La Transformación de Los Mercados Laborales Locales Ne La Caficultura Colombiana

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    uando el cultivo del café lle-gó a cubrir las laderas andi-nas centrales colombianas,

    cambió totalmente las economías deregiones fronterizas que se dinamiza-ron y sirvieron para atraer trabajado-res y campesinos que se asentaron enpueblitos y fincas. Cada una de ellassufrió con los altibajos del mercadodel grano, perdiendo población y ca-pital durante periodos de bajo precioy recuperándose en etapas de bonan-za. Pero durante periodos estables,cada región lograba mantener la ma-yor parte de los trabajadores requeri-dos para la caficultura, haciendo usotambién de los familiares de los mis-mos para recoger la cosecha. Sin em-bargo, rara vez lograban los producto-res no tener que atraer a foráneos pa-ra ayudarles a recoger el grano; estos

    venían por poco tiempo y representa-

    ban sólo un pequeño porcentaje de lamano de obra contratada. El café, por

    lo tanto, no sólo creó economías re-gionales con ciclos y característicasque reflejaban las condiciones delmercado y del ciclo vital del grano;también creó mercados laborales re-gionales estructurados por las condi-ciones económicas, sociales y políticaslocales. Aunque mucho ha cambiadodurante los cien años durante los cua-les la región andina central colombia-na ha producido café, la fragmenta-ción espacial del mercado laboralcontinúa.

    La economía cafetera Colombianasirve de ejemplo para ilustrar una rea-lidad frecuentemente olvidada: quelos mercados laborales no son proce-sos abstractos sino instituciones quefacilitan, regulan y estructuran los in-tercambios entre actores. Estas insti-tuciones están concretadas dentro deun espacio social y un espacio geo-gráfico, los cuales imprimen sus carac-terísticas en los procesos de regula-ción del mercado. En algunos casos,el espacio geográfico en el que se jue-ga la compra y venta es amplio, esdecir que comprador y vendedor semovilizan libremente a través de un

    vasto territorio en busca del mejorcontrato. Pero en muchos otros casosestos espacios están delimitados nosólo por altos costos de movilizaciónsino también por reglas sociales quedeterminan dónde se puede ir a bus-car un contrato y quiénes pueden en-trar en el espacio social donde el in-tercambio se realiza. Es importantereconocer este proceso histórico paraluego poder analizar a fondo no sólolas variaciones en las formas de con-tratación y administración de la mano

    de obra en las fincas cafeteras Co-lombianas modernas sino también la

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    reciente paulatina urbanización delproletariado agrícola.

    LA COLONIZACIÓN CAFETERA Y LAOFERTA LABORAL

    Cuando entre 1880–1890, hacen-dados, empresarios y campesinoscomenzaron a plantar café en las re-giones fronterizas de Antioquia, laproducción cafetera ya estaba bienestablecida en las montañas orientalescolombianas. En 1887, el café repre-sentaba el 40% de las exportacionescolombianas (Palacios 1983:70). Aúncon mercados asegurados, los pro-ductores tenían que afrontar inversio-nes altas y costosas a largo plazo. Senecesitaba una mano de obra abun-dante para abrir los bosques y plantarcafé, y luego una espera de tres añospara recoger el primer pepeo que nollegaría a su máximo hasta los seisaños. A esto se sumaba la necesidadde invertir en construcciones apropia-das para secar el café y costos increí-bles para transportarlo a los puertosde embarque. Era, pues, necesarioobtener acceso a crédito y mano deobra barata. De acuerdo a Palacios(1983), los grandes productores resol-

    vieron el problema del crédito hipote-cando fincas y con la venta a futuro acasas comisionistas extranjeras. El ac-ceso a mano de obra barata era másproblemático ya que en las regionesde colonización no existían poblacio-nes grandes que pudieran proveertrabajadores. ¿Cómo se las arregla-ron, entonces, para encontrarlos sintener que ofrecer jornales altos?

