prestigiosas de la ciencia española. Afirmaba que su evolución

hacia el socialismo había desconcertado a “liberales, republicanos y reaccionarios”,

quienes habían sentido “una honda preocupación”. El órgano socialista negaba que el

socialismo tuviera un carácter “exclusivamente obrero” y, aunque se había dicho muchas

veces que su partido rechazaba a los intelectuales, no era verdad. De hecho, esgrimía que

entre sus filas siempre habían figurado personalidades “de renombre intelectual”1036.

El diario socialista reprodujo otra carta de Marañón enviada a un destacado

socialista donde reafirmaba su convicción porque el socialismo era el único camino. Y

decía: “No hace falta ser profeta para presentir que se acercan los días de vuestra

actuación, no ya desde las filas de la oposición, sino desde las del Gobierno”1037.

El periodista de La Libertad, Dubois, criticó las divisiones entre las izquierdas a

raíz del artículo de Marañón, que no tenían sentido puesto que “todo socialista es

republicano; pero no todo republicano es socialista”. No creía que Marañón fuera

socialista, no hasta que no lo declarase, pero reconocía que “su ya célebre frase ha

producido fecundas agitaciones, despertando, sin duda, de su sueño a millares de

1034 El Sol, 13/08/1929, p. 1. 1035 La Libertad, 14/08/1929, p. 1. 1036 El Socialista, 16/08/1929, p. 3. 1037 El Socialista, 20/08/1929, p. 1.

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republicano, que se acostaban todavía cubiertas sus cabezas con el gorro frigio. Y esas

cabezas, aireadas, se han puesto a pensar”1038.

Otro columnista de La Libertad, Antonio Zozaya, admitía, el día 3 de septiembre,

la confusión que había introducido en “las desordenadas filas republicanas”. Zozaya creía

entender que al afirmar que “decir Republica no es decir nada”, no era para afiliarse al

socialismo, sino para “dar a la forma republicana un contenido que la salve de los pasados

y tal vez merecidos fracasos1039”.

Tanto revuelo causó y tanto éxito tuvo este artículo que la Gráfica Socialista lo

editó en hojas sueltas con el título: “El último camino”. El Socialista afirmaba que

propagar el artículo de Marañón era “un deber de los socialistas españoles, que sería

torpeza desaprovechar1040”, y por ello lo utilizaron como propaganda de las Juventudes y

Agrupaciones socialistas.

4.34 Las confesiones de Primo de Rivera al director de La Nación

El 25 de septiembre La Nación publicó una entrevista con Primo de Rivera

realizada por su director, Manuel Delgado Barreto. En ella aclaró el presidente el

encuentro que había mantenido con el conde de Romanones en una boda en San

Sebastián, durante el cual habían hablado de la política pasada y de la génesis de los

hechos que contribuyeron al movimiento del 13 de septiembre:

“La versión errónea de que el golpe de estado del 13 de setiembre fuera

convenido, ni siquiera conocido del Rey quien, en cuanto al modo impreciso

en que pudo presumirlo, lo desautorizó siempre en sus conversaciones con

los que habían de ser los principales ejecutores de él. Se alegará que luego lo

consagró, y yo pregunto: ¿A qué esperaban los que ejercían el Poder, y ni

1038 La Libertad, 27/08/1929, p. 1039 La Libertad, 03/09/1929, p. 1. 1040 El Socialista, 27/09/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

367

previnieron ni reprimieron el alzamiento? ¿A que el Rey lo arreglara todo?

Además, bien se vio, y bien se ha visto después aún más claro, el carácter

nacional, unánime, de la revolución de septiembre del 23, a la que por parte

del Rey no correspondía oponer una resistencia personal”1041.

Romanones también quiso saber cuándo concluiría el proceso contra Sánchez

Guerra, y le contestó que el Gobierno y el ministro del Ejército habían presionado para

lograr una mayor rapidez, pero que “trabas y dificultades de carácter legal y ritual, al

parecer invencibles, venían malogrando nuestros deseos”. Declaró que el Gobierno no

había puesto pasión ni inquina en perseguir a Sánchez Guerra, y que se alegraría

sinceramente de que” le alcanzase la menor penalidad”, aunque respetaba la

independencia del Tribunal. Por otro lado, Romanones se interesó por la situación de

Santiago Alba, “deseando saber si era libre de entrar en España y si su suerte, de n haberse

ido al Extranjero, hubiera sido trágica el año 23”. El jefe del Gobierno le contestó que

“contra nadie hubo el propósito de proceder con violencia, y menos sangrientamente”.

Sobre su vuelta a España afirmó:

“Es cosa a decidir por el mismo, pues le ampara un sobreseimiento en la

única causa que creo que se le ha seguido, y el Gobierno procedería

consecuentemente a este estado legal de su situación. Por mi parte, no

contesté esta resolución judicial, me reservé el juicio, que en nada o en muy

poco he modificado, que me merece, en conjunto, la política anterior l año

23, y de modo especialísimo la del último Gobierno, y dentro de él, la del Sr.

Alba, pues sigo creyendo que justificaron, y justificaron cien veces que tales

circunstancias se reprodujeran, la explosión de rebeldía y protesta que,

recogiendo el anhelo popular y de los Institutos armados, me tocó a mí

personalizar, salvando así, por designio de Dios, la existencia de la sociedad

española en aquellos días de inminente derrumbamiento”1042.

1041 La Nación, 25/09/1929, p. 1. 1042 La Nación, 25/09/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

368

4.35 El estado de la opinión pública

Al iniciarse el debate político en la prensa, muchos de los periódicos se quejaron

de que la opinión pública estaba adormecida y eso explicaba la indiferencia del pueblo

con respecto a la vida política española1043. La Nación, en cambio, afirmó que “nunca fue

tan sensible, ni estuvo tan vigilante, ni se expresó tan clara y sinceramente”. Achacaba el

“error de apreciación” por parte de los diarios a que como no se hablaba ni se discutía de

política ni de políticos, “se da a la opinión por atrofiada”1044. Días después el diario

oficioso juzgaba necesario el apoyo de la opinión pública para que la obra de la Dictadura

prosiguiese con normalidad1045.

El columnista de La Libertad, Emilio Palomo, criticó que la Dictadura había

provocado que una generación se viera apartada de la vida política española:

“¿Cuál es la posición política de los hombres que, aun habiendo traspasado

los treinta años, no hemos podido intervenir, de una forma directa y legal, en

la vida pública de nuestro país? Somos cientos de miles los hombres que no

hemos votado nunca por vivir en una época en que no existen comicios; que

no hemos podido influir en la marcha de la nación porque todos los caminos

de a intervención pública se cerraron hace seis años, precisamente cuando

esta generación empezaba a sentir como un dolor y un deber el problema de

España. De hecho, la voz de esta generación no ha sido oída”1046.

Censuraba así la decisión del presidente de privar a los españoles de partidos y

organizaciones políticas. A sus ojos, Primo de Rivera se equivocaba al creer que “un país

1043 MAURA, Miguel: op. cit., p. 15. Maura declaró que durante los años que duró la Dictadura el pueblo

se mostró, “si no feliz, al menos satisfecho” y por eso ni las clases obreras protestaron: “Una política de

jornales fáciles, aunque míseros, de obras públicas abundantes y espectaculares, permitieron al obrero y al

campesinado vivir al día, y la ausencia de incitación a la rebeldía por la censura y la falta de libertad de

expresión y reunión, adormecieron al proletariado, antes excitable y rebelde”. 1044 La Nación, 20/02/1929, p. 1. 1045 La Nación, 26/02/1929, p. 1. 1046 La Libertad, 26/02/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

369

con mala política se purga con la ausencia de política”. Y se preguntaba qué pasaría

cuando se reanudase la vida política después del paréntesis que había supuesto la

Dictadura:

“¿Qué saldrá de este crisol en el que, a una temperatura máxima y por espacio

de seis años, ha permanecido el espíritu de nuestro pueblo? ¿Cómo

actuaremos los hombres a quienes, cuando estábamos en trance de empezar a

intervenir en la vida de nuestro país, se nos dijo: “La política se suspende en

este pueblo y la tutoría que se establece determinará cuándo se encuentra en

condiciones de volver actuar”?”1047.

Por otro lado, El Debate, recordaba que había dicho varias veces a Primo de

Rivera que él tenía “alguna culpa de ello, aunque no toda” de la falta de interés de los

españoles en los negocios públicos”. El periódico católico afirmaba que la vida política

empezase a despertar, porque “nunca el marasmo ciudadano ha llegado a sr tan inmenso

y profundo como lo es en estos días”, y pedía al Gobierno que permitiera la formación de

un partido de orden y monárquico1048. La Nación negó que España hubiera “atonía y

marasmo” y criticó al diario de Herrera Oria por este motivo. Sobre el deseo de

organización de fuerzas conservadoras de El Debate, señalaban que ahí estaban las

Uniones Patrióticas, abierta a todos los españoles1049.

El Debate aclaró que con “marasmo ciudadano” se referían a “la atonía de la vida

pública, a la despreocupación por los asuntos comunes” y como causa aludía a “la falta

de afición o interés de los españoles por los negocios públicos” y a la “debilitación” que

sufría la educación ciudadana desde la llegada de la Dictadura1050. Consideraba que todos

debían preocuparse por la educación ciudadana. Pero “el Gobierno, en primer lugar,

dejando hacer”.

1047 La Libertad, 26/02/1929, p. 1. 1048 El Debate, 20/10/1929, p. 1. 1049 La Nación, 21/10/1929, p. 1. 1050 El Debate, 23/10/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

370

ABC también intervino en el debate y declaró que, si esa apatía de la ciudadanía

era en parte culpa de la Dictadura, lo mejor para enmendarlo no era “el molde la censura

y de la referencia oficiosa para unas sesiones en que se examine nada menos que la

estructura constitucional”1051.

La Nación contestó que los que hablaban de marasmo olvidaban “las imponentes

manifestaciones populares, de los pueblos en masa, ante los Reyes y el Gobierno”. Y se

preguntaba si en vez de marasmo no sería “desdén, desprecio y repudio de la opinión

pública” hacia lo que fue “estéril o pernicioso”. Negaba que la Dictadura fuera la causa

de tal marasmo. Y como prueba, afirmaba que ya antes de 1923 la prensa se quejaba sobre

que la opinión pública estaba “dormida, inhibida, indiferente en relación con la política”.

Y que también Costa y Maura se quejaron de que la opinión no se manifestaba y que los

ciudadanos no votaban ni intervenían en la política. El diario oficioso esperaba que

cuando se realizase el plebiscito se vería que no había tal marasmo y que “aun existiendo,

no podría achacársele la Dictadura por los periódicos que, desde hace muchos años, antes

de que ella surgiese, han hablado del mismo mal”1052.

4.36 El apoyo al Gobierno

El Gobierno intentó contrarrestar la creciente oposición con notas oficiosas, de

inserción obligatoria, que destacaban los apoyos mostrados al Régimen y a Primo de

Rivera en los viajes que realizó por España. Por eso mismo se convocó en abril una

manifestación de apoyo al Gobierno para transmitir una imagen de fortaleza ante la prensa

nacional y, especialmente, ante la extranjera1053.

De este modo, el 19 de marzo una nota oficiosa informaba de que se había

organizado una manifestación de adhesión al Gobierno en Barcelona, que partió de los

1051 ABC, 22/10/1929, p. 19. 1052 La Nación, 22/10/1929, p. 1. 1053 TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y la política (1902-1931), Volumen H, Espasa

Calpe, Madrid, 1995, p. 583. Tusell argumenta que cuanto más acorralado se sentía Primo de Rivera más

necesidad tenía en exhibir el apoyo que tenía.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

371

locales de la jefatura de la U.P., en la que los manifestantes llevaban pancartas en las que

se leía: “Viva España y el Rey, Queremos el orden y la paz. Queremos el éxito de las

Exposiciones de Sevilla y Barcelona”1054. Días después otra nota notificaba que se había

celebrado otra manifestación en Sevilla “con gran brillantez” para significar “la adhesión

de Sevilla al Gobierno y protestar de la campaña hecha en contra de España en el

extranjero”1055.

A finales de marzo, tras los incidentes de la huelga estudiantil, el Gobierno quiso

destacar el recibimiento que brindó la ciudad de Barcelona a Primo de Rivera y a los

ministros que le acompañaban. La nota oficial declaraba que no se recordaba un

recibimiento parecido a éste “en número, calidad entusiasmo”. La Dictadura lo hacía

público para que la prensa y el mundo entero conocieran “la confianza y entusiasmo” que

España sentía por su Gobierno, y desmentir así las infundadas noticias que los medios

extranjeros estaban difundiendo. Esperaban que los numerosos extranjeros presentes en

la manifestación pudieran atestiguar “la grandiosidad de ella”1056.

El propio general destacó también a finales de marzo las muestras de entusiasmo

y adhesión registradas en diferentes puntos de España, diciendo que esa era la realidad

del país y no la del “ambiente falso, adverso y desalentador que intereses extraños

quisieron crear”1057

La Nación se unió a este intento por demostrar que el apoyo al Gobierno no había

descendido ni un ápice y en un artículo de Juan de Castilla, el 11 de abril, se manifestaba

que allí donde iba el presidente del Consejo recibía “el testimonio entusiasta de la

adhesión del país a su persona, a su actuación, a su historia, a su plan de regeneración

nacional, que tantas veces ha expuesto con claridad absoluta”1058. Con motivo de la visita

de los Reyes y del Gobierno a Barcelona por la Exposición Internacional, el diario upetista

1054 El Sol, 19/03/1929, p. 12. 1055 La Época, 25/03/1929, p. 1. 1056 La Nación, 27/03/1929, p. 1. 1057 El Sol, 31/03/1929, p. 1. 1058 La Nación, 11/04/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

372

destacó que las noticias que llegaban de Barcelona enfatizaban el entusiasmo de la

población: “las ovaciones a los Reyes y al Gobierno han sido extraordinariamente

significativas”1059.

Con motivo del mitin celebrado en el Monumental Cinema de Madrid para festejar

el aniversario del 13 de septiembre, la nota oficial declaró que “el local se hallaba

totalmente ocupado”1060. Por su parte, el diario oficial continuaba con su labor de enfatizar

ese apoyo al Gobierno y el 15 de noviembre declaraba que nunca “ha existido en nuestro

país una identificación entre gobernantes y gobernados tan clara y manifiesta como la

actual. Jamás, puede añadirse, ningún Gobierno ha vivido en relación tan estrecha en

contacto tan íntimo con el pueblo”. En cuanto a los múltiples viajes de Primo de Rivera

por las provincias españolas, declaraba que eran “manifestaciones de opinión, éxitos

delirantes, rotundos, clamorosos”, o la poderosa manifestación ciudadana con motivo del

quinto aniversario del Régimen”. Para el periódico de Delgado Barreto estos actos

espontáneos tenían valor de plebiscito, y demostraban cuál era “la voluntad nacional”1061.

Igualmente, cuando el presidente acudió el 23 de septiembre a la inauguración del

monumento de Graus a Costa, La Nación destacó la “adhesión incondicional” que todos

los pueblos demostraban a Primo de Rivera y a “la obra regenerado del Directorio y del

actual Gobierno”1062. Sin embargo, a medida que transcurrían los meses había más

rumores de crisis. Por eso, aprovechando el homenaje que la ciudad de Jerez ofreció a

Primo de Rivera, el general pidió que constara en la notica oficial “la estimación calurosa

que recojo en todos estos pueblos para la obra de Gobierno”1063.

En conclusión, llama la atención los intentos del Régimen por demostrar que el

apoyo de la ciudadanía seguía siendo tan fuerte como antes, cuando la situación política

evidenciaba todo lo contrario. A la sublevación de Ciudad Real y Valencia y al conflicto

estudiantil, había que unir el rechazo de los antiguos políticos a colaborar con la

1059 La Nación, 27/05/1929, p. 1. 1060 La Época, 16/09/1929, p. 3. 1061 La Nación, 15/11/1929, p. 1 1062 La Nación, 23/09/1929, p. 1. 1063 La Nación, 02/10/1929, p. 8,

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

373

Asamblea. Asimismo, en cuanto el Gobierno levantó un poco la censura de prensa, la

crítica de los periódicos al proyecto fue abrumadora. La Dictadura también arremetió en

numerosas ocasiones contra la prensa por cercenar y regatearle apoyos. Todo esto, por

tanto, demuestra que la opinión pública se había alejado del Régimen, aunque éste se

esforzase por ocultarlo, incurriendo en sonoras contradicciones. La mayor de ellas fue el

artículo que Primo de Rivera escribió en La Nación ―que comentaremos más adelante―,

en el que de forma sorprendente reconoció que muchos elementos sociales eran adversos

a la Dictadura.

4.37 El consejo de guerra a Sánchez Guerra

Después del levantamiento fallido en Ciudad Real y Valencia, Sánchez Guerra

quedó detenido en un barco a la espera de ser juzgado. Los meses pasaban y el juicio no

comenzaba. En la entrevista a Primo de Rivera publicada en La Nación el 25 de

septiembre, éste confesó que el Gobierno y el ministro del Ejercito habían apremiado para

que se resolviera la causa contra Sánchez Guerra pero que debido a “trabas y dificultades

de carácter legal y ritual” se había retrasado1064. Finalmente, el Consejo de guerra quedó

fijado para el día 25 de octubre y estaría presidido por Fernando Berenguer, general de la

sexta división1065. Sánchez Guerra estaría defendido por el político José Bergamín.

La censura restringió la información sobre el juicio y los diarios tuvieron que

conformarse con publicar las notas oficiosas que el Gobierno enviaba. De este modo,

únicamente informaron de la comparecencia de los acusados, la lectura de las defensas y,

por último, de que la causa había terminado y de que el Tribunal se retiró a deliberar. El

Gobierno se vio obligado a publicar una nota oficiosa para desmentir los rumores que

circulaban sobre que había influido al Tribunal.

1064 La Nación, 25/09/1929, p. 1. 1065 ALCALÁ ZAMORA, Niceto: op. cit., p. Alcalá Zamora se ofreció para defender a Sánchez Guerra,

pero finalmente lo hizo José Bergamín.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

374

El 4 de noviembre una nota oficial anunció que el capitán general de Valencia

había disentido de la sentencia dictada por el Consejo de guerra contra José Sánchez

Guerra y otros procesados. Como consecuencia de esto, la causa sería elevada ahora al

Consejo Supremo de Guerra y Marina, para “su nueva vista y fallo definitivo”1066. Primo

de Rivera habló con El Noticiero del Lunes sobre el juicio de Ciudad Real y Valencia y

reconoció que era público que había habido disentimiento y anunció que el Gobierno

permanecería ajeno “a toda pasión personal y a toda inquietud sobre el significado político

que se pretenda atribuir al que los jueces de ayer o los jueces de mañana dicten”1067.

Y defendió la censura sobre las informaciones relativas a este Consejo de guerra:

“Cuando la previa censura desaparecerá, lo que nadie pone en duda llegará

algún día, los periódicos publicarán cuanto quieran, sin más restricciones ni

responsabilidad que las leyes determinen; pero cuando se trate de cuestiones

de interés público, criticas o imputaciones al Gobierno o autoridades, éstas

podrán al siguiente día refutarlas en el mismo periódico y en igualdad de

condiciones, con lo cual la opinión pública se formará robusta y serena con

conocimiento bilateral de todos los asuntos”1068.

Finalmente, el 22 de noviembre el Tribunal Supremo decretó la libertad

condicional de José Sánchez Guerra, quien tendría que fijar su residencia en Madrid hasta

que llegase la revisión del proceso. Lo que significaba esta sentencia era, no sólo que la

sublevación del expresidente conservador era legítima, sino que “resultaba ilegitimo el

régimen dictatorial”1069. La noticia de la absolución se ocultó a la prensa varios días,

hasta que el 25 de noviembre los medios informaron de la llegada de Sánchez Guerra a

Madrid, donde se trasladó inmediatamente a su domicilio.

1066 El Sol, 04/11/1929, p. 1. 1067 La Época, 19/11/1929, p. 1. 1068 La Época, 19/11/1929, p. 1. 1069 TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y …, op. cit., p. 599.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

375

4.38 Rumores de crisis

A pesar de los intentos de la Dictadura por transmitir una imagen de tranquilidad,

a principios de noviembre empezaron a circular rumores de una crisis ministerial que el

propio presidente del Gobierno vio obligado a desmentir. El 7 de noviembre Primo de

Rivera comunicó a los periodistas que le habían informado de “unos absurdos rumores de

crisis” y afirmó que:

“Cuando tuviera que haber crisis, palabra exótica en nuestro Régimen, los

primeros a saberlo serían siempre el Rey y el interesado, e inmediatamente la

opinión, con las debidas explicaciones, como ocurrió en el caso del señor

Yanguas. Y además que estoy plenamente satisfecho de mis colaboradores en

el Ministerio y altamente agradecido a la consideración y lealtad con que me

distinguen. Y baste esto para poner coto a tanta conversación de mentidero y

a tanta tontería con que se han dejado impresionar hasta personas de que no

debía esperarse simplicidad semejante”1070.

La Nación calificaba como mortificante “el chismorreo ruin de las tertulias de

soberbios, ambiciosos y despechados1071”, aunque reconocía que también podía ser útil

porque servía de “contraste” a la actitud del pueblo. Sin embargo, los rumores de crisis

no desaparecían y el 25 de noviembre La Nación publico dos sueltos informando de que

en la prensa extranjera se había dicho que se preparaba un “inminente cambio de

Gobierno” y que se habían reunido el Rey, Primo de Rivera y el duque de Alba y otros.

El diario oficial recogía unas palabras del general en las que negaba cualquier atisbo de

crisis:

“Carece de todo fundamento la versión publicada en los periódicos de

1070 La Nación, 07/11/1929, p. 1. 1071 La Nación, 09/11/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

376

América y de las capitales europeas sobre un cambio de Gobierno en España.

Su Majestad el Rey no me ha hablado de semejante asunto”1072.

El periódico de Delgado Barreto consideraba que estas declaraciones eran

suficientes para “echar por tierra el nuevo infundio sobre cambio de situación, que nadie

espera, que nadie pide, como no sean los mal avenidos con la tranquilidad presente y el

progreso de España”1073.

Una nota oficiosa del 27 de noviembre desmentía los rumores que daban carácter

político al acto en celebración de la Patrona de Infantería, “suponiéndolo forzado e

inspirado por el deseo de robustecer al Gobierno”. El Régimen afirmaba que se

encontraba “fervorosamente asistido por la opinión”; y que contaba “con la confianza del

Rey”, y que “en el instante que entendiera que su continuación podía no ya dañar, sino

dificultar en lo más mínimo el bien público, sería el primero en poner irrevocablemente

sus carteras a disposición de Su Majestad, aconsejándole respetuosamente como último

y obligado servicio al país y a él, la mejor solución para substituirlo” 1074. Sin embargo,

el jefe del Gobierno declaraba que ese momento no había llegado.

La Nación, afirmaba el 9 de diciembre que no había querido hacerse eco de esos

rumores alarmistas que intentaban ensombrecer la fiesta de la Patrona de Infantería pero

que pasada la festividad lo comunicaba para que el pueblo viera que no había nada que

temer.

