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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES ESPECIALIDAD EN DERECHO PROCESAL LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS JUECES Y DEL ESTADO EN VENEZUELA ALUMNAS: ARAUJO YANET BERMÚDEZ ROA, HELEN ORTEGA ARAUJO, GINA PARILLI MARIA ALEJANDRA

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

ESPECIALIDAD EN DERECHO PROCESAL

LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS JUECES Y DEL ESTADO EN VENEZUELA

ALUMNAS:

ARAUJO YANET

BERMÚDEZ ROA, HELEN

ORTEGA ARAUJO, GINA

PARILLI MARIA ALEJANDRA

SEQUERA MARIA ISABEL

SUAREZ TORRES YAJAIRA

TERAN ONEIDA

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LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS JUECES Y DEL ESTADO EN VENEZUELA

En el derecho venezolano la responsabilidad civil se aplica a los Jueces,

Conjueces y Asociados de los Tribunales, al Estado, y también al Árbitro que sin

causa legítima se separe de su cargo. La responsabilidad de los Jueces y del

Estado, tienen fundamento constitucional.

El artículo 121 de la Constitución de la República de Venezuela, de 1961

establecía: “El ejercicio del Poder Público acarrea responsabilidad civil por abuso de

poder o por violación de la ley”.

El Artículo 139 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,

del 30 de Diciembre de 1999, establece: “El ejercicio del Poder Público acarrea

responsabilidad individual por abuso o desviación de poder, o por violación de esta

Constitución o de la ley”.

A su vez, el vigente Código de Procedimiento Civil, en su Título Preliminar,

Disposiciones Fundamentales, Art. 18, establece: "Los funcionarios judiciales son

responsables conforme a la ley, de las faltas y delitos que cometan en el ejercicio de

sus funciones."

Respecto del Estado, el Artículo 140 de dicha Constitución de 1999 establece:

“El Estado responderá patrimonialmente por los daños que sufran los particulares en

cualquiera de sus bienes y derechos siempre que la lesión sea imputable al

funcionamiento de la Administración Pública”.

La responsabilidad del Árbitro es legal; establecida en el Art. 615 del Código

de Procedimiento Civil, según el cual: “El cargo de árbitro, una vez aceptado, es

irrenunciable. El árbitro que sin causa legítima se separe de su cargo será

responsable penalmente por el delito de denegación de justicia, sin perjuicio de que

se haga efectiva su responsabilidad civil a través del recurso de queja que consagra

este Código”.

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EL PROBLEMA SOCIAL Y LA RESPONSABILIDAD JUDICIAL:Mauro Cappelletti, trata este tema comenzando con una pregunta: ¿Hay una

responsabilidad judicial como problema común a todas las Naciones?.

Esta es la primera pregunta que debemos contestar. El término "res-

ponsabilidad judicial", es indudablemente ambiguo porque significa tanto el ejercicio

de un poder como la responsabilidad consiguiente. Aun en su primer significado, el

poder involucra no sólo un derecho sino también un deber; es un derecho-deber, de

naturaleza pública, que tienen algunos órganos o personas -tribunales y jueces-

para ejercer la función jurisdiccional de dictar sentencias. Y puesto que hay

principios y normas escritos o consuetudinarios que reglamentan ese derecho-

deber, la consecuencia obvia es que haya una responsabilidad directa de quienes

ejercen esa función, y posiblemente indirecta del Estado, cuando tales principios y

normas son transgredidos.

Hablando en general, -según Cappelletti- el problema de la responsabilidad

de los jueces ante la sociedad es tan antiguo como el mundo. Sin embargo, no hay

interés para nuestro tema en remontarse a su evolución desde los tiempos primitivos

hasta nuestros días, lo cual, en cambio, puede interesarle mucho a los historiadores.

El propósito de esta investigación es más limitado: pretende averiguar si el

antiquísimo y universal problema de la responsabilidad judicial tiene, o puede llegar

a tener un especial significado en nuestro tiempo, y en caso de que así fuese, por

qué. Por eso es que los datos de la historia general no serán analizados, aunque se

les compute implícitamente.

SIGNIFICADO ACTUAL DE LA RESPONSABILIDAD JUDICIAL: "Los jueces ejercen poder. Esto origina su responsabilidad. En una sociedad

racionalmente organizada, habrá equilibrio entre ambos. La amplitud mayor o menor

de la responsabilidad dependerá del poder que se atribuya a cada juez."

Estas palabras del profesor Merriman, John H. confirmadas entre otros por el

juez francés Roger Fabre, ponen certeramente de relieve las relaciones entre los

dos aspectos de la responsabilidad judicial: ésta propiamente dicha y el poder; lo

que proporciona la clave para captar las particularidades del problema de la

responsabilidad judicial en nuestra época.

Primeramente Cappelletti hace referencia a las relaciones. Por supuesto que

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el poder puede aumentar, y a menudo lo hace irresponsablemente. Pero no hay en

eso un cerrado determinismo por el cual a mayor poder corresponda también un

mayor grado de responsabilidad. El poder irresponsable es anormal, o sea, lo que

Merrirnan denomina "falta de organización racional" y que los politólogos llaman

simplemente "autoritarismo," o en los casos extremos, "tiranía".

Como ha dicho el informante italiano, Profesor Trocker, "un poder sin la

condigna responsabilidad es incompatible con el régimen democrático." En una

democracia liberal, a mayor poder habrá mayor responsabilidad, de modo tal que

aumentando aquél aumentará ésta. Ese equilibrio entre el poder y la responsabilidad

es inherente a lo que suele llamarse "sistema de equilibrio de poderes", que de-

pende de la ideología política predominante y de la organización del Estado, lo que

sólo se da en los sistemas "racionalmente organizados" o en las democracias

liberales -punto de vista este último en el cual se basa el Informe de Trocker, es

decir, que el problema de la responsabilidad judicial tiene características peculiares

y su importancia ha aumentado actualmente debido a las mayores atribuciones

otorgadas al poder judicial en numerosos países. Va de suyo -agrega Cappelletti-

que el corolario de esa premisa es que mucho de lo que dirá en la primera parte de

este Informe difícilmente podría ser aplicado a los sistemas jurídicos de los países

que no son ni pretenden ser democracias liberales, ni estar tampoco exentos de

autoritarismo.

Por lo que se refiere a la peculiaridad del problema de la responsabilidad

judicial, basta recordar que una de las características comunes de las sociedades

modernas ha sido el desmesurado crecimiento del poder judicial, como lo vemos en

el informe Belga, que es paralelo, y en muchos países una consecuencia de la

expansión sin precedente del poder político en el moderno Estado "social" o

"promocional", tanto en sus limitadas versiones occidentales ("Estado benefactor")

como en los países socialistas.

LA INDEPENDENCIA Y RESPONSABILIDAD DE LOS JUECES ANTE EL DERECHO NATURAL:

La necesidad de establecer ciertos límites a la responsabilidad judicial sólo

puede ser bien entendida cuando se tiene clara conciencia del valor o de los valores

que con esas limitaciones se tiende a proteger. Así como en el caso de la cosa

juzgada, también el tenazmente defendido principio de la inmunidad judicial lejos de

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ser absoluto y teórico está supeditado a los fines, valores e ideas que las leyes tie-

nen en cuenta de maneras diversas.

El principio fundamental de la inmunidad de los jueces no está ínsito en el de

la cosa juzgada, sino más bien en "la necesidad de garantizar que el juez

desempeñe su función con total independencia. Por eso, la inmunidad judicial tiene

un carácter relativo de lo que es ejemplo el delicado problema de la extensión de

sus límites."

De ahí, pues, que la independencia judicial sea para la mayoría de los

observadores el fin principal de la inmunidad, más precisamente, de cierto grado de

ella. Pero ¿la mayor inmunidad no significa necesariamente también mayor

independencia? A primera vista puede parecer obvia una respuesta afirmativa. No

obstante, si vamos más allá de la superficie, encontraremos que la inmunidad y la

independencia son conceptos ambiguos y multifacéticos, tan relativos como lo es el

de la cosa juzgada.

Sólo a efecto de ejemplificar, recordaremos que el más importante y

tradicional significado de la independencia judicial es la de todos y cada uno de los

jueces frente a los órganos políticos del Estado, especialmente el poder ejecutivo.

Es fácilmente comprensible que el principio de la irresponsabilidad judicial ante las

partes haya prevalecido hasta hace poco tiempo en Francia y otros países, principal-

mente porque la actividad judicial era actividad del Estado ("El rey no puede errar"),

y porque había una relativa dependencia de los jueces respecto del poder ejecutivo

en nombramientos, ascensos, sanciones disciplinarias, entre otros. La

irresponsabilidad de los jueces ante las partes estaba compensada así, en alguna

manera, por su responsabilidad frente al órgano ejecutivo del gobierno. No había,

pues, una necesaria correlación entre la independencia y la responsabilidad judicial.

Puede haber un alto grado de inmunidad respecto de las partes pero no haberlo

ante el gobierno y viceversa, pudiendo ser tan extensa esa responsabilidad que

signifique la total negación de la independencia judicial. Eso era lo que pasaba en

tiempo de Cake: los jueces no eran responsables frente a las partes, "pero había en

Inglaterra una judicatura subordinada al monarca". Durante más de seiscientos años

la judicatura inglesa estuvo sometida al monarca. Por lo general, los jueces

conservaban sus cargos "mientras dure nuestra buena voluntad", norma que fue

cambiada en 1648 en que se estableció el principio "en tanto dure su buena

conducta", pero esto no se concretó legalmente hasta 1701 cuando fue incluido en

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la Ley Orgánica de los Tribunales". La complejidad de los conceptos de

independencia y responsabilidad hace necesario aclararlos.

El valor "último", y la "esencia" de la función jurisdiccional, por así decirlo, es

desde luego una decisión tomada por una persona ajena y no comprometida

(tertium super partes), después que los litigantes han tenido oportunidad de exponer

y defender sus pretensiones, lo cual asegura entre ellos el carácter vinculatorio de la

sentencia por medio de los tribunales.

Durante varios siglos la imparcialidad y la justicia del procedimiento -dice

Cappelletti- han sido vistas como dos principios básicos del derecho natural. He

procurado demostrar en otra oportunidad que esas reglas constituyen los constantes

rasgos distintivos del proceso judicial que lo diferencian de los procedimientos

legislativos y administrativos.

Va de suyo que la justicia y la imparcialidad son conceptos abstractos. Para

que se conviertan en realidad -que nunca será perfecta por la naturaleza misma de

las cosas humanas- deberán mediar muchas circunstancias favorables. Una de ellas

es, obviamente, cierto grado de independencia del juez ante las presiones que sobre

él pretendan ejercerse, sean de los órganos políticos de gobierno (sentido principal y

tradicional), de los grupos de presión públicos o privados, o las que pudieren intentar

en el proceso las partes mismas. De ahí que la garantía de la "inmunidad judicial"

tienda a darle al magistrado una razonable porción de libertad frente a tales

presiones.

Pero la inmunidad y la independencia no deben ser vistas fuera del más

amplio contexto de otros valores que, pese a todo, son muy acreditados hoy día. La

responsabilidad del Estado forma parte del contenido de esos valores. Por eso

repito que la inmunidad es propiamente hablando un problema menos absoluto y

más práctico relacionado con los límites de responsabilidad. Es decir, un problema

de equilibrio del valor "instrumental" de la independencia inter y extra estadal de los

jueces con el tanto antiguo como moderno valor democrático de la responsabilidad.

Porque como de incisiva manera dice el informante italiano: "el privilegio de la

irresponsabilidad judicial no puede ser el precio que se pida a la colectividad a

cambio de la independencia de los jueces." Claro está que todo el problema de la

responsabilidad y de su equilibrio con la independencia judicial debe tender a

asegurar los mejores medios concretos y posibles para hacer efectivos los valores

que en última instancia reflejan los principios básicos del derecho natural: la

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imparcialidad de los jueces y la justicia del procedimiento, y por consecuencia la

más amplia posibilidad de participación democrática en el proceso judicial.