    En lugar de movilizar trabajadoresa través del enganche, como en la

    producción de café en Guatemala, ode la importación de inmigrantes asiá-ticos, como en en Perú y California,los empresarios cafeteros estimularonel asentamiento de campesinos en laregión y manipularon su participaciónen el mercado laboral. Numerososhistoriadores (Parsons 1968; Macha-do 1977; Arango 1981; Palacios1983; Bergquist 1986) nos presentanuna visión clara de este complejo pro-ceso y del rol que jugaron en él losempresarios, los hacendados y las au-toridades. En una primera etapa,hacendados, comerciantes y construc-tores estimularon las migraciones faci-litando crédito y trabajo en los cami-nos que se estaban abriendo para laexportación del café. Campesinos dela zona minifundista de Antioquia, yeventualmente de Boyacá y Cundi-namarca, artesanos desplazados porla importación de productos baratosde Europa, comenzaron a asentarseen las abundantes tierras baldías de laregión cerca de caminos, ríos y víasferroviarias. Abrían de una a dos hec-táreas de selva por año hasta llegar alas 10–30 hectáreas, las que eranplantadas primero con maíz, porotosy caña de azúcar para uso y venta.Sobrevivían de la venta de estos pro-ductos y de la cría de cerdos. Cuandolas cosechas comenzaban a mermarlas reemplazaban con matas de café(Parson 1968:141). Algunos campe-sinos se especializaron en plantar sólocafé, vendiendo luego las plantacio-nes a hacendados colindantes (Deas1977). El problema era que no mu-chos se especializaban en el estable-cimiento de cafetales y que si bien

    otros, al principio, se ofrecían comotrabajadores en las haciendas cerca-

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    nas, una vez establecidos sus cultivoscomerciales preferían concentrar susesfuerzos en sus propias plantaciones.De modo que el asentamiento decampesinos no resolvió el problemalaboral de los hacendados. La ofertalocal fue más bien escasa y loshacendados se quejaban constante-mente de falta de trabajadores (Pala-cios 1983; Deas 1977). Frente a esteproblema, adoptaron dos estrategiasclaves que sirvieron para estimular ycontrolar la oferta.

    En primer lugar, para asegurarse aprobables inmigrantes, los hacenda-dos ofrecieron contratos a medianíao, más frecuentemente, contratos co-mo residentes con acceso a tierrasdonde podían plantar cultivos tempo-rarios para subsistencia y venta, acambio de aproximadamente 150 dí-as anuales de trabajo pago en la

    hacienda (Palacios 1983:217). Cam-pesinos destituidos de tierras favore-cían estos contratos, ya que los veíancomo una alternativa al trabajo asala-riado inestable. De esta forma loshacendados se aseguraban, teórica-mente, una mano de obra residente ydisponible. El problema fue que nosiempre podían contar con los servi-cios de estos trabajadores y de losmiembros de sus familias en momen-tos de apuro. En realidad, les tocó re-currir también a trabajadores pagadosal día o, durante la cosecha, por can-tidad de café recogido. Palacios(l983) y Ortiz (1989) examinan la par-ticipación de varios tipos de trabaja-dores en una hacienda cafetera en

    Antioquia durante las primeras déca-das de este siglo. Como lo indica elgráfico adjunto, durante algunos añosgran parte del trabajo no fue llevado a

    Grafico Nº 1: Demanda total de trabajadores por tipo de contrato en una haciendacafetera, Jonas, en Antioquia. 1896–1919

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    Por contrato Agregado Cosechero

    Miles días/hombres

    Años

    Basado en los datos recogidos por Marcos Palacios. Días/hombres representa

    total jornales anuales. Agregados viven en la finca y deben trabajar cierto núme-ro de días a cambio de tierra para cultivar. Cosecheros pueden ser familiares deagregados o jornaleros no residentes. La finca se encarga de darles comidacuando cosechan. El número de cosecheros no corresponde a la cantidad de ca-fé recogido; agregados o jornaleros por contratador tambien recogen café. Esteúltimo no es ni alimentado, ni supervisado por el personal de la finca.

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    cabo por los trabajadores atados a lahacienda, sino por contratistas o tra-bajadores contratados al día (GráficoNº 1).

