La revolución burguesa en el mundo feudal

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La revolución burguesa en el mundo feudal (José Luis Romero) El cristianismo se impuso no sólo como religión sino como atmósfera cultural, constituía una suerte de patrimonio común. Los barones seguían luchando por la tierra, la riqueza, por el prestigio y por el poder. La codicia será uno de los temas predilectos de la literatura moral. Todo concurría a vigorizar la idea de que la posesión dependía de la fuerza. La derrota consagraba la dependencia era testimonio de inferioridad. Luego se da un deslizamiento desde la concepción baronial hacia la concepción cortés de la vida. La cortesía constituyó toda una filosofía de la vida. Podía aprenderse. Pareció posible adoptarla como un sistema de usos y costumbres en sustitución de otro. Era el premio por el esfuerzo de los antepasados. El amor pareció un absoluto. Era el goce, la plenitud vital, lo que se esperaba del amor. La corte, en el ámbito de un castillo señorial, fue el escenario propio de las nuevas formas de convivencia. Trovadores y juglares contribuían a generar cierta homogeneidad en la clase señorial, porque estimulaban la imitación de unos por otros. La cortesía no requería sino una virilidad mesurada que se manifestara más en potencia que en acto. Las prescripciones cristianas contradecían los impulsos naturalistas. En el fondo, toda la realidad sensible era condenada implícitamente. La fórmula no fue hallada sino a costa de hibridar tanto la concepción de lo religioso como de lo seglar. Fue esa tendencia la que condujo a la formación de las órdenes militares. Una misión en la tierra fue lo que ofreció la caballería a las nuevas generaciones de la aristocracia. La caballería pudo poco a poco introducirse en el espíritu de la aristocracia terrateniente y militar. El cristiano debía elegir entre lo sagrado y lo profano, entre el goce terrenal o la salvación eterna. Aquel que confió en la posibilidad de redimir al prójimo y que alentó la esperanza del triunfo de la fe, creyó que su lugar estaba en el mundo. En el seno del mudo profano, el sacerdote percibía el reconocimiento general de que pertenecía al orden de lo sagrado, ejercía la cura de almas, administraba los sacramentos y vigilaba el mundo del

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La revolución burguesa en el mundo feudal (José Luis Romero)

El cristianismo se impuso no sólo como religión sino como atmósfera cultural, constituía una suerte de patrimonio común. Los barones seguían luchando por la tierra, la riqueza, por el prestigio y por el poder. La codicia será uno de los temas predilectos de la literatura moral. Todo concurría a vigorizar la idea de que la posesión dependía de la fuerza. La derrota consagraba la dependencia era testimonio de inferioridad. Luego se da un deslizamiento desde la concepción baronial hacia la concepción cortés de la vida. La cortesía constituyó toda una filosofía de la vida. Podía aprenderse. Pareció posible adoptarla como un sistema de usos y costumbres en sustitución de otro. Era el premio por el esfuerzo de los antepasados. El amor pareció un absoluto. Era el goce, la plenitud vital, lo que se esperaba del amor. La corte, en el ámbito de un castillo señorial, fue el escenario propio de las nuevas formas de convivencia. Trovadores y juglares contribuían a generar cierta homogeneidad en la clase señorial, porque estimulaban la imitación de unos por otros. La cortesía no requería sino una virilidad mesurada que se manifestara más en potencia que en acto.

Las prescripciones cristianas contradecían los impulsos naturalistas. En el fondo, toda la realidad sensible era condenada implícitamente. La fórmula no fue hallada sino a costa de hibridar tanto la concepción de lo religioso como de lo seglar. Fue esa tendencia la que condujo a la formación de las órdenes militares. Una misión en la tierra fue lo que ofreció la caballería a las nuevas generaciones de la aristocracia. La caballería pudo poco a poco introducirse en el espíritu de la aristocracia terrateniente y militar. El cristiano debía elegir entre lo sagrado y lo profano, entre el goce terrenal o la salvación eterna. Aquel que confió en la posibilidad de redimir al prójimo y que alentó la esperanza del triunfo de la fe, creyó que su lugar estaba en el mundo. En el seno del mudo profano, el sacerdote percibía el reconocimiento general de que pertenecía al orden de lo sagrado, ejercía la cura de almas, administraba los sacramentos y vigilaba el mundo del pecado. El sacerdote tenía dos maneras fundamentales de acción directa: una colectiva dirigida a su feligresía, y otra singular. La primera se cumplía a través de la predicación. La segunda forma de acción se cumplía a través de la catequesis o a través de la caridad. El obispado era la expresión más alta de la vida activa, puesto que era al mismo tiempo actividad espiritual sobre las almas y actividad terrenal en el gobierno, la defensa y la orientación de la iglesia en el mundo. Debían vigilar la aparición de los signos de la heterodoxia o herejía, cuyo descubrimiento requería mucho saber y preciso discernimiento. Era por el triunfo de la ciudad celeste sobre la ciudad terrestre por lo que combatía la militia christi.