En la práctica las legislaciones adoptan todos o la mayoría de los tipos de

responsabilidad. Pero lo más importante y característico -nos dice Cappelletti- no es

la existencia o inexistencia de varios tipos en una determinada legislación, sino más

bien la manera en que ellos se combinan y las consecuencias inmediatas, mediatas

o marginales de uno u otro tipo. Es posible agrupar las combinaciones de diversas

maneras de modo tal que den las pautas de las tendencias actuales o futuras de

ciertas legislaciones o grupos de ellas.

Hay varios criterios para acuñar una tipología de la responsabilidad judicial.

Formalmente, quizá sea más rigurosa una tipología dual, basada por una parte en la

persona u órgano ante quien se responde, y por otra parte en el órgano o la persona

que debe cargar con la responsabilidad. Basado en este criterio el profesor holandés

H. Winkel distingue en su informe entre responsabilidad "externa" e "interna".

Otro criterio es tener en cuenta la clase de error o violación legal (doloso o

gravemente culposa) de los que haya que responder. Sin embargo, Cappelletti nos

dice que él ha elegido un método más simple y práctico, aunque quizá sea menos

riguroso, por parecerle mayormente adecuado para sus limitados propósitos, -dice-

que puede haber superposiciones y arbitrariedades en la clasificación. Este método

distingue cuatro principales tipos de responsabilidad:

-Responsabilidad política, subdividida en dos tipos principales:

Responsabilidad del juez ante los órganos políticos del gobierno y Responsabilidad

constitucional.

- Responsabilidad popular.

- Responsabilidad del Estado y del juez.

- Responsabilidad personal del juez, escindida en: a) Penal; b) Civil; c)

Disciplinaria. Un subtipo (d) es la responsabilidad resarcitoria del juez cuando el

Estado se ha hecho cargo de la indemnización.

Veamos algunos ejemplos y consideraciones generales que ofrece Cappelletti

sobre cada uno de esos tipos, dejando para la última parte las apreciaciones

comparativas acerca de la combinación de varios tipos y de las consecuencias que

de ellas se derivan.

Responsabilidad política y constitucional del juez y del Poder Judicial:

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A mi modo de ver -dice Cappelletti- este tipo de responsabilidad tiene dos

rasgos distintivos: primero, que se responde ante órganos políticos -el legislativo y el

ejecutivo-, y que se lo hace por procedimientos esencialmente políticos; segundo, y

esto es quizá lo más característico, en principio o al menos no exclusivamente, la

responsabilidad no se basa en violaciones legales, sino en la conducta del

funcionario políticamente evaluada, que incluso puede ser extrajudicial. Quizá sea

en los países del Common Law donde se encuentren los mejores ejemplos de esta

responsabilidad.

Si bien ha caído prácticamente en desuso la posibilidad de que los jueces

como cualquier otro funcionario sean separados por la Cámara de los Lores a

iniciativa de la Cámara de los Comunes, los magistrados de los tribunales superiores

de Inglaterra "pueden ser separados de sus cargos por la Corona a propuesta de

ambas cámaras del Parlamento". La procedencia de esa petición se fundamenta en

que "los jueces conservan sus empleos mientras dura su buena conducta". De ahí

que sólo puedan ser removidos cuando esa condición no se cumple. Entre los

desarreglos de conducta se incluyen "las condenas por delitos graves que hagan

indigno al juez para desempeñar el cargo" como así mismo el ejercicio irregular de la

función, no cumplir con su deber o hacerlo negligentemente." Las decisiones de la

Corona y de las Cámaras son esencialmente políticas, carecen de contenido

jurisdiccional, aunque tenemos noticias de que el procedimiento sancionatorio está

sujeto, en alguna medida, "a los principios del derecho natural". En todo caso debe

tenerse en cuenta que el procedimiento de remoción aunque puede tener un valor

simbólico y ejemplarizador, ocupa prácticamente un lugar bastante secundario en

este sistema. Como ha dicho el informante británico, Dr. Munday: "Muy raramente el

Parlamento ha solicitado la remoción de un juez. Desde 1700 se han presentado

muy pocos casos. Sólo en una oportunidad (1830 ) fue removido un juez en

funciones."

En cambio es mucho menos onerosa y solemne la separación de los jueces

de circuito y de los tribunales de condado, que forman la gran mayoría de la

judicatura inglesa, a quienes no los remueve el Poder Legislativo sino sólo el

Ejecutivo. Según el informe británico, "los jueces de circuito y de tribunales de

condado pueden ser separados de sus cargos por el Lord Canciller en caso de

incapacidad o mala conducta, pero con la garantía del procedimiento judicial porque

su decisión es apelable ante los tribunales. Los jueces de paz (o municipales) son

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removidos por el Lord Canciller como lo crea oportuno. Pero por esa misma facilidad

para separar de sus cargos a los funcionarios más modestos de la jerarquía judicial,

la atribución parece ser sólo excepcionalmente ejercida".

Hasta ahora -dice Cappelletti- me he referido únicamente a la remoción e

indirectamente al procedimiento de acusación en Inglaterra, pero puede decirse lo

mismo de los otros países de Common Law, según los informes que nos han sido

suministrados. Generalmente -agrega- exceptuando a los sistemas de Common

Law, la existencia de una carrera judicial evita las designaciones de jueces por

medio de influencias políticas. No obstante, en muchos países de Derecho

continental-europeo el Poder Ejecutivo ha conservado importantes atribuciones para

fomentar la carrera y el prestigio de los jueces, especialmente en lo que se refiere a

los ascensos, aún cuando la tendencia general tanto en Europa como, por ejemplo,

en Venezuela está orientada hacia la disminución de esas atribuciones. En Francia,

Italia donde esa orientación ha sido llevada al máximo ahora también en España,

conforme a la Constitución de 29 de diciembre de 1978, muchas o la mayoría de

tales atribuciones han sido transferidas a un nuevo órgano, el Consejo Superior de la

Magistratura, integrado mayoritariamente por jueces, elegidos por ellos mismos,

como en Italia, o designados por el Presidente de la República, como en Francia.

Un subtipo de la responsabilidad política es el que he denominado

"constitucional". Contiene los dos rasgos distintivos del tipo "político", antes

mencionado, pero con una importante diferencia: esta responsabilidad se da sólo por

específicas violaciones a la Constitución. En principio, la responsabilidad

constitucional parecería ser una especie de la "legal", más bien que responsabilidad

política, si no fuera porque las violaciones a la Constitución son por su naturaleza

eminentemente políticas, y porque aquella, definida vagamente como "ley suprema",

está librada de las interpretaciones creativas de los órganos políticos o cuasi-

políticos que, al hacerlo, pueden contrariar disposiciones constitucionales. Por eso el

carácter "legal" de esas violaciones es muy borroso. Las conductas que sean

condenables antes política que legalmente, pueden ser incluidas con facilidad entre

las que merecen sanciones por violar la Constitución.

Se pueden mencionar dos ejemplos típicos -dice Cappelletti- el primero es el

juicio político a los jueces federales norteamericanos; el segundo es "la querella

contra los jueces" (Richteranklage) de la República Federal alemana. Ambos

procuran la remoción de los jueces convictos de haber infringido determinadas

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disposiciones constitucionales de cumplimiento imperativo.

En los Estados Unidos pueden ser sancionados mediante juicio político "la

traición, el cohecho y otros delitos más o menos graves," bifurcándose el

procedimiento en dos etapas: la acusación por la Cámara de Representantes, y el

enjuiciamiento, por el Senado. Con metafórico gracejo un autor lo describe

expresivamente así: "a la manera de un cañón de cien toneladas, se necesita un

complejo mecanismo para hacerlo funcionar, una enorme cantidad de explosivo para

que pueda disparar y un amplio blanco hacia el cual apuntar". Sólo nueve jueces han

sido enjuiciados en toda la historia de los Estados Unidos y sólo cuatro de ellos

fueron separados de sus cargos.

La querella contra los jueces "(Richteranklage) de la República Federal

alemana es análoga al juicio político norteamericano, pero está mucho más abierta a

la responsabilidad legal que a la política. El parlamento federal tiene derecho a

iniciar el procedimiento contra un juez a quien se impute haber violado -judicial o

extrajudicialmente- "los principios básicos de la Constitución." Debe hacerse notar

que la acusación tiene que ser interpuesta ante el Tribunal Federal de Justicia

Constitucional, que decidirá por dos tercios de votos. Este tribunal es más bien un

órgano judicial aunque son conocidos el carácter y naturaleza altamente político de

sus funciones. El Dr. Samtleben dice que hasta ahora la "querella contra los jueces"

ha tenido un significado "meramente simbólico"; ningún caso se ha presentado aún

ante el Tribunal Constitucional y que lo que se ha dicho del juicio político

norteamericano es aplicable al alemán; "es un remedio extremo y heroico para ser

aplicado a un funcionario culpable de grave delito político, pero que mal se adapta

para sancionar las transgresiones menores". La pesadez de ese

procedimiento ha sido dispuesta -casi es obvio decirlo como un arma para

defender la independencia judicial. No obstante, puede convertirse en otra, más

pesada aún, para la sobrevivencia del valor “responsabilidad judicial”, si no fuera por

las otras clases de responsabilidades antes referidas.

Responsabilidad popular:Esta responsabilidad difiere del tipo estudiado en la sección anterior -dice

Cappelletti- porque aquí no se es responsable, en principio, ante los órganos

políticos sino ante más imprecisos conjuntos o grupos sociales y últimamente, ante

el pueblo.

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Según se nos informa, el ejemplo más típico está dado por la teoría y práctica

en la Unión Soviética, apoyándose aquélla en LENIN. Como ha dicho un eminente

jurista soviético, el exprofesor Gurvic, de la universidad de Moscú: "de acuerdo a las

directivas de Lenin, para quien el derecho de revocación de los electores constituía

uno de los principios básicos de toda democracia, la legislación soviética previó

desde el comienzo el derecho a destituir anticipadamente a los jueces. En la

actualidad, éstos y los asesores populares pueden ser separados de sus cargos por

voluntad de sus electores si no merecen la confianza de éstos o cometen actos

indignos del honor de ser jueces o asesores populares."

Por lo que a la práctica se refiere, nuestros informantes soviéticos, profesores

VP VOLOZHAIN y VK. PUCHINSKY, nos dicen, algo detalladamente: Que los jueces

y asesores populares tienen la obligación constitucional de: "informar periódicamente

a sus electores o a los órganos que los han elegido. Cada informe es objeto de

debate, durante el cual se puede criticar la actuación judicial. El atraso del despacho,

los errores y deficiencias inexcusables pueden dar lugar a la responsabilidad

judicial." Y en el informe soviético el profesor Gurvic agrega que la "compilación" y

"organización" de los informes periódicos están a cargo del ministerio de justicia de

la URSS. y por supuesto que esos debates pueden desembocar en la revocación.

Para que sea mejor entendido ese deber de rendir cuentas de los jueces

soviéticos, los informantes nos dicen que: "Los jueces populares de los tribunales de

distrito son elegidos por los ciudadanos de la respectiva circunscripción, mediante el

voto general, directo, igualitario y secreto, en tanto que los asesores populares lo

son por los electores en sus lugares de trabajo o domicilio, levantando las manos".

Si bien la Unión Soviética y otros países socialistas de parecida legislación

presentan la más refinada y amplia consagración de los principios de la

responsabilidad popular (o quizá, mejor dicho sociopolítica), no debe creerse que la

revocación sea allí cosa de todos los días; por el contrario, los informantes soviéticos

nos dicen que "la revocación de los jueces es muy rara". Tampoco debe pensarse

que este tipo de responsabilidad sea desconocido en otras legislaciones, aunque en

los países occidentales es menos orgánico, completo y amplio y también,

presumiblemente, menos frecuente.

Los Estados Unidos presentan una solución interesante. Allí, como es sabido,

los Jueces federales son inamovibles, y parece ser, aunque hay algunas disidencias

al respecto, que "el único modo de removerles es por el poco usado y oneroso

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procedimiento del juicio político," que es un típico medio para hacer efectiva la

"responsabilidad política", como vimos en la sección anterior. Sin embargo, varios de

los estados que integran la Unión Norteamericana admiten otro procedimiento para

la remoción de los jueces, llamado "revocación", que entra en el tipo "popular" y que

consiste en "un proceso público por el que un número determinado de personas

pueden proponerse pedir la separación de un juez, convocándose a una elección a

efecto de que decida el voto del pueblo".