    La segunda estrategia desarrolladapor los hacendados es una extensiónde la primera pero con orígenes re-presivos; consistió en la compra y re-clamo de tierras que, si bien no teníanpropietarios legales, estaban ocupa-das por colonos. De esta manera, loshacendados se apropiaban no sólo delas tierras sino también de los cafeta-les establecidos y se aseguraban te-rrazgueros, si los colonos no se les es-capaban. Esta segunda estrategia re-quirió de la cooperación de las auto-ridades, lo cual resultó posible porqueColombia entraba en un periodo decrisis fiscal. La venta de "baldíos" be-nefició los cofres del gobierno y aaquellos hacendados y empresarioscon plata y con deseos de invertir enla producción de café (Le Grande1984, 1992). A los campesinos, sindinero para obtener títulos de coloni-zación, no les quedaba más remedioque convertirse en terrazgueros, vol-

    ver a colonizar nuevos bosques o en-frentarse con los nuevos dueños (Pa-lacios 1983:332). Al principio las pro-testas se manifestaron con peticiones,luego organizándose en ligas campe-sinas y finalmente en forma violenta;hay varios estudios detallados sobrelos conflictos en las zonas cafeteras yno quiero repetir lo ya se ha dicho(Sánchez 1977; Jiménez 1981; Pala-cios 1983; Fajardo 1983; Bergquist1986). El punto significativo es que,en muchas de las zonas cafeteras, los

    campesinos se reposesionaron de sustierras y que los hacendados percibie-

    ron que los contratos de terraje eranmás bien riesgosos, sobre todo cuan-do fueron aprobadas nuevas leyes pa-ra calmar los conflictos rurales. Algu-nos de los hacendados comenzaron amanejar las haciendas con peones enlugar de "agregados" mientras otros sedesprendieron de muchas de sus tie-rras. En 1955, 30.3% del café produ-cido en Colombia viene de fincas con10 a 50 hectáreas, 63.2% viene deplantaciones mas pequeñas y sólo el6.5% de plantaciones de más de 50hectáreas (CEPAL/FAO 1962). Hacia1940, las fincas cafeteras son trabaja-das casi exclusivamente con mano deobra asalariada que reside localmen-te. Para ese entonces el balance de-mográfico había cambiado y la ofertade mano de obra se había equilibra-do.

    Espero que éste resumen al vuelode un periodo complejo y tumultuosoen la historia de la economía del caféen la zona central de Colombia sirvapara ilustrar el origen de la regionali-zación del mercado laboral: la inmi-gración de campesinos, su incorpora-ción en las haciendas cafeteras y, fi-nalmente, su liberación de contratospenosos. A esto debemos agregarque, en el espíritu de colonización, losmigrantes campesinos y empresariosque vinieron a Antioquia y Caldas, nosólo crearon cafetales sino tambiénuna cultura con un fuerte carácter re-gional. El Paisa y el Caldense bosque-

    jan su identidad en la forma en que se visten, que comen, y que construyensus edificios. Y si bien muchas de es-tas manifestaciones han perdido su vi-talidad en la vida diaria, el sentido de

    identificación regional sigue siendofuerte. El residente rural en el Gran

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    Caldas ya no busca su porvenir de-ambulando al azar sino explorandominuciosamente las oportunidadesregionales y migrando sólo cuando nolas encuentra. Por lo general, el traba-

    jador rural en esta región busca traba- jo visitando fincas dentro de la regióncafetera. "Café es lo que sé trabajar yestoy acostumbrado"; ni siquiera ex-plora diferencias de pago en otrasmunicipalidades regionales. Sólo salea otros lugares cuando lo necesita yno encuentra empleo.

    Lamentablemente, dados los alti-bajos del café y de la política colom-biana, les tocó a campesinos y propie-tarios salirse con frecuencia de la re-gión. Eso no significó la destrucciónde culturas locales ni de la regionali-zación de la oferta laboral sino la con-tracción demográfica y de oferta du-rante ciertos periodos nefastos en lahistoria de la región central de Co-lombia. Por ejemplo, durante la dé-cada de 1940, el precio del café semantuvo deprimido y cuando lospropietarios comenzaron reponersede sus deudas lo suficiente como para

    volver a renovar las plantaciones, estaárea de Colombia quedó envuelta enlas convulsiones de la Violencia. Lapoblación emigró en gran masa, enbusca de trabajo o de seguridad. ElGran Caldas no volvió a retener supoblación rural laboral hasta 1970cuando comienza la bonanza cafetera.

    LA BONANZA Y LA MANO DE OBRAEN LOS CAFETALES

    La bonanza cafetera fue el resulta-

    do de la confluencia de dos aconte-cimientos no relacionados: la intro-

    ducción de una nueva tecnologíaagraria y una fuerte alza de precios enel mercado internacional.

