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LA RIOJA, once de diciembre de dos mil doce. AUTOS Y VISTOS: El Expte. Nº 11.603 - Letra “V” - Año 2012 - Caratulado: “VARGAS CARLOS ANTONIO – HOMICIDIO CALIFICADO – CASACION”.- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - EL DR. CLAUDIO JOSE ANA, dijo: Y RESULTANDO: Que, a fs. 489/499, los Dres. Enrique Rodolfo Leiva y Esteban Nicolás González, en ejercicio de la defensa técnica del señor Carlos Antonio Vargas, dedujeron un recurso de casación en contra de la sentencia dictada, el 16 de noviembre de 2011, en las presentes actuaciones, por la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional, de esta Circunscripción Judicial, que resolvió, en lo que aquí interesa, condenar a Carlos Antonio Vargas a la pena de prisión de cinco años e inhabilitación especial de seis (6) años para ejercer cargos públicos, por considerarlo autor de forma culpable y responsable de la comisión material del delito de homicidio culposo —un hecho—, previsto y penado en el artículo 84 del Código Penal, con aplicación de los artículos 40 y 41 del Código Penal, y accesorias legales, cometido en el Servicio Penitenciario Provincial, en perjuicio del interno Ramiro Jorge Blanco. Concedido y mantenido que fue el recurso (fs. 507 y vta., y 509), se cumplieron los pasos procesales que marca el ordenamiento procesal y se dio intervención al señor Fiscal General (fs. 512 y vta.). A fs. 516, consta que no se llevó a cabo la audiencia que prescribe el artículo 498 del CPP, por no haber comparecido ninguna de las partes. En tales condiciones, la causa quedó en estado de dictar sentencia. Y CONSIDERANDO: I. La sentencia de la Cámara (fs. 435/484 vta.): llevado a cabo el sorteo pertinente, se determinó que el Dr. Jorge Gamal Abdel Chamía emitiría el primer voto, quien fijó cuatro (4) cuestiones para resolver: existencia del hecho y participación del imputado en aquel; calificación legal del hecho; sanción penal aplicable; y costas. Al tratar la primera cuestión fijada, el Magistrado de primera voz relató los antecedentes del caso. En este punto, señaló que el proceso se había entablado en

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LA RIOJA, once de diciembre de dos mil doce. AUTOS Y VISTOS: El Expte. Nº 11.603 -

Letra “V” - Año 2012 - Caratulado: “VARGAS CARLOS ANTONIO – HOMICIDIO

CALIFICADO – CASACION”.- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - EL DR. CLAUDIO

JOSE ANA, dijo:

Y RESULTANDO:

Que, a fs. 489/499, los Dres. Enrique Rodolfo Leiva y Esteban Nicolás González, en

ejercicio de la defensa técnica del señor Carlos Antonio Vargas, dedujeron un recurso

de casación en contra de la sentencia dictada, el 16 de noviembre de 2011, en las

presentes actuaciones, por la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional, de esta

Circunscripción Judicial, que resolvió, en lo que aquí interesa, condenar a Carlos

Antonio Vargas a la pena de prisión de cinco años e inhabilitación especial de seis (6)

años para ejercer cargos públicos, por considerarlo autor de forma culpable y

responsable de la comisión material del delito de homicidio culposo —un hecho—,

previsto y penado en el artículo 84 del Código Penal, con aplicación de los artículos 40

y 41 del Código Penal, y accesorias legales, cometido en el Servicio Penitenciario

Provincial, en perjuicio del interno Ramiro Jorge Blanco.

Concedido y mantenido que fue el recurso (fs. 507 y vta., y 509), se cumplieron los

pasos procesales que marca el ordenamiento procesal y se dio intervención al señor

Fiscal General (fs. 512 y vta.).

A fs. 516, consta que no se llevó a cabo la audiencia que prescribe el artículo 498 del

CPP, por no haber comparecido ninguna de las partes.

En tales condiciones, la causa quedó en estado de dictar sentencia.

Y CONSIDERANDO:

I. La sentencia de la Cámara (fs. 435/484 vta.): llevado a cabo el sorteo pertinente, se

determinó que el Dr. Jorge Gamal Abdel Chamía emitiría el primer voto, quien fijó

cuatro (4) cuestiones para resolver: existencia del hecho y participación del imputado

en aquel; calificación legal del hecho; sanción penal aplicable; y costas.

Al tratar la primera cuestión fijada, el Magistrado de primera voz relató los

antecedentes del caso. En este punto, señaló que el proceso se había entablado en

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contra de Carlos Antonio Vargas y reprodujo la manera en que se había desarrollado el

debate, haciendo alusión a la requisitoria fiscal de elevación de la causa a juicio, a la

prueba incorporada y a los alegatos de las partes. Luego, reprodujo lo declarado por el

acusado, en el debate y ante el Juez de Instrucción que llevó a cabo la investigación.

Sobre la base de lo anterior, señaló que tenía por acreditado el hecho acusado; que

coincidía con las circunstancias de tiempo, modo y lugar que contenía la acusación del

Ministerio Público Fiscal; y que dejaba fijado en su existencia material histórica, del

modo que a continuación especificó. Expresó que el hecho había sido comprobado

mediante la valoración de la prueba que se introdujo al debate y que seguidamente

analizó. Después de efectuar una serie de consideraciones vinculadas con la atención

médica que se dispensó a la víctima, en el nosocomio público, concluyó que en el

debate había quedado acreditado, con grado de certeza, las circunstancias en que se

había producido el hecho, y que la autoría de este, en forma culpable, debía serle

imputada al acusado, teniendo en consideración las declaraciones vertidas por los

testigos, quienes dieron cuenta que Vargas, el día, momento y en el lugar del hecho,

portaba un arma en el interior del pabellón número seis del Servicio Penitenciario

Provincial, con el fin de lograr reducir al interno Ramiro Jorge Blanco, quien no acataba

las órdenes de cesar en su actitud, y trasladarlo a otro sector, para aislarlo de los

demás internos y evitar que estos se contaminen con la actitud alterada y de

destrucción de elementos de iluminación del pabellón. Dijo que se había acreditado

que la muerte violenta de la víctima se había producido por las heridas letales del

disparo del arma de fuego que portaba Vargas, al momento de producirse el hecho.

