LA VERDAD EN EL PSICOANÁLISIS- final

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LA VERDAD EN EL PSICOANÁLISIS La verdad, se ha señalado en forma metafórica, “está llena de pretendientes y ella, que es muy frívola, a todos les dice que sí; por eso hay una entidad más fuerte que ella: la duda”. (FICCIONARIO, 1999) Históricamente, el concepto de verdad, eje del análisis, termina siendo un concepto complicado al estar formado por términos que pueden resultar contradictorios: la verdad objetiva de la ciencia y la historia pasional de cada sujeto. La idea que en la actualidad se maneja acerca de la verdad ha sufrido profundas transformaciones, aunque antiguas concepciones insisten en imponerse presentándose con nuevas apariencias, pretendiendo desconocer la que el propio Sigmund Freud buscó: que la verdad se pusiese en boca del sujeto que padece el sufrimiento neurótico, pues este último tiene a la verdad como causa. Para Freud la verdad está referida a la castración. La percepción visual de la privación anatómica de la mujer se constituye en la experiencia traumática paradigmática, la verdad que se reprime de múltiples maneras. La castración en toda operación es previa y todo comienza en la verdad de castración. Por esta razón, la verdad del inconsciente es la que se impone pues se traduce en una articulación de lenguaje que la viabiliza, situándola en la interioridad de un discurso y no necesariamente en

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LA VERDAD EN EL PSICOANÁLISIS

La verdad, se ha señalado en forma metafórica, “está llena de pretendientes y ella,

que es muy frívola, a todos les dice que sí; por eso hay una entidad más fuerte que ella: la

duda”. (FICCIONARIO, 1999)

Históricamente, el concepto de verdad, eje del análisis, termina siendo un concepto

complicado al estar formado por términos que pueden resultar contradictorios: la verdad

objetiva de la ciencia y la historia pasional de cada sujeto. La idea que en la actualidad se

maneja acerca de la verdad ha sufrido profundas transformaciones, aunque antiguas

concepciones insisten en imponerse presentándose con nuevas apariencias, pretendiendo

desconocer la que el propio Sigmund Freud buscó: que la verdad se pusiese en boca del

sujeto que padece el sufrimiento neurótico, pues este último tiene a la verdad como causa.

Para Freud la verdad está referida a la castración. La percepción visual de la privación

anatómica de la mujer se constituye en la experiencia traumática paradigmática, la verdad

que se reprime de múltiples maneras.

La castración en toda operación es previa y todo comienza en la verdad de

castración. Por esta razón, la verdad del inconsciente es la que se impone pues se traduce en

una articulación de lenguaje que la viabiliza, situándola en la interioridad de un discurso y

no necesariamente en relación con esa misma realidad. "Puede uno pasmarse que el

esfuerzo de los seres humanos por decir la verdad sea mucho más fuerte de lo que se suele

estimar", que no es más que las palabras vayan, huyan de la boca y que sus sonidos

resuenen y que no des-mientan nuestra posible aprehensión, dice Freud.

Verdad en psicoanálisis sólo hay una. El otro no me pertenece y yo soy, para el otro,

otro al que no puedo pertenecer. Pero esa verdad no habla en el mismo lenguaje que

nosotros, no la oímos en palabras ni la vemos en derredor, por lo que resulta imposible de

definir o de asir. La verdad grita en las ausencias, los ahogos, los suspiros, los recuerdos,

entre, siempre entre, las palabras no escuchadas, en los límites de nuestras percepciones. E

inmediatamente se cierra.

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En ese vacío donde la verdad indica la falta estructural del saber, la transferencia

pone un sujeto: al menos uno sabe: ésto producirá un cambio en la posición del sujeto en su

relación al saber. La verdad, que se fundamenta en y se formula mediante la palabra,

constituye dimensión esencial de la experiencia psicoanalítica: se entiende como verdad el

reconocimiento que se hace de una realidad. Sin embargo, la verdad extrae garantías de esa

palabra pero no de esa realidad ya que una verdad, de modo simultáneo, puede develar y

esconder algo. Por esta consideración, el psicoanálisis no puede detenerse solamente en

realizar esta comprobación, habida cuenta que un punto esencial es que el engaño y la

mentira no se oponen a la verdad necesariamente como contrarios.

