La Sagrada Familia de Gaudí. El alma de un místico.

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SEPTIEMBRE / 2011 Nº: 455 / 5,65 € 133307 La Sagrada Familia de Gaudí EL ALMA DE UN MÍSTICO

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En "Imágenes de la fe". Con la licencia de la Editorial PPC-SM.

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SEPTIEMBRE / 2011Nº: 455 / 5,65 €

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La Sagrada Familia de Gaudí

EL ALMA DE UNMÍSTICO

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SUMARIO

IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Dirección editorial: Juan Rubio

Redacción: Marina de Miguel

Maquetación: Amparo Hernández

Secretario de redacción: Ignacio Virgillito

Publicidad:Javier González Tel.: 91 422 64 02

Suscripciones: Ana Blasco Tel.: 91 422 62 40

Edita: PPC, S.A

Director general: Aurelio Matos

C/ Impresores 2 Urb. Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid)

Tel.: 91 422 62 55 Fax: 91 422 61 18 [email protected]

Depósito legal: M-15368-1968

Imprime: Grefol. S. A.

Precio número: 5,65 e

Suscripción anual (10 números): España: 48,50 eOtros países: 51 e

FOTOGRAFÍA:Yolanda Álvarez / ARCHIVO SM; Pep Daudé / Basílica de la Sagrada Familia, Junta Constructora del Temple Expiatori de la Sagrada Familia, Eloi Bonjoch / Basílica de la Sagrada Familia; INGIMAGE; THINKSTOCK

Presbítero, doctor en Ciencias Bíblicas y decano-presidente de la Facultad de Teología de Cataluña. Para el curso 2011-2012 ha sido elegido presidente de la “Studiorum Novi Testamenti Societas”. Ha escrito numerosos libros y artículos sobre temática bíblica.

AUTORArmand Puig i Tàrrech

IMÁGENES DE LA FESeptiembre 2011

N.º 455

PóRTIcOLa Sagrada Familia: El alma de un místico 4Juan Rubio, director de ‘Imágenes de la fe’

cOMPRENDER UN SíMbOLOUn sueño convertido en la ‘catedral de Europa’ 6

“Suma admirable de técnica, de arte y de fe”. Con estas palabras Benedicto XVI elogiaba la majestuosidad de la Sagrada Familia durante la dedicación del templo como basílica, el pasado 7 noviembre de 2010. Gaudí había alcanzado su mayor anhelo.

EL LIbRO DE LA NATURALEzAAnuncio y expresión de la gloria de Dios 12

La pequeña finca rústica del mas de la Calderera, el mar contemplado desde el puerto de Barcelona… La huella del Creador en el mundo era recogida por el arquitecto como referente especial de su obra. El primer paso era la contemplación del entorno.

EL LIbRO DE LA EScRITURAIglesia de tierra: reflejo y anticipación de la nueva Jerusalén 18

La Sagrada Familia es un tratado de teología. Una suma de las grandes verdades de la fe cristiana, dispuesta como construcción y como espacio donde reina la belleza, y una “traducción” de aquellas verdades al lenguaje del símbolo.

EL LIbRO DE LA FE y DE LA LITURGIA“El Señor la iluminará” 27

Gaudí no concibe una iglesia-museo, las piedras de la construcción están vivas en la medida en que la celebración litúrgica da sentido y provoca el movimiento de toda la construcción. Otras claves de esta vitalidad son la luz y la música.

PARA SAbER MÁS 34

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PÓRTICO

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5IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Esta gran admiración también se percibe en las siguientes páginas de este monográfico que, además de beber del mencionado libro, nace de otros estudios, artículos e intervenciones realizados por el teólogo, como la conferencia que pronunció en la Iglesia Nacional Española de Santiago y Monserrat de Roma, el pasado 19 de noviembre de 2010.

Suscita la oraciónA través de este número, se podrá comprobar, como dice su autor, que “la Sagrada Familia emociona, eleva, suscita la oración, comunica una sacralidad parecida a la del Horeb o Sinaí, la montaña de Dios. Y al mismo tiempo es un espacio de humanidad, de afecto concreto, que hace que se comprenda la grandeza de la encar-nación del Hijo de Dios”.

De este modo, el lector se convertirá, aunque sólo sea de forma virtual, en uno más de la multitud hete-rogénea, de diversas lenguas, edades y etnias, que con el vestido típico del turista y con la cámara en la mano soportan todos los días largas colas para poder pasear por esta basílica y descubrir todos sus secretos. ¿Por qué se sienten atraídos? ¿Qué les mueve a visitar este templo, cuando algunos parecen indiferentes a la religión y otros ni siquiera son cristianos? Es bien cierto que Antoni Gaudí ya adelantó que acudirían gente de todo el mundo a contemplar la iglesia que estaba construyendo, pero, ¿cuál es el motivo?. “Sabía que estaba levantando algo singular, no por su rareza u ‘originalidad’, sino por su profundidad, por su capacidad de emocionar y hablar con unos registros plásticos arquitectónicamente innovadores y espiritualmente densos. Era la innovación al servicio de la idea, la recreación en función del símbolo”, apunta Armand Puig i Tàrrech. Gracias a los capítulos que componen el monográfico que ahora tiene en sus manos, ilustrado mayoritariamente con las bellas imágenes cedidas por el archivo fotográfico del propio templo, es posible profundizar más en este misterio.

En un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la natu-raleza y de un inconmensurable esfuerzo de la

inteligencia humana constructora de esta obra de arte. Ella “es un signo visible del Dios invisible”. Con estas palabras, Benedicto XVI definió la Sagrada Familia durante su consagración como basílica, el pasado 7 de noviembre de 2010. El sueño de Antoni Gaudí se convirtió entonces en la “catedral de Europa”.

Meses después, podemos volver a deslumbrarnos por esta “suma maravillosa de técnica, de arte y de fe”, como la definió el Santo Padre en su bella homilía de dedicación, de la mano de Armand Puig i Tàrrech, decano-presidente de la Facultad de Teología de Cata-luña y autor de este número de Imágenes de la fe. Como afirma en el prólogo de su libro, La Sagrada Familia según Gaudí (publicado recientemente en castellano por El Aleph Editores), desde hacía bastante tiempo sentía grandes deseos de acercarse al universo del célebre arquitecto catalán, a través de su grandiosa obra, y “así comprender la profundidad de sus símbolos, la osadía de una idea y la fuerza de un proyecto largamente meditado que quería ser una ‘nueva arquitectura’, un canto a la vida en todas sus dimensiones”.

“Pero lo que más me ha cautivado –confiesa en otro momento del libro– ha sido vislumbrar el alma de un místico. He podido escuchar el lenguaje de las piedras y del arte, de la luz y de la forma, una arquitectura tras-pasada por la belleza del misterio cristiano”. Por esa razón, no es de extrañar que cuando se refiere Gaudí lo haga como “un recreador de la naturaleza y del hombre, un creyente que cincela en piedra el Evangelio”.

“No puede haber nada superfluo en una edificación que se eleva hacia el cielo y que, como una madre, abre sus brazos a todo el mundo. Ver la Sagrada Familia es sentir la Iglesia y sentir con la Iglesia, esta madre que, como santa María, se nutre de la palabra del Hijo de Dios”, continúa alabando la majestuosidad con la que corona Barcelona.

La Sagrada Familia: el alma de un místico

[JUAN RUBIO. Director de ‘Imágenes de la fe’]

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6 IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Comprender un símbolo

El arte sacro es teología, lectura teológica

del misterio cristiano, por lo que el análisis

de la estructura y contenidos no puede quedar

solo en manos de los profesionales de la historia del arte.

Un sueño convertido en la ‘catedral de Europa’

[ArmAnd puig i TàrreCh. Decano-Presidente de la Facultad de Teología de Cataluña]

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7IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Y es a este monumento transido de cristianismo por todas partes que he dedicado un obra reciente, titulada La Sagrada Família segons Gaudí. Comprendre un símbol. Salió a la luz en octubre de 2010, edita-da en Barcelona por Edicions Pòr-tic, del Grup 62. Existen versiones en castellano (El Aleph Editores) e italiano (Edizioni San Paolo).

En este número de Imágenes de la fe tengo la oportunidad de mostrar las principales conclusiones de mi estudio. Lo voy a hacer subrayando la dimensión heurística de mi traba-jo, es decir, mostrando como la teo-logía cristiana necesita el discurso de la belleza que está presente en las grandes realizaciones del arte religioso surgido en la historia de este antiguo continente.

Mi aportación va a centrarse en la Sagrada Familia, pero se puede

la basílica de la Sagrada Fa-milia es una de las construc-ciones más emblemáticas de

Barcelona, de Cataluña y, por ende, de España entera. Y, situados en el prisma de la arquitectura religiosa, parece incontestable que nos en-contramos, en palabras de Andrea Riccardi, ante “el monumento reli-gioso más importante de la Europa contemporánea” (Il Corriere della Sera, 8 de noviembre de 2010). La recentísima dedicación de la Sa-grada Familia por Benedicto XVI y la grandiosa liturgia que se desa-rrolló en la nueva basílica, dan ra-zón de algo que se iba intuyendo a medida que se configuraba su im-presionante interior.

La “gran iglesia” de Barcelona se ha convertido en un icono arqui-tectónico de una Europa cuyas raí-ces son naturalmente cristianas. Lo

formulaba el cardenal Antonio Ca-ñizares a propósito del viaje apos-tólico del Papa a España: “El ras-go más firme de nuestra identidad (como católicos españoles) es que no rompamos nuestras raíces cris-tianas, que nos apoyemos hoy en el fundamento más firme de lo que somos” (La Razón, 10 de noviem-bre de 2010). Mientras el cardenal Lluís Martínez Sistach comentaba así lo que representa para Barce-lona: “(La basílica) es un icono de nuestra ciudad” (La Vanguardia, 9 de noviembre de 2010).

Efectivamente, es la demostración de que el cristianismo es capaz, en plena modernidad, de plasmar en una arquitectura sublime algo que es aún más sublime: el misterio del Dios creador y encarnado, del Hijo redentor y exaltado, del Espíritu san-tificador de la Iglesia y del mundo.

Impresionante panorámica interior de la basílica, “suma admirable de técnica, de arte y de fe”, según Benedicto XVI

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8 IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Comprender un símbolo

Extraordinario resultadoEl templo es fruto de tres libros: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la liturgia

trasladar a otras realizaciones del arte europeo y español. España po-see una riqueza artística extraordi-naria, que reclama, particularmente de los teólogos españoles, una aten-ción mayor de lo que hasta ahora se le ha prestado. El arte sacro es teo-logía, es lectura teológica del mis-terio cristiano, y en consecuencia, el análisis de su estructura y con-tenidos no puede quedar en manos tan solo de los profesionales de la historia del arte. Debemos ser los teólogos quienes procuremos hacer teología explicando y desarrollando la teología que los artistas de los si-glos pasados y del tiempo presente han insertado en sus creaciones. De esta forma se hará justicia a la di-mensión última de unas obras que, en última instancia, han surgido pa-ra gloria y alabanza de Dios.