Sentado lo anterior, ingresó en el estudio de la segunda cuestión, referida a la

calificación legal del hecho. Señaló, entonces, que el tipo penal del artículo 84 del

Código Penal, que regula el homicidio culposo, por actuar el acusado de forma

negligente e imprudente, en el momento del hecho, era en el que se debía subsumir la

conducta del imputado. Después de explicar la manera en que se produjo el hecho,

señaló que no había habido modificación de la acusación, respecto de la calificación

argumentada por el Fiscal de Cámara, y que el hecho era inmutable. “Lo que manifestó

el Fiscal es que no pudo acreditar con la producción de prueba producida en el debate,

que el acusado haya tenido intención de matar en el hecho descripto”. Aclaró que el

acusado no había ingresado al pabellón para matar a Ramiro Blanco, que no tuvo

intención de matar, pues “…su acción se subsume en el delito penal culposo al haber

superado barreras de riesgo que debió prever que traerían como resultado dañosas

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lesiones corporales, que según la distancia del disparo con el arma que perfectamente

conocía, estas podían ser mortales”. A continuación, efectuó consideraciones

vinculadas con el arma de fuego; la estrategia carcelaria empleada, para reducir al

interno; y la participación que le cupo a la víctima, en la producción del disparo. Dijo

que era la falta de previsión lo que se reprochaba en el acusado, quien debió prever

que “…ingresando con el arma en un espacio reducido, esta potenciaba en exceso su

peligrosidad, poniendo en un riesgo mayor a la población carcelaria”. Añadió que “El

hecho que acercó su arma a la humanidad de Ramiro Blanco, a distancia del alcance de

sus brazos, es un acto negligente en una persona adiestrada para esos menesteres,

teniendo en cuenta los rasgos de la personalidad de Ramiro Blanco, que era por todos

conocidas y que según ellos, la portación de las armas se justificaba, casualmente

porque se trata de Ramiro Blanco, un sujeto que lo consideraban peligroso; todo lo

contrario a la escena que diseñaron para llevar a cabo el aislamiento”. Reflexionó

luego sobre las características de la personalidad de la víctima; la obligación que tenía

el Estado; y la manera en que se había actuado, infiriendo de este extremo que debían

disponerse medidas, en el ámbito de la administración del penal, con el fin de

determinar quién había dado las órdenes, que fueron incompatibles con la situación, y

a fin de que se apliquen las sanciones correctivas correspondientes.

En lo que atañe a la tercera cuestión, y con el fin de determinar la pena que debía ser

aplicada, valoró que Vargas era una persona adulta, joven, y que, al momento de ser

impuesta la pena, contaba con treinta (30) años de edad; que contaba instrucción

escolar secundaria completa; sin antecedentes penales; que demostró buena

predisposición procesal y se disculpó públicamente por la situación vivida por su

familia y la del fallecido, a quien no quiso matar; y que era la primera oportunidad que

enfrentaba un juzgamiento por la comisión de una acción delictiva. Sobre la base de

estos parámetros, consideró que la pena que debía aplicarse era la de cinco (5) años

de prisión e inhabilitación especial, para ejercer cargos públicos, por seis (6) años, con

encierro en el Servicio Penitenciario Provincial, por considerarlo autor responsable y

culpable del delito de homicidio culposo, más las accesorias legales y costas.

Finalmente, determinó que Carlos Antonio Vargas debía soportar las costas del juicio.

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Los Dres. Sara Alicia López Douglas y Roberto Alfredo Pagotto, que integraron el

tribunal de juicio, prestaron su adhesión a los fundamentos expuestos por el Dr.

Chamía.

II. El recurso de casación deducido por la defensa del señor Carlos Antonio Vargas: La

decisión adoptada motivó que los abogados defensores del imputado interpusieran el

presente recurso de casación, que fundaron en los motivos previstos en los incisos 1° y

3º del artículo 495 del CPP, que refieren, respectivamente, a la violación o aplicación

falsa o errónea de la ley sustantiva; y a la falta de observancia de las normas que el

Código establece bajo pena de nulidad, caducidad o inadmisibilidad.

Para fundar el primer motivo invocado, denunciaron la infracción del artículo 34, inciso

5° del Código Penal, que debía conjugarse con el artículo 84 del mismo ordenamiento.

Luego de citar párrafos que estimaron relevantes del fallo, argumentaron que, de

acuerdo a las palabras que había empleado el Tribunal, debía descartarse la intención

homicida, por parte de Vargas; que Vargas no había podido ni tampoco debió prever la

potenciación del arma que portaba, porque había obrado bajo las órdenes de sus

superiores; que el Jefe del Servicio y el Jefe de Grupo habían decidido ingresar al

pabellón con escopetas; y que una de esas armas le asignaron a Vargas, que no podía

discutir la orden, por el principio de obediencia y porque no contenía un mandato de

realizar un acto delictual o antijurídico. Con cita de doctrina, alegaron que si la ley no

castigaba a quien propiamente había cometido un delito, en virtud de obediencia

debida, tampoco podía castigarlo por una forma culposa de falta de previsión o

negligencia, cuando no está en su poder controlar el desenlace de un procedimiento

que no dirige, dentro de un esquema grupal, en el que tiene una tarea y una ubicación

asignadas. Entendieron que el caso debía subsumirse en lo dispuesto por el artículo 34,

inciso 5° del Código Penal y ordenarse la absolución de Carlos Vargas.

Al desarrollar el segundo motivo, dijeron que el Tribunal había expresado que el hecho

había sido fijado en forma inespecífica en el auto de procesamiento y que había habido

nuevas circunstancias que habían resultado del debate, pero que no habían sido objeto

de manifestación, por parte del Ministerio Público. Entendieron que esas nuevas

circunstancias aludían a que el Fiscal había acusado negligencia y que no había dicho

en qué consistía esa conducta. Refirieron al modo en que se había desarrollado el

proceso, y señalaron que el Fiscal, al advertir las deficiencias probatorias, había

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mutado la calificación de homicidio agravado por el abuso de la función, a homicidio

culposo y había requerido cinco (5) años de prisión y ocho (8) de inhabilitación.

Criticaron que se hubiera imputado a Vargas una conducta negligente, pero sin que se

hubiera especificado en que había consistido esa conducta e impidiéndole de este

modo el ejercicio de la defensa. Añadieron que el Tribunal, por su parte, sin saber en

qué había consistido la negligencia, había ido más allá y había expresado que hubo

negligencia, falta de previsión y que, pese a haber sostenido que Vargas no quiso

matar a Blanco y que jaló la cola del disparador, desarrolló una trama hipotética que la

defensa no pudo afrontar y discutir.

III. El tratamiento del recurso:

1) Teniendo en consideración los agravios que fueron desarrollados por el impugnante,

dividiré el tratamiento del recurso en dos partes. En la primera, analizaré el planteo de

nulidad vinculado con la violación al principio de congruencia que acusa la parte; y en

la segunda me centraré en el agravio vinculado con la infracción de la ley sustantiva.

2) Respecto de la primera cuestión, que refiere a la nulidad de la sentencia, por

violación del principio de congruencia, debo decir que la vigencia del principio aludido

exige que toda persona que fue sometida a un juicio y luego es condenada, lo sea por

el hecho del que fue acusada y del que ha tenido posibilidad de ejercer plenamente el

derecho de defensa que le asiste. De lo que se trata, es de que exista correlación entre

el hecho que constituyó el objeto de la acusación, y que se encuentra descripto en la

requisitoria de elevación a juicio, y el que luego es enunciado en la sentencia, aunque

después los jueces modifiquen el tipo penal, en el que subsumirán esa plataforma

fáctica.

Por aplicación de lo anterior, se entiende que no le está vedado al ministerio público y

menos aún al tribunal de juicio modificar la calificación legal del hecho, otorgándole la

tipificación que considere correcta y adecuada a derecho. El límite se encuentra en la

congruencia que debe existir entre la acusación, la defensa y la sentencia.