Desde el siglo XI la vida espiritual atravesaba por una crisis muy profunda y de ella surgió un nuevo ideal de sabiduría. El conflicto entre el criterio de autoridad y el criterio de razón comenzaba a insinuarse. Había un anhelo de conducir hacia la fe por medio de la razón a aquellos que no la alcanzaban espontáneamente. La fama cundía entre un público de élite, al que la elocuencia o el sutil ingenio atraía. En el abandono del mundo se encontraba la única esperanza de evitar el pecado. Este sentimiento inspiró muchas páginas contra la mujer, que parecía el símbolo de las tentaciones que sufre el hombre. La juventud era la edad del pecado, porque los sentidos amenazaban la virtud, y envejecer constituía un anhelo ferviente. La riqueza era aún más despreciable, porque desataba la codicia y endurecía los corazones. Los espíritus ascéticos descubrían la cólera de Dios y se aferraban a la idea de que el destino del mundo estaba sellado. Sólo importaba salvar el propio alma. El monasterio pareció el lugar propicio para el

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ejercicio de la vida perfecta.

La vida campesina en tiempos de Carlomagno (Eileen Power)

Por un catastro que redactó Irminon, abad de Saint Germain, para que los miembros de la abadía supieran qué tierras pertenecían a la misma y cuales eran ocupadas por arrendatarios, se sabe que las tierras de la abadía de Saint Germain estaban divididas en una cantidad de fundos llamados fics. Cada uno de estos fics estaba subdividido en tierras señoriales y tierras tributarias. Estas últimas se dividían en muchas alquerías pequeñas llamadas mansos, ocupadas por una o más familias. La función primordial del administrados era cuidar que todos hicieran correctamente sus tareas, y tenía derecho a exigir a cada uno de los arrendatarios dos clases de trabajo. La primera era el trabajo de campo (arar una determinada porción del labrantío señorial); la segunda consistía en el trabajo manual (reparar edificios, talar árboles, recoger fruta, hacer cerveza). Además, cada individuo tenía que pagar un tributo con destino al ejército, tributo que Carlomagno exigía a la abadía y que ésta, imponía a sus arrendatarios. Todas estas cosas eran exigidas y reunidas por el administrador, a quien llamaban villicus o major; era un hombre muy activo. A menudo el administrador solía contar con funcionarios subordinados, llamados deans.

Vocabulario básico de la historia medieval (Pierre Bonassie)

Aldea: Los siglos X y XI contemplaron una mutación decisiva en la historia rural. En pos de la eficacia, los señores tendieron entonces a reagrupar a la población rural sobre la que ejercían su dominio y a reorganizar al mismo tiempo los sistemas de explotación. Las casas, construidas de piedra y dispuestas en círculos concéntricos, se reagrupaban en torno a la roca castri, esto es, el torreón señorial. Entre los siglos XI y XIII, la extensión del movimiento de conquista de tierras trajo consigo un aumento considerable de fundaciones. El mapa aldeano de Europa quedó fijado esencialmente a finales del siglo XIII y sólo sería modificado por la gran depresión del final de la edad media, produciéndose una deserción de aldeas.

Ban: En su origen, el ban representaba el poder de mando ejercido por el jefe de un grupo de guerreros. El fenómeno esencial que caracterizó el final de la época carolingia fue la diseminación de los poderes de ban entre los agentes locales de la monarquía. De esta manera nació el señorío banal, con su centro en el castillo y un jefe, que era el dueño del mismo. En teoría, los humildes habrían encomendado a un jefe el cuidado de su seguridad, se habrían agrupado en torno suyo y, en pago de la protección así adquirida, le habrían ofrecido ciertos regalos que, progresivamente definidos y tarifados, serían el origen de las imposiciones banales. En la mayor parte de los casos, el castellano se comportaba como un tirano local e intentaba sacar el máximo de beneficios del poder de coerción. Esto significó una de conjunto del nivel de vida de la aristocracia.