Existe también la posibilidad de que los jueces no sean reelegidos en los

Estados en los cuales acceden al cargo por nombramiento pero después de

transcurrido algún tiempo necesitan ser confirmados en comicios. En California hay

una combinación muy interesante de las diversas formas de destitución electoral de

los jueces, lo cual constituye allí un importante problema político. Además, hay en

ese Estado una amplia experiencia de un sistema de procedimiento disciplinario, que

ha de tratarse más adelante.

Otra forma más común de responsabilidad "popular" aunque quizá en este

caso sería preferible llamarla "pública", es la llamada "crítica de la opinión", realizada

especialmente a través de los medios de comunicación masiva, de la literatura y

otros, que son un poderoso instrumento de control en los países que gozan de

libertad de palabra. Implícitamente he de referirme también a la sencillez de los

procedimientos judiciales y a la publicidad de las sentencias, inclusive de los votos

disidentes o particulares que tanta y olvidada importancia tienen en los países de

Derecho continental-europeo. Esa sencillez y esa publicidad son los requisitos

previos para que pueda hacerse efectiva la crítica de la opinión pública. Como

escribió MAX RHEINSTEIN en 1947: "aquellas instituciones que tienden a someter

al poder judicial al examen y control público han demostrado su efectividad.

Aparecen bajo el triple aspecto de la publicidad de los procedimientos judiciales, de

la sentencia y de la ley misma (...) Las sentencias que no interpretan las inconexas

opiniones del pueblo acerca de lo justo y de lo injusto no podrán hacerse efect ivas

(...) De todos los controles de la actividad judicial, el de la opinión pública es el más

eficaz".

Otros se han hecho eco del mismo problema ·-dice Cappelletti-.

Mencionaremos sólo uno de ellos, el juez KAZIMIERZ PIASECKI de la Suprema

Corte de Polonia, quien afirma que además de otras formas de responsabilidad

judicial "existe también la responsabilidad del juez ante la opinión pública y ante sus

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colegas; esta última tiene mucha importancia.

Casi es obvio decir que la efectividad de estos controles informales depende

de muchas circunstancias que cambian en el tiempo y en el espacio. La más

destacada de ellas es, como ya se dijo, la libertad de palabra, "que se relaciona con

el conocimiento del público acerca del profundo significado de la judicatura y de sus

funciones."

Aquí se presenta, con toda claridad, el posible choque de valores entre la

democrática responsabilidad y la independencia judicial. Para escudar a esta última

de intromisiones indebidas, irrazonables y peligrosamente denigrantes, como

asimismo de otros abusos, la crítica de la opinión pública acerca de las actividades

judiciales y de las sentencias, está sujeta generalmente a algunas restricciones, aún

en los países donde la libertad de palabra ocupa un lugar preponderante en la

jerarquía de los valores cívicos y políticos. Tal vez el mejor ejemplo de ese posible

choque y de buscar un aceptable equilibrio entre los mencionados valores, lo da el

célebre juicio seguido al diario Sundey Times, resuelto en 1979 por la Corte Europea

de Derechos Humanos. Creo que este caso es suficientemente instructivo como

para merecer alguna extensa explicación.

Entre 1958 y 1961, la Distillers Company Ltd, fabricó y vendió en el Reino

Unido drogas que contenían "talidornina", especialmente en los sedativos para

mujeres encintas. Varias de éstas, que habían ingerido esas drogas durante el

embarazo, dieron a luz criaturas deformes, por lo cual demandaron a Distillers por

daños y perjuicios, alegando negligencia en la fabricación, industrialización y comer-

cialización de las drogas. Algunos de esos casos fueron resueltos en 1968, pero aún

quedaban muchos pendientes en 1971 cuando Distillers propuso un arreglo,

ofreciendo crear una institución de beneficencia para que.se encargase de las

criaturas deformes, sin admitir su culpabilidad. Esa oferta fue presentada al tribunal,

para su homologación, en octubre de 1972.

Periódicamente aparecían noticias en el Sunday Times sobre la situación de

las criaturas. El 24 de septiembre de 1972 el Times publicó un artículo titulado:

"Nuestros chicos talidominizados, una vergüenza nacional", refiriéndose al convenio

propuesto, criticándolo como "grotescamente desproporcionado a los perjuicios cau-

sados" y emplazando públicamente a Distillers para que hiciese un ofrecimiento

mejor. El artículo anunciaba otro "que se refería a cómo ocurrió la tragedia." El 17de

noviembre de 1972, el tribunal accedió al pedido del procurador general, a efecto de

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evitar la publicación del futuro artículo, fundado en que podía constituir un atentado

contra la autoridad judicial. La discusión del problema llegó a la Cámara de los

Comunes y fue difundida por los medios masivos de comunicación.

Recurrida la decisión judicial, el tribunal de alzada la revocó porque el juicio

estaba "paralizado" y por consiguiente el interés público en un asunto de proyección

nacional debía prevalecer sobre el interés privado de las partes, tanto en juicio como

fuera de él, y que no se había probado ninguna presión ilegal sobre Distillers.

El Times no publicó el artículo para permitir que apelase el procurador general.

Debe hacerse ver que el artículo pudo haberse referido a los argumentos en pro y en

contra de la demanda que imputaba a Distillers negligencia en la fabricación,

distribución y comercialización de las drogas; aunque prestaba mayor atención a la

primera, concluía afirmando: "Allí no hay ninguna clara respuesta". La Cámara de los

Lores hizo lugar a la apelación y dispuso que el tribunal inferior hiciese lugar a la

pretensión de ese funcionario. La Cámara consideró unánimemente que el pleito no

estaba "paralizado" y que las tratativas para un arreglo debían ser protegidas por el

poder judicial de la misma manera que la transacción de un juicio. En tanto que los

Lores interpretaron que en el atentado contra la autoridad del tribunal tenían que ser

equilibrados los intereses públicos en juego, como eran la libertad de palabra y la

independencia del poder judicial para la debida administración de justicia,

discreparon en cambio acerca de la manera de conseguir ese equilibrio. De ahí sur-

gían dos pautas contrapuestas: el principio del "prejuzgamiento", que debía aplicarse

a los artículos tendientes a anticipar la solución de la controversia o inducir a hacerlo

de cierta manera, y la "presión" contenida en la amenaza del periodista para

persuadir a una de las partes a que hiciese algo o se abstuviera de continuar el

juicio.

Ante la sentencia de la Cámara de los Lores, el Sunday Times se presentó a la

Comisión Europea de Derechos Humanos, la cual por ocho votos contra cinco

resolvió que los fundamentos de los Lores de Justicia violaban el artículo 10 de la

Convención, que dice: "Todas las personas tienen derecho a expresarse libremente,

de acuerdo a las formalidades, condiciones, restricciones y sanciones dispuestas por

la ley e imprescindible en una sociedad democrática para resguardar la autoridad e

imparcialidad de la judicatura". En consecuencia, así lo decidió la Corte Europea de

Derechos Humanos por once votos contra nueve.

La mayoría sostuvo que la amenaza del artículo del Sunday Times, que podía

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afectar una correcta administración de justicia, "no era suficientemente grave, desde

el punto de vista social, como para que pesase más que el interés público en la

libertad de alabar". En realidad, la mayoría de la Corte limitó la punición del atentado

contra la autoridad judicial a los artículos "que de manera indudable socaven la

autoridad del Poder Judicial", yendo más allá de los márgenes de interpretaciones

dispuestos por las legislaciones nacionales. Por el contrario, los jueces disidentes

consideraron que los tribunales ingleses habían mantenido íntegramente el equilibrio

de los intereses en juego, y habían garantizado a los jueces nacionales un ámbito

mucho más amplio de apreciación, que sólo debía ser limitado en los casos de

abuso de poder.

De acuerdo con la decisión de la Corte Europea de Derechos Humanos, el

gobierno británico le pagó a la Times Newspapers Ltd, la cantidad de veintidós mil

libras esterlinas en concepto de indemnización. Pero más importante que eso fue

que el gobierno presentó un proyecto de ley para adecuar la legislación a la

sentencia del caso Sunday Times.

Es interesante a los efectos comparativos -observa Cappelletti- comprobar

que la decisión de la mayoría de la Corte Europea, inclinando el platillo de la balanza

a favor de la libertad de palabra, es análoga a la de los fallos norteamericanos de las

últimas décadas. Si bien los tribunales federales y estadales han reiterado desde

hace mucho tiempo su derecho a sancionar como "atentado extra judicial contra la

autoridad" las críticas a sus sentencias, la Suprema Corte de los Estados Unidos, ya

desde la década del 40, ha limitado esa interpretación sólo a los casos de "aquellas

publicaciones que lleguen a crear una seria e inminente amenaza para la atribución

del tribunal de decidir imparcialmente los litigios sometidos a su consideración."

Quizá los especialistas en este delicado tema de los derechos humanos encuentren

extraño que la "norteamericanización" de las tradiciones británicas, en ese sentido,

se deba a un tribunal europeo supranacional.

Responsabilidad del Estado y del juez:La responsabilidad del Estado puede ser exclusiva o solidaria con la del juez -

nos dice Cappelletti-. Un ejemplo de eso es el art. 28 de la Constitución italiana al

cual ya nos hemos referido, esta solución no es muy "protectora", y además, si se

miran las ventajas que pudiera tener la víctima, sería por lo menos psicológicamente

insólito que prefiera litigar contra una persona individual, como es el juez antes que

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hacerlo contra el Estado todopoderoso.

En Venezuela, como hemos dicho antes, el Art. 140 de la Constitución vigente

de 1999, establece que el Estado responderá patrimonialmente por los daños que

sufran los particulares en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión

sea imputable al funcionamiento de la Administración Pública y hasta ahora, no ha

tenido lugar ningún caso de esta responsabilidad del Estado.

La responsabilidad personal del juez:

a) Responsabilidad penal:Poco es lo que puede decirse de este subtipo en una sistematización

comparativa -dice Cappelletti- Me parece que esto sólo es posible cuando se trata

de la responsabilidad civil y disciplinaria de los jueces, caracterizadas por normas

específicas de fondo y forma de muchas y variadas maneras que las diferencian del

derecho común aplicable a la indemnización debida por cualquiera que causa un

perjuicio, y también de las normas generales de responsabilidad funcional que

comprenden a todos los servidores del Estado. El fundamento de esa diferenciación

radica en la naturaleza y funciones del juez y en la ya referida necesidad de

salvaguardar la independencia e imparcialidad judicial, tanto por el menoscabo que

aparejan los juicios civiles como por el posible abuso de las sanciones disciplinarias.

De todo esto resultan las diferencias que hay en una más limitada responsabilidad

civil y disciplinaria de los jueces frente a las normas comunes de responsabilidad

indemnizatoria y a las que regulan específicamente los deberes de los funcionarios

públicos.

Esa generalización no es necesariamente aplicable a la responsabilidad

penal. En varias legislaciones se pueden encontrar normas procesales que se

refieren a causas penales incoadas contra jueces por delitos cometidos en el

ejercicio de sus funciones.

En la Unión Soviética hay una importante limitación procesal a la

responsabilidad de los jueces porque: "los jueces populares y de los tribunales

regionales no pueden ser responsabilizados penalmente sin la previa pérdida de la

inmunidad, dispuesta por el presidium del Soviet Supremo Federal", siendo

necesario el mismo requisito para los jueces de los tribunales superiores de varias

repúblicas autónomas; también es necesario idéntico desafuero por el Soviet

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Supremo o su presídium cuando se trata de los miembros de la Corte Suprema de la

URSS varias otras en las que se tipifican como delitos actos u omisiones propias de

la función judicial, como son la denegación de justicia (Francia, España, Venezuela y

Unión Soviética); y el abuso de autoridad: "La responsabilidad penal por delitos

dolosos cometidos en ejercicio de la función jurisdiccional es una de las más

antiguas y universales garantía. Por otra parte, delitos comunes -como el cohecho-

pueden ser agravados cuando se trata de un funcionario judicial; en efecto,

RHEINSTEIN aporta como pruebas históricas de sanción que "la Ley de las Doce

Tablas disponía la pena de muerte para los jueces corruptos" y que "entre los

aztecas la aceptación de cohecho por un juez merecía la pena capital".

