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La (re)educación sentimental Teatro ClaustroFobia

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La (re)educación sentimental

Teatro

ClaustroFobia

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Dramatis Personae

Vittorio Della Shicca, Consejero.

Aurelia Giráldez, Viceconsejera.

Salvador Naranjo, Psicopedagogo.

Walter Di María, Asesor Didáctico.

Gabriel Arcángel, Profesor.

Manuela López Fernández, Profesora.

Guadalupe Barrientos, Profesora.

María Dolores Machuca, Profesora.

Valentín Carmona, Profesor.

Agustín Requena, Profesor.

Auxiliar 1

Auxiliar 2

Camarero

Epiloguista

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ESCENA I

(Estamos en una gran sala de paredes blancas. Dos ventanas, en la pared del fondo,

dejan ver un paisaje tan idílico como artificial: árboles de trazo infantil, un sol risueño

y antropomórfico, siluetas de pájaros que se recortan en un cielo azulísimo. En el techo

hay un tragaluz que ilumina el centro de la sala. Un cartel pende del techo con la

siguiente leyenda: Proyecto ACATE. ACtualización Andaluza de Técnicas Educativas.

Unta de Andalucía. Dos megáfonos portátiles sobre dos sillas en cada uno de los

extremos de la habitación. Frente a cada silla hay sendos atriles de música con lo que

parecen partituras o misales antiguos. Bajo el tragaluz vemos a un hombre y una

mujer, de pie y mirando al público. Él va vestido con una túnica blanca y sandalias.

Ella, atractiva, lleva un traje chaqueta gris, zapatos de tacón alto y una corbata ancha

de color verde. En su mano izquierda sostiene una cartera de trabajo. Detrás de ellos,

un grupo de fotógrafos prepara sus cámaras.)

(Suenan los primeros compases del Himno de Andalucía. Las dos figuras se cuadran y

miran hacia lo alto, recibiendo la luz en el rostro. Flases. Poco a poco, el Himno se

funde con unos compases de “Macarena”. La grabación queda atrapada en un

melancólico bucle: “que tu cuerpo es pa´darle alegría y cosa buena, que tu cuerpo es

pa´darle alegría y cosa buena…” El hombre y la mujer bailan, moviendo las caderas y

girando sobre sí mismos con expresión ausente. La grabación se para y se oyen voces a

ambos lados de la escena. Vuelve a sonar el Himno andaluz. Los dos personajes del

centro regresan a su posición inicial. Por izquierda y derecha entran seis profesores,

tres hombres y tres mujeres, vestidos con ropa de calle y conversando entre sí de forma

animada. Todos llevan una acreditación colgada al cuello. Dos Auxiliares, ataviados

como enfermeros, conducen a cada uno de los grupos al frente del escenario. A

continuación, se retiran por los laterales.)

CARMONA (Señalando a los anfitriones): ¿Y éstos?

REQUENA: Deben de ser los reeducadores.

CARMONA (Cuchicheando): Pues ella está tela de buena…

REQUENA (Poniéndose una mano delante de la boca): Pelín siesa la veo. Pa mí que

ésta es política.

CARMONA: Y el nota de la sábana, ¿qué pintas son ésas?

REQUENA: Tengo entendido que es un pez gordo. Psicólogo personal de… Della

Shicca.

CARMONA (Señalando a la mujer): ¿De quién? ¿De la macizorra?

REQUENA: No, coño, del Consejero.

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(En otro grupo, el resto de profesores comenta la decoración de la sala)

LUPE: Hay que ver qué bonito lo tienen, ¿eh? Como mi clase. Igualito que mi clase.

(Melancólica) Qué lástima…

GABRIEL: Nuestro dinero les habrá costado.

MANUELA: Oye, ¿os habéis fijado en el cartel?

DOLORES (Señalando al techo): Yo quiero hacer algo así en mi casa. Una montera,

digo…

MANUELA: ¿Habéis visto el cartel?

LUPE: Y qué limpio.

DOLORES: Claro que con el recorte, no sé… Una cosa sencillita. Tengo un primo que

hace chapuzas.

GABRIEL (A Dolores, con tono irónico): ¿Es Delegado Provincial?

DOLORES (Desconcertada): No. Ingeniero de Telecomunicaciones.

GABRIEL: Ya…

MANUELA (Indignada): El cartel…

(A un gesto del oficiante, la música se detiene en seco. La política avanza un paso y se

dirige a los profesores. Estos permanecen de pie a ambos lados de la escena: Carmona

y Requena, a la izquierda. El resto, a la derecha)

VICECONSEJERA (Leyendo un papel que ha sacado de la cartera): Queridos y

queridas colegas y colegos, buenos días. Es para mí un orgullo inaugurar este taller de

reeducación docente y contar con su desinteresada y obligatoria presencia. Pueden

considerarse los pioneros y pioneras de una proactiva generación de profesores y

profesoras, la avanzadilla de un nuevo modo… y una nueva moda… de entender la

Enseñanza. Ustedes son el futuro de la Educación y quienes habrán de conocer,

bebiendo en sus mismas fuentes, las claves metodológicas del adoctrinamiento

escolar…

PSICOPEDA (Corrigiéndola, con ademán solícito): Aprendizaje, Excelentísima.

VICECONSEJERA (Impasible): Exacto… Puesto que han sido seleccionados y

seleccionadas entre cientos de profesores y profesoras, confiamos en que sabrán

implementar las herramientas didácticas que el Doctor Naranjo tenga a bien

proporcionarles durante los próximos días. Sus técnicas para aprender a desaprender

están avaladas científicamente y gozan de la aprobación oficial del Interespacio

Europeo de Educación. El propio Angelo Marchosi ha dicho de él que es el mejor

destructor docente que haya tenido el gusto de conocer, vivo o muerto…

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PSICOPEDA (Corrigiendo, una vez más, el discurso de la Viceconsejera): Aprender a

aprender… Instructor…

VICECONSEJERA (Hierática): Como es natural… Es el deseo de la Unta agradecerles

su voluntad de superación, su empeño por enderezar el rumbo de la nave educativa. Así

como recordarles (carraspea) que quien no cumpla los objetivos del Proyecto será

dispensado temporalmente de sus quehaceres profesionales. ¿Alguna pregunta?

(Manuela levanta la mano, muy nerviosa)

VICECONSEJERA: Dígame.

MANUELA: En el cartel hay una errata…

VICECONSEJERA (Inspeccionando el cartel, displicente): ¿Una errata, dice? No

caigo…

MANUELA: Allí mismo. Donde pone Unta debería poner Junta. (Vanidosa) Es que soy

de Lengua.

GABRIEL (Para sí): Licenciada por Harvard, nos ha jodido…

VICECONSEJERA: Ah, eso… Eso está bien, no hay problema.

MANUELA: Pero es Junta. ¿No?

VICECONSEJERA (Risueña): Qué poco nos conoce, ¿verdad, Naranjo? (El Psicopeda

dobla la cerviz y suelta una risita perruna mientras se frota el pulgar y el índice de la

mano derecha) La veo muy preocupada por la caligrafía… ¿De qué centro procede?

PSICOPEDA: Ortografía…

VICECONSEJERA (Volviéndose hacia el Psicopeda, airada. Eleva el tono de voz):

¿Tú también, Pluto?

PSICOPEDA: Mis disculpas, Excelentísima… Bruto.

VICECONSEJERA (Sin mirarle): Se aceptan, pero no te humilles, Naranjo, que de

bruto tienes bien poco (A Manuela) Entonces, dígame: ¿dónde imparte usted clases?

MANUELA: En el IES Sebastián Elcano.

VICECONSEJERA: Su nombre es…

MANUELA: Manuela López Fernández.

VICECONSEJERA: López Fernández, ¿eh? Entiendo, entiendo. Resabios castellanos.

Soberbia centralista. (Saca una grabadora del bolsillo interior de la chaqueta. Pulsa

REC) Manuela López Fernández. IES Sebastián Elcano. (Stop) Creo que le van a venir

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muy bien estas jornadas para mejorar sus prácticas docentes, Manuela. Sepa que la

ortografía, como el dinero público, no es propiedad de nadie. ¿Me equivoco, Naranjo?

PSICOPEDA: Ni lo más mínimo, Excelentísima, ni lo más mínimo. (Dando un paso

adelante. Como si recitara un artículo legal) La ortografía es una manifestación

espontánea de la idiosincrasia psíquica del individuo. Imponer una norma es principio

de frustraciones en el sujeto discente, violación de derechos y, puestos en harina, un

abuso que revela ocultas inclinaciones pedófilas.

GABRIEL (A Lupe, en voz baja): ¡Qué barbaridad!

LUPE: Ay, no sé, hijo. Pero qué bien habla, ¿eh?

DOLORES (Mirando a su alrededor, muy reflexiva): Lo encuentro un poco triste… No

sé: unos sofás, alguna plantita…

(Suena otra vez el Himno andaluz, de fondo. La Viceconsejera y el Psicopeda vuelven a

ocupar el centro)

VICECONSEJERA (Regresando al tono institucional): Profesores y profesoras, sólo

diré una cosa más antes de que les deje en las expertas manos del Doctor Naranjo. El Sr.

Consejero Vittorio Della Shicca me pide que les traslade su más sincera gratitud por

aceptar el papel de cobayas en este vanguardista Proyecto de nuestra Andalucía

Impagable…

PSICOPEDA: Cooperadores. Imparable.

VICECONSEJERA: Precisamente… Y cooperadoras, Naranjo, y cooperadoras. Son

ustedes un ejemplo y un acicate para nuestra Comunidad. Por este motivo, me permito

proponer un brindis con un sabroso vino de nuestra amada tierra. (El Psicopeda da una

sonora palmada. Entran los Auxiliares, con maneras de servicial camarero, llevando

bandejas con grandes copas de vino)

CARMONA: Hombre, esto empieza a coger forma, Requena. La jaca, además de jaca,

generosa.

REQUENA: Si es que como en este país, en ninguno, primo. El vino que no farte.

(Todos beben un sorbo, menos la Viceconsejera y el Psicopeda, que se limitan a

sostener el brindis)

CARMONA: Sabe a rayos esto, ¿no?

REQUENA (Atragantándose): Sabe a sus muertos, Carmona. Sabe a sus muertos.

VICECONSEJERA: Quedan, pues, inauguradas las Primeras Jornadas del Proyecto

ACATE. Fructifiquen el conocimiento y las nuevas tecnologías que les ofrecemos para

uso y disfrute de la Comunidad toda. Y recuerden: somos gente de paz. (Rompe el papel

y observa unos segundos cómo los profesores comienzan a tambalearse)

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(Al Psicopeda) Bueno, Naranjo, pues listo. Le dejo con esta tropa, (mira su reloj) que

son las diez y tengo que inaugurar seis cursos en La Cartuja… Por cierto, ¿le gustan mis

zapatos?