Caballería: Formaban aquellas tropas vasallas de combatientes a caballo que los poderosos reunían en torno suyo y a quienes encomendaban la custodia de sus castillos. La misión de esas tropas era extender el poder y la fortuna de éstos, atacando por ejemplo las castellanías vecinas. Su misión era también la de aplicar el ban del castellano. Se intentó frenar los excesos de las guerras privadas mediante el movimiento de la paz de Dios y, por otra parte, se desvió el apetito de combate de los milites hacia

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objetivos más acordes con el espíritu cristiano. Mediante un rito de iniciación, llamado espaldarazo (palmada), se convertía al combatiente a caballo en caballero y se creaba la caballería como una parte integrante de la nobleza. Finalmente, nobleza y caballería acabarían por confundirse. Entere el siglo XII y el XVII Europa se nutrió de literatura caballeresca. Se deben destacar los romans del ciclo bretón que exaltaban las aventuras de los caballeros del rey Arturo.

Cruzada: En 1095 el papa Urbano II predicó la primera cruzada. Una vez tomada Jerusalén, era necesario defenderla. La segunda cruzada, fue motivada por la caída de Edesa; y la tercera cruzada, suscitada por la pérdida y la imposible reconquista de Jerusalén. Las cruzadas sólo representaron los momentos álgidos de un fenómeno continuo de migración armada de occidentales hacia oriente. En realidad, el despegue económica es anterior a 1095, por lo que hay que ver en la primera cruzada, no tanto la causa como una de las primeras y más espectaculares consecuencias del auge económico. Con la cruzada, occidente pasó de asediado a conquistador. El fenómeno complejo que fue la cruzada llevó también en su seno la rebelión social y el antisemitismo.

Feudalismo: Desde el punto de vista marxista, el feudalismo aparece como uno de los estadios sucesivos por los que debe pasar toda sociedad en su evolución histórica: sociedad tribal, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo. Debe ser concebido, a su vez, como un modelo de producción. También puede ser definido como un conjunto de instituciones que crean y rigen obligaciones de dependencia y servicio por parte de un hombre libre, llamada vasallo, hacia un hombre libre llamado señor, y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del señor respecto del vasallo. La base material de este sistema era el feudo.

Feudo: Su sentido primitivo de ganado evolucionó hacia el de bien dado a cambio. El feudo era un bien público, concedido a un agente de la autoridad pública a cambio de servicios públicos. Dicho bien consistía casi siempre en una tierra fiscal (provista de derechos fiscales); el otorgante era generalmente un conde y el beneficiario, un veguer; los servicios exigidos como contrapartida eran los de administración y defensa de una circunscripción territorial. Luego, el feudo se convirtió en un bien privado que se concedía a cambio de servicios de tipo privado. Los burgueses comenzaron a adquirir feudos, quedando exentos de las obligaciones militares que implicaba su detentación. Los mismos se emparentaban cada vez más con las tenencias a censo campesinas. El feudo fue una forma de redistribución de los beneficios de la expansión entre los miembros de la clase dominante. El feudo era entregado al vasallo con ocasión de una ceremonia llamada investidura que, junto al homenaje y al juramento de fidelidad, constituía uno de los momentos esenciales del pacto feudovasallático.

Herejía: Etimológicamente, herejía quiere decir elección. Las herejías de la Alta Edad Media fueron sobre todo herejías cristológicas. El arrianismo, predicado en Constantinopla por el sacerdote Arrio hacia el año 320, negaba la divinidad de Cristo y lo convertía nada más que en la primera de las criaturas. El nestorianismo recibe su nombre del patriarca Nestorio, y establecía una separación absoluta entre las dos naturalezas de Cristo: una naturaleza celestial puramente divina y una naturaleza terrenal puramente humana. El monofisismo, desarrollado sobre todo por la escuela de Alejandría, consideraba que en Cristo había una sola naturaleza: la divina. Según el adopcionismo, con Elipando de Toledo como principal teórico, formulaba que Cristo-

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hombre habría sido adoptado por Dios desde el principio de su existencia, y ese acto fue el que le confirió su divinidad. Se menciona la presencia de una corriente subterránea de oposición religiosa que preconizaba un retorno a los valores evangélicos, exaltando tanto la caridad como la práctica de la pobreza.