En cambio, el profesor JOHN HENRY MERRYMAN afirma por el contrario,

que los jueces no tienen ninguna inmunidad para no ser civil y penalmente

responsables:

"La responsabilidad penal es específica, tanto teórica como prácticamente.

Desde el punto de vista teórico, los deberes del juez, como tal juez, tanto en causas

civiles como penales, son obligatorios ante el público, no sólo respecto de personas

determinadas, y cuando no existen esos deberes no hay responsabilidad. De ahí

que si el juez no tiene deber ninguno ante las partes de un juicio civil o ante el de -

fensor de una causa penal, no puede incurrir en responsabilidad por incumplimiento

de deberes inexistentes. Sin embargo, los actos del juez pueden contrariar sus

deberes como funcionario, por lo cual será penalmente responsable. Los actos

realizados de buena fe por el juez que no ha violado deber alguno, no son iguales a

los actos del que ha procedido corrupta o maliciosamente, y al que, por eso mismo,

no le alcanza la inmunidad.

En este orden de ideas, la independencia e imparcialidad pueden pretender

es una prudente aplicación pero no la exclusión total de sanciones penales contra un

funcionario judicial que realiza un acto que sería delito tratándose de otros agentes

de la función pública, no siendo admisible que ese delito sea cubierto por la

investidura del magistrado.

b) Responsabilidad civil:El carácter específico de las normas legales sobre la responsabilidad civil de

los jueces frente a la responsabilidad común -dice Capelletti- es más evidente en

Francia, Alemania y Polonia. Como hemos visto, en esos y otros países la

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responsabilidad directa del Estado por actos judiciales, absorbe íntegramente a la

del juez, dando lugar sólo a la acción repetitoria de aquél contra éste. Ya he dicho

que esta solución es una de las más avanzadas y complicadas porque ella mezcla

dos cosas: darle derecho indemnizatorio al damnificado -como forma de

"socialización" o "estatización" del riesgo- y "escudar" a los jueces' contra acciones

persecutorias.

En otros países, entre ellos España e Italia, se ha optado por una solución

distinta la solidaria responsabilidad del Estado y del juez. Esto es peligroso y

restringido porque ambas responsabilidades simultáneas tienen la misma causa,

demostrado por el lamentable caso de Italia, en que las severas restricciones

impuestas razonablemente como "escudos" de la responsabilidad de los jueces son,

por el contrario, innecesarias cuando se trata de la responsabilidad del Estado.

El principal problema de la responsabilidad judicial es el de sus limitaciones,

que están dadas generalmente por el conflicto de valores a que nos hemos referido.

¿Se responsabilizará a los jueces sólo por los errores de hecho, de Derecho o de

ambos? ¿O solamente por violaciones dolosas o culposas en el ejercicio de sus

funciones? ¿Serán demandables ante los tribunales ordinarios? ¿De acuerdo al

procedimiento común o por normas y tribunales especiales?.

Estas y otras preguntas que pudieran hacerse tienen en las diversas le-

gislaciones dispares respuestas. Quizá el ejemplo más ilustrativo de una típica

solución tradicional, que desde luego no es digna de elogio hoy en día, está dado

por lo que sucede actualmente en Italia, donde el sistema que allí rige es muy

parecido al de Francia antes de las reformas de 1872/1979, y que aún prevalece,

con diferencias de detalles, en numerosos países de Derecho continental europeo.

Este sistema tiene las siguientes características principales:

a) Rigurosas limitaciones de fondo. Los jueces italianos sólo responden por

perjuicios debidos a falsedad, fraude o extorsión. Son también civilmente

responsables cuando, sin justificación, rehusaren, omitieren, retardaren o realizaren

por influencias algún acto de su cargo ("denegación de justicia"), como lo establece

el artículo 55, inc, 1 e inc, 2. del Código Italiano de Procedimiento Civil, vigente para

la fecha del XI Congreso Internacional de la Academia Internacional de Derecho

Comparado, reunido en Caracas, Venezuela, desde el 30 de agosto al 4 de sep-

tiembre de 1982, a que se refiere el Informe General de Cappelletti.

Dicho artículo 55, que fue revocado, ahora, la Ley del 13 de abril de 1988,

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trata del Resarcimiento de los daños ocasionados en el ejercicio de las funciones ju-

diciales y responsabilidad civil de los magistrados.

NATURALEZA DE LA RESPONSABILIDAD JUDICIAL

La naturaleza de esta Responsabilidad es la de una acción civil, cuyo objeto

es el resarcimiento de daños que han ocasionado los Jueces, Conjueces o

Asociados de los Tribunales en ejercicio de sus funciones o los árbitros.

En la mayor parte de los códigos modernos, la acción civil contra los jueces

es objeto de especiales disposiciones, las cuales determinan las causas que a las

mismas dan lugar, el procedimiento a que ellas van sujetas, y los efectos que se

derivan.

A esta acción se le ha dado en nuestro derecho diversos nombres, entre

ellos: el de "Recurso de queja," "Juicio de queja," "Demanda de queja."

Nuestro Código de Procedimiento Civil de 1987, en el Libro Cuarto, de Los

Procedimientos Especiales. Parte Primera, de Los Procedimientos Especiales

Contenciosos, su Título IX, trata de "Las demandas para hacer efectiva la

responsabilidad de los jueces en materia civil." (Arts. 829 a 849). Expresión ésta

(Demanda), que en derecho significa: "Escrito en que se ejercita en juicio una o

varias acciones ante el juez del tribunal competente."

Es evidente que esta acción no está dirigida a obtener la reforma o la

anulación de la sentencia; con ella la parte perjudicada demanda el "resarcimiento

de los daños que le ha ocasionado el juez ", no la reparación de la sentencia

pronunciada por el mismo juez; sentencia ésta que es dejada aparte, y conserva su

valor a pesar de que la acción civil sea acogida. La sentencia puede caer, no por la

acción civil propuesta contra el magistrado, sino por la apelación o recurso

propuesto por el vencido. Por eso no es correcto que se llame a este procedimiento:

"Recurso de Queja. "

Sin embargo, en nuestro derecho se ha venido llamando Recurso de Queja a

la Demanda para hacer efectiva la responsabilidad de los jueces en materia civil,

tanto por la Corte Suprema de Justicia, como por los tribunales de Primera Instancia

y Superiores. Veamos algunos casos:

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Una sentencia del Juzgado Superior Tercero en lo Civil, Mercantil y del

Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas con

asociados, del 25 de enero de 1996, trató de "La finalidad del recurso de queja." Y si

bien trató con acierto la finalidad de dicha acción y sostuvo que el Tribunal para

considerar si hay o no méritos suficientes para someter a juicio al Juez, debe

circunscribirse a la revisión de los hechos imputados al mismo, capaces de violar la

ley sustantiva y-de procedimiento o de su abstención denegatoria de justicia, y si la

misma actividad encuadra dentro de las causales taxativas contenidas en el artículo

830 del Código de Procedimiento Civil, no obstante llamó "recurso de queja" al caso,

siendo que, como hemos dicho antes, la palabra "Recurso" en nuestro derecho,

tiende a revocar o a modificar la sentencia por el Tribunal Superior o por la

Casación.

Otra sentencia del 9 de agosto del mismo año 1996, se refiere a cuatro

aspectos del tema: "La procedencia del recurso de queja." "Los daños y perjuicios

en el recurso de queja". "La fianza cuando la empresa demandante está domiciliada

en el exterior." y "La multa por ser temerario el recurso de queja." Como se ve, en

todos ellos el mencionado Tribunal habla de "recurso de queja ".

Además, dicho Tribunal hace referencia a una sentencia de la Corte Suprema

en Pleno de fecha 6-4-95 en la cual se dijo: "En reiteradas oportunidades se ha

establecido que por cuanto el recurso de queja se dirige en lo principal, a la

determinación de la cuestión civil del resarcimiento de los daños y perjuicios, en

consecuencia, se debe explicar el exceso o falta que se le atribuya al Juez contra

quien obra el recurso de queja, y especificar la estimación pecuniaria de los daños y

perjuicios que se le imputan y las causas de los mismos para que la queja tenga

objeto que la pueda hacer admisible conforme a derecho."

En este orden de ideas, la sentencia del Juzgado Superior Primero en lo Civil,

Mercantil y del Tránsito, de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de

Caracas, del 5 de noviembre de 1996, en la cual se menciona una sentencia del Má-

ximo Tribunal, Sala de Casación Civil (Sala Accidental), de fecha 21 de septiembre

de 1989, señala:

"Es así entonces, que el recurso de queja viene a constituir la vía expedita y

única para hacer efectiva la responsabilidad civil de los jueces, sin importar la

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materia de que se trate, es decir, de jueces penales, de menores, tránsito, agrario,

mercantiles y de otras competencias especiales y, por supuesto, los de competencia

civil. Es preciso, además, observar que no por el hecho de que el recurso de queja

esté regulado por el Código de Procedimiento Civil en los artículos 829 y siguientes,

no sea aplicable a jueces de materia distinta a la civil, pues, como ya se expresó, el

recurso de queja sería la única vía expedita para hacer efectiva la responsabilidad

civil de los jueces en materia civil. Por esta razón el recurso de queja es un juicio

especial basado en el interés del Estado de que la justicia se administre con estricta

observancia a la Ley. Dada su trascendencia y gravedad el legislador ha

determinado en forma expresa y taxativa las causales por las que puede invocarse,

estableciendo una serie de disposiciones de ineludible cumplimiento, que son las

contempladas en los artículos 829 a 1849 del Código de Procedimiento Civil"

Con estas referencias, queda probado que los tribunales de justicia, han

considerado las Demandas para hacer efectiva la Responsabilidad de los Jueces,

como un recurso, posición ésta que rechazamos, porque una cosa son Los

Recursos, de los cuales nuestro Código trata en el Libro Primero. Disposiciones

Generales. Título VII. Capítulo I: De la Apelación. Capítulo II: De la Adhesión a la

Apelación. Capítulo III: Del Recurso de Hecho y de la Revocatoria. Título VIII del

Recurso de Casación. Título IX del Recurso de Invalidación; y otra cosa es la

Demanda, de la cual trata el Libro Segundo: Del Procedimiento Ordinario, en su

Título I: De la Introducción de la Causa. Capítulo I De la demanda. Y en el Libro

Cuarto trata: De los Procedimientos Especiales, Parte Primera. Título IX: De las de-

mandas para hacer efectiva la responsabilidad de los jueces en materia civil.

La Demanda es, pues, el acto procesal necesario para la introducción de la

causa, tanto en el Procedimiento Ordinario, como en el Procedimiento Especial; pero

no un Recurso. El Recurso -dice Couture- admite estas definiciones:

- Medio técnico de impugnación y subsanación de los errores de que

eventualmente pueda adolecer una resolución judicial, dirigido a provocar la revisión

de la misma, ya sea por el juez que la dictó o por otro de superior jerarquía.

- Escrito o exposición en el cual el litigante ejercita el derecho de impugnación

correspondiente y formula el petitorio de revisión por.el órgano competente de la

decisión judicial.

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En el Derecho, el significado de las palabras tiene una importancia

fundamental, porque ellas son el instrumento esencial para expresarlo. Por ello,

llamar recurso a la acción que pide hacer efectiva la responsabilidad de los jueces,

no expresa lo que la norma legal llama recurso, que es muy distinto de una

demanda (acción) contra el juez para hacer eficaz su responsabilidad por las

irregularidades u omisiones cometidas por ignorancia o negligencia inexcusables

que han causado daños o perjuicios a la parte querellante. Esto, pues, no es un

recurso, sino una nueva acción, cuyo procedimiento se inicia con la demanda

respectiva. Por ello, es correcta la expresión: Demanda para hacer efectiva la

responsabilidad de los jueces en materia civil, como lo expresa el mencionado Título

IX de la Parte Primera del Libro Cuarto, de nuestro Código de Procedimiento Civil, al

tratar de Los Procedimientos Especiales; y no la expresión "Demanda de queja",

porque la queja, como lo enseña Couture, es la expresión oral o escrita de

disconformidad, acompañada normalmente del pedido de rectificación; y en el caso

que nos ocupa, la demanda persigue hacer efectiva la responsabilidad de los jueces

en materia civil, y no la rectificación de la sentencia por disconformidad del actor con

ella.

