La propiedad de la tierra pasado y presente

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ANUARIO DEL CEIC 3/2003 La propiedad de la tierra Pasado y presente Arqueología, historia y antropología sobre la problemática de la propiedad de la tierra en la Argentina Enrique Cruz y Rosana Paoloni (comp.) CENTRO DE ESTUDIOS INDIGENAS Y COLONIALES 1

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El libro es una compilación de análisis de casos de demandas de tierras indígenas en Argenitna, desde la perspectiva arqueológica, antropológica e histórica.

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ANUARIO DEL CEIC 3/2003

La propiedad de la tierra Pasado y presente

Arqueología, historia y antropología sobre la problemática de la propiedad de la tierra en la

Argentina

Enrique Cruz y Rosana Paoloni (comp.)

CENTRO DE ESTUDIOS INDIGENAS Y COLONIALES

Unidad de Investigación Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales

Universidad Nacional de JujuyJujuy- 2004

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Introducción

En el 2002, a tono con las declaraciones políticas, las acciones de organizaciones intermedias indígenas y la voluntad social de la producción científica del CEIC, surgió la idea de compilar un trabajo sobre el tema de la propiedad de la tierra. Si bien el tema es una constante preocupación en los estudios americanos en otras regiones, no ha tenido hasta el momento en nuestro país un correlato parecido, y como siempre sucede que la producción científica va a contrapelo de la demanda social, los reclamos y los planteos acerca de la propiedad de la tierra de las comunidades indígenas motivan la preocupación científica sobre el tema. En este caso se trata de estudios que desde una mirada histórica en el tiempo, pero antropológica en la comprensión, presenta varios trabajos sobre los distintos problemas de las comunidades indígenas en torno a la propiedad de la tierra.

La compilación pretende incluir el pasado en el presente, como una continuidad explicativa que para el tema representa ya una respuesta política concreta a las demandas sociales que hoy existen al respecto: un buen conocimiento de los problemas de la propiedad de la tierra en el pasado, nos ayudará a entender y actuar con justicia en torno a un presente de las comunidades indígenas que excede a unos reclamos por la propiedad de la tierra y que comprende el reconocimiento social al derecho a una existencia digna, para que el planteo moderno de la igualdad y de la justicia social no siga siendo solo una promesa incumplida a sus poblaciones nacionales, sino también una promesa a cumplir para todos los habitantes del suelo argentino.

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1.Protocartografia catastral en el sitio arqueologico de Barrancas, Cochinoca, JujuyAlicia A.Fernandez Distel

2.La tierra para el que la trabaja.Fiestas y cofradías religiosas en el Jujuy colonialEnrique Cruz

3.Tierras comunales, tierras fiscales: el tránsito del orden colonial a la revoluciónCristina López de Albornoz.

4.Parcelas de producción en las áreas adyacentes a los fortines: el caso del Cantón Tapalque ViejoMiguel A. Mugueta

5.Discurso jurídico y prácticas sociales en torno a la dinámica de acceso a la propiedad de la tierra.El caso de los selk'nam (Tierra del Fuego 1870 -!930)Rosana Paoloni

6.Políticas de tierras públicas y Chaco Salteño (1880-1920)Azucena del Valle MichelMaría Mercedes QuiñonezBlanca Esther Corregidor

7.La tenencia de la tierra en el campo comunero Asampay (Departamento Belén, Catamarca)Bernarda Zubrzycki

8.Estado y Propiedad de la tierra en el Territorio Nacional de Río Negro: La cuestión de los ocupantes (1884-1892) Martha Ruffini

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9.Utopía agraria y realidad latifundista. El debate sobre las tierras públicas en la Patagonia Norte hasta principios del siglo XXPedro Navarro Floria

10.Población y Tierra en la Cuenca de Trancas en la segunda mitad del siglo XXHilda Beatriz Garrido

11.La lucha por la tierra. (Neo)indigenismo estatal y producciones indígenas en Argentina (1985-1999)Claudia Briones y Morita Carrasco

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1.Protocartografia catastral en el sitio arqueológico de Barrancas, Cochinoca, Jujuy

Alicia A.Fernandez Distel*

Descripción indígena del hábitat

El conocimiento geografico indigena del habitat se desplego gradual y espontaneamente como un modo de asegurar su efectivo dominio. No hay casos citables en que ese conocimiento haya sido imperfecto. La exactitud siempre lo ha distinguido siendo un conocimiento no teorico. Todo lo contrario, caracterizado por la praxis, fue y es esencialmente empirico.

Debe escindirse sin embargo lo que es el conocimiento geografico en si y lo que la transmision de ese conocimiento involucra. De la necesidad de transmision y de la fijacion relativamente estable de hitos y limites surge la protocartografia1: fijar dentro de un plano no importe cual fuera el soporte (tela, cuero, madera, piedra) lugares, rios, caminos, predios ganaderos o de cultivo, lugares sacros, humedales, etc... Los soportes elegidos estan condicionados con la tecnologia de que el hombre dispone en cada momento de su desarrollo: prehistoria, protohistoria, historia, etnografia.

La protocartografia no es una ciencia como lo pretende P. Gallez (1998) sino que es un fenomeno emergente que debe abordarse metodologicamente en el marco de las ciencias que estudian cada uno de esos estadios de la evolucion humana: arqueologia, historia, etnologia, folklore. Esta investigacion se centrara en un fenomeno protocartografico prehispanico andino retrotraible al año 1000 DC, es decir claramente preincaico. Se tratara, la por los lugareños llamada

* Consejo Nacional de Investigaciones Cinetíficas y Técnicas y Centro de Estudios Indigenas y Coloniales, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy. [email protected] Prototopografia para expresarlo con mayor exactitud.

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"Piedra Mapa", que esta en el sector nuclear de la Reserva Natural y Cultural de Barrancas-Abdon Castro Tolay ( Cochinoca, Jujuy)2.

La existencia de esta piedra tomo estado publico en 1996, cuando se la describe como “Otra roca suelta tiene una faz plana horizontal que fue cuadriculada en bajo relieve formando predios ganaderos: es una especie de mapa. En cada compartimento, a su vez, nuevamente en bajo relieve , se grabaron llamas, hombres, avestruces. El doble bajo relieve convierte a esta muestra de arte en verdadera escultura jeroglifica, pues es evidente que se trata de una maqueta con inscripciones ideograficas” ( Fernandez Distel 1996:64).

Un año mas tarde esta roca es publicada en el Atlas historico de Salta (Navamuel 1997:45). Esta autora es la introductora de los conceptos de “mapa de sitio”, “mapa de derrotero”, “mapa de division territorial”, “maqueta” aplicados al arte rupestre (sea grabado o pintado) de las provincias argentinas de Jujuy y Salta. Su preocupacion era la de indentificar en diseños que de otro modo terminaban siendo calificados de “abstractos” o “geometricos” y que estaban en lugares centrales de asentamientos arqueologicos, los rios y arroyos del lugar, sus terrazas de cultivo y corrales, sus caminos y lugares de culto.

Hay que resaltar que toda voluntad protocartografica en el ambito de nuestro arte rupestre andino esta teñida con la arqueoastronomia, y no es raro encontrar un posible mapa (grabado o pintado en un paredon) al que se le adjunta un sol u otro astro. Tanto la identificacion de paleomapas como la cosmografia (arqueoastronomia) son miradas nuevas que pueden llegar a explicar particularidades que hasta ahora parecian enigmaticas. Esta novedosa lectura pondera el conocimiento geografico y cosmografico andino prehispanico , le otorga su merecido valor y explica la exactitud con que los primeros exploradores europeos fueron guiados por el altiplano y los valles perifericos a este (Quebrada del Toro, Quebrada de Humahuaca , etc...).

Si se observan los primeros mapas de Occidente desde Marino de Tiro hasta el siglo XVI pasando por Ptolomeo, Al-Juarizmi, Walsperger, Martellus y otros lo que se encontrara en ellos son ingenuidades, cambios de foco y de escala, lineas sinuosas y erraticas, como en los petroglifos publicados por E. Navamuel.

2 Reserva municipal creada en el año1993.

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Problemas de escala: planos, cartas, mapas, itinerarios, catastro

La escala es la relación entre una medida real en el suelo y la medida que se le atribuye en el dibujo del plano o mapa. En estos mapas primitivos la escala no se explicita y hay que deducirla. Ello porque el levantamiento cartográfico no se realiza con metodos exactos o matemáticos. Observando el conjunto de petroglifos protocartograficos de la Provincia de Salta y el especimen de Jujuy (el mencionado de Barrancas) se llega a la conclusión que son “planos” con rasgos de “mapa”.

El concepto arquitectonico de “plano” es el de “representacion gráfica de la seccion horizontal de una construcción”. El concepto topografico de “mapa” es el de “representacion convencional que se hace en un plano de los accidentes del terreno, las divisiones politicas, sus caracteristicas meteorologicas y economicas”. La “piedra Mapa” que se esta tratando por su escala reducida ( 1:100 aproximadamente) entra en la categoria de “plano”. Un plano tan exacto como el de Barrancas realizado en el soporte piedra no se conoce en el Noroeste argentino. La exigencia de exactitud puede estar indicando la necesidad de una determinada familia que alli habitaba de marcar su propiedad, haya sido esta consuetudinaria o formalmente establecida.

De aquí se pasa al concepto de “plano catastral”: un catastro es un censo o recuento de fincas o predios, un mapa catastral es una representacion grafica de los alcances de una finca. Una finca o predio agrícola es lo mas proximo a lo que se puede apreciar en la piedra de Barrancas, por ello no se habla de comunidad sino de familia que detenta un bien inmueble: un segmento del valle. Esto parece raro, partiendo que siempre se da por sentado que en epoca precapitalista la propiedad de la tierra era comunitaria. Representar un derrotero o itinerario, es decir una carta3 caminera lleva a escalas mucho mayores y a deformaciones y convencionalismos que tambien se ven en los petroglifos, aun en el mismo sitio arqueologico de Barrancas.

El problema de los volumenes: maquetas y modelos

Como el indígena no estaba constreñido a convencionalismos, con fluidez echa mano a distintos recursos de representacion como seria la tercera dimension. De esto resulta la propiamente dicha “maqueta”: 3 Carta es sinonimo de mapa

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“reproduccion a escala reducida aunque conservando las proporciones y aspecto”. El tema “aspecto” es importante pues el indigena en su petroglifo trata de enriquecer lo meramente geometrico con representaciones biomorfas que ilustran sobre la flora y fauna y los usos que se dan a los distintos predios. El concepto de “modelo” o “modelo reducido”, en el caso en estudio el “modelo reducido de una finca del rio Barrancas en el año 1000 DC”, conlleva la idea de que la instalacion reducida funcione igual que funciona el original. Aquí se entra al tema de los usos, la funcionalidad del arte rupestre. Es de inferir que dentro de los predios reducidos de la “Piedra Mapa” se realizaran propiciaciones, libaciones, se desplegara un ceremonialismo tal como se hace hoy en sectores especificos de las fincas. De alli el aspecto gastado de la faz grabada, con canaletas que efectivamente debian llevar agua, cuando las lluvias, igual que conducirian el agua las acequias del predio familiar.

El aspecto utilitario de la protocartografia andina lo ha abordado tambien Navamuel (1997 :14-17), en especial en relacion con el arte rupestre y las cupulas de Las Juntas ( Guachipas, Salta) . Si se toma el bloque de la “Piedra Mapa” en su conjunto se ve que en su faz vertical que se orienta al Norte tiene muchisimas representaciones de camelidos en distintas posiciones, casi juxtapuestos. En un angulo (el que ahora se orienta hacia la ruta) presenta una manija tallada. Todo esto le da al ejemplar las caracteristicas de roca conmemorativa en la cual se destaca la existencia sedentaria que permitio el despliegue de una verdadera escultura litica.

El problema del horadado de la roca: las asas o manijas

El soporte rocoso elegido es apto para tallas diversas incluso para lo más dificil que es horadar hasta atravesarlo. Pero no es una mera perforacion biconica, sino que se asimila a un asa o manija. Esto se ve en un angulo de la Piedra Mapa y también aparece en varias lajas de la misma materia tobacea en Tucute, un sitio arqueológico a 30 km. de Barrancas (Albeck y colaboradores, 1998:239). La primera idea que surge para interpretarlas es la necesidad de amarrar algo, haciendo que el bloque actue de punto fijo y de peso a la vez. En el caso de Barrancas, con la asociación al arte rupestre que no se da en Tucute, la funcion caería en la esfera de lo religioso.

Los primeros " dueños" de Barrancas

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El nombre de Barrancas se menciona a partir del siglo XVII en pleitos, documentos de cabildo, inventarios y testamentos de españoles y criollos quienes fueron “dueños” de esas tierras entregadas al comienzo como retribucion a servicios prestados a quienes estaban al Real servicio de la Corona de España. Tenían derechos de disposición y hereditarios esperándose que se efectuaran trabajos de colonización, mantenimiento de la defensa de las tierras a la par que asegurasen el ingreso de rentas para que España pudiera sostener su sistema económico.

Este reparto de tierras constituye el antecedente directo de la formación de las haciendas, grandes extensiones de tierra en manos de un sólo propietario (en este caso la familia Ovando-Campero) donde debían trabajar los “indios” (Madrazo, 1982: 68-69), los primeros “dueños” pasan a estar subordinados a un patron, sin mayores notificaciones. Los llamados “indios” sin embargo estaban enraizados en sus valles desde antes que la Corona española repartiera sus tierras. Y el Valle de Barrancas no es una excepcion: si bien no cuenta con una “ciudad prehistorica”4 esta lleno de indicios de una densa ocupacion prehispana. Cual era su nombre en la prehistoria es un punto no comprobable. En esta zona del departamento Cochinoca hubo una especial preocupacion por borrar los toponimos indigenas: rio de las Burras, Rinconadillas, Honduro, Pozo Bravo, Laguna, Torre, Colorados, Abra Blanca, Cerro Azul, por solo citar un puñado de nombres de lugares en idioma castellano.

El valle demostro ser muy apto para la invernada de ganado caballar, mular y bovino, con el antecedente de que antes tambien era ideal para la cria del unico ganado que tenia el puneño: las llamas. El Marques de Yavi o Tojo lo codiciaba y asumio a sus ocupantes, los “Cochinocas” como sus encomendados. Tambien los integro a la fe cristiana a traves del curato de Casabindo5.

La cristianizacion de los puneños antiguos esta marcada en varios lugares con arte rupestre en los que se ven cruces, altares, iglesias. Sin embargo continuaron habitando dispersos, ya que la construccion del pueblo de Abdon Castro Tolay data de comienzos del siglo XX. No se

4 Gran poblado con 3000 habitantes o mas que vivian conglomerados como en Santa Rosa de Tastil o Quilmes5 Distintos autores abordan este tema entre otros Cruz (2001).

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cuenta con planos catastrales de epoca española, ello no era necesario porque los bienes eran reconocidos extrajudicialmente, no existían mayores procedimientos de tasacion y de palabra y gracias a la cosmografia6 se aceptaban linderos sin mayores criticas.

De esta situación surge el intrincado problema fronterizo en la zona de Salinas Grandes entre Jujuy y Salta, aun no resuelto (Uriondo Tochon, 1966), problema que involucra la parte sur o final del valle de Barrancas. Tal vez podría decirse, a traves de dos petrograbados paradigmaticos que se encuentran en el valle7, que los antiguos cochinocas tenian mayores preocupaciones catastrales. Volviendo a ellos, a los primeros dueños, puede decirse que con capacidad de abstraccion y sintesis debieron no solo ocupar el valle sino también representarlo para poder transmitir ese conocimiento a sus descendientes. De aquí a mejorar su calidad de vida debio haber un pequeño paso, que lamentablemente fue interrumpido por el español. A partir de la experiencia de “encomendados” pasaron a la de espectadores de un continuo transito hacia y desde Bolivia, ayer como hoy, cuando el valle se usa como corredor en el trafico de hojas de coca.

6 Cicarelli demuestra que observaciones astronomicas como poniente, levante o naciente, sol de mañana o sol de tarde etc... eran en epoca colonial absolutamente de tener en cuenta en la delimitacion de los campos (1998: 7). 7 La llamada Piedra Mapa y el Camino al Alto Peru.

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Anexo. Ficha tecnica de la Piedra Mapa

Subsitio dentro de la reserva Barrancas: Barrancas AntigalTipo de soporte: bloque caido de toba8 con una faz principal de 29° de inclinacion.Acceso: a pocos metros de la Ruta Provincial 75 en su mano izquierda si se transita en dirección norte.Estado del especimen: tiene patina muy fuerte, hay meteorizacion química aunque sin diaclasas. La roca contiene clastos de hasta 10 cm de diametro. Los grabados están muy erosionados con liquenes instalados en su interior. Parece faltar un trozo de borde por daño antropico intencional.Orientación: si bien tiene aspecto de mesa se orienta ligeramente hacia el EsteDescripcion: Panel A, coincide con la cara Este. Es una composición organizada para ser vista de frente y desde el lado largo y mas caido del hipotetico rectangulo . Se aplico grabado plano o lleno9, grabado en linea10, grabado circular o en cupula11. Se cuadriculo la superficie en 16 compartimentos. Dentro de 11 de ellos se volvio a profundizar el grabado para indicar llamas, avestruces y una figura humana. Los cinco cuadrados centrales estan unidos por un surco ancho que remata en cupulas y tiene otras cupulas en toda su extension. Entre los cuadrados hay conexiones o aberturas. Hay dos rectangulos rebajados por dentro, mas pequeños y sin figuras en su interior, en el borde derecho del mapa. De estar la representación en una escala 1:100 se trataria de una finca de 120 metros de lado o sea una hectarea y un cuarto. Panel B, coincide con la cara Norte del bloque de 90 °. Es una composición con el motivo de llamas lineales y esquematicas colocadas en posicion mezclada. Tecnica del grabado lineal .

8 Ignimbrita. La palabra " toba" es mas generalizada. Caro y Cobo Vela (1993) hicieron un estudio sobre esta roca como elemento constructivo y llegaron a la conclusion que los mayores yacimientos de toba de Jujuy son los de Jama y de Abdon Castro Tolay o Barrancas. Estos autores explican que aun en tobas de alta resistencia, de 90 a 150 kg/cm 2, el tallado y el moldeo es facil. 9 Se trata del verdadero bajo relieve según Lefebre (1970).10 Se trata de la técnica de trazos, piqueteado de sección irregular, el trazo se logra por el piquetedo con un percutor de punta aguda, el trabajo es negligente que da como resultado un trazo irregular recto curvilineo (Lefebre, 1970).11 Se obtiene comenzando por un pequeño hueco realizado con un percutor de punta aguda y robusta. Primero con un golpe se hace el primer hueco, luego se pule y agranda por dentro mediante la rotacion (Lefebre, 1970).

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Asa: el angulo E-N del bloque fue horadado hasta formar algo asi como una manija o agarradera. Medidas: el mapa mide 1,93 m de ancho por 1,63 m de alto. Cada cuadrado tiene 40 cm de lado, en promedio.Altura sobre el piso del mapa: 1,30 metros.

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Bibliografía

Albeck, M.E., Dip S. y Zaburlin, M.A., “El patron arquitectonico de Pueblo Viejo de Tucute”, en Cremote, María B., (comp.) Los desarrollos locales y sus territorios, Universidad Nacional de Jujuy, Jujuy, 1998, pp.223-243.Asencio, M., Iglesia R.E. y Schenone, H., Arquitectura en el Altiplano jujeño, Casabindo y Cochinoca, Librería Tecnica, Buenos Aires, 1974. Caro, J. y Cobo Vela, M., “La toba como elemento constructivo”. Taller de Capacitacion “La tierra sin cocer como alternativa arquitectónica y tecnológica”, Instituto de Biologia de la Altura, Universidad Nacional de Jujuy, Jujuy, 1993, pp.9-14. Cicarelli, Vicente E., Cuestion de limites Jujuy-Salta, Ediciones Zumarraga, Jujuy, 1998.Cruz, Enrique, “Oro, cera, trigo y Sal. Cofradias de indios en Jujuy, siglo XVIII”, en Cruz, Enrique (comp.) Iglesia, misiones y religiosidad colonial, Anuario del CEIC/1, Universidad Nacional de Jujuy, Jujuy, pp.177-203.Fernandez Distel, Alicia A., Jujuy. Diccionario Arqueologico, Impresora del Plata, Buenos Aires, 1996.Gallez, P., “La protocartografia, ciencia latinoamericana”, en La nueva Provincia, año 5, N° 236, Bahia Blanca, 1998.Lefebre, G., Typologie de la Technique des gravures rupestres pre et protohistoriques de l´Algerie non Saharienne, Alger, 1970. Madrazo, Guillermo B., Hacienda y encomienda en los Andes, Fondo Editorial, Buenos Aires, 1982.Navamuel, E., Atlas histórico de Salta, Editorial Norte Sur, Sucre. 1997.Uriondo Tochon, E., Limites interprovinciales, teoria general, Imprenta del Estado, Jujuy. 1966.

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La tierra para el que la trabaja. Fiestas y cofradías religiosas en el Jujuy colonial

Enrique Normando Cruz*

En la colonia, de las tierras usadas para la cría y engorde de ganado, producción de sementeras de trigo, maíz o papa, las comunidades indígenas suelen afectar una parte para funciones no directamente vinculadas a su reproducción económica y social, se trata de generar excedente para reforzar y mantener sus relaciones con la Iglesia, hacendados y encomenderos, a través de la construcción de iglesias, la realización de fiestas religiosas y asegurando el funcionamiento de cofradías religiosas. Lo que muestra varios procesos entrelazados entre sí: por un lado, la capacidad de las comunidades indígenas para tomar simples y directas maneras desarrolladas por el Estado colonial y los hacendados y encomenderos, para extraer excedentes de las comunidades, y a la vez desarrollarlas como estrategias de salvaguarda de recursos económicos y de resignificación étnica. También la notable “extensión” y aceptación espacial y temporal, de la coacción colonial, vincula -en el juego de disputa por los recursos de las comunidades- a doctrineros y encomenderos expropiándose, con el acuerdo de curacas, gobernadores y la propia comunidad indígena.

Acá se examinan estas cuestiones en el desarrollo de las cofradías, el ejercicio de alferazgos de fiestas, y en el examen de las tierras afectadas para la Iglesia, como se aprecia en los anexos del curato rectoral y en los curatos rurales de indios de San Salvador de Jujuy en el siglo XVIII. La hipótesis es que hay un acuerdo de “expropiación colonial” entre las autoridades étnicas, los doctrineros y encomenderos y hacendados, acerca de la legalidad de la transferencia de recursos y trabajo de las comunidades a personas ajenas a ella, a través del expediente de afectar tierras, recursos y trabajo, a instituciones que permiten reinsertar esos bienes de nuevo en la comunidad y a la vez reforzar su identidad.

Tierras de Iglesia “señaladas” y “sementeras” de cofradías en los anexos del rectoral

* Becario Posdoctoral del CONICET y Profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy. [email protected]

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El curato rectoral de Jujuy comprende dentro de su jurisdicción las viceparroquia de Perico Iglesia de San Antonio (1660), viceparroquia de San Pedro de Ocloyas Purísima Concepción (1672), viceparroquia de Los Alisos Iglesia de San Antonio (1679), y viceparroquia de San Lorenzo del Molino (1670). Algunas de ellas tienen propiedades específicamente adjudicadas para atender la “fábrica”12 de las capillas y servicios sacerdotales, mientras que otras cuentan directamente con cofradías para la misma finalidad, y también para la organización y realización de las fiestas del patrón de la capilla13.

Las viceparroquias de Perico de San Antonio y los Alisos de San Antonio no tienen propiedades, tierras o ganados para esas tareas, fueren administradas directamente por la Iglesia o a través de cofradías, ya que al encontrarse en una región próxima a la frontera del Chaco, pobladas de haciendas y una peonada heterogénea con cierta movilidad espacial y social, no se “habilita” la creación de hermandades o imposición de tierras para la Iglesia. Asociaciones y fundaciones que expresan la religiosidad local, siempre y cuando se presente el prerrequisito de la “vecindad” del futuro cofrade, que en estos parajes no hay. En cambio, las viceparroquias de San Pedro de Ocloyas y de San Lorenzo del Molino, si destinan tierras para sementeras de la “fábrica” de la Iglesia y construcción de las capillas, o también la ornamentación del templo, provisión adecuada para los servicios sacramentales y realización de las fiestas religiosas de las capillas y cofradías. Tal vez por contar con una población indígena más “estable”, alrededor de una encomienda o doctrina de indios, que en el siglo XVIII “sirve” y “asiste” en las haciendas del paraje.

Las tierras “señaladas” de la Iglesia en la viceparroquia de Ocloyas

La viceparroquia de Ocloyas esta poblada por indígenas ocloyas de la antigua doctrina administrada por los franciscanos en el siglo XVII. En el XVIII se constituye como pueblo de indios, con tributarios y arrenderos de los hacendados del paraje. Ocloyas tiene una capilla a la que la propia comunidad de indígenas le adjudica y “señalaron” parte

12 La “fábrica” de la Iglesia colonial americana es la renta, recursos, administración, y empleo de fondos para repararlas y costear los gastos generales del culto.13 “Autorización para formar la cofradía de la Purificación y Copacabana en San Lorenzo del Molino y títulos de las viceparroquias e Iglesias de la Parroquial de esta ciudad de San Salvador de Jujuy, Jujuy, 1637- 1723,” (AOJ, 6: 9 (carpeta 2, doc. 73)).

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de “sus tierras”, para “el costeo del vino y sera, para misas, por ser pobre la capilla de Ocloyas.” La mención a la propiedad “religiosa” de las tierras de la comunidad, aparece en una causa judicial de 1791, en la cual el vecino y encomendero de Ocloyas José Joaquín del Portal, entabla una querella contra Lorenzo Revuelta14 porque este hace comprender dentro de las mercedes de tierras a él otorgadas, las tierras que los tributarios tienen destinadas para el servicio religioso de la capilla.

La certificación del cura párroco y vicario foráneo del rectoral, Tomas de Burgos, confirma lo alegado por los tributarios. Señala además, que los indios utilizan las tierras para costear el culto, como los 12 pesos anuales que se reciben del arriendo pagado por la india María Toronconta, y de cuyo ahorro se “costea una alba y lo demas consumido en cera y vino.”

Además, en las tierras de la capilla de Ocloyas se halla “ la estancia de los Catres, a tres leguas del pueblo”, que utilizan los indios “para que mantengan en ella sus ganados, porque las tierras que están a una legua no sirven para pastoreo.” Por todo lo cual, el alcalde de 2º voto a cargo del juicio, recomienda que la capilla, y a través de ella sus tributarios, continúen con la posesión y propiedad de la estancia de los Catres.

Para evitar futuros intentos de usurpación de los hacendados que violentan las “graciosas” donaciones de tributarios y comunidades para la iglesia, es que luego del trámite judicial, el alcalde del “pueblo grande de Ocloyas, José Troche” solicita que por la perdida de los títulos de propiedad de la comunidad sobre las estancias de la capilla, “se deslinden las propiedades que les corresponde a los indios y a los hacendados españoles”15.

Las “sementeras” de las cofradías en la viceparroquia de San Lorenzo del Molino

14 Lorenzo Revuelta fue capitán del fuerte de Ledesma entre 1789 y 1791. Por sus servicios militares y destreza comercial adquiere varias propiedades y haciendas en Jujuy.15 “Causa civil entre José Joaquín del Portal y Lorenzo Revuelta, Ocloyas- Jujuy, 1791,”(ATJ, 61bis: 1956).

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La viceparroquia de San Lorenzo del Molino comprende la hacienda del Molino propiedad de los jesuitas hasta comienzos del XVIII, la hacienda de Yala propiedad del vecino Alonso de Tobar y la hacienda de San Lorenzo propiedad de los herederos de Juan Ochoa de Zarate, sobre cuyas tierras se construye la capilla y funcionan las cofradías. Todo el paraje de haciendas se halla ubicado a 5 kilómetros de la ciudad en el límite de la jurisdicción entre el curato de Humahuaca y el rectoral. La atención del anexo está a cargo de los curas de la matriz, que a veces se encargan personalmente de hacer las fiestas, y que siempre están al cuidado de administrar los bienes y la fábrica de la capilla16.

Si la viceparroquia de Ocloyas cuenta con tierras de la comunidad para la fábrica de la Iglesia, la viceparroquia de San Lorenzo del Molino comprende dos cofradías: Purificación y Copacabana y San Lorenzo del Molino. Cofradías que comienzan funcionando como una sola en 1637 con el nombre de cofradía de la Purificación y Copacabana en San Lorenzo del Molino y, alrededor de 1670, se desdobla en dos para continuar su vida hasta por lo menos 1730.

La cofradía de la Purificación y Copacabana se funda el 7 de julio de 1637 bajo la advocación de la Purificación17 y Copacabana. Con el consentimiento explícito de don Pedro Chavucar, curaca principal de los indígenas Yalas, y de don Juan Ochoa de Zárate, el encomendero y propietario de la hacienda. Las autoridades eclesiásticas junto a las autoridades indígenas, el encomendero y los tributarios, disponen como estatutos de gobierno de la hermandad lo siguiente:

“Que los hermanos que quisieran entrar, lo hagan a tres pesos los vivos y a cuatro los muertos.Item que cada año se ha de celebrar la fiesta de la Purificación y el domingo siguiente a la dicha fiesta, porque en esta ciudad se hace la fiesta y el cura reciba seis pesos de limosna.Cada vez que muera un hermano se lo acompañara con la cera y pendón de la cofradía haciéndose en la iglesia el

16 “Autorización para formar la cofradía de la Purificación y Copacabana en San Lorenzo del Molino y títulos de las viceparroquias e Iglesias de la Parroquial de esta ciudad de San Salvador de Jujuy, Jujuy, 1637- 1723,” op. cit.17 Dado que la fiesta que se celebra el día de la Purificación de Nuestra Señora se llama de la Candelaria, a veces se denomina a esta cofradía como de la Candelaria.

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entierro y mandarle decir una misa resada de cuerpo presente si fuera en hora de decir misa y sino al día siguiente por el dicho cura o sacerdotes.Item los mayordomos pidan limosnas en su comarca.Los mayordomos hagan una sementera de dos fanegas de trigo para el aumento de la cofradía y media fanega de sementera de maíz.Admitan a todos los españoles y naturales que (roto)”18.

En 1670, el anexo de San Lorenzo del Molino está bien provisto con una cofradía: Purificación y Copacabana, un cuerpo de autoridades (mayordomos y alfereces) que costean y realizan la fiesta del anexo, y también cuenta con las sementeras asignadas para generar recursos con los que ayudar a los mayordomos de fiesta y cofradías, y solventar los gastos directos de la capilla. La prosperidad que parece reinar en el anexo, lleva a que se plantee la posibilidad concreta de duplicar el cuerpo de autoridades para costear y organizar las funciones religiosas y asignar trabajo. Por lo que se desdobla la cofradía en dos. Como da cuenta la visita oficial Andrés Calvo de Mendoza del 20 de septiembre de 1683, que reconoce como bien provistas y “en orden y limpieza de la viceparroquia de el Molino”, confirmando las gracias concedidas a la capilla y reconociendo que desde hace tiempo funcionan muy bien las dos cofradías del paraje.

En el siglo siguiente, el 20 de enero de 1718, el doctor Joaquín José Calvimonte cura rector de la Matriz, reconoce las constituciones de la viceparroquia de la hacienda de San Lorenzo del Molino “donde esta fundada la cofradía de Nuestra Señora de Copacabana y la del Señor San Lorenzo”, y confirma sus constituciones dentro de las obligaciones que como cura rector tiene en la administración y control de los bienes y asociaciones de las viceparroquias del curato. Sin embargo parece no cumplirlas adecuadamente, pues en 1726, el visitador Antonio Suárez le recrimina que:

“el cura rector Joaquín José Calvimonte, no ha manifestado el libro de la cofradía de Nuestra Señora de la Candelaria y del glorioso San Lorenzo, y constare que cada año hace las

18 “Autorización para formar la cofradía de la Purificación y Copacabana en San Lorenzo del Molino y títulos de las viceparroquias e Iglesias de la Parroquial de esta ciudad de San Salvador de Jujuy, Jujuy, 1637- 1723,” op. cit.

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dos fiestas, y que la iglesia no tiene ni cera ni vino y que las rentas de fábrica todas entran en poder del cura” 19.

Ordenando que en el plazo de 12 días, Calvimonte rinda cuentas de los bienes y limosnas que ingresan por las fiestas de las advocaciones en todo el curato, y no sólo de esta, sino de todas las demás capillas de las viceparroquias:

“para que los sacerdotes puedan celebrar para alivio de las almas, que por ausencia de cera y vino no celebran y que el cura rector de el dinero a los patrones de las capillas y solo se quede con lo de sus servicios, y lo mismo se observe en los entierros por razón de fábrica, todo lo cual cumplirá.”

A lo que responde el cura rector que tiene “con decencia y limpias las capillas a su cargo”, y que la solución de la atención a la fábrica de las capillas no debe provenir de él, sino de las autoridades superiores, que deben “asistir” a cada viceparroquia con un sacristán, y respecto de la “fábrica”: “reedificarlas a costa de lo que cada una de ellas tenga de rentas” y de las personas y herederos de aquellos que solicitaron la licencia de erección. Poniendo a un lado su responsabilidad en la realización y costeo de las fiestas, bautismos y casamientos, y sobre todo, en la construcción y reparación de la capilla. Negándose a que la administración y percepción que tiene de los recursos generados por las cofradías y alferazgos de fiestas, se vuelvan a reinsertar dentro de la comunidad; y haciendo responsable de las obligaciones económicas para con la viceparroquia, a las autoridades del lugar: el curaca indígena y hacendado, y en el fomento de los bienes, a las cofradías y alferazgos, que para esos años no sabemos si todavía funcionan.

Las “sementeras” y limosnas de Alferazgos en Nuestra Señora del Rosario de Iruya

En 1706, en el curato de Humahuaca, valle del Rosario de Iruya (por la advocación a la que se rinde culto en el paraje), la feligresía indígena y el alférez mestizo Bernardo Madrigal, consiguen logran que las

19 “Visita y aprobación del 15 de marzo de 1726 del visitador Maestro Antonio Suárez en nombre del obispo Sarricolea y Olea”. En “Autorización para formar la cofradía de la Purificación y Copacabana en San Lorenzo del Molino y títulos de las viceparroquias e Iglesias de la Parroquial de esta ciudad de San Salvador de Jujuy, Jujuy, 1637- 1723,” op. cit.

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autoridades eclesiásticas autoricen la convocatoria y elección de autoridades para la realización de la fiesta patronal20. Así, el bachiller Julián Jacinto de la Rosa Barra y canelón, en la visita al paraje y pueblo de Iruya, dice que:

“en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario se juntaron todos los comarcanos y me pidieron les eligiese mayordomos y diputados para el año venidero de 1707, por no haberse celebrado más dicha devoción sin mayordomos y por que se aparroquie y baia en aumento su devoción, hice las elecciones en la manera siguiente.”

La devoción y adhesión social que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario tiene en la comunidad de Iruya es importante, participan en ella, gran parte de los residentes del paraje que se ofrecen como autoridades de fiesta, dando elevadas limosnas en efectivo. Por eso, dos años después, y ante el notable éxito social y religioso que la convocatoria de autoridades para la fiesta tiene en la feligresía del paraje, la fiesta del Rosario es autorizada a funcionar como cofradía, con el nombre de Nuestra Señora del Rosario de Iruya, y el vicario del obispado del Tucumán estipula en detalle las obligaciones que cofrades, autoridades y feligreses de Iruya tienen que cumplir para que funcione la hermandad:

1º. Sino se hacen las “sementeras” entregadas a la devoción, los mayordomos deben costear la realización de la fiesta de su peculio.2º. En caso de que malos temporales arruinen las “sementeras” de Nuestra Señora del Rosario, los mayordomos no están obligados a “más de lo que junten de limosna”.3º Se deben realizar obligatoriamente las 12 misas por la devoción, 11 en cada mes a 6 pesos cada una, y la del mes de la fiesta con víspera y procesión a 12 pesos. 4º Luego de realizarse la fiesta, se “señalaran” los mayordomos y priostas del año siguiente.5º En caso de que el cura vicario de Humahuaca no pueda concurrir a celebrar la festividad, se autoriza a los mayordomos y feligreses a contratar uno al efecto.

20 “Cuaderno de las fiestas y elecciones de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, Iruya- Jujuy, 1708-1732,” (AOJ, caja 8, carpeta 12, documento 640)

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6º Se autoriza a los mayordomos a “pedir limosna” en toda la jurisdicción que corresponde al beneficio de Humahuaca.

Provistas adecuadamente, la cofradía y fiesta del Rosario, funciona ininterrumpidamente hasta por lo menos 1732, con un detalle similar de autoridades entre la cofradía y la fiesta del Rosario.

De los bienes que recibe la fiesta y la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Iruya para su funcionamiento, las “sementeras”21 señaladas en primer lugar para la festividad y luego para la cofradía, se extraen varias cargas anuales de trigo y papa, además de sembrarse ocasionalmente paja para hacer ladrillos de adobe. Además la cofradía cuenta también entre sus bienes, una porción de lo que se recauda de los diezmos de la región22. La semilla que se utiliza para cultivar las “sementeras”, a veces es entregada como limosna por quienes resultan elegidos como autoridades; lo mismo sucede con parte de la ornamentación sacerdotal y los adornos e insumos para el culto, que suelen “prometerse” de un año al siguiente. En una elección que no figura la fecha Francisco Atacama da dos libras de cera de limosna, el mayordomo mayor Francisco Atacamas 8 varas de cinta, Crespín Madrigal, que sale de ayudante mayor, 6 cargas de semilla, el mayordomo menor Eugenio Madrigal una cruz de plata, Francisco Bargas, que sale de ayudante mayor 1 marco de plata y vinagrera y el procurador mayor Lorenzo Lamas, 2 varas de cinta partida. En la elección del 18 de febrero de 1716, un tal Roque promete “2 varas y media para el amito23” y Roque Madrigal le promete a la virgen que entregará 4 varas de cinta ancha para el cíngulo24.

21 Todo tipo de tierra sembrada, con trigo, maíz o tubérculos.22 Es costumbre en los curatos rurales de indios que los curas doctrineros y de pueblos de indios traten directamente el cobro y administración de los diezmos. En su testamento, el licenciado Francisco Javier del Sueldo, clérigo presbítero, declara tener comprados los diezmos y veintenas de los tres curatos de Jujuy, de Humahuaca, Cochinoca y Santa Catalina. “Declaración de Francisco Javier del Sueldo al doctor Pablo de Hallende, cura rector propietario, vicario foráneo y juez eclesiástico de diezmos, Jujuy, ¿1730?,” (AOJ, 27 (10-1) 7). Para 1731 el testamento del doctor José de Tovalina y Ayala, cura del beneficio de Casabindo y Cochinoca, reconoce que debe 200 pesos de arrendamientos de los diezmos al obispado. “Testamento del doctor José de Tovalina y Ayala, Jujuy, 1731,” (ATJ, 33: 1091).23 Lienzo fino cuadrado y con una cruz en medio, que el sacerdote se pone sobre la espalda y los hombros debajo del alba para celebrar los oficios divinos. El alba es una vestidura o túnica de lienzo blanco que sacerdotes diáconos y subdiáconos se ponen sobre el hábito y el amito.

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El manejo de los bienes de la cofradía del Rosario es similar al que realizan los curacas y curas de Humahuaca (Marquez Miranda, 1947; Zanolli, 2000). En la primera elección y rendición de cuentas de 1708, aparece que la producción de las sementeras, es utilizada por el alférez Madrigal para sus propias transacciones o consumo, y que devuelve luego de un tiempo a la cofradía, pero en bienes y adornos para el culto. Bernardo reconoce, que por 13 cargas de papa, le paga a la cofradía con 5 libras de cera, una lana de ruan25 con sus puntas y 12 varas de cinta, una en sarda.

Surge la pregunta si las promesas de limosnas que mencionamos anteriormente, (y que registran los libros de cuentas), obedece a este mismo caso de uso de los recursos agrícolas de la cofradía de parte de los cofrades, o bien, son préstamos directos, como el que solicita Juan Díaz Zambrano el 17 diciembre de 1716:

“digo yo el capitán Juan Díaz Zambrano, que si la Santísima Virgen del Rosario me diere mil pesos en oro o en plata le prometo sincuenta pesos en plata corriente de a ocho reales y una corona de oro masiso. Además le prometo a la reina de los Angeles veinticinco pesos en una manta de alba, y lo que sobrare en plata en lo que faltare de la iglesia.”

En 1723 comienza a decaer el afán asociativo y caritativo de los cofrades de Nuestra Señora del Rosario, fiesta y cofradía que son funcionales a la economía de Iruya. Según indica el doctor Joaquín José Calvimonte26, las fiestas en las que se presentaron hasta 6 candidatos, han decaído notablemente, por unas “pestes” que matan a muchos “antiguos mayordomos”, y que también reduce el personal indígena aplicado a las “sementeras” de la devoción. Por eso, desde 1724, las honras religiosas y económicas al Rosario, regresan a su formato original de fiesta, hasta que en 1732 finaliza el registro.

¿Adaptación en resistencia o expropiación?

24 Cordón o cinta de seda o de lino con una borla a cada extremo que sirve para ceñirse el sacerdote el alba cuando se viste.25 Tela de algodón estampada en colores.26 “Abogado de la Real Audiencia de La Plata, cura rector vicario, juez eclesiástico y de diezmos y Comisario de la Santa Cruzada de la ciudad de San Salvador de Jujuy, y Visitador General de todo el obispado del Tucumán por el ilustre señor Doctor Don Alonso del Poso y Silva del consejo de su Magestad”.

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Dice Scott que “dentro de las formas cotidianas de resistencia campesina contra los que procuran extraer de ellos trabajo, comida, impuestos, rentas e intereses; encontramos la resistencia cotidiana y los enfrentamientos directos” (1997: 16). El florecimiento de cofradías, fiestas y la afectación de sementeras para la fábrica de capillas o para colaborar en costear esas funciones, se explica en parte por el concepto de “resistencia cotidiana”. La cofradía es una institución netamente hispánica, entonces en pleno florecimiento en la Península, que acentúa el control eclesiástico y estatal sobre las comunidades indígenas, limitando la capacidad de maniobra de sus autoridades étnicas. Como las comunidades indígenas y los naturales adscritos a una cofradía producen ganado y cereales exentos de diezmo, pueden transferir una parte al pago de tributos y al sostén de los servicios eclesiásticos, altamente onerosos para sus economías. Este es el motivo por el cual las aceptan y promueven, porque también pueden asumir en ellas cierto control sobre recursos de alta demanda como la sal y hacer retornar a la comunidad recursos y trabajo que de otra manera saldría de ella. Además porque pueden recrear en las hermandades religiosas solidaridades étnicas gravemente alteradas por su participación en el comercio regional.

Como las autoridades étnicas se desempeñan como mayordomos y alférez de las fiestas patronales y de las cofradías, pueden recuperar una parte de su tradicional prestigio, a veces gravemente devaluado por sus vínculos con el poder colonial27. A veces los propios curacas promueven la celebración, formación y prestación de servicios cofradiles y de fiesta para controlar la esfera religiosa, hegemonizar y conservar así sus privilegios económicos, sobreviviendo con una apariencia cristiana, la ideología que legitima su status social y poder político (Burga, 1990: 589). Pero nunca renuncian completamente a su cultura y religión. Todo esto remarca la existencia paralela de dos concepciones religiosas no excluyentes, que funcionan en armonía en la vida sociorreligiosa de la comunidad indígena.

En paralelo con el uso que hace la comunidad y las autoridades étnicas de cofradías, fiestas y “sementeras aplicadas” a la Iglesia, otro actor social ejerce presiones económicas y extraeconómicas a través de ellas:

27 Sobre las estrategias de los curacas del mundo anadino para reconstruir su devaluada autoridad, confróntese Spalding,, 1974; Choque, 1987; Adrian, 1997; Burga,1990; Platt, 1982; Saignes, 1987, entre otros.

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los curas doctrineros también se valen de las cofradías y de las fiestas para acumular bienes y capital que les permitan desempeñarse como verdaderos “curas empresarios” (Stern, 1986:87) y diluir su acción evangélica en negocios28. Para este uso de los recursos y del trabajo de la comunidad, reciben la colaboración ambivalente de curacas y gobernadores de pueblos indígenas, quienes cuando el nivel de explotación supera los límites tolerables de reproducción social de la comunidad, encabezan la resistencia violenta, a veces mediante juicios o con una especie de desobediencia civil a las presiones eclesiásticas. Esta ambivalencia de las autoridades étnicas no sólo se vincula con su “ladinización” mercantil, sino también con el fuerte carácter hispánico de las instituciones en las que cuales se comunican con el “otro” expropiador de excedentes.

Las cofradías son así un espacio compartido y básicamente consensuado (aunque no exento de conflictos) entre las autoridades étnicas y los curas doctrineros. Permitieron el florecimiento de dos estructuras paralelas y casi complementarias: por un lado, la reconstitución étnica y la reconstrucción comunitaria, y por el otro, llevan los excedentes comunitarios al Estado, a través de su agente sacro el cura doctrinero. Muestran claramente el sentido de la “expropiación” colonial, mediando el acuerdo entre las comunidades, el cura doctrinero y las autoridades étnicas, sobre la legalidad de la expropiación para la utilidad pública. No sucede lo mismo en el espacio social de la vida cotidiana y de las fiestas religiosas, relacionadas con el nacimiento, matrimonio y muerte, donde los obvencionales, diezmos eclesiásticos y sostenimiento de alferazgos, son un lugar excluyente del “otro” expropiador de excedentes, y por lo tanto un lugar privilegiado de la disputa de intereses muchas veces contrapuestos, en el marco

28 También hay que tener en cuenta que la alta jerarquía eclesiástica en el virreinato del Perú se cobra de la recaudación de diezmos, mientras que los beneficios de los curas de doctrina provienen de los sínodos, primicias, obvenciones y servicio personal de los feligreses, a lo que se agregan los servicios, bienes y producciones de las cofradías. El sínodo es percibido como sueldo por todos los curas, sólo que el del doctrinero proviene del tributo, y el del cura de parroquias de blancos y mestizos, del ramo de diezmos (Sala: 1993: 138). A estos ingresos legales hay que sumar los del control directo de tierras, bien del común, bien de determinados miembros de este, bien de cofradías o la propia doctrina que administra (Acosta, 1982: 117-149). Finalmente los curas interinos perciben un haber correspondiente a cuatro meses de pago de sínodo aparte de las demás rentas directas de la doctrina.

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pleno de una “sumisión pactada”, una “resistencia cotidiana” y a veces una “adaptación en resistencia”29.

Autoridades elegidas y limosnas aportadas para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Iruya

Cargo nombres y apellidos LimosnaMayordomo mayor Esteban González 11 pesosAyudante mayor Carlos Velásquez 6 pesosAyudante Francisco Madrigal 5 pesosAyudante Francisco Media 5 pesosPriosta mayor Andrea Madrigal 5 pesosPriosta menor María Mendibira 5 pesosAyudanta Petrona Madrigal 3 pesos¿? Isabel Ponce 5 pesos y una libra de cera

Autoridades elegidas y limosnas ofrecidas en la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Iruya (12 de octubre de 1720) Cargo Nombre y apellido limosnaMayordomo Mayor Pedro Baños 3 pesos y 1 libra de cera para la iglesia “fuera de

lo demás que ofreciere para la fiesta”Mayordomo Menor Nicolás Madrigal “por estar ausente no se asienta lo que ofrece”Ayudante de Mayordomo

Alberto de Altamirano

¿?

Priosta Mayor Juana Madrigal ¿?Ayudante Isabel Díaz 2 pesos en plataAyudante Isidora de Saavedra 1 peso¿? (Inés Madrigal) Hija (1 libra de cera) 1 peso¿? Cristina Sissa 3 corderos o borregos

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Acosta, Antonio, “Los clérigos doctrineros y la economía colonial (Lima, 1600- 1630)”, Allpanchis, 19, 1982, Cusco, Peru, pp. 117- 149. 29 El reconocimiento que hace Funes en 1791 del libro de fábrica del cura de Rinconada Torino, consigna el siguiente resumen general: “Por entierros generales--- 881 pesos. Por Fiestas Generales--- 3578 pesos. Fiestas del anexo de San Juan--- 579 pesos. Por los oleos generales--- 231. Oleos de las viceparroquias--- 38 pesos 4 reales. Capellanías de una fincas que se alquilaban--- 168 pesos. Suman en total--- 5475 pesos 4 reales.” Por lo que, en la cabecera del curato y en la viceparroquia de Río de San Juan, los ingresos por fiestas superan ampliamente a los otros en la proporción de un 75 %. “Visita de Gregorio Funes a los curatos de la Puna por el obispo Angel Mariano Moscoso y Peralta, visita a los libros de fábrica del curato de Rinconada, Rinconada, 1791,” (AOJ, 1-64).

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3.Tierras comunales, tierras fiscales: el tránsito del orden colonial a la revolución

Cristina López de Albornoz*

El efecto más directo y drástico de la conquista y colonización del territorio americano, fue la imposición de nuevos sistemas de trabajo y formas de uso del suelo entre las sociedades nativas. Sin dudas que en este proceso, la usurpación de los recursos de las poblaciones, tales como la tierra, condicionó la sobrevivencia de las comunidades. La apropiación de la fuerza de trabajo, la introducción de nuevas especies vegetales y, por sobre todo, la expansión de la ganadería europea, arrinconó a los pueblos y alteró gravemente los patrones de asentamiento y los sistemas agrarios vigentes antes de la llegada de los españoles.

A lo largo de tres siglos las poblaciones indígenas del actual Noroeste argentino se vieron inmersas en un continuo despojo que involucró diferentes mecanismos por parte de los particulares, en muchos casos, amparados por el Estado colonial. Si bien la Corona española trató de que el indio no se desvinculara de la tierra para permitir su reproducción y fuerza de trabajo, la realidad y la misma legislación, casuista, ambigua y siempre ligada a los intereses fiscales del Reino, fue en la mayoría de los casos, ajena a este propósito.

El objetivo central de este trabajo es analizar la relación de los pueblos de indios y sus tierras comunales en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán en el período comprendido por las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX. Ello involucra analizar la situación en la que se encontraban las comunidades sobrevivientes a fines del período colonial y el impacto de las reformas borbónicas en materia de imposición de tributos, a la vez que dimensionar el impacto de la revolución de Mayo en materia de abolición de la condición de

* Investigadora del CONICET, Miembro del Instituto de Estudios Geográficos y Profesora Adjunta a cargo de cátedra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Agradezco los comentarios de Ana María Presta a una versión preliminar presentada en la reunión de la RER, Buenos Aires, 23 de noviembre del 2001.

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tributarios y la consiguiente precariedad de los derechos sobre las tierras indígenas que pasaron al fisco.

Las transformaciones sufridas por los grupos indígenas del Tucumán desde el momento del contacto con el español hasta fines del período colonial y los cambios operados durante las primeras décadas independientes es un proceso estudiado en forma dispar por la historiografía regional, pero cuenta actualmente con marcos de interpretación entre los que se destaca el consenso general sobre la situación global de desestructuración de la sociedad indígena y la defensa, la mayoría de las veces infructuosa, de las tierras comunales. Esta última habría estado condicionada, en casi todos los casos, con la entidad demográfica de los pueblos y la identidad colectiva de cada comunidad30. Por otro lado, cuando se han analizado los conflictos sobre las tierras comunales se han planteado perspectivas que desconocen la complejidad del proceso, circunscribiéndolo a análisis jurídicos o a la lucha entre sectores sociales de terratenientes y dependientes, que si bien están presentes en el problema no agotan el análisis31. Desde nuestro punto de vista ha faltado –o al menos no se ha enfatizado lo suficiente-, en muchos de estos estudios, la incorporación de un elemento fundamental para el análisis de los derechos y obligaciones planteados para la sociedad indígena. Y ello ha sido el contexto en el cual se debe comprender la situación diferenciada de los pueblos de indios durante la vigencia del orden colonial y la pérdida de la legitimidad de sus derechos en el marco de la revolución e instauración del nuevo sistema social y político del siglo XIX. Sin dudas que este último aspecto involucró un largo proceso de construcción de una nueva sociedad que aspiraba eliminar los estamentos y las corporaciones, los privilegios y los fueros y que finalizó definiendo la condición del ciudadano. Para la población indígena el nuevo orden social y jurídico significó la pérdida de la condición de amparo y posesión sobre sus bienes.

Lo que nos hemos propuesto en este trabajo es revisar viejos problemas vinculados con las tierras comunales indígenas en un análisis que 30 La bibliografía sobre este tema es muy amplia, por lo que nos limitaremos a citar algunos de los trabajos más destacados y aquellos vinculados directamente con el problema que aquí abordamos: confr. Lorandi, 1988; Farberman, 1992; Punta, 1994; Mata de López, 1994; Palomeque, 1994 y 2000; Cruz, 1997; Boixadós y Farberman, 2001; Gil Montero, 2002, entre otros.31 Algunos ejemplos al respecto fueron los estudios de Díaz Rementería (1990) y Levaggi (1990).

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permita replantear estas cuestiones en el marco de los cambios operados a fines del período colonial, cuando el sistema social se hizo más rígido y discriminatorio de los privilegios de los diferentes grupos sociales y en el proceso de marchas y contramarchas del período revolucionario. Para ello hemos seguido un esquema muy simple de trabajo que nos permite visualizar, por un lado, la situación de la sociedad indígena sobreviviente a fines del siglo XVIII desde un punto de vista demográfico–que sin dudas es un indicador insustituible para contextualizar ciertas situaciones vinculadas con la definición de las identificaciones colectivas y étnicas–, haciendo uso de los padrones tardocoloniales confeccionados por los funcionarios borbónicos. Nos interesa enfatizar aquí qué pasa con la sociedad indígena a fines del período colonial, considerando que las fuentes de la época dan por sentadas cuestiones referidas a la identidad, filiación y prácticas culturales que han sufrido un proceso de transformación y reconstrucción durante tres siglos. Por otro, nos hemos propuesto analizar la pervivencia de los pueblos desde el punto de vista de la adaptación de los grupos en torno al derecho a las tierras y su cohesión política, social y comunitaria.

Proponemos como hipótesis que el proceso acentuado de “desaparición de las comunidades” durante la primera mitad del siglo XIX fue producto del despojo de las tierras comunales, con la consecuente disolución de los lazos de solidaridad de la comunidad, enmarcada en un proceso de construcción de una nueva legitimidad social que, por un lado intentó definir la igualdad de los hombres ante la ley y el nuevo Estado, a la vez que mantuvo las prácticas de discriminación y estigma basado, a partir de entonces, en términos de diferenciación cultural entre “bárbaros” y “civilizados”.

La sociedad indígena a fines del período colonial

El siglo XVIII fue un proceso de reordenamientos y nuevos desafíos para las poblaciones nativas sobrevivientes. El cambio más notorio fue el paso del sistema de encomienda y el servicio personal, cuya rentabilidad había recaído casi con exclusividad en el encomendero, a otra forma de tributación que incluía una tasa en dinero o especie, entregada anualmente a la Corona a través de los cabildos locales. El mestizaje temprano tuvo fundamental importancia en el desarrollo demográfico y cultural de las comunidades nativas. Y ello se reflejó también en la sobrevivencia de las poblaciones indígenas de la región.

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Al finalizar el período colonial la población indígena había atravesado múltiples situaciones que provocaron evoluciones desparejas según se tratara de cada comunidad. Es por ello que resulta difícil hablar de una sociedad indígena sobre la base del mosaico étnico original y más allá del consenso generalizado de desestructuración y una legislación uniforme para todos los grupos. La política de traslados masivos, un intenso proceso de mestizaje, las rebeliones, la anexión de pueblos y reducciones, con el agregado de familias e individuos de procedencia chaqueña, dieron como resultado una profunda alteración de los grupos originales. A ello hay que sumarle el proceso creciente de la fracción constituida por los “indios libres”, es decir de aquellos que escapaban a la condición de tributarios y vivían en las ciudades, e incluso, en los mismos pueblos de indios. A lo largo de esos siglos la población originaria fue perdiendo su identidad, su cohesión y su gente. Sin embargo, nos encontramos a fines del período colonial con un proceso de “desestructuración” aún no generalizado e indicios claros de adaptación al sistema colonial mediante la defensa de la propiedad de las tierras comunales, la preservación de las autoridades étnicas y la reproducción demográfica.

Como ya adelantamos, las últimas décadas coloniales se caracterizan por amplias reformas de tipo fiscal, económicas y políticas propuestas por la dinastía borbónica que alcanzó –en mayor o menor medida- a todos los sectores sociales que habitaban las posesiones americanas. Las de mayor impacto fueron las reformas fiscales. El sistema de presión fiscal alcanzó también a las poblaciones indígenas y tuvo un doble impacto sobre el conjunto aunque los resultados fueron más bien ambiguos.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII la Corona decidió adecuar y unificar la legislación y los mecanismos administrativos y fiscales para recuperar el control y rentabilidad sobre las poblaciones indígenas del Río de la Plata.32 Fue así que, en el intento de ampliar el universo de tributarios, se extendió la obligación de tributar a los forasteros (con y sin tierras) y demás castas que vivían en los pueblos33. Aunque la medida no fue muy efectiva desde el punto de vista de la recaudación,

32 La Nueva Instrucción de Intendentes del año 1784 modificó las normas con respecto a las revisitas de pueblos de indios, designó responsables, reglamentó las exigencias de tributarios, foráneos y población de castas y regularizó la recaudación de los tributos. (Punta, 1997: 154-158).

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trajo aparejada nuevas respuestas por parte de la población. Las disposiciones remitían a mayores controles de la población originaria, exigencias sobre los “forasteros” y una mayor presión del fisco que limitaba los espacios sociales de la movilidad en los pueblos de indios. Las modificaciones mencionadas parecen haberse dado tiempo antes de que se regulara la tributación en la Ordenanza de Intendentes en 1784. Pero ya también desde tiempo atrás otras medidas complementaban la disposición sobre la tributación indígena. Por cédula Real de 1771 se había dispuesto que todas las encomiendas privadas que quedaran vacantes por muerte de los encomenderos debían pasar a la Corona y tributar como tales. Ello implicaba, fundamentalmente, que la población indígena quedaba exenta del servicio personal y las milicias e ingresaba al sistema de tributación, con lo que la Corona hacía cumplir la legislación sistemáticamente eludida en la Gobernación del Tucumán durante los siglos precedentes. Todas estas disposiciones tuvieron variado efecto sobre las poblaciones afectadas34.

El sistema apuntaba, por un lado, a la separación de los pueblos de la órbita del poder privado de los encomenderos para ubicarlos directamente en la esfera del Estado, lo que en cierta medida benefició a los tributarios que se vieron –finalmente- liberados del servicio

33 La población forastera podía acceder a las tierras de comunidad a partir del matrimonio con una india originaria del pueblo, lo que lo hacía pasible de reclamar derechos de propiedad. Sin embargo, a partir de la disposición del gobernador Espinosa y Dávalos, todos los forasteros fueron obligados a tributar en igualdad de condiciones que los originarios. Archivo Histórico de Tucumán (en adelante AHT), Sección Administrativa, (en adelante SA), vol. 4, fs. 271 y vta. Sobre la recaudación de los tributos de los indios foráneos, San Miguel de Tucumán, marzo 4 de 1763.34 Punta (1997) plantea que en la jurisdicción de Córdoba el cobro de “Tributos de indios” por parte de la Real Hacienda comenzó a hacerse efectivo desde 1762, obedeciendo a la orden del gobernador Espinosa y Dávalos de 1761 sobre la exigencia de cobrar “la tasa de todos los Indios Foráneos en cada ciudad de la Provincia, aunque sean huidos de las del Perú o de las encomiendas de las propias ciudades de esta Provincia. En Tucumán la medida recién se cumplió por primera vez en 1765, cuando se recaudaron 14 pesos por el concepto de Tributos de indios. Por otro lado, de acuerdo a la Real Cédula de 1771, las encomiendas de pueblos indios que quedaran vacantes por muerte del encomendero pasaban a constituirse en “tributarias reales”. La ordenanza no se implementó inmediatamente, sino que a medida que caducaban “las vidas” por las que se habían otorgado las encomiendas a los beneficiarios fueron incorporándose a la Hacienda Real. En la jurisdicción de San Miguel de Tucumán, el antiguo sistema de las encomiendas de “servicio personal” continuó legalmente en vigencia (aunque en la práctica había perdido todo el sentido original) hasta fines del período colonial. En 1806 sobrevivía como “feudo” el pueblo de Belicha, encomienda de Don José Miguel de Medina, que la gozaba en tercera vida.

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personal. Por otro lado, el interés de la Corona proponía extender el tributo a originarios y a forasteros para ampliar la base de la recaudación fiscal. Esta medida tuvo relativo alcance porque generó una mayor evasión de las cargas fiscales, elevando el ausentismo de la población, el mestizaje y el ocultamiento, a la vez que en el término de tres décadas el Estado vio reducidas sensiblemente sus arcas.

Sin embargo esta última medida tuvo un efecto relativamente positivo para las comunidades pues impuso el registro de las tierras comunales, con el consiguiente reconocimiento del derecho de las comunidades sobre ellas. No hubo, como tampoco existió a lo largo del período colonial –salvo muy pocas excepciones- títulos que reconocieran tal derecho. Esto generó lo que, a nuestro modo de ver, fue el origen de la negación de los derechos comunales. Como ya se había planteado en las ordenanzas y disposiciones de los siglos precedentes, la posibilidad del derecho pleno a las tierras por parte de los pueblos de indios estaba directamente relacionado con dos cuestiones fundamentales: ser tributarios y ser reconocidos como pertenecientes a una comunidad de origen o pertenencia. Una situación muy propia del Antiguo Régimen cuya fuerza radicaba en las condiciones diferenciadas, tanto estamentales como fiscales y jurídicas, de cada sector social y la relación de ello con la costumbre antes que con la ley.. Desaparecida esa condición, anulados los derechos del Rey y las leyes indianas, como de hecho se produjo con la revolución de Mayo, se liberó a los indígenas de la tributación, y con ello se dio lugar al desconocimiento de la identificación étnica a la vez que la igualdad declamada estableció las bases para cuestionar los derechos sobre las tierras comunales. En síntesis, lo que queremos decir, más allá de algunas discrepancias, es que la práctica jurídica española sólo reconoció el derecho de los pueblos en tanto sus integrantes fueran reconocidos como tributarios de la Corona e integraran una comunidad de hecho. Como individuos quedaban supeditados al derecho privado. La revolución no hizo sino dejar en evidencia esta situación cuando igualó la condición del indio con el resto de los ciudadanos y varios de los estados provinciales nacientes se basaron en estas condiciones para convertir a los indígenas en arrendatarios de sus propias tierras.35

Censos, padrones, revisitas

35 Hubo algunos mecanismos que permitieron a muchos campesinos acceder a la propiedad de las tierras, como el de la “posesión inmemorial”, pero la condición diferenciada de los pueblos de indios les impidió el uso de tal argumento.

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El afán por contar con registros precisos de la población en general y de los pueblos de indios en particular, caracteriza al siglo XVIII por la cantidad y calidad de la información documental consistente en padrones y censos. La aplicación de las Real Ordenanza de Intendentes impuso la realización de padrones generales de los habitantes de la región y Revisitas de los Pueblos de Indios con el objeto de contar con datos más precisos sobre la población tributaria de cada jurisdicción. A fines del período colonial se efectuaron tres Revisitas, en 1786, 1792 y 1806. Lamentablemente no se han conservado todas completas.

La documentación referida a la jurisdicción de San Miguel de Tucumán da cuenta de la sobrevivencia una importante población indígena que representaba el 20% del conjunto social, entre el que se encontraba una veintena de pueblos de indios tributarios, que promediaban un 5% y seguían sujetos al sistema de la encomienda. El conjunto mayor estaba constituida por población no tributaria que era el resultado del lento proceso de ruptura de los lazos de origen, el mestizaje y el cambio de estatus jurídico. Los “pueblos” sobrevivientes eran de diverso origen: algunos eran originarios de la llanura y fueron encomendados tempranamente mientras que otros eran los pueblos diaguito calchaquíes que habían sido desnaturalizados de sus asentamientos originales. Se sumaban también algunos tobas y mocovíes ubicados en las estancias. Entre los dos primeros grupos la conservación de las tierras, y por ende, la preservación de la identidad y cohesión fue bastante dispar.

Una ligera mirada de la documentación nos ubica en un contexto de cambios significativos que se registran, desde el punto de vista demográfico, en el período tardocolonial y entre un padrón y otro. Las evoluciones de los grupos fueron muy diversas aunque se pueden reconocer puntos comunes como la anexión de pueblos, la caída demográfica, el creciente ausentismo, la emigración de familias y la presencia de forasteros que reflejan la diversidad de situaciones internas. Las declaraciones de jueces empadronadores, recaudadores de tributos y curas doctrineros trazan una realidad de dispersión, miseria y abandono de los pueblos.

“Desde el mes de Marzo estoy estrechando a los Indios mandones de los Pueblos Tributarios para que traigan y enteren a su debido tiempo todo el dinero perteneciente a ese ramo (…) y

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(…) salí personalmente a la campaña a informarme de cerca, sobre el motibo de esta demora, y he visto en primer lugar una considerable falla de Indios, ocasionada por la demora de la revisita (…) acompañada con el libertinage que gozan estos Indios para transportarse a otras ciudades; con la muerte de muchos. En segundo lugar, he visto a todos estos infelices en el estado mas miserable para poder pagar Tributos, unos actualmente enfermos con la Peste que ha sido gral (…) otros sin poder usar de aquellos cortos bienes que poseen por la esterilidad de los campos (…)”36.

Si analizamos los padrones generales del conjunto de la Intendencia de Salta, podemos observar no sólo la dispar distribución de la población en el espacio sino también los cambios demográficos operados en las últimas décadas (Tabla I).