Desearía que las palabras del San-to Padre, pastor y teólogo, pronun-ciadas en la magnífica homilía de la liturgia de dedicación de la basílica de la Sagrada Familia, fueran el pór-tico y el eje de estas páginas. Realizó tres afirmaciones fundamentales de precisas resonancias teológicas, que son válidas para cualquier aproxi-mación a una lectura teológica del arte cristiano. Ante todo, que es una “suma admirable de técnica, de ar-te y de fe”, surgida de un arquitec-to genial, en quien la antorcha de la fe quemó hasta el fin de sus días.

En segundo lugar, que la basíli-ca de Gaudí, “signo visible del Dios invisible”, supera la escisión en-tre “belleza de las cosas y Dios co-mo belleza” y ayuda a comprender que “Dios es la verdadera medida del hombre”. En tercer lugar, que la Sagrada Familia es el extraordi-nario resultado de tres libros: “el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la li-turgia”. Estos tres libros se abrieron ante el mundo, expectante y atónito, el 7 de noviembre, mientras las im-presionantes imágenes televisivas

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La “catedraL de europa”Esta expresión posee un evidente sentido analógico. Intenta simplemente condensar en una fórmula breve la relación que existe entre la nueva basílica y la historia cultural y religiosa europea. Por lo que respecta al término “basílica”, su significado debe ser buscado en el marco del uso que hace el cristianismo de los edificios paganos de tipo basilical. Es evidente que para el cristianismo el único rey es Jesucristo, señor del cosmos y de la historia. Benedicto XVI comenta el significado de “basílica” como “l’aula delle udienze del vero Re”.

Más información en J. Ratzinger, Opera omnia. XI:

Teologia della Liturgia, edición a cargo de G. L. Müller.

Roma, 2010. Libreria Editrice Vaticana, p. 520.

recorrían los itinerarios de una ce-lebración litúrgica de gran calado. El sueño de Gaudí se había cumpli-do. La basílica de la Sagrada Familia pasaba a ser la catedral de Europa.

el mundo de GaudíComo antesala a los siguientes ca-pítulos, me permito reproducir un fragmento de mi artículo La Sagrada Família encarnación del misterio cris-tiano, de la revista Vanguardia Gran-des Temas Nº 5 (noviembre 2010).

En el Camp de Tarragona los in-viernos acostumbran a ser suaves, pero cuando sopla el viento llegan a ser temibles. Entonces, las frágiles ramas de los avellanos y de los árbo-les frutales se yerguen bajo la fuer-za del mestral y la hojarasca se acu-mula por doquier. Pero aun cuando está sometida a un cierto descon-trol, la naturaleza muestra su razón interna: está viva y transmite vida y dinamismo. Luego, en verano los huer-tos se convierten en jardines, y las frutas se mecen sabrosas y apetito-sas en las ramas inclinadas por tan-to peso, y van llegando las cosechas: melocotones, ciruelas, cerezas, gra-nadas... Y en setiembre, como una tronada reusense, las avellanas y el vino constituyen la culminación de un don más que abundante, un verdadero canto a la generosidad del Creador. El que suscribe, natu-ral de la Selva del Camp, puede dar fe de esta sobreabundancia, exter-na e interna.

La tierra conforma a los hombres, y éstos, cuando la conocen, se im-buyen de su misterio. Antoni Gaudí i Cornet conoció a la naturaleza, su gran maestra, en el mas de la Cal-derera, término municipal de Riu-doms. Allí descubrió, no la fuerza

nórdica de la naturaleza desenca-denada y bravía, sino la naturaleza armónica, mesurada, mediterránea. Tenía cerca, en Tarragona, la pla-ya del Miracle, donde, afirmaba, la luz es la mejor que existe, y sus ojos podían vislumbrar las doradas mu-rallas romanas de Tárraco y, en el punto más elevado del castrum de los Escipiones, admiraba “la más bonita de nuestras catedrales”, la seo primada de Tarragona.

Bajo sus pies, el Mediterráneo, el mare nostrum, el camino natural ha-cia Grecia, la cuna de la proporción y de la belleza, sede de la sabiduría constructiva, que lleva a Constanti-nopla y Santa Sofía, la Santa Sabi-duría, la basílica de Justiniano con

su cimborrio de 55 m de diámetro.

Este es el mundo de Gaudí, concre-to y universal, que consigue efectuar la síntesis entre la rama de almendro o la copa de palme-ra de su comarca natal, abierta al mar, y el arte plás-

tico de la Hélade, sublimado por la fuerza del Evangelio y de sus sím-bolos. En Gaudí no existe la antíte-sis patria-mundo. Él nunca echó por la borda sus raíces, ni las menos-preció. Fue hombre de fidelidad y de profundidad. Todo lo que llegó a comprender fue el resultado de una observación atenta, de una curiosi-dad intelectual y humana perseve-rante, de una lucidez extrema so-bre sí mismo y sobre su obra, de un proceso interior no exento de com-bates que le llevó a una experien-cia de Dios de gran calado. Entre el Gaudí joven que se divierte trazando los planos de la Cooperativa Mata-ronense a escala 1:66 (véase Apo-calipsis 13) y el Gaudí maduro que idea una Sagrada Familia en base al 12, número de la nueva Jerusalén

Fue hombre de fide-lidad y de profundi-dad. Todo lo que llegó a comprender fue el resultado de una ob-servación atenta.

Antoni Gaudí esperaba que los corazones indiferentes

se conmovieran al visitar el templo

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10 IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Comprender un símbolo

cronoLoGía de La SaGrada FamiLia

(véase Apocalipsis 21), media toda una vida en la que hay una búsque-da de la perfección, de la belleza, de la síntesis entre contrarios, del símbolo como expresión necesaria del misterio cristiano.

El sueño de Gaudí fue tan inten-so que explicaba la Sagrada Famí-lia a los que la visitaban como si ya

estuviera terminada. Por aquí, les decía, va a entrar la procesión, en medio de cánticos e incienso. En la nave de esta gran iglesia, el pue-blo, a una sola voz, va a elevar sus plegarias. En las torres, los tres ti-pos de campanas van a inundar la ciudad de tañidos de fiesta. Gaudí imagina una Barcelona sensible a

la belleza de la fe cristiana, llena de alegría que acude a su santua-rio atraída por la santidad humil-de y por el fervor sincero. Gaudí ve a su gran iglesia como un antídoto contra la tristeza y la desesperan-za, la violencia y el rencor. Quiere poner en medio de la plana costera, entonces casi sin edificios, una luz

1885 1904 1908 1925

orígenes: 1866-18821866: Josep M. Bocabella funda la Asociación de Devotos de San José, que será la promotora del Templo.1874: Se publica por primera vez la idea de construcción de un templo a “El Propagador de la Devoción a San José”.1881: Gracias a varios donativos, la Asociación compra una parcela de terreno de 12.800 metros cuadrados entre las calles de Marina, Provença, Sardenya y Mallorca para construir allí el templo.1882: El 19 de marzo, festividad de san José, se colocala primera piedra. Primer proyecto a cargo del arquitecto Francesa de Paula del Villar.

inicios: 1883-19131883: Antoni Gaudí i Cornet pasa a ser el arquitectodel Templo. 1889: Terminación de la cripta. 1890: Dibujo de la primera solución de conjunto. 1892: Se inicia la fachada del Nacimiento. “Si en vezde hacer esta fachada decorada, ornamentada y turgente, hubiera empezado por la de la Pasión, dura, pelada y hecha como de huesos, la gente se habría retraído”, afirma Gaudí. 1894: Se concluye la fachada del ábside. 1899: Finalización del portal del Rosario al claustrodel Nacimiento. 1909: Construcción de las Escuelas Provisionalesde la Sagrada Familia, destinadas a los hijos de los trabajadores del templo y a los niños del barrio que forma parte de su parroquia.

1910: Exposición en París de la maqueta de la fachada del Nacimiento.

Gaudí: 1914-19261914: Desde este año, Gaudí se dedica exclusivamente a construir este proyecto, lo que explica que no haya otros trabajos suyos importantes en los últimos años de su vida. Su implicación es tan absoluta que en los últimos meses llega a residir junto a su obrador.1917: Proyecto de la fachada de la Pasión, con el monumento al obispo Torres i Bages.1923: Solución definitiva de las naves y cubiertasdel templo en modelos de yeso a escala 1:10 y 1:25.1925: 30 de noviembre. Terminación del primer campanario (san Bernabé) de 100 mts. de altura de la fachada del Nacimiento. Es el único que ve construido. 1926: Antoni Gaudí muere el 10 de junio, tres días después de ser atropellado por un tranvía. El 12 es enterrado en la capilla del Carmen de la cripta del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, donde aún hoy descansan sus restos.

traspaso: 1927-19381930: Terminación de los cuatro campanariosde la fachada del Nacimiento.1933: Quedan finalizados el portal de la fe y el ciprés central.1936:Guerra Civil. Profanación y destrozos del Templo. Destrucción del estudio de Gaudí. Se pierden los planos, los dibujos y las fotografías originales, además de algunas maquetas de yeso a escala.

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11IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

1960

celebra una misa en el interior del templo que permite apreciar la grandiosidad de la obra.2001: Construcción del ventanal central de la fachada de la Pasión, vidriera de la Resurrección, obra de Joan Vila-Grau y las cuatro columnas del centro del crucero. 2002: Restauración y traslado del edificiode las escuelas parroquiales. El Ayuntamiento de Barcelona impulsa el Año Internacional de Gaudí, con motivo del 150º aniversario de su nacimiento. También en este período Subirachs realiza el proyecto del muro de los patriarcas y los profetas que Gaudí sitúa en el porche de la fachada de la Pasión.2003: Construcción del claustro de la Mare de Déude la Mercè. 2004-2005: Construcción de las bóvedasde los evangelistas Mateo, Juan y vidriera superiordel ventanal principal de la fachada del Nacimiento. En 2005 se coloca la escultura de la Ascensión entre las torres de la fachada de la Pasión.2006: Construcción de la cantoria de la fachadade la Gloria, según los modelos de Gaudí. 2007: Bóvedas del deambulatorio del ábside (en proceso). 2008-2009: Bóvedas del crucero y del ábside(en proceso)2010: Cubrimiento de la nave central. Con ello ha concluido una etapa importante de la construcción de la iglesia, según estableció Gaudí. El 7 de noviembre de 2010 Benedicto XVI dedicó las naves de la Sagrada Familia y le concedió la categoría de Basílica.

en adelantePara terminar el edificio faltan las cinco torres centrales, la torre del ábside, las cuatro construcciones situadas en las cuatro esquinas del conjunto (dos sacristías en el lado norte, y el baptisterio y la capilla del Santísimo y de la Penitencia en el lado sur), terminar el claustro y el pórtico de la fachada de la Pasión, y construir la fachada principal o de la Gloria.

que irradie las bases de una convi-vencia que supere las clases socia-les y las ideologías, las enemista-des y las indiferencias. Gaudí sabe que el Evangelio es la respuesta y que la paz debe ser el objetivo co-mún. Está convencido de que hasta los corazones indiferentes se move-rán. Gaudí no practica el nacional-

catolicismo. Es un apóstol pero no un doctrinario. Construye una gran iglesia, algo que debe perdurar por-que, por su misma naturaleza, la fe requiere edificios bellos y estables, vitales y únicos, donde el espíritu pueda elevarse a Dios y el alma en-cuentre la paz. Por otra parte, Gau-dí comprendió que no construía su

obra maestra, que le daría presti-gio y fama. Cuando en 1883 –a los 31 años– se le confió la Sagrada Fa-mília pensó que en diez años la po-día concluir y hacerse así un nom-bre conocido allende las fronteras. Después, superó la tentación de la arrogancia y concluyó que no iba a ver su iglesia terminada.