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Sobre el particular, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido que,

cualquiera sea la calificación jurídica que en definitiva efectúen los jueces, el hecho

que se juzga debe ser exactamente el mismo que el que fue objeto de imputación y

debate en el proceso, es decir, aquel sustrato fáctico sobre el cual los actores

procesales desplegaron su necesaria actividad acusatoria o defensiva. En este marco,

señaló que “si bien en orden a la justicia represiva, el deber de los magistrados,

cualesquiera que fueren las peticiones de la acusación y la defensa, o las calificaciones

que ellas mismas hayan formulado con carácter provisional, consiste en precisar las

figuras delictivas que jueguen con plena libertad y exclusiva subordinación a la ley, ese

deber encuentra su límite en el ajuste del pronunciamiento a los hechos que

constituyen la materia del juicio” (Fallos: 314:333 —con cita de Fallos: 186:297;

242:227; 246:357; 284:54; 298:104; 302:328, 482 y 791— 315:2969; 319:2959;

320:431, voto de los jueces Moliné O'Connor y López; 321:469 —con cita de Fallos:

310:2094 y 312:2370, entre otros—; y 324:2133, voto del juez Petracchi; entre muchos

otros).

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso “Fermín

Ramírez c. Guatemala”, sentencia del 20 de junio de 2005, precisó que “La descripción

material de la conducta imputada contiene los datos fácticos recogidos en la

acusación, que constituyen la referencia indispensable para el ejercicio de la defensa

del imputado y la consecuente consideración del juzgador en la sentencia. De ahí que

el imputado tenga derecho a conocer, a través de una descripción clara, detallada y

precisa, los hechos que se le imputan. La calificación jurídica de estos puede ser

modificada durante el proceso por el órgano acusador o por el juzgador, sin que ello

atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan sin variación los hechos

mismos y se observen las garantías procesales previstas en la ley para llevar a cabo la

nueva calificación. El llamado ‘principio de coherencia o de correlación entre acusación

y sentencia’ implica que la sentencia puede versar únicamente sobre hechos o

circunstancias contempladas en la acusación”.

3) En el caso, el imputado Carlos Antonio Vargas fue indagado por la presunta comisión

del delito de homicidio calificado, en los términos del artículo 80, inciso 9º del Código

Penal. En el mismo acto, se le hizo conocer el hecho que constituía objeto de la

investigación y, si bien en un primer momento el imputado manifestó que se abstenía

de prestar declaración indagatoria, luego solicitó su ampliación y declaró. En el primer

acto se le hizo conocer sobre la investigación que se había iniciado, a raíz de la muerte

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de Ramiro Jorge Blanco, cuyo fallecimiento “…se habría producido a consecuencia de

haber recibido un impacto de arma de fuego en la región lateral hemotórax lado

izquierdo…”. Y se le hizo saber, asimismo, que lo habían sindicado como supuesto

autor del hecho. En la ampliación, luego de que el imputado declaró, se le realizaron

preguntas, vinculadas con la comisión del hecho (fs. 78 y vta. y ampliación de fs.

87/90).

Por su parte, en la requisitoria de elevación de la causa a juicio, que transcribo para

dar mayor precisión al examen, se describió el hecho en los siguientes términos: “El día

27 de Diciembre de 2009, a horas 18:30 aproximadamente en el Instituto de

Rehabilitación Social (IRS), el interno Ramiro Jorge Blanco, a que a la sazón cumplía

una condena perpetua (por Homicidio Calificado), produjo un incidente en el Pabellón

Nº 6 donde se encontraba alojado porque no le habían permitido recibir visitas y

procedió a romper un tubo fluorescente que se encontraba en el pabellón y tenía en

sus manos pedazos de vidrio, por lo que fue convocado por el jefe del servicio Daniel

Sebastián Luna, el grupo CAEP, integrado por Marcelo Hernán Castro, Carlos Vargas y

Fabio Gabriel Sánchez y el grupo de requisa integrado por William Gabriel Toranzo y

Fabio Gabriel Torres, quienes irrumpieron a los gritos en el Pabellón Nº 6, a los fines de

reducir a Ramiro Blanco, ingresaron en formación, primero portando el escudo Diego

Gabriel Torres, en Segundo lugar Marcelo Hernán Castro que portaba una escopeta,

tercero también con escopeta Carlos A. Vargas, en cuarto lugar Fabio Gabriel Sánchez

portando una tonfa y por último y en quinto lugar Sub ayudante William Gabriel

Toranzo, con escopeta quien se ubicó cuidando las espaldas del grupo. La formación se

abrió en abanico quedando Torres (escudero), a la derecha de Blanco en tanto Castro y

Vargas con sus escopetas apuntando a Blanco; Sánchez con tonfa a la izquierda de

Blanco y Toranzo como ya se mencionó precedentemente cuidando las espaldas del

grupo que a los gritos pedían a los otros internos que ingresen a sus celdas, atento a

que esto ocurría en el pabellón Nº 6 orden que fue cumplida de inmediato, por los

internos del pabellón a excepción de Blanco, por lo que conforme lo adiestrado el Sub

ayudante Torres intentó reducir a Blanco abalanzándose sobre su humanidad, pero es

repelido por el interno Blanco que se encontraba arrodillado sobre su pierna derecha y

con la izquierda queda de cuclillas con su brazo derecho colgando y el puño cerrado y

en la mano izquierda tenía vidrios del tubo fluorescente mientras amenazaba e

insultaba a las fuerzas del orden por lo que nuevamente Torres lo empuja con mayor

fuerza siempre intentando doblegarlo, esta vez con ayuda de Sánchez, en ese instante

Blanco toma del caño la escopeta que portaba Carlos A. Vargas quien dispara un tiro

prácticamente a quemarropa que impactó en la región lateral emitórax lado izquierdo,

cayendo Blanco acostado al piso. De su herida emanaba sangre pero no perdió el

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conocimiento ya que decía “vengan hijos de p…”, “los voy a cag… matando a todos”,

“…mátenme, mátenme”. Inmediatamente fue esposado por Castro y fue sacado

arrastrado hacia fuera de la reja (hall), donde lo cargaron en una camilla y fue

trasladado en ambulancia al Hospital Enrique Vera Barros, en ese momento lo

acompañaba el Sub ayudante Raúl Nicolás del Rosario Carrera, quien cumplía las

funciones de enfermero en la Unidad del Departamento Médico y en el Hospital se

produce el desenlace de su fallecimiento a horas 0:20 del 28 de Diciembre de 2009

cuando era sometido a una intervención quirúrgica, como consecuencia de las lesiones

corporales producidas por el disparo. Ramiro Blanco habría ingresado a horas 20:40

con diagnóstico de contusión pulmonar izquierda e insuficiencia respiratoria”. Luego

de analizar la prueba producida, concluyó que los elementos recolectados eran

suficientes para acreditar, con el grado de probabilidad requerido en esa etapa

procesal, que la conducta de Carlos Antonio Vargas se encontraba tipificada por el

artículo 80, inciso 9 del Código Penal de homicidio calificado, “…toda vez que el 27 de

diciembre de 2009 a horas 18:30 aproximadamente en un procedimiento llevado a

cabo en el Pabellón Nº 6 del IRS integrando un grupo, preparado a tal efecto como

miembro del Servicio Penitenciario a fin de reducir al interno Ramiro Blanco con

escopetas antitumulto, uno con bastón o tonfa y otro con escudo, en una situación de

total inferioridad, rodeado, desarmado, sin posibilidades de defenderse y al intentar

Blanco tomar el arma que lo apuntaba de frente esta fue manipulada por su portador

Carlos Antonio Vargas quien le desgarró un disparo a corta distancia que impactó en

zona vital (pulmón hemotórax izquierdo que le produjo lesiones corporales gravísimas

que determinaron su traslado con premura al Hospital Enrique Vera Barros, donde se

produjo el fallecimiento de Ramiro Blanco a horas 0:20 del día 28 de Diciembre” (fs.