    La Federación de Cafeteros, unaorganización semi–estatal con vastosrecursos financieros y fuerte estructurade servicios al caficultor, puso en pieuna campaña para modernizar la ca-ficultura colombiana. Consistió en unpaquete de innovaciones agro–tecnológicas que incluía una nueva

    variedad de arbusto con rendimientosmucho más altos y tempranos (unabuena cosecha con sólo 3 años deespera) si se plantaban al sol y se abo-naban con frecuencia. Si a esto seagrega que se recomendaban planta-ciones cuatro veces más densas quecon arábigo a la sombra, se comienzaa apreciar que el rendimiento porhectárea prometía ser mucho más al-to. De un rendimiento de 300 a 600kilos por hectárea que se obtenía concafé a la sombra se prometía un ren-dimiento de 3000 kilos por hectárea.El objeto de las recomendaciones pro-puestas fue estimular la producción decafé para la exportación sin tener queaumentar el área en este cultivo. Perocuando los precios aumentaron, loscafeteros no sólo comenzaron a reno-

    var las plantaciones existentes sinotambién incorporar otras tierras a laproducción de café. En la zona centralde Colombia, el área plantada con ca-fé aumentó en un 9.8% entre 1970 y1985. La producción total nacionalaumentó de 7.8 millones de sacos en1970 a 13.04 millones en 1980.

    El resultado fue que la demandade mano de obra también aumentóastronómicamente (Gráfico Nº2). Al

    principio, el aumento de la demandase reflejó en un número mayor de tra-

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    bajadores permanentes que fueroncontratados para renovar las planta-ciones. La emigración de gente jovencomenzó a decaer y muchas familiasregresaron a la región. A los tres añosde haberse iniciado las renovaciones,cuando las matas comienzan a produ-cir, la demanda de cosecheros tam-bién aumenta, pero no es un aumen-to que sirva para retener a la pobla-ción ya que es una demanda estacio-nal de octubre a enero. El número deempleos requeridos en 1985, a nivelnacional, para la manutención y re-novación de cafetales fue 75% másalto que los requeridos en 1970. Elaumento en el número de cosecherosfue menos impresionante porque eltrabajo rinde más en las plantacionesmodernizadas; se necesitó sólo entreun 20 y un 27% más de hombres. Asímismo, el aumento sobrepasó la ofer-ta local robustecida. Es decir que la

    bonanza ayudó a consolidar la de-manda local de trabajadores durante

    todo el año y, por lo tanto, ayudó aretener a la población joven y a atraerfamilias que habían migrado sin suer-te a otras regiones. Pero no logródisminuir la necesidad de atraer forá-neos durante la cosecha (Gráfico Nº2).

    Cuando, en 1975, Fernando Urrea(1976) llevó a cabo una encuesta, anivel nacional, de los cosecheros quetrabajaban en haciendas cafeteras losuficientemente grandes como paratener que contratar trabajadores, en-contró que, a pesar de que las muni-cipalidades habían aumentado enpoblación y que las fincas cafeterasempleaban mucho más personal, aúntenían que atraer gran cantidad detrabajadores de otras partes. El 40%de los cosecheros eran inmigrantes.Muchos de ellos (71.3% del total demigrantes) eran trabajadores golon-drinas que se movilizaban de una co-

    secha cafetera a otra, hasta que no lesquedaba más remedio que trabajar en

    Grafico Nº 2: Demanda laboral en la caficultura Colombiana. 1970–1987

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    Total

    Renovaciones y siembra

    Miles hombres/años

    Basado en Errázuriz (1989, cuadro Nº 14), escenario C y redondea-do a miles de hombres. Renovaciones y siembras incluye expansion de cafetales. Total inclu-

    ye labores de sostenimiento, cosecha, renovaciones y siembras.

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    cosechas de arroz y algodón para po-der estar ocupados la mayor parte delaño. Lo importante es que, a pesar deser golondrinas, se especializaban enla producción y cosecha del café. Elresto de los cosecheros no residentes(28.7% de los migrantes) vivían enuna municipalidad cercana pero nonecesariamente colindante, dondetrabajaban la mayor parte del tiempo,saliendo sólo una vez al año a recogercafé, por unas semanas o un mes, pa-ra luego regresar. A pesar del gran pe-so del trabajador golondrina en la co-secha de 1975–1976, Urrea, con ra-zón, especuló que la demanda másregularizada durante todo el año con-tribuiría al asentamiento del trabaja-dor.

