La ultima morada Zona Prohibida

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La última morada

Zona prohibida

Wyneg S. Rhuntar

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Registro Propiedad Intelectual N°235580.

Wyneg S. Rhuntar©

Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción parcial y/o total.

ISBN: 978-956-353-579-2

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Índice

Capítulo 1 ................................................................................................................................. 1

Ellos realmente llegaron........................................................................................................ 1

Amazonas ............................................................................................................................11

Capítulo 2 ................................................................................................................................21

Ocultamiento de información ...............................................................................................21

Segundo contacto ................................................................................................................27

Capítulo 3 ................................................................................................................................34

Ceguera ...............................................................................................................................34

Cotidianeidad ......................................................................................................................41

Capítulo 4 ................................................................................................................................49

Capturado............................................................................................................................49

Resurgiendo de entre las sombras ........................................................................................53

Capítulo 5 ................................................................................................................................62

Conociéndonos ....................................................................................................................62

Código malicioso ..................................................................................................................77

Capítulo 6 ................................................................................................................................80

Reinicio................................................................................................................................80

Capítulo 7 .............................................................................................................................. 101

Búsqueda infructuosa ........................................................................................................ 101

Plan entre amigos .............................................................................................................. 112

Capítulo 8 .............................................................................................................................. 120

Hallazgos extraterrestres.................................................................................................... 120

Entrenamiento productivo ................................................................................................. 128

Capítulo 9 .............................................................................................................................. 139

Mímesis parcial .................................................................................................................. 139

Capítulo 10 ............................................................................................................................ 163

Economía para principiantes .............................................................................................. 163

Puja ................................................................................................................................... 172

Capítulo 11 ............................................................................................................................ 186

Los traidores de Ioss........................................................................................................... 186

Capítulo 12 ............................................................................................................................ 207

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Los verdaderos traidores de Ioss......................................................................................... 207

Preparativos antes del viaje ............................................................................................... 219

Capítulo 13 ............................................................................................................................ 229

La noche más larga............................................................................................................. 229

Capítulo 14 ............................................................................................................................ 257

Otra perspectiva ................................................................................................................ 257

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Para quien me ha cuidado y me ha hecho enojar tanto… TAGU

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Capítulo 1

Ellos realmente llegaron

Brasil, Lunes 05 de enero de 2015. Base Amazonas.

Si bien el clima amazónico no era del todo agradable, la locación resultaba perfecta para ese tipo

de pruebas, sólo encontrándose población indígena y cero presencia de artefactos electrónicos en

las cercanías. Por estas razones, no era de extrañarse la reasignación de la base experimental de

nuevas tecnologías de bajo perfil a este terreno, que en sus inicios estuvo ubicada –de forma

solapada– en el desierto de Sonora, México, a pesar de ser una instalación norteamericana.

El comandante de operaciones John Waterstone, quien luchó activamente en la guerra de Irán en

los años 2012 a 2013, fue designado a esta nueva base experimental para controlar los

procedimientos referentes a la implementación de nuevas aeronaves de espionaje, el proyecto –

en desarrollo– llamado 31M224.

Waterstone siempre presentaba un semblante tranquilo, lo que no coincidía con el resto de su

cuerpo, ya que el trabajo en terreno le había dado un aspecto agresivo y corpulento, luciendo sus

1,82 metros de altura. A pesar de su edad, era capaz de trotar con todo el equipaje de un soldado

en situación de guerra, incluso superando a jóvenes promesas bajo su mandato. Sus manos

curtidas por el trabajo, sólidas como rocas, se conservaban expertas en manejo de armas y otras

técnicas, como lo es la reducción de pelaje corporal, lo que es conocido vulgarmente como corte

de cabello. Su bien cuidado bigote lo demostraba, además de su raso peinado, lo que mantenía

ocultas las incipientes canas respectivas de su edad.

Bajo el ardiente y húmedo sol amazónico, y a diferencia del calor seco de Irán, el comandante

Waterstone recordaba los últimos meses. El infierno de la guerra. La inconclusa búsqueda de

armas de destrucción masiva, mientras miles de americanos morían a manos de terroristas que

amenazan al mundo con un invierno nuclear. Sí, extrañaba el invierno, pero la nostalgia del frio le

recordaba también porqué había sido designado a esta nueva base. De no haber recibido esa bala

perdida, ¡Oh, Dios! Si la mala suerte tiene nombre, de seguro es John y su apellido, Waterstone. Su

rodilla izquierda había sido destruida en una intervención realizada a un hotel abandonado en

búsqueda de terroristas. Fue hecha añicos. Tuvo que arrastrarse como una pequeña lagartija hasta

encontrar refugio en una habitación del sitio que atacaron, sus 57 años pesaban más en ese

momento, lo que adjudicó a la cuantiosa pérdida de sangre.

Sus oídos zumbaban, con cada segundo que pasaba, se oían más lejanamente los tiros y

explosiones; su visión se volvía cada vez más clara, mientras que las fuerzas se evaporaban de su

cuerpo. Antes de desvanecerse completamente, sintió que era arrastrado por el piso, no le

importaba si era el enemigo o no; si les gustaba la carne muerta, ya no era su problema.

De no ser por la ayuda de su valeroso y jovial comando, no lo habría logrado. Despertó una

semana y media después, su primer sentido en reanimarse fue el oído –y quién no– ya que se

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escuchaba una estruendosa música de fondo… ¿El idioma? Inglés. ¿El género…? ¿Rock? ¿Metal?

Eso era lo de menos, sabía que estaba en casa, con sus aliados, sus amigos. Al cabo de unos

segundos, todos sus sentidos se reavivaron, lo que hizo notar una gran falta. No sentía su pierna

izquierda. Era de esperarse, con ese tipo de esa herida. Había visto a otros soldados amputados

por esa misma razón; sin embargo, al reincorporarse en la cama notó que nada le faltaba. Al

contrario, le sobraba un yeso y unos fierros insertados en sus huesos. Las armaduras de protección

para soldados no eran basura; la bala no pudo atravesarla del todo, pero la fragmentación de su

rodilla produjo una fractura expuesta y una hemorragia. Tenía anestesia local en la pierna dañada,

lo que tranquilizó su mente, borrando la idea de tener que retirarse del Ejército y volver a casa

como un héroe desempleado e inútil.

Al cumplir un mes de descanso, su evacuación del campo de batalla fue inmediata. La siguiente

temporada fue de rehabilitación, la cual no estuvo exenta de dolor y un poco de autocompasión

fingida, para recibir mimos de sus seres queridos. Ahora estaba de servicio nuevamente, con una

pequeña cojera, apoyándose de cuando en cuando en su bastón, pero activo.

- Es una suerte que Crab no estuviera ahí – comentó pensativo Waterstone.

- ¿Señor? – respondió un oficial que pasaba por las afueras de la oficina del comandante.

- Nada, oficial Natham, sólo hablaba conmigo mismo.

Era su nieto el que saltaba a su mente, Kevin “Crab” Knight. El hijo del comandante, André

Waterstone, nació cuando este tenía 20 años. André se casó joven, a los 18 –en parte para

desmarcarse de su padre militar– pero no pudo concebir hijos propios, no por falta de intentos,

sino por problemas de fertilidad. Fue a sus 20 años cuando decidió junto a su esposa a adoptar un

niño, dejando en claro que conservarían el nombre original de este, en caso de que quisiera

conocer a su familia biológica cuando fuera adulto. El niño, a pesar de tener más de un año de

edad, se acopló perfectamente a la familia, no preguntando nunca sobre sus orígenes ni

causándole problemas el no llevar el apellido de la familia.

El apodo de Kevin le fue impuesto en el orfanato que habitaba por su notable falta de cuello

cuando era pequeño, debido a una gran papada producto de su obesidad. Con el pasar de los años,

comenzó a crecer y a adelgazar, todo gracias a su abuelo John que lo animaba con disciplina a

practicar deportes, lo que hizo que eligiera una carrera militar al completar sus estudios

obligatorios. Sin embargo, lo único que no creció demasiado fue su cuello. Al entrar a la milicia, sus

camaradas se enteraron de su apodo y lo intercambiaron por Krab para hacerlo coincidir con sus

iniciales, por lo cual también le conocen como 3K.

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Y Waterstone no recordaba a su nieto sin razón alguna. Siendo un oficial recién llegado a las filas,

logró ingresar a la base Amazonas, gracias a algunos favores cobrados a ciertos altos mandos por

parte de su abuelo y a su gran desempeño, tanto teórico como práctico. Sus tareas principales

eran la vigilancia del perímetro de la base, la limpieza y reparación de armas, en el caso de que

presentaran fallas; además de estar recibiendo instrucción técnica para el manejo de tecnología

logística y de aeronaves tipo dron.

Esto último tenía muy orgulloso y tranquilo a Waterstone, ya que con eso Kevin podría subi r de

niveles en la milicia, manteniéndose al mismo tiempo lejos del campo de batalla. Esta era una de

las principales razones por la que solicitó su presencia en la base Amazonas como exigencia para

aceptar su nueva designación como comandante de operaciones. Debido a la diferencia en sus

rangos, John y Kevin no se veían a menudo, lo que cambió aquel día lunes, ya que el teniente a

cargo del oficial Knight dio un permiso especial a este para dar un comunicado al comandante.

- ¡Señor! Oficial Knight – dijo Kevin, presentándose a su abuelo, con recta postura.

- Oficial Knight, descanse. ¿Qué lo trae por aquí?

- ¡Un comunicado, señor!

- No sea tan vociferante, relájese – respondió Waterstone, sonriendo.

- ¡Disculpe, señor! El proyecto 31M224 dará inicio a las 1200 horas. Se le espera en la sala

de controles en el tiempo indicado.

- Qué bien –respondió pensativo, Waterstone, mientras se secaba el sudor de la frente con

un pañuelo–. ¿Cómo es que usted maneja esta información, oficial Knight?

- Fui enviado por el teniente Smith, señor. Creo que fue una especie de reunión que quiso

concertar entre nos…

- No cuestione las decisiones de sus superiores, oficial. Tampoco elucubre sobre eso, no es

su tarea el pensar en las intenciones de sus aliados, sólo debe especular sobre las

intenciones de sus enemigos – comunicó escuetamente Waterstone.

- Sí, señor… – respondió un alicaído Knight.

- No se deprima, oficial. Creo que su teniente debe entender que nuestros respectivos

rangos no permiten el que nos veamos más a menudo, dele mis saludos y mis

agradecimientos.

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- ¡Sí, señor! – contestó el oficial, como un cachorro que se levanta al ver llegar a su dueño.

- Ahora, retírese a sus actividades habituales, iré en seguida a la sala de controles. Cuídese y

mantenga la moral alta.

Knight se cuadró ante su comandante y se retiró con presteza. Faltaban pocos minutos para las 12

del día, Waterstone pasó a su baño personal a secarse el sudor y refrescar su rostro. Hecho esto,

se dirigió con paso firme hasta la sala de controles de drones, llegando a las 11:58 horas.

- Oficiales – saludó Waterstone, al entrar en la sala.

- Señor – respondieron al unísono los oficiales, sin dejar de mirar las pantallas de sus

ordenadores y equipos.

- ¿Está todo listo?

- Sí, señor. Solo esperamos sus órdenes para comenzar – indicó el oficial más cercano a

Waterstone.

- Son las 11:59, a las 12 en punto debe comenzar el lanzamiento del proyecto 31M224 –

dictaminó el comandante.

- ¡Sí, señor! – gritaron todos, sin falta.

El proyecto 31M224 era totalmente diferente a otros proyectos de invisibilidad. No solamente era

un dron fabricado con un material invisible a la radiación electromagnética, sino que también era

invisible para sonares y radares. Era como si no existiera nada ahí, ninguna nave, ni un átomo. Este

nuevo compuesto, el que fue bautizado como vacīvus por sus características registradas en

condiciones de laboratorio, lo convertía en un meta-material perfecto para una aeronave de

espionaje, pero debía probarse su efectividad en la vida real, donde las condiciones no son ideales.

Aparte de estas características, también contaba con un proyectil de pulso electromagnético, para

la inhabilitación de sistemas de defensa enemigos. Y toda esta maravilla estadounidense se iba a

comprobar dentro de unos pocos segundos.

- Son las 1200 horas, den inicio al lanzamiento del proyecto 31M224, versión 0.1a.

Comiencen el registro de datos de la experiencia – anunció Waterstone, para que los

oficiales comenzaran con el procedimiento.

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- Comenzando en t menos 10, señor – comunico el oficial Natham, que era el encargado del

lanzamiento y minutos antes se había encontrado a Waterstone, en el pasillo

perpendicular a su oficina.

Los 10 segundos necesarios para el lanzamiento pasaron raudos. La nave se elevó sin problemas y

los militares procedieron a comprobar el sistema de cámaras espías y los ajustes del sistema de

invisibilidad.

- Enciendan el sistema de cámaras, confirmen recepción de imágenes – ordenó el

comandante.

- ¡Visualizando terreno sin problemas! ¿Activo también las cámaras térmicas, señor? –

acotó el oficial Fernández.

- Afirmativo, oficial. Deben comprobarse nuevamente al realizarse el vuelo nocturno

estipulado para esta noche, junto a las cámaras TIR – asintió Waterstone, aclarando la

orden.

- ¡Sí, señor! – respondió el oficial, acatando la orden inmediatamente.

Luego de sobrevolar la Amazonía por unos minutos y comprobar las cámaras, Waterstone dio la

orden para activar la capa de meta-material añadida al dron.

- Proceda a vuelo vertical y active la capa vacīvus.

- Vuelo vertical exitoso a 10.000 pies de altura y capa activada, señor. Procederé a

comprobación de coordenadas en radar – comunicó el oficial a cargo.

- ¿Última coordenada conocida? – preguntó el héroe cojo.

- - 1° 52' 56.79", -65° 26' 29.94". No hay visualización en los radares, señor.

- Confirmen visualmente las coordenadas, comuníquese con los oficiales en terreno –

ordeno rápidamente Waterstone.

- Visión de cámaras dispuestas en coordenadas previstas, sin resultados. Comprobación

visual de oficiales en terreno, sin resultados – notificó otro oficial presente.

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- ¿Producción de sombra?

- Negativo, señor.

- ¡Señor! – gritó con premura el oficial encargado del radar.

- Diga, oficial.

- Tengo confirmación en el radar, parece que la capa vacīvus del dron se desactivó y el

vuelo vertical se descontroló, moviéndose unos metros de su última coordenada.

- Pruebe reiniciando la capa y vuelva al dron a su posición original –mandó Waterstone–.

Comuníquese nuevamente con los oficiales en terreno, para que realicen una

comprobación visual.

- ¡Señor, los oficiales en terreno no perciben nuestro dron! ¡Hay otro objeto acercándose

rápidamente a las coordenadas de nuestra nave!

Cuando esto fue dicho, ya era tarde. El oficial a cargo de la capa de invisibilidad había reiniciado el

sistema, apareciendo el dron en el radar junto a otro objeto desconocido, en trayectoria de

colisión. Los reflejos de la nave invisible –que en ese momento brillaba en el cielo– dependían de

la pericia del oficial a cargo; sin embargo, no fue suficiente el tiempo de reacción, lo que produjo

una colisión aérea entre los dos artefactos.

- ¡El dron nunca se movió de su posición! ¡La capa vacīvus tampoco fallo, señor! – gritó el

oficial Fernández.

- ¿Contra qué chocamos? ¿Qué tipo de objeto? – preguntó Waterstone, acercándose a los

radares lo más velozmente que le permitía su cojera.

- ¡No lo sabemos, el objeto apareció repentinamente! ¡No está permitido el vuelo de naves

comerciales ni privadas por esta zona, señor! – respondió Natham.

- ¡El dron está cayendo, además se ha iniciado el proyectil PEM! – alcanzó a añadir, como un

alarido, otro oficial.

El espectáculo recordaba las celebraciones de año nuevo, como un gran fuego artificial en el cielo,

seguido de un gran estruendo. El dron había recibido un impacto lateral, produciendo un vuelo en

círculos, cayendo como una sámara recién liberada de un arce, humeando. La otra nave logró

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maniobrar unos metros, estabilizando su vuelo, lo que no duró mucho ya que el proyectil PEM se

disparó desde el dron, desactivando los aparatos y haciéndoles caer en picada.

Las naves se precipitaron a tierra en diferentes direcciones, cayendo sin control alguno por el

pulso electromagnético recién liberado. En la sala de controles de la base militar, los instrumentos

electrónicos también recibieron el influjo del pulso, quedando inhabilitados. Por unos segundos se

hizo un silencio generalizado en la oscurecida habitación, mientras los oficiales observaban al

comandante Waterstone, como obligándole a tomar la palabra.

- Desplieguen a todos los soldados presentes en la base, es prioridad el hallar el objeto

contra el que se estrelló el dron – dijo el comandante, soltando el aliento y dejándose caer

sobre una silla de la sala.

- ¿Cuál será el protocolo de recuperación del dron, señor? – consultó el oficial Natham.

- ¿No lo ha captado aún, oficial? Ese objeto puede ser una nave tripulada, debemos

encontrar a los posibles sobrevivientes o sus cuerpos, ¡Esa es nuestra prioridad! Apenas

puedan restablecer el funcionamiento de los equipos de comunicaciones, averigüen con

las autoridades brasileñas si era o no una nave comercial o privada y la cantidad de

pasajeros presentes – masculló irritado Waterstone.

- ¡Sí, señor! – respondieron los otros oficiales, saliendo de sus respectivos puestos.

- ¡Señor, no es necesario esperar a comprobar el daño real de los aparatos! Tenemos un

equipo de comunicaciones portátil guardado en un estuche anti - PEM – dio a conocer el

oficial Fernández.

- ¡Excelente! Oficial Natham, siga a Fernández y comiencen las comunicaciones con las

autoridades respectivas.

- Inmediatamente, señor – dijeron los oficiales, saliendo de la sala.

Al encontrarse solo en la habitación, la mente del comandante comenzó a trabajar, formulando

ideas de que podría haber ocasionado este accidente. No podía ser un aerolito, tenía que ser algún

tipo de aeronave. El comunicado recibido de la NASA no contemplaba la caída de meteoritos en

estas fechas, menos en las cercanías del Amazonas. El monitoreo de estos objetos ha sido siempre

exhaustivo y los objetos con probabilidades de caer en tierra ya estaban alejados de la órbita

terrestre. ¿Podría ser un satélite con un desperfecto? No, era poco probable que reingresara a la

atmósfera sin desintegrarse antes. ¿Un misil, de quién? Nadie conoce esta instalación; por otra

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parte, el dron se encontraba en modo invisible… Si era una aeronave, vidas inocentes podrían

estar en peligro o ya extintas. No quería víctimas fatales, pero las opciones no eran auspiciosas.

Una decena de soldados salieron en búsqueda del extraño objeto, concurriendo al lugar en que

estaban apostados los oficiales encargados de la comprobación visual del dron. Una vez reunidos,

se formaron grupos de 4 personas y se trianguló manualmente la posible zona de caída e impacto

del aparato, mientras que en la base Amazonas se realizaban las preguntas necesarias a la fuerza

aérea de Brasil y a la agencia nacional de aviación civil. El reloj marcaba las 12:37 PM.

- Comandante, logramos comunicarnos con las autoridades aéreas – notificó el oficial

Natham a Waterstone, que aún se encontraba sentado en la sala de controles.

- Cuénteme su respuesta, por favor – replicó Waterstone, con cara de quien sabe lo que

viene a continuación.

- No era una nave militar, tampoco civil, señor.

La preocupación del desgastado guerrero se desvaneció de su rostro, quitándole un inmenso peso

de encima. Se levantó de su asiento, ganando robustez por el ánimo recién comunicado a través

de esas palabras. La situación había cambiado de agobiante a interesante.

- ¡Quiero que encuentren ese objeto, ahora mismo! – mandó el comandante, que parecía

un tirano armado de un látigo, decidido a golpear a quien fuera para hacer valer su orden.

La exploración del Amazonas resultaba infructuosa, el tiempo pasaba y eran incontables las veces

que los equipos de búsqueda coincidían en ciertos espacios. El clima no ayudaba tampoco,

obligando a los soldados a detenerse para rehidratar sus sofocados cuerpos. Además, estaba la

preocupación de encontrarse con animales salvajes que atacaran a los oficiales, extremándose la

cautela, ralentizándose la búsqueda.

Cerca del anochecer, una zona de la selva mostraba un leve e intermitente brillo, como una tenue

lámpara fluorescente. Esto llamó la atención de los soldados, que se movilizaron raudamente,

como si se tratara de un llamado proveniente de un superior. Al hallar la fuente del resplandor, el

espectáculo no podía ser menos que desolador y terrible; aun así debía comunicársele

directamente al comandante Waterstone antes de realizar cualquier movimiento en la escena.

El comandante se movilizó inmediatamente hacia el sitio del impacto. A pasos del lugar del

siniestro, se detuvo un momento para sobarse la rodilla izquierda, adolorida por la larga caminata

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y el descenso de temperatura. Retomando la marcha, lo primero que divisó fue la cegadora

iluminación del emplazamiento, que apuntaba a un objeto plateado de forma ovalada, de grandes

dimensiones, lleno de abolladuras y un gran forado en su fuselaje. Lo segundo que vio fue sangre y

dos cuerpos, al parecer masculinos, uno de los cuales estaba seccionado en dos –en la parte

estomacal– mientras el otro reposaba tumbado unos metros más allá.

- ¿Qué…? – murmulló Waterstone, no comprendiendo nada de lo que tenía en frente.

- ¡Señor! No esperamos su llegada, pero comenzamos a darle primeros auxilios al

sobreviviente, su estado es crítico y debemos llevarle a un hospital – comunicó el oficial

paramédico que acompañaba la búsqueda.

- ¿Pero quiénes son estos muchachos? ¿Cómo sobrevivió a esa caída? –preguntó el

comandante, que estaba hecho una maraña de dudas en ese momento–. ¡Se suponía que

no era ningún tipo de aeronave tripulada!

- Bueno… Al parecer, el sobreviviente salió despedido de su nave al momento del impacto.

El otro no tuvo tanta suerte, se rebanó en dos con una parte del fuselaje, desangrándose

por completo – respondió el oficial, dilucidando lo que pudo haber ocurrido.

Los ocupantes del artefacto vestían un traje blanco ceñido al cuerpo que cubría desde su cuello

hasta los pies, incluyendo las manos. Este no presentaba costuras ni uniones, permitiendo ver

fácilmente su fisionomía, denotando una contextura delgada con musculatura trabajada. La altura

del superviviente era de aproximadamente 180 cm, no pudiendo realizarse el mismo análisis visual

al tripulante muerto; sus facciones resultaban parecidas, recordando al tipo caucásico, con cabello

oscuro ondulado de largo mediano, y un color de ojos sin determinar.

El equipo de rescate venía unos pasos atrás de Waterstone, ya que encontrar un acceso para un

helicóptero en medio de la selva no era tarea fácil. Una vez se halló un sitio apropiado para el

aterrizaje del aparato, se evacuó al joven mal herido a un hospital de la capital brasileña y a su

acompañante a la morgue del mismo establecimiento. Al cargarles en sus respectivas camillas, se

notó que eran más livianos de lo que se esperaría, según su contextura, pero no se le dio mayor

importancia. Luego de un corto lapso de tiempo llegaron camiones para cargar la nave, la que

estaba siendo desmantelada y catalogada para un posterior re-ensamble de esta.

Los soldados encargados de desarmar la nave descubrieron algunos datos sobre la procedencia de

sus ocupantes, detalles que sólo complicaron la situación. El fuselaje estaba compuesto de dos

óvalos concéntricos, con una lámina que dividía en dos –en forma desigual– el interior de esta. No

presentaba uniones en ningún sitio, al igual que los trajes de los tripulantes, lo que producía la

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sensación de estar frente a una construcción hecha de una pieza; complicándose su

desmantelamiento, debiendo cortarse con plasma. Si bien estas características hacían excepcional

al artefacto, lo más sorprendente era la falta de sistema de propulsión, de navegación y la

inexistencia de alguna forma de combustible. Con toda esta información en sus manos, el oficial

Fernández se dirigió hacia el comandante Waterstone. El reloj marcaba las 23:23 PM.

- Señor, debe ver esto – dijo el oficial Fernández, que se acercaba al comandante en

compañía del oficial a cargo de registrar los datos de la nave recién desmantelada.

- ¿Qué sucede? – rezongó Waterstone, cansado de estar a esas horas de la noche en medio

del Amazonas.

- Puede que estemos frente a un artefacto no manufacturado en la Tierra.

- ¡¿Quiere decir qué…?! – dijo el comandante, interrumpiéndose al ver la expresión del

rostro de su interlocutor.

- Exactamente, señor. Al parecer estamos frente a una nave extraterrestre.

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Amazonas

Brasil, Lunes 05 de enero de 2015, 12:06 PM.

La tercera tripulante de la nave giró su cabeza por sobre su hombro para mirar a sus compañeros,

tratando de ponerse de acuerdo en que harían de ahora en adelante, ya que el descubrimiento de

este planeta potencialmente habitable era inmenso. Desde el espacio se veía como una gran gota

de agua con manchones verdes y zonas rocosas, destacándose una gran región verdosa que tenían

en frente, la que podría estar conformada por alguna clase de forma biológica. Su atmósfera, que

era fría en su inicio, se mostraba con una composición adecuada para su respiración; de modo que

decidieron descender y explorar el terreno en forma presencial. La superficie elegida para el

aterrizaje se veía libre y estable, por lo que se aumentó la velocidad de descenso de la nave,

produciéndose de repente un estrépito no esperado.

- ¿Contra qué chocamos? – preguntó directamente el primer tripulante a la mente de sus

camaradas.

- ¡No lo sé, intentaré estabilizar la nave! – respondió con un agudo y punzante pensamiento

el segundo tripulante, quien era ayudado por la tercera tripulante con toda su fortaleza

mental.

La estabilización de la nave hubiera resultado exitosa, elevándole y aterrizándola en un lugar

propicio, pero un segundo estruendo la sacudió, recibiendo un pulso electromagnético que

sacudió sus cuerpos y apagó los equipos de navegación del artefacto, haciéndoles caer en picada

en la espesa selva amazónica.

El primer impacto fue contra la copa de los árboles, los que se rompieron como cerillas de fósforo

por el peso del objeto, no amortiguando para nada su caída en el terreno selvático y espantando a

una gran cantidad de aves. La colisión en tierra fue descomunal, produciéndose un chirrido

metálico al fracturarse el fuselaje de la nave y arrastrarse unos metros a lo largo de la selva, para

luego girar sobre si misma varias veces y quedar finalmente inmóvil, en silencio. El único sonido

que quedó fue el graznido quejoso de las aves que huyeron del sitio.

En uno de los giros producto del impacto, la tercera tripulante salió despedida de la nave, cayendo

a más de 200 metros al sur del lugar original de la colisión, mientras que sus compañeros seguían

dentro del artefacto. Otro de los giros creó una hoz con parte del fuselaje, la que en el caos del

accidente terminó segando al primer tripulante como si fuera una espiga de trigo maduro. Al

detenerse la vorágine del aparato siniestrado, el segundo tripulante logró salir de este, quedando

inconsciente por las múltiples contusiones recibidas.

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La tercera tripulante cayó inconsciente en terreno firme, rodeado de árboles y un suelo cubierto

de hojas desprendidas de estos. Despertó después de unas horas, con su larga cabellera negra

enredada en las ramas de unos pequeños arbustos. Estaba desorientada, la caída había sido muy

rápida y no sentía su nave ni a sus compañeros de viaje. Sensó1 su cuerpo, encontrando

hematomas en muchas zonas, además de un corte de mediana profundidad a lo largo de su

espalda. Suprimió el dolor y el sangrado de sus heridas para poder levantarse y caminar. La

pérdida de sangre afectó su fuerza, optando por avanzar apoyándose en la vegetación selvática.

La zona presentaba árboles de diverso tamaño, con una coloración predominantemente verde,

muy parecidos a los que ella conocía, pero en cantidades que nunca había presenciado. La

temperatura y la humedad eran altas para lo que estaba acostumbrada, sofocándola y haciéndole

sudar por todo el cuerpo.

A medida que avanzaba por la selva, divisó distintos entes: voladores, de dos y cuatro patas,

algunos que simulaban ser hojas o partes de árboles, entre otros. Se preguntó si esas eran las

formas de vida más evolucionadas de aquel planeta o había algo superior allí; de ser sólo esas

criaturas, sería fácil el arribo de sus compatriotas para establecerse en un planeta de recursos no

agotados.

Sus fuerzas se iban agotando con cada paso que daba, no pudiendo sostener más tiempo el

bloqueo sobre el dolor, liberándose las señales nerviosas. Se sentó, resentida, bajo la sombra de

un árbol. El sudor que corría por su espalda le producía escozor al mezclarse con la poca sangre

que aun fluía de su herida.

Estaba preocupada por sus camaradas y por el estado de la nave, pero debía pensar primero en

ella, en encontrar pronto un refugio para curar sus heridas y obtener algún alimento que ayudase

en su recuperación, así que se puso en marcha nuevamente. El camino estaba cubierto de

vegetación, cubriéndolo con una fresca sombra, y parecía moverse al mismo tiempo que ella.

Sintió un ruido, como pasos entre las hojas y ramas, que le hizo detenerse en medio de la selva,

expectante ante cualquier movimiento extraño. No hubo respuesta. Reinició lentamente su

caminata, cuando percibió algo cayendo sobre ella. Giró velozmente, encontrándose frente a un

animal de cuatro patas, pelaje de color amarillo pálido y motas de color negro; abalanzándose

sobre ella y lanzando un agudo alarido.

Logró evitar que el ser se le abalanzara con un movimiento de su torso –causando una leve

molestia en su espalda– pero el atacante se reincorporó rápidamente para arremeter desde el

lado opuesto, lanzando un golpe con su extremidad superior. Bloqueó el ataque con su brazo

derecho, no sabiendo que la pata del animal estaba dotada de garras, las que se hundieron en ella.

El daño estaba hecho; no obstante, se aproximó a su atacante y contraatacó, golpeándole en el

cuello con el antebrazo izquierdo, matándolo en el acto.

1 Sensó, de sensar. Examinar a través de sensores.

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Ahora si se encontraba en problemas, tenía una nueva herida y gastó casi todas sus fuerzas en

aquel breve enfrentamiento. Estaba sedienta, hambrienta, y la sangre comenzaba a huir

nuevamente de su cuerpo. Caminó largos minutos, tambaleándose, creyendo escuchar el sonido

del agua corriendo en las cercanías. Logró salir de la espesura de la selva, llegando a la orilla de un

río; desvaneciéndose y cayendo de espaldas, inconsciente. Su brazo herido quedó en una posición

que lo aproximó al agua, fluyendo algunas gotas de su sangre hasta el caudal amazónico,

emocionando a unas pirañas que se encontraban cerca.

Despertó repentinamente, sobresaltada, sin saber que había ocurrido. Estaba tendida de espalda

en el piso de una especie de vivienda de forma cilíndrica, compuesta por paredes de ramas secas

de árboles y un techo fabricado con hojas y tallos alargados que emulaban un triángulo. Su cuerpo

estaba cubierto con una clase de paño o tela, el que retiró para poder incorporarse. Sus heridas

habían sido tratadas, unas hojas largas rodeaban la lesión de su brazo derecho y en su espalda

tenía adherida una compresa, que cayó cuando se levantó del suelo.

Caminó al exterior de la habitación, notando que el sol se había ido ya, sintiendo el frio colándose

por las aberturas de su traje rasgado, el que ya no proporcionaba protección frente a cambios de

temperatura. Fuera de la vivienda, notó la presencia de otras viviendas iguales formando un

semicírculo y, en medio de ellas, una hoguera. Se aproximó lo más raudo que le permitían sus

injurias, buscando el calor del fuego, encontrándose con un ser de características similares a las de

ella.

Era un hombre desnudo –podía catalogarlo así, ya que era igual a los hombres de su raza– de

contextura fornida, piel morena, cabello oscuro y ojos achinados de color café. Este, al verle llegar,

se dirigió a un cúmulo de ramas y tomó una de estas, arrojándola al fuego. Después de esto, se

echó en el piso y comenzó a buscar dentro de lo que parecía ser una bolsa pequeña, extendiendo

posteriormente su mano, ofreciéndole algo.

La tercera tripulante cogió lo que le ofrecía el hombre, entendiendo el porqué de la oferta. Era un

objeto esférico, de color amarillo con tintes rojizos y con un fuerte aroma. Su instinto le dijo que

era alimento, de modo que lo engulló completamente. El sabor era cítrico, como ciertos

preparados enzimáticos alimentarios que conocía, pero totalmente diferente. Las moléculas que

componían ese alimento no se encontraban fácilmente, menos de manera conjunta. Analizó cada

uno de los compuestos del fruto e hizo un perfil de él. Si se alimentaba sólo de ese producto, su

recuperación seria en unos días, suponiendo que la jornada tuviera la misma duración que las de

su planeta de origen.

Esa noche pernoctó junto a la fogata, contando el tiempo que faltaba para que la estrella que

reinaba el sistema en el que se encontraba pérdida fuera visible nuevamente, fijándose como

segunda meta el quedarse despierta hasta la llegada del anochecer.

Al amanecer de ese día –que oficialmente era el martes 06 de enero de 2015– la gente comenzó a

salir de sus chozas, reuniéndose en torno a la hoguera y la visitante. Todos le observaban,

intercambiando palabras entre ellos, práctica realizada por su especie en ocasiones oficiales y/o de

Page 20: La ultima morada Zona Prohibida

14

respeto, vocablos inentendibles en ese momento para ella. Su tamaño destacaba, siendo más alta

que los hombres de la tribu. La coloración de su piel también era diferente, como si el sol nunca

hubiera tocado su tez, en comparación con la de los habitantes que estaban acostumbrados a

broncearse completamente. En esa alba dermis destacaba aún más los hematomas recibidos en su

caída, los que todavía le producían un considerable dolor.

De pronto, de la choza central salió una mujer que vestía una corona con láminas de color amarillo,

azul y rojo; unos cables con rectángulos rojos colgando sobre su pecho y en la mano izquie rda una

recta rama de árbol que usaba para apoyarse al caminar. Su paso era lento y pesado, lo que hizo

que la visitante analizara más a fondo a la fémina, notando un rasgo olvidado por su raza, era una

anciana.

De hecho, había más ancianos alrededor de la tercera tripulante, que se encontraba de pie junto al

hombre que vigilaba la ahora menguante fogata nocturna. Este rasgo de los habitantes hizo que la

visitante se acercara rápidamente a mirar tal fenómeno, solamente conocido por los textos

antiguos de su raza. Se aproximó directamente a la mujer de la corona, tocándole la cara y

acercando sus concentrados ojos color castaño a los de la anciana, como si quisiera absorberla con

la mirada, captando todos los detalles del arrugado rostro. La gente de la tribu no esperaba tal

reacción, tomándolo de forma graciosa, riendo con sonoras carcajadas y mostrando los dientes de

paso.

Las risas sacaron del trance a la mujer invitada, que soltó el rostro de la anciana, la que procedió a

revisar las heridas de la forastera. La vieja curandera tomó la muñeca izquierda de la joven foránea,

guiándola al interior de su choza, donde realizó el cambio de las compresas que cubrían sus

lesiones. Al terminar las curaciones, comenzó a hablar de una forma rítmica, dando vueltas

alrededor de una vasija que calentaba con antelación. Al rato, tomó una muestra del líquido recién

hervido, depositándolo en un recipiente pequeño y extendiéndoselo para que lo bebiera.

El brebaje contenía trozos de vegetales de diferentes colores, que no parecían provenir de los

típicos árboles que había visto en la selva. Eran flores, que en su planeta escaseaban, pero estaban

presentes en la pobre vegetación que conservaban. Una vez disminuyó la temperatura del

cocimiento, comenzó a beberlo a sorbos cortos, para saber a qué se enfrentaba. Encontró

compuestos con propiedades bactericidas –microorganismos, problema ya solucionado por sus

pares– y algunos con acción cicatrizante, entre otros. Terminó rápidamente de beber del

recipiente, devolviéndoselo a la anciana y esperando que se lo regresara lleno nuevamente, cosa

que no ocurrió, ya que la vieja le condujo a la salida de la choza.

Una vez fuera de la choza, la tercera tripulante fue a recluirse en la habitación en que despertó la

noche anterior y descansó tendida en el piso, mirando al cielo entre las rendijas que se formaban

en el techo, esperando el anochecer. En la tarde, unos niños le llevaron unos frutos –distintos a los

que había probado anteriormente– y un pescado ahumado, al cual se quedó mirando por largo

rato antes de desmenuzarlo, analizarlo y engullirlo. Con la ingesta diaria de esa dieta, su

recuperación sería muy veloz. Al final de la jornada pudo determinar que la duración de un día

completo equivalía a 30 ciclos, bastante alejados de los 45 a los que estaba acostumbrada, lo que

Page 21: La ultima morada Zona Prohibida

15

aproximaba el tiempo necesario para su total recuperación a 8 días. Ahora podía descansar

realmente.

Esa noche soñó con el pescado ahumado. Lo imaginó en su hábitat, presumiendo que era el agua,

ya que su configuración fisionómica llevaba a pensar eso. También soñó con los habitantes de la

tribu, especialmente con la curandera y las láminas que conformaban su corona. Estas eran como

unos pequeños mástiles de los que sobresalían una infinidad de vellos, entrelazados por pequeñas

ramificaciones perpendiculares que surgían de estos últimos. Su esquema mental encontró una

correspondencia entre esas láminas y aquel ente volador que divisó. Hizo un acercamiento a una

imagen extraída de ese recuerdo y cambiando las condiciones lumínicas de esta –ya que le vio a

contraluz– logró identificar la presencia de las láminas en el ser, las que de seguro ayudaban a su

sistema de propulsión aérea.

No quiso seguir soñando, así que enfocó sus esfuerzos en restaurar su cuerpo. Sabía de antemano

que lugares estaban dañados y en que magnitud; remediándolos y priorizando los menos

perjudicados. Resolvió la inflamación de los hematomas, quitando el edema y degradando la

sangre acumulada en estos. Esta última fue fragmentada en moléculas de diferente peso

molecular –según la necesidad– las que reabsorbió para reutilizarlas en la reparación de los tejidos

dañados.

Terminó estos procesos en cuestión de unos pocos ciclos, dejando su cuerpo completamente libre

de magulladuras. Ahora quedaba solamente el gran corte de su espalda y la herida corto-punzante

de su brazo derecho, las que dejó para más adelante, ya que necesitaba energía y metabolitos

extras para repararlas. Se durmió profundamente, como en un coma, cortando casi toda recepción

de estímulos exteriores –exceptuando la audición– y ajustó su despertar a 1,25 ciclos después del

amanecer.

1,25 ciclos posteriores al amanecer del tercer día –desde que la viajera cayó en la Tierra– la gente

de la tribu ya estaba trabajando, saliendo todos a realizar sus actividades regulares. La –

nuevamente– blanca forastera despertó y se dirigió a la choza de la curandera para recibir su

curación diaria, sorprendiendo a la anciana por el avance en su recuperación. Luego de cambiarle

las respectivas compresas y darle una porción de su brebaje curativo, le dijo algo mientras sacudía

las manos en el aire –que al parecer tenía que ver con que fuera a alimentarse– y le condujo hacia

el exterior de la vivienda.

Al quedar libre de su diligencia matutina, salió en búsqueda del cuidador de la fogata, al que

encontró recolectando ramas y trozos de árbol no muy lejos de la tribu. Al verla frente a él, sólo

sonrió y le cargó un montón de palos en los brazos, mientras el cogía otro que tenía apiñado

momento atrás. Caminaron –en silencio– hasta el sitio donde depositaban la leña, colocando la

que cargaban y disponiéndose a salir a buscar más. La joven, que estaba hambrienta y no sabía

cómo comunicárselo al hombre, utilizó por primera vez sus cuerdas vocales en este maravilloso

planeta, emitiendo una letra “a” al aire, lo que llamó la atención del recolector, que se quedó

mirándola atentamente.

Page 22: La ultima morada Zona Prohibida

16

El primer contacto estaba hecho, tenía su atención, pero aun no comunicaba su deseo. Pensó que

lo mejor sería utilizar señas, gesticulando como si tuviera un alimento entre las manos y se lo

llevara a la boca para consumirlo. Justo cuando iba acercando su palma a sus labios entreabiertos,

sus intestinos hablaron el lenguaje universal del hambre, los borborigmos2. El recolector entendió

lo que quería y, mientras soltaba una carcajada, le palmeó los hombros y le condujo a su choza,

donde unos niños le dieron frutas y unos trozos de pescado ahumado.

Con el ánimo y las energías repuestas, acompañó nuevamente al hombre en búsqueda de leña,

juntando una gran cantidad de ella. Entrada la tarde, volvió a comer carne de pescado y siguió a

los hombres que se encargaban de la caza de estos, los que estaban reunidos frente al gran río

amazónico. Viéndola en el lugar, le invitaron a montarse sobre unas vainas alargadas apostadas

en la orilla del torrente, las que servían para navegar en el agua, impulsándolas con unas varas

largas hechas de tronco de árbol.

Mientras algunos de los hombres mantenían la navegación de la embarcación, otros comenzaron a

apuntar al agua con unas ramas perfectamente talladas y rectilíneas, las que contaban con un

extremo puntiagudo, en tanto su parte posterior tenía láminas provenientes del ser volador –de

diferentes tonalidades a las de la corona de la anciana– y una soga delgada atada al final de estas.

Para impulsarlas se valían de un tronco delgado y flexible, el cual era tensionado con una cuerda

atada a sus dos extremos. Al posicionar la vara puntiaguda en medio del tenso hilo y aplicar fuerza

para estirarlo –lo que doblaba en parte al madero delgado, produciendo más tensión en el cordel–

se podía disparar la rama emplumada a grandes distancias, valiéndose de la soga atada a su

extremo final para recuperarla.

De ese modo apuntaban y disparaban múltiples veces –atravesando a los peces del río– acercando

la caza al navío al recoger el cordel atado a la flecha, lo que les proveía de una considerable

cantidad de pescado para la tribu. La hospedada deseaba aprender a tirar con esos instrumentos

rudimentarios, por lo que tomó uno entre sus manos y observó atentamente a sus maestros. Se

levantó pasados unos minutos de sostener una concentrada mirada, quedando de pie en la

embarcación; apuntó al río, tensando la cuerda y buscando una potencial víctima, la que encontró

al cabo de unos segundos, tirando de inmediato. Recogió la soga, trayendo consigo la presa

atravesada con la saeta en el medio de ella, resultando ser una piraña que aún se movía y pegaba

tarascones con sus afilados dientes, lo que causó la risa de sus acompañantes.

Terminaron de pescar antes del anochecer, cargando los pescados en un recipiente cilíndrico –

hecho con varas delgadas entrelazadas– y se dirigieron de vuelta a las chozas. Esa tarde había

resultado muy edificante, pero los nuevos conocimientos no terminaban de llegar, como el

ruidoso caudal amazónico que desemboca siempre en el océano. La temperatura estaba bajando y

era hora de preparar la fogata nocturna, proceso que no había presenciado hasta ahora, por lo

que se acercó al lugar donde se iniciaban las brasas.

2 Borborigmos; ruido producido por movimiento de gases en cavidad intestinal.

Page 23: La ultima morada Zona Prohibida

17

El encargado de iniciar la hoguera era un niño de pequeñas proporciones, de cabello puntiagudo y

piel cobriza, el que utilizaba dos objetos de madera para esto. Contaba con una tabla plana con un

surco a lo largo de ella, ranura que servía para frotar una vara cilíndrica hasta producir un

desprendimiento de calor en el extremo friccionado. Ese ardor era utilizado para avivar una yesca,

la cual al calentarla unas pocas veces, comenzaba a humear débilmente. El adolescente procedió a

frotar sus instrumentos, exhalando aire en las brasas, encendiéndose las llamas, las que

encendieron a una pila de ramas secas y maderos que serían más tarde la fogata final.

Se sentó al lado del joven amo del fuego, extendiéndole las manos para que le prestara sus

herramientas. El muchacho, un poco receloso, se los confío y se recostó en el piso a mirar los

intentos de su aprendiz. La inexperta mujer juntó un poco de yesca y comenzó a frotar la vara en

la ranura de la tabla, ocupando demasiada fuerza en la fricción, destrozando la delgada varilla. El

niño se levantó alarmado del suelo y, frunciendo el ceño, corrió presto a su choza; volviendo con

una nueva rama, más tosca y gruesa que la anterior. Al cabo de unos segundos y después de bajar

la potencia utilizada para frotar, pudo iniciar una pequeña humareda, la que se avivó al soplarla,

liberando las llamas que la discípula deseaba, alegrándosele el rostro por su logro.

Con esto daba por terminado su día. La noche ya era patente. Caminó hacia su choza y sacó la

manta que le habían prestado, acostándose cerca de las llamas para observar sus relajantes y

azarosos movimientos, durmiéndose con el sonido selvático de fondo. Aquella noche también dejó

unos ciclos para reparar sus heridas, gastando todos los nutrientes no utilizados en las actividades

de ese día en esa tarea.

Los siguientes días pasaron raudos y la buena alimentación comenzaba a dar sus frutos. No

solamente lograba reparar las heridas de su brazo y espalda, sino que su cuerpo estaba ganando

peso, quitándole el aspecto delgado con el que llegó desde su planeta –que por razones de

escasez alimentaria no les permitía llegar a su máximo potencial muscular normal– además

bronceándose levemente su piel por la exposición solar.

Se dedicó a ayudar en las actividades diarias de la tribu mientras recuperaba completamente su

salud, aprendiendo también las técnicas para fabricación de chozas, del arco y flecha, de cuchillos

–tanto de piedra como de madera– de recetas curativas ocupando distintas plantas y de tocados

de plumas; cazando personalmente a las aves que utilizó en ello.

Al cumplirse el sexto día de su permanencia en la tribu, sus heridas estaban compl etamente

sanadas, sin mella alguna, tomándole menos tiempo del estimado con anterioridad. Estaba

perfectamente sana y contaba con herramientas básicas para valerse por sí sola en la selva

amazónica en la búsqueda de su nave y sus compañeros. Realizó su última visita a la curandera,

mostrándole los lugares en que solían estar los cortes, presentándose indemnes. La falta de

marcas o cicatrices en la piel de la muchacha asustó un poco a la anciana, de modo que cubrió su

cuerpo ileso con compresas nuevas, para que los demás habitantes no se espantaran con su

milagrosa recuperación.

Page 24: La ultima morada Zona Prohibida

18

A diferencia de las otras veces, la veterana acompaño a la repuesta hospedada al exterior de la

choza, dejándole esperando en su portal. Se dirigió con paso lento, ayudándose con su bastón, a

las demás viviendas, entrando y saliendo de ellas, siempre con algo más en las manos. Una vez

pasó por todas las habitaciones, toda la gente de la tribu se congregó alrededor de la muchacha,

rodeándola en un gran círculo. La anciana se acercó a ella y le entregó una bolsa hecha de piel de

uno de los entes que la atacó en la selva, la cual tenía en su interior una manta, un arco con varias

flechas, un cuchillo tallado en piedra y una gran cantidad de frutos secos.

Entendió que era la despedida, aunque no sabía si se debía a su recuperación o a otras razones. La

vieja mujer se sentó en el piso e hizo que le imitara, tomándole de la muñeca izquierda y tirándole

amablemente hacia abajo. Los adultos comenzaron a hablar de forma rítmica, realizando

movimientos de cuerpo entero, mientras los más jóvenes reían, corrían e intentaban copiar a los

mayores. Bellas muchachas con turgentes cuerpos se acercaron a la anciana con alimentos y

bebidas, ofreciéndoselas a ella primero y posteriormente a la visitante.

La fiesta duró unos ciclos, incluso saltándose el tiempo en que los hombres iban a cazar al río. Al

final del festín, la curandera volvió al interior de su choza, trayendo consigo un tocado de plumas

en su mano –idéntico al de ella– y lo depositó en la frente de la muchacha, tomándole de las

manos para levantarla del piso. Le cogió por el rostro, pellizcándole las mejillas y dejándole caer un

beso en el pómulo derecho, entregándole nuevamente la bolsa con los presentes. Toda la tribu se

reunió detrás de la anciana, dejando a la chica sola en su extremo, y comenzaron a elevar sus

manos abiertas, moviéndolas de derecha a izquierda repetidas veces, mientras sonreían.

La joven tomó la bolsa con su mano derecha, abrazándola cerca de su cuerpo. Estaba agradecida,

de no ser por ellos le habría sido muy difícil sobrevivir, pero no tenía como pagarles, por último si

hubiera entendido su idioma, podría enseñarles algo, aunque era algo difícil tomando en cuenta su

estado tecnológico. Giró sobre sí misma, comenzando su marcha al interior de la selva, e imitó el

movimiento de palmas de sus hospedadores, dedicándole una mirada especial al niño amo del

fuego, al cuidador de la fogata y a la anciana.

Ya alejada de la tribu, guardó el tocado de plumas en la bolsa y se internó en la selva buscando el

lugar en el que fue encontrada inconsciente. Debía encontrar su sangre perdida para recuperar

ciertos componentes que extravió al sangrar de forma tan profusa. Inició un campo de búsqueda

alrededor de ella emitiendo una señal electromagnética pulsante a través de todo su cuerpo,

pudiendo cubrir hasta 314 senx3 a la redonda, esperando recibir respuesta de sus kozou. Sólo

alcanzó a avanzar unos pocos metros entre la vegetación cuando captó su presencia en las

cercanías, corriendo con ligereza hacia el sitio, el que estaba al borde del río amazónico.

Recordó que antes de caer desmayada estaba sedienta, llegando a duras penas a la ribera del

caudal, donde se desplomó inconsciente. No había manchas de sangre en el piso, pero ahí estaban

sus kozou, mezclados con los minerales y arcilla del suelo, esperando. Con sus manos cavó un

pequeño agujero, retirando la tierra en exceso y juntando un bocado en su palma, lo consumió. No

3 1 senx= 0,796178 metros

Page 25: La ultima morada Zona Prohibida

19

lo tragó inmediatamente, para no producirse tos por el seco aperitivo recién engullido, pero tuvo

que beber un poco de agua del río para ingerirlo definitivamente.

Al terminar de beber agua, recibió una nueva señal proveniente del mismo río, pero esta se estaba

desplazando. Dejó su bolsa en el piso y se sentó en la orilla del torrente para enviar mandatos a

sus instrumentos sumergidos, los que comunicaron estar en el interior de un par de pirañas. No

demoró más que algunas décimas de ciclo en controlar a los dos animales, dirigiendo sus

movimientos al lugar en donde se encontraba, mandándoles saltar fuera del agua y caer al lado de

ella. Ya que los peces habían cuidado sus pertenencias todo este tiempo dentro de sus cuerpos,

optó por no matarlos, enviando los kozou al borde exterior de sus agallas y aglomerándolos en

unos pequeños puntos que extirpó manualmente, les devolvió al caudal.

Ingirió los instrumentos recién recuperados, pero le faltaban unos más, los que estaban en el

terreno en que cayó al salir despedida de la nave. Rememoró el camino recorrido antes de llegar al

borde del río y caminó sobre sus pasos, llegando al sitio aproximado de su caída. Envió una nueva

señal pulsante, recibiendo dos respuestas simultáneas, una cercana a sus pies y otra a 297,7 senx

de su posición, los cuales comunicaron no pertenecer a ella. Era una respuesta de sus compañeros,

aunque muy débil, lo que le preocupó un poco.

Recogió rápidamente la porción de suelo que contenía sus kozou, el que estaba compuesto por

tierra húmeda y hojas degradadas, echándoselo directamente en la boca para mascarlo y tragarlo.

Corrió a toda velocidad a través de la selva, evitando todos los obstáculos que se le presentaban,

saltando grandes porciones de terreno para llegar al lugar en el que podían encontrarse sus

camaradas. A medida que avanzaba, la llamada se hacía más fuerte, aumentando

proporcionalmente su preocupación, debido a que no encontraba rastro alguno de la nave en las

proximidades.

Al llegar al lugar señalado, no encontró nada. No estaban sus camaradas; tampoco la nave.

Solamente había una gran extensión de tierra removida y árboles quebrados, signos que indicaban

una colisión; además de marcas en el piso que seguían un patrón geométrico, formando largas

líneas paralelas a lo largo del terreno. Dejó caer su bolsa, abalanzándose al sitio que contenía los

kozou, que pertenecían al primer tripulante, Kreneo. No entendía lo sucedido, pero parecía ser

que casi toda la sangre de su compañero había sido vaciada en ese suelo, esparciendo sus

maquinarias por la superficie que pisaba, debiendo estar muerto en ese momento. También

parecía ser que alguien se hizo cargo del aparato siniestrado y sus tripulantes.

No deseaba comer más polvo ni hojas, así que después de excavar los emplazamientos en que se

encontraban los kozou de Kreneo –mezclados con tierra– los recolectó en un agujero que cavó en

el piso, compactado y cubierto con trozos de su traje, el que cortó con el cuchillo de piedra tallada,

dejando al descubierto su espalda y parte de su vientre. Sacó todo el contenido de su bolsa de piel

y se encaminó de vuelta al río, llenándola de agua hasta el tope, ya que las costuras filtraban poco

a poco el fluido.

Page 26: La ultima morada Zona Prohibida

20

De regreso al sitio del siniestro, hidrató la excavación realizada para que las máquinas se liberaran

de la mezcla en la que estaban, pudiendo moverse libremente por el fluido. Acumuló y organizó

los kozou, formando un largo filamento para que flotara en la superficie de la poza y, sacándolo

con los dedos, se lo introdujo en la boca, donde se deshizo completamente –como ciertos cristales

al entrar en contacto con agua– entrando de forma directa a su torrente sanguíneo a través de las

células de su lengua.

Intentó nuevamente contactarse con su nave –ya que su señal era más fuerte que la de los kozou–

notando que estaba rodeada de señales de distintos tipos, diferentes frecuencias, comunicando

información inentendible por todos lados, confundiéndola por un rato. Se tendió en la tierra para

relajarse mientras pesquisaba, logrando filtrar su búsqueda al separar cada ruta de datos, pero

aun así no comprendía su significado, solamente dejándole claro que había formas de vida capaces

de manipular tecnología.

Ese descubrimiento le abrumó al pensar la situación en la que debía encontrarse su colega

sobreviviente –quizás herido de la misma manera que ella o peor– y la nave, la que de seguro

estaba destrozada por la colisión y siendo examinada de forma exhaustiva, temiendo que la

dejaran inoperativa completamente. Se acercaba la tarde y no quedaba tiempo para pensar, debía

encontrar un lugar cómodo para pernoctar y madera para encender una fogata, por lo tanto

comenzó a recolectar ramas secas, dejándolas bajo un árbol de gran copa.

No alcanzó a prender la yesca cuando algo importante le hizo elevar la mirada al cielo, escuchó un

zumbido proveniente de un transporte volador impulsado por hélices rotatorias –el que se perdió

en el horizonte rápidamente– y, además, captó una señal inequívoca de la presencia de su nave,

una alarma que se enciende sólo en caso de catástrofe para informar su paradero. Ese artefacto

que divisó portaba partes de su vehículo espacial y debía interceptarlo a como diera lugar.

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21

Capítulo 2

Ocultamiento de información

El helicóptero aterrizó de la forma menos parsimoniosa en el helipuerto de la clínica estatal Sao

Paulo, lugar donde eran esperados por médicos y enfermeras del recinto, casi volando las sabanas

de las camillas hospitalarias que esperaban por los pacientes. Se trasladó con prontitud al

sobreviviente, estabilizándolo y controlando sus signos vitales; mientras que el cuerpo del joven

muerto llegó a la morgue del hospital envuelto en una bolsa para cadáveres de color negro,

dejándolo en un refrigerador para posteriormente realizar su autopsia. Los médicos evaluaron el

estado del paciente accidentado. Tenían un sujeto de género masculino, el que se encontraba

inconsciente, con las vías aéreas despejadas, respirando por sí solo, ritmo cardiaco normal y

múltiples traumatismos en todo el cuerpo. Finalizada la auscultación, le tomaron las muestras

pertinentes para examinar a alguien con esas injurias, priorizando su análisis por petición de los

militares estadounidenses.

El centro asistencial se mostraba tranquilo en ese horario, escuchándose sólo los pasos de los

internos y enfermeras circulando por entre las habitaciones. Presentaba ese típico olor a

desinfección en todo el lugar, el que fue remplazado por el aroma selvático que impregnaba a los

soldados recién llegados, una esencia mezcla de sudor, lodo y vegetación cortada. Los militares

que acarrearon a los siniestrados muchachos se apostaron a vigilar en las afueras de la sala en que

reposaba el joven malherido y en el exterior de la morgue, vigilancia que terminó a las 23:56 de

aquel lunes por un súbito comunicado del comandante de operaciones a través del radio.

- Soldado Smith al habla, cambio – dijo comunicándose a través del radio comunicador.

- Usted habla con Waterstone, soldado Smith. Cambio.

- ¡A sus órdenes, Señor! – replicó el soldado, cuadrándose como si tuviera al comandante

en frente suyo.

- Smith, evacuen inmediatamente al joven superviviente y a su acompañante muerto. Es de

suma importancia que hagan abandono del lugar lo más pronto posible. Cambio.

- Señor, se le está realizando exámenes en este momento, el individuo muerto está siendo

custodiado hasta que le sea practicada la autopsia. ¿Debo…?

- Divídanse en dos grupos –dijo, interrumpiendo, Waterstone–. Que uno retire al fallecido

antes de que lo toquen y el otro impida que se le siga realizando exámenes al chico herido;

además, requisen todo material recolectado por los médicos: planillas de ingreso,

Page 28: La ultima morada Zona Prohibida

22

muestras, exámenes, material desechable, etc. Comuníquese conmigo cuando haya

concretado todo esto. Cambio.

- ¡Sí, señor! Cambio y fuera – respondió Smith, cortando la comunicación con el

comandante y poniéndose en contacto con los demás soldados.

El accionar fue veloz. Los soldados se organizaron en dos grupos de dos personas, el primero retiró

el cuerpo maltrecho de la morgue y lo llevó de vuelta al artefacto militar estacionado en el

helipuerto del hospital; al mismo tiempo, el otro se encargaba de detener a los médicos que

llevaban al muchacho magullado hacia la sala en que estaba el equipo de TAC4, además de

confiscar las planillas de ingreso del paciente y muestras de sangre y orina que le habían tomado

anteriormente.

Los médicos estaban confundidos y se sintieron menospreciados, pero no presentaron mayor

resistencia ante los soldados –que no dieron ninguna explicación– entregándoles de inmediato al

paciente y las muestras recabadas. Los militares se encaminaron trotando por un largo pasillo

hacia el elevador, cargando la camilla en la que se encontraba el accidentado, marcando en el

panel interior del ascensor el único botón que sin numeración, elevándose hasta el helipuerto de

la azotea donde les esperaban los paramédicos militares.

El soldado Smith tomó su radio transmisor, llamando directamente a su superior para recibir

nuevas órdenes, elevando la voz por el ruido producido por las hélices del aparato.

- ¡Comandante Waterstone! ¡Tenemos a los individuos, comuníquenos como proceder de

ahora en adelante, por favor! ¡Cambio!

- Aléjese un poco del helicóptero, no desgaste su voz en vano, soldado. Diríjanse de vuelta a

la base amazonas para reabastecerse de combustible, acá les daré las directrices que

deben cumplir más adelante. Cambio – respondió el superior, que escuchaba más las

hélices que a su interlocutor.

- ¡Sí, Señor! – contestó Smith, mientras se alejaba del ruidoso aparato.

- Partan de inmediato, tengan cuidado. Nos vemos acá – dijo Waterstone, despidiéndose.

El helicóptero se elevó de la azotea del hospital, dejando en medio del helipuerto las camillas

vacías, que fueron retiradas por unos paramédicos que subieron a ver como partía el artefacto

militar. Bajo el cielo nocturno de la capital brasileña, la aeronave se dirigió de vuelta a la selva

4 TAC: Tomografía Axial Computarizada.

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23

amazónica, perdiéndose en el oscuro horizonte. Después de sobrevolar la selva, el aparato

descendió en la base militar, donde les esperaba el comandante, que se aproximó directamente al

soldado Smith para comunicarle sus mandatos.

- ¡Recarguen combustible, tanque lleno! – gritó Waterstone a los soldados, llamando con

señas a Smith para que se acercara a hablar con él.

- ¡Señor! – saludó Smith, cuadrándose.

- ¿Algo que comunicar, Smith? – preguntó el comandante.

- Por la rapidez del procedimiento de evacuación, no pudimos devolver las camillas que

utilizamos para transportar al muchacho herido y al fallecido. Todo lo demás, sin

inconvenientes – informó el soldado con voz suavizada, esperando una reprimenda por el

incidente.

- No se preocupe por eso, yo me ocuparé. Estas son sus órdenes: Irán a la base militar de

Palanquero, en Colombia. Allí se reabastecerán nuevamente de combustible y se

trasladarán a la base de Guantánamo en Cuba. Ahí les espera un avión de transporte

acondicionado para el tripulante herido, este les llevara a la antigua base de Sonora.

Parten a las 0200 A.M. ¿Alguna duda, soldado?

- Negativo, Señor – comunicó Smith.

- Eso es todo. Puede retirarse, comuníquele las órdenes sus acompañantes. Equípense con

algunos víveres, para suavizar la exigencia del viaje nocturno – comunicó Waterstone,

despidiéndose del soldado con un apretón de manos.

Cuando llegó la hora de partir, los soldados estaban formados dándole la espalda al helicóptero. El

comandante saludó a los tripulantes, encomendándoles la misión y los despidió deseándoles éxito.

La aeronave se elevó del piso, levantando una polvareda que removió hojas del piso y de los

árboles aledaños, alejándose hacia su destino ágilmente.

Waterstone reingresó a la base, dirigiéndose a paso lento hacia su oficina. Se dejó caer en su silla

giratoria, rotando una vez por el impulso, y soltó un inaudible bufido. Miró el teléfono sobre su

escritorio por unos segundos. Los militares brasileños se habían comunicado con él unos minutos

antes de que llegara el helicóptero a la base, preguntándole las razones de su accionar en la clínica

estatal.

Page 30: La ultima morada Zona Prohibida

24

Los superiores del comandante también estaban al tanto de la situación, desde que se dieron

cuenta de la situación anómala, por lo que el procedimiento a realizar estaba determinado de

antemano. Debía encargarse del asunto del hospital, de manera rápida y que no dejara dudas, de

eso dependía la no divulgación del inusual evento. Tomó el auricular y discó el número de la clínica,

esperando que le respondieran prontamente.

- Clínica Estatal Sao Paulo, usted habla con Adriana. ¿En qué puedo ayudarle? – respondió el

teléfono, en portugués y con cordial voz, la recepcionista.

- Buenas noches, Adr… Adriana. ¿Habla usted inglés? – tartamudeó Waterstone, en el

idioma de la señorita.

- Por supuesto. ¿Que desea, Señor…? – dijo Adriana, con perfecto acento británico, lo que

sorprendió al comandante.

- Waterstone. Soy el Comandante John Waterstone. Quisiera hablar con el director del

hospital, para explicarle por qué retiramos a nuestros soldados de forma tan abrupta esta

noche.

- Oh, entiendo. Le comunicare directamente a su domicilio, ya que no se encuentra aquí en

este momento. Espere en línea – contestó la recepcionista, procediendo a desviar la

llamada.

- Muchas gracias, Señorita Adriana – dijo Waterstone, despidiéndose.

La espera telefónica fue corta. El director de la clínica estaba despierto y expectante por la extraña

situación ocurrida unas horas antes. Se había comunicado con las autoridades militares brasileñas

y le refirieron al comandante de operaciones Waterstone, el que debía llamarle para aclarar el

hecho. Contestó el teléfono con presteza, identificándose en correcto inglés.

- Buenas noches. Daniel Ferreira, de la clínica Sao Paulo, al habla. ¿Comandante…? –

respondió exaltado el director.

- Sí. Buenas noches, Señor Ferreira. Soy el comandante Waterstone. Quiero pedirle

disculpas por la irregular situación ocurrida en su establecimiento esta noche; además de

las camillas que dejamos botadas en el helipuerto – expresó el militar, con voz

inquebrantable.

Page 31: La ultima morada Zona Prohibida

25

- Eso es lo de menos, comandante. Deseo saber las razones de la evacuación del paciente,

su estado era crítico y no alcanzamos a realizarle todos los exámenes de rigor. No se nos

puede imputar culpa alguna en caso de deceso del individuo, recayendo la culpa sólo

sobre ustedes. Además, no era necesario el requisar las muestras ya tomadas, en caso de

ser parte de un proyecto secreto militar, bastaba con destruirlas nada más pedirlo –

espetó el director.

- Comprendo su enojo, Señor Ferreira. Fue un error nuestro enviar a nuestros muchachos a

su clínica. Exactamente, como usted dijo, esto es parte de un proyecto secreto que se lleva

a cabo en territorio brasileño, por lo que esto no debe divulgarse – enfatizó el comandante.

- Entiendo… – expresó Ferreira.

- Comprenderá que no estoy capacitado para darle más información, pero no era posible el

dejar en manos ajenas la manipulación de ningún tipo de muestra o registro referido a

estos jóvenes. Espero entienda la situación en que nos encontramos e instruya a sus

trabajadores para que no difundan nada sobre esto. Esta noche no ocurrió nada anómalo

en su hospital – manifestó serenamente Waterstone.

- Cla… Claro, considérelo hecho – dijo el director, intimidado por la serenidad del

comandante.

- Espero podamos encontrarnos el día de mañana, para afinar los detalles del tema y

expresarle personalmente mis agradecimientos por su colaboración en esta delicada

situación.

La conversación no se extendió por mucho tiempo más, acordando encontrarse por la tarde en la

oficina del director, después de almuerzo. Ferreira colgó el auricular y puso manos a la obra. Abrió

el procesador de texto de su computadora, escribiendo rápidamente un memorándum en que

resaltaba la discreción correspondiente al incidente ocurrido aquella noche, destacando el que era

un procedimiento militar y que cualquier imprudencia conllevaba acciones legales, de índole

militar. Una vez terminado, envió el documento al servidor del hospital, con carácter de urgencia

máxima, para que se comunicase inmediatamente a todos los trabajadores.

El tema estaba zanjado, sólo faltaba que las autoridades de la clínica firmaran ciertos documentos

con cláusulas que aseguraran la confidencialidad que asunto. Aquel día había sido especial,

demasiadas cosas ocurrieron, muchas decisiones debieron tomarse, definitivamente fue agotador.

Waterstone se fue a descansar con todo esto en su cabeza, tomándole varios preciosos minutos

de sueño el poner la mente en blanco para relajarse, durmiéndose casi de forma obligada, para

recuperar energía necesaria para un día que se avecinaba tan exigente como este último.

Page 32: La ultima morada Zona Prohibida

26

La noche fue corta para el militar, despertando aletargado. Se levantó temprano, con el sol recién

iluminando las copas de los árboles. Se dirigió hacia su ducha personal, tanteando las paredes, y se

bañó con agua fría, lo que le revitalizó de inmediato. Una vez seco y vestido, entró a la cocina de la

base, donde el encargado del desayuno de los soldados preparaba el café, pidiéndole que le

sirviera una taza. Junto varios sartenes, harina, azúcar, sal, mantequilla, huevos y leche; e

improvisó unos panqueques, cocinando en todos los quemadores de la cocinilla al mismo tiempo.

Logró cocinar ochenta y tres, del porte de una tostada pequeña y planos por la falta de polvo de

hornear, de los cuales sacó dos para sí mismo, dejando los demás para repartirlos entre los

soldados.

El desayuno dio paso a su nueva rutina matinal, ejercicios kinesiológicos para su rodilla, los que

también le ayudaron esa madrugada a acallar su mente y concentrarse en su misión a realizar en la

tarde. La hora de almuerzo llegó pronto, como un pestañeo, obligándolo a comer de forma

apresurada. Debía dirigirse a la oficina del director de la clínica, montándose en uno de los

helicópteros de la base, viajando rápidamente a la cita. Ya en el centro asistencial, la reunión se

realizó de manera fluida, comportándose las dos partes de la manera más afable posible, sin

perder la seriedad del asunto. El director Ferreira tuvo que firmar extensos documentos, no sin

antes leerlos completamente, lo que dilató el proceso por algunas horas, quedando claras las

obligaciones de la clínica para con la milicia estadounidense.

Waterstone se retiró entrada la noche, con los documentos bajo el brazo, de vuelta a la b ase

amazonas. Ahí le esperaba un comunicado de sus superiores, el que explicaba que se habían

iniciado las gestiones para almacenar la presumible nave extraterrestre en terreno chileno, ya que

era el país más estable de la región sudamericana y con el que se mantenían mejores relaciones

diplomáticas. Allá se almacenarían todos los fragmentos en la base aérea militar El Bosque,

cargándolos en un avión de transporte –con mayor capacidad de carga y superior autonomía de

vuelo– que los llevaría a la base de Sonora para su evaluación. No se realizaría su traslado

mediante colaboración de la fuerza aérea brasileña para bajar el perfil del accidente producido en

sus cielos, enmascarando la situación como un choque del dron contra un aerolito no reportado

por la comunidad astronómica, evitando la sobrexposición y la liberación de información

innecesaria.

El traslado de la nave comenzaría al sexto día después de ocurrido el incidente, debiendo esperar

la llegada de varios helicópteros para acarrear los trozos. Se les comunicó a las autoridades

chilenas que las aeronaves llegarían a su base militar, cargando porciones de un artefacto

prototipo que falló en su implementación, guardándose el sigilo y la confidencia necesaria con el

proyecto secreto que se les encomendaba.

Page 33: La ultima morada Zona Prohibida

27

Segundo contacto

Varios ciclos habían pasado desde que la tercera tripulante perdió de vista al artefacto que llevaba

–de seguro en partes– su nave; pero, a pesar de la lejanía, no había extraviado la señal de esta,

que resonaba en la atmosfera en forma de ondas de radio, solamente interpretables por ella y sus

compañeros. Además, logró actualizar su registro personal, agregando todos los nuevos

conocimientos adquiridos en los últimos días. Siguiendo la resonante pista comenzó a avanzar a

través de la selva amazónica, corriendo de día y de noche, deteniéndose algunos ciclos para

descansar, dirigiéndose hacia el sur del continente.

A medida que avanzaba en el terreno, la vegetación iba cambiando, por lo que llenó su bolsa con

frutos que encontraba en el camino para mantener de reserva. Como desconocía la composición

de los alimentos recolectados, los degustaba antes de consumirlos completamente, encontrando

algunos con propiedades únicas, que le causaron pequeños problemas como muerte de células,

espasmos, parálisis respiratoria, debilidad muscular, sangrados, entre otros. Estos compuestos

eran potencialmente letales –solos o en conjunto–, pero la respuesta de sus kozou era tan rápida y

eficiente que no pasaban de ser sólo un inconveniente a una cosa totalmente inocua para ella.

También encontró algunos entes alados y peces, los que cazó y comió, elevando su ingesta de

proteínas y, por lo tanto, su fuerza muscular.

Después de unas noches de marcha, en el horizonte, divisó unas luces elevadas con respecto al

suelo, iluminando lo que parecían ser construcciones –más elaboradas que las edificadas por los

habitantes de la tribu que le ayudaron– levantadas varios senx por sobre el piso, con formas

predominantemente rectangulares y cuadradas. Se acercó de forma rauda y sigilosa, infiltrándose

en las calles de la ciudad, encontrándose con seres parecidos a ella, pero vestidos de cuerpo

entero, a diferencia de los habitantes amazónicos.

Después de deambular un rato, llegó a una plaza donde había gente reunida y sentada en unos

asientos de madera pintada de color verde, imitándoles por un rato mientras descansaba los pies.

Sentada en el banquillo, evaluó su entorno, midiendo la distancia que la separaba de su nave,

encontrándose de nuevo con las señales electromagnéticas que sintió antes, aprovechando su alta

intensidad para analizarla a fondo para intentar comprender su utilidad.

Retomó al amanecer su viaje a través de la ciudad, topándose con gente saliendo de sus casas,

algunas caminando, otros sobre artefactos metálicos de dos ruedas. Muchos habitantes se le

quedaron mirando, con una extraña expresión en sus rostros. Hasta ese momento llevaba

nuevamente sobre su cabeza el tocado de láminas del ser volador, que le sirvió para protegerse

del sol, pero notó que era la razón de las prolongadas miradas de los lugareños, así que lo guardó

apresuradamente dentro del bolso para pasar más desapercibida.

Si bien sabía que su fisionomía era similar a la de los moradores de este planeta, no podía permitir

que se enteraran que no era uno de ellos, pudiendo reaccionar de mala manera al no ser capaz de

comunicarse y hacerse entender, intentando –quizás– capturarla o atacarla. Quería evitar una

Page 34: La ultima morada Zona Prohibida

28

batalla sin sentido y que de seguro resultaría fatal para ambas partes –por uso de armamento

avanzado–, así que evitó completamente la interacción con los lugareños, avanzando velozmente

para salir de la ciudad, pero no tan rápido como para parecer que huía de algo.