A la entrada al Consejo de ministros del 12 de diciembre, Primo de Rivera se

dirigió a los periodistas, “sonriendo” y dijo:

“He oído que circulan por ahí rumores de crisis. Yo aseguro que el consejo

será tranquilo. […] No nos ocuparemos de nada político”.

1072 La Nación, 25/11/1929, p. 1. 1073 La Nación, 25/11/1929, p. 1. 1074 La Nación, 27/11/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

377

Aunque se intentaba negar lo innegable, otra nota oficiosa desmentía el 14 de

diciembre la crisis del Gobierno, que ya era vox populi entre los diarios españoles:

“Para calmar impaciencias, inquietudes y alarmas, conviene hacer presente

respecto a los propósitos políticos atribuidos al Gobierno y puestos a

discusión por la prensa, acaso un poco prematuramente, no hay hasta ahora

más que un ligero cambio de impresiones de sobremesa entre los concurrentes

a la comida íntima de la noche del 3, cuarto aniversario de la formación del

actual Gobierno. En ellas recayó juicio unánime respecto a abrir la Asamblea

Nacional en enero y preparar para septiembre en que la vida legal de ésta

habrá expirado, su sustitución por un organismo legislativo y fiscalizador más

genuino y completo ante el cual comparecerá el Gobierno, sin que del camino

a recorrer hasta entonces ni de los posibles o probables hechos ulteriores,

pueda decirse nada firme ni concreto hasta no recaer acuerdo del Gobierno y

aprobación de su majestad […]”1075.

El 16 de diciembre Primo de Rivera declaró a La Nación que hasta que no

estuviera garantizada la vuelta a la normalidad se veía obligado a seguir en su puesto. Y

anunciaba que había desistido de implantar una nueva constitución bajo su gobierno, pero

esperaba realizar un cambio “escalonado”1076.

4.39 Los periódicos debaten la salida de la Dictadura

A principios de diciembre el Consejo de Ministros se reunió en una cena en

Lhardy para conmemorar el cuarto aniversario del Directorio Civil. Primo de Rivera habló

de su plan de futuro y decidió dar carpetazo al proyecto constitucional1077. Por su parte,

1075 El Sol, 14/12/1929, p. 1. 1076 La Nación, 16/12/1929, p. 1. 1077 MAURA, Gabriel: op. cit., p. 304; SECO SERRANO, Carlos: Alfonso XIII y la crisis..., p. 208;

TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y…, op. cit., p. 600; CALVO SOTELO, José: op.

cit., p. 339. Primo de Rivera tenía decidido abandonar el poder, cediéndoselo a Guadalhorce. Así se lo hizo

saber a los ministros en la cena de Lhardy. En ella convencieron al general para que accediera a convocar

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

378

los periódicos seguían discutiendo sobre el plan del Gobierno y conjeturaban acerca de

las futuras elecciones, que creían que serían en febrero las municipales, abril, las

provinciales, y las generales en junio cuando la asamblea termine sus tareas, pero

esperaban a que el Gobierno desvelase sus propósitos.

El Sol declaraba el 11 de diciembre que había rumores de elecciones, aunque no

podía precisar los “visos de verosimilitud que ello pudiera tener”. La prensa barajaba

como posible fecha de apertura del Parlamento el 13 de septiembre de 1930, coincidiendo

con el séptimo aniversario del golpe de Estado de 1923. El diario liberal, ante todo, se

mostraba cauteloso: “Acogemos con toda clase de reserva estos rumores, si bien

celebraríamos mucho que tuvieran plena confirmación en la realidad”1078.

El Debate aseguraba que, respecto al programa político, mantenía una gran

reserva, aunque habían trascendido algunos detalles: “El Gobierno piensa realizar unas

elecciones sinceras y eliminar, por tanto, todas las artimañas de los anteriores

procedimientos electorales”1079.

Para El Socialista todos estos comentarios acerca de la situación política

demostraban que había en el país “ansiedad porque se liquide la situación actual y vuelva

la ciudadanía a recobrar sus prerrogativas, que, a nuestro juicio, no debió perder”1080.

En cuanto a ABC, el diario monárquico señalaba que confiaba en que el general

Primo de Rivera saliera airosamente del “período más difícil de su empresa, de la

liquidación que tanto preocupaba a todo el mundo”. Y ellos habían combatido lo que no

les gustaba y esperaban que “en la hora oportuna el talento y el patriotismo del general

Primo de Rivera darían la solución acertada, en la buena doctrina y en el interés el país,

debe cerrar brillantemente su dictadura”. Consideraban que para volver a la normalidad

era necesario “la convocatoria del sufragio”. Y destacaban que les parcia requisito

elecciones municipales, provinciales y generales bajo la Constitución de 1876. El problema residía en estas

últimas, ya que Primo de Rivera seguía obstinado con la cámara única. 1078 El Sol, 11/12/1929, p. 1079 El Debate, 11/12/1929, p. 1. 1080 El Socialista, 11/12/1929.

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379

imprescindible de la normalidad completa escalonar las elecciones para que después de

seis años de inacción se ensaye la movilización de los electores en el terreno pacífico y

neutral de los comicios locales1081”.

La Libertad no entendía que la prensa se dedicase a conjeturar sobre los planes

del gobierno cuando en unos días se anunciaría. Pensaban que lo mejor era “guardar

cautelosa reserva”. Y para ello recuerda o que paso con la Asamblea y con el proyecto

constitucional “¡Cuánto y cuanto se escribo en balde!”1082.

Por su parte, La Nación no quería participar en estas cábalas que realizaban los

demás diarios y aseguraba que los periódicos fantaseaban demasiado y daban detalles tan

precisos que esperaban que no se “autosugestionen con sus propias inventivas y crean

después que ellos no se han equivocado, sino que es la Dictadura la que ha rectificado

planes… que todavía no ha expuesto”1083. Aunque reconocía que “tienen cierto

fundamento esos rumores”.

El Socialista contestó a La Nación que al país le interesa que se hable con “toda

claridad y sin ambigüedades” sobre los planes del régimen. El diario oficial acusó a los

demás periódicos de interesarse por cuestiones políticas porque daban “tema abundante

de información, chismorreo y comentarios” y sostenía que también interesaba a los

políticos profesionales, pero no al país. Aunque ahora se hablaba sobre elecciones y

retorno a la normalidad, lo primero que preguntaban los ciudadanos era: “Pero,

¿volvemos a la política?” Y formulan la interrogación con angustia, con desaliento”1084.

La Libertad indicó su postura ante la situación política:

1081 ABC, 11/12/1929, p. 15. 1082 La Libertad, 12/12/1929, p.3. 1083 La Nación, 12/12/1929, p. 1. 1084 La Nación, 13/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

380

“Preferimos, no un año, un lustro, un siglo de dictadura, con todos sus

enormes inconvenientes, agobios y mortificaciones, que la merced de una

hora de normalidad constitucional no ganada.

Continúe la Dictadura, ya que no supimos evitarla; prolónguese su vida, hasta

que, por esfuerzo del pueblo, por ansia de libertad, sea conquistado en buena

lid, lealmente, ese gran patrimonio moral que solo pueden gozar los que saben

hacerlo”1085.

Los periódicos querían discutir libremente sobre los planes de la Dictadura y

solicitaron otra vez que se levantara el régimen de censura, pero el general, en

declaraciones a La Nación, se negó en rotundo porque no veía nada más “absurdo” ni

“insensato” que la dictadura se entregase “por un impremeditado y prematuro alzamiento

de la Censura, y acordando libertad ilimitada de discusión oral y escrita, a las habilidades,

manejos e intrigas con que sueñan los doctrinarios y los que se sienten agraviados por

ella”1086.

ABC realizó en diciembre una encuesta a los viejos políticos preguntándoles como

creían que debía volverse a la normalidad. El periódico de Luca de Tena se mostró muy

complacido de que la censura les permitiera entablar este debate con los hombres de la

antigua política. Y veían con optimismo la intención de Primo de Rivera de convocar

comicios con sufragio universal, con las garantías previas y con las libertades necesarias,

que recogía el anhelo del país. El diario monárquico consideraba que el Gobierno debía

ser quien trajese la normalidad y se mostraba contrario a constituir un gobierno

independiente para presidir las elecciones:

“No un Gobierno de indiferentes, de extraños a la política pasada y actual,

traídos de cualquier parte, para unos días, y sin experiencia ni gusto de la

gobernación, sino un Gobierno muy interesado en hacer honestamente las

1085 La Libertad 14/12/1929, p. 3. 1086 La Nación, 16/12/1929 p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

381

elecciones, en dirigirlas con lealtad y cuidado, es el que conviene al éxito de

la normalización”1087.

A mediados de diciembre La Nación publicó unas declaraciones de Primo de

Rivera sobre el momento político, en las que reconoció que cuando habían intentado

avanzar en la legalidad se había tropezado “con la incomprensión de los adversarios” 1088.

Declaraba que la Dictadura no podía irse de “una espantá” y que hasta que no estuviera

garantizado una vida normal se vía obligado a seguir. En cuanto al abortado proyecto de

constitución, no lo consideraba “labor perdida” y anunciaba que la Asamblea tendría tres

períodos plenarios para ruegos, preguntas e interpelaciones para que su obra fuera

“examinada y discutida sinceramente”. El presidente deseaba un cambio “escalonado”, y

esperaba que 1930 fuera el último año de la Dictadura1089.

La Libertad comentó que preferían “una actitud clara y definida, propia de un

régimen de fuerza que ambigüedades”. Y decía: “Nada de hipocresías ni de dobleces;

nada de máscaras ni disfraces; nada de hábiles procedimientos de vieja Prensa política…

a plena luz y ante la opinión del país, las dictaduras, en tanto cuentan con la fuerza, se

imponen. ¡qué hemos de hacerle, si ésta es su ley, tan distinta de la nuestra! Así, sí”1090.

El Debate destacó tres aspectos de las declaraciones del marqués de Estella: “que

abandonará el poder sin haber hecho una reforma constitucional; que creará un organismo

de apoyo y consulta, y que 1930 es el último año de la Dictadura”. El diario de Herrera

Oria culpaba del fracaso del proyecto constitucional a los viejos políticos que habían

rechazado participar en la Asamblea. Y no consideraba que fuera excusa la no

conformidad con él, porque no se iba a imponer, sino que iba a ser discutido y planteaba:

1087 ABC, 14/12/1929, p. 15. 1088 TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y…op. cit., p. 601. Tusell afirma que la

sensación de inminente fin del Régimen incitaba a la oposición a hacer acto de presencia con asiduidad en

los medios de comunicación. 1089 La Nación, 16/12/1929, p. 1. Como hemos visto, durante todo 1929 Primo de Rivera baraja diferentes

fechas para dejar el poder. 1090 La Libertad, 18/12/1929, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

382

“¿No hubiera sido más sabio el haber probado en la Asamblea, con el

concurso de los políticos de todos los partidos, una reforma constitucional y

sancionar después con un plebiscito nacional los nuevos artículos? Pero la

política es arte de realidades, y la realidad es hoy la que Primo de Rivera

anuncia: que se verá obligado a abandonar el poder sin haber reformado la

Constitución”1091.

ABC reconocía el 19 de diciembre que en lo único en que estaban todos de

acuerdo, hasta el presidente, era en desear que “la vuelta a la normalidad se realice de

modo que responda a la voluntad del país”. Por ello abogaban por “una fórmula de

concordia”1092.

Por otro lado, El Sol comentaba la reacción de la vieja política ante el anuncio de

Primo de Rivera y se preguntaba qué pensaría la Dictadura del “resurgimiento tan brioso

y desenfadado de los muertos que ella mató”:

“Ha sido curioso el espectáculo de estos días. Ante el vago anuncio de que la

Dictadura pensaba dar paso a una especie de normalidad, el país ha

permanecido indiferente; pero la vieja política se ha estremecido como quien

despierta de un mal sueño y ha empezado a lanzar normas y consejos para la

salvación de la España futura”1093.

El Socialista también se fijaba en que los rumores de una vuelta a la normalidad

habían sido recibidos con cierta alarma por los viejos políticos, a quienes “sobresalta

sobre todo la posibilidad de que se introduzca cualquier reforma, por mínima que sea, en

la Constitución de 1876”. El órgano socialista resaltaba que La Época era “la que lanza

los gritos más agudos contra todo cuanto supongo amenaza de cambiar en algo el viejo

tinglado de la antigua farsa política”1094.

1091 El Debate, 17/12/1929. 1092 ABC, 19/12/1929, p. 15. 1093 El Sol, 20/12/1929, p. 1. 1094 El Socialista, 20/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

383

ABC informó, con permiso de la censura, pero sin valor oficial que a mitad de

1930 el país sería convocado para elegir una Cámara única, en la que figurarían elementos

permanentes del Senado y 250 miembros elegidos, 150 por provincias, a tres por cada

una, y cien en colegio único nacional, por el sistema de lista1095. A continuación, la nota

de la censura calificaba la nota como “demasiado sagaz y prematura”. Y El Sol estaba de

acuerdo y criticaba la desorientación de la opinión pública:

“Aun en el supuesto de que el Gobierno tenga determinado el camino de la

normalidad hay, indudablemente, una desorientación en la opinión pública

nacional y extranjera, que no creemos convenga ni siquiera a aquel”1096.

La Libertad esperaba ansiosa el momento en que la nación juzgase “el proceder

de cada formación liberal desde la llegada de la Dictadura. Se jactaba de que el suyo

siempre fue “rectilíneo” y de que ninguno “de nuestros actos pueden estar en

contradicción con nuestras palabras”. Asimismo, presumían de que siempre habían

luchado por sus ideales y se preguntaba: “¿Cuántos son los que pueden expresarse

así?”1097. El Debate destacaba que los problemas del país no eran más graves que los que

tenían los demás países de Europa; sin embargo, lamentaba que en España era muy difícil

llegar a un acuerdo:

“Soluciones razonables propuestas por el Gobierno tropiezan con la frialdad,

con la hostilidad, de grupos y sectores sociales de sentido gubernamental, y

esa distanciación no suele fundarse en razones objetivas, sino en estados de

espíritu. Nos rodea, pues, un ambiente subjetivo que dimana de una falta de

mutuo respeto a la realidad de las cosas primero y a las personas después”1098.

1095 ABC, 23/12/1929, p. 15. 1096 El Sol, 24/12/1929, p. 1. 1097 La Libertad, 24/12/1929, p. 3. 1098 El Debate, 25/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

384

ABC también vertía críticas contra los pedían que acabase la Dictadura sin legislar

nada, y que fuera el país, “restituido en su derecho”, quien se diera el régimen que mejor

le pareciera. Y a la vez rechazaban la idea de restablecer la Constitución de 1876. Ante

lo cual se preguntaba el diario monárquico:

“¿Y cómo se hace el milagro de sustituir una dictadura sin establecer una

legalidad nueva y sin volver a la legalidad suspendida por el golpe de

Estado?”1099.

El periódico de Luca de Tena abogaba por que lo más fácil era volver a la legalidad

existente antes del golpe de Estado:

“Nosotros, adversarios de normas nuevas que no instituya la nación misma

por sus Cortes, queremos una normalidad jurídica inmediata; la que teníamos

el 13 de septiembre de 1923; la que podemos tener en veinticuatro horas”1100.

No obstante, volver a la Constitución de 1876 no satisfacía a los diarios que

declaraban que había sido abolida y que, por eso, era imposible recuperarla. La Libertad

insistía el 27 de diciembre en que para ellos la única soberanía era la encarnada por el

pueblo y, por lo tanto, era el pueblo quién debía decidir el futuro del país sin que fuera

impuesto. Por su parte, La Nación afirmaba que llamar a la legalidad que existía antes de

1923 era inducir a la sociedad a “error” y pensaba que era mejor continuar como estaban

porque “la ilegalidad actual, en una u otra forma, debiera prolongarse muchos años, si se

piensa serena y desapasionadamente en la conveniencia y el buen nombre del país”1101.

4.40 Los artículos de Primo de Rivera en ABC y La Nación

1099 ABC, 26/12/1929, p. 15. 1100 ABC, 26/12/1929, p. 15. 1101 La Nación, 27/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

385

En el último mes del año el general decidió exponer su plan de futuro al Rey. Al

mismo tiempo escribió dos artículos en ABC y La Nación explicando su actitud y su labor

al frente del Gobierno, que ya dejaban entrever que el marqués de Estella se sentía

acorralado y sin fuerzas para continuar gobernando y necesitaba justificarse por medio de

la pluma1102. El primero de los interesantísimos artículos escritos por Primo de Rivera lo

publicó el diario ABC el 29 de diciembre. En él explicaba que si no había entregado el

poder como prometió hacer inicialmente fue porque nunca surgió una fuerza civil

ciudadana, y, por eso, se vio obligado a crear la Unión Patriótica. Asimismo, declaraba

que si la Dictadura había aguantado tantos años era gracias a la censura1103. Pero como

reconocía que empezaba a estar “gastada” por el paso del tiempo, y sus ministros estaban

“fatigadísimos”, anunciaba que era el momento de reemplazarla por “un régimen

intermedio”, aunque no podía precisar cómo sería ni dar fechas:

“Si a las pocas horas del golpe de Estado, el 13 de septiembre de 1923 dije, y

dije de buena fe ―aunque, como siempre, dispuesto a la rectificación de mis

juicios y de mi conducta―, que a los noventa días de ejercer el Poder esperaba

y deseaba entregarlo a una fuerza civil ciudadana, que era entonces mi

creencia surgiría espontánea, viva y potente, ante el reactivo de la Dictadura,

lo que por desgracia no ocurrió, dimanando de ello la necesidad de que la

iniciara y propulsara la propia Dictadura, creando la Unión Patriótica (ya

potentísima, pero aún necesitada de parciales retoques orgánicos y de

comprobaciones de personal), hoy digo que mi leal opinión es que la

Dictadura comienza a estar gastada, no por el balance de sus aciertos y sus

errores, que le es muy favorable, menos aún por claudicación en autoridad ni

moralidad, sino por la propia acción del tiempo y de la labor de piqueta que

contra ella se hace, piqueta que, por ser de mango corto y filo embotado por

1102 TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y …, op. cit., p. 597. Primo de Rivera admitió

muy poco tiempo después de dejar el poder que su conducta había sido errada durante todo el año 1929. La

sublevación de Ciudad Real y Valencia le afectó mucho y también el ambiente general de oposición que se

respiraba: “me tenía excitado y sin la seriedad y equilibrio que durante más de seis años no había perdido

ni una sola vez”. 1103 Primo de Rivera siempre consideró que la censura era indispensable para mantener su gobierno

dictatorial y se negó a conceder la libertad de expresión asegurando que mientras hubiese dictadura, habría

censura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

386

la censura, y otras restricciones, ha hecho posible vivir con eficiencia diez

veces más de lo que hubiera podido vivir en el absurdo régimen de crítica y

propaganda libre, desenfadado, obreros e irresponsable, incompatible con las

dictaduras y yo creo que con todo modo de gobernar que algunos llaman

libertad. Y como comienza a estar gastada, y los hombres que la dirigen y

representan en el poder fatigadísimos, es preciso pensar en remozarla, mejor

en reemplazarla por un régimen intermedio entre ella y el futuro… ¿Cuál,

cuándo y cómo será el futuro definitivo? Hemos de suponer que, desde luego,

cosa muy distinta de la Dictadura, pero, más que distinta, opuesta, antitética

al pasado”1104.

Primo de Rivera también hacía referencia a los hombres políticos del llamado

viejo régimen, y reconocía que había algunos “con los que se deberá contar siempre,

aprovechando sus cualidades y experiencia”. Además, anunciaba que había comunicado

al Rey el plan político para el país y que la opinión pública no tardaría mucho en conocer

el dictamen del Monarca. Terminaba diciendo que en 1930 se proponía acabar la obra

comenzada y preparar lo mejor posible la nueva etapa, todavía al margen de la

Constitución, y para ello encontraría “decidido apoyo” en la Unión Patriótica.

La publicación del artículo provocó un alud de reacciones en los periódicos

madrileños. La Época destacaba que después de leer las palabras del presidente no tenía

ninguna duda de que 1930 sería “el final de la Dictadura. Un mes antes o un mes después,

el plazo máximo está fijado”. Lo que le preocupaba de esto era que ante el anuncio de

Primo de Rivera comenzaban ya las izquierdas a “exponer su deseo de cambios

ultrarradicales” y como lo temía hacía un llamamiento a los elementos conservadores

porque era “la hora de actuar” o de lo contrario “las izquierdas vendrán” 1105.

El Sol recordaba que la prensa ya había declarado que la Dictadura estaba

“gastada” y ahora el propio marqués de Estella lo admitía en su artículo en ABC. Sin

1104ABC, 29/12/1929, p. 15. 1105 La Época, 31/12/1929, p.1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

387

embargo, rechazaba tajantemente que fuera el propio Régimen quien se encargase de

devolver la normalidad política al país:

“No admitimos que un régimen cuyo fin ha determinado su propio desgaste

pueda ser quien organice y establezca su sucesión. El régimen de fuerza acaba

porque el país, aunque pasivamente, ha demostrado que quiere volver a una

plena normalidad que no sea la que el país se da sí mismo. Una situación

transitoria, preparada por el régimen que va a cesar, forzosamente nacería sin

la autoridad ni la energía imprescindibles para gobernar ni siquiera en tan

corto período. Sería una prolongación debilitada, una sombra de la Dictadura,

con todos sus inconvenientes y ninguna de sus ventajas”.

La única solución era “la devolución de sus poderes al país, para que el país, en

plena libertad, haga oír su voz en unas Cortes Constituyentes. Tenemos la certeza de que

este es el mejor camino y el más seguro, porque el país en estos seis años, ha recapacitado

y se ha habilitado mucho más de lo que, por lo visto, se supone”1106.

Ante el cambio político que se preparaba el diario ABC respondía a La Nación que

exageraba en las culpas que echaba al viejo régimen y que debían confiar en que todo el

mundo hubiera aprendido de la lección de estos años, sobre todo por qué ahora mismo

era un interrogante cómo se podía volver a la normalidad política y si se rechazaba que

fuera el propio Régimen el encargado de organizarlo, la única solución era volver a la

Constitución de 1876:

“¿Puede la Dictadura, ni con éste ni con otro Gobierno, cambiar por su cuenta

el régimen de la nación? ¡Puede abrir un periodo de revisión, imponer al país

el hecho consumado de un período constituyente, convocar y preparar a su

gusto el órgano legislativo, influir de este modo en la reforma? Si esto no se

admite, la única manera de substituir la Dictadura con un Gobierno

1106 El Sol, 31/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

388

inmediatamente constitucional y de entregarle al país la disposición de sus

destinos, es volver a la legalidad suspendida”1107.