Freud sostiene que la relación psicoanalítica, para lograr interpretar las

construcciones discursivas del lenguaje, debe basarse en el amor a la verdad pues,

históricamente, éste forma parte de una representación condicionada del deseo de poder.

Aunque el propio Freud, en cierto momento, utilizó el concepto de verdad histórica

para referirse a un acontecimiento traumático que tiende a ser reemplazado por un deseo

antitético de signo opuesto (si el psicoanalista no logra que el paciente recuerde un suceso

reprimido, entonces recurre a la estructura ficcional de la construcción terapéutica mediante

articulación de los significantes), en época posterior, Freud se situó en una construcción

racionalista, llegando a señalar que las doctrinas religiosas transmiten una verdad

deformada y disfrazada.

Hacia 1938, ya con esta nueva concepción, Freud explicó que la psicosis incluía un

fragmento o núcleo de verdad, cuyo conocimiento resultaba decisivo para el trabajo

terapéutico específico, terapia que debía liberar tanto las distorsiones como las relaciones

con el presente, en procura de remontarlo al momento del pasado a que pertenece. Este

elemento de verdad histórica explica el poder de convicción de las fantasías delirantes.

Como señalaba Jacques Lacan, hacia mediados del siglo pasado: “La verdad solo

puede ser dicha a medias pues, entre lo que se dice y la verdad, siempre hay un agujero que

-ese sí- es verdadero” (FICCIONARIO, 1999). Si se dice la verdad, una afirmación resulta

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verídica; si lo que se dice aparece como verdadero, es verosímil; si uno confirma la verdad

de lo dicho, lo ha verificado. Reivindicando el valor tanto de la palabra como de la verdad,

Lacan concibió al psicoanálisis como un proceso cuya meta sería el advenimiento de una

palabra verdadera y la realización por el sujeto de su historia en su relación con su futuro.

Así, la verdad resulta de una articulación de significantes que tienen efecto sobre el

goce del síntoma: lo que importa no es el contenido construido si no la relación entre

escenas. Lacan identifica una operación verdad-castración: aquella que realiza un sujeto en

transferencia, por vía de la presencia del analista: la castración pone límites a la verdad,

expresada en un medio decir.

Ortega y Gasset sostuvo, partiendo de la máxima “Creo porque es absurdo” que la

verdad va contra el sentido común porque este último pertenece al orden de lo imaginario,

individual y colectivamente hablando, mientras aquella pertenece al orden de lo simbólico.

Así, la verdad es la construcción o versión que se corresponde con un pasado

objetivo, con lo que realmente ocurrió y está fielmente grabado en la memoria y que debe

diferenciarse de otras construcciones adulteradas. El psicoanálisis, según Freud, es un

proceso re-constitutivo de representaciones verdaderas que se hacen conscientes por medio

de verbalización, siempre teniendo cuidado de identificar plenamente memorias falsas,

encubridoras o re-transcripciones. Por esta razón, sostiene, la comprensión correcta del

pasado y la cura casi coinciden.

La verdad reprimida se abre camino por las vías del inconsciente. Hay huellas de

ella en el lapsus, en el acto fallido, en el sueño, en el síntoma, en la detención inhibitoria y

en la angustia. Hay verdad que se oculta o se desplaza pero que, al metaforizarse en la

interpretación psicoanalítica, encuentra la oportunidad de medio decirse, que es decirse

retroactivamente.

Se debe, entonces, dejar de buscar como verdad última la referencia a un hecho

acaecido para avanzar a la estructura ficcional que la construcción supone, pues el estatuto

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de verdad queda articulado a si la escena construida por el sujeto la “verifica” con su

síntoma.