    En 1985, cuando la bonanza setermina y la expansión se completa, laproporción de cosecheros golondrinasdecae mientras que aumenta el nú-mero de cosecheros que salen porcorto tiempo, una sola vez al año, dela municipalidad donde residen. Enuna encuesta que llevé a cabo con lacolaboración de María Errázuriz enuna de las zonas que estudió Urrea(incluso en una de las municipalida-des que él encuestó), pudimos deter-minar que la proporción de golondri-nas dentro del grupo de cosecherosmigrantes había decaído de un 71.3%a un 23.9%. Es una disminución im-presionante, ya que el monto de caféa cosechar había aumentado y por lotanto también la necesidad de atraermás migrantes –la proporción de mi-grantes había aumentado en un 10%de 1975 a 1986–. Los nuevos migran-tes eran hombres jóvenes, en su ma-

    yor parte solteros, que trabajaban lamayor parte del año en la municipali-

    dad donde residían y salían sólo una vez al año y por corto tiempo a traba- jar en un alguna otra municipalidad.El 60% de ellos había residido toda su

    vida en la municipalidad desde donde venían y otro 20% había residido enellas por lo menos 5 años. En contra-partida, una pequeña proporción delos trabajadores (22% en nuestra en-cuesta) salían a otras municipalidadesa recoger café. Eso es justo lo quehabía predicho Urrea: que la tecnifi-cación del café, con una demandamás regular, ayudaría al trabajador aradicarse en una zona cafetera. Mihipótesis, argumentada desde unaperspectiva histórica, es que lo que

    vio Urrea fue una momento de reajus-te después de un largo periodo dedesempleo en la caficultura. Al co-menzar la bonanza se necesitaronmuchos más brazos en cada etapa delproceso productivo, lo que benefició alos que residían localmente. Efectiva-mente, el trabajador que antes salía a

    varias cosechas ya no tenía necesidadde hacerlo, podía asentarse en uno delos lugares por donde antes deambu-laba, trabajar en la manutención deplantaciones locales más extensas ysalir con mucha menos frecuencia.

    U N MODELO DEL MERCADOLABORAL CAFETERO

    La mejor forma de conceptualizaral mercado laboral cafetero es comoun mercado fragmentado geográfica-mente en pequeños mercados locales.Cada uno de ellos es autónomo du-rante los nueve meses del año duran-

    te los cuales se realiza la mayor partede las tareas, como la manutención y

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    renovación de cafetales y la recolec-ción del café que madura fuera de latemporada de alta cosecha. Estas ta-reas representaron el 71% de loshombres–días contratados en una fin-ca cafetera grande y moderna en unade las municipalidades estudiadas du-rante el ciclo anual de 1985–1986.Errázuriz calculó que, a nivel nacio-nal, el 61% de la mano de obra anualfue utilizada en labores de manuten-ción. Es decir que entre el 60 y el71% del trabajo en las fincas cafeterasse desarrolla cuando no hay trabaja-dores foráneos en las fincas; ellos sóloaparecen durante la alta cosecha yentonces representan la mitad delpersonal contratado. Aunque la pre-sencia de los migrantes es impresio-nante entre los meses de octubre y di-ciembre, dentro del marco total de lademanda laboral ellos sólo constitu-yen entre el 15 y el 20% del trabajorequerido.

    La apertura del mercado a unaoferta de voluntarios foráneos durantela cosecha no niega, pues, el carácterfundamentalmente local de la misma.Es decir que el proceso de oferta ydemanda, como instrumento que es-tructura el mercado laboral, opera noa nivel nacional sino a nivel local du-rante la mayor parte del año y a nivelregional sólo durante la cosecha.

    Además, la regionalización no se de-fine de forma puramente cartográficapor los costos de transporte sino fun-damentalmente por las trayectoriascreadas por las redes de lazos socialesinterfamiliares.

    Este esquema representó la situa-ción laboral en las haciendas y fincas

    cafeteras de la zona central durantelas primeras décadas de este siglo.

    Los trabajadores asentados en lashaciendas eran quienes, con la ayudade sus familiares y de otros trabajado-res contratados localmente, recogíanel café –la única duda es la falta de in-formación sobre la procedencia de lostrabajadores traídos por contratistas,que en algunos años predominan enalgunas haciendas (Ortiz 1989)–. Yapara el periodo 1950–1960 es difícildeterminar si la mayor parte de lostrabajadores cafeteros sigue residien-do localmente; no hay para estosaños ningún estudio detallado. Dadoque muchas de las regiones cafeterasfueron fuertemente azotadas por la

    violencia es muy probable que lafuerza laboral haya sido mas inesta-ble.