300/303 vta.).

A su vez, al momento de producirse los alegatos y formular su acusación en el debate,

el Fiscal de Cámara, Dr. Gustavo Manuel Zalazar, manifestó que en la acusación se

había atribuido un delito doloso al imputado, que era el homicidio calificado por estar

en cumplimiento de sus funciones; pero que, sin embargo, a partir de lo sucedido

durante el juicio, se había aclarado la actuación que le cupo al imputado Vargas y a la

víctima. Señaló que el plexo probatorio observado en las audiencias era contradictorio

con la acusación. Después de efectuar consideraciones sobre algunos testimonios y la

labor que cumplen los empleados del Servicio Penitenciario, dijo que el Tribunal debía

tener presente el ámbito o la ocasión en la que se produjo el disparo, que terminó con

la vida de Ramiro Blanco. Resaltó que se había ordenado aislar al interno, que no era

un interno común; que se necesitaban varias personas, para doblegarlo; que con ese

propósito ingresaron al Pabellón 6; que el comportamiento de Blanco, al momento de

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realizarse el procedimiento, no era el mejor; y que, teniendo en cuenta la ocasión en

que se produjo el disparo, entendía que “…Vargas, no ha tenido la deliberada intención

de efectuar el disparo, sino que este se hace por un forcejeo producto de una

discusión con los miembros del grupo, Ramiro se resistía y luego toma el cañón y se

produce el disparo…”. Destacó que había habido una marcada negligencia e

imprudencia en la conducta de Vargas, que estaba adiestrado e integraba el CAEP; y

que, por ello, la calificación legal del hecho debía ser modificada, debiendo responder

el imputado por el delito de homicidio culposo, “…atento la conducta negligente…”

(cfr. reproducción que contiene el acta de debate, a fs. 430/431).

En la sentencia, por su parte, el Tribunal, después de aclarar que coincidía en sus

circunstancias de tiempo, modo y lugar con el de la acusación del Ministerio Público

Fiscal, dijo que el hecho que tuvo por probado en su existencia material histórica

sucedió “…el día sábado 27 de diciembre de 2009, a horas 18:30’ aproximadamente,

habiendo finalizado el horario de visitas en el Servicio Penitenciario Provincial, sito en

esta ciudad de La Rioja, en oportunidad en que el interno condenado Ramiro Jorge

Blanco, produjo sucesos violentos de inconducta en el Pabellón Nº 6 donde se

encontraba alojado, “…mostrándose alterado y muy nervioso aparentemente porque

no le habrían permitido recibir unas prendas de vestir en el horario de las visitas que

acababa de finalizar, y procedió a romper un tubo fluorescente que se encontraba en

el pabellón y portaba en sus manos restos del artefacto destruido o pedazos de vidrio;

situación que provocó la puesta en conocimiento del jefe de servicio en turno, Oficial

Adjuntor Daniel Sebastián Luna, quien convocó al Cuerpo de Adiestramiento Especial

Penitenciario —Grupo CAEP—, para reducir al condenado Ramiro Blanco para alojarlo

en aislamiento del resto de los internos por los desmanes que estaba produciendo. El

grupo estaba integrado por Marcelo Hernán Castro, Carlos Vargas y Fabio Gabriel

Sánchez, ingresando también el grupo de requisa integrado por William Gabriel

Toranzo y Fabio Gabriel Torres, quienes irrumpieron en el Pabellón Seis, ordenando a

los gritos a los internos que se introdujeran en sus celdas y a Ramiro Blanco que se

arroje al piso, que desista de su actitud.

Los uniformados ingresaron en formación al pabellón, portando un escudo Diego

Gabriel Torres, Marcelo Hernán Castro que portaba una escopeta, también con

escopeta Carlos A. Vargas, Fabio Gabriel Sánchez portando una tonfa policial —

también conocida como tonfa o tuifa— y por último y en quinto lugar el Sub ayudante

Williams Gabriel Toranzo, con escopeta quien ubicó cuidando las espaldas del grupo y

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previniendo que los demás internos no salieran de sus celdas y se agrave la situación.

La formación se abrió en abanico quedando Torres (escudero), a la derecha de Blanco

en tanto Castro y Vargas con sus escopetas apuntando a Blanco; Sánchez con tonfa a la

izquierda de Blanco y Toranzo cuidando las espaldas del grupo. La orden de ingreso a

las celdas fue acatada inmediatamente por los demás internos, mientras que a Ramiro

Blanco se le ordenaba que se arroje al piso, haciendo caso omiso a las reiteradas

órdenes de deponer su actitud antirreglamentaria; por lo que se procedió intentar

reducir a Blanco, por vía de acción del Sub ayudante Torres, chocando sobre la

humanidad del condenado, pero la fuerza y resistencia de Ramiro Blanco podían más

que las fuerzas del escudo ejercida por Torres, quien era repelido por el interno,

apoyándose arrodillado sobre su pierna derecha y la izquierda en cuclillas, con su

brazo derecho colgando, el puño derecho cerrado y en la mano izquierda tenía vidrios

del tubo fluorescente, amenazaba e insultaba a los guardia cárceles, nuevamente

Torres lo empuja con mayor fuerza intentando doblegarlo, esta vez con ayuda de

Sánchez, en esa acción Ramiro Blanco toma el caño de la escopeta que portaba el

acusado Carlos Antonio Vargas, ocasión en que se descerraja un disparo del arma de

fuego que impactó en la región lateral emitórax lado izquierdo de Ramiro Blanco,

cayendo al piso. A pesar de estar herido, manando sangre, Blanco persistía con su

actitud remisa, gritando a los uniformados: ‘vengan hijos de puta’; ‘los voy a cagar

matando a todos’; ‘mátenme, mátenme, es lo que yo quería’. Inmediatamente fue

esposado por Castro, fue sacado del pabellón lo cargaron en una camilla y fue

trasladado en una unidad móvil de la penitenciaría al Hospital Enrique Vera Barros,

donde llegó a horas 18:50’, aproximadamente. Camino al Hospital fue asistido por el

Sub ayudante Raúl Nicolás del Rosario Carrera, enfermero de la Unidad del

Departamento Médico y en el Hospital se produce el desenlace de su fallecimiento a

horas 0:20’ del día 28 de diciembre de 2009 en oportunidad en que estaba siendo

sometido a una intervención quirúrgica, como consecuencias de las lesiones corporales

producidas por el disparo”. Al momento de otorgar al hecho su calificación legal, el

Tribunal entendió que la conducta del imputado debía encuadrarse en lo establecido

por el artículo 84 del Código Penal, “…por actuar el acusado de forma negligente e

imprudente en el momento del hecho…”. Recriminó al acusado la falta de previsión en

la actitud, ante el hecho que se presentaba, pues “…debió prever que ingresando con

el arma en un espacio reducido, esta potenciaba en exceso su peligrosidad, poniendo

en un riesgo mayor a la población carcelaria y los demás agentes penitenciarios”. E

indicó que “El hecho que acercó su arma a la humanidad de Ramiro Blanco, a distancia

del alcance de sus brazos, es un acto negligente en una persona adiestrada para esos

menesteres, teniendo en cuenta los rangos de la personalidad de Ramiro Blanco, que

era por todos conocidas y que según ellos, la portación de las armas se justificaba,

casualmente porque se trata de Ramiro Blanco, un sujeto que lo consideraban

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peligroso; todo lo contrario a la escena que diseñaron para llevar a cabo el

aislamiento” (ver sentencia de fs. 435/484, especialmente, fs. 442/443 vta. y 479

vta./482 vta.).