La Nación comentaba que leyendo a una parte de la prensa se habían sentido

“transportados a los días pintorescos de alboroto y la zancadilla”. Afortunadamente el

pueblo español simplemente se divertía con el espectáculo porque confiaba abiertamente

en la Dictadura y sabía que no permitiría resucitar lo que abolió porque eso significaría:

“Otra vez el desbarajuste administrativo; otra vez la anarquía con sus

asesinatos en las calles, sus secuestros, sus asaltos a los Bancos, sus amenazas

a la propiedad, sus luchas terribles entre el capital y el trabajo; otra vez el

caciquismo atenazando a los pueblos, esquilmándolos y denigrándolos; otra

vez la injusticia entronizada; otra vez la producción en merma, el comercio

en ruina, el prestigio en baja; otra vez, quizá, el fantasma de Marruecos y la

ausencia de política internacional….”1108.

El periódico oficioso enviaba un mensaje de tranquilidad y afirmaba que la

Dictadura estaba “más fuerte y más firme que nunca, con vida y medios para terminar su

obra con la misma seriedad y entereza que ha puesto en su actuación de seis años”. Era

indispensable que los españoles lo entendieran así y tomaran los “bulos” que circulaban

esos días por algo tan lógico y previsto como era “el hecho de haber sometido el Gobierno

a la consideración del Rey un plan preparatorio de normalidad política, que vendrá a su

tiempo y por sus cauces naturales”. Y advertía:

“Si al comprobar que los que la piden con más fuertes voces pretenden entrar

en ella con todos los hábitos y costumbres de antaño, sin que se advierta en

su conducta ni en su ideología cambio alguno, la Dictadura repitiera que ni

plazo ni fecha, ¿quiénes serían los responsables de que la normalidad se

retrasase?”1109.

1107 ABC, 31/12/1929, p. 17. 1108 La Nación, 31/12/1929, p. 8. 1109 La Nación, 31/12/1929, p. 8.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

389

Ese día, 31 de diciembre, Primo de Rivera decidió hacer una extensa reflexión

sobre una multitud de temas en el diario oficioso del Régimen. El general confesó que la

Dictadura no trataba ahora de establecer un estado legal, anteriormente sí quiso proclamar

por plebiscito una Constitución y unas leyes complementarias, “y con arreglo a ellas,

convocar Cortés en Cámara única”. Consideraba que si se permitieran “extralimitaciones”

se verían “letreros y pasquines pidiendo ‘Constitución”. Sin embargo, sostenía que los

tiempos de “verdadera libertad” llevaron a España casi a la descomposición. También

reconocía que había un anhelo por legalizar a la Dictadura, pero sin volver al pasado. Sin

embargo, lo más sorprendente de todo fue la confesión pública de que el Régimen había

perdido el apoyo de muchos elementos sociales1110:

“Las clases aristocráticas, porque entienden algo mermados en los propósitos

de la Dictadura los privilegios que les otorgan determinados puestos en el

Senado, se resisten a aceptarlos y se distancian de la Dictadura y de su futuro

programa.

Y las conservadoras, olvidando o desconociendo que como partido político

murieron y que como clase social están en la Unión Patriótica, se niegan a

sumarse a la Dictadura y sus planes, porque se han aferrado al artilugio de la

Constitución del 76.

Y las que más afinidades mantienen con la Iglesia, porque a pesar de las

palabras y hechos constantes de la Dictadura en relación y acatamiento de

ella, no llega tal vez al punto máximo que incluyen en sus idearios, tampoco

asisten a la Dictadura ni aplauden sus propósitos.

Y la Banca y las industrias, que han doblado sus caudales, porque pagan no

más, pero si más estrictamente los tributos que les corresponden; y la clase

1110 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 563. Carr sostiene que fue la desaparición del apoyo

de las derechas, y no tanto los ataques de la izquierda, lo que “condenó al régimen a su destrucción”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

390

patronal, porque la Dictadura se interesa para que al obrero no falten leyes de

previsión ni justicia social; y los funcionarios, porque aunque gran número

han logrado mejor retribución y todos más prestigio y disminución de

descuentos, pero se les exige más puntualidad y trabajo; y la Prensa, por

causas que a todos bien se alcanzan, y otros sectores, por razones tan

deleznables como las apuntadas, no apoyan con calor a la Dictadura ni su

evolución, y se suman inconscientes a los que dicen que ya es vieja, cosa en

la que no les faltaría razón si no comprometieran su herencia, propugnando

como solución al problema el volver al punto de origen, como si siete años

hubiesen podido bastar ―se precisaría el transcurso de una generación:

treinta a cuarenta años― para sanear las lagunas y extirpar el anofeles”1111.

El artículo de La Nación generó, como era de prever, una gran controversia, pues

públicamente admitía el general que la Dictadura no contaba con el mismo apoyo que

antes. Primo de Rivera ya empezó a dar síntomas de agotamiento y pesimismo con el

futuro de la Dictadura1112. Su mensaje tenía tintes de confesión y revelaba detalles de su

personalidad como, por ejemplo, que jamás había pegado a un soldado o alzado la voz a

un sirviente. Estaba escrito con un peculiar estilo:

“Perdón, lector, porque en estos renglones, trazados al correr vertiginoso de

mi lápiz, robando al sueño unas horas, haya hablado de mí mismo por primera

vez en seis años; pero lo he hecho para llegar a la conclusión de que las

dictaduras toman el carácter de quien las ejerce, y como la mía ha querido ser

templada, justa y honrada, quien, colaborando en ella, no haya seguido o no

siga estas normas, no solamente falta a sus deberes generales, sino que hace

traición al Régimen, apartándose de su doctrina y de su norma de conducta.

1111 La Nación, 31/12/1929, p. 1. 1112 MAURA, Duque de y FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: Por qué cayó Alfonso XIII, pp. 369-370.

Hacia finales de diciembre de 1929, Primo empezó a advertir “cierto desvío hacia él en clases y elementos

sociales, que, por suponerlos hasta entonces afectos a su persona, estaban sirviendo, a juicio suyo, de

legítimo apoyo para su gobernación y ético para su conciencia”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

391

Yo creo haber agrupado en los tres cuartos de millón de afiliados a la Unión

Patriótica un conjunto de ciudadanos que me comprenden y me ayudan

fielmente; pero digo ahora, y diré cien veces, que quien, cubierto con nuestro

manto, quien, metido de polizón en nuestras filas, proceda de otro modo, hace

más daño y es más merecedor de anatema que el más enconado enemigo1113”.

Asimismo, explicaba lo que había querido que fuera la Unión Patriótica:

“Yo he querido hacer de la Unión Patriótica, y me parece logrado, aquel

núcleo de ciudadanos, heterogéneo por su diversidad de clase social, posición

y cultura, pero homogéneo por la coincidencia fundamental en un amplio

ideario, y más aún por su formación ética, capaz de contener en España con

su actuación cívica los embates de la impiedad, del desenfreno, de la

inmoralidad, de la audacia y de la extravagancia; algo muy nacional, un poco

rancio si se quiere, pero tolerante y progresivo en punto a cultura y exaltado

en amor y acatamiento a la “justicia justa”1114.

Y seguía dando muestras de su sinceridad y de ese peculiar estilo para explicar

que si había accedido a escribir este artículo fue porque se había comprometido con La

Nación y no quería dejarla “compuesta y sin novio”. En los últimos párrafos de su escrito

proclama su honestidad y realizaba una defensa de la labor de la Dictadura:

“Me doy cabal cuenta, no obstante el cansancio producido por tantas horas de

jornada, de que me pierdo y divago en el curso de este artículo, y lo voy a

finar repitiendo que la Dictadura, al terminar el año y estar en el séptimo de

su actuación, se mantiene firme y prestigiosa por su fuerza moral y por el

decidido apoyo del pueblo, no por fuerza material terrorífica, y, además, y

principalmente, porque es honrada, pues estoy seguro de que nadie, pese a la

calumnia y a la difamación cobarde y clandestina, cree que yo ni mis

1113 La Nación, 31/12/1929, p. 1. 1114 La Nación, 31/12/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

392

colaboradores nos hayamos lucrado o permitido a sabiendas que otros lo

hicieran, en ningún negocio público; ni que los cuatro millones de

suscripción, de que he podido disponer a mi antojo, los haya invertido en

negocios en el Extranjero o en España, como propalan los difamadores, pues

bien fácil de probar es que los resguardos de su inversión en fondos públicos

nacionales los tiene la Comisión recaudadora ni que mis hijos perciban un

solo céntimo de sueldos de Empresas ni del Estado, salvo el militar, que cobra

su paguita en el destino-momio del aeródromo de Villa-Cisneros; ni que yo

haya adquirido o posea una sola acción liberada o sin liberar de ningún

negocio; ni otros mil embustes que se escriben o charlan para impresionar

mentecatos y perversos.

Y basta por hoy de presumir de escritor vanguardista, que al afán de parecerlo

pudiera achacarse lo incoherente, y arbitrario de este artículo. Él será malo;

pero aseguro su espontaneidad, movida por el deseo de no dejar a LA

NACIÓN compuesta y sin novio, después de haberle ofrecido que llenaría

algunas columnas de su número de fin de año.

Estas son, y que los lectores, a los que deseo toda suerte de venturas, me

asistan en este caso con su benevolencia, como en los demás me asisten los

ciudadanos con su apoyo, el Rey con su confianza y Dios con su misericordia

infinita”1115.

La Nación tachaba de “tontas”, “vacuas” y “ruines” a las personas que hacían

cábalas y suposiciones sobre el plan del Gobierno. Y, aunque no conocían el plan

sometido al Monarca, estaban seguros de que la Dictadura se encargaría de que la

instauración de la normalidad sería prudente y no daría lugar “a ninguna situación

caótica”. Así lo había declarado el general en su artículo y así confiaban en que

sucediera1116.

1115 La Nación, 31/12/1929, p. 1. 1116 La Nación, 31/12/1929, p. 8.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

393

El Sol dedicó su editorial del 2 de enero a comentar el artículo de Primo de Rivera

y afirmaban que la causa de que muchas clases sociales, que debieran apoyar a la

Dictadura y no lo hacían, era porque ésta no era afín con su manera de ser. Y también

podría explicarse por la indiferencia y despreocupación que existía por los asuntos

públicos, pero entonces responsabilizaba a la Dictadura de haber sido “incapaz de sacar

a esas clases de su quietud y moverlas a su lado”1117.

La Nación calificó como “el colmo del dislate” suponer que los grupos sociales a

los que hacía referencia el presidente pudieran mostrarse “hostiles” a un régimen de

“justicia y orden”, que defendía sus intereses. Sí que reconocía que había

“indiferentismo”, “dejaciones” o “laxitudes”, que atribuía a una “imprudencia temeraria”

y a un “falta de ponderación”. No obstante, prefería quedarse con la “cariñosa” acogida

que se dio a Primo de Rivera en el Palace en Nochevieja y las muestras de afecto al

general mientras paseaba por el Pardo ayer. Interpretaba esos hechos como “patente

demostración de que al país le asusta la idea de cualquier cambio que no corresponda a

un plan previsor, con tiempo y serenidad desarrollado1118”.

4.41 La reorganización de la Unión Patriótica

El Gobierno anunció sus intenciones de reorganizar la Unión Patriótica, una vez

que era evidente que el proyecto constitucional no sería promulgado. La Nación

notificaba el 6 de noviembre que esta reorganización requeriría “advertencias,

instrucciones, orientaciones…” y que era en sus páginas donde debían buscarlas los

afiliados.

El 27 de diciembre Primo de Rivera comunicó a los periodistas que se había

aprobado la propuesta de reorganización. El jefe del Gobierno declaró:

1117 El Sol, 02/01/1930, p. 1. 1118 La Nación, 02/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

394

“La U.P. no pretende que la Prensa ni nadie diga que ella representa a la

opinión. Hasta ahora, a nosotros nos basta con el convencimiento de que nos

representamos a nosotros mismos, aunque creamos que si representamos a la

opinión. Además, esperamos el momento en que se pueda ver si la U.P. tiene

o no a la opinión de su parte1119”.

Ante el anuncio de reorganización de la U.P. El Sol denunció que tendría ventaja

sobre los demás partidos que no podían ni “reorganizarse ni prepararse, y sobre los

partidos posibles que acaso surjan al conjuro de una convocatoria electoral”1120.

El 2 de enero La Nación informaba de que Primo de Rivera había dedicado los

últimos días a estudiar la U.P. y que el nuevo Reglamento orgánico y funcional ya había

sido redactado. El cometido de la Unión Patriótica era ayudar a dotar al país de leyes y

órganos que “asienten y normalicen su nueva vida política y jurídica”:

“A falta de recibo de este telegrama su aparición en LA NACIÓN, órgano

oficial y boletín de instrucciones de la Unión Patriótica, que no debe faltar ni

en la más reducida organización, tendrá carácter de orden1121”.

La Nación se vio en la obligación de declarar en su editorial del 18 de enero que

la única misión de la Unión Patriótica sería la de apoyar a la Dictadura y por eso no tenían

que exponer “su punto de vista doctrinal en materia de parlamentarismo”. Ese día el diario

oficioso recogió también unas palabras del marqués de Estella anunciando que se

confiaba a los afiliados la elección de los Directorios locales, provinciales y nacional, y

la designación de las personas que deben presidirlos. Además, Primo de Rivera requería

a los afiliados a la U. P. que se fueran preparando para “actuar en la nueva política”1122.

1119 El Sol, 28/12/1929, p. 1. 1120 El Sol, 31/12/1929, p. 1. 1121 La Nación, 02/01/1930, p. 1. 1122 TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y…, op. cit., p. 583. Tusell sostiene que siempre

que Primo se enfrentaba a los antiguos políticos, intentaba promocionar a la Unión Patriótica, a pesar de

que ni siquiera sus propios colaboradores creyeran en ella.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

395

Estas declaraciones tuvieran gran resonancia en los periódicos. La mayoría

expresó su indignación porque se encargase la supervisión de las elecciones a los

miembros de la U.P. El Debate, en cambio, afirmó que la reorganización les parecía

“sabia”1123, aunque indicaban que era preciso que se concediera la plena libertad política.

Algo que para La Nación era impensable mientras la Dictadura subsistiese, porque uno

de sus propósitos fue el de “agrupar, sin partidismos, toda la masa neutra” bajo el lema

de “patria, Religión y Monarquía”1124.

El Socialista indicó que los conservadores, “con El Debate al frente”, no admitían

que ese organismo pudiera gobernar en nombre de las derechas y afirmaba: “Se conoce

que les parece aún poco derecha la U.P.”1125. La Nación informó el 16 de enero de que

las elecciones de la Unión Patriótica se celebrarían el 22 de enero y esperaba que fueran

un “modelo de sinceridad”.

El rechazo del Gobierno a permitir que las fuerzas políticas se agrupasen encendió

a los diarios. El Sol insinuó que la intención del Régimen era que la Unión Patriótica fuera

la única fuerza organizada para intervenir en las elecciones parciales próximas de

Ayuntamientos y Diputaciones. Ante esta afirmación La Nación se vio obligada a aclarar,

usando letras mayúsculas para hacerlo más evidente, que:

“LAS UNICAS FUERZAS QUE NO INTERVENDRÁN EN ESA

ELECCIONES SERÁN LAS DE UNIÓN PATRIÓTICA1126”.

1123 El Debate, 19/01/1930, p. 1. 1124 La Nación, 19/01/1930, p. 1. 1125 El Socialista, 21/01/1930, p. 1. 1126 La Nación, 23/01/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

396

4.42 El presidente ofrece una valoración del año 1929

La revista Estampa1127 pidió a Primo de Rivera una valoración del año 1929 y éste

comentó:

“No estoy satisfecho del año 1929.

No, categóricamente. Ha sido difícil y calamitoso, y, al final, una vez más,

trágico con el accidente de San Sadurní. Año antipático; que se lo lleven los

demonios.

Al año 1930 le pido que no se parezca al anterior, que se deslice fácil y

afortunado para el país, y a mí me permita retirarme a descansar tranquilo

respecto al porvenir de España. Que Dios lo tome bajo su amparo y

bendición”1128.

4.43 Primo de Rivera expone su plan político al Rey

A mediados de diciembre Primo de Rivera tenía ya redactado un proyecto que

trazaba las líneas maestras del futuro del país en los próximos meses. El 19 de diciembre

se lo entregó a sus ministros, a la espera de presentárselo al Rey. El proyecto establecía

que se renovarían los ayuntamientos y diputaciones provinciales, pero sólo parcialmente

y, además, en las grandes poblaciones el voto sería corporativo. Asimismo, se crearía una

nueva Asamblea Nacional en la que una parte sería electiva1129. En todo este proceso la

1127 Estampa (1928-1938) fue la revista que contribuyó, junto con Crónica, a modernizar el periodismo

gráfico español de la época. Estuvo impulsada por Luis Montiel y dirigida en sus inicios por Amtonio

González Linares. 1128 La Libertad, 01/01/1930, p. 3. 1129 TUSELL, Javier: La España de Alfonso XIII, El Estado y…op. cit., p. 601. El proyecto demostraba que

Primo de Rivera ansiaba por dejar el poder y confirmaba que el rechazo del Rey había hecho imposible

seguir con la reforma constitucional.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

397

Unión Patriótica había de jugar un papel importantísimo ayudando a implantar la

normalidad jurídica. Lo cual, como hemos visto, se granjeó las críticas de la prensa.

La prensa dio cuenta el 31 de diciembre de que el presidente del Consejo había

acudido a exponer al Rey su plan político, y de que el Monarca le contestaría dentro de

dos o tres días. “Aquel día quedó firmada la sentencia de muerte de la Dictadura”,

aseguraría Calvo Sotelo1130A la salida del Consejo de ministros celebrado en Palacio,

Primo de Rivera, al ver a tantos periodistas, afirmó:

“―¡Veo que hay expectación!

―Por primera vez en tanto tiempo, un consejo con Su Majestad ha sido

político. Los demás eran siempre administrativos.

He expuesto al Rey un plan que ya conocía.

El Rey recabó el parecer de todos los ministros y he tenido la fortuna de que

todos aprobaran el plan, y cuando el Monarca iba a iniciar la contestación,

pedí que la aplazara para meditarla, no fuera que, impresionado por la

unanimidad de todos los ministros, resultara la contestación algo precipitada,

y así le he dado uno, dos o tres días para que la madure, puesto que se trata

de una cosa trascendental y de gran importancia para la vida del país1131”.

El Socialista informaba el 1 de enero del despacho de Primo de Rivera con el Rey.

A la salida el general negó a los periodistas que hubiera habido ninguna crisis:

“No ha habido cuestión de confianza, porque no hubo tampoco antes esa

cuestión planteada. Se hablaba de crisis: no ha habido crisis por parte de Su

Majestad, ni ha habido crisis tampoco por parte del Gobierno. No era ese el

1130 CALVO SOTELO, José: op. cit, p. 236. Calvo Sotelo confiesa que los ministros y el propio Primo de

Rivera estaban convencidos de que había llegado el fin de la Dictadura. 1131 La Época, 01/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

398

problema. No era más, sino que Su Majestad diese su opinión, y ya ha tenido

la bondad de darla, sobre el plan que le había sometido”.

Ese plan consistía en la reorganización de la Unión Patriótica. Primo de Rivera

declaró que después de reestructurar la U.P. se renovarían de forma parcial los

Ayuntamientos y Diputaciones, aunque no quería precisar las fechas:

“Comenzamos a enviar las comunicaciones para hacer determinar las

elecciones provinciales y locales de los directorios que sustituyen a los

Comités de antes, y que se desarrollará en el mes de febrero. Y a partir de ese

momento, en marzo, abril y mayo, y tal vez en parte de junio ―no quiero

precisar fechas, que luego hacen difícil el dar mayor elasticidad a los plazos―

en ese plazo que he citado se va a hacer una renovación parcial de los

Ayuntamientos y Diputaciones, dejando una parte ―probablemente la cuarta

parte― para la designación directa de concejales y diputados, según la

estructura de las poblaciones”.

Simultáneamente, notificó que la Asamblea tendría dos o tres sesiones plenarias,

después de ellas y de haber realizado la renovación de parte de los Ayuntamientos y

Diputaciones, el Gobierno propondría al Rey otro plan y entonces se decidiría sobre la

continuación de la Asamblea o su sustitución por otro organismo. Es decir, lo único

seguro era que en junio expiraría la vida legal de la Asamblea y después ya verían cómo

la sustituían. No quería dar más plazos más allá del mes de junio ni decir que ocurriría

después.

El jefe del Gobierno intentó dar muestras de normalidad y tranquilidad a los

periodistas, pero lo cierto es que su plan propuesto no había satisfecho en absoluto al Rey

y éste se mostró muy reacio a aceptarlo, aunque al final terminó haciéndolo. Sin embargo,

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

399

esta dubitación se filtró a la prensa nacional e internacional, que llegó a hablar de que

Alfonso XIII había provocado una crisis de Gobierno1132.

La Nación dedicó su “Nota del día” del 1 de enero a desmentir el rumor, que

achacaba a la actuación de “unos cuantos desaprensivos”:

“En España no hay una sola persona con sentido común que se trague la bola

de una crisis latente, palabra excluida desde hace tanto tiempo de nuestro

Diccionario, y menos del propósito de improvisar una solución, que sería

catastrófica si truncase la marcha serena, y en lógico escalonamiento de la

Dictadura hacia una normalidad constitucional, no porque ésta mejore la

situación de España, sino porque así lo requiere la mecánica política en que

han de desenvolverse las sucesiones en el gobierno de los pueblos”1133.

En cuanto al plan anunciado por el marqués de Estella, el diario oficioso lo calificó

de “justo”, “ponderado” y “discreto”, aunque sólo abarcase hasta el mes de junio. Si bien,

expresaban su inquietud porque creían entrever que “el Marqués de Estella no aspirará ni

deseará seguir gobernando, después de cumplido el programa, más que en el caso de que

algún problema difícil de orden interior o exterior le retenga obligatoriamente en el

Poder1134”.

Aunque les tranquilizaba pensar que la situación que vendría no sería “de ningún

modo antiética ni tendenciosamente hostil a la obra y significación esencial de la

Dictadura” y confiaban en que la Asamblea agotase su vida legal. En definitiva, su

impresión era de “confianza y serenidad en el porvenir”, No obstante, avisaban de que

habría que contar con los “imponderables”, pues creían que “si agitan las pasiones en

1132 MAURA, Miguel: op. cit., pp. 26-28; ROMANONES, Conde de: op. cit., p. 225. Maura señala que en

esa entrevista Primo de Rivera debió intuir que el Rey preparaba el clásico “borboneo”, porque a partir de

entonces la actitud del presidente fue precipitada. Romanones también apunta a este sentido: “Ni las multas,

ni las condenas, los procesamientos y la sedición del Cuerpo de Artillería produjeron efecto, y la opinión

siguió mostrándose adversa contra Primo de Rivera. El final de la Dictadura se acercaba. El Rey recogió el

eco de la calle, y se mostró decidido a un radical cambio político”. 1133 La Nación, 01/01/1930, p. 1. 1134 La Nación, 02/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

400

forma y media que signifiquen turbulencias, nos parece que el general Primo de Rivera,

que vino a poner orden en la desquiciada vida política de España, no podría

patrióticamente mantener sus propósitos, y se vería obligado a atender requerimientos del

gran núcleo de opinión que en él tiene puesta toda su confianza1135”.