1933

reanudación: 1939-19851940: Restauración de la cripta y de los modelosen yeso. 1952: Se construye la escalinata del Nacimientoy se procede por primera vez a la iluminación de la fachada, que desde 1964 será permanente por voluntad del Ayuntamiento.1954: Inicio de la fachada de la Pasión. 1955: Se lleva a cabo la primera colecta: un día entero dedicado a recoger fondos para pagar las obras.1958: El 19 de marzo, festividad de san José, se coloca el conjunto escultórico que representa a la Sagrada Familia, realizado por Jaume Busquets, en la fachada del Nacimiento.1977: Terminación de los cuatro campanariosde la fachada de la Pasión. 1978: Se empiezan a construir los cimientos de la nave y el crucero, y se levantan las columnas, las bóvedas y las fachadas de la nave principal y los transeptos.

presente: 1986-20101986-1990: Cimentación de las naves. Primeras esculturas de la fachada de la Pasión, realizadas por el escultor Josep Maria Subirachs.1993: Construcción de las cantorias de las naves laterales.1996: Construcción de las bóvedas de las naves laterales.2000: Construcción de las bóvedas de la nave central, bóvedas del transepto y cimentación de la fachada de la Gloria. Con ocasión del cambio de milenio, se

Fuente: Templo Expiatorio de la Sagrada Familia

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12 IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Para Gaudí, el primer acto para captar

y comprender la huella de Dios en el cosmos

es la observación de la naturaleza, a la que considera

“su maestra”. A ella recurre ya desde pequeño.

Anuncio y expresión de la gloria de Dios

El libro dE la naturalEza

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13IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

tura simbólica que surge del mis-terio cristiano. Solo así, mediante el símbolo, recogido de la Tradición y sujeto a nuevas reinterpretaciones, la arquitectura no solo brillará por sus eficaces innovaciones técnicas, sino por el elemento fundante que las justifica y las hace trascender a si mismas. Entonces, en un espa-cio organizado desde la fe, donde las relaciones internas remiten al paso de Dios por la historia, cobra sentido el universo de la obra ar-quitectónica. Esta se convierte así en un conjunto simbólico en el que se despliega el misterio cristiano.

El paraboloideGaudí se propone realizar una obra donde cobren vida las tres dimen-siones de la realidad (altura, an-chura y profundidad) y estas estén presentes en todos y cada uno de los elementos de su construcción. La figura geométrica básica de su

la fuerza de la Sagrada Familia reside en la convicción de que el arte debe ponerse al servi-

cio de la fe y, por lo tanto, la arqui-tectura no puede quedar disociada del símbolo. Una arquitectura redu-cida a pura mecánica de fuerzas y cargas, una plástica concebida co-mo solución a las tensiones con que las masas de un gran edificio em-pujan hacia el suelo y hacia los la-dos, no satisface las exigencias de construcción de la “gran iglesia”. Ya en el llamado Manuscrito de Reus (1878), escrito por un joven Antoni Gaudí de veintiséis años, recién ti-tulado en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona, se afir-ma que “la religión está tutelada por el arte, una idea profana”, que, además, se nutre de referentes de épocas pasadas (el neogótico es, en su opinión, un simple revival del gó-tico sin ningún interés, incapaz de emocionar). El texto castellano ori-

ginal del Manuscrito de Reus ha sido editado recientemente. (Véase Laura Mercader (ed.), Antoni Gaudí. Escri-tos y documentos, Barcelona, 2002. El Acantilado).

En consecuencia, urge imagi-nar una “nueva arquitectura”, que muestre la idea de la Divinidad que se revela, es decir, “las cualidades propias de un Dios terrible, que se sacrifica por la creatura” (la cruz) en la grandeza de un “sacrificio in-cruento” (la eucaristía como me-morial del sacrificio del calvario). Y esta idea debe vehicularse median-te un arte que exprese la fuerza di-vina presente “en los misterios de la santa religión”, es decir, que re-cupere el símbolo como elemento fundante del espacio que la arqui-tectura crea. Es imposible diseñar un espacio sacro, apto para la con-templación del misterio, al mar-gen de la densidad de los symbola fidei, sin tener en cuenta la estruc-

Para Gaudí, la geometría es el correlato humano del libro de la naturaleza, el cual es fruto de la revelación divina

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14 IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

Predomina la convicción de que el arte debe estar dispuesto al servicio de la fe

Dios tres veces santo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Fachada de la Pasión

El interior es un auténtico bosque de 36 columnas

exentas, que miden entre 22,50 m y 11,20 m

cosmos es la observación de la na-turaleza. Desde su infancia, Gaudí, en la pequeña finca rústica del mas de la Calderera, término municipal de Riudoms, cerca de Reus, obser-va la naturaleza, a quien llama “mi maestra”. La dimensión contempla-tiva sostiene la elaboración creati-va: no hay creación sin contempla-ción, no hay inicio sin memoria, no hay arte sin evocación, no hay no-vedad sin experiencia.

Hay un vínculo constante entre la historia personal y la arquitec-tura del artista –como existe entre el novelista y su pasado, o entre el músico y su imaginario vital–. Pe-ro, la naturaleza no es producto de un vitalismo de tonos panteístas, a la moda del romanticismo alemán o inglés (Pugin y Ruskin). La natu-raleza es huella del Creador, y por lo tanto, su paso por el mundo debe ser recogido como referente esen-cial para quien decide recrear la

líneas generatrices alrededor de un eje que mantienen el ángulo cons-tante). La unión de ambos constitu-ye el paraboloide hiperbólico, que es la figura geométrica central de su arquitectura.

Notemos pues que la geometría es el correlato humano del libro de la naturaleza, el cual es fruto de la revelación divina. En efecto, para Gaudí el primer acto para captar y comprender la huella de Dios en el

arquitectura es el paraboloide: dos rectas infinitas y una tercera recta, generatriz e infinita, que las une. Ve en la estructura del paraboloide una simbología netamente trinitaria: “el Padre y el Hijo, relacionados por el Espíritu Santo, las tres igualmente infinitas, las tres una sola cosa”. Del paraboloide surgen las superficies onduladas (‘enguerxides’, en cata-lán), ni rectilíneas ni curvas, que ca-racterizan a la Sagrada Familia. Iba cada domingo al puerto de Barce-lona para ver el mar en movimien-to y captar en su retina las tres di-mensiones, y más que con planos, trabajaba con maquetas o modelos, por su carácter tridimensional. La geometría, pues, que es la base de la arquitectura, es triádica en su forma esencial (el paraboloide) y, por consiguiente, es una óptima ex-presión del misterio trinitario. Pre-cisamente, el paraboloide se com-plementa con el hiperboloide (dos

El libro dE la naturalEza

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Dos imágenes procedentes del archivo histórico

de la basílica, datadas en 1953 (izquierda) y 1972 (derecha)

Su basílica es confe-sante, su arquitectu-ra no se mueve en un vago espiritualismo, sino que es directa-mente espiritual.

lidad del espíritu. Quiere construir una gran iglesia que sea reflejo de la majestad de Dios y a la vez de su mi-sericordia, no de un Dios sin nombre, sino del Dios que es Padre de Nues-tro Señor Jesucristo. Su basílica es confesante, su arquitectura no se mueve en un vago espiritualismo, si-no que es directamente espiritual, es decir, se apoya en la mística cristia-

na, que es radical-mente cristológica: nacimiento del Se-ñor Jesús (fachada de la Natividad), su muerte y resurrec-ción (fachada de la Pasión) y su juicio con la promesa de la bienaventuranza eterna (fachada de la Gloria).

Por esta razón, la basílica gaudi-niana es un marco perfecto para la liturgia cristiana, la cual, en palabras del Papa, lleva a cabo “un culto con-forme al Logos”, y en ella “il Logos della creazione, il Logos nell’uomo, e il vero, eterno Logos fatto uomo... vengono ad incontrarsi” (J. ratzin-ger, Opera omnia, XI, 60-61. Se ree-

obra divina. No se trata de copiar la obra de Dios, sino de convertirla en fuente y modelo de la propia obra. La genialidad no se desliza hacia la pura extroversión, sino que se fra-gua en la contemplación creativa.

En la Sagrada Familia dominan la armonía y la proporción, elementos esenciales para el nacimiento de la belleza. Y en la gran basílica, la be-lleza de las formas, presentes en la naturaleza, se pone al servicio de la Belleza que es Dios. El Papa insis-tía, en su homilía del 7 de noviem-bre de 2010 en Barcelona, sobre la necesidad de no disociar el arte y la fe, negando que la belleza pueda existir al margen de la verdad. Es-ta afirmación también forma parte del pensamiento de Antoni Gaudí. El arquitecto, en sintonía con las con-cepciones de raigambre platónica y agustiniana, subraya que “la belle-za es el resplandor de la verdad” (Véase Puig-Boada, El pensament de Gaudí, números 25 y 126).

En consecuencia, la belleza es verdad y es camino hacia la Ver-dad. Cuenta Gaudí, viendo termi-nada la primera torre-campanario de la Sagrada Familia, que, cuan-do los marineros se acerquen al puerto de Barcelona, ve-rán la torre y darán gloria a Dios. La ba-sílica de la Sagra-da Familia sorpren-de porque toda ella es anuncio y expre-sión de la gloria de Dios. Las palabras inscritas en las to-rres (‘Sanctus’, ‘amen’, ‘alleluia’, ‘in excelsis’) son invitaciones para que todos, ya desde el exterior y des-de la lejanía, den gloria al Altísimo.

La arquitectura de la Sagrada Fa-milia no se encuentra en el registro de una espiritualidad difusa, domi-nada por el vacío y por formas que conducirían a una simple tranqui-

La naturaLEza, “mi maEstra”Gaudí ensaya diversas soluciones para la nave central de la Sagrada Familia y ninguna le satisface, hasta que experimenta a partir de la observación de los árboles. Un árbol, a diferencia de una columna clásica, no tiene base (arranca directamente del suelo), el tronco no es lineal como el fuste de una columna, y en vez de capitel tiene las bifurcaciones progresivas de las ramas. Pues bien, en el “bosque” de columnas que son la nave, el crucero y el presbiterio de la Sagrada Familia, no imita solo a las palmeras –como en tantas salas capitulares góticas– sino a los cerezos y a otros árboles de las huertas y masías que había observado tantas veces en la propiedad familiar de Riudoms.

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Gaudí arquitecto (técnica) y el Gaudí místico (amor) se convertirá en un arte sin igual. El fuego del arte em-pieza a arder cuando se frotan en-tre si las ambas piedras: el amor y la técnica. Este es el secreto de la fascinación que ejerce la Sagrada Familia de Gaudí, también sobre los miles de visitantes que no son cristianos. Allí se encuentran con-juntadas la pasión, divina, y los co-nocimientos, humanos. Y la prima-cía es, netamente, del espíritu, no de la materia.