    Sin embargo, la fragmentación obien se mantiene o se renueva en ladécada de 1970. En un estudio sobrelos salarios en la caficultura colom-biana, Errázuriz (1989) descubrió va-riaciones significativas de municipali-dad a municipalidad para 1977. En lazona central, en el 32% de las muni-cipalidades predominantemente cafi-cultoras se pagaban salarios menoresal promedio anual para la zona y ladesviación media representaba el21% del salario medio. En 1985 ha-bía más municipalidades ya tecnifica-das y con alta demanda laboral, porlo tanto en muchas más de ellas(79%) se comenzaba a pagar el sala-rio promedio, pero las variaciones se-guían siendo significativas. En el 14%de las municipalidades cafeteras de lazona se pagaban salarios 18% másbajos que el medio y en 7% se paga-ban salarios 53% más altos que el

    medio. Eso se debe a que el nivel delsalario depende no sólo de variacio-

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    nes demográficas de mercado local amercado local dentro de la zona cen-tral, sino también a variaciones en elcosto de la canasta de alimentos encada una de las localidad (Errázuriz1989).

    Cuando, como propongo en unpárrafo anterior, los mercados localesse abren para atraer los trabajadoresextras que se necesitan para la cose-cha, esta apertura está delineada porrelaciones de parentesco y rutas demigración establecidas en un pasado.Si uno pregunta de dónde vienen acosechar, la lista de lugares nombra-dos es siempre la misma y todos sonmunicipios cafeteros con cosechas unpoco más tempranas o tardías. Si unopregunta a los trabajadores por qué

    van a un cierto lugar, contestan obien porque siempre lo han hecho, oporque tienen parientes o van conamigos. Un tercio de los cosecherosmigrantes encuestados en 1985, quehabían vivido en más de una munici-palidad, volvieron al lugar de residen-cia anterior para cosechar.

    El concepto de mercado laboralcomo un proceso de intercambio queestá localizado en un espacio geográ-fico y estructurado por costos de mo-

    vilización, flujos de información y re-laciones sociales, es clave para unanálisis económico mas completo. Só-lo entonces podemos establecer el ni-

    vel de la posible oferta y analizar sucomportamiento, lo cual nos permitedejar de lado la presunción neoclásicaengorrosa de movilidad laboral per-fecta y elasticidad de la oferta (Horanand Tolbert 1984). El trabajador agrí-cola cafetero prefiere quedarse en su

    casa, viaja a otros lugares porque lonecesita y no porque los salarios sean

    más altos. Por su lado, los producto-res de café prefieren contratar a per-sonal que reside localmente, ya seatrabajadores agrícolas o en otros sec-tores, y sólo acuden a otros cuando laoferta local es insuficiente; prefierenno abaratar la mano de obra engan-chando a grupos más vulnerables,pues al migrante hay que alojarlo ydarle de comer, lo que resulta engo-rroso. Las peleas en los galpones queestán dentro de la misma finca, la pre-sencia de drogas y los robos entre tra-bajadores son problemas difíciles demanejar. Ya los mayordomos y admi-nistradores se sienten demasiado"acosados" durante la cosecha comopara tener que contratar más migran-tes de lo que absolutamente necesi-tan. Prefieren, en cambio, contrarres-tar los salarios que tienen que ofrecerdurante la cosecha para atraer a todoslos residente, con salarios muy bajosdurante el periodo de manutenciónde los cafetales.

    La conceptualización de los mer-cados como procesos locales tambiénimplica que el proceso laboral y loscontratos laborales están determina-dos no sólo por la demografía de laoferta sino también por las condicio-nes sociales y políticas locales. Cadatrabajador trae al espacio local suidentidad social y cultural. Esa identi-dad confronta con la identidad dequien intenta contratarlo. Esas dosrealidades, así como el balance delpoder social y económico de cadauno de ellos, determina cómo se ne-gocia el contrato y qué tipo de remu-neración recibe el trabajador (Ortiz,en prensa; Peck 1996, Wells 1996).

