La primera televisión llegó al “Bar Deusto”
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Carlos Bacigalupe
LA fortuna acudió en favor de Jesús Villar el día en que conoció a la que sería su novia, de nombre Antonia. Entiéndase; no es que la casquivana e inaprensible oficiara de trotaconventos por un aquel amoroso, qué va. Digo que Jesús -navarro, pero, como quien dice, de Bilbao- vio el cielo abierto aquella vez en que la chica, que trabajaba en Inglaterra para la oficina de Información y Turismo, le preguntó qué quería como regalo de boda, pues venía a casarse con él.
-S i quieres un coche, te llevo un coche- le decía.
Pero nuestro Jesús, barman de un negocio familiar llamado Bar Deusto, en la calle Hemani, pensó que por aquello de lanzar el establecimiento procedía instalar en él lo que pasaba por ser el invento de moda: un televisor.
Estamos en 1958. Hasta la fecha, sólo algunos madrileños podían atender a unas imágenes vacilantes que salian al aire con carácter de prueba. En Bilbao, ni eso. Es agosto, y en medio de gran expectación, se va a ofrecer un espectáculo televisado que verán pocos madrileños, dentro de ese programa de ensayos establecido para introducir en el país el moderno sistema de información audiovisual. De manera directa, desde la plaza de toros de Vista Alegre, se transmitirá la corrida que lidiarán Manuel Alvárez “Anda-
, luz”, Rafael Ortega “Gallito” y Manolo Escudero. En el Circulo de Bellas Artes se han instalado 17 receptores, con pantallas de 30 por 20 centímetros y, además, en la sala de fiestas, una gran pantalla como de cine. El espectáculo se animcia con una frase de evidente tirón: “Se pueden ver los toros por 15 pesetas” . Pero no, no se ha visto apenas nada, porque la experiencia ha concluido en desastre. Deficiente el voltaje de la línea, la pantalla sólo reflejó rayas y ondas. £1 público tomó a choteo la voz del locutor narrando pases que nadie pudo ver. De la broma a la indignación, el cambio de talante del respetable apenas fiie un suspiro. En las puertas del Círculo los defraudados “televidentes” trataron de recuperar sus tres duros. No es de extrañar, pues, que “La tarde” titule demoledor:” La anunciada gran corrida de la televisión. Poca gente en Vista Alegre, mucha en Bellas Artes y aburrimiento general”.
En tanto, la radio canta
La televisiónpronto llegaráyo te cantaréy tú me veras
L a c a ja m ágicaPero a nuestro hombre no le
arredró tamaño desliz , y a los pocos días acudía a la aduana para
IT - recoger una caja de cartón que pesaba 43 kilos, a nombre de Doña Antonia Ragúes, en Hemani 7, que contenía lo que sigue:
Un cartel sobre la barra advierte de las horas de emisión
Historia y anecdotario de los cafés de Bilbao
La primera televisión llegó al “Bar Deusto”
Cartel alusivo a ia presencia de la televisión en el Bar Deusto
-2 5 kilos en un aparato de televisión marca PYE n® 294.575 de38 m/m.
- 4 kilos en un tubo de rayos catódicos montado en el anterior aparato.
-400 gramos lámparas de radio montadas en el anterior aparato.
Todo ello por xm importe total de 2.906,25 pesetas, a 18 de diciembre de 1958.
Primero colocó el televisor en una esquina estratégica del bar, pero la parroquia se echaba materialmente encima del aparato. Lo que originó que luego pasara al comedor, para que todos esperaran con impaciencia la llegada de la nieve.Y eso que un chico algo especializado en el asunto había instalado sobre el tejado del inmueble una antena de ocho metros de altura dotada de un motor- cito que la obligaba a girar de un lado para otro y así obtener la mejor disposición.
-C óm o sería la cosa -rem em ora Jesús- que nunca veíamos un programa completo, pero no importaba demasiado. La gente se entusiasmaba simplemente con ver que la pantalla se encendía.
un mando a distancia. De cable, claro, nada de inalámbrico. Cuando sospechaba que el televisor podía dar imágenes que atentaban contra el régimen, ¡zas!, le atizaba al botón y el de la Social se quedaba con un palmo de narices. Al público, como estaba acostumbrado a todo tipo de cortes, le daba igual.
Jesús alborotó Hemani y sus calles aledañas. Qué era aquello. Había gente descreída que no pasaba por entender que el milagro de la televisión ocurria a diario en aquel barcito sencillo especializado en tigres con salsa picante y raciales caracoles a la riojana. “ ¡Venga, hombre!, pero si en Bilbao no tenemos estaciones de eso”, a l i mentaban los santotomases de lo
Fue el 18 de diciembre de 1958 y se instaló en aquel popular establecimiento de la calle de Hernán!