4) El interrogante que surge, en este contexto, es si lo actuado por el Fiscal de Cámara,

primero, y luego por el Tribunal de juicio, al emitir la sentencia, puede encuadrarse en

un mero cambio de calificación, pero sin incidencia en los hechos, que permanecieron

incólumes, o si, por el contrario, al variar la norma, se afectó el sustrato fáctico de la

imputación.

Para responder la inquietud planteada, se debe tener en consideración que, según lo

precedentemente reseñado, el Fiscal de Cámara, al fijar su acusación en el debate,

modificó uno de los elementos de la acusación. Esta modificación se vincula con el

elemento subjetivo del delito y, particularmente, con el modo en que obró Vargas, a

quien, en esa instancia del juicio, ya no se le atribuyó la deliberada intención de

efectuar el disparo, abusando de su cargo o función, sino “…una marcada negligencia e

imprudencia…” en su actuación.

Al emitir su pronunciamiento, el Tribunal tomó esta nueva imputación y, sobre esta

base, modificó la calificación legal del hecho.

Para obrar de este modo, advierto que:

Primero, en la requisitoria, expresamente se había consignado que “…en ese instante

Blanco toma del caño la escopeta que portaba Carlos A. Vargas quien dispara un tiro

prácticamente a quemarropa que impactó en la región lateral emitórax lado

izquierdo”. Y más adelante se hizo referencia a las circunstancias de modo de las que

podía inferirse el abuso de la función o cargo. Ahora bien, esa descripción del modo en

que obró Vargas, cuando se produjo el hecho, no fue considerada en la sentencia,

donde, sin utilizar términos tan contundentes, se indicó simplemente que “…Ramiro

Blanco toma el caño de la escopeta que portaba el acusado Carlos Antonio Vargas,

ocasión en que se descerraja un disparo del arma de fuego que impactó en la región

lateral emitórax…”.

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Segundo, que, después que había sido fijado el hecho y cuando solo se debía analizar

la calificación legal que correspondía otorgar a la plataforma fáctica que había sido

previamente determinada, el Tribunal efectuó consideraciones que excedían ese

marco. Sostengo esto, porque esas consideraciones aludían a circunstancias fácticas,

que no habían sido incluidas en la requisitoria, ni tampoco habían sido contempladas

por el mismo Tribunal, cuando efectuó el tratamiento de la primera cuestión. Así, por

ejemplo, aludió a la distancia verificada entre el imputado y la víctima; a las

características del arma utilizada; al mal uso de las estrategias carcelarias y al modo en

que debió obrar el personal penitenciario; a la intervención activa de la víctima en la

producción del hecho; a las características que presentaba el lugar del hecho; y a la

falta de previsión con la que actuó Vargas, al acercar el arma a Ramiro Blanco.

Sin lugar a equívocos, la distinta manera en que se construyó la plataforma fáctica en

la sentencia, sin utilizarse expresiones categóricas (especialmente, “…quien dispara un

tiro prácticamente a quemarropa…”), y añadiéndose elementos con posterioridad,

luego de que esta había sido fijada, permitió luego al Tribunal introducir la variación

que hoy se cuestiona, mediante, además, la construcción de una sentencia defectuosa,

que se aparta de lo establecido por los artículos 432 y 433 del CPP.

Las circunstancias introducidas no pudieron ser rebatidas por el imputado y, por ende,

no formaron parte de su estrategia defensiva. Esto surge del acta de debate, donde la

defensa hizo hincapié en esta cuestión y en la imposibilidad que tenía de rebatir la

imputación de negligencia o imprudencia, porque no se había especificado en qué

había consistido esa conducta (ver acta de fs. 431/432).

Por otra parte, debe tenerse en consideración que los tipos penales reglados por los

artículos 80, inciso 9º y 84 del Código Penal no son iguales, por cuando, aunque ambos

atacan idéntico bien jurídico y aluden al mismo resultado, no es lo mismo sostener que

un homicidio fue cometido por un integrante del servicio penitenciario, abusando de

su función o cargo, y con la deliberada intención de hacerlo —porque se trata de una

figura dolosa—; que haber provocado un homicidio, sin intención de cometerlo, pero

por haberse obrado con falta de precaución o indiferencia por el acto (negligencia), o

porque se actuó de una forma peligrosa, realizando un acto que las reglas de la

prudencia indicaban no hacer (imprudencia) (cfr. comentario al artículo 84 del Código

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Penal en Andrés José D’ALESSIO (dir) y Mauro A. DIVITO (coor), Código Penal

comentado y anotado, La Ley, 2004, pág. 33). “Y esa diferencia teleológica, modifica

necesariamente la significación jurídico penal de la acción, puesto que (…) todo acto

humano, para ser hecho punible, debe ser considerado también en su faz subjetiva. Al

ser ambos aspectos, el objetivo y el valorativo, inseparables en una conducta típica,

cualquier cambio significativo de uno de ellos arrastra al otro, distorsionando así la

naturaleza de la imputación” (dictamen de la Procuradora General de la Nación, que la

Corte Suprema de Justicia hace suyo in re “Sircovich, Jorge O. y otros”, sentencia del 31

de octubre de 2006, publicada en Fallos, 329:4634 y en la Ley Online). Como corolario

de lo desarrollado, entiendo que, la modificación propuesta por el Fiscal de Cámara —

quien, al advertir que el plexo probatorio era contradictorio con la acusación y que

habían surgido nuevas circunstancias en el debate, debió proceder conforme lo

autoriza el artículo 412 del CPP, ampliando la acusación—, y que luego fue admitida

por el Tribunal, al elaborar el pronunciamiento, con los defectos que fueron antes

destacados, es contraria al principio de congruencia. Por este motivo, juzgo que

también afectó garantías esenciales del imputado —en particular, el debido proceso y

el adecuado ejercicio del derecho de defensa—, en razón de que se basó en

circunstancias no consideradas en la acusación; alteró la imputación respecto de la

cual se ejerció la defensa; e impidió, en consecuencia, el adecuado despliegue de la

estrategia defensiva.

Por lo expuesto, entiendo que asiste razón al casacionista en su planteo, por cuanto, al

haberse vulnerado el principio de congruencia y haberse afectado garantías

fundamentales del imputado, el Tribunal de grado emitió una sentencia que debe ser

descalificada como acto jurisdiccional válido (conforme artículo 436, inciso 2 del CPP).

5) La conclusión a la que arribo torna inoficioso el tratamiento de la restante cuestión

propuesta.

IV. Conclusión: Por las consideraciones vertidas, considero que corresponde: a) Hacer

lugar al recurso de casación articulado por la defensa técnica del señor Carlos Antonio

Vargas; b) En consecuencia, declarar la nulidad de la sentencia en cuanto condenó al

ciudadano Carlos Antonio Vargas a la pena de prisión de cinco años e inhabilitación

especial de seis (6) años para ejercer cargos públicos, por considerarlo autor del delito

de homicidio culposo, cometido en el Servicio Penitenciario Provincial, en perjuicio del

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interno Ramiro Jorge Blanco; c) Ordenar el reenvío de las actuaciones para que el

Tribunal, con nueva integración y previa realización de la audiencia de debate, dicte

nueva sentencia acorde a derecho; y d) Determinar que la parte debe soportar sus

propias costas, atento el modo en que se resuelve la cuestión.