PSICOPEDA: Muy bonitos, Excelentísima.

VICECONSEJERA (Lo mira de arriba abajo, escéptica): Ya… Usted qué va a decir…

(Se despiden con un discreto saludo a la romana)

(La Viceconsejera hace mutis por el fondo. El Psicopeda la acompaña hasta la salida y

regresa al centro del escenario. Arrecia el Himno mientras los Auxiliares lanzan

serpentinas y puñados de confeti sobre los circunstantes. A medida que los profesores

beben de sus copas, van desplomándose dulcemente sobre el suelo de la habitación)

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ESCENA II

(Los profesores siguen tendidos en el suelo, inconscientes. Los Auxiliares se dirigen a

las sillas colocadas en los extremos de la habitación, activan la sirena de los

megáfonos y alzan éstos sobre sus cabezas. En la pared del fondo se proyecta la imagen

de un ojo en primerísimo plano. Después de unos diez segundos, desactivan las sirenas

y comienzan a lanzar consignas. Lo hacen de manera metódica, como músicos que

estuvieran leyendo las partituras o los oficios religiosos depositados en los atriles. En

algún momento, podría parecer que están interpretando una pieza antifonal de canto

gregoriano)

AUXILIAR 1: La verdad es como el unicornio. Sólo existe en la imaginación de los

niños.

AUXILIAR 2: Si la verdad no existe, el conocimiento es inútil.

AUXILIAR 1: Y aún más inútil (señalando a los profesores) quien intenta transmitirlo.

AUXILIAR 2: No hay mentes privilegiadas, sólo privilegios de clase.

AUXILIAR 1: La ignorancia es justa, pues nos iguala.

AUXILIAR 2: Si la Escuela es justa, debe perseguir la ignorancia… (Se interrumpe. Un

momento de duda)… debe buscar la ignorancia…

AUXILIAR 1: … que nos iguala…

AUXILIAR 2: … e ignorar el conocimiento…

AUXILIAR 1: … que es inútil…

AUXILIAR 2: … pues la verdad es como el unicornio…

AUXILIAR 1: … que no existe…

AUXILIAR 2: … más que en la imaginación de los niños…

AUXILIAR 1 (Aburrido): … y si la verdad no existe…

AUXILIAR 2 (Hastiado): … el conocimiento es inútil…

AUXILIAR 1: … y aún más inútil…

AUXILIAR 2: … quien intenta transmitirlo…

AUXILIAR 1: … y aún más inútil…

AUXILIAR 2: … quien intenta transmitirlo…

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(Mientras repiten el bucle, entran unas bases de rap, y los Auxiliares ajustan sus líneas

de texto al ritmo. Comienzan a mover las manos y los hombros como pandilleros del

Bronx, animándose a medida que corean su parte de la estrofa. El Psicopeda corre

hacia el frente del escenario. El ritmo cesa de golpe)

PSICOPEDA: ¡Vaaaale, vale, vale! Dije “persuasión subliminal”, coño, no una pelea de

gallos.

AUXILIARES 1 y 2 (Aún hablando por los megáfonos): Perdón, Maestro.

PSICOPEDA: ¿Queréis apagar ese trasto, pollinos? Y os tengo dicho mil veces que no

me llaméis Maestro, a ver si me van a confundir con estos sandios.

AUXILIARES 1 y 2 (Apagando los megáfonos): Perdón, Maestro.

PSICOPEDA: ¡Mecagüen…!

AUXILIAR 1 (Dudando): ¿Profesor?

PSICOPEDA (Negando con la cabeza, enérgico): Na, na, na, naaaaaa….

AUXILIAR 2 (Convencido): ¡Padre!

PSICOPEDA: Jooooder, joder… ¿Pero que padre ni que mi madre? ¿Tengo pinta de

obispo? Tanto gregoriano, tanto gregoriano… Música profana, coño, que luego os sale

el padrenuestro y el ora pro nobis y el cristo que lo fundó… (Dándose manotazos en el

pecho) ¡Doc-tor! ¡Doc-tor!... ¡Ay, qué atrevida es la ignorancia!

AUXILIAR 2 (En recitativo secco, hacia la dominante)… ¿y qué?, si es justa…

AUXILIAR 1 (Completando la frase. Cadencia en la tónica)… y nos iguala…

PSICOPEDA: No, si al final vais a ser unos listos de cojones… ¡Cuánto aprendéis

conmigo, cabronazos! ¡Cuánto aprendéis conmigo! Bueno, bueno, manos a la obra.

¿Sabemos nuestros papeles?

AUXILIARES 1 y 2 (Marciales): Sí, Doctor.

PSICOPEDA: Estupendo, estupendo. Rápida elipsis: dentro de tres minutos, esta panda

recuperará la consciencia, pero no recordarán nada en absoluto. La droga les habrá

excitado la vulnerabilidad del sistema límbico, ¿comprendéis, zagalones? El cerebro

emocional, los centros de afectividad. La cajita de los truenos. (Teatral). Una creciente

desinhibición. Posibles sentimientos de culpa. Euforia inexplicable. El acabóse. ¿Qué

hacéis vosotros?

AUXILIAR 1: Curar sus heridas.

PSICOPEDA: Correcto. Pero todo esto en sentido metafórico, ¿eh? Nada de meter

mano a las señoras.

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AUXILIAR 2: Descuide, Doctor. Sólo contacto visual.

AUXILIAR 1 (Haciendo recuento): Contacto visual. Procedimiento empático. Se mira,

pero no se toca.

PSICOPEDA: Bravo, bravísimo. Venga, va. Reanimadme a la infantería, que nos queda

mucho trabajo por delante. Colocad las sillas en círculo.

(Una vez colocadas las sillas en el frente de la escena, los Auxiliares comienzan a tocar

palmas sordas por sevillanas. Poco a poco, los profesores se desperezan y van

incorporándose. Los Auxiliares los ayudan a sentarse mientras les soplan

maternalmente en la cara. El Doctor Naranjo se sienta, a su vez, cerrando el círculo.

Los Auxiliares permanecen de pie, fuera de él)

PSICOPEDA (Muy sonriente): Bueno, bueno, ¿qué les parece si empezamos con un

poco de música? La música, queridos amigos, es un arte de-los-sen-ti-mien-tos. Piensen

en algo hermoso, suelten el lastre que acumulan en sus corazones. ¡Libérense! (Al

Auxiliar 1) ¡Cilantro, dale al play! (A los profesores) ¡Juguemos!

(Suena una conocida canción infantil italiana. El Doctor acompaña el discurso con una

coreografía no menos pueril. Los profesores, aún aturdidos, intentan seguir los pasos

del Doctor)

PSICOPEDA (Gritando por encima de la música): ¡Venga, va, que no se diga! ¡Hay

algún vergonzosillo por aquí! (refiriéndose a Gabriel, que permanece sentado) ¿Come

fa il cane? ¡Bau!, ¡Bau! (Al Auxiliar 2) ¡Estragón, empatíceme al caballero, que está un

poco mohíno! (Cantando) Il coccodrillo come fa…

(Estragón se coloca al lado de Gabriel y despliega un disparatado repertorio de

cucamonas. Gabriel lo contempla, atónito, hasta que empieza a mover la cabeza de un

lado a otro)

PSICOPEDA: ¡Ése es el espíritu! ¡Por algo se empieza, hombre! (Cantando) Si arrabbia

ma non strilla, sorseggia camomilla…. ¡Arrrrrribaaaaaaaa! ¡Bien! ¡Lui mezzo

addormentato se ne va!

(La música concluye)

PSICOPEDA: Bien, bien, estamos echando fuera la energía mala. Fuera, fuera. Pueden

sentarse, amigos, pueden sentarse. (Se sientan todos) Y, ahora que están sentados,

¿cómo se sienten? ¿Bien? Chiste malo, chiste malo. ¡Paranomasia!

(Recitando) Una pica lleva al hombro / porque su suegra le dijo / que ha de ganar por la

pica / lo que perdió por el pico. ¿Comprenden?

Pero, ahora en serio, es muy importante que dejemos atrás las inhibiciones, los

prejuicios, las verdades aprendidas. Rompemos el tabú, rompemos el tabú. Aquí no hay

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físicos, ni lingüistas, ni matemáticos. Nuestra aspiración es ser niños, ¿estamos? Si

retrocedemos al útero materno, mejor que mejor. ¡Nasciturus!

Lo primero que hacemos, si les parece, es presentarnos. Decimos nuestro nombre y

nuestra especialidad, ¿vale? Si alguien quiere contar un chiste, pues estupendo.

Calambures, retruécanos, todo sirve. La risa es curativa. Empiezo yo.

(Puesto en pie, se tapa los ojos con la palma de la mano hacia dentro. Habla con voz

maquinal)

Me llamo Salvador Naranjo y soy Psicopedagogo.

AUXILIARES 1 y 2: ¡Te queremos, Salvador!

(Todos, menos Gabriel, se levantan por turnos e imitan el gesto del Psicopeda. El

Doctor, entretanto, camina de un lado a otro con las manos a la espalda)

LUPE: Me llamo Guadalupe Barrientos y soy Profesora de Naturales. La gente me

llama Lupe.

AUXILIARES 1 y 2: ¡Te queremos, Lupe!

CARMONA: Me llamo Valentín Carmona y soy Profesor de Tecnología. Podéis

decirme Valen.

AUXILIARES 1 y 2: ¡Vale! ¡Te queremos, Valen!

MANUELA: Me llamo Manuela…

PSICOPEDA (Serio): Ya, ya, López Fernández… Usted se ha presentado sola, señorita,

no cabe duda. Nos plantea un reto, créame, pero no se preocupe. ¡Todo va a salir bien!

AUXILIARES 1 y 2: ¡Te quere…! (El Doctor corta a los auxiliares con el gesto de

pasarse el índice por el cuello)

REQUENA: Me llamo Agustín Requena y soy Profesor de Dibujo. Agus, para los

amigos.

AUXILIARES 1 y 2: ¡Te queremos, Agus! ¡Para los amigos!

DOLORES: Me llamo María Dolores Machuca y soy experta en ingles.

AUXILIARES 1 y 2 (Dudan un instante. Dan la réplica, un tanto excitados): ¡Te

queeeereeeeemmmmosssss, Dolores!

PSICOPEDA (Poniéndose de pie y señalando a Dolores como si hubiera descubierto

en ella un talento inencontrable): Ajá, esto buscamos, esto mismo. Desenfado, humor.

Picante, si se tercia. ¡What a funny joke, Dolores, what a funny joke!

DOLORES: ¿Cómo dice?

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PSICOPEDA: ¡El Inglés!... Hermosa lengua… Shakespeare… Madonna… Mr. Bean…

DOLORES: ¿Qué inglés? No, no… ¡Ingles, ingles! Depiladora diplomada. Le hago el

Normal, el Barbeado, la Caribeña…, lo que usted mande. ¡Ah, y manicurera!

