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A.N. AFANÁSIEV CUENTOS POPULARES RUSOS III La princesa hechizada y otros cuentos ILUSTRACIONES DE RAQUEL APARICIO

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Esta colección de cuentos, recopilados ypublicados por Afanásiev en el siglo XIX,constituye un tesoro para los amantes dela literatura popular. A diferencia de otrosrepertorios del mismo estilo, estos cuentoscarecen de adornos literarios que alterensu forma. Es por ello que mantienen sufrescura original y su autenticidad.

En este tercer volumen, como en casi todala compilación de Afanásiev, predominanlos cuentos de hadas. Esto se debe a que lafolclorística de mediados del siglo XIX lesdaba una importancia especial, conside-rándolos los más antiguos y valiosos. Peroel valor de estos cuentos reside en su ca-pacidad de interpretar los elevados idealesvitales del pueblo.

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Traducción:Isabel Vicente

Ilustraciones: Raquel Aparicio

A.N. AFANÁSIEV

La princesa hechizaday otros cuentos

CUENTOS POPULARES RUSOS III

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La presente obra es traducción directa de la sexta edicióncompleta de los Cuentos populares rusos de A.N. Afanásiev

en tres volúmenes, Moscú, 1957.

© De las ilustraciones: Raquel Aparicio, 2008Traducción de Isabel Vicente

© De esta edición: Grupo Anaya, S.A., 2008Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid

www.anayainfantilyjuvenil.come-mail: [email protected]

1.ª edición, febrero 2008

ISBN: 978-84-667-6499-5Depósito legal: M. 18/2008

Impreso en MELSACtra. de Fuenlabrada a Pinto, km 21,800

28320 Pinto (Madrid)Impreso en España - Printed in Spain

Las normas ortográficas seguidas en este libro son lasestablecidas por la Real Academia Española en su última

edición de la Ortografía, del año 1999.

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las

correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienesreprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en

parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación oejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de

cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

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La esposa discreta

En cierto reino, en cierto país, vivía en una aldehuela un vie-jo con su mujer. Tenían tres hijos: dos eran listos y el tercerotonto.

Cuando le llegó al viejo la hora de morir, se puso a repartir el di-nero entre los hijos: al mayor le dio cien rublos, al mediano otroscien, pero al menor no quiso darle nada, diciendo que sería igual quetirarlo.

—¡Pero, padre! —exclamó el muchacho—. Los hijos, tanto listoscomo tontos, son todos iguales. Deberías darme mi parte.

Y el viejo le dio también cien rublos.Murió el padre, y los hijos lo enterraron. Poco después fueron

los hermanos listos a comprar unos bueyes al mercado. El tonto lossiguió. Los listos compraron bueyes y el tonto se trajo un gato y unperro. Al cabo de unos días, los listos engancharon los bueyes al carropara ir de viaje. Viendo sus preparativos, también el tonto se dispu-so a marcharse.

—¡So tonto! ¿Adónde vas tú? ¿Quieres que se ría de ti la gente?—Eso es cosa mía. Si los listos pueden salir de viaje, tampoco les

está prohibido a los tontos.Metió el perro y el gato en un saco, se echó el saco a la espalda

y abandonó la casa. Anda que te anda, llegó hasta un río muy an-cho. Como no tenía dinero para pagar al barquero, recogió ramas se-cas, se hizo una cabaña en la orilla, y allí se quedó a vivir. El perro se

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puso a husmear por todas partes, a traer canteros de pan y, sin olvi-darse de él, a alimentar a su amo y al gato.

Un día que pasaba por aquel río un barco cargado de mercade-rías, el tonto gritó desde la orilla:

—¡Eh, señor navegante! Ya que vas a comerciar a otras tierras,llévate también algo mío y, si lo vendes, partiremos las ganancias amedias —y lanzó su gato al barco.

—¿Qué falta nos hace este bicho? —rieron los del barco—. ¡Va-mos a tirarlo al agua!

—¡Cuidado que tenéis mal corazón! —protestó el amo del bar-co—. No le hagáis nada. Que se quede para cazar ratones.