Casi llegando la noche divisó nuevamente una selva, internándose en ella, buscando seguir el

trayecto que le indicaba la señal de la nave. La vegetación le permitía moverse más libremente,

corriendo a través de la espesura de los árboles. Después de varios ciclos de avance, se encontró

con tierras elevadas, que sólo lograron complicar el viaje de la joven. No podría seguir avanzando

en línea recta como lo había hecho hasta ahora. Si el camino era así de ahora en adelante, el

tiempo que demoraría en encontrar a sus compañeros y la nave se extendería demasiado,

dejándolos varados en este planeta, sin capacidad de comunicar el hallazgo a sus coterráneos.

Se detuvo un momento para evaluar la situación. Contaba con las provisiones necesarias para

aguantar varios días, pero no sabía cuál era la disponibilidad de agua con la que contaría a l o largo

del camino, optando por seguir el primer curso de agua que encontrara. Esta decisión le hizo hallar

extensos valles por los que circulaban ríos y senderos rodeados de altos montes. La vegetación

presente –en menor cantidad con respecto a la selva amazónica– le proveería la leña necesaria

para calentar su cuerpo por las noches, el caudal interminable de agua le suministraría la

hidratación requerida, pero ya no contaba con árboles frutales que le entregaran alimento,

debiendo racionar los frutos que le quedaban, intentando cazar algún ente que apareciera en el

camino.

Su recorrido le hizo encontrarse nuevamente con grandes ciudades pobladas, hallando cada vez

más ejemplos de tecnología. Vio medios de transporte voladores impulsados por hélices giratorias

encerradas en cilindros y vehículos de cuatro ruedas que trasladaban gran cantidad de gente en su

interior –ambos muy lentos para lo que acostumbraba usarse en su planeta–, cajas que emitían

sonidos y otras que mostraban imágenes con audio al mismo tiempo. Quería evitar permanecer

mucho tiempo en las urbes pero, a pesar de temer por su expedición, estaba maravillada por los

avances técnicos de la civilización dominante del planeta. No eran los únicos seres inteligentes del

universo.

Llevaba avanzados 2695854,44 senx cuando encontró un problema. Aquella mañana había llegado

a un terreno seco, con suelo casi estéril –pensando eso por la cantidad de vegetación vista hasta el

momento– por el cual debía seguir caminando en línea recta, bajando por el continente; pero

frente a ella, a lo lejos, se veían dos hombres vestidos con trajes moteados de color verde, negro y

café claro. En sus manos cargaban herramientas, con las que le apuntaron en la lejanía, de la

misma manera que ella haría con el arco y flecha, soportándolas en sus hombros.

Se detuvo bajo el caluroso sol, quedando de pie frente a ellos, mirándolos, esperando a ver su

reacción. No dejaron de apuntarle, así que avanzó unos pasos para ver que hacían, recibiendo

gritos por parte de los tipos. Se detuvo nuevamente, pero camino lentamente hacia ellos,

recibiendo un nuevo bramido, acompañado de unas detonaciones que levantaron el polvo frente a

sus pies. Eso si la detuvo, con un sobresalto, bajando la mirada hacia sus extremidades inferiores.

Comenzó a batir las manos como los indígenas, despidiéndose, al mismo tiempo que se arrodillaba

Page 35: La ultima morada Zona Prohibida

29

pausadamente para revisar el suelo removido por los tiros, donde encontró los proyectiles que le

dispararon como advertencia.

Eran unos trozos metálicos densos, deformados por el impacto contra el piso, los que podrían

haberle causado graves heridas a pesar de la distancia de los atacantes. Se devolvió unos senx en

su camino, dejando atrás a los agresores, pensando como sortear la vigilancia de la zona y llegar al

otro lado. Caminó varios ciclos divagando en su mente, hasta encontrarse con vehículos de cuatro

ruedas que iban en la dirección que ella deseaba, siguiéndoles para averiguar cómo cruzaban esa

frontera sin ser atacados. Al final del camino, se encontró nuevamente con vigilantes en el cruce,

los que detenían los coches y revisaban unas láminas con inscripciones –que entregaba cada

tripulante de los coches– con las que permitían su avance.

No contaba con ninguno de esos permisos y menos podía montarse en uno de los vehículos

motorizados y pasar desapercibida. Desechó la idea de cruzar por tal lugar, caminando por un rato

a lo largo del paso fronterizo, con el calor pegando fuertemente en su cabeza. Cuando pensaba

que las opciones estaban agotadas, una brisa salada y refrescante le animó, guiándola hacia la

costa, donde una vasta cantidad de agua le esperaba. Era el océano. Podía sumergirse en ese gran

mar y rodear la vigilancia, apareciendo unos senx más allá, donde –esperaba– no hubiera más

vigilantes armados que le hicieran retroceder.

Cerró con un nudo la abertura de su bolsa y corrió hacia el agua, sumergiéndose hasta el cuello. Se

internó lo bastante como para no ser divisada desde la costa y avanzó flotando por el mar,

hundiéndose completamente bajo la superficie de vez en cuando por si era detectada su presencia

desde el aire. Avanzó flotando hasta que la luz menguó, acercándose nuevamente a la costa

cuando el sol casi se introducía íntegramente en el océano. Al salir del agua, sacudió su mojado

cuerpo y, limpiándose las orejas llenas de arena con los dedos, se sentó en el piso a esperar a que

llegara la noche.

Se alejó de la costa, corriendo a oscuras, hasta localizar la ruta por la que avanzaban los vehículos,

que avanzaban tanto o más rápido que ella. Se detuvo, cansada por todo el movimiento que había

realizado hasta ese momento, sentándose en las proximidades de la carretera. El ejercicio le

provocó mucho apetito, pero debía guardar los alimentos más nutritivos para más adelante, sobre

todo tomando en cuenta que se encontraba en un lugar desértico. Mientras comía, comparaba los

tamaños y velocidades de los transportes, cuando vio lo que podía ser la solución a sus problemas.

Vio pasar frente a sus ojos un gran camión, el que tenía una especie de depósito adosado al final

de este, cubierto con una tela que ondeaba por la velocidad del vehículo. Si se subía en él, podría

avanzar muchos senx sin gastar una gota de energía. Tomó su equipaje y corrió a máxima

velocidad, alcanzándolo al rato. Lo abordó de un salto, agarrándose de las cuerdas que ataban la

tela que cubría al contenedor, escondiéndose entre el tejido y el techo de este. El viaje continuó

sin contratiempos, sólo preocupándole si el vehículo se desviaba de su ruta, lo que le obligaría a

descender de él.

Page 36: La ultima morada Zona Prohibida

30

Se dedicó a descansar mientras el camión avanzaba, reduciendo al máximo su metabolismo,

entrando en una especie de hibernación, pero pendiente de la dirección del vehículo. Al cabo de

varios ciclos –con dos detenciones en el camino, que le hicieron dudar de que la máquina siguiera

adelante– el transporte se detuvo finalmente. El ruido de una explosión le hizo despertarse de

inmediato, bajándose rápidamente del contenedor, pero de la forma más disimulada posible. Era

tarde ya, se encontró con una gran extensión de terreno abierto, con pasillos concéntricos de

tierra aplanada, por los que circulaban grandes carros de enormes ruedas.

En una de las laderas del terreno detonó una nueva explosión, liberando material rocoso y polvo,

los que serían recolectados por uno de los grandes vehículos, apoyado por otro instrumento con

forma de mano ahondada. Se quedó mirando la faena, la que de seguro se realizaba para la

obtención de minerales, sin darse cuenta que un individuo se acercaba por su espalda. Era el

conductor del camión, que no sabía qué hacía una chica dentro de la propiedad privada de la mina,

acercándose y tocándole el hombro izquierdo por la espalda.

La reacción de la joven le espantó, ya que esta se alejó de un salto, casi tele-transportándose a

metros de él. Quedaron viéndose de frente y, en menos de un segundo, le perdió de vista, dejando

atrás unos frutos secos que cayeron de su bolso de cuero animal. El camionero agarró los frutos

caídos y le gritó a lo lejos, mostrándoselos con los brazos extendidos para que los recuperara. Al

darse cuenta de su error, la muchacha se detuvo a mirar que más perdió en su intempestiva huida,

descubriendo que se había quedado sin alimento alguno. No tuvo más remedio que acercarse al

regordete conductor, que lucía una protección en su cabeza y un ropaje con tiras de tela

reflectante.

Al llegar a su lado, se acercó con cuidado –caminando y rodeándolo en un pequeño círculo–

vigilando que no portara ningún arma parecida a los guardianes de la frontera, no hallando nada

similar. Se relajó y extendió su mano para recibir los frutos que recogió el hombre, guardándolos

en su bolsa. Sin perder de vista al camionero, recolectó los otros frutos botados en el piso y los

guardó también, pero cayeron nuevamente al suelo, dándose cuenta de que el saco tenía un

pequeño agujero al final de este, causado por la cuchilla de piedra que le dieran los amazónicos.

El conductor rio al ver caer nuevamente el alimento de la chica y los tomó con prisa, corriendo

hacia una habitación que estaba en medio de la nada. Al llegar a la pequeña caseta, abrió la puerta

y gritó al interior de esta, llamando al cuidador.

- ¡Alberto! ¡AL-BER-TO! ¡Tenemos visita! – bramó el camionero.

- ¿Ah? ¿Llegaste, Roberto? – respondió el interlocutor.

- No, vengo en camino… – ironizó el conductor. ¿No ves que estoy aquí?

- Si, te veo. ¿Pero de que visita me estás hablando? – preguntó Alberto.

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31

- Una niña, no sé de donde salió, pero debe tener hambre. Sólo trae unas frutas secas

consigo y al parecer, nada de agua.

- No me vengas con cosas… ¿Me vas a decir que no la subiste al camión en mitad de la

carretera?

- ¡No, no! Te equivocas. Sólo me detuve a descansar dos noches, en unos moteles de mala

muerte, pero no subí a nadie al camión.

- Te creeré, te creeré – dijo, con tono pícaro, Alberto. Invitémosla a comer, pero después

debe irse, este es territorio privado y lo sabes.

- Sí, sí, lo sé. Démosle almuerzo y algo para que coma en el viaje – finalizó Roberto, que vio

de reojo como se acercaba sigilosamente la joven a la caseta.

Cuando la viajera se encontró en el portal de la habitación, fue recibida por el camionero con un

vaso con agua fresca, tomándolo con cierta desconfianza en un comienzo y, probando una de las

gotas en el exterior del recipiente, lo bebió hasta el fondo, devolviendo el vaso al hombre, con

expresión de querer beber más. El conductor le devolvió los frutos que le había quitado y se fue

hacia la cocina, seguido por la ella, abriendo la llave para llenar nuevamente el vaso hasta el tope;

mientras Alberto ordenaba la mesa para sentar a los comensales. Roberto no le pasó el vaso

directamente, llevándolo al comedor como un malabarista para no derramar el líquido, lo dejó al

lado de unos cubiertos colocados en el puesto frente a él, sentándose en una banca.

La chica se sentó frente a su interlocutor, que también tenía cubiertos en su lado de la mesa, y

bebió –con más calma– el vaso lleno de refrescante líquido. Roberto le hablaba a la muchacha,

preguntándole varias cosas, pero al ver que parecía no comprender lo que le decía, se quedó

callado. Llegó Alberto con un plato de comida caliente, dejándolo en frente de la niña, y se

devolvió a la cocina a buscar el plato de su compañero.

- ¡Oye, Alberto! Parece que la niña no es de por aquí… O quizás es media sorda o tímida. No

respondió a ninguna de las preguntas que le hice.

- ¿Y que querías, si hablas como bestia? ¡Háblale más lento! Además, con esa linda carita,

debe ser extranjera.

- Si, puede ser que esta vez tengas razón. ¡Esta vez! – respondió Roberto, burlándose.

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- ¡Nah! Déjame intentar –rezongó Alberto–. ¿Mijita 5 , como se llama? – preguntó

lentamente el cocinero.

- ¡No te respondió! Ja, ja, ja – gritó el camionero al ver que la niña no respondió, riendo y

agarrándose el vientre, con la cara enrojecida.

- No te burles… De seguro no es de Chile, si tiene hasta cara de gringa. Además…

La muchacha no entendía lo que hablaban y no sabía de qué se reían, pero no se molestó en

absoluto con ellos. El camionero hablaba con su compañero y comía al mismo tiempo, ayudándose

con la cuchara, dándole indicios del uso de los utensilios que tenía frente a ella, imitándole y

probando de a poco del plato. La mezcla no era peligrosa, contenía varios compuestos alimenticios,

aunque algunos de estos se degradaron por la temperatura del cocimiento. Acabó el plato

lentamente, esperando que se enfriara la sopa, cortando con el tenedor un cúmulo de

carbohidratos de color blanco, que en su interior guardaba mucho calor.

Roberto le hizo señas a la chica, diciendo algo y apuntando con su dedo la bolsa rota, al parecer,

solicitándola. Vació el saco y se lo pasó al hombre, dejando su contenido al lado de su plato de

comida. El camionero se levantó de su asiento y se dirigió a una sala, volviendo de ella con una

engrapadora en la mano, con la que reparó el agujero del bolso, devolviéndoselo a su dueña.

El almuerzo había terminado y los hombres se dispusieron a despedir a la joven. Alberto llenó de

agua una botella de plástico desechable, mostrándole –por si acaso– la forma de abrirla. Roberto

le entregó frutas, totalmente distintas a las que había consumido hasta ahora, metiéndolas en el

interior del bolso de la muchacha, al lado de la botella con agua. Otra vez le habían ayudado, pero

esta vez tenía algo para retribuirles, así que sacó el tocado de láminas y el cuchillo de piedra

tallada, depositándolos en las manos de Roberto y Alberto, respectivamente.

Salió de la caseta, despidiéndose como había aprendido en la selva amazónica. Se encaminó

nuevamente en su búsqueda, enlazándose a la señal de su nave y midiendo la distancia que le

quedaba por recorrer, que en ese momento era ínfima. Era cosa de ciclos nada más el

encontrarles, así como también el comprender el idioma de estos dos hombres. Guardó las

conversaciones de los humanos en su registro personal, esperando algún día comprender de qué

se reían.

El par de hombres, parados en la entrada de la caseta, se quedaron mirando a la muchacha, que se

alejó corriendo hacia el sur y, levantando una polvareda a su paso, se perdió en el horizonte.

5 Mijita: Contracción de “Mi hijita”.

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- Corre rápido la chiquilla, ¿Cierto? – denotó Roberto, atónito por la velocidad de la

muchacha.

- Sí… Debe ser alguna deportista olímpica extranjera – respondió Alberto, agudizando los

ojos y cubriéndolos por encima con sus manos, para intentar verla en la brillante lejanía.

- Sí, debe ser…

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Capítulo 3

Ceguera

- Miguel Ángel Álvarez, es su turno – dijo la enfermera, llamando al muchacho que estaba

sentado en la sala de espera del hospital, aguardando junto a un grupo de gente.

- ¿Quieres que te acompañe? – preguntó Mirta, la abuela de Miguel, preocupada por su

nieto.

- No, estoy bien, Abu. No te preocupes. Mis piernas se mueven aún, ¿o no?

- Si, hijo… ¿Pero tus ojos? – gimió la abuela.

- Todavía veo algo, además la sala está bien iluminada. En serio, no te preocupes tanto –

manifestó Miguel, levantándose del asiento y caminando lentamente hacia el pasillo en

que estaba la oficina del doctor Rodríguez.

Su visión era casi nula, produciéndole la impresión de estar permanentemente en un túnel del que

no salía jamás y cuya salida se veía cada vez más lejana a medida que pasaba el tiempo. Al llegar al

pasillo tuvo que caminar tanteando las paredes, la iluminación era deficiente, viendo únicamente

sombras incoloras y distantes. A pesar de mostrarse seguro frente a su abuela, su condición le

tenía fuertemente afectado, deprimiéndole y alimentando un sentimiento de inutilidad.

- Permiso, voy a entrar – comunicó, anunciándose, Miguel al entrar en la oficina.

- Adelante.

- Buenas tardes, doctor. Un gusto verlo nuevamente – ironizó el muchacho, buscando al

médico en la habitación, debiendo girarse hacia los dos lados para lograr ubicarse

espacialmente.

- Veo que su humor no merma, Sr. Álvarez – replicó el terapeuta, acercándole una silla al

paciente. ¿Trajo los resultados de sus exámenes?

- Sí. Mi abuela intento leerlos, pero están escritos en inglés, y no pudo comprenderlos. Yo

no pude, ese tamaño de letra me dificulta mucho la tarea.

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- Bueno, para eso estoy yo. No me quiten trabajo, por favor. Vamos a ver que dice –dijo

Rodríguez, recibiendo el sobre con los resultados del examen que mandaron a analizar al

extranjero–. ¿Les costó mucho reunir el dinero para realizar el análisis?

- Bueno… Tuve que congelar mi carrera el año pasado para juntar plata, justo después de la

última visita que le hice. He estado trabajando por internet, ingresando formularios de

una empresa. Pagan poco, sin embargo logramos juntar lo necesario a duras penas. El

examen salió rápido eso sí, se demoró sólo dos semanas en llegar la respuesta. Y aquí

estamos, como quedamos, para evaluar los resultados.

- ¡Ufff! Te ha tocado pesado el camino, chiquillo. ¿Qué estabas estudiando? – consultó el

médico, que no recordaba la carrera que cursaba Miguel, cambiando el tema de

conversación para no abrumarlo recordándole lo malo de su vida.

- Ingeniería mecánica, me quedé en segundo año – soltó Miguel, con voz alicaída, como

suspirando.

- ¿Evaluemos tu examen, mejor?

- Sí.

El internista abrió el sobre, sacando las hojas dobladas de su interior. Leyó concienzudamente el

texto, corroborando su conformidad al comparar la página de resultados con las fotografías

adjuntas de las electroforesis realizadas. El veredicto era tajante y debía comunicárselo al joven.

Aclaró su voz con un carraspeo y se dirigió con palabras amables a su paciente.

- En fin, el resultado de este examen revalida el diagnóstico del que hablamos, retinosis

pigmentaria; pero, lamentablemente, las noticias no son buenas. El análisis genético halló

mutaciones únicas, que no se presentan en otros individuos con tu condición, eso viene a

explicar la rapidez del cuadro que te aqueja…

- ¿Pero…? – interrumpió Miguel, con voz calmada y triste.

- Estas mutaciones genéticas producen un déficit de ciertas proteínas presentes en las

estructuras de tus ojos. Se recomienda el uso de algunos suplementos alimenticios

artificiales específicos para añadirlos a tu dieta y así detener el avance del cuadro; sin

embargo, no es una cura, es un tratamiento paliativo.

- ¿Y cuánto tiempo puedo seguir viendo, si consumo esas proteínas? – preguntó Miguel,

casi con esperanzas.

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36

- La eficacia es incierta, así como también el tiempo de acción de la terapia, recuerda que tu

condición ha avanzado de forma desastrosamente rápida. ¿Cuánto tiempo te tomó llegar

a tu actual estado visual?

- Seis meses – expresó Miguel, con voz apagada.

Miguel pensó en esos seis meses y en cómo se notaban en su cuerpo. Medio año atrás, su cuerpo

era delgado, con una altura de 1,70 metros. Su abdomen había crecido varios centímetros

producto de largas horas de ocio frente al computador, impulsado negativamente por el malestar

de la pérdida de agudeza visual, viéndose como una alargada vaina con un gran poroto en su

centro. También había descuidado su cabello –de color castaño–, enredándose sobremanera y

cayendo por debajo de sus huesudos hombros. Sus defectuosos ojos marrones se apreciaban poco

últimamente, debiendo usar gafas oscuras para protegerlos de las luces fuertes, sobre todo la luz

solar, que dejó su marca en la piel de su rostro con forma de anteojos.

La voz del terapeuta interrumpió el ensimismamiento de Miguel, devolviéndolo a la realidad de la

consulta.

- Además, este tratamiento es extremadamente caro para ti, debes encargar el producto al

extranjero, ya que esta personalizado para tu situación específica. No me gusta interpretar

el papel del cargador de desgracias, pero prefiero serte sincero a ilusionarte en vano.

- ¿Tengo opciones?

- Como lo hablamos la última vez, deberías evaluar la posibilidad de aprender a leer braille,

mucha gente ha perdido la vista e igualmente se puede desarrollar completamente. Es un

camino duro, pero no se termina tu vida con un sentido menos, debes sobreponerte y

adaptarte al inminente cambio. Te concertaré sesiones con un psicólogo, él te podrá

ayudar mejor en este asunto… Soy un poco pragmático y suelo parecer cortante con estos

temas. Disculpa si sonó a reto mi recomendación.

- No se preocupe, entiendo lo que me dice, pero es…

- Es difícil de aceptar. Te entiendo, he visto a muchos pacientes en situaciones similares; no

obstante, con el tiempo han logrado aceptar su condición y se han levantado, siguiendo su

vida normalmente, dentro de sus posibilidades – expresó el médico, intentando apoyar a

su paciente, animándolo a no darse por vencido.

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37

El doctor Rodríguez dispensó una interconsulta a Miguel para que visitase dentro de dos días a un

amigo suyo dedicado a la psicología, dando por finalizada la reunión. Acompañó a su paciente

hasta la sala de espera, donde le esperaba su abuela, comunicándole el resultado de los exámenes.

- Buenas tardes, señora. Su nieto va a necesitar mucho de su apoyo de ahora en adelante.

Los exámenes no salieron buenos y, como lo conversamos hace tiempo, es una

enfermedad sin tratamiento actualmente, sobre todo con la velocidad de avance que

muestra. Lo derivé con un amigo psicólogo para que le ayude en la parte emocional y lo

asesore en la búsqueda de alguna institución que le enseñe a leer el alfabeto braille…

- ¿O sea que…? – asaltó la anciana, con voz acongojada.

- Si, Abu. Me voy a quedar ciego dentro de poco – remató Miguel, asintiendo.

- Es importante que le apoye en lo que viene, señora. Esta enfermedad incapacitará a

Miguel en la medida que él se deje afectar. Al principio le costará mucho adaptarse a su

nueva condición, pero después de un tiempo podrá movilizarse de forma independiente y

desarrollarse personalmente, inclusive puede trabajar, mas todo recae en el esfuerzo que

ponga en su recuperación – sentenció el médico.

- ¿Adaptarse o morir, cierto? – preguntó Miguel, soltando una sonrisa, para despreocupar a

su abuela.

- Desde mi punto de vista, sí – finalizó Rodríguez.

Rodríguez despidió a Miguel y a su abuela recordándole sus indicaciones, partiendo raudamente a

su oficina para seguir con su trabajo. Mirta miraba de reojo a su nieto mientras caminaban,

guardándose la pena para cuando estuviera a solas, no quería importunarlo con sus lloriqueos ni

hacerle sentir más miserable de lo que debía estarse sintiendo. Caminaron en silencio hacia la

salida del hospital, dirigiéndose hacia el paradero de transporte público más cercano. Ahí se

sentaron a esperar, momento en que la anciana le habló.

- ¿Cómo estas, Miguel? Pero quiero que seas sincero, no quiero que me digas palabras

tranquilizadoras, nada más.

- Me siento mal, Abu. ¿Qué haré de ahora en adelante? No puedo volver a estudiar mi

carrera, no puedo diseñar o controlar máquinas sin mis ojos. No podré leer, no podré ver

el mundo. ¿Cómo me voy a cuidar a mí mismo y a ti?, ¿Cómo pagaré las deudas del crédito

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38

universitario? Tengo muchas dudas y no sé qué hacer, no tengo que ver para saber que

me espera un futuro de mierda y…

- ¡Calma, Miguel! No pienses que estás solo en esto. No digas “cómo haré”, sino “cómo

haremos”. Ahora tienes que enfocarte en no incapacitarte, como dijo el doctor. Y después,

con el tiempo, iremos juntos resolviendo todo, paso a paso. Recuerda como juntamos la

plata para tu examen, así nos moveremos, mas no te desgastes pensando en todo lo que

viene, no vale la pena.

- Sí, sé que cuento con tu apoyo, Abu. Pero no quiero incomodarte ni pedirle limosnas a

nadie. A esta edad debería ser independiente, valerme por mí mismo. Además, ¿y si no

puedo aprender a leer braille?, ¿Si no puedo valerme por mi mismo para desplazarme?,

¿Cómo trabajaré así? Nadie me contratará en esas condiciones – sollozó Miguel, dejando

escapar unas lágrimas de sus enfermos ojos.

- No te adelantes. No asegures que no lograrás cosas sin haberlo intentado. Calma, no llores.

Por eso te digo, avancemos juntos en esto, paso a paso, viviendo el día a día. Si pudiste

sacar adelante esos ramos de la universidad que tanto te costaban, también podrás salir

adelante en esto. Lo sé y deberías saberlo tú igualmente. Confía en ti y en el futuro, Dios

nos ayudará.

El microbús había llegado al paradero. Le hicieron parar y se subieron, pagando el viaje con sus

tarjetas. El transporte iba lleno; sin embargo, una muchacha le cedió el puesto a Mirta, mientras

que Miguel se fue de pie, agarrado del asiento en que iba sentada su abuela. El viaje duró unos 45

minutos, tiempo en el cual Mirta se relajó y durmió, siendo custodiada por su nieto de los

zarandeos producidos por los baches del camino. Al bajarse del medio de transporte, pasaron a la

panadería de su pasaje para comprar pan y algo para acompañar la cena.

La calle camino a su casa era ancha, permitiendo que los niños de la cuadra jugasen futbol por las

tardes. La pared exterior del hogar de Mirta estaba pintada de color rojo granate y su puerta de

entrada era de madera de roble, barnizada para resaltar su tonalidad natural, mostrando varias

cicatrices en su superficie, hechas hace muchos años. Al lado i zquierdo de la entrada había una

ventana con marco de aluminio, cubierta con una protección metálica. Sobre el pórtico sobresalía

una pequeña terraza, de casi un metro y medio cuadrado, que comunicaba la habitación de Miguel

con el exterior, lugar de relajo del joven donde salía a refrescarse en las calurosas noches de

verano.

La casa contaba con 3 habitaciones, dos en el segundo piso –una de ellas estaba llena de cajas,

ropas de invierno, equipos defectuosos y herramientas– y un baño en la planta baja, al lado de la

pieza de Mirta. La cocina estaba junto al comedor, no habiendo diferenciación entre los dos, y

estaba comunicada con un pequeño patio trasero, en el que colgaban la ropa recién lavada. El piso

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39

era de madera, siempre reluciente por el aseo de la anciana, que a sus 70 años aún era capaz de

fregar el parqué con virutilla, encerándolo posteriormente.

Contaban con pocos artefactos eléctricos, un televisor de tubo de rayos catódicos –de la última

generación de estos–, un minicomponente con radio casetera y un computador de escritorio que

Miguel armó en su espacio, comprando pieza por pieza a su gusto, cuando estaba sano y era capaz

de trabajar sin problemas.

Ese era su espacio, su lugar de convivencia. Miguel entró después de su abuela, prendiendo la luz

de la escalera –que comunicaba al segundo piso– para poder subir a su habitación, tomándose de

un pasamano de madera tallada. Se recostó en su cama, dejando caer el sobre con los resultados

de sus exámenes, y se durmió. Mirta dejó su cartera en un perchero y se puso unas pantuflas para

descansar sus pies, sentándose en un sillón frente al televisor para ver la telenovela de la tarde.

Llegada la noche, la abuela subió a la habitación de Miguel para despertarlo y que cenaran, mas el

joven dormía plácidamente, así que no le despertó y se sirvió un café negro, bebiéndolo en

compañía de su programa de radio favorito y comiendo una marraqueta con queso derretido y

tomate cortado en rodajas, aderezándolo con un poco de orégano y sal.

Miguel despertó sobresaltado, elevándose de un salto de la cama. Era casi medianoche. Encendió

su computadora y bajó a la cocina, buscando algo para comer mientras se cargaba el sistema

operativo. Armó dos sándwiches de queso, tomate, pimentón y jamón ahumado; los depositó en

una bandeja y se puso a calentar agua en una antigua tetera para prepararse un té.

Subió lentamente a su habitación una vez hirvió el agua, sirviéndola en su tazón preferido junto a

una bolsa de té y dos cucharadas de azúcar. Inicio la sesión de usuario en su computadora y al

finalizar la carga, abrió el programa de mensajería instantánea, esperando encontrar a su amiga

íntima, Daniela.

- ¿Dani, estas ahí? – escribió el muchacho lentamente, esperando respuesta.

- ¡Hola, desgraciado! ¿Cómo estás? – respondió Daniela, al cabo de cinco minutos de espera.

- ¡Tchi! Que te demoraste en contestar… Ni que tuvieras pololo6 para demorarte tanto –

replicó Miguel, molestando a la chica por haberle hecho esperar, enviándole una

invitación para hablar por videoconferencia.

- Estaba desconectada – escribió escuetamente la joven, aceptando la invitación a hablar de

Miguel.

6 Pololo; definición formal: hombre que sigue o pretende a una mujer. Modismo chileno: Novio, pareja.

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- Además, me conecté para ver si tenía respuesta a un mail que envié. ¿Fuiste hoy al

médico? ¿Qué te dijo? – gritó Daniela a través de la webcam de su laptop, intentando

romperle los tímpanos a Miguel por haberla molestado.

- Sobre eso te quería contar, chillona – masculló Miguel, tapándose los oídos como gesto de

molestia para con su interlocutora.

- Que pesado… ¿Entonces?

- Me fue mal, si soy yeta7, tú sabes.

- ¿Pero qué tan mal?

- Mal mal, poh8. No hay nada que hacer, me voy a quedar ciego dentro de poco.

- Pucha9, que mal… ¿Te sientes muy mal por eso?

- No, estoy súper bien, fíjate… Si, igual estoy triste. Pero algo bueno puede salir de esto.

- ¿Qué bueno puedes sacar de tu situación?

- ¿No necesitabas trabajo? Puedes ser mi perrita guía cuando quede completamente ciego –

soltó como broma Miguel, desquitándose con su amiga por haber tenido un día tan malo.

- ¡Oh! ¿Cómo puedes decirme eso, maldito? Ya no más, después quieres que me junte

contigo o te ponga el hombro para llorar. Te voy a hacer la cruz y no pienso ir a verte, por

más que llores – dijo Daniela, fingiendo estar herida.

La conversación se extendió hasta las primeras horas de la madrugada, entre broma y broma el

sueño fue ganando terreno, obligando a los jóvenes a retirarse a sus aposentos a descansar.

Miguel se había relajado después de hablar con Daniela, se había desahogado y ya no le

impacientaba tanto su futuro, no obstante, sabía que dependía de él su éxito como persona. Se

fue a la cama pensativo, durmiéndose con el trinar nocturno de unos desubicados pájaros.

7 Yeta; modismo chileno: Que trae mala suerte o que sufre muchas desgracias. 8 Poh; modismo chileno: “Pues” 9 Pucha; interjección usada para expresar sorpresa, disgusto, etc.

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Cotidianeidad

A pesar de haber dormido pocas horas, Miguel despertó descansado, sin ayuda de la alarma de su

teléfono celular. El calor de la noche le hizo dejar la ventana abierta, despejando el camino para

los rayos solares que inundaban su habitación, reflejándose en un largo espejo apostado en la

pared junto a su ropero. Su cama era de una plaza, lo que le dejaba mucho espacio libre en la

pieza, con pocos lugares en los cuales apoyarse para poder caminar. Por esta razón era importante

mantener un orden mínimo del cuarto, cualquier ropa o efecto personal que estuviera dando

vueltas en el piso podría causarle inconvenientes en el andar.

Este estricto orden daba la sensación de inmensidad y le obligó a poner referencias en las blancas

paredes de la habitación para ubicarse espacialmente, valiéndose de afiches de sus series favoritas

para encontrar su cómoda, ropero y la salida del cuarto.

Miguel se levantó lentamente, quedándose sentado en el borde de su cama, estiró los brazos e

inspirando profundamente, soltó un gran bostezo, intentando imitar a alguna bestia salvaje que le

confiriera energía para iniciar el día. Caminó hacia el pasillo y bajó la escalera, topándose de frente

con su abuela, que iba a despertarle en ese momento para que desayunaran juntos.

El muchacho se bañó rápidamente con agua fría –en parte para terminar de despertarse y para

ahorrar gas–, mientras Mirta preparaba el desayuno. Comieron ligero y salieron a una feria

cercana, necesitaban comprar vegetales, víveres y artículos de aseo; productos que tenían menor

precio allí que en un supermercado. Volvieron cargando varias bolsas, distribuyendo lo comprado

entre alacena, baño y cocina.

Mirta se dispuso a preparar el almuerzo, lavando y pelando varias verduras en el lavaplatos,

prendiendo su radio para amenizar la faena. Miguel subió a su habitación para trabajar,

ingresando los formularios electrónicos de la empresa de telecomunicaciones en la que laboraba –

Satelitelinet–, deteniéndose una vez en el día, para almorzar en compañía de las noticias de la

tarde.

Su enfermedad le restaba eficiencia, demorándose mucho más que otros digitadores en realizar su

tarea, de no ser por tener conocidos en Satelitelinet, nunca habría encontrado trabajo en otro

lugar así, que le permitiera producir desde su casa y retardarse como sólo él lo hacía. Terminó a las

6 de la tarde, dedicando lo que le sobraba de día en relajarse y mentalizarse para el día venidero,

buscando la dirección del psicólogo en un mapa online para saber que movilización debía tomar

mañana.

Mirta salió después de almuerzo, a comprar el bono de interconsulta para la visita al especialista; y

al volver, se dedicó a ver sus telenovelas. Por la noche buscó ropas adecuadas para su salida,

planchando y dejándolas colgadas en un perchero. Debían salir temprano mañana y estaba

ansiosa. Confirmó con Miguel la numeración del transporte que les llevaría a la consulta, que

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42

quedaba frente a la escuela de aviación del Capitán Manuel Ávalos Prado, en la comuna de El

Bosque.

La noche dio paso a la madrugada en un santiamén. Miguel se levantó a las 6 de la mañana, bajó

torpemente a prender el calefón y se duchó en menos de 10 minutos, corriendo cubierto sólo con

una húmeda toalla amarrada a la cintura a la habitación de su abuela Mirta –para despertarla–,

donde se vistió con las ropas que la anciana le eligió el día anterior.

Cuando estuvieron los dos listos, salieron en ayunas de la casa, esperando encontrar prontamente

la locomoción y que esta llegara velozmente a su destino. Era una mañana tibia, con cielo

despejado, presagiando una calurosa tarde de verano; pero, por suerte, Mirta lo había

contemplado y llevó dos botellas con agua congelada para refrescarse a su salida.

La consulta abría a las 9, lo que les daba una hora y media para llegar al lugar, y su cita estaba

concertada a las 9:30, dándoles tiempo de sobra para arribar. El microbús llegó después de 45

minutos de espera, con pocos pasajeros, avanzando a mediana velocidad y deteniéndose en cada

uno de los paraderos, quizás esperando captar más transeúntes, no logrando llenar la mitad del

vehículo. Llegaron 5 minutos antes de ser llamados por segunda vez, llamado realizado para

confirmar la consulta que se corroboró con su entrada y la entrega del bono a la recepcionista.

Miguel fue atendido de inmediato, ingresando a la sala del psicólogo acompañado por la

recepcionista. Mirta había quedado agitada por la premura con la que se bajaron del transporte

público y el apuro con el que cruzaron la calle para llegar a tiempo a la consulta, postrándose a

descansar en la sala de espera del recinto, buscando con la mirada a alguien para conversar y

pasar el rato.

Federico S.F., psicólogo de profesión hace 20 años, atendió a Miguel. Conocía sus antecedentes de

antemano, comunicados por el doctor Rodríguez, así que obvió una entrevista preliminar y pasó a

hablar directamente con el muchacho. El hombre se dedicó a escuchar al joven de 23 años,

solamente deteniéndolo con preguntas claves que guiaban la experiencia, intentando generar

complicidad y confianza con su nuevo paciente.

Las palabras salían como goteras de la boca de Miguel, que se encontraba incomodo al tener que

contar sobre su vida a un completo desconocido, sintiéndose observado y analizado en cada uno

de sus movimientos. El psicólogo lo contemplaba, con cara de entendimiento, pero no era como

hablar con un amigo, no veía empatía en su actitud, no se sentía a gusto; no obstante, sabía que

debía hablar con él, era uno de los pasos necesarios para lograr sobrellevar su oscuro futuro.

A pesar de su desagrado inicial, Miguel se explayó por casi dos horas, solapándose unos minutos

con la siguiente cita del terapeuta. Concertaron una nueva visita dentro de tres semanas, dándole

metas a cumplir en ese tiempo, debiendo comunicarle al psicólogo sus resultados al cabo de ese

tiempo. Antes de salir de la consulta, Federico le entregó un folleto de un instituto en que se

enseñaba Braille, con su respectiva dirección, teléfonos y mail de contacto; y le hizo

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comprometerse a visitarlo antes del próximo fin de semana, sellando la promesa con un apretón

de manos.

Mirta, que hace rato había encontrado con quien intercambiar experiencias, se levantó de su

asiento para recibir a su nieto, despidiéndose del terapeuta con un ademán. Salieron con prisa de

la consulta, esperando encontrar pronto una locomoción para regresar temprano a casa y

preparar el almuerzo. El paradero más cercano estaba a dos cuadras en dirección norte y el sol

pegaba fuerte, se encaminaron bajo la sombra de los plátanos orientales puestos a lo largo de la

calle, hidratándose con el agua –no tan– congelada que Mirta cargaba.

En sentido contrario a ellos venía una muchacha de largo cabello negro, vestida con ropa –sucia–

ajustada de color blanco, con mirada concentrada y aspecto de buscar algo, como oliendo el aire.

Unos pasos detrás de ella venían dos jóvenes molestándola y diciéndole sandeces, piropeándola

por su traje rasgado, que dejaba ver parte de su plano abdomen y casi toda su espalda.

La muchacha parecía no interesarle lo que decían los malintencionados jóvenes, siguiendo su

camino y cruzando miradas con la anciana –sorprendida aún por encontrar ancianos, pese a haber

visto millares hasta ahora–, avanzando a paso lento hacia el sur. Estaba concentrada en la señal de

su nave, la intensidad de esta había variado mucho los últimos días, presumiendo el término de la

energía que alimenta al dispositivo de comunicación de localización y de la alarma.

Mirta se volteó a ver que los maleantes no se aproximaran a la muchacha, soltando el aliento con

cara de desaprobación, a la vez que miraba a los desubicados niños, actitud que no les gustó a los

aludidos, que le increparon con malas palabras.

- ¡A ver! ¿Qué pasa, vieja de mierda? ¿Querís10 decirnos algo? – amenazó el muchacho,

levantándose la camisa, dejando ver un largo cuchillo escondido en sus pantalones.

- ¡Aaaay, no! – exclamó Mirta, al ver el arma.

- No se metan con nosotros, por favor – dijo Miguel, poniéndose frente a su abuela,

resguardándola, sin saber que uno de los maleantes estaba armado.

La muchacha giró sobre si misma al escuchar el grito de Mirta, acercándose al tumulto recién

formado, en el cual se intercambiaban exaltadas palabras.

- ¿Qué te pasa? ¡No te metas tú con nosotros! – dijo el segundo muchacho, empujando el

hombro de Miguel, cayendo este al piso.

10 Querís: deformación de la palabra “Quieres”.

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- ¡Es ciego! – gritó el atacante, al percatarse de la dificultad de Miguel para levantarse, que

buscaba sus anteojos de sol en el piso.

Los malhechores comenzaron a burlarse de Miguel, botándolo con zancadillas y lanzándole

improperios varios. Mirta, con los nervios de punta, intentaba –con sus manos temblorosas– sacar

el teléfono celular de su cartera para comunicarse con carabineros, pero uno de los bandidos le

arrebató sus pertenencias, revisando a ver que encontraba de bueno.

La viajera extraterrestre apresuró su paso, llegando justo en el momento en que Miguel se

incorporaba lanzando un golpe de puño a uno de sus atacantes, acertando en la nariz de este.

- ¡Te tiraste!11 – gritó el maleante herido, cubriéndose la nariz rota con la mano izquierda,

mientras que con la derecha sacó la cuchilla escondida en su pantalón.

El delincuente no perdió tiempo, atacando a Miguel y acertando una estocada en su abdomen,

siendo detenido en parte por la mano derecha de la viajera, causándole un corte en la palma y

restando profundidad a la injuria del muchacho. La hoja de la cuchilla penetró cerca de la aorta,

cercenando una de sus paredes, liberando sangre de forma profusa.

El atacante retiró el arma de la lesión, produciendo un daño mayor en esta, permitiendo el libre

fluir del plasma. La viajera no le dejó alejarse, agarrándole fuertemente de la muñeca,

golpeándolo en la sien derecha con su mano libre, aturdiéndolo. Miguel cayó al piso

conmocionado, desangrándose, sintiendo como la vida se le escapaba de las manos. Intentó tapar

el agujero de la puñalada, pero no encontraba la fuerza de sus brazos, mientras veía como huía el

otro maleante, que fue alcanzado por la muchacha en una corta carrera, reduciéndolo con un

golpe de puño en la nuca.

Volvió al lado de Miguel, que yacía postrado en el piso junto a Mirta. La abuela intentaba detener

la hemorragia cubriendo la herida con un pañuelo que cargaba, pero nada se podía hacer. La joven

posó su mano cortada sobre la puñalada, presionando con fuerza para cortar el flujo de sangre,

momento en el que se le ocurrió algo. Movilizó todos los kozou de Kreneo a su mano,

transfiriéndolos a través del corte al cuerpo del malogrado joven, mandándoles posicionarse sobre

la arteria dañada, como una especie de parche interno. Luego de que atendieran al joven podría

recuperarlos, dejándolos en la superficie de la piel del hombre, desprendiéndose de esta como

una cáscara oscura de dermis muerta.

Esta improvisada refacción detuvo la pérdida de sangre, estabilizando al trémulo Miguel –quien

casi entró en shock–, que temblaba por la hipovolemia y la baja en su temperatura. Por la

11 “Te tiraste”: Estas acabado; Estas muerto.

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45

carretera no circulaba ningún microbús que les llevara al hospital más cercano. La joven cargó al

malherido muchacho en sus brazos, mostrando su fortaleza, a la vez que Mirta intentaba detener

algún vehículo para que les ayudara.

La espera no fue larga, justamente pasando un taxi libre por el lugar, abordándolo de inmediato.

Mirta se sentó en el asiento delantero junto al chofer, mientras la viajera metía a Miguel en el

asiento trasero del automóvil cerrando la puerta detrás de este, pero la anciana le tomó del brazo,

con expresión de petición de ayuda. Podía permitirse el desviarse unos ciclos de su destino, ya

sabía dónde debía acudir en búsqueda de la nave, así que se embarcó junto a la abuela.

Mirta le explicó la situación al taxista, mirando hacia el lugar del ataque donde reposaban

inconscientes los maleantes, pidiéndole que se dirigiera velozmente hacia el hospital Barros Luco-

Trudeau. La calle estaba despejada, llegando en pocos minutos al centro asistencial, donde

ingresaron de urgencia a Miguel, pidiéndole luego los datos a la desesperada abuela.

Se despidió del taxista, cancelándole el viaje con el dinero que guardaba siempre en caso de

emergencia dentro de una antigua libreta, dejando entrever una fotografía de cuando era más

joven junto a una niña; y se tomó del brazo de la joven heroína, apoyándose en ella para caminar.

Se sentaron en la sala de espera, aguardando a los médicos que trataban a Miguel, esperando

saber su estado.

Repentinamente, la señal de la nave bajo drásticamente su intensidad, moviéndose al mismo

tiempo, sobresaltando a la viajera, quien se levantó del asiento contiguo al de Mirta y salió

disparada al exterior del hospital. La alarma se elevó rápidamente, aumentando su altura con

respecto al piso, en dirección norte, dejando de transmitirse abruptamente, como si la hubieran

apagado de golpe, desactivándola.

La joven se quedó mirando el despejado cielo, estupefacta y paralizada por varios minutos,

repitiéndose para sí misma la palabra correspondiente a la negación en su planeta. Estuvo a punto

de encontrar la nave y a sus compañeros, de no haber ayudado al muchacho herido no los habría

perdido de vista. Ahora si se encontraba varada.

Detuvo sus pensamientos negativos, puso su mente en blanco y se relajó. No podía pensar de

forma tan egoísta, el hombre herido no tenía la culpa; además, ella eligió ayudarle, nadie la obligó

ni le pidió intervenir. Ya encontraría la forma de encontrar la nave, la seguridad de sus camaradas

había pasado a segundo plano; si estaban muertos, no podía hacer nada por ellos. No ahora.

El nuevo panorama le inspiró una idea, devolviéndose al lado de Mirta, que comía unas galletas

recién compradas a un vendedor ambulante que se encontraba en el interior del hospital. La

anciana le ofreció de su azucarada merienda a la muchacha, sacando una de estas, degustándola y

analizando sus componentes como llevaba haciendo hasta ahora. Sentada junto a la abuela, se

comunicó con los kozou en el interior de Miguel, ayudando en la cicatrización de su aorta.

A pesar del tipo de injuria, el paciente había ingresado sin sangrado al hospital, simil ar a un corte

abdominal superficial, diagnóstico que cambio al revisar la lesión. Se le atendió con premura,

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desinfectando la puñalada y oxigenándole. Dentro de los documentos del herido se encontraba un

carnet de donante de órganos, donde estaba anotado su grupo sanguíneo, permitiendo la

transfusión de sangre necesaria.

Después de un rato aguardando en la sala de espera, una enfermera se acercó a las mujeres,

hablándole a Mirta. Le comunicó que Miguel se encontraba estable, había perdido dos litros y

medio de sangre, pero la pronta atención fue la determinante en que sobreviviera al ataque. La

anciana recuperó el aliento perdido, calmándose los nervios que la incertidumbre de la espera le

produjera. Se incorporó del asiento, queriendo ver a su nieto, pero no podía entrar en ese

momento, debía esperar, sentándose de nuevo, asistida por la muchacha salvadora.

La relajada anciana le agradeció a la viajera el haberle ayudado, como saliendo de un trance,

deshaciéndose en gratitud y bendiciones para la chica, sorprendiéndola con el súbito cambio de

actitud. Comenzó a preguntarle su nombre, de donde venía, donde iba, etc., notando que no

comprendía lo que le hablaba, llevándole a pensar que era extranjera, sobre todo tomando en

cuenta el bolso que cargaba. El estado de sus ropas le indicaba a Mirta que quizás había sufrido un

accidente, podía estar extraviada o haber perdido la memoria. Quizás por eso no le entendía.

Mirta se acercó a un enfermero que pasaba por el lugar y le explicó la supuesta situación de la

muchacha, destacando la ayuda que le dispendió con su nieto y mostrándole la herida que recibió

en la palma de la mano por ello. El profesional instó a la viajera a acompañarle, para curar su corte

y evaluarla, tomando sus datos para corroborar si había alguien con sus características reportada

como desaparecida.

El enfermero curó la herida de la muchacha, cubriendo el corte con un gran parche de gasa estéril;

mientras le preguntaba si sabía su nombre, donde estaba y la fecha actual. Al ver que la respuesta

de la chica era una especie de mueca que expresaba incomprensión, comenzó a repreguntar lo

mismo, esta vez en inglés, con acento un poco tosco. La respuesta fue la misma. No hablaba más

idiomas e intento preguntar con mímicas, moviéndose de forma ridícula para hacerse entender,

recibiendo una mirada indiferente de la muchacha, que se levantó de la camilla en la que estaba

sentada y se despidió de él, moviendo la mano parchada de lado a lado.

Salió de la habitación en que fue atendida y volvió al lado de Mirta, mostrándole el vendaje en su

mano. La abuela le había guardado la última galleta a la joven, entregándosela dentro del

envoltorio, retribuyéndole a la anciana al mismo tiempo con una de las frutas que le dieron los

hombres de la mina del norte. Comieron en silencio, pasando lentamente el tiempo en la sala,

cada una cavilando por separado.

Mirta rezaba mentalmente para que Miguel se recuperara pronto, no merecía pasarlo más mal, le

bastaba con la enfermedad de sus ojos y eso ya era terrible. La joven viajera no pensaba, calculaba.

Los kozou en el cuerpo del desafortunado joven habían reparado inicialmente la arteria dañada,

dejando de tarea a su cuerpo las reparaciones finales, y ahora viajaban por el torrente sanguíneo

de este, revisando la estructura interna del muchacho. Esta era la nueva ocurrencia de la viajera,

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aprender de los habitantes del planeta a través de él, conociendo desde su interior hasta el

exterior, aprehendiendo su todo.

Miguel reposaba, durmiendo, en la camilla del hospital. La pérdida de sangre lo dejó muy débil y

cansado, pero no sentía dolor alguno, producto de los calmantes que le administraron. En sus

ensoñaciones se veía cayendo después de recibir la puñalada, siendo recibido en brazos de un

desconocido, una silueta negra con forma humana. Tan sólo veía sus ojos, de color castaño, que

con mirada penetrante le consultaba diversas cosas, sin emitir ninguna palabra.

Despertó asustado. El sueño se le había hecho eterno, pero no recordaba de qué se trataba, sólo

recordaba esos ojos inquisitivos que miraban a través de él como si fuera una delgada hoja de

papel de arroz. Se encontró en la cama del hospital, en una gran habitación copada de otras

camillas donde reposaban otras personas, tapado con una sábana blanca pesada.

Era de noche ya, lo sabía por el frescor que entraba por la abertura de la ventana. Sentía su cuerpo

aletargado y frío, entumecido por la posición que había guardado las últimas horas, con el

abdomen adolorido por la puñalada recibida. Gritó levemente llamando a alguna enfe rmera que

estuviera cerca, quería saber de su abuela, estaba preocupado de si había resultado herida por

culpa de haber atacado a uno de esos tipos.

No recibió respuesta en ese momento, cayendo dormido al rato por el cansancio, soñando toda la

noche con la indagadora sombra, respondiendo a todas las preguntas que esta le realizó,

evadiendo su voluntad completamente. Despertó por la tarde del siguiente día, sintiendo algo raro

en sus ojos; acalorado, se destapó arrugando la sabana con los pies hasta el final de la camilla. No

sentía dolor alguno, sólo sentía sus globos oculares latiendo, palpitantes, como si estuvieran

hinchadísimos.

Acostado de lado, en dirección a la ventana de la habitación por la que entraba el sol, abrió por fin

los ojos. Sintió como si le dispararan luz directamente al cerebro, encandilándolo por un rato y

divisando parcialmente donde se encontraba, cubriéndose la vista con las dos manos ante tal

ataque lumínico. ¿Había visto bien? No podía ser. El habitual túnel en el que se encontraba al

mirar no estaba, se había ido. Alejó las manos de sus parpados cerrados, viendo la luz a través de

las delgadas membranas.

Se acostó de espalda en la camilla y abrió definitivamente los ojos, mirando al cielo raso del

hospital, visualizándolo por completo, pero de forma borrosa. Ahí estaba su abuela, de pie junto a

su camilla, extrañada por la actitud de su nieto, acompañada por una alta muchacha, de tez blanca

y cabello largo y oscuro. La miró absorto, analizando su ropa, su bolso, su forma; deteniéndose de

repente en su mirada, debiendo agudizar la vista. Divisó esos ojos, los ojos de su sueño.

Sin perder el contacto visual recién hecho, le habló directamente a su abuela, con la voz

temblorosa, sintiendo una mezcla de terror y respeto a la muchacha.

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- A… Abuela. Puedo ver, puedo ver todo de nuevo.

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Capítulo 4

Capturado

El comandante Waterstone había llegado a la ex base de Sonora con dos días de antelación, con

tal de recibir personalmente la nave siniestrada en la selva amazónica y que estuvo almacenada en

una base militar chilena, para mantener en secreto el hecho de que por primera vez en la historia

de la Tierra se había recuperado un vehículo extraterrestre, siendo ellos los primeros en lograrlo,

los Estados Unidos de Norteamérica.

- Buenas tardes, señores – saludó el comandante a los recién llegados soldados, que

condujeron el avión que cargaba la nave destruida.

- ¡Comandante Waterstone, reportándonos en la ex base de Sonora! El viaje se realizó sin

contratiempos, los militares chilenos resguardaron muy bien el artefacto – reportó a

grandes rasgos el capitán del avión.

- Muy bien. Para ellos sólo figurará como el almacenamiento de un artefacto militar dañado,

el tema de confidencialidad con ellos y los brasileños está zanjado –se dijo a sí mismo

Waterstone–. ¡Descarguen el avión y lleven el artefacto a los galpones designados!

- ¡Sí, señor!

- Buen trabajo, señores. Terminen pronto el desembarco, para que puedan descansar como

lo merecen – felicitó el comandante a sus hombres, despidiéndose de ellos con un ademán.

- ¡Gracias, señor!

El tema del accidente del dron contra la nave extraterrestre se había desarrollado de manera

impecable, no dejando ningún cabo suelto. Para las milicias chilenas y brasileñas únicamente se

trataba de chatarra defectuosa, un proyecto secreto que falló en su implementación. Dentro de las

filas estadounidenses, unos pocos implicados sabían la verdad del asunto, ocultando la

importancia del descubrimiento a los escalafones inferiores. Los soldados que recuperaron la nave

–y que por sentido común debían extrapolar los hechos a la realidad– fueron instruidos para no

hablar sobre el tema con nadie, bajo advertencia de severos castigos en caso de indiscreciones

intencionales.

El cuerpo del muchacho muerto fue analizado a fondo, encontrando estructuras idénticas a las

humanas y otras que afianzaron la creencia de tener entre sus manos entidades extraterrestres;

mientras que el tripulante que sobrevivió al siniestro se encontraba consciente, bajo vigilancia

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militar las 24 horas del día. Los intentos por comunicarse con él resultaban infructuosos, parecía

encontrarse en constante trance, observando cada movimiento a su alrededor, concentrándose en

objetivos particulares y, a veces, con la mirada perdida.

Se le alimentó con las mismas raciones que a los militares de la base, no asqueándose con nada,

masticando por largo rato todo vegetal y/o carne que llegaba a su plato, como si lo degustara

hasta la última molécula. Parecía ser que consumía completamente lo que comía, añadiéndolo a

su cuerpo en forma de músculo, creciendo en porte; no obstante, al cabo de poco tiempo, hizo sus

necesidades como cualquier otro humano. Su respiración parecía depender del oxígeno, de otra

manera ya estaría muerto de depender de otro gas, liberando dióxido de carbono, hecho que se

monitorizó con electrodos dispuestos en la habitación en que se le resguardaba.

En apariencia, estaban frente a un ser humano más, lo que resultaba alarmante. La incertidumbre

de que pudiera haber más de estos entes viviendo libremente en l a Tierra, infiltrados entre la

gente común y corriente, era una bomba de tiempo. En ese caso, era posible que entendiera el

lenguaje humano y solamente no quisiera responder a sus captores para proteger algún tipo de

secreto, como una inminente invasión del planeta. Muchas conjeturas podían plantearse con estos

datos, mas no valía la pena especular, debían basar sus acciones en hechos irrefutables, todo por

el bien de la humanidad.

- Oficial técnico Walles, ¿Cómo se encuentra usted?

- ¡Comandante Waterstone! Estoy muy bien, emocionado. No me diga que es el encargado

de este individuo.

- Sí, supongo que sabe la historia del proyecto 31M224 y su desenlace.

- Estoy al tanto de todo. Sin embargo, pensé que seguiría en su asignación en el Amazonas.

- También lo pensé, pero se me pidió seguir al cargo de esta situación. ¿Qué tenemos aquí?

- Bueno, en esta pantalla puede ver el circuito cerrado de televisión. Aquí se registra al

sujeto en cuarentena, a pesar de no haberse encontrado nada tóxico en el cuerpo del

individuo muerto, se prefirió mantener aislado al vivo.

- Veo que le quitaron el traje con el cual llegó.

- Sí, el traje fue retirado para su análisis. ¡El tejido es increíble! No solamente es muy

elástico y adaptable, sino que también tiene una propiedad aislante asombrosa, con

pérdidas de calor inferiores al 3%. Creemos que puede repeler los rayos cósmicos, dado su

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51

uso por seres interestelares. Lo único malo es que se ensucia con facilidad – desembuchó

Walles, atropellando las palabras y quedándose sin aliento.

- Interesante ropa, pero… ¿Qué puede decirme del individuo?

- ¡Ah! Desea saber de nuestro cautivo. Bueno, de lo que hemos podido analizar y observar,

parece uno más de nosotros, por fuera.

- ¿Y por dentro?

- Ahí está lo interesante. Sus órganos internos son idénticos a los nuestros, con algunas

excepciones. Por ejemplo, no tienen apéndice y no parece haber sido removido de forma

quirúrgica, simplemente no lo desarrollan… Y sus cuerpos son livianos, ¡etéreos casi! Eso

es debido a su estructura esquelética, la estamos analizando más a fondo en este

momento, mas no es igual a la nuestra. De hecho, el esqueleto en si es parecido, pero es

oscuro…

- ¿Oscuro, algo más?

- ¡Claro que sí! Parecía estar desnutrido cuando llegó. No tuvo necesidades hasta después

de varios días de correcta alimentación, en efecto, ganó peso y musculatura. Se ha

comportado de forma muy mansa, ha dejado que le midamos y auscultemos sin oponer

resistencia, aunque no nos hemos aventurado a tomarle muestras de ningún tipo.

- Y sigan así. No se expongan a un peligro innecesario, aunque le controlen con armas. Sólo

saquen muestras del cadáver de su compañero.

- ¡Sí, señor!

Waterstone se despidió del oficial Walles, de forma afectuosa, ya que le consideraba un amigo. Le

había visto crecer dentro de la institución y le emocionaba verlo trabajando de forma tan enérgica;

no destacaba en la parte física, pero su mente era brillante. Ese era el tipo de hombres que

necesitaba la nación, comprometidos con el trabajo y rebosantes del espíritu americano. Se fue a

la que sería –de ahora en adelante– su oficina, por entre los pasillos medianamente iluminados de

la instalación.

El joven extraterrestre permanecía en su confinamiento, aislado del mundo exterior, mas no

estaba inactivo. Estaba atento a todo movimiento de sus captores, intentando descifrar el

significado de sus palabras. Se encontraba también interpretando una señal, dentro del espectro

electromagnético, que inundaba todo el espacio en que se encontraba. Una vez comprendiera

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52

estas dos variables, seguramente podría liberarse de su encierro, de la forma más pacifica posible

y sin causarle daños a los nativos.

Estaba preocupado por el paradero de su compañera. Sabía del destino de Kreneo, le vio

desangrarse antes de caer inconsciente, y no podría ayudarle hasta que regresaran a su planeta.

Dependía de él lograr su libertad, su meta mínima era acceder a los registros personales de la nave,

era lo único que podía hacer por sus camaradas y esperaba que ellos hicieran lo mismo por él si

llegaran a encontrarse en este tipo de situación.

Su cuerpo resultó con heridas leves en el accidente que ocurrió cuando se introducían al planeta.

Aún no se explicaba contra que colisionaron, no había nada en su camino que entorpeciera el

aterrizaje, y el golpe electromagnético que inutilizó la nave provino de alguna tecnología avanzada,

mas no pudo hallar la fuente en ese momento. ¿Será que chocaron contra algún vehículo invisible

con capacidad de ataque?; ¿O fueron descubiertos entrando en la atmosfera del planeta y fueron

atacados con algún tipo de proyectil, siendo rematados por un sistema de inhabilitación de

tecnología electrónica? Eso lo averiguaría pronto, no era su prioridad, su meta era liberarse.

Puso todo su esfuerzo en la interpretación de la señal electromagnética, enfocando el uso de sus

energías en todos los kozou de su cuerpo –debido a la baja intensidad de la onda–, encontrando

un patrón binario en el espectro, a los que le asignaron signos de ovalo y raya vertical. Eso le

bastaría para comenzar a entender el uso de esta.

Siguió el movimiento del espectro, hallando la fuente emisora y la receptora, interesándose en

esta última. Era una maquina con capacidad de cálculo, con capacidades parecidas a la de los

kozou, pero bastante limitada. Utilizando la misma señal, obtuvo información del funcionamiento

de la computadora, generando un mapa mental de los circuitos y de las rutas de información

dentro de estos.

Estuvo largo tiempo viendo trabajar a la máquina, permitiéndole copiar –en su mente– el sistema

operativo y programas, posibilitando evaluar su uso de forma independiente, sin necesidad de

seguir conectado de forma constante a la red inalámbrica –conexión que le hacía gastar mucha

energía y le producía un hambre inmensa–, emulándola en su esquema mental.

Al cabo de una semana comprendió completamente la computadora, entendiendo también que

no podía invadirla sin pasar desapercibido. Debía idear un método para apoderarse de la máquina,

controlándola a su antojo, y acceder a los datos que indicaran el paradero de la nave y sus

compañeros de viaje, si es que existían.

En caso de que su camarada no hubiera sido capturada como él, debía comunicarle su paradero,

no podía descartar esa idea, debía mandar una señal al mundo exterior a través de esa

computadora, una marca que únicamente ella supiera interpretar y que no estuviera afecta a

alteración y/o supresión por los nativos. Esa era su segunda meta a realizar.

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Resurgiendo de entre las sombras

- Efectivamente, puedes ver. Te recomiendo ir al optometrista, para confirmar tu agudeza

visual – concluyó el doctor Rodríguez, terminando de revisar los ojos de Miguel.

- Gracias por venir hasta acá de forma tan repentina – agradeció Mirta, sentada frente a la

camilla de su nieto, compartiendo la mitad del asiento con la viajera.

- No puedes decir que tienes mala suerte. Te apuñalaron; sin embargo, sobreviviste… ¡Y

estas recuperando tu visión! – dijo el médico, animando al callado chico.

Miguel estaba pensativo, con muchas dudas. Llevaba varias horas despierto, mas no se

reconciliaba con la realidad, por más auspiciosa que se mostraba. Su enfermedad se estaba

curando lentamente, de forma milagrosa, bajando la sensación de hinchazón del globo ocular;

tampoco sentía dolor en su apuñalado abdomen ni en las cercanías de la herida, debiendo senti rlo,

ya que no se le había administrado ningún calmante últimamente. ¿Estaba muerto?, ¿Estaba en un

sueño del que no podría despertar?, ¿Estaba comatoso?

Necesitaba urgentemente una dosis de realidad, precisaba una prueba de que todo esto era real.

Miró su brazo derecho, encontrando una vía intravenosa administrándole suero fisiológico, la que

retiró de la peor manera posible, rompiendo parte de la vena y rasgando un poco su piel. El dolor

fue agudo, convenciéndole en parte de que estaba en la vida real; no obstante, necesitaba

pruebas definitorias. Se incorporó de la camilla, mirando con cierta desconfianza a la muchacha

viajera, intentando bajarse de esta, momento en que el dolor de la puñalada revivió, tumbándole

nuevamente.

- ¡¿Qué hace?! – gritó una enfermera al ver que Miguel se sacó la vía de forma tan

desastrosa e intentaba incorporarse.

- ¡Auch! Eso dolió, creo que me confié demasiado –dijo Miguel, adolorido y en voz baja, sin

dejar de mirar a la joven–. Abu, ¿Quién es ella?

- ¡Oh! ¿No la viste cuando pasó junto a nosotros en la calle donde nos atacaron? ¡Ella te

salvó! – respondió Mirta, señalándola con sus manos como si se tratara de un premio.

- De no ser por ella, la puñalada hubiera penetrado más en tu abdomen. Sufrió un corte en

la palma de su mano al detener, en parte, la hoja del cuchillo – contó Rodríguez, que se

enteró de la historia cuando habló con Mirta.

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La viajera, al notar que se referían a ella, mostró su mano vendada, corroborando la narración del

médico.

- ¡También noqueó a los salvajes que te atacaron, te cargó al taxi y al hospital! Es muy

fuerte… No sabemos su nombre y parece que es extranjera. No entiende ni español ni

inglés, según nos dijo el enfermero que la curó, pero parece entender ciertas cosas –

secundó con emoción Mirta, apoyando la historia de Rodríguez.

- ¿Y qué hicieron con los tipos?

- Nada. Como te estabas desangrando, los dejamos tirados en la acera. Al llegar al hospital

me olvide del tema… Debería haber llamado a los carabineros – se lamentó Mirta,

pensando en que los malhechores debían ya caminar nuevamente, impunes.

- Bueno, según mi revisión, podrías irte a casa, para desocupar esta camilla; sin embargo,

por si acaso, reposa hasta mañana. De seguro te darán el alta y citaciones para las

curaciones de la herida – dictaminó Rodríguez, guardando sus instrumentos para irse a la

consulta de su hospital.

- Gracias, nuevamente, doctor Rodríguez – dijo Mirta, despidiéndose del médico.

- No se preocupe. Igualmente quiero realizar un seguimiento a Miguel, llámeme al mismo

número al que me contactó para seguir el avance de esta milagrosa recuperación. Quiero

realizarle algunos exámenes también. Nos vemos, cuídense – dijo el terapeuta,

despidiéndose de todos.

- ¿Cierto que es un milagro, doctor? ¡Recé tanto porque algo así ocurriera, hasta que pasó!

¡Dios me escuchó! – chilló la abuela, emocionada.

- Creo que es la única forma de explicar esto. Un milagro inesperado. Aprovéchalo, Miguel.

El horario de visitas había terminado. Miguel se despidió afectuosamente de su abuela,

abrazándola por largo rato, y también de la joven viajera, moviendo las manos simultáneamente,

como si se estuviera viendo en un espejo. Una vez estuvo solo en su camilla, un extraño sopor le

sobrevino, arrojándolo de nuevo al sueño en que estaba la sombra, mas esta vez la imagen fue

reemplazada por la misteriosa joven que lo salvó el otro día.

Mirta volvió a su hogar a descansar, fatigada por la noche que pasó en las sillas del hospital,

esperando que dieran de alta a Miguel el día de mañana, llevando consigo a la viajera. Se subieron

en un microbús vacío, la anciana pagó el pasaje de su invitada, dejándole pasar primero. El

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vehículo demoró poco en llegar al destino de las mujeres, quienes se bajaron y caminaron bajo el

sol de la tarde hasta la vivienda. La anciana entró directamente a la cocina, poniendo a calentar

agua en su antigua tetera. Necesitaba un café cargado y esperaba ser acompañado por su joven

visita, así que sacó dos tazones.

Sirvió el agua recién hervida con sumo cuidado, evitando rebalsar los recipientes. Le entregó el

tazón caliente y una pequeña cuchara a la muchacha, abriendo el envase del café en frente de su

rostro, liberando el aroma del grano procesado, esencia que caló profundo en el olfato de la

viajera, acercando su nariz a la boca del recipiente para percibir el olor completamente.

Mirta se sirvió dos cucharadas colmadas de café y lo endulzó con una de azúcar, acciones imitadas

por la observadora invitada. El humeante brebaje expelía un poderoso aroma mientras estaba

caliente, pero la viajera no estaba acostumbrada a beber líquidos con temperatura tan alta, de

modo que esperó a que se enfriara, bajando la intensidad aromática de este.

Mirta estaba cansadísima y necesitaba dormir. Terminó de beber su elixir y se dirigió a la

habitación de Miguel, para cambiar la ropa de la cama y dejársela libre a la muchacha. Después de

un rato arreglando la pieza, bajó al primer piso a llamar a la niña, invitándola a subir con ella. Le

pidió que no tocara las cosas de su nieto, para que no se enojara con ella y se despidió de ella,

deseándole buenas noches; palabras que no entendió en absoluto, pero que comprendió por

contexto.

La anciana durmió toda la tarde, despertando cerca de las once de la noche para cocinar algo para

su visitante. La muchacha estuvo tendida en la cama de Miguel, analizando los datos obtenidos de

los sueños que le indujo. Valiéndose de sus kozou, transformó las preguntas planteadas al joven

en la actividad cerebral equivalente a haber recibido una frase interrogativa –saltándose la barrera

idiomática–, recibiendo una respuesta nerviosa comparable con sus conocimientos y experiencias

previas.

Cada cosa que pensara, viera u oyera, sería comunicada por los kozou de Kreneo a la joven –que

invadieron el cerebro de Miguel después de intervenir sus enfermos ojos–, manteniendo el vínculo

activo cuando estuvieran próximos o recopilando la información y guardándola para comunicarla

más tarde cuando estuvieran alejados. Miguel estaba siendo monitoreado sin saberlo,

permitiéndole a la viajera contemplar la vida humana a través de él, como si fueran sus propias

experiencias.

Sinapsis reconvertidas en sonidos y estos en palabras. Vocablos asociados a objetos específicos

fluyeron por esta vía, alimentando el vocabulario de la joven, junto a su verbalización, ayudándole

a aprender el idioma de la región. Contaba con datos preliminares para comunicarse y entender la

sociedad en la que se encontraba inmersa, mas no hablaría hasta conocer completamente el

idioma de la gente que le rodeaba, permaneciendo callada hasta entonces.

Terminando de guardar los datos analizados, la extraterrestre se acurrucó en la cómoda cama,

siendo este el lugar más confortable en el que había reposado –en este planeta– hasta ahora. El

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crujir de los escalones le despabiló de su calma, levantándose a ver que lo producía. Se encontró

con Mirta subiendo por la escalera lentamente, cargando una bandeja con dos tazas de café,

dulces empolvados y un bol con ensalada de verduras mixtas. Le ayudó, tomando la pesada

merienda, dejándola sobre la cama y agarrándola del brazo para impulsarla en su subida.

Compartieron los dulces y el café, pero la ensalada era enteramente para la joven, sirviéndosela

de último bocado. Mirta le habló de todo durante la improvisada cena, sabiendo que no le

entendería nada, prefiriendo eso a un silencio que incomodara a la visitante. Al término del

refrigerio, se despidió de la niña con un beso en su mejilla y se dirigió a su habitación a dormir,

dejando primero la bandeja con vajilla sucia en el lavadero.

La noche se hizo eterna, cosa gratificante para Mirta, recuperando su maduro vigor. La joven

descanso como siempre, desvinculándose casi completamente de su entorno, no preocupándole

tanto su seguridad esta vez, por encontrarse en un lugar cerrado. Se despertó con unos rui dos

provenientes de la planta baja de la casa, producidos por la puerta de la casa. Era la anciana que

había salido del hogar, dejándola sola en el sitio, volviendo al cabo de algunas horas con bolsas de

compras.

Subió a la habitación de su nieto para despertar a la joven; no obstante, esta se encontraba ya de

pie, contemplando la calle desde la terraza. Bajaron juntas al primer piso, dirigiéndose al baño,

donde le enseño la bañera, explicándole cual era la llave del agua caliente y que debía regular la

temperatura abriendo al mismo tiempo el agua fría y le pasó la toalla más grande que tenía y la

dejó para que se bañara. La muchacha utilizó sólo agua tibia –sin tocar ninguna de las botellas de

jabón, champú y acondicionador; ya que no sabía para que eran– y demoró unos pocos minutos

en limpiar su cuerpo.

Se dispuso a lavar también su traje, cubriéndose la espalda con la toalla, pero fue interrumpida

por la anciana, que traía ropa y utensilios de aseo que fue a comprar para ella: un vestido blanco

de tirantes estampado de rosas, una enagua, ropa interior y un cepillo de dientes. La joven se

incorporó de su tarea, dejando caer la toalla al piso, mostrando su cuerpo desnudo a Mirta, qu ien

se abalanzó para recoger el trapo y taparle. Después de un buen rato intentando hacerse entender,

logró que la joven se vistiera correctamente con la ropa, dejando el rasgado traje enjuagándose en

la bañera para limpiarlo después.

Desayunaron rápidamente, saliendo a ver a Miguel, esperando el visto bueno de los médicos para

llevarlo de vuelta a casa. Ya en el hospital, el muchacho les esperaba vestido, dispuesto a salir de

aquel lugar lo más pronto posible. Al ver llegar a su abuela con la joven, se sorprendió de verla

vestida así, mas no bajo su guardia frente a la extraña, aún le producía cierta inquietud y se

mostró reticente ante su presencia.

- ¡Hola, Abu! ¿Cómo estás?, ¿Dormiste bien? – saludó Miguel.

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- Hola, Miguelito. Bien, ¿y tú? Sí, dormimos bien. Espero que no te moleste, pero le presté

tu cama a la niña – saludó Mirta.

- No, no hay problema. ¿Ya sabes cómo se llama o no?

- No, no habla español. Me hubieras visto en la mañana explicándole como vestirse con la

ropa que le compre…

- Pero, ¿esa ropa se la compraste?

- Sí. ¿Acaso no viste que su ropa estaba toda rasgada? Es lo mínimo que podía hacer por ella.

Además la compre en cuotas, no salió tan caro todo el conjunto.