La Libertad se hizo eco de la opinión de La Voz, que se quejó de que ese programa

de seis meses no resolvía nada y que el país estaba en la misma situación, respecto a sus

libertades, “que el 14 de septiembre de 1923”. Por su parte, el periódico de Santiago Alba

afirmaba que no había sentido ninguna decepción y veía muy lógico el plan anunciado:

“Declaramos, sinceros, que no hemos sentido la más pequeña decepción, ni

encontramos razones para lamentar lo ocurrido ayer. Nos parece

perfectamente lógico. Es una etapa más del régimen de Dictadura en el

camino que inicio el 13 de septiembre de 1923, con propósitos de ninguna

manera compartidos por nosotros; pero que encajan dentro de las normas

usuales en estos últimos años”1136.

ABC contaba el 3 de enero que después de la cena ministerial organizada en

Lhardy apareció en la prensa, aunque sólo como “hipótesis”, el plan definitivo trazado

por el general Primo de Rivera para normalizar políticamente al país, que era el que

defendían ellos: “restablecimiento de la legalidad suspendida y elección de Cámaras

constitucionales que resuelvan el problema político”. No obstante, esta hipótesis fue

pronto desmontada con las declaraciones del general Primo de Rivera. Y el verdadero

plan causó gran decepción a ABC, que aseguraba que esa reforma planteada contaba con

la oposición general. El diario monárquico alertaba de lo trascendental de la situación y,

coincidía con El Imparcial, en que la Corona había asumido una grandísima

responsabilidad al haber depositado el presidente en manos del monarca, el proyecto de

transición entre el régimen actual y el retorno a la normalidad constitucional. Como

1135 La Nación, 02/01/1930, p. 1. 1136 La Libertad, 03/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

401

señalaba el periódico liberal, en estos momentos “la Corona lo es todo: ejerce el más alto

de sus deberes y atrae la atención de todos los españoles”1137.

El Socialista también mostraba su desilusión por la prolongación de la Dictadura

otros seis meses y el mantenimiento de la censura previa. Y afirmaba que el pueblo

“merece mucho más de lo que con tanta cicatería se le ofrece y con más regateos se le

concede en realidad”. Asimismo, resaltaba que había advertido en sus adversarios “un

estado psicológico de miedo insuperable” por haber planteado Primo de Rivera a Alfonso

XIII “una cuestión de carácter político”1138.

Por su parte, El Debate aplaudía que no se fuera a “la transición brusca” y se

alegraban de que predominase el criterio “sensato”. No obstante, mostraban sus reservas

de que las elecciones municipales con las provinciales y pedían al Gobierno que meditara

su intención de dar tanta importancia “al elemento corporativo”, ya que consideraba que

el corporativismo era más un “anhelo” que una realidad en España. En cuanto a la

insinuación de La Nación de que Primo de Rivera abandonaría pronto el poder, el

periódico de Herrera Oria lo veía con buenos ojos porque prefería que se celebrasen las

elecciones sin él al frente1139.

El diario El Sol esgrimía que más que plan debía llamarse “exploración” y se

quejaba de que las elecciones únicamente elegirían a una cuarte parte de concejales y

diputados provinciales: “Ni siquiera se llega a la tercera parte, que pedía El Debate, el

periódico más aconsejador de parsimonia y pausa”. Y afirmaba:

“Si la normalidad sigue este ritmo, el restablecimiento pleno de la legalidad

queda entre las nieblas del infinito”1140.

1137 ABC, 03/01/1930, p. 15. 1138 El Socialista, 03/01/1930, p. 1. 1139 El Debate, 03/01/1930, p. 1. 1140 El Sol, 03/01/1930, p. 1.

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402

El órgano liberal denunciaba que las elecciones se subordinasen a la

reorganización de la U.P.: “únicamente cuando este partido se encuentre aparejado, se

convocarán las elecciones. Todo depende de esa condición y ese supuesto”. Y echaba en

falta alguna declaración sobre “a libertad de organización y propaganda de los otros

partidos ya existentes o posibles: “Por eso tenemos que señalar el hándicap electoral que

lleva la U.P. sobre las demás organizaciones políticas”.

Por último, lamentaba la lentitud de la vuelta a la normalidad y los procedimientos

elegidos:

“Como españoles nos apena que el Gobierno siga creyendo al país inapto

para gobernarse a sí mismo. Pero desde el punto de vista del Gobierno, este

exceso de precaución y parsimonia es contraproducente”1141.

La insinuación de La Nación de que Primo de Rivera planeaba dejar el poder antes

de que finalizase la Dictadura causó una gran resonancia. El periódico oficioso se vio

obligado a reconocer que, aunque el general les favorecía casi a diario con “notas,

artículos o sueltos”, muchas veces eran escritos por redactores que tenían “la libertad

necesaria” para exponer su criterio y eso es lo que habían hecho en esta ocasión. El propio

presidente admitió que, aunque no la había escrito él, sí la inspiró por un “instante de mal

humor”1142.

La Época calificó de “leve ensayo” las elecciones municipales parciales que iban

a hacerse. Lo que realmente les preocupaba era la sucesión de la Dictadura y la situación

que podía desencadenarse:

“Si la Dictadura ha de concluir normalmente evolutivamente, su sucesión ha

de ser una situación conservadora, constitucional y democrática, que, apoyada

en el pueblo, con un estado jurídico, vaya devolviendo las libertades, vaya

1141 El Sol, 03/01/1930, p. 1. 1142 La Nación, 03/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

403

dando vida y efectividad al principio de la soberanía nacional con el ritmo

que aconsejen las circunstancias”1143.

Les alarmaba que las izquierdas pudieran hacerse con el Poder, ya que eso sería

“una catástrofe nacional” y por eso pedían a Primo de Rivera que permitiera la

organización de las derechas, porque sabía que muchos conservadores permanecían

ajenos a la Unión Patriótica.

4.44 Los diarios comentan la vuelta a la normalidad

ABC declaró que la única fórmula que ellos apoyaban era convocar Cortes con

arreglo a la Constitución de 1876. Procedimiento que El Socialista rechazaba

rotundamente porque consideraba que eso significaría “pedir la continuación de las

mayorías amañadas en Gobernación”1144. El periódico monárquico les contestó que para

ellos era preferible “la Dictadura a la legalidad suspendida y a todo lo que no sea el triunfo

del socialismo1145”

El 4 de enero Primo de Rivera anunció que las sesiones de la Asamblea

comenzarían el 27 de enero, aunque él acudiría antes a las reuniones de las Secciones

Primera y Sexta, encargadas de las Leyes constituyentes y las Leyes políticas,

respectivamente pues le interesaba conocer los dictámenes. Por otra parte, el general

comunicó que su proyectado viaje a Marruecos quedaba aparcado de forma indefinida.

Dos días después, el marqués de Estella informó que su plan de trabajo en esos momentos

consistía en “revisar, retocar, consolidar, ajustar e inspeccionar su propia obra”, es decir,

“abarcar poco y apretar mucho”. Y anunció que se estaba preparando para la crisis que

preveía se desatase en unos meses:

1143 La Época, 04/01/1930, p. 1. 1144 El Socialista, 04/01/1930, p. 1. 1145 ABC, 05/01/1930, p. 23.

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“Además, hay que preparar la crisis ―¡qué bien suena a algunos esta

palabra!―, la crisis de dentro de unos meses, a lo que doy gran importancia.

Esto sí que es nuevo en España: un Gobierno preparando su propia salida con

más de medio año de anticipación. Y es que el actual no es un Gobierno

político, de turno o de tanda, como los que hemos conocido hasta ahora; lo es

de un régimen que vive del prestigio de su justificación y sus servicios, que

le han dado enorme arraigo en la opinión pública que yo, hasta ahora al

menos, no la he visto confundirse, ni simpatizar siquiera, con la alharaca

político periodística que se ha armado al solo anuncio de que la dictadura

tiene el deseo de cesar porque cree próximo le momento patriótico y

adecuado, si es que no lo alejan los intransigentes o perturbadores, los que

apreciando mal las cosas crean que la libertad de juicios políticos que se viene

permitiendo a todos es síntoma de debilidad, cuando esa amplitud, unida al

anticipado leal anuncio al país para prevenir su ánimo a soluciones que sin

sorpresa ni sobrecogimiento le permitan preparar su intervención serena y

decisiva, acusa una fortaleza grande por parte de la Dictadura”1146.

La Libertad comentó las palabras de Primo de Rivera y declararon que su

programa se había quedado en nada:

“El vasto programa de las postrimerías de 1929 se redujo, en la alborada de

1930, a lo que los pintores llamarían el barnizaje: a retocar, ajustar,

inspeccionar; a lo que hace el aviador cuando el aparato está punto de partir.

La obra, por tanto, de la Dictadura ha concluido. El aviador está a punto de

alzar el vuelo. Pronto, pues, será llegado el momento de analizar, criticar y

juzgar la obra realizada”1147.

En cuanto a las referencias del presidente a la previsible crisis, La Libertad

afirmaba no sentir “impaciencias”:

1146 La Época, 06/01/1930, p. 6. 1147 La Libertad, 08/01/1930, p. 4.

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“No quisiéramos que los acontecimientos se precipitasen para producir una

crisis ministerial impropia del momento histórico: una de aquellas crisis que

se producían y resolvían antaño a espalda del país, sin otra finalidad que la de

salir del paso y la de “ir tirando”. La seriedad del que hemos venido llamando

régimen nuevo, y la conveniencia de España reclaman una política novísima

-novísima en nuestro país- que sin duda alguna está comprendida en el

sencillo y patriótico programa de LA LIBERTAD”1148.

El Sol comentó que no estaba de acuerdo con que la Asamblea prosiguiese su labor

legislativa con la discusión de leyes complementarias como la ley de Orden Público, el

Estatuto de Prensa o la reforma electoral. Se preguntaba si una vez discutidos los

proyectos, serían implantadas las leyes por decreto, porque opinaba que debían hacerse

en una reforma constitucional1149.

El Socialista replicaba a los anhelos expresados por La Época de que esperaba

una sucesión conservadora a la Dictadura, que en tal caso suponían que “el pueblo no

tiene memoria”:

“Seis años largos de dictadura -que se adjudicó a sí misma la finalidad de

exterminar todo vestigio de la vieja política- no significan para los

conservadores nada, por lo menos en el sentido de considerarse eliminados

del disfrute del Poder público. Por el contrario, reclaman con vehemencia que

la dictadura les ceda ñas poltronas ministeriales para continuar tranquila y

plácidamente el periodo histórico de la restauración, inaugurado en el pacto

de El Pardo por Cánovas y Sagasta”1150.

La Nación subrayaba la actitud “serena, reposada y satisfecha” del presidente a la

salida de la Asamblea Nacional el día 10 de enero, que “afirman nuestra confianza y

1148 La Libertad, 08/01/1930, p. 4. 1149 El Sol, 09/01/1930, p. 1. 1150 El Socialista, 11/01/1930, p. 1.

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nuestra fe en el porvenir de España”. Asimismo, el diario oficioso reconocía que

existieron “planes más amplios” pero que “ni deja el Gobierno desmantelado” ni se

marchará “de una espantá”. Destacaban que para que el traspaso de poderes fuera

“efectivo sin trastornos”, Primo de Rivera se disponía a facilitar al Gobierno que le suceda

aquellos instrumentos y aquellos medios que son indispensables para gobernar con

facilidad y autoridad”.1151

A pesar de estos comentarios tan optimistas, el columnista de La Época, Benito

M. Andrade declaraba que este plan “no lo acepta nadie más que La Nación, la Unión

Patriótica y, en parte, El Debate. Todos los demás grupos, periódicos y sectores políticos,

lo rechazan”1152. Y criticaba la cerrazón de la Dictadura en no volver a la Constitución de

1876 por considerarla responsable de los defectos de la vieja política.

Pero el órgano oficioso hacía oídos sordos y el día 14 afirmaba que la confianza

de la nación aumentaba a medida que Primo de Rivera desvelaba cómo se iba a volver a

la normalidad. Por eso, justificaba, la Asamblea estaba preparando unas leyes para que el

Gobierno fututo y “borrar los matices de la Dictadura”. Se aventuraba a pronosticar que

el camino hasta la normalidad se desarrollaría “sin dificultades invencibles”1153.

Sin embargo, El Sol no estaba nada de acuerdo con que la Asamblea redactase

varias leyes políticas y volvía a quejarse en su editorial del día 15, sosteniendo que seguro

que los conservadores y sus periódicos verían con buenos ojos que la Dictadura dejase

unas leyes más restrictivas de Orden público y de Prensa. La Nación, entonces, acusó al

diario liberal de “afán obstruccionista” y argumentaba que lo que se pretendía con el

Estatuto era “exigir responsabilidades a la Prensa”, pero “sin mermar sus posibilidades ni

obstruir sus iniciativas”. Y de implantarse creía que aumentaría el prestigio de la

profesión periodística1154.

1151 La Nación, 11/01/1930, p. 1. 1152 La Época, 11/01/1930, p. 1. 1153 La Nación, 14/01/1930, p. 1. 1154 La Nación, 15/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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La Época insistía en su editorial del 16 de enero en la importancia de no elaborar

una nueva constitución y en simplemente hacer una reforma de leyes complementarias a

la Constitución de 1876. Y confiaban en “que la desembocadura de la Dictadura ha de ser

en una situación conservadora”1155

Sobre los comentarios de la prensa, La Nación opinaba lo siguiente:

“Todo nos parece graciosísimo. Los que piden libertad para expresarse,

porque bajo régimen de tiránica dictadura se sienten cohibidos, dicen de

pasada cuanto les place, señalan condiciones al Gobierno y le ordenan lo que

tiene que hacer”1156.

Y criticaba a los viejos políticos que se animaban a hablar en las encuestas

realizadas por los periódicos y les pedía que, por lo menos, fueran “discretos”. Les hacía

responsables con su actitud de cualquier retraso que pudiera producirse:

“De todos los retrasos que sufra la vuelta a la normalidad, ellos son los

responsables, porque la Dictadura y el pueblo irían contra su instinto de

conservación si la deseasen y la implantaron mientras existiera una sola

posibilidad de favorecer designios perturbadores, que fueron causa de la ruina

y desprestigio de la Nación”1157.

Benito M. Andrade, redactor de La Época, replicaba que entre los periódicos

ministeriales estaba de moda “renegar de los antiguos políticos”. Y se preguntaba por qué

se sucedían las encuestas a esos viejos hombres si, según el Régimen, estaban

“desahuciados por la opinión pública”. La respuesta era que los lectores demandaban

conocer la opinión de estos hombres. Andrade tenía por seguro que cuando hubiera

libertad, los antiguos políticos volverían a gobernar “cuando quieran” y “con quien

quieran”. Vaticinaba que en las próximas Cortes no figurarían “hombres nuevos de

1155 La Época, 16/01/1930, p. 1. 1156 La Nación, 17/01/1930, p. 1. 1157 La Nación, 17/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

408

importancia” porque era “físicamente imposible” que se hubieran formado en el período

dictatorial sin libertad de prensa, de reunión y de asociación, ni Parlamento1158.

El 23 de enero El Socialista reflejaba la preocupación e inquietud de la opinión

pública ante el problema político del país y creían que esa inquietud había estado “latente”

durante toda la Dictadura, “aguardando ocasión propicia para manifestarse

públicamente”. Sobre las encuestas que los diarios estaban realizando a la juventud y a

los viejos políticos, sostenía que lo importante era saber qué régimen apoyaban esos

hombres. De hecho, veía necesario plantear el problema “del régimen”, y afirmaba que

no sólo pensaban así ellos, sino la mayoría de los españoles y también “lo proclamó la

Dictadura solemnemente infinidad de veces”1159.

Ante el debate sostenido por varios periódicos sobre las próximas elecciones

municipales, La Libertad prefería no intervenir ni formular un solo juicio concreto porque

no quería “pequeñas concesiones” y su criterio en este punto era “inconmovible”:

“Preferimos cinco lustros de Dictadura, con todos sus peligros y con todas sus

asperezas, si la acción civil, liberal y democrática no ha de derrumbarla y

substituirla. Preferimos eso a la devolución del patrimonio constitucional por

condescendencia, por gracia, por merced.

Si no sabemos reconquistar lo que es nuestro, los grandes derechos

individuales, recuperando un régimen jurídico basado en la libertad y en la

soberanía popular, es que no lo merecemos, y hace bien la Dictadura en

mantenerse y en no dejar el Poder”1160.

1158 La Época, 18/01/1930, p. 1. 1159 El Socialista, 23/01/1930, p.1. 1160 La Libertad, 24/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

409

4.45 La depreciación de la peseta

La situación de la economía española empezó a dar síntomas de desgaste en

19291161. En 1927 la aparente solidez de la Dictadura provocó una fuerte demanda de

pesetas y se elevó su cotización. Pero pronto la tendencia se invirtió y, aunque al principio

el ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, era partidario de no intervenir, en 1928 optó

por poner a la venta grandes cantidades de divisas para intentar mantener la moneda

nacional estable. En enero de 1929 se puso fin a la intervención, que había logrado

mantener el cambio por debajo de las 30 pesetas. Sin embargo, en junio de ese mismo

año la libra se disparó a 35, 05 pesetas, coincidiendo con el dictamen adverso de la

comisión del paro oro, por lo que se decidió intervenir mediante compras estatales de

pesetas en el mercado de Londres1162.

A pesar de estas medidas, las malas cosechas de 1928 y 1929 ―con la

consiguiente necesidad de realizar compras en el exterior―, el aumento de las

importaciones de coches y el descenso de las remesas de los emigrantes influyeron en la

crisis económica. Asimismo, la desconfianza en el futuro de la Dictadura, tras los sucesos

de Ciudad Real, el pleito estudiantil y la elección de los representantes de la Asamblea,

ahondó en la crisis. Como consecuencia de todo esto, se produjo una masiva fuga de

capitales ante el incierto futuro que se dibujaba en el país1163.

El Régimen intentó negar por todos los medios que la baja de la moneda española

estuviera relacionada con los conflictos políticos y prefería achacarla exclusivamente a la

“especulación”. Calvo Sotelo intentó advertir a Primo de Rivera de que “mientras no

estabilicemos políticamente a España será tiempo perdido acometer la estabilización

1161 José Luis García Delgado y Juan Carlos Jiménez abordan la situación económica de España durante la

Dictadura de Primo de Rivera, en JULIÁ, Santos: La España del siglo XX, op. cit., pp. 319-328. 1162 Para una aproximación a la figura de José Calvo Sotelo véase CALVO SOTELO, José: Mis servicios

al Estado Seis años de gestión. Apuntes para la historia, Instituto de Estudios de la Administración Local,

Madrid, 1974.; y BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso: José Calvo Sotelo, Ariel, Barcelona, 2004. 1163 BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso: op. cit., p. 217.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

410

monetaria”1164 Además, la situación económica empeoró como consecuencia de la

depresión económica mundial, a raíz del crack del 29 de la bolsa de Nueva York1165.

La Nación no encontraba razones para explicar la baja de la peseta, era evidente

que el país había progresado desde la implantación de la Dictadura y que vivía un

“resurgir científico, artístico, comercial e industrial”. No creía que fuera por el

presupuesto extraordinario, por lo que a única explicación era la especulación1166. El

diario oficioso se dedicó a difundir un mensaje de solidez de la economía española:

“Basta recorrer el país, contemplar la transformación de los pueblos, advertir

el desarrollo de la industria y el crecimiento comercial, para cerciorarse de lo

solido de nuestra situación económica, que permite hacer frene a grandes

obras públicas, carreteras magnificas, alumbramientos, aprovechamientos y

conducciones de aguas; puentes, puertos, etc.; sin que el Erario se

resienta”1167.

El Gobierno anunció su intención de implantar el patrón oro y otras medidas para

combatir la baja de la moneda española y los periódicos se dedicaron discutir sobre la

conveniencia de estas disposiciones. Una nota oficial del 3 de julio señalaba que algunos

periódicos al comentar las medidas adoptadas habían interpretado con “exagerado

radicalismo la anunciada respecto al uso que en lo sucesivo ha de hacerse del aval del

Estado para la emisión de valores».

El ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, reconoció en octubre que el peor

problema español era el monetario y que su solución era a “largo plazo”. Para solucionarlo

dijo que “no se omitirá sacrificio alguno para resolverlo”1168

1164 CALVO SOTELO, José : op. it., p. 292. 1165 CARR, Raymond: España 1808-1939, op. cit., pp. 564-565. La cotización de la peseta era considerada

como una prueba de la solidez de la Dictadura tanto por sus partidarios como por sus detractores; su

desvalorización era consecuencia del déficit comercial de España, agravado por las malas cosechas y el

crack del 29. 1166 La Nación, 05/06/1929, p. 1. 1167 La Nación, 19/06/1929, p. 1. 1168 ABC, 11/10/1929, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

411

A pesar de las medidas adoptadas por el Régimen, la peseta seguía bajando y el

Gobierno envió otra nota el 12 de octubre ante las alarmas “absurdas”, en la que

informaba de que “numerosos establecimientos, comerciantes y entidades realizaron

previsión de divisas extranjeras en medida cuantiosa, sin precedentes, que obligó al

Comité de Cambios a realizar intervenciones de paralela intensidad”1169.

La Nación dedicó otro editorial el 16 de octubre explicar los vaivenes del mercado

bursátil y para afirmar que todos los diarios coincidían en señalar como causa: “la

especulación” y frente a eso el Gobierno no podía hacer mucho. Insistía el periódico

oficioso en que “no hay motivo de alarma en tales oscilaciones bursátiles”.

ABC habló con el ministro de Hacienda el 18 de octubre y le preguntó por qué

había cesado el control oficial de los cambios. Este le respondió que fue para contener las

inversiones de oro, aceleradas por la alarma que nació en el extranjero y que tuvo en

España un “eco inesperado”1170. La Época señalaba, en su editorial del 21 de octubre, que

era evidente que existía “una especulación internacional contra la peseta”; pero no

convenía exagerar la misma”. Pedía al Poder público que no se dejara guiar por

“impulsos”, sino por “una acción prudente”. Los periódicos seguían preocupándose por

la situación de la economía española y La Libertad, el 24 de octubre, informaba de que

se había desistido implantar el patrón oro y el objetivo ahora era la estabilización de la

peseta. se preguntaban si podían hacerlo y si debían hacerlo:

“¿Quién se ha preocupado, entre los comentaristas, de estudiar la situación

real de nuestra meda? ¿Se dijo algo en torno de las causas que determinan la

inflación? ¿Se comentó el estado real de nuestra tesorería? ¿Se analiza en

forma a vida del presupuesto? ¿Se llegó a formar la unidad indisoluble, para

estos efectos, de ordinario y extraordinario, para conocer las caras reales que

pesan y pesaran sobre la Hacienda?”1171.

1169 ABC, 11/10/1929, p. 15. 1170 ABC, 19/10/1929, p. 15. 1171 La Libertad, 24/10/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

412

El Gobierno, por medio de notas oficiosas, informó de que daba por terminado un

periodo de intervención en las cotizaciones, y se disponía a una tercera etapa de mayor

actividad. Así estaban las cosas cuando estallo el Crack del 29 en la Bolsa de Nueva York.