Es mi voto.

EL DR. MARIO EMILIO PAGOTTO, dijo:

Que vienen para ser resueltas las presentes actuaciones, en las que doy por

reproducidos, en honor a la brevedad, los antecedentes de la causa desarrollados en el

resultando del voto que antecede, como así también los antecedentes vertidos en el

considerando I y III. Sin embargo disiento respetuosamente con el resultado propuesto

por el magistrado de primera voz, entendiendo que en el caso corresponde disponer el

rechazo del recurso de casación en base a siguientes fundamentos.

Que debido a los motivos que fueron invocados por la parte recurrente y los agravios

desarrollados, estimo que por razones metodológicas se torna necesario comenzar por

el examen de la causal de “violación a las formas procesales impuestas bajo pena de

nulidad”, prevista en el inc. 3º del Art. 495 del CPP, para luego detenerme en la causal

de “Infracción de la ley sustantiva” –inc. 1º- del citado cuerpo procesal.

1º) “Agravio vinculado a la Violación u omisión de las formas procesales –Art. 495 Inc.

3º del C.P.P-“

Que en el contexto reseñado estimo que el planteo de nulidad se encuentra vinculado

a la violación del principio lógico de congruencia atento que según el recurrente no se

ha respetado la plataforma fáctica contenida en la acusación al emitirse la sentencia de

condena en contra de su defendido por parte del Tribunal interviniente y por ende

corresponde analizar si tal modificación puede encuadrarse en un mero cambio de

calificación sin incidencia en los hechos descriptos, los cuales permanecen incólumes,

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o si, por el contrario, al variar la norma, se afectó el sustrato fáctico de la imputación y

de este modo se vulneró el legítimo derecho de defensa del imputado.

Para analizar de manera concreta esta cuestión resulta necesario en primer lugar

transcribir la requisitoria de elevación de la causa a juicio, en la que se describió el

hecho sometido a debate de la siguiente manera: “El día 27 de Diciembre de 2009, a

horas 18:30 aproximadamente en el Instituto de Rehabilitación Social (IRS), el interno

Ramiro Jorge Blanco, a que a la sazón cumplía una condena perpetua (por Homicidio

Calificado), produjo un incidente en el Pabellón Nº 6 donde se encontraba alojado. En

efecto el interno Blanco se encontraba ofuscado, alterado y muy nervioso porque no le

habían permitido recibir visitas y procedió a romper un tubo fluorescente que se

encontraba en el pabellón y tenía en sus manos pedazos de vidrio, por lo que fue

convocado por el jefe del servicio Daniel Sebastián Luna, el grupo CAEP, integrado por

Marcelo Hernán Castro, Carlos Vargas y Fabio Gabriel Sánchez y el grupo de requisa

integrado por William Gabriel Toranzo y Fabio Gabriel Torres, quienes irrumpieron a

los gritos en el Pabellón Nº 6, a los fines de reducir a Ramiro Blanco, ingresaron en

formación, primero portando el escudo Diego Gabriel Torres, en Segundo lugar

Marcelo Hernán Castro que portaba una escopeta, tercero también con escopeta

Carlos A. Vargas, en cuarto lugar Fabio Gabriel Sánchez portando una tonfa y por

último y en quinto lugar Sub ayudante William Gabriel Toranzo, con escopeta quien se

ubicó cuidando las espaldas del grupo. La formación se abrió en abanico quedando

Torres (escudero), a la derecha de Blanco en tanto Castro y Vargas con sus escopetas

apuntando a Blanco; Sánchez con tonfa a la izquierda de Blanco y Toranzo como ya se

mencionó precedentemente cuidando las espaldas del grupo que a los gritos pedían a

los otros internos que ingresen a sus celdas, atento a que esto ocurría en el pabellón

Nº 6 orden que fue cumplida de inmediato, por los internos del pabellón a excepción

de Blanco, por lo que conforme lo adiestrado el Sub ayudante Torres intentó reducir a

Blanco abalanzándose sobre su humanidad, pero es repelido por el interno Blanco que

se encontraba arrodillado sobre su pierna derecha y con la izquierda queda de cuclillas

con su brazo derecho colgando y el puño cerrado y en la mano izquierda tenía vidrios

del tubo fluorescente mientras amenazaba e insultaba a las fuerzas del orden por lo

que nuevamente Torres lo empuja con mayor fuerza siempre intentando doblegarlo,

esta vez con ayuda de Sánchez, en ese instante Blanco toma del caño la escopeta que

portaba Carlos A. Vargas quien dispara un tiro prácticamente a quemarropa que

impactó en la región lateral hemitorax lado izquierdo, cayendo Blanco acostado al piso.

De su herida emanaba sangre pero no perdió el conocimiento ya que decía vengan

hijos de puta”, “los voy a cagar matando a todos”, “…mátenme, mátenme”.

Inmediatamente fue esposado por Castro y fue sacado arrastrado hacia fuera de la reja

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(hall), donde lo cargaron en una camilla y fue trasladado en ambulancia al Hospital

Enrique Vera Barros, en ese momento lo acompañaba el Sub ayudante Raúl Nicolás del

Rosario Carrera, quien cumplía las funciones de enfermero en la Unidad del

Departamento Médico y en el Hospital se produce el desenlace de su fallecimiento a

horas 0:20 del 28 de diciembre de 2009 cuando era sometido a una intervención

quirúrgica, como consecuencia de las lesiones corporales producidas por el disparo.

Ramiro Blanco habría ingresado a horas 20:40 con diagnóstico de “contusión pulmonar

izquierda e insuficiencia respiratoria”. Que la calificación legal del suceso descripto

formulada por el fiscal atribuible a la conducta del procesado, Carlos Antonio Vargas se

encontraba tipificada por el artículo 80, inciso 9 del Código Penal (homicidio calificado

por abuso de sus funciones o cargo por ser miembro de la fuerza de seguridad o

policiales o del servicio penitenciario).

Por su parte en la sentencia de condena, el Tribunal, dejó establecido que tiene por

acreditado en forma afirmativa el hecho acusado coincidiendo en sus circunstancias de

tiempo, modo y lugar con el de la acusación del Ministerio Público Fiscal, sosteniendo

que el hecho que se tiene por probado ocurrió “…el día sábado 27 de diciembre de

2009, a horas 18:30’ aproximadamente, habiendo finalizado el horario de visitas en el