Expresémoslo de otra forma. A Gaudí le gustaba decir que la Sa-grada Familia era griega, porque la proyectaba y la soñaba con la cali-dad esencial de la cultura helénica que es la armonía. Y la armonía es el resultado de la luz, de la claridad (¡la claritas de Tomás de Aquino!), que rodea al objeto y que, en cier-to modo, lo constituye, le da vida y movimiento. La luz es fundamental, ya que, mediante el juego de cónca-vos y convexos en las superficies, la materia se transforma en algo vivo: gracias a la luz, sobre todo la medi-terránea, la arquitectura consigue la transformación de la materia, la espiritualiza. Por otra parte, la cul-tura helénica es proporción. Y en la Sagrada Familia la proporción se ex-presa con la coherencia interna de las medidas y de los elementos, la relación y las gradaciones precisas entre cada uno de ellos, la unidad de visión del conjunto y de las par-tes: la grandiosidad y las perspec-tivas se ponen al servicio del hom-bre, que debe transformarse gracias a un edificio que está pensado pa-ra que los pecadores encuentren la gracia y el perdón, que está cons-truido sobre la simbología del mis-terio cristiano. Por esta razón, co-mo afirma, la Sagrada Familia es griega, es bella como el Partenón, pero su analogatum princeps está a medio camino entre la armonía de Santa Sofía de Constantinopla y las

dita aquí, en las pp. 23-217 la cono-cida obra Der Geist der Liturgie. Eine Einführung, Freibug i. Br., Herder, 2000). Huelga decir que el mundo entero pudo mirar y admirar el es-píritu y el gesto con el que el Santo Padre presidió la celebración de la misa de la dedicación de la Sagra-da Familia. En ella, el culto litúrgi-co llegó a plasmar de forma clara-mente reconocible este encuentro entre Dios y el hombre, entre Cris-to y la humanidad.

amor a la verdad El pensamiento y la presencia de Dios determinan el arte y la belleza. Y no hay belleza sin amor a la ver-dad, que debe ser el que está “por encima de cualquier otro”. El artista actúa, pues, desde el amor, que es Dios, y crea con amor, ya que este el instrumento más propio para que el espíritu humano lleve a término una creación. Así pues, no es la compe-tencia profesional lo que hace sur-gir la belleza sino el amor, a Dios y a las cosas, comprendidas en su ca-lidad de obra creada. Gaudí senten-cia: “Primero, el amor; después, la técnica” (Puig-Boada, El pensament de Gaudí, número 251).

O, si se quiere, la técnica, supe-ditada al amor. La síntesis entre el

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La luz es fundamental, transforma la materia en aglo vivo, la espiritualiza

Vista aérea de la Sagrada Familia, símbolo de Barcelona y visible desde cualquier punto

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El misterio de Dios se encuentra en el cora-zón del mundo: Dios es, para Gaudí, “miste-rio del mundo”, afirma Eberhard Jüngel.

proporciones de las catedrales de Reims y Tarragona. El espíritu do-mina la materia porque gracias a la armonía y la proporción, gracias a la luz y a la cohesión del conjunto, la Sagrada Familia posee una unidad interna impresionante, y se convier-te, casi sin querer, en una expresión del misterio de Dios, que es Belleza.

símbolo y arquitectura El símbolo es una de las dos coordenadas esenciales en la Sa-grada Familia. La otra coordenada es la arquitectura. Por consiguiente, las proporciones y las medidas de la Sagrada Familia forman un entra-mado matemático y geométrico per-fectamente ensamblado, que posee una gran potencia arquitectónica y simbólica. Expon-go unos ejemplos desarrollados en el libro La Sagrada Fa-mília segons Gaudí, pp. 71-82.

Trabaja con tres números esencia-les: el 7.5 (base de las medidas), el 12 (base de las proporciones, número de claras resonancias bíblicas) y el 35 (base de la serie aritmética que explica el diámetro interior de las columnas, resultado de la multipli-cación de los números primos 5 y 7, el cuarto y el quinto).

Tomemos la cifra 7.5. Desde di-versos sistemas de cálculo (egip-cios y griegos), llega a la conclu-sión de que la unidad de medida debe situarse entre el 7 y el 8. En el caso egipcio, la sección de las pi-rámides da un triángulo rectángu-lo de medidas 3-4-5. Ahora bien, 3+4 = 7, mientras que 3+5 = 8, es decir, estamos entre el 7 y el 8. En el caso griego, en la figura humana establece una relación ideal con la cabeza de proporción 1/7 o 1/8. Por lo tanto, estamos otra vez entre el

7 y el 8. Además, según la simbóli-ca judeocristiana, el número 7 es la perfección (humana) mientras que el número 8 es la plenitud (divina): los siete días corresponden a la crea-ción del mundo, mientras que el día octavo es el día en que fue creado el paraíso. El 7 es número perfec-to pero terrenal, mientras que el 8 se refiere a las realidades escato-lógicas, definitivas. Gaudí busca la perfección máxima en este mundo (7 y ½ más), pero no es un insensa-to que quisiera usurpar la plenitud, algo que pertenece solo a Dios. El misterio de Dios, fascinans et tre-mendum, no debe quedar al albe-drío de la creatura.

Las conexiones entre arqui-tectura y teolo-gía permeabilizan la basílica, que se proyecta mediante la búsqueda de la totalidad expresiva y simbólica, la que fluye mediante las lecciones sacadas del libro de la natu-raleza. El misterio de Dios se encuen-

tra en el corazón del mundo: Dios es, para Gaudí, “misterio del mundo”, en frase del teólogo alemán Eber-hard Jüngel, es decir, explicación suficiente de este mundo y a la vez origen y razón de ser de un mundo que él mismo lleva a sus espaldas. La Belleza debe ser descubierta y encontrada en los mil y un rostros de una naturaleza exuberante que invita a la recreación de lo creado. El arte brota allí donde se produce una comprensión, reducida o exten-sa, del misterio de Dios como crea-dor del cosmos, que es una obra de amor –según la definición de John Polkinghorne y Jürgen Moltmann–. (Véase J. PoLkinghorne (ed.), La obra del amor. La creación como kénosis (Teología y ciencias 3), Estella 2008. Verbo Divino).

ExprEsión dEL mistErio cristianoLa simbología de la Sagrada Familia como expresión del misterio cristiano se despliega de modo completo en la fachada principal o de la Gloria, aún por construir. Aquí encontramos, según la doctrina tradicional de los cuatro sentidos de la Escritura, el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo (la ‘letra’, los ‘gesta’, focalizada en las bienaventuranzas, resumen de aquel), la doctrina que es objeto de la confesión de fe (la ‘alegoría’, ‘quid credas’, el dogma, es decir el Credo, concretamente el Símbolo de los Apóstoles), la moral católica (la vida cristiana, ‘quid agas’, los dones del Espíritu Santo, las virtudes y los pecados, las obras de misericordia, el trabajo manual) conjuntamente con la oración (el Padrenuestro), y la vida eterna (la anagogía, ‘quid speres’, el cielo, conjuntamente con el purgatorio, pero también la muerte, el juicio y el infierno). En las otras dos fachadas, las de la Natividad y de la Pasión, los sentidos quedan reducidos a dos: el primero o literal (es decir, el relato evangélico) y el segundo o alegórico (es decir, la lectura teológica). Aludo aquí al famoso dístico de Agustín de Dacia, desarrollado en la admirable obra de H. de Lubac sobre los sentidos de la Escritura. Véase mi artículo Els sentits del text bíblic, en A. Puig i Tàrrech (coord.), Claus de lectura de la Bíblia. Qüestions preliminars (Cristianisme i cultura 66), Barcelona 2010, Cruïlla – Fundació Joan Maragall, pp. 137-155.

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La verticalidad es la característica fundamental de la basílica soñada por Gaudí

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Como en la tradición de la arquitectura religiosa,

Gaudí bebe del Apocalipsis de Juan. Evoca

una ciudad celestial que baja del cielo construyendo

una basílica-ciudad que sube a las alturas.

Iglesia de la tierra: reflejo y anticipación de la nueva Jerusalén

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Se fue convirtiendo en un hombre de afinada sensibilidad litúrgica y bíblica, que conocía bien lo que la Iglesia cree y celebra.

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ci collegano con ciò che insieme è nascosto e presente” (J. RatzingeR, Opera omnia, XI, 68).

Esposa celestialEl símbolo de base de la basílica de la Sagrada Familia es el habi-tual en cualquier edificio de este ti-po: la iglesia de la tierra como re-flejo y anticipación de la Jerusalén celestial, de la nueva Jerusalén, la esposa que baja del cielo engalana-da para los desposorios con su es-poso, el Cordero-Jesucristo. Es la ciudad de Dios que crece en medio de los hombres, que se levanta en el corazón de la ciudad secular co-mo signo de lo invisible. Gaudí cons-truye un edificio de belleza singular y única, visible desde toda Barce-lona, para que toda la ciudad pueda acceder a lo que es invisible, es de-cir, al misterio de Dios, que es Be-lleza (per visibilia ad invisibilia). La simbología de la nueva Jerusalén que baja de Dios, tal como aparece desarrollada en el libro del Apoca-lipsis, recibe, sin embargo, una re-lectura sorprendente: Gaudí evoca la ciudad que baja del cielo cons-

de la Penitencia y convertir así es-ta Capilla también en la Capilla del Santísimo. Indudablemente, estas opciones se enmarcan en el movi-miento litúrgico, que tuvo un mo-mento culminante en el I Congre-so Litúrgico de Montserrat (1915) y en actividades colaterales, como un cursillo de canto gregoriano impar-tido por el benedictino P. Suñol, en el que Gaudí participó activamente.

Es significativo que, en el momen-to del atropello que sufrió (7 de ju-nio de 1926) y que le llevaría a la muerte el 10 del mismo mes, a los 73 años, se le encontrara en el bol-sillo de la americana un ejemplar de los Evangelios, muy probablemente la traducción de Mn. Serra i Esturí, publicada por primera vez en 1913 por el Foment de Pietat Catalana.

Hechas estas consideraciones, es obvio que no era ajeno en absoluto a los textos bíblicos, ya sea por la presencia masiva de estos en la li-turgia, ya sea por las lecturas de la Sagrada Escritura que había reali-zado de forma personal. La familia-ridad con la Biblia y la liturgia, los dos grandes libros de la Ecclesia orans, es un dato decisivo para com-

prender cómo su-po profundizar en algo que no había podido estudiar de forma reglada. La Sagrada Familia es un tratado de teo-logía, una suma de las grandes verda-des de la fe cristia-na, dispuesta como construcción y co-

mo espacio donde reina la belleza, y una “traducción” de aquellas verda-des al lenguaje del símbolo, conver-tido en la escritura más eficaz para vehicular y celebrar los contenidos de la fe. En este sentido, escribe Be-nedicto XVI: “La teologia della litur-gia è in modo particolare ‘teologia simbolica’, teologia dei simboli che

como es habitual en las cate-drales románicas y góticas, el libro bíblico que constituye la

clave de interpretación del conjun-to del edificio de la Sagrada Familia es el Apocalipsis de Juan, el último libro del Nuevo Testamento. Antoni Gaudí, que era un buen conocedor de la historia de la arquitectura, fue penetrando paulatinamente en la liturgia de la Iglesia. Este proceso quedó marcado por sus contactos personales con los obispos de As-torga, Grau i Vallespinosa, natural de Reus, y de Mallorca, Campins i Barceló, para quienes trabajó y con los cuales trabó una amistad fructí-fera que comportó, para él, una ver-dadera introducción en la liturgia de la Iglesia y en su historia. Conocía el Cerimoniale Episcoporum y utilizaba el Misal Romano (con atención espe-cial al ritual de dedicación de igle-sias) así como la obra L’année litur-gique de Dom Próspero Guéranger, abad de Solesmes, y, naturalmente, la Sagrada Escritura. Con este ba-gaje, personal y literario, y con una intuición especial para captar todo lo relativo a los misterios cristianos, se fue convirtiendo en un hombre de afinada sensibilidad litúrgica y bíblica, que conocía admi-rablemente bien lo que la Iglesia cree y celebra.