Imágenes: Entre el 726 y el 843 se desencadenó en el Imperio Bizantino una crisis llamada “querella de las imágenes”. El partido iconoclasta denunciaba como impío el culto a los íconos y procedía a su destrucción sistémica. Por otro lado, el partido iconódulo exaltaba hasta la adoración la función bienhechora de dicho culto. La tendencia iconódula acabó por ganar la partida definitivamente en el 843,mediante un edicto de la emperatriz Teodora. La iconografía tenía fundamentalmente una finalidad pedagógica o, si se quiere, catequizante; glorificaba la gloria de Dios y, por último, tenía la función de divertir mediante la búsqueda de la belleza. Los temas sacros eran tomados tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo y del Apocalipsis. Aparecen representaciones del tiempo (los trabajos de los meses), del conocimiento (las artes liberales) de la moral (las virtudes y los vicios), etc.

Órdenes: En cada uno de los tres grupos (oratores, bellatores y laboratores) recaían tres funciones complementarias y el ejercicio de tales funciones, determinado únicamente por Dios, creaba la desigualdad. La ideología tripartita no es de ningún modo creíble como descripción de lo real. Formaba parte de un proyecto, el de actuar sobre lo real para adecuarlo al sueño. Puesto que el cuerpo social se veían convulsivamente sacudido, porque los privilegios de la clase dominante estaban amenazados. Hacía falta poner orden de prisa. Transcurrida la mitad del siglo XI, los campesinos se pudieron beneficiar a su vez de algunas repercusiones del crecimiento.

Vasallaje: El compromiso vasallático nacía de dos actos. El homenaje, era un rito de entrega de sí mismo: el vasallo, arrodillado o con las rodillas flexionadas, colocaba sus manos unidas entre las del señor. El segundo acto era el juramento de fidelidad, prestado sobre los Evangelios o sobre reliquias. Al ser admitida la herencia del feudo, el vínculo vasallático tendió a su vez a perder su carácter personal para convertirse en hereditario. Muchos vasallos acabaron por convertirse en grandes poseedores de tierras y en dueños de castillos que ejercía su poder banal sobre los campesinos y que poseían, a su vez, sus propios vasallos. Las relaciones de señores y vasallos se trocaron a menudo en relaciones de podera poder.

La simbología de las catedrales

Durante los siglos XII y XIII, una verdadera revolución de la fe iluminó con una nueva dimensión las artes y las ciencias, poniéndolas al servicio del espíritu. Las catedrales constituyen un vínculo mágico entre los tres planos del universo: el cielo, la tierra y el mundo subterráneo. El número cualifica al espíritu, la geometría el alma y la arquitectura al cuerpo. Estas tres ciencias divinas son las que dan orden a la catedral y a todo el universo. El arte de las catedrales está directamente ligado al renacimiento de las ciudades. Es en Saint-Denis, bajo el impulso del abad Suger, consejero del rey Luis VII, donde nacerá este arte nuevo que más tarde será llamado gótico. El santuario debía acoger la luz que Suger consideraba como el vínculo perfecto entre el hombre y Dios.

Después del año 1100, las escuelas monásticas se encierran en ellas mismas y ya no difunden la sabiduría. Los estudiantes de la escuela catedral son los encargados de

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difundir entre los laicos el conocimiento de Dios. El predominio del discurso sucede a la contemplación y el instrumento racional se perfeccionó rápidamente. Las cruzadas van a aportar una nueva forma de mirar a Dios. En Tierra Santa, los caballeros descubren la realidad de los lugares donde Jesús nació y vivió. Cristo se humaniza y el arte se resiente de ello. Todas las catedrales de Francia fueron dedicadas a Notre Dame. La virgen se introdujo por la devoción que se le profesaba en el siglo XII. Es también en el siglo XII cuando se comienza a exaltar a la mujer en las cortes caballerescas. La Francia de este tiempo descubre el amor cortés.

