LA UNIDAD CON DIOS Y CON LOS HERMANOS, ELEMENTO PRIMORDIAL

EN LA CATEQUÉSIS

Durante la vida humana, se presentan múltiples situaciones que permiten un armónico

desarrollo hacia la unidad con la divinidad, pues es fundamental que el cristiano, discípulo

misionero, tenga un vivo ejemplo de la Santísima Trinidad. La revelación pone una llamada

a la comunión, que encuentra un profundo eco en la psicología humana, ya que el hombre

siempre tiende a una búsqueda constante de unidad. (Ancilli, 1984)

El ser humano posee la tendencia hacia que todos sean unidos, todo a raíz de una

transformación y confrontación que Dios mismo inspira. Por esta razón es que todo surge

desde el misterio mismo de la Trinidad para ejemplo de las personas; pues Dios es uno y

Trino, y cada Persona Divina se complementa entre sí como característica de una unidad

perfectísima.

Cristo es el ejemplo clave para vivir en unidad, ya que su ejemplo demuestra la inclusión de

todos los seres sin importar la condición social, económica y espiritual; es así como Jesús

ora al Padre en Juan 17, 21: “Para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo

en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.

De acuerdo con lo anterior, es fundamental que todos los cristianos a ejemplo del mismo

Salvador, tengan siempre presente la unidad en todas las circunstancias de la vida, puesto

que ahí se ve muy reflejado el primer anuncio.

El seguidor de Cristo, debe experimentar en todo momento la unidad, especialmente con la

oración, la fraternidad y el compartir, reconociendo que todo discípulo es único, irrepetible

y con condiciones psicológicas y físicas diferentes a los demás hermanos. Por tanto es muy

importante que haya unidad en la diversidad en la cual se puedan explotar todos los dones,

dotes y talentos. A través de la unidad se da a conocer de una manera más eficaz la

catequesis y el primer anuncio.

(Ancilli, 1984)