- ¿En cuotas? Dime que fue en sólo tres… – dijo Miguel, preocupado por los intereses de las

casas comerciales.

- No te preocupes tanto, es un regalo mío, no tuyo. ¿Cómo están tus ojos?

- Increíblemente bien, siguen recuperándose, veo mejor que ayer. No los siento hinchados

ya. También me dieron el alta, debo venir a las curaciones y a la extracción de puntos,

anoté en un papel las fechas de las citas.

- ¿Ves? Con tus ojos curándose, no tendremos que gastar más plata en tratamientos ni nada,

así puedo pagar el regalo que le hice a la joven.

- ¿Y qué haremos con ella?

- ¿Cómo? Le debes tu vida, eso ni se pregunta, ella se quedará con nosotros el tiempo que

precise – dijo Mirta, fulminante.

- Lo sé, Abu. Es que ella me da mala espina. Tuve unos sueños raros y no sé qué pensar –

manifestó Miguel, bajando la cabeza ante el reto de su abuela.

- ¿Me dices eso por un mal sueño? No eres un cabro12 chico como para asustarte con eso.

Es muy buena niña, te ayudó sin que le pidiéramos nada, no puedes desconfiar de ella.

Dale una oportunidad.

- Tienes razón, Abu. Debe haber sido por la pérdida de sangre u otra cosa. No la juzgaré sin

conocerla.

12 Cabro: niño.

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58

La joven escuchó atentamente la conversación, analizando las frases y añadiendo más palabras a

su vocabulario. Sintió el resentimiento infundado del muchacho hacia ella, pero también observó

el cambio de actitud que se formó después de la conversación con su abuela. Después de

despedirse y agradecerle al personal que atendió a Miguel, pasaron a buscar la cuenta por la

atención hospitalaria, fijando las cuotas de pago para los próximos meses, abonando por

adelantado una suma no menor.

Antes de salir del hospital, Miguel miró concienzudamente a la muchacha. Le llevaba por lo menos

cinco centímetros de ventaja en altura y destacaba por llevar un largo y liso cabello negro –

¿tinturado y alisado?– con un flequillo recto sobre su frente, escondiendo sus cejas, y unas largas

patillas por sobre su pecho, mientras que la cabellera que cubría su espalda sobrepasaba su

cadera.

No era de contextura gruesa, pero tampoco era raquítica; de hecho, estaba en el justo medio.

Tenía poco desarrollo, con senos pequeños y poco trasero, mas su alba piel parecía tersa y sus

músculos tonificados. Debía ser fuerte, si era verdad que le cargó como si fuera un paquete de

palomitas de maíz. Su rostro era armónico, con una nariz duquesa y grandes ojos almendrados de

color castaño, que hace poco le había visto redondear como un huevo frito cuando miraba

concentrada. Sus labios eran delgados y no le había visto sonreír ni abrir la boca, no hasta ahora,

llevando casi siempre una expresión neutra.

Le dejo de mirar cuando salieron del recinto –para no parecer acosador– y se dirigieron de vuelta a

casa. Al llegar, Mirta se puso a preparar el almuerzo para los comensales, mientras los muchachos

ordenaban la habitación aledaña a la de Miguel, para ubicar a la joven en ella. El convaleciente

joven, a duras penas, comenzó a cargar las cajas más livianas, depositándolas en el pequeño patio

de la casa, siendo imitado por la visitante. Después elegirían que era útil o no, la meta primaria era

desocupar la pieza para limpiarla.

Vaciaron la habitación justo a tiempo para comer, bajando al comedor. Miguel estaba todo sucio

por el polvo, sintiéndose pegajoso por el sudor, pidiéndole a su abuela que le prendiera el calefón

para bañarse. La viajera monitoreo el proceso, entendiendo que las botellas en el baño eran jabón

líquido y champú, utilizados para maximizar la limpieza corporal. La próxima vez que se bañara los

ocuparía también.

Mirta había preparado porotos granados con mazamorra –una de las comidas favoritas de su

nieto– aprovechando los choclos de la estación, celebrando la milagrosa recuperación de este. La

sobremesa fue corta, siguiendo con la limpieza de la habitación. Miguel, a pesar de estar

convaleciente, no se mostró dañado, ayudando por largo tiempo en el aseo; sin embargo, fue

alejado de la tarea por su abuela para qué no se le fuera a abrir una puntada de su herida.

Los siguientes días pasaron rápido. La visitante se acopló perfectamente a la rutina del hogar,

ayudando siempre que podía en alguna tarea, conviviendo como una más de la casa. Los ojos de

Miguel se curaron por completo y la herida de su abdomen sanó en un tiempo récord, retirándole

los puntos antes de tiempo. Estaba en condiciones plenas para trabajar más tiempo,

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comunicándose con su jefe y contándole las buenas nuevas. Cuando terminaba la segunda semana

de reposo del recuperado joven, recibió una llamada del psicólogo amigo del doctor Rodríguez.

- Buenas tardes, Miguel. Soy Federico, tu psicólogo. Quería saber cómo te fue con las metas

que nos habíamos planteado para la semana pasada y, como no te comunicaste conmigo,

te hablo en este rato libre.

- Eh… Hola, Señor Federico. Resulta que no le llamé por que sufrí cierto accidente.

- ¿Qué te paso? ¿Estás bien?

- Sí, estoy bien, gracias por preguntar. Bueno, después de salir de su consulta, recibí una

puñalada en el abdomen y estuve internado. Además…

- ¿En serio? Eso me produce algo de culpa, ya que ocurrió cerca de mi consulta. Perdón por

interrumpirte, no esperaba un accidente de ese tipo. ¿Decías algo más? – se disculpó el

psicólogo.

- Es que no necesitaré seguir en tratamiento psicológico.

- ¿Por qué, Miguel? No me digas que te darás por vencido antes de afrontar tu situación.

- No, no es eso. Es que ya no necesito enfrentar esa situación. Verá, puede parecer una

excusa para escaparme del tratamiento, pero mi condición se revirtió, compl etamente.

- ¿Me dices que puedes ver, acaso? – preguntó extrañado, Federico.

- Sí, incluso más nítidamente que antes. Pensé que el doctor Rodríguez le contaría sobre

esto.

- No, no me contó nada sobre esto.

Miguel se despidió del psicólogo, agradeciéndole la preocupación y deseándole suerte. Al colgar el

auricular, se imaginó como habrían sido estas semanas de no haber sufrido el ataque, de no haber

recuperado su visión de forma tan imprevista, de no tener una nueva integrante en su casa. El

oscuro futuro que le aquejaba hace unos pocos días se esfumó ante la luz que iluminaba su

existencia en este momento, ya no temía por lo que le deparara la vida, sabía que podía afrontar

lo que fuera.

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Se extrañó por sus pensamientos optimistas. No era raro –puesto que se había curado de una

enfermedad incurable– el cambio en su ánimo; pero si la rapidez con el que se había dado este,

inclusive había perdido la reticencia frente a la viajera, pero sabía que una atmosfera peculiar de

misterio la rodeaba, manteniéndolo intrigado.

Sin saberlo, Miguel compartía un canal de información unilateral con la muchacha, que l a nutría de

todo el entorno que lo rodeaba. La viajera deseaba saber más y no quería gastar mucho tiempo

aprendiendo a comunicarse con la gente del planeta. Mandó una señal a los kozou de Kreneo,

ordenándoles incitar un hambre especial en el joven, un apetito académico.

Repentinamente, Miguel sintió ansias de leer, asociándolas a la recuperación de su vi sta; pero el

contenido que buscó para saciar su anhelo fue el que le extrañó: historia mundial. Tomó una

antigua enciclopedia en tomos que se compraba junto al periódico y la leyó como si arrastrara los

ojos por sobre la hoja de papel, avanzando palabra por palabra a gran velocidad.

Después de unos minutos de lectura, acabó con la obra impresa, pero sus ansias seguían intactas.

No podía pensar en nada más y sentía que se estaba volviendo loco. ¿Quién en sus cabales lee sin

parar sin razón alguna? No quería alarmar a su abuela, así que se escondió en su habitación a ojear

los libros. Engulló, en términos literarios, lo que encontró a su paso, leyendo incluso las etiquetas

de los envases de detergente para ropa. Leía y leía –susurrando cada palabra–, pero nada se

quedaba con él, no recordando nada de lo que pasaba por sus ojos, incrementando su afán. La

manipuladora joven recibía directamente lo ojeado por Miguel, entendiendo cada vez más cosas

del planeta en el que se encontraba.

Después de dos días de desesperada lectura, las ansias de Miguel desaparecieron al acabar de

consumir todos los libros de la biblioteca de su casa, dejándolo exhausto. Pronto sería febrero.

Tenía la chance para retomar su carrera y seguir estudiando, debiendo realizar el papeleo para

retomar el crédito universitario este año. Tenía que ponerse al corriente, retomar los ramos,

repasar materias. Pero sus ojos y mente estaban cansados, seguiría otro día.

A la mañana siguiente sintió el mismo irrefrenable impulso de leer, aplacándolo con varios libros

de ingeniería mecánica, esta vez quedándose con él los conocimientos. Su mente estaba

despejada, clara, como si fuera una infinita pizarra en blanco en la que transcribía todo el

contenido de los libros, quedando a su entera disposición para cuando lo necesitara. No estaba

vilmente memorizando, sino que comprendía lo que guardaba. Penetraba en la esencia misma del

conocimiento, lentamente, pero una vez llegaba a cierto punto de entendimiento, no daba paso

atrás.

Se espantó de sí mismo, arrojando los libros lejos de él, pero comprendió que su nueva capacidad

no debía asustarle, que debía sacarle provecho. Y eso hizo. Pasó sus días entre estudio, trabajo y

descanso, incluso adelantando materias de cursos superiores. Pasó casi un mes entero encerrado,

añadiendo miles de hojas a su conocimiento, perdiendo contacto con el exterior de su hogar, sólo

relacionándose con su abuela y con su invitada.

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61

Mirta se preocupó de la salud mental de su nieto, pensando que se había vuelto loco. Recluirse

tanto tiempo, aunque fuera estudiando, no podía ser bueno. Por poco llama al consultorio de

Federico para consultarle que hacer, pero cuando Miguel no encontró más información avanzada

de su carrera para leer, su sed de conocimiento se calmó de forma indefinida.

La desesperación que le producía no adquirir conocimientos se esfumó, percatándose de todo el

tiempo que pasó en reclusión. Estaba y se sentía desaliñado, confirmándolo con una rápida ojeada

en el espejo de su habitación. Había capeado muchos calurosos días de verano y quería

aprovechar los últimos que le quedaban libres para salir con sus amigos, para sorprenderlos con la

historia reciente de su vida, tenía tanto que compartir con ellos: la milagrosa recuperación de su

vista, el sobrevivir a una puñalada mortal, la misteriosa visitante que le salvó y que está viviendo

en su casa, la enfermiza e insaciable hambre de conocimiento que le aisló del mundo, etc.

La viajera por fin terminó de comprender el idioma de Miguel, valiéndose de toda la información

que este le comunicó sin saber. Ahora entendía de qué se reían los hombres del norte, podía

comunicarse con los demás, ya no sería la chica perdida y extranjera que ellos pensaban que era.

Podía hablar de igual a igual con Mirta y su nieto, podía seguir con la segunda parte de su plan

para encontrar su nave. Aclaró su voz, susurrando el abecedario de la A hasta la Z, buscando el

tono que le acomodara mejor, y se dirigió a la habitación de su instructor.

- Miguel – dijo la muchacha, entrando en la habitación de él.

- ¿Ah? ¿Qué…? Di… ¿Dijiste mi nombre? – preguntó tartamudeando.

- Sí, lo dije – respondió escuetamente su interlocutora.

- A… ¡Abuela! La muchacha ha…

- Escúchame, Miguel. Mi nombre es Imh y quiero pedirte ayuda – interrumpió la joven,

mandando a los kozou en el cuerpo del hombre a que lo paralizaran, para que se

concentrara en sus palabras.

- I… ¿Imh? – susurro a duras penas Miguel, con el cuerpo paralizado.

- Sí, soy Imh.

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62

Capítulo 5

Conociéndonos

Imh llamó a Mirta, invitándola a la conversación que iniciaba con Miguel, liberando al mismo

tiempo al joven de su parálisis, que pensaba que se había inmovilizado de miedo cuando la

muchacha se le abalanzó con mirada penetrante.

- No… ¡No me asustes de esa manera! – gritó Miguel, apartándose de Imh.

- ¿Quién me llamó? Escuche una voz de mujer diciendo mi nombre – se anunció Mirta,

acercándose con pasos lentos a la habitación de su nieto.

- Esperemos a tu abuela para comenzar a hablar – manifestó Imh, tomando la silla del

escritorio de Miguel para sentarse.

- Hola, niños. ¿Qué hacen?

- Buenas tardes, señora Mirta. Por fin comprendí su idioma. Mi nombre es Imh.

- ¿Comprender? ¡Oh, qué bueno! Ahora podremos hablar de tantas cosas… Qué lindo

nombre, ¿Qué significa? ¡Verdad! Más importante aún, ¿De qué país vienes?

- Bueno, de eso quería hablarles. No se alarmen, pero no vengo de ningún país de este

planeta, soy lo que ustedes conocen como extraterrestre – dijo la muchacha con increíble

calma, enfatizando la denominación que los humanos le daban a los viajeros interestelares.

Mirta y Miguel se quedaron estupefactos por unos segundos, sentados e n la cama, frente a Imh.

En el rostro del joven se comenzó a gestar una sonrisa, contagiándosela a su abuela al mirarle,

explotando los dos en una sonora carcajada, riéndose hasta enrojecer sus rostros. La expresión de

la joven no se inmutó ni un milímetro.

- Si intentaban tomarme el pelo, no les resultó. Si ya hablabas español, ¿por qué no te

comunicaste antes? – suspiró Mirta, recuperando el aliento robado por la sostenida

carcajada.

Page 69: La ultima morada Zona Prohibida

63

- ¡Pero Abu! No tengo nada que ver con su broma, ella sola la debe haber pensado –

respondió Miguel, agarrándose sus escondidos abdominales tras la pequeña barriga que

tenía.

- No entiendo su reacción, les estoy diciendo la verdad. ¿No han encontrado nada raro este

último tiempo?

- Bueno, sí. Han pasado muchas cosas extraordinarias hasta ahora; mas, eso no significa que

seas extraterrestre – respondió Miguel, tratando de guardar la compostura–. Ahora falta

que nos digas que esta no es tu forma original y que eres una enana cabezona de piel gris

y ojos rasgados.

- No esperaba que me creyeras de inmediato. Tiéndete en la cama y cierra los ojos, te

mostrare una prueba irrefutable – habló Imh, directamente al cerebro de Miguel, sin

mover los labios.

- ¡Guau! ¿Viste, abuela? ¡Habló clarito sin mover la boca! Si eres ventrílocua, eres la me jor

que he visto hasta ahora, la reina de todas.

- Eh… Miguel. Ella no dijo nada. No emitió ninguna palabra – expresó Mirta, palideciendo

ante la reacción de su nieto, cambiándole la expresión al rostro del muchacho.

- ¿Qué? ¡Tú no me jorobes, Abu! ¡Acaba de hablar! – bramó Miguel, con una sonrisa

nerviosa, pensando en que ahora le gastaban una broma a él.

- No, no lo hizo, Miguelito.

- Recuéstate y cierra los ojos –pidió nuevamente Imh, comunicándose de forma interna con

Miguel–. Ahora le mostraré la verdad a su nieto, lamentablemente no puedo hacer lo

mismo con usted, pero también le probaré que no juego con lo que dije – expresó la

muchacha con palabras.

Miguel se recostó en su cama, cerrando lentamente los ojos, apretando los párpados como si

fuera a recibir un golpe mientras no veía. Estaba aterrado con la situación, ¿acaso iba a ser

controlado psíquicamente por una extraterrestre?, ¿Estaba despierto o soñaba aun? Si era una

pesadilla, deseaba despertar inmediatamente y huir del lugar.

- No, no estas soñando. Relájate, Miguel. No corren ningún tipo de peligro conmigo –

tranquilizó la muchacha al asustado joven.

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64

De la luz que traspasaba sus párpados pasó a verse dentro de una habitación blanca, un ovalo

seccionado en dos por el rectilíneo piso. Vio a sus camaradas de reojo, para luego centrar su

atención en el planeta que habían encontrado. Se preguntaron que debían hacer y decidieron

bajar a explorar. Era un gran descubrimiento. El aterrizaje iba bien… ¿Una colisión? Todo se

embrolló, no obstante lograron estabilizar la nave. Sintió un segundo golpe, la maquinaria se

inhabilitó, estaban cayendo a tierra. Un estruendo, la oscuridad y recobrar la conciencia. ¿Cuánto

tiempo había pasado? El dolor de las heridas, debía frenarlo.

Como si se tratara de un sueño, Miguel vivió en cuerpo propio la llegada de Imh a la Tierra. Recreó

los días de largas maratones de la muchacha. Avanzó, pensó y tomó las decisiones de la muchacha,

hasta el instante en que se encontraron, extendiendo la experiencia hasta el momento antes de

comenzar la conversación.

- Yo… Yo viví lo que viviste, fui tú. No sólo fui tú, también fui mujer, ¡fui extraterrestre!

Cuando me apuñalaron ingresaste esas cosas en mi cuerpo mientras presionabas la herida,

así me salvaste de la hemorragia, formando un parche. Tú curaste mis ojos, no fue un

milagro ni algo fortuito. Tú me causaste esa ansia por leer, lo necesitabas para

comprender nuestro idioma. Tú…

- Sí, te salvé, no podía presenciar ese tipo de actitudes sin interferir. Tus ojos estaban muy

dañados, tenías la retina destrozada y el nervio óptico casi muerto. Primero hice una

limpieza genética de las células e induje su crecimiento acelerado, por eso sentías

hinchado el globo ocular.

- También limpiaste mis neuronas, lo vi, ¡fue impresionante! Por eso pude estudiar y

guardar tanta información. ¿Eso es gracias a los…?

- Kozou. Te analicé completamente, en términos fisiológicos y genéticos. Si comparo

nuestra raza con la tuya, las semejanzas son de un 81%. Pero si elimino los genes añadidos

por nosotros, el parecido aumenta a un 93%. Para mí también es impresionante encontrar

otra forma de vida tan similar a la mía. Las probabilidades son mínimas.

- Veo que usas términos matemáticos humanos. ¿Te…?

- No, no me costó generar una equivalencia entre sus medidas a las mías. ¿Ahora me crees?

- Claro que sí, ahora todo tiene sentido, esto explica todo los últimos días. ¿En cuánto

tiempo me mostraste todo esto?

- Casi en 3 minutos.

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65

- ¿Conoces también el sistema horario?

- Sí, me sincronicé con el horario de tu teléfono celular. Por cierto, miras la hora muchas

veces.

Mirta miraba anonadada a los jóvenes, no entendiendo de qué hablaban. Atinó a tocar el hombro

de Imh, pidiéndole lo prometido como prueba.

- Verdad, casi me olvidaba de mostrarle – respondió Imh al silencioso toque de la abuela.

Mire el antebrazo de Miguel.

Imh movilizó los kozou dentro del cuerpo de Miguel, dirigiéndolos a la zona observada por Mirta,

exponiéndolos en la piel del muchacho. Repentinamente, delgadas líneas negras se formaron en la

epidermis del joven, formando palabras, espectáculo que maravilló a los humanos, sobre todo a la

anciana –que aún pensaba que se trataba de una broma– produciéndole un sobresalto por la

impresión, un escozor frío y electrizante en su añosa espalda.

- Deja ponerme los anteojos para leer… –dijo la anciana, con voz y manos temblorosas, con

el cuerpo entumecido–. “Señora Mirta, no le estoy mintiendo. Créame por favor” – leyó la

anciana, acercándose para comprender mejor las palabras, confundida y pasmada por el

suceso–. ¡Ahora si te creo, hija!

- ¡Guau! Y no me dolió nada, ¿esos son los kozou? – preguntó Miguel, maravillado.

- Sí, esos son. En español podrían traducirse como nano-máquinas, aunque más avanzados

que lo que ustedes conocen o se proyectan a fabricar. Esos pertenecían a Kreneo, mi

compañero; sin embargo, sólo son un tercio del total que tenemos todos nosotros. Señora

Mirta, si usted desea, puedo intervenir su cuerpo de la misma forma que hice con Miguel…

- ¡No! No te preocupes, para mi edad estoy súper bien, solo tengo los achaques esperables

para alguien tan vieja… ¿Entonces, esos son… como pequeñitos robots? – preguntó Mirta,

que había perdido el hilo de la conversación nuevamente.

- Sí, algo así, Abu. ¡Y no seas llorona! ¡No estas vieja, que darían otras abuelas por cargar las

bolsas de la feria como tú…! Es verdad, Imh. Mi abuela siempre ha tenido buena salud. Es

porque nunca se ha dejado estar, siempre está activa – replicó Miguel, destacando la

robustez de Mirta.

Page 72: La ultima morada Zona Prohibida

66

- Si el espíritu es jovial, el cuerpo pasa a ser un accesorio – dijo Mirta, dejando ver su bíceps

derecho, orgullosa de tener fuerza aún.

- Kreneo… Recuerdo que lo vi en la nave, sentado detrás de mí; perdón, de ti. ¿Por qué los

kozou son más avanzados?

- Porque son maquinaria con tareas específicas. Tenemos kozou que se quedan

permanentemente en nuestro cerebro, realizando tareas de cálculo, almacenamiento,

interpretación, control de estímulos y sentidos, entre otras. Otros vigilan el correcto

funcionamiento del cuerpo, recibiendo órdenes directas del usuario, también

monitoreando los cambios producidos por el ambiente exterior.

- Y el interior también, ¿cierto? Vi como reaccionabas ante esas frutas venenosas que

comiste, ¿ya no te dañan o sí?

- No pueden dañarme ahora. El control que me dan los kozou permite adaptarme en el

interior y el exterior. No intentes probar venenos para adaptarte de forma independiente,

no tienes control sobre esas máquinas, nadie más que yo puede dirigirlas.

- No se te escapa ninguna al parecer. No alcancé a terminar de formular el pensamiento y

me estabas advirtiendo de no hacerlo.

- Bueno, bastante charla introductoria. Ya sabes mi situación, así que se la contaré a la

señora Mirta.

Imh le narró a la anciana la forma en que llegó a la Tierra, de sus compañeros perdidos y de la

necesidad de encontrar su nave, no ahondando en detalles sobre su visita a otros planetas. Mirta

comprendió la situación de la joven, lamentándose de la forma en que se accidentó, quizás

perdiendo a dos camaradas de viaje.

- Es por eso que necesito su ayuda – finalizó Imh, cerrando su relato.

- Si bien estoy muy agradecida por lo que hiciste por mi nieto, y espero que el también, no

sé de qué manera podemos ayudarte.

- Bueno, mi nave estaba resguardada en el lugar frente a la consulta del psicólogo que

atendió a Miguel ese día.

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67

- ¿En la escuela militar de aviación? – saltó de la cama el joven, entrometiéndose en la

conversación.

- Sí. Necesito entrar en ese lugar y averiguar donde se llevaron la nave. El último registro de

su ubicación la situó elevándose en dirección norte, en algún medio de transporte volador.

- ¿Quizás se la llevaron en avión? No creo que la pudieran cargar completa en un

helicóptero – meditó Miguel en voz alta.

- Por sus dimensiones, es posible, mas no sé qué destino llevaba el artefacto – se lamentó

Imh, con cara de sentirse atascada.

- Bueno, muchachos. Ustedes sigan sin mí, tanta información hizo que me doliera la cabeza.

Voy a descansar un rato – dijo Mirta, saliendo de la habitación de su nieto.

- ¿Estará bien? – preguntó Imh.

- Sí, creo que sí. A mí también me dolió la cabeza por lo mismo.

- Puedo quitarte el dolor, si quieres.

- No, no te preocupes. Dame un tiempo para descansar. Eso sí, no te metas en mi cabeza,

después hablamos.

- Está bien.

Imh salió de la habitación de Miguel para dejarle descansar. Había abrumado a sus interlocutores,

no sabía si fue por el hecho de no ser humana o por la historia de su llegada al planeta. Esperó a

que se repusieran, mientras esperaba como un gran felino encerrado, con la incertidumbre de si le

ayudarían o no. Hasta ahora no le habían tratado mal y esperaba que su condición extraterrena no

cambiara su actitud hacia ella. No sabía la real impresión que causó en Mirta, mas en Miguel no

sintió temor asociado a su persona, aunque desconocía sus pensamientos actuales, había cortado

el monitoreo de sus pensamientos cuando se lo pidió. No temía ser puesta de manifiesto, ser

expuesta al mundo entero como una criatura extraña; de otra forma, la reacción inicial de ellos

habría sido otra. Debía esperar la determinación de Miguel, no iba a obligarlo a hacer nada,

después de todo, gracias a que le utilizó es que podía desenvolverse de forma humana, sin

levantar sospechas.

Miguel descansó un poco más de media hora, con los ojos cerrados, recostado sobre su cama,

pensando. Todo era maravilloso, le había salvado y ayudado, pero como tener la certeza de que no

ayudaría a alguien que podría conquistar su planeta. Debía saber las verdaderas razones de su

Page 74: La ultima morada Zona Prohibida

68

búsqueda, no podía meterse en un terreno tan peligroso sin vigilar ciertos resguardos. Se levantó,

dirigiéndose a la habitación de Imh, pidiéndole que le acompañara.

- Abu, vamos a salir con… Imh. Volvemos más tarde – comunicó el nieto a su abuela,

despidiéndose, acostumbrándose al nombre de la muchacha.

- Está bien, cuídense y vuelvan antes de que oscurezca.

- Nos vemos. Chao, Abu.

Miguel caminó en silencio hasta la salida de la casa, abriendo la puerta para que su acompañante

saliera, cerrando la puerta tras salir. Se apoyó en el portal de la casa, mirando hacia el

contaminado cielo santiaguino.

- Ya. Primero, ¿seguiste leyendo mi mente mientras descansaba? – preguntó Miguel,

intentando ver si seguía interpretando sus pensamientos, tratando de engañarle con la

idea de ser atacada por la espalda.

- No. Te dije que no lo haría – respondió Imh, no reaccionando como si fuera a recibir un

ataque posterior.

- Bueno, estaba pensando en que algo te iba a golpear por detrás; no obstante, también

pensé en engañarte, así que la falta de reacción en tu cara fue porque no estabas

leyéndome o porque me leíste y supiste del engaño. ¿Cuál debo elegir?

- La primera opción, sigo sin acceder a tus pensamientos, no quiero que desconfíes de mí.

- Te creo, entonces. Pero si deseas entrar en mi mente, por la razón que sea, por lo menos

avísame antes. Es como que te metieras en mi espacio a revisar mis cosas privadas cuando

no estoy, ¿me entiendes, cierto?

- Claro que sí. Hagamos esto –dijo la muchacha, produciendo una campanada en la mente

de Miguel–. Ese será el aviso de que me pondré en contacto contigo. No te preocupes, te

pediré permiso cada vez que quiera ver algo en tu mente, esto lo ocuparemos como

medio de contacto nada más.

- Me parece bien. ¿No estás conectada ahora o sí?

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- No, sólo fue un sonido de prueba.

- Bueno. Segunda cosa. Quiero saber tus intenciones, más bien dicho, las razones de tu

gente para visitar nuestro planeta. Antes de eso, acompáñame a un lugar.

- ¿Dónde vamos?

- Es verano y, hasta ahora, no hemos comprado helado para alivianar el calor, espero que te

guste cuando lo pruebes.

Fueron a una heladería cercana, caminando a paso lento bajo la sombra de los árboles. Miguel le

preguntó sobre sus impresiones, que pensaba de los humanos, si creía que habían evolucionado

de los cavernarios que describían los libros de historia. Imh respondió con sinceridad, destacando

el avance técnico y artístico realizado por la humanidad, pero deplorando ciertas estructuras

sociales que encontró aberrantes, como los imperios y la esclavitud. En el local, pidieron helados

artesanales de tres sabores, acompañado con un cono recién preparado, cálido y crujiente.

Comieron el helado rápidamente, antes de que se deshiciera por el calor y para poder concluir la

conversación pendiente.

- Ahora puedes responderme – inició Miguel, dándole la palabra a Imh.

- Provengo del planeta Ioss, que se encuentra en dirección del norte geográfico de la Tierra.

Pertenezco a las tropas de búsqueda de planetas habitables, en conjunto con mis dos

compañeros, Kreneo y Neilaress. Mi mundo se encuentra en una encrucijada insalvable.

Por nuestro antiguo comportamiento, hicimos un daño irreparable al medio ambiente,

debiendo recluirnos bajo la superficie del planeta. Pocas especies fueron salvadas, tan sólo

vegetales, muy parecidos a los de acá; no porque lo planeáramos, sino por azares del

destino. Además, a nuestra estrella madre se le acaba la vida. Es nuestro impulso de

sobrevivencia el que nos estimula a la exploración infatigable del universo para encontrar

un nuevo hogar.

- ¿Y de cuanta gente estamos hablando? Porque tenemos recursos limitados, ya hay una

escasez alimentaria que afecta a varios continentes, una invasión no nos ayudaría en nada.

- Somos un poco más de cien millones. Los actuales recursos alimentarios moldearon

nuestra sociedad, desde la natalidad a las ocupaciones de cada uno. En contraposición a

los humanos, nosotros no estamos divididos en razas, naciones u otros. Desde el

nacimiento somos iguales y compartimos el mismo destino.

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- Son muy pocos, en china hay más gente en este momento… ¿Cuentan con armamento de

algún tipo?

- Pienso que toda sociedad pasa por esa etapa. Claramente contamos con armamento,

empero nuestros recursos no están destinados a su fabricación, guardamos reliquias que

se utilizaban en los días de guerra, únicamente en caso de necesitarlas contra amenazas

externas. Enfocamos nuestros esfuerzos en mantenernos con vida y en la búsqueda de un

nuevo mundo, principalmente.

- ¿Qué comen si sólo salvaron vegetales?

- Todo componente alimenticio es fabricado en lo que ustedes calificarían como máquinas

orgánico-sintéticas. Cubren los requerimientos básicos en términos constitutivos y

energéticos, sin embargo alcanza a suplir un poco más del 50% de lo que necesitamos

como individuos. En todos los casos, una de las propiedades de los kozou es servir de

sistema enzimático secundario, reducimos al máximo los desechos alimentarios. Acá

necesitaríamos comer muy poco, hay una abundancia terrible de alimentos, inimaginable

para nosotros. Es un paraíso tu mundo.

- Me asalta una duda, ¿cómo suministran de energía sus naves?

- La energía utilizada en los viajes proviene de fisión de núcleos atómicos pesados, en una

reacción controlada, que recolectamos en nuestros viajes por el universo. La nave en sí no

se transporta tal cual es. Para resumírtelo, te diré que cambiamos las propiedades de la

materia, transformándola en luz, sin perder su esencia, su información constitutiva.

Cuando llegamos al destino que queremos, el proceso se revierte, volviendo a la

configuración original de los componentes.

- ¿Quieres decir que viajan por el universo convertidos en luz?

- Exactamente.

- Mientras están convertidos en luz, ¿pueden hacer algo?

- No, es un periodo de latencia. Es como parpadear en la salida y abrir los ojos en la meta.

Miguel estaba maravillado con lo que Imh le contaba, preguntándole cada vez más cosas sobre su

planeta, su tecnología y sus viajes. La historia que más le asombró fue cuando necesitaron grandes

cantidades de carbono y se dirigieron a una nube de alcohol que rodeaba una estrella lejana,

absorbiendo parte del gas y guardándolo en grandes contenedores para transportarlos.

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- ¿Qué hicieron con tanto carbono?

- Nuevos esqueletos.

- ¿De carbono?

- Sí, alguna vez tuvimos esqueletos idénticos a los suyos; sin embargo, no servían para pasar

largos tiempos en el espacio, así que los cambiamos por unos de grafeno, como ustedes

dicen.

- ¡Qué genial! Pero, ¿cómo…?

- Está oscureciendo, tu abuela quiere que volvamos mientras haya luz.

- Bueno, volvamos.

De vuelta en casa, Mirta les esperaba con la mesa puesta, con la cena preparada. Su nieto venía

muy animado, contándole todo lo que habló con Imh, conversando todos sobre el tema por largo

rato. Finalizada la comida, los muchachos se despidieron de la anciana, liberándola del trabajo de

lavar la vajilla sucia –tarea realizada por Miguel–, mientras Imh parecía concentrarse en algo.

- Terminé, subamos a mi habitación primero, Imh.

- Bueno.

- Revisaremos la página web de la escuela de aviación, para ver si realizan visitas para gente

común y corriente.

- ¿Decidiste ayudarme, entonces?

- Claro que sí. Estaba preocupado de que fueras a invadir el planeta y matarnos a todos,

mas tengo el presentimiento… no, la certeza de que no lo harás.

- Gracias.

- Gracias a ti. Si no fuera por tu ayuda estaría muerto. Además, arreglaste mis ojos, no

sabría que hacer sin ellos, me sentiría inútil.

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Subieron a la habitación de Miguel, donde estaba su computadora, encendiéndola y esperando a

que cargara el sistema operativo.

- Esto es una computadora. Con esto hacemos varias cosas, como ver videos, escuchar

música, escribir textos, dibujar, entre otras cosas. No obstante, lo que utilizaremos ahora

es un explorador de internet.

- ¿Qué es Internet?

- A ver… Es una red de computadoras unidas mediante cables o red inalámbrica,

compartiendo infinidad de información.

- ¡Ah! Nosotros tenemos algo parecido, pero es a nivel mental, compartimos todo tipo de

información de manera libre.

- ¿Libre, gratis? Lamentablemente, en nuestro internet, hay cosas que son pagadas. ¿Qué

tipo de información comparten ustedes?

- Experiencias, técnicas, etc. Por ejemplo, el estudio que hice para aprender tu idioma lo

puedo compartir con mis compatriotas y todos podrían hablar contigo después de obtener

toda la información, en cosa de minutos.

- ¡¿Qué?! ¿Así, instantáneamente?

- Si, ¿qué tiene de raro?

El programa cargó lentamente, lanzando un mensaje al terminar de iniciar la sesión de usuario,

con un aviso sonoro.

- “El software que está utilizando no es original, por favor obtenga su copia personal

haciendo click aquí” – leyó Imh, preguntándose el porqué del texto.

- Ejejeje… No es software legal, debo descargar un parche para que deje de salir ese

mensaje.

- ¿Ese es el programa que controla a la computadora? Es muy lento.

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- Yo lo encuentro rápido – replicó Miguel, sintiéndose tocado por la configuración de su

preciada computadora.

- Ya inició, ¿cómo te conectas a internet?

- Mira ese icono, ¿ves esas barritas? Eso indica que estoy conectado a internet. Físicamente,

es este cable azul el que me conecta a la red – dijo Miguel, agarrando la conexión.

- Entiendo.

- Antiguamente, se conectaba a través del teléfono, con modem, mas en ese tiempo no

tenía computadora. ¡Ah! También me puedo conectar de forma inalámbrica, cuando no

tenemos para pagar la cuenta, para eso me compré esta tarjeta de red. Eso es una pillería

que hago de repente, le robo internet a los vecinos, con un programa puedo adivinar su

clave de acceso.

- ¿Eso tendrá que ver con la señal electromagnética que vengo captando hace días,

proveniente de la casa trasera?

- Lo más seguro es que así sea.

Miguel escribió en el buscador el nombre de la escuela de aviación, accediendo al sitio de la

institución. Revisaron la página por un rato, explicándole la forma de navegar en la red y el uso de

los programas. Luego de un rato, Miguel envió un e-mail al contacto, preguntando si realizaban

visitas públicas, esperando la respuesta de los militares.

- Bueno, no podemos hacer nada más en este momento, sólo esperar la respuesta de los

aviadores.

- Entonces te dejo tranquilo. Descansa, Miguel.

- Buenas noches, Imh.

La muchacha se retiró a la habitación contigua, dejando a Miguel solo con sus pensamientos,

quien apagó la computadora y la luz de su pieza, abriendo la ventana de la terraza, dejando entrar

la brisa fresca de la noche. Se desvistió, quedando en ropa interior, y tumbó encima de la cama,

acalorado. Este sería, lejos, el día más raro de su vida. No tenía dudas de aquello, esperaba no

olvidarlo nunca.

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Cuando el sueño comenzaba a realizar su trabajo, escuchó una campanada en su mente,

incorporándose de la cama por el sonido, recordando que era la seña de Imh para comunicarse.

- ¿Sí? – preguntó Miguel, a través de la pared del cuarto.

- Gracias por todo – respondió Imh, mentalmente.

- Por nada, descansa, Imh – dijo Miguel, comunicándose con palabras habladas.

A la mañana siguiente, Imh despertó temprano a Miguel, campaneando en su mente hasta

incorporarlo de la cama. Estaba deseosa de saber si los militares habían respondido y, de ser así,

poder ingresar a las instalaciones en búsqueda de pistas de la nave.

- Buenos días, Miguel. – saludó Imh, antes de entrar en la habitación del muchacho.

- Buenos días, Imh. ¿Por qué tanto campaneo insistente?

- Revisa tu e-mail, por favor. Quiero saber si lo respondieron.

- Bueno, pero para que tan temprano… – dijo Miguel, con modorra.

- Para actuar en consecuencia. Además, en la noche me quede interpretando la señal

proveniente de la casa de atrás. Descubrí un código binario de ceros y unos. ¿Será que el

internet inalámbrico de los vecinos se llama “Dpto2001”?

- ¡Sí! Es ese mismo. ¡Guau! ¿En la noche entendiste el internet?

- Fueron unas horas, nada más. Entiendo el código; sin embargo, aún no puedo unir las

partes, simplemente veo 0 y 1 por doquier. Por eso quiero que prendas tu computadora.

Creé una señal parecida a la de los vecinos, con ella podría enlazarme a tu máquina y,

después de unos intentos, podré verla en funcionamiento.

- ¿De qué te serviría eso?

- Podría entrar al internet sin necesidad de una computadora, por ejemplo. O podría crear

un nuevo sistema operativo para tu máquina, más rápido y mejor que el que tienes, y

gratis.

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- ¿En serio puedes hacer eso?

- Sí, puedo hacerlo. Pero me tomará un tiempo entender los códigos que comprende la

computadora y mejorarlos.

Miguel encendió rápidamente su computadora, emocionado con la idea mencionada por Imh e

intrigado por verle trabajar de ese modo, una interfaz biológica –con tintes robóticos– alterando

una maquina informática.

Al revisar su e-mail, encontró una respuesta automática que decía que se pondría en contacto con

él prontamente, mas nada que respondiera su consulta. Luego de eso, dejó a Imh sola para que se

concentrara en sus intentos de enlazarse con la computadora y se dirigió donde su abuela, para

pedirle el número de teléfono del doctor Rodríguez. Iba a decirle que no se preocupara por él, que

se encontraba bien y que no era necesario que le evaluara nuevamente. Temía que encontraran

alguna anomalía que indicara que fue alterado de alguna forma, que había intervención exterior,

del tipo extraterrestre. No quería que supieran que Imh no es humana, podrían llevársela a algún

complejo militar e intentar experimentar con ella. Debía resguardarla.

- ¿Aló? ¿Doctor Rodríguez?

- Sí, con él. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?

- Con Miguel, el que tenía retinosis pigmentaria.

- ¡Ah! Justamente estaba por llamarte, para hablarte sobre los exámenes que quiero

realizarte.

- Por eso mismo llamaba también. No deseo que me realicen más exámenes y pruebas. Me

mejore milagrosamente y debo aprovecharlo, tal cual usted me dijo. Estoy aburrido de los

hospitales, quiero olvidarme del tema y seguir mi vida.

- Pero… ¡No puedes reaccionar así! ¿Acaso no quieres saber por qué te curaste? Hablé con

ciertos conocidos y colegas, están muy interesados en tu caso. Incluso, una entidad

privada invirtió dinero en esto y pagarán los exámenes que te realizarán, solamente debes

estar dispuesto a ser analizado.

- ¿Me dice que ahora que soy un caso raro hay gente dispuesta a pagar para saber que me

pasó? – preguntó Miguel, aprovechando la situación para que Rodríguez pensara que

sentía que se beneficiaban a través de él.

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- No, no es eso, Miguel. ¡Entendiendo que te pasó, podríamos ayudar a mucha más gente!

- Yo no lo veo así. Muchas gracias y hasta luego. No intente llamarme, porque no le

contestaré y mi abuela tampoco– dijo Miguel, colgando el teléfono, esperando que el

médico entendiera que no se dejaría examinar por nadie.

Había protegido a su salvadora, pero tuvo que sacrificar la buena relación que tenía con Rodríguez.

Claramente entendía la posición del médico y sabía que nadie se interesaría en invertir en la salud

de otros sin buscar una retribución, fuera económica o asociada al conocimiento. Igualmente

quedó con cierto sinsabor por notar cómo funcionaba la gente; no obstante, no tenía por qué

entristecerse, su vida era otra ahora. Y la disfrutaría.

Durante el almuerzo, Imh habló con Miguel, comentándole sobre los exámenes que quería realizar

el médico. La muchacha alivió la ansiedad del joven, explicándole que de realizarle cualquier

examen, no encontrarían nada. Los kozou se alojarían en un lugar al que no pudieran tener acceso,

dejando de circular por la sangre y los cambios genéticos que revirtieron su condición eran locales

e imposibles de rastrear.

- Renové las células mutadas de tus ojos y del nervio óptico, reparándolas. No hice nada

más. Mas, no lo dejare así, planeo limpiar todo tu genoma de imperfecciones y/o

adiciones externas, eso demorara unos años, pero serán pocos. Dos como máximo.

- ¿Qué? Espera, espera… ¿Qué dices? ¿Cómo cambiaras mi genoma? ¿Qué adiciones

externas?

- Virus y mutaciones, por supuesto. Y el cómo lo haré es mi trabajo, tú no te preocupes.

Supongo que quieres que tu cuerpo trabaje al 100%.

- Sí, obvio que quiero. Pero, ¿me dolerá?

- No, imposible. Ni lo sentirás, no en sus comienzos.

Imh sorprendía cada vez más a Miguel y Mirta. Era una especie de bendición caída de alguna parte

del universo, como una estrella fugaz que cumplía cualquier deseo antes de perderse en el

horizonte, límite que parecía no encontrarse cercano.

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Código malicioso

Neilaress trabajaba sin descanso desde hace una semana, encontrando por fin la solución a su

problema. Finalmente había comprendido la forma de trabajo de la supercomputadora militar,

pudiendo acceder a sus archivos secretos donde se veía la nave extraterrestre siniestrada y a

Kreneo muerto, mas no veía por ningún lado a Imh. ¿Acaso era posible que cayera lejos del

accidente, salvándose de ser capturada por estas tropas? No lo sabía con certeza, esperaba que

estuviera libre y sana.

Con mayor razón debía comunicarse con el exterior, debía hallar a su compañera. Logró programar

un pequeño código auto-replicante, capaz de distribuirse entre distintos dispositivos, copiándose

en cada uno de ellos. Cada copia guardaba un registro numérico del tipo (n+1), sirviendo de guía a

quien las siguiera, como si fueran migas de pan electrónicas dejadas en la carretera virtual. La

copia inicial se encontraba en el servidor de la ex base de sonora, adjuntándose en diversa

información saliente del complejo militar a través de satélites militares, expandiéndose a otros

artefactos que encontró en su camino.

Cada código reposaba entremedio del sistema operativo de todo aparato infectado, sin afectar su

funcionamiento, pasando inadvertido. El contagio se propagó a otros continentes, llegando a

través de las conexiones de internet, incluso corrompiendo a las fábricas de computadoras, que

comenzaron a fabricar nuevas máquinas infectadas, antes de su uso público.

Las silenciosas infecciones crecieron exponencialmente, creando un gran mapa que guiaba a quien

siguiera la pista hasta su creador, Neilaress, independiente del punto de inicio que se tomara. El

extraterrestre dejó trabajar a su creación unos días, esperando su masificación antes de su

activación, lo que se produciría con una señal gráfica en las pantallas de los dispositivos infectados.

Repentinamente, en las pantallas de computadoras, celulares, tablets y otros dispositivos

electrónicos, apareció en una de sus esquinas la imagen de una piedra parecida a un ámbar, con

una flamante llama de fuego en su interior. Para algunas personas pasó de forma inadvertida, pero

para otros no. La incertidumbre mundial comenzó, generándose diversas hipótesis y discusiones

sobre el tema. Nadie sabía cómo eliminar aquella imagen, nadie sabía dónde se alojaba, no había

antivirus que lo reconociera. La seguridad informática fue vulnerada de una forma nunca antes

vista a nivel mundial y nadie sabía su razón.

La misma incertidumbre reinaba en la ex base de Sonora, cuando se advirtió sobre una señal

inalámbrica desconocida que interactuaba con las computadoras del recinto.

- ¡Comandante Waterstone! Hemos encontrado una señal inalámbrica proveniente de la

celda de reclusión del ente extraterrestre. Puede tener que ver con la extraña imagen que

apareció en todos los aparatos electrónicos a nivel mundial hace dos días, incluyéndonos

entre los aparatos infectados.

Page 84: La ultima morada Zona Prohibida

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- De ser así, ¿por qué no se le ha aislado de manera que no pueda seguir comunicando la

señal? ¡Muévanlo inmediatamente a una celda completamente hermética! – dictaminó

Waterstone con presteza.

- ¡Sí, señor!

Neilaress fue trasladado a una nueva celda, de la cual no podía entrar ni salir ningún tipo de señal

inalámbrica, aislándolo completamente del mundo exterior. No estaba preocupado, ya que había

cumplido su cometido. Logró posicionarse en todas las máquinas, era cosa de tiempo para que

Imh también comprendiera el código de las computadoras y siguiera la pista hasta el lugar en el

que estaba encarcelado.

Los militares intentaron hallar la fuente del código; sin embargo, parecía estar escrito entre líneas

en el sistema operativo, no había archivos visibles que ejecutaran algún programa, la imagen de la

piedra llameante parecía ser parte del computador. Cambiaron los discos duros de sus aparatos,

instalando los programas de nuevo; pero al finalizar la instalación, aparecía nuevamente el ámbar

ígneo. No sólo se había infectado el software, sino también el hardware. Estaban en una situación

inesperada, vulnerados desde dentro mismo, quizás dejando las puertas abiertas a cualquier tipo

de ataque informático.

- ¡Señor, las medidas implementadas no surtieron efecto alguno! – comunicó uno de los

encargados informáticos de la ex base.

- ¿Fuimos hackeados? – preguntó Waterstone, que comprendía poco sobre computadoras.

- Fuimos, de cierto modo, hackeados. Mas, no parece realizar ninguna acción maligna. No

hay ningún programa nuevo ejecutándose, ni nada por el estilo. Nuestros sistemas de

defensa siguen intactos. Emulamos ataques exteriores y las barreras no pudieron

franquearse.

- ¿Confirmaron si la fuente del ataque fue el extraterrestre?

- No lo sabemos con certeza, únicamente podemos asegurar que tenía cierto vínculo

inalámbrico con la computadora principal, pero parece no haber alterado nada de ella.

- ¿Parece? – interpeló Waterstone, quien no aceptaría respuestas dudosas de sus oficiales.

- La máquina funciona sin problemas. Si alteró algo, solamente añadió la imagen que se ve

en la esquina superior derecha de las pantallas de todos los equipos. Sin embargo no

sabemos si fue él o fue un ataque desde fuera. Si es que se le puede llamar ataque…

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- Independiente de haber causado o no un daño tangible, nuestros sistemas fueron

vulnerados. ¡Claro que fuimos atacados! Debemos encontrar la fuente de esta arremetida.

- ¡Sí, señor! ¡Perdón por mis palabras!

- No se preocupe, pero resérvese ciertos comentarios para usted mismo – dijo el

comandante, retirándose a entrevistar a quien pensaba era el culpable de esta situación.

Waterstone sabía que el extraterrestre no comprendía el inglés, pero debía interrogarlo, debía

intentar sonsacarle algo de información, algo que explicara esta extraña situación que se gestó en

los últimos días. En frente de la habitación, el guardia abrió la hermética celda para dejar entrar al

comandante, encontrando al ente sentado frente a una mesa metálica.

- Buenas tardes. Sé que no entiendes una palabra de lo que te hablaré, pero deseo saber

por qué estabas conectado a la computadora de la base – interrogó Waterstone a

Neilaress, con nulas esperanzas de recibir respuesta.

El extraterrestre frotó su dedo en la mesa, marcando su huella en el metal, dibujando diversos

ceros y unos, formando una larga hilera con estos.

- ¿Qué es esto? 01111001 01100101 01110011 00101100 00100000 01101001 00100000

01100100 01101001 01100100… ¿Binario? ¡Traduzcan esto, por favor! – gritó el

comandante, apuntando a lo escrito en la mesa, esperando a que el circuito cerrado de

televisión captara el código.

- ¡Señor! Ahí escribe “Sí, lo hice”

- Pero, ¿cómo…?

Waterstone estaba obnubilado. No sólo había dado a entender que comprendía el sistema binario,

sino que también entendía el inglés y que alteró las computadoras de todo el mundo. Un frío

escalofrío recorrió la espalda del comandante, debiendo sentarse en el piso de la celda para no

caer de forma indecorosa. Neilaress se incorporó de su asiento, tendiéndose en la litera de la celda

con los ojos cerrados, esperando a que se le dejara solo en su cautiverio.

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Capítulo 6

Reinicio

- Demoré tres días en analizar el sistema operativo y cada componente de tu computadora.

Puedo decir que es interesante y, al mismo tiempo, un fiasco. ¿Cómo pueden añadir

programas sobre programas para hacer funcionar algo? ¡Es una masa de distintos códigos

informáticos! Espesa… como el ulpo13 que me preparaste el otro día. Con razón no pueden

sacarle el máximo provecho.

- Creo entender algo de lo que dices – replicó Miguel. Para cada cosa que deseamos,

necesitamos un programa nuevo, ¿a eso te refieres?

- Eso mismo. Desarrollé un nuevo software, lo implementé en mi mente y puedo navegar en

internet de forma inalámbrica desde cualquier punto de acceso, copié la base del

programa que descripta contraseñas y lo mejoré, ahora es más eficiente – señaló Imh, con

cara de auto-felicitación.

- ¡¿En serio?! ¿Puedes instalarlo en mi computadora?

- Sí, eso quería probar. En el escritorio dejé una copia en forma de imagen de disco.

Quémala en un DVD y lo instalas como harías con cualquier sistema operativo.

Miguel estaba emocionadísimo por probar el sistema. Corrió al bazar más cercano y compró un

disco virgen, llevándolo de vuelta a casa. Subió a duras penas la escalera, cansado por su pequeña

salida, y se echó frente a su computadora. Abrió la ranura del grabador de discos con dedos

sudorosos y depositó el DVD, abriendo el programa de grabación, quemando el disco a baja

velocidad para evitar errores.

- Ya, se está grabando – suspiró Miguel, aún exhausto por su maratón.

- Tienes muy mal estado físico. Además, te demoraste demasiado, corres muy lento.

- Sé que corres más veloz que yo, mas no me pidas imposibles, soy humano.

- Bueno, lo arreglaremos entonces.

13 Ulpo: Especie de mazamorra hecha con harina tostada y agua fría. También puede agregarse agua o leche caliente.

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- ¿Con los kozou? – preguntó Miguel, esperando una nueva solución milagrosa por parte de

Imh

- Eso querrías… ¡Entrenando, perezoso!

El disco se grabó después de varios minutos. Reinició la máquina y comenzó la instalación. El

programa demoró en cargarse completamente e informó sobre información distinta al sistema

operativo instalado, dando la opción de conservarla mientras se reemplazaba el programa.

- ¡Me sorprendiste de entrada! Los otros sistemas no tienen esa opción, sólo te dan la

opción de instalar formateando todo el disco duro. Excelente. ¿Acaso reconoce archivos

por tipo?

- No solamente eso. Hay tipos de archivo presentes en el sistema operativo que se parecen

en extensión a los que tienes guardados; sin embargo, los descarta tomando en

consideración sus tamaños y si se utilizan cuando el sistema operativo esta en uso, por eso

se demoró en cargar al principio – explicó Imh, aclarando el funcionamiento del programa

que desarrolló.

- ¡Guau! ¿Y cómo se llama tu programa?

- Ya verás.

En medio de la pantalla se veía una barra que se iba llenando a medida de que se instalaba el

programa. Finalizó después de largos minutos, mostrando una pantalla de bienvenida que emergió

seguida de un mensaje.

- ¿En serio, Imhdows? ¿Y con fuente de comic? – preguntó Miguel, con expresión de

incredulidad.

- Sí, perdona mi falta de originalidad. Es sólo un nombre.

- Sí, es verdad, sólo intentaba molestarte. ¿Buscando usuario?, ¿Cómo inicio sesión, Imh?

- Espera un poco… ¡Ahí esta!

Page 88: La ultima morada Zona Prohibida

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- “Bienvenido, Miguel” –leyó el muchacho en la pantalla– ¡Pero si no hice nada, se inició

solo!

- El computador reconoce tu presencia, vía inalámbrica, con tu tarjeta de red. La

computadora envía una señal a unos kozou en tu cabeza y estos responden, iniciándose la

sesión. Nosotros dos podemos iniciar este computador, nadie más en este mundo.

- ¡Increíble!

El sistema estaba instalado y mostraba una pantalla oscura, como si no estuviera encendida. Imh

le preguntó a Miguel que quería hacer, dándole a entender que debía comunicarlo al computador

con un pensamiento.

- ¿Le hablo directamente?

- Sí.

- Eh… Quiero escribir…

- No es necesario que lo verbalices, piénsalo.

- Quiero escribir – pensó Miguel, abriéndose ante él un editor de texto, bastante diferente a

los que acostumbraba ver, sin iconos ni menús.

- Es… Es como una hoja de papel. ¿Cómo escribo?

- Mismo procedimiento – dijo Imh, agarrando la cabeza de Miguel, enfocándola en la

pantalla.

- A, B, C, D, a, b, c, d… %”&(&&$... ¡Guau! ¡Reconoce los símbolos que pensé! – exclamó

Miguel al ver que lo que se fraguaba en su mente aparecía en la pantalla.

- ¿Te gustó? – preguntó Imh, esperando la aprobación del muchacho.

- ¡Claro que sí! ¡Ni debías preguntar! Todo es tan etéreo, van y vienen como si fueran

imágenes oníricas… Tengo una duda, si la instalación borró el sistema operativo anterior,

¿dónde quedaron mis archivos personales?

- No están visibles, puedes llamarlos, están en la carpeta “archivos”. Piénsala.

Page 89: La ultima morada Zona Prohibida

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- Archivos – mentalizó Miguel, evaporando el editor de la pantalla, mostrando un fondo

negro con los típicos iconos de carpetas.

- ¡Oh, conservaron los nombres de las carpetas, tal cual las tenía antes! ¿Qué pasó con el

editor?

- Cambio de plano, puedes volver a llamarlo.

- No, voy a abrir un video para probar el reproductor. Supongo que para cerrar el texto,

debo pensarlo también.

- Sí.

El programa abrió un video, reproduciéndolo inmediatamente y sin problemas. Podía adelantar,

pausar y ver en cámara lenta, cuando lo precisara. El sistema desarrollado por Imh era una

maravilla, era casi intuitivo. Funcionaba interpretando todos sus pensamientos, no necesitaba más

el teclado ni el ratón. Sólo ocupaba los programas cuando se ejecutaban, no quedando nada

trabajando después que se cerrara la aplicación, nada que enlenteciera la computadora.

- Al parecer tiene todas las aplicaciones que tenía antes: editor de texto, reproductor de

audio y video, imágenes. Pero, ¿cómo funciona todo?

- Bueno, a grandes rasgos es un programa adaptativo. Reacciona a lo que tiene en frente y

lo interpreta según el código en que está escrito, computando la mejor forma de

ejecutarlo. No es como la masa de programas que necesitabas para cada una de las tareas

que quisieras realizar. Si es por compararlo con algo, es como la mano de un ciego

tocando un objeto. El programa base es esa mano, interpretando los archivos y creando

movimientos específicos para poder ejecutarlos. A la vez se crea una interfaz gráfica para

mostrar su ejecución, eso es un guante. A cada archivo le corresponde un guante; no

obstante, la mano es única, realizando distintos movimientos para poder ejecutarlo. El

video y audio están basados en la recepción neuronal de estímulos, es como que el

computador viera o escuchara lo que muestra, respectivamente.

- Entonces, ¿si pongo un archivo que no conozca la mano?

- Primero lo manoseara para interpretarlo y después creara un guante para él, si es que no

se puede ejecutar con uno de los disponibles o con interacciones de estos. La

interpretación demora un poco, mas una vez realizada, no es necesario repetirla. Hasta

ahora tienes 4 guantes disponibles.

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- Ahora si me sorprendiste… ¡Maestra!, ¡Genio!, ¡Sabia!

- Parece que si te gustó, ahora prueba el explorador de internet, aprovecha de revisar tu e-

mail. Vamos, piensa en internet.

Miguel pensó en lo que Imh le dijera recién, mostrándose una planilla blanca en la pantalla. Tenía

la típica barra de direcciones de internet, también con la opción de buscar en ella, con la diferencia

de contar con un explorador propio. Lo que se le viniera a la mente era buscado en pocos

segundos, mostrándolo en función de lo que deseara. Si eran imágenes, se mostraba una galería

con su pedido; si era una canción, se mostraba el nombre de lo buscado acompañado con una

imagen representativa de esta. Todo según su esquema mental. No debía saber el nombre de

nada, sino que debía poder formularlo en su cabeza, comunicando su pensamiento a la

computadora.

- Revisé mi e-mail. Aún no hay respuesta de los aviadores… ¡La búsqueda es genial! Pensé

en un árbol, del cual no sabía su nombre, pero lo busco comparando mi imagen mental de

la hoja con lo que hay disponible en internet. ¡Y lo encontró!

- Sí, esa es una de las utilidades que más recursos gasta; sin embargo, es muy eficiente en

su búsqueda.

Imh se sentía orgullosa de su creación y esperaba que Miguel la utilizara bien. Súbitame nte, en la

esquina superior derecha de la pantalla de la computadora apareció una piedra con fuego en su

interior, un símbolo conocido por la muchacha extraterrestre.

- ¡Ah! Esa imagen había aparecido anoche en mi computadora. Pensé que se había

contagiado un virus y que se borraría con la nueva instalación. ¿Qué será?

- Eso es Imh –respondió la muchacha, confundida por ver esa imagen–. ¡Neilaress, es él

intentando comunicarse conmigo!

- ¿Eso es Imh, un imh?, ¿Neilaress, tu compañero?

- Sí, a todo lo que preguntaste. Cuando nacemos, se nos da la opción de elegir nuestros

nombres. Yo escogí un imh, que es un mineral transparente, de color amarillo en su

superficie y rojo por dentro. Cuando se le expone a la luz, la refleja como si tuviera una

llama en su interior.

Page 91: La ultima morada Zona Prohibida

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- Entonces, ¿qué es un neilaress? – preguntó Miguel, intrigado.

- Es el nombre de una antigua ciudad de mi planeta, no se sabe su procedencia ni

significado. Voy a cerrar tu sesión de usuario, debo revisar tu computadora.

Imh se sentó frente a la pantalla, ingresando al entorno informático. Analizó el software y el

hardware, hallando el código creado por su compañero y entendiendo el propósito de este, servir

de pista para que le encontrara. El número de identificación del código era 82.518.809, indicando

ser la numeración de esa copia, el programa se había copiado todas esas veces antes de llegar a

ellos. Si seguía la pista dejada, encontrando las copias anteriores, podría hallar a Neilaress.

- Miguel, esto es un código escrito por Neilaress. Se ha copiado en 82 millones de

computadoras antes de llegar a esta, debo seguirle el paso para poder encontrarlo,

seguramente en ese mismo lugar está nuestra nave – comunicó Imh al muchacho,

saliendo de sus reservados pensamientos.

- ¿Te dejó una pista en forma de migajas? ¡Qué inteligente!

- Sí, lo es. Tomó la precaución de escribirlo de forma que no pudiera ser borrado ni alterado,

e incluyó un mensaje para mí. Dice que está bien, que Kreneo está muerto y que

permanece recluido en algún lugar de este planeta.

- Entonces, debemos volver sobre sus pasos. Así podremos encontrarlo.

- Exacto, mas no puedes ayudarme con eso. Debo crear un código parecido al de Neilaress,

de modo que encuentre las copias y su fuente inicial. Ahí estará la nave y mis compañeros.

Ahora necesito tiempo, si no te molesta.

- ¡No, para nada! Trabaja tranquila, te dejo sola.

Imh dedicó el resto del día a alterar las propiedades del código creado por su compañero,

permitiéndole la búsqueda de las copias y notificación del avance de su tarea. Le quitó la interfaz

gráfica, para no causar más interés del necesario en los dueños de los artefactos infectados,

añadiéndole más velocidad para realizar su trabajo. Una vez terminó el programa, lo liberó al

internet, para que se expandiera en el mundo.

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- Miguel, el programa que creé se comunicará con nosotros a través de tu e-mail, enviando

una confirmación cada 10 millones avanzados – dijo Imh, reportándole sobre que debería

esperar el muchacho en su bandeja de entrada dentro de poco tiempo.

- Entendido, no hay problema. Ojalá funcione y envíe resultados pronto.

- Si, por supuesto que funcionará. Te devuelvo tu computadora, ya termine aquí.

- Gracias. Ahora que esta así de rápida, puedo navegar en una página muy entretenida.

- ¿A qué sitio ingresarás?

- www.globalduel.com; ¡la verdadera red social!

- ¿Qué es eso? Es como el tal Face…

- Sí, como eso, pero aquí interaccionas de verdad con la gente. Los usuarios plantean una

prueba a los administradores de la página, y estos le adjudican cierta cantidad de puntos

según su dificultad como premio, si pueden superarla. Luego, otros usuarios pueden

intentar la misma prueba añadiéndole dificultad o realizar un nuevo reto, enfrentando a

los usuarios que crearon el desafío inicial, ganando más puntos si logran realizarla. Así la

gente pacta duelos por puntos, ganando un premio a nivel mundial una vez al año si fuiste

el que más puntaje acumulaste. Las pruebas son grabadas en videos que se suben a la

página y deben estar certificados por otros usuarios que sirvan de testigos de conformidad,

que vean que el objetivo de la prueba se realizó correctamente.

- Suena interesante, es bueno competir de forma saludable. ¿Alguna prueba que no se haya

podido superar hasta ahora?

- Si, hace meses unos coreanos rompieron unos pilares de hielo a patadas… Saben artes

marciales, ¡así no es válido!

- Si te entreno, ¿crees poder vencerlos? – preguntó Imh, generando expectación en Miguel.

- Es posible, pero… ¿Qué duelo podría plantear para superarlos?

- Esa es tu tarea, yo me encargaré de volverte fuerte, puede que necesitemos de tu

fortaleza más adelante.

- ¿Qué?

Page 93: La ultima morada Zona Prohibida

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- Nada, Miguel. Creo que ustedes le dicen intuición femenina; nosotros, extrapolar los

hechos.

Imh pensaba entrenar a Miguel de todos modos, utilizaba el asunto de la página para engatusarlo

e incitarle a ejercitarse. Si alguien tenía cautivo a Neilaress, debía tener la fuerza y/o inteligencia

necesaria para retenerlo, razón necesaria para contar con fuerza e inteligencia para poder

enfrentarlos.

- Imh, si vamos a entrenar, lo haremos cuando tenga tiempo libre. Me quedan pocos días

para reingresar a la universidad y tendré clases varias horas al día.

- No hay problema, cuando sepas cuales serán tus horas libres, comunícamelas.

- Eso lo sabré pronto, mañana debo ir a mi sede a matricularme. Puedes acompañarme si

quieres.

- No, prefiero quedarme en casa, monitoreando tu e-mail para ver el avance de la búsqueda.

Además, quiero sumergirme en el internet, hay mucha información disponible.

- Eso es verdad.

Miguel recolectó el dinero en efectivo que tenía, yendo a deposi tarlo al banco antes de que este

cerrara. El día pasó sin mayores sobresaltos, dedicándolo casi enteramente a descansar,

reuniéndose con Imh y su abuela a la hora de cenar. El período de matrículas iniciaba mañana,

debía salir temprano de su hogar o se enfrentaría a largas filas de nuevos estudiantes, perdiendo

todo el día esperando a ser atendido. Se despidió de su abuela y de su amiga extraterrestre,

acostándose temprano.

A la mañana siguiente, Miguel salió sigilosamente, esperando no despertar a las dos mujeres,

fallando en su cometido, ya que las dos se despidieron de él a través de las paredes de sus

respectivas habitaciones. Llegó casi de los primeros a su facultad, encontrando unos pocos

individuos esperando, ningún conocido o amigo. El trámite se resolvió fácilmente, cancelando en

caja el monto necesario, resultándole más barato de lo que pensaba. Salió del lugar un poco antes

del mediodía, con el sol pegando fuerte sobre la cabellera que cubría su nuca. Debía cortarse el

cabello antes de ingresar a clases, así que aprovechó parte del dinero que le sobró para pasar a la

peluquería cercana a su hogar. Volvió a casa con una nueva apariencia, mucho más prolija que la

de los últimos meses. Allí le esperaba su abuela, preparando el almuerzo; Imh había salido

después de desayuno, comunicándole a la anciana que visitaría el centro de Santiago para

comprobar algo.

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- ¡Oh, Miguel! ¡Qué guapo te ves! Te hacía falta ese corte de cabello, te sienta bien el orden

allá arriba – piropeo Mirta a su nieto, que realmente se veía cambiado con su nuevo

peinado.

- Si, en parte fue por el calor del verano, Abu. ¿Imh salió y no te dijo nada más? – preguntó

Miguel, preocupado por la muchacha, que hasta ahora nunca había salido sola de la casa,

temiendo que se perdiera entre las desconocidas calles.

- No, sólo eso. No te preocupes, es más fuerte que nosotros dos juntos y sabe cruzar la calle

por sí misma, nada le pasará.

- Tienes razón, me preocupa que se pierda por ahí. Podrías haberle pasado tu teléfono

celular por último, para que se comunicara.

- No se me ocurrió. Pero mira, ya llegó – dijo Mirta, volteándose al sentir que abrían la

puerta de la casa.

- Hola, señora Mirta. Hola, Miguel… ¿Qué te hiciste en el cabello? Ahora no se te pierden los

ojos entre la espesura de tu pelo – saludó Imh, sacándose un sombrero de ala ancha

hecho de paja que le prestó la anciana.

- Hola, Imh… Sí, ahora puedo ver mejor. No podría llevar el cabello igual de largo que tú,

sería un problema lavarlo y secarlo; además del calor que debe guardar… Estas clarita, Abu.

Le prestas un sombrero y no el celular – imprecó Miguel, mirando a Mirta con rostro de

desaprobación.

- ¡Pero esta caluroso, como no le iba a prestar el sombrero!

- Me sirvió bastante, gracias –dijo Imh, apoyando a la anciana–. Antes de encontrarlos,

cuando venía desde Perú, la exposición solar por falta de capa de ozono hizo que me

quemara el rostro y torso; no obstante, mi cabello cubrió mi espalda y me protegió. Estoy

acostumbrada a llevarlo así de largo, hace años que no lo hago crecer.

- ¿Hacerlo crecer? – preguntó Mirta, extrañada ante la frase de la muchacha.

- Claro. Nosotros podemos elegir el largo máximo de nuestro cabello; si lo cortamos, se

queda de ese tamaño. Es lo mismo con nuestras uñas. No tenemos recursos extras en mi

planeta como para gastarlos en estructuras que crezcan sin control. En consecuencia,

reciclamos el cabello y uñas obtenidas de estos cortes.

- Ah, entiendo – concluyó Mirta, dejando la conversación y siguiendo en su rutinaria tarea.

Page 95: La ultima morada Zona Prohibida

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- ¿Capa de ozono? Eso lo sacaste de internet, ¿cierto? ¿No temías perderte? – preguntó

Miguel, suavizando su tono al hablarle a Imh, lanzándole un beso a su abuela en señal de

disculpa por haberla mirado de mala manera.

- ¿Perderme? No. Puedo memorizar las calles si lo preciso, salí para comprobar otra cosa.

En la web conocí acerca de los satélites que orbitan la tierra, sobre su uso en las

telecomunicaciones y el posicionamiento global.

- ¿GPS? – pensó en voz alta Miguel.

- Sí. Logré conectarme a un satélite vía internet y descargué los mapas de Santiago, así que

salí a recorrer para comprobar que las direcciones fueran correctas. Eso me servirá para

cuando encuentre el paradero de Neilaress, conociendo los accesos y salidas al lugar en

que lo tienen cautivo.

- ¡Deja de sorprenderme, Imh! ¿Hay algo que no puedas lograr? – preguntó Miguel, que

siempre hallaba nuevas vetas en la extraterrestre.

- Sí, hay varias cosas; mas, si te las digo, sabrás mis debilidades. ¿Quieres probar el sistema?

- ¡Ya, no hagan más planes, es hora de almorzar y ninguno saldrá de aquí sin algo en el

estómago! – gritó Mirta, antes de que los jóvenes se escaparan de nuevo.

- Sí, almorcemos primero, antes de que mi abuela nos castigue – ironizo Miguel, recibiendo

un suave golpe con una cuchara de madera de la anciana.

Los jóvenes almorzaron rápidamente, casi tragando lo preparado por Mirta y lavándose los dientes

con vehemencia, salieron de la casa. Miguel le prometió a su abuela que saldrían por poco rato y

que volvería con un regalo para ella, despidiéndose con un afectuoso beso en su mejilla. Fuera de

la casa, Imh lo detuvo para instruirlo en lo que harían.

- Bueno, lo implementé de forma básica, espero mejorarlo en un futuro cercano.

- ¿Qué debo hacer?

- Nada. Ahora, te integraré al sistema. Lo ejecutaré en mi mente, sin embargo lo verás como

si también lo estuvieras utilizando.

Page 96: La ultima morada Zona Prohibida

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En el campo visual de Miguel aparecieron unas letras titilantes de color rojo, indicando los puntos

cardinales básicos. Al mirar las diagonales, se formaban las combinaciones de estos,

desapareciendo en el momento de volver a la posición neutra.

- ¡Guau! Me estas dejando sin expresiones de asombro de tanta cosa que inventas.

- ¿Crees que te mostré todo el sistema acaso? Eso es para orientarse. Espera a ver los

mapas.

Repentinamente, el color de las calles cambio a un tono amarillo, idéntico al utilizado en los mapas

online. Miró a sus pies, encontrándose con el nombre de la calle y un rango de numeración, que

cambiaba al avanzar o retroceder.

- ¡Increíble! Si quiero ir a una calle en especial, ¿puedo ingresar los datos y que me guíe

hasta allá? – preguntó Miguel, casi hiperventilando de la emoción.

- Claro, es lo mismo que un GPS. ¿Dónde quieres ir?

- Mmmh… ¡Vamos a la calle Tricentenario!

Apareció una flecha transparente en el medio horizonte, viéndose como si estuviera a algunos

metros de los jóvenes, indicando el camino a seguir. Caminaron paso a paso, elevando el ritmo de

a poco, pasando a trotar y terminando corriendo tras la señalización. Imh igualó la velocidad de

Miguel, para que llegaran juntos al destino y no elevar sospechas en otros peatones con los que se

toparan, sorprendiéndolos con su rapidez.

Ingresaron en la calle Tricentenario, desapareciendo la señal de la visión de ambos corredores.

Miguel apoyo sus manos en sus muslos, recuperando el aliento perdido en la carrera, pero

emocionado por el sistema.

- Omite comentarios, por favor. Cuando me entrenes, puedes decirme lo que quieras, ahora

no. Me encantó el sistema, ¿en serio quieres mejorarlo? Diría que está perfecto.

- Deseo mejorarlo. Borrando los edificios, por ejemplo, para tener visión de lo que hay más

adelante.

Page 97: La ultima morada Zona Prohibida

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- ¿Puedes…? – expiró Miguel, con el cuerpo acalambrado y sudado.

- Claro, mira como desaparece ese edificio.

De la mirada de Miguel comenzó a evaporarse un edificio, dejando el sitio plano, continuando el

mapa de las calles, con sus nombres y numeraciones.

- No lo puedo creer. Es como que estuviéramos sobre el mapa online.

- Si, esa es la idea. En caso de haber obstáculos físicos en la calle, podemos mezclar el mapa

virtual con el lugar donde nos encontremos y así evitarlos.

- Ya, mucho, mucha realidad virtual. Por favor, devuélveme la visión normal. Vamos a

comprarle algo a mi abuela.

- ¿Iremos a algún sitio en especial?

- ¿Puedes buscar algún supermercado cercano?

- Sí, hay uno a 600 metros de aquí, en dirección noroeste.

- Vamos, entonces. Me sobró plata de la matrícula y le prometí un regalito a mi abuela,

además quiero comprar algún líquido helado para reponerme.

