La Saga Del Perro Del Hortelano
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14 LA REVISTA AGRARIA / 163
La saga del perro del hortelanoRichard Chase Smith, PhD1
El sábado 14 de junio, el diario El Co-
mercio publicó un editorial en donde
alegaba que las tierras en manos de las
comunidades campesinas y nativas re-
presentan un gran desperdicio para el
Perú, y exhortaba al Estado a que titula-
se parcelas individuales dentro de ellas
a fin de permitir y facilitar su hipoteca o
venta. Las distorsiones contenidas en
los argumentos esgrimidos por El Co-
mercio sugieren que estamos ante una
campaña a favor de quienes codician
estas tierras y recursos comunales,
como podrían ser la agroindustria, la
minería y las urbanizadoras.
El referido editorial es el tercero publi-
cado por dicho medio de comunicación,
con la misma posición, en los últimos dos
años. Se pueden identificar una serie de
argumentos en los tres textos, que pare-
cen apuntar en la misma dirección: des-
prestigiar a la institución de la comuni-
dad indígena.
El origen de la propiedadcomunal
El primer argumento afirma que el régi-
men de propiedad comunal en el Perú es
un mal heredado del gobierno militar de
Juan Velasco Alvarado. Falso.
La institución de la «comunidad indíge-
na» tiene raíces tanto precoloniales (los
sistemas indígenas de tenencia y produc-
ción) como coloniales (las «reducciones
de indios» de los siglos XVI y XVII). Estas
comunidades originarias o de «indios» fue-
ron reconocidas de manera oficial por la
Constitución de 1920, a principios del on-
cenio del presidente Augusto B. Leguía.
La titulación de las tierras comunales
empezó en 1928, y para 1968 —cuando asu-
mió Velasco— ya se había titulado el 37%
del total de comunidades indígenas/cam-
pesinas. En sus siete años de gobierno,
Velasco sólo tituló el 4% del total, es decir,
menos de la mitad que el 10% del presiden-
te Fernando Belaunde en la década de los
sesenta. En lo que va de la historia, el pri-
mer gobierno de Alan García tituló el ma-
yor número de comunidades indígenas/
campesinas (23%), mientras que el de Al-
berto Fujimori tituló el mayor número de
comunidades nativas (45%).
El colectivismo y lascomunidades
El segundo argumento de El Comer-
cio aduce que tanto el gobierno de Ve-
lasco como los antropólogos pretendie-
ron engañar al país con el mito de que
los comuneros indígenas son «colecti-
vistas por naturaleza». Según el edito-
rial, esto es desmentido por la existencia
de parcelas individuales dentro de las
comunidades. Falso.
En realidad, existe una tremenda ignoran-
cia y desdén en un sector de la población
urbana acerca de las comunidades indíge-
nas en el Perú. Quienes las conocemos bien
(aun siendo antropólogos) sabemos que no
son «colectivistas». Son familias a menudo
emparentadas entre sí, que comparten una
A28. EL COMERCIO
SÁBADO 14 DE JUNIO DEL 2014
OPINIÓN
EDITORIAL
“El valor de la propiedad depende del grado de certidumbre con el que sus titulares pueden probar su derecho y, por lo tanto, de la existencia de títulos y registros que la certifiquen”.
Editorial de El Comercio Privados en la ‘Juan Velasco’ /8 de febrero del 2014
El sueño de la propiedad propia
Deben reconocerse legalmente las propiedades privadas que, de facto, ya existen al interior de muchas comunidades.
Ya se sabe que el derecho de propiedad
que no se puede probar clara y fácil-
mente vale menos que el que sí. Es ló-
gico que así sea: uno descuenta de lo
que está dispuesto a pagar por algo lo
que le costaría hacer que los demás lo reconozcan
como el dueño de ese algo. Por el mismo motivo,
el derecho de propiedad que no se puede probar
clara y fácilmente no sirve para obtener créditos
o sirve solo para obtener créditos en condicio -
nes muy castigadas: los bancos –y cualquier otro
prestamista– no consideran que sirve de mucho
la “garantía” cuya eventual propiedad (en caso
de que su deudor no les pague lo que les debe) les
podría ser discutida sin esfuerzo.
Puesto en otras palabras, los derechos de pro-
piedad sobre los que no hay títulos claros consti-
tuyen un desperdicio de riqueza, tanto para sus
(precarios) titulares como para la economía en
la que existen.
En el Perú este desperdicio no es pequeño: se-
gún el Censo Nacional Agropecuario (Cenagro)
del 2012, ni más ni menos que el 24,64% de las
parcelas rurales carece de un registro que identi -
fique a sus propietarios.