Tabla IPoblación indígena de la Intendencia de Salta, según los censos de 1778 y 1789

Localidades Censo General de 1778 Censo de Malaspina (1789)Población india Población

totalPoblación india Población

total% Total % Total

Salta 25% 3010 11565 34% 7620 22389Jujuy 81% 11081 13619 70% 13570 19266San Miguel 20% 4069 20104 28% 6503 22809Santiago 31% 4897 15456 13% 450 32500Catamarca 18% 2817 15315 2% 610 20390

Fuentes: Censo General de 1778, Informe de Malaspina (1789)

Más allá de la fiabilidad de las fuentes, se puede considerar que las oscilaciones en la cantidad de población registrada nos acerca a un proceso diferenciado en cada una de las jurisdicciones mencionadas. En el caso de Santiago y Catamarca, donde las relaciones son claramente negativas, las respuestas podrían encontrarse en las tendencias manifiestas de la población a la emigración (temporal o definitiva)37.

36 AHT, SA, vol. 14, fs. 366-367. Don Domingo García a la Caja Menor de Tucumán, sobre la causa de la demora de los padrones de indios. Tucumán, diciembre 22 de 1800. 37 Como lo ha demostrado Farberman (1992, 1998) entre 1786 y 1809 casi el 50% de la población de los pueblos indios de Santiago del Estero habían emigrado de sus asentamientos originales.

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Con respecto a Salta y Jujuy, la situación parece ser algo más compleja. No sólo no hay una caída demográfica sino todo lo contrario (a pesar que en Jujuy en términos porcentuales hay una disminución importante) lo que reflejaría el impacto de la inmigración de población altoperuana38. En Jujuy, el porcentaje mayor de indios de tasa seguía representado por las encomiendas del Marquesado de Tojo, que presentaban un perfil sociocultural diferente al resto de los grupos indígenas, pues se identificaban más con los patrones andinos centrales.

La población indígena de Tucumán comenzó, desde la segunda mitad del siglo, un proceso de estabilidad y recuperación demográfica. Las Revisitas de la jurisdicción permiten observar la evolución de la población tributaria. En 1786 sobrevivían veinte pueblos indios, doce de los cuales seguían bajo la tutela de los encomenderos o administradores particulares. Seis años más tarde (en 1792) sólo se registraron 4 encomiendas y 10 pueblos tributarios dependientes de la Corona. Finalmente, en 1806 perduraba una encomienda particular y 13 pueblos de tributarios. Comparando con otras jurisdicciones, la población tributaria en 1786 era la siguiente: en Jujuy se registraron 25 pueblos con 8143 personas; en Santiago, 20 pueblos y 779 individuos; en Córdoba, 10 pueblos con 2040 personas y en Tucumán, 8 repartimientos con 1141 empadronados.

La población indígena en el interior de los pueblos no era homogénea. Hemos podido constatar que junto a los tributarios y demás categorías fiscales coloniales y a pesar de las disposiciones reales de ampliar la base de la recaudación incorporando el mayor número de integrantes de los pueblos, convivían entre la población, los forasteros (con y sin tierras), algunos soldados exceptuados de tributación y creciente población mestiza de diferente La condición la exención de la tributación provenía de la misma legislación que permitía la posibilidad de mudar la condición de tributario a cambio del exilio y amparaba a aquellos que habían prestado servicios a la Corona como soldados en los fuertes fronterizos. Tal era el caso de una veintena de cabezas de familia del pueblo de Colalao y Tolombón que en 1799

38 Mata de López (1994) ha registrado, entre 1776 y 1786, un crecimiento del 63% de la población indígena en el valle de Lerma como resultado de la afluencia de población procedente desde el Alto Perú y Tarija, a la vez que Gil Montero (2002) considera que sólo el 37% de la población indígena tributaria de Jujuy era originaria.

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fueron registrados como “soldados agregados a dicho pueblo, exentos de pagar tributación al igual que sus descendientes”. Las cifras que se pueden observar en la Tabla II ofrecen importantes variaciones

Tabla IITotales generales de la población tributaria (Tributarios de la Corona y encomiendas privadas)

Año Tribut. del Rey

Enc. Privadas

Total de Poblac.

Pueblos Población Pueblos Población1786 8* 1141 12 665 1814 1792 10 795 4 246 10411806 13 863 1 110 973

* Las poblaciones aparecen agrupadas en repartimientos y no en pueblos. Nos consta que en algunos repartimientos había más de un pueblo.

Fuentes: Revisita de los partidos de Salta y San Miguel de Tucumán, años 1786 y 1792. AHT, Secc. Administr., vol. 10, fs. 395 y ss, vol. 11, fs. 415 y ss. Revisita del partido de San Miguel de Tucumán, año 1806. AGN, Documentos Diversos. Leg. 32, fs. 353-507.

En primer lugar, es interesante comparar las cifras de la población tributaria de fines del siglo XVII, cuando, de acuerdo a la visita de Luján de Vargas la población encomendada era mucho menor. En 1692 la población encomendada de Tucumán sumaba 910 individuos distribuidos en 16 encomiendas de pueblo con 705 personas y 10 encomiendas en tierras privadas, con 205 personas. Entre los pueblos dos eran reducciones multiétnicas (Santa Ana y San Antonio de Ceballos) y estaban constituidos por tributarios reconocidos como muy ladinos y astutos pues solían recoger sus cosechas y venderlas por cuenta propia, sin intervención de sus encomenderos.

Los registros del período tardocolonial, por el contrario, evidencian, por un lado, una recuperación importante del conjunto de los tributarios a lo largo de la centuria, y por otro lado una caída demográfica significativa en un lapso de tres décadas, a pesar de la vacancia de las encomiendas particulares.

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Sin dudas que el desarrollo de cada uno de los pueblos no fue lineal. Es importante destacar aquí cómo pudo condicionar la evolución de los pueblos el diferenciado acceso a los recursos, la estructura política de cada grupo y las relaciones entabladas con los encomenderos y la sociedad colonial en general.

Como ya adelantamos, el fenómeno de despoblamiento creciente que se advierte en los pueblos –y que en muchos casos involucró la desaparición de la comunidad- provocó la presencia de otras castas y grupos étnicos. No sólo los indios foráneos engrosaron la población originaria. La infiltración mestiza también fue importante. En algunos casos sólo buscaban ocupar las tierras vacantes; en otros, ingresaban como fuerza laboral a la vez que algunos de ellos lograban convertirse en arrendatarios de las comunidades39.

Asociado con el proceso de mestizaje, aunque no siempre en forma correlativa, surgía el fenómeno de la movilidad social. Un indicador que evidencia dicha movilidad es aquel que se relacionaba con los cambios en las categorías censales de la población india. Este resquicio, por donde los tributarios indígenas podían escapar de las cargas coloniales explica, en buena medida, la “caída demográfica” subsumida bajo la categoría de “ausentes” que se observa en los padrones tardocoloniales. El ausentismo registrado entre la población india ha constituido el eje del debate sobre la población del área andina central y ha sido asociado con las migraciones estacionales y permanentes. Los indios “ausentes” y los indios “libres” y “foráneos” eran indios que procuraban eludir las presiones del fisco colonial y mediante el abandono de sus asentamientos originales provocaban una mayor aceleración en el proceso de mestizaje, a la vez que una creciente movilidad social. Estos migrantes reaparecían en otros pueblos bajo diferentes categorías censales, y en muchos casos evadían su condición de tributarios. Esto se explica porque para la mayoría de los campesinos indígenas, el aumento de las demandas económicas coloniales, como la de cumplir con la tributación, no era simplemente una cuestión de participación más intensa en la economía de mercado para afrontar la carga tributaria, sino de reordenamiento de prioridades culturales. Y en muchos casos ello generaba la dispersión del grupo originario.

39 Hacia fines del siglo XVIII en el pueblo de Nacche (o Naschi) el componente de las castas, principalmente de pardos y mulatos, superaba el 50% de las familias.

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El paso del sistema de servicio personal al de tributación (fijado en 5 pesos anuales por indio originario o forastero con tierras), generó diferentes estrategias por parte de los comuneros. Algunos tributarios abandonaron temporalmente sus comunidades, buscando empleo ocasional que les permitiera obtener lo suficiente para pagar el canon impuesto por la Corona, mientras que otros optaron por emigrar definitivamente. En algunos casos obtenían de los estancieros parcelas de tierras en calidad de “agregados” o “arrenderos” y escapaban al estatus legal de tributarios de comunidad.

Las denuncias por parte de los oficiales empadronadores que cumplieron con las revisitas adjudicaban como causa principal de la “disminución de la masa tributaria”, “de muchos que han muerto, otros que se han profugado sin saberse de su paradero, y de la mucha ausencia de los tributarios con motivo de emplearse de Peones en las tropas de Carretas, mulas, bacas” de manera que los “Pueblos que se expresan se hallan tan abandonados que no tienen sino el nombre”.40

En 1806, entre los trece pueblos de indios tributarios empadronados, ocho consignaron población “ausente” que alcanzaba casi al 8% del conjunto de cada pueblo. El mayor porcentaje de ausentismo se observaba entre las poblaciones que habían sido anexadas y aquellas que evidenciaban un crecimiento significativo en los 20 años que mediaron entre los empadronamientos, como es el caso de Amaicha, que creció un 23.8% en el período. Es muy probable que ese crecimiento haya afectado los derechos por tierras de muchos comuneros, que se vieron obligados a migrar. Algo totalmente diferente se puede apreciar con respecto de los pueblos de Colalao y Tolombón, también propietarios de tierras comunales. En este caso, ambas poblaciones presentaban el más bajo número de ausentes que, suponemos, se debió a las estrategias desarrolladas por sus habitantes en materia de producción y reproducción social. En el caso del pueblo de Marapa, se detecta un doble proceso: una apreciable emigración (8.2%), junto a la presencia de algunos comuneros identificados como “cholos”, incluido el alcalde del pueblo. La falta de documentación complementaria nos ha impedido apreciar con mayor exactitud este fenómeno, pero suponemos que puede haber obedecido a un creciente proceso de mestización y movilidad espacial de la población. Desde fines del siglo esta comunidad se vio amenazada en la propiedad de sus

40 Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Revisita de pueblos de indios de la Intendencia de Salta, Documentos Diversos, fs. 382-388v.

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tierras hasta que, finalmente, les fueron usurpadas a comienzos del siglo XIX.

En síntesis podemos decir que hacia fines del período colonial, cuando la presión del fisco real se hizo sentir con mayor rigor sobre los pueblos de indios de la región, la disminución de la población indígena tributaria aparecía como un modo más de resistencia a las imposiciones coloniales. Migraciones, dispersión, ocupación de tierras ajenas, presencia de forasteros parecen indicar la desarticulación de las comunidades y la construcción de nuevas identidades sociales y culturales.

Las identidades colectivas

Ahora bien, en este punto nos deberíamos preguntar de qué pueblos estabamos hablando, o en todo caso, en qué dirección se está planteando el proceso de transformación de las sociedades indígenas que aún sobreviven al finalizar el período colonial. Para fines del siglo XVII Boixadós y Farberman (2001) plantearon que existía un avanzado proceso de “ladinización” de la población indígena, caracterizado por la pérdida casi absoluta de las lenguas nativas y gran parte de las prácticas culturales. A comienzos de los 90 Watchtel (1992) se preguntaba sobre estas cuestiones reconociendo la dificultad para establecer los límites entre los cambios, las rupturas y las innovaciones a la vez que los sentimientos de pertenencia de una entidad colectiva y más aún, de una identidad étnica. Hasta ese momento los trabajos habían insistido en el peso de la desestructuración de las comunidades por efecto del sistema de la encomienda que había alterado las jerarquías indígenas y había provocado la ruptura de las antiguas solidaridades. Sin embargo, la política de reagrupamiento promovida por el Estado colonial para que la población indígena se asentara en reducciones y pueblos provocó la redefinición de las redes de solidaridad en el marco de límites más complejos, que no necesariamente se reducirían a las dimensiones de un grupo étnico.

Es fundamental reconocer que la complejidad y el dinamismo son dos propiedades inherentes a los procesos de construcción de las diferencias socioculturales y se hace necesario analizarlos teniendo en cuenta los cambios y las continuidades en los diferentes procesos históricos. El proceso de identificación de un grupo es un proceso continuo, complejo y siempre inacabado. A la vez, “pertenecer” a algún grupo humano es

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siempre una cuestión de contexto y de definición social, por lo general establecida por exclusión. Las múltiples identificaciones que caracterizan a cada ser o grupo suelen pasar desapercibidas en situaciones cotidianas pero aflora como relación de pertenencia-diferencia en situaciones de tensión y conflicto con respecto a un “otro”. Por otro lado, hablar de identificación en términos de etnicidad implica definir los límites colectivos inscriptos en una cultura y concierne tanto a la autoadscripción como a la adscripción por los otros, más aún en situaciones coloniales como fue la americana de los siglos XVI-XVIII (Barth, 1979 y Hobsbawm, 1994).

Desde la aplicación de las Ordenanzas de Alfaro, a comienzos del siglo XVII, toda la población indígena sujeta a encomienda fue forzada a convivir nucleada en asentamientos fijos, acelerando de este modo el proceso de mestizaje. Si bien en la provincia del Tucumán hubo un alto porcentaje de evasión de la ordenanza pues las familias indígenas solían estar radicadas en las estancias de los encomenderos, desmembradas de sus comunidades por efectuar tareas vinculadas con los transportes y las mitas y permanentemente movilizadas para satisfacer las demandas coloniales. A través de mecanismos como la relocalización con fines estratégicos y económicos los españoles desarticularon la relación entre los distintos grupos, aislándolos en unidades menores (muchas veces a nivel de parcialidades o unas pocas familias) que disponían a su vez de territorios mucho más pequeños para su reproducción.

A mediados del siglo XVII, los desbastadores efectos de las guerras calchaquíes y la posterior desnaturalización y fragmentación de los pueblos aborígenes serranos entregados en encomiendas, aceleraron el proceso de dispersión y resquebrajamiento de la identidad étnica original de las comunidades. La acción del mestizaje interétnico se complicó con la convivencia forzosa de las antiguas poblaciones de la llanura tucumana con las que fueron objeto de los extrañamientos. Algunos casos representativos fueron los de los Aconquijas (serranos) y los Gastona (de la llanura) anexados y obligados a vivir juntos, así como otros pequeños grupos constituidos por unas pocas familias como las de los Ampata/Ampatilla, Simoca/Belicha, Nacche/Mandojitas que confirman el mecanismo. Tal complejidad se manifiesta en los padrones de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, donde subsiste la ambigüedad al definir la unidad étnica. Simplemente se menciona “pueblos y parcialidades”.

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Poco tiempo después, en el último tercio del siglo XVII, las periódicas “entradas” al Chaco produjeron la anexión de nuevos grupos o miembros aislados de “esclavos indios” a los pueblos encomendados. A fines del siglo XVIII un proceso de inmigración de poblaciones atacameñas y de otras regiones del Alto Perú complejizó aún más el mosaico étnico de la región.

Como resultado del proceso, hacia fines de la colonia quedaban muy pocos pobladores “originarios” –o descendientes de aquellos- y la mayoría de ellos tributaba a la Corona, de acuerdo a las disposiciones reales vigentes desde la década del 70. Otro mecanismo por el que pasó la “construcción” de las identidades fueron algunos oficios propios de la región. En la jurisdicción de San Miguel, las actividades relacionadas con las carpinterías, las invernadas y el arreo de ganado incidieron en la construcción de las identidades étnicas y forjaron desde muy temprano una identificación propia para los “pueblos” de indios carpinteros y arrieros, con jerarquías internas relacionadas con las destrezas en el oficio.41

Sin dudas, en este caso el proceso de construcción de la nueva identidad conllevaba un fuerte impacto cultural y el proceso de “occidentalización” de prácticas y costumbres. El trabajo se convirtió en vehículo de la mediación cultural junto con el aprendizaje de la lengua (tanto el español como el quechua) y la doctrina católica. A fines del siglo XVII la mayoría de los grupos nativos vinculados con los transportes y las carpinterías42, eran calificados como ladinos o muy ladinos43. Aquí es importante destacar, como se viene haciendo en los últimos años, que el proceso de occidentalización en el contexto colonial, si bien remite a una situación de opresión y mecanismos de coacción, coexistió con un gran variedad de estrategias de apropiación de los “recursos” coloniales, como el sistema judicial, los discursos y algunas prácticas cotidianas como los vínculos de compadrazgo.

41 En los trabajos de Noli (2000) se pueden seguir algunas de estas cuestiones vinculadas con los pueblos carpinteros, mientras que en los de López de Albornoz y Bascary (1998), sobre los pueblos de arrieros.42 Colalaos y Tolombones, Escabas, Marapas, Tafíes, Gastonas, Nacches, Yumansumas, Aconquijas y los que nos interesa aquí, los indios de “la ramada” asociados con los Lacquime y Silípicas.43 La definición de ladino es muy amplia aunque mantiene su sentido de remitir a personas bilingües. Pero lo que resalta aquí es que los indios ladinos eran “amigos y serviles”, lo que en el fondo denota su inserción en el sistema ideológico y cultural colonial, que fue utilizado en provecho propio en muchos casos.

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Dos casos que resultan ilustrativos en este contexto son los del pueblo de la “ramada” y el de los Colalaos y Tolombones. En el primer ejemplo, a fines del siglo XVII aparecen registrados los pueblos indios de Lacquimes y Silípicas (a los cuales la posterior documentación los asoció con los Paquilingasta) sirviendo y asistiendo en La Ramada y carpintería que pertenecía a uno de los más ricos encomenderos de San Miguel, don Diego Graneros de Alarcón. La temprana especialización de estas poblaciones indígenas parece haber marcado la identidad por el oficio, al punto tal que un grupo de ellos, tomó como nombre étnico aquel que identificaba el espacio en el que trabajaban.44 En 1688, como encomienda de Francisco de Urquiola, los “ramadas”, agregados a las otras tres parcialidades e indiferenciados con una de ellas (la de los Silipica) registraba un total de 47 individuos de los cuales 12 tributaban al encomendero y estaban bajo el mando de un curaca.

En el padrón de 1711 el pueblo de la “ramada” ya no registra a los otros grupos que componían la encomienda de Urquiola. Aparentemente los Paquilingastas habían sido trasladados hacia Catamarca. El número de personas que integraban la encomienda había crecido y contaba con 81 individuos. El crecimiento del siglo XVII se reflejaba en el aumento del número de hijos y en la estabilidad de las medias familiares. En los padrones de fines del siglo XVIII el pueblo apareció registrado indistintamente como anexo del Repartimiento de Chiquiligasta y como pueblo de la Ramada. En las primeras décadas del siglo XIX, veintitrés familias de antiguos tributarios y diecisiete de agregados al pueblo luchaban por la propiedad de sus tierras. El pueblo estaba integrado por labradores, carpinteros, sastres y pastores de ovejas.

La situación del pueblo de Colalaos y Tolombones es diferente. Extrañados del valle Calchaquí luego de la campaña de Mercado y Villacorta, se les destinó tierras en Choromoros para su asentamiento. A ellas anexaron la estancia de Puzana, que compraron con el producto de la mita, por lo que se convirtieron en un poderoso propietario de la región. La actividad central del grupo, la que a su vez le permitió definir su identidad en el contexto colonial, fue la cría de ganados

44 El caso de este grupo presenta un doble interés desde el punto de vista de la identidad étnica: podría reflejar las pautas lules de mudar los nombre adoptando el del lugar en el que se encontraban y, por otro lado, muestra el impacto de la actividad laboral en la recreación de las comunidades, barriendo la antigua identidad del grupo y del territorio (Noli, 2000.)

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mayores, los arreos y las invernadas. Con el tiempo esas actividades se complementaron con el comercio y el arriendo de sus propias tierras a población forastera y mestiza.

Pero aparte de ello, las comunidades sobrevivientes manifestaban una marcada estratificación interna tanto social como económica. Entre las 62 familias que habitaban en el pueblo en 1799, solo el 50% eran tributarios originarios y el resto estaba conformado, como ya comentamos, por soldados exceptuados de la tributación, tributarios foráneos, agregados y arrendatarios de la comunidad. Los exceptuados de la tributación y algunos forasteros gozaban de una privilegiada situación económica, mientras que muchas otras familias declararon “no tener nada”45.

Es posible reconocer detrás de estas familias a los pueblos de indios que identifica la documentación del período? Dependerá de lo que queramos significar con la denominación pues es una categoría que merece ser analizada críticamente. Si por pueblos se designa a la comunidad aglutinada en un espacio bajo las autoridades naturales, pocos son los grupos que, hacia fines del siglo XVIII, revisten la condición de tal. En algunos casos se trata de unas pocas familias identificadas por sí o en anexión con otros grupos étnicos, que manifiestan identidades cambiantes en el interior de las mismas comunidades y salvo excepciones, carecen de tierras propias.

Los grupos más organizados y estabilizados en sus reducciones aquellos que fueron desnaturalizados del valle Calchaquí parecen haber reconstruído parcialmente sus estructuras sociopolíticas y sus redes de solidaridad colectiva, a pesar de la merma demográfica y la constante alteración cultural. Algunas comunidades mantuvieron sus caciques. En otras, en cambio, la estructuración política parece mas bien recreada ad doc para respetar el sistema de dominio según las pautas tradicionales, que ubicaba al cacique o curaca como articulador entre las dos sociedades.En los padrones de comienzos del XVIII, las mismas autoridades indígenas (curaca, mandón, alcalde), eran las encargadas de hacer cumplir la mita de plaza. En los padrones tardocoloniales, en cambio, sólo la figura del alcalde es representativa. Sólo los pueblos de

45 Seis familias del pueblo poseían el 40% del ganado vacuno 25% del ganado caballar y el 50% del ganado ovino.

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Tolombón y Amaicha conservaban una autoridad asociada con jefaturas o linajes aparentemente hereditarios, aunque sin mayor poder político. Se trataba de un curaca en el primer caso y un mandón en el segundo. Los alcaldes, en cambio, eran los verdaderos articuladores con el sistema colonial. Elegidos por españoles (el cura, el protector de naturales y el alcalde de hermandad) eran responsables de hacer cumplir con la tributación y de ejercer justicia entre sus pares.

Pueblos indios, tierra y Estado durante la revolución

Si durante el siglo XVIII el problema que debieron afrontar los pueblos de indios pasó por el cambio en el sistema de la tributación y la reconstrucción de las identificaciones comunitarias a partir de la revolución de Mayo el desafío se centró en la declamada igualdad jurídica de los individuos y la legalidad de los derechos el control sobre las tierras comunales.

El tema vinculado con las tierras comunales indígenas es un problema complejo desde el punto de vista histórico-jurídico. La relación pueblos de indios/tierras es bastante confuso ya durante el período colonial. Por un lado, hubo de parte de la Corona la intencionalidad de amparar a las comunidades en sus tierras, toda vez que ello era necesario para asegurar la producción y reproducción social de los pueblos (Levillier, 1918). Sin embargo, la legislación castellana y la estructura jurisprudencial en materia de tierras de indios fue siempre casuística y regional. Hay que remarcar también aquí, la escasa importancia de la legislación escrita y el valor de las prácticas consuetudinarias durante la vigencia del orden colonial y hasta bien entrado el siglo XIX.

Las reglamentaciones de Abreu de 1576 aludían a las modalidades de la encomienda de servicio personal haciendo específica mención a los pueblos de indios –condición prima para el funcionamiento del sistema- pero no como una condición real de la población nativa, sino como una creación hispana consistente en la reducción o congregación de aquella (que vivía por lo general dispersa) en centros cuyo rasgo principal era la concentración, la edificación de la iglesia y la celebración del culto católico (Doucet, 1990). Nada se especifica allí sobre el derecho de la población sobre las tierras donde se erigirían los pueblos.

Cuatro décadas más tarde el oidor Alfaro dictó normas específicas respecto a la posesión y amparo de las tierras comunales indígenas y las

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de las reducciones creadas al efecto, insistiendo en la congregación de los indios en pueblos y ajustándose a los preceptos generales de la legislación indiana. La Recopilación de las Leyes de Indias (Ley 9 Título 3, Libro 6 y Título 12, Libro 4) establecía prohibiciones expresas sobre concesión de mercedes de tierras a expensas de los pueblos de indios, incluso de aquellos reducidos.

Por otro lado, la doctrina jurídica del siglo XVI fijaba, entre otras normas, que “los bienes no poseídos por alguien y radicados dentro del territorio del reino se presumen como de propiedad del Príncipe”46 Este principio del derecho privado castellano, sustentado en América a partir de las bulas papales que concedieron patrimonialmente las tierras indianas a la Corona castellana, sentó las bases de la importancia del terreno “baldío” o “tierras realengas” como objeto de una situación jurídica que derivaría en beneficios para el fisco real y para la propiedad privada de los particulares aunque terribles perjuicios para las poblaciones nativas que vieron de este modo cercenadas y despojados de las tierras.

En la región de los Andes centrales, la consideración del reparto de tierras como prueba de justa posesión fue tal que la simple existencia de un pueblo provocaba la presunción de que, incluso sin poder presentar título acreditativo, sus pobladores poseerían justamente las tierras circundantes. No ocurrió lo mismo en el Tucumán, donde el traslado compulsivo de las poblaciones generó usurpaciones y pérdidas de los derechos sobre las tierras que en muchos casos resultaron más bien una ficción legal. Buena parte de las familias indígenas quedaron radicadas en tierras de los encomenderos, que las cedieron con el propósito “reducir los indios a pueblo” y a la larga les permitió revertir el derecho de propiedad a los antiguos titulares o sus descendientes

En qué consistían las tierras comunales? En el caso concreto que hemos podido analizar a través de la documentación, las tierras comunales eran aprovechadas por las familias en forma individual (cada familia disponía de una parcela) y compartida (pastizales, bosques, terrenos de labranza). Lamentablemente no conocemos detalles sobre tales prácticas como tampoco los patrones de herencia entre los miembros de la comunidad.47 Aparentemente, cada familia accedía a los derechos sobre las tierras según su condición de originario o forastero casado con

46 Peregrino, Ma Antonio, De iuribus et privilegiis Fisci, Libro 7, tít.III, f. 399. Augustae Taurinorum, 1589 (Díaz Rementería, 1990: 106).

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india originaria. Las estrategias matrimoniales en los pueblos con tierras fueron diversas pero, en general, se ha registrado un alto nivel de endogamia vinculado, seguramente, con la necesidad de mantener el control sobre los derechos de propiedad. Un caso concreto lo constituían los pueblos que habitaban el curato de Trancas, que fueron unas de las pocas comunidades que lograron preservar su propiedad comunal hasta casi el final del siglo XIX. La endogamia llegaba a tal punto que entre los 18 registros matrimoniales correspondientes a los años 1757-1766, ocho fueron entre indios e indias originarios de Tolombón, cuatro de Colalao, en dos casos los hombres eran “indios foráneos” y sólo en los tres restantes hubo casamientos exogámicos (dos con mestizos y 1 con un pardo). La estabilidad de la comunidad, lograda mediante la estrategia de matrimonios endogámicos y el control sobre la tierra, se manifestó también en el casi inexistente nivel de ausentismo de su población, fenómeno endémico que se registraba en casi todos los padrones tardocoloniales..

Desde el punto de vista legislativo y jurisprudencial no hubo modificaciones en esta materia sino hasta finalizar el siglo XVIII, cuando las reformas borbónicas, y antes que ellas, las políticas de los gobernadores ilustrados comenzaron a debatirse entre la “privatización” de las tierras comunales y de manos muertas o mantener el orden establecido. Durante el último siglo del período colonial la política del Estado borbónico, en materia de tierras, tuvo como objetivos limitar el poder de los latifundistas, favoreciendo una población más densa y estable en las campañas, fundamentalmente con el propósito de obtener una mayor rentabilidad a través de la recaudación fiscal.48 Las iniciativas de Jovellanos y Campomanes, así como otras figuras de la

47 En la región de los Andes centrales el reparto de tierras sólo beneficiaba al indio tributario. Al llegar a los 50 años, exento de la obligación tributaria, la persona perdía su derecho y la nueva adjudicación sobre la tierra comunal tendría como destinatario un hijo del anterior poseedor o en su defecto otro individuo de la comunidad, generando una nueva y diversa relación posesoria sin que se pudiera suponer la materialización de una presunta sucesión. Esta práctica que se convirtió en consuetudinaria provocó una gran confusión entre los bienes particulares y los comunales (Díaz Rementería, 1990)48 Según Brading (1988:29) “A fines del siglo XVIII los administradores ilustrados que servían a la dinastía Borbón creían a pie juntillas en las virtudes económicas del agricultor propietario, con la consecuente censura al monopolio de la tenencia de la tierra. Las mismas doctrinas fueron adoptadas por los políticos liberales quienes luchaban por transformar la sociedad mexicana en las décadas posteriores a la Independencia.” En el territorio comprendido por el Río de la Plata, esta política no es tan explícita pero aparece representada por algunos sectores ilustrados de las elites locales (Chiaramonte, 1991; Gelman, 1998).

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España Ilustrada, se identificaron con las doctrinas neomercantilistas y la de los fisiócratas europeos que consideraban que la agricultura era la fuente de riqueza de las naciones. Por eso propiciaron una legislación que suprimiera las grandes extensiones de los propietarios de tierras, pretendiendo dar lugar a los labradores y productores de mediana capacidad. Consideraron que, si se lograba un número mayor de propietarios particulares, aumentaría el rendimiento de las tierras, muchas de las cuales tenían dueños pero se habían mantenido improductivas y, con el tiempo, ello redundaría en beneficios para el fisco real. Los argumentos se basaban en consideraciones sobre la negligencia que mostraban aquellos que no gozaban de la propiedad (entre ellos, los arrendatarios y ocupantes de tierras ajenas) para mejorar sus posesiones y sacar mayor provecho de ellas.

No hubo, es cierto, una política directa de la Corona para intentar una reestructuración agraria, pero sí un intento del Estado imperial para lograr un mejor aprovechamiento de las tierras, con el objetivo de obtener una mayor recaudación fiscal. La preocupación de los funcionarios reales llegó a admitir las situaciones irregulares en los títulos, la ocupación de grandes extensiones de tierras que se mantenían improductivas y la apropiación consuetudinaria de terrenos realengos y privados, manifestando una vez más, la imprecisión y el casuismo de las disposiciones

Desencadenada la revolución, el papel del “Estado” seguía siendo ambiguo en materia de tierras comunales. Para obtener fondos, con motivo de haberse iniciado la guerra contra los realistas y la necesidad acuciante de dinero para los ejércitos revolucionarios, el Diputado por Tucumán, Don Manuel Felipe Molina propuso, en 1811, que las Juntas locales sacaran a remate público todos los terrenos baldíos o fiscales. Las ventas se harían al contado, “según se pidan o se ocupen por los Hacendados” para permitir la recaudación de dinero en forma rápida y efectiva.

A partir de entonces se produjo el último avance sobre las tierras que pertenecían a las comunidades aborígenes que se amparó también en el discurso reformista y en la permanente asfixia financiera en la que nació la revolución y los futuros estados provinciales:

“como asi mismo de los que eran antes ocupados por Pueblos de Indios que ya no existen y se hallan

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abandonados y valdíos adoptando un modo sencillo que sin costos al comprador ni dilacion que le retrasen pueda tener pronto efecto”. (Indicar la fuente de esta cita)

A comienzos del siglo XIX la mayor parte de las exiguas tierras de estos pueblos fueron declaradas baldías, se incorporaron al fisco y se vendieron a terceros o se arrendaron a las mismas familias de las comunidades indígenas.

En el marco del naciente estado provincial de Tucumán el ejercicio de los derechos sobre tierras siguió apoyándose en la legislación castellana y en las costumbres. Hasta 1858 no hubo en el ámbito provincial una legislación que reglamentara la enajenación de las tierras públicas. Antes de ello el mecanismo era bastante simple. Toda tierra que no contaba con propietario reconocido podía ser concedida o vendida por el estado colonial (y luego provincial), que se consideraba depositario de ellas. Para esto el interesado denunciaba la vacancia de las tierras, el estado se encargaba de hacer público el remate, y en caso de no presentarse ninguna oposición, so procedía a la adjudicación plena del derecho.49 Ese fue el mecanismo utilizado en el caso de las tierras comunales de los pueblos de Tucumán, a pesar del hecho que dichas tierras no estaban "baldías" pues en su mayoría, seguían pobladas por familias indígenas sobrevivientes de la Colonia.

Las comunidades que lograron resistir el asedio de los particulares durante la colonia fueron aquellas que mantuvieron las tierras y su cohesión interna lo que se logró, justamente, haciendo uso de los recursos provistos por el sistema colonial, como eran la protección y el amparo del indio por su condición de “castas tributarias”, su discapacidad e inferioridad social. Sin dudas que en estas situaciones intervinieron también otros factores, sobre todo la capacidad de negociación de las comunidades. Ello les permitió crear los argumentos necesarios para hacer valer en los juicios.

Las encomiendas de pueblo que mejor resistieron al asedio español fueron las desnaturalizadas del valle Calchaquí, asentadas en el antiguo curato de Choromoros. Por los pocos datos documentales que se han

49 El “baldío” (luego tierras fiscales) como posible objeto capaz de dar lugar a una determinada situación jurídica encontró en Indias una rápida atención por la doctrina que hacía de los reyes españoles dueños de las tierras americanas y los posibles beneficios que derivaban para el fisco a través de su venta o arrendamiento.

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conservado podemos aseverar que tres comunidades valliserranas desnaturalizadas lograron acceder a sus tierras de comunidad en diferentes condiciones: los Colalaos y Tolombones, que recibieron una merced del gobernador Mercado y Villacorta y luego compraron la estancia de Pusana; los Amaicha, que merced a su actuación a favor de la pacificación del valle obtuvieron el reconocimiento del gobernador Mercado sobre sus antiguas posesiones territoriales, reconocidas por real Cédula de 1716; y los indios del pueblo de Chuscha, ubicados en paraje de la Higuera, en el valle de Choromoros que perdieron sus tierras en manos de un poderoso vecino de la zona, don Miguel Antonio de Alurralde que les usurpó las posesiones y les hizo pagar arrendamiento por ellas. De los otros casos no tenemos referencias.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, las evidentes señales del crecimiento demográfico en la campaña tucumana se manifestaron en la relación hombre-tierra y los conflictos por su tenencia y propiedad. Cuando las tierras comenzaron a escasear, o las que quedaban no eran lo suficientemente adecuadas para su explotación agraria, el interés se dirigió hacia las parcelas de dudosa titularidad, como las propiedades comunales, generalmente ubicadas a la vera de los caminos y con suficientes bosques y pastizales.

El sistema que caracterizaba la tenencia colectiva de la tierra carecía de legislación propia y tampoco fue reconocida por las nuevas disposiciones. Los intereses particulares, la defensa de la propiedad privada y las nuevas medidas que exigían que la resolución de los conflictos judiciales en la que intervenían los pueblos fueran seguidas por jueces ordinarios, haciendo desaparecer la figura del protector de naturales atentó contra los derechos comunales. Es importante reconocer que una importante ideología favorable a la condición del indio se apoderó de los primeros políticos de la revolución, en concordancia con el “clima” que afectaba a la América hispana del siglo XIX.

El Reglamento de la Junta Grande del 1 de setiembre de 1811 declaraba: "Nada se ha mirado con más horror desde los primeros momentos de la instalaci6n del actual gobierno como el estado miserable y abatido de la desgraciada raza de Los indios. Estos nuestros hermanos, que son ciertamente los hijos primogénitos de ]a América, no podían dejar de interesar la sensibilidad de un gobierno empeñado en cimentar la verdadera felicidad general de la Patria" por

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lo que "desde hoy en adelante para siempre queda extinguido el tributo que pagaban los indios a la corona de España en todo el territorio de las Provincias Unidas".

El decreto de 1811 fue ratificado por la Asamblea General de 1813 que declaró, además, que se "derogaba la mita, las encomiendas, el yanaconazgo y el servicio personal de los indios bajo todo respecto y sin exceptuar el que prestan a las iglesias y sus párrocos o ministros, siendo ]a voluntad de esta soberana corporaci6n el que del mismo modo se les haya y tenga a los mencionados indios de todas ]as Provincias Unidas por hombres perfectamente libres y en igualdad de derechos a todos los demás ciudadanos que las pueblan".

La constitución de 1819 avaló las disposiciones anteriores estableciendo en el art. 128 que "siendo los indios iguales en dignidad y en derechos a los demás ciudadanos, gozarán de las mismas preeminencias y serán regidos de las mismas leyes. Queda extinguida toda tasa o servicio personal bajo cualquier pretexto o denominación que sea. El cuerpo legislativo promoverá eficazmente el bien de Los naturales por medio de leyes que mejoren su condición hasta ponerlos al nivel de las demás clases del estado".

Sin embargo no hay que confundir estos sentimientos con posibilidades reales de mejoras para las comunidades sobrevivientes pues seguían vigentes las marcas del orden colonial estamentario que se debía aún a los intereses corporativos en los que cada miembro de la sociedad se hallaba encuadrado. Claro ejemplo de ello son las disposiciones de igualdad de la constitución del 19, que dejan entrever la alusión específica a la diferencia cultural existente entre los patrones de la civilización de los blancos y el "atraso" de las comunidades indígenas.La abolición del tributo -medida favorable que liberaba al indio de las cargas fiscales- tuvo como reverso la pérdida de los derechos comunales, tras lo cual la mayoría se convirtió en arrendatario de sus propias tierras. De cualquier modo no hubo una política de alcance general sobre el tema, y la relación vinculada con la condición de los tributarios y las tierras comunales fue materia que debieron decidir cada uno de los respectivos nacientes estados provinciales. La mayor parte de los pleitos entablados por despojos de tierras durante la revolución se habían iniciado en el siglo anterior, sin demasiada suerte para los españoles pues las comunidades podían contar con el amparo legal suficiente. Algunos de las demandas tienen notas comunes aunque en

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contextos históricos diferentes.50 Los móviles por el control de la tierra no eran sólo de carácter económico, sino que muchas veces reflejaban las tensiones étnicas, sociales y culturales.

Entre las décadas de 1820 y 1830, fue común que los gobernantes de turno compensaran a los miembros de sus facciones y al clientelismo político mediante mercedes de tierras “baldías”. La práctica tenía sus antecedentes en las mercedes de tierras de los gobernadores y cabildos del período colonial. Entre el 18 de junio de 1821 y el 20 de agosto del mismo año el Cabildo de Tucumán dio despacho a numerosas presentaciones de "indibiduos recomendados por el Exelentisimo Supremo Presidente (se refería a Bernabé Aráoz) para que se les diese terrenos de los vacos, las que se providenciaron".51 Situaciones similares se repitieron en las décadas siguientes. Las donaciones de terrenos so hicieron a costa, obviamente, de antiguos dueños.

Cinco casos relacionados con litigios entablados por los pueblos indios de la jurisdicción han quedado registrados en la sección judicial civil del archivo histórico provincial: el del pueblo de la Ramada, el del pueblo de Naschi, el de Colalao y Tolombón, el de Amaicha y el de Marapa. De ellos vamos a analizar sólo los tres primeros. El litigio por la tenencia de las tierras del pueblo de “la Ramada” se inició en agosto de 1825, cuando Manuel Toledo "vecino de la Ramada" y a "nombre de los demás compartes de aquel vecindario" se presentó ante el gobernador de la provincia, Don Javier López, para denunciar "el despojo violento que hemos padecido y los perjuicios que se nos han originado con la mayor intimidad, atacando nuestras propiedades que son seguridad de todo ciudadano tan recomendado por las leyes Americanas en nuestro sistema Patrio”.52 La venta de las tierras se había producido varios años antes, cuando en 1819, Don Gregorio Aráoz, hermano del gobernador Bernabé Aráoz, compró al naciente Estado provincial tierras “bacas y despobladas”, en el curato de Chicligasta, por valor de 200 pesos53. Pero no fue sino hasta la muerte de Aráoz y el cambio de gobierno, que recayó en Javier López, cuando 50 Pleito de tierras de Colalao y Tolombon, Marapa. Naschi. Varios de esos litigios se proyectaron en el tiempo y concluyeron a mediados del siglo XIX, bajo otras normas legales que perjudicaron a las comunidades.51 Actas del Cabildo, pp. 282-291, correspondientes a las sesiones del 18 y 25 de junio, 2, 12, 17, 23 y 30 de julio, 13, 18 y 20 de agosto. En todas las sesiones se dio despacho a numerosas solicitudes de terrenos baldíos.52 A.H.T. Seccíon Judicial Civil (en adelante, SJC), Serie A, Caja 64, Expte 17, 1826.53 A.H.T. SJC, Serie A, Caja 89, Expte 26, 1850.

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los representantes del pueblo hicieron la presentación ante el gobernador.

La argumentación de los integrantes de la comunidad en aquella oportunidad no deja lugar a dudas sobre la relación existente entre el tributo colonial y la propiedad comunal:

“Así es que nos hallamos en el día despojados de nuestras posesiones sin saber el motivo pr.qe. y sin las formalidades qe. el dro. previene. Porque nuestros antecesores eran tributarios, y por consiguiente nosotros, a los quales segun Ley nos daban tierras para hacer nuestras havitaciones y trabajar en ellas, pa.qe. con aquellos productos pagásemos la pension que se nos inponia por el Gov. despotico Español. Mas quando entró el sistema de nuestra livertad se pronuncio un auto que ya no havia tales tributos, y que las tierras nos quedaban para mientras viviesemos por haver pagado tantos años estos referidos tributos y que haviamos pagado mas de lo que balian las tierras. Y solo nos pusieron la pension de serviesemos a la nacion con fidelidad, lo que tenemos efectuado con nuestros bienes y personas, con la mayor constancia en todo lo que se nos ha ocupado y nos ha sido posible a nuestros alcances” (Indicar la fuente de esta cita)

Pero los representantes del pueblo invocaron un argumento propio de la revolución: la fidelidad al nuevo sistema, lo que les permitía solicitar un recurso de amparo ante las exigencias del pago de arriendos por sus propias tierras, por lo que continuaba argumentando Manuel Toledo:

“Mas ahora veinte dias nos han intimado una orden de Don Gregorio Araoz, que nos despojen de nuestras posesiones pr.qe. no quisimos pagar el arriendo de tales tierras y que estas las tienen bendidas a don José Belasques mas nosotros ignoramos. ¿Como bino a ser dueño de ellas? ¿Ni menos como nos despojan de una gracia que el Estado nos dio? ¿Y sin presentar un tftulo que tal potestad le cedió? Todo esto Sr. Governador es lo que ha sucedido y clama al cielo, pr.qe. se nos despoja de lo que nos ha costado el sudor y trabajo de tantos años, y aun hasta la presente nos hallamos sobre el terreno. ¿Como si el citado dn. Gregorio compró como el supone no nos hicieron saver para hacer nuestro recurso en tiempo oportuno? Y no que se haya hecho sin audiencia de las partes que parese que

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solo una malicia supone hiziese tal cosa, abusando de nuestra indefenza, como lo ha hecho en años pasados, que apoiado del fabor, que con el otro Governante tenia ha hecho le paguemos alquileres a la fuerza, y en la presente, pr.qe. hemos abierto los ojos y no queremos pagarlo hace nos despojen, con la maraña supuesta de haver vendido las tales tierras” (Indicar nuevamente la fuente de esta cita)

Don Gregorio Aráoz, pensaba vender las tierras a Velázquez por 450 pesos. Hizo su descargo argumentando que admitía que pudiera haber lndios viviendo en los terrenos, y si el gobernador disponía su devolución a los lndios, debían resarcirle por los perjuicios que le había ocasionado en sus derechos privados. Lo más relevante de su defensa pasaba por la imagen del “indio” y su representación como ignorantes e incapaces y por la necesidad de que los nuevos gobiernos tomaran una posición definida con respecto a las tierras comunales y los derechos de los indígenas que ya no eran tributarios:

“que el Govierno se decida tomar otro temperamento en estos negocios de tierras de lndios, pr. qe. no todos meresen la proteccion de las Leyes, a causa de que no forman reducciones, no se puede en ellos conseguir, la cibilizacion, ni policia: que estos terrenos los mas se hallan despoblados, inavitados e intransitables por su soledad y por buen govierno deve tomarse el temperamento o providencia que sea mas eficas para cultivar estos terrenos, y haserlos ocupar con vecinos mas pudientes, mas sibilizados, y poder dar a la Provincia otro estado mas interesante, de que no son capaces los lndios, por la natural apatía, flogedad y vicios, segun la esperiencia lo ha demostrado”

La presentación dio lugar al requerimiento de testigos para que informaran sobre si el antiguo pueblo de la ramada tenia "Indios" y cuantas familias eran. Pare ello se comisionó al alcalde de hermandad del partido de Chicligasta para que efectuara el padrón correspondiente de “originarios del Pueblo de la Ramada, de los agregados o arrendadores que no hayan sido de castas tributarias”. En el encabezamiento del padrón quedaron claras las características y extensión que tenia el terreno en Iitigio: ubicado a la vera del río el Conventillo, con una legua cuadrada aproximadamente, “tiene bosques y campos a propósito para crías de ganados y sementeras”. En aquella

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oportunidad se empadronaron veintitrés familias cuyos cabezas masculinos habían sido tributarios y diecisiete familias de agregados.

En setiembre de 1825 se procedió al dictamen del expediente judicial y, aunque el gobernador López reconoció el derecho legitimo de las familias indias sobrevivientes del Pueblo, consideró que el Estado no podía hacerse cargo de la devolución del dinero invertido por la compra efectuada por Aráoz. En consecuencia optó por la solución favorable al Estado y a la elite local, a la cual pertenecía por lazos de parentesco.

“Mas no es lo que principalmente se debe observar en el actual estado que se hallan los Pueblos de lndios; el cambiamiento publico en las condiciones a que se obligaron para obtener estas propiedades, su ineptitud para poder poseer terrenos dilatados, y la necesidad de hacerlos poblar y cultivar por otras manos mas industriosas y seguras; debe ser la principal atencion del Govierno para que el País progrese y se eviten los grandes males que se radican en estos desiertos, estando en parte posehidos por lndios educados en el osio y abandono".

La legitimidad de la diferencia cultural quedaba manifiesta cuando agregaba, además, que muchos descendientes de las castas tributarias habían tenido la "suerte" de mezclarse con "otras castas mas civilisadas" "y los que desgraciadamente han permanecido en los Pueblos aun persisten en los resavios de la gentilidad, de una mala educación y peor suerte, como es la que se ve bien descripta en el nuevo Padron”; “que ya no es pueblo sino unas pocas chacaras, donde escasamente siembran un poco de maíz; que no tienen ganados, y principalmente que es urgente la necesidad de civilizarlos con el mas cultivo de sus terrenos” y que “por otra parte, habiendoseles levantado la obligacion de pagar tributos y la sujecion a encomenderos quedan extinguidas las condiciones de la asignación, y por consiguiente debe tener el gobierno por vacos estos pueblos”. Este argumento sentó jurisprudencia para el tratamiento de otros pleitos sobre tierras comunales y en su oportunidad el gobierno decretó que:

“debe tener el Govierno por vacos estos Pueblos, por firme la venta que hizo a D. Gregorio Araoz con la modificacion de que los lndios que sean de castas Tributarias sean mantenidos en la posesion y propiedad de los Terrenos que actualmente ocupan, con sus ranchos, corrales y rastrojos, mientras vivan; que el

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comprador no les cobre arriendos, ni se sirva de ellos menos sea por conchabo y convenios, quedando el comprador con ]a absoluta y obnimoda propiedad de Todos los Terrenos qe. no se hallen ocupados por lndios que hayan sido Tributarios, sin conceder regreso a los demás que hayan salido fuera del Pueblo y se hallen en otras chacras pertenecientes a los particulares (..)”

La mayor parte de las tierras del pueblo pasaron a Aráoz, y sólo se reconocieron con derechos a una parcela a siete familias "de casta tributaria" que podían gozarlas mientras vivieran, aunque no así sus descendientes; el resto de la comunidad debió pagar arriendo a los nuevos propietarios. Veinte años mas tarde los descendientes "de la antigua comunidad de los indios de la Ramada", a través del defensor de pobres Don José Posse, hicieron una nueva presentación. El alegato contó con todos los antecedentes legales que les hacia propietarios desde la Colonia, pero la justicia falló en contra, argumentando que los descendientes de los antiguos tributarios ya no tenían derechos sobre la propiedad.

En el año 1826 León Florian, por si y a nombre de los “Indios originarios del pueblo de Naschi” se presentó ante el Juez para pedir restitución de los terrenos que les habían pertenecido "desde que se redujeron los naturales de la América a sociedad.54 Tales terrenos comprendían una legua cuadrada en el paraje de Naschi, en la ribera del río Chico. Los términos del pleito tenían similares características del anterior: los terrenos habían sido declarados “baldíos para que por ese motibo se bendan de cuenta de la Hacienda del Estado", se siguieron las diligencias para averiguar la veracidad de la denuncia, y se procedió al remate público. Los principales miembros del pueblo de Naschi, advertidos de la maniobra hicieron la presentación ante la justicia, denunciando que sobrevivían “trece familias de lndios casados muchas viudas y huérfanos que se mantienen labrando sus terrenos y en otras ocupaciones honestas”. La presentación de la comunidad generó amenazas por parte de los interesados en la compra de las tierras: el capitán de milicias don Fabián Mendivil y don Valentín Figueroa, miembros reconocidos de la elite local Argumentando la invalidez de la venta por la “falsedad y engaño” cuatro familias del pueblo lograron

54 AHT., SA, vol. 32, fs. 71- 76, San Miguel de Tucumán, abril de 1826.

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el amparo y la posesión de las tierras. El hostigamiento de los presuntos compradores terminó anulando el fallo.

Con respecto al pueblo indio de Colalao y Tolomb6n, la situación es algo diferente. En primer lugar hay que tomar en cuenta que las tierras en cuestión eran producto de una compra, lo que generaba una situación jurídica diferenciada. Por otro lado hay que reconocer que la extensión de las tierras involucradas y el número de familias “propietarias” generaba un poder diferenciado de la comunidad en el conjunto de los pueblos indios. Prácticamente desde el momento mismo en que la comunidad fue trasladada del valle Calchaqui y asentada en el valle de Choromoros, en 1665, y a lo largo de dos siglos -hasta 1840- las familias del pueblo fueron hostigadas por sus vecinos españoles que pretendían las codiciadas tierras comunales. Es decir que el litigio que se desarroIIó en el transcurso del siglo XIX no era nuevo: sólo habían cambiado algunos actores del drama y las circunstancias políticas y de las normativas legales para el tratamiento del tema55.

Durante los siglos XVII y XVIII, los interesados en despojar a ]a comunidad de sus tierras comunales habían sido los mismos encomenderos: don Pedro de Avila y Zárate y don Pedro Martínez de lriarte. Las tierras comunales comprendían una extensión aproximada de 50 leguas cuadradas, ubicadas entre las serranías de las Cumbres Calchaquíes y la región intermontana de la cuenca de Trancas. En 1754 la extensión de las tierras era de 7 leguas de norte a sur y 9 leguas este-oeste. Una porción muy pequeña correspondía a la merced otorgada por el gobernador Mercado y Villacorta en el momento de su extrañamiento. Pero los miembros de la comunidad, considerando que las tierras eran insuficientes, compraron con el producto de la mita que habían cumplido en Santiago del Estero la estancia de Puzana, con lo que completaron su propiedad territorial. La principal producción de la comunidad era la ganadería especialmente de vacunos, equinos y caprinos destinados a la comercialización y en parte para los transportes. Además de ello la comunidad contaba con sementeras de maíz, trigo y hortalizas y complementaba su economía con fa

55 La mayor parte de la documentación utilizada en este apartado se encuentra consignada en el trabajo de López de Albornoz y Bascary (1998) Las principales fuentes del siglo XIX pertenecen al AHT: SA., vol. 40, fs. 179-180, año 1832-, SJC, Caja 56, Expte.6, año 1832-, SJC, Serie A, Caja 77, Expte. 1, año 1840., SJC, Serie A, Caja 93, Expte. 3, año 1855; SJC, Serie A, Caja 269, Expte.9, año 1845.

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recolección de algarroba, que realizaban generalmente, cruzando las Cumbres y haciendo uso de sus antiguos asentamientos.

De acuerdo con los registros de fines de la Colonia, en 1799 habitaban el pueblo sesenta y dos familias, de las cuales veintiuna estaban exentas de tribulación porque habían servido en los fuertes de la frontera chaqueña y nueve familias eran empadronadas como "tributarios foráneos". En resumen, sólo treinta y dos familias eran de originarios de tasa. En 1832 los jefes de familias propietarias de Colalao y Tolombón ascendían a cincuenta y siete, de los cuales quince eran mujeres. El secular pleito por los linderos de la propiedad no llegó a afectar, al menos durante el período colonial, nada mas que la extensión comprendida en el sector oriental, aunque ese sector parece haber sido el de mayor valor considerando que allí se localizaban las aguadas y estaban ubicados los arrendatarios. Por otro lado, lindaban con los vecinos más poderosos que eran dueños de la estancia de Zárate.

Entre 1817 y 1839 el pleito por las tierras sufrió un "impasse" que les permitió a las familias disfrutar de un período de relativa estabilidad. Pero en 1840, Da. Juana Cornejo, viuda del gobernador Alejandro Heredia y hasta entonces dueña de la estancia de Zárate, vendió la propiedad a Don. Manuel Paz. Este nuevo propietario hizo caso omiso de los deslindes con la comunidad de Colalao y ocupó las pasturas de Chuscha y la Aguada con sus mulas. Desde entonces comenzó a hostigar a los arrendatarios del pueblo. inmediatamente se origin6 otro juicio que finalizó en 1845 con un nuevo deslinde de las propiedades. El resultado fue que una gran extensión que comprendía unas 8-9 leguas cuadradas pasó a poder de Paz.Algunos elementos de significación en el análisis sobre el trato a las comunidades indígenas a partir de los gobiernos liberales que surgieron luego de 1810, están relacionados con el derecho de los pueblos indios de contar con un Protector de Naturales y estar exentos del pago de las costas de los juicios. Ambos derechos habían sido otorgados por la legislación de lndias, pero eran cuestionados por el apoderado de Paz, quien argumentaba que:

“el nombramiento de protector es nulo, ilegal e injusto cuando fuese algo. Los Indios cuando eran tributarios gozaban de estos privilegios, y estaban bajo la inmediata proteccion de todas las autoridades muy principalmente de la del Sr. fiscal protector gral., pero desde que se declararon hombres libres exemptos de

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tributos, no hay exemplo, Ley ni estatuto que justifique el nombrado pretendido (…) Desde que los naturales por superiores resoluciones mudaron la segunda condicion a que los redujeron Leyes tiranas, quedaron sujetos a ]as leyes Generales en los asuntos civiles y criminales porque no es regular ni de justicia que unos hombres que gozan ya de todas las libertades civiles, reconozcan ciertos privilegios que no los tienen los demas (...)"(Indicar nuevamente la fuente de esta cita)

La contradicción del sistema se reflejaba en el discurso del abogado de Paz cuando sostenía que 'los naturales' eran iguales ante la ley. Probablemente lo fueran en la defensa de intereses particulares, pero el argumento utilizado para el trato de las familias del pueblo seguía haciendo alusión a su condición de "naturales", manteniendo así la brecha que diferenciaba a los indígenas de los ciudadanos comunes. lncluso, el mismo defensor de la comunidad aludía a su minoridad e incapacidad, tratando de conseguir que sus defendidos conservaran la posibilidad de contar con la representación de un Protector y quedaran exentos de pagar los costos del juicio:

“La Ley del protectorado ha tenido sus causas especiales como todas las demás: sus fundamentos no han sido, ni pudieron ser otros que la debilidad, el temor, pobreza, e indigencia suma de estos infelices desgraciados; para decirlo y afirmarlo así el Defensor ha consultado a Solórzano en su política indiana, donde también trae dos cédulas Reales al mismo objeto, a Bobadilla y Barboza, quienes exponen los fundamentos del protectorado equiparando a los lndios con los menores, fundados en lo ya antes dicho, lo que no tiene réplica.”

El protectorado al que hacía alusión el defensor quedaba sin efecto a partir de las leyes que aludían a la igualdad del indio con los demás ciudadanos del territorio y la única representación posible para los pueblos eran los Defensores de Pobres, nombrados por el estado provincial. Para ello era necesario probar la pobreza. En este caso el argumento de la defensa se sustanció en que la igualdad de derechos no otorgaba automáticamente la igualdad de fortunas, por lo que se les reconoció a los miembros del pueblo de Colalao y Tolombón la posibilidad de contar con un Defensor de oficio.

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La noción básica de diferencia cultural con respecto al blanco, anuló en la práctica la pregonada igualdad jurídica del indio, al punto que la figura indiana del protector de naturales reapareció en el derecho argentino56 La vigencia de la comunidad fue otro punto discutido por el apoderado de Paz para lograr su propósito. Sostenía que “tenían un protector, pero en pos que formaban una comunidad, que tenia su Cacique, su encomendero. Ya no la forman y por consiguiente ya no pueden tener otra protección que la que da la ley a todos los demás ciudadanos a quienes son iguales en derechos y en obligaciones”. La defensa justificó la existencia de la comunidad fundamentando su argumento en

“que aun todabia no se han dividido la unica propiedad que entonces y ahora todabia existe (…) a causa de que desde que lo compraron, casi, los autores de la representada del contrario los han peleado desde ciento cincuenta y seis años a esta parte por quitarles, y no los han dejado dividirse, y si el formar comunidad es razon bastante para estar baxo la tutela de un protector mis representados en razon a que forman todabía comunidad, estan bajo la mision del Defensor”

En 1855, en ocasión de elegir un apoderado para el pueblo de Colalao, el Defensor de turno sostenía que: “Esa comunidad, segun le ha informado muy detenidamente un vecino bastante respetable del lugar donde existe la Comunidad, es una sociedad sin base, sin reglamento, sin ley alguna que rija para proceder a la administración de ella, compuesta casi la mitad de idiotas y menores, que no están representados en la comunidad (…) por lo que el Defensor iría a ocuparse muy pronto de pedir la liquidación de esta comunidad, pare evitar que continúen defraudados los derechos de los numerosos socios que por su edad o por su idiotismo, estan bajo su protección”.

Las diferencias que comenzaron a notarse en el interior del pueblo, entre las diversas facciones que luchaban por controlar los ingresos de la comunidad (fruto de los arriendos y la comercialización de los productos) propició la fisura y la destrucción definitiva. Finalmente, en 1874 las tierras de la estancia de Colalao, como se las conocía ya, fueron vendidas parceladas a don José Albezo y don Leocadio Paz.

56 Una ley de la provincia de Salta, del año 1859, estableció el cargo de “protector de indios” para su representación en cualquier juicio y por decreto del presidente Avellaneda, del año 1879, se designaba un defensor de pobres e incapaces para las familias indígenas reducidas en la campaña militar de la frontera sur.

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Parte de la propiedad comunal fue cedida para dar origen a la villa de San Pedro de Colalao.

A modo de cierre, es importante reconocer algunas particularidades que se han repetido en los pleitos analizados aquí. En todos ellos se reconoció la comunidad del pueblo originario y la sobreviviencia del mismo en el siglo XIX; se reconoció también el derecho antiguo a las tierras otorgadas por la Corona española; se reconoció igualmente, la propiedad plena por parte del pueblo, lograda a través del pago de los tributos. Pero el nuevo orden social, equitativo y exento de cargas tributarias pasó a desconocer el derecho de las poblaciones indígenas a las tierras comunales, que fueron declaradas terrenos baldíos. Los argumentos liberales se enriquecieron ante las diferencias culturales que fueron señalando la discriminación y creando el estigma de la “miserable casta india”. La transición, el discurso reformista colonial, la rigidez de las estructuras estamentales, jugaron un papel relevante en la reversión de los derechos comunales.

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4.Parcelas de producción en las áreas adyacentes a los fortines: el caso del Canton Tapalque Viejo

Miguel A. Mugueta

Introducción

Este trabajo final reúne parte de la información y de los análisis obtenidos por el proyecto PIAT (Programa de Investigaciones Antropológicas de Tapalqué, proyecto de investigación (radicado en la SECyT de la UNCPBA, Argentina) ya mencionados en otros textos, publicados o no, e incorpora cuestiones metodológicas desde el análisis de los conceptos teóricos que abordan la problemática sobre aspectos sociales en el régimen de propiedad de la tierra debatidos y desarrollados convenientemente durante el seminario de postgrado dictado por el Dra. Andrea Reguera, en el marco del programa del Doctorado de Historia, correspondiente a la Facultad de Ciencias Humanas de la UNCPBA, Argentina.

A modo de unidad de análisis tomamos el Cantón Tapalqué Viejo (en adelante CTV). Esta fortificación está localizada en una rinconada del arroyo Tapalqué. Se constituyó en un nodo estratégico de avance sobre el territorio indígena de la zona centro-sur pampeana. Fue fundado en noviembre de 1831 por el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, en tierras otorgadas por el mismo gobierno provincial, en concepto de enfiteusis, al Gral. Marcos Balcarce, amigo personal del antes mencionado, quien además suministraría a las tropas gubernamentales la defensa, el amparo y el resuello necesarios para sus travesías hacia la Patagonia. Asimismo, el emplazamiento en territorios privados podría suponer un uso particular para Balcarce, entonces Ministro de Guerra y Marina. Esta coincidencia habría establecido, a diferencia de otras fortificaciones de la pampa del siglo XIX, una situación de privilegio para los acantonados, quienes, como aseguran los documentos de la época, recibían partidas de provisiones regularmente, representadas en ganado, municiones, madera y utensilios (Mugueta y Guerci, 1997b; 1998).

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Sin embargo, el registro arqueológico plantea una controversia respecto del acceso a los recursos, específicamente a los alimenticios. En este sentido, los resultados de las investigaciones arqueológicas dan cuenta de un uso racional de los espacios adyacentes a la fortificación del cantón. Estos espacios, que abarcan aproximadamente 17 hectáreas, habrían sido parcelados en suertes de potreros y quintas que habrían funcionado a modo de unidades domésticas para la cría de aves de corral y para el cultivo intensivo de duraznos y naranjas (Pronus persica –duraznero- y Citrus aurantinum -naranjo amargo-), los que habrían complementado los suministros o recursos proporcionados por el gobierno de Buenos Aires. Estos predios serían el producto de la división territorial lograda a partir de la construcción de un importante sistema hídrico, con canales primarios y secundarios regulados por diques y represas, que asimismo aseguraba el riego intensivo y necesario para los cultivos. La división territorial debió ser establecida a partir de cierta lógica, la que remite necesariamente a las conceptualizaciones que en el momento operaban en las formas de organización social de la época.

Localización y breve reseña histórica

El sitio Cantón Tapalqué Viejo se halla a 36º 34' 40'' latitud Sur y 60º 04' 40.6'' longitud Oeste, en Argentina, provincia de Buenos Aires, partido de Tapalqué. Está ubicado en el interior de la estancia “La María”, de 2350 hectáreas, propiedad de la entidad benéfica Patronato de la Infancia -dedicada a la producción ganadera y a la agricultura- y a la vera del arroyo homónimo, en una 'rinconada' que forma el curso de agua y que fue utilizada como barrera natural en el sistema de defensa de la fortificación. Dista a 17 kilómetros al sur de la actual ciudad de Tapalqué, cabecera del partido mencionado y a 250 kilómetros al sur oeste de la Capital Federal. El lugar se corresponde con la subregión pampa húmeda, específicamente con lo que se define como Area de Depresión del Río Salado (Politis, 1988).

En la transición a convertirse Argentina en una incipiente "nación", los años sucesivos a la Revolución de Mayo (1810) y a la Independencia (1816) marcaron una etapa de expansión territorial interna y el planteo de unificación ideológica para formar el Estado argentino. Durante la segunda y tercer décadas del siglo XIX, el gobierno central, instalado en Buenos Aires y bajo la forma de gobernación de la provincia, pretendió dar solución a las guerras civiles entre dos grupos

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militarizados, con bases ideológicas diferenciadas o con control de poder territorial, llamados "federales" y "unitarios", representados en caudillos y en referentes intelectuales y militares. Estas luchas, compartían, sin embargo, un objetivo común, como era el de la plena disposición del recurso natural tierra, considerado de excelencia en las teorías económicas liberales impuestas por los países centrales en el resto del mundo colonizado. A pesar de no existir aún un gobierno consolidado, las políticas de expansión territorial interna se desarrollaron progresiva y eficazmente, continuando lo que había iniciado el modelo de colonización española para América, diferente del de los ingleses o los franceses. El modelo español implicó, a largo plazo, la desaparición física de la mayoría de los habitantes originales de los territorios conquistados, bajo la forma del exterminio físico y étnico, como medida exitosa para establecer el dominio definitivo de la cultura de ultramar (Bechis, 1992; Garavaglia, 1989).

Consecuentemente, lo que se denominó "Conquista del Desierto" a partir de las “líneas de fronteras” en la provincia de Buenos Aires, a fines del siglo XVIII y durante siete décadas del siglo XIX, fue el concepto legitimado por los gobiernos sucesivos para continuar la expansión sobre el territorio de los cacicatos. En forma muy similar a la "Conquista del Oeste" (EEUU), coincide en la implementación de dos estrategias básicas:

1- El avance de una línea de frontera móvil, esto es, la movilización de tropas militares -desde un centro geográfico determinado, generalmente el lugar de residencia del poder político- para ir estableciendo fortificaciones sobre el territorio a conquistar (espacio de asentamiento de sociedades indígenas), las que, en la 'Conquista del Desierto' fueron denominadas fuerte, fortín, cantón, guardia y comandancia, según la cantidad de tropas que albergaran y el poder logístico que asumieran desde su instalación (Raone, 1969; Mugueta y Guerci, 1997ª; 2000). Ante el avance de la línea de frontera, las sociedades indígenas sureñas de vorogas y mapuches lideradas por Calfucurá reocuparon diferentes nichos ecológicos y reacomodaron sus estrategias de vida a los recursos que les ofrecía ahora los nuevos espacios naturales. Espacios que disponían del recurso del guanaco, pero fundamentalmente la utilización de las rutas o "rastrilladas" para poder desarrollar las actividades comerciales relacionadas al "malocaje". De forma similar, y debido a la presión del avance de la frontera y a la

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ocupación de territorios por parte de colonos, podemos atender y tener en cuenta los trabajos desarrollados por West para los EEUU cuando analiza las diferentes migraciones étnicas ocurridas entre 1820 y 1840, en donde los grupos cheyenes se desplazan hacia las planicies centrales siguiendo la ruta de los bisontes y como resultado de las ocupaciones de colonos en el Este americano (West, 1991).

