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LA RECONSIDERACIÓN DE LAS FRONTERAS DE LO RACIONAL SERAFIN V EGAS G ONZÁLEZ Universidad de Alcalá HISTORIA Y RACIONALIDAD De un modo u otro , no hemos todavía podi do desembarazarnos de aquella perplejidad que produjo en su día el hecho de tener que pasar de un tiempo -el siglo XIX- con siderado ju stamente como la «época dorada de la historia», a la situación en que hoy día nos encon- tramos, en la que tan de senf adadamente se habla de la «muerte de la hi storia" y se dan pábu - lo a aquellas llamativas exigencias de que el historiado r ha de ceder su sitio al literato, d ando por descontado la incapacidad radical de aquél para poder, hoy día, revelar un significado aceptable del hecho histórico l. Aun renunci ando a analizar aquí el alcance de aquella tan ra- dic al ruptura en lo concerniente a los intereses de lo histórico y de lo historiográfico, perm í- rasenos señalar que, con la ruptura en cuestión y sea cual fuere su fiabilidad, lo que se ha puesto inevitablem ente en juego es un replanteamiento de las relaciones entre la hi storia y el ámbito de lo racional, relaciones que tuvieron que sufrir imp ortant es modificaciones a la vis- ta de los cambios de paradigma que , en relación con lo racion al, hubo de int roducir la cultu- ral occide ntal, coincidi endo casi con el nacimiento del siglo XX. En relación con ello, fue acaso N ietzsche el pensador que con más clarividencia puso de man ifiesto hasta qué punt o se hacía necesario un nu evo ideal de humanidad y de racionali- dad (europeas) como consecuencia justame nte del definitivo desplome de la peculiar impl i- cación que Hegel había int roducido ent re «historia» y «racionalidad». H egel -decía Nie rzsche- «divinizó" la existencia a través de la histori a en la medida en que hizo de la reali- dad la plasmación de una Razón que se auto-revelaba dialécticam ente en el devenir históri- co, haci endo con ello mani fiesto un or dena mie nto divino expresado como ordenación cósmico -releol ógica''. De este modo , instalarse more hegeliano en la historia se convertía ne- l. Cfr., por poner algún ejemplo reciente, EKSTEIN5, M. , Rites o/ Spring. The Crear War and the ModernAges (Boston, Houghron Mifllin, 1989) pp. 290ss. 2. «Hegel fue el que par excéllence retrasó (la victoria del ateísmo) a través del grandioso intento que llevó a cabo de convencernos de la divinidad de la existencia con la ayuda de nuestro sextosentido. el "sentido histórico" (...), (buscando) inrerprerarla historia a mayor gloria de la razón divina. como testimonio perpetuo de la finalidad moral del orden universal»: La gaya ciencia, V, 357.

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LA RECONSIDERACIÓN DE LAS FRONTERASDE LO RACIONAL

SERAFIN V EGAS G ONZÁLEZ

Universidad deAlcalá

HISTORIA Y RACIONALIDAD

De un modo u otro, no hemos todavía podido desembarazarnos de aquella perplejidadque produjo en su día el hecho de tener qu e pasar de un tiempo -el siglo XIX- con sideradojustamente como la «época dorada de la historia», a la situac ión en que hoy día nos encon­tramos, en la qu e tan desenfad adam ente se habla de la «muerte de la historia" y se dan pábu ­lo a aquellas llam ativas exigenc ias de qu e el histo riado r ha de ceder su sitio al literato , dandopor descontado la incapacidad radic al de aquél para pod er, hoy día, revelar un significadoaceptable del hech o hist órico l . Aun renunciando a analizar aquí el alcance de aquella tan ra­dical ruptura en lo concernient e a los intereses de lo histórico y de lo histo riográfico, permí­rasenos señalar qu e, con la ruptura en cuestión y sea cual fuere su fiabilidad , lo qu e se hapuesto inevitablem ente en juego es un replanteamiento de las relacion es entre la historia y elámbito de lo racional , relaciones que tuvieron que sufrir imp ortantes modificacion es a la vis­ta de los cambios de parad igma que, en relación con lo racion al, hubo de introduc ir la cultu­ral occidental, co incidiendo casi con el nacimiento del siglo XX.

En relación con ello, fue acaso N ietzsche el pensador qu e con más clarividencia puso deman ifiesto hasta qué punto se hacía necesario un nu evo ideal de human idad y de racionali­dad (europeas) como consecuencia justame nte del defin itivo desplome de la pecul iar impli­cación que Hegel había int roducido ent re «historia» y «racionalidad». H egel -decíaNie rzsche- «divinizó " la existencia a través de la histori a en la medida en qu e h izo de la reali­dad la plasma ción de una Razón que se auto-revelaba dialéctic am ente en el devenir histór i­co , haciendo con ello mani fiesto un ordenamiento divino expresado como ordenacióncósmico -releol ógica''. De este modo, instala rse more hegeliano en la historia se convertía ne-

l . Cfr., por poner algún ejemplo reciente, EKSTEIN5, M. , Riteso/Spring. The Crear War and theModernAges (Boston, Houghron Mifllin, 1989) pp. 290ss.

2. «Hegel fue el que par excéllence retrasó (la victoria del ateísmo) a través del grandioso intentoque llevó a cabo de convencernos de la divinidad de la existencia con la ayuda de nuestro sextosentido.el "sentido histórico" (...), (buscando) inrerprerar la historia a mayor gloria de la razón divina. comotestimonio perpetuo de la finalidad moral del orden universal»: Lagayaciencia, V, 357.

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cesariamente en un desembarco en el terreno de la racionalidad misma, la cual se hacía pre­sente en las categorías histo riográficas de progreso y de contin uidad, de tal modo que la la­bor historiadora venía a coincidir con el despliegue racional de lo real.

Como ya hemos dejado apuntado, esta orientación hegeliana sufre una cruel rupturacuando el hombre europeo de comienzos del siglo veinte toma conc iencia, al hilo de losacontecimientos que ocurren por entonces, de la necesidad existente de proceder a una ur­gente revisión de la naturaleza y alcance del concepto de lo racional. La conjunción, de signohegeliano, entre histo ria y racionalidad se torna más que dudosa y llega a ser claramentepuesta en entre dicho cuando Europa ha de enfrentarse a la irracionalidaddel carastrofismoruprurisra que sigue a la aparición de la Primera Guerra M undial. Así, ha sido dicho con nopoco acierto que aquella Guerra "fue acaso la última en ser conce bida como teniendo lugardentro de una «historia» incons útil, intencional, que implicaba un sistema temporal cohe­rente , que va desde el pasado al futuro a través del presente. ". Una separación tal entre ra­cionalidad e hisroria no se hubiera, sin embargo, producido si, al propio tiempo, la filosofíano hubiera, por su parte, comenzado a rehuir el traro con la Razón (con mayúscula) para de­dicarse a elabo rar otras más modestas (pero quizá más sustantivas) concepciones de lo racio­nal, visto en su desnuda presencia de proyecro inten cional del sujeto. A ello se quierenreferir las páginas siguientes de este trabajo.