—Pues tienes razón...Al cabo del tiempo —no sé si poco o mucho— llegó el barco a

unas tierras donde nadie había visto nunca un gato, pero donde ha-bía tantas ratas y tantos ratones como hay hierbas en el campo. Elcomerciante expuso sus mercaderías, y pronto encontró compradorpara todas ellas. Cerrado el trato, el comprador le dijo:

—Esto hay que remojarlo. Te convido.Conque llevó al comerciante a su casa, le hizo beber hasta em-

borracharle, y luego mandó a sus dependientes que le encerraran enun cobertizo.

—A ver si se lo comen las ratas y nos quedamos con todo de bal-de.

Llevaron, pues, al comerciante hasta un cobertizo oscuro y le de-jaron tirado en el suelo. Pero el gato, que se había encariñado con ély le seguía a todas partes, se metió también en el cobertizo y se pusoa matar ratas a más y mejor, hasta formar un montón tremendo. Porla mañana llegó el malvado comprador y se encontró al comercian-te, sano y salvo, y al gato rematando a las últimas ratas.

—Véndeme este animal —pidió.—De acuerdo.Después de mucho regatear, el comerciante vendió el gato a cam-

bio de seis barrilillos de oro.Regresó el comerciante a su país, vio al tonto y le entregó los tres

barrilillos de oro que le correspondían.«¡Cuánto oro! ¿Qué voy a hacer con ello?», pensó el tonto, y se

marchó por las ciudades y los pueblos a repartirlo entre los pobres.Así repartió el oro de dos barrilillos. Con el tercero compró incienso,lo llevó a un campo y lo encendió. Su nube aromática llegó hastaDios en los cielos. De pronto, se presentó un ángel al tonto.

—Me manda nuestro Señor a preguntarte qué deseas.—No lo sé —contestó el tonto.

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—Bueno, pues ve hacia aquella parte. Encontrarás a tres cam-pesinos que están labrando la tierra. Pregúntales, y ellos te lo dirán.

El tonto agarró una estaca y fue hacia los campesinos.—¡Hola, viejo! —saludó al primero.—¡Hola, muchacho!—¿Quieres decirme lo que podría pedirle a Dios?—¿Y yo qué sé lo que necesitas?Sin pensarlo poco ni mucho, le descargó al viejo un estacazo en

la cabeza y lo dejó tieso. Luego se dirigió a otro y volvió a preguntar:—¿Qué me convendría pedirle a Dios?—¿Cómo voy a saberlo yo?El tonto le pegó con la estaca y le quitó el resuello. Llegó donde

el tercer labrador y le pidió:—Dímelo tú, anciano.—Si fueran riquezas lo que obtuvieras, quizá acabaras olvidán-

dote de Dios. Lo mejor que puedes pedir es una mujer discreta.—¿Qué te han aconsejado? —preguntó el ángel cuando el tonto

volvió a su lado.—Me han dicho que no pida riquezas, sino que pida una espo-

sa discreta.—Está bien —dijo el ángel—. Ve a tal río, siéntate en el puente y

fíjate en el agua. Verás pasar muchos peces, grandes y pequeños, y en-tre ellos una plotvá* pequeñita, con un anillo de oro. Agárrala y, cuan-do la saques del agua, tírala por encima de tu hombro.

Así lo hizo el tonto. Llegó al río, se sentó en el puente y se pusoa mirar fijamente el agua. Vio pasar muchos peces, grandes y pe-queños, y por fin una plotvá pequeñita con un anillo de oro. En se-guida la agarró y la tiró por encima de su hombro. Nada más pegarcontra la tierra húmeda, se convirtió en una linda doncella que ledijo:

—¡Hola, amado mío!Se tomaron de la mano y echaron a andar. Caminaron hasta que

se puso el sol, y entonces se detuvieron a pasar la noche en medio delcampo. El tonto se quedó profundamente dormido. Entonces la lin-da doncella lanzó un grito estridente y al momento aparecieron doceoperarios.