2- La apropiación de esos territorios -para implementar un modelo económico europeo sobre la base de la explotación del recurso tierra- y la 'colonización' de los mismos a partir de la instalación permanente de poblaciones 'blancas', preferentemente en áreas aledañas a aquellas fortificaciones, instando a la creación de poblados que luego serían las ciudades de hoy.

Las fronteras internas fueron límites simbólicos -materializados en fortificaciones- de esa situación permanente de colonización (Cabodi, 1950). Paralelamente, las leyes de enfiteusis instalaban a colonos inmigrantes, otorgaba tierras de la pampa bonaerense a oficiales y soldados que hubieran participado de las luchas por la Independencia o "contra el indio" y regalaba tierras a allegados de los gobernantes, lo que aseguraba el cambio de manos de ese recurso: de 'indios' a 'blancos' (Halperin Donghi, 1969, 1972 y 1975; Bechis, 1982, 1992; Fradkin, 1987; Garavaglia 1989, Mandrini, 1997, Mugueta y Guerci, 1997a, 1997b, 1998, 2000). Sucesivamente, la línea “avanzaba” y “ganaba” tierras para el incipiente Estado Nacional. Los malones fueron considerados por algunos autores como "empresas", esto es, estrategias de la sociedad indígena para la recuperación de bienes y para la redefinición económica y política ante la instancia de su exclusión (Mandrini, 1987; 1992; 1997). En octubre de 1831 se produjo un ataque indígena a la hacienda del Gral. Marcos Balcarce, entonces Ministro de Guerra y Marina y amigo personal del gobernador de Buenos Aires, Don Juan Manuel de Rosas. En consecuencia, éste ordenó la construcción del Cantón Tapalqué en tierras de aquél, en una explanada elevada, a la vera del arroyo Tapalqué y coincidiendo con una zona de tránsito y de comunicación para los grupos indígenas y para las partidas de militares y comerciantes hacia el sur (Mandrini, 1997). El Cnel. Gervasio Espinosa fue el comandante de la nueva fortificación durante cinco años y la primera dotación militar habría contado con veintisiete hombres (Capdevila, 1963, Mugueta y Guerci, 1997a; 1998).

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Según los resultados de las investigaciones del PIAT, la presencia de agua y pasturas permanentes, la proximidad al sistema serrano de Tandilia y la rinconada del arroyo Tapalqué definieron también la importancia logística para establecer la fortificación y relocalizar parte de los cacicatos considerados aliados por el gobierno central, los de los caciques Cachul y Catriel. Los grupos de ambas sociedades indígenas sumaban quinientos indios pampas en su población (Martínez Sarasola, 1992; Sarramone, 1993). El CTV pasó a integrar la denominada Línea de Fuertes y Fortines de la Frontera Sur. Fue habitado permanentemente desde 1831 hasta 1855, cuando se decidió trasladar la población y fundar el Nuevo Fortín Tapalqué, a 17 kilómetros al norte, donde actualmente se halla la ciudad de Tapalqué. Declinó su importancia al perder Rosas el poder político y, finalmente, el cargo de gobernador, hacia 1953. Según algunos autores, el fortín estuvo ocupado aún después de 1855 (Capdevila, 1963; Comando General del Ejército, 1974). La Historia destaca al CTV por dos batallas: la de octubre de 1836, un enfrentamiento entre vorogas, indígenas provenientes de Chile, y tropas acantonadas, y la de 1839, un ataque al cantón ejecutado por Calfucurá (cacique mayor que forma una Confederación, alianza entre distintos grupos indígenas a modo de estrategia resistencia colectiva) y una coalición de caciques y capitanejos (jerarquía menor dentro de las organizaciones indígenas), en donde las tropas militares mataron cerca de trescientos indios, mientras que de sus fuerzas murieron un teniente, dieciocho soldados y cinco indios “amigos”; los militares recuperaron también los caballos robados (Capdevila, 1963). En lo que fue este importante asentamiento, existe un monolito con una placa recordatoria de esta última batalla, la que determinó la declaración de Tapalqué como partido, y, en 1945, la del sitio declarado como Lugar Histórico Nacional.

Demandas para la alimentación: demandas de organización Las diferentes investigaciones dan cuenta que la ocupación del lugar no se limitó al espacio de la fortificación, sino que abarcó un área común para el desarrollo de actividades de sociedades que, en apariencia, se presentaron como diferenciadas pero que, en la práctica, participaron de una serie de tareas integradas y de una red de relaciones sociales complejas.

Cuando se enfocaron las primeras preguntas para las investigaciones del PIAT, la cuestión del espacio del cantón interesaba en tanto

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confirmara los datos escritos sobre los lugares de ocupación. Sin embargo, el registro fotográfico aéreo reveló, en los trabajos iniciales de prospección, la posibilidad de ampliar la potencialidad del sitio arqueológico fuera de los límites del cantón.

Las imágenes (ver mapa) muestran la disposición de un sistema de canales que dividen en veintiún parcelas los terrenos adyacentes a la fortificación. Estas zonas, así delimitadas, ponían en evidencia espacios que pudieron ser destinados a cultivos intensivos y a la cría de animales por parte de los pobladores del lugar, dada su semejanza con el diseño actual de potreros. A su vez, tanto las fuentes escritas como los resultados de las investigaciones arqueológicas evidencian el abastecimiento regular del cantón por parte del gobierno de Rosas.

De acuerdo con los documentos, fueron varias las solicitudes de envío de reses y armamentos para el Cantón Tapalqué Viejo (en adelante, CTV). Otros datos, en cambio, hablan de la existencia constante de ganado en el lugar, en su mayoría equino, el que era codiciado y robado por los grupos indígenas, llegando a mencionarse un número superior a mil cabezas (Capdevila, 1963). Una batalla, la más importante en el lugar, en 1839, se dio por la recuperación de ganado. También cabe mencionar una carta, la primera enviada por el Coronel Gervasio Espinosa -comandante del CTV durante los cinco años iniciales- a Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires. En ella le pide un recambio de armamento por considerarlo “a chispa y viejo” y agrega: “... se carnean ocho reses diarias con cuero, que los indios venden luego a los pulperos”. Rosas, en consecuencia, le contesta que “... ocho reses diarias es mucho y no alcanzaría el tesoro del Estado para ese gasto. Con una yegua gorda de tres años pueden comer cien de familia” (Capdevila, 1963).

En principio, las ambigüedades de los documentos son evidentes. Durante los veinticuatro años de ocupación permanente del CTV, desde 1831 a 1855, estas variaciones con respecto a los recursos alimenticios se plantean como contradictorias. Si bien la primera dotación militar de 1831 pudo contar con veintisiete personas (Capdevilla, 1963), la población se acrecentó con el asentamiento de civiles y con el contacto activo entre éstos y los grupos indígenas de la zona. En este sentido, los datos provenientes de una importante cantidad de documentos dan cuenta de las situaciones de contacto que provocaban el reclamo de los propietarios de las chacras:

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“...no solo para prohibir las cazerías de nutrias sino también las boleadas de avestruces, venados y otras correrías entre estancias, y por el inevitable mal y perjuicio que perciben los establecimientos de campo, no pueden permitir dicha matanza de nutrias, mucho más cuando en este momento son las ocho de la noche, se me acaba de avisar de una partida de cómo cien indios se han acampado en la estancia de Don Victorino Aristegui...”57.

“...han avanzado a mi chacra en el Tapalqué Viejo una indiada...pero estando con otros encargados en la Guardia, pero ni a ella ni a su marido le han hecho mal alguno...”58.

¿Cuáles fueron las razones, entonces, para puntualizar la división en veintiún parcelas del terreno adyacente al cantón, el que abarca una superficie de, aproximadamente, cuarenta mil metros cuadrados?

¿Se podría suponer que esta sociedad, en continua construcción y redefinición, desarrolló formas productivas propias, en consonancia con las posibilidades del medio y superando las condiciones de enfrentamiento latente?

Los aportes de la arqueología

En el análisis de los distintos lugares de uso y de ocupación que implicó el Cantón Tapalqué Viejo, pensado desde su dimensión material y simbólica, las divisiones del terreno colindante con la fortificación juegan un papel decisivo para la comprensión de los modos de vida y patrones de conducta cotidiana, los que se relacionan con fenómenos de significación y construcción de una estructura social para las llamadas “situaciones de frontera”. Este trabajo apunta, entre otros objetivos, a recuperar información sobre las diversas fases ocupacionales que se encuentran representadas en el sitio y que remiten al aprovechamiento histórico de un espacio geográfico específico, el

57 (AGN. Enviado el 18 de enero de 1838 por el Juzgado de Paz y Comandancia Militar al Comandante Militar del Cantón Tapalqué, Sargento Mayor Don Bernardo Echavarría). Completar la cita con la indicación de la Sala de AGN y demás datos.58 Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, Azul. Enviado el 27 de diciembre de 1847 por el Comandante Militar del Cantón Tapalqué, Don Bernardo Echavarría, al Juez de Paz y Comandante Militar del Fuerte San Serapio Mártir –Azul- Don Pedro Rosas y Belgrano. Completar la cita con la indicación de la Sala del o sección del Archivo citado y demás datos.

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que se corresponde con una rinconada que forma el arroyo Tapalqué, límite natural para la defensa del Cantón. El análisis ha precisado de la intervención interdiciplinaria, en la cual especialistas de la ingeniería hidráulica, botánicos y de los estudios de suelo han aportado datos de fundamental importancia para la interpretación de aquellas prácticas humanas.

En los trabajos en el Cantón Tapalqué Viejo existe una cuestión que aparece como recurrente. A partir de las primeras prospecciones y sondeos realizados en terreno y luego de haber excavado el sitio arqueológico en seis oportunidades, esta problemática permanece y promueve interrogantes acerca de cuáles fueron las experiencias de una “sociedad de frontera”. La población del cantón entre los años 1831 y 1855, años respectivos de su fundación y desalojo, parece haber compartido circunstancias similares con otras sociedades en situaciones aparentemente similares, como lo fueron los grupos de otras fortificaciones en la zona pampeana hacia mediados del siglo XIX (Fuerte San Serapio Mártir, 1832; Fuerte Blancagrande, 1828 (Goñi y Madrid, 1995; Gómez Romero y Mariano Ramos, 1994); Cantón Azul o Santa Catalina, 1830). Sin embargo, las prácticas humanas de los habitantes del Cantón Tapalqué Viejo pudieron desarrollar experiencias particulares para esa circunstancia particular.

Desde el momento en que las fotografías aéreas tomadas al sitio y un reconocimiento prospectivo dan cuenta del uso racional del espacio, no ya planificado desde los ingenieros y topógrafos contratados para la instalación de los fortines, se plantea para la investigación identificar aquellas prácticas colectivas, entre actores relacionados con las sociedades militar y civil -indígena y no indígena-, asociadas a dicho uso.

El área presenta una diferenciación territorial que podría llegar a delimitarse de la siguiente manera:

a. el espacio ocupado por el cantón propiamente dicho, cuya superficie es de aproximadamente 7200 metros cuadrados (120 mts. por 60 mts.), no se corresponde con una forma poligonal específica.

b. hacia el norte del cantón, un sector de terrenos, dividido por canales, que ocupa la rinconada formada por el arroyo Tapalqué, barrera defensiva natural para la fortificación; y hacia el sur y el este, el lugar donde pudo haberse establecido la población civil no indígena

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y las sociedades indígenas. Estas zonas abarcan un espacio de siete hectáreas y coinciden con una elevación del terreno, aparentemente natural.

En el transcurso de las excavaciones, los materiales recuperados en el registro arqueológico dan cuenta de una abundancia de restos esqueletarios de ganado y animales de granja: vaca (Bos taurus), caballo (Equus caballus),cerdo (Sus escrofa), oveja (Ovis aries), gallina (Gallus gallus), patos o gansos (Anatidae) y pavo (Melleagris gallopavo); y de la fauna local: ñandú (Rhea americana), chaja (Chauna torquata),vizcacha (Lagostomus maximus), peludo (Chaetophractus villosus) y ratón (Akodon). (Mugueta y Guerci, 1997; Mugueta y Bayala 1999ª y 1999b).

Sin embargo, las condiciones históricas y las circunstancias -políticas y no políticas- del Cantón Tapalqué Viejo podrían llegar a remitir a una interacción particular para este caso.

En primer lugar, los documentos escritos parecen coincidir en que esta fortificación se veía privilegiada con respecto al aprovisionamiento, en tanto los terrenos en donde se hallaba instalada pertenecían al General Marcos Balcarce, amigo personal de Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires a la fecha de su fundación en 1831. Estos datos hablan de partidas regulares de ganado vacuno para el consumo de la población acantonada. El registro arqueológico, hasta el momento, da cuenta de una mayoría de partes esqueletarias correspondientes a esa clase de animales. Pero entonces surgen las preguntas: ¿Qué cantidad de animales se concentraban en esos predios circunscriptos por el arroyo y el cantón, si eran, permanentemente, corrales para animales no paridos ni criados allí? ¿Qué significaban, si no eran corrales limitados por zanjas, esos espacios?

Una de las hipótesis de la investigación, ya planteada en trabajos anteriores, es la de que los grupos asentados en el lugar -y considerados con la categoría de población- desarrollaron una producción local de bienes de consumo teniendo en cuenta el espacio aledaño al cantón (Mugueta y Guerci, 1997). La serie de tareas de búsqueda de datos, ya no sólo arqueológicos, trató, en parte, de orientase en este sentido. No obstante, las consultas a profesionales de otras disciplinas y el análisis de algunos materiales del registro arqueológico comenzaron a apuntar hacia una posible verificación.

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La ingeniería fue una de las disciplinas auxiliares. El estudio del terreno y de las formas de canalización y recirculación de las aguas por las zanjas principales y secundarias propuso que en la zona de los llamados predios se establecía una comunicación fluvial permanente, la que habría generado un microclima con mayor grado de humedad que lo normal, dados ciertos períodos de sequía que podrían haber puesto en riesgo los ciclos productivos (por ejemplo, la llamada “Pequeña Edad del Hielo” entre 1830 y 1840, (Politis, 1988).

El análisis de las semillas halladas en el contexto arqueológico requirió del trabajo de la cátedra de Botánica Agrícola II de la Facultad de Agronomía de la UNCPBA. Las muestras, correspondientes a diferentes cuadrículas y niveles de excavación del interior del cantón, fueron identificadas como Pronus persica (duraznero) y Citrus aurantinum (naranjo amargo). La presencia de estos vegetales en una zona que, para esa época histórica, no presentaba forestación, podría estar asociada a cultivos de estas especies en las parcelas adyacentes al cantón.

En otra de las zonas de excavación, reconocida como área de descarte o basural secundario (Mugueta y Anglada, 1997; Mugueta y Bayala 1999ª y 1999b) en el interior del cantón, se recuperaron dos coprolitos o excrementos fósiles, los que orientan a estudios sobre la nutrición de sus excretores. Según Wing y Brown (1979), la paleonutrición sintetiza un aspecto de la subsistencia evaluando en términos de necesidades fisiológicas la alimentación representada en sitios arqueológicos en un momento dado del pasado.

Las muestras recuperadas fueron analizadas por la Ingeniera Agrónoma Silvia Cid, de la Unidad Integrada Balcarce, Estación Experimental Agropecuaria INTA, Facultad de Ciencias Agrarias de la UNMdP. En un análisis preliminar se reconocieron algunos tejidos vegetales, no alcanzando a especificar para cada fragmento estudiado. Se determinó que correspondían a xilema o tejido de conducción esclerenquima, tejido de sostén que puede aparecer en frutos y semillas, y a aerenquima, un tejido que se caracteriza por poseer grandes espacios intercelulares y que puede asociarse con ambientes húmedos. Otra identificación se refirió al reconocimiento de epidermis de gramíneas (pastos), sin poder llegar a individualizar especies vegetales, y a estructuras de conducción, las que posiblemente se asocien con

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leguminosas, dada la presencia de cristales asociados a las nervaduras de los vegetales. Actualmente, las muestras se hallan en una segunda etapa de análisis, de manera tal de precisar tanto las especies como su época de desarrollo (invierno, verano, etc.) (Mugueta y Bayala 1999ª).

Los análisis antes mencionados presentan algunos indicios que podrían estar relacionados con la construcción de un sistema de riego intensivo; asimismo los canales servirían tanto para la división de las parcelas como para bebedero de los animales. El sistema de riego habría producido un microclima húmedo que resultaría fundamental para el sostenimiento de los ciclos estacionales en el cultivo de hortalizas, legumbres, frutos y cítricos.

Además, y asociado al sistema de canales mencionado, se localizó un área que se presenta como una plataforma por encima del curso del arroyo y por debajo del límite máximo de la barranca hacia la superficie del terreno. Es una zona plana, cubierta en su mayoría de tosca y pastura que, ante la creciente, queda tapada por el agua. Termina donde aparece un poste, enterrado en el lecho del río, que parece coincidir con la instalación de una represa o dique en tiempos del cantón, teniendo en cuenta que los análisis edafológicos del lugar determinan un pH estable (promedio 7 en la escala de acidez/alcalinidad) que favorece la conservación de materiales orgánicos. Esta represa serviría para levantar el nivel natural del arroyo Tapalqué y dirigir parte de su caudal a una zanja o entrada principal que abastecería a otros canales secundarios del área.

Según apreciaciones de profesionales de la hidráulica, este islote bien podría haberse formado como producto del estancamiento de sedimentos arcillosos ante la presencia de un dique. En este sentido, se ha tomado en cuenta que el sitio arqueológico se halla ubicado en lo que se denomina Area Central-Norte, en la cual, por debajo de la formación Lujanense y por debajo del suelo actual (humus), aparecen sedimentos eólicos distribuidos en forma esporádica y constituidos por limos areno-arcillosos o arenas limosas de color marrón claro, denominados Formación La Postrera (Gentile, 1997).

La posibilidad de existencia de un dique para alimentar la canalización del terreno también trató de ser sustentada con los trabajos de Arqueología Subacuática. Entre los materiales recuperados en el lecho del arroyo aparecen dos argollas de metal como elementos

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significativos relacionados a sistemas de aparejos o mecanismos para controlar el caudal hídrico que alimentaría el sistema de canales que dividía las adyacencias del cantón en 21 parcelas, sobre todo por ser encontrados al pie del poste mencionado (Mugueta y Guerci, 1998).

Planteos sobre el uso racional del espacio: entre las concepciones y los fenómenos de frontera. En la intención de aproximarnos a las concepciones sobre la tierra y su relación con el ser humano que operaban en los miembros de este grupo social asentado en el CTV, podríamos comenzar, desde una primera mirada, por la teoría lockiana. Locke asume que la relación es el resultado de la construcción del individuo apropiándose de la naturaleza por medio del trabajo, transformando el medio natural para sí mismo y siendo el mismo individuo, en este caso el acantonado militar, el indio aliado o el civil, el propietario de los bienes producidos (Locke, 1690). La propiedad privada resulta de un proceso de apropiación, idea que funda el régimen político moderno: la república del ciudadano propietario, donde para tener independencia política es necesario tener independencia económica. Pero debemos de tener en cuenta que para el período que nos interesa se comenzaban a instalar, en los sectores dirigentes locales, nuevos debates y programas sobre la cuestión de la propiedad. Estos temas estaban relacionados a los recientes movimientos filosóficos surgidos en Estados Unidos a partir de la Constitución de 1776, donde se privilegia la posesión y la protección de la propiedad privada desde un derecho inviolable y sagrado.

Tratando de acercarnos a los interrogantes de cómo y cuándo aparece la conciencia de sí como propietario y la noción de propiedad privada y cómo influye esto en el pensamiento de quienes propusieron un modelo de país en el Río de la Plata hacia los siglos XVIII y XIX (y su relación con la ocupación de la tierra), se hace necesario aquí considerar la influencia del proceso jurídico y legal o pandectístico, que no sólo orientará e inspirará directamente la redacción de las constituciones latinoamericanas sino también los primeros reglamentos modernos sobre la propiedad de la tierra en la provincia de Buenos Aires, el que se remonta al Código de Napoleón (Libros II y III)de 1804, donde en su artículo 504 señala el derecho de gozar y disponer de las “cosas” de la manera más absoluta posible, pero sosteniendo fundamentalmente que la propiedad privada es el alma universal de toda legislación. Desde un eje opuesto, el materialismo histórico intentó controvertir el derecho natural

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de los humanos con respecto a la propiedad, entendiendo que ésta no es sólo una categoría económica pura y simple, sino que la propiedad privada implica la apropiación del trabajo, por parte de la clase dominante, de los hombres dueños de la fuerza de trabajo. Como antecedente teórico de ello se reconoce el análisis de Juan Jacobo Rousseau, quien señalaba que la propiedad era la causa de la desigualdad social y culpable, por lo tanto, de todos los males. Continuando esta línea de pensamiento, el teórico del socialismo utópico Proudhon, en su trabajo Quést-ce que la propieté de 1840, sostenía que la propiedad privada era sencillamente un robo de la burguesía y que los todos los hombres debían tener derecho a la cosecha pero no al suelo.

Tanto porque enfatizan sobre la propiedad como un derecho o porque le atribuyen el carácter de factor generador de la desigualdad social, los debates teóricos sobre ella, iniciados durante el Iluminismo y hasta la actualidad, nos plantean tres dimensiones sobre las cuales se ha de centrar el análisis: la propiedad como hecho social, como hecho jurídico y como hecho político. La primera de ellas se relaciona con las nociones de individuo y con la construcción del individuo moderno; la segunda dirige la mirada a la propiedad como derecho humano (y su relación con el Estado); la tercera, a la propiedad como resultado de la conquista o defensa.

Las coincidencias y/o controversias en las diferentes corrientes de pensamiento, cimiento de los planteos teóricos mencionados, merecen y deben ser tenidas en cuenta a la hora de definir los estudios de las sociedades de frontera del siglo XIX en la provincia de Buenos Aires. En este sentido, son fructíferas para referirnos a los modelos ‘culturales’ a partir de los cuales se establecieron formas de organización social que atañen a nuestro objeto estudiado. No obstante, los fenómenos socioeconómicos que investigamos, aun cuando se inscriben en procesos globales, fueron también el resultado de formas particulares de vida y de resolución ante situaciones no pensadas o no contempladas por los esquemas macro, los que sin duda formaron parte de las versiones históricas hegemónicas, en su tarea de sostener y reforzar a los grupos hegemónicos, actores fundamentales de la historia en las fuentes escritas. El trabajo quizá apunta a no continuar relegando a los otros sectores sociales, también participantes de la construcción de una identidad histórica, al olvido o al lugar que les deja la perspectiva etnocéntrica heredada de Europa con la conquista.

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De hecho, el caso del Cantón Tapalqué Viejo nos permitiría suponer que tanto lo macro como lo micro operó en las interacción social del lugar. Quizá la división territorial, propuesta desde un Estado en formación y a través del sistema de enfiteusis, también permanecería vigente para las familias de los acantonados o para los grupos encargados de estas actividades, quienes podrían ser arrendatarias de las parcelas de tierra. Es aquí donde también nos surgen algunas preguntas: ¿quiénes serían los encargados de trabajar las parcelas? ¿eran familiares de los militares acantonados? Tanto la fuentes como las evidencias arqueológicas presentan cajas negras en este sentido. ¿Tal vez los militares de bajo rango o aquellos milicos afectados al sistema de levas y premiados por sus labores serían los que podrían disponer de la propiedad de esas pequeñas pero productoras tierras? ¿O tal vez el “buen negocio” era sólo el comercio de cueros y plumas, relegando las actividades de huertas y granja a los indios catrieleros que habían pactado con Rosas, las que serían unidades domesticas de producción? De otra forma, es posible que estos pobladores sólo fueran los encargados de desarrollar una actividad económica programada por las autoridades del cantón o de la comandancia de la línea de frontera. En ambos casos habrían suministrado para la alimentación (total o parcialmente) productos cultivados y animales de granja para complementar la dieta de carne vacuna del grupo social formado por civiles, militares o indios. Acá debemos recordar que los cacicatos asentados en la zona del Tapalqué se hallaban íntimamente relacionados a la política rosista, a partir de pactos y negociaciones regulares, por lo que operaban como militares de frontera.

Los registros documentales y arqueológicos no están en condiciones de responder total y taxativamente a estas cuestiones. Pero igualmente hemos de interrogarnos sobre cuáles fueron las reglas de distribución de las parcelas o la lógica que operó en la utilización del espacio productivo. Es probable que la situación de control sobre todo el territorio debería mantener un vínculo jurídico o sea, un derecho legal, entre Marcos Balcarce y el gobierno. Cabe preguntarnos si la misma categoría se presentaba entre las autoridades del cantón y los ‘campesinos’, ante la suposición de que debió haberse establecido un ‘reglamento local’ para el uso de las parcelas presuponiendo la necesidad de una organización social para el acceso a los recursos alimentarios. Si esto fue así, la comandancia fortinera debió recurrir a lo que desde la teoría se denomina pandectismo, en el intento de obtener recursos complementarios basados sobre la producción de frutas, hortalizas, legumbres y cría de aves de corral. El

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concepto de pandectismo es usado para definir el conjunto de reglamentos o normas vinculado a la organización de la propiedad privada.

El análisis también propone considerar algunos conceptos de Paolo Grossi, cuando dice que el estatuto propietario desciende de las cosas y no del sujeto, dado que el régimen de la propiedad no es fruto de la presión de las estructuras sino expresión de una mentalidad (Grossi, 1992). De esta forma, cuando estudiamos la propiedad no nos permitimos ver la diversidad cultural. Grossi asume que la noción de propiedad depende de la mentalidad, y como hay una diversidad cultural, este concepto de propiedad cambia porque depende de la mentalidad. La mentalidad, según Grossi, es un conjunto de valores históricamente construidos y se mantienen como estructura identitaria en el acerbo cultural.

Lo que se denominó “línea de fronteras” en la región pampeana, a fines del siglo XVIII y durante siete décadas del siglo XIX, fue la categorización legitimada por los gobiernos de la época para continuar una expansión territorial al interior, espacios hasta ese momento en mano de los cacicatos catrieleros pampeanos. Las fronteras internas fueron límites simbólicos -materializados en fuertes, fortines, cantones, guardias y comandancias- de una situación permanente de colonización. Progresivamente, el límite “avanzaba” y “ganaba” tierras en nombre del incipiente Estado Nacional. Esta perspectiva, sostenida por sucesivas corrientes históricas, ha planteado grupos sociales taxativamente diferenciados y antagonistas, calificados negativa o positivamente según su acción militar, en tanto ejecutaban malones o avances de la frontera.

La “conquista” ya era presentada como una necesidad por el ingeniero, geógrafo y naturalista español Félix De Azara, quien fue enviado en 1781 al Río de la Plata para fijar los límites de las posesiones españolas. Hombre del Iluminismo y fisiócrata, con ideas ligadas al evolucionismo y al orden natural, estudió desde su llegada y hasta 1802 la producción y el consumo, comparando las sociedades de labradores españoles y los colonos agroganaderos de la provincia de Buenos Aires. En sus trabajos criticó la falta de políticas relacionadas al otorgamiento de propiedades a los colonos, tomando el ejemplo de las estancias en Paraguay. De esta forma, consideraba importante, para el desarrollo económico, apelar al pequeño propietario, dado que, al no existir títulos de propiedad legítimos, se producía la ocupación y el Estado no recibía

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impuestos, por lo que entonces no se percibía la prosperidad (De Azara, s/d).

El contraste entre “tribus depredadoras” y “la civilización” se reforzó a partir de considerar a las campañas en la pampa como epopeyas militares, las que exaltaban los valores asumidos como legítimos para construir una nación emergente pero que, en su tránsito, se encontraban con situaciones adversas. La sociedad que originalmente habitaba esas tierras, los llamados “indios”, se interponía entre aquel ideario y su aplicación efectiva. Los modelos no coincidían, se excluían y uno de ellos debía imponerse.

Desde la reseña escrita, la información ha sido seleccionada para consumar el triunfo de una de las facciones: la del “blanco”, la de quienes habían heredado la manera europea de vivir y organizar su mundo. La ocurrencia de un contacto entre actores sociales que necesariamente debieron convivir y recomponer el uso de un espacio, aún en circunstancias hostiles, orientó los interrogantes de esta investigación, como lo ha hecho con algunos nuevos trabajos de la historiografía (Mugueta y Guerci, 1997).

La consolidación del Estado Nacional en 1880, luego de la campaña etnocida del Gral. Julio Argentino Roca, reafirmó los objetivos planteados en la etapa de formación. De la mano de Juan Bautista Alberdi, Dalmacio Vélez Sarsfield y Domingo F. Sarmiento, entre otros, con el proyecto de modelo agroexportador, la consolidación del Estado argentino se presentó como un aspecto constitutivo de un proceso de construcción social que involucró el desarrollo de las fuerzas productivas (ferrocarriles, frigoríficos, etc.), los recursos materiales disponibles (fundamentalmente la tierra, que por fin se encontraba en manos de la clase dominante), el tipo de relaciones de producción representadas por los dueños de la maquinaria y la nueva oligarquía terrateniente, pero también con los obreros y campesinos inmigrantes que darían origen al movimiento obrero organizado, y, por supuesto, el ingreso mayoritario de los capitales ingleses como inserción en la nueva trama de relaciones internacionales.

La Argentina de la década del 80’ se ubica entre los primeros países del mundo en lo que hace a su comercio exterior. No obstante, el desarrollo ya mostraba signos alarmantemente contradictorios: nos íbamos sumergiendo en el proceso que nos llevaría a ser una sociedad

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capitalista dominada por el imperialismo. Toda esta etapa estuvo signada por la creciente influencia de los capitales extranjeros que, gradualmente, irían distorsionando lo que había comenzado a la caída de Rosas. Podemos asegurar que este modelo de exclusión se fundó a partir de las experiencias resultantes de aquella sociedad de frontera del CTV.

Conclusiones

Indudablemente el modelo hegemónico heredado desde los pensadores europeos fue el que se puso en práctica desde la colonización y en adelante con la conquista del desierto, para ingresar inmediatamente en la dependencia económica y política de la mano del modelo agroexportador que nos convertía en una semicolonia inglesa. De esta situación no escapó la sociedad pampeana organizada en el CTV. Si bien la tierra, luego de perder la importancia militar a partir de la definitiva campaña de Roca, quedó para Balcarce y por ello los asentados se tuvieron que trasladar al nuevo asentamiento donde hoy se encuentra la ciudad de Tapalqué, tampoco Balcarce continuó aprovechando las parcelas para producir. El modelo agroexportador propuso la implementación de nuevas técnicas agropecuarias a gran escala, lo que marcó el fin de una experiencia basada en el desarrollo de una microeconomía que podría sostener, en forma adecuada y sustentable, la posibilidad de un sistema autogestionado, aún en el presente, y como recurso importante para sectores de pequeños chacareros.

Pero en los contextos arqueológicos del CTV existen las evidencias y pautas concretas de un uso racional del espacio para la producción de recursos alimenticios. Lo que no logramos definir es cuál fue esa lógica de uso y distribución, tanto para el planteo de unidades productivas (parcelas) como para la organización/división en grupos de personas para trabajarlas; tampoco se conoce el criterio de distinción entre quiénes debían ocuparse de la producción y quiénes no. ¿Cómo se organizaron y quienes eran los grupos o sectores sociales responsables de la producción local? ¿Fue posible que las parcelas adquirieran el carácter de ‘propiedad’ para algunos?. No llegar a responder totalmente a estos interrogantes es, no obstante, un planteo importante, porque demuestra que otras parcelas, las de la realidad concreta de la vida en las sociedades de frontera quedan invisibilizadas (no se cuentan) en el relato histórico en el intento de reforzar la idea de que los procesos

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sociales de las fortificaciones de mediados del siglo XIX fueron consonantes con los objetivos propuestos por los sectores políticos hegemónicos de fines del siglo XIX.

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---------------------------- "Reflexiones sobre el llamado 'complejo ecuestre' en la Argentina,” Runa, Vol. XVI, Buenos Aires, 1986, pp 157-58.Politis, Gustavo. “Paradigmas, modelos y métodos en la arqueología de la pampa bonaerense”, en: Arqueología Contemporánea Argentina. Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1988.Proudhon, Pierre J. Qu’est-ceque la propieté? en Ediciones Orbis S. A. Madrid,1984Raone, Juan M. Fortines del Desierto. Tomos 1, 2 y 3, Vol. 143, Revista Biblioteca del Suboficial. Buenos Aires, 1969.Ratier, Hugo. "El Cantón Tapalqué Viejo: el estudio de asentamientos en 'zona de frontera' y de formas identitarias posteriores desde la perspectiva de la Arqueología, la Antropología Social y la Etnohistoria", Anteproyecto SeCyt, UNICEN, 1998.Sarramone, Alberto. Los Catriel y los indios pampas de Buenos Aires. Editorial Biblos. Azul, 1993.Turner, Frederick. "El significado de la frontera en la historia americana,” en Estudios (nuevos y viejos) sobre la frontera. Pp: 9-44. Francisco de Solano y Salvador Bernabeu, eds. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991West, Elliot. "A Longer, Grimmer, But More Interesting Story". Pp: 103-111, en: Trails Toward a New Western History. Patricia N. Limerick, Clyde A. Milner and Charles E. rankin, eds. Lawrence, university of Kansas Press, 1991.Wing, E.S. y Brown, A.B. Paleonutrition: Method and Theory in Prehistoric Foodway, Academic Press, New York, 1979.

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5.Discurso jurídico y prácticas sociales en torno a la dinámica de acceso a la propiedad de la tierra.El caso de los selk'nam (Tierra del Fuego 1870 -!930)*Rosana Paoloni

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6.Política de tierras públicas y Chaco Salteño (1880-1920)

Azucena del Valle Michel*

María Mercedes Quiñonez**

Blanca Esther Corregidor***

Introducción

Con el nombre de Gran Chaco se conocía, desde la época de la colonia, una amplia región de la que formaban parte las actuales provincias de Chaco, Formosa, este de Salta y norte de Santiago del Estero y Santa Fe. En ella habitaban numerosas 'naciones' y parcialidades indígenas. Desde aquel tiempo también datan las expediciones que tuvieron como objetivo su sometimiento. Pero fue en el marco del proceso de consolidación del Estado-nación en que se profundizaron y concluyeron las campañas que hicieron posible el ejercicio efectivo de su soberanía, borrando las “fronteras internas” y quitando las tierras a sus verdaderos dueños para incorporarlas a la producción capitalista.

La economía salteña, marginada del proyecto agroexportador, se basaba fundamentalmente en la explotación ganadera, cuyos mercados fueron los países limítrofes y las provincias vecinas. Precisamente, la mayor parte del ganado vacuno tenía como destino el norte de Chile que demandaba mayor producción a medida que crecían las necesidades generadas por la extracción del salitre, demanda que se mantiene aun después de la declinación de la industria chilena. Los principales beneficiarios de este comercio fueron los comerciantes– terratenientes salteños, quienes controlaban tanto el poder económico como el político. Sin embargo, este tipo de economía dependía de las oscilaciones del mercado chileno y- al no existir diversificación en la producción- se producían continuas crisis, a las que se sumaban los enfrentamientos intraoligárquicos por el control de los recursos del Estado. Desde el punto de vista político y económico, el Chaco salteño * Universidad Nacional de Salta y Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta. [email protected].** Universidad Nacional de Salta y Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta. [email protected]. *** Consejo de Investigaciones de las Universidad Nacional de Salta.

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resultaba de gran interés para el Estado provincial. Después de 1880 aun existían superficies importantes de tierras fiscales, sobre todo en los departamentos de Rivadavia, Orán y Anta. Por este motivo nuestro estudio se centrará en ese escenario geográfico.

El presente trabajo se propone analizar la política de tierras públicas implementadas por el Estado provincial entre los años 1880 y 1920. Para ello se examinarán, por una parte, la legislación sobre tierras, finalidad y resultados de su aplicación; y por otra, el comportamiento de las operaciones de ventas que aquella generó. En este sentido se pretende dar respuesta a dos cuestiones: la política de tierras como facilitadora de recursos para el sostenimiento del Estado provincial y como mecanismo de concentración de la propiedad. El período seleccionado para el análisis, políticamente se inscribe en el momento de la consolidación del Estado-nación. En relación al aspecto económico, en la provincia de Salta se va produciendo el paso de una economía basada casi exclusivamente en la ganadería a una gradual diversificación, experimentada sobre todo a partir de la década de 1920, con la producción azucarera para el mercado nacional, la explotación del petróleo, la industria maderera, etc. Las fuentes utilizadas fueron variadas: Protocolos Notariales; Libros de Escrituras de la Dirección General de Inmuebles de la provincia de Salta; Memorias e Informes de Gobernadores; Presupuestos anuales; Censos de Población y Agropecuarios; Boletines Estadísticos de la provincia de Salta y diarios provinciales.

El Chaco: su importancia política y económica

A partir de la ruptura de la situación colonial se abrió un largo y complejo proceso histórico en el que se mezclaron distintas cuestiones, proyectos y tiempos, en procura de la formación del Estado nacional, la creación de la nación y la constitución del mercado interno. A su vez estos tres movimientos de larga duración estuvieron en íntima conexión con la constitución de la burguesía terrateniente como clase dirigente de la sociedad argentina, simultáneamente con el proceso de acumulación originaria del capitalismo dependiente (Ansaldi, 1985). La resolución de estos problemas, según la mayoría de los autores, llegó hacia 1880 y para ello el Estado tuvo que apelar tanto a formas represivas como a bases consensuales, necesarias para imponer su autoridad. En este sentido, imponer el “orden” era necesario para

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facilitar el “progreso”, a su vez éste se constituía en condición de legitimidad del “orden”. Orden quería decir, terminar con los indios, con las guerras civiles, las montoneras y todo obstáculo que limitara la articulación de los factores productivos, como la dispersión y el aislamiento de los mercados regionales, la escasez de población, la precariedad de los medios de comunicación y transporte, la anarquía en los medios de pago y en la regulación de las transacciones, la inexistencia de un mercado financiero, las dificultades para expandir la frontera territorial incorporando nuevas tierras a la actividad productiva.

Este orden tenía también proyecciones externas: permitiría obtener la confianza en el extranjero, en la estabilidad del país y sus instituciones, permitiendo la atracción de capitales e inmigrantes; dos factores de la producción indispensables para alcanzar el progreso (Oszlak, 1997). Es en este contexto en que se profundizaron y concluyeron las campañas contra los indios del sur y del Chaco. El avance de la frontera del Chaco salteño era prioritario para el Estado provincial, de manera concordante con la política nacional. Sus tierras y clima permitían la multiplicación del ganado y el desarrollo de la caña de azúcar59. Al mismo tiempo sus habitantes aborígenes servían como mano de obra en los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. A esto se debe agregar la necesidad de establecer sus límites y lograr la vía fluvial del Bermejo hasta el Paraná a fin de comunicarse económicamente con el Litoral atlántico. Fuertes motivaciones tenían los grupos dominantes salteños para hacer efectiva su presencia en el Chaco. De allí también, se explica su participación en la Liga de Gobernadores, alianza que llevó a la presidencia al general Julio A. Roca en 1880. Los puntos básicos del programa prometido por este candidato fueron: la prolongación del ferrocarril (en 1876 había llegado a Tucumán)60 que, llegando a Salta, alcanzaría la frontera con Bolivia, con el fin de recuperar el intercambio comercial; la solución del problema de la federalización y delimitación de la frontera sobre el Chaco; la incorporación del Río Bermejo como vía de comunicación para el desarrollo de la zona, con aporte inmigrante; la reestructuración financiera y presupuestaria de la

59 En 1871 existían 8 haciendas azucareras en el departamento de Orán y 10 en Campo Santo. En éste último, la más importante era la de la familia Fernández Cornejo que databa de 1760. Stuart, Federico (1873), “Datos sobre la provincia de Salta”. En Boletín Oficial de la Exposición Nacional de Córdoba en 1871, Buenos Aires. Año de edición.60 El ferrocarril llegó a la ciudad de Salta en 1891.

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provincia para atender la demanda de metálico por parte del comercio y el crecimiento de la estructura burocrática.

El general Roca no era un desconocido en Salta. Había participado en defensa de la provincia en la última invasión de Felipe Varela; su influencia se hacía sentir en el control de las comandancias de fronteras y, como ministro de Guerra, durante los conflictos generados por el militar salteño Napoleón Uriburu61. Todos estos hechos lo habían mantenido en estrecho contacto con los grupos dirigentes locales (Torino, Michel y Correa, 1996). Esa alianza se relacionaba con la acción consensuada llevada a cabo por la burguesía terrateniente porteña con las oligarquías provinciales para imponerse y mantener un orden político unificado en las provincias, pues de ellas dependía para establecer su legitimidad. A su vez, el apoyo del poder central era de suma importancia para las provincias que necesitaban protección a fin de que sus grupos predominantes prosperaran y para aquellas que necesitaban el empleo nacional para producir ingresos que la débil economía local no podía ofrecer (Balán, 1978).

Mientras ejercía la presidencia el general Roca, el Congreso Nacional sancionó en 1884 la Ley Nº 1470 por la cual se autorizó al Poder Ejecutivo a invertir la suma de quinientos mil pesos para atender los gastos que demandarían la ocupación militar de los territorios del Chaco. En cumplimiento de esta resolución, el general Benjamín Victorica, a la sazón, ministro de Guerra y Marina del presidente Roca, aprestó la más importante expedición organizada hasta la fecha. Las fuerzas militares debían partir de la periferia al centro, es decir desde Santa Fe, Formosa, Jujuy, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, con el propósito de romper la cohesión de las tribus y llegar a La Cangayé, punto céntrico del poderío aborigen. En este lugar convergían los caminos que venían del Litoral, como los que bajaban a las provincias citadas. Su resultado fue la instalación de divisiones sobre el Bermejo y la ocupación definitiva de la actual provincia de Chaco por el ejército nacional (Torino y Figueroa Solá, 1982).

Además se secuestraron gran número de cabezas de ganado y se llevaron a cabo tareas de reconocimiento, relevamiento y otros trabajos.

61 Napoleón Uriburu ejerció la Comandancia del Chaco como jefe del Regimiento 12 de Caballería de Línea. Por su intromisión en acontecimientos políticos de Salta y Jujuy fue denunciado ante las autoridades nacionales quienes, en 1878, decidieron su nuevos destino: la frontera sur.

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Durante 1885 y 1886 continuaron reforzándose las líneas de fuertes y fortines62 y, como estos tenían carácter de avanzadas, dejaban atrás grandes “desiertos” que urgía poblar. A partir de entonces se inició una penetración permanente hasta 1917, fecha de finalización de la campaña del Chaco.

En el Chaco salteño o sea al este de la provincia, o dicho de otra manera en el borde occidental de la región chaqueña, se encuentran tres departamentos: Anta, Orán y Rivadavia. Para el período abordado, la provincia de Salta aún no había definido sus fronteras actuales. Hacia el oeste, una parte del desierto o Puna de Atacama conformó desde el año 1900 hasta 1943, la Gobernación de los Andes. En esta última fecha el extenso desierto fue dividido en tres departamentos, de los cuales quedó bajo jurisdicción de la provincia de Salta el de Pastos Grandes, hoy departamento de Los Andes.

Los diversos climas del espacio salteño hacen posible la explotación de toda clase de productos. A pesar de esto, para el período estudiado tiene importancia la cría, engorde y comercio de ganado, en especial el vacuno. Esto debido a la existencia de pastos naturales disponibles, especialmente en los departamentos chaqueños de Anta, Orán y Rivadavia, en los que “la escasez de pastos suele dejarse sentir rara vez, no teniendo éstos rival en la provincia por su cantidad y condiciones nutritivas”63. Según contratos relevados, el ganado era trasladado para su engorde o invernada hacia los valles de Lerma y Calchaquí para su posterior comercialización. El cuadro Nº 1 demuestra la existencia bovina en los departamentos de mayor producción.

CUADRO Nº 1. Existencia de ganado vacuno en departamentos de la Provincia de Salta

GANADO VACUNODEPARTAMENTOS AÑOS

1883 1887 1895 1908 1914 1930Anta 84.896 86.777 81.334 59.000 122.047 139.187Orán 40.167 50.348 38.576 71.000 78.228 113.861Rivadavia 40.388 54.701 80.553 59.000 58.281 107.503Rosario de la Frontera 60.915 70.326 84.894 75.000 77.404 107.544

62 Información sobre las expediciones militares, fuertes y fortines levantados, ver Scunio, Alberto D.H. (1972), La conquista del Chaco, Círculo Militar, Buenos Aires.63 Solá, Manuel (1889), Memoria descriptiva de la provincia de Salta, Imp. Mariano Moreno, Bs. As. Pág. 144.

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Metán 29.393 31.721 36.684 56.000 43.507 80.345Guachipas 31.303 26.287 61.672 57.000 43.590 44.855Otros departamentos 50.936 98.923 166.486 182.997 193.023 252.053TOTAL PROVINCIAL 377.448 419.083 550.199 559.997 616.080 845.348

Fuentes: Elaboración propia. Años: 1883 y 1887: Solá..., op. cit.; 1895: Boletín de Estadística de la Provincia de Salta (1926); 1908: Censo Nacional Agropecuario; 1914 y 1930: Censos Ganaderos Nacionales.

Los departamentos de Metán y Rosario de la Frontera se encuentran al sur de Anta, mientras que Guachipas se ubica en la Cordillera Oriental (Valle de Lerma). Éstos, con los departamentos chaqueños concentraban la mayor producción de ganado bovino. Sin embargo, Anta, Orán y Rivadavia juntos representaban con relación al total provincial los siguientes porcentajes: año 1883: 44%; 1887:46 %; 1908:34 %; 1914:42 %; 1930:43 %; es decir, reunían cerca de la mitad de toda la producción, lo que demostraba la importancia de la frontera ganadera. Estos datos oficiales (no reales) reflejaban las variaciones que tenían que ver con la ocupación de tierras- al norte del Bermejo y su nuevo cauce, el Teuco- y a su vez con las exigencias, especialmente del mercado del norte chileno. Por otra parte, la suela obtenida de ese ganado se enviaba a Tucumán y al Litoral.

La demanda de bovinos desde las oficinas salitreras de Chile fue en aumento durante las tres primeras décadas del siglo XX. La era de las mulas había llegado a su fin y comenzaba la del vacuno. Esto marcó una transformación productiva en el espacio salto-jujeño: las tierras bajas fueron destinadas a la cría de vacunos para el consumo de la pampa salitrera. Los potreros precordilleranos, tradicionalmente dedicados a las mulas, se destinaron al engorde de bovinos que cruzarían la Cordillera de los Andes; mientras que en las tierras altas, pastaban asnos y ovejas que se exportaban a los centros mineros del sur de Bolivia (Conti, 2002).

Otro aspecto importante del Chaco se relacionaba con la mano de obra aborigen. En los partes diarios del Regimiento 5º de Caballería de Línea, fuerza que actuó en esa región y que tenía su asiento en Rivadavia, se pueden leer las constantes denuncias por la acción de los llamados mayordomos (contratistas) por la saca de indios. Los mayordomos los trasladaban desde su hábitat hacia los centros azucareros de Salta y Jujuy, donde eran explotados como mano de obra prácticamente gratuita. Luego regresaban a sus hogares más pobres de

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lo que fueron y se veían obligados a robar para poder subsistir64. Esto interfería la labor de expansión de la frontera, de allí el pedido de una reglamentación. Se reclamaba la acción del Estado para poner justicia en nombre de la civilización interviniendo contra los abusadores, pues se consideraba que sólo el Estado era capaz de imponer orden en el inestable mundo de la frontera (Lagos, 2002).

A partir de 1880 coexistieron en el Chaco dos modelos: el terrateniente basado en grandes capitales y el estatal-militar. El modelo estatal entregó la mano de obra indígena y los recursos naturales a su oponente, y éste, por su parte, le reconoció jurisdiccionalidad (Naharro, 1999).

Marco jurídico de la política de tierras públicas (1880-1920)

Diversas leyes, decretos y disposiciones provinciales, anteriores al año 1880, ponían el acento en la necesidad de establecer una población permanente en el Chaco salteño para la cual se aplicaba el sistema de mercedes. Así expresaba la primera ley de tierras públicas de 1836, al igual que las posteriores de 1856 (decreto reglamentario de 1857) y 1863, aunque éstas últimas prohibían la entrega gratuita de tierras excepto para la fundación de colonias de inmigrantes y misiones religiosas. La ley de 1859 establecía la concesión de mercedes a favor de los indios, en la condición de colonos, siempre que se sometieran a las leyes y autoridades de la provincia y bajo la dirección de sacerdotes misioneros65. Sin embargo los intentos de colonización no tuvieron el éxito esperado, salvo la Colonia Rivadavia fundada en 1862.

La aplicación de las leyes permitieron el traspaso de tierras fiscales a manos particulares y determinaron en los departamentos chaqueños una estructura conformada por latifundios, grandes, medianas y pequeñas propiedades hasta 1880. El predominio de cada tipo de propiedad difería en Anta, Orán y Rivadavia66.

64 Libro Histórico Regimiento 5º de Caballería de Línea. Ejército Nacional, 1862-1914, Biblioteca y Museo Histórico R.C.Bl. 5º “Gral. Güemes”, Salta.65 Ojeda, Gavino (comp.) (1929), Recopilación general de las leyes de la provincia de Salta y sus decretos reglamentarios, Talleres gráficos de C. Velarde, Salta. T.I: Leyes del 14 de diciembre de 1836; 16 de diciembre de 1857 y decreto reglamentario de 6 de febrero de 1857; 3 de enero de 1859;13 de diciembre de 1962 y 23 de enero de 1963. T.II: Leyes del 1 de julio de 1870 y 12 de agosto de 1873.66 Ver Teruel, Ana (2002), Tierras de frontera. El chaco occidental en el siglo XIX, XVIII Jornadas de Historia Económica, Mendoza; Jaime, Miriam Liliana (1998),

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El instrumento jurídico específico sobre el cual se apoyó la ocupación efectiva del Chaco fue la ley nacional de Inmigración y Colonización de 187667, conocida como ley Avellaneda que otorgaba importantes alicientes a colonos, sobre todo inmigrantes para su asentamiento permanente en tierras fiscales. Siguiendo estos lineamientos, el gobierno salteño sancionó la ley de 1884 que ratificaba la prohibición del Poder Ejecutivo para disponer de tierras públicas bajo el título de merced o concesión graciosa. Se exceptuaban los casos en que una persona- a nombre de una empresa o sociedad- solicitara la merced con la obligación de fundar colonias de inmigrantes, con veinte familias como mínimo.

Se exigía demostrar la propiedad de mercedes concedidas anteriormente mediante la aprobación de títulos y mensuras realizadas por el Departamento Topográfico y el pago de la contribución territorial y mobiliar, de lo contrario volvían a propiedad del Estado provincial. Establecía también que en adelante toda tierra del Estado sería vendida en remate público en lotes que no excedieran de 15 km de frente por otros tanto de fondo. Los interesados debían denunciar las tierras como fiscales o baldías y el Departamento Topográfico se encargaría de comprobar esa calidad. El gobierno debía publicar edictos, por el término de 90 días, y si nadie se presentaba a reclamar la tierra como propiedad, se procedía a la subasta. Los gastos de mensura y tasación quedaban a cargo del gobierno o del denunciante en caso de resultar no ser baldías o demasías.

La ley de 1884 fue modificada por otra de 1889 con su decreto reglamentario del mismo año que, entre otras disposiciones, obligaba a presentar los títulos de propiedad ante el Ministerio de Hacienda para ser asentados en el Libro de Registro (creado por decreto del 10 de enero 1876). En el año 1900 se derogó la ley de 1889 y se restableció la de 1884, introduciendo un cambio en lo referido a los gastos de mensura y tasación que ahora quedaban a cargo del comprador en todos los casos. Por ley de 1912 se dejó sin efecto la de 1884 y su complementaria de 1900. El nuevo articulado expresaba que hasta tanto se dictara una ley general de tierras públicas, todo asunto relacionado

Colonos, tierra y producción en el Chaco occidental salteño: el caso de la Colonia Rivadavia, 1825-1930, Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional de Salta.67 Ley Nº 817 de 19 de octubre de 1876. Cárcano, Miguel Angel (1972), Evolución histórica del régimen de la tierra pública, 1810-1916, EUDEBA, Buenos Aires.

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con este tema debía ser sometido a consideración de la Legislatura provincial68.

Como complemento de las leyes que hacían hincapié en la colonización, en 1889 se reglamentó la formación de Centros Agrícolas. Por esta ley se autorizaba al Ejecutivo provincial a expropiar terrenos, ubicados tanto en los alrededores de las estaciones de ferrocarriles nacionales y provinciales como los situados en la costa del río Teuco, siempre que reunieran las condiciones necesarias para el desarrollo de la agricultura. Los articulados de esa ley contemplaban, además de los centros agrícolas formados en tierras expropiadas, los realizados por particulares en terrenos propios y los constituidos por empresas o particulares en terrenos fiscales. Para esta última situación, la superficie a otorgar debía tener como mínimo dos mil hectáreas y cinco mil como máximo. El empresario, junto a la solicitud, debía adjuntar un plano del terreno, certificados de mensura de agua y de adaptabilidad de las tierras para el cultivo. Todos estos documentos debían ser expedidos por un topógrafo y abonados por el solicitante. Con la aprobación de la Comisión de Agricultura, previa vista fiscal, el gobierno provincial procedía a conceder gratuitamente las tierras fiscales. El concesionario debía entregar como garantía el equivalente al valor de tres pesos por hectárea. El no cumplimento de las obligaciones contraídas en el término de tres años era motivo para que volviera a ser propiedad fiscal.

Entre las disposiciones comunes figuraban las dimensiones de cada chacra: no menor de 10 hectáreas ni mayor de 50 hectáreas; no más de tres chacras por cada persona durante los tres primeros años. El Poder Ejecutivo se comprometía a: gestionar ante los bancos de la provincia los préstamos necesarios con una amortización del 5 % anual; exceptuarlos de todo impuesto y contribución directa por espacio de cinco años y concederles el derecho de viajar gratuitamente, seis veces al año, en los ferrocarriles de la provincia durante cinco años.A manera de incentivo, la ley preveía un premio de 20.000 pesos para el fundador del primer centro agrícola dentro de los seis años, a contar desde su puesta en vigencia, siempre que reuniera estas condiciones: una población de 1.000 habitantes radicados en el centro agrícola;

68 Ojeda ..., op. cit. T. III: ley de 8 de mayo de 1884, decreto de 5 de junio de 1889.T VI: ley de 6 de octubre de 1900. T IX: ley de 1 de agosto de 1912.

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2.000 hectáreas cultivadas; 150 propietarios y un centro urbano con 75 casas como mínimo.69

De acuerdo al criterio del gobierno de promover la formación de colonias, centros agrícolas y pueblos, ya en el año 1889 se había autorizado el establecimiento del Banco Constructor, Colonizador y Agrícola70. Entre las funciones que ejercía esta institución bancaria figuraban el otorgamiento de préstamos a los agricultores ya sea en dinero o en especies, entregando semillas y maquinarias; se pretendía llevar el “progreso” a la campaña. El Directorio de este banco lo conformaban fuertes comerciantes-terratenientes y miembros del gobierno71. La necesidad de contar con más áreas cultivadas fue una preocupación constante de las autoridades, vinculado con lo que ya se viene afirmando o sea la necesidad de aumentar el número de habitantes, afincándolos en los lugares “despoblados” y contribuir al desarrollo de la riqueza agropecuaria.

Las leyes sobre tierras públicas sancionadas a partir de la década de 1880 permitían vislumbrar una serie de cuestiones que se relacionaban con el ordenamiento del Estado provincial. Por un lado, se hacía necesario la creación de nuevas instituciones y por otro, la regulación del sistema tributario, sobre todo en lo que respecta a la contribución inmobiliaria que, conjuntamente con la mobiliaria, constituían los mayores recursos con que contaba la administración. Paralelamente la nueva burocracia, producto del crecimiento del Estado provincial, implicaba aumentar los ingresos para el sostenimiento de los presupuestos anuales.

Por ejemplo, la exigencia de mensurar, establecer límites y levantar planos topográficos de las propiedades que aun no contaban con estos requisitos- tanto de particulares como de tierras públicas- llevó al gobierno, en 1884 a fundar la Oficina Topográfica, de Estadística e Irrigación que en 1890 se transformó en Departamento de Topografía y Estadística de la Provincia72. Este organismo oficial no sólo cumplía las 69 Ley de 26 de noviembre de 1889. Registro Oficial de la Provincia de Salta, año 1888.70 Registro Oficial de la Provincia de Salta. Libro Nº4, 1888.71 El primer Directorio del Banco quedó integrado con: Presidente: Francisco García Cortina; vice-presidente: Dr. Benjamín Figueroa; vocales: Pedro Frías, David Apatié, Rodolfo Aparicio, suplentes: Delfín Leguizamón y Dr. Cástulo Aparicio. Memoria del Ministro de Hacienda a las Cámaras Legislativas,1889.72 En 1863 se creó la Oficina Topográfica y al año siguiente fue suprimida. Ojeda ..., op. cit. T. I y V.

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funciones antes señaladas sino que también otorgaba títulos de agrimensores públicos previo examen. La obligación de mensurar los terrenos estaba en estrecha vinculación con la contribución inmobiliaria.

La demanda de topógrafos fue cada vez más pronunciada, de allí que en la ciudad de Salta se registraron 16, 24 y 18 agrimensores que pagaban patente para los años: 1912, 1914 y 1915, respectivamente73. Para esta última fecha aun faltaban mensurar el 15 % de las tierras públicas disponibles en la provincia (Cuadro Nº 2). El espíritu que primaba, desde la primera ley de tierras públicas, era el de la colonización y la incorporación efectiva de las tierras “vacías” al proceso productivo, sobre todo en los departamentos chaqueños donde se concentraba la mayor cantidad de terrenos fiscales.

Cuadro Nº 2. Tierras públicas de la provincia de Salta. Año 1915 (en hectáreas)

Fuente: Boletín ..., op.cit., Año 1915

Por otra parte, varias leyes y decretos autorizaron la venta de tierras fiscales en la provincia de Salta y en la Capital Federal, fijando al mismo tiempo la superficie y el precio base para el remate público:

1889: base para la enajenación de tierras fiscales: 1.500 pesos m/n por cada legua cuadrada de 25 km2 (2.500 hectáreas) .1889: 3.000 pesos m/n por cada legua cuadrada de 25 km2 .1900: se deroga la base de 3.000 pesos m/n por cada legua cuadrada.

73 Boletines Anuales y Semestrales de Estadística de la Provincia de Salta, años 1912,1914 y 1915.

DEPARTAMENTO TIERRAS MENSURADAS TIERRAS SIN MENSURASSuperficie aproximada

ORAN 129.024 248.333RIVADAVIA 1.043.954 -ANTA 267.378 -METAN - 2.000TOTAL 1.440.356 250.333SUPERFICIE TOTAL TIERRAS PUBLICAS: 1.690.689 ha.

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1905: venta hasta 250.000 hectáreas con base de 1 peso la hectárea. Lo recaudado sería entregado al Banco Provincial para cubrir los créditos pendientes del gobierno.1906: venta de 93 leguas en el departamento de Orán en el límite con Bolivia, divididos en lotes de 10.000 hectáreas cada uno. Destino: obras de irrigación y otras utilidades públicas.1907: venta en Capital Federal de 100 leguas kilométricas cuadradas de tierras fiscales del departamento de Anta, mensuradas y amojonadas. Base: 50 centavos m/n la hectárea. Una cuarta parte del valor al contado y el resto en 1, 2 y 3 años de plazo. Seña: 8 % sobre el importe de la compra.1908: mensura y deslinde de 33 leguas en el departamento de Orán, reservándose el Poder Ejecutivo, 10 leguas. Lo producido sería entregado al Consejo General de Educación.1909: (modificación de 1906): remate en Capital Federal de 65 y media leguas kilométricas cuadradas de tierras fiscales del departamento de Orán, que limitaban por el norte con el paralelo 22, divisorio de la República de Bolivia. Base: 1,50 pesos m/n

Si se comparan las leyes de 1884 y 1889 con las dictadas posteriormente, claramente se percibe una contradicción en sus objetivos. Dejaban de poner el acento en la colonización y especificaban otros fines.

Venta de Tierras Públicas.

El resultado de la aplicación de la legislación sobre tierras públicas- entre 1880 y 1920- tuvo variaciones según los departamentos. Como disponían las leyes, un particular podía denunciar tierras como baldías o fiscales o era el propio Estado provincial quien determinaba los terrenos para su enajenación. Luego se procedía a mensurar y a confeccionar el plano correspondiente, en el que figuraban los lotes con letras o números y sus límites. Este plano se exhibía junto a una propaganda sobre las bondades de las tierras a rematar.

En el departamento de Orán se registraron 17 operaciones de ventas fiscales en remate público, realizados en su mayoría en Capital Federal. Sólo cuatro de esas operaciones tuvieron como protagonistas a vecinos de Salta. Existieron compras por parte de un solo individuo o entre dos o más personas. Las superficies de los lotes oscilaban entre 8.000 y

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75.000 ha.- excepto uno de 548 ha.- y se ubicaban cerca de la frontera con Bolivia.

Algunos aprovecharon la oportunidad y adquirieron 1, 2, 3, 4 y hasta 5 lotes en una sola operación, lo que significó el acaparamiento desde 20.000 ha. hasta más de 100.000 ha. de una sola vez. De esta manera el Estado provincial se desprendió de más de 720.000 ha.74 de tierras públicas, de las cuales cerca de 590.000 ha. pasaron a tener dueños “ausentistas”, pues residían en la ciudad de Buenos Aires75. Esta actitud ponía al descubierto objetivos puramente especulativos. El resto- o sea 130.000 ha.- fueron adquiridas por vecinos de Salta entre los que figuraban importantes comerciantes y empresarios como Jorge H. Boden, Manuel Alvarado, Manuel M. Sosa y Cía. y Gabino Ojeda; éste último miembro de la oligarquía local quien se benefició con 70.898 ha.

Según los remates, la cotización más baja de la hectárea fue de 0,68 pesos m/n y la más alta de 8,06 pesos m/n. Esta transferencia de grandes superficies de tierras fiscales a particulares representó alrededor de 1.462.327 pesos m/n76. En el departamento de Anta, el Estado provincial realizó 31 operaciones de venta, de las cuales 10 correspondieron a vecinos de Buenos Aires, una a residentes de Santa Fe y otra a un poblador español afincado en Uruguay. Las restantes operaciones se hicieron con vecinos del mismo departamento y de la ciudad de Salta, entre los que figuraban miembros del gobierno y a la vez terratenientes, comerciantes y un empresario dedicado a la compra y venta de tierras: Benjamín Mollinedo y Dr. Abraham Echazú; Felipe Leguizamón; Benjamín Dávalos; Carlos M. Saravia; Javier A. Saravia;

74 No son cifras exactas, pues no se tuvieron en cuenta las áreas, centiáreas y m 2 y en una escritura no se consigna la superficie pero sí el monto abonado.75 Entre los compradores de Capital Federal figuraban abogados, ingenieros y hombres de negocios: Bonifacio Zavala; Roberto Ruiz Merinos; Alberto Blaquier y Eduardo Recina; Alfredo Kuffler; Juan A. Gregorios, Ramón del Sol y Otto Willers; S. Nehim y José Marum; Gregorio Rebasa, Jaime Reynal O’Connor, Marcelino Mesquinta y Alfredo Lacabune; Juan Mitchell; V. Schow, Nicolás Lastra, José Durand, Agustín Urdinarrainy y Juan Martín; Francisco Tobar; Florentino Constantino; Agustín Horacio Bustos Morón y Floro Loza; Gorgerio Ramírez y Miguel Camurgrano.76 Dirección General de Inmuebles de la provincia de Salta (en adelante D.G.I.): Libros B, C y D de registro de escrituras del departamento de Orán. Años: 1889,1906,1908,1909,1910,1911 y 1912.

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Miguel Figueroa; Dr. Benjamín Diez; Ing. Vicente Arquati; Miguel Lardiez; Bernardino Cuellar y Rafael Zigarán77.

Las superficies de mayor tamaño tuvieron aproximadamente 47.000, 56.000 y 90.000 ha. por venta, en tanto que el mayor número de operaciones involucraban lotes entre 5.000 y 10.000 ha. Fue sorprendente el giro de las cotizaciones por hectárea, puesto que en la década de 1880 no alcanzaba a un peso m/n, a partir del año 1905 fluctuó entre 1 y 1,90 pesos m/n, mientras que desde 1911 aumentó vertiginosamente a 6,80 y hasta 12,50 pesos m/n. Consideramos que esta valorización se debió al mejor conocimiento de las riquezas naturales del departamento, como pastizales de buena calidad para la ganadería y abundantes bosques para la explotación maderera. Las cifras de producción del ganado vacuno demuestran un incremento notable (Cuadro Nº 1). Las tierras fiscales adquiridas por particulares totalizaron alrededor de 420.000 ha. que representaron 943.407 pesos m/n78.

En el departamento de Rivadavia se registraron 28 operaciones de venta entre el Estado provincial y particulares, todos ellos residentes en la provincia de Salta. Como en los otros dos departamentos, aquí también los adquirientes fueron comerciantes, empresarios, agroindustriales, profesionales, militares y algunos miembros de la oligarquía local. Entre los compradores figuran nombres como: Coronel Juan Solá, Dr. Manuel Peña, Manuel y Faustino Alvarado, Ojeda y García, Antonio Palau, David Apatié, Victoriano e Higinio Sarmiento, Cía. Sosa y García.