Podemos afir-mar, sin temor a equivocarnos, que fue uno de los pre-cursores del Con-cilio Vaticano II, y que en la Sagrada Familia resulta relativamente fácil descubrir cier-tos elementos que anticipan riguro-samente este Concilio. Me refiero, por ejemplo, al hecho de proyectar un único altar, colocado en la boca del presbiterio y exento, como en las antiguas basílicas romanas, o bien situar el sagrario en la Capilla

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arquitecto coloca debajo del cim-borrio central un “magnífico lam-padario de cristal simbolizando la celestial Jerusalén, según descrip-ción del Apocalipsis” (referencia a 21,11-12.16.18-19). Pero el estudio del conjunto de la Sagrada Familia muestra que Gaudí también ha te-nido en cuenta los capítulos 4-5 del mismo libro del Apocalipsis y, en ge-neral, todo este libro, así como algu-nos textos del Antiguo Testamento (sobre todo Isaías 6, Ezequiel 1, 10 y 40-48) que se relacionan con él.

Así pues, el cambio más sustan-tivo efectuado por Gaudí a la es-tructura simbólica del interior de su gran iglesia es de tipo teológico. En el gótico, la simbología estricta-mente cristológica definía el espa-cio de la planta que tenía forma de cruz latina. La iglesia era el cuerpo de Cristo crucificado: la cabeza, el presbiterio; los brazos, el crucero; el cuerpo, la nave. Por el contrario, en la Sagrada Familia, desde el pun-to de vista simbólico, la cristología queda concentrada en el altar con su baldaquino (y con el ambón, lu-gar de la Palabra, no previsto por

truyendo una basílica-ciudad que sube a las alturas, con sus diecio-cho torres apuntando directamente hacia arriba, todas ellas coronadas por símbolos.

La Sagrada Familia es el triunfo de la verticalidad, la victoria de ma-sas enormes de materia que parecen ser livianas y que no necesitan apo-yos externos (contrafuertes, botare-les, capillas laterales). La nave de la Sagrada Familia compartimenta su peso en pequeñas secciones, de forma que no necesita soportes ex-teriores. Cada elemento se sostiene por si mismo y esta característica arquitectónica contribuye decisiva-mente al triunfo de la verticalidad, la cual se formula conceptualmente en constantes formas piramidales que procuran a la vez estabilidad y esbeltez. Allí todo apunta hacia arri-ba. El mundo del hombre se acerca al mundo de Dios.

En consecuencia, la urbs Jerusa-lem beata del ritual de dedicación de iglesias y la “nueva Jerusalén” del libro del Apocalipsis (capítulos 20-22) se entrelazan de forma estre-cha en la concepción de Gaudí. El

Todo preparadoLa colocación del baldaquino

fue uno de los retoques que se dieron

para recibir al Papa

La madrE dEL mEsías El ábside del templo se caracteriza por siete absidiolas con las siete antífonas de la O, que llevan grabadas las primeras palabras de cada antífona (“O Emmnauel”, en el absidiola central). La relación conceptual de las antífonas con el resto del ábside y presbiterio, dedicado a María, da a entender como Gaudí subraya la relación entre la figura de esta y la figura de Jesús: María, madre del Mesías, es el tema dominante. La mariología va “cargada” de cristología. Nótese que, además, las siete absidiolas están también dedicadas a los gozos y dolores de san José, el padre adoptivo del Mesías.

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Gaudí) y en las fachadas exteriores de la basílica: encarnación (Nativi-dad), redención (Pasión) y parusía (Gloria). Cristo está presente en la celebración de la Eucaristía, como Palabra y como Sacramento, y en el anuncio a la ciudad de su vida te-rrenal y eterna.

En cambio, el interior de la basí-lica adopta más bien una connota-ción eclesiológica y escatológica, vinculada con la nueva Jerusalén, directamente representada en el gran lampadario (aún no construi-do), que debe quedar suspendido de la cúpula central en el crucero. Ahora bien, esta cúpula central se inscribe en el símbolo del trono de Dios y del Cordero –el trono que se encuentra en el centro de la nueva Jerusalén– y se complementa con la cúpula del Dios creador, por lo cual se mantienen la referencias teologales y cristológicas.

Visión global Para Gaudí es muy importante que el visitante de la Sagrada Familia, una vez haya entrado en ella, desde la puerta principal, tenga una visión global del conjunto de la edificación. Para el arquitecto, hombre de la sín-tesis, nunca las partes deben impe-dir percibir el todo. Esta es la razón última que explica las dimensiones de la planta de la basílica (90 m de largo por 60 m de ancho), las cua-les se encuentran a medio camino entre lo que sería la cruz griega (de brazos iguales) y la cruz latina (con un brazo vertical que dobla el brazo horizontal). Por su parte, la gran al-tura de la cúpula del ábside (75 m) y la altura menor de la cúpula del crucero (60 m) están pensadas con el mismo fin. El ojo del observador debe percibir, de abajo hacia arri-ba, prácticamente todo el espacio construido. Este sentido holístico del espacio favorece el impacto visual y proporciona al conjunto una lumi-nosidad extraordinaria, ni hiriente

EncuentroEn la Sagrada Familia, el mundo del hombre se acerca al mundo de Dios

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Las doce torres de los apóstoles son corona-das por un pináculo de 25 metros de altura que representa los símbolos episcopales.

Por otra parte, cada una de estas 16 columnas (4 evangelios y 12 após-toles) tiene su referente externo en forma de torre. Los cuatro evange-lios / evangelistas se expresan en el exterior con cuatro torres-cimborrio de unos 127.5 m que se encuentran aproximadamente en la vertical de las columnas interiores. Su orden es: Mateo, Juan, Marcos, Lucas. Cada una de las doce columnas de apóstoles tiene su referente en las doce torres-campanario, las cua-les se ubican en las tres fachadas, según un orden inspirado en Mateo 10,2-4 y el cánon romano. Este or-den, determinado por la importan-cia del apóstol, se manifiesta en las diversas alturas a las que llegan las torres (entre 97.5 y 116.25 m). Así, en la fachada mayor o de la Gloria, las torres son las pertenecientes a Pedro, Pablo, Andrés y Santiago (el Mayor). En la segunda fachada por importancia, la de la Pasión, las to-rres llevan el nombre de Bartolo-mé, Tomás, Santiago (el Menor) y Felipe. En la tercera fachada, la de la Natividad, las cuatro torres son atribuidas a Tadeo, Simón, Matías

y Bernabé. Nótese que Gau-

dí ha introducido, como apóstoles, los nombres de Matías (véase He-chos de los Após-toles 1,15-26) y de Bernabé (véase He-chos de los Após-toles 14,4.14), para no doblar a Mateo

y a Juan, que estos ya poseen una torre en su condición de evangelis-tas. Las doce torres de los apóstoles son coronadas por un pináculo de unos 25 m de altura que represen-ta los símbolos episcopales: la mi-tra lobulada con una cruz, el báculo (torcido en forma de cayado) y el anillo. Esta solución, de gran rigor teológico, subraya la continuidad

el exterior solo se comprende co-mo expresión redoblada de esta fi-nalidad. Si el interior es un bosque de 36 columnas exentas (12 × 3), el exterior es una cordillera de 18 to-rres (12 × 1.5). Si las columnas del interior miden entre 22,50 m (7.5 × 3) y 11,20 m (7.5 × 1.5), las torres exteriores deberán medir entre 180 m (7.5 × 24) y 97.5 m (7.5 × 13). Es decir, la longitud de la basílica (90 m), superpuesta dos veces, da 180 m, la altura de la torre más eleva-da. El conjunto de la edificación es de una armonía completa.

simbólica cristianaSin embargo, esta estructura, ar-quitectónicamente entrelazada y proporcional, no es un puro juego matemático. Las opciones de Gau-dí, como ya se ha ido comproban-do, responden a la simbólica cris-tiana, particularmente al libro del Apocalipsis. En consecuencia, cada elemento sustentador (columna) y cada elemento vertical (torre) fun-ciona en relación a un dato cristiano fundamental, de forma que todo lo que se encuentra dentro de la ba-sílica se encuentra también fuera. En el caso del bosque de columnas, se di-bujan dos cuadra-dos centrados en relación a la inter-sección del crucero con las naves-pres-biterio: hay un cua-drado central, for-mado por cuatro columnas de pórfiro con 12 puntas de base, correspondiente a los cua-tro evangelios / evangelistas, y hay, alrededor de este primer cuadrado, un segundo cuadrado mayor, de do-ce columnas de basalto, correspon-diente a los doce apóstoles, con ocho columnas de basalto con 10 puntas de base, y cuatro columnas de gra-nito con 8 puntas de base.

ni apagada. Y, por encima de todo, propicia una concepción del acto de fe como visión interior y total, que tiene por objeto el misterio del Dios trinitario e implica la persona en su totalidad, no solo una parte de ella.

Además, es fácil observar que las dimensiones de la basílica se consi-guen multiplicando los dos núme-ros fundamentales de la Sagrada Familia: el 7.5 (unidad de los lados del cuadrado que forma el interco-lumnado) y el 12 (unidad de propor-ción). Así, 90 = 7.5 × 12; 75 = 7.5 ×10; 60 = 7.5 × 8. Y así sucesivamente. La nave central tiene una altura de 45 m (7.5 × 6), y esta es también la anchura de las cinco naves. La an-chura del crucero es de 30 m (7.5 × 4), y lo mismo miden en altura las naves laterales. La nave central mi-de 15 m (7.5 × 2), y esta es la altura donde empiezan los coros laterales y de la entrada. El intercolumnado en las naves es de 7.5 m, y en el áb-side es de 3.75, la mitad de la cifra anterior. Por lo tanto, las medidas de la basílica se establecen a par-tir de las subdivisiones de la cifra 12 en fracciones de 7.5. ¡La nueva Jerusalén es la ciudad “in se com-pacta tota” del Salmo 122!