Miguel se enderezó, estirando los brazos para respirar más a fondo. Sabía que el día de mañana

amanecería destrozado por el ácido láctico en sus músculos; no obstante, la experiencia había

valido la pena. Imh no sintió el ejercicio, resultándole casi una caminata bajo el sol. En el interior

del supermercado, el ambiente estaba un poco más fresco que en el exterior, mas el aire se

encontraba enrarecido por la cantidad de sudorosa gente que se encontraba comprando.

- Le compraré a mi abuela un… ¡Mazapán! ¡Le encanta!

- ¿Qué es eso?

- No sé de qué está hecho, pero es rico. Yo quiero un jugo de naranja, ¿qué quieres tú?

- Cómprame uno igual al tuyo, nunca he probado una naranja. Dicen que es cítrica.

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- Sí, naturalmente es ácida, el jugo envasado es más dulce. Sabes muchas cosas más desde

que entraste a investigar el internet, ¿Cuántas páginas has revisado hasta ahora?

- Unos 200 millones de ellas, de los más diversos temas.

- ¡¿Qué?! ¡¿200 millones de páginas web?!

- Pero si he estado conectada varios días…

- ¡Aunque pasara la misma cantidad de días conectado, no podría revisar ni el 1% de lo que

viste! ¡Es imposible!

- Y descarté muchas páginas. Hay muchos temas irrelevantes, por ejemplo los que tratan

sobre fenómenos sobrenaturales o pseudocientíficos. ¿Por qué imaginan así a los

extraterrestres? ¡Además, aseguran que hay vida inteligente en lugares que están vacíos!

- Eeeh… ¿Cómo lo sabes?

- Porque he estado en esos lugares. No hay vida inteligente, menos vida macroscópica. Los

planetas con condiciones semi-habitables son pocos y no pueden sustentarnos como raza,

menos a ustedes u otras formas de vida similares.

- Entonces, lo que dicen en internet es mentira.

- ¿Crees todo lo que se dice en internet, acaso? – preguntó Imh, casi rayando en el

sarcasmo, algo no visto hasta ahora en ella.

- No, claro que no – respondió Miguel, desviando la mirada para descartarse, dejando

entrever su credulidad.

Pasaron por las cajas del establecimiento, envolviendo los artículos comprados en bolsas plásticas.

Salieron hablando de toda la información que la muchacha había recolectado, dirigiéndose de

vuelta a casa. Miguel estaba ensimismado, no comprendía la naturaleza sorprendente de Imh,

sintiéndose como un niño frente a un adulto, como un aborigen frente a un doctorado en la

verdad de la vida.

Los días libres del muchacho pasaron rápidamente, iniciándose las clases universitarias. Miguel

tenía todos los documentos necesarios para retomar su carrera y volver en gloria y majestad. No

había tenido contacto con sus amigos hace mucho tiempo, así que al término del primer día se

quedó conversando con su pandilla.

Page 99: La ultima morada Zona Prohibida

93

- En resumen: casi te matan de una puñalada en la panza y recuperaste milagrosamente tu

vista… ¿Y nos enteramos recién de todo esto? – preguntó Daniela, enojada por no haber

recibido la primicia en su momento.

- Eso mismo, no tuve tiempo de contactarme con nadie, estuve trabajando tiempo extra

para poder pagarme la matrícula y la plata que debía en el hospital – respondió Miguel,

agachando la cabeza en señal de arrepentimiento.

- ¡Oye, Dani! No seas mala con Miguel, que salvarse de todas esas cosas en un mes es de

gran mérito –intervino Rolando, apoyando a su amigo–. Nos debes un asado en

compensación.

- Bueno, bueno. Pero que sea dentro de dos meses, más o menos. Aún tengo varias cuentas

por pagar – dijo Miguel, aceptando la auto-invitación que hizo su amigo.

- Sí, poh. Estaba preocupada por ti, no te conectaste más al chat, me quede esperando tus

noticias. Casi llegue a visitarte. ¡Casi! – exclamó Daniela, con voz lastimera.

- Eeh… No, no podrías haber ido a mi casa. He… Hemos estado refaccionando el lugar y está

todo desordenado – comunicó Miguel, con voz temblorosa.

- ¡Uuuy! ¡En algo malo andai14, Miguel! Se te puso hasta la cara roja – molestó Rolando a su

amigo, adivinando que escondía algo.

Como una tonada de salvada, Imh hizo sonar una campanada en el cerebro de Miguel, diciéndole

que le esperaba en las afueras de la universidad.

- ¿Ya saliste de clases? Debemos ir a entrenar.

- Sí, ya salí. Deja despedirme de mis amigos – respondió Miguel, trasmitiendo el

pensamiento a Imh.

- ¿Puedo conocerlos? Obviamente, ocultando mi verdad. Conozco pocos humanos.

- ¡No ahora! Están acribillándome con preguntas y me estoy poniendo nervioso, espérame

ahí y no te muevas.

14 Andai: Del verbo andar, “andas”.

Page 100: La ultima morada Zona Prohibida

94

- Te espero.

Los compinches de Miguel le golpearon de forma sincronizada en la cabeza, utilizando las palmas

de sus manos, ya que este se quedó como desorientado en un momento.

- ¿Qué te pasó, Miguel? – pregunto Daniela, sonriéndose por el golpe efectuado.

- ¿Ah? ¡Nada, nada! Me acordé de algo importante, voy a llegar tarde, debo irme – expresó

Miguel, con el rostro claramente enrojecido–. ¡Nos vemos el miércoles, chicos!

- Cuídate – se despidió Rolando.

- Te acompañaré – dijo Daniela, que tomaba el mismo microbús que Miguel, ya que vivía

relativamente cerca de él.

- No, voy para otro lado hoy. Otro día nos vamos juntos, Dani – gritó Miguel mientras se

alejaba, excluyéndola.

Miguel huyó antes de que sus amigos siguieran insistiéndole con preguntas, perdiéndose

rápidamente entre los demás estudiantes. Daniela y Rolando quedaron mirándose extrañados,

sentados en las escaleras del edificio de ingeniería mecánica.

- Claro que anda en algo raro, poh. Ojalá no ande en malas compañías – reflexionó Rolando,

preocupado por los pasos de Miguel.

- No me aguanto, lo voy a seguir – dijo Daniela, con una incertidumbre que le carcomía los

sesos.

- Cuando lo pilles, me llamas al celular.

- Si no te llamo, es porque me mataron, ¿ya?

- No seas idiota, no se te ocurra decir eso, bestia.

- Era una broma. Chao, Rolo.

- Chao, Dani. Cuídate en el camino.

Page 101: La ultima morada Zona Prohibida

95

Daniela siguió a Miguel lo más rápido que pudo, viéndolo a lo lejos. Parecía ir acompañado; sin

embargo, no reconocía la figura. Lograba ver una gran cabellera de color negro únicamente. Se

acercó a la pareja lo más que pudo sin ser detectada, siguiéndolos hasta una plaza solitaria, donde

se dedicó a observarles.

- ¡Maldito! Se consiguió polola y no le cuenta a nadie. Además, no nos la presentó, ¿acaso

somos muy picantes15 para su noviecita pituca16?

Imh abrió el bolso que traía con ella, el cual cargaba ropa deportiva para Miguel. Ella venía vestida

para la ocasión, preparada para comenzar su entrenamiento.

- Se te ve bien mi buzo, un poco corto en los brazos, pero somos casi de la misma altura.

Cuando junte un poco más de plata, iremos a comprarte más ropa, para que dejes de usar

la mía – comentó Miguel, dejando su bolso en el suelo.

- Bueno, no tengo problema en utilizar tu ropa, aunque este vieja. Además es cómoda.

Toma, para que no ensucies tu ropa de estudiante – respondió Imh, extendiéndole la ropa

que cargaba para Miguel.

- No pensarás que me cambiare aquí de ropa, ¿o sí?

- Claro, no hay nadie viéndote, aparte de mí. Si quieres me volteo para darte privacidad.

- Si, por favor. No quiero que me veas la panza.

Miguel se cambió rápidamente la ropa, para no ser observado por nadie. Si llegaba a pasar una

patrulla de carabineros, podría llevárselo detenido por faltas a la moral y/o buenas costumbres.

No quería terminar preso por esa razón.

- Imh, para el próximo entrenamiento, yo traeré la ropa deportiva y me cambiaré en los

vestidores de mi universidad, ¿entendido? – aclaró Miguel, terminando de ponerse la

sudadera.

15 Picante: persona de poca clase. 16 Pituco/a: Presumido/a

Page 102: La ultima morada Zona Prohibida

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- Sí. Parece que olvidaste que hoy comenzábamos el entrenamiento.

- No lo olvidé, pero pensé que entrenaríamos en la casa.

- No, prefiero entrenar al aire libre. Acá hay más espacio. Así no incomodamos a la señora

Mirta, también.

- Tienes razón en eso, con lo destructivo que soy a veces, puedo romper la vajilla entera

ejercitando.

Daniela observaba a los jóvenes, cambiando su forma de pensar al ver que Miguel se había vestido

para realizar deporte, decidiendo a acercarse a saludar a la que debía ser la entrenadora personal

de su amigo.

- Así que en esto andabas, Miguel. Estaba bueno ya, te estabas poniendo gordo por pasar

tanto tiempo frente a la computadora.

- Da… ¿Dani, que haces aquí?

- Te seguí, no me aguante y vine a ver en qué malos pasos andabas. ¿Nos presentas?

- Hola, buenas tardes, mi nombre es Imh. Soy una amiga de Miguel, estoy viviendo en su

casa junto a él y la señora Mirta – se presentó Imh, extendiendo su mano derecha a

Daniela.

- ¿Cómo dijiste? – preguntó Daniela, que no esperaba ese tipo de presentación de parte de

la muchacha, recogiendo su mano, evitando el saludo de Imh.

- ¡No, Imh! ¡Cómo se te ocurre decir eso! – exclamó Miguel, advirtiendo el color que

tomaba la situación.

- ¿Es verdad, Miguel? No sólo no me cuentas que ha pasado con tu vida, sino que también

me entero de que estás viviendo con una tipa que nunca había visto en mi vida, que quizás

conoces hace cuánto tiempo – sollozó Daniela, sintiéndose engañada por Miguel,

reemplazada por otra mujer.

- Dani, ella es una amiga, igual que tú.

- ¿Sí?, ¿Amiga tuya hace cuánto tiempo?

Page 103: La ultima morada Zona Prohibida

97

- Poco tiempo; a pesar de eso, somos bastantes íntimos. Compartimos varias experiencias –

explicó Imh, no entendiendo los celos de Daniela.

- ¡No, esto llega hasta acá! Nos vemos, cuando dejes de ocultarme cosas de este tipo. Para

la próxima vez, avísame cuando te cases con la señorita aquí presente, ¡idiota! – dijo

Daniela, despidiéndose de Miguel, con los ojos a punto de explotar en llanto.

- ¡Pero, Dani! No la malinterpretes – dijo Miguel, intentando alivianar la situación.

- Parece que se enojó contigo, Miguel –añadió Imh, viendo cómo se alejaba la celosa joven

–. ¿Comenzamos con el entrenamiento?

- No, no quiero que la Dani piense mal de nosotros. Bueno, se enojó sola en todos los casos,

debería pasársele sola también – articuló Miguel, viendo a su amiga perderse en el

horizonte.

- Pienso lo mismo. Además, ¿qué podría llevarla a pensar mal de nosotros? A ti te gustan

otras mujeres, no yo – remató Imh, comenzando a soltar el cuerpo para ejercitar.

- De… ¿De qué hablas, Imh? – preguntó Miguel, expectante ante las palabras de la

muchacha.

- Recuerda que analicé tu genoma y mente. En tus sueños vi tus preferencias sexuales y lo

que querías hacer con ellas. Además, hace rato que dejaste de mirar con ojos libidinosos a

tu amiga Daniela – dijo Imh, desencajando la mandíbula de Miguel con sus inesperadas

palabras.

- ¡¿Qué…?! ¡¿Cómo…?! ¡Cómo pudiste ver esas cosas! ¡Son personales, íntimas! – gritó

Miguel, escandalizado por haber sido sondeado hasta tal profundidad y con el rostro

hinchado de tanto rubor acumulado en sus mejillas.

- Eres hombre, tienes tus necesidades, lo entiendo. Sin embargo, el instinto reproductivo

masculino es muy fuerte, ustedes pierden el control con ese tema, los sobrepasa al

parecer. Carecen de autocontrol.

- Pero… Pero… Bueno, qué más da. Debí haber asumido que no dejaste ningún rincón sin

espiar, ¿cierto?

- No lo espié, todo saltó como imágenes aleatorias en tu descontrolada mente adormecida.

Todo lo que presencie fue mientras estabas internado en el hospital, no fue mi intención

explorar tus cosas privadas. Aún hay muchas cosas que no conozco de ti.

Page 104: La ultima morada Zona Prohibida

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- Te creo, Imh. Volvamos a la casa mejor, perdí el ánimo para ejercitar. Quiero ver si la Dani

se conecta al chat para hablar – expresó Miguel con voz alicaída.

- Bueno, volvamos.

Al llegar a casa, Mirta notó a su nieto desanimado, caminando desganado. Le preguntó a Imh si lo

había hecho entrenar demasiado, pero la muchacha le dijo que era mejor que le preguntara

directamente a él que le sucedía. Miguel le contó el malentendido a su abuela y se despidió de

ambas mujeres, subiendo a su habitación para intentar hablar con su amiga.

La situación también afectó un poco a Imh, que no quería interferir de mala manera en la vida de

sus nuevos amigos, menos causarles trastornos. Subió también a su habitación, tratando de hacer

el menor ruido posible al pasar por la puerta de Miguel, para no interrumpirlo.

Miguel pasó varias horas frente a su remozada computadora, esperando a que Daniela diera

señales de vida; no obstante, se encontró a Rolando, que ya estaba enterado de toda la situación.

- Que quieres que te diga, pues. ¡Idiota! – condenó Rolando a Miguel, imitando las palabras

de Daniela.

- ¡Rolo, pero si no hice nada! – respondió Miguel, escribiendo mentalmente en la pantalla

del chat.

- Claro, nada. Sólo estás viviendo junto a una modelo de perfecto cabello negro, tan largo

como el de Rapunzel, situación que no le comentaste a nadie, ¡ni a mí! ¿Es tu polola o no?

- No, es mi amiga nada más. No es una situación fácil de contar… Verás, cuando recibí la

puñalada, ella me salvó, ayudando a mi abuela a llevarme al hospital.

- Eso te lo concedo, la Dani no tenía esa información en su conocimiento. Pero, ¿cómo dejas

que ella se presente diciendo de inmediato que está viviendo en tu casa, junto a ustedes

dos?

- No pensé que se presentaría, no así. Es que la Dani me tomó de improviso, quedé helado

cuando la vi.

- Bueno, tema aparte. ¿Es bonita? Ya que no es tu polola, podrías mandarme una foto de

ella, para conocerla, digo yo. La Dani dijo que era preciosa.

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- Sí, es bonita… ¡Y no seas caliente! Otro día le pido una foto para mandártela, ahora estoy

preocupado de arreglar las cosas con la Dani.

- Te entiendo. Ella está conectada ahora, pero como invisible. Háblale y explícale lo que me

dijiste recién.

- Gracias, Rolo. Hablaré con ella, nos vemos.

Miguel dejó de hablar con Rolando e intentó comunicarse con Daniela, debiendo esperar un buen

rato para recibir respuesta.

- Debería haberte hecho esperar un mes, el mismo tiempo que nos ocultaste a tu novia –

ironizó Daniela, enojada con su amigo.

- No es mi novia… Y no me dejaste explicarte nada, no entiendo por qué te enojaste tanto.

- No te hagas ilusiones conmigo, me enojé porque nos lo ocultaste. Podrías haber muerto y

no nos habríamos enterado.

- Bueno, Imh fue la que me ayudó a sobrevivir – redactó mentalmente Miguel, asignándose

la letra cursiva a la última palabra de forma inmediata por como pensó la frase.

- Expláyate, mal amigo. Además, ¿por qué el énfasis en la palabra sobrevivir?

- Bueno, ella me cargó hasta el taxi que me llevó al hospital cuando me apuñalaron.

- ¡Ah! Eso explica porque tu historia parecía tener partes omitidas, tu abuela no podría

haberte cargado con tamaña panza que tienes – molestó Daniela a Miguel, suavizando su

actitud con su amigo.

- Bueno, eso fue lo que pasó. Como no tiene donde quedarse, mi abuela le prestó la antigua

habitación de mi mamá. La desocupamos de la basura que guardábamos ahí.

- Ya, no te desvíes de tema… ¿Y el énfasis?

- Eso… es algo que no me creerás, pero que puedo contarte porque eres mi mejor amiga.

- Dale, cuéntame.

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- Imh, es como media extranjera. Más que eso, no es de por aquí.

- ¿Qué dices? Deja las evasivas.

- Imh no es humana, es… ¿extraterrestre?

- ¿Ah? Claro… Ja, ja, ja. Burlémonos de la Daniela, como es crédula, es de esperarse que se

crea ese cuento. Mira, Miguel. Cuando dejes de inventar excusas baratas para explicar por

qué una mujer vive en tu casa, hablamos, ¿entendido?

- ¡Es la verdad, Dani! Ella utilizó sus kozou, me sanó los ojos y me salvó de morir desangrado

– dijo Miguel, intentando explicarle bien la situación a su amiga, pero todo sonaba a

mentiras.

- Ni se te ocurra dirigirme la palabra. Nunca más. Adiós, Miguel, fue un gusto conocerte –

dijo Daniela antes de desconectarse, dejando al muchacho solo frente a su computadora,

destrozado; sabía que había respondido con la verdad, pero también entendía porque su

amiga no le creyó ninguna de sus palabras.

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Capítulo 7

Búsqueda infructuosa

El programa de búsqueda se estaba copiando con celeridad, siguiendo la pista numérica dejada

por el código generado por Neilaress. Avanzaba a máxima velocidad, pero perdía la pista de vez en

cuando. Muchos computadores se quedaron sin conexión a internet los últimos días, dejando al

programa enclaustrado en su hardware; mientras que otros equipos cumplieron su vida útil,

debiendo ser desconectados para siempre. Estos imprevistos obligaron al código de Imh a volver

sobre sus pasos, debiendo buscar otras vías para seguir su exploración.

- Miguel, revisé nuevamente tu e-mail. El programa de búsqueda avanzó otros 10 millones.

- Eso es bueno. ¿Cuánto le queda?

- 50 millones. También había una respuesta de los aviadores, no abrí ese mail, es de tu

propiedad.

- Pero lo envié por ti, podías abrirlo si querías. ¿Revisemos la respuesta?

- Bueno.

La respuesta venía de un teniente de la institución, de apellido Durán. Les comunicaba que al inicio

de la próxima semana habría una visita a la base señalada; sin embargo, tenían que compartir la

experiencia junto a unos estudiantes de educación básica, si no les causaba problemas. Debían

enviar sus datos y confirmarlos con el guardia militar al entrar en la escuela de aviación.

- ¡Bien! Podemos ir; mas, tenemos un problema, Imh.

- ¿Cuál?

- Piden nombre y cédula de identidad para poder ingresar, y tú no tienes ese último

documento.

- Entonces, debes ir por mí.

- ¿Nos comunicamos por interno?

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- Sí, tú serás mis ojos dentro de la base.

- Entendido, jefa – respondió Miguel, cuadrándose frente a Imh.

- ¿Qué fue eso?

- Eso… es… el saludo de los militares. Tú entiendes, como iremos a la base y…

- No, la verdad es que hay veces que no te entiendo, Miguel.

- No me hagas deprimir – sollozó Miguel, sintiéndose el hombre más aburrido del planeta.

- ¡No te deprimas! Debemos poner manos a la obra, tengo que terminar una alteración en

tus ojos que había dejado pendiente hace rato, te dará una ventaja por sobre los humanos

normales.

- ¿Qué, una alteración?, ¿Será como un súper poder?

- Sí, una muy útil. En mi planeta todos la tenemos. Somos capaces de observar objetos

radiantes.

- ¡¿En serio?! ¿Dices que son capaces de ver en infrarrojo?

- Eso mismo. Con eso podrás ver objetos que emanen calor y/o radiaciones. Es útil para

observar de noche o en condiciones de poca iluminación.

- ¿De que servirá eso cuando vaya a la base?

- Ya te lo explicaré, ahora debemos ir a entrenar. Nos toca nuestra maratón de la tarde.

Imh y Miguel llevaban una semana de entrenamiento para acondicionar al joven humano y dejarlo

listo para comenzar una preparación mucho más estricta, que le permitiera ganar la fuerza

necesaria para enfrentarse a múltiples obstáculos y/o contendientes. La muchacha intervino a

Miguel sin que se diera cuenta, obligando a trabajar su musculatura más de lo debido, ejerciendo

una tensión permanente en sus músculos, como si se encontrara viviendo bajo mayor presión

atmosférica.

- Espera, espera… ¿Cómo puede ser que me canse tanto si no hemos corrido nada aún?

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- Te dije que tu estado físico daba pena, por eso comenzamos corriendo y no realizando

ejercicios más potentes. Debemos darle fuerza a tu corazón primero, sin esa estructura

fortalecida, olvídate de ganar fuerza o resistencia.

- Sí, entendido. Como entrenadora personal te mueres de hambre, en todos los casos. No

me animas mucho que digamos – exhaló Miguel, bufando para poder respirar

correctamente.

- Perdón, pero esperaba que los humanos fueran más resistentes, ya que se parecen tanto a

los de mi raza. Su fuerza es muy inferior a la nuestra, incluso sus atletas quedan cortos

frente a nuestros más comunes compatriotas.

- ¿Por qué son tan poderosos ustedes? ¿En su planeta hay mayor gravedad o qué?

- Nada de eso. La gravedad es similar; sin embargo, nuestros cuerpos están alterados

genéticamente para sobrellevar estancias prolongadas en el espacio y para realizar

trabajos pesados. Alteramos las fibras naturales de nuestros músculos, añadiendo

estructuras proteicas sintéticas más robustas, sintetizadas por genes generados en

laboratorio.

- ¿O sea que sus músculos son artificiales?

- Sólo los genes que los producen. El soporte sigue siendo orgánico, casi en su totalidad.

Gracias a esto podemos generar más fuerza, elasticidad y potencia, con un gasto

energético balanceado.

- ¿Puedes generar esos músculos en mí?

- Ahora no. Debería ingresar el gen específico en el genoma de todo tu cuerpo primero,

después podrías generar esos nuevos músculos. Eso me tomaría un buen tiempo antes de

lograrlo.

- Puedes, pero te tomaría mucho tiempo.

- Sí. Ahora, sigamos entrenando. Tu corazón no se volverá fuerte descansando tanto rato.

Siguieron corriendo por las calles aledañas al hogar de Miguel, eludiendo el calor del sol para

evitar una deshidratación acelerada. Los muchachos iban cavilando individualmente, cada uno con

sus pensamientos. Imh vigilaba el estado del cuerpo de su discípulo, a la vez que pensaba en la

visita a la base militar; Miguel, en cambio, soñaba despierto con la fortaleza de los habitantes de

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Ioss, quizás igualable a súper héroes extraterrestres de tiras cómicas, fuerza que podía ser de él si

su amiga alteraba su genoma, idea que lo emocionaba como si fuera un niño.

Miguel también pensaba en su otra amiga, Daniela. Hace una semana habían discutido y no tenía

noticias de ella desde ese incidente, ya que faltó a clases todo ese tiempo. Estaba deseoso de

demostrarle la veracidad de sus palabras, aunque eso expusiera un poco a Imh, mas no temía a ser

delatado por Daniela, sólo le preocupaba perder su amistad de forma indefinida.

- Caminemos de vuelta a casa, Miguel. Debes descansar.

- ¡Gracias a Dios! Pensaba que nunca dirías esas palabras. Estoy exhausto. Mira como me

evaporo con tu entrenamiento – respondió el muchacho, mostrando su ropa humedecida

por el sudor.

- No te preocupes, estoy constantemente monitoreando tus signos vitales, para que no te

mueras por sobre exigirte.

- Menos mal, porque siento como si me hubieran atropellado.

- Es parte del entrenamiento, mañana descansaremos para que estés fresco el lunes,

cuando vayas de visita a la base militar.

- Gracias, gracias… Hace tiempo que no estaba tan cansado.

Miguel estaba deshecho. Su cuerpo sucumbía al entrenamiento de la joven, con ganancias

aceleradas por la tensión constante de su cuerpo, que hasta ahora había pasado inadvertida para

el muchacho. Caminó con dificultad de vuelta a su hogar, con las piernas temblorosas y el torso

encorvado. El día domingo descansaron todos en casa, recluyéndose para evitar el caluroso sol

veraniego, razón por la cual Imh relajó la musculatura de Miguel para permitirle una verdadera

tregua.

Y llegó el día lunes. Miguel se tomó el día libre para ir a la visita concertada, levantándose

temprano para prepararle el desayuno a Mirta antes de que se despertara. Salió junto a Imh a la

cita, pero se separaron en la entrada de la escuela militar. Ella esperaría en el exterior, recibiendo

sin retraso lo que Miguel mirara a través de sus ojos, como si se tratara de una trasmisión

televisiva.

- Estoy dentro, Imh. ¿Me copias? Cambio. Kejjjjj… – trasmitió Miguel, imitando el sonido de

las radios militares, como si fuera una misión secreta.

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- ¿Qué fue ese sonido? – preguntó Imh, que solamente atendía a los pensamientos que

Miguel trasmitía, sin interpretarlos.

- Una radio militar… Tú no me entiendes, ¿cierto?

- A veces no. Bueno, veo que ya te mimetizaste con el grupo de niños.

- Sí. Intentaré interaccionar lo menos posible, para no distraerme de nuestra conversación.

- Bien pensado. Ahora mira todo lo que puedas. A 25 senx encontraras el lugar en el que

localicé por última vez la nave.

- ¿Senx? ¿Qué es eso?

- Perdón, es la unidad de medida que utilizamos en Ioss. Son casi 20 metros en tu escala

métrica.

- ¡Ah, gracias por la aclaración! ¿En qué dirección?

- Suroeste.

- ¡Entendido, cambio! Kejjjj…

Miguel avanzó por las instalaciones, acompañando a un grupo de niños de segundo básico. Miraba

a las profesoras encargadas de los pequeños a ratos, de reojo, siguiendo y admirando sus sinuosas

formas como si se tratara de obras de arte.

- Recuerda que estamos viendo lo mismo, Miguel. ¡Concéntrate en el lugar!

- Sí, perdón. Es que no se siente nada especial cuando una extraterrestre ocupa tus ojos

para ver el interior de una base militar en búsqueda de pistas sobre una nave interestelar.

- ¿Qué dijo? – preguntó Catalina, una de las docentes.

- ¿Qué? ¡Nada, nada, nada! Bromeaba conmigo mismo. Tonteras que se me ocurren a veces

– respondió Miguel al percatarse que había verbalizado la frase entera, sonrojándose al

ser indagado por la educadora.

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- Zafaste por poco… Antes de responderme, fíjate si tienes la boca cerrada – recomendó

Imh, sin enojarse por la falla de Miguel.

- ¡Perdón! ¡Casi saboteo nuestra misión! Menos mal que el militar que nos guía en la visita

estaba lejos y no escuchó nada de lo que dije – se disculpó Miguel, esta vez de forma

mental, retomando la conversación con Imh.

La caminata los llevó cerca de un hangar, el que coincidía con la última posición medida por Imh.

Ese era el sitio donde estuvo almacenada su nave, debía ver si quedaba alguna de sus partes o

alguna pista que le ayudara a saber de su paradero.

- Miguel, ¿estas pensado lo mismo?

- Sí, creo. Es un hangar, un buen sitio para guardar aviones o naves de otro tipo. Pero está

abierto, no hay nada extraño guardado ahí, se ve un avión en reparaciones nada más.

- Acércate por favor, vamos a confirmar con visión térmica. Si la nave estuvo ahí, alguna

radiación debe permanecer como remanente.

- No me acercare tanto como para parecer que estoy espiando – recalcó Miguel, temiendo

ser encarcelado por los militares.

- ¡Oh, mi error! Puedes realizar un considerable zoom desde que reparé tus ojos, olvide

mencionártelo antes. Lamentablemente, no puedes hacerlo solo, tengo que enviarle la

orden a tus kozou para que lo logres.

- ¿Qué?, ¿Acaso puedo volar también y se te olvidó mencionarlo? – preguntó Miguel,

sorprendido por tener habilidades escondidas.

- No, eso es de comics. ¡Concéntrate! Haré el zoom para que no debas acercarte.

Efectivamente había rastros de radiación, pero eran tan ínfimos que no ayudaban a conocer el

paradero de la nave. La piel de Miguel se puso helada por la impresión de mirar el hangar con ese

filtro. Veía el calor emitido por los cuerpos de los aviadores que reparaban el aparato guardado en

el sitio, moviéndose como figuras ígneas, plasma con forma humana, lava con movimientos

conscientes. También pudo ver como irradiaba desde el piso unos filamentos luminosos,

ondeantes, que se extendían y se perdían en el aire. Debían pertenecer al artefacto de Imh.

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- ¡Esto es increíble! Es como ver a través de un telescopio térmico… Devuélveme la visión

normal y déjame intentar algo, Imh.

- ¿Qué harás?

- Una pregunta, escucha –mentalizó Miguel–. ¡Señor! ¡Teniente Durán, tengo una pequeña

pregunta!

- Diga, señor… Álvarez – respondió el militar que guiaba la visita, revisando la nómina de

visitantes a la base para saber el apellido del muchacho.

- Este es un hangar, ¿cierto? ¿Almacenan artefactos secretos aquí?

- Puede ser, pero dejarían de ser secretos si lo divulgáramos al público en general.

Entenderá que no podemos revelar la naturaleza de ciertas informaciones, señor.

- ¡Oh! Eso sonó a clasificado. ¿Quizás guardaron alguna vez una nave extraterrestre?

- No lo creo, señor Álvarez. No me diga que cree en conspiraciones o algo por el estilo.

- No, es que malinterprete su respuesta. Perdón si lo incomodé.

- No se preocupe. No le ocultaré que nuestros pilotos han visualizado objetos extraños en

sus entrenamientos, todos están reportados de manera oficial y comunicados de forma

abierta al público; no obstante, nunca hemos recuperado ninguna nave extraterrestre o a

sus tripulantes. Nunca.

- Eso me deja tranquilo, deben ser horribles esos seres. Gracias, teniente.

- Por nada, señor Álvarez.

El resto de la visita duró 45 minutos, después de los cuales Miguel salió para encontrarse con Imh,

que le esperaba sentada en el piso, bajo la sombra de un plátano oriental.

- Lo intenté – dijo Miguel, en forma de saludo.

- No era mala idea, pero si guardaron la nave en el hangar, no te lo iban a decir de forma

tan simple.

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- Sí… Bueno, debemos esperar a que tu programa avance hasta encontrar el paradero de tu

compañero. Si nos hubieran dicho donde mandaron tu nave, sería más fácil lograr hallarle.

- Vámonos, entonces. No hay ninguna información que podamos extraer de aquí. Una

pregunta: ¿Me comparaste con los extraterrestres de sus fantasías conspirativas y me

llamaste horrible?

- Sí, pero… ¡No me mates! – exclamó Miguel, preparando sus piernas para correr en caso de

ser necesario.

- No te preocupes, no lo haré. Pero hoy entrenaremos el doble, ese será tu castigo.

- Como tú digas – sollozó Miguel, por haber sido castigado por sus palabras.

Imh prosiguió con su programa de entrenamiento, que constaba de largas maratones diarias,

mejorando el estado físico de Miguel. Al cabo de dos semanas de duro entrenamiento, el corazón

del muchacho se encontraba reacondicionado, preparado para nuevas y agotadoras exigencias.

- ¡Imh, recibí un e-mail de tu código!

- El último que recibiste ayer decía que quedaban tan sólo 10 millones por revisar. Dime que

por fin tenemos la ubicación de Neilaress.

- ¡Voy a abrirlo, prepárate! – anunció Miguel, haciendo click mental sobre el correo recibido.

El correo se abrió, dejando ver una numeración de código encontrado, correspondiente al número

2. Imh rastreo la ubicación en el mapa mundial, tratando de hallar al dispositivo infectado, pero la

búsqueda la dirigió hacia el espacio, lejos de los continentes.

- La señal inicial no proviene de la tierra… Es la copia número 2, pero no puedo encontrar la

anterior, el acceso está bloqueado. Me conectaré a internet por mí cuenta, tu computador

no podrá con esta cantidad de datos – señaló Imh, siguiendo la búsqueda en forma mental.

- ¿Dónde está, entonces? – preguntó Miguel, intrigado.

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- Analizaré la maquinaria, la señal es lejana, demoraré un poco… No es difícil. Es… Es… ¡Lo

tengo! Es un satélite en órbita, propiedad de los Estados Unidos de Norteamérica. Desde

ahí viene la copia número dos.

- ¿Lo tienen los gringos?

- ¿Gringos?, ¿Así le llaman a los habitantes de ese país?

- Sí, pero de forma peyorativa. En la Tierra todos nos tratamos mal, por lo general. ¿Puedes

buscar la copia inicial?

- Eso intento, pero tengo que pasar las barreras de seguridad primero. Por eso mi código

detuvo su búsqueda, no pudo eludir la seguridad, no estaba programado para algo tan

complicado. Se quedó estático para pasar desapercibido, no saben que nos infiltramos en

el satélite.

- De ser así, ya estaría el FBI y los hombres de negro en nuestras puertas – ironizó Miguel,

trivializando la situación.

- Es posible, aunque no podrían rastrearnos hasta acá. Primero llegarían a todas las

computadoras infectadas con nuestros códigos y después de mucho tiempo, quizás,

podrían llegar hasta tu casa. Enviaré un comando de autodestrucción para mi programa de

búsqueda, así nos ahorramos problemas.

- ¿Y para el de Neilaress?

- No, no es necesario. Su infección se propagó desde ese satélite al exterior, saben que son

la fuente del código. ¡Está hecho, tengo acceso al control del satélite!

- ¿Ahora si sabes dónde está la copia uno?

- No, haré que rastree la fecha en que se infectó con la copia número 2 y la ubicación de

dónde provino el programa.

Imh había logrado su cometido. Finalmente sabría sobre la nave y sus compañeros. Llevaba casi

tres meses completos en este planeta y por fin tenía reales esperanzas de comunicarse con sus

compatriotas para mostrarles el maravilloso descubrimiento de un planeta habitable, poblado con

seres de características extrañamente similares a las de ellos.

Page 116: La ultima morada Zona Prohibida

110

- Espera. Acabo de darme cuenta. Si a Neilaress lo tienen los gringos, lo deben tener los

militares.

- Es verdad; de hecho, el satélite es de propiedad militar – explicó Imh, mientras esperaba a

que la computadora del satélite comunicara la ubicación exacta del paradero de su nave y

compañeros.

- ¿Cómo lo rescataremos entonces?

- No lo… ¡Ahí está! El mapa se está dibujando. Desierto de Sonora, ¿qué puede haber en

medio del desierto?

- Una base secreta, seguramente. Es como la famosa área 51 de la que hablan los ufólogos.

- Entonces, no debe haber información pública del lugar.

- Así es. Pero, ¿no dijiste que tenías acceso al control del satélite?, ¿Puedes tomar una

imagen del desierto sin que lo noten?

- ¡Exacto, Miguel! A veces tienes muy buenas ideas – felicitó Imh al muchacho.

- ¿Sólo a veces?

- No, es una broma. Revisando los datos guardados en el disco duro del satélite, veo que

tiene fotografías del desierto. Se ve una instalación desde el aire y los caminos cercanos,

las vías de acceso… ¡Todo! No será necesario que manipule el aparato, ya tengo toda la

información que necesito.

- ¿Bromeaste? Eso me sorprende más que todas tus habilidades… ¿Todo?, ¿Qué es todo

para ti? – preguntó Miguel, que veía a Imh mirando al aire, como si se encontrara frente a

una gran pantalla llena de datos.

- Sí, todo…

El satélite había sido hackeado nuevamente, trasmitiendo lenta y sigilosamente toda la

información desde la ex base del desierto de Sonora a la muchacha extraterrestre, desde los

dispositivos almacenados hasta la nómina de soldados activos en la instalación. Imh había

encontrado lo que añoraba, ahora necesitaba un plan de rescate.

Page 117: La ultima morada Zona Prohibida

111

- Miguel, necesitaremos caballería pesada, nos enfrentaremos al ejército de los Estados

Unidos.

- ¿Qué? ¡Eso es imposible, es un ejército! ¡No tenemos como ganar!

- Te demostraré lo contrario, Miguel. Ahora, debemos entrenar en serio.

Page 118: La ultima morada Zona Prohibida

112

Plan entre amigos

Imh le planteó un plan de rescate a Miguel, de forma general, para no abrumar al muchacho con

cuestiones técnicas y logísticas antes de tiempo. Para poder lograrlo necesitaban de ventajas para

enfrentarse a los militares armados, algo que se quedara con ellos y que no se les pudiera

arrebatar, algo intrínseco.

- ¿Artes marciales? – preguntó nuevamente Miguel, con expresión de duda mezclada con

desaprobación.

- Sí, es la única opción. Si nos fortalecemos lo suficiente, podremos enfrentarlos sin armas,

sin depender de municiones finitas o artefactos que pueden fallar. Los reduciremos a

golpes, nada más.

- Pero ellos serán muchos más que nosotros, ¿cómo atacaremos sin ser heridos?

- Aun no te cuento todo el plan, recuerda que conozco las instalaciones ahora.

- Aun así, para llegar a un grado avanzado en un arte marcial hace falta años de práctica,

¿Cuánto tiempo pretendes entrenarte para rescatar a Neilaress?

- Cuatro meses, aproximadamente.

- ¡Imh, es imposible! ¡Es muy poco tiempo!

- No lo es. Ahora, ¿conoces alguien que tenga acceso a gran cantidad de artes marciales?

- Tengo un conocido, él tiene mucha información sobre artes marciales; pero él no enseña,

no sabe pelear, sólo se dedica a recopilar información.

- Con eso me basta. Vayamos con él a ver que tiene.

- Antes de eso, debemos ir a comprar algo. Conocerlo es una experiencia única, no

podemos llegar con las manos vacías, menos si le pediremos ayuda.

Miguel llamó por teléfono para anunciarse con su amigo, dejando la cita para más tarde, e invitó a

Imh a salir de compras. Se dirigieron al supermercado más cercano y compraron lo que parecía ser

ingredientes para una gran comida, para luego salir del local caminando hacia unas calles cercanas

a la casa de Miguel.

Page 119: La ultima morada Zona Prohibida

113

- Llegamos, Imh.

- Esto es… ¿un videoclub?

- Exacto, uno de los pocos que sobrevive en la comuna y en Santiago.

- “SulfitoClub”, que nombre más extraño, se parece a ese elemento químico que…

- No querrás decir eso frente al dueño, Imh.

- ¿Por qué?

- Porque ese es su apellido, Sulfito. Marco Antonio Sulfito.

Entraron al videoclub, tañendo la campana adosada a la puerta de entrada. Salió a su encuentro

un hombre alto, de proporciones gigantescas, de poderosos brazos morenos y calva cabeza;

luciendo una camiseta deportiva con un personaje de animación estampado en ella.

- ¿Pelao17? ¡Llegaste antes de la hora!, ¡Maestro, tanto tiempo sin verte! Me tenías ti rado

en el local… ¡Oh! Veo que vienes bien acompañado – saludó Sulfito, abalanzándose sobre

su amigo, abrazándolo.

- ¡Tchi! ¿Cómo andamos por casa? Sí, tanto tiempo, he estado algo ocupado. Te presento:

ella es Imh, una amiga.

- Buenas tardes, señorita Imh – saludó Sulfito, extendiendo la mano a la muchacha.

- Buenas tardes, señor Sulfito, un gusto – respondió Imh, agarrando la mano del hombre,

sacudiéndola con fuerza.

- ¿Qué? ¡Es muy fuerte, me sacudió el cuerpo entero con su saludo! Miguel, ¿trajiste lo que

te dije?

- Sí, viene todo en las bolsas. ¿No te falta nada?

- No, nada.

17 Pelao: Apócope de pelado (calvo).

Page 120: La ultima morada Zona Prohibida

114

Imh se encontraba desorientada por la conversación de los amigos y, como le había prometido a

Miguel que no interpretaría sus pensamientos, tuvo que preguntar para salir de la duda.

- ¿Vamos a comer? – preguntó Imh.

- Sí, hasta ahora no he almorzado nada. Ha venido poca gente al local hoy, sólo para

arrendar películas o juegos. No puedo dejar mi puesto para salir a prepararme algo, así

que le pedí al pelao que me trajera algo par que cocináramos.

- ¿Pelao?, ¿Por qué te dice así?

- Porque antes de entrar a la universidad me rasuré la cabeza por una apuesta que perdí y

quedé con ese apodo.

- Bueno, chicos, pasen a mi santuario – invitó Sulfito, conduciéndolos a la parte trasera del

local, mientras cerraba la puerta de entrada.

Al pasar la persiana que dividía el local, se encontraron en una gran cocina, con un mesón blanco

en medio. En cada esquina de la gran mesa había una pequeña perforación, de las cuales salían

unas varas de incienso que se quemaban lentamente, liberando un aroma a lavanda que saturaba

la habitación.

- ¿Qué es este lugar? – preguntó Imh, dubitativa por la sacrosanta habitación, tosiendo por

el penetrante aroma de los inciensos.

- Es mi Santuario, señorita Imh. Así como el cuerpo es el santuario del espíritu, la cocina es

el santuario del cuerpo. ¡Un lugar para equilibrar y reponer fuerzas! – respondió Sulfito,

que lucía un perfectamente blanco delantal con un extraño sombrero en forma de corona

dorada, dedicándole una reverencia con sus manos.

- Te dije que era toda una experiencia – susurró Miguel, acercándose a Imh para evitar el

humo de los inciensos.

- Ahora dudo que él nos pueda ayudar en algo – respondió mentalmente Imh, para no

incomodar al extraño amigo de Miguel.

Page 121: La ultima morada Zona Prohibida

115

Sulfito tomó las bolsas de las manos de sus invitados, separando la carne de los vegetales,

disponiéndose a lavar prolijamente estos últimos bajo un potente chorro de agua. Cortó con

afilados cuchillos los ingredientes, utilizando una avezada técnica que le daba el semblante de un

gran espadachín. Sazonó la carne mientras la cocinaba, lamiéndose un dedo de la mano izquierda

y elevándolo al cielo, intentando sentir una corriente de aire, lo que le indicaba si debía añadir más

o menos condimentos. Salteó los vegetales, dejándolos en su punto, para que estuvieran

crujientes al momento de morderlos.

- Cuenta la historia de tus cuchillos, Marco – incitó Miguel, dándole pie a hablar a su amigo.

- Bueno. No sé si la señorita Imh tendrá dentro de sus conocimientos sobre cultura

japonesa… –comenzó a narrar Sulfito, no dejando tiempo para que la muchacha

respondiera–, pero estos cuchillos fueron forjados por un gran artista japonés. Están

fabricados con la misma milenaria técnica de forjado de una katana, precisando el mismo

cuidado que se le da a esas espadas, tanto en su uso como en su almacenamiento y

limpieza… ¡Está listo! Pongan la mesa, yo serviré los platos.

Miguel tomó tres pares de palillos, servilletas y vasos; colocándolos en los puestos que ocuparían

cada uno. Imh seguía desorientada. Al parecer los amigos tenían una rutina conocida, cada uno

sabía qué hacer, ella sólo presenciaba a los hombres preparar todo para el atrasado almuerzo. Una

vez servidos los platos, Imh tenía dos recipientes frente a ella, uno con arroz blanco y el otro con

verduras salteadas con carne, rebosante de jugo de cocción. El aroma era penetrante, resaltado

por el ají y los condimentos, activando las glándulas salivales de la muchacha.

- Huele muy bien, debo aceptarlo – comentó Imh, sorprendida por su propia reacción.

- ¿Cierto? Independiente de que necesitáramos de su ayuda, algún día te iba a traer a que

conocieras uno de los platos de Sulfito. Toma, agrégale soya a tu arroz – dijo Miguel,

entregándole a Imh una botella de salsa de soya.

- Gracias por el halago, pelao. Pero, ¿en qué les puedo ayudar?

- Bueno, tú eres mi amigo más antiguo, con el que más comparto y al que más tiempo dejo

de ver. Por lo mismo, te pido toda la discreción de la que cuentes para este tema.

- Cuéntame, entonces.

Page 122: La ultima morada Zona Prohibida

116

Miguel le contó todo lo pasado en lo últimos meses de su vida, sin omitir ningún detalle, mientras

Sulfito lo escuchaba sin emitir ninguna palabra. Para dar más solidez a su narración, le pidió a Imh

que le demostrara que lo que contaba era verdad, de la misma forma que hizo con su abuela Mirta,

acción que sorprendió al amigo cocinero. Imh luchó un rato intentando comer con los palillos,

pero dominó la técnica después de ver como comían los dos hombres.

- Por eso necesitamos tu ayuda. Tú y sólo tú tienes todo ese material sobre artes marciales,

Imh dijo que bastaba con eso para realizar algo provechoso.

- ¿En serio la Daniela no te creyó nada de lo que le dijiste? – preguntó Sulfito, desviándose

un poco de la materia principal, con tono medianamente despectivo.

- No, no creyó nada. No pudo ver lo que acabas de presenciar, cuando vayas a mi casa te

muestro el trabajo que Imh hizo en mi computadora.

- No es necesario. Si las cosas son como me dices, ella podrá copiármelo directamente en

mi laptop, ¿cierto?

- No puedo hacer menos, después de tan sabrosa comida – respondió Imh, que aun sentía

en su boca la preparación de Sulfito–. Primero debo alterar el código para que puedas

iniciar sesión y utilizar el ratón y teclado como con los otros sistemas operativos, pero es

cosa de pocos minutos.

- ¡Hagámoslo! Mientras se graba en el DVD, me dan tiempo para buscar los libros y discos

que tengo con documentales e información.

- Gracias, Marco. No podía esperar menos de ti – agradeció Miguel, levantando los trastos

de la mesa para lavarlos.

Imh realizó los cambios necesarios en su programa para poder instalarlo en el laptop, copiándolo

en el disco duro de este por vía inalámbrica y grabándolo en el DVD virgen que le entregó Sulfito,

que llegó con las manos llenas de películas y libros sobre artes marciales.

- Genial, se está instalando ya. Aquí tiene, señorita Imh. Revise que le puede servir.

- Marco, ¿dejo todo secándose en el lavavajillas? –preguntó Miguel, que recién terminaba

de lavar lo que ensuciaron al comer–. ¿Tienes que limpiar los cuchillos de forma especial?

Page 123: La ultima morada Zona Prohibida

117

- Sí, déjalo todo ahí, lo arreglare inmediatamente. Los cuchillos se limpian aparte, no quiero

malograrles el filo –respondió Sulfito, limpiando velozmente los afilados y preciados

utensilios–. ¡Mira! Tengo el mismo sistema operativo que tú. Probemos que tan bueno es.

Después de un rato de juguetear con los programas, Sulfito se echó en su asiento, estupefacto,

frente a su laptop.

- Es lo mejor que he ocupado hasta ahora. Antes se me quedaba congelado al abrir más de

tres aplicaciones, ahora trabaja como si fuera un computador de la NASA. Muchas gracias,

señorita Imh, ha fabricado el mejor software de este mundo – agradeció Sulfito,

abrazando la pantalla de su laptop.

- Gracias a ti, por la comida y por todo este material que nos facilitó. Le debo los programas

de edición de video, como Miguel no ocupaba ese tipo de aplicaciones, no estaban dentro

de la instalación que le grabé.

- No se preocupe, puede formularlos cuando pueda, creo que estará muy ocupada de ahora

en adelante.

- Gracias, Marco. Te devolveremos todo lo más prontamente posible. Debemos irnos, para

no dejar a mi abuela sola tanto rato.

- Los acompaño a la salida, amigos.

Sulfito se despidió de los muchachos, abrazándolos a los dos al mismo tiempo, deseándoles suerte

en su casi imposible tarea de rescatar a Neilaress y recuperar su nave. Se internó en su local,

bajando las persianas y colocando un cartel que tenía escrito “cerrado”, apagó las luces.

- Que… cariñoso – expresó Imh con dificultad, costándole encontrar la clasif icación correcta

para Sulfito.

- Siempre ha sido así, es buen amigo ese individuo… Vamos, antes de que se ponga más

oscuro, mi abuela debe estar esperándonos.

- Sí, vamos.

Page 124: La ultima morada Zona Prohibida

118

De vuelta en el hogar, los muchachos le contaron a Mirta sobre su día, sobre sus planes y el

panorama al que se enfrentarían. La anciana escuchó con atención a los jóvenes, sin emitir ningún

juicio, esperando a que terminaran su narración.

- Ustedes saben y entienden a lo que se enfrentarán, ¿cierto?

- Sí, Abu. Entiendo tu miedo, yo también lo siento, pero confío en lo que Imh plantea, sé

que no dejara ningún cabo suelto para lograr infiltrarnos en la base militar y salir sin

ningún daño.

- Sé que confías en ella, porque también lo hago. Pero, a pesar de eso, sé que es una misión

suicida. No puedes agarrarte a golpes con militares armados y entrenados creyendo que

no responderán con su máxima fuerza, menos si se infiltran en una base militar ultra

secreta.

- Señora Mirta, puede tener la certeza absoluta de que, por lo menos, Miguel no saldrá

dañado. Si su miedo es tan grande, puedo prescindir completamente de su ayuda si usted

así lo desea. Sólo debe decirlo.

- Por más que quisiera, Miguel haría según su parecer. No es mi deber interferir en su

destino, si es eso lo que él decide. Eso haría que me repudiara, y si se va a embarcar en

una empresa imposible, prefiero que se vaya del país con mi apoyo y no con mi enojo.

- A… Abuela – gimió Miguel, no esperando esa respuesta de su abuela, que por todos esos

años había actuado como su aprensiva madre.

- Únicamente espero que si planean algo, lo planeen bien. Y que regresen a casa sin ningún

rasguño, obviamente.

- Gracias, señora Mirta. No sabe cuánto agradezco que me preste a su nieto en esta

situación tan riesgosa – agradeció Imh, sujetando las manos de la anciana.

- ¡Oye! ¿No me pides mi opinión o qué? – reclamó Miguel, sintiéndose pasado a llevar.

- Tú ya decidiste hace tiempo, por eso te obvié – respondió Imh, fingiendo menosprecio.

- ¡Qué mala eres! – replicó Miguel, sintiendo el falso menosprecio como si fuera real.

Page 125: La ultima morada Zona Prohibida

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Imh dedicó los siguientes días en aprender las artes marciales, leyendo todos los manuales y

enciclopedias que Sulfito les facilitó, apoyándose visualmente con los DVDs en que grandes

maestros peleadores mostraban sus mejores movimientos y técnicas. Fueron horas continuas de

entretenido y concienzudo aprendizaje.

Cuando hubo acabado todo el material que le prestaron, continúo su búsqueda de conocimientos

en internet, observando miles de videos de diferentes disciplinas: karate, tae kwon do, jiujitsu,

aikido, kung fu, taichí, judo, muay thai, kempo, boxeo; todo fue aprehendido por Imh,

mezclándose en su mente y emergiendo como una nueva técnica, depurada hasta el límite de lo

humanamente imaginable.

Después de pasar casi dos semanas sin descansar bien, Imh finalizó su estudio en las milenarias

artes del ataque y defensa, del camino del guerrero. Su cuerpo estaba programado para moverse

tal cual haría un maestro experimentado, reaccionando con veloces reflejos a todo movimiento

amenazante, golpeando con fulminantes ataques localizados.

- Miguel, mañana retomaremos nuestro entrenamiento, ahora en su segunda fase. Ya estas

acondicionado físicamente, ahora aprenderás técnicas de lucha cuerpo a cuerpo.

- ¡Increíble, también te salen ojeras…! No sé porque creó que tu entrenamiento me va a

doler – ironizó Miguel.

- No tienes idea de lo que te espera.

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Capítulo 8

Hallazgos extraterrestres

- Comandante Waterstone, tengo el informe final de la autopsia del individuo número 1 –

comunicó Walles, agitando el documento para llamar la atención del pensativo militar.

- Cuénteme sus hallazgos, Walles.

- Bueno… Ahondando el tema que le mencioné hace algunos días, determinamos la

composición del esqueleto del individuo. Está conformado en aproximadamente un 98%

de carbono, con trazas de otros elementos químicos. Esta es la razón de la liviandad y

resistencia de sus cuerpos, además de una flexibilidad no presente en nuestra

configuración esquelética…

- Pero, sus dientes son de color blanco… ¿Están conformados de…? – preguntó Waterstone,

confundido por el hallazgo.

- Son similares a los nuestros, en el exterior por lo menos. No tienen muelas del juicio y el

resto de sus dientes son más planos en comparación con la dentadura humana.

- Continúe, por favor.

- Encontramos también coyunturas cartilaginosas parecidas a las nuestras; sin embargo, las

moléculas que las conforman tienen otra configuración espacial, lo que le otorga una

mayor resistencia ante el desgaste mecánico. No se encontró rastros del apéndice, coxis,

plica semilunaris y amígdalas.

- ¿Plica semi-qué? – dijo el comandante, intentado repetir el nombre dicho por Walles.

- Plica semilunaris. Es el equivalente del tercer parpado de ciertas especies… También se

destaca un sistema digestivo distinto, con un estómago de tamaño disminuido y un

intestino grueso de mayor longitud. Pensamos que esto se debe a consumo de pocos

alimentos sólidos, predominando una dieta de tipo líquida. Uno de los descubrimientos

más asombrosos fue el que encontramos al realizar los cortes histológicos de la

musculatura, las fibras musculares son totalmente distintas a las nuestras; no obstante,

funcionan de la misma manera.

- ¿Eso qué implica? – consultó Waterstone, con rostro que mezclaba diversos pensamientos,

predominando la duda y la fascinación.

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121

- Implica mayor fuerza, mucha fuerza, ¡demasiada! Cuentan además con una flexibilidad y

rapidez de reacción increíble, ni los músculos de atletas profesionales tienen estas

características.

- Podemos decir entonces que son más fuertes y rápidos que nosotros… ¿y también más

inteligentes?

- Sí, estamos muy por debajo de su potencial – remató Walles, dejando escapar un suspiro

de inconformidad. Tome, aquí está su copia detallada del informe, nos veremos cuando

finalice otros análisis pendientes.

- Que así sea, Walles. Muchas gracias por su trabajo.

- ¡Para eso estamos, comandante! – gritó Walles a modo de despedida, retirándose a su

laboratorio a proseguir con su trabajo.

Waterstone caminó con paso rápido y decidido hasta la sala de monitoreo donde se vigilaba a

Neilaress con el circuito cerrado de TV, encontrándose de frente con los monitores que mostraban

al joven en su hermética celda. Se dirigió hacia los oficiales que controlaban las cámaras,

preguntándoles sobre el prisionero.

- ¿Ha vuelto a escribir en la mesa?

- No, señor. Desde que usted dejó la habitación el otro día no ha hecho nada más que

tenderse en la litera de la celda. No ha rechazado el alimento ni ha mostrado actitudes

agresivas ni extrañas. No parece estar preocupado por su encierro.

- ¿La celda es totalmente hermética?, ¿No ha intervenido las computadoras nuevamente?

- No, señor. Está totalmente aislado, no puede acceder a las computadoras. Referente a ese

tema, se cambiaron los discos duros infectados por unos nuevos, pero el código malicioso

ingresado por el prisionero permanece latente en otras partes del hardware, tanto interno

como externo.

- ¿Cómo es eso? – preguntó Waterstone, que poco comprendía la jerga informática.

- Los discos duros nuevos, de fábrica, vienen ya infectados. Otros discos antiguos que se

tenían almacenados fueron formateados para reutilizarlos, mas se infectaron también al

momento de conectarlos a los servidores. Se intentó realizar el formateo en

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122

computadoras externas al complejo de Sonora, pero la infección está en todos lados, en

todo el mundo.

- Ya veo… ¿Cuál es el efecto del código sobre las computadoras?

- Aparte de producir esa imagen en la pantalla de los equipos infectados, nada. Sólo se

copia de máquina en máquina, reproduciendo ese efecto.

- ¿La seguridad informática no resulto alterada?, ¿Hemos recibido ciber-ataques?

- Ninguno, a pesar de que esta no pudo detener la infección. Hemos recibido informes que

indican que incluso los servidores secretos enemigos están infectados de la misma manera

que nosotros. No hemos recibido ningún ciber-ataque hasta ahora, señor.

- Es bueno saber eso… ¿Todo lo que muestran los monitores está siendo registrado? –

interrogó Waterstone, mirando el circuito cerrado de TV.

- Segundo a segundo y continuamente, señor.

El comandante salió con premura de la sala, avanzando por los pasillos de la base como si

persiguiera a una silueta que se alejaba velozmente, detrás de una imprevista idea que emergió en

su mente. Llegó hasta el gimnasio de instrucción de los soldados con la frente sudorosa,

apoyándose en su rodilla dañada para masajearla, anunciando su presencia con un resoplido.

- Comandante Waterstone, ¿a qué se debe la visita? – preguntó el instructor, que en ese

momento tenía reducido a un soldado con una llave, estrujándole un brazo para que se

rindiera.

- ¡Justamente te buscaba a ti, Tofalos! – exclamó Waterstone, enderezando su postura.

- Tofalos-Smith, señor… Me enorgullece mi apellido compuesto.

Waterstone conocía muy bien al orgulloso Tofalos-Smith. Habían servido en varias misiones

conjuntas, arrasando en el campo de batalla a todos sus enemigos. Estaba especializado en

combates cuerpo a cuerpo, por lo que evitaba al máximo el uso de armas, mas no por eso estaba

menos capacitado para usarlas habilidosamente.

Su cuerpo mostraba el riguroso entrenamiento autoimpuesto, con varias cicatrices en su rostro

debidas a puñetazos, con su nariz ligeramente desviada al lado derecho, perfil típico de boxeador

profesional. Sus nudillos endurecidos y callosos habían roto varias mandíbulas, y sus poderosas

Page 129: La ultima morada Zona Prohibida

123

piernas habían pateado miles de traseros; sin embargo, últimamente, le agradaba reducir a sus

contendientes con poderosas llaves, técnica que seguía aplicando a su alumno mientras hablaba

con el comandante Waterstone.

- Perdona la falta de formalidad, Erick, necesito un poco de tu tiempo.

- Está bien, no te acostumbres, ¿sabes? Puedes ser mi comandante, pero…

- ¿Tienes tus pesas aquí? – interrumpió Waterstone, que no quería seguir el juego de

Tofalos-Smith.

- C… Claro. ¿Para que las quieres?

- No son para mí… Otra pregunta, ¿Quieres comprobar tu fuerza?

- ¡Siempre quiero hacerlo! ¿Acaso es un duelo de halterofilia?

- Algo parecido a eso, no puedo adelantarte más.

- Interesante. ¡Está bien! Quedan libres por hoy, ¡malnacidos! Nos veremos temprano

mañana para proseguir con su entrenamiento – gritó el instructor a sus discípulos,

soltando el brazo aprisionado de su contrincante. Cada día salen más niñitas estos

soldados.

- Carga todas tus pesas en un carro y sígueme cuando estés listo.

- ¿A que va todo ese misterio?, ¿Quién es el marica al que me enfrentaré?

- No lo sabemos aún, por eso lo comprobaremos nosotros mismos – remató Waterstone.

Lleva también una balanza, para pesarlos a ambos.

- OK – respondió Tofalos-Smith, guiñando con complicidad al comandante.

Los recios hombres caminaron en silencio por la base, alterando la calma del lugar con el ruido del

carro que cargaba barras y pesados discos metálicos utilizados en la disciplina olímpica. Llegaron

hasta la celda hermética, saludando a los soldados que custodiaban su entrada con un ademán.

- Como sabes, la base ha estado algo ocupada los últimos meses – introdujo Waterstone,

tomando la palabra antes que su acompañante.

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124

- Sí, secreto extremo. No hay que ser un genio para saber qué es lo que guardan acá, menos

después de la gran alerta que se activó hace poco.

- Es el protocolo, no podemos decirle a toda la base lo que se aquí sucede, es demasiada

gente a la que se debe instruir en cómo tratar este tema, además…

- Sí, sí. Control de la información, burocracia, blah, blah, blah. Muéstrame ya al espécimen,

no me tengas en ascuas – interrumpió Tofalos-Smith, sintiendo que tomó revancha por la

interrupción que le hiciera el comandante hace un rato, sonriente.

- Abran las compuertas, soldados – mandó el comandante, dejándole el paso libre al

instructor para que ingresara a la celda, mientras los soldados le escoltaban con sus armas.

- Vamos a ver, vamos a ver… ¡Ahí estas!

Tofalos-Smith entró en la habitación, dando pisadas fuertes en el suelo, anunciándose como un

toro dispuesto a cornear a quien tuviera delante. Se acercó al muchacho extraterrestre, mirándolo

fijamente, esperando a ver su reacción. Puso las manos en su cadera, apretando los músculos de

sus brazos, demostrando el intenso trabajo realizado en sus extremidades superiores por largos

años de entrenamiento.

- ¿Esto es un extraterrestre?, ¿Están seguros? A mí me parece un muchachito humano,

¡nuestros soldados tienen más cuerpo que él!

- Sé lo que parece, pero no es humano. Tenemos a su acompañante, muerto, y te

sorprendería lo que encontramos en nuestras indagaciones.

- No me digas, déjame comprobarlo.

- Primero pésalo, después puedes proceder a levantar las pesas – acotó Waterstone, antes

de que el instructor armara las pesas.

- ¡Sí, no te preocupes! Da lo mismo si es antes o después, no va a sudar todo su cuerpo por

levantar unos pocos kilos – exclamó el instructor, tomando la balanza portátil que traía en

el carro. ¡Tú, mira bien lo que haré! Quiero que me imites en todo lo que hago, ¡mira mis

ojos, mira mis ojos! – gritó a Neilaress, apuntándose los ojos con los dedos de la mano.

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Tofalos-Smith se subió en la balanza, marcando 98 kilos de puro músculo, número que coincidía

con su altura de 1,98 metros. Miró a la cámara de seguridad, levantando el pulgar en señal de

aprobación, gesticulando con la boca, dando a entender que estaba conforme con su peso. Se

agachó para tomar la báscula y la dejó a los pies del extraterrestre, pidiéndole que le imitara.

- ¡Oh! Al parecer entiende rápido, veamos cuanto pesas… ¿Qué mierda…? ¡Waterstone, el

muchacho está hecho de aire! ¡Pesa 68 kilos y mide unos centímetros menos que yo!

- Ese fue uno de nuestros descubrimientos, Erick. Ya presumía que sucedería eso –

respondió el comandante, sin sorprenderse por el dato.

- No creo que pueda cargar mucho peso, lo haré esforzarse hasta que se desmaye.

- Sólo te pido que no lo mates.

- Lo intentaré – respondió el instructor. Bueno, bueno, bueno. Mi nombre es Erick Tofalos-

Smith y soy el instructor militar de la base de Sonora, antigua base de experimentación y

actual emplazamiento para entrenamiento de nuevos soldados. Esto que tengo aquí es un

equipo para realizar halterofilia, un deporte olímpico que demuestra tu fuerza y

determinación. No es sólo fuerza bruta, te exige tanto física como mentalmente. Ahora

armaré las pesas y te demostraré como realizarlo de forma correcta, para que no te dañes

la espalda y brazos.

Tofalos-Smith armó rápidamente el equipo, cargando 50 kilos en la barra, pensando que el

muchacho no podría cargar tal cantidad de peso.

- Comenzaremos fácil. Lo cargaremos en dos tiempos, tomas la pesa hasta la altura de tus

hombros, tus piernas son tu eje… ¡Mírame bien! Luego das un pequeño salto para elevar

la barra por sobre tu cabeza, de este modo, y luego juntas las piernas en tu posición inicial.

¿Entendido? – explicó el instructor, sin recibir respuesta por parte del muchacho.

Neilaress había observado pacientemente la explicación del hombre y supuso que quería que le

imitara nuevamente. Cada movimiento que realizó el instructor fue emulado rigurosamente por el

muchacho, demorándose la misma cantidad tiempo que el humano. Elevó la barra por sobre su

cabeza, deteniéndola varios segundos en esa posición y la posó lentamente en el piso sin dejarla

caer.

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126

- ¡Bien, así me gusta! ¡Doblemos la apuesta, subamos a 100 kilos! – exclamó el instructor,

sorprendido por la fortaleza del joven.

Tofalos-Smith cargó la barra con las nuevas pesas e hizo su levantamiento, esforzándose un poco

en levantar la barra. Al terminar, depositó la pesa en el suelo y la pateó a los pies de Neilaress,

dándole a entender que era su turno.

- ¡Ahora te toca a ti! Si no puedes levantarla, te quedaras sin cena esta noche.

Neilaress no entendió el reto que le hizo el hombre, pero igualmente levantó la barra, sin ningún

esfuerzo. El instructor celebró el levantamiento, aplaudiendo al muchacho.

- ¡Guau, sí que tienes fuerza, extraterrestre! Ahora se viene lo mejor, ¡carguemos 150 kilos!

Tofalos-Smith puso los discos en la barra e hizo rápidamente su levantamiento, comenzando a

sudarle el rostro por el esfuerzo. Bajó el peso a sus pies y se secó las sudorosas palmas en su

pantalón, resoplando y festejando. Neilaress se aproximó cautelosamente al hombre –siendo

apuntado todo el tiempo por las armas de los soldados–, tomó la barra desde uno de los extremos

y sacó las trabas que aseguraban los discos. Comenzó a cargar la barra con todos los discos que

quedaban en el carro, trabándolos nuevamente, produciendo una sonrisa en el rostro del

instructor.

- Está bien ser competitivo, extraterrestre. Sin embargo, tanto peso te quebrará los brazos

antes de que lo cargues. No te detendré, queda bajo tu responsabilidad si te dañas.

Neilaress se inclinó frente a la barra, frotando sus manos en el piso para empolvarlas, y la tomó

con sumo cuidado, deteniéndose en sus hombros y elevándola lentamente por sobre estos sin

realizar el salto, manteniéndola en esa posición por varios segundos y dejándola caer

violentamente al suelo.

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127

- ¡Hijo de la gran perra! ¡Esos eran 350 kilos! – gritó desencajando la mandíbula Tofalos-

Smith, mientras sentía su cuerpo languidecer.

- ¡Sal de la celda, Erick! – gritó Waterstone, pensando en que el joven extraterrestre

actuaría de forma violenta. ¡Ustedes dos, ayuden a su instructor a cargar la pesa fuera de

la celda! ¡Denme una de sus armas!

Los soldados tomaron la barra con gran dificultad, ayudando a su instructor a retirarla de la celda,

mientras Waterstone apuntaba al extraterrestre con una de las armas de los soldados. Neilaress le

dio la espalda al comandante, tendiéndose nuevamente en la litera, dando a entender que no

atacaría a sus captores, actitud que calmó a Waterstone.

La celda se cerró súbitamente, dejando a los alterados hombres fuera de ella. Tofalos-Smith no

salía de su asombro y, con ojos desorbitados, comenzó a desarmar la pesa soltando groserías y

maldiciones al aire. Waterstone devolvió el arma al soldado, agradeciéndole su trabajo, y se retiró

del lugar, pensando en lo recién sucedido.

La situación era cautivadora y atemorizante al mismo tiempo, todo dependía de la naturale za de

estos seres y de sus intenciones… ¡Sólo Dios sabía que era lo que le esperaba a los Estados Unidos

y al mundo en caso de que llegaran más extraterrestres! No, se equivocaba. No sólo él lo sabía…

Ellos también.

Page 134: La ultima morada Zona Prohibida

128

Entrenamiento productivo

- Descansa Miguel – ordenó Imh al muchacho, que tenía el corazón acelerado por la

maratón matutina.

- Gracias, mañana tengo clases y no quiero llegar reventado.

- Es un descanso parcial, no pienses que hemos terminado. Si bien has perdido casi toda la

panza, debemos sacar a relucir tus músculos adormecidos.

- ¡Noooo! ¿Queda más entrenamiento por hoy? – replicó Miguel, que se había sentado en

la acera de forma desparramada.

- ¡Claro que sí! Hoy comenzaremos con el entrenamiento en artes marciales. No comencé

antes para afinar la técnica y evaluar todas las posibles combinaciones y ataques que se

puedan recibir o asestar.

- ¿Quieres decir que desarrollaste un arte marcial completa?, ¿No me enseñaras un método

hecho por humanos?

- Exacto. Está sentado en las bases de sus artes, revisado y pulido al máximo. Ningún otro

humano estará completamente capacitado para ejecutarlo de la forma en que lo haremos.

- ¿Así de extremo será? Me vas a destruir con tus prácticas…

- Debo hacerlo. Sólo de ese modo me será posible llevarte a un nivel insospechado para

ustedes.

- Pregunta aparte: ¿Dónde practicaremos? – inquirió Miguel, pensando en que un

entrenamiento de ese tipo podría ser algo vistoso y llamaría la atención de personajes

indeseables.

- Encontré un terreno baldío cerca de una circunvalación, está lleno de desperdicios,

perfecto para lo que te espera… ¡Encaminémonos ahora! Queda a unos pocos kilómetros

de aquí, avancemos.

- Como diga, jefa.

Miguel se encontraba derruido, con el cuerpo acalambrado y tirante. Ya estaba acostumbrado a

las largas corridas que realizaba junto a Imh; no obstante, cada día de entrenamiento que pasaba

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129

le dejaba en peores condiciones. Las últimas semanas de clases tomó apuntes a duras penas,

sintiendo su bolígrafo como una gran barra de metal arrastrándose sobre su cuaderno –que había

tomado la aspereza del concreto– para marcar las palabras. Su único descanso llegaba en las

noches, cuando sus miembros se relajaban en extremo, cayendo rendido ante el cansancio de la

jornada. Y esto no sucedía exactamente por eso, también se debía a que Imh aún controlaba su

tono muscular, esforzando su musculatura aún en tareas que no requerían mayor trabajo,

liberándolo de su influjo por las noches para brindarle descanso verdadero.

- Llegamos, Miguel.

- Así veo.

Miguel se encontraba frente a un basural de proporciones, entendiendo porque la elección de Imh.

El nauseabundo hedor que expelían las miles de bolsas selladas atraía todo tipo de animales e

insectos, algunos de los cuales iban a morir en el mismo vertedero, aportando parte de la

penetrante esencia. Cientos de moscas revoloteaban sobre la basura y varios perros vagabundos

revisaban en busca de algo parecido a un alimento, gruñendo ante la presencia de los extraños

visitantes.

- Excelente elección, Imh. Aquí sólo se acercara gente que venga a botar sus inmundicias,

además está bastante retirado de las viviendas y huele asqueroso.

- Eso mismo pensé. Ustedes… En Ioss nada de esto se habría desperdiciado. Tienen una

cultura de reciclaje casi nula, es por eso que sufren de escasez de recursos, todo por una

mala e injusta administración de estos.

- Es verdad, da rabia, pero la gente no quiere cambiar. ¿Dijiste injusta? – replicó Miguel,

enseriando sus palabras.

- No es cosa de querer; es de deber. Aprendí un dicho el otro día: remar todos en la misma

dirección. En Ioss esa es nuestra cultura, eso nos permitió avanzar en todos los sentidos.

La injusticia humana se extiende desde su nacimiento, ese es el problema, con la

asignación de los estratos sociales. En mi planeta no existe nada de eso, nacemos en las

mismas condiciones y somos formados con los mismos recursos. Todos tienen la misma

información básica de forma predeterminada, todos sabemos realizar el mismo trabajo y

nos especializamos en las tareas que nos permiten sobrevivir.

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130

- Acá en la Tierra siempre hay una lucha de egos… Mientras uno mismo este bien, no

interesa como este el prójimo, aunque este sea nuestro planeta.

- ¡A eso me refiero! Tienen todo para ser felices y completos, no lo lograrán mientras sigan

alimentando deseos individuales, la humanidad entera debe ponerse de acuerdo e ir en

una misma dirección. Este basurero es la muestra de lo mucho que les queda por avanzar.

En Ioss hay pocos tipos de trabajo, pero son realizados por cada uno de los habitantes por

aproximadamente 10 años humanos, para luego cambiar de tarea, rotándonos en los

puestos disponibles. Acá en la Tierra he leído de gente enquistada en labores, aferrándose

a esas rutinas e intentando avanzar desde el estrato más bajo hasta la cima, no

importándole a quien deba pisotear para lograrlo. Aun así, disfrutan igualmente los

servicios y/o productos que generan los escalafones menores, mas no quieren estar ahí, es

una clase de orgullo, una especie de superioridad social. Por eso, en mi planeta, todos y

cada uno de los habitantes es experto en todas las tareas disponibles, todos las ejercen

cada cierto tiempo y ganan lo mismo; aunque no tenemos un sistema monetario como el

suyo, nuestra ganancia es el conocimiento y el alimento para sobrevivir. Se trabaja por el

bien común, por y para Ioss.