PSICOPEDA: ¡Mejor todavía! Nos viene usted al pelo, Dolores. Saberes prácticos al

alcance de todos. ¡De-mo-crá-ti-cos! ¡Qué bueno tenerla entre nosotros, Lola! ¿Puedo

llamarla Lola?

LOLA: Digo…

PSICOPEDA (A Gabriel): Y ya sólo nos queda usted, el señor tímido.

GABRIEL (En una especie de trance): Yo soy Gabriel. Arcángel, Gabriel. Y tu final

está cerca…

AUXILIARES 1 y 2: ¡Te queremos, Grabié! ¡O no!

PSICOPEDA: Muy bueno, muy bueno. Con la Iglesia hemos topado, ¿eh? Pero, en fin,

aquí de religión lo justo, ¿sabe? ¡Escuela Laica! Esto me recuerda… ¿Sabe qué es una

balalaika? ¿No? ¡Una oveja agnóstica! Chiste malo, chiste malo… Venga, va, no se me

enfade, Arcángel, no se me enfade. (Llamando por señas al Auxiliar 1. En voz baja)

Oye, Cilantro, vigílame a éste, que no sé si nos hemos pasado con la dosis o nos hemos

quedado cortos. Venga, atento, ¿eh?, atento. (A Gabriel) Y usted da clases de…

GABRIEL: Filosofía.

PSICOPEDA (Chasquea la lengua): Hmmmm…, un pensador. Un caso difícil, pero

todo tiene arreglo. No se me vaya a venir abajo, ¿eh? Cosas más raras se han visto. (Al

Auxiliar 1) ¿Sabemos algo de este prenda?

AUXILIAR 1 (Hablando al oído del Doctor): Antiguo Cuerpo de Catedráticos, me

parece. Un asunto feo.

PSICOPEDA: Vaya por dios… Pensaba que se habían extinguido. ¿Cómo es posible

que nos manden estos dinosaurios? ¿Se creen que hago milagros? (A Gabriel,

hablándole como si tuviera una severa discapacidad intelectual) Sobre todo, relájese,

¿eh, Gabriel? Tiene que estar usted embotado con tanta Metafísica, hombre de dios.

Pero descuide, que de todo se sale. Fíjese en el Ministro… (Le da unas palmaditas en el

hombro)

(A todos) ¡Estupendo, señores! Ahora que ya nos conocemos quiero que vean algo…

(En la pared del fondo comienza a proyectarse una película antigua. Se ve a un

profesor dando clase ante la mirada atenta de los estudiantes. Banda sonora de música

clásica, suave y ensoñadora. Después de unos segundos, el Doctor congela la imagen y

se vuelve hacia el auditorio. Utiliza un puntero para señalar ciertos detalles que

considera significativos. A cada intervención de los cursillistas, los Auxiliares se

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acercarán a ellos y simularán estar transmitiéndoles energía con el lento movimiento

de sus manos)

PSICOPEDA: ¿Y bien? ¿Qué ven aquí?

REQUENA: Un milagro…

CARMONA: Un montaje…

MANUELA: Un colegio de monjas…

LUPE: Un concertado.

DOLORES: Una visita del Inspector.

GABRIEL (Apocalíptico, señalando al Psicopeda, habla con voz cavernosa): Yo

conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!

PSICOPEDA: Ay, amigos míos, se quedan ustedes en la superficie… (En tono irónico)

Bueno, menos nuestro compañero Gabriel, que tiene mala bebida. (Retomando la

explicación) Lo que aquí vemos es un hombre herido, un individuo enfermo

contagiando su peste emocional a un grupo de alumnos inocentes. Fíjense en la

expresión de su cara… ¡Ese rictus! ¿De qué otro modo explicar la tortura que, sin mayor

escrúpulo, está infligiendo a esos pobres muchachos?

(Carmona levanta la mano, muy diligente. Poco a poco se van reproduciendo los

mismos roles profesor-alumno que veíamos en la película)

PSICOPEDA: ¿Sí?

CARMONA: Está dando la lección.

PSICOPEDA: ¡Frío! Demasiado obvio.

MANUELA: Al día siguiente tienen un examen.

PSICOPEDA: ¡Un examen, dice! ¡Frío, friísimo! ¡Y fascista, si me lo permite!

DOLORES (Motivada): Le gusta mucho hablar.

PSICOPEDA (Exultante): ¡Ah, usted sí que me gusta, Lola! ¡Cómo me gusta usted!

(Los dos Auxiliares asienten. Se acercan a ella e imitan la acción de acunar a un niño).

Va a titular con nota, se lo digo yo, que tengo un ojo cínico para esto.

AUXILIAR 1: Clínico, Milord.

PSICOPEDA: Claro, claro. Pero, Lola, cámbiele el sitio a Gabriel y póngase aquí

delante. Quiero aprender de usted, compartir sinergias, intercambiar fluidos… Venga,

acérquese, no tenga miedo, Lola.

DOLORES: Digo.

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PSICOPEDA (Lúbrico): Está usted caliente, Lola, muy caliente (Los Auxiliares sacan

la lengua y se contonean como un par de sátiros enfebrecidos)

DOLORES (Sorprendida): ¿Cómo dice?

PSICOPEDA: ¡Que se quema, Lola! ¡Se está quemando! (Al resto) ¿Alguien la ayuda?

GABRIEL (Con la mirada perdida, volviéndose hacia el público): Digno eres de tomar

el libro y de abrir sus sellos… (Los Auxiliares se acercan a él y adoptan una postura

pensativa)

PSICOPEDA (Sopesando la respuesta): Ajá. Bien, Gabriel, bien. Vamos espabilando.

Su nueva ubicación le ha tocado el orgullo, ¿eh? (A todos) En efecto: a su manera, el

Arcángel ha puesto el dedo en la llaga. (Corriendo hacia la proyección. Golpeando con

el puntero en la superficie de la pantalla) ¡Este hombre está enfermo de soberbia! ¡Este

hombre se cree en posesión de la verdad! ¡Este hombre es un falso ídolo! (Su voz va

cobrando un tono exaltado, mesiánico, como el de algunos discursos de Hitler). ¡Lejos

de mí la figura de estos profesores fatuos que pretenden instilar en las cabecitas

infantiles de sus discípulos el saber canónico de una casta dominante! ¡Lejos de mí la

arrogancia de quienes se tienen a sí mismos por la única fuente legítima de

conocimiento! (Señalando a Gabriel) ¡Lejos de mí quienes abren un libro! (Acaba

diciendo algo en un alemán incomprensible)

LUPE (A Dolores, en voz baja): ¡Qué bien habla!, ¿eh?

PSICOPEDA (Girándose hacia el lugar de donde procede el murmullo. Dándose

golpecitos con el puntero en la palma de la mano. Voz de serpiente): Vaya, vaya, ¿qué

tenemos aquí? Seguro que quiere compartir con el resto de compañeros algo de vital

importancia, ¿me equivoco? Venga, adelante, Lupe, no se reprima. Suéltelo. Estamos

aquí para liberarnos…

LUPE: No, si yo…

PSICOPEDA (Remedándola): No, si yo… No me pierda el hilo, Lupe, porque más

adelante la cosa se complica. ¿Estamos?

LUPE: Estamos.

PSICOPEDA: Bien, ¿por dónde iba?

REQUENA: Hablaba usted de toros, creo…

PSICOPEDA: Pero, ¿qué dice? ¿Qué toros?

REQUENA: Sí, Doctor, de toros. (Dándoselas de entendido) Habló usted de una casta

Dominante, pero las castas fundacionales del toro de lidia son cinco (contando con los

dedos): Cabrera, Jijona, Navarra, Vazqueña y Vistahermosa… De Dominante, nada.

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PSICOPEDA (Clamando al cielo): ¡Por el amor de dios, cuánta barbarie! ¡Un taurino!

¡Este trabajo no se paga con dinero! Pero vamos a ver, hombre, ¿no ha leído usted a

Marcuse, a Bourdieu, a Foucault? ¡A Marx!

REQUENA: Pues no, pero el Cossío me lo he zampao entero.

DOLORES (Murmurando): Salvaje…

PSICOPEDA (Llevándose las manos a la cabeza): ¡No ha leído usted a ninguno de los

grandes! (A Manuela, que ha levantado la mano tras la anterior intervención del

Doctor) ¿Sí, Manuela?

MANUELA (Ufana): ¿“Lejos de mí quienes abren un libro”…? Eso dijo usted…

PSICOPEDA (Incómodo): Bueno, verá, no todo es blanco o negro, Manuela. Hay

matices, ciertos matices. Depende de qué lecturas. Hay lecturas y lecturas.

MANUELA: Lo encuentro contradictorio. “Y fascista, si me lo permite…”

PSICOPEDA (Buscando una salida): ¡Correcto! El saber es el reino de la contradicción,

querida mía. (A todos) Y, díganme, ¿qué sigue a la contradicción? ¡Exacto! La angustia,

la parálisis…. ¡La infelicidad! (Tratando de esquivar el tema) ¿Es usted feliz, Manuela?

MANUELA: Bueno, yo…

PSICOPEDA (Paternal): ¿Problemas en casa? ¿Problemas en el Instituto?

MANUELA: Alguna cosilla, supongo… Como todo el mundo.

PSICOPEDA (Melodramático): Alguna cosilla… ¿doméstica?

(Silencio)

PSICOPEDA: Ya veo, ya veo… Tiene todo nuestro apoyo, Manuela. (Hace un gesto a

los Auxiliares para que comiencen a aplaudir. El resto, excepto Gabriel, se suma al

aplauso poco a poco)

Mujer y profesora de Lengua, para qué quiere más. ¿Le gustaría que esos problemas

desapareciesen como por arte de magia? (Manuela asiente) Claro, ¿y a quién no? ¿Le

gustaría sentirse liberada, Manuela? (Susurrándole al oído) ¿Le gustaría estar liberada?

(Manuela se lo piensa)

(A todos) ¡Queremos que los niños sean felices! ¡Queremos ser felices! Y para ser

felices hay que olvidar el pasado. ¿Qué contienen los libros, Manuela?

MANUELA: Palabras.

PSICOPEDA: Frío. ¿Lola?

DOLORES: ¿Pasado?

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PSICOPEDA: ¡Las pilla al vuelo, Lola, las pilla al vuelo! Vaya carrera que le anticipo,

amiga mía. Como me llamo Salvador que acaba usted en Torretriana. ¿Lo ven, Gabriel

y Manuela? Ésta es la filosofía. Observen la sonrisa de Lola. ¡Sonría, Manuela, que

tiene usted unos dientes muy bonitos!

(Reanudando la proyección) Este hombre de la pantalla es el pasado, compañeros. Un

fantasma del pasado. ¡Y un fantasma a secas! ¿Qué se habrá creído, con su pizarrita, su

borradorcito, su tarimita, su trajecito?