    Hanson (1992) agrega, además, quelas condiciones de reproducción de

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    los trabajadores también estructuranlos intercambios laborales; por lo tan-to, el lugar de reproducción debe es-tar incluido dentro del marco del mer-cado local. Estos estudiosos no con-ceptualizan la localización de los mer-cados simplemente como territoriosconcretos y delimitados geográfica-mente sino como modelos teóricosque pueden ser expresados comoconfiguraciones geográficas.

    Por supuesto que no todos losmercados agrícolas están localizados.Muchas de las cosechas en los Esta-dos Unidos están recogidas por mi-grantes golondrinas. Pero vale la penarecalcar la localización de ciertos mer-cados pues poca atención se ha dadoal hecho. Los únicos economistas quemencionan mercados laborales locali-zados, a los que llaman fragmentados,que yo sepa, son Bardhan y Rudra(1979) en Bengala y Rao para la In-dia en general (1988). Sin embargo,otros estudiosos han indicado que: enInglaterra el patrón conoce al trabaja-dor antes de contratarlo (Newby et al.1978:156), la mayoría de los trabaja-dores agrícolas en California viven enla misma municipalidad en la que tra-bajan (Barnett et all 1978:21), en laproducción de tabaco en el sur de losEstados Unidos el trabajador vive cer-ca de donde trabaja (Barlett 1986).De acuerdo a Griffith (1993: 226), el60% del trabajo en las fincas de fruti-llas en California esta en manos detrabajadores locales. Mann (1990) hasugerido que los productores de cose-chas con un ciclo vital que es más lar-go que el ciclo productivo y con vai-

    venes grandes en la demanda anual

    de trabajadores, son los que depen-den de trabajadores golondrinas que

    provienen de grupos minoritarios.Lamentablemente, sólo los producto-res de café en Guatemala y quién sa-be en Brasil, son los que se atienen adicho sistema de reclutamiento. Co-mo hemos visto, en Colombia el sis-tema de contratación ha generadomercados fragmentados y una migra-ción circular bien estructurada de tra-bajadores asentados. Deberíamos,pues, examinar en forma comparativacuáles son los productos y las condi-ciones políticas–económicas–socialesque generan mercados localizados, obien mercados nacionales, o bienmercados estructurados por contratis-tas.

    LA URBANIZACIÓN DE LA MANO DEOBRA

    En un artículo reciente, de Janvry,Sadoulet y Young (1989) argumenta-ron que los mercados laborales rura-les en América Latina se habían inte-grado a los mercados laborales urba-nos; es decir que el trabajo en las fin-cas y haciendas ahora quedaba enmanos de proletarios que viven en lospueblos y ciudades. Estos estudiososexplican este fenómeno con argumen-tos sobre la desintegración del campe-sinado en América Latina en los últi-mos diez años.

    Algo parecido ha pasado en lasregiones cafeteras Colombianas, aun-que es más probable que sea un refle-

    jo de una emigración rural con oríge-nes complejos. La realidad ineludiblees que gran número de trabajadoresen fincas cafeteras cerca de pueblos y

    ciudades ya no viven en la zona ruralsino en la zona urbana. Cuando, en

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    1987, Hataya (1992) realizó una en-cuesta laboral en barrios de trabaja-dores en las ciudades de Manizales yChinchina, que quedan en el Depar-tamento colindante al de nuestra en-cuesta, descubrió que en el 12.2% delas familias urbanas encuestadas to-dos los miembros trabajaban en fincascafeteras y que en otro 29.8% al me-nos un miembro de la familia lohacía. El porcentaje de trabajadores"urbanizados" es aún más dramáticoen la época de cosecha. En 1985, el48% de los cosecheros que encues-tamos vivía en pueblos o ciudades:esto representaba un aumento de un13.6% más de lo que encontró Urreaen 1975. Dado que la población ur-bana regional sólo había aumentadoen un 5% durante el mismo periodo,esto quería decir que la cosecha esta-ba atrayendo a más residentes urba-nos que anteriormente.

    En nuestra encuesta hay dos gru-pos de trabajadores urbanos que salí-an a cosechar café. El más numerosoes el de los trabajadores que viven enpueblos y ciudades pero trabajan enel café todo el año, tal como lo sugie-ren las cifras de Hataya para Caldas.El segundo grupo es el trabajadoresque durante la mayor parte del añoestán ocupados en el sector informal yque durante la cosecha trabajan en lamunicipalidad donde residen y tal vezen alguna otra municipalidad cerca-na. El 12.8% de los cosecheros conresidencia local en 1985, tenía otrooficio el resto del año y 24% de loscosecheros migrantes trabajaba en elsector informal; la disparidad se debea que había un 9% mayor de residen-

    tes urbanos entre los cosecheros mi-

    grantes encuestados que entre los co-secheros locales.