- Nos has definido en pocas palabras, Imh. Palabras irrefutables… ¿Tan mal están allá, que

hablas de sobrevivir?

- Sí, la situación es crítica… Y no pretendo ser irrebatible, sin embargo me enoja ver algo

como… ¡esto! –dijo Imh, señalando los cúmulos de basura en el vertedero ilegal–. ¡Acabo

de pensar en algo interesante y productivo! Parte de nuestro entrenamiento será despejar

toda esta zona de basura, reciclaremos todo lo que encontremos y así juntaremos dinero

para los pasajes.

- Que conversación más profunda, casi nos pusimos filosóficos, ¿cierto? Por otra parte, ¿de

qué pasajes me estás hablando? – preguntó Miguel, pensando que se había perdido algo

de la conversación.

- Disculpa, no te lo mencioné antes. Pasajes de avión, para viajar a Estados Unidos. ¿Cómo

pensabas que llegaríamos hasta allá?

- Bueno, yo…

- No puedo decir que no se me ocurrió llegar corriendo hasta allá, pero muchos imprevistos

podían retrasar nuestro viaje. Por otra parte, no puedo darme el lujo de demorarme más

tiempo, quizás que peripecias debe estar viviendo Neilaress, debo hallarle pronto.

- Sin embargo, para viajar al extranjero necesitas documentos, sobre todo si es al extranjero

y en avión.

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131

- Eso es un problema menor, tengo planeado emitir mis documentos pronto.

- ¿Cómo…?

- Muchas preguntas, Miguel. Ahora dediquémonos a limpiar un poco este lugar para formar

nuestro ring de entrenamiento de artes marciales.

Los dos jóvenes comenzaron a revisar las pestilentes bolsas de basura, separando en varias

categorías lo encontrado: biodegradable (orgánico), papel, vidrio, metal y plástico. Lograron

despejar una porción de terreno de unos 10 metros cuadrados rodeado por altas montañas de

basura, escondido de la vista de los transeúntes. Al final de la tarde, los malolientes muchachos

volvieron a la casa de Mirta cargando varios sacos con la basura que venderían a los recicladores,

dejando la mayoría del material recolectado en el vertedero.

- ¿Qué les paso, niños?, ¿Por qué vienen así de sucios y con ese olor?

- Abu, no te preocupes, lavaremos a mano esta ropa. Estuvimos limpiando un lugar que

utilizaremos para practicar – respondió Miguel, aclarando que no usarían la máquina

lavadora de ropa.

- ¿Qué lugar es ese en que se ensuciaron tanto?

- Un vertedero – respondió Imh, anticipándose a Miguel, quien luchaba por sacarse la

pegajosa camisa deportiva que usaba.

- ¿Qué? ¡Se enfermaran quizás de que cosa si vuelven a meterse ahí! – vociferó Mirta,

pensando en la seguridad y salud de los muchachos.

- Señora Mirta, no se preocupe por eso. Así como pude curar la enfermedad y heridas de

Miguel, también puedo protegerlo y curarlo de cualquier infección que contraiga en el

vertedero – explicó con calmada voz Imh.

- Es verdad, Abu. Todos los veranos anteriores me dio amigdalitis y este año no me ha

pasado nada, ¡ni un pequeño resfriado!

- Es verdad, Miguelito. Nunca dejaré de agradecértelo, Imh, pero igualmente cuídense.

- Así será, señora Mirta.

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132

Miguel cedió la ducha a Imh, permitiéndole bañarse primero que él. Después de la cena, los

muchachos guardaron los sacos con basura en el pequeño patio de la casa, esperando encontrar

un lugar en que pudieran venderlos a buen precio y así juntar el dinero necesario para su futura

travesía. La semana académica de Miguel pasó en un abrir y cerrar de ojos, dándole sólo tiempo

para limpiar y arreglar el ring, aplanando el polvoriento terreno a punta de pisotones.

El fin de semana fue distinto, los jóvenes se dedicaron a buscar puntos de compra de metales,

vidrio y papel. Cargaron en sus espaldas los sacos recolectados, cotizando los locales con mejores

precios de compra, logrando juntar un total de 25 mil pesos.

- ¡Guau! Quien diría que recolectando basura podrías generar tanta plata. Imh, aquí tienes

otro dicho para aprender: La basura de un hombre, es la riqueza de otro.

- No sólo eso. En Ioss también sería nuestro alimento.

- ¡¿Qué?! ¡Qué asco! ¿Acaso comen basura en tu planeta? – preguntó Miguel, asqueado por

la revelación de Imh.

- Viendo tu reacción, prefiero omitir mi respuesta, te puede perturbar un poco. Eso, a pesar

de no tener nada repulsivo. Lo que conocen como reciclaje es algo básico, primitivo.

Nosotros hacemos lo que ustedes llamarían reciclaje molecular o atómico.

- Eso suena interesante, ¡cuéntame más! Prometo no hacer más arcadas.

- No quiero hablar de eso. Me produce envidia toda la abundancia de la Tierra – respondió

Imh, con un poco de melancolía en sus palabras.

- Perdón, Imh. No quise incomodarte.

- No lo hiciste, Miguel. Sólo recordaba la situación de Ioss y el abismante contraste que

tiene con tu planeta. Mejor apresuremos el paso, debemos llegar a casa pronto.

- Tienes razón, partimos hace varias horas y deje a mi abuela sola de nuevo.

- No te preocupes, está bien. La llamé y le dije que habíamos vendido las cosas, que vamos

en camino a casa.

- ¿La llamaste?, ¿Cuándo? No me pediste el celular para hablar… Más importante que eso,

¿cómo lo hiciste?

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133

En ese mismo momento comenzó a sonar la melodía del teléfono celular de Miguel,

estremeciéndole el cuerpo por la impresión. Vio en la pantalla de su aparato y el número que le

llamaba se mostraba ininteligible, compuesto de signos de puntuación, letras y signos varios.

Contestó con lentitud, mirando fijamente el rostro de Imh, expectante ante la voz que escucharía

a través del auricular.

- Soy yo, Miguel. Intervine las antenas de recepción celular el otro día. Cuando estés fuera

de mi rango de comunicación inalámbrica, puedo llamarte a través de tu celular para

comunicarnos. Incluso, también puedo controlar los kozou en tu cuerpo de esta manera –

dijo Imh, sonando en el auricular, cortando la llamada al finalizar la frase.

- E… ¡Eres increíble, Imh! ¿Te lo había dicho o no? Eres como… No sé. Eres como la dueña

de la tecnología, la ama de las máquinas.

- No es para tanto. Lo que pasa es que sus sistemas son fácilmente vulnerables – respondió

Imh, con una molesta modestia para el joven humano, pero que no dejaba de ser verídica.

- Eso creo. Yo no lo podría haber hecho; no obstante, parece que ustedes pueden jugar con

nosotros, en todo sentido. Me siento un poco disminuido…

- No te deprimas, por eso mismo estamos entrenando juntos, para disminuir esas

diferencias entre nosotros.

- Sí, tienes razón. Pongamos manos a la obra, entonces.

- Eso será otro día, debemos volver a casa. Mañana tienes clases y por fin comenzaremos el

entrenamiento de artes marciales.

- Es verdad, volvamos. Entonces, pasaremos después de mis clases, en la tarde.

- No, vuelve normalmente a casa, iremos por la noche.

- ¿Por la noche?

Imh había planeado el modo de enseñarle correctamente el arte de la lucha cuerpo a cuerpo,

maximizando el tiempo y matando varios pájaros de un tiro, aprovechando la oscuridad de la

noche para acostumbrar a Miguel a pelear sin depender de la luz del sol.

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No podía ingresar nada más los conocimientos en la mente del muchacho, no sería capaz de

acceder a tales datos por voluntad propia, no sin controlar personalmente los kozou que implantó

en su cuerpo. Debía enseñarle paso a paso, entrenando sus reflejos, volverle veloz, intuitivo, eficaz.

Debía ser peligroso, un enemigo terrible, alguien capaz de enfrentarse a mortales soldados de elite,

ya fuera que estuviesen armados o en una batalla a mano limpia. Pero lo haría la próxima noche,

antes debía realizar unas diligencias que le ayudarían en la adquisición de dinero.

Miguel descansó fatigado bajo la tibia agua de su ducha, limpiando el salado sudor de su cuerpo.

Sin duda había ganado fuerza este último tiempo, más que toda la que había obtenido hasta ahora

en su vida. Sentía su cuerpo fortalecido, pero aún se sentía como un crío frente a la idea de

enfrentarse a quien fuera, aunque se tratara de un delincuente común, más le aterrorizaba la idea

de enfrentarse a un militar entrenado, sobre todo si estaba armado.

Imh había cambiado su destino, mas no creía realmente ser capaz de ayudarle en su meta, temía

dejar la vida en el campo de batalla, dejar sus sueños a medio realizar. Temía hundirse para

siempre en la oscuridad de la que Imh le salvó, le espantaba desaparecer en la nada; sin embargo,

había hecho una promesa, no podía dar paso atrás. Ese era su nuevo destino, él mismo lo había

elegido y haría todo lo posible para lograr su cometido.

Tanto pensar agotó a Miguel, yéndose a dormir temprano. El día lunes le esperaba y no perdonaba

a los trasnochadores, menos a los que se creían deportistas con aspiraciones heroicas.

- Hola, Rolo.

- Hola, Miguelazo, ¿cómo estás, perrito?

- Bien, ¿y tú?

- Bien también, gracias por preguntar. Te ves más flaco, te diré. ¿Aún sigues entrenando

junto a la hermosura?

- Se llama Imh y sí, sigo entrenando. Estoy todo molido, pero ahora me siento mejor

físicamente.

- ¿Y has hablado con la Dani?

- No, no me ha respondido los e-mails ni los mensajes que le envié a su celular. Preferí no

insistir y dejarla tranquila hasta que se le pase el enojo, hace rato nos topamos y ni me

miró.

- ¡Qué mal! Pero si es tu amiga de verdad, se olvidará del tema y volverá a hablarte.

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- Eso espero, nunca antes se había enojado tanto conmigo.

- Ni conmigo, poh. Pero ya se le pasara. Entremos a la sala.

Las clases fueron pesadas para todos los compañeros de Miguel, pero a él se le hicieron facilísimas.

Sus apuntes disminuían cada vez más, anotando únicamente palabras clave en su cuaderno y

revisando los temas de forma independiente en su casa.

- Bueno, chicos. Así termina la primera unidad de este curso, obviamente todo esto entra

en la primera prueba, fijada para el jueves 30 de abril, en esta misma sala a la una de la

tarde. Espero que no hayan quedado dudas; en ese caso, dirijan todas sus consultas a mi

dirección de e-mail y les responderé con prontitud – dijo el profesor Aguiar, cerrando el

tema de la clase.

- ¡Uff, que densa la materia! – bufó Rolando, dejando caer su cuerpo sobre el escritorio.

- ¿Qué? ¡Pero si es fácil, Rolo! Con razón estas dando de nuevo el ramo.

- Sí, deberías agradecérmelo. Gracias a eso no estás solo en este curso, recuerda que tú

también te atrasaste un año entero.

- ¡Pero lo mío fue por enfermedad, no de flojo! – gritó Miguel, burlándose de su amigo.

- ¡No lo grites! No tiene que enterarse toda la universidad.

- Disculpa, es el exceso de endorfinas creadas con el ejercicio.

- Te creo. Si sigues así, te volverás una masa de músculos.

- Claro. No podré rascarme los hombros de tantos bíceps que tendré.

- Ya, mucho ocio, tenemos 2 minutos para llegar a la sala B301 y nos espera la sexy

profesora Gómez. ¿Una carrera?

- Vamos, pero no reclames si te gano corriendo, ¡Imh me exige al máximo con su

entrenamiento!

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Miguel adelantó varios metros a Rolando, ganando la pequeña corrida que hicieron, pero quedó

sudado completamente por el esfuerzo, recibiendo las burlas de su querido amigo. Lo que restaba

de clases era su último compromiso del día, estaba ansioso por el entrenamiento nocturno que

preparaba Imh, ella no le había comunicado la naturaleza de este, generando expectación en el

muchacho.

- ¡Por fin! Me moría de sueño con la materia de hoy, suerte que la profesora te anima a

mantener la atención – dijo Rolando, con voz picarona.

- ¡Estudia más, Rolo! Y no seas tan caliente. Otro día puedo pasar por tu casa a enseñarte, si

quieres – retó Miguel a Rolando, esperando que esta vez aprobara el curso.

- O podría ser al revés, yo podría pasar por tu casa para que me enseñes, así te ahorras el

pasaje de metro…

- No, olvídalo. Allá no te concentrarás con la presencia de Imh, no soy tonto y sé que

quieres conocerla, pero eso no será hasta que apruebes este curso.

- ¿En serio?, ¿Si apruebo, me la presentarás? – preguntó Rolando, emocionándose con la

idea de Miguel.

- ¡Claro que sí! Inclusive le preguntare si quiere salir contigo algún día.

- ¡Ya! ¿Tenemos un trato? – preguntó Rolando, extendiendo su mano a la de Miguel.

- Trato hecho – respondió Miguel, sellando el pacto con un apretón de manos.

Miguel volvió trotando a casa, siguiendo las instrucciones que Imh le había dado, de modo de

ahorrar el dinero que utilizaría en locomoción para la compra de los pasajes de avión. Ya en su

hogar, encontró a la joven extraterrestre sentada en un triciclo de reparto de color azul.

- ¿Qué es eso? – preguntó Miguel, extrañado por ver a Imh sobre el artefacto.

- Un triciclo, ¿No lo ves? Lo compré para que cargáramos más cómodamente las cosas que

venderemos a los recicladores. Lo utilizaras únicamente tú, es parte de tu entrenamiento.

- Ah… ¿Cuánto te costó?

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- Los 25 mil pesos de las primeras ventas que hicimos, esta nuevo, todo revisado. Incluso

me regalaron un bombín para las ruedas. Cenaremos más temprano hoy, para ir al

vertedero a entrenar, la señora Mirta nos tiene todo preparado.

- Entremos entonces, Imh.

Cenaron ligeramente, descansando media hora antes de salir hacia el ring, Miguel manejando el

triciclo e Imh subida en el compartimento de carga de este. Al llegar al vertedero, treparon sus

murallas de basura para acceder al ring, encontrando el lugar con un poco más de desperdicios

que los vistos en su última visita, debiendo despejar el suelo para poder comenzar a ejercitar.

- El Sol esta menguando, Miguel. ¡Prepárate!

- ¡Sí!

- Este entrenamiento constará de todos los movimientos necesarios para poder defenderse

de todo tipo de ataques; ya sea de puño, patadas y diferentes armas. Aprovecharemos

bien el tiempo, así que entrenaremos a oscuras, usando la visión infrarroja. Esto será una

ventaja por sobre los militares que enfrentaremos, si bien ellos también podrán utilizar

este tipo de visión, dependerán de gafas que les proporcionen esta habilidad. Nosotros

dependemos de nuestros ojos, nada más. Debes acostumbrarte a esta visión primero.

- Ahora entiendo porque quieres que entrenemos de noche. ¿Todo el entrenamiento será

así?

- Casi todo, debo maximizar el uso de todos tus sentidos, no debes depender de ninguno de

ellos, en caso de resultar con algún daño en el combate.

- Entendido, jefa.

Imh comenzó a instruir lentamente a Miguel, enfrentándolo a ella directamente, obligándolo a

responder a todo tipo de ataques y guiando levemente el movimiento de su cuerpo para recrear

los reflejos necesarios. Cuando no realizaba óptimamente una técnica, le insertaba una imagen

mental de cómo moverse, figura que se extendía a la realidad como un cuerpo nebuloso al que

debía seguir, como si se tratara de una línea punteada.

La primera noche de entrenamiento fue más agotadora que cualquier día de maratón, porque no

sólo requería el uso de su cuerpo, sino también de su mente. Entrenaron hasta antes del

amanecer, volviendo al hogar con el triciclo lleno de desperdicios para reciclar. Miguel alcanzó a

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dormir un par de horas antes de dirigirse a la universidad, relajándose su tono muscular, después

de estar tensionado durante todo el día, despertando casi como un zombi por el esfuerzo

nocturno. La verdadera travesía de Miguel había comenzado e Imh se encargaría de que

aprendiera todo de ella y ganara la fuerza necesaria para su casi imposible misión.

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Capítulo 9

Mímesis parcial

- ¡Evítalo, Miguel! – gritó Imh, lanzando un puñetazo al rostro del muchacho, que no pudo

evitar recibir el impacto.

- ¡Uoooojjjjjj! – vociferó Miguel, antes de salir despedido por los aires, cayendo de forma

estrepitosa en el suelo.

- No puedes decir que no estás acostumbrado a la visión infrarroja, hasta ayer respondiste

bien ante mis ataques.

- Perdón. Me puse a pensar en otra cosa – respondió Miguel, con la boca hinchada y la nariz

sangrante, limpiándose el polvo de su ropa.

- ¿Qué pensamiento te ocupaba? Este es un entrenamiento; sin embargo, en una pelea real

no puedes vacilar de ese modo o morirás.

- La próxima semana es la última de abril, mi abuela esta de cumpleaños y no he preparado

nada para ella. Quiero celebrar con una fiesta sorpresa.

- ¿En serio los celebran? En Ioss nadie festeja su día de nacimiento, es una fecha irrelevante.

En realidad nadie celebra nada y el tiempo es irrelevante… ¿Qué día cae? – preguntó Imh,

dejando su postura de batalla.

- ¿Qué dices? Es el día miércoles 29… Tengo sólo 6 días para organizar algo.

- Está bien. Detengamos el entrenamiento por hoy, comencemos a buscar cosas para

vender y juntar dinero para la fiesta.

- ¿En serio? Gracias, Imh.

- Es lo mínimo que puedo hacer por ustedes, me acogieron en su casa a pesar de no ser

humana. Es muy importante para mí que me ayudes, mas no puedo ocupar todo tu

tiempo, es incorrecto.

- Y tú me salvaste y curaste, te debo la vida. Quizás ya lo sabías, pero desconfiaba de ti

antes de conocerte, antes de todo esto...

- Sí, sentí tu desconfianza mientras te analizaba con los kozou.

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- Ahora es diferente… – dijo Miguel, con una mezcla de vergüenza y melancolía.

- Lo sé. Busquemos algo de valor entre toda esta basura.

- ¡Sí, jefa!

Habían avanzado bastante en el entrenamiento las pasadas noches. Miguel ya era capaz de

mantener una pelea por más de 10 minutos, esquivando y lanzando diferentes tipos de golpes de

puño y patada, los que Imh evitaba con agraciados movimientos. Lo que más le costaba al

muchacho era el mejorar su flexibilidad y elongación, llegando a gritar como un cerdo al ver un

matadero cuando debía abrir sus piernas en 180 grados o más.

Los beneficios del entrenamiento se estaban notando. El cuerpo de Miguel se había tonificado

gracias a la inadvertida tensión muscular provocada por Imh, además de ganar buenos reflejos

ante situaciones que lo requirieran. Sin embargo, no se veía cambio alguno en la extraterrestre,

que debía bajar su nivel para poder enfrentarse al joven humano, limitando su fuerza y velocidad.

- Ya no me canso tanto con las peleas, Imh.

- Lo sé, no tienes el corazón latiendo como un púlsar.

- Eh, claro…

- Debes mejorar tu velocidad de reacción y no debes distraerte, has aprendido varias

técnicas que no sirven de nada si no puedes evitar los ataques enemigos o contraatacar.

- Sí… ¡Algún día seré capaz de golpearte!

- ¿Seguro? Para que sepas, te falta mucho para llegar a siquiera tocarme, tu velocidad es

como un milésimo de la mía o menos. Para que hablar de tu fuerza…

- ¡No me humilles! Mejor busco basura callado.

- Es una broma.

- Segunda vez que te escucho bromear, ya te estas mimetizando con nosotros.

- ¿con nosotros…? – repitió Imh, mentalmente, con la mirada fija en Miguel, quien buscaba

despreocupadamente objetos reciclables entre la montaña de basura.

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Ciertamente Imh se había dejado influenciar por los humanos; sin embargo, no era uno de ellos.

Su vida se había vuelto tan relajada estos últimos meses que a veces olvidaba su procedencia, ya

no le preocupaba sobrevivir, no temía extinguirse junto a Ioss. Sentía una cierta esperanza

inspirada por la Tierra, una oportunidad para su raza, la chance para dejar de sobrevivir y

comenzar a vivir, cosa que no se hacía hace tiempo en su planeta.

- No podemos cargar más en el triciclo, mañana volveremos por el resto. Súbete, Imh.

- No, esta noche prefiero caminar.

- Bueno, pero que conste que tú me quitaste peso de entrenamiento.

- Está bien, avanzas de acuerdo a lo planeado…

- En tu cabeza ocurren tantas cosas que no sé; además de las que no entiendo.

- No son tantas…

Los jóvenes avanzaron por las oscuras y despobladas calles, cada uno sumido en sus pensamientos,

respetando el silencio ajeno, sin cruzar palabras. Miguel estaba contento por la reacción de Imh

frente al tema de la celebración del cumpleaños de su abuela Mirta, aunque pensó que si se lo

mencionaba recibiría una negativa rotunda. Estaba notando cambios en su forma de relacionarse

con ellos, como si fuera una humana más. Como si fuera algo que no es.

- Hoy me toca bañarme primero, Imh – dijo Miguel, desvistiéndose frente a la puerta del

baño.

- Lo sé. Prepararé un poco de té para que bebamos antes de dormir.

- ¡Buena idea! Demoraré poco, espérame.

- Te espero.

Una vez estuvieron limpios los dos, bebieron unas tazas de té caliente, acompañándolas con unas

tostadas con mantequilla.

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- Miguel, debes comenzar a comer más proteínas. ¿Cuál es tu plato proteico favorito?

- Eh, no lo sé… ¿Sirve la comida chatarra?, ¿Completos18, pizza, hamburguesas?

- Sirven, aunque igualmente tienen aporte de carbohidratos.

- ¿Y puedo comerlas todas? – preguntó Miguel, con los ojos relucientes.

- Deberías, el entrenamiento se pondrá más fuerte la próxima semana.

- Voy a tener que gastar más plata para comprar esos alimentos… – pensó Miguel. ¿Puede

ser más fuerte?

- ¡Obvio! Por lo menos se incrementará unas 10 veces en dificultad y exigencia al final del

entrenamiento.

- Ahora lo he confirmado, me quieres matar.

- No, la idea es que ellos no nos maten – recalcó Imh, saludando con estilo militar, el que

una vez le enseñó Miguel, imitando a los aludidos.

- ¿Eh? ¡Te cuadraste! Estas muy rara esta noche, mejor nos vamos a dormir antes de que

explotes u otra cosa.

- ¿Explotar…? – preguntó Imh, con cara de incredulidad por lo que el muchacho dijo. Creo

que es lo mejor. Buenas noches, Miguel.

- Buenas noches, Imh.

Imh se fue a acostar pensativa. Su esquema mental no había cambiado, seguía siendo ella, pero se

sentía cambiada. Sabía cuál era su responsabilidad con su planeta, mas no sentía el agobiante peso

de su tarea. Quizás era la esperanza de poder habitar este planeta junto a los humanos. Si le

recibieron tan bien a ella, debería ser lo mismo con sus compatriotas, a pesar de todo lo que leyó

sobre las especulaciones de cómo podrían ser los extraterrestres y del miedo que algunos

pudieran sentir ante su presencia. Los humanos eran más flexibles que los habitantes de Ioss. Si

hubieran tenido esa plasticidad, no se encontrarían en la crítica situación actual, no habrían

llegado a tales extremos.

18 Completo(s): Equivalente chileno del Hot dog estadounidense. Principalmente lleva tomate, palta, salchicha y pan; además de los condimentos (mostaza, mayonesa y/o kétchup).

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143

Al día siguiente, Miguel se levantó temprano para ir de compras, cargando su bolso con los

documentos y DVDs de su amigo Marco Antonio Sulfito, aprovechando la ocasión para invi tarlo al

cumpleaños de su abuela y pedirle ayuda con el almacenamiento de los víveres para la fiesta.

Después de realizar las compras, se dirigió al videoclub de su amigo.

- ¡Hola, Marquito! – saludó Miguel a su amigo.

- ¡Pelao! ¡Tanto tiempo, de nuevo me tenías olvidado! – respondió Sulfito, que

verdaderamente hace rato no veía a su amigo.

- Sí, disculpa. He estado entrenando con Imh y con las clases en la Universidad no me queda

tiempo para casi nada. Ni me he conectado a internet.

- Sí, es verdad. ¿Cómo está la señorita Imh?

- Bien, nada le afecta a ella. No la quise despertar para que me acompañara, anoche andaba

media rara.

- Mmm… ¿Se está mimetizando? – preguntó Sulfito, intuyendo la dirección de la

conversación.

- ¡Guau! Tú y tu sexto sentido. Siempre adivinas todo, no sé cómo lo logras.

- Ni yo.

- Bueno, hablando de visitas, necesito tu ayuda. Mi abuela esta de cumpleaños este

miércoles 29 y necesito esconder estas compras para una fiesta sorpresa que planeo

realizar, a la que estas cordialmente invitado.

- ¡Oh, gracias! Tampoco he ido de visita a tu casa estos meses, pero comprenderás que el

local no se atiende solo.

- Si sé, no te preocupes. No te estoy reclamando. Entonces, ¿tendrás tiempo para ir a la

fiesta? La haremos en la tarde, poca gente, algunos primos y mis dos tías.

- ¡Obvio! Sobre todo si vienes a mi local a invitarme. Metamos esas cosas en el refrigerador

para que no pierdan la cadena de frío.

- Por favor, gracias.

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144

Miguel se quedó conversando con Sulfito hasta la tarde, esperando a que Imh le llamara por

teléfono para entrenar, cosa que no sucedió. Después de varias horas de ocio, Sulfito invitó a

almorzar a su amigo, haciendo sobremesa por otro par de horas más. Pasadas las 6 de la tarde de

aquel sábado los amigos se separaron, esperando verse nuevamente en la fiesta de Mirta.

- Llegué, Abu – saludó Miguel al entrar en la casa.

- ¡Bah! Tú también volviste tarde – respondió la anciana, denotando que no era el único que

había salido de la casa.

- ¿Salieron?

- Yo no, Imh salió en la madrugada, igual que tú. Llegó como a las 4. Traía más basura para

reciclar.

- Así es. Hola, Miguel – saludó Imh al muchacho, entrando a la cocina. Aproveché de ir al

vertedero en tu rato libre.

- Hola, Imh. Fui donde Sulfito, te manda saludos.

- Gracias, ojala vea pronto al señor Sulfito, para poder devolverle los saludos.

- Imh, ven un poco, necesito tu ayuda – solicitó Miguel, invitándola a su habitación.

Ya en su habitación, Miguel le pidió ayuda con la preparación de la fiesta de cumpleaños sorpresa

para su abuela, parándose frente a la muchacha e intentando hablar mentalmente, mientras que

Imh sólo le veía gesticular y hacer contacto visual con ella, hasta que se percató de que intentaba

lograr.

- ¿Ahora si puedo hablarte? Necesito que me ayudes a organizar la fiesta, necesito llamar a

mis tías; no obstante, si lo hago aquí mi abuela escuchará y se perderá la sorpresa –

resonó Miguel en el interior de Imh, después de enlazarse.

- Entiendo, puedo enlazarte con tu teléfono para que hables mentalmente, esa puede ser

una solución.

- Eso mismo buscaba, gracias, siempre tienes la respuesta de todo.

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145

- Por nada.

Después de realizar la llamada, Miguel le explicó cómo sería ese día, para que la gente no

sospechara de ella.

- Procedo a explicarte la fiesta: Vendrán mis tías, dos mujeres de 40 y tantos. Quizás vengan

mis primos, pero ahora que son mayores puede que no les haga mucha gracia venir a una

celebración de gente mayor.

- Entiendo.

- Con respecto a quien eres, diremos que eres una estudiante universitaria que arrienda la

pieza de mi madre hace meses. Con eso basta, que estudias o cómo te llamas lo dejo en

tus manos, pero comunícamelo pronto, para que las historias coincidan.

- Así será. Miguel, esta noche debemos entrenar, comete un banquete de proteínas, las

necesitarás.

- Entendido, jefa.

Las siguientes noches de entrenamiento fueron brutales, Imh subió el nivel de exigencia para

aprovechar la nueva dieta de Miguel, generando nuevas fibras musculares sintéticas en el

muchacho, intercaladas entre los filamentos normales de la musculatura humana, dotándolo de

una fortaleza superior a la del hombre promedio. Claramente, Miguel no sabía de estos cambios

gestándose en su interior, permaneciendo en un nivel llano de fuerza y velocidad, producto de la

permanente tensión muscular producida por Imh.

Finalmente llegó el día miércoles. Miguel le pidió a Imh que sacara a su abuela de paseo bajo

cualquier excusa por el máximo tiempo posible, para poder limpiar y adornar la casa, colgando

varios globos y serpentinas por toda la vivienda. Luego de decorar el lugar, con la ayuda de su

amigo Sulfito, prepararon diversos canapés y una torta de bizcocho cubierta con crema sabor

lúcuma, la favorita de Mirta. Llenaron con agua las cubetas para hielo, refrigeraron las bebidas

gaseosas e hicieron una especie de bar abierto para las bebidas alcohólicas. Sirvieron aperitivos en

platos hondos para recibir a las visitas y comenzaron a preparar la cena, cocinando carne a la

cacerola, cociendo un bife en vino Cabernet Sauvignon junto a unas verduras salteadas. Para

acompañar la comida principal, prepararon ensalada a la chilena, otra de lechuga y una de

betarraga.

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La gente comenzó a llegar cerca de las 7 de la tarde. La primera en llegar fue la tía Pilar,

increíblemente acompañada por sus dos hijos, los primos de Miguel. El mayor se llamaba Francisco,

de 23 años de edad; y el menor, de 19 años, Fernando. Una media hora después llegó la tía Ana,

con su esposo José y su hija de 17 años, llamada Luisa.

Miguel estaba ansioso, no había visto a sus familiares en mucho tiempo, comportándose

torpemente frente a ellos, como si tratara con unos extraños recién conocidos. Su abuela se

demoraba en regresar a casa y no le preocupaba, estaba acompañada por Imh, sólo estaba

intrigado por todo el tiempo que logró alejar a la anciana de su hogar, era una gran hazaña para su

improvisada intervención en el cumpleaños.

Un poco antes de que fueran las 8 de la noche, Miguel recibió una campanada mental, señal de

que Imh quería comunicarse con él. Ellas estaban cerca de la puerta de entrada. Miguel se

abalanzó sobre el interruptor para apagar la iluminación y pidió a todos que guardaran silencio. La

puerta de entrada se abrió, mostrando la silueta de la anciana acompañada por otra sombra,

iluminadas desde atrás por las luces callejeras. Antes de que Mirta encendiera la luz, la gente

presente gritó para sorprenderla.

- ¡Sorpresa! – gritaron todos al unísono, encendiendo las luces del hogar.

- ¿Una fiesta sorpresa? ¡Qué lindo! Muchas gracias a todos – respondió Mirta a sus

inesperados invitados. Por eso me sacaste de la casa, Imh.

- Miguel, si te preguntan mi nombre, diles que me llamo Imhanuelle – susurró mentalmente

Imh al joven.

- Menos mal que recordaste decirme eso, se me había olvidado preguntarte antes. Por

cierto, bonito nombre – respondió Miguel, de igual manera que la muchacha.

Miguel se acercó a su abuela, abrazándola cariñosamente con un solo brazo, mientras que con el

otro le entregaba un presente comprado con el dinero que ahorró. Mirta saludó a todos los

visitantes, intercambiando palabras con cada uno, dedicándoles un tiempo más a sus otros nietos,

que no veía casi nunca. Imh se aproximó a Miguel, mostrándole la ropa que había comprado

recién, excusa con la cual sacó a la anciana de su casa.

- Excelente excusa para sacar de paseo a mi abuela, le gusta caminar por ahí. Veo que te

compraste mucha ropa, Imh – dijo Miguel, al ver cómo estaba vestida la muchacha.

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- Si, la señora Mirta tiene buen estado físico para su edad. Compré ropa para salir y otra

para que podamos entrenar, con el dinero que tenías guardado bajo tu colchón –

respondió Imh, mostrando las bolsas que cargaba en los brazos–. Después de la fiesta te

devolveré tus prendas.

- Menos mal, ya me estaba quedando sin closet por eso.

Mientras Miguel e Imh intercambiaban palabras, los hermanos Francisco y Fernando observaban

fijamente a la muchacha extraterrestre, sorprendidos de que su primo conociera a una joven tan

bella. Deseaban conocerla, así que comenzaron a discutir entre ellos para elegir quien se acercaría

a los jóvenes con alguna excusa, para presentarse con ella. Después de un arduo forcejeo, el

hermano menor superó al mayor, quien debió dirigirse hacia su primo e invitada.

- ¡Primo, tanto tiempo! – saludó Francisco, arrojándose sobre Miguel con un abrazo.

- Ho… Hola. ¿Cómo estas, Francisco? – respondió Miguel ante tan efusivo saludo.

- Bien, ¿y tú? ¡Acércate, Feña19!

- Bien, gracias por preguntar. Hola, Feña, ¿cómo estás?

- Hola, Miguel, ¿qué hacen? – saludó Fernando, uniéndose a la conversación de los jóvenes.

- Bueno, eh… Déjenme presentarles a Imhanuelle, es una estudiante de mi facultad y está

arrendando una de las habitaciones de la casa, ustedes saben, la economía, mi

enfermedad, ayuda a mi abuela a veces… – dijo Miguel a sus primos, deshaciéndose en

explicaciones que no venían al caso.

- Cálmate, Miguel. ¿No dijiste que esos datos los inventaría yo? Estas desvariando –

comunicó Imh mentalmente, deteniendo en seco la verborrea del muchacho,

paralizándolo.

- ¿Estás bien, Miguel? – preguntó Francisco, que vio saltar a su primo, dando un respingo.

- Sí, sentí un golpe de corriente repentino, algo de estática en el ambiente – respondió

Miguel, saliendo de la repentina parálisis, con la compostura recompuesta.

19 Feña: Diminutivo de Fernando.

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- Buenas noches. Como Miguel decía, mi nombre es Imhanuelle, pero pueden decirme Imh

– dijo la extraterrestre, presentándose a los hermanos, saludándoles a cada uno con un

firme apretón de manos.

- ¡Hola, Imh! – saludó primero Francisco, dejando a su hermano menor en segundo lugar.

- Miguel, ve a dar un paseo y relájate, yo me encargo de tus primos – mandó mentalmente

Imh.

- Bueno, chicos. Voy a ver que todo funcione en la fiesta, nos vemos más rato – se despidió

Miguel, desapareciendo del circulo de jóvenes.

- ¿A qué se dedican? – preguntó Imh a los hermanos, continuando con la conversación.

Miguel huyó rápidamente a la cocina, donde se encontró con Sulfito, quien hablaba con su prima

Luisa. Cambió su dirección, para no interrumpir la conversación, caminando sin rumbo. Francisco

lo había abordado de improviso, descolocándolo, justamente por encontrarse hablando con Imh

sobre el rescate de Neilaress. De repente, recordó que debía contarle a su abuela sobre la historia

ficticia de Imh, para que no metiera la pata si le consultaban sobre ella. Partió en su búsqueda,

encontrándola conversando con sus dos hijas y su nuero.

- Abu, ¿te puedo preguntar algo? – preguntó Miguel, aproximándose a Mirta para alejarla

de las visitas.

- Dime, Miguelito.

- ¡Pero ven aquí!

- Espera – respondió Mirta, levantándose de su sillón.

- Abu, ¿te preguntaron algo sobre Imh o no? – preguntó Miguel a su abuela, una vez

estaban lejos de la gente y su bullicio.

- Sí, dije que era una invitada de la casa, no especifique más.

- Bien. Si te preguntan más, di que se llama Imhanuelle, que está arrendando la habitación

de mi madre y estudia junto a mí, sólo eso, ¿entendido?

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- Imhanuelle, arrienda aquí, estudia contigo. ¡Entendido! – exclamó Mirta, como si checara

una lista de compras.

- ¡Fiuuu! Pensaba que se te olvidaría omitir ciertos detalles, menos mal que no fue así.

Espero que estés pasándola bien, Abu.

- Muchas gracias, Miguelito. También debo agradecerle a Marquito e Imh.

- Sin su ayuda, no habría hecho ni la mitad de todo esto, Abu.

A las 9 de la noche, se ordenó la mesa para poner el pastel de cumpleaños en ella y cantar el

cumpleaños feliz. El pastel quedó cubierto de incontables velas chispeantes, como si fuera un

pequeño y fulgurante incendio. Y las luces se apagaron, dando paso a un desafinado coro que

entonaba la tradicional melodía de celebración, con las nuevas añadiduras puestas de moda.

Después de que Mirta apagara las velas, se sirvió la cena; primero a los mayores y después a los

menores, debido al espacio de la mesa y la poca cantidad de sillas.

Después de la comida, se sirvió el pastel y la fiesta se encendió. Música comenzó a sonar en la

computadora de Miguel, conectada a dos grandes parlantes que consiguió con Sulfito, llenando la

casa de movimiento. Miguel no se había acercado a Imh desde que la dejó hablando con sus

primos, temiendo volver a ponerse nervioso ante la presencia de ellos, que debían estar

galanteando con la muchacha. Sin embargo, estaba equivocado. Francisco y Fernando estaban en

un extremo de la cocina, lejos de Imh, hablando y bebiendo entre ellos; Miguel decidió acercarse a

averiguar qué había pasado.

- Pancho20, Feña… ¿No siguieron hablando con Imh? – preguntó Miguel a los hermanos.

- No… Es muy linda, pero es demasiado inteligente, hablaba de muchas cosas extrañas –

respondió Francisco, bebiendo de su copa.

- ¿De que hablaba? – preguntó Miguel, preocupado por las palabras de la muchacha.

- Se puso a hablar de su carrera, dijo que estudiaba lo mismo que tú, y mencionaba

fórmulas y teorías mecánicas, del funcionamiento de máquinas hidráulicas, etc.

- ¡Eso es interesante, poh! – exclamó Miguel, entendiendo la jugada de Imh.

20 Pancho: Diminutivo de Francisco.

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- Sí, súper interesante, sobre todo cuando eres un vago como nosotros – acotó Fernando,

meneando un vaso plástico casi vacío.

- ¡Hagan algo para no sentirse inútiles, entonces! Empieza preparándome un trago, Feña.

Fernando preparó un pisco sour para su primo, mezclando el alcohol con una pizca de jugo de

limón, coloreando levemente la bebida. Miguel se había relajado por fin, ya no temía que la gente

se enterara de que Imh era una extraterrestre, todos los cabos sueltos estaban unidos y tenían

una historia coherente que explicaba su presencia en el hogar, nadie dudaría de aquello. Comenzó

a buscar a la muchacha para hablarle, pero la encontró hablando animadamente con su abuela y

tías, quedándose en los alrededores, como una polilla volando cerca de una lámpara encendida.

Le daba vergüenza estar rodeado de tantas mujeres, como si estuviera desnudo frente a ellas,

enfrentándose a sus interpelaciones y burlas. Sin darse cuenta, su bebida se había acabado, así

que fue donde su primo para que le llenara la copa, repitiendo la petición varias veces, hasta

emborracharse. Se envalentonó, dejando la timidez atrás, y se dirigió al grupo de mujeres, con

paso errático, pero firme.

- Permiso… muchachas. Requiero de… la compañía de la bella dama de cabello… largo – dijo

Miguel, tomando la muñeca de Imh.

- ¡Te curaste, Miguelito! – gritó Mirta, que también se encontraba un poco entonada.

- Para nada, abuelita. Mira, puedo mantenerme parado firme en un pie – dijo Miguel,

parándose en un pie y apoyándose en el hombro de Imh. ¡Vamos a hablar afuera,

Imh…manuelle!

- Permiso, señoras – dijo Imh, disculpándose de las mujeres mayores.

En el exterior de la casa, dejando atrás la fiesta, Miguel se sentó en la acera, dejando su vacío vaso

en el pavimento e invitando a Imh a que se sentara a su lado.

- Así que eso se siente emborracharse –dijo Imh después de analizar el alcoholizado cerebro

de Miguel–. Dame cinco minutos y te devuelvo a tu estado normal…

- ¡Shhhh, shhh! Yo voy a hablar ahora, Imh, no me interrumpas – dijo Miguel, apaciguando a

la muchacha.

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- Si no quieres, no…

- ¡Shhh!

- Bueno, te escucho.

- Tú… Te falta… aún. Pareces humana, mas… no lo eres. Eres muy ríg…rígida, como una

máquina programada. Relájate y deja de sobrevivir, dale sentido… a tu vida. Yo te ayudaré

a encontrar a Neila… – susurró Miguel, antes de caer adormilado por la borrachera,

dejando a Imh estupefacta.

Imh cargó al muchacho en sus brazos al interior de su hogar, donde todos la miraron al ingresar,

acercándose a los jóvenes, preocupados por el estado de Miguel . La muchacha les explicó que

había caído dormido por el exceso de alcohol y le pidió ayuda a Sulfito para cargarlo, fingiendo

estar cansada por el peso de Miguel.

Imh y Sulfito cargaron a Miguel, subiéndolo a su habitación, depositándolo sobre su cama. La

muchacha arropó al durmiente Miguel, sentándose a su lado, pidiéndole a Sulfito que les dejara

solos y bajara a la fiesta.

Las palabras de Miguel habían golpeado duramente a Imh, se sintió discriminada, como una cosa

extraña. Sabía que no era humana, no pretendía serlo; sin embargo, no se sentía tan diferente del

borracho muchacho que yacía casi inconsciente en su cama. Genéticamente eran muy parecidos,

químicamente eran iguales; entonces, ¿qué definía al ser humano?, ¿su debilidad?, ¿su

ignorancia?, ¿su egocentrismo?, ¿su odio?, ¿su amor? Nada de eso era relevante, todo eso podía

ser cambiado. ¿Cuál era la gran barrera que la separaba de ser como un humano? Miguel no

conocía aún toda la historia de Imh y su planeta, no podía juzgarla sin enterarse de esos hechos. Lo

miró unos segundos en silencio, abandonando la habitación y se dirigió a la suya, para meditar las

últimas palabras de Miguel.

A la mañana siguiente, Miguel despertó sobresaltado, con el típico y esperable dolor de cabeza

producido por una noche de copas.

- ¡El sol, no! ¡Imh! ¡¿Estás ahí?! – gritó Miguel, empeorando su dolor de cabeza.

- Espera, ya voy – respondió la muchacha, a través de la pared que separaba las

habitaciones.

- Gracias.

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- Anoche te ofrecí metabolizar el exceso de alcohol que tenías en el cuerpo, mas no me

quisiste escuchar – introdujo Imh, sentándose en el borde de la cama de Miguel.

- Creo recordar algo de eso… ¿los invitados ya se fueron?

- Todos regresaron a sus hogares en la madrugada. Entonces, ¿no recuerdas lo que me

dijiste anoche?

- ¿Qué te dije anoche? No me digas que me…

- Esto me dijiste – respondió Imh, interrumpiendo a Miguel y mostrándole el recuerdo

desde su perspectiva.

- Oh, eso… perdóname, no quise discriminarte, para nada.

- Esa fue mi primera impresión, después me dejaste pensando. ¿Qué significa ser humano

para ti?

- La verdad es que no lo sé. Eres tan especial, tan perfecta, nunca te equivocas en nada y

parece que tienes respuestas para todo. Te faltan errores o quizás a nosotros nos sobran.

No es ningún privilegio ser humano; en comparación con ustedes, somos cavernícolas.

- Somos un poco más evolucionados, nada más. Tampoco es un privilegio ser de Ioss.

- Pienso distinto a ti, Imh. Ustedes son el prototipo al cual aspiramos los humanos, si más

gente te conociera como lo hago yo en este momento, desearían ser con tú, querrían una

sociedad como la tuya.

- Estoy en desacuerdo, Miguel. Mi raza perdió su propósito de vivir hace tiempo, sólo

estamos sobreviviendo, eso no es mentira. Podemos ser más organizados o correctos; a

pesar de eso, no tenemos una perspectiva, una meta para vivir. Creo que en la Tierra

podríamos lograrlo, darle sentido a nuestras vidas, dejar de vagar por el universo como un

hombre buscando un oasis en el desierto.

- No tienes que tomar mis palabras al pie de la letra, las dije estando borracho, no valen

nada.

- Pero tienen cierta verdad escondida, no son palabras al aire nada más. En Ioss nos

concentramos en el todo y no en el individuo, nos damos por entero por el planeta,

olvidándonos de nosotros. Acertaste al decir que actuamos como máquinas programadas,

estamos cumpliendo funciones solamente. Sé que mi deber, y el de todos los habitantes

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de Ioss, es salvar mi raza; no obstante, quiero darle un sentido a mi vida, uno propio, no

uno comunitario.

- Y en la tierra trabajamos al revés. Primero es la satisfacción propia y después la

comunitaria… Debe haber un punto medio en el cual equilibrar la situación – filosofó

Miguel, impresionando a Imh.

- Exacto… vivimos en los extremos opuestos. Parece que no somos tan distintos como

pensaba, una especie de inverso o valor negativo – dijo Imh, aliviada por encontrar un

consenso con Miguel.

- ¿Tan distintos…? ¡Pero eres extraterrestre! Independiente de eso, parece que humano o

no, terminamos haciendo lo mismo algún día, arrepintiéndonos de algo…

- Sí.

- Imh, ¿te puedo pedir un favor?

- Claro.

- Quítame este maldito dolor de cabeza, por favor.

- Será un gusto, Miguel.

Imh eliminó el dolor de cabeza de Miguel como el mejor de los analgésicos, relajando al

muchacho; sin embargo, esta tranquilidad no duraría mucho, ya que un compromiso se irguió

como un banderín de alerta en la mente del muchacho.

- Imh, ¿hoy es jueves 30 de abril, cierto?

- Sí, Miguel.

- ¿Qué hora es?

- 12:30 pm.

- ¡Mierda!

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Miguel saltó de su cama, corriendo al baño para lavarse los dientes como mínimo. No contaba con

mucho tiempo, dependía de la benevolencia de su profesor el dejarlo realizar la prueba acordada

para ese día, dentro de 30 minutos. Se metió en la ducha, bañándose sólo con agua fría y se vistió

con lo primero que encontró.

- ¿Por qué la prisa, Miguel?

- Tengo prueba con el profesor Aguiar… ¿Qué hora es? – preguntó Miguel, abrochándose

desesperadamente las zapatillas.

- 12: 36 pm.

- Si espero locomoción, no llegaré nunca, ¿cierto?

- Deberías correr – respondió Imh, escuetamente.

Miguel salió a toda velocidad de su casa, lanzando un beso de despedida a su abuela al pasar a su

lado, corriendo en dirección a su facultad. Un viaje en microbús demoraría normalmente 45

minutos, tomando en cuenta el tráfico y las detenciones, añadiéndole por lo bajo 10 minutos de

espera en el correspondiente paradero. No contaba con ese tiempo, debía ser más veloz que la

locomoción.

Corrió como si su vida dependiera de ello, olvidando por completo el llevar su bolso con sus

implementos. Poco le preocupó la falta, pediría prestado algún lápiz para rendir la prueba, lo

importante era su presencia en el lugar. Corrió dejando atrás a miles de personas, que miraban

maravilladas al ligero muchacho, pensando que se trataba de un prófugo o algo por el estilo.

- Llegué – pensó Miguel, arrodillándose en el piso para recuperar el aliento y dirigiendo su

mirada al interior de la sala de clases.

Su carrera había concluido, estaba en el exterior de la sala, cerrada para impedir interrupciones

del exterior. Arriba del pizarrón de clases había un reloj marcando la 13:06 pm, no logró llegar a

tiempo. El profesor Aguiar era extremadamente estricto con los horarios, tanto de entrada como

de salida, razón que quitaba toda esperanza de la mente de Miguel.

Miguel tocó la puerta con leves golpecitos, para llamar la atención de su profesor, el reloj marcaba

la 13:07 pm.

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155

- Señor Álvarez, ¿qué se le ofrece? – saludó sarcásticamente el docente, ocupando todo el

espacio de la puerta de entrada de la sala.

- Perdón, profesor Aguiar, hice lo posible por llegar a tiempo – se disculpó Miguel,

intentando apaciguar a Aguiar.

- Usted sabe las reglas, aunque sean sólo 7 minutos, no llegó a tiempo. La puerta de entrada

se cerró a las 13 horas en punto – respondió Aguiar, aclarando las reglas al muchacho.

- Lo sé, lo sé, profesor. Salí tan, pero tan rápido de mi casa, que olvidé mi bolso – dijo

Miguel, con el rostro humedecido por su propio sudor.

- Así veo, señor Álvarez. Si tan grande es su desesperación por dar la prueba, le daré una

opción; sin embargo, deberá esperar hasta que sus compañeros terminen de responder.

- Lo que sea por no reprobar la primera prueba – dijo Miguel, animándose por la opción que

el docente le estaba dando.

Miguel entró a la sala acompañado de su profesor, sentándose al lado de este, dándole la espalda

a la pizarra, en la que se veía escrita la hora de término del examen. Rolando vio entrar a su amigo

y le saludó con un ademán en la lejanía, cosa que no ocurrió cuando Daniela lo vio, evitando

mirarle a los ojos. Aguiar no quería verdaderamente ayudar a su pupilo, sino que quería darle una

lección a él y sus compañeros, demostrándole la importancia de llegar puntualmente a sus

compromisos. Cuando hubieron terminado de responder, el profesor recolectó los exámenes y

levantó la voz para comunicar algo. El reloj marcaba las 13:58 pm.

- ¡No, no se levanten aún de sus puestos! Ahora verán que sucede cuando llegan tarde a

uno de mis exámenes – dijo Aguiar con altanera voz, produciendo un sepulcral silencio en

la sala.

- Creo que me va a doler – susurró Miguel, aprestándose a recibir una zurra académica por

parte de Aguiar.

- Señor Álvarez, anote esto en la pizarra, por favor. Aquí tiene un marcador – dijo el docente,

dirigiendo ahora sus palabras al temeroso Miguel, que comenzaba a sufrir un súbito

pánico escénico.

Page 162: La ultima morada Zona Prohibida

156

Aguiar dictó un largo y complicado ejercicio a Miguel, con diversas variables e incógnitas, las

cuales debían ser descubiertas y explicadas por Miguel, además de responder otras preguntas que

podían desprenderse del problema.

- Con ese problema se resume todo lo que se preguntó en la prueba. Tome, para que pueda

calcular – dijo Aguiar, extendiendo a Miguel su calculadora personal, muy diferente a las

comunes, necesitando de ciertos conocimientos básicos para poder utilizarla.

En la sala se escuchó un leve quejido en la muchedumbre, todos compadeciéndose por el pobre

Miguel, que intentaba entender la calculadora de Aguiar.

Y se dio por vencido. No entendía la calculadora, así que la dejó en el escritorio del docente y

apoyó sus posaderas en este, mirando lo que anotó en la pizarra. No era difícil, la descripción era

sobre una máquina hidráulica híbrida simple, demasiado simple. ¿O no lo era?

Comenzó a contar con los dedos, anotando los cálculos en un borde de la pizarra, escribiendo

otros números y ecuaciones en otro extremo, asombrando a todos en el salón, generando varias

exclamaciones de sorpresa. Aguiar también estaba impresionado, no podía estar calculando

manualmente ese problema, difícilmente respondería bien, bajando sus expectativas hasta ver el

resultado final.

Después de unos minutos, Miguel tenía solucionado completamente el problema, con las

respuestas escritas y explicadas.

- Creo que eso sería, profesor. ¿Explico lo que escribí aquí? – preguntó Miguel, apuntando

su temblorosa letra plasmada en el pizarrón.

- No, no es posible –pensó Aguiar–. No, no es necesario, a pesar del mal pulso, se entiende

la respuesta… ¿Cómo…Cómo lo hizo? – preguntó el abatido docente.

- Con mucho estudio, profesor – respondió Miguel, de forma natural.

- No es posible… ¿Acaso usted conocía el problema y lo aprendió de memoria? – preguntó

Aguiar, incrédulo ante tan simple respuesta.

- No, para nada, señor.

- ¡Borré todo eso, señor Álvarez! Ahora le pondré un reto que será imposible de sortear

para usted – gritó Aguiar, sintiéndose engañado por el sincero muchacho.

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Miguel no respondió la última frase del docente, borrando en silencio el problema recién resuelto,

temeroso de recibir otro grito. El reloj marcaba las 14:17 pm. El docente buscó entre sus apuntes

personales, encontrando un problema real que le había tocado solucionar, un problema técnico

que afrontó años atrás en su antiguo trabajo. Era imposible que supiera de antemano la respuesta

de esto, ahora comprobaría que el muchacho mentía y que había aprendido por completo el

problema que anteriormente le planteó.

Miguel anotó el nuevo ejercicio en la pizarra, con letra más ordenada que la anterior, debido a que

se encontraba más relajado después de superar el primer problema. Nuevamente se sentó en el

escritorio de Aguiar para entender el problema planteado, agarrándose el mentón con la mano

derecha. Comenzó a responder de igual manera que antes, anotando sus cálculos en los extremos

de la pizarra. Cuando el reloj marcaba las 14:33 pm, Miguel finalizó el ejercicio, desencajando la

mandíbula del docente por la impresión. Las diferencias eran decimales.

- Está… correcto. Usted… ¿Qué es usted, señor Álvarez?

- Su alumno, profesor Aguiar, nada más.

- ¿Está usted seguro? – preguntó Aguiar, viendo al muchacho como a un genio, cosa rara

tomando en cuenta que la última vez que lo tuvo como alumno, este sólo obtenía

puntajes regulares.

- Claro que sí.

- ¿No está tomando ningún tipo de drogas? – volvió a preguntar Aguiar, incrédulo aun ante

el increíble avance del muchacho.

- No sé si existan drogas para volverse inteligente o para responder problemas; si existen,

no las conozco ni consumo – respondió Miguel, con discurso seguro.

La sala estaba dividida en dos partes, en una estaba Miguel, solo, apoyando su espalda en la

pizarra; en la otra estaban sus compañeros y profesor mirándolo, atónitos. El muchacho los

observaba también, sintiéndose acorralado por las penetrantes miradas de todos, arrimándose

fuertemente a la plana superficie.

- ¡No me miren así, no hice nada del otro mundo…! – exclamó Miguel, intentado romper el

silencio reinante en la sala, sabiendo que si había hecho algo fuera de este mundo.

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158

- Es verdad, es sorprendente, todos deberían imitar al joven Álvarez, es un ejemplo para

ustedes. Tienes un siete, te lo ganaste. Ahora, salgan todos de la sala, ¡la prueba terminó!

– gritó Aguiar, espabilando a los alumnos.

Se produjo un sonoro aplauso en la sala, los compañeros de Miguel se acercaron a él, saludándolo

y felicitándolo por su demostración. Rolando intentó llevar a Daniela con él, para acercarse a su

amigo, mas esta no accedió a la solicitud, saliendo del salón con el tumulto de gente.

- ¡Viejo! Llegas tarde y humillas al profesor. Intente traer a la Dani, no quiso venir a

felicitarte. ¿Qué se siente ser el héroe del día?

- Habla más bajo, Rolo. Si el profesor te escucha, te reprueba inmediatamente – susurró

Miguel, para que Rolando no se auto-saboteara.

- ¡Verdad! – respondió Rolando, en voz baja.

- No soy ningún héroe, respondí dos preguntas, nada más. Pensé que la Dani se me

acercaría después de esto…

- No te sientas mal, ya se le pasara el enojo. Cuéntame, ¿cómo lo hiciste?, ¿cuál es el truco?

– preguntó Rolando, con voz picarona.

- No hay truco, todo está aquí – respondió Miguel, apuntando su cabeza.

- Pero… ¿Cómo?

- Una de las cosas raras que me pasó después de la puñalada. Estudié como loco y quedó

todo grabado en mi mente.

- ¿Todo? ¿qué?

- Sí, todo. Leí muchos libros, demasiados. ¡Hasta encontré errores en ciertos textos!

- ¿Cómo esa gente que se pega en la cabeza y después tiene habilidades raras?

- Algo así… No le digas a nadie, ¿entendido? No quiero que me miren como bicho raro –

aclaró Miguel.

- Por supuesto, maestro. Desde ahora, estudiaremos juntos por las tardes.

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159

- Si tú quieres, no tengo ningún problema, mientras no se solapen mis horarios de estudio

con el entrenamiento de Imh. Debemos irnos, la clase de la profesora Gómez comenzó

hace varios minutos, estamos atrasados – dijo Miguel, observando el reloj de la sala.

- Hoy no es tu día, llegando atrasado a todo.

- Sin duda, no lo es.

Los jóvenes se apresuraron en llegar a la siguiente sala de clases, pero esta estaba cerrada y en la

puerta se leía un cartel.

- “La profesora Gómez no asistirá por encontrarse enferma, revisar en sus mails personales

para encontrar la clase correspondiente al día de hoy” – leyó Rolando en voz alta,

mientras Miguel se sentaba en una banca del pasillo adyacente a la sala.

- ¡Fiuu! Aún estoy cansado por la carrera que hice hasta acá, estoy seco – dijo Miguel en voz

baja, evitando que Rolando le escuchara.

- ¿Dijiste algo, Miguelazo?

- ¿Ah? ¡Nada! Regresaré a mi casa, para reponerme del susto de la prueba – respondió

Miguel, levantándose de la banca.

- Bueno. Entonces, ¿cuándo estudiamos juntos?

- Otro día quedamos de acuerdo, no me quedan neuronas vivas en este momento. Nos

vemos, Rolo.

- Nos vemos, Miguel. Cuídate.

- Tú también… ¡y estudia!

- Sí, aún tenemos un trato.

- Está bien que lo recuerdes, hasta mañana.

Miguel se fue a casa caminando lentamente, con el cuerpo molido y extenuado, debía descansar si

planeaba entrenar en la noche junto a Imh. Nunca había corrido tan velozmente en su vida, pero

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160

no sabía a qué velocidad logró avanzar. Esto no lo podría haber logrado de no ser porque Imh

liberó la tensión de sus músculos, situación que pasó inadvertida –nuevamente– por él.

Regresó cerca de las cinco, bebió una botella de gaseosa entera para reponer líquidos y se tendió

en su cama a descansar. Después de unas horas de dormitar, se levantó a comer y encendió su

computadora, leyendo los periódicos en línea y su horóscopo.

- Buenas, ¿llegaste a tiempo? – preguntó Imh, entrando en la habitación de Miguel.

- Hola, Imh. No, me atrasé 7 minutos y el profesor no me dejó realizar la prueba escrita. Me

hizo una prueba en el pizarrón. ¿Pasaron buena tarde ustedes?

- Sí, día tranquilo. La señora Mirta se preocupó porque saliste retrasado a clases, nada más.

¿Cómo te fue?

- Bien, aprobé con nota siete… Imh, realicé los cálculos de forma manual, no tenía mi

calculadora y el profesor me prestó la suya, no entendí como ocuparla. ¡Los resolví

manualmente!

- Veo que pudiste utilizar los kozou que deje en tu cerebro para ese tipo de tareas.

- Vi las operaciones en mi cabeza, ¡se desarrollaban solas! Tuve que realizar los cálculos en

la pizarra para confirmar que no estuviera alucinando. Eso me retraso en entregar las

respuestas.

- ¿Te fue útil?

- ¡Claro que sí! Fue increíble. Sabía la materia, pude aplicarla a problemas prácticos y

calcular instantáneamente. ¿Así trabajan ustedes?

- De esa misma manera, aunque nuestra capacidad de cálculo es mayor. No tienes lo kozou

correctos en tu cerebro, tienes los que circulan normalmente por nuestro cuerpo, no los

que permanecen en nuestras cabezas; no obstante, son igualmente efectivos.

- Sí que lo son.

- Claro. ¿Qué es eso?

- Es mi horóscopo. Se supone que según tu fecha de nacimiento naces bajo cierto signo

zodiacal, que define tu personalidad, gustos, apariencia, entre otros.

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- Si sé que es, no me digas que crees en esas cosas. En Ioss se eliminaron esas creencias, lo

único que se lograba con ellas era la separación y diferenciación de nuestros habitantes;

además de ser ideales irracionales que no contribuyen al avance científico, como las

religiones de la Tierra.

- Bueno, no te negaré que cuando era niño leía mi horóscopo convencido de que lo escrito

sucedería; pero ahora lo hago para reírme de las predicciones incumplidas – dijo Miguel,

profundizando su discurso. Por ejemplo, hoy dice que mi día será tranquilo y que mi pareja

me hará un regalo muy especial… ¡Qué palabras más alejadas de la realidad!, ¡Llegué

atrasado a todo y no tengo pareja!

- Entiendo, es muy impreciso – asintió Imh, leyendo la pantalla de la computadora.

- Antes creía en todo eso, pero cuando crecí cambié. Cuando me enfermé de los ojos,

pensaba que lo único que podía cambiar mi destino era el dinero, puse todas mis

esperanzas en ello y comencé a alejarme de mis amigos. Lamentablemente, estaba

equivocado de nuevo, mi enfermedad era incurable, por más plata que tuviera no podría

sanarme… En ese momento llegaste tú. Puede ser que las estrellas no influyan en mi

persona, como humano estoy influido por las vidas de todos los demás y por infinidad de

situaciones, todo a nivel planetario, esa es nuestra última frontera. Todo lo que ocurra en

la Tierra nos afectará y moldeará a su gusto, pero tú me cambiaste de otra forma, tu

universo me cambió, me abriste nuevos caminos y expectativas. ¡Fui influenciado por las

estrellas! Puedo decir que renací bajo tu constelación, ahora soy un nativo de Imh.

- Eh, ¿ahora soy una constelación del firmamento? – preguntó Imh, evitando las melosas

palabras de Miguel.

- Si no eres una; provienes de ellas – respondió Miguel, risueño.

- Espero que te hayas repuesto de tu maratón personal, debemos entrenar en la noche y

confío que esta vez estés atento, o tú volaras hasta el firmamento con mis golpes.

- Sí… jefa – dijo Miguel, cubriéndose el cuerpo, como si fuera a recibir un golpe .

La noche no se hizo esperar y el entrenamiento tampoco, enfrentándose a golpes en la fresca

oscuridad que bañaba al vertedero, regresando nuevamente de madrugada a casa con el triciclo

lleno de material reciclable.

- Imh.

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- ¿Sí?

- Olvidé decirte algo. El dinero que gastaste para comprar tu ropa era lo último que nos

quedaba, gasté casi todo en la fiesta de mi abuela. No tenemos nada – dijo Miguel, sin

dejar de pedalear y mirando al horizonte aún estrellado.

- ¡¿Qué?!

- ¡Perdón!

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Capítulo 10

Economía para principiantes

Lunes 4 de mayo de 2015, 18 horas. Miguel había regresado a casa hace poco tiempo, casi no

necesitaba permanecer en sus clases en la universidad, aquellos conocimientos ya los había

adquirido en el arranque desesperado por leer que Imh le influyó hace meses. Ahora estaba frente

a su computador, revisando diversas páginas web, cuando la allegada extraterrestre entró a su

habitación.

- Hola, Miguel – saludó Imh, dejándose caer de espalda sobre la cama del muchacho y

tapándose el rostro con una almohada, como si tratara de asfixiarse.

- Hola… Imh, ¿estás bien? – saludó y preguntó Miguel, mirando con extrañeza a la joven.

- Estoy bien, pero necesito inspiración… – respondió Imh, resoplando a través de la

almohada.

- ¿Para qué?

- Estuve sacando cuentas y, aunque vendiéramos toda la basura del vertedero, no

lograremos juntar a tiempo todo el dinero que necesitamos para los pasajes. Después del

cumpleaños de la señora Mirta logramos recolectar 353645 pesos, necesitamos llegar por

lo menos a 4 millones, para comprar pasajes de ida y vuelta, además de costear nuestra

alimentación allá. Tu sueldo ha ido a parar enteramente a la casa y universidad, lo que

ahorramos fue sólo de ventas de materiales reciclados, sin contar los pequeños préstamos

que hemos retirado del dinero que está bajo tu colchón.

- Ah… Entonces, no se te ocurre como podemos juntar más dinero. Una vez escuche que si

compras cierta cantidad de boletos de juegos de azar, tus probabilidades de sacar un buen

premio se incrementaban – idealizó Miguel, que como todo humano alguna vez ensoñó

con ganar un millonario premio.

- Es posible, pero no tenemos dinero como para lograr eso. Además, no dejaría todo en

manos del azar; así como podemos ganar algo, también podemos perderlo todo.

- Tienes razón, es muy arriesgado apostar todo. Supongo entonces que la idea de comprar

acciones de alguna empresa también está descartada, es imposible saber el movimiento

de las finanzas internacionales, el mercado es muy volátil. No está demás decir que

tomaría bastante tiempo el generar plata de esa forma.

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- Espera. Viéndolo de ese modo, claramente es arriesgado y demoroso; sin embargo, si se

produjeran ciertas situaciones, podríamos acceder a una buena suma de dinero en poco

tiempo – dijo Imh, con cara de procesamiento lógico.

- Tu cara de concentración da risa, Imh – dijo Miguel, con voz burlesca.

- Déjame pensar, tu idea me dio la inspiración que necesitaba. Esta noche no iremos a

entrenar, necesito investigar ciertas cosas para elaborar un plan para obtener más dinero.

- ¡Sí, qué bien!, ¡Por fin una noche entera de sueño! – exclamó Miguel, alegre por retomar

su horario de descanso nocturno, aunque fuera una noche.

- Ah, olvidé decirte, el entrenamiento de anoche fue el último que haremos en ese horario.

Desde mañana comenzaremos apenas regreses a casa, así tendrás la noche entera para

descansar, te he estado exigiendo mucho y debes estar cansado.

- ¡Guau! Tantas buenas noticias en tan poco tiempo.

- No te relajes, este entrenamiento es peor que el anterior, no más visión infrarroja –

recalcó Imh, aclarando que no habría mayor ventaja en el nuevo horario de práctica.

- Ya decía yo que algo ocultabas…

- Mejor me voy de tu habitación, así descansas y dejas que me concentre.

- Perdón, me quedaré callado.

Miguel ocupó el resto de la tarde en ocio puro. Hace meses que no disfrutaba de una noche entera

de descanso, a pesar de que se comprometió con Imh de forma voluntaria, e iba a aprovecharla.

Antes de las 12 de la noche, el muchacho ya se encontraba durmiendo, desparramado en la cama

como si se tratara de un pulpo extendiendo sus tentáculos. La extraterrestre notó que su discípulo

se durmió temprano, distendiendo su musculatura como hacía siempre al momento de reposo del

humano.

A la mañana siguiente, Miguel amaneció recargado completamente, como si hubiera renacido.

Partió con inigualable ánimo a sus clases, rindiendo como nunca antes, sin cabecear ni una sola

vez por culpa de la falta de sueño. Al regresar a casa, Imh y Mirta le esperaban en la cocina.

- ¡Llegué! – exclamó Miguel, anunciando su llegada.

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165

- Hola, Miguelito. ¿Cómo te fue en clases? – preguntó Mirta, abrazando a su nieto al

saludarlo.

- Bien, bien. Cada vez se me hacen más fáciles las clases, creo que intentaré tomar más

ramos el próximo semestre, para adelantar las materias atrasadas... Hola, Imh.

- Hola, Miguel. Veo que una noche de sueño reparador te hizo bien.

- Sí… Gracias por eso.

- De nada. Ahora que estas aquí, te contaré el plan que elaboré para que nos hagamos

millonarios.

- ¿A quién hay que matar? – preguntó Miguel, ocultando casi completamente el sarcasmo.

- ¿Qué? No, no mataremos a nadie. Es un plan enteramente financiero – aclaró Imh, no

entendiendo la broma de Miguel.

- Era una broma, no la entendiste. Mejor cuéntame que haremos.

- Bueno, me retiro. Ya escuche esta historia, voy a hablar con la vecina un rato. Sírvanse

algo para amenizar la conversación – dijo Mirta, despidiéndose.

- Gracias, Abu – respondió Miguel, que ya estaba con medio cuerpo dentro del refrigerador.

- Miguel, este es el plan –introdujo Imh–. Resumiré todo en pocas palabras y luego lo

explicaré paso a paso: intervendremos una empresa que cotiza en la bolsa para poder

devaluar sus acciones y poder comprar varias de ellas; luego, haré subir su precio y las

revenderemos cuando tengan un valor altísimo.

- Eh… Tú siempre me has sorprendido, Imh, pero ¿realmente crees ser capaz de realizar

todo eso sola? Sabotear una empresa no puede ser así de fácil.

- Lo es si tienes la información que tengo en mis manos – respondió Imh, con voz de intriga.

- ¿Ya? Explícate.

- Hay una empresa alemana llamada BiotecHuman Research Inc., la cual produce artículos

biotecnológicos y medicamentos para ciertos males. Resulta que esta compañía fue la

pionera en su rubro, realizando pruebas de medicinas experimentales virtuales y en

humanos, obviamente de forma voluntaria. Hasta ahí, nada que decir; sin embargo, me

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infiltre en sus servidores y encontré información que puede hacer bajar el precio de sus

acciones a niveles insospechados, rozando la bancarrota.

- Tu inglés sonó bonito, tienes mi atención, sigue tu discurso – dijo Miguel, conciso e

intrigado por la investigación de Imh.

- Varios de los medicamentos que testearon tuvieron efectos catastróficos en los sujetos de

prueba, dejando a varios individuos con enfermedades crónicas. Lo peor no es eso,

también hubo gente que murió en estos experimentos – prosiguió Imh, demostrando la

importancia de la información recabada.

- Supongo que eso es información secreta, con eso puedes hundir a esa empresa.

- Es información ultra secreta. Los familiares de los afectados fueron silenciados con altas

sumas de dinero, además de hacerles firmar contratos que les prohíben hablar de lo

sucedido.

- Entiendo la primera parte, quieres hacer casi quebrar a dicha empresa para que sus

acciones bajen, pero ¿cómo harás para que se recuperen de tal golpe? – preguntó Miguel,

dudoso de que el plan funcionara.

- Aquí viene la segunda parte. Cuando las acciones de las empresas bajan demasiado, la

gente comienza a deshacerse de ellas, vendiéndolas al mejor postor. Ahí entramos

nosotros. Como el dólar esta devaluado, compraremos varios billetes con el dinero que

tenemos ahorrado hasta ahora y, con esos dólares, compraremos las acciones devaluadas

de BiotecHuman Research Inc.

- Eso no responde mi pregunta, ¿cómo harás para que la empresa no quiebre?

- Fácil. Ellos tienen un proyecto en curso, crear un nuevo medicamento para tratar diversos

tipos de cáncer con iguales marcadores genéticos. Sus investigaciones no están dando los

resultados esperados; sin embargo, ya tengo la solución a sus problemas. Cuando estén a

punto de la bancarrota, lograrán su cometido, crearán una molécula orgánica capaz de

inducir la apoptosis de diversas células cancerosas con un 98% de efectividad.

- Y esa será su salvación – remató Miguel, comprendiendo el plan.

- Así es. Y no estafaremos a nadie; inclusive, haremos un aporte a la humanidad. En ese

momento quedamos en sus manos, depende de cómo manejen ese descubrimiento y

harán que sus acciones vuelen por las nubes, cosa que sucederá –espero– en poco tiempo.

Cuando eso suceda, venderemos nuestras acciones a quien pague lo que necesitemos

para los pasajes.

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- ¡Eres una maldita genio!, ¿todo esto lo ideaste en una noche de investigación?

- Claro, el nivel de complejidad de esto es ínfimo en comparación con la búsqueda de

Neilaress, sólo debía navegar un poco en internet y listo.

- Te creo… Entonces, ¿cómo y cuándo comenzaras tu plan maestro? – preguntó Miguel,

emocionándose con la idea.

- Ya lo inicié, hace varias horas. Será mejor que veamos las noticias.

Ya había comenzado. En todos los noticieros del mundo y prensa escrita estaba la primicia.

Hackers accedieron a los servidores de BiotecHuman Research Inc., liberando información sobre

sus experimentos en humanos. Diversos individuos fueron afectados, aquejándoles con

enfermedades crónicas incurables, además de varios muertos que sucumbieron a los efectos

secundarios de las drogas. El gerente general mundial de la empresa, Rudolph Rivenger, no quiso

dar comentarios respecto al futuro de la compañía, evitando el asedio de las cámaras.

- No sé si tenerte miedo o admiración, Imh – dijo Miguel, mirando de reojo a la muchacha,

sin dejar de mirar el código con el que Neilaress infectó los aparatos electrónicos de todo

el planeta, incluyendo la pantalla de la televisión.