LUPE: Pero, pobrecillo, si dice usted que está enfermo…

PSICOPEDA (Untuoso): Le honra su compasión por el prójimo, Lupe. Así es. Si este

hombre hubiera conocido las terapias docentes que ustedes disfrutan…. Ah, qué

lástima. Menos mal que viven ustedes en la era del Progreso…

LUPE (Aliviada): Menos mal…

PSICOPEDA: Por eso están aquí. Para curarse.

REQUENA (Preocupado): Pero, Doctor, ¿tan grave es?

PSICOPEDA: Mucho, mucho. Creo que las imágenes hablan por sí solas, ¿no?

¿Quieren ustedes acabar como ese viejo represor franquista?

CARMONA (Encogiéndose de hombros): Hombre, no… Tampoco es eso…

PSICOPEDA: Porque aquí no habrá ningún nostálgico del Régimen, ¿eh?

REQUENA: Así me maten, Doctor. Donde estén una güena manteca colorá y un

jamonsito güeno que se quite el régimen….

CARMONA: Pero qué animal eres, Valentín… El Doctor se refiere al bigotitos.

REQUENA: ¿Qué bigotitos?

CARMONA: Al José Mari, coño.

REQUENA: ¿El Aznar?

CARMONA: Claaaro, primo.

REQUENA: Ah, pues no se preocupe, Doctor… Como le dije, a mí mientras me den

manteca…

PSICOPEDA: Y, ¿para qué está la Unta, Valentín? ¡Para dar manteca, hombre, para dar

manteca! (A todos) Pero, ¿qué les parece si hacemos un descansito? Les propongo que

cerremos esta primera clase tal y como la empezamos, ¿de acuerdo? ¡Allá va! (Como

antes, se pone una mano delante de la cara, simulando llevar una venda en los ojos)

¡Me llamo Salvador Naranjo y estoy enfermo!

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(Suena de fondo una versión de “Il coccodrillo come fa”, ésta vez con una

reverberación fantasmagórica, mientras los profesores secundan el gesto del

Psicopeda. Todos, menos Gabriel, que, desde el proscenio, bendice al público. A un

gesto del Doctor, los dos Auxiliares se lo llevan en volandas por el fondo del escenario.

Cuando la música acaba, los profesores se retiran por la derecha. El Psicopeda, por la

izquierda)

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ESCENA III

(El escenario está dividido en tres escenas simultáneas. A la izquierda, el Psicopeda,

sentado en su despacho, habla por teléfono. A la derecha, los profesores charlan en la

cafetería. En el centro, Gabriel está sentado en una especie de potro de tortura, de cara

al público. Lleva una camisa de fuerza y unos fórceps que le impiden cerrar los

párpados. Flanqueándolo, los dos Auxiliares. Uno de ellos le echa de vez en cuando

gotitas de colirio en los ojos. El otro le da de beber sorbitos de droga emocional por

medio de un rudimentario dosificador. Las escenas se van alternando de tal modo que

cuando una se activa las otras permanecen congeladas)

(Escena 1)

PSICOPEDA: Excelentísimo, ¿cómo andas?... Bieeen, hombre, bien… Todo bien.

¿Cómo vas de lo tuyo? ¿Mejor? Han llegado unas pastillas nuevas que… sí, sí,

cojonudas.

Por aquí, tirando, tú sabes… con este personal… Algún reaccionario, sí. De la vieja

guardia, claro. Ca-te-drá-ti-co… Le estamos aplicando tu método, a ver si… Mira,

Vittorio, yo creo que hay gente que no tiene cura, ¿eh?, desahuciados…. Bueno,

hombre, bueno, hacemos todo lo posible, Consejero. Todo lo posible.

(Escena 2. En la cafetería)

REQUENA: ¿Sabes que el vinito me ha dao como un poco de fatiga?

CARMONA: Peleón, peleón, ¿eh?… ¡Tela! Pero fíjate que a mí no me ha dejao mal

cuerpo ni ná… Vamos, que estoy yo, no sé cómo decirte…

REQUENA: Cashondo…

CARMONA: Hombre, no sé si tanto, pero, en fin… ¡que me he puesto contento!

LUPE: ¿De qué habláis?

CARMONA: De ná, mi arma… Tonterías.

LUPE (Coqueta): Uy, cosas de hombres, seguro…

DOLORES (Entrando en la conversación): Oye, ¡qué simpático Salvador! ¿Eh?

LUPE: Tiene una labia…

DOLORES: Y es muy atractivo…

CARMONA (A Requena): Oye, que éstas también…

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REQUENA: Ya, ya, ya…

MANUELA (A Dolores, con tonito): Parece que tú le has caído en gracia…

DOLORES: Bueno, mujer…

CARMONA: El nota quiere que lo depiles…

REQUENA: Hazle un precio económico, Lola.

CARMONA: ¡Eso, eso!

MANUELA: Machistas…

DOLORES: Bueno, mujer…

MANUELA: Que no, que por ahí se empieza. Y luego la cosa acaba como acaba…

LUPE: ¿Cómo acaba?

MANUELA: Mira, vamos a dejarlo.

CARMONA: Perdona, Manuela, no era mi intención…

MANUELA: ¿Qué? ¿Humillarme?

REQUENA: Pero si nos metíamos con Lola…

MANUELA: ¡Machistas!

CARMONA: Y vuelta la burra al trigo…

MANUELA: ¿Qué me has llamado?

REQUENA: Cuidadito, Agus, que lo mismo nos acusan de maltrato psicológico.

MANUELA: Pero, a vosotros, ¿qué os enseñaron en la escuela?

REQUENA: Lo que tú digas, hija, lo que tú digas.

CARMONA: Venga, tengamos la fiesta en paz, ¿eh?

DOLORES: Pues yo creo que vamos a aprender muchísimo con Salvador.

REQUENA: Hombre, Lola, aprender, no sé… De toros está flojito…

CARMONA: Casta dominante, dice…

REQUENA: ¡El nota!

CARMONA: Es una laguna seria, las cosas como son.

REQUENA: Un error de bulto, compañero.

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LUPE: Bueno, por hacer el cursillo no pasa nada. Todo suma...

MANUELA: … puntos.

CARMONA: Mira: yo, mientras no me quiten las horas de reducción…

REQUENA: No, y otra cosa… El que, desde ya, no tenga el certificado ACATE…

CARMONA: Que se dé por jodido…

LUPE: Oye, ¿y Gabriel?

DOLORES: No sé, pero qué tío más raro, ¿no?

CARMONA: Como un perro verde.

(Escena 3. Una grabación divulga innumerables quejas en las voces de unos niños.

Gabriel ve sus rostros en la imaginaria proyección de una cuarta pared)

NIÑO 1: No sabía que teníamos examen.

NIÑO 2: Maestro, ¿me vas a aprobar?

NIÑO 3: Y esto, ¿para qué sirve?

NIÑO 1: No sabía que teníamos examen.

NIÑO 2: Maestro, ¿qué hay que hacer para aprobar?

NIÑO 3: ¿Hay que estudiarlo todo, Maestro?

NIÑO 1: Dijiste que no haríamos examen.

NIÑO 2: Maestro, apruébame.

NIÑO 3: No entiendo nada, Maestro.

NIÑO 1: Maestro, vámonos al patio.

NIÑO 2: Creía que no entraba en el examen.

NIÑO 3: Es muy difícil, Maestro.

NIÑO 1: Me aburro.

NIÑO 2: Me aburro.

NIÑO 3: Me aburro.

NIÑO 1: … burro… burro… burro…

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NIÑO 2: … burro… burro… burro…

NIÑO 3: … burro… burro… burro…

GABRIEL (Tratando de librarse de la camisa de fuerza. Gritando): ¡Basta, por favor,

basta!

AUXILIAR 1: Es por tu bien, Arcángel. Mira esos niños. ¿No te resultan familiares?

Sus caras, ¿no te dicen nada?

GABRIEL: ¡No los conozco!

AUXILIAR 2: Fíjate bien, Arcángel. No fuiste bueno con ellos.

AUXILIAR 1: Suspendes mucho, Arcángel. Eres muuuuuuy malo. Escúchalos.

NIÑO 1: Maestro, no pongas el examen.

NIÑO 2: ¡Sácanos al patio!

NIÑO 3: ¡Llévanos de excursión, Maestro!

AUXILIAR 1: ¿No se te ablanda el corazón, Arcángel?

AUXILIAR 2: Pobres niños.

GABRIEL: ¡Basta, os lo suplico!

AUXILIAR 1: Chissst... Todavía tienen algo que decirte.

NIÑO 1: Maestro, eres un mierda.

NIÑO 2: En la calle te espero, Maestro.

NIÑO 3: ¡Que no me voy de clase, cojones!

AUXILIAR 1: ¿Ves cómo provocas su ira?

AUXILIAR 2: Alimentas sus frustraciones.

AUXILIAR 1: Arruinas sus esperanzas.

AUXILIAR 1: Los desmotivas.

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AUXILIAR 2: Los acomplejas.

AUXILIAR 1: Los humillas.

AUXILIAR 2: Y reaccionan.

AUXILIAR 1: Y se enfadan.

AUXILIAR 2: Y, ¿sabes por qué se enfadan? Porque se aburren…

NIÑO 1: Me aburro.

NIÑO 2: Me aburro.

NIÑO 3: Me aburro.

NIÑO 1: … burro… burro… burro…

NIÑO 2: … burro… burro… burro…

NIÑO 3: … burro… burro… burro…

(Gabriel se desmaya en la silla)

AUXILIAR 1: Vamos a parar un poquito, que se nos queda.

AUXILIAR 2: Venga, va.

(Escena 1)

PSICOPEDA: Entonces, te esperamos el viernes, ¿no?... Vaaaale. A ver si para ese día

ya te los tengo a punto… Vaaaale. Venga, cuídate, ¿eh? Cuídate. Ciao.

(Enciende un cigarro. Pone las piernas encima de la mesa. Se oye un grito desgarrador

que proviene de la “cámara de torturas”)

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ESCENA IV

(Estamos en la sala principal. El Psicopeda y el profesor Di María ocupan el centro del

escenario. Permanecen de pie, en una posición inmóvil y ligeramente inhumana, como

androides que estuvieran cargando sus baterías. Delante del profesor Di María hay

una mesa. Sobre ella, una tela blanca tapa una serie de objetos de diferentes alturas e

indefinible relieve. Cuando los profesores entran en la habitación, el Psicopeda y el

profesor Di María recuperan la capacidad motriz y sus rostros se animan)

PSICOPEDA: Adelante, adelante. Siéntense, hagan el favor, quiero presentarles a un

invitado muy especial. ¿Qué tal ese cafelito?

CARMONA: Cervecita. El café, para la resaca.