Servicio Penitenciario Provincial, sito en esta ciudad de La Rioja, en oportunidad en

que el interno condenado Ramiro Jorge Blanco, produjo sucesos violentos de

inconducta en el Pabellón Nº 6 donde se encontraba alojado, mostrándose alterado y

muy nervioso aparentemente porque no le habrían permitido recibir unas prendas de

vestir en el horario de las visitas que acababa de finalizar y procedió a romper un tubo

fluorescente que se encontraba en el pabellón y portaba en sus manos restos del

artefacto destruido o pedazos de vidrio; situación que provocó la puesta en

conocimiento del jefe de servicio en turno, Oficial Adjutor Daniel Sebastián Luna, quien

convocó al Cuerpo de Adiestramiento Especial Penitenciario —Grupo CAEP—, para

reducir al condenado Ramiro Blanco para alojarlo en aislamiento del resto de los

internos por los desmanes que estaba produciendo. El grupo estaba integrado por

Marcelo Hernán Castro, Carlos Vargas y Fabio Gabriel Sánchez, ingresando también el

grupo de requisa integrado por William Gabriel Toranzo y Fabio Gabriel Torres,

quienes irrumpieron en el Pabellón Seis, ordenando a los gritos a los internos que se

introdujeran en sus celdas y a Ramiro Blanco que se arroje al piso, que desista de su

actitud. Los uniformados ingresaron en formación al pabellón, portando un escudo

Diego Gabriel Torres, Marcelo Hernán Castro que portaba una escopeta, también con

escopeta Carlos A. Vargas, Fabio Gabriel Sánchez portando una tonfa policial —

también conocida como tonfa o tuifa— y por último y en quinto lugar el Sub ayudante

Williams Gabriel Toranzo, con escopeta quien se ubicó cuidando las espaldas del grupo

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y previniendo que los demás internos no salieran de sus celdas y se agrave la situación.

La formación se abrió en abanico quedando Torres (escudero), a la derecha de Blanco

en tanto Castro y Vargas con sus escopetas apuntando a Blanco; Sánchez con tonfa a la

izquierda de Blanco y Toranzo cuidando las espaldas del grupo. La orden de ingreso a

las celdas fue acatada inmediatamente por los demás internos, mientras que a Ramiro

Blanco se le ordenaba que se arroje al piso, haciendo caso omiso a las reiteradas

órdenes de deponer su actitud antirreglamentaria; por lo que se procedió intentar

reducir a Blanco, por vía de acción del Sub ayudante Torres, chocando sobre la

humanidad del condenado, pero la fuerza y resistencia de Ramiro Blanco podían más

que las fuerzas del escudo ejercida por Torres, quien era repelido por el interno,

apoyándose arrodillado sobre su pierna derecha y la izquierda en cuclillas, con su

brazo derecho colgando, el puño derecho cerrado y en la mano izquierda tenía vidrios

del tubo fluorescente, amenazaba e insultaba a los guardia cárceles, nuevamente

Torres lo empuja con mayor fuerza intentando doblegarlo, esta vez con ayuda de

Sánchez, en esa acción Ramiro Blanco toma el caño de la escopeta que portaba el

acusado Carlos Antonio Vargas, ocasión en que se descerraja un disparo del arma de

fuego que impactó en la región lateral hemitorax lado izquierdo de Ramiro Blanco,

cayendo al piso. A pesar de estar herido, manando sangre, Blanco persistía con su

actitud remisa, gritando a los uniformados: ‘vengan hijos de puta’; ‘los voy a cagar

matando a todos’; ‘mátenme, mátenme, es lo que yo quería’. Inmediatamente fue

esposado por Castro, fue sacado del pabellón lo cargaron en una camilla y fue

trasladado en una unidad móvil de la penitenciaría al Hospital Enrique Vera Barros,

donde llegó a horas 18:50’, aproximadamente. Camino al Hospital fue asistido por el

Sub ayudante Raúl Nicolás del Rosario Carrera, enfermero de la Unidad del

Departamento Médico y en el Hospital se produce el desenlace de su fallecimiento a

horas 0:20’ del día 28 de diciembre de 2009 en oportunidad en que estaba siendo

sometido a una intervención quirúrgica, como consecuencias de las lesiones corporales

producidas por el disparo”.

Que analizando lo expuesto considero, en base a la manera en que se fijaron los

hechos tanto en la acusación y plataforma fáctica definitiva sobre la que se construyó

la sentencia de condena, que lo actuado por el Tribunal se trató de un simple cambio

de calificación legal, que de ningún modo puede entenderse como una afectación al

derecho de defensa del recurrente y menos contrario al principio de congruencia y por

ende no acarrea la nulidad del fallo que se denuncia.

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Ello así por cuanto advierto que no existen diferencias sustanciales de tiempo, lugar,

personas y modo entre ambos actos, pues en los dos actos procesales se hace

referencia a un solo hecho que ocurrió el mismo día, a la misma hora, en el mismo

lugar (en las inmediaciones del Instituto de Rehabilitación Social (IRS), que involucró a

las idénticas personas y que la modificación ocurrido en el modo de comisión, lo fue a

consecuencia de circunstancias incidentales del modo en que fue cometido el hecho

que solo impactan sobre la calificación legal, que no hacen variar sustancialmente la

descripción fáctica de manera que impida u obstaculice la defensa del imputado.

Que con respecto al relato que presentan es análogo y en el hecho fijado

definitivamente se tuvo por probado que en el Instituto mencionado se produjo un

incidente provocado por la víctima en el cual rompe un tubo fluorescente que se

encontraba en el pabellón y tenía en sus manos pedazos de vidrio, en ese momento

irrumpe el personal del servicio del grupo CAEP a los gritos en el pabellón Nº 6, entre

los cuales se encontraba el condenado Carlos Vargas y el grupo de requisa, a los fines

de reducir a Ramiro Blanco. Que los mismos ingresaron en formación, la cual se abrió

en abanico, quedando Torres (escudero) a la derecha de Blanco en tanto Marcelo

Hernán Castro y Carlos Vargas con sus escopetas apuntando a Blanco. Que en ese

momento el Sub Ayudante Torres intenta reducir a Blanco, pero es repelido por el

mismo, mientras amenazaba e insultaba a las fuerzas del orden y nuevamente Torres

lo empuja con fuerza intentando doblegarlo, esta vez con la ayuda de Sánchez, en ese

instante Blanco toma del caño de la escopeta que portaba Carlos A. Vargas, quien

dispara un tiro que impacta en la región lateral del hemitorax izquierdo, cayendo

Blanco acostado al piso.

Con lo expuesto queda claramente demostrado que la sentencia no introdujo ninguna

circunstancia esencial que no hubiera formado parte de la acusación y que los

elementos tipificantes de la atenuación en la calificación legal (homicidio calificado Art.

80 inc. 9º a Homicidio culposo del Art. 84, ambos del Código Penal), fueron

adecuadamente descriptos en la sentencia en concordancia con la modificación

propuesta por el Fiscal de Cámara, quien al advertir que el plexo probatorio era

contradictorio con la acusación y que habían surgido nuevas circunstancias en el

debate, entendió que la calificación legal del hecho debía ser variada, debiendo

responder el imputado por el delito de homicidio culposo, atento a la negligencia e

imprudencia comprobada en el debate de la conducta asumida por el enjuiciado.

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Por lo expuesto, entiendo que no se ha vulnerado el principio de congruencia, ni se

han afectado las garantías del imputado, puesto que el Tribunal de grado emitió una

sentencia de acuerdo a los elementos probatorios recolectados durante el juicio y de

ellos se colige que correspondía el cambio de calificación. En consecuencia, la

sentencia no puede ser descalificada y por lo tanto se trata de un acto jurisdiccional

válido, puesto que del hecho descripto señalado en la requisitoria fiscal y luego fijado

definitivamente en la sentencia no se advierte un cambio en la plataforma fáctica y

que la variación de algunas circunstancias vinculada al modo de comisión son

diferenciaciones incidentales de las que no se deriva ninguna consideración, ni alcance

como hecho diferente.