- Creo que no deberías ni temerme ni admirarme. Mejor prepárate, debemos salir a

entrenar ahora mismo, así tendrás la noche entera para descansar. Deja que las finanzas

trabajen por si solas.

- ¡Genial! Deja cambiarme de ropa y salimos.

- Te espero.

Miguel se preparó rápidamente, equipándose con su ropa deportiva, emocionado por dejar el

entrenamiento con visión infrarroja atrás, expectante por la nueva experiencia que se avecinaba.

Partieron juntos al vertedero, montados en su triciclo de trabajo, con el sol de la tarde

encandilando sus ojos.

- Hemos sacado mucha basura – comentó Miguel al llegar al vertedero, denotando el

cambio del sitio desde que ellos llegaron.

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168

- Poco nos ha servido, pagan casi nada por los materiales reciclados. No obstante, esto no

ha sido provechoso sólo para nosotros, también ha ayudado a la comunidad vecina –

respondió Imh, con desazón.

- No importa, igualmente lograremos nuestras metas.

- Esa es la actitud, Miguel, no la abandones. Ahora te explicaré tu nuevo entrenamiento.

- Dale.

- Hasta ahora, hemos entrenado tu cuerpo dependiendo de uno de tus sentidos principales,

la vista. Sin embargo, ¿qué pasaría si perdieras ese sentido en medio de una batalla?,

¿cómo continuarías defendiéndote sin ver a tu enemigo?

- ¿Cómo lo hacen los ciegos, utilizando sus otros sentidos? – preguntó Miguel en forma de

respuesta, esperando haber respondido correctamente el planteamiento de Imh.

- ¿Eso fue una pregunta o una afirmación?

- ¿Una pregunta, creo? – preguntó Miguel, sin convencerse de sí mismo.

- Bueno, exactamente eso haremos, incrementaremos tus otros sentidos dejando de lado la

vista.

- ¿Cómo harás eso, me sacarás los ojos mientras entrenamos? – preguntó Miguel, con voz

temblorosa.

- Claro que no, eso es una tontería. Sólo hare esto.

Con un ademán de la mano de Imh, Miguel quedó totalmente ciego, cayendo en una profunda

oscuridad, como si estuviera en un espacio infinito y vacío, en el cual no existía la luz.

- ¡Oh, oh, oh!, ¡Espera!, ¡¿No es un poco repentino cegarme sin aviso?! – preguntó Miguel,

extendiendo sus brazos para encontrar a la muchacha –tanteando el aire– y no perder el

equilibrio.

- No desesperes, este entrenamiento es para que aprendas a ver de otras formas. Cálmate y

comienza a sentir tu alrededor.

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Miguel se sentó en el piso del vertedero, para no caerse, y comenzó a compenetrarse con el medio

que lo rodeaba. Sus oídos se agudizaron después de un rato de reposo, permitiéndol e escuchar

gran cantidad de sonidos que antes pasaban desapercibidos para él. La experiencia fue

acompañada por una intensificación en su olfato, llenando sus pulmones con los desagradables

vapores expelidos por los desperdicios del vertedero.

- Imh, deberíamos hacer compost con los restos de vegetales que están botados aquí,

después podemos venderlo como tierra de hoja en la feria que se pone cerca de mi casa –

murmuró Miguel, con cierto asco por los hedores que lo rodeaban.

- ¿Y esa epifanía? Creo que el quedar ciego no sólo agudizo tus sentidos, sino también tus

pensamientos. No es mala idea, luego hablaremos de eso.

- Es que todo huele a podrido aquí… Ya me había acostumbrado al mal olor, pero volví a

sentir la hediondez del lugar, se intensificó mi olfato – explicó Miguel a Imh, como si la

muchacha no estuviera enterada de eso.

- Concéntrate, aún hay cosas que debes sentir.

- Sí, jefa.

Miguel volvió a quedarse tranquilo, esperando a sentir algo nuevo. Primero se manifestó como

una pequeña corriente eléctrica recorriendo su piel, percibiendo el roce con su ropa y los puntos

de presión que se producían por esto; luego experimento algo distinto, como si hubiera extendido

un campo energético alrededor suyo, recibiendo mentalmente el estímulo en forma de imágenes

difusas emergiendo desde la oscuridad, como orbes dibujados con líneas quebradas y temblorosas.

Estaba rodeado de esos círculos difuminados, cuando reparó en uno de distinta naturaleza, uno

con forma ligeramente humanoide.

- ¿Esa eres tú, Imh? – preguntó Miguel, extendiendo sus brazos hacía la figura que tenía en

frente.

- Sí, soy yo. Lo que estás viendo ahora es el espectro electromagnético de las cosas,

utilizando tu propio campo. Eso, añadido a otro tipo de información sensorial, te ayudará

a percibir tu entorno sin depender de tus ojos. De hecho, es mejor que sólo utilizar tu vista,

esto es en tres dimensiones.

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- ¡Es verdad, es increíble! Es como una fotografía panorámica en 3D, sin embargo puedo

presenciar todo al mismo tiempo… Marea un poco eso sí, es mucha información para

procesar de una vez.

- Ya te acostumbrarás. Cuando lo controles bien, podrás pelear conmigo como cuando veías

en infrarrojo e integrarlo a ese modo de visión, además de utilizarlo en tu visión normal.

- Así estaré pendiente de todo mi entorno.

- Y reaccionaras en consecuencia. Sigamos con el entrenamiento, debes poder ver mi silueta

dibujada en el absoluto negro de tu ceguera, ahora no puedes distinguirme bien.

- Exacto, te veo como un gran circulo con pequeños globos como extremidades. Lo que

debe ser tu cabeza es un pequeño puntito y…

- ¡Concéntrate! – exclamó Imh, interrumpiendo la frase de Miguel.

- ¡Sí, jefa!

El entrenamiento prosiguió hasta las doce de la noche, momento en que decidieron volver a casa.

Cargaron el triciclo con varios kilos de vidrio, plástico y metal; alejándose del vertedero bajo las

tenues luces de las calles. Mirta les dejó preparada la cena y se fue a dormir, dejando la puerta

principal sin pestillo para permitirles la entrada.

Luego de asearse, los muchachos cenaron viendo la televisión, esperando a escuchar noticias

sobre BiotecHuman Research Inc. y las reacciones del público ante el escándalo por los pacientes

muertos, pero el noticiario nocturno dedicó pocos minutos al tema, centrando la temática de sus

“reportajes” en deporte y farándula, razón por la cual Miguel apagó el aparato.

- ¿Busquemos en internet? Allí debe haber más información sobre el escándalo de la

empresa – preguntó Miguel, incitando a la muchacha a seguir acechando a la empresa.

- No te preocupes, debes descansar, yo monitorizaré la situación desde ahora en adelante.

- Bueno, en todos los casos tú fuiste la causante de todo y eres la que controla su destino.

- No es sólo su destino; es el nuestro también. Si no saben monopolizar el descubrimiento

que les daré, irán a bancarrota y nuestro plan fracasará.

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- Esperemos que funcione –deseó Miguel, elevando al aire su mano con los dedos

cruzados–. Buenas noches, Imh.

- Esperemos que así sea. Buenas noches, Miguel.

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172

Puja

En el canal de televisión estatal de Chile sonaba, con acento español, la voz del conductor del

noticiario narrando los últimos hechos acontecidos en el ámbito nacional e internacional. En la

esquina superior derecha de todos los dispositivos electrónicos infectados seguía flameando la

imagen del ámbar ígneo Imh; sin embargo, como nadie sabía su procedencia, la gente terminó por

aceptarlo y dejó de ser noticia.

- En otras noticias, el escándalo en que se ve envuelto la empresa alemana de biotecnología,

BiotecHuman Research Inc., ha decantado en una baja sustancial del valor de sus acciones,

llegando a un mínimo histórico de 0,82 dólares americanos; precio infinitamente alejado

de los 100 dólares que cotizó en el momento de salir a la bolsa estadounidense.

- ¿Él es chileno? Su acento es muy peculiar – preguntó Imh, extrañada por la forma de

hablar del locutor televisivo.

- Es chileno, creo que vivió varios años fuera de Chile; en España, para ser más exacto.

Nunca se pudo sacar ese ceceo – respondió Miguel, aclarando el tema a la muchacha.

- ¿Ceceo?

- Hablar como él, diciendo las “eses” como “zetas”.

- Ah… Escucha, Miguel, el conductor dice algo importante.

- …cercano a la bancarrota, tema al cual no ha querido referirse el gerente general de la

firma, el señor Rudolph Rivenger –terminó de comunicar el periodista, cerrando la nota–.

Pasando a otro tema…

- Creo que debemos comprar ya las acciones y enviarles la solución a sus problemas – dijo

Imh, enfatizando el hecho de que dependía de ellos el futuro de la compañía.

- No podemos esperar más, se van a quedar sin nada de dinero e irán a bancarrota.

- Vamos, a volvernos millonarios.

Los jóvenes fueron al banco en el cual Miguel tenía una cuenta de ahorro –que hace años no

utilizaba– para buscar el asesoramiento de un corredor de bolsa de la institución. Luego de hacer

los trámites necesarios, la cuenta para comprar acciones estuvo habilitada. Era miércoles 13 de

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173

mayo de 2015, y el dólar americano estaba a 420 pesos comprador, precio asociado al debacle

económico en que se encontraba la nación de América del Norte por el gasto fiscal utilizado en la

guerra de Irán. Los últimos días de trabajo y ahorro, además del dólar devaluado, ayudaron a los

muchachos a comprar 1087,79 dólares, permitiéndoles comprar 1326 acciones de BiotecHuman

Research Inc.

- Volvamos a casa, Miguel. El internet del banco es muy lento como para enviar la solución

desde acá – dijo Imh, una vez tenían en sus manos los documentos que comprobaban la

adquisición de las acciones.

- Volvamos. Pásame los documentos para guardarlos en la carpeta – respondió Miguel,

guardando los papeles en la carpeta que estaba dentro de su mochila.

Al regresar al hogar, Imh subió directamente a la habitación de Miguel, para obtener mayor

intensidad de señal inalámbrica de internet, descargando la solución a los servidore s de

BiotecHuman Research Inc.

- Ahora, a esperar, Miguel.

- ¿Ya lo hiciste? – preguntó el muchacho, sorprendido por la velocidad de la transacción.

- Sí, entré a los servidores utilizando la misma brecha en la seguridad de la última vez que

accedí. Tienen un programa capaz de emular una célula viva y sus interacciones frente a

distintos tipos de ambientes, moléculas y otras variables. El problema es que su software y

hardware no son lo suficientemente eficientes para probar todas las probabilidades, por

eso no dieron antes con la solución que les envié, les habría tomado muchos años

acercarse siquiera. Ahora, depende de ellos implementarla antes de irse en bancarrota.

- Pero, ¿pueden darse cuenta de que el trabajo no lo hicieron ellos? – preguntó Miguel,

preocupado por ser descubiertos y que no llevaran a cabo la solución.

- Imposible. Alteré todos los registros de los servidores, figurará como si hubieran estado

trabajando en la dirección y forma correcta, será como si ellos hubieran logrado sintetizar

la molécula.

- Eso espero. Imagínate se dieran cuenta que no fue trabajo de ellos y dudaran de los

resultados de sus servidores… ¡Quizás no implementarían la droga!

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- No tienen muchas opciones, están a punto de quebrar, no pueden darse ese lujo, menos si

la solución es funcional y sin efectos adversos.

- Eso no lo sabía, no me lo dijiste antes – dijo Miguel al escuchar la nueva información.

- Disculpa, será una droga sin efectos secundarios, ojalá la capitalicen bien – aclaró Imh, que

había omitido ciertos detalles en su anterior conversación.

- Esperemos eso.

- Bueno, hoy gastamos mucho tiempo en trámites financieros, es hora de entrenar.

- ¡Vamos al vertedero! – exclamó Miguel, que cada día dominaba más su nuevo sentido, la

visión electromagnética.

No sólo se había acostumbrado a la absoluta oscuridad, sino que también podía enfrentarse en

combate cuerpo a cuerpo sin depender de su vista. Sus otros sentidos se magnificaron también,

añadiendo información sensorial al espectro electromagnético captado por Miguel, mostrándose

como un mapa del terreno alrededor del muchacho, permitiéndole moverse como cualquier

persona con su vista normal.

- Te acostumbraste más rápido a este modo de visión, Miguel.

- Eso creo. Es más entretenido que el modo de visión infrarroja, debe ser eso, e l otro

método ya lo conocía.

- ¿Dices que te comprometiste más con el entrenamiento porque este es más entretenido?

– preguntó Imh, mientras lanzaba un golpe de revés con su puño.

- Diciéndolo así suena superficial, pero tiene algo de verdad – respondió Miguel, evitando el

golpe de forma agraciada, con voz agitada.

- Y cada día estas más flexible, creo que debo exigirte más o el entrenamiento no rendirá lo

que debe – añadió Imh, lanzando una patada a la mandíbula de Miguel.

- ¡Que pueda evitar un golpe no signi…! – exclamó Miguel, recibiendo de lleno la patada,

cayendo de espalda al piso.

- Toma mi mano, levántate. Mejor hablemos menos al pelear, así te concentras más.

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- Gracias, Imh –dijo Miguel, limpiándose un hilo de sangre que huía de su boca y agarrando

la mano de la muchacha para ponerse de pie– ¡Sigamos entrenando!

Una semana después de la compra de las acciones, las especulaciones sobre la inminente

bancarrota de BiotecHuman Research Inc. sonaban fuerte en las prensas locales e internacionales,

dando fin al imperio biomédico más cotizado de los últimos años. Sin embargo, aquel miércoles 20

de mayo, el gerente general de la empresa organizó una rueda de prensa para dar un comunicado.

Miguel e Imh estaban al tanto de eso y estaban expectantes frente a la pantalla de la computadora,

viendo la trasmisión online de la reunión.

- En este momento está entrando en la sala el gerente general de BiotecHuman Research

Inc., el señor Rudolph Rivenger. Mucho se ha hablado y especulado sobre la temática de

esta rueda de prensa, sobre todo tomando en cuenta que las medidas utilizadas para

frenar la caída en el precio de sus acciones han sido infructuosas – relató la periodista

chilena, enviada a la cita como corresponsal internacional.

- ¡Hola, hola! Un, dos, tres… Un, dos, tres – dijo Rivenger, probando el micrófono dispuesto

en la mesa de reuniones de la empresa, la cual estaba rodeada de periodistas, cámaras y

grabadoras de voz.

- El gerente general comenzará con la rueda de prensa, escuchemos atentamente que nos

dirá. Para traducción simultánea, lea los subtítulos que aparecerán en el borde inferior de

su televisor – dijo la entrevistadora chilena, saliendo del ángulo de la cámara, para que

esta enfocara a Rudolph Rivenger.

- Buenas tardes –dijo Rivenger, en impecable inglés, sin ningún acento germano–. Mucho se

ha especulado sobre qué tema se tratará en esta reunión a la que todos ustedes fueron

invitados; no obstante, descartaremos desde el inicio la posibilidad de que BiotecHuman

Research Inc. vaya a quebrar. De hecho, estamos aquí para darles a conocer un

descubrimiento impresionante relacionado con la salud de la humanidad…

- Entonces, ¿los rumores acerca de…? – interrumpió un joven periodista italiano, dirigiendo

su pregunta a Rivenger.

- Las preguntas se responderán al finalizar la rueda de prensa, señor. Siguiendo con el

discurso, es importante señalar que BiotecHuman Research Inc. tiene un fuerte

compromiso con cada uno de sus posibles compradores; no viéndolos sólo como

consumidores, sino también como humanos con problemas de salud que empeoran su

calidad de vida. ¡Para eso estamos nosotros! Nuestra meta no es lucrar nada más, nuestro

Page 182: La ultima morada Zona Prohibida

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deseo es mejorar los estándares de vida de cada uno de los enfermos de este planeta y, si

es posible, curarlos completamente –dijo Rivenger, haciendo una pausa para humedecer

su boca con un poco de agua–. Es por eso que nuestros esfuerzos están enfocados en

generar drogas de calidad para distintas enfermedades, una de las cuales es el cáncer. Es

un placer para mí, como gerente general de esta empresa y representante de los ideales

de esta, presentarles una nueva medicina para diversos tipos de cáncer, los cuales tienen

marcadores genéticos comunes, con un 98% de efectividad y sin ningún efecto secundario,

necesitándose sólo dos semanas para curar completamente esta afección…

Como era de esperarse, la sala se llenó de elogios y gritos eufóricos de los periodistas presentes,

interrumpiendo nuevamente el discurso de Rivenger, que comenzaron a acribillar al gerente con

distintas preguntas, las cuales fueron acalladas por el mandamás de la compañía.

- Aún no termino, esperen, ya podrán preguntar lo que deseen. Como les decía, nuestro

compromiso con nuestros clientes es tan grande y fuerte, que dispondremos de esta droga

lo más rápidamente posible, dependiendo solamente de la FDA la velocidad de la

tramitación. Más importante aún, esta medicina estará al alcance de todos, permitiendo el

pago del tratamiento en cómodas cuotas, dependiendo de los ingresos de cada uno de los

pacientes que requieran la droga. Nadie se quedará sin tratarse mientras yo esté al mando

de esta compañía, digamos no a la muerte por cáncer. ¡No más cáncer! –dijo Rivenger,

haciendo una pausa para poner suspenso en la situación–. Ahora pueden realizar

preguntas.

Los impacientes periodistas volvieron a abalanzarse frente a la mesa de reuniones de

BiotecHuman Research Inc., atropellándose unos a los otros para obtener más información del

nuevo medicamento sintetizado por la empresa.

- Usted primero, reportero – dijo Rivenger, apuntando al reportero que le interrumpiera en

el inicio de la rueda de prensa.

- Buenas tardes, Panettiere de Il Messaggio. Primera pregunta: ¿Cuál es el nombre de su

nuevo producto? – dijo Emilio Panettiere, con un inglés italianizado.

- Medicina – aclaró Rivenger.

- Cierto, disculpe. Replanteo la pregunta: ¿Cuál es el nombre de su nueva medicina?

Page 183: La ultima morada Zona Prohibida

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- Si bien el nombre científico es un tanto enredado, por lo cual no lo mencionaré, su

nombre tentativo es Iossiminazol – respondió Rivenger, con voz calmada.

- Siguiente pregunta…

Antes de que la segunda pregunta fuera planteada por Panettiere, Miguel giró su cabeza para

mirar a Imh, pero su mirada fue evitada adrede por la muchacha, entendiendo el significado de la

mirada del muchacho, quien apagó la computadora para hablar con la muchacha.

- Supongo que el nombre también lo sugeriste – dijo Miguel, crispando a la muchacha,

quien intentaba huir de la escena del crimen.

- Bueno, me gusta dejar mi firma en las cosas que hago – respondió Imh, relativizando la

situación.

- Está bien, no te estoy juzgando. Es que me recuerda cuando hiciste el programa de la

computadora…

- Es lo mismo. No sé si te percataste, pero el nombre es Ioss-im-inazol, es mi nombre y el de

mi planeta.

- ¡Oh! No me había dado cuenta, pensé que solo era Ioss – dijo Miguel, notando el nombre

de la muchacha en medio de todo.

- El plan está a punto de terminar, esperemos que las acciones que compramos suban

pronto de precio.

- Hasta ahora todo se ha cumplido, ¿estás segura que una de tus habilidades no es ver el

futuro?

- No, eso no es posible. Sin embargo, puedes extrapolar los hechos y hacer una estimación

cercana a la realidad, ver las variables trabajando todas en conjunto.

- ¿Causa y efecto? – preguntó Miguel, entendiendo hacia donde dirigía la muchacha.

- Exacto. Y esta estimación ha sido más que acertada hasta ahora, sólo debemos esperar a

que el dinero llegue a nosotros.

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Los siguientes días fueron de estudio, entrenamiento y espera. Las acciones de BiotecHuman

Research Inc. comenzaron a remontar lentamente, valorizándose cada vez más con el pasar del

tiempo. El entrenamiento de los muchachos en el vertedero continuó avanzando en complejidad,

produciendo fervientes combates por largas horas, exigiendo al máximo el físico del joven humano.

Miguel estaba cada día más fuerte y su cansancio crecía proporcionalmente con las exigencias,

consumiendo casi completamente los nutrientes que comía, lo que generó un discreto aumento

en su masa muscular normal más nuevas fibras musculares sintéticas, añadidas en secreto por Imh.

Cerca de fin de mes, las acciones estaban altamente valorizadas, era momento de venderlas,

recurriendo a un aviso en la prensa escrita para promocionar la venta.

- Para publicar el aviso en el periódico debemos pagar 10000 pesos, pero es por

transferencia electrónica, ¿tienes cómo pagar de ese modo? – preguntó Imh.

- Sí, paguemos con la tarjeta de mi banco. Déjame ingresar los datos para la transacción –

dijo Miguel, sentándose frente a su computadora.

- Miguel, mañana quiero que me acompañes al registro civil de Melipilla – solicitó Imh.

- ¿Eh, Melipilla? Hay registros civiles en otros lados, ¿Por qué allá?

- Por estrategia. Ese local se incendió el año 2013, por las oleadas de calor de ese año. En el

incendio se perdieron todos los registros físicos, tanto en papel como digitales, así que

inventé mi propio registro en esa comuna, soy hija de una familia que ya no existe, soy la

única sobreviviente.

- Pero… ¿no tienes otros parientes vivos?

- Nadie, después de cierto año, se pierde mi dirección. Y aquí estoy. Mañana tienen mi

cedula de identidad y mi pasaporte.

- ¿Y cómo pagaste todo eso?, ¿Cuándo hiciste el trámite? – dijo Miguel sorprendido por no

haberse percatado de los movimientos ilícitos de la joven extraterrestre.

- Pagué con un pequeño préstamo de tu colchón y lo realicé un día que tuviste clases hasta

tarde, corrí hasta Melipilla a hacer el trámite – aclaró Imh.

- Con razón quisiste administrar la plata… – dijo Miguel, mientras ingresaba sus datos de

usuario en la página del banco.

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- Fue una precaución para que no la gastáramos en tonteras.

- ¡Y no me contaste cuando fuiste! – exclamó Miguel, esperando que la página web cargara

el monto a pagar.

- Ese día no me preguntaste que hice – denotó Imh.

- Ah… perdón, fue mi error.

- Sólo lo olvidaste, no te recrimines.

- Ya terminé la transacción, ahora debo revisar que me haya llegado el comprobante al e-

mail – dijo Miguel, cerrando mentalmente el explorador de internet.

- Revísalo.

- Espera, tengo varias dudas, aunque ahora que lo pienso son sólo dos. ¿A qué hora quieres

ir registro civil? El viaje es de por lo menos una hora y media, y los buses en la tarde están

a máxima capacidad.

- Quiero ir en el horario que más te acomode, pero no pensaba ir en bus – aclaró Imh,

aprovechando el viaje que debían realizar para seguir entrenando.

- Primer punto aclarado. Segundo, ¿qué decía la publicación que hiciste en el periódico?

- Venta de acciones de BiotecHuman Research Inc. por apuros económicos. También dice

que haremos el trámite en tu banco y el precio será conversable, pero la moneda de

cambio serán dólares americanos en vez de pesos chilenos. El aviso tiene como formas de

contacto tu nombre, e-mail y número de teléfono celular.

- Entonces, se contactarán conmigo directamente.

- Sí. No obstante, el trámite lo haremos juntos.

- Bueno, no tengo más dudas. Ya se acerca el horario de entrenamiento, vamos a

cambiarnos de ropa.

- Primera vez que te escucho decir eso, en todos estos meses de entrenamiento – comentó

Imh, sorprendida por el compromiso expresado por el muchacho.

- Ahora no concibo mi día sin entrenar. Me sentiría fofo si no hiciera ejercicio – aclaró

Miguel, con voz risueña.

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Faltaba poco tiempo para que el mes de mayo llegara a su fin y debían tener pronto el dinero para

el viaje. Miguel se tomó el día libre en la mañana –ya que el registro civil atiende hasta media

tarde solamente– y, junto a Imh, fueron corriendo hasta Melipilla para retirar los documentos de

la muchacha. La diligencia resulto sin ningún problema, poca gente acudió ese día, permitiendo a

los jóvenes retirarse rápidamente de la sucursal.

- Así que Imhanuelle Fernández… Volviste a ocupar ese nombre, ¿Ese es el apellido de tu

familia? – preguntó Miguel, al ver los documentos de Imh, saliendo del registro civil.

- Sí, es la única familia de esta localidad que se extinguió completamente.

- ¿Esa foto?, ¿Cuándo te la tomaste?

- En una imagen mental mía, no es una fotografía de ningún tipo de cámara – aclaró Imh,

descartando el uso de cualquier otra maquinaria que no fuera su propia mente y kozou.

- Ah… Claro. Es temprano aún, ¿quieres pasear por el lugar?

- Bueno, aún faltan varias horas para el entrenamiento; además, regresaremos corriendo,

eso descuenta un poco de la cuota de práctica diaria.

- Eso espero, queda bastante lejos de nuestra casa y aún no tengo tu resistencia extrema.

- ¿Nuestra…? –pensó Imh al escuchar a Miguel–. No te preocupes, ya ganarás resistencia.

- Paseemos.

Los jóvenes abandonaron el registro civil con lentos pasos, mirando con detenimiento los diversos

locales y hogares de la comuna, buscando algo interesante para gastar el exceso de tiempo con el

que quedaron después de realizar la diligencia. Entraron en una feria de artesanías,

entreteniéndose con los artículos a la venta, probándose algunas ropas y hojeando algunos libros

antiguos. Imh sintió una llamada entrante en el celular de Miguel, pero no provenía de fuente

conocida alguna, no era una llamada de Mirta ni de otro contacto del muchacho. Un extraño

llamaba.

- Miguel, alguien te llama y no es tu abuela ni nadie conocido – dijo Imh al muchacho, que

no había sentido el vibrar de su teléfono celular.

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- ¡Bah! No me di cuenta que vibraba… ¿Cómo puedes saber que no es de mi abuela? –

preguntó Miguel, sacando el aparato del bolsillo de su pantalón.

- La señal es distinta, es otro número el que llama. Contesta.

Miguel contestó su teléfono, comenzando a hablar con alguien por un buen rato. Imh podría haber

escuchado la conversación si hubiera querido, pero no deseaba intervenir el aparato o agudizar su

oído para enterarse de lo que el muchacho hablaba, esperaría a que él le comunicara lo que

hablaba con el anónimo interlocutor.

- ¡No me vas a creer!, ¡Ya tenemos un comprador para las acciones! – exclamó alegremente

Miguel, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡¿Qué?! ¿Tan pronto? ¡Lo publicamos ayer! – exclamó Imh, pasmada por la rapidez de la

venta.

- ¡Sí! Debemos ir al banco, ahora mismo, hay que llegar antes de que cierre.

- ¿Ahora?

- Sí, es mejor que corramos a toda velocidad – dijo Miguel, imitando las palabras que una

vez Imh le dijera.

El tiempo apremiaba. Tenían un poco más de dos horas para llegar al banco, así que Imh

nuevamente liberó a Miguel de la tensión extra producida en su musculatura, permitiéndole

alcanzar mucha más velocidad que la que utilizó para llegar a Melipilla. Llegaron al banco cuando

faltaba media hora para que cerraran oficialmente sus puertas, no sin antes pasar por su hogar

para retirar los documentos de propiedad de las acciones.

- El señor se llama Sergio Palacios, le di el nombre del corredor de bolsa del banco, nos

estará esperando con él, Imh.

- Entremos.

Sergio Palacios esperaba a los muchachos junto al corredor de bolsa hacía varias horas, tiempo

perdido que le exasperaba un poco, pero que valía la pena por la gran oportunidad de negocio que

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podía finiquitar dentro de poco. Palacios era un negociador nato, vivía de aquello, y reconocía sus

chances cuando las tenía frente a él.

- ¿Señor Miguel Álvarez? – preguntó Palacios, mirando a los muchachos que entraban en la

oficina del corredor de bolsa.

- Soy yo, disculpe la demora, señor Palacios. Intenté llegar lo más rápido posible, como le

dije por teléfono, estaba en Melipilla realizando unos trámites.

- No se preocupe, esta disculpado, sólo si me hace un descuento en lo que intenta

venderme – bromeó Palacios, delatando sus intenciones de bajar lo más posible el precio

de las acciones.

- Por eso vine junto a mi amiga, Imhanuelle. Ella me asesorara en esta venta – dijo Miguel,

presentando a Imh al viejo.

- Mucho gusto, señor Palacios – saludó cordialmente Imh, estrechando la mano del vetusto.

- Mucho gusto, señorita. ¡Hablemos de negocios, que para eso he venido! – exclamó

Palacios, palmeándose la parte superior de sus muslos.

- He calculado que el precio de las acciones que Miguel tiene en su poder equivalen a un

poco más de 10 millones de pesos, ese es su valor real – dijo Imh, tomando la palabra

inmediatamente después de Palacios.

- Según mi cálculo, ese es su valor. Pero ustedes dijeron que el precio era conversable –

atacó Palacios, tomando al pie de la letra el aviso publicado en el periódico.

- Exactamente. No pensamos vender la totalidad de las acciones. Contamos con 1326 y

queremos vender las 1300 y conservar las 26.

- Es justo, pero eso disminuye mucho el precio real de las acciones. ¿Cuánto quieren

obtener por esas 1300?

- 9 millones de pesos – respondió Imh, sin parpadear, mirando fijamente al anciano.

- No, muy caro, eso sería por el total de las acciones, por las 1326, más el descuento por su

retraso. Además, explicitaron en su anuncio que la moneda de cambio serían dólares.

- Así será, deberá pagar en dólares el equivalente a 9 millones de pesos.

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- Como le dije, señorita, 9 millones es mucha plata. Le ofrezco 5 millones por las 1300

acciones. Seguí su historial en la bolsa y solamente han comprado una vez en ella, ¿cómo

sé que no tenían información privilegiada y así supieron dónde invertir?

- Es imposible que tuviéramos ese tipo de información, fue un salto de fe que hicimos para

recolectar ese dinero, lo necesitamos para tratar una extraña enfermedad que tiene

Miguel, invertimos todos nuestros fondos en esto. Es para llevarlo a Estados Unidos a

recibir un tratamiento experimental en sus ojos – dijo Imh, sin alterarse al lanzar tamaña

mentira, nublando los ojos del muchacho, para hacerle parecer enfermo.

- Es verdad, señor Palacios, puede ver como mis ojos están deteriorados – añadió Miguel,

mostrándole sus ojos recién alterados al incrédulo anciano.

- Si Miguel no recibe tratamiento, dentro de unos años quedara completamente ciego.

Puedo bajar el precio a 7 millones y medio – dijo Imh, bajando el precio de las acciones.

- Es una pena que el joven este enfermo, pero aun así el valor es muy alto, te ofrezco 5

millones y medio, y siento que me estoy arriesgando con ese precio – dispendió Palacios.

- 7 millones – replicó Imh, bajando nuevamente el precio.

- 6 millones, y no puedo ofrecer más – contestó el viejo ante la última oferta.

- 6 millones y medio, por 1301 acciones, ¡última oferta! – exclamó Imh, intentando sacar un

poco más de dinero del anciano.

- Mmmm… ¿Quieres quedarte sólo con 25 acciones? – preguntó Palacios, intentando

desconcentrar a Imh del tema central.

- Sí, y es mi última oferta, no puedo bajar más el precio. Sería una perdida – dijo Imh,

intentando convencer a Palacios.

- Ya, 6 millones y medio por 1310 acciones – dijo Palacios, intentando embaucar a la

muchacha, extendiendo su mano para que la estrechara.

- 1301 acciones, ¿está claro? – dijo Imh, mirando con cara de enojo a Palacios por el intento

de fraude recién efectuado.

- 6 millones y medio por 1301 acciones. Casi caíste – dijo Palacios, con voz burlona,

mientras extendía nuevamente su mano para que Imh la estrechara.

- Tenemos un trato – respondió Imh, estrechando la mano del truculento anciano.

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Luego de firmar todos los papeles necesarios, Sergio Palacios se hizo acreedor de 1301 acciones de

BiotecHuman Research Inc., dejando sólo con 25 a Miguel y compañía; pero esto no les importaba,

el objetivo principal había sido logrado, tenían el dinero necesario para viajar a los Estados Unidos,

el dinero necesario para rescatar a Neilaress. Palacios depositó en la cuenta de Miguel los dólares

equivalentes a 6 millones y medio de pesos, pago con el cual se dio por terminada la venta de

acciones.

El mes de mayo terminó en calma, llevándose una gran carga con él. Ahora debían centrar sus

esfuerzos en los meses de junio y julio, entrenando cada día más fuertemente y afinando los

detalles del viaje, planificando sus actividades en el país del norte.

El otoño fue especialmente árido, con pocos días de lluvia y temperaturas levemente frías, y se

esperaba lo mismo para el invierno. Este clima ayudó a los muchachos a seguir con sus prácticas y

con la venta de materiales reciclados, sobre todo con el compostaje de las materias orgánicas

presentes en el vertedero. A fines de julio, el basurero se encontraba tan despejado que ya no

podían continuar ocupándolo como ring de entrenamiento, ni siquiera de noche, sobre todo

tomando en cuenta que los entes fiscalizadores de la comuna se encontraban vigilando el sitio

baldío por la disminución de los contaminantes del basural.

- Imh, ya no podemos seguir ocupando este sitio para entrenar. Lo único que podemos

hacer es terminar de limpiarlo – dijo Miguel, mientras cargaba el triciclo con las basuras

recolectadas esa tarde.

- No te preocupes por el entrenamiento, anoche fue el último de todos. Hay gente

vigilándonos hace días, creo que es mejor dejar de reciclar la basura que aquí se encuentra

– respondió Imh, mientras observaba en la lejanía una camioneta con el logo de la comuna

en que se encontraba el vertedero.

- ¿Se terminó el entrenamiento y me lo dices de forma tan calmada?, ¿No ves que es una

ocasión para celebrar? – preguntó Miguel, sorprendido por el bajo perfil que le asignó a la

finalización del entrenamiento.

- Si quieres, podemos celebrar hoy en la noche, aunque preferiría fe stejar después de

rescatar a Neilaress – murmuró Imh, terminando de cargar el triciclo.

- ¡Podemos celebrar dos veces, entonces! Regresemos a casa y compremos algo rico para

comer.

Los muchachos volvieron a su hogar montados en el desgastado triciclo, planeando las compras

para la improvisada celebración, y llamando a su amigo Sulfito para que disfrutaran juntos por la

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meta lograda. Mirta ayudó a los muchachos a descargar los materiales recolectados, mientras

estos se aseaban para salir de compras al supermercado más cercano. Cuando estuvieron listos,

esperaron a que llegara Sulfito para salir los tres, quien llegó en su automóvil comprado hace unas

semanas, dejando a la anciana en la tranquilidad de su hogar.

Regresaron después de un rato, con varias bolsas llenas de dulces, bebidas gaseosas, carnes y

vegetales, para que Sulfito mostrara nuevamente su arte culinario y saciara a los comensales.

Luego de unas horas de entretenimiento, Marco Antonio regresó a su hogar y los jóvenes se

fueron a descansar, al igual que Mirta.

El próximo día sería un nuevo despertar para Miguel, un nuevo mundo se presentaría ante él de

forma imprevista, desesperada y violenta. Todo estaba a punto de cambiar y nadie se lo había

comunicado.

- Buenas noches, Miguel. Buen trabajo, nos vemos mañana – dijo Imh, despidiéndose de

Miguel, con expresión alicaída.

- Buenas noches, Imh. Nos vemos – respondió Miguel, quien no vio el rostro de Imh por

estar atendiendo a la pantalla de su computadora.

- Buenas noches – susurró Imh, entrando a la que ya era su habitación.

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Capítulo 11

Los traidores de Ioss

La celebración del día anterior dejó semiinconsciente a Miguel, produciéndole un profundo y

reparador sueño, atándole a la cama como si las sabanas estuvieran hechas de hierro. El sopor

matutino fue tan fuerte, que el muchacho tardó en percatarse de los miles de gritos y explosiones

que atravesaban su ciudad y las de todo el mundo; además del penetrante olor a calcinado que

inundaba por completo sus pulmones hace horas.

Miguel despertó sobresaltado por la humareda, temiendo por la integridad de la vivienda y sus

ocupantes, pero no había fuego alguno del cual huir. La carbonizada atmósfera se calaba por entre

la abertura de su ventana, atrayendo al muchacho al balcón, invitándolo a investigar. No obse rvó

nada fuera de lo normal; sin embargo, escuchó los lamentos de millares de personas, lejanas

detonaciones causando derrumbes de edificios y casas, como si se tratara de un alud de piedras

cayendo por la ladera de una montaña.

A pesar del barullo, su hogar se encontraba en silencio, un enloquecedor sosiego. Miguel comenzó

a preocuparse, buscando desesperadamente a su abuela por todas las habitaciones de la casa, sin

encontrar pista alguna de su paradero. Imh tampoco estaba en su cuarto.

Miguel salió corriendo de su hogar, esperando localizar a su abuela, pasando por las casas vecinas

donde vivían las amigas de la anciana. Todas las viviendas se encontraban abiertas y desocupadas,

los residentes habían huido abandonando sus enseres; todas las moradas, menos una. Entró en la

casa de la señora Marisol, amiga de antaño de su abuela Mirta, tanteando las paredes de la sala

para encontrar el interruptor de las lámparas. El aire tenía un penetrante vaho metálico, como

lamer el óxido de un clavo, lo que desesperó aún más al muchacho.

Fue al llegar a la cocina del domicilio cuando presenció la tragedia. Las dos ancianas estaban

sentadas en unas pequeñas sillas de madera, con el torso tendido en la mesa de centro de la

habitación; gélidas, pétreas, con sus ropas manchadas de sangre, su propia sangre. Miguel se

abalanzó sobre su abuela, intentando hacerla reaccionar, sollozando, sin obtener respuesta alguna.

Su abuela estaba muerta.

Mirta recibió una precisa estocada en la espalda, la que cercenó su aorta, desangrándola

rápidamente; además, tenía diversos hematomas en varias partes del cuerpo, lo que indicaba que

fue golpeada antes de morir. La otra anciana había corrido la misma suerte, a excepción de la

golpiza previa y que fue apuñalada en su abdomen.

Miguel cargó en sus brazos a su fallecida abuela, con los ojos inflamados en sangre y lágrimas,

sintiendo como el odio comenzaba a fluir desde su corazón a su cabeza, tomando parte de sus

pensamientos inmediatos. Su cabeza estaba a punto de estallar. Caminó de vuelta a su hogar con

el cuerpo languidecido, llorando por la calle, gritando por el dolor de su pérdida. Con cada paso

que daba, pensaba en quien podía ser tan ruin y malvado para matar a dos ancianas de forma tan

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cruel y cobarde, pensaba en quien le quitó a su ser más querido y en que le haría cuando lo

encontrara. El ruido del exterior se había ido, era sólo Miguel con sus pensamientos de venganza,

era él y su odio.

Cuando regresó a su hogar, cayó rendido al piso, su cuerpo no respondía, no tenía energía para

seguir de pie. A pesar de eso, no soltó a su abuela en ningún momento, extendiendo lentamente

su cuerpo en la acera, para llorar sobre ella. Sintió un leve sonido en el edificio que quedaba frente

a su casa, hecho que le hizo observar el lugar en busca de la fuente del ruido. Divisó a Imh en la

azotea de este, en lo alto, junto a una pequeña fogata que iluminaba su rostro. El cielo estaba

cubierto de densas nubes.

- ¡Imh! ¿Qué ha pasado a…? – gritó Miguel a la muchacha, antes de quedar completamente

mudo.

- Antes de que despertaras, en la madrugada, fui al banco a retirar el dinero de la venta de

las acciones. No pude girarlo todo, no me lo permitieron… El papel con el que fabrican

estos billetes arde muy mal – comunicó Imh de forma mental a Miguel, con voz desganada,

agitando sus manos para avivar las llamas.

Miguel hizo señas a Imh, mas esta jugueteaba con un billete encendido, acercándolo a la fogata

cuando la llama se extinguía del papel, desconsiderándolo.

- Veo que encontraste a tu abuela. No te preocupes por ella, inhabilité sus conexiones

nerviosas antes de matarla, no sintió ningún dolor. Te lo aseguro. La otra anciana no tuvo

la misma suerte, no la conocía para nada.

Miguel quedó pasmado unos segundos después de escuchar la revelación de Imh, cambiando

radicalmente de actitud al procesar el monólogo e intentando correr hasta el lugar donde se

encontraba la asesina de su abuela, pero su cuerpo cayó sin fuerzas al lado del de la anciana.

Intentó incorporarse del piso, esforzándose al máximo, sin embargo, sus músculos se rasgaron

junto con parte de su piel, generando diversas hemorragias en todo su cuerpo.

- No podrás venir. No te lo permito. Ciertamente los kozou actuaron rápidamente, estas

completamente lacerado en tu interior, debes estar sufriendo intensame nte. Ahora,

hablemos seriamente. Después de entrenarte, puedo decir que eres el humano vivo con

habilidades más equilibradas en toda la tierra. Puede que haya gente más fuerte que tú,

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aunque no lo creo, pero todos sacrifican su velocidad por eso. Tú eres fuerte, veloz y

preciso; pero nada más. Ustedes, los humanos, no pueden aspirar a más, ya lo he

comprobado, no alcanzan a ser una amenaza para nosotros.

Miguel lloraba de impotencia sobre el asfalto de la calle, sintiéndose engañado y traicionado por la

joven, sangrando por todas las heridas de su cuerpo, a merced de la asesina de su abuela.

- Tu boca no dice nada, pero en tus pensamientos ya me has matado mil veces. No me

mires con esos ojos, que gracias a mi ven la luz de este día, agradéceme el favor que te

hice al rescatarte de la oscuridad. Como ustedes dicen, cuentas claras conservan la

amistad… Te cobraré inmediatamente ese favor, con un 50% de descuento.

En el interior de la cabeza de Miguel se encendió una cegadora luz, acompañada por una

sensación de ardoroso y sofocante calor; perdiendo completamente la visión su ojo izquierdo. La

superficie del ojo del muchacho se agujereó en distintos lugares, liberando el humor vítreo del

globo ocular, generando un dolor extremo en el muchacho, que no podía gritar ni moverse por la

parálisis que Imh le produjo.

De los pequeños orificios salieron lo kozou, reuniéndose todos en el borde de su párpado,

formando una delgada lámina de aspecto metálico que se elevó por los aires, atraído por una de

las manos de Imh, fundiéndose en la piel de la palma de la muchacha.

- ¡Ah, olvidé decirte, ya liberamos a Neilaress, iré a reunirme con él ahora!, ¡Bueno, creo

que he terminado con esto, gracias por todo y adiós! – gritó Imh para que Miguel le

escuchara, antes de alejarse del lugar corriendo por sobre los otros edificios, dejando al

muchacho con un ojo menos y desangrándose en el exterior de su hogar.

Miguel no soportó más tiempo toda la situación, apagándosele la consciencia de golpe por el

shock físico y mental. Despertó una semana y media después, recostado en una pequeña y

húmeda habitación, iluminada por una vela pegada en un escritorio. Estaba debilitado, pero podía

mover su cuerpo y hablar, al parecer Imh había sacado todos los kozou de su cuerpo y los efectos

de la parálisis terminaron después de eso. Intentó levantarse de la cama, pero aún le faltaban

fuerzas, así que gritó a quien pudiera escucharle.

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- ¡¿Aló?!, ¡¿Hola, hay alguien por ahí?!

- ¡Mamá, mamá!, ¡El joven que encontramos despertó! – gritó un niño que entró saltando

en la habitación, apuntando con el dedo al muchacho.

- Hola, ¿cómo te llamas y dónde estamos? – preguntó Miguel al niño, incorporándose en la

cama.

- Hola, me llamo Ángel y estamos en la parte de debajo de un edificio abandonado –

respondió alegremente el niño.

- Entonces somos tocayos, mi segundo nombre es Ángel también. Me llamo Miguel Ángel

Álvarez. ¿Con quién más estas en este lugar?

- Con mi mamá y otra gente que encontramos en el camino, ahí viene ella.

En la habitación entró una mujer de mediana edad, de cabello teñido de color rojo y tez

medianamente morena, tomando en brazos al pequeño niño que parecía tener no más de seis

años de vida.

- Lo lograste. Te encontramos frente a una casa al lado de una anciana muerta, espero que

no haya sido pariente tuya, porque la incineraron hace varios días.

- ¿La incineraron?, ¿varios días?, ¿a mi abuela? – preguntó Miguel, sobresaltado por la

noticia.

- Llevas semana y media inconsciente en cama, no podíamos esperar a que ella comenzara

a oler mal, sería una fuente de infecciones, nada conveniente para la situación en que nos

encontramos ahora. ¿Cuál es tu nombre?

- Miguel… Miguel Álvarez. No sé cuál es la situación exactamente, pero creo saber a dónde

se dirige. Si el caso es el que creo, entiendo que hayan incinerado el cuerpo de mi abuela,

perdóneme por mi reacción inicial.

- Perdóname tú a mí, por darte esa noticia sin ningún preámbulo, pero es la realidad que se

está viviendo en este momento. Me llamo María y este es mi hijo, Ángel.

- Sí, ya nos presentamos. ¿Podría introducirme en la situación actual?

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190

- Bueno, estamos refugiados en el sótano de un edificio recientemente abandonado, no en

el que quedaba frente al lugar que te encontramos. Nos transportamos en auto. En este

momento es un milagro contar con un vehículo para movilizarse, aunque es difícil la

recolección del combustible, ya que ellos están pendientes de nuestros movimientos – dijo

la señora María, señalizando el techo de la habitación; refiriéndose al exterior, a la

superficie del planeta.

- ¿Ellos…? – preguntó Miguel, temiendo recibir cierta respuesta.

- Los extraterrestres… Llegaron un día como si nada, botaron todos los satélites del planeta,

uno a uno, y nos invadieron. Las comunicaciones satelitales se cortaron en menos de tres

minutos en todo el planeta, para que decir el internet. Ese fatídico día se vieron múltiples

“estrellas fugaces”, que no eran más que los satélites cayendo en picada hacia la tierra,

eso fue lo último que se alcanzó a trasmitir en las noticias. Después llegaron sus naves, a

todos lados, ¡en todo el mundo! Algunos sobrevivientes rumorean que los aviones y

helicópteros militares que atacaron a los invasores recibieron de vuelta todo proyectil

lanzado contra ellos. Cuando acabó la lucha aérea, aterrizaron y comenzaron a combatir

cuerpo a cuerpo, quitándonos las armas y utilizándolas contra nosotros.

- ¿En cuánto tiempo pasó todo lo que me cuenta? – preguntó Miguel, afligido por la

respuesta recibida.

- Cuatro días. Desde eso, no se ha vuelto a ver una nave humana surcando los cielos, sólo

artefactos extraterrestres…

- Usted… ¿Los ha visto, a los extraterrestres? – preguntó Miguel, esperando que la invasión

fuera de otra raza, aunque ya sabía la respuesta.

- No, no los he visto, pero los que sobrevivieron a un ataque directo dijeron que s on

idénticos a nosotros. Sólo sus vestiduras los diferencian de un humano común y corriente.

- ¡Mierda! – pensó Miguel, golpeando con el puño la cama en la que se encontraba sentado.

- Necesitas comer, hace días que no pruebas comida sólida, una enfermera sobreviviente te

conectó suero todos estos días, para ayudarte a recuperar la sangre que perdiste, no

contábamos con los recursos como para donarte sangre; además de no conocer tu grupo

sanguíneo.

- Gracias, señora María. Recuperando mi fuerza, podré salir de esta habitación para conocer

a los demás sobrevivientes y agradecerles el que me hayan rescatado.

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191

- Somos un grupo pequeño, 10 adultos y 13 niños. Cuando estés recuperado, puedes decidir

si quedarte o seguir tu rumbo. No obstante, si te quedas, debes cooperar como todos lo

hacemos.

- Entiendo. Gracias nuevamente, por haberme rescatado y por todo lo demás – agradeció

Miguel, recostándose nuevamente en la cama.

- Vengo en un momento, descansa – dijo María, despidiéndose momentáneamente de

Miguel.

Esa era la situación mundial y él había contribuido, sin querer, a su cumplimiento. Recién entendía

el papel que le tocó desempeñar en todo esto, fue una rata de laboratorio, un experimento

alienígena para comprobar las capacidades humanas llevadas a un límite extremo. Si él era lo más

equilibrado que se podía encontrar en este momento en el planeta, era difícil o imposible aspirar a

elevarse más, por lo menos en una pelea cuerpo a cuerpo; ya que estaba claro que la diferencia

tecnológica entre los contendientes era abrumante.

Llegaron al planeta para quedarse con él, rodeándolo por toda su superficie, destruyendo todos

los satélites artificiales puestos en órbita, eliminando las comunicaciones de este tipo. Hace años

que el espacio aeroespacial de la tierra no se veía tan limpio y despejado de chatarra espacial,

todo artefacto –en funcionamiento o desactivado– fue precipitado a tierra y reemplazado por

pequeñas sondas extraterrestres para permitir su comunicación. Los siguientes puntos de ataque

fueron el internet –infectando la red mundial, denegando el acceso a esta desde cualquier

dispositivo electrónico–, y las antenas de celulares y de radiodifusión privadas, reduciéndolas a

cenizas.

Las semanas posteriores al ataque, las comunicaciones internacionales fueron inexistentes, hasta

que diversos grupos de radioaficionados se acercaron a las autoridades militares para prestar sus

servicios a sus respectivos países, sirviendo de enlace con otras naciones de todo el planeta.

Lamentablemente, las fuentes de tales trasmisiones fueron rastreadas y eliminadas de raíz,

minimizando al máximo el daño infligido a las estructuras y medio ambiente, matando a todos los

operadores y destruyendo completamente los equipos. Después de esto, los militares se

organizaron mediante mensajeros, eligiendo a los humanos más veloces y sigilosos para realizar

este importante trabajo, de ellos dependía la cooperación entre las distintas milicias que hacían

frente a la invasión extraterrestre.

Gracias a los últimos meses de entrenamiento, Miguel pudo curarse rápidamente de sus heridas,

costándole acostumbrarse a ver con un solo ojo. Ayudó a la sobrevivencia del grupo que le rescató

buscando alimentos e implementos para sobrevivir, aprovechando sus capacidades sobrehumanas

sólo cuando se encontraba sin la compañía de su nueva familia. A medida que la comunidad

cambiaba de guarida, avanzaban en el terreno, añadiendo nuevos integrantes que encontraban en

su camino. Las ciudades estaban abandonadas, pero no destrozadas, los ataques alienígenos se

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192

centraron en las personas más que en las infraestructuras. Era posible que quisieran eliminarlos de

raíz, sin perder las instalaciones existentes, llegando a habitar directamente estas. Lo único que se

sabía es que las fuerzas militares de todo el planeta estaban perdiendo la guerra, no había como

defenderse de ellos, las bajas cada vez eran más cuantiosas y era un milagro que aún hubieran

sobrevivientes.

- Miguel, ven hacia acá – llamó María al muchacho, invitándolo a acercarse.

- Sí, dime, María.

- Los muchachos me han dicho que corres muy rápido… Es por eso que quisiera pedirte un

favor, de parte de todo el grupo – dijo la mujer, dándole la espalda a la fogata que

calentaba el refugio, añadiéndole dramatismo a la petición.

- Claro, lo que quieran, estoy aquí gracias a que ustedes me salvaron.

- Como sabrás, los últimos días las raciones han disminuido, tanto para adultos como para

niños. Necesitamos encontrar un lugar con gran cantidad de alimentos para pasar el

invierno y, de preferencia, un lugar donde encontrar abrigos, sobre todo para los

pequeños.

- El último supermercado que limpiamos de sus reservas no tenía nada, llevaba semanas de

haber sido desvalijado. Además, el auto se averió completamente, estaba muy viejo – dijo

Miguel, recordando la última incursión del grupo.

- Debemos encontrar algo más grande, un local que no se dedicara sólo a vender comida,

esa es la misión. Es súper arriesgada y sé que puedes tener tus reticencias, pero por favor

considéralo.

- No hay nada que pensar, lo haré. ¿Cuándo quieres que salga? – preguntó Miguel, con

semblante decidido, aceptando el reto.

- Cuanto antes sea, mejor para todos.

- Saldré ahora mismo; pero, para ayudarme a traer cosas, me devolveré en el camino que

recorrimos. El lugar donde me encontraron tirado junto a mi abuela era mi hogar, ahí

tengo un triciclo, con eso podré cargar mucha ropa y alimentos al mismo tiempo.

- Mientras no seas visto por el enemigo… – apuntó María, sabiendo el peligro que corría

Miguel en esta travesía.

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- Lo sé, no pienso hacerlo a lo loco. Demoraré un tiempo plausible, pero no me expondré

innecesariamente.

- Gracias, Miguel, te esperaremos hasta tu llegada. Los demás seguiremos buscando en las

cercanías del refugio mientras estas fuera.

- Partiré ahora, déjale mis saludos a todos – dijo Miguel, a modo de despedida, saliendo del

refugio bajo el manto protector de la oscuridad.

Miguel sabía que la protección que le otorgaba la oscuridad era relativa, podía ser descubierto por

visión infrarroja o electromagnética, así que avanzó precavidamente por las calles, vigilando cada

centímetro de terreno antes de caminar por él, eludiendo los lugares demasiado abiertos. Emuló

el caminar de los felinos, evitando hacer ruido para no ser encontrado por los agudos oídos

extraterrestres. Avanzó como una sombra, apegado a las paredes de edificios y casas,

permaneciendo escondido en ciertos hogares por largos minutos antes de hacer el siguiente

movimiento. A pesar de todo el secretismo, las calles parecían estar vacías, no debía preocuparse

demasiado. Esto confió al muchacho, haciéndole correr impunemente por las desocupadas vías.

Después de nueve horas, logró llegar a su hogar. El lugar estaba indemne, tal cual lo habían dejado.

En la acera aún quedaban restos de la sangre que manó de sus heridas en el momento de ser

atacado por Imh, confundiéndose con la poca sangre que todavía expulsaba el cuerpo de su

abuela muerta. No pudo evitar llorar frente a la escena, imaginándose a él mismo recostado

patéticamente en el piso al lado de Mirta, mirando hacía la azotea donde se encontraba la maldita

asesina, burlándose de ellos. Tomó una roca del suelo, lo bastante grande como para dañar

seriamente a alguien, lanzándola en dirección al lugar en que vio por última vez a Imh, jurando

tomar venganza por su atrevimiento.

Entró definitivamente a su hogar, guardando las precauciones del caso, pero el lugar estaba

completamente abandonado. Subió a su habitación, cargando varios bolsos con parte de su ropa y

la de su abuela, dejando en el lugar las que Imh utilizó cuando no tenía que vestir. Sacó l a ropa de

su cama y la dobló ordenadamente para que no ocupara tanto espacio al cargarla, mientras

miraba la polvorienta pantalla de su computadora, la que ya no podía encender por no tener el

vínculo que los kozou le daba. Bajó a la cocina y cargó todo alimento que no estuviera vencido o

que fuera no perecible; además de toda la cuchillería de la casa, que en esta época tenía doble

función. Aprovechó de revisar si había agua en las cañerías, sorprendiéndole el que aún hubiera

servicio en ciertas partes de la ciudad, y tomó una ducha como en los viejos tiempos. También

llenó del vital líquido todos los recipientes que pudo, para que no escaseara en el refugio.

Cargó todo lo recolectado en el triciclo, mirando al vehículo con nostalgia y odio, mas no podía

darse el lujo de no utilizarlo, debía tragarse su pena y llenarlo hasta más no poder. Antes de salir

de su hogar, sacó una fotografía del pasado cumpleaños de su abuela, donde salían los tres ex

habitantes de la casa. Desprendió la imagen del álbum de fotos, recortando el lugar en que se

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encontraba Imh, guardando ese trozo en el bolsillo de su pantalón y atesorando el otro en su

billetera.

Desconectó también el balón de gas del calefón y el de la cocina, cargándolos en el triciclo. Antes

de conducir de vuelta al refugio, pasó por el videoclub de Sulfito, no encontrando pistas de su

amigo. Se encaminó de regreso a la guarida, bajo el frío sol del invierno, con todos estos preciados

elementos, tomándole cinco horas llegar al escondite de los sobrevivientes. Repuso sus energías

con un exiguo almuerzo, mientras los demás integrantes desocupaban su vehículo, y partió

nuevamente a realizar la misión que María le encomendó horas atrás.

Recorrió barrios residenciales que nunca había visto, decenas de casas idénticas e n aspecto, todas

abandonadas. No perdería su tiempo revisando cada una de ellas, su meta era un sitio con

mayores riquezas. Deambuló lentamente por fantasmales senderos, como si hace años los

humanos no pusieran sus pies en esos terrenos, encontrando alguno que otro cuerpo sin vida, la

mayoría muerto a golpes y algunos por el poder de sus propias armas. No conocía la comuna en

que se encontraba, lo que dificultaba su cometido, hasta que divisó a lo lejos lo que parecía ser el

logo de una gran tienda.

Después de pedalear un buen rato, llegó a la tienda gigante. Si bien estaba completamente

cerrada, alguien entró antes que él, agujereando parte de las cortinas metálicas que cubrían las

puertas de vidrio del local, destrozando el cristal, permitiendo el paso de una persona de baja

estatura o de un niño. Desprendió toda la cortina para poder ingresar al local con el triciclo,

terminando de romper las puertas de vidrio, caminando en la oscuridad del local, vigilando

posibles movimientos que pudieran producirse. La tienda también estaba abandonada.

Encontró entre los artículos electrónicos una gran linterna auto-recargable, que sólo necesitaba

ser agitada para accionar una dínamo en su interior, generando la energía necesaria para

encenderla. Con ayuda de esta luz, recorrió cada uno de los pasillos de la tienda, cargando el

triciclo con distintos tipos de comida: alimentos deshidratados, latas de conserva, cereales, entre

otros. Después de rellenar el vehículo con comida, procedió a robar un bolso, el cual llenó con

linternas alimentadas con pilas y auto-recargables, cerillas de fósforos y velas; adosándolo

directamente en su espalda. Avanzó hasta el departamento de vestuario, desvalijando las bodegas

de toda ropa que sirviera de abrigo para las frías noches de invierno que estaban pasando,

encontrando una gran cantidad de sacos térmicos para dormir.

Cuando el botín no pudo ser más cuantioso, Miguel abandonó el lugar, acompañado sólo por la luz

de la luna menguante. Regresó pedaleando furtivamente, buscando los pasajes más angostos para

avanzar desapercibidamente, escondiéndose junto al vehículo en las casas abandonadas por

espacios no mayores a veinte minutos. Su travesía terminó después de 18 horas, llegando sano y

salvo al refugio, siendo recibido con aplausos por los integrantes.

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195

- ¡Lo lograste, Miguel! Casi te damos por perdido – exclamó María, abrazando al muchacho

después de tan peligrosa expedición.

- Sí… De eso mismo quería hablar, en privado – respondió Miguel, con voz de gravedad.

Miguel le dijo a la mujer que le acompañara un rato, alejándose de la ínfima muchedumbre que

los acompañaba, mientras ellos organizaban lo que el muchacho obtuvo de la tienda.

- ¿Algo te preocupa, Miguel? – preguntó María, al ver la dura expresión en el rostro del

muchacho.

- ¡Claro que sí! Avancé por calles completamente muertas, abandonadas, como si nunca

nadie las hubiera habitado. Encontré algunos muertos, pero no fueron más de treinta

cuerpos… ¡La gente se desvaneció! No sé si huyeron o los raptaron, pero no pude

encontrar a nadie más, no más adelante. Tengo miedo de avanzar hacia ese lugar, no por

mí, pero si por todos los demás. Hay mucha más comida para recolectar allá; sin embargo,

recomiendo que nos quedemos de forma fija aquí. No sé qué ocurrió allá y no quiero

exponer a la gente a un peligro desconocido. Su seguridad reposa en nuestras decisiones –

chilló Miguel, desesperado por las ideas que cruzaban su mente en esos momentos.

- Claramente es preocupante no saber qué ocurrió allá… Confió en tu buen criterio para

este tema; mas, debemos exponer la problemática a todos para decidir en conjunto.

Recuerda que también puede resultar peligroso el quedarse en un solo lugar y exponerse

a ser descubiertos y atacados.

- Sé que es un tema que debe discutirse. No obstante, mi pensar no cambiará. Algo extraño

pasó allá y no debemos seguir avanzando.

- Primero discutámoslo, ahora ve a comer y descansar, pasaste por gran estrés estas últimas

horas.

- Gracias, iré de inmediato.

Miguel estaba alterado por la posibilidad de que mucha gente fuera rehé n de los invasores,

sufriendo castigos injustos por parte de sus captores o siendo asesinados. Después de ver la foto

en que salía su abuela junto a la traidora, recordó a todos sus conocidos y amigos. No sabía nada

de ellos, podían estar cautivos o muertos, sufriendo por su culpa, por haber cobijado a la

extraterrestre que lo traicionó asesinando a su abuela. El muchacho no dejaba de culparse a sí

mismo cada día que pasaba, el haberse dejado engañar de esa forma era imperdonable… Ya

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tendría tiempo para ajustar cuentas consigo mismo, primero debía encargarse de su venganza y de

ayudar a la mayor cantidad de gente posible.

El muchacho comió con desgano los alimentos que ayudó a traer al refugio, recluyéndose en su

espacio personal, descansando su cuerpo y mente para la jornada venidera. Los días se

convirtieron en semanas y estas en meses, aunque ya no era importante seguir contabilizando el

tiempo. Aproximadamente en agosto, Miguel decidió retomar el entrenamiento realizado junto a

Imh, pensando en mejorar sus habilidades para la venganza que estaba urdiendo. Entrenó

vigorosamente día tras día, acallando su rencorosa y agitada mente, concentrándose en un

método para hallar a la muchacha y luchar contra ella.

- Veo que sabes pelear – saludó María a Miguel.

- Hola, María – respondió Miguel, tuteando a la mujer.

- ¿Qué practicas? – preguntó la recién llegada mujer, sentándose en un cajón de madera

tirado en el piso.

- Eh, artes marciales – respondió Miguel, escuetamente, siguiendo con sus movimientos.

- Sé que entrenas artes marciales, me refiero al nombre – aclaró María.

- Ah, no lo sé… La persona que me instruyó nunca me dijo el nombre, es una compilación de

distintas artes marciales – respondió Miguel, dando una pirueta por el aire.

- ¿Quién te enseño? – preguntó la mujer, interrumpiendo nuevamente al muchacho.

- Perdona, María, pero no quiero hablar sobre eso. ¿Deseas algo en especial? – preguntó

Miguel, deteniendo su práctica, con voz de hastío.

- Llevas varios días entrenando, solo, aislado del grupo. Los demás te ven y desean que les

enseñes, en caso de cualquier eventualidad…

- Si es para enfrentarse a ellos, no lo haré. Los que han sobrevivido a sus ataques destacan

su fuerza y velocidad, por más técnicas que pudiera enseñarles, no serviría de nada. Es un

suicidio intentar siquiera enfrentarlos.

- Visto desde ese punto de vista, obviamente es mortalmente peligroso. Sin embargo, es

mejor intentar defenderse a morir con la impotencia de no hacer nada. Por último, puede

servirnos contra otros humanos que nos quieran dañar para quitarnos nuestros recursos,

que tanto nos ha costado recolectar.

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Al escuchar esto, Miguel recordó la impotencia que le causó no poder mover ni un dedo frente a

Imh, cuando aún tenía los kozou dentro de su cuerpo. En caso de un nuevo enfrentamiento co n

ella, eso no volvería a suceder, no lo permitiría. No obstante, no estaba realmente seguro de

haberse librado completamente de las microscópicas máquinas, no tenía la certeza absoluta. La

herida de aquella batalla había sanado ya, pero el dolor de la impotencia se somatizaba en esa

zona en particular.

- ¡Maldito ojo! – exclamó Miguel, tapándose el atrofiado órgano con una mano.

- Esa herida sanó bien, igualmente deberías cubrirla, imagino que con este frío debe dolerte

mucho.

- Duele un poco, no me causa muchos problemas – respondió Miguel, tapándose aún el

orificio.

- Si quieres, puedo improvisarte un parche – ofreció la mujer, intentando ayudar al

muchacho.

- No, no te preocupes. En serio.

- No es preocupación. A parte de organizar el refugio, no tengo mucho más que hacer en el

día. Además, no menosprecies nunca el efecto placebo de un parche. Herida que no se ve,

duele menos.

- Bueno, si no te incomoda… Respecto al tema de enseñarle artes marciales a los demás,

está bien. Tienes razón, necesitamos que todos en el grupo sepan defenderse, de lo que

sea, sobre todo por los niños del refugio, hay que cuidarles.

- Y no sólo eso, sirve para cohesionarnos más, un poco de actividad física ayudará a relajar

ciertos roces entre los integrantes del grupo, es difícil luchar contra tantos egos. Creo que

eres parte importante de este refugio, tu ayuda ha sido grandiosa y creo que todos te

tienen como un referente de fuerza y compromiso, quisiera que ayudaras a liderar a toda

esta gente, con tu criterio y fortaleza.

- Gracias por la confianza, María. No los defraudaré. Para mí es muy importante que

estemos todos bien, más que mal, somos sobrevivientes, quizás cuantos de nosotros

queden allá afuera.

- Sí, quizás…

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Miguel entrenó a todo integrante del grupo que quisiera participar, costándole en un comienzo

acostumbrarse a dirigir a un conjunto tan grande de personas, que en ese momento superaba los

25 adultos. María cosió un parche de tela negra para el ojo dañado del muchacho, regalándoselo

frente a todos sus discípulos, después de recitar una hermosa e inspiradora arenga para animarlos

a entrenar. Ejercitaron por meses, aumentando la confianza y fuerza de los sobrevivientes,

mejorando las relaciones entre los miembros. La muchedumbre sobrellevó bien todo el clima

extremo del invierno, hasta que la primavera llegó con los esperables problemas, debiendo

recorrer las ciudades en búsqueda de medicinas de todo tipo, sobre todo de antihistamínicos para

los alérgicos. A pesar de que el clima mejoró, no se expusieron públicamente, para evitar

encontrarse con los actuales dueños del planeta. Sin embargo, hace meses que no se oía hablar de

ellos, no se sabía su paradero; inclusive habían rumores infundados sobre su partida del planeta.

Debían estar aún aquí, sólo no conocían su ubicación.

El verano llegó también. Ahora, las excursiones en búsqueda de alimentos se realizaban en grupo,

no recayendo toda esa responsabilidad sobre Miguel, quien dirigía a los más fuertes miembros del

refugio para realizar esta tarea. Debía ser, aproximadamente, febrero de 2016 cuando llegó

corriendo un malnutrido muchacho, siguiendo el paso de los excursionistas del refugio de Miguel.

El demacrado joven cayó al piso por la falta de fuerzas, siendo rodeado por la mayoría de la gente

del lugar. Luego de recuperar la consciencia, se le alimentó e interrogó, intentando averiguar su

procedencia.

- Veamos, muchacho –dijo María–. ¿Cómo te llamas?

- Felipe, señora – respondió el joven, tomando con sus huesudos dedos un trozo de pan

añejo que le ofrecieron, para untarlo en la humeante sopa que le sirvieron.

- Bueno, Felipe. ¿De dónde vienes? – interrogó la mujer, esperando a que el hambriento y

desesperado muchacho tragara el alimento.

- Los seguí. Estaba buscando algo para llevar a mi casa, algo de comer. Allá tenemos un

grupo reducido de gente, somos 7 personas, todos estudiantes universitarios. Déjennos

unirnos a ustedes, seremos de ayuda, lo más que podamos. ¡Por favor, se lo suplico! –

exclamó el muchacho, arrodillándose frente a la mujer.

- No respondiste mi pregunta, ¿De dónde vienes? – volvió a preguntar María.

- Mi casa queda en la comuna de Buin, pero cuando vi las naves aterrizar allá, hui del lugar.

Ahora me quedo con gente que encontré en el camino, somos 7 personas viviendo en una

casa de Maipú.

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- Eso es interesante, ¿dices que las naves están estacionadas en Buin? – intervino Miguel,

preguntándole al muchacho por lo que recién dijo.

- ¡Sí, están allá! Hui como pude de mi casa, con lo puesto. Nos ha costado mucho trabajo

encontrar alimento, allá en Maipú quemaron casi todo, lo poco que quedaba se lo llevaron

otras personas. Hace meses que no veíamos a otra gente, evitamos el contacto con otros,

para evitar peleas por la comida.

- ¿Pelearon contra otros grupos? – preguntó María, con preocupación.

- Sí, señora. Ese día tuvimos nuestra primera baja, la gente está muy desconfiada y no

quiere compartir nada de lo que tiene. Además, todos recibimos golpes en ese

enfrentamiento, nos costó mucho tiempo recuperarnos para salir nuevamente a buscar

alimentos, todos estamos en los huesos… ¡Por favor, acéptennos en su grupo! – sollozó el

muchacho, al terminar de contar su historia.

- ¿Su grupo está armado? – preguntó Miguel a Felipe.

- No, se los juro, ningún arma. ¡Digan que sí, por favor!

- Debemos deliberar, todo nuestro refugio decidirá. Quédate aquí hasta que terminemos y

no se te ocurra hacer una locura, todos estamos entrenados para luchar cuerpo a cuerpo

aquí – comunicó María, saliendo de la habitación acompañada por Miguel, dejando a un

joven a cargo del recién llegado.

No necesitaron reflexionar mucho tiempo, la decisión fue unánime, debían ayudar a los

muchachos, esa fue siempre la filosofía del grupo y no la cambiarían por una desconfianza

infundada. Muchos habían sido recogidos en el camino y ahora aportaban con su trabajo a la

sobrevivencia de todos, esperaban poder infundir tal espíritu a los desaliñados jóvenes. Después

de unos días de descanso, una expedición se conformó para escoltar al resto de los jóvenes al

refugio, viaje al que Miguel no asistió, para seguir el entrenamiento de los habitantes del lugar y

dirigir la búsqueda semanal de comida.

- ¡Allí vienen, los veo a lo lejos! – exclamó María, que estaba pendiente de la llegada de la

excursión de rescate.

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La expedición fue un éxito, demorándose un poco más de 3 horas en ir y volver, no produciéndose

ningún problema en el trayecto recorrido, aprovechando de recolectar la mayor cantidad de

alimentos que se encontraran, trayendo de vuelta consigo sólo unas arvejas en conserva.

- Con razón estaban muertos de hambre – dijo Ricardo, el líder del viaje, a María;

mostrando la lata de conserva a la mujer.

- ¿No encontraron nada más? – preguntó María, espantada antes la escasez por la que

pasaron los muchachos, que venían sentados en el triciclo de Miguel, para que el viaje al

refugio no los debilitara más.

- Nada de nada, ni ropa de repuesto tenían, vienen con lo puesto – respondió el hombre,

entrando en las inmediaciones del refugio, dejando a los jóvenes en manos de María.

- ¡Bienvenidos sean! Mi nombre es María y soy una de las organizadoras de este

campamento – saludó la mujer, presentándose a los recién llegados muchachos.

- Buenas tardes, María – respondió Felipe, que estaba más repuesto que sus compañeros.

Este es mi grupo: Ariel, Fabián, Víctor, Patricio, Cristina y Daniela.

- Y junto a ti, son siete personas. Pasen a comer algo, chiquillos, están famélicos y heridos.

Después de que repongan fuerzas les presentaré al resto de nosotros – invitó María,

ayudando a caminar a los huesudos jóvenes.

Miguel no estuvo presente en el arribo del pequeño grupo, llegando al refugio unas horas después,

cargando nuevos alimentos recolectados junto a su escuadrón. Luego de almacenar lo encontrado,

pasó a saludar a los nuevos integrantes.

- Estos son los muchachos, Miguel. Sus nombres son, respectivamente; Víctor, Cristina,

Ariel, Patricio, Fabián… – dijo María, enumerando a los muchachos, siendo interrumpida

por Miguel.

- … y Daniela – secundó Miguel, terminando la frase, dándose cuenta que estaba en frente

de su querida amiga.

- ¿Qué?, ¿Ustedes se conocen? – preguntó María, sorprendida por el hecho de que Miguel

conociera a la muchacha.

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- Sí, ella es mi amiga y… – murmulló Miguel a la mujer, sin finalizar la oración.

- ¡No puede ser! – gritó Daniela, levantándose del asiento donde estaba reposando

mientras comía.

- Dani… – dijo Miguel, intentando calmar a su amiga, que lo miraba con odio y desprecio.

- ¿Acaso no saben quién es él?, ¿Cómo pueden tenerle confianza?, ¡Él es un traidor! –

estalló Daniela, apuntando a Miguel de forma acusadora.

- Espera, ¿de qué estás hablando, Daniela? – interrogó María a la muchacha, mirando al

mismo tiempo la reacción de Miguel.