PISCOPEDA: Ah, tunante… (A todos) ¡Muy bien! Si antes hemos dejado atrás el

pasado, en esta sesión quiero que sean ustedes testigos del futuro. Hoy está con nosotros

el profesor Walter Di María, reconocida figura en el campo de la Didáctica

Democrática, Asesor Educativo de la Unta y Doctor Honoris Causa por la Universidad

Franz de Copenhague.

REQUENA (A Carmona, cuchicheando): Con esa cara…

CARMONA: Ya te digo.

PSICOPEDA: El profesor Di María va a compartir con nosotros una buena práctica

docente que le reportó el Primer Premio de la UNESCO a la Innovación Pedagógica.

Comprendo que quizá es demasiado pronto para algunos de ustedes, y que las

estrategias de tan reputado especialista pueden resultarles, ¿cómo decirlo?, demasiado

avanzadas. Si advierten que no pueden seguir sus explicaciones, no se preocupen. Con

el paso del tiempo, lo que hoy les parece inaccesible mañana les resultará tan natural

como el aire que respiran. Tengan en cuenta que el profesor Di María…

DI MARÍA: Decime Walter…

PSICOPEDA. …que Walter es una referencia para todos nosotros. Creo que sólo con

escucharlo saldremos de aquí convertidos en otras personas. Pero lo mejor es que lo

vean por ustedes mismos. Cuando quieras, Walter…

(Aplausos)

DI MARÍA: Gracias, Salvador. En primer lugar, quiero agradecerles su presencia y

manifestarles mi sincera admiración por su talante inconformista. Son ustedes lo que la

sociedad demanda, gente comprometida, gente entusiasta, gente que busca siempre el

modo de superar sus límites. Que son muchos…Confío en que la experiencia que voy a

mostrarles los impulse más allá de sí mismos. Pero sin hacerse daño, ¿eh?

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En segundo lugar, la Escuela, tal y como está concebida, es una especie de cárcel,

este… una prisión llena de esclavos chiquititos y unos señores muy serios que se creen

en posesión de la verdad. Pero, ¿qué verdad?, ¿no es cierto? Pues no, no es cierto que

haya una verdad unívoca, porque la verdad es polimórfica, es polisémica, es

poliédrica… Es…. ¡política!

Y si no hay una verdad, ¿qué es el conocimiento? Pues yo quiero decirles lo que para mí

es el conocimiento: ¡un mito! Hoy la muchachada tiene las redes sociales para ponerse

al día de lo que pasa en el mundo… Ustedes sólo tienen que enseñarles a pescar, y ya

ellos se conducirán del mejor modo. Por la izquierda, a ser posible. Al fin y al cabo, los

niños son los auténticos sabios. Ya lo dijo Mark Twain: “Nunca he permitido que la

escuela entorpeciese mi educación.” ¡Ésta es la clave!

Por eso hay que apostar decididamente por un 4-4-2, jugando por los extremos y con un

doble pivote en el centro de la cancha y…

PSICOPEDA: Esto, Walter…

DI MARÍA: Ah, sí, Salvador, me perdonás, que se me ha ido la cabeza a otro

discurso… No, decía… la escuela tiene que salir a la calle. Y, si no, que sea la calle la

que entre en la escuela… No importa. Así que no esperen que les hable de grandes

teorías ni de severas cuestiones académicas. Yo les traigo a ustedes un saber posible.

Exacto: ¡otro conocimiento es posible! Tanta milonga con aprender logaritmos

neperianos, reyes godos, subordinaciones sintácticas, boludeces… Ya lo ven:

¡subordinaciones! Pura opresión de una élite meritocrática…

Hay que enseñar cosas útiles, cosas que todos puedan aprender, ¿no es cierto? Cosas

que todos puedan manipular con sus propias manos. ¿Con qué, si no? Creo que no es

necesario que les diga lo importante que es para nosotros la manipulación, ustedes se

hacen una idea…

Y acaso tan importante como esta filosofía es disponer de las herramientas tecnológicas

con que implementarla. Hoy, queridos amigos, quiero presentarles una de esas

herramientas. ¡Et voilá!

(Retira la tela blanca que cubría la mesa. Se ve un cuenco de verduras, una botella de

aceite, una botella de vinagre, un frasco de sal y, en el centro, un brillante robot de

cocina)

TODOS: Oooooooooh…

DI MARÍA: En efecto, compañeras y compañeros… Les presento el Guadamix 3.1.

¿Dirían que es un simple robot de cocina?

MANUELA: Pues sí. Yo tengo uno parecido…

DI MARÍA: Pero estoy seguro de que usted lo llena de alimentos…

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MANUELA: Pues claro. ¿De qué si no?

DI MARÍA: Disculpe: su nombre es…

MANUELA: Manuela.

PSICOPEDA: Ló-pez Fer-nán-dez.

DI MARÍA: Comprendo… Linaje de hidalgos, seguramente conquistadores

imperialistas. Una pena… ¿Vos tenés imaginación, Manuela?

MANUELA: Imagino que sí.

DI MARÍA: Pues usála, querida mía… El robot de cocina es un concepto, una metáfora.

MANUELA: ¿De qué?

DI MARÍA: ¿Cómo de qué? Usá la imaginación.

MANUELA: No lo entiendo.

PSICOPEDA: Ya te dije, Walter, que estamos todavía un poco verdes. (A los

profesores) Es otro nivel…

DI MARÍA: A ver, Manuela… ¿Qué cree que voy a hacer con estos ingredientes?

MANUELA: No sé, ¿un gazpacho?

DI MARÍA: Es correcto, pero sólo en términos literales. Con estos ingredientes,

Manuela, yo voy a elaborar una unidad didáctica. ¿No lo cree posible?

MANUELA: Si usted lo dice…

DI MARÍA: Les haré la demostración. Y gratis, ¿eh?

PSICOPEDA: Disculpa, Walter: la unidad didáctica que nos vas a presentar, ¿es de tipo

transversal? ¿Interdisciplinar? ¿Coeducativo? ¿Competencial?

DI MARÍA: Bueno, mirá…. ¡es un gazpacho!

PSICOPEDA: Claro, claro, un gazpacho… Es evidente, es evidente…

DI MARÍA: Noooooo, es broma, che… La unidad trata de las Competencias Básicas en

un espacio dialógico, inclusivo y contextualizado.

(Un Auxiliar aparece mostrando al público un cartel con esta leyenda, como las

azafatas en un combate de boxeo)

PSICOPEDA: Impresionante.

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DI MARÍA: Sí, bueno, este… lo esencial es que el medio centro lleve la manija,

tocando en corto para el media punta y abriendo la defensa con balones en largo a las

incorporaciones de los carrileros…

PSICOPEDA: Profesor…

DI MARÍA: ¿Qué? Ah, sí… otra vez que me fui a la mierda… Disculpá, Salvador, pero

es que tengo abiertos tantos frentes… Estábamos con el gazpacho dialógico, ¿no es

cierto?

PSICOPEDA: E inclusivo.

LUPE: ¡Y texturizado!

DI MARÍA: Pues bien… Lo primero es presentar la unidad a los alumnos. ¿Qué

objetivos queremos alcanzar?

REQUENA: Meter algo en el buche…

DI MARÍA: Claro, ésa es una necesidad primaria que debe ser cubierta… Pero miren

más allá de lo matérico… No es tanto adquirir unos conocimientos como construirlos

desde una perspectiva crítica. Ni el gazpacho es una mera sopa, sino un signo semiótico

del mestizaje entre culturas…

REQUENA: Ah…

DI MARÍA: Desde el proto-gazpacho andalusí a la llegada del tomate americano, qué

relato fascinante para contar a los niños, ¿no es cierto?…

MANUELA: Perdone, profesor. ¿Está usted pensando en una clase de Historia? La

Reconquista, el Descubrimiento de América…

DI MARÍA (Volviéndose hacia el Psicopeda, sorprendido): Este, Salvador… ¿Qué le

pasa a esta mina? ¿De qué pelotudeces habla? (El Psicopeda se encoge de hombros) (A

Manuela) Mirá, Manuela, si querés hacer ideología fundá un partido, pero no intoxiques

a los pibes con arengas colonialistas…

MANUELA: Son hechos históricos…

DI MARÍA: ¿Vos no escuchaste? Los hechos no son, ni históricos ni el orto, los hechos

se construyen. Y, en última instancia, se deconstruyen. ¡Vos querés hacer un gazpacho

xenófobo y totalitario!

LUPE: Gazpacho el que hace mi abuela… Pero un gazpacho normal, ¿eh?, sin cosas

raras.

PSICOPEDA: Lupe: mejor atienda, que va usted por detrás de la clase…

MANUELA: Al menos algo de etimología, no sé…

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DI MARÍA: ¿Etimología? Pero, ¿de dónde salís vos, Manuela? La etimología no se

come… Rompé ese cascarón disciplinar en el que estás reclusa… Acá aprendemos lo

que no se olvida… O sea, nada…

MANUELA: Pero…

PSICOPEDA: Perdón, Walter, si me permites... (A los profesores) Ya les dije que el

profesor Di María va un paso por delante de todos nosotros. Incluso a mí me resulta

difícil absorber la pluralidad de su pensamiento. Comprendo que estén desconcertados,

pero no se impacienten: al final del camino, tendrán su recompensa.

DI MARÍA: Gracias, Salvador. (Coge el libro que está encima de la mesa) Mirá, sobre

este tema tengo escrito un ensayo de seiscientas páginas donde se detallan todas las

implicaciones curriculares. Está escrito en un lenguaje sencillo, no se apuren. Hasta

ustedes podrían entenderlo, aunque sean profanos en metodología porteña. También,

para los más sesudos, al final del libro hay un apéndice maravilloso que relata todos los

River-Boca desde 1955.

PSICOPEDA: Extraordinario.

DI MARÍA: Así que, con su permiso, la justificación teórica se la leen ustedes en casa y

ya la van asimilando. (Se quita la chaqueta y se remanga los puños de la camisa)

En primer lugar, los contenidos: un kilo de tomates muy maduros, sin pelar. Un

pimiento rojo pequeño, un diente de ajo, un trozo de cebolla, vinagre, sal y cincuenta

gramos de aceite.

CARMONA: Y… ¿unos taquitos de jamón? ¿Eh?

DI MARÍA: No diga barbaridades, caballero. ¿Y si hay alumnos de otras confesiones?

¡Eso no es halal! ¡Ni kosher!

REQUENA: No se confunda, ¿eh? Que nosotros no somos neurálgicos del Régimen…

DI MARÍA (Mira al Psicopeda, confuso): Pero, ¿qué régimen? ¿De qué habla este

boludo?

PSICOPEDA: Tranquilo, Walter. Son cosas nuestras…

DI MARÍA: Okay, nada de jamón, ¿estamos? Nuestro gazpacho es multicultural…

PSICOPEDA: Y contextualizado.