El Art. 830 del Código de Procedimiento Civil establece los casos en que

habrá lugar a la queja (Demanda) para hacer efectiva la responsabilidad de los

jueces. Esos casos son los siguientes:

1.- En todos los casos en que la ley declare que no queda a la parte otro

recurso si se hubiere faltado a la ley.

2.- Cuando el Juez o Tribunal haya librado decreto ilegalmente sobre un

punto que no concede la ley apelación.

3.- Por abuso de autoridad, si se atribuyen funciones que la ley no les

confiere.

4.- Por denegación de justicia, si omiten providencias en el tiempo legal sobre

alguna solicitud hecha, o niegan igualmente algún recurso concedido por la ley.

5.- Por cualquier otra falta, exceso u omisión indebidos contra disposición

legal expresa de procedimiento, o por infracción de ley expresa en cualquier otro

punto.

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6.- Por haber el Superior reparado la falta del inferior, cuando se le hubiere

pedido en un recurso legal y no le estuviere prohibido hacerlo.

En todo caso, según el Art. 831, la falta debe provenir de ignorancia o

negligencia inexcusables, sin dolo, y haber causado daño o perjuicio a la parte

querellante. Las faltas que constituyeren delito previsto en el Código Penal u otra ley

especial, no podrán perseguirse sino ante el Tribunal competente en lo penal.

En los artículos siguientes, del 832 al 849, el Código establece ampliamente

las condiciones que debe llenar la demanda para hacer efectiva la responsabilidad

de los jueces en materia civil. A continuación hacemos solamente algunas

interrogantes y resumen de lo establecido ampliamente en dichos artículos:

Art. 832. ¿Cuándo se tendrá como inexcusable la negligencia o la ignorancia

del Juez?

Art. 833. ¿Quiénes pueden intentar la queja (demanda) de que se trata?

Art. 834. Requisito exigido para entablar la queja (demanda).

Art. 835. El término para intentar la queja (demanda).

Art. 836. El Tribunal al cual se dirigirá la queja (demanda) contra los Jueces

de Municipio. y por otra parte, la que se proponga contra los Jueces de Primera

Instancia, y la que se proponga contra los Jueces Superiores.

Art. 837. Los requisitos que debe contener el libelo en que se proponga la

queja (demanda).

Art. 838. El tiempo que tiene el Juez de Primera Instancia, el Tribunal

Superior, ambos asociados a dos conjueces abogados, sacados por suerte de una

lista de doce formada a principio de cada año, y la Corte Suprema de Justicia (hoy

Tribunal Supremo de Justicia), de acuerdo con su Ley Orgánica, en sus casos, para

indicar en decreto motivado, si hay o no mérito bastante para someter ajuicio al

funcionario contra quien obre la queja (demanda), y el efecto que se tendrá si

declararen que no ha lugar a la queja (demanda).

Art. 839. El Tribunal que sustanciará y decidirá cuando se trate de queja

(demanda) contra Jueces de Primera Instancia, de Municipio, y la intentada contra

los Jueces Superiores.

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Art. 840. Lo que debe hacer el sustanciador al siguiente día de recibir el

expediente.

Art. 841. El efecto que tendrá si el acusado no informare dentro del término de

diez días más el término de la distancia de ida y vuelta respecto del lugar del juicio.

Art. 842. La forma en que el Juez extenderá su informe y los instrumentos que

debe acompañar.

Art. 843. Lo que debe hacerse luego de agregado el informe a sus autos. Y la

fijación del juez por el término probatorio a su juicio si alguna de las partes lo pidiere.

Art. 844. La inhibición del Juez acusado cuando estuviere actuando en la

causa, y el momento de realizarla.

Art. 845. Momento de oír el informe de las partes en el plazo que fije el Juez,

y tiempo en que debe sentenciarse. Apelación de la sentencia.

Art. 846. La condena del acusado si hubiere lugar a la queja (demanda), a

resarcir al querellante los daños y perjuicios probados en autos, derivados de la

falta, y que fueren estimables en dinero, según el prudente arbitrio del Tribunal, el

cual fijará el monto. Casos en que la falta fuere grave o gravísima y medidas que

debe imponer el Juez en cada caso, además de las costas que impondrá al

acusado.

Art. 847. Imposición de las costas al querellante si la sentencia fuere

absolutoria; y multa que se le impondrá si la queja (demanda) apareciere

manifiestamente infundada.

Art. 848. Declaración de improcedencia de la queja (demanda) si a juicio del

Juez el motivo de ella constituye delito.

Art. 849. La sentencia que se dictare en el recurso de queja (demanda) no

afectará en manera alguna lo juzgado en el asunto civil al cual se refiere la queja

(demanda) debiendo abstenerse el Tribunal sentenciador de mezclarse en él. Pero

en el juicio se admite el Recurso de Casación, si hubiere lugar a él, sólo cuando no

hubiere intervenido la Corte Suprema de Justicia (hoy Tribunal Supremo de Justicia).

El Profesor Arminio Borjas, bajo la vigencia del Código de Procedimiento Civil

de 1916, nos decía que si los jueces no participaran de las debilidades de los demás

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hombres, y fuesen íntegros infalibles, serenos, y puros como la justicia misma que

están obligados a impartir, jamás perjudicarían a las partes con la culpable

parcialidad de sus fallos y de sus procedimientos, y no habría necesidad de dar a

éstos un recurso legal para hacer efectiva la responsabilidad de aquellos. Y nos

recuerda el dicho de Mattirolo: "Ojalá pudieran repetirse universalmente, pero no con

un vano alarde de virtud, sino como verdad edificante las palabra del relator Bellot

con referencia al Código Ginebrino": La acción contra los jueces no tiene ejemplos

en nuestros fallos judiciales.

LA LEGITIMACIÓN ACTIVA Y PASIVA PARA LA DEMANDA DE RESPONSABILIDAD JUDICIAL:

Sobre la legitimación activa, el Profesor Arminio Borjas, haciendo referencia a

los Arts. 711 y 712 del Código de Procedimiento Civil de 1916, expresa: "Solo la

parte perjudicada puede intentar la queja, aún cuando la falta haya sido cometida en

asunto de Jurisdicción Voluntaria. El legislador patrio no ha adoptado la doctrina

extranjera que permite a los terceros perjudicados el ejercicio de dicha acción."

Las mencionadas disposiciones del Código -expresa Borjas- determinan

cuáles personas y en qué circunstancias pueden intentar la acción civil de queja; y

en armonía con los principios generales de derecho común y con los especiales que

gobiernan en la legislación patria la mencionada acción, no acuerdan tal derecho

sino a la parte perjudicada o a sus causahabientes, es decir, a la persona que haya

gestionado por sí como postulante, si la falta acusada hubiere sido cometida en un

asunto de jurisdicción voluntaria, o intervenido como litigante, si se hubiere incurrido

en ella enjuicio contradictorio. No es necesario, en efecto, un asunto contencioso

para que la actuación culpable del Juez empeñe su responsabilidad, porque dicho

magistrado es responsable de las faltas cometidas en el desempeño de su

ministerio, y tanto son de su oficio las funciones de la jurisdicción contenciosa, como

las de la voluntaria.

TIPOS DE RESPONSABILIDAD DE LOS JUECES EN VENEZUELA:

La ex Magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Josefina Calcaño de

Temeltas, en su estudio sobre "La Responsabilidad de los Jueces en Venezuela",

publicado en 1982, sostiene que hay tres tipos de responsabilidad judicial:

La Responsabilidad Civil, que es la que recae sobre los jueces o

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magistrados, cuando éstos, en el desempeño de sus funciones, causan un daño o

perjuicio a la parte querellante infringiendo las leyes por negligencia o ignorancia

inexcusables, sin dolo. Esta responsabilidad, no excluye la responsabilidad civil

ordinaria prevista en el Código Civil que recae sobre cualquier ciudadano por el

hecho de haber causado un daño o perjuicio a un particular, esto es, fuera de todo

proceso.

La responsabilidad penal o criminal, que es la que surge por acción u

omisión dolosa o culposa del juez o magistrado judicial en el ejercicio de su actividad

jurisdiccional.

La responsabilidad disciplinaria, que consiste en la obligación que tienen

los jueces o magistrados judiciales de responder por su conducta o por mal

desempeño en el ejercicio del cargo."

Como es sabido, los orígenes de la acción civil contra los magistrados son

antiquísimos. Para no decir sólo de los Romanos, debe recordarse que según las XII

tablas era condenado a muerte el judex o el arbitrer que resultase reo de corrupción

en ejercicio del propio oficio.

En la mayor parte de los códigos modernos, la acción civil contra los jueces

es, pues, argumento de especiales disposiciones, las cuales determinan: las causas

que a las mismas dan lugar, el procedimiento a que ella va sujeta, y los efectos que

se derivan. El legislador francés y el belga, siguiendo la tradición romana (Judex

litem suam facit), han dado a esta acción el nombre de prise á partie; al contrario el

legislador sardo y el italiano, poniendo su atención más a la esencia que al origen

histórico de la institución, la llaman simplemente azione civile.

Era necesario pues que el Código de Procedimiento Civil diera nombre

especial a la acción de que se trata, porque algunas doctrinas y jurisprudencias la

llaman distinto: juicio de queja, recurso de queja, demanda de queja.

El Código de Procedimiento Civil francés y varios otros -nos dice Luigi

Mattirolo- entre los cuales recordaremos especialmente los dos códigos Sardos,

tratan, bajo el título "de los medios para impugnar la sentencia, de la acción civil

propuesta contra los jueces y los oficiales del Ministerio Público ", los cuales son por

ley destinados a responder de los daños que en el ejercicio de sus funciones han

ocasionado a los privados.

Este sistema según el cual dicha acción es considerada como un remedio

directo contra la sentencia, es doblemente erróneo -dice Mattirolo- por lo siguiente:

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1.- Esta acción no es en nada dirigida a obtener la reforma o la anulación de

la sentencia; con ella, la parte perjudicada demanda el resarcimiento de los daños

que le ha ocasionado el juez, no la reparación de la sentencia pronunciada por el

mismo juez; sentencia que es dejada aparte, y conserva su valor a pesar de que la

acción civil sea acogida.

Indirectamente podría suceder que el dolo del juez fuese causa de que la

sentencia fuese anulada; y esto cuando resulte acertado que la sentencia fue el

resultado de una colusión dolosa entre una de las partes y el juez; pero en este

caso, la sentencia caería, en fuerza, no ya por la acción civil propuesta por el

vencido contra la parte que permanece victoriosa, y que es culpable de dolo.

2.- Conviene advertir -dice Mattirolo- que la acción civil de la cual estamos

tratando, compete, en los casos designados por la ley, no solo para los daños

derivados de una sentencia, sino también para todos aquellos provenientes de otros

hechos que sean imputables a los jueces o a los oficiales del Público Ministerio en el

ejercicio de sus funciones.

Ha hecho bien el legislador italiano -agrega Mattirolo- de tratar de esta acción

en sede diversa de aquella relativa a los medios para impugnar la sentencia, o sea,

en procedimientos especiales, que forman el objeto del Libro Tercero del Código.

Así lo ha establecido también nuestro país, en el Código de Procedimiento

Civil de 1987, en el Libro Cuarto, Parte Primera: De los Procedimientos especiales

contenciosos, Título IX. De las demandas para hacer efectiva la responsabilidad de

los Jueces en materia civil, esto es, el resarcimiento de los daños que ha ocasionado

el juez; y como lo establece el Artículo 831 de dicho Código, en todo caso, la falta

debe provenir de ignorancia o negligencia inexcusables, sin dolo, y haber causado

daño o perjuicio a la parte querellante. Las faltas que constituyeren delito previsto en

el Código Penal u otra ley especial, no podrán perseguirse sino ante el Tribunal

competente en lo criminal.