Al respecto, Wittgenstein sostuvo que de aquello que el lenguaje no puede dar

cuenta, de lo que no se puede hablar, hay que callar.

Jacques Miller distingue dos teorías sobre la verdad:

- Teoría especular: implica adecuación del entendimiento a la cosa, es decir

correspondencia entre la idea y la cosa.

- Teoría articulatoria: plantea la autonomía de la verdad en el orden simbólico,

estudiando los avatares de una verdad interna al discurso.

Lacan se situó en el campo de la teoría articulatoria, ubicando la verdad en su

dialéctica autónoma y, en un segundo tiempo, en la articulación de los significantes. La

verdad, para él, no tiene que ver con que exista correspondencia entre un símbolo y un

hecho sino que es efecto de esa articulación, de valor variable, hermana del goce prohibido

y en relación de complicidad, como efecto del lenguaje. Por esta razón, sostiene que hay

que sacrificar el goce para obtener la verdad.

Por todo ello, Lacan precisa que "Entre nosotros y lo real está la verdad". Es decir,

entre nosotros -por hablar, surge para nosotros el goce como algo perdido- y lo real -

definido como lo imposible- está la verdad. Entre el goce y lo imposible, está la verdad, por

lo cual resulta necesaria la interpretación, la cual, en el discurso psicoanalítico, daría cuenta

del saber en tanto verdad, como medio decir, como sucede con el enigma y con la cita.

Si el sujeto está implicado en su desear, no ceder en el deseo es la ética del

psicoanálisis. Si el paciente dice “yo miento” dice la verdad, y por tanto no miente, puesto

que cuando el sujeto habla, dice lo que dice y más aún de lo que dice. El que escucha, oye y

escucha. Por eso, el paciente en psicoanálisis puede decir lo que no podría en otro lugar, ya

que nunca acude solo a la consulta, lo hace acompañado de sus fantasmas. Siempre hay un

tercero: la ley es previa y el miedo estructural nos protege de los miedos.

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El concepto de verdad como esencia del ser, conceptualización retomada de

Descartes, quien desecha todo lo que llegue de los sentidos, por considerar que éstos

pueden engañar; a cambio, lo fundamental no será lo referido a los sentidos sino la razón, la

duda y la certeza, con lo que se rompe con el empirismo. Por esta razón, Lacan nos dice

que el riesgo de la verdad se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que

el hombre compromete a la vez su verdad y su ser.

Por otro lado, Lacan puntualizó que la verdad del lenguaje, es decir del

inconsciente, siempre aparece en la palabra verdadera, ya sea mediante un lapsus, un acto

fallido, un chiste. La verdad es una revelación pues tiende "a abrirse paso". Si el

inconsciente es la relación entre lenguaje e historia, parte de la historia que puede ser

censurada debe ser revelada. El psicoanálisis, al develar al sujeto su inconsciente, su propia

historia, le permite recontarse su historia y, así, le ofrece el advenimiento de una palabra

verdadera.

La verdad en su diferencia con el saber se refiere a que no se puede plantear que

saber y verdad sean lo mismo, porque si bien verdad sólo podría haber una, saberes hay

muchos. Lacan propone entender ambos conceptos por medio de la banda de Moebius, en

donde encontraríamos la verdad en un lado de la banda y el saber en el otro; ambos lados

de la banda se tocan, pero no son uno mismo. El concepto de falta en el sujeto (producto de

la castración, de la Ley, de lo simbólico) permite a Lacan entender la fisura entre el saber y

la verdad. En ese sentido, nos dice que cada sujeto debe hacerse responsable de su propia

falta, condición a la que la ciencia también debe estar sujeta..

El discurso psicoanalítico se caracteriza porque:

- En él suelen aparecer rasgos típicos tanto de tipo patológico como

terapéutico, estableciendo, por ejemplo, una dicotomía entre habla normal y

patológica y entre discurso terapéutico eficaz y no-eficaz.