Una característica fue el acaparamiento de tierras públicas por parte de miembros de una misma familia, lo que contribuyó a la concentración de grandes extensiones. También se observa que las mismas adquirieron tierras fiscales en los otros departamentos chaqueños. Las tierras públicas subastadas se ubicaban hacia el norte del viejo cauce

77 D.G.I. Libros: B, C y D de registro de escrituras del departamento de Anta, años 1881 a 1911. Entre los años 1881 y 1911, los compradores de Capital Federal fueron: Juan Delarregui, Sociedad Luzarraga, Montalvo y Cía., Horacio Bustos Morán, Juan A. Pelufo, Dionisio Fernández Blasco, Dr. Alerto de Soldati, Gral Gregorio Vélez, José Enrique Barahona e Ignacio Goñi. De Santa Fé: Eduardo Vionnet, Juan Lanteri, Antonio Lanteri, Lanteri Hnos., Gervasio Lodi y Santiago Lanteri. De Uruguay: Raimundo González Montes.78 D.G.I. Libros: B, C y D de registro de escrituras del departamento de Anta, años: 1881,1884,1886,1895,1901,1903 a 1908 y 1911.

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del río Bermejo, predominando grandes superficies de 495.000 ha., 215.000 ha., 157.500 ha., 110.000 ha., 90.000 ha. 80.000 ha., 50.000 ha. El resto de las operaciones oscilaron entre 10.000 ha. y 22.500 ha., con excepción de dos ventas de menos de 5.000 ha. En la mayoría de los casos, el precio de la hectárea resultó menor a un peso m/n, salvo en dos casos cuyos valores fueron 1,36 pesos m/n en 1890 y 1,50 pesos m/n en 1907. El bajo precio de la tierra y las grandes superficies que el gobierno vendió se debió a la necesidad de poblar las tierras “desiertas”, avanzando sobre sus antiguos pobladores y siguiendo las leyes sancionadas en las que primaba el espíritu de la colonización, pero cuyo resultado fue distorsionado en la práctica. La gran cantidad de tierras vendidas en el departamento Rivadavia se explica por el hecho de que ésta fue la región de la provincia de más tardía ocupación. La totalidad de las enajenaciones implicaron el traspaso de 1.499.368 ha. aproximadamente de tierras públicas que sumaron alrededor de 1.091.514 pesos m/n79.

Resumiendo, en el período analizado (1880-1920) se constataron 76 operaciones de compra-venta por las cuales el Estado provincial se despojó de 2.639.368 hectáreas de tierras fiscales- aproximadamente- que pasaron a 89 particulares, de los cuales 26 fueron vecinos de Buenos Aires, 7 de Santa Fe, 2 de Uruguay y 54 de la provincia de Salta. De estos datos se puede inferir que la relación superficie-cantidad de propietarios revela un promedio de cerca de 30.000 ha. por persona, situación que en la realidad no se dio de esta forma, pero que sirve para apreciar la magnitud de tierras enajenadas por el Estado provincial. Esto permitió el proceso de concentración en pocas manos- sobre todo en el departamento de Rivadavia, donde la cantidad de hectáreas rematadas representaron el triple de las vendidas en Anta y el doble de las de Orán (Cuadro Nº 3). Si se tiene en cuenta que, al mismo tiempo, se adquirían propiedades tanto al Estado como a particulares, la estructura latifundista se profundizó en los departamentos chaqueños.

CUADRO N° 3. Venta de tierras públicas por el Estado provincial (1880-1920)

Departamentos Número deOperaciones

HectáreasAproximadas

Valores en Pesos m/n

N° de Compradores

ORAN 17 720.000 1.462.327 31ANTA 31 420.000 943.407 33

79 D.G.I. Libros: A y B de registro de propiedades del departamento de Rivadavia, años: 1880, 1881, 1882, 1883, 1884, 1885, 1886 a 1890, 1898, 1902, 1907 y 1908.

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RIVADAVIA 28 1.499.368 1.091.514 25TOTALES 76 2.639.368 3.497.248 89

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la D.G.I. Libros de Registro de Propiedades. Departamentos de Orán, Anta y Rivadavia, años 1880- 1920.

La especulación en el mercado de tierras:

Muchas de las tierras vendidas recientemente por el Estado provincial fueron transferidas a terceros en períodos relativamente cortos. Algunos ejemplos certifican esta afirmación:

1- Alberto Soldati (vecino de Capital Federal) compró 22.500 ha en abril de 1908, vendió la mitad en agosto del mismo año a un ciudadano uruguayo, y la otra mitad a la Sociedad Vignolo Hermanos de la provincia de Santa Fe. En este caso todos eran propietarios ausentistas y la finalidad de la operación era entrar en el negocio inmobiliario, obteniendo de la misma una ganancia de 3.038 pesos m/n. A su vez, el comprador uruguayo Anatolio Cayssials vendió fraccionadas en tres lotes, 8.250 hectáreas de las 11.250 adquiridas, por un total de 16.821 pesos m/n obteniendo como saldo favorable por su gestión 3.000 hectáreas que se reservó para sí.

2- Otro caso, aun más significativo, es el que implicó a Diniosio Fernández Blasco también de Capital Federal, que en 1908 compró 17.500 hectáreas por 36.000 pesos m/n y las vendió en 1911 a la Sociedad Luzurraga y Montalvo, Santiago Lanteri y Cesario Garibay por 113.750 pesos m/n. Cada hectárea fue adquirida a 2,05 pesos m/n y vendida a 6,50 pesos m/n, solamente tres años mas tarde.

3- En julio de 1911 Enrique Barahona, de Capital Federal, compró al Gobierno de la provincia 8.961 hectáreas por un valor de 62.729,46 pesos m/n, para venderlas en noviembre del mismo año por 89.613,52 pesos m/n a otro residente de Buenos Aires, José N. Hirst. En otra operación del mismo año, Barahona había adquirido junto a otros seis compradores de Santa Fe, 32.750 hectáreas en condominio a 223.165,10 pesos m/n, por las que cada uno abonó 31.880 pesos m/n. Seis meses mas tarde vendió su parte a Jorge Sintas por 41.652,29 pesos m/n.

En otras ocasiones estas compras estuvieron vinculadas a la posibilidad de solicitar futuros préstamos, a cambio de hipotecar las propiedades compradas en los buenos tiempos y con grandes facilidades. Éste fue el

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caso de la compra de 14.265 hectáreas de tierras fiscales realizada por Ignacio Goñi (de Capital Federal) en 1911, adquiridas a 146.930,85 pesos m/n con un pago parcial y un pagaré a un año. Cancelado el mismo, hipotecó la propiedad al Banco Hipotecario Nacional por un préstamo de 40.000 pesos m/n. Otro ejemplo fue el del General Gregorio Vélez (de Buenos Aires) que compró 7.442 hectáreas por un monto de 55.193 pesos m/n, abonando la cuarta parte de contado y el resto con 3 pagarés. Al poco tiempo de cancelados, solicitó un préstamo de 16.000 pesos m/n al Banco Hipotecario Nacional, colocando como garantía del mismo la citada propiedad80.

Con estas especificaciones se pretende demostrar que, en la mayoría de los casos, las compras realizadas por foráneos tenían como primera finalidad entrar en el negocio especulativo que proporcionó la tierra en esta etapa. En tanto para los propietarios de la región o de nuestra provincia, a la posibilidad de obtener préstamos mediante hipoteca se sumó el propósito de aumentar la producción ganadera y fortalecer su condición de terratenientes, sumando nuevas propiedades en distintos departamentos (Michel y Savic, 1999).

Se señaló que el total de hectáreas vendidas por el Estado provincial en el período analizado superó las 2.600.000, por las cuales deberían haber ingresado al erario público una cantidad equivalente a 3.497.248 pesos m/n, pero esto no sucedió ya que en la mayoría de los casos la transacción se realizó con la modalidad de ‘hipoteca a favor del vendedor’, autorizada por ley N° 263 del 3 de diciembre de 1880. Dicha ley facultaba a la Tesorería para recibir en pago de terrenos baldíos y cualquier otra clase de tierras públicas, bonos correspondientes al Crédito Público y al Empréstito Provincial. Más tarde, la ley N° 828 de 1.909 permitió que cualquier particular pudiese efectuar pagos con bonos hipotecarios, hasta el 90% del valor nominal de las series emitidas (Ojeda, 1929). Para evaluar la incidencia real de los ingresos en concepto de venta de tierras públicas a las arcas provinciales se realizará más adelante un análisis de los presupuestos anuales.

Arrendamientos

Otra acción implementada por el Estado provincial con respecto a las tierras públicas fue el arrendamiento a particulares a través de

80 D.G.I. Libro de registro de propiedades, Libros B, C y D del departamento de Anta, años 1881, 1907, 1908, 1911 y 1913.

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contratos. En éstos se estipulaban las condiciones: exclusivamente para la cría de ganado, la obligación de perforar y construir pozos surgentes, prohibición de extraer leña o madera de los bosques, etc. En una cláusula, el gobierno aclaraba que no garantizaba el carácter fiscal de las tierras por lo que el contrato, en caso de denuncia de propiedad fehacientemente comprobada, podía quedar sin efecto. Los arriendos tenían una duración de 3 a 6 años, sólo se relevó un contrato por 10 años. Entre los años 1900 y 1923 el gobierno provincial arrendó aproximadamente 155.055 hectáreas, de las cuales 34.257 ha. pertenecían al departamento de Orán; 20.297 ha. al de Anta y 100.503. al de Rivadavia81.

Aquí también, al igual que en las ventas, los contratos consignaban el arrendamiento de grandes extensiones: de más de 3.000 ha. hasta 20.000 ha. aproximadamente, con excepción de un caso de 897 ha. Los beneficiarios eran ganaderos y comerciantes vecinos del departamento donde arrendaban o de otros departamentos provinciales. El acaparamiento de tierras siguió siendo una constante, así miembros de una misma familia como el caso de Justo, Miguel y José María Navamuel arrendaron un total de 24.737 ha.; Vicente y Carlos María Saravia sumaron 5.249 ha. Un residente del Territorio Nacional de Formosa, Amadeo Aleman registró un arriendo en el departamento de Rivadavia cercano al límite con Bolivia de 20.000 ha. y otro junto a Gabriel Puló, vecino de Salta, de 14.500 hectáreas aproximadamente. A través de estos contratos el gobierno buscaba asegurar la presencia estatal en las tierras de frontera y beneficiar a los ganaderos.

Al parecer el objetivo de recaudar fondos para el sostenimiento de los presupuestos no está presente en los contratos de arrendamientos por los irrisorios valores que se cobraba anualmente de las grandes áreas: 40, 50 ,100, 150, 200 pesos m/n por año82. Se exceptúan las tierras fiscales de las Colonias “Otomana” y “Norteamericana” (20.000 ha.), arrendadas al árabe Elías Burgailes por 800 pesos m/n anuales. El propio Departamento Topográfico declaraba que los precios eran bajos, pero no los podían subir por falta de postulantes. En ocasiones se trataba de terrenos anegadizos o con poca agua.En síntesis, se relevaron 19 contratos de arrendamiento por un total aproximado de 100.503 ha., en manos de 20 arrendatarios. Estas

81 ABHS, Protocolos de Gobierno; años 1900 a 1923.82 En general se exigía el pago de contado y por año adelantado.

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operaciones significaron el ingreso al erario provincial de 2.920 pesos m/n por año.

La formación de colonias en la región

Durante el siglo XIX, el Chaco fue objeto de un sistemático intento de colonos ganaderos por expandir la ganadería extensiva tradicional a costa de los territorios aborígenes; así esta actividad se fue constituyendo en la modalidad productiva predominante al tiempo que se configuraba una tendencia creciente hacia la instalación de grandes haciendas. De allí que el proceso de construcción de la frontera política y militar y la expansión de la ganadería extensiva fueron complementarias (Trinchero, 2000).

a) Colonia Buenaventura

Atraído por la expansión de la ganadería y apoyándose en las leyes nacionales que fomentaban la colonización, Domingo Astrada solicitó al Ministerio del Interior de la Nación tierras fiscales para la instalación de una colonia. En 1902 el gobierno nacional le otorgó 20 leguas cuadradas (50.000ha.) para ser divididas y adjudicadas en lotes de 625 ha. Sobre estas tierras y con colonos procedentes de Salta, de Santiago del Estero y del Territorio Nacional de Formosa se constituyó la Colonia Buenaventura. Por decretos posteriores se fue ampliando la superficie de la colonia: en 1904 se agregaron 122.500 ha. (de este total, 22.500 ha. serían “reservadas” para los indígenas y el resto subdivididas entre los colonos); en 1906: 173.750 ha. (62 lotes de 2.500 ha. y 15 de 1.250 ha). Para dicho año la superficie total de la colonia ascendía a 371.250 ha. El importante aumento experimentado en pocos años tanto de colonos como de cabezas de ganado produjo fuertes impactos tanto sociales como ambientales83.

Los primeros ocupantes de la colonia se asentaron en lo que hoy es el departamento Ramón Lista de Formosa, en el límite con la provincia de Salta. En ese entonces la divisoria entre el Territorio Nacional de Formosa y la provincia de Salta no estaba bien delimitada y la colonia fue considerada como integrante de ese Territorio Nacional. La

83 Para el año 1905 la población total de la Colonia Buenaventura ascendía a 1.369 personas (adultos y niños) y el ganado existente sumaba 39.730 cabezas (Trinchero, 2000: 225).

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expansión territorial de la ocupación se fue realizando hacia el este y oeste siguiendo el curso del río Pilcomayo.

En 1907 el ingeniero geógrafo Mariano Barilari fue designado por el gobierno nacional para realizar el trazado definitivo de la línea divisoria entre ambos territorios. En 1910 el Poder Ejecutivo aceptó la “Línea Barilari”que deslindaba definitivamente el territorio correspondiente a Salta y Formosa, la cual difería sustantivamente de los criterios en que se sustentaron las mediciones realizadas por Astrada. Así muchos colonos que se habían ubicado en el movimiento de ensanche de la Colonia Buenaventura hacia el oeste quedaron asentados dentro del territorio salteño, por lo que sus precarios títulos iniciales terminaron sin tener efecto legal. A partir de ese momento tanto criollos como aborígenes quedaron en similares condiciones desde el punto de vista del “dominio” de las tierras, es decir, en situación de ocupantes de tierras fiscales. El reclamo por la propiedad de 252.000 ha de la ex Colonia Buenaventura en el departamento de Rivadavia, hoy catastrado como Lote Fiscal 55, continúa hasta el presente (Trinchero, 2000).

b) Artesian Wells - Fomento Agrario Argentino

Asociado a los intentos de constituir colonias en los departamentos recientemente incorporados y vinculado a la necesidad de mensurar y dotar de aguas a esas tierras, se celebró en 1909 un contrato entre el gobierno provincial y la empresa Artesian Wells Exploration y Cía. de capitales norteamericanos. En dicho contrato se estableció la cesión a la empresa de una prima de 10 leguas cuadradas de tierras fiscales en Anta y Rivadavia a cambio de la construcción de un primer pozo de agua surgente, ubicado en una zona previamente indicada por el poder ejecutivo. Igualmente se otorgó a la empresa la facultad para construir, en tierras fiscales, un número de pozos surgentes o semisurgentes que considere convenientes, teniendo la provincia el derecho de adquirirlos posteriormente por su justo valor. En caso de que la provincia no adquiriese los pozos, la empresa tendría el derecho de comprar dos leguas de tierras adyacentes a cada pozo a razón de 1,50 pesos m/n la hectárea para destinarlas a colonización.

Si la empresa fundase colonias, las mismas quedarían exentas de todo impuesto provincial o municipal durante un lapso de 5 años, que era también la duración estipulada para el contrato, computándose como

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fecha de inicio el 8 de marzo de 1909, día en que se promulgó la ley N° 66 que lo autorizó.84 Se afectaron a este contrato 353.069 hectáreas aproximadamente de tierras fiscales, ubicadas en Anta y Rivadavia. La evolución de la empresa fue compleja. Puede observarse el cambio de accionistas repetidas veces luego de la firma del contrato inicial, según se desprende de la documentación asociada a la misma85.

En 1913 se conformó la sociedad anónima denominada Fomento Agrario Argentina, la cual adquirió por 1.000.000 pesos m/n todo el activo, pasivo, derechos, acciones y obligaciones inherentes a la concesión para construcción de pozos.

El contrato establecido fue cumplido parcialmente por parte de la empresa. No pudo concretarse el proyecto de establecer allí una colonia y transcurrido el término establecido en el contrato (que debía caducar en marzo de 1914) el gobierno de la provincia optó por la venta de la tierra en lugar de la adquisición de los pozos. Esto colocó a la empresa Fomento Agrario Argentina en una difícil situación, pues se la conminaba a efectivizar en un plazo de un mes el pago por la compra de la tierra por una suma que ascendía a los 529.604,60 pesos m/n, caso contrario debería enfrentar la caducidad completa del contrato.

Representantes de la empresa solicitaron al gobierno prórrogas, argumentando- entre otras cosas- que eran ellos quienes habían contribuido a valorizar las tierras (a su riesgo) y al progreso de toda la región. Por estas razones, señalaba que era justo que el gobierno contemple la situación de la empresa y que a modo de beneficio le otorgara la posibilidad de realizar una hipoteca por la totalidad de la tierra involucrada en el contrato al precio de 1,50 la hectárea, a pagar en un plazo de seis años y medio y con un interés del 6% anual y el 20% de amortización. La hipoteca sería fraccionada y aplicada a cada uno de los 68 lotes en que estaba subdivido el campo, pudiéndose vender los lotes y transferir al comprador la obligación hipotecaria.

Todas estas declaraciones no pasaron de ser meros deseos, ya que aunque la propuesta realizada fue parcialmente aceptada por el

84 ABHS, Títulos de propiedad de terrenos fiscales de Anta y Rivadavia, año 1909, Folio 1.85 ABHS, Protocolos Notariales. Escribano Waldino Riarte, año 1916. En el expediente están consignadas todas las transferencias de propiedad y los cambios de denominación de la empresa.

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Ejecutivo provincial el desenlace final del proceso no concordó con lo esperado. La venta de la tierra se concretó finalmente el 19 de abril de 1916, lo que implicó el traspaso de aproximadamente 353.069 hectáreas de tierras fiscales a manos de la sociedad Fomento Agrario Argentina. Se constituyeron dos hipotecas- a favor del gobierno de la provincia- por un valor total de 593.157,15 pesos m/n, en los que se incluían los intereses de los dos primeros años. El plazo de pago era de cuatro años y el interés del 6 % anual.

El gobierno provincial no respetó el acuerdo establecido y un año después decidió traspasar la hipoteca a favor del Banco Francés del Río de la Plata, entidad con la que mantenía una deuda- desde 1912- por la adquisición de un crédito de 800.000 pesos m/n86, que aún no había sido amortizado. Por esta situación en 1917 se realizó un acuerdo que implicó la transferencia a esta entidad de la hipoteca sobre los lotes 1 al 68, los que fueron rematados a la sociedad Fomento Agrario Argentina en 192187, quedando así como propiedad del Banco. El acuerdo implicó también que las Termas de Rosario de la Frontera pasaran a manos del mismo para completar el monto de la deuda que se había fijado en 884.000 pesos m/n al 30 de septiembre de 1917.

Sobre esta situación investigadores de esta universidad sostienen “Con este acuerdo Abraham Cornejo colocaba en jaque a la sociedad comercial encabezada por los radicales, al constituirla en deudora del Banco Francés, con las dificultades que implica una negociación entre particulares sin el amparo del estado provincial.” (Abrahan, Frutos y

Correa, s/d).88 Esta afirmación permite corroborar la coincidencia de intereses políticos y económicos por parte de los grupos dominantes de la provincia de Salta.

c) Colonia Otomana

En 1911 el Poder Ejecutivo provincial celebró un contrato con el Sr. David S. Mujaes (turco), patrocinado y apoyado por el Cónsul General del Imperio Otomano, emir Emin Orslan, para la formación de una

86 A.B.H.S. Protocolos Notariales. Escribano Ernesto Arias, año 1912. Autorizado por ley 263 del 20 de septiembre de 1912, este crédito había sido adquirido durante la gestión de Avelino Figueroa y su destino era costear las celebraciones del centenario de la Batalla de Salta. La garantía inicial fueron los terrenos fiscales de Anta.87 D.G.I. Libro D del departamento de Anta, Folio 57, Asiento 51, año 1921.88 Indicar más específicamente la fuente de esta cita.

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colonia con inmigrantes otomanos en el departamento de Rivadavia89. Su finalidad era el desarrollo de la agricultura, especialmente el cultivo de tabaco, algodón, café y otros, en las tierras fiscales otorgadas- 12 leguas cuadradas (30.000 ha.)- y denunciadas por el propio Mujaes como baldías y ubicadas en el confín norte del río Teuco.

El Sr. Mujaes se obligaba pagar la suma de 10.000 pesos m/n por legua cuadrada (2.500 ha.), los que serían abonados en 6 cuotas de 20.000 pesos por año, con interés del 5 % anual. Las tierras quedaban eximidas de todo impuesto directo por 6 años. A su vez, el concesionario se comprometía a vender en remate público 5.000 ha. divididas en lotes de 10 a 20 ha.

Según el contrato, se considerarían cumplidas las condiciones cuando: a) Se haya abonado el valor total de la tierra. b) Radicación de 300 familias propietarias. c) Introducción de un capital de 5.000 pesos m/n por legua en ganado, útiles, edificios. d) Construcción de edificios públicos: comisaría, iglesia y escuela dentro de la Colonia. Por su parte el gobierno se comprometía a dotar de autoridades policiales y civiles, la fundación de nuevas escuelas y la extensión del ferrocarril de Formosa a Embarcación hasta las inmediaciones de la Colonia.

En 1914 el Cónsul otomano, en carta dirigida al gobernador Robustiano Patrón Costas, informaba que debido a los dos años de guerra que llevaba su país y a la crisis económica, el Sr. Mujaes no pudo resistir por más tiempo, después de haber agotado todo su capital en la organización y explotación de la Colonia Otomana. Por la crisis mundial ya no podía seguir apoyando a la Colonia, por lo que el Cónsul solicitaba la transferencia al Sr. Tulio Z. Diamandy quien poseía el capital suficiente para continuar con las inversiones exigidas90. De acuerdo al contrato el concesionario podía vender una parte o el total de los terrenos a un tercero, pero prohibía la transferencia de la concesión, salvo que lo autorizara el gobierno de la provincia de Salta. La solicitud del Cónsul fue atendida y el Sr. Mujaes transfirió sus derechos al Sr. Diamandy91.

89 ABHS. Protocolo de Gobierno, año 1911. Contrato, folio 192.90 ABHS. Protocolo de Gobierno, año 1914. Carta del Cónsul del Imperio Otomano al gobernador Patrón Costas de Salta.91 ABHS. Protocolo de Gobierno, año 1914. Transferencia de contrato autorizada por el gobierno de la provincia: Sr. David S. Mujaes, turco, residente en Capital Federal a Tulio Z. Diamandy.

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d) Colonia Dinamarquesa

Continuando con la implementación de la política colonizadora, en el año 1913, el gobierno provincial firmó contrato con los Sres. William A. C. Hudges (norteamericano) y J. C. Fadjean para la fundación de una Compañía Agrícola con inmigrantes dinamarqueses, suecos y noruegos. Para tal fin le fue otorgado el resto de las tierras públicas contiguas a la Colonia Otomana en el departamento de Rivadavia, sobre el trazado del ferrocarril proyectado de Embarcación a Formosa. Los concesionarios de Colonia Norteamericana- como se la denominaba- se obligaban a pagar la suma de 4 pesos m/n por hectárea, abonadas en 6 anualidades iguales y por el total que resulte de la mensura con un interés del 5 % anual.

El primer año de la concesión era gratuita teniendo en cuenta la falta de conocimiento de los terrenos y del clima del lugar; además se les eximía de todo impuesto directo por el término de 6 años. Como garantía los concesionarios debían depositar la cantidad de 12.000 pesos m/n en el Banco Provincial de Salta, en el acto de firmarse el contrato. A su vez, los concesionarios se comprometían a vender en remate público 5.000 ha. divididas en lotes de 10 a 20 ha. En estas adquisiciones se le daría preferencia a los obreros de las 100 familias que cada 2 años debían instalarse en la Colonia y a quienes la Compañía acordaría créditos para que pudieran obtener los elementos necesarios para vivir y para la explotación agrícola.

Se consignaban como requisitos indispensables para obtener los títulos definitivos de propiedad: el pago total del valor de la tierra, la radicación de 300 familias propietarias, la inversión de un capital de 5.000 pesos m/n por legua en ganados, útiles, edificios, maquinarias y alambrados. En cuanto a las instituciones regían las mismas condiciones del contrato para la Colonia Otomana92.

e) Otras ColoniasAl norte de la Colonia Otomana y cerca del límite con la Gobernación de Formosa- en el departamento de Rivadavia- se instalaron las Colonias: Juanita, Santafesina y Rosarina.

92 ABHS. Protocolos Notariales. Escribano Ernesto Arias, año 1913.

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En el departamento de Orán la S.A. La Belga Americana, que comprendía las fincas denominadas “Río Pescado”, “San Antonio”, “El Carmen” y Lote Nº 2, hacia el año 1909 había invertido más de 100.000 pesos m/n en ensayos de plantaciones como café y algodón. Por este motivo solicitó al gobierno la exoneración del pago de la contribución territorial por cinco años a fin de poder recuperar el capital introducido. Este pedido generó una discusión en la Legislatura provincial y terminó con el rechazo de la propuesta de la Comisión de Hacienda, que atendía la solicitud de La Belga Americana93.

Si bien las leyes resaltaban el sentido de la colonización agrícola y se creó un Banco para esa finalidad, su resultado no fue el esperado. El fracaso se debió a varios motivos: tierras sin agua, zonas sin medios de transporte, alejadas de los centros poblados y sobre todo por la especulación que se hizo con las tierras públicas. Hacia 1915 las Colonias: Otomana, Norteamericana, Buenaventura y las tierras reservadas para la Artesian Wells seguían en manos del Estado provincial94 y en 1923 las dos primeras se encuentraban arrendadas al árabe Elías Burgailes.

El resultado económico de la política de tierras

Las tierras fiscales, si bien eran atractivas para la expansión ganadera y eran el nexo indispensable para plasmar la colonización, se constituyeron también en un recurso permanente para el Estado provincial. Los sectores dirigentes tenían conciencia de que la tierra era el recurso que mayor posibilidad de riqueza ofrecía al erario público, debido a esto se desarrolló toda la jurisprudencia referida al tratamiento de las tierras fiscales y también generó discusiones dentro del ámbito político.

En debates registrados en la Cámara de Diputados de la provincia (1888)95 para cubrir deudas municipales se discutió el precio de venta de 500 leguas de tierras; al respecto, algunos diputados mostraron su acuerdo para imponer un precio alto mientras que otros opinaron lo contrario.

93 Archivo de la Cámara de Diputados de la Provincia de Salta. Sesión ordinaria del 19 y 23 de septiembre de 1909.94 Boletín anual de Estadística de la Provincia de Salta, año 1915.95 Archivo Cámara de Diputados. Libro de Sesiones. Sesión Ordinaria, 24 de enero de 1888

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Los argumentos del diputado Arias Murúa se referían a la necesidad de “fijar el número de leguas que sean necesarias para llenar el presupuesto bajo la base de 800 pesos la legua”. A su vez, el Dr. Ortiz explicitó la conveniencia de vender una cierta cantidad de leguas de tierras fiscales para “llenar el déficit que arroje el presupuesto”. Los diputados tenían en cuenta la gran cantidad de especuladores que, aprovechando “la corriente de progreso y adelanto” que había revalorizado la tierra, habían denunciado terrenos baldíos en gran cantidad. Incluso los debates se orientaron en la dirección de señalar a algunos diputados como denunciantes y posibles especuladores, al ser ellos mismos quienes fijaban el precio de venta.

Una de las cuestiones principales planteadas al inicio del trabajo era la de verificar si la política de tierras públicas actuó como facilitador del sostenimiento del Estado provincial. Del análisis de los presupuestos anuales, se pudo comprobar que la venta de tierras públicas llegó a constituir, en algunos años, un rubro muy importante en el conjunto de recursos con que contaba el gobierno para su administración. Los años más significativos fueron: 1888 con el 56 %; 1889: 42 %; 1891: 48 %; 1911: 32 %; 1913: 31 %; 1914: 37 % y los de menor porcentaje: 1887, 1905 y 1906 con el 1 %; 1908: 2 %; 1907, 1909 y 1910: 3 %; 1885 y 1886: 4 %; 1897: 6 %96; 1912: 11 %97. Como queda expresado, en algunos años llegó a constituir alrededor de la mitad y aun más del total de los recursos y en otros fue menos significativo; sin embargo en todos los casos se usó la tierra pública para enjugar los déficits fiscales. Los presupuestos extraordinarios que contemplaban la construcción de obras públicas y otros gastos, claramente consignaban que se llevarían a cabo con el producto de la venta de tierras públicas (años 1911 a 1914).

96 ABHS. Registro Oficial de la provincia, años: 1885, 1886, 1888, 1889, 1891, 1897, 1905, 1906, 1907, 1908, 1909 y 1910; Sola..., ob. cit, año: 1887; Boletín..., ob. cit., año: 1911.97 Si se considera el Mensaje a la Legislatura provincial del gobernador Avelino Figueroa de febrero de 1913, el rubro venta de tierras públicas representó el 7 % del total de los ingresos (incluye un préstamo del Banco Francés por 800.000 pesos m/n con garantía de tierras fiscales). Si no se computa el préstamo, el porcentaje asciende al 11%. Si se examina el Mensaje del gobernador Robustiano Patrón Costas a las Cámaras Legislativas de mayo de 1913, el porcentaje desciende al 5 %, aunque no la cantidad en pesos por venta de tierras públicas, porque se consigna el monto real recibido por el préstamo: 534.508 pesos m/n.

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Si bien en algunos años la venta de tierras públicas constituyó el principal sostén del presupuesto provincial, también hay que destacar que los ingresos reales por este concepto no se corresponden directamente con el valor y la cantidad de tierras de las que se desprendió el Estado provincial. Se señaló que una de las formas más frecuentes de compra fue mediante la hipoteca; por esta razón al momento de realizar la venta, el Estado recibía sólo una ínfima parte del valor total de los terrenos y a ello se agregaba el bajo precio con que se efectuaba dicha venta.

Por otra parte, la tierra fiscal fue utilizada por el Estado provincial como garantía de los créditos o empréstitos contraídos con entidades bancarias. Generalmente el gobierno no lograba amortizar la totalidad de los mismos, motivo por el cual la tierra pública pasaba a propiedad de esas instituciones bancarias que luego las remataban obteniendo grandes márgenes de ganancias.

La educación también debía beneficiarse con los ingresos por venta de tierras públicas. Así, lo estipulaban dos leyes: la de 1889 que asignaba un tercio de lo producido por venta de tierras fiscales y la de 1894 que modificaba ese porcentaje al 50%. Sin embargo, de acuerdo a los presupuestos escolares esto fue cumplido muy parcialmente.

Consideraciones finales

El aspecto jurídico brindó el marco necesario para el desenvolvimiento de la política de tierras de la provincia, pero si bien la ley era clara y precisa no siempre se cumplió. La necesidad general, hacia 1880, era la de organizar y ordenar el Estado provincial. El criterio de promover la formación de colonias, centros agrícolas, asentar población “estable” y ampliar la frontera ganadera se correspondía directamente con ello, pero el espíritu que animaba las leyes fue dejado de lado en reiteradas oportunidades. A la par que se aprobaban leyes en ese sentido, se legislaba a favor del traspaso de grandes extensiones de tierras estatales a particulares y a bajo precio.

La concentración de la propiedad (sobre todo en Rivadavia), la cantidad de propietarios ausentistas, la especulación, contribuyeron a otros objetivos. Las compras realizadas por extranjeros, en general tuvieron como fin la especulación o encontrar un reaseguro económico, para épocas posteriores; mientras que los compradores locales, en

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general, lo hacían para acrecentar la propiedad, aumentar la producción ganadera, obtener futuros préstamos cuya garantía sería la tierra adquirida y la factibilidad de ejercer la representación en la Legislatura provincial por distintos departamentos en los cuales eran propietarios. Así se llegó a conformar en los departamentos chaqueños una estructura de grandes propiedades.

De esta manera los objetivos del Estado de incorporar plenamente las tierras al mercado productivo, impulsar el desarrollo de la región, fueron meramente teóricos ya que la realidad demostró que primaron los intereses particulares, quienes en ocasiones tuvieron el control del Estado provincial. Lo que sí se comprobó fue el aumento de la producción ganadera, sobre todo a través del sistema de arriendos en los que se especificaba ese objetivo.

Los intentos de colonización, durante el período analizado, no tuvieron éxito debido a factores como la falta de agua, zonas sin medios de transporte y la lejanía de centros poblados. El gobierno apeló constantemente al recurso de la tierra fiscal ya sea para cubrir los déficits presupuestarios, para la construcción de obras públicas y como garantía para el otorgamiento de préstamos bancarios.

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7.La tenencia de la tierra en el campo comunero Asampay (Departamento Belén, Catamarca)

Bernarda Zubrzycki*

Introducción

En diversas zonas del noroeste argentino se encuentran “mercedes indivisas”, “estancias indivisas” o “campos comuneros”, tierras originariamente dedicadas a la actividad pastoril y que en la actualidad complementan y en muchos casos sustentan la economía de sus pobladores.

Esta singular forma de tenencia de la tierra está presente en numerosas localidades ubicadas en el sur del valle de Hualfín, en el departamento de Belén, Provincia de Catamarca. La tenencia de la tierra es compartida haciendo uso común de campos para pastoreo, obtención de leña, recolección de algarroba, etc., y aunque los individuos usufructúan sólo una porción -pequeñas parcelas-, se reconocen con derechos sobre el total de estos inmuebles indivisos rurales.

En este artículo nos proponemos caracterizar el régimen de tenencia de la tierra de tres campos comuneros ubicados en el valle de Hualfín, específicamente en el Distrito La Ciénaga, así como indagar el origen y evolución de algunas de las poblaciones actualmente presentes en ellos.En el mencionado distrito hemos registrado cuatro campos comuneros, los cuales abarcan casi la totalidad de la superficie del mismo; los campos están ubicados al oeste del Río Hualfín y son, de sur a norte, los siguientes: Las Mansas, Huasayaco, Asampay y Carrizal de Asampay. Nosotros nos ocuparemos particularmente de los tres últimos98.

* Antropóloga. Becaria de Formación Superior de la Universidad Nacional de La Plata.Departamento Científico de Etnografía, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. [email protected] El análisis de los antecedentes, propietarios y límites de los campos se realizó en base a Escrituras del Juzgado de Paz de Belén, de 1858 a 1952, depositadas en el Archivo Histórico de Catamarca, hijuelas suministradas por los pobladores y un relevamiento catastral realizado en 1981 por la Dirección Provincial de Catastro en la localidad de

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A modo de sintética caracterización de la población de la zona, podemos decir que por generaciones se dedicaron a la tejeduría, al pastoreo y a la agricultura con fuertes migraciones estacionales masculinas hacia las cosechas de frutas en las provincias de Mendoza y La Rioja, y a la zafra tucumana y salteña. En la actualidad esta situación se ha visto modificada. La actividad textil está en decadencia, existe un marcado predominio de empleados y jubilados/pensionados de la municipalidad; la emigración ha tenido un considerable incremento, incluyendo mujeres y varones cada vez más jóvenes, hacia nuevos destinos como la Capital Federal, Catamarca Capital y el sur del país.

Breve reseña histórica sobre la ocupación de las tierras en el Departamento de Belén

Lo que hoy llamamos Catamarca, junto a otras provincias del Noroeste Argentino constituían la provincia más meridional del imperio incaico: el kollasuyo. A la llegada de los incas el valle de Hualfín tenía un desarrollo cultural propio y un registro arqueológico que puede rastrearse desde el Período Temprano (650 a.c./650 d.c.)99. Luego del predominio de la cultura Aguada durante el Período Medio (650 d.c./950d.c.) surgen varias culturas regionales o locales en el área valliserrana, por lo cual al próximo período se lo conceptualiza como Tardío o de Desarrollos Regionales.

Para el Período Tardío (950-1000 d.c./ 1480 d.c.) Sempé ha propuesto un modelo geopolítico de satelitismo con manifestación del núcleo hegemónico para la cultura Belén (Sempé, 1981). Su núcleo de acción fue el valle de Hualfín en el departamento de Belén, ocupando también los departamentos de Tinogasta y parte de Antofagasta de la Sierra en la provincia de Catamarca y presentando tendencias expansivas frustradas hacia La Rioja y Tucumán.Cuando se produce la conquista incaica (1480 d.c.), este modelo de satelitismo cae bajo la órbita de dominio imperial, aunque las características de esta dominación no son hasta el momento muy claras.

Asampay. La reconstrucción histórica de la ocupación efectiva de la tierra la realizamos fundamentalmente en base a entrevistas genealógicas con los pobladores.Este tipo de entrevista, además de permitirnos registrar los ancestros y descendientes de un Ego en una forma gráfica, constituye una vía de ingreso a materiales de diversa índole, especialmente aquellos vinculados a la familia y sus pautas de relación, transformando una técnica primaria en una valiosa herramienta interpretativa.992 González (1955), González y Cowgill (1975).

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La cultura Belén no llega a ser contemporánea de la conquista europea. En 1535 el viaje de Diego de Almagro para la tierra de Chile constituye lo que se conoce como la primera "entrada" española al NOA. Entre 1543 y 1546 se produce la segunda entrada, esta vez al mando de Don Diego de Rojas. La necesidad de construir ciudades con el papel de "fuertes de avanzada" contra los indios en pie de guerra fue uno de los factores decisivos de la fundación de algunos asentamientos en el oeste catamarqueño.

Los primeros asentamientos españoles en dichas tierras se remontan al siglo XVI: en 1558 Juan Pérez de Zurita funda la primera ciudad en territorio catamarqueño, Londres de la Nueva Inglaterra, junto al río Quinmivil, repartiendo entre sus capitanes solares, mercedes y encomiendas. La ciudad, sin embargo, duró poco debido a las peleas internas de los españoles y los levantamientos indígenas; durante estas luchas la ciudad fue trasladada al valle de Conando, cerca de la actual ciudad de Andalgalá, rebautizándola con el nombre de Villagra, pero tampoco perdurará. Luego de estos episodios la colonización del territorio oeste de Catamarca se retrasaría medio siglo.

En 1607 Gaspar Doncel refunda Londres en la margen derecha del río Famayfil (hoy río Belén) en un intento de colonizar definitivamente el valle. Oficialmente la ciudad fue nombrada como San Juan Bautista de la Ribera, repartiéndose solares entre los capitanes de la fundación. Sin embargo, la ciudad sólo se mantuvo allí hasta 1612 debido a las continuas crecidas estacionales del río. Fue trasladada al primitivo asiento de Londres con el nombre de San Juan Bautista de la Paz, durando allí casi veinte años, hasta el inicio del Gran Alzamiento Calchaquí donde la ciudad, ubicada en el centro geográfico de la rebelión, fue destruida. Sus vecinos se trasladaron en 1633 a la última versión de Londres: San Juan Bautista de la Ribera, en el actual Pomán, ciudad que luego se trasladará al valle central para convertirse en San Fernando del Valle de Catamarca. Nuevamente el oeste catamarqueño quedaba despoblado de españoles, y continuaría así hasta el final de las Guerras Calchaquíes.

En 1678 el presbítero Bartolomé de Olmos y Aguilera, cura y vicario de San Juan de la Ribera de Londres, solicita al gobernador del Tucumán una merced de tierras. Tres años más tarde, el 20 de diciembre de 1681, se funda la Villa de Nuestra Señora de Belén. Pocas leguas al sur la moderna villa de Londres era estancia de Santos Carrizo

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de Andrada, llamada Santa Gertrudis la Magna, heredada de su padre Alonzo Carrizo de Orellana quién recibió las tierras en merced en 1657 (Larrouy, 1921).

En 1687 el Maestro de Campo Bartolomé de Castro pide la merced de Zapata, al oeste de Londres, hasta el paraje de Laguna Blanca (Montes, 1964). Para la misma época, pasadas ya las Guerras Calchaquíes, los españoles ocuparon efectivamente las tierras ahora vacías del valle de Hualfín: tenemos tres mercedes reconocidas para finales del siglo XVII y que perdurarán durante el XVIII: la estancia de La Pura y Limpia Concepción al norte del actual pueblo La Puerta de San José, en la zona llamada La Estancia, perteneciente también a Bartolomé de Castro, la merced de San Fernando es propiedad de los descendientes de Cristóbal de Contreras y Hualfín pertenece a José de Artaza (Guzmán, 1986).

Campos comuneros en el distrito La Ciénaga

Los análisis de aquellos se que se han ocupado del tema concuerdan en que el origen de los campos comuneros son las mercedes de tierras de la época colonial100. Fuera de este análisis queda el tema de la propiedad comunal de la tierra como forma de tenencia de origen prehispánico, forma que en algunas regiones perdurará durante la colonia (Madrazo, 1970).

Estas mercedes eran el medio por el cual la Corona premiaba a los súbditos que participaban en la conquista de territorios (la institución ya existía en el Derecho Castellano y fue luego trasplantada a América); el dominio de las tierras descubiertas correspondía al Rey, la gracia o merced real era el título jurídico para que los particulares accedieran al dominio privado de la tierra.

Con el tiempo se fueron sucediendo, donando y vendiendo "derechos y acciones" sobre las tierras en cuestión, las mayoría de las veces sin juicios sucesorios, mensura ni ubicación física de las parcelas. Como expresa Carrera, la referencia a una merced como origen de un derecho tiene gran valor histórico, pero la evolución sufrida desde que fue otorgada, la ha hecho desaparecer, desmembrada, en muchos casos, para convertirse en un condominio de derecho y de hecho en los que se

100 Para más datos ver: Bazán (1996), Carrera (1978), Cruz (1994), Doro (1974), Doro y Trinchero (1992), Olivera (1993), Rivas (1997).

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superponen, además, geográficamente unos predios con otros, o se confunden los límites de sus parcelas o campos comuneros.

Brizuela del Moral disiente en cuanto a que el problema de los campos comuneros se origina en las mercedes reales: "A nuestro entender, el verdadero origen de la cuestión se inició a partir del régimen enfitéutico implantado por Rivadavia, que (...) creó enormes latifundios y una clase terrateniente que luego legisló para los intereses de la pampa húmeda". Según el autor, "la ley nacional de enfiteusis de 1826, los factores económicos apuntados, el desorden administrativo y las guerras civiles del siglo XIX iniciaron un proceso de indivisión forzosa de la propiedad privada por el cual el dominio se fue haciendo cada vez más confuso." Sin embargo, Brizuela del Moral no ofrece explicaciones de por que un reglamento que inmoviliza la tierra pública afectaría al dominio privado (1980). Herrán al analizar como se conforma la estructura agraria del departamento Santa María (Catamarca), también menciona el sistema enfitéutico, sistema que se prolonga hasta finales del siglo pasado, donde la venta de tierras de la iglesia produce una cierta concentración de la propiedad en manos de algunas familias, aunque expresa que "al margen de este proceso quedaron los campos (extensiones sin agua de riego, frecuentemente indivisas y dedicadas a la cría de ganado) y algunas estancias también dedicadas a la cría o invernada en caso de tener agua propia (Herrán, 1979). Según Carrera, en el departamento de Belén existen numerosos campos comuneros que se originaron en mercedes reales, algunas de las cuales serían las de Ampujato, Talamayo, Vizcote de Luna Aguada y Laguna Blanca; sin embargo, ninguno de estos nombres nos es familiar para nuestra zona de estudio.

Respecto al origen de estos campos no hemos podido obtener aún datos precisos; en los documentos analizados hasta el momento son desconocidos los antecedentes jurídicos que pudieron originarlos. Tenemos aún en nuestra investigación un vacío histórico entre las mercedes del siglo XVIII y los campos comuneros del siglo XIX.

Para el campo común Asampay el primer antecedente que hemos registrado es la venta realizada en 1860 de “un derecho de potrero en común sito en el lugar de Asampay”, en 1917 figura en un testamento la Estancia Asampay, en 1934 encontramos la venta de “un derecho común en el campo y cerro de Asampay, equivalente a tres octavas partes de la mitad de la citada estancia o campo común,” en 1936 se

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vende “una acción y derecho en la estancia común e indivisa denominada Asampay.” (Citar la documentación respaldatoria)

Como vemos la denominaciones son varias; en los formularios censales del relevamiento catastral se mencionan como propietario o poseedor original, para todos los casos, a la Estancia Asampay.

Los límites del campo o estancia Asampay mencionados en los documentos son generalmente accidentes geográficos poco definidos o propiedades de otros habitantes de la zona; por ejemplo, en una escritura de venta de un derecho común en el campo de Asampay, se lo ubica... poco más o menos dentro de los siguientes linderos: al norte la Estancia del Carrizal, por el este con terreno de Palo Blanco y sucesión de Don Belisario Sosa, por el sud con Río de Chicho, o sea Las Mansas y Quebrada Grande o sea Guasayaco y por el oeste con cima del cerro. En otra venta se menciona ...la estancia común e indivisa Asampay ubicada en el distrito La Ciénaga de este departamento, siendo la extensión aproximada de la estancia de cien kilómetros cuadrados o lo que resulte dentro de los siguientes linderos: al norte las Piedras Grandes y el borde de casa de piedra, por el sud el Río del Rosado, por el este la punta de Las Lomas y por el oeste La Cumbre que da vista a El Tolar.

El campo común Huasayaco registra su antecedente más antiguo en una venta realizada en 1858 y, así como el de Asampay, sus denominaciones y límites son bastante disímiles: Estancia Guasayaco, campo común, potrero y campo común e indiviso; respecto a sus linderos, por ejemplo una venta en el campo ...cuya superficie total se ignora, dentro de los siguientes límites: por el norte la quebrada El Rosado, por el sud con la Estancia Las Mansas propiedad de Rivero, por el este hasta dar con las pertenencias de La Ciénaga y por el oeste el filo del Cerro Alto. En otra escritura: ...campo común de Guasayaco ubicado en el distrito La Ciénaga, departamento de Belén , provincia de Catamarca, el que tiene una extensión superficial de ciento setenta kilómetros cuadrados a lo más o lo menos que resulte dentro de los siguientes límites: por el norte la Quebrada Grande que separa las pertenencias de la estancia Asampay, por el sud con la loma que divide con el potrero Las Mansas, por el oeste la cumbre del Cerro Alto que corre de sud a norte y por el este dos leguas de llanura desde la cierra. Finalmente en otro documento se mencionan los siguiente linderos: ...al norte el filo de La Culebrilla y Río de Asampay tomando línea recta de

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este a oeste, por el este la ceja del monte propiedad de las sucesiones de Belisario Sosa, Lucas Aibar y Manuel Rivero y otros, por el sud una loma denominada Las Mesillas y Lorohuasi, que lo divide de las estancia Las Mansas y por el oeste la cima del cerro que divide propiedades de herederos de Don Frisco Ramos y Don Pedro Alcántara Pachado.

Respecto al campo Carrizal de Asampay, su primera mención aparece en un inventario de bienes fechado en 1871 donde se consigna ... un derecho de potrero llamado Carrizal cuyos linderos son por el norte los terrenos de Bartolomé Ríos, por el este con las lomas de Palo Blanco, por el norte con tierras de Micaela Carrizo de Rasguido y por el sur con la estancia Asampay. En una hijuela de 1903 se lee: ...la octava parte de las seis séptimas partes que corresponden a esta testamentaria, en el derecho común de todo el campo y cerro de la Estancia denominada El Carrizal ubicada en la falda occidental y al pié del cerro del mismo nombre, con una extensión de diez kilómetros de norte a sud por veinte y cinco de este a oeste, todo poco más o menos, comprendidos bajo los linderos siguientes: por el norte con pertenencias de Don Cristóbal Aibar, por el este con los terrenos de Palo Blanco, por el sud con la Estancia de Asampay y por el oeste con la cima del cerro. Respecto a escrituras, la primera encontrada data de 1943 y en ella se hace referencia a la venta de ...una acción y derecho que representa la sexta parte en el campo común de Carrizal de Asampay que tiene una extensión de ciento cincuenta metros cuadrados o lo que resulte dentro de los siguientes linderos: por el norte Río del Loconte y Palo Blanco, por el sud Río del Cachiyuyo que lo separa con pertenencias de Asampay, por el este Río Hualfín y por el oeste cima del cerro que corre de norte a sud.

Los ejemplos mencionados son suficientes para mostrar la imprecisión y/o superposición de límites entre los campos, así como la superficie de los mismos.

Sin embargo, en todas las escrituras se consigna como han sido obtenidas las "acciones y derechos" que se venden o donan: ...Por heredad paterna ...Por heredad de los bienes de su extinta madre, según mi hijuela... Bienes gananciales y herencia de nuestra esposa y madre respectivamente... Este derecho me pertenece por compra según título extrajudicial que la compradora conoce y acepta... El derecho le pertenece la octava parte por herencia de su extinta esposa y dos

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octavas partes por compra según documentos extrajudiciales... Este derecho le pertenece por herencia de su padre teniendo sobre el mismo una posesión quieta pacífica a título de dueño e ininterrumpida que agregada a la de sus antecesores hacen una posesión de tiempo inmemorial, lo que le ha hacho adquirir el dominio en forma irrevocable... Pertenece a la vendedora por compra según consta en Escritura Pública inscripta en el Registro de Propiedades de Catamarca.

La situación actual

Ya indicamos más arriba como se fue dando el poblamiento del valle de Hualfín: durante el siglo XVIII hubo tres estancias ubicadas aproximadamente donde hoy se encuentran las localidades de La Puerta de San José, San Fernando y Hualfín. Para 1855 el antes curato de Belén es Departamento y aparece La Ciénaga como cabecera del distrito del mismo nombre.

En el siglo XX ya están presentes las localidades, puestos y parajes de los campos comuneros analizados. Un documento que nos brinda información al respecto es el diario del Ingeniero Weisser -diarios realizados durante las expediciones arqueológicas al noroeste argentino entre 1920 y 1926 y que se hallan en el Departamento Científico de Arqueología del Museo de La Plata-. Particularmente nos interesa la expedición VII realizada durante 1925. En ella describe un recorrido desde el puesto Las Mansas hacia el norte: pasan por Guasayaco, luego por la quebrada El Tío donde hay tres o cuatro puestos, pasan por un puesto abandonado en La Viñita y llegan a Quebrada Grande donde hay un puesto. Luego siguen hacia la quebrada de Chistín, también hay un puesto, y finalmente llegan hasta la quebrada de Asampay donde hay cuatro casas en la orilla norte del río.

Actualmente en el campo Guasayaco encontramos varios parajes: Guasayacu (en los mapas del distrito figura Campo y paraje Huasayacu mientras que en las escrituras aparece el nombre Guasayaco), El Tío, Agua Quemada, La Viñita, Pisco Yaco, Quebrada Grande y Chistín. En el campo Asampay: la localidad del mismo nombre y los puestos La Agüita y La Mesada; en Asampay se encuentran la única escuela, iglesia, almacén y posta sanitaria de la zona, además de un camino de acceso medianamente transitable desde la ruta provincial Nro. 40, que la une con la localidad de Belén (cabecera del Departamento) situada a

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unos 50 km. Las comunicaciones entre los puestos se realizan a través de caminos de tierra y en algunos casos sólo sendas transitables a pie o a lomo de burro. En Carrizal de Asampay se encuentran los puestos El Carrizal, Casa de Piedra y Grumi Yaco.

El origen de estas poblaciones está dada sobre la base de la ocupación a través de los años de pequeñas parcelas destinadas a la casa y cultivos para el consumo familiar, junto al uso común de los campos para pastoreo. Con el tiempo se fueron subdividiendo las tierras, sin juicios sucesorios, originándose caseríos basados en relaciones parentales.

Chistín y La Viñita, por ejemplo, surgen como puestos efectivamente habitados alrededor de la década del veinte, a partir de la compra de tres séptimas partes de una acción y derecho en el campo Guasayaco por parte de dos primos de apellido Ortiz. En la compra estaba incluido "...un puesto y corral en el paraje La Viñita y puesto, rastrojo y estanque de agua para riego y servidumbre en el paraje Chistín, todo dentro del mencionado campo..". Cada primo se asentará en uno de los puestos y sus descendientes continúan en el presente usufructuando la tierra; en el caso de Chistín hay actualmente seis casas, todas ocupadas con descendientes del primitivo dueño. La Agüita y El Carrizal tienen una historia similar.

El caso de Asampay, más complejo, es en el cual centraremos la descripción. Son varias las familias que tuvieron originalmente compra o herencia de derechos y acciones y que se asentaron en la zona, algunas a finales del siglo pasado y otras en las primeras décadas de este. Hasta ese momento, según los datos recogidos en el campo, no había habido una ocupación efectiva por parte de los "derechosos", es decir, se utilizaban los campos para pastoreo y "rastrojos" pero no se habitaba en ellos.

El primer poblador antecesor de los actuales habitantes que tiene derechos y acciones es Pedro José Moreno, derechos comprados a Pablo y Victoria Ochoa, los cuales obtuvieron la propiedad por heredad de sus padres Zenón Ochoa y Antonina Yapura, según consta en sus hijuelas de 1875. La transacción se realizó en San Fernando en 1909.

Tránsito Cruz nació en Asampay en 1903; sus padres José Balbín Cruz y Facunda Yapura, originarios del distrito Hualfín, eran puesteros de Feliza Aibar, vecina de La Ciénaga. Con anterioridad a 1930 Adolfo

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Rivero, también vecino de La Ciénaga y quién tenía derechos en el campo común por herencia se una tía, hermana de la mencionada Feliza, le vendió a Tránsito la mitad de una acción y derecho en el campo común e indiviso de Asampay. Tránsito construirá su casa unos dos kilómetros al norte de Asampay, en la quebrada La Agüita, dando origen al actual caserío allí ubicado.

Respecto a Feliza Aibar sabemos, a través de su hijuela, que tenía derechos en la estancia Asampay por heredad de su madre Efigenia Abarza de Aibar, heredados a su vez de su padre Remigio Abarza en 1871. Es a través de Feliza Aibar que estos derechos los usufructúa actualmente un nieto, quién no vive en el pueblo pero tiene allí una plantación de nogales. Éste heredó una octava parte por herencia de su madre y tres octavas partes que su padre le compró a las hermanas de Feliza.

Sebastián González y su mujer Jovina Morales vivían en El Chorro, una de las vertientes del río Asampay; en 1919 nace allí su primer hijo. Trabajaban como medieros de Marcelino Ochoa (hermano de los anteriormente mencionados Pablo y Victoria), quién tenía derechos sobre el campo pero vivía en El Tolar (localidad ubicada a unos 3800 metros de altura y a la cual se llega desde Asampay a loma de burro o a pie). Sebastián le comprará luego derechos sobre las tierras a uno de los hijos de Marcelino -Santos- en 1936.

En 1907 nació José María Titos en Asampay, hijo de Santiago Titos y Atanacia Ortiz. Santiago compra derechos sobre las tierras en 1945, poco antes de morir, a Adolfo Rivero; sus cuatro hijos inician luego la sucesión. En 1952 las hermanas de José María Titos, coherederas de Santiago Titos, le hacen cesión de derechos sobre la casa, conservando cada una su derecho sobre la tierra. Cuando el Ingeniero Weisser visita Asampay en 1926 vivían allí las familias González, Cruz, Titos y Moreno.

¿Qué pasa hoy? Varios de los hijos y nietos de estos primeros pobladores aún viven allí, legitimando sus derechos sobre la tierra en base a la relación genealógica con los "dueños" originales.

Hemos podido observar que las familias, básicamente de tipo extensas (la que resulta de la extensión en el tiempo y por intermedio de los lazos de casamiento, de las relaciones entre padres e hijos) determinan

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un cierto ordenamiento en el espacio: tienden a agruparse y a vivir cerca de la casa del que fuera uno de los "dueños", conformando lo que parecen ser antiguas territorialidades familiares.

El estudio del uso del parentesco como legitimador de la tenencia de la tierra, así como las formas de herencia y estrategias matrimoniales practicadas por la población forma parte de nuestro trabajo de investigación, pero exceden el marco del presente artículo.

Con los datos hasta aquí aportados será comprensible avizorar un dificultoso encuadre de la realidad de Asampay y los puestos vecinos respecto de la normativa establecida en el Código Civil Argentino, en lo que al régimen de la tierra se refiere101.

Podríamos decir que las ventas efectuadas en las escrituras analizadas constituyen la transmisión de partes indivisas de un mismo inmueble. Ello nos habilitaría a pensar que estamos en presencia de condóminos sujetos a la normativa de este derecho real102. Pero más allá de pensar que estas disposiciones resultan de difícil aplicación práctica103, los

101 Para un análisis más profundo ver: Maffia, Pastorino, Zubrzycki y De Luca (1999). 102 Estos derechos reales son, según el Art. 2503 del Código Civil, el dominio y el condominio, el usufructo, el uso y la habitación, las servidumbres activas, el derecho de hipoteca, la prenda y la anticresis. Respecto al dominio, la definición legal sentada en el Art. 2506 nos lo presenta como aquél derecho en virtud del cual una cosa se encuentra sometida a la voluntad y a la acción de una persona. Este concepto implica poner en cabeza de quien lo ostenta tanto el derecho de uso de la cosa, como el de goce de las rentas que ésta produzca y el de disposición, que habilita - por ejemplo - a enajenarla o constituir otros derechos reales sobre la misma. Es el derecho más completo en cuanto a la gama de facultades que atañen a su titular. Por eso se dice que es absoluto; también es perpetuo, según el Art. 2510 del C.C., atento que no requiere que se lo ejercite para conservarlo. No se extingue por el “no uso”, cosa que si ocurre con otros derechos reales (por ejemplo, el usufructo que si se extingue si no se lo ejercita durante diez años). Finalmente diremos que es exclusivo, por cuanto “dos personas no pueden tener cada una en el todo el dominio sobre una cosa..”. (Art. 2508 del C.C.). Lo que si puede suceder es que dos o más personas sean titulares de sendas parte indivisas de la misma cosa, constituyéndose así lo que se denomina condominio (Art. 2573 del C.C.). En este otro derecho real los titulares comparten la propiedad de la cosa pero respecto a una parte ideal. Cada condómino goza, respecto de su parte indivisa de los derechos inherentes al dominio, y puede ejercerlos sin el consentimiento de los demás copropietarios (Art. 2676). A resultas de lo cual, por ejemplo, cada condómino puede enajenar su parte indivisa (Art. 2677) o constituir hipoteca sobre ella (Art. 2678), con las limitaciones que la misma ley establece. 103 Piénsese, por ejemplo, que el Art. 2680 no permite a los condóminos ejercer sobre el inmueble “...ni sobre la menor parte de ella, físicamente determinada, actos materiales o jurídicos que importen el ejercicio actual e inmediato del derecho de propiedad...”,

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datos hasta el momento colectados no nos permiten asegurar tal encuadre.

Otra posible interpretación de los negocios jurídicos efectuados los ubicaría en el lugar de sucesivas cesiones de derechos hereditarios, mayormente en los casos en los que las sucesiones de los ascendientes no fueron tramitadas. Pero cabe destacar que las transmisiones efectuadas no tienen por objeto derechos reales sino personales. Ello equivale a decir que lo que se transmite no es la propiedad de la tierra, sino todo el conjunto de derechos y acciones que por su situación de herederos le pudieran corresponder.

Conclusiones

Centramos nuestro estudio en tres campos comuneros en La Ciénaga de los cuales, hasta el momento, son desconocidos sus antecedentes jurídicos.

Los autores que hemos mencionado a lo largo del trabajo nos dicen que es a partir de las mercedes de la época colonial que surgirían los campos comuneros, por donación, herencia y venta de los derechos sobre las tierras en cuestión.

Del análisis de las escrituras públicas de estos campos aparecen algunos datos significativos: en ellas se materializan las sucesivas transmisiones de un porcentaje de la superficie total de una tierra recibida en herencia, justificándose su titularidad, en el mejor de los casos, con hijuelas otorgadas en el marco de las sucesiones de los ascendientes. Cada coheredero transmitía así su parte indivisa, dividiéndose las heredades en porciones ideales cada vez más pequeñas, la mayoría de las veces sin los juicios sucesorios pertinentes, con la falta de alusión a límites geográficos precisos en los documentos y la ausencia de registro en la Dirección Provincial de Catastro de las subdivisiones realizadas.

Ningún habitante actual de todas las poblaciones mencionadas en este trabajo ha iniciado juicios sucesorios (salvo el caso mencionado de la familia Titos), deslindes o mensuras para prescripciones adquisitivas.

sin el consentimiento de los demás; siendo que la oposición de uno puede bastar para impedir lo que la mayoría quiera hacer a este respecto.

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Los documentos con los que cuentan son hijuelas y, en el mejor de los casos, escrituras públicas, pero nunca a nombre de los actuales ocupantes. Los que pagan un impuesto territorial éste llega a nombre, también, de un antecesor ya fallecido.

Sostenemos que ante este particular régimen de tenencia de tierras, dotado de una legalidad consuetudinaria, surgieron y aún se mantienen diversas prácticas ligadas al parentesco tendientes a legitimar la transferencia de acciones y derechos sobre las tierras. Dichas prácticas serán estudiadas en una segunda etapa de nuestra investigación.

Finalmente nos resta decir que en esta zona del oeste catamarqueño no se evidencia la transformación agraria -emergencia de la propiedad privada- que algunos de los investigadores mencionados en este trabajo han estudiado.

Los campos comuneros quedaron reducidos a las zonas ecológicas menos aptas, más áridas y sin valor comercial.

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8.Estado y Propiedad de la tierra en el Territorio Nacional de Río Negro: la cuestión de los ocupantes (1884-1892)

Martha Rufinni*

A partir de 1880 se profundizaron en nuestro país las transformaciones políticas, económicas y sociales iniciadas con la formación del Estado Nacional y la inserción de la economía en el concierto internacional. El modelo de desarrollo vigente, centrado en la exportación de productos primarios, implicó la modernización de la estructura económica, beneficiando fundamentalmente a la pampa húmeda, protagonista y motor de la gran expansión de la ganadería extensiva y la agricultura.

El crecimiento de la producción agropecuaria dependía de la incorporación de nuevas tierras, lo que implicaba confrontar en forma permanente con el indio, que detentaba el dominio de los espacios que el Estado requería para ampliar su producción.

La campaña al “desierto” de 1879 y las sucesivas expediciones militares a la Patagonia y al Chaco realizadas entre 1879 y 1884 posibilitaron la incorporación de un importante volumen de tierras a la actividad productiva . Pero también el inicio de la redefinición de estos espacios, a través de la creación de entidades político-administrativas llamadas “territorios nacionales” , que fueron organizados por la ley nº 1532 del 18 de octubre de 1884 104.

Estos espacios centralizados coexistieron durante casi setenta años con las provincias autónomas del sistema federal105. En ellos, las autoridades eran nombradas directamente por el Poder Ejecutivo ,

* Docente e Investigadora del Centro Universitario Regional Zona Atlántica de Viedma, dependiente de la Universidad Nacional del Comahue. Investigadora Externa del Centro de Estudios Histórico-Rurales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata.104 La ley 1532 creó las gobernaciones de Formosa, La Pampa,Misiones,Neuquén, Río Negro,Chubut,Santa Cruz y Tierra del Fuego. Incluyó también a la gobernación del Chaco, creada por la ley nº 576 del 18 de octubre de 1872 y que había organizado su gobierno en forma provisoria, hasta tanto se dictara la ley general de los territorios.

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contando con el acuerdo del Senado para los cargos más importantes como el de gobernador y juez letrado y quedando un escaso margen para el ejercicio de los derechos políticos de sus habitantes 106.

Desde el punto de vista económico carecían de recursos propios, dependiendo de la provisión de fondos estatales para su subsistencia y crecimiento.

Constituían espacios centralizados dentro de una estructura federal, con habitantes con derechos políticos restringidos que coexistían con habitantes con derechos políticos plenos (capital federal y las provincias).El Estado era el responsable de su organización y gobierno, y de asegurar la reproducción política, económica e ideológica del capital dominante. En este sentido, la distribución de la tierra pública adquirió un rango protagónico dentro de las orientaciones dadas a los noveles territorios nacionales.

Esto fue advertido tempranamente por los trabajos dedicados al estudio de la tierra pública. Entre ellos se destacó el de Miguel Angel Cárcano (1917)107 que describió la evolución del régimen de la tierra pública desde la etapa colonial hasta 1916. Respetando un orden cronológico, destacó el contexto en el que se dictaron leyes y decretos, analizando críticamente su contenido y valorando sus aciertos y deficiencias. En lo atinente a las leyes agrarias vinculadas a los territorios nacionales, señaló que el apresuramiento, la improvisación y la falta de un amplio conocimiento acerca de las nuevas tierras constituyeron una constante,

105 Los territorios fueron provincializados tardíamente, cuando muchos de ellos habían alcanzado hacía bastante tiempo el mínimo de 60.000 habitantes requerido por la ley. En 1951 se provincializaron Chaco y La Pampa, en 1953 Misiones y en 1955 los restantes territorios excepto Tierra del Fuego, que asumió el rango de provincia autónoma en 1990. 106 La ley 1532 permitía contar con un concejo municipal electivo y juez de paz en aquellas localidades que superasen los mil habitantes. Esta fue la única instancia de ejercicio de los derechos políticos permitida, ya que no participaban de las contiendas electorales nacionales (presidente, legisladores), y no podían elegir sus autoridades territoriales . Las legislaturas previstas por la ley para aquellos territorios que superasen los treinta mil habitantes nunca fueron instaladas.107 Cárcano,Miguel Angel (1968), Evolución Histórica del régimen de la tierra pública 1810-1916, Buenos Aires, Eudeba (primera edición Librería Mandesky, 1917)

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resaltando al mismo tiempo la importancia del dominio sobre las tierras para incorporar este patrimonio material a la corriente del progreso 108.

En la misma línea se inscribió el texto de Jacinto Oddone (1930), que analizó los orígenes de la concentración de la tierra e identificó los grupos sociales beneficiados con este proceso. Dedicó un capítulo a los territorios nacionales, realizando un comentario de las leyes más relevantes, para concluir que el latifundio asociado a la burguesía terrateniente constituyó el gran problema del campo argentino, obstáculo para el progreso social y político109.

Este enfoque general fue profundizado con análisis específicos de las leyes de tierras dictadas para los territorios nacionales. La legalidad y su aplicación resultó así un tópico frecuente en los estudios realizados durante las décadas de 1970 y 1980.