FILOSOFfA, RACIONALIDAD E IRRACIO NALIDAD

Negándose a continuar el trato con una Razón prerendidarnenre suprahumana y om­niabarcante de la realidad entera, la filosofía del siglo XX se ve incapaz de apo rtar unos crite­rios universales de racionalidad universal, viéndose obligada, por ello, a un tratamiento de loraciona l que no desdeñará ya afrontar otros facrores y fuerzas ajenos - pero no menos efecti­vos- a lo racional. De este modo, en la filosofía contemporánea ha cobrado cuerpo efectivoel supuesro de la necesidad de abordar el ámbito de lo irracional si es que se qu iere llegar aun a adecuada consideración del marco y de las exigencias de la razón. Por ello, difícilmentese podrá ya poner en duda, entre los dedicados a las cuestiones filosóficas, algo que , desdesiempre, había venido sospechando la filosofía, pero a lo que no había prestado suficienteatención, a saber, que "razón, racionalidad, irracionalidad, son tres caras de un mismo pro­blema que tienen que ser estudiadas de conjunto y en paralelo, tanto histó rico como siste-

. ' 4 .manco» .

3. Cfr. FUSSELL. P., The Crear War and Modem Mem ory (Londo n, Oxford Universiry Press,1975 ) p. 2 1. Abunda ndo en ello, DAVID D . ROBERT ha escriro qu e "los aconrecimienros carasrrofistasdel siglo veinre parecen haber consti tu ido una ruptura tal que la hisror ia y sus conno taciones de conri­nuidad , co he rencia e inrel igibilida d. han de qu ed ar d isminuidas co mo co mpo ne nte cultural (.. .). Algu ­nos insis ten en q ue sólo la literatura, incluso en su estri cta forma narrativa, pu ede llegar a la realid adau t én tica, viva. de lo qu e ord ina riame nte es co nside rado como expe riencia o aconrec imienro hist óricos,co mo pu ede ser la Primera Guerra Mundial»: cfr. ROBERTS, D . D ., Notbing but History. Reconstructionand Extremity after Metaphysics (Berkeley, Universi ry of Californ ia Press, 1995) p. 4.

4. Digámoslo así, acogiéndonos a la fórmula de RABADE, S., La razón y lo irracional (Madrid, Uni ­versidad Complutense , 1994) p. 12.

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A pesar de todo, puede ser que una afirmación de esre tipo siga resulrando extraña paralos que no esrén demasiado acostumbrados a discurrir por los vericuetos filosóficos . De he­cho , la reciente traducción al casrellano del pequeño trarado que, en 1764, escribiera Kantacerca de la locura bajo el expresivo título de Ensayo sobre lasenjermedades de la cabeza ha si­do tomada por algunos como ocasión para preguntarse qué pudo mover a Kant a interesar­se, del modo como lo hizo, por unos remas que, como los de la locura y de lo irracional.',poco o nada parece que rengan que ver con la filosofía. Por mucho, en efecto, que Kant fue­ra el que más atinadarnente planteó la cuesrión de los límires del conocimiento de la racio­nalidad merafísica, el genial pensador de Konigsberg siguió siendo deudor de la imagentradicional que hacía del espacio caracrerísrico de la cultura occidental el hogar y el desplie­gue de lo racional, imagen que alcanzaría en Hegel el más consolidado tratamiento, tanto ensu vertiente ontológica como en la gnoseológica.

En relación con todo ello, hay que hacer norar que los avarares que llevaron a plantearla conveniencia de una reacción antihegeliana pudieron rambién conducir a abonar el con­vencimiento de la necesidad de poner límires a aquella imagen rradicional acerca del saber yde la cultura occidentales, propiciando, con ello , el nacimiento de una cierta merafísica delirracionalismo bajo la guía de patronos ran desracados como puedan ser Schopenhauer,Nietzsche, Kierkegaard o, entre nosotros, Unamuno, autores todos ellos que no dejarían deencontrar, durante toda la primera mirad de nuestro siglo, un predicamento más que nora­ble, en paralelo a la arención presrada por Freud a las pulsiones de lo instintivo y del incons­ciente y en paralelo igualmente a la influencia ejercida, por aquel mismo riempo, por laspropuesras de un Dilrhey o de un Bergson en torno a las capacidades cognoscirivas de méto­dos no estrictamente racionales, en consonancia con las viejas apuesras pascalianas a favordel corazón y con las exigencias de un dererminado Hume (el del Tratado de la naturaleza

humana) en pro del sentimiento y del sometimiento de la razón a las pasiones.A la visra de esre panorama, no puede extrañar demasiado que , entre los años veinte y

cincuenta del siglo XX, proliferaran los estudios que hicieron de la irracionalidad y del irra­cionalismo el objero de amplias y variadas formulaciones, condensadas en planteamientosque van desde la conveniencia de rener en cuenta aquella «fenomenología de la irracionali­dad " que quiere describir la Metaflsica del conocimiento, de Hartmann (l921) , pasando porla «metafísica de lo irracional" (M üller-Freienfels, 1927), las «fuentes irracionales del pensa­miento" (Abbagnano, 1923) y los «motivos subyacentes en el pensamiento irracional"(Crawshay-Williams, 1947), hasta llegar a la denuncia que , en 1954, llevara a cabo Lukácsacerca del «asalto a la razón " que la cultura europea había puesto en juego desde Schellinghasra culminar en la tesitura irracionalisra del nazismo alemán.

Lukács-1954 puede ser visro como el ocaso de la «disputa del racionalismo en la filoso­fía actual>, (digámoslo de esre modo, echando mano del título del artículo que Horkheimer

5. Claro est á que esta equiparación ent re locura e irracionalidad no pasa de ser un arrificio pococonsistente si no se le pudieran añadir las oporrunas precisiones, del tipo de las llevadas a cabo porRAOOEN. J.•Madness and Reason (Londo n, ABen & Unwin, 1985 ), Dejemos esro apunta do para evitarcr íticas apresuradas. aunque no nos sea dado poder ent rar aquí a discutir el alcance de las precision es

exigidas.

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SERAF N VEGAS GONZALEZ

escribiera en 1934) . A medi ados de siglo. en efecto. se hab ía abierro camino la conviccióngeneral izada de que, incorporadas ya por entonces las aporraciones de la psiquia tría y de lapsicología en torno a la irracionalidad y a la locura al campo de la ciencia, la filosofia de aqueltiempo había de entrar decididamente en la senda de un nuevo racionalismo, el cual podíaofrecer nuevas y variadas perspectivas, dependi end o de los postul ados (analíticos, pragm at is­tas, neornarxisras,...) qu e se pusieran en juego.

A pesar de aquel reclamarse a un nuevo racionalismo , las controversias habidas en losaños ante riores acerca de lo irracional no habían dejado de aporrar interesantes conclusiones.Una de las más llamativas sería la de que la histori a de la filosofía ya no deb ía verse exclusiva­

mente a la luz de las exigencias de lo racional. por lo que no era ya cuestión de seguir despre­ciando la presencia efectiva (si poca o mucha. era otro cantar) que lo irracional hubierapodid o tener en todas las épocas del acontecer cultural occidental. Se pensó. por ello. que ,vista (aunque fuera parcialmente) al trasluz de lo irracional , la historia de la filosofía podíaaporrar no poco sustanciosos dividendos, como pondrían de manifiesto en los años cincuen­ta los originales estudios de Cornford y de Dodds acerca de la presencia de lo irracion al en lacultu ra griega. tradicionalmente considerada como el feudo por excelencia de lo racional ensu más prístina pureza .