Bastaba un trozo del Italia-España que transmitía la RAI, alguna canción en inglés que llegaba de Gran Bretaña o una manifestación alemana de trabajadores.
¿Segyro? Hombre, no. En principio, los del Bar Deusto tuvieron problemas con la policía. Ya se sabe. “Que si posee usted los permisos, que si es tan amable de enseñármelos, mire, no es que no me fíe de usted, pero el servicio es el servicio...” . Lo de siempre por aquellos tiempos. Al bueno de Jesús le llamaron a Jefatura y demostró que había pagado en la aduana y que junto a su televisor habían llegado otros cuatro para distintos ministerios.
-Porque, ¿sabe usted?, ellos tenían miedo de que el personal supiera que había países en los que los obreros podían manifestarse, no como aquí. Lo cual que, viendo el peligro, me dio por instalar
catódico. Pero la expedición abundante de chiquitos y bocadillos se sucedía en la barra. Mucha gente de la emigración procedente de Salamanca y Soria, de patrona en las casas de al lado, le daban con apetito a las sardinas y a las anchoas rebozadas, aguardando que de un momento a otro la mágica ventana luminosa cobrara vida y pusiera en marcha a sus muñecos en blanco y negro. Días hubo en que la emisión fue posible por una hora. Los lunes, entre cuatro y seis de la tarde, el flamante PYE tenía sus mejores momentos .La clientela que lo sabía hacia suyo el local, tomándolo casi manu militari.
Paso a ia televisiónLa prensa de la época, es natu
ral, se hacía eco del fenómeno. En su “Meridiano del Nervión”, quien firmaba como “Antón” -M anuel Bores de nombre autén
tico- hablando de los televisores públicos, comentaba que “en Bilbao se echa de menos un mayor atractivo en las cafeterías y terrazas. Después de ver cómo funcionan en el extranjero estos establecimientos, resultan pobres los nuestros, excepción hecha de algunas regiones españolas donde todavía se escuchan conciertos en las terrazas de los jardines”. Se quejaba de que la Sociedad de Autores imponía un canon a los establecimientos públicos que tuvieran aparatos de televisión, ya que en ellos se interpretaba música. “Lo lamentable es que han empezado a levantar los aparatos televisores en algunos establecimientos públicos, privándose a sus clientes de este espectáculo, como hace años se suprímieron las orquestas y los sextetos que nos permitían asistir a la hora del café o de la merienda a un concierto agradable de música, y como ahora están a punto de malograrse los de la Banda municipal”.
Por su parte. Olmo publicaba en su columna diana de La Gaceta del Norte un artículo titulado “El Club de la Televisión”, lleno de doméstico orgullo.
“Ayer, al pasar por el bar “Deusto” , en la calle de Hemani, tuve ocasión de charlar unos momentos con el dueño y contemplar su modesto pero pintoresco “club”. Allí tiene su “tablón de anuncios” en el reverso de una puerta, lleno con todas las noticias de televisión, tanto de la Prensa local como de las revistas de toda España. Allí tiene también, orgu- Uosamente envuelto en celofán, el “Saluda” del director general de Radiodifusión y Televisión agradeciéndole los controles enviados, y allí tiene su sección gráfica con fotografías de las escenas captadas en su aparato.
Allí está también, recopilada en un humorístico cuadro, toda su afición televisora, en la que no falta siquiera “Don Celes”, que acude al bar, como otros muchos cientos de curiosos, a deleitarse con las primicias de estas imágenes, primeras que han surgido a la contemplación pública en el ambiente popular bilbaíno.
Y allí está, presidiendo el local, su televisor inglés teledirigido (porque tiene hasta mandos a distancia), lleno de banderitas internacionales. Una por cada país que ha surgido en la pantalla. Hungría, Portugal, Italia, Alemania, Francia, Suiza, de todas estas zonas han llegado las imágenes hasta la calle de Hemani, donde, como último contacto importante, estuvieron contemplando los clientes, entre “chato” y “chato” , la entrevista de Chu En Lai y Nehru en Nueva Delhi. El atribuye sus éxitos al captador, no sólo a su antena, sino a su aparato de pura cepa inglesa: “Me daban por él en la Aduana -d ic e - 50.000 pesetas”.
Ahora que cada bar, que cada café, tiene su correspondiente televisor, quede como dato de pura justicia que fue el Bar Deusto quien instaló la primera caja mágica para captar clientes y después entretenerlos.