Destacamos los aportes del equipo de Enrique Barba que publicó sucesivas investigaciones referidas a la aplicación de las leyes de empréstito (1878) y de premios militares (1885) 110. En ellos ,describió 108 Ibídem, pp. 185-186. 109 Oddone, Jacinto (1967), La burguesía terrateniente argentina, Buenos Aires, Líbera (primera edición Buenos Aires, 1930). 110 Barba,Enrique, Cano de Nogueira,Clelia, Infesta,María Elena, Mallo Silvia y Orruma, María Concepción (1974), “La campaña al desierto y el problema de la tierra. La ley de premios militares de 1885”, Academia Nacional de la Historia, Segundo Congreso de Historia Argentina y Regional, Comodoro Rivadavia, 1973, Tomo III,pp. 145-183; Barba,Enrique, Infesta,María Elena, Mallo,Silvia y Orruma,María Concepción (1977), “La campaña al desierto y el problema de la tierra.La ley de 1878 y su aplicación en las provincias de Córdoba, Mendoza,San Luis y en los territorios nacionales”, Academia Nacional de la Historia, Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional, Tomo II, Santa Fé-Paraná 1975, Buenos Aires, pp.53-64; Barba,Enrique ,Infesta,María Elena, Mallo Silvia y Orruma, María Concepción (1977), “La conquista del desierto y la distribución de la tierra.Las leyes del 5 y 16 de octubre de 1878”, Academia Nacional de la Historia, Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional, Tomo II, pp.65-76. Otros trabajos del período: Belfiori, Martha, Frutos, Marta, Lattuca, Martha y Yusem,Liliana (1979), “Distorsión en la praxis de la ley de premios Nª 1628 de 1885”, Revista del Museo Provincial, año II, nº 2, Neuquén, Dirección Provincial de Museos, Monumento y Archivo Histórico, pp.35-87. Viedoya,Juan Carlos (1983), La generación del 80 y los territorios Nacionales, (formación, sociedad política, y demografía social y económica), Primeras Jornadas de Historia Argentina y Americana, Tandil, Universidad Nacional del Centro, 22 al 24 de septiembre de 1983 (mimeo).

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el proceso de concentración de la propiedad fundado en la especulación, las sucesivas transferencias de boletos y acciones, el favoritismo oficial y el juego de intereses desatado por parte de los terratenientes, deseosos de evitar que los planes de poblamiento afectaran la disponibilidad de tierras para la ganadería extensiva111.

Estos análisis generales fueron abandonados y el estudio de la tierra pública en los territorios nacionales se circunscribió espacialmente, abordando la aplicación de las leyes y sistemas de tenencia para cada territorio en particular 112. Entre las aseveraciones vertidas, se destaca como constante la inexistencia de un plan colonizador estatal, que llevó a entregar la tierra sin asegurar la producción y comercialización de sus frutos. Esta carencia formaría parte de una política improvisada , con importantes falencias técnicas y burocráticas : la falta de conocimiento de las características del suelo y la geografía, la escasa articulación entre la tierra y la infraestructura disponible , la ausencia de una adecuada política crediticia.

Para el período que nos ocupa, resultan escasos los trabajos que se propusieron realizar un estudio de la política de tierras que excediera el marco territorial .Entre ellos destacamos los aportes de Eduardo Miguez (1985) y Elsa Barbería (1995) . El primero analizó la modalidad operativa de las empresas agrarias de origen inglés y la participación británica en la ocupación del territorio patagónico a partir de 1890.En función de este objetivo, describió las compras y

111 Estos aportes corroboraron en gran medida las afirmaciones de Miguel Angel Cárcano y Jacinto Oddone , pero su originalidad consistió en un sólido trabajo documental para validar sus conclusiones. 112 Por ejemplo, Schaller,Enrique (1999) ,La política de tierras y la colonización en la provincia del Chaco (1870-1990), Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia; Colombato ,Julio (1995), Trillar era una fiesta.Poblamiento y puesta en producción de la pampa territoriana, Santa Rosa, Universidad Nacional de La Pampa, Instituto de Historia Argentina, Tomo I y II; Bonnahon,EmmaBandieri,Susana y Favaro,Orietta (1981) , “Acceso a la tierra pública en el Territorio Nacional de Neuquén. Departamento Confluencia 1880-1904”, Neuquén. La ocupación de la tierra pública en el Departamento Confluencia después de la campaña al Desierto 1880-1930, Neuquén,Universidad Nacional del Comahue,Facultad de Humanidades,Departamento de Historia, General Roca, Vallegraf, pp 15-43. Gaignard,Romain (1989), La pampa argentina.Ocupación,poblamiento,explotación.De la conquista a la crisis mundial 1850-1930, Buenos Aires, Solar, entre otros.

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transferencias sucesivas de las empresas que se conformaron para la especulación y explotación del sur y su productividad 113.

Elsa Barbería realizó una descripción minuciosa de lasa características agronómicas y productivas ,centrándose fundamentalmente en el territorio de Santa Cruz entre 1880-1920. Al encarar la ocupación del territorio y entrega de la tierra señaló como constantes, hasta 1890, la concentración de la tierra y el incumplimiento de las obligaciones tanto por parte de las empresas de colonización como por los particulares. Según la autora, el Estado entregó las tierras en forma “desordenada”, desconociendo sus posibilidades productivas y originando en Santa Cruz verdaderos latifundios 114. Otros estudios como el de Susana Bandieri (2000) reseña las leyes de tierras más relevantes y las irregularidades de su aplicación, para afirmar que a partir de 1903 “...la concentración de tierras en pocas manos era ya una situación consolidada en el sur del país.” 115

En un país de base agropecuaria como el nuestro, abordar la cuestión de la tierra pública en los territorios nacionales implica ingresar en una temática que conserva toda su vigencia y para la que aún faltan estudios integrales, que se orienten a analizar en el largo plazo la política seguida con los territorios y establecer similitudes y diferencias que aporten en el esclarecimiento de la modalidad estatal asumida , sus razones y objetivos .

Al distribuir la tierra pública, el Estado operaba generalmente sobre áreas prácticamente despobladas. En este sentido, el territorio Nacional de Río Negro constituye un caso peculiar dentro de la Patagonia , ya que en su margen sur se hallaba población asentada en forma continua desde la fecha de fundación del Fuerte El Carmen (1779) . Pero

113 Miguez,Eduardo(1985), Las tierras de los ingleses en Argentina 1870-1914, Buenos Aires, Editorial Belgrano. 114 Barbería,Elsa Mabel (1995), Los dueños de la tierra en la Patagonia Austral 1880-1920, Rio Gallegos,Universidad Federal de la Patagonia Austral. 115 Bandieri,Susana (2000),”Ampliando las fronteras: la ocupación de la Patagonia”, Lobato,Mirta (dir) Nueva Historia Argentina, .El progreso,la modernización y sus límites 1880-1916, Buenos Aires, Sudamericana, Tomo VI, pp.154- 161.

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también constituye un espacio que tenía una legislación previa sobre tierras, aplicada por la provincia de Buenos Aires entre 1820-1878116.

Por ende, en Río Negro, el Estado no legisló para un territorio despoblado sino para un espacio con un núcleo urbano definido, del que ya habían emergido sectores representativos y en el que se habían aplicado normas sobre tierras durante el período que la provincia de Buenos Aires ejerció jurisdicción sobre la Patagonia 117. Al ser un espacio de antiguo poblamiento, la situación de los ocupantes adquiere singular relevancia y se presentó como una problemática que debía ser objeto de legislación específica. Por ende analizar las respuestas dadas por el Estado Nacional a esta cuestión y su aplicación en Río Negro resulta atractivo, habida cuenta de la peculiaridad de este espacio dentro del conjunto de los territorios nacionales. Fue en Río Negro donde se registró el mayor número de reclamos de ocupantes, razón que justifica ampliamente la elección de este espacio118.

Miguel Angel Cárcano y Jacinto Oddone denunciaron enfáticamente que los ocupantes reconocidos por el Estado en Río Negro no eran tales y que la sanción de la ley 1552 de derechos posesorios (1884) perjudicó notablemente a los verdaderos poseedores de la tierra, que no alcanzaron a ratificar sus derechos 119.

116 La Patagonia estuvo bajo la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires entre 1820 y 1878. Si bien los límites de la misma -ratificados por la Constitución de 1854- abarcaban hasta el cabo de Hornos, la soberanía efectiva del gobierno de Buenos Aires se ejerció hasta la margen sur del Río Negro. Esta zona constituyó hasta la creación de la colonia galesa del Chubut (1865) el único núcleo poblado al sur del río Colorado. 117 Cfr Ruffini,Martha (2000), “La ocupación de la tierra en la margen sur del Río Negro 1820-1878”, Infesta,María Elena (comp), Estudios de Historia Rural VI, La Plata, Universidad Nacional, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, pp. 65-106. 118 Datos oficiales nos dicen que mientras Río Negro hallamos dispersas alrededor de 250 solicitudes de derechos posesorios para 1891, Chaco tenía 137, Misiones 20, Formosa 33, Chubut 12, Santa Cruz 3 , Tierra del Fuego y Neuquén 1.Archivo General de la Nación, Fondo Ministerio del Interior, Expedientes Generales, (en adelante AGN-MI) , año de 1891, legajo nº 12, Expediente C- 3433, Relación de expedientes sobre derechos posesorios en los territorios nacionales. 119 Cárcano expresaba que en virtud de la ley de 1884 hubo “ ...aprovechamiento fraudulento de la tierra, adquirida sin más condiciones que la astucia y la audacia. Valiéndose de sus disposiciones deficientes, mucha gente se apropió de grandes superficies sobre las cuales no tenía ningún derecho ni habían jamás ocupado...” : Cárcano,Miguel Angel (1917), Evolución histórica del régimen de la tierra

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Esta orientación fue preponderante en las investigaciones sobre la historia rionegrina. Se habló de un “interés desmedido” por la posesión de la tierra que provocó el desalojo de los antiguos pobladores , pero sin realizar un análisis minucioso de fuentes para poder determinar la existencia y situación de los ocupantes de pleno derecho120.

Otros estudios encararon el tema de los ocupantes en su relación con la producción ganadera. Esta tendencia apareció claramente en los trabajos sobre la zona de la meseta , de ocupación tardía y en la que la libre disponibilidad de tierras fiscales se mantuvo durante las primeras décadas del siglo XX121.

En este sentido, nos proponemos en este trabajo analizar las características generales de la política de tierras públicas llevada adelante para los territorios nacionales en general y para Río Negro en particular, a través de la compleja cuestión de los ocupantes previos a la conquista militar . El estudio abarcará entre 1884 (fecha de sanción de la ley de derechos posesorios) y hasta 1892, año en el que se conforma una comisión investigadora de tierras en Río Negro, a raíz de las múltiples denuncias acerca de la ratificación de los derechos posesorios. Observaremos entonces que el tratamiento dado a la situación de los ocupantes rionegrinos resultó emblemático de las tendencias generales de una política que estaría signada no sólo por los rasgos arriba mencionados sino también por la desarticulación de la

pública...op.cit, p 180; similares expresiones en Oddone,Jacinto (1930), La burguesía terrateniente argentina...op.cit, p 265. 120 Vapsnarsky,César (1983), Pueblos del Norte de la Patagonia 1779-1957, General Roca, Ediciones de la Patagonia; Suarez,Graciela y Rey,Héctor (1974), “El poblamiento en la margen sud del Río Negro hacia 1881 y su proceso previo”, Academia Nacional de la Historia, Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional, Tomo II, pp. 297-306. Rey121 Cfr Masera,Ricardo (coord) (1999), La meseta patagónica del So,muncurá.Un horizonte en movimiento, Viedma, Minigraf. Villarruel,José César y Rey,Héctor 81998), Economía,Estado y Sociedad en la meseta rionegrina 1920-1955, Informe final de investigación presentado a la Universidad Nacional del Comahue (mimeo) Chia,Sandra y Abel,José Luis (1991), Características de los ocupantes de tierras fiscales en la meseta rionegrina en los años 20, XII Jornadas de Historia Económica, Jujuy, 7 al 9 de agosto de 1991, (mimeo)

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burocracia estatal , que constituiría el obstáculo principal para una política de tierras orgánica y coherente.

Esta situación afectaría la ratificación de derechos posesorios de los ocupantes, quienes se verían perjudicados por las desinteligencias de las diferentes oficinas ministeriales, que dilataron en el tiempo la resolución de los trámites. En el caso de Río Negro, los que ratificaron derechos fueron en gran medida ocupantes antiguos, aunque algunos datos permitirían suponer que hubo alteraciones en las haciendas que permitieron obtener superficies mayores a las originalmente ocupadas.

Las fuentes utilizadas para este trabajo están conformadas esencialmente por documentos oficiales tales como las Memorias del Ministerio del Interior –del que dependían los territorios- los informes de la Oficina de Tierras y Colonias y los expedientes de tierras del Archivo Histórico de Río Negro . Consultamos aproximadamente 250 legajos que contienen las solicitudes de los ocupantes de tierras con los datos del solicitante (edad, nacionalidad, tiempo de ocupación, lugar de residencia, estado civil y oficio) así como información sobre el terreno solicitado ( cantidad de “poblaciones” , existencia o no de cultivo, el capital invertido en haciendas). Los expedientes nos muestran el trámite completo, que llegó a abarcar varios años, lo que nos permitió apreciar sus diferentes instancias y las expresiones de los funcionarios intervinientes. La información obtenida fue complementada con los informes de la Comisión Investigadora de tierras del Río Negro (1892) , que se hallan en el Archivo Histórico de la provincia de Río Negro. Con este abordaje , pretendemos introducir al lector en una cuestión esencial en todo estudio sobre la propiedad de la tierra en Argentina: las características de la política estatal sobre los territorios nacionales a través de una problemática específica como es el reconocimiento de derechos posesorios de los ocupantes en el territorio de Río Negro .

La política de tierra pública en los territorios nacionales

Si consideramos el conjunto de las normativas sobre tierra pública provenientes del Congreso Nacional y de los decretos presidenciales,

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advertimos que esta cuestión constituyó la preocupación esencial de los sectores dirigentes nacionales a partir de 1879.

El planteo sobre la propiedad de las tierras nacionales se había iniciado en 1862 con la sanción de la ley Nº 28 de territorios nacionales, mediante la cual el gobierno inmovilizó la tierra evitando su enajenación hasta la conquista militar. Una vez finalizado este proceso, la tierra pública constituyó durante las primeras dos décadas de vida de los territorios, la temática cuasi excluyente de la mayoría de las acciones estatales orientadas a los mismos.

A partir de la ley de inmigración y colonización de 1876 la entrega de la tierra pública constituyó una atribución exclusiva del ejecutivo nacional mediante la oficina de tierras creada por la ley y dependiente del ministerio del Interior. Esta ley rigió hasta 1891, cuando fue remplazada por la ley Nº 2785 del 18 de noviembre, conocida como ley de liquidación, que disponía ,entre otros aspectos, la retroversión al ejecutivo nacional de la tierra pública improductiva

El período que media entre 1884 y 1892 constituyó un momento de distribución de la tierra signado por una excesiva liberalidad estatal, acompañada de un aparato burocrático ineficiente, con escaso conocimiento de los espacios a organizar y entregar en propiedad. La idea dominante consideraba a la tierra como un bien productivo en sí mismo con escasa o nula relación con los restantes factores de producción. La crisis económica-financiera de 1890 obligó al Estado a un replanteo de sus recursos e inversiones , y en lo atinente a la tierra, a actuar con mayor energía, controlando el cumplimiento de los contratos de colonización y limitando las operaciones especulativas.

Las modalidades de acceso a la tierra pautadas por la normativa de 1876 fueron aplicadas prácticamente en forma simultánea en los territorios: colonización oficial, venta y arrendamiento .

La colonización oficial evidenció tempranamente su fracaso . Las causas del mismo se debían a las características de los terrenos donde se asentaron las colonias oficiales, no aptos para la agricultura y que requerían de obras de riego artificial. Este fue el caso de la colonia Formosa y las colonias rionegrinas Frías y Conesa. Tampoco se tuvo en cuenta su ubicación cercana a los puertos para el embarque de sus productos y la recepción de mercaderías importadas .La selección de

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los colonos no respondió a las necesidades de manejo de las tareas rurales requeridas.

Otras colonias ubicadas en la Patagonia fueron disueltas por razones de economías en el presupuesto, como la colonia Santa Cruz, que dejó de ser sostenida por el gobierno nacional en 1887; y la colonia de Puerto Deseado, disuelta también en el mismo año122.

Pero la colonización particular tampoco fue eficiente debido a la falta de control estatal y la especulación visible con los contratos de colonización, traducido en sucesivas transferencias . Las tierras quedaron improductivas y despobladas: de las 222 concesiones otorgadas hasta 1891, 102 concesiones debieron declararse caducas por incumplimiento123.

El arrendamiento y la venta fueron otras dos formas de acceso contempladas también por la ley de 1876. En el primer caso la falta de mensuras previas y el escaso conocimiento de la tierra a ofrecer dilataba el otorgamiento de los terrenos . En 1888 se suspendieron los contratos de arrendamiento, permitiéndose nuevamente los mismos en 1891. Según los datos oficiales para 1893 existían 370.000 ha arrendadas en los territorios nacionales , en su mayoría ubicadas en Santa Cruz y Tierra del Fuego124.

Las ventas de tierras fueron implementadas por la ley de remate público del 3 de noviembre de 1882. Dispuso la división de los territorios en secciones de un millón de hectáreas para las tierras de Misiones (destinadas a la agricultura), Patagonia (pastoreo), Pampa Central y Chaco (pastoreo y agricultura). Aunque la ley disponía un tope máximo de tierras para la compra –400 ha para agricultura y 40.000 ha para

122 Sobre la colonización oficial ver: República Argentina.Ministerio del Interior., Memoria presentada al Congreso de la Nación en 1888 por el Ministro del Interior Eduardo Wilde, Buenos Aires,Imprenta Sudamericana, p 293; Memoria presentada por el Ministro del Interior correspondiente al año 1889, Buenos Aires, Sudamericana, p 227; Memoria del Ministerio del Interior presentada en 1891, Buenos Aires,Imprenta La Tribuna, pp.13-25. 123 República Argentina,Ministerio del Interior,Memoria del Ministro del Interior presentada en 1891...op.cit, p 146.124 Los territorios nacionales en conjunto, sumaban 102.765..000 hectáreas.Sobre el arrendamiento puede verse: “ Informe de la Oficina de Tierras,Colonia y Agricultura” (1893), Cámara de Diputados,Diario de Sesiones, año de 1893, Tomo II, sesión del 31 de agosto, anexo nº 2, pp. XIV-XV.

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pastoreo- , las denuncias sobre utilización de agentes o nombres ficticios demostraron los mecanismos de concentración de la tierra

Pero estas no eran las únicas formas de acceso a la tierra en los territorios. Sucesivas leyes particulares entregaron la tierra bajo la forma de ventas y donaciones particulares, en este último caso preferentemente a los militares que participaron en la campaña al desierto y que fueron efectivizadas por la ley de premios de 1885 y leyes subsiguientes de 1888 y 1889125 .

Asimismo la tierra fue fuente de financiamiento de la campaña militar a través de la suscripción de un empréstito (1878) cuyas acciones se ubicarían en tierras cedidas por la provincia de Buenos Aires, Córdoba, San Luis ,Mendoza y los territorios nacionales .

En 1889 una audaz operación ofreció 24. 0000 leguas cuadradas kilométricas en Europa , comisión confiada a Eduardo Basavilbaso . Esta misión finalizó con un resonante fracaso vinculado a falencias técnicas de la operación proyectada y a la crisis financiera de 1890. El mismo comisionado alegó dificultades administrativas por la carencia de planos reales , de datos concretos sobre clima y suelo y, errores en la ubicación de las secciones a ofrecer. Económicamente, se vió afectado este intento de venta por el alza del oro respecto al papel moneda como efecto de la depreciación del mismo por la crisis de 1890. Finalmente, la ley fue derogada en 1891126.

Los ocupantes de tierras fueron mencionados por vez primera al disponerse en 1882 la enajenación de tierras mediante remate. En esta ley se ordenó la presentación de los ocupantes de tierras en un lapso de seis meses con el fin de ratificar sus derechos de posesión . Algunos pobladores de Río Negro se presentaron por esta ley, pero al no obtener resolución reactivaron el tramite al dictarse una normativa más específica: la ley 1552 del 27 de octubre de 1884127.

125 Nos referimos a las leyes Nª 2348 y 2350 del 4 de octubre, 2349 del 5 de octubre, 2368 del 6 de octubre de 1888 y 2691 del 15 de noviembre de 1891. Muy pocas leyes incluyeron condiciones de población, como la ley Nº 2003 del 30 de septiembre de 1893.126 AGN-MI, año de 1890, legajo 12, Expediente C-2667, notas de Eduardo Basavilbaso al Ministro del Interior, 1º de mayo de 1890; legajo 15, Expediente C-3410, 3 de junio de 1890; legajo 18,expedientes C-4121 y C-4273 del 15 y 26 de julio de 1890.

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La sanción de esta ley, que fue la primera en legislar en forma expresa sobre los derechos de posesión y ocupación de las tierras fiscales y sus efectos legales, instaló en el Congreso la discusión acerca de los ocupantes y sus derechos.

Según la concepción jurídica vigente128, los ocupantes poseían a nombre del Estado, al que debían acudir para presentar prueba de la posesión. El fundamento era el llamado riesgo de población” , argumento que primó hasta 1903 y que aludía a la situación de los pobladores que debieron defenderse de las incursiones indígenas y paralelamente cumplieron con las leyes, poblaron y respetaron la jurisdicción a la cual estaban sometidos . Aunque inicialmente el Ministro del Interior expresó que la ley debía alcanzar sólo a los habitantes de Río Negro129, se consideró que el riesgo de población debía extenderse a los habitantes de los territorios de La Pampa, Patagonia (Neuquén, Río Negro,Chubut,Santa Cruz y Tierra del Fuego), Chaco y la zona del Bermejo.

Debemos mencionar que la ley 1552 no establecía un sistema estable para la adquisición de la tierra pública sino que buscaba regularizar la situación de los “actuales” ocupantes de tierra . Para los funcionarios esto constituía un rasgo de excepción y por ella la ley estaba orientada a dar una respuesta coyuntural y precisa, acotada en el tiempo. En virtud de esto, se tipificaron a los ocupantes en dos grandes grupos: a ) los poseedores de títulos otorgados por las provincias, que debían solicitar su revalidación y b) los ocupantes sin títulos . En este último caso dos atributos eran esenciales para determinar si existía derecho adquirido : el tiempo de ocupación 130 y el capital en haciendas , que

127 El texto completo de la ley puede consultarse en República Argentina, Registro Nacional de leyes , Tomo IX, 1882-1884, Buenos Aires , Taller de la Penitenciaría, pp.878-879.128 Según el Código Civil de 1869 la naturaleza jurídica de la posesión consideraba a la tierra como un derecho real, ya que implicaba una relación inmediata y directa entre el poseedor y la cosa poseída. Tomar la posesión como un derecho implicaba que en la base de la misma existía un sustrato de hecho que era necesario que persistiera para que se de el derecho de posesión . En el caso de bienes del Estado como la tierra, el ocupante sería aquel que tenía la cosa (la tierra) bajo su poder con la intención de someterla al ejercicio del derecho de propiedad, reconociendo la titularidad de otro-en este caso el Estado Nacional- y por ende no llegaba a adquirir el dominio perfecto. 129 República Argentina, Camara de Diputados, Diario de Sesiones, año de 1884, Tomo II, sesión del 21 de octubre, p.563.130 El tiempo de ocupación determinaba la cantidad de tierra a obtener en donación y en compra. La ocupación debía ser anterior a la ley de 1882. Si superaba los treinta años,

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formó parte de la reglamentación de la ley el 20 de enero de 1885 y que se utilizaba ante la imposibilidad de determinar la extensión del terreno.

El trámite para el reconocimiento de los derechos era administrativo y constaba de dos momentos: el primero que se realizaba en el territorio y que estaba a cargo del gobernador, responsable de determinar el tiempo de ocupación y capital invertido mediante la declaración de testigos; y el segundo, que correspondía ala continuación del trámite por las oficinas ministeriales, en especial la oficina de tierras y colonias, y sus secciones respectivas (geodesia, oficina topográfica). Frecuentemente intervenían también el procurador y el departamento de Ingenieros. El expediente finalizaba con un decreto del poder ejecutivo que reconocía los derechos para donación, adquisición de la tierra o rechazaba la solicitud, disponiéndose el correspondiente desalojo. Como vemos, la política de tierras públicas careció de uniformidad y se halló contenida en diversas leyes, decretos y disposiciones. El ejecutivo había admitido en reiteradas ocasiones la necesidad de modificar la legislación vigente, reconociendo errores en la aplicación de las leyes tales como dificultades en los trámites, carencia de mensuras adecuadas y transferencias de los certificados de venta y acciones del empréstito.

La modificación del sistema fue anunciada en sendos mensajes presidenciales de 1889 y 1891: “La importancia que ha tomado la tierra pública y las condiciones en que se encuentra hacen indispensable la reforma de la legislación vigente .Las leyes actuales fueron dictadas cuando era necesario estimular y facilitar por todos los medios la ocupación de la tierra. Ellas emanan además de diversas épocas, carecen de unidad, no obedecen a un plan determinado, todo lo que hace difícil su aplicación en la práctica” 131.

se ratificaría plenamente la posesión de la tierra; los poseedores entre veinte y treinta años, tendrían derecho a la donación de un tercio de la propiedad y a la compra de los dos tercios restantes. Los que poseyeran una antigüedad de diez años podían comprar la tierra con un máximo de tres leguas cuadradas por solicitante. 131 República Argentina, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, año de 1889, sesión del 6 de mayo, p. XXXVII.

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Desde las restantes reparticiones oficiales, se habló en el mismo sentido, enfatizando la necesidad de una nueva ley tierras que ordenara convenientemente esta cuestión 132.

Pero no se tomó la decisión política de encarar y solucionar estas falencias reconocidas. Recién en 1903 se intentaron subsanar algunas de las dificultades a través de una ley general de tierras cuya aplicación no resolvió los problemas estructurales originados por la aplicación de las sucesivas leyes y disposiciones.

La burocracia ministerial como una de las claves explicativas de las falencias en la política de tierras

Un aspecto poco considerado en los trabajos sobre tierras es el funcionamiento de la burocracia estatal y su incidencia en la tramitación y resolución de expedientes. Si bien se realizan afirmaciones acerca de las falencias en la organización y funciones de algunas oficinas como la topográfica o la oficina de tierras , no se aclara convenientemente el esquema organizativo y la articulación de las diferentes ramas vinculadas a la cuestión de la tierra pública , con el fin de poder brindar un marco referencial que permita enmarcar adecuadamente las fuentes a analizar .

Una condición sine qua non para que los asuntos vinculados a los territorios nacionales fueran tratados en forma orgánica era sin duda la concentración de todo lo concerniente a ellos bajo una misma repartición. Si bien el ministerio del Interior era el responsable administrativo de los territorios, la considerable absorción de funciones por parte de esta cartera implicaban un recargo en las tareas que hacía poco eficiente a esta repartición. En 1889 el ministerio tuvo bajo su dependencia correos y telégrafos, obras públicas, el departamento de agricultura, la comisaria general de inmigración , la dirección de ferrocarriles , la oficina central de tierras y colonias, la policía, el departamento general de higiene y las prefecturas marítimas. Sin embargo, algunas cuestiones puntuales de los territorios se hallaban dispersas en otros ministerios, lo que ocasionaba superposición de funciones y dilaciones en la resolución de expedientes.

132 Por ejemplo, en el Ministerio del Interior: Memoria del Ministerio del Interior presentada en 1891...op.cit, p 16.

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A modo de ejemplo, en 1887 el Ministerio de Hacienda absorbió lo correspondiente a la navegación de los ríos de la República y la colocación de faros, aspectos hasta entonces a cargo de Interior. En 1889 un decreto del ejecutivo dispuso que los asuntos del registro civil y escribanía de gobierno de los territorios pasaran a depender del Ministerio de Justicia. A su vez las escuelas públicas de los territorios no dependían de Interior sino del Concejo nacional de Educación. .

Por otro lado, algunas direcciones vinculadas a la tierra pública cambiaron frecuentemente de dependencia ministerial, con el consiguiente perjuicio en la consecución de proyectos de largo alcance y desarrollo: la oficina de tierras y colonias dependió del Ministerio del Interior hasta 1893 , que pasó bajo la órbita del Ministerio de Hacienda. Al poco tiempo se resolvió ponerla bajo la dependencia del Ministerio de Relaciones Exteriores, y posteriormente del Ministerio de Justicia, culto e Instrucción Pública en 1894. En 1898 fue absorbida por el Ministerio de Agricultura.

Estos cambios ocasionaban marchas y retrocesos en las políticas adoptadas, aspecto que se vió agravado por el continuo recambio de funcionarios tanto de primer orden como de segunda línea, que impedía la consecución de una política lineal. Los funcionarios renunciaban o eran reemplazados por desacuerdos con las políticas adoptadas o por aparecer implicados en denuncias de fraude y malversación de la tierra pública . Por ejemplo, en 1890 la oficina de tierras y colonias tuvo tres jefes sucesivos: Benigno Del Carril (entre enero y marzo), Victor Molina (marzo y agosto) y Nicasio Oroño a partir de agosto. Pero no solo las oficinas cambiaban de dependencia. Las diversas secciones que componían una dirección también sufrían frecuentes rotaciones y pasaban a depender de una u otra oficina. En aquellas oficinas cuyas funciones resultan esenciales para controlar una adecuada distribución de la tierra pública, esta situación perjudicó notablemente la tramitación y resolución de expedientes . Este fue el caso de la oficina topográfica , encargada de realizar los planos que permitan determinar con precisión la ubicación de las tierras nacionales. Hasta el año 1887 , perteneció a la oficina de tierras colonias y, a partir de ese momento, pasó a depender directamente del ministerio del Interior. En 1889, al crearse la comisión central de tierras y colonias, volvió la oficina topográfica a estar bajo su jurisdicción y fue convertida en sección separada en 1891. En 1895 el departamento

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de obras públicas absorbió las facultades de mensuras de los territorios, lo que originó reclamos de la sección topográfica . En 1896 esta sección se constituyó como oficina nacional de geodesia.

Los cambios administrativos impedían la consecución de una política orgánica en lo atinente a la tierra pública. Pero también los desacuerdos entre funcionarios que llevaban en ocasiones a enfrentamientos y reclamos pos funciones que consideraban pertinentes a su área y que se hallaban ubicadas en otras ramas: en 1888 y 1889 la oficina de tierras y colonias denunció la falta de planos, acopiados en el departamento de ingenieros. En 1890 reclamó que la oficina de geodesia dejase de depender del departamento de obras públicas y pasara bajo su competencia, ya que era la encargada de la mensura y subdivisión de los territorios nacionales. Asimismo manifestó que el departamento de agricultura manejaba contratos de explotación de bosques, funciones reservadas a esta oficina 133. Los choques entre tierras y colonias y el departamento de obras públicas fueron frecuentes y parecieron irresolubles al comprobarse la superposición de funciones y atribuciones de ambos, llegando al punto que el mismo procurador general de la Nación aconsejara una conferencia para su resolución.134

Pero también las oficinas se hallaban desorganizadas y con escasa articulación entre ellas. Muchas veces se requerían datos en un expediente que ya habían sido respondidos algunas fojas atrás o se ordenaban mensuras o declaraciones de testigos ya realizadas. Frecuentemente, los interesados reclamaban por la paralización de sus expedientes, obteniendo como respuesta que esta era debida al recargo de tareas, cambios de dependencia o escaso personal asignado. En algunos casos el expediente se extraviaba, debiéndose iniciar el armado de uno nuevo con las dificultades que esto ocasionaba para los solicitantes que residían en los territorios135.

133 AGN-MI, año de 1890, legajo 28, expediente T-8075, Nota de Nicasio Oroño, director de la oficina de tierras y colonias, al ministro del Interior, 23 de diciembre de 1890. 134 Ibídem, año de 1891, legajo 15, expediente T- 4111. 135 Hemos hallado en varios expedientes referencias a documentos extraviados y solicitudes paralizadas en el departamento de obras Públicas, ubicadas posteriormente en una carpeta denominada “documentos inservibles” : Archivo Histórico de la provincia de Río Negro, Sección Tierras (en adelante AHP) , Caja 1883-1, Ministerio de Hacienda, expediente P- 2982; Caja 1885-4, Ministerio de Relaciones Exteriores, Dirección de Tierras, Colonias y Agricultura, Expediente P-1045; Caja 1886, Expediente R-72 y W-30101, entre otros.

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Esta situación fue reconocida por el director de Tierras y Colonias Nicasio Oroño, que denunció expedientes detenidos y algunas irregularidades provenientes de las oficinas ministeriales136 .

En otros casos, las tramitaciones no siguieron un curso lineal y hubo desacuerdos entre las oficinas intervinientes: expedientes archivados que volvían a ser remitidos al procurador, diferencias acerca de la importancia de los elementos probatorios de la posesión, objeciones extemporáneas a las facultades de los apoderados, aceptación de presentaciones fuera del término de ley o cuando una normativa impedía, por ejemplo la venta de tierras. En ambos casos el ministerio del Interior aceptaba la solicitud, ocasionando el rechazo de otras oficinas y la consiguiente dilación al ir y volver las argumentaciones a favor o en contra de la solicitud 137.

Un caso podemos mencionar como ilustrativo de estas irregularidades. En 1883 los sucesores de Eusebio García ( Río Negro ) iniciaron el trámite para el reconocimiento del derecho de ocupación de una suerte de estancia. En 1885 se ratificó la posesión de García y en 1890 se acreditó la personería de los herederos. Pero en el mismo año Geodesia solicitó nuevamente la prueba de la posesión, enviando un inspector al territorio y la confirmación de la ubicación del terreno (que ya se había realizado en oportunidad). En 1894 un decreto del poder ejecutivo falló a favor de la sucesión García pero en 1895 el procurador cuestionó la personería de los herederos, que se hallaba probada desde 1890. Al no poder mensurarse las tierras debido a la gran creciente del Río Negro de 1899, el procurador intento sancionar a los herederos de García utilizando el Código Rural de los Territorios. Esto constituyó un error de forma, ya que este código sólo se aplicaba para aquellos terrenos ya escriturados. El trámite finalizó en 1904, con la aprobación de la mensura y el otorgamiento del título definitivo138.

136 República Argentina, Informe de la Dirección de Tierras,Inmigración y Agricultura al Exmo Señor Ministro del Interior sobre denuncias del diario La Prensa (1892), Buenos Aires, Imprenta de la Dirección de Tierras,Inmigración y Agricultura. 137 A modo de ejemplo, AHP, caja 1881, Dirección de Tierras,Colonias y Agricultura, expediente C- 50; caja 1882, ministerio de Relaciones Exteriores, Tierras,Colonias y Agricultura, Expediente C-1093, Caja 1885-1, Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, subsecretaría de tierras y colonias, expediente A-1683 y =-2199. 138 AHP, caja 1885-1, Ministerio de Justicia,Culto e Instrucción Pública, sección Tierras y Colonias, Expediente G-222, 1894.El expediente consta de 720 fojas.

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Podemos hallar muchos casos similares, que dan cuenta de situaciones irregulares y la falta de uniformidad y acuerdo en los criterios a seguir. Podemos pensar que puedan haber existido intereses creados en torno a la concesión de tierras que, como denunció Nicasio Oroño, hayan convertido a la tierra pública en un objeto de negociación e intercambio. La detención de expedientes y las objeciones interpuestas podrían haber constituído una singular forma de dilatar la resolución de expedientes sobre terrenos donde podía existir algunos interesados.

Pero resulta claro que la burocracia estatal adoleció de serias deficiencias, en un período en el que el Estado está consolidando su poder hegemónico y en sus esferas se están constituyendo sub campos de poder que intentan apropiarse de espacios propios y construir su capital específico. Las irregularidades, desinteligencias y dilaciones en la resolución de un tema vital para el “progreso” argentino como era la tierra ,podría estar mostrando también este aspecto de confrontación y posicionamientos permanente . Esta percepción hace entendible, en cierta medida, las incongruencias observadas en los expedientes e tierras , que como veremos a continuación , se hallaban referidos en su mayoría a la ratificación de derechos posesorios .

Los ocupantes de tierras y los trámites de ratificación

Dentro del marco referencial de la política de tierras seguida por el Estado Nacional y las dificultades observadas en el funcionamiento de la burocracia ministerial, observaremos la aplicación del esquema arriba descripto para el caso particular de los ocupantes de tierras.

En primer lugar, advertimos que el Congreso legisló sobre los ocupantes sin haber determinado previamente su ubicación y realizado un estudio en profundidad de la documentación disponible. Sólo se designó los territorios beneficiados con la ley, pero no así las zonas de ocupación antigua. En el caso de Río Negro, no se acudió al archivo provincial para verificar la entrega de tierras por parte del gobierno provincial.

Ante la carencia de datos certeros, razones de sentido común llevaban a inmovilizar la tierra durante el lapso que los ocupantes ratificaran sus derechos .Esto no sucedió y la ley 1552 coexistió con normativas que disponían, como vimos, la entrega de la tierra en remate,

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arrendamiento, donación, concesiones para colonización o ubicación de acciones del empréstito, amén del ofrecimiento de tierras en Europa.

La simultaneidad de estas leyes de tierras afectó esencialmente a los ocupantes quienes en el curso del trámite descubrían que sus tierras estaban adjudicadas por donación o como parte de las acciones del empréstito139.

Por otro lado, la decisión oficial de otorgar terrenos en arrendamiento se superponía a pedidos de reconocimiento, realizándose trámites paralelos para el mismo lote que al cruzarse, obligaban a retroceder y rever los pasos dados en el expediente.

Los ocupantes rionegrinos resultaron afectados al reservar el gobierno tierras para los ejidos de los pueblos de Viedma , Pringles y General Conesa. Pero al no ser deslindados, se originaron inconvenientes al pedirse el reconocimiento de la posesión140 .La solución habitual fue sugerir la ubicación de parte de la superficie original en otras zonas, lo que afectó los intereses de los pobladores que ya habían levantado ranchos, cavado pozos y sembrado la superficie ocupada. La dificultad de tener la hacienda ubicada en diferentes zonas a veces alejadas por varias leguas unas de otra fue otra objeción alegada frecuentemente por los solicitantes141. Tampoco se tuvo en cuenta a los ocupantes antiguos al trazar el gobierno las colonias de Frías y Conesa en 1879, lo que originó reclamos de los mismos, que fueron desestimados142. En el caso de Río Negro, la normativa de 1884 resultaba insuficiente por la situación peculiar del poblamiento. La base del mismo había sido la creación del fuerte el Carmen en 1779, que originó el binomio urbano Carmen de Patagones (actualmente en la provincia de Buenos Aires) y Mercedes de Patagones, en la margen sur del Río, cuyo

139 Algunos ejemplos en AHP, caja 1884, expediente C-7; caja 1885-1, expediente P-1601 y y caja 1885-4, Expediente R-873.140 AHP, caja 1880, Ministerio de Agricultura, Expediente P-2568 de 1898; expediente R-80 iniciado en 1881; caja 1886-2,expediente E-460, año de 1885. 141 Fue el caso de Nicolás García, que tuvo que ubicar 4500 hectáreas a sesenta kilómetros del terreno original. O de Pedro Purrayán, que siendo poblador de Choele Choel recibió parte de su campo en la costa del Río Agrio (actual zona de Las Lajas) ubicado en el territorio del Neuquén: AHP, caja 1885-1, Ministerio de Justicia,Culto e Instrucción Pública, expediente G-222, año de 1894 y expediente P-35, año de 1885. 142 AHP, caja 1880, expediente F-888,año de 1895; caja 1883-2, expediente L-8 y caja 1886-2, expediente R-5213.

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nombre pasa a ser Viedma en 1879. El poblamiento se había completado con la fundación de la Guardia San Javier (1782) Guardia Mitre (1862),y Fortín Conesa (1869) .

Desde el inicio El Carmen tuvo autoridades militares, agregándose en 1820 el juez de paz y en 1854 la municipalidad electiva. Estas autoridades habían repartido tierras ya desde la etapa del Directorio (18114-18209). Hallamos donaciones antiguas realizadas por la Comandancia del fuerte , que fueron transferidas sucesivamente. Y también la provincia de Buenos Aires había entregado tierras en la margen sur bajo la figura de donación incondicionada (decreto de 1821) y donación condicionada (leyes de 1855/1870) , efectuando también donaciones particulares a partir de 1865.

Esta situación peculiar, que no se daba en otros territorios, debió ser objeto de disposiciones específicas y de un estudio detenido de la situación anterior a 1879.Pero el apresuramiento estatal en entregar las tierras obvió estos pasos, perjudicando así a los ocupantes antiguos y sus sucesores.

También las características geográficas del terreno debieron ser tenidas en cuenta: la ocupación de islas e islotes del Río Negro -que era de antigua data- no se podía reconocer al no estar determinada la jurisdicción de las mismas. En algunos casos, las crecientes del río habían modificado la estructura de las islas, alternado sus límites originales y unirse en algunos casos a la tierra firme al cegarse el canal que las separaba. Esto implicó que las acciones posesorias sobre los terrenos de la costa tuvieran resolución desfavorable al no evaluarse esta cuestión143. El promedio de duración de los expedientes oscilaba entre los cinco y doce años. Del total de solicitudes analizadas, aproximadamente un 42% obtuvo resolución desfavorable , un 30 % consiguió la ratificación de los derechos y el restante porcentaje correspondió a expedientes truncos. Las razones alegadas para la negativa fueron la deficiencia en la prueba, la falta de inclusión del solicitante en las mensuras y registros oficiales y la afectación de la tierra pedida para el ensanche de pueblos o ubicación de acciones del empréstito.

143 AHP, caja 1882, expediente O-403; caja 1886-1, expediente K-3351; caja 1886-2, expediente C-985, año de 1894.

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En algunos casos, las resoluciones favorables debieron ser rectificadas al observarse irregularidades de forma en la presentación de la prueba, carecer de precisión sobre la cantidad de hectáreas que se reconocía, exceder el máximo de tres leguas dispuesto por la ley o ratificar derechos ubicados en jurisdicción extraña al territorio 144.

Las revalidaciones de títulos constituyen 32 casos, realizadas sin mayores inconvenientes al ser el trámite sencillo y existir, en la mayoría de ellos , la escritura otorgada por la provincia de Buenos Aires. Fueron resueltas en un lapso promedio de tres años.

La investigación sobre los derechos posesorios en Río Negro

En agosto de 1891, un decreto del poder ejecutivo creó la comisión Investigadora de Tierras del Río Negro, para responder a las denuncias presentadas ante la oficina de tierras y colonias referidas a la presentación de ocupantes que no tenían residencia en Río Negro y a irregularidades cometidas por las autoridades del territorio en la tramitación de la prueba. Carlos Villanueva, el agrimensor Federico Meyrelles y Francisco Vivas, todos funcionarios del ministerio del Interior,integraban esta comisión.

La comisión debía revisar los derechos posesorios ya comprobados , lo que agregaba una nueva situación de inestabilidad en su propiedad a los habitantes de Río Negro. Actuaba a título informativo y no resolutivo, debiendo recabar datos de los pobladores y consultar la documentación sobre tierras existente. Esta se circunscribía al Registro de Pobladores levantado por orden del gobernador de la Patagonia Alvaro Barros en 1881 y a la mensura de Telémaco Gonzalez de un millon de hectáreas en la margen sur Río Negro, realizada en 1884.

Los informes finales de la comisión fueron dos, ya que hubo desacuerdos entre sus miembros .Vivas y Meyrelles presentaron un informe conjunto y Villanueva uno por separado. Las conclusiones a las que arribaron centraron las irregularidades en la parte del trámite realizada en el territorio, responsabilizando al gobernador Lorenzo Winter (1884-1888) por las mismas .

144 Algunos ejemplos en: AHP,caja 1881, expediente C-50,año de 1889; caja 1883-2, expediente M-113, año de 1894; caja 1885-4, expediente O-1916, año de 1902 y caja 1886-2, expediente R-5213, entre otros.

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Argumentaron que la escasa fiabilidad de los testigos (indígenas y analfabetos) y las informaciones vertidas implicaron falsedad al declarar tanto el capital en hacienda como el tiempo de ocupación145. Confrontando estas afirmaciones con la documentación expresada y con los expedientes de tierras de la etapa provincial , aparece claramente que un porcentaje sumamente bajo (2%) eran indígenas y que la mayoría eran comerciantes y ganaderos alfabetizados y radicados en la zona desde tiempo atrás.

Una rápida evaluación de la requisitoria realizada por la gobernación nos dice que las preguntas formuladas orientaban al testigo para que ratificara el número de haciendas y la fecha de ocupación. Las respuestas solían ser ambiguas y generalmente se afirmaba la ocupación por los dichos de otros pobladores sin haber presenciado los hechos146. Esto fue destacado por la comisión investigadora, que recogió las quejas de los vecinos que acusaron al gobernador Winter de manipular la información de los testigos147.

Pero por el lado de la comisión también existieron algunas irregularidades. Observamos que resultó arbitraria la elección de los testigos, ya que su número fue exiguo (seis testigos declararon para alrededor de cincuenta expedientes cuestionados) , y algunos de ellos declaraban sobre campos de los que habían sido desalojados por orden del gobernador en 1888. A través de expedientes anteriores, hallamos desalojos en la zona de Guardia Mitre, dedicada a la ganadería El mismo hecho de haber sufrido el desalojo por ratificación de derechos y ahora declarar sobre estos campos, hace susceptible de parcialidad la información :por ejemplo, uno de los declarantes Bartolo Arbues , ganadero de origen español residente en Conesa, ocupaba el campo de Enrique Diez Arenas desde 1880. Este ratificó su posesión y Arbues fue desalojado en 1888, apareciendo como declarante al ser cuestionada la ratificación de Diez Arenas en 1892.

El procurador general expresó que el procedimiento seguido por la comisión para recabar información había sido irregular: se sumariaron pobladores sin previo aviso y no se les citó a declarar para ejercer su defensa ni se realizó juicio de tachas. Agregamos que se trabajó en base a una única pregunta destinada a certificar los nombres de los antiguos

145 AHP, caja 1884, expediente C-5244, Comisión Investigadora del Río Negro.Informe, año de 1892. 146 Por ejemplo, AHP caja 1882, expedientes P-65; caja 1885-1, expediente A-40; caja 1885-4, expediente 0-916 y M-52, entre otros. 147 AHP, caja 1886-2, Expediente C-483, Comisión Investigadora...op.cit, f 49.

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pobladores y su zona de ocupación.No se hicieron precisiones por caso ni tampoco se presentó documentación , ratificándose simplemente los dichos del testigo anterior148.

La tan mentada participación de apellidos foráneos en Río Negro no ha podido ser constatada debidamente. La mayoría de las solicitudes corresponden a apellidos de la zona (Rial, Iribarne, Crespo,Ibañez, García) , de los que tenemos registrada , en algunos casos, la ocupación y la donación de tierras temprana por las autoridades del fuerte .Un mínimo porcentaje corresponde a apellidos desconocidos que, en su mayoría, no obtuvieron la ratificación de sus derechos.

Confrontando con la documentación provincial, se observa la distorsión denunciada por la comisión en el capital en haciendas, que motivó la concesión de superficies mayores a la original , que en algunos casos superaron el máximo de tres leguas previsto. Incluso la valuación expresada fue diferente para igual superficie y en la misma zona , admitiendo la comisión esta irregularidad visible149.

Los informes de la comisión, entregados en septiembre de 1892, son elevados en 1895 por el poder ejecutivo al procurador fiscal, autorizándolo al mismo tiempo a promover acciones criminales y civiles. El Procurador general objetó algunos aspectos del trabajo de la comisión, como hemos expresado, y alertó sobre la diferencia en los resultados de los informes de la comisión . El informe Villanueva objetó derechos de 9 pobladores, en cambio Meyrelles-Vivas cuestionaron a 28 pobladores

Si bien algunas de estas acciones se iniciaron y las encontramos anexadas a los expedientes, en 1898 se decretó la prescripción de

148 Ibídem, f 43 y f 47.149 Por ejemplo, Pablo Rial declaró haciendas ovinas por un valor de $3875 para dos leguas cuadradas y Gabiño Ibañez, en el mismo año y con igual superficie, declaró $6320. Juan Olha declaró $3350 para una superficie de tres leguas cuadradas, mientras que Beltrán Nequelina declaró $6000 y José Canero $ 12.100 , para la misma superficie y el mismo año. Si bien podemos pensar en una sobrecarga del numero de haciendas soportados por legua, los valores no pueden ser tan diferentes.

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dichas acciones. La comisión investigadora del río Negro no logró cumplir eficazmente su cometido, quizá por incurrir en las mismas irregularidades que detectaba .Los ocupantes de tierras resultaron una vez más perjudicados por la inoperancia de un elenco de funcionarios representativos de una burocracia desarticulada y difusa.

A modo de conclusión Al incorporar nuevas tierras al esquema productivo del paradigma agroexportador, el Estado debía legislar sobre ellas, entregar la tierra y ponerlas en producción. La creación de los territorios nacionales en 1884 marcó el inicio de una etapa de profusa legislación de tierras, caracterizada por la necesidad de entregar la misma , sin priorizar suficientemente el asegurar sus posibilidades productivas .

El apresuramiento fue evidente al no implementarse una política gradual, que permitiera conocer perfectamente los terrenos a ofrecer, evitando así superposiciones en concesiones y ubicaciones.

Las mensuras se fueron realizando al mismo tiempo que la entrega y la simultaneidad de las leyes de tierras convirtió al sistema en un conjunto heterogéneo de normas, sin un criterio uniforme, que requería de una amplia reformulación que se dilató innecesariamente en el tiempo.

La organización de las reparticiones vinculadas a la entrega de la tierra adoleció de serias fallas en su esquema de funcionamiento y resolución, complicando el panorama legislativo existente y dificultando en gran medida la resolución de expedientes que implicaran la ubicación precisa de los terrenos, establecer sus dimensiones y ratificar la posesión. El caso de los ocupantes de tierras resultó representativo de este panorama , al sufrir la tramitación las consecuencias de las deficiencias burocráticas aludidas. Y no fue objeto de un estudio detenido, que hubiese facilitado en gran medida la consecución del trámite y permitido aportar más elementos para evaluar la resolución final adoptada.

El territorio nacional de Río Negro resulta peculiar al constituír el espacio con mayor número de solicitudes de ratificación de derechos, en virtud de su condición de zona de antiguo y continuo poblamiento desde el siglo XVIII. En ese sentido la ineficiencia burocrática resulto palpable y se tradujo en tramitaciones extensas, con avances y

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retrocesos y serios procedimientos de forma, que afectaron a gran número de ocupantes antiguos, que tuvieron que esperar largo tiempo para ver ratificados sus derechos .

Las denuncias sobre la resolución de expedientes llegadas al ministerio del Interior implicaron en 1892 el envío de una comisión investigadora que aclaró poco la situación, al manifestar su actuación deficiencias de forma en la toma de declaraciones y de fondo en las conclusiones finales arribadas. La propiedad de la tierra, entonces, discurrió por un camino sinuoso en el que la conjunción de una política estatal poco planificada - en la que coexistieron diferentes formas superpuestas en el tiempo y el espacio de entrega de la tierra-, con una burocracia que debía ser la ejecutora de estas disposiciones y que se presentaba desarticulada e inestable, se tradujeron en situaciones en las que los pobladores resultaron afectados en sus derechos de propiedad.

El conocimiento acerca de la política estatal para los territorios nacionales constituye así un elemento más para el abordaje de la relación Estado-tierra pública en Argentina y su estudio puede aportar elementos explicativos que arrojen luz, desde otra óptica, a la compleja cuestión de la distribución de la tierra, y los sectores socio-económicos beneficiados con este proceso.

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9.Utopía agraria y realidad latifundista. El debate sobre las tierras públicas en la Patagonia Norte hasta princios del siglo XX

Pedro Navarro Floria*

Introducción

La nacionalización de los territorios hasta entonces marginales a los Estados latinoamericanos en construcción, durante el siglo XIX, fue un proceso histórico fundado en una matriz ideológica, reflejado en una serie de transformaciones materiales y con alcances en todos los órdenes de la realidad: el político, el económico, el social y el cultural. Este proceso fue intentado mediante una serie de políticas de ocupación del territorio al que aspiraba el Estado nacional hasta el cierre definitivo de la frontera interior. Se proyectó la instalación de autoridades, fuerzas armadas y servicios estatales, la fijación de población nativa y la atracción de inmigrantes, la distribución de tierra pública, la apertura de vías de comunicación y la realización de diversas obras públicas de infraestructura. En un plano superior, estas políticas responden a un corpus ideológico conformado por ensoñaciones futuristas, slogans, discursos, planes y proyectos de desarrollo superpuestos y hasta contradictorios, pero que definen tendencias, dotan de contenido y cristalizan en una estructura normativa constituida por mensajes, proyectos, debates, leyes y memorias ministeriales. La matriz ideológica sobre la cual se edificó el proceso de nacionalización de la Pampa y la Patagonia argentina en la segunda mitad del siglo XIX, fue la ideología de la conquista caracterizada por nosotros en trabajos anteriores (Navarro Floria, 2001; 2002a; 2002b). Esta ideología conquistadora se vio reflejada en un tipo de discurso político específico, que definía al territorio como desierto disponible para su conquista y colonización, y a los habitantes de la región como salvajes a someter o a aniquilar. En función de esa apropiación imaginaria del territorio se diseñó la apropiación material. Es importante determinar el carácter performativo de la matriz ideológica sobre el marco normativo

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. [email protected]

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y sobre las decisiones políticas, y de estos últimos sobre el proceso socioeconómico.

Uno de los objetos centrales, que atraviesa como un eje estos distintos planos de la construcción política de la Patagonia en la segunda mitad del siglo XIX, es la tierra. El modelo económico instalado en el Plata desde el período colonial, caracterizado por la producción pecuaria primaria orientada a mercados externos, requería para su afianzamiento y expansión el incremento del principal recurso local disponible: el campo fértil para la cría extensiva de ganado. Resultaba lógico que un régimen de propiedad construido en función de ese modelo afianzara, en definitiva, un orden político y socioeconómico heredero de la vieja matriz señorial, conservador, poco flexible a los cambios que proponía el mundo de la revolución industrial. Tampoco puede resultar sorprendente que, entre los primeros hombres que pensaron a la Argentina en términos de nación moderna e independiente, se hayan encontrado Manuel Belgrano, Bernardino Rivadavia o Domingo F. Sarmiento, portadores –con diferencia de tiempos y de modos- de la utopía agraria en tanto propuesta superadora del viejo orden pastoril.

Efectivamente, hasta fines del siglo XIX la Argentina se presentaba al mundo como un país que disponía de abundantes tierras cultivables e incultas a la vez. La utopía agraria era el mito movilizador del siglo en toda América Latina: se soñaba con que masas de agricultores europeos se establecerían en los campos incultos de los nuevos Estados para ponerlos en producción (Bertoni y Romero, 1985: 8-9). La imagen del desierto vacío y disponible recorría los escritos de Sarmiento y de los publicistas y estadistas que se ocuparon con mayor o menor frecuencia de la cuestión de la tierra pública, la inmigración y la colonización. Para Sarmiento y para toda la generación romántica, que consideraba a los pueblos indígenas ajenos a la nación, el “desierto”, más que una región geográfica, era el espacio social de la “barbarie”, es decir de todos aquellos –indígenas, gauchos, desertores, renegados, fugitivos, etc.- que de algún modo entraban en conflicto con el orden dominante (Navarro Floria, 2000a y 2000b: passim). Desde ese punto de vista que anteponía el ordenamiento político estatal a toda consideración antropológica o económica, el vaciamiento del desierto (Lois, 1999), primero como vaciamiento imaginario mediante la representación de un país vacío y disponible (Navarro Floria, 1999), y después como vaciamiento material mediante la conquista militar, fueron las operaciones resultantes. El país vacío (vaciado) requería la

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“inmigración inteligente” que reclamaba Sarmiento para la colonización agrícola, y la cuestión clave a resolver fue, entonces, en conflicto con los intereses dominantes de los estancieros, la del establecimiento de campesinos agricultores inmigrantes en las tierras públicas disponibles (Gori, 1964: 7). En los años finales del siglo XIX o iniciales del XX, bajo la segunda presidencia de Julio A. Roca (1898-1904) y en el marco de un notable impulso reformista, podemos observar un primer balance de lo hecho hasta entonces en el proceso de nacionalización de los Territorios Nacionales del Sur argentino, de la Pampa y la Patagonia. Uno de los aspectos particulares de este proceso, y por lo tanto, del balance mencionado, era la distribución y colonización de las tierras públicas nacionales recientemente incorporadas al dominio estatal.

En primer lugar, describiremos el proceso de conformación del marco ideológico y normativo que, antes y después de la conquista militar, dio forma a la distribución de tierras públicas en la Patagonia Norte. En segundo lugar, nos detendremos en el análisis del conflicto suscitado en los primeros años del siglo XX entre el marco normativo construido en las décadas precedentes, los proyectos que lo sustentaban, y el discurso de quienes, participando en mayor o menor medida del pensamiento agrarista, denunciaban las carencias del orden establecido y señalaban alternativas. El rescate de este discurso alternativo nos permitirá recrear los meandros del proceso de consolidación de un orden latifundista no forzoso sino construido, y, fundamentalmente, constatar la existencia frecuente de realidades de tensión y conflicto entre los propietarios formales de la tierra recién conquistada y sus tenedores reales. La visualización del conflicto nos pondrá frente a los rostros concretos de los invisibilizados por el plexo normativo dominante, de los escondidos tras los títulos de propiedad: los indígenas, los campesinos criollos, los colonos europeos, los expulsados de su suelo originario, los privados de la tierra, los negados en razón de su falta de poder económico o político. La tensión entre tantos sueños incumplidos y la realidad de la conquista de la Patagonia por y para el ganado y sus dueños –y aún entre este último escenario y muchas leyes, proyectos y discursos bien intencionados- no podrá explicarse, como se ha intentado, entonces, por la mera dinámica del desarrollo de la economía pastoril (Bandieri, 2000: 154), sino en función de un sistema de decisiones y de una determinada relación de fuerzas cimentados, en último término, en ideas y en palabras. De ahí la importancia de recrear debates y discursos, de reconstruir la matriz de las decisiones que llevaron, en

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definitiva, a que incluso los escasos rincones fértiles de la Patagonia Norte fueran para las ovejas y las vacas y no para los agricultores.

Apuntaremos al análisis de la Patagonia Norte –Territorios Nacionales del Neuquén y de Río Negro-, un espacio regional que presenta una cierta unidad funcional como corredor transversal entre la Pampa y el sur de Chile, a la vez que una diversidad de microrregiones internas en las que la tensión que atrae nuestra atención presentó matices diferenciados.

Antes de las campañas militares de conquista de la Pampa y la Patagonia Norte

Del mismo modo que los principales pensadores-estadistas de tendencia agrarista, en la Argentina del XIX, fueron porteños por nacimiento –Belgrano y Rivadavia- o por opción –Sarmiento-, las primeras propuestas de colonización agrícola formuladas una vez constituida la República resonaron en las cámaras de la Legislatura de Buenos Aires y no en el Congreso de la Confederación (algunos proyectos anteriores, en Gómez Sabaté de Moneda y Szilinis, 1980: 311-315). Las ventas de tierras en zonas seguras realizadas por la Provincia de Buenos Aires en 1857, 1859, 1864 y 1867, con criterios privatizadores y liberales, contribuyeron a consolidar a los grandes estancieros. En cambio, las pocas donaciones de tierras que la Provincia hacía en torno de Bahía Blanca y Carmen de Patagones encontraban el inconveniente de la inseguridad. El senador Nicolás Calvo, uno de los más entusiastas promotores de la Patagonia durante varias décadas, preveía convertir a Bahía Blanca en puerto de escala, en cabecera de vías de comunicación y en núcleo colonizador para el sur de Buenos Aires y todo el Colorado (SBA,150 1856: 38-43). Se señalaba la necesidad de una ley general de colonización, aunque todavía se desconfiaba del establecimiento de núcleos aislados de inmigración europea. El debate más interesante de esos años acerca de la incorporación económica de los territorios del Sur fue provocado por el proyecto fallido de una colonia agrícola-militar (DBA151, 1856: 205-206 y 210; SBA, 1858: 424-434), basado en la distribución de tierras a soldados-campesinos nada menos que en Carhué, el corazón de las tierras pampas. Sarmiento, quizás quien más había estudiado y escrito sobre el tema por ese entonces, se opuso terminantemente a que “se pueblen ciento noventa estancias con

150 Desarrollar la abreviatura.151 Desarrollar la abreviatura.

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ganados llevados a la puerta de los toldos, para reclamar un ejército nuevo para defenderlo. Tan absurdo me parece esto que desearía que un proyecto del Gobierno tuviera por condición la prohibición de criar ganados a diez leguas de la frontera”. Con su oposición, ponía de manifiesto el choque entre las dos tendencias fundamentales que emergerían cada vez que se debatiera sobre colonización: la de extender el modelo bonaerense de distribución de grandes extensiones para ganado, y la de generar colonias agrícolas mediante un rol estatal más activo. Quedaba en claro que, en adelante, los intereses ganaderos dominantes presionarían para que las propuestas de concesión o reparto de tierras agrícolas siempre se hicieran en áreas marginales o lejanas y en extensiones muy limitadas.

Después de Pavón (1861), el liberalismo porteño invadiría el discurso político nacional y las iniciativas para el Sur serían presentadas bajo el perfil seductor del progreso socioeconómico:

“En el siglo en que vivimos, en el siglo del vapor y de los grandes progresos, cuando nada hay difícil para el hombre, [...] no es creíble, Señor Presidente, que el Congreso Argentino deje escapar la ocasión que se le presenta, para derramar con suceso la semilla del progreso, la semilla de los adelantos materiales y sociales[...]” (D, 152 1864: 140-141).

Si las tierras de la Pampa, hasta los ríos Neuquén y Negro, iban a ser conquistadas para el progreso, se entiende que en el debate de la ley 215 –que mandó, en 1867, trasladar la frontera sur de la República a esos ríos- la discusión más extensa (S, 1867: 133-140 y 160-163) haya versado acerca de los derechos que les debían ser reconocidos a los dueños originarios de la tierra por ocupar, en función de su asimilabilidad a las pautas occidentales de civilización. En relación con esto, jugó un rol importante el concepto de nomadismo, que finalmente se generalizó para todos los implicados y operó como justificativo de la privación tanto del derecho a la tierra como de su reconocimiento como “sociedad”. En el plano político, y en consonancia con el rancio unitarismo de la ley 28 de Territorios Nacionales (Pasquali, 1999: 1), la tierra sería del Estado nacional y quienes quisieran acceder a ella y considerarse ciudadanos de pleno derecho deberían sujetarse a las condiciones de vida consideradas “civilizadas” por el poder vigente. Detrás de la exigencia sine qua non de sometimiento a la autoridad 152 Desarrollar la abreviatura.

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estatal se escondía mal una antropología de origen romántico (Navarro Floria, 1997: 132-136), “tenaz” (Lázaro Ávila, 1997: 20) en la asignación a los rebeldes de la Pampa de una barbarie “pura” (Boccara, 2000), radicalmente incivilizable.

Si el senador Llerena creía conveniente generar interés en las agrupaciones indígenas aliadas en seguir siéndolo, ofreciéndoles algún tipo de reconocimiento de sus derechos aboriginales, su colega Rojo prefería otorgarles “el derecho de posesión o de propiedad hasta donde fuese posible, considerando a los indios como corporación civil, no reconociendo los derechos políticos o internacionales”. El concepto de exclusividad del Estado, propio de la ideología nacionalista liberal que guiaba el proceso de construcción de la estatalidad, hacía imposible el reconocimiento de otra entidad civil incluida o yuxtapuesta a la ciudadanía nacional. Así se ideó la sustitución del reconocimiento de derechos previsto en el proyecto original por una concesión discrecional de tierras condicionada al cambio cultural. Si la barbarie de estos “compatriotas” era un estadio en el camino a la civilización, y el respeto de sus derechos compatibles con el orden vigente facilitaría el tránsito a “condiciones humanitarias” de vida, era claro que el Estado debía asumir como “medida política” la garantía de esos derechos. La propuesta contenía una idea acerca del rol activo del Estado, que en el contexto fuertemente liberalizador del momento no resultaba fácil de presentar. En torno de esta cuestión –de si el Estado tenía algo que hacer por los indígenas sometidos o si debía entregarlos a su propia suerte ignorando su historia y su cultura y considerándolos sujetos de derechos y obligaciones individuales en los términos que la Constitución Nacional proponía a “todos los hombres del mundo”- se jugaría el destino de las tierras indígenas, fundamentalmente en los años siguientes a las campañas militares de 1875-1885, y se definiría el fracaso de los intentos de colonización indígena sin asistencia oficial.

A la sanción de la ley 215 siguió una larga espera de las condiciones favorables para la guerra de conquista acordada. Durante esos años no dejaron de presentarse proyectos ni de discutirse alternativas. Durante la presidencia de Sarmiento (1868-1874), la Pampa se constituyó, desde el discurso gubernamental, en territorio a conquistar para la colonización agrícola:

“Todo el territorio que desde la conquista hasta el presente ocuparon los cristianos y se fue abandonando en diversos tiempos a las depredaciones de los salvajes, ha sido en el pasado año devuelto y

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sometido al dominio y protección de nuestras leyes. Se cuentan por miles las leguas de terreno reconquistadas a la industria[...]” (S153, 1870: 16)

En su primer discurso al Congreso, el presidente proponía, como era habitual en él, el modelo de la frontera pionera norteamericana:

“En la expectación de cien mil inmigrantes por año, debemos desde ahora acometer la tarea de prepararles tierra de fácil adquisición[...] ¿Por qué no hemos de prever en territorios de nueva creación las futuras Provincias Unidas que se añadirán en pocos años a las originales catorce, como se han agregado veinticuatro florecientes Estados a los primitivos trece del extremo Norte de nuestro continente?” (S154, 1869: 11)

Sarmiento proponía agilizar ese cambio mediante “una oficina para la venta y distribución de tierras nacionales” (S, 1872: 5), pero el conflicto jurisdiccional latente entre el Estado nacional y los Estados provinciales sobre los territorios por conquistar hacía que siguiera sin sancionarse, todavía en la década de 1870, una ley de territorios nacionales que permitiera la colonización (S, 1870: 156; 1871: 27; 1872: 15, 24ss; 1875: 18; 1876: 15). Ya bajo la administración de Nicolás Avellaneda (1874-1880), la cuestión se suscitó durante el debate de la ley 817 de inmigración y colonización, elaborado por la Cámara de Diputados en 1875 con base en los presentados por el presidente y por el diputado Leguizamón. Finalmente y tras un análisis que ocupó varias sesiones del Senado, dicha ley consagró en su artículo 67° la facultad del Estado nacional de disponer de las tierras por conquistar (S, 1876: 779).

