La redención de Elvis, América Economía Internacional diciembre 2014

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74 AMÉRICAECONOMÍA | DICIEMBRE, 2014 LÍNEA DIRECTA For Fans only: Graceland presenta las reliquias sagradas del rey. desde 1958. Y aquí murió en agosto de 1977. Compro el ticket en la tienda- museo-restaurant que está frente a la casa y subo al microbús oficial, que cruza la calle para entrar. Entre los fans se mezclan razas e idiomas. La reja de la calle tiene forma de partitura musical, con una silueta de Elvis y su guitarra. Tras los árboles del antejardín está la mansión de dos pisos, con cuatro columnas blancas en la entrada. Desde 1982 se puede visitar. Priscilla Presley no sabía cómo sustentar los gastos de una casa de 23 cuartos y se le ocurrió transformarla en un museo. Hoy está ambientada como si Elvis hubiese salido unos momentos y estuvieses husmeando. La mesa del comedor está preparada para la cena, pero Elvis abandonó el edificio hace años. La decoración es kitsch, pero los vitrales de pavo real tienen mucho es- tilo. También el llamado “jungle room”, con muebles de madera africana, una cascada y plantas frondosas. Veo el Cadillac rosa que le regaló a su mamá, sus dos aviones privados y un teléfono móvil de ma- E s mediodía y camino por la vere- da de tierra de Brooks, una calle de cuatro pistas de Memphis, Tennessee. Estoy en peregrinación: hoy viajé cuatro horas en bus desde Nashville para visitar Graceland, la casa de Elvis Presley . Aunque la ciudad es una cuna musical, desde que salí de la estación de buses sólo veo negocios de venta de camiones. Tan grandes como los que pasan haciendo ruido a mi lado. Presley también fue conductor de camiones, pero sus movimientos lo llevaron más lejos. En la esquina de Brooks con Elvis Presley Boulevard doblo a la izquierda. Un vagabundo hippie se acerca y me dice: “¿Vas a ver a Elvis? Está hecho un gordo”. En esta avenida Elvis vivió La redención de Elvis leta. Lujos de un camionero de Memphis que cambió su destino al unir la música blanca con la negra. Eso en los años 50, una época en que el apartheid artístico era total. Elvis fue el Big Bang musical del siglo XX y no estoy exagerando. El problema es que en la década del 60 su carrera se estancó. Dejó de cantar en vivo y filmó por años películas que no le gustaban, impulsado por un manager que se llevaba el 50% de las ganancias. Insatisfecho, Presley se hizo fan de libros místicos. Pero su familia y su manager, hartos de escuchar su esoterismo, lo presionaron a dejar esa búsqueda. Y Elvis terminó quemando sus libros. Cuando las películas dejaron de rendir volvió a cantar en vivo, en Las Vegas. Entonces transportaba sin problemas pastillas y pistolas, todo gracias a una placa de agente de narcóticos, un regalo del presidente Nixon. Pero la placa no ayudó cuando un divorcio y años de adicciones le pasaron la cuenta. En mi recorrido final por Grace- land, paso a una sala de varios metros de altura cubierta con discos de oro y trajes setenteros. Al centro, una pantalla gigante muestra un concierto de Elvis en su peor sobrepeso, sudando y con traje blanco ajustado. Con su voz intacta canta “Gloria, gloria, aleluya”, y “Todos mis pesares, Señor, pronto terminarán”. Salgo al patio y me enfrento al “Jardín de la meditación”, donde está la tumba del rey. La lápida dice “Dios vio que necesitaba descansar, por eso se lo llevó a casa con él”. Hay ancianas que lloran y niños que corren por el pasto. La lápida también dice “Se convirtió en una leyenda en su propio tiempo”. Impresionante para un chico de Memphis que en su 11º cumpleaños pidió una bicicleta. Pero sus padres no podían pagarla y sólo le compraron una guitarra. Seguro algo cambió en Elvis ese día, porque vi muchas guitarras en Graceland, pero ninguna bicicleta. n David Cornejo en Memphis FOTOGRAFÍA: DAVID CORNEJO

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For Fans only: Graceland

presenta las reliquias sagradas

del rey.

desde 1958. Y aquí murió en agosto de 1977. Compro el ticket en la tienda-museo-restaurant que está frente a la casa y subo al microbús oficial, que cruza la calle para entrar. Entre los fans se mezclan razas e idiomas.