—Construidme un lujoso palacio con el tejado de oro.El palacio quedó terminado en unos instantes. Los jóvenes se

habían dormido en pleno campo, pero despertaron en unos precio-

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* La definición de las palabras marcadas con asterisco se encuentra en el vocabu-lario de la página 295.

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sos aposentos, con espejos y cuadros por las paredes. El propio so-berano se quedó sorprendido al ver aquel palacio con tejado de oro.Hizo llamar al tonto y le dijo:

—Ayer todavía era esto un erial, y hoy se alza un palacio. Tú de-bes de ser algún brujo.

—No, majestad. Todo se ha hecho por voluntad divina...—Bueno, pues si has sido capaz de edificar un palacio en una

sola noche, construye para mañana un puente que vaya desde tu pa-lacio hasta mis aposentos, y cuyas tarimas sean la mitad de oro y lamitad de plata. Si no lo haces..., mi espada, de un tajo, echará tu ca-beza abajo.

El tonto se marchó de allí llorando. Su mujer, que estaba espe-rándole, le preguntó:

—¿Por qué lloras?—¿Cómo no voy a llorar? Nuestro soberano me ha ordenado

construir un puente cuyas tarimas sean la mitad de oro y la mitadde plata. Y quiere cortarme la cabeza si no está listo para mañana.

—No te preocupes, alma mía. Acuéstate, que la noche es buenaconsejera.

El tonto se acostó, se durmió, y por la mañana se lo encontrótodo hecho: el puente era tan hermoso como para pasarse un añoadmirándolo. El rey lo llamó de nuevo.

—Buen trabajo —le dijo—. Haz, ahora, que en una noche crezcana ambos lados del puente manzanos cargados de frutos maduros, yque en sus ramas canten aves del paraíso y maúllen gatos de mar. Sino lo haces..., mi espada, de un tajo, echará tu cabeza abajo.

El tonto se marchó de allí llorando. Su mujer, que salió a reci-birle, le preguntó:

—¿Por qué lloras?—¿Cómo no voy a llorar? Nuestro soberano quiere que para ma-

ñana hayan crecido a ambos lados del puente manzanos cargadosde frutos maduros, con aves del paraíso que canten y gatos de marque maúllen. Y si no está hecho, piensa cortarme la cabeza.

—No te preocupes. Acuéstate, que la noche es buena consejera.Por la mañana se levantó el tonto, y todo estaba hecho. Arrancó

unas cuantas manzanas y se las llevó en una bandeja a su soberano.El rey se comió una, luego otra, y dijo:

—Te felicito. Nunca había comido nada tan dulce. Bueno, puesya que eres tan listo, amigo, vete al otro mundo y pregúntale a midifunto padre dónde está escondida su fortuna. Si no consigues lle-gar, recuerda que... mi espada, de un tajo, echará tu cabeza abajo.

De nuevo salió llorando el tonto.

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—¿Por qué viertes esas lágrimas, mi alma? —le preguntó su mujer.—Mis razones tengo: nuestro soberano me manda al otro mun-

do a preguntarle a su difunto padre dónde está escondida su for-tuna.

—¡La cosa no es tan grave! Ve y pídele al rey que te acompañendos de los boyardos* que tan mal le aconsejan.

El rey designó a dos boyardos para acompañar al tonto, y su mu-jer le dio un ovillo de hilo.

—Toma —le dijo— y marcha sin temor por donde ruede esteovillo.

El ovillo fue rodando, rodando, y se metió en el mar, que seabrió, dejando libre un camino. El tonto dio un paso, luego otro, yen seguida se encontraron, él y sus acompañantes, en el otro mundo.Allí vio que unos demonios transportaban leña para una hoguera enun carro tirado por el difunto padre del rey, y que le arreaban confustas de hierro.

—¡Alto! —gritó el tonto.—¿Qué quieres? —preguntaron los demonios levantando sus

cabezas cornudas.—Necesito hablar dos palabras con este difunto que empleáis

para acarrear leña.—¡Vaya ocurrencia! ¡Ni que estuviéramos aquí para perder tiem-

po! Si dejamos de llevar leña se nos puede apagar el fuego debajode la caldera.