Es, pues, muy positivo que este gobierno se
haya propuesto hacer algo por titular la propie -
dad rural en el país, para lo que el Ministerio de
Agricultura (Minagri) obtuvo hace un tiempo
un préstamo de US$50 millones de una organi -
zación internacional. Y es también de saludar
que el defensor del Pueblo acabe de recordar la
prioridad de esta misión al gobierno, hacien -
do énfasis en el caso de la propie -
dad colectiva de las comunidades
campesinas y nativas, que son las
titulares de buena parte de los pre -
dios rurales con problemas de ti -
tulación que existen en el país.
El problema, en medio de la
buena noticia, es que ni el Minagri ni la defensoría
han hablado de reconocer la propiedad individual
que, de facto, existe en el seno de las comunida -
des, asumiendo, aparentemente, que sus miem -
bros prefieren seguir con el esquema de propie -
dad colectiva que hasta hoy les manda la ley.
¿Por qué mantendrían el Minagri y la defen -
soría una asunción así? No se nos ocurre otro
motivo que la inercia. Después de todo, la con -
cepción de los comuneros peruanos como per -
sonas colectivistas por naturaleza fue empujada
con mucha fuerza por ideologías que tuvieron
un gran apogeo en el país –el gobierno del gene -
ral Velasco, de hecho, hizo de ella una especie de
emblema– y ha de resultar difícil cuestionar una
visión que nos fue inculcada a generaciones de
peruanos desde nuestra educación escolar.
Para quien no parece haber sido tan difícil ha -
cer este cuestionamiento, sin embargo, es para
los propios comuneros, quienes
desde hace tiempo vienen crean -
do propiedades individuales de
facto en el medio de sus comuni -
dades y heredándoselas de pa -
dres a hijos, con el reconocimien -
to del grupo. De hecho, el propio
Cenagro del 2012, elaborado por el INEI, recoge
1’555.134,31 hectáreas como pertenecientes a
miembros de comunidades campesinas. ¿Cuán -
tas de las parcelas de ese 24,64% que queda sin
titular pertenecerán también a miembros indivi -
duales de estas comunidades?
La respuesta a la pregunta anterior parecería
ser “muchísimas”. Al menos a juzgar por las escri -
turas ante jueces de paz o ante notarios locales,
los documentos de compraventa, los testamentos
y toda la rica lista de recursos con que los comu -
neros intentan “legalizar” su propiedad indivi -
dual. Intento este que, sin embargo, está conde -
nado al fracaso –de ahí las comillas–, puesto que
el Estado solo está dispuesto a reconocerlos como
propietarios colectivos, al margen de lo que ellos
piensen al respecto. Y a nadie parece resultar -
le esto discriminatorio y menos que a nadie a los
supuestos “protectores” de las comunidades. Los
demás peruanos no estamos obligados a ningu -
na asociación, pero los comuneros sí, porque “na -
cen” dentro de una y seguir en ella es, por lo visto,
lo que les corresponde. Lo contrario –permitir
que los “antropos” les resulten contestones a los
antropólogos– no parece ser una opción.
Desde luego, dicen los “defensores” del sis -
tema comunal que el “neoliberalismo” quiere
destruir las comunidades, que son mucho más
que propiedades: modos de vida, sistemas cul -
turales, tradiciones. Pero no se llega a entender
cómo una reforma que trate de reconocer exclu -
sivamente a quienes ya han optado –o deseen
optar en el futuro– por una determinada forma
de propiedad (con el consentimiento implícito
de sus comunidades) puede suponer “destruir”
su modo de vida. Los modos de vida no se pue -
den “proteger” de buena fe contra la voluntad de
quien los vive.
COMUNIDAD
Los demás peruanos
no estamos obligados a
ninguna asociación, pero
los comuneros sí, porque
“nacen” dentro de una.
LIMA, SÁBADO 14 DE JUNIO DEL 2014www.elcomercio.pe
DIRECTOR GENERAL: FRANCISCO MIRÓ QUESADA C.
INDEPENDENCIA Y VERACIDAD
EDICIÓN SÁBADO88 625
AL SERVICIO
DEL PAÍS
Foto
inte
rnet
JUNIO de 2014 15
«Análisis de la política públi-
ca sobre reconocimiento y ti-
tulación de las comunidades
campesinas y nativas» (infor-
me). Defensoría del Pueblo.
Lima, 2014.
Durante 2013, la Defensoría del Pue-
blo realizó una supervisión a los go-
biernos regionales con el objetivo de
analizar los avances y desafíos en el
proceso de reconocimiento y titula-
ción de comunidades campesinas y
nativas. Luego de sistematizar y analizar dicha información,
concluyó que el Estado peruano no cuenta con una política
pública adecuada para enfrentar dicho proceso. Este infor-
me fue remitido recientemente al Ministerio de Agricultura y
Riego, con recomendaciones orientadas a que las comuni-
dades campesinas y nativas obtengan seguridad jurídica so-
bre sus tierras comunales y se garantice su identidad cultu-
ral y el desarrollo de sus vidas en comunidad. Puede exami-
narse en <http://bit.ly/1qAXCyx>.