Las dimensiones interiores de la Sagrada Familia son excepcionales pero no únicas. Gaudí no se propone llevar a cabo una construcción pro-meteica, sino armónica y fundada en la nueva Jerusalén, la cual se-gún Apocalipsis 21,16 debe ser cú-bica, con un lado que mida 12.000 estadios. Esta cifra, fabulosa, indica a la vez la proporción y la grandio-sidad de la Jerusalén de Dios, de la cual es prefiguración la Jerusalén de los hombres y, concretamente, la basílica de Gaudí. Por esta razón, en la Sagrada Familia, cuando es-té terminada, dominará la verticali-dad, será pura verticalidad, no osa-día constructiva, sino ascensión del espíritu. Si ya el interior está pen-sado como ascensión hacia lo alto,

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La torre de Jesucristo, que debería llegar a los 180 m, sobrepasa a las demás torres y a los grandes edificios de la cristiantidad

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torre-cimborrio de María. La cripta es un espacio diverso de la basíli-ca, y está dominada por las figuras de la santa familia de Nazaret (Je-sús, María y José). Es aquí donde se aprecia mejor el carácter expia-torio de la Sagrada Familia, iglesia que debe construirse con los dona-tivos que son fruto del sacrificio de quien los ofrece. Los donativos que provienen de la generosidad repre-sentan, en frase de Gaudí, “la dis-minución del “yo”, sin ningún tipo de compensación” (Puig-Boada, El pensament de Gaudí, número 403).

La cripta es un himno a la devo-ción a la familia de Jesús, que tes-timonia las intervenciones persona-les de Gaudí por todos los lados, a pesar de la destrucción que sufrió en 1936. Los elementos más sig-nificativos son la clave de bóveda con la anunciación a María, el ba-jorrelieve del altar mayor dedica-do a la sagrada familia de Nazaret, el altar de san José (el primero en terminarse) y el sepulcro de Gaudí a los pies de la imagen de la virgen del Carmen.

Por otra parte, entre la clave de bóveda y la estrella que culmina

una virginidad perpetua, sin som-bra ni mancha, como indican las tres estrellas que aparecen en las iconografías de su manto).

El correlato interior de las torres de Jesucristo y de la virgen María no son, evidentemente, dos columnas, sino diversos elementos de gran im-portancia. En el caso de Jesucristo, el elemento central es el altar, sím-bolo de su sepultura y, por lo tanto, de su resurrección, en el cual se rea-liza el sacrificio de la cruz, memorial de la cena del Señor y anticipación del banquete celestial. Siguiendo las pautas de la solución desplega-da anteriormente en la catedral de Mallorca, propone que, encima del altar, se construya un baldaquino, sobre el cual haya un calvario con las figuras de Jesucristo en la cruz, Ma-ría y Juan. Desde la cruz debe bro-tar una parra, símbolo de la unión de la vid y los sarmientos, que lle-gará hasta un lampadario con cin-cuenta lámparas (como en el anti-guo altar de San Juan del Laterano), que evocarán Pentecostés: la parra y las lámparas significan la Iglesia que está unida a Cristo mediante el sacramento de la Eucaristía y que recibe el don del Espíritu.

Por lo que res-pecta a la virgen María, Gaudí afir-ma que el ábside es el espacio del Magníficat, con sus diez columnas que representan los diez versícu-los del cántico de María. Ahora bien, María, madre del

Emmanuel, entona el Magníficat como respuesta, no solo a la bien-aventuranza que le dirige Isabel, sino como alabanza y acción de gracias al anuncio de Gabriel, y la anuncia-ción es, precisamente, el motivo de la extraordinaria clave de bóveda de la cripta, en la vertical precisa de la

entre el colegio apostólico y el co-legio episcopal.

Faltan dos torres por comentar: la de la virgen María y la de Jesu-cristo. Estas dos torres descansan, respectivamente, en el cimborrio situado encima del presbiterio, to-cando al ábside, y en el cimborrio central, el del crucero o transepto.

Gran intuición teológicaGaudí, con gran intuición teológica y contra lo que sería más acorde con la sensibilidad de su época, da a la torre de santa María una altu-ra inferior (120 m) a la de los cuatro evangelios / evangelistas: la Palabra de Dios, el Evangelio, no puede es-tar sino por encima de la más san-ta de las creaturas. Por su parte, la torre de Jesucristo, que, en mi opi-nión, debería llegar a los 180 m (90 × 2), sobrepasa con creces a todas las demás torres – y a los grandes edificios religiosos de la cristiandad, como son la cúpula de San Pedro del Vaticano (137 m) o las dos agujas de la Catedral de Colonia (157 m).

La torre de Jesucristo va corona-da por una cruz de cuatro brazos y de 15 m de altura, para que sea visible desde todos los ángulos, y lleva en las interseccio-nes de los brazos sendas representa-ciones del Cordero místico. Las torres de los evangelios / evangelistas culmi-nan con los cuatro símbolos tradicio-nales alados (véase Ezequiel 1,4-14; Apocalipsis 4,6-8): el hombre (Mateo), el águila (Juan), el león (Marcos), el toro (Lucas). La torre de santa María termina con una gran estrella, que indica la mater-nidad virginal de María: madre del Mesías (cuyo símbolo es la estrella, según Mateo 2,1-12) y virgen (con

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25IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

prendemos las relaciones existen-tes entre los diversos elementos que la forman.

Libro del apocalipsisVolvamos a la imagen de la nueva Jerusalén y a la “traducción” que de ella hace Gaudí en el entrama-do arquitectónico-simbólico de esta iglesia fascinante que es la Sagrada Familia. Las referencias anteriores a los apóstoles y a los vivientes nos han transportado al mundo del libro del Apocalipsis, el texto que duran-te siglos ha servido para que el arte cristiano tratara de representar a la nueva Jerusalén en cada una de las iglesias que construía, sobre todo, evidentemente, en las grandes igle-sias. Gaudí ha utilizado intensamen-te las virtualidades simbólicas de la gran revelación concedida al vidente de Patmos. Los capítulos 4-5 y 19-22 son los más emblemáticos, pero de hecho las evocaciones del libro del Apocalipsis aparecen en diver-sas partes de la basílica gaudinia-na. Concretamente, la perspectiva de una historia que ha sido salva-da del pecado y que se convierte en camino de salvación para los que

la torre de la Virgen, Gaudí propo-ne colocar un gran lampadario con los siete dones del Espíritu Santo (“los siete espíritus de Dios”, Apo-calipsis 4,5). El Espíritu ha bajado hasta las entrañas de María y con él ha descendido la fuerza del Altí-simo (véase Lucas 1,35), culminan-do la obra creadora (véase Génesis 1,2) con la encarnación corporal del Hijo de Dios. En este sentido, Be-nedicto XVI afirma: “La peculiarità del cristianesimo consiste nel fatto che la spiritualizzazione cristiana è insieme un’incarnazione”. Y conti-núa, citando a 2 Cor 3,7: “El Espíri-tu... es el cuerpo de Cristo” (J. Ra-tzingeR, Opera omnia, XI, 526).

Por esta razón, en la majestuosa bóveda del ábside se representa el manto del Dios creador, poderoso y tres veces santo (véase Isaías 6). A su vez, existe una relación estre-cha entre el lampadario del Espíri-tu y el altar donde este es invocado durante la celebración eucarística, para que su fuerza transformadora actúe sobre los santos dones. Gaudí nos ha legado una síntesis teológica de gran densidad, que vamos des-cubriendo en la medida que com-

EL LEGado dEL maEstroGaudí no escribió prácticamente nada después de los treinta años, ni dictó habitualmente ninguna conferencia. Fueron sus discípulos quienes recogieron las palabras del arquitecto y las pusieron por escrito después de su muerte. El mejor florilegio de sus palabras, entresacadas de las publicaciones de sus discípulos, lo constituye un libro del arquitecto Isidre Puig-Boada, quien, recién salido de la Escuela de Arquitectura, iba a la Sagrada Familia para colaborar en su construcción. El libro se titula El pensament de Gaudí. Compilació de textos i comentaris, Barcelona, 1981, Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (aquí números 76 y 377). Es básico para cualquier investigación sobre Gaudí.

Gaudí diseñó su obra para que el visitante, una vez en el interior, pudiera comteplar la totalidad del templo

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Manto y trono consti-tuyen los dos elemen-tos descriptivos de la identidad de Dios, situados al prinicpio y al fin de la historia.

El libro dE la Escritura

hiperbólico que cierra y abre al mis-mo tiempo la cúpula y el cimborrio. Se trata de un complejo arquitectó-nico de unos 90 m de altura, en el que deben incluirse las cuatro co-lumnas de los evangelios / evange-listas, que son como las patas de un enorme trono. Pues bien, este es el trono de Dios, y sobre él se levanta la torre que es Jesucristo. Gaudí ha encontrado una solución “exegética” formidable a la dificultad plantea-da por el libro del Apocalipsis, se-gún el cual “el que se sienta en el trono” lo comparte con el Cordero.

Alrededor del trono, se encuen-tran, siguiendo Apocalipsis 4 y 5, los “cuatro vivientes” (4,6), repre-sentados por las columnas y las torres, el nimbo o “círculo de luz”

(4,3), indicado por la cerámica dorada que reviste el para-boloide hiperbóli-co, y los “veinticua-tro ancianos” (4,4), representados por 24 aberturas alre-dedor de aquel. En la reinterpretación que ha desarrolla-do Jordi Bonet, el

arquitecto sucesor de Gaudí, hay una vinculación plástica, muy acertada, mediante la cerámica veneciana, en-tre el “manto” divino del ábside y el nimbo o “círculo de luz” que confor-ma el “trono” de Dios en el crucero. Así pues, manto y trono constituyen los dos elementos descriptivos de la identidad de Dios, situados al prin-cipio y al fin de la historia: creación y nueva Jerusalén, tiempo primor-dial y tiempo final. La Sagrada Fa-milia pretende asumir la historia de la salvación, desde la llamada divina a la existencia hasta la cohabitación de Dios y del Cordero en la nueva Jerusalén, la ciudad que no necesi-ta templo, “porque su templo es el Señor, Dios del universo, junto con el Cordero” (Apocalipsis 21,22).

la recorren, se aprecia en el tema del Alfa y la Omega, el cual se apli-ca por igual a Dios (Apocalipsis 1,8) y a Jesús (Apocalipsis 1,17; 22,13). En efecto, la Sagrada Familia es, como el libro bíblico que lo inspira, un himno a Cristo, muerto y resu-citado, encarnado y redentor, y al Padre, aquel que está sentado en el trono con el Cordero a su lado.

La arquitectura de la Sagrada Fa-milia, obra de Antoni Gaudí i Cornet, expresa de forma sublime –como lo expresa la música del oratorio El Me-sías de Georg Friedrich Händel, o lo representa la pintura de Michelan-gelo Buonarroti en el juicio final de la Capilla Sixtina– la grandeza de Je-sucristo, el Cordero degollado y vi-viente, cuyo nombre es “Palabra de Dios” (Apocalipsis 19,13), Alfa y Ome-ga, “piedra angu-lar” que culmina un edificio construi-do sobre un “fun-damento” que son “los doce apósto-les” (Apocalipsis 21,14).

Por otra parte, la Sagrada Familia es una alabanza al Dios creador y sal-vador, que ha mandado a su Hijo al mundo para que todo quedara re-capitulado en Él y para Él, hasta el punto de hacerle partícipe de su se-ñorío universal y darle la autoridad misericordiosa de quien se ha hecho solidario de todos los hombres. Para Gaudí, la relación entre el Padre y el Hijo, tal como la plantea el libro del Apocalipsis, pasa por el tema de la presencia de Dios en medio de una humanidad que se ha convertido en ciudadana de la Jerusalén celestial. Y la presencia de Dios se refleja en su “trono”, el trono que Dios com-parte con el Cordero.