—Todo tiene arreglo. Mirad: podéis llevaros en su lugar a estosdos boyardos que lo harán mucho más aprisa.

En un abrir y cerrar de ojos, desengancharon los demonios alviejo rey, pusieron en su lugar a los dos boyardos y les arrearon conla leña hacia la hoguera. Entonces le dijo el tonto al padre de su so-berano:

—Vuestro hijo, que es nuestro rey, me ha mandado a pregunta-ros dónde está escondida vuestra fortuna.

—La fortuna está en unos sótanos profundos, detrás de unosmuros de piedra. Pero la fuerza no está en el dinero. Dile a mi hijoque si gobierna el reino de tan mala manera como lo goberné yo, leocurrirá lo mismo que a mí. Y ya estás viendo cómo me tratan losdemonios: me han molido la espalda y los costados a fustazos. Tomaeste anillo y llévaselo a mi hijo para dar fe de tus palabras.

No había terminado de hablar el viejo rey, cuando volvían ya losdemonios con el carro vacío en busca de más leña.

—¡Arre, arre! ¡Estos sí que van ligeros! Déjanos hacer otro viajecon ellos.

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—¡Por compasión! —gritaron los boyardos—. No lo consientas.¡Sácanos de aquí antes de que nos muramos!

Los demonios los desengancharon y los boyardos volvieron a laluz del día con el tonto.

Cuando se presentaron ante el rey, este se quedó horrorizado:los boyardos estaban demacrados, tenían los ojos casi fuera de lasórbitas y fustas de hierro clavadas en los flancos.

—¿Qué os ha ocurrido? —inquirió el rey.—Hemos estado en el otro mundo —explicó el tonto—. Al ver

que los demonios transportaban leña en un carro tirado por vuestrodifunto padre, los detuve y les presté a estos dos boyardos para quele sustituyeran mientras hablábamos. De manera que a ellos les hanhecho acarrear la leña los demonios durante ese rato.

—¿Y qué recado me envía por tu conducto?—Me ha mandado deciros que si vuestra majestad gobierna el

reino de tan mala manera como lo gobernó él, os ocurrirá lo mismoa vos. Y para dar fe de mis palabras, os envía este anillo.

—Lo que me importa no es eso. ¿Dónde está su fortuna?—Está escondida en unos sótanos profundos, detrás de muros de

piedra.En seguida se hizo venir a una compañía de soldados que em-

pezaron a demoler los muros de piedra. Cuando los echaron abajo,aparecieron toneles llenos de plata y de oro. ¡Un tesoro fabuloso!

—Gracias por tu buen trabajo, muchacho —le dijo el rey al ton-to—. Pero ya que has sido capaz de ir hasta el otro mundo, consí-gueme ahora un gusli* que toque solo. Si no lo traes..., mi espada, deun tajo, echará tu cabeza abajo.

El tonto se marchó llorando.—¿Por qué lloras? —le preguntó su mujer.—¿Cómo no voy a llorar? Haga lo que haga, siempre resulta que

peligra mi cabeza. Ahora me manda el rey a buscar un gusli que to-que solo.

—No te preocupes: esos instrumentos los fabrica mi hermano.La esposa le dio entonces al tonto un ovillo y una toalla borda-

da por ella, le recomendó que se hiciera acompañar por los dos mis-mos boyardos consejeros del rey, y añadió:

—Esta vez faltarás de casa mucho tiempo y me temo que el reypueda preparar alguna trampa contra mi dignidad. Ve al jardín ycorta tres varitas.

El tonto obedeció.—Ahora, péganos tres golpes con estas varitas al palacio y a mí

y ve con Dios.

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Cuando el tonto hizo lo que le había dicho, su mujer quedó con-vertida en una roca y el palacio en una montaña de piedra. Entoncesfue a recoger a los dos boyardos de la primera vez y se puso en ca-mino, yendo siempre por donde rodaba el ovillo.