    En la zona cafetera central de Co-lombia, la emigración rural remonta ala década de 1950, cuando propieta-rios, campesinos y trabajadores trata-ron de escapar a la violencia asentán-dose en pueblos y ciudades; esto con-tinuó en la década siguiente debido ala contracción en la demanda laboral.Hoy en día la emigración subsiste pe-ro en forma más disminuida y por ra-zones diferentes: la falta de viviendasrurales y la concentración de escuelasy servicios en las zonas urbanasatraen a la población rural, pero elcambio de domicilio no está necesa-riamente acompañado por un cambioocupacional.

    La participación de residentes "ur-banos" en el sector agrícola se debe a:la dificultad para integrarse a merca-dos laborales urbanos, el número limi-tado de oportunidades de empleo endicho sector y los salarios bajos queofrecen. La gente joven con menosresponsabilidades familiares se atrevemás a explorar oportunidades noagrícolas mientras sus padres siguensaliendo diariamente a las fincas loca-les. Tal como lo demuestra Hataya(1992), las búsquedas no resultan ne-cesariamente en ingresos más altos yaque las ganancias en el sector infor-mal son iguales a las ganancias en elsector agrícola. La única estrategiaque resulta es continuar cosechandocafé durante dos o tres meses por añoy trabajar en la construcción o el co-mercio durante el resto del tiempohasta que puedan encontrar empleomás seguro en el sector formal. La ar-

    ticulación del mercado rural–urbanose debe, pues, a que muchos de los

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    trabajadores rurales viven ahora enciudades y a que muchos de los tra-bajadores urbanos pueden salir a flotesólo trabajando parte del tiempo en lacosecha del café, donde a destajo sepueden ganar buenos salarios.

    Creo que para estudiar este proce-so de articulación bien a fondo tene-mos que conceptualizarlo dentro delmodelo de mercados laborales locali-zados o fragmentados. Tenemos quetener en cuenta que los trabajadoresprimero buscan empleo cerca dedonde residen y en ocupaciones fami-liares, saliendo a otras regiones sólocuando lo necesitan. El trabajadoragrícola con residencia rural buscatrabajo en las fincas a su alrededor oen otras cosechas. Cuando el trabaja-dor rural vive en pueblos o ciudades,las alternativas son más variadas y susestrategias laborales más complejas.Cuáles son las ocupaciones que com-binan y cómo lo hacen depende deltamaño de la ciudad donde viven, deldesarrollo industrial de la misma y dela forma de contratación adoptadapor las fabricas y las fincas locales. Esdecir que el grado y tipo de articula-ción entre los mercados laborales ru-rales–urbanos varía de zona a zona yestas variaciones sólo pueden com-prenderse si se analizan dentro de unmarco local. Lamentablemente, loscentros urbanos en los mercados la-borales seleccionados para mi estudiono demuestran diferencias significati-

    vas para un estudio más a fondo so-bre los factores que estructuran dichaarticulación. Solo he podido esbozaralgunos de los rasgos de la misma.

    NOTA

    Esta presentación esta basada enun estudio de campo sobre la organi-zación laboral en dos municipalidadesen la zona central cafetera en el de-partamento de Risaralda y una zonamás marginal en la región oriental deCundinamarca. Para la encuesta, quese realizó en el momento pico de lacosecha, se seleccionaron 52 fincas alazar pero representativas de la distri-bución de fincas por tamaño y gradode tecnificación. Los trabajadores fue-ron encuestados en las fincas lejos dela supervisión del personal permanen-te. En fincas chicas todo el personalfue entrevistado, mientras que en lasgrandes se trató de entrevistar por lomenos al 50% del personal. Un totalde 500 trabajadores fueron encuesta-dos. Esta encuesta fue suplementadacon entrevistas abiertas a trabajadoresresidentes, campesinos productores ydueños de fincas durante la época enla que se realizan los trabajos de ma-nutención.

    La investigación pudo ser llevadaa cabo gracias a una beca del Natio-nal Science Foundation (BNS–8507614), la colaboración de MaríaErrázuriz y el apoyo de los Comitéslocales de la Federación Nacional deCafeteros.

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