La reja de la calle tiene forma de partitura musical, con una silueta de Elvis y su guitarra. Tras los árboles del antejardín está la mansión de dos pisos, con cuatro columnas blancas en la entrada. Desde 1982 se puede visitar. Priscilla Presley no sabía cómo sustentar los gastos de una casa de 23 cuartos y se le ocurrió transformarla en un museo. Hoy está ambientada como si Elvis hubiese salido unos momentos y tú estuvieses husmeando. La mesa del comedor está preparada para la cena, pero Elvis abandonó el edificio hace años.

La decoración es kitsch, pero los vitrales de pavo real tienen mucho es-tilo. También el llamado “jungle room”, con muebles de madera africana, una cascada y plantas frondosas. Veo el Cadillac rosa que le regaló a su mamá, sus dos aviones privados y un teléfono móvil de ma-

Es mediodía y camino por la vere-da de tierra de Brooks, una calle de cuatro pistas de Memphis,

Tennessee. Estoy en peregrinación: hoy viajé cuatro horas en bus desde Nashville para visitar Graceland, la casa de Elvis Presley. Aunque la ciudad es una cuna musical, desde que salí de la estación de buses sólo veo negocios de venta de camiones. Tan grandes como los que pasan haciendo ruido a mi lado. Presley también fue conductor de camiones, pero sus movimientos lo llevaron más lejos.

En la esquina de Brooks con Elvis Presley Boulevard doblo a la izquierda. Un vagabundo hippie se acerca y me dice: “¿Vas a ver a Elvis? Está hecho un gordo”. En esta avenida Elvis vivió

La redención de Elvis

leta. Lujos de un camionero de Memphis que cambió su destino al unir la música blanca con la negra. Eso en los años 50, una época en que el apartheid artístico era total. Elvis fue el Big Bang musical del siglo XX y no estoy exagerando.

El problema es que en la década del 60 su carrera se estancó. Dejó de cantar en vivo y filmó por años películas que no le gustaban, impulsado por un manager que se llevaba el 50% de las ganancias. Insatisfecho, Presley se hizo fan de libros místicos. Pero su familia y su manager, hartos de escuchar su esoterismo, lo presionaron a dejar esa búsqueda. Y Elvis terminó quemando sus libros. Cuando las películas dejaron de rendir volvió a cantar en vivo, en Las Vegas. Entonces transportaba sin problemas pastillas y pistolas, todo gracias a una placa de agente de narcóticos, un regalo del presidente Nixon. Pero la placa no ayudó cuando un divorcio y años de adicciones le pasaron la cuenta.

En mi recorrido final por Grace-land, paso a una sala de varios metros de altura cubierta con discos de oro y trajes setenteros. Al centro, una pantalla gigante muestra un concierto de Elvis en su peor sobrepeso, sudando y con traje blanco ajustado. Con su voz intacta canta “Gloria, gloria, aleluya”, y “Todos mis pesares, Señor, pronto terminarán”. Salgo al patio y me enfrento al “Jardín de la meditación”, donde está la tumba del rey. La lápida dice “Dios vio que necesitaba descansar, por eso se lo llevó a casa con él”.

Hay ancianas que lloran y niños que corren por el pasto. La lápida también dice “Se convirtió en una leyenda en su propio tiempo”. Impresionante para un chico de Memphis que en su 11º cumpleaños pidió una bicicleta. Pero sus padres no podían pagarla y sólo le compraron una guitarra. Seguro algo cambió en Elvis ese día, porque vi muchas guitarras en Graceland, pero ninguna bicicleta. n

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