LUPE: ¡E intrusivo!

DI MARÍA: Vale, mirá, con la receta ya tenemos solucionada la competencia número

uno, que es…

DOLORES: ¡Competencia en comunicación lingüística!

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(El Auxiliar 2 atraviesa la sala con un cartel semejante al primero)

DI MARÍA: ¡Bravo! ¿Cómo dice usted que se llama?

DOLORES: Puede llamarme Lola…

DI MARÍA: ¡Lola! ¡Qué bello nombre, digno de la belleza de esta tierra!

DOLORES: Gracias, profesor Di María…

DI MARÍA: No, no, decime Walter… Creo que a lo sumo en dos meses se va a ganar

usted un puesto de titular en el once, Lola. En la delantera, desde luego…

(Di María comienza a elaborar su gazpacho. A medida que el Asesor Didáctico

“desarrolla” las Competencias, los dos Auxiliares se alternan para mostrar al público

las respectivas cartulinas)

Pero continuemos: pasamos a introducir todos los ingredientes en el vaso, menos el

aceite… Competencia en la interacción con el mundo físico… Programamos de tres a

cinco minutos a velocidades 5-7-9 progresivo… Competencia matemática… Acá, si

ustedes quieren, cambian “progresivo” por “progresista”, que quizá sea más fiel al

espíritu que nos convoca, ¿no es cierto?

En el momento en que el alumno o la alumna accionan el mecanismo estaremos

hablando ya de Competencia digital… Y seguimos… Incorporamos el aceite y

mezclamos bien con la espátula. Este acto de mezcla, de mixtura, no es sino un símbolo

de la integración cultural en las escuelas del siglo XXI… En este punto, si ustedes lo

consideran pertinente, me añaden “escuelas progresistas del siglo XXI”, un concepto

que los muchachos ya conocen… Esto es lo que se llama feedback, ¿no?… Luego

tenemos, también, Competencia social y ciudadana…

PSICOPEDA: Magistral.

DI MARÍA: Gracias, Salvador. Pero, cuidado, que la cosa se complica. Les leo la

siguiente nota que figura en la receta: “Si desea un gazpacho más emulsionado, ponga el

aceite desde el principio, teniendo en cuenta que el color rojo será de menor intensidad.”

Acá hay dos peligros evidentes que pueden desvirtuar el proceso de enseñanza-

aprendizaje. En primer lugar, ¿quién querría un color rojo de menor intensidad? El

gazpacho tiene que ser de un rojo sin complejos, un rojo convencido… Luego está esa

palabra: “emulsionado”… Una complicación innecesaria… Ustedes pueden alentar a los

chicos a que busquen la palabrita, bien es cierto… Pero nunca en el Diccionario de la

Real Academia, por razones obvias…

MANUELA: Perdón. Y, ¿qué razones son ésas?

PSICOPEDA: Manuela, usted mejor que nadie debería saberlo…

MANUELA: ¿Cómo dice?

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PSICOPEDA (Dando a entender con un gesto los problemas “domésticos” de

Manuela): Walter, explícaselo tú, si eres tan amable… Es delicado.

DI MARÍA: Comprendo… A ver cómo se lo digo sin que se ofenda… La Academia es

una institución patriarcal que denigra a las mujeres porque no respeta el lenguaje… de

género. Me temo que es un asunto que le toca de cerca, ¿no es cierto? Dicho sea lo de

tocar sin ningún ánimo de…

MANUELA (Se pone en pie): ¡Usted desconoce por completo las reglas de la

Gramática!

DI MARÍA: ¡Reglas! ¡Ya salió la disciplina castrense!

MANUELA: ¡Usted confunde sexo y género!

DI MARÍA: Mirá, Manuela, las recomendaciones de la UNESCO son muy claras en

este sentido…

MANUELA: ¡A mí la UNESCO me la trae al pairo! Esto es ridículo… ¡Y me largo!

PSICOPEDA: Manuela, es usted muy libre de abandonar la sala, pero le recuerdo que

de proseguir con esta actitud no le será expedido el Certificado ACATE.

MANUELA: ¿Sabe dónde puede meterse el papelito?

DI MARÍA: Qué grosera…

MANUELA: ¡En el orto!

(Abandona la sala por el lateral izquierdo)

DI MARÍA: Bueno, ¡qué lamentable espectáculo! En fin… Siempre hay quien se resiste

a seguir la dirección adecuada. Pero esto no debe hacerles mella… Si les parece,

acabamos la actividad y nos tranquilizamos con una tapita de este gazpacho dialógico-

inclusivo-contextualizado-multicultural y rojo.

PSICOPEDA: Adelante, profesor… No sabe cuánto lamento este malentendido…

DI MARÍA: Perdé cuidado… Como dicen ustedes, “arrieritos somos….” ¿Por dónde

íbamos?

PSICOPEDA: Creo que iba a hablarnos de la Competencia para aprender a aprender…

DI MARÍA: Por descontado… Los alumnos y alumnas deben recurrir a plataformas

comunitarias donde el conocimiento, aun siendo un mito, se consensúe. Por eso, nada de

sexistas diccionarios decimonónicos… Estimulemos la cultura wiki… (Suena un flash

musical: wiki-wiki…) Exacto…

Por lo demás, en cuanto a la Competencia en autonomía e iniciativa personal, les diré

que este pedagógico gadget tiene una autonomía de nada menos que seis horas sin

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conexión a corriente, lo cual abarca el horario de una jornada escolar, si no me

equivoco…

DOLORES: ¿Y la Competencia artística, Walter? Lo digo porque es un poco mi

campo…

DI MARÍA: ¿Es usted profesora de Dibujo?

PSICOPEDA: Depiladora… Hace la Caribeña.

DI MARÍA: Ah, una destreza encoñable… encomiable. Pues para los artistas tengo una

sorpresa, el truco de prestigio, il piú difficile ancora… Permítanme que sirva el

gazpacho… (Los Auxiliares le acercan unas bandejas con cuencos. Di María va

sirviendo las raciones) Acérquense, tienen que probarlo… (A los Auxiliares) Y ustedes,

si son tan amables, me traen el lienzo…

CARMONA: Venga, Agus, a ver si se me asienta el estómago…

LUPE: Qué rico… Igualito que el de mi abuela… Qué lástima.

REQUENA: Güeno, güeno. Eso sí, unos taquitos de jamón y ya sería perfecto…

(Los Auxiliares acarrean un gran lienzo blanco y lo apoyan en un caballete)

DI MARÍA: Bien, y ahora, con el sobrante, los muchachos pueden dar rienda suelta a su

creatividad. Estoy pensando en una acción tipo performance... en la línea del dripping

painting de Jackson Pollock…

CARMONA: ¿Cómo?

DI MARÍA: Que aproveche… No, digo, que arrojen no más el contenido de sus

cuencos sobre la tela…

DOLORES: Aaaaah…

DI MARÍA: ¡Así!

(Vierte el gazpacho sobre el lienzo, con pose trascendente)

DI MARÍA: Adelante, su turno.

(Los profesores imitan a Di María. Llevados por un impulso atávico, esparcen la sopa,

componen figuras, pasan la lengua por la superficie, ríen compulsivamente)

PSICOPEDA: Genial, sencillamente genial.

DI MARÍA: Por supuesto. Fíjese qué maravilla… Podríamos llamarlo Gazpacho Nº 1.

¿Qué museo no lo exhibiría?

(Mientras los profesores retozan, el Psicopeda y Di María caminan hacia el proscenio

y mantienen una conversación privada)

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PSICOPEDA: Oye, Walter, sensacional, ¿eh? Yo sólo veo un problema…

DI MARÍA: Decime…

PSICOPEDA: El Guadamix este, 3.1…. ¿no es un poquito caro?

DI MARÍA: Noooooo, che… Ya tenemos firmado un acuerdo con una casa alemana.

Nos sale bien de precio, comisiones aparte… El Consejero ya me dijo que quiere uno

por alumno para el próximo año… Un modelo básico… Y ergonómico, vos sabés, que

quepa bien en la mochilita…

Esto es el futuro, Salvador… (Le da unas palmaditas en el hombro)

PSICOPEDA: Cómo lo sabes, Walter, cómo lo sabes…

(De un lateral, sale un balón de fútbol. Llega hasta Di María, que le da unos toques sin

que caiga al suelo)

DI MARÍA: Estoy en forma, ¿eh?

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ESCENA V

(Vemos de nuevo el escenario tripartito de la Escena III. Manuela busca la salida.

Gabriel sigue inconsciente en el potro de tortura. El despacho del Psicopeda está vacío.

En la cafetería, hay un solitario camarero que saca brillo a las copas. Un foco de luz

que parece proceder del suelo, tras la barra, le confiere la apariencia de un espectro)

(Manuela entra en la cafetería)

MANUELA: Disculpe, ¿la salida?

CAMARERO (Imperturbable): No me consta que haya una, señorita.

MANUELA: Perdone, ¿cómo dice?

CAMARERO: Digo que, hasta donde yo sé, no existe una salida.

MANUELA: ¿Me toma el pelo?

CAMARERO: No. ¿Le pongo algo?

MANUELA: No quiero tomar nada, sólo que me indique por dónde se sale.

CAMARERO: Me temo que no dispongo de esa información. Señorita.

MANUELA: ¡No diga bobadas! ¿Cómo he entrado aquí, entonces?

CAMARERO: ¿No lo recuerda?

MANUELA: Ahora que lo dice… no.

CAMARERO: Dígame: si ni siquiera recuerda haber entrado, ¿cómo espera encontrar la

salida?

MANUELA: Para eso esta usted…

CAMARERO: Creo que no me explico con suficiente claridad. No hay salida, señorita.

MANUELA: ¿Cómo que no hay salida? ¿Qué significa eso?

CAMARERO: Significa que no existe porque aún no está aprobada. Pero no se

preocupe, es una simple cuestión de papeleo… Pronto se dará con una solución.

MANUELA: De papeleo, ¿eh? ¿Hay que tener un pasaporte, o algo así?

CAMARERO: ¡Oh no…! No es necesario… Podrá ir y venir libremente, claro está.

Pero sólo cuando aprueben la salida.

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MANUELA: Lo que dice no tiene ningún sentido, ¿se da cuenta?

CAMARERO: Me doy cuenta de que no tiene sentido para usted. Lo que no quiere

decir que carezca por completo de sentido.

MANUELA: Está bien. Usted se aburre mucho y tiene ganas de palique. Le seguiré un

ratito el juego. Póngame un Gin-Tonic.

CAMARERO: Cómo no, señorita. ¿Hendricks?

MANUELA: Mismamente.

CAMARERO: ¿Con una rodajita de pepino?

MANUELA: Lo que sea.

CAMARERO (Mientras prepara la copa): Me alegro de que acepte la situación en sus

justos términos. Es mejor así, créame. Buscar la salida no conduce a ningún sitio.