El centro matemático del crucero, en la intersección con la nave, coin-cide con la vertical del paraboloide

La Sagrada Familia es un himno a Cristo, muerto y resucitado, encarnado y redentor, y al Padre

El baldaquino colgante es un heptágono metálico de unos cinco metros de diámetro

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En su bella homilía de la dedica-ción de la nueva basílica, Be-nedicto XVI subrayó que en la

Sagrada Familia aparecía abierto el libro de la liturgia. Y es cierto que el sueño de Antonio Gaudí pasaba por la celebración de los santos mis-terios en la gran iglesia que había empezado a construir. Sin embar-go, este sueño iba precedido de una mistagogía, de una introducción al misterio cristiano. Por esta razón, dispone la iglesia de tal forma que el creyente reconoce en ella lo que cree, y quien no cree, puede cono-cer, y acaso encontrar, la fe cristia-na. La Sagrada Familia es una ar-quitectura evangelizadora a través del arte y de la liturgia. La comuni-cación de la fe entra a través de la celebración litúrgica celebrada en un marco de referentes cristianos esenciales, derivados del núcleo de la confesión de fe, es decir, del Credo. Esta opción será bien visible, una vez se construya la fachada de la Gloria, el acceso mayor a la Sa-grada Familia.

La fachada de la Gloria tendrá un aspecto sorprendente. Según la ma-queta dejada por Gaudí, la fachada contiene un pórtico, con una cara exterior de 16 enormes linternas, una especie de chimeneas coloca-das en dos series, una de 9 unida-

La iglesia que soñó Gaudí está dispuesta de tal forma

que el creyente reconoce en ella lo que cree,

y quien no cree, puede conocer, y acaso encontrar,

la fe cristiana. Es una arquitectura evangelizadora.

“El Señor la iluminará”

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En definitiva, la Trini-dad Santísima (según el orden Padre, Espíri-tu e Hijo) determina el pórtico de la fachada de la Gloria.

jo del hombre, realizado sobre toda la humanidad allí convocada, desde Adán y Eva, incluyendo, naturalmen-te, los hijos de Israel y de la Iglesia. Por otra parte, la Trinidad culmina otras estructuras conceptuales de la Sagrada Familia (por ejemplo, la fachada de la Natividad), pero por encima de todo articula el texto la-tino del Símbolo de los Apóstoles, que debe escribirse, según Gaudí, en letras grandes y luminosas, vi-sibles de día y de noche, sobre unas bandas irregulares que cubrirán las linternas mencionadas por su cara exterior. De esta forma, cuando el visitante se acerque a la Sagrada Familia podrá leer el Símbolo de los Apóstoles, mientras verá a mano

izquierda, ante la capilla del Bautis-mo, una gran fuen-te, con cuatro cho-rros de agua hacia lo alto, símbolo de los cuatro ríos del paraíso, mientras que a mano dere-cha, ante la capilla de la Penitencia y de la reserva euca-

rística (o Santísimo), se levantará un gran pebetero con tres antor-chas de fuego, símbolo de la puri-ficación necesaria para quien haya cometido pecado después de reci-bir las aguas bautismales. Sin de-jar la entrada mayor de la basílica, Gaudí propone relacionar los siete sacramentos con las siete puertas de la basílica (la puerta central es la dedicada a la Eucaristía), y también relaciona con estas siete puertas las siete invocaciones del Padrenues-tro y las catorce obras de miseri-cordia. Además, sitúa allí las ocho bienaventuranzas (una para cada una de las ocho columnas que de-ben sostener una parte del pórtico).

El hecho de que el texto del Cre-do (Símbolo de los Apóstoles), re-sumen del misterio cristiano, figu-

des y otra de 7, que se van alternan-do en orden descendiente hacia los lados. Las nueve linternas, las más altas, representan las nueve jerar-quías angélicas según el orden y la denominación clásica, que, co-mo es sabido, fue difundida por los escritos, pseudónimos, de Dionisio el Areopagita. La única excepción, muy significativa, es que los tronos están colocados en el centro, entre los querubines y los serafines. Pa-rece que este cambio obedece a la concepción del trono de Dios, la que identificábamos en el centro del cru-cero, siguiendo la simbólica judeo-cristiana que también se encuen-tra en el libro del Apocalipsis. Por lo que respecta a las otras siete lin-ternas, seis repre-sentan los días de la creación, mien-tras que la linterna central, la que hace siete, está reserva-da para el rosetón con el vitral sobre el cual se dibuja-rá el Espíritu San-to, representado en forma de paloma. Por encima de él, coincidiendo con la linterna de los tronos debe haber una “representación” de Dios (¿un trono?), y por debajo de él Jesucris-to, con los atributos de la pasión, como juez misericordioso, y en el mismo nivel siete ángeles con una trompeta cada uno (Apocalipsis 8,2) para convocar al juicio del Hijo del hombre (véase Mateo 24,31; 25, 31-46). Por debajo de Jesucristo, se re-presenta la virgen María presidiendo la asamblea de los bienaventurados en el cielo, ángeles y santos.

En definitiva, la Trinidad Santí-sima (según el orden Padre, Espí-ritu e Hijo) determina el pórtico de la fachada de la Gloria, que quiere ser una representación de la con-templación beatífica de Dios, pero también del juicio de Jesucristo, Hi-

El libro dE la fE y dE la liturgia

En el punto más superior de la fachada de la Natividad se encuentra la paloma, símbolo del Espíritu Santo

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re en la fachada revela que Gaudí ha concebido la Sagrada Familia como una explicación de este mis-terio, en su dimensión de confesión de fe y en su dimensión de acción y celebración litúrgica. La liturgia es lo que, en última instancia, integra los diversos elementos. Gaudí no piensa en una iglesia-museo. Para él, las piedras deben ser y estar vi-vas. Las piedras vivas son los que creen y oran juntos (véase Prime-ra carta de Pedro 2,5, y Oficio de la dedicación de iglesias). Las piedras de la construcción están vivas en la medida en que la celebración litúr-gica da sentido y provoca el “movi-miento” de toda la construcción, la cual, por sí misma, ya ha sido con-cebida dinámicamente.

Claves de la vitalidadA la “vitalidad” de todo el edificio contribuyen dos factores claves: la luz y la música. La luz, como ya he-mos comentado, es básica en el pro-yecto de Gaudí. Él es el arquitecto de la luz, de la combinación entre lo luminoso y lo tenue (no lo oscuro u opaco). La luz parece emerger de la misma construcción, lateralmente (los ventanales con vitrales de colo-res o blancos, en los muros o en el interior de las fachadas) y zenital-mente (las linternas de los techos arborescentes y de las dos cúpulas). Se dice de la nueva Jerusalén, en el libro del Apocalispis (21,23), que “la gloria de Dios la llena de clari-dad y el Cordero es su lámpara”. Y más adelante: “la noche en ella no existirá” (21,25). También será así en la Sagrada Familia: los focos de las torres orientados hacia el cielo, hacia la torre de Jesucristo y hacia el suelo crearán una atmósfera de luz perpetua alrededor de la basí-lica y dentro de ella. Se cumplirá lo que se lee en Apocalipsis 22,5: “el Señor Dios la iluminará”.

Por otra parte, la luz que envuel-ve y que penetra, que se encuen-

Templo vivoLas piedras de la construcción están vivas en la medida en que la celebración litúrgica da sentido y provoca el “movimiento” de la construcción

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gélico, mientras que en el registro superior se desarrolla la lectura histórico-teológica. En la fachada de la Natividad la separación entre los dos registros se efectúa gracias a los anagramas de Jesús (portal de la caridad, central), de María (por-tal de la fe, a la derecha del obser-vador) y de José (portal de la espe-ranza, a la izquierda), que están en correlación con la scriptura plena de los nombres de los mismos perso-najes que aparecen en las tres co-lumnas-palmera inferiores. En la fachada de la Pasión, los dos re-gistros se distinguen por un fron-tón o galería cerrada por 18 gran-des huesos que representa el hades o reino de la muerte. Esta galería está delimitada por un “triángulo” de tres símbolos: la gran cruz vic-toriosa en el centro, un cordero en el acroterio de la derecha y un león en el de la izquierda, ambos símbo-los de Jesucristo salvador y vence-dor de la muerte. Por debajo de la galería se encuentra el relato evan-gélico de la pasión de Jesús, mien-tras que el sepulcro vacío y el vitral

inscripciones latinas en los muros exteriores de las torres–. El corre-lato interior de las campanas son los órganos (habrá dos) y los coros de cantores (hay cuatro), de ma-nera que toda la basílica, con una acústica altamente fiel, quede im-pregnada del canto de los cantores y del pueblo. En plena sintonía con el Concilio Vaticano II, Gaudí insistió siempre que el pueblo debía cantar durante las celebraciones (Puig-Boa-da, El pensament de Gaudí, números 163 y 387).

En realidad, “traduce” una vez más el modelo procedente del libro del Apocalipsis, referido a la liturgia ce-lestial, y en el que un cántico gran-dioso va aumentando e incluyendo a los vivientes y a los ancianos (5,8-10), a los ángeles que rodean el trono (5,11-12) y a todo el cosmos (5,13).

Las fachadas laterales Por lo que respecta a las dos facha-das laterales, la de la Natividad y la de la Pasión, ambas están concebi-das de forma parecida: el registro inferior corresponde al relato evan-

tra en el exterior y en el interior, encuentra un complemento en la música, que también es exterior e interior. La vista (luz) y el oído (mú-sica), conjuntamente con el olfato (incienso), se ponen en movimiento cuando empieza la acción litúrgica, que integra palabras y gestos aptos para la realidad presente pero que apuntan hacia las realidades su-periores y definitivas, aquellas que se unen a la liturgia de la tierra. Así pues, “el sentido de la gloria”, del que hablaba Gaudí, es la visión y la visión de Dios, iniciada aquí y cul-minada en el momento de la visión “cara a cara” (Apocalipsis 22,4). La Sagrada Familia, orientada hacia el sur-oeste, siguiendo la retícu-la urbana de Barcelona, posee una luz interior que cambia con el paso del día y que provoca cambios be-llísimos en las superficies ondula-das de la basílica, gracias también a los vitrales donde los nombres de los santos evocan la luz de la santi-dad que ilumina la tierra.

Una cosa parecida puede decir-se de la música. Gaudí coloca has-ta seis ángeles con instrumentos y nueve ángeles cantores en la fa-chada de la Natividad, y concibe las doce torres de los apóstoles como enormes campanarios con los mu-ros llenos de agujeros con viseras para que el sonido de las campa-nas se divulgue por toda la ciudad. La riqueza de sonidos exteriores es impresionante –aunque, desgracia-damente, los estudios de Gaudí so-bre el particular fueron destruidos durante la quema de su taller, el día 20 de julio de 1936–. Hay campanas tubulares, accionadas por martillos, capaces de reproducir todas las no-tas. Hay campanas afinadas en mi, sol, do, y hay campanas convencio-nales o comunes.