Del mismo modo, según el Artículo 832, se tendrá siempre por inexcusable la

negligencia o la ignorancia cuando aún sin intención, se hubiere dictado providencia

manifiestamente contraria a la ley expresa, o se hubiere faltado a algún trámite o

solemnidad que la ley misma mande observar bajo pena de nulidad.

Otras exigencias establece el Código de Procedimiento Civil para intentar la

queja (demanda), una de ellas la expresa el Artículo 834, según el cual: "No podrá

entablar la queja (demanda), quien pudiendo hacerlo, no haya reclamado

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oportunamente contra la sentencia, auto o providencia que haya causado el

agravio." (Oportuno recurso de apelación).

Ni tampoco, cuando no se cumpla el término para intentar la queja

(demanda), que es de cuatro meses, contados desde la fecha de la sentencia, auto

o providencia firme que haya recaído en la causa y en que se funde la queja

(demanda), o desde el día en que quede consumada la emisión irremediable que

haya causado el agravio.

LA DEMANDA PARA HACER EFECTIVA LA RESPONSABILIDAD DE LOS JUECES EN MATERIA CIVIL:

En el vigente Código de Procedimiento Civil venezolano de 1987, esta

demanda como hemos dicho, es un Procedimiento Especial Contencioso de que

trata el Libro Cuarto, Parte Primera, de los Procedimientos Especiales Contenciosos,

Título IX. Y se encuentra limitada a la materia civil.

Algunos autores y códigos, llaman a este procedimiento especial:

"La queja para hacer efectiva la responsabilidad civil de los Jueces en materia

civil "; y así lo llamaba nuestro Código de 1916. El Código de 1987, no se refiere

solamente a los Jueces, sino también a los Conjueces y Asociados de los

Tribunales. En el artículo 829 establece: "Podrá intentarse demanda contra los

Jueces, Conjueces y Asociados de los Tribunales en los casos del presente Título,

de conformidad con las disposiciones en él contenidas".

Algunos vienen censurando la institución de la acción civil contra los jueces,

considerándola perfectamente inútil, porque: o el hecho del juez que produce daño

al privado reviste a cargo de su autor el carácter de delito, y a este caso provee la

ley penal, la cual declara que del delito nacen dos acciones, una penal y otra civil, y

gobierna el ejercicio o determina los efectos de ambos; o bien el hecho del

magistrado, si bien no sea delito nada importa, según los principios generales que

regulan la responsabilidad civil, la obligación en su autor de resarcir al perjudicado;

ya eso provee bastante el generalísimo principio declarado en el Art. 1151 del

Código Civil. En conclusión, por tanto, no había necesidad de nuevas y especiales

disposiciones; bastaba aplicar la norma y los principios del ius commune, penal o

civil que gobiernan la competencia al procedimiento.

A continuación señalamos algunas sentencias relacionadas con el Juicio de

Queja:

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Sentencia del 20 de abril de 2009 (TSJ – CASACIÓN CIVIL) G.P

Quintero y otros en Acción de Queja. Expediente Nº AA20-C-2009-000091-

Sent. Nº 00210. Ponente magistrado Yris Armenia Peña Espinoza.

Jurisprudencia Ramírez y Garay, tomo CCLXII, Nº 1888-09. La competencia para

conocer las demandas de queja contra un Juez de Primera Instancia o un auxiliar de

Justicia, le Corresponde al Juzgado Superior de la Respectiva Circunscripción

Judicial y no a la Sala Civil.

Ahora bien, el artículo 839 del Código de Procedimiento Civi l,

establece lo siguiente:

  “…La queja contra los Jueces de Primera Instancia, de Distrito o

Departamento y de Parroquia o de Municipio se sustanciará y decidirá

por el Tribunal Superior de la Circunscripción, con asociados; y la

intentada contra los Jueces Superiores por la Corte Suprema de

Justicia, de conformidad con su Ley Orgánica…”.

             De acuerdo con la citada norma, debe entenderse que el recurso

de queja formulado contra un Juez de Primera Instancia, deberá ser

sustanciado y decidido por el Juzgado Superior de la respectiva

Circunscripción Judicial, con asociados; y el ejercido contra el Juez

Superior por el Tribunal Supremo de Justicia, de conformidad con su

Ley.

             Ahora bien, conforme a la disposición up supra trascrita, se

desprende la manif iesta incompetencia de esta Sala de Casación Civil ,

para conocer de la acción de queja interpuesta por el abogado Henry

Jaspe Garcés, contra el Juez Temporal del Juzgado Cuarto de Primera

Instancia en lo Civi l, Mercanti l y del Tránsito de la Circunscripción

Judicial del Área Metropolitana de Caracas, abogado Ángel Vargas

Rodríguez, y el auxil iar de la administración de justicia, Síndico

Provisorio de la quiebra de VIASA, abogado Gabriel Montiel; púes en

aquellos casos en los que se presenta demanda de queja contra un

juez de primera instancia o un auxil iar de la just icia, la competencia

funcional exclusivamente le corresponde al Juzgado Superior de la

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respectiva Circunscripción Judicial, por ser el órgano judicial facultado

para conocer de tal acción.

              En consecuencia, esta Sala de Casación Civi l declara que la

prenombrada acción fue propuesta ante un órgano incompetente,

motivo por el cual, declina la competencia para conocer de la presente

demanda de queja ante el Juzgado Superior Distribuidor en lo Civi l ,

Mercanti l y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área

Metropolitana de Caracas. Así se decide.

Exp. Nº 2000-581- Sent Nº 00115. Ponente magistrado, Dr. Levis Ignacio

Zerpa Jurisprudencia Ramirez y Garay, tomo CCLXI, Nº 1693-09, c) El haber

admitido la secretaria su descuido, y el incumplimiento de sus funciones, no exime al

Juez de su responsabilidad, al ser negligente en la Supervisión de las Actuaciones

realizadas por el Personal a su Cargo.

“En lo que respecta al vicio de falso supuesto de derecho, la Inspectoría

General de Tribunales denunció que la Comisión de Funcionamiento y

Reestructuración del Sistema Judicial aplicó erradamente la ley al subsumir los

hechos en la causal de suspensión del cargo contenida en el numeral 5 del artículo

39 de la Ley de Carrera Judicial, publicada en la Gaceta Oficial Extraordinaria N°

5.262 de fecha 11 de septiembre de 1998, que establece que “Los jueces serán

suspendidos de sus cargos por las causas siguientes: (…Omissis…) 5. Cuando

observen una conducta censurable que comprometa la dignidad del cargo o le

hagan desmerecer en el concepto público”, cuando lo procedente era aplicar la

sanción de destitución contenida en los numerales 2, 11 y 13 del artículo 40 de la

Ley de la Carrera Judicial, a saber:

“Artículo 40. Sin perjuicio de las responsabilidades penal y civil a

que hubiere lugar, los jueces serán destituidos de sus cargos,

previo el debido proceso, por las causas siguientes:

2. Cuando atenten contra la respetabilidad del Poder Judicial, o

cometen hechos graves que, sin constituir delitos, violen el

Código de Ética Judicial, comprometan la dignidad del cargo o le

hagan desmerecer en el concepto público.

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11. Cuando infrinjan las prohibiciones o deberes que les

establecen las leyes.

13. Cuando hagan constar en cualquier actuación judicial hechos

que no sucedieron o dejen de relacionar los que ocurrieron”.

Visto los hechos antes apreciados, esta Sala considera que si bien la

Secretaria del Tribunal admitió su responsabilidad en la omisión y constituye un

deber del Secretario y no del Juez, según el artículo 107 del Código de

Procedimiento Civil, dar cuenta inmediata a los jueces o al Presidente del Tribunal

de los actos, diligencias o escritos que presenten las partes, agregándolos al

expediente y estampando la firma, fecha y hora, no es menos cierto, que el Juez es

el funcionario judicial designado para presidir el Tribunal y como director del proceso

está en la obligación de revisar todas y cada una de las actuaciones que se

produzcan.

El Juez como rector del proceso debe velar por el orden, la transparencia y el

acatamiento irrestricto de las normas dentro del Tribunal a su cargo, ello comprende

vigilar el desempeño de los funcionarios judiciales en el cumplimiento de las tareas

que le son asignadas, así como la actuación de las partes y sus representantes

dentro de las distintas etapas del proceso, todo lo cual garantiza una correcta

administración de justicia.

En consecuencia, el haber admitido la Secretaria su descuido y el

incumplimiento en sus funciones, no exime al Juez de su responsabilidad, ya que

por un lado fue negligente en la supervisión de las actuaciones realizadas por el

personal a su cargo, y por el otro, en ignorar la omisión de la funcionaria durante el

examen de la causa.

En este último punto, se advierte que en caso de haber observado la

existencia en el expediente de la diligencia de fecha 27 de enero de 1997, el Juez

hubiese podido constatar que las documentaciones mencionadas en dicha diligencia

no se habían agregado a los autos y seguidamente proceder a indagar las causas

de ese hecho. Ello en efecto demuestra que el Juez al momento de decidir el fondo

del asunto planteado no realizó el análisis exhaustivo de las actas cursantes al

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expediente, limitándose a afirmar que la parte demandada no había promovido

pruebas y por tanto, no existían elementos probatorios a ser valorados.

A juicio de esta Sala, la actuación del Juez en la tramitación de la causa

devela una conducta censurable, susceptible de generar incertidumbre en los

justiciables e inseguridad jurídica, al tratarse de un comportamiento contrario al

cumplimiento de sus funciones y a la buena marcha del tribunal que comprometen la

dignidad del cargo y lo hacen desmerecer en el concepto de la sociedad, por lo que

se configura el ilícito disciplinario contenido en el numeral 5 del artículo 39 de la Ley

de Carrera Judicial.

No obstante, pese a ser una conducta censurable, no resulta lesiva  al 

resguardo del orden público, a las buenas costumbres y el respeto hacia los demás,

que atente de modo grave contra la respetabilidad del Poder Judicial,  y que haga

merecedor al Juez de la sanción de destitución con base en el numeral 2 del artículo

40 de la Ley de Carrera Judicial, como fue solicitado por el Inspector General de

Tribunales.

Asimismo, no encuentra esta Sala subsumida la conducta del Juez en la

causal prevista en el numeral 13, del artículo 40 eiusdem que es del tenor siguiente:

“Cuando hagan constar en cualquier actuación judicial hechos que no sucedieron o

dejen de relacionar los que ocurrieron”. En relación a este ilícito el Inspector General

de Tribunales adujo que el Juez dejó de relacionar en la sentencia un hecho que

sucedió como es que la parte demandada sí había promovido pruebas. Al respecto,

se observa de la declaración rendida por la Secretaria del Tribunal, así como de las

actas cursantes en autos, que no existen elementos suficientes que hagan presumir

a esta Sala que los documentos probatorios sí se habían consignado y que en

consecuencia, reposaban en el expediente.

Finalmente, en lo que atinente a la causal establecida en el numeral 11 del

artículo 40 de la Ley de Carrera Judicial: “Cuando infrinjan las prohibiciones o

deberes que les establecen las leyes”, se trata de una disposición genérica, que ya

se halla subsumida en el ilícito disciplinario en el incurrió el Juez, contenido en el

numeral 5 del artículo 39 eiusdem.

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Es importante destacar que aun cuando el Juez suspendido incurrió con su

actuación en un hecho generador de responsabilidad administrativa disciplinaria, la

sanción impuesta debe guardar relación con el ilícito cometido, a fin de mantener la

debida correspondencia entre la conducta exigida al juez y los derechos que le

asisten.

Así, al analizar la Sala todos los elementos que sobre las particularidades

antes señaladas cursan en los autos, concluye que el razonamiento realizado por la

Comisión al momento de dictar el acto impugnado, no deviene de manera alguna en

una errónea calificación jurídica de los hechos sino que, por el contrario, dicha

calificación se encuentra ajustada a derecho; toda vez que la misma es el resultado

de un análisis exhaustivo y completo de todas y cada una de las conductas

investigadas que fueran denunciadas como irregulares por la Inspectoría General de

Tribunales.