MANUELA: Ya.

CAMARERO: Acabará usted por acostumbrarse. Hasta es posible que tenga suerte y

den su aprobación en un próximo reglamento.

MANUELA: Próximo, ¿eh? ¿De cuánto tiempo estamos hablando?

CAMARERO: Depende de la prisa que tenga.

MANUELA: ¡Toda!

CAMARERO: Siendo así, me temo que irá para largo. La prisa es mala consejera, no sé

si me entiende…

MANUELA: Sí, es un refrán muy antiguo… O sea, que, según dice, debo tomármelo

con calma.

CAMARERO: Es mi consejo.

MANUELA: Y, dígame, ¿usted tampoco puede salir de aquí?

CAMARERO: Verá, yo soy camarero… Mi convenio estipula la existencia obligatoria

de una salida.

MANUELA: Me está diciendo que usted puede salir y yo no…

CAMARERO: En cierto modo… Aunque mis servicios son altamente valorados en esta

casa y apenas hago uso de mis privilegios.

MANUELA: ¿No se va nunca?

CAMARERO: ¿Le sorprende? Yo, en su caso, me preocuparía de mejorar mis

condiciones laborales.

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MANUELA: Vaya, ahora va a darme lecciones.

CAMARERO: No era mi intención, señorita. Usted es la que ha preguntado.

(Se oye un grito que procede de la “cámara de torturas”)

MANUELA: ¿Qué ha sido eso?

CAMARERO: ¿A qué se refiere?

MANUELA: ¿No ha oído un grito?

CAMARERO: No. Aunque es posible que, del mismo modo que para usted no hay una

salida, a mí me esté vedado oír gritos…

MANUELA: Lo he oído con absoluta claridad. Venía de allí…

CAMARERO: No haga caso… Ese ala del edificio apenas se utiliza.

MANUELA: En fin, debo de estar volviéndome loca.

CAMARERO: ¿Y quién no lo está, hoy en día?

MANUELA: Ya…

CAMARERO: ¿Le gusta el Gin-Tonic? ¿Un poco más de hielo?

MANUELA: No, no, está bien. Gracias.

CAMARERO: Espero que abandone esa ridícula idea de buscar una salida…

MANUELA: No se haga ilusiones. Sólo estoy reponiendo fuerzas.

CAMARERO: Es usted testaruda… Una idealista.

MANUELA: ¡Idealista! Qué gracioso… ¡A su salud!

(Después de un silencio largo)

MANUELA: Oiga… y…, siempre según su peregrina hipótesis… ¿Por qué tanto

problema en aprobar una salida?

CAMARERO: Verá, quizá yo no sea el más indicado para responder a esa pregunta.

Digamos que va más allá de mis competencias…

MANUELA: ¡No! ¡No me hable de competencias, se lo suplico!

CAMARERO: Lo siento, señorita.

MANUELA: No importa… Alguna idea tendrá si pasa aquí tanto tiempo…

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CAMARERO (Inclinándose hacia Manuela, como si quisiera confiarle un secreto

importante): Voy a decirle lo que sé… El problema no es encontrar una salida. El

problema es que hay tantas como seres habitando este planeta.

MANUELA: No le sigo…

CAMARERO (Vuelve a su posición inicial): Los jefes están considerando muchas

opciones. Lo difícil del caso es cómo decantarse por una.

MANUELA: Sigo sin entenderle…

CAMARERO: Bueno, es un asunto que se ha discutido mucho, pero siempre regresan al

punto de partida. Unos dicen que sería mejor salir por aquí, otros que por allá… No hay

manera de que se pongan de acuerdo.

MANUELA: Pero, ¿qué importancia tiene? ¡Es sólo una salida!

CAMARERO: Hmmmm… Creo que es un poco más complicado que todo eso,

señorita. Los argumentos de unos y otros son igualmente respetables, ¿no le parece? En

tal caso, ¿cómo decidirse?

MANUELA: Por puro sentido práctico…

CAMARERO: ¡Ja! Ya le dije que era usted una idealista… ¡Sentido práctico! Lo que

mantiene a nuestra comunidad no es el pragmatismo, señorita, sino el diálogo… Pero

sólo a condición de que éste sea inagotable. Y mejor cuanto más intrascendente.

MANUELA: A eso se le llama cháchara…

CAMARERO: Tal vez, pero deja a todos satisfechos: tanto a los que creen que la salida

es X como a los que opinan que debería ser Z. Aquí, a eso, lo llamamos democracia.

(Se oye otro grito)

MANUELA: Y, ¿ahora? ¿No ha oído ese grito?

CAMARERO: Ya le dije antes que ciertas facultades perceptivas no entran en el cupo

de mis atribuciones. Si ha sido como usted dice, no es algo sobre lo que yo tenga

ninguna capacidad de maniobra… Pero usted sí.

MANUELA: Voy a echar un vistazo. Dígame qué le debo.

CAMARERO: Está invitada, señorita López.

MANUELA: ¿Invitada?

CAMARERO: Su dinero no vale aquí. Órdenes de la casa.

MANUELA: Soy de esa clase de mujeres que quieren saber quién las invita a una

copa…

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CAMARERO: No es un asunto que la concierna, señorita López. Al menos, de

momento…

MANUELA: ¿Cómo sabe mi nombre?

CAMARERO: Está escrito en su acreditación…

MANUELA: Ah, sí…. (Inclinándose hacia el Camarero) ¿Sabe lo que le digo? Que

encontraré la salida y averiguaré de dónde vienen esos gritos. Es más de lo que usted

podrá saber nunca.

CAMARERO: Le deseo mucha suerte, señorita López.

(Manuela abandona la cafetería y da vueltas por el escenario hasta que llega a la

“cámara de torturas”. Gabriel, semiinconsciente, habla en sueños)

GABRIEL: Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

MANUELA: Gabriel, despierta. Tenemos que salir de aquí…

GABRIEL: Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

MANUELA: ¡Gabriel!

GABRIEL: Sus puertas…

(Se oyen unos pasos: son los Auxiliares, que entran por el lateral izquierdo en dirección

a la cámara.)

AUXILIAR 1: Oye, ¿sabes el último de funcionarios?

AUXILIAR 2: No, dime.

AUXILIAR 1: Entra un tío en una panadería, ¿no? A comprar pan, y eso…

AUXILIAR 2: Sí…

AUXILIAR 1: Bueno, pues entra el tío y dice: “Buenos días, ¿me da dos funcionarios?”

Y dice el panadero: “Aquí tiene: sus dos baguetes.” ¿Entiendes? Baguetes…

AUXILIAR 2: Lo pillo. Hablando de baguetes, vamos a ver cómo está el dormilón.

(Manuela se esconde detrás del potro de tortura. Los Auxiliares entran en la cámara)

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AUXILIAR 1: Despiértalo. Tenemos que seguir con la terapia.

AUXILIAR 2 (Dándole a beber un poco de droga emocional): Venga, Arcángel, que ya

falta poco… ¡Arriba!

AUXILIAR 1: Que es por tu bien, hombre…

GABRIEL (Despertando, confuso): ¿Quiénes son ustedes?

AUXILIAR 2: ¿No nos reconoces? Somos Miguel y Rafael, tus colegas celestiales…

AUXILIAR 1: Vamos a devolverte a la luz. Pero antes queremos comprobar que

respondes al tratamiento… Veamos… (Saca un pequeño cuaderno de notas) A la

pregunta Cita tres filósofos empiristas, el alumno X responde: John Locke, Ben Linus y

Eduard Punset. ¿Calificación?

GABRIEL (Al verbalizar su pensamiento sufre dolorosas contracciones, los músculos

se agarrotan, le sobreviene una náusea): Sus…..sus……susspppennnn……

Arrrgggghhhh…

AUXILIAR 2: ¿Estás seguro? Piénsalo bien.

GABRIEL (Desconcertado): ¿Qué me pasa?

AUXILIAR 1: Es normal al principio… Pero vamos mejorando. ¡Ánimo!

AUXILIAR 2: ¡Otra! El alumno Y opina que el materialismo histórico es una teoría

que, básicamente, defiende y justifica la sociedad de consumo. ¿Puede valer?

GABRIEL: ¡Cómo va a valer! Ooooohhhh… Dios mío, ¿por qué me duele tanto?

AUXILIAR 1: Es que no te dejas llevar… Relájate.

AUXILIAR 2: Entonces, ¿dirías que es incorrecto?

GABRIEL: Ssssssss……….. ¡No! ¡Está bien! ¡Está bien! El muchacho pudo

confundirse, es natural… es… comprensible…

AUXILIAR 2: Sí, pero insistes en afirmar que se trata de un error. ¿No será más bien

una peculiar construcción del conocimiento que, como tal, merece ser respetada?

GABRIEL: Nnnnnnnnnnnn………… ¡Sí! ¡Sí! Es una aproximación original, desde

luego, hay un fondo de verdad en lo que dice el chico…

AUXILIAR 1: ¿Lo ves? No era tan difícil….

AUXILIAR 2 (Al Auxiliar 1): Hay que estar seguros… Tenemos que hacerle la prueba

del cero…

AUXILIAR 1: Hmmmm… sí, tienes razón, que luego Naranjo para estas cosas…

Cualquiera lo aguanta.

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AUXILIAR 2: A ver, Gabriel. El alumno Z entrega un examen en blanco. ¿Qué nota le

pones?

GABRIEL (Trata de buscar la respuesta correcta. Duda un instante): Pero, ¿qué nota

quieren que sea…? Un ceeeeee…. Un ceeeeeeeeeee…. Un ceeeeeerrrrrrrr…. ¡Un cinco!

AUXILIARES 1 y 2: ¡Bravo!

AUXILIAR 1: Estupendo, Gabriel. Estamos en el buen camino…

AUXILIAR 2: Vamos, vamos… ¡Un antes y un después!

AUXILIAR 1: Bueno, pues yo diría que está listo, ¿no?

AUXILIAR 2: ¡Cómo listo! ¡Listo de papeles!

AUXILIAR 1: Arcángel, ya puedes decir bien alto que has superado con éxito el

Método Della Shicca…

AUXILIAR 2: Les vas a encantar, te lo digo yo… ¡Qué contento se va a poner Naranjo!