Así rodando, no sé si poco o mucho tiempo, no sé si hasta muylejos o no, penetró el ovillo en un bosque oscuro y llegó hasta unacasita. Entró el tonto en la casita y encontró allí a una vieja.

—¡Hola, abuela!—¡Hola, muchacho! ¿Qué buscas por esos mundos de Dios?—Voy buscando a un artífice capaz de fabricarme un gusli que

toque solo y que, con su música, haga bailar a la gente aunque noquiera.

—¡Ah! Pues esos gusli los fabrica mi hijo. Aguarda un poco, queen seguida vendrá.

En efecto, al poco rato llegó el hijo de la anciana.—Señor maestro —le rogó el tonto—: hazme por favor un gusli

que toque solo.—Precisamente tengo uno hecho, y te lo puedo regalar; pero a

condición de que nadie se duerma mientras lo afino. El que se duer-ma y no se levante cuando yo lo llame perderá la cabeza.

—¡Está bien, señor maestro!El artífice puso manos a la obra, empezando a afinar el gusli que

tocaba solo. Arrullado por la música, uno de los boyardos se quedóprofundamente dormido.

—¿Estás dormido? —preguntó el artífice.Como el boyardo no se levantó ni contestó, su cabeza cayó ro-

dando por el suelo. A los dos o tres minutos se durmió el otro bo-yardo, y también su cabeza cayó de sus hombros. Un minuto des-pués, le entró sueño al tonto.

—¿Estás dormido? —preguntó el artífice.—No. No estoy dormido. Es que cierro los ojos porque los ten-

go irritados después del viaje. ¿No tendríais un poco de agua para re-frescármelos?

La vieja le dio agua, el tonto se lavó los ojos y sacó su toalla bor-dada para secarse. Nada más verla, la vieja reconoció el bordado he-cho por su hija.

—¡Yerno mío querido! —exclamó—. No esperaba yo verte poraquí. ¿Cómo está mi hija?

Se abrazaron, se besaron, luego se pasaron tres días de comilonay de diversiones, y llegó el momento de separarse. El artífice le regalóa su cuñado un gusli que tocaba solo, y el tonto emprendió el regre-so a su casa llevándose el instrumento bajo el brazo.

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Anda que te anda, salió del bosque oscuro al camino. Para en-tretenerse hizo que tocara el gusli. Se habría pasado la vida oyéndo-lo... En esto, se encontró con un bandolero.

—Dame el gusli que toca solo, y yo te daré una estaca.—¿Y para qué quiero yo tu estaca?—Esta no es una estaca como las demás. Basta decirle «pega y

atiza, estaca mía», y es capaz de dejar en el sitio a un ejército entero.El tonto aceptó el trato, agarró la estaca y le ordenó que matara

al bandolero. La estaca saltó sobre él, le atizó un par de golpes y lodejó muerto. Entonces reanudó el tonto su camino con el gusli y la es-taca.

Así llegó a su país. «Para presentarme al rey, siempre tendrétiempo —pensó—. Me gustaría ver a mi esposa primero». Conquepegó con tres varitas sobre la montaña de piedra —uno, dos, tres—,y volvió a surgir el palacio maravilloso; pegó sobre la roca y reapa-reció su esposa delante de él. Se abrazaron, se saludaron, intercam-biaron dos o tres palabras, y el tonto fue a ver al rey con el gusli, perosin olvidarse de la estaca.

«A este, no hay obstáculo que lo detenga —pensó el rey al ver-lo—. Todo lo cumple». Y en seguida se puso a gritarle, furioso:

—¿Qué respeto es este? En vez de presentarte a mí, has ido co-rriendo a abrazar a tu mujer primero...

—Perdonadme, majestad. Reconozco que he hecho mal.—¿Y qué adelanto yo con que lo reconozcas? ¡Ahora sí que no te

perdonaré! Que traigan mi espada damasquinada.El tonto vio que las cosas se ponían feas y gritó:—¡Pega y atiza, estaca mía!Al momento saltó la estaca, le atizó un par de golpes al rey y lo

dejó seco.El tonto subió al trono en su lugar y reinó mucho tiempo en paz

y justicia.

