La princesa del desierto

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El primero de todos los cuentos.

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Antes que el tiempo fuera tiempo y que los hombres

caminaran por esta tierra, las princesitas nacían de una

semilla sembrada en el desierto y regada por la aguas del

altiplano. Eran pequeñas personitas que crecían dentro de

un capullo y cuando este se abría, brillaban más que el sol,

iluminando la vida de todos aquellos que las rodeaban. La

historia se repetía una y otra vez, de sol a sol y luna a luna,

pero un día de primavera y cuando se conjugaron el amor,

la magia del universo y la belleza de una mujer hermosa,

nació una princesa que brillaba con su propia luz, risueña

del mundo, y tan bella que le quito el nombre a las flores

para llamarse Florencia.

Desde ese día el mundo dejo de girar en torno al sol y

comenzó a girar en torno a ella, llenándola de regalos

muchas sorpresas.

Su madre, bella como la luna y rubia como el sol, le hacía

cada día y cada mes miles de retratos para que cuando

creciera nunca olvidara, la alegría de vivir y todo lo que el

mundo la adoraba.

Pero, un día de otoño esta bella princesita sintió que

algunos malvados enanitos se metían en su cuerpo y

comenzaban a correr dentro de ella sin dejarla dormir, su

madre preocupada la llevo donde distintos curanderos que

sin saber que hacían le daban conjuros y recetas sin

resultado.

Los días pasaban y esos enanitos malvados seguían

molestando a la princesita, día y noche. Pero al despertar

un día por la mañana su madre, bella como siempre, se

acercó y le dio un gran beso a la princesa, la que le sonrió

con gran alegría y entonces ella descubrió que la forma de

terminar con esos horribles y pequeños seres para siempre

era llenar de amor y felicidad todos los días y noches de la

pequeña Florencia, dándole cada mañana al despertar una

avalancha de besos…

A medida que pasaban los días y la princesa crecía, veía que

todos aquellos que la querían y regaloneaban, hablaban y

hablaban un lenguaje que no entendía, así que para que su

mama fuera mas feliz aún, decidió aprender el lenguaje de

los dioses y esforzarse mucho para decir mama.

Y así pasaron las primaveras, otoños, veranos, inviernos y

todas las estaciones del tiempo, la princesita creció y creció

y creció, hasta ser tan bella como su madre, jugando a darle

alegría a su familia y esperar en los jardines de

castillocarreta2030, el día que aparezca en la distancia al

príncipe azul que la haga muy feliz y la acompañe por

siempre.

Colorín, colorado a medida que pasen los años este cuento

ira siendo terminado…

La Princesita del Desierto