A parrir de aquí y como era fácilmente de esperar , se pudo considerar abierra la veda pa­ra rastrear huellas de irracionalismo aun en aquellos lugares que habían sido siempre tenidoscomo templos de específica devoción racionalista" y. en general, comenzó a cobrar cuerpo laopinión de que hab ía que tener por igualmente legítimas tanto la lectura de la historia de lafilosofía en positivo (es decir, a través del despliegue de las variadas presencias de lo racional)como aquella otra lectura de la misma histori a en negativo (a saber, en función de una recal­citrante donación de lo irracional a lo largo del acontecer de la cultura y del pensamient o oc­cidenta les).

Lo que venimos apuntando acerca de lo irracional aparecí a referido , por lo general. auna irracional idad vista a través del prisma de lo metafísico o de lo gnoseológico. Hay quetener en cuenta . sin embargo, que hay otras posibles verrientes a considerar en lo relaciona­do con el campo de la irracional idad. Para conve ncerse de ello, basta con prestar atención alos variados pronunciamientos y discursos que pueden elaborarse acerca de lo racional (y. alhilo de ello. de lo irracional) y que . de hecho, han venido encontrado acomodo en el con­junto de las ciencias humanas y sociales de nuestro tiempo, así como a los cuidadosos estu-

6 . Piénsese. por ejemplo. en la fruición con que una significativa parte de la filosofía contemporá­nea se ha aplicado a establecer una rotu nda línea divisoria ent re la razón práctica y la razón teórica enel acontece r de la filosofía mora l kant iana. hecho cuya impo rtancia fue acertadame nte puesta de man i­fiesto ent re nosotros por JAVI ER MUGUERZA. en su La razón sin espaanza (Madrid . Taurus , 1957) p.57.

7. Acerca de la pluralidad de usos del espacio de lo racionallirracional que han venido poniendoen juego las ciencias humanas y sociales de nuestros días. siguen siendo un pun to básico de referencialos trabajos de J. ELSTER. así como la visión de conju nto acerca de esta cuestión. elaborada por el pro­pio Elster , en «Rarionaliry», en FLOISTAD. G .• ed.• Contemporary Phi/osophy. A Nno Suroey, 11(T heHague, M. NI JHOFF. 1982) pp. 111 ss.

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dios que la filosofía analít ica y posanalít ica han elaborando, y siguen elaborando, acerca delsignificado que debe otorgarse al espacio de las manifestaciones lingüísticas cent radas en la«racionalidad/ irracionalidad».

En el marco de las más recientes preocupaciones de la filosofía ana lítica (tomada en unamplio alcance ) por la cuestión de la racional idad-irracion alidad, merecen un lugar destaca­do las aportaciones llevadas a cabo por D onald D avidson en el campo de la act ual filosofíade la mente y de la acción , en la cual la obra de D avidson está recibiend o un a creciente, yjustificada, atenci ón'' , inclus o por parte de aqu ellos que no se muestran especialment e pro­clives a las peculiares preocupacion es del pen sam iento anal ítico de nu estros días, aunque nopor ello dejan de reconocer que un adecuado tratamiento de la histo riografía filosófica ha detomar en la consideración deb ida la importan cia alcanzada por la filosofía de D avidson , paradar cuenta de la cual puede ser un estim able recurso echar mano de las aportac iones davidso­nianas en el tema de la irracionalidad. Así lo intentaremos mostrar en las págin as que siguende nuestro trabajo.

MONISMO YACCION INTENCIONAL

Davidson tiene, de entrada, el mérito de haber convincenteme nt e reformulado la nece­sidad de contar con un a psicolog ía no reducida ún icamente a las exigencias de las ciencias fi­siológicas o neurobiológicas. Si la ciencia psicológica tiene, en efecto, qu e habérselasirremediablemente con aquel elemento normat ivo esencia lment e incrustado en las accionesint encionales y racionales de los sujetos humanos, la psicología no puede, en este caso, ce­rrarse al análisis y al estudio de las inevitables implicaciones filosóficas de las cuestio nes con­cernientes a la delimitación de lo racion al y de lo irracionalidad (Dav idso n, 1980, p. 241) .Por ello y según Davidson , la delimitación científica de la psicología no ha de signi ficar la re­ducción de aquélla a las ciencias físicas ni ha de excluir la puesta en práctica de una psicología fi­losófica ( o de una filosofía de la psicología) , por más que este tipo de psicología nada tenga yaque ver con las dogmáticas pretension es que buscaba dar a luz la añeja psychologia rationalis.

Al establecer un lugar de encuent ro entre un a psicología y una filosofía qu e qu ieran darrespuesta a las exigencias cien tíficas y culturales de nue stro tiempo y de nu est ro mundo, Da­vidson se mueve en un terreno harto resbaladizo y, probablemente, merecedor , cuand o me­nos, de alguna ulte rior precisi ón' . Por más, sin embargo, de que esta propuesta davidsoni ana

8. Vid., para ello, la biliografía seleccio nada en STOECKER, R., ed., Refleeting Davidson. DonaldDavidson Responding roan lnternationalForum ofPhilosophers(Berlin-New York, Walrer de Gru yter,1993) pp . 349-389. Limi rándonos a las traducciones en lengua castellana relativas al campo de la filo­sofía davidsoni ana de la ment e, destaquem os aquí los recient es trabajos de CARLOS MOYA (Donald Da­vidson. Mente, mundo, acción: Barcelona, PaidóslI C E de la UAB, 1992) y de M IGUEL CANDEL(Donald Davidson. Filosofta de la psicología: Barcelona, Aru hropos, 1994), así como la traducci ón deEssays on Actions 6-Euents (Barcelona , Crítica, 1995) .

9. Así lo ha visto Suppes en relación con la tesis davidsoniana de que "no hay un sentido impor­tante según el cual la psicología pueda reducirse a las ciencias físicas» (DAVIDSON, 1980 , p. 259 ): vid.«Davidson's Views on Psychology as a Scicnce », en VERMAZEN, B.-HINTlKKA, M ., eds., Essays on Da-

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no deje de suscitar llamativas rericencias, resulta indudable que la propuesta en cuestiónmuestra la suficienre consistencia como para que no sea echada, sin más, en saco roro. Por lodemás, una cosa debe ser advenida ya desde aquí yes que la apuesta davidsoniana en pro deuna psicología filosófica, acorde con la ciencia y el pensamienro de nuesrros días, ha de servista en función del complejo sistemático que da vida a la filosofía de Davidson porque, delo contrario, aquella apuesta aparecería sin los avales y justificaciones suficientes y tampocose comprendería el inrerés que se está hoy día prestando a los planreamienros davidsonianosconcernienres al campo de la filosofía de la psicología.