La dominación de la iglesia

Si Clodoveo llegó a dominar las Galias fue porque contó con el apoyo de la Iglesia. La Iglesia fue la única institución casi coextensiva del feudalismo de la Europa occidental. Sus bienes eran considerables desde el bajo imperio. Controlaba el tiempo, tanto el anual (calendario) como el diurno (tiempo de trabajo, de fiesta, de paz, de abstinencia). Más abstractamente, controlaba también el tiempo histórico, a la vez mediante el cómputo (desde el nacimiento de Cristo) y mediante la perspectiva general de la historia del mundo, de la Creación al Juicio Final. También hay un control de la Iglesia sobre los lazos de parentesco y de las formas de matrimonio que impuso; controlaba lo esencial del sistema de enseñanza, controlaba igualmente el sistema de asistencia y hospitales. A partir del siglo VIII todos los muertos fueron enterrados en la siglesias o en su inmediato alrededor.

Desarrollo inicial de la economía europea (Duby)

En torno al año mil, nos hallamos en un mundo en movimiento y las calamidades que asaltan a este mundo son en realidad el precio de una expansión demográfica. Se menciona una desacostumbrada animación en los caminos. Las peregrinaciones son más numerosas que nunca. Se da la reconstrucción de iglesias. Estas empresas substrajeron al medio rural una parte de las fuerzas productivas para aplicarlas a la extracción, al transporte y al trabajo de una masa considerable de materiales. La renovación de los edificios eclesiásticos se vio favorecida por el aumento e intensificación de la circulación monetaria, y a su vez aceleró la movilización de metales preciosos.

Según la ideología de la paz de Dios, el mismo había delegado en los reyes consagrados la misión de mantener la paz y la justicia, lo reyes ya no son capaces de hacerlo, y por tanto Dios reasumen su poder de orden y lo concede a sus servidores, los obispos, apoyados por los príncipes locales. Apoderarse por la violencia militar de los bienes de las iglesias y de los pobres apareció cada vez más claramente, a quienes tenían vocación de combatir, como un peligro para la salvación del alma. Los especialistas de la oración no estaban completamente alejados de la producción. El clero rural permaneció en su mayor parte al nivel del campesinado, había sacerdotes que explotaban con su familia la parcela que el dueño del santuario les había concedido como retribución de sus servicios. Sin embargo, un número considerable de los hombres de iglesia, los más ricos, los que recibían las mayores ofrendas, eran puros consumidores. Dedicaban una parte de las riquezas a socorrer a los pobres; practicaban ampliamente la hospitalidad. También la dedicaban a embellecer el lugar de la plegaria, reconstruirlo y adornarlo. El primer uso que hace de su riqueza la clase guerrera es procurarse los medios más eficaces de combatir, mediante el entrenamiento físico y mediante inversiones, como la

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mejora de las cualidades del caballo, que se convierte en el principal instrumento del combatiente y en el símbolo mismo de su superioridad.

La clase de los señores engloba la categoría de los eclesiásticos y la de los caballeros. Las fortunas aristocráticas estaban amenazadas de disolución por la acción de dos movimientos: el de las donaciones piadosas y el de las divisiones sucesorias. Utilizó ante todo su fortuna, y se sirvió de todos los lazos de parentesco y de asistencia que unían a sus miembros con los dirigentes de los grandes establecimientos religiosos. Mediante la aplicación del derecho de ban consiguieron quitar al campesinado la mayor parte de lo que producía y no consumía para su propia supervivencia, y por consiguiente frenaron en gran medida el movimiento de ascenso económico entre los humildes. Al respecto, existieron tres formas distintas de explotación señorial. Se podría calificar a la primera de doméstica, los campesinos ponían a disposición de la economía doméstica una mano de obra permanente, cuyo coste era el de su alimentación. No todos los campesinos de este grupo vivían en la casa del patrón. Lejos de su control, establecidos en su tierra o en la de otro, mantenían su dependencia. El segundo era el señorío que podemos llamar territorial, porque se basaba no en la posesión de seres humanos, sino del suelo, de la tierra. Concedían una buena parte a tenentes, que en ocasiones eran sus hombres. El tercer tipo de explotación señorial deriva del ejercicio del derecho de ban. Era en la práctica una especie de saqueo legitimado.