Por entonces, el discurso político ya no se refería a los habitantes del espacio pampeano-patagónico como enemigos de guerra sino previendo los resultados de un sometimiento que se preveía inevitable. El proyecto de ley de inmigración y colonización preveía reservar secciones de tierra para la “reducción de indios” en las que se establecerían “las tribus indígenas, creando misiones para atraerlas gradualmente a la vida civilizada”, atracción que Tristán Achával proponía realizar mezclando a los indígenas sometidos con familias

153 Desarrollar la abreviatura.154 Desarrollar la abreviatura.

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criollas (D, 1875 II: 1.186,1.188,1.224 y 1.233). En el Senado se planteó una interesante discusión acerca del lugar social que ocuparían los indígenas sometidos en función del status que les asignaba el discurso político (S. 1876: 790-796). En definitiva, lo que se discutía era el medio de lograr que el indígena se convirtiera en “hombre productor y útil”: ¿como ciudadano libre, dueño de su tierra y de sus derechos, o bien bajo la vigilancia de tutores civiles o religiosos, o sometido a una esclavitud de hecho disfrazada de empleo barato? Tras la expresión de esta necesidad de transformar culturalmente al otro subyacía la convicción de que previamente, el indígena era “un salvaje y un ocioso”, “haragán y lleno de vicios” que se reconocían como producto del sistema mismo de trato fronterizo. A su vez, cada una de esas opciones escondía una imagen del otro. Reconocerlo como ciudadano de pleno derecho implicaba, “aunque no se le reconozca como hombre civilizado”, como decía un senador, atribuirle capacidad de serlo. Asignarle una vigilancia según el modelo jesuita, como también se proponía y como buscarían realizar más tarde los misioneros Salesianos, significaba considerarlo un incapaz, al menos transitoriamente. Destinarlo al trabajo en relación de dependencia como mano de obra barata –una propuesta que reaparecía una y otra vez en aquellos años y que finalmente se hizo realidad en los ingenios azucareros del Tucumán- suponía someterlo al más crudo desamparo del mercado libre de trabajo. Si bien en la redacción final de la ley 817 prevaleció el criterio de considerar a los indígenas como ciudadanos libres, la propuesta contenía, como en 1867, la idea de su sometimiento incondicional a las pautas sociales dominantes: la prescindencia del auxilio estatal, la destribalización, etc. Gracias a la preponderancia de estos puntos de vista, finalmente se suprimió para los indígenas el requisito de trabajar y la exigencia de reembolsar el valor de las tierras en la redacción del artículo 103 (que finalmente quedó como 96) de la ley 817. El proyectado artículo 104, que preveía sumar a los indígenas sometidos a las colonias europeas, fue rechazado.A pesar de las buenas intenciones emergentes, el sistema bonaerense de estancias ganaderas fue imponiendo sus necesidades e intereses con fuerza acumulativa. El argumento fundante del proyecto del ministro Adolfo Alsina de avance de la frontera con ayuda de las líneas telegráficas, en 1875, fue la atención a la coyuntura económica crítica. El objetivo era el crecimiento cuantitativo de los sectores productivos ya existentes, percibidos como el único recurso genuino de la economía nacional, en lugar del desarrollo diversificado:

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“dar incremento a la ganadería, y esto sólo se consigue entregando a la explotación particular, y por precios ínfimos, dos mil leguas superficiales que representan para el pastoreo y para la producción, cinco millones de vacas[...] Es que los campos, al interior de las líneas de fronteras, están cansados o recargados[...]” (S, 1875: 828).

La otra gran preocupación de Avellaneda, la inmigración europea, tampoco parece haber afectado al resto de la clase política de su período, como no fuera en los términos de una política racista de reemplazo de población al estilo sarmientino, como expresaba un diputado: “Está averiguado, señor Presidente, que la Pampa feraz no es temible sino por su despoblación, y la frontera jamás será segura sin poblarla internando otra raza de hombres con civilización y costumbres contrarias a las del indio indolente” (D155, 1879: 15-16).

Mientras la Pampa era objeto del conflicto de intereses entre los estancieros y los propulsores de la colonización agrícola, y de la confrontación de ideas entre quienes creían posible convertir a criollos e indígenas en pobladores productivos y quienes preferían el reemplazo poblacional, en la Patagonia la realidad era muy otra. Ese inmenso territorio mal conocido fue objeto, antes de su conquista, de una serie de concesiones particulares progresivamente ampliadas, mediante las cuales el Estado nacional ejercía actos aislados de dominio en previsión de las pretensiones chilenas pero sin contar todavía con una idea clara acerca de la utilidad y el destino de ese espacio (S, 1868: 746-747; 1870: 638; 1872: 122 y 126). De a poco se fueron introduciendo, en la década de 1870, algunos requisitos orientados a asegurar el poblamiento de las tierras concedidas -introducir familias agricultoras, fundar escuela en idioma castellano, restringir la extensión territorial de la concesión, etc.- o limitando la exclusividad para la explotación de recursos como el guano costero. También se formularon iniciativas para la ciudadanización de las colonias patagónicas, entre ellas la colonia galesa del Chubut, ya en próspero funcionamiento desde mediados de la década de 1860. La ley 731 de 1875 prescribió el envío al Chubut de una comisión oficial naturalizadora de colonos. La cuestión en debate estaba en el grado de coerción que debería ejercer el Estado nacional sobre los colonos para que se naturalizasen y para ejercer sus facultades administrativas sobre la tierra pública.

155 Desarrollar la abreviatura.

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En la medida en que la clase política comenzó a percibir el inicio de un proceso colonizador patagónico, el modelo al que acudió para conceptualizarlo e imaginarlo fue, sin embargo de la experiencia chubutense y como era lógico, el de la frontera pampeana. El “desierto” patagónico fue asimilado al “desierto” secular de la Pampa en tanto productor potencial de la “barbarie”; los núcleos iniciales de poblamiento fueron imaginados como bases de operaciones en una guerra contra los pueblos indígenas que se presuponía que continuaría al sur del río Negro; la política de distribución de la tierra pública no convenía que virara hacia formas más activas de intervención estatal. La misma situación de conflicto potencial con Chile pudo haber sido otro factor favorable al reparto liberal de grandes extensiones de tierra pública y a una rápida ocupación militar del espacio.

A partir de 1876, la ley 817 brindó un marco normativo distinto, según el cual las concesiones a particulares quedaban a cargo del Poder Ejecutivo. Recién entonces la explotación económica de la Patagonia –o de algunos puntos de ese extenso territorio- adquiría perfiles de posibilidad concreta. El político e intelectual Vicente F. López, desempeñándose como diputado nacional, fue uno de los más decididos impulsores de estos proyectos:

“[...] precisamente de la inmigración y del fomento que reciba [la Argentina] en las costas del sur es de donde depende la posesión efectiva y verdadera que hemos de tener de esos territorios, que además del guano ofrecen campos de primera clase de minas de carbón y minas de otra especie que todos los exploradores sostienen que existen allí” (D, 1876 I: 736).

“Ahora, señor Presidente, si nosotros somos francos, si consideramos la situación en que nos encontramos, con respecto a la fuerza que tenemos para ir a colonizar territorios desiertos y si consideramos que no podemos hacer esto oficialmente, que no podemos hacerlo con toda aquella vigilancia, con toda aquella estrechez que quiere el espíritu económico y mercantil que parece predomina en nuestro gobierno, debemos considerar que solamente dando un aliciente poderoso a los colonos que vayan a abrir la primera senda, a hacer el primer trabajo para hacer producir [a] esas tierras, es que podemos llegar a tener lo que realmente buscamos: la posesión efectiva de la Patagonia y la

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explotación de sus riquezas.” (D, 1877: 283-284; bastardillas nuestras)

Paradójicamente, la subordinación política de la Patagonia resultó de un proceso de redescubrimiento político de sus recursos naturales. El reclamo de “establecimientos coloniales e industriales” en la Patagonia edificaba el marco de un colonialismo interno que cristalizaría en la ley 954 de 1878, por la que se crearía una Gobernación de la Patagonia sometida al Poder Ejecutivo en general y al Ministerio de Guerra en particular, y finalmente en la ley 1.532 de Territorios Nacionales, de 1884. Pocos días después de aprobada la ley que permitiría realizar la campaña “del desierto”, el Poder Ejecutivo proponía la extensión del mismo régimen al sur del río Negro mediante la creación de la Gobernación de la Patagonia: “La expedición proyectada para llevar nuestras fronteras interiores al río Negro, atrae naturalmente la atención pública sobre nuestros territorios de la Patagonia” (D, 1878 II: 505).

Además del destino ganadero que se prefiguraba para las tierras por conquistar, en el debate de la que sería la ley 947 organizadora de la campaña surgió la cuestión de los premios militares, que se trataría al año siguiente. En el Senado la oposición más fuerte al carácter liberal del proyecto provino, como era previsible, de Sarmiento. El sanjuanino, coherente con sus viejos proyectos de colonización agrícola, se resistía a reproducir en el territorio conquistado la normativa de la Provincia de Buenos Aires, en donde la menor extensión que se acostumbraba a conceder era de tres leguas cuadradas para la cría de ganado, manteniendo la tierra “inculta” y alejando la población (S, 1879: 384-387):

“La tierra nuestra no la vendemos, la regalamos; y yo quisiera que no se la diésemos a los proveedores [del Ejército][...]

“[...]“Se han lanzado al mercado, repentinamente, 4.000 leguas de

terreno a 400 pesos la legua, y se ha permitido[...] que un solo individuo compre hasta 100 leguas. Estos son capitalistas que compran la tierra para guardarla con el objeto de vendérnosla después a un precio exorbitante, cuando el trabajo de los que la pueblan y la cultivan le dé valor, porque los que dan valor a la tierra no son los que compran grandes áreas para guardarla sino los pobladores que la cultivan y la hacen producir con el trabajo.”

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En definitiva, el proyecto volvió a comisión y sería discutido años después. Lo interesante del caso está en constatar que los criterios predominantes no le asignaban al Estado un rol regulador del destino final de las tierras, como garante de su ocupación efectiva y productiva en el marco de un modelo de desarrollo, sino que todo quedaba en las manos invisibles del mercado, es decir en las manos de quienes ya tenían mucho.

Despues de la conquista

La definición clave que, tras las campañas militares de conquista de la Pampa y la Patagonia, condicionaría el proceso político y socioeconómico posterior de esos espacios, fue sin duda la construcción de la estructura político-administrativa de los Territorios Nacionales. Este tipo de entidad había sido definido tempranamente, por exclusión, durante el proceso de formación del Estado, como los espacios sometidos o por someter a la autoridad de la Nación y no a la de ninguno de los Estados Provinciales existentes. Tras una serie de aproximaciones sucesivas a lo que se pretendía de estas nuevas unidades administrativas sui generis –fundamentalmente, la ley 28 de 1862 y la creación de los territorios del Chaco y de la Patagonia en la década de 1870- se los dotó de una estructura orgánica mediante la ley 1.532 de 1884, una solución oportuna para territorios “en peligro de pérdida” pero transitoria (Arguindeguy, 1999: 3-4). De cualquier modo, también la nacionalización de los nuevos territorios sería alcanzada por el fuerte impulso centralizador que imprimió el roquismo triunfante en 1880 al Gobierno nacional: la federalización de la ciudad de Buenos Aires, la supresión de las milicias provinciales, la unificación monetaria y la ley de Territorios Nacionales de 1884 pueden leerse así como componentes de un mismo proceso (Gallo, 2000: 513-514). Este último texto legal contiene, efectivamente, un completo proyecto nacionalizador de los nuevos espacios.

En el debate de 1884, al hacer hincapié en que era el Estado nacional el único habilitado para crear y dotar institucionalmente a los nuevos Territorios, al mismo tiempo que impugnaba las pretensiones territoriales de algunas viejas Provincias, como Mendoza y San Luis, Nicolás Calvo abonaba la idea –no muy claramente formulada aún- de que los Territorios requerirían de una presencia activa del Estado que, como habían hecho los Estados Unidos con sus Territorios, los preparase para la autonomía (D, 1884 I: 1.125-1.135). Es interesante

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señalar cómo, de este modo, el veterano legislador prefiguraba uno de los motivos de la autocrítica que los sectores dirigentes emprenderían veinte años después: hasta los primeros años del siglo XX, la Nación no se mostró capaz de o dispuesta a emprender con fuerza propia la nacionalización de los Territorios, abandonando ese proceso al fracaso. El puntano Puebla defendía las prerrogativas de las provincias sobre las nuevas tierras, precisamente, alegando que la experiencia existente de administración nacional, la de la Pampa, mostraba que la Nación “no ha hecho otra cosa, allí, sino vender esas tierras perpetuando el desierto en ellas, entregándolas al dominio privado sin condiciones de población ni de ocupación” (Idem: 1.092). Pero, una vez más, el argumento del progreso material sería definitorio, esta vez en boca del ministro Irigoyen: “son las armas de la Nación las que han conquistado esos territorios [...]. Son los recursos de la Nación los que llevan los ferrocarriles” (Idem: 1.119). En sucesivas memorias del Ministerio del Interior, Irigoyen había sostenido, por esos años, la necesidad de políticas activas desde el Estado para la colonización y la realización de obras públicas en la Patagonia (Irigoyen, 1882: XII-XV; 1883: XXI y XLII; 1884: XXIV-XXV y XLI).

En el proceso de las dos décadas siguientes a 1884, el desempeño del marco legal creado con la ley 1.532 resultó fuertemente insatisfactorio para el desarrollo de los Territorios Nacionales. Si bien se mantuvo vigente el propósito de crear nuevos Estados Provinciales -propósito programático enunciado fundamentalmente en los mensajes presidenciales de las dos gestiones del presidente Roca (1880-1886 y 1898-1904)- la lentitud con que se acercaban los objetivos parciales de institucionalización y la ineficacia de la administración territoriana revelaban que el proceso demoraría mucho más de lo previsto. La reclamada presencia activa del Estado no respondía a la ideología dominante en el régimen oligárquico. Mientras el Ministerio del Interior fue ejercido por Bernardo de Irigoyen, su discurso –contradiciendo el evolucionismo político del presidente Roca- se caracterizó por una fuerte iniciativa a favor de políticas estatales activas de colonización en los Territorios: obras de vialidad, fundación y delineación de colonias agrícolas oficiales, auxilio a los inmigrantes, etc. Sus propuestas contenían una crítica clara y explícita a la política de la “inmigración espontánea”. Sin embargo, sus sucesores Eduardo Wilde –bajo la presidencia de Miguel Juárez Celman-, el mismo Roca y José V. Zapata, optaron por el más liberal laisser faire que se impondría como tono general de la época (Wilde, 1887: 103; 1888: 291 y 293):

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“era peligroso confiar en procedimientos o sistemas artificiales, para improvisar o forzar hechos y evoluciones que tienen sus leyes” (Roca, 1891: 13)

“la mejor solución de los problemas que se refieren a la población y engrandecimiento del país, se hallará en la acción sucesiva del tiempo y en la libre asociación de las fuerzas individuales” (Zapata , 1892: 131).

Una reversión parcial de esta tendencia se notaría recién en la segunda administración presidencial de Roca, en el contexto del reformismo finisecular. A pesar de la sanción de un Código Rural de los Territorios Nacionales (cfr. Martín, 1980: passim), regulador de los recursos y actividades rurales no contemplados en la ley 1.532, todo lo relativo a la vida rural territoriana parece haber quedado librada al poder discrecional de los gobernadores, excepto lo concerniente a los títulos de propiedad y permisos de ocupación. Precisamente, la Comisión de Códigos de la Cámara de Diputados introdujo una única enmienda al proyecto del diputado y jurista radical Víctor Molina, orientada a “no dejar a los gobernadores de territorios nacionales –sino a la Oficina de Tierras y Colonias- la facultad de fijar las condiciones para la ocupación de la tierra fiscal” y a “no dejar a los particulares la libertad absoluta de cercar”, reglamentando los caminos vecinales, cercos y tranqueras.

En el marco de esta débil política de desarrollo territorial y, en buena medida, como condición de posibilidad de la presencia estatal en la Patagonia, se continuó, después de las campañas militares de conquista, con la concesión de tierras públicas bajo distintas modalidades. Los sistemas fueron variando sobre la marcha de la experiencia, sin que llegara a afianzarse una metodología derivada de una política clara de tierras públicas. El denominador común de todas las normas de la época que nos interesa, sin embargo, fue la política liberal de no imponer un control estatal que permitiera una distribución racional de los recursos. El resultado generalizado fue el despilfarro de grandes extensiones de tierra pública nunca poblada y la extensión y el fortalecimiento –ahora sobre la Pampa interior y la Patagonia- de la estructura latifundista que tradicionalmente se había asentado en las mejores tierras agrícola-ganaderas de la Pampa bonaerense. La ley 817 de 1876, llamada “de inmigración y colonización”, sancionada bajo el mandato y la directa

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influencia del presidente Nicolás Avellaneda (1874-1880), modificada por la ley 2.875 de 1891, dio por resultado la acumulación de más de cinco millones de hectáreas en manos de ochenta y ocho concesionarios que, en su práctica totalidad, no cumplieron con las condiciones que la ley imponía para garantizar la colonización y la explotación agrícola de la tierra. La modificación de 1891 llamada “ley de liquidación”, dado que nadie había colonizado la tierra concedida, permitía a los concesionarios obtener la propiedad definitiva si devolvían al Estado –para el caso de los Territorios Nacionales del Sur del país- una cuarta parte de la superficie recibida originalmente. De este modo, lo que se había propuesto como una puerta abierta a los inmigrantes europeos que desearan trabajar el “desierto disponible” del Sur argentino se transformó en una puerta cerrada a los pequeños agricultores. La colonización emprendida en el marco de la ley de 1876 y defendida por hombres como Bernardo de Irigoyen desde el Ministerio del Interior –a menudo contra la mayoría parlamentaria y de la opinión pública, que se oponían a la intervención estatal en la colonización con indígenas o con inmigrantes- se consideraba fracasada ya pocos años después. La necesidad de obras sistemáticas de riego en el valle rionegrino, por ejemplo, se hacía sentir desde el establecimiento mismo de las colonias, pero quedó librada a la iniciativa de los colonos mismos, de los misioneros Salesianos o de empresas privadas como el Ferrocarril del Sud.

Directamente diseñadas para financiar y premiar la conquista militar del territorio pampeano y norpatagónico, las leyes 947 de 1878 (“ley del empréstito”) y 1.628 de 1885 (“ley de premios militares”) distribuyeron también enormes extensiones en las manos de pocos propietarios, la primera mayoritariamente en La Pampa -casi ocho de los ocho millones y medio de hectáreas totales- y un resto en Río Negro, y la segunda en Río Negro -casi dos millones y medio de hectáreas-, La Pampa y Chubut. La acumulación de los miles de premios militares en poco más de quinientos dueños finales se dio a través de la compraventa de bonos a precio vil. La ley 1.501 llamada “del hogar” por su similitud con la homestead law estadounidense, sancionada en 1884, intentó remediar los defectos del sistema de colonización vigente, pero sin éxito alguno. Pretendió ofrecer parcelas de hasta 625 hectáreas –demasiado pequeñas para el fin previsto- destinadas a la ganadería ovina, en colonias estatales pero en tierras inadecuadas (Bandieri, 2000: 155). Entonces vino el auge de las concesiones particulares en arrendamiento, venta y remate público,

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característico de la segunda mitad de la década de 1880 y toda la de 1890. La poca colonización iniciada decayó para no resurgir nunca como sistema, más allá de algunas iniciativas puntuales que pudieron resultar exitosas (cfr. González de Antonelli, 1991). En la Patagonia Norte, los remates públicos adjudicaron entre 1886 y 1889 casi un millón y medio de hectáreas en el este y centro del Neuquén, muy pocas de las cuales fueron efectivamente ocupadas (Bandieri, 1990: 37-39).

La evaluación del fracaso

Desde la coyuntura misma de la crisis de 1890, imbricada en el diagnóstico de la corrupción del régimen oligárquico y del unitarismo encubierto en él, emerge en el discurso político nacional la idea de que la política hacia los Territorios tal como se la había formulado en 1884, orientada hacia un rápido crecimiento y la pronta creación de nuevas Provincias, había resultado fallida. La crítica se centraba en dos temas: el régimen de enajenación de las tierras públicas y el funcionamiento administrativo de las Gobernaciones.

La crítica del régimen de la tierra pública constituye todo un género en el discurso político de los últimos años del siglo XIX. Frente a uno de los más polémicos otorgamientos de tierras públicas de la época, largamente debatido en el Congreso -la concesión de cuatrocientas leguas de tierra en Santa Cruz y Chubut a Adolfo Grümbein-, el ministro del Interior José V. Zapata discutía en duros términos: “Yo denuncio el completo abandono, puede decirse, de todos los Territorios Nacionales [...] por la ausencia absoluta de conocimientos respecto de esos territorios” (D, 1892 I: 726). Pocos años después, el diputado Eleodoro Lobos proponía suspender toda enajenación de tierras públicas nacionales hasta que se dictase una nueva ley general de tierras y colonias. Lobos fundaba su propuesta en una extensa lectura histórica de la legislación agraria, desde la época de Rivadavia y pasando por las iniciativas de las provincias de Santa Fe y de Buenos Aires, la ley Avellaneda de 1876 –infructuosa y suspendida-, y las ventas masivas con propósitos fiscales realizadas entre 1890 y 1894. Como conclusión, denunciaba: “Nosotros estamos enfeudando el territorio [...]; estamos fomentando los latifundios” (D, 1896 I: 101-104). La cuestión de la distribución de la tierra pública también motivó permanentes quejas de los gobernadores territorianos, que –para el caso de Río Negro y Neuquén- criticaban fuertemente la existencia de

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latifundios especulativos creados por la legislación vigente y expresaban la necesidad de vender fracciones pequeñas, a precios bajos y en plazos cómodos (Rawson, 1895: 72), a los pobladores mayoritariamente chilenos que trabajaban efectivamente la tierra.

El gobernador rionegrino Napoleón Berreaute informaba, en 1889, haber creado una Comisión de Inmigración en Viedma y haber convocado a interesados para el poblamiento de “ciento cincuenta leguas de tierras fiscales”, sin haber podido concretar la adjudicación “en virtud de que las tierras fiscales del Río Negro están afectadas en su totalidad por leyes especiales del Congreso”. Esto condenaba “a vivir por muchos años desiertas las tierras fiscales”, a que las escasas colonias estatales –Frías, Conesa y General Roca-, situadas en “tierras inmejorables”, languidecieran en el atraso por falta de obras de riego y por la injusticia consistente en que muchos poseedores de chacras no tuvieran su escritura de propiedad. Finalmente, proponía poner en vigencia la “ley del hogar” en la Línea Sur, entre los departamentos 9 de julio y Bariloche (Berreaute, 1889: 294-297). El gobernador neuquino Franklin Rawson prefería atraer “inmigración extranjera europea, única que bien se adapta a las condiciones climatológicas y cualidades feraces de esta región”, para evitar la concesión de “inmensos latifundios con violación flagrante de todos los principios liberales que rigen nuestra legislación”, como se venían adjudicando las tierras públicas hasta entonces (Rawson, 1899: 163-164).

Un primer verdadero –y aislado- proyecto de desarrollo particular para la Patagonia Norte, bajo la presidencia de Uriburu (1895-1898), fue el del ramal del Ferrocarril del Sud de Bahía Blanca al Neuquén. Desechando “la idea de las garantías [que] está justamente en desuso y abandonada en absoluto como sistema”, se proponía la apertura de una vía de transporte que, en la ensoñación industrialista del diputado Cantón, “se trata de una vía de ensayo o de estudio, de una vía de colonización” transportando “los inmigrantes, los útiles de agricultura y las cargas en treinta horas, desde la capital de la República hasta el territorio del Neuquén” y haciendo surgir “como por una especie de generación espontánea, numerosos centros de población con las múltiples manifestaciones de la actividad humana” (D156, 1895 II: 249-253). En 1897, la buena experiencia del Ferrocarril del Sud y las ideas acerca de la necesidad de un plan general de desarrollo regional cristalizaron en “un plan de población y explotación de los territorios” 156 Desarrollar la abreviatura.

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que comenzaría con los estudios para el trazado de una red de ferrocarriles y canales en Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz, tomando como referencias existentes los puertos y el ferrocarril Bahía Blanca-Neuquén. En el Congreso se criticó el “indiferentismo” hacia la Patagonia y se confrontó esta idea con los informes de testigos más recientes como Carlos M. Moyano, que describía cultivos indígenas de trigo en el área del Nahuel Huapi y buenos caminos a Chile, ríos, lagos, bosques, “la parte más fértil y valiosa de toda la Patagonia [...] que corre paralelamente a los rotos eslabones de la Cordillera de los Andes”; con la información de Carlos y Florentino Ameghino sobre la constitución geológica del terreno; y con la imagen de “la Suiza argentina” transmitida por Ramón Lista (D, 1897 I: 688-692; II: 165-176; S, 1897: 526-534). Más allá de la eficacia concreta de la ley 3.658 –que no la tuvo-, resulta interesante constatar la nueva conciencia que refleja el debate parlamentario: había unos territorios con recursos abundantes y diversos cuya explotación requería ser planificada mediante la acción positiva del Estado. La designación de Eugenio Tello, primer gobernador civil de Río Negro, la inauguración del Ferrocarril del Sur de Bahía Blanca a Neuquén y la gran inundación de 1899, coincidente con los primeros trabajos e informes del ingeniero César Cipolletti sobre la cuenca del Negro y sus posibilidades de irrigación, habrían sido algunos de los factores, sumados a la clara percepción de los problemas patagónicos por parte del presidente Roca, de la “coyuntura de fin de siglo” a partir de la cual los Territorios norpatagónicos de Neuquén y Río Negro habrían comenzado a integrarse efectivamente en el sistema nacional (Fulvi, 1983: 13-17).A la vuelta de su gira patagónica de 1899, efectivamente, el presidente Roca constataba al mismo tiempo los límites y las posibilidades de la región. Sarobe, en una exaltación quizás excesiva de su figura, lo considera “el primer estadista argentino que tuvo la visión exacta de la importancia y del porvenir de la Patagonia” y el mentor de “las iniciativas más acertadas, más inteligentes [...] durante sus dos períodos presidenciales” a favor de los Territorios del Sur (Sarobe, 1935: 97-98). Lo cierto es que el caudillo conservador realizó repetidas críticas en su segundo período de gobierno al sistema administrativo ideado en 1884, que ya consideraba caduco, y en general al rol desempeñado hasta entonces por el Estado nacional en los Territorios:

“Aquellos apartados territorios, [...] denunciando el error o la esterilidad de los sistemas y medios ensayados hasta hoy, reúnen, sin embargo, todos los elementos que se requieren para hacer la fortuna de los estados. Tierras fértiles, inmejorables para la

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agricultura y la ganadería; bosques naturales, de excelentes maderas; grandes riquezas minerales; caza y pesca abundantes; nada falta para llamar a esas regiones una población laboriosa, sino leyes inspiradas en su situación y exigencias reales, vías de comunicación que las pongan en contacto con las costas marítimas, y una distribución conveniente de la tierra pública, que debe ser ofrecida y acordada, en el mismo territorio, sólo a los que vayan a poblarla y explotarla por sí mismos.

“[...]“Dos reformas importantes son necesarias para alcanzar esos

fines o concurrir a ellos: la de la ley de tierras públicas, proyectada desde hace tiempo, y la que organiza los Territorios Nacionales. La primera para corregir un sistema defectuoso, que ha entregado la tierra, en vastas extensiones, a esa especulación que se cifra en el sacrificio ajeno, y nada o muy poco ha hecho en el sentido de la colonización.” (S, 1899: 5-7)

Las tierras públicas en el marco del reformismo de fin de siglo El diagnóstico del fracaso, del intento fallido de incorporar efectivamente a la República –fundamentalmente, a su sistema económico- los nuevos Territorios, estaba bien trazado. Sin embargo, el régimen oligárquico tenía sus propios límites para modificar el rumbo. Cambiar seriamente el régimen de tenencia de la tierra, por ejemplo, hubiera sido contradictorio con su lógica de acumulación de poder, fundada en la expansión horizontal del modelo latifundista pampeano. En consecuencia, los afanes reformistas del régimen en lo que atañe a los Territorios –tanto en relación con las tierras públicas como con el sistema político-administrativo, los dos aspectos a reformar según el presidente Roca- se orientaron a acentuar su carácter de espacios coloniales internos y a cristalizar la estructura de poder vigente más que a ampliar la República y adaptar sus instituciones a las nuevas demandas sociales.

En el marco del reformismo que invadió la escena política en los años del cambio de siglo, el senador Igarzábal presentó en 1898 un proyecto de ley de Ministerios que preveía someter a la autoridad de un Ministerio de Agricultura “todo lo que se refiere al gobierno y administración de los Territorios Nacionales”, como –en palabras de su autor- “infinidad de ramos de progreso que se relacionan con la

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prosperidad y la población de los territorios” (S, 1898: 59 y 62). Paralelamente, en la Cámara baja, el diputado roquista Vedia presentó un proyecto alternativo defendiendo la dependencia política de los Territorios respecto del Ejecutivo nacional:

“Los Territorios Nacionales, colonias de la nación, no son tierras públicas, destinadas sólo al cultivo y al pastoreo [...]; son dependencias directas del gobierno nacional [...]; son gobernaciones, entidades administrativas, dotadas de poderes más o menos deslindados [...]; son, además, las futuras provincias” (D, 1898 I: 460).

El Congreso en ambas cámaras desechó el proyecto Igarzábal y adoptó el criterio de Vedia, sin debatir a fondo la cuestión (S, 1898: 348-371 y 419-424; D, 1898 I: 488-499 y 559; D, 1898 II: 7-14 y 16-18). De este modo, los Territorios quedaron excluidos del nuevo diseño institucional que creaba la cartera de Agricultura y se reafirmó su status político de dependencias administrativas. La concentración de las atribuciones referidas a los Territorios en el Ministerio del Interior respondía a un reclamo persistente de los gobernadores territorianos y a una tendencia favorecida por el Ejecutivo Nacional durante toda la década del ’90. En el presupuesto nacional para 1892, se incluyó a las agencias oficiales de Tierras y Colonias, Agricultura e Inmigración en la cartera de Interior, bajo una única dirección y continuando una modalidad iniciada bajo la presidencia de Pellegrini y el ministerio de Roca (Roca, 1891: 34; Zapata, 1892: 137-138). Sin embargo del cúmulo de opiniones a favor de la centralización administrativa, durante la corta y agitada presidencia de Luis Sáenz Peña (1892-1894) –que en poco más de dos años tuvo ocho ministros de Interior- las áreas referidas a la administración de tierras fiscales, colonias y bosques pasaron al Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Esto reanudó los reclamos por volver a centralizar la acción del Estado en las Gobernaciones, y motivó un proyecto de ley de Territorios que sujetaba completamente la administración de los mismos al Ministerio del Interior (Zorrilla, 1895: 36; Yofre, 1900: 58; Yofre, 1901: 17). La dispersión de la autoridad era criticada también desde las gobernaciones, y los proyectos de reforma aplaudidos (Olmos, 1901: 169-170 y 194; Tello, 1901: 314), pero no se logró el acuerdo del Congreso.A la idea de acentuar la dependencia directa de los Territorios respecto del Ejecutivo Nacional se sumaban otras dos. En primer lugar, la de fortalecer el poder local de los gobernadores, poder que, según la

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interpretación corriente en esos años, se revelaba crecientemente limitado en la misma medida en que aumentaba la complejidad de la vida territoriana y la ley de 1884 se volvía obsoleta (Berreaute, 1889: 294-295; Quintana, 1894: 69; Zorrilla, 1895: 35). En segundo lugar, la de incrementar la presencia estatal en las regiones más alejadas mediante la creación de oficinas de registro de la propiedad, de registro civil, de ingenieros, de asesorías letradas, de más comisarías, más juzgados, aduanas y receptorías de rentas, escuelas, correos más eficientes y extensos, etc., y mediante la realización de caminos, puentes, canales de riego, líneas telegráficas e, idealmente, ferrocarriles. Las solicitudes orientadas a expandir el aparato administrativo nacional ocupan buena parte de las memorias de los gobernadores de Neuquén y Río Negro, y a menudo encontraron eco en los informes de los ministros del Interior al Congreso y en los debates parlamentarios. Todas las reparticiones y obras públicas necesarias, según el proyecto de ley de Territorios presentado por la administración Roca en 1900, dependerían del Ministerio del Interior y quedarían bajo la supervisión del gobernador en cada Territorio (Yofre, 1901: 17-18). Ante la oposición del Congreso, Roca dictó una serie de decretos por los cuales reorganizó las relaciones entre el gobernador y el juez letrado de cada Territorio y modificó la subdivisión administrativa territoriana (Territorios Nacionales, 1914: 85, 94 y 133; Decreto, 1904; González, 1904: 30-31).Resulta importante señalar, sin embargo, que el incremento de las facultades de los gobernadores, en el marco de un estilo político fuertemente centralista y ejecutivo, se proyectaba en detrimento de las dos únicas instancias de participación democrática previstas por la ley de 1884: las municipalidades y los cuerpos legislativos que se crearían en los Territorios que alcanzasen los treinta mil habitantes. Por otro lado, la nueva normativa no alcanzaba a ampliar las nulas facultades de los gobernadores en relación con la asignación de tierras públicas a los colonos. El desarrollo socioeconómico de la región seguía librado prácticamente a las fuerzas del mercado, de la mano de unos proyectos de obras públicas –fundamentalmente, los ferroviarios- que en general no apuntaban a crear una estructura de pequeña y mediana propiedad sino a servir a los intereses existentes de las grandes empresas ganaderas.

El debate parlamentario de la ley de tierras 4.167, sancionada a fines de 1902 y vigente desde el año siguiente, es una pieza más del diagnóstico del fracaso de la política llevada a cabo hacia los Territorios. En la

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Cámara de Diputados se habló del tiempo perdido y de la ineficacia del marco legal vigente para evitar el acaparamiento de tierras y la especulación, pero se terminó defendiendo la gran propiedad. La intuición central era que “en la Patagonia nada se puede hacer con menos de dos mil quinientas hectáreas” (D, 1902 II: 622-624). El diputado Luro propugnaba “destinar resueltamente a la ganadería los Territorios Nacionales” y llevaba a colación los ejemplos de la Compañía de Tierras del Sud Argentino (en la región del Nahuel Huapi) y de The Argentine Land Improvement (a ambos lados del paralelo 42) como sociedades inglesas auténticamente pobladoras (Idem: 641-648). Finalmente, se adoptó el criterio de asignar un máximo de 2.500 hectáreas por persona, lo que se consideraba un mínimo para la colonización ganadera, pero simplificando el sistema de transmisión de la propiedad, mediante el boleto. El resultado fue, como era esperable, una mayor concentración aún de la propiedad y un afianzamiento del modelo pecuario.

De este modo, el impulso político reformista que caracterizó a la segunda administración de Roca se revelaba, en el ámbito de los Territorios Nacionales como en otros, como una iniciativa destinada a apuntalar el régimen oligárquico tras la superación de la crisis de la década de 1890. En los Territorios se orientaba a desalentar las tendencias democratizadoras y a premiar, mediante una nueva y generosa distribución de tierras públicas, a las grandes compañías y propietarios que sustituían a un Estado que parecía haber asumido sin inquietarse el fracaso del programa nacionalizador de 1884. Sin embargo, en el proceso real y en las miradas de quienes conocían de cerca la Patagonia Norte seguían siendo evidentes las tensiones entre la estructura formal de la propiedad y quienes habitaban y trabajaban realmente la tierra.

Análisis críticos y propuestas para la Patagonia Norte

El proceso de privatización de tierras públicas nacionales descripto en líneas generales, mostraba matices distintivos en la Patagonia Norte respecto de otras regiones del país –derivados, por ejemplo, de los premios militares distribuidos a los conquistadores del espacio- pero también diferencias sensibles entre microrregiones internas. En el Neuquén las fuentes de catastro y los informes de los gobernadores coinciden en señalar que las leyes de tierras públicas dictadas por el Congreso hasta fines del siglo XIX casi no tuvieron incidencia, y si la

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tuvieron en determinados lugares para la adjudicación de terrenos, no fueron cumplidas las condiciones de colonización (Bandieri, 1990: 29-46). El Territorio neuquino se veía afectado, al parecer, más por procesos de poblamiento espontáneo e informal de escasa productividad que por una colonización sistemática, y la población de origen campesino chileno, mendocino y bonaerense se concentraba por entonces en la mitad norte del Territorio. En la mitad sur, las mejores tierras ganaderas fueron concedidas en grandes fracciones a terratenientes porteños que, entre la ley “de liquidación” de 1891 y principios del siglo XX, las vendieron en general a empresas de capitales chilenos y británicos. En Río Negro, en cambio, ya señalamos que la ley de premios militares adjudicó importantes extensiones de tierras, entre ellas casi toda la Colonia Roca, que abarcaba buena parte de las tierras fértiles del Alto Valle (Ockier, 1987: 10-23). Fulvi y Rey (1980: 399-410) distinguen zonas de poblamiento y colonización en el territorio rionegrino de fines del XIX: un Valle Inferior de poblamiento antiguo aunque de desarrollo agrícola en decadencia, desplazados los viejos colonos “mediante la aplicación fraudulenta de leyes de tierras”; un Alto Valle todavía con un escaso desarrollo productivo debido a la carencia de obras de riego; y una zona andina alrededor del Nahuel Huapi que presentaba la peculiaridad de un poblamiento aislado, constituido mayoritariamente por colonización rural, extranjera, ganadera y sin núcleo urbano significativo.

El proceso de poblamiento y de distribución de la tierra había determinado que para principios del siglo XX ya se percibieran diferencias significativas entre las áreas disponibles para la colonización. Además, se habían identificado tempranamente –aunque en líneas muy generales- las zonas del Neuquén y de Río Negro que por sus precipitaciones o por su acceso al riego resultaban más apetecibles. El progresivo conocimiento del interior de los Territorios había enriquecido, por entonces, la imagen utópica del área andina norpatagónica, la franja más occidental del espacio en cuestión. Una de las primeras descripciones conocidas del Neuquén, hecha por su primer gobernador Manuel J. Olascoaga (1888: 570-571) y reproducida por su sucesor Rawson (1895: 38-40), caracteriza al espacio norpatagónico según franjas longitudinales paralelas a los Andes, de oeste a este, e identifica a la primera franja –la cordillerana- como la más apta y la cuna del futuro progreso de la Patagonia. El valle del río Negro, desde la zona de la Confluencia del Limay con el Neuquén hasta su desembocadura en el Atlántico, pero en particular en su primer tramo,

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el Alto Valle, era el otro centro de interés que ya a fines del siglo XIX había motivado la obra pública más importante del norte de la Patagonia –el ramal ferroviario de Bahía Blanca al Neuquén- y atraía a la población extrarregional. Debemos recordar que ya De Moussy en su Descripción de la Confederación (1860: 172), mucho antes de la conquista de la región por la Argentina, se había referido a la región del Nahuel Huapi como “la Suiza sudamericana”. Ese topónimo, expresivo de la capacidad de la cordillera norpatagónica para recibir inmigración europea, se popularizó desde entonces y fue reutilizado por diversos autores, descriptores y exploradores. El teniente coronel Rohde, por ejemplo, en 1889, auguraba la transformación del Nahuel Huapi, “con el tiempo el centro de una abundante producción agrícola [...] un pedazo de Suiza trasplantado al suelo argentino” (Rohde, 1889: 36). Algunos de ellos se preocupaban fundamentalmente por la nacionalización de ese espacio tan apetecible, que de hecho estaba siendo poblado espontáneamente desde el sur de Chile (Cibils, 1902: passim). Otros, como Milanesio en 1904 o como lo haría unos años después el ingeniero norteamericano Bailey Willis, describirían lo que en los proyectos oficiales sería una nueva provincia, formada por las tierras cordilleranas y precordilleranas, desde el norte neuquino hasta el noroeste chubutense.

Los censos nacionales segundo y tercero (1895 y 1914, respectivamente) nos muestran algunas características interesantes del acelerado proceso de poblamiento norpatagónico, y en particular del área cordillerana. El Neuquén, que en 1895 todavía era el Territorio patagónico más poblado –en cantidad y en densidad-, presentaba un 60% de población chilena, porcentaje que disminuyó a cerca del 40% en 1914, sumándose un 6% de otros extranjeros, europeos en general. Río Negro, en cambio, sintió más tempranamente y directamente el impacto del aluvión inmigratorio de origen europeo, convirtiéndose para 1914 en el Territorio patagónico de más población, concentrada fundamentalmente en el Valle Inferior, el Alto Valle y la zona andina. En esos últimos años del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial, el aumento poblacional de toda la región se debe atribuir más a la inmigración que al crecimiento vegetativo (Cepparo de Grosso, 1997: 346-353). Un caso particular de poblamiento trasandino en el norte de la Patagonia lo constituyeron los primeros pobladores blancos permanentes de la zona del Nahuel Huapi, llegados de las colonias de alemanes del sur de Chile por los pasos cordilleranos cercanos en la década de 1890. La corriente de este origen también aportó población a

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todo el corredor de los lagos andinos, desde Junín de los Andes hasta la colonia chubutense 16 de Octubre (Idem: 366-368). La intensa afluencia de población campesina criolla chilena al norte de la Patagonia y en particular al área cordillerana neuquina se explica por la expansión de los cultivos en el sur de Chile y el aumento de los costos de inquilinaje, que empujaba a muchos campesinos a la emigración (Norambuena Carrasco, 1996: 212-216; Estrada, 1996: 240-247). Relativamente estabilizada la situación económica en la Patagonia entre 1895 y 1913 sobre la base de un precio fijo de la lana, con escasez crónica de mano de obra, “sin aduana proteccionista, con fletes equitativos y crédito abundante, la vida del poblador de aquellas comarcas era fácil y muy remunerador el fruto de su trabajo” (Sarobe, 1935: 101-102). La abundancia de tierras fiscales del lado argentino de los Andes, la conocida accesibilidad de los pasos cordilleranos en esta latitud y el ausentismo de muchos concesionarios de tierras públicas argentinas hicieron el resto. La región cordillerana en cuestión concentraba, para principios del siglo XX, algunos de los principales núcleos de población de la Patagonia Norte: asentamientos militares como Junín de los Andes (establecido en 1893) y su derivación cercana, el pueblo de San Martín de los Andes (de 1898), algunos campos de la zona otorgados en razón de la ley de premios militares y otros en concesión, el núcleo chileno-alemán de San Carlos de Bariloche (desde 1895, aproximadamente), que expandía su influencia comercial a toda una población rural dispersa, y en el noroeste chubutense la Colonia 16 de Octubre (1888) y su pueblo de Esquel (1904), poblados originalmente por colonos galeses del Chubut.

El perfil promisorio de las tierras cordilleranas y precordilleranas queda en evidencia por la pronta presencia, en esa zona, de la más importante de un conjunto de empresas de capitales británicos que habían invertido fuertemente en la Patagonia: la Argentine Southern Land Company, propietaria de 585.000 hectáreas en la meseta y precordillera de Río Negro y Chubut, desde Maquinchao hasta Leleque y Tecka. Otras empresas del mismo tipo fueron comprando, como señalamos, importantes extensiones de las mejores tierras del sur neuquino a principios del siglo XX (Bandieri, 2000: 157-158). Es interesante notar que los intereses de la Argentine Southern coincidían en términos generales con los de la empresa inglesa Ferrocarril del Sud, que planificaba su propia red ferroviaria monopólica en la Patagonia desde 1885, y se oponían tanto a los proyectos ferroviarios estatales impulsados por el ministro Ezequiel Ramos Mexía en la primera década

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del siglo XX como a las iniciativas de colonización agrícola (Lolich, 2002). El freno que significaba esta expansión del modelo ganadero para el afianzamiento de la población y de la producción patagónica fue claramente identificado por distintos observadores del proceso regional.

El gobernador neuquino Olmos, más tolerante con los campesinos chilenos que su predecesor Rawson, elaboró un proyecto de ley de arrendamientos en los Territorios y abogó intensamente en esos años por la concesión de tierras públicas con fines de colonización agrícola por los mismos pobladores. Vale la pena releerlo extensamente, a fin de percibir la particularidad del conflicto en torno de la tierra que afectaba a la población campesina criolla cordillerana:

“Pienso, Sr. Ministro, que si el chileno poblador de estas regiones de una manera intermitente, no tiene cariño al país que lo alimenta y prefiere bautizar sus hijos en Chile cultivando en el corazón de ellos los sentimientos de Patria para Chile, es simplemente porque en la Argentina el chileno no es dueño de tierra y si le dejan tomar lo que está a su alcance en lo que debe influir mucho la consideración enunciada de concesión de latifundios –he aquí la cuestión, Sr. Ministro.

“Este territorio debe tener por dueño de su tierra al que la trabaje y no al señor feudal que conserva en su poder centenares de leguas, que espera que la acción progresiva del gobierno de la Nación haga llegar a este punto su progreso por medio de ferrocarriles y puentes que determinen un mayor valor a sus tierras y vayan a aumentar la fortuna de este sobrino con tío en Indias.

“Sr. Ministro: el superior gobierno, haciendo un acto de severa justicia, debe declarar caducas todas estas concesiones de tierras y hacer colonias agrícolas pastoriles, que son las prácticas y cuya extensión no sea de más de dos leguas, debiendo reducirse a una legua y aún menos en los valles susceptibles de regarse con canales.

“Así se podrá tener, en cinco años, dos mil quinientas colonias, sea de donde sea el colonizador. Lo que importa, es que el que la trabaja sea el dueño de la tierra. Con ello veremos que el mismo chileno, hecho propietario, será más argentino que chileno, porque en su país no es más que un siervo sometido al rudo trabajo, por un salario nimio; mal alimentado y peor tratado, pues

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el cepo está al alcance del dueño o patrón y es el correctivo generalmente usado.

“En la forma en que están las cosas, no se puede poblar; porque la tierra está detentada por personas extrañas a este Territorio, y menos es posible gobernar con una población movible, inafectos al mismo, cuando no hostiles, lo que hace que en ciertas épocas del año, como pasa al momento en que escribo esta memoria, por ejemplo, haya una verdadera emigración para el otro lado de la cordillera.

“Sin embargo, Sr. Ministro, entre los pobladores de este Territorio cumple hacer una excepción favorable, cual es la que comprende los arrendatarios de tierras fiscales, los cuales son casi en su totalidad argentinos. Este es el mejor poblador que a mi juicio tiene el Territorio, porque en la esperanza de poseerla algún día en una forma y equitativa, la cuida, la cultiva y la hace progresar.” (Olmos, 1900: 236-237)

“El acaparamiento de tierras continúa en grandes extensiones, y los favorecidos acreditan el cumplimiento de la ley con chilenos transeúntes que anualmente vienen a invernar sus ganados, propios o robados; y como casi todos son señores que viven en la metrópoli, esperan con verdadera fruición que el Gobierno les construya un ferrocarril que aumente el precio de esta tierra que tan poco les ha costado. [...] Nadie que venga al Neuquén, sea chileno, italiano, o suizo, se radicará si no es dueño al menos de una porción de tierra, que trabajada pacientemente con el sudor de su frente, pueda darle en retribución a sus afanes, el pan honrado para él y sus hijos.” (Olmos, 1901: 185-186; cfr. Masés et al., 1994: 18-26).

En relación con los propietarios ausentistas que utilizaban a los pobladores precarios para acreditar el cumplimiento de las condiciones legales de poblamiento, la misma maniobra fue denunciada por un misionero Salesiano todavía en 1912:

“Varios de esos concesionarios o compradores de campos, al momento de ponerse en posesión vieron que en sus tierras habían muchas familias, tal vez más de lo que exigiera la ley para darles el título de propiedad. Pero una vez que esa población sirvió de hincapié a los solicitantes para presentar a la Oficina de Tierras y Colonias los comprobantes de cumplido y haber recabado la

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escrituración que los acreditaba como dueños, los despacharon muy luego como intrusos.” (AHMSPN , 21/7/1912: 4)

En el Territorio vecino de Río Negro fue su primer gobernador civil, Eugenio Tello, quien se hizo eco de las críticas a la carencia de una política racional de tierras públicas, denunciando que “lo mejor de la tierra, que es la de ambas márgenes del río Negro, está enajenado a particulares, que, con raras excepciones, poco hacen para su cultivo” y retienen latifundios improductivos (Tello, 1900: 272). Al año siguiente, Tello estimaba: “Está enajenada la cuarta parte próximamente de la tierra fiscal, en manos de la especulación la mayor parte, sin que se preocupen por su cultivo y población; lo que retardará el progreso general” (Tello, 1901: 263). Bajo su administración se crearon las colonias Valcheta y Catriel, e impulsó fuertemente la zona que consideraba el punto clave del futuro agrícola rionegrino, la isla de Choele Choel:

“Será esta, seguramente, la colonia de más importancia del Territorio que dentro de pocos años rendirá de utilidad anual algunos millones de pesos a sus colonos, por la excelencia de la tierra y el clima apropiado para el cultivo de la vid, olivo, etc., y por tener ferrocarril próximo y escuadrilla de vapores, para el transporte de los productos hasta la Capital Federal.” (Idem: 264)

En cambio, señalaba el gobernador: “Las colonias de Gral. Roca y de Gral. Conesa no prosperan, la primera por falta absoluta de canales de riego, y la segunda porque tiene un pequeño y mal canal, que en la estación del verano no da agua ni para que beban los habitantes de ese pueblo.” (Idem: 272).

También por esos años el director general de Censo y Territorios Nacionales del Ministerio del Interior, el periodista rosarino Gabriel Carrasco, pesimista respecto de las posibilidades de desarrollo de la población indígena, señalaba la “anormalidad política y sociológica” de un territorio argentino poblado mayoritariamente por chilenos, y proponía un intenso programa de colonización agrícola fundado en la apertura de vías estratégicas, el riego y la distribución racional de la tierra a los chilenos que viven “casi como en tierra enemiga” (Cfr. Frutos y Lattuca, 1980: 389-401; Carrasco, 1902a y 1902b).

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La posición de los misioneros Salesianos respecto de la población rural de la región era la de proteger a los campesinos chilenos del mismo modo que a los indígenas, por ser pobres y desvalidos. El padre Milanesio los reconocía como primeros pobladores del Neuquén, valorizadores de las tierras, policías, peones y carreros, y autores de “todos los ensayos hechos de agricultura u horticultura”, al punto de que “solamente cuando llegábamos al pie de las Cordilleras, hallábamos en la humilde choza del chileno[...] la famosa torta y buena sopa de trigo[...] la papa y el frijol, el maíz, la leche, el queso y toda clase de hortalizas”. Para el misionero, los chilenos conservaban las prácticas religiosas y los valores tradicionales de la gente de campo, y la mala fama que padecían entre la clase dirigente argentina no respondía más que a “un plan premeditado de echarlos de esas tierras para ocuparlas ellos”157.

Otro de los sectores sociales claramente afectados por las dificultades para acceder a la tierra pública con fines colonizadores eran los inmigrantes europeos. Excepto la corriente pobladora particular del Nahuel Huapi, de origen chileno-alemán, y no habiendo todavía obras de riego importantes en el valle del río Negro, su presencia era muy escasa en la región a principios del siglo XX. Gabriel Carrasco consideraba a los inmigrantes como “un niño recién llegado a la vida”, necesitado de protección física y moral “para recorrer el camino del bien y hacerse útil a la sociedad” (Carrasco 1902c: 124). También el salesiano Domenico Milanesio, en 1904, dirigiéndose a los campesinos italianos que quisieran emigrar a la cordillera patagónica, les proponía “dirigirlos al trabajo de los campos, protegiéndolos frente a los gobiernos, estudiar dónde hay buenas tierras para colonizar, para que puedan convertirse en propietarios de aquellas porciones que los gobiernos americanos les ofrecen con tantas ventajas, y cuyos requisitos serían fáciles de cumplir” (Milanesio, 1904: 18). El misionero italiano contaba con la disponibilidad estatal de “grandes extensiones de terrenos despoblados” que los Gobiernos “querrían rápidamente ver habitados de honestos y laboriosos agricultores y criadores de rebaños”, para lo cual “han hecho leyes muy favorables sobre la distribución de estas tierras” (Idem: 21). Finalmente, proponía la aplicación de la “ley del hogar” de 1884 en el área andina patagónica, en combinación con un sistema de crédito rural que permitiría la instalación de las colonias.

157 AHMSPN, 1/7/1912: 2-3.

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El marco ideológico de Milanesio, como el de Alejandro Stefenelli, creador de la primera Escuela de Agricultura de la región, en General Roca, en 1889, era básicamente el de un neofisiócrata, que consideraba a la actividad rural asistida por el Estado un verdadero principio ordenador de la economía y de la sociedad toda. El proyecto de Milanesio no se limitaba a diseñar lo posible, sino que contenía también una sólida postura crítica frente a la realidad del latifundio ganadero. En sus escritos posteriores describe claramente la situación de los campesinos cordilleranos, denunciando que en la Patagonia el Estado carecía de una política activa contra la usura y había enajenado grandes cantidades de tierras, en su mayoría alejadas de las vías de comunicación y de poca capacidad ganadera, y a menudo vendidas muy por encima de su valor real a incautos e inexpertos (Milanesio, 1921: 17-20). Contraponía al colono trabajador y merecedor de la propiedad de “un pedazo de tierra”, con “los que codician esas tierras para negociar con ellas[...] que gozan de más prestigio y ejercen más influencias en las altas esferas de nuestra sociedad”. Estos últimos eran los beneficiarios de una política de tierras que provocaba el progresivo éxodo de la población rural originaria del área cordillerana “en busca de campos fiscales” donde los propietarios no les impusieran condiciones inhumanas. Por el contrario, según el misionero, la concesión de pequeñas parcelas en las escasas extensiones patagónicas aptas para la agricultura, les permitiría a los campesinos dejar “la vida vagabunda[...] al paso que sería mucho más fácil la educación moral e intelectual de sus hijos”. En este sentido, critica abiertamente a las sociedades “ganaderas e industriales” propietarias de grandes estancias en la cordillera de los Andes y a sus pies: “¡Helas allí fundidas!” Entiende que sólo serían viables disponiendo de muy grandes extensiones y dedicándose exclusivamente a la ganadería, lo que supondría “un poderoso detente al progresivo desarrollo del país”158.

En un plan de colonización formulado en 1912, Milanesio apuntaba al objetivo final de ver instaladas en la Cordillera norpatagónica una serie de colonias agrícolas italianas: “no basta el colono chileno, pues[...] esas tierras[...] reclaman para su cultivo conocimientos más profundos y brazos más vigorosos”. Comenzaba solicitando al Gobierno nacional que se les reconozca a los campesinos chilenos “cierto derecho como de primeros ocupantes de tierras fiscales”, que se suspenda la venta de tierras fiscales y se declaren reservadas las que estén habitadas, que se distribuyan éstas a las familias pobladoras bajo condiciones de cultivo y 158 AHMSPN, 21/7/1912: 1-6.

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mejora por diez años y luego se les vendan a bajo precio. Todo bajo la idea de que “el Gobierno debe amparar: 1° a las familias indígenas y chilenas[...] 2° extender estas disposiciones benéficas a la inmigración extranjera y en particular a los italianos” (AHMSPN, 15/7/1912: 1-5). En el “Proyecto de colonización salesiana en la Pampa, Patagonia y Territorios de la República Argentina con el propósito de fomentar la fe y la moral católica” que se encuentra entre los mismos papeles, sin fecha pero que suponemos muy cercano a las cartas citadas, Milanesio habla de constituir un “sistema de colonización de agricultura práctica” destinado a las familias, preferentemente de inmigrantes italianos. Se prevé distribuir de tres a cinco hectáreas de buena calidad por familia, en posesión precaria por el término de cinco años, al cabo de los cuales la familia podría obtener la escritura de propiedad por un precio módico. Los lotes así distribuidos formarían una “colonia Salesiana” que buscaría primordialmente “el bien moral de los colonos” a través de la práctica de la fe católica. Los lugares propuestos por el autor “para comenzar” son “los terrenos de nuestra Congregación que existen en la isla de Choele Choel, en Pirán –provincia de Buenos Aires- [o en] Rodeo del Medio –provincia de Mendoza-”. En 1914, Milanesio proponía San Martín de los Andes y las orillas del lago Huechulafquen como áreas a subdividir y colonizar, no con criollos –“el elemento actual es en su generalidad refractario al trabajo”, opinaba, contradiciendo su posición anterior- sino con inmigrantes de Lombardía que se le han ofrecido, “unidos alrededor de una misión Salesiana” con el objeto de que no pierdan su fe y su práctica religiosa (AHMSPN, 10/3/1914: 1-2).

En síntesis, la mirada de Milanesio, coincidente con la del funcionario roquista Carrasco y con la de los gobernadores Olmos y Tello en torno de los primeros años del siglo XX, se mostraba claramente capaz de dar cuenta de las serias dificultades que experimentaban tanto indígenas –invisibilizados como tales pero presentes-como campesinos chilenos e inmigrantes europeos para acceder con estabilidad a la tierra potencialmente agrícola. Todos ellos percibían que la situación no se reducía a la falta de proyectos de colonización, sino que respondía a características estructurales del proceso de nacionalización de la región, y en particular del modo de privatización de las tierras públicas. Entre los “fiscaleros” de la precordillera patagónica y los nuevos y grandes propietarios, quedaba claro que las políticas públicas habían resultado funcionales a los intereses de estos últimos y a un modelo de desarrollo que tendía a consolidar una estructura poblacional y productiva débil.

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A modo de conclusión

El proceso de construcción de la estructura de la propiedad territorial en la Patagonia Norte fue desde el más alto nivel del Estado nacional hacia los actores concretos e individuales. Las primeras grandes definiciones fueron la de los Territorios Nacionales –concebidos como espacios coloniales internos fuera de la jurisdicción de las Provincias- y la de sus habitantes –conceptualizados como nómades y enemigos, a quienes no se les reconocería derecho alguno a la tierra sino que, bajo condición de sometimiento político, se les concederían tierras-. Las sucesivas leyes destinadas a favorecer la inmigración europea y la colonización nunca contemplaron la posibilidad de una acción positiva del Estado para limitar la concentración de la propiedad y la especulación. El carácter liberal del régimen oligárquico no le permitió al Estado argentino sustraer a los indígenas sometidos, a los campesinos chilenos o a los inmigrantes europeos rurales a las duras condiciones del mercado.

Hacia los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, era evidente que, en relación con la Patagonia, la esperada “inmigración espontánea” había fracasado, y que las tierras públicas potencialmente productivas ya estaban casi totalmente en manos de grandes propietarios, porque se había extendido horizontalmente, por inercia, el modelo bonaerense de las grandes estancias ganaderas. Para cuando los informes de viajeros oficiales, gobernadores y misioneros comenzaron a llamar la atención sobre la potencialidad agrícola de la zona andina norpatagónica –conocida popularmente como “la Suiza argentina”-, ésta ya se encontraba repartida entre grandes propietarios ganaderos, algunos de ellos compañías de capitales internacionales.

Sin embargo, la utopía agraria que había inspirado en diferentes modos y momentos a varios de los estadistas argentinos –entre ellos a Sarmiento- se siguió manifestando en la voz de los gobernadores de Río Negro y Neuquén, de funcionarios como el roquista Gabriel Carrasco, de misioneros como los salesianos Stefenelli y Milanesio, que señalaban claramente la injusticia estructural del reparto de la tierra en la Patagonia recién conquistada. Habían quedado de lado, privados de sus derechos, antiguos colonos como los del Valle Inferior del río Negro, agrupaciones indígenas enteras a las que –en virtud de la legislación justificativa de la conquista militar- se negaba la posesión de sus espacios ancestrales, campesinos chilenos expulsados de su país

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que eran utilizados por los nuevos propietarios de las grandes concesiones estatales para legitimar sus títulos y luego desplazados como intrusos, e inmigrantes europeos que encontraban cerrados los caminos a la propiedad en el mismo país que los había convocado. El análisis de quienes denunciaban estas situaciones no sólo daba cuenta de las injusticias particulares sino que, como decíamos, advertía acerca de las serias limitaciones para el desarrollo económico y social de la Patagonia que suponían esas grandes superficies destinadas a la cría extensiva de ganado.La lectura del proceso histórico de conformación del discurso político dominante y del marco normativo que diseñó la distribución de las tierras públicas en los Territorios Nacionales de Río Negro y del Neuquén, y la lectura de la corriente de opinión crítica de esta realidad, nos permiten ver que el orden resultante no fue producto de una lógica económica sin alternativas sino de un escenario de decisiones disputadas y conflictivas, y causante de tensiones no resueltas en todo el siglo XX.

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OLMOS, Lisandro (1900) Memoria de la Gobernación del Neuquén, Memoria del Departamento del Interior correspondiente al año 1899, Tomo II, Anexos, Buenos Aires, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional.

OLMOS, Lisandro (1901) Memoria de la Gobernación del Neuquén, Memoria del Departamento del Interior correspondiente al año 1900, Tomo III, Anexos, Memorias de los gobernadores de los Territorios Nacionales, Buenos Aires, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional.

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Memorias del Ministerio del Interior:

GONZÁLEZ, Joaquín V. (1904) Memoria del Departamento del Interior 1901-1904 presentada al Honorable Congreso de la Nación por el ministro del Interior Dr. Joaquín V. González, Buenos Aires.

IRIGOYEN, Bernardo de (1882) Memoria presentada al Honorable Congreso de la República Argentina por el ministro del Interior Doctor Don Bernardo de Irigoyen correspondiente al año de 1881, Buenos Aires, La Pampa.

IRIGOYEN, Bernardo de (1883) Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso Nacional por el Dr. Don Bernardo de Irigoyen, correspondiente al año de 1882, Buenos Aires, La Universidad.

IRIGOYEN, Bernardo de (1884) Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso Nacional por el Dr. Don Bernardo de Irigoyen, correspondiente al año de 1883, Buenos Aires, La Universidad.

QUINTANA, Manuel (1894) Memoria del ministro del Interior ante el Congreso Nacional, 1893, Buenos Aires, La Tribuna.

ROCA, Julio A. (1891) Memoria del Ministerio del Interior presentada al Congreso Nacional en 1891, Buenos Aires, La Tribuna Nacional.

WILDE, Eduardo (1887) Memoria presentada al Congreso Nacional en el año 1887 por el ministro del Interior Dr. D. Eduardo Wilde, Buenos Aires, La Tribuna Nacional.

WILDE, Eduardo (1888) Memoria presentada al Congreso Nacional de 1888 por el ministro del Interior doctor D. Eduardo Wilde, Buenos Aires, Sud-América.

YOFRE, Felipe (1899) Memoria presentada al Congreso Nacional de 1899 por el ministro del Interior, Dr. Felipe Yofre, 1898, Buenos Aires, La Tribuna.

YOFRE, Felipe (1900) Memoria del Departamento del Interior correspondiente al año 1899, Buenos Aires, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional.

YOFRE, Felipe (1901) Memoria del Departamento del Interior correspondiente al año 1900, Buenos Aires, Tribuna.

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ZAPATA, José V. (1892) Memoria presentada al Congreso Nacional de 1892 por el ministro del Interior Dr. José V. Zapata, Tomo I, Buenos Aires, La Nueva Universidad.

ZORRILLA, Benjamín (1895) Memoria del ministro del Interior ante el Congreso Nacional, 1894, Buenos Aires, La Tribuna.

Otras:

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CARRASCO, Gabriel (1902a) El Territorio Nacional del Neuquén, Buenos Aires, Penitenciaría Nacional.

CARRASCO, Gabriel (1902b) De Buenos Aires al Neuquén, Buenos Aires, Penitenciaría Nacional.

CARRASCO, Gabriel (1902c), Los inmigrantes, Discurso pronunciado en el Segundo Congreso de Cooperadores salesianos (1900), Buenos Aires, Colegio Pío IX.

CIBILS, Federico R. (1902) El lago Nahuel Huapi. Croquis del mismo y de su región. Su navegación, su producción, su comercio y sus caminos, dominados por Chile. Necesidad de hacer navegable el río Limay y de establecer policías y aduanas en los caminos y pasos de Chile al lago, Buenos Aires, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco.

Decreto [1904] de división administrativa de los Territorios Nacionales de la República Argentina, Buenos Aires, Alsina.

DE MOUSSY, V. Martin (1860), Description géographique et statistique de la Confédération Argentine, Paris, Firmin Didot Frères, Fils et Cie., tomo 1.

Diarios de sesiones del Senado del Estado de Buenos Aires (SBA), de la Cámara de Diputados del Estado de Buenos Aires (DBA), del Senado de la Nación (S) y de la Cámara de Diputados de la Nación (D) (se citan por año, tomo si corresponde, y página).

MILANESIO, Domenico (1904) Consigli e proposte agli emigranti italiani alle regioni patagoniche dell’America del Sud esposti popolarmente dal sac. Domenico Milanesio, miss. sal. nella Patagonia, Torino, Tipografia Salesiana.

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MILANESIO, Domenico (1921) Breves apuntes de agricultura práctica y algo sobre el modo de apreciar y valorizar las tierras en la República Argentina.