De hecho, la exigencia de Davidson de llegar a una psicología cienríficamenre estructu­rada pero no por ello reducible, al modo de Quine, a la neurofisiología ha de verse a rravésdel supuesro davidsoniano de un monismo anómalo, según el cual los estados/aconrecimien­ros psicológicos individuales son estados/aconrecimienros físicos, pero sin que lo mental hayade reducirse necesariamenre a lo físico. De este modo, los acontecimienros menrales o psico­lógicos, romados uno a uno, pueden ser descritos en términos de explicación y de causalidadfísicas, mienrras que, si se quisiera explicar adecuadamente la clase (potencialmente infinita)de los acontecimientos menrales, habría que acudir a un discurso específico del pensamientoy de la acción, es decir , a unas leyes psicológicas, no físicas. Lo mental y lo físico se remiten,en definitiva, a fuenres dispares de justificación y de evidencia, habida cuenta de que , segúnDavidson, ni las leyes físicas ni unas pretendidas leyes psicofísicas son capaces de ofrecer laadecuada explicación de lo concerniente a los fenómenos mentales, algo que , sin embargo,ha de ser al propio tiempo compatible con la idea de que lo mental y lo físico no constituyendos órdenes dispares de realidad'",

Por rodo ello, aun siendo Davidson un decidido monista (o fisicalisra, si se quiere seguirla caraererización de Rorry), no se obliga por ello a declararse partidario de una tesitura ni deun lenguaje reduccionisras desde el momento en que Davidson está convencido de que eldiscurso neurobiológico (centrado en las causas) o un conocimiento científico complero dela fisiología cerebral no podrían dar satisfacción al sofisticado marco conceptual que se re­quiere para llegar a una adecuada explicación de lo mental/psicológico (orienrado hacia razo­

nes, aunque estas razones no dejen ciertamente de tener un valor causal). Esta disparidad delenguajes y marcos conceptuales físicos y psicológicos, no reductibles entre sí, es rriburaria,en la filosofía de Davidson, de la idea de que lo característico de lo mental no es la subjetivi­dad ni la inmaterialidad, sino la intencionalidad En función de ello, sólo podemos decir conpropiedad que un sujero humano se compona como tal cuando su acción puede ser descrita(o re-descrita) bajo un aspecro que la haga inrencional (Davidson, 1980, pp. 239-246), en­tendiendo "intencional» no como un misterioso añadido a la acción misma, sino, en cual­quier caso, viendo aquella acción como respuesta dada a unos deseos y creenciasdeterminados, de los que la acción intencional es, por ello y hablando rigurosamente, efecto.

Al obrar intencionalmente, el sujero humano apela a unas creencias/deseos que hacenrazonable e inteligible la acción inte ncional. Aquellas creencias y deseos son , pues, causas de

vidson. Acrions and Events (Oxford, Clarendon Press, 1985) pp. 183-194.10. OAVlDSON ha explicirado su reoría del moni smo anómalo en diversos trabajos y, fundamental­

mente , en Oavidson , 1980, pp. 207-227; 229-244; 245-259.

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la acción intencional en la medida en que son las razonesde aquella acción, por lo que, po­der decir, en úlrima instancia, que alguien obra intencionalmente es poder describir unosdeseos y creencias dados como causas que racionalizany justifican racionalmente aquel obrar,haciendo posible que, en ese caso, aquellas causas puedan ser descriras como razones (o quelas razones puedan darse como causas racionales). La in rencio nalidad, por rodo ello, es racio­nal idad (el obrar razonable y racio nalmente jusrificado) y si, por lo demás, la intencionalidades jusrame nte la carac rerísrica que defi ne lo mental/psicológico, el ámbiro del acontecermental ha de ser, a su vez, defin irorio de los sujeros que pu edan, y de ban, consi dera rse «ra­cionales», una cuesrión que, a pesar de lo dicho, merece ser visra con algún mayor de teni­miento.

SUJETOS RACIONALES

En un célebre arrículo de 1982 11, Davidson condideraba necesaria la pregunta acerca de

qué era lo que hacía que alguien, o algo , pudiera ser considerado racional. A una preguntade esra índole, decía allí Davidson, hay que comenzar respondiéndola de un modo (si sequie re así verlo) no poco rrivial: la caracterización de la racionalidad va ligada a la posesiónde acrirudes proposicionales (creencias, deseos , intenciones) por parre del sujero consideradocomo racional. Si «racional» es sinónimo de «capacidad de pensamiento», el pensamiento es,efectivamente, inseparable de las (rodas) acrirudes proposicionales que el sujero pensante (esdeci r, racion al) riene o puede rene r.

Por mu y simplisra que pueda, a primera vista, parecer este planteamiento, lo que hayqu e rener bien presenre de él es que se continúa en la afirmación de que una acrirud proposi­cional puede ser identificada y parricularizada únicamente en la medida en que la acrirud encuesrió n esrá en relación con una densa red de acrirudes complemenrarias. A una creencia(acudie ndo al ejemplo más caracrerísrico de las acri rudes proposicionales) le damos, en efec­ro, contenido e identidad en función de las orras creencias con las que aquélla se engarza yrelaciona y sin las cuales la creencia a la que nos referimos no podría llegar a ser identificada.No se rrara de cualquier relación, sino justamente de aquella relación coherente en virrud dela cual puede decirse con propiedad que una creencia perrenece a un complejo marco decreencias, las cuales, a su vez, se esrrucruran coherentementeentre sí en una amplia red de de­pendencias muruas.

El pensamiento y la racionalidad son, en definitiva, una cuesrión de coherencia y de ahíque cualquier acción intencional racional pueda ser explicada en rérminos de creencias, de­seos e intenciones con los que se encuentra adecuadamente (coherentemente) engarzada ycuyos contenidos proposicionales son los que racionalizan la acción de que se rrara. Por ello,

1l . Nos referimos a «Rational Anirnals», trabajo publicado originalmeme en Dialeaica; 36. 1982,pp. 3 18-327 Y reproducido en LEPORE, E.-MCLAUGHLI N. eds., Aetions and Euents. Perspectiues on the

Philosopby o/Donald Dauidson (Oxford, Basil Blackwcll, 1985) pp. 473-480. que es por donde citare­mos nosotros.

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«es imposible la incoherencia radical en la creencia. Tener una única acritud proposicional estener ya una lógica ampliamenre correcta, en el senrido de rener un marco de creencias queson lógicamenre coherenres enrre sí" (LePore-McLaughlin, 1985, p. 475) . Dicho de orromodo, poder arribuir pensamienros o acritudes proposicionales al sujero racional hace de es­re sujero el punro de referencia de un amplio y complejo marco de conducra coherenremen­re esrructurada.

Llegado a esre punro, Davidson se sienre legirimado para avanzar un paso más afirman­do que sólo puede darse aquel complejo marco de conducra en un sujero que renga lenguaje .No pueden darse, por tanto, acritudes proposicionales ni pensamienros sin lenguaje, aunqueello no quiera decir que el pensamienro haya de ser reducido al lenguaje o que el pensarnien­ro pueda ser nomológicamenre explicado en función de las leyes neurobiológicas de la pro­ducción fisica del lenguaje o que sólo podamos pensar aquello de lo que podemos hablar: «miresis no es, pues, la de que cada pensamienro depende para su exisrencia de una oración queexprese aquel pensamienro. Mi resis es, más bien, la de que una criatura no puede rener unpensamienro a menos que renga lenguaje. Para ser una criatura racional pensanre, la criaruratiene que ser capaz de expresar muchos pensamienros y, sobre roda, ha de ser capaz de inrer­prerar el discurso y los pensamienros de los otros- (LePore-McLaughlin, 1985 , p. 477) .