Ciertamente, de los autos ha quedado evidenciado que la Comisión de

Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial realizó un análisis de las

actuaciones del Juez investigado cónsono y en armonía con los criterios

jurisprudenciales desarrollados por esta Sala. En este sentido, la  Sala ha precisado

que, “...en ocasiones, el examen de la disciplina de los jueces incluye la revisión de

aspectos jurisdiccionales, aun cuando vinculando este examen a la idoneidad del

funcionario para continuar en el ejercicio del cargo, dada la responsabilidad que

supone la función de juzgar. De manera que por existir una línea divisoria muy fina

entre la revisión de aspectos relacionados con la aptitud personal del juez y otros

relativos al ámbito jurisdiccional, es preciso atender siempre al caso concreto, a fin

de limitar el alcance del poder disciplinario de la Administración, de manera que no

se invada en forma indebida el campo de actuación jurisdiccional.” (Sentencia Nº

401 de fecha 18 de marzo de 2003, Exp. Nº 2000-0772).

Determinado lo anterior, considera la Sala que la Comisión de

Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial actuó ajustada a derecho al

calificar el ilícito cometido por el Juez e imponer la sanción de suspensión del cargo

con base en el numeral 5 del artículo 39 de la Ley de Carrera Judicial, en

concordancia con el ordinal 5° del artículo 38 de la Ley Orgánica del Consejo de la

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Judicatura; razón por la cual debe declararse improcedente el alegato de falso

supuesto de derecho formulado por la recurrente. Así se establece.”

Sentencia del 11 de abril de 2007 (TSJ – Sala Política – Administrativa).

Recurso de Queja. Expediente Nº 2007-0062- sent. Nº 00529.Ponente Magistrado

Dr. Emiro García Rosas. Jurisprudencia Ramírez y Garay, tomo CCXLIII, Nº 641-07.

Tratándose de un Recurso de Queja contra una jueza Superior, su conocimiento

corresponde a la Sala Plena del TSJ

“Que el 26 de junio de 2006  de conformidad con lo dispuesto en los artículos

585 y 588 del Código de Procedimiento Civil, solicitó medida de embargo sobre los

derechos litigiosos del ciudadano Omar Meyer Cano en ese juicio.

Que la mencionada Jueza “no resolvió, ni ha resuelto” en el lapso establecido

en el artículo 601 del Código de Procedimiento Civil, lo solicitado, incurriendo en

retardo procesal injustificado “facilitándole al demandado (…) la oportunidad para

insolventarse y (…)  el demandado así lo hizo (…)” (sic).

Que en vista de que “el tiempo pasaba sin solución alguna” (sic), en fecha 01

de noviembre de 2006 solicitó nuevamente medida de embargo, sin obtener

pronunciamiento.

 Que la omisión de la Jueza en decidir lo requerido le causó daños y perjuicios

por cuanto no ha podido cobrar sus honorarios profesionales, motivo por el que

procedió a interponer el presente recurso a objeto de que ésta le pague la cantidad

de CINCUENTA Y CINCO MILLONES DE BOLÍVARES (Bs. 55.000.000,00) por los

daños que le ocasionó en el Juicio de Intimación de Honorarios Profesionales.

Corresponde a esta Sala pronunciarse sobre su competencia para conocer

del recurso interpuesto y en tal sentido observa que el recurrente pretende hacer

efectiva la responsabilidad civil de una Jueza conforme a lo previsto en los

numerales 4 y 5 del artículo 830 del Código de Procedimiento Civil, es decir, a través

del recurso de queja.

Dispone el séptimo aparte de la “Disposición Derogatoria, Transitoria y Final”

de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia de la República Bolivariana de

Venezuela lo siguiente:…

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Conforme al precepto parcialmente transcrito, corresponde al Tribunal

Supremo de Justicia en Pleno conocer de los recursos de queja interpuestos contra

los jueces superiores o los integrantes de las Cortes.

En el caso de autos, el recurrente dijo interponer un recurso de queja contra

la ciudadana… “Juez Superior en lo Contencioso Administrativo de la Región

Occidental”. De la revisión de las actas procesales se observa que el recurso ha sido

incoado contra la mencionada ciudadana, quien se desempeña como Jueza

Superior en lo Civil y Contencioso Administrativo de la Región Occidental, por lo que

tratándose de un recurso de queja contra una Jueza Superior, su conocimiento,

conforme a la precitada normativa, corresponde a la Sala Plena de este Supremo

Tribunal. Así se declara. “

Así, considera esta Máxima Instancia que las afirmaciones realizadas por la

recurrente como fundamento de su recurso no tienen sustento lógico, toda vez que

alegó su incompetencia para ordenar la reconstrucción del expediente extraviado y

al mismo tiempo, ordenó oficiar a distintos organismos a objeto de que se

abstuvieran de recibir cualquier solicitud relacionada con éste.

Señalaremos a continuación algunas decisiones en materia de Juicio de

Queja:

Sentencia del 10 de Marzo de 2010 (TSJ- Sala Politico – Administrativa). F.E.

Colmenares contra comisión de funcionamiento y Reestructuración del Sistema

Judicial. Expediente Nº 2008-0006- sent. Nº 00209. Ponente Magistrada Dr. Yolanda

Jaimes Guerrero. Jurisprudencia Ramírez y Garay, tomo CCLXVII, Nº 126-10. La

Jueza accionante frente al extravió de un expediente libro diferentes oficios a

distintos organismos, ordenándoles se abstuvieran de recibir cualquier solicitud

relacionada con dicha causa. Dicha actuación lejos de contribuir a solventar la

situación, lo agravo incurriendo en abuso de autoridad.

Así, considera esta Máxima Instancia que las afirmaciones realizadas por la

recurrente como fundamento de su recurso no tienen sustento lógico, toda vez que

alegó su incompetencia para ordenar la reconstrucción del expediente extraviado y

al mismo tiempo, ordenó oficiar a distintos organismos a objeto de que se

abstuvieran de recibir cualquier solicitud relacionada con éste.

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Con base en lo expuesto y en atención a la conducta asumida por la jueza

accionante, al haber librado diversos oficios a distintos organismos, ordenándoles,

ante el extravío del expediente N°…, se abstuvieran de recibir cualquier solicitud

relacionada con dicha causa, considera este Órgano Jurisdiccional que dicha

actuación lejos de contribuir a solventar la situación, la agravó, pues de esa forma no

sólo obstaculizó la reconstrucción del mencionado expediente, sino que cercenó a

las partes el derecho que tienen de dirigir peticiones y obtener oportuna respuesta,

así como la tutela judicial efectiva, pues ante tales hechos la recurrente imposibilitó

la materialización oportuna de las medidas sustitutivas de privación de libertad por

ella decretadas.

Prueba de lo anterior, lo constituye el hecho de que la defensa del imputado, a

los efectos de obtener el restablecimiento de la situación jurídica infringida, interpuso

acción de amparo constitucional contra la omisión del juzgado a cargo de la

recurrente, acción ésta que fue declarada con lugar por la Corte de Apelaciones del

Circuito Judicial Penal del Estado Miranda, mediante sentencia de fecha 2 de

noviembre de 2004, ordenando como consecuencia al referido tribunal, la

reconstrucción inmediata de la causa extraviada.

La comentada decisión, fue confirmada a su vez por la Sala Constitucional de

este Máximo Tribunal en sentencia N° 1937 de fecha 25 de julio de 2005, bajo los

argumentos siguientes: …

Con vista en lo anterior, comparte esta Sala el criterio sostenido por la

Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial, en el sentido

de que la accionante, al asumir dicha conducta incurrió en abuso de autoridad, toda

vez que al haber ordenado a distintos organismos “se abstengan de recibir solicitud

alguna” relacionada con el expediente N° MP21-P-2004-001325, comportó una

desmedida utilización de las atribuciones que le fueran conferidas como

administrador de justicia, falta disciplinaria contenida en el numeral 16 de artículo 40

de la Ley de Carrera Judicial, cuyo contenido expresa textualmente lo siguiente:

“Artículo 40. Sin perjuicio de las responsabilidades penal y civil a que hubiere

lugar, los jueces serán destituidos de sus cargos, previo el debido proceso, por las

causas siguientes:

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(…)16. Cuando incurran en abuso o exceso de autoridad”.

La normativa antes transcrita, establece no sólo la tipificación legal de la

sanción impuesta (destitución), sino que prevé las causales que le dan origen,

dentro de las cuales destaca “cuando incurran en abuso o exceso de autoridad”,

conducta ésta acreditada a la funcionaria recurrente y comprobada en el expediente

administrativo correspondiente, por lo que en ese sentido, resulta improcedente el

vicio de falso supuesto de derecho alegado. Así se decide.  

Sentencia del 08 de abril de 2010 (TSJ – Sala Constitucional). A. E. Vargas en

Amparo. Expediente 08-1533 – Sent. Nº 186 Ponente Magistrado Dr. Francisco

Antonio Carrasquero López. Jurisprudencia Ramírez y Garay, tomo CCLXVIII, Nº

219-10. Del Régimen Disciplinario de los Jueces y de mas empleados Judiciales.

…acción de amparo constitucional, conjuntamente con medida cautelar innominada,

contra el acto sin número dictado, el 4 de noviembre de 2008, por el Consejo Moral

Republicano, en el cual se resolvió censurarlo por haber removido de su cargo a

quien ejerciera el cargo de Secretaria del juzgado que está bajo su conducción, y

además, recomendó a este Alto Tribunal, así como a la Comisión de Funcionamiento

y Reestructuración del Sistema Judicial, para que lo removieran del cargo que

ostenta…

Para decidir esta Sala observa lo siguiente:

 La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su artículo 267,

establece:

 “Artículo 267. Corresponde al Tribunal Supremo de Justicia la dirección, el

gobierno y la administración del Poder Judicial, la inspección y vigilancia de los

tribunales de la República y de las Defensorías Públicas. Igualmente, le corresponde

la elaboración y ejecución de su propio presupuesto y del presupuesto del Poder

Judicial.

La jurisdicción disciplinaria judicial estará a cargo de los tribunales

disciplinarios que determine la ley.

El régimen disciplinario de los magistrados o magistradas y jueces o juezas

estará fundamentado en el Código de Ética del Juez Venezolano o Jueza

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Venezolana, que dictará la Asamblea Nacional. El procedimiento disciplinario será

público, oral y breve, conforme al debido proceso, en los términos y condiciones que

establezca la ley.

Para el ejercicio de estas atribuciones, el Tribunal Supremo en pleno creará

una Dirección Ejecutiva de la Magistratura, con sus oficinas regionales”.

Como se desprende de la norma citada, la Constitución atribuye a este

Tribunal Supremo de Justicia, el gobierno y administración del Poder Judicial y,

específicamente, le confiere la dirección, la inspección y vigilancia de los tribunales

de la República y de las Defensorías Públicas. Para ejercer tales atribuciones se

creó una Dirección Ejecutiva de la Magistratura.

A tal efecto, la Asamblea Nacional Constituyente no se limitó a disponer cuál

sería el régimen relativo a la inspección y vigilancia de los tribunales bajo el imperio

del Texto Constitucional, sino que dispuso las normas necesarias para lograr la

transitoriedad hasta la puesta en marcha de este régimen, para ello, creó la

Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial en el Decreto

mediante el cual se dictó, igualmente, el Régimen de Transición del Poder Público,

de fecha 22 de diciembre de 1999, y reimpreso por última vez en la Gaceta Oficial n°

36.920 del 28 de marzo de 2000.

 En el mencionado Decreto establece en sus artículos 22 y 24, lo siguiente: 

“Artículo 22: El Consejo de la Judicatura, sus Salas y dependencias

administrativas pasarán a conformar la Dirección Ejecutiva de la Magistratura,

adscrita al Tribunal Supremo de Justicia, de conformidad con el artículo 267 de la

Constitución aprobada por el pueblo de Venezuela. 

Mientras el Tribunal Supremo de Justicia no organice la Dirección Ejecutiva 

de la Magistratura, las competencias de gobierno y administración, de inspección y

vigilancia de los tribunales y de las defensorías públicas, así como las competencias

que la actual legislación le otorga al Consejo de la Judicatura en sus Salas Plena y

Administrativa, serán ejercidas por la Comisión de Funcionamiento y

Reestructuración del Sistema Judicial”.