El mundo indígena. Autores varios. Grupo Interna-
cional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA).
Copenhague, 2014.
El libro ofrece 58 informes y 15 artículos sobre procesos
internacionales en el mundo indígena, que reflejan las ac-
tuales violaciones de los derechos humanos a escala mun-
dial, con especial foco en los derechos a la tierra, territorios
y recursos de los pueblos indígenas. De igual manera, ana-
liza otros procesos, como el camino hacia la Conferencia
Mundial de los Pueblos Indígenas, su participación en las
negociaciones sobre cambio climá-
tico y en la agenda de desarrollo post
2015, y sus luchas locales por la im-
plementación de su derecho al de-
sarrollo basado en el consentimien-
to libre, previo e informado. Los auto-
res son activistas y expertos indíge-
nas y no indígenas que han trabaja-
do con el movimiento indígena duran-
te muchos años y forman parte de la
red de contactos de IWGIA. Texto des-
cargable desde <http://bit.ly/TiAQgR>.
Los derechos de propiedad sobre las tierras co-
munales. Lo que se debe saber. Castillo, Pedro y
Laureano del Castillo. Lima: Heifer y Cepes, 2014.
Esfuerzo de sistematización sobre los derechos de propie-
dad sobre las tierras comunales, busca combatir una de
las mayores dificultades que enfrentan las comunidades:
la falta de información sobre sus derechos de propiedad y
el aprovechamiento de los recursos
naturales ubicados en sus tierras.
Este material está destinado a la
sensibilización y capacitación que
realiza Cepes en Huancavelica, en
el marco del proyecto Mujeres y Fa-
milias Campesinas Contribuyendo
a las Seguridad Alimentaria y Ges-
tión de Recursos de Comunidades
Campesinas de Huancavelica, con
el apoyo de Heifer Perú. Texto des-
cargable desde <http://bit.ly/1ikifgj>.
publicacionespublicacionespublicacionespublicacionespublicacionespublicacion
vida e historia social, religiosa, estética y
simbólica dentro de un espacio común. La
producción es asunto de cada familia y se
practica en parcelas heredadas o asigna-
das por la comunidad. Siempre ha sido
así. Por esta razón, cada comunidad es un
mosaico complejo de ecozonas subdivi-
didas en parcelas familiares y comunita-
rias, con diferentes usos y derechos. Y
sus miembros tienen la obligación de par-
ticipar en los órganos de gobierno comu-
nitario para asegurar el buen cuidado y
manejo del mosaico en su conjunto.
La libre disposición de lapropiedad
El tercer argumento —tomado del eco-
nomista Hernando de Soto— afirma que
la propiedad comunal no es una propie-
dad real, dado que niega a los comuneros
la oportunidad de —libremente— arren-
darla, venderla, hipotecarla, o de asociar-
se para usarla en una empresa. Falso.
La propiedad comunal es una forma de
propiedad privada asociativa, similar a una
cooperativa o una sociedad anónima. So-
bre los derechos, obligaciones y usos de
cada forma de propiedad privada rigen
normas y restricciones; la propiedad co-
munal no es una excepción. Desde la Cons-
titución Política de 1979, y con más apertu-
ra desde la de 1993, la comunidad indígena
tiene todo el derecho de disponer libremente
de su propiedad y de asociarse —según
su conveniencia— para usar las tierras,
siempre y cuando medie un acuerdo for-
mal entre sus integrantes, conforme a las
normas establecidas por el Estado.
El cuarto argumento de los editoriales
de El Comercio es el que evidencia la in-
tención de esta campaña: afirma que la
propiedad comunal es un capital desper-
diciado para el Perú porque obliga a man-
tener tantas tierras inmovilizadas. Se trata
de un viejo argumento: al igual que los
comerciantes y terratenientes criollos
buscaban liberar las tierras y mano de obra
indígena para su propio uso a principios
del siglo XIX, hoy se busca quitarles a
los indígenas este «capital muerto».
El expresidente Alan García fue muy
directo en su artículo «El síndrome del
perro del hortelano», publicado, preci-
samente, en el diario El Comercio en
2007: «Hay [...] otros millones de hectá-
reas que las comunidades y asociacio-
nes no han cultivado ni cultivarán [...]
tierras ociosas porque el dueño no tiene
formación ni recursos económicos; por
tanto, su propiedad es aparente. Esa mis-
ma tierra, vendida en grandes lotes, trae-
ría tecnología de la que se beneficiaría
también el comunero [...]»2.
En el contexto americano —y como
nos muestra la historia—, el Perú ha sido
uno de los países más mezquinos con
sus pueblos indígenas y originarios.
Ellos, y los temas que les conciernen,
merecen un trato mucho más serio que el
que El Comercio les está dando.
Notas1 Director ejecutivo del Instituto del Bien Co-
mún (IBC).2 Diario El Comercio, 27.10.2007.