El impulso del crecimiento interno que tuvo como escenario la economía europea debe situarse en última instancia en la presión ejercida por el poder señorial sobre las fuerzas productivas. El deseo de aumentar los beneficios de la explotación señorial suscitó poco a poco en el ánimo de los señores y de sus agentes la intención de mejorar el rendimiento de los campesinos que les estaban sometidos. Así, se ve a la caballería de occidente lanzarse en todas partes a operaciones agresivas cada vez más profundas, que culminan, en 1095n en la primera cruzada. Hay una mayor penetración del instrumento monetario en el mundo rural. Los campesinos participaban en los intercambios; vendían, compraban ganado; firmaban contratos de pastoreo con extraños. En síntesis, hubo una mejora de conjunto.

Edad Media explicada a jóvenes (Jacques Le Goff)

Había mujeres religiosas que vivían en comunidad en los monasterios (de ahí su nombre monjas). A partir del siglo XII, la iglesia prohibió definitivamente las parejas. Los monjes se vieron obligados a partir de entonces a excluirlas. Quien tenía la vocación de clérigo solicitaba al obispo su admisión como tal. A continuación, aprendía la piedad, la devoción. A comienzos del siglo XIII se fundaron las llamadas órdenes mendicantes: los franciscanos por Francisco de Asís y los dominicos por santo Domingo. No eran monjes, sino hermanos. Se les llamó mendicantes porque vivían de la caridad y las donaciones.

Entre los siglos XI y XII se produjo una gran expansión de las ciudades. En algunas ocasiones, se comienza a fabricar y a vender sin tener que pagar cánones a un señor. Cuando los Burgos se extendían más allá de su propio territorio, daban lugar a los suburbios. Los burgueses tenían normalmente derechos especiales sobre los mismos: percibían cánones, o impuestos, de quienes atravesaban su territorio, construían en él una casa o instalaban una tienda. La expansión periférica dio lugar al nacimiento de las ferias. Una de las actividades de estas ferias consistía en facilitar el cambio. Algunos

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cambistas de monedas, más afortunados o más pillos que otros, se convirtieron en banqueros. En seguida se construyeron edificios, los que serían los futuros bancos. Las ciudades de la Edad Media también estaban pobladas por numerosos pobres. Dar de comer a los hambrientos y a los pobres se convirtió, por otro lado, en uno de los mandamientos eclesiásticos. En el siglo XII aparecieron las órdenes mendicantes. A los enfermos se les trataba sobre todo con remedios populares (es decir, con frecuencia mediante ritos mágicos: gestos, frases). Los más pudientes (señores y burgueses) eran a tendidos a menudo por médicos judíos. Hasta el siglo XIV, hubo una enfermedad muy difundida y muy temida: la lepra. Para los leprosos, se construyeron hospitales especializados en las ciudades, las leproserías. La peste negra fue traída de Oriente, de Crimea (al norte del Mar Negro), por marineros genoveses. Se buscaron remedios, pero sobre todo se recurrió a la puesta en cuarentena de los apestados.

Se apelaba con facilidad a la creencia en el más allá. Dios y los personajes sobrenaturales estaban muy presentes en la vida cotidiana. Se creía que los ángeles y los demonios venían con frecuencia a la tierra. Dios asignaba a cada cristiano un ángel protector: el ángel de la guarda. También había arcángeles, como Miguel, Gabriel y Rafael. Los santos fueron un invento cristiano. Se creía que algunas mujeres y algunos hombres, gracias a su excepcional devoción y a su comportamiento caritativo, podían acceder a una especie de rango intermedio entre los ángeles y los seres humanos. El imaginario pagano sobrevivió bajo numerosos aspectos. El universo medieval estaba poblado por monstruos, dragones, hadas, enanos y gigantes, entro otros.

Los Cátaros (Stephen O Shea)