El Socialista fue el primero en informar de ello y acusó a los diarios burgueses de callar

ante esta catástrofe por ser consecuencia del sistema capitalista1172.

El Consejo de ministros aprobó el 6 de noviembre un decreto-ley que suprimía el

presupuesto extraordinario y las emisiones con que se dotaba. Con esta medida se

perseguía la estabilización de la peseta. ABC aplaudía la disposición y declaraba que todos

los sectores de la economía nacional estaban preocupados por la depreciación de la

peseta1173. La Nación lo calificaba como” uno de los éxitos más positivos y más

fundamentales del Gobierno” y no esperaba que se alcanza en plazo tan breve1174.

Sin embargo, la supresión del presupuesto extraordinario sólo afecto un día a la

bolsa. El Debate afirmaba, el 14 de noviembre, que las causas de la depreciación de la

peseta eran varias: “Hay una suma de causas funcionando; precios interiores, balance

exterior, y, sobre todo, los factores psicológicos”. Reconocía que, desde el conflicto

artillero y académico, la peseta se había precipitado a la baja y sentenciaba: “Es obvio

que el ritmo político ha ejercido presión sobre el ritmo voluntario”1175.

Por su parte, ABC opinaba el 26 de noviembre que en España no había ocurrido

últimamente nada para modificar el estado de opinión en que vienen apoyándose los

especuladores, y la impresión del mercado, ante el alza desproporcionada de la libra con

la peseta en un período breve, era que había “una maniobra de acecho sobre alguna

liquidación pendiente, sobre alguna fuerte demanda prevista y con plaza, cuyo encuentro

sale el negocio del alza relacionando las compras pequeñas con la operación acechada”

Veía conveniente entonces una “intervención oficial”.

1172 El Socialista, 31/10/1929, p. 1. 1173 ABC, 07/11/1929, p. 9. 1174 La Nación, 07/11/1929, p. 1. 1175 El Debate, 14/11/1929, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

413

El Rey firmó a principios de diciembre un real decreto autorizando al Gobierno a

firmar un empréstito interior, a suscribir en oro, de 350 millones de pesetas. La Nación

ensalzaba la “absoluta sinceridad con que siempre, y ahora una vez más, afronta el

Gobierno todos los problemas, especialmente económicos, de máxima importancia para

el país”.

El Debate dedicó su editorial del 1 de enero de 1930 a la depreciación de la peseta.

El periódico católico subrayaba que el de 1929 había sido uno de los años más “funestos”

para España desde el punto de vista monetario. Y señalaba que, desde finales de enero,

con los sucesos de Ciudad Real, “la libra y el dólar iniciaron un alza progresiva, cuyo

punto culminante se alcanzó en la primera docena de junio, deprimido después al

reiniciarse la intervención en el mercado del cambio”. Desde que la intervención se

suspendió el 14 de octubre, las divisas reguladoras habían seguido subiendo, pese al buen

momento de las relaciones exteriores, a la supresión del presupuesto extraordinario y aún

a la suscripción del empréstito oro para liquidar la intervención. Por todo esto veía la

situación monetaria con pesimismo y alarma.

Estaba claro que el paralelismo entre la evolución de la situación económica y la

situación política era muy evidente. Pero el Gobierno y La Nación se empeñaban en

negarlo y preferían achacarlo a causas ajenas, aunque en determinados momentos se quejó

de las consecuencias que los desórdenes ocurridos en el país tenían para la imagen de

España y su economía. El ministerio de Hacienda comunicó a principios de 1930 la

liquidación del presupuesto anterior y expuso las líneas generales del presupuesto para el

corriente año. ABC consideraba que la situación de la Hacienda era excelente y tampoco

creía que la economía general del Estado justificase la desconfianza exterior. Por lo que

consideraban que “la normalidad constitucional despejaría la crisis de la peseta”1176.

La Nación respondió a ABC que no creían que hubiera relación “entre el aspecto

político y aquel fenómeno bursátil”. Y prefería inclinarse por causas de especulación y

1176 ABC, 04/01/1930, p. 15.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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de la balanza comercial: “Ninguna normalidad constitucional podrá ofrecer mayores

garantías a los intereses que les ha ofrecido esta “anormalidad” de la Dictadura”1177.

Primo de Rivera afirmó sobre el empréstito que confiaba en que los españoles que

tengan valor oro al empréstito y mostraba optimista con el futuro:

“El porvenir, pues, no puede ser más despejado, y cuando, a su tiempo, el

problema agudo de los cambios quede resulto, España podría considerarse

como nación de las más fuertes y saneadas en su Hacienda; pero para ello hay

que tener calma y serenidad y no dejarse impresionar ni conducir adonde nos

quieren llevar, sino donde nos convenga ir”1178.

Por su parte, el ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, declaró que tenía

impresiones “muy halagüeñas de la marcha del empréstito oro en el extranjero”. Sin

embargo, el empréstito recaudó mucho menos de lo esperado y la situación económica

era cada vez más preocupante. Una nota oficial del 9 de enero sobre “la injustificada baja

de nuestra moneda” reconocía que era un “problema inquietante” y que “el no tener en la

mano el medio de contenerlo rápidamente enoja y contraría al Gobierno”, aunque algunos

afirmaban que “las causas de ello son políticas”, lo consideraba un juicio erróneo.

Aseguraban que no podía ser por motivos políticos, pues la caída de la peseta se precipitó

rápidamente después de “las declaraciones oficiales de que la dictadura está próxima a

traspasar sus poderes.”

La Época se preguntaba qué había ocurrido “en el campo económico y financiero”

para que la peseta se hubiera depreciado de esta forma. Y su conclusión era que: “Es

evidente que nos hallamos frente a una ofensiva de la especulación internacional”. No

obstante, reconocía que había un “factor subalterno” y “coadyuvante”: “el político”.

Achacaba a la incertidumbre de los planes de la Dictadura la marcha de la economía.

1177 La Nación, 04/01/1930, p. 1. 1178 La Época, 09/01/1930, p. 1.

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Calvo Sotelo declaró en La Vanguardia, que estaban ante un caso de “demencia

bursátil” y que no tardaría mucho en desvanecerse. la causa de la baja de la peseta era la

“especulación” y, además, el “déficit comercial”1179.

La Libertad no compartía el criterio de optimismo oficial, reflejado en las notas

oficiosas y sostenía que el estado del crédito internacional era muy delicado. Pero no eran

ellos quienes debían señalar los remedios porque serian tachados de “sectarismo, de

interesados, por lo menos”. La Nación, en cambio, estaba convencida de que la situación

monetaria volvería a “su cauce normal lógico” y veía esperanzada el alza de la peseta.

El 13 de enero una nota anunció que el Gobierno ante “la campaña de difamación

realizada en el extranjero contra la situación económica de España” había decidido invitar

a cuatro o seis técnicos extranjeros en ciencias económicas y financieras para que

visitasen España y estudiasen los problemas económicos para emitir luego un dictamen.

Por estas fechas, Primo de Rivera admitió en una entrevista con el diario portugués

Noticias de Lisboa que la principal preocupación de España era la baja de la peseta, baja

que únicamente se podía achacar a “una especulación criminal, ya que la situación

financiera y orientada al progreso por que España atraviesa no justifica que la libra hay

llegado a cotizarse a cuarenta, alcanzado un precio superior al de los tiempos de la guerra

de Cuba”1180. Tan sólo unos días después el ministro de Hacienda presentaba su dimisión

al no conseguir frenar la baja de la moneda española.

4.46 La dimisión de Calvo Sotelo

El 21 de enero todos los periódicos llevaron en su portada la noticia de la dimisión

del ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, que no había podido soportar el desgaste de

la depreciación de la peseta y había renunciado a su cargo la noche anterior. Se iniciaba

así la crisis final de la Dictadura que provocaría sólo unos días después la dimisión de

1179 La Época, 09/01/1930, p. 1. 1180 La Época, 15/01/1930, p. 1.

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Primo de Rivera1181. El presidente del Gobierno explicó a los periodistas, al salir de

Palacio, que Calvo Sotelo había presentado su dimisión hacía mes y medio y que volvió

a insistir ahora y el Rey y él decidieron aceptarla. Primo de Rivera intentó lanzar un

mensaje de tranquilidad y anunció que las cosas seguirían como se preveía porque no

quería hacer nada nuevo para los pocos meses que quedaba de dictadura.

La prensa despidió a Calvo Sotelo sin gran tristeza. La Nación negó que su

dimisión abriera la crisis, porque ese término hacía referencia a un momento de

“incertidumbre” y eso no sucedía. Prefería, en cambio, hablar de “simple cambio de

personas”. El diario oficioso se jactaba de que, lo que antes se llamaban “crisis parciales”,

ahora se resolvían sin estrépito y sin campañas periodísticas que produjeran sensación de

inseguridad de los Gobiernos. Confiaban en que no se entibiara la confianza ni adhesión

al Régimen y afirmaron que la Dictadura permanecería “con sus mismas características

hasta que el plazo que ella misma se ha señalado se cumpla”1182.

En cuanto a ABC, publicó el 22 de enero una entrevista con el ya exministro en su

casa y éste no pudo ocultar su satisfacción y alivio al dejar su puesto. En el editorial de

ese día el diario monárquico responsabilizaba a Calvo Sotelo de provocar una crisis

parcial en el Gobierno, debido a su cansancio. Asimismo, condenaban la gestión del

exministro en materia de monopolios, que consideraban “una rémora de la producción y

del comercio”. Sin embargo, también le dedicaban alabanzas, afirmando que su obra era

“en conjunto, de las más brillantes del Gobierno”. Entre sus logros contaba la nivelación

presupuestaria, su política de gastos, sus normas fiscales, aumento de las recaudaciones,

la conversión y consolidación de la Deuda y la supresión de las emisiones1183.

Por su parte, El Debate distinguía entre su labor en la Hacienda y en los cambios.

El balance de la primera era positiva porque había saneado la Hacienda española y por el

1181 BERENGUER, Dámaso: op. cit., p. 20-21. En el gobierno dictatorial había fuertes discrepancias sobre

el plan político de Primo de Rivera. Esto, unido a la dimisión de Calvo Sotelo, llevó al Rey a pensar que,

si la Dictadura ya no contaba con el apoyo del pueblo ni la cohesión indispensable para afrontar la situación,

debía tomar con cautela los proyectos del marqués de Estella. 1182 La Nación, 21/01/1930, p. 15. 1183 ABC, 22/01/1930, p.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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monopolio de petróleos, pero criticaba abiertamente su gestión “en la actuación

valutaria”. Para el diario católico, a pesar de su gran inteligencia, le había faltado

experiencia. Aunque no toda la culpa era suya, sino que “la intranquilidad natural por el

futuro de un sistema político transitorio” también había influido.

El 22 de enero Calvo Sotelo dio posesión al conde de los Andes y afirmó que “era

un momento para él triste y alegre al mismo tiempo”. Triste por la gente que dejaba, pero

alegre porque su cuerpo estaba “minado” y necesitaba ese descanso que hace tiempo que

pedía. Lo cierto es que Calvo Sotelo estaba deseando abandonar su puesto, sobre todo

tras los últimos desencuentos con Primo de Rivera1184.

4.47 Rumores de conspiraciones militares

Hacia diciembre de 1929 los rumores de conspiraciones no cesaban. Por un lado,

se preparaba una conspiración de signo centrista, constitucionalista y vínculos católicos,

que contaba con Miguel Villanueva y Burgos y Mazo como instigadores y con el general

Goded al frente y el 19 de diciembre una nota oficiosa informaba de que se habían

detenido a varios oficiales y paisanos acusados de tramar una conspiración militar:

“Por espacio de treinta y seis horas han sufrido arresto en Prisiones Militares

y Cárcel Modelo respectivamente, algunos oficiales y paisanos que se reunían

en un bar céntrico y fueron objeto de denuncia por supuesta trama o

conspiración contra la disciplina militar. Del atestado instruido al efecto no

ha resultado cargo alguno contra ellos, y en su virtud, han sido desde luego

puestos en libertad”1185.

En otra nota publicada el 31 de diciembre la Dictadura negaba el rumor de

próximas movilizaciones militares y simplemente daba cuenta de “un conato de

1184 El Socialista, 23/01/1930, p 1. 1185 El Socialista, 19/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

418

indisciplina de algunos jefes y oficiales”. Al Gobierno le parecía “un poco vejatorio” tener

que salir a desmentir estas informaciones, pero lo hacía para evitar que se propagara el

rumor. Tan sólo se había detenido a un teniente de coronel de infantería y a dos capitanes

de la guarnición de Sevilla y no veía motivo para la alarma. Pero los rumores de

conspiraciones no cesaron y el 21 de enero se anunció que se habían efectuado nuevas

detenciones:

“Informaciones confidenciales que han tenido completa confirmación oficial

han determinado al Gobierno a disponer sean extrañados de Segovia,

señalándoles residencia obligatoria con vigilancia de su conducta, a dos ex

jefes, dos ex oficiales de artillería y dos paisanos, cuya actuación ha sido

considerada como perniciosa para el mantenimiento de la disciplina y buen

espíritu militar”1186.

Aunque el Gobierno intentase ocultar la realidad, la conspiración militar estaba en

marcha, y sólo la dimisón de Primo de Rivera frenó su ejecución.

4.48 Primo de Rivera niega la crisis

El mes de enero de 1930 fue muy agitado1187. Desde la dimisión de Calvo Sotelo

se propagaron rumores sobre una inminente crisis ministerial y la situación llegó a tal

punto que el día 25 de enero los periodistas solicitaron al presidente una audiencia para

contrastar “los rumores que durante todo el día habían circulado” acerca de una

conspiración militar encabezada por el general Goded:

“Se dice que usted ha dimitido, y que le sustituye el vicepresidente del

Consejo, general Martínez Anido. Se dice también que está próximo a

1186 La Libertad, 21/01/1930, p. 2. 1187 LA CIERVA, Juan: op. cit., La Cierva cuenta en sus memorias que en enero de 1930 Primo de Rivera

le llamó a su casa y le dijo que la crisis estaba planteada porque el Rey deseaba finalizar la Dictadura y le

contó que le había propuesto a él o a un general para sustituirle.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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constituirse un directorio militar, y hay quien asegura que la jura del nuevo

Gobierno estaba señalada para las cuatro de la anterior madrugada. Aseguran

otros que anoche se celebró un segundo Consejo, y en él se acordó plantear

la crisis total, y, por último, que el general Goded, gobernador militar de

Cádiz, había sido destituido por su actitud de rebeldía”1188.

El general estaba muy interesado en conocer esos “bulos” y se mostró de un

“excelente humor” delante de los periodistas, como recalcó El Debate. Negó su dimisión

y cualquier atisbo de crisis:

“Nada de eso, como ustedes comprenderán, es serio, ni debe ser ni puede ser

tomado en consideración. El general Goded es un militar pundonoroso de

brillante historia, muy joven y muy apegado a su carrera. No hay que decir

que ni por un momento es creíble el rumor. Cualquiera puede intentar una

aventura, pero lo que no puede es triunfar con ella. Claro es que yo estoy

dispuesto a irme en cuanto alguien, de buena fe, me sustituya. Ahora bien; a

lo que no estoy dispuesto es a que se me arrebate el Poder, más que nada, y

por encima de cualquier consideración, por el síntoma de descomposición

anárquica que esto revelaría.

De los rumores esos ni uno solo tiene consistencia, y tan tranquilo estoy que

me he dedicado durante todo el día al despacho ordinario, sin otra

preocupación que la de acertar en la resolución de los asuntos. Si en vez de

cuanto he oído ahora me hubierais dicho algo relacionado con alguna otra

dificultad de Gobierno tal vez me hubiera preocupado. Esas comidillas y

pequeñeces de situaciones de substituciones y otros juegos por el estilo son

tan burdas que no merecen la más ligera rectificación. El rumor relativo al

general Goded ya lo conocía, pero no he querido decir nada, porque considero

que hasta la rectificación es una ofensa para el mencionado militar.

1188 La Época, 27/01/1930.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

420

Lo que sí quiero aclarar mediante una nueva nota es el asunto de Segovia, es

decir, el triste accidente ocurrido en el campo de prácticas de la Academia.

Es cruel que sobre un hecho casual se forje una leyenda y se hable de suicidio,

riña o desafío. El accidente ocurrió ante 80 soldados, y todos vieron como la

pistola se disparó, alcanzando al teniente Estaun y al capitán Gándara. El

oficial muerto ha sido enterrado en lugar sagrado, con asistencia del vicario y

del clero, y el propio obispo de Segovia ha protestado de la calumnia: de modo

que sobre esto no hay ni que hablar las dos oficiales víctimas del accidente

eran entrañables amigos, y yo los tenía en la lista de promoción para

confirmarlos en sus cargos de profesores”1189.

Primo de Rivera insistió en que había estado trabajando y de paseo y en que no

había ningún motivo de alarma. Pero ni a la prensa ni a la opinión publicaba se le escapaba

que su tiempo como jefe de Gobierno estaba llegando a su fin. Y, ante la pregunta de los

periodistas de cómo se encontraba de salud, ésta fue su respuesta:

“Me encuentro muy bien, fuerte y con una salud a prueba, a pesar de esta

labor de siete años. Es una cosa -añadio sonriendo-, que ni aun deseándolo

para poder descansar un poco, me quedo enfermo”1190.

4.49 La consulta a los capitanes generales

Desde finales de diciembre Primo de Rivera sentía que el Rey le había retirado su

confianza. Para el marqués de Estella era indispensable contar con el apoyo de la Corona

y del Ejército, ya que de no ser así presentaría inmediatamente su dimisión ante Alfonso

XIII1191. Por eso, tras los rumores de crisis y una noche de insomnio, decidió realizar una

1189 La Época, 27/01/1930, p. 1. 1190 El Debate, 26/01/1930, p. 1. En realidad, Primo de Rivera se estaba muriendo a causa de su diabetes

y esta enfermedad tuvo mucho que ver con el desfondamiento que la Dictadura sufrió en la segunda

quincena de enero de 1930. El marqués de Estella moriría en París mes y medio después de abandonar el

poder. 1191 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: Alfonso XIII. Vida, confesiones…, op. cit., p. 229; BERENGUER,

Dámaso: op. cit., p. 34; MAURA, Miguel: op. cit., p. 28. Cavanillas destaca que Primo de Rivera no contaba

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

421

consulta a los capitanes generales para comprobar si todavía le apoyaban. De esta forma,

en la madrugada del 26 de enero envió la siguiente nota oficiosa:

“Cuando al final de la jornada de ayer, tras diez horas de incesante trabajo,

ajeno por completo a chismorreos y menudencias, he recibido a los

informadores de Prensa, me ha sido dado a conocer la intensidad con que se

han cotizado en los mentideros.

Es enojoso salir al paso de tanta miseria; pero no hay otro remedio para

tranquilizar a los cuitados, ya que no sirva la rectificación para acallar a los

inventores, acogedores y propaladores de especies alarmistas.

En primer término, y por el buen nombre de las víctimas del doloroso

accidente, he de afirmar, con el testimonio de toda la ciudad de Segovia que

el que produjo la muerte del teniente D. José Estaun y la grave herida del

capitán D. José Gándara ha sido absolutamente casual, y más lamentable por

tratarse de dos oficiales brillantísimos, unidos por fuertes lazos de amistad.

También por el buen nombre de meritísimos generales he de dar un solemne

mentís a las actividades que se atribuyen a algunos, contrarias no solamente

a la realidad y al concepto que siempre han tenido y demostrado del

cumplimiento del deber, sino a todo buen sentido.

ya con el apoyo de la aristocracia ni de los conservadores, y el de la Iglesia no era claro. Califica de “error”

la consulta a los capitanes generales, porque éstos sólo podían ratificar su confianza con el Rey. Berenguer

recibió el 27 de enero una carta de Romanones en la que afirmaba que la decisión de Primo de confiar la

continuación de la Dictadura al juicio de los generales constituía un hecho de mayor gravedad que el

realizado el 13 de septiembre del 23, ya que negaba las prerrogativas de la Corona, desconocía la fuerza

legítima de la opinión y podía terminar con el prestigio del Ejército. Según Romanones, los generales no

debían pronunciarse, porque eso sería peligroso y podría provocar división. Berenguer señala que no fue

necesario conocer el resultado de la consulta, ya que el error en su procedimiento precipitó la caída de la

Dictadura, que de todas formas creía que era cosa de días. Para Maura esta nota fue el suicidio político de

Primo de Rivera porque fue la excusa perfecta para que el Rey “borbonease” la situación.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

422

Ellos no tienen en inquietar el ánimo público, el interés que los especuladores

y políticos profesionales del alboroto, deducen el placer que la gente moza e

irresponsable. Pero, en fin, en esto el jefe del Gobierno se somete voluntario

a una prueba sensacional y decisiva.

Como la Dictadura advino por la proclamación de los militares, a mi parecer

interpretando sanos anhelos del pueblo, que no tardó en demostrarle su

entusiasta adhesión con la que, más acrecida aún, cree seguir contando hoy,

ya que esto último no es fácil de comprobar con rapidez y exactitud

numéricamente, y lo otro sí, a la primera, se somete y autoriza e invita a los

diez capitanes generales, jefe superior de las fuerzas de Marruecos, tres

capitanes generales de departamentos marítimos y directores de Guardia

Civil, Carabineros e Inválidos, a que, tras una breve, discreta y reservada

exploración, que no debe descender de los primeros jefes de unidades y

servicios, le comuniquen por escrito, y si así lo prefieren, se reúnan en

Madrid, bajo la presidencia del más caracterizado, para tomar acuerdo, y se

le manifieste, si sigue mereciendo la confianza y buen concepto del Ejército

y Marina. Si le falta, a los cinco minutos de saberlo, los poderes de jefe de la

Dictadura y del Gobierno serán devueltos a Su Majestad el Rey, ya que de

éste los recibió, haciéndose interprete de la voluntad de aquéllos.

Los alborotos financieros, pocas veces tan fuera de tiempo y tan faltos de

motivo, el constante intento de alarma financiera, contra la cual la realidad

mantiene la buena cotización de los valores, y con una ligera mejoría en los

cambios, los anuncios de promover alborotos no dejarán de ser reprimidos,

en justa proporción a las actitudes que los determinen , sea cualquiera el lugar

y la ocasión que se elija; ni intrigas altas ni bajas alteran un punto la serenidad

del Gobierno, preocupado siempre por problemas de más enjundia y

trascendencia, y en materia de represión no quiere ni excederse ni quedarse

corto, pues no es cosa de pretender curar en un día y brutalmente el mal de

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

423

herencia de indisciplina en ciertos sectores, pocos en número y modestos en

calidad, ni tampoco favorecerlos con un régimen de impunidad.