ROHDE, Jorge J. (1889) Descripción de las Gobernaciones Nacionales de La Pampa, del Río Negro y del Neuquén, como complemento del plano general de las mismas, Buenos Aires, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco.

Territorios Nacionales [1914], Leyes y decretos sobre su administración y resoluciones varias aplicables a los mismos, Buenos Aires, González y Cía.

AGRADECIMIENTOA Rosana Paoloni, por habernos convocado a realizar esta

contribución.

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10.Población y Tierra en la Cuenca de Trancas en la segunda mitad del siglo XX

Hilda Beatriz Garrido*

El espacio rural

El área de la Cuenca de Tapia-Trancas es, desde el punto de vista económico, marginal al área de cultivo de la caña de azúcar -actividad, por mucho tiempo eje de la economía provinciana-, aunque es claro que las crisis de la agroindustria han hecho sentir sus efectos en la zona de igual modo que en el conjunto de la provincia159. La principal actividad económica de este espacio gira en torno a la ganadería orientada a la producción lechera, al cultivo de forrajes y a la producción de hortalizas y granos.

La Cuenca es conocida también como Valle de los Choromoros, valle de altura media, de forma triangular, ubicado entre la Sierra de Medina, del conjunto de las Subandinas, al Este, y las estribaciones orientales de las Cumbres Calchaquíes al Oeste Al Norte está la base de la Cuenca

* Centro de Estudios historicos e Interdisciplinarios de la Mujer- Universidad Nacional de Tucumán.159 “En Tucumán está radicado el 57% del cañaveral existente a nivel nacional, el 66% de la capacidad fabril azucarera instalada en el país y el 70% de la mano de obra dedicada a esta actividad. Esta agroindustria es una actividad orientada básicamente al mercado interno; el mercado internacional funciona como residual en tanto no existe correspondencia entre los costos de producción y los precios internacionales. Por otra parte, el exceso de oferta crónico que se verifica en este mercado genera presiones bajistas que pueden incidir en el precio interno de los distintos países productores. Por tales razones, la agroindustria azucarera está protegida y regulada en el contexto internacional. Hasta 1991, la Argentina practicó políticas de protección a la industria. Con la desregulación de la actividad se ha agudizado la crisis azucarera y la de la economía provincial en su conjunto”. María Celia Bravo e Hilda Beatriz Garrido de Biazzo. “La mujer campesina en Tucumán: entre la crisis y la migración”. En Aportes de la Universidad al Estudio de la Mujer. CIM/ OEA. Mar del Plata. 1994. “En noviembre de 1991, el presidente Menem firmaba un decreto de necesidad y urgencia -el Nº 2284- con el que ponía en funcionamiento la más amplia desregulación conocida por el sector agropecuario en este siglo”. Norma Giarraca et al. Agroindustrias del NOA. El papel de los actores sociales. La Colmena. Buenos Aires. 1995.

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que se continúa, trasponiendo los limites provinciales, por el Campo de El Tala y de La Candelaria, en la provincia de Salta. Hacia el Sur, el vértice de la Cuenca se ubica en el Cajón de El Cadillal, donde se vinculan la Sierra de Medina con la saliente que provoca la Sierra de San Javier. Paralelo a la línea estructural de las sierras que configuran la Cuenca, corre el río Salí -uno de los más importantes cursos de agua del sistema hidráulico del NOA- en dirección N-S, recibiendo los mayores caudales de agua de los afluentes que nacen en la zona montañosa del oeste: Tala, Acequiones, Tacanas, Choromoro, Vipos y Tapia, cuyos caudales dependen fundamentalmente de las precipitaciones, siendo su régimen de gran amplitud por su carácter torrentoso.

A través de las Cumbres Calchaquíes, la Cuenca se comunica con el Valle de Yocavil o de Santa María, y hacia el Este, superadas las elevaciones montañosas de las Sierras Subandinas, se une a Burruyacu vinculada -a través de un área de transición- con el paisaje chaqueño. El espacio de la Cuenca presenta, por un lado los valles fértiles como los de Rearte y de San Pedro de Colalao, y los semiáridos como los de Trancas y de Choromoros. Por otro, la zona montañosa evidencia su "grandiosidad de soledades primitivas". Por sus características este espacio aparece como una zona marginal bien definida en el marco montañoso del norte de la provincia160.

En los valles altos, como el de San Pedro de Colalao de más de 1.000 mts. de altura sobre el nivel del mar, el de Riarte, el de Las Criollas, el de El Potreo, el de Rodeo Grande y el de Las Cañas, se desenvuelve la cría de ganado vacuno, equino y lanar.

Las estribaciones escalonadas orientales del sistema de montañas del O. forman morros aislados y elevados sobre el nivel general; comprenden los cerros de Cuesta Grande que se introducen sensiblemente hacia el centro del valle, flanqueados por los ríos Tipa y Tacanas, y hacia el sur de Colalao, las Peñas Coloradas y el Pingollar, continuando el Alto de la Totora hasta el río Chuscha. Detrás de éstos, se encuentra la población de Riarte, encerrada entre grandes desprendimientos de Calchaquí, encadenados hasta los cerros de Agua Caliente. El terreno se convierte en una planicie al aproximarse a Trancas, que se extiende hacia el Este hasta alcanzar las Sierras de Medina. Esta planicie se

160 Cf. J. Carolina Domínguez."Los forrajes en el Departamento Trancas". Tesis de Licenciatura. Inédito. 1963.

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prolonga por toda la parte norte y sur, con ondulaciones de poca importancia hasta las poblaciones de Leocadio Paz, Benjamín Paz, Choromoro, Vipos y Tapia.

La Cuenca es una subregión agroecológica con limitaciones climáticas161 y edáficas, con un déficit hídrico permanente y suelos de textura liviana con escasa retención de agua162. Las temperaturas medias anuales oscilan entre los 16º y 18ºC, con grandes amplitudes térmicas diarias y anuales. Durante el verano los días son, en general, cálidos y las noches frescas, alcanzando las temperaturas medias correspondientes a los meses estivales los 22º y 23ºC. “La insolación, el calor recibido y la evaporación, son más intensos en la parte deprimida de la cuenca, donde ... las temperaturas suelen ser más acentuadas”. En invierno se alcanzan las temperaturas medias de 9º y 12ºC, registrándose heladas de mayo a agosto y excepcionalmente en septiembre163.

Por su alta luminosidad y baja humedad ambiental, este ambiente es apto para la producción de determinadas especies vegetales. El área central de la Cuenca es la que reviste mayor relevancia económica por el aprovechamiento agrícola-ganadero, caracterizándose por un mesoclima semiárido cálido.

La Cuenca, que en su mayor parte está a sotavento de la Sierra de Medina, presenta precipitaciones que oscilan entre los 300 a 500 mm anuales en la sección más deprimida; aumentando su pluviometría hacia el O. hasta alcanzar entre los 600 a 800 mm anuales164. La evapotranspiración anual - es decir los “egresos” hídricos - es de 900 mm, existiendo, como señalamos, un déficit hídrico todo el año. El regimen de precipitaciones con lluvias estivales e inviernos secos165

161 Según Rohmeder la Cuenca de Tapia-Trancas queda bajo la influencia de un clima continental-caliente de altura, aunque existen variaciones locales. Cf. Selva Santillán de Andrés y Teodoro Ricci. Geografía de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras. UNT. Tucumán. 1980.162 Cf. Ahmed Miguel A. et al. “Los cultivos aromáticos en la Cuenca Tapia– Trancas”. En Avance Agroindustrial. Nº 61. EEAOC. Tucumán. 1995.163 Selva Santillán de Andrés y Teodoro Rici. La Región de la Cuenca de Tapia – Trancas. Departamento de Geografía. Facultad de Filosofía y Letras. UNT. Tucumán. 1966.164 Santillán de Andres, Selva y Teodoro Ricci. 1980. Op. cit.165 “... generalmente llueve a partir del mes de noviembre, acentuándose la pluviosidad en diciembre, enero, febrero y marzo, declinado rápidamente en abril, con lo que se

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coadyuvan de manera destacada a limitar la producción, haciéndose imprescindible el complemento del riego como un factor determinante para ésta166.

Para la irrigación existen diques derivadores sobre afluentes del río Salí que sólo permiten derivar el agua a los canales para un uso más racional de ésta, aunque es necesario señalar que en los períodos secos, los caudales de los ríos registran una considerable disminución que limita el riego.

Uno de los problemas que ha tenido la provincia de Tucumán en general y el área de Trancas en particular, se vincula con la ausencia de una normativa legal sobre el agua. La legislación existente se refiere al riego y no al uso del agua. Durante el gobierno de Amado Juri, en 1974, desde la Dirección de Irrigación se elaboró un anteproyecto de ley de agua para la provincia, en el que se trabajó consultando los avances existentes en aquél momento a nivel mundial y se organizó el Primer Congreso de Uso Conjunto de Aguas Superficiales y Subterráneas; en esa época se comenzaban a perforar pozos sin ningún tipo de reglamentación y control, ello incidía en la variación de las napas. El proyecto llegó a la legislatura provincial en 1975 y no fue tratado con la premura necesaria; con el golpe de Estado de 1976 todo lo que había sido propuesto o realizado por el gobierno democrático se dejó totalmente de lado, más aún gran cantidad de documentación fue desechada o incinerada, perdiéndose entre otras, este anteproyecto de ley167.

Las condiciones físicas de la Cuenca, las deficiencias del sistema de riego, así como otras razones de índole económica, han determinado el lento crecimiento del área cultivada; más aún, comparativamente la superficie cultivada bajo riego ha disminuido entre 1966 y 1988168. La

inicia el período seco que se prolonga de mayo a octubre, de modo que la estación lluviosa tiene una duración de seis meses y la seca un período similar”. Santillán de Andrés, S. y T. Ricci. 1966. Op. Cit.166 Marcelo Casanova. “Sistematización de tierras: importancia para la conservación del suelo y el uso eficiente del agua en la cuenca de Tapia – Trancas”. En Avance Agroindustrial. Nº 54. EEAC. Tucumán. 1993.167 Información brindada por el señor Hugo Kermes, funcionario de Irrigación de la Provincia durante el gobierno de Amado Juri. 168 Se han efectuado estudios para optimizar el riego en la Cuenca, como los realizados por el Consejo Federal de Inversiones (Proyecto Optimización del uso y manejo del agua superficial para irrigación. Área Tala - Salí Norte), el Informe de CAPRI

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explotación agrícola de la zona de riego, por su parte, está sujeta a la variación del medio, a la falta de rotación adecuada, observándose etapas de bajo rendimiento por exceso o escasez de precipitaciones lo que ocasiona la pérdida de posiciones en los mercados, que incrementan o reducen el interés por un determinado tipo de producción.

Población y ocupación del espacio. Características demográficas y socio–culturales

El crecimiento y decrecimiento de la población, su organización, etc. es el resultado de relaciones históricas, en las que las condiciones económicas y naturales inciden y se modifican mutuamente. Es decir, que población-naturaleza-economía conforman un sistema complejo en el que la modificación de alguno de ellos reposiciona a los otros en cada circunstancia históricamente dada. En las estancias ganaderas y en los tambos trabajan familias que se ocupan de las actividades vinculadas a la cría del ganado y a la producción lechera; este tipo de organización del trabajo no ha generado aumento poblacional. En esta actividad se emplea un 59% de mano de obra familiar, en la que participan activamente las mujeres y los niños. 450 familias son dueñas de establecimientos tamberos ligados a la producción lechera. Se han censado las edades de los responsables de las decisiones en estos establecimientos, pero no su sexo169.

Los asentamientos humanos se distribuyeron siguiendo una línea que atraviesa las localidades de Tapia, Vipos, Choromoro, Benjamín Paz y Trancas, existiendo otros núcleos de diferente importancia que se han localizado en los pequeños valles ubicados entre las serranías de las Cumbres Calchaquíes, venciendo la morfología del terreno y los peligros de acceso a éstos170. Las actividades agrícolas produjeron un

(Compañía Argentina para Proyectos y Realizaciones Industriales ) sobre ampliación de hectáreas de cultivo bajo riego, y el estudio “Dique El Cadillal” que estima en 37.000 ha. posibles de cultivo en el Dpto. Trancas. En un estudio realizado por la EEAOC para la conservación y uso eficiente del agua en la Cuenca, se señala que la sistematización de las tierras tiene que orientarse hacia la optimización del recurso, permitiendo la captación, conducción y distribución del agua para riego con la mayor eficiencia, además de contribuir a la preservación del suelo; de ese modo se puede regar y controlar la erosión, a través del manejo de caudales y un trazado de surcos con las pendientes adecuadas. Cf. Casanova, Marcelo. 1993. Op. Cit.169 INTA -Trancas, Tucumán. 1995.-

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relativo incremento de la población en los centros preexistentes, sobre todo en aquellos ubicados cerca de los caminos y rutas principales.

La población “cerreña" se encuentra dispersa, cumpliendo tareas agrícolas a pequeña escala y ganaderas, desempeñando algunos varones la función de "puestero" en la zona de alta montaña. En la época estival se aprovechan los pastos de la zona montañosa y algún miembro de la familia migra temporalmente a los puestos a cuidar el ganado; quien se traslada no es el varón ni la mujer que dirigen la unidad familiar de producción, generalmente se trata de un varón joven del grupo.

En 1947, Trancas tenía una población de 9.999 habitantes con una densidad del 3.4 habitantes por km2 y un índice de masculinidad de 112.7%. De acuerdo a los datos del Censo Nacional de 1960, Trancas contaba con una población de 9.971 habitantes, con una densidad de 3.4 habitantes por km2 y un índice de masculinidad de 110.7%.

Para el año 1980 la población total del Departamento de Trancas era de 11.270 habitantes, con una densidad de 3.9 habitantes por km2. Los datos para el año ´91 informan que la población total sumaba 11.977 personas, con una densidad de 4.1 habitantes por km2 171.

Años Sup. km2 Total Habitantes Varones Mujeres Densidad Masculinidad

1947 2.883 9.999 5.298 4.701 3.4 112.71960 2.883 9.971 5.239 4.732 3.4 110.71970 2.883 10.947 5.812 5.135 3.8 113.11980 2.883 11.270 5.908 5.362 3.9 110.11991 2.883 11.977 6.323 5.654 4.1 111.8

Cuadro comparativo de población de la Cuenca de Trancas entre 1947 y 1991. Fuentes: Censos Nacionales

Para 1994 la cantidad total de habitantes sumaba aproximadamente 13.500 personas172. En la considerable superficie territorial que ocupa

170 Cf. Lucía Piossek de Zucchi, Diego Lecuona y Víctor H. Bolognini. Inmigración en la Argentina: Historia, balance y prospectiva. Documentos de Trabajo Nº 5, Serie 1: Informes de Investigación. IHPA. UNT. Tucumán. 1993.171 Censo Nacional de Población y Vivienda 1980. Resultados definitivos. Dirección de Estadísticas de Tucumán. Superior Gobierno de la Provincia de Tucumán. Censo Nacional de Vivienda y Población 1991. INDEC.172 Estimaciones realizadas en base a datos proporcionados por Municipalidad de Trancas, Comunas Rurales del Departamento y Padrones Electorales.

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la Cuenca de Tapia, la mayor parte de la población, el 71%, habita el espacio rural y se distribuye en forma dispersa por toda la geografía departamental tranqueña173. El municipio de Trancas y las comunas rurales de San Pedro de Colalao, Choromoro y Tapia albergaban al 29% restante.

Localidad 1980 Dens.hab/ km2 1991 Dens.hab/ km2

Dpto. Trancas 11.270 3.94 11.977 4.18Trancas 4.571 5.074Choromoro 2.307 2.597S.P.de Colalao 3.345 3.243Tapia 947 1.053

Cuadro comparativo de la población de Trancas, por localidades 1980/1991. Fuente: Censos Nacionales.

En lo referente a las edades de la población, se observa que existe un sensible aumento de las edades denominadas de "carga", representadas sobre todo por los /as niños/ as, frente al descenso del volumen total de la población en edad activa; esto se explicaría por la tendencia a la radicación de esta franja de edad en las zonas económicamente más desarrolladas de la provincia174. Edad y sexo

Población Total

Hasta 14 años

15 – 24 años 25 – 44 años 45 – 64 años 65 años y más

V M V M V M V M V M

11.977 2.287 2.302

1.042 832 1.491 1.266 1.007 828 496 426

Cuadro: Población por edad y sexo. Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda, Fuente: INDEC. 1991.A diferencia de casi toda de la provincia de Tucumán y del resto del país, Trancas presenta dentro de su población un mayor número de varones. Para los años '80, en Trancas, se computaban 5.362 mujeres y 5.908 varones. Esta tendencia se fortaleció durante la última década. En

173 La superficie total del Departamento Trancas es de 2.883 km2.174 Cf. Hilda Beatriz Garrido de Biazzo. "La medicina popular en la Cuenca de Tapia-Trancas (Provincia de Tucumán)". En Revista del Departamento de Historia, Nº 1, Año1. Departamento de Publicaciones, Facultad de Filosofía y Letras, UNT. Tucumán. 1991.

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1991, de acuerdo a los datos del Censo de Población y Vivienda, se registron 5.654 mujeres y 6.323 varones, es decir que el índice de masculinidad ascendía a 111.83175.

La Cuenca aparece con un paisaje social masculinizado que estaría relacionado con las actividades agropecuarias. Los varones, por ejemplo, son los encargados de la "yerra" del ganado vacuno. Los jinetes ataviados con su típica indumentaria criolla de sombrero de amplias alas, carona, guardamonte y lazos son los encargados del arreo de los vacunos, apoyados por la jauría, desde los cerros y montes hasta los corrales de las estancias destinados para la marca, la descornada, la vacunación y la yerra. En uno de éstos, denominado trascorral, se encuentra una doble empalizada que desemboca en un estrecho corredor donde hay un cepo de madera accionado por una manija alargada; por ese corredor, se empujan los animales para la marca en la oreja, la descornada de los más briosos y la vacunación contra la aftosa. Finalizada esta labor, los terneros y vaquillones son enlazados y arrastrados a un corral más amplio. En este tipo de actividad, las mujeres no tienen ningún tipo de participación pues, hasta las tareas consideradas "naturalmente" femeninas como cocinar, la realizan los varones. La presencia de las mujeres en la yerra se limita ser la de espectadoras. Cuando la yerra del ganado se hace en honor a la Pachamama, al ser ésta una representación femenina, las mujeres tienen una participación más activa en lo que se refiere a la prolongación de sus papeles tradicionales; así se las puede ver trabajando en la elaboración de tejidos para homenajear a la madre-tierra y en tareas culinarias.

Vemos que el estereotipo masculino se presenta “naturalizado” y el trabajo que realizan los varones conlleva características que socialmente se adjudican a lo masculino: virilidad, fuerza, destreza, competencia, violencia. Y si bien, aparece una inclusión de los varones en el espacio doméstico, que es el espacio de poder histórico de las mujeres, no ceden como contrapartida nada de su espacio extra-doméstico, no se cambian las relaciones de poder en el espacio público176.

175 El índice de masculinidad indica la cantidad de varones cada cien mujeres. Se lo obtiene del cociente entre el número total de varones y el de mujeres multiplicado por cien.176 Citando a David Gilmore cuando argumenta que la masculinidad se construye como “un ideal que no es simplemente un reflejo de la psicología individual, sino que es parte

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El fenómeno migratorio

El proceso inmigratorio

Los movimientos migratorios no son simples traslados de un sitio a otro, sino que constituyen procesos complejos que producen, por un lado, cambios en las personas involucradas, y por otro, transformaciones territoriales, demográficas, sociales y políticas tanto en el lugar de origen como en el de destino. En el proceso histórico del área que analizamos, vamos a distinguir épocas dentro de los procesos migratorios externos e internos: 1) las migraciones a fines del siglo XVIII, 2) la que se manifiesta con la presencia de europeos desde mediados del siglo XIX, 3) la inmigración interna interior (campo)- ciudades, y 4) la inmigración procedente de Bolivia.

Para la etapa colonial es importante, al hacer el análisis del proceso inmigratorio, mencionar lo señalado por Cristina López de Albornoz177. En sus palabras afirma que en todo el vasto espacio americano las migraciones constituyeron el factor determinante del aumento y composición de gran parte de la población. Tucumán no fue la

de la cultura pública, -es- una representación colectiva”, Guadalupe Meza señala que, además de los imperativos básicos de proveer, fecundar y proteger que requiere la construcción de la masculinidad, se tienen que considerar en dicha construcción, la competencia sexual, la independencia o autonomía y la actuación pública. La actuación se refiere a la búsqueda de fama y honor que se debe lograr para ser considerado un ”hombre de verdad”, manteniendo de manera permanente una actuación viril en el espacio público. La competencia sexual se orienta a su capacidad y potencia sexual; los varones viven esto como una obligación y es el objeto de competencias con otros varones. Además supone que el varón para validar su masculinidad debe embarazar a la mujer. La independencia, por su parte, implica el rompimiento con el mundo de la mujer, de su madre o de otra mujer adulta.” Ser libre de la tutela materna o los placeres de la amada resulta obligado para reforzar la actuación viril.” La autosuficiencia por otro lado, supone la capacidad del varón para alimentar y proteger a su familia. Un elemento que va al lado de la masculinidad es el machismo, sobretodo en las culturas latinoaméricanas. Para Gilmore, el machismo no es un indicador de la masculinidad, sino solamente es una versión exagerada de la estrategia masculina, que conlleva conflictos y presiones; se trata en realidad de una competencia intensificada que se impone como “máscara” para que no quede al descubierto el niño que hay por dentro. David Gilmore. Hacerse hombre. Concepciones de la masculinidad, cit. por Meza, Guadalupe. 1994.177 Esta información fue brindada gentilmente por la autora y es parte de su tesis doctoral.

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excepción, favorecida incluso por sus óptimas condiciones naturales y por su ubicación geográfica. A fines del siglo XVIII la movilidad espacial de la población americana se intensificó, provocando un fenómeno migratorio interno difícil de mensurar. La ciudad de Tucumán y su jurisdicción, engarzadas en el camino que unía Buenos Aires con el Alto Perú, se convirtieron en espacios de tránsito para comerciantes, mercaderes, fleteros y arrieros, traficantes de esclavos, situadistas, peones.Para el período comprendido entre 1770 y 1820 se pone en evidencia el elevado porcentaje de inmigrantes procedentes del Alto Perú que se radicaron en Trancas y entre los que se destacaban los originarios de Tarija. En Trancas los inmigrantes varones alcanzaron al 72%, observándose que la relación de los hombres inmigrantes casi triplicaba al de las mujeres. El tipo de actividad económica dominante de la región pudo ser una de las causas de esta migración diferenciada, así como las condiciones de transporte de la época. Es importante señalar que muchas de las mujeres altoperuanas, especialmente las que procedían de Sinti y Tarija, aparecen asociadas a los padres a quienes se registró como originarios de aquellas regiones. Esto estaría evidenciando la movilidad espacial de familias completas radicadas en algún momento en la jurisdicción. Desde mediados del siglo XIX y comienzos del XX, los flujos migratorios se han dado en diferentes direcciones en nuestro país; en primer término tenemos los provenientes de Europa que evidencian un gran volumen de población más o menos homogénea, así como los de otras regiones del mundo como las procedentes del corredor Sirio-Palestino y de Asia Menor. Luego encontramos un proceso de migración interna, del campo a la ciudad, sobretodo a mediados del siglo XX, orientada a la búsqueda de fuentes de trabajo en las áreas metropolitanas; esta migración interna de trabajadores profundizó el proceso de urbanización en el país, y finalmente, en nuestro tiempo, la inmigración de población de países vecinos, empujados por la situación de extrema pobreza en sus países de origen que llegan buscando nuevos horizontes vitales.En palabras de Margulis178, las migraciones están vinculadas estrechamente a la constitución de "otredades", que se van a poner en evidencia en el interior de las sociedades y que van a ser propensas a ser identificadas, diferenciadas y estigmatizadas. La migración está

178 Mario Margulis. “Cultura y discriminación social en la época de la globalización” En Bayardo, Rubens y Mónica Lacarrieu (comp.) 1997. Globalización e identidad cultural. Ciccus. Buenos Aires. 1997.

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implicando un salto cultural, un desarraigo incurable, una herida en los vínculos sociales, culturales y afectivos. La migración siempre supone un costo en relación a la capacidad de comunicación, a la manera de insertarse en un mundo nuevo de signos, de sentidos, de costumbres, de valores. Aún en trayectorias personales que tienen un correlato de éxito económico o social siempre se desciende al incluirse en la nueva cultura algún escalón. No se logra adquirir nunca la naturalidad y competencia cultural del nativo pues una leve vacilación en la utilización de los códigos, alguna reminiscencia en el tono, en el acento, cuando no en los rasgos corporales, denuncia siempre su condición de extranjero, de "intruso", de alguien cuya legitimidad es cuestionada.

La Argentina se vinculó de manera intensa al proceso de las migraciones europeas masivas a partir de 1870, a través de la acción oficial orientada a encauzar la llegada de extranjeros al país. Ya en ese año se instaló en la provincia de Tucumán la Comisión de Inmigración, vinculada a la Comisión Central de Inmigrantes con sede en Buenos Aires. Es sabido que el volumen más importante de los inmigrantes se ubicaron en las zonas del puerto y del litoral fluvial, siendo significativamente menor la instalada en la región NOA179.

Para la mejor comprensión de los procesos migratorios se han incorporado para su análisis los conceptos instrumentales de "cadenas migratorias" y "redes sociales". Según Fernando Devoto se tiene que diferenciar el proceso de emigración en cadena de otros mecanismos como los efectuados a través de la asistencia personal o los semiespontáneos donde el proceso comienza a ser incentivado por medio de informaciones parentales, de paisanos o públicas, pero el movimiento resulta el producto de iniciativas y de recursos de un individuo o de una familia en forma aislada y la emigración a través de "padroni", o de otros sistemas más difusos de mediación y clientelismo, pero donde la gestión del proceso se encuentra en manos de intermediarios externos a a la cadena. Para S. Ramella, la imagen de "red social" puede resultar una herramienta conceptual clave para las investigaciones de los movimientos migratorios, dado que subraya el valor "estratégico" de los lazos parentales y comunitarios en el proceso de integración de los migrantes180.

179 Cf. Víctor Bolognini. “Política Inmigratoria y Colonización en Tucumán”. En Piossk de Zucci, L. D. Lecuona y V. Bolognini. 1993. Op. Cit.

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En la Cuenca de Trancas se radicaron italianos procedentes de Cerdeña que llegaron a la región hacia 1900; provenían de Santu Lussurggiu, Ozieri, Pattada, Riola, Osilo, Bonorva, Bortigali, Cagliari, Sassari, Macomer y Nuoro, y se instalaron en las localidades de Trancas, Choromoro, Benjamín Paz y San Pedro de Colalao. Este proceso migratorio estuvo fundamentado en las relaciones personales de los migrantes que venían a ocupar puestos de trabajo en la actividad agrícola "llamados" por parientes y amigos que les comunicaban las posibilidades de progreso. Esta migración combinaba la cadena familiar, pues los integrantes de la cadena tenían lazos de parentesco, con la cadena de vecindad, dado que los que procedían de un mismo pueblo, aún sin tener relaciones de parentesco, la integraban también. Los varones solteros que arribaron a la zona tenían entre 16 y 24 años y demostraron un comportamiento matrimonial orientado a la exogamia, pues formaron sus familias con argentinas y españolas181.

Españoles que provenian de las regiones de Andalucía, Cataluña y Granada se afincaron también en la Cuenca, ellos fueron quienes introdujeron los cultivos de arvejas, porotos y garbanzos; posteriormente orientaron su actividad a la cría de vacunos lecheros para la producción tambera, sin dejar totalmente la agricultura. Fueron parte del grupo que conformó la población de las Colonias Benjamín Paz, El Simbolar y Casas Viejas, junto a argentinos y árabes. Los españoles, tanto varones como mujeres, mantuvieron, en general, un comportamiento matrimonial endogámico182.En los períodos comprendidos entre 1904 y 1912, y entre 1920 y 1930 se instalaron inmigrantes del Oriente Medio de lengua árabe en la provincia de Tucumán, aunque se han registrado inmigrantes árabes desde 1856. En los censos, los inmigrantes sirios y libaneses aparecen registrados como "turcos" (1895), como "otomanos" (1914) y como "asiáticos" (1947). La denominación de "turcos", que contenía un evidente componente discriminatorio, es la que mayor difusión tuvo en

180 Fernando Devoto, Movimientos miratorios: historiografía y problemas. CEAL. Buenos Aires. 1992. F. Ramella. Uso del concepto de red en los estudios migratorios, 1995, cit. por Rosa L. Faciano, "Inmigración italiana en Tucumán. Los sardos radicados en Trancas (1897-1914)". Ined. 1999.181 Cf. Faciano, R.L. 1999. Op. cit. y María E. Curia de Villecco y Víctor H. Bologni. Inmigración en Tucumán. IHPA., UNT. Tucumán. 1992.182 Cf. Curia de Villeco, María E. y Víctor Hugo Bolognini. 1992. Op. cit. Según Bolongnini, las pautas de endogamia y exogamia constituyen indicadores acerca del grado de integración logrado por inmigrantes y nativos. Cf. Bolognini, Víctor. 1993. Op. cit.

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el lenguaje cotidiano; parafraseando a Tasso183, un matiz despectivo, similar al de "gringo" o al de "tano".

En general, la inmigración árabe en el NOA fue mayoritariamente masculina y se estableció en puntos geográficos dispersos; fueron pocos los que pudieron regresar al Libano o a Siria para buscar esposa, " y la mixtura, deseada o no, se produjo, como también se produjo su completa inserción”184.

En 1947, Tucumán era la provincia con mayor concentración de musulmanes de la Argentina185; en este momento, no sólo arribaron nuevos migrantes, sino que se va a generar una migración interna de esta población desde las otras provincias del NOA, en donde se habían radicado primeramente. La migración árabe en la región evidencia características propias:

" En sus primeros movimientos se arraigaron principalmente en donde encontraron un ambiente apto para desarrollar un tipo de actividad económica que las condiciones del lugar y sus propias aptitudes les permitieron, sumado a un cierto marco afectivo proporcionado posteriormente por los canales familiares. Se iniciaron en el llamado "sector informal de la economía", tanto los libaneses que llegaron a fines del siglo pasado y que poseían un nivel de calificación más alto en el plano agrícola y artesanal, como los pobladores sirios, que conformaron la inmigración masiva, que arribó desde comienzos del siglo ... Ambos comenzaron ... como "vendedores ambulantes"186.

183 " ... interesa destacar ... que los registros estadísticos que globalizaron a personas de distinto origen en un solo gentilicio, impiden precisar la cantidad de sirios y libaneses en el origen de la inmigración. Los investigadores convienen en que hasta comienzos de siglo predominó la inmigración libanesa ... Pero ya entrado en el siglo XX ... no cabe duda que se intensificó la afluencia de sirios. Una fuente importante de registro estadístico es el censo de 1960, que discrimina la nacionalidad dado que Siria y Líbano son a esa fecha naciones independientes". Alberto Tasso, Alberto. Aventura, trabajo y poder. Sirios y Libaneses en Santiago del Estero, 1880-1980. Ed. Indice. Buenos Aires. 1988.184 Gladys Jozami. "El retorno de los "turcos" en la Argentina de los noventa". En Ignacio Klich y Mario Rapoport. Discriminación y racismo en América Latina. Nuevo Hacer. Buenos Aires. 1997.185 Cf. Jozami, G. 1997. Op. cit.186 Gladys Jozami. "Aspectos demográficos y comportamiento espacial de los migrantes árabes en el NOA". en Desarrollo Económico. Nº 105, Vol. 27. Abril-junio 1987. Buenos Aires. 1987.

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Los inmigrantes sirios y libaneses cuentan en la actualidad con descendientes de segunda, tercera, cuarta y quinta generaciones; parte de esta migración se estableció en la Cuenca, sobretodo en las localidades de San Pedro de Colalao, Benjamín Paz, Choromoro y El Simbolar.

La imagen predominante de la inmigración registrada desde mediados y fines del siglo XX representada por la figura del inmigrante de países vecinos, generalmente indocumentado, con aspecto físico y pautas culturales diferentes, y con escasa calificación, será, junto a su familia, objeto de discriminación. Un rasgo distintivo de la actitud de la sociedad frente a esta migración será la xenofobia.

En palabras de Lelio Mármora187, la xenofobia puede ser considerada desde el punto de vista étnico, cuando se manifiesta en el racismo; desde una base cultural, cuando nos encontramos con las manifestaciones integristas; desde una perspectiva nacional, cuando se manifiesta como chauvinismo; desde el punto de vista religioso, cuando se expresa como fundamentalismo; o desde un enfoque social, cuando es clasista. Para este autor el prejuicio antiinmigratorio limítrofe es básicamente clasista, pues es un prejuicio contra los pobres. Para Margulis, en este prejuicio se mezclan la etnicidad con la pobreza en las manifestaciones más evidentes de la discriminación, y el rechazo a lo diferente se combina con el temor al despojo188.

Entre 1946 y 1950 se produjo el primer aumento notable en la inmigración procedente de Bolivia. Esta corriente va a coincidir con un momento de migración interna masiva desde el interior del país hacia el área metropolitana; "además de satisfacer nuevas necesidades en mano de obra, los inmigrantes habrían ocupado los puestos abandonados por los nativos en producciones regionales que surgían en esa época"189. El período comprendido entre 1950 y 1960 va a señalar otro momento importante en esta migración y se relacionaría con el proceso de crecimiento de la economía de la Argentina que registró momentos

187 Lelio Mármora. "Los inmigrantes de los países vecinos". En Klich, I. y M. Rapoport. Op. cit. 1997.188 Cf. Margulis, M. 1997. Op. Cit.189 Adriana Marshal y Dora Orlansky. "Inmigración de países limítrofes y demanda de mano de obra en la Argentina, 1940-1980". En Desarrollo Económico, Nº 89, V. 23. Abril-Junio. 1983.

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expansivos en términos de empleo y de niveles salariales. Aún en coyunturas recesivas como la de 1962-63, el flujo proveniente de este país se fue instalando de manera creciente en Buenos Aires, empleándose en sectores como la construcción, los varones, y el servicio doméstico, las mujeres; radicándose en viviendas precarias en las "villas de emergencia" del Gran Buenos Aires. Puede decirse que desde la década de los ´40, la variabilidad en el volumen de la inmigración de países vecinos se encuentra vinculada con las fluctuaciones en la demanda de mano de obra, tanto a nivel global, regional, como en determinados sectores que absorbían trabajadores inmigrantes190. De los nueve departamentos bolivianos, tres, dos de los cuales limitan con la Argentina y el tercero ubicado contiguamente a éstos, han sido los expulsores hacia el exterior; ellos son Potosí, Tarija y Chuquisaca, en menor proporción191.

A estos migrantes se los ha hecho responsables de ser una competencia desleal para los nacionales en el mercado de trabajo, de usufructuar los servicios de educación y salud, y de ser responsables -"un peligro social"- del aumento de la delicuencia en el país. Estos argumentos son muchas veces reforzados por el discurso oficial, así como de algunos medios de comunicación192. "Para ellos es mucho mayor el riesgo de expulsión o de sufrir abuso por parte de las fuerzas de ´seguridad´ o sobreexplotación por trabajo en ´negro´. También con frecuencia es problemático para ellos el acceso a los servicios sociales públicos de salud, educación y vivienda, en un contexto en que ha crecido

190 Marshal, A. y D. Orlansky. 1983. Op. cit.191 Adriana Marshal y Dora Orlansky. "Las condiciones de expulsión en la determinación del proceso inmigratorio desde países limítrofes hacia la Argentina". En Desarrollo Económico, Nº 80, V. 20. Enero-marzo. 1981.192 "El diario La Nación, principal exponente del pensamiento del conservadorismo argentino ... incluye en su edición del 21 de abril de 1994, un largo artículo", firmado por Amílcar E. Argüelles, del que se trascribe unos párrafos: "Recientes estudios sobre la población argentina demuestran que la salud ha empeorado por aumento de la enfermedad de Chagas, meningitis, tuberculosis, parasitosis, y particularmente, el cólera, hasta hace poco desconocido en nuestro país. este alarmante aumento de la morbilidad se relaciona con el ingreso de inmigración ilegal sudamericana que, en aumento, se hacina promiscuamente ... con lo que introduce enfermos chagásicos, parasitados y casos de cólera de Bolivia ..." Cf. Enrique Oteiza y Roberto Aruj. "Inmigración real, inmigración imaginaria y discriminación en la Argentina". En E. Oteiza, Susana Novick y R. Aruj. Inmigración y discriminación. Políticas y discursos. Grupo Editor Universitario. Buenos Aires. 1997.

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significativamente el desempleo, el subempleo y consecuentemente el empleo informal y la marginalidad"193.

"El bolita actual incluye al cabecita: el término que hoy designa despectivamente al extranjero indeseado incluye metonímicamente al santiagueño o al tucumano; hay una elasticidad del significante que no se detiene en fronteras físicas ni conceptuales: el estereotipo discriminatorio se apoya en diferencias manifestadas en el cuerpo, en la condición económica y en la cultura, es xenofobia, racismo y discriminación social a un mismo tiempo ... Los imaginarios construidos afectan a una gama amplia de personas agrupadas por un juego sociocultural perverso, que ha configurado históricamente la no inocente coincidencia en el plano del espacio urbano de pobreza estructural, rasgos mestizos y exclusión social y económica" (Margulis, M.).194

A la Cuenca de Trancas, arribaron en distintos momentos, pobladores provenientes de Bolivia, más precisamente de Tarija y de Potosí, empujados por la falta de fuentes laborales en su lugar de origen. Comenzaron realizando actividades agrícolas estacionales, trabajando en la época del cultivo de la frutilla en Lules y en la temporada de la siembra y cosecha del tomate en la Cuenca. Cumplían el papel de peones, de tanteros y de medieros. A fines de los noventa se encuentra a algunos de ellos establecidos de manera permanente, sobretodo en las zonas de Choromoro y de Vipos -las más aptas para el cultivo hortícola-, como arrendatarios algunos y como propietarios otros. Se insertaron laboralmente realizando labores agrícolas que, en general, los tucumanos residentes en esas zonas no están dispuestos a desarrollar. "La falta de fuentes de trabajo en sus países de origen hace que los campesinos ... emigren ... La emigración, vieja estrategia de supervivencia, es la respuesta a la que apelan millones de migrantes latinoamericanos en toda la región, en busca de alternativas que sus propios países no les ofrecen"195.

Roberto Benencia ha verificado un proceso de movilidad social vertical en las familias de horticultores bolivianos, que adopta la forma de una escalera de cuatro tramos, compuestos por: a) migrantes bolivianos

193 Enrique Oteiza y Roberto Aruj. 1997. Op. cit.194 Indicar, año y pagona de la cita.195 Oteiza y Aruj. 1997. Op. cit.

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provenientes de explotaciones campesinas en proceso de desintegración en su país de origen, se desempeñan como peones familiares o asalariados, en regiones agrícolas limítrofes con su país; b) los que se contratan como medieros por una temporada, regresando a su país de origen en forma irregular; c) quienes luego de haberse desempeñado como medieros durante cierto tiempo, consiguen acumular un cierto capital que les posibilita la compra de equipos, comenzando a independizarse y transformándose en productores arrendatarios, y d) aquellos migrantes que luego de un tiempo variable de haber producido como arrendatarios, han acumulado el suficiente capital como para adquirir tierras y transformarse en propietarios196.

Las actitudes con respecto a la movilidad: la emigración

Los cambios económicos tienen su correlato en los comportamientos, prácticas y sistemas de representaciones sociales de los sectores más desposeídos. Las transformaciones operadas en décadas recientes van a generar cambios en la organización del trabajo y de la domesticidad; en este sentido quienes se trasladan a las áreas urbanas organizaran su vida cotidiana de manera semejante a los sectores populares que allí residen.

Las migraciones tienen varios efectos, de carácter demográfico, social y cultural, y político pero también pueden generar problemas porque, al tener algunos individuos dificultades en la adaptación, aparecen casos de marginación social, laboral y espacial, lo que determina el regreso a su lugar de origen.

La migración campo-ciudad fue un fenómeno que comenzó a darse con fuerza a partir de la década de 1930 en la Argentina. Los grupos humanos movilizados en las grandes migraciones internas de los años ´30, ´40 y ´50, originarias de las regiones más pobres, van a sufrir un prejuicio clasista, pues ellos serán luego la base de un nuevo proletariado que se "sumó, en las grandes ciudades, a los trabajadores de origen europeo. Dicha migración de trabajadores "criollos" -mestizos- ya fue discriminada por los argentinos descendientes de europeos, que genéricamente los llamaron "cabecitas negras". El racismo se hacía presente, aunque a lo largo de la década del ´40, la

196 Señala el autor que ha sintetizado el cuadro con las características de tramos que conforman lo que parafraseando a Lynn Smith, llama la escalera boliviana. Roberto Benencia. "El concepto de movilidad social en los estudios rurales". En Norma Giarraca (Coord.). Estudios Rurales. La Colmena. Buenos Aires. 1999.

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nueva migración interna se integra a la base del movimiento peronista"197. Señala Margulis que con el arribo de los inmigrantes del interior a las grandes ciudades, como Buenos Aires, las fronteras reales y simbólicas entre las clases medias y las clases populares, comenzaron a alterarse, incluso entre los descendientes de europeos y los nuevos migrantes de provincias. La masa que va a tomar las calles va ser percibida como la emergencia de una "otredad" desafiante, transgresora y agresiva; era la invasión de extraños, orilleros, periféricos, la "no ciudad" de los suburbios que va a irrumpir con su "incultura" en las zonas que no solía frecuentar y en donde su presencia no resultaba agradable198.

Mencionamos anteriormente que para el año 1947, la Cuenca de Trancas tenía una población de 9.999 habitantes y para 1960 contaba con una población de 9.971 habitantes. A partir de estos datos es posible observar que entre estos años existe prácticamente el mismo número de habitantes, lo que estaría significando que el éxodo poblacional ha absorbido el aumento demográfico199.

En la Cuenca, durante los años 1960-70 se agudizó una tendencia migratoria, que tiene que ser relacionada con la gran emigración que se produjo a nivel provincial como consecuencia de la profunda crisis de la agroindustria del azúcar en 1966 por el cierre de once ingenios, aunque es claro que esta area fue menos afectada en relación al conjunto de la provincia.

Hacia 1977 se evidenció un estancamiento del flujo migratorio, que volvió a cobrar cierto impulso hacia los años 1978-80. Esta merma poblacional es coincidente con el desajuste producido por la introducción de productos lácteos de otras provincias y que generó un golpe a la industria lechera tucumana200.

Otro factor que va a incidir en la migración es cuando la estructura de la tenencia de la tierra presenta fuertes desequilibrios; la inseguridad jurídica de los predios campesinos trae como consecuencia la precariedad en un importante sector de la población agraria, donde la

197 Oteiza y Aruj. 1997. Op. cit.198 Cf. Margulis, M. 1997. Op. Cit.199 Cf. IA P. 1966. Op. cit.200 Maldonado y Llanes Navarro.1985. Op. cit.

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búsqueda de mejores condiciones para la vida se percibe a través de la migración laboral temporaria o permanente201.

El impacto que la ausencia de los individuos de ambos sexos produce en la familia como unidad doméstico-reproductiva se puede analizar desde diferentes perspectivas. Por un lado se trataría de una estrategia relacionada con las necesidades vitales de sobrevivencia de la familia campesina, en la medida en que ingresos extra-prediales fundamentales se incorporan al presupuesto familiar; en el caso de las mujeres, las tareas vinculadas al ciclo reproductivo y productivo cumplidas por la ausente, van a suponer una sobrecarga de trabajo para las que se quedan en la unidad doméstica.

En el proceso migratorio es posible observar patrones diferenciados para ambos sexos en función de consideraciones genéricas. En el caso de las mujeres prevalen migraciones de tipo asociativo, donde la decisión de migrar no es totalmente autónoma. En general, ésta la determina el grupo familiar; en dicha resolución participan una multiplicidad de variables como las características del grupo familiar, las condiciones socioeconómicas en el lugar de origen y las perspectivas laborales en el sitio de destino202.

Así se puede observar que la migración de las mujeres rurales evidencia patrones diferenciados con relación a la migración de varones. Existe una correlación verificada entre la distancia del lugar de origen al de destino y el sexo de los/ as migrantes; en consecuencia, a menor distancia correspondería un mayor flujo migratorio femenino. Pero esta afirmación tiene que ser mediatizada cuando se analiza el proceso migratorio de las mujeres en la provincia; en Tucumán esta migración tiene como características las siguientes, es una acción gradual y escalonada donde desempeñan un papel relevante las dimensiones espacial y temporal. El circuito migratorio aparecería determinado entonces por estas variables: a menor edad de la migrante corresponde un menor trayecto en el traslado y, a medida que aumenta la edad, la migración se va a ampliar con relación al radio de traslado.201 Cf. Ana I Rivas. "La tenencia de la tierra en el noroeste argentino: caracterización y problemática". En Problemas Agrarios del Noroeste Argentino (Contribuciones para su inventario). IEG, Facultad de Filosofía y Letras, UNT. Junta de Andalucía. Tucumán. 1997.202 Cf. María C. Bravo e Hilda Beatriz Garrido. "Mujeres campesinas tucumanas. Comportamientos migratorios ante la crisis". En Memorias de Jalla 1995. Vol. II. Facultad de Filosofía y Letras, UNT. Tucumán. 1997.

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En 1995 se realizó un relevamiento de migrantes en las comunidades de Choromoro, Chuscha, La Higuera, Gonzalo, Rearte, Potrero y Ñorco, y de un total de 282 personas migrantes, el 51.4 % eran mujeres. Cabe consignar que el total de población de estas comunidades era de 2.617 personas, lo que representa un 10.8% de migrantes cuyos destinos han sido la ciudad capital, otras zonas de la provincia y Buenos Aires. Entre los 20 a 39 años se registra el mayor porcentaje de los/ as migrantes (52.1%). La migración reciente entre uno y dos años, y tres y cuatro años registran los mayores porcentajes, el 33 % y el 26.6% respectivamente203.

COMUNIDAD VARONES MUJERES TOTALCHOROMORO 24 25 49CHUSCHA 9 18 27LA HIGUERA 25 23 48GONZALO 24 18 42REARTE 24 19 43POTRERO 21 29 50ÑORCO 10 13 23

TOTAL 137 145 282PORCENTAJE 48.6 51.4 100.0

Sexo de las personas que migraron en la Cuenca de Trancas. Fuente: Investigación demográfica y socioeconómica en comunidades del Valle de Trancas que integran el Proyecto UNIR, Tucumán. 1995.

La tenencia de la tierra. Tipos de tenencia

El estudio de la tenencia de la tierra supone hacer un análisis de la situación jurídica de las propiedades y el tamaño de las unidades agrícola-ganaderas. Dentro de esta temática, sin duda, el latifundio204 ha sido el que ha recibido más atención dentro de la historia agraria argentina.

203 Cf. Proyecto UNIR. Investigación demográfica y socioeconómica en comunidades del Valle de Trancas que integran el Proyecto UNIR. 1995. Tucumán.204 Existen diferentes criterios sobre el origen del latifundio en la región NOA.; hay quienes sostienen la herencia hispana y quienes discrepan con esa postura. En el último caso, se sostiene que existen demasiadas pruebas de lo contrario, sin menospreciar que hubo grandes extensiones de tierras improductivas también en el periodo colonial, procedentes de las mercedes, pero de las cuales muy pocas lograron sobrevivir intactas. El latifundio argentino tiene raíces más claras en el siglo XIX. Información aportada gentilmente por Cristina López de Albornoz.

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Algunos estudios consideran a la tierra y a su tenencia como un factor poco relevante de producción, pero cuando se analiza el caso del noroeste argentino donde permanecen formas tradicionales de agricultura y ganadería, la tenencia de la tierra aparece como uno de los componentes básicos de la estructura agraria. En el NOA, espacio vinculado natural, cultural e históricamente al área andina, se ha configurado una estructura latifundista asociada a "una proliferación de unidades campesinas, producto de una subdivisión eventual o por ocupación espontánea. Por otro lado, la influencia de las formas capitalistas de producción ha generado un proceso de diferenciación de las estructuras latifundistas, llevando ... a la marginación de las unidades campesinas, manifestada en la precariedad jurídica y socioeconómica"205.

Son variados los criterios que se han adoptado para diferenciar entre latifundio y minifundio; existen criterios estadísticos para delimitar estos tipos de parcelación, que por otra parte varían de un país a otro. Se encuentran también criterios de rentabilidad económica, en donde se considera latifundios a aquellas parcelas con dimensiones superiores a la considerada como superficie máxima óptima para determinado cultivo, y minifundio a parcelas cuyas minúsculas dimensiones no hacen posible un uso agrícola adecuado. Otros criterios se basan en el total empleo de los recursos, y “éstos, más que dimensionables, son operacionales y sociológicos; una explotación sería latifundista cuando estuviese subutilizada y fuese sometida a un proceso de permanente descapitalización, pues los beneficios extraídos son detraídos de los circuitos de producción.

Combinando criterios, hay quienes distinguen entre latifundio tradicional de corte medieval en el que el propietario ostenta no sólo derechos sobre la tierra, sino también sobre las personas, y un neo – latifundio que se basa en el dominio técnico de la producción”. Se pueden utilizar también criterios de dimensión y de rentabilidad conjuntamente206. Para el caso de Trancas, los denominados latifundios se vinculan con los tipos de relaciones personales que se establecen, con la dimensión de la tierra en función a las del resto de las parcelas del Departamento y su sub-utilización sometida a un proceso de

205 Rivas, Ana Isabel. 1997. Op. cit.206 Cf. J. Ramón Díaz Alvarez. "Geografía y Agricultura. Componentes de los espacios agrarios". Cuadernos de Estudio Nº 4. Serie: Geografía. Cincel. Madrid. 1990.

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permanente descapitalización, dado que los beneficios extraídos son detraídos de los circuitos de producción.

"La existencia de latifundios sub-explotados, cuyos propietarios no residen en la zona, se traduce en la práctica de una ganadería extensiva y una agricultura de subsistencia"207. Los latifundios identificados en la Cuenca son los de Rodeo Grande (23.933 Ha), Chuscha (9.699 Ha), Riarte (20.390 Ha), Mimilto (5.522 Ha), Zárate Sur (5.626 Ha) y San Vicente (21.752 Ha). Estos, en su mayoría, corresponden a localizaciones en áreas marginales, sin riego y orientados a una ganadería de tipo extensivo o destinados a la explotación forestal. En el aspecto jurídico su situación no es muy clara, dado que evidencian deficiencias en los trámites sucesorios o ausencia de títulos, así como en algunos casos imprecisión en la delimitación de su superficie208.

En la cuenca media del río Choromoro, entre los 2.000 y 1.300 mts. de altura se encuentran la Estancia de Rearte, la Estancia Las Criollas y el reordenamiento parcelario de El Potrero. En esta zona y en la de Chuscha es en donde el problema de la tenencia de la tierra se ha planteado con más fuerza en la Cuenca por la existencia de latifundios.

En el año 1951, por Ley 2417 se declaraba que 3.500 Ha. de El Potrero de Rodeo Grande del Segundo Distrito del Departamento de Trancas pasaban a ser de utilidad pública y sujetas a expropiación. Estas tierras debían destinarse a la colonización y arraigo de la población rural que las habitaba; un porcentaje de esta tierra tenía además que ser destinada al establecimiento de una villa veraniega. Años después, en 1956, el Decreto-Ley 27/1 del 19-11, desestimaba la fundación de villa veraniega, pues consideraba que erigirla en la zona era algo impracticable por las distancias con respecto a los centros urbanos de la provincia; y determinaba que 1.750 Ha. de El Potrero serían sometidas a expropiación a fin de que fuesen distribuidas entre los pobladores que las habitaban. En 1977, los herederos de Francisco Colombres, el original propietario, tuvieron que efectivizar la compra de la propiedad pues estas tierras estaban sin escriturar y los entonces propietarios no tenían documentación probatoria de la pertenencia del dominio. Este

207 Maldonado y Llanes Navarro. 1985.Op.cit..208 Cf. Rivas, Ana. I. Op. cit. y Cecilia Caponio.1987. Uso y tenencia de la tierra en la Cuenca Media del Río Choromoro (Dpto. Trancas, Tucumán). Tesis de Licenciatura. Ined.

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hecho determinó que quedaran sin efecto la Ley del 51 y el Decreto del 56, hasta tanto se legalizara la posesión de las tierras.

En 1980 se firmó un convenio entre el gobierno de la provincia y la firma "Rodeo Grande-Sociedad Encomandita por Acciones", por el que se transferían 1.750 Ha. al gobierno para su entrega a los pobladores, efectuándose un listado de 32 jefes de familias beneficiarios de la entrega de tierras. En 1988 se censaron 60 familias que ocupaban una superficie de 264 Ha. y cultivaban 175 Ha., 17 mujeres eran jefas de hogar209.

Por Ley 4.025 de 1973, el gobierno de la provincia declaró de utilidad pública y sujetas a expropiación 978 Ha. de Chuscha-La Higuera, II ° Distrito del Departamento de Trancas. En 1990 vivían en la zona 139 familias. Otras 92 familias habitaban en tierras fiscales. En 1991, el Proyecto Universitario de Promoción Comunitaria de la Universidad Nacional de Tucumán (PUPC), financiado por la Fundación Kellog, conjuntamente con el Centro Vecinal "Unidad" de La Higuera iniciaron una tramitación dentro del Programa "Raíces" -impulsado por el gobierno provincial-, a fin de que se reglamentara lo establecido por la Ley 4.025 para que las tierras fuesen entregadas a los pobladores que las ocupaban. A través del Proyecto "Tierra de Chuscha-La Higuera" y el Proyecto "Tierra de El Potrero-Rodeo Grande", el Proyecto UNIR, Una propuesta para el Desarrollo Rural, se logró el 27/10/95 que el gobierno provincial entregara los títulos de propiedad a los vecinos de esas localidades210. La población ascendía a 514 habitantes, el 68% eran ocupantes de hecho, el 11% se encontraban viviendo en predios prestados y el 3% eran propietarios.

En Las Criollas en Gonzalo a 75 km. de San Miguel de Tucumán, en una propiedad privada residen 44 familias, y en Rearte, a 80 km. de la ciudad capital de la provincia, también propiedad privada, viven actualmente 25 familias, que al igual que las de Gonzalo, se encuentran en situación precaria en su vinculación con la tierra.

Colonización de tierras

209 Proyecto UNIR. Una Nueva Iniciativa Rural - Universidad Nacional de Tucumán - Fundación Kellog.210 Diario La Gaceta, Tucumán, 17-11-1995.

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La llegada del ferrocarril fue un elemento clave en el proceso de modificación del reparto de tierras en toda la provincia; a partir de la extensión de las vías férreas por la geografía tucumana, las propiedades rurales comenzaron a subdividirse en quintas, chacras, terrenos de labranza, estancias y lotes de vivienda. Dentro de este marco, el paisaje agrario de la Cuenca se vio afectado también por el proceso de parcelación de tierras; en 1936 el Banco Hipotecario Nacional aprobó el Plan de Colonización de la Colonia "Benjamín Paz" que ponía a la venta una superficie de 3.040 hectáreas subdividida en 29 parcelas, fijándose el día 30 de octubre de 1947 como último plazo para la adquisición de éstas. La institución establecía taxativamente que no se entregarían tierras para cultivo a quienes fuesen propietarios.

En 1941 la misma entidad crediticia organizó el establecimiento de dos colonias en El Simbolar y Casas Viejas a partir de la venta de una extensión de tierra cuya superficie era de 3.102 hectáreas divididas en 21 parcelas, para que fuesen adquiridas por pobladores nativos y de origen extranjero naturalizados, largamente radicados en la zona y con hijos nacidos en el lugar. La mayoría de los colonos fueron de origen español y en menor medida, árabes. Los colonos extranjeros se dedicaron a la siembra de porotos, arvejas y garbanzos, diversificando de esta manera los cultivos de la zona.

El Plan de Colonización implementado por el Banco Hipotecario Nacional211 reconoce dos etapas, la primera entre 1919 y 1940, de organización y ensayos, y otra a partir de 1940, que corresponde a la puesta en ejecución. La entidad crediticia señalaba que "... colonizar debe ser tomado en el lato sentido de poblar con dueños. Se entenderá pues, por colonia el conjunto de familias radicadas en la tierra que trabajan como propietarias que viven del producto del suelo que laboran".

En la primera etapa, la institución no fue colonizadora, sino que actúo financiando hasta en un 80% las operaciones de compra-venta de tierras; en la segunda, el Banco va a comenzar un proceso de parcelación para colonizar tierras que eran de su propiedad. La entidad insistía en dos aspectos que consideraba fundamentales, por un lado en

211 Banco Hipotecario Nacional. 1942. Colonizar, Departamento de Asuntos Rurales, G. Kraft Edit. Buenos Aires. Cit. por Víctor H Bolognini. Política Inmigratoria y Colonización en Tucumán, En Piossek de Zucchi, L., D. Lecuona y Víctor H. Bolognini. Op. cit. 1993.

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que no debía lucrarse con las ventas, y por otro en la selección rigurosa de los nuevos propietarios en relación a su idoneidad como agricultores212.

De acuerdo a los datos aportados por el Censo Nacional de 1947 en la Cuenca existían 704 explotaciones cuya superficie oscilaba entre menos de 5 Ha. a más de 1.000 Ha.; el 67% de las explotaciones correspondía a superficies inferiores a las 50 Ha. El 31.5% de las explotaciones correspondían a propietarios que ocupaban un 75% de la superficie aprovechable para agricultura y ganadería. El 46.5% de las explotaciones correspondían a los arrendatarios que ocupaban el 9.2% de la superficie. En cuanto a los medieros, “tanteros” y otros, comprendían el 21.8% de las explotaciones y ocupaban el 15% del área.

Cant.de Explotac.

Porcentaje % Sup. en Ha. Porcentaje %

Propietarios 222 31.5 172.626 75.5

Arrendatarios 328 46.5 21.125 9.2

Medieros y tanteros 15 2.3 1.346 0.5

Ocupantes gratuitos 55 7.8 3.251 1.5

Explotación en tierras fiscales

26 3.7 75 0.03

Propietarios-arrendatarios

19 2.6 25.753 11.3

Propietarios o medieros o tanteros

5 0.7 2.669 1.2

Propietarios y ocupantes gratuitos

2 0.2 374 0.1

212 Cf. Bolognini, Víctor H. 1993. Op. cit.

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Formas sin determinar 32 4.5 1.310 0.5

704 100 % 228.529 100 %

Cuadro sobre Tenencia de la tierra en 1947. Fuente: Instituto de Arquitectura y Planeamiento. 1966. Estudio sobre posible ordenamiento físico del territorio. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. UNT.

Para 1957, el régimen legal de la tierra mostraba que la superficie ocupada por propietarios había registrado un aumento, en tanto que la que ocupaban los arrendatarios había disminuido al igual que otras formas de ocupación.

En el "Estudio sobre posible ordenamiento físico del territorio" de 1966, el IAP tomó como muestra a las localidades de Las Arcas, Leocadio Paz, la Villa de Trancas, la Villa Vieja, Casas Viejas, San José, Benjamín Paz y Choromoro; en la zona de riego correspondiente a esas localidades se observó que la mayor frecuencia se encontraba en las explotaciones cuyo tamaño oscilaba entre 30 y 40 Ha. de superficie regable. Lo que se destacaba era que en la zona bajo riego la tierra se encontraba subdividida y era en donde las explotaciones agropecuarias eran más intensivas213.

Para la década de 1970, la tenencia de la tierra mostraba que un 46% de las explotaciones agropecuarias eran trabajadas por sus propietarios, mientras que el 54% por arrendatarios. Desde los años ´80, el régimen de propiedad de la tierra en la Cuenca de Tapia–Trancas reconocía varios tipos de explotaciones agropecuarias y de variable extensión214, como las casas quintas, los huertos, las granjas, las chacras, los tambos ideales, los tambos medianos, las estancias–tambos, las estancias, las estancias grandes y las estancias individualizables únicas.

TIPOS DE PROPIEDADES SUPERFICIE EN HA. CANTIDAD

Casas quinta 0.1000 a 0.999 233Huertos 1 a 2.49 47Granjas 2.5 a 4.99 65Chacras 5 a 9.99 67Tambos ideales 10 a 49.99 234

213 Cf. I A P. 1966. Op. cit.214 Cf. Caponio, C. 1987. Op. Cit.

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Tambos medianos 50 a 99.99 110Estancias-tambos 100 a 499 142Estancias 500 a 999 39Estancias grandes 1.000 a 1499 68Estancias individualizables únicas más de 1500 6

Cuadro: Tipos de propiedades y cantidad en 1987. Fuente: Caponio, C. 1987

Además de estos tipos de explotación agropecuaria, en Trancas puede observarse que una parte de la tierra presenta una subdivisión en parcelas de tamaño pequeño destinadas a lotes de vivienda. El mayor número de estos lotes se encuentran ubicados en San Pedro de Colalao, que es una villa veraniega, y en el centro urbano de Trancas.

11.La lucha por la tierra. (Neo)indigenismo estatal y producciones indígenas en Argentina (1985-1999)

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Claudia Briones*

Morita Carrasco*

A mediados de los años 80 comienzan a dictarse en Argentina una serie de leyes integrales que definen a nivel nacional y provincial al indígena como sujeto de políticas públicas más o menos especiales. Con el tiempo, una serie de reformas constitucionales avanzan en la juridización de "lo indígena" en base a una retórica internacionalizada de reconocimiento de los Derechos Indígenas.

Este trabajo busca señalar los aspectos más relevantes de esos procesos, como contexto en el cual explicar reivindicaciones y prácticas organizativas indígenas—particularmente, de las centradas en la lucha por reconocimiento de su derecho territorial—que operan a niveles tanto locales (de viabilización de reclamos específicos) cuanto nacionales (de gestación de dirigencias representativas). En base al análisis de diferentes producciones culturales indígenas, busca además discutir el alcance del concepto de “agencia inducida” que se usa para explicar fenómenos actuales de internacionalización del indigenismo.

Contexto neo-indigenista215

En el contexto latinoamericano, Argentina ha sido uno de los países que con mayor empeño negó el aporte de los pueblos indígenas a su matriz cultural, y también uno de los que desplegó políticas indigenistas tan erráticas, como dispares, por época y región. No obstante, con la incorporación de los derechos indígenas a la Constitución Nacional reformada en 1994, el Estado argentino parece empezar a dar señales de querer modificar los términos de su relación con los pueblos indígenas. Tanto el reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural de los mismos como la garantía de respetar su identidad, el reconocimiento de la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad

* Universidad de Buenos Aires y Conicet. E-mail: [email protected]* Universidad de Buenos Aires. E-mail: [email protected] Una versión preliminar de este trabajo—“(Neo)indigenismo estatal y producciones indígenas en Argentina (1985-1999)”—fue presentada en la XII Reunião da Associação Brasileira de Antropología, en julio de 2000, formando parte del Forum n° 6 "Organizações Indígenas, práticas e Legislações Indigenistas", coordinado por Priscila Faulhaber, Stephen Baines, Antônio Carlos de Souza Lima.

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comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan, marcan un cambio sustantivo no sólo respecto de la constitución anterior, sino también de las leyes indigenistas vigentes (Altabe, et al. 1995; Carrasco 2000a; Gelind 1999).

En efecto, luego de la recuperación de la democracia, las leyes nacional y provinciales que comienzan a dictarse desde mediados de los años 1980's interpelan al indígena como sujeto carenciado que, por estar al margen de los procesos socioeconómicos y culturales de la Nación (Gelind 2000), necesita asistencia y protección estatal. En cambio, el nuevo marco constitucional lo construye como sujeto colectivo con pleno derecho, entre otras cosas, "a participar en la gestión de los recursos naturales y demás intereses que los afecten (Artículo 75 inciso 17 Constitución Nacional).”

Independientemente de esta transformación de marcos jurídicos, la práctica estatal conserva aún un tinte netamente neoindigenista. Queremos con esto aludir a prácticas que renuncian, en lo explícito, a un proyecto de asimilación vinculado al indigenismo clásico pero concretan, en los hechos, estilos restringidos de consulta y participación indígena. Prácticas asimismo que, imbuidas de un proyecto de nivelación de sujetos económicamente sumergidos o "ciudadanos incompletos", buscan promover su desarrollo en base a actitudes paternalistas.

Este neoindigenismo instala así un pseudo-reconocimiento, en el sentido de arrogarse la mayor parte de las veces la prerrogativa de interpretar las “verdaderas necesidades” de la gente, como necesidades a ser organizadas, tuteladas y resueltas la mayor parte de las veces por agentes externos. Desgraciadamente, esta representación del indígena como sujeto indigente que requiere que—al menos, por el momento—otros hablen por él, no es patrimonio exclusivo de la praxis estatal. Se advierte también en programas para poblaciones vulnerables, en líneas internacionales de ayuda y asistencia humanitaria, y en el accionar de grupos y ONG's de apoyo, técnicos y asesores, incluidos los antropólogos.

Por otra parte, el bajo compromiso estatal con la implementación de una política indígena se pone de manifiesto con la tardía conformación del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), la oscilación de su partida presupuestaria, su no descentralización y la no integración hasta

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el día de la fecha del Consejo de Coordinación integrado por representantes indígenas, tal como manda la ley de su creación, sancionada en 1985 y reglamentada en 1989. Así, las actividades desarrolladas por este organismo tuvieron a los indígenas más como solicitantes y destinatarios de apoyo que como partícipes autónomos en la toma de decisiones.216

Más allá del compromiso y la ideología neoindigenista estatal, lo cierto es que también se advierte, desde mediados de los años 19 80's, un progresivo y sostenido proceso de organización indígena que ha ido conquistando la esfera pública, haciendo visible a escala nacional sus reivindicaciones.