(Los Auxiliares lo desatan del potro, le quitan la camisa de fuerza y se lo echan a los

hombros. Se retiran por el lateral izquierdo. Manuela sale de su escondite. En un

principio, parece que quiere ir tras ellos. Duda. Retrocede. Se sienta en el potro. En el

lado derecho del escenario, el camarero sigue sacando brillo a las copas)

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ESCENA VI

(Sala principal. Unas guirnaldas y un par de centros florales dan fe de que alguien

importante va a hacer acto de presencia. En un lado, hay una vieja pizarra portátil. De

nuevo, un grupo de fotógrafos prepara sus cámaras al fondo del escenario. El

Psicopeda viste ahora traje y corbata. Está subido a un estrado y se agarra los puños

de la camisa, nervioso. Los profesores, a excepción de Manuela y Gabriel, están

sentados en una fila paralela al patio de butacas, como otros asistentes más al acto de

clausura. Los Auxiliares ocupan los flancos del escenario, con las manos a la espalda y

gafas de sol negras. Adoptan una posición de firmes. Cada uno de ellos tiene un

megáfono a sus pies)

(Comienza a sonar el Himno de Andalucía. Por un lateral aparece el Consejero

Vittorio Della Shicca. Se dirige al estrado, lentamente, mientras arrecian los flases. Los

Auxiliares muestran al público unas cartulinas en las que está escrita la palabra

“Aplausos”. El Consejero da la mano al Psicopeda y se dirige a un atril en el que hay

un micrófono y un vaso de agua. Saca un papel arrugado y lee)

CONSEJERO: Gracias, Gracias… (Bebe un sorbo de agua) Queridas amigas, queridos

amigos: Uno de cada cuatro escolares españoles es andaluz… (Asiente varias veces,

como tratando de evaluar la reacción que sus palabras producen entre el público) La

luna en el mar riela, y en la lona gime el viento. Pero esto no hace al caso…

Años de investigación me permiten afirmar que los mejores sistemas educativos son los

mejores. Sé que puede sonar temerario, incluso arrogante, pero es un hecho. Y no lo

digo yo. Lo dice un estudio de la Universidad de Wisconsin y lo dice Eduard Punset,

que es amigo mío. Pocas bromas…

Este descubrimiento nos ha dado que pensar. Hemos puesto en explotación módulos

compensatorios de equilibrio sistémico… Hemos aplicado de forma pionera recursos

sostenibles para tecnologías colaterales… Hemos involucrado a todos los sectores en la

gestión autónoma del inconsciente colectivo… Hemos hecho la de Dios de cosas.

Y es que ha llegado el momento de establecer un horizonte. Ni tormenta ni bonanza mi

rumbo a torcer alcanza. Frente a quienes nos critican, debemos insistir en la misión

pedagógica de hacerles comprender. Esta frase me gusta mucho, leo textualmente: El

primer espacio en que el termómetro de los cambios y avances sociales debe llegar es al

sistema educativo… No, perdón… El primer termómetro en que el avance social debe

cambiar es el sistema educativo…. No, disculpen… (Levantando la vista hacia el

público). Es que es complejo esto, ¿eh? He estado un año pum, pum, pum… El primer

avance consiste en que los espacios sociales lleguen a cambiar los termómetros del

sistema educativo… Bueno, se entiende, ¿no? La idea-fuerza es el horizonte, en

resumen.

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Básicamente, las ancestrales deficiencias de nuestro sistema tienen su origen en el punto

de partida. Esto también es un hecho. Y un asunto que, debo añadir, pasa desapercibido,

pero que yo me he esforzado mucho en, o para, estudiarlo. Siendo así de que la

educación es algo siempre por hacer, o que está por.

Lo importante, si se me antoja, es que estamos abordando tareas que otros países

tardaron cuarenta años en. (Dudando) Me faltan palabras… Me faltan palabras para

agradecer el empeño de quienes están al servicio incondicional de los contribuyentes.

Esto sea dicho sin olvidar que los contribuyentes son los primeros en empeñarse. Y

mucho. Hasta yo me he empeñado… Me he empeñado en llevar la nave educativa hacia

ese horizonte común, queridos amigos y queridas amigas. Bajel pirata que llaman, por

su bravura, el Temido. (Bebe un trago de agua)

He de agradecer al Doctor Salvador Naranjo que haya querido acompañarme en esta

arriesgada singladura. La educación es un asunto que preocupa a todos. (Señalando al

Psicopeda) Y máxime, si me lo permiten, al hombre que tienen ante ustedes. Su

sabiduría en este campo es la mayor garantía de que estamos ante un hombre

profundamente sabio en este campo. Me atrevo a asegurar que esto es afirmable al cien

por ciento. Igualmente, quiero agradecer que le haya puesto mi nombre a un método

pionero de reeducación docente: el Método Della Shicca. Creo que hoy tendremos

oportunidad de comprobar sus secuelas, ¿no es así, Doctor? Desde aquí quiero felicitarle

por los progresos de que he sido informado y que, sin dudar a lugas, constituyen un

estímulo para las generaciones del mañana.

Y, a ustedes, profesores:

En sus rostros descubro que el magisterio del Doctor Naranjo les ha infligido un

beneficio imposible de cuantificar. En cualquier caso, yo les prometo que haremos, con

mucho gusto, el cálculo de los incentivos que les correspondan. Es mi empeño personal

que así sea. Y, como dije, tal empeño lo comparten los contribuyentes a manos llenas y

a pies juntillas.

No me queda más que agradecer al público presente, liberados sindicales y gentes del

Partido, su adhesión ineludible y el que hayan podido desplazarse hasta aquí

sacrificando su jornada de trabajo. Muchas gracias, sinceramente. Pero no quiero irme

sin cerrar este discurso con unas palabras de un simio poeta… De un eximio poeta,

quiero decir: un sevillano universal a quien tanto quiso y a quien tanto debe esta tierra

andaluza nuestra… ésta nuestra tierra andaluza. Nuestra tierra andaluza… ¡Ésa! (Bebe

un sorbo de agua).

Que es la Unta mi tesoro,

que es mi dios la de Igualdad,

mi ley la LEA y el viento,

mi única patria, la Mar.

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Don Luis Cernuda… Muchas gracias.

¡Viva Andalucía!

TODOS: ¡Viva!

(Aplausos y flases. El Psicopeda se acerca al atril)

PSICOPEDA: Muchas gracias al Consejero por estos amables e inmerecidos elogios.

Gracias, sobre todo, por confiar en este proyecto y en el futuro de una Educación

inclusiva e igualitaria. Desde los tiempos del famoso PTR, el Plan Tabula Rasa, no

habíamos tenido ocasión de invertir tal cantidad de recursos en investigación

pedagógica. Llámenlo dinero, si quieren, pero tengan en cuenta que el gasto público no

hace sino redundar en el bienestar de los ciudadanos. Yo, desde luego, lo tengo en

cuenta. Corriente.

El Método Della Shicca es un instrumento para la reeducación de nuestros profesores y

profesoras, queridos amigos y queridas amigas. El docente del Siglo XXI debe

desplazar al viejo didacta de mirada ceñuda y manos manchadas de tiza. Las clases

magistrales, los exámenes, las evaluaciones, los deberes… ¡Prehistoria! El docente del

Siglo XXI es, por encima de todo, un amigo, un igual, un par. Y con un par se puede

hablar de tú a tú… ¡Con un par!

Para transformar el pensamiento de nuestros profesores necesitábamos una acción

contundente al tiempo que persuasiva. Debíamos acabar con esa funesta manía de la

instrucción… Con orgullo les digo que el éxito de nuestra terapia es total y absoluto.

Como prueba de ello, vamos a presentarles el Caso 327, o de cómo un profesor

anticuado y ordenancista se convierte en un educador comprometido con la felicidad de

sus alumnos y alumnas.

Recibamos con un fuerte aplauso a…. ¡Gabriel Arcángel!

(Aplausos. La sala se oscurece. Suena de fondo una música ominosa. El foco sigue los

movimientos de Gabriel, que avanza por el escenario como un animal asustado,

intentando ver el rostro de quienes lo contemplan. Los Auxiliares cogen los megáfonos

y formulan preguntas al profesor)

AUXILIAR 1: Profesor, si es tan amable, diríjase a la pizarra y califique las siguientes

respuestas de examen.

AUXILIAR 2: “Los musulmanes vinieron a la Península escapando de los árabes.”

(Gabriel intenta dibujar un 0, pero su mano sufre un repentino espasmo y traza un 6.

Aplausos)

AUXILIAR 1: “La rana tiene una hendidura cloacal, por la cual emite su típico sonido:

cloac, cloac.”

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(Ocurre exactamente igual que antes. Aplausos)

AUXILIAR 2: “La depuración del agua se hace por los rayos ultraviolentos.”

(Ídem. Gran ovación. La sala se ilumina. El Psicopeda se acerca al profesor, sin dejar

de aplaudir. Cuando llega hasta él, le da una palmada en la espalda y solicita del

público el reconocimiento para su cobaya. El Consejero, desde su silla, se rompe las

manos)

(Por un lateral entra Manuela, que se sienta entre los profesores)

PSICOPEDA: Pues ya lo han visto, queridos amigos y queridas amigas… Hemos

calculado, con un margen de error mínimo, que las cifras de fracaso escolar se reducirán

a cero en los próximos dos o tres años. Un éxito total y absoluto, como les dije. ¡Un

éxito de la Educación Pública!

MANUELA: ¡Farsante!

PSICOPEDA (Tratando de encontrar al saboteador entre el público): ¿Quién ha dicho

eso?

MANUELA: ¡Sádico!

PSICOPEDA (Intentando no perder la compostura): Parece que todavía queda algún

escéptico entre los asistentes… Bien, pues, para deshacer el malentendido, ¿qué mejor

que preguntar al principal interesado?

(La sala vuelve a oscurecerse)

Señor Arcángel: si es tan amable, ¿tendría la bondad de calificar el método al que usted,

voluntariamente, se ha sometido?

MANUELA (Poniéndose en pie): ¡Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no

habrá noche!

PSICOPEDA: Señorita, se lo ruego…

MANUELA: ¡Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche!

(Gabriel empieza, penosamente, a trazar un 0. De fondo, suena la música de “Así habló

Zaratustra: Amanecer”. Muy lentamente, la tiza avanza por la superficie de la pizarra.

La acción y la música se detienen antes de completar la cifra. Todos los presentes

quedan convertidos en figuras estatuarias)

(Por un lateral aparece el Epiloguista, que se dirige al público con las maneras de un

presentador televisivo. Un suave muzak suena de fondo)

EPILOGUISTA: Hasta aquí, estimado público, La (re)educación sentimental. Sin duda,

se estarán preguntando cómo acaba la historia. Quizá es que no acaba nunca, porque la

estupidez es infinita como el trazo de una circunferencia.

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En sus manos está que la función concluya de uno u otro modo. Habrán advertido que

en sus butacas hay un mando con tan sólo tres botones. Si quieren que Gabriel complete

la cifra, pulsen 1. Si, por el contrario, opinan que tal supuesto es imposible y/o

disparatado, pulsen 2. Si desean tener más tiempo para pensar en ello, pulsen 3.

Pero recuerden, amigos: con cada minuto que pasa se arriesgan a que el número de

estúpidos crezca exponencialmente.

¡Muchas gracias!

(Vuelve la luz. Los actores sacan bolsas de confeti y las vacían sobre el público. En la

pantalla se proyecta “El rap de la clase”. Telón)