La vida sin ti

Josu Monterroso

La vida sin ti

La vida sin tiSeptem Littera

Primera edición: noviembre, 2014

© 2014 Josu Monterroso© de esta edición: Septem Ediciones, S.L., Oviedo, 2014

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Foto cubierta: Josu MonterrosoDiSeño y compaginación: M&R Studio

ISBN: 978–84–16053–22–3D. L.: AS–3764–2014

Impreso en España–Printed in Spain

A mi familia,mi círculo de sal.

“La vida sin ti es sólo sobrevivir”Pilar Manjón

Índice

Primera parte. Sobre el agua ...................................................................................11

Segunda parte. Bajo el agua ..................................................................................109

Tercera parte. En el agua ......................................................................................189

Primera parteSobre el agua

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Un espejo de feria que distorsiona el mundo

Equivocadamente lo que se suele arrastrar tras la pérdida de un ser querido poco tiene que ver con el amor que en vida sentimos por quien se marchó.

Esto lo aprendí cuando murieron mis padres, desde entonces cada vez que hablo a mis hijos de sus abuelos no puedo evitar una sonrisa tierna y un gesto vintage en la cara, como quien protagoniza en primer plano una escena de una película familiar de los ochenta y en modo flash back revive días dorados, repletos de despreocupación y una chispa de felicidad. Mis hijos se burlaban de mí alegando que parecía una modelo de portada de Mía, una de esas mujeres que sonríen a cámara, en primer plano y envueltas en ropas de colorines y aún así no transmiten felicidad sino nervios y pinzamientos estomacales.

Sobreponerme a la muerte de mis padres fue lo más duro que hice en mi vida. Por suerte, tuve a Ambros, mi marido, mi ancla en ese monstruoso mar donde de repente alguien que te ama se va y tú te quedas ahí, como una pánfila, sin entender y sintiéndote más sola que la una, inmensamente sola, y también algo abandonada, como si morirse fuese la culpa de alguien que pudiese elegir y no te hubiese escogido para quedarse contigo un poco más en este mundo viejo y grande.

Curiosamente, años después, cuando mi hija Silvia andaba hecha un manojo de inestabilidades por culpa de la edad del pavo y mi hijo Alex estaba en esos años que ni niño ni adolescente, mi marido, Ambros, se marchó.

Nos abandonó.Esta novela trata sobre la rendición, quiero hablarles de eso, si me

lo permiten; pero la rendición de verdad y no la que queda en quejas y suspiros por doquier, empañando cristales, esperando, recordando, deshilvanando momentos, escurriendo lágrimas y perdiendo miradas… y kilos.

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No, ese listado de cosas no pertenece a la rendición sincera. Será tristeza o nostalgia, quizá.

En la rendición pura los valores se trastocan, mutan. Se pierden las ganas, el afecto, los horarios y los ritmos, sobre todo los ritmos, esos son los que arrastran la vorágine que llegará para destrozarte. De repente no te importa caminar sin abrigo bajo la lluvia por miedo a una pulmonía, o cruzar sin mirar antes a ambos lados de la calle, ni olvidar recoger a tus hijos, y ya van tres veces en una semana, o echar la llave de la puerta antes de ir a dormir, ni siquiera importa levantarse para ir al trabajo. Tampoco pasa nada por acostarse a las tantas, viendo el tele–tienda como si fuese el programa más interesante del mundo, ni despertarse a las mil y con el sol de cara para vivir arrastrando los pies y respondiendo con bostezos en conversaciones ya de por sí minadas de monosílabos, porque esa es otra: el lenguaje se encoge. En la rendición sincera se nos olvida hasta hablar y las parrafadas se convierten en frases y las frases en palabras. Después son las palabras las que empequeñecen y dejan paso a los signos, que no tardan en desaparecer. Cuando te rindes la vida pierde los sentidos y las direcciones, te bloqueas hasta anularte. Adiós a la gramática universal.

¡Y voilà! Ya eres una muñeca de trapo, sosa y descolorida, y nadie quiere jugar contigo porque careces de caja de voz y tus articulaciones son fofas, tu chaquetita de lana está llena de pelotillas y tienes mogollón de taras en tus costuras y, en cambio, te falta espumillón y muchos extras que todos dan por hecho que deberías traer de serie. Pero esto ya no te importa… desesperanza… porque has pasado al otro lado del espejo: ese mundo frío y yermo.

La rendición es un espejo de feria que distorsiona el mundo. No es que lo refleje feo o malo, es que lo proyecta nulo. Te asomas y vislumbras un paisaje sin color ni olor ni gusto porque no logra superar el listón de tu dejadez. No llama la atención. No hace despertar. Ni siquiera es un mundo palpable porque vive en el interior de ese espejo gris de superficie lisa, por muchas formas distintas de casas, parques, templos, farolas, carreteras que se expandan ante ti, que puedas ver.

Sí, claro que existen muchas maneras de suicidarse pero ninguna, jamás, será tan efectiva como la rendición.

Te rindes, pasa el Tiempo de limbo y te mueres.No hay más. Esos casos se dan. Ya sabemos que la vida no es justa ni

fácil. No se casa con nadie.Pero Ambros sí se casó... conmigo.

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CON–MI–GO.Y aún hoy lo pronuncio lentamente y en voz alta porque a veces hay

que saborear ciertas palabras, desmontarlas en sílabas y alargarlas para hacer que duren en el paladar… Hace muchos años, Ambros se casó conmigo.

Hasta que una mañana cualquiera a él se le olvidó.Puedo jurárselo y sé que ustedes me comprenderán: fue una catástrofe

a la que por poco no sobrevivimos.