- ¡Él cobijo en su casa a una extraterrestre! Le dio de comer, de beber y donde habitar. ¡Y

por su culpa nos encontramos así!, ¡No pueden confiar en él! – vociferó la muchacha, sin

ocultar su desprecio por Miguel.

- ¿Es eso verdad, Miguel? – preguntó María al muchacho, que se encontraba cabizbajo,

mirando el suelo.

- ¡También es su culpa la muerte del Rolo!, ¡Si la hubiera entregado a las autoridades, no

nos habrían invadido y mi amigo seguiría vivo!, ¡Tus manos están manchadas con su

sangre, Miguel, eres un cobarde asesino!, ¡Hijo de la gran puta! – gritó histéricamente

Daniela, perdiendo el control de sus emociones.

Miguel levantó la mirada al saber el destino de su gran amigo, quedando estupefacto ante el

hecho. Rolando debía ser la baja de la que hablaba Felipe cuando le interrogaron. El corazón del

muchacho se contrajo en su pecho, apretando su garganta, ahogando el incipiente llanto que

emanaba de su único ojo.

- Repito, ¿es eso verdad, Miguel? – repreguntó María, enfocándose en el muchacho.

- Dani, al Rolo lo mataron en la pelea que tuvieron contra ese grupo de gente, ¿cierto?

- ¡Sí, y es tu culpa!, ¡Nada de esto habría pasado si hubieras hecho bien las cosas! Acéptalo,

la niñita perfecta del espacio te gustaba, por eso te olvidaste de tu deber como ser

humano, no debías confiar ciegamente en alguien así… ¡Nosotros éramos tus amigos, no

ella!

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- ¿Sabes del paradero de Sulfito? – preguntó Miguel, preocupado por el destino de su mejor

amigo.

- ¡No lo sé y aunque supiera algo, no te lo diría!, ¡Traidor, cobarde, maricón! – gritó Daniela,

maldiciendo a quien fuera antiguamente su amigo.

- ¿Miguel, es verdad o no? – preguntó María, desesperándose por el griterío de la

muchacha.

- Es verdad – expresó Miguel, saliendo de la habitación, dejando a todos los presentes

boquiabiertos.

Miguel se dirigió a su habitación y tomó su bolso, llenándolo de todas sus pertenencias. Luego fue

a la improvisada despensa y sacó unas pocas provisiones para irse del lugar. Después de que la

gente del refugio se enterara de su historia, difícilmente creerían estar a salvo con él presente ahí.

Prefirió auto-exiliarse a ser expulsado. Ahora, gracias a Felipe, tenía una pista de la posible

ubicación de Imh. Debía comprobar esa información y, para ello, abandonaría definitivamente el

refugio. Antes de salir del lugar, fue alcanzado por María, quien le cortó el paso, impidiéndole

avanzar.

- ¿Qué haces, Miguel? – preguntó la mujer, a pesar de la obviedad de la situación.

- Me voy, antes de que la gente desconfíe de mí o comiencen a odiarme – respondió Miguel,

intentando evitar a María.

- ¡No puedes irte! No es tu culpa el que nos hayan invadido. Puede ser que mantuvieras en

secreto a una alienígena en tu casa, confiando en ella, pero no puedes culparte por algo

que es más grande que eso. Ella no invadió la tierra sola, recuerda que llegaron miles de

naves a la Tierra, rodeando cada punto habitado de esta. No te castigues con las

despechadas palabras de tu amiga, ella esta dolida por la pérdida de su amigo en común.

Sin embargo, no es la única persona que ha perdido un ser querido en esta guerra, tú

perdiste a tu abuela, yo perdí a mis familiares…

- Igualmente ayudé a que esto pasara. Imh mató a mi abuela, con sus propias manos. Por

eso he estado entrenando estos meses, esperando a encontrar pistas de su paradero,

pistas como la que Felipe entregó.

- ¿Imh?, ¿Ese es el nombre de la extraterrestre? – preguntó María.

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- Así hacía llamarse, por lo menos. Cuando ustedes me encontraron, ella acababa de

traicionarme, me reventó desde dentro, dejándome malherido – narró Miguel, contándole

la historia de cómo Imh llegó –supuestamente– a la Tierra, de cómo le sanó los ojos y le

salvó de morir apuñalado, del entrenamiento que realizaron para rescatar a Neilaress, de

los kozou, etc.

- Era para confiar en ella, después de cómo te ayudó – expresó María, pensativa.

- Así mismo pensé. Hasta que, de un día para otro, me traicionó.

- A pesar de eso, no debes irte, no busques venganza. La gente del refugio entenderá tu

situación, lo sé, primero cuéntales por lo que pasaste, tu historia.

- No puedo… No es sólo venganza lo que busco; es justicia también, es por toda la

humanidad y por todo el sufrimiento que ayudé a causar.

- Aunque lograras tu cometido, difícilmente podrías escapar con vida de aquel lugar, de

seguro está acompañada por muchos otros extraterrestres…

- Aun así, debo intentarlo. Adiós, María, fue un gusto conocerte.

- ¡No te vayas! – exclamó María, intentando agarrar al muchacho, pero este corrió a alta

velocidad, perdiéndose entre las calles aledañas.

Miguel corrió en dirección sur, intentando encontrar alguna vía directa para llegar a Buin. Entró en

una casa abandonada, encontrando una guía telefónica con el mapa de Santiago, de la cual

arrancó las hojas con las direcciones y los planos de las calles, para no perder el rumbo en su viaje.

Avanzó con presteza por las calles, no importándole ser descubierto por los invasores. Después de

unas horas de recorrido y con la mente más despejada, siguió su búsqueda de forma más tranquila,

corriendo cautelosamente por las calles, recluyéndose cada cierto tiempo para comprobar que no

estaba siendo vigilado.

Revisó casa por casa, buscando algo que le ayudara a luchar, encontrando varios cuchillos y un

largo machete, los cuales afiló con un esmeril manual. También encontró, en la mano derecha de

un cadáver en descomposición, un gran revólver plateado, con cuatro municiones cargadas en el

tambor y un casquillo botado en el suelo. Nunca había disparado un arma, así que no gastaría las

pocas balas que tenía en practicar, intentaría atacar de cerca con esta, así no erraría los tiros y

minimizaría las opciones de esquivar el ataque.

Siguió buscando las naves extraterrestres, escondiéndose por varias horas para alimentarse y afilar

sus armas blancas. Hasta que llegó al lugar del que hablaba Felipe. Ahí estaban, en medio de un

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204

campo de choclos secos –por la falta de mantenimiento– a vista y paciencia de todos, dispuestas

en las aproximadas 15 hectáreas de terreno. 10 naves, tripuladas quizás por cuantos alienígenas.

No sabía la cantidad de contendientes que tendría si se acercaba al lugar, así que procedió a vigilar

los vehículos, esperando ver a los ocupantes. En este momento le vendrían bien las habilidades

que le daban los kozou; sin embargo, no contaba con ellos, sólo con sus sentidos magnificados por

el entrenamiento que realizó con Imh.

Mientras vigilaba a las naves, encontró una gran cantidad de botellas de ron guardadas en un baúl

de una casa, fabricando con ellas varias bombas molotov, que servirían de distracción en su

ataque. Ahora tenía un plan de ataque y lo ejecutaría inmediatamente, aprovechando la oscuridad

de la noche. Caminó discretamente por el campo, mojando con ron las plantas secas y

prendiéndoles fuego, rodeando las naves con un círculo de flamas. Luego, escondido entre las

matas, arrojó bombas incendiarias a los extraterrestres que salieron a controlar el incendio,

hiriéndolos de muerte en el cuello con el tajante machete mientras se quemaban. Con este

proceder, logró destruir a 15 invasores, consiguiendo infiltrarse en uno de los vehículos espaciales,

entrando en este por un agujero abierto en una de sus paredes.

No encontró a Imh dentro de la nave. Intentó hacer explotar el artefacto arrojando bombas

molotov dentro de este, cosa que no sucedió. Siguiendo al caos que el mismo produjo, se infiltró

en las siguientes naves que le quedaban por revisar, enfrentándose a varios alienígenas,

matándolos con gran dificultad. Parecía ser que conocían el arte marcial que la muchacha había

formulado, pero sus movimientos resultaban torpes por la falta de práctica. Hasta ahora había

matado a 26 contendientes, sin recibir ningún daño por parte de ellos; no obstante, aún no

encontraba a Imh. Revisó cada una de las naves, no encontrando ningún nuevo tripulante, había

acabado con todos e Imh no estaba en aquel lugar.

Las llamas seguían consumiendo el campo, acercándose peligrosamente al lugar en que reposaban

las naves. Terminó de arrojar las bombas incendiarias que le quedaban, intentando destruir los

vehículos, para luego huir del siniestro. El cielo nocturno estaba iluminado por la gran fogata que

Miguel inició, encendiéndose más con la llegada de una luminosa onceava nave, que sobrevoló el

incendio para sofocarlo, apagando el fuego después de un rato. Miguel se escondió en el terreno,

evitando ser visto por los tripulantes del vehículo, que aterrizó finalmente en la parte indemne del

campo.

La nave se posó lentamente en el terreno, como un gran huevo blanco, abriéndose un pequeño

agujero en el exterior de esta, agrandándose hasta el tamaño del tripulante, permitiéndole a este

abandonar el vehículo. Era Imh. Después de bajar por la recién creada compuerta, esta se cerró

abruptamente, dejando la superficie del artefacto sin ninguna abertura ni marca. Miguel se movió

de su posición, rodeando a la muchacha, acechándola en la oscuridad, fundiendo su esencia con el

humo de las plantas quemadas.

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205

- ¡Miguel, sé que estás ahí!, ¡Pagaras muy caro por haber hecho esto, sal de tu escondite y

ríndete! – gritó Imh, intentando ubicar la posición del atacante, observando los cuerpos

muertos de sus compañeros, tajeados y calcinados.

- Me descubrió. Sin embargo, no te lo haré tan fácil. La visión infrarroja no te sirve en este

momento, las plantas quemadas aún están calientes, puedo confundirme con su calor y

pasar desapercibido – pensó Miguel, mirando a la muchacha, quien se movía como un

felino enjaulado.

- ¡Te encontraré y morirás, lo sabes!, ¡Te daré la opción de escapar y alargar tu sufrimiento,

huye y muere junto a todos los otros humanos, no eres nada especial! – gritó la

extraterrestre, extendiendo su campo electromagnético al máximo, para percibir cada

ligero movimiento que se produjese en el campo.

Miguel no esperó a ser encontrado. Desde su escondite lanzó varios cuchillos hacia el lugar en que

se encontraba Imh; sin embargo, la muchacha esquivó todos los ataques, incluso interceptó con

sus manos algunas de las armas, lanzándolas de vuelta. El muchacho evadió el contraataque,

revelando su posición en el campo, saliendo al terreno abierto para enfrentar a la extraterrestre.

Avanzó corriendo por el calcinado campo con grandes y rápidas zancadas, lanzando los cuchillos

que le quedaban, intentando atravesar el cuerpo de Imh, fallando todos los lanzamientos.

Cuando faltaban cuatro metros para llegar a la posición de la alienígena, desenvainó

violentamente su machete, utilizándolo como una espada para cortar a su enemiga, lanzando

precisos cortes y mortales puñaladas dirigidas a los puntos vitales de la muchacha, la que evitó el

daño nuevamente, con gráciles movimientos. Miguel atacó fervientemente, blandiendo el arma

con su mano derecha y golpeando velozmente con sus extremidades libres, sin éxito.

Después de un poderoso ataque cortante vertical, para lo cual empuño el machete con las dos

manos, Miguel quedó descolocado, oportunidad para Imh de contraatacar; pero el movimiento

era parte del plan del muchacho, que cambió el arma a su mano izquierda para lanzar un corte en

diagonal, en dirección al cuello de la muchacha, quien evitó el filo del arma arqueando su espalda

y echando la cabeza hacia atrás. Cuando Imh se reincorporó en la lucha, vio cómo su cabeza era

apuntada con un revólver cargado, listo para dispararse, recibiendo un tiro que rozó su mejilla

izquierda.

Imh se abalanzó sobre Miguel, montándose en su espalda y haciéndolo caer con una llave al suelo

abrasado. La muchacha inmovilizó los armados brazos del atacante desde atrás de este,

insertando sus extremidades superiores por debajo de las axilas del muchacho, subiendo sus

manos hasta la nuca de este para presionarla –haciéndole bajar el mentón a su pecho– y

aprisionando fuertemente su abdomen entre sus piernas para causarle daño en los órganos

internos.

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206

- Estás acabado, Miguel – murmuró Imh, por el esfuerzo que le estaba tomando reducir al

muchacho, siendo sacudida por los desesperados movimientos de este.

- No pensarías que me quedaría sin entrenar… Te cuesta mantenerme quieto, ¿cierto? –

respondió Miguel, con una pequeña sonrisa en su enrojecido rostro por la resistencia

ofrecida, faltándole la respiración por la presión ejercida sobre su tráquea.

- ¡Suelta tus armas! – ordenó Imh, presionando los hombros de Miguel hasta casi

quebrarlos, haciéndole gritar fuertemente.

- Como… tú… ordenes… – dijo Miguel, a duras penas, casi desmayándose por la falta de aire.

Miguel utilizó sus últimas fuerzas para impulsar el filoso machete hacia el aire, haciéndolo caer en

picada contra la cabeza de Imh, quien intentó evitar la puñalada aérea con un leve movimiento de

su cuerpo, perdiendo fuerza de agarre y concentración, permitiendo al muchacho liberar su brazo

armado con el revólver, disparándose a través de su propio pecho para atacar a la extraterrestre,

descargando los tres tiros que le quedaban, que fueron lo suficientemente poderosos como para

destrozar los corazones de ambos combatientes.

- Maldito… disparaste a través de… ti – dijo Imh, arrastrando las palabras, soltando al

muchacho y lanzándolo lejos de ella, para tocarse el pecho destrozado.

- Sólo… dime… ¿por qué lo…? – dijo Miguel, mirando el rostro de Imh, antes de morir por la

hemorragia.

- Necesitaba… probarte… – respondió Imh, antes de hundirse en una repentina luz que

inundó todo.

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Capítulo 12

Los verdaderos traidores de Ioss

- Acérquese a él antes de que despierte – pidió Imh a Mirta, secándose un par de lágrimas

que huyeron de sus ojos.

- Claro, mi niña, no lo despiertes de manera muy brusca – respondió la anciana, sentándose

en el borde de la cama de Miguel, tomando la mano de su nieto cariñosamente.

- Despertará dentro de poco, ahora sueña con la fiesta de hace dos días. Suelte su mano,

por favor, o se la arrancará con la próxima vuelta que dé.

Miguel giró sobre sí mismo, enredándose en las sábanas de su cama, succionando saliva que

escapó de su boca entreabierta, para luego reaccionar de forma sorpresiva, incorporándose y

apegando su espalda a la pared de su habitación, tanteando al mismo tiempo su pecho –en la zona

cardíaca– y su ojo izquierdo.

- ¿Qué pasó?, ¿Dónde estoy? – preguntó Miguel, sobresaltado, con taquicardia.

- ¡No temas, Miguel, todo fue un sueño! Estamos las dos aquí, nadie te hará daño – exclamó

Mirta, intentando tranquilizar al recién despierto muchacho.

- ¿Qué?, ¿Abuela?, ¿Imh?, ¿No te maté sacrificándome?, ¿No nos traicionaste? – interrogó

Miguel a Imh, quien estaba sentada en la silla de su escritorio, con los ojos enrojecidos.

- No. Nada de eso fue real. ¿Recuerdas que el otro día dije que tu entrenamiento había

terminado, pero no destaqué el hecho? Fue porque debía probarte mentalmente antes de

salir de viaje, antes de intentar rescatar a Neilaress, para comprobar tu psiquis en una

situación de estrés extrema – respondió Imh, con la nariz congestionada.

- ¿De qué hablas? ¿Probarme? ¿Todo fue un sueño?

- Un sueño semi-inducido – aclaró Imh, secándose una lágrima.

- ¿Lloraste? – preguntó Miguel, extrañado al ver a la joven en ese estado, parpadeando para

despegarse los ojos, restregándoselos para sacarse las legañas.

Page 214: La ultima morada Zona Prohibida

208

- Un poco al final. Me enlacé contigo y ocupé mi mente como escenario del sueño, quedé a

merced de tus fuertes emociones, casi tomas el control de todo mi cuerpo, excepto de los

kozou, eso es imposible – aclaró Imh, minimizando el hecho.

- No te burles de la niña, Miguel, no seas malo. Los dejaré solos, creo que deben hablar de

lo sucedido. Te espero en el living, Imh – dijo Mirta, excusándose para salir del cuarto de

su nieto.

Miguel aún estaba confundido. Todo el odio y pena que sentía hasta hace unos momentos se

había esfumado, diluyéndose con el sopor del despertar, mientras su cuerpo se reconectaba con la

realidad inmediata y verdadera. Se sentía incómodo, como si algo le faltara. Miró fijamente a Imh

por largo rato, en silencio, intentando encontrar en ella lo que había perdido. De improvisó, la

muchacha se levantó de su asiento, saltando en dirección al joven, cayendo desde el aire con un

puñetazo dirigido a su rostro, ataque que Miguel esquivó sin mayor problema.

- Eso fue lo que perdí… la inseguridad – expresó Miguel, sin dejar de mirar a los ojos

enrojecidos de la muchacha.

- ¿Por qué no contraatacaste o huiste después del ataque? Tenías oportunidad – preguntó

Imh, sentándose al lado del muchacho, apegando también su espalda en la pared del

cuarto.

- Por tu intención, mejor dicho, tu no-intención de golpearme. En el sueño atacabas más

rápido – respondió Miguel, con impresión acertada.

- Por tu énfasis, diría que aún no te convences de que fuera una experiencia onírica, de que

esta es la realidad.

- Fue demasiado real, tan doloroso, tan difícil, tan…

- Perdóname por haberte hecho sufrir de ese modo, era la única forma que conocía para ver

tu desempeño en situación de guerra – dijo Imh, en forma de disculpa, mirando el cielo

falso de la habitación.

Miguel meditó en silencio las palabras de la joven, ensimismado y aletargado al mismo tiempo,

repasando en su mente con vívidas y coloridas imágenes los hechos más importantes de los

últimos –inexistentes y horrorosos– meses. Además, también estaba sorprendido de ver

involucrada emocionalmente a Imh, quien tenía todavía los ojos enrojecidos.

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- Entiendo, eso creo... Te odié tanto todos esos meses, sólo quería enfrentarte, matarte…

- Sentí tu desprecio, nunca antes en mi vida experimente eso… Y lograste matarme, a duras

penas – dijo Imh, con una pequeña sonrisa.

- Sí… ¿Cuánto tiempo duró todo?

- Un día y medio, hoy es lunes 3 de agosto – aclaró Imh.

- O sea, falté a clases.

- Sí, perdón también por eso.

- No te preocupes, necesitaré al menos un día para procesar todo lo que pasó, después

hablaremos de todo. Tengo algunas preguntas…

- Bueno... –dijo Imh, soltando un suspiro–. Ahora saldremos con la señora Mirta, a la feria,

necesitamos verduras para cocinar el almuerzo.

- Ve, no te preocupes por dejarme aquí, necesito un tiempo a solas.

- Nos vemos más rato – comunicó Imh, levantándose de la cama para acompañar a la

anciana.

- Nos vemos, suerte. ¡Cuídate, Abu! – exclamó Miguel, despidiéndose de Mirta.

- ¡Chao, Miguelito!, ¡No te enojes con Imh, por favor! – respondió la anciana, desde la

cocina, sin saber en detalle que fue lo que experimentó su nieto.

Miguel quedó solo en su hogar, sentado en su cama, momento en que rompió en llanto. Estaba

agradecido porque todo lo que vivió no había sucedido, nada fue real. Se secó las lágrimas y abrió

la ventana de su habitación, aprovechando la brisa y el buen clima para ventilar sus pensamientos,

admirando la luminosidad de la mañana. Bajó a la cocina y se preparó un gran desayuno, como si

no hubiera comido bien en meses, zampándose los bocados con grandes mordiscos. Al finalizar de

comer, cerró todas las ventanas y puertas de la casa, para salir al encuentro de las dos mujeres

antes de que llegaran al hogar, hallándolas a pocas cuadras de la propiedad.

- Me equivoqué, no necesito procesar esa información, no perderé tiempo en pensar en lo

sucedido, aunque sólo haya ocurrido en mi mente, a pesar de haberlo sentido tan real . No

pienso vivir la vida en retrospectiva, quejándome o sufriendo por el pasado, no pienso

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210

atarme a lo que podría haber sido – expresó Miguel con convicción, al hallarse frente a las

dos mujeres.

- Es bueno verte repuesto de forma tan rápida y con ánimo, Miguel. Aun así, nuestra

conversación sigue en pie, debemos precisar ciertos temas – aclaró Imh al muchacho.

- ¡Te felicito, Miguelito! – exclamó Mirta, abrazando a su nieto, al mismo tiempo que le

cargaba las bolsas de las compras recién realizadas.

- Bueno, si es lo que quieres… Por mí, doy por finalizado ese tema – dijo Miguel,

conformándose a lo que la muchacha le planteó, aceptando las bolsas que la anciana le

pasó.

De vuelta en el hogar, los tres ocupantes de la casa cocinaron el almuerzo, dividiendo las tareas

para terminar pronto. Después de ingerir la comida, los jóvenes se dirigieron al cuarto de Miguel,

para tener la conversación acordada, mientras Mirta lavaba los trastos sucios.

- ¿Qué quieres aclarar de la experiencia? – preguntó Miguel, tomando la palabra e iniciando

la conversación.

- Varias cosas. Por ejemplo, cada uno de los sobrevivientes que habitaban tu refugio eran

personas que habías visto en la vida real, en la calle, y que quedaron como imágenes

remanentes en tu subconsciente, dotándolos a cada uno con una personalidad única y

diferente, con personalidades estimadas según sus características físicas.

- Entonces, ¿no los creaste tú? – preguntó Miguel, pensando que todo en el sueño había

sido manejado por la muchacha.

- No. Lo único que hice fue guiar tu mente hacia la trama principal, la invasión de la tierra

por parte de una raza extraterrestre. Todo personaje que apareció en tu sueño fue una

elucubración tuya, incluso mi representación mental la creaste tú, en base a tus creencias

y conocimientos previos sobre la vida fuera de la Tierra.

- No entiendo. Entonces, ¿por qué eras tan malvada en mi sueño?

- Puede ser por tu desconfianza inicial hacia mi u otra cosa. Eso no es significativo. Tu mente

se expresó completamente en la experiencia, dejando ver tus miedos, inseguridades,

emociones, reacciones, etc. Eso es importante de destacar, ya que hubo un instinto que

tomó la forma de uno de tus personajes, María.

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211

- ¿Por qué?

- Cuando preparaba tu mente para despertar en un mundo devastado, tuve que revisar

entre tus recuerdos. Ahí encontré información sobre tu madre; sin embargo, el recuerdo

que tienes sobre ella es de una pequeña niña. Para que María tomara la forma adulta que

conociste, tuve que estimar las características que esta tendría una vez crecida, madura.

No intervine más allá tus recuerdos, así que no sé el porqué de esta situación, la razón de

que fuera una niña en tu mente.

- Eso tiene fácil explicación. Mi madre murió después de haberme dado a luz, por eclampsia.

Ella siempre fue reticente a tomarse fotografías, no le gustaba posar para la cámara, así

que sólo he visto imágenes de cuando era pequeña. Nunca la conocí, a mi padre tampoco.

Creo que después de embarazar a mi mamá, desapareció del mapa. Al quedar

prácticamente huérfano, mi abuela se hizo cargo de mí, todos estos años, ella sola y sin

ayuda de nadie. El tiempo más duro que vivimos juntos fue cuando me enfermé, ella está

vieja para trabajar sola por su cuenta y yo era el que estaba aportando la mayoría de los

ingresos en la casa… ¿Por qué es importante María? Era buena persona, pero no era mi

madre real y no se llamaba igual que ella. Para mí, mi mamá y papá es mi abuela Mirta.

- Quizás no te des cuenta; no obstante, María no sólo era la representación de tu madre a

nivel mental, sino que también era tu instinto de supervivencia. En el momento que saliste

del refugio, abandonaste tu propia seguridad para buscar venganza y justicia, arrojándote

a una muerte segura al enfrentarte a los invasores, que eran una representación de tus

miedos y límites.

- ¿Eso tiene algo de malo? – dijo Miguel, con voz altanera, creyéndose invencible.

- Claro que sí. Una cosa es enfrentar los obstáculos que la vida te pone y salir victorioso;

otra es enfrentar a muerte tus problemas, entregando de forma tonta tu existencia. No

puedo dejar que me acompañes a rescatar a Neilaress si no tienes apego alguno a tu vida,

no puedes darte el lujo de perderla. Tú no.

- ¿Qué quieres decir con eso? ¡He estado todo este tiempo entrenando contigo para poder

ayudarte, no puedes descartarme por algo así! – exclamó Miguel al escuchar el dictamen

de Imh.

- No puedes ir en esas condiciones. Es sólo una misión de rescate, no puedes arriesgarte de

la forma en que hiciste en tu sueño. Compara las diferencias de las situaciones, ahora te

enfrentaras a militares armados, no a los torpes extraterrestres sin entrenar de tu visión

onírica. No te permito acompañarme, no si arriesgarás nuevamente tu vida. Además,

tengo que decirte algo sobre mí, algo que te he ocultado todo este tiempo – comunicó

Imh, con desazón.

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212

- ¿Qué? No me digas que vas a invadir de verdad el planeta… – dijo Miguel, pensando en

que había salido de una pesadilla para entrar en otra.

- No es eso, se refiere a una cualidad de los kozou que no te describí anteriormente. Los

kozou que permanecen en mi cabeza, y en las de todos los habitantes de Ioss, no lo hacen

únicamente como una máquina de cómputo; sino que también como una de registro.

Cada una de nuestras sinapsis, cada uno de nuestros recuerdos, conocimientos,

experiencias; todo está registrado y guardado en una especie de bitácora personal. Todo

nuestro ser reposa ahí, almacenado. ¿Entiendes a lo que me refiero, Miguel?

- La verdad es que… no. No entiendo un ápice de lo que me dices – expresó Miguel, después

de intentar comprender el punto de la conversación.

- En Ioss, todos y cada uno sus habitantes somos virtualmente inmortales. Para ser más

exacta, yo soy la cuarta Imh, he muerto 3 veces antes de poseer este cuerpo que ves.

- ¡¿Qué dices?! ¡Eso es imposible, no intentes tomarme el pelo! – exclamó Miguel,

pensando en que la muchacha le estaba gastando una broma, sonriendo levemente de

forma nerviosa.

- No es imposible. Como te dije, cada una de nuestras sinapsis es registrada y almacenada,

primero en nuestras naves –en caso de encontrarnos en viajes exploratorios– o

directamente en nuestras bitácoras personales en Ioss. Los kozou cerebrales trasmiten

cada cierto tiempo toda actividad que ocurre a nivel mental, almacenándose en nuestros

registros, manteniéndolos actualizados. En caso de morir, nuestro cuerpo es recreado

nuevamente en nuestros laboratorios a partir de copias de nuestro genoma, insertándole

nuestras memorias, experiencias y conocimientos, reiniciando nuestra vida desde la última

anotación almacenada. Además, si tenemos disponibles nuestros cadáveres, los podemos

reciclar.

- ¿Es eso verdad?, ¿Por qué…? No entiendo… – expresó Miguel, con palabras cortadas,

anonadado por la revelación que Imh recién le hiciera.

- Ese es el verdadero propósito por el que utilizamos los kozou, para nuestra supervivencia.

De hecho, gracias a ellos he vivido un total de 35647 años terrestres, sólo con 3 muertes.

Otros habitantes de Ioss han muerto más veces en la misma cantidad de tiempo.

- Aun así no entiendo… ¿Cómo moriste esas tres veces?

- La primera vez –que fue la más terrible– morí en un derrumbe de una mina de minerales y

metales, mientras extraíamos rocas. Manipulé mal la maquinaria de extracción y me

sepulté bajo toneladas de material, muriendo de inanición, después de cuatro meses sin

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comer ni beber. Después de revivir, recuperé mi cuerpo, tuve que excavar por mucho

tiempo para encontrarme y así poder reciclarme. La segunda vez no fue tan espantosa, ya

que sabía a lo que me enfrentaba y por la rapidez del evento, morí calcinada por una

llamarada de una estrella que golpeó la nave en que viajaba. Morimos 5 personas en esa

ocasión y, como debes estar pensando, nuestros restos no tenían oportunidad de

recuperarse. La tercera vez fue parecida a la primera, pero fue por una explosión de gases

atrapados bajo la superficie de lo que ustedes catalogan como protoplaneta, mi soporte

vital se rompió y me quede sin reservas de oxígeno, la nave fue destruida igualmente,

morí después de unos días. Esa vez también pude recuperar mi cadáver, más fácilmente

que en mi primera muerte – respondió Imh, con inexpresiva naturalidad.

- Pero, ¿por qué viven tanto tiempo?, ¿Cuál es su propósito? – preguntó Miguel, con más

dudas en su mente, desconcertado por la ligereza con que Imh se tomaba su propia

muerte.

- No te apresures y escucha con atención, debo contarte más sobre mi e Ioss y la razón por

la cual nos encontramos en las condiciones paupérrimas de sobrevivencia. Todo esto

ocurrió hace más de 250 mil años terrestres. En ese momento Ioss contaba con 13 mil

billones de habitantes, con recursos biológicos y materiales excelentemente

administrados, con bancos genéticos que almacenaban el genoma de cada uno de los

seres vivos del planeta; como los que ustedes tienen, pero más avanzados. Los estudios

astronómicos determinaron que a nuestro sistema solar le quedaban pocos milenios de

vida, agotándose el combustible de nuestro sol, dejando a nuestro planeta en la más

profunda y fría oscuridad. Necesitábamos explorar el cosmos en búsqueda de un nuevo

hogar, capaz de acogernos a todos. Se vivían tiempos de paz y armonía en Ioss, y todas las

naciones estaban en consenso. Estábamos en el apogeo de nuestra economía y tecnología,

nuestra sociedad estaba sentada sobre las bases de la ciencia y el conocimiento, hace años

no se hablaba de supersticiones o creencias que dividieran a los habitantes –por lo menos

no a viva voz–, todos remábamos en la misma dirección… Y todo comenzó con los kozou.

Ahí es cuando Listh, el científico que revolucionó Ioss, hizo su aparición junto a su

rupturista creación. En ese entonces, no contábamos con nuestra actual tecnología

aeroespacial, por lo que los viajes exploratorios no podían realizarse como ahora. Él los

creó para sobrevivir a estos antiguos y largos viajes espaciales. Sin embargo, Listh no

vislumbró el verdadero potencial de su creación, creyéndole limitada. Fue después de

presentar los resultados de sus investigaciones, cuando diversos científicos de otras

naciones plantearon la pregunta: ¿si los kozou pueden mantenernos vivos por una gran

cantidad de años, manteniendo nuestros cuerpos sanos y sin envejecer, por qué no

utilizarlos para vivir eternamente? Para una sociedad basada en la ciencia y tecnología, esa

pregunta no conllevaba ninguna traba ética o moral, por lo que el planteamiento se hizo

popular en muy poco tiempo. Los jefes de cada nación instaron a Listh para que

comenzara la producción masiva de los kozou, inoculándolos en sujetos de prueba para

comprobar su efectividad. Esto no le hizo mucha gracia al científico, que a regañadientes

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214

dispuso de su creación, acusando a los líderes de querer fabricar dioses omnipotentes;

seres superiores frente a la realidad de los más comunes habitantes de Ioss. Tales

desafortunadas declaraciones del científico fueron tomadas como una afrenta personal

por parte de los gobernadores, acusándolo de ser un científico mediocre y supersticioso,

haciendo dudar a todo el mundo sobre su autoría en la creación de los kozou. Después de

este conflicto, no se supo nuevamente de Listh, retirándose de la escena pública por varios

años. Las especificaciones de los kozou pasaron a ser manejadas por instituciones

científicas privadas, mejorando el diseño de estos, dotándolos de mayores capaci dades,

evolucionando hasta su desempeño actual, registrando y almacenando toda actividad

cerebral para proveer de una virtual inmortalidad. Está demás decir que nuestra

tecnología genética era la adecuada para poder recrear el cuerpo de cualquier individuo,

lo que unido a la extraordinaria capacidad de los inventos de Listh, logró esta perpetuidad

virtual – narró Imh, parando un momento para aclarar la garganta.

- Interesante. Deja traerte un vaso con agua, para que no te quedes afónica – dijo Miguel,

bajando a la cocina de la casa.

Una vez Miguel volvió con el refresco ofrecido a Imh, la muchacha prosiguió con su extensa

narración.

- Allí fue el comienzo real de nuestra exploración interespacial. Selectos habitantes de Ioss

fueron inoculados con los kozou rediseñados, enviándolos al universo en búsqueda de un

nuevo hogar, uno que no estuviera condenado a morir apagado, como una bola de hielo

en medio de la nada. Los primeros exploradores sufrieron mucho en estos viajes, los kozou

mantenían sus cuerpos vivos y sanos, reparándolos después de grandes daños recibidos

por la estancia en el cosmos, daños recibidos por la falta de gravedad y por los rayos

cósmicos. Hasta no encontrar la manera de proteger a los exploradores de tales

condiciones, se detuvo indefinidamente el programa de búsqueda, enfocando los recursos

en la producción de mejores vehículos espaciales. También se comenzó a hablar sobre

nuevos tipos de alteraciones que se podían realizar en nuestros cuerpos, como los

esqueletos de carbono, entre otros. Listh volvió a la palestra después de esto, reclamando

por el mal uso que se le daba a su creación, exigiendo que le devolvieran cada una de las

piezas creadas. Sin embargo, los científicos le respondieron que no trabajaban con los

mismos artefactos que él creara hace años, riéndose en su cara y tachándolo de loco,

ganándose el odio de Listh, que juró vengarse de todo Ioss.

- ¿Logró vengarse o lo detuvieron antes? – preguntó Miguel, intrigado como un niño por la

historia del planeta de Imh, Ioss.

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215

- No, no pudieron detenerle. Tomaron sus amenazas como palabras necias y vacías,

olvidándolas por completo. Los científicos que trabajaban en ese tiempo con los kozou,

estaban enclaustrados bajo tierra, en instalaciones alejadas del público general, realizando

sus experimentos e investigaciones. En esas bases subterráneas guardaban los datos del

genoma de todo Ioss, en avanzadas computadoras, datos que fueron corrompidos y

destruidos por Listh, dejándolos irrecuperables. Esa fue su primera venganza. Cuando los

científicos fueron a imprecarle, este les exigió nuevamente la devolución completa de su

creación, independiente de si la habían alterado o no, advirtiéndoles de antemano que

sufrirían las consecuencias de sus actos de no acatar su orden. Todos supieron que

hablaba en serio; a pesar de eso, no le hicieron caso, e intentaron abalanzarse sobre él

para detenerlo, queriendo acabar definitivamente con su vida. No obstante, Listh estaba

un paso delante de todos y tenía una nave espacial preparada para escapar; pilotada por

su hermano menor, Ane. Mientras veían escapar al asustado científico, presenciaron lo

que sería el final del Ioss que siempre habían conocido, la más terrible venganza de la que

se tenga registro en nuestra historia. Listh traicionó a todo Ioss, poniendo en órbita

gigantes sondas llenas de lo que ustedes conocen como antimateria, las que rodearon

todo el planeta, liberando una anti-atmósfera en tal cantidad que incineró a miles de

grados de temperatura toda la superficie de Ioss en un parpadeo. Después de que el

planeta dejó de arder, no quedó nada con vida sobre el planeta, excepto por los científicos

que sobrevivieron en sus laboratorios subterráneos. Nos quedamos sin recursos biológicos,

sin atmosfera y sin genomas para replicar la vida en el planeta. Desde ese día, Ioss es una

esfera estéril en medio del universo, intentando sobrevivir a pesar de todo.

- Que horrible historia... Es por eso entonces que son tan pocos habitantes en este

momento, ¿cierto?

- Así es. Los recursos que tenemos no alcanzan para más gente. Todo desecho se recicla

molecularmente y se ocupa para fabricar comida o nuevos cuerpos para los que mueran.

En caso de muerte de un habitante y que su cuerpo sea irrecuperable, el individuo revivido

debe aportar con el equivalente de átomos utilizados para generar su nuevo cuerpo;

además de otros artefactos que haya perdido en el momento de su deceso.

- Y para eso son sus viajes en búsqueda de recursos.

- Exacto – aseveró Imh.

- Entonces, resumamos. Tu planeta sufrió una terrible venganza que destruyó a casi toda su

población, dejándolos sin recursos biológicos y sin sus respaldos genéticos. ¿De qué tipo

de recursos biológicos estamos hablando?

- Animales y microorganismos, parecidos a los de la Tierra, además de los datos de sus

genomas que resultaron corrompidos en las computadoras científicas.

Page 222: La ultima morada Zona Prohibida

216

- Ah… Sigamos. Se quedaron sin atmósfera y su sistema solar va a morir.

- Si, dentro de pocos milenios más.

- ¡Ahí está mi duda! ¿Por qué no vinieron antes a la tierra? Podrían haber llegado cuando la

humanidad recién se estaba gestando, dominando el planeta entero, sin pedirle permiso a

nadie.

- No podíamos. Este lugar del universo estaba vetado para nosotros. La nave de Listh y Ane

se dirigió hacia esta región, y los científicos de Ioss no querían toparse nuevamente con

ellos, no después de su temible venganza. Después de años de búsqueda infructuosa de

un lugar plenamente habitable, se liberó la prohibición para pesquisar este sistema, ahí es

cuando llegamos nosotros.

- No sé qué decir, estoy estupefacto. Has vivido miles de generaciones, más vidas que

cualquier familia de la Tierra. Conservas un cuerpo en perfectas condiciones y, en caso de

muerte, puedes revivir según lo último que viviste…

- Es por eso que no puedes acompañarme a rescatar a Neilaress. Tú no puedes darte el

gusto de morir simplemente, tu vida es una sola. Si lograra llegar a mi bitácora en la nave,

podría enviar la información final de Kreneo, Neilaress y la mía a Ioss. Después de eso no

importará si vivo o no, llegaremos los tres nuevamente desde nuestro planeta a la Tierra y

podremos establecernos aquí, en algún país que nos acoja… Cooperando obviamente con

nuestros conocimientos y tecnologías al avance de la humanidad, no pensamos llegar con

las manos vacías. Sólo un ejemplo, lo que ustedes conocen como Helio-3, tenemos la

tecnología necesaria para obtenerlo fácilmente desde cualquier tipo de yacimiento, sea en

la Tierra o en la superficie de la Luna.

- Es loable tu intención de ayudar a la Tierra para que les permitan quedarse acá. No

obstante, no puedo permitir que te sacrifiques para lograrlo. Entrené contigo para poder

ayudarte en lo que fuera, no permitiré que te inmoles por tu misión. Puede que seas la

cuarta Imh y ya hayas muertos tres veces antes; sin embargo, para mí, la quinta Imh no

será la misma persona. Puede tener tus recuerdos y conocimientos, pero no será la misma

Imh que conocí.

- ¿Acaso hablas de mi alma o algo por el estilo? No te preocupes por eso, si revivo otra vez,

seré la misma extraterrestre que vivió en tu casa por todos estos meses, lo que cambiará

será solamente el cuerpo.

- Para mí no es así y no puedes hacerme cambiar de opinión – refunfuño Miguel, evitando la

mirada de Imh, cruzándose de brazos.

Page 223: La ultima morada Zona Prohibida

217

- ¿Qué propones, entonces? – preguntó Imh, con aguda mirada, presionando al muchacho a

hablar rápidamente.

- Iremos los dos, como planeaste inicialmente… ¡Y nadie morirá! Ni tú, ni yo, ni Neilaress.

Enviarás tu mensaje a Ioss y tus compañeros vendrán a la Tierra, pero sin muertes,

¿entendido?

- Sólo si me prometes que no harás lo mismo que en tu sueño – dijo Imh, ofreciendo su

mano a Miguel para que la estrechara.

- Lo prometo – respondió Miguel, apretando firmemente la mano de la muchacha.

- Eso espero… Si mueres, la señora Mirta quedara deshecha, no sabría qué hacer para

consolarla. Tengo la garganta seca de tanto hablar, pensé que te costaría más asumir todo

lo que te conté, sin embargo veo que lo comprendiste cabalmente.

- Aún estoy dimensionando todo, no me imagino vivir todos esos años, toda la gente que

debes conocer, todas las cosas que debes saber… ¡Estoy frente a una especie de monolito

pétreo de miles de años que viajó de un punto desconocido del universo hasta la Tierra,

quizá con cuanta cantidad de conocimientos! –exclamó Miguel, emocionado–. Tema

aparte, ¿tienes padres?, ¿los recuerdas?

- Claro que tengo y que los recuerdo, no olvido nada, pero nuestras relaciones son distintas

a las suyas, no hay un apego de por medio. La mezcla de material genético se hace y

desarrolla en laboratorio, bajo condiciones controladas para poder inocular los kozou

antes del completo desarrollo del individuo. Nuestro cuerpo original –el que pocos

conservan todavía– llega a su adultez en aproximadamente 15 años terrestres, tiempo en

que nos dedicamos a aprender los oficios para la sobrevivencia de la raza, entre otras

cosas. Después de eso nos dedicamos a trabajar, turnándonos en los trabajos; así, hasta la

eternidad o hasta encontrar un planeta como la Tierra. Esos días han terminado, sólo falta

que la humanidad nos acoja con los brazos abiertos, juntos cooperaremos para

administrar mejor la Tierra.

- ¿Crees que cuando se establezcan en la tierra dejen de utilizar los kozou? – preguntó

Miguel.

- No lo creo. Para los antiguos habitantes de Ioss fue una maldición, una tecnología que

cobró pesadamente su precio; pero para nosotros, que somos más jóvenes, es una

bendición. Ver el universo desde esta perspectiva es muy distinto a la visión de alguien con

vida finita…

- ¿No se aburren de vivir tanto?

Page 224: La ultima morada Zona Prohibida

218

- Imposible, hay mucho que hacer y conocer en este vasto universo, si lo vieras con tus

propios ojos…

- Te creo, aun así me cuesta acostumbrarme a la idea de vivir más de 80 años. A diferencia

de ustedes, nosotros nos arrugamos y debilitamos, no es una vejez amable como la que

experimentan en Ioss.

Los muchachos se quedaron conversando por largas horas, tiempo en el cual Imh aclaró todas las

dudas de Miguel, que escuchaba maravillado a la inmortal extraterrestre, mirándola como si se

tratara de una aparición divina o algo por el estilo. Luego de debatirlo por unos momentos, le

contaron toda la historia a Mirta, quien terminó mareada con tanta información, debiendo

recostarse para recomponerse de la impresión.

Page 225: La ultima morada Zona Prohibida

219

Preparativos antes del viaje

- …y, de ese modo, rescataremos a Neilaress – dijo Imh, terminando de instruir a Miguel en

el plan de rescate de su compañero.

Miguel observaba maravillado a la muchacha, perdiéndose en gran parte los detalles de la

explicación de esta.

- ¿Por qué me miras así? – preguntó Imh, notando que el muchacho le miraba alucinado.

- Es que… hasta ahora no me había atrevido a preguntarte tu edad, tú sabes, por esa

costumbre que se tiene en la Tierra de no preguntar eso a una mujer; pero, ahora que me

dijiste voluntariamente ese dato, no sé si seguirte diciendo joven. Eres más vieja que mi

abuela, más vieja que la abuela de mi abuela, más vieja que toda mi familia en conjunto,

¡más vieja que las más antiguas civilizaciones de la Tierra!

- No vuelvas a repetir esa palabra. No soy vieja, soy longeva. ¡Y concéntrate en lo que te

digo! – vociferó Imh ante la sensible palabra que Miguel mencionó demasiadas veces.

- Si, escuché todo lo que dijiste. No es complicado… Creo. Supongo que tendrás un plan

alterno en caso de que ese falle, ¿o no? – preguntó Miguel, enseriándose y esperando que

la muchacha hubiera considerado todas las posibles opciones.

- Claro que sí, pero no te lo diré, en ese caso tú no intervendrías en nada, así que esmérate

en cumplir con lo recién acordado.

- Entendido. ¿podríamos repasarlo una vez más? Me gustó tu método, quiero verlo de

nuevo – pidió Miguel, sentándose nuevamente frente a Imh.

- Pides eso porque no entendiste todo lo que te dije, te quiero 100% aquí, no acá

¿entendiste, Miguel? – dijo Imh, apuntándose a sí misma, para aclararle al muchacho que

descentrara su atención de ella.

- ¡Sí, jefa!

Imh recreó la imagen mental 3D de la ex base militar de Sonora, mostrando en detalle las

instalaciones, extendiendo el mapa virtual desde su mente hasta el cerebro de Miguel, dándole a

Page 226: La ultima morada Zona Prohibida

220

este la impresión de presenciar una maqueta real en escala del lugar donde estaba cautivo

Neilaress. Repasaron paso a paso el lugar y las acciones que llevarían a cabo el día en que se

infiltrasen en la infraestructura, convergiendo toda la actividad a un punto neurálgico: la celda de

su compañero.

- Se ve como si estuviera aquí realmente… – dijo Miguel jugueteando con la imagen,

pasando sus dedos a través de ella, sin lograr contacto alguno.

- Como te decía, actuaremos en la oscuridad de la noche. Ellos dependerán de sus lentes

infrarrojos y otros artefactos, debemos inutilizarlos completamente. Nosotros nos

valdremos de nuestra vista natural, artificial en tu caso; tus ojos están listos para pasar de

visión normal a térmica, sólo debes desearlo, es un cambio estructural en tu vista y no

depende de la utilización de los kozou. Para la visión electromagnética si necesitas

utilizarlos y controlarlos, de modo que activaré esa visión cuando la precises, no antes.

Cuando lleguen mis otros compatriotas, te daremos kozou cerebrales, así podrás hacer

uso independiente de todas las facultades que te di.

- ¡Oh, genial! Tengo varias ideas para eso – comentó Miguel, riéndose en su interior.

- ¿Qué? Bueno… Ellos estarán fuertemente armados y nos sobrepasan en número, debemos

atacar rápida y eficazmente, no dejaremos ningún militar en pie, sólo ataques fulminantes.

- Como entrenamos todos estos meses.

- Y sin desperdiciar tu fuerza. Ahora puedes cargar un poco más de 450 kilos, correr por

sobre los 70 kilómetros por hora y saltar cual resorte, sin embargo, no es razón para

confiarse.

- ¿Eso puedo cargar?, ¿Corro así de veloz?, ¿Cómo gané tanta fuerza sólo peleando contra

ti? ¡Cuando entrenábamos no podía correr ni a 35 kilómetros por hora según tú!– acribilló

Miguel con preguntas a Imh, enterándose recién de todas sus habilidades físicas.

- Mientras entrenabas, mantuve tu cuerpo con una tensión muscular forzada que pasó

desapercibida para ti, que asociaste al cansancio del entrenamiento. Ahora deberías

sentirte más liviano y relajado. No debería habértelo dicho, ahora te confiarás y creerás

que eres súper poderoso…

- No, no lo haré. Estoy bajo tus órdenes y no las desobedeceré. Prosigue, por favor.

Page 227: La ultima morada Zona Prohibida

221

- Bien dicho. Debemos entrar y salir, nunca quedarnos quietos, menos retroceder o

arrinconarnos. En la zona A385 dividiremos nuestros caminos, necesito recuperar la

bitácora de la nave que fue extraída hace un mes de esta, la llevaron a una sala sin

vigilancia, así que no se su estado actual.

- ¿Tenías las cámaras intervenidas? – preguntó Miguel, recién enterándose del control que

Imh tenía sobre la seguridad de la base.

- Tengo, aún. Cuando estemos allá, no sólo recibirás el espectro electromagnético del

ambiente que te rodea, sino que también imágenes de las cámaras del recinto, así

sabremos todos los movimientos de nuestros contrincantes.

- ¡Genial! Después de eso rescataremos a Neilaress y saldremos de la base… ¿Sólo salir de la

base?, ¿así, nada más? – preguntó Miguel, intuyendo la falta de información.

- Te diste cuenta. Eso será una sorpresa. Cuando salgamos los tres de la base, te enterarás.

- ¿Cuál es tu afán de mantenerme expectante?

- No lo sé, así es más emocionante, ¿o no?

- Si es parte del plan, no debería estar oculto a ninguno de los participantes – pensó Miguel,

lanzando una mirada suspicaz a Imh.

- Sé que tienes dudas, pero confía en mí, no habrá problema con eso.

- Eso espero, no quiero que hayan problemas porque no me entere de algo. Ya, sigamos

mañana, estoy cansado y tenemos que comprar los boletos por adelantado, recuerda que

saldremos cuando esté libre de la universidad.

- Las famosas vacaciones de invierno – dijo Imh, enfatizando las palabras.

- Las esperadas vacaciones de invierno, no pensaba en viajar al extranjero hasta haber

terminado mi carrera. Sé que no merezco vacaciones por estudio, este año se me ha dado

muy fácil, pero si me las gané por el esfuerzo en tu entrenamiento, ¿cierto?

- Te las mereces sin duda alguna. Alcanzaremos a disfrutar unos días antes de atacar la ex

base de Sonora. Cuando el día llegue, las vacaciones terminarán y te necesito concentrado

en un 100%, Miguel.

- ¡Si, jefa!

Page 228: La ultima morada Zona Prohibida

222

Imh sólo esperaba a que Miguel quedara libre de sus ocupaciones académicas para poder salir del

país. Tenían toda su documentación al día, incluyendo los pasaportes –exceptuando las visas para

no inmigrantes, que ya no se solicitaban desde el año 2014– los pasajes y varios fajos de dólares

para desenvolverse en el extranjero país.

Los días pasaban tranquilos y sin preocupaciones para Miguel, concentrado en la misión que se

comprometió a llevar a cabo para ayudar a su salvadora, pero no quería salir del país sin arreglar el

problema con su querida amiga Daniela. Intentó incesantemente comunicarse con la muchacha,

mas esta no contestaba ninguna llamada o mensaje de Miguel, ni siquiera respondiendo a las

visitas que el joven realizó a su casa, mandándole a decir que no se encontraba en su hogar.

Miguel siguió estudiando y trabajando normalmente hasta la fecha en que saldrían de viaje con

Imh, molesto por la actitud de Daniela hacia él, no recibiéndole siquiera en su casa para aclarar el

tema por el cual se enojó hace meses. Mirta quedaría sola en su hogar; sin embargo, no le faltaría

de nada, los muchachos se encargaron de realizar todas las compras necesarias mientras

estuvieran fuera con el exceso de dinero que obtuvieron de las ventas de las acciones.

- Te veo un poco triste, Miguel. ¿Algo te causa problemas? – preguntó Imh, acercándose

por la espalda del muchacho, quien se encontraba frente a su computadora, amorrado.

- ¡Ah! Esperaba en el chat a ver si se conectaba hoy la Dani, pero no me contesta los

llamados, ni los e-mails, ni las visitas…

- ¿Aún sigue enojada contigo? No puede ser tan obstinada, todo lo que le dijiste fue real, no

te dio la chance de que se lo comprobaras – dijo Imh, apoyando la causa de su amigo.

- Lo sé. Sin embargo, no puedo hacer nada, no puedo invadir su casa esperando a que hable

conmigo u otra cosa.

- Ojalá reaccione y responda como debe ser. No es justo que te trate así, siendo que no

hiciste nada malo.

- Puede que haya hecho algo malo, pero no quiero pensar en eso, me pongo nervioso de

sólo pensarlo…

- ¿Qué sería lo malo que hiciste, según tú? – preguntó Imh, sabiendo que el muchacho no

había errado en nada.

- ¡Te dije que no quiero hablar de eso, me pongo nervioso de sólo pensarlo! – exclamó

Miguel, sonrojándose.

Page 229: La ultima morada Zona Prohibida

223

- ¿Por qué te sonrojaste?

- ¡Que no sigas hablando de ese tema! – gritó Miguel, agarrándose la cabeza y azotándola

en su escritorio, moviendo la pantalla de su computadora hasta casi hacerla caer.

Y el tiempo siguió su curso. El día en que se dictó la clase de cierre de semestre, Miguel intentó

abordar a Daniela en el pasillo de su facultad, siendo evitado por esta, sin dirigirle siquiera la

mirada. El muchacho quedó completamente desmoralizado, regresando a su hogar con lentos

pasos, bajo el nublado cielo de invierno, que amenazaba con romperse en cualquier momento

como si fuera una gélida y cristalina cascada.

De vuelta en su hogar le esperaban las dos mujeres, quienes habían cocinado sopaipillas pasadas y

calzones rotos, para amenizar la cena de esa noche. Los siguientes días Miguel insistió en

comunicarse con su esquiva amiga por todos los medios posibles, sin resultado alguno. Faltaba

muy poco para que abandonara el país y no quería dejar problemas inconclusos, temas que lo

desconcentrarían en la batalla que estaba a punto de iniciarse.

Hasta que llegó la fecha. Miguel e Imh se levantaron de madrugada, cargando sus

correspondientes bolsos de mano, además de una maleta en común, donde ordenadamente

dispusieron la poca ropa que utilizarían en los Estados Unidos. Mirta madrugó tambié n, para

despedir a los jóvenes, bendiciéndolos para que pudieran llevar a cabo su peligrosa misión sin

arriesgarse innecesariamente. Debían estar en el aeropuerto antes de las 7 de la mañana, para

pasar por el control de la policía internacional, partiendo su vuelo a las 8:45 a.m. Para llegar sin

problemas de tiempo, los jóvenes llamaron a un taxi para que los llevara hasta el centro de

Santiago, donde locomociones particulares embarcaban directamente a los viajeros al aeropuerto

de Pudahuel. La mañana estaba fría, húmeda y el sol aún no mostraba sus débiles rayos invernales,

que no aportaban nada a la extrema sensación térmica.

Ya en el aeropuerto, que como todos los días se encontraba repleto de gente, los jóvenes

comenzaron a hacer la fila para entregar su equipaje, 3 ítems en total, recibiendo el comprobante

para su recuperación al momento de arribar al país norteamericano. Al terminar el trámite, Miguel

se percató de una figura lejana que le hacía señas, como si le llamara. Era Daniela, quien había

llegado hace horas al lugar, pernoctando en las bancas dispuestas frente a los portales de

embarque para no tener que lidiar con la locomoción colectiva matutina y lograr hablar con

Miguel antes de que este abandonara Chile. Miguel corrió en dirección de la muchacha, dejando a

Imh sola esperando frente a los locales de ventas, parando frente a su huraña amiga.

- ¡Dani! ¿Qué haces aquí?, ¿Cómo supiste que estaría en el aeropuerto si no hemos hablado

en meses? – preguntó Miguel, no atreviéndose a acercarse a su amiga por miedo a que

siguiera enfadada.

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224

- ¡Salúdame como corresponde, idiota! – exclamó Daniela al ver a su amigo, generando

miradas de todos los que estaban cercanos a la escena del reencuentro.

- Hola, ¿cómo estás? – preguntó Miguel, abrazando a Daniela.

- Bien, tanto tiempo que no nos veíamos y hablábamos – respondió la muchacha,

apretujando al joven. ¿Estás más musculoso?

- Sí, un poco, más definido que musculoso. ¿Cómo te enteraste, entonces?, ¿Te llamó mi

abuela acaso?

- No, fue Imh. Hace pocos días se acercó a hablar conmigo y…

Imh observaba el reencuentro a lo lejos, mientras visitaba las tiendas, hojeando los libros para

turistas que ingresaban al país, maravillándose por los parajes sureños que aún no conocía en

persona. Los vio conversar por largos minutos, sin entrometerse, esperando la hora en que debían

pasar por control internacional. Observó la rápida despedida, quedando Daniela sola, mientras

Miguel se alejaba de ella en su dirección, para iniciar los trámites finales para el viaje.

- ¿Cómo te fue? – preguntó Imh, dejando de lado el libro que leía.

- Bien, tú debes saberlo mejor que yo. ¡Te escabulliste de la casa para ir a convencerla de

que eres extraterrestre! No me quiso contar que hiciste, pero dijo estar convencida de tu

procedencia – señaló Miguel, intrigado por la táctica ocupada por Imh.

- Es un secreto entre mujeres, nunca te enteraras. ¿De qué más hablaron?, ¿por qué estaba

enojada contigo? Tienes las orejas y mejillas rojas.

- De nada. Es secreto entre amigos. Lo único que te diré es que le pedí que vigilara a mi

abuela en nuestra ausencia… Además, ¡me puse rojo por correr todo ese trecho! – dijo

Miguel, intentando tomar la revancha.

- Claro, convéncete de eso. Vamos, tenemos que pasar por el control policial, relájate o

pensarán que andas en malos pasos.

- Sí, vamos – respondió Miguel, bajando la cabeza en señal de derrota, tapándose las

inflamadas orejas.

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225

La policía internacional trató muy bien a los primerizos viajeros, no hallando problemas en

ninguno de los documentos de estos, permitiéndoles el paso a la sala de embarque. Miguel no

podía más con sus ansias, estaba emocionadísimo de poder volar en avión, no obstante, en su

mente resonaba una idea miles de veces más interesante.

- Pasaste piola21 con tus documentos – susurró Miguel, que temía que la joven fuera

descubierta en su engaño.

- Obvio, elegí muy bien el lugar y la familia; además, los documentos fueron emitidos

legalmente –respondió Imh, mentalmente, para no levantar sospechas o evitar ser

escuchados hablando de la truculencia–. ¡Perdón por no hacer sonar la campanada!

- No te preocupes. Si todo sale bien, debes pasearme en una de las naves de tus

compañeros, quiero conocer cada uno de los planetas del sistema solar, en vivo, además

del sol. ¿Me lo prometes? – pidió Miguel, redondeando los ojos como un gato pidiendo

comida.

- Te lo prometo. Es más, te llevare de paseo a Ioss, es lo menos que puedo hacer por ti. Así

también puedes ayudarnos con nuestra mudanza – aceptó Imh, invitando al muchacho a

su planeta.

- ¡Genial! Me conformaba con conocer las cercanías nada más. Hasta el día de hoy, lo más

lejos que conocía era mi universidad y, años atrás, la esquina de mi casa. ¡Me encanta

conocer lugares nuevos! – explicó Miguel, imaginando todo lo que se venía por delante en

su vida.

- Sentémonos a esperar, queda un poco más de 20 minutos para abordar el avión, es muy

complicado viajar al extranjero en la Tierra, casi frustrante.

Miguel sacó su pequeño reproductor de música, repleto de archivos digitales bajados de forma

ilegal del internet, para entretenerse los minutos previos al abordaje; Imh, en cambio, sacó de un

bolsillo de su chaqueta un pequeño libro que halló en la casa de Miguel, que llevaba leyendo hace

ya unos días de la forma más pausada que podía, disfrutando cada una de las palabras escritas.

- Movilicémonos, Miguel. Es la hora de la verdad – ordenó Imh, levantándose de su asiento

y guardando su lectura, al finalizar el tiempo de espera.

21 Piola: Desapercibido.

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226

- ¡Vamos! – exclamó Miguel, exaltado, sin poder ocultar su emoción.

La entrada al avión se realizó ordenadamente, subiendo los pasajeros con pasos seguros por la

escalinata, encontrándose con las azafatas en el interior de la nave, quienes esperaban a los

viajeros para darles amablemente la bienvenida. Luego de la explicación de las normas del viaje,

los muchachos abrocharon sus cinturones, preparándose para las más de 10 horas de vuelo.

- La diferencia horaria será de menos dos. Llegaremos aproximadamente a las 17 horas,

más o menos minutos – explicó Imh a Miguel, quien miraba por la ventana, esperando el

comienzo del vuelo.

- ¿A qué aeropuerto llegaremos? – preguntó el muchacho, sin dejar de mirar a través del

vidrio.

- Al de Dallas. Nos registraremos en un hotel cercano y mañana tomaremos un bus hacia

Fénix, Arizona. Luego iremos al desierto de Sonora, bajo jurisdicción mexicana, pero

repleto de efectivos militares estadounidenses – respondió Imh, mentalmente, recostando

su asiento para disponerse a dormir.

- ¿Dormirás?

- Sí, debo analizar posibles problemas que podamos tener en nuestra incursión, hay que

ponderar todas las variables.

- Bueno, creo que te copiaré la idea. Descansa, Imh.

- Tú también, Miguel – respondió la muchacha, sumergiéndose en su mundo de ideas y

probabilidades.

El viaje se desarrolló sin problemas, a pesar del frío clima reinante en Chile, produciéndose unas

pocas turbulencias que pasaron desapercibidas por los durmientes jóvenes. Imh se comunicó

mentalmente con Miguel, repasando nuevamente lo planificado, esta vez mostrándole las

acciones a realizar como si se tratara de una película, donde ellos eran los protagonistas. Una vez

el avión arribó al aeropuerto de Dallas, los muchachos despertaron, preparándose para el choque

cultural que se avecinaba.

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227

- Imh, tengo una pequeña duda… ¿Cómo nos comunicaremos con los gringos? – preguntó

Miguel con susurros, recién percatándose de la barrera idiomática.

- Tú sabes inglés. Es un poco limitado, sé que sabes hablarlo. ¡Tú puedes! – aseveró Imh,

teniendo en cuenta las revisiones de conocimientos que realizó en la cabeza del muchacho,

mientras entregaba los recibos para retirar sus bolsos de las instalaciones del aeropuerto

de Dallas.

- Pero… es que… me da vergüenza – gimió Miguel, que acababa de agradecer al encargado

de las maletas con un tosco lenguaje.

- ¿No habías perdido tu inseguridad? – preguntó la muchacha, burlándose de las palabras

que Miguel emitiera hace pocos días.

- ¡Pero no la vergüenza!, ¡No es lo mismo! – exclamó Miguel, con voz ahogada, para no

llamar la atención de los otros pasajeros.

- Es una buena oportunidad para que practiques lo que te enseñaron en la universidad,

¡aprovéchala! – animó Imh al muchacho, desligándose del problema que el mismo planteó.

- Está bien… – respondió Miguel, amorrado, acatando las palabras de Imh como si fueran

una orden.

Saliendo del aeropuerto, Miguel se hizo cargo de las comunicaciones, valiéndose de su poco

vocabulario y de señas para trasmitir sus ideas, pidiéndoles a los americanos que le hablaran

lentamente, para aprehender el significado de sus palabras. Su primer enfrentamiento lingüístico

fue con un taxista, el que los llevó al hotel más cercano, dejándolos en las puertas del recinto.

Luego vino la interacción con el dueño del local, que a duras penas entendió el inglés del

muchacho, refunfuñando por los mexicanos que entraban a su país, confundiendo a los jóvenes

con habitantes de ese país, palabras que Miguel dedujo rápidamente, aclarándole al tendero que

provenían de Chile.

- ¿Chili…, Chile? –preguntó el dueño, intentado imitar el nombre del país–. ¡Ah, I remember

that country! 2010’s earthquake, miner’s accident, Piniera president, ¿right?

- Yes, sir – respondió Miguel, avergonzado por la asociación del locatario, sobre todo por el

tema del ex presidente de Chile.

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- ¿Siempre se acuerdan de eso, a pesar del tiempo que ha pasado? – preguntó Imh a Miguel,

sonriendo por el intercambio de palabras.

- Sí, siempre lo recuerdan.

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229

Capítulo 13

La noche más larga

Las relaciones en la base de Sonora estaban tensas, expectantes ante cualquier movimiento

extraño en las inmediaciones del espacio aéreo, incrementándose el canal de información que se

mantenía con la NASA para el control de los objetos presentes en el universo circundante. Temían

que una amenaza extraterrestre llegara en cualquier momento, siguiendo la pista de los

tripulantes de la nave siniestrada, atacando al planeta y/o intentando invadirlo.

El comandante Waterstone seguía al mando de esta situación, esperando la llegada del último

reporte de la agencia aeroespacial, que desde meses atrás se realizaba a la antigua –con

documentos confeccionados con lápiz y papel– para evitar el filtrado de información desde los

equipos infectados con el código que hace tiempo Neilaress creó.

- ¡Señor, ha llegado el último reporte de registros de la NASA! – exclamó un soldado al

entrar en la oficina de Waterstone.

- Gracias, soldado. ¿Se lo entregaron directamente al señor Walles? – preguntó el

comandante, levantándose de su silla giratoria.

- ¡Sí, señor!, ¡Además escuché que el subteniente Knight ha llegado a la base, señor! –

comunicó el soldado, manteniéndose firme en su posición.

- ¡¿Es verdad eso?! – preguntó el hombre, en su rol de abuelo, feliz de tener nuevamente a

su nieto a su lado.

- ¡Afirmativo, señor! ¡Lo vi con mis propios ojos!

- Gracias por tan agradables noticias, soldado. Retírese a sus quehaceres habituales, hasta

luego – dijo Waterstone, despidiéndose del muchacho con afables palabras.

- ¡Hasta luego, señor! – respondió el soldado, saliendo del cuarto.

Waterstone salió de su oficina caminando con paso firme, notándose el avance en la recuperación

de su rodilla dañada, producto del esforzado trabajo terapéutico que realizó los meses posteriores

a su arribo a la base de Sonora. Caminó con resolución al encuentro con su nieto, divisándole a lo

lejos, conversando con otros soldados presentes en las instalaciones.

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230

- Buenos días, subteniente Knight. Lo felicito por su reciente ascenso, es un honor tener

trabajando aquí a uno de los mejores técnicos logísticos de nuestra nación – saludó

Waterstone a Kevin, quien lucía su impecable uniforme de subteniente.

- ¡Gracias, señor! Hice caso de sus anteriores palabras y puse todo mi esfuerzo en aprender

de mis instructores. También es un honor para mí volver a trabajar bajo su mando –

respondió el nieto, cuadrándose frente a su abuelo.

- Me enorgullece tenerlo bajo mi mando, joven. Ahora hablemos sin tomar en cuenta

nuestros rangos – invitó Waterstone, agarrando al muchacho de un hombro, abrazándolo

cariñosamente.

- Sí, abuelo – respondió Kevin, con una amable sonrisa en su rostro.

El comandante y su nieto caminaron por las instalaciones por largo rato, intercambiando palabras

de diverso tipo. El abuelo quería enterarse de toda la vida de su pequeño niño, preguntándole

sobre las actividades que realizaba en su tiempo libre, de sus deseos y anhelos. Después de la

conversación personal hablaron de trabajo, instruyendo a Kevin con los pormenores de la base y

de las actividades realizadas allí.

- Bueno, no puedo decirte más cosas en este momento, Kevin. Después del incidente con

Tofalos-Smith, tenemos al cautivo en aislamiento completo, no podemos arriesgarnos con

un ser de tamañas características, a pesar de su disposición para cooperar.

- Entiendo, señor. Todo lo que me contó queda entre nosotros, ¿cierto? – preguntó Kevin.

- Exacto, te he mencionado algunas cosas que otros no saben, como las nuevas tecnologías

que se han desprendido de estos estudios, por lo tanto espero tu máxima discreción.

- ¡Sí, señor!

- Ahora puedes pasar a tu litera, ordena tus artículos y espera tus primeras órdenes.

- ¡Sí, señor!

- Nos vemos, Kevin – dijo Waterstone, despidiéndose de su muchacho.

- Hasta luego, abuelo – respondió el muchacho, retirándose a lo que sería desde ahora su

aposento.

Page 237: La ultima morada Zona Prohibida

231

En un mercado de hortalizas y frutas orgánicas del estado de Arizona, Fénix, Imh compraba junto a

Miguel los ingredientes de un implemento que ocuparían el día de la batalla contra la milicia

estadounidense, en caso de resultar heridos en el enfrentamiento.

- Sólo falta comprar las frutas… Dime, por favor, ¿Qué harás con todo lo que compramos? –

preguntó Miguel, con una duda que le carcomía hace días.

- Ya verás, ahora volvamos al hotel, allá fabricaremos el compuesto – respondió Imh,

intrigando aún más al muchacho.

- ¡Tanto secretismo! Hay veces que te odio, Imh.

- Igualmente te entretiene la duda, no reclames.

- Es verdad.

La habitación del hotel –el segundo en que Miguel tuvo que enfrentarse lingüísticamente– no era

como los cuartos que se mostraban en las típicas series televisivas estadounidenses, como si no

hubiera un lugar arrendado decente para dormir y fueran paradero usual de maleantes, un sitio de

aspecto lúgubre y desaseado. Las paredes estaban decoradas con un colorido papel mural, ceñido

y sin imperfecciones; mientras que los muebles estaban prolijamente diseñados, minimizando el

espacio que ocupaban en el lugar, permitiendo la libre movilidad de sus ocupantes.

Los muchachos dispusieron ordenadamente los materiales comprados encima de una de las camas

–las cuales eran bastante cómodas y limpias, sin el distintivo olor de los colchones de motel

chileno– para comenzar con la fabricación del compuesto secreto de la joven. Imh llenó de agua la

mitad de un recipiente plástico de 10 litros de volumen; mientras Miguel machacaba varias

manzanas, naranjas, plátanos y arándanos, generando una pulpa espesa, diluyéndola en el

recipiente con líquido. El volumen total subió a 7,5 litros. La muchacha sumergió su mano derecha

en la mezcla, moviéndola en círculos para homogeneizarla, sacándola después de unos minutos.

- Los kozou están dentro – comunicó Imh a Miguel, que estaba cada vez más curioso por el

proceso que se llevaría a cabo.

- ¿Cómo los metiste en el jugo ese? – preguntó el muchacho.

- Salieron a través de mi piel. Ahora comenzaré a alterar las moléculas presentes en las

frutas.

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232

- Ahora entiendo un poco más, para eso maceré y rompí las frutas, así se liberan los

compuestos de estas.

- Exacto, Miguel. Después de un rato, conformaré un compuesto interesantísimo.

- Te espero. No quiero molestarte, voy a ver televisión por mientras – dijo Miguel,

encendiendo el aparato del cuarto rentado, observando la imagen del imh flameante en la

pantalla de este.

Imh se sentó próxima al recipiente en que se realizaba la reacción, dirigiendo el trabajo de las

nano-máquinas en la mezcla. Al cabo de casi una hora, la mezcolanza se separó en dos fases

distintas, una límpida, cristalina y fluida, levemente teñida de color rosa; y otra espesa y

blanquecina, como si fuera una gran posa de saliva. Los kozou actuaron como catalizadores y

arquitectos de un compuesto con aplicación médica, no sólo formando las nuevas moléculas, sino

que también manteniendo estéril al producto.

- ¡¿Qué rayos es eso, Imh?! – preguntó el joven, asqueado por la presentación del

compuesto.

- Es una solución carbono-proteica, capaz de reaccionar en presencia de sangre, déjame

demostrarte – respondió Imh, cortando la superficie de la piel de la palma de su mano y

untándose parte del salivoso gel producido.

El gel reaccionó a la presencia de la sangre de Imh, secándose sobre la herida, cubriéndola y

deteniendo el sangrado. El exceso de líquido del compuesto fue expulsado fuera de la costra

sintética, dejando la herida parchada y sin manchas de sangre.

- ¡Oh, es hermoso! – exclamó Miguel, tomando la mano de Imh para ver de cerca el parche

carbono-proteico.

- ¿Cierto? De recibir una herida que produzca sangrado leve o hemorragia, esto nos ayudará

a no desangrarnos, para no caer por un shock hipovolémico.

- Y yo pensaba que ya no podías sorprenderme nuevamente – afirmó Miguel, sin dejar de

apreciar la fina costra.

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233

- Ahora recuperaré los kozou que ocupé en el proceso – dijo Imh, sumergiendo su mano

sana en la mezcla, atravesando el gel flotante.

- ¿No se contaminará el gel al introducir tu mano? – preguntó Miguel, preocupado por la

pérdida de asepsia del producto.

- No, dejaré unos pocos kozou en el medio, para mantenerlo limpio hasta su uso –

respondió Imh, calmando a Miguel.

Los kozou estaban suspendidos en la fase fluida de la mezcla, distantes del gel que flotaba en la

superficie, aglomerándose –casi todos– para poder reingresar al interior de Imh de la misma forma

que salieron, mientras que otros se unieron al gel para asegurar su futura esterilidad.

Los muchachos recolectaron el gel en tres botellas pequeñas, llenándolas con un embudo y un par

de cucharas, sellándolas para la noche en que fueran utilizadas. El líquido sobrante lo arrojaron

por el desagüe de la bañera, lavando el recipiente para que no quedara manchado. Ese sería su

último día en esa habitación. Dejaron todo preparado para la próxima jornada y salieron a

disfrutar de la localidad hasta la madrugada, para conocer las calles que les llevarían al encuentro

con Neilaress, volviendo al cuarto un poco antes de que saliera el sol.