Los cátaros y los católicos discutieron sobre muchos aspectos de la doctrina y otros concepciones filosóficas de la existencia. Los cátaros echaron mano del Nuevo Testamento. A su leal saber y entender, el catarismo era la verdadera fe, la que provenía de la sencillez y la santidad de los apóstoles de Jesús. Los adalides de la ortodoxia se apoyaban en siglos de exégesis bíblica. Los debates duraron varios días y atrajeron a miles de espectadores. Inocencio III, que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para contener la marea de la herejía, promulgó en 1200 un decreto que ordenaban la confiscación de bienes a los herejes, y declaró también que las posesiones de los católicos que se negaras a perseguir herejes podían asimismo ser incautadas. A causa de su aversión a la herejía y a la nobleza del sur, Inocencio reconoció que en el Languedoc la iglesia debía reformarse. Como plenipotenciarios papales o legados, del conjunto del Languedoc, Inocencio nombró a tres hombres del sur que en el mundo cisterciense habían llegado lejos. Arnaud Amaury era el jefe de la orden, le seguían Pierre de Castelnau y un tal hermano Raoul. Los mismos llegaron a la conclusión de que habían fracasado. El número de herejes que habían convertido era irrisoriamente pequeño. Lo que sin duda estaba en el origen de la popularidad de la herejía entre los laicos, era la pobreza sincera, piadosa, de los jefes cátaros. Sus únicas posesiones eran unos cuantos libros y la ropa que llevaban puesta. Fue Pierre de Castelnau quien puso punto final a aquellos años de conversaciones. En 1207 visitó a los nobles menos importantes del oeste de la Provenza y les ordenó que persiguiera herejes. El conde de Tolosa Raimundo (señor de los provenzales) se negó rotundamente. Pierre lo excomulgó de inmediato al tiempo que rescindía todas las obligaciones feudales contraídas por sus vasallos. Raimundo aceptó finalmente ser el azote de los herejes. Pero nada sucedió y se decidió castigarlo nuevamente. De ello resultó una nueva excomulgación. Pierre y su séquito se fueron de Saint Gilles con destino a Roma (después de negociación frustrada con

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Raimundo). Un jinete desconocido se les acercó y hundió su espada en la espalda de Pierre. El diálogo había acabado.

La multitud miraba como su señor era azotado como el más ruin de los villanos. Desde el asesinato de Pierre de Castelnau, Raimundo había mantenido que era inocente. En 1208, Inocencio llamó a una cruzada cuyos predicadores tenían que ser el colérica Arnaud Amaury y el elocuente Fulko (obispo de Tolosa). Los caballeros eran los jefes. Menos ligadas al honor, estaban también las bandas de routiers, mercenarios que acompañaban a los ejércitos. Se menciona la presencia de los indisciplinados ribauds, la harapienta chusma de buscadores de aventuras. Se había prometido a los cruzados un perdón total de los pecados, una moratoria de sus deudas y una transferencia de dinero de la iglesia a sus bolsillos. En 1209, Raimundo llegó al campamento de Arnaud Amaury y solicitó que le dejaran unirse a la santa causa. Arnaud accedió a la petición del conde, él no era el único señor del Languedoc.

Para Raymond Roger, vizconde de Béziers, las consecuencias de la última treta de Raimundo estaban claras: las víctimas serían sus tierras, no las del conde de Tolosa. Se reunió con Amaury y los nobles franceses, y les comunicó que los Trencavel estaban dispuestos a someterse a los deseos de la iglesia. Al igual que el conde de Tolosa, también expulsaría de sus tierras a los herejes. Arnaud despachó a Raymond Roger. Quien de regreso a Béziers, convocó una asamblea de ciudadanos para comunicarles las malas noticias. El obispo de Béziers, que formaba parte del contingente de los cruzados, llegó de Montpellier con una última oferta. Tenía en su poder una lista con doscientos veintidós nombres: los cátaros perfectos de la población. Y exigió que le fueran entregados para su inmediato castigo, de lo contrario al día siguiente los cruzados pondrían sitio a la ciudad. Ni católicos ni cátaros traicionarían a los perfectos. Raymond Roger corrió a Carcasona, el centro de su territorio, a reclutar un ejército de entre sus vasallos. La imagen de una chusma medio desnuda ofendió a los orgullos hombres que había tras las murallas. Había empezado la reyerta. Los biterrois habían cometido un error fatal. Según las convenciones de la guerra medieval, no había que atacar jamás a un ejército sitiador cuando acababa de llegar y estaba aún fresco y bien alimentado. Católicos y cátaros lloraban aterrados en la iglesia de Sainte-Marie Magdalene, cuando los cruzados derribaron las puertas y mataron brutalmente a todos. Los ribauds fueron por enormes teas llameantes como si fueran para la pira de u funeral y prendieron fuego la ciudad. Los caballeros observan impotentes como el botín era consumido por las llamas. Sólo les quedaba el consuelo de haber realizado el trabajo de Dios.