Esra polémica resis davidsoniana remire, a su vez, a un doble, y no menos discurible, su­puesro: (a) sólo puede decirse con propiedad que un sujero riene una creencia si, y sólo si,aquel sujero riene el concepro de una creencia, es decir, riene una creencia acerca de algunacreencia; (b) para rener el concepro de creencia hay que rener lenguaje, habida cuenra de quelo fundamenral en el hecho de rener el concepro de creencia esrriba en rener el concepto deverdad objetiva, es decir , rener el concepto de que la creencia que riene un sujero se corres­ponde con una realidad objetiva e independienre de la propia creencia. Ahora bien, se llega ala dererminación de esra realidad objeriva a trav ésde la comunicación lingüística con los orrosy, por consiguiente, a rravés de la posibilidad de la inrerpreración de los orros.

No podría, sin embargo, llegarse a la comunicación y a la inrerpreración del discursoajeno si no compartiéramos unos mismos parrones generales de racionalidad y, con ellos, lacreencia de un mismo mundo: «la comunicación depende, en definitiva, de que cada comu­nicanre renga, y de que piense correcramenre que el arra tiene , el concepto de un mundocompartido, un mundo inrersubjerivo. Pero el concepto de un mundo inrersubjerivo es elconcepto de un mundo objetivo, un mundo acerca del cual cada comunicanre puede renercreencias. Sostengo, por ello, que el concepto de una verdad inrersubjeriva es base suficienrede la creenci a y, por tanto, de los pensamienros en general. Y que resulra suficientementeplausible el que rener el concepro de verdad inrersubjeriva depende de la comunicación, ensu senrido plenamenre lingüístico» (LePore-McLaughlin, 1985, p. 480) .

Si renemos ahora en cuenra lo que hemos venido diciendo, resulra que, al quedar la ra­cionalidad caracrerizada como coherencia, el concepto de racionalidad ha de ser un conceptonormativo, en dependencia de las creencias, deseos e inrenciones con los que las acrirudesproposicionales de un sujeto racional (hablante) han de guardar una coherenre relación, porlo que aquellas creencias y deseos operan como parrones y modelos concreros de racionali­dad. Nadie va a dudar, entonces, de que rales parrones y modelos pueden variar en funciónde los diferenre s sujetos , pero esras posibles variaciones no pueden ser concebidas como sien-

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lA RECONSIDERACION DE lAS FRONTERAS DE LO RACIONAL 249

do lo suficientemente amplias como para afectar a aquellos patrones básicosde racionalidad,los cuales son comunesy compartidos por todos los hablantes (sujetos racionales). La raciona­lidad no es, pues, sólo coherencia, sino que -jusramen te por ser coherencia- exige tambiénmostrarse como rasgo socialque sólo pueden tener los sujetos capaces de comunicarse lin­güísticamente y que , en cuanto tal rasgo social, apela a un modelo de racionalidad básicay obje­tiva que sea companido inrersubjetivamente por los sujetos racionales, haciendo posible laverdad objetiva y la creencia en un mundo no menos objetivo, como antes apunt ábamos' <.

Para ident ificar y ente nder la conducta y el lenguaje de los otros hay, pues, que suponerque aquella conducta y lenguaje responden a unos ratrones de racionalidad que son -básica­mente y aunque sea dent ro de ciertas limitaciones 3_ los mismos para todo sujeto racional.Sólo a partir de esta concordancia básica de patrones de racionalidad compartidos por losanimales racionales podrán tener sentido las diferencias y desacuerdos (concretos y limita­dos) entre los hablantes: «con frecuencia , y de modo justificado, encont ramos a los otro sirracionales y equivocados ; pero estos juicios encuentran su más firme fundamento en la me­dida en que existe un acuerdo lo más amplio posible. Comprendemos del mejor modo posi­ble a alguien cuando lo vemos como siendo racional y consistente y esta comprensión es laque otorga a nuestras diferencias con él una aguda orientación»14.

Al subrayar lo anterior, hay que destacar igualmente algo que ya habíamos apuntado, asaber, que la concordancia en la racionalidad básica de las actitudes proposicionales de losdiferentes sujetos racionales es inseparable de la verdad del marco general de las creencias deaquellos sujetos. En la filosofía de Davidson, la creencia es intrínsecamente verídical 5

, por loque toda creencia de un sujeto racional que muestre ser coherente con el espacio general delas creencias de aquel sujeto exhibe, en este coherencia, razones suficientes para ser tenid apor verdadera, por lo que es inconcebible el «error masivo», es decir, el que un sujeto racionalpueda estar, por lo general, errado en sus concepciones acerca del mundo y de la realidad16, en la

12. Con toda rotundidad , DAVlDSON ha señalado, co n relación a ello, que «no podrían darse pen ­samientos en un a mente si no hubiera otras cr iatu ras pensantes con las qu e aquella mente compart e unmundo natural»: cfr.«T he Co ndi tions of T ought», en BRAND, J.-GOMBOCZ, W . L. eds ., The Mind ofDonald Daoidson (Arnsrerda rn, Rod op o i, 1989) p. 193 .

13. Estas lim itacione s son las qu e explican q ue pu ed an darse desacuerdos co ncretos, de menor al­cance, entre d iferentes co municantes. N o es pos ible, sin embargo, hablar de tales desacuerdos más quea partir de un acuerdo gen eral y esencial entre las creenc ias de los d iferentes sujetos racionales: «las dife ­ren cias relativam ente peq ueñas to man fo rma y so n explicadas sobre un fondo de normas compartidas ,pero por lo qu e se refiere a desviacion es im portantes co n relación a un os patro nes de racionalidad bási­cos, es más prob able q ue se den en e! ojo de! int érprete que en la mente de! sujeto interpretado »: cfr.DAVIDSON, D ., «Deceprion an d Di vision », en LEPORE, E.-MCIAUGHLlN, B., eds., Aetionsand Euents.

Perspectiues on the Philosophy ofDonald Daoidson, o.c., p. 140.14. Cfr. DAVlDSON, D ., «Paradoxes of Irrarionaliry, en WO LLHEIM, R.-Ho PKI NS, J. eds., Philosop­

hical Essays on Freud (Ca m bridge , Ca m bridge Universiry Press, 198 2) p. 303. En la tesis de la conco r­dan cia básica de los patron es de racio na lidad ha insistido e! estud io de K. STOBER, Donald Dauidsons

Theorie sprachlichen Verstebens (Frankfu rr A. M ., Hain, 1992).15. Cfr. DAVIDSON, D ., «Afrerthoughts, 1987», en M AIACHOWSKI, A., ed ., Reading Rorry(Oxford,

Basil Blackwell, 1987) p. 136.16. Vid. DAVlDSON, D ., «T he Me rhod of T ruth in M etaph ysics», en DAVlDSON, D. , Inq uiries into

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misma medida en que ha de resultar inconcebible el supuesto de la «irracionalidad masiva»del hablante, por ser la racionalidad la estructura fundante de lo humano-hablante, lo cuallleva a Davidson a afirmar la racionalidad generalizada de las actitudes proposicionales delsujeto (capaz de tener lenguaje).