En consecuencia estimo que el principio de congruencia, para resguardar el

contradictorio, impide introducir elementos nuevos sobre los cuales no haya podido

defenderse el imputado, a quien se le debe garantizar la posibilidad de alegar y probar

todo aquello por lo que antes no fue acusado y que determina su responsabilidad,

toda vez que una variación brusca de la calificación jurídica puede sorprender a la

defensa en algunos casos. Que este postulado exige que el Tribunal debe realizar la

descripción fáctica circunstanciada, de manera tal que la sentencia no pueda alejarse

de aquello delimitado en tal sentido por el Ministerio Público en su requerimiento de

elevación a juicio y alegato final, todo lo cual se ha considerado en el decisorio

cuestionado y traído a estudio de este Cuerpo.

Que a los fines de precisar y sostener lo valorado, el proveyente considera necesario

resaltar dos fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en relación a la

correcta interpretación del principio de congruencia y se trata del caso "Antognazza"

(S.C. A. 1318 L. XL, "Antognazza, María Alejandra s/ p.s.a. abandono de persona

calificado", c. 19.143/03, rta. 11/12/2007). Aquí, se señaló que la modificación de la

calificación legal podría importar un agravio constitucional en la medida que dicho

cambio provoque el desbaratamiento de la estrategia defensiva del acusado

impidiéndole formular su descargo y en el fallo "Ciuffo" (C.2594. XL., "Ciuffo, Javier

Daniel s/ causa N° 5579", rta. 11/12/07), se indicó que el principio de congruencia

exige que el hecho que se juzga debe ser el mismo que fue objeto de imputación y de

debate en el proceso, es decir, aquél sustrato fáctico sobre el cual losactores

desplegaron su estrategia defensiva o acusatoria.

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En definitiva del caso analizado considero que el cambio de calificación no ha generado

agravio constitucional alguno, puesto que ha versado sobre el mismo hecho que fue

objeto de debate (homicidio) y no se ha visto afectada la garantía de defensa, pues no

se ha desbaratado la estrategia defensiva del acusado ni, se le ha impedido formular su

descargo.

2º) “Agravio vinculado a la Violación o Aplicación falsa o errónea de la ley sustantiva –

Art. 495 Inc. 1º del C.P.P.-“

Respecto al agravio invocado por conducto del inciso 1º del Art. 495 del CPP, al

pretender el recurrente la aplicación del Art. 34 inciso 5 del C.P. (obediencia debida)

conjugándola con el Art. 84 del C.P. por el cual fuera condenado el encartado Vargas,

estimo propicio realizar las siguientes consideraciones y fundamentaciones.

El artículo 34 inciso 5 del C.P. regula que no son punibles los que obraren en virtud de

la obediencia debida, que se tipifica cuando un superior jerárquico imparte una orden

de naturaleza ilícita a un subordinado, pero para que el sujeto quede amparado por

esta causal, resulta necesario la existencia de una serie de requisitos, a saber: debe

existir una relación jerárquica, la orden impartida debe pertenecer a la esfera de

competencia del superior y debe reunir las formalidades correspondientes y no debe

ser manifiestamente ilícita, pues si la ilicitud es fácilmente discernible, el subordinado

podrá negarse a cumplirla, dado que nadie tiene la obligación de cometer un delito.

Formuladas estas cuestiones doctrinarias vinculada al tipo delictivo entiendo que la

resolución del tribunal es ajustada a derecho, no correspondiendo aplicar la norma

penal analizada, ya que de ninguna manera el condenado actúa cumpliendo una orden

ilícita sino por el contrario, la orden era legítima y consistía en reducir al interno Blanco

ante la situación de disturbios que estaba ocurriendo en el pabellón. Por lo tanto en el

caso no se cumple con el requisito de ilicitud de la orden impartida del superior que

tornaría aplicable el Art. 34 inciso 5 del CP, sino por el contrario el homicidio se

produce de manera culposa encuadrado dentro de las previsiones del Art. 84 del C.P.

en virtud de un obrar negligente, descuidado, omisivo de la diligencia debida y de las

precauciones necesarias y propias de una persona que desempeña la función de

personal de las fuerzas policiales capacitada para la portación de armas. Como

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corolario y por los argumentos vertidos propicio el rechazo del recurso de casación

respecto al agravio referido.

Por las consideraciones vertidas considero que corresponde: a) rechazar el recurso de

casación articulado por la defensa técnica del encartado Carlos Antonio Vargas; b) En

consecuencia, confirmar la sentencia en cuanto condenó al ciudadano Carlos Antonio

Vargas a la pena de Cinco años de prisión e inhabilitación especial de seis (6) años para

ejercer cargo públicos, por considerarlo autor del delito de homicidio culposo

cometido en el Servicio Penitenciario Provincial, en perjuicio del interno Ramiro Jorge

Blanco; c) imponer las costas al vencido (Art. 570 del CPP) y d) Diferir la regulación de

honorarios de los letrados intervinientes hasta que exista base y estos lo soliciten.

Es mi voto.

EL DR. LUIS ALBERTO NICOLAS BRIZUELA, dijo:

Que por sus fundamentos, adhiere al voto del Dr. Claudio José ANA.

EL DR. JOSE NELSON LUNA CORZO, dijo:

1. Si –como bien ha demostrado mi distinguido colega de primera voz- en el momento

de alegar el Fiscal de Cámara señaló que no acusaría al imputado por el hecho

contenido en la requisitoria de elevación a juicio, al cual había calificado como

homicidio agravado, sino por otro, al cual tipificó como homicidio culposo, y la a quo –

según surge de las actas del debate- sin explicar al enjuiciado las relevantes

modificaciones fácticas y jurídicas que dicho cambio entrañaba, ni evitarle a

contradecir y refutar la nueva acusación, directamente decidió condenarle sobre la

base de la nueva acusación, va de suyo que el debate resultó absolutamente nulo por

lesionar la máxima nullum iudicio sine defensione, circunstancia que puede y debe

declararse de oficio.

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2. Por ello, propicio declarar la nulidad absoluta del debate y –consecuentemente- de

la sentencia que se casa y reenviar la causa al tribunal de origen para que, con otra

integración, y previa realización de nuevo debate, dicte sentencia sobre los hechos

contenidos en la nueva acusación fiscal (artículos 18 y 176 de la Constitución de la

Nación y del CPP).

Es mi voto.-

Por ello, el Tribunal Superior de Justicia, Secretaría Penal y Laboral,RESUELVE:

1º-Hacer lugar al recurso de casación articulado por la defensa técnica del señor Carlos

Antonio Vargas.

2º- Declarar la nulidad de la sentencia en cuanto condenó al ciudadano Carlos Antonio

Vargas a la pena de prisión de cinco años e inhabilitación especial de seis (6) años para

ejercer cargos públicos, por considerarlo autor del delito de homicidio culposo,

cometido en el Servicio Penitenciario Provincial, en perjuicio del interno Ramiro Jorge

Blanco.

3º- Ordenar el reenvío de las actuaciones para que el Tribunal, con nueva integración y

previa realización de la audiencia de debate, dicte nueva sentencia acorde a derecho.

4º- Determinar que la parte debe soportar sus propias costas, atento el modo en que

se resuelve la cuestión.

5º- Protocolizar y hacer saber.