En suma, el jefe del Gobierno tiene la seguridad absoluta de haber cumplido

y estar cumpliendo todos sus deberes sin violencias y sin flaquezas y de no

haber escatimado un minuto ni un sacrificio al servicio de la Patria, y que el

Directorio militar, primero, y el Gobierno civil, después, le han ayudado con

la máxima eficacia y lealtad; pero si la más alta representación del Ejército y

la Marina, a los que no ha pretendido halagar ni les hace promesas que por

halagos se interpreten, declarando estar siempre más dispuesto a exigir de

ellos sacrificios, que a proporcionarles ventajas, creyendo interpretar el sentir

colectivo, sin recurrir a actos plebiscitaros que repugnan a la estructura y

disciplina de los Cuerpos militares y que serán mal precedente y funesta

ejemplaridad, y que la sensibilidad de los mandos expertos hacen

innecesarios, comunican al jefe del Gobierno un juicio contrario, y para

estimarlo así computará en mucho más los votos adversos que los favorables,

con su conciencia tranquila y muy satisfecho de haber cumplido bien todos

sus deberes porque así lo ha querido Dios para que España, en los últimos

setenta y seis meses, fuera lo que siempre debió ser.

Y ahora solo pido a mis compañeros de armas y jerarquía, que tengan esta

nota por directamente dirigida a ellos, y que, sin pérdida de minuto, pues ya

comprenderán lo delicado de la situación que este paso, cuya gravedad no

desconozco, crea al Régimen que presido, decidan y comuniquen su actitud.

El Ejército y la Marina, en primer término, me erigieron dictador, unos con

su adhesión, otros con su consentimiento tácito; el Ejército y la Marina son

los primeros llamados a manifestar en conciencia, si debo seguir siéndolo o

debo resignar mis poderes”1192.

1192 La Libertad, 26/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

424

Como es lógico, esta nota conmocionó a la prensa y a la opinión pública, que no

podían creer que el presidente estuviera sometiendo su continuidad a la consulta a los

Capitanes Generales. Alfonso XIII entró en cólera cuando se enteró de lo que había hecho

Primo de Rivera y la crisis estalló de forma irreversible. La oposición se vio alentada por

la división existente en el seno del Gobierno y por la publicación de la nota. Al día

siguiente, Primo de Rivera quiso explicar su nota en El Noticiero del Lunes1193. El

periódico oficial le comentó la repercusión y la “gran emoción” que la noticia había

producido entre los españoles, sobre todo porque no sabían si lo había hecho contando

con el apoyo del Gobierno o, si bien, se trataba de una iniciativa personal de Primo de

Rivera. La respuesta del presidente fue la siguiente:

“Ni es acuerdo de Gobierno, que ni siquiera ha conocido la nota hasta tenerla

en la Prensa, ni menos, naturalmente, de Su Majestad el Rey, ni tampoco

iniciativa del presidente del Consejo, sino del general Primo de Rivera, que

cree conveniente, aunque no indispensable en opinión de muchos, recabar la

ratificación de confianza del Ejército y la Armada, ante la existencia

innegable de hechos que pudieran presentarla en duda y como resultado de la

intensa campaña de insidias que viene haciéndose. Así, pues, soy sólo yo el

que, aparte la confianza con que me honra Su Majestad, necesito saber si sigo

teniendo abierto el amplio crédito de ella que los institutos armados me

abrieron el 13 de septiembre del 23, porque si estoy equivocado en esto punto,

si secuestro o suplanto una confianza que no existe, no debo seguir

gobernando”1194.

Cuestionado también sobre si no temía que la consulta se interpretase como “una

intromisión de los Cuerpos armados en la política” contestó:

1193 CAPELLA, Jacinto: op. cit., p. 79. Como hemos visto, el único periódico que se publicaba los lunes

era la Hoja Oficial del Lunes, reconvertida en El Noticiero del Lunes, del que era director Jacinto Capella,

a quien confesó el marqués de Estella que siempre escribía en lápiz porque era más rápido: “Yo escribo en

lápiz, porque es más rapido y más limpio. No se pierde el tiempo en mojar la pluma, ni en tener que quitar

ningún pelo, ni se hacen borrones, ni se manchan los dedos”. Esta premura al redactar sus notas quizás

explique su falta de reflexión a la hora de realizar la consulta a los capitanes generales. 1194 La Época, 27/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

425

“De ninguna manera: ni intromisión, ni siquiera intervención, puesto que no

se trata de juzgar la política, sino la persona. En régimen normal, hasta a esta

con la confianza de la opinión y de la Corona para gobernar: en régimen de

Dictadura se necesita contar, ratificar claramente la de los organismos en cuyo

nombre fue instaurado el Régimen, si se pretende poner en duda, sin que el

caso tenga que repetirse más que cuando se repita la anormalidad o

suspensión de la vida política.

No se trata, pues, de someter un Gobierno civil al control del Ejército y la

Armada, sino de saber el jefe de una Dictadura de origen militar, que, entre

otras modificaciones esenciales hechas en ella, le ha dado carácter civil y ha

tenido en seis años largos que tocar tantos extremos y sufrir tan rudos ataques

clandestinos, si su prestigio y la confianza precisa ha flotado por encima de

todo eso, sobreponiéndose al desgaste personal.

Además, yo creo que habrá coincidencia entre las tres confianzas precisas:

pueblo, Corona y elementos generadores de la Dictadura, y todo eso necesito

para vencer las resistencias, maniobras e intrigas que ya se muestran para

impedir que la Dictadura tenga una salida pacífica y una sustitución lógica y

conveniente”1195.

El marqués de Estella terminó diciendo que no pretendía volver a gobernar en

régimen normal, si volvía sería “porque el país, el Rey y el Ejército me llamen a dirigir

una nueva dictadura”. Y justificaba el motivo de la consulta:

“Mientras por las contestaciones requeridas, yo no pueda patentizar que

cuento con la inmensa mayoría de aquellos cuyo nombre tomé para actuar,

1195 La Época, 27/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

426

todos podrán decir que engaño al Poder Real y al país, dando esto por

supuesto”1196.

La consulta produjo un gran asombro entre los capitanes generales, algunos de

ellos escribieron al general Berenguer para notificarle la respuesta a la cuestión planteada

por Primo de Rivera. De las respuestas de los militares, tan sólo dos podían considerarse

favorables, mientras que el resto respondían de forma fría o con sorpresa1197. Cuando

Berenguer habló con el Rey, en la mañana del 27 de enero, su máxima preocupación era

el estado de aislamiento en el que se hallaba y la situación en las guarniciones de Levante

y Andalucía ―se hablaba de que esta última preparaba un movimiento militar―, y en

Madrid, donde las calles estaban ocupadas por las fuerzas de seguridad para contener a

los estudiantes. Esa mañana también acudió Primo de Rivera a Palacio. Salió a las doce

menos veinte y a la salida no quiso realizar ninguna declaración política. Sólo dio cuenta

a los periodistas de los decretos que había firmado el Rey y anunció que al día siguiente

habría Consejo de ministros. El Monarca despachó luego con los ministros de Justicia e

Instrucción y después recibió al capitán general de la Región, barón de Casa Davadillo y

al capitán general de la Quinta Región, teniente general Fernández Heredia. Ese día

también recibió al teniente general Francisco Borbón, al general de Caballería, marques

de la Ribera, y al general Millán Astray1198.

4.50 La censura impide comentar la nota

Los ministros no ocultaron la sorpresa que les produjo la publicación de la nota y

la censura intervino de raíz para cortar los comentarios que ésta suscitó. Los diarios tan

sólo pudieron informar de que el domingo 26 de enero Primo de Rivera se entrevistó con

el Rey durante media hora:

1196 La Época, 27/01/1930, p. 1. 1197 DE LA CIERVA, Ricardo: op. cit., p. 251. 1198 La Libertad, 28/01/1930, p. 3.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

427

“Algunos periódicos han pretendido contestar la nota del general Primo de

Rivera publicada el domingo.

A ello se ha opuesto la Censura por entender que en el estado actual lo

procedente es esperar el resultado de la consulta y que del mismo y de cuanto

sea necesario enterar al país lo hará el jefe del Gobierno con la claridad y

sinceridad en él acostumbrada”1199.

La Nación fue el único periódico que comentó la cuestión para decir que no iba a

realizar ningún comentario: “Sólo un intento de comentario nos parecería imprudencia”.

El diario oficioso destacaba “la entereza, la buena fe, la absoluta diafanidad con que

procede en sus actos de gobierno el dictador” y afirmaba que la consulta había producido

“la sensación prevista” y la valoraba de forma positiva:

“Consignamos que en torno a la figura del Presidente se han determinado

nuevas simpatías. Y que se ha acrecentado en los momentos actuales el

respeto de los adversarios”1200.

La Nación juzgaba la situación de la siguiente manera:

“El Presidente no quiere vivir de precario ni un minuto. La triple confianza

del Rey, del pueblo y de los institutos armados, en cuyo nombre advino al

Poder, ha de hallarse patente.

La confianza de Su Majestad es fácil comprobarla a diario. La confianza del

pueblo es imposible concretarla numéricamente al margen de procedimientos

constitucionales, que no encontrarían bajo una dictadura ambiente propicio.

La de los institutos armados cabe, sin embargo, contrastarla. Y eso ha hecho

el general Primo de Rivera”1201.

1199 El Sol, 28/01/1930, p. 8. 1200 La Nación, 27/01/1930, p. 1. 1201 La Nación, 27/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

428

Y criticaba el ambiente de “chismorreo y de intriga” que había en Madrid, donde

existían “colonias microbianas propicias siempre al enredo”, que:

“Cumplen alarmando y mintiendo sus fines. Lanzan a voleo invectivas

dañosas. Y apena considerar que algunos forman parte de las que se llaman

clases directoras. De tal modo, hasta tal punto ciega la pasión el buen sentido,

que incluso individuos que han desempeñado cargos de importancia discurren

sin noción de las realidades”1202.

El día 28 de enero La Nación afirmaba que rehusaban a hacer cualquier

comentario a lo dicho por Primo de Rivera, no sólo por la censura, “sino por imperativos

de la propia conciencia”. Veía la curiosidad del público como “muy legitima y muy

explicable” pero hacía un llamamiento a la calma y a no hacer “cábalas”, ya que el

marqués de Estella hablaría próximamente y diría al país toda la verdad1203. Se esperaba

que el presidente del Consejo acudiera a la Asamblea al día siguiente. Sin embargo, nunca

lo hizo porque ese día Primo de Rivera presentó su dimisión ante el Rey.

4.51 La dimisión de Primo de Rivera vista por los diarios

Todos los periódicos llevaron en sus portadas del día 29 de enero la noticia de la

dimisión de Primo de Rivera y su sustitución por el general Berenguer1204. Para el jefe de

1202 La Nación, 27/01/1930, p. 1. 1203 La Nación, 28/01/1930, p. 1. 1204 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: Alfonso XIII Vida, confesiones…, op. cit., p. 235. Cavanillas sostiene

que al final de la Dictadura las fuerzas opositoras se unieron para derribar al Régimen y a la Monarquía:

viejos políticos monárquicos, masones, socialistas, Federación Universitaria Escolar, izquierdistas,

militares resentidos con la Dictadura, los anarco-sindicalistas de la CNT, separatistas, comunistas y también

los periódicos; GÓMEZ NAVARRO, José Luis: El Régimen de Primo de Rivera…op. cit., p. 520; CARR,

Raymond: España 1808-1939, op. cit., p. 561. Gómez-Navarro considera que la caída del Régimen de

Primo de Rivera se debió a su crisis interna, provocada por la pérdida de apoyos sociales y políticos y la

incapacidad para encontrar una salida política y constitucional. Para Carr, Primo de Rivera fue derrotado

por los mismos que le habían allanado su ascenso: los militares y el Rey.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

429

la Casa Militar del Rey la Dictadura era la garantía de la monarquía y del Estado. Aunque

era consciente de que el Régimen estaba cada día más alejado de la opinión pública y de

que era objeto de las más duras críticas que la censura no lograba acallar la censura.

Numerosos periodistas fueron a cubrir el Consejo de ministros del día 28, donde la

inquietud era evidente, porque “todos los rumores coincidían en que iba a plantearse la

crisis”.

El presidente del Gobierno acudió a Palacio la mañana del 28 junto a los ministros

de Hacienda y Gobernación. A la salida, el general comunicó a los periodistas que había

sometido a la firma del Soberano varios documentos y que habría Consejo por la tarde.

Acto seguido, se dirigió al ministerio del Ejército a conferenciar con los ministros de

Gobernación, Justicia y Culto y Ejército. Los medios señalaron que se reunió

extensamente con el director general de la Guardia Civil. En realidad, Primo de Rivera

había presentado su dimisión ante el Rey y éste se la había aceptado. El marqués de Estella

entregó a Alfonso XIII una nota con tres nombres para sustituirle: Guadalhorce, La Cierva

o Berenguer, el elegido fue este último.

Berenguer ofrece en sus memorias un relato minucioso del día 28 de enero. Por la

mañana se dirigió a Palacio como de costumbre. Las calles de Madrid seguían ocupadas

militarmente y la prensa hablaba de las consecuencias políticas de la situación del

Gobierno y los rumores sobre movimientos militares. Al llegar al Palacio Real el

ambiente era tranquilo y cuando se encontró a Primo de Rivera y a dos ministros en la

puerta del despacho del Monarca no percibió nada extraño. Lo único anormal fue que se

reunieran en el despacho particular de Alfonso XIII. Rápidamente el Rey le expuso la

situación: el desacuerdo en el seno del Gobierno, culminado con la nota a los capitanes

generales, había llevado a Primo de Rivera a dimitir. El Monarca encargó entonces a

Berenguer formar gobierno y éste al principio se mostró muy reacio. Pensaba que Primo

debía ser el encargado de devolver al país a la normalidad constitucional a pesar de la

publicación de la nota. No se sentía capaz de afrontar tal responsabilidad, sin experiencia

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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alguna. Si aceptó fue únicamente por lealtad al Rey, ya que veía que se había quedado

solo1205.

Después de entrevistarse con el Monarca, Berenguer marchó al ministerio de

Guerra, donde le esperaba Primo de Rivera, acompañado de Martínez Anido. Berenguer

les expresó su deseo de recurrir a personas de las antiguas agrupaciones políticas que no

se hubieran significado por sus campañas contra la Dictadura. Primo, por su parte, le dio

una lista de nombres para los gobernadores civiles1206.

La Libertad destacó en su crónica que, a medida que avanzaba el día, “la emoción

y el interés público” iba en aumento. El diario liberal subrayó que la sospecha de la

dimisión de Primo de Rivera se conoció por la tarde a través de una agencia extranjera.

“A la hora de comenzar el Consejo de ministros se tenía ya la certidumbre de

que la crisis de la Dictadura era un hecho, y la expectación aumentó en

términos no fáciles de describir.

No es, pues, extraño que a la Presidencia del Consejo acudiera mucho mayor

número de periodistas que ordinariamente.

Desde antes de las seis de la tarde el vestíbulo de la Presidencia estaba

atestado de reporteros y de informadores políticos, redactores de Agencias

extranjeras y nacionales. A esta expectación había contribuido el que una

importante Agencia americana, establecida en Madrid, había publicado en sus

abonados de los Estados Unidos que ayer dimitía el general Primo de Rivera

y se encargaría del Poder el general Berenguer. Esta noticia fue retransmitida

a París y publicada por lo periodistas parisinos de la tarde. Desde esto

llamaron repetidamente a sus Agencias y corresponsables en Madrid pidiendo

confirmación a esta noticia”1207.

1205 BERENGUER, Dámaso: op. cit., p. 28-34. 1206 Ibídem: p. 48. 1207 La Libertad, 29/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

431

Primo de Rivera abandonó el Consejo antes de que éste hubiese concluido y se

fue a Palacio. Llegó a las ocho y veinte y salió a las nueve menos diez de la noche. A la

salida dictó a los periodistas la siguiente nota:

“El Consejo de ministros ha conocido las razones personales y de salud que

su presidente ha expuesto como motivo irrevocable para presentar su dimisión

al Rey, y los ministros, comprendiendo diáfanamente que la dimisión del

presidente envuelve la de los ministros, le han rogado presente la de todos a

su Majestad”1208.

El marqués de Estella facilitó otra nota oficiosa para explicar su marcha y

comunicó a los periodistas que el Rey había encargado al general Berenguer formar

gobierno:

“Su Majestad ha admitido mi dimisión y la de los ministros, teniendo para

todos frases de benevolencia, y se ha ordenado que haga saber a todos sus

deseos, así como a los funcionarios y corporaciones, de que sigan

desempeñando todos sus cargos y funciones hasta que se constituya nuevo

Gobierno y éste dicte normas para el caso. Hago mío el deseo de su Majestad,

y espero que todos los que, ajenos a la política, han colaborado con la

Dictadura, seguirán en sus puestos mientras el nuevo Gobierno no disponga

otra cosa”1209.

La Nación sólo quiso realizar un breve comentario, porque aseguraba que su papel,

en esos momentos, era el de “de informadores y no de críticos”. Alabó la labor

“intensísima” del general y, sobre todo, su actitud a la hora de abandonar el poder:

1208 El Socialista, 29/01/1930, p. 1. 1209 La Nación, 29/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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“Dimitió el general Primo de Rivera por los motivos que esboza en su nota, y

sale del Gobierno, a los seis años y medio de labor intensísima, inconcebible,

sin haber sembrado odios ni desatado violentas tempestades. Rencorcillos,

escozores, rasguños a flor de piel, molestias de amor propio, tal vez las sientan

algunos. Es natural, humano; pero ¡cuán pocos podrán decir que él hizo

víctimas de injusticia a sabiendas, causó un dolor deliberadamente y sin

necesidad, se ensangrentó las manos para reprimir desmanes, o persiguió sin

cuartel a sus enemigos!

Después de asumir las facultades más amplias, los poderes más altos que a

gobernante alguno le sea dable tener, sale del Gobierno sin soberbia,

sonriente, tranquila la conciencia, como un hombre bueno, paternal, sin que

se le ocurra hacer alarde de su actuación, a la misma hora en que, con

humildad de cristiano y nobleza de caballero, declara los que él cree que son

sus errores.

El último capítulo de su vida de dictador está escrito tan sencillamente, con

sinceridad y llaneza tan ejemplares, que produce intensa emoción. Ni el

recuerdo de un agravio ni la sombra de un disgusto palpita en esos renglones

de quien tanto ha padecido y luchado por salvar y engrandecer a España.

Planteada así la crisis, con gestación y desenvolvimientos de que ahora no

hemos de hablar, y encargado de formar nuevo Gobierno el, por tantos títulos,

ilustre general conde de Xauen, lo que en estas horas más interesa al público

es la solución, y de ella no es posible dar noticias concretas, porque los

trabajos para la formación del nuevo Gobierno continúan por parte del general

Berenguer, que anoche y hoy ha hecho y recibido numerosas visitas.

Preferimos anticipar cuanto a estas horas se sabe, con el deseo de satisfacer

la legítima curiosidad del país, y haciendo votos por que lo antes posible se

constituya el Gobierno, y éste sea tal y como a España le conviene.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

433

En circunstancias tan trascendentales, la Patria es lo que importa. Ella está

por encima de todo y de todos, más en momentos en que todos los países de

la tierra vuelven sus miradas hacia nosotros, según se advierte en los

comentarios de la Prensa mundial, que dedica a la crisis española una atención

sólo comparable a la que despiertan los grandes acontecimientos políticos en

las potencias de primer orden”1210.

En páginas anteriores, el periódico oficioso afirmaba que estaban seguros de que

el mundo reconocería que “no ha existido dictadura más comprensiva y humana, más

beneficiosa para un país que la mantenida” por Primo de Rivera, “cuyo nombre inmortal

será ejemplo perdurable de patriotismo, de austeridad, de rectitud, de sacrificio, de

clarividencia y de dinámica actuación”1211. Asimismo, destacaba la “cuantiosa herencia”

que la Dictadura legaba.

En su editorial del día 29 de enero, El Debate reconoció que el golpe de Estado

de 1923 era “necesario” y no escatimó elogios a la hora de despedir al marqués de Estella,

al que calificó como “hombre providencial”. Además, enumeró los grandes logros que

había obtenido Primo de Rivera en su mandato: “restauración del principio de autoridad,

paz interior, brillante final de la guerra de Marruecos y, consecuencia natural de estos

hechos, resurgimiento del prestigio exterior de España”, más el magnífico” plan de obras

públicas, la “nivelación de la Hacienda”, y el “renacimiento municipal”. Por todo eso,

aseguraba que el país era “más gobernable” que hace seis años y señalaba:

“A Primo de Rivera le tiene señalado la Historia un ilustre lugar. Su Dictadura

ha sido popular, llena de benevolencia, frecuentemente paternal. El dictador

se ha identificado con el pueblo, cuyas virtudes y defectos resplandecen en

él. Y al final, entrega el poder en las manos de quien representa la voluntad

de la nación. España y el Rey tienen contraída una deuda con Primo de Rivera,

1210 La Nación, 29/01/1930, p. 1. 1211 La Nación, 29/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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y nosotros, que durante el periodo dictatorial hemos permanecido alejados de

los homenajes que se le dedicaban, proclamamos hoy que este ilustre

bienhechor de la Patria merece las más honrosas recompensas, y nos

sumamos por anticipado a toda iniciativa que en su honor redunde”1212.

La Época prefirió pasar página rápidamente y, por eso, subrayó que durante los

años de dictadura nunca renunciaron a consignar su lema político: “Monarquía,

Constitución, Parlamento”. Valores que encarnaba el sucesor de Primo de Rivera: “El

general Berenguer ―todos lo sabemos―es un gran monárquico, un sincero

constitucional y un convencido parlamentario”. Y por eso le apoyaban ante la dura misión

que le esperaba. El fin de la Dictadura había dejado al Rey en una incómoda situación.

Los críticos al Régimen le acusaron de haber violado la Constitución y de haber sido

cómplice en el golpe de Estado1213

ABC, por su parte, se mostraba feliz porque la Dictadura hubiese terminado y así

daba por concluida la intervención del Ejército en la política española:

“Sólo la Corona, orientada en la voluntad del país, puede poner y quitar

Gobiernos. La restauración que hoy se inicia requiere que acabe para siempre

toda intervención del Ejército en la política. Sabemos que así piensa el

Ejército: que, como colectividad, no debe ni quiere intervenir, ni aun opinar

en la política, ni ofender la dignidad civil, ni comprometer la paz pública, ni

hacerse incompatible con la nación”1214.