- Constituye un procedimiento para la investigación y la transformación del

juego de lenguaje del paciente.

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- Es un ritual que pertenece a la categoría de la confesión, en que existe una

voluntad de saber la verdad acerca de los deseos y una instancia que somete

esos deseos a un juicio.

- Es una forma de comunicación que facilita no solo una pretensión de verdad

si no una de veracidad mediante una comunicación expresada de manera

comprensible, dando a entender algo, dándose a entender a sí mismo y

procurando entenderse unos con otros.

Así, posibilita cumplir la pretensión de veracidad en el momento que el sujeto

formula la verdad de su historia para articularla con su pretensión de verdad. Lo que

importa es la verdad de las proposiciones afirmadas, bajo las siguientes reglas:

- cuando afirma una proposición, no concentrar la atención en la (posible) (no)

veracidad de su intención si no en la (posible) (no) verdad de su proposición;

y,

- como se supone que existe una intención de esconder creencias no toleradas,

cuando afirme una proposición, concentrar la atención no en la (posible) (no)

verdad de esa proposición si no en la (posible) (no) veracidad de su

intención.

La primera regla puede invalidarse por la omnipresencia de la mentira inconsciente

y la segunda porque el objetivo es formular las verdades no conocidas activamente por el

sujeto, pasando de un discurso constatativo a otro expresivo, dominado por la pretensión de

veracidad. Una proposición interesa en la medida que, después de su conexión con el

discurso expresivo, sea capaz de producir una o más nuevas proposiciones hasta llegar al

núcleo de verdad.

Por esto, Freud resume los criterios de verdad en dos categorías:

- tener indicios de novedad en la proposición; y,

- que se obtenga nueva producción de proposiciones.

Al psicoanálisis no le interesan tanto las proposiciones como las marcas que indican

la graduación de fuerzas con que el sujeto se adhiere a la proposición formulada, sobre todo

en los casos extremos de certeza/duda. Se trata pues de dar crédito al sentimiento de

convicción y seguridad que la acompaña. Para esto, el dispositivo analítico contribuye a un

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paulatino aflojamiento de las relaciones certeza/duda, por una parte, y al contenido

proposicional por otra.

En el discurso constatativo con que se inicia un psicoanálisis, la relación entre los

interlocutores, basada en la pretensión de adecuación/corrección, está dirigida a la

pretensión de verdad, lo que permite desplazar la atención desde la verdad/falsedad de una

proposición a la adecuación/corrección del acto de transmitir contenidos, a partir del cual se

abren dos caminos posibles: el de la mentira, que permite entrar en el juego el problema de

la veracidad, o el de adecuación/inadecuación del discurso.

En la medida que los interlocutores soportan funciones con jerarquías y juegos de

poder, durante el discurso constatativo se tendrán que producir actos regulativos (ordenar,

prohibir, rechazar, prometer), lo que permite surgir un discurso interactivo, pasaje que

recibe el nombre de transferencia. Mientras más se produzcan proposiciones que causan

problema, tanto más se producirá un discurso interactivo y, con él, una resistencia. Dominar

esta resistencia posibilitará retornar al discurso constatativo.

Abarcar y comprender todo esto es resultado de un proceso de inferencia que conduce a

una verdadera conclusión acerca de la significación de un acto; en ella que quedan dos

opciones: se acepta que, objetivamente, cualquier acto verbal tiene siempre una sola

significación última o se reconoce que esta significación última resulta de una negociación

entre dos egos a nivel de intención.

BIBLIOGRAFÍA

Braunstein, Néstor Lingüistería, en “El lenguaje y el Inconsciente Freudiano”. Siglo XXI, México 1982, pp. 67-98

Chemama, Roland, Diccionario de Psicoanálisis

Jacques Lacan, La cosa Freudiana

Ficcionario, 31 de julio de 1999

Jacques Lacan, Acerca de la causalidad psíquica" (1946)

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