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Los tres kopeks*

Érase un famoso mercader. Un día fue a verle un desconocidosolicitando trabajo. Transcurrido un año, le pidió la cuenta alpatrono. Pero cuando este quiso pagarle el salario merecido,

solo aceptó un kopek y luego fue a tirarlo al río.«Si he trabajado a conciencia —se dijo—, la moneda no se irá al

fondo».El kopek se fue al fondo. Entonces, el hombre se quedó a traba-

jar con el mismo patrono. Trabajó un año, el mercader quiso darle eldinero que le correspondía, pero el hombre hizo igual que la prime-ra vez: tomó solo un kopek, fue al mismo lugar del río y arrojó lamoneda. El kopek cayó al fondo.

Por tercera vez se fue a trabajar para aquel patrono. Pasó un añoy, cuando el mercader quiso darle más dinero todavía por el celo conque había cumplido su obligación, el hombre tampoco aceptó más queun kopek, que arrojó al agua como las otras veces. ¡Y entonces emer-gieron los tres kopeks juntos! Los sacó del agua y se puso en caminohacia su pueblo.

En esto, se cruzó con un mercader que iba a misa. El hombre ledio al mercader uno de sus kopeks para que pusiera una vela delan-te de las imágenes. El mercader entró en la iglesia, compró una velade su bolsillo y, sin querer, dejó caer el otro kopek al suelo. De pron-to, de aquel kopek se encendió una llama. Maravillados, los que es-taban en la iglesia preguntaron a quién se le había caído aquel kopek.

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—Se me ha caído a mí, y me lo había dado un hombre para unavela.

Todos los presentes tomaron velas y las encendieron en la llamade aquel kopek. Mientras tanto, el hombre continuó su camino has-ta cruzarse con otro mercader que iba a la feria. El hombre sacó unkopek de su bolsillo y se lo dio al mercader.

—Cómprame algo en la feria con esto —le pidió.El mercader lo tomó, hizo sus compras y, cuando estaba pen-

sando qué más necesitaba, se acordó de aquel kopek. Se preguntóqué podría comprar con él. En esto, se encontró con un chico quevendía un gato y pedía un kopek por él. Como no se le ocurrió otracosa, compró aquel gato.

El mercader se marchó con sus barcos a comerciar a otro paísque, precisamente, padecía una plaga de ratas. Atracaron los barcos,y el gato bajaba a cada momento a tierra para matarlas.

—¿Es muy caro ese animal? —le preguntó el zar al mercader alenterarse de lo que hacía el gato.

—No es mío. Lo compré para un buen hombre por encargo suyo—contestó el mercader, y a propósito dijo que valía tres barcos.

El zar le dio tres barcos y se quedó con el gato. El mercader re-gresó a su país. El hombre de los tres kopeks fue al mercado, le bus-có y le preguntó:

—¿Compraste algo con mi kopek?—No puedo ocultarte que compré tres barcos —contestó.El hombre recogió sus tres barcos y se hizo a la mar. Navegando,

navegando —no sé si poco o mucho tiempo—, llegó a una isla don-de había un roble. El hombre trepó al roble para pasar la noche en-tre sus ramas. Al cabo de un rato, se juntaron debajo del árbol va-rios demonios, y el hombre oyó jactarse a uno de que al día siguiente,a la luz del sol, raptaría a la hija del zar.

—Si no lo haces —le advirtieron sus compañeros—, te vamos avapulear con varas de hierro.

Los demonios se marcharon después de aquella conversación.El hombre bajó del árbol y fue a ver al zar. Una vez en los aposentosreales, sacó del bolsillo el último kopek y le prendió fuego, de maneraque el demonio no pudo robar a la hija del zar. Cuando sus com-pañeros le vieron regresar con las manos vacías, se pusieron a vapu-learle con varas de hierro hasta que se cansaron y lo abandonaronno se sabe dónde.

El hombre de los kopeks se casó entonces con la hija del zar yvivió muchos años, feliz y en la opulencia.

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