LA IRRACIONALIDAD OBJETIVA

En función de lo que venimos diciendo, resulta que, en la filosofía de Davidson, todacreencia - y, en general, toda actitud proposicional- se identifica a través de su coherenciacon el resto de las creencias (o de las actitudes proposicionales) del hablante y que aquellacoherencia justifica, al propio tiempo, la racionalidad de la creencia o de la actitud proposi­cional identificada, supuesta la imposibilidad de una irracionalidad masiva, con lo que tam ­bién queda justificada la verdad de la creencia en cuestión habida cuenta de que incluso lapropia posibilidad del pensamiento y de la creencia exige patrones de verdad y de objetivi­dad que sean comunes y compartidos por todos los sujetos racionales ' { Puestas así las cosas,parece que el tratamiento de lo irracional no puede, en principio, encontrar acomodo fácilen la psicología filosófica de Davidson, con lo que se dejaría a ésta desprovista de un espacioque, hoy día y cuando menos a partir de Freud, sigue encerrando una alta dosis de significa­tividad filosófica.

Davidson no ha dejado, ciertamente, de encontrarse incómodo ante esta situación. Apesar de ello (o precisamente, por ello), no ha dejado de afrontarla directamente y ello le haconducido a tener que elaborar interesantes precisiones en el seno de su peculiar plantea­miento holista , en función del cual no resulta posible, de entrada, hablar de acciones o decreencias que sean irracionales en sí mismas, habida cuenta de que tampoco hay, en sentidoriguroso, acciones o creencias per se, sino solamente a través de su relación coherente con lasotras acciones y creencias del sujeto lB. Así, si alguien decidiera revivir la creencia en la exis­tencia de los caballeros andantes, tal creencia quijotil, por sí misma y aisladamente conside­rada, no podría ser tenida como irracional (ni como racional) mientras no pudieraestablecerse qué significaba realmente una creencia tal en función de la relación que estecreencia tuviera con el resto de las creencias de este nuevo Don Quijote de nuestro tiempo.

Careciendo, en este caso, la irracionalidad de un espacio autónomo, la posibilidad de loirracional está vista, en la filosofía de Davidson, a través del espacio de la racionalidad mis­ma. La irracionalidad no es, por tanto, un estado o un proceso ajeno a la razón. Nos es da-

T rurh and Interpreration (Oxford, C1arendon Press, 1984) pp. 199-214. Acerca de esta cuesti ón, uid.,igualmeme, CARRl ER, L. S., «The Impossibiliry of Massive Error", en Philosophyand PhenomenologicalResearch, I1I, 2, 1993, pp. 405-409.

17. Cft. DAVIDSON, D., «The Myrh of thc Subjecrive», en KRAUSZ, M., ed., Relatioism. Interpreta­tion and Conftontation (Notre Dame, Ind., Universiry of Narre Dame Press, 1989) p. 172 (hay trad.casr.).

18. Vid. acerca de ello, MALPAS, J. E., Donald Davidson and the Mirror o/Meaning (Cambridge,Cambridge U niversiryPress, 1992) pp. 75-76.

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LARECONSIDERACION DE LASFRONTERAS DE LO RACIONAL 251

do, por el contrario, hablar con sentido acerca de lo irracional en la medida en que la irracio­nalidad se nos hace patente al trasluz de la racionalidad, como disfunción dentro de lo racio­nal o como «una grieta en el edificio de la razón », como ha dicho el propio Davidson,añadiendo luego: «cuando Hobbes dice que sólo el hombre tiene «el privilegio de lo absurdo »,

sugiere que sólo una criatura racional puede ser irracional. La irracionalidad es un proceso o esta­do mental (un proceso o estado racional) mal orientado» (Davidson, 1982, p. 289).

Resulta claro que, con imágenes y expresiones de este tipo, Davidson ha querido dar sa­tisfacción tanto al racionalismo holisra (o, si se quiere, holismo racionalista) que caracteriza asu filosofía, como al hecho de la existencia indudable de creencias, actitudes y conductas ma­nifiestamente irracionales. Las cosas no son, sin embargo, tan fáciles como pudiera sugeriresta presentación, por lo que conviene dar aquí los pasos precisos con toda precaución y enprimer lugar hay que tener en cuenta que si el dominio de la irracionalidad aparece sobre eltrasfondo de la racionalidad, «irracionalidad» ha de ser visto (al igual que ocurriera con «ra­cionalidad») como un concepto normativo. En palabras del propio Davidson, "«irracionali­dad, como racionalidad, es un concepto normativo. Cualquiera que obre o pienseirrazonablemente o cuyas creencias o emociones sean irracionales, lo hace en función de unmodelo»

19.

Habida cuenta de aquella normarividad, la tentación inmediata que nos acecha, enton­ces, es la de considerar irracional la actuación o la creencia de un sujeto que obra o piensaateniéndose a patrones, modelos y valores que no son los nuestros. Para no caer en esta ten­tación hemos de tener en cuenta que se trata sólo de juicios dispares en torno a valores y pa­trones de creencias y de conducta, algo que no tiene que afectar necesariamente al marco dela racionalidad desde el momento en que agentes/creyentes en función de normas y valoresdiferentes pueden, todos ellos, exhibir incuestionables credenciales de racionalidad. Dichode otro modo y acudiendo a una formulación del mismo Davidson: si el juzgar irracionaluna creencia, emoción o acción es un juicio normativo, la cuestión auténticamente filosóficaes la concerniente a encontrar las condiciones que nos lleven a considerar, de modo plena­mente legítimo, que un juicio dado de esta clase es un juicio objetivo, en función del cualestaríamos autorizados a decir con toda propiedad que nos encontrábamos frente a un casode irracionalidad real

Parece, sin embargo, que, en principio, difícilmente podríamos hablar de casos de irra­cionalidad real a no ser que nos fuera dado acudir (dejando de lado contenidos y valores) a laexistencia de un acuerdo en criterios 'y patrones de racionalidad. Ahora bien, hemos aquí derecordar que esta posibilidad está presente en el holismo característico de la filosofía davidso­niana, holismo que lleva al supuesto de unos criterios básicos de racionalidad que han de serlos mismos para todo sujeto racional, es decir, para todo sujeto capaz de lenguaje.

Todos los hablantes disponen, en este caso, de unos mismos principios básicos para po­der decidir acerca de lo que resulta ser razonable, un supuesto que se hace necesario para per­mitir explicar la comunicación entre los sujetos racionales y el hecho de que talcomunicación se lleve a efecto a partir de un mundo común, inrersubjetivo y verdadero enel juego interpretativo que se da en la comunicación entre hablante e intérprete. Si acepta-

19. Cfr. DAVlDSON, D ., «Incoherence and lrrationaliry», en Dialectica,39 , 1985, p. 345 .

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252 SERAFÍN VEGAS GONZÁLEZ

mos estos supuestos davidsonianos, la irracionalidad real u objetiva se daría en los casos enque un sujeto racional operase en contra de aquellos princ ipios o criterios básicos de raciona­lidad , los cuales - siendo patrimonio de todo sujeto racional- serían igualmente principios ocriterios propios del sujeto en cuestión. Se obra y se piensa, en definitiva, de modo objeti va­mente o realmente irracional cuando un sujeto tiene unas creencias o una conducta contra­rias e inconciliables con lo que aquel sujeto cons idera ser lo razonable. La irracionalidadobjetiva (real) es, por todo ello, un ejemplo de incoherencia o inconsistencia interna, análoga­mente a como la racionalidad venía davidsonianamente dibujada como coherencia entre lasactitudes proposicionales del sujeto 20

PRO BLEMAS DE LA IRRACIONALIDAD OBJETIVA

A la luz de lo que la filosofía davidsoniana ha dejado, hasta ahora, diseñado en torno ala irracionalidad, estar íamos entonces en disposición de poder ofrecer casos de efectiva irra­cionalidad obje tiva (dejando aparte lo concerniente a las situaciones de locura patológica).Así, en el plano de la cond ucta humana, tend ríamos que un agente actúa de modo objetiva­mente irracional si, y sólo si, lleva a cabo una acción intencional x mientras cree que tienemejores razones para realizar otra acción alternativa y, que le es, además, asequible (David­son , 1980 , pp. 21-22 ). Se trata de una situación que , desde los tiempos de Sócrates y deAristóteles , ha venid o llamando poderosamente la atención de los filósofos, los cuales hanvenido tratando de ofrecer explicaciones convincentes acerca de esta peculiar manifestaciónde «debilidad de la voluntad» o akrasíi 1

, cuya caracterización como irracional estriba en laincoherente actitud del agente cuyas razones para actuar tal como lo hace de hecho van encontra de lo que él cree que es un mejor criter io racional , a la luz de la evidenc ia disponibl e.