Nótese que las campanas no es-tán pensadas solo para convocar al pueblo, sino sobre todo para dar gloria a Dios –de ahí las grandes

El libro dE la fE y dE la liturgia

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31IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

La paloma, símbolo del Espíritu Santo, re-posa sobre una cruz (el Hijo), abrazada por dos bandas (el abrazo del Padre).

miento de Jesús, la estrella del Me-sías, la anunciación y la coronación de María. Ya en el registro histórico-teológico, se encuentran sucesiva-mente el anagrama de Jesús con la cruz, incensado por ángeles como símbolo de salvación, el pelícano como donación de vida con dos án-geles que distribuyen la Eucaristía, las escaleras de la santidad para as-

cender al árbol de la vida, el árbol de la vida con 21 pa-lomas que son los salvados por Jesu-cristo y el símbolo de la Trinidad. En la fachada de la Pa-sión, la línea verti-cal se inicia con la flagelación (aporta-ción conceptual de

Subirachs) y continua con el rostro de Jesús impreso en el lienzo de la Verónica (igualmente aportación de Subirachs), la crucifixión, la resu-rrección (vitral dentro del frontón), la cruz victoriosa llevada por ánge-les, el Espíritu Santo cuya fuerza ha

de la resurrección están colocados en el fondo de la galería, es decir, en el registro histórico-teológico de la fachada.

Las dos fachadas desarrollan una línea vertical central, perfectamente visible en la fachada de la Natividad. En esta, y entre el punto más supe-rior y el más inferior, constatamos una contraposición entre la paloma, símbolo del Espíri-tu Santo, y la ser-piente del paraíso, símbolo del Malig-no, la cual va acom-pañada, en ambos extremos, de dos tortugas y dos ca-maleones, anima-les con las bocas abiertas y mirando hacia abajo, símbo-lo de la fealdad y la ambigüedad (cualidades contrapuestas a la be-lleza y a la claridad). La paloma re-posa sobre una cruz (el Hijo), abra-zada por dos bandas (el abrazo del Padre). Entremedio, y de abajo arri-ba, tenemos el árbol de Jesé, el naci-

Antoni GAudí y RAmon LLuLL Me gustaría hacer una comparación entre dos figuras alejadas en el tiempo pero próximas en su proyecto: Antoni Gaudí y Ramon Llull (Raimundo Lulio). Siete siglos los separan, pero los une una percepción parecida sobre las aspiraciones humanas en su relación con Dios. Ambos han captado el sentido del amor incondicional y exclusivo hacia el Amado. Ambos han recibido una luz interior que se ha desbordado en una obra, arquitectónica o literaria, que admira y eleva el espíritu hacia Aquel que les ha guiado. Ambos han pasado de una vida débil espiritualmente a una vida llena de fuego espiritual y de servicio a Dios. Ambos han sufrido tribulaciones, ataques e incomprensiones, y en ciertos momentos, la memoria de su obra se ha tambaleado, por malicia o por ignorancia. Ambos han vivido y expresado la totalidad y la síntesis del misterio cristiano buscando un acceso interpretativo al misterio de Dios – por esto les pertenece justamente el epíteto de “místicos” – mediante dos grandes obras: la Sagrada Familia y la Ars Magna. Ambos han muerto después de vivir austeramente y de pasar por situaciones personales extremas (Llull ha conocido la persecución martirial, y Gaudí ha muerto en el hospital de los pobres). Ambos merecen un lugar en la historia espiritual y cultural de Cataluña, de España y de Europa.

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y nos abre el camino hacia el árbol de la vida, la plenitud de Dios, con su nombre que alimenta y salva. En el Calvario, el Hijo no duda en po-nerse en manos de la injusticia y la violencia, para que su cruz, instru-mento de amor, libere al mundo del pecado y de la muerte, y la humani-dad participe de su resurrección lu-minosa y de su ascensión celestial.

La vía de la Iglesia y del Espíritu es doble: por una parte, resigue la nave y el deambulatorio y, por otra, recorre el claustro que rodea el pe-rímetro de la basílica. Se trata pues de una vía circular que integra de hecho las dos vías precedentes, la de la humanidad y la de Jesucristo. El camino de la Iglesia es el de la nave, el espacio de la iluminación, mientras que el claustro es el ám-bito de la peregrinación.

La Iglesia es la asamblea de los creados por Dios y redimidos por la sangre de Jesús que han recibido la iluminación del bautismo, el sa-cramento de la fe y la luz en virtud del cual se han configurado a Jesús muerto y resucitado, y que pueden restaurar el don bautismal gracias al sacramento de la penitencia. Es-tos, hijos de Dios y discípulos, siguen la Palabra, el Evangelio de Jesús, y

basílica, ya que su itinerario va desde la fachada principal hasta el ábside. Allí está representado el Dios crea-dor, el Dios de la creación del cos-mos y del hombre, aquel que llama las cosas a la existencia. Pero Dios lleva la historia humana a su culmi-nación mediante la nueva creación, que es el cuerpo de Cristo, Palabra encarnada, nacido de María virgen.

El nuevo Adán, el Hombre que no conoce el pecado, ocupa el lugar de juez misericordioso de una huma-nidad que se enfrenta a la pregunta sobre su propia misericordia, en el momento en que el Padre lo reca-pitula todo y se divisa nítidamente la posibilidad de acceso a la bien-aventuranza celestial.

La segunda vía es la de Jesucristo, que va desde la fachada de la Nati-vidad hasta la fachada de la Pasión, atravesando la basílica por el cru-cero. Jesús, el Cristo, la Palabra eterna de Dios, entra en el mun-do (encarnación) y vuelve al Padre (muerte, resurrección y ascensión). Jesucristo se manifiesta en Belén y en el Calvario. En Belén se reve-la como el Salvador, anunciado por los profetas, convertido en carne de nuestra propia carne en las entrañas virginales de María, madre y reina,

resucitado a Jesús de la muerte y la ascensión y entronización de Jesús en la gloria.

tres itinerariosLlegados a este punto, es imprescin-dible desarrollar una afirmación so-bre la hermenéutica teológica sub-yacente a todo lo dicho hasta aquí, que revestía un carácter decidida-mente exegético. La afirmación es la siguiente: la basílica de la Sagra-da Familia es una auténtica sínte-sis arquitectónica del misterio cris-tiano. Analizada según la planta, es decir, horizontalmente, se ponen de manifiesto en ella tres vías o itine-rarios teológicos y espirituales, las cuales incluyen, indirectamente, to-do lo que se detecta en la vertica-lidad exterior de las dieciocho to-rres. Las tres vías son la vía de la humanidad (la vía del Padre, quien crea y recapitula), la vía de Jesu-cristo (la vía del Hijo, quien redime y salva con su nacimiento, muerte y resurrección) y la vía de la Igle-sia y del Espíritu Santo (quien hace comprender la palabra del Evange-lio y transforma el pan y el vino de la Eucaristía en el cuerpo y la san-gre de Cristo). Formulado breve-mente, la humanidad recorre la vía de la creación, en Jesucristo domi-na la vía de la redención, la Iglesia guiada por el Espíritu transita por la vía de la santificación.

La humanidad está llamada a la existencia (ábside) y a la comunión sin reservas con Dios (fachada de la Gloria). La vía de la humanidad se yuxtapone pues a la vía sacra de la

El libro dE la fE y dE la liturgia

Belleza interior y exterior

A la izquierda y a la derecha, dos detalles de la fachada de la Pasión. En el centro,

celebración de la misa del Domingo de Ramos

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33IMÁGENES DE LA FE / SEPTIEMBRE 2011

La Sagrada Familia es una especie de ‘Sum-ma Theologica’ del si-glo xxi, no en papel, sino en arquitectura y en plástica.

tro es un deambulatorio entre la ciudad y la basílica, entre la ciudad de los hombres y la casa del Espí-ritu. La Iglesia camina pues por el mundo y su oración no olvida a na-die, su intercesión abraza a todos, en particular a los pobres, los amigos de Dios. María es figura de la Igle-sia, y por esta razón el claustro es mariano (hay en él hasta cinco ca-pillas, dedicadas a la Asunción y a las vírgenes del Rosa-rio, Montserrat, los Dolores y la Mer-ced), y por esto es eclesial y litúrgico, ya que sus cuatro ángulos evocan las cuatro témporas. El claustro señala el paso del tiempo, el tiempo de Dios, por la vida de los creyentes, mientras que la nave refuerza el sentido de la eternidad, ya que la Eucaristía es prefiguración y pregustación.

En resumen, la Sagrada Familia es una especie de Summa Theologi-ca del siglo xxi, no en papel sino en arquitectura y en plástica, en arte y en belleza. Es una construcción potente y sugerente como lo son la

Pasión según san Juan de Bach, or-ganizada a partir de un coral cen-tral, o bien el cuadro de Rembrandt sobre el Hijo Pródigo, focalizado en la figura del padre. La teología ca-tólica puede y debe desarrollar es-ta “cartografía del Espíritu”, ya que en ella va a encontrar no pocos ejes que articulan los diversos tratados teológicos (misterio de Dios, cristo-

logía, antropología, escatología, ecle-siología y sacra-mentos), tratados de forma nueva. El interés teológico de una obra como la Sagrada Familia reside en su capa-cidad de síntesis.

Antoni Gaudí ha creado un inabar-cable universo pro-

pio, que, en última instancia, es una “traducción plástica” del Credo, del Símbolo de la Fe. Personalmente, considero que la grandeza de su aportación se descubre a medida que se encajan los diversos elemen-tos de esta “traducción” y va apare-ciendo una concepción profunda y atrayente del misterio cristiano, no exenta de novedad.

se alimentan de la Eucaristía (altar) mientras caminan en la oración y el amor a los pobres, pero necesitan ser consolados. Conforman su vida a la de Jesús, Verbo encarnado, na-cido en Belén (fachada de la Nativi-dad), y Siervo sufriente, muerto por nuestra salvación y resucitado para hacernos justos (fachada de la Pa-sión). Son pueblo de Dios, llamado a ser robusto y a florecer en la san-tidad (árboles de la nave), y llamado a dar fruto abundante, un fruto que dure para siempre (las doce cestas de las cubiertas, llenas de frutos, una para cada mes del año según Apocalipsis 22,2).

La Iglesia, por otro lado, es la mul-titud de los que caminan como pe-regrinos en el mundo y dentro del mundo. Su peregrinaje no les aísla de los demás hombres, sino que los acerca a ellos, les inmerge en la vi-da contrastada y contradictoria de la ciudad secular, y es la oración la que los protege de caer en la ten-tación y de desfallecer en la fe y en el amor. El claustro es espacio de oración de los que peregrinan, y está situado entre el edificio y la ciudad. Forma parte de la basílica, pero sus ventanas se abren a la vida concreta de los hombres y mujeres. El claus-

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úlTIMoS TíTuloS PuBlIcAdoS: 2010: Diciembre: los padres de la Iglesia: raíces del cristianismo. 2011: Enero: la Transmisión de la fe hoy. Febrero: JMJ 2011 Madrid. Toda la iglesia peregrina con los jóvenes. Marzo: Cuaresma. 40 días por la salud de los últimos. Abril: Juan Pablo II. El “atleta de Dios” camina hacia los altares Mayo: El camino de la belleza. Vía privilegiada de evangelización Junio: Donde está la sociedad está el derecho.

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