Autores como Iturralde (1997) destacan las paradojas propias de estos procesos en lo que respecta a articular las demandas de las bases en una plataforma política que contenga experiencias dispares. Autores como Jackson (1995 y 1996) señalan los riesgos de folclorización cultural que corren las organizaciones cuando intentar hacer pública y accesible dicha plataforma. Veber (1998), por su parte, discute el concepto de agencia inducida como marco desde el cual entender márgenes de maniobra indígena sujetos a múltiples condicionamientos. Todos estos autores alertan a su vez, sobre el peligro de que, con su internacionalización, la lucha indígena quede entrampada en agendas que, en vez de ser propias, sean fijadas por organismos gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales, que intervienen como parte necesaria y activa en el proceso de reconocimiento y efectivización de los derechos indígenas.Nos interesa ponderar estas opiniones, analizando prácticas organizativas que han operado a niveles tanto nacionales y provinciales de gestación de dirigencias representativas y reivindicaciones compartidas, cuanto locales para la viabilización de los reclamos específicos. Haremos especial hincapié en la forma tomada por reclamos por reconocimiento de derechos territoriales, reclamos que

216 Nos referimos concretamente a actividades como la participación en procesos de expropiación de tierras, otorgamiento de becas, mediación en conflictos que tenían como parte a indígenas y gobiernos provinciales, tareas de difusión y sensibilización acerca de la realidad indígena del país, financiación de proyectos de desarrollo de pequeña escala en comunidades indígenas, tramitación de personerías jurídicas comunitarias, elaboración del registro nacional de comunidades indígenas. Excluimos de esto la gestión del apoyo económico para llevar a cabo el Programa de Participación Indígena y el Foro Patagónico que se examinan en el acápite siguiente, en tanto ambos emprendimientos tuvieron a los indígenas como promotores y organizadores netos.

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constituyen uno de los ejes más sostenidos en la prolongada lucha indígena por contrarrestar políticas estatales y privadas sistemáticas de despojo desde fines del siglo XIX.

Foros y Programas indígenas a niveles nacional y regional

a. El Programa de Participación de los Pueblos Indígenas (PPI)

En mayo de 1996 y contando con asistencia financiera del gobierno nacional, se puso en marcha en todo el país una movilización pan-indígena, el Programa de Participación de los Pueblos Indígenas (PPI), cuyo objetivo principal era que “los pueblos indígenas a partir de su participación protagónica aporten los criterios y pautas que debe cumplimentar el estado para hacer efectiva la operativización del artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional.”

En un comienzo el PPI surgió como respuesta indígena a la existencia en el Congreso de la Nación de algunos proyectos de leyes indigenistas elaborados sin consulta y participación de los afectados. Por lo tanto el PPI vino, en parte, a suplir el "olvido" de los legisladores y en parte a promover un activismo indígena que había probado ser muy eficiente durante los debates constitucionales de 1994. Por tanto, aunque el proyecto del PPI fuera diseñado por asesores jurídicos,217 el propósito-eje sobre el que se estructuró la metodología de trabajo fue enfáticamente focalizado en la "participación protagónica" de dirigentes o referentes comunitarios quienes, por lo general, no intervienen en los debates políticos. Así se pretendía captar el punto de vista indígena sobre la ley a elaborar y, de paso, alentar la formación de una "nueva" dirigencia que había comenzado a dar sus primeros pasos en los cuatro meses que duró la convención constituyente de Santa Fe. Siguiendo entonces este espíritu de pedagogía política y a fin de lograr la más amplia y activa participación, el programa se desarrolló en cinco instancias de trabajo colectivo a nivel comunitario, zonal, provincial, regional y nacional. En cada una de ellas se procuraba recuperar y sistematizar la diversidad de situaciones, opiniones, puntos de vista y

217 En su elaboración trabajaron los abogados de la Asesoría Jurídica del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA) de la Iglesia Católica, los mismos que asesoron a los representantes indígenas durante las deliberaciones de los constituyentes en Santa Fe.

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propuestas que deberían quedar plasmadas en una futura ley que los involucrara a todos.

Las reuniones se parecían bastante entre sí: los participantes divididos en grupos hacían diagnósticos sobre su situación actual y hurgaban en el pasado tratando de encontrar explicaciones. Por último se formulaban propuestas y demandas al estado y la sociedad no indígena. Las conclusiones de cada encuentro servían como punto de partida para la reunión en la siguiente instancia. Así, como filtrados por un embudo, años de opresión, acoso y sufrimientos acallados emergían a la luz.

En el mes de septiembre de 1997 se realizó en Buenos Aires el Foro Nacional de los Pueblos Indígenas con la participación de 167 delegados de los 18 pueblos originarios que hoy habitan en Argentina. Su objetivo fue ahondar en la discusión y consensuar los aportes efectuados en las instancias previas. Empujados por la ocasión inédita de encontrarse por primera vez pueblos desconocidos entre sí pero con una experiencia histórica compartida y aprovechando la oportunidad de hacer uso del espacio jurídico conseguido con tesón, el foro no ahorró denuncias y reproches tanto a la conquista española cuanto al estado nacional y la sociedad no indígena. Mientras tanto, una conciencia pan-indígena iba forjándose, por contraste:

"Toda nuestra concepción cultural de equilibrio social, como autogestión y desarrollo comunitario, ha sufrido desde hace más de 500 años la imposición de una cultura llegada desde Europa y ajena a nuestros principios. Esta cultura basada en el individualismo, el egocentrismo, la codicia, la soberbia y el racismo depredador ha condenado a los Pueblos Indígenas a la marginación y dominación." (PPI Foro Nacional Conclusiones 1997).

Los debates se extendieron por una semana al cabo de la cual se presentó un documento218 al Congreso de la Nación para que los parlamentarios hicieran uso de las atribuciones conferidas en el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional. Este texto consta de tres capítulos. En el primero se ofrecen los fundamentos generales que, según sus autores, constituyen el eje de la relación entre pueblos indígenas y estado. Allí se expresan, por una parte, las características

218 El documento completo puede consultarse en Carrasco (2000a).

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del sistema sociocultural indígena global, su relación espiritual y de respeto por la tierra y sus recursos, y se destacan los valores de democracia, solidaridad y armonía con todos los seres que pueblan el planeta. Por otra parte, se confronta con una "cultura de muerte introducida por los europeos", junto al papel equivocado que han jugado "los métodos de evangelización, al prohibir nuestra espiritualidad y fomentar el desprecio por nuestra cultura". En este contexto —sigue el documento— emerge "nuestra sociedad,... democrática de plena participación, con autoridades sabias que orientan un desarrollo comunal despojado del individualismo y codicia material, frutos del egoísmo". Desde aquí se reclama que:

"Los pueblos indígenas, para preservar, fortalecer y perpetuar su identidad, necesitamos existir como Pueblos, sea en la zona rural o en la urbana, con territorio, lengua, vivienda, salud, cultura y cosmovisión, que nos dignifican como seres humanos. Negar estos derechos preexistentes es atentar contra nuestra identidad y es mantener una sutil y controlada política etnocida." (PPI Foro Nacional Conclusiones 1997)

Por último, se describe el marco jurídico nacional vigente que sigue siendo incumplido, aún por las mismas autoridades estatales quienes cometen discriminación por omisión, según la ley nacional 23592. Seguidamente se expresan, en forma sintética, las reivindicaciones y demandas indígenas en cuanto a territorios y tierras, identidad y cultura, recursos naturales, desarrollo y producción y servicios del estado.

El capítulo dos resume las propuestas que, como Pueblos Indígenas, le hacen al Estado. Culturalistas algunas, asistencialistas otras, reivindicativas la mayoría, ellas son consideradas el piso mínimo de las demandas que deberán satisfacerse para construir a futuro una nueva relación entre Pueblos Indígenas y Estado Argentino.

En evidente intertextualidad con el proyecto de Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas, un primer conjunto de estas propuestas se ancla en "el derecho de autonomía propia de los Pueblos Indígenas". En tal sentido se exige participación política en todos los asuntos que los incumben y se reclama la no intervención del Estado en

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los problemas internos de las comunidades. Tal exigencia se complementa con la demanda de reconocimiento a "nuestras autoridades (cacique, mburuvicha, niyat, lonko, principales, otros)...." y el respeto a "los modos, leyes y formas de organización de cada Pueblo Indígena" que solicitan se incluya en una futura reforma legal a fin de reconocer una personería jurídica "de carácter indígena, fundada en el derecho propio, pluriculutral, consuetudinario, originario y natural, según las pautas culturales de cada pueblo y/o comunidad, que no generen normas rígidas y de imposición, además deberá ser de carácter público." Este capítulo desarrolla también las demandas indígenas en materia de territorio, identidad y cultura, educación bilingüe intercultural, recursos naturales, desarrollo y producción y, finalmente se detallan los servicios estatales que se solicitan.

Es interesante resaltar que en el apartado dedicado a "formas de reconocimiento de la identidad" se alude en primer término a la obligación del estado de hacer efectivo, mediante la entrega de los debidos títulos de propiedad, el reconocimiento a la posesión y propiedad de las tierras y territorios con plena participación indígena en el proceso. Durante las discusiones grupales se había enfatizado que "sin territorio, no puede existir nuestra identidad como pueblo indígena". Por lo cual, en términos de respeto a la identidad cultural, se debía comenzar haciendo efectiva la propiedad de los territorios indígenas.

Ahora, si para los estados nacionales el territorio se define según criterios políticos de soberanía sobre un espacio donde ejercer el monopolio de la fuerza pública y una comunidad jurídicamente distinguible como ciudadanos de los mismos, para los participantes del PPI los territorios indígenas se definen siguiendo fundamentos míticos/religiosos, económicos y políticos como lo expresaran los Mbyá guaraní en la reunión provincial de Misiones:

"El espacio donde se realiza la vida indígena” es un lugar sagrado porque en ella está el cementerio donde están enterrados sus antepasados. Tener la tierra para nosotros es tener vida porque nos da la vida. Una vez que sea entregada la tierra a nosotros, todo lo que está arriba y abajo de la superficie de la tierra pertenecerá al dueño. Para que nadie toque, porque para los indígenas la tierra es sagrada. Cuando nosotros decimos que la

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tierra es buena decimos YVY PORA que significa tierra sin mal. Porque la tierra sustenta a nuestros hijos y a nuestra cultura. Allí enterramos a nuestros muertos, por eso es también lugar sagrado." (PPI Foro Nacional Conclusiones 1997).

Pero, también abarca sentidos complejos de una experiencia histórica compartida y un derecho humano inalienable: el derecho a la libredeterminación de los pueblos:

"somos los primeros habitantes, somos milenarios de esta tierra, por eso las tierras que deben entregarnos son las que ocupamos tradicionalmente...porque los pueblos indígenas existían antes de las guerras y ocupaban todas sus tierra..... Tierra es distinto de territorio. Territorio es el agua, el aire, el suelo, el subsuelo. Entonces todo esto debe asegurarse, así se hablará de pueblo (PPI Foro Nacional Conclusiones 1997).

Así, simultáneamente a los debates sobre condiciones de vida, identidad y derecho al territorio, en las reuniones del PPI se fue armando un concepto de pueblo como síntesis de unidad en la diversidad de identidades culturales particulares.

Cuando nosotros hablamos de colono hablamos de tierra apta y suficiente, nos referimos a uno. Pero acá nosotros estamos peleando por nuestros hermanos, no estoy hablando de uno, no estoy peleando por ser colono, estoy peleando como un pueblo. No yo, todos mis hermanos........... esto va dando espacio para que una cultura viva (PPI Conclusiones de la provincia de Santa Fe)

Pese a lo cual, no deja de llamar la atención, que en el acápite "Territorios y tierra", además de formularse exigencias

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durísimas al estado, se planten las bases de una ideología indígena de la "auténtica" representatividad—nacional—como si se pensara que la "unidad" del movimiento indígena en Argentina es, al menos por el momento, un asunto conflictivo y muy probablemente difícil de alcanzar:

"Se conformará una organización que arranque desde las bases o comunidades para que sea representativa y activa y así solucionar el tema de tierras y territorios. La organización debe constituirse desde las bases. Se aclara que tanto las organizaciones como las asociaciones indígenas no podrán atribuirse la representatividad de las comunidades de los Pueblos Indígenas sin su expreso consentimiento.". (PPI Foro Nacional Conclusiones 1997)

El capítulo 3, "Recomendaciones", que se presenta como cierre del documento final suscribe como demanda global la solución urgente de algunos conflictos puntuales—entre otros, los de Pulmarí y Lhaka Honhat, sobre los que volveremos más tarde.

b. Foro Indígena Patagónico

Durante 1997 y en el marco de un programa de capacitación de indígenas en la producción de proyectos de desarrollo financiado por el Banco Mundial,219 los coordinadores indígenas de la región sur (miembros de la Coordinación de Organizaciones Mapuche "Taiñ KiñeGetuam") tuvieron la iniciativa de aprovechar la ocasión para conformar un foro de debate con los representantes de organizaciones y comunidades de los Pueblos Mapuche, Tehuelche y Selk'nam/Ona. El propósito fijado fue el de discutir y definir la posición de estos pueblos frente a la pendiente reglamentación del artículo 75. inc. 17 de la Constitución Nacional, dando así cabida a la opinión de algunos dirigentes y representantes que, por distintas razones, no habían participado del PPI.

219 Este programa se llevó a cabo en tres regiones del país (Noreste, Noroeste, y Sur) y tuvo como contraparte estatal al Centro Nacional de Organizaciones Comunitarias (CENOC).

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Si prestamos atención al documento final que reflejara las conclusiones a las que se arribaron luego de una reunión mantenida en La Pampa entre el 12 y el 14 de diciembre de 1997,220 resulta interesante reparar en cómo la dinámica de trabajo propuesta apuntó a discutir punto por punto el inciso constitucional a partir de preguntas motivadoras que, según el documento, buscaban anclar y llenar de contenido los términos jurídicos mediante un "intenso, rico y fraterno debate donde el conocimiento indígena no tuvo ningún tipo de condicionamiento, más que la orientación política y filosófica de nuestras Autoridades Originarias."

Habida cuenta de la imposibilidad de agotar aquí el análisis de un extenso documento, nos limitaremos fundamentalmente a señalar en este apartado la forma en que fue enmarcada la discusión de las comisiones de trabajo, y algunos de los aspectos que se fueron enfatizando.

El cometido de la Comisión 1—abocada a debatir qué significa "reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos y garantizar el respeto a su identidad"—era trabajar en torno a las siguientes cuestiones: (a) si reconoce que existimos miles de años antes que el Estado, ¿por qué se impone la nacionalidad de "pueblos indígenas argentinos"?; (b) ¿cómo fundamentamos por qué somos PUEBLOS NACIONES Indígenas?; y (c) la "diversidad cultural" como fundamento para lograr un Estado plurinacional y pluricultural donde todos los Pueblos Originarios de Argentina sean reconocidos con plenos derechos.

El propósito de la Comisión 2—encargada de examinar los alcances del "derecho a una educación bilingüe e intercultural"—apuntaba a elaborar sobre: (a) distintas etapas que tuvo la Educación Estatal (Uniformante, Integracionista, Bilingüe e Intercultural; (b) ¿existe un Sistema Educativo Indígena? ¿Cómo está organizado?; y (c) ¿cómo se entiende la Interculturalidad desde nuestro kimvn / conocimiento propio?

220 Documento transcripto en su totalidad en Carrasco (2000a).

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Teniendo como meta analizar qué significa fijar como atribución del Congreso la de "reconocer la personería jurídica de sus comunidades", la Comisión 3 discutió fundamentalmente sobre dos ejes. Primero, la Personería Jurídica como instrumento de organización para los indígenas y como instrumento de control desde el Estado. Segundo, trabajó en torno a las preguntas: ¿existe un concepto de derecho indígena, sistema de Autoridades Originarias y normas propias? ¿Personería Jurídica Pública o Privada? ¿Personería Jurídica COMUNITARIA o como PUEBLOS?

Le cupo en cambio a la Comisión 4 centrarse en el tratamiento de la provisión que establece "la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan, regulando la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano." Su labor estuvo articulada en base a los puntos: (a) ¿los Pueblos Originarios demandamos tierra o Territorio?; (b) ¿entrega de tierras aptas y suficientes significa restitución territorial"?; y (c) ¿qué es desarrollo para el Estado? Y ¿qué es desarrollo para los Pueblos Originarios?

Por último, la Comisión 5 tenía que definir qué implica "asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten", en base a la toma de posiciones frente a los interrogantes: (a) ¿qué significa participación? Es ¿consulta? ¿consentimiento? ¿información?; (b) ¿en relación a qué (al uso del espacio territorial?, a su explotación? a la participación en las ganancias?) y sobre qué recursos (de la superficie?, subterráneos?, genéticos?, conocimientos y prácticas?) se define esa participación?; y (c) ¿cómo relacionamos la propuesta sobre este punto con nuestro concepto cultural ideológico de convivencia y defensa de nuestro Waj Mapu (territorio)?

Así, además de denunciarse que "el Estado, para evitar el reconocimiento de la existencia de las Naciones Originarias y nuestro derecho al Territorio, recurre a una ficción jurídica afirmando que existe un solo Pueblo llamado Argentino", se concluyó que:

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"...el reconocimiento fundamental es que el Estado asuma la realidad plural de su sociedad. Abandonar la idea uniformante de estado monocultural, porque eso atenta contra la diversidad cultural que se declama en los discursos. Hoy no existe relación de respeto entre Estado-Pueblos Originarios porque el primero manipula esta posibilidad, reduciendo nuestra condición de PUEBLO a denominaciones como "etnia", "minoría", "reserva", "tribu", "agrupación". Limitar y aislar nuestra existencia genera los conflictos actuales y lo que vendrán." ."221

Paralelamente a caracterizar a la educación estatal como "integracionista", "rígida" y "estancada", "elitista", "etnocéntrica", y "monocultural", se insistió en que la misma genera desarraigo, al anular el conocimiento familiar que llevan los niños a la escuela y que "proviene de su tuwun-origen". Partiendo de una reflexión metacultural sobre qué significa la "cultura indígena", se afirmó también que en el contexto actual de las relaciones entre el estado y los pueblos originarios, una interculturalidad verdadera es aún imposible.222

A su vez, luego de enfatizarse que "cada una de las normas jurídicas que hoy se han aprobado en el ámbito regional, nacional e internacional son medidas externas, aprobadas sin nuestra participación ni nuestro consentimiento", se instó a "desarrollar la capacidad de juzgar y dictaminar hasta que punto el derecho positivo estatal interfiere y reprime el ejercicio de nuestro derecho propio, el AD y NOR MOGEN." En este marco, se destacó la importancia de recuperar el uso

221 Indicar la referencia documental o etnográfica del parrafo.222 En este último sentido, sostiene el documento, "interculturalidad es 'entre culturas'. Entendiendo la cultura como los elementos que definen la identidad de un Pueblo, no el manipuleo de esa identidad relacionando la cultura con elementos folklóricos o ligados a los 'usos y costumbres', como sólo prácticas tradicionalistas. Cultura debe ser entendido en todo su contenido. No existe la 'cultura originaria' sin los elementos que la constituyen: idioma propio Mapudugun; normas y principios Nor y Az que orientan su existencia; autoridades originarias Lonko-Werkén-Pillán Kuse; y el control del espacio físico Waj Mapu/Territorio donde desarrolla y proyecta su vida autónoma. Estos son los derechos fundamentales que hoy son negados a los diversos Pueblos Originarios por el Estado Argentino. Por ello no es posible aún poner en práctica la verdadera Interculturalidad."

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de la lengua indígena223 y de concretar la restitución territorial. Según el documento, esta última meta se vincula con que:

"lograr la restitución territorial (...) significa restablecer la fuente del derecho Mapuche, el Mapuzugun. Restitución Territorial (...) significa recuperar los espacios donde se desarrolla ese conocimiento, el Gellipuwe, el Paliwe, el desarrollo equilibrado del Ixofill Mogen. La restitución Territorial permitirá restablecer nuestra propia institucionalidad: nuestro Ad y Nor Mogen, las normas de justicia y de derecho que asegure la continuidad cultural autónoma de los Pueblos Originarios Mapuche, Tehuelche y Selk'nam-Ona." ."224

En suma, puede verse como logro del Foro Patagónico el de que cada uno de los puntos que los constituyentes aprobaron en base a imágenes genéricas de los indígenas y de las responsabilidades del estado frente a ellos comenzaran a ser hablados desde otro lugar. A este respecto, debe tenerse en cuenta que el llamado “conflicto de Pulmarí” constituyó un ámbito de reflexión y aprendizaje que, como veremos, permitió que los organizadores de este Foro resignificaran y ampliaran la referencialidad de muchos conceptos—como los de “pueblo”, “autonomía”, “territorio”, “democracia” y “estado”—con el propósito de favorecer ciertas interpretaciones y excluir otras, así como de investirlos de connotaciones propiamente indígenas.

Dos reclamos

Si algo tienen de importante las experiencias del PPI y el Foro Patagónico es haber dado visibilidad pública y proyección nacional a los pueblos indígenas y a algunos de sus dirigentes. Aún con mezclas y contradicciones internas, lo que se puso de relieve es que, más allá de

223 Respecto de la importancia de la lengua indígena, el documento comenta: "Nuestros Lonko nos repetían: 'Hablamos en Mapuzugun para que exista cabal comprensión de nuestra demanda de restitución territorial. Hablamos en Mapuzugun para que el Wallmapu recupere su orden. Hablamos en Mapuzugun para que el Wallmapuche sea el espacio que nos contenga'."224 Indicar la referencia documental o etnográfica del parrafo.

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las diferencias, comienza a verse en Argentina un nuevo actor político. Sin dejar de hacer reclamaciones a un estado benefactor que ya no existe, este actor colectivo comienza a impulsar la construcción de un nuevo escenario donde poder montar una coreografía distinta, basada en la combinación de autonomías indígenas y políticas estatales. Así, paralelamente a lo apuntado respecto del lobby indígena en la Asamblea Constituyente, hay que destacar que ambas experiencias abrevan en luchas indígenas puntuales que alcanzaron gran difusión en la prensa nacional e internacional. Al examen de los sentidos implicados en y a través de dos de estas luchas dedicamos los acápites siguientes.

a. El Territorio Wichi unificado

Cansados de no ser escuchados por el gobierno de la provincia de Salta y luego de un intento fallido de amparo judicial en agosto de 1996, cinco pueblos cazadores recolectores nucleados en la Asociación de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat225 (Carrasco y Briones 1996) resolvieron llamar la atención de las autoridades ocupando pacíficamente el puente internacional—en construcción, entonces—entre Misión La Paz (Argentina) y Pozo Hondo (Paraguay). Con posterioridad a esta movilización y durante una estadía del presidente argentino en Europa, varios diarios de amplia circulación y prestigio allí exhibieron la foto de una mujer indígena con su hijo en brazos debajo de la cual se podía leer Pregunte al Pueblo Wichí, Señor Menem, si hay justicia en Argentina.

La imputación de injusticia que se le hacía al presidente de la nación tiene que ver con la percepción indígena de marginación de sus comunidades del resto de los ciudadanos provinciales. La expresión “nosotros no somos también argentinos?” alude precisamente a esa percepción. En una cuestión tan definitoria como el derecho a la 225 En agosto de 1996, ante la negativa del gobierno de la provincia de Salta de reunirse con la Asociación de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat para discutir la falta de estudios de impacto ambiental previo a la construcción de un puente internacional y las rutas conectadas a él, los dirigentes de la Asociación decidieron protestar ocupando pacíficamente el puente hasta que el gobernador aceptara sentarse a hablar con ellos. Además de las construcciones estaba en juego la propiedad del territorio reclamado por la Asociación, cuya titulación habíase ratificado por dos decretos provinciales que aún hoy siguen incumplidos. Luego de 23 días la medida se levantó con la promesa gubernamental de regularizar la situación en el plazo de 30 días.

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propiedad de la tierra, esta marginalidad se vuelve visible al vincularla con la legitimidad del destino que se dará a las mismas. En Salta, como en otras provincias, se sostiene comúnmente que “la tierra es para quien la trabaja y los indios no producen nada entonces ¿para qué quieren tierra?”

En todo caso, el reclamo por un territorio wichí unificado sólo se entiende en un contexto donde más allá de las normas federales vinculadas a las áreas de frontera, la provincia de Salta no ha tenido una política de tierras. No obstante, el ideario primero de progreso y civilización y luego de desarrollo ha estado siempre presente en los actos de gobierno asociados al tema. Así, en la zona misma del reclamo indígena, el primero de estos actos fue la autorización extendida por el estado nacional al expedicionario Domingo Astrada en 1902 para el establecimiento de la colonia Buenaventura dentro de lo que entonces se consideraba territorio nacional de Formosa (Carrasco y Briones 1996, Gordillo y Leguizamón 2002, Maranta m.i., Trinchero 2000). En virtud de esta concesión, algunos de los pioneros recibieron títulos de propiedad de lotes de tierras que perdieron su legalidad cuando en 1951 se fija el límite interprovincial entre Salta y Formosa, quedando las tierras en cuestión del lado salteño. Desde entonces la avanzada de colonos y sus descendientes ha permanecido en la zona como ocupantes de hecho en tierras del fisco provincial. Los indígenas en cambio no han tenido ni siquiera este reconocimiento. Por el contrario aún hasta mediados del siglo XX la política del estado provincial en relación al indígena fue la transferencia de poderes a misiones religiosas, quienes con su proyecto de creación de “comunidades” produjo como resultado que se ampliara la superficie de tierras para la ocupación criolla.

Desde entonces los pobladores han venido reclamando con resultado casi nulo la regularización de su situación dominial. Entre los años 60’s y 80’s se sucedieron algunas leyes y decretos provinciales pretendiendo legislar a favor del reclamo no indígena (de la Cruz 1989; Gordillo y Leguizamón 2002;Piccinini y Trinchero 1992), pero ninguno se implementó.226 Tal vez, el único caso que escapa a la política de exclusión de la demanda indígena es el reconocimiento de una reserva

226 Leyes 3844/64, 4086/65; 5713/80 decreto 2293/71.

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de 1052 has. de tierra concedida a Misión La Paz,227 reserva que hasta la fecha nunca se concretó en la emisión de un título de propiedad.

En todo caso, el inicio de la redemocratización en los 80’s abrió un nuevo proceso de ofertas y demandas por la tierra. Entre sus promesas electorales, quien habría de ser gobernador del primer período de la recuperación democrática, el Sr. Roberto Romero, oferta a los caciques de la zona del fiscal 55 un proyecto de titulación de las tierras que consistía en lo siguiente: primero se urbanizarían las comunidades y luego se colonizarían las tierras rurales, por lo cual quien quisiera un pedazo de tierra debía solicitarla en la colonia, ya que el resto sería puesto a la venta. Como sabemos, la respuesta indígena a esta oferta fue su rechazo, acompañado por la solicitud de una superficie sin divisiones internas.

No obstante, en 1987 la Legislatura sancionó la ley 6469 de regularización dominial el lote fiscal 55 que se reglamentaría en 1990. Un dato que enriquece nuestra hipótesis acerca de que “la tierra es para quien la trabaja” de acuerdo con los idearios capitalistas de trabajo lo aporta el documento técnico elaborado por el Consejo Federal de Inversiones (CFI) en que se basa la ley. H. H. Trinchero (2000) se ha ocupado extensamente de analizar las constricciones que impone esta ley para los reclamos indígenas. El núcleo de la cuestión reside en la fijación del criterio de unidad económica para la distribución de la tierra entre pobladores indígenas y criollos. Ante todo, la ley plantea que se procederá al parcelamiento del lote tomando como base el modelo del puesto criollo como unidad económica y las necesidades de tierras por cabeza de ganado. Por ende, el estudio deja afuera el criterio de unidad económica de los cazadores-recolectores-pescadores. Sólo hace referencia a los huertos comunitarios más afines al ideario desarrollista del que hablábamos más arriba. A este respecto, un legislador salteño manifiesta en el debate de la ley:

"por qué vamos a condenarlos [a los indígenas] a la miseria, a la desesperación, a la angustia; por qué vamos a permitir (sic) que sigan pescando y cazando; por qué no les damos un trabajo digno para que mantengan a sus familias; por qué no les enseñamos a

227 Decreto 3291/67

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hacer cosas para que de su propio esfuerzo salga el pan de cada día (citado en Trinchero 2000: 282).

Basado en tales premisas, el estudio técnico del CFI abunda en datos sobre la capacidad del suelo, la ubicación de las aguadas, el clima, los recursos forestales y una descripción parcial de la actividad ganadera que no hace referencia alguna a la viabilidad económica de la producción vinculada al mercado local y/o extralocal. Curiosamente no hay referencias respecto de la competitividad entre dos actividades económicas tan dispares como la ganadería a campo abierto y las prácticas de caza y recolección indígena. Sólo se menciona como un posible factor conflictivo la superposición o solapamiento de las superficies reclamadas por los criollos, aclarándose que “el conflicto es solucionable a través de negociaciones personales entre los propios involucrados” (Trinchero 2000: 283).

Quiere decir entonces que la temprana advertencia de incompatibilidad de uso y reclamo de una superficie única para indígenas y otra–en otra área—para criollos no fue nunca tomada en cuenta para la identificación de los criterios de distribución de la tierra pública. No obstante, mucho de la experiencia acumulada por el estado provincial en esta demanda sirvó para que se fijaran con la letra de la ley las condiciones para preservar las premisas del proyecto desarrollista de la política salteña, cuando en 1998 se reformó la Constitución Provincial.228

Pero entre 1987-90 y 2002, mucha agua corrió bajo el puente. A pesar de los intentos de los dirigentes salteños por negar la inclusión de la demanda indígena, la Asociación Lhaka Honhat ha logrado que se discuta como criterio de legitimación el uso de los recursos naturales propios de la dinámica económica de los cazadores-recolectores-pescadores del lote fiscal 55, en un contexto de reforma del estado favorecida por la incorporación en la Constitución Nacional de la frase “tierras tradicionalmente ocupadas”.

228 Así el artículo 15 referido a Pueblos Indígenas establece: “II El Gobierno Provincial genera mecanismos que permitan, tanto a los pobladores indígenas como no indígenas, con su efectiva participación, consensuar soluciones en lo relacionado con la tierra fiscal, respetando los derechos de terceros.”

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Primero fue la oposición a la oferta oficial de urbanizar las comunidades y colonizar las tierras rurales; posteriormente fue la construcción de la organización indígena y la elaboración de un concepto de territorio que subsume su reivindicación (Carrasco 200b). Por último, la inserción de esta demanda en un contexto internacional229

donde el colectivo indígena en tanto sujeto diferente tiene algún peso–aunque más no sea el de desnudar la inconsistencia de los planteos gubernamentales—ha contribuido en forma notable al fortalecimiento interno de las comunidades que comienzan a verse con actores políticos con potencial poder de presión.

Pero veamos ahora cuál ha sido el impacto que aquellos dos sucesos, la toma del puente internacional y la interpelación al presidente Menem publicada en diarios extranjeros generó al interior de la Asociación de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat, viniendo a consolidar un proceso de organización política que había comenzado doce años, antes cuando un grupo de jefes de aldea resolviera oponerse a un programa gubernamental de entrega de parcelas comunitarias. Entonces, un breve documento de no más de una página230 fue la piedra de toque que desencadenó la construcción de una autoimagen que con el tiempo se cristalizaría en un concepto novedoso para ellos: el de territorio.

En ese documento demandaban una superficie sin subdivisiones internas bajo un titulo único para toda la población indígena residente en el lote fiscal 55. Ubicado en la frontera con Bolivia y Paraguay, sobre la margen derecha del río Pilcomayo, se trata de una zona devastada por la acción del ganado vacuno introducido a principios del siglo XX por pobladores no indígenas. En otro trabajo hemos analizado la construcción polisémica del "territorio único" (Carrasco 2000b), por lo que en este trabajo sólo haremos referencia al modo en que la lucha por su recuperación promovió el desarrollo de una autoimagen entre los miembros de Lhaka Honhat como pueblo indígena portador de una conciencia social apropiada al contexto jurídico político en que se desenvuelve su vida cotidiana. Enfrentados localmente a los pobladores criollos en su competencia por el uso del ambiente y a las autoridades del gobierno provincial por el incumplimiento de los acuerdos

229 Sobre todo la denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero también los avisos publicados en diarios nacionales y extranjeros.230 Pensamiento indígena y declaración conjunta 24-6-84.

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firmados, desplegaron toda clase de estrategias en lo político, judicial, y mediático, para denunciar lo que estaba pasando en sus lugares. Así, lo que empezó como una organización política coyuntural para la obtención del título de propiedad se plantea ahora como unidad en la lucha en defensa de "lhaka honhat" (nuestra tierra), y para la protección de los recursos naturales que son su alimento. En este sentido, la conciencia del valor de los recursos naturales y la necesidad de defender el territorio de las agresiones externas ayudaron a consolidar un frente común y una nueva imagen, reemplazando la vieja auto-imagen fragmentada de "la toldería de", "la gente de" o "la raza tal", por la de "Asociación Lhaka Honhat"

Menos entrenados en la elaboración de auto categorías que los definan, y más acostumbrados a verse como “razas” o como “pobladores” cuando hablan de sí ante no indígenas, los dirigentes de Lhaka Honhat han ido lenta pero decididamente modelando una noción de pueblo que los envuelve a todos. Aunque todavía persistan algunos líderes comunitarios que prefieren, en confianza, seguir usando con no poco orgullo el vocablo “raza”, la gente común en las comunidades se presenta ante "los de afuera" como pueblo indígena con una "cultura" diferente. Cada pueblo, dicen, tiene su cultura y todos tenemos "cultura como pueblo indígena". Pero qué es la cultura para ellos? Una forma resumida de representar su modo de subsistencia material, su medio ambiente natural como esencial para ella y sus instituciones sociales. Una forma de ser y hacer cosas que confronta con la manera en que los "ahatai" (no indígenas) hacen "sus" cosas. Es, asimismo, pensamiento y enseñanza que se expresa en el uso de un idioma propio que da sentido de pertenencia y conciencia a sus hablantes al tiempo que excluye a los ajenos. Así, en tanto "cultura de los pueblos indígenas", ella es un poderoso instrumento para la acción política, ya que tejiendo una extensa red de lazos parentales y asociativos con todos los miembros de la Asociación, sin importar su pertenencia étnica—wichi, chorote, chulupí, toba, tapiete—autoriza alianzas con otros "hermanos" indígenas asentados en Paraguay o Bolivia para la defensa colectiva de sus derechos a la tierra. En esta dirección, ya se han realizado varios encuentros regionales a fin de crear un frente común de oposición a los planes de integración que los gobiernos desean llevar a cabo en el marco del Mercosur.231

231 ABC Color 1999 "En el foro empresarial del III Encuentro de Zicosur, el concejal indígena Severo Flores, del distrito de Mariscal Estigarribia, solicitó a nombre de más de 130.000 indígenas del Chaco sudamericano la participación

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b. La gestación de la idea de Pulmarí como Territorio Indígena Protegido

En mayo de 1995, adquiere visibilidad pública el reclamo Mapuche en la zona de Pulmarí (Departamento de Aluminé, Neuquén). La ocupación de la sede de la Corporación Interestadual Pulmarí (CIP) por familias indígenas de distintas comunidades de la región busca en lo inmediato llamar la atención sobre actos de corrupción administrativa que demoraban "el crecimiento socioeconómico del área de frontera Sur de la Provincia del Neuquén y, fundamentalmente, de las comunidades indígenas de dichas zonas, Catalán, Aigo, Puel y Currumil,"232 ordenado por el art. 3 del decreto 1.410 de 1987 de creación de la CIP. Las familias ocupantes concretamente solicitan que se investiguen variados ilícitos. Entre otros, el cobro de tasas (incluso en animales o especias) que hacía la CIP por el uso indígena de pastos o la recolección de leña y piñón; el pago en negro y despidos al reducido personal de la CIP (entre quienes había empleados mapuche); la entrega de concesiones forestales y ganaderas sin planificación; la entrega arbitraria de gran cantidad de tierras a un mismo particular para emprendimientos productivos; la negativa a brindar informes contables y financieros sobre los fondos de la CIP; así como la inconsulta declaración de "reservas turísticas", todo lo cual parecía apuntar a un intento de privatización de las 112.000 hectáreas que componen la zona de Pulmarí.

de los nativos en los proyectos de desarrollo regional. Flores habló en nombre de 8 comunidades indígenas de Boquerón, 10 pueblos indígenas del sur boliviano y unas 35 comunidades de la zona del Pilcomayo, lado argentino. Dijo que " el reclamo de regularización de tierra, que existe ya desde hace 35 años por parte de la Asociación de Comunidades Aborígenes ``Lhaka Honhat'', no están consiguiendo, por parte del gobierno provincial de Salta,...." También reclamó seguridad jurídica para los "hermanos Weenhayek" de la región del Pilcomayo en Bolivia, para los "hermanos" guaraní ysoseno y ayoreo ``que hoy están siendo atropellados por las empresas petroleras multinacionales''.232 Aunque el decreto sólo menciona a las comunidades de Aigo, Currumil, Catalán y Puel, los mapuche reivindican al día de hoy la incorporación de la comunidad Salazar o Niengueihual, que desde 1989 es un desprendimiento autónomo de la de Aigo, y de la comunidad Ñorquinco que agrupa a los pobladores mapuche de la misma zona de Pulmarí, quienes en 1995 se reconstituyen como comunidad, sobre la base de la antigua comunidad del lonko (o cacique) Catrileo, desalojada de tierras de Parques Nacionales en los años 50.

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Hemos reseñado en otras partes los complejos ribetes y momentos de un conflicto que ha involucrado ocupaciones pacíficas de edificios públicos, mobilizaciones a la ciudad capital de Neuquén, recuperación de tierras, enjuiciamientos y encarcelación de dirigentes mapuche—conflicto que ha suscitado además la intervención de legisladores nacionales y de otros pertenecientes al Parlamento Europeo o la intervención del INAI, y que ha llevado a algunos dirigentes políticos locales a interpretar este "pronunciamiento mapuche" como síntoma de pretensiones de secesión, de formación de un Estado dentro de otro Estado (Briones 1999, Briones y Díaz 2000, Carrasco y Briones 1996). Lo que nos interesa aquí es ver cómo, a lo largo de este prolongado reclamo, la noción de "tierra" se fue convirtiendo en un signo ideológico polisémico, altamente debatido—signo que, oficiando de pivote para ampliar y resignificar el concepto de "territorio", devino campo de batalla para la producción cultural.

Así, desde la fase inicial del reclamo hasta la actualidad, las disputas en torno a estos dos conceptos fueron apuntando a poner de manifiesto dos cosas. Primero, la noción Mapuche de Mapu o tierra envuelve desde lo económico, lo social y lo religioso mucho más que la cláusula hegemónica "tierras que tradicionalmente ocupan". Segundo, la noción de Waj Mapu o territorio resulta de, implica y permite desarrollar un sentido de “lo Mapuche” completamente diferente. Ambas cosas fueron a su vez constantemente desarrolladas a lo largo de dos ejes. Apelando progresivamente a la retórica del derecho internacional, uno de esos ejes se centra en identificar perspectivas políticas y jurídicas comunes para regular las relaciones interétnicas.233 El otro eje en cambio enfatiza percepciones distintivas que, formando parte del capital simbólico y cultural del Pueblo Mapuche, presidirían y organizarían cuestiones fundamentalmente intra-étnicas.

Inicialmente, la reiterada afirmación "no queremos simplemente tierras sino un territorio" producía desconfianza entre algunos no indígenas que la interpretaban como un ataque a la soberanía estatal, moviéndolos a acusar de agitadores políticos a los dirigentes indígenas. 233 En intertextualidad fundamentalmente con el derecho internacional, sobre todo, con el convenio 169 de la OIT y el proyecto de Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas (Taiñ KiñeGetuam 1995a).

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Progresivamente, la forma en que las comunidades mapuche de la región y sus organizaciones fueron dando permanente testimonio de un vínculo especial de los Mapuche con la tierra—o incluso mostrando que la emulación o promoción de tal vínculo podría eventualmente beneficiar a la sociedad Wigka o no indígena—ayudó a los líderes aborígenes a incrementar el apoyo público de audiencias Mapuche y no Mapuche, ampliando así su margen político de maniobra y el piso para cuestionar los estilos de democracia implementados por los estados nacional y provincial. En tal sentido, si bien la explicitación de ese vínculo formó parte del reclamo desde el principio, cada nuevo documento o comunicado Mapuche fue poniendo más y más énfasis en explicar sus connotaciones culturales distintivas, y en ir explicitando las múltiples dimensiones de significado que condensa la noción de Waj Mapu (ver Briones 1999).

En todo caso, antes de detenernos en ver cuáles son esas connotaciones, es importante destacar que la compleja situación de tierras que el reclamo mapuche en Pulmarí pone al descubierto—complejidad ligada al hecho de que en un área acotada coexisten tierras fiscales pertenecientes a niveles de estatalidad federal, provincial y eventualmente municipal, así como a particulares y a entes autárquicos relacionados a la Administración de Parques Nacionales e incluso al Ejército Argentino—es un buen ejemplo de las diversas políticas de expropiación de tierras indígenas que se fueron dando en la región.

En efecto, podría sostenerse que, en principio, la apropiación privada de tierras fiscales en los territorios patagónicos pareció quedar enmarcada por la "ley de Empréstito" de 1878—que estipulaba el pago en tierras a los particulares que financiaron la "Campaña del Desierto"—y por las leyes de Premios Militares—ley 1628 de 1885 y ley 3918 de 1900—que recompensaban a los ejecutores de dicha campaña con una cantidad de hectáreas proporcional a su rango. Estas normativas contemplaban una modalidad de entrega de tierras en base a bonos transferibles al portador que, con el tiempo, desembocaría en un proceso de alta concentración de la tierra en manos de muy pocos. Esto es, si originalmente se preveían 6000 adquirientes, se acabarán repartiendo casi cinco millones de hectáreas entre 545 beneficiarios, fomentándose además la adjudicación de los terrenos a propietarios ausentistas que no cumplieron con el proyecto previsto de colonización pronta y efectiva de los territorios (UNC-APDH, 1996).

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Sin embargo, Bandieri enfatiza que—a diferencia de otras zonas patagónicas—ni la Ley de Empréstito (Nº 947 de 1878) ni la de Premios Militares (Nº 1628 de 1885) fueron las vías más importantes de apropiación privada de tierras en el Neuquén, ya que en la region dichas normativas sólo concretaron respectivamente la adjudicación del 0,15% y el 1,18% de la superficie provincial (Bandieri 1993: 135). Por el contrario, la ley 1018 de 1879 (la cual autoriza al Poder Ejecutivo a enajenar—vender tierra pública a particulares—en lotes de 2500 has) y la ley 1265 de 1882 (que establece la venta de tierras fiscales en remate público con la condición de invertir capital e introducir población estable) presidirán la apropiación del sector oriental y precordillerano de la provincial (Bandieri 1993: 135-6). Bajo este marco, el primer remate en Neuquén se hizo en 1885, implicando la venta de 1,3 millones de has, sobre todo en el Departamento de Confluencia, aun cuando hacia fines de siglo sólo el 5% de los compradores había tomado posesión efectiva de los mismos.

La segunda zona adjudicada (representando el 14% de la superficie provincial) se concentró en la zona precordillerana, con lotes promedio de 60 mil has. para la ganaderia extensiva (UNC-APDH 1996: 223-4). En el sur y occidente del territorio neuquino, por su parte, serán especialmente la Ley Avellaneda o de Colonización (ley Nº 817 de 1876 que estipulaba la obligación de colonizar a los adjudicatarios) y la Ley de Liquidación (ley Nº 2875 de 1891 que anula esas obligaciones) los dos pilares en base a los que el Estado Nacional fomente la emergencia de un mercado de tierras regional donde, mientras algunos de los primeros concesionarios ponen inmediatamente a producir las tierras por explotación directa, administración o arrendamiento, un número significativo de los mismos (propietarios ausentistas ligados a elites porteñas) apelan desde 1891 y hasta fines de siglo a la venta especulativa a sociedades constituidas ad hoc, mayoritariamente de capitales chilenos que, empleando un número considerable de mano de obra asalariada chilena e indígena, permitirán que el proceso de acumulación también se efectivice en el país transandino (Bandieri et al. 1995: 148 y ss.).

En cambio, otra será la modalidad de enajenación que va a prevalecer en el norte neuquino, donde esas normativas casi no se aplicaron. Aquí,

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el asentamiento espontáneo de pobladores (muchos de ellos chilenos) en tierras fiscales y propiedades privadas no explotadas dará prevalentemente lugar a la conformación de una sociedad de “intrusos” y ocupantes precarios (Varela y Font 1995: 181).

Así, en lo que hace al reconocimiento estatal de acceso indígena a tierra que les fuera expropiada por las campañas militares, Varela (1981: 91) destaca que tanto las leyes de premios militares como la ley 215 de 1867234 permitirán a los grupos que se habían sometido espontáneamente o a personas indígenas que podían acreditar haber participado como soldados o baqueanos en la ocupación militar definitiva de Pampa y Patagonia solicitar tierras donde radicarse con su gente. Paradójicamente, empero, serán los grandes caciques como Namuncura y Sayhueque que resistieron la invasión militar los que consigan reconocimientos legales en principio más consistentes, en tanto se realizan mediante leyes del Congreso Nacional (Briones y Delrio 2002). Lo que en todo caso nos interesa destacar aquí es que, más allá de otros casos puntuales como el del cacique Ñancuche Nahuelquir—quien consigue que el gobierno radique a su gente en una colonia agrícola en la hoy todavía Colonia Cushamen de Chubut (Delrio 1998, 2000 y 2001; Ramos y Delrio 1999), muchos líderes indígenas que podían acreditar haber prestado servicios a la Nación Argentina obtuvieron sobre todo concesiones gratuitas y precarias, amparándose fundamentalmente en la ley de tierras fiscales 4.167 dictada en 1903 (Carrasco y Briones 1996).235 Luego de dispares iniciativas de radicación de grupos indígenas que se dan en las primeras décadas del siglo XX (Briones y Delrio 2000), se producen largos años de silencio del estado federal en lo que hace a reconocimiento de asentamientos indígenas en la zona, silencio que rompe la ley 23.750 publicada en 1989, normativa que transfiere a título gratuito a la Asociación de Fomento Rural Curruhuinca—conformada por la

234 Esta ley de frontera contra los indios, que promueve el corrimiento del límite fronterizo y establecimiento militar sobre el río Neuquén, establece la distinción entre "tribus que se sometan voluntariamente" y "tribus que se resistan al sometimiento pacífico de la autoridad", en lo que hace a la forma de otorgarles tierras "para su existencia fija y pacífica", de manera negociada y compulsiva respectivamente.235 Este es por ejemplo el caso de la comunidad de Diego Ancatruz, quien efectuara dos viajes a Buenos Aires (1904 y aproximadamente 1916) hasta conseguir que por un decreto del presidente Irigoyen en 1917 se le dé permiso de ocupación a él y sus familias con la obligación de efectuar plantíos y mejoras (Lenton, 1994; Olivera y Briones, 1987; Varela, 1981).

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totalidad de los miembros de la Agrupación Indígena Curruhuinca—la propiedad de varios lotes ubicados en jurisdicción de la Reserva Nacional Lanín, sujetando el desarrollo de toda actividad dentro del área a lo dispuesto por la ley 22.351 de Parques Nacionales, Monumentos Naturales y Reservas Nacionales, y a las normas emanadas de la autoridad de aplicación de la misma.

A nivel del estado provincial, por su parte, cuando la Honorable Convención Constituyente Provincial promulga la ley fundamental de la provincia el 28 de noviembre de 1957, estipula en su artículo 239 que "la tierra es un bien de trabajo y la ley promoverá una reforma agraria integral con arreglo a las siguientes bases", hacienda que el inciso d establezca en particular que:

"Serán mantenidas y aún ampliadas las reservas y concesiones indígenas. Se prestará ayuda técnica y económica a estas agrupaciones, propendiendo a su capacitación y la utilización racional de las tierras concedidas, mejorando las condiciones de vida de sus habitantes y tendiendo a la eliminación progresiva de esta segregación de hecho." ."236

En este marco, el decreto 737 de 1964 reconoce la reserva de las tierras fiscales habitadas por 18 agrupaciones indígenas del Neuquén, permitiendo su ocupación a perpetuidad. Ellas son las comunidades Aigo, Ancatruz, Antiñir, Atreuco, Aucapán, Cayulef, Currumil, Cheuquel, Chiquillihuín, Filipín, Huayquillán, Kilapi, Mellao Morales, Millaín Curical, Painefilú, Paynemil, Puel, Quinchao. Ese mismo año, el decreto 1.608 reconoce las de Catalán, Namuncura y Rams. El decreto 977 de 1966 a la de Antipán y el decreto 1.039 de 1972 a la de Paineo. Con el tiempo, otras comunidades se agregan a la lista. Invocando el 737/64, el decreto 1588 de 1986 reserva con carácter permanente tierras para la agrupación Manqui. El decreto 3204 de 1986 dispone lo mismo para la agrupación Calfucurá y el decreto 4220 de 1987 hace lo propio con la Agrupación Zapata. Así, las previsiones de ese decreto fundante de 1964 fueron implícita o explícitamente

236 Indicar la referencia documental o etnográfica del parrafo.

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regulando las relaciones entre las administraciones neuquinas y las comunidades mapuche reconocidas como tales por el estado provincial.

En opinión de Varela (1981: 99), este decreto que inaugura la figura de régimen de reserva de tierras fiscales en el Neuquén establece una serie de obligaciones y derechos para las comunidades. Entre sus deberes, figuran los de: (a) facilitar la concurrencia de sus hijos a la escuela; (b) construir y mejorar sus viviendas; (c) plantar por lo menos veinte árboles frutales o forestales y practicar tareas agrícolas en pequeña escala (huertas); (d) cuidar los bosques y evitar el incendio de los mismos; (e) mantener a sus animales en buen estado sanitario; (f) observar buena conducta y hábitos de trabajo, respetando las normas de convivencia dentro de la reserva; (g) denunciar ante la Dirección de Tierras y Colonización cualquier acto que viole el decreto. Los derechos reconocidos apuntan a permitir: (a) la compra de otras tierras en calidad de propietarios si su solvencia lo permite, con preferencia sobre otros peticionantes; (b) la extracción de leña que necesiten para el consumo propio; (c) la mensura sin cargo de las tierras; y (d) ser defendido por la Dirección de Tierras y Colonización en caso de la intromisión en sus tierras de personas no inscriptas en la reserva. En todo caso, los asesores jurídicos que elaboran parte del Informe de tierras autorado por la Universidad Nacional del Comahue y la Asamblea Permanente por los derechos humanos enfatizan que del texto de este decreto y del de los decretos sucesivos se desprenden varios puntos que permiten argumentar que las reservas neuquinas gozan de estatus jurídico especial, porque el estado autolimitó sus atribuciones de "propietario formal" (UNC-APDH 1996: 226-7). En este marco, la ley provincial 1759 de 1988 faculta al Poder Ejecutivo a perfeccionar la transferencia gratuita del dominio de tierras fiscales en favor de las Agrupaciones Indígenas neuquinas que se ajusten a las normas legales vigentes. Invocando esta ley promulgada por decreto 3010/88, el decreto 4107/88 transfiere y otorga la escritura traslativa de dominio en forma gratuita a favor de la agrupación mapuche Currumil, reconocida como tal por el decreto 737/64. La Ley Provincial 1759 también se aplica a las comunidades Kilapi y Paynemil. No obstante, esta promesa de títulos de propiedad para las comunidades va siempre avanzando a pasos extremadamente lentos, y tampoco logra mejorar su celeridad cuando la ley provincial 1800 de 1989 adhiere a la Ley Federal 23302 sobre política indígena y apoyo a las comunidades. Antes bien, como sumariza el informe de de tierras mencionado, las

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sucesivas y/o superpuestas políticas indigenistas federales y provinciales emergen hoy en Neuquén y Río Negro en un sistema diversificado de tenencia de tierra mapuche que incluye:

1. ocupaciones por reasentamiento post-bélico de comunidades, algunas con permisos precarios, a veces en recompensa por servicios militares, otras "toleradas" o de facto;

2. ocupaciones por reasentamientos y traslados compulsivos originados por obras de utilidad pública o creación de Parques Nacionales;

3. posesiones de tierras legalmente reconocidas por decretos nacionales o provinciales. Los decretos provinciales de reserva iniciados en 1964 alcanzan hoy unas 30 comunidades. Ello implica: título legal de posesión, estabilidad, superficie cierta aproximada, compromiso oficial de mensura y de transferencia de dominio a título gratuito (en total, cerca de 300 mil hectáreas). En Río Negro hay cerca de 12 "reservas" (el total de tierras en ocupación más o menos precaria o en usufructo alcanza 432,634);

4. títulos de propiedad comunitaria para 4 comunidades neuquinas, de las cuales 3 cuentan con título registrado por la provincia y una por el estado nacional. Esto opera en un contexto donde Neuquén tiene aproximadamente 5 millones de hectáreas de tierras públicas y 4 mil familias de pequeños campesinos, mientras que Río Negro unos 4 millones y 5 mil familias de minifundistas (UNC-APDH 1996: 203-4). Por tanto y más concretamente, lo que caracteriza al Neuquén es la abundancia de tierras públicas en una provincia donde el 41,1% de su superficie corresponde a propiedades privadas, mientras el 44,9% está constituido por ocupaciones “precarias o irregulares” que—por lo general—afectan a fiscaleros que pagan permisos de pastaje al estado provincial (Bandieri 1993: 140).

Dentro de este contexto provincial general forjado en la intersección de políticas federales y provinciales, las comunidades mapuche de la región de Pulmarí presentan algunas peculiaridades en sus trayectorias. Por lo pronto, las de Ñorquinco y Aigo fueron desplazadas de su emplazamiento original cuando se crean en la zona los Parques Nacionales. Efectivamente, en 1934 se promulga la ley 12103 que crea los Parques Nacionales Nahuel Huapí e Iguazú, y en 1937 se crean los de Lanín, Los Alerces, Perito Moreno, Los Glaciares y varias reservas naturales (entre ellas, Copahue y Laguna Blanca), siendo las tierras

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bajo esta jurisdicción consideradas inalienables y sujetas a dominio público (Curruhuinca y Roux 1984: 255-60). El punto a destacar es que, aunque esto no ha impedido respetar propiedades particulares existentes, ha dado pie a diferir los reclamos indígenas de tierras ubicadas en este ámbito. Por ello Díaz sostiene que la Administración de Parques Nacionales devendrá una pieza clave para la extensión de la soberanía estatal y la enajenación de tierras indígenas (Díaz 1997).

A su vez, capitales ingleses habían adquirido parte de los terrenos en la zona que hoy se conoce como Pulmarí, Departamento de Aluminé, hacia fines del siglo pasado, en el marco del proceso de enajenación de tierras públicas posibilitada por la ley 947 de 1878. Hacia fines de los años 1940s, la Compañía Estancia Pulmarí Limitada fue expropiada por el entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, por lo que entre 1947 y 1952 la zona de Pulmarí queda en manos de Parques Nacionales. A su vez, en 1952 el ejército se hizo cargo de los terrenos de la estancia, a los que utilizó como haras y establecimiento de cría de equinos percherones que, mestizados con burros, permitían la obtención de mulas. Los campos también se utilizaban para la cría de ganado bovino, así como para ejercicios militares de reconocimiento e instrucción. Algunas hectáreas estaban destinadas al sembrado de forrajeras, mientras que otras se arrendaban a pobladores locales para que llevasen sus animales a pastar (CALF 1989: 6-7).

En este contexto, el gobernador Felipe Sapag aprueba por decreto 701 de 1984 el convenio suscripto entre la Provincia del Neuquén y el Estado Nacional Argentino (Estado Mayor del Ejército), mediante el cual éste último cedía en comodato a título precario los lotes 60 al 65 en la zona Andina del Departamento de Aluminé (aproximadamente 7.900 hectáreas), para ser utilizado por la agrupación Catalán (Curruhuinca y Roux 1984: 273). Sin embargo, en 1987 se produce un cambio de rumbo en la región, cuando el entonces presidente de la Nación Raúl Alfonsín firma el decreto 1410, mediante el cual aprueba—sujeto a su posterior ratificación legislativa—el proyecto de convenio de creación de la Corporación Interestadual Pulmarí (CIP) y el modelo de estatuto que regularía su organización y funcionamiento. En diciembre de ese mismo año, el gobernador de la provincia de Neuquén, Pedro Salvatori, suscribe el convenio y finalmente la ley

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23612 de 1988 ratifica la creación de la CIP y su estatuto que, en su artículo 3º, específicamente contempla que:

"la Corporación tendrá por objeto la explotación de los inmuebles de su propiedad o los que por convenio administre, en actividades agroforestales, ganaderas, mineras, industriales, comerciales y turísticas, así como en el desarrollo de cualquier otra actividad dirigida a lograr el crecimiento socioeconómico del área de frontera Sur de la Provincia del Neuquén y, fundamentalmente, de las comunidades indígenas de dichas zonas, Catalán, Aigo, Puel y Currumil. La Corporación, sin perjuicio del desarrollo de sus actividades específicas, preservará dentro de su jurisdicción, los espacios necesarios para atender las necesidades operacionales del ejército argentino y contribuir a su aprovisionamiento logístico." ."237

Finalmente, la CIP se pone en marcha en 1989. El estudio del aprovechamiento integral de las 112.000 hectáreas que regula se realiza con la coordinación de la Secretaría de Estado del COPADE y la participación de todos los sectores pertinentes de la administración provincial (CALF 1989: 4-7). No obstante, su funcionamiento irregular llevará a las denuncias mapuche que mencionamos al inicio de esta sección.

Volviendo entonces a los sucesivos documentos de las organizaciones mapuche que tematizan la cuestión de la tierra en y para Pulmarí, vemos que—además de ser un ámbito atravesado por y condesador del lenguaje, la cultura y la sociedad Mapuche—la Mapu emerge como signo que involucra diversas capas de significación. Así, la Mapu no sólo tiene un "sentido económico" que garantiza la reproducción material del grupo. En términos de valorar los recursos, las diferencias entre las concepciones Wigka o no indígena y Mapuce derivan del hecho de que, para los últimos:

la mapu y sus recursos naturales nos dan vida, y tienen un profundo significado para nuestro Pueblo. No son simplemente objetos de lucro. Forman la esencia de nuestra existencia física y cultural, porque nos

237 Indicar la referencia documental o etnográfica del parrafo.

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alimentan, nos dan salud, y nos ayudan a ser un Pueblo (Coordinación de Organizaciones Mapuche 1997).

La Mapu también se entrama en y a través de un "sentido de lugar", ligado a las experiencias religiosas y la espiritualidad indígena. Como lo expresa otro comunicado:

Mapu–dice nuestro kimvn o sabiduría—es el lugar donde se encuentran y viven Pu Newen, las fuerzas que dan vida a la naturaleza y a la civilización mapuce; es el lugar donde los Gen [dueños] del Ko [agua], del Mawisa [cerro], del Kvruf [viento] y todos los otros gen viven juntos. Wajmapu se refiere a la cosmovisión Mapuche. Comprende todo lo que nuestra vista puede ver, como nuestros mayores lo representaban en el Kulxun [tambor ritual]. Ahí están todas las partes de la Mapu: Mince Mapu ["tierra de abajo”], Mapu, Wenu Mapu ["tierra de arriba"], Lafken Mapu ["tierra de los lagos" en Argentina; "tierra del mar" en Chile]. Así explicamos el ordenamiento y equilibrio de todas las fuerzas. Todas las fuerzas de los newen se complementan entre sí, se equilibran entre sí, se controlan una a otra. Cada Newen tiene un papel que cumplir, y es responsable del equilibrio del WajMapu (Taiñ KiñeGetuam 1995).

No menos importante, la Mapu como parte del Waj Mapu involucra un "sentido político" de control y competencia sobre recursos del suelo, el subsuelo e incluso aéreos; así como un "sentido de paisaje", entendido como las características superficiales del medio que están significativamente relacionadas con la existencia cotidiana de un pueblo—características que presuponen y crean "la relación histórica y semántica" que los indígenas tienen con ese territorio (Gray 1998):

El hombre, el ser humano, el Ce, es otro Newen del Wajmapu. El Mapudugun ["sonido de la tierra"] o Mapucedugun ["sonido de la gente de la tierra"], el habla de la tierra, no es un lenguaje que pertenece sólamente a los Ce, pues pertenece a todas las fuerzas o poderes del Wajmapu; es la manera en que todas las

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fuerzas o Newen se comunican entre sí (Taiñ KiñeGetuam 1995).

Ha sido justamente esta noción de paisaje como entrelazamiento de sitios que espacializan la historia del grupo lo que ha operado como punto clave para argumentar que la recuperación de cualquier porción de tierra no es ni da lo mismo para los Mapuche.

A partir de y para unificar estos sentidos, se comienza entonces a cuestionar en documentos más tardíos la idea no indígena de "desarrollo" que suele acompañar las propuestas gubernamentales de resolución del "conflicto", y a pensar qué significaría el desarrollo sustentable desde un abordaje propiamente Mapuche. Dos elementos son centrales al momento de especificar esa diferencia. Primero, la forma en que se conciben y tratan los recursos naturales. Segundo, la forma de entender las "necesidades e intereses" indígenas, y el status del cuerpo social que debe ser visto como agente y beneficiario de los proyectos de desarrollo. Sobre esta base se formula la propuesta de declarar a Pulmarí "Territorio Indígena Protegido" (Coordinación de Organizaciones Mapuche 1998), proyecto basado en el co-manejo de la diversidad cuyo estudio hoy cuenta con apoyo del Banco Mundial.

Algunas reflexiones finales

Al analizar la realidad colombiana, Padilla (1996) ha señalado que las reformas legales de los últimos años han demostrado tener algo de “caballo de Troya”. Si por una parte han coadyuvado a atemperar los efectos de una histórica discriminación social y legal que negaba a los contingentes indígenas el derecho a la visibilidad como pueblos diferenciados, han aumentado por la otra las posibilidades estatales de intervención en los “asuntos internos”, llevando entre otras cosas a normatizar el tipo de "sujeto indígena" que se construye como interlocutor esperado de ese estado. Si esto opera así en contextos que procuran poner en práctica formas de autonomía que van ligadas al reconocimiento de los derechos indígenas, mucho más aún en un caso como el de Argentina donde—disociándose de su propia retórica—las prácticas estatales perseveran en recrear un estilo neoindigenista de incorporación y participación.

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Frente a esta realidad—para no dejarse absorber por ella, e incluso modificarla—los pueblos indígenas en Argentina han comenzado a transitar, con tanto esfuerzo como tesón, dos empinados caminos. Primero, han comenzado a ejercitar una sistemática reflexividad que involucra no sólo fijar posiciones frente a conceptos emanados y definidos desde marcos jurídicos no indígenas, sino también apropiarse de ellos y expandir sus posibles connotaciones a partir de experiencias propias, explicitando a la par cuestiones de praxis cultural que habitualmente forman parte más de la conciencia práctica que de la conciencia discursiva de cualquier sujeto social. Vienen por otra parte ensayando formas de organización y representación supralocal que intentan superar las sospechas de inautenticidad o manipulación que recaen sobre líderes articulados, sospechas que a menudo procuran distanciarlos de sus bases. En ambas direcciones, no es difícil advertir para quienes venimos siguiendo desde hace muchos años los procesos de formación de comunidades y dirigencias tanto la actual sofisticación de los discursos metaculturales explícitos que van anclando qué significa ser Mapuche, Wichi o Mbya hoy, como el paulatino reconocimiento de la urgencia de emprender un diálogo intercultural entre distintos pueblos para fijar una plataforma común, sin uniformizar ni las prácticas de representación ni las concepciones involucradas.

Ahora bien, justamente por la forma en que inveterados asertos de sentido común aún construyen al indígena como indigente en términos de bienes e iniciativas, no es infrecuente que estos logros se adjudiquen a una "agencia inducida", esto es, a acciones que—como sugiere Veber (1998: 387)—se piensan motivadas, determinadas y contaminadas por el discurso del otro dominante. No nos opondríamos al concepto de "agencia inducida" si por tal se buscase meramente significar que los pueblos indígenas y sus organizaciones disputan significados y prácticas desde adentro de una determinada hegemonía cultural. Además de ser esto lo que hace cualquier sujeto social, no hay forma de ampliar la referencialidad de prácticas y conceptos sin ponerlos en jaque desde dentro de un cierto tablero. Nos oponemos en cambio decididamente a posturas que con ello implican que las respuestas indígenas funcionan por mera reacción, no haciendo más que "copiar sin diferencia" o "dejarse seducir por" imposiciones hegemónicas. En esto, el acompañamiento de procesos de reciclado de conceptos hegemónicos muestra que un concepto de "agencia" semejante es

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claramente insuficiente para explicar la praxis indígena, sus producciones culturales y estrategias de defensa.

Cierto es que las condiciones hegemónicas ponen límites netos al margen de maniobra indígena. Cierto es que ni los reclamos de la Asociación Lhaka Honhat, ni las propuestas Mapuche para Pulmarí, ni las sugerencias y demandas efectuadas a lo largo del PPI o el Foro Patagónico han encontrado eco favorable. No obstante, en y a través de cada una de estas experiencias, la agencia aborigen ha mostrado un remarcable potencial para producir resultados que no podían ser previstos al principio.

El mismo hecho de que reclamos tan prolongados como desatendidos e incluso reprimidos no hayan podido ser neutralizados atestigua una de las caras de su éxito. Prueba también que, lejos de folclorizar su capital simbólico y cultural, las impugnaciones políticas que realizan a las geografías de inclusión propuestas por los estados provinciales y/o por el estado federal no buscan el re-establecimiento de una "tradición" ingenuamente percibida como inmóvil, sino más bien una constante resignificación de prácticas propias y adquisición de tecnologías de hacer y saber no indígenas, para ampliar tanto ampliar su margen de maniobra, como el sistema de oportunidades y condicionamientos que caracteriza a las arenas locales y nacionales.

En todo caso, enfatizaríamos para concluir que todas esas adquisiciones son precisamente un síntoma de vitalidad cultural, vitalidad que tiene que ver no con la reproducción acrítica de estándares hegemónicos de autenticidad y tradición sino, como sostiene Veber (1998: 390), con la posibilidad de activación y manipulación constante y creativa de experiencias de interculturalidad, para re-crear sentidos de pertenencia y devenir que alienten la acción colectiva.

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