El concepto davidsoniano de la acciónobjetivamente irracio nal enlaza, así, directamentecon la descripción que Davidson hace de la creencia irracional que da lugar al autoengaño, unestado en el que el sujeto acepta de hecho una proposición para cuya negación tiene mejoresrazones, haciendo de la constatación de que tiene razones suficientes para sostener una

20. Hay que tener siempre presente que los posibles casos de irracionalidad objetiva representanuna disfunción de aquel marco general de racionalidad que nos permite decir que un sujeto dado tieneunas actitudes propos icionales determinadas. El que obra, piensa o siente irracionalmente sigue siendo,a pesar de todo, un sujeto racional en la medida en que resulta incon cebible un sujeto que haya perdi­do totalmente la razón , es decir, que revelase una conducta radicalmente opuesta a todo principio bási­co de racionalidad. Es, en efecto. un supuesto inconcebible, porque ¿de quién estaríamos habland oento nces? No lo estaríamos haciend o. ciertamente , de un sujeto hablante (de un sujeto hum ano). Pero,en este caso, ¿cómo pod ríamos describir el hecho de que estaríamos ante un sujeto no-humano?

21. Co nviene recordar aquí la difusión alcanzada, en los tiemp os medievales, por las disputas acercade la akrasla; disput as que llegaron a mostrar más que notables índices de sutileza conceptual, comoocurrió en el caso de Buridan, el pensador que adquiere un indudable aire de modernidad cuando secompara su doctrin a con los supuestos davidsonianos acerca de la irracionalidad objetiva, algo que R.SAARINEN ha puesto de manifiesto en su «john Buridan and Don ald Davidson», en Synthese, 96, 1993,pp . 133-154.

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lA RECONSIDERACION DE LAS FRO NTERAS DE LO RACIONAL 253...._-----

creencia el fundamento y la causa de aceptar una creencia contradicroria con aquélla22. El

auroengaño guarda. po r ello, manifiestas afinidades con otro caso de irracionalidad objetiva.el pensamiento desiderativo (wishfu l thinkin¡j, fenómeno por el que el sujero cree algo sim­plemente por el deseo que tiene de que sea verdad pero sin aportar eviden cia suficiente enfavor de esta verdad y siendo, además. bien consciente de que hay una evidencia más fuerteen favor de la creencia que contradice a la sustentada por el sujeto del pensamiento deside­rativo . No se trata. pues. de decir que creer algo por el deseo de que sea verdad nos lleva, sinmás e inevitab lemente, a la irracionalidad objetiva ya que la irracionalidad real no alcanza alas causas de un pensam ienro (el deseo. en este caso) . La irracionalidad del pensamiento desi­dera tivo viene dada cuando el sujeto es consciente de que tiene una creencia exclusivamentepor el deseo de tenerla y a pesar de que sabe el sujeto en cuestión que una tal creencia con­tradice la mejor evidencia disponible en aquel momento (Davidson, 1985b, p. 143).

Con casos de este tipo, estamos en disposición de poder mostrar que el carácter norma­tivo del concepto de irracionalidad no es un obstáculo insalvable para que podamos hablarcon pro piedad de situaciones realmente irracio nales. Tales situaciones pueden ser así caracte­rizadas en funció n de su inconsistencia interna con el marco de los procesos y creencias ra­cionales (que cuentan con mejores mo tivos y con mayo r evidencia) del sujeto. Puestas así lascosas, no podemos, sin embargo. darnos ya por completamente satisfechos porque siguensubs istiendo no pocos e inquietantes interrogantes en lo concerniente a una adecuada expli­cación de aquellos tipos de irracionalidad obje tiva a los que recurre la filosofía de Davidson .

Los interrogantes a los que aquí se alude pueden quedar resumidos del siguiente modo:la irracio nalidad objetiva concierne a unos determinados casos de los tipos de creencias y ac­ciones intencionales y. en general, de las actitudes proposicionales. las cuales -de un lado yen la medida en que son procesos mentales- se identifican como tales a través de su relacióncon los patrones básicos de racionalidad del sujeto humano y con las exigencias de la causali­dad racional característica de los procesos mentale/ 3

. De otro lado . sin embargo, y en la me­dida en que tratamos con procesos irracionales hemos de suponer que estos procesos apelan a

22. -Un ageme A se autoengaña con relación a una proposición p bajo lassiguientes condiciones: Atiene evidencia. sobre la base de lo que cree. de que p es más apta para ser verdad que su negación; elpensamiemo de que p. o el pensamiemo de que el ageme debería racionalmente creer que p. motiva aA a obrar de modo tal que sea causa de que él crea en la negación de p. Puede ser que la acción impli­cada no vaya más allá de apartar imencionalmeme la atención de la evidencia en favor de p; o puedeser que implique la búsqueda activade evidencia en contra de p. Todo lo que el auroengaño exige de laacción es que el motivo se origine en una creencia de que p es verdadera (o el reconocimiemo de que laevidencia hace más probable la verdad de p que su falsedad) y que la acción sea hecha con la imenciónde producir una creencia en la negación de p. Por último. y esto es lo que hace del auroengaño un pro­blema, el estado que motiva el auroengaño y el estado que éste produce corxÍJU1T, en el caso más grave.la creencia de que p no sólo causa una creencia en la negación de p. sino que también sostiene esta últi­ma creencia..: cfr. DAVlDSON. D.. ..Deceprion and Division... en LEPORE. E.-MCl.AUGHLlN. B.• Ac­tions and Euents. Perspectiues on the Philosophy of Donald Dauidson, o.c., p. 145.

23. Vid. acerca de ello. NEIL. J.-MELE. A.• eds.• Mental Causation (New York, Clarendon OxfordPress, 1993); LIz. M....Causalidad y comenido memal.., en BRONCANO. F., ed.• La mente humana(Madrid. Trona/Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 1995) pp. 207-245.

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unas causas que no pueden verse estrictamente como razones, siendo ajenas, por ello, a aque­llos parrones básicos de racionalidad a los que cualquieracontecimienro mental ha de referirse.