El periódico de Luca de Tena, aunque recordó que se oponían a la prolongación

de la Dictadura y abogaban por el pleno restablecimiento de la normalidad constitucional,

quiso homenajear al general en el momento de su despedida. Reconocían que “en el

1212 El Debate, 29/01/1929, p. 1. 1213 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: Alfonso XIII. Vida, confesiones…, op. cit., p. 162. Cortés Cavanillas

afirma que los que criticaron a Alfonso XIII por permitir la Dictadura fueron los mismos que celebraron la

llegada del general en 1923. En su opinión, todos los aciertos de la Dictadura se asignaron a Primo y todos

los errores recayeron en el Rey. 1214 ABC, 29/01/1930, p. 19.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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balance de su gestión, tan erizada de peligros, en las primeras etapas, sobre todo, y frente

a sus actos y orientaciones desafortunados, hay un haber de servicios y de aciertos que un

sentimiento de imparcialidad y de rectitud impide olvidar”:

“Ello nos da autoridad, ahora que ya no se puede temer ni esperar nada del

marqués de Estella, para recordar que España le debe la enérgica y oportuna

intervención que la salvó de un peligro de anarquía, la restauración del orden

público, con garantías para el trabajo, la vindicación prestigiosa de las armas

españolas en la gloriosa operación de Alhucemas, personalmente dirigida por

él, la paz en Marruecos y un evidente y fuerte dinamismo, que ha sido vigor

inicial para la posibilidad de nuevos cauces, y que ha culminado últimamente

en la grandiosidad de nuestras dos Exposiciones. No reconocerlo así sería en

estos momentos muy cómodo de nuestra parte, pero significaría una cobardía,

de la que no somos capaces. Ello no borra uno solo de nuestros artículos

recientes de nuestra significación, socialmente conservadora, pero partidaria

de una directa intervención del país en sus destinos”1215.

El diario monárquico se despedía saludando con “esperanza” al nuevo Gobierno

y esperaba que sirviese de algo “la lección de estos años”.

Por su parte, El Socialista aseguraba que: “La dimisión del Gobierno del general

Primo de Rivera no nos ha sorprendido: la esperábamos”1216. Lo que les sorprendió fue

su “arribo al poder”, y ahora se preguntaba si con esta crisis irían “hacia el final de la

anormalidad constitucional”:

¿Recobrará el país sus prerrogativas? Lo deseamos. Lo desea sinceramente

todo el país”1217.

1215 ABC, 29/01/1930, p. 19. 1216 El Socialista, 30/01/1930, p. 1. 1217 El Socialista, 29/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

436

En cuanto a El Sol, dedicó toda su portada a la noticia, pero anunció que prefiría

reservar su juicio sobre la Dictadura para más adelante:

“En qué medida ha variado la situación con la entrega del Poder al general

Berenguer, no podemos saberlo hasta conocer por declaración oficial los

propósitos del nuevo presidente y la composición definitiva del Ministerio.

Tampoco es todavía el momento de iniciar la expresión libre de nuestro juicio

sobre el Gobierno desaparecido y sobre la Dictadura del general Primo de

Rivera, puesto que, hasta la constitución del nuevo Gabinete, el Poder sigue

en las manos del dimitido. Preferimos aplazar por hoy ese juicio”1218.

En definitiva, los periódicos estudiados ofrecieron una crónica minuciosa sobre

las últimas horas de Primo de Rivera como jefe del Gobierno. Sin embargo, únicamente

algunos diarios de derechas, El Debate, ABC y La Nación, dedicaron elogios a la figura

y a la obra del presidente. La Época, en cambio, omitió cualquier halago y optó por

dedicar su atención a la nueva situación que se daba con la marcha de Primo de Rivera.

Los periódicos liberales y progresistas, apenas ofrecieron unos comentarios a enjuiciar la

Dictadura, debido al establecimiento de la censura. Si bien, todos se mostraron satisfechos

con la salida del general jerezano el poder.

4.52 La última nota oficiosa de Primo de Rivera

En su última nota, Primo de Rivera explicó por qué escribió la madrugada del 26

de enero a los capitanes generales:

“La madrugada del sábado en que, dando suelta al lápiz, escribí a toda prisa

las cuartillas de la nota oficiosa, publicada el domingo y sin consultarla con

nadie ni siquiera conmigo mismo, sin releerla, listo el ciclista que había de

1218 El Sol, 29/01/1930, p. 1.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

437

llevarla a la oficina de información de prensa para no perder minuto, como si

de publicarla enseguida dependiera la salvación del país, sufrí un pequeño

mareo que me ha alarmado y me obligó a hacer todo lo posible para prevenir

la repetición de caso parecido sometiéndome a un tratamiento y plan que

fortalezca mis nervios y ya mi naturaleza domine en absoluto sobre ellos.

“Sin propósito de disculpa, he de declarar que no me pesa la esencia de mi

acto, sino la forma, verdaderamente extraña, que di a su desarrollo, pues que

yo. Atacado insidiosamente todos los días desde el punto de vista de

imputarme la usurpación de la voluntad y criterio de los cuadros de mando

militares, de cuya general confianza en mí vengo alardeado desde el 13 de

septiembre- lo quisiera comprobar, no creo que sea injustificado; pero tomar

por conducto y medio de hacerlo la publicación de una nota oficiosa, con

riesgo de alarmar al país y de descomponer, o, por lo menos, agitar al ejército

y marina, hoy tan ponderados y tan firmes en la disciplina, infiriéndoles la

ofensa de dudar de ellos por la acción de unos anónimos, unas hojas

clandestinas y unos rumores, es inexplicable y me lo reprocho y sanciono”.

Y justificaba su dimisión:

“Desgraciadamente, los seis años de dictadura, no cruel, pero sí muy celosa

en el mantenimiento de la disciplina social y en la persecución del hampa y

gérmenes de perturbación y morbosidad, no han logrado la total extirpación

de esos males”.

Se despedía agradeciendo su labor a la U.P y a los somatenes, y a la Asamblea

Nacional. También hacía una referencia a los medios y a sus notas que una vez publicaban

voluntariamente y otras de forma obligada:

“Prensa cuya actuación he vigilado más que ningún otro elemento, porque sé

bien, por afición periodística, que ella hace y deshace hombres y reputaciones

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

438

y da color, cuándo justo, cuándo caprichoso, a las ideas, deslumbrando unas

veces con el sofisma, otros con el argumento, a los que carecen de medios

propios de pensar”1219.

Se ha discutido acerca de si Alfonso XIII provocó la dimisión de Primo de Rivera,

o si bien, éste se limitó a aceptarla1220. El marqués de Estella aconsejó a Berenguer que

algunos de sus ministros formasen parte del nuevo gobierno, pero éste desechó esa opción

porque no quería que identificasen al nuevo gobierno con el anterior. Dado el aislamiento

que rodeaba al Rey era muy difícil que los políticos monárquicos colaborasen.

Finalmente, con los nombres que el Rey y Primo le aconsejaron, Berenguer se dispuso a

formar gobierno, cosa que intentó evitar otra vez diciéndole a Alfonso XIII que no se

sentía preparado para una responsabilidad tan grande, pero no le hizo caso1221.

El balance una vez concluida la Dictadura era el siguiente: podía presumir de que

acabó con la pesadilla de la guerra de Marruecos, el equilibrio del presupuesto de Estado,

la red de monopolios estatales que creó y las obras públicas realizadas. Pero como

aspectos negativos, destrozó el sistema de la Restauración y fracasó en su intento de

volver a la normalidad y crear un nuevo régimen jurídico y político, aumentó la deuda

pública y mantuvo a los españoles bajo un ambiente de represión durante seis años. La

única fuerza con la que se podía contar, aparte de la Unión Patriótica, que no era tomada

por nadie como un partido serio, eran los socialistas1222. Los monárquicos estaban

desorganizados y había tres partidos republicanos: Alianza Republicana (Lerroux),

Partido Republicano Radical Socialista y un partido Republicano de Derecha (Maura).

Por su parte, los intelectuales se habían enemistado definitivamente con la Monarquía a

1219 El Sol, 30/01/1930, p. 1. 1220 CORTÉS CAVANILLAS, Julián: Alfonso XIII. Vida, confesiones…, op. cit., p. 229; MAURA, Miguel:

op. cit., p. 18; MAURA, Duque de y FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: op. cit., p. 372. Cavanillas

defiende que el Monarca se limitó a aceptarla con dolor. Miguel Maura sostiene que el Rey realizaba

gestiones a espaldas del dictador. El duque de Mayra y Fernández Almagro tildan de “falsedad” e

“injusticia” decir que Alfonso XIII destituyó a Primo de Rivera. 1221 BERENGUER, Dámaso: op. cit., p. 38. 1222 MAURA, Duque de y FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: op. cit., p. 377. “Partido digno de ese

nombre no quedaba en pie sino uno, el socialista”.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

439

causa de la Dictadura. El desapego que los españoles sentían hacia la Dictadura se

trasladaba también a la figura del Rey, que había quedado inevitablemente unido a ella.

Al poco de dimitir, Primo de Rivera salió para Francia. Se refugió en París, donde

murió el 16 de marzo de 1930. Tres días después, su cuerpo llegaba a Madrid. El

comentario de Juan de la Cierva a su muerte resume a la perfección la labor del general:

“…y quiso hacerlo todo: Hacienda, Obras Públicas, reformas militares en el

Ejército y la Armada, modificación de Códigos, planes de enseñanza… todo,

todo, pero con error en la medida, como no la supo apreciar tampoco en la

duración de la Dictadura. Llevaba dentro un gran motor que le impulsaba y

tendía a ensanchar el campo de su actividad. Tuvo grandes aciertos; inspiró

ilimitada confianza; el dinero acudía a las emisiones de valores… Pero al

mismo tiempo tenía alejados y perseguidos a los hombres políticos de la

Monarquía, y luchaba en vano por atraerse a republicanos y socialistas…”1223.

1223 DE LA CIERVA, Juan: op. cit., p. 307.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

440

5 ANÁLISIS ESTADÍSTICO

A continuación, ofrecemos los datos obtenidos del análisis estadístico de los siete

periódicos seleccionados. Se ha estudiado la proporción de piezas informativas de cada

periódico, así como el tipo de pieza informativa aparecidas en cada diario y la temática

de los editoriales y artículos de los periódicos, pues entendemos que ahí reside la opinión

real de los diarios, ya que, si no, la obligación de publicar numerosas notas oficiosas

distorsionaría el análisis temático.

Tabla 1

20.7%

20.1%

24.3%

5.6%

6.1%

14.1%

9.0%

Piezas informativas analizadas de cada periódico

El Socialista

La Nación

La Época

ABC

El Debate

El Sol

La Libertad

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

441

Tabla 2

Tabla 3

3.7%

14.2%

2.7%

37.5%

0.5%

3.7%

15.0%

21.1%

1.5%

0.2%

Tipo de pieza informativa en La Nación

Columna

Comentario

Crónica

Editorial

Encuesta

Entrevista

Noticia

Nota oficiosa

Real Decreto

Real Orden

2.4%

9.0%

1.9%2.8%

6.2%

1.4%

1.4%

8.5%0.9%

2.4%

7.1%1.4%22.3%

13.3%

6.2%

1.4%2.8%

8.5%

Temas de los editoriales y artículos en La Nación

Ampliación Asamblea

Apoyo al Gobierno

Ciudad Real

Conflicto universitario

Crisis final

Dictadura

Exposiciones

Futuro político

Marasmo ciudadano

Medidas extraordinarias

Partidos políticos

Plebiscito

Prensa

Reforma constitucional

Situacion económica

Socialismo

Unión Patriótica

Otros

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

442

Tabla 4

Tabla 5

12.0%

3.2%

0.2%2.4%

18.9%

0.9%

3.6%35.2%

18.0%

1.9%3.6%

Tipo de pieza informativa en La Época

Columna

Comentario

Crítica

Crónica

Editorial

Encuesta

Entrevista

Noticia

Nota oficiosa

Real Decreto

Real Orden

1.9%1.0%

4.9%

2.9%4.9%

17.5%

4.9%

8.7%9.7%

20.4%

1.0%

5.8%

16.5%

Temas de los editoriales y artículos en La Época

Ciudad Real

Conflicto universitario

Crisis final

Dictadura

Exposiciones

Futuro político

Partidos políticos

Prensa

Reforma constitucional

Situacion económica

Socialismo

Unión Patriótica

Otros

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

443

Tabla 6

Tabla 7

1.6%

38.7%

0.8%37.1%

0.8%

8.9%

2.4%

5.6%

4.0%

Tipo de pieza informativa en El Debate

Columna

Comentario

Crónica

Editorial

Entrevista

Noticia

Nota oficiosa

Real Decreto

Real Orden

2.1%

13.7%

4.2%

2.1%

1.1%

24.2%

5.3%

10.5%

7.4%

2.1%

5.3%

22.1%

Temas de los editoriales y artículos en El Debate

Ciudad Real

Conflicto universitario

Crisis final

Dictadura

Exposiciones

Futuro político

Partidos políticos

Prensa

Situacion económica

Socialismo

Unión Patriótica

Otros

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

444

Tabla 8

Tabla 9

1.6%

39.2%

0.8%36.8%

0.8%

8.8%

2.4%

4.0%

5.6%

Tipo de pieza informativa en ABC

Columna

Comentario

Crónica

Editorial

Entrevista

Noticia

Nota oficiosa

Real Decreto

Real Orden

2.8%

15.3%

4.2%

1.4%

6.9%

6.9%

11.1%16.7%

11.1%

1.4%

1.4%

20.8%

Temas de los editoriales y artículos en ABC

Apoyo al gobierno

Conflicto universitario

Crisis final

Dictadura

Futuro político

Partidos políticos

Prensa

Reforma constitucional

Situacion económica

Socialismo

Unión Patriótica

Otros

Page 453: La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo ...

La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

445

Tabla 10

Tabla 11

3.0%

4.9%

1.5%

23.6%

0.4%

3.8%

24.0%

3…

3.8%

4.9%

Tipo de pieza informativa El Sol

Columna

Comentario

Crónica

Editorial

Encuesta

Entrevista

Nota oficiosa

Noticia

Real Decreto

Real Orden

22.9%

1.1%

14.9%

15.2%

1.3%

5.3%

8.8%

10.4%

1.1%

0.8%1.1%

1.1%

3.2%6.6%

2.4%

4.0%

Temas de los editoriales y artículos en El Sol

Reforma constitucional

Academia de

JurisprudenciaCiudad Real

Conflicto universitario

Apoyo al Gobierno

Partidos políticos

Situación económica

Futuro político

Libros politicos

Programa de El Sol

Sánchuez Guerra

Republicanismo y artículo

de MarañónSocialismo

Exposiciones

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

446

Tabla 12

Tabla 13

12.7%

1.8%

19.3%

26.5%

30.7%

3.6%5.4%

Tipo de pieza informativa en La Libertad

Columna

Comentario

Editorial

Nota oficiosa

Noticia

Real Decreto

Real Orden

2.9%

5.7%

11.4%

22.9%

31.4%

8.6%

5.7%

8.6%2.9%

Temas de los editoriales y artículos en La Libertad

Crisis final

Dictadura

Futuro político

Partidos políticos

Prensa

Reforma constitucional

Situacion económica

Socialismo

Otros

Page 455: La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo ...

La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

447

Tabla 14

Tabla 15

2.0%

7.5%

12.3%

0.8%

26.6%

1.3%1.3%

23.6%

20.3%

2.5%

2.0%

Tipo de pieza informativa en El Socialista

Artículo

Columna

Comentario

Crónica

Editorial

Encuesta

Entrevista

Noticia

Nota oficiosa

Real Decreto

Real Orden

2.5% 1.9%4.4%

7.6%

1.9%

19.0%

24.1%

5.7%

2.5%

0.6%

1.9%

1.3%

26.6%

Temas de los editoriales y artículos en El Socialista

Conflicto universitario

Crisis final

Dictadura

Futuro político

Partidos políticos

Prensa

Proyecto Constitución

Republicanismo

Situación política

Situacion económica

Socialismo

Unión Patriótica

Otros

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

448

6 CONCLUSIONES

Finalizado el análisis de los periódicos investigados objeto de la investigación en

el presente estudio, corresponde abordar la hipótesis central del mismo: saber si la prensa

madrileña, a pesar de la existencia de la censura previa, pudo reflejar la crisis final de la

Dictadura de Primo de Rivera. Para dar respuesta a este interrogante es necesario repasar

los sucesos más destacados del año 1929: comenzó el año con la amenaza de huelga en

Barcelona y, como se ha podido comprobar, los diarios no pudieron informar

debidamente de la situación; hubieron de limitarse a dar difusión a las notas oficiosas

facilitadas por la Dictadura, sin posibilidad de realizar comentario crítico alguno ni de

apoyar el movimiento huelguista. Esta restricción resulta tanto más evidente en los casos

de La Libertad y El Socialista, periódicos que, por su ideología, podían haberse mostrado

afines al conflicto iniciado por los obreros. En el extremo ideológico opuesto, El Debate

y La Nación fueron los diarios que respaldaron más abiertamente las medidas adoptadas

por el Gobierno. el primero afirmó que no quería volver al “período de las huelgas como

medio de resolver los conflictos sociales”.

Los días que siguieron a la frustrada sublevación de Ciudad Real, los periódicos

publicaron multitud de notas oficiosas dirigidas a desmentir la intentona golpista. Al

régimen dictatorial le interesaba dejar claro que el orden había sido restablecido

inmediatamente y que el movimiento sedicioso había fracasado al no contar con los

apoyos necesarios. En esta ocasión, los diarios que condenaron los sucesos fueron más

numerosos. La Época los calificó como “lamentables” y expresó su pesar por el perjuicio

que podían ocasionar a España precisamente entonces, que se preparaba para celebrar las

Exposiciones Internacionales de Sevilla y Barcelona. El Debate se unió a este rechazo y

afirmó que los artilleros atraerían sobre sí: “la execración de todos los españoles”. La

Nación expresó sus quejas sobre la prensa madrileña, argumentando que, únicamente, La

Época y El Debate, habían condenado enérgicamente lo acontecido en Ciudad Real.

Efectivamente, La Libertad y El Socialista se limitaron a informar de la sublevación por

medio de las notas oficiosas, absteniéndose de realizar juicio alguno sobre la situación.

El Sol publicó una crónica firmada por un enviado especial, lo cual resultaría a la postre,

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

449

meramente informativa, sin inclusión de opiniones sobre el suceso. Al Gobierno le

interesó señalar que el golpe había sido preparado por “personas residentes en el

Extranjero”, y animó a los militares a que denunciasen a “sus respectivos jefes todas las

tentativas de sedición”. Asimismo, se defendió frente a aquellos que reivindicaban que el

origen de la Dictadura había sido una rebelión militar, alegando que, la situación de aquel

momento y la de 1923, eran completamente distintas. El Debate se mostró de acuerdo

con el Gobierno, en que no se podía comparar el golpe de Primo de Rivera con los intentos

posteriores, puesto que el movimiento de 1923 fue “unánime de la nación”.

Con el propósito de combatir el silencio mantenido por la prensa a la hora de

condenar los sucesos ocurridos, la Dictadura anunció, el 4 de febrero de 1929, la

aprobación de un decreto, por el cual, ordenaba a todos los periódicos reservar “la décima

sexta parte de las planas de los mismos para que en ellas pueda el Gobierno publicar las

notas oficiosas y dirigirse a la opinión con sus comunicados”. Esta vez, El Debate también

apoyó la medida y adujo que era “indudable”, que el Gobierno necesitaba comunicarse

con la opinión pública. Por este motivo, consideraban “razonable” que aquél se valiera de

la prensa para difundir sus comunicaciones. La Nación protestó reiteradamente por el

silencio intencionado de los diarios, a los que hacía responsables de los “males” que

aquejaban al país. El diario oficioso denunciaba que no bastaba con que los periódicos

insertasen las notas oficiosas que la ley imponía, sino que debían informar de la realidad

de la situación, por cuanto tales “reservas” y “continuos regateos” estaban “extraviando

y envenenando el espíritu público en un momento decisivo para España y su porvenir”, y

les preocupaba que pudieran desorientar a la opinión extranjera. El periódico de Delgado

Barreto no podía entender el silencio de los diarios cuando la Dictadura había resuelto los

graves problemas que aniquilaban a España, y les recordaba que el Régimen podía haber

suspendido o adoptado medidas mucho más duras que la previa censura.

El Gobierno no sólo se quejaba del silencio informativo: a finales de enero,

reconoció que tenía la hostilidad del 90 por 100 de los periódicos privados y más tarde

aclaró que se refería únicamente a la prensa madrileña, dado que en provincias la

proporción era otra. La Nación reprochaba a los periódicos su “sistemática actitud

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

450

oposicionista”, principalmente en el caso de los periódicos de izquierda que, en su

opinión, consideraban “humillante” la coincidencia hasta en cuestiones que no admitían

“diferenciaciones”. El diario oficioso destacaba la “benevolencia” de la Dictadura al

permitir a los periódicos mostrar sus discrepancias. El director de ABC, Torcuato Luca de

Tena, le dio la razón y pidió un trato más clemente al resto de diarios.

Primo de Rivera alabó repetidamente el régimen de censura, que consideraba

fundamental para la resolución de los conflictos y llegó a declarar que la situación en

Ciudad Real no se habría controlado con un régimen de libertad. El general juzgaba

indispensable el control sobre los medios para la buena marcha del país y aducía que el

problema de Marruecos se habría resuelto mucho antes sin la intervención perjudicial de

los periódicos. Desde su punto de vista, la verdadera misión de los diarios era la de

“difusión de cultura y de orientación, y no de azuzamiento”. Por este motivo, la prensa se

vio privada de la posibilidad de realizar un juicio de opinión acerca de la reorganización

del Arma de Artillería y hubo de ceñirse a las notas oficiosas.

El 25 de febrero el jefe del Gobierno solicitó el apoyo de la prensa nacional para

hacer frente a una campaña iniciada en algunos periódicos extranjeros. El Sol replicó que

no necesitaba hacer ninguna apelación, pues los diarios defenderían los intereses

españoles si los veían atacados. Si bien creía que, su cambio de postura, podría resultar

sospechoso en el extranjero, porque se diría que la prensa española estaba “sometida al

poder”. La Nación no consideraba extraño este cambio de opinión, porque esgrimía que,

el diario liberal, primero fue “amigo y defensor apasionado de la Dictadura”. Si bien

posteriormente comenzó a mostrarse hostil. Sin embargo, el periódico de Urgoiti se

reafirmaba en que su apoyo al Gobierno sin un régimen de libertad no resultaría

convincente y arremetía contra La Nación porque rechazaba permanentemente toda

petición de libertad de prensa.

Sin duda uno de los temas de discusión más polémicos entre los diarios fue el del

Estatuto de prensa. Apoyado y solicitado por ABC y El Debate, encontró la más enconada

oposición en El Socialista o El Sol, que temían que extremara la severidad de las medidas

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

451

restrictivas. El Sol se negó en un principio a debatir el estatuto y el diario de Luca de Tena

consideró su postura absurda, pues, si la Dictadura estaba decidida a elaborarlo, sería

mejor que se conociera su opinión al respecto. El rotativo liberal equiparó la aprobación

de esa ley con un atentado a la libertad y destacó el peligro de que periódicos, de “gran

autoridad y difusión”, participasen en esas campañas. Por su parte, La Nación apoyaba la

promulgación del estatuto y negó que fuera en contra de la prensa, sino que aumentaría

su prestigio. Los diarios progresistas y liberales temían que la discusión del asunto

despertase más deseos de redactar la ley, razón por la cual, emprendieron una campaña

en su contra. El Sol sostenía que una dictadura carecía de autoridad para elaborar un

estatuto de prensa y El Socialista opinaba lo mismo. El periódico liberal prefería que la

reglamentación de la prensa se transfiriese a la Federación Internacional de Periodistas.