- Descansemos, Miguel. En la tarde debemos enviar a Chile nuestro equipaje, no podemos

cargar con el cuándo invadamos la base – ordenó Imh, metiéndose en su cama tal cual

estaba vestida, tapándose y dándole la espalda al muchacho.

- No esperaba que me lo dijeras, tengo sueño hace rato, tú me mantuviste caminando todo

ese rato. Lo bueno es que compré lindos suvenires para mandar en los bolsos.

- Duérmete pronto, necesitaremos toda nuestra fuerza mañana en la noche.

- ¿Imh?

- ¿Sí?

- ¿Estás nerviosa? – preguntó Miguel, sintiendo la tensión de la muchacha.

- La verdad es que sí, un poco. Son las ansias de concretar nuestro plan, llevamos mucho

tiempo planeándolo y quiero que todo resulte bien… – aseveró Imh, recostada de lado en

su cama, mirando hacia la luz que entraba por la ventana.

Page 240: La ultima morada Zona Prohibida

234

- No te preocupes, si seguimos tu plan al pie de la letra, no habrá ningún problema. Además

está tu plan B, que espero sea anti-todo, que se ocupe de todos los posibles obstáculos

que se nos presenten. La verdad es que también estoy ansioso, pero…

- Miguel, duerme bien. Buenas noches – interrumpió Imh, haciendo callar a Miguel.

- Buenas noches, Imh.

Mientras tanto, en la ex base de Sonora, comenzaba un nuevo día de trabajo. Todos los efectivos

de la instalación estaban en sus respectivas posiciones, esperando instrucciones, expectantes. El

oficial técnico Walles se acercó a la oficina de su comandante, portando un informe con los

recientes hallazgos obtenidos en el análisis del extraterrestre muerto, Kreneo.

- Buenos días, comandante Waterstone – saludó Walles, ingresando en la oficina de su

superior.

- Buenos días, Walles. No esperaba verlo tan temprano – respondió Waterstone,

terminando de arreglar su traje.

- Disculpe la premura, no soporté las ganas de aparecerme por aquí, menos después de

nuestro hallazgo.

- ¿Qué hallazgo?, ¿con respecto a qué? – preguntó el viejo, desconociendo la temática de la

conversación.

- El extraterrestre, el cuerpo de este, para ser más exacto. Realizamos cortes histológicos

del cerebro del fallecido, esperando encontrar estructuras nuevas en este órgano, sin

embargo no hallamos mayores diferencias con respecto a los centros nerviosos humanos.

- Entonces, ¿cuál fue el grandioso descubrimiento?

- Lo encontramos en el centro del cerebro, como una densa esfera metálica. Parecía estar

ocupando el lugar del hipotálamo y sus alrededores, pero no era así. A medida que

avanzábamos en los cortes para intentar extraer esta esfera, cada vez se hundía más en el

encéfalo, intercalando su estructura en el tejido nervioso, avanzando a través de este.

- ¿Lograron removerlo? – interrogó el comandante, esperando inquieto la respuesta del

oficial técnico, luchando con su corbata frente a un largo espejo.

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235

- Claro que sí, detuvo su avance al toparse con el cráneo, está aislado en un recipiente

hermético, aunque ahora perdió su forma esférica y se adaptó al receptáculo en que lo

dispusimos. Creemos que es una especie de nano-maquina capaz de interaccionar

electromagnéticamente con el cuerpo del usuario y con su medio ambiente.

- ¿Es decir…?

- Creemos que utilizó esa maquinaria para infiltrarse en los equipos electrónicos de la base,

infectando con alguna clase de código alienígena todos los dispositivos conectados a

internet a nivel mundial, utilizando nuestro satélite. Estamos testeándolo en este

momento.

- ¡Eso es un avance! Muy buen trabajo, Walles, no esperaba menos de usted – congratuló

Waterstone al oficial, palmeándole el hombro.

- Por ahora no tengo más novedades que mencionarle, iré a mi laboratorio – comunicó el

científico militar, en forma de despedida.

- Vaya, siga con esos excelentes resultados y no permita que su moral descienda.

- ¡No, señor! Hasta luego, comandante.

- Hasta luego, Walles.

- ¡Ah, olvidaba decirle! El señor Tofalos-Smith ya dominó completamente el proyecto RBS.

Sin duda, la adición de ese esqueleto de carbono y la replicación de la musculatura

sintética ayudó mucho en la biomecánica del experimento. ¡Los resultados fueron

electrizantes!

- Es bueno saberlo, creo que más tarde visitaré a ese malcriado para felicitarle. Ahora, si me

disculpa, tengo una base que manejar – se disculpó Waterstone, pidiendo al joven que le

dejará solo.

El día avanzó velozmente, pasando de la brisa fresca de la mañana a la calurosa tarde,

aproximándose a la hora de almuerzo. Waterstone tuvo tiempo suficiente para visitar a su nieto e

ir a hablar con Tofalos-Smith, presentando a los dos hombres e invitándolos a comer junto a él.

Mientras tanto, Miguel e Imh dormían aún, despertándose después de las 13 horas, tratando de

recuperar el sueño perdido. Los muchachos fueron a abastecerse de nutrientes en el mercado

cercano, evitando los locales de comida rápida, introduciéndose en un local atendido por un

inmigrante mexicano.

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236

- ¿Una manera de celebrar antes de entrar en terreno mariachi? – preguntó Miguel,

burlándose de la elección de Imh.

- Algo así. Se me antojó comer algo de picante, me recuerda la comida que el señor Sulfito

prepara – respondió Imh, con las glándulas salivales activadas por el deseo.

- Dicho de ese modo… –divagó Miguel, mirando el menú puesto en la entrada del local–.

¿Lograremos volver sanos y salvos a casa? De pensar en la lejanía y en todo lo que

dejamos atrás, me da una nostalgia terrible.

- Lo sé, asocié la comida y su olor a tu amigo, a la calma de tu casa, a las conversaciones con

tu abuela. Debemos volver sanos y salvos, por lo menos tú. Recuerda que no puedes darte

el…

- No jodas de nuevo con eso, Imh. Dije que me da nostalgia, igual tengo algo de inseguridad,

pero debemos volver, ninguno de los dos caerá esta noche. ¡Ninguno! Ahora, entremos a

comer, que de tanto hablar me dio hambre – dictaminó Miguel, interrumpiendo a Imh,

aburrido de escuchar el discurso de la inmortalidad y las nuevas oportunidades.

- Tienes razón. Ninguno se dará el lujo de caer frente a los militares esta noche. Disculpa mi

insistencia con ese tema, no sabría qué hacer con la señora Mirta desconsolada por tu

muerte.

- Además te das por sobreviviente segura, mala onda – refunfuño Miguel, mirando a Imh

con ojos de reprobación.

- Sé cuáles son tus habilidades y límites, tú no conoces aún los míos – respondió Imh, segura

de poder salir indemne de esta aventura.

- Mejor cierro la boca, me vas a bajar tanto el ánimo que me moriré antes de entrar a la

base.

- Entremos y comamos.

Los muchachos entraron al local, ordenando varios menús de tacos, quesadillas y otros platos.

Comieron como si no existiera mañana, intercambiando palabras con el dueño del local, alegres de

no luchar idiomáticamente. Después de una larga y deslenguada sobremesa, partieron de vuelta a

la habitación del hotel, para entregar el cuarto y pagar por el servicio, dirigiéndose luego a una

tienda de encomiendas internacionales para enviar sus tres bolsos de vuelta a Chile, separando las

botellas con solución carbono-proteica en una bolsa y quedándose sólo con lo puesto.

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237

El sol de la tarde comenzaba a alumbrar las calles de Fénix, Arizona, fundiéndose con lo que más

adelante era el desierto de Sonora. Antes de perderse de toda la civilización, los muchachos

entraron a un local de ropa de segunda mano, comprando trajes largos de color negro; dos

camisas deportivas de mangas largas, una malla deportiva, un jean y un par de zapatillas. También

pasaron por una armería, comprando cinta adhesiva extra fuerte y unos pequeños pero afilados

cuchillos. Imh cambió sus ropas –adosándose las botellas con solución carbono-proteica en su

espalda con la cinta adhesiva– y Miguel hizo lo mismo, antes de internarse en el polvoriento

desierto, acercándose a su esperado encuentro, aproximándose a su destino, perdiéndose como

un par de siluetas incinerándose en el rojo sol de la tarde.

- Imh, no estarás pensando en entrar a la base con tu pelo suelto, ¿o sí? – denotó Miguel,

viendo el largo cabello de la muchacha ondeando libre con el desértico viento, mientras

caminaban.

- No lo había considerado, pensaba en entrar y salir, y no en si mi cabello me molestaría en

la infiltración – respondió Imh, livianamente.

- No obstante, en cualquier caso, es mejor que no se te enrede o te atrapen por el cabello.

- Tienes razón. Ayúdame con eso, déjame manejar tus manos – pidió Imh, sentándose en el

seco terreno.

- Menos mal que no me pediste que yo hiciera todo, con suerte se me anudar los zapatos –

ironizó Miguel, burlándose de su torpeza manual.

- No te preocupes, sólo déjate llevar, guiaré tus manos.

Después de unos breves minutos, las manos de Miguel habían anudado la cabellera de Imh,

produciendo un peinado con complejos diseños entrelazados, capturando todo el pelo en un solo

lugar, dejando una especie de colchón o canasto de cabello en la parte posterior de la cabeza de la

muchacha, conservando su flequillo y con una corona de mechas negras al aire –de oreja a oreja–,

como los pétalos de un girasol oscuro. Después de la sesión capilar, siguieron internándose en el

ya no tan cálido desierto.

En la base militar, la mayoría de los efectivos estaban preparándose para descansar, extenuados

por las tareas habituales de la instalación. Los oficiales de guardia nocturna se disponían a tomar

sus posiciones, relevando a los oficiales de la tarde, intercambiando sus puestos. Imh y Miguel

llevaban horas avanzando por el desierto, camuflándose con la oscuridad de la noche, con certeros

e insonoros movimientos.

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238

- Esto se parece al desierto de Atacama… Creo que vamos bien, Imh. ¿Cuánto falta para

encontrar la base? – preguntó Miguel, observando su entorno con visión infrarroja.

- Sí, se parece bastante. De seguir con este paso, media hora más de caminata. Ya inhabilité

la seguridad de la base, el satélite no es capaz de vernos y sus radares tampoco, sólo

pueden hallarnos visualmente, pero no hay nadie en las cercanías – respondió la

muchacha, recordando su paso por el norte de Chile, comunicando a Miguel sus invisibles

acciones –sin necesidad de invocaciones o movimientos chamanísticos–, todas efectuadas

con su mente y sus kozou.

- ¡Genial! Al llegar al enrejado de la base, únicamente debemos saltarlas, ¿cierto?

- Si quieres, puedes tocarlas, esta deshabilitado el sistema eléctrico. Sin embargo, cuando

las atravesemos, se activará nuevamente. Cuando estemos frente a la base y nos dirijamos

cada uno a la posición acordada, las otras defensas también se activarán nuevamente.

- Permitiéndonos el paso antes de eso.

- Correcto. Sigamos avanzando, queda poco. ¿Te sientes bien? Tu ritmo cardiaco se aceleró

un poco – denotó Imh, sintiendo los latidos del corazón de Miguel.

- Sí, estoy un poco nervioso, nada más. No te preocupes.

- Caminemos entonces.

Los jóvenes invasores caminaron calmadamente por el oscuro desierto, encontrando el exterior de

la base, rodeada de unas largas y altas rejas, de las cuales colgaban carteles advirtiendo que se

encontraba en un recinto militar y que todo visitante extraño debía hacer abandono del lugar,

exponiéndose a ser atacado por equipo armado en caso de no obedecer. También podían verse

carteles advirtiendo sobre el circuito eléctrico puesto en las rejas y sobre el peligro del contacto

con estas. Una torre de vigilancia estaba permanentemente en movimiento, iluminando el terreno

cercano con un gran farol, asegurando la ausencia de extraños en las afueras de la base, además

de los soldados armados que circulaban por las inmediaciones.

- Las rejas pencas22 que pasamos hace rato no se comparan en nada a las que tenemos en

frente – comunicó Miguel, mentalmente, evitando el uso de la palabra hablada.

22 Penca(s): malo, de mala calidad, pobre.

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239

- Son altas, pero con un salto y una pequeña trepada, nos infiltraremos – respondió Imh del

mismo modo.

En tanto el gran foco inspeccionaba otra zona de la base, los muchachos saltaron frente a la reja,

elevándose varios metros en el aire, trepándose en esta por un tiempo inferior a un segundo para

impulsarse nuevamente, pasando al otro lado del cercado, cayendo con la elegancia de dos gatos.

La electricidad en el enrejado se reactivó, Imh y Miguel avanzaron hacia el gigantesco galpón –que

no era nada más que la superficie de la ex base de Sonora, escondiendo la mayoría de la

instalación bajo tierra– y esperaron a que su trampa comenzará a funcionar. Eran las cuatro de la

madrugada.

- Buen salto, Miguel. Calculaste la fuerza necesaria para elevarte y te impulsaste bien al

apoyarte en la reja. Estoy casi completamente orgullosa de ti – felicitó Imh a su discípulo.

- Gracias... –susurró Miguel, con vergüenza–. Avancemos, antes de que nos apunten con

esa potente luz.

Segundos después de su infiltración, los radares de la base –en conjunto con el satélite–

reportaron la presencia de diversos blancos en las cercanías del perímetro externo del recinto, en

la primera barrera de seguridad en medio del desierto.

- ¡Señor, Señor! Los detectores han encontrado movimiento en las afueras de las

instalaciones. Se cuantifican varios blancos acercándose a la primera barrera de la base –

comunicó un oficial a Waterstone, quien yacía durmiendo en su habitación y fue

despertado por el griterío del soldado.

- ¿Qué?, ¿a esta hora? Infame horario eligieron para acercarse a la base, ¿desde dónde

provienen?, ¿Cómo no advirtieron su presencia antes? – preguntó Waterstone, mirando

su reloj mientras se enfundaba en su traje, espabilando.

- ¡Aparecieron de la nada, Señor! Son dos grupos, uno se acerca por el este y el otro por el

oeste. Si son personas, son más de 100 – comunicó el soldado.

- ¡Quiero a dos vehículos revisando esas entradas, 7 soldados por carro, vayan fuertemente

armados!, ¡Primero adviértanles y, sólo en caso de percibir una amenaza de fuego, utilicen

fuerza letal! – mandó el comandante, terminando de vestirse, luchando nuevamente

contra su corbata.

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240

- ¡Sí, Señor!

Waterstone despertó completamente, olvidando la temática de su último sueño, dirigiéndose a las

salas de control para confirmar la presencia de extraños, tanto con los radares como con el satélite.

Miguel e Imh se escondieron cerca de las entradas por las que saldrían los vehículos armados a

revisar las locaciones con problemas, mientras que la vigilancia del faro apuntaba frenéticamente

a todos lugares, buscando alguna rata que pudiera estar intentando atravesar la reja electrificada.

Este descontrol virtual les dio la oportunidad de colarse en la base, después de que salieran los

jeeps militares, cerrándose las puertas detrás de sus espaldas.

- ¡Estamos dentro, Imh! – exclamó Miguel, mentalmente, alegre por que se encontraban

sanos y salvos. Aún.

- Lo logramos. Ahora, separémonos, estamos en la zona A385. Debes ir a la zona C3314O,

sigue el mapa GPS que marcaré en tu visión. Yo iré hacia E444Y. El vínculo mental seguirá

activo, debemos desactivar las fuentes al mismo tiempo – respondió Imh, hablándole

directamente al cerebro de Miguel.

- Entendido. Después de eso vamos por Neilaress, ¿cierto?

- Exacto. De funcionar todo a la perfección, no deberíamos encontrar ningún obstáculo para

huir de la base, sin intercambio de golpes.

- Confiemos. Nos vemos más rato, Imh.

- Suerte, Miguel… Y gracias, nuevamente.

- You’re welcome – respondió Miguel, con tosco inglés mental, sin perder el acento que su

lengua le daba.

Los muchachos invasores dividieron sus caminos, corriendo en direcciones contrarias. Los pasillos

que recorrieron estaban vacíos, a pesar de que la base se encontraba bajo amenaza de ataque,

organizándose recién todos los efectivos presentes bajo el mandato del comandante Waterstone,

quien reunió a los soldados en el gimnasio del recinto.

- Imh, ¿las cámaras no pueden vernos? – preguntó Miguel, mientras se alejaba corriendo

por los solitarios pasillos.

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241

- Claro que pueden, pero en este momento no trasmiten lo que ven, ahora muestran

imágenes que llevo grabando desde hace meses, elegidas cuidadosamente para adecuarse

a la situación actual. Las estoy trasmitiendo en tiempo real – respondió Imh, acercándose

paso a paso a su objetivo.

- ¡Tú y tu hermosa mente!, ¡Ideaste todo!

- Aun así, no te desconcentres, siempre hay imprevistos, no puedo controlar las acciones de

los militares dentro de la base, sólo puedo crear distracciones utilizando su tecnología en

su contra.

- Es verdad. Me quedan pocos metros para llegar, cuando este allí me comunicaré de nuevo

– comunicó Miguel, casi llegando a su destino.

- Entendido, roger, kjjjjjjjjj… – respondió Imh, arrancándole una sonrisa a Miguel.

Waterstone dictaba los procedimientos a realizar en este tipo de situaciones, que en toda la

historia de las bases secretas de Estados Unidos no había ocurrido hasta ahora, no en tal magnitud,

llegando a ser rodeados sin previo aviso. El comandante tenía a todos sus soldados frente a él,

incluyendo a su nieto, hecho que lo hacía languidecer a ratos, temiendo por la seguridad del

muchacho.

- Quiero a todo hombre en esta base cargando un arma, con todos sus implementos de

seguridad, comunicadores y otros artículos apegados a su cuerpo, siempre con ellos. ¡No

quiero que resulten dañados!, ¡Estén atentos, no pierdan nada de vista! Si ven algo

extraño, no actúen por sí mismos, comuniquen sus observaciones y esperen órdenes.

¡Esto no es un simulacro, es un peligro real y quiero que actúen en consecuencia! Los

quiero expectantes, despiertos, atentos, vivaces; pero no arrojados, temerarios, heroicos.

No quiero bajas de nuestro lado y héroes para el recuerdo. Si vamos a enfrentarnos con

algún enemigo, lo harán ordenadamente y bajo mis mandatos. ¿Entendido, chicos?

- ¡Entendido, Señor! – respondieron todos los soldados, sintiéndose seguros y apoyados por

el viejo comandante.

- ¿Señor, es tan crítica la situación allá afuera? – preguntó el oficial Knight, levantando su

mano, tomando en sus palabras los temores e inseguridades de todos los soldados.

- No lo sabemos aún. Esto es sólo una precaución, Dios nos ampare y no debamos utilizar

nuestras armas. Si fuera una guerra declarada sería otra cosa, pero esta es una base

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experimental nada más, no deberían ocurrir este tipo de situaciones – respondió

Waterstone a su nieto, dirigiéndose a él como a cualquier otro soldado bajo su tutelaje.

La carrera de Miguel e Imh había terminado. Cada uno llegó a los puntos señalados en su GPS

mental, encontrándose de frente con unas puertas metálicas cerradas mecánicamente,

abriéndose mediante el uso de un código secreto, desconocido para la mayoría de los residentes

de la base.

- Electric Power Source – leyeron Imh y Miguel al mismo tiempo, separados por varios

metros, cercanos a los dos kilómetros de distancia.

- Ya estás ahí, puedo verlo a través de tus ojos, Miguel – comunicó Imh al muchacho,

usando sus ojos como cámaras de vigilancia.

- Supongo que tú llegaste también, es triste que no pueda ver a través de tus ojos –

respondió Miguel, tocando la puerta, sintiendo la densidad del metal.

- Llegué antes que tú, reduje mi trote al mínimo. Ahora se abrirá la puerta, entra

rápidamente, se cierra automáticamente después de 3 segundos.

- Entendido, ábrela.

Imh, que desde que llegaron a la base estaba conectada a la red de esta, intervino las

computadoras del lugar, abriendo la compuerta de la sala de fuente de electricidad,

permitiéndoles el paso hacia el interior. Ya dentro, los jóvenes accedieron a los paneles eléctricos

de toda el área, desconectando la electricidad de todos los equipos e iluminaciones, desgarrando

los cables y conexiones a cuchilladas, sorprendiendo a los militares que se encontraban reunidos

en el gimnasio, quedando a oscuras y en silencio, expectantes. La celda hermética en la que

Neilaress se encontraba también se quedó sin energía, cerrándose de forma mecánica, siendo

posible su apertura solamente desde el exterior; además de apagarse el suministro de aire,

dejando al joven extraterrestre sin oxígeno para respirar.

- Neilaress ya debe haberse dado cuenta de que se cortó la electricidad y el suministro de

oxígeno. Es una suerte que tengamos un segundo metabolismo, puede recircular el

dióxido de carbono para mantener la cadena respiratoria, pero no eternamente,

consumiría todo su cuerpo en el proceso.

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243

- ¿Cómo cuando moriste por tercera vez?, ¿Cuánto tiempo tiene? – preguntó Miguel,

preocupado por el extraterrestre cautivo.

- Exacto. Tiene mucho tiempo, pero no podemos demorarnos días en rescatarlo. Sigamos el

plan – respondió Imh, dirigiéndose a la puerta de la sala, para salir.

Los militares estaban sobresaltados, temerosos. No sabían que pasaba en la base, pero si tenían

una idea clara, habían sido invadidos. Waterstone organizó dos grupos de búsqueda, mandándoles

a revisar las salas de electricidad, en dirección hacia donde se encontraban Miguel e Imh. Los

jóvenes invasores escaparon de las recién saboteadas salas, abriéndolas manualme nte, debiendo

romper parte de las paredes para lograr hacerlo. Se encaminaron aprisa hacia la celda de Neilaress,

para abrirla desde el exterior, saliendo indemnes de todo el caos que reinaba en las instalaciones

subterráneas.

- ¡Muévanse rápido, alguien saboteó la electricidad, encuéntrenlos y aprésenlos!, ¡Esto no

se quedará así, quiero a los responsables de esto aquí, vivos!, ¡Debemos saber sus

intenciones y como hicieron ingreso en la base tan fácilmente! – vociferó Waterstone,

movilizando a sus tropas hacia los lugares previamente atacados.

Imh y Miguel corrían hacía el punto A385 para encontrarse nuevamente y así partir juntos a la

celda de Neilaress, pero debieron detenerse al sentir la cercanía de los militares armados,

apoyados por lentes de visión nocturna y linternas, siempre apuntando al frente y sin descuidar

sus espaldas.

- Imh, ¿también tienes compañía allá? – preguntó Miguel, escondido en la esquina de un

pasillo, escuchando a los militares que se acercaban.

- Sí, no esperaba que actuarán tan velozmente, están muy cerca de las salas de electricidad.

Activaré la visión electromagnética ahora – respondió Imh, lanzando el barrido

electromagnético para generar el mapa de los alrededores.

- ¡Bien, eso estaba esperando! – exclamó Miguel, con un pensamiento optimista.

Imh activó la visión electromagnética en su cuerpo y en el de Miguel, comunicándoles su entorno

inmediato, permitiéndoles ver sin ver, con un rango de más de 300 metros, debido a todos los

artículos electrónicos de la base que actuaban como extensión del campo. Los comunicadores de

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los soldados que iban a pesquisar las salas saboteadas emitieron un chirrido agudo que duró

algunos segundos, apagándose tal cual apareció, extrañando a los portadores de los aparatos.

- ¡Señor, grupo alfa comunicándose, vamos acercándonos a la posición de las sala número

1! Las radios de todo el equipo emitieron un extraño chillido hace pocos segundos, no

sabemos la causa de esto. Mantendremos nuestra posición y esperamos instrucciones,

cambio – dijo el líder del escuadrón alfa, comunicándose con Waterstone.

- Avancen con cuidado. Los intrusos pueden estar armados, el sonido que escucharon

puede deberse al equipo de sus contrincantes, comuníquense si encuentran algo, cambio

– respondió el comandante, apuntando a Kevin con la luz de una linterna cada cierto rato,

para no perderle de vista.

- ¡Entendido, señor! Cambio y fuera – respondió el soldado, acatando las órdenes del

comandante.

Miguel e Imh estaban casi por encontrarse con los militares, decidiendo subirse en los tubos

adosados al techo de la instalación, cañerías llenas de cables que les servirían para pasar

desapercibidos de los hombres temerosos y armados. Los soldados llegaron a sus respectivas salas,

pasando por debajo de los muchachos sin notar sus presenci as, encontrando las puertas

arrancadas completamente del muro. Al entrar en las habitaciones, hallaron todos los cables

desconectados, arrancados desde las consolas, desgarrados. Los paneles eléctricos también

estaban destruidos, inoperables.

- Señor, la sala número 1 está completamente destruida. Cambio – reportó el soldado,

impresionado por el daño en la instalación eléctrica, expectante ante cualquier

movimiento o sonido extraño, rodeado de la más profunda oscuridad.

- ¿También? ¡Acaban de reportarme lo mismo desde la sala número 2! ¿No encontraron

pistas de los malhechores? Cambio – interrogó Waterstone, fastidiado por el ataque

perpetrado contra ellos.

- ¿Perdón, señor?, ¿También? Disculpe, no encontramos pistas sobre quien pudo realizar

esto, los pasillos estaban desocupados. Cambio – respondió el soldado, temiendo cada vez

más por la extraña situación.

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Los equipos alfa y beta salieron de las respectivas salas de electricidad con sigilosos pasos, pero no

lo suficientemente cautelosos como para pasar inadvertidos por los jóvenes invasores, que

estaban recostados entre los polvorientos tubos del cielo de los pasillos. El silencio era sepulcral,

así como también la oscuridad, solamente se escuchaba la respiración agitada de los perturbados

soldados, sus pesados pasos y las municiones de sus armas.

La expectación de los militares les hacía exudar miedo, recorriendo sus cuerpos en conjunto con el

sudor frío, humedeciendo el ambiente. Imh y Miguel habían bajado extremadamente el trabajo de

sus metabolismos, apareciendo como siluetas opacas en los lentes infrarrojos de los soldados,

mimetizándose con el frío de los metálicos tubos tras los cuales se escondían acurrucados. Hasta

ese momento habían pasado desapercibidos, sólo debían esperar a que los soldados abandonaran

la escena para ir a rescatar a Neilaress, todo hasta que se cometió un error. El primer error, y lo

cometió quien menos se esperaba. Imh botó una mota de polvo endurecida que llevaba años

pegada en la tubería en que estaba montada, enviándola directamente al casco de uno de los

soldados, que levantó la vista hacia el cielo y vio una extraña forma, disparando sin ningún aviso,

errando todos los tiros.

- ¡Están arriba, están arriba! – gritaron los soldados al unísono, apuntando a los tubos,

cubriéndose las espaldas los unos a los otros.

Miguel, al escuchar los gritos y disparos, no recibiendo comunicación de parte de Imh, bajó

desesperadamente de su escondite, golpeando rápidamente a sus adversarios como la muchacha

le enseñó hace meses, dejándolos inconscientes antes de que pudieran reaccionar. Imh hizo lo

mismo de su lado, atacando desde la oscuridad como una sombra, acallando las ráfagas de

metralleta que le atacaran recién.

- ¡Imh, Imh, responde!, ¿Estás bien? – interrogó Miguel a Imh, utilizando el vínculo mental

de los kozou, preocupado por el tiroteo escuchado a lo lejos.

- Sí, estoy bien, fue mi error. Boté un poco de polvo en el casco de uno de los soldados,

encontraron mi escondite y me atacaron. Estaban tan exaltados que dispararon muy mal,

los reduje sin problemas. Por cierto, buena forma de atacar, ni se dieron cuenta desde

donde los golpeaban.

- Gracias, fue fácil, sólo eran cuatro soldados – dijo Miguel, con modestia.

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246

- Igualmente revisa que sigan vivos, los golpeaste duro. Debes dosificar tu fue rza o puedes

terminar matando a alguien. Es solo noquearlos, ¿entendido? – retó Imh al muchacho, que

utilizó demasiado poder para la ínfima cantidad de contrincantes.

- Disculpa, voy a revisarlos –comunicó Miguel, revisando a los militares caídos–. Todos bien,

durmiendo por un largo rato.

- Muévete, debemos juntarnos en la zona A385, rápido.

- ¡Sí, jefa!

Mientras, en el gimnasio de la ex base de Sonora, el comandante Waterstone intentaba

comunicarse con los escuadrones alfa y beta sin resultados positivos, preocupado por las ráfagas

de tiros que escuchó segundos atrás. En vez de eso, recibió la confirmación de los vehículos que

fueron a pesquisar el exterior del recinto.

- ¡Señor, no encontramos nada en los lugares pesquisados!, ¡Repito, no hay invasores en

este lugar, cambio! – comunicó uno de los soldados enviados en esa misión.

- Entendido, chicos. Vuelvan a la base, tenemos un pequeño problema de ratas, acá

recibirán más instrucciones. Cambio – respondió Waterstone, organizando a todas las

tropas presentes en la base subterránea.

- ¡Entendido, señor! ¡Cambio y fuera! – respondió el soldado, cortando la comunicación.

Waterstone se dirigió a los soldados, preparándolos para la inminente batalla, sin dejar de mirar a

su nieto entre la multitud de jóvenes militares.

- Señores, escuchen atentamente. Esto se nos fue de las manos, fuimos engañados para

abandonar nuestros puestos y permitir el acceso a un número indeterminado de invasores.

He perdido total contacto con los escuadrones de reconocimiento alfa y beta,

desconociendo su estado actual… ¡No podemos permitir esto, nuestros camaradas pueden

estar heridos o muertos! Debemos partir como una gran unidad en su rescate, haciendo

frente a estos bastardos que intentan sobrepasarnos.

- ¡Sí, señor! – respondieron los soldados, elevando su moral para no sentirse sobrepasados

por la situación, envalentonándose.

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247

- ¡Demostrémosles quienes son los mejores soldados del mundo, dejémosles en claro que

no pueden venir a nuestra propia casa a pisotearnos o pasarnos a llevar! – exclamó

Waterstone, enardecido.

- ¡Sí, señor! – respondieron los soldados, sintiéndose los mejores del mundo.

- ¡Síganme!

Waterstone dirigió a los jóvenes soldados como sólo un comandante sabía hacerlo, con paso firme

y decidido por los pasillos de la base, avanzando como una gran marea tañendo sus armas letales.

El total de efectivos desplazándose sobrepasaba los 200 soldados, sin dejar espacios abiertos

propensos a ser atacados. Encontraron a los escuadrones alfa y beta inconscientes, apilados como

si fueran cadáveres en la zona A385, totalmente desnudos, despojados de todas sus armas y

pertenencias. Eran las 5:20 de la madrugada, faltaba poco para la salida del sol, razón por la cual el

comandante envió a un escuadrón de 40 soldados a abrir manualmente la escotill a que unía la

superficie con el subterráneo.

- Estos malnacidos se robaron las ropas y armas de mis soldados, tienen como idea

infiltrarse entre nosotros para pasar desapercibidos – meditó Waterstone. ¡Tofalos,

Tofalos!

- Tofalos-Smith, recuérdalo John, no te lo volveré a repetir – respondió el instructor,

acudiendo al llamado del comandante.

- Lo sé, lo sé. Tú eres uno de mis más grandes soldados en este momento, no puedo darme

el lujo de perderte en combate como hicieron con estos chiquillos. Quiero que te e quipes

el RBS, combatirás así desde ahora.

- Entendido, es una suerte que sus baterías estuvieran cargándose desde el entrenamiento

del día de ayer, deben estar completamente cargadas.

- Esperemos que así sea. ¿Tienes todo lo que necesitas? – preguntó Waterstone.

- Lo tengo todo aquí, no te preocupes – respondió Tofalos-Smith, apuntándose la cabeza

con un dedo.

El comandante instruyó a sus soldados con las intenciones de los invasores de querer hacerse

pasar por ellos, haciéndoles dudar el uno del otro, atemorizándolos. Aun no sabían la cantidad de

enemigos a los que se estaban enfrentando, debían actuar con calma y cautela, intentando

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248

separar a los adversarios del grupo antes de atacarlos, para no dañar a sus compañeros o ser

heridos por ellos por un malentendido. La situación era extremadamente tensa, los soldados no

dejaban de apuntar a cualquier sombra próxima, castañeándoles las mandíbulas y las rodillas.

Miguel e Imh estaban cerca del grupo de Waterstone, logrando reducir a dos soldados sin realizar

ningún ruido, separándolos del grupo principal para poder colarse en él. Los invasores avanzaron

junto a la muchedumbre armada. El comandante vigilaba todo movimiento, toda reacción, pero no

descubrió el reemplazo realizado, perdiendo parte de su objetividad y concentración por estar

vigilando a su nieto, que estaba peligrosamente cerca de los infiltrados.

- ¡Oh, disculpa! – susurró Kevin Knight al tropezar con Miguel, golpeándole con la culata de

su metralleta en el hombro.

- No, no te preocupes – respondió Miguel en inglés, con su pésimo acento.

- ¿Pero qué mierda…? – preguntó Kevin en voz alta al escuchar las palabras de Miguel.

Miguel fue descubierto, pero su reacción fue certera, golpeando a Kevin Krab Knight en lo que

parecía ser su nuca, mandándolo al piso. Waterstone observó toda la acción y alcanzó a ordenarles

a los soldados que no abrieran fuego, comenzando una llovizna de golpes de puño y de patadas,

derrotando a otros soldados estadounidenses, quienes sólo atinaron a gritar.

Después de tan fugaz ataque, los infiltrados huyeron, dejando los trajes militares atrás, para

confundirse con la oscuridad reinante. Los soldados ayudaron a sus camaradas caídos, llevándolos

a un lugar seguro, acompañándose y sintiéndose seguros junto a sus cargadas armas. Los pobres

soldados que fueron atacados –dentro de los cuales estaba Kevin– estaban inconscientes, además

que sus lentes para visión nocturna estaban destrozados e inutilizables. Los invasores querían

seguir ocultos en la penumbra. Waterstone alcanzó a observar a Miguel antes de que atacara a su

nieto, notando que no cargaba ningún aparato para observar en la oscuridad, comunicándoselo a

sus soldados a viva voz antes de ir hacia el lugar en que su nieto yacía.

- ¡Tengan cuidado, soldados!, ¡Nuestros enemigos pueden ver naturalmente en la

oscuridad! – gritó Waterstone, para ser escuchado por todos, incluyendo a los enemigos.

- Miguel, se dieron cuenta de nuestra visión infrarroja – comunicó Imh mentalmente a su

compañero.

- ¿Eso dijo? No entendí muy bien… ¿Cómo entendiste tú? – preguntó Miguel, desviándose

del tema.

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- Eso no es importante ahora, el viejo parece no estar armado y no quiere que los soldados

utilicen sus armas si tienen cerca a sus compañeros, es una chance… ¡Derrotémoslos a

todos!

- ¡Entendido, jefa!, ¡Hagamos papilla de gringos!

Imh y Miguel saltaron en medio del grupo de expectantes soldados, atacando con veloces y

certeros golpes, no golpeando más de tres veces a cada uno. Los muchachos no dejaban de

moverse por las instalaciones, golpeando como ráfagas de sombras moviéndose a alta velocidad,

como cometas oscuros rebotando en el piso y paredes de la base, atacando desde todos los

ángulos posibles. Waterstone identificó la visión infrarroja de los muchachos, pero su herramienta

más útil era la visión electromagnética, con ella podían reaccionar ante cualquier amenaza sin

siquiera verla, y esto era información desconocida por el comandante.

Los muchachos se tomaban hasta varios minutos para retomar sus arremetidas, despistando a los

guerreros más diestros del grupo, que aún no caían presa frente a las embestidas, disparando sus

armas en todas direcciones, gritándoles para amedrentarlos, intentando dar con alguno de los no

cuantificados invasores.

- ¿Cuántos son, cuantos enemigos son? ¡No podemos estar perdiendo contra un solo

atacante! –cavilaba Waterstone, agarrando su pistola semiautomática guardada dentro de

su chaqueta, esperando a desenfundarla en cualquier momento–. ¿Por qué te demoras

tanto, Tofalos-Smith?

Un sonido metálico rompió la calma del lugar, dirigiendo las miradas de todos los presentes hacia

el techo de la base. Era la cúpula metálica que comunicaba el galpón en la superficie con el

subterráneo, que llevaba tiempo deshabilitada, utilizada para subir y bajar los vehículos que se

desarrollaban en los laboratorios secretos de Sonora, contando también con una plataforma

elevable. Los soldados que el comandante envió a abrirla intentaban con todo su esfuerzo la

apertura de la compuerta, acabando así con el factor sorpresa de los atacantes.

- Miguel, no alcanzaremos a derrotar a todos los soldados, debo abandonar el lugar por un

momento para recuperar la bitácora, es parte del plan B. Sigue atacando de ese modo y

todo resultará bien – comunicó Imh, terminando de noquear a un oponente.

- Entendido, pero no te demores mucho, no sé si seré capaz de aguantar tanto tiempo solo

– respondió Miguel, escondiéndose en las sombras después de atacar.

Page 256: La ultima morada Zona Prohibida

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- Ataca pausadamente, así recargas tus energías, gastaste más de lo presupuestado,

dosificaste mal tu poder.

- Lo sé, ve a buscar la bitácora de la nave, ¡rápido!

Imh abandonó la batalla para ir en busca de la bitácora de la nave, permitiéndole enviar a Ioss la

información de todos los tripulantes del viaje, para que supieran de su ubicación y situación.

Necesitaba sólo 10 minutos para actualizar sus datos personales y luego podría enviarlos junto a

los antecedentes de Kreneo y Neilaress. Independiente de cómo resultara la travesía, aún contaba

con un plan C, el cual no le mencionó a Miguel.

Registró varias habitaciones ocupadas en experimentos, intentando encontrar los trozos de su

nave destruida, esperando hallar la bitácora con las sinapsis de los tripulantes. Buscó por varios

minutos, sin resultado alguno, internándose cada vez más en las instalaciones, cada vez más lejos

de Miguel y Neilaress. Corrió por todos los pasillos, aproximándose a la oficina del comandante

Waterstone, encontrando un espacio abierto, sin ninguna delimitación, en el cual reposaban los

fragmentos del vehículo espacial destruido. Lo habían cortado en miles de partes pequeñas,

apilándolas como láminas de queso, ahora inservibles.

- ¡No puede ser! – exclamó Imh, acercándose a lo que alguna vez fuera su nave.

- ¡Deténgase ahí! – gritó Walles, saliendo de un pequeño armario metálico, apuntando

desde lejos a la muchacha.

Imh se abalanzó sobre el hombre, quien intentó dispararle, errando todos los tiros y siendo

desarmado en un abrir y cerrar de ojos, golpeándole la mano para que arrojara el arma, haciendo

tropezar al torpe científico.

- ¿Dónde está la bitácora? – preguntó Imh, con un inglés nativo perfectamente pronunciado

y falto de acento extranjero.

- ¿Qué… qué bitácora? – preguntó Walles, sobándose la mano, presumiendo tener las

falanges rotas.

- La vaina de color blanco que estaba adosada a la pared de la nave – aclaró Imh, ayudando

a Walles a levantarse, sin perderlo de vista.

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251

- Está en el cajón de ese escritorio… ¿Cómo sabes de esa estructura de la nave, también

eres extraterrestre?, ¿Cómo aprendiste idioma inglés?

- Sí, lo soy. Cuando todo esto termine, quizás podamos intercambiar algunas palabras,

usted es como nosotros, en Ioss somos todos científicos – respondió Imh, abriendo el

cajón que el hombre enfundado en bata blanca le mencionó.

- ¿Ioss…? – preguntó Walles, maravillado.

Imh encontró la bitácora, haciéndose realidad su más temida pesadilla, habían corrompido los

datos de la maquinaria, ahora era inutilizable también, como todo el resto de la nave.

- Discúlpeme, ¿usted analizó este aparato? – preguntó Imh, sosteniendo la vaina con

desdén.

- Sí, ¿por qué? – respondió Walles.

- Hizo mal lo que ustedes conocen como ingeniería inversa, el aparato esta corrompido,

tiene un desperfecto, ahora no sirve para nada… Tome, se la regalo – dijo Imh, pasándole

el artefacto dañado.

Imh ahora sí que se encontraba en un problema. El plan C no era viable en este momento, debía

pasar al plan D, el cual desde un principio quiso evitar, a toda costa. Corrió a toda velocidad hasta

el lugar en que Miguel se encontraba, para ayudarlo en la batalla, quedando menos de 10

soldados en pie enfrentándose al muchacho.

- Menos mal que llegaste, te demoraste mucho, estoy muy cansado… ¿Cómo te fue? –

preguntó Miguel, mentalmente, terminando con la consciencia de otro soldado.

- Mal, rompieron la bitácora, no puedo mandar nuestros datos a Ioss, estoy varada como

una ballena en la orilla del mar – expresó Imh, con palabras sentidas, apenada por la

situación.

- ¿Y qué haremos?

- Que haré – aclaró Imh, venciendo rápidamente a los contrincantes que faltaban.

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252

- Claro, perdón.

La cúpula seguía resonando, los soldados intentaban incansablemente de abrir la compuerta, pero

ya estaba todo terminado. Miguel e Imh habían noqueado a todos los soldados que

permanecieron con el comandante, dejando a Waterstone solo frente a los invasores, quien les

apuntaba a los rostros con la una linterna y su arma.

- ¿Lo atacamos? Es un tipo grande – preguntó Miguel, mirando hacia el anciano militar, esta

vez con su voz hablada.

- Sólo si se nos aproxima o ataca… Vamos por Neilaress, no debemos perder más tiempo,

nos queda mucho terreno por cubrir y ya estás cansado. Corramos a su celda – respondió

Imh sin vocalizar, dándole la espalda al militar, para luego desaparecer de la escena junto

a Miguel en un abrir y cerrar de ojos.

A pesar de la rápida huida de los muchachos, fueron interceptados en el camino por una extraña

figura humanoide, que pateó el rostro de Miguel –lanzándolo de vuelta al lugar en que se

encontraba Waterstone– e intentó abofetear a la muchacha, sin lograrlo.

- ¡¿Estás bien?! – exclamó mentalmente Imh.

- Sí, no alcance a evitar el golpe por la velocidad a la que corríamos, me reventó el hocico,

creo que también me botó un diente – respondió Miguel aturdido, agarrándose la

mandíbula para reacomodarla, con la nariz y boca sangrante.

- Sea lo que sea, es más fuerte que tú, déjamelo a mí. Primero descansa para que podamos

ir juntos a sacar a Neilaress de la celda.

- Sí, estoy cansado, creo que me echaré por aquí a descansar – respondió Miguel,

ocultándose de la batalla y de la vista de Waterstone, quien celebraba la llegada del

humanoide.

Imh estaba en guardia frente a la silueta que golpeó fuertemente a Miguel, dañándolo seriamente.

Repentinamente, una voz emergió desde las sombras, una voz con tonalidad humana.

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- Hola, niña. Creo que ambos podemos vernos en esta oscuridad, es una buena habilidad

para atacar a blancos que dependen de maquinarias para poder lograrlo, ¿cierto? Bueno,

me presento. Mi nombre es Erick Tofalos-Smith y seré tu digno contendiente – dijo el

instructor, presentándose a la muchacha, que no cambió su expresión después del cordial

saludo.

- Veo que eres un ente de pocas palabras. ¡Que comience la acción, entonces! – exclamó

Tofalos-Smith, abalanzándose con poderosos golpes.

El instructor de la ex base de Sonora no estaba realmente en el sitio de la batalla, estaba a varios

metros de esta, controlando al proyecto conocido como RBS, Remote Bio Soldier, enmarcado en el

siempre vigente anhelo americano por producir un súper soldado. Tofalos-Smith controlaba al

androide mediante un microchip insertado en su cabeza, el que reemplazó a una neurona que se

le extrajo hacía tiempo, criándola fuera de su cuerpo, acostumbrándola a un medio robótico-

informático. Cada una de sus sinapsis eran trasmitidas desde su cerebro a su neurona aislada,

reproduciendo las acciones pensadas en el autómata, moviéndolo como si fuera una extensión de

su cuerpo, como un doble.

El mecanismo motor y cinético del androide fue mejorado gracias a los estudios del cadáver de

Kreneo, tomando el esqueleto de carbono del extraterrestre y usándolo como base para el primer

prototipo de RBS, además de utilizar también musculatura sintética clonada a partir de su cuerpo.

- Puedo ver todos tus movimientos, niña, la oscuridad no te sirve de nada contra mí – aclaró

Tofalos-Smith a través del intercomunicador del RBS, con voz metalizada.

- Veremos si puedes seguirme el ritmo – pensó Imh, rodeando al ciborg, utilizando las

paredes para impulsarse en distintas direcciones.

El RBS también estaba fundido con la penumbra, escondiendo su verdadera figura. A pesar de esto,

la visión electromagnética de Imh le permitía distinguirlo con claridad. Era del tamaño de un

humano grande y corpulento, de 2,10 metros exactamente, con una cabeza parecida a un bulbo, a

una lámpara de luz, sin facciones humanas. Su cuerpo emulaba la musculatura de un terráqueo en

forma, sus bordes eran lisos, como si vistiera una malla apretada y ceñida al cuerpo. Para ser una

máquina, emitía calor como un ente viviente –pero en menor cantidad en los momentos de

quietud–, no apreciándose la fuente energética del dispositivo.

Imh desafió al RBS, intentando atacarlo desde distintos puntos, siendo bloqueada todas las veces y

contraatacada en consecuencia, evitando todos los golpes del ciborg, que fueron a parar en las

paredes de concreto de la base, haciéndolas retumbar.

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- Golpea fuerte y lento, pero su defensa es rápida. Debo encontrar como detenerlo… Hay

una trasmisión inalámbrica llegando al artefacto, intentaré reprogramarla – pensó Imh,

mientras evitaba los lentos y poderosos ataques del RBS.

- ¡No evites los ataques solamente, niña!, ¡La batalla sin contacto no tiene gracia, no eres

como el otro extraterrestre! – gritó Tofalos-Smith a través del RBS, intentando golpear a la

muchacha.

- ¿Cómo supo que también soy extraterrestre? – se preguntó Imh, alejándose de la batalla

por un momento, mirando con cara de duda.

- Debes estar preguntándote el cómo supe que eres extraterrestre, ¿cierto? ¡Ningún

humano normal hubiera durado tanto en una batalla contra este robot! ¡Ninguno! –

vociferó el RBS, persiguiendo a Imh para continuar con la ofensiva.

Imh siguió la señal inalámbrica hasta su fuente, Erick Tofalos-Smith, topándose con un problema.

No podía reprogramar al hombre, no era capaz de alterar su bioquímica cerebral, no sin ingresar

sus kozou al cuerpo de este. Debía seguir luchando, hasta destruir de algún modo al resistente

ciborg. Tanto movimiento hizo que el peinado de Imh cediera, liberándose su larga cabellera,

cayendo suavemente sobre la espalda de la muchacha.

- ¡Dejémonos de juegos, niña!, ¡¿Te conté que utilizamos el esqueleto de tu compañero

muerto para movilizar este robot?! – exclamó Tofalos-Smith, intentado encolerizar a la

muchacha con sus palabras, sin efecto.

- Eso explica mucho, los movimientos, la fuerza, la flexibilidad… - meditó Imh, rodeando al

RBS.

- ¡Tengo visión de casi 360 grados, no tengo puntos ciegos, si es lo que buscas!

- Entonces atacaré a tu visión – dijo Imh, mentalmente, corriendo hacia el ciborg.

Imh interceptó al RBS haciendo fintas, atacando a la percepción de Tofalos-Smith, golpeando con

puños que desaparecían de la vista por su velocidad, no dejando espacio al movimiento reflejo,

intentando destrozar el sistema visual del ciborg, destrizando el grueso cristal que protegía las

múltiples cámaras que conformaban a este. Lamentablemente, su cabello suelto le jugó una mala

pasada; siendo capturada por las patillas, elevada por los aires y azotada de espalda en el piso con

brutal fuerza, reventando dos de las tres botellas de solución carbono-proteica.

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- ¡Imh! – gritó Miguel, preocupado, casi levantándose de su escondite para intervenir en la

pelea.

El RBS intentó agarrar a Imh de sus extremidades después de azotarla contra el suelo, pero la

muchacha se reincorporó rápidamente antes de ser sometida por las llaves de Tofalos-Smith,

escapando de las manos del ciborg.

- ¡Oh, disculpa, tu lindo cabello se quedó entre mis dedos! – exclamó Tofalos-Smith,

restregando los dedos con el mechón de cabello que le arrancó a Imh, botándolo al suelo.

- Eso me dolió. Recibí casi todo el impacto con mi cadera, pero las botellas en mi espalda

amortiguaron algo de la potencia del azote. Me arrancó parte de mi cabello, mi cabeza

sangra y el ciborg no deja de hablar… ¡Este tipo me hartó! – enumeró Imh mentalmente,

disponiéndose a luchar en serio.

- ¡¿Te enojaste?! – dijo Tofalos-Smith, molestando a la muchacha, logrando su objetivo.

Imh apostó todo en sus últimos dos ataques. Con un salto de mediana altura hundió su puño

izquierdo en las aberturas del cristal de la cabeza del RBS, mientras que con su otra mano

cercenaba el cuello del ciborg con la cuchilla que compró hace algunas horas, rompiendo la hoja

por la fuerza utilizada. Antes de caer al piso, inmovilizó el torso del artefacto con sus piernas,

agarrándose de él como si fuera una araña capturando una presa.

El RBS golpeaba desesperadamente a Imh, propinándole golpes en las costillas, presionándolas

para intentar ahogarla. La muchacha introdujo con todas sus fuerzas los dedos de sus manos en el

corte que realizó con la cuchilla, rompiendo el soporte de la cabeza del ciborg, separándola del

cuello completamente, decapitándolo y deteniendo su frenético ataque.

Nuevamente se escucharon ruidos en la cúpula metálica, como si se arrastrara una gran campana

de bronce por el suelo. Los soldados lograron abrirla atando la estructura a varios vehículos,

moviéndola unos 50 centímetros de su lugar, permitiendo la entrada del sol de la madrugada, que

cubrió el rostro de Imh, bañándola con su calidez. Waterstone se deslumbró por la repentina

entrada de luz, divisando por primera vez a la invasora extraterrestre, ensangrentada y golpeada,

con el RBS arrodillado a sus pies. Veía atónito como la muchacha cargaba la decapitada cabeza del

ciborg derrotado, examinándola acuciosamente, separando los trozos de cristal roto, llegando al

centro de esta.

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- ¡Aquí tenemos a quien recibía las órdenes por señal inalámbrica! Una gran y hermosa

neurona atrofiada, será mi botín de guerra – susurró Imh en español, revisando su

adquisición.

La neurona de Tofalos-Smith estaba encerrada y se mantenía viva dentro de una pequeña placa de

cristal, alimentada con inyecciones de nutrientes dentro de su celda de confinamiento. Sus

terminales nerviosas estaban unidas a circuitos eléctricos en contacto con chips de comunicación

inalámbrica y a algo que parecía ser un procesador de emulación cinética. Imh puso el pequeño

cristal a trasluz, tomándolo con sus dedos para observarla mejor, admirando la estructura de la

célula nerviosa. La batalla había terminado o así parecía ser. A pesar de eso, Imh seguía utilizando

su visión electromagnética, pero Miguel no sabía de esto. Eran las 6:01 de la madrugada.

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Capítulo 14

Otra perspectiva

Kevin Knight escuchaba lejanos sonidos, gente quejándose, gritos, disparos al aire, retín de

casquillos estrellándose en el piso. Su cabeza retumbaba, estaba desorientado, aturdido. Su

cuerpo no respondía, estaba entumecido… Fue arrastrado hacía una pared por sus camaradas,

intentó balbucear algo, su mirada se oscureció completamente, le retiraron los lentes de visión

nocturna. Escuchó más gritos y ráfagas de metralla… Vio a su abuelo aproximándose a él,

iluminándole con una linterna, estaba tomándole el pulso y se puso de pie junto a él al terminar.

Estaba todo oscuro. A ratos veía luces apuntando en diversas direcciones, los disparos iluminaban

por poco tiempo los oscuros pasillos de la invadida base, pero no veía a sus enemigos… Silencio

total… Las paredes retumbaban, algo las golpeaba fuertemente. Escuchó algo azotándose en el

piso, algo reventándose como una jugosa y espesa fruta.

Como alguien despertando de improviso, Kevin estaba más repuesto, su cuerpo obedecía sus

mandatos nuevamente. Le dolía su nuca, había sido golpeado por su propio casco, debido a su

corto cuello. De haber recibido directa y correctamente el impacto, estaría inconsciente como sus

camaradas que reposaban aún en el piso. Escuchó como movilizaban la cúpula metálica,

arrastrándola con varios vehículos a máxima velocidad, colando parte de la luz que entraba por el

galpón en la superficie de la base. Buscó con su vista a su abuelo, encontrándolo con rostro de

espanto, divisando a una muchacha, quien tenía la cabeza del RBS en sus manos, desarmándola.

Era la segunda vez que veía al RBS, con su musculatura sintética de marcado color azul cubierta

por una gruesa fascia artificial, un polímero creado en laboratorio para cumplir la función de

envolver los músculos del ciborg tal cual haría una dermis. La muchacha portaba la cabeza de l RBS,

compuesta de miles de pequeñas cámaras, capaces de observar todo su entorno, proporcionando

una visión panorámica; fuera de frente, de costados, desde arriba o desde atrás. Eran las 6:01 de

la madrugada.

- ¡Ella debe ser la invasora! – pensó Kevin, sacando una granada de mano de su chaleco,

lanzándola a la muchacha mientras observaba a trasluz la neurona de Tofalos-Smith.

Miguel, en una reacción casi innata, salió corriendo de su escondite hacia el objeto recién lanzado,

interceptándolo con su mano derecha, a mitad de la distancia de la que se encontraba Imh, quien

abrió los ojos, extendiendo sus manos hacia Miguel, gritando su nombre.

- ¡Miguel! – gritó Imh, dejando caer la neurona al piso, intentando correr hacia el muchacho.

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Miguel apretó la granada con todas sus fuerzas, precipitándose al piso por un tropiezo que

terminó con su carrera. Antes de hacer contacto con el suelo, en menos de un segundo, el

artefacto detonó en la extremidad del muchacho, destruyéndola completamente. La explosión

lanzó esquirlas en diferentes direcciones, hiriendo también a algunos de los soldados

inconscientes, de forma leve.

Waterstone reaccionó después de la explosión, dirigiendo su mirada en dirección a su nieto, quien

se estaba incorporando del lugar en que reposaba. Imh corrió a ayudar a su amigo, cortando

completamente los impulsos nerviosos asociados a la herida, desvaneciendo el dolor de la

extremidad destrozada. En ese mismo momento, todos los soldados que luchaban por abrir la

cúpula metálica llegaron al lugar de la batalla, desenfundando sus armas, apuntando a los jóvenes

invasores, dispuestos a dispararles si las órdenes del comandante Waterstone eran esas.

- ¡No, no disparen, debo revisar a Miguel! – gritó Imh en inglés, sorprendiendo al

traumatizado muchacho y a los soldados que les apuntaban con sus armas.

- ¿Sabes hablar inglés?, ¿desde cuándo? – preguntó Miguel, sin dolor alguno por la rápida

reacción de Imh, sintiéndose engañado.

- ¿Te preocupas por eso momentos después de perder una mano y estar desangrándote? –

preguntó Imh a Miguel, mientras agarraba la extremidad desgarrada, comprimiéndola.

- ¡No disparen, no abran fuego, pero no dejen de apuntarles! – mandó Waterstone,

tomando nuevamente el mando de la situación.

- ¡Debo detener su hemorragia, sacaré una botella con un compuesto que tengo en mi

espalda, no estoy armada, no malinterpreten mis movimientos! – exclamó Imh, sacando la

botella con gel carbono-proteico con lentos y pausados movimientos, mostrando el

recipiente a los soldados y al comandante.

- Y sigues hablando en inglés, me hiciste pasar vergüenzas para reírte de mí, ¿cierto…? No

me duele nada, pero me está dando frío, Imh – comunicó Miguel, mientras la muchacha

trataba la hemorragia con el gel, deteniendo el profuso sangrado, cicatrizándola

artificialmente en segundos.

- ¡Idiota! Eso no es importante, no hablé antes en inglés para que pudieras practicar lo que

te enseñaron en la universidad. Aprendí el idioma paralelamente al español, cuando

decodifique los programas de tu computadora. Déjame revisar tu tobillo, con la caída se te

dislocó – susurró Imh en español, golpeando suavemente la cabeza del muchacho con el

puño cerrado.

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Imh tomó el control de los kozou en el interior de Miguel, dirigiéndolos a la extremidad torcida y

rodeando con estos la zona –como si fuera una especie de fina malla molecular– mostrándole el

daño tal cual haría un análisis de rayos X, como si la pierna del muchacho se trasparentara,

dejando ver el hueso descubierto.

- Mira hacia otro lado, no te dolerá, pero no quiero traumarte más de la cuenta – mandó

Imh, tironeando la extremidad de Miguel, volviéndola a su posición original y correcta.

- ¡Auch! – reclamó Miguel, al presenciar el aparatoso movimiento de su tobillo.

- No reclames, ni siquiera te dolió, recuerda que bloqueé todas esas señales – acotó Imh,

con una sonrisa.

- ¡Están rodeados, ríndanse! – exclamó Waterstone, advirtiendo a los muchachos, viendo

que el tratamiento ya había sido aplicado.

- No debiste interceptar la granada, Miguel. Sabía que venía hacia mí, iba a lanzarla lejos

para que no dañara a nadie – comunicó Imh a Miguel, mentalmente, levantando los

brazos ante las armas de los militares.

- Pero… es que te vi tan desconcentrada mirando eso que encontraste dentro del robot, que

pensé que no estabas utilizando la visión electromagnética – respondió Miguel,

mentalmente, notando que sacrificó una mano y casi su vida por nada.

- Aprésenlos y enciérrenlos con el otro extraterrestre, luego los interrogaremos – mandó

Waterstone, apuntando a los invasores.

- ¡No tan rápido, señor! – exclamó Imh en inglés, sin bajar sus brazos, ganándose la

atención del comandante.

Los soldados estaban inquietos por la situación. Veían a sus compañeros desvanecidos en el suelo,

sin reacción, como muertos; todo por causa de esos dos jóvenes. Era una situación crispante y el

grito de la muchacha no ayudó a apaciguar los encendidos ánimos de los jóvenes militares.

- ¿Qué sucede, jovencita? – preguntó Waterstone, ayudando a algunos soldados que habían

recuperado la consciencia a reincorporarse.

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- Primero; Miguel no es extraterrestre, él es un humano entrenado por mí. Segundo; los que

están rodeados son ustedes, no nosotros, no pueden apresarnos – aclaró Imh, arrancando

una carcajada del comandante.

- ¿Sí? Porque no veo a nadie apuntándonos con armas, esos son ustedes. No se resistan, no

pueden escapar – respondió Waterstone, enviando nuevamente a sus soldados para que

los apresaran.

- No, entendió mal mis palabras, le explicaré mejor ahora.

Imh no sólo estaba enlazada al satélite de la ex base de Sonora, sino que también estaba

comunicada con todos los artefactos electrónicos infectados con el código de Neilaress, pudiendo

contactarse con ellos mediante video, audio y texto. La muchacha utilizó esa puerta de entrada a

los aparatos para trasmitir a nivel mundial la situación en la que se encontraba, mostrando al

mundo entero y en dos idiomas todo lo que estaba sucediendo.

- Buenos días, habitantes de la Tierra. Mi nombre es Imh, provengo del planeta Ioss, soy

una extraterrestre. Llegué a la Tierra el lunes 05 de enero de 2015, después de accidentar

mi nave contra un vehículo experimental del gobierno de los Estados Unidos de América,

cuando realizábamos una expedición en búsqueda de un planeta con condiciones de

habitabilidad para mi raza. Para mi suerte, sobreviví a la catástrofe del accidente, saliendo

despedida de mi artefacto espacial, dejando atrás a dos de mis camaradas, uno de los

cuales falleció por causa del siniestro. Luego de meses de planeamiento, logré infiltrarme

en una base militar de los Estados Unidos gracias a la ayuda de mi amigo humano, Miguel.

En esta base mantienen cautivo a Neilaress, mi camarada sobreviviente, al que vinimos a

rescatar. Como pueden ver, hemos luchado contra los militares por varias horas, sin

víctimas fatales, noqueando a todos nuestros contrincantes, valiéndonos de la oscuridad

de la noche. Lamentablemente, Miguel se sacrificó por mí, salvándome de una explosión

de una granada de mano, perdiendo una de sus extremidades por su loable actitud. Él está

débil, pero estable, su vida no corre peligro – narró Imh en inglés, traduciendo

simultáneamente al español sus palabras en el cerebro de Miguel y en los dispositivos

contactados según su zona geográfica, mirando todos los alrededores de la base y a los

militares que les apuntaban, estupefactos por la narración de la muchacha.

- ¿Este es el plan C? – preguntó Miguel, hablando lentamente por sus injurias.

- No, este es el plan D – respondió Imh, siguiendo con la narración.

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- ¿Qué estás haciendo? – preguntó Waterstone, sintiéndose presionado por las palabras

dichas por Imh.

- Estoy trasmitiendo todo lo que digo y veo a través de su satélite, a todo el mundo, con

audio español e inglés y subtítulos en los mismos idiomas para la gente con sordera –

respondió Imh al comandante, con total naturalidad.

Todas las trasmisiones oficiales de todos los medios audiovisuales fueron alteradas,

transformando la imagen del Imh flameante en una pequeña pantalla, que creció hasta cubrir todo

el espacio visual de los televisores, computadores y celulares; con una imagen de la muchacha

como avatar, como si fuera una reportera trasmitiendo una noticia, mostrando los hechos. Muy

poca gente llegó a pensar que se trataba de una broma a gran escala, todos estaban viendo lo

mismo, algunos con un poco de retraso por la velocidad del internet, escuchando o leyendo las

palabras que se intercambiaban en el subterráneo de la ex base de Sonora. Se trataba de un tema

serio.

Una verdadera extraterrestre estaba comunicándose con todo el planeta, la primera hasta ahora,

pidiendo ayuda para no ser apresada por los militares estadounidenses, exponiendo su existencia

a todos. Las redes sociales reventaron, publicándose miles de millones de entradas relacionadas al

evento que estaba sucediendo, exigiendo a Estados Unidos dejar libres a los muchachos. No

importaba la hora de la localidad, todos hablaban de lo mismo, pendientes al desarrollo de la

trasmisión. Mirta también estaba viendo la televisión –ya que Imh habló con ella por teléfono

minutos antes de comenzar la trasmisión, avisándole de esta–, acompañada de Daniela, Rolando y

Sulfito, acurrucados todos por el frío.

En diversos países, jóvenes salieron a las calles a protestar, dirigiéndose a las embajadas de los

Estados Unidos con improvisadas pancartas, ante las desconcertadas miradas de los diplomáticos

y políticos presentes. Los superiores del comandante Waterstone también observaban la

trasmisión desde la ex base de Sonora y estaban deseosos de obtener explicaciones.

- No sigas, cállate – ordenó Waterstone, abalanzándose sobre la muchacha, tapando su

boca.

- No es necesario que lo verbalice, señor – dijo Imh mentalmente, siguiendo con la

narración, sin oponer resistencia al comandante. Invoco e insto a la presencia de todos los

gobiernos mundiales y organizaciones de paz como la ONU a que presionen al gobierno de

Estados Unidos para que no nos priven de nuestra libertad. No somos seres hostiles,

necesitamos de su ayuda ahora y estamos dispuestos a sentarnos como seres civilizados

para que puedan juzgarnos justamente.

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Los temblorosos soldados que apuntaban a Imh escucharon un débil sonido saliendo de sus radios,

oyendo las palabras de la muchacha con impecable idioma inglés, a pesar de que el comandante

Waterstone la tenía aprisionada para que no hablara.

- ¿Seguiste trasmitiendo tus palabras con tu mente? – preguntó el comandante, soltando a

Imh al escuchar su voz en su radio personal.

- Obviamente. Ahora ustedes están rodeados, todo el mundo está enfocado en este punto

del planeta, creo que ya han comenzado a movilizarse – respondió Imh, con una sonrisa

representando su victoria.

Waterstone estaba descolocado, no sabiendo cómo afrontar el escenario, dándose por vencido

ante la jugada de Imh, reconociendo la ventaja estratégica de esta. No creyó que todo fuera real

hasta que recibió una llamada de sus superiores en su teléfono personal, preguntándole que

significaba todo eso. La trasmisión fue efectiva, no estaba tomándoles el pelo, estaban derrotados.

- Tú ganas, niña… ¿Qué habrías hecho si el mundo no hubiera creído tus palabras? –

preguntó el comandante, mandando a sus soldados dejar de apuntar a los jóvenes,

sentándose en el piso de la base.

- Fácil, después de acceder al satélite y las computadoras de la base de Sonora, obtuve

varios planos e instrucciones de armas secretas en desarrollo. Les habría amenazado con

ofrecer toda esa información a los países contrincantes de Estados Unidos para ganar

nuestra libertad.

- Entiendo. No podemos hacer nada ahora, estamos en manos de todo el mundo, ya no hay

secretos en esto. No debe quedar persona en el mundo que no sepa que, finalmente, hay

extraterrestres inteligentes en la Tierra y que capturamos a uno en esta base secreta. Las

organizaciones encargadas de los derechos humanos y la paz intervendrán seguramente

por ustedes, no hay razones para mantenerlos encerrados aquí. No son de los Estados

Unidos, ahora son del mundo entero – expresó Waterstone, aceptando la derrota.

- Fue una medida desesperada, no era mi intención exponerme de ese modo, estaba

cómoda pasando por una terrícola más. Nuestro plan inicial era entrar y salir de la base,

sin batallar con nadie, valiéndonos de la oscuridad para movilizarnos. Después

correríamos hasta el océano para nadar a algún lugar de la costa de México,

mezclándonos con los lugareños y volviendo a Chile corriendo por el continente

sudamericano – dijo Imh, comunicándole al comandante lo que planeó y no logró

concretar.

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- Ya veo. Con respecto a los proyectos secretos con los que pensabas amenazarnos…

- Lo sé, los eliminaré de mi cabeza apenas nos vayamos de aquí, tiene mi palabra. Por cierto,

mi nombre es Imh, del planeta Ioss – aclaró Imh, saludando posteriormente al

comandante.

- John Waterstone y, como debes saber, soy de la Tierra – respondió el comandante,

sonriendo melancólicamente.

Imh tenía razón. Mientras la muchacha conversaba con el comandante, diversos vehículos de

distintos países se dirigían a la ex base de Sonora, trasportando a personajes diplomáticos que

intercederían por los muchachos, pidiendo su liberación. Antes de la llegada de estos, liberaron a

Neilaress de su prisión a las 7 de la madrugada, encontrándose con sus rescatistas que lucharon

por largas horas por lograr esa meta en el exterior de la ex base, bajo el sol matutino. Imh habló

con su camarada mentalmente, pidiéndole que esperara para que aprendiera los dos idiomas que

ella pudo aprender en los últimos meses.

- Mmmm… Mi, na, mi. Ahora sí. Buenos días, Miguel. Gracias por ayudar a Imh a salvarme

de esta celda, no tienes que contarme nada, ya me actualizaron con todo lo pasado en los

últimos meses y horas – expresó Neilaress en correcto español, como si fuera su idioma

nativo.

- Buenos días, Neilaress. Es un gusto conocerte – respondió Miguel, extendiendo su mano

izquierda para saludarlo, sorprendido por el poco tiempo que le tomó acostumbrarse al

idioma español.

- Podrían haberme avisado que me quedaría sin fuente de oxígeno, tuve que recircular el

aire por muchos minutos… Espérenme un poco, quiero hablar con ese militar antes de que

nos vayamos – pidió Neilaress, apuntando al comandante, después de saludar a Miguel.

- Es alto Neilaress, ¿Estas segura que necesitábamos rescatarlo? Además, no recordaba bien

su rostro cuando me mostraste tu llegada a la tierra – denotó Miguel, sintiéndose

pequeño al lado del recién rescatado extraterrestre.

- Él eligió crecer hasta ese tamaño, pero lo compensa con su duro trabajo por el bienestar

de Ioss – contestó Imh, viendo alejarse a su camarada.

- ¿Eligió? Qué envidia, acá en la Tierra estas atado a los genes de tus padres en términos de

crecimiento y otras cosas.

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- No todo es genes en la vida, Miguel. No en la Tierra ni en Ioss.

Imh se quedó con Miguel, cuidando sus heridas, comenzando las reparaciones del muñón del

muchacho, mientras recuperaba los kozou de las botellas de gel carbono-proteico derramadas y

buscaba la neurona de Tofalos-Smith, quien hace rato había salido de su escondite para ir a

enfrentar a la muchacha personalmente, deteniéndose al ver que nadie hacía nada contra los

invasores. Neilaress se aproximó a Waterstone, sentándose al lado de este, iniciando una

conversación en el idioma del militar.

- Buenos días, señor. Según los conocimientos que recién adquirí de mi compañera, usted

es un militar, ¿cierto? Mi nombre es Neilaress – dijo el joven extraterrestre, extendiendo

la mano al comandante.

- Buenos días, muchacho. Mi nombre es John Waterstone, el comandante de esta base.

¿Cómo puedes aprender un idioma completo tan fácilmente? – preguntó el viejo,

respondiendo al saludo de Neilaress.

- No es mérito mío. Imh estuvo todos estos meses libre, en un país llamado Chile. Allí

conoció al joven Miguel, quien le ayudó a llegar hasta acá. Primero aprendió el idioma

español, luego –mientras aprendía el lenguaje de las computadoras– aprendió el inglés.

Ahora, hace pocos minutos, me entregó toda la información que recabó estos últimos

meses.

- ¿Vía inalámbrica, con esa bola metálica en tu cabeza? – preguntó el comandante, uniendo

los cabos sueltos, entendiendo todo ahora.

- Sí, los llamamos kozou, y no es una bola metálica, son nano-maquinas. Se deben haber

aglomerado en el cerebro de Kreneo cuando le hicieron la autopsia, generalmente

trabajan paralela y sinérgicamente con nuestro sistema nervioso central.

- ¿Cómo te enteraste de eso?

- Era obvio. Imh me contó que utilizaron su esqueleto como base para el ciborg.

- Así fue, perdón por eso – dijo Waterstone, en modo de disculpa, mirando el cuerpo del

RBS decapitado.

- No se preocupe, no sentimos eso como una profanación de algo. De hecho, nuestros

cuerpos muertos son reciclados para crear otros nuevos. Kreneo volverá a vivir.

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- ¡¿Qué?! – exclamó el comandante, mirando al rostro de Neilaress.

- Déjeme contarle la historia de mi planeta, Ioss.

Neilaress y Waterstone hablaron por casi una hora y media, tiempo en el cual llegaron los

primeros helicópteros de diferentes organizaciones y gobiernos. El primero en llegar fue el

presidente de México, luego llegaron miembros de la ONU con diplomáticos de Chile, pidiendo por

la libertad de Miguel y los extraterrestres. El tema estaba zanjado. Los invasores se irían a las

instalaciones de las naciones unidas, para tratar sus heridas y para luego ser interrogados. El

destino de Miguel sería distinto, sería deportado a su país inmediatamente, vetándole la entrada a

la nación del norte, evitando así su enjuiciamiento por las autoridades de ese país.

El oficial técnico Walles salió al exterior de la base después de escuchar el discurso de Imh,

hablando un rato con ella, volviendo al interior de su laboratorio para traer los kozou cerebrales

de Kreneo y devolvérselos a la extraterrestre.

Imh ayudó al debilitado Miguel a subir en el helicóptero de la ONU que los esperaba para salir del

lugar –abordándolo detrás de él–, dirigiéndose a su sede en Nueva York, donde le esperaban las

otras autoridades. Neilaress fue el último en abordar la nave, dedicándole unas palabras al

comandante.

- ¡Comandante Waterstone!, ¡Usted es un buen tipo, hoy no hizo nada mal, cuidó a cada

uno de sus soldados de igual manera que hizo con su nieto!, ¡No creo que lo degraden de

su cargo, su carrera no ha terminado aún!, ¡Cuide a Kevin! – gritó Neilaress, para superar

el ruido de las hélices del helicóptero que estaba abordando.

Waterstone respondió asintiendo con su cabeza, tapándose los ojos para evitar el polvo levantado

por el artefacto volador, agitando su mano para despedirse de los muchachos.

- ¿Quién lo pensaría? Un chiquillo con más milenios en el cuerpo que yo, virtualmente

inmortal, proveniente de un lejano planeta. No somos nada, no sabemos nada… – susurró

Waterstone, pateando una piedra del desierto, reingresando al recinto para cuidar a los

soldados derrotados en combate cuerpo a cuerpo y reestablecer el orden de la base.

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