Al abordar la cuesrión de la irracionalidad, la filosofía holisra de Davidson se ve, por to­do ello, conducida a una siruación harto paradójica que puede resultar insufrible si no se leencuentra alguna vía de escape medianamente satisfacroria . Si tenemos, efectivamente, encuenta lo que dejamos dicho en el primer apartado de nuestro trabajo acerca de la necesidadde acudir a una causalidad racionalpara dar cuenta de lo específicamente mental, dejando delado las perspectivas meramente fisicalisras, la paradoja a la que ahora nos vemos abocadosviene dada por el hecho de que la presencia de lo irracional está apuntando, a la vez, a facro­res incompatibles entre sí: «el explicar algo irracional necesariamente emplea una forma deexplicación que racionaliza lo que explica; sin el elemento de racionalidad, nos negamos aaceptar el resultado como adecuado a los procesos mentales. Buscamos, o tendemos a buscar,no sólo causas y fuerzas, sino causas que sean razones. Para explicar algo irracional, hemos deencontrar un medio de preservar lo que es esencial al carácter de lo mental - lo que exigeconservar un trasfondo de racionalidad- al tiempo que se dan formas de causalidadque seapartan de las normas de racionalidad Lo que se necesita para explicar algo irracional es lacausa mental de una actitud y que tal causa no sea una razónde la actitud que explica» (Da­vidson, 1985c, p. 347, subr. nuestros) .

Si de lo que, en definitiva, se trata es de hacer casar el plano de lo mental con causasque no sean razones (y de ahí la aparición de lo irracional), estamos entonces buscando la in­cidencia de la irracionalidada partir de los patrones de racionalidad del agente (Davidson,1985b, p. 145). Con ello, no sólo se están ofreciendo variaciones a los planteamientos ini­ciales de la davidsoniana filosofía de la acción, sino que el tratamiento de lo irracional pareceponer también en entredicho el marco general de la psicología filosófica de Davidson, cen­trada en aquel monismo anómalo al que nos hemos referido al comienzo de nuestro trabajo,monismo que, a su vez, debía conducir a establecer la especificidad del discurso acerca de lomental y de las leyes psicológicas frente a las leyes físicas y psicofísicas.

El tema de lo irracional no es, por rodo ello, un mero añadido o algo accidental para lafilosofía de Davidson, como no lo es, en general, para ningún modelo de filosofía. Todo locontrario, la existencia de la conducta irracional y su adecuada explicación vienen a ser unasignificativa piedra de roque para establecer la viabilidad teórica de un campo filosófico dadocomo puede ser, en nuestro caso, la filosofía davidsoniana, cuyos impecables planteamientosde partida se ven abocados -al abordar el espacio de lo irracional- a una siruación sin salidaaparente.

Enfrentados a esta siruación, podría pensarse que la acritud más racional a adoptar seríala de poner en entredicho la psicología filosófica de Davidson, así como a la propia filosofíade Davidson, de la que aquella psicología es subsidiaria. Pero con ello no habríamos solucio­nado gran cosa porque esta actirud negadora no significaría más que un voluntario cerrar losojos ante ese preocupante hecho al que toda filosofía ha de buscar una respuesta, el hecho ­adecuada y suficientemente argumentado por Davidson- de que la irracionalidad ha de serexplicadaprecisamente a la luz de la racionalidad. Que no dispongamos rodavía de una res­puesta segura para este hecho básico ~o implica que haya de borrarse de un plumazo cual­quier intento de explicación filosófica de lo concerniente a la vida mental, explicación que

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lA RECONSIDERACIÓN DE LAS FRONTERAS DE LO RACIONAL 255......---------

sigue siendo tanto más necesaria si tomamos en consideración las graves insuficiencias teóri­cas de que adolecen las conrraoferras exclusivamente fisicalistas,

La apelación a lo filosófico se vuelve tanto más convincente cuanto que sólo desde elcampo de la filosofía pueden establecerse vías teóricas alternativas que puedan luego dar lu­gar a que , con el tiempo, nos sea posible llegar a disponer de alguna respuesta satisfactoria aese peculiar problema al que nos vemos arrastrados al examinar el significado y el alcance delo irracional. De entre aquellas vías teóricas, probablemente sea la que ha propuesto David­son el camino que, una vez más, encierra un interés innegable. Nos referimos, con ello, a lapropuesta de Davidson de poner en juego una imagen de la mente humana concebida nocomo un único territorio homogéneo, sino como una estructura compartimenta/izada y divi­dida en territorios diferentes, de tal modo que se haga entonces posible que un sujeto puedeaceptar simultáneamente -aunque manteniéndolas separadas en espacios mentales diferen­ciados- dos creencias contradictorias, dando lugar con ello a situaciones de irracionalidadobjetiva (Davidson, 1985b, p. 147).

El armazón conceptual de este davidsoniana partición teórica de la mente humana pue­de igualmente servir de rampa de lanzamiento para una justificación teórica de la conductairracional, al menos en la medida en que aquel armazón es compatible con la existencia dedos orientaciones que conducen a dos tipos de conducta contradictorios entre sí. Los dife­rentes territorios mentales no son, por lo demás, totalmente autónomos; antes bien, han depoder relacionarse entre ellos de modo tal que un acontecimiento de una provincia mentalpueda causar acontecimientos de otro espacio mental, por más que aquella causa no puedaser vista como una auténtica razón cuando se trate de cualquier manifestación de la conduc­ta objetivamente irracional (Davidson, 1982, p. 301).

Resulta incuestionable que este planteamiento de la compartirnenralizaci ón de la mentenecesita unas más amplias y cuidadas precisiones conceptuales que las ofrecidas por David­son, el cual se ha limitado a apuntar a aquella estructuración compartida de la mente huma­na como sustrato teórico en el que poder apoyarse cuando se trate de intentar explicar dealgún modo los casos de irracionalidad real. A pesar de todo, no ha de dejar de reconocerseque esta propuesta davidsoniana ha abierto un camino que puede llegar a proporcionar nopocos sustanciosos dividendos para la consolidación de una psicología filosófica acorde conlas exigencias de la cultura de nuestro tiempo, habida cuenta de que aquella davidsonianacomparrirnentalizaci ón de la mente discurre por sendas no demasiado alejadas de las que losfreudianos y neo-freudianos gustan de transitar.

En cualquier caso, sin embargo y como ha avisado el propio Davidson (Davidson,1982, p. 303) , hemos de ser lo suficientemente honestos como para reconocer que una ex­plicación totalmente adecuada de lo irracional nos introduciría, más o menos subrepticia­mente, en la esfera de lo racional (haciéndonos, con ello, perder de vista la especificidad delo irracional), mientras que si, por el contrario, se pone demasiado el acento en el diagnósti­co de lo irracional, estaríamos olvidando que ningún diagnóstico de este tipo es posible másque a la luz del trasfondo de la racionalidad básica del sujeto humano. Por cualquier ladoque se mire, no nos es dado escapar al hecho de que la explicación de lo irracional es, y ha­brá de serlo siempre, insatisfactoria. A pesar de ello, hay una valiosa lección que puede obte­nerse a partir de la filosofía de Davidson y su tratamiento de la racionalidad/irracionalidad. a

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saber, que nada puede ser visto como una bu ena razón para dejar de razonar en consonanciacon los mejores criterios de racionalidad qu e un sujeto haya alcanzado en funci ón de la evi­dencia de que pueda disponer en un mamenro dado . Lección aparentement e modesta , peroqu e, a poco se la torne en consi de ración, no deja de encerrar una significariva incidencia enel cultivo efectivo de creencias y de conductas racionales.

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