Albigenses y Cátaros (Fernand Niel)

Ni la religión cátara ni la herejía albigense como manifestación local se tratan de una herejía, sino de una religión completamente diferente al cristianismo. Se produce esta confusión puesto que utilizaron un vocabulario muy próximo al de los católicos. La Iglesia y Francia continúan siendo realidades vivas, y es por ello difícil confesar que su grandeza y su unidad se obtuvieron, una vez en su historia, por medio de matanzas. Se prefiere adoptar frente a esta temática una postura de silencio o semi-silencio. O bien se justifica la violencia. En este caso, al exterminar el catarismo se habría salvado a la humanidad.

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Según una tradición el maniqueo Fortunato, tras haber huido de Hipona, se refugió en las Galias, donde encontró otros adeptos de Manes. A los neo-maniqueos se les ha dado otro nombre que se ha impuesto, el de cátaros, del griego “catharos”, que significa puro. A fines del siglo XII y a principios del siglo XIII, el neomaniqueísmo se extendía por todas partes. No parecía imposible que el catarismo pudiera algún día suplantar definitivamente al catolicismo. Encontramos dentro del catarismo a las dos corrientes de los dualistas absolutos y los dualistas mitigados. Se vincula a los primeros la iglesia de Desenzano y a los segundos la de Concorezzo. Pese a las divergencias, la doctrina parece haber gozado de una notable unidad.

Con respecto a la doctrina, en el comienzo existían dos principios, el del Bien y el del Mal, y en ellos existían, desde toda la eternidad, la Luz y las Tinieblas. Los cátaros no atribuían existencia real alguna al mundo sensible. Sólo en Dios había verdadera creación y sólo el espíritu expresaba la realidad. El mundo celeste estaba habitado por seres hipostáticos. En ellos se conjugaban las tres naturalezas que existen también en el hombre: cuerpo, alma y espíritu. Pero si el cuerpo del hombre es materia, el de las emanaciones hipostáticas era un cuerpo glorioso, como lo será el de Jesucristo. Como Zoroastro y Manes, tenían una concepción apocalíptica del fin del mundo. Las aguas cubrirían la tierra, el fuego consumiría las aguas y las aguas apagarían el fuego. Practicaban también un ascetismo llevado al máximo. Encontramos entre ellos la distinción entre los oyentes o “creyentes” y los elegidos o “perfectos”. Eran vegetarianos absolutos, pero comían pescado. Su valor ante la muerte llevó a creer erróneamente que practicaban el suicidio.

En cuanto a los ritos practicaban una especie de confesión pública, que llamaban apparellamentum. El Consolamentum era una ceremonia en la que se lo otorgaba a un creyente cuando quería entrar en la categoría de perfecto. En primer lugar, se preguntaba al candidato si quería entregarse a Dios y al Evangelio. Tras su respuesta afirmativa se le hacía prometer que en adelante no comería más carne. El candidato recitaba el Pater, después los perfectos le imponían las manos y ponían el libro (un Nuevo Testamento) sobre su cabeza. A continuación le daban el espaldarazo. El consolamentum era una especie de comunión, puesto que equivalía a recibir al Espíritu Santo. Los perfectos llevaban una vestimenta negra que los distinguía de los creyentes. Cuando fueron perseguidos, se vistieron como todo el mundo, pero llevaban bajo sus vestiduras un cordón simbólico.

El miedo a las epidemias (Duby)

En el medioevo la población estaba defendida contra las miasmas por su sitema inmunitario. Desconocían la causa y el remedio de las enfermedades, probaban tod, Lo sobrenatural era el único recurso. En 1348 la Peste Negra sucumbió casi un tercio de la población europea. La epidemia provocó un auge generalizado del nivel de vida. Alivió a Europa del exceso de población acumulado. A principios del siglo XV, los organismos humanos finalmente consiguieron desarrollar anticuerpos que les permitieron resistir. En el arte y en la literatura se instala lo macabro. Todas las epidemias y la Peste Negra en particular se consideraron como castigo del pecado. En plena desesperación, se buscaban responsables y víctimas propiciatorias: fueron los judíos y los leprosos. Se dijo que habían envenenado los pozos. Algunos jóvenes de buena familia se aislaban en el campo para divertirse a la espera del fin de la epidemia. La gente se protegió así hasta

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el siglo XIX. Se llamaba lepra a muchas enfermedades, toda afección cutánea pasaba por lepra. Se creía que la podredumbre del alma se reflejaba en el cuerpo del pecador.