“Artículo 24: La competencia disciplinaria judicial que corresponde a los

Tribunales disciplinarios, de conformidad con el artículo 267 de la Constitución

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aprobada, será ejercida por la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del

Sistema Judicial de acuerdo con el presente régimen de transición y hasta que la

Asamblea Nacional apruebe la legislación que determine los procesos y tribunales

disciplinarios”.

Conforme a lo expuesto, no quedan dudas que corresponde a la Comisión de

Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial, ejercer transitoriamente las

atribuciones otorgadas al Tribunal Supremo de Justicia, en cuanto a la inspección y

vigilancia de los tribunales, mientras se aprueba y entra en vigencia la legislación

que determine los procesos y tribunales disciplinarios, es decir, que se trata del

organismo que tiene a su cargo el ejercicio de la función disciplinaria judicial a nivel

nacional -aunque de forma transitoria- por lo que las denuncias por interferencia en

el ejercicio de sus funciones que deban efectuar los jueces, por ser atentatorias de la

autonomía, independencia e imparcialidad que los debe regir, deberán realizarse

ante éste órgano, hasta tanto conserve vigencia el Régimen de Transición del Poder

Público [Cfr. Sent. SC n° 808 del 26 de julio de 2000, caso: Walter J. González

Gutiérrez].

 Por su parte, el artículo 29 del Régimen de Transición estableció que la

Inspectoría General de Tribunales –hasta ese entonces organizada y regida por las

normas de la Ley Orgánica del Consejo de la Judicatura– sería un órgano auxiliar de

la nombrada comisión en la inspección y vigilancia de los tribunales de la República,

con facultades para la instrucción de los expedientes disciplinarios de los jueces y

demás funcionarios judiciales.

 El 2 de agosto de 2000 el Tribunal Supremo de Justicia, actuando en

acatamiento de lo ordenado en el artículo 267 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela, dictó la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y

Administración del Poder Judicial, publicada en la Gaceta Oficial de la República

Bolivariana de Venezuela n° 37.014 del 15 de agosto de 2000; con este instrumento,

este Máximo Tribunal creó la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, como órgano

auxiliar del Tribunal Supremo de Justicia, con la finalidad de que ejerza por

delegación las funciones de dirección, gobierno y administración del Poder Judicial

(artículo 1) y la Comisión Judicial, como órgano de este Tribunal Supremo de

Justicia, quién ejecuta, por delegación, las funciones y supervisión de la Dirección

Ejecutiva de la Magistratura (artículo 2), dando cumplimiento al mandato

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constitucional, para poner fin a la vigencia del Régimen Transitorio dictado por el

Constituyente. Por ende, la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del

Sistema Judicial cesó en las funciones que correspondían al extinto Consejo de la

Judicatura y pasó a ejercer únicamente funciones disciplinarias, y hasta tanto fuese

dictada la legislación y se creasen los Tribunales Disciplinarios, tal como lo dispone

la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, en la Disposición Derogatoria,

Transitoria y Final, letra e). 

Ahora bien, es importante señalar que el 6 de agosto de 2009, se publicó en

la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela n° 39.236, el Código de

Ética del Juez Venezolano y la Jueza Venezolana, el cual, si bien es cierto su

contenido normativo no era aplicable al caso en estudio, es importante hacer

referencia al mismo, ya que, de lo expuesto, no quedan dudas que los Tribunales

Disciplinarios serán los encargados de pronunciarse jurisdiccionalmente sobre las

faltas disciplinarias y éticas de los jueces, régimen que conforme al artículo 267 de la

Constitución está materializado en el referido Código de Ética.

 En tal sentido, el artículo 1° del Código de Ética del Juez Venezolano y la

Jueza Venezolana establece:

“Artículo 1: El presente Código tiene por objeto establecer los principios

éticos que guían la conducta del los jueces y juezas de la República, así como su

régimen disciplinario, con el fin de garantizar la independencia e idoneidad de éstos

o éstas, preservando la confianza de las personas en la integridad del Poder Judicial

como parte del Sistema de Justicia.

Como vemos entonces y como se ha señalado, la Comisión de

Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial tiene carácter transitorio, ya

que cesará en sus funciones cuando se creen los Tribunales Disciplinarios, tal como

lo ordena la Disposición Derogatoria, Transitoria y Final, letra e) de la Ley Orgánica

del Tribunal Supremo de Justicia, publicada en Gaceta Oficial de la República

Bolivariana de Venezuela n° 37.942 del 20 de mayo de 2004, la cual dispone que:

“[l]a Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial sólo

tendrá a su cargo funciones disciplinarias, mientras se dicte la legislación y se crea

la jurisdicción disciplinaria y los correspondientes tribunales disciplinarios” y la

Disposición Primera del señalado Código de Ética del Juez Venezolano y la Jueza

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Venezolana, en el Capítulo VII de la “Disposiciones Transitorias”  cuando dispone

“[a] partir de la entrada en vigencia del presente Código, y una vez constituido el

Tribunal Disciplinario Judicial y la Corte Disciplinaria Judicial la Comisión de

Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial cesará en el ejercicio de sus

competencias y serán remitidas al Tribunal Disciplinario Judicial. […]”.

 Sin perjuicio de lo expuesto, se estima conveniente precisar, que el régimen

disciplinario de los demás empleados judiciales, distinto de los jueces y juezas, al

servicio del Poder Judicial, entre ellos los Secretarios (as), Alguaciles, cuando

cometan faltas en el desempeño de sus funciones, quedan sometidos al poder

disciplinario del presidente del tribunal o juez respectivo, quien está facultado para

aplicar la sanción correspondiente, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 37

del Estatuto del Personal Judicial, publicado en la Gaceta Oficial de la República de

Venezuela n° 34.439 del 29 de marzo de 1990, y contra estas sanciones de carácter

funcionarial, los afectados podrán recurrir ante el Juzgado Superior en lo Civil y

Contencioso Administrativo de la Región donde hubiere ocurrido el hecho, y su

alzada, en caso de interponerse sobre el fallo definitivo el correspondiente recurso

de apelación, son las Cortes de lo Contencioso Administrativo. [Cfr. Sent. SPA n°

01299 del 29 de octubre de 2002, caso: Yula María Moreno]

 Ahora bien, en lo que respecta a los jueces, es de advertir que el Consejo

Moral Republicano, conforme al artículo 50 del Código de Ética del Juez Venezolano

y la Jueza Venezolana, sólo resulta competente para conocer de las faltas

cometidas por los jueces y juezas con competencia disciplinaria, previstos en el

instrumento legal referido, ya que una vez calificada la falta por el Consejo Moral

Republicano, la Asamblea Nacional será el órgano que decidirá sobre la remoción

de éstos, lo que en régimen anterior era competencia de la Comisión de

Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial.

Por ende, es de advertir que a la fecha aún no han sido creados esos

Tribunales Disciplinarios, y hasta tanto esa situación se concrete, el Poder Judicial, a

través de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial,

sigue siendo la única instancia competente para ejercer la inspección, vigilancia y

régimen disciplinario, bien por faltas e irregularidades tanto administrativas como

éticas de los jueces y juezas de la República Bolivariana de Venezuela, según el

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mandato constitucional previsto en el ya mencionado artículo 267 de la Constitución

de la República Bolivariana de Venezuela.

 En consecuencia, esta Sala Constitucional concluye que, el Consejo Moral

Republicano, al haber conocido de una denuncia contra un juez de la República y

resolver censurarlo, invadió el ámbito de competencia atribuido al Poder Judicial en

el artículo 267 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y si bien

esta Sala, en reiteradas oportunidades, ha establecido que el amparo no tiene

efectos anulatorios, sino restitutorios de situaciones jurídicas infringidas, en el

presente caso, la única manera de restablecerla, es mediante la declaratoria de

nulidad del acto dictado, en atención al vicio evidenciado y a lo previsto en el artículo

138 del Texto Fundamental.

En tal virtud, esta Sala Constitucional declara con lugar la acción de amparo

constitucional interpuesta por el abogado Ángel Eduardo Vargas Rodríguez

actuando en nombre propio y en su carácter de Juez Temporal del Juzgado Cuarto

de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción

Judicial del Área Metropolitana de Caracas, contra el acto sin número dictado, el 4

de noviembre de 2008, por el Consejo Moral Republicano, en el cual se resolvió

censurarlo por haber removido de su cargo a quien ejerciera el cargo de Secretaria

del juzgado que está bajo su conducción, y además, recomendó a este Alto Tribunal,

así como a la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial,

para que lo removieran del cargo que ostenta. En consecuencia, se declara nulo

dicho acto, junto con el procedimiento que lo precedió. Asimismo, se revoca la

medida cautelar acordada por esta Sala en sentencia el 15 de mayo de 2009. Así se

declara.

  DEBERES Y ATRIBUCIONES DE LOS SECRETARIOS DE TRIBUNALES:

El Código de Procedimiento Civil no establece estos deberes y atribuciones

de los Secretarios, sino la Ley Orgánica del Poder Judicial que entró en vigencia el

1de julio de 1999.

El título V de dicha ley trata de los Secretarios, Alguaciles y demás

empleados de los Tribunales Ordinarios; y el Art. 72 establece los siguientes

deberes y atribuciones de los Secretarios:

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1.-Dirigir la secretaría concurriendo a ella para atender con actividad y

eficacia el servicio público y custodiar el sello del tribunal bajo su responsabilidad.

2.- Autorizar con su firma los actos del tribunal.

3.- Autorizar las solicitudes que por diligencia hagan las partes, así como

también los testimonios y copias certificadas que deban quedar en el tribunal.

4.- Autorizar los testimonios y copias certificadas que soliciten los

interesados, los cuales sólo expedirán cuando así lo decrete el juez respectivo.

5.- Recibir los documentos y escritos que presenten las partes, anotando al

pié la fecha y hora de su presentación y dar cuenta inmediata al juez o presidente

del tribunal.

6.- Conservar los códigos y leyes vigentes para el uso del tribunal.

7.- Asistir a las audiencias del tribunal y autorizar con su firma todos los actos.

8.- Llevar con toda claridad y exactitud el Libro Diario del tribunal, el cual

firmarán conjuntamente el presidente o juez respectivo al terminar cada audiencia.

Los diarios de los tribunales accidentales serán llevados por separado.

9.- Llevar el Libro Copiador de Sentencias definitivas que dicte el respectivo

tribunal.

10.- Llevar con toda puntualidad el Libro de Actas y el Registro de Entradas y

Salidas de Causas.

11.- Llevar por duplicado el Libro de Registro de Poderes.

12.- Llevar por duplicado el Libro de Autenticaciones.

13.- Llevar el Libro de Manifestaciones y Esponsales en los Juzgados de

Municipio.

14.- Llevar, además, los siguientes Libros: el de Acuerdos y Decretos, el

Copiador de Correspondencia, el de Conocimiento de Correspondencia y

Expedientes, el de Juramento, el de Presentación, el Índice de Expedientes y

cualquier otro necesario para la buena marcha del tribunal, que ordene el

Reglamento Interno.

15.- Recibir y entregar la Secretaría, el Archivo, la Biblioteca y el Mobiliario

del tribunal bajo forma de inventario que se hará por duplicado y firmarán el

Secretario entrante y el Saliente.

ATRIBUCIONES Y DEBERES DE LOS ALGUACILES Y EMPLEADOS DE LOS TRIBUNALES:

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El Art. 73 de la mencionada Ley Orgánica del Poder Judicial establece dos

atribuciones de los Alguaciles:

1.- Ejecutar las órdenes que en uso de sus atribuciones les comuniquen los

jueces y secretarios, y particularmente, hacer las citaciones y notificaciones.

2.- Las demás que le señalen las leyes y el Reglamento Interno del Tribunal.

Respecto de los empleados, estos están obligados a asistir al Despacho no

sólo durante las horas fijadas, sino también durante todo el tiempo que sean

requeridos por sus superiores. (Art. 74). El empleado que sin justa causa dejare de

asistir a su Despacho en horas de labor, será amonestado la primera vez, y la

segunda, será suspendido quince días sin goce de sueldo todo ello sin perjuicio de

que pueda procederse a su remoción en cualquier momento (Art. 75).