Sin embargo, La Nación estaba en contra de ese extremo y argüía que, si se estaba

preparando la transformación jurídica del país, resultaba lógico que se regulase también

el funcionamiento de la prensa, a la que acusaba de haber ocasionado “hondos estragos”.

ABC era partidario de la “máxima libertad y máxima y efectiva responsabilidad”, es decir,

aunque estaba en contra de la censura previa en cualquier grado, defendía que un código

regulase los desmanes en que pudieran incurrir los periódicos. En agosto, Primo de Rivera

manifestó que el estatuto se aprobaría y que no contemplaba la censura previa. Aunque

la aprobación de la nueva constitución quedó en suspenso, la Dictadura anunció que la

Asamblea discutiría en enero el estatuto de prensa. No obstante, gran parte de la

bibliografía consultada destaca que el presidente nunca vio claro aprobar una ley de

prensa, lo cual motivó que fuera objeto de tantos retrasos, hasta que la caída del régimen

dictatorial dejó la situación en suspenso.

Como se ha visto, La Nación, en cuanto periódico oficioso, respaldaba todas las

medidas de la Dictadura sin realizar el mínimo reproche. Más aún, el grado de halagos y

elogios del diario resultaba tan desproporcionado que, incluso, El Debate, periódico afín

al Régimen, solicitó, el día 1 de enero de 1929, que moderase sus alabanzas al Gobierno.

La Nación se defendía argumentando que no se trataba de elogios, sino de “exposición de

hechos”. Si bien Primo de Rivera mantuvo que trataba por “igual a todos los periódicos”,

el general escribía notas y artículos de forma regular en La Nación y concedía más

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

452

entrevistas personales a este diario concreto. El rotativo de Delgado Barreto correspondió

a tales muestras de deferencia ensalzando a la mínima ocasión la figura del general y

justificando la labor de la Dictadura y su prolongación en el tiempo.

Una de las causas que explican la crisis de la Dictadura fue el conflicto estudiantil.

A pesar de que el Régimen trató de poner a coto a la agitación escolar y no quería dar

importancia a la protesta, pronto ésta se trasladó de las aulas a las calles y obligó al

Gobierno a adoptar medidas tan severas como el cierre de la Universidad Central y de las

principales universidades de provincias, hasta octubre de 1930. Esta noticia conmocionó

a la opinión pública y a la prensa. Los diarios conservadores condenaron enérgicamente

los disturbios y ofrecieron su apoyo al Gobierno. ABC, por ejemplo, aunque apoyaba al

Gobierno y condenaba los desmanes, reconocía que los estudiantes podían tener razón en

su protesta contra el artículo 53 y expresó su solidaridad con Ramón Menéndez Pidal. El

Debate fue, junto con La Nación, el diario que se mostró más duro en su juicio sobre el

comportamiento de los estudiantes y criticaba además la actitud de los catedráticos, así

como la carta que Menéndez Pidal envió al jefe del Gobierno. El diario de Herrera Oria

llegó a declarar, antes de que ocurriera, que no pasaba nada si se interrumpía la vida

universitaria. El Socialista, por su parte, arremetió contra el criterio “extremadamente

reaccionario” del citado periódico católico, mientras que La Nación se mostró muy

interesada en destacar que los incidentes habían sido originados por elementos

extranjeros, cuyo objetivo era arruinar las Exposiciones y provocar la especulación

monetaria. El propio Primo de Rivera también insistió en esta idea.

La noticia de la clausura de la Universidad se propagó rápidamente y los diarios

extranjeros condenaron las medidas adoptadas por el Gobierno, lo cual generó una nueva

protesta de la Dictadura contra la prensa extranjera. Varios catedráticos leyeron un

manifiesto en la Asamblea que, si bien atacaba la conducta de los escolares, sobre todo

pedía la reapertura de la Universidad. No obstante, Primo de Rivera justificaba el “largo

reposo” de la vida universitaria con el fin de evitar que se utilizara a la clase escolar como

“instrumento de revuelta”. La carta de Ramón Menéndez Pidal al presidente del Consejo,

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

453

protestando por la suspensión de la vida universitaria, puso en evidencia que Primo de

Rivera no comprendía al mundo intelectual.

El pleito universitario causó mucho daño al Régimen, éste al principio no quería

reconocerlo, y empañó además la imagen de España en el extranjero, justo en el momento

en que se preparaba para recibir a numerosos turistas con motivo de las Exposiciones. La

Dictadura hizo uso del espacio recabado en los periódicos para difundir muchas notas

oficiosas y controlar así la información que el pueblo recibía. Sin embargo, en cuanto

permitió que el tema se debatiera con mayor libertad, arreciaron las críticas de los diarios

por la reforma universitaria, destacando las de El Sol y El Socialista, mientras que El

Debate sentenció que este conflicto provocaría la prolongación de la Dictadura. ABC

solicitó encarecidamente al Gobierno la amnistía para los estudiantes, petición a la que se

sumó La Época. El Socialista alabó la campaña de la prensa conservadora, aunque criticó

que sólo se circunscribiera a los escolares. Al Rey le desagradaba sobremanera la

suspensión de la vida universitaria y motivó que Primo de Rivera anunciara en mayo la

normalización de las clases. A pesar de que parecía que las aguas volvían a su cauce, el

desafecto del mundo intelectual y universitario hacia el Régimen era cada vez más

notorio, y en enero de 1930 el conflicto escolar se reanudó, sin que la Dictadura tuviera

tiempo a atajarlo.

Uno de los momentos cumbre de la Dictadura fue la elaboración de una nueva

constitución que sería aprobada por medio de un plebiscito. ABC, El Sol y El Socialista

se declararon contrarios a que la constitución fuera promulgada por medio de este

procedimiento. El Sol y El Socialista afirmaban que un régimen constitucional no podía

confeccionar el código fundamental del país. Finalmente, la Asamblea Nacional presentó

el anteproyecto en julio de 1929, lo cual fue criticado por El Sol, que acusó al Régimen

de presentarlo “en los sopores del verano” y haberlo elaborado en “el mayor secreto”. El

órgano socialista pensaba lo mismo. Sin embargo, la fecha no evitó que las críticas a la

reforma fueran durísimas. Los medios liberales la tildaron de “absolutista”, mientras que

La Época y ABC se mostraban en desacuerdo con la necesidad de una nueva ley

fundamental y abogaban por recuperar la Constitución de 1876.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Los aspectos más polémicos del proyecto eran los siguientes: la afirmación de que

la soberanía residía en el Estado, en lugar de la nación.; el artículo 11, que establecía que

la religión católica era la oficial de España, y que fue muy censurado por El Sol y El

Socialista; la creación de un Consejo del Rey, cuya función y razón de ser nadie entendió.

Los periódicos liberales y progresistas denunciaron que la Constitución reforzaba el poder

real, mientras que El Debate se quejaba de que el papel del Monarca quedaba diluido.

Otra de las críticas que se formularon era la facilidad con la que el Gobierno podría

suspender las garantías constitucionales y pasar a un gobierno dictatorial. En definitiva,

la reforma no agradó a nadie y, cuando el Gobierno intentó ampliar la Asamblea, para

que un mayor número de personas participara en el debate constitucional, se encontró con

el rechazo de la mayoría de organismos invitados, como la Academia de Jurisprudencia

o la UGT, así como la oposición de los viejos políticos. El mismo Régimen que había

vilipendiado y perseguido a la clase política del antiguo régimen, quería contar en ese

momento con su opinión. Ante el boicot a la Asamblea, el proyecto quedó en suspenso

hasta que Primo de Rivera anunció en diciembre que abandonaba su deseo de realizar una

constitución.

La preocupación por la sucesión de la Dictadura era una de las constantes de la

prensa. La declaración de Primo de Rivera de que sólo existían en España dos núcleos

organizados: la Unión Patriótica y el Partido Socialista alarmó a los medios

conservadores. Por este motivo, La Época, El Debate y ABC iniciaron una campaña con

el fin de que permitiera la formación de un partido de “orden”, monárquico y

constitucional. La Nación y el Gobierno argumentaron que no había necesidad alguna,

dado que para tal propósito existía la U.P. El régimen dictatorial insistía en que no había

“política” en el país desde que se suspendieron los partidos políticos y en que la Unión

Patriótica era un organismo apolítico, abierto a todas las ideologías y a todos los

españoles. Pero la prensa de derechas no confiaba en el partido oficial y aseguraba que

una gran mayoría de conservadores no estaba afiliada a la organización ciudadana. Les

preocupaba enormemente lo que sucedería cuando la Dictadura dejara de existir, en

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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particular, a El Debate, cuyo pánico al socialismo provocó que hiciera un llamamiento a

la unión de las derechas.

El temor al socialismo por parte de los medios conservadores estaba plenamente

justificado como se demostró al caer la Dictadura. Los socialistas eran las únicas fuerzas

organizadas con las que contaba el país, pues la Unión Patriótica era poco considerada

por los conservadores. Los periódicos de dicha ideología, acusaban a los socialistas de

colaboracionistas con el Régimen e impugnaban sus privilegios. Éstos replicaron que no

tenían culpa alguna de ser el único partido vivo y mantuvieron su postura, aduciendo que

tenían intereses importantes que defender y no podían abandonar. El Debate señaló que

el socialismo era el único “enemigo de cuidado”. Por su parte, El Socialista protestaba

por las campañas que la prensa de derechas realizaba contra los Comités Paritarios. Primo

de Rivera señaló que entre la U.P. y el PSOE había muchas coincidencias, pero el órgano

socialista lo negó y se reafirmó en su republicanismo. El artículo que Gregorio Marañón

publicó en la revista Atlántico, en el que afirmó que ya no bastaba con ser republicano,

sino que había que ser algo más y que el único camino posible era el socialismo provocó

una gran conmoción en la opinión pública y en la prensa. El hecho de que una

personalidad tan relevante y prestigiosa como Marañón mostrase simpatías hacia el

socialismo sorprendió a muchos y puso de manifiesto que los adversarios a la Dictadura

eran cada vez más. A pesar del recelo que los diarios conservadores abrigaban hacia los

socialistas, éstos aseguraban no tener aspiraciones de formar Gobierno, pues, su

preocupación era fortalecer el partido y sus organizaciones.

El Sol participó en la discusión de los periódicos de derechas sobre la necesidad

de crear un partido conservador, y afirmó que, de poder hacerlo, expondrían su ideario.

La censura le dio permiso para ello y, de esta forma, el diario liberal dio a conocer su

programa. Su publicación tuvo una gran repercusión en la prensa madrileña. Todos los

medios se apresuraron a comentarlo y los conservadores se mostraron de acuerdo con

prácticamente la totalidad del programa, excepto con su actitud posibilista en cuanto a la

forma de Gobierno y su postura en torno a la libertad de cultos. Tanto El Socialista como

La Libertad censuraron al periódico de Urgoiti por esta coincidencia y tildaron al

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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programa de “difuso”. Tras la publicación de este ideario, los medios liberales se

atrevieron a pedir la organización de las fuerzas liberales. El clamor general urgía al

Gobierno a que permitiera la formación de nuevos partidos, pese a lo cual, éste se negó a

escucharlo.

El republicanismo inició asimismo su reorganización en el año 1929 con la

disolución de la Alianza Republicana y la constitución del Partido Republicano Radical

Socialista. La Libertad, y en menor medida El Socialista, se hizo eco de todo lo relativo

a esta nueva fuerza y contó en sus páginas con la opinión de destacados dirigentes

republicanos. El diario del mayor enemigo de Primo de Rivera, Santiago Alba, declaraba

su republicanismo y mantenía una actitud de absoluta hostilidad hacia la Dictadura,

negándose a participar en las discusiones periodísticas, dado que prefería “callar a

tartamudear”, en clara alusión a la censura. El Socialista les criticó por ello, pues pensaba

que era preferible opinar, pero el periódico republicano se mantuvo inflexible y

únicamente rompió ese silencio en contadas ocasiones.

El Gobierno mantuvo a lo largo de los años el régimen de censura, si bien ésta fue

suavizándose con el paso del tiempo. Pero los desórdenes ocurridos desde principios de

1929 obligaron al Régimen a endurecerla para impedir el menor atisbo de disidencia en

la prensa. Sin embargo, cuando la Dictadura consideró conveniente rebajar el nivel de

censura lo hizo. Así, por ejemplo, permitió una mayor amplitud para que los diarios

debatieran el proyecto constitucional o para que El Sol expusiera su programa político. A

pesar de que la censura no era tan estricta como al inicio del régimen dictatorial, ésta sólo

admitía las críticas doctrinales y no se permitían los ataques frontales. La hostilidad de la

mayoría de la prensa madrileña era evidente, para pesar del marqués de Estella, que, en

una nota oficiosa, publicada el 15 de abril, afirmó que únicamente contaba con el apoyo

incondicional de La Nación. Por su parte, El Debate reiteró su apoyo al Gobierno y

defendía que la censura era necesaria en algunas ocasiones. ABC, aunque reconocía los

logros de Primo de Rivera, le pedía que restableciera la libertad de prensa. Las peticiones

para que levantase el régimen de censura fueron constantes durante 1929. Sin embargo,

el general fue tajante y afirmó que, mientras hubiera dictadura, persistiría la censura.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

457

El Gobierno impidió que se discutieran determinados temas como la sublevación

de Ciudad Real o la disolución del Arma de Artillería. El único medio de que disponían

los periódicos para combatir la censura consistía en guardar silencio ante las noticias que

el Gobierno quería que resaltase. La Libertad fue el diario que empleó en mayor medida

esta táctica de silencio informativo. Esto ocasionó las críticas del Régimen, que denunció

la actitud de la prensa madrileña y decidió reservar un espacio en las páginas de los diarios

para la publicación de sus notas oficiosas. Con esta medida pretendía evitar que los

ciudadanos estuvieran desinformados por la ruin postura de los diarios. No obstante, la

prensa hostil siguió silenciando hechos tales como el éxito de las Exposiciones o la

manifestación de apoyo al Gobierno, lo cual suscitó el enfado de la Dictadura, que veía

escapar el control que en el pasado había tenido sobre la prensa. En todos los ejemplares

de La Libertad, El Socialista y El Sol constaba: este número ha sido censurado o visto

por la censura. En cambio, en El Debate, ABC o La Época, este rótulo aparecía con menor

frecuencia. Eso nos ha llevado a deducir que la prensa liberal y obrera, como El Socialista

y La Libertad, daban mayor importancia a destacar el régimen de censura bajo el que se

veían obligados a trabajar.

A pesar del establecimiento de la censura, el régimen dictatorial fue incapaz de

evitar la circulación de folletos y diarios clandestinos. Además, Primo de Rivera decidió

responder a estas publicaciones en sus notas oficiosas, dándoles una publicidad que de

otra forma no habrían tenido. Especialmente a Hojas Libres, la revista editada en Hendaya

por Eduardo Ortega y Gasset, a quien dedicó varias notas oficiales. El Régimen sostenía

que la censura era muy limitada, pero impidió que la prensa comentara la nota oficial

enviada por el presidente a los capitanes generales, restricción que se advirtió el día de la

dimisión de Primo de Rivera. Los periódicos contrarios a la Dictadura apenas expresaron

alguna crítica hacia el régimen caído, pues persistían las limitaciones sobre la libertad de

prensa. El Sol, por ejemplo, comentó que se reservaban su opinión sobre la Dictadura

para más adelante.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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Todos los diarios estudiados se quejaron del retraso en la vuelta a la normalidad y

echaban en falta un plan concreto que pusiera fin a la situación de Dictadura. La Libertad

fue el que menos quejas recogió, debido a su postura de no comentar ni enjuiciar la

situación política. El baile de fechas exasperó a la prensa y desconcertó a la opinión

pública. Lo cierto es que el final de la Dictadura se postergó en demasía, lo cual provocó

que casi todas las fuerzas sociales se hubieran alejado para entonces del Gobierno de

Primo de Rivera, como éste mismo reconoció en una de sus últimas notas.

El retraso en las fechas no fue la única contradicción en la que incurrió el régimen

dictatorial. A lo largo de toda la Dictadura el ataque a los viejos políticos fue sistemático,

pese a lo cual, se les invitó a participar en la Asamblea, si bien éstos se negaron a acudir.

Otra contradicción consistió en el desdeño por parte del Gobierno de la Constitución de

1876 por considerarla responsable de los vicios del antiguo régimen y, una vez aparcado

el proyecto constitucional, el plan de Gobierno consistió en restituir el antiguo código.

Así como negar la importancia de los sucesos de Ciudad Real y el conflicto estudiantil,

para más adelante quejarse en las notas oficiosa del daño que tales acontecimientos habían

causado al país. Asimismo, la Dictadura prometió acabar con el caciquismo y, aunque se

debilitó, reconoció que no lo había eliminado por completo y que, persistía, incluso, entre

las filas de la U.P.

La prensa madrileña también alertó de la falta de interés de los españoles en la

vida política. El Debate, por ejemplo, aseguró que nunca había observado a la gente “más

distraída de la política” y responsabilizaba de ello al general por no haberse preocupado

de formar un espíritu ciudadano nacional. Primo de Rivera reconocía este problema, pero

alegaba que no era algo nuevo, sino que ya Costa y Maura formularon quejas en este

sentido. La Dictadura, junto con la Unión Patriótica, trató de constituir un movimiento

ciudadano que apoyara al Régimen. No obstante, su fuerza e importancia fue reducida y

varias notas oficiosas lamentaban el escaso número de afiliados de la U.P. Los periódicos

pedían combatir este “marasmo ciudadano” por medio de la libertad de propaganda y

libertad de prensa. Sin embargo, el Gobierno no atendió sus ruegos debido a que Primo

de Rivera desconfiaba de los partidos y se jactaba de que en España no se hacía política.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

459

Primo de Rivera otorgaba una gran importancia al hecho de contar con el apoyo

del pueblo. Ello explica la profusión de las notas oficiosas a lo largo de la Dictadura, ya

que veía en ellas el instrumento más eficaz para estar con contacto con la opinión pública.

La Nación y las notas facilitadas por el Gobierno insistían en destacar las muestras de

afecto en sus viajes por las provincias españolas. Este apoyo desmesurado y entusiasta

por parte del pueblo español suponía un destacado contraste con la oposición que encontró

el Régimen a lo largo del año. De hecho, llegó a reconocer que se sucedían los incidentes

en su contra, lo cual era una realidad. Desde el inicio de 1929 la Dictadura hubo de

afrontar la huelga de Barcelona, la sublevación de Ciudad Real, el conflicto estudiantil,

el rechazo a su proyecto constitucional, el boicot a la Asamblea por parte de los viejos

políticos y del PSOE. Además, la mayoría de la prensa mostraba su hostilidad hacia el

Régimen en cuanto tenía ocasión e influyeron decisivamente en que la reforma

constitucional no saliera adelante. De manera paralela, solicitó de forma reiterada la

suspensión del régimen de censura, así como que el Gobierno permitiera la formación de

nuevos partidos. El régimen dictatorial intentó combatir esta situación mediante la

organización de la manifestación en apoyo al Gobierno, que, a pesar de su éxito no

ocultaba que los afectos a la Dictadura eran cada vez menores. El propio presidente del

Gobierno reconoció este extremo en una de sus últimas notas, en la que explicaba la causa

de que diversos elementos sociales se mostraban adversos al Régimen. Desde el mes de

diciembre se sucedieron los rumores de conspiraciones militares y Primo de Rivera,

llegado a un punto de agotamiento físico y psíquico, quiso conocer si seguía contando

con el apoyo del Ejército, que él juzgaba imprescindible. La nota que envió la madrugada

del 26 de enero sorprendió tanto a su propio Gobierno, como al Rey y como al jefe de la

Oficina de Información y Censura, así como a los propios medios, que no se explicaban

las causas que podían haberla motivado.

A pesar de que el marqués de Estella intentó negar la crisis, la realidad era

innegable y al cabo de los tres días, los medios llevaron en su portada la noticia de la

dimisión de Primo de Rivera tras seis años y tres meses de Dictadura. La censura

imperante impidió la publicación de críticas más severas, si bien los diarios como El Sol,

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La Libertad y El Socialista no ocultaron su regocijo ante el hecho de que el régimen

dictatorial hubiera concluido. Por su parte, El Debate o ABC dedicaron grandes elogios a

la figura del marqués de Estella, aunque reconocían que la situación se había hecho

insostenible. La Época no homenajeó al general y prefirió centrarse en la nueva página

que se abría para la Monarquía, una vez que la Dictadura había caído.

Después de haber analizado los temas que coparon la actualidad informativa

durante los últimos treces meses de vida del régimen dictatorial queda claro que tanto el

país como los periódicos tenían un grandísimo interés por las cuestiones políticas y, en

especial, por la sucesión de la Dictadura. La reforma constitucional llenó páginas y

páginas de los diarios, que la combatieron decididamente, así como la ampliación de la

Asamblea. La constitución de nuevos partidos fue un tema recurrente en todos los

periódicos, menos en La Nación, que creía que la Unión Patriótica podía ser la fuerza

conservadora que la prensa de derechas demandaba. El periódico oficioso demostró un

especial interés por destacar el apoyo que el pueblo seguía brindando al Gobierno frente

a los conflictos que se le sucedían. Los periódicos liberales o de izquierdas se ocuparon

de la organización del republicanismo y del liberalismo, mientras que El Socialista se

dedicó a arremeter contra los diarios conservadores que propugnaban el miedo al

socialismo. El estatuto de prensa también suscitó numerosos comentarios, tanto a favor

como en contra, y la petición de que se levantase el régimen de censura se mantuvo a lo

largo del año. Igualmente, en función de los temas la prensa conservadora, liberal o

socialista mostró sus preferencias, como queda constatado en las estadísticas.

El recorrido informativo realizado en el último año de la Dictadura ha permitido

conocer al detalle cómo se sucedió la crisis final del régimen primorriverista, que no fue

repentina, sino que ya desde principios de año tuvo que hacer frente a numerosos

conflictos. La cercanía en el tiempo entre la caída de la Dictadura y la Monarquía ha

impedido en muchas ocasiones un análisis historiográfico profundo de los sucesos que

precipitaron el final del mandato de Primo de Rivera. En general, las memorias de los

políticos que fueron testigos de los hechos han dedicado más atención al final del régimen

monárquico que al dictatorial. Esta investigación ha pretendido contribuir a conocer este

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

461

episodio de nuestra historia y a través de la visión de los periódicos que lo vivieron en

primera persona. Por lo tanto, se puede deducir, tras el análisis hemerográfico,

documental y estadístico, que la prensa madrileña desempeñó un papel activo en la crisis

final de la Dictadura, evidenciando su hostilidad hacia el Régimen en algunos diarios,

como El Sol, La Libertad y El Socialista, mientras que otros, como La Época, El Debate

y ABC, solicitaban al general que diera por terminado su modelo político dando paso a

un proceso electoral con arreglo a la Constitución de 1876. Por su parte, La Nación ofreció

hasta el último momento su apoyo incondicional al Régimen y a Primo de Rivera.

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La prensa madrileña ante el final de la